El Halcon de Mayo - Gillian Bradshaw

8/16/2019 El Halcon de Mayo - Gillian Bradshaw

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La leyenda nos habla de SiGawain, uno de los caballeros márespetados de la Tabla Redonda yuno de los héroes más grandes detodos los tiempos.

Hijo de un rey que lo desprecia y d

a poderosa hechicera Morgawse, seembarcará, siendo todavía uchiquillo y de la mano de su madre

en un viaje por la magia y loconocimientos arcanos queamenaza con sumirlo por siempreen la oscuridad. Sin embargo

decidirá darle la espalda a todo esepoder para luchar al lado de la luz a justicia.

Esta decisión marcará su vida


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pasará de ser un joven inexperto leno de dudas a un poderosoguerrero temido por todos surivales… pero tendrá que ganarse laconfianza del Señor al que hadecidido servir: Arturo, rey de

Camelot.

Gillian Bradshaw, la aclamadaautora de EL FARO DE ALEJANDRÍAdibuja un fresco histórico en el quemezcla las disputas entre lo

britanos en su guerra contra losajones con las leyendas artúricaen una narración magistral apasionante.


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EL

HALCÓNDE

MAYO

GILLIAN BRADSHAW


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Título original: Hawk of MayPrimera edición: octubre de 2012Copyright © 1980 by Gillian Bradshaw

© de la traducción: Núria Gres, 2012© de esta edición: 2012, ediciones PàmiesSBN: 978-84-15433-11-8


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Parentibus Optimis"Siquid adhuc ego sum, muneriomne tui est".


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Cuando mi padre recibió la noticide la muerte del Pendragón, yo estabugando a construir botes junto al mar.

Tenía once años y era peor guerrero

que cualquier otro muchacho en el reinde mi padre: las Innsi Ere, o islaOrcadas. Como también era muy macazador, tenía poco en común con lootros chicos con los que vivía aprendía en la Casa de los Niños, odavía menos en común con m

hermano mayor, Agravain, que dirigía a


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os otros a la hora de hacerme la viddifícil, casi tan difícil como los planeque mi padre tenía para mí. Para escapa

del insistente mundo de los guerreros futuros luchadores, a veces recurría a mhermano menor, pero má

frecuentemente a un lugar secreto quposeía junto al mar.Está aproximadamente a una hora d

camino desde la fortaleza de mi padre

Dun Fionn. Una pequeña corriente capor el acantilado que bordea nuestra islpor el oeste, abriendo una grieta en l

roca. En el fondo, atrapado por uncornisa de piedra dura, el agua forma uprofundo estanque tras una playa dguijarros antes de escapar hacia e

océano. Las paredes del acantilado l


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ocultan a la vista desde arriba, de modque nadie más que yo conocía sexistencia. Como también era un luga

muy hermoso, aquello lo convertía emío. Había dado un nombre al lugarLlyn Gwalch, «Río del Halcón» e

britano, y lo consideraba un mundaparte y mejor que el de las Orcadas Dun Fionn. A veces me llevaba allí marpa y cantaba a las olas que golpeaba

a playa, inundando el estanque duranta marea alta y siseando sobre la grav

en la bajamar. Otras veces construí

fortalezas de barro y guijarrosplaneando batallas junto al arroyo comsi fuera un gran río, la frontera entre dopoderosos reinos. Me imaginaba a m


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mismo como un gran guerrero, brillanten todas las artes de la guerra celebrado con canciones en todos lo

salones de los reyes del mundoccidental, admirado por Agravain y mpadre. Pero mi juego favorito consistí

en construir botes y enviarlos naveganddesde el oscuro estanque hacia esalvaje mar gris, que golpeaba al mismiempo todas las costas del mundo

Enviaba mis botes al oeste, hacia Erindesde donde había zarpado mi padraños atrás, y más allá de Erin, haci

aquella extraña isla, o grupo de islasque los poetas y druidas afirman que sencuentran al oeste del ocaso, invisiblepara todos excepto unos pocos mortales

donde residen los sidhe, eternament


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felices.Amaba con todo mi corazón aque

ugar, mi Llyn Gwalch, y lo guardab

celosamente contra cualquier intrusiódel mundo exterior. Sólo había reveladosu existencia a mi hermano menor

Medraut, después de hacerle jurar quguardaría el secreto. De modo quecuando oí el golpe de una piedrcayendo desde el camino sobre m

cabeza, me aparté a toda prisa del botde cuero que estaba construyendo empecé a trepar por la grieta. Habí

dejado mi poni atado en la cima y nquería que nadie bajara a buscarme. —¿Gwalchmai? —La vo

procedente de la cima del acantilado er


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a ira de mi padre cayera también sobrél—. Por el viento y el sol, ¿es que npuedes darte prisa?

—Me estoy dando prisa —dijdesatando mi poni.

—¡No me repliques! Ya vas a tene

suficientes problemas. Llegamos tarde, a padre no le gustará que aparezcas antel invitado con ese aspecto. Estás hechun desastre.

—¿Invitado? —Hice una pausa punto de montar—. ¿Es un bardo, o uguerrero? ¿De dónde viene?

—De Britania. No sé de qué reinoPadre me envió á buscarte en cuanthabló con él, y tienes suerte de quDiuran te viera cabalgando hacia el sur


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de lo contrario todavía no te habríencontrado. —Agravain pateó a scaballo y partió al galope a través de l

cima del acantilado—. ¡Vamos, pequeñocobarde!

Monté en mi poni y lo segu

gnorando aquel insulto demasiadfamiliar. Debía de ser un cobarde, dodos modos. Si no lo hubiera sido, n

hubiera ignorado el insulto. Me hubier

peleado con Agravain, aunque perdiersiempre, y luego volveríamos a seamigos. Siempre se mostraba amistos

después de una pelea.Un invitado de Britania y unlamada urgente. El britano debía d

haber traído algún mensaje importante

Mi padre tenía muchos espías e


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Britania que le informaban regularmentepero enviaban sus mensajes por mediondirectos, sin venir nunca a Dun Fionn

Un mensajero de Britania significaba uacontecimiento importante, una gravictoria o una derrota frente a lo

sajones, o la muerte de algún remportante; cualquier cosa que mi padrpudiera usar para expandir su influencien el sur. Los sajones habían sufrido un

mportante derrota a manos del jovecaudillo del Pendragón sólo un añatrás, de modo que no podía tratarse d

aquello. Algún rey muerto, entonces; tavez mi padre se disponía a hacer un tratcon su sucesor. ¿Un trato en el quAgravain y yo podríamos desempeña


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algún papel? Hice avanzar más rápido mi poni, y adelanté a mi hermano agalope, ansioso e inquieto. Mi padr

siempre hacía planes para mí, pero yo lcomplacía muy pocas veces. El vientmarino y el de mi velocidad me secaro

a sal del cabello, y los cascos de mponi eran un eco del golpear de las olasera mejor pensar en aquello que en mpadre. Deseaba acabar rápidamente co

a confrontación, lo más rápidamentposible. Por lo menos, pensé buscandalgo positivo, Agravain no me habí

preguntado qué estaba haciendo en LlyGwalch.Pensar en mi padre me hizo mira

atrás, alarmado. Agravain estaba a má

de cien pasos por detrás de mí


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forcejeando con su caballo en eortuoso camino y haciendo mueca

furiosas. Había dos cosas que yo sabí

hacer mejor que él: montar a caballo ocar el arpa. Agravain preferí

olvidarlo y, como era infinitament

mejor que yo en el combate, procurabno recordárselo. Pero acababa dhacerlo. Me encogí, sabiendo que mhermano encontraría un pretexto par

pelear conmigo más tarde, y puse mponi al trote.

Agravain me adelantó sin decir nad

empezó a cabalgar por delante de míambién al trote. Así era AgravainQuería ser el primero, y casi siempre lera. El primogénito, el primer candidat


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a suceder a mi padre en el trono, eprimero entre los chicos de la isla quse entrenaban para ser guerreros. M

padre estaba inmensamente orgulloso dél, y sus enfados con Agravain nuncduraban mucho tiempo. Contemplé s

espalda, deseando poder ser como él.Continuamos en silencio hasta DuFionn.

La fortificación está construida co

una piedra muy clara, y de allí viene snombre, «Fortaleza Blanca». Es unconstrucción nueva, terminada el año de

nacimiento de Agravain, tres añoanterior al mío, pero ya entonces era tafamosa y temida como cualquiera de lofuertes más antiguos, como Temair o

Enhain Macha en Erin, o Camlann y Di


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Eidyn en Britania. Se encuentra en epunto más alto del acantilado, mirandal mar, rodeada por un terraplén, un foso

unas murallas gruesas y altas. Doorres junto a la puerta, copiadas de lo

antiguos fuertes romanos, flanquean l

única entrada, que mira al oeste. Lfortaleza fue diseñada por mi padre, y spoder y fama eran el resultado de milede intrigas y maniobras, políticas

militares, llevadas a cabo con invariabléxito. Si mi madre era siempre la autorde las intrigas, era mi padre, el rey Lo

mac Cormac de las Innsi Ere, quien lesacaba fruto, con lo que había logradconvertirse en uno de los reyes mápoderosos de Britania o Erin. Mientra


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Agravain y yo cruzábamos las puertasme pregunté con nerviosismo ququerría de mí.

Dejamos los caballos en el establo corrimos al aposento de mi padre, trael salón de festines. La habitación er

pequeña y sencilla, y los polvorientorayos de sol se filtraban a través deespacio abierto entre la pared y eejado para que escapara el humo. Er

evidente que mi padre llevaba algúiempo esperando; el mensajero debí

de haber abandonado la habitación hací

rato, y en el aire se respiraba lsensación tensa y silenciosa de unconversación interrumpida. Mi madrestaba sentada sobre la cama

estudiando un mapa, con una copa d


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vino importado sobre la mesita junto ella. Otra copa, la de Lot, yacía a sado, olvidada. Cuando entramos, m

padre dejó de recorrer la estancia parmirarnos. Mi madre levantó la vista uego volvió a estudiar el mapa. El air

emblaba de expectación: mi padrestaba furioso. No era un hombre alto, per

resultaba evidente que se trataba de u

rey: irradiaba arrogancia y poder dmando. Su espeso cabello y barbrubios casi parecían escapar de s

cabeza, incapaces de contener la energíde su delgado cuerpo, y sus ardienteojos azules eran capaces de chamuscar cualquiera que se le opusiera. Mi


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ancestros procedían del Ulster, y sdecía que Lugh el de la Mano Larga, edios del sol, había tenido mucho

descendientes en el linaje de mi padreTodo el que hablaba con Lot durantcierto tiempo acababa al menos medi

convencido de aquel hecho.Ignoró a Agravain y me dirigió unmirada furiosa.

—¿Dónde has estado durante esta

dos horas?Mientras trataba de encontrar la

palabras, Agravain respondió:

—Estaba junto al mar, recogiendoostras o algo parecido. Lo encontré más de una hora de camino de aquí.

La mirada de Lot se volvió má

dura.


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—¿Por qué no te has quedado aquí practicar con la lanza? Te hace bastantfalta.

Como me ocurría siempre epresencia de mi padre, todas lapalabras se me secaron en la garganta

miré al suelo con impotencia.Lot resopló. —Nunca serás un guerrero. Pero a

menos podrías intentar aprender l

suficiente para no avergonzar a tu clan.Cuando seguí sin encontrar nada qu

decir, y continué empeñado en no

mirarle a los ojos, mi padre apretó lopuños, furioso; luego se encogió dhombros, se volvió y empezó a recorrea habitación de nuevo.


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—Dejemos eso. ¿A alguno de lodos se os ocurre por qué os he llamado?

—Has recibido un mensaje d

Britania —respondió Agravain, rápida ávidamente—. ¿Qué ha sucedido? ¿Eque los sajones han derrotado a alguie

los reyes solicitan tu ayuda?Mi madre, Morgawse, levantó lvista de su mapa, sonrió y sus ojodescansaron por un momento sobre m

El corazón dio me dio un vuelco. —¿No tienes nada que decir

Gwalchmai? —Su voz era baja, suave

hermosa. Toda ella era hermosa; mualta y morena, en contraste con ecabello rubio de Lot. Sus ojos eran máoscuros que el mar a medianoche


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Dejaba sin aliento a cualquiera quposara los ojos en ella, y atraía lamiradas como los remolinos al agua

Hija legítima del Gran Rey Uther, habísido entregada en matrimonio a Lot a lorece años, como prenda de una alianz

contra la que había trabajadconstantemente desde entonces. Odiaba su padre, Uther, con toda su alma. Yoa adoraba.

Lot hizo una pausa y la mirócomprendiendo que había decidido algrespecto al mapa. Asintió para sí,

volvió a mirarme. —Ha… ha muerto algún remportante, ¿no es cierto? —pregunté

aferrando mi coraje con ambas mano

—. ¿Se trata de Vortipor?


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Mi padre me dirigió una miradsorprendida, luego sonrió con fiereza.

—Desde luego. Ha muerto un rey

Pero no es Vortipor de Dyfed. —Sedirigió a la cama y permanecicontemplando el mapa, delimitand

Dyfed con el dedo, trazando la línea derío Saefern a través de Powys recorriendo la costa de Elmet y Ebrauhasta Rheged, para volver a descende

por la frontera oriental de Britania. Loojos de Morgawse relucían con un fuegprofundo y oscuro, llenos de triunfo

silenciosa alegría. Entonces supe quiéhabía muerto, y qué estaban planeandmis padres. Sólo había un rey cuymuerte pudiera traer tanto regocijo a m


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madre. —Uther, Pendragón de Britania

ace muerto en Camlann —dij

Morgawse muy suavemente—. El GraRey ha muerto de una enfermedad. —Ssonrisa era más suave que los copos d

nieve cayendo de un negro cielnvernal.Agravain permaneció un momento e

silencio y luego jadeó, consternado:

—¡Uther!Lot se echó a reír, echando atrás l

cabeza y dando palmadas.

—Uther muerto. ¡Creí que a ese hijde una yegua le quedaban unos cuantoaños más!

Miré a Morgawse. Por toda Britani

se rumoreaba que era una hechicera. M


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pregunté si Uther habría sufrido, cuánto tiempo habría durado lenfermedad. Si lo había hecho ella…

o, ¿cómo podía alguien en las Orcadamatar a un hombre en Dumnonia? Y mealegré de que el hombre a quien ell

odiaba estuviera muerto. —… eso no es todo —estabdiciendo mi padre—. Hay un debatabierto sobre quién será su sucesor.

Por supuesto que había un debateHabía oído las discusiones incluso eas Orcadas. Uther no tenía hereder

varón, sólo muchos bastardos. Habríuna guerra civil en Britania, como lhabía habido treinta años atrás a lmuerte de Vortigern. Mi padre, que


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había elevado a tres de los reyes quentonces gobernaban en Britania, tendrísu oportunidad de intentar entronizar

un Gran Rey.Lot continuó hablando de sus planes

paseando arriba y abajo a través de l

habitación, mientras el polvo sarremolinaba en torno a los rayos de sol —… Docmail de Gwynedd reclam

el título en el consejo, diciendo que lo

reyes de Gwynedd deberían ser grandereyes porque descienden del emperadoromano Máximo, pero Gwlgawd d

Gododdin se le opuso… Docmaiestableció alianzas con Dyfed y Powys ha enviado mensajes a Gwlgawd

diciéndole que renuncie a su pretensió

al trono. Gwlgawd tiene miedo, y trat


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de formar su propia alianza. Ha enviadmensajeros a Caradoc de Ebrauc… y mí. —Lot volvió a sonreír, triunfante,

se detuvo junto a la cama, contemplandel mapa—. Caradoc puede unirse o nocomo le plazca. Yo acudiré. Con m

mesnada y las provisiones de Gwlgawpodemos echar a Docmail al mar. YGwlgawd… será fácil de controlar. —Se apartó bruscamente del mapa

comenzó a pasear de nuevo, con los ojocentelleantes y los puños apretadospensando en reyes y reinos, lealtades

enemistades—. Si llegamos desde enorte con todas nuestras fuerzas parunirnos a Gwlgawd, Strathclyde se unirprobablemente a Docmail, y Urien d


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ayudarnos, y también Aidan. Debemodarles tiempo y hacer la vista gorda antas rivalidades de vez en cuando, per

no podemos permitir que los Ui Niailempiecen a pelear, o no habrá forma ddetenerlos. —Quedó en silencio

considerando cómo controlar ladesavenencias entre los reyesFinalmente se lo preguntaría Morgawse, y ella le diría lo que tení

pensado desde el principio, funcionaría.

Sintiéndome inquieto, consegu

artamudear: —¿Qué… qué hay de Arturo?Lot apenas volvió la vista, aunqu

Morgawse me dirigió una mirada atenta


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Arturo había sido el jefe guerrero dUther y, si la mitad de las historias eraciertas, la mesnada del Gran Rey l

seguiría, con o sin Uther. Arturo tenípoder a causa de ello, aunque sólo eruno de los bastardos de Uther y u

hombre sin clan. No podía aspirar arono del Pendragón, pero ciertamente sencontraba en posición de llegar a ser eGran Rey.

—¿Arturo? —Lot se encogió dhombros, pensando todavía en larivalidades entre reyes—. No apoyará

nadie. Continuará luchando contra losajones con la mesnada real, o con lparte de ella que pueda mantener.

—Ten cuidado —advirtió de nuevo

Morgawse, todavía con más vehemenci


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—. Arturo es peligroso. Es el mejocaudillo de Britania; no permanecerneutral si se le provoca.

—Oh, no temas. —El tono de Loseguía siendo despreocupado—. Tendrmucho cuidado con tu precioso medi

hermano. Lo he visto actuar. —Yo también. —La voz deMorgawse era baja, pero Lot se detuvomirándola un momento a los ojos

Permaneció en silencio mientras lobservaba. Por un momento, pareció quel sol palidecía y que el polvo colgab

nmóvil en el aire, como si un abismo sabriera ante el mundo. Me estremecReconocí el resplandor oscuro en loojos de mi madre. El odio, la mare


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negra que había ahogado a Utherconvirtiendo sus amigos en enemigosprovocando invasiones extranjeras

disensiones civiles hasta que el abismo había tragado… y el odio d

Morgawse empezaba a volverse haci

Arturo. Me pregunté una vez más cómhabía muerto Uther.Agravain se removió levemente

Había permanecido en silencio durant

a conversación, con los ojos brillantede excitación. Cumplía quince años ames siguiente y sabía que era lo bastant

mayor para ser incluido en la campañaRompió bruscamente el silencio: —¿Yo también iré?Mi padre se acordó de nosotros y s

giró, sonriendo de nuevo. Cruzó l


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habitación en dirección a mi hermano e palmeó un hombro.

—Por supuesto. ¿Por qué crees qu

e he llamado? Partiremos el mes quviene, en marzo. Pondré a Diuran cargo de media mesnada y de lo

auxiliares de las Hébridas, y también lpediré que se encargue de ti. Prestatención y te enseñará cómo se gobiernuna mesnada.

Agravain ignoró la cuestión degobierno de las mesnadas e hizo lpregunta que le interesaba:

—¿Podré luchar en las batallas?Lot sonrió todavía más, apoyando lmano en el hombro de Agravain.

—¿Tan impaciente estás? No


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ucharás hasta que esté seguro de qusabes cómo… pero nadie aprende uchar arrojando lanzas contra dianas

ntervendrás en las batallas.Agravain tomó la mano de Lot y l

besó, radiante de alegría.

—¡Gracias, padre!Lot rodeó con sus brazos a sprimogénito, lo abrazó bruscamente y lsacudió, riendo.

—Muy bien. Recibirás tus armamañana temprano, tú y los demás chicoque tengan la edad suficiente. Ve a

decirle a Orlamh que te prepare para lceremonia.Agravain salió de la estancia e

busca de Orlamh, el druida principal d

mi padre, y prácticamente saltaba d


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alegría a cada paso. Me volví parseguirle, pero mi padre dijo:

—Gwalchmai, espera.

La habitación pareció convertirse euna trampa. Me di la vuelta, y obedecí.

Cuando Agravain salió, Lot s

dirigió a la mesita, tomó su copa y ssirvió algo de vino. El rayo de sol tocel líquido, convirtiéndolo en uprofundo fuego rojo mientras se vertía

Mi padre se sentó en la cama y me mirósopesándome. Había sentido aquellmirada muchas veces antes, pero m

removí incómodo y aparté los ojos. Mpadre suspiró. —¿Y bien? —preguntó. —¿Qué? —Contemplé la colcha.


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La voz de mi padre siguió hablando —Tu hermano está muy excitado co

esta guerra, deseoso de demostrar lo qu

vale y de conseguir honor para él nuestro clan. ¿Y tú?

—No soy lo bastante mayor para ir

a guerra —dije con nerviosismo—Todavía me quedan al menos dos añoen la Casa de los Niños. Y todo emundo sabe que soy un mal guerrero. —

Levanté la vista hacia Lot. Lacomisuras de sus labios descendieron.

—Sí, todo el mundo lo sabe. —

Bebió algo más de vino. La luz del sose reflejó sobre su collar y su broche doro, centelleando sobre su cabello haciéndolo parecerse más que nunca


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Lugh, el dios del sol. Miró a mi madr—. No lo entiendo.

Me enfurecí. Algo que también sabí

odo el mundo era que mi hermanMedraut no era hijo de Lot, aunqunadie sabía quién era su padre, y Lo

sospechaba algo parecido sobre mCiertamente, no me parezco a mi padrcomo Agravain. Me parezco losuficiente a mi madre para disimula

cualquier otra herencia. Aunque a veceo mismo dudaba de si era hijo de Lot

no me gustaba que el propio Lot tambié

o hiciera.Él se dio cuenta de mi furia. —¿Oh? ¿Qué sucede?De nuevo asustado, me obligué

relajarme.


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—Nada.Lot suspiró profundamente y se frot

a frente.

—Me iré el próximo mes. Es unguerra, lo que significa que es posiblque no vuelva. No creo que vaya

morir, pero uno debe estar preparadoDe modo que, como tendremos otracosas en qué pensar hasta que me vayaquiero saber, ahora mismo —dejó cae

a mano y me miró fieramente, con loojos llenos de energía, arrogancia aspereza—, quiero saber, Gwalchmai

qué es lo que vas a ser.Paralizado, traté de encontrar unrespuesta y acabé replicandsimplemente:


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—No lo sé. —Levanté la vista sostuve su mirada durante un instante.

Él golpeó la mesita con el puño

blasfemó en voz baja. —¡Por el viento, por los perros de

nfierno! ¡No lo sabes! Te diré algo: yo

ampoco lo sé, pero me lo preguntoEres miembro de un clan importantehijo de un rey y de la hija de un GraRey. Soy un jefe guerrero, tu madr

planea las guerras. ¿Y qué sabes haceú, aparte de montar a caballo y toca

canciones con el arpa? Oh, desde luego

a de bardo es una profesión honorablepero no para el hijo de un rey. Y ahoranos vamos a la guerra, Agravain, el cla yo. Si Agravain muere, o nuestro


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aliado Gwlgawd resulta ser un traidor¿sabes qué será de ti?

—¡Yo no podría ser rey! —dij

sobresaltado—. Puedes escoger cualquiera del clan como tu sucesorDiuran, o Aidan, o cualquiera. Todo

están mejor preparados que yo. —Pero no son mis hijos. Quiero quuno de mis hijos sea rey después de m—Lot me miró un rato más—. Pero no t

escogería a ti. —No podrías —dije. —¿Y eso no te enfurece? —preguntó

mi padre, amargamente. —¿Por qué iba a enfurecerme? Nquiero ser rey.

—¿Qué quieres ser, entonces?

Volví a bajar los ojos.


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—No lo sé.Lot se incorporó violentamente. —¡Tienes que saberlo! ¡Quiero

saber que va a ser de ti mientras estoen la guerra!

Sacudí la cabeza. La desesperació

me aflojó la lengua. —Lo siento, padre. No lo sé. Sólo…no quiero ser rey, ni bardo, ni… no losé. Quiero algo, algo distinto. No sé l

que es. No puedo ser un buen guerrerono tengo talento para ello. Pero algúdía… ahora no es importante, pero

veces tengo sueños, y… y hay algo eas canciones. Y una vez soñé con unaespada ardiente, con mucho rojo a salrededor, y el sol y el mar… —M


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perdí en mis pensamientos, tratando dponer en palabras lo que se conmovía emi interior—. Todavía no lo entiendo

Pero debo esperar, porque es mámportante luchar por eso que po

cualquier otra cosa… sólo que aún no s

o que es… —Dejé de habladébilmente, miré a mi padre a los ojos volví a apartar la vista.

Lot esperó a que dijera algo más

comprendió que no iba a hacerlo sacudió la cabeza.

—No te entiendo. Hablas como u

druida, fingiendo hacer profecías¿Quieres ser un druida? Creo que no¿Qué, entonces?

—No lo sé —dije en tono decaído,

miré fijamente al suelo. Sentía sus ojo


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sobre mí, pero no volví a alzar lmirada. Al cabo de un rato, oí el ruidode las ramas cuando Lot regresó a l

cama. —Bueno, es lo que esperaba. —S

voz era fría y brusca—. Ni siquier

sabes de qué estás hablando, y no sabeuchar. Cuando hay una discusión, eugar de defender tu posición sale

huyendo. Agravain y tus profesore

dicen que tienes miedo. ¡Miedo! Ucobarde. Así he oído que te llaman en lCasa de los Niños. Alguien sin honor.

Me mordí los labios para conteneun grito de ira. Me importaba mi honorpero no lo entendía del mismo modo quos demás. Tal vez no era la mism


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cosa, pensé. —Quédate en Dun Fionn, entonce

—dijo Lot—. Ve a tocar el arpa y

montar a caballo. Ahora, fuera de aquí.Me volví para salir, pero justo a

legar a la puerta sentí los ojos de m

madre sobre mí y miré hacia atrásComprendí de repente que me habíestado observando desde que habímencionado mis sueños. Sus ojos era

más oscuros que la noche y máhermosos que las estrellas. Cuando sencontraron con los míos, Morgaws

sonrió, una sonrisa lenta, secreta maravillosa que fue sólo para mí.Al salir de la habitación, con m

risteza aliviada por su atención, sent

que sus ojos me seguían hasta e


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exterior. Y, aunque la adoraba, aunquesu sonrisa compensaba el enfado de mpadre y me llenaba de satisfacción

volví a preguntarme cómo habría muertUther; y me sentí inquieto.


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Mi padre envió su llamada a loreyes de las Orcadas, ordenándoles qureunieran a sus mesnadas y al resto dsus hombres, que concentraran su

barcos y provisiones y que acudieran Dun Fionn. Empezaron a llegaentamente, hombres altos con capas d

vivos colores, guerreroresplandecientes de joyas, con suanzas largas afiladas y centelleantesas lanzas cortas en las aljabas y la

espadas en tahalíes resplandecientes e


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sus costados. Llevaban los escudoencalados colgados de los hombros, menudo pintados o esmaltados co

colores brillantes. Los reyes y lomejores guerreros llevaban cota dmalla importada del norte de Britania

de Galia, reluciente como escamas dpescado. Los hombres inferiores teníaubones de cuero con refuerzos de meta

Los guerreros traían sus perros d

combate, grandes bestias grises cuyocollares relucían de plata, y los halconedescansaban sobre los hombros de lo

reyes, arreglándose el afilado plumaje mirando a su alrededor con ojocentelleantes. Llegaron y acamparon eorno a Dun Fionn, un campamento par

cada isla súbdita de mi padre, y tambié


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pictos y dalriadas del sur, además de lohombres de nuestra propia tribu. Eotal, había más de mil guerrero

profesionales, y unos tres mil hombremás. Al sureste de Dun Fionn podía vesus barcos: hilera tras hilera de botes d

cuero de veinte remos, con las velaplegadas contra los mástiles. Habíconstantes idas y venidas entre aquellanaves; hombres que partían en busca d

más provisiones o con mensajes parnuestros aliados en Gododdin, o quregresaban con provisiones, nuevo

mensajes y más hombres. En la propiDun Fionn y sus alrededores reinaba ugran ajetreo mientras mi padrorganizaba, planeaba y preparaba, co


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mi madre siempre junto a él. No sólenía que alimentar a su gran hueste, sin

que también debía mediar en la

disputas entre sus diversos reyevasallos, evitar desavenencias entrclanes rivales y arreglar los detalles d

a alianza con Gwlgawd, rey dGododdin. Lo veía muy poco, igual qua Morgawse.

Me mantenía al margen de todos lo

preparativos, observando y haciéndompreguntas. Era la primera vez que veía mi padre concentrar todo su poder

estaba impresionado por la fuerzdesplegada ante mí. Incluso entonces mdi cuenta de que sería imposiblmantenerla durante mucho tiempo en e

mismo lugar si no había guerra. El cost


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era tremendo. Pero los colores intensosel esplendor, el brillo de las armas, lruidosa y alegre seguridad de lo

guerreros y su fácil camaradería… todello me impresionaba inmensamente me llenaba de vagos deseos que hacía l

posible por sofocar. No era ningúguerrero al que un señor pudiera deseaener en su mesnada. Y sin embargo, sin

embargo, sin embargo…

Era glorioso. A veces deseaba conodas mis fuerzas, como cualquier otr

muchacho de la isla, ser uno de ellos

estar también a punto de partir parconseguir honor y fama para mí, mi cla mi señor.

Agravain no tenía ninguna duda d


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que lo haría muy bien en la guerraRecibió sus armas con los demás chicode catorce y quince años, y empezó

pavonearse y a presumir más quninguno de ellos. Peleaba conmigo comás frecuencia de lo habitual, pue

estaba tan lleno de tensión e impaciencique perdía los nervios ante cualquierivialidad.

A mediados de marzo, el ejército

zarpó hacia Gododdin. Avanzaría por lacosta del sur del reino de los pictos vela o remo, dependiendo del viento,

recorrería el estuario que divide ManaGododdin, fondeando sus barcos cercde la fortaleza real de Gododdin, DiEidyn, donde instalaría un campament

fortificado. Mi padre había enviad


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cartas a varios reyes, incluyendo loaliados de Docmail de Gwynedd, erival de nuestro aliado Gwlgawd en l

ucha por el Gran Trono. Comoresultado, uno de los miembros de esalianza, Vortipor de Dyfed, empezaba a

mostrarse vacilante en su fidelidad y erposible que abandonara a Docmail ecualquier momento. Pero nadie sabía sVortipor se uniría a mi padre o

reclamaría el trono para sí. Vortipor eramás astuto que un zorro y menos dignde confianza que una víbora. El qu

fuera tu aliado era casi tan inquietantcomo su enemistad. Casi: Dyfed es unierra fuerte y rica, y los nativos de all

habían aprendido a luchar de lo


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romanos. El propio Vortipor conservabael título de «Protector», para recordar Britania los días en que su provinci

había defendido a toda la isla de loataques irlandeses. Vortipor tambiénenía ascendencia irlandesa, pero su

costumbres eran tan romanas como sforma de luchar, y tenía muchos apoyosdemasiados para ser ignorados. Mpadre y mi madre habían hablad

durante horas sobre la posición quomaría y sobre qué hacer cuando s

decidiera. Desde la Casa de los Niño

podía ver la luz en su habitación hastaltas horas de la noche. Me resultextraño verla a oscuras cuando eejército zarpó y en Dun Fionn no qued

más que una guardia simbólica. Toda


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as luces parecían haberse marchado coel ejército, dejando sólo unos cuantoparches rotos y amarillentos sobre l

hierba y las manchas negras dondhabían ardido las hogueras de locampamentos.

Sin embargo, desde mi punto dvista, aquélla fue una época agradableSin Agravain ni mi padre tenía máibertad que en ningún otro momento d

mi vida. En la Casa de los Niños, loejercicios y las competiciones svolvieron menos rigurosos e intensos

o había chicos mayores que nomolestaran, ni más festines nocturnoque provocaran que nuestros profesoreestuvieran doloridos o malhumorados a


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día siguiente. La mayoría de muchachousaban el tiempo libre para jugar apalocorvo. A veces me unía a ellos

pero, como también soy un mal jugadorpasaba más tiempo en Llyn Gwalch, cabalgando por la isla.

Las Orcadas son unas islas muhermosas y agradables, pese a snombre britano de Ynysoedd Erch«Islas Terribles». El clima es suave

variando muy poco a lo largo del añoEn invierno hace más calor en DuFionn que en Camlann, mucho más a

sur. La tierra ondula con sus colinabajas y pedregosas, cubiertas de hierbcorta y arbustos que proporcionapastos para las ovejas y el ganad

vacuno; una buena forma de vida par


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os granjeros. El ancho mar gris, llende peces, golpea incesantemente la costrocosa y empinada, especialmente en l

orilla oeste de mi isla natal, y toda clasde aves marinas anidan en loacantilados. El sonido del mar siempr

está presente en Dun Fionn, hasta tapunto que se convierte en un ruidparecido al del latido del propicorazón, demasiado continuo par

prestarle atención. Los frailecillochillan en los acantilados, y las gaviotagimen por encima del gris verdoso d

as olas, llamándose unas a otras ravés de sus centelleantes alas blancasEl sonido de sus voces parece a vecean hermoso como el de las alondras de


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nterior, que en los días soleados haceque el cielo rezume música como la miede una colmena. Dicen que la tierr

donde vivimos de niños se convierte eparte de nosotros. Yo lo creo, porquencluso hoy, el mar y el lamento de la

gaviotas me traen a la mente la visión dLlyn Gwalch entre la niebla, con lhumedad goteando de los arbustos.

Aquella primavera en las islas fu

particularmente hermosa.A veces salía a cabalgar con m

hermano menor, Medraut, compartiendo

con él todos mis pensamientos contándole historias. El chiquillo mconsideraba un narrador mejor que ebardo de mi padre, Orlamh, y, aunqu

ello se debía sólo a que no estab


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acostumbrado al estilo bárdico, a mí mencantaba.

Medraut tenía entonces siete años,

era un niño muy hermoso. Fuera quiefuera su padre, yo estaba seguro de quenía que ser un noble. Medraut tenía e

cabello claro, de un matiz más pálidque el de Lot, y grandes ojos grises. Sez era como la de nuestra madre, y su

rasgos los de su desconocido padre

Pero su espíritu era parecido al de LotQuería ser guerrero, y no tenía ningunduda de que lo conseguiría. Sus historia

favoritas eran las de CuChulainn, ehéroe del Ulster. Era muy valiente; noemía a los caballos grandes, ni a la

armas ni a los animales como la mayorí


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de niños. En una ocasión en qudescendíamos por las paredes deacantilado en busca de huevos d

gaviota, resbaló y se quedó colgado poas manos de una estrecha cornisa hast

que conseguí llegar hasta él par

ayudarle. Cuando le pregunté si no habíenido miedo, pues yo temblaba desusto, me miró sorprendido y mrespondió que no, sin comprender po

qué hubiera debido asustarse cuandsabía que yo acudiría a salvarle. Nsólo era valiente, generoso como un re

fiero como un gato montes, lacualidades de un gran guerrero, sino quademás me amaba y admiraba. Yo nopodía comprender que aquellos do

hechos se dieran juntos, pero l


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aceptaba gozosamente, compartiendcon él todo lo que tenía, excepto aquellque le hubiera desconcertado. Sólo tení

siete años: era demasiado joven parpreocuparse por mis temores.

En ocasiones, sin embargo, en luga

de jugar en Llyn Gwalch o con Medrauo de cabalgar por la isla, practicaba comis armas. La visión de la gran huesthabía conmovido algo en mi interior

me esforzaba por mejorar en las artes da guerra. Para mi sorpresa, descubr

que lo estaba haciendo mejor, y no sólo

porque practicaba más. Sin Agravain mi lado a cada lanza que arrojaba, sisus amigos y nuestros primos burlándosde mí cuando practicaba con lanza o l


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espada, era capaz de lanzar mejor y dpropinar estocadas más rectas y fuertes.

Pero lo más importante que m

ocurrió tras la partida del ejército nuvo nada que ver con aquello

Morgawse me enseñó a leer.

Se me acercó una tarde, cuandestaba arrojando lanzas contra una diande paja, en el patio trasero de la Casa dos Niños. En un momento estab

mirando la diana, con la lanza en lmano, y al siguiente sentí sus ojos sobrmi espalda. Me volví.

Morgawse estaba junto a la esquinde la casa, oscura y pálida bajo eresplandor del sol de la tarde. Llevabun vestido rojo oscuro de lana, ceñid

por un estrecho cinturón dorado y con e


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corte bajo para revelar las líneas de sblanco cuello. Lucía un broche de oro granates, y brazaletes de oro. Había má

oro en su cabello negro, que parecíbeberse la luz. Solté la lanza y la miréEn aquel instante no me pareció un

mujer mortal, sino una de los sidhe, epueblo de las colinas huecas.Entonces empezó a cruzar el patio

sonriendo, y el hechizo se rompió.

—¡Gwalchmai! —dijo—. Te hvisto muy poco en estos últimos mesesmi halcón. Estaba muy ocupad

planeando la guerra de tu padre.Me sobresalté cuando me llam«halcón», aunque mi nombre, en sengua britana nativa, significa «halcó


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de mayo». El nombre tiene un sonido tabélico, «halcón» es un término poéticcomún para referirse a un guerrero, qu

o siempre trataba de olvidar ssignificado. Pero cuando mi madre lusaba para mí, me encantaba y la amab

odavía más. —Ma… madre —tartamudeé—Yo…

—¿Me has echado de menos? —

preguntó—. Yo también, mi halcón.Aquello no podía ser cierto, l

sabía. Mi madre me había entregado

una niñera inmediatamente después ddarme a luz; no había mostraddemasiado interés por mí desdentonces. Pero la creí, porque ella l

decía y porque quería creerla.


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—Sí, te he echado de menos —ldije.

Ella volvió a esbozar su sonris

profunda y secreta. —Bueno, tendremos que hablar u

poco, ¿no? Veo que estás haciendo lo

que tu padre deseaba y practicando coas armas. —Observó el montón danzas a mi lado. Acababa de recogerla

de la diana, o del suelo a su alrededor, y

no había nada que demostrara mpuntería—. ¿Quieres enseñarme lo bieque sabes lanzar?

Tomé la lanza que había soltadomirándola fijamente, y me volví hacia eblanco decidido a acertar. Tal vez causa de esa decisión, la lanza vol


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bien, algo a la izquierda del centroatravesando la paja por completoMorgawse enarcó las cejas de placer

sorpresa. Tomé otra lanza y atravesé ldiana, en aquella ocasión con algo máde dificultad, y luego lancé las otra

cinco en rápida sucesión. Sólo una dellas no dio en el blanco, y otra acerten pleno centro. Me volví hacia mmadre, resplandeciente.

Ella volvió a sonreírme. —De modo que parece que no ere

un guerrero tan malo como piensa Lot

aunque no seas tan bueno comAgravain. Bien hecho, mi halcón.Sentí deseos de cantar. Bajé la vist

murmuré:

—Me has traído suerte. Tengo qu


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hacerlo todo bien cuando tú estás aqumadre.

Ella se echó a reír.

—¡Vaya! De modo que también erehábil con las palabras. Creo qudeberíamos pasar más tiempo juntos

Gwalchmai.Tragué saliva y asentí. Mi madre era mujer más sabia y hermosa de todaas islas de Britania y Erin. Que m

permitiera pasar tiempo cerca de ellera un regalo de los dioses.

—Escucha, pues —dijo—. H

estado hablando con Orlamh. Dice queres un buen arpista, tan bueno commuchos aprendices de bardo, pero que tnteresan más las historias y la


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melodías dulces que el conocimientoMe parece que sería una buena cosa qupudieras aprender las historias

genealogías sin tener que memorizar locánticos. ¿Te gustaría aprender a leer?

Me quedé con la boca abierta. Lee

era la habilidad menos frecuente en laOrcadas. Los druidas tenían su escriturogham, pero no la enseñaban a nadimás que a sus iniciados, y prohibían s

uso para cualquier otro propósito que nfueran las inscripciones funerariasalegando que un hombre conservar

siempre su memoria, pero puede perdefácilmente lo que ha escrito. Aprender eer significaba aprender latín, que s

hablaba en algunos lugares del sur d

Britania, pero que era el idioma escrit


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empleado desde Erin a ConstantinoplaCreo que en las Orcadas sólo mi madrsabía leer. ¡Y me estaba ofreciendo

compartir ese poder conmigo! —¿Y bien? —preguntó Morgawse. —Yo… ¡Sí, sí, me gustaría mucho!

Morgawse esbozó una sonrisa dsatisfacción, por un momento me parecique también de triunfo, y asintió.

—Cuando hayas terminado con tu

ejercicios, te daré tu primera lecciónVen a mi habitación.

—Iré inmedia…

Ella sacudió la cabeza. —Ven cuando hayas acabado conesto. Quiero que des en el blanccincuenta veces para mí. El latín pued


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esperar.Me apresuré con las lanzas hasta qu

me di cuenta de que arrojarla

precipitadamente no me ayudaría a daen el blanco, y finalmente conseguí locincuenta aciertos. Corrí a la Casa d

os Niños, dejé caer las lanzas en srincón, pues me hubieran azotado si lahubiera dejado en el patio, donde podíaoxidarse, y corrí a la habitación de m

madre.La primera lección fue muy simple

aunque me pareció complicada

Morgawse me explicó lo que era ualfabeto, me repitió varias veces lonombres de las letras y sus sonidos, me ordenó memorizarlas y regresar a

día siguiente después de practicar co


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as armas.Corrí a ver a Medraut y se l

expliqué, mostrándole las formas de la

etras, le repetí las palabras dMorgawse sobre mi habilidad con laarmas y salté de alegría por todos lo

establos.El resto del verano fue maravillosoContinué con mis clases de latínaprendiendo simultáneamente el idioma

a lectura y la escritura. Mejoré con laarmas hasta el punto de ser capaz dmantener la cabeza alta entre los demá

chicos y dejar de ser el blanco de todaas bromas. Mi duodécimo cumpleañolegó a finales de mayo, y empecé

soñar con el momento de cumplir lo


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catorce y poder empuñar las armas, usueño que esperaba cumplir. Podría seun guerrero en la mesnada de mi padre

él estaría complacido. La guerra, siembargo, parecía increíblementdistante de aquellos lentos días d

verano, con sus largos crepúsculos y subreves noches, cuando las estrellaparecían ríos de escudos plateados en esuave cielo. Pero mi madre escuchab

con mucha atención las informaciones dBritania y enviaba mensajes a Loaconsejándole.

La campaña no resultó tan fácicomo había planeado mi padre. Parempezar, Lot y su aliado se vierosorprendidos por un ataque repentino d

Urien, rey de Rheged. Lot había contad


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con que los lazos matrimonialeretendrían a Urien al menos durante umes más y, pese a que el rey britano fu

derrotado y obligado a retirarse, mpadre y Gwlgawd no tuvieron máremedio que cancelar sus planes d

atacar Gwynedd inmediatamente. Lderrota de Urien también embrolló lsituación en otros sentidos, pueVortipor de Dyfed se sintió lo bastante

mpresionado para proclamarse aliadde Gododdin y las Orcadas, y empezar atacar a su vecina Powys, mientras qu

March ap Meirchiawn de Strathclydconseguía ganarse el apoyo de Uriepara sus propias pretensiones al GraTrono. Vortipor cambió luego de


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opinión, decidió que quería el tronpara sí, encontró aliados y atacGwynedd. Fue derrotado; mi padre y su

aliados se aprovecharon de la situaciópara atacar también Gwynedd, consiguieron la victoria y gran cantida

de botín, pero, al regreso de sexpedición, se encontraron con UrienMarch y sus aliados. Hubo una grabatalla.

Pasaron casi dos semanas antes dque nos enteráramos, incluso con lovientos favorables y la rapidez de lo

barcos. Nuestro aliado Gwlgawd estabmuerto, aunque su hijo Mynyddog lhabía sucedido y renovado la alianzaPero nuestros enemigos habían vencid

el ejército había huido a través d


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Britania hasta Din Eidyn, abandonandas provisiones y el botín de Gwynedd

Mi padre envió todos los barcos qu

pudo encontrar y solicitó provisionesMi madre se las consiguió, de formrápida e implacable, y las envió al su

con más consejos. En aquel momentpensé que estaba inquieta por LoAgravain y los demás, pero hoy piensque estaba furiosa: furiosa con s

esposo por haber perdido la batalla, odavía más furiosa por el retraso en su

planes.

Pero el resto del verano transcurrientre vanas disputas y recriminacioneentre los reyes de Britania. March Urien de Rheged, recientemente aliados


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volvieron a desconfiar uno del otrcomo era habitual, y Urien reclamó erono para sí, lo que provocó todaví

más discusiones e intrigas. Luego llega época de la cosecha, y los grande

ejércitos reclutados por los reyes s

disolvieron mientras los hombreregresaban a sus granjas, dejando soloa los reyes y sus mesnadas. Y siguió sinocurrir nada, pues todos tenían miedo d

atacar, sin saber quiénes eran suenemigos. En el sur y el este, los sajoneestaban inquietos y empezaban a atacar

sus vecinos. Sólo la antigua mesnadreal, dirigida por Arturo, el mediohermano de mi madre, evitó unnvasión a gran escala.

Hacia finales de octubre, Lo


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renunció finalmente a sus esperanzas dque empezara una guerra en serio, y eejército regresó a casa para pasar e

nvierno.Cada rey se llevó a su mesnada a s

sla. Los hombres se retiraron com

halcones fatigados a sus fortalezas das colinas, suspirando aliviados de qua guerra hubiera terminado por aque

año y de tener tiempo por delante par

recobrar sus fuerzas y curar sus heridasCuando Lot regresó, su mesnada y

no era aquella visión resplandeciente

excitante. Había sido una mala campañauna guerra llena de tensión ncertidumbre, y los hombres estaba

fatigados. Sus escudos estaba


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abollados, los colores brillantedesteñidos, las lanzas melladas y larelucientes capas convertidas e

harapos. Muchos estaban heridos. Alegar la primavera, sin embargo

estarían colgando sus castigado

escudos como prueba de su valor auchar, mostrándose las cicatrices unos otros, puliendo las lanzas e impacientepor volver a partir. Pero mientra

entraban en Dun Fionn, caminandmpasibles bajo la lluvia torrencia

parecía imposible que pudieran volver

presumir.Morgawse, Medraut y yo estábamoen la puerta, observando la llegada de lmesnada. Morgawse llevaba un vestid

oscuro a rayas, con un broche de plat


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en su capa oscura. Las gotas de lluviparecían joyas sobre su cabello. Locabalgando a la cabeza de la mesnada

se irguió al verla y puso su caballo medio galope. Desmontó rápidamentdelante de ella y la tomó entre su

brazos, enterrando el rostro en su cuell repitiendo su nombre en un susurrahogado. Pude ver el rostro dMorgawse por encima del hombro de

rey, el disgusto frío y silencioso en suexpresión mezclado con cierto extrañorgullo por su poder.

—Bienvenido a casa, mi señor —murmuró, separándose de él—. Noalegramos de verte regresar sano salvo.


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Lot asintió, masculló algo entrdientes y miró en dirección a la fortalez sus aposentos.

—¿Y dónde está Agravain, mi hijo—preguntó suavemente Morgawse.

Lot recobró la compostura, apartó u

brazo y se volvió hacia la mesnada, questaba cruzando la puerta, entrconversaciones y risas por la alegría deregreso.

—¡Agravain! —gritó.Una cabeza rubia se levantó

Agravain avanzó hacia Lot. Parecía alg

mayor, algo más alto, mucho más sucio ymás parecido a Lot, pero me di cuentenseguida de que no había cambiaddemasiado. Bajó de su caballo


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sonriendo ampliamente, encantado destar de regreso.

—Saludos, madre —dijo.

—Sed mil veces bienvenidos —dijMorgawse—. Habrá un banquete estnoche… pero ahora querréis descansar

A dormir, mi señor. —Sonrió a Lot.Mi padre le devolvió la sonrisa, lomó del brazo y ambos se alejaron oda prisa.

Agravain los observó marcharse, uego se volvió hacia mí y Medraut.

—Bueno —dijo, y luego esbozó un

amplia sonrisa—. ¡Por el sol y el vientome alegro de volver a veros! —Noabrazó con fuerza a ambos—. ¡Menudverano!

—Puedo ir a buscarte algo d


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cerveza si quieres entrar en la fortalez charlar —sugerí, satisfecho de tenerl

en casa a pesar de todo.

—¡Una idea maravillosa! —dijAgravain—. Especialmente la cerveza—Miró a Medraut y le alborotó e

cabello—. Gwalchmai, te juro qunuestro hermano ha crecido variapulgadas desde la última vez que lo vincluso tú has crecido.

—Tú también. —¿De veras? —preguntó encantad

—. ¡Es fantástico! Cuando sea l

bastante alto, padre me regalará una cotde malla. Lo prometió. Nos dirigimos al salón de festines

donde le conseguí algo de cerveza y l


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pregunté por la guerra. Agravaireventaba de ganas de contárselo alguien, y nos estuvo hablando durant

una hora y media.Al parecer, no había luchado como

un guerrero, pero sí había cabalgado e

el centro de la mesnada, y habíarrojado lanzas contra el enemigo en lgran batalla.

—Creo que una de ellas golpeó

alguien —dijo, esperanzado—. Peropor supuesto, no podíamos volver atrápara verlo. Apenas si escapamos co

vida.Su actitud era algo distinta a lo quhabía sido antes de marcharse. Senergía, siempre rebosante, habí

encontrado un cauce. Disfrutaba siend


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un guerrero. Había copiado la forma dhablar y las costumbres de los máveteranos para encajar en su compañía

Pero, en el fondo, yo estaba seguro dque seguía siendo exactamente el mismo

Estaba encantado de estar de vuelta

Los últimos meses de la campaña habíasido especialmente desagradablesHabía estado a punto de declararse unreyerta entre dos de los reyes vasallo

de Lot y, en un momento dado, parecióque existía una amenaza de guerra contrGododdin cuando las mesnadas trataro

de aliviar sus tensiones provocando os extranjeros. La paz y familiaridadel hogar le parecían, después de todaquello, maravillosamente atractivas.


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Cuando acabó de hablar, Agravainbostezó y decidió acostarse. Se quedó dormir en el salón, ya que er

oficialmente un guerrero, y no volví verle hasta muy tarde al día siguiente.

Lot, tras haberse instalado de nuev

con su mesnada en Dun Fionn, empezó rabajar para la campaña de lemporada siguiente. Estaba claro que l

guerra duraría varios años, y tale

empresas son costosas. El botíconseguido aquel verano no bastarípara pagar los gastos de las batallas, po

no hablar de comprar nuevas armas, y lcosecha había sido mala. Mi padraumentó los tributos tanto como satrevió, y el pueblo empezó a quejarse


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o había habido una guerra a aquellescala en diecinueve años, y la gente nestaba acostumbrada a esa situación.

Durante un tiempo, Agravain trató dayudar a nuestro padre, pero luegdescubrió que la política le aburría

regresó a sus armas, a montar o navegaen expediciones de caza. No msorprendió. Agravain necesitaba acciónrápida y preferiblemente violenta, par

mantenerse ocupado. La política ofrecoportunidades de practicar la astucia, lorganización, la elocuencia y la sutileza

pocas veces la acción directa. Mi padrera más astuto que un zorro, y disfrutabcon los complicados procesos que layudaban a conservar la obediencia d

sus reyes vasallos, hacerles segui


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pagando tributo, evitando guerras rencillas entre ellos mientras mantenísu buena imagen y, por tanto, s

posición. Agravain no comprendía ldelicada naturaleza del «juego» de Lotse cansaba rápidamente y salía a busca

diversiones. Solía ir de caza, pero no solvidó de mí.Pocas semanas después del regres

de la mesnada, hacia finales d

noviembre, vino al patio de la Casa dos Niños cuando estaba haciendo mi

ejercicios. De nuevo me encontr

rabajando con las lanzas. Es más difíciarrojar una lanza en línea recta a lcarrera que dar estocadas con una lanzarga o una espada, pero es important


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saberlo hacer. De modo que pasaba lmayor parte de mi tiempo de prácticaarrojando lanzas a una diana de paja,

veces corriendo hacia ella y a veces simoverme. En aquella ocasión, estabanzando sin correr.

Agravain se me acercó por detrás permaneció observando mientraanzaba tres veces contra la diana

Todas las lanzas acertaron, y una d

ellas en el centro. Agravain frunció eceño.

—Has estado practicando est

verano, ¿no es cierto?Me volví hacia él, algo sofocado poel orgullo. Todavía no había exhibidomis nuevas habilidades ante mi padre

mi hermano y estaba impaciente po


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hacerlo. Asentí. —Sí, una hora al día con las lanza

cortas y otra con la larga o la espada

el escudo, además de las horas dentrenamiento. He mejorado.

Agravain asintió e hizo una mueca.

—Has mejorado, y eso es buenoPero si tratas de lanzar así en una batalle atravesarán.

—Durrough dice que no hay nada d

malo en lanzar así, y él es el instructor. —No espera mucho de ti. Echa e

pie izquierdo más hacia atrás, y pon e

brazo izquierdo más cerca del cuerpoTendrás que sostener un escudo, ya losabes.

—Pero…


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—Oh, por el sol, ¿por qué mdiscutes? Estoy tratando de ayudarte. —Sonrió.

¿De veras trataba de ayudarme? Ssonrisa desapareció mientras continuabmirándole y volvió a hacer una mueca

apretando y aflojando nerviosamente lopuños. Adopté la postura que él habísugerido y arrojé la lanza, inquietoFallé. Agravain sacudió la cabeza.

—¡Por el sol y el viento, así noSostén la lanza recta, que Morrigan tleve… ¡aunque la diosa de la guerra n

querría a nadie que lanzara así!Me encogí y arroje otra lanzaTambién falló. Agravain resopló.

—Ya ves a qué me refiero. Dame


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déjame que te enseñe. —Se inclinórecogió mis otras lanzas y las arrojóTodas ellas dieron limpiamente en e

blanco—. Así es cómo se hace. Ahoraú.

Fuimos a buscar las lanzas. M

preparé y Agravain corrigió mi postura. —Inténtalo de nuevo —me ordenó.Contemplé la lanza en mi mano

pesada, con su asta de mader

procedente de las oscuras colinas de lierra de los pictos y su punta de hierr

mate. De repente, su peso pareci

enorme en mi mano. —Vamos, Gwalchmai —dijoAgravain, impaciente—. Has dicho quhabías mejorado. ¡Muéstramelo! ¿O e

que vuelves a tener miedo de tu propi


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anza? No serás un verdadero halcón so tienes.

Morgawse todavía me llamaba «m

halcón». Halcón de mayo. Era un buenombre, un nombre de guerrero. Era lque deseaba para mí.

Arrojé la lanza, que voló desviadaAgravain resopló y se palmeó un muslo —Es posible que hayas aprendido

anzar mejor cuando estás en pie com

un granjero arando, pero será mejor quaprendas a hacerlo como un guerrero srealmente eso es lo que quieres ser. ¿O

prefieres ser un bardo? ¿Un druida? ¿Udomador de caballos? —No —susurré—. Agravain… —Me apuesto algo a que todavía t


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pasas casi todo el día a caballo —continuó sin hacerme caso—. Pero esno sirve de nada. Los caballos son u

ujo, nada más que eso; los verdaderocombates siempre se libran a pie. Locaballos son como los broches de oro

as ropas elegantes, excelentes para quos guerreros las posean, mostrando os demás que son ricos e importantes

pero prescindibles en los combate

reales. Para ello tienes que aprender arrojar tus lanzas correctamententéntalo de nuevo.

—Agravain… —repetí, reuniendodo mi valor. —¿Qué te ocurre ahora? ¿Te d

miedo lanzar? Deja de portarte como u

estúpido.


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Así era como me sentía. Aferré lanza con desesperación. La lanzaría

mi modo. No era la técnica habitua

pero tampoco me dejaba en posicióvulnerable. Adelanté la pierna izquierd dejé caer el brazo izquierdo

«Realmente soy bueno», me dije a mmismo. «Puedo acertar la diana de estmodo. Tengo que hacerlo. Tengo quehacerlo».

Lancé y fallé.Agravain asintió, en actitu

razonable.

—¿Querrás hacerlo ahora a mmodo? Si quieres llegar a ser un hombr un guerrero, tienes que escuchar a…

—¡Basta! —grité furioso.


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Agravain se calló, estupefacto. —No me estás ayudando. No está

ratando de ayudarme, aunque es posibl

que creas que sí. —Estoy tratando de ayudarte. ¿M

estás llamando mentiroso?

—¡No! Pero no quiero tu ayuda. Sno soy un guerrero, déjame fracasar a mmodo, y no me molestes hablando dformas correctas e incorrectas. Si no so

un guerrero, tal vez sea un bardo, o udruida. Madre me está enseñando eer…

—¿Qué dices que está haciendo? —preguntó Agravain, completamentdesconcertado.

—Enseñándome a leer. Lo ha hecho


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durante todo el verano, mientras estabaifuera…

—¿Quieres ser un hechicero? —Lo

ojos de Agravain centelleaban y scabello resplandecía como el sol.

—No… Sólo quiero leer… —M

sentía confuso.Me abofeteó en la cara, con tantfuerza que caí hacia atrás. Su rostro shabía sofocado de ira.

—¡Quieres ser mejor que nosotrosMorgawse es una bruja, todo el mundo sabe, y tú quieres aprender de ell

porque eres un mal guerrero. Unpalabra en la oscuridad en lugar de unespada a la luz del sol, eso es lo ququieres. Poder, el tipo de poder que sól

utilizan los cobardes, los traidores, lo


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hombres y mujeres sin clan y loasesinos…

—¡Agravain! ¡No! Yo sólo…

—¡Deja de mentirme!Me puse en pie, mirando a m

hermano a la cara. Sentí que una gra

furia se apoderaba de mí, fría como ehielo, fría como los ojos de Morgawse. —No soy un mentiroso —dije, y m

pareció que mi voz sonaba fría

ranquila, como si fuera de otra person—. No deshonraré a mi clan.

Él se rio.

—Siempre estás deshonrando nuestro clan. ¿Es que no es una deshonrque el propio hijo del rey sea incapaz darrojar bien una lanza? ¿Que no pueda n


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matar un gorrión cuando sale de cazaTodo lo que sabe hacer es montar

caballo y tocar el arpa! ¡Tocar el arpa

Que quieras aprender hechicería y echar maldiciones para no tener quuchar…

—¡Eso no es cierto! —grité. —¡Ahora sí me has llamadmentiroso! —vociferó Agravain, y mgolpeó.

Fue una suerte que no estuviera junta las lanzas; de haberlo estado, creo quhubiera utilizado alguna. Salté sobre m

hermano con una furia que le sorprendió le golpeé tan fuerte como pude. Msentía frío, mortalmente frío, lleno de umar oscuro. Mi puño golpeó el rostro d

Agravain. Él gruñó de dolor, y sentí un


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escalofrío de alegría. Quería hacerldaño, hacer daño a todos los que me lhabían hecho a mí: a Morgawse,

Medraut, a todos los que pertenecían un mundo en el que yo no podía entrar me hacían sufrir, y sufrir, y segui

sufriendo.Agravain me empujó y me devolvios golpes, de modo frío y tranquilo, si

excitarse siquiera. Comprendí que n

creía de veras en sus propiaacusaciones, que sólo se habíenfurecido conmigo porque hacía alg

que él no podía hacer… Tropecé y casobre la hierba. Agravain me pateósaltó encima de mí y me ordenó que mrindiera.


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Pensé en los ojos de Morgawse y lode Medraut, llenos de admiración. Pensen la sonrisa de mi padre y en su

alabanzas imaginarias, en guerrerosarmas relucientes y veloces perros dguerra. Traté de seguir peleando

Agravain se enojó y me golpeó con máfuerza. Le arañé. Él blasfemó. —¡Te llaman halcón, pero lucha

como una mujer! ¡Como una bruja

Ríndete, pequeño bastardo… No eres mverdadero hermano…

Volví a forcejear, pero fue peor. La

marea negra descendió un pocolevándose consigo la fuerza insensatque me había prestado. En realidad nera un guerrero, lo sabía. No podí


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uchar contra Agravain. Tampoco era suverdadero hermano, y no tenía ningúderecho al honor de nuestro clan, o es

era lo que creían él y Lot… Dejé dresistir.

—¿Te rindes? —preguntó Agravain

Estaba jadeando.Me sentí enfermo. No tenía elecciónSi no me rendía seguiría pegándomensultándome y burlándose de mí.

—Me rindo.Agravain se levantó y se sacudió e

polvo. Dos moratones empezaban

manchar su rostro, pero por lo demáestaba ileso. Yo rodé por el suelo, mencorporé sobre manos y rodillas

contemplé el suelo batido bajo la hierb

del patio de entrenamiento, húmedo po


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a lluvia invernal. Estaba manchado dierra y sangre.

—Acuérdate de esto, hermanito —

dijo Agravain—, y olvídate de lectura. Intenta aprender a arroja

correctamente una lanza y es posible qu

algún día llegues a ser un guerreroEstoy dispuesto a olvidar todo esto venir a ayudarte un poco más mañana.

Oí sus pasos al marcharse, fuertes

confiados. Mi hermano era un guerreroun príncipe reluciente como el sol, eprimogénito de un rey guerrero. Per

recordé a Morgawse, oscura y máhermosa que ninguna otra cosa en lierra, que sostenía el destino de Lot e

sus delicadas manos blancas


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Morgawse, que odiaba. El odioComprendí que la marea negra no mhabía abandonado, sino que estab

encogida en mi interior, aguardando. Erodio, un odio fuerte. Era hijo de mmadre.

Morgawse lo supo en cuanto me vioMe había limpiado un poco antes dacudir a sus aposentos, pero estabclaro que me había peleado, y no er

difícil adivinar con quién. En cuantentré en su habitación vio que estabisto, y esbozó una sonrisa lenta

riunfante. No dijo nada al principio. Me sirvialgo de vino de sus provisioneprivadas, me pidió que me sentara sobr

a cama y me habló de modo genti


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compasivo, preguntándome qué habíocurrido, y le conté mi discusión coAgravain.

—Ha dicho que eres una bruja —ldije—. Me acusó de querer combatir mis enemigos con maldiciones y magi

en la oscuridad de la noche en lugar demplear honestamente el acero. —Y tú no querías nada de eso —

dijo ella.

—Así es. Yo sólo quería… ser unguerrero. Conseguir honor para nuestrclan, complacer a padre… e incluso

Agravain. Diuran, la mesnada, todo emundo. Quería que pensaran que no soun inútil. Quería… —Descubrí que lgarganta se me había cerrado,


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comprendí dolorido que todos mideseos eran vanos. Tomé un sorbo dvino y me enjuagué la boca antes d

ragar. Su sabor era seco e intenso. Ervino tinto. En las sombras de lhabitación de Morgawse parecía oscur

como la sangre, no el brillante fuego drubí que había sido aquel día con Lotcuando supe que el Pendragón habímuerto.

—Ya no quiero nada de eso —dij—. No soy un guerrero.

—No como ellos —dijo Morgawse

Se sentó a mi lado, muy cerca. Tantoella como la habitación olían a almizclea secretos profundos. Las pupilas de suojos se habían dilatado, atrayendo tod

a luz de la habitación hacia su dulc


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oscuridad.Tomé otro sorbo de vino. Era má

fuerte que la cerveza a la que estab

habituado. Era bueno. —Pero quiero luchar —dije—. Co

conocimientos. Con cosas que ellos n

comprenden porque les da miedestudiarlas. Quiero que sepan quién soy que se den cuenta de que soy real.

—¿Ah?

—¿Es cierto que eres una bruja? —¿Y si lo fuera? —Su voz er

suave, más suave que las plumas de u

búho en la oscuridad. —Si lo fueras, te pediría que menseñaras… cosas.

Ella volvió a sonreír, una sonris


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secreta, sólo para nosotros dos. —Hay muchas clases de poder en e

mundo, Gwalchmai —dijo—. Mucho

poderes. Pueden ser utilizados poaquellos que saben cómo, pero cada uniene sus propios peligros. Sí, alguno

peligros son tan grandes, mi halcón, quno podrías entenderlos. Pero larecompensas también son grandescuanto más grande el poder, más grand

a recompensa. —De repente me apretuna mano. Su tacto era frío como envierno y fuerte como el acero—

Grandes recompensas, mi halcón dprimavera. He pagado algunos precioque… —Se echó a reír—. Y habrá másPero el mío es el poder más grande

Conseguiré… la inmortalidad. No ha


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nadie vivo que pueda rivalizar conmigen magia. ¡Tengo poder, hijo mío! Unpoder muy grande. He hablado con lo

efes de la cacería nocturna, con eseñor del Yffern, con los kelpies de laprofundidades marinas y con lo

demonios que habitan en las fortalezamás profundas del submundo. Soy mágrande que ellos. Soy una reinaGwalchmai, la reina de un reino cuy

existencia Lot solamente sospecha eme.

»Y te he estado observando, m

halcón. Hay poder en ti, y fuerza. Ahorpor fin has venido y me has pedido que enseñe. Lo haré.

Sentí miedo, pero recordé e


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desprecio de Agravain y lo ignoréMorgawse me hablaba de servir a lOscuridad, pero… ¿qué más daba

También hablaba de dominarla. —Entonces, enséñame —dije en un

voz tan baja como la suya.

—¡No tan aprisa! Olvidas quambién he mencionado los peligros. Tenseñaré, Gwalchmai, pero pasarmucho tiempo antes de que pueda

controlar el poder que buscas. Nobstante, aprenderás a hacerlo. Ohaprenderás, mi halcón, hijo mío… —

Sacando un cuchillo de una vaina ocultse cortó la muñeca y luego mantuvo ebrazo en alto, de modo que la sangrfluyó en la copa de vino. Me tendió e

cuchillo y, sin que ella me lo dijera, hic


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o mismo.Morgawse tomó la copa y bebió

Cuando la bajó, pude ver el rojo de

vino y de la sangre en torno a sus labiosMe la tendió.

Parecía pesada en mis manos, cobr

fino bañado en oro, rico, frío y hermosoPensé en el sol de invierno en eexterior, en Agravain, en el desprecio dos guerreros. Durante un segundo, volv

a pensar en Llyn Gwalch y la anchpureza del mar gris. «No —pensé—Todo eso es mentira». Levanté la cop

entamente y la vacié. El sabor erdenso, dulce y oscuro, más oscuro quas profundidades del corazón de l

medianoche.


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De algún modo, las cosas fuerodistintas después de aquello. Mi madrno me enseñó otra cosa que más latínAgravain me «ayudaba» con mi

ejercicios de armas, y yo lo aceptabsolemnemente, trabajando con la áspermadera y el pesado metal, que eran taigeros y resplandecientes en sus manos

cabalgaba por la isla y practicaba mpropio estilo de lucha, a veces caballo. Agravain discutía conmigo po

ello, diciendo que me iba a arruina


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como guerrero y que tenía que hacerlcaso. La vida pareció recobrar su rutinhabitual. Pero había una diferencia: un

sombra que hacia que todas las cosafamiliares parecieran extrañas. Yo habíahecho un pacto y estaba atado por él. S

había plantado una semilla y, eocasiones, despierto por la noche en mcama, con la suave respiración de lootros niños rodeándome en la oscuridad

aguardaba a que la planta creciera floreciera con fantásticas flores negras.

Agravain no reparó en nada. M

pegaba menos fuerte cuandpeleábamos, pero era debido a que yno luchaba con tanta intensidad comantes. Ya no deseaba defender un hono

que no podía comprender. El hono


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pertenecía al mundo de Lot y AgravainEn mi mundo no había lugar para talecosas.

Medraut, sin embargo, se dio cuentcasi de inmediato. Empecé sorprenderle observándome con ojo

confusos en medio de cualquieconversación o juego. Suponía que algúdía me haría la pregunta abiertamenteMe preguntaba cómo le respondería...

El día del octavo cumpleaños dMedraut, Lot le dejó escoger entre todoos ponis de los establos reales

Acompañé a mi hermano para ayudarle elegir. Cuando Lot había anunciado sregalo, Medraut se había mostrado muexcitado, pero de camino hacia lo


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establos se calmó. Examinamos juntoos ponis. Todos ellos pertenecían a l

raza pequeña y de pelaje hirsuto comú

en las islas del norte, y comentamos loméritos de cada uno. Medraut mescuchaba a su modo, grave

concentrado, y, de repente, mientras yocomprobaba las patas de uno de loanimales, me preguntó:

—¿Ocurre algo, Gwalchmai?

Me sobresalté y levanté la vistadándome la vuelta sobre las rodillapara mirarlo.

—No. En las patas no le pasa nadapero prácticamente no tiene cruz… —No, no me refiero al poni. ¿T

ocurre algo a ti?

—¿A mí? No. ¿Qué te hace pensa


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eso?Permaneció mirándome a la luz frí

polvorienta del establo, vestido d

gris, con sus ojos también grises muabiertos y ansiosos. La luz levantabreflejos pálidos en su cabello, el únic

oque de color en el lugar. Parecívulnerable, y muy inocente. —Te he visto muy extraño —dijo

nquieto—. Te vas…

Sonreí. —Bueno, siempre me ha gustad

salir a cabalgar. Ahora que tienes tu

propio caballo podrás venir conmigmás a menudo. —No me refiero a eso. —La voz d

Medraut era intensa—. Has estado aqu


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odo el verano. Estabas aquí, con todo emundo. A veces te ibas con Agravain yLot, pero este verano has estado aqu

Pero ahora… —Medraut se mordió eabio y dejó de mirarme—. Ahora te hado. Ya no puedo hablar contigo. Incluso

e has alejado de mí. —No te entiendo —dije, aunque, erealidad, tenía una idea muy clara de qué se refería.

—Tuviste una gran pelea coAgravain —dijo compungido. Aparté lvista y me encogí de hombros—

Después de aquello ocurrió algo. Talejaste de todo el mundo. —Durantaquellos días, me había sentido eocasiones como si contemplara e

mundo desde una gran distancia tras l


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máscara que había sido mi rostro. Malejaba…—. Y no has ido a LlynGwalch.

Pensé en Llyn Gwalch, en las algarelucientes sobre las rocas, en las gotade niebla y la espuma de mar en la

piedras cubiertas de musgo. Tales sitiono tenían importancia en el mundo, mdije. Uno debía vivir en el mundo real.

—Aquello era un juego de niños —

dije—. Ahora soy demasiado mayopara eso.

—Pero, ¿qué te ocurrió? —Medrau

atravesó el espacio que nos separaba me agarró del brazo—. ¡Tienes qucontármelo!

—¿Por qué? —Le dirigí una mirad


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furiosa y altanera, como el halcón de mnombre.

Medraut me miró fijamente durant

un rato, luego me rodeó con los brazos enterró la cara en mi hombro. Me dolió

o merecía algo así viniendo de él.

—Fui a ver a Morgawse y le pedque me enseñara hechicería —susurré.Levantó la cabeza de mi hombro

con los ojos muy abiertos, y se qued

muy callado. Le rodeé los hombros comi brazo y permanecimos sin decir nada

—¿Por qué? —inquirió al fin.

—Porque nunca podré ser uguerrero.Medraut pensó durante un rato. —Me pregunto… ¿crees que y

ambién podría aprender hechicería? —


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ndagó finalmente.Sentí un impacto tan físico como s

alguien me hubiera pateado el estómago

Medraut no. No aquel joven guerrero, ehijo de la luz, que era todo lo que ydeseaba poder ser: orgulloso si

arrogancia, valiente sin crueldaduminoso sin el calor abrasador de Lot Agravain. No podía permitir que msiguiera en el camino del fracaso y l

oscuridad. No debía acercarsdemasiado a Morgawse. Pensé en suojos devoradores de luz.

—¡No! —dije. —¿Por qué no? —Es malo para ti. Muy malo, m

chroid , corazón mío.


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—Pero madre es una hechicera, y también lo serás. ¿Por qué no puedo yambién aprender hechicería?

—Morgawse es Morgawse. Yo sólosoy yo. Tú eres Medraut.

—¿Por qué no puedo aprender? So

o bastante listo… —¡No se trata de eso! Está mal. —¿Actúa mal nuestra madre

entonces? ¿Actúas mal tú?

Me detuve en mitad de mi réplicaMedraut siempre me había admirado confiado en mí. Sin embargo…

—Es malo para ti. Tú puedes ser uguerrero y luchar a la luz del sol. Yo nopuedo; ni madre tampoco, y por esempleamos ese camino.


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Siguió discutiendo, pero le respondde modo duro y rápido. Finalmentabandonó el tema, se animó y eligió u

poni gris con la crin y la cola blancasLe llamó Liath Macha, «Gris dbatalla», como el caballo d

CuChulainn, y pareció feliz.La primavera llegó lentamenteapenas perceptible tras el suavnvierno de las Orcadas. Pero los día

se volvieron más cálidos, el cielo estabazul en ocasiones y las grandes nieblamarinas, frías y grises, aparecían co

menos frecuencia desde el oeste.Agravain yo tuvimos otra discusiósobre mi hábito de practicar con laarmas a caballo. Lot, sin embargo, qu


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por casualidad se encontraba cerca preguntó el motivo de nuestra diferenciapareció pensativo.

—Tal vez te equivocas al castigar Gwalchmai por eso —dijo a Agravai—. Es cierto que casi siempre luchamo

a pie, y saber «saltar sobre el lomo dun caballo como un juglar en una feria»como tú lo has expresado, no sirve dgran cosa a un guerrero hoy día. Per

Arturo, el jefe guerrero, ha enseñado odos sus hombres a luchar a caballo,

dicen que sus victorias sobre los sajone

se deben a la fuerza de su caballeríaDeja tranquilo a tu hermano.Agravain frunció el ceño, incómodo

o le gustaba la idea de que pudier

cambiar la manera tradicional de hace


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a guerra, y mucho menos que le dijeraque estaba equivocado. Encontró upretexto para iniciar una nueva pelea a

día siguiente. Pero me dejó máranquilo, aunque no por completo, y

veces me observaba con el ceñ

fruncido. Creo que incluso él estabnotando el cambio que se estabproduciendo en mí y se sentídesconcertado.

Para entonces, Morgawse estabempezando a enseñarme, como habíprometido. No las cosas importantes, la

nvocaciones o los hechizos oscurossino lo más básico: las característicadel universo que existe dentro alrededor del nuestro. No conozco toda


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as leyes que lo gobiernan; tampoco laconocía Morgawse. Pero aprendalgunas, y muchas cosas que antes n

había visto empezaron a resultarmevidentes.

Cuando Medraut se adaptó a

cambio en mi interior estuvimos taunidos como antes, tal vez más, aunqume dirigía ciertas miradas especulativaque no me gustaban. Pero lo llevab

conmigo en mis excursiones a caballoe contaba más y más historias y tocab

el arpa para él. Cada vez cantaba mejor

Cualquier bardo, por supuesto, mhubiera superado, pero tengo cierto donYa no me importaba que mi padreconsiderara vergonzoso que pasara tant

iempo tocando el arpa. Ya no me


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mportaba lo que nadie considerarvergonzoso.

Llegó abril, un mes resplandeciente

mi padre aún no había partido haciBritania. La guerra tardaba en comenzarTodas las laboriosas alianzas de

nvierno se rompieron de nuevo eprimavera, y los reyes britanopugnaban por conseguir otras. Se habíadeclarado varias reyertas, y otras má

antiguas se habían vuelto a abrir. Yhabía estallado una guerra entre dos dnuestros enemigos que hasta entonce

habían sido firmes aliados a raíz de undisputa por unas reses robadas. Lcatástrofe acabó con las antiguaalianzas y añadió una nueva facción a l


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guerra civil.La guerra continuó durante tod

aquel verano sin que nada se aclarara

mientras Lot se preparaba para invadirse irritaba y esperaba una invitaciónAgravain, con dieciséis años

considerándose todo un hombre, pulísus armas y también esperaba.A principios de agosto, Dyfed, e

antiguo enemigo de Gwynedd y d

nuestro constante aliado Gododdindecidió atacar al primero. Era una idesensata, pero llevada a cabo en ma

momento, y nuestros aliados dierofinalmente el paso largamente esperadde pedir a mi padre que se uniera ellos. Se acercaba la época de l

cosecha y mi padre sabía que no podrí


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reunir a su ejército, pero convocó a sureyes vasallos y a sus mesnadas zarparon de noche, cruzando Dalriad

para atacar Strathclyde, y continuadesde allí para reunirse con sus aliados

Morgawse se alegró de la partida d

su esposo. Gobernaba las Orcadas dmodo absoluto cuando él no estaba y lencantaba el poder. Pasaba muy pocoiempo conmigo. Había dos motivo

para ello: el primero era simplementque, como en el verano anterior, tenímuchas cosas que hacer. Casi todos lo

hombres se habían quedado en laOrcadas para recolectar la cosecha, Morgawse tenía que asegurarse de quel tributo para el rey era exigido


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cosechado y almacenado. Pero la razómás poderosa era, probablemente, qua no necesitaba atraerme hacia ella. Yo

había acudido y estaba atrapado. Ncreía que pudiera escapar.

Saber hechicería no me había traíd

a felicidad, como había esperado. Mproporcionaba un lugar secreto, y umotivo secreto para estar orgulloso, sípero nunca estaba del todo seguro de s

o que sentía era orgullo o vergüenzaLas cargas eran muy pesadas. Veíacosas que nadie más veía, y era

aterradoras. A veces oía, por encima demi cabeza, el ladrido de los perros deYffern, que conducen las almas de locondenados al infierno, y la clar

lamada plateada del cuerno de


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cazador. Me inquietaba el significado daquello, pues siempre significabmuerte. Me di cuenta de que yo tambié

moriría, y eso me asustaba. Morgawsemi madre, también tenía miedo, perhabía hecho algo para mantener a

cazador ale

El Halcon de Mayo - Gillian Bradshaw

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