El microtaller

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1 El microtaller Un verano de escritura creativa a través de las ondas La Bella Varsovia

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El microtaller es un taller de escritura creativa desarrollado por La Bella Varsovia y Radio Córdoba (Cadena SER) cada verano, en el que se propone un viaje a través de las ondas hacia los secretos de la literatura. Este volumen reúne los microcuentos seleccionados en la edición del año 2012.

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El microtallerUn verano de escritura creativa

a través de las ondas

La

Bella

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sovi

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El microtallerUn verano de escritura creativa a través de las ondas

La Bella Varsovia

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Mienten aquellos que cifran en pocos años la vida de internet. Quizá el módem o la conexión wifi existan desde anteayer, pero no las acciones que la red nos brinda. Pinchar en un enlace y abrir una nueva ventana y conocer --gracias a este gesto-- un mundo diferente existe desde que el lenguaje se trenzó para contar historias: la palabra actúa como hipervín-culo, leído o escuchado, desde el principio de los tiempos. Y las redes sociales, aquellas que nos permiten expandir este microtaller y conversar con quienes habéis escrito y alcanzar los teclados de más macroescritores, retuiteaban o pulsaban el “me gusta” frente a frente, junto a una copa de vino o una taza de café.

En este microtaller radiofónico de verano nos gusta pensar que a escribir se aprende escri-biendo, y leyendo --y escuchando-- a los demás, y escuchando --y releyendo-- a uno mismo.

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Y que no inventamos nada, lo reconocemos, pero continuamos imaginando: otras historias, otros personajes. Desde La Bella Varsovia queremos agradecer la invitación de Radio Córdo-ba --y la colaboración de Radio Sevilla, que posibilitó las conexiones nuestras de cada día--, sin quienes este microtaller callaría, para encender esta sección durante los meses de verano; y por supuesto agradecer, también, y sobre todo, vuestro cariño y participación.

Mienten, por cierto, aquellos que certifican la agonía de la literatura en tiempos virtuales. Ojalá esta edición del microtaller, y su libro, lo demuestren.

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El recurso: explotamos el ingenio sin tropezar con el chiste.

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PrograMa de entreteniMientos

Es un programa de juegos por la tele. Los niños se ponen zapatillas de la marca que auspicia el programa. Cada madre debe reconocer a su hijo mirando solamente las piernitas a través de una ventana en el decorado. El país es pobre, los premios son importantes. Los participantes se ponen de acuerdo para ganar siempre. Si alguna madre se equivoca, no lo dice. Después, cada una se lleva al hijo que eligió, aunque no sea el mismo que traía al llegar. Es necesario mantener la farsa largamente porque la empresa controla con visitadoras sociales los hogares de los concursantes. Hay hijos que salen perdiendo, pero a otros el cambio les conviene. Tam-bién se dice que algunas madres hacen trampa, que se equivocan adrede.

Ana María Shua

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A mi padre siempre le ha gustado el arte, especialmente la pintura Barroca. Su afición se vio acrecentada cuando mi madre se fue de casa. Desde entonces ha llegado a colgar más de ochenta cuadros. Rembrandt, Caravaggio, Velázquez, El Greco; ya no queda espacio libre en las paredes, sin embargo la casa sigue estando vacía.

Francesc Barberá Pascual

Horror vacui

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ella sola, desde primera hora. Ochenta para ella sola, uno tras otro y tras otro. La mis-ma cara de competitividad en todos, todos en liza, todos el primero, todos el deseo de verla clavada y escurrirse libres, cada uno con su goma, con mucha atención a sus movimientos. Respiración contenida ochenta veces y ochenta suspiros tras la presión de la goma. Sudor en la frente de los más jóvenes, pero también en ella, una para ochenta. Y a las diez y media de la mañana, ochenta por sus manos, ochenta envases de plástico vacíos. Sádica. Satisfecha tras ochenta, una pausa. Ochenta tres veces, hasta las dos y media de la tarde, y se habrá acabado la campaña de la gripe.

Diego Román Martínez

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Verano del 80

Solía mirar el mar cuando la ducha empapaba tu cuerpo, como empapa la lluvia a los gorrio-nes, contar las ochenta olas que tarda en salir el agua caliente [de aquel grifo de hotel para turistas], tranquilo, pausado, pensando que, como los pájaros mojados, tú tampoco tendrías capacidad de volar.

Jorge Ortiz Robla

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Bye, Bye, adiós

Algunos le llaman alivio, otros le dicen justicia, mi familia no sabe qué decir. Yo, simplemente, cojo la maleta y no digo ni adiós. Ya está bien, subo al autobús, me siento y busco los cascos en el bolso...

Curiosamente, se me queda en la imagen la pegatina redonda y blanca rodeada de rojo que en la parte de atrás del bus marca «ochenta».

Vaya, justo la cifra que dictó la jueza en su orden de alejamiento.--80 y más --me dije, mientras en mi iPod empezaban a sonar los Smiths…

Bartolomé Mata

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La pareja salió del la consulta agarrada del brazo.--Ochenta. ¡Ese médico hijo de puta me ha echado ochenta años! Y tú dándole la razón en

todo. Si ya me lo dijo tu madre cuando nos casamos. «Te llevas a la más atravesada de mis hijas». ¡Podías haberme echado una mano! ¿No? --le dijo cariñoso a la mujer--. Anda, dame un beso aquí, que llego tarde a trabajar --le dijo, señalando la boca.

--Hace más de veinte años que te jubilaste. ¿No me recuerdas? Soy Merceditas, papá.

Fran

alka-seltzer o... ¿cóMo era eso?

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El personaje: exageramos sus rasgos para construirlo.

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la uña

El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan pronto como colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó la garganta de Lucía, que ni un ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel, traspasándola.

Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno la uña.

Max Aub

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Klichenko sabía que no tenía escapatoria. El agente Smith le había dado caza, había descu-bierto su doble juego. Le apuntaba con su Colt, pero Klichenko aún tenía un as en la manga. Sacó la mano lentamente del bolsillo de su gabardina y le enseñó a Smith lo que andaba bus-cando. Hizo el ademán de estrellarlo contra el suelo y Smith retrocedió; sabía que era mejor dejarlo escapar a perder para siempre el último «Pitingo».

Juan Manuel Fernández Roldán

kgB

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sieMPre Me MiraBas ojiplático cada vez que salía recién vestida de la ducha de tu casa. Tu mirada me dijo durante cinco dulces semanas que me sentías imponente. Aunque saliera despeinada, con la ropa incluso arrugada por las prisas del momento. Pero ayer me esmeré en mi salida triunfal envuelta de vaho. Y tu mirada a lo pitingo dejó claro que comenzaba el principio del fin.

Campaña “De Pitingo a Alaska”

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kurt se desPertó en su otra vida. Regresó al futuro. Conducía el Delorean. No era Seattle, no. Estaba en Cañero. No era con Courtney y su pistola, sino Rakel con su Winchester. Olía la radio del coche. Le sonaba familiar. Era el espíritu juvenil, pero el grunch en verano se de-rrite. Lo maúllan los gatos, con la luna radiando. No sabía si seguía en el infierno al que quiso marcharse, pero Rakel lo resituó rápidamente: «Macaco de acordar… Pitingo que decirte una cosa, nene… Prefiero comer flamenquín…»

Casper

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Tengo hambre, sed y calor. Aquí dentro parece que se hubiera detenido el tiempo. Los rostros reflejan un gesto entre aburrimiento y resignación, mientras unos seres autómatas vestidos de negro realizan su tarea de dejar al cliente «como un pitingo». Recuerdos de la sub-subterránea línea 6 del metro de Madrid vienen a mi memoria cuando mis párpados caen lentamente, adormecida por el zumbido de los secadores.

Mariajosé

zuMBido

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Habíamos quedado temprano. Me fui con Fran desde su casa. Él llevaba los cócteles prepara-dos en la mochila; yo, nada. Cuando llegamos, la gente se apelotonaba ya en pequeños grupos. ¡No formen grupos! Una riada bajaba desde el vial hasta el centro. El fregado apenas había co-menzado cuando vimos a Lala. Nos embozamos los pañuelos y nos pusimos mano a la obra. La cosa duró varias horas, hasta que nos dispersaron con música de Pitingo a todo trapo. Después, unas cervezas, curar las heridas y a casa. Otro duro día de trabajo para un parado.

Rafael Calmaestra

Jornada laBoral

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la alegría se ha desBordado en nuestro país. Parece que tenemos el antídoto y la solu-ción a la crisis. Está en la portada de todos los periódicos, locales y nacionales.

El culebrón del verano por fin resuelto. Más de 100 millones de euros lo avalan. Se trata del fichaje más deseado; es el crack brasileño Pitingo, al que los más enfervorecidos aficionados se han apresurado en apodar ya «Pitingooooooool».

Atónito ciudadano

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cuarenta graMos

Movimientos estudiados y esconde su soledad tras su chupa de cuero. Todo escupe autosufi-ciencia. Fuera, cuarenta grados y la rabia contenida. Sonidos ahogados contrastan con la letra de una canción... «Lucha por tu dinero», le taladra el cerebro. Una mano busca en el bolsillo con agujeros por donde escapa su vida y sonríe ante el espejo para una vez más huir a una realidad desdoblada, por poco dinero. Quizás la canción de Pitingo sea solo una señal.

Lorena

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¡Míralo, qué pitingo! Traje a rayas azules, camisa blanca, corbata roja de sea, calcetines de rombos, a estrenar. ¡Qué lustre en los zapatos negros! Los gemelos y la caena ar cuello, no podían fartar. Ni el reloj y la pulsera. To güeno. De mi abuelo Pancho. Llévatelos, te los regalo. Dejo mi retrato y la faca pegaítas a tu costao, pa’ que vayas al otro lao acompañao de tu mujer, pa’ que nunca olvides a la que te ha matao.

Lola Sanabria

Para la ocasión

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La sorpresa: no golpeamos al final, sino al principio.

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tres: donde se deMuestra que la tierra es esférica

El hombre no tenía nariz, ni ojos, ni boca.Y el rostro estaba cubierto de pelo.Me llamaron a mí, para que investigara.La encuesta no fue tan sencilla como posteriormente pudierais imaginar.Me proporcionaron el pasaje de avión, y volé hasta los antípodas. Y de allí volví al punto

de partida.Por la otra cara del mundo.Era preciso actuar con cautela, puesto que en ello estribaba el éxito de la empresa.Sólo así pude averiguar lo que averigüé, y redacté un informe de setenta y siete páginas.Del cual se deducía que: aquel hombre estaba de espaldas.

Gonzalo Suárez23

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suicidio

Nunca lo he tenido tan claro como ahora, escribiré. Y así lo vengo haciendo desde que me comunicaron la información: soy el único ser vivo de la Tierra. Junto a la notificación, los de arriba, me prometieron que velarán por mí y seré objeto de estudio. Yo, que pese a lo que pue-da suponerse lo he encajado bien, relleno hojas en blanco sin dejar de fumar y beber para dejar constancia que no les creo al igual que cuando arribaron en son de paz.

Nicolás Jarque Alegre

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«¡chanquete ha Vuelto, Chanquete ha vuelto!», gritó Pancho presa del pánico mientras trataba de recargar la escopeta de plomos. La horda se distinguía perfectamente a través del ojo de buey de La Dorada y Nerja, Nerja estaba condenada. Javi y Tito hicieron acopio de valor aferrados a una medalla de la Virgen del Carmen, sonaba la radio. Para cuando la información llegó a la costa ya era demasiado tarde. Julia, ebria y enajenada musitaba sobre cubierta «No nos moverán» con el mechero encendido junto al depósito de la casa-barco. Cuando los no muertos golpearon por primera vez aquellas viejas tablas de madera, las chicas discutían aún qué hacer con Piraña. Lo habían mordido y no tardaría mucho en dejar los bocatas de nocilla a un lado para interesarse por (lo que venía siendo) la carne humana. Bea empuñaba un cu-chillo. Todos chillaron cuando el viejo marino logró trepar al pesquero.

--Moriremos juntos, aquí, siempre nos recordarán y a ti más que a nadie, Chanquete --se

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dijo la pintora. El zippo se posó violentamente sobre el gasóleo. De fondo en el transistor, el Dúo Dinámico vaticinaba «El final del verano...»

Fran de Munchausen

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confusión en la inforMación

Pensé: «los equivocados son ellos», pero no. Jajaja… Mujer, ¿cómo te has podido confundir? Sí, me he confundido. Entre que me estoy quedando sorda, el calor del verano cordobés, el peso del trabajo prolongado desde bien entrada la mañana y, cómo no, la cervecita a la hora de hacer la comida, he errado… No es prohibitiva la palabra de esta semana. Aún se me enciende la cara como un piloto en standby y llego a una conclusión. O bien me pongo un sonotone o termino de escuchar el programa para tener amplia información de él.

Ángeles Dávila

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al fin, dirigí Mis Pasos hacia el último rincón de la casa: una biblioteca de apenas un me-tro cuadrado flanqueada por vitrinas, las cuales contenían desde tratados de medicina, libros de arte o guías de viaje hasta colecciones completas de novelas juveniles. Tanta información reveló que mi descubrimiento era más humano que espacial. Y cerré la puerta tras de mí para no molestar.

Mariajosé Pedraza

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Para tu información: fui yo. Te confieso que me deleito pensando en tu cara de desconcierto al verlo. Y me regocijo imaginando tu expresión de dolor ahora mismo, cuando por fin sabes la verdad, y comprendes, y sufres, y te arrepientes de haberme invitado a pasar la noche contigo.

Tati Melián

¡sorPresa!

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En la nevera ya no queda nada.Aun así, mamá cada día nos elabora un menú diferente. A mí me encanta la sopa de titu-

lares y entradillas. El abuelo prefiere el cocido de artículos de opinión a la bilbaína. Papá, en cambio, se inclina por el consomé de noticias internacionales. Hoy, mamá ha echado en la cazuela la última de las páginas del periódico Información. Mañana no sé qué comeremos y yo, por si acaso, he sustraído del buzón unos folletos publicitarios.

Rubén Gozalo

Segundo premio

ManJares en tieMPos de crisis

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Por mi reloj eran las 13:59. Por el de pared, también. Sin embargo, el cartel de CERRADO col-gaba de la ventanilla de INFORMACIÓN.

Enrique Quintero

the tiMes

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La policía confirma que el Rey ha asesinado al jefe del ejecutivo de un disparo en los jardines del Palacio de Marivent.

--Si me hubiera hecho caso, jefe, hubiésemos dado la primicia.--Ya, pero cuando lo dijiste creí que era más imaginación que información.--Entiendo, pero recuerde que la primera se desborda y a la segunda se accede.

Bartolomé Mata

cierre

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El tono: apostamos por la poesía y mezclamos géneros.

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Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.

Leopoldo María Panero

BlancanieVes se desPide de los siete enanos

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Mudanza

Entonces escuché que la muerte dictaba los colores al mundo de los vivos. El fémur fracturado de una mujer de mediana edad convierte, dieciocho siglos después, un salón en una isla ligera-mente pentagonal. Una caja vacía llena de calmada espera veinticinco centímetros cuadrados durante noventa y siete días. Finalmente alguien la mueve. Las hormigas sobreviven a la poda buscando recovecos en el primer azulejo de la cocina nueva. Treinta y cinco aniversarios en caoba. El pasado se convierte en recuerdo pintando los espejos en blanco roto.

Juanma Prieto

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Después de 39 horas y media de mirarte sin parar, por fin he conseguido quedarme con tres cosas de tu cuerpo. La lista dice así. Estate quieta de una vez y escucha con atención:

1) OJOS, porque en ellos están mi principio y mi fin;2) LABIOS (dejaría que un millón de pájaros furiosos me picoteasen los párpados para que

ningún monitor de spinning se hubiera acercado nunca a ellos);3) DEDO ANULAR MANO DERECHA, porque cuando dejes de portarte mal sé que acabarás

poniéndote el anillo de aniversario y todo volverá a ser como antes.

La mujer barbuda

la lista

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ocho gigas de MeMoria raM

Hay puntos suspensivos de luz sobre las rayas de la cama, como la marca discontínua de una carretera que siempre conduce a ti.

Hay un poética resumida en dos palabras [te amo] escrito en cada línea de la mano, como una carta, que al igual que el universo, se sabe finita pero ilimitada. Hay una lluvia de gerentes desde algún rascacielos, un aniversario, como una buena intención que cada año cose el saco roto.

Hay un hilo suelto en un pijama que al final conduce a todo y un lapicero de memoria de ocho gigas, dispuesto a llenarse de ti y de mí.

Jorge Ortiz Robla

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nada PerManece

Hoy decidí deshacerme de mis viejos apuntes de la carrera. Llevaban olvidados en un pequeño armario diez años. Al abrirlo, una nube de gritos lastimeros brotaron de forma feroz entre el polvo. No me conocen ya, susurré; eso es bueno. Empecé a meterlos en bolsas de basura lenta-mente. ¡Cómo lloraban! Docenas de dibujillos y fechas a lápiz, entre los márgenes, gemían de indignación. «¿Por qué nos haces esto? ¿Dónde está Rafa? Lo hemos esperado tanto...» Pero él no volverá, pensé, ni vosotros. Este es nuestro último aniversario.

Rafael Calmaestra

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Café solo en barra, té en mesa acompañada, primeras miradas. Güisqui con hielo y licor de manzana, sonrisas encontradas. Cerveza y Martini rojo, como sus labios. Yo cerveza tras cer-veza y callado. Ella se levantó, abrigo en mano; yo seguí callado. Ella pagó y dejó un posavasos marcado con un teléfono y sus labios. Hoy café solo, acompañado, de un té, en nuestro ani-versario.

Juan Manuel Fernández Roldán

café solo

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otoño

En el otoño, cuando las hojas abandonan su cuerpo llenando de espesura y belleza el suelo, hospeda la esperanza de que la lluvia y el viento las ocultara, y aunque los colores se avivan como una breve primavera, dejando sitio a la más absoluta nada, sabe que rebrotarán en la siguiente estación: en otoño evoca su aniversario.

Ángeles Dávila

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Un beso fugaz con sabor a caramelo de lilas. Solo eso. Pero tú no lo entendiste así. Y el vuelo de tu falda se lo tragó La Corredera. Te busco por los huecos umbríos de La Mezquita; entre las filigranas de plata de La Judería; en el sabor llorón de los geranios de la calle de Las Flores. Cuando cae la tarde, enredo la punta de la cinta roja de mi deseo en los dedos índice y cora-zón y la voy enrollando despacito. Y sé que la noche de nuestro aniversario, te traerá hasta mi puerta.

Lola Sanabria

equíVoco

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secreto de faMilia

... y comieron perdices. Es su décimo aniversario juntos. Ella le pide retornar al lugar que se conocieron, recordar su primer beso, aquel lugar que les dio tanta ilusión, tanta felicidad. Necesita sentir que aún lo ama como antes. Después de reconocer una última infidelidad él no puede negarle nada y los dos viajan hasta aquel estanque. Cuando se acercan a la orilla se miran con ojos brillantes. Es entonces cuando ella le empuja y cae al agua. Sus piernas vuelven a convertirse en ancas y ella no deja de repetirle: «Sapo baboso».

Fran

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El lugar: lo convertimos en el protagonista de la historia.

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El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la nume-ró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del Sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros, pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.

La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; y la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al escribir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.

Julio Torri

literatura

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nunca gané nada. Nunca he sido una persona con suerte. Mis padres no tenían ningún trofeo que enseñar a las visitas. «La niña está leyendo. A ella le gustan más otras cosas». Pero yo siempre lo supe. Por eso entiendo tan bien a los deportistas, con esos chándales tan feos, cuando asumen con tanta dignidad no ganar ninguna medalla. La dignidad de los que están solos. En la derrota. El locutor insiste en culpar a los árbitros, a alguna catástrofe, a la lluvia... El mundo se divide en personas que aprueban y personas que suspenden. Pero a veces, la bás-cula no sabe de suertes, y te toca algo, y ese día es el más bonito del universo.

Mariángeles Pedrera

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«No abras los ojos. No lo mires». Ana se lo repetía a sí misma constantemente. Seguro que él ya había olido el miedo. No tendría que haber entrado en aquel edificio. Ahora estaba atrapa-da en aquella silla. Inmovilizada. Con el sudor deslizándose por su espalda. De fondo el ruido de la radio y las herramientas de tortura. De repente. Silencio. Al abrir los ojos, allí estaba él, sonriéndole sádicamente, con su bata blanca de dentista.

Carmen Luque

no aBras los oJos

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En el espacio que se crea entre tú y yo cuando follamos [o nos amamos] cabe un mundo, con sus bocas de metro, sus lenguas de asfalto, su radio y su imprenta como voz y palabra de cada ciudad, su catástrofe de subsuelo que contiene las exclusas de la carne, por donde, como sudor, supura toda la luz de los sentimientos. En ese espacio de contrafuertes musculares y arquivoltas cerebrales cabe un mundo. Lo importante es que todo aquello que la habita pueda subsistir en él.

Jorge Ortiz Robla

Yo, Me, Mí, conMigo

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Con la magia de un ilusionista el castillo emergió de las aguas, al fin una tarde de arena y sal. Supo que había llegado el momento, y al fin tras la larga espera, el vigía se convirtió en Ro-binson. Cogió la radio que Carla le regaló años atrás y la pesada mochila y, sin apenas fuerzas, remó para encontrarse con ella. Se deslizó por el camino tantas veces sepultado por el mar y con una última canción esparció sus cenizas, para luego fundirse con ella en el abrazo final.

Lorena

la orilla de carla

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Las calles de la India eran un hervidero de gente y ruido; la radio vomitaba una y otra vez esas canciones de las películas de Bollywood. Allí me encontraba buscándole un sentido a mi vida en ruinas. Mis ojos se posaron en un niño que, escondido, miraba con felicidad su naranja robada. Para él no había miseria, suciedad ni enfermedad: solo ese manjar. En ese mismo ins-tante entendí que mi vida ya nunca sería igual.

Kiko

la Búsqueda

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Cada uno de los elementos del traje colocado con meticuloso esmero sobre un sillón por el hombre de confianza del muchacho. La cama, deshecha; el menú especial, intacto encima del carrito; las estampitas de la abuela, en un ángulo del espejo. El oblicuo fulgor del sol raya la penumbra de la espaciosa habitación VIP: techos altos, mobiliario de diseño, amplia terraza con vistas a una céntrica calle de la ciudad. Alguien apaga la radio. El mismo ritual de ser vestido silenciosamente. La misma voz angustiada en el teléfono antes de salir. Algo en la boca del estómago le dice al muchacho que nunca volverá a escuchar esa voz. Algo le dice al muchacho que nunca volverá a esa habitación.

El Trapecista Beodo

la últiMa tarde

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Blanco. Las lagunas de un espíritu helado, ardiente en su interior. La luz giraba en torno a un punto ciego en el que ambos recogíamos nuestro amor, nosotros. Frío. En el exterior, varios icebergs luchaban como dos gigantes absortos de la vida humana. La radio importaba cancio-nes fatuas y recuerdos de un ayer esperanzador. A mis lados, frío y tú. El calor de tus brazos amamantaba mi espíritu. Necesito sentirte cerca. Eres la llama que enciende mi pensamiento. Luz de medianoche. Las auroras boreales sirven hoy al amor. Locus amoenus del siglo veintiu-no. Hoy. Nosotros.

Alejandro R. Pérez

Locus amoenus

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Todos las mañanas, en el tren, me encuentro con los mismos personajes. Un tipo gris escucha la radio. A su lado, una pareja discute. El revisor les pide el billete, y entonces:

a) Se lo entregan amablemente.b) Descubren que lo han perdido.c) El tren descarrila.Sé que debería escribir un desenlace, pero yo prefiero dejarlos, un día más, atrapados en

este microrrelato.

Francesc Barberá Pascual

PersonaJes

Primer premio

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El narrador: prohibimos la primera persona del singular.

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Qué bueno.

Luisa Valenzuela

el saBor de una Medialuna a las nueVe de la Mañana

en un VieJo café de Barrio donde a los 97 años rodolfo Mondolfo

todaVía se reúne con sus aMigos los Miércoles a la tarde

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esPeraBas el día de esta celebración con una especial ilusión. Debías haber elegido otra fecha para casarte de blanco. Tú, mejor que nadie, sabes que tu organismo tiene una pasmosa regularidad y no perdona sus ciclos de veintiocho días.

Enrique Quintero

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Estabas preciosa. Bailabas agitando los brazos, con tu vestido blanco, girando en mitad de la sala. ¿Recuerdas aquel pintauñas azul? Había que llevar algo azul, te habían dicho. Algo viejo, algo prestado. Y tú lo cumpliste todo.

--Dijiste que sería la mejor celebración de tu vida --le susurró a la mujer inmóvil mientras le cogía la mano en aquella fría habitación de hospital--. Y sigues empeñada en ello.

Fran

la noVia

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Se habían ido despidiendo los demás compañeros, pero ellos dos continuaron con la celebra-ción. Aún pasaron por un par de tascas más. En una casi desierta Sociedad de Plateros se les encararon por sus voces y risas. Intentando el remate de la gira, Manolo le preguntó si sabía cuántos medios se había tomado. Siempre ha recordado a Pedro por aquella respuesta. «No llevo la cuenta. Lo que sí sé son los que me quedan». No era un veinte de noviembre cualquie-ra. Era el primero, el auténtico.

Manuel Caballero

Bastantes Medios

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Cuatro de la madrugada. La resaca llegaba una vez más tras varios vodkas vomitivos, chorros de una agónica ciencia ficción y ese aroma de carencia de espiritualidad. La chica, avergon-zada, veía cómo las arrugas hacían estragos en su hermoso rostro, otrora joven y bello. Era la celebración de un día menos de vida. No tenía fuerzas. Nadie la esperaba en ningún lugar y en ningún lugar ella esperaba encontrar a nadie nunca más.

Julio Pérez, el saxofonista

réquieM Por un año Más

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nadie reParó en ellos, hasta que su particular celebración del domingo se tornó en un ritual majestuoso: carreras y chillidos que precedían risas; zapatazos que no dejaban distinguir qué suelas eran recién estrenadas y cuáles habían salido del armario de la beneficencia. Se diver-tían, el niño de la mujer que sostenía un platillo en la puerta de la iglesia y el niño de la mujer que charlaba distraída después del bautizo.

Laura Carneros

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Uno, dos, tres, ¡impulso! Pablo, el payaso funambulista, se sostenía en equilibrio sobre el fino cable de acero. Lo contratan para cualquier celebración. Hoy toca un cumpleaños. Avanza por el cable, respetando la primera regla: «no mirar nunca al suelo». Los niños chillan y ríen como en los mejores tiempos. Pablo es feliz, pero la tentación es fuerte y mira de reojo hacia el suelo. Está solo. Los niños rodean a un chico que hace pompas gigantes. Pierde el equilibrio y cae. Pablo olvidó la segunda regla: «cerrar con fuerza los ojos y soñar».

Carmen Luque

alcanzar las nuBes

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En una bolsa de plástico recoge toda su ropa, delicadamente dobla faldas, pañuelos y camisas, con la paciencia de un panadero amasando, con agua, su harina, sabiendo que es lo único que tiene. Luego desciende los seis pisos de escalera [sin celebración, ni despedidas], entre los hi-los de luz que desprenden las mirillas, [la iluminaria apagada], deseando no encontrarse con nadie, escondiendo su rabia, su miedo y su vergüenza entre bolsas de basura.

Jorge Ortiz Robla

desahucio

Segundo premio

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Hoy era el aniversario de plata de sus padres. Se despertó con el sonido estridente de su ra-dio despertador, sonaba la última canción de un autor con nombre impronunciable. En la celebración, sentado en la mesa con sus primos, pensó cerveza en mano, en la catástrofe de su próximo microrrelato. «Cada vez lo ponen más difícil, a estas dos * se les va el Pitingo», mientras en su cabeza intentaba cuadrar los 450 caracteres.

Juan Manuel Fernández Roldán

Microrrelato

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Las costuras: multiplicamos el significado de las palabras.

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El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:--¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.--¿Zangolotino? --pregunta Fabián azorado.Y muere.

Enrique Anderson Imbert

taBú

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Aquella mañana, Holmes y Watson amanecieron desnudos en la misma cama y con una te-rrible resaca. Sin embargo, tras analizar detenidamente las pruebas y hacer las deducciones pertinentes, no fueron capaces de llegar a ninguna conclusión.

Francesc Barberá Pascual

eleMental

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Hoy me ha vuelto a despertar ese impertinente rayo de sol desgarrando mi piel. Ni ayer, ni an-tes de ayer, ni en los cien güisquis anteriores te encontré. Ya no me queda ni el amargo sabor de la resaca de tus besos.

David Amaya

resaca

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Patrimonio del hablante que el DRAE jamás recogerá, como no recoge palabras necesarias, no libro, ni paz, ni esas cosas del 23 de abril. Leixaprén es resaca del amante, pregunta lanzada al mar, respuesta arrastrada a la orilla, ambas eternas. Voz de quienes se aman de verdad, más allá del cuerpo y sus humores. Leixaprén, dices, y es eco en tus labios, y mucho más que en tu silencio guardas.

Diego Román Martínez

leixaPrén

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La niña lo esperaba en el tranquillo. La bicicleta, resacosa y triste, se apoyaba en la pared de cal. «¿Dónde se habrá metido?» Su gatito salió, rezongándose sobre ella. «¿Tú sabes dónde está el tardón de Juan, Micifú?», le preguntó. En el fondo de un barranco, ronroneó suave. «No me explico qué le ha podido pasar». Le hice brotar amapolas de su garganta, dijo en el idioma de los gatos. La niña siguió acariciándolo. «¿Sabes? Algún día me casaré contigo». El minino sonrió. Ya lo sabía.

Rafael Calmaestra

el final del Verano

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El dragón verde se elevó del suelo con las alas plenamente extendidas. La resaca de la tormen-ta dejó el aire con aquel húmedo frescor de la dulce primavera. Esta vez la pluma de su creador le había otorgado una mirada de arco iris y garras plateadas. Pronto esta historia terminaría. Pero el dragón sabía que resurgiría de la mano de otro escritor, con otro color, otro tamaño. La imaginación es el aire que lo ayudaría a volar.

Carmen Luque

Volar donde te lleVe

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Cuentan que te arrastró la resaca, para que tu memoria se hundiera bajo aguas sinuosas. Tú te ríes de aquello, bebiendo néctar junto a Poseidón, cantando el «Happy Birthday» a coro con Afrodita. Cegadora más allá de los últimos flashes, solo tus curvas se revalorizan en papel de acetato. Dime quién subestima ahora tu infinita ambición rubia.

Laura Carneros

ViVir arriBa

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R como respiro y razón,E como entero y espero,S como sopa y sencillo,A como amapola y amor,C como cinta y corazón,A como anillo y armadillo.

Piensa bien y acertarás,esta palabra oculta que no verás.

Lola Varo

adiVina, adiVinanza

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Las sirenas rompen la noche, los focos desgajan la arena volviendo insomne a la playa. Un ajetreo de mantas y carreras rompen la espuma, como una cucharilla a un café con leche. Frag-mentos de metal como funambulistas sobre la cresta de una ola, los brazos luchando contra la resaca mientras el crepitar de la ballena varada se va haciendo más tenue.

--SOS [aiuto] SOS [appoggio] --dice Francesco Schettino desde la orilla--. Aquí el Costa Concordia.

Jorge Ortiz Robla

naufragio

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Despertó de una noche en la que fue la más solicitada de la fiesta. La resaca la había dejado sola y no pudo alcanzar a las demás. La ola terminó llenando el foso de un castillo de arena.

Fran

Mañana de san Juan

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Estaba cansada de nadar contra aquella fuerte resaca, pero retomaba fuerzas cada vez que tecleaba en su vieja Olivetti.

Juan Manuel Fernández Roldán

sueño

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índice

Grandes relatos pequeños 3

El recurso: explotamos el ingenio sin tropezar con el chistePrograma de entretenimientos, de Ana María Shua 5Horror vacui, de Francesc Barberá Pascual 6Ella sola..., de Diego Román Martínez 7Verano del 80, de Jorge Ortiz Robla 8Bye, bye, adiós, de Bartolomé Mata 9Alka-Seltzer o… ¿cómo era eso?, de Fran 10

El personaje: exageramos sus rasgos para construirloLa uña, de Max Aub 12KGB, de Juan Manuel Fernández Roldán 13

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Siempre me mirabas..., de Campaña “De Pitingo a Alaska” 14Kurt se despertó..., de Casper 15Zumbido, de Mariajosé 16Jornada laboral, de Rafael Calmaestra 17La alegría se ha desbordado..., de Atónito ciudadano 18Cuarenta gramos, de Lorena 19Para la ocasión, de Lola Sanabria 20

La sorpresa: no golpeamos al final, sino al principioTres: donde se demuestra que la Tierra es esférica, de Gonzalo Suárez 22Suicidio, de Nicolás Jarque Alegre 23«¡Chanquete ha vuelto..., de Fran de Munchausen 24Confusión en la información, de Ángeles Dávila 26Al fin, dirigí mis pasos..., de Mariajosé Pedraza 27¡Sorpresa!, de Tati Melián 28Manjares en tiempos de crisis, de Rubén Gozalo 29The times, de Enrique Quintero 30Cierre, de Bartolomé Mata 31

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El tono: apostamos por la poesía y mezclamos génerosBlancanieves se despide de los siete enanos, de Leopoldo María Panero 33Mudanza, de Juanma Prieto 34La lista, de La mujer barbuda 35Ocho gigas de memoria RAM, de Jorge Ortiz Robla 36Nada permanece, de Rafael Calmaestra 37Café solo, de Juan Manuel Fernández Roldán 38Otoño, de Ángeles Dávila 39Equívoco, de Lola Sanabria 40Secreto de familia, de Fran 41

El lugar: lo convertimos en el protagonista de la historiaLiteratura, de Julio Torri 43Nunca gané nada..., de Mariángeles Pedrera 44No abras los ojos, de Carmen Luque 45Yo, me, mí, conmigo, de Jorge Ortiz Robla 46La orilla de Carla, de Lorena 47

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La búsqueda, de Kiko 48La última tarde, de El Trapecista Beodo 49Locus amoenus, de Alejandro R. Pérez 50Personajes, de Francesc Barberá Pascual 51

El narrador: prohibimos la primera persona del singularEl sabor de una medialuna a las nueve de la mañana en un viejo café de barrio donde a los 97 años Rodolfo

Mondolfo todavía se reúne con sus amigos los miércoles a la tarde, de Luisa Valenzuela 53Esperabas el día..., de Enrique Quintero 54La novia, de Fran 55Bastantes medios, de Manuel Caballero 56Réquiem por un año más, de Julio Pérez, el saxofonista 57Nadie reparó en ellos..., de Laura Carneros 58Alcanzar las nubes, de Carmen Luque 59Desahucio, de Jorge Ortiz Robla 60Microrrelato, de Juan Manuel Fernández Roldán 61

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Las costuras: multiplicamos el significado de las palabrasTabú, de Enrique Anderson Imbert 63Elemental, de Francesc Barberá Pascual 64Resaca, de David Amaya 65Leixaprén, de Diego Román Martínez 66El final del verano, de Rafael Calmaestra 67Volar donde te lleve, de Carmen Luque 68Vivir arriba, de Laura Carneros 69Adivina, adivinanza, de Lola Varo 70Naufragio, de Jorge Ortiz Robla 71Mañana de San Juan, de Fran 72Sueño, de Juan Manuel Fernández Roldán 73

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Esta primera edición de El microtaller transcurrió en los miércoles de julio y agosto de 2012,(des)coordinada por Alejandra Vanessa y Elena Medel,

bajo el mando radiofónico de José Manuel León y María José Martínez.

La fotografía de portada y portadillas, de autor anónimo,pertenece al Stockholm Transport Museum y está libre de derechos.

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