El Feminismo Que Viene - PCREE

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El feminismo que viene tomado de la web del Partido Comunista Revolucionario (Estado español) - PCREE De la suprema Mª Teresa Campos dicen que dijo que lleva diciendo, desde hace mucho en su telebasura, que el 8 de Marzo no debería conmemorarse como Día de la Mujer Trabajadora, sino como Día de la Mujer sin más. Viniendo de la reina del cotilleo, que se autopromociona como ejemplo de mujer progre y emancipada, no debe extrañar, pues se trata de una señorona que tiene a su alrededor todo un equipo de verdaderos trabajadores y trabajadoras que curran para que ella luzca su palmito de talla supergrande y pueda codearse con la beautiful people de Marbella, malayos incluidos. Que al explotador le interese presentar las cosas ocultando su verdadera naturaleza y se permita, de vez en cuando, un gesto de paternal-patriarcal condescendencia respecto a sus sirvientes, rebajándose hasta su nivel para simular un mundo de igualdad sin diferencias de clase, entra dentro de lo normal y previsible. Por esta razón, al explotador le importa ofrecer una imagen de la realidad sin adjetivaciones que ensucien la apariencia de fraternidad universal. Lo que sí es más extraño, sin embargo, es que también las herederas de la tradición del 8 de Marzo terminen cayendo en el mismo discurso generalista y sexista, a la vez que van desprendiéndose de sus contenidos clasistas originarios. Feminismo y legalidad burguesa Kant demostró que nada puede ser pensado sin determinación, que no existe el sujeto como sustrato en sí mismo, que la substancia puede existir como idea, como categoría intelectual, pero no como realidad. Marx decía lo mismo cuando afirmaba que lo real concreto no es sino la síntesis de múltiples determinaciones, que no existe la categoría general —añadía Engels— más que como abstracción de esas determinaciones. No existe, pues, la mujer en general, como no existe la democracia en general, etc. Este tipo de discursos substancialistas terminan aceptando una lógica idealista que no sólo admite la preexistencia de platónicas ideas-matriz sobre nuestras cabezas que supuestamente construyen el mundo desde su materialización, sino que también se permiten, sin el menor recato, meter en el mismo saco a las obreras del textil de Nueva York quemadas vivas aquel 8 de marzo de 1857 y a las hermanas Koplowitz. ¡Qué más da si todas son sufrientes mujeres! Sin embargo, aquí lo importante es precisamente la determinación social, el adjetivo, pues en política es tan importante señalar a qué mujeres nos referimos como de qué clase (es decir, para qué clase) de democracia hablamos. Igual que existen la democracia burguesa y la democracia proletaria, hay mujeres burguesas y mujeres proletarias. Pero, dadas las circunstancias —es preciso reconocerlo— resulta muy complicado mantener la sustantividad de un discurso que debe sostenerse desde lo adjetivo. Por esta razón, no debe extrañarnos la tendencia a enfatizar cada vez más en la parte substancial (género) sobre la adjetiva (clase) en todo discurso dirigido a la mujer trabajadora, y, con ello, a independizarse cada vez más el epos feminista de la problemática social general de la clase obrera. De hecho, el feminismo, en tanto que programa político, no es otra cosa que la maduración de este proceso de particularización y secesión del movimiento social —acelerado en nuestros días por el papel creciente del sufragio universal en la articulación de las relaciones de poder—, un capítulo más en esa continua cristalización política de intereses corporativos en el seno de la clase obrera y de la constante desvirtuación de su esencia universal como clase. De este modo, las mujeres socialistas de finales del siglo XIX y principios del XX, a la vez que iban alejándose del programa común de la revolución proletaria, terminaron convergiendo ideológicamente con las feministas de la época, las sufragistas, y de esta fusión surgió el feminismo moderno. Pero no realizaron ninguna operación inusitada o insólita: todo el movimiento obrero fue especializándose en frentes de resistencia que terminaron diluyendo el denominador común

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el feminismo que viene, necesario para la transformacion de la sociedad

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  • El feminismo que viene

    tomado de la web del Partido Comunista Revolucionario (Estado espaol) - PCREE

    De la suprema M Teresa Campos dicen que dijo que lleva diciendo, desde hace mucho en sutelebasura, que el 8 de Marzo no debera conmemorarse como Da de la Mujer Trabajadora, sinocomo Da de la Mujer sin ms. Viniendo de la reina del cotilleo, que se autopromociona comoejemplo de mujer progre y emancipada, no debe extraar, pues se trata de una seorona que tienea su alrededor todo un equipo de verdaderos trabajadores y trabajadoras que curran para que ellaluzca su palmito de talla supergrande y pueda codearse con la beautiful people de Marbella,malayos incluidos. Que al explotador le interese presentar las cosas ocultando su verdaderanaturaleza y se permita, de vez en cuando, un gesto de paternal-patriarcal condescendenciarespecto a sus sirvientes, rebajndose hasta su nivel para simular un mundo de igualdad sindiferencias de clase, entra dentro de lo normal y previsible. Por esta razn, al explotador le importaofrecer una imagen de la realidad sin adjetivaciones que ensucien la apariencia de fraternidaduniversal. Lo que s es ms extrao, sin embargo, es que tambin las herederas de la tradicin del 8de Marzo terminen cayendo en el mismo discurso generalista y sexista, a la vez que vandesprendindose de sus contenidos clasistas originarios.

    Feminismo y legalidad burguesa

    Kant demostr que nada puede ser pensado sin determinacin, que no existe el sujeto comosustrato en s mismo, que la substancia puede existir como idea, como categora intelectual, perono como realidad. Marx deca lo mismo cuando afirmaba que lo real concreto no es sino la sntesisde mltiples determinaciones, que no existe la categora general aada Engels ms que comoabstraccin de esas determinaciones. No existe, pues, la mujer en general, como no existe lademocracia en general, etc. Este tipo de discursos substancialistas terminan aceptando una lgicaidealista que no slo admite la preexistencia de platnicas ideas-matriz sobre nuestras cabezas quesupuestamente construyen el mundo desde su materializacin, sino que tambin se permiten, sinel menor recato, meter en el mismo saco a las obreras del textil de Nueva York quemadas vivasaquel 8 de marzo de 1857 y a las hermanas Koplowitz. Qu ms da si todas son sufrientesmujeres! Sin embargo, aqu lo importante es precisamente la determinacin social, el adjetivo,pues en poltica es tan importante sealar a qu mujeres nos referimos como de qu clase (esdecir, para qu clase) de democracia hablamos. Igual que existen la democracia burguesa y lademocracia proletaria, hay mujeres burguesas y mujeres proletarias. Pero, dadas las circunstanciases preciso reconocerlo resulta muy complicado mantener la sustantividad de un discurso quedebe sostenerse desde lo adjetivo. Por esta razn, no debe extraarnos la tendencia a enfatizarcada vez ms en la parte substancial (gnero) sobre la adjetiva (clase) en todo discurso dirigido a lamujer trabajadora, y, con ello, a independizarse cada vez ms el epos feminista de la problemticasocial general de la clase obrera. De hecho, el feminismo, en tanto que programa poltico, no esotra cosa que la maduracin de este proceso de particularizacin y secesin del movimiento socialacelerado en nuestros das por el papel creciente del sufragio universal en la articulacin de lasrelaciones de poder, un captulo ms en esa continua cristalizacin poltica de interesescorporativos en el seno de la clase obrera y de la constante desvirtuacin de su esencia universalcomo clase. De este modo, las mujeres socialistas de finales del siglo XIX y principios del XX, a lavez que iban alejndose del programa comn de la revolucin proletaria, terminaron convergiendoideolgicamente con las feministas de la poca, las sufragistas, y de esta fusin surgi el feminismomoderno. Pero no realizaron ninguna operacin inusitada o inslita: todo el movimiento obrerofue especializndose en frentes de resistencia que terminaron diluyendo el denominador comn

  • el carcter social de clase y subrayando lo que entonces pasaba a ser propio en cada uno deellos. Las cooperativas, las asociaciones de vecinos, los partidos obreros nacionales, los sindicatosde rama, etc. profundizaron un proceso de atomizacin poltica del proletariado donde su intersgeneral como trabajador iba subordinndose sucesivamente a sus intereses particulares comoconsumidor, como ciudadano, como nacional, como empleado, proceso al que se uni tambin lacircunstancia de gnero.

    Con toda probabilidad, la actual descomposicin ser una etapa necesaria por la que debamostransitar de cara a la maduracin del proletariado como clase revolucionaria. El movimiento obreronaci con vocacin universal. La Internacional dio carta de naturaleza a este espritu cosmopolita.Pero el oportunismo, el reformismo y el revisionismo que terminaron dominndole y quereflejaban tanto el origen espontanesta de su nacimiento como el inters del capital por dividir asu enemigo fueron minando aquella voluntad para disgregarla entre particularismos de todotipo. Desde luego, este escenario terminar favoreciendo la aparicin de las condiciones quepermitirn a la vanguardia comprender, por fin, que no es posible el retorno hacia unaconstruccin universal del movimiento obrero ms que como movimiento revolucionario, comoPartido Comunista, y que este proyecto nada tiene que ver con la simple unin de esos distintosfrentes reivindicativos. Ms an, sta es, en realidad, la va contrarrevolucionaria de construccindel movimiento obrero. Los mltiples e incluso contradictorios intereses que han ido cristalizandodesde esos frentes, cada vez ms ajenos entre s, han terminado compenetrndose con los de laclase dominante para consolidar grupos de presin interesados en sostener el sistema dedominacin capitalista. El sindicato obrero moderno no slo es la primera y ms antigua expresinde esta simbiosis, sino tambin el modelo a imitar por los que han ido siguiendo su estela.

    En realidad, desde el punto de vista jurdico-institucional, no es la evolucin material del sindicatocomo asociacin obrera la que explica esa posicin de alianza con el capital, sino ms bien lascondiciones econmicas y polticas que lo han investido como agente social sujeto de derecho. Esel hecho de este reconocimiento jurdico como interlocutor social, como sujeto colectivo y comoparte contratante lo que sita al sindicato en esa posicin de dominio social y poltico que hoydisfruta. No es, por tanto, el sindicato en tanto que tal, sino el sindicato como parte del ConvenioColectivo. ste, el convenio colectivo, fue, en su momento, una aberracin y al mismo tiempo unarevolucin institucional. Una aberracin porque trastocaba las reglas del juego del liberalismodoctrinario decimonnico, basado en el reconocimiento del individuo como nico sujeto dederecho. La introduccin de iure de un sujeto colectivo pona patas arriba todo el edificio delEstado liberal. En esto consista la revolucin: la introduccin del iusnaturalismo y el sufragiouniversal, la ampliacin de los derechos por medio de la agregacin de la carta social al listado delos derechos civiles y, en definitiva, la constitucin del llamado Estado social y democrtico deDerecho Estado del bienestar, para los economistas burgueses, en el que los trabajadoresaparecen reconocidos como clase y reciben un rol funcional como tal clase, no fueron sino elresultado en la sociedad capitalista de la lucha de clases del proletariado, en general, y del triunfode las primeras revoluciones socialistas, en particular. Pero todo se resuma, a fin de cuentas, en elreconocimiento formal por parte del capital de un representante colectivo de la otra clase comosujeto con capacidad contractual. Y es desde este hecho, en esta esfera de la superestructura de lasociedad, desde donde en convergencia y, al mismo tiempo, como reflejo de transformacionesen las relaciones entre las clases y en el propio seno del proletariado que estaban teniendo lugarcon el surgimiento del capitalismo monopolista se realizar la conversin de un suceso que fuerevolucionario (en el sentido de que signific progreso para las masas en tanto que subproductoreformista dentro de un contexto ms amplio de ofensiva revolucionaria del proletariadointernacional) en su contrario, en un hecho con efectos contrarrevolucionarios. El sindicato

  • moderno dej de evolucionar a la par que el desarrollo revolucionario del proletariado y tendi aadaptarse a las condiciones de dominacin poltica del capital hasta convertirse en un magnficoejemplo de enquistamiento poltico y conservadurismo social. La capacidad otorgada a este agentesocial, en virtud del principio de representacin, de decidir sobre los destinos de todo un colectivo,independientemente de que los individuos que lo componen hayan decidido voluntariamenteasociarse o no con l, consigue el curioso efecto contrario de anular los escasos beneficios que anpodra reportar el ejercicio de los derechos individuales de la democracia burguesa, al mismotiempo que volatiliza el potencial poltico de la unin asociativa de la masa trabajadora. Elsindicato moderno decide por el trabajador individual al mismo tiempo que no educa suconciencia social, colectiva y solidaria, sino su conciencia individualista.

    Es esta estrategia de integracin en el sistema sobre la base del reconocimiento de iure o defacto del colectivo como sujeto social, de la cristalizacin en su seno de determinados interesescorporativos que vinculen su supervivencia a su reconocimiento legal como grupo de inters osea, como lobby, como grupo de presin, y de su asimilacin por el aparato de dominacinideolgica a travs de la subversin en clave reaccionaria y conservadora de unos principios o deun programa de origen pretendidamente progresista, la que ha servido y est sirviendo de modeloa otros movimientos sociales, verbi gratia, el feminismo, pujante hoy gracias al apoyo que recibedesde el poder. Desde los 60, el movimiento feminista ha ido evolucionando en la direccin de suadaptacin al statu quo y en la de su incorporacin al terreno de juego de las relaciones de poderdel Estado. Para ello, al mismo tiempo que se deshaca de todo resabio y de todo recuerdo delmarxismo, ha ido elaborando un discurso basado en el reconocimiento de la mujer del gnerofemenino como sujeto social, sin la menor sensibilidad sobre las consecuencias polticas yjurdicas de tal reivindicacin, que tiran directamente contra algunos de los pilares fundamentalesde la democracia burguesa, precisamente en la parte que ms puede beneficiar a los sectoresmenos privilegiados y ms desprotegidos de la sociedad. En este sentido, es ilustrativo que eldiscurso feminista haya ido basculando desde la reivindicacin de la igualdad en el disfrute delderecho a la de la igualdad en el disfrute del poder. Consecuencia lgica, por otra parte, cuando seest hablando de la igualdad como diferenciacin, es decir, cuando se enfatiza y resalta ladiferencia ante la ley como resultado del ejercicio del Derecho; justo al contrario que la doctrinaliberal que cabalmente adopt el Estado de Derecho, para la cual, la ley garantizaba laigualdad jurdica entre los originariamente diferentes (debido a las distintas condiciones,econmicas y de todo tipo, de partida entre los individuos). La lgica jurdica feminista niega todaposible construccin conceptual y legal de un sujeto de derecho universal, destruye el pedestalsobre el que la burguesa erigi al ciudadano. Por el contrario, la ley se fundamenta en loparticular, en la especificidad del cuerpo social tomado en sus distintas partes. La sociedad civil yano puede ser contemplada como suma de individuos iguales en derechos, sino como agregado deintereses corporativos; y la sociedad poltica debe reflejar esos intereses dispares en suConstitucin. No es de extraar, pues, que algunas idelogas del feminismo hablen de la necesidadde un nuevo pacto social o de refundar el Estado.

    El principio corporativo va conquistando espacios dentro del entramado ideolgico de legitimacindel Estado capitalista. Lo paradjico aparentemente es que para el doctrinario burgus elcorporativismo es lo contrario del liberalismo y de la democracia, es el padre del totalitarismo. Enplata, el corporativismo es el elemento generatriz de la constitucin poltica del Estado fascista,como la historia ha mostrado en sucesivas ocasiones. La consigna que resume el aporte feminista aeste proceso de corporativizacin del poder poltico se denomina democracia paritaria, y superniciosa secuela, discriminacin positiva. Curiosamente, este ao, la celebracin institucional del8 de Marzo ha estado dirigida a celebrar el 75 aniversario de la introduccin del voto femenino,

  • con el lema: Del derecho al voto a la democracia paritaria. Irnicamente, en esta proclama seencuentra recogida toda la evolucin del feminismo (y, general, de todo el reformismo): de lademocracia a la reaccin.

    La traduccin normativa de la revisin bajo cuerda de los presupuestos del constitucionalismopoltico que en este pas ha sido iniciada por el Gobierno de Jos Luis Rodrguez Zapateroacarrea consecuencias varias, todas ellas con efectos nefastos para las bases del sistema legalvigente. En primer lugar, algo tan evidente como la liquidacin del principio de no discriminacinpor razn de sexo, uno de los pilares jurdicos junto a la inocuidad legal de la raza y las creenciasdel individuo del Estado de Derecho. Todas las reformas legales del gobierno PSOE que, segndicen, persiguen atajar la discriminacin de la mujer, parten de la demolicin de ese precepto,sancionado por la Constitucin de 1978. Suponen, por lo tanto, un retroceso, no slo desde elpunto de vista de la Carta Magna espaola, ya de por s bastante cortita en eso de expedirlibertades, y tambin desde el de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos de la ONU (locual no quita para que sus altos funcionarios, instalados tanto en la incongruencia como en lacorrupcin, coqueteen servilmente, ya por motivos electorales ya por mezquinos intereses depromocin burocrtica, con el discurso cuya aceptacin incondicional se ha convertido en marcade fbrica de lo establecido como polticamente correcto, adems de ndice de lo que ha logradoprogresar el lobby feminista en las sociedades opulentas que hoy deciden los destinos de lahumanidad), sino sobre todo con respecto a lo que supuso de progreso la revolucin burguesa engeneral.

    La promulgacin de legislacin del tipo del anteproyecto de Ley Orgnica de Igualdad entreHombres y Mujeres, aprobado por el gobierno a principios de marzo, que inaugura y sanciona lapoltica de cuotas en funcin del sexo, no slo profundiza el socavamiento de las bases del Derechoburgus, fundado sobre la igualdad formal, sino que introduce un nuevo principio que termina desubvertir los fundamentos jurdicos de la legalidad burguesa. La poltica de cuotas trae implcito elprincipio de escasez en el disfrute del Derecho, introduce la idea de la necesidad del reparto en eluso de los bienes jurdicos que, entonces, son considerados como escasos o limitados. Para ladoctrina, el lmite del Derecho proceda slo de su regulacin normativa, de la tutela del poderpblico en su aplicacin, pero sin limitacin alguna como marco abierto proclive aldesenvolvimiento pleno de la proyeccin del individuo en la vida civil. Ahora, en cambio, el propioDerecho est limitado de partida por un criterio que no slo es externo, sino que contraviene lanaturaleza misma de ese Derecho. As, por ejemplo, segn el mencionado antrepoyecto, cualquierpersona, hombre o mujer, candidata a integrar una lista electoral no posee el derecho al 100% deposibilidades, contrastables despus en funcin de los mritos personales, etc., sino slo el 60% deposibilidades de partida en razn del sexo. Igual que los sindicatos ocultan la incapacidadmanifiesta del capital para crear los puestos de trabajo necesarios para terminar con el paro detrsde falacias como la de que el trabajo es un bien escaso que hay que repartir, las feministas ocultanla incapacidad del rgimen burgus para ofrecer ms democracia y ms libertad al pueblo con lapoltica de cuotas y la doctrina del reparto del Derecho y de la cola de la compra para su usufructo.El reformismo feminista persigue la igualdad real desde la desigualdad formal. Esta ltimaaberracin del Derecho positivo, al contrario que la que en un principio introdujo el movimientoobrero, lejos de ser revolucionaria es reaccionaria, y supone un retroceso que liquida las garantasjurdicas del viejo liberalismo a la vez que, en lo material, no asegura ms que la promocin de unadeterminada casta privilegiada de seoronas dispuestas a vivir del cuento del victimismo degnero y a repartirse su correspondiente parte alcuota del pastel. El reformismo feminista es lademostracin palpable de la situacin lmite en la que se encuentra el sistema de dominacinburgus para encontrar una alternativa distinta de la revolucin que no sea el reaccionario

  • corporativismo protofascista ante la incorporacin de cada vez ms sectores de las masas a la vidapblica y a la poltica. El feminismo expresa en la actualidad, de la manera ms patente, labancarrota general de todo el reformismo y de su papel como dique de la revolucin, al mismotiempo que pone en evidencia el verdadero papel de la izquierda institucional, de lasocialdemocracia y el eurocomunismo. El feminismo aplicado es la prueba de cargo contra el fiascode la va reformista, contra los embaucadores que pretenden reformar la democracia burguesa,democratizar la democracia, contra los publicanos de la poltica que se han hecho republicanosporque han renunciado a implantar la verdadera democracia de la mayora, la dictadura delproletariado, nico modo de que las masas puedan disfrutar sin lmites del Derecho, de la libertady de la igualdad.

    Gnero y familia

    Finalmente, normativas como la Ley Integral contra la Violencia de Gnero, que entr en vigor acomienzos de 2005, a la vez que insisten en la liquidacin del Derecho, proyectan lasconsecuencias de esa liquidacin hacia mbitos ms amplios. De esta manera, la introduccinpenal del criterio de gnero como agravante de delito implica la involucracin de elementosprepositivos en la configuracin del marco regulativo, a la vez que presupone la vinculacin delcomportamiento de los individuos a factores de naturaleza no social. Desde el punto de vistapenal, esto supone una regresin a la criminologa del siglo XIX, que buscaba la causalidad deldelito en factores de orden biolgico o fisiolgico. De manera que si la vieja criminologa poda sertachada justamente de racista, el nuevo reformismo de gnero debe ser tratado de sexista, en elpeor sentido del trmino. Pero lo ms importante es que toda esta legislacin tiene como finalidadocultar el verdadero origen que s es de naturaleza social de la opresin y de la marginacinque sufre la mujer. El feminismo ha sellado un pacto de silencio con el capital sobre la verdaderanaturaleza de la cultura machista que impregna esta sociedad en todas sus esferas. La imputacinde la causa de la opresin de la mujer por el hombre al supuesto carcter natural e innato, ms omenos agresivo, de este ltimo que es a donde conduce todo discurso feminista invariablemente significa relativizar, si no pasar absolutamente por alto, el medio social en el que sedesenvuelven las relaciones entre ambos sexos; en particular, significa olvidar algo tan importantecomo la conformacin especfica de esas relaciones en el contexto de la sociedad de clases; enconcreto, las causas econmicas que determinan la estructura de esas relaciones.

    El marxismo demostr hace tiempo que la diferente posicin social de los sexos y la marginacinde la mujer tienen races econmicas que se remontan a la aparicin de la propiedad privada y dela familia como estructura de organizacin social. Naturalmente, el feminismo al uso haceabstraccin de estos elementos de base y prefiere hablar de las relaciones entre los sexos al modoburgus, sin historia, en abstracto y como partiendo de individuos aislados, resguardados de todainfluencia ajena a su circunstancia de gnero y al comportamiento que se le atribuyerespectivamente como natural y espontneo. El gran error de fondo, pues, consiste en considerarlas relaciones de gnero independientemente de la familia y en observar a sta ms bien comoresultado de esa relacin, como si de un contrato de colaboracin entre individuos de distinto sexose tratase. Sin embargo, la realidad es que la familia es una estructura social preexistente a todovnculo matrimonial, es el marco dado en el que se circunscriben las relaciones entre los sexos, elmolde que las modela. El desarrollo de toda sociedad de clase depende de la produccin yreproduccin de sus condiciones de vida, del conjunto de relaciones sociales y econmicas y, enparticular por lo que aqu nos ocupa, de la reproduccin biolgica de la especie. Es esta funcinsocial la que, precisamente, asigna la sociedad de clase a la familia; en un sentido, adems,especfico y categrico: garantizar la reproduccin fsica de la clase productora, de la clase

  • explotada creadora de toda la riqueza social. Como organismo de reproduccin biolgica de lasociedad de clases, entonces, la familia refleja en su seno la estructura general de clase de toda lasociedad. La desigualdad en la intimidad del hogar no se genera desde dentro, es la sociedad quiense la inocula. De hecho, la familia es, en s misma, cristalizacin de una sociedad que ya esdesigual, que ya ha repartido roles desiguales y que ya ha repartido la riqueza desigualmente; dehecho, histricamente, la familia surge con las clases, es uno de los sntomas de la nuevaenfermedad en la convivencia entre las personas. Por consiguiente, el problema de la mujer estestrechamente ligado y no puede desvincularse del problema del desarrollo y extincin de lafamilia como mbito social particular de relaciones de clase.

    La desestimacin premeditada de este enfoque y su sustitucin por el punto de vista naturalista,individualista y abstracto del gnero persigue la ocultacin de las causas sociales que estn en laraz del problema, ocultacin que se formaliza a travs de un determinado lenguaje que conlleva laincompatibilidad conceptual con todo posible acercamiento cientfico al tema. El simple uso de lacategora violencia de gnero para describir la manifestacin ms onerosa y despreciable de laposicin subsidiaria que sufre la mujer en la relacin entre los sexos, implica ya una seleccinintencionada y dirigida de todo el conjunto de fenmenos que se desarrollan dentro del mbitodomstico. La acepcin violencia de gnero que, curiosamente, slo contempla la actitudviolenta de los hombres respecto de las mujeres, y no a la inversa extrae de raz la relacinvarn-mujer del escenario social que le es propio y prepara las condiciones tericas para sutratamiento aislado y su comprensin unilateral e independiente de ese mbito originario. Desdeluego, el concepto violencia domstica, en creciente desuso, es mucho ms adecuado, tanto ms sitenemos en cuenta, por un lado, que la explicacin terica del 20% de la violencia de gnero, laparte que padecen los varones, queda en descubierto terico, y que, por otro, resulta que tantaparafernalia terica, legal y penal slo se refiere, despus de todo, al 53% de las muertes en elterreno de las relaciones de parentesco. La violencia experimentada por nios, mayores y varonestambin se da en la esfera domstica y obedece a las mismas causas que la que sufren las mujeres.Pero para comprender esto se precisa un paradigma terico mucho ms amplio que el que prestala perspectiva sexista y unilateral del feminismo, en consonancia con su ambicioso proyecto deincorporacin como agente social reconocido (o sea, como grupo de inters, como grupo depresin) en el aparato de dominacin capitalista.

    La ocultacin ideolgica de la esfera domstica como el verdadero medio social en el que sedesenvuelven las relaciones de parentesco entre las que se incluyen las de gnero y desde elque es preciso partir para comprender su verdadera naturaleza, se complementa, ya en el planoprctico de la lucha reivindicativa del feminismo, con un nuevo mito que desborda el mbitoprivado de las relaciones domsticas y extiende la cortina de humo del discurso feminista al planosocial de las relaciones entre las clases. Se trata de la consigna A igual trabajo, igual salario.

    Ciertamente, el diseo de toda estrategia de accin social fundada sobre esta reivindicacin,adems de no sobrepasar los lmites burgueses del igualitarismo formal, carece de todo apoyocientfico. Marx demostr que el capital no remunera en funcin del valor del trabajo, sino enfuncin del valor de la fuerza de trabajo. Ms an, el capital paga el valor de reproduccin de lafuerza de trabajo como tal fuerza de trabajo; el capital paga al obrero lo necesario para quemantenga su capacidad como productor y la de su estirpe como futuros productores. El capital, porlo tanto, no toma en consideracin al obrero individual como portador de la fuerza de trabajo, sinoa la unidad econmica bsica de reproduccin de la fuerza de trabajo, es decir, la familia. En laprctica econmica, el obrero aislado no existe; existe la clase social de los productores quepermanece sobre la desaparicin de sus componentes individuales. Y esto no es posible fuera del

  • organismo que garantiza esa permanencia. A diferencia de la unidad bsica de produccineconmica (el puesto o el centro de trabajo), clula de reposicin y crecimiento de los bieneseconmicos, la familia es la clula de reposicin de la fuerza de trabajo en sus dos dimensionesfundamentales: fisiolgica, o de recuperacin diaria de la capacidad de trabajar del obreroindividual, y biolgica, o de reproduccin de la fuerza de trabajo como especie social. El capital noexige al obrero slo que vuelva a trabajar al da siguiente, sino que procree para seguir explotandoa sus herederos cuando l desaparezca. Por eso, el valor del salario no es, ni mucho menos, el valordel trabajo, ni tampoco el de la fuerza de trabajo individual, sino el del mantenimiento de launidad econmica bsica de reproduccin de la fuerza de trabajo; por eso, el capital jams pagarel salario per capita, sino en funcin de la incorporacin de los miembros de la familia al mercadolaboral, a los que remunerar ms o menos equitativamente dependiendo de las condicionessociales y las convenciones culturales (principalmente, y respective, del estado de la lucha declases del proletariado y del grado de solidez de la familia patriarcal tradicional), cuestin stadel reparto del mismo salario entre los distintos miembros laboriosos de la familia de maneraequitativa o no de nimia importancia para aqul, por cierto.

    El feminismo hace el juego al capitalismo cuando centra sus reivindicaciones en el igualitarismo delas formas que ste acepta y promociona. Igual que los idelogos burgueses hablan del derecho altrabajo a la vez que el capital pide mayor flexibilizacin del mercado laboral y persigue acercarse almximo al despido libre (como por estos das est dejando claro el Gobierno Villepin, en Francia,con su CPE contrato de primer empleo), de la misma manera, mientras la burguesa habla deigualdad de la mujer, el capital incorpora cada vez ms mujeres para poder explotarlas ms y mejorcomo fuerza de trabajo ms barata. La incorporacin de la mujer supone un alza en la demanda deempleo y, por consiguiente, la presin a la baja de los salarios. Al capital le da igual pagar un salarioque dos medios salarios: siempre va a remunerar el valor de la clula bsica de la sociedad, que noes el individuo, sino la familia. Le beneficia, incluso, la incorporacin laboral de la mujer porque acambio del mismo salario podr succionar ms plusvala. La consigna feminista de igualdad salarialoculta la verdadera naturaleza del capitalismo y favorece la explotacin de la clase obrera. Loscomunistas no negamos la necesidad de luchar por la incorporacin de las mujeres en todas lasesferas de la vida pblica; pero los trminos y las limitaciones con que el feminismo encauza eseobjetivo no pueden ms que conminarnos a pensar que esa consigna sirve tambin para sellar laalianza que el feminismo ha firmado con el capital.

    El feminismo que viene ha mudado de piel. A diferencia del sufragismo burgus o de las lderessocialdemcratas del siglo XIX, que encabezaron luchas de carcter progresista, el desarrollo de lalucha de clases del proletariado y los realineamientos sociales que trae consigo el capitalismomonopolista han subvertido el contenido del feminismo moderno, as como de todo elreformismo. Si con el nacimiento del movimiento obrero la lucha por reformas estaba al serviciode la acumulacin de fuerzas de la clase obrera, el nuevo contexto imperialista y la escisinhistrica del movimiento obrero en dos alas convirtieron la va reformista en dique de contencinde la revolucin. Sin embargo, durante el Ciclo de Octubre, el reformismo todava poda jugar unpapel positivo en tanto que epifenmeno de la revolucin. Pero el contexto que todava daba unsentido progresista a la reforma ha desaparecido. En la actualidad, la reforma se opone a larevolucin en los mismos trminos antagnicos que se oponen la burguesa y el proletariado, elrevisionismo y el comunismo. Los movimientos sociales, en su lucha por sus reivindicacionesinmediatas, generan su propia conciencia espontnea, su propio discurso de autolegitimacin y suspropios mtodos y estrategias de adaptacin a las condiciones en que tienen lugar esas luchas;mtodos y estrategias que, por consiguiente, no cuestionan nunca las premisas de esascondiciones dadas en que se mueven. En la medida que ocurre esto, los movimientos sociales

  • reproducen esas mismas premisas y, por lo tanto, las causas que crean los efectos queprecisamente quieren combatir. De este modo, la autolegitimacin de cada movimiento dereforma parcial supone la legitimacin del sistema en su conjunto.

    El feminismo que viene es el feminismo resabiado que se ha emancipado de todo vnculo con lalucha revolucionaria del proletariado; el feminismo que viene es el feminismo maduro que ya haculminado las ltimas etapas de su evolucin como movimiento reformista, etapas en las que lareforma se integra en el sistema para apuntalarlo y conjurar la revolucin o su preparacin; elfeminismo que viene ha superado la revlida para incorporarse al aparato ideolgico y depropaganda de la clase dominante: en lo jurdico, despliega velas en el mismo rumbo que orientala tendencia creciente hacia la fascistizacin del Estado; en lo poltico, contribuye de manerairreprochable a la divisin interna de la clase obrera con la excusa mendaz de la existencia de unacontradiccin inconciliable de gnero; en lo econmico, oculta la naturaleza del capitalismo yfavorece la explotacin de las masas; finalmente, en el aspecto social, esconde la raz clasista de lascontradicciones sociales, vela por la salvaguarda de las formaciones de clase bsicas delcapitalismo, como la familia, y, en general, coadyuva en la continuidad y supervivencia de lasociedad organizada en clases.