EL hormiguero
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Transcript of EL hormiguero
Aguirre, Sergio, 1961-El hormiguero,/ Sergio Aguirre ; ilustraciones Pez. -
Bogotá ; Grupo Editorial Norma, 2009.104 p. , il. ; 20 cm. - (Colección torre de papei. Torre
amarilla)rsBN 978-958,4 5-17 62,31. Novela juvenil argentina 2. Novela de suspenso I.
Pez, i1. II. Tít.lll. Serie.1863.6 cd 21 ed.41197051
CEP-Banco de 1a República-Biblioteca Luis Arango
O 2008 Sergio Aguirre
O 2009 Editorial Norma-Avenida El Dorado No. 9O10, Bogotá, Colombia
Reservados todos los derechos.
Prohibida la teproducción total o parcial de esta obra sin
permiso por escrito de la Edito¡ial.
Impreso porr Nomos Impresores
Impreso en Colombia
www.librerianorma.com
Febrero 2009
Ilusración de cubie¡ta: Pez
Elaboración de cubierta, diagramación y armada,
Daniela Coduto
c.c. 28000392ISBN: 97 8-958 -4 5.17 62.3
Contenido
Capítulo 1Capítulo 2Capítulo 3Capítulo 4Capítulo 5Capítulo 6Capítulo 7Capítulo 8Capítulo 9Capítulo 10Capítulo 11Capítulo 12Capítulo 13Capítulo 14
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CapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítuloCapítulo
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"(Jna hormiga sola no podría considerarse
que tiene algo específico en su mente.
Varias hormigas juntas, rodeando una presa,
parecerían tener una idea en común.
Pero recién cuando se ve la sombra de miles
de hormigas cubriendo el suelo del bosque,
es cuando se puede percibir alaBestía."
Lewis Thomas
Ala querida memoria de mí padre.
1 día que Omar se fue de vacaciones a
la casa de su tía Poli, en el campo, amaneció
lloviendo.La terminal de ómnibus estaba repleta de
gente y la madre de Omar un poco angustiada.
Era la primera vez que su hijo se iba de la casa
por muchos días. Subieron juntos al micro y,
después de encontrar la butaca, lo abrazó, 1o
besó una vez más y le dijo:-Si extrañás, te volvés.
Eso era exactamente 1o que el padre de Omar
no quería que ella dilera.
Cuando su madre se bajó, Omar comenzó
a buscarla entre la gente que habia rodeado el
10
micro saludando a los que partían, pero nola veía por ningún lado. ¿AdOnde se habiametidol
Cerra¡on la puerta del ómnibus.Recién cuando se puso en movimiento y se
alejaba de la plataforma, Omar vio que alguienpegaba saltitos con el brazo en alto. Le parecióque era su mamá, porque esa mujer tambiéntenía una campera azul.
Levantó la mano para saludar, pero el ómni-bus ya giraba y esa mujer desapareció de suvista.
La tía Poli vivía en Obispo Trejo, en uncampo que había comprado cuando regresó aCórdoba. Nadie de su familia la había visitado,hasta ahora. Al padre de Omar se le ocurrióque su hi¡o podia pasar sus vacaciones con ella.Su madre no estaba segura.
Hacía algunas noches habían discutido fuer-te. Ella decía que no era una buena idea quefuese solo. Él insistía que a esa edad ¿l pasabatemporadas en el campo de su abuelo, y que eraalgo natural, saludable. Dijeron offas cosas queno alcanzó a escuchar.
También Omar se sentía raro al irse de sucasa, de vacaciones, solo. Todo eso 1o había pues-to un poco neruíoso, Pero no quiso demostrarlo.Y ahora, en el ómnibus, recordó una cosa quesu padre había dicho aquella noche,
"No puede pasarle nada".
mar se bajó del ómnibus y miró hacia
todos lados. Se suponía que su tía Poli lo
espefaDa.Pero allí no había nadie.
El ómnibus arrancó. La terminal de Obispo
Trejo era una galería techada y dos bancos'
Enfrente se veían algunas casas y un colegio
rodeado de árboles, desierto en esa siesta de
verano. Las calles eran de derra y tenían algunas
lagunas de,la lluvia de esa mañana'
Támpoco había nadie en las calles.
Omar se quedó en la terminal, de pie, con
la mochila en la mano, pensando que no tenía
que preocuparse.
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1 ?
Arriba el cielo se había despejado en parre,pero unas nubes poderosas amenazaban máslluvia.
¿Algo había salido mal? ¿Por qué su tía noestaba ahíl
DecidiO tranquilizarse, pensar en otra cosa,en la tía, que vendría de un momento a otro.
A la tía Poli la habia visto una sola vez,cuando era chico, en el velorio del abuelo. Larecordaba linda, con el pelo largo, más jovenque su mamá y las otras tías, y distinta. Esatarde lo habia abrazado y le habia dicho quese podía l levar adentro a los que queremos.
Que lo único que hacían los muertos era dejarde estar afuera. Su mamá, en cambio, le dijo queel abuelo se había ido al c ielo, y que teníaque ser fuerte.
La madre de Omar nunca se había llevadomuy bien con la tía Poli. Aunque eran herma-nas, eran totalmente diferentes.
Omar habia escuchado que cuando la tíaera joven se hizo hippie. Entonces decía quetodos estaban equivocados, que la vida teníaque vivirse de otra manera, y un día se fue dela casa. Su madre le contó que el abuelo llamóa la policía y la trajeron, pero que a los dos díasse fue de nuevo, y ya no volvió. Con los años sesupo que había vivido en una colonia de indiosmapuches, en el sur, que había aprendido afabricar instrumentos musicales, y que habiatrabajado para una fundación que protegíalas ballenas.
"Y vino para enterrarse en ese campo, más
sola que un perro", dijo su mamá una vez.
En ese momento vio que se acercaba un
sulky tirado por un caballo marrón. Arriba venía
una mujer.Omar se quedó quieto. Habían pasado años
desde que la había visto, pero esta mujer no separecía a su tía Poh. Sin embargo, el sulky era lo
único que se movía a esa hora en Obispo Tiejo,
en dirección a é1, y ella estaba sonriéndole:-¡Omar!
Como llevaba un sombrero, atado con unpañuelo, Omar no veía bien su rostro. Pero
esa mujer era gorda, y estaba seguro de que su
tía era delgada. El caballo se detuvo y resopló.-¡Disculpame la demora! Espero no haberte
preocupado... -exclamó ella mientras se bajaba
del sulky con dificultad. Entonces se acercó
y después de mirarlo un instante, dijo:-¡Mirá que estás grande..!
Y lo abrazó.No era como la recordaba, peto era ella.
3
TIlt-r^ casa de la tÍa Poli estaba en el medio
de un campo, el único en la zona que había
conservado el monte. Los otros campos eran
sembradíos y todos tenían un nombrer "El
Fuertecitot', "La Deseada", "Los Sauces".
También el de la tía: "El Refugio".
Desde el portón de entrada hasta la casa
había que atravesar un largo tramo de huella,
rodeada de monte espeso.Cuando se bajaron del sulky, apareció un
perro negro moviendo la cola. Era un perro
flaco, bastante feo, pero a Omar le pareció lindo.-Él
"r Roberto -di¡o la tía Poli mientras
bajaba una pila de cartones de huevos vacíos-.
Vive conmigo desde el año pasado. Lo deja-ron t i rado en el medio de la ruta. Gentedesaprensiva...
El perro llamado Roberto comenzó a olfa-tear a Omar, que pensaba en esa palabra quenunca había escuchado, desaprensiua.
-¿Novedades durante mi ausencia, Roberto?El perro la miró y corrió a su lado mientras
ella caminaba hacia la casa. La tía caminabararo, como en puntas de pie.
La casa era muy sencilla, y Omar se quedómirando el techo. Parecía de tierra. Incluso vioque algunas plantas nacían de él:
-¿Tía, el techo es de tierra?-De adobe -aclaró la tía.- Toda la casa es
de adobe. Y mira al norte, como la del hornero-dijo en tono de broma.- Tiene sala y tienealcoba... -y se echó a reír.
A un costado había dos construcciones, máspequeñas, y un galponcito que parecía la casi-ta del caballo. Támbi¿n vio un aliibe, árbolesfrutales y, más allá, el gallinero y una huertarodeada por tejido. Del otro lado se veÍa ungran algarrobo, y debajo un horno de barro yuna mesa de madera.
Omar escuchaba un bramido, un sonidode motor, en algún lado:
-lQué es ese ruido?-Es el generador -di;o ella señalando a un
costado de la huerta. Pero allí Omar no veíanada.- Está en un pozo, adenffo de un cajón,para que no moleste.
-iQué le parece la visita, Roberto? -le pre-
guntó la tía al perro mientras abría la puerta.-
¿Se van a hacer amigos?A Omar le gustaba la voz de su tía, la forma
que tenía de hablar. Le parecía graciosa. No
tonta, graciosa.
Entraron a la casa.un rico aroma a comida sorprendió a Omar.
Támbi¿n le llamó la atención la cantidad de
cuadros y adornos que había. Vio dos objetos
de madera y tardó en darse cuenta de que eran
lámparas. Nunca habia visto lámparas con
esas formas.-Vení, vamos a la cocina -dijo ella.
La cocina era bastante grande. Una hilera
de cacharros y utensilios pendía sobre una
mesada de piedra. Y en lugar de una pileta
había un fuentón de lata. Algo hervía en una
olla negra,-Estoy preparando Llna cena especial para
esta noche, como bienvenida -dijo la tía, y
mencionó el nombre de una comida total'
mente desconocida para Omar.-¡Ah! ¡Qué cansada...!Vení, charlemos un
ratito -ella se desplomó sobre una silla.
Omar no sabía de qué hablar con la tía,
pero no hizo falta, porque ella empezó a
contarle que una vez conoció a un indio que
cuando estaba cansado se sentaba sobre una
piedra un rato largo, y al levantarse decía
que ahora era la piedra la que estaba cansa-
da. no é1.
I
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-¡indio loco! -dijo, y lanzó una carcajada.La tía tenía una linda risa. Omar se sorprendióriéndose, también. No sabía si por el indio opor la risa de la tía,
Después ella le contó que fabricaba lám.paras de madera que se vendían en la capital.
-Pero estoy harta de hacer siempre las mis.mas. Ahora que estás acá me podrías dar algr.rnasideas, inventar formas nuevas, ¿te gustaría?
En ese momento Omar pensó que no ibaa extrañar su casa. Que no iba a extrañarpara nada.
-¿Querés conocer tu cuartol -le preguntóla tía.
Su cuarto era pequeño. La cama tenía unacolchado rojo y verde, tejido por los indiosseguramente, pensó Omar.
-Este lugar es tuyo. Acá nadie te va amolestar.
La tía volvió a la cocina. Omar se sentó enla cama y observó la habitación. Recién nota-ba que el piso era de ladrillos.
Entonces vio una hormiga.Estaba sola. Iba y venía, como si se hubiese
perdido. Pero en ese momento a Omar no lellamó la atención. No le llamó la atención enabsoluto.
n la casa de la tía Poli el día comenza-ba a las ocho de la mañana, con el desayuno.
Después le seguían las actividades, que eranvariadas y dependían del dia. Los lunes, miér-coles y sábados se iba al pueblo, donde la tíahacía el reparto de los huevos que recogía desu gallinero. Uno de los medios de vida de latía Poli era vender huevos a los almaceneros.Los otros días se dedicaba a atender la casa,la huerta, las gallinas y a la fabricación de laslámparas.
En el pueblo también se ocupaba de hacertrámites, "diligencias" las llamaba, para "genteque no se puede defender sola".
4
M I¿ v ;
Aunque a veces el trabajo era mucho, Omar
percibía que la tía Poli no se quejaba, siempre
hacía las cosas con ganas.
Desde el primer día 1o incluyó en los queha-
ceres diarios, las cosas más simples, al princi-
pio: tender las camas, barrer el piso de la casa,
sacar agua del aliibe para mantener lleno el
fuentón en la cocina, el bebedero del caballo
y la lata del perro Roberto'
Aunque en su casa Omar protestaba cuan'
do le pedian que hiciera cualquier cosa, ayldar
a la tí¿r Poli lo entretenía' le gustaba'
I.Jn momento especial del dia era cuando
hacía de comer. A la verdura la cortaban fresca,
de la huerta, y al pan 1o amasaba ella misma
una vez a la semana. Y mientras el pan estaba
en el horno, seguía amasando para hacer talla-
rines, que después secaba al sol.
La tía Poli ponía mucho énfasis en la comida.
Mientras su mamá se preocupaba por estar
delgada, a la tía no le importaba para nada ser
gorda.
La tarde del segundo día conversaban en la
cocina mientras la tía molía maíz en un mor'
terito. Omar estaba sentado al lado de la ven'
tana. Desde allí podía ver' a pocos metros, un
árbol seco, "muerto de viejo", di¡o la tía. Pero
Omal la miraba a ella, que le contaba de un
episodio en el sur, cuando vivía en un pueblito
y con sus habitantes armaron un cordón huma-
no para proteger el bosque. lJna empresa lo
quería talar. Hubo gritos y amenazas hasta que
en un momento se dio ta orden de que las
máquinas avanzaran, seguros de que ellos se
iban a correr antes de ser aplastados. Pero no
1o hicieron. Aunque ya tenían las máquinas
encima, se quedaron quietos, pegados unojunto al otro. Y las máquinas, finalmente, se
detuvieron cuando estaban a sólo diez centí'
metros de sus cuerpos. Diez centímetros. En
ese momento del relato, Omar percibió un
movimiento, afuera. El árbol, que antes esta-
ba muerto, parecía lleno de hojas agitándose.
En menos de cinco minutos se había llenado
de pájaros.-¡Mirá, tíalLa tía se asomó, y dijo:-Ya son las seis.Entonces tomó el mortero con sus dos manos
y salió. Comenzó a esparcir el maíz en la tierra y
con un breve alboroto los pájaros bajaron a
comer cubriendo ahora el suelo y dejando el
árbol nuevamente desnudo.-¡Aparecieron todos juntos! -dijo Omar a
través de la ventana.-Saben que es la hora...-¿Cómo saben?-Será por la luz, un reloj interno... no sé.
Y allí estaban todos esos pájaros de diferen-
tes tamaños y colores, comiendo, uno junto al
otro sin molestarse.
2 1
L ¿
Omar no salió. Los pájaros no le gustaban
desde que escuchó que descendían de lasvíboras.
Para Omar estaba claro que la tía vivía encontacto con la naturaleza. Recordó que en la
discusión de sus padres, su papá habia dichoesa frase,
"Contacto con la naturaleza."Y también recordó lo aue había dicho su
madre, una vez:"La loca de la naturaleza."
La noche en el campo era increíblementesilenciosa. A través de la ventana, Omar obser-vaba el cielo cubierto de estrellas. Antes dedormirse pensó en los pájaros, en esa protesta
en el sur, en 1o que la tía era capaz de hacer. Nopensó mucho más que eso, porque se quedó
dormido.Más tarde, en plena madrugada, algo 1o
despertó.El perro gemía.
omo era sábado, había que ir al pue-blo. Antes de salir fueron a buscar los huevos.Era la primera vez que Omar iba al gallinero.Entraron y la tía comenzó a recogerlos mientraslos contaba. Decía algo sobre una gallina que nohabía puesto ninguno, pero Omar sólo presta.ba atención al gallo, un ejemplar dorado, con
1cafa cle pocos amlgos.-No 1o mirés mucho porque no le gusta
-le advirtió la tía, pero era tarde,El gallo avanzaba velozmente hacia é1.De un salto la tía Poli se interpuso entre el
gallo y Omar y con un cartón espantó al animal,que corrió hacia el fondo del gallinero y desdeallí volvía otra vez en posición de ataque.
_)
-Mejor sali -dijo la tía.
A Omar nunca le había pasado algo así con
un animal. El gal lo, la si tuación, 1o habían
impresionado. Pero trató de que su tía no se
diera cuenta. Por otra parte, le había gustado
que ella 1o defendiera.Después de todo, é1era el sobrino. Si la tía
no tenía hijos, pensaba Omar, él era una especie
de hi¡o.
La tía ató el caballo al sulky y partieron.
Cuando enffaban al pueblo, Omar vio que
ella hacía mala cara al pasar por una casa.-lQué pasa, tíal-Nada, ver esos árboles podados...
Omar vio que la casa tenía sus dos árbolespodaclos casi hasta el tronco y que de la punta
aparecían apenas unos brotes verdes.-No entiendo de dónde saca la gente que
podar así es bueno -agregó la tía.
Cada invierno, el padre de Omar podaba los
árboles de la vereda, por eso se mantuvo callado.-No solamente quedan espantosos -ella
cont inuó-, s ino que es totalmente innece-
sario. . . Ah, para qué voy a hablar -hizo ungesto de fastidio.- Me pregunto si a la gente
que poda le gustaría que todos los años la cor'
taran un poquito -di1o, y de pronto tio, con
su risa linda."Gente desaprensiva", pensó Omar.
Dejaron el sulky frente a la plaza.-Primero vamos a hablarle a tu mamá, des'
pués tengo que ir a los almacenes y al juez de
paz. Vos hacé 1o que quieras... -di¡o la tía.
Fueron a las cabinas telefónicas, que esta'
ban en la vereda del correo, cruzando la calle.
La tía aguardó afuera mientras é1 hablaba
por teléfono. Atendió la madre, ansiosa,
esperando su llamada. "¿Está todo bien?", le
preguntaba, y él respondía que sí. Le contó
que esa tarde iba a bañarse en una represa que
había en el campo de la tía, que se estaba divir-
tiendo. Ella le pidiO, otra vez, que se cuidara,
que estuviese atento. Omar recordaba que en
la discusión de aquella noche, le había dicho
a su padre,"No me deja nada tranquila que estén allí
solos, ais lados de todo, en el medio de ese
monte",
Con la tía quedaron en encontrarse en la
plaza, al mediodía. Omar fue a dar una vuelta
por el pueblo. Era pequeño y en menos de
una hora ya 1o había recorrido. Le gustaba
Obispo Trejo, no sabía si porque le gustaba o
porque estaba en un lugar distinto a su casa'
Notó que 1o miraban. Pero era lógico' pensó,
porque era un forastero.También advirtió que no habia sulkys.
Había bicicletas, autos, camionetas y una que
otra moto. La tía Poli era la única que andaba
en sulky.
26
Fue en ese paseo que Omar vio aquel nego-cio con el cartel de chapa negto y letras ama-rillas que decía: VIVERO.
De regreso, Omar se acordó de la conversa-ción con su madre. Pensaba en los peligros. Se leocurrió preguntar:
-¿Hay pumas por acál-No creo que queden. Entre la tala y los
cazadores los han diezmado...Diezmado. Omar imaginó que esa palabra
quería decir matado, o más, liquidado. Quedespuris de eso no quedaba nada.
-¿Y'nunca te dio miedo encontrarte con unpuma, tía?
El la esbozó una sonrisa, una sonrisa queOmar no comprendió,
-H"y cosas peores que un puma.
6
n los días que siguieron Omar apren-
dió otras cosas. Hacer fuego en el horno de
barro, cebar mate y cortar leña, con una técni-
ca que le había enseñado la tía Poli. También
aprendió a sembrar, a atar el caballo al sulky y
a llevar las riendas cuando iban al pueblo. Nada
del otro mundo, pero ahora, si quería, estaba en
condiciones de vivir solo, le diio la tía.
En la casa no había televisión ni radio. Só1o
un tocadiscos viejo y un montón de discos
negros que la tía cuidaba como si fueran de oro.
Omar nunca había escuchado esa música, la
música de la tía, pero con el correr de los días
algunas canciones terminaron gustándole.
Ella ponía discos después de la cena. Y tenía
la costumbre de tomar café mientras armaba su
cigarrillo para fumar. Decía que a los compra-
dos les ponían muchos químicos, mucha por-
quería. Y charlaban, de lo que había pasado
en el día, o de cualquier tema.
La tía siempre decía cosas, cosas que a él le
parecían importantes. Hablaba de la vida, de
la supervivencia, de las dificultades del plane'
ta, del amor. Hablaba de una manera que
Omar no había escuchado en su casa. De una
manera que no conocía.
Con Roberto jugaba casi todas las siestas' y
si hacía mucho calor iban a la represa. Roberto
sabía nadar. La tía decía que todos los perros
saben nadar. Sin embargo, Roberto sabía hacer
una cosa diferente a los otros: abrir la puerta de
la cocina. Del picaporte, como una petsona.
No era muy obediente. Omar pensaba que
no entendía. Según la tía Poli, Roberto sí enten-
día, pero sólo hacía lo que le interesaba.
Su cucha estaba al lado del gallinero, "por
los zorros", decía la tía. Pero a Roberto le gus-
taba dormir en el ffapo para limpiarse los pies,
bajo la puerta de la cocina, afuera, en la galería.
Una tarde la tía volvió del gallinero con
todos los cartones de huevos vacíos:-Las ponedoras están vagas, no sé qué les
pasa -dijo.- Y yo también. fuí que vamos a dar
un paseo por el monte. ¿Té parece?
A Omar le resultaba incómodo caminar en el
monte, enffe la maleza y las ramas de los espini-
llos, tan bajas. De pronto, algo le cubrió la cara.-iAhhhg..!
Era una tela de araña. Después de despegár'
sela del rostro, Omar comenzó a destruirla.-¡Bueno, no hace falta destruir todo...l-dijo
la tía Poli.- Es la casa de la araña. Ella no que'
ría molestarte. No sé cuál es la razón para
romperla así, ensañarse...Por el tono en que la da dijo eso Omar no se
sintió retado, pero se dio cuenta, se dio cuenta
perfectamente, de que el asunto era serio.
Más adelante percibieron un olor. Un olor
fuerte y desagradable. Provenía de atrás de
unos matorrales.-Es un animal muerto -dijo la tia.
Dieron unos pasos hasta que pudieron verlo.
Adentro estaba todo comido. Se alcanzaban a
ver algunas costillas, y había una nube de mos'
cas, zumbando alrededor. Por los dientes, a
Omar le pareció un conejo.-Una liebre -dijo la tía.-¡Se lo comieron todo!-exclamó Omar.-
¿Quién pudo hacer esto/-No sé.. .-Pobrecito... -dl¡o Omar y la miró.
Ella se encogió de hombros' en un gesto
que él entendió como:'Así es la naturaleza".
) n
A la tarde estaban tomando mate en la coci'
na. Hablaban de la contaminación. Y la tía le
contó de una nube tóxica, una nube tremenda
que se había escapado de una ciudad rusa,
hacía ya muchos años. Y cómo e[ viento la des'
plazó pror el continente, envenenando todo 1o
que encontraba a su paso.-Todavía el planeta está pagando por ese
accidente... -dijo ella moviendo la cabeza.-¿Y qué se puede hacer tía?-Dejarnos guiar por la naturaleza. Confío
en que ella encontrará la forma... no sé.
Omar no entendió qué quiso decir su tía
Poli. Le habia pasado antes. Pero le gustaba
que dijera que no sabía, que se hiciera la que
no sabía. Porque sí sabía. El tenía esa sens&
ción, y era una sensación verdadera.
En eso abrieron la puerta. Era Roberto.-¿Por donde anduvo, Roberto? ¿Haciendo
sus cosasJ -le preguntó la tía.
El perro Roberto movió la cola dos veces y
se echó al lado de la mesada.-La otra noche me pareció que el perro
estaba llorando -comentó Omar.-¿Roberto?-Sí, lo escuché desde la cama.-Mmm...-¿No sabés qué le pasaba, tía?-Habrá tenido una pesadilla.-¿Una pesadilla?-¿No sabías que los Perros sueñan?
7
na siesta Omar se metió en el monte,
solo. Tomó por el sendero que conocía, pero
después se desvió' Era impresionante la canti'
dad de caminos que había en el monte, de
todos los tamaños.La noche anterior hablaban de las lámpa'
ras con la tía, que quería ideas nuevas' En
pocos días tenía una entrega. A é1 no se le
hnbiur-t ocurrido muchas cosas. Por eso ella
le aconsejó que fuese al monte y que buscase'
Algo, la forma de una rama' le podía sugerir
u n a i d e a .Se había pfopuesto encontrar una buena
forma, dist inta, algo que la t ía no hubiera
? ?
visto antes. Quería sorprenderla, dejarla conla boca abierta.
Caminaba obseivando las ramas secas enlos árboles, y tarnbién en el suelo, las que yahabían caído.
Por eso vio la huella.Parecía de una bicicleta, pero eso no podía
ser. Allí no había ninguna bicicleta.
¿La huella de una víbora1'lhmpoco.
La huella de una víbora tendríacurvas y esta era recta, totalmente recta.
Hacía un rato que estaba en el monte y yase dab,a cuenta de que no era tan fácil hallaruna rama interesante, algo que pudiera servirpara una lámpara.
En eso pensaba cuando le pareció ver, en losrelieves de la corteza de un árbol, un paisaje.Arriba se formaban dos montañas, y debajootras figuras. Primero vio una casa. Después, unhombre y una mujer. La mujer no era exacta-mente una mujer. Era una mujer, pero estabadeformada. La casa tampoco podía distinguirsebien. Y al hombre le faltaba un brazo. Corrían.Parecían huir de la casa, aterrorizados.
No era una linda forma para una lámpara,pensó, A la tía no le iba a gustar. Ella tampo-co trabajaba con partes vivas de los árboles. Yese árbol estaba totalmente vivo.
Además, no quería que su tía pensara queél veía cosas.
Al dia siguiente fueron al pueblo. Omaracompañó a la t ía a un almacén, y pasaronfrente a la iglesia.
La iglesia de Obispo Trejo era enorme. Deladrillos rojos y un campanario a la izquierda.Cuando cruzaban por el frente, Omar se persig-nó, pero la tía Poli pasó como si nada.
La tía Poli no creía en Dios. Creía, decía, enla naturaleza. Ante esto, Omar pensaba que latía no pensaba que al.guien tendría que habercreado la naturaleza. Pero no dilo nada. A dife-rencia de su madre, con quien tenía discusiones,nunca se le habría ocurrido contradecir a latía Poli. No porque le tuviera miedo. Ella noparecía de las que pudieran enojarse.
O al menos no se lo imasinaba.
A la vuelta iban despacio, porque hacíacalor. La tía Poli decía que no hacía falta esfor-zar al animal con esa temperatura.
Faltaba poco para llegar cuando Omar vio,a cierta distancia, una línea negra que cruzabael camino de t ierra. No di jo nada hasta queestuvieron más cerca. Pero aún no podía dis.tinguir qué era eso.
Necesitó estar casi encima para darse cuenta.Entonces señaló esa línea recta, viviente, y dijo,
-¡Mirá tía, hormigas...!
M
Omar se le ocurrió que Podía hacer-
le un regalo a la tía. Una cosa que le gustara
mucho. ¿Pero qué?
Algo de la naturaleza' A su mamá y a sus
otras tías les encantaban las flores, los jardines'
La tía no tenía jardín. Eso era. Plantas que den
f lores para que la t ía Pol i tenga su jardín'
Rega lo Je é1 .Prefirió no contárselo a su madre. El nunca
le había hecho un regalo a ella de esta manera'
con su propio dinero, Porque sí.
Sospechaba que su mamá tenía miedo de
que la tía Poli le gustara más que ella. Que le
gustara, no que la quisiera. Pensaba que su
mamá debía estar celosa. ¿Creía que él hubie'
se querido que ella fuese como la tía Poli, queno lo controlaba? ¿Eso creía?
En el pueblo, después de hablar por teléfo-
no con su madre, fue al vivero. Desde la vere-
da, Omar vio una hilera de plantas debajo de
un cartel que decía "Rosales". Las rosas eran
las favoritas de las mujeres. No se podía equi-
vocar. Las plantas eran muy pequeñas. Con el
dinero que tenía le alcanzaba para comprarquince. Un jardín entero.
Entró. Un hombre de bigotes, en el fondo
del negocio, estaba agachado sobre un cajón de
tierra. Omar saludó pero el hombre no respon
dió. Recién después de un momento se levantó
y se acercó a é1.-Buenos días -saludó otra vez Omar.- Estoy
buscando plantas de rosas, para un regalo.
Quince, de distintos lolores.El hombre lo miró sin decir una palabra.
Fue hasta la fila de plantas y separó quince.
Omar se preguntó cómo sabía de qué color
era cada una, si aún no habían florecido,pero decidió callarse. Después sacó el dineropara pagar.
-¿Y cómo vas a llevar esto? -la voz del
hombre era áspera, desagradable.Omar no había pensado en eso:-No sé.. .
El hombre caminó hasta el fondo y desdeallí volvió con un cajón de madera que dejó enel suelo.
-Ponélas ahi -di¡o, y volvió a lo que estatrahaciendo.
Omar acomodó las plantas, se puso la mochi-la al hombro, tomó el cajón con las dos manosy salió. Estaba contento, pensaba en la caraque pondría la tía cuando las viese.
Esperó en el sulky poco más de mediahora cuando la vio venir, caminando a suestilo, entre la gente. Había mucha gente a esahora en la calle. Al lado de las otras mujeresdel pueblo, Omar se daba cuenta, la tía erarara,
-Bueno, listo... -dijo ella cuando subió alsulky.
-¡Mirá tía, te compré un regalo!, ¿te gustan?La tía miró el cajón con las plantas y sonrió
apenas. Omar tuvo la impresión de que noestaba muy contentat
-¿No estás contenta, tía?-Claro que sí... -ella le pasó una mano por
el pelo.-Ahora son chiquitas, pero van a crecer.-Por supuesto.-¿Las plantamos cuando lleguemos?Ella miró el cielo,-Me parece que esta noche llueve. Es mejor
mañana, con la tierra húmeda.
{
Cuando llegaron a la casa, Omar dispusolas plantas al costado del al;ibe, sacó agua y lasregó. Opinaba que la tía no estaba entusias-mada porque los rosales aún eran muy peque-ños. Pero cuanclo los quince crecieran, cuan-do se desarrollaran y florecieran, con rosas de
3s todos los colores, iba a ser maravilloso.
Esa fue una noche calurosa. Sacaron las repo-seras a la galería. En el horizonte, cada tanto, seveían los relámpagos de la tormenta que se ave-cinaba. Pero aún estaba todo calmo y sólopodían escucharse los grillos cerca de la casa.Omar pensaba que la tía tenía razón, con latierra húmeda iba a ser más fácil plantar lasrosas) y si era barro mejor.
En la charla de esa noche, ella le contóque una vez había ayudado a una india a robaruna oveja. La mujer estaba convencida deque esa oveja era la reencarnación de su hilomuerto. Las descubrieron. El dueño del campofue a la casa de la india, indignado. La india llo-raba a lágrima viva, y mientras ambos tironea-ban de la oveja, la tía, a los gritos, 1o acusabade quitarle el hi¡o a esa mujer.
Ella sonrió, con aire de nostalgia:-Recuerdos de mi etaoa mística...-¿-fu etapa mística?-Sí, tuve mi etapa mística, mi etapa
pintora, mi etapa de luthier, mi etapaGreenpeace.,. y así.
-¿Y ahora en qué etapa estás, tía/
El la miraba hacia el monte, por 1o que
Omar no podía ver su rostro, pero después de
un breve silencio escuchó,-No sé cómo llarrrarla.
dede
9
r\aU u a n d o O m a r d e s p e r t ó a l a m a ñ a n a
siguiente, se asomó por la ventana y vio que la
tierra estaba seca, igual que el dia anterior.La tormenta había sido sólo una amenaza."No importa", pensó. Iba a regar todo lo
que hiciera fal ta para plantar esos rosales,
como si hubiera llovido.La tía no estaba. Había salido temprano a
despachar las lámparas. Omar decidió no espe-
rarla. Iba a hacer todo el trabajo solo, para
darle la sorpresa. Tomó la pala y fue hacia el
aliibe.Al llegar, se detuvo de golpe. No 1o podía
creer. Miraba una v otra vez lo que habia
&2
quedado de su regalo, y en ese momento sin-tió que iba a llorar.
Los rosales, Ios quince, estaban totalmentepeladcss.
Eran las hormigas. No tenía ninguna duda,los habían comido las hormigas.
Malditas.Comenzó a buscar alrededor del aljibe, pero
no encontró nada. Tampoco bajo los árboleslrutales. Al parecer los hormigueros no estabanpor ahí. En su búsqueda se aproximó al galli-
nero, pero no se acercó mucho.Desde adentro, el gallo 1o miraba.
No tenía más remedio que esperar a la tía.Ella sabría cómo encontrar el hormiguero, fre-nar a las hormigas.
La tía llegó recién cerca del mediodía. Omarsalió corriendo a recibirla:
-¡Tía!
La tía Poli bajó del sulky, alarmada por
los gr i tos:-¿Qué pasa?-¡Los tosales, se los comieron a todos...!-oh...-¡No dejaron nada...!
La tía Poli fue hacia donde estaban los rosa-les, y miró el desastre. No tenían ni una hoja.Eran quince esqueletitos. Suspiró:
-Yo sabía que esto iba a pasar... Los rosales
son los favoritos de las hormigas -dijo, y dio
media vuelta rumbo a la casa.-¿Y qué hacemos ahora? -le preguntó Omar.
La tía hizo el mismo gesto que hacía su
madre cuando no había nada para hacer y entró
a la cocina.Omar la siguió:-Tía, ¿no te pafece que habría que contro-
lar el tema de las hormigas?La tía había empezado a llenar el fuentón
con agua:-¿Controlarl-Sí. Si querés yo puedo ocuparme de
e s o . . .Ella se quedó mirándolo un instante, son-
rió y, antes de salir a buscar otro balde con
agua, le dijo:-Y a vos, ¿quién te controla?
Omar no entendió qué había querido decir-
le su tía. No entendía si era un sí o un no.
Entonces decidio hablar de nuevo y ser más
claro. Cuando ella volvió, le dijo,-Si querés compro gamexane y les echo.
La tía se detuvo, como si no pudiera creer
1o que acababa de escuchar. Se había puesto
seria, de pronto, y Omar percibió un ligero
temblor en su mano cuando le dijo,-En esta casa no entran químicos.
Su voz habia cambiado.-Yo oensé...
Omar sintió, por primera vez, que ella lomirabr como si fuera un enemigo:
*¿Vos te volviste ioco?
44
10
AA¡
I \l final la tía Poli era tan ecológica, tandefensora de la naturaleza, pero los rosales que
él le había regalado, que también eran de lanatural.eza, no le importaron para nada.
Si por é1 fuera, todas las hormigas podían
morirse. Si por é1 fuera, las mataría.
11
Afl l-orzaton en silencio, y después de
la siesta la tía perrnaneció en el tallercito' tra-
bajando. Pero a la hora de la cena ya era la
misma de siempre.É1 t-ro r. sentía el mismo. Pero trató de que
ella no se diera ctlenta.
Después cle servir el café, la tía apareció con
un libro:-Mirá -le di¡o.- Tengo esto para que leas
soble las hormigas.Era un libro viejo, y en la portada clecía: El
mundo de Las hormigas.-Aunque r1o parezca, las horrnigas tienen
muchos efectos benéf icos para el planeta' . .
4S
-ella comenzó a decir, pero de repente se
calló, tomó la mano de Omar entre las suyas'
y le clijo:-Lamento mucho el modo en que te hablé
hov.
Esa noche, en la cama, Omar hojeó el libro.
Primero miró los dibujos. Tenía sólo tres,
hechos en tinta, con muchos detallest
Vio un ejemplar de hormiga cuya cabeza era
cuatro veces más grande que el cuerpo. Y 1o
más grande de la cabeza eran las mandíbulas.
Vio otro ejemplar con alas. Era una reina,
y estaba volando. La boca semejaba un pico
enorme. Y en sus patas llevaba otras hormigas,pequeñas, "obreras".
Vio una casa dibujada y debajo un hormi-guero del triple de su tamaño. Mostraba laproporción antes de que la casa quedara ente'
rrada en el hormiguero, después de una lluvia
de nueve días, en 1907, en China.Todos sus habitantes habían muerto.
Después de ver los dibujos, Omar buscó en
el índice.Leyó:
Índ.ice
I n t r o d u c c i ó n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
H is to r ia de las t ro rmigas . . . . . . . . . . . . . . . . ' . . . ' . .1 '2
Hormigas : e l o t ro mundo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .25
E l h o r m i g u e r o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 7
Hormigas y medio ambiente... . . . . . . . . . . . . . . . 52
Hormigas invasoras... . . . . . . . . .67
Espec ies pe l ig rosas . . . . . . . ' . . . . .81
Relac ión con o t ras espec ies . . . . . . . . . . . . . ' . . . . 1O1
En ningún lado decía cómo matarlas. Pero
no importaba.É1 las iba a buscar y las iba a encontrar.
L2
\ /Y- I d ice también que son de l mismo
tipo de las abejas y las avispas -comentó Omar
en la cena. Quería que la tía supiese que él
leía el libro, que estaba ínteresado.-Especies organizadas.. ' -comentó el la
mientras llegaba con la fuente humeante a la
mesa.-¿Y sabías que hay más hormigas en el
mundo que seres humanosl ¿Y que si quisie'
ran, si tuvieran la inteligencia, podrían liqui'
darnos?La tía rio, como si eso le pareciera ridículo.
O como si fuera diuertido. Omar la observaba
mientras ella servía la comida.
La tía se reía, pero en el libro él habia leido
cosas de las hormigas que no eran para reír.
El clia siguiente era día de amasat' y Omar
frre a buscar leña al monte, encendió el fuego en
el horno y ayudo a la tía a estirar la masa, por-
que ella había amanecido con dolor de espalda.
Después se ofreció para remover la tierra de la
huerta y recoger hojarasca y palitos para el pozo
de humus.Habia empezado a buscar el hormiguero.
El tibro explicaba que había de muchos
tipos. ,{lgr-rnos estaban hechos de hojitas y pali-
tos, pero otros, los más dificiles de hallar, eran
apenas una grieta, un huequito perdido en la
tierra.Y por dentro podían ser colosales.
Cuando al otro dia hablo por teléfono, su
madre se dio cuenta de que le pasaba algo.
Pero él decidió no contarle nada. Ni del regalo
n i de nada.No l-rabía planeado ir al vivero' pero cuando
salió de las cabinas fue directamente hacia allí.
Entró. El hombre estaba detrás del mostra'
dor. Omar saludó y dijo,-¿Sabe qué pasó? Las hormigas se comieron
todos los rosales que llevé el otro día...
El hombre permaneció en si lencio.-Quería preguntarle si hay alguna forma
natural de combatirlas. Algo natural -remarcó.
-¿Natural? -a Omar le pareció que el hom'
bre había sonreído al decir esa palabra.
Entonces abrió un armario de madera medio
destartalado. Sacó una bolsa de nylon llena de
un polvo rojo y se acercó a Omar. Le tomó el
brazo, le puso la bolsa en la palma de la mano,
y le dijo en voz baja:-Esto.
En el viaje de regreso la tía Poli le contaba
del proyecto nuevo para hacer conservas, y del
anterior, que había fallado. Le decía que esta vez
iba a empezar por los pimientos. Pero Omar
iba en silencio, con la vista en el camino. No
podía mirarla. En su cabeza sólo daba vueltas
el veneno, la bolsa de polvo rojo sin marca ni
nada que llevaba en la mochila y la conversa'
ción que había tenido en el vivero:
-Pero esto es... químico -habia dicho Omar
con la bolsa en sus manos.Como única respuesta, el hombre tomó un
jabón y dio unos pasos en dirección a un grifo
que estaba entre las plantas. ¿Después de tocar
ese veneno habia que lavarse las manos? ¿Esole quería decir?
-Mi tía cree que está mal matar a otros
seres vivientes... -continuó Omar.
El hombre no 1o dejó tetminar:-¿A las hormigasl Las hormigas, si pudieran,
te comerían.
T3
rilg
{i L*TA . f , . "y q r " a tacar e l hormig t re ro ,
directamente", había . l icho el l - ron-rbre. Nrr
perder el tiempo espolvoreando los caminit,rs,
las plantas. Encontrarlo y llenarlo de t'enencl,
poco a poco, para clue entre la mayor crr t l t i -
clacl posible.
A Omar se le había ocurr ic lo que adet l i is
era Lula bttena iclea colocar Llna pieclra enct-
ma, así no podrían salir. Las horrnigas no eran
tan fuertes com() para lnover una pieclra.
La t ía no se enteraría. La t í¿i ni se claría
cuenta.
-¿En qué estás pensandol -escuchó la voz
de ella, a su lado.-En las conservas' en lo que vos decías"'
Omar estaba pensando en dejar la mochila
en su cuarto hasta que ella se acostara a dor'
mir. Entonces elegiría el mejor lugar para escon'
der el veneno. Un lugar seguro'-¿Seguro?-Sí, pensaba que vas a necesitar muchos
frascos p"t^ g,-,"tdar los pimientos"' -se le
ocurrió decir a Omar.-Para eso tengo una idea -dijo la tía y comen-
zó a contársela.Est¿rban llegando a la enmada de "El Refugio"'
A esa hora el monte se veía todo del mismo colot,
algo desteñido por el sol del mediodía' Una
bandada de palomas cruzó el cielo'
Guardar el veneno presentaba un proble'
ma: necesitaba un lugar seco, protegido de la
lluvia. Pero no podía guardarlo en la casa'
Tampoco en el tallercito ni en la piecita de
las herramientas. La tía andaba por allí ' Tenía
qlre encontrar otro lugar...
Bajó del sulky con la mochila bien sujeta a
su cuerpo. La tía caminaba hacia la casa' pre-
guntánJole cosas a Roberto. Omar observaba
álred.dor. Veía el aljibe, el gallinero, el pozo de
humus, la leñera'.. el horno.
Airn faltaban cinco días para que se abriera
el horno.
-Bueno, me voy a acostar un ratito -dijo
finalmente la tía, después del almuerzo.
Omar esperó en la cocina. Sin hacer ruido'
atravesó el pasillo hasta su dormitorio' Vio
que la puerta del cuarto de ia tía estaba entre-
abierta. Se asomó. Dormía' Fue a su cuarto,
sacó la mochila de debajo de la cama y salió
de la casa.
El horno era de barro, con la forma de un
iglú. Al frente tenía dos puertas de chapa,
cerradas con un pasador. Corrió el pasador, las
abrió y sacó la bolsa de veneno de la mochila
con mucho cuidado. La sentía en sus manos'
blandita. Y le dio miedo de que pudiera rom-
perse. Ese nylon parecía muy delgado.
La dejó bien en el fondo.
Cerró las puertas, y antes de correr el pasa'
dor, sintió que no estaba solo. Allí había alguien
más.Y giró la cabeza hacia donde percibía esa
presencia.Roberto 1o estaba mirando'
56
14
'Fl
LI--rl l ibro iba a ayudarlo a encontrar el
hormiguero. Con lo que habia leido, por ejem-plo, ya sabía algunas cosas.
Leyó que durante el vuelo nupcial la reina
debia encontrar un lugar. Un lugar propício,
confortable, protegido. Al l í comienza a poner
los huevos y a formar su colonia. Con el tiem-po, esa pequeña colonia se transforma en Llnasociedad. Hay hormigas obreras, guerreras,
exploradoras.. .La pregunta era: ¿en qué lugar, de todos los
lugares de la casa de la tía, había deciclido la
reina formar su colonia?
60
Una pequeña fisura en el suelo, el leve
intersticio que separa una piedra de la tierra,
podía ser la boca del hormiguero.La entrada del hormiguero se llamaba
boca.Primero habia que encontrar una boca
activa. Una boca activa, según el libro, perte'
nece a un hormiguero habitado y se reconoce
porque alrededor la tierra está ligeramente
removida.
Buscó cerca del aljibe, de la casa, levantó
piedras, revisó debajo de los arbustos' Iba de
aquí para allá con la esperanza de tener suerte
y encontrarlo de un momento a otro.
Pero eso no ocurrió.Cc¡ntinuó buscando, hasta que en un
momento se dio cuenta de que se fijaba en
los mismos lugares, una y otra vez. Estaba per'
diendo el tiempo.Necesitaba organizarse. Si continuaba así,
no iba a terminar nunca.
Esa tarde la tía le preguntó si tenía ganas de
ayudarla con las lámparas nuevas. Fueron al
tallercito. Estaba lleno de herramientas, pintu'
ras, maderas... A Omar le dio un poco de pena
ver el esfuerzo que hacía la tía para sentarse y
acomodar su cuerpo entre todos esos üastos.-Esto me ha quedado chico... -comentó
ella antes de mostrarle una rama que estaba
sobre la mesa:
-¿No parecen los cuernos de un ciervol-dijo, y le contó la historia de un hombre quehabía conocido en el sur. fjn cazador de cier-vos, por lo tanto alguien no querido por la tía.Después de una denuncia, ese hombre comenzóa molestarla. La había apodado "la Verde", y,
cada vez que se la cruzaba en el pueblo, disi-muladamente le hacía alguna burla.
Una amiga de la tía, que era fotógrafa, nopodía soportar esa si tuación y un día deci-dió hacer algo. Sin que é1 se diera cuenra,le tomó unas fotos, las amplió, y a cada una letrucó unos cuernos de ciervo que la tía habíahecho en madera. Al otro día a la mañana,el pueblo amaneció con las fotografías de esehombre en cada poste de la calle principal. Entodas sonreía, con sus cuernos, y abajo podíaleerse, "Temporada de Caza".
La tía lanzó una carcajada que estreme-ció a Omar, que comenzó también a reír. Ypor un rato, ninguno de los dos pudo seguirhablando.
-¡Después nos dio miedo de que nosmetieran presas.. . ! -di jo la t ía, cuando serecuperó.- A los días supe que intentó ir ami casa, en el bosque. Para pelearme, supon-go. Pero nunca llegó. Al parecer, en el caminotuvo un accidente. Un enjambre de avispas 1ohabía atacado. Los que lo vieron dicen que
cuando pudo salir del bosque ya era una bolade carne.
Omar trató de imaqinarlo.
6?
-¿Se murió?*Sí, pobre...
Un incidente ocurrió esa noche.
Fue en la cocina. La tía Poli terminaba de
cocinar y, mientras sacaba la olla del fuego,preguntó:
-¿No vio donde puse el colador, Roberto?
Roberto la miró. Y a Omar le pareció por
un momento, un momento muy fugaz, que el
oerro iba a contestarle. L5
úI
I-¡a toilnenta se desató antes cle que se
acostaran.Primero. las ráfagas del viento, cada vez
más fuertes, los l-rabían obligado a cerrar toclaslas ventanas de la casa. Después, el sor-riclo de
los truenos que se acercaban, como los pasos
de un gigante. A cada golpe, las paredes seestlemecían, y el agua caía con una fuerzaincreíble.
Omar se levantó y encenclió una vela. Miróel techo. Se pregur-rtó si los techos de adobepodían convertirse otra vez en l¡arlo. Cayó ur-rrayo en algún lugar, cerca.
64
La tierra tembló.El cielo parecía romperse en pedazos, y Omar
tuvo miedo de que la casa pudiera venirse abajo.
Se acostó nuevamente, y comenzó a rezat
hasta que se durmió.
A la mañana siguiente, se asomó por la ven'
tana y vio el paisaje, después de la tormenta. La
tía Poli no estaba en la galería. La escuchabapor el gallinero, martil lando algo. Cuando
salió de la casa, observó las ramas de los árbo.
les arrancadas por la tormenta. La tierra, enpartes, era un lodazal. Esperaba que los cami'
nos de las hormigas no se hubieran borrado.-Ojalá esto no sea un temporal... -di¡o la
tía, que estaba en el gallinero, reforzando unas
maderas.-¿Un temporall-Sí, que empiece a llover así todos los días.
Pasaron el resto de la mañana arreglando los
desmanes que había provocado la tormenta,
cocinaron y, antes de sentarse a la mesa, comen'
zó a llover de nuevo.-Anda a dormir s i querés, t ía. Yo me
encargo de los platos -le dilo Omar después
del almuerzo.-Ah, cómo te voy a extrañar cuando te
vayas.". -ella le pasó la mano por el pelo y fue
a su dormitorio.Mientras lavaba los platos, Omar se pre-
guntaba si el veneno se habría mojado. No,
eso no podía ser. LIn buen horno debía estarperfectamente cerrado, había dicho la tía. Esono era un problema.
El problema ahora era que sólo le queda-ban tres siestas para hallar el hormiguero yestaba lloviendo.
Fue a su cuarto y tomó el libro.En el capítulo sobre tipos de hormigueros
decía que la mayoría se hallaba bajo la tierra.Pero que algunas especies habían aprendido aocultarse mejor. A perfeccionar el sitio adon-de lo construían.
Había capaces de hacerlo adentro de unárbol, por ejemplo. Aprovechaban sus cavida-des naturales cuidando de no dañar la circula-ción de savia. Porque sólo estando vivo, el árbolles proveía de las condiciones de temperaturay humedad que necesitaban.
I.Jna vez la tía había mencionado algo sobre"colaboración entre las especies". Las especlesque se ayudan entre sí.
El hormiguero, leyó, debía mantener unatemp eratura constdnte.
Eran casi las cinco de la tarde y la tía no selevantaba. La lluvia había parado, y Omar apro-vechó para ver el veneno en el horno. Estabapor abrir las puertas cuando escuchó que seacercaba Roberto. Y no le sacaba los oios deencima.
¿Qué queríal ¿Quería jugar?-Ahora no. Roberto.
(
Entonces abrió las puertas' y un frío reco'
rrió st.i espalda. un fuerte olor a gamexane salía
clel hotno.No había peus¿rclo en el olor.
66
t6
LJ^",Ténía que serguero 1o antes
cerró las puertas del horno.cuidadoso y encontrar el hormi-posible.
Ahora disponía de una información nueva.No sólo había que observar en la tierra. Segúnel libro, el hormiguero podía estar en cual-quier lado.
Tener otra forma.
El camino de las hormigas apareció en ellugar menos esperado, a Llnos metros de lagalería. Habia pasado un montón de vecespor ahí, y no lo habia notado. Era un surco
escondido entte el céspec1 y que nacía de
repente, de la nada.Lo habían hecho las hormigas, sin dudas.
Aunque allí no veía ni una hormiga. Eso
podía significar dos cosas, que no habían sali-
do por la lluvia o que se trataba de una especie
noctufna,Lo siguió. A veces desaparecía entre los
pastizales, y aparecía un poco más adelante.
El agua no 1o habia dañado. Era un surco
firme, compacto.Y se dirigía hacia el monte.
En eso vio que Roberto se acercaba, olfate'
ando el camino. Omar se acordó de esos cua'
dros donde aparece un cazador con su perro.
¿Podían los perros oler las hormigas? ¿Quéquería Roberto?
-Volvé a la casa. La tía ya se va a levantar...
Roberto se detuvo, giró sobre sí mismo dos
veces y se sentó. No volvió a la casa. Desde allí
sigr-rió a Omar con la mirada, hasta que 1o vio
entrar al monte.
Aclentro el camino se hacía más profundo,
más grande. En tramos permanecía escondido
enffe la vegetación, y más adelante asomaba
otra \,r2. Así, hasta que se perdió bajo la espesa
hojarasca de un bosque de espinillos.
Y desapareció.Omar comenzó a buscarlo en el suelo remo'
viendo las hojas, por todas paftes.
Pero no habia más rastros del camino.
Y mientras 1o buscaba encontró, a pocos
metros, el segundo cuerpo'
Al principio creyó que era un pedazo de tela
mojado en el suelo. Pero después le vio los hue-
sos, y después la cabeza, los dientes. Pertenecía
a la familia de los ratones' pero este era enor'
me. Só1o le quedaba el cuero y algunos vestigios
de carne.No estaba podrido, estaba fresco.
Esa noche, en su cuarto, Omar escuchó un
ruido en el monte, un grito. Era el grito de un
animal. "sonidos que vienen del monte", había
dicho la tía, alguna vez.
Ahora los escuchaba.
No quería apagar la vela. Tomó el libro de
la mesita, lo abrió en cualquier página y leyÓ:
"La picadura de muchísímds puede matar' Y si
uno permanece quieto, Io deuoran qtiuo."
"Son pequeñas, de un negro bril"l'ante, y uiajan
en ríos a\retddísimos. Parecen una serpiente' du'n'
que de día no se I'as puede t'er. Sólo sal'en a cazar
de noche.""AL invadir una casa, se desparraman por todas
pdrtes, como enloquecidas de hambre, buscando un
ser oivo que dettorar. No hay hueco, agujero ní ren'
dija, por dngostú que sed' donde Las hormigas car'
níuoras no se PreciPiten'"
168
t7
"\1L A si una nochc, ,- les. le el
recía algo y la tía estaba sola?
Si en esa zona habían talaclo
todas las especies tenían qlle estar
El único lugar Para refugiarse
cle la tía.
lnonte, apa-
bosques,el monte.el campcr
losenefa
18
Al-¡
f-Lt otro día amaneció con un sol bri'
l lante. La tía había ido al gallinero a recoger
los huevos mientras Omar terminaba el desa'
yuno, en la galería.
Se levantó para dejar la taza y vio una
manch i ta oscura , en e l p iso ' La manch i ta se
movía. Se agachó para ver la. Eran hormigas.
Muy pequeñitas. Se desplazaban rápidamen'
te , caminando y g i rando de una manera
extraña. Tiasladaban, como en tln cortejo fúne'
bre, el enorme cuerpo de un cascarudo' que
se resistía.Omar miraba Ia escena.
No eran ellas.
18
A¿J
I Ll otro día amaneció con un sol bri'
l lante. La tía habia ido al gallinero a recoger
los huevos mientras Omar terminaba el desa'
yuno, en la galería.
Se levantó para dejar la taza y vio una
manchita oscura, en el piso. La manchita se
movía. Se agachó para verla. Eran hormigas.
Muy pequeñitas. Se desplazaban rápidamen-
te, caminando y girando de una manera
extraña, Trasladaban, como en un cortejo fune'
bre, el enorme cuerpo de un cascarudo, que
se resistía.Omar miraba la escena.
No eran ellas.
/¿t
Según el libro, no eran las hormigas que
salen de día las que tenían que preocuparlo,
sino las otras.Las que salen por la noche.
La tía se acercaba con los cartones de huevos,-Omat, ¿me harías el favor de atar el caba'
llo al sulky/ Estoy casi lista.
En el pueblo, Omar entró a las cabinas junto
con la tía. La últimavez su mamá le había dicho
que quería hablar con ella. Primero 1o hizo él'
Después le pasó el teléfono a la tía y salió a la
vereda.Se sentó en el cordón, a mirar la plaza. Se
sentía inquieto. No había pasado mucho tiem'
po, pero le pareció que la tía se demoraba y de
nuevo entró a la cabina' Entonces alcanzó a
escuchar que ella decía:--Te digo que nada. Nada fuera de 1o normal'
Cuando salieron de ahí, la tía le pidió que
la acompañara a la verdulería. Había encargado
un cajón de pimientos amarillos, porque de esos
no había sembrado en la huerta. "Van a quedar
lindos los tres colores en el frasco", le dijo'
A1 negocio lo atendía una anciana, tan ancia'
na, que a Omar le sorprendió que pudiera estar
de p ie .- ;Doña Vicenta! Vengo a buscar los pi-
m i e n t o s . , .La mujer le sonrió y señaló un cajón que aún
estaba sin abrir:
-Llegaron ayer a la tarde. Están hermosos.-Realmente... -di¡o la tía cuando los vio.
Y agregó, cambiando de tono:- Habl¿ de
nuevo con el juez por el asunto de las fumi-
gaciones. Él dic" que para eso hay que juntar
firmas...-Es una suette que haya gente como usted,
que se ocupe de esas cosas... -dl1o rápidamen'
te la mujer, y a Omar le pareció que no quería
hablar de ese tema. Entonces 1o miró y dijo:-Anda acompañada, por Io que veo.-É1
"r Omar -dl;o la tía, pasándole un
brazo por el hombro.- Mi sobrino querido.
La anciana lo observó atentamente:-Ya es un hombre...
A la vuelta pasaron frente al vivero' El
hombre estaba apoyado en un poste, al lado
del cartel.Sin mirarlo, la tía Poli preguntór-¿El te vendió las plantasl_Sí.
-¿Por? -preguntó Omar.
Ella demoró en contestar:-Alguna vez tuvimos diferencias.
Como hacía calor, ese día almorzaron una
ensalada. Omar habia cortado la verdura de la
huerta, y, mientras la lavaba, ella le dijo:-No hace falta tanto, Omar, un poquito de
tierra del campo no va matar a nadie...
J O
Omar dewió la üsta hacia la ventana. Afuera,
el sol del mediodía caía perpendicular sobre el
horno.-¿No le parece, Roberto? -continuó la tía.
Roberto acababa de entrar a la cocina con
la lengua afuera. Se lo veía acalorado, y fue a
echarse en el rincón que le pareció más fresco.-lTiene la lata llena?
Cuando la tía preguntó eso, Omar la miró
y notó que en el cuello tenía un lunar. No le
habia visto ese lunar antes.-Ya me fijo, tía -Omar salió a la galería.
La lata de Roberto estaba hasta la mitac.-Todavía tiene -dijo cuando entró, y al
ver de nuevo a la tía, el lunar ya no estaba.
Los lunares no se mueven. ¿Y si eso no era
un lunar?Recordó a las hormigas exploradoras. Las
que andan solas, decía el libro, encargadas de
buscar lo que pueda servir de alimento para el
hormiguero y dar el aviso.
t9
mar se metió en el monte. Avanzó
hasta ilegar a la zona donde se perdía el camino.
Recomenzó la búsqueda. Era un trabajo
para hacer con rastril lo, se daba cuenta. O
con una pala.
Se acordó de que el libro decía que si se
enconffaban dos bocas activas se podía, con
una pala, t rasladar hormigas de un hormi '
guero a otro. Entonces los dos bandos pelea'
rían y se acabarían entre ellas.
Lo imaginaba como una batalla de la época
de los romanos, una cruzada violenta aden'
tro de los túneles del hormiguero, un caos que
terminaría diezmándolas a ellas mismas.
-ta
Cuando se cansaba de estar agachado se
ponía de pie y daba unos pasos observando el
terreno. I.Jna "vista aérea". Su padre tenía un
libro cle fotografías tomadas desde los aviones."Hay cosas que no se pueden ver porque
están muy cerca", le habia dicho cuando se 1o
mostró.
Más adelante algo llamó su atención, entre
los troncos de los árboles.Parecía una choza abandonada.
Estaba completamente cubierta de enreda-
deras. I.Jn cuerpo de hojas. LJna maraña. ¿Quéera eso?
Iba a tocarlo, pero prefirió ser cauteloso. ¿Ysi era el hormiguero/
Era muy grande.
Caminó alrededor. La única forma de ver
qué había adenffo era arrancando una parte
de la enredadera.Acercó una mano.Apartó unas hojas. Y rápidamente sacó la
m a n o d e a h i .Comenzó a retroceder. sin deiar de mirarlo.
¿Qué era eso?
Si se apuraba podía buscar el machete y
volver antes de que la tía se levantara. No iba a
tocarlo con la mano otra vez. Tenía que cortar
las hojas y ver. Si esa cosa era el hormiguero
habia que tener cuidado.
Omar entró a la piecita de las herramien-tas y estaba a punto de agarrar el machete.
- ¿Buscás algo?Era la voz de la tía Poli, detrás de é1.Omar se dio r,rrelta rápidamente.-No.. . nada, t ía -se apresuró a decir .
Pero sintió que la cara se le ponía colorada,cal iente.
La tía 1o miró, algo intrigada:-Vení, vamos a tomar unos mates.Ella puso el agua al fuego. Se sentaron en
la galería y le dijo:-Té noto preocupado. ¿Pasa algo?Omar no sabía qué contestar. Se quedó
mirándola, hasta que dijo,-Estaba pensando que cuando me vaya te
vas a quedar sola.Ella pareció sorprendida con la respuesta.-No sé... miedo de que te pueda pasar algo
-agregó Omar.La tía sonriór-¿Y qué podría pasarme?En ese momento Omar veía el horno bajo
los rayos del sol. Pensaba en la temperatura,hasta cuánto podía subir allí adentro.
-Yo siempre he vivido sola... -ella conti-nuó.- Y nunca me pasó nada malo. No tenéspor qué preocuparte.
La tía le acarició la cabeza con la mano:-Vos pensás demasiado, me parece.
Recién ahora se daba cuenta. La tía nuncahabía tenido miedo. Ella no percibía el peli-
gro. Se acordó de las máquinas a diez centíme-tros de su cuerpo.
¿Cómo sabe uno si está en peligro?
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mar leyó otra vez el capítulo sobre
hormigueros. Buscaba una descripción seme'jante a 1o que estaba en el monte. Pero no la
encontró. El hbro sólo decía que muchos hor-
migueros podían tomar cualquier forma.
Y él pensaba que había vida allí adentro.
Si era el hormiguero, con ese tamaño podía
tener muchas bocas.Tal vez necesitara más dosis.
La tía le estaba enseñando a Omar a pelar
tunas, al día siguiente en la cocina, cuando
Roberto abrió la puerta y entró. Se lo veía
inquieto. Iba de acá para allá, y si se echaba en
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algún lugar enseguida se levantaba. Parecía
incómodo en todos lados.- iQué le pasa, Robertol -preguntó la tía.
Omar hubiera dicho que estaba nerc.)ioso.-¿Tiene calor?Roberto se acercó a ella moviendo la cola.
La tía lo tomó del hocico y le murmuró cosas
en la oreja, como si le contara un secreto. Y de
pronto preguntó:-jQué van a hacer a la siesta?
Omar no esperaba esa pregunta.-Con este calor podrían ir a la represa, ¿no?
-ella continuó.-Sí, es una buena idea -dijo Omar.-¿Ahora está contento, Roberto?
Mejor era ir primero a la represa, a jugar al
ahogado. Y después ir a ver el hormiguero'
Estar con Roberto era una complicación.
Tenía que hacer que se portata bien, que no
fuera a provocarlas de alguna manera.
Cuidarlo. Hasta ahora todo lo que habían
comido esas hormigas era del tamaño de
Roberto.
Omar dejó el machete en una orilla de la
represa, se sacó las zapadllas, se metió en el aguay nadó. Cuando llegó a la mitad, gritó:
-¡Roberto, me ahogo...!
Roberto levantó las orejas y vio cómo Omar
se hundía en el agua, Comenzó a correr alre'
dedor de la represa, alterado. Se detuvo un
instante observando en dirección adonde Omar
habia desaparecido. Comenzó a gemir, y otra
vez a dar vueltas alrededor de la represa hasta
que, finalmente, se lanzó al agua y comenzó
a nadar.Ya estaba llegando al lugar donde lo había
visto por última vez, cuando apareció la cabeza
de Omar, que le dijo:-iAh!, cómo tardaste...
Ya iban por el monte, en dirección a la zona
del hormiguero. Omar miraba las huellas de las
patitas de Roberto, que iba delante de é1, recién
marcadas en el sendero de tierra. De repente, le
preguntó:-¿Qué pasó esa noche, Roberto? La noche
que llorabas...Omar se detuvo. El perro también, y giró
para mirarlo, moviendo la cola.-¿Soñaste1
Omar se agachó, le tomó el hocico entre
sus manos, 1o miró a los ojos y le preguntó
nuevamente:-Y si no soñaste, ¿qué Pasó esa noche,
Robertol
zl
erca del hormiguero, aminoraron la
marcha. Omar le di¡o a Roberto que se queda-
ra detrás de é1. Aunque fuese de día y no
hubiera peligro, quería tomar precauciones.
Fijarse por dónde pisaban.
Se detuvo frente al hormiguero.Ahora le parecía más grande, una especie
de monstruo. Un monstruo dormido.Imaginó a todas las hormigas ahí adentro,
como en una ciudad. Y aunque no pudieran
verlo, pensó, tal vez ya sabían que é1 estaba allí,
en ese preciso momento.Había leído que la vista de las hormigas
era mny pobre, porque perciben el ambiente
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a través de las antenas' en una extraña combi'
nación de olfato y tacto. Para el hombre los
olores son vacíos, decía el libro' Pero no para las
hormigas. Las hormigas pueden distinguir la
figura de ciertos olores.
A ellas no les hacía falta verlo.
Con mucho cuidado tomó el machete y cortó
las primeras hojas. Poco a poco, 1o que estaba
debajo fue quedando al descubierto.
Omar nunca habia visto algo así, y demoró
en comprender qué era.
Habia sido un árbol. Al parecer, una canti'
dad asombrosa de raíces de todos los tamaños
lo habían abrazado hasta estrangularlo. Y des'
pués continuaron amarrándolo y amarrándo'
se a sí mismas, una y otfa vezr como si fuera el
trabajo de un empaquetador que ha enloque-
cido. Ahora era en un engendro' un error de
la naturaleza.
¿A eso la tía llamaba "Colaboración entre
las especies"?Siguió cortando hojas. Buscaba algún ras-
tro de las hormigas' una fisura en la madera,
un hueco por donde pudiesen entrar. Si no
encontraba la boca iba a ser imposible colocar
el veneno, conseguir que el veneno las tocara.
Entonces recordó que las hormigas también
construían sus caminos bajo tierra. Túneles.
Eso podía explicar por qué el camino desapa'
recía antes de llegar al hormiguero. Y cómo
habían logrado ocultarle la boca.
Entraban Por debajo de la tierra.
Las hormigas eran muy inteligentes, no había
duda. Habían sabido encontrar un lugar seguro,
confortable, protegido.Iba a venir con la pala para hacer un trabajo
bien hecho. Cavar, encontrarle la boca y 11e-
narlo de veneno.La tía no podía seguir viviendo con ese
peligro cerca de la casa.-Vamos, Roberto.. .
A la r.'r-relta Roberto movía la cola, parecía
contento de regresar. Se había levantado unpoco de viento, que hacía susurrar las hojas
más altas de los árboles.Dos pájaros cruzaron volando, muy cerca
de su cabeza. ¿Palomas1 "Deben ser las seis",pensó. Levantó la vista y vio el cielo, celeste a
esa hora. Se imaginaba a la tía dando de comer
a todos los pájaros. Tal vez por eso miró en
dirección a la casa.Entonces vio el humo.
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CuandoRoberto levantóPero ahora corríara entendido.
En la cabeza de Omar sólo aparecía, de dife
rentes formas, el rostro de la tÍa Poli.[a tía Poli cuando le dio las riendas del sulkv,
la tía Poli contándole una historia en la galerÍa, la
tía Poli a la hora del café, riendo sin parar...
La tía Poli envuelta en una nube roja.
El viento soplaba del este. Si la bolsa explo-
taba, la nube saldría e iría clirectamente a la
casa y de ahi pasaría al gallinero.
Omar empezó a cor re r ,las orejas, desconcertado.
delante de é1, como si hubie-
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¿Adónde estaba la tía? Aún no alcanzaba averla, ni al patio, ni al horno, nada de lo que
estaba ocurriendo...A medida que se aproximaba sentía su cora-
zón retumbándole en la cabeza. Roberto se había
alejado bastante y ya rodeaba la casa desapare-
ciendo también de su vista.
Cuando llegó 1o primero que vio fue a la tía,viva, limpiando la mesa de madera. Roberto ya
estaba a su lado.Detrás, el fuego había prendido bien y las lla-
mas eran altas. No era el horno. Gracias a Diosno había encendido el horno. Omar se acercó.Su corazón aún latía tan fuerte, que creyó que
ella tarnbién lo iba a escuchar,-¡Tía! ¡Qué estás haciendo, tía!Ella retrocedió, un poco sorprendida por
la aparición repentina de Omar:-Estoy por asar los pimientos.. . -di jo.-
Escuché que a la parrilla quedan más sabrosos.Omar veía cómo el viento empujaba las lla-
mas hacia una de las paredes del horno, que
comenzaba a calentarse.-¿Querés que te ayude?-Me encantaría porque la columna me está
matando -diio la tía, tocándose la espalda.-Los voy a buscar...
Fue hacia a la cocina. Omar esperó que ella
entrase. Roberto la seguía. Apenas traspasa-ron la puerta, Omar abrió el horno, tomó la
bolsa v corrió hacia el otro lado de la casa. La
llevaba con las dos manos extendidas, lejos
del cuerpo. La bolsa estaba tibia. La depositó
en el suelo con mucho cuidado, bajo la ventana
de su habitación.Volvió al patio. La tía ya había dejado sobre
la mesa la bandeja con los pimientos, ordena'
dos en hileras de tres colores y se iba a buscar
la parrilla a la piecita de las herramientas.
Omar aprovechó el momento para ir a la
cocina y sacar otra bolsa, una más gruesa'
Después fue a su cuarto, y a través de la venta-
na levantó el veneno. Lo puso en la bolsa nueva'
que cerró con un nudo fuerte, y la guardó en
la mochila.
En un descuido de la tía, recogió el mache'
te que había tirado en la carrera, y el resto de la
tarde se quedo ayudándola con los pimientos.
A cada rato le volvían a la mente las imágenes
de 1o que podría haber ocurr ido. Imágenes
que le congelaban la sangre. Él tto había pen-
sado en eso.En el peligro de tener ese veneno en la casa.
La próxima vez que fueran al pueblo iba a
hacer 1o que había decidido.Devolverlo v listo.
Faltaban pocos días para que se termina'
ran sus vacaciones, y ahora tenía que irse
dejando a la tía con esas hormigas cerca. No
iba a poder liquidarlas, antes de que volviera
a quedarse sola.
¿La tía Poli nunca había tenido novio? Depronto se acordó del hombre del vivero. ¿Quéhabía pasado entre ellosl
¿Qrlé eran diferenciasT
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T)l--t
I. or la noche a la tía se le había pasadopor completo el dolor de espalda y estaba debuen humor. Después de comer puso uno desus discos y 1o invitó a bailar:
-Te voy a enseñar un paso de mi época.Tomaron el café y un licor de menta que
la tía había preparado y que se servía frío.Como en los primeros días, se rieron de cual.quier cosa.
Antes de acostarse, ella le pidiO que apaga.ra el generador.
Omar salió y caminó en dirección al pozodel motor. El pasto ya estaba levemente húme.do por el rocío, y apenas estuvo con los pies
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sobre la tierra, en la noche oscura' volvió a
pensar en las hormigas.Llegó al pozo, apagó el motor y apuró el
paso plrra regresar a la casa.
A ellas no les hacía falta verlo.
En el pueblo, a media mañana, Omar fue
a las cabinas y habló con su madre. Estaba
preocupada. Le preguntó como cinco veces si
estaba bien. Quería hablar de nuevo con la
tía, pero elle dijo que ahora ella no podía. Su
madre tenía miedo. Su madre tenía miedo
desde el principio.
-Se 1o devuelvo porque no encuentro el
hormi¡¡uero -di¡o Omar más tarde, entregán'
dole la bolsa al hombre del vivero.
El hombre no hizo ningún gesto, como si
eso no 1o hubiera sorprendido' La recibió, fue
al armario y la guardó.-¿Y qué vas a hacet ahora?-No sé... -dl¡o Omar.-Porque las vas a terminar encontrando
-el hombre afirmó
Omar no supo qué responder. Entonces el
hombre metió la mano bajo el mostrador, sacó
otra bolsa y se la entregó:-Esto les encanta.
Eta una bolsa blanca, con rayas azules. Tenía
marca) y era más pesada que la anterior.- lqr ponés en el camini to. . .
Al tacto parecía alimento para pájaros'
-Ellas solas se 1o llevan a Ia casita'..
Y entonces Omar vio, por única vez, a ese
hombre sonreír:-Y ahi adentro... ¡pum!
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mar examinó el camino oara decidiren qué tramo pondría el veneno nuevo. Elcebo era seguro. El hombre había dicho que
liberaba sus gases sólo adentro del hormiguero.Lo demás no corría peligro.
Cuando l legó a la zona de los espini l los,observó que el camino de las hormigas seabría en dos. No habia reparado en eso antes.
¿Cómo podía ser que no 1o hubiera visto? ¿Oera nuevol
Lo siguió un poco, desorientado. El cami-no parecía tomar otra dirección. ¿Iba o veníal
No importaba.
Las hormigas pasaban por ahí. Eso era 1oimportante. Qtr" pasaran y se llevaran el vene-no al hormiguero.
Se arrodilló junto al camino, en la partedonde se bifurcaba. Abrió el paquete y distri.buyó todo el contenido a 1o largo. Era granu.
98 lado, amarillo.Esa noche iban a ver.Desde allí, a no más de diez metros, podía
verse el hormiguero. Se preguntaba por dOndeiría el camino, bajo tierra, que llegaba hastasus bocas.
Imaginó a las hormigas esa noche, ahíadentro, oscuro, repleto de veneno, sin aire ysin sal ida.
Y si ese no era el hormiguero, tampocoimportaba. Pensó:
"Ellas solas se 1o van a llevar a su casita.esté donde esté".
z5
sa noche cenaron temprano. La t íaPoli parecía cansada y se fue a dormir sintomar el café. Omar se quedó un rato en lagalería.
Miraba hacia el monte, y la zona del cami.no. Las hormigas debían estar trabajando,pensó, o listas para comenzar. El veneno yahabia sido puesto. Ahora tenía que tranquili-zarse y esperat.
Roberto estaba a su lado, echado en eltrapo de la puerta.
-¿Cuando yo me vaya, vos la vas a cuidar ala tíal -le preguntó.
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Antes de irse a dormir, buscó la linterna enla cocina para ir al pozo del motor. Esa nocheel cielo estaba cubierto de estrellas. Cuandopasó al lado del al¡ibe, iluminó el lugar dondeaquella tarde había acomodado los rosales.Llegó al pozo y apagó el interruptor.
La casa quedó a oscuras.De regreso, iluminó nuevamente el aljibe.
Si el hormiguero estaba en el monte, lcómohabían hecho las hormigas para descubrir losrosales, tan rápidol
Entró a la cocina y cerró la puerta. Robertono se había movido de ahi. Dejó la linternasobre la mesada y fue a su habitación.
No podía dormirse. Hacía varios días que
no estaba tranquilo, se daba cuenta. Su mamáhubiera dicho, "un poco nerqtioso".
No dejaba de pensar en las hormigas, enel jardín de la tía, en el camino, tan cerca dela casa.
Hasta que se quedó dormido.
¿Oyó que Roberto lloraba?Omar se incorporó, sobresaltado. No se veía
nada. Se mantuvo quieto, atento al menorruido. Encendió la vela. Bajó de la cama, y seasomó por la ventana. Alcanzó a distinguir,bajo la puerta de la galería, algo más oscuro,una sombra negra. ¿Robertol
Decidió ir a buscar la linterna a la cocina.Ver dónde esaba Roberto, qué estaba pasando.
Abrió la puerta de su cuarro y salió. Laluzde la vela, en lugar de iluminar, llenaba desombras el corredor. Sombras que se movíanal compás de sus pasos.
Llegó a la cocina, tomó la linterna con lasdos manos y la encendió.
Recién entonces las pudo ver.Entraban por la puerta de la galería, que
estaba entreabierta. Cruzaban como una víbo.ra, enorme, brillante, el piso de la cocina.
Iban hacia los dormitorios.
¿Quién abrió la puerta?Omar trató de llamar a la tÍa, gritar, pero de
la boca no le salía ningún sonido.
¿Y Roberto? ¿DOnde estaba Roberto?Iluminó hacia la puerra. Alcanzó a ver un
pedazo del t rapo, vacÍo. Roberto no estabaalli. En su lugar, sólo veía el cuerpo de esa bes-tia. Entonces percibió las dos direcciones, por elcolor. Una negra, que salía. La otra, de regreso,adornada con una guarda amarilla. El veneno.
Lo traían.Entonces oyó el gemido, a su derecha, abajo.
Era Roberto. ¿Qué le estaban haciendo/Lovio, guarecido bajo la mesada, inmóvil, dis-
tinto. Sólo las miraba pasar, como si no pudierahacer nada, o no hubiera nada para hacer.
Él tenía que ir al cuarto de la tia, salvarla.Se pegó a la pared, por el cosrado izquierdo
del pasillo. Eso se movía contra la pared opues,ta. Las siguió con la linterna.
Entraban a la habitación de la tía.El círculo de luz iluminó una franja del
piso. El cordón se iba deslizando por el medio
de la pieza y después se perdía en la oscuridad.Abrió la puerta un poco más. Distinguió elpelo de la tía, que estaba acostada con la cabe-
za r,rrelta hacia la pared. Y vio que las hormi.gas subían a la cama, rápidas, nerviosas, ibanpor las sábanas, por la almohada, a la cabeza.
A la cabeza de la tía.Omar quiso gritar pero no pudo, algo le
tapaba la garganta del miedo. Entonces vioque la tía se movía. Muy lentamente comen-
zaba a girar la cabeza hacia donde é1 estaba,hasta que sus ojos, que estaban abiertos, lo
miraron. Era una mirada fea. de dolor, como
si ella nunca hubiera querido que él la viese
así. Pero en ese momento no podía hablar. A
esa hora de la noche el hormiguero estaba tra-
bajando, y ella tenía la boca negra y abierta,
completamente activa.
AGRADECIMIE,NTOS
A Horacio Quiroga, por sus líneas, que Omarlee en El mundo de las lrcrmigds, y que pertene-cen a "El hombre ante los animales salvajes -
Cacería del hombre por las hormigas", publi-
cado en Billiken, en 1924.A mis amigos, por sus lecturas tan valio-
sas para mí. Y mi gratitud sin fin para LilianaMachione y Miguel Angel Sánchez, sin cuyaayuda no podría haber escrito esta novela.
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