El Greco, Correcciones Aceptadas
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Doménikos Theotokópoulos O´deixas
El Greco1541 – 1614
“Sí, soy yo, Doménikos, El Greco, el pintor que nadie entiende”.
Cuando leí estas palabras no pude más que contener el llanto; no
podía creer que mi amigo, m compañero, hubiese aparecido de
repente y que aún me recordara. Ya eran casi diez años sin saber de
él desde que partió para Toledo; su ingratitud me dolió bastante pero
con el tiempo me acostumbré a no esperar noticias suyas, a solo
recordar lo que vivimos, a desear muy profundamente que estuviera
bien y que su talento fuera reconocido.
“Pido perdón por mi alejamiento, por no haber insistido más en
comunicarme, contactarme y hablar contigo. Solo Dios sabe por
todas las cosas que he tenido que pasar y el poco tiempo que me ha
quedado para mí. Aunque no puedo quejarme por mi estabilidad
económica, mi sueño ha resultado muy difícil de alcanzar y a veces
he deseado lanzar todos mis deseos al olvido y renunciar de una vez
por todas a la pintura que tanto dolor me ha dado; sin embargo, hay
algo dentro de mí que no me deja y que me da fuerzas para seguir.
Para mí pintar lo es todo, es formar la realidad a mi gusto, es darle
color a la literatura que tanto me satisface”.
Leer estas líneas trajo de nuevo a Doménikos a mi vida, a mi lado. Vi
que seguía igual, que su sueño seguía siendo el mismo, pero noté un
profundo resentimiento en sus palabras. Era evidente que sus planes
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de grandeza habían fracasado, que las ilusiones que nacieron en
Candía1, el pueblo en donde los dos nacimos, estaban muriendo.
Quise tenerlo cerca para abrazarlo como cuando éramos niños y nos
regañaban por ello; Doménikos me soltaba y salía, corriendo a
esconderse en una gruta ubicada cerca de mi casa y se demoraba
hasta tres horas en salir de ella. En su encierro dibujaba formas en
las paredes de roca con piedras filosas y las coloreaba de manera
muy viva con mezclas que él mismo preparaba a base de pétalos y
otras plantas. Cuando me las mostraba intentaba explicarme los
detalles de sus dibujos y sus ojos brillaban: era claro el talento que
ya demostraba a tan temprana edad.
Su padre Giorgio permitió que estudiara pintura a pesar de que
soñaba con que su hijo se formara en otro oficio, como lo hizo su
hermano diez años mayor, Manussos, quién alcanzó una gran
posición económica. Manussos ejerció como recaudador de
impuestos durante casi 20 años, fue presidente de la cofradía de
navegantes y obtuvo patente de corso del Dux de Venecia para
ejercer la piratería contra los turcos; sin embargo, años más tarde en
1583, se vio obligado a vender sus bienes para pagar una deuda de
6000 ducados al gobierno. Los Theotokópoulos, al igual que mi
familiapertenecían a la colonia católica de Candía, lo que influyó para
que Doménikos recibiera una acertada y amplia formación
humanística. Esto complementado con su gran talento para el arte y
su afición por la lectura, sobre todo por la literatura, hizo de él un
hombre erudito desde muy joven y su padre supo reconocerlo, por lo
que resolvió apoyarlo en sus proyectos. 1 Actual Heraklion, capital de la isla de Creta que en aquel momento era posesión de la Serenísima República de Venecia.
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Doménikos se formó como pintor en el taller del maestro de iconos,
Juan Gripiotis, en Candía2. Cerca de su familia y de mí, este maestro,
junto con muchos otros pintores de la localidad, estaban organizados
en una cofradía puesta sobre la advocación de San Lucas: de ahí su
profunda formación religiosa. Entró en este taller a los catorce años,
como se acostumbraba, y desarrolló su talento perfeccionándose en
las dos vías existentes en la pintura cretense de la época3: la
tradicional "alla greca", fiel a los modos bizantinos heredados de la
época de los paleólogos, y la moderna "alla latina", ecléctica, en
cuyo desarrollo jugó un gran papel el comercio de estampas y en la
que se mezclaban elementos de raigambre bizantina con otros del
Renacimiento italiano - estos últimos sobre todo, de índole
compositiva e iconográfica -. Trabajando en esa doble dirección,
practicando el “bilingüismo”, Doménikos pronto alcanzó una
importante posición entre los pintores cretenses y fue denominado y
llamado "maistro" hacia 1563, a los 21 años.
En 1564 mi familia y yo nos trasladamos a Venecia; nuestra
despedida fue triste. La separación y la nueva ciudad me hicieron
mucho daño; sin embargo, dos años más tarde Doménikos también
se instaló en Venecia y de nuevo nuestra amistad vivió: dijo que
necesitaba buscar nuevos caminos y evolucionar como pintor; el arte
del renacimiento estaba invadiendo Europa y él no podía quedarse
atrás. ¿Cómo iba a quedarse atrás un joven de buena educación,
espíritu inquieto, grandes ambiciones y aspiraciones, tanto
económicas como sociales y profesionales? Candía se quedó 2 Aunque parece que también tuvo contacto con Georgios Klontzas. 3 Segunda mitad del siglo XVI.
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pequeña para él y tomó la decision de abandonar la isla para
continuar su aprendizaje. En agosto de 1568, Doménikos ya hacía
parte de la Ciudad de los Canales donde vivíamos unos 4000 griegos.
En los primeros meses, sus obras y su forma de pintar chocaron con
el estilo veneciano de esos años; él resultaba excesivamente
“griego” en su estilo y poco moderno en comparación con los artistas
de la ciudad. No obstante, a pesar de ser firme en sus principios y
sus convicciones, a la hora de pintar Doménikos estuvo abierto a
aprender nuevas técnicas con el fin de perfeccionar lo que quería en
sus obras. De este modo, recibió una gran influencia de los grandes
maestros del Renacimiento italiano. Algunas de sus obras como La
curación del ciego y otras más que realizó en sus primeros años de
estadía en Venecia, evidencian en parte, la asimilación del colorido
de Tiziano, el sentido escenográfico del Veronés, la actitud ante la
naturaleza, el interés por los problemas lumínicos artificiales de
Jacopo Bassano y sobre todo, la figuración, los espacios amplios y
profundos, la inquietud espiritual, el dramatismo, el gusto por los
escorzos y las actitudes contrapuestas que caracterizaban a
Tintoretto.
Algunos pensaban que Doménikos era discípulo fiel de Tiziano; sin
embargo él solo absorbía de manera ecléctica lo que más le atraía
del estilo de los distintos maestros que pasaban por un momento de
esplendor pictórico, entre ellos – además de Tiziano, Tintoretto,
Veronés, Bassano- Pordenone y Schiavone y se mostró
especialmente interesado por el manierismo en general. Es cierto
que se relacionó con los talleres más prestigiosos pero no de manera
formal, pues ya contaba con 26 años como para ser aprendiz o para
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colaborar estrechamente con ellos; él solo tomaba los elementos que
más le interesaban y los interpretaba a su manera, asimilando
completamente la pintura renacentista de los maestros italianos.
Talvez si se hubiera vinculado más estrechamente con el taller del
propio Tiziano, si su relación hubiera sido más prolongada, esto le
habría permitido establecerse definitivamente en Venecia y
continuar con el taller del anciano pintor, asegurando su futuro y
permaneciendo a mi lado por más tiempo. En esta etapa de
Doménicos en Venecia aprendí a valorar mucho más la pintura,
especialmente la de él. En esos pocos años me enseñó a comprender
la esencia de lo que buscaba con los colores; talvez soy la única de
sus contemporáneos que lo logró realmente.
Pronto en 1570, de nuevo me abandonó. Partió a Roma; nos vimos
contadas veces pero, a pesar de la distancia, pude estar al tanto de
su vida y de su desarrollo como artista. Durante ese largo lapso lo
imaginaba triunfando y deleitándose con una maravillosa vida de
artista; cada noticia suya era un respiro para mi vida, era una nueva
esperanza de volverlo a ver. Nunca lo dejé de pensar, cada
constelación en las noches me hacía suspirar; pensándolo me
desgastaba la vida un poco más.
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