El hombre horadado

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EL HOMBRE HORADADO -O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO- GONZALO MAIRE

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EL HOMBRE HORADADO-O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO-

GONZALO MAIRE

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EL HOMBREHORADADO

O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO

GONZALO MAIRE

Editorial Rove

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© Editorial Rove, 2013© Gonzalo Maire, 2013Editor: Emilio Vargas Poblete.Portada: Gabriela Consuegra. Sin título (2013). 14,5 x 19,5cm. Tintachina y acuarela sobre papel canson con retoques digitales.Contracubierta: Gabriela Consuegra. Sin título (2013). 14,5 x 19,5cm.Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales.1ª ediciónLicencia Safe Creative: 1305245152385Santiago de Chile, 2013.Publicado en formato online en Buenos Aires, Argentina,mayo de 2013.

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“Hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir

pero soy duro con él,

le digo quédate ahí dentro, no voy

a permitir que nadie

te vea”

Charles Bukowski (1920-1994).

“Hay un campo de rastrojos donde una negra lluvia cae.

Hay un árbol pardusco que se yergue solitario.

Hay un viento susurrante que abraza las chozas vacías.

Qué triste este atardecer”.

Georg Trakl (1887-1914).

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Índice.

Reseña del autor pág. 7

Sobre las ilustraciones de este poemario pág. 9

Preludio pág. 11

Similar al cielo pág. 15

∞ pág. 19

All grown up pág. 21

El guardabosque pág. 23

Jirones pág. 26

Imágenes puras pág. 28

En un sólo lugar pág. 31

No será de tristes figuras, sino cisnes sin alas pág. 34

A mí, difícilmente, violonchelos pág. 38

Insistiéndome pág. 41

Amaneciendo pág. 44

Fatamorgana pág. 47

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Sólo me queda una nube amarilla pág. 52

Tú sabes mi nombre, ángel desesperante pág. 54

Basura pág. 57

Desolación en la imagen de junio pág. 60

A una María, lento árbol pág. 62

Tosca elegía pág. 65

El azul en que canto huérfanos pág. 70

Breve estancia en el silencio pág. 73

Escarcha dura pág. 77

Pequeñas manecillas en medio de la sombras pág. 81

Alrededor, gradualmente pág. 83

Bajo el suelo, lámparas pág. 87

Al lado de la carretera pág. 88

Boceto de un vagón, a contrapelo pág. 90

Despedida del hombre horadado pág. 93

Plantaciones de té pág. 95

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Reseña del autor.

Gonzalo Maire es un historiador del arte y poeta nacidoen Santiago de Chile, en el año 1987. Cursó sus estudios depregrado en la Universidad de Chile, y actualmente realiza unDoctorado en Filosofía en la misma sede universitaria.

Docente de historia y teoría del arte japonés, además deun invitado recurrente a espacios de debate académico yextensión sobre el tema, su línea de investigación se enmarcaen la indagación de la cultura japonesa en el objeto arte, suhistoriografía, pensamiento filosófico-estético y dimensiónmítica; síntesis y modos de ser y de mundo.

Como poeta, ha trasladado sus inquietudes intelectuales asus dos primeros libros: “Bajo cerezos en flor” (MAGOEditores, 2011) y “Caballos planetarios” (Editorial Rove,2012), en los que desarrolla las formas de apropiación deimaginarios cosmológicos orientales –lo japonés- sobre loreal: las significaciones de los sentidos a través el lenguaje enel primer poemario, y una antropología metafísica en susegunda obra. Su tercera entrega, “Así fue como vivimos”(Editorial Rove, 2012), corresponde a la introspección de supropio cauce germinal poético, el que no sólo se sustentasobre la base de su objeto de estudio cultural, sino tambiénla experiencia estética cotidiana del amor y la configuraciónde una retórica sobre la escena amorosa deshecha.

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Finalmente, cabe señalar la particularidad que, salvo elprimer poemario, los demás títulos se encuentran en formatodigital, online, y cuyo trabajo de elaboración y difusión esíntegramente gratuita a través de Editorial Rove, y en lasplataformas de distribución del autor. La obra poética deGonzalo Maire, prácticamente en su totalidad, no poseefines de lucro, quedando a completa disposición de quien lodesee.

Datos de contacto:

Cuenta Blogger de Gonzalo Maire: La casa de té茶室<http://gonzalomaire.blogspot.com/>

Página web donde se encuentran alojados los títulos precedentes delautor: Issuu

< http://issuu.com/gonzalomaire>

Página web de Editorial Rove:

< http://www.editorialrove.com/>

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Sobre las ilustraciones de este poemario.

Este libro posee un conjunto de imágenes sustanciales,que para mí, son revelaciones centelleantes de la huella de lohoradado, y formas complementarias de un discurso sobre lapalabra, atravesado por la visualidad desde un sentidoprecario, pero a la vez profundo, enriquecedor, de la ocasiónde la existencia humana como depósito residual de la vida.La autoría de este registro visual, le corresponde a GabrielaConsuegra Valenzuela (Santiago, 1989), Licenciada en Artescon mención en Artes Plásticas de la Universidad de Chile,estudiante tesista para optar al Título Profesional MenciónPintura.

La autora se ha perfilado con un particular interés en eldibujo, el que se inscribe el trabajo con tinta china y aguadas,así como el manejo refinado tanto en tramas y achurados. Suobra pictórica se traslada a escenas donde el procedimientotécnico de la imagen se despliega sobre el testimonio y laconstrucción lúdica de realidades, relaciones de figura-fondo,y las transmutaciones significantes en y desde los espaciostensionados, en la puesta en marcha de un discurso visual delo identitario. Los temas que aborda esta artista visual oscilandesde los paisajes marinos, constelaciones de zonas porteñas,mosaicos de espacios subjetivados a través del extrañamientoy configuración de escenas agorafóbicas.

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Algunas de las exposiciones donde ha participado GabrielaConsuegra:- Exposición de Pintura en “Mil manos por KreART”,Facultad de Artes, sede las Encinas, Universidad de Chile.Santiago. (2009)- Exposición “Taller Imaginario”; Producciones del taller depintura del Departamento de Artes Visuales de laUniversidad de Chile. Casa de Cultura Anselmo Cádiz de laIlustre Municipalidad del Bosque. Santiago. (2010)- Exposición “Siluetas como retratos” del 17 de noviembreal 30 de noviembre, en sala de exposición del Edificio deServicios Públicos de la municipalidad de Ñuñoa, Santiago.(2011)- Organizadora y expositora de la muestra permanente del“Colectivo Pie forzado” llamada “Arte y deporte” en lafacultad de Odontología de la Universidad de Chile. (2012)- Seleccionada y ganadora de la segunda mención honrosa enel 2º Salón de Arte Otoño 2012 con la obra “desarticulacióninterna”, organizado por la facultad de Odontología de laUniversidad de Chile. (2012)-Expositora en la Casona Nemesio Antúnez con la muestracolectiva “Ciudad Saturación”. (2012)

Datos de contacto:

Página web con la obra visual de Gabriela Consuegra: Flickr

<http://www.flickr.com/photos/gabriela_consuegra/>

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Preludio.

La modernidad nos dejó el problema de la representación.La unidad aparente de ser, de habitar, de conocer y percibirse ha licuado sin remedio, quedando bajo una relaciónmeramente contemplativa, expectante, muerta ¿Qué es loreal, realidad finalmente, lo verdaderamente que buscamosmientras vivimos, y lo verdaderamente perdurable en elsentido de desplegarnos sobre nosotros mismos, de mí, tú, yel mundo? Hay un ser de todas las cosas que yace develadodesde el origen; llámenlo Dios, universo o noúmeno, y estáel ente, esa pobre geografía de apariencias y teatros, historiay relato.

Somos los hijos de esa crisis existencial, de la modernidadcomo un eterno aborto, pero no en términos de disociaciónentre un accidente –parecer- y una permanencia –esencial yadherido-, sino en la escena de una pérdida de todo sentido.Lo difuso de los contornos, la laxitud de la voluntad es loque describe al hombre contemporáneo, existencialmente; yano es posible ningún juicio, ninguna reflexión o proyecciónde sí que no devenga en una profunda contradicción, unsinsentido ontológico, limitación de obrar, y pura negación.

El lenguaje pone en escena esta ruptura en su propiaprecariedad relacional y nominal entre el sujeto y el objeto, elmedio enaltecido por el que conocemos. La poesía presta un

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poco de auxilio, sí, es cierto, en el momento que se proponeabrir las posibilidades de significación en el lenguaje y laexperiencia, explorar a medio camino entre una analogía y unconcepto, ese acontecer y suceder que perdemos en larepresentación. No obstante, su auxilio providencial no salede unos manotazos de ahogado, sellados en la burbuja delhecho artístico o en la teoría estética, porque al fin y al cabo,es el ser humano quien se encuentra en el entredicho.

¿Y cómo es que llamaríamos –si cabe todavía establecer lapalabra “llamar” al hecho supuesto de autentificar y validar-a este tipo de organismo humano, a esta imagen acartonada,depositada en nuestro tiempo como simulacro? Un buenseudónimo es el de hombre horadado.

Pienso que el hombre horadado se asemeja más a la existenciatranshistórica, acumulativa de la angustia y el despojamientoradical de su propia voluntad, que el resultado de lasinceridad moderna al advertir su fragilidad en el mundo: ladesfragmentación de su yo, corresponde a la duda y lamiseria que genera su autonomía como individuo solitario, elanacronismo de un espíritu aplastado por la experiencia de loreal, que desgaja su inmanencia en síntomas binarios: cuerpoy alma, conciencia e inconciencia, bien y mal, razón ysentimiento, gesto e indicio, locura y cordura, hombre ymujer, vida y muerte, naturaleza y hombre, poesía y sentido.Ésta es la forma que nos han heredado, y de la que sinfuerzas y sin convicciones, nos acostumbramos a no eludir:el simulacro de la palabra y la vida.

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Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

Vendido el Amor a un poder que está más allá de toda categoría, Hombre horadado,solamente subsistes, y tú eres el lugar donde cae la lluvia, y el peso de algo que ya no está.

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Similar al cielo.

Hay cosas bellas en el mundo, bellas realmente,

como el cuervo que de pronto se hace luna,

y sobre sus alas desenlaza una lentitud de acecho tinto, o

ataúdes conmovedores;

o también qué decir de la noche difunta, pesada gota estirada

entre las flores solitarias,

que de beso y de beso, extienden un denso amarillo, amargo,

y acarician el sueño calcáreo, allí, en el aire oscuro de su ser

nervioso,

mordiendo el amor sobre las olas de mí.

Oh, de lo hermoso, absoluto, ave y noche, y gemido,

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y de lo que se asoma tatuado de sitios y de lágrimas:

yo sólo amo y sólo escribo a lo que da herida a las violetas

secas o a las penumbras rotas.

¿Pero por qué es que yo he nacido así, tan sordo, nocturno

y devorado por los inmensos girasoles?

Veo cada día de mi existencia órganos respirando, una forma

estática

como una sentencia del mismísimo miedo,

y habitaciones con baldosas torcidas y un agua que atraviesa

mis venas quebrantadas.

Soy así, y no quiero.

Mordido por todos lados, huyo empapado de un líquido

oscuro, y desbordado desde mí mismo

un espeso mar respira y habla de profundidades que yacieron

alguna vez encadenadas.

¿Qué me cabe ya esperar?

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Pero acontece, y es que, acontece…

Que hoy habito en un mar incierto de cosas, y pregunto por

ellas uniforme;

no me acostumbro,

y tengo el peso lúgubre de lo real:

hojas suicidas se gastan en mi corazón sin materia, y el otoño

madura sus uvas bajo mis pies.

Soy tan sólo una sombra ardiente, un miserable anochecer.

Veo una luz que no alcanzo, un corazón que no se completa,

mientras las aves persiguen migraciones hacia el límite de lo

ahogado,

y de vuelo y de cenizas, caen hermosas y con estrellas entre

tumbas frías,

el viento penetra su lengua en la boca encendida de las nubes

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y desarrolla su beso cerrado de un amor puramente negro,

de una sangre ahogada.

Pasan las horas y me siento a goterones, tartamudo, funeral.

Todo tiene una existencia ajena, una amarga superficie.

De la soledad mengua un pequeño rocío, sin perfume, y de

lo bello,

el aguacero de lo que siempre fue trastocado;

ruina de todo origen, de números persistentes y melancolía.

Tú eres mi silencio, Desamparo, como las entrañas de un

horizonte parido:

bajas y duermes en mi cama como una cópula de palomas

lentas

y cuchillas que entre tus párpados das, y estrofas nupciales

que hacen de mí, tan similares al cielo.

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Bienvenida, Madre Naturaleza, a la casa que asosiega a tu hijo,

un todo perpetuo de silencio, letargo y cenizas

que las paredes devoran hasta morirse, el retrato de otoños marchitos

y la hierba que de rodillas, acaso como sombras en cruces, se multiplica

al sonido de la soledad sin fin,

y me desviste.

La residencia que vive sobre tus senos a gotas, y derrama tu vientre

negro en la noche fallecida, te saluda.

Bienvenida a tu casa de viajeros,

a las arañas deshechas y fatales, como las estrellas madurando,

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amontonadas y anónimas, floreciendo debajo de los patios entre los

hospitales.

Bienvenida, Madre Naturaleza, a la perforada residencia de tu hijo,

hogar de lilas con lamento y quemaduras que no poseen un principio o

mundo,

sino piedras rojas y viento

y calles agónicas y hojas y hombres y suicidas y sermones y crepúsculos y

cosas hacinadas y olvidadas,

como una sola azucena en el amor, como una sola y estéril trayectoria,

una voz de precarias entidades sin un rostro, atadas, nacidas dentro de

mis sueños

y que se extienden esclavizando a miles y miles de pájaros con sus picos

rotos.

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All grown up.

Me di cuenta que había crecido, cuando en la mañana volaba

un pájaro

y dije que era rojo,

y en la tarde compramos girasoles para la despedida de una

compañera.

Mi sombra entonces acumuló más peso, y mi alma acudió a

romperse con el agua.

Mariposa sin alas,

el viento te lleva en su boca,

y pasas a través de mí, y yo te pongo un nombre y colores y

límites

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a través de las tumbas y las flores que guardan tu silencio.

Pequeño mundo, diminuto,

que se enrosca bajo los árboles, descosiendo las hojas,

creciendo entre mis manos y los días, tú, detrás de una cartade amor que olvidé

y regresando silenciosamente con el olor que nace de latierra.

Labra un campo para no saber de la vida, ni números en losaños; y repitiendo las mismas palabras,

una y otra vez,

di una oración hacia donde tú duermas.

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El guardabosque.

Otra vez he nacido,

otra vez en esta incierta certidumbre de amor o vinagre

oscura, de idénticas espinas sonando en silencio,

un sólo fondo de trajes sepultados y orquídeas negras,

desde los pelos hasta los pies,

brasas en medianoche y arcilla de artesano, de números, de

cuchillos,

de un llanto de acordeones girando sobre sí mismo;

otra vez terrestre y de luto con los sueños mordidos por una

rosa redonda,

y todo para conocerte a ti,

buscándote adonde tú no estabas,

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caminando con el cuándo entre los dientes, el hambre, la

piel, pequeñas superficies inconclusas por Dios,

los porqués,

bajo la tierra poblada de roncos árboles, un corazón sin tinta

que describe temperaturas obscenas,

y tiñendo con heridas el olor del viento, desnudo y solo,

una despedida de algo que muchas veces, muchas veces,

floreció para no ser.

Sin brújulas y astrologías por los puentes decaídos, el día se

establece en mis ojos, sólo por ti,

y violines en los sanatorios y en los cines sin sombra muda,

una mujer que eres, sólo por ti,

voces llamando a través del miedo de las noches que

acechan,

una distancia que se mueve con un brillo tenue,

y viejos océanos con el retrato de tu nombre,

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allí, sobre la boina de un hombre que comparece a su amor

con un dedal muerto,

y tijeras, y sastrerías, y el crimen de una botella con muchas

lágrimas de medianoche.

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Jirones.

Preguntaréis bajo un día de sol, quién es el que llora,

quién es el que escarba entre cadáveres y ruiseñores

buscando un violín que vuela por la noche.

Preguntaréis a una nube en la melancolía, quién, quién es

el que besa, besa y acaricia

lo que se halla en un viento de corceles,

y atiborrado de árboles que retroceden repletos de pena y

de agua.

Preguntaréis quién es, quien el que lava las palabras rotas

de un planeta sin calles,

y luces retumbantes de conversaciones entre luciérnagas,

y quien posee los pies de la madera más vieja, y astilla los

caminos cuando pasa y no lo ven,

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confundido con un quijote que mira al cielo retorcerse

con sus estrellas dolorosas.

¡Oíd los jirones llegando al oscuro placer, oídlos de oscuro

placer!

¡Oíd venenos azules en una sombra, zapaterías con olor a

mujer sin lunas, oíd su voz de diana difunta!

Preguntaréis quién. Preguntaréis…

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Imágenes puras.

Un viento de pulmones incoloros asola las hojas más allá

del horizonte

y como brújulas sin remedio, transitan entre desolaciones

sin casa.

Largas tardes de iglesias marchitas me sobreviven como a

una existencia arrancada de sí,

y en cada rostro oscureciéndose sin fin, desde dentro un

grito sobresale,

excedido por todos lados de narcisos cubiertos de sangre,

espejos amarillos que nadie puede sostener.

A un sol que está de luto, conservo ojos de exterminio,

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un retrato que va andando entre lámparas

por callejones aullantes de una madera podrida,

letreros profanados de cuerpos vencidos

por la furia, el lodo, el semen profundo de una amapola

sin vida,

o unas golondrinas sin alas, que vuelan como ángeles

difuntos,

o como una hebra entre la soledad,

que de cierta ternura, cierto modo de sufrir,

es una presencia hasta el fondo

y esculpe en su torso los funerales y canciones de toda la

extensión que brotan sobre este mundo.

Al golpe de una gota, a la luz de una estrella,

bebo para mí, por mí,

solo,

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moviéndome a penas, fatigado,

mientras que a mis espaldas un riachuelo ahoga mi

sombra

con un vino de cuyas botellas una tristeza sorda muerde y

mosquitos

ya sin vuelo,

y ciertas cosas también que un vagón detenido le roba a la

noche.

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Un sólo lugar.

Extraña mañana de verano,

en que intento llenar con cartas un agujero en el mar.

Una contracción anida en el pecho, y una voz se desintegra en cualquier

lugar.

¿Es que estuve enamorado, o fue una triste invención?

Sueños malformados me hablan con un sólo ojo, de algo, algo,

algo, algo sin ninguna importancia.

El sol deshoja sus pétalos en mi cara,

y la falda de una mujer florece sobre sus líneas sexuales, nuevamente,

y su juventud blanca peina un gorrión espeso en la noche alta.

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Los cerezos follan sin saber si mi pena va a pasar,

o si la maleza seguirá haciendo jirones con las manchas de mis ropas.

Una fresca brisa atardece las horas, y viento de úteros que soplan en mi

boca

haciendo sonar cascabeles de gato

sobre la orilla de un mar con ostras, pinceladas púrpuras en el cielo y

lienzos desgajados en melancolía.

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El Hombre horadado no sufreante la vida -el espectáculo devivir-, pero llora en secreto la

obstinación de la existencia quelo somete, y lo abandona.

Despojado de todo cuerpo, elvacío se asemeja también al

alma.

Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

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No serán tristes figuras, sino de cisnes sin alas.

Pequeña ave, criatura de ciertas tumbas,

canta conmigo:

inclina el aire, cúbrelo sobre tus sombras,

acuéstate vestida en la cuna de mi esqueleto

y reparte con tu voz la muerte entre los abandonados,

la sílaba

que ya no porta el trigo.

Una estrella se expande con pieles gastadas sobre tu vuelo

y una luz entre corchetes

se deja caer y colma de engranajes mi corazón.

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Nacido dentro de una nuez azul,

voy de sangre sin morirme y estoy triste,

y a menudo como un grano de arena, estoy triste.

Las parturientas que me visitan son similares a una luna

enferma,

enterradas en esponjas, gimiendo instrumentos pesados,

y rodeándome las manos con un resplandor que no hace a su

volumen,

una buena luz.

Como relámpagos a pasos de aire,

precipitando la desnudez entre las urnas,

la simpleza perdidamente del anillo

y el fuego súbito de un beso,

vas y vienes en la vida, siendo una vela o fantasma y asfixia;

tú me tocas los huesos

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y lames con tu lengua la gota de un parto enrojecido,

a menudo con alambres y rosas

que no conducen a ninguna estación,

y amamantas mi boca,

y despiertas los sueños de los astilleros

que se embarcan hasta los océanos para no existir.

Los murmullos de los muertos

se oyen a través de un navío sin proa,

y la noche desciende hasta una vivienda vacía,

arrastrando consigo sus caballos luminosos

y una terrible nostalgia que desdibuja diminutos relojes.

Las escobas en el cielo barren nuestros tejados

-y sucedemos-

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con lluvia de polvo y ausencias sonando,

orejas de vírgenes cortadas,

un amor apasionado, la lujuria interminable, una ternura,

y de pronto,

y de pronto aquí estamos acercándonos en el frío, y nacemos

como el cisne sin alas,

atardeciendo.

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A mí, difícilmente, violonchelos.

Yo nací como todos los hombres:

residente de la historia, firme, dispuesto en alma toda para el

amor inaplazable.

Constelaciones de seres palpitando recibimos, planetas con

un sonido puro al nacer, brillan como una sola sílaba,

y es algo positivo para mí, positivo.

Yo amo, extiendo y voy rompiendo calendarios con los

cristales y las albas enronquecidas.

Es un lento entierro de aguas agrias y rituales, que pasan por

la vida, cósmicas imágenes de un punto en reposo,

y un leve daño,

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que se derraman sobre la hora del encuentro y el nacimiento.

De la noche un río púrpura arrastra el tiempo a pétalos,

y muros invisibles arrullan la desnudez de una estrella, oh

volumen de ostra cósmica,

hasta dejarla caer quemada en el borde turbio de las cosas,

de cierta ausencia y consigna, oscura sangre a contrapelo

como una mariposa que se muere por la espada de un ángel,

o un hombre viejo y perpetuo

cuando ve la luna dentro de las cortinas y el aroma apretado

de las orquídeas en los balcones,

resbalando hacia su corazón una noche de violonchelos,

mientras llora cuerdas duras y maravillosas

y jazmines que recorren la superficie fémina de un contacto

derrumbado, y demasiado remoto.

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Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

Exiliado del mundo, la máspequeña habitación posee raícesmuy profundas. El Hombrehoradado sobrevive solo,desmenuzando la luz, ycreando escaleras con tablonesinfinitos.

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Insistiéndome.

Pesada techumbre que empequeñece, inclusive, a la noche

que porta sus cicatrices,

jeringa cerrada con dolor a pezón

que punza el aire arrebolado de criptas duras, sosiego

de la razón sobre un mar de lágrimas rojas.

Todo esto es un renacer impuro, una colmena de moscas

amarillentas,

girando

y girando

sobre el contorno de un sentimiento que no desaparece.

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Pobre piedad hace un río muerto a sus piedras, pobre luz al

camino

que siguen y alimentan a los muertos.

De muchas cosas que sufren y les hablo para calmar,

hoy yo soy una más,

chorreando huesos y pus, delirando líquidos como los bares

sin regreso.

“Yo quiero que te acuestes y no despiertes”, me dije a mí

mismo,

“quiero constelar una guitarra enferma, y cantar a la soledad

sus poemas, cultivar sus animales

y degollar los árboles con la letra más triste que implore mi

voz maldita”.

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Así fue que en un día, por fin me detuve. Y el mundo como

una gran cebolla

se fue descosiendo, y lagrimando oscura en mi alma sin

consuelo, y a pedazos.

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Amaneciendo.

Sobre una mesa que hiere el espacio, un vaso con agua da su

lenguaje de enfermedad.

Efigies de meras sombras rodean el sitio asolado,

y acompañan con velas y escarabajos viudos los gritos de los

pianos,

y el desamparo de los días que se dilatan amaneciendo,

y la tortura permanente de la noche

con miles de juguetes dispersados entre los cementerios.

Grandes pasos sin virilidad y puñales con sueño testifican la

sangre inerte

que hay dentro de una habitación con cuerpos volando,

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y estertores de coitos y depósitos siniestros.

Oh, rituales del tiempo, fatalidad de hombre y sus condenas,

el aire se enrosca con un deseo sincero de vida

y el pulmón de las hojas estalla produciendo un silbido en las

caras de las personas.

Palomas con cabezas de petróleo anidan sin ser vistas,

y se acumulan curiosas, merodeando el sexo agudo de una

estatua que se conduce sorda.

Yo quiero romper cristales en tu nombre, golpearme contra

los números indefensos,

subir hasta el cielo con alas en pleno llanto.

Y mientras tanto las moscas se entretienen en mi cuerpo, y

beben infinitos colores,

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y devoran los paisajes que descansan en mis ojos.

Y mientras tanto germina un nuevo amanecer, y mientras

tanto una débil pausa…

No me des tanto tiempo ya, triste abandono, abandonado,

ni rompas las jarros que vierten mi garganta en el crepúsculo,

los vidrios malditos que dan forma a las casas

porque de un segundo,

de una sola lágrima que nazca con sus bocanadas negras,

yo ahogaré en mi boca las espirales de un dolor inhumano,

y cargado de lirios acumulados entre las sombras de la noche

haré de la aurora su pura luz violeta;

ligero candor de una abeja con traje de mañana y su suicidio

amarillo.

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Fatamorgana.

Suprimido ser,

distante,

similares a los ladridos ásperos y averiados de un perro antes de morir,

tristemente transparentes,

inconstante,

como una carne deshecha por la luz, o por arañas sin ningún encanto o

como uvas mordidas por el sexo,

sediento ser,

cobarde, doliente, como una higuera concibiendo a gritos el invierno;

nadie sabe quién eres,

y caes,

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y ruedas junto a mi nombre sin poder definirlo, recopilando el amor sin

tocarlo,

infructuosamente,

como no se logra precisar el espanto y los mataderos de cisnes.

Lleno de dientes oscuros, de seducción infecunda,

de zorzales varados,

tulipanes

calientes,

cruzas el alma de un socavón, y partes en úteros las flores,

y eres la distancia del mundo.

Abandonado, te pareces a una simple calle ciega, débil, y correteas con

tus párpados sus cenizas,

abandonado,

juegas a no ser nada,

extenuado de trajes sin medida, y joyas a lo alto de las iglesias,

el sexo que se abre sin piernas, flotando,

Page 53: El hombre horadado

49

desintegrándose

con orgasmos de ángeles descoloridos, consumiéndose igual un arcoíris en

un rincón

roto,

y las primeras raíces que amanecen en las abejas, después de una noche

redonda,

anudan las arboledas secas,

y te pareces a esa preciosa imagen del mundo, al polen grueso de mis

pensamientos,

a la claridad de las piedras,

a la sangre de las hojas.

Muslos con actitud de tijeras cortan la aurora:

otro amor,

una cama diferente,

y la noche se desangra desde dentro.

Page 54: El hombre horadado

50

Secreto y herido, recalcitrante, dulce, se ahoga el tiempo con la historia,

y se deshacen los castillos en el cuello de las copas

que reducen tu ser a un puro y amargo movimiento de otoño en el vino.

Aves nocturnas se escuchan llorar,

a lo lejos,

traicionando sus propias creencias.

Page 55: El hombre horadado

51

Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

El Hombre horadado esun ser histórico,universal, y a la vezindividual y encarnado;ley y relato, gesto ydiscurso: es lo máscercano a un jugueteroto.

Page 56: El hombre horadado

52

Sólo me queda una nube amarilla.

Siento que mi alma se va secando como una cáscara en el

viento, sin un rumbo estable,

y un insomnio de cometas letales me hiere las uñas.

Dejo caer mis dientes, suavemente, hacia el mundo.

Como una tela ensangrentada yo solamente sufro, resignado,

y acumulo un cajón que ya no tiene ropa,

un rosario naranjo o una carta que murió sin saber leer, un

revólver temblando, una bala abierta que huye,

una esquina con su orina caliente, chicles sin sabor en las

aceras, el nombre de una gata perdida,

una mujer que baila en un burdel, un conejo sin sus patas,

Page 57: El hombre horadado

53

o una flor que muere como flor, marchitándose dentro de

una primavera envenenada.

Las cosas son como son, implacablemente,

aunque escriba poemas sobre lo que todavía no nace, le

cante a los pájaros el feliz recuerdo de sus nidos,

su primer vuelo en sus alas,

o pinte sobre las mariposas los murales que me dio el sol.

Y sin embargo, incluso si nada, todo sigue igual.

Page 58: El hombre horadado

54

Tú sabes mi nombre, ángel desesperante.

Por un momento en mi vida ésta, de ásperas flores que se

gastan y se vacían,

yo voy a cerrar mis ojos de espanto y de borbotones

y me olvidaré que soy un fantasma haciendo jirones de frío,

y andante, y penado al informe ego,

acompañaré los gritos de animales suicidas

para quienes soy la inútil materia de una noche en silencio, o

el temblor de los colibríes

que barren la tierra herida a gotas.

Por un momento en mi vida ésta, extenderé mi substancia de

ángel fatigado,

desenredando alambres parecidos a las plumas y crucifijos

alados,

Page 59: El hombre horadado

55

espadas amargas que desde mi pecho se renuevan con meses

de plomo,

y territorios obscenos.

Lentamente.

Como una carta que sobrevive con el perfume a tus manos

de cadáver.

Lentamente.

Como sólo sabrás de mí por el carbón de los perros y una

tarde con su color invertido, Lucifer.

Lentamente.

Como acariciando una mejilla sin valor, o un marcalibros

muerto de un golpe de olvido, respirando

el tiempo en espirales, haciendo con nuestros nombres el

amor amando.

Lentamente.

Page 60: El hombre horadado

56

¿Qué puedo yo decirte ya sin más que decir, qué puedo darte

sin que tú lo supieras,

y sufrir y amar en tu memoria y sufrir desde ti y desde ti

amar, y desde ti a los demás

que como tú, mueren, nacen, florecen

y van a través de nuestras relampagueantes vidas, poblando

la luz extensa del tiempo y las calles?

Quiero pensar en muchas cosas, y yo quiero que tú vivas o

mueras en esas cosas.

Page 61: El hombre horadado

57

Basura.

Pequeños fragmentos de vida entran, de vez en cuando, a través de las

ventanas.

No son más que envoltorios sacudiéndose, más que tierra reunida. No

es más que un olvido invencible

y violonchelos muriéndose de pena.

Imposible es una tarde que derrocha llanto con tu olor.

Raíces por toda la tierra observan poses de menstruación fúnebre, y

hojas sin nombres.

Pequeñas abundancias de otros tiempos penetran, de vez en cuando, en

mi corazón.

Page 62: El hombre horadado

58

No son más que sombras del mundo, escurriéndose, más que piel y

orgullo y amor en completa inercia

junto a unos ojos secos en el crepúsculo, cayendo, y cayendo con oscuras

botas de la noche.

Page 63: El hombre horadado

59

Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

De una voluntad sin atributos, y una palabra entre fronteras, nació la historia delteatro moderno.

El Hombre horadado está en el límite del gesto de un músculo que no tienedirección propia, y una estrella que se desnuda sin magia en los pantalones de lanoche.

Page 64: El hombre horadado

60

Desolación en la imagen de junio.

Bajo la lluvia hay tanta espera, tanta, y un ruido de cristal

roto muriendo,

que lo frágil de un roce se ahoga y madura;

pero largamente el amor está aquí, la distancia aquí, y caen

en mi pecho sin vacilar las estaciones,

porque soy el agua y soy el viento,

y el límite de las cosas que definen la eternidad de un simple

segundo.

Bajo la lluvia se encuerdan las estériles afonías del alma,

y hay un diminuto mar que se defiende de nosotros con sus

olas perforadas y prófugas, a goterones,

Page 65: El hombre horadado

61

donde el tiempo va volando entre los dormitorios de la

noche oscura,

y no escribe ya, ni canta sobre los tejados, sino que sólo nos

mira y con un sombrero, nos espera.

Bajo la lluvia hay tanta pesadumbre, tanta, y sentimientos

depuestos bajo las nubes lentas y los charcos,

que tu voz huye, apenas, acompañando las brasas de un

pálido fuego,

sin vernos apenas, desnudos y con las manos entrelazadas,

en una inmensidad que desencadena su desesperanza a lo

lejos, tu imagen en mi amor,

adonde las casas con sonrisas de madera van y mueren.

Page 66: El hombre horadado

62

A una María, un lento árbol.

Como cerezos encinta te saludo,

a cada rama que recorre tus manos, a ti que cruzas las llagas

de un mes frío,

pequeño retrato rosado, florero lleno de agujas

¿has estado bien en una gota, gota sin piel, madurando en el

silencio como el aire en las uvas

y naciendo con cálidos brazos, y desmembrando el corazón?

Huye de ti, tú y el amor con botas amargas,

y eres una vendimia que cae en vasijas miserables, órganos

de un pájaro carnavalesco.

¿Hay en tu boca de tristes sonidos, una, una sola novedad?

Page 67: El hombre horadado

63

Los pétalos comienzan a incubar la vejez en nuestras camas,

y el hierro de la sangre

queda al cuidado de tu nombre con innumerables alas, y

polluelos incubados y no nacidos.

Todo llega al límite de tu ser como frágil lentitud de una

vela,

que se deshace en la tarde, bajo un puente viejo, de pronto.

¿Cómo es la vida repartida entre el espacio de las aves y en

las estrellas la distancia y en los trámites de oficina

el orgullo que abunda en tu redonda oscuridad?

Sin saber ya de ti,

te escucho hablarme entre mis sueños, y tiendo a pensar que

amanece mi alma entreabierta,

coronada con tus uñas revestidas de sal,

tan sólo si tú me tocaras e insistieras, una, otra vez, con tu

voz susurrándome el paso del tiempo,

Page 68: El hombre horadado

64

y que sin embargo, no es real.

Oh, pequeña mía, ¿hacia dónde tus manos se derrumban sin

ti, y lo sonoro azul es un cielo

que porta todas las vocales de un esqueleto sin pantalones y

figurado en poeta?

Demasiado temprano el tulipán de la primavera ha sido

tapado por mordeduras,

y gatos maltratados con sus colas en el olvido

invocan las nubes cargando botellas, y Dios, que a cuyos

peces acuden a ser de otros.

Page 69: El hombre horadado

65

Tosca elegía.

Como gastadas ruedas de un conductor loco,

el horizonte herido se llena en todas las botellas, y el andante

bebe su desestimado camino.

El humo denso viola un cigarro de la boca, y luego lo escupe

en un corazón hosco.

Canta un grito oscuro en la retina,

y una fotografía se desvanece entre la basura.

Maniquíes estrujados por la noche, neumáticos con rastros

de semen;

larga poesía entre mujeres con sus canastos de tumba fresca,

bocas reventadas por órganos extraños,

Page 70: El hombre horadado

66

servilletas forradas de nombres inconclusos, y demasiados

sentimientos…

Los sueños me parecen una constante cavilación de girasoles

negros

y una soledad que mide su cáscara en resonancias suicidas.

Oh, distante fuga, anchura desconocida del mundo,

éste es un viaje arrebolado de mí, y mariposas de carbón.

Soy tan quebradizo y eterno como la madera, como el otoño.

Miro al cielo con un hollín en mi alma, y mi pecho abierto

desde donde nacen larvas

que se ahogan con un pozo entre la inmensa noche.

Un graznido a lo lejos se muere, y una estrella se pudre.

Page 71: El hombre horadado

67

No hay culpa, ninguna culpa,

sino un canto de desesperanza, la luz marchita.

Sólo queda perderse en uno mismo, y lamentarse en una

rosa de contradicciones.

La sombra de una cama estremecida espera, deshojada de su

ser,

contrayendo una orilla peluda, crecida de alas y secretos,

orinando un manto de oscura niebla y rojo atardecer.

De una habitación sin mundo,

un par tetas redondas tientan el aire, la blanca entrepierna

atravesada por ampolletas azules

y la piel restante se expande sin un sentido, fluyendo, sin un

mayor preámbulo.

Yo no reconozco ningún rostro, ningún amor.

Page 72: El hombre horadado

68

Tan sólo advierto un funeral de muñecas, embudos y

lágrimas que gimen mi nombre

en las posiciones de una primavera seca, y sin embargo, de

muchos frutos.

Risas agudas se confunden con la infinita tristeza.

Las vejaciones tienen un espacio entre las aves, y el lugar

más sucio de una mujer

abre su catarata para un fuego brusco, sin sonido, ilógico,

grotesco, maravilloso

como es estar perdido entre un campo de algodones usados

y tibias soledades.

Hoy, el violín rojo eyacula sus campanadas

en la iglesia más alta de la tierra.

Page 73: El hombre horadado

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Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

El Hombre horadado: el Logos es la gran ley de la obediencia; déjate caeren cuerpo a un agua sin forma, hacia un sentimiento donde no te alcanceningún lugar.

Page 74: El hombre horadado

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Un azul en que canto huérfanos.

Ya casi no te siento, ya casi como la nada, y un cuervo en

que la tarde reposa,

canta,

y vas condensándote sobre el peso de una nube ácida, o una

rama sin brotes que en el silencio golpea.

Ya casi no te percibo en ningún lugar, y la noche te abraza

como a una polilla en el fuego,

adonde una estrella hambrienta consume las hojas, y recibe

en sus brazos a tu hijo.

Hoy te pareces a una luna cubierta de escamas,

Page 75: El hombre horadado

71

a un personaje que recorta fruta entre las piernas, y que

luego la envuelve dentro de un pañuelo negro

para salir huyendo por los riachuelos muertos en las cenizas,

triste,

en un estrado de púas, y corceles infectados con tu olor que

galopan desde la oscuridad.

Oh, indiferente y perpetuo y gigante el timbre de tu voz;

cómo identificarte,

cómo gritar para mí tu presencia perforada,

lo metálico,

si yo voy con un cadáver de cisne retozando entre las lilas

y haciendo eco de un corazón tieso sobre un duro océano.

La tarde cae con gaviotas y árboles agotados, con tu ausencia

de guitarra en pena,

Page 76: El hombre horadado

72

y la poesía llega soplando desesperanza,

una sombra coja que consume las caléndulas solitarias, las

que tú sabes muy bien,

se parecen a los niños huérfanos que duermen dentro de los

jardines

de un crepúsculo que también ya hemos abandonado.

Page 77: El hombre horadado

73

Breve estancia en el silencio.

A la Muerte en nuestra alcoba sonreí, y mi corazón

fue un instrumento para el agua, la tierra, el fuego; un teatro

oscuro;

toda mi carne ocupó los cielos,

y un arcoíris cayó de repente, rebanando los azares sobre tu

alma que sueña

la inmensa noche que acorta los caminos y abre canciones en

los amantes.

El tiempo ha parado sus anillos, y entregado en cajones

los días que se han secado igual a una cigarra en el verano,

Page 78: El hombre horadado

74

abandonando a un gusano torpe, o a una lluvia blandiendo

alas caídas

en cada persona, en cada lugar que yo amé y lloré,

todas las palabras que fueron navegando en el cosmos de un

picaflor celeste

y a través de la nada.

Hay un cometa de azufre que me saluda, una ciudad ahogada

en violetas,

una residencia donde el amor posee forma de antigua cuna:

tan sólo es una ilusión a mi alma que huye, un eco ahorcado,

una exigencia de vida muerta,

tan sólo es un fantasma de pequeñas sonrisas

y estrellas sedientas, y lunas azules coronadas sobre un cuello

desconocido.

Page 79: El hombre horadado

75

La noche deja caer agujas en mis pensamientos, y carmines

en la boca florecen

de un ser invisible

y su sencillo mundo.

La noche es un túnel que me lleva con extraños trajes,

andando sin parar por lugares mojados,

con el Amor entre basuras insaciable, la Muerte y los sueños,

la soledad y el dolor, volantines desmembrados.

Me voy moviendo.

Sin definición las casas se rompen, abren sus techos, y la luz

descansa cuando los caminos duermen.

De pronto, como una nota de violín,

Page 80: El hombre horadado

76

la caricia de un insecto se posa en mi ventana, ceñido en aire

y cristal,

y aletea y se esconde,

y aletea y se va desde las luces que desaparecen, y me voy

despidiendo de un nombre,

hiriéndome el pecho en la tristeza absoluta,

y serenatas de silencios purpúreos que resuenan y resuenan

adentro de mis órganos.

Page 81: El hombre horadado

77

Escarcha dura.

Anoche soñé contigo, y estabas desnuda, y sangrabas,

y tu cuerpo arrastraba costras como de atardeceres sobre mi

almohada.

Pura natividad, pura inflorescencia en una hora sola, en una

única cama,

y en cuyos aromas, los relojes ya no se quejan.

El abatimiento respira, colocando música a las hojas que

caen,

y repartiendo tristes lirios

a cada fosa que no carga con su nombre, y deambulando

como deambulan las luciérnagas

Page 82: El hombre horadado

78

que han agotado todas sus fuerzas para convertirse en

inútiles polillas, pobres telas sucias,

oh, difuntas polillas, racimo de putas silenciosas.

Abierto igual que un tambor oxidado, el cielo echa cenizas

con la voz de un lamento,

y gritos de perras sin sentido, golpeadas.

Oh, furia, licor de lámparas en la noche, párpados firmes que

me observan,

asustado y removido, campanas y gitanas vaginas pasan

cuando intento recordar la forma que me ha parecido a mí el

amor,

y que hoy sólo es una mancha viscosa

de una fruta triste, herida y amontonada en un cajón.

Page 83: El hombre horadado

79

Largos poemas sin títulos yacen por aquí, y golpes que no

provienen de ninguna parte,

tazas rotas que aparecen con la mañana, el susurro de una

armónica…

Nada es suficiente para consolar una palabra que nace siendo

un cadáver

y que al morderla en mi boca no destila más que un inocente

dolor.

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Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

Yo soy la Vida entre los brazos caídos, lasospecha de un robo en la boca, y todo lo queexiste en el cansancio de los enamorados.

Page 85: El hombre horadado

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Pequeñas manecillas en medio de las sombras.

Bajo esta vieja tarde de pájaros

las puertas están mudas,

acumuladas a mi alrededor, y el agua de un vaso sueña

su propia luz,

pero yo escribo, sin detenerme,

el diario de vida de un árbol en el otoño

y sigo a cada hoja su historia anterior,

a cada extensión el espíritu que ahora es solamente tierra,

y que construía vocales en otro tiempo;

frutos que la melancolía muerde sin dientes,

bufandas vestidas en el viento como las velas que yacen

Page 86: El hombre horadado

82

y pierden su moral;

alondras volando enroscadas hacia la noche sin terminar.

¿No eres acaso tú, oh,

el fantasma que está solamente allí?

¿No eres acaso tú, quien desviste los árboles de amor,

y bajo la sombra de los puentes

das paso al sueño y la poesía?

El árbol que yo te escribo abre los techos de las casas,

y hojas pelirrojas florecen,

uniendo las estrellas

con una voz desde la noche.

Page 87: El hombre horadado

83

Alrededor, gradualmente.

Qué triste es una puta que ya no salta, ni habla con sudor,

y de la que sólo palpamos en el amor sus heridas.

Amado y amado, un puro error, crepusculario de lo falso.

Cantemos sobre un piano las estocadas de su cuerpo

pegajoso por mil orgías

y disfrutemos la desnudez del “papito feo” en un cisne que

fue desplumado.

Qué triste es una mariposa derribada por el escupitajo de un

hombre

que se ha acostumbrado a vivir como un barco dentro de

una botella.

Page 88: El hombre horadado

84

Océanos y océanos, naufragios que no se mueren de agua.

Que nos escupa Dios su invisible investidura,

y robemos de la mariposa, esos horribles ojos

y que se incendie ciega en un río de resonancias sin voz.

Qué triste es una tarde sin conversación,

largos preámbulos de una soledad con formas de nubes

ebrias

que hacen de una arqueología, la tierra de los sueños.

Demos espacio a tu voz, a mis palabras,

tomados juntos de las manos, maltrechos por los graznidos

de los pájaros,

y digamos lo que somos en el otro,

sobre el campo que se desquebraja con alimañas, en nuestro

pequeño espacio.

Page 89: El hombre horadado

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Qué tristes son los tulipanes con forma de vagina,

accediendo a la tierra con tu número y tu retrato.

Estepas desconocidas bordean plurales inconexos. Disfraces

de muñeca

excitan el paso de los cadáveres bien vestidos hacia la taquilla

del subterráneo,

y en cada dirección un olvido, un cuerpo que no se recupera

a la fatalidad

de no tener más que una impresión borrosa de sí.

Efímeros hoteles no guardan el sitio de la penetración, ni en

la cama reposa

el aroma de las musas repartidas, sino que, en cambio,

cruzan por sus ventanales y en sus desechos de hombre y

mujer, toda la tristeza y la miseria

de los que vagaron en círculos sin llegar nunca a ser.

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Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

Una sustancia que retrocede entre las sombras, ¿qué es lo que proyecta?Pequeñas noches intermitentes me consuelan, mientras las mismas voces serepiten, una y otra vez, en la luna que quiero olvidar.

Page 91: El hombre horadado

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Bajo el suelo, lámparas.

Hay una voz con olivos retorciéndose; un perro atrayendo la luz, una

monja y una siniestra estrella.

Multitudes tocan una partitura con instrumentos de tristeza.

El cielo mira un socavón de ámbar, y objetos cayendo indefinidamente

como enfermedades en el rocío:

vivimos por tan poco, y también por mucho.

Se agota la hora del grito, y no hay más peso en mis hombros que un

arpa gimiendo en la muerte.

Un punto azul resplandece dentro de la nada.

Dios está aquí. Dios no está aquí.

Una orquesta desencadena un vals de pájaros en la noche.

Page 92: El hombre horadado

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Al lado de la carretera.

Ayer murió alguien, ayer fue una mujer…

Ay de ayer, de ayer que estaba,

pero hoy, un nenúfar cerró sus pétalos a pleno sol,

invirtiendo el destino de su corola bajo el agua,

y la tristeza que anida sobre el crepúsculo, tendida como una

cuerda roja,

y un mar de duda en la forma alargada de la carretera,

y un ave sin color que escapa del baúl de una niña

adonde su cuerpo se posa con el tiempo apretado, y la voz

con las ramas cayendo

y en el cielo arrinconado, azucenas de barro florecen

opacadas sobre la estación muerta,

Page 93: El hombre horadado

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y los puñales en el viento, que envuelven y matan a toda la

tierra.

Hoy una sombra cuelga de un árbol, un pasto que crece con

remordimientos;

hoy el sol es una luz intermitente, una lluvia espesa,

y dentro de unos ojos fijos, el rastro a contra luz de un

arcoíris despidiéndose,

solamente, despidiéndose.

Page 94: El hombre horadado

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Boceto de un vagón a contrapelo.

A través de un vagón de ferrocarril,

las ramas de los árboles se acumulan sobre sí mismas como

dedos amputados

y las penumbras se trenzan en el intervalo de las luciérnagas,

despertando desde el fuego tenue,

un otoño con alas.

En los rieles se desenlazan mis ojos, bajo la madera está tu

boca durmiendo,

y pitidos solitarios resuenan con las montañas.

Es una vista enternecedora, pero muy triste.

Page 95: El hombre horadado

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Los andenes amontonan cuerpos cabizbajos, volúmenes y

direcciones,

impuras apariciones de personas erradas, densas superficies,

similares a un pensamiento fugaz, clavadas de pronto con

agujas en la carne de mi corazón;

y un amor que está lleno de miedo desciende como un río

suavemente de la oscuridad.

No hay alegría cuando un árbol se escucha caer, o cuando

una golondrina se destiñe al volar.

Óyeme amor, aún no nos conocemos.

Porque después de todo sigo muerto. Después de todo yo

no soy real.

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Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papelcanson con retoques digitales.

Yo te he vivido y amado, y en unaexistencia sin ser, yo soy, lo que nació deun sueño.

Page 97: El hombre horadado

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Despedida del hombre horadado.

A los ojos del mundo escribo, y soy poeta.

Tal vez quisieran los muertos que entonara siempre de cisnes

el cielo

o de duraznos florecidos los techos,

y que el invierno no entregue sino caricias en las ventanas,

largas tazas de café,

himnos y migraciones, lluvia sin caer,

una canción con barro y agua sorda, creciendo bajo los

alerces en la mitad de la tormenta;

pero el mundo es mundo

y el dolor me quema en las manos.

Page 98: El hombre horadado

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Pero de lo que amé, de lo que fue existiendo y cantando, y

de lo que nació en tu nombre

para ser de todos los nombres,

mis versos.

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Plantaciones de té.

A veces yo quisiera que no haya un sólo movimiento.

A veces una tragedia de sauces, o un ombligo en cuya huella nacen ojos

y plantaciones verdes.

A veces quisiera una sola cosa heredada. Un molino que gire con

gigantes violetas, la soledad de las vacas, su paciencia.

A veces, no sé, el tiempo, los océanos, las libélulas y sus penas en el río,

los himnos, las manzanas.

Una pausa cuando todo sucede, y sucede con tristeza, a veces, cuando

siento porque no estás, y eres constante y dolorosa

como las mañanas en el mes de abril.

Page 100: El hombre horadado

96

Quiero descubrir en este tiempo que pido, la experiencia, la vagancia,

el abandono, la sencillez del caos;

y cobijado por el abrazo de una mujer,

echar sobre mi boca sus verdes raíces, que entretejen nidos y alacranes.

Quiero el crepitar de la madera con el jardinero, el letargo,

la noche oscura,

oscura como la conquista triste de un hacha sobre el árbol.

Hora de fiebre y poda, escritura y solitaria, ésta,

cuando puedo ser una criatura inmóvil, ebria medida del alma

que se hace en el sin futuro.

Y tijeras desde dentro de mí.

Y un socavón donde nacen henos y corazones.

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97

Hora en que yo puedo observar las hojas muriendo bajo la distancia,

y a ti, del brazo con ellas: la tarde va preparando la bebida de la luna.

El horizonte abre entonces sus primeros embarazos, y las aves de la

noche descansan,

tan pesadas como curvas.

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EL HOMBRE HORADADO-O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO-

GONZALO MAIRE