EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

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TRILLING-W EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO INTRODUCCIÓN La palabra «Evangelio», que nos resulta tan familiar, etimológicamente significa buena noticia, buena nueva. En primer lugar es el mensaje de Dios, transmitido por Jesucristo. Pero eso también se podría decir de los hombres de Dios de la antigua alianza, especialmente de los profetas. Se trata, sin embargo, de algo más: Dios habla de manera única, porque por medio de Jesús dice su última palabra, a la que ya no ha de añadir ninguna más. Este mensaje sobre todo es incomparable, porque Jesús es el Hijo de Dios. Jesús es la palabra viviente del Padre, hecha carne, y que éste no solamente pronuncia con los labios, sino con toda su existencia, con su vida y su actuación. Por tanto el Evangelio es simultáneamente buena nueva de Dios y de Jesucristo. La antigua alianza, la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, se mueve en sucesivas oleadas hacia la salvación de Dios. Como el flujo y el reflujo, esta historia es movida misteriosamente por el Dios invisible y que, sin embargo, actúa con tanto poder. Pero esta historia no es una mera repetición constante de lo mismo, con el ritmo monótono de apostasía y conversión, ira y gracia, sino que con fuerza interior, como con dolores de parto, exige la plena revelación, la salvación perfecta, la unión de Dios y el pueblo: «Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios» (Ez 36,28). Todos los anhelos se acumulan (tanto más cuanto más cerca está su venida) en el único Salvador prometido, en el ungido por antonomasia, en el Mesías. El debe llevar a cabo la última obra, unir a su pueblo con Dios, en beneficio de Israel y de todas las naciones. San Mateo muestra mejor que los otros Evangelios que la historia del pueblo desemboca en la obra de Jesús, y que este Jesús de Nazaret es, de hecho, el esperado. El acontecer de Dios, en sus distintas secciones, se había depositado en los libros del Antiguo Testamento. Estos muestran imágenes reflejadas y descubren su significado divino. Las Sagradas Escrituras patentizan casi en cada página la pujanza interna del acontecer, que se dirige hacia un fin radical. En estos escritos, sobre todo, la figura del Mesías toma perfiles cada vez más claros. La fe en que Jesús era el Mesías hace verlo todo de forma nueva y transparente. Se mira y considera a Jesús con los ojos del Antiguo Testamento. Entramos en un mundo inmensamente rico. No es una árida enumeración de hechos acontecidos, no es la descripción de la vida de un grande hombre, sino todo el acontecer de que Dios ha sido causa desde el principio del mundo, y al que Dios ha dicho «sí» y «amén» en Cristo (cf. 2Cor 1,19s). Así hay que ver los muchos pasajes en que el evangelista señala el cumplimiento de una palabra particular del Antiguo Testamento, o en general se refiere a una palabra o acontecimiento del Antiguo Testamento. Se traza una rica imagen del mesías Jesús. Jesús es el profeta, como los antiguos profetas, es el último de los profetas. Su mensaje es un llamamiento de Dios, una llamada a la conversión y una promesa de la misericordia de Dios (4,17). Jesús también experimenta el destino de los antiguos profetas: es mal interpretado, perseguido, combatido e incluso matado. Jesús es el maestro del pueblo. No solamente pronuncia palabras decisivas, adaptadas a una hora y a una situación determinadas, sino que enseña el verdadero camino de la

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TRILLING-W

EL N. T. Y SU MENSAJE:

EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

INTRODUCCIÓN

La palabra «Evangelio», que nos resulta tan familiar, etimológicamente significa

buena noticia, buena nueva. En primer lugar es el mensaje de Dios, transmitido por

Jesucristo. Pero eso también se podría decir de los hombres de Dios de la antigua alianza,

especialmente de los profetas. Se trata, sin embargo, de algo más: Dios habla de manera

única, porque por medio de Jesús dice su última palabra, a la que ya no ha de añadir

ninguna más. Este mensaje sobre todo es incomparable, porque Jesús es el Hijo de Dios.

Jesús es la palabra viviente del Padre, hecha carne, y que éste no solamente pronuncia con

los labios, sino con toda su existencia, con su vida y su actuación. Por tanto el Evangelio es

simultáneamente buena nueva de Dios y de Jesucristo.

La antigua alianza, la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, se mueve en

sucesivas oleadas hacia la salvación de Dios. Como el flujo y el reflujo, esta historia es

movida misteriosamente por el Dios invisible y que, sin embargo, actúa con tanto poder.

Pero esta historia no es una mera repetición constante de lo mismo, con el ritmo monótono

de apostasía y conversión, ira y gracia, sino que con fuerza interior, como con dolores de

parto, exige la plena revelación, la salvación perfecta, la unión de Dios y el pueblo:

«Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios» (Ez 36,28). Todos los anhelos se

acumulan (tanto más cuanto más cerca está su venida) en el único Salvador prometido, en

el ungido por antonomasia, en el Mesías. El debe llevar a cabo la última obra, unir a su

pueblo con Dios, en beneficio de Israel y de todas las naciones. San Mateo muestra mejor

que los otros Evangelios que la historia del pueblo desemboca en la obra de Jesús, y que

este Jesús de Nazaret es, de hecho, el esperado.

El acontecer de Dios, en sus distintas secciones, se había depositado en los libros del

Antiguo Testamento. Estos muestran imágenes reflejadas y descubren su significado divino.

Las Sagradas Escrituras patentizan casi en cada página la pujanza interna del acontecer,

que se dirige hacia un fin radical. En estos escritos, sobre todo, la figura del Mesías toma

perfiles cada vez más claros. La fe en que Jesús era el Mesías hace verlo todo de forma

nueva y transparente. Se mira y considera a Jesús con los ojos del Antiguo Testamento.

Entramos en un mundo inmensamente rico. No es una árida enumeración de hechos

acontecidos, no es la descripción de la vida de un grande hombre, sino todo el acontecer

de que Dios ha sido causa desde el principio del mundo, y al que Dios ha dicho «sí» y

«amén» en Cristo (cf. 2Cor 1,19s). Así hay que ver los muchos pasajes en que el

evangelista señala el cumplimiento de una palabra particular del Antiguo Testamento, o en

general se refiere a una palabra o acontecimiento del Antiguo Testamento.

Se traza una rica imagen del mesías Jesús. Jesús es el profeta, como los antiguos

profetas, es el último de los profetas. Su mensaje es un llamamiento de Dios, una llamada a

la conversión y una promesa de la misericordia de Dios (4,17). Jesús también experimenta

el destino de los antiguos profetas: es mal interpretado, perseguido, combatido e incluso

matado.

Jesús es el maestro del pueblo. No solamente pronuncia palabras decisivas, adaptadas

a una hora y a una situación determinadas, sino que enseña el verdadero camino de la

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justicia (5,20). Se sienta como los maestros de la ley para hacer una exposición instructiva

(5,1), utiliza la manera de hablar de un maestro de la sabiduría, reúne alrededor de sí un

grupo de discípulos. Forman armazón del Evangelio de san Mateo los grandes discursos

del Señor, a los que se puede designar como piezas maestras. En estos discursos se

recopilan los temas de la doctrina de Dios con una sucesión ordenada y con una estructura

fácil de comprender.

Jesús es el siervo de Dios, en quien Dios ha puesto su Espíritu, para que proclame el

derecho de Dios y lo conduzca a la victoria. Cumple dócilmente la voluntad del Padre

celestial y obra el bien con sosiego y humildad: cura a los que tienen el corazón

quebrantado, y a los enfermos y desgraciados en el cuerpo. Jesús no quiebra la caña

cascada ni apaga la mecha humeante (cf. 12,18-21). Es manso y humilde de corazón

(11,29); lleno de mansedumbre entra en la ciudad santa montado en un asna (21,5).

Mediante la humillación sigue su camino hacia el ensalzamiento.

Jesús es el Hijo de Dios en un sentido único. Antes ya se llamó así ocasionalmente al

rey o incluso a todo el pueblo. Pero nunca pudo decirse: «Nadie conoce al Hijo sino el

Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo»

(11,27). Dios ha levantado a la más alta dignidad a Jesús, que sufrió la más grave

ignominia: Dios le ha dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (28,18).

En la obra de Jesús no solamente se manifiesta de forma definitiva el tiempo pasado,

también llega a su objetivo la historia de Israel. En la obra de Jesús también se contiene

una novedad: el verdadero pueblo de Dios está formado por todos los pueblos. El

alumbramiento de un tiempo nuevo es un nacimiento para todo el mundo. La salvación de

todos los pueblos y tiempos está resuelta en Jesucristo. El portador de la salvación es el

pueblo del Mesías, la Iglesia. Este pueblo, que tiene su origen en una insignificante

semilla, el grupo de los discípulos, ahora sostiene el destino del mundo: la buena nueva, las

fuentes de la gracia y el poder del Señor ensalzado. «Id, pues, y haced discípulos a todos

los pueblos, bautizadlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y

enseñadles a observar todo cuanto yo os he mandado» (28,19s).

Por tanto esta «historia de Jesús» da al mismo tiempo la llave de la antigua y de la nueva

alianza. Esta historia muestra la fuerte unidad que forman Cristo y la Iglesia, el verdadero

pueblo de Dios y la Iglesia. No se puede leer el Evangelio como un libro de narraciones

referentes a algunos acontecimientos del tiempo pasado. La palabra no es menester que la

«traduzcamos» del tiempo pretérito al tiempo presente, ni es preciso que hagamos una

aplicación artificiosa a nuestra propia vida. La palabra se dirige a nosotros, porque es la

palabra de la Iglesia, que hoy día también está dotada de vida; en el fondo, porque el

mismo Jesucristo pronuncia esta palabra por medio de la Iglesia.

Esta palabra no quiere contar, sino dar voces. «La palabra de Dios es viva y operante, y

más tajante que una espada de dos filos: penetra hasta la división de alma y espíritu, de

articulaciones y tuétanos, y discierne las intenciones y pensamientos del corazón»

(/Hb/04/12). La palabra de Jesús quiere infiltrarse en lo más profundo de nuestro corazón y

de nuestra alma como rocío restaurador, quiere hacer fecundas y activas nuestras mejores

fuerzas, y sobre todo quiere nacer de nosotros en la acción. Por tanto la palabra del

Evangelio es palabra de vida en un doble sentido: engendra vida en nosotros, porque es la

palabra de Dios, santa y santificadora y nace de nuevo para la vida mediante nuestra

actividad en pos de esta palabra, para gloria del Padre celestial y testimonio en favor de los

hombres.

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Parte primera

LOS ANTECEDENTES DEL MESÍAS

Capítulos 1-2

San Mateo empieza su Evangelio con unos antecedentes, como también hace san Lucas,

sin embargo, los dos escritos son muy distintos entre sí, por el estilo y por los

acontecimientos que refieren. En san Lucas, encontramos narraciones amplias y extensas,

en cambio en san Mateo encontramos fragmentos redactados de forma más escueta y muy

arrebañados desde un punto de vista teológico. Al principio está el árbol genealógico de

Jesucristo (1,1-17), la primera demostración de la mesianidad. Siguen a continuación una

serie de secciones más breves (1,18-2,23), entre las cuales se describe más detenidamente

la adoración de unos sabios de Oriente (2,1-12). Todas las partes reunidas forman un

conjunto narrativo continuado hasta el establecimiento en Nazaret. Sorprende que el estilo

sea tan sobrio, casi como si fuera una crónica. Es característico de todas las partes que se

indique el cumplimiento de los vaticinios del Antiguo Testamento. Estas citas del

cumplimiento son, en cierto modo, el hilo rojo que se ha hecho pasar por la tela y que

solamente tiene una finalidad. Los primeros acontecimientos de la vida del Mesías también

están dispuestos maravillosamente por Dios y corresponden a la expectación del Antiguo

Testamento.

I. ÁRBOL GENEALÓGICO DE JESUCRISTO (Mt. 01/01-17). Par: Lc/03/23-38

San Mateo construye el portal de su obra con imponentes sillares. Una

genealogía, un árbol genealógico, conduce a través de los siglos hasta la plenitud del

tiempo. Desde la vuelta del destierro de Babilonia tales genealogías eran muy apreciadas

entre los judíos. En medio de la mezcla de pueblos de estos siglos el judaísmo se mantuvo

firme con tenacidad. Para tomar posesión de cargos públicos y de dignidades superiores, el

aspirante tenía que demostrar que su árbol genealógico era intachable. Lo mismo se exigía

a los sacerdotes. Es natural que fuera un honor singular pertenecer a una de las antiguas y

apreciadas estirpes o estar enlazado con la ramificada familia real, que tiene su origen en

David. Porque en esta familia se había de cumplir la promesa, de esta familia se esperaba

el vástago real, que no solamente estaba ungido, como lo estaban antes los reyes, sino que

se llamaba el Ungido por antonomasia, el Mesías.

1 Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.

2 Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus

hermanos. 3 Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará. Farés engendró a Esrom, Esrom

engendró a Aram, 4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón

engendró a Salmón, 5 Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a

Jobed, Jobed engendró a Jesé, 6 y Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, 7 Salomón engendró a

Roboam, Roboam engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, 8 Asaf engendró a Josafat,

Josatat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, 9 Ozías engendró a Joatam, Joatam

engendró a Acaz. Acaz engendró a Ezequías, 10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés

engendró a Amós. Amós engendró a Josías, 11 Josías engendró a Jeconías y a sus

hermanos cuando la deportación de Babilonia.

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12 y después de la deportación de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel

engendró a Zorobabel, 13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquim,

Eliaquim engendró a Azor, 14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc

engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, 15 Eliud engendró a

Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, 16

Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús,

llamado Cristo.

17 Por consiguiente, todas estas generaciones suman: de Abraham

hasta David, catorce; de David hasta la deportación de Babilonia,

catorce, y de la deportación de Babilonia hasta Cristo, catorce.

Mediante un milagro único en su género tuvo lugar la concepción y el nacimiento de

Jesús, como se lee en la próxima sección. ¿Hizo este milagro que Jesús careciera por

completo de los vínculos naturales de la familia y del pueblo, y en cierto modo fuera

solamente un enviado por Dios a nuestra historia y a nuestro mundo, como un cometa, que

corta el espacio aéreo de la tierra? De ninguna manera. Por medio de José, que ante la ley

es su padre, Jesús entra en la sucesión de las generaciones. De este modo la Sagrada

Escritura atestigua en primer lugar que Jesús es un verdadero hombre; no uno de aquellos

seres celestiales (de los que hablan los mitos), que descienden de las esferas del cielo, se

hacen visibles aquí en la tierra, para regresar al mundo inmaterial y celeste. Jesús es

realmente «nacido de mujer» (Gál 4,4)...

Pero hay todavía algo más: la familia en que Jesús aparece en un lugar determinado, es

una regia familia, la familia de David, en la que ha de cumplirse la promesa mesiánica. Y así

la primera aposición de Jesucristo es: hijo de David. Es una expresión atrevida. Jesús es

en sentido pleno y con validez jurídica descendiente de David, miembro de la familia real y

heredero del trono de David (cf. 2Sam 7,1-16; Lc 1,32).

¿Habría podido Jesús ser también Mesías sin este parentesco? No podemos dar la

respuesta, ya que Dios dispuso los acontecimientos de tal forma que su Hijo eterno fuese

«nacido del linaje de David según la carne» (Rom 1,3). Una cosa es segura: si no se

hubiese podido demostrar el origen davídico, se habría dificultado mucho a los judíos la fe

en que este Jesús era el Mesías.

La segunda aposición todavía llega más lejos: hijo de Abraham. No solamente concluye

en Jesús la línea real, no solamente se cumplen en él las promesas del trono y del reino

permanente. Se hace remontar la sucesión de antepasados nada menos que hasta

Abraham, que es el fundador de todo un pueblo, no solamente de una estirpe. A Abraham

es a quien se hizo sobre todo la promesa todavía más antigua y amplia: «Bendeciré a los

que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan, y serán benditas en ti todas las

naciones de la tierra» (Gén 12,3). El pueblo formado por sus descendientes debe ser fuente

de bendiciones para todo el género humano. Este pueblo transmite la bendición a través de

los siglos como un don valioso, hasta que la bendición se pose en el único vástago del

linaje que trae la bendición para todo el mundo: «Las promesas fueron hechas a Abraham y

a su descendencia». La Escritura no dice «y a sus descendencias», como si fueran

muchas; sino como si fuere una sola: «Y a tu descendencia. es decir, a Cristo» (Gál 3,16).

La expresión «hijo de David» nos resulta familiar y estamos habituados a oírla. ¿Podemos

decir lo mismo de la expresión «hijo de Abraham»? La historia del género humano, que Dios

empezó de nuevo con Abraham, avanza hacia su fin. El arco de la historia se extiende

desde el patriarca de Israel hasta el fundador de un nuevo Israel...

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No es perfecto el árbol genealógico del evangelista desde Abraham hasta José. Faltan

muchos miembros intermedios. Sólo en parte conocemos las fuentes de que se forma el

árbol genealógico. Las dos primeras secciones hasta la cautividad de Babilonia, podrían

estar tomadas de los textos bíblicos 3. Desconocemos por completo las fuentes de los

nombres de la tercera sección. Tampoco es posible examinar la exactitud del árbol

genealógico. Finalmente es raro que el árbol no termine en María, que era la madre

corporal de Jesús, sino en José, que sólo era su marido según la ley. Todo esto nos ayuda

a entender este texto como conviene. Si Jesús era el hijo de José según la ley, se le podía

clasificar con pleno sentido en la descendencia de los antepasados de José y, por tanto, en

la sucesión davídica.

San Mateo no da tanta importancia a la exactitud científica como a la disposición y a la

lógica internas. Esta disposición está claramente indicada en el versículo final, que es el 17:

siempre son catorce generaciones las que llenan los tres lapsos de tiempo transcurridos

entre Abraham. David. el cautiverio de Babilonia y Cristo. Catorce es el doble de siete,

número sagrado4.

En los mismos números se revela a la inteligencia creyente algo de la ordenación del

plan de Dios en la historia. El nacimiento de Jesús es una parte de los planes divinos, y a

través de siglos y generaciones Dios ha dirigido los acontecimientos hacia este nacimiento,

que ha tenido lugar exactamente en el tiempo predeterminado. Para san Mateo y para los

que leemos su Evangelio este descubrimiento es una indicación de la sabiduría con que

Dios conduce la historia.

Este último pensamiento también se expresa con otra peculiaridad del árbol genealógico,

a saber en la mención de cuatro mujeres. Siendo así que sólo se tiene en cuenta la línea

masculina, sorprende que se mencionen mujeres, y aún sorprende más, si tenemos en

cuenta que las mujeres no son ilustres y célebres esposas de los patriarcas, como Sara y

Rebeca, Lía y Raquel, sino cuatro que permanecen en la sombra. Una de ellas es Tamar

(v. 3), a quien Judá rehúsa el derecho a la descendencia, pero ella con insolente astucia

consigue su derecho (cf. Gén 38,1-30). Otra es Rahab (v. 5), que engendra a Booz; es una

prostituta cananea, que prestó gran ayuda al pueblo elegido (Jos 2; 6,15ss). Luego se

nombra a Rut,(v. 5), que no tiene ninguna mancha moral, pero que era gentil, una moabita,

y que fue bisabuela del rey David (cf. Rut 4,12ss). No se designa a la cuarta mujer con su

nombre, sino como mujer de Urías. También ella, una extranjera, llamada Betsabé, esposa

de un heteo, está relacionada de modo inusitado con el pueblo de la promesa: David

cometió adulterio con ella, del cual procedió su hijo y sucesor Salomón (2Sam 11s).

Lo desacostumbrado y extraordinario es común a todas estas mujeres. A pesar de su

sangre extranjera o de su indignidad se ha llevado a término el plan de Dios. Nada podía

hacer que se rompiera la línea de la bendición, todos los caminos laterales y todos los

rodeos fueron aprovechados y dirigidos hacia el único objetivo, hasta que del pueblo

«viniera la descendencia a la que se hizo la promesa» (Gál 3,19). El nombre y el destino de

estas mujeres muestra una sola cosa: el camino de Dios con frecuencia es el rodeo, pero

no por ello decae su fidelidad. Su voluntad firme e inflexible de salvar siempre se abre paso.

También eso debe considerarse cuando se oigan contar las inusitadas circunstancias del

nacimiento de Jesús. Ninguna sombra recae sobre María, pero el camino de Dios está lleno

de misterios, y en el tiempo pasado y en el presente siempre es muy distinto de los caminos

de los hombres.

En los últimos versículos se habla por dos veces del Mesías. De María nació Jesús,

«llamado Cristo» y «de la deportación de Babilonia hasta Cristo, catorce» generaciones. La

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finalidad propia de la genealogía es demostrar la verdadera mesianidad de Jesús. En el

primer fragmento del Evangelio se expresa lo que enseña todo el libro: Jesús es

verdaderamente el Mesías prometido. Por otra parte se hace llegar el árbol genealógico

hasta Abraham. ¿No se indica ya de este modo que el Mesías no debe ser considerado

sólo como vástago real e hijo de David, y menos como figura política? Jesús reúne en sí

todas las promesas, no sólo las que se refieren a una dinastía escogida, sino también las

que van dirigidas a todo un pueblo consagrado a Dios. Desde un principio el concepto del

Mesías es mayor que el concepto que se diluyó en la sucesión real. Aquí se trata de la

vocación de Israel, del encargo que se le ha confiado, de la bendición o maldición para todo

el mundo. Para quien sabe que este Jesús es el Mesías, la historia de todo el mundo hasta

la llegada de Jesús se deshoja y queda al descubierto como un plan inteligente y

prometedor de Dios 5.

(Págs. 5-23)

........................

3. Versículos 2-6: 1Cro 2,1-15; cf. Rut 4,18-22; versículos 7-12: 1Cro 3,5-16.

4. En realidad en el último período solamente hay trece miembros. Esto precisamente

demuestra que el texto es estructurado, así como la fuerza probatoria de la lista, que descansa

sobre esta estructura.

5. Sólo san Lucas tiene un árbol genealógico semejante (3,23-38), pero con una sucesión

invertida. La novedad de san Lucas es que sobrepasa el limite de Abraham y llega hasta Adán

y, por tanto, ve a Jesús como fundador no sólo del nuevo pueblo, sino también de una nueva

humanidad.

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 2

II. NACIMIENTO E INFANCIA DE JESÚS (1,18-2,23).

1. EL NACIMIENTO DE JESÚS (Mt. 01/18-25).

18 El nacimiento de Jesucristo fue así. Su madre María estaba

desposada con José y, antes de vivir juntos. resultó que ella había

concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. 19 Pero José, su

esposo, como era justo y no quería denunciarla, determinó repudiarla en secreto.

Este fragmento informa sobre el nacimiento del niño Mesías. Es notable en muchos

respectos la manera como tiene lugar el nacimiento. Sorprende la sobriedad y la concisión

de este relato, si se compara con la narración del nacimiento que conocemos familiarmente

por san Lucas y que se lee en las misas de Navidad. Casi no se exponen las circunstancias

más próximas, la preparación del acontecimiento y el mismo suceso. San Mateo dirige la

mirada a hechos muy distintos. Supone que nos son conocidos los pormenores de la

concepción milagrosa y del nacimiento, que ahora se recuerdan con breves palabras. ¿Qué

quiere sobre todo enseñar el evangelista?

En primer lugar está la figura de José, que se presenta en primer plano, así como en los

relatos de san Lucas se presenta a María. Todo se contempla desde la posición que ocupa

José, que al final del árbol genealógico fue mencionado como «esposo de María». Con esta

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mención se enlaza el relato del nacimiento. María estaba desposada con José. por eso

según el derecho judío era considerada como su esposa legitima. Sin embargo aún no

habían vivido juntos. Esto significa que José aún no había introducido en su casa a su

desposada ni había empezado la vida comunitaria del matrimonio. El relato ahora dice de

forma muy concisa que en este tiempo resultó que María estaba encinta. José lo había

notado claramente. Lo que él no sabe, nos lo dice en seguida el evangelista interpretando y

explicando de antemano: lo que vive en ella, procede del Espíritu Santo. Nada se dice de

la turbación, de la pesadumbre, de las cavilaciones, dudas y titubeos del esposo. No se nos

cuenta lo que pasa en su alma y lo que hace madurar la decisión. Solamente nos

enteramos del resultado: José resuelve separarse de su desposada con gran sosiego. La

deshonra en que José cree que se encuentra María, no debe ofenderla ante todo el

pueblo.

JOSE/JUSTO: Se califica de justo a José, en cuya conducta se manifiestan la

consideración y los sentimientos. Justo es el hombre que busca a Dios y que sujeta su vida

a la voluntad de Dios. Justo es el hombre que cumple la ley con todo su corazón y con

intensa alegría, como el devoto autor del salmo 118. Pero también es justo el hombre

prudente y bondadoso, en cuya vida se han mezclado y esclarecido de una forma singular

la propia madurez humana y la experiencia en la ley de Dios. Así es como el Antiguo

Testamento ve al justo. El justo es la figura ideal del hombre en quien Dios se complace. La

justicia es la más noble corona con que puede adornarse un hombre. Lo mismo puede

decirse de José. Su vista todavía está retenida, y él no comprende el enigma

desconcertante. Pero José tampoco lo escudriña ni procura examinarlo a fondo. Lo que

hace, en todo caso es indulgente y juicioso. Así logra que se le tribute la alta distinción de

elogiarle como justo.

20 y mientras andaba cavilando en ello, un ángel del Señor se le

apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas llevarte a

casa a María tu esposa, porque lo engendrado en ella es obra del Espíritu Santo.

Cuando José ya ha tomado la decisión de separarse de María, Dios interviene. Un ángel,

santo mensajero de Dios, le descorre el velo del misterio. Le dirige la palabra con

solemnidad: «José, hijo de David». Fuera de este caso, solamente a Jesús se concede

este título honorífico (Mt 1,1; 9,27; 20,30s). En este tratamiento resuenan las esperanzas

que inspira esta expresión desde el vaticinio de Natán al rey: «Yo seré su padre, y él será

mi hijo, y si en algo obra mal, yo le corregiré con vara de hombres y con castigo de hijos de

hombres. Mas no apartaré de él mi misericordia, como la aparté de Saúl, a quien arrojé de

mi presencia. Antes tu casa será estable, y verás permanecer eternamente tu reino, y tu

trono será firme para siempre» (2Sam 7,14-16). Con este tratamiento el sencillo José es

intercalado en el gran contexto de la historia divina. Es descendiente del linaje de David,

uno de sus «hijos». Lo que José oye decir al ángel, debe oírlo como hijo de David,

entonces comprenderá. Al final de este relato leemos que en realidad sucede así: después

del mensaje nocturno, José, con sencillez y docilidad, procede como le había encargado el

ángel (1,24).

José está en primer término, pero ahora también se ilumina con mayor intensidad la

madre del Mesías. José no debe temer llevarse a casa a María, acogerla en su casa como

su mujer, porque en ella ha tenido lugar un milagro de Dios: el fruto de su vientre no

procede de un encuentro terrenal. Con profundo respeto y con delicadeza se indica el

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misterio. Son cosas divinas, que no pueden ser profanadas por la indiscreta curiosidad del

hombre ni por el lenguaje que todo lo abarca. Sólo se nombra un hecho que puede servir

de explicación: la actuación del Espíritu Santo. A él se atribuye como última causa el

milagro que ha tenido lugar en el seno de María. Es el espíritu que expresa el poder y la

grandeza de la actuación divina; es el espíritu que llena a los profetas y a los héroes; pero

también es el espíritu que obra en silencio y que actúa ocultamente y sin ruido. Aquí se

evitan cuidadosamente todos los pormenores. Ante la mirada de José y la nuestra sólo

debe estar esta figura: la virgen, un vaso de elección, expuesto al soplo del Espíritu de

Dios...

21 Dará a luz un hijo, a quien le pondrás el nombre de Jesús,

porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

Ahora el mensajero habla más claramente. María dará a luz un hijo, y José le debe poner

el nombre de Jesús. Era un privilegio de la dignidad paterna otorgar el nombre al hijo. Esto

en cierto modo es un acto creador, porque para los antiguos el nombre designa la manera

de ser y la vocación. Sin embargo en el caso de José se limita el derecho: No solamente no

tiene ninguna parte en la procreación del hijo, sino que tampoco tiene derecho a determinar

el nombre. Éste le es dado de arriba, se anuncia de antemano: un nombre, que ya fue

usado con frecuencia en la historia del pueblo, pero que nunca proclamó la razón de ser

con tanta precisión como aquí.

J/SALVADOR ¿Qué significa el nombre de Jesús? Traducido del hebreo, significa: Dios

es la salvación, Dios ayuda y libera, Dios es salvador. Así se llamó Josué, quien como

sucesor de Moisés condujo al pueblo por el Jordán a la vida sedentaria y a la paz del país.

Este nombre lo tuvo un sumo sacerdote, que después del regreso de la cautividad de

Babilonia participó como dirigente en la restauración del culto y en el servicio del templo

(Esd 2-5). Así también se llamaba un maestro de la sabiduría, que pudo alabar el camino de

la justicia y de la vida con sentencias bien redactadas, Jesús, el hijo de Eleazar y nieto de

Sirac, autor del libro de Jesús Sirac o Eclesiástico (Eclo 50,29). Todos ellos fueron, de

diferentes maneras, medianeros de la salvación de Dios. Pero Jesús traerá esta bendición

con mayor amplitud que ninguno de los que le precedieron. Así lo indica la interpretación de

su nombre, que añade san Mateo: «él salvará a su pueblo de sus pecados». No se trata

simplemente de la salvación de un país fértil, de una oblación de sacrificios agradable a

Dios o de un conocimiento adecuado, sino la liberación de una esclavitud más grave de la

que representan el desierto, el culto idolátrico y una doctrina errónea: la esclavitud del

pecado. Con la palabra «pecado» se dice todo aquello, de lo que debe ser liberado el

hombre y la humanidad. Esta palabra designa la oposición más viva a Dios y a su

salvación.

La expresión un poco ambigua: su pueblo, indica a quién liberará Jesús de esta

servidumbre. El judío solamente conoce a un pueblo, que tiene legítimamente este nombre

en el sentido más profundo, es decir, Israel, el pueblo de la elección. El judío diría: «nuestro

pueblo» o en labios del ángel: «vuestro pueblo», el pueblo mediante el cual el israelita es lo

que es. O se podría esperar que se dijera: el pueblo de Dios. Pero aquí se lee «su pueblo».

Desde el primer momento a este niño se le promete un pueblo propio, y queda por completo

en suspenso si este pueblo se identifica con el Israel contemporáneo. También podría ser

un nuevo pueblo para el cual ya no tengan vigencia las fronteras de aquel tiempo y que

crezca más allá de las fronteras de Israel, un nuevo pueblo de Dios, perteneciente a Jesús

Page 9: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de una forma especial, y cuyo nombre ostente...

22 Todo esto sucedió en cumplimiento de lo que había dicho el

Señor por el profeta. 23 He aquí que la virgen concebirá en su seno y

dará a luz un hijo, y lo llamarán Emmanuel, que significa «Dios con nosotros».

Lo que el ángel ha anunciado hasta ahora es significativo y asombroso. En parte dice

claramente lo que sucederá, en parte indica grandes conexiones que conocen o adivinan

los que están bien informados como José. Mateo concluye las palabras del ángel indicando

el cumplimiento de una profecía. Finalmente ahora se hace patente que no se trata de

un acontecimiento de un día; al contrario: como en una lente se concentran los rayos de

luz, así también en la llegada de este niño es como si se reuniesen los hilos de una obra

tejida por Dios. El hecho es significativo para el tiempo presente, en el que tiene lugar el

milagro del Espíritu Santo; para el tiempo futuro, en que este niño debe llevar a cabo la

liberación de su pueblo; y para el tiempo pasado, que aparece con una nueva luz. En una

situación apurada el profeta Isaías había anunciado al rey Acaz una señal divina que le

debía notificar la desgracia. Ahora estas palabras del profeta se convierten en mensaje de

alegría: «He aquí que la virgen concebirá...» Las misteriosas circunstancias que habían

perturbado a José, no son tan sensacionalmente nuevas; el profeta ya las había indicado

hablando de una «virgen», que dará a luz un hijo. El nacimiento virginal del Mesías, por

obra del Espíritu, ya está indicado en el Antiguo Testamento. El creyente conoce la

actuación de Dios en los siglos y entiende las promesas a la luz de su cumplimiento.

Un segundo dato se da también en el profeta: un nombre que es tan profundo y rico

como el nombre de Jesús: Dios con nosotros (Is 7,10-16). Estaba arraigado en la fe de

Israel el conocimiento de que Yahveh siempre está con su pueblo. Esta es la distinción y la

gloria de Israel. Como sucedió en el tiempo pasado, así sucederá también en el tiempo

futuro, que los profetas anuncian: «No temas, pues yo te redimí, y te llamé por tu nombre: tú

eres mío. Cuando pasares por medio de las aguas. estaré yo contigo, y no te anegarán sus

corrientes; cuando anduvieres por medio del fuego, no te quemarás, ni la llama tendrá ardor

para ti» (1s 43,1s). Dios siempre estuvo con su pueblo en las guerras de los antepasados,

en las asambleas reunidas en los sitios de culto en tiempo de los jueces, luego

especialmente en la santa montaña de Sión y en el templo, en las unciones de sus reyes y

en la misión confiada a sus profetas, en su fidelidad y en el otorgamiento de su salvación,

también en la dispersión entre las naciones, en el cautiverio. Sin embargo, se mantenía viva

la esperanza de que Dios estaría con su pueblo en el tiempo futuro. Era un hecho y al

mismo tiempo una promesa, se podía experimentar felizmente la presencia de Dios, y con

todo tenía que esperarse. Es evidente que debía ser un modo enteramente nuevo de la

presencia, que ya se estaba acercando.

Ahora parece que esta nueva presencia está a punto de realizarse. El niño que ha de

nacer tiene el nombre que implica esta esperanza: «Dios con nosotros». Esta proximidad de

Dios no debe realizarse en una reunión especial, en un lugar, en una casa, sino en una

persona humana, a cuya manera de ser pertenece que Dios esté con nosotros. En él y por

medio de él Dios está presente y cercano, más próximo y activo que hasta ahora...

24 José, cuando se despertó, hizo como le había ordenado el ángel

del Señor y se llevó su esposa a casa. 25 Y hasta el momento en que

ella dio a luz un hijo él no la había tocado, y él puso al niño el nombre de Jesús.

Page 10: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

José, con sencillez y naturalidad, hace lo que se le había encargado. Con profundo y

medroso respeto no se acerca a María, que exteriormente pasa por ser su esposa. Ella da

a luz al niño, y José le designa con el nombre de Jesús. De este modo, el niño es su hijo

según la ley, que es incorporado a la línea de los padres, que va desde David hasta José.

No solamente conocemos el nombre que debe tener el niño, y que se unió con el título de

Mesías, formando el nombre doble: Jesucristo, esto es, Jesús el Mesías. Sabemos que el

nombre se complementa con un segundo nombre que Jesús no usó: «Dios con nosotros».

La última frase del Evangelio echa una mirada retrospectiva al principio del mismo: la

proximidad de Dios en Cristo está plenamente garantizada, y nunca más quedará en

lejanía, hasta el fin del tiempo: «Y mirad: yo estoy con vosotros todos los días hasta el final

de los tiempos» (/Mt. 28/20). Dios está cerca de nosotros en Jesucristo, siempre está

presente, nunca más estaremos solos ni perdidos, lanzados a una existencia sin sentido...

2. UNOS SABIOS DE ORIENTE ADORAN AL NIÑO (Mt. 02/02).

1 Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey

Herodes, unos sabios llegaron de Oriente a Jerusalén, 2

preguntando: ¿Donde está el rey de los judíos que ha nacido?

Porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarlo.

El árbol genealógico y el relato del nacimiento de Jesús quedaron en el ámbito de la

nación y del pueblo judío. Ahora la vista se amplía al gran mundo de las naciones y de los

reinos. En el árbol genealógico habíamos ido tentando el camino de la historia hasta David

y Abraham. Sigue luego un pasaje (1,18-25) en que resuena la profecía de que un niño hijo

de una virgen será el «Dios con nosotros». Todo esto se ha logrado con una creyente

mirada retrospectiva, que se dirige al tiempo pasado desde el tiempo presente consumado.

El acontecimiento de la adoración de unos sabios de Oriente de nuevo parece que

realiza grandes profecías, con la diferencia de que aquí sucede con una publicidad mucho

mayor, algo que antes sólo podía conocer la mirada de la fe: la venida del verdadero Mesías.

Por primera vez, nos enteramos en san Mateo de que el nacimiento de Jesús tuvo lugar

en Belén, en el país de Judá. Ambas circunstancias cumplen la profecía, según la cual

solamente entra en consideración el país real de Judá y una ciudad que se encuentra en

este país. Ambas indicaciones del versículo primero ya anticipan la cita del Antiguo

Testamento, que se aduce por extenso en el v. 6. El profeta Miqueas sobre esta pequeña

ciudad había hecho el oráculo de que de ella debe salir el soberano del tiempo final, que ha

de gobernar a todo el pueblo de Israel. El lugar del nacimiento ha sido designado por el

profeta, así como el nombre del niño ha sido determinado por Dios.

Se dice en general: «En tiempos del rey Herodes», sin que podamos conocer una

determinación más próxima del tiempo. Se alude a Herodes el Grande, que a pesar de

apreciables méritos, como extranjero (idumeo) y dependiente de los favores de Roma,

ejerció el mando arbitraria y horriblemente, sin escrúpulos y con desenfreno. Es verdad que

había arreglado suntuosamente el templo y que hizo mucho bien al pueblo, no obstante las

agrupaciones piadosas de los judíos tienen la sensación de que es un dominador

extranjero. Aunque su poder era pequeño, usaba el título de «rey». que Roma le había

concedido. Aquí se usa muchas veces este título, en contraste con el rey que buscan los

sabios. En el Evangelio sólo dos veces se habla de Jesús como el «rey de los judíos»: aquí

Page 11: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

en contraste con el tirano Herodes, y hacia el fin en el proceso usan este título el pagano

Pilato (27,11), los soldados que hacen escarnio de Jesús (27,29) y la inscripción en la cruz

(27,37). Jesús respondió afirmativamente a la pregunta de Pilatos (27,11), pero el título no

era expresión de la verdadera dignidad de Jesús ni una profesión de fe. Aquí se ha de

considerar que quien pretende ser rey de los judíos está sentado tembloroso en el trono, y

el verdadero rey viene con la debilidad del niño.

Los sabios vienen de oriente. No se indica qué país era su patria, tampoco se dice el

número de ellos. Las circunstancias externas permanecen ocultas ante la sola pregunta que

les mueve: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Son personas instruidas,

probablemente sacerdotes babilonios, familiarizados con el curso y las apariciones de las

estrellas. La notable aparición de una estrella les ha movido a partir. A esta estrella estos

sabios la llaman «su estrella», la del rey de los judíos. Es la estrella del nuevo rey infante.

Según persuasión del antiguo Oriente los movimientos de las estrellas y el destino de los

hombres están interiormente relacionados. Pero hasta hoy día no se han aclarado todas las

investigaciones y cálculos ingeniosos sobre esta estrella, si designa una constelación

determinada, un cometa o una aparición enteramente prodigiosa. Aquí dejamos aparte la

cuestión y solamente vemos la estrella según el significado que tiene para aquellos sabios.

También hubiera podido moverlos a emprender su expedición otra señal. Lo que es seguro

es que la aparición de la estrella no podía explicarse de una forma puramente natural, sino

que era un suceso prodigioso (v 9). Una señal es dada por Dios, el Dios de las naciones y

del mundo. Lo principal no son las circunstancias externas de la aparición, sino su finalidad

interna.

Pero ¿qué significa la señal para la gente instruida? Para ésta el país de los judíos es

ridículamente pequeño, carece de importancia desde el punto de vista político, desde hace

siglos ya no se hace sentir por su función independiente dentro del próximo Oriente. ¿Cómo

se explica que no les baste un mensaje, una averiguación por medio de emisarios? ¿Por

qué les estimula el deseo de ir a ver y de adorar? La Sagrada Escritura no contesta a estas

preguntas, sino que solamente informa sobre lo que ha sucedido. Pero el asombro que nos

causan estas preguntas, nos conduce a descubrir el profundo sentido de este relato...

Dios no solamente había elegido a su pueblo sacándolo de la servidumbre de Egipto,

sino que había elegido para sí una ciudad santa: Jerusalén, y había escogido, por así decir,

como domicilio un monte santo: el monte de Sión. Para el comienzo de la salvación Israel

no solamente espera la llegada del Mesías y el establecimiento del reino davídico, sino

mucho más: la bendición de todas las naciones por medio de Israel. La ciudad y el monte

son la sede y el origen de la salvación, que ha deparado Dios a las naciones. Allí

resplandece la luz, allí se tiene que adorar. El monte-Sión se convierte en el monte de

todos los montes, en el más alto y más santo de todos. En los últimos días muchos pueblos

se ponen en marcha desde los cuatro vientos y van en romería a Jerusalén, para que Dios

les enseñe sus caminos, y anden por las sendas de Dios (cf. Is 2,2s). Allá van reyes y

príncipes de todo el mundo y llevan sus dones a la ciudad de Jerusalén iluminada por el

fulgor de la luz: «Y a tu luz caminarán las gentes, y los reyes al resplandor de tu claridad

naciente. Tiende tu vista alrededor tuyo, y mira; todos ésos se han congregado para venir a

ti; vendrán de lejos tus hijos, y tus hijas acudirán a ti de todas partes. Entonces te verás en

la abundancia; se asombrará tu corazón, y se ensanchará, cuando vengan hacia ti los

tesoros del mar; cuando a ti afluyan las riquezas de los pueblos. Te verás inundada de una

muchedumbre de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá; todos los sabeos vendrán

a traerte oro e incienso, y publicarán las alabanzas del Señor» (Is 60,3-6; cf. Sal 71,10s). La

Page 12: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

peregrinación de los pueblos al fin del tiempo. ¿Tiene el evangelista esta escena ante su

mirada? ¿Ve cumplido el «fin de los días»?

Jesús no vino al mundo en la ciudad real de David, sino en la pequeña y mucho menos

importante ciudad de Belén. ¿Cómo puede explicarse que todos los demás indicios de la

expectación señalen a Belén? ¿Y cómo es posible que el Mesías no nazca en el palacio

real de Herodes, sino en cualquier parte, desconocido e ignorado? ¿Puede ser este niño el

verdadero Mesías? Es difícil responder a estas preguntas. La respuesta tenía preocupada

a la primitiva Iglesia, especialmente entre los judíos. Hasta que un día el Espíritu Santo

también le indicó el camino. Todo esto también lo atestigua la Escritura. El profeta Miqueas

nombra y ensalza adrede este pueblo de Belén, que es poco importante y pequeño, pero

que es grande a causa de que de él debe salir el dominador de Israel. San Mateo ha

reproducido con alguna libertad el texto del profeta Miqueas. El texto original dice así: «Y

tú, Belén, Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti saldrá el que ha de ser dominador

de Israel; su origen es desde tiempos remotos, desde días muy antiguos... Y él

permanecerá firme, y apacentará la grey con la fortaleza del Señor. en el nombre altísimo

del Señor Dios suyo, y ellos se establecerán, porque ahora será glorificado él hasta los

últimos términos del mundo. Y él será paz» (Miq 5,1.3-4). Efratá era una estirpe

numéricamente pequeña de Israel, de la cual procedía David (lSam 17,12). Dios eligió una

vez lo que era débil, y volverá a hacerlo en la consumación del tiempo.

3 Cuando lo oyó el rey Herodes, se sobresaltó, y toda Jerusalén

con él. 4 Y convocando a todos los sumos sacerdotes y escribas del

pueblo, les estuvo preguntando dónde había de nacer el Cristo. 5

Ellos le respondieron: En Belén de Judea; pues así está escrito por el

profeta: 6 y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor

entre las grandes ciudades de Judá; porque de ti saldrá un jefe que

gobernará a mi pueblo Israel. 7 Entonces Herodes llamó en secreto a

los sabios y averiguó cuidadosamente el tiempo transcurrido desde

la aparición de la estrella. 8 y encaminándolos hacia Belén, les dijo:

Id e informaos puntualmente acerca de ese niño; y cuando lo

encontréis, avisadme, para que también yo vaya a adorarlo.

Precisamente Herodes es interrogado acerca del lugar. La pregunta le estremece, porque

ahora ha de temer a un nuevo competidor, y la pregunta estremece a la ciudad, porque

tiembla por el miedo de nuevas medidas de terror. Puesto que Herodes no sabe el lugar

(¿qué sabe de la Escritura el rey de sangre extranjera y amigo de los paganos?), tiene que

convocar un consejo de personas constituidas en dignidad: sumos sacerdotes y

escribas, para que oficialmente le den respuesta. El lugar, pues, no lo han inventado los

cristianos creyentes ni lo han dispuesto posteriormente. Los judíos e incluso Herodes

tienen que testificar que Belén es la ciudad del Mesías.

Por la mediación de Dios la romería de los sabios no termina en Jerusalén, sino más allá

de la ciudad, en la cercana Belén. ¡Singular providencia! Jerusalén no es la ciudad de la

luz, en la que los pueblos pueden disponer del derecho y de la salvación. Jerusalén está en

pecado, es la ciudad de los asesinos de los profetas (23,37-39), la ciudad de la

desobediencia y de la sublevación, del desprecio de la voluntad de Dios. El Mesías no

viene a Jerusalén, a no ser para morir en ella. Entonces también sale la luz de esta ciudad,

pero de una forma muy distinta de la que se esperaba.

Page 13: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

9 Después de oir al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en

Oriente iba delante de ellos, hasta que vino a pararse encima del

lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella, sintieron inmensa

alegría. 11 Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre

y, postrados en tierra, lo adoraron; abrieron sus cofres y le ofrecieron

regalos: oro, incienso y mirra. 12 y advertidos en sueños que no

volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Con toda pobreza y estrechez ocurre en Belén algo de la gran promesa: los hombres

doctos encuentran al niño y a María su madre, le presentan su homenaje y sus valiosos

regalos, propios de reyes: oro, incienso y mirra. Su alegría sobrepasa toda medida:

sintieron inmensa alegría, la alegría del hallazgo, del anhelo cumplido.

Es un comienzo, el principio de la adoración de todos los pueblos en la presencia del

único Señor. La luz no sólo brilla para los judíos; el dominador no solamente «gobernará a

mi pueblo Israel» (v. 6), los gentiles también participan de la luz; antes que los demás, antes

que un solo judío haya logrado la fe. Mientras Herodes se queda inmovilizado con sombríos

pensamientos homicidas, estos gentiles venidos de Oriente se arrodillan delante del niño.

Se atestigua que en Jesús vino la salvación para todo el mundo. No podía ser atestiguado

de una forma más solemne que mediante este grandioso acontecimiento. Empieza a llegar

el fin de los tiempos. Se presentan las primeras grandes señales. Herodes no consigue su

objetivo. Su intención hipócrita de ir a adorarlo es desbaratada: con un medio fácil Dios

ordena que regresen por otro camino. Se requiere solamente una indicación, y el mal queda

alejado...

(Págs. 24-38)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 3

3. HUIDA A EGIPTO (Mt. 02/13-15).

13 Después de partir ellos, un ángel del Señor se aparece en

sueños a José y le dice: Levántate, toma contigo al niño y a su madre,

y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes se

pondrá a buscar al niño para matarlo. 14 José se levantó, y de noche,

tomó consigo al niño y a su madre, y partió para Egipto;

Se continúa el tema iniciado con el relato de los sabios: planes de Herodes contra el niño.

En primer lugar se informa que el niño es llevado a Egipto por una intervención de Dios. De

nuevo José está en el primer plano. Por segunda vez recibe un mensaje de Dios, que le

transmite un ángel. De una forma tan sucinta como antes (1,20) se le comunica un mandato:

Levántate. Se le exige algo repentino, inaplazable. Debe ponerse en pie en plena noche. La

exhortación del ángel se efectúa privadamente y bajo la envoltura del sueño; sin embargo,

las facultades superiores del alma toman plena conciencia de este mandato, cuyo

cumplimiento exige la decidida acción humana. Al hablar del cumplimiento del mandato

(2,14) se dice que san José se levanta y obra sin pérdida de tiempo, cuando aún es de noche.

Page 14: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

¡Cuán atento tiene que haber estado este hombre, cuán clarividente y abierto a la

advertencia de Dios! Su alma está orientada hacia arriba no sólo durante el día, sino

también durante la noche, de tal forma que Dios puede intervenir fácilmente y puede estar

seguro del éxito. La recepción de la orden no hace que José se vaya despertando, sino que

al instante está dispuesto a obrar. Así es siempre, cuando una persona llena su alma de Dios...

Tomó consigo al niño y a su madre. En los dos primeros capítulos del Evangelio

solamente se habla así de María y del niño Jesús (2,11.13.14.20.21). En primer lugar es la

única manera de hablar correcta y dogmáticamente exacta: primeramente se nombra al

niño, que siempre ocupa el centro del relato, después se nombra a María, que le dio a luz.

San Mateo nunca dice «los padres», o «la familia» o «María y su hijo»; se menciona

separadamente a las dos santas personas, como corresponde a la diferencia en su

dignidad. Una expresión como la que leemos en san Lucas, que al parecer con descuido,

habla de «sus padres» (Lc 2,43), no se podría concebir en san Mateo. Su conciencia de la

grandeza de Jesús se manifiesta en todas partes con delicada ponderación de las palabras.

Tampoco a María se designa con su nombre, sino solamente como «su madre». Esta

designación no significa ningún frío distanciamiento, sino que indica que María recibe del

niño su dignidad. Ante la importancia de este hecho su nombre palidece. En los dos

primeros capítulos sólo se menciona una vez (1,18), mientras que constantemente se

emplea el nombre de José. La gloria de María radica en su elección para la verdadera y

real maternidad humana del Mesías.

Y huye a Egipto. Ya una vez había habido una peregrinación fugitiva a Egipto: cuando

la falta de víveres movió a los hijos de Jacob a que fueran al fértil delta del Nilo (Gén 42s).

En aquella ocasión el apremio de la necesidad: salvarse de la muerte por hambre. Desde

tiempos antiguos era Egipto el país de refugio en tiempo apurado para todo el contorno.

Especialmente las tribus del desierto, nómadas y seminómadas, con frecuencia fueron

empujadas hacia los márgenes de aquel país agrícola, para obtener un sustento. El camino

hacia el sur era fatigoso y no exento de peligro, pero con todo estaba cerca el fin del

camino. Solamente se necesitaban unos pocos días de viaje para llegar a las fértiles

márgenes del delta. Ahora José debe recorrer los mismos caminos para salvar la vida del

niño que se le había confiado. Dios prepara la huida en el tiempo oportuno, sin que sea

menester que se prevenga todo lo necesario. En las últimas tribulaciones que se describen

en el Apocalipsis, Dios también ha erigido para la comunidad del tiempo final un refugio en

el desierto, para sustraerse a la mayor y más fuerte embestida de Satán (Ap 12,6). Lo que

Dios concedió a su Hijo, no lo rehusará a los hermanos de su Hijo...

Y quédate allí hasta que yo te avise. El ángel no indica la duración de la estancia.

Deja a José en la incertidumbre. José tiene que limitarse a hacer lo que le está encargado.

Aquí una vez más se mostrará la docilidad de José en el cumplimiento de lo que Dios le

inspira. No sólo debe cumplirse la voluntad de Dios que percibimos a modo de moción

interna o en las diversas circunstancias del día, sino también la voluntad de Dios, cuando

se nos exige en forma de mandato o prescripción. Hay que ser persona ya muy ejercitada

en el trato con esta voluntad, para estar dispuesto a cumplir una orden como la que aquí

recibe José...

El ángel también añade una explicación de la orden: Porque Herodes se pondrá a

buscar al niño para matarlo. Resulta pavorosa en este pasaje la dura palabra, que

propiamente significa «hacer perder», «aniquilar», «eliminar por la fuerza». Más tarde

Jesús, hablando de los viñadores homicidas que asesinaron al hijo, dirá que el Señor de la

viña los «aniquilará» (21,41).

Page 15: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

El contraste no podría estar iluminado con más viveza: aquí los gentiles que vienen

presurosos para rendir un homenaje de sentido creyente; allí el rey de los judíos que ha

decretado la muerte del niño rey.

15 y se quedó allí hasta la muerte de Herodes. Con ello se cumplió

lo que dijo el Señor por el profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Con la muerte de Herodes parece que se aclare algo la obscuridad. Porque José estuvo

allí hasta la muerte de Herodes. Esta observación ya anticipa los sucesos siguientes. Un

singular juego de ideas: el rey vivo decreta la muerte del niño, cuya vida parece asegurada

después de la muerte del rey.

El evangelista redondea el pasaje con una cita del profeta Oseas, cuya profecía se ha

cumplido. Esta estancia también la quería Dios. Con audacia y sagacidad el escritor

sagrado ve el cumplimiento de las palabras del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. El

profeta lo ha dicho de todo Israel, que cuando todavía era joven y un niño, fue elegido

amorosamente por Dios, y fue llamado de Egipto para la peregrinación: «Cuando Israel era

un niño, yo le amé y yo llamé de Egipto a mi hijo» (Os 11,1). Éste era el tiempo del primer

amor, del amor nupcial, en el que Israel era muy devoto de su Dios y junto a él no conocía

ídolo alguno. Dios, pues, a su Hijo verdadero lo hizo volver otra vez de Egipto al país de los

padres. No solamente oímos el mismo sonido de las palabras, que se cumplen, no

solamente vemos juntos los dos acontecimientos históricos, en estas palabras del profeta

resuena además la esperanza que llenaba el alma de Oseas: Como esta primavera en el

tiempo de la juventud de Israel, después de su conversión Dios le concederá una segunda

primavera, una nueva vida en tiendas y chozas, sin saciedad ni riqueza, con una entrega

indivisa al Señor: «Pero con todo, yo la seduciré y la llevaré a la soledad, y le hablaré al

corazón: Daréle nuevamente sus viñas, y el valle de Acor para que entre en esperanza, y

allí cantará como en los días de su juventud, como en los días en que salió de la tierra de

Egipto» (Os 2,14s; cf. 12,10). En este texto se pulsa una cuerda del corazón del verdadero

Israel, que en todo tiempo debe buscar a Dios y a él solo servir... Apunta la nueva

primavera.

4. MATANZA DE LOS NIÑOS DE BELÉN (/Mt. 02/16-18).

16 Cuando Herodes se vio burlado por los sabios, se enfureció y

envió a que mataran a todos los niños que había en Belén y en toda

su comarca menores de dos años, conforme al tiempo que

cuidadosamente había averiguado de los sabios.

Hasta ahora san Mateo solamente ha nombrado lo principal: la liberación del Mesías

niño. Pero con su huida no se conjura la desgracia. Antes bien la ira del rey se descarga

brutal y ferozmente. El rey se da cuenta de que los sabios le han engañado. Por tanto,

persiste la preocupación, y para Herodes el único punto de apoyo es el tiempo de la

aparición de la estrella, del que él se había enterado por los sabios (2,7). Tan grande era el

espanto, y su manera de pensar era tan cínica que decreta una matanza terrible. Aunque no

encuentre al niño, éste en ningún caso ha de quedar con vida. Manda matar a todos los

niños varones que tengan menos de dos años de edad.

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De nuevo podemos admirarnos del singular paralelismo con los sucesos que en Egipto

ocurrieron en la juventud de Israel. Entonces fue un faraón quien por miedo del vigor y del

poder vital de los israelitas dio la orden de ejecutar a los niños varones. Primeramente son

las comadronas quienes deben matar a todos los nacidos de sexo masculino. Cuando las

comadronas con firmeza y astucia eludan la orden, entonces el faraón exige a todo el

pueblo: «Todo varón que naciere, echadle al río; toda hembra, reservadla (Ex 1,22). Así

como entonces la horrible matanza no impidió que Dios conservara en Moisés al libertador,

así también ahora preserva al niño Mesías del derramamiento de sangre en Belén. Con

casta reserva, san Mateo solamente dice lo necesario. No menciona ni la dureza de

corazón del rey, ni el horror de la matanza. También aquí penetra el pensamiento de Mateo

los planes del acontecer de Dios.

17 Entonces se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías

cuando dijo: 18 Una voz se oyó en Ramá, alaridos y grandes

lamentos: Raquel está llorando a sus hijos, y no quiere que la

consuelen, porque ya no existen.

Raquel llora a sus hijos... De nuevo son palabras proféticas las que dan la llave al

evangelista (Jer 31,15). Cuando después de decenas de años san Mateo escribe este

pasaje, por así decir oye los lamentos y llantos de las madres estremecidas. A san Mateo

no le supone ningún obstáculo que Jeremías hable de Ramá, que se encuentra al norte de

Jerusalén, y no de Belén, que está al sur; porque las lamentaciones son las mismas. Allí el

profeta oye cómo Raquel, antepasada de las tribus de Benjamín y de Efraím, llora por sus

hijos, que están en el cautiverio de Asiria. El país está desguarnecido, los pueblos están

devastados. La desolación del país también está en su alma. Es un canto que descubre

todo el dolor de Israel, su desgracia nacional y su desobediencia a Dios, la cual fue causa

de la desgracia. De esta índole es también el dolor de la madre en Belén. El evangelista no

sólo oye el lamento por la pérdida de los niños; en este lamento también resuena el dolor

por la desobediencia de Israel, porque el crimen que se perpetra, lo perpetra en Israel un

rey de Israel. Este homicidio es como una señal, un grito de alarma que descubre el

rescoldo del infortunio.

5. TRASLADO A NAZARET (Mt. 02/19-23).

19 Muerto ya Herodes, un ángel del Señor se aparece en sueños a

José en Egipto 20 y le dice: Levántate, toma contigo al niño y a su

madre, y vete a la tierra de Israel, porque han muerto ya los que

atentaban contra la vida del niño. 21 El se levantó, tomó consigo al

niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.

Antes (2,15) ya se mencionó la muerte de Herodes, ahora se vuelve a hablar del

acontecimiento y de su consecuencia para la Sagrada Familia. El motivo del viaje de

regreso es de orden externo: la muerte del rey receloso y cruel. Y con todo tal motivo

externo puede dirigir los destinos del niño Mesías. ¿No parece que sea como una debilidad

de Dios, que hace depender sus acciones de los antojos y sinos de los hombres? En la

posterior historia de Jesús encontramos algo semejante: el motivo de su vida pública

Page 17: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

procede de fuera, del arresto de Juan el Bautista (Mc 1,14). Una conspiración de Herodes

Antipas contra él hace que Jesús se esconda (LC 13,31-33). En su acción ¿se deja Dios

imponer la ley por los hombres y se deja quitar la dirección de los acontecimientos? Esta

impresión está en la superficie de la historia. Pero en el fondo, por una necesidad

inexorable, solamente ocurre lo que Dios quiere. Los escritores sagrados nos enseñan a

penetrar incesantemente a través de la costra externa hasta esta profundidad. El camino,

por el que a san Mateo le gusta especialmente conducirnos, es el esclarecimiento mediante

la revelación del Antiguo Testamento.

El ángel indica a José -casi con las mismas palabras que para la huida (2,13)- que vaya

con el niño y su madre a la tierra de Israel. Esta expresión tiene un colorido religioso. El

mensajero no nombra las demarcaciones políticas de los territorios del reino (Judea,

Samaría, Galilea), ni tampoco una designación geográfica como Palestina, sino que emplea

la expresión que en el Antiguo Testamento designa esta tierra como la tierra de Dios, el

regalo de su misericordia. Es la tierra santa, otorgada benignamente a las doce tribus de

Israel. Mateo usa aquí dos veces la expresión. Probablemente quiere indicar que Jesús

entra en el país de sus antepasados, que de nuevo corresponde al Mesías. ¿No resuenan

aquí también los motivos de la salida de Egipto y la toma de posesión de Palestina por el

pueblo de Israel en esta nueva primavera «De Egipto llamé a mi hijo» (2.15); «vete a la

tierra de Israel»...

Estas relaciones resuenan como tonos y sonidos concomitantes, como lo muestra el

motivo que añade el ángel: «Porque han muerto ya los que atentaban contra la vida del

niño». Ésta es casi textualmente una frase de la historia del Éxodo, que fue dicha a Moisés.

Éste tuvo que huir de Egipto por ser culpable del homicidio de un capataz egipcio, y tuvo

que permanecer durante largos años en el extranjero, en la tierra de Madián. Allí Moisés

recibió su misión (Éx 3,8), y en un tiempo determinado se le ordenó volver para llevar a

cabo su obra: «Había dicho el Señor a Moisés en Madián: Anda y vuelve a Egipto; porque

han muerto ya todos los que atentaban contra tu vida. Tomó, pues, Moisés, a su esposa y a

sus hijos, y los hizo montar en un jumento, y volvióse a Egipto (Ex 4,19s). ¡Qué juego tan

singular de disposiciones!: allí el faraón quiere quitar la vida al joven Moisés, aquí Herodes

procura matar al niño Mesías; allí la huida de Egipto y el regreso de acuerdo con la orden

de Dios; allí el libertador escogido está en camino con su mujer y sus hijos, aquí José, el

hijo de David, como instrumento de la conducción de Dios, viaja a pie con «el niño y su

madre». Con todo, este juego de la semejanza en los pormenores es solamente una música

de acompañamiento del gran paralelismo que san Mateo tiene muy presente: la salida de

Israel, la liberación de la servidumbre, un nuevo pueblo de Dios. El evangelista ahora ya

sabe que todo eso se verifica en el niño Jesús, pero lo indica con parquedad dirigiendo la

mirada hacia la primitiva historia de Israel.

22 Pero, cuando oyó que Arquelao había sucedido a su padre

Herodes en el trono de Judea, tuvo miedo de volver allí, y advertido

en sueños, se retiró a la región de Galilea, 23 y se fue a vivir a una

ciudad llamada Nazaret. Con ello se cumplió lo anunciado por los

profetas: que sería llamado nazareno.

En Palestina después de la muerte de Herodes (año 4 d.C.) el territorio del reino fue de

nuevo repartido. Galilea en el norte la obtuvo su hijo Herodes Antipas, Judea y Samaría las

obtuvo su hijo Herodes Arquelao. Este era todavía más cruel que su padre y pronto fue

Page 18: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

destituido de su cargo por el emperador romano (año 6 d.C.). Pero ahora él es quien

gobierna; es evidente que su mala reputación se divulgaba con rapidez. José tuvo miedo de

entrar en el territorio de su jurisdicción. ¿No procederá el hijo con tanta furia como su

padre? Entonces se dirige al norte, a la región de Galilea. Este cambio de plan tampoco

tiene su origen solamente en la perspicaz vista política de José ni en su prudencia práctica:

el mismo Dios le transmite la decisión. Vuelve, pues, a explicarse por factores externos, por

la presión de las circunstancias políticas, uno de los hechos más singulares en la vida del

Mesías: su procedencia de Nazaret.

Galilea por sí sola le hacía sospechoso, porque esta región era considerada por los

judíos celosos de la ley como semipagana, liberal, rústica y primitiva. Aún le hacía mucho

más sospechoso su procedencia de Nazaret: «¿Acaso de Nazaret puede salir cosa

buena?», dice Natanael a Felipe (Jn 1,46). Jesús ha salido precisamente de este lugar, y

no de una de las ciudades, más conocidas, que rodeaban el lago de Genesaret.

El nombre «Jesús de Nazaret» tiene que ser muy antiguo, quizás el más antiguo con que

Jesús fue designado por sus contemporáneos. ¿Fueron los adversarios de Jesús, quienes

le designaron así para presentarle como digno de desprecio? Es posible. Con todo basta el

aparente contrasentido: Jesús, o sea el Salvador y «Dios con nosotros» y Nazaret, o sea el

lugar despreciado y de mala fama. ¿No hay que percibir en la elección de este lugar algo

del enajenamiento de Dios? Da la impresión de una preferencia por lo pequeño, lo débil, lo

inadvertido y lo que no es honroso, aquí al principio y más tarde en la consumación...

Pero los adversarios no tienen ningún motivo para echar en cara a Dios esta «debilidad».

Eso también lo indican los profetas. Cuando José establece su residencia en Nazaret, se

cumple también la voluntad de Dios, que está contenida en la Escritura, de una forma

confusa y aparentemente rebuscada, pero que es reconocible para el que tiene fe: Será

llamado nazareno (el texto griego dice nazoraios). Esta frase no se encuentra en ninguna

parte del Antiguo Testamento. El dato «por los profetas» tampoco es exacto. ¿En qué ha

pensado san Mateo? El profeta Isaías dice refiriéndose al Mesías del tiempo futuro: «Y

saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz se elevará una flor, y reposará sobre él

el espíritu del Señor...» (Is 11,1s). Del tronco de Jesé, del linaje principal de David, que se

ha interrumpido (por castigo de Dios) y que se ha vuelto estéril, debe brotar un nuevo

retoño. «Retoño» en hebreo se dice nezer, que suena de una forma parecida a nozri,

traducido al griego por nazoraios, término que tal vez sólo tardíamente cambió su

significado en «el hombre de Nazaret». Lo más probable es que haya que pensar en esta

relación entre el «hombre de Nazaret» y el «renuevo del tronco de Jesé». Luego esta

procedencia no es despreciable ni sospechosa, sino por el contrario es una alusión al

Mesías y libertador...

(Págs. 38-48)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 4

Parte segunda

ACTIVIDAD DEL MESÍAS EN GALILEA

Capítulos 3-18

Page 19: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

I. LA SALIDA (3,1-4,22).

1. JUAN EL BAUTISTA (32).

Juan el Bautista está en el centro del primer pasaje de la actividad pública de Jesús. En

primer lugar se describe su presentación (3,1-6), luego siguen su exhortación a convertirse

(2,7-10) y el anuncio del Mesías (3,12). El punto culminante de su actuación es el bautismo

de Jesús (3,13-17), con el que se pasa a la actividad de Jesús.

a) Presentación del Bautista (Mt. 03/01-06).

Súbitamente, de la historia de la infancia del Mesías se salta a su actuación como persona

adulta. Esta nueva sección se introduce de manera aparentemente descuidada: En aquellos

días... No sabemos qué edad tiene Jesús. San Mateo parece tener poco interés

por los datos biográficos e históricos (cf. Lc 3,1-6). Esto se puede ver aquí y en todo el

libro. En esto tenemos una indicación para leer este Evangelio con la debida orientación. A

san Mateo siempre le interesa ante todo el asunto; no los pormenores históricos ni el

colorido polícromo de los acontecimientos, sino su significado interno, su sentido y su

declaración acerca de Dios y de Jesucristo. El evangelista en primer lugar los anuncia para

la fe de sus oyentes. Todo lo que leemos es en primer lugar testimonio de la fe, nacido de

la fe y dispuesto para nuestra fe.

1 En aquellos días se presenta Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea. 2 Decía:

Convertíos. porque el reino de los cielos está cerca.

La primera frase se dirige rápidamente a su objetivo: el mensaje del Bautista en el v. 2.

Sólo nos enteramos de unos pocos pormenores de esta hora trascendental. Se presenta

Juan el Bautista. Aquí se le menciona por primera vez, pero se hace esta mención como si

se tratara de una persona conocida desde hace mucho tiempo. En los antecedentes

históricos san Mateo no cuenta nada de él, a diferencia de san Lucas (cf. Lc 1,5-25;39-80).

En este pasaje san Mateo tampoco da ninguna información de lo que nos gustaría saber:

los padres de Juan, el lugar y el día de su nacimiento, su formación y su vocación. Aquí

solamente se indica el nombre propio y se añade «el Bautista» como un sobrenombre

invariable. Todos saben quién es él; su presentación ha conmovido profundamente el

tiempo; su figura es como una roca prominente en la historia. Pero no nos podemos

detener, sino que nos dejamos mover por la siguiente frase concisa.

Predicando en el desierto de Judea. Por tanto lo principal es su palabra. Juan

proclamaba, pregonaba, anunciaba..., porque la palabra griega alude a la proclamación de

un mensaje por medio del heraldo. En el desierto de Judea, o sea en la región pedregosa

de los montes de Judea hasta la hondonada del Jordán con el mar Muerto, en la roca

descolorida, desmirriada. El llamamiento del heraldo viene desde fuera. No se mezcla con

el ruido y las habladurías de las calles y plazas verbosas. Suena desde lejos como un clarín

solitario y aislado. El desierto es el espacio de la pureza y de la vacuidad. Nada obstruye

la mirada hacia el cielo: ningún árbol, ninguna casa, ningún muro. Nada hay que ataje el

paso hacia Dios ni impida la percepción de su palabra. El tiempo de la peregrinación por el

desierto es el tiempo ejemplar de la salvación: «Como uvas en el desierto tomé yo a Israel;

como a brevas de higuera, así miré a sus padres» (Os 9,10). La salvación vendrá del

desierto: «Heos aquí que las haré yo nuevas, y ahora saldrán a luz, y vosotros las

Page 20: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

presenciaréis: Abriré un camino en el desierto, y manantiales de agua en país yermo» (Is

43,19; cf. 41,18-20). En tiempo de Jesús se esperaba del desierto al Mesías: Si os dicen,

pues: Mirad que está en el desierto... (Mt 24,26).

El mensaje es lo más conciso y grande que es posible. Contiene dos frases: la primera

de las cuales es «Convertíos». La palabra original griega (metanoeite) también podría

traducirse por «arrepentíos» o «haced penitencia». En esta llamada se reconoce al profeta.

«Volveos», «convertíos», es la llamada (que siempre se repite y que es retransmitida de un

profeta a otro, como si fuera una antorcha) para retornar a Dios. En Ezequiel esta llamada

llega a su apogeo, unida con la promesa de la vida. Se reclama un completo cambio de la

manera de pensar y vivir: «Volveos y convertíos de todas vuestras transgresiones... Arrojad

lejos de vosotros todas vuestras prevaricaciones que habéis cometido y formaos un

corazón nuevo y un nuevo espíritu. ¿Por qué has de morir, casa de Israel, puesto que yo no

deseo la muerte del pecador, dice el Señor Dios, convertíos y viviréis» (Ez 18,30-32). La

peregrinación que conduce a la muerte, debe desembocar en la vida. Los pecados que

gravan sobre el corazón, deben ser arrojados fuera, y en su lugar debe formarse un nuevo

corazón, perfectamente entregado a Dios, y un nuevo espíritu, que anime y estimule a este

corazón. Con este amplio sentido hay que oir el llamamiento del Bautista. Se trata de la vida

o la muerte, la ruina o la salvación. Entonces y siempre.

Ningún profeta había antes añadido a esta llamada una razón semejante: «Porque el

reino de Dios está cerca». Los profetas amenazaban con el juicio de Dios, con el

arrebato de la ira de Dios y con la represalia, con el terrible «día de Yahveh»: «Por ventura

aquel día del Señor no será día de tinieblas, y no de luz» (Am 5,20). Amós está bajo el peso

y la cercanía apremiante de este día, lo que da una fuerza irresistible a su llamada para

hacer penitencia. El acontecimiento a que se refiere el Bautista, ¿es este día sombrío, en

que se descarga el ardor acumulado de la ira de Dios sobre Israel y las naciones? Si se

escucha la predicación del Bautista sobre la penitencia (3,7-10), se tiene que dar una

respuesta afirmativa a esta pregunta. Pero esto es imposible aquí, al principio, cuando el

Bautista emplea la expresión «reino de los cielos». Esta locución resuena con viveza e

infunde alegres esperanzas. Alude al establecimiento del reino de Dios en todo el mundo y

para todo el tiempo, al triunfo brillante de Dios al fin de la historia, a la bienaventuranza y

alegría de todos los que pertenecen a Dios. Este reino ahora ha llegado, está tan cerca

delante de la puerta, que Juan puede decir: «Ahora realmente viene, lo proclamo. Era una

hora emocionante...»

Llama la atención que las primeras palabras de la predicación de Jesús en el relato de

san Mateo sean exactamente iguales a éstas de Juan (4,17). ¿Es que el Bautista sólo ha

anunciado lo que Jesús? Como precursor de Jesús ¿no tiene que ser más sobrio en

palabras, hablar solamente de la penitencia y de la conversión, y en cambio dejar el

anuncio de la gran alegría al que viene después de él? Ciertamente que sí, como veremos

con claridad en el pasaje siguiente. Pero Mateo quiere decir que Juan Bautista ya

pertenece al tiempo nuevo. Está al otro lado de la frontera que separa el tiempo antiguo y el

tiempo nuevo. Con él ya empieza a realizarse el reino de Dios. De este modo también se

dice algo más: en último término su exhortación a la penitencia tan severa y tan penetrada

por el temor del «día de Yahveh», está al servicio del alegre acontecimiento, de la buena

nueva, de la incipiente salvación. La palabra de Juan no debe sofocar al hombre, sino

levantarlo. Juan el Bautista exige una conversión estricta, pero por un objetivo glorioso, es

decir por el mayor que podemos conocer y pensar, el reino de Dios...

Page 21: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

3 Juan es el anunciado por el profeta Isaías cuando dijo:

Voz del que clama en el desierto:

«Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas».

Después del prólogo majestuoso, ya se nos da a conocer a Juan con más pormenor. De

nuevo es significativo que primero oigamos hablar de su rango en el plan de Dios, y luego

de los pormenores de su aparición. Isaías había designado de antemano su cargo, cuando

daba voces a los cansados proscritos en Babilonia, diciendo: «Una voz grita: Preparad en

el desierto un camino para el Señor. Enderezad en la soledad las sendas de nuestro Dios.

Todo valle ha de ser alzado, y todo monte y cerro abatido; y los caminos torcidos se harán

rectos, y los ásperos, llanos. Entonces se manifestará la gloria del Señor y toda carne la

verá, pues la boca del Señor ha hablado» (Is 40,3-5). Isaías vio una magnífica procesión

que a través del desierto se dirigía a la patria (Is 40,9-11), y oyó el llamamiento a preparar

la ruta y allanarla para que pase el Señor. En este paso Dios avanzará con el pueblo

jubilante. La Iglesia y el evangelista oyen de nuevo estas palabras con gran audacia, y las

entienden como referidas a Juan. Él es quien entonces ha exclamado, quien ahora

exclama: Preparad el camino del Señor. Isaías no podía indicar quién profiere esta

llamada, pero nosotros lo sabemos. Dios debía avanzar con el pueblo en el desfile triunfal,

pero ahora viene corporalmente el que tiene por nombre «Dios con nosotros». Por toda la

escena la mirada de la fe reconoce a las dos figuras: El heraldo mensajero es Juan, y el

Señor es el Mesías. Se acerca la liberación de la servidumbre.

4 Juan llevaba un vestido de pelo de camello con un ceñidor de

cuero a la cintura: su alimento consistía en langostas y miel silvestre.

5 Jerusalén, Judea entera y toda la región del Jordán acudían a él.

La vida externa del Bautista es austera. Lleva un vestido de pelo de camello sujeto tan

sólo con un cinturón de cuero. Se alimenta del escaso alimento producido por el monte

yermo: langostas y miel silvestre. Con pocos rasgos, se traza la figura de un hombre, cuya

vida puede atestiguar lo que él exige a los demás. No se desoye la llamada. Repercute en

Jerusalén, Judea entera y toda la región del Jordán. Empieza una gran peregrinación, pero

no es la que vio el profeta de un pueblo liberado por el camino que conduce a la patria;

aquí, a la inversa, el pueblo sale al encuentro del solitario pregonero del desierto, del

hombre de Dios; no en busca de sensaciones, sino para renovar la vida. Aunque las

expresiones pueden ser exageradas, lo cierto es que una profunda conmoción embarga al

pueblo de Judá y le hace salir hasta el lugar donde se encuentra Juan.

Un charlatán o un flautista de Hamelin puede congregar también un público entusiasta y

desencadenar reacciones emotivas en el pueblo, pero cuando resuena la voz de Dios, no

se reduce todo a humo de pajas. Allí no hubo ninguna sugestión de masas. Se conmueve el

corazón del individuo, y éste es llamado a tomar una decisión personal...

6 y él los bautizaba en el río Jordán al confesar ellos sus pecados.

Juan bautizaba a todos los que venían a él. Juan había instituido un rito especial para

disponerse a la conversión: el bautismo. Había llegado a ser tan significativo para él, que

recibió el sobrenombre de «el Bautista». En el Jordán, probablemente no lejos de la

desembocadura en el mar Muerto, Juan bautiza por inmersión a todos los que se le

Page 22: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

presentan. Se debe lavar simbólicamente el pecado. Es cierto que en tiempos de Juan se

hacían abluciones y baños en el judaísmo oficial y en las comunidades de las sectas. Eran

una de las ocupaciones cotidianas, una parte constitutiva de la vida legal. El bautismo de

Juan es distinto de todas estas abluciones y baños, era una señal de que el hombre se

convierte, se renueva, se dispone para la salvación que se acerca, es un indicador del fin

de los tiempos, en el sentido del profeta: «Lavaos, purificaos, apartad de mis ojos la

malignidad de vuestros pensamientos, cesad de obrar mal, aprended a hacer el bien» (Is

1,16s). El que así era sumergido en las aguas del río, debía vivir en adelante como un

hombre nuevo, orientado por completo hacia lo venidero.

b) Exhortación a convertirse (Mt. 03/07-10).

7 Pero al ver que venían al bautismo muchos fariseos y saduceos,

les dijo: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir del

inminente castigo? 8 ¡A ver si dais frutos propios de conversión!

Entre los romeros no había solamente gente sencilla, sino también comerciantes y

soldados, piadosos fariseos y miembros del sanedrín de Jerusalén. No es, pues, de

maravillar que entre la multitud Juan también viera a «muchos fariseos y saduceos», que

querían bautizarse, y por tanto estaban dispuestos a convertirse. No obstante llama la

atención que el único fragmento detallado de la predicación, que encontramos en el

Evangelio, va dirigido solamente a aquel grupo. Probablemente lo que san Mateo quiere

decir es que el tratamiento incisivo y áspero de raza de víboras se ajusta a los que así se

descubren en el curso del Evangelio (cf. 12,34; 23,33). Pero no puede haber ninguna duda

de que este fragmento contiene en términos muy generales pensamientos básicos de la

predicación del Bautista. Explica la primera palabra del programa: «Convertíos.»

Después del denuesto «¡raza de víboras!» retumba como un trueno la siguiente

pregunta: «¿Quién os ha enseñado a huir del inminente castigo?» Es el

acontecimiento amenazador, contra el que previnieron los profetas antes de Juan, como ya

hemos visto. El día de la catástrofe y de la aniquilación, el día de Yahveh, que no es luz,

sino tinieblas; este día está ante la puerta, se acerca con tal ímpetu y rapidez, que nadie

puede huir de él. Quizás resonaron en Juan palabras como las que Amós ha pronunciado

acerca de la imposibilidad de evitar el día del Señor: «Como un hombre que huyendo de la

vista de un león diere con un oso o entrando en su casa, al apoyarse con su mano en la

pared, fuese mordido de una culebra» (Am 5,19). Nadie puede huir. El que crea estar

seguro, es cogido antes; al que busca la huida, el escondrijo le resulta fatal. También a

vosotros os sobreviene este día, a nadie le deja el camino libre para huir. «Porque es

grande y muy terrible el día del Señor. ¿Y quién podrá soportarlo?» (/Jl/02/11).

CV-PLENA:Con todo hay una huida, un camino, que no preserva del acontecimiento,

pero que ayuda a soportarlo. Es cierto que el día viene, pero no como juicio e ira, si os

convertís: ¡A ver si dais frutos propios de conversión! La penitencia es lo único que

puede salvaros: abandonar el camino falso y recorrer el camino de la justicia; permutar la

ruta que conduce a la muerte con la que lleva a la vida; arrojar fuera el pecado y elegir a

Dios. La conversión ha de acreditarse con obras, una nueva vida debe corresponder a la

plena conversión a Dios. Hay que notar algo sobre este particular. No es suficiente una

mudanza en la manera de pensar, un cambio del alma y del espíritu. Tiene que

transformarse toda la vida, tiene que haber «frutos propios de la conversión».

Page 23: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

9 Y no os hagáis ilusiones diciendo en vuestro interior: ¡Tenemos

por padre a Abraham! Porque os aseguro que poderoso es Dios para

sacar de estas piedras hijos de Abraham. 10 Ya el hacha está puesta

a la raíz de los árboles. Y todo árbol que no da fruto bueno

será cortado y arrojado al fuego.

¿Qué valor tienen las seguridades, nuestras garantías? ¿No somos el pueblo elegido,

agraciado con copiosas promesas y privilegios? ¿No somos hijos del «padre» Abraham? A

través del mismo linaje ¿no participamos también de su promesa? ¿No se nos atribuye

también su mérito, de tal forma que no tengamos que temer por nuestra salvación? ¿No se

detiene el alud del juicio ante los hijos de la elección? Dice Juan: «No os hagáis ilusiones

diciendo en vuestro interior: Tenemos por padre a Abraham. Porque os aseguro que

poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abraham.» Esto es inaudito,

es una herejía. ¿Dios no respeta los privilegios? Sí, los respeta, pero no le compran la

conversión insistiendo celosamente en las prerrogativas. Ante Dios no tiene valor la certeza

de salvarse sin la propia conversión. Mirad las toscas piedras que están alrededor. Dios no

necesita vástagos, Dios quiere tener verdaderos hijos. Si vosotros no los sois, rehusando

hacer penitencia, entonces Dios de estas piedras formará un nuevo linaje de Abraham. Esto

tuvo que poner a todos en movimiento, y sacar de quicio a los judíos que estaban seguros

de sí mismos, a los que creen se acreedores de Dios, a los versados en la Escritura. Dios

ha determinado un orden de la salvación, y cumple lo que promete, incluso con respecto al

pueblo elegido. Pero no por eso puede nadie conseguir por astucia convertirse, salvarse y

obtener la vida. Eso tiene que hacerlo cada uno con su propio esfuerzo, incluso en la

Iglesia, incluso hoy día...

Aquí ya se adivina cómo se hace saltar el antiguo armazón y se descubre en el horizonte

otro Israel, que no se encubre con la comunidad nacional del judaísmo: san Pablo llamará a

Abraham el «padre de todos los creyentes, aunque no circuncidados» y también le llamará

«padre de los circuncidados», aunque solamente de aquellos que le siguen en la fe (Rom

4,11s). Juan solamente quiere sacudir la seguridad que confía en la propia justicia, aún no

debía pensar en un Israel de los gentiles. Pero los caminos están trazados, y san Pablo es

el primero que anda por ellos. ¡Qué trastorno se anuncia! Esto es realmente «preparar el

camino» y «hacer rectas las sendas»...

El tiempo apremia y no se puede demorar la conversión: Ya el hacha está puesta a la

raíz de los árboles. Unos pocos golpes más y los árboles se hienden y quiebran.

Conviene darse prisa, no vaciléis un momento. Ahora unas imágenes se intercalan en otras:

los árboles, los frutos de los árboles, el hacha para talar. El hacha está a punto y seguro

que dará en el blanco; semejantemente nadie puede huir del día del enojo. Se tala, pero no

se quema el árbol del que se ha convertido. Puede subsistir en el fuego de la destrucción.

Todos los demás árboles están destinados al fuego: se corta y se arroja al fuego todo árbol

que no lleve buen fruto. El fuego es el fuego de la sentencia de aniquilación. Ya está

encendido y se abre camino trabajosamente, ávido de alimento. Son roídos por el fuego

todos los que no se han convertido...

c) El anuncio del Mesías (Mt. 03/12).

11 Yo os bautizo con agua para la conversión. Pero el que viene

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detrás de mí es más fuerte que yo, y ni siquiera soy digno de llevarle

las sandalias; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Juan no sólo está bajo la impresión del «día de Yahvéh». sino bajo los efectos de otra

luz, proyectada poderosamente sobre él. Su misión no es solamente pregonar la catástrofe,

sino anunciar un personaje; no sólo notificar la proximidad del juicio, sino la proximidad de

una persona. Se le ha concedido decir lo que ningún profeta antes de él pudo decir: El que

viene detrás de mí es más fuerte que yo. No se dice su nombre, es «el que viene» por

antonomasia. Por una parte es el esperado, cuya llegada se espera y en quien se ha

esperado, por otra parte es el que ahora ya está cerca y por así decir está delante de la

puerta. Este nombre, «el que viene», manifiesta su aparición, que está ya muy próxima.

Cada adviento hace experimentar intensamente a la Iglesia la proximidad del «que llega»...

Juan muestra con dos metáforas que este otro es más poderoso que él. La primera

metáfora habla del bautismo. Su propio bautismo se llevaba a cabo con agua para la

conversión. Su bautismo tenía por finalidad la conversión y la expresaba. El bautizado era

bañado con agua, lo cual reclamaba una nueva vida. La actividad de Juan era una

selladura externa y una confirmación de esta voluntad, la realización de un signo, cuyo

contenido debía cumplir en el individuo. Pero ahora viene el que es más fuerte; también él

administrará un bautismo, pero de una índole completamente distinta: Él os bautizará con

Espíritu Santo y fuego. En primer lugar sin agua, que solamente moja la superficie, sino con

el Espíritu viviente de Dios, que transforma los corazones. Es creado de nuevo con toda

certeza aquello de lo que echa mano el Espíritu de Dios. «El que es más fuerte» es capaz

de dar este don.

El Espíritu de Santo de Dios es un don del tiempo final. Isaías ve el país desguarnecido

y devastado «hasta tanto que desde lo alto se derrame sobre nosotros el espíritu del Señor.

Entonces el desierto se convertirá en un vergel...» (Is 32,15). Isaías oye el anuncio de Dios:

«Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, y la bendición mía sobre tus descendientes» (Is

44,3). Entre los acontecimientos del fin Joel también nombra la efusión del Espíritu, que

Pedro ve cumplido en pentecostés: «Y después de esto derramaré yo mi espíritu sobre toda

clase de hombres; y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos tendrán

sueños, y tendrán visiones vuestros jóvenes. Y aun también sobre los siervos y siervas

derramaré en aquellos días mi espíritu» (Jl 3,1s). Esta fuerza verdaderamente divina tiene

que haber sido dada al «que es más fuerte...» Además: también bautizará con fuego. Juan

habló del fuego del juicio (3,10). Eso también es una imagen antigua del día de Yahveh:

«Porque he aquí que llegará aquel día semejante a un horno encendido, y todos los

soberbios, y todos los impíos serán como rastrojo, y aquel día que debe venir los abrasará,

dice el Señor de los ejércitos, sin dejar de ellos raíz ni renuevo alguno» (Mal 4,1; cf. Jl

2,1-5). La llama abatirá al que no se ha convertido, el Espíritu se derramará sobre los

convertidos. En esto consiste el doble bautismo. Pero el primero está en el primer plano,

como muestra el versículo siguiente.

12 Tiene el bieldo en la mano y limpiará su era; recogerá su trigo

en el granero, pero la paja la quemará en un fuego que no se apaga.

PAJA/TRIGO: Esta otra metáfora procede de la vida del campesino: la mies. Se reúne el

grano y se aventa en la era. Allí la paja se separa del trigo; la paja vuela impulsada por el

Page 25: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

viento, el grano por su peso cae al suelo. Se quema la paja, y el trigo se almacena en el

granero. Eso es lo que ahora va a suceder. «EI más fuerte» ya ha cogido la pala. La

separación empezará dentro de pocos momentos.

Pero ¿no es propio de Dios, no es privilegio suyo celebrar el juicio? ¿No lo indica así el

hecho de que se hable de «su trigo», con el cual solamente se puede aludir a las personas

adictas a Dios, a los que se han convertido? Y la paja no se quema en la era, como en

realidad se hace, sino que es arrojada a un fuego que no se apaga, que solamente

puede ser el fuego de la gehenna, del infierno. Juan sólo conoce un juicio, que es el juicio

de Dios. Cuando habla del juicio, tiene que decir todo lo que los profetas han anunciado

antes que él sobre el juicio. Pero el que lo lleva a término no es Dios, sino «el más fuerte»,

que es el Mesías. De él se afirma lo que hasta esta hora era privilegio santo de Dios. La

imagen del Mesías ya al principio tiene unas dimensiones que ningún judío hubiese podido

imaginar: Señor y juez del tiempo final. Realmente es «el más fuerte», ante el que Juan se

postra, y no se siente capaz de prestarle el menor servicio de un esclavo, a saber, de llevar

tras él las sandalias. El que está enviado a ir delante de él, no se encuentra en condiciones

de correr detrás de él como servidor.

San Mateo escribe pocas frases sobre la presentación y predicación del Bautista. Sin

embargo estas frases dan un concepto grandioso del hombre a quien Jesús designa como

el «mayor entre los nacidos de mujer» (11,11). Si Juan está por encima de todos los demás

y por otra parte ve que es tan grande la distancia entre él y el Mesías, ¿qué diremos

nosotros, si nos comparamos con el Mesías?

En el mensaje de Juan predominan los colores obscuros. Le hace estremecer, es el día

del juicio de Dios, y su anuncio del Mesías está también bajo la impresión de esta tormenta

amenazadora. Según parece, Juan sólo puede ver al Mesías como ejecutor del enojo

divino. Pero el hecho de que se anuncie el Mesías, ya es una buena nueva, la primera luz

que difunde el llamamiento: «El reino de los cielos está cerca». Y el Mesías no sólo viene

para el espantoso juicio, sino que también trae el espíritu vivificante para un pueblo

nuevo...

(Págs. 49-62)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 5

2. BAUTISMO DE JESÚS (Mt. 03/13-17).

13 Entonces Jesús llega de Galilea al Jordán, y se presenta a Juan

para que lo bautice. 14 Pero Juan quería impedírselo, diciendo: Soy yo

quien debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? 15 Pero Jesús le

contestó: Permítelo por ahora; porque es conveniente que así

cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió.

Jesús viene como uno de tantos, y con la intención expresamente mencionada de ser

bautizado. Esto no se había dicho tan claramente de los fariseos y saduceos (3,7), es

bastante singular, e inmediatamente suscita la pregunta: ¿Cómo puede humillarse entre los

más débiles el que fue designado como «el que es más fuerte» y a quien se han atribuido

tales facultades? ¿Cómo es posible que el juez de los demás aquí juzgue, al parecer, su

propia vida? El que debía bautizar con el Espíritu Santo ¿se deja ahora lavar con agua?

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Tales preguntas probablemente se han formulado muy pronto en el tiempo misional de la

primitiva Iglesia, cuando se informaba del bautismo de Jesús. Los demás evangelistas pasan

por alto la dificultad y no le dan ninguna respuesta. En san Mateo, el Bautista y

Jesús dan ya la respuesta en su encuentro.

Juan debió de reconocer en seguida a Jesús. La escena no se describe con pormenores,

como en el Evangelio de san Juan (Jn 1,29-37). El Bautista tampoco lo da a conocer al

pueblo. Procura disuadirle de su propósito con la pregunta desconcertada: Soy yo quien

debería ser bautizado por ti, ¿y tu vienes a mí? Juan aún no ha sido bautizado con el

bautismo del espíritu, que acaba de anunciar, y pide a Jesús este bautismo, que una vez

más se describe como superior, como la revelación de su propio bautismo, y de este modo

el tiempo antiguo es separado del nuevo. La línea divisoria queda trazada, por así decir, a

través de la figura de Juan. Es verdad que entre los nacidos de mujer no ha surgido nadie

mayor que él, pero también se dice que «el más pequeño en el reino de los cielos es mayor

que él» (Mt 11,11). Su pregunta no es ante todo una señal de humildad personal o del

deseo de la propia salvación, sino que es la consecuencia de su predicación: ahora viene

el tiempo del «más fuerte»; el que bautiza con Espíritu y fuego no tiene nada que ver con mi

bautismo de penitencia.

Jesús le contesta: Permitemelo por ahora. No te opongas y deja que ocurra lo que es

necesario. Porque es conveniente que así cumplamos toda justicia. Es curioso que

Jesús se solidarice con el Bautista y use la primera persona del plural «cumplamos». Los

que tienen un rango tan desigual (Juan no se siente capaz de prestar el más insignificante

servicio de esclavo) están unidos en un respecto: ahora nos está encomendado a nosotros

dos algo a lo que no podemos sustraernos. Se trata de «toda justicia». ¿Qué significa esto?

¿No es la justicia una conducta personal dentro del ámbito de la perfección, como fue

atribuida a José? Aquí también se hace referencia a esta conducta: en todo tenemos que

hacer dócilmente lo que Dios ahora quiere. Los dos estamos subordinados a una orden

superior. Es el «camino de la justicia», el camino que conduce a la verdadera vida, por el

cual vino Juan (21,32). El Mesías toma el mismo camino, el cual le conducirá por la

obediencia a la muerte. El Mesías ya desde el principio indica a todos los imitadores lo que

es la «justicia» que debe aventajar mucho la de los escribas y fariseos (d. 5,20): mortificar

la propia voluntad, identificarse profunda e interiormente con la voluntad de Dios...

16 Apenas bautizado Jesús, salió en seguida del agua, y en esto

se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios descender, como una

paloma, y venir sobre él, 17 mientras de los cielos salió una voz que

decía: Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido.

Esta escena casi parece una respuesta a la dicción «toda justicia». Jesús sale del agua,

el cielo se hiende y Jesús ve al Espíritu de Dios descender, como una paloma, y venir

sobre él. San Mateo describe el acontecimiento como una experiencia personal del Señor;

el gran público parece que no nota nada (Así también Mc 1,10; de otra manera hablan Lc

3.21s, y Jn 1,3, que no menciona el bautismo). Es algo que ocurre entre el Padre y él, es un

misterio dentro de la esfera divina. De nuevo se habla del «Espíritu de Dios», el cual ya

actuó en la concepción milagrosa en el seno de la virgen (1,18.20). Es obra del Espíritu el

principio de la vida, y también lo es el comienzo de la actividad. Cuando el Espíritu

desciende «sobre él», toma posesión de él. Así también hablaban los hombres de Dios en

el Antiguo Testamento, y sobre todo Isaías anuncia acerca del Mesías: «Está sobre mí el

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espíritu del Señor; porque el Señor me ha ungido, y me ha enviado a llevar la buena nueva

a los pobres» (Is 61,1).

Toda misión procede de Dios nuestro Señor, pero la realización es llevada a cabo e

impulsada por su Espíritu Santo. Así también sucede en el Mesías...

A la señal silenciosa del Espíritu que desciende, sobreviene la palabra del Padre, que

resuena desde el cielo: Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido. He aquí

una revelación que quita el aliento. Dios muestra su predilección por este hombre, que está

a la orilla del Jordán como un hombre del pueblo, discreto e inadvertido. A este hombre

Dios le llama su «Hijo amado». El adjetivo tiene el significado de «el único», pero aquí

también resuena la viveza y la proximidad del amor, que experimentamos en primer lugar.

En la antigua alianza también se habla de los «hijos de Dios». Especialmente los reyes de

Israel son designados así. Están particularmente cerca de Dios, ya que representan su

dominio y su gloria en la tierra. Pero antes Dios a nadie había llamado nunca «mi hijo

amado». Se denota un misterio nuevo e incomparable, conocido por Jesús, ignorado

entonces por los circunstantes, proclamado más tarde jubilosamente por la fe de la Iglesia.

El Padre no designa a Jesús como su Hijo, para presentarlo al mundo o para revelarse a

él personalmente, sino para mostrar su predilección por él. «En quien me he complacido»

quiere decir: me complace en todo lo que dice y hace, en su vida y en sus sufrimientos. La

actividad, que pronto ha de empezar, lleva expresamente y desde un principio el sello del

divino reconocimiento. Ya de antemano está resuelto lo que Dios hará con la resurrección

del crucificado. Principio y fin se corresponden mutuamente como dos pilares, en los que

descansa el presente...

3. TENTACIÓN EN EL DESIERTO (Mt. 04/01-11).

1 Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto, para ser

tentado por el diablo. 2 y después de ayunar cuarenta días y cuarenta

noches, al fin tuvo hambre. 3 El tentador se le acercó y le dijo: Si

eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. 4

Pero él le contestó: Escrito está: No de solo pan vivirá el hombre,

sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

DESIERTO/SV En seguida se muestra cómo obra en él la gran fuerza del Espíritu, que lo

llena: Fue llevado por el Espíritu al desierto. Juan ya vivía allí, ahora también Jesús es

llevado al desierto. Lo que ahora sigue, también fue querido por Dios. Lo que parece

determinar de modo característico, como una ley, los caminos de Dios es que la salvación

viene del desierto. Es el lugar de la pura adoración de Dios, en la peregrinación del pueblo

por el desierto, en el regreso de la cautividad, en Juan, en Jesús... Aquí el desierto se ha

convertido en la zona de la decisión: en favor o en contra de Dios. Una decisión que no se

toma para poner en claro la misión personal, sino en favor de la salvación de todos los

hombres y del mundo o contra ella. La primera frase va orientada a nombrar el objetivo de

esta estancia en el desierto: para ser tentado por el diablo. Otro poder aparece en escena:

junto al hombre de Dios (Juan), al Mesías, al Espíritu Santo y a la voz del Padre ahora se

presenta el gran antagonista. La Sagrada Escritura le llama el «diablo», es decir el

antagonista que desune y enemista al hombre y a Dios.

La historia de Israel a través de todo su transcurso muestra que hubo poderosas fuerzas,

que constantemente se oponían al establecimiento del reino de Dios, fuerzas que se

Page 28: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

exteriorizaban en una brutal violencia o en un refinamiento enmascarado, y se servían de

los recursos externos del poder de los grandes Estados o de la debilidad de ciertas

personas. Las formas son muy variadas, pero el objetivo siempre permanece el mismo: Dios

no puede ser Señor, su voluntad no puede tener validez, su plan no puede realizarse. En

los últimos siglos antes de Cristo en Israel se tiene una vista más perspicaz, y se reconoce

un poder personal tras todas estas diferentes formas. Hay algo así como un antidiós, un

ser maligno, que quiere servirse de todos los recursos para combatir contra Dios. En el

Nuevo Testamento y especialmente aquí, en este pasaje, todo esto se ilumina con el fulgor

del relámpago. En el primer instante en que debe hacerse la obra de Dios, allí también está

el antagonista. En cuanto se levanta el telón de un escenario, aparecen en él frente a frente

Dios y Satán sin fingimiento y con dureza. Se nota cuánto pesa la palabra «tentar». No es

una de nuestras cotidianas tentaciones, de las que se habla en el confesonario, sino que es

una tentación grande y única: desde Dios a Satán. Es la tentación a la caída, a la muerte, a

la nada...

Jesús ha ayunado en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, como hicieron antes

de él Moisés en el Sinaí (Éx 34,28) y Elías (IRe 19,8). Cuando Jesús se encontraba en un

estado de hambre acuciadora y de enervamiento corporal, se le dirige el tentador

invitándole a convertir estas piedras en panes. Para el Hijo de Dios evidentemente es cosa

fácil y, al mismo tiempo, es conveniente. ¿Es una tentación cándida de corto alcance?

Jesús la rechaza con una frase de la Escritura, que está tomada del Deuteronomio. En un

discurso Moisés recuerda al pueblo lo que, a pesar de la penuria y del hambre, Dios ha

logrado en el desierto de una manera prodigiosa: «Te afligió con hambre, y te dio el maná,

manjar que no conocías tú ni tus padres, para mostrarte que el hombre no vive de solo pan,

sino de cualquier cosa que Dios dispusiere» (Dt 8,3). Esta fue una experiencia importante

para los padres cn el desierto: Dios les ha conservado la vida de manera prodigiosa,

incluso cuando la necesidad apremiaba, su vitalizante palabra ha preparado una nueva

nutrición: el maná y las codornices. Pero los padres tenían que dar crédito a Moisés, y

confiar en que Dios los conservaría. Ellos han hecho las dos cosas creyendo en la palabra

de Dios y alimentándose del manjar para el cuerpo. ¿No tiene también que suceder así en

el Mesías, a saber que él no pueda confiar en su propio poder, sino solamente en Dios? Si

Dios le ha conducido al desierto, ¿no le conservará la vida? También en esto Jesús cumple

«toda justicia», para servir de modelo intachable a todos los que le seguirán: Dios cuida de

los suyos, si éstos le miran primero a él. Es verdad que su palabra omnipotente podría

convertir estas piedras en panes. Pero todavía con mucha mayor solicitud Dios recompensa

la confianza: los ángeles se acercan para servirle (4,11). Así también la confianza ha salido

airosa en nuestra vida de distintas maneras, y este éxito se confirmará incesantemente.

5 Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone sobre el

alero del templo 6 y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo; pues

escrito está: Mandará en tu favor a sus ángeles, y te tomarán en sus

manos, no sea que tropiece tu pie con una piedra. 7 Jesús le

respondió: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.

La segunda tentación le conduce a la ciudad santa, es decir, Jerusalén, que sólo san

Mateo nombra respetuosamente con este título. Los dos están en el alero del tejado del

templo. El diablo le invita a tirarse abajo confiando en las palabras del salmo, según las

cuales Dios mandará a sus ángeles para que nada dañe a su devoto (Sal 90,11s). ¡Cuánto

Page 29: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

más valdrá esta promesa para el Hijo de Dios! En la primera tentación ha salido airosa con

brillantez la confianza de Jesús en Dios. Con todo es fácil poner a prueba una vez más esta

confianza que se acaba de manifestar. Demuestra con una acción valerosa lo que acaba de

declarar. Si esta confianza es tan incondicional y vigorosa, entonces mi proposición no

puede ser considerada como temeraria.

Jesús también contesta al seductor versado en la Escritura, con un texto bíblico que

rasga la tela esmeradamente urdida por el diablo: No tentarás al Señor, tu Dios (Dt

6,16). Si yo hiciera lo que tú esperas, así habla Jesús, mi conducta no sería una prueba de

mi confianza, sino lo contrario: peirasmos, la gran tentación de la discordia y la apostasía.

Dios nunca se deja forzar. Sigue siendo el Señor que gobierna sin restricción. No tolera que

le manden ayudar ni que los hombres lo tomen a su servicio. Su intervención siempre es

una gracia libremente otorgada. El Mesías también está esperando ante Dios de una

manera tan incondicional, que Dios se lo entrega todo. Ciertamente su confianza es

ilimitada, pero también es ilimitada en el sentido de que él «nada puede hacer por sí mismo,

como no lo vea hacer al Padre» (Jn 5,19). Dios tiene que ser Señor por completo y en

todo...

8 De nuevo lo lleva el diablo a un monte elevadísimo, le muestra

todos los reinos de la tierra y su esplendor, 9 y le dice: Todo esto te

daré, si postrándote me adoras. 10 Entonces le responde Jesús:

Retírate, Satán; porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él

solo darás culto. 11 Entonces lo deja el diablo, y unos ángeles se

acercaron para servirle.

El diablo se atreve a una tercera tentativa. Conduce a Jesús a un monte elevadísimo y le

muestra todos los reinos de la tierra y su esplendor. Le ofrece la posesión de todos

ellos al precio del homenaje de la adoración. Aquí por primera vez el espíritu maligno habla

con franqueza. Ahora aparece clarísimo lo que antes permanecía velado: se trata del poder

o de la impotencia, del reino o de la esclavitud, de ser o de no ser. No hemos de cavilar

averiguando cómo el diablo puede haber producido la ilusión y cómo podemos imaginarnos

esta escena con sus pormenores. Lo que interesa es el sentido de los sucesos. Satán se

siente señor del mundo, «príncipe de este mundo», como dice san Juan en su evangelio

(Jn 12,31). Incluso cree que está en condiciones de transferir este dominio. Pero también

ha de manifestar que es subido el precio de esta transferencia. Solamente puede ser señor

del mundo el que se doblega ante Satán y le reconoce como señor. ¡Qué contradicción tan

grotesca! Eso sería un dominio aparente, que en realidad es una esclavitud, y Satán, a

pesar de todo, seguiría siendo el señor del mundo.

En esta última agravación Jesús también contesta con una frase de la Escritura, pero

antes da una orden: Retírate, Satán. Aquí ya se muestra que él tiene un poder superior y

que puede mandar al que se cree en posesión del mundo. Basta una orden sencilla y clara

para vencer a Satán. Jesús aparentemente esto lo hace en nombre propio, con la plenitud

del propio poder, y sin hacer pausa dice: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás

culto. Jesús tiene el poder, pero no es su propio poder. Hace marchar de allí al tentador,

pero no en su nombre. También aquí sólo se trata de Dios. Él es el único que puede exigir

homenaje y servicio.

Y unos ángeles se acercaron para servirle. ¡Qué cambio tan notable de la escena!

Jesús acaba de rechazar cualquier afán de dominio y acaba de patentizar su confianza en

Page 30: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Dios, se acaba de someter por completo a la providencia del Padre, entonces recibe el

servicio complaciente de seres celestiales. Aquí sucede de una forma semejante a lo que

antes ocurrió en el relato del bautismo. Jesús primeramente se enajena diciendo cumplir

dócilmente toda justicia, entonces Dios muestra su predilección por él como su «Hijo

amado». Aquí Jesús reconoce sin reservas el señorío de Dios, entonces Dios le envía los

mensajeros celestes para que le sirvan.

Una frase hace penetrar todavía más profundamente en la inteligencia de este fragmento

singular. Satán promete todos los reinos de la tierra y su esplendor. En la predicación

de Jesús encontraremos constantemente la expresión reino de Dios o, como se dice

siempre en san Mateo, reino de los cielos. Siempre se alude a la introducción y

establecimiento del señorío de Dios, de su reino. Es la finalidad más profunda de Jesús y

de su misión. En labios del antagonista esto ya se indica de antemano: por lo visto sabe

que no solamente se trata de Jesús como persona, de su misión mesiánica y de su filiación

divina (4,3.6), sino de algo todavía mayor: del reino de Dios. Jesús procura convencer con

la misma idea del reino, y procura ponerla a su servicio. Se ha rechazado el gran ataque, la

tentaci6n de la apostasía. Desde esta hora en adelante el verdadero reino toma el curso de

su victoria, sin que sea posible detenerlo. Ahora ya no puede cambiar nada Satán, que tuvo

que abandonar vencido el campo. Jesús lanzará demonios, vencerá el mal y con su propia

muerte sellará la derrota de Satán. En todas partes, cuando -unidos con Jesús- confiamos

sólo y radicalmente en Dios, sucede lo mismo: se despedaza el poder de Satán y se

establece el verdadero reino.

(Págs. 62-72)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 6

4. Los COMIENZOS (Mt. 04/12-17).

Los v. 13-16 son bastante independientes y tienen que ser interpretados en función del v.

12. En el versículo 12 se tiene la impresión de que Jesús desde la comarca del Jordán, en la

que vive el Bautista, viaja al norte de Galilea, pero en los versículos 13-16 parece que Jesús

parte de su domicilio en Nazaret, para instalarse en Cafarnaúm. El primer dato tiene su

origen en la correspondiente frase de san Marcos (Mc 1,14), el segundo corresponde a la

representación geográfica que san Mateo tiene presente.

12 Cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a

Galilea. 13 Y dejando Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, la ciudad

marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí.

Se cumple el destino de Juan el Bautista, que es detenido y encarcelado. Más tarde se

informa de los sucesos que dieron causa al encarcelamiento (14,3-12). Según Mateo, el

arresto de Juan parece haber sido para Jesús la señal para empezar su actividad. Se

muestra, por así decir, el sitio de la costura que separa a los dos y que al mismo tiempo los

mantiene juntos: Primeramente el Precursor hace la obra de «preparar el camino del

Señor» (3,3), luego obra Jesús. Pero no sólo debe aclararse la sucesión temporal. El

Bautista no sólo es precursor en el sentido cronológico, sino también en su destino como

profeta. El texto griego del Evangelio de san Mateo emplea la voz paredoke, que se

Page 31: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

traduce generalmente por había sido encarcelado. El significado de paredoke es difícil.

El verbo griego paradídomi significa entregar. Por tanto se podría traducir por «había sido

entregado». Con la misma palabra se dice más tarde de Jesús que es entregado a los

sumos sacerdotes y a la muerte (20,18s; 26,2). Es una expresión marcada con un cuño

inalterable, con la cual se indica la inocencia del arrestado, pero también la

correspondencia a la voluntad de Dios, que le «abandona». El destino de los profetas

también se cumplirá en Jesús. Para él, Juan es el precursor en su predicación y en su

muerte...

Jesús marcha a Galilea, en apariencia para eludir la misma suerte, pero sobre todo,

porque éste debe ser en primer lugar la zona determinada por Dios para su actividad. En

los capítulos que hemos designado como los «antecedentes...», ya se apoyó en la Escritura

que Jesús residiera en Galilea y en particular en Nazaret (2,22s). Sólo san Mateo dice tan

explícitamente que Jesús se fue a vivir a Cafarnaúm. Según san Marcos y san Lucas,

Jesús había permanecido durante algún tiempo en Cafarnaúm y en los alrededores de esta

ciudad. San Mateo va más allá y designa a Cafarnaúm como residencia de Jesús. De este

modo no solamente se vuelve a declarar un pormenor histórico. Porque este lugar está en

el primitivo territorio de las tribus de Zabulón y Neftalí, que se menciona en la siguiente cita

(cf. Jos 19,10-16; 32-39). En san Mateo también aparece Cafarnaúm como un tipo de la

ciudad agraciada. En ella ha salido la luz, ella ha podido ver más milagros que ninguna otra

ciudad. Y sin embargo no se ha convertido. Sobre ella tiene que recaer el juicio siguiente:

«Y tú, Cafarnaúm, ¿es que te van a encumbrar hasta el cielo? ¡Hasta el infierno bajarás!

Porque, si en Sodoma se hubieran realizado los mismos milagros que en ti, todavía hoy

estaría en pie. Por eso os digo: En el día del juicio habrá menos rigor para la tierra de

Sodoma que para ti» (11,23s). La primera ciudad en que residió Jesús, o sea Nazaret, ha

pronunciado sentencia sobre sí misma, porque no ha creído en el Hijo que había vivido

entre sus muros, y por eso Jesús no obró allí ningún milagro (13,54-58). A la segunda

ciudad donde residió Jesús, o sea Cafarnaúm, le conmina el juicio de Jesús, porque ha

visto sus señales, pero no se ha convertido.

14 Con ello se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías cuando

dijo: 15 ¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, más

allá del Jordán, Galilea de los gentiles! 16 El pueblo que yacía en

tinieblas vio una gran luz; para aquellos que yacían en región y

sombra de muerte una luz amaneció.

El evangelista ve, con asombro, que de nuevo se cumple una profecía. En otro tiempo,

cuando los asirios conquistaron el reino del norte (722 a.C.), en el que se encontraba

Galilea, Dios humilló la tierra de Zabulón y Neftalí. Pero Dios la rehabilitará cuando empiece

la salvación de Dios (Is 8,23). Las palabras siguientes de Isaías sobre la luz en las tinieblas

hay que referirlas a todo el pueblo, no sólo al que mora en Galilea. San Mateo lo entiende

así: la luz ha salido precisamente aquí, en los lugares designados con precisión por el

profeta. De todo el texto (Is 8,23) san Mateo elige solamente algunas frases que pueden

aplicarse a las ciudades donde actuó Jesús: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,

camino del mar, o bien «región cercana del mar». El evangelista no piensa en el mar

Mediterráneo (como Isaías), sino en el mar de Galilea, llamado lago de Genesaret o

también de Tiberíades, en cuya orilla occidental está Cafarnaúm. La tierra más allá del

Jordán es la tierra que se extiende al este del Jordán (Perea), en sentido más amplio

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también abarca el territorio de las diez ciudades (Decápolis), que está situado al norte de la

Perea, limita por el este el lago de Genesaret, y en el que con frecuencia se detuvo Jesús

(cf. 8,18.28). Pero lo más importante es la expresión Galilea de los gentiles. Con esta

expresión se caracteriza toda la región mencionada en las palabras del profeta: era un

territorio mixto mal asegurado, en el que vivían muchos gentiles, y que era bastante

independiente de Judea, incluso en sus prácticas religiosas y en sus tradiciones. También

aquí se menciona a los «gentiles». Ya habían venido los representantes del mundo oriental

para rendir homenaje de adoración (2,2), ahora sigue resonando el tema...

Una gran luz resplandece en las tinieblas. El pueblo del Mesías no conoce el camino y

está sentado en las tinieblas. No está iluminado por el sol de la vida, sino que medita

profundamente a la sombra de la muerte. ¿Cuál es esta luz que ahora resplandece? ¿La

aparición de Jesús en general, su doctrina, sus milagros? Todo junto. Jesús es la luz (cf. Jn

8,12) y trae la luz, enseña toda la verdad y da la vista a los ciegos. Sobre todo su palabra

da testimonio de la luz, que sale como si fuera un sol.

17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo:

Convertíos; porque el reino de los cielos está cerca.

En la vida del Señor todo tiene su tiempo predeterminado y su lugar establecido por Dios.

El nuevo lugar es Cafarnaúm, la tierra sobre la que el profeta ha pronunciado su oráculo, y

el tiempo es la hora después de la disputa entre Satán y Jesús en el desierto. Lo primero es

la predicación, la palabra. Jesús viene como la palabra del Padre por antonomasia, su

primer don es la palabra. Como referente al hablar del Bautista se emplea el verbo

predicar. No sólo es una nueva doctrina, sino que es una declaración, un pregón del

heraldo, un mensaje que sacude y despierta. Es un mensaje que se anuncia de parte de

Dios, y que ha de ser transmitido sin falta y tiene su hora establecida. Todo eso resuena en

la palabra «predicar». Se tiene que escuchar esta predicación: no como una instrucción, ni

tampoco solamente como una revelación de la verdad, sino que hay que dejarse hablar y

sacudir como hombre íntegro, con todos los sentidos y fuerzas del corazón, hay que estar

dispuesto a renovar la propia vida...

El contenido del pregón del heraldo es el siguiente: Convertíos; porque el reino de los

cielos está cerca. Hemos visto que el Bautista ya había usado las mismas palabras. Pero

eso solamente era una antelación, una síntesis y una interpretación del contenido de la

predicación de Jesús y de su actividad. El cristiano debe saber que Juan ya pertenece al

tiempo en que se anuncia y realiza el reino de Dios. Pero ahora viene lo que es propio del

reino de Dios, por así decir la advertencia autoritativa y eficaz. La primera advertencia es

como la sombra, la presente advertencia es como el mismo objeto. En Juan el acento

recaía en la palabra «convertíos», como correspondía a su función de precursor y de

predicador del juicio. Ahora se recalca la segunda parte: «el reino de Dios está cerca».

Sobre todo es una frase de alegría, de felicidad rebosante: la voluntad inquebrantable de

Dios de otorgar la salvación, el afán del pueblo israelita, la esperanza del mundo, todo eso

ahora está cerca. Dios establecerá su reino, su señorío real. Y para el mundo eso significa

bendición y vida, satisfacción y dicha.

La expresión está cerca incluye dos matices: primero, la venida del reino, que no se

predice en general para cualquier tiempo futuro, sino que se declara del momento presente.

El reino de Dios viene y no puede ser detenido. Pero ello no quiere decir: el reino de Dios

está ahora aquí. Todavía no llega con pleno desarrollo ni con toda su gloria.

Page 33: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

También tiene valor el segundo elemento que está contenido en estas palabras: «Está

cerca». Está por así decir delante de la puerta, ante las murallas del mundo de los

hombres, en las fronteras del acontecer. Su cercanía es amenazadora y agradable al

mismo tiempo, pero aún es una cercanía. No dominará ni forzará al hombre ni a los

pueblos. Dios llega, pero no sin ser esperado ni ser aceptado con prontitud por el hombre.

A la palabra de arriba corresponde la respuesta de abajo. Por eso delante del llamamiento

de la salvación está el llamamiento a la penitencia: «Convertíos.» Antes hemos oído lo que

significa este llamamiento a la penitencia. Tiene que cambiarse toda la vida. Según parece,

sólo cuando esto haya sucedido, habrá ya llegado el reino. Entonces el tiempo futuro se

trocará en tiempo presente, el acercamiento en la llegada; entonces estará presente lo que

antes estaba cerca. Ésta es como una ley de la actividad salvadora: Dios procede primero y

viene antes, pero el hombre tiene que proceder en segundo lugar y ha de venir después.

No hay llegada de Dios sin transformación de la vida, no hay reino de Dios sin destronar al

hombre...

5. LOS PRIMEROS DISCÍPULOS (Mt. 04/18-22).

18 Mientras iba caminando junto al mar de Galilea, vio a dos

hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que

estaban echando al mar una red de mano, pues eran pescadores. 19

Y les dice: Seguidme, y os haré pescadores de hombres. 20 Ellos,

inmediatamente, dejaron las redes y lo siguieron.

El primer hecho que se nos da a conocer en san Mateo, no es un gran milagro, no es un

hecho espectacular, sino algo muy discreto. Como de paso se cuenta que Jesús va

caminando por la ribera del lago de Genesaret. Ve a dos pescadores que realizan su

trabajo con pequeñas redes circulares de mano, evidentemente cerca de la orilla en aguas

poco profundas. Se presenta a los dos hombres como si ya fueran conocidos: Simón lleva

el sobrenombre de Pedro, es decir, «piedra», «roca». que también es en cierto modo el

nombre de su cargo (En san Mateo se habla principalmente de «Simón Pedro», como le

llamó la primitiva Iglesia. En san Marcos el mismo Jesús puso el sobrenombre: 3,16; cf. Mt

16,18).). Además se dice que Andrés es su hermano. En las listas de los apóstoles los dos

están siempre al principio con la otra pareja de hermanos. Pedro siempre es el primero de

la lista (Cf. Mt 10,2; Lc 6,14, en que Pedro y Andrés encabezan la lista; en Mc 3,16s se

citan los apóstoles por este orden: Simón, Santiago, Juan y Andrés; y en Act 1,13: Pedro,

Juan, Santiago y Andrés). A Simón se le concede la distinción de ser el primero que fue

llamados lo cual ya es una indicación de su posterior rango prominente.

Lo siguiente se describe con tanta concisión, que hay que darse cuenta claramente de la

magnitud del suceso. ¿Qué ocurre en este encuentro? No se saluda a nadie, no se

conversa ni se da a conocer uno a otro, sino solamente se hace un llamamiento. Jesús

llama a los dos pescadores, que están en el mar, con una palabra que suena como una

orden: «Seguidme». Es una llamada que hay que imaginarse que se hizo en voz alta y que

pudo oírse por encima del murmullo del agua. En seguida se añade el objetivo de la orden:

Os haré pescadores de hombres. Deben seguir siendo lo que son: pescadores. La

profesión que han ejercido a lo largo de su vida, la podrán seguir ejerciendo. Pero ya no

con el fin de sacar peces del agua para venderlos y obtener el alimento cotidiano de sus

familias. Los pescadores de hombres ¿son gente que debe perseguir a hombres, cogerlos y

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llevárselos a su casa? Queda sin decidir con qué medios y con qué objetivo deben

proceder así. Puede ser que Pedro y Andrés entonces y durante largo tiempo no tuvieran

idea de ello. Sólo cuando Jesús los mandó a predicar (10,1ss), debieron comprender más

claramente esta profesión. Y con una claridad meridiana después de la resurrección de

Jesús, cuando fueron enviados al mundo para enseñar a todos los pueblos (28,16-20).

Pero aquí solamente se indica el tema: se traza a grandes rasgos su futuro camino. Este

tendrá dos distintivos: «seguidme», es decir la adhesión incondicional a Jesús;

«pescadores de hombres», es decir su misión en el mundo...

Los dos hermanos siguen al instante el llamamiento: Ellos, inmediatamente, dejaron

las redes y lo siguieron. Los dos se van con Jesús, dejando el trabajo, el oficio cotidiano

y también los compromisos con la mujer y con la familia, la vivienda y su tierra natal. Mucho

más tarde, quizás años después de esta escena, Pedro pide una re compensa: «Pues mira:

nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (19,27). Jesús ha querido que la

renuncia y el desprendimiento de los bienes fueran una ley fundamental para sus

discípulos: «Ninguno de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, puede ser mi

discípulo» (Lc 14,33).

No se dice: «se fueron con él», o «se asociaron a él», sino de una forma más

significativa: lo siguieron. Con estas dos palabras no se dice sólo que le acompañaron,

formaron una especie de grupo de viajeros o una peña de ayudantes, dispuestos a servirle.

Son unas relaciones de seguimientos: él va delante, ellos van detrás; él dirige, ellos son

dirigidos; él es el primero, ellos los que siguen. Desde un principio las relaciones entre ellos

se han establecido así, y así ellos han vivido con estas relaciones cada vez más profundas

hasta imitar a Jesús en el servicio, en la humillación, en las persecuciones, y también en la

muerte...

21 Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos: Santiago, el

de Zebedeo, y su hermano Juan que remendaban su redes en la

barca, con Zebedeo, su padre, y los llamo. 22 Ellos inmediatamente

dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Lo mismo se repite con otros dos hermanos: Santiago, el de Zebedeo y su hermano

Juan. De ellos se dice que estaban ocupados con su padre en la barca limpiando y

remendando las redes. El evangelista aquí aún se expresa más brevemente: «y los llamó»,

les dio voces, les mandó venir. Con el verbo llamar se alude a las mismas palabras que

Jesús ha dicho a Simón y a Andrés (v. 19). Igual que los primeros abandonan al instante su

trabajo, «la barca y a su padre», y se van tras él. No se indica lo que el padre ha pensado

en este momento y cómo se ha explicado la conducta enigmática del que llamó a sus dos

hijos y la partida de éstos. Todo está bajo el único llamamiento poderoso y apremiante del

que lleno del Espíritu Santo, probado en el desierto, ahora ha dado a conocer el gran

mensaje y procede con el poder de su cargo.

¿Por qué puede el evangelio informar primeramente del llamamiento de Jesús? ¿Cómo

se relaciona esta información con el mensaje (que se acaba de pregonar) del cercano reino

de Dios? Aquí empieza el reino de Dios en una medida desde luego muy módica. Son

hombres muy sencillos, en cada caso de acuerdo con su procedencia y estado. No

pertenecen a la capa social de los intelectuales o influyentes en el país y son pocos. Con

ellos empieza Jesús y por así decir todo lo deposita en ellos. Ellos serán el fundamento,

sobre el que debe levantarse la construcción. ¡Qué audacia! Pero Jesús sabe que lo

Page 35: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

anunciado no puede fracasar. La decisión de Dios, su propia misión son inapelables. La

obra tendrá éxito, el edificio se levantará.

¿Se echa realmente de ver en esta llamada la libertad? ¿No quita Jesús a estos

hombres cualquier posibilidad de ponderar y de reflexionar con prudencia, decidirse

libremente y proceder sin influencia ajena? Ellos también hubiesen podido tomar otra

decisión, rechazar el llamamiento como el joven rico (19,16-22), o hubiesen podido hacer

objeciones cautelosas, como otros que fueron llamados (8,18-22). Pero ellos actúan

instantánea y resueltamente. Eso solamente es posible si han vivido en una constante

disposición para el llamamiento de Dios y su voluntad regia, sabiendo que Dios en

cualquier tiempo puede reclamarlo todo y exigir cualquier servicio...

Pero además: aunque sean el principio del reino de Dios, con todo antes no han hecho

penitencia ni han cambiado su vida. Las dos cosas están estrechamente enlazadas entre

sí. Aquí se pone en claro que ha sido trazado un camino especial para aquellos a quienes

más tarde se llama apóstoles. Para ellos el principio de su nueva vida no consiste

solamente en una transformación de sus sentimientos y de su actividad, sino ante todo en

el seguimiento del maestro. Para ellos el principio de la conversión está unido con la

cercanía y solidaridad inmediatas con la vida de Jesús. En el curso del Evangelio llegamos

a conocer muchas cosas sobre la manera como se perfecciona este principio, la disposición

incondicional viene a parar en el seguimiento vivido, se ejercita diariamente en este grupo

el cambio de mentalidad y la penitencia.

Dios ha puesto para todos el mismo objetivo: su reino. Pero los caminos son distintos: «Y

Dios puso en la Iglesia: primeramente, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer

lugar, maestros... ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos maestros?» (cf.

ICor 12,28s). Cada uno tiene que conocer y seguir su camino, al cual ha sido llamado. Se

tiene que estar dispuesto, como un corredor, que agazapado espera la señal de salida,

teniendo ante los ojos la pista y dirigiendo la mirada a la cinta de la meta. Entonces el

maestro puede llamar a los discípulos a donde él quiera.

6. ACTIVIDAD DEL SALVADOR EN GALILEA (Mt. 04/23-25).

A la vocación de los primeros discípulos el evangelista agrega una descripción general

de la actividad de Jesús. El escenario es «toda Galilea», la actividad del Mesías consiste

en «predicar» y «curar». Por una parte, mediante este fragmento, el relato queda aislado

del principio de la obra mesiánica, por otra parte conduce a la gran parte instructiva del

sermón de la montaña, que abarca los tres próximos capítulos.

23 y recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos,

predicando el Evangelio del reino y curando en el pueblo toda

enfermedad y toda dolencia.

Jesús ha establecido su domicilio en Cafarnaúm (4,13), pero no se ha detenido

solamente allí. Va por los alrededores y recorre el país. La semilla de la palabra tiene que

ser diseminada, el mensaje tiene que ser transmitido a todas partes. «En tu palabra hallé el

gozo y alegría de mi corazón», confiesa Jeremías (Jr 15,16). La palabra tiene que

multiplicarse y difundirse en el país. No debe haber nadie que no la haya oído. «¿No son

mis palabras como fuego y como martillo que quebranta las peñas?, dice el Señor» (Jer

23,29).

Page 36: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

El Mesías no solamente trae la palabra de la salvación, sino también la obra de la

salvación. La salvación y las curaciones están muy unidas. Se manifiesta ostensiblemente

que Dios obra el bien, da la salvación y la salud. Las dos actividades de enseñar y curar se

nombran una a continuación de la otra en la misma frase. Así se pone en claro que las dos

actividades forman parte de la única misión de Dios. A Jesús no le estimula a curar

solamente una compasión humana ni tampoco una misericordia divina del enfermo. Lo que

le estimula es el deseo de proclamar de hecho el reino de Dios. El mundo sana y se

restablece cuando Dios viene; se hacen desaparecer en el pueblo las enfermedades y

«toda dolencia». cuando se presenta el Mesías.

Se habla del mensaje con dos verbos distintos: Jesús enseña y predica. Jesús recorre

el país, pero no como un predicador ambulante de una secta, ni como un practicante

terapéutico. Enseña «en las sinagogas»; se coloca conscientemente en el orden de la

tradición. La sinagoga es el sitio ordinario de la comunidad local judía, en el que se lee y

expone la Escritura, y se ora. Jesús enseña en estas casas de oración y locales de

asamblea que existían en cada población como sustituto del templo de Jerusalén. El texto

griego dice que Jesús enseñaba en las sinagogas de ellos, lo cual ya muestra la distancia

que había entre el pueblo judío y la Iglesia cristiana del tiempo posterior, en el cual ha sido

redactado el libro. Los cristianos en las sinagogas ya no tienen la sensación de estar en su

casa paterna, como sucedió durante largo tiempo en la comunidad primitiva de Jerusalén.

Para ellos estas casas solamente son instituciones judías, de las que los cristianos están

expulsados. La dolorosa separación entre judíos y cristianos se trasluce en estos locales, y

también nos conmueve profundamente.

Lo que Jesús hace en las sinagogas no es la corriente y usual interpretación de textos de

la Escritura y su aplicación al tiempo presente. En las sinagogas Jesús también «predica el

reino de Dios». Anuncia su proximidad y exhorta a la penitencia, como puede leerse en

4,17. Aquí se designa este mensaje como Evangelio del reino. Ésta es probablemente la

expresión más concisa y acertada que encontramos en todos los Evangelios para designar

este mensaje. Resume lo que Jesús ha predicado y también puede aplicarse exactamente a

lo que la Iglesia apostólica predicaba en su primera misión. Un buen título del Evangelio de

san Mateo podría ser «Evangelio del reino», o bien «buena nueva del reino de Dios». Es

tiempo festivo, tiempo de alegría, ya que Dios se acerca, como oyó el profeta: «Entona

himnos, hija de Sión; canta alabanzas, Israel; alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de

Jerusalén... El Señor, rey de Israel, está en medio de ti: jamás tienes que temer mal alguno.

En aquel día se dirá a Jerusalén: No temas; y a Sión: No hay que desmayar. Está en medio

de ti el Señor, el Dios tuyo, poderoso para salvar; en ti hallará él su gozo y su alegría; será

constante en amarte, se regocijará y celebrará tus alabanzas» (Sof 3,14.15b.16.17). Si

oímos o leemos el Evangelio, esta alegría debe afectarnos...

24 Su fama se extendió por toda Siria, y le trajeron todos los que

se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores:

endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó.

La noticia del taumaturgo que enseña, se divulga por todas partes, «por toda Siria»,

como dice el evangelista, es decir por la región que limita con el norte de Palestina.

Especialmente sus curaciones atraen a los hombres, de tal forma que le traen los

enfermos y todos los que se sentían mal. Se nombran en primer lugar las

enfermedades en general, luego se añaden algunas que parecen ser especialmente graves

Page 37: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

y que los antiguos creían que difícilmente podían curarse: endemoniados, lunáticos y

paralíticos. Ya aquí se resume brevemente lo que el evangelista más tarde expone en

extensos relatos de curaciones. Ante nuestros ojos se presenta de una manera grandiosa el

poder milagroso y la autoridad sobre todo sufrimiento. Es como si un imán atrajese toda

fatiga y enfermedad, todo mal y congoja. Al mismo tiempo se presenta una gran esperanza

que está despierta en los corazones de los hombres. ¡Qué multitud de hombres

atormentados ante este solo hombre! En uno de sus famosos cuadros Rembrandt ha

pintado la figura de Jesús rodeado de una legión de enfermos y curándolos. En la historia

siempre hubo, e incluso hay en nuestros días, escenas en que se presenta un galeno o

bien un charlatán, y los hombres le rodean ansiosos y con una credulidad ingenua. Pero

siempre hay solamente uno que pueda dar abasto a tanta concurrencia, y que pueda

dominar el mal, el que «tomó nuestras flaquezas, y cargó con nuestras enfermedades» (8,17)...

25 y lo siguieron grandes muchedumbres de Galilea, Decápolis,

Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.

San Mateo aún incluye en esta gran escena un tercer dato: le siguen grandes

muchedumbres. En sus correrías no sólo le acompañan los discípulos, que él ha llamado,

sino muchos otros. Puede haber sido una multitud abigarrada, de la que formaban parte

personas que buscaban en serio la verdad, y holgazanes ávidos de sensaciones; mujeres y

hombres, doctos y sencillos, sanos y enfermos. Le rodean como un enjambre, prestan

atención a cualquier palabra y a cualquier gesto, para que nada se les escape; pero en lo

más íntimo están incitados por una gran esperanza, cuya expresión para ellos -quizás

entremezclada con ideas curiosas- es el «reino de Dios».

Es una comitiva, cuyos miembros proceden de toda Palestina, cuyas zonas san Mateo

indica con precisión: Galilea al norte, el territorio casi completamente pagano de las diez

ciudades (Decápolis) en el noreste del Jordán, también Jerusalén y Judea en el sur, y las

zonas situadas en el sudeste del Jordán («el otro lado del Jordán»). Todo ello era una gran

Palestina (sólo deja de mencionarse Samaría), en cuanto allí aún vivían judíos, aunque

muchas veces como pequeña minoría entre los paganos. Es el mismo territorio que

ocuparon, conducidas por Josué, las doce tribus de Israel, que venían de Egipto y del

desierto. Políticamente sólo estuvo unida una vez en la larga historia: en los reinados de

David y Salomón. Pero en un sentido religioso ha continuado siendo la tierra de los padres,

de la promisión, la tierra santa de Israel asignada por Dios. Esta tierra ahora toma posesión

del Mesías, y éste la toma de dicha tierra. El camino de Dios conduce con seguridad a la

meta. El pueblo de Dios surgirá de nuevo de la tierra y del pueblo de las doce tribus.

(Págs. 72-87)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 7

II. DOCTRINA DE JESÚS (5,1-7,29).

El Evangelio de san Mateo se caracteriza especialmente por los grandes discursos. En

cada uno de estos discursos ocupa el centro un tema de la predicación de Jesús. El primero

y el más importante es el llamado «sermón de la montaña». En él se ponen los fundamentos

Page 38: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

del reino mesiánico. Desde los tiempos más antiguos del cristianismo hasta hoy día estos

tres capítulos actuaron como un horno ardiente que atizaba el fuego del Evangelio en

innumerables corazones. Es como si se entrara en una catedral construida de grandes

sillares. Es «el Evangelio del Evangelio».

INTRODUCCIÓN /Mt. 05/01-02).

1 Cuando vio aquellas muchedumbres, subió al monte; se sentó y se

le acercaron sus discípulos. 2 Y abriendo sus labios, los instruía así:...

Las «muchedumbres» que contempla Jesús, son las que le habían seguido, aquella

multitud abigarrada procedente de todos los territorios de Israel (4,25). Así pues, el discurso

debe estar dirigido a toda la tierra de Israel (4,25), a los representantes de todas las zonas

y tribus. Con esto sólo se recalca la importancia de la predicación que sigue. Se recalca

esta importancia diciendo que Jesús «subió al monte» y allí se sentó. No se dice qué

montaña es. Carece de fundamento cualquier suposición sobre este particular. Se alude a

la montaña como tal, al lugar elevado, desde el cual se puede contemplar una gran

muchedumbre, pero también es el lugar de la instrucción divina. Así también estaba Esdras,

cuando leyó al pueblo el libro de la ley «en un lugar más elevado que todos» (Neh 8,5). La

postura de estar sentado es propia del maestro. Los rabinos se sentaban en la cátedra de

Moisés en las sinagogas (cf. 23,2), en la basílica de san Pedro en Roma, Pedro está

sentado en la cátedra con el brazo derecho levantado en actitud de enseñar. Al antiguo arte

cristiano gusta de representar así a Cristo. Lo que aquí oímos es enseñanza que se

propone con pleno poder y con la autoridad de Dios.

El discurso va dirigido a todo Israel, pero también a sus discípulos. Se les menciona de

propósito, se le acercan. Le pertenecen. Es el principio del Israel despertado de nuevo,

convocado de entre las doce tribus. La coordinación de pueblo y discípulos no hay que

entenderla como si algunas partes del discurso estuvieran destinadas a la generalidad,

otras solamente para los discípulos. Tampoco hay que entender esta coordinación como si

las palabras solamente se dirigieran a los discípulos, y las masas sólo fueran espectadores.

Jesús habla a los discípulos como al verdadero Israel, que ahora ya existe, y Jesús habla a

todos como al Israel de la esperanza y del futuro. O viceversa: Jesús habla a todos los

oyentes de la verdadera voluntad de Dios, que todos ellos tienen que cumplir, pero que los

discípulos ya han empezado a cumplir. No es un discurso para los que tienen un gusto

exquisito en materia religiosa, para los piadosos y obedientes, sino para todos los que

están llamados a ser discípulos, al «Israel», que quiere tener realmente a Dios, a quien

todos deben pertenecer, incluso nosotros mismos... Así pues, todas las palabras van

dirigidas a nosotros, y no hay posibilidad de soslayar sus grandes exigencias.

1. VOCACIÓN DE LOS Discípulos (05, 03-16).

a) Las bienaventuranzas (Mt. 05/03-12).

El discurso empieza con la palabra «bienaventurados», que se repite ocho veces. Es una

proclamación, es una promesa. una apelación cordial, cuyo sentido es ¡dichosos vosotros!

Esta palabra se emplea en el Antiguo Testamento para desear la victoria, la paz y la

felicidad, y para aclamar. Lo contrario son las condenaciones conminatorias encabezadas

Page 39: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

con la exclamación «¡ay de vosotros!». Bienaventuranza y conminación van dirigidas a

personas concretas. San Mateo inicia el discurso con una larga serie de tales

bienaventuranzas. En el capítulo 23 hay una serie todavía más larga de conminaciones

contra los «escribas y fariseos» (Cf. Lc 6,20-26, donde cuatro bienaventuranzas van

seguidas de las cuatro imprecaciones correspondientes. Según convicción general las

cuatro bienaventuranzas de san Lucas son más primitivas que las ocho de san Mateo; lo

mismo puede aplicarse al uso de la segunda persona en vez de la tercera en san Mateo).

Las bienaventuranzas aquí revelan la imagen auténtica del pueblo de Dios y con ello, la de

los elegidos por Dios. Allí las conminaciones juzgan al falso Israel y a todos los que no

conocen ni cumplen la voluntad de Dios.

Las ocho bienaventuranzas juntas dan una idea del perfecto discípulo de Jesús, que se

expone con más pormenor en todo el sermón de la montaña. Aquí ya podría servir de título

lo que leeremos más adelante en un importante pasaje: «Sed, pues, perfectos, como

perfecto es vuestro Padre celestial» (5,48).

3 Bienaventurados los pobres en el espíritu,

porque de ellos es el reino de los cielos.

Jesús fue enviado «a llevar la buena nueva a los pobres» (Is 61,1). En primer lugar, en el

Antiguo Testamento no se tenía ninguna estima de los pobres, antes bien las propiedades y

las riquezas eran consideradas como signo de la bendición de Dios. Sin embargo, en

tiempo posterior se reconoce más claramente que el indigente y desvalido puede estar

especialmente cerca de Dios. Así puede haberlo confirmado la experiencia de tales

hombres. Así especialmente en los salmos vemos representado al pobre, que es amado por

Dios y está especialmente vinculado a su benevolencia (Cf. Sal 18,28; 41,17; 86,1s; 70.6).

Este «pobre» ha aprendido a ver de una forma nueva su destino. No se siente como

desatendido ni desamparado. Su carencia de bienes terrenos se le convierte en riqueza de

bienes espirituales, en libertad ante Dios, en humildad y esperanza.

Jesús se refiere a estos «pobres». No están descontentos con su suerte ni traman una

revolución violenta. No son tontos, de pocas luces o ineptos, sino pobres «en el espíritu»,

su pobreza tiene una faceta espiritual. Transfieren su modesta posición en la sociedad

terrena a sus relaciones con Dios. Todo lo esperan de él, no se fían de los propios bienes

de justicia y piedad. Por consiguiente toda su vida ha llegado a ser pobre, la vida terrena y

la vida espiritual.

A estos pobres espirituales se promete el reino de Dios. Si lo miramos bien, sólo ellos

pueden entrar en posesión del reino de Dios, porque no traen nada consigo, sino que todo

lo esperan de arriba. Están libres de la carga de los bienes terrenos y de la carga de la

propia presunción, por eso también están libres para Dios. Tienen que ser espiritualmente

pobres todos los que quieren entrar en posesión del reino de Dios, solamente a ellos se les

puede hacer donación de este reino.

4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Así como el Mesías debe llevar la buena nueva a los pobres, así también debe «curar a

los de corazón lastimado» y proclamar la hora en que se consolará «a todos los que lloran»

(Is 61,1s). Los que lloran son aproximadamente los mismos que los «pobres en el espíritu»:

todos los que presentan a Dios su sufrimiento, la inquietud silenciosa en el corazón, y el

Page 40: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

grito del dolor penetrante. Hay muchas lágrimas en el mundo, un mar de lamentaciones y

sufrimientos. Llanto por la pérdida de un ser querido, de bienes o incluso de prestigio, por

los desengaños y reveses de fortuna, pero detrás de todo esto hay una gran tribulación. Es

el llanto por el estado perdido del mundo, en el que no son respetados Dios y su ley; es

el llanto inherente a toda pesadumbre particular. Es el llanto que tiene toda persona que ve

y está en vela. No sólo ve su propio destino personal con sus miserias, sino lo general, todo

el mundo en un estado de confusión y sufrimiento.

Pero los discípulos no deben ser personas cuyos ojos parezcan lúgubres y los rostros

melancólicos; no han de llevar la cabeza gacha. Aceptan el dolor sin asustarse, pero

tampoco lo alejan de sí a la ligera. Abren su alma oprimida a Dios. Y Dios los consolará ya

ahora, cuando el esperado «consuelo de Israel» (Lc 2,25) manifiesta la promesa liberadora,

pero sobre todo cuando Dios «enjugará toda lágrima de sus ojos, y la muerte ya no existirá,

ni llanto, ni lamentos, ni trabajos existirán ya» (Ap 21,4)...

5 Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Casi lo mismo leemos en el Sal 36,11: «los mansos heredarán la tierra». ¿Quiénes

forman parte de este grupo? Los «pobres» y los «mansos» están estrechamente unidos en

el Antiguo Testamento. Ambos se contentan con todo y son pobres, se conforman con la

voluntad de Dios y están llenos de esperanza en la benevolencia divina. No oprimen ni

explotan, ni pretenden una venganza feroz ni la obtención violenta de sus objetivos. Saben

que Dios odia la injusticia social y juzga a los opresores orgullosos: «Porque ellos venden

el justo a precio de plata, y el pobre por un par de sandalias; abaten hasta el suelo las

cabezas de los pobres, y esquivan el trato con los humildes; recuéstanse junto a cualquier

altar, sobre los vestidos tomados en prenda, y en la casa de su Dios beben el vino de

aquellos que han sido multados» (Am 2,6s.8). Los pobres y los mansos también saben que

Dios «juzgará a los pobres con justicia, y tomará con rectitud la defensa de los humildes de

la tierra» (Is 11,4). Son los sencillos, los doblegados, pero son personas enteramente

abiertas para Dios.

Los mansos heredarán la tierra. ¿Qué tierra es ésta? En primer lugar la tierra de la

promesa, Canaán, que los israelitas tenían ante su vista en el desierto y miraban con ansia,

y que luego obtuvieron de Dios como regalo gratuito. Esta tierra fue profanada por el culto

idolátrico y la apostasía, se perdió en el gran reino de Babilonia, fue de nuevo otorgada

después de la cautividad. Con todo en la historia del pueblo nunca pareció que su posesión

estuviera plenamente asegurada. En la catástrofe del año 70 después de Jesucristo, fue de

nuevo conquistada y poseída por los romanos. Entonces se rompió definitivamente la

unidad entre Dios, el pueblo y la tierra. Mucho tiempo antes ya se había espiritualizado la

esperanza: la tierra se convirtió en el símbolo de la herencia celestial imperecedera.

Así continúa el anhelo, incluso más allá del Nuevo Testamento, hasta el futuro del reino

de Dios. También la tierra, como espacio donde se desarrolla la vida, pertenece a cada

hombre y a cada pueblo. Los escribas dicen que «no es persona humana quien a ninguna

tierra puede llamar propia» Llegará a restablecerse la unidad de Dios, pueblo y tierra, pero

de una forma nueva y muy distinta de antes. No poseerán la tierra los conquistadores y

soberanos, sino los que se han doblegado, los mansos y los pacíficos de la tierra...

6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,

porque ellos serán saciados.

Page 41: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

El hambre en el mundo. En efecto, ningún tiempo ha experimentado y sufrido esta

indigencia tan profundamente como el nuestro. El hambre es como un clamor que surge de

todo el género humano, una indigencia del hombre, que nos sobrecoge a la vista de mil

escenas y casos angustiosos. Se promete a los hambrientos la saciedad, pero una

saciedad completa y duradera, que jamás dejará pendiente una necesidad. Esta saciedad

tampoco se logra ahora, sino en el comienzo del reino de Dios. Más tarde Jesús subrayará

claramente estas palabras mediante su obra: en la prodigiosa multiplicación de los panes

(14,13-21; 15,32-39). Pero es importante que los hambrientos sean como los «pobres» y

«mansos», que llenos de confianza ponen su vida en manos de Dios, y de él esperan la

ayuda en la necesidad.

Pero el hambre del cuerpo sólo es una faceta del hambre humana. Las voces que piden

pan son voces de todo el hombre. Aunque el cuerpo esté saciado, pero queda otra hambre

y sed, que puede ser igualmente atormentadora, pero todavía mucho más intensa. Es el

hambre del espíritu y del corazón, de ser tal como Dios nos ha creado y nos quiere tener.

Esta bienaventuranza habla de esta hambre. La saciedad se promete a los que tienen

hambre y sed de justicia. Ésta no es la justicia civil de la jurisprudencia, tampoco es la

justicia en el trato cotidiano con los demás, justicia que con frecuencia echamos de menos

con dolor. Aquí hay que entender la justicia en el sentido en que se llamó justo a José. Es

la justicia que hace perfecto al hombre ante Dios, es esta misma perfección. El que quiere

ser justo, ansía cumplir íntegramente y sin reserva la voluntad de Dios.

No se indica si esta justicia también puede lograrse con la actuación humana o si sólo es

un obsequio propicio de Dios. Más adelante se esclarece esta cuestión mejor que en el

texto que comentamos (Cf. 6,1.33;25,14-30). Lo principal es que el hombre tenga el anhelo

de dirigir su vida hacia Dios, y de ver el sumo bien de su vida en la justicia que le hace

digno de Dios. Pero ciertamente se dice que la suprema saciedad y la más profunda

satisfacción del ser humano no tiene lugar aquí, sino en el tiempo futuro... No es que se

huya de la realidad o se entumezca la actividad humana, sino que se adquiere el

conocimiento desapasionado de la verdad de que el hombre no vive sólo de pan (cf. 4,4).

7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Jesús promete el reino de Dios a los pobres en el espíritu, a los que lloran, a los mansos

y a los que tienen hambre de justicia. Es común a todos ellos que su vida no está cerrada,

sino abierta por la necesidad. Todos experimentan su indigencia, su debilidad, su

dependencia, el carácter truncado de su vida. Lo mismo puede decirse de los

misericordiosos. Se los declara bienaventurados, porque obran el bien, colocan la

misericordia por encima del derecho, no tratan con hostilidad al prójimo, sino que alivian

las necesidades y curan las heridas. No por sentimientos benévolos y amistosos hacia los

hombres, sino porque saben que necesitan la misericordia de Dios, viven continuamente

de ella. No juzgan para no ser juzgados (7,1); no pagan mal por mal, porque a ellos sólo se

los retribuye con bienes; no condenan al hermano, porque ellos no son condenados;

perdonan a los que les hacen injusticias, porque son constantemente perdonados por Dios

(cf. 6,14s; 18,35). Pero sobre todo no podrán sostenerse el día del juicio sin esta

misericordia. Así como su anhelo tiende a la saciedad y a la posesión de la «tierra»,

también tiende a la gran misericordia en el juicio...

Page 42: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

No sólo tenemos hambre y sed de justicia, sino también, y con mucha mayor intensidad,

tenemos hambre y sed de contemplar a Dios. Todo el mundo y su gloria sólo es un reflejo

de la belleza de Dios. En todas partes están grabadas las huellas de Dios, en el fulgor

radiante del sol, en la sencilla nitidez de la flor, cn el rostro del niño. Pero al mismo Dios no

lo vemos. Cuando el israelita subía por el monte de Sión para ir al templo, pedía a Dios la

gracia de verle: «Sedienta está mi alma del Dios viviente. ¡Ay! ¿Cuándo tornaré y veré de

Dios la cara?» (Sal 41,3).

Moisés pide a Dios la misma gracia: «Muéstrame tu gloria.» Respondió el Señor: «Yo te

mostraré a ti todo el bien y pronunciaré el nombre del Señor delante de ti. Usaré de

misericordia con quien yo quiera y haré gracia a quien me plazca. En cuanto a ver mi rostro,

prosiguió el Señor, no lo puedes alcanzar, porque no me verá hombre alguno sin morir. Mas

yo tengo aquí, añadió, un paraje especial mío. Tú, pues, te estarás sobre aquella peña. Y al

mismo tiempo de pasar mi gloria te pondré en el resquicio de la peña y te cubriré con mi

mano derecha hasta que yo haya pasado. Después apartaré mi mano y verás mis espaldas;

pero mi rostro no podrás verlo» (Ex 33,18-23). Sólo se otorga en parte la gracia pedida. La

visión de Dios aquí nos está prohibida y está reservada a la eternidad. El Dios oculto e

invisible mora en la luz inaccesible. «Ningún hombre lo vio ni puede verlo» (1 Tm 6,16).

Pero luego sucederá el prodigio de que Dios llegue a ser visible a nuestros ojos

glorificados.

No todos verán a Dios, sino solamente los limpios de corazón. Con estas palabras se

alude a una íntima pureza y claridad, por así decir, a un receptáculo perfectamente diáfano

y limpio para la plenitud de aquella luz. El corazón se ensucia con pecados de toda clase:

«Lo que sale de la boca, del corazón procede, y esto sí que contamina al hombre. Porque

del corazón salen las malas intenciones, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos

testimonios, injurias» (15,18s). El mal nace en el corazón. De este modo se vuelve impuro

el corazón y, por tanto, todo el hombre (cf. 6,22s). Son limpios de corazón aquellos de

quienes procede el bien, los pensamientos de amor y de misericordia, el anhelo de Dios y

de su justicia. Este anhelo quedará satisfecho, si el mismo Dios se ofrece a nuestros ojos

de una forma imponente y beatificante...

9 Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios.

«Dios es un Dios de paz, tiene designios de paz, y no de aflicción» (Jer 29,11). En él está

la plenitud de la vida, pero ningún antagonismo ni contradicción. En nuestro mundo y en la

sociedad humana hay discordias y contiendas bulliciosas. Se ha roto la unidad, se ha

perturbado la paz. No solamente se trata de sentimientos benignos, de tolerancia o

disposición para ceder. La paz es un bien excelso, en último término un bien divino como la

justicia y la verdad, una prenda de la salvación, que el hombre debe seguir dando. Nuestra

aspiración tiende a una paz en la que Dios esté incluido y los hombres estén de acuerdo

entre sí y con Dios. Cuando éste no es el caso, incluso puede suceder que surja la división

entre los padres y los hijos, entre los esposos, «y serán enemigos del hombre los de su

propia casa» (10,36).

Bienaventurados los que traen la paz, reconcilian a los contendientes, apagan el odio,

unen lo que está separado. En la vida cotidiana normal, con un pequeño gesto, con una

palabra conciliadora, que procede de un corazón lleno de Dios. Bienaventurados los que

Page 43: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

sienten estas ansias y velan por la paz entre las naciones y trabajan por ella con intención

pura. Sobre todo bienaventurados los que ponen paz entre Dios y el hombre. Éste es el

especial encargo de cualquier servicio apostólico, que según dice san Pablo, en el fondo es

«servicio de la reconciliación» y «mensaje de la reconciliación» (2Cor 5,18-21). Pero

también puede decirse de cualquier cristiano. El que irradia la propia paz en Dios, no

necesita abundar en palabras: será camino y puente para que muchos encuentren esta paz.

Al fin de los tiempos todos serán llamados hijos de Dios, es decir serán hijos de Dios.

Jesús siempre emplea nuevas imágenes para describir la vida en la consumación del reino:

posesión de la tierra, saciedad, visión de Dios, filiación divina. El Antiguo Testamento llama

«hijos de Dios» a los ángeles y seres celestiales, pero raras veces a los hombres. Es un

privilegio de personas ensalzadas, sobre todo de los reyes de Israel. En la expectación

también se designa como hijo al futuro Mesías: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado

hoy» (2,7), y en el bautismo mostró el Padre con las mismas palabras su predilección por

su «hijo amado» (Lc 3,22). Esta filiación del Mesías es única y sin igual. Pero las demás

deben venir a ser un tesoro general de salvación en la eternidad.

Ésta es la metáfora más bella de nuestra elección y vocación. Indica una plena

solidaridad con Dios, un amor personal como el que hay entre el Padre y el Hijo, la

proximidad íntima del soberano universal, la armonía con el Dios santo. Ahora ya se lleva a

término algo de esta promesa para el tiempo futuro. No todavía en sentido pleno, pero sin

embargo ya está en vigor real y verdaderamente lo que se dice de nosotros en la primera

carta de san Juan: «Somos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos!» (I Jn 3,1)...

10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,

porque de ellos es el reino de los cielos.

En todos los tiempos ha habido persecuciones, por enemistad personal, por aversión

racial, por discordias sobre la propiedad entre tribus o naciones, pero ¿se puede ser

perseguido por «causa de la justicia»? Se trata de aquella justicia de Dios, de la que

debemos tener hambre y sed (5,6): la entrega a Dios y la perfecta pureza y orden en la

vida, a imitación de Jesús. Esta justicia ¿no tendría que acuciar a los demás, en vez de

repudiarlos? ¿No tendría que entusiasmar a los demás, en vez de excitarlos al odio? Jesús

sabe y atestigua aquí que incluso la mayor honradez puede convertirse en motivo de

enemistad. Juan el Bautista fue encarcelado por su integridad, y por ella fue muerto (4,12;

cf. 14,3-12). El mismo Jesús tuvo que experimentarlo en su propio destino. También puede

aplicarse a los que son sus discípulos.

A pesar de todo son bienaventurados. Su futura exaltación estará en vivo contraste con

su humillación actual. Todos los que por causa de aquella justicia han sufrido el oprobio y

la persecución, recibirán el reino de Dios. Aunque en su vida terrena exteriormente no se

pueda ver nada de su gloria, aquella promesa se mantiene firme y está asegurada por la

palabra del Señor. Con ella se podrán esclarecer y suprimir muchos desalientos y cansancios...

11 Bienaventurados seréis cuando, por causa mía, os insulten y

persigan y digan toda clase de calumnia contra vosotros. 12 Alegraos

y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos;

pues así persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

La última bienaventuranza no se ajusta a las anteriores. La simetría de la tercera

Page 44: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

persona: «Bienaventurados los...», es relevada por el tratamiento conmovido en segunda

persona: «Bienaventurados seréis...» Esta última bienaventuranza también es

considerablemente más extensa que todas las precedentes. Se refiere al versículo décimo

con el tema de la persecución y refuerza todavía la oración encabezada por la voz

«bienaventurados» con la exclamación: «Alegraos y regocijaos.»

«Perseguidos por causa de la justicia» y perseguidos por causa mía son dos ideas

yuxtapuestas que se explican mutuamente. Porque solamente se puede conseguir la

verdadera justicia por el camino de Jesús y de su doctrina. Y viceversa: el que sufre

persecución por causa de Jesús, al mismo tiempo es perseguido por causa de la justicia.

No hay ninguna grieta entre el Antiguo Testamento y la doctrina de Jesús, sino plena

unidad. Los escribas y fariseos tampoco pueden recurrir a la justicia del Antiguo

Testamento y de su propia vida para oponerse a la doctrina de Jesús.

Múltiples son las formas de la enemistad: se los cargará de insultos y maledicencias,

incluso de toda clase de calumnia. Todo esto sucederá, pero será falso e inventado.

Cuando Jesús está ante el sanedrín, es difamado, y se hace mofa de él incluso al pie de la

cruz. Los discípulos lo tendrán constantemente ante su mirada y ya no se sorprenderán...

Estos hechos no deben producir en ellos ninguna tristeza ni lamentación, ninguna terca

irritación o ira enconada, antes bien deben ser causa de alegría y regocijo. No por causa de

los insultos y humillaciones, sino porque su recompensa es grande en los cielos. Jesús no

da ningún consuelo barato para el otro mundo, pero dice sobriamente que no hay que

esperar en la tierra esta recompensa. Aquí los discípulos son entregados como él a los

poderes del mal, a la mentira y a la enemistad. ¿Cuál es esta gran «recompensa en los

cielos»? Es lo que se ha prometido con locuciones siempre nuevas: el mismo Dios, su

soberanía real, la visión de Dios y la posesión de la tierra, la filiación divina... Los discípulos

deben prepararse no solamente con vistas a un tiempo futuro que está ante ellos con

incertidumbre, sino también en vista del tiempo pasado, de la historia de los

antepasados. Aquí ya se perfila esta ley: «Pues así persiguieron a los profetas anteriores a

vosotros.» ¿Quiénes son estos perseguidores? Sus propios antepasados, que se

opusieron a la palabra de los profetas y fueron su oprobio. La figura del profeta Jeremías,

saturado de oprobios y probado por el sufrimiento, es un testimonio elocuente de las

persecuciones promovidas por los antepasados. «Colman la medida de sus padres» (cf. 23,

32) los descendientes de aquellos padres, que procesan a Jesús, y luego odiarán a los

discípulos como a él. Así pues, se piensa en las persecuciones debidas a los judíos. Ellos

fueron los primeros que quisieron ahogar la semilla naciente del mensaje cristiano. Ésta es

la experiencia de la primera misión y especialmente de san Pablo (Cf., por ejemplo 1 Tes

2,14-16). Aquí ya se mostró una ley general, que continuó en vigor en todo tiempo y en

cualquier lugar, como sabemos hoy día después de casi dos mil años de historia de la

Iglesia, especialmente después de las dolorosas experiencias del tiempo de los nazis.

Jesús hace volver la mirada de los discípulos a la historia de Israel; nuestra mirada abarca

todavía más tiempo, y esta mayor amplitud puede hacernos sensatos, puede preservarnos

de sueños optimistas. Los apóstoles realmente se regocijaban cuando habían sido dignos

de padecer afrentas por el nombre de Jesús (cf. Act 5,41). ¿Nos alegraríamos también

nosotros?

(Págs. 87-102)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 8

Page 45: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

b) Sal de la tierra y luz del mundo (Mt. 05/13-16).

Ahora se continúa el tratamiento directo en segunda persona, que empezó en los v. 11 y

12. Jesús emplea dos imágenes para mostrar lo que son sus discípulos: la sal (v. 13) y la luz

(v. 14s). Una aplicación explícita concluye el pasaje (v. 16).

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero, si la sal pierde su sabor,

¿con qué salarla? Para nada vale ya, sino para arrojarla fuera y que la

pise la gente.

Tenemos ante la vista la imagen del hombre que han descrito las bienaventuranzas. Es

una imagen de la perfección y de una sublime exigencia. A esta sublime exigencia

corresponde una gran recompensa, la mayor de todas, la perfecta recompensa. Sin

embargo, esta imagen no es una pintura romántica que transfigure la amarga realidad,

desconozca al hombre y muestre un dechado de virtud que sea pura fantasía.

Especialmente en los últimos v. (10-12) se pone en claro que al discípulo no se le evita

ninguna molestia y que ha de tomar precauciones para pesadas cargas. El afán por el reino

de Dios traerá como consecuencia insultos y persecuciones. Pero cuando esto ocurra,

entonces los discípulos serán «la sal de la tierra».

La sal sirve al hombre para condimentar los manjares. Los alimentos desprovistos de sal

son insípidos y desabridos. La sal es como una fuerza interna y condimento de toda la

nutrición que tomamos. Pero ocurre que la señora de la casa ya no puede emplear la sal,

porque es insípida, se ha licuado, perdió su virtud. Por tanto, es totalmente inservible, se

tiene que tirar.

Vosotros sois la sal de la tierra. Como el manjar necesita sal, así también la tierra, es

decir toda la humanidad. Aguarda que la vigoricen y sazonen. Ésta es la vocación de los

discípulos. Si hacen todo lo que antes se ha dicho, es decir, si son pobres y

misericordiosos, mansos y limpios de corazón, si son pacíficos y se regocijan en todas las

persecuciones, entonces son la fuerza de la humanidad desvaída. Esta existencia pura que

vive del reino de Dios y confía en él, es el vigor interno de la humanidad...

La frase tiene además un acento monitorio. Jesús añade en seguida: «Si la sal pierde

su sabor, ¿con qué salarla?» Así pues, la vocación puede debilitarse, se pueden fatigar las

fuerzas de esta vida que confían en Dios. Entonces no solamente se desmorona la propia

vida del discípulo, considerada en sí misma, sino que con ella también se derrumba la

fuerza para los demás. No hay ninguna otra sal fuera de ésta. Es la única sal, de la que

necesita «la tierra», es la sal que tiene que meterse en la humanidad, sin que pueda ser

sustituida por otra. Se arroja la sal insípida, los hombres la pisotean. En la imagen

relampaguea en lontananza la reprobación del discípulo infiel. Arrojarle fuera. Estas

palabras recuerdan el invitado sin vestido de boda, que es arrojado fuera por los sirvientes

(cf. 22,12). Y al criado inútil, que escondió en la tierra el talento de su señor y es lanzado «a

la obscuridad, allá afuera» (cf. 25,30). Es una vocación excelsa y gloriosa, para el discípulo

y para los hombres, para quienes él debe ser sal; pero también es una vocación que puede

ser malograda, que puede debilitarse, escurrirse y perecer en la indiferencia, y entonces se

inutiliza por completo, incluso tiene que contar con el castigo...

Page 46: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad

situada en la cima de un monte; 15 ni encienden una lámpara y la

colocan debajo de un almud, sino sobre el candelero, para que

alumbre a todos los que están en la casa.

La segunda metáfora es todavía mayor: luz-del-mundo. Para nosotros el sol es la luz del

mundo, sin la cual estamos en las tinieblas y andamos a tientas en la obscuridad. Sin su luz

no hay ningún color ni belleza, no se ve el camino ni el mundo de las cosas. El mundo

necesita esta luz externa, pero con mucha mayor urgencia necesita la luz interna, el

conocimiento adecuado, la verdad. Antes se llamó a los discípulos sal de la tierra, aquí se

los llama luz del mundo. Ésta es la expresión más amplia. En ambos casos se alude a lo

mismo, a saber, al mundo de los hombres y de su vida, al orbe al que se ha dado vida y que

está habitado. Pero la palabra griega kosmos, mundo, produce todavía con más fuerza la

impresión de la amplitud y del conjunto, de la totalidad del ser terreno. ¡Qué reivindicación!

En el Evangelio de san Juan, Jesús dice de sí mismo que es la luz del mundo (Jn 8,12).

Aquí los discípulos son luz del mundo. Eso sólo puede significar que los discípulos son la

luz del mundo, porque llevan la luz de la verdad, que Jesús ha traído. Los discípulos

pertenecen a Jesús de una forma tan estrecha y están tan llenos de él, que ellos mismos se

convierten en luz.

Cuando la luz realmente ha llegado, entonces también resplandece de una manera

inextinguible, y nada puede oponerse a este fulgor; con él todo se ilumina e irradia. De un

modo muy semejante a lo que sucede en la ciudad, que está situada a gran altura en la

cima de un monte, y se ve desde todas partes; así como un castillo domina el campo, o el

alto campanario de una iglesia desde todas partes denota la ciudad. El israelita tenía que

pensar en seguida en la sola ciudad, edificada en lo alto (Sal 121,3): Jerusalén. Desde

lejos la veían los peregrinos. Dios había elegido para sí este lugar, el monte santo de Sión,

como hogar de su nombre, y como sitio de la gracia. En la visión de los profetas Sión

también se convierte en el centro de los sucesos de la salvación en el tiempo final: los

pueblos paganos partirán hacia este monte al fin de los tiempos y dirán: «Ea, subamos al

monte del Señor, y a la casa del Dios de Jacob, y él nos mostrará sus caminos, y por sus

sendas andaremos; porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3).

La metáfora de los profetas ha continuado, su contenido es nuevo: los discípulos, que

tienen hambre y sed de la verdadera justicia, y que se han convertido en la luz del mundo,

serán la ciudad que no puede permanecer oculta. Ya no hay que designar como portador

de la salvación para el mundo a este único lugar geográfico, sino a personas vivientes, que

en sí tienen la luz. En cualquier parte en que estén, allí también está la «ciudad situada en

la cima de un monte»...

Por segunda vez se dilucida la palabra luz: la señora de la casa tampoco coloca una luz

debajo del almud -es decir, de un barril o jarra que sirve como medida de granos- sino

sobre el candelero. Sería necio quien encendiera una luz, y en seguida la hiciera ineficaz,

poniendo encima una jarra. La luz es para iluminar o bien no tiene ningún sentido. La vela

que enciende la señora de la casa es para que «alumbre a todos los que están en la

casa». ¿No es semejante lo que sucede en los discípulos?

De nuevo está -de forma bien consciente- la palabra «todos». La tierra, el mundo, todos,

siempre es la misma humanidad, toda la humanidad. Pero con la frase «todos los que están

en la casa» aquí quizás se piense especialmente en los compañeros de la comunidad

cristiana. Porque la luz no es solamente la luz de la misión para los paganos, sino también

Page 47: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

la luz de la edificación y del modelo para los que viven en la propia casa.

16 Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean

vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

LUZ/OBRAS:En la explicación, se añade que la luz son las buenas obras. Esto no es

fácil de entender. En primer lugar, la luz no son ideas ni pensamientos. Los discípulos no

deben llevar a los hombres nuevos conceptos del mundo, nuevas filosofías o enseñanzas

de la sabiduría, sino acciones vivas que puedan ser oídas y vistas. Así pues, ¿se trata de

«buenas obras» según la piadosa manera católica de entender? ¿Las limosnas para la

hucha de la cáritas, el donativo para el día de la vejez, el cuidado de los ornamentos de la

iglesia o el ayuno de las témporas? Puede ser todo eso, pero también infinitamente más.

Las obras son simplemente la luz infiltrada en la vida, la luz que se ha realizado. Son la

verdad configurada, la fe vivida. Las buenas obras no están junto a la fe ni la acompañan

como una calle ribereña va bordeando el río, tampoco son mérito propio, como los

protestantes con frecuencia reprochan. Las buenas obras, en suma, son la vida cristiana

activa, dedicada a las obras, que fluye constantemente como de un volcán. Aquí se concibe

la luz del mundo por así decir con su más intenso resplandor. Sólo irradia de veras la luz

que produce incesantemente tales obras. y con ellas da testimonio de sí.

Con las últimas palabras se quita todo pensamiento de propio mérito o ambición hipócrita.

La luz que fluye no debe reflejarse en nosotros. No debemos alumbrar para que los

hombres elogien nuestra luz. No se hacen las obras para ser alabados, sino única y

solamente para que Dios sea ensalzado. El Padre que está en los cielos es el que debe

ser reconocido. La luz del discípulo, a través de él, debe remitir al origen, al «Padre de las

luces» (cf. Sant 1,17). Esta es la última finalidad y el motivo más profundo de la vocación

del discípulo: hacer ostensible a Dios con toda la existencia, con la vida iluminada por el

amor, con las obras nacidas de la verdad...

2. LA VERDADERA JUSTICIA EN EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY (5,17-48).

Las bienaventuranzas han proclamado la nueva justicia en forma programática. En una

segunda y larga sección san Mateo prosigue este tema, partiendo de la ley mosaica. Para

el cristianismo, especialmente para los que proceden del judaísmo, en seguida tenía que

surgir la cuestión de cuáles son las relaciones que tiene con la ley de los padres lo que

Jesús ha anunciado y exigido. ¿Hay que realizar el concepto de la perfección expresado en

las bienaventuranzas con absoluta independencia de esta ley? ¿Es una doctrina

enteramente nueva? ¿Está también arraigada en el suelo materno de la historia del pueblo

de Dios, de Israel, y en la ley? A estas preguntas da respuesta el siguiente y largo capítulo

(5,17-48). También aquí se trata de la verdadera justicia, de la vida perfecta. Pero este

tema se desarrolla desde el punto de vista de la ley y de la manera contemporánea de

entenderla.

a) Aclaración de principios (Mt. 05/17-20).

17 No vayáis a pensar que vine a abolir la ley o los profetas; no

vine a abolir, sino a dar cumplimiento.

Page 48: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

La ley fue dada por Dios como orden santo de toda la vida de Israel. También fue dada

como una indicación para el individuo. para su pensamiento y acción éticos y religiosos. La

voluntad solicitante de Dios se ha hecho patente en la ley, está detrás de cada una de las

letras. Junto a la ley están los profetas. También en el mensaje de éstos se ha patentizado

la voluntad de Dios. Las dos juntas, la ley y los profetas, no sólo han tenido importancia

para su tiempo. La ley fue solemnemente presentada por Moisés al pueblo, y el pueblo en

el monte Sinaí se obligó al cumplimiento de la ley. Los profetas en su tiempo han dado a

conocer en discursos expresivos lo que Dios reclama. No se redujo a palabras orales ni al

mensaje hablado: todas estas palabras, «la ley y los profetas» fueron puestas por escrito y

retransmitidas a cada una de las siguientes generaciones con la misma fuerza obligatoria.

Como sagrados escritos pasaron a ser el meollo y la norma interna en la vida del pueblo de

la alianza. ¿Puede derrumbarse de repente lo que viene de parte de Dios de una forma tan

inequívoca y actualizó durante siglos la voluntad de Dios? ¿Puede derribarse por medio de

Jesús, que ha declarado que estaba dispuesto a «cumplir toda justicia» (3,15)? Es

inconcebible.

Jesús habla de su misión, como no ha hablado ningún profeta antes que él, cuando dice

que ha venido. La palabra vine se refiere a un ser venido por parte de otro, a un ser

enviado por el Padre. Lo que Jesús hace, sucede en nombre y por encargo del Padre. El

mismo de quien en último término se derivan la ley y los profetas, no puede enviar a Jesús

a abolirla. Abolir significa invalidar, así como en el ámbito terreno se dejan sin vigor una

disposición o una ley. No empieza algo enteramente nuevo, que no tenga ningún enlace

con lo antiguo. Jesús no elimina las antiguas leyes y establece otras nuevas. Su misión se

refiere a algo distinto, en lo que está la novedad.

No vine a abolir, sino a dar cumplimiento. A la voluntad de Dios y a las Sagradas

Escrituras, que la han insertado en sí, se les debe dar cumplimiento. Lo nuevo no es

completamente distinto, sino que es el perfeccionamiento de lo antiguo. La ley y los

profetas son revelación de Dios, pero todavía no son la definitiva revelación. La voluntad de

Dios se da a conocer en ellos, pero no todavía en su forma más pura.

Después de estas palabras de Jesús la situación se ha cambiado por completo. La ley y

los profetas, los escritos sagrados del Antiguo Testamento como tales no tienen para

nosotros ninguna obligatoriedad. Pero tampoco han venido a carecer de importancia,

tampoco han pasado a ser como quien dice tan sólo una sombra de la futura salvación en

el Nuevo Testamento, sino que siguen en vigor, pero en su última perfección dada por

Jesús. Él ha dicho de una forma definitiva cómo hay que llevar a cabo la voluntad de Dios

de un modo efectivo; una vez Jesús «vino a dar cumplimiento», ya no podemos volver

atrás. Si leemos este libro, sólo podemos hacerlo a la luz de la revelación de Jesús.

Entonces se cae el velo de nuestros ojos, y todo aparece con una nueva luz: en todas

partes vemos a Dios actuando y podemos separar lo imperfecto de lo perfecto.

Pero para los judíos, como dice san Pablo, «en la lectura del Antiguo Testamento, sigue

sin descorrerse el mismo velo, porque éste sólo en Cristo queda destruido. Hasta hoy,

pues, cuantas veces se lee Moisés permanece el velo sobre sus corazones; pero cuantas

veces uno se vuelve al Señor, se quita el velo» (/2Co/03/14-16). Pedimos y deseamos

vivamente que les sea quitado este velo y vean la verdadera gloria de Dios en la faz de

Jesucristo (cf. 2 Cor 4, 6).

18 Porque os lo aseguro: antes pasarán el cielo y la tierra, que

Page 49: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

pase una sola yod o una sola tilde de la ley sin que todo se cumpla.

He aquí una comparación vigorosa. Todo el mundo ha de desaparecer antes que se

suprima la mínima parte, incluso la mínima letra de la ley. La yod es la letra más pequeña

en el alfabeto hebreo, y las tildes son pequeños signos empleados como auxiliares de la

lectura al escribir los sagrados textos, cuyas partes y cuyas letras son palabra santa de

Dios inviolables. Nunca pueden dejar de estar vigentes, porque es Dios quien por ellas ha

hablado. Las palabras humanas son fugaces y pasajeras, la palabra de Dios tiene

consistencia perenne...

Pero Dios no sólo ha hablado en la ley y por medio de los profetas, sino también «en

estos últimos días, por el Hijo» (/Hb/01/01s). Ésta es su última palabra. después de la cual

Dios ya no dirá otra alguna con la misma autoridad. Esta última palabra perfecciona las

precedentes y las pone en la verdadera luz. Porque la ley perdura, pero necesita un

perfeccionamiento. Esto se expresa con la breve añadidura: sin que todo se cumpla. Esta

frase quiere decir que toda la ley tiene que llegar a la perfección que ya empieza ahora en

este momento por medio de la doctrina de Jesús. Pero también quiere decir: tiene que

cumplirse todo lo que allí se predijo y que señala el tiempo futuro. Jesús no solamente

enseña el cumplimiento de la ley, sino que lo muestra también en su persona, en su vida,

en su muerte. Cuando todo esto se haya cumplido -la doctrina perfecta y la realización

perfecta por medio de Jesús-, entonces todo se habrá cumplido realmente.

En las páginas siguientes tenemos que ver siempre a Jesús en este gran conjunto. Jesús

no es fundador de una secta ni un genio religioso, como a veces se oye decir. Antes bien

es el último profeta, la última palabra de Dios, el definitivo revelador de la voluntad de Dios

y, por tanto, es nuestro camino y nuestra verdad.

19 El que viole, pues, uno solo de estos mandamientos mínimos y

enseñe así a los hombres, mínimo será en el reino de los cielos;

pero el que los cumpla y los enseñe, ése será grande en el reino de los cielos.

Nadie puede atreverse a violar ni siquiera uno solo de los mandamientos de Dios,

aunque sea solamente un mandamiento insignificante y de poca importancia. No procede

según la voluntad de Jesús. Es sencillo poner aparte lo antiguo, y procurarse nuevas ideas.

Es mucho más difícil hacer lo que es tradicional, de tal forma que dé un nuevo resplandor.

Jesús prosigue diciendo: «El que los cumpla y los enseñe...» Precede y se recalca el

cumplimiento, porque es lo que sobre todo importa. Pero este cumplimiento y enseñanza de

los mandamientos ahora sólo es posible en el sentido y de la nueva forma, con que Jesús

los proclama. A continuación leemos varios ejemplos, que nos muestran a qué se hace

referencia. Incluso los mandamientos menores debemos cumplirlos con el mismo vigor en la

entrega y en el amor. Esto nos preserva de una manera de pensar de miras demasiado

amplias, de un modo quizás incluso arrogante de pensar, para el cual las cosas pequeñas

de la vida cotidiana son de poca monta.

En el reino de Dios uno será tal como aquí haya vivido y enseñado. No solamente aquí

en la tierra, sino también allí en el reino de Dios hay cosas pequeñas y cosas grandes. La

solicitud incluso en las cosas pequeñas determina la categoría en el reino de los cielos.

Uno será tal como ha vivido y enseñado. La frase puede aplicarse sobre todo a los que

ejercen un magisterio en la Iglesia: catequistas y párrocos, sacerdotes y seglares. No

pueden procurarse ideas favoritas, y hacer una elección arbitraria en el tesoro de la fe: a

Page 50: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

ellos les está confiado el conjunto, en el que cada parte, incluso la más pequeña, tiene su

importancia.

20 Porque os lo aseguro: si vuestra justicia no supera la de los

escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Aquí tenemos el núcleo, el versículo principal de todo el pasaje. Versa sobre la justicia.

También los escribas la buscan, sobre todo en su estudio y en su enseñanza. Su tarea es

investigar las Escrituras e indagar la voluntad de Dios. Instruyen al pueblo, enseñan a los

niños, y así en cada caso aplican a su tiempo presente lo que han investigado en los libros.

Los escribas, también llamados rabinos, son los maestros oficiales en el país y en la

metrópoli de Jerusalén, pero también son los jueces en los procesos menores de las

comunidades rurales. «Se han sentado en la cátedra de Moisés y tienen en la mano la llave

del saber» (Lc 11,52). Buscan la verdadera justicia.

Eso también lo hacen los fariseos. No tienen ningún cargo oficial en el pueblo, pero

tienen una gran influencia personal. Son un grupo religioso, un partido que quiere observar

la ley con especial celo; adversarios de toda tibieza y mediocridad, radicales e inflexibles en

las cuestiones religiosas, enemigos jurados del poder gentil de ocupación. A ellos no les

interesa tanto la doctrina como la acción, la práctica realización de la justicia. Los dos

grupos se han arriesgado mucho. No los menospreciemos en este particular.

Jesús parece que está emparentado con los dos grupos. ¿No es también un rabí, un

maestro ambulante, que instruye a sus discípulos en el verdadero camino? ¿No es la

acción la que primera y decididamente le interesa a él como a los fariseos? No obstante es

grande la diferencia entre Jesús y los dos grupos, como lo muestra claramente todo el

Evangelio. Aquí le vemos en la exigencia fundamental formulada a los discípulos. Éstos

también tienen ante la vista diariamente a los dos grupos, ya que han sido instruidos en su

niñez por rabinos, y presencian en las calles y plazas el celoso comportamiento de los

fariseos en lo que se refiere a la religión. A los dos grupos les importa la justicia. Pero la

justicia de los discípulos de Jesús debe distinguirse con sumo cuidado de la de los escribas

y fariseos.

Lo que enseñan y hacen los escribas y fariseos, no es suficiente a pesar del formidable

esfuerzo. Dios pide más. Los discípulos deben superar a los dos grupos. La justicia de los

discípulos debe ser algo tan pletórico e inmenso, que ya no pueda medirse. Debe ser una

abundancia y una riqueza que desborden cualquier medida. En esta justicia parece que ha

de contenerse algo nuevo. No solamente se alude a un grado diferente, sino a otra clase de

justicia...

Este camino más elevado obliga a cada uno de los discípulos. De no ser así, no pueden

entrar en el reino de los cielos. La condición para la entrada en el reino de Dios es

aquella justicia exuberante. Ante esta exigencia quizás pierda alguno el ánimo ya ahora, sin

haber todavía experimentado aquello a lo que ella alude con precisión. ¿Cómo pueden

adaptarse esta gente sencilla, los discípulos de Jesús, a los cultos y celosos defensores de

la ley? ¿Deben superar a quienes la gente sencilla contempla con profundo respeto? ¿Se

tienen todavía que observar más mandamientos, llevar a cabo más obras de las que hacen

los fariseos? ¿No tendrían que ser todos como uno de los antiguos monjes del desierto,

que morían a sí mismos y vivían para Dios de una forma solitaria y sobria, bajo las más

duras privaciones? En seguida oímos que no hay que entender así la justicia, sino como

algo que en el fondo es muy sencillo.

Page 51: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

(Págs. 102-114)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 9

b) La ira y la reconciliación (Mt. 05/21-26).

21 Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y

quien mate, comparecerá ante el tribunal.

Jesús se refiere a la instrucción dada por los escribas. De sus labios se percibe la palabra

de Dios y su explicación. Los discípulos han oído todo lo quo Dios mandó, pero sólo

poquísimos podían leer. Han aceptado con ánimo creyente lo que Dios antiguamente habló

a sus antepasados. Los antepasados, la generación de la salida de Egipto y de la

peregrinación por el desierto son los antiguos, a quienes Dios se reveló. Permaneciendo

con santo temor al pie del monte Sinaí, percibieron de labios de Moisés su mandamiento.

Esta palabra permanece viva en la historia, se retransmite de generación en generación

hasta los días de Jesús, que también la ha escuchado y aprendido en la sinagoga.

Una de las frases lapidarias de los diez mandamientos es la siguiente: No matarás. Toda

vida viene de Dios y es santa. Al hombre, Dios sólo le había permitido expresamente matar

los animales, y así había autorizado nutrirse con carne (/Gn/09/02s). La vida humana

permaneció como posesión intangible de la divinidad. «Derramada será la sangre de

cualquiera que derrame sangre humana: porque a imagen de Dios fue creado el hombre»

(Gén 9, 6). La sangre derramada del hombre clama al cielo pidiendo reparación, como la

sangre de Abel que ha empapado la tierra (Gén 4,10). El mismo Dios tiene que vengar esta

sangre, y cuando el hombre la venga, es por encargo de Dios. Una vida humana sólo

puede ser contrapesada con otra vida humana. Nunca está permitido a nadie matar a un

ser humano por codicia, venganza, por descuido o enemistad o tal vez por frío cálculo. Pero

si se perpetra el homicidio, entonces se conmueven los fundamentos de la sociedad

humana...

El que así procede, comparecerá ante el tribunal y será juzgado según el principio

expresado en la alianza de Noé (Gén 9,6). Desde el tiempo de Moisés este principio está

en vigor con una formulación todavía más jurídica: «Quien hiriere a un hombre y lo matare,

muera irremisiblemente. Quien hiriere a un animal, restituirá otro equivalente, a saber,

animal por animal. Quien lesionare la persona de cualquiera de sus conciudadanos, se hará

con él según hizo. Rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente ha de pagar: cual fuere

el daño causado, tal será forzado a sufrir» (/Lv/24/17-20). La represalia de la injusticia se

debe mantener estrictamente dentro de los límites del mandamiento de Dios, no debe

infringir estos límites con un desenfrenado deseo de venganza. Es seguro y también lo fue

siempre en la aplicación que el homicidio (deliberado) se castiga con la pena de muerte.

Esta manera de pensar (vida por vida, ojo por ojo) estaba profundamente grabada no sólo

en los israelitas, sino en todo oriente. Una cosa implica necesariamente la otra. El homicida

queda a merced de la sentencia del juicio y de la pena de muerte, a la que se le condena

en el nombre de Dios, el Señor de la vida. En el juicio humano tiene lugar el juicio de Dios.

Page 52: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

22a Pero yo os digo: todo el que se enoje contra su

hermano, comparecerá ante el tribunal.

A esta manera de pensar Dios contrapone algo nuevo. Se anuncia solemnemente con la

fórmula, que suena como si la pronunciara un legislador: Pero yo os digo. A los antiguos

Dios les dijo entonces las palabras precedentes. Ahora Jesús dice de una forma nueva lo

que Dios quiere. Ya no está en vigor la unidad insoluble, la balanza continuamente

equilibrada: la muerte se castiga con pena de muerte. Ahora se dice: el sentimiento del

corazón ya hace que se esté a punto para comparecer ante el tribunal humano, en el que

se hace patente el tribunal de Dios.

Los platillos de la balanza parecen desequilibrarse, ningún hombre puede concebir, a

primera vista, cómo puede decirse: Todo el que se enoje contra su hermano,

comparecerá ante el tribunal. Eso sólo puede ocurrir, si la ira en el corazón pesa tanto

como el homicidio. ¿No hay algo que coincida con nuestra experiencia? El que lleva la ira

en el corazón, querría toda clase de desgracias a otra persona, desea no tener nada que

ver con ella, que ella ya no exista para él. ¿No es esta ira como un asesinato espiritual, un

sentimiento que aborrece a otra persona, la envilece y rechaza? «Quien odia a su hermano

es homicida...» (/1Jn/03/15). En seguida nos damos cuenta de cómo en este ejemplo debe

haberse conseguido la «justicia que supera la de los escribas y fariseos» (cf. 5, 20). El

discípulo de Jesús ante la ira que brota en el corazón, debe tener tanto temor como ante el

homicidio. La norma se ha cambiado y exige algo interior y mucho más excelso.

22 y el que diga a su hermano «estúpido», comparecerá

ante el sanedrín; y el que le diga «loco», comparecerá para la gehenna del fuego.

Los dos ejemplos siguen desarrollando el mismo principio sin cambiar su esencia y sin

que haya que concebirlo como una triple gradación. Se trata de lo mismo, con la diferencia

de que se aplica el principio a otros dos casos de la ira: Y el que diga a su hermano

«estúpido»... El que tal dice, no solamente tiene la ira oculta en el corazón, sino que la

patentiza en la injuria. El texto griego dice raka. Esta palabra es una ofensa degradante.

una voz de escarnio. El discípulo también se ha de precaver de proferir esta palabra. Es

arriesgado. No se quiere decir ni nunca ha sucedido que una tal persona haya sido llevada

ante el sanedrín y haya sido condenado por él. Lo que debe decirse es lo mismo que en el

primer ejemplo: la ira hace que ya se esté a punto para el tribunal.

Lo mismo puede decirse del tercer ejemplo, que nombra otra injuria: loco. La primera

injuria es difícil distinguirla de la segunda, en cualquier caso no se distingue tanto que se

pueda entender tan gran diferencia en el castigo. Más bien los dos ejemplos se

complementan mutuamente: el sanedrín y la gehenna del fuego. El que injuria a su

hermano con ira y le degrada, jurídicamente es como un asesino ante el tribunal, pero por

causa de su culpa ante Dios, por su pecado es como quien está a punto para la gehenna.

Regularmente se habla del hermano. ¿Quién es este hermano? Los israelitas se daban

entre sí este nombre honorífico. Era un título para el que pertenecía al pueblo de la alianza.

Hermano es el hombre de la misma procedencia, de la misma sangre y de la misma fe. A

este hombre también se refiere Jesús en primer lugar. Más tarde la Iglesia, cuando se

aplicó a sí misma estas palabras de Jesús, tuvo que entender con el vocablo «hermano» al

compañero en la fe. Ya no valían las diferencias entre paganos y judíos, libres y esclavos,

sino que todos eran hermanos en Cristo. Esta ley va dirigida a los compañeros en la fe y en

Page 53: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

el combate, y a los coherederos de Jesucristo. Tiene que vivir en la fraternidad, en la

comunidad cristiana. En ellas deben estar prohibidas y se han de temer la aversión, la ira y

el odio. ¡Cuán cuidadosa y exactamente tendría que estar formada la conciencia! ¡Qué

sensación tan terrible debería causar el quebrantamiento de este mandato de Jesús en la

comunidad! ¡Cuán fuerte tendría que ser en nosotros el impulso de estrangular ya en el

primer brote todo el mal contra el hermano!

23 Por tanto, si al ir a presentar tu ofrenda ante el altar,

recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí

tu ofrenda ante el altar, y vete primero a reconciliarte con tu

hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Entre los hermanos no debe haber nada que separe, ninguna aversión ni discordia. De

no ser así, los hermanos no son aptos para servir dignamente a Dios. El ejemplo de la

ofrenda en el templo explica el mandamiento de Jesús: si entre los hermanos hay desunión,

también se ha roto el lazo entre ellos y Dios. Jesús nada dice contra la presentación de

sacrificios, que estaba prescrita y naturalmente era ejercitada según lo que disponía la ley.

Jesús no es un celador contra las formas de culto y los ritos litúrgicos. En la presentación

de ofrendas, de las públicas para todo el pueblo y de las privadas para la salvación del

individuo, puede hacerse ostensible la auténtica adoración de Dios. Pero esta

manifestación está enlazada con una indispensable condición: el sentimiento de la

adoración de Dios sólo es auténtico, cuando viene de la paz y de la unidad entre los

hermanos.

El ejemplo no nombra el caso en que yo tenga algo contra otra persona, aversión, un

reproche justificado, cuando no el rencor en el corazón; sino por el contrario, ya basta

saber que hay quien tiene algo contra mí. Entonces debo dar el primer paso para la

reconciliación, irme y restablecer la paz. Este primer paso es tan urgente, que debo dejar y

deponer mi ofrenda, el animal escogido o los frutos de la cosecha ante el altar, no obstante

la detención y retraso en el decurso de los sacrificios, a pesar del ruido y de las habladurías

que causará mi partida. Solamente por el conocimiento alarmante (del que me he dado

cuenta repentinamente) de que no vivo en paz con mi hermano, y que por ello soy indigno.

Sólo cuando habré conseguido la reconciliación, seré apto para ofrecer mi sacrificio.

Entonces mi ofrenda resultará muy agradable a Dios y también logrará la reconciliación con

Dios. La paz entre los hermanos es condición previa para la paz con Dios.

CULTO/FRATERNIDAD:Esto es realmente algo nuevo. El culto divino y la realización de

la fraternidad en la vida cotidiana están estrechamente enlazadas entre sí. El servicio ante

Dios pierde su valor, si no es sostenido por el amor y la unidad fraternas. Nunca pueden

sustituir esta condición previa los sacrificios que se presentan, por muchos y por valiosos

que sean. Jesús aquí tiene ante su vista los sacrificios que en su tiempo se ofrecían en el

culto del templo. San Marcos nos ha conservado un ejemplo de la práctica que los escribas

declaraban como permitida. Allí el Señor defiende el mismo principio: Nunca puede ser

agradable a Dios un don que se adquiere a costa de las obligaciones del hijo con sus

padres (Mc 7,9-13; Mt 15.3-9). Siempre existe el peligro de cercenar las obligaciones

humanas y morales en nombre de la adoración de Dios. Desde los abusos que los profetas

denunciaban hasta muchas formas de piedad hipócrita en el día de hoy. ¡Cuánto nos

gustaría exonerarnos de una tarea humana (pesada) mediante la (fácil) evasión al terreno

exclusivamente religioso, a la oración o a una obra de penitencia!

Page 54: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Desde que Jesús como el sumo sacerdote una vez para siempre ha ofrecido a Dios un

sacrificio muy agradable en el Espíritu Santo, han sido anulados estos antiguos sacrificios

en el culto (Léase Heb 9,10.18). Con todo los cristianos también ofrecen sacrificios, dones

espirituales, sus cuerpos y a sí mismos como dádivas muy agradables en el sumo

sacerdote Cristo y por medio de él (Cf.Rom 12,1;IPe 2,5; Heb 13, 15). Las palabras de

Jesús también pueden aplicarse a estos sacrificios, sobre todo a su fuente y a su centro, el

sacrificio eucarístico de la Iglesia. Dios solamente los acepta por el amor y la paz mutua.

¡Con cuánto cuidado hemos de pensar en este respecto! La discordia y la desunión

incapacitan a la comunidad para el culto divino. ¡Con cuánto empeño y solicitud hemos de

procurar reconciliarnos para que el culto divino no pierda su sentido y llegue a quedar

vacío!

25 Procura hacer pronto las paces con tu contrario mientras

vas con él por el camino; no sea que él te entregue al juez, y

el juez al guardia, y te metan en la cárcel. 26 Te lo aseguro:

no saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante.

Este segundo ejemplo como el primero es fiel trasunto de la vida. Al que tiene deudas

con otro y no quiere pagar, el acreedor le arrastra a viva fuerza entre injurias y maldiciones

al juez. El juez certifica la deuda y manda al guardia que lleve al deudor al calabozo. Allí

tiene que estar hasta que haya pagado el último cuadrante de la suma adeudada. Así

sucede también entre los hombres: todos intentan con la ayuda de la ley hallar justicia, y si

es preciso, por la violencia.

¿En qué consiste la advertencia que Jesús enlaza con esta historia narrada de una forma

casi astutamente humorística? Aprovecha el tiempo para la reconciliación, mientras

todavía tienes esperanzas de lograrla. Vas por el camino con tu adversario en el proceso, a

solas. Allí puedes intentarlo todo para arreglarte con él. Quizás tengas éxito en tu tentativa,

quizás no, si el adversario se mantiene duro e inflexible. Pero en cualquier caso debes

aprovechar el tiempo. Aquí no parece que se vea la componenda con el adversario como

una obligación de la fraternidad. ¿No es un consejo muy trivial decir que se obre según

exige la prudencia?

Lo sería, si la breve historia no tuviera un fondo tan serio. Aprovecha el tiempo, antes

que sea demasiado tarde -estas prisas denotan otro acontecimiento que se aproxima, y el

juez se refiere a otro juez mayor: el reino y la magistratura de Dios-. Todos vamos por el

camino hacia el juicio. Nos podemos imaginar las consecuencias y casi calcular la hora...

La reconciliación se convierte en una solicitud urgente, mientras todavía hay tiempo. Luego

será tarde. Así pues, no aplacéis el tiempo de la reconciliación, y poned todo el empeño en

vivir mutuamente en paz.

c) El adulterio (Mt. 05/27-30).

27 Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. 28 Pero

yo os digo: todo el que mira a una mujer con mal deseo, ya en

su corazón cometió adulterio con ella.

El sexto mandamiento del decálogo ha de proteger y asegurar el matrimonio. La

prohibición: No cometerás adulterio, tiene validez universal, tanto para el hombre como

Page 55: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

para la mujer. Pero la interpretación de la ley y la manera como los escribas la aplicaban,

daba mayor libertad al hombre que a la mujer, como pronto veremos (5,31s). El carácter

sagrado de esta comunidad entre el hombre y la mujer solamente fue asegurado a causa

de que fue prohibida la infracción externa, el adulterio consumado, que representa un

estado jurídico de las cosas que estorban la vida en comunidad. La alta estima social y la

protección jurídica del matrimonio siempre son importantes: los pueblos y los estados han

de cuidarse de lograr estos fines.

Jesús no quita esta prohibición, pero enseña que la pureza del matrimonio no está ya

asegurada por dicha prohibición. El matrimonio ya se quebranta por el hecho de desear a

otra mujer. El acto externo sólo es la consumación de la concupiscencia interna. Ante Dios

tiene importancia el sentimiento, la pureza de lo que se piensa, la voluntad incorrupta y

límpida. El cónyuge debe estar formado por esta pureza hasta en las raíces de su manera

de pensar. Si realmente se hace así, se hacen patentes por sí mismas muchas

disposiciones sociales y leyes eclesiásticas sobre la inviolabilidad del matrimonio. Dios

penetra en el corazón, nos juzga según nuestros sentimientos.

Es también un hecho que una conducta exteriormente intachable puede ser fingida.

Detrás de la brillante fachada puede esconderse un montón de gérmenes dañinos y

perversos. Deben coincidir por completo lo externo y lo interno, la vida y los pensamientos,

la apariencia y los sentimientos. Se puede conocer a los hombres que viven así por sus

ojos, por la nitidez en su manera de hablar, por su acción sincera.

29 Si, pues, tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado,

sácatelo y arrójalo de ti; porque más te vale perder uno solo

de tus miembros, que ser arrojado todo tu cuerpo a la

gehenna. 30 y si tu mano derecha es para ti ocasión de

pecado, córtatela y arrójala de ti; porque más te vale perder

uno solo de tus miembros, que ir todo tu cuerpo a la gehenna.

Son palabras duras, que sólo se entienden bien, si se sabe lo que es el escándalo. Este

vocablo puede tener diferentes significados. Se habla de «dar escándalo», cuando uno

induce a otro a un pecado, o de «escandalizarse», cuando alguien es incitado desde fuera

a pecar. Entre las posibilidades de caer en el pecado, hay una que sobrepasa a todas las

demás: es el gran escándalo, la verdadera tentación, la apostasía perfecta. De esto se

habla más tarde repetidas veces (Cf.16,23;18,6-9; 24,10). Aquí no se habla de este tema,

sino de la inducción a un pecado particular, al pecado del abuso sexual, del desliz moral.

Porque san Mateo ha puesto estos dos versículos después de la advertencia sobre la

perfecta pureza del corazón.

Aquí la tentación no procede de otros hombres, sino del propio interior, del que brotan

«malas intenciones... adulterios, fornicaciones» (cf. 15,l9). Pero la tentación se sirve de los

miembros del propio cuerpo. Se nombran en particular el ojo y la mano, que parecen ser

instrumentos especialmente preferidos de este escándalo. El ojo que contempla de un

modo lascivo y mira alrededor de sí de una manera concupiscente; la mano que busca el

bien prohibido y lo quiere poseer, como ocurre en el adúltero con respecto a la mujer ajena.

No son malos los miembros ni tampoco el cuerpo en general, como se ha pensado en el

desprecio anticristiano de la materia, pero podemos ser instrumentos del mal, esclavos de

la sensualidad.

Page 56: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Si la tentación sobreviene como un enemigo, el discípulo debe proceder radicalmente, ha

de rechazar en seguida el primer ataque. A esta decisión aluden las siguientes palabras:

sácatelo y arrójalo de ti... córtatela y arrójala de ti. Del combate aparentemente

pequeño depende toda la lucha. Si el discípulo abre solamente un resquicio de la puerta al

pecado, éste le dominará por completo, su fortaleza es tomada por asalto. El libertinaje

sexual siempre tiene por consecuencia un debilitamiento de toda la moralidad, de la fuerza

del carácter y del fervor de la vida religiosa. El camino que se aleja de Dios, a menudo

empieza por no querer rechazar el pecado con prontitud.

Lo que amenaza al que no procede con esta decisión, es la gehenna. En tiempo de

Jesús los judíos llamaban así el lugar del castigo después del juicio final. Jesús habla de él

con frecuencia, incluso tan a menudo, que llama la atención (*). Cuando se conoce esta

posibilidad de ser arrojado para siempre y de estar separado de Dios, nuestro afán

adquiere su plena seriedad. No es ningún juego, el camino de los discípulos no es un

paseo cómodo. Seguramente muchas veces tomaríamos otra decisión, si pensáramos más

en dicha posibilidad. No con angustia, sino con sobriedad varonil.

El lenguaje de estos dos versículos es sólidamente realista y conscientemente

extremado. Tiene que entenderse por lo que se dice en el v. 28: las intenciones son lo

decisivo. En ellas no se hace tan sólo una escaramuza junto a los límites entre lo lícito y el

pecado, o en una zona neutral de los frentes de batalla, sino que se entabla todo el

combate. Se nos pone ante una alternativa. Estas palabras del Señor no agobian, sino

liberan a quien ya ha dado sinceramente su consentimiento a la voluntad de Dios y al

Evangelio. Hay un solo camino. Pero no dependemos de nuestras débiles fuerzas, sino que

el mismo Dios obra en nosotros por medio del Espíritu Santo los actos de querer y obrar:

«¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en vosotros, y que

lo tenéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis a vosotros mismos? Porque habéis sido

comprados a precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo» (ICor 6,19s).

..............

(*) Con la manera de ver del hombre que no distingue entre el cuerpo y el alma, sino entre el

cuerpo y la vida, está en consonancia que allí se torture todo el cuerpo. En la manera israelita de

pensar siempre se ve al hombre como una unidad. Solamente existe el cuerpo animado y el

cuerpo sin vida, y después de la muerte todo el hombre en la bienaventuranza o todo el hombre

en la gehenna.

...............

d) El divorcio (/Mt. 05/31-32).

31 También se dijo: El que despida a su mujer, déle

certificado de divorcio. 32 Pero yo os digo: todo el que

despide a su mujer, excepto en caso de fornicación, la induce

a cometer adulterio; y quien se casa con una despedida, comete adulterio.

Aquí se trata de una ley positiva del Antiguo Testamento. En Dt 24,1 se determinó que el

hombre está autorizado para repudiar a su mujer «por haber visto en ella una tara

imputable», con tal que haya dado un documento explicativo, una emancipación escrita de

la mujer, el certificado de divorcio (*). Es el único caso que conocemos, en que Jesús anula

una ley formal del Antiguo Testamento y la sustituye por un nuevo mandamiento. Aquí

donde los antepasados se habían desviado de la primitiva disposición de Dios, y donde

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se había hecho a la mujer una injusticia tan deplorable, se tenía que poner de nuevo en

vigor la verdadera voluntad de Dios. Así lo hace el Señor con la autoridad del que vino «a

dar cumplimiento» a la ley. Esto aquí significa que la imperfecta ley antigua se sustituye por

la perfecta ley nueva.

Pero esta ley nueva en realidad es la antigua, porque corresponde a la primitiva voluntad

de Dios, que se había patentizado en el libro de la creación (Gén 1,26s; 2,23s).

Jesús prohíbe al hombre que despache a su mujer. Si así ocurre, sería una adúltera

volviéndose a casar, porque sigue en vigor el vínculo del antiguo matrimonio. Y viceversa,

si un hombre se casa con una mujer que ha sido despedida por otro hombre, comete con

ella un adulterio, porque todavía es válido su matrimonio precedente. Los derechos están

repartidos por igual. No solamente la mujer, sino también el hombre peca, si contraen un

segundo matrimonio sin respetar que el otro consorte todavía esté ligado por un matrimonio

anterior. Esta clara disposición nos la han conservado los tres primeros evangelios. San

Pablo también lo conoce como precepto del Señor (ICor 7,10s). La Iglesia desde los

primeros tiempos se ha sentido ligada a esta orden, como a una ley ineludible. Ningún

poder del mundo, ni siquiera la Iglesia ni el papa, están en condiciones de desatar por

autoridad propia lo que Dios ha unido. La dureza con frecuencia incomprendida de la

legislación eclesiástica sobre el matrimonio fluye de esta fuente, de la clara orden del

Señor, de la santa voluntad de Dios expresada en esta orden. Así está determinado por

amor al hombre, para el orden de su vida y para su salvación, como lo confirma la

experiencia de múltiples maneras. No tenemos que soportar esta disposición férrea como

una ley opresora, sino que hemos de darle de corazón una respuesta afirmativa: es una ley

que manifiesta la verdad... (**).

(Págs. 114-127)

...............

(*) Con esta disposición estaba permitido anular el vínculo matrimonial, Este derecho fue

ejercido a través de los siglos hasta llegar a Jesús. No obstante, con independencia de este

derecho, hubo en la tradición judía un alto concepto y una elevada moral del matrimonio,

gravemente quebrantada con la aceptación del repudio que siempre constituyó una dificultad

para los espíritus sensibles, lo que atestigua la secta de Qumrám. No solamente se aflojó la

unidad e indisolubilidad del matrimonio, queridas por Dios, sino que el hombre quedaba en

situación de injusto privilegio con respecto a la mujer, pues sólo él estaba autorizado a ejercer

el repudio, mientras que la mujer por sí misma no podía llevar a término ninguna separación.

La exégesis más inmediata de la ley tenía que dilucidar sobre todo del motivo bastante

obscuro, expresado con las siguientes palabras: «por haber visto en ella una tara imputable» (Dt

24,1). Había margen para apreciaciones generosas y mezquinas. En tiempo de Jesús la

discusión estaba en pleno curso y fue dirigida sobre todo por las dos escuelas doctas del rabí

Hilel y del rabí Shammay. La posición de Jesús sobre esta cuestión la conocemos con más

precisión en 19,1-9. Aquí solamente se toma la frase principal de Jesús y se contrapone al

precepto del Antiguo Testamento.

(**) La breve locución «excepto en caso de fornicación» ¿no va en contra de esta claridad? La

nota sólo se encuentra en san Mateo aquí y también más tarde en 19,9. Ni san Marcos, ni san

Lucas, ni san Pablo saben nada de ello. Es inconcebible que Jesús pueda haber pronunciado

estas palabras en el sentido de que la

prohibición decidida de cualquier disolución del matrimonio de nuevo sea suavizada con casos

de excepción. Pero no podemos indicar con precisi6n el sentido que tuvieron estas paiabras y lo

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que tuvo en cuenta san Mateo cuando las puso por escrito. La tradición y exégesis de la Iglesia

aquí tienen que declarar posiciones. La Iglesia, sin hacer caso de esta nota, enseña la

imposibilidad de anular el vinculo matrimonial.

En otras palabras, la Iglesia expone los dos pasajes de san Mateo de acuerdo con los textos más

terminantes de san Marcos (10,11s), san Lucas (16,18), san Pablo (1Cor 7,10s).

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 10

e) El juramento (/Mt. 05/33-37).

33 lgualmente habéis oído que se dijo a los antiguos: No

jurarás en falso, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.

Por segunda vez Jesús empieza con la introducción más larga: «Habéis oído que se dijo a

los antiguos» (cf. 5,21), y con estas palabras inicia un segundo grupo de ejemplos de la

verdadera justicia. Aquí se trata de dos mandamientos del Antiguo Testamento. El primero

se refiere a la solemne aseveración ante Dios, al invocarle como testigo de lo que se

declara. A esta aseveración la llamamos juramento. El Antiguo Testamento ordena no jurar

en falso (/Lv/19/12). Cuando el hombre se vuelve a Dios y le llama para dar testimonio,

tiene que ser muy verdadero y real lo que dice. De lo contrario haría el ultraje de rebajar a

Dios poniéndole al servicio de una mentira, haciéndole testigo del error a él, que es santo y

veraz.

El segundo mandamiento también se refiere a las relaciones del hombre con Dios, pero en

otro aspecto. Si una persona hace a otra una promesa, el honor de los dos exige que se

mantenga la promesa. También se puede prometer algo a Dios. Entonces surge una

especie de juramento, que llamamos voto. Cuando alguien se ha comprometido así con

Dios, sobre él recae el santo deber de cumplir la promesa. El mandamiento advierte:

«cumplirás al Señor tus juramentos». Las dos veces se trata de deberes del hombre con

Dios, se exhorta al hombre a tener profundo respeto ante la santidad de Dios. También

hemos de cuidar de este respeto, pero aún no es suficiente...

34 Pero yo os digo: no juréis en manera alguna ni por el

cielo, porque es trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es

escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey.

Jesús no viola estos dos mandamientos, pero los hace llegar a una mayor profundidad.

No basta precaverse tan sólo de los pecados y negligencias con respecto a Dios, por tanto

no basta limitarse a evitar el mal. El discípulo debe tener una proximidad más personal con

Dios. Aunque se cumplan escrupulosamente estos dos mandamientos, se puede vulnerar la

santidad de Dios. Así lo hacían los rabinos y fariseos con motivos a menudo sutiles. Por

eso en primer lugar se prohíbe con energía: No juréis en manera alguna. Porque el

juramento, tal como es usual entre nosotros, ya deteriora el profundo respeto a Dios.

Entonces algunos dicen: No se puede pronunciar el nombre de Dios ni emplearlo en una

obtestación, en una afirmación solemne, porque el nombre de Dios es santo. Pero se puede

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hacer una circunlocución: por el cielo, por Jerusalén, y con estas expresiones siempre se

hace alusión a Dios. Pero de este modo se abre más la puerta al abuso y a la ligereza.

Jesús pone el dedo en esta doblez de los sentimientos, en este sutil manejo de las cosas

divinas...

Dice Jesús: El que jura por el cielo, prácticamente nombra a Dios, porque el cielo es el

trono de Dios, como se puede leer en Isaías: «Esto dice el Señor: el cielo es mi solio, y la

tierra peana de mis pies: ¿qué casa es esa que vosotros edificaréis para mí, y cuál es aquel

lugar donde he de fijar mi asiento? Estas cosas todas las hizo mi mano» (Is 66,1s). Lo

mismo puede decirse, si se jura por la tierra. Esta expresión no era costumbre emplearla

como circunlocución del nombre de Dios. Pero si la tierra es el escabel de los pies de Dios,

también es propiedad de Dios. Algo semejante puede decirse de la expresión «por

Jerusalén», porque Dios ha escogido para sí esta ciudad y el monte de Sión como lugar de

su presencia. Esta ciudad es ensalzada en el salmo: «Hermosa altura, alegría de la tierra,

la colina de Sión, en el extremo norte, la ciudad del gran rey» (Sal 47,3). El que pronuncia

el nombre de Jerusalén con ligereza para jurar, también quebranta el honor de Dios.

36 ni tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes volver

blanco o negro un solo cabello.

El último ejemplo suena con un acento humorístico. Imaginémonos un charlatán, que

gesticulando con violencia y revolviendo los ojos procura convencer a otro de la verdad de

lo que dice, quizás tan sólo de la baratura de su mercancía. El otro no le cree y le reprocha

su desmedido afán de lucro. Entonces el vendedor recurre al juramento solemne: Te juro

por mi cabeza... ¿Qué quiere decir toda esta ostentación? dice Jesús. Le ofreces tu

cabeza como precio de tu veracidad, por una materia ridícula. Nunca puedes volver blanco

o negro uno solo de tus cabellos, es decir hacer fija tu edad o cambiarla. Esta frase de

Jesús es de una sencillez tan estupenda y tiene una profundidad de pensamiento tan

recóndita como otras muchas. Porque detrás de esta sentencia está la gran verdad de que

Dios es el Señor de tu vida, ha contado todos los cabellos de tu cabeza (10,30) y te ha

hecho tal cual eres. ¿Cómo se podría ofrecer, por así decir, como garantía algo de lo que

no se dispone? ¿No estamos con frecuencia prontos para usar expresiones fuertes como

«por mi vida», «por mi alma», sin reflexionar en lo que decimos? Lo que decimos debe ser

tan sencillo y verdadero, que no necesitemos exagerar nada.

37 Vuestro hablar sea: sí, sí; no, no. Lo que de esto excede,

proviene del malo.

Cuando habláis, vuestras palabras deben decir realmente lo que pensáis en el corazón.

Un sí debe ser realmente un sí, y un no debe ser realmente un no (*). Esto tiene validez

sobre todo ante Dios, pero también ante los hombres, porque solamente somos una

persona, y siempre la misma. El que ante Dios es abierto y verídico, también lo será ante

los hombres. Porque Jesús no quiere solamente dar una regla ética, establecer una norma

para una conducta humanamente recta. Esta norma permanecería dentro de una manera

mundana de pensar, que está al alcance de las fuerzas propias del hombre, y que también

ha sido alcanzada por gentiles nobles. No se trata de ningún humanismo. La palabra de

Jesús siempre está orientada desde el punto de vista de Dios.

Jesús también ve el gran adversario, el demonio. Las habladurías ligeras, los juegos de

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equilibrio con el honor de Dios no solamente son una imperfección humana, sino un

pecado: Lo que de esto excede, proviene del malo. Al malo le gusta, de forma especial,

permanecer en el extenso campo entre el mandamiento terminante y la prohibición

terminante. Procurar hacernos responsables solamente de las prescripciones y de la letra

de la ley, y procurar persuadirnos que tenemos a nuestra disposición un extenso campo

libre de lo que ni está prohibido ni permitido. También le gusta escudarse con

interpretaciones de la palabra de Dios, que exteriormente parecen ser tersas e intachables,

pero que interiormente son hipocresía. ¿Nos hemos de dar crédito solamente cuando

empleamos una fórmula de juramento? Es preciso ser veraces hasta las raíces de los

sentimientos. Entonces todos los accesorios se vuelven superfluos.

..............

(*) Cf. sobre este versículo de san Mateo el texto de la carta de Santiago, que sobre todo en la

segunda parte es más claro, porque no dice un doble «sí, sí; no, no» (que los rabinos ya

consideraban como juramento): «Ante todo, hermanos míos, no juréis ni por el cielo, ni por la

tierra, ni con ningún otro juramento. Que vuestro "sí" sea "sí", y que vuestro "no" sea "no", para

que no caigáis en juicio.

..............

f) El desquite (Mt. 05/38-42).

38 Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.

39 Pero yo os digo: No toméis represalias contra el malvado.

El hombre tiende a desquitarse de la injusticia que se le ha hecho. En esta tendencia a

menudo domina la irritación impetuosa y el afán de venganza, el deseo de devolver al

prójimo con creces los perjuicios que éste le ha causado. Cuando uno ha faltado, se

destierra toda la parentela. Ha habido una infracción, el perjudicado en seguida atenta

contra la vida del otro. Si caen bombas en una ciudad, se arrojan sobre una ciudad del

enemigo un número mil veces mayor de bombas como medida de represalia.

El deseo no dominado de venganza es reprimido en el hombre, cuando se estipula

exactamente la medida del desquite. Así sucedió en los antiguos ordenamientos jurídicos

de los pueblos orientales, así también ocurrió en los libros jurídicos del Antiguo

Testamento. La medida del castigo debía corresponder a la medida del perjuicio sin

excederla con desenfreno. Aquí se establece y se exige con rigor un principio: «Pero si

siguiese la muerte de ella, pagará vida por vida; ojo por ojo, diente por diente, mano por

mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe» (Éx

21,23-25). No parece que Jesús suprima esta norma jurídica del Antiguo Testamento, que

debería ser válida para toda administración de justicia. Antes bien, como en los casos

precedentes, Jesús se fija en la manera de pensar que se oculta tras las tradiciones

israelitas. En esta mentalidad se insiste en los títulos jurídicos, en el desquite, se piensa en

una justicia severa e insensible, en la idea que se arraiga profundamente en el corazón

perturbado del hombre: como tú has hecho conmigo, así haré yo contigo. El que piensa y

procede así, puede creer que se arregla la injusticia cuando ésta ha encontrado la

reparación que corresponde exactamente. Jesús muestra otro camino, el camino de la

justicia sobreabundante.

A la manera jurídica de pensar del Antiguo Testamento Jesús contrapone una nueva

concepción del amor en el siguiente principio: No toméis represalias contra el malvado.

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No se vence el infortunio rechazándolo con la misma dureza, sino sufriéndolo. El mal

conservará su violencia mientras siga en el poder, por tanto mientras el perjudicado

conteste con las mismas armas. Pero el mal pierde su dominio, si es contrarrestado por el

amor paciente. Entonces el golpe se pierde en el vacío, la violencia se anula, porque no

encuentra oposición. Solamente se quebranta el poder del mal si se hace que el mal se

estrelle contra sí mismo.

39b Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha,

preséntale también la otra, 40 y al que quiera llevarte a juicio

por quitarte la túnica, déjale también el manto, 41 y si alguien

te fuerza a caminar una milla, anda con él dos.

Tres ejemplos tomados de la vida cotidiana muestran lo que se quiere decir. En ellos se

denota una observación perspicaz y al mismo tiempo humorística y misericordiosa de los

hombres. A uno de ellos alguien le pega en un carrillo ofendiéndole gravemente en su

honor. Ya levanta la mano para devolver la bofetada, entonces Jesús le coge por así decir

el brazo y le dice: No procedas así. preséntale también el otro, para que te pegue en él, y

verás que el ofensor cesa desconcertado y confuso, y su ira se desvanece. Pero aunque el

ofensor siga pegando, es mejor soportar la injusticia que cometer una nueva injusticia...

Otro tiene un pleito privado, y coge por el cuello a la persona con quien litiga, y la

arrastra ante el juez para (quizás como garantía o indemnización de daños) obtener su

técnica. No contiendas con él, y no insistas ante el juez en tu derecho, sino dale además tu

manto. Verás cómo sucede lo mismo que en el primer caso. Pero si no sucede lo mismo, te

has portado como hijo del Padre celestial, y has seguido ofreciendo el amor que él te

muestra. Y el amor es más fuerte que el mal.

El tercero te ha forzado a ir con él una milla, quizá para prestarle el servicio de

transporte, para llevarle el equipaje o solamente mostrar el camino. No protestes contra la

exigencia, no tengas rencor en tu corazón, no pierdas el tiempo pensando cómo podrías

desembarazarte de él, sino vete en seguida y anda con él dos millas. Anticípate a él con tu

amabilidad y quebranta así en él la voluntad despótica.

42 Al que te pide, dale, y al que pretende de ti un préstamo, no lo esquives.

En la conclusión están unas palabras que sirven de compendio y que tienen a la vista

otros dos casos concretos: no rehuyas al que te pide, y no rechaces al que quiere obtener

de ti un préstamo. ¿Hay que olvidar aquí toda precaución y prudencia? ¿Hay que

convertirse en la pelota de juego de los antojos ajenos y en la cabeza de chorlito

aprovechada frívolamente? No es posible que se aluda a esta solución. En todos estos

casos lo importante no es el ejemplo dilucidante, sino la verdad indicada en el ejemplo. Esta

verdad es que no se tomen represalias contra el malvado. Las represalias pueden provenir

de cobardía inepta, de debilidad innata y del complejo de inferioridad, quizás incluso de

engreimiento y arrogancia, que no quieren descender al nivel del otro. Jesús no alude a

todo eso, sino a la nueva manera de pensar, al sentimiento del amor, que se contrapone

enérgicamente al mal y exige sumo dominio de sí mismo. El propio Jesús ha contestado al

que le había pegado: «Y si hablé bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23). No se pretende

una renuncia sistemática del propio derecho y de la propia honra, mucho menos un nuevo

ordenamiento jurídico de la vida pública, sino el sentimiento más elevado, la «justicia que

Page 62: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

supere la de los escribas y fariseos». Es lo mismo que dice el apóstol san Pablo a los

Romanos: «No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien» (Rom 12,21).

g) El amor a los enemigos (Mt. 05/43-48).

43 Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.

A-H/PROJIMO: Uno de los supremos mandamientos del Antiguo Testamento es que se

debe amar al prójimo. El prójimo siempre es el miembro del pueblo escogido. Se tiene que

considerar como un progreso que el extranjero que vive en el país, pero por cuyas venas

no corre la misma sangre, fuera incluido en este mandamiento en muchos respectos. A los

extranjeros residentes en el país han de poderse aplicar remotamente los mismos

mandamientos y prerrogativas que a los israelitas. Así pues, ya en el Antiguo Testamento

se amplió bastante la extensión del concepto de prójimo. Se trata de un amor sincero de la

inclinación que excede el derecho, y desea y hace el bien a otra persona.

Pero nunca se sobrepasó una frontera: la delimitación frente al enemigo. Con la palabra

enemigo se hace alusión al enemigo de la patria, al adversario armado de la nación. En

ninguna parte del Antiguo Testamento se lee que se deba odiar al enemigo como tal -este

odio en el tiempo anterior a Cristo sólo lo exige de una forma tan explícita la secta extendida

en las cercanías del mar Muerto. Pero en el Antiguo Testamento la actitud también es

natural, ya que se veía al país y al pueblo juntamente con Dios. Un ataque contra el país y

el pueblo siempre era un ataque contra Dios, y fue contestado con una dureza

irreconciliable. Así lo muestran las expediciones de conquista en el libro de Josué, las

guerras del tiempo de los reyes, también las figuras femeninas de Judit y Ester, y el

combate enconado contra los gobernantes paganos en el tiempo de los Seléucidas en las

luchas de los Macabeos. Así se pudo completar el mandamiento de amar al prójimo: odiarás

a tu enemigo.

44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen.

Aquí Jesús tampoco elimina el mandamiento del Antiguo Testamento. Pero se descubre

la manera de pensar que se oculta tras la práctica transmitida por tradición. En el desquite

privado se debía quebrar la manera jurídica de pensar: Como tú hiciste conmigo, así haré

yo contigo. Ahora también se elimina simplemente la división en la vida pública nacional

entre amigos y enemigos. Ya no hay enemigos para la manera de pensar del discípulo.

El amor del discípulo debe extenderse a todos los hombres; para él un prójimo debe ser

una persona cualquiera: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen.

No podemos dejar de pensar en el antagonista personal, el envidioso e infamador, en el

vecino mal intencionado o el malévolo competidor en el negocio. Ya durante la vida mortal

de Jesús los discípulos también fueron objeto de la enemistad y difamación juntamente con

Jesús. Esta participación en la suerte del Señor fue mucho mayor cuando la misión estaba

en pleno curso y los misioneros y las comunidades de cristianos fueron duramente

oprimidos. ¡Con qué actualidad se debió experimentar la orden de Jesús: orad por los que

os persiguen, amad a vuestros enemigos! No deben contestar con aversión y odio ni

consolidar los muros de la enemistad. Su tarea siempre es la misma: vencer el odio con el amor.

Especialmente la oración no debe hacerse solamente por los que están animados por los

mismos sentimientos, por los hermanos de la propia comunidad, sino que debe ser amplia y

Page 63: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

generosa, y debe también abarcar a todos los adversarios de Cristo. Este camino condujo

efectivamente a la victoria, una victoria sin violencia, obtenida con humildad y amor gozoso.

También hoy día la oración es el mandamiento regio de los discípulos, el fruto más maduro

de los verdaderos sentimientos cristianos. ¿Qué tendría que ocurrir, si procediéramos con

inalterable confianza en el fruto de tal amor?

45 Así seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,

el cual hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la

lluvia sobre justos e injustos.

El objetivo es llegar a ser hijos del Padre. No es un humanismo dentro del mundo, la

aspiración a una naturaleza humana tan pura como sea posible, la perfección de la

personalidad. Dios es el modelo. Procede de tal forma, dice el Señor, que prodiga su

bondad sin reserva: hace salir el sol y regala la lluvia sin prestar atención a la dignidad o

gratitud de los hombres. Así como todos ellos participan de los dones naturales de Dios, así

también son obsequiados con las riquezas de su gracia. Nuestra manera de pensar debe

corresponder a la suya, y nuestros actos deben proceder del mismo amor gozoso, que no

puede defraudar. Tomar a Dios por modelo, hacernos semejantes a él, para que al fin él

nos reconozca y acepte como sus verdaderos hijos.

46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa

tendréis? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? 47 Y

si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de

más? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?

El amor debe exceder en mucho lo que dicen y ejercitan los escribas y fariseos (5,20).

Asimismo debe exceder en lo que se puede observar en publicanos y gentiles. Los

publicanos también aman a los que son como ellos, no se pierden mutuamente de vista.

Los recaudadores de impuestos eran despreciados y pertenecían a las ínfimas clases en la

valoración oficial. Lo que hacen es cosa natural: no es preciso decir nada sobre ello.

Ser corteses y amistosos en las relaciones mutuas, saludarse recíprocamente es usual

en todas partes, incluso entre los gentiles, que no conocen al verdadero Dios, pero

conocen las reglas humanas del trato y la conducta deferente. No debéis permitir que

solamente reine entre vosotros tal atención amistosa, sino que debéis extenderla a todos

los demás. El saludo entre los cristianos será siempre especialmente cordial y sincero,

porque es comunicación e intercambio de la vida de la gracia, como el Apóstol a menudo

amonesta: «Saludad a todos los hermanos con el ósculo santo» (1Tes 5,26). El intercambio

de amor cordial no puede quedar limitado al propio ambiente, a los hermanos

confidenciales en la fe, a los miembros de la propia comunidad parroquial, sino que todos

deben participar en este intercambio: los que conviven en la misma casa, los compañeros

de trabajo y muchos desconocidos, con quienes diariamente nos ponemos en contacto.

Jesús se comunica a otros en nuestro amor, en el saludo amistoso...

Jesús pregunta: ¿Qué recompensa tendréis? La palabra recompensa ya se usó

antes, cuando se prometió una «recompensa grande en los cielos» por toda pena causada

por la persecución y el insulto (5,12). Aquí también se habla con naturalidad de la

recompensa que aguarda al discípulo. El acicate interior para nuestra acción no es la

recompensa, sino solamente la actitud que Dios toma con nosotros, en último término el

Page 64: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

mismo Dios. Pero quien vive con este amor, y obedece la orden del Señor, también recibirá

la recompensa, es decir, la misma recompensa que nos ha sido presentada en las

bienaventuranzas con algunas imágenes: la filiación divina (cf. en este punto 5,45), toda la

plenitud y felicidad del reino de Dios, el mismo Dios. No es preciso que temamos hacer algo

por la aspiración de la recompensa. Cuanto más profundamente se vive en Dios, tanto más

se hace todo por amor a él...

48 Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial.

PERFECTO/QUIEN-ES: Así concluye la sección que empieza en 5,17. La frase resume

lo que se había expresado de una forma programática en 5,20, y Iuego se expuso con seis

ejemplos. La palabra perfecto aquí por primera vez se refiere a la acción humana. San

Mateo es el único evangelista que la emplea con este sentido. ¿Qué quiere decir perfecto?

Es una palabra muy rica en significado. Nos resulta comprensible por el Antiguo

Testamento, donde se usa a menudo, y donde se corresponden mutuamente la perfección

y la justicia. En el lenguaje de los sacrificios esta palabra expresa un concepto fijo que

designa la incolumidad y pureza de la ofrenda sacrificial, la víctima. Si se habla del hombre,

es «perfecto» el que sin titubeos y con sincera entrega ha dirigido a Dios su corazón y

cumple la ley. Se dice de Noé que «era varón justo y perfecto» (Gén 6,9; cf. Eclo 44,17). Es

perfecto el hombre que ha dado a su vida integridad y armonía, después de superar todo lo

fragmentario y mediocre, orientándose solamente hacia Dios y a servirle sin reservas. De

Dios nunca se dice que sea perfecto.

En cambio Jesús lo dice. El discípulo debe ser tan perfecto como Dios. Así pues, el

discípulo debe imItar a Dios, debe reproducir y grabar en el propio esfuerzo la conducta de

Dios. Para estos pensamientos hay un modelo ideal veterotestamentario en la norma del

libro del Levítico: «Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo» (Lev 19,2). Allí

se exigía sobre todo la santidad (pureza) del culto sagrado, con la cual Israel debía llegar a

ser digno del servicio prestado ante Yahveh. Aquí se hace alusión a otra cosa. El hombre

debe reproducir la manera de ser y existir propia de Dios, su manera de pensar y sentir,

sobre todo su amor divino. Uno podría espantarse ante estos pensamientos...

La perfección solamente puede entenderse bien desde el punto de vista del amor, que

es la manera de ser de Dios. De lo contrario, resulta un ideal de virtud, que puede ser

griego, estoico, budista o cualquier otra cosa, pero no es lo que Jesús dice. También

podemos hablar del afán de perfección. En la Iglesia y en su tradición espiritual siempre

hasta nuestros días ha habido este afán. Se puede pensar en algo erróneo si se concibe la

perfección como suma de todas las virtudes; pero se puede acertar si se ve la perfección

como el apogeo en el amor.

Esta reivindicación sobrepasa todo lo que podríamos pensar o hacer. El mismo Dios tiene

que suscitar en nosotros el estímulo que nos arrastre más lejos de lo que nosotros iríamos...

Así es como Jesús «da cumplimiento» a la ley, así lo debemos hacer nosotros (5,17). La

frase resume lo que hasta ahora hemos leído (5,17-47), e incluso todas las instrucciones

del Evangelio. Explica su elevada exigencia: ¿Cómo podría ésta ser menor, si se trata de

una conducta divina? La constante disposición a reconciliarse, el dominio de los impulsos

sensuales, la sincera veracidad, la renuncia a cualquier recompensa e incluso el amor al

enemigo: todo eso es de índole divina. El más excelso objetivo que se nos puede mostrar,

también corresponde a nuestro anhelo más íntimo: queremos la totalidad y lo más sublime,

las medias tintas no nos bastan. Y sobre todo: éste no es un ideal ajeno al mundo, sino que

Page 65: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

hay que conseguirlo con la gracia de Dios. Porque el amor de que aquí se trata, Dios lo ha

«derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo» (Rom 5,5). Este amor

tiende a la vida. La vida de los santos manifiesta a todos este amor.

(Págs. 127-141)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 11

3. LA VERDADERA JUSTICIA EN LAS BUENAS OBRAS (6,8).

A continuación también se trata de la verdadera justicia (5,20).

Los ejemplos precedentes mostraron cómo la antigua ley debe cumplirse en el nuevo

espíritu. Ahora Jesús habla de los tres ejercicios especialmente apreciados de la práctica

religiosa: la limosna, la oración. el ayuno. En ellos pueden expresarse la verdadera

adoración de Dios y la verdadera justicia, si se hacen con el espíritu adecuado. Pero

también puede suceder lo contrario, si se convierten en formas puramente externas o tal vez

sirven al egoísmo del hombre. Jesús descubre la conducta hipócrita y señala con claras

palabras el camino certero.

1 Tened cuidado de no hacer vuestras buenas obras delante

de la gente para que os vean; de lo contrario, no tendréis

recompensa ante vuestro Padre que está en los cielos.

Con mirada perspicaz descubre Jesús la oposición entre la verdadera y la falsa práctica

de la justicia: ¿Se practica la justicia al hombre o por amor a Dios? Detrás de las obras

piadosas se oculta un sentimiento que busca el propio yo. Este sentimiento, en vez de

buscar la aprobación de Dios, busca la alabanza de los hombres; en vez de esperar la

recompensa sólo de Dios, aguarda la recompensa de los hombres. Lo que quizás puede

aparecer como envanecimiento inofensivo o debilidad demasiado humana, pero

perdonable, no es en último término culto divino, sino servicio prestado a los hombres. Pero

entonces el conjunto se desvaloriza y se vuelve huero. La verdadera adoración de Dios

sólo puede estar dirigida al mismo Dios y a la recompensa por él prometida. Cualquier

mirada de soslayo a la alabanza o a la censura de los hombres falsea esta pura dirección.

No se dice que una buena obra solamente deba hacerse por amor de la recompensa

divina, sino que la recompensa se otorga espontáneamente, si se tenía este sentimiento

acendrado (Cf. lo que se dice en 5, 12 y 5,46).

a) La limosna (Mt. 06/02-04).

2 Por tanto, cuando vayas a dar una limosna, no mandes

tocar la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en

las sinagogas y en las calles, para recibir el aplauso de los

hombres; os lo aseguro: ya están pagados. 3 Cuando vayas a

dar una limosna, que no sepa tu izquierda lo que hace tu

derecha, 4 para que tu limosna quede en secreto, y tu Padre,

que ve en lo secreto, te dará la recompensa.

Page 66: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

El que da limosna no se exonera de una apremiante obligación social con un parco

donativo. Antes bien sabe que sus propios bienes sólo le han sido confiados y que no le

han sido dados en plena propiedad. El necesitado y el pobre son miembros de la

comunidad exactamente igual que él, y tienen los mismos derechos que cualquier otra persona.

La solicitud por los pobres es piedra de toque para una adecuada orientación social. Así

lo han machacado infatigablemente los profetas en sus conciudadanos. Pero en último

término esta solicitud por el indigente no debe provenir tan sólo de una compasión humana

y de la responsabilidad social, sino que debe estar dirigida a Dios. Porque él es el padre de

todos los hombres. Su voluntad es que nadie continúe en la penuria, sino que sea recibido

con misericordia por los hermanos, porque Dios también se compadece de todo el pueblo...

Pero incluso cuando el hombre da limosnas por amor de Dios, no queda exento de

peligros. Precisamente entonces está al acecho el peligro del egoísmo. Jesús tiene ante

su vista personas que se jactan y hacen alarde de su gasto, publican en voz alta el importe

del dinero o el valor de un donativo. Quieren granjearse la alabanza de los hombres y ser

elogiados como bienhechores. Su nombre debe divulgarse en voz baja de boca en boca:

Ved cuánto bien hace...

Jesús no acepta el camino agradable: lo que haces, debe quedar en secreto. Si nadie lo

llega a conocer, tú mismo en cierto modo no lo sabes o lo olvidas en seguida («no sepa tu

izquierda lo que hace tu derecha»), entonces tienes seguridad de que tu obra fue hecha por

Dios. No te preocupes de que tu obra sea olvidada o no encuentre ningún reconocimiento.

Dios también contempla lo oculto; para él no hay ninguna zona inaccesible, conoce los

deseos más íntimos de tu corazón. Conoce exactamente tu sentimiento y según él pesa el

valor de tus actos. El que busca la alabanza de los hombres, ya ha recibido su recompensa,

una recompensa escuálida, terrena, y ya no tiene que esperar ninguna otra. Ya «ha

liquidado». Recibe recompensa el que obra el bien por amor de Dios con sencillez y sin ser

advertido.

b) La oración (Mt. 06/05-15).

El próximo ejemplo es la oración. Primero Jesús habla de la oración de la misma manera

que de la limosna: la oración hipócrita, hecha ante los hombres, y la oración con espíritu de

verdadera justicia (6,5-6). Siguen unos versículos sobre la locuacidad verbosa en la oración

(6,7-8). Se explica el verdadero espíritu de la oración con el ejemplo y modelo que el mismo

Jesús ha enseñado: el padrenuestro (6,9-13). A la petición de que su perdone la culpa, el

evangelista finalmente añade unas palabras sobre el perdón recíproco de los hombres, las

cuales para san Mateo tienen una particular importancia (6,14-15).

5 Y cuando os pongáis a orar, no seáis como los hipócritas,

que gustan de orar erguidos en las sinagogas y en las

esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente. Os lo

aseguro: ya están pagados. 6 Pero tú, cuando te pongas a

orar, entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre

que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te dará la recompensa.

En la oración, el hombre reconoce a Dios y le manifiesta su sumisión. El que ora,

confiesa que Dios es el Señor de su vida. No es propiamente un «ejercicio piadoso», que

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también forme parte de la vida, y deba hacerse acá y allá. En la oración el hombre se

vuelve expresamente a su origen. En esta acción tan excelsa, de la que el hombre es

capaz, puede introducirse furtivamente el veneno del egoísmo. Sucede como en las

limosnas: por medio del resabio de la vanidad y del afán de alabanzas no sólo se disminuye

el valor, sino que se trastorna el conjunto. La dirección hacia Dios se desvía y se vuelve al

hombre. Es un trastorno interno de lo que propiamente se intentaba. En vez de buscar a

Dios se busca al hombre. Jesús no hace una caricatura, cuando describe así a los que

tienen esta intención: Gustan de orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las

plazas, para exhibirse ante la gente...

Jesús indica un camino seguro, que preserva de la ilusión y de la vanidad: Entra en tu

aposento y cierra la puerta. Allí donde no mira ningún ojo humano, puedes mostrar que

sólo buscas a Dios. Jesús no quiere decir que en el aposento, en la habitación familiar,

tranquila, Dios esté más cerca que en cualquier otra parte, por ejemplo en el mercado,

entre la gente o en la asamblea del culto divino. Dios está presente en todas partes y en

todas ellas debe ser encontrado. Aquí solamente se trata de que la oración esté exenta de

toda mezcla de egoísmo. El que ha aprendido a hacer así la verdadera oración «en el

aposento», está seguramente en condiciones de permanecer en oración fuera, en las calles

y en la agitación de la vida cotidiana. También asiste al culto divino con la conveniente

actitud. No ha de temer que los demás interpreten su piedad como hipocresía. Dios también

contempla lo que está oculto, conoce la verdadera intención y tiene preparada la

recompensa para el que no la ha buscado...

7 Cuando estéis orando, no ensartéis palabras y palabras,

como los gentiles; porque se imaginan que a fuerza de

palabras van a ser oídos. 8 No os parezcáis, pues, a ellos,

que bien sabe vuestro Padre lo que os hace falta antes que se lo pidáis.

Estos dos versículos contienen pocas palabras, pero están escogidas con acierto y van

dirigidas al blanco. A fuerza de palabras, prodigando discursos, es una expresión

acertada para la oración a los dioses en el ambiente pagano. Entre los gentiles también hay

oración auténtica y profunda, impregnada de puro fervor religioso. Pero la apariencia

exterior predominante es un torrente de palabras. No se invoca a los dioses sólo con un

nombre, sino con innumerables nombres y títulos, antes de exponer lo que se desea. No es

raro que se empleen unos 50 nombres y títulos. Tras ellos está lo que Jesús observa de

una forma concisa: creen que son oídos más rápida y seguramente, si prodigan palabras.

Se pretende persuadir a los dioses, atraer su atención a gritos; más aún, llegar a cansarlos

y obligarlos. Para Jesús esta manera de orar merece el calificativo de pagana. Dios quiere

poseer el corazón y todo el hombre, y eso no se puede comprar con una piadosa verborrea.

Su precepto es muy sencillo: No os parezcáis, pues, a ellos. Tras este precepto

resplandece la imagen de Dios de una forma llana y conmovedora: vuestro padre sabe lo

que os es preciso, antes que se lo pidáis. Pero no con la mirada fría y crítica de un filósofo

o de un investigador de la naturaleza o tal vez con la exactitud inexorable de un

microscopio. Dios nos contempla como Padre, con mirada de amor. Sabe exactamente lo

que nos falta. No es menester que lo expongamos prodigando palabras, para atraernos su

atención. Y viceversa: estos conocimientos de Dios no hacen que nuestra oración sea

superflua. Queda en poder del individuo darse cuenta de su necesidad ante Dios, y pedir lo

necesario. Pero cordial y brevemente, con leal entrega y pura confianza. Con un ejemplo,

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que siempre será nuestra más valiosa y rica oración. Jesús nos muestra cómo se hace esta

petición.

EL PADRE NUESTRO (6,9-13).

9 Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los

cielos, santificado sea tu nombre.

Después de lo ya expuesto, entendemos más fácilmente lo que quiere decir en

labios de Jesús la salutación «Padre nuestro». Este es, de forma especial, su Dios, el Dios

que Jesús anuncia. Sin duda también es el Dios de Israel, el Dios «de Abraham, de Isaac y

de Jacob», pero revelado de un modo nuevo como Padre. El padre es el origen y al mismo

tiempo el protector solícito. Al padre se dirigen la confianza filial y el profundo y humilde

respeto. Es autoridad, pero nunca sin amor. Jesús distingue del padre terreno a Dios

añadiendo: Que estás en los cielos. Es una metáfora decir que Dios mora en el cielo.

¿Dónde deberíamos buscar este cielo en nuestro concepto del mundo? El sentido de la

metáfora es que Dios está por encima de todas las cosas terrenas, más allá de nuestro

mundo visible y ante él. El mundo no es una parte de Dios, pues Dios es un ser

completamente distinto. La proximidad filial al padre nunca pierde el profundo respeto. Y el

Dios santo, que es completamente distinto, se nos acerca de tal modo, que le podemos

llamar Padre... La próxima locución: Santificado sea tu nombre, hay que entenderla

uniéndola con la salutación. Es la primera frase que se presenta al que ora, la frase de la

alabanza del glorioso nombre de Dios.

10 venga tu reino; hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra.

Ahora empezamos los ruegos que con pocas palabras denotan lo que realmente es

necesario. En primer lugar: Venga tu reino. Este es el gran ruego del discípulo. El reino de

Dios debe manifestarse, Dios debe ser realmente EL Señor del mundo y debe producir y

perfeccionar lo que Jesús ha empezado. El ruego está encaminado al fin, a la última

perfección del mundo después del gran juicio. La primera y más urgente solicitud del

discípulo es que Dios sea rey.

Nuestro anhelo se dirige a este objetivo. Se tiene que vivir profundamente en Dios, se

tiene que haber penetrado con la mirada a través del estado actual del mundo En toda su

grandeza y hermosura.

La petición sobre el reino se refiere al tiempo presente mediante la próxima frase. Si

rogamos que la voluntad de Dios se realice en la tierra, como ya se lleva a cabo en el

cielo, luego también debe suceder algo en nuestro tiempo. Dios mismo puede cuidar de

que su voluntad sea llevada a término y sea cumplida. Los hombres hemos de abrazar esta

voluntad reclamante que procede de Dios, y hemos de identificarla con nuestra propia

voluntad. O bien, cuando queremos lo que Dios quiere, entonces ya se realiza el reino de

Dios aquí en la tierra. El primero y el principal que actúa es Dios, ya que la introducción del

reino es asunto propio de Dios. Pero el hombre no está descartado ni es tan sólo un

espectador pasivo. Las facultades propias del hombre son invitadas a hacer la voluntad de

Dios, y convertir así a Dios en el Señor de su propia vida...

11 Danos hoy nuestro pan cotidiano; ...

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Dios sabe lo que nos es preciso antes que se lo pidamos (cf. 6,8). Por tanto basta la

sencilla petición del pan suficiente para este día. No pedimos riqueza ni propiedades, ni la

abundancia de bienes terrenos, con los que nos podríamos asegurar el tiempo futuro;

pedimos lo que necesitamos, lo que nos es indispensable para vivir, para la familia.

Una mirada al mundo muestra cuán realista y necesaria es esta petición, ya que son

innumerables los que ni siquiera tienen lo más perentorio. La petición es sobre todo

necesaria para el discípulo, que se ha dedicado por completo al servicio del reino. Su

primera preocupación es la causa de Dios, y así confía en que Dios también le dará lo

necesario para la vida.

12 y perdónanos nuestras deudas, como ya nosotros

perdonamos a nuestros deudores.

La próxima frase de la oración pide el perdón de nuestras deudas, propiamente -en la

imagen fácil de retener- el perdón de las «deudas» pecuniarias. Sólo que aquí esta petición

está condicionada. Jesús presupone que hemos ejercitado el perdón mutuo y que nos

hemos perdonado nuestras recíprocas faltas. Lo que para Jesús parece evidente y la

oración sólo puede ser dirigida a Dios a partir de esta certidumbre, aquí explícitamente

expresada, que nos acucia en nuestra propia carne. Dios no nos lo otorga todo

gratuitamente, ni reparte su gracia por así decir sin orden ni concierto. Solamente está

dispuesto a tomar la carga de lo que le debemos si hemos hecho lo mismo entre nosotros.

Pero entonces también sucede de hecho que podemos esperar el perdón con seguridad.

Lo que en este ruego se pide a Dios, quizás es lo mayor, en cuanto se refiere a nuestra

vida privada. Porque el pecado es el lastre más gravoso de nuestra vida. Así nos lo enseña

nuestra propia experiencia. Sobre todo el hombre sabe que por sí solo no puede liberarse

de esta carga. Necesita del médico, que es superior a él y le cuida la llaga con mano suave,

sin que pueda pagar los honorarios. Sólo Dios es este médico, que no se cansa de estar

dispuesto a purificarnos y curar nuestras enfermedades.

En último término esta petición dirige la mirada al fin: entonces se corrobora una vez más

que estamos diariamente, a través de toda nuestra vida, como culpables ante Dios. Allí

esperamos la gran misericordia de Dios, que todo lo abarca, incluso los pecados que nos

son desconocidos, nuestros vínculos inconscientes con la culpa, los escándalos que hemos

dado a otros involuntariamente, toda la deuda de la confusa historia, de nuestros padres y

pueblos. ¿Qué sería de nosotros sin esta esperanza?

13 y no nos lleves a la tentación, sino líbranos del mal.

La cuarta petición es doble. La segunda frase continúa la primera y la aclara. Rogamos a

Dios que no nos lleve a la tentación, al peligro de pecar. Difícilmente se concibe que pueda

pedirse que seamos preservados de las tentaciones del mundo en el sentido usual. Esta

preservación es imposible, ya que vivimos en medio del mundo. Tampoco nos conviene, ya

que por medio de las tentaciones debemos ser confirmados. Aquí se trata de una tentación

muy determinada. Es la misma, para la que Jesús fue llevado al desierto: la tentación de la

apostasía, de la recusación de Dios, es decir, en último término la de reconocer la

soberanía de Satán en vez de la soberanía de Dios. Jesús ha salido airoso de esta

tentación, y ha sido probado en ella. Pero ya para los apóstoles Jesús tiene que rogar que

Page 70: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

no entren en la tentación en la hora amarga del huerto de los olivos (26,41). Aquí se trata

del conjunto. Nuestra petición de ser protegidos contra esta gran tentación tiene que ser

apremiante y sincera. Con todo ignoramos si podemos resistir a la tentación y si somos

capaces de hacer frente a la embestida del adversario. Si todavía nos mantenemos firmes

en la gracia de Dios, puede ser debido a que ha vuelto a atender nuestro ruego

manifestado muy a menudo...

Sino líbranos del mal. Este ruego concluye la oración y la resume, y con él se completa

el ruego de la venida del reino. Porque este reino todavía no llegó o no ha seguido

adelantando, porque se le opone el poder del mal. Y el reino permanecerá así, hasta que

este poder sea definitivamente quebrantado. Está muy por encima de nuestras

posibilidades ser liberados de este poder. Sólo Dios puede liberarnos.

Se va extinguiendo en la obscuridad la oración que empieza de una forma tan familiar y

luminosa. Cada palabra tiene su peso, cada petición su necesidad especial. Se tienen que

ponderar en el corazón a menudo estas palabras y hacer que su espíritu penetre

profundamente. Pero también se deberían medir con la oración del Señor nuestras

restantes súplicas y ruegos. Preguntarse si los deseos expresados por Jesús también

figuran en nuestras otras oraciones. Preguntemos también si nuestra oración está

impregnada por el mismo amplio espíritu. Aquí se da la medida.

14 Porque, si perdonáis a los hombres sus faltas, también

os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial; 15 pero, si no

perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras faltas.

Aquí se formula como una ley lo mismo que antes se había manifestado en la tercera

petición. El lenguaje es el que se usa en las leyes. Los pensamientos están ensamblados

con rigor y se excluyen unos a otros. Primero se presenta el caso positivo, luego el

negativo: «Si perdonáis a los hombres... si no perdonáis a los hombres.» Las dos veces se

hace depender la acción de Dios de la nuestra. No hay ningún hueco ni ninguna excepción.

La parábola del siervo despiadado explica estas palabras de una manera impresionante

(18,23-35). Los labios de Jesús pronunciaron pocas palabras tan inflexibles y terminantes

como éstas. Una comunidad no puede vivir de forma realmente cristiana, si esta ley no está

profundamente grabada en el corazón de ella y si no determina su acción. No podemos

abrir la boca para pedir perdón a Dios, si todavía estamos endurecidos con otra persona y

no nos hemos reconciliado con ella.

c) El ayuno (Mt. 06/16-18).

16 Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los

hipócritas, que adrede se desfiguran el rostro, para hacer ver

a la gente que están ayunando; os lo aseguro: ya están

pagados. 17 Tú, en cambio, cuando estés ayunando, úngete la

cabeza y lávate la cara, 18 para que la gente no se dé cuenta

que estás ayunando, sino tu Padre que está en lo escondido, y

tu Padre, que ve en lo escondido, te dará la recompensa.

En el tiempo antiguo el ayuno era para todo el pueblo. Los pecados que se han hecho en

Israel, no sólo son faltas personales de individuos, sino culpa que grava todo el pueblo.

Page 71: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Todos deben ayunar para dolerse de los pecados y hacer penitencia. Hay ciudades prontas

para la penitencia, que aceptaron el llamamiento y se convirtieron, como incluso la ciudad

pagana de Nínive por la predicación del profeta Jonás (cf. Jon 3). La caída de Jerusalén,

asaltada por el ejército babilónico es un castigo del pueblo que se ha negado a hacer

penitencia. El individuo también podía ayunar privadamente por sus propios pecados o en

representación del pueblo por los pecados del mismo. El primer sentido de nuestra

cuaresma es que todo el pueblo de Dios ayuna para hacer penitencia, como señal de

arrepentimiento y en representación de los demás.

Los fariseos tenían un alta estima del ayuno voluntario, y lo practicaban con diligencia.

Pero por otra parte ¡qué trastorno del verdadero sentido del ayuno! Quieren hacer

penitencia ante Dios y mostrarle su disposición a convertirse. Pero lo que debe dirigirse

solamente a Dios se convierte en espectáculo ante la gente. Todos deben ver cómo se

consumen de pena y se contristan. Ponen una cara de santurrón y desfiguran el rostro,

cubren de ceniza la cabeza, van dando vueltas con vestidos gastados: una exhibición que

no puede ser más ridícula. Puesto que esperan la alabanza de la gente, han recibido ya su

recompensa y no tienen que esperar ninguna otra.

Jesús no reprueba el ayuno, ni tampoco el que se practica voluntariamente. Puede ser

expresión auténtica del deseo de hacer penitencia. Pero el que ayuna debe ungirse la

cabeza y lavarse la cara. La gente no debe notar lo que él hace. Exteriormente debe

aparecer con un aspecto normal, con un exterior aseado y con semblante alegre. Entonces

está garantizado que la dirección hacia Dios no está desbaratada por la dirección hacia los

hombres. Lo que así permanece oculto, será visto y recompensado por Dios, porque Dios

también contempla lo que está escondido, conoce los deseos del corazón, la pureza de

intención y la renuncia a la ostentación externa.

Estos versículos sobre el ayuno valen para el tiempo en que Jesús, el esposo, está

separado de nosotros. Mientras vive con los discípulos y lleva a término la obra de Dios en

la tierra, es tiempo de alegría, ya que «el esposo está con ellos. Tiempo llegará en que les

quiten al esposo y entonces ayunarán» (/Mt. 09/15). Entonces empezará un nuevo ayuno,

con la esperanza del regreso del esposo: Es tiempo de tristeza por la separación, pero

también es tiempo para prepararse, tiempo de reparación por los pecados propios y por

todos los pecados del mundo, tiempo de la espera vigilante y del humilde servicio del

esclavo, hasta que de hecho se celebren las bodas del Cordero con su esposa, la Iglesia

(Ap 22,3ss).

Nuestro ayuno conoce formas distintas de las que eran usuales entre los judíos de aquel

tiempo, entre los antiguos cristianos y también en la edad media. La índole adecuada al

tiempo, de nuestro ayuno, también debe medirse con esta instrucción de Jesús. También

aquí está al acecho, precisamente entre los «piadosos», el peligro de la hipocresía y de

servir a los hombres. Solamente podemos estar seguros de ayunar ante Dios, si evitamos

cualquier mirada de soslayo al prójimo y nos gusta quedar ocultos.

(Págs. 1455)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 12

4. LA VERDADERA JUSTICIA EN EL SERVICIO DE DIOS SIN RESERVAS (6,19-7,12).

Page 72: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Se continúa el gran tema de la verdadera justicia. Las secciones precedentes más largas

eran interiormente unitarias y estaban claramente divididas. Ahora encontramos

instrucciones particulares de Jesús de diversa índole. Todas están consideradas desde un

punto de vista, que antes hemos encontrado: la verdadera justicia ha de estar totalmente

orientada hacia Dios. Dios es el centro y el objetivo. Esto debe repercutir en todas las

cuestiones y ambientes particulares de nuestra vida.

a) El verdadero tesoro (Mt. 06/19-21). TESORO/VERDADERO

19 No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la

herrumbre los destruyen, y donde los ladrones perforan las

paredes y roban. 20 Atesorad, en cambio, tesoros en el cielo,

donde ni la polilla ni la herrumbre los destruyen, y donde los

ladrones no perforan las paredes ni roban; 21 porque donde

está tu tesoro, allí estará también tu corazón.

El afán de poseer es propio de nuestra naturaleza. El hombre dirige su pensamiento y su

acción a producir bienes, a adquirirlos y aumentarlos. Pero aquí no se habla solamente de

bienes, de cualquier clase de propiedad, sino de tesoros. Con esta palabra se alude a una

grande y valiosa propiedad, a extensas fincas, a casas bien construidas, a preciosos

ornamentos y a la acumulación de dinero. Por muy seguro y estable que pueda parecer

todo eso ¡cómo está amenazado y cuán huera es su supuesta estabilidad! Minúsculos

animales pueden destrozar el más rico valor. La polilla roe el precioso vestido de seda, y la

carcoma ahueca el armario de excelente madera. Hay quienes se vuelven envidiosos y

ávidos, y buscan medios para adueñarse de tales bienes: los ladrones perforan las

paredes y roban. Como se gana, así se pierde. Jesús se refiere sobriamente a esta

experiencia, que cualquiera puede sufrir. ¡Cuán inútil y sin valor es este afán, cómo se

despilfarran las fuerzas por causa de bienes sumamente inciertos e inestables...!

Os muestro otro objetivo que es digno del empeño de todas las fuerzas y asegura la

estabilidad del valor: Atesorad tesoros en el cielo. Allí se colocan los valores en lugar

seguro, ni los insectos destructores ni los ladrones perniciosos pueden hacerles nada. «En

el cielo» quiere decir en Dios. Lo que es invertido en Dios, retiene su valor duradero. ¿Qué

clase de tesoros son? Ciertamente en primer término la entrega del corazón a Dios. Pero

luego también todo lo que el discípulo hace con la intención de servir realmente a Dios. Las

«buenas obras» (5,16), la justicia sobreabundante hasta llegar al amor del enemigo

(5,21-48), también los «ejercicios piadosos» (6,8), todo eso puede convertirse en el tesoro,

si se hace con el debido espíritu.

La frase final de nuevo es de una sencillez estupenda: Porque donde está tu tesoro,

allí estará también tu corazón. Jesús conoce este profundamente arraigado afán de

riqueza y valor, en los cuales se busca la felicidad. El corazón, el hombre interior, siempre

está interesado en ellos. Si el corazón se queda con los tesoros terrenos y es absorbido por

ellos, entonces corre el mismo riesgo de ser destruido que las cosas terrenas. Pero si pasa

a los tesoros celestiales y vive con ellos, entonces tiene la perspectiva de estar a salvo con

Dios para siempre. Parece casi natural, parece una consecuencia lógica; pero cuán poco

natural es pensar y proceder así.

b) El ojo, lámpara del cuerpo (Mt. 06/22-23).

Page 73: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo está

sano, todo tu cuerpo estará iluminado; 23 pero, si tu ojo está

enfermo, todo tu cuerpo quedará en tinieblas. Y si 1u luz que

hay en ti son tinieblas, ¡qué densas serán las tinieblas!

Jesús vuelve a partir de una experiencia. El ojo sano o enfermo (incluso

ciego) hace que todo el cuerpo resplandezca o esté en tinieblas. Ahora bien, las dos

expresiones se matizan mutuamente: el ojo (del corazón) sano es, al mismo tiempo, el ojo

bueno, y el ojo enfermo es, al mismo tiempo, el ojo perverso. El ojo corporal es una imagen

del corazón, hay que pensar en los dos simultáneamente. En el ojo se refleja todo el

hombre, sus pensamientos y reflexiones, la pureza o corrupción de su vida. El ojo es la

lámpara del cuerpo, el espejo infalible del alma. Si esta lámpara es luminosa y nítida,

entonces también lo es el cuerpo y todo el hombre. Pero si el ojo es malo, corrompido y

perverso, si mira con astucia y concupiscencia. entonces todo el cuerpo está en tinieblas.

Es un lenguaje en imágenes, que requiere una explicación. Jesús la da en la última frase:

Y si la luz que hay en ti son tinieblas, ¡qué densas serán las tinieblas! ¿Qué significa

esta frase? El corazón debe estar enteramente dirigido a Dios, vivir en los tesoros del cielo.

Entonces todo el hombre está sano. Si el corazón se ha disipado en los bienes terrenos, se

ha vuelto espiritualmente ciego, y todo el hombre está en tinieblas. No ve el verdadero bien

y anda a tientas.

Pero Dios es la luz, hace resplandecer al hombre, que debe brillar ante los ojos de Dios.

El hombre enteramente dedicado a Dios, y que es limpio de corazón, ahora ya es un reflejo

de la divina claridad. En su tiempo «verá a Dios» (cf. 5,8) con el ojo del cuerpo alumbrado

por el amor y la pureza. «Todos vosotros sois hijos de la luz» (ITes 5,5), hijos de Dios, que

«os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz» (lPe 2,9).

c) Verdadero servicio de Dios (Mt. 06/24).

24 Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá

al uno y amará al otro, o se interesará por el primero y

menospreciará al segundo. No podéis servir a Dios y a Mammón.

El contraste siempre varía y se llama al discípulo para que tome

siempre la misma decisión: tesoros en la tierra, tesoros en el cielo; tinieblas, luz; riqueza,

Dios. También aquí penetra una experiencia natural en el ámbito del espíritu. Cada uno en

realidad sólo puede servir con todas sus fuerzas a un señor. Pero esto con pleno sentido

sólo puede decirse de Dios, que pide todo el hombre y no tolera ningún compromiso.

Solamente en Dios tiene validez la alternativa en el pleno sentido; el hombre sabe que sólo

Dios puede darnos la salvación...

En todas partes en que se pone en discusión el derecho señorial de Dios, se oculta el

maligno. El demonio conoce múltiples formas de oposición y enemistad. De una forma

especialmente alevosa se escuda detrás de Mammón. Éste representa la propiedad

terrena, la acumulación de bienes y tesoros, y de toda clase de posesiones. Pero también

conocemos por la experiencia el disimulado poder del oro, el brillo fascinante y la

magnificencia cautivadora de los objetos terrenales de gran valor. Para Jesús la riqueza

siempre es «injusta», un poder casi demoníaco, que gana el corazón y lo tiene

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encadenado. El que es víctima de la riqueza, también lo es del diablo. Solamente se puede

servir de veras a uno: a Dios, que es la luz de nuestra vida, y en quien están bien

guardados los verdaderos tesoros y nuestro corazón.

d) Confianza en Dios (Mt. 06/25-34).

25 Por eso os digo: No os afanéis por vuestra vida: qué vais

a comer; ni por vuestro cuerpo: con qué lo vais a vestir. ¿No

vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?

El que vive confiando plenamente en Dios, como lo han mostrado los tres versículos

precedentes, ya no se preocupa por su vida terrena. El siguiente largo pasaje sólo tiene un

tema: mostrar la superfluidad de la preocupación terrena a la vista del gran Padre. Esta

preocupación se refiere sobre todo a dos necesidades del hombre: la nutrición para

mantener la vida y el vestido para proteger el cuerpo. La nutrición, el vestido y el trabajo por

conseguirlos no deben ser privados de su valor, como podría suponer un visionario. Lo que

aquí se reprueba es la solicitud excesiva por las cosas terrenas, el esfuerzo febril y el celo

angustioso, el afán egoísta, en los que Dios no desempeña ningún papel ni es tenido en

consideración. Tanto el pobre como el rico pueden ser víctimas de tal preocupación.

En primer lugar dice Jesús una frase general: ¿No vale más la vida que el alimento, y

el cuerpo más que el vestido? Si Dios os ha hecho donación de lo más valioso, de la

vida y del cuerpo, ¿no se cuidará también de lo menos valioso? En muchos hombres se

produce la impresión de que el sentido de su vida se agota en la consecución de aquellos

bienes. Piensan que son dichosos asegurándose la manutención y satisfaciendo estas

necesidades: Olvidan que no vivimos «de solo pan».

26 Mirad las aves del cielo: no siembran ni siegan ni

recogen en graneros; sin embargo, vuestro Padre celestial las

alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27

¿Quién de vosotros, por mucho que se afane, puede añadir

una sola hora a su existencia?

Aquí se trata de la primera necesidad, o sea, el alimento, y de la preocupación por el

mismo. Es magnífico el ejemplo de la naturaleza, en el que puede comprobarse el gobierno

del Padre. Para quien tiene a Dios presente en todas partes y lo ve en acción, la nutrición

de las aves no es solamente un hecho de la naturaleza sino un milagro de solicitud

paternal. No se cansan en almacenar para tener asegurado el alimento para el tiempo

futuro, sino que viven al día: vuestro Padre celestial las alimenta. Si esto ya es verdad en

criaturas tan pequeñas, ¿cuánto más en el hombre, cuya vida es incomparablemente más

valiosa y está mucho más cercana al corazón del Padre? Dios sabe lo que nos hace falta,

antes de que se lo pidamos (cf. 6,8). Nos contempla constantemente, atiende a lo que

necesitamos para vivir. Pensar de otra manera no tiene ninguna razón de ser. Dios ha

establecido la duración de nuestra vida. Ni siquiera el que se fatiga a porfía y mantiene una

actividad febril es capaz de prolongar su propia vida.

Debemos poner atención a lo que aquí se nos dice y dejar sin respuesta las cuestiones

que no hacen al caso: ¿No hay también animales que construyen depósitos en previsión

del futuro? Ciertamente, pero no lo hacen las aves que aquí se toman como ejemplo. ¿Y no

Page 75: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

se puede alargar la vida viviendo de un modo ordenado y con el auxilio de la medicina? Eso

también es verdad, pero no es lo que aquí se considera. Aquí se pretende poner en claro

que el que se entrega a la confianza en Dios, sin descuidar lo necesario para sí o su

familia, logra el lapso de vida que Dios le ha señalado. Se trata de subrayar la conformidad

con el plan de Dios y no de las ventajas puramente terrenales, que nada tienen que ver con

él, aunque se trate de una febril prolongación de la vida. ¡Cuántas veces hemos

experimentado la verdad de estas palabras! ¿Es igualmente operante esta verdad cuando

vivimos en medio del bienestar y la seguridad?

28 Y acerca del vestido, ¿por qué os afanáis? Observad los

lirios del campo, cómo crecen; ni se atarean ni hilan. 29 Pero

yo os digo: ni Salomón en todo su esplendor se vistió como

uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy existe

y mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho

más por vosotros, hombres de poca fe?

Viene ahora, en segundo lugar, la preocupación por el vestido. Jesús hace que la mirada

del discípulo se dirija de nuevo a la naturaleza, al delicioso jardín de Dios. Dios ha colmado

de hermosura incluso plantas silvestres más humildes, como los lirios que crecen en el

campo. No solamente las rosas o las dalias de vistosos colores están vestidas bellamente,

también las flores del campo, que crecen entre la hierba y están destinadas al pasto o

incluso a ser consumidas por el fuego. El prototipo de la brillante suntuosidad y del disfrute

cortesano de la vida, el rey Salomón, es un pobre hombre ante esta sencilla belleza.

Ciertamente es efímera, es quemada con la hierba, aunque Dios la haya adornado de una

forma tan exquisita. El mismo Padre, que gobierna con una solicitud tan pródiga, ¿no tendrá

también cuidado de vosotros, para que podáis vestiros decentemente? Sólo habéis de

tener la fe, la íntima confianza de que Dios se cuida de veras de esta necesidad del vestido.

No seáis hombres de poca fe, que sólo raras veces utilizan su confianza, y la escatiman,

que confían poco en Dios, continuamente se le echan en brazos conservando su propia

inquietud...

31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué vamos a comer, o

qué vamos a beber, o con qué nos vamos a vestir? 32 Pues

todas estas cosas las buscan ansiosamente los paganos;

porque bien sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad

de todas ellas. 33 Buscad primero el reino y su justicia, y

todas esas cosas se os darán por añadidura.

Estas palabras resumen lo antedicho. En primer lugar los recelosos «hombres de poca

fe» preguntan continuamente: ¿Qué debemos comer y beber? ¿Con qué debemos

vestirnos? Procede como los paganos quien hace estas preguntas, y espera lograr la

seguridad de su vida con el propio esfuerzo. No sabe nada de Dios y de su providencia

paternal, y por eso está completamente abandonado a sus propias fuerzas. Pero vosotros

conocéis a Dios, él es vuestro Padre celestial. Si lo creéis de veras, entonces también

sabéis que él conoce todas vuestras necesidades.

Aquí queda completamente claro que Jesús no pretende apartarnos del trabajo para

sustentar la existencia terrenal. Sólo nos dice lo que propiamente importa, lo principal en la

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vida del discípulo: buscad primero el reino (de Dios), lo cual significa aquí

prácticamente: buscad a Dios antes que a todas las demás cosas. El que aspira al reino de

Dios, se somete enteramente a la majestad soberana de Dios y a su bondad paternal.

Pero se añade: Y su justicia. Es la misma justicia, que ya hemos hallado reiteradas

veces (Cf. 1, 19; 3, 15; 5, 6; 5, 20), a saber, la justicia que Dios espera de nosotros y que

debemos ofrecerle. Es la perfección del Padre celestial, que debe manifestarse en

nosotros. La justicia que nos hace aptos para el reino, ya ahora y sobre todo al final. Esto

quiere decir que lo más importante no son nuestros propios esfuerzos, sino ser

conformados y enardecidos por Dios y su voluntad. En ello deben consistir nuestros

anhelos, nuestro pensar y nuestro sentir. Solamente en esto pondrá de manifiesto nuestra

propia obra.

Entonces no solamente se disminuye la preocupación por nuestras necesidades

corporales, sino que Dios ya nos da por sí mismo todo lo necesario. El que está lleno

de la única aspiración importante, ya no ambiciona nada para sí. También trabaja, gana

dinero, compra; pero para él estas actividades son servicios que presta a Dios. En último

término su corazón no vive en dichas actividades... Deberíamos adquirir el valor que se

requiere para esta empresa. Los grandes santos, como Francisco de Asís o Juan Bosco,

experimentaron reiteradamente que se puede confiar en la palabra de Dios.

34 No os afanéis, pues, por el día de mañana; que el día de

mañana traerá su propio afán. Bástele a cada día su propia angustia.

Este versículo está al final como un suplemento, un discreto remate de las graves

declaraciones precedentes. No es una excelsa enseñanza sobre Dios, sino un fragmento

de sabiduría casera de la vida. Cada día trae consigo una dosis determinada de angustia

y fatiga; no deberíamos aumentarla con la preocupación por el día de mañana. A pesar de

esta sencillez el versículo muestra que permanecemos en el terreno de la realidad. La

renuncia a la preocupación en el sentido indicado por Jesús no significa que seamos

sustraídos al esfuerzo y al fatigoso trabajo de cada día, a las mil prácticas siempre iguales,

a la monotonía fastidiosa de la vida cotidiana. Todo eso permanece como está. Lo nuevo

son los sentimientos del discípulo: su íntima aspiración no está ligada, sino dirigida hacia

Dios. Entonces todos los pequeños quehaceres se vuelven ligeros, y son iluminados desde

arriba.

e) No juzguéis (Mt. 07/01-05).

1 No juzguéis, y no seréis juzgados; 2 porque con el juicio

con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que

midáis seréis medidos.

Nuestra trastornada naturaleza tiende a enjuiciar a otros. De este

juicio se origina fácilmente la condenación. A esto se refiere Jesús, cuando prohíbe juzgar

al prójimo. El motivo de esta prohibición es que no seamos juzgados nosotros, es decir, no

seamos condenados con especial rigor.

El que juzga a los demás, se atribuye un derecho que no tiene. Se inmiscuye en el

derecho de Dios, a quien sólo es posible e incumbe juzgar certeramente. El que enjuicia a

los demás, sobrepasa la medida del hombre y ahora es remitido a esta medida. De este

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modo también se dice que cualquier condenación humana es transitoria e insegura, que

nunca hace plena justicia. Más vale callar diez veces que hablar injustamente una vez. En

el perdón Jesús ya ha convertido la conducta con el prójimo en la norma de la conducta de

Dios con nosotros: sólo quien perdona al prójimo, puede también confiar en el perdón de

Dios (6,12.14s). Aquí se aplica al juicio este principio. La misma sentencia con que

gravamos al hermano, Dios la pronunciará sobre nosotros. Con la medida que aplicamos al

hermano, Dios también nos medirá a nosotros. El que espera de Dios indulgencia y

misericordia y un juicio magnánimo, debería también tenerlos con su prójimo. El que juzga

de una forma acerba y fría, injusta cuando no calumniosa, tiene que esperar que Dios

también la trate sin misericordia. ¿Qué sería de nosotros, si Dios nos tratara como tratamos

con frecuencia a nuestros prójimos? «Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no

practicó misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio» (/St/02/13).

3 ¿Por qué te pones a mirar la paja en el ojo de tu hermano,

y no te fijas en la viga que tienes en el tuyo? 4 ¿O cómo eres

capaz de decirle a tu hermano: Déjame que te saque la paja

del ojo, teniendo tú la viga en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! Sácate

primero la viga del ojo, y entonces verás claro para sacar la

paja del ojo de tu hermano.

Es un ejemplo drástico. El que condena al prójimo está a punto para el juicio en que

todos somos deudores de Dios. Las críticas y la voluntad de corregir faltas ajenas son

similares al juicio. En esta voluntad con frecuencia no notamos las propias debilidades,

solamente vemos las otras agigantadas. Mírate primero a ti, dice Jesús, y corrige tu propia

vida. Cuando ya lo hayas logrado, entonces también puedes ayudar al hermano. Si

procedes de otra manera, eres un hipócrita, que parece o quiere parecer mejor de lo que

realmente es.

El Evangelio dice después todavía con mayor claridad (18,15-20) lo que aquí se afirma

sobre el deber de la mutua corrección fraterna. Aquí se pretende decir que sólo tiene

derecho a la censura fraterna, el que antes se ha examinado y corregido a sí mismo. Así

debe hacerse entre cristianos. ¿Ha penetrado esta norma en nuestra carne y en nuestro

espíritu?

f) Las cosas santas (Mt. 07/06).

6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a

los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas, y luego se

revuelvan para destrozaros a mordiscos.

No es muy clara la verdadera relación del versículo. Es una orden dada por Jesús para la

misión de los discípulos. La perla es el Evangelio, la palabra de Dios. Sólo se puede

anunciar el Evangelio, donde también es aceptado con buena disposición. No puede ser

desperdiciado ni se ha de dilapidar. Se debe administrar con esmero. De no ser así, no

solamente se profanan las cosas santas, y son pisoteadas por los cerdos, sino que

también se pone en peligro al mensajero. La recusación provocada del mensaje se

acrecentará hasta llegar al odio contra los mensajeros. Se vuelven y os destrozan.

Jesús ha anunciado a los discípulos fracasos e incluso persecuciones. Pero éstas no

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pueden estar causadas por propia imprudencia o por falta de discernimiento. Más de una

impertinencia, de tipo sectario, en la difusión del Evangelio resultaría reprobable,

confrontada con este precepto del Señor. Hemos de mostrar amor a todos los hombres;

pero en las palabras, en el contenido del mensaje, en el mismo misterio divino se requiere

tacto y diligencia. Ambas cosas ha de mantener el discípulo ante su consideración: el ansia

de proclamar el Evangelio y la obligación de no profanar ni desfigurar la palabra santa. Esta

es una importante advertencia también para nosotros, que vivimos entre muchos hombres

para quienes los pensamientos cristianos han llegado a ser extraños.

g) Poder de la oración (Mt. 07/07-11).

7 Pedid, y os darán; buscad, y encontraréis; llamad, y os

abrirán. 8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca,

encuentra; y al que llama, le abren.

Si Dios es el Padre que sabe todo lo que se refiere a nosotros, y se cuida

de todo, también estará siempre presente para favorecernos. En la oración se muestra si

realmente creemos. En ella tenemos que confesar que dependemos de él y que solos no

nos bastamos. La oración bien hecha es una piedra de toque de nuestra fe y de nuestra

humildad. Pedid, y os darán. Esta frase suena como si fuese una ley. A una cosa le sigue

necesariamente la otra, al ruego confiado sigue la pronta concesión de lo que se pide. Aquí

no se hace diferencia entre peticiones importantes y poco importantes, justificadas y no

justificadas. Sobre estas diferencias se nos habla en otros textos (Cf. 16,22s; 17,20;

18,19s; 20,20-23; 21,20-22). Aquí lo que se recalca es la certeza de que Dios nos escucha.

El que ha entendido lo precedente y vive de acuerdo con ello, experimenta diariamente

cuán sencillo es. Siempre es una oración en Dios la de aquel que vive para Dios y

confiando en Dios. El que así vive, sabe con seguridad que todas sus peticiones hechas

«en Dios» son escuchadas tan pronto como él las presenta... Éste es el misterio de la

oración suplicante, que Jesús con tanta frecuencia promete que será sin duda escuchada.

No hay que recurrir a ningún medio de ejercer por así decir presión sobre Dios, sino vivir

como el discípulo que está enteramente subordinado al reino de Dios. Le resultará tan

natural como los acontecimientos de la vida cotidiana: si se busca algo caído por el suelo,

pronto se encuentra; si se llama a la puerta del vecino o si se toca el timbre, se abre la

puerta. Tan sencillo y normal será para el discípulo lo que es tan anormal e inaudito, o sea,

que Dios incesantemente nos escucha...

9 ¿O habrá entre vosotros algún hombre, a quien su hijo

pida pan, y le dé una piedra? 10 o si le pide pescado, ¿acaso

le dará una serpiente? 11 Y si vosotros, que sois malos,

sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿con cuánta más

razón vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?

Solamente se tiene que creer que Dios es Padre. Entonces todo se explica naturalmente.

Sucede como en vuestra vida; pues vosotros no sois padres inhumanos que deis a

vuestros hijos una piedra en vez de pan, o una serpiente en vez de un pescado. Os ocupáis

de vuestros hijos y de vuestras familias, ponéis empeño en alimentarlos y en darles alegría.

Sabéis exactamente lo que son las obligaciones de un buen padre...

Page 79: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Así procede también Dios con nosotros. Sólo con la diferencia de que a él le compete

todavía mucho más de lo que se puede decir de los padres terrenos, puesto que sois

malos. Son palabras que tienen un sonido duro y penetrante. Jesús no nos ha expuesto

una «doctrina acerca del hombre», ni siquiera aquí en el sermón de la montaña, pero aquí y

allá desciende como un rayo una luz sobre su concepto de hombre. Así sucede aquí. Jesús

sabe lo que hay en el hombre y que está arraigado en el mal. Probablemente Jesús aquí no

alude tanto al hecho de que a veces procedemos mal y siempre pecamos, sino a esta

cercanía general, a esta afinidad e inclinación al mal. Esta tendencia es tan fuerte, tan

profundamente enraizada en nosotros, que por ella somos «malos» aunque no sólo y

únicamente mentira y pecado.

En todo caso, damos a nuestros hijos cosas buenas y los preservamos de lo nocivo. Esto

lo hace Dios mucho más que cualquier padre terreno. Solamente piensa en repartir cosas

buenas. Cuando rogamos, nunca hemos de temer que se nos dé algo nocivo, ni siquiera

cuando «la cosa buena» nos venga bajo la forma de la enfermedad purificadora, de la

soledad, de la asechanza o en cualquier forma de sufrimiento. Si viene del Padre, siempre

es conveniente para nosotros.

h) Regla áurea (Mt. 07/12).

12 Por eso, todo cuanto deseéis que os hagan los hombres,

hacedlo igualmente vosotros con ellos. Porque ésta es la ley y los profetas.

Esta regla de la conducta humana no es típicamente cristiana. Los paganos y los judíos

prestigiosos también han establecido el mismo principio: debemos tratar a los demás tal

como nosotros deseamos ser tratados. Pero Jesús también dice estas palabras de razón y

de filosofía naturales. En Jesús este principio adquiere un nuevo sentido. Porque la norma

es distinta de la que podría establecer un pagano o un judío. Jesús ha hablado del amor,

que no conoce medida, porque toma su medida en Dios y ni siquiera excluye al enemigo.

Este amor es lo que espero del hermano, del compañero en la fe cristiana, y lo que él

también puede esperar de mí. La regla áurea es solamente una forma que puede ser

llenada con diferente contenido. Nadie reclamará terminantemente el derecho a ser tratado

así. Primero aplicará la pretensión a sí mismo. Pero la experiencia de lo que me alegra o

molesta, es una norma segura de cómo debo acoger a los demás.

¿No se dificulta de nuevo la comprensión con la frase: Porque ésta es la ley y los

profetas? Esta frase nos dice que la regla áurea corresponde al contenido fundamental del

Antiguo Testamento en el respecto moral. El evangelista quiere decir lo que ya estaba

expresado en 5,17: Jesús no ha abolido la antigua ley, sino que le ha dado cumplimiento

por medio del nuevo modo de entender y del sentido más profundo, del mensaje del amor.

La antigua ley permanece, pero con un espíritu nuevo. Así sucede también en nuestra vida

cotidiana. En ella encontramos mucha prudencia humana, sabiduría y experiencia, en la

conversación o en los libros. Por la fe cristiana no se borra nada verdadero ni sublime,

antes bien permanece, pero debe cumplirse y perfeccionarse con el espíritu de Jesús.

(Págs. 155-171)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 13

Page 80: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

5. Los DISCÍPULOS ANTE EL JUICIO (7,13-27).

En la sección precedente (6,19-7,12) la arquitectura del sermón de la montaña ya pareció

menos consistente. Así continúa hasta el fin. Pero los últimos fragmentos tienen un punto de

vista común: la perspectiva del fin, la expectación del juicio. Primero se hace un llamamiento

a ir por la «puerta estrecha» (7,1 3s). Sigue una advertencia contra los falsos profetas, que

sólo puede ser bien entendida, si se tiene en cuenta el fin (7,13-20). Luego viene una

sección sobre el verdadero criterio del discípulo en el juicio (7,21-23). Toda la disertación

concluye con una vigorosa parábola (7,2627).

a) Vida o perdición (Mt/07/13-14).

13 Entrad por la puerta estrecha; que es ancha la puerta y espacioso el camino

que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella, 14 y es estrecha la

puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que dan con ella.

La imagen de los dos caminos es antigua. Se usa

con frecuencia en los salmos para describir y diferenciar el camino que siguen en su vida el

malvado y el justo. Aquí se han juntado las dos imágenes: la puerta, que puede ser

estrecha o ancha, y el camino, que puede ser amplio o angosto. Ambas dicen algo que

tiene validez: el camino es imagen del curso de la vida. La vida está implicada en el fluir del

tiempo y es una peregrinación sin descanso hasta alcanzar un término. Se designa este

término con la segunda imagen: la puerta, la cual alude a tres hechos concretos: la muerte,

el juicio, y el cese y nuevo principio. Las dos imágenes juntas ilustran el sentido de nuestra

vida.

Jesús las emplea aquí con palabras sombrías, francamente pesimistas. La perdición es

la única posibilidad de la amplia puerta y del cómodo y confortable camino, la vida es la

otra posibilidad de la puerta estrecha y del camino molesto y angosto. La perdición y la vida

están una enfrente de la otra. Una de ellas alude a la ruina, al horror del infierno; la otra

alude a la salvación, a la gloria de estar redimidos. Con la palabra «vida» se hace alusión a

algo perfecto: la duración interminable, la felicidad de todo el hombre con cuerpo y alma por

obra de Dios. No hay una tercera posibilidad.

Pero lo más terrible es la proporción numérica. Muchos van por la puerta ancha a la

perdición, y pocos son los que dan con la puerta estrecha. Aquí tocamos uno de los

enigmas más torturantes de la vida humana: el de la predestinación. «¿Son pocos los que

se salvan?» (Lc 13,23). ¿Quién se salva y quién no se salva? ¿Los ha predestinado Dios?

¿y con qué eficacia?

Estos dos versículos en primer lugar declaran algo del tiempo presente

-aproximadamente con este sentido: el camino cómodo de la mediocridad, incluso del

pecado y del vicio, es muy transitado-. En cambio de hecho son pocos los que encuentran

la senda angosta, que señala directamente hacia Dios, en pocas palabras: el camino del

sermón de la montaña. Así lo ha experimentado el mismo Jesús y, después de él, la Iglesia

primitiva; así también parece que nos lo enseñe también nuestro propio conocimiento. Pero

todo el peso recae en la exhortación contenida al principio de este versículo: Entrad por la

puerta estrecha. Es decir, esforzaos por encontrar el verdadero camino y la verdadera

puerta. No es de vuestra incumbencia especular cuántos se salvan o no se salvan. A

Page 81: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

vosotros os incumbe hallar la verdadera entrada, que conduce a la vida (Así hay que

entender el texto paralelo de Lc 13,23s. En lo fundamental la declaración de san Mateo

tiene que coincidir con la de san Lucas, y la exposición anterior puede mostrar que también

aquí se da esta coincidencia).

b) Los falsos profetas (Mt/07/15-20).

15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos con piel de

oveja, pero por dentro son lobos rapaces.

En el Antiguo Testamento Dios tuvo que prevenir a menudo contra

los falsos profetas, que no estaban llamados por él y no anunciaban su palabra. El diablo

es la «mona de Dios» y, por tanto, no sorprende que en todo lo santo haga una caricatura y

quiera concurrir. Así continuó también sucediendo en la naciente Iglesia, en la que había

apóstoles y falsos apóstoles, maestros y herejes, profetas y seudoprofetas. No es fácil

conocerlos, porque se han echado sobre los hombros la capa de la verdadera doctrina, del

desinterés afectado. Los vestidos con piel de oveja significan el vestido peculiar de los

cristianos, la apariencia de la fe y de la vida cristianas. La impresión externa contradice

enteramente la manera interna de ser: en realidad son lobos rapaces. El lobo es el enemigo

mortal del rebaño, se mezcla sin ser reconocido y, de una forma solapada, con las ovejas.

Abusa de la confianza ingenua de éstas, manifestando repentinamente su verdadero modo

de ser y despedazando las ovejas. Así sucederá con los que no buscan a Dios, sino a sí

mismos.

A los discípulos no solamente les amenaza desde fuera el peligro de persecuciones y de

difamación (5,11s), sino también desde dentro el peligro de falsos profetas. Este peligro

que proviene de dentro es más difícil de conocer. No es fácil distinguir el auténtico maestro

del falso. Se nos propone aquí un criterio irrefutable. Ante todo, las palabras de los falsos

profetas no cuentan: los discursos, las predicaciones y los argumentos nos pueden

engañar, pero nunca cabe un engaño, si buscamos los «frutos», la vida, la fe traducida en

obras.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso de los espinos se cosechan uvas o de

los cardos higos? 17 Así todo árbol bueno da frutos buenos, y el árbol podrido da

frutos malos. 18 No puede un árbol bueno producir frutos malos, ni un árbol

podrido producir frutos buenos.

Jesús muestra el camino inspirándose en la naturaleza, en la cual está en vigor la

siguiente ley: lo sano y fuerte da fruto sano, pero lo enfermo y débil produce frutos

mezquinos y sin valor. Lo mismo sucede en el hombre. Su vida forma una unidad; tienen

que coincidir sus sentimientos, su manera de pensar, su querer y su acción. Si se abre una

grieta a través de esta unidad, si el hombre cumple un mandamiento de Dios sólo exterior y

formalmente, pero en su interior piensa de otra manera, entonces esta grieta puede también

reconocerse exteriormente. A la larga sólo subsiste el conjunto. Los frutos no son distintos

actos, sino -como en el árbol- el fruto en total, toda la vida.

También hoy día hay falsos profetas, que pretenden venir por encargo de Dios y

aparentar un verdadero cristianismo, y sin embargo son los enemigos del rebaño. En casos

particulares hay que ser prudentes en la manera de juzgar, pero una cosa siempre nos es

Page 82: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

posible: preguntar por los frutos, por toda la vida, que está formada por el amor activo, por

la fe no falseada, sobre todo por la humildad y la obediencia. Muchas cosas que parecen

«nuevas», resistirán brillantemente esta prueba; otras saldrán desaprobadas.

19 Todo árbol que no da fruto bueno, lo cortan y lo echan al fuego. 20 Así

pues, por sus frutos los conoceréis.

El juicio de la historia es el juicio de Dios. Esta frase, en cierto sentido, también vale aquí.

Muchas cosas que no perduran en el tiempo ni en la vida terrena, tampoco son salvadas

aquí sobre el foso del juicio. Ya están juzgadas aquí de tal forma que el definitivo juicio sólo

sea la confirmación. El árbol podrido y huero, que no produjo ningún fruto alimenticio, ya no

sirve para nada. El agricultor lo corta y lo quema. San Juan Bautista ya ha empleado la

metáfora y con ella ha descrito el juicio. Lo mismo hace Jesús: el árbol estéril es presentado

al juicio de Dios, y es aniquilado con su fuego.

Esto se dice aquí sobre todo de los falsos profetas. Pero también puede aplicarse a los

otros discípulos de Jesús. Lo que en todos los fragmentos precedentes ha sido inculcado

incesantemente, ahora obtiene su energía y perentoriedad ante el juicio: sólo puede resistir

al fuego del juicio toda la vida formada en la fe y el amor.

c) La confesión de fe y las obras (Mt/07/21-23).

21 No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos,

sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

No interesan las palabras, sino los hechos; Tampoco interesan las palabras de confesión

y de elogio. Señor, Kyrie, es la antiquísima invocación de Jesús, con la cual la fe en el

ensalzamiento encontró su vigorosa expresión. Pero a esta confesión verbal de Jesús como

Señor tiene que corresponder la confesión de los hechos. Y las obras no deben estar

dirigidas a otra cosa que a cumplir la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Aquí

tenemos la unidad de la antigua y de la nueva alianza: la voluntad de Dios -dada a conocer

en la antigua alianza y «cumplida» por Jesús-, la confesión de Jesús como «Señor». Jesús

no ha defendido doctrinas particulares; tampoco pueden hacerlo los maestros y profetas

cristianos. La voluntad de Dios es para todos el objetivo que indica la dirección. Estas

palabras podrían ser para los judíos un puente que los condujera a Cristo...

22 Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu

nombre, y en tu nombre arrojamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos

prodigios? 23 Pero entonces yo les diré abiertamente: Jamás os conocí; apartaos

de mí, ejecutores de maldad.

En aquel día, es decir, el día del juicio. Los que entonces comparecen ante Jesús saben

que él es el juez y que ha de dictar sentencia. Se vuelven a él y le llaman como antes en el

culto divino, diciendo: «¡Señor, Señor!» Entonces empiezan a enumerar no solamente sus

sermones y la doctrina que han proclamado, las cartas y libros que han escrito, sino sus

obras. Estas obras dan testimonio de una dotación especial de fuerzas sobrenaturales.

Jesús en su tiempo había provisto de ellas a los apóstoles: «Curad enfermos, resucitad

muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios» (Mt 10,8). Más tarde en el trabajo misional

Page 83: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

también han llevado a término las mismas acciones. También otros estaban provistos del

mismo don (dado por el Espíritu) de hablar y de hacer milagros. Ellos dicen: Hemos

vaticinado, es decir hemos hablado proféticamente en el Espíritu para edificación (Cf. 1 Cor

14); hemos arrojado demonios; hemos hecho milagros. Y todo eso lo hicimos en tu nombre,

es decir apelando al poder del «Señor» e invocando su nombre, como lo sabemos por las

curaciones de Pedro: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, anda» (Act 3,6). Eran obras

que han sido llevadas a cabo por la fe en Jesús y para el servicio de la Iglesia. Pero ellos

están solos y separados junto a la propia vida, porque no han cumplido la voluntad de Dios...

La sentencia del juez es de una severidad insólita: Jamás os conocí. El mensajero de

Jesús sólo debe ejercer la actividad del «Señor», debe ser el brazo y la mano del Señor

enaltecido. Siempre se alude a esto cuando los apóstoles dicen «en su nombre» o «en el

nombre de Jesús». Cristo tiene que estar en la vida personal de su mensajero, como lo está

en su cargo. Cristo ha «conocido» al que se ha identificado con él. Está en él y con él,

porque dirige sus pensamientos y le conduce en sus caminos. Es un conocimiento

amoroso, una mutua familiaridad, una actuación recíproca de uno en el otro. Pero si se abre

una hendidura a través de esta vida, no solamente no funciona por así decir uno de los dos

motores, sino que el otro es ineficaz. Las señales, por brillantes y prodigiosas que sean,

nunca pueden sustituir la falta de amor activo. Si falta el amor, los dones carismáticos

también se quedarán vacíos y hueros, sin fuerza ni fruto.

Los que ejercieron cargos pastorales no se identificaron plenamente con el «Señor» en

su vida terrena, sino que le sustrajeron alguna parcela de su personalidad. Les faltó la

garantía moral, las obras del amor. Dado que se separaron parcialmente de Jesús, él se

separa por completo de ellos: Apartaos de mí, ejecutores de maldad. Esta frase

procede del salmo (Sal 6,9). Aquí se convierte en veredicto judicial. La sentencia los separa

del «Señor» y por tanto de la vida. Cuando el Señor oculta su rostro, sólo queda la

muerte.

d) Las dos casas (Mt/07/24-27).

24 En fin, todo aquel que oye estas palabras mías y las pone en práctica, se

parecerá a un hombre sensato que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayó la

lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y dieron contra la casa

aquella; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre la roca. 26 y todo

aquel que oye estas palabras mías, pero no las pone en práctica, se parecerá a

un hombre necio que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayó la lluvia, se

precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y batieron contra la casa aquella;

se derrumbó, y su ruina fue completa.

Esta comparación tiene una fuerza inaudita. Con rasgos vigorosos Jesús delinea dos

imágenes: la casa, que un hombre sensato ha construido sobre la roca, y la casa de un

hombre insensato que tomó como fundamento la arena. Por un momento hemos de

representarnos el panorama y la manera de construir casas en Palestina. La casa está

construida de piedra, barro y madera, y tiene poca consistencia. De ordinario la lluvia viene

súbitamente y con violencia, se precipita sobre las rocas, ya que no puede ser recibida por

el suelo de bosques ni por húmedas praderas. La casa que tiene un fundamento de roca no

es arrastrada, las avenidas de las aguas fluyen rápidas por la izquierda y por la derecha,

pero no pueden ir socavando el fundamento. La otra casa de desmorona, porque con las

Page 84: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

avenidas de las aguas la arena se desprende y desde abajo hace que se derrumbe la casa.

A la tormenta le resulta un trabajo fácil derribarlo todo con estrépito.

Jesús emplea las dos imágenes para colocarlas delante de los oyentes como un espejo.

¿A quién queréis pareceros en la construcción de vuestra vivienda? En el juicio de los

demás el dueño de una de las casas es sensato y prudente, el otro es un insensato que

sufre perjuicios por su culpa. Exactamente igual sucede con mi doctrina: el que la escucha

y la observa, es un hombre sensato; el que solamente la escucha, pero no la observa, es

necio. Sólo hay estas dos posibilidades, y aun en ellas sólo hay una cosa que realmente

decide: la acción. «Llevad a la práctica la palabra, y no os limitéis a escucharla» (Sant 1,22).

Pero esta sensatez o necedad no es humana ni terrena, como en los dos hombres de la

comparación, porque aquí no se trata de que se tenga éxito en la vida presente, de que se

asegure la propia casa y se le dé un firme fundamento. El necio en la imagen aquí

presentada podría construirse una nueva casa y ser sensato la segunda vez a sus propias

expensas. ¿Puede decirse lo mismo del discípulo?

Jesús dice: Todo aquel que oye estas palabras mías y las guarda se parecerá a un

hombre sensato el día del juicio. Se describe la tempestad con colores tan vivos, que nos

hace recordar la enorme catástrofe que debe concluir la historia: cayó la lluvia, se

precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y batieron contra aquella casa. En la imagen

se presenta la tempestad del fin de los tiempos. Entonces se decide una sola vez y

definitivamente lo que se hará con la casa. Nadie puede empezar a construir por segunda

vez. Si la casa se derriba, queda en ruinas.

Todo el discurso se vigoriza con estas palabras. Sólo puedes edificar una casa, de una

o de otra manera. Las palabras de Jesús muestran dónde hay que poner el fundamento,

para poder sostenerse en el fragor proceloso del juicio. Pero esta audición y estos

conocimientos no bastan, si no edificas de hecho sobre la roca, es decir si pones por obra

estas palabras y estos conocimientos. Todo lo que antes se ha dicho, no sólo es

apremiante, porque Dios así lo quiere, porque ha sido revelado por Jesús, sino porque el

tiempo también insta a cada uno de nosotros. La vida sólo es una y no puede reiterarse. Al

final está el juicio, que no se puede evitar. En él sólo puede sostenerse aquel cuya vida

estuvo edificada con un solo objetivo: Dios, el reino de Dios y su justicia.

CONCLUSIÓN (Mt/07/28-29).

28 Cuando acabó Jesús estos discursos, la gente se quedaba atónita de su manera de

enseñar; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.

Ha terminado el primer gran discurso de Jesús. Es la síntesis más densa de su mensaje.

San Mateo lo ha puesto al principio como fundamento de su Evangelio. Todo lo que sigue

hay que considerarlo a la luz de este sermón.

Los oyentes se quedaban atónitos de su manera de enseñar. No es el espanto

causado por una sensación, no es que se contenga la respiración como ante un temerario

baile sobre la cuerda, no es el estremecimiento angustioso en el peligro o en la proximidad

de la muerte. Es el pánico de Dios, que penetra hasta la médula, es el estado de

consternación producido por la santidad y el poder sobrenatural. Así sucede, cuando se

toca el centro de la propia vida, cuando Dios conmueve las capas más profundas del alma.

Temblamos ante la información del otro mundo, ante la reivindicación que se dirige a

nuestro corazón. Este miedo es necesario y provechoso.

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Y las razones son estas: Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no

como sus escribas. La manera como se solía enseñar contrasta con ésta. Los escribas

son transmisores e intérpretes de la voluntad de Dios, incluso servidores autorizados y

oficiales de la fe. La técnica de su instrucción consiste en citar las opiniones de los doctos a

propósito de una frase de la Escritura, y en defender una de ellas. Únicamente la palabra

que se profiere en Espíritu y obra con eficacia es palabra de la Escritura, palabra de Dios.

Todo lo demás son aplicaciones, exégesis, y por tanto palabra humana. Pero aquí hay uno

que habla «como quien tiene autoridad». Jesús no cita a los rabinos ni a sus opiniones,

sino que, con independencia de ellas, él mismo dice lo que es voluntad de Dios. Como un

divino legislador incluso antepone su propia palabra a la palabra de la ley. «Pero yo os

digo...» Así sólo puede hablar quien provenga directamente de Dios, y de él haya recibido

una delegación inmediata. Su doctrina cumple «la ley y los profetas». Esta grandeza y

autoridad también la tiene para nosotros la palabra de Jesús. Tanto si la leemos, como si la

oímos, el mismo Jesús nos habla «como quien tiene autoridad»...

Lo que hace estremecer a la gente en lo más íntimo de su ser es algo más que la

autoridad. Este poder se exterioriza en el llamamiento personal: la exigencia que no se

puede rehuir, la urgencia que quiere transformar los corazones, la confirmación realizada

por el Espíritu y la eficacia, y aportada por esta exigencia. Aquí se pronuncia una palabra

única, una «nueva doctrina», pero una doctrina de vigor exigente. Ante esta palabra no se

puede permanecer desinteresado, ya que sólo hay dos caminos: cerrarse totalmente o

abrirse por completo; o permanecer cerrado en sí mismo o abrirse hacia Dios. Es decir

conversión, fe, nueva vida.

III. MILAGROS DE JESÚS (8,1-9,34).

A las palabras les siguen las obras. Jesús proclama el reino de Dios con su mensaje oral

y con sus hechos salvíficos. Ambos se corresponden y complementan mutuamente. San

Mateo ha reunido los siguientes pasajes desde este punto de vista. Los milagros alternan

con las controversias. Dentro de toda esta parte se destacan tres secciones (8,7; 8,18-9,13;

9,14-34).

1. PRIMER CICLO DE MILAGROS (8,7).

a) La curación de un leproso (Mt/08/01-04).

LEPROSO/CURACION MIGRO/LEPROSO El acontecimiento tiene lugar a la vista de la

gran multitud, ante la gente que acaba de oir el discurso de Jesús. Todos ellos deben

también presenciar en seguida la proclamación de Jesús puesta en obra.

1 Cuando bajó del monte, lo siguieron grandes multitudes. 2 En esto, un

leproso se le acerca y se postra delante de él, diciéndole: Señor, si quieres,

puedes dejarme limpio.

La lepra es un azote de la humanidad, que hasta hoy día aún no ha sido eliminado del

todo. Aquellas personas dignas de compasión tienen que ver en su larga enfermedad cómo

se atrofia un miembro tras otro hasta que ellas mismas se van extinguiendo. Además están

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desechados, han sido separados de la comunidad de Israel. Con la lepra llevan el pecado

en su cuerpo -según la enseñanza de los rabinos- y no pueden participar en el culto divino

y en la vida social. Desde lejos tienen que llamar la atención de la gente, nadie puede

tocarles o recibirles en su casa. Son impuros en el cuerpo y también lo son en el culto. Se

vuelve asimismo impuro todo lo que cogen. Viven en la cárcel de un tabú celosamente

vigilado. El leproso llama a Jesús con el nombre que denota dominio: «Señor». El mismo

que acaba de hablar como legislador soberano, ahora es inducido a la acción soberana. La

confianza es ilimitada: Si quieres, puedes dejarme limpio. El paciente cree en la virtud

de Jesús para triunfar incluso sobre la enfermedad. Sólo depende de su voluntad que obre

el milagro en él. Así el leproso se entrega por completo a la libertad del interlocutor, a la

libertad de Dios. Jesús antes ha enseñado a orar de esta forma (cf. 7,7-11).

3 Y extendiendo la mano, lo tocó, diciéndole: Quiero; queda limpio. E

inmediatamente quedó limpio de su lepra.

Jesús contesta con las mismas palabras: Quiero; queda limpio. Jesús confiesa así dos

cosas: él puede realmente hacer lo que se cree que está en su poder, y también quiere

hacerlo. Es la voluntad clemente y misericordiosa, que se vierte sobre aquel desgraciado,

no la voluntad arrogante para manifestar la propia grandeza. El ademán («y extendiendo la

mano, lo tocó») hace resaltar las palabras. Jesús no teme quedarse impuro o ser acusado

por los adversarios de infracción de la ley. Su acción de extender la mano es el ademán

soberano del vencedor. Al tocar al pobre enfermo lo devuelve a la comunidad.

4 Dícele Jesús: Cuidado con decírselo a nadie; eso sí: ve a presentarte el

sacerdote y a ofrecer el don que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio.

Jesús le ordena que no publique el milagro, sino que con sosiego y docilidad haga lo que

ordena la ley. El que aparentemente infringió la ley con libertad regia, ahora manda que se

observe exactamente. La presentación ante los sacerdotes debe demostrar la integridad de

su curación, el don debe expresar su gratitud a Dios, de quien proceden la curación y la

nueva vida. Al mismo tiempo el don ha de servir a la autoridad de testimonio de que no ha

sucedido nada ilegal. Jesús no se busca a sí mismo. Hace con sencillez el bien y es

agradecido a Dios.

Aquí también se prueba lo que se ha dicho en el sermón de la montaña acerca del

cumplimiento de la ley y los profetas: la ley no debe ser suprimida. La cumple también

Jesús; la cumple del modo más radical, a pesar de no ser ya necesaria cuando ha

desaparecido la enfermedad a que se refería la ley; cuando Dios ha restablecido la vida

íntegra y sana, cuyas formas decaídas debía regular la ley. La llegada del reino de Dios es

un acontecimiento. Y la mirada está dirigida a la plenitud del tiempo futuro, en que toda la

vida se da a todos, sin necesidad de ley.

(Págs. 1784)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 14

Page 87: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

b) El centurión pagano (Mt. 08/05-13).

Jesús obra el milagro precedente en un israelita, que no puede estar más próximo a un

gentil, lo cual es como un programa: la salvación de Dios debe llegar a Israel, pero también

a los paganos. Éstos también están incluidos en la misericordia y participan en los dones del

tiempo mesiánico. Al mismo tiempo se hace patente el orden que Dios ha establecido para el

camino de su salvación: primero los judíos, luego los gentiles. Porque «la salvación viene

de los judíos...» (Jn 4,22; cf. Rom 11, 11ss). En san Mateo el milagro mismo no se destaca

mucho. El peso principal descansa en el diálogo entre el centurión y Jesús. Primero se trata

de lo general y grande que tiene lugar aquí en la historia de la salvación, y sólo entonces se

trata del milagro y de la salvación que se revela en él.

5 Cuando entró en Cafarnaúm, se le acercó un centurión

suplicándole: 6 Señor, mi criado está en casa paralítico,

sufriendo terriblemente. 7 Dícele Jesús: Yo mismo iré a curarlo.

8 Le contestó el centurión: Señor, yo no soy digno de que

entres bajo mi techo; dilo solamente de palabra, y mi criado se curará.

Un oficial pagano de Herodes Antipas se acerca con franqueza a Jesús y le expone su

deseo. El centurión describe discretamente el lamentable estado de su criado, sin pedir por

el momento la intervención de Jesús. Jesús al instante entiende bien lo que desea, y le

dice: Yo mismo iré a curarlo. La misma discreción se manifiesta en la respuesta del

centurión: él podía creer que el judío quedaría impuro entrando en su casa, y reviste su

consideración con su humildad personal: «Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi

techo.» Pero cree que Jesús tiene poder para curar sin que comparezca personalmente.

Basta que diga una sola palabra imperativa para que la enfermedad sea vencida.

9 Porque también yo, aunque no soy más que un

subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes, y le digo a uno:

¡Ve!, y va; y a otro: ¡Ven!, y viene; y a mi criado: ¡Haz esto!, y lo hace.

El centurión se imagina a Jesús como un general en jefe, a quien tienen que obedecer

los poderes enemigos de las enfermedades; así como él está bajo obediencia y tiene que

ejecutar las órdenes de los superiores y así como él ejerce la facultad de mandar y sus

soldados obedecen a su palabra. En estas órdenes sólo se pronuncia una palabra o frase

que basta para expresar la voluntad del que manda, y para conseguir su ejecución. No es

preciso que el superior esté presente. También basta dar desde lejos la orden: ¡Ven! ¡Ve!

¡Haz esto! La disciplina y la eficiencia de la tropa se basa en esta obediencia. Jesús

también tiene que poder quebrantar el poder de la enfermedad con una sola palabra

imperiosa. El pagano se ha formado por su propia cuenta un gran concepto de Jesús.

10 Cuando Jesús lo oyó, quedó admirado y dijo a los que le

seguían: Os lo aseguro: En Israel, en nadie encontré una fe tan grande.

Jesús está maravillado de lo que ha dicho el centurión. Quedó admirado. Le impresiona

la sublimidad de sus palabras. Antes de contestarle dice a sus acompañantes, los

Page 88: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

hermanos en el judaísmo, una frase dura: En Israel, en nadie encontré tanta fe. Se

supone que Jesús ya ha actuado durante algún tiempo, y ha tenido algún éxito entre sus

compatriotas. Pero en ningún caso encontró lo que aquí atestigua el pagano: un grande y

digno concepto de Jesús y la ilimitada confianza que tiene en el poder del Salvador.

Jesús llama «fe» a las dos cosas juntas, es decir, al concepto del Señor y a la confianza del

centurión en él. Uno podría tener un concepto sublime de Jesús y creer que tiene poca

capacidad en situaciones particulares. Y otro puede tener en sus ruegos una impetuosidad

impertinente y ansiosa, sin poseer un concepto esclarecido de Jesús.

11 Os digo, pues que muchos vendrán de oriente y de

occidente a ponerse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en

el reino de los cielos; 12 en cambio, los hijos del reino serán

arrojados a la obscuridad, allá fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

En estas palabras ya se anuncia proféticamente que Israel no logra tener esta fe y por

eso será juzgado. La realización de la vida sobrenatural se presentó a los judíos

plásticamente con muchas imágenes. Una de estas imágenes es el banquete en

comunidad con los padres del pueblo de Dios: Abraham, Isaac y Jacob. Los israelitas eran

descendientes de Abraham, y por eso creían que en la consumación formarían parte de su

familia. El Bautista había destruido ya la confianza en la filiación corporal de Abraham:

«Poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abraham» (3,9). Jesús da un paso

adelante. Los verdaderos hijos de Abraham serán los que tengan una fe como la del

centurión pagano. «Vendrán de oriente y de occidente.»

Así lo han contemplado los profetas: la peregrinación de los pueblos paganos al final de

los tiempos. Están en camino y buscan la salvación de Dios. En ellos se cumplirá la máxima

promesa: la participación en el reino de Dios. ¿No están viajando muchos pueblos del

mundo en esta romería, impulsados por el anhelo de paz y salvación?

Los hijos del reino son los hijos de Israel según la carne. Propiamente son los

herederos nativos, los pretendientes seguros del reino de Dios. Y precisamente ellos no

serán admitidos a la comunidad de mesa con los padres del pueblo de Dios. La imagen que

Jesús emplea para la reprobación es horrible y espantosa. Así como son expulsados de la

sala los invitados groseros, así serán arrojados a las tinieblas sin límites, a las que no

llega ningún resplandor de la sala iluminada festivamente. Los que han sido arrojados

fuera, se reúnen en las tinieblas con lamentos quejumbrosos y con alaridos. Allí también

ruge la rabia impotente de que no puedan participar en la fiesta y en el banquete: el

rechinar de dientes.

13 Entonces dijo Jesús al centurión: Vete; que te suceda

conforme has creído. Y en aquella misma hora se curó el criado.

Una cosa se pone aquí de nuevo en claro: Nunca puede reclamarse un derecho a

salvarse por la tradición, por los méritos de los antepasados, por el mero hecho de

pertenecer a una familia, a una asociación, a un pueblo. Lo que decide es una fe tan

grande. Ella recibe con abundancia lo que pide y también aquello por lo cual nuestro valor,

con frecuencia escaso, ni siquiera se atreve a rogar.

c) Otras curaciones (Mt. 08/14-17).

Page 89: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, vio que la

suegra de éste yacía en cama con fiebre; 15 le tocó la mano,

y se le quitó la fiebre; ella se levantó, y le servía.

Pedro y su hermano Andrés vivían en Cafarnaúm, probablemente en la casita de los

suegros de Pedro (Cf. Mc 1,29 y Jn 1,44). Una fiebre muy violenta y grave, quizás una

enfermedad tropical, ha puesto en cama a la suegra. Jesús viene a visitarla, y la cura en

seguida, sin esfuerzo y como de paso. Le coge la mano y la virtud curativa fluye hacia ella y

le da la salud en un momento. Puede levantarse en seguida y servir al huésped sin

molestia. La vida irradia y huye de él...

Es un milagro descrito con gran discreción y comedimiento. Con todo, sopla, a través de

las pocas palabras que se emplean, una corriente de calor familiar. Pedro pertenece a

Jesús, y su casa le ofrece -quizás con frecuencia- un hogar acogedor y un ambiente de

descanso reparador. Jesús comparte esta vida sencilla y obsequia a un familiar de su

discípulo con sus dones caritativos.

16 Llegada la tarde, le presentaron muchos endemoniados;

y arrojó a los espíritus con la palabra, y curó a todos los que estaban enfermos...

Por primera vez el evangelista concluye las narraciones de milagro con un resumen en un

solo versículo, de una forma semejante a lo que se dijo en 4,23-25: son curados todos los

endemoniados y enfermos que le presentan. Esto sucedió por la tarde del mismo día en

que Jesús estuvo invitado en casa de Pedro. Nos podemos imaginar que delante de la casa

se congrega un gentío. Se trae a los pacientes de todas las casas del lugar. Basta una sola

palabra para despedir a los espíritus, la palabra imperativa, en que el centurión había

creído con una fe tan viva (8,8). Jesús no necesita hacer exorcismos ni prácticas molestas;

basta su sencilla palabra.

¿No es una gran fe ésta que empuja la gente hacia Jesús? ¿No se hace aquí patente lo

que Jesús echaba de menos en Israel? El evangelista guarda silencio sobre este punto,

pero este silencio probablemente quiere decir que aquella confianza acuciante en él no era

la fe que conduce a la salvación. Lo que atrae a la gente es el taumaturgo.

Pero Jesús no rehúsa curarlos; no apaga la mecha humeante ni quiebra la caña cascada

(cf. 12,20). Aquella ansia pueril y quizás egoísta también puede llegar a ser la semilla de

una fe adulta e iluminada. Tampoco no es lícito juzgar sobre este particular.

17 ... para que se cumpliera lo anunciado por el profeta

Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras flaquezas, y

cargó con nuestras enfermedades.

San Mateo todavía ve más: no sólo ve los milagros que se hacen en los hombres, sino el

misterio que irradia en los milagros, a saber, el misterio de la persona de Jesús. El profeta

Isaías había vaticinado del siervo de Dios, que tomaría sobre sí todas las enfermedades y

dolencias. Estaría dispuesto a padecer nuestro sufrimiento en sustitución nuestra. Jesús

acepta las enfermedades de los demás, nuestras dolencias como suyas propias. Las quita

por así decir de los demás y las carga sobre sí. Entonces las hace desaparecer. Jesús no

sólo tiene paciencia y conformidad, sino la virtud de transformar y redimir. Pone sobre sí los

Page 90: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

pecados de todos, así como todo el sufrimiento, y lo cambia en bendición mediante su

obediencia. Ya se anuncia el misterio de su muerte y de nuestra redención.

2. SEGUNDO CICLO DE MILAGROS (8,18-9,13).

a) El seguimiento (Mt. 08/18-22).

Este pasaje y el siguiente milagro en el lago (8,23-27) están estrechamente enlazados

entre sí. Primero se dan las normas para el adecuado seguimiento, luego el evangelista

muestra cómo estas normas prueban prácticamente su eficacia en los acontecimientos del lago.

18 Viendo Jesús la muchedumbre a su alrededor, dio orden

de pasar a la otra orilla. 19 y se le acercó un escriba para

decirle: Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas, 20 y

Jesús le contesta: Las zorras tienen madrigueras, y las aves

del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.

Cafarnaúm está en la ribera del lago. Un día Jesús divisa la gran multitud del pueblo que

le rodea, y da la orden de pasar en una barca a la orilla opuesta. De este modo se prepara

la descripción de la travesía (8,23-27), y la breve escena se intercala en este contexto.

Primero viene un escriba que pide ser admitido entre sus seguidores. Con profundo

respeto y con corrección le llama maestro. Sabe que es rabino itinerante con un grupo de

discípulos, en el que se puede aspirar a ser admitido. Más tarde, un discípulo, que conoce

mejor a Jesús, elige el noble tratamiento de «Señor» (8,21). Grande es la disposición de

aquel escriba: quiere seguir a Jesús a todas partes adonde vaya. Es mucho lo que está

dispuesto a hacer.

Jesús no contesta con una negativa ni con una aprobación; solamente muestra lo que

aguarda al que le quiera seguir. Porque llegar a ser discípulo de Jesús no solamente

significa como quien dice ir a su escuela para «aprender» algo. Sobre todo significa

compartir la vida propia de Jesús. El que le sigue, participa en la forma de vida del Mesías,

es empujado hacia esta forma. Esto es lo primero, como lo dice san Marcos en la elección

de los apóstoles: «Llama junto a sí a los que quería, y ellos acudieron a él. Constituyó a

doce, para que estuvieran con él...» (Mc 3,13s).

Los hombres tenemos un hogar, o por lo menos el anhelo de llegar a tenerlo. Nos es

natural buscar la seguridad en nuestra propia casa. Con todo empeño, en nuestros cambios

de domicilio y emigraciones, voluntarios o impuestos, buscamos siempre una morada fija.

Aspiramos a una residencia de la que ya nunca nos puedan echar. Incluso los animales

tienen un sitio fijo, donde habitan, y lo construyen siempre por un instinto congénito.

El caso de Jesús es distinto. Desde que se marchó de la casa de Nazaret ha renunciado

al acogimiento del hogar. Es un rasgo esencial de su nueva vida no morar en ninguna casa.

No sale de un lugar fijo para emprender distintos viajes, sino que vive la vida de un simple

viandante. No tiene dónde reclinar la cabeza. Esto no sólo forma parte de su vocación

como pregonero que quiere ir y predicar en todas partes. Forma parte de su renuncia, de la

vida del siervo que se entrega y que también se abstiene del calor del hogar de la casa.

A esto tendremos que estar dispuestos antes que nos decidamos. Y no llamarnos a

engaño, si Jesús nos coge la palabra...

Page 91: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

21 Otro, que era de sus discípulos, le dijo: Señor,

permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. 22 Pero

Jesús le contesta: Sígueme, y deja a los muertos que entierren a sus muertos.

Después del escriba viene un discípulo, y pide a Jesús que antes de unirse con él pueda

cumplir los deberes de piedad con su anciano padre. Enterrar al padre quiere decir que el

suplicante quería permanecer en casa hasta que su padre hubiese muerto, hubiera sido

sepultado, y quedado él libre de todas las obligaciones con su padre. Esta espera podría

también durar un prolongado período de tiempo. La respuesta de Jesús parece sumamente

rigurosa. El llamamiento: Sígueme se refiere a la acción inmediata, a que se junte con él

sin demora. Este seguimiento es mucho más importante y urgente que cualquier obligación

filial. Deja a los muertos que entierren a sus muertos. Jesús trae la vida y está de la

parte de la vida. En la interpretación de estas palabras se da una superposición de

significados: el entierro del padre difunto se refiere a la verdadera sepultura corporal. Pero

que el entierro debe ser efectuado por los muertos hay que entenderlo solamente en

sentido metafórico y espiritual. Los que espiritualmente están muertos y no han oído el

llamamiento a la vida y perseveran en el pecado, son también sepultureros de los demás.

Sólo pueden llevar al sepulcro al que está agonizando o ya ha fallecido.

¿No pasa aquí el Señor insensiblemente por alto la obligación que intima el cuarto

mandamiento? ¿No resulta esta omisión completamente incomprensible, siendo así que

Jesús en otro pasaje recalca esta obligación y reprueba la sofistería de los escribas? (cf.

15,1-9). El motivo para una reclamación tan incisiva tiene que ser muy grave. Es el tiempo

apremiante, es el plazo único determinado por Dios, que existe una vez y no se repite más;

la presión del reino (que está llegando), la cual impulsa a Jesús incesantemente. No hay

tiempo que perder. Esta premura del tiempo tanto tiene validez para el discípulo como para

el maestro, pero tiene validez solamente ahora en este filo, en el tiempo mesiánico. No

obstante la Iglesia conoce muchas almas generosas e inspiradas que se afectan tanto por

el llamamiento de Dios, que todo lo demás se retira y se sumerge alrededor de ellas, y

estas almas son consumidas por la llama que hirió su corazón. Estas almas las hay en

todos los tiempos.

b) La tempestad en el lago (Mt. 08/23-27).

23 Luego subió a la barca, y lo acompañaron sus discípulos.

24 y en esto se levantó en el mar una tempestad tan grande,

que las olas llegaban a cubrir la barca. Pero él estaba

dormido. 25 Se le acercaron y lo despertaron, diciendo:

¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!

Ahora Jesús sube a la barca y sus discípulos lo acompañaron. Jesús es el primero, el

que precede, los demás van detrás de él. Con el estilo del primer versículo se continúa el

tema del seguimiento, y se le hace llegar al acontecimiento del lago.

En medio del mar se levanta la gran tempestad, como con frecuencia se forma allí, en el

lago de Genesaret circundado de montañas, y pone en peligro las pequeñas barcas de

pesca, poco aptas para efectuar travesías. Las tormentas se encajonan en la hondonada,

agitan profundamente el mar y hacen casi imposible el gobierno de la embarcación. Los

pescadores experimentados advierten en seguida el peligro que los amenaza, mucho más

Page 92: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

cuando las olas ya saltan dentro de la barca. Jesús duerme en medio de la tormenta, en la

barca que es zarandeada de un lado a otro, entre las oleadas que pasan por encima. Jesús

está escondido en Dios, y no le afecta el riesgo de la vida.

En recelosa inquietud y angustia mortal los discípulos dan voces al Maestro: ¡Señor,

sálvanos, que nos hundimos! Es un llamamiento de desesperación, pero también de

confianza. La única salida que ven es el Señor, que está con ellos. Se dan por perdidos y

no encuentran ayuda en su experiencia ni en las propias fuerzas. Sólo Jesús podría

liberarles del peligro. La exclamación: Nos hundimos, además del significado literal, tiene

un sentido más espiritual: nos vamos a pique, perecemos, estamos en un trance mortal,

nuestra vida está al borde del abismo y está llegando a su fin, se ha perdido toda

esperanza. Vemos el peligro de muerte de tal forma que con el riesgo exterior al mismo

tiempo parece que vaya disminuyendo toda esperanza interna de la vida.

26 Pero él les dice: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de

poca fe? Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y

sobrevino una gran calma. 27 Los hombres quedaron

admirados y se preguntaban: ¿Qué clase de hombre es éste,

que hasta los vientos y la mar le obedecen?

Una vez despertado, Jesús pregunta sorprendido a los suyos: ¿Por qué tenéis miedo,

hombres de poca fe? La fe es todavía débil en aquel que teme. La fe disipa el temor,

porque llena de Dios a todo el hombre. La luz de la fe quita de todos los rincones la sombra

de la preocupación y de la angustia. Son «hombres de poca fe», es decir, la fe ya existe, de

lo contrario ya no hubiesen esperado que él los ayudara; pero todavía es escasa, de lo

contrario no hubiesen afirmado angustiosos que estaba perdidos.

En esta situación se encuentra a menudo el discípulo de Jesús. Cree, pero no

íntegramente, espera ayuda de arriba, pero no toda la ayuda; no se sabe todavía

enteramente a salvo en las manos sustentadoras del Padre, como Jesús ha enseñado (cf.

6,25-34).

Jesús refrena las fuerzas desencadenadas y reprime la furiosa tormenta y el mar agitado.

De repente el lago se queda muy tranquilo, el tumulto parece que se ha desvanecido como

un fantasma. La gente pregunta sorprendida. ¿Quienes son los que preguntan: los

discípulos, o los que están en la otra orilla, o en general los hombres? No es eso lo que

interesa, sino solamente la pregunta acerca del hombre misterioso: ¿Qué clase de

hombre es éste? Antes la gente se asombró del mensaje propuesto con autoridad (7,28),

ahora se asombra de su acción poderosa, del dominio de la tormenta y del mar. Le

obedecen los elementos igual que los demonios y las enfermedades.

¿No tiene que obedecerle también el hombre, si Jesús tiene tal poder? ¿No es realmente

Señor y maestro, como le llaman los discípulos? ¿No es también el Señor de mi vida?

El discípulo debe seguir al maestro incondicionalmente, y contar sólo con él. Deja el

recogimiento de su casa («no tiene dónde reclinar la cabeza») y de su familia («deja a los

muertos que entierren a sus muertos»). El seguimiento es una llamada para dejar los

compromisos terrenos y tomar un solo compromiso, a saber, el que se toma con el Señor.

Eso vino a ser el acontecimiento del lago. En él tuvo lugar un tercer desprendimiento: el

desprendimiento de la confianza en las propias facultades. En el lago se experimentó lo que

significa en último término el seguimiento de Jesús: él está en la barca y en el centro, él

sólo basta, puede suceder en torno lo que él quiera; está oculto en Dios; sólo él nos puede

Page 93: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

liberar.

Vivir de estas verdades es la incumbencia de la fe, que desde los comienzos raquíticos

debe llegar a la confianza ilimitada, desde la fe escasa hasta la plenitud de la fe. Esta

escena puede estar con frecuencia ante nuestros ojos, aunque todas las apariencias sean

de signo contrario. Sin embargo, Jesús está en la barca...

c) La expulsión de demonios (Mt. 08/28-34).

28 Cuando llegó a la otra orilla, a la región de los

gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados, que

salían de los sepulcros, y eran tan furiosos, que nadie podía

pasar por aquel camino. 29 y se pusieron a gritar: ¿Qué tienes

tú que ver con nosotros, Hijo de Dios? ¿Viniste antes de

tiempo para atormentarnos?

La orilla opuesta, por tanto la oriental, del mar de Galilea es el límite del territorio mixto

medio pagano de las diez ciudades: la Decápolis. Gádara es una de estas ciudades, que se

habían mancomunado en una alianza. Subiendo desde el lago se atraviesa un terreno

montañoso escarpado, a través del cual trepan angostos senderos. Por doquiera se

encuentran cavidades que se han formado en la piedra caliza, ofrecen asilo a los

vagabundos o caminantes, y, en este caso, cobijan a dos endemoniados. Viven separados

de los habitantes de la ciudad, quizás han sido expulsados. Han tomado posesión de ellos

demonios muy desenfrenados y numerosos. La historia es algo tosca y confusa para

nuestra mentalidad. Hemos de contar con la influencia de expresivos medios narrativos

populares. San Mateo narra la historia de una forma muy concisa; a él le interesa sobre

todo el poder de Jesús sobre los demonios.

Los dos endemoniados salen al encuentro de Jesús y se ponen a gritar: ¿Qué tienes tu

que ver con nosotros, Hijo de Dios? Conocen en seguida la radical enemistad, incluso la

especial dignidad de Jesús. Lo que permanece oculto a los hombres, está patente a la

perspicaz inteligencia del antagonista. No tenemos nada que ver contigo, déjanos

tranquilos. ¿Viniste antes de tiempo para atormentarnos? Parece que sepan que se

les ha señalado un plazo. Terminará su caza furtiva en la creación de Dios sin el menor

estorbo. No está lejana la hora en que se ha de quebrantar el imperio del demonio. Desde

la controversia en el desierto (4,1) la cercanía de esta hora hubo de quedar clara para el

reino de Satán.

30 A cierta distancia de ellos, había una gran piara de

cerdos paciendo. 31 Y los demonios le suplicaban: Si nos vas

a echar, mándanos a esa piara de cerdos. 32 Y él les dijo:

Pues id. Ellos salieron de allí y se fueron a los cerdos. Y de

pronto toda la piara se arrojó con gran ímpetu al mar por un

precipicio, y perecieron en las aguas.

Con astucia propia de un abogado piden los demonios un plazo. Si ya vas a acabar con

nosotros, ¿por qué nos atormentas antes de que llegue el fin? Déjanos ir por lo menos a

estos cerdos, para que nos podamos sosegar algo. Si hablamos con toda seriedad, esta

petición de los demonios parece grotesca, y es todavía más sorprendente que Jesús

Page 94: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

acepte esta proposición.

Casi se podría concebir este lance como un matiz de gran humor y soberana libertad que

también puede permitirse una «excepción».

33 Los porqueros salieron huyendo y se fueron a la ciudad a

llevar la noticia de todo lo ocurrido con los endemoniados. 34

Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús, y,

cuando lo vieron, le suplicaron que se retirara de aquellos territorios.

Los habitantes de la ciudad se enteran horrorizados de lo que ha sucedido, y piden a

Jesús que se vaya de su territorio. Lo acontecido, en su totalidad, les causa inquietud;

quizás temen más perjuicios del que ya se ha causado por la pérdida de toda la piara de

cerdos. Pero esto también significa que Jesús allí no puede conseguir nada. Como en su

ciudad paterna, también de allí se le destierra. No se quiere saber nada de él. Sin embargo,

todavía no ha llegado «el tiempo» de los gentiles. Primero Jesús tiene que actuar en Israel,

porque «ha sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (15,24). A pesar de la

índole fantástica de toda la historia, se sabe que la luz ya ha resplandecido durante un

breve tiempo para los paganos, como un anuncio del día que se acerca. Pero todavía hay

tinieblas.

(Págs. 185-199)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 15

d) La curación de un paralítico (Mt/09/01-08).

1 Subiendo a una barca, pasó al otro lado del mar y llegó a su propia ciudad. 2

Entonces le presentaban un paralítico tendido en una camilla. Cuando Jesús vio

la fe que tenían, dijo al paralítico: ¡Animo, hijo! Perdonados te son tus pecados.

El suceso también tiene lugar «al otro lado», es decir, esta vez en la ribera occidental del

lago, en su ciudad, en Cafarnaúm (cf. 4,13), después de una nueva travesía. A Jesús le es

presentado un paralítico, y ya en ésta presentación se denota la fe de los que lo llevaban.

La novedad de este milagro está en lo primero que Jesús hace. Hasta ahora sólo hemos

visto que Jesús curaba a los hombres de diversas enfermedades. Pero aquí Jesús dice

inmediatamente: Perdonados te son tus pecados. Estas palabras no se han de

interpretar como si Jesús hubiese aceptado una conexión inmediata entre la enfermedad y

un pecado. En otro pasaje Jesús rechaza expresamente que cualquier enfermedad sea el

resultado de un pecado personal (Cf.Jn 9, 1-41). Con todo, el paralítico padece dos

enfermedades: la enfermedad de su cuerpo postrado y la enfermedad del pecado, que le

corrompe interiormente. La enfermedad del pecado es la más grave, porque ningún médico

humano puede enfrentarse con ella, sino sólo Dios.

3 Entonces algunos escribas se dijeron para sí: ¡Pero si este está blasfemando!

4 Y penetrando Jesús sus pensamientos dijo: ¿Por qué estáis pensando mal en

Page 95: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

vuestro corazón? 5 ¿Pues qué es más fácil, decir: Perdonados te son tus

pecados o decir: Levántate y anda? 6 Pues para que sepáis que el Hijo del

hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados -entonces dice al

paralítico-: Levántate toma tu camilla y vete a tu casa.

Los escribas, razonando lógicamente, creen que aquí se ha proferido una blasfemia

contra Dios. ¿Quién podía pretender perdonar pecados, siendo así que este perdón sólo

compete a Dios? El pecado se dirige únicamente contra Dios, con el descuido

inconsiderado o con la infracción consciente de su mandamiento. Dios es el único

competente. Pero aquí no habla un hombre cualquiera, como Jesús se lo demuestra con

una aguda conclusión: Sabéis que es más difícil perdonar pecados que curar el cuerpo. El

que puede hacer lo más difícil ¿no podrá también hacer lo más fácil? A la inversa: Cuando

véis con vuestros propios ojos que puedo quitar enfermedades externas ¿no tenéis una

prueba de que también puedo curar la enfermedad interna? Si es que no tenéis buena

voluntad ¿no queréis doblegaros ante las razones de la inteligencia?

El poder del Hijo del hombre se demostró en su enseñanza y fue experimentado con

admiración por la gente (7,28). Este poder aquí se expresa en la facultad de borrar el

pecado. En la tierra es decir: ahora y aquí, en este tiempo mesiánico. Con estas palabras

se indica que también se perdona en el cielo ante Dios, lo que se perdona aquí en la tierra.

El Hijo del hombre transmitirá más tarde a sus apóstoles (Cf.16, 18; 18, 17.) lo que aquí

hace con el poder de Dios. Aquí llega el reino de Dios, la vida sana gobierna a todo el

hombre en cuerpo y alma.

7 Éste se levantó y se fue a su casa. 8 Al ver esto las multitudes quedaron

sobrecogidas de temor y glorificaron a Dios por haber dado tal poder a los hombres.

Después que el enfermo ya había sanado en su interior, parece una consecuencia

natural de la narración que el enfermo se levante y se vaya a casa. La historia, pues,

termina de una manera poco llamativa. Para la gente lo principal no es la prodigiosa

curación, sino el hecho de que Dios haya dado tal poder a los hombres. Aquí se recalca

lo que Dios hace.

¡Cuán grande tiene que ser Dios con esta libertad de no guardar celosamente un tesoro,

sino de transferir poderes a los hombres! Ahora ha sido el mismo Hijo del hombre, lo cual

no se hace resaltar; más tarde serán solamente hombres, quienes puedan perdonar

pecados en el nombre de Dios.

Este milagro sucede siempre que se nos condonan los pecados. ¿Pensamos en que Dios

entrega algo peculiar suyo y transfiere a un hombre su propio poder? ¿Pensamos en que el

perdón de los pecados siempre es una gracia libremente concedida?

e) Jesús y los publicanos (Mt/09/09-13).

Esta sección refiere en primer lugar la vocación del apóstol san Mateo (9,9), luego una

breve disputa con los fariseos (9,10-12). Al final se habla de la misión de Jesús a los

pecadores (9,13), y así se concluye toda la sección que empieza en 9,1.

9 Cuando Jesús pasó de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en su

despacho de cobrador de impuestos, y le dice: Sígueme. Y él se levantó y lo siguió.

Page 96: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Antes se informó detenidamente de la vocación de los cuatro primeros apóstoles. Los

sinópticos sólo cuentan las especiales circunstancias en que fue nombrado otro apóstol. Es

«Leví, hijo de Alfeo», como le llama san Marcos (Mc 2,14). En el primer Evangelio se da a

este apóstol el nombre de Mateo, que según la antigua tradición es quien escribió este

Evangelio. Es un recaudador de impuestos, pertenece a una clase social despreciada,

incluso odiada. Los judíos consideran impuros a sus miembros, porque se contaminaban

con transacciones monetarias, y se lucraban a expensas del pueblo. Jesús llama a un

hombre de esta clase social. De nuevo se ve la predilección de Dios por los humildes, por

los despreciados de la sociedad. A los sencillos pescadores ahora se agrega uno a quien

se niega el saludo. También es galileo como los demás. Jesús se rodea de una «sociedad

selecta». ¿Nos escandalizamos de este proceder de Jesús?

El publicano oye la llamada, se levanta al instante y se une a Jesús. Ha conocido la hora.

Su conducta corresponde a las normas que Jesús había establecido poco antes para la

verdadera vocación (8,19-22). El llamado no formula ninguna objeción, no pide una demora,

sino que procede resueltamente y se entrega sin reservas. Otro recaudador de impuestos,

del que nos habla san Lucas -por nombre Zaqueo- muestra una vez más que a Jesús le

entienden estas personas (Lc 19,0).

Las dos frases evocan una escena maravillosa de vocación decidida. Así debe

escucharse la llamada del Señor. Dejar decididamente la «vieja» forma de vida, para iniciar

la empresa de salvación, es decir, para seguir a Jesús.

10 Y sucedió que, mientras estaba Jesús a la mesa en casa de éste, muchos

publicanos y pecadores vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos.

Mateo, recientemente llamado, invita a comer en su casa a Jesús y a sus seguidores, y

los obsequia. Esta comida atrae a otros compañeros y a toda clase de gente de mala ralea,

que se siente tan despreciada como ellos. Todos entran en la casa y toman parte en la

comida. Los que durante su vida permanecieron en la sombra y fueron mantenidos a

distancia con altanería, ahora se atreven a acercarse, movidos por la admiración y por una

tímida esperanza. Se celebra un gran banquete de ruínes publicanos y tal vez disolutas

rameras. Jesús con sus discípulos está en medio de ellos; no se avergüenza de esta

sociedad equívoca. Menos aún teme quedar impuro según la ley. ¡Qué escena!

11 Los fariseos, al verlo, decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro Maestro

come con publicanos y pecadores? 12 Cuando él lo oyó, dijo: No necesitan

médico los sanos, sino los enfermos.

Los fariseos se acercan a los discípulos para tantearlos o hacerlos vacilar. ¿Por qué

vuestro Maestro come con publicanos y pecadores? Para ellos lo que está pasando

es escandaloso y condenable. Nunca puede ser ésta la voluntad de Dios, ni puede estar de

acuerdo con la ley. ¿Qué impresión puede causar la doctrina de este maestro, que se

permite dar tal escándalo?

Al punto interviene Jesús, sin esperar a que le pregunten. Su justificación es un

proverbio, prudente e irrefutable por su claridad: No necesitan médico los sanos, sino

los enfermos. No dice que los fariseos sean del número de los sanos, todo va en contra

de esta posibilidad. Sólo se debe hacer resaltar que él ha sido enviado a los enfermos.

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Jesús está allí como un médico para visitarlos, para recibirlos y curarlos. Y los más

enfermos de todos son precisamente estos pobres seres humanos a quienes nadie tiende

la mano ni los saca del lodazal. Aquí es donde debe estar Jesús, ésta es su vocación.

13 Id, pues, y aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio;

porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Este versículo sigue cimentando la justificación de Jesús. Sólo san Mateo cita en este

pasaje las palabras del profeta Oseas. El evangelista quiere decir que cuanto hace Jesús

no es una intrusión arbitraria en las disposiciones de Dios. No sólo se funda en su propia

manera de ver, sino en el mismo Dios. Así lo demuestra la Escritura. Por medio del profeta

dijo Dios que, ante todo, exigía a los hombres no sacrificios, sino la misericordia humana.

La verdadera adoración de Dios tiene que mostrarse en la misericordia compasiva, en la

solicitud por los débiles y postrados, en la bondad y el amor.

La frase final: Porque no he venido..., dice una vez más que Jesús no procede así por

propia iniciativa. Este «venir» tiene siempre un valor absoluto y es la expresión más concisa

de su vocación. Indica un movimiento desde un punto de partida, del cual Jesús procede y

ahora, en este momento, viene a este nuestro mundo. Esta expresión no significa sólo:

«Estoy presente». Tras su llegada está la misión recibida de Dios, y con la misión el poder

de Dios.

(No) a llamar a los justos, sino a los pecadores. Con la palabra justos no hay que

entender a los que se tienen erróneamente por justos. Jesús admite la distinción judía entre

justos y pecadores. La justicia no carece por completo de valor, ni es falsa, pero es

insuficiente (cf. 5,20), entre otras cosas, porque los justos tienden a separarse de los

«pecadores» vulgares y los abandonan a su destino. La narración del fariseo y del

publicano ilustra aquí convenientemente la frase (Lc 18,9-14).

Los hombres deben proceder como Dios piensa. Ante todo, los modelos de piedad

farisaica tienen que aprender como escolares el abecé del pensamiento de Dios:

misericordia quiero y no sacrificio. Estamos redimidos por misericordia. Dios también quiere

seguir redimiendo mediante nuestra misericordia.

3. TERCER CICLO DE MILAGROS (9,14-34).

Esta última sección de su conjunto empieza con una controversia sobre la cuestión del

ayuno. Jesús proclama el tiempo actual como tiempo de bodas y de alegría mesiánicas

(9,14-17). En correspondencia con este tiempo la vida de Dios penetra en los enfermos: la

hija de Jairo y una mujer son curadas (9,18-26), se da la luz de los ojos a dos ciegos

(9,27-31) y se expulsa a un espíritu mudo (9,32-34).

a) El ayuno y el tiempo mesiánico (Mt/09/14-17).

14 Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: ¿Por qué tus

discípulos no ayunan cuando nosotros y los fariseos estamos ayunando?

Esta vez se plantea la cuestión de los discípulos de Juan, que según el ejemplo de su

maestro llevaban una vida severa de penitencia. Como la secta de Qumran, junto al mar

Muerto, los discípulos de Juan también procuraban cumplir radicalmente la voluntad de

Page 98: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Dios. También ellos se parecían a los fariseos en que además de lo mandado con carácter

general, se imponían obras no prescritas. Si Jesús igual que ellos enseña una perfección

superior a la que está prescrita con carácter general, ¿por qué no guarda con el grupo de

sus seguidores un ayuno más severo? No había motivos para tildar a Jesús de

incumplimiento de sus obligaciones religiosas, pero subsistía en ellos la duda de si hacía

realmente lo que enseñaba.

15a Jesús les respondió: ¿Acaso van a estar afligidos los invitados a bodas

mientras el esposo está con ellos?

La respuesta de Jesús de nuevo es desconcertante. No parece que penetre en el núcleo

de la cuestión. Todo el sermón de la montaña ya muestra que Jesús tiene en su manera de

pensar una orientación totalmente distinta (Cf. lo que allí se ha dicho sobre el ayuno: 6,16

18 y los comentarios sobre 5, 17-20). Aquí Jesús da una respuesta mucho más general: el

sentido interno del ayuno es la aflicción, pero ahora es tiempo de alegría. En la

comparación se dice que cuando el esposo invita a sus amigos a bodas, no vienen para

celebrar un funeral. Ahora el novio está presente, y se rodea de invitados para celebrar con

alegría la fiesta. El ayuno no tendría ningún sentido, estaría en contradicción con esta hora

única. Ahora es tiempo de júbilo y de felicidad.

15b Tiempo llegará en que les sea arrebatado el esposo, y entonces ayunarán.

Este estado de dicha no continuará siempre, porque el esposo solamente está presente

por un tiempo determinado, hasta que les sea arrebatado. El verbo «arrebatar» es duro e

indica la separación violenta, el corte doloroso. Bajo el velo de la imagen, pero en forma

clara para la mentalidad creyente, Jesús habla aquí por primera vez de su doloroso fin. En

el Evangelio de san Juan dice el Señor: «Os conviene que yo me vaya. Pues si no me

fuera, no vendría a vosotros el Paráclito» (Jn 16,7). La presencia de Jesús nos es dada en

la eucaristía y en el Espíritu: «Porque donde están dos o tres congregados por razón de mi

nombre, allí estoy yo entre ellos» (18,20). No obstante sigue siendo doloroso que Jesús no

esté corporalmente con nosotros, sino que se haya ocultado hasta las bodas del Cordero

(cf. Ap 21,9ss).

En el tiempo entre la desaparición y la parusía el ayuno ha adquirido un nuevo

significado: no es solamente la obra de la penitencia, sino la expresión del dolor por

haberse separado del esposo celestial y por la privación de su proximidad corpórea.

16 En un vestido/viejo, nadie echa un remiendo de paño sin encoger; porque

este añadido tiraría del vestido y el desgarrón se haría mayor. 17 Ni se echa

vino-nuevo en odres viejos; porque, si no, reventarían los odres, y el vino se

derramaría y los odres se echarían a perder. El vino nuevo se echa en odres

nuevos, y así ambos se conservan.

Jesús añade a su respuesta dos cortas comparaciones, las dos son gráficas y populares.

Dan testimonio de sentido práctico y de hábil prudencia. A ninguna circunspecta madre de

familia se le ocurre remendar su vestido gastado con un pedazo de tejido nuevo y

resistente. De lo contrario se experimenta que este pedazo que se ha intercalado, todavía

Page 99: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

causa más perjuicios al desgarrar el tejido viejo por todas partes. El agujero se hace

todavía mucho mayor que antes, el vestido es enteramente inservible.

Lo mismo dice la segunda imagen. El vinicultor se guardará de echar vino nuevo

espumante y generoso en odres quebradizos. No resisten la fuerza del vino, se hienden, y

los dos, el vino y los odres se echan a perder. Al vino nuevo le corresponden odres nuevos.

Las dos imágenes contraponen lo viejo y lo nuevo. Ahora es el tiempo nuevo, el tiempo

del Mesías. Es generoso como el vino reciente, y resistente como el paño sin encoger.

Tiene su ley propia, la ley de la alegría y de la plenitud rebosante. Al tiempo del Mesías no

se le acomodan las antiguas formas, las producirá nuevas. Son dos comparaciones que

dan testimonio de inquebrantable confianza en la victoria y de luminosa esperanza.

¿No contradice esta oposición entre lo viejo y lo nuevo a otras palabras que hacen

resaltar la coherencia de lo antiguo con lo nuevo? Las dos cosas han de tener validez,

pero con un sentido distinto. La revelación de Jesús continúa gradualmente la revelación

del Antiguo Testamento y la cumple (5,17). Pero el cumplimiento en sí es nuevo,

incomparable e irrepetible. El tiempo de la actividad mesiánica tiene su propia plenitud y su

fuerza efectiva, como nunca antes la hubo ni la habrá hasta el fin del mundo. Con

referencia a esta época se ha dicho: «Dichosos los ojos que ven lo que estáis viendo» (Lc

10,23). La historia nos ofrece ejemplos de quienes pretendieron aplicar a su propia

actividad aquellas valientes palabras de Jesús. Pero esto equivale a abusar de ellas.

Propio de nuestro comedimiento es saber respetar en su unicidad el tiempo del Mesías.

b) Resurrección de una niña y curación de una hemorroisa (Mt/09/18-26).

Las narraciones de dos milagros aquí están intercaladas una en otra según la pauta de

san Marcos. La curación disimulada de la mujer acontece en medio de la aglomeración que

se había formado por el fallecimiento de la hija del dignatario. Para muchos pormenores se

tiene que consultar el relato de san Marcos (/Mc/05/21-43); aquí se limita Mateo a unos

pocos rasgos principales.

18 Mientras les estaba diciendo estas cosas, se le acerca un dignatario, se

postra ante él y le dice: Mi hija acaba de morir; pero ven, pon tu mano sobre ella,

y vivirá. 19 Jesús se levantó, y lo iba siguiendo, acompañado de sus discípulos.

Antes hemos oído hablar de un centurión pagano, de un soldado, aquí se nos habla de

un judío, dignatario de la sinagoga que desempeña en el lugar el supremo cargo religioso y

era responsable del culto divino y del cuidado de la casa de Dios. Su hija acaba de fallecer.

El dolor lacerante le conduce a Jesús, a quien ruega confiadamente que la haga revivir.

Será suficiente que le imponga sus manos milagrosas. El Señor inmediatamente está

dispuesto a seguir al dignatario y se pone en camino con los discípulos. En vista de esta fe

no parece que todo se haya perdido en Israel.

20 y entretanto, una mujer, hemorroisa desde hacía doce años, acercándose

por detrás, le tocó el borde del manto; 21 pues decía para sí: Sólo con tocar su

manto quedaré curada. 22 Jesús se volvió y, mirándola, le dijo: ¡Animo, hija! Tu

fe te ha salvado. Y quedó curada la mujer desde aquel momento.

En medio de la aglomeración una mujer desgraciada consigue tocar por atrás el manto de

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Jesús. Grande es su fe, aunque se manifieste en una acción casi mágica. Pero también es

aceptada por Jesús esta fe, esta confianza silenciosa, sencilla, que puede exteriorizarse

con un simple gesto. Sin embargo, en contraste con san Marcos, san Mateo muestra

claramente que la curación es obra de la palabra de Jesús, de su voluntad y de su palabra

imperante. No es la efusión mágica de la virtud curativa en el cuerpo enfermo. De este

modo san Mateo da una interpretación más espiritual al texto popular e ingenuo de san

Marcos. San Mateo previene el error de que Jesús sólo pudiera ser considerado como

taumaturgo dotado de poderes sobrenaturales.

Es importante hacerlo constar ya en los Evangelios. En cierto modo hay una virtud

reguladora entre los escritores sagrados, y la plena verdad solamente sale a luz en la visión

de conjunto de todos los informes.

Jesús hace resaltar que a la mujer la ha curado su fe. La fe siempre continúa siendo la

condición y el fundamento de la acción salvífica de Dios en el hombre. La fe puede

revestirse de distintas formas, ya sean primitivas sin desarrollar, ya sean refinadamente

espirituales. Siempre está en camino y en proceso de evolución, «partiendo de fe hasta

consumarse en fe» (Rom 1,17); es decir, desde la fe existente y arraigada hasta la fe

conocida cada vez más profundamente y vivida de forma más radical.

23 Cuando Jesús llegó a la casa del dignatario y vio a los flautistas y a la gente

alborotando, 24 dijo: Retiraos; que la niña no ha muerto, sino que está

durmiendo. Y se burlaban de él. 25 Cuando echaron a la gente, entró él, la tomó

de la mano, y la niña se levantó, 26 y la noticia del hecho se difundió por toda

aquella comarca.

Jesús ha llegado a la casa y nota -evidentemente a disgusto- el ruido de las plañideras,

de los flautistas y de una muchedumbre que según la costumbre oriental lloran por la

muerte en voz alta y gritando. Este ruido desenfrenado contradice por completo la índole

sencilla de Jesús y de su ayuda. El Señor invita a la multitud a que salga de la casa, lo cual

evidentemente no lo hace sin la asistencia de otros («cuando echaron a la gente»). La

multitud se burla de él, sobre todo por la razón que da: toda la ostentación ruidosa no viene

al caso, porque la niña sólo está durmiendo. ¿Dice eso Jesús para tener un motivo

incidental con que suprimir el ruido? Esta solución difícilmente se acomodaría a Jesús. El

Señor parece opinar que para él y para el poder de Dios esta muerte no significa más que

un sueño ligero. Así lo dice también hablando de Lázaro: «Nuestro amigo Lázaro está

dormido; pero voy a despertarlo» (Jn 11,11). La muerte para Dios no es un poder

insuperable. Es delgada la pared que separa la muerte de la vida. Eso la gente no lo

entiende, y se burlan neciamente de él.

Las cosas tienen un aspecto muy distinto ante la mirada de Dios y ante la experiencia del

hombre. Sólo si nos ejercitamos en ver con la mirada de Dios, nos formamos el verdadero

concepto. Entonces la muerte también pierde su carácter horripilante.

c) Curación de dos ciegos (Mt/09/27-31).

27 Al irse Jesús de allí, le siguieron dos ciegos gritando: ¡Hijo de David, ten

compasión de nosotros! 28 Cuando llegó a la casa, se le acercaron los ciegos, y

Jesús les dice: ¿Creéis que yo puedo hacer esto? Ellos le responden: Sí, Señor.

29 Entonces les tocó los ojos diciendo: Hágase en vosotros conforme a vuestra

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fe. 30 Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: ¡Cuidado que

nadie lo sepa. 3I Pero ellos, apenas salieron, lo divulgaron por toda aquella comarca.

Jesús ha curado en Gádara a dos endemoniados, ahora cura a

dos ciegos. Cuando cuenten el milagro, sus declaraciones se apoyarán mutuamente.

Según la regla del Antiguo Testamento solamente se considera verdadero y demostrado lo

que está certificado por dos testigos (De 19,15; cf. Mt 18,16. Se narra otra curación de dos

ciegos -en Marcos sólo se narra la de Bartimeo- en 20, 29-34 = Mc 10 46-52).

La fe de los dos ciegos se denota en su ruego: Ten compasión de nosotros. En su

petición no dicen explícitamente que querrían lograr la facultad de ver. Lo que suplican es

la misericordia. Si Jesús se vuelve misericordiosamente hacia ellos, entonces también

serán liberados de su sufrimiento. Según su fe lo primero y decisivo es que Jesús se vuelva

propicio a ellos.

El título de hijo de David ya fue usado en la primera línea del libro: «Genealogía de

Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (1,1). Precisamente dos ciegos conocen lo que

permanece oculto a la masa del pueblo dotado de vista. No han presenciado el milagro, no

pueden convencerse de su realidad con los propios ojos, como todos los demás. Pero la luz

interior de la fe ha centelleado en su alma, y con esta luz han reconocido a Jesús como lo

que en realidad es: hijo de David, es decir en este caso el Mesías. El ángel también llama a

José «hijo de David» (1,20), pero ésta es una expresión genealógica. Se suplica la

misericordia de aquel, cuyo titulo de «hijo de David» designa su dignidad como Mesías.

Más tarde Jesús dirá: «¡Bienaventurados los que no vieron y creyeron!» (Jn 20,29)...

Jesús examina, como si fuera un catequista, si la fe de los dos ciegos está debidamente

orientada, y les pregunta si creen que él tiene poder para obrar el milagro. Así lo afirman los

dos sin reserva. Entonces los cura. Al final el Señor les da la orden severa de no contar lo

ocurrido a nadie. Lo que sucedió con ellos, debe permanecer solamente entre ellos y Dios.

Pero ninguno de los dos hace caso de la advertencia del Señor, sino que en todas partes

hablan del que les curó.

Este contraste es extraño. Ninguno de los dos obedece a Jesús, sino que hacen lo

contrario. En muchos pasajes de los sinópticos, especialmente en san Marcos,

encontramos tales preceptos de guardar silencio, dados por Jesús. En parte se dirigen

a los que han sido curados, en parte a los discípulos. En san Marcos tienen por finalidad

ocultar a la gran multitud la verdadera dignidad mesiánica de Jesús. San Mateo no tiene

esta intención, y por eso los ciegos aquí llaman a Jesús hijo de David, sin que les sea

vedado. El primer evangelista quiere sobre todo decir que Jesús no se ha convertido en el

taumaturgo sensacional, sino que ha hecho lo posible para que su misión sea entendida.

Sólo a Dios se le debe el honor.

d) Curación de un mudo (Mt/09/32-34).

32 Mientras éstos salían, le presentaron un mudo endemoniado. 33 Y una vez

arrojado el demonio, habló el mudo. Y la gente quedó admirada y decía: Jamás

en Israel se vio cosa semejante. 34 Pero los fariseos decían: Es por arte del

príncipe de los demonios por el que éste arroja los demonios.

Inmediatamente sigue una segunda curación. Se trae a Jesús un

endemoniado, que además es mudo. Después del milagro se manifiestan dos opiniones. La

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gente dice que nunca se ha visto cosa semejante en Israel, es decir, no solamente en el

país de Palestina, sino también en el tiempo pasado del pueblo. Entonces habían ocurrido

muchas cosas maravillosas. Dios se había revelado muchas veces mediante señales y

pruebas de poder. También obraron milagros los profetas Elías y Eliseo. Ahora la gente

también atestigua que «aquí hay uno más grande que el templo» (cf. 12,6) y «más que los

profetas» (cf. 16,14-16).

Los fariseos no piensan así. Se atreven a proferir el terrible reproche de que Jesús hace

sus milagros con la ayuda de poderes diabólicos. Jesús está aliado con el príncipe del reino

demoníaco, y de él recibe su fuerza. Aquí se hace patente el abismo que ya se abre entre

Jesús y sus adversarios. Ya no se trata de una controversia sobre un pasaje de la Escritura

o sobre una costumbre religiosa, sino de una oposición irreconciliable. Dios y Satán se

enfrentaron en el duelo del desierto (4,1). Los fariseos muestran en su acusación que están

de parte del espíritu maligno (Más tarde se formula una vez más la acusación, y Jesús

contesta a ella por extenso: 12, 22-37).

La narración de los milagros de Jesús termina con una disonancia estridente. El doble

juicio que se encuentra al final también puede aplicarse a todo el ciclo que empieza en 8,1.

«Jamás en Israel se vio cosa semejante» es un testimonio global sobre la revelación

magnífica y única en la obra del Mesías. «Es por arte del príncipe de los demonios por el

que éste arroja los demonios» es el testimonio contrario de los enemigos por mala voluntad,

por una consciente falsa interpretación. Así pues, incluso los milagros de Jesús pueden ser

mal interpretados. También requieren buena voluntad y disposición para la fe. Son señales

que deben ser reconocidas, pero también son señales a las que se puede contradecir. Dios

no nos fuerza ni siquiera con los milagros. La decisión se toma, cuando con espíritu de fe

se contesta la pregunta: «¿Qué clase de hombre es éste?»

(Págs. 199-215)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 16

IV. INSTRUCCIÓN A LOS Discípulos (9,35-11,1).

El segundo gran discurso del Evangelio de san Mateo trata de los discípulos. Está dirigido

a los doce apóstoles, que son considerados como el ideal de cualquier verdadero discípulo

de Jesús. El discurso se divide en cuatro secciones: la vocación de los apóstoles y su misión

(10,6), la predicción de persecuciones (10,17-25), la exhortación a profesar la fe (10,26-33),

la decisión en favor de Jesús y la discordia en la familia (10,34-39). Se inicia este discurso

con un prólogo (6,35-38) y se concluye con un epílogo (10,40-11,1).

INTRODUCCIÓN (Mt. 09/35-38).

35 Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando

en las sinagogas de ellos, predicando el Evangelio del reino y

curando toda enfermedad y toda dolencia.

Primero leemos un versículo que compendia la actividad de Jesús, como ya lo había

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formulado el evangelista en 4,23. E1 texto es casi igual en los dos versículos. San Mateo

da dos datos referentes al espacio. Jesús va por las poblaciones que están alrededor y

enseña en las sinagogas. Estos datos quieren indicar que no debe haber ningún lugar en

que no se haya llegado a conocer nada del mensaje. Y además Jesús se sirve de la

manera oficial de enseñar, a saber, de la exposición en la asamblea reunida en las

sinagogas para el culto divino. Naturalmente el evangelista sabe que Jesús también enseña

al aire libre y en muchas situaciones que se presentan súbitamente. Pero el evangelista

quiere hacer resaltar que el Mesías está enviado a las «ovejas perdidas de la casa de

Israel» (10,6), y recorre el camino legal y conveniente para la instrucción dada por él.

San Mateo también aduce dos datos sobre la actividad del Señor. Jesús enseña y cura.

Proclama el evangelio del reino y cura cualquier enfermedad que se le presente. El doble

aspecto de la obra de Jesús de nuevo está delineado, como ya se hizo en 4,23 y en la

estructura del sermón de la montaña (cap. 5-7) por una parte, y por otra parte en el ciclo de

milagros (8,1-9,34).

36 Viendo a la gente, sintió gran compasión de ellos,

porque, cansados y abatidos, parecían ovejas sin pastor.

Jesús ve que la gente está fatigada y desfallecida, sin guía ni amparo. Porque está sin

pastor que le conduzca a los pastos abundantes y le cuide bien. Ezequiel ya había acusado

en nombre de Dios a los pastores oficiales de Israel, a los príncipes y magistrados, que no

apacentaban el rebaño, sino a sí mismos (Ez 34,2). El mismo Dios ejercerá en el tiempo

futuro el cargo de pastor (Ez 34,11ss).

Para las «ovejas perdidas de la casa de Israel» ha venido ahora Dios en Jesús, a quien

san Pedro más tarde llama el «jefe de los pastores» (1Pe 5,4). Pero aquí la mirada se dirige

más lejos, a saber, a los pastores del nuevo pueblo de Dios, a los apóstoles y a su misión.

37 Entonces dice a sus discípulos: Mucha es la mies, pero

pocos los obreros; 38 rogad, pues, al dueño de la mies que

envíe obreros a su mies.

Jesús habla de la mies. Se trata de una antigua imagen escatológica.

Los profetas la hallaron, Jesús la hace suya. Ve por así decir los campos ondeantes

maduros para la siega. Jesús es anunciado como el que «tiene el bieldo en la mano y

limpiará su era; recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará en un fuego que no

se apaga» (3,12). Con la venida del reino de Dios también empieza la separación, el juicio

que ya empieza a cumplirse en la decisión de cada uno. Sin embargo hay pocos obreros.

Los segadores son escasos, faltan quienes llamen a tomar una decisión. Jesús se ve ante

una tarea desmesurada, que exige la cooperación de los hombres. Ve aquí la exhortación a

orar al dueño de la mies, al gran Dios, a fin de que llame braceros para los campos

maduros. ¿Por qué exhorta Jesús a rogar a Dios por este fin? ¿No es Dios quien llama a

los apóstoles a su servicio para que cooperen en la gran obra mesiánica? Jesús declara

que en último término es Dios quien llama y envía al servicio de su mensaje, así como él

está enviado por el Padre (10,40). Pero todavía indica más: Esta oración siempre tiene que

hacerse, mientras dure el tiempo escatológico de la cosecha, el tiempo final. Así lo han

hecho las comunidades en la Iglesia apostólica -sin duda de modo especial la comunidad

en que se encontraba san Mateo-, así se tiene que rogar en todo tiempo, incluso en

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nuestros días.

1. VOCACIóN Y MISIÓN DE LOS APÓSTOLES (10,6).

a) Los doce apóstoles (Mt. 10/01-04).

1 Y convocando a sus discípulos, les dio poder de arrojar

espíritus impuros y de curar toda enfermedad y toda dolencia.

2 Los nombres de los doce apóstoles son éstos: El primero

Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago, el de

Zebedeo, y su hermano Juan; 3 Felipe y Bartolomé; Tomás y

Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón,

el cananeo, y Judas Iscariote, el que luego lo entregó.

Los doce apóstoles aquí aparecen como un colegio, que ya está elegido y pertenece

definitivamente a Jesús. San Mateo no ha relatado la elección (Cf. Mc 3,13-15; Lc 6,12s.).

Jesús les da poder sobre los demonios y sobre todas las enfermedades. Más tarde se

añade el encargo de predicar (10,7s). El evangelista emplea las mismas expresiones con

que también describe el poder de Jesús (9,35), y así muestra que los apóstoles resultan

enteramente iguales a él, deben ser su brazo extendido. Los apóstoles actuarán como él y

también confirmarán su palabra con milagros.

Luego siguen los nombres de los doce apóstoles. De forma significativa, en primer lugar

está Simón con el sobrenombre de Pedro. Mucho más adelante leemos de qué modo Simón

adquirió este nombre (16,18). Aquí hay un catálogo o una lista oficial en la que tiene que

estar este sobrenombre.

Primeramente se mencionan los dos pares de hermanos, cuya vocación ya se ha descrito

al principio, y que seguramente desde el tiempo más antiguo fueron considerados en la

Iglesia como los primeros llamados (4,18-22). En el evangelio sólo de dos de los apóstoles

nombrados a continuación llegamos a conocer pormenores: del publicano Mateo (Leví), que

en su despacho de cobrador de impuestos fue llamado por Jesús para que le siguiera (9,9),

y de Judas, el traidor. En el evangelio de san Juan se nos dan más informes de Felipe y

Bartolomé y de Tomás (Cf. Jn,1,43-51; 6, 5-7; 14,8-10).

En total no es mucho lo que se nos cuenta. Se puede entender que la leyenda más tarde

quisiera llenar las lagunas que nos dejaron los evangelistas. Éstos no quisieron satisfacer

la curiosidad y el sentido piadoso, sino que con su escasez quisieron indicar siempre

solamente a uno: a Jesús, el Mesías. Cada uno, incluso quien ha obtenido el cargo más

elevado -el apóstol-, es y lo ha recibido todo solamente de él.

Los nombres permiten sacar muchas conclusiones sobre la composición del grupo de los

apóstoles. Hay nombres griegos junto a otros judíos; diferentes comarcas de Palestina

entran en consideración según la procedencia; sencillos pescadores están junto a un

miembro del radical partido de los zelotas y discípulos de Juan el Bautista (Santiago y

Juan). El grupo de que se rodea Jesús, parece haber sido abigarrado, los apóstoles no

constituyen un séquito de discípulos aplicados y dóciles, pero tampoco son aduladores y

serviles. A Jesús le ha sido difícil formar a los apóstoles y en apariencia ha logrado poco de

ellos. Pero cuando realmente se habían convertido y el Espíritu Santo los había

enardecido, entonces pasaron a ser testigos valerosos y dispuestos a morir, y columnas

básicas sobre las que se levantó la Iglesia.

Page 105: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Uno de los misterios más terribles de la historia es que Judas fuera uno de los apóstoles.

Los límites entre el reino de Dios y el imperio de Satán están muy próximos. El traidor, que

pertenecía al grupo más íntimo, se convierte en el instrumento del espíritu maligno. Jesús

se ha entregado a estos hombres, a quienes distinguió con una misión tan excelsa, y se ha

arriesgado a que uno de ellos le entregue a la muerte...

b) Misión de los apóstoles (Mt. 10/05-16).

5 A estos doce los envió Jesús, dándoles estas

instrucciones: No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en

ciudad de samaritanos; 6 id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

Ahora Jesús envía a los apóstoles. Para la misión Jesús da una instrucción precisa:

primero sobre el lugar, luego sobre el contenido. No deben ir ni al encuentro de los gentiles

ni de los samaritanos (hostiles y considerados como medio paganos), sino solamente a los

israelitas. Con esta prohibición no se determina que los gentiles o los samaritanos no

deban tener parte alguna en el reino de Dios y en las bendiciones del tiempo mesiánico.

Jesús sólo dispone el orden, el camino que debe tomar la salvación según decreto divino,

que manda ir de los judíos a los gentiles. Así entendió Jesús su misión, y como se infiere de

los Evangelios, se ha atenido estrictamente a esta manera de entender: «No he sido

enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (15,24). Esta limitación puede

haber resultado dura para Jesús. También esta obediencia forma parte de la abnegación

del Hijo de Dios, mediante el cual estamos redimidos.

En todo esfuerzo apostólico y pastoral se ha de tener en cuenta que no interesa la

multitud de los trabajos, ni la extensión del recinto, sino hacer lo que es voluntad de Dios en

el estrecho territorio determinado por él.

En la misión posterior ya no puede aplicarse esta regla a los apóstoles, puesto que a los

gentiles ya se les han abierto de par en par las puertas. Estas palabras de Jesús tienen

que estar aquí para que cualquier judío vea que Dios primero ha ofrecido la salvación a

Israel. E1 Mesías y sus mensajeros le han servido exclusivamente a él. Si ahora los gentiles

han encontrado la fe que Israel recusaba (cf. 8,10-12), puede decirse, con fundamento, que

los judíos no tienen excusa.

7 Id y predicad que el reino de los cielos está cerca. 8a

Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.

Los apóstoles han de predicar lo mismo que Jesús predicaba: El reino de los cielos

está cerca. Es el tiempo de la gran cosecha, de la donación única de Dios a su pueblo, es

el tiempo de cumplir, por tanto el tiempo de la conversión y de la penitencia. El poder que

han obtenido (10,1), también deben probarlo en la curación de enfermedades, incluso en la

resurrección de muertos y en la expulsión de espíritus malignos, y así serán iguales a

Jesús. En boca de Jesús, se resume lo que hemos oído por extenso: la curación de todas

las enfermedades (4,23s; 8,17), la resurrección de muertos (9,18s.23-26), la purificación de

la lepra (8,1-4) y la expulsión de los demonios (4,24; 8,16.28-34; 9,32). Sólo muy escasas

veces nos enteramos de que los apóstoles hicieran tales cosas en tiempo de Jesús (Cf. Lc

10,17 20; Mc 9,14-29 = Mt 17, 14-21). Más tarde aquel poder se desarrolló mucho;

especialmente los Hechos de los apóstoles cuentan los milagros que hace Pedro en

Page 106: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

nombre de Jesús (Act 3,0; 5,12-16; 9,31-43). En tiempos apostólicos, en tiempos de la

primitiva Iglesia, la predicación va acompañada de señales y milagros. Este

acompañamiento procede de aquellos dones especiales que el Señor dio a los apóstoles

para que pudieran cumplir su misión. Más tarde se manifiestan una que otra vez estos

dones, especialmente en la vida de los santos. Entonces el don de hacer milagros es un

nuevo y especial regalo de Dios, pero no va unido a un cargo particular ni a un tiempo

determinado como en la primitiva Iglesia apostó1ica.

8b Gratis recibisteis, dad gratis. 9 No os procuréis oro,

plata, ni moneda de cobre para vuestros cinturones; 10 ni

alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón;

pues el obrero merece su sustento.

La predicación debe quedar libre de toda apariencia de codicia. Jesús comunica

gratuitamente sus dones, y así deben también ser retransmitidos. También ha sido un

principio del tiempo apostólico que el misionero actúe sin remuneración, pero que sea

sustentado por los fieles. Como sucedió a Jesús, la predicación sólo puede tener éxito si no

se lleva a cabo por la ganancia como negocio. No deben ganar ninguna cantidad de dinero,

ni monedas de plata, ni de oro, por tanto monedas de valor más elevado, ni tampoco las

menos valiosas de cobre, la calderilla. Cuando emprendan el viaje, deben confiar

plenamente en Dios. Él los alimentará, como alimenta a los pájaros y a los lirios del campo.

Cuando estén enteramente entregados a su servicio, Dios se cuidará de todo lo demás.

La sobriedad y la sencillez también son distintivos del equipo que prescribe Jesús. Los

apóstoles deben dejar en casa la alforja para llevar las provisiones de boca y otros

accesorios de viaje, como la segunda túnica de recambio.

Causa extrañeza que tampoco puedan llevar sandalias ni bastón, que no son

precisamente un lujo. Quizás las sandalias haya que entenderlas como calzado duradero,

resistente por un largo tiempo y para la montaña, no como las sandalias ligeras sin las que

no se puede correr por las melladas rocas calcáreas. ¿Y el bastón? ¿Debe quedarse en

casa para no molestar a los apóstoles? En cualquier caso se exige una pobreza extremada.

Pues el obrero merece su sustento. Los misioneros recibirán en el camino todo lo que

se requiere además de lo absolutamente necesario. Más aún, tienen un derecho, que más

tarde también usan, fuera de san Pablo. La regla apostólica sobrevive en diferentes formas

hasta nuestros días. Las comunidades sustentan a todos los que les sirven con la palabra y

los sacramentos. Ambas partes habrían de tener en cuenta que en los sentimientos

fraternales hay una correspondencia de dar y tomar, la cual está limitada a lo necesario por

la regla apostólica.

11 En cualquier ciudad o aldea en que entréis, informaos de

quién hay de confianza en ella, y alojaos allí hasta el

momento de partir. 12 Al entrar en la casa, dirigidle el saludo

de paz; 13 y si la casa lo merece, descienda vuestra paz

sobre ella; pero si no lo merece, vuélvase a vosotros vuestra

paz. 14 Y si algunos no os reciben ni escuchan vuestras

palabras, salid de esa casa o de aquella ciudad, y sacudid el

polvo de vuestros pies. 15 Os lo aseguro: habrá menor rigor

para la tierra de Sodoma y Gomorra en el día del juicio que para esa ciudad.

Page 107: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

La presente sección contiene las instrucciones de Jesús para el alojamiento de los

misioneros. Cuando lleguen a un lugar, deben primero indagar qué casa es adecuada para

ellos. Una vez se hayan informado, deben permanecer allí mientras ejerzan su actividad en

aquel lugar. De este modo se dice indirectamente que no se alojen en varias casas, ni se

muden de una casa a otra (Cf. Lc 10.7; Mc 6,10). En los primeros tiempos de la misión

parece que se han tenido malas experiencias a este propósito, por lo cual esta regla de

Jesús fue aplicada también más tarde. Podrían producirse celos y envidia, diversas

murmuraciones rumurosas que perjudicaban el mensaje.

Cuando los misioneros lleguen a una casa, deben saludar a sus moradores. Es el saludo

de paz, usual en oriente incluso en nuestros días. San Lucas dice más explícitamente: «Y

en cualquier casa en que entréis, decid primero: Paz a esta casa» (Lc 10,5). Cuando van

como mensajeros del reino, el saludo de la paz ya no es una fórmula de cortesía. Lo que

ellos traen consigo, el poder de salvar y la virtud milagrosa del reino de Dios, entrará en

aquella casa. Es la paz de Dios que viene a la casa, que ha sido favorecida con una gracia.

Pero si la casa no está dispuesta para Dios y sus enviados, si no contesta al saludo de paz

con alegría y prontitud, los mensajeros no pueden conseguir nada: la paz que han deseado

y ofrecido, vuelve a ellos. Cuando el sacerdote viene a visitar a un enfermo, dice al entrar

en la habitación: «La paz del Señor sea con esta casa». Si no necesitamos pronunciar

estas solemnes palabras, con todo deberíamos tener esta intención, cuando visitamos una

casa como mensajeros del Señor, especialmente si es una casa de incrédulos: Traemos la

paz de Dios.

Esto se ha dicho de cada casa, más en concreto de la comunidad doméstica, de la familia

con los hijos, los abuelos y todos los servidores. Una casa puede rehusar la oferta de la

paz. También puede pasar que toda una ciudad rechace a los mensajeros, no los deje

entrar o no los escuche. Es el fracaso, tal como Jesús lo ha vivido también. El fracaso más

doloroso lo tuvo Jesús en su ciudad paterna de Nazaret (13,53-58). Sobre todo san Pablo

fracasó muchas veces (Cf. 2Co 11, 23-33 y las correspondientes descripciones de los

Hechos de los apóstoles). Cuando tengan un fracaso, no deben lamentarse quejumbrosos,

tampoco han de inculparse a sí mismos, ni presentar ninguna excusa ni esperar nuevas

tentativas. Se trata de una oferta de Dios presentada una sola vez. Si se desconoce esta

hora, nunca vuelve. Deben sencillamente marcharse e incluso sacudirse el polvo de sus

zapatos en aquel lugar, como señal de que Dios y ellos ya no tienen nada que ver con los

moradores de la casa. Todo depende de la decisión, que es única y no puede volverse a tomar.

No faltará el castigo. Los habitantes de Sodoma y Gomorra, aquellas perversas ciudades

que fueron destruidas por la ira de Dios, saldrán mejor librados en el juicio que los

habitantes de una de las ciudades que ahora no atiendan al llamamiento de Dios. Es

preciso prestar atención a estas palabras, si se quiere entender correctamente el proceso

que sufrió Jesús posteriormente.

16 Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos; sed,

por tanto, cautos como las serpientes y sencillos como las palomas.

El lobo y la oveja ya figuraron anteriormente en una imagen: los falsos

profetas irrumpían en el rebaño con piel de mansa oveja (7,15). Pero aquí se invierte la

imagen: Jesús envía a los discípulos como inocentes ovejas entre una manada de lobos.

Parece que estén entregados sin defensa a la ferocidad de éstos.

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El reino de Dios se atestigua en la debilidad, en Jesús como también

en sus mensajeros. El reino de Dios tiene su máximo poder allí, donde se presenta con la

máxima debilidad, como dice san Pablo: «Pues mi poder se manifiesta en la flaqueza»

(/2Co/12/09).

Los discípulos deben ver este peligro serenamente, no han de desviarse de él ni dirigirse

hacia él con una osadía insensata. Jesús junta dos comparaciones del reino animal. Según

los proverbios las serpientes son astutas y sagaces (cf. Gen 3,1). No hay que meterse con

torpeza en cualquier peligro ni sucumbir ante cualquier ardid y trampa. Se requiere

prudencia, aquella unión de vital aptitud humana con el sentido de lo conveniente y necesario.

Pero los discípulos también deben ser sencillos como las palomas. Ser sencillos no

significa ser tontos, es decir, simples e ingenuos, sino sinceros y sin doblez. La prudencia

no debe convertirse en astucia taimada, en estratagema engañosa. Eso sólo se evita, si los

emisarios no tienen falsedad, si no ocultan su intención más íntima ni su verdadera

voluntad. Se tiene que notar que deben buscar a Dios y nunca pretender una ventaja

terrenal. Esta búsqueda de Dios juntamente con esta falta de pretensiones terrenas los

ayudarán a mantenerse firmes en la tribulación y a dar testimonio de Dios.

2. ANUNCIO DE PERSECUCIONES (Mt. 10/17-25).

17 Tened mucho cuidado con la gente: porque os

entregarán a los tribunales del sanedrín y os azotarán en sus

sinagogas; 18 también seréis llevados ante gobernadores y

reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.

Al principio ya se advertía: «Guardaos de los falsos profetas» (7,15). De una forma

semejante aquí se precave contra los hombres en general. La naturaleza y la voluntad

humana topará con ellos con ánimo hostil, especialmente entre los judíos, a quienes va

primeramente dirigida su misión. Serán llevados ante los tribunales del lugar, los pequeños

sanedrines, y serán flagelados. Incluso las autoridades de la nación tendrán que vérselas

con ellos, los gobernadores romanos y los propios reyes judíos de la familia de Herodes.

Allí tendrán que hablar y responder. Lo que digan y contesten servirá para dar testimonio a

las autoridades y a los gentiles. Por causa de Jesús están allí, testifican en favor de Jesús,

incluso cuando se les acusa y condena, se les desestima y perseveran fieles hasta el fin.

Su testificación en estas circunstancias será un testimonio asombroso, una manifestación

de la gloria de Dios en la debilidad del hombre.

19 Pero, cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o

qué habéis de decir, porque se os dará en aquel momento lo

que habéis de decir; 20 pues no seréis vosotros los que

hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará en vosotros.

Ante el tribunal no deben fiarse de su propia prudencia ni preocuparse por encontrar las

palabras convenientes. Si están allí como testigos, su intención estará solamente dirigida a

que resulte puro aquel testimonio de Dios. Y entonces el Espíritu Santo de Dios les

inspirará las palabras que deberán decir. Él es el Consolador, el «abogado» de los

cristianos, que los tomará bajo su protección y los defenderá de los acusadores. El mismo

Espíritu que habita en el corazón, hablará desde el corazón, como se dice de san Esteban:

Page 109: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

«Y no eran capaces de hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba» (Act 6,10).

21 y entregará a la muerte el hermano al hermano, y el

padre al hijo, y los hijos se levantarán contra sus padres y les

darán muerte. 22 y seréis odiados por todos a causa de mi

nombre; pero el que se mantenga firme hasta el final, éste se salvará.

La persecución incluso penetrará en la propia familia, el odio separará los parientes

próximos (10,34-36). Así lo ha anunciado el profeta Miqueas para los terrores del tiempo

final: el trastorno de los espíritus, y la confusión de los corazones serán tan grandes que se

quebrarán los lazos naturales de la familia. Así Israel madura para el juicio (Miq 7,6). Es

semejante la descripción de Jesús. El odio estallará en todas partes adonde vayan los

discípulos. Resuena con un acento verdaderamente terrible la predicción de que «seréis

odiados por todos...»

Sólo vale la perseverancia hasta el fin, la persistencia infatigable, la fidelidad que no

defrauda, el valeroso denuedo invariable del alma a través de todas las enemistades,

decepciones y fracasos, lo cual no es poco. Pero al que así procede se le promete que se

salvará. Está asegurada su salvación eterna y no necesita inquietarse por ella. ¡Con cuánto

heroísmo y sosiego y con cuánta fidelidad, se han verificado estas palabras de Jesús...!

23 Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; porque

os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel

sin que venga el Hijo del hombre.

Ya antes se dijo que los discípulos deben proseguir sin demora, si no son acogidos ni

escuchados (10,14). Algo semejante puede aplicarse a la persecución. Se les dará caza.

Entonces deben aprovechar con prudencia las posibilidades de huir -de una ciudad a la

otra- y no buscar el peligro o exponerse a él con un falso heroísmo. También en esto deben

ser cautos como las serpientes (10,16).

No hay ningún motivo para dudar, ni siquiera en esta situación aparentemente sin salida.

Así como el Espíritu Santo les ayudará ante el tribunal, así también aquí les promete el

consuelo que les causará su propia venida. No estáis entregados sin remedio a las

conspiraciones enemigas: porque estoy cerca. Mi venida para redimiros, para liberaros de

la tribulación será la última palabra.

Jesús habla del Hijo del hombre como de alguien distinto de sí mismo. Se oculta tras

esta expresión, que propiamente sólo significa «ser humano», «persona humana», por tanto

algo muy sencillo. Este título propiamente oculta más de lo que revela. Lo mayor que se

dice del Hijo del hombre es que vendrá sobre las nubes del cielo para llevar a cabo el juicio

divino. Así también hay que entender aquí su venida. En la oscuridad y en la tribulación,

que ya no nos deja ningún consuelo terrenal ni ninguna esperanza humana, sabemos que

Jesús viene con seguridad y salva a los suyos (El versículo produce la impresión de que

Jesús sólo haya contado con un breve tiempo para la consumación del reino de Dios. La

proximidad apremiante del acontecimiento forma parte de su mensaje profético como en

Juan el Bautista. Quizás este versículo también pertenece al primer tiempo de su actividad.

En el tiempo en que el pueblo y los dirigentes se habían hecho sordos a él, las palabras

suenan de otra manera (cf. por ejemplo, 23,37-39). Jesús en todos los tiempos mantiene

una conversación inmediata con los hombres. No trae consigo una doctrina como un

Page 110: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

sistema ordenado en el libro de texto, una doctrina que puede revelarse con sencillez, sino

que su doctrina es al mismo tiempo el llamamiento a la decisión. Como todos los profetas

Jesús pertenece a su tiempo, según el cual orienta su mensaje siempre de nuevo, porque

Dios habla al hombre tal como es y donde está.

24 Un discípulo no está por encima del maestro, ni un

esclavo por encima de su señor. 25 Ya es bastante que el

discípulo llegue a ser como su maestro, y el esclavo como su señor.

Jesús toma como comparación las relaciones entre discípulo y maestro, Señor y esclavo.

Ambos están en relación mutua de subordinación y superioridad. Mientras el que aprende

sigue siendo discípulo, está bajo el maestro. Los dos, discípulo y esclavo, están en

dependencia de otro, reciben la enseñanza y el encargo de un superior que sabe más y es

capaz de más. Las metáforas no son arbitrarias, sino que ya aluden a las relaciones de los

discípulos con Jesús. Ante él los apóstoles son discípulos y esclavos. Han de aceptar su

enseñanza y cumplir su encargo. Esta relación permanecerá para siempre, ya que Jesús

para ellos constantemente sigue siendo el maestro y el señor. Ante Jesús nunca han sabido

bastante.

Así el inferior ha de estar contento con que le vaya como a su maestro. Si el discípulo

llega a ser como su maestro, no puede esperar nada más ni nada mejor. Al discípulo no

puede aplicarse lo que dicen muchos padres: Nuestros hijos deben vivir más holgadamente

que nosotros. Sino al revés: la mayor semejanza con la vida de Jesús también es la mayor

proximidad interna a él.

Será tanto mejor el discípulo cuanto más se asemeje al maestro, y le servirá tanto mejor,

cuanto más sea como su señor.

25b Si al señor de la casa lo llamaron Beelzebul, ¡cuánto

más a los que viven con él!

El señor de la casa es el mismo Jesús. Sólo aquí se designa con esta singular

expresión. Se entiende muy bien, si se la relaciona con la promesa que Jesús hizo a Pedro:

«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (16,18). La casa construida por el mismo Jesús es

la comunidad de los fieles congregada por él. En esta casa Jesús es el Señor, el Kyrios

que gobierna con autoridad. Se le ha calumniado, se le ha acusado de tener un pacto con

el diablo (9,34; 12,24). También nosotros hemos de contar con calumnias y difamaciones, y

no nos podemos sorprender de las injurias ni de insultos denigrantes.

(Págs. 215-231)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 17

3. EXHORTACIÓN A CONFESAR LA FE (Mt. 10/26-33).

26 Pero no les tengáis miedo; porque nada hay oculto que no

se descubra, y nada secreto que no se conozca. 27 Lo que os

digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; lo que escucháis al

oído, proclamadlo desde las terrazas.

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A veces advierte el Señor: «Guardaos», «tened mucho cuidado» (7,15; 10,17). Aquí en

cambio dice: «No tengáis miedo». Las dos cosas son necesarias. Por una parte la prudencia

en el conocimiento del adversario y el juicio sereno de su riesgo; pero además la resistencia

impertérrita en la tribulación. La fe expulsa el temor. El conocimiento de pertenecer al

Mesías y de sufrir su propio destino da ufanía y valor.

Son humildes los principios nuevos que trae Jesús. Todos creerán poder triturar

fácilmente la débil semilla. Se revelará gloriosamente lo que ahora vive oculto y muy

silencioso. Jesús hace su obra como el sencillo siervo de Yahveh, y luego se hará potente

como la esperanza de las naciones (cf. 12,17-21). Ahora Jesús habla en la oscuridad, pero

los apóstoles deben hablar a plena luz. Deben predicar ante todo oído y ojo lo que se les

susurra al oído, a gran distancia del pueblo y de la vasta publicidad. Es indiferente que los

hombres acepten a los apóstoles o los rechacen. Siempre es testificada por medio de los

apóstoles la buena nueva, que en último término irradiará victoriosa como el sol por la mañana.

28 No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no

pueden matar el alma. Temed más bien a quien tiene poder

para hacer que perezcan cuerpo y alma en la gehenna. 29

¿Acaso no se venden por un as dos pajarillos? Sin embargo,

ni uno de ellos cae a tierra sin permitirlo vuestro Padre. 30 Y

en vosotros, hasta los cabellos de la cabeza están todos

contados. 31 Así que no tengáis miedo. Vosotros valéis más

que muchos pajarillos.

No tengáis miedo. Esta frase se repite como un estribillo en

este fragmento (10,26.28.31). El poder de los hombres está limitado, puede desfogarse en

vosotros, pero sólo puede afectar la vida terrena (= el cuerpo). Ningún poder humano

puede destruir lo que constituye vuestro verdadero valor, la esperanza en la vida celestial

(= el alma). La destrucción de la vida terrena no está relacionada con la destrucción de la

vida eterna, con la perdición en el infierno. Pero hay un ser que tiene poder sobre ambas

vidas: Dios, el Señor. Él con la sentencia de su tribunal puede hacer las dos cosas:

entregar todo el hombre al infierno o llamarlo a la bienaventuranza. Debemos temerle. ¿No

es espantosa esta manera de representar a Dios? Aquí solamente se ilumina un aspecto en

la representación de Dios: el otro aspecto se nombra a continuación en los próximos

versículos: la solicitud paternal de Dios, su benévola proximidad al hombre. Con todo en

ellos se alude también al poder soberano de Dios. Sólo cuando se ve a Dios tan grande y

también se reconoce su omnipotencia sobre la propia vida, adquiere fuerza su paternidad.

Pero si la fe expulsa el temor, ¿cómo se puede temer a Dios? ¿No es una

contradicción? El temor tiene dos formas, según la persona ante la que se experimenta la

sensación de temor. Si el temor se dirige al hombre, entonces rebaja al alma y la llena de

preocupación e inseguridad angustiosas. Este temor destruye la fe. Pero si el temor se

dirige a Dios, nos hace libres. Se funda en la dependencia de la criatura respecto al

Creador y reconoce la sublimidad de Dios. No corroe el alma, sino que la cura, porque

siempre produce la confianza en Dios. Sólo puede amar a Dios quien también le teme. Y

viceversa el verdadero amor de Dios nunca carece de temor saludable.

Los pajarillos tienen tan poco valor, porque pueden tenerse en cantidades enormes, así

como también los lirios silvestres del campo (cf. 6,28-30). Dios interviene aun en los más

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insignificantes acontecimientos, incluso en el hecho de que un gorrión caiga del nido o sea

derribado de un tiro por un chicuelo. ¡Cuánto más estará Dios con vosotros y se preocupará

por todo lo que os sobrevenga! Incluso están contados los cabellos de vuestra cabeza. Y si

es exacto su conocimiento, no es menos solícito el amor que os tiene dedicado. Como el

amante que conoce todos los pormenores de la persona amada y nota al instante cualquier

cambio, así es Dios para nosotros. Realmente no hay ningún fundamento para angustiarse

ante los hombres, que no pueden hacer nada sin que lo conozca el Padre...

32 Por tanto, a todo aquel que me confiese delante de los

hombres, también yo lo confesaré delante de mi Padre que

está en los cielos. 33 Pero a aquel que me niegue delante de

los hombres, también yo lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

El que está ante el tribunal -por causa de la fe en Jesús- también debe confesarlo allí.

No solamente cuando no hay ninguna contradicción o no amenaza ningún peligro. La fe se

acreditará precisamente en la decisión y en el fracaso. El que así se acredita ante el

tribunal humano, puede estar confiado en el tribunal divino. Porque el mismo Jesucristo

actuará en este tribunal como un abogado y defensor ante el Padre. Jesús dice con

insistencia: delante de mi Padre. Se cambian los papeles. En cierto modo Jesús fue

acusado ante el tribunal humano, pero fue defendido por sus testigos, ahora en cambio es

a la inversa: el testigo es acusado ante el tribunal divino, y Jesús le defiende. Se efectúa un

trueque misterioso entre los dos tribunales. ¡Qué manera tan elocuente de representar la

mediación de Jesús!

Lo mismo puede decirse a la inversa. Cristo no asiste ante el Padre en el cielo a quien se

le declara contrario y le niega ante los hombres. Cristo también se le declarará contrario y

le negará, quizás con palabras tan duras como las que se leen en el sermón de la montaña:

«Pero entonces yo les diré abiertamente: Jamás os conocí; apartaos de mí, ejecutores de

maldad» (7,23).

Pero, el Padre ¿no ha transferido el juicio al Hijo? El papel de defensor ¿es el mismo

que tiene Jesús como juez del tiempo final? (cf. 3,11s; 7,22s). Las imágenes cambian en la

Escritura. Lo que antes correspondía al Padre, en otro pasaje lo hace el Hijo, y lo que se

describe como obra del Hijo, a veces se atribuye al Espíritu Santo. Nunca se puede

expresar por extenso en una frase o imagen los misterios de Dios. Jesús es al mismo

tiempo el Señor, a quien el Padre lo ha entregado todo (cf. 28,18) y el siervo obediente, que

solamente hace la voluntad del Padre (cf. 12,18). Aquí el veredicto se complementa con el

que se lee en san Marcos: «Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en esta

generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando

venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles» (Mc 8,38). En los dos textos está

en vigor que la suerte eterna se decide por la actitud que se adopte con él, y sólo con él.

4. DECISIÓN EN FAVOR DE JESÚS (Mt. 10/34-39).

34 No creáis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada.

En conmovida queja el profeta Miqueas había descrito la perdición de su pueblo: se

quebrantaban las disposiciones del derecho, los ministros de la justicia se habían

convertido en seres corruptibles, un desconcierto general había destruido los vínculos

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familiares. Cada hombre es el enemigo de su prójimo. Éste podría ser el título de la queja

de Miqueas (/Mi/07/01-07). En este cuadro ve el profeta una actuación anticipada del

tribunal de Dios. Los hombres llegan a conocer, en su propio cuerpo, las consecuencias de

su apostasía de Yahveh.

Jesús tiene presentes las palabras del profeta. El juicio de

Dios, cuyas consecuencias había visto Miqueas, ha llegado a su momento crítico, por

efecto de la venida de Jesús, enviado para traer el mensaje del reino de Dios. Más aún: el

reino llega con Jesús. Viene como separación, como espada. Es la espada del juicio, que

separa lo malo de lo bueno, los creyentes de los que rehúsan creer, también es la espada

de la decisión, ante la que se pone al hombre. Esto es lo primero que dice Jesús.

Lo contrario de esta separación es la paz. Solamente puede ser una paz opuesta a este

juicio de la decisión. Y sería una paz corrompida, que lo deja todo tal como estaba, que

hace desaparecer los frentes, tapa y encubre la oposición entre Dios y Satán, y por tanto

sería en último término la paz entre Dios y Satán, que nunca puede darse (Aquí Jesús no

dice nada sobre la paz entre Dios y los hombres ni sobre la paz de los hombres entre sí. De

ello habla extensamente la Escritura en otros pasajes, sobre todo en san Pablo, que

designa a Jesús como «nuestra reconciliación», «nuestra paz»: cf. Rom 5,ll; 2Cor 5,18s; Ef

2,11-22).

35 Porque vine a enfrentar al hombre con su padre, a la hija

con su madre, a la nuera con su suegra; 36 y serán enemigos

del hombre los de su propia casa.

La palabra de Jesús es más aguda que una espada, como dice de la

palabra de Dios en general la carta a los Hebreos (/Hb/04/12). Penetra hasta los tuétanos y

separa en nuestro interior las falsas concupiscencias del verdadero temor de Dios.

También puede meterse dentro de la familia, y allí enfrentar a los padres y a los hijos, a la

nuera y a la suegra. La frontera pasa siempre por donde es preciso decidir en favor o en

contra de Dios. Esta decisión puede traer como consecuencia la separación de otros,

incluso de los más queridos. Es una separación que no puede significar que el discípulo de

Jesús deba adoptar una actitud hostil o irreconciliable. Pero el discípulo debe contar con

que mediante su decisión también puede causar la enemistad de sus propios parientes.

Ésta es probablemente la experiencia más penosa en el seguimiento. Nunca se puede

abusar de estas palabras del Señor para falsear el mensaje de la paz, que anuncia la

Iglesia, o para justificar el incumplimiento de las propias obligaciones con la familia

incrédula.

37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no

es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a

mí, no es digno de mí; 38 y quien no toma su cruz y sigue tras

de mí, no es digno de mí.

El que ha reflexionado bien sobre los precedentes versículos 34-36, también puede

entender estas palabras. En primer lugar está Dios y la decisión en favor de Dios, pero aquí

está el mismo Jesús, ante quien y por quien el discípulo tiene que decidirse. Él es el

camino, por el que sólo encontramos a Dios. Digámoslo de otra manera: en la decisión en

favor de Jesús se toma la decisión en favor de Dios. Ante esta decisión tiene que

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retroceder cualquier otro compromiso terreno, incluso con el padre y la madre y los propios

hijos.

No es que no deban amarse los padres o los hijos. Precisamente es a la inversa: el que

sigue decididamente a Cristo, también queda libre de nuevo para el amor a su prójimo y a

sus parientes. Pero es un amor nuevo, sobrenatural, que nos hace amar al prójimo en Dios

y por amor de Dios. Antes de que el discípulo sea capaz de este amor, tiene que decidirse

totalmente por Cristo.

Quien no ha tomado esta decisión no es digno de Cristo. No se ha ganado nada con

una decisión a medias o con un corazón dividido. Entonces ni Dios logra lo que le

corresponde, a saber la plena entrega; ni Jesús logra lo que le corresponde, a saber la

imitación incondicional; ni el discípulo consigue la realización de su vida. Quien ha

entregado su corazón, lo recupera lleno de la fuerza del amor divino.

El siguiente versículo lo aclara todavía más: Y quien no tome su cruz y

sigue tras de mí, no es digno de mí. El desprendimiento de sí mismo y la entrega a Dios

tienen una medida extrema. Hay una frontera en la vida, en la cual se muestra con

seguridad si la entrega es querida enteramente. Esta frontera es la muerte. Se ha decidido

radicalmente quien en la empresa orientada hacia Dios también incluye la posible entrega

de la vida terrenal. «Tomar su cruz» es una expresión metafórica de la disposición para

morir. Cuando se está así dispuesto, se efectúa el movimiento «desde mí hacia Dios». Sólo

cuando el discípulo ha incluido en la cuenta aquel extremo, y lo ha afirmado

conscientemente, está de veras siguiendo a Jesús, y por tanto es digno del maestro.

No se pide a todos los discípulos que esta

disposición también pruebe su eficacia en el trance de la muerte. Señaladamente Dios sólo

conduce a algunos elegidos por este sendero. Pero cualquier entrega, si es tema de

nuestra vida, tiene en sí algo de esta muerte. Un distintivo infalible de la veracidad de

nuestra intención es si estamos o no estamos dispuestos a esta entrega.

39 El que haya encontrado su vida, la perderá; y el que

haya perdido su vida por mi causa, la encontrará.

Aquí no se habla del alma en oposición al cuerpo. Para el Antiguo

Testamento esta diferencia no tenía gran importancia. Tras la palabra vida está la unidad

del cuerpo y del alma. Para el judío la vida es el bien supremo y con esta palabra se

expresa con la máxima fuerza la última perfección. Se lleva a cabo el anhelo del judío, si

tiene toda la vida, duradera e indestructiblemente, con una riqueza fluyente y con una

posesión dichosa.

Este profundo anhelo, que Dios ha dado al hombre, parece que lo niegue

inesperadamente Jesús, cuando dice: El que haya encontrado su vida, la perderá. Esto

quiere decir que el hombre piensa haber llegado ya aquí al descanso y gozar con la

posesión de la vida. En el hombre se ha convertido el anhelo en deseo egoísta y violento

de posesión, no quiere nada fuera de sí y en último término sólo se busca a sí mismo. El

anhelo es él mismo, y su realización aparentemente también, pero los caminos son

enteramente opuestos. Ciertamente la vida debe ser conquistada y a ello estamos

llamados. Pero eso solamente tiene lugar cuando la perdemos.

El que haya perdido su vida por mi causa. Esta frase puede primeramente aludir al

verdadero martirio en favor de Jesús. Entonces se recibe el don de la vida eterna por la

vida terrena que se ha entregado. «Encontraremos» lo que realmente hemos buscado.

Page 115: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Pero en la vida del discípulo que no es llamado a la extrema verificación, también es una

ley fundamental que todos tienen que renunciar primero a su vida, no han de quererla

conseguir para sí mismos con ambición egoísta. Es preciso salir de sí mismo, tender más

allá de sí mismo, pero no por así decir para entrenarse, en el sentido de los métodos de

«vaciamiento interno». Porque esta tendencia en último término de nuevo sería un

egoísmo, que busca la propia independencia de las pasiones del día y de las tentaciones

de los instintos, y con ello una forma más elevada de perfección humana. Jesús alude a lo

que siempre resonaba en el sermón de la montaña: el hecho de que el hombre se pierda a

sí mismo ha de tener lugar con una orientación hacia Dios y dentro de Dios. Quien así se

pierde, logra la plenitud de la vida, en último término la vida propia de Dios.

Esta frase no es lúgubre, sino luminosa. Aquí ya se experimenta en gracia que cualquier

individuo que se pierda a sí mismo entregándose a Dios (prácticamente de ordinario

entregándose al prójimo), aumenta la vida. Esta vida es mucho más rica que cualquier vida

terrena. Es la alegría, la paz interior, el estado de seguridad en Dios, el amor. Por tanto,

esta vida tiene un significado opuesto al de Fausto: «Así me tambaleo de la concupiscencia

al placer, y en el placer estoy a punto de desmayarme tras la concupiscencia». Antes bien:

así vamos de la muerte a la vida, y en la vida a una abundancia siempre mayor mediante la

muerte. Dice Jesús: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan exuberante» (Jn

10,10).

5. MISIÓN Y RECOMPENSA (Mt. 10/40-42).

40 Quien a vosotros recibe, a mí me recibe; y quien a mí

me recibe, recibe a aquel que me envió.

La primera frase despliega lo que los rabinos ya enseñaron como regla: el enviado es

como el que envía. Aquí no solamente se habla de un envío, sino de dos, que actúan

misteriosamente uno en otro. El mismo Jesús está enviado por el Padre, y además envía

los apóstoles. Es un movimiento que partiendo del Padre llega hasta los mensajeros de

Jesús. Su envío es un acontecimiento divino. Tal como los hombres acojan a los

mensajeros de Jesús -con la adhesión o el rechazamiento, con la fe o la incredulidad-, así

también le acogen a él y al Padre. No se puede apelar a Dios o a Cristo contra los

mensajeros. Dios se humilla hasta ponerse al nivel de los mensajeros, se encubre con

palabras y obras humanas. Cuando la fe ya no se escandalice con las formas quebradas de

la actividad humana, entonces es auténtica, dirigida con seguridad a Dios y hecha efectiva

con la obediencia...

41 Quien recibe a un profeta como profeta, recompensa de

profeta tendrá, y quien recibe a un justo como justo,

recompensa de justo tendrá. 42 Y quien da de beber un vaso

de agua fresca a uno de estos pequeños, sólo por ser

discípulo, os aseguro que no se quedará sin recompensa.

Tres grupos de miembros de la comunidad están aquí juntos. Los profetas son hombres

de Dios, que han sido inspirados por él, y que por propio conocimiento y experiencia

enseñan la fe, sin ser apóstoles, discípulos de apóstol, ancianos (presbyteros) o

guardianes (episkopoi) con un cargo de jerarquía. Los justos son los que se han

Page 116: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

acreditado en la comunidad con su vida ejemplar, con su fe activa en el amor. No tienen

ningún cargo de jerarquía ni tampoco tienen como los profetas una misión carismática para

la enseñanza, sino un sentido ejemplar para la vida práctica. El tercer grupo son los

pequeños, o sea los sencillos discípulos de Jesús, que no tienen una posición de primer

orden en el cristianismo. En ellos el milagro de la fe es especialmente grande, ya que en

apariencia no aportan condiciones exteriormente favorables: formación, estado distinguido,

influencia y poder. Deben ser especialmente queridos por la comunidad, han de ser

cuidados por ella con viva solicitud (Cf. lo que se dice sobre los «pequeños» en la

explicación de 18,6).

En los dos primeros casos se mide con precisión la recompensa. Es difícil decir qué se

ha de entender por recompensa de los profetas o de los justos. El pensamiento

fundamental del versículo 40 continúa siendo efectivo, de tal forma que se puede decir: «El

enviado es como el que envía» aquí significa que quien acoge hospitalariamente en su

casa al profeta itinerante, es por ello equiparado al profeta y obtendrá la recompensa que

corresponde al profeta. Lo mismo puede decirse del justo. La particular estima del pequeño

se expresa por el hecho de que no se extravía ni siquiera la más insignificante obra que se

hace por él. Porque el pequeño no viene a casa como un «pequeño», como un

contemporáneo sin importancia, con el que no se requiere tratar durante largo tiempo, sino

como discípulo. Se le ayuda «sólo por ser discípulo», quizás sólo se le da un vaso de agua.

Puesto que tiene la alta dignidad de discípulo, el mismo Jesús viene con él, y por tanto

también viene la recompensa.

Con tales palabras se explica que se aprecie tanto en la Iglesia cristiana la hospitalidad:

cuando viene a casa un hermano o un sacerdote, no lo recibamos sólo por cortesía, sino

con fe, como a Jesús.

Estas palabras concluyen la instrucción a los discípulos. En todo el fragmento didáctico

se trata de la vocación y del envío del discípulo al mundo. Aquí el discurso también en su

contenido llega a su apogeo. Todo lo precedente se ilumina una vez más con estas frases.

Envío y encargo. Enseñanza y hechos milagrosos, persecuciones y confesión,

perseverancia y muerte: todo eso hace al enviado como al que envía, al apóstol como a

Jesús. Eso también corresponde a la realidad de hoy, pero el envío de Jesús prosigue más

allá de los apóstoles, y llega a los obispos con el papa, a sus colaboradores, a todos los

fieles. El que envía siempre es el Señor: en el curso de la historia mediante la orden dada

en otro tiempo (la sucesión del papa y de los obispos) y con el llamamiento inmediato al

individuo aquí y ahora. Siempre está en vigor que «quien a vosotros escucha, a mí me

escucha» (Lc 10,16).

CONCLUSIÓN (Mt. 11/01).

1 Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus

doce discípulos, se fue de allí, para enseñar y predicar en sus ciudades.

De nuevo el evangelista concluye como en el sermón de la montaña, es decir con una

frase formularia. La palabra «instrucciones» es sorprendente y sólo se encuentra aquí. San

Mateo quiere insistir una vez más en que este discurso es una enseñanza oficial y pública

del Señor. Es el documento fundamental de la misión y de la vida apostólica para todos los

tiempos futuros.

Page 117: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

(Págs. 231-243)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 18

V. ENTRE LA FE Y LA INCREDULIDAD (11,2-12,45).

Al discurso dirigido a los discípulos le sigue una sección bastante extensa sobre la

actividad de Jesús. En esta sección se cuentan pocos milagros. Ante todo debe exponerse

la polémica con los adversarios. Todos los fragmentos contribuyen algo a este tema: el pro y

el contra de Jesús, la crisis en que incurre su obra, la enemistad enconada del judaísmo

oficial. La primera parte de considerable extensión trata de Juan el Bautista (11, 2-19). El

segundo fragmento refiere dos sentencias bastante largas de Jesús, que dilucidan las

oposiciones (11, 20-30). La tercera sección contiene renovadas acusaciones de los

adversarios con motivo de distintos acontecimientos (12, 1-45).

1. JESÚS Y EL BAUTISTA (11,2-19).

a) Pregunta del Bautista (Mt. 11/02-06).

2 Cuando Juan oyó en la cárcel las obras de Cristo, mandó

unos discípulos suyos 3 para preguntarle. ¿Eres tú el que

tiene que venir o hemos de esperar a otro? 4 Y Jesús les

respondió: Id a contar a Juan lo que estáis oyendo y viendo:

los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios,

los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el

Evangelio a los pobres; 6 y bienaventurado aquel que en mí

no encuentre ocasión de tropiezo.

Desde 4,12 no hemos leído nada más de Juan. Está en la cárcel. Más tarde se informa

sobre los pormenores más circunstanciados que le llevaron a la cárcel (14,3-12). La primera

frase en el fondo ya anticipa la respuesta, cuando habla de las obras de Cristo. «El que

viene detrás de mí es más fuerte que yo, y ni siquiera soy digno de llevarle las sandalias»

(3,11). Ahora le vienen dudas de si Jesús realmente es quien «tiene el bieldo en la mano»

(3,12) y no otro alguno. La pregunta que el Bautista hace por medio de sus discípulos es

una auténtica pregunta y está tomada en serio. San Mateo la explica por el hecho de que

Juan en la prisión y aislado del ambiente. Ha oído hablar de las obras, pero no puede

interpretarlas. ¿Ha esperado Juan obras muy distintas?, ¿un movimiento espontáneo del

pueblo?, ¿el juicio tremendo contra los enemigos de Dios? No había llegado el fragor de la

tempestad del juicio, cuyas primeras ráfagas habían sacudido a Juan.

Jesús no contesta directamente confesando quién es. Hubiese podido contestar como

ante el sumo sacerdote con una clara respuesta afirmativa. Pero en este tiempo aún evita

esta contestación, y también muestra a Juan el camino por el que los discípulos y todos

nosotros tenemos que andar: ver señales e interpretarlas debidamente, concebir las obras

que hace Jesús como obras del Mesías. Es el camino de la fe, que arranca de los

resultados visibles y conduce al conocimiento de Jesús. Es el camino que va de la

Page 118: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

obscuridad a la luz, del signo a la realidad.

No puede incurrir en dudas quien comprende bien las obras y sobre todo las ve en

conjunto. Jesús construye el puente que conduce a la fe, porque la enumeración «los

ciegos ven...» se enlaza estrechamente con la promesa del profeta Isaías (Is 35,5s; 61,1).

El Espíritu que ungió al elegido, le hizo apto para todas estas acciones gloriosas. No es

posible detenerse en una sola cosa, no se pueden ver solamente ciertos milagros y dejar

de ver otros, solamente escuchar las palabras y no atender a las obras. Todo junto forma el

debido cuadro. Jesús no solamente es un predicador del pueblo o un taumaturgo. Y no

solamente ha curado como un médico, sino que también ha resucitado muertos. Todo junto

deja reconocer que aquí está actuando el ungido de Dios, que vio Isaías.

También la Iglesia sólo es conocida como signo de Dios, si se ven juntos todos sus

distintivos: la Iglesia es una, santa, universal (católica) y conserva su primitiva historicidad

(es apostólica).

b) Testimonio de Jesús sobre el Bautista (Mt. 11/07-15).

Jesús no ha hablado tan detenidamente de ningún hombre como del Bautista. El

discurso emocionado con sus preguntas breves, que siguen unas a otras como por

sacudidas, nos muestra de nuevo a Jesús como gran orador profético. Estas palabras no

solamente revelan la importancia de Juan en la historia de la salvación, sino que al mismo

tiempo son un testimonio de la profunda impresión que el Bautista incluso como hombre ha

causado en Jesús.

7 AI irse ellos, comenzó Jesús a hablar de Juan a la gente:

¿Qué salisteis a ver al desierto: una caña agitada por el

viento? 8 Si no, ¿qué salisteis a ver: un hombre vestido con

refinamiento? Bien sabéis que los que visten con refinamiento

están en los palacios de los reyes. 9 Entonces, ¿a qué

salisteis: a ver a un profeta? Pues sí, ciertamente, y mucho

más que un profeta.

Jesús con sus preguntas hace reflexionar al pueblo sobre lo que buscaban, cuando

acudían en masa al Jordán. Aquella gran peregrinación parece haber cesado. Con todo, el

recuerdo se había grabado profundamente en todos. Jesús con sus preguntas señala una

vez más la figura de aquel hombre adusto: no era como una caña, que el viento mueve de

un lado a otro. Un hombre que se mueve al compás del viento, hoy defiende esta opinión,

mañana defenderá otra. Sin hipocresía y con franqueza ha dado a conocer Juan su

mensaje, y ha apelado a la conciencia de cada uno, de la condición social que sea, incluso

a la conciencia del rey. No era un hombre con vestidos suntuosos y refinados, como los

que se encuentran en los palacios de los grandes, de los poderosos y de los ricos. Juan

está ante ellos como un robusto árbol silvestre.

Los israelitas han buscado un profeta y también lo han encontrado. La cadena rota de

los profetas se soldó de nuevo con Juan. En último término esto es lo que atraía a los

hombres hacia él: Dios volvía a hablar con las palabras proféticas que habían conmovido a

Israel a través de los siglos. Todo eso lo sabe la gente, y las palabras de Jesús habrán

encontrado un fuerte eco en sus corazones. Sin embargo, Jesús dice todavía más.

Juan es más que un profeta. No sólo es el portavoz de Dios, el medianero del mensaje

Page 119: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de Dios para el pueblo. Es, además, portador y figura de la salvación. No por sí mismo ni

por razón de su vida ascética, sino porque su actuación desde un principio es mayor que la

de los otros profetas. Su actuación le otorga una importancia única. Él solo fue llamado

para conducir y preparar al pueblo para aquel que es más fuerte que él y ha de venir

después de él (3,11).

10 Este es aquel de quien está escrito: Mira que envío ante

ti mi mensajero, el cual preparará tu camino delante de ti.

La proclamación mesiánica del Bautista y su proximidad inmediata a Jesús le convierten

en el precursor. Isaías ya había hablado de la preparación del camino: Dios hace volver

jubilosamente del cautiverio a su pueblo, que debe recorrer para ello un camino llano y

recto. El pueblo va de la servidumbre a la libertad (Is 40,4s; Mt 3,3). Todavía más dice el

profeta Malaquías. Trata del camino de Dios a su pueblo. Pero no ya para liberarlo del

cautiverio de Babilonia, sino para redimirlo al fin del tiempo. Vendrá el mismo Dios. Le

precede un heraldo: «Mira que envío ante ti mi mensajero, el cual preparará tu camino

delante de ti» (Mal 3,1). Estas palabras proféticas dan la luz, con que hay que ver la figura

del Bautista desde el punto de vista del plan salvífico de Dios. Aquí lo hace el mismo Jesús.

Indirectamente atestigua que él es el Mesías del tiempo final, para el que Juan ha

desbrozado el camino.

11 Os lo aseguro: entre los nacidos de mujer, no ha surgido

uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño

en el reino de los cielos es mayor que él.

«Más que un profeta» todavía significa otra cosa. Juan no solamente es un gran

personaje como precursor en el ejercicio de su cargo, sino también como ser humano: entre

los nacidos de mujer no hay uno mayor. Es una frase asombrosa. Parece como si hubiese

sido formada en un delirio y sin embargo está concebida como una alabanza personal a

este hombre. Realza a Juan entre sus contemporáneos, más aún entre la gran multitud de

hombres de Dios del tiempo pasado.

«Entre los nacidos de mujer», esta frase es en primer lugar una perífrasis al gusto de los

orientales, pero, cuando Jesús la usa, también resuena el misterio de su propia

procedencia. También él ha nacido de mujer, pero sólo «según la carne» (Rom 1,3). Su

origen como hombre-Dios está más allá de la procreación humana, ha sido engendrado por

Dios (Cf. Hb 1,5;5,5).

La frase siguiente vuelve a delimitar lo que se acaba de decir. Muy grande es Juan el

Bautista, y sin embargo es muy pequeño, si se le mide en la nueva edad, en el reino de los

cielos. El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. Ya ha empezado la

nueva época. El reino de Dios se abre paso. El que se encuentra en esta nueva edad, aún

es mayor que cualquiera que haya vivido antes, incluso que el Bautista. Éste es un nuevo

pensamiento: Junto a la alta categoría asignada a Juan se coloca la valoración del tiempo

nuevo, la época del reino de Dios. Está en una etapa superior el hombre de esta edad, el

hombre en gracia, el hombre redimido. Lo antiguo y lo nuevo se relacionan mutuamente

como la imagen con la realidad misma...

12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino

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de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. 13

Porque todos los profetas y la ley cumplieron su misión

profética hasta Juan.

Se formula la pregunta: ¿En qué parte precisa de la historia de la salvación se encuentra

el Bautista? Es una figura de transición, medio en la sombra y medio en la luz, profeta del

tiempo futuro y, al mismo tiempo, precursor. ¿Está más allá o más acá de la linde que

separa los dos períodos? Hasta ahora hemos oído palabras en que podían suponerse las

dos cosas: Juan se halla en la parte de allá, ya que el más pequeño en el reino de los

cielos es mayor que él. Pero también podría estar en la de acá, ya que es más que un

profeta, a saber, es el precursor del Mesías. El evangelista aquí no prosigue el

pensamiento de que Juan sea menor que cualquiera en el reino de los cielos, sino que

prosigue el otro pensamiento que incluye a Juan en la nueva era.

0Desde los días de Juan el Bautista en adelante, es decir empezando con Juan, con su

actuación y sus sermones; desde esta hora, el reino de los cielos está presente, porque es

acosado (Mt 11,12 = Lc 16, 16 es uno de los versículos más difíciles del Evangelio y es

objeto de controversia en la interpretación. Puede ser una queja («el reino de los cielos es

acosado») o un grito de júbilo («el reino de los cielos se abre paso victoriosamente»). Aquí

se toma por base el primer modo de ver, sin que por ello se rechace el segundo. Hasta hoy

día no hay una interpretación plenamente satisfactoria). Aquí llegamos a conocer el otro

aspecto, el aspecto sombrío de la venida del reino. Hasta ahora casi sólo hemos oído

hablar del aspecto brillante, del avance victorioso, de la virtud vital y curativa. Con todo las

muchas impugnaciones de los adversarios (la peor de las cuales es el reproche de que

Jesús trabaja aliado con el demonio) mostraron el otro aspecto. Al reino se oponen duras

resistencias. Su avance es obstaculizado, más aún, detenido violentamente. Y esta

oposición significa en último término que se ponen impedimentos al paso de Dios, que se

frustra su actuación.

Eso lo ve Jesús tan perspicazmente que habla de los violentos que quieren arrebatar el

reino. Según esto, el reino no solamente es debilitado y frenado en su curso, sino que se

intenta privarle directamente de su fuerza. Es un pasaje oscuro. La historia de las

tentaciones quizás ayude un poco a comprender este difícil versículo. Satán lucha por

conseguirlo todo, quiere usurpar el dominio y arrebatarlo. En la continuación de la obra de

Jesús, se escuda detrás de todos los adversarios e intenta de diversos modos disputar a

Dios el dominio y establecer el suyo propio en su lugar. Una nueva ojeada a los abismos

del acontecer, que siempre estará impulsado por estos poderes, mientras dure el tiempo final...

Puede aplicarse a Juan que desde él en adelante el reino de los cielos está de algún

modo presente, principalmente por medio de todo lo que Jesús hace y predica. La ley y los

profetas tienen un alcance que se extiende hasta él. Su tarea fue la conducción, la

indicación previa de lo venidero. Con el Bautista ya ha empezado lo venidero. Ha pasado el

tiempo del vaticinio, ha llegado el tiempo de la realización.

14 Y si queréis aceptarlo, éste es Elías, el que tenía que

venir. 15 El que tenga oídos, que oiga.

Hemos oído decir que Juan era el precursor, como dijo Malaquías (11,10). En el mismo

profeta, algunos versículos después, se anuncia otro mensaje: «Mirad, os envío al profeta

Elías antes que llegue el gran y temible día del Señor» (/Ml/03/23). Según la fe de aquel

Page 121: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

tiempo debía venir Elías antes que el Mesías, debía preparar la venida de éste. Aquí se

reúnen las dos predicciones: el (anónimo) mensajero de Mal 3,1 es el Elías de 3,23. Y

ambos son Juan el Bautista. No se puede creer que Elías apareciera corporalmente en

Juan, que el Bautista sea, en algún modo, un Elías encarnado, sino que Juan «irá delante

de él con el espíritu y poder de Elías» (Lc 1,17).

Si Juan fuese el verdadero Mesías, entonces se tendría que poder comprobar quién es el

precursor. A los judíos que decían: Jesús no puede ser el Mesías, porque Elías aún no ha

aparecido, a éstos se tuvo que poder decir: Elías ya estaba presente en Juan, pero

vosotros no lo habéis conocido.

El último breve versículo: El que tenga oídos, que oiga, quiere decir que solamente se

puede comprender con la fe esta presencia de Elías en Juan. Sólo quien abre su oído y

está dispuesto a entender bien y aceptar en su corazón lo que ha oído, conoce lo que aquí

se dice: Así pasa con todos los misterios de la fe: hay indicaciones auxiliares, puentes que

Dios construye. Pero la aceptación es de la incumbencia de nuestra fe diligente.

c) Acusación contra «esta generación» (Mt. 11/16-19).

16 ¿A quién compararé esta generación? Se parece a los

niños sentados en las plazas, que gritan a sus compañeros:

17 Os tocamos la flauta y no habéis bailado; entonamos

cantos lúgubres y no os habéis lamentado.

Aún continúa el tema: Juan el Bautista y su rango en los sucesos de la salvación. Con

todo ahora el tema prosigue con una invectiva contra esta generación. Es caprichosa y

versátil, más aún, directamente irresponsable, como niños que juegan en el mercado a

«bodas» y «entierro». Uno de los grupos tiene aspecto jovial, pero el otro grupo está

descontento. Hacen un ensayo con un canto triste y fúnebre, pero tampoco les satisface el

ensayo. Nada les sienta bien, son caprichosos aguafiestas. ¿Cómo os va a vosotros, a esta

generación, los contemporáneos de Juan y de Jesús? Como a estos niños, con la única

diferencia de que aquí no se trata de un juego, sino de la vida...

18 Porque llegó Juan, que ni come ni bebe, y dicen: Está

endemoniado. 19a Llegó el Hijo del hombre, que come y que

bebe, y dicen: Éste es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores.

Para ellos Juan no lo ha hecho bien, vivió una vida rigurosa de penitencia. Entonces

dijeron: Está endemoniado. No se acomodaba a ellos, y no podía hacerlo bien para ellos,

no bailaba según su antojo y sin más ni más le dieron la culpa de su fracaso: es un

desatinado. Algo semejante se ha dicho también de Jesús (9, 32-34; 12,22-24). Es el medio

más sencillo de rehuir el llamamiento: atribuir al demonio lo que Dios hace.

Entonces vino Jesús. que no vivía como un áspero asceta. Trae el tiempo de la

alegría, el tiempo de la plenitud, en que no debe haber ayunos (9,14s). Jesús se

compadece de los desechados, se sienta voluntariamente en la mesa con publicanos y

pecadores (9,10-12). Esta conducta de Jesús les parece demasiado mundana. Por esta

causa le hacen reproches espantosos y ofensivos, que en ningún pasaje de los Evangelios

se expresan con palabras tan ásperas como aquí. ¿Quién procederá bien para vosotros?

¿En quién queréis creer?

Page 122: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

19b Pero la sabiduría fue reconocida por sus obras.

El juicio de los hombres no acierta, sino que pasa sin hacer caso de ninguno de los dos.

En cada uno de ellos actuaba la sabiduría de Dios, la cual a uno le ha constituido riguroso

predicador de la penitencia, a otro portador de alegría y esposo celestial. Lo que han hecho

los dos, son obras de la sabiduría de Dios, ideadas en las profundidades divinas y hechas

en el Espíritu Santo. Reconoce el carácter divino el que tiene oídos para oir y ojos para ver,

el que tiene afición a lo sobrenatural y lo sabe percibir. Por tanto, se justifica la sabiduría,

cuando hay hombres que creen en las obras. Todas las falsas interpretaciones humanas

enmudecen ante esta justificación.

Todo lo que Dios obra, en último término sólo es asequible al ojo de la fe. Pero el que ve

con este ojo, reconoce en todas partes la sabiduría de Dios, incluso en la figura visible de

la Iglesia. Tenemos que esforzarnos -como los contemporáneos del Bautista y de Jesús-, a

ver con una mirada sobrenatural, a reconocer en las señales patentes del Dios invisible las

obras de su sabiduría.

2. JUICIO Y SALVACIÓN (11,20-30).

a) Amenaza a las ciudades de Galilea (Mt. 11/20-24).

20 Entonces comenzó a increpar a las ciudades en que se

habían realizado la mayoría de sus milagros, por no haberse convertido.

El discurso de Jesús se va elevando hasta convertirse en palabra conminatoria. No es un

juego como en el caso de los niños en el mercado, sino que se trata de la muerte y de la

vida. La veleidad caprichosa de los habitantes de dichas ciudades en último término es

incredulidad, la recusación de Dios. Si no creyeron ya en las palabras de Jesús, las obras

hubiesen tenido que convencerles. Estas ciudades, en las que Jesús había hecho muchos

milagros, no se han convertido. Las ciudades que aquí nombra el Señor: Corazaín,

Betsaida, Cafarnaúm, todas ellas son ciudades de Galilea, situadas alrededor del lago de

Genesaret.

21 ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque, si en Tiro

y Sidón se hubieran realizado los mismos milagros que en

vosotras, ya hace tiempo que, cubiertas de saco y ceniza, se

habrían convertido. 22 Por eso, os digo: en el día del juicio,

habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. 23 Y

tú, Cafarnaúm, ¿es que te van a encumbrar hasta el cielo?

¡Hasta el infierno bajarás! Porque, si en Sodoma se hubieran

realizado los mismos milagros que en ti, todavía hoy estaría

en pie. 24 Por eso os digo: en el día del juicio habrá menos

rigor para la tierra de Sodoma que para ti.

¡Ay de ti! es el llamamiento de la desventura, la contraparte de la exclamación profética

«bienaventurados» (Cf. 5,3ss; 23, 13ss.). La interjección «¡ay!» amenaza con la desventura

y la llama eficazmente, así como también la bienaventuranza llama la salvación. En la

Page 123: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Escritura hay ejemplos típicos de ciudades impenitentes: es proverbial que los profetas

nombren las ciudades paganas de Tiro y de Sidón en el norte de Palestina como ejemplos

de altiva arrogancia y copiosa riqueza (Cf. Is 23, 4; Ez 26-28). Sodoma (y Gomorra), las

ciudades del libertinaje y del vicio, fueron destruidas (Cf. Gn 18,16-19, 29 y el comentario a

Mt 10, 15). Así como el centurión pagano encontró el camino que conduce a la fe, así

también las ciudades paganas se hubieran convertido, si hubiesen visto los milagros de

Jesús. Y Sodoma actualmente aún estaría en pie, si hubiese llegado a ser testigo de las

gloriosas pruebas de su poder.

Todo eso lo hará ostensible el día del juicio. Entonces estas ciudades quedarán en

mejores condiciones que los lugares cercanos, que han rehusado el ofrecimiento de la

gracia y han pasado jugando el tiempo de la decisión. La oferta se hizo a todos, a toda la

población de una ciudad. Jesús los ve a todos implicados en un destino común. En el

encuentro personal Jesús siempre llama al individuo, y éste adquiere la fe. Pero todos

concurren y son responsables unos de otros. La llegada del reino de Dios es un

acontecimiento público, más aún, político, que a todos atañe. Dios puede dar una señal a

una comunidad, a una ciudad, a un pueblo, y hacer una oferta que obligue a todos. Así

sucedió siempre hasta nuestros días. Eso significa que debemos estar atentos al

llamamiento que exhorta a la conversión...

(Págs. 243-255)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 19

b) Se revela la salvación (Mt/11/25-27).

A continuación siguen tres versículos de gran alcance sobre la gloria de Dios. El

evangelista los hace resaltar con la frase introductoria «en aquel tiempo». Los dos primeros

versículos son una alabanza al gran Dios, que se ha revelado a los pequeños y a la gente

sencilla (11,25s). El tercer versículo da una profunda visión del íntimo misterio de Jesús

(11,27).

25 En aquel tiempo tomó Jesús la palabra y exclamó: Yo te bendigo, Padre,

Señor del cielo y de la tierra; porque has ocultado estas cosas a sabios y

entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. 26 Sí, Padre; así lo has querido tú.

En el evangelio solamente aquí encontramos el solemne tratamiento: Padre, Señor del

cielo y de la tierra. Antes Jesús hablaba del Padre, de su Padre o de nuestro Padre, con

el íntimo acento familiar que tiene este tratamiento. Aquí ahora se dice expresamente que el

Padre también es el Creador omnipotente y el Señor del mundo. Es el Dios que «al

principio creó» (Gén 1,1) el mundo, el cielo y la tierra, y ahora los conserva en su

subsistencia. Fuera de él no hay otro Dios. Todo lo que todavía existe en el mundo

universo, está subordinado a él, como a Señor supremo.

El solemne tratamiento aquí muy significativo, porque nos hace apreciar en lo justo las

siguientes palabras. En efecto, este Dios grande, que todo lo conserva, ha ofrecido su

revelación a la gente sencilla. Dios no ha elegido la gente entendida y prudente. Jesús no

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dice lo que Dios ha dado a conocer, sino solamente «estas cosas». Por el Evangelio que

hemos leído hasta ahora, sabemos que refiere todo el mensaje de Jesús anunciado con

palabras y con milagros. Jesús ha dedicado la primera bienaventuranza a los pobres en el

espíritu (5,3), ha buscado a los pequeños, a los desechados y despreciados, sobre todo a

los incultos. A éstos ha llamado para ser sus discípulos, éstos han creído en él y le han

rogado que hiciera milagros, como la mujer que padecía flujo de sangre, o los dos ciegos.

Parece casi como una predilección de Dios, como una debilidad por los que no valen nada

en el mundo.

Los sabios y entendidos se marchan vacíos. Ante ellos se oculta

el misterio de Dios, de tal forma que no lo ven ni conocen, no lo oyen ni creen. Como en el

Antiguo Testamento, así también aquí la aceptación o repudio se adjudica solamente a

Dios. Él es quien abre el corazón o bien lo endurece, como el caso del faraón. Pero eso no

sucede sin la propia decisión del hombre, sino que en cierto modo es tan sólo la respuesta

de Dios a su alma, ya cerrada, que se ha vuelto impenetrable para la palabra de Dios.

Aunque por razón de sus dones espirituales, de sus conocimientos y de su inteligencia

tendrían que ser especialmente adecuados para entender el lenguaje de Dios, se cierran

ante este lenguaje, que permanece oculto para ellos.

Jesús sobre todo ha de pensar en los escribas. Han utilizado su entendimiento para

formarse una idea cerrada de Dios y del mundo, y no están dispuestos a oir y aprender de

nuevo. Creen que conocen bien a Dios y que poseen la verdadera doctrina.

Esta es la eterna tentación del espíritu humano desde el momento en que el tentador

insinuó a Eva que se les abrirían los ojos y serían semejantes a Dios, si comieren del árbol

del conocimiento...

Así pues, Dios sólo puede contar con los sencillos que se descubren y creen con llaneza.

¡Qué singular trastorno del orden! Y sin embargo Dios elige este camino, porque es el único

por el que puede llegar su mensaje. Este camino corresponde a su voluntad, le es muy

agradable. ¡Cuántas cosas se entienden en el mundo, si se tienen en cuenta estas

palabras!

21 Todo me lo ha confiado mi Padre. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y

nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo.

Aquí se habla del conocimiento. No es una ciencia del entendimiento,

una comprensión con sus ideas y consecuencias. Conocer en la Biblia tiene un significado

mucho más extenso. La imagen del «árbol de la ciencia del bien y del mal» en el paraíso del

Edén designaba unos conocimientos amplios, una inteligencia inmediata de las razones y

causas de las cosas. Además el verbo conocer indica que se está familiarizado con otra

cosa, designa la aceptación juiciosa y la apropiación amante de una cosa. Participan por

igual en la acción de conocer la voluntad, los sentimientos y la inteligencia. Por eso la

Escritura puede designar con el verbo «conocer» el encuentro más íntimo del hombre y de

la mujer en el matrimonio. Si Dios conoce al hombre, lo penetra por completo con su

espíritu y al mismo tiempo le abraza con amorosa propensión. Conocer y amar son

entonces una misma cosa.

Dice Jesús: Nadie conoce al Hijo sino el Padre, el mismo Padre, que acaba de ser

ensalzado como Señor del cielo y de la tierra (11,25). El Hijo es el mismo Jesús, ya que

llama a Dios su Padre. Aquí por primera vez nos enteramos de esta profunda relación entre

Dios y Jesús, que aquí habla como un hombre entre los hombres. Las imágenes Padre e

Page 125: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Hijo, tomadas de nuestra experiencia en el orden natural, soportan el misterio que hay en

Dios. Sólo un ser comprende por completo al Hijo con un conocimiento amoroso, de tal

forma que no quede nada por explorar: el Padre.

Aún es más asombrosa la oración inversa: Y nadie conoce al Padre sino el Hijo.

Jesús hasta ahora siempre había hablado de Dios con reverencia y humilde devoción, y así

también lo continúa haciendo en adelante. También para él, que aquí habita como un

hombre entre los hombres, Dios es el gran Dios y Padre bondadoso. Pero en la profundidad

de su ser Jesús es igual al Padre, también le conoce plena y totalmente. Más aún, ni hubo

ni hay nadie más en el mundo que tenga tales conocimientos, sino él. Jesús es Dios.

Es el único pasaje en los evangelios sinópticos, en que esté tan claramente expresada la

filiación divina del Mesías. Estas palabras están solitarias y grandiosas en este pasaje.

Como a través de una rendija en las nubes estas palabras nos dejan dirigir la mirada a las

profundidades del misterio de Dios. Debemos aceptar estas palabras respetuosamente y

como «gente sencilla».

Pero el Hijo no posee este conocimiento para sí solo, sino que debe retransmitirlo. Su

misión es revelar el reino de Dios. Lo que se acaba de decir de Dios, también es la obra del

Hijo: Y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo. Se le ha encomendado esta revelación,

ya que el Padre se lo ha confiado todo. En último término parece ser indiferente que se

declare algo del Padre o del Hijo. El Padre se lo ha encomendado todo, toda la revelación,

luego el Hijo puede disponer libremente de ello, y comunicarlo a quien lo quiera comunicar.

Y no obstante sigue siendo siempre la palabra y la obra del Padre. Porque ellos son un solo

ser en su recíproco conocimiento y amor. Lo que dice Jesús, incluso de sí mismo, es como

un obsequio que viene a nosotros de las profundidades de Dios. No es fácil penetrar en

ellas. Entonces los judíos se escandalizan. Este escándalo también está al acecho en

nosotros. ¿Cómo puede hablar así un hombre? ¿No es el hijo del carpintero? No se

entiende nada, si se procede en este particular con la comprensión crítica, como ya hicieron

los adversarios en el primer tiempo del cristianismo. Se entiende tan poco como entendió

aquella «generación», que no pudo emprender nada ni con Juan el Bautista ni con Jesús.

Aquí sólo viene a propósito la abierta disposición de la «gente sencilla». no la arrogante

seguridad de un «sabio» y «entendido». «Quien no recibe como un niño el reino de Dios,

no entrará en él» (/Mc/10/15).

c) El yugo llevadero (Mt/11/28-30).

28 Venid a mí todos los que estáis rendidos y agobiados por el trabajo, que yo

os daré descanso. 29 Cargad con mi yugo y aprended de mí, porque soy manso

y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vosotros; 30 porque mi yugo es

llevadero y mi carga ligera.

De nuevo Jesús tiene ante su vista las mismas personas a que estaba dedicado con todo

el amor: los pobres y hambrientos, los ignorantes y la gente sencilla, los apenados y

enfermos. Siempre le han rodeado, le han llevado sus enfermos, han escuchado sus

palabras, y también han procurado tocar aunque sólo fuera una borla de su vestido.

También ha ido a ellos por propio impulso y ha comido con los desechados. Ahora llama a

sí a todos ellos y les promete aliviarlos. Son como ovejas sin pastor, están abatidos y

desfallecidos (9,36). Están abrumados y gimen bajo el yugo. Esta es la carga de su vida

agobiada y penosa, pero sobre todo la carga de una interpretación insoportable de la ley.

Page 126: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Esta doble carga les cansa y les deja embotados. En cambio Jesús los quiere aligerar y

darles alegría.

Los escribas les imponen como yugo cruel y áspero las prescripciones de la ley, como un

campesino impone el yugo al animal de tiro. Los escribas convierten en una carga

insoportable de centenares de distintas prescripciones la ley que fue dada para la salvación

y la vida (Ez 20,13). Nadie podía cumplir tantas prescripciones; ni ellos mismos eran

capaces de cumplirlas. Jesús tiene un yugo llevadero. Es un yugo que se adapta bien, se

ciñe ajustado y se amolda fácilmente alrededor de la nuca. Aunque tiene exigencias duras,

y enseña la ley de una forma mucho más radical (sermón de la montaña), este yugo de

Jesús es provechoso al hombre. No le causa heridas con el roce, y el hombre no se

desuella sangrando. «Sus mandamientos no son pesados» (/1Jn/05/03) porque son

sencillos y sólo exigen entrega y amor.

No obstante la voluntad de Dios es un yugo y una carga. Pero se vuelven ligeros si se

hace lo que dice Jesús: Aprended de mí. Jesús también lleva las dos cosas: su misión

para él es yugo y peso: Con todo, él los ha aceptado como siervo humilde de Dios. Se ha

hecho inferior y cumple con toda sumisión lo que Dios le ha encargado, se hace servidor de

todos. Aunque el Padre se lo ha entregado todo, se ha hecho como el ínfimo esclavo.

Si se acepta así el yugo de la nueva doctrina, entonces se cumple la promesa: y hallaréis

descanso para vosotros. Este descanso no es la tranquilidad adormecedora del bienestar

burgués o la paz fétida con el mal (Jesús ha hablado de la espada [10,34]). Jesús promete

el descanso para el lastre abrumador de la vida cotidiana, para el cumplimiento de la

voluntad de Dios en todas las cosas pequeñas. El que vive entregándose a Dios, y ejercita

incesantemente el amor, es levantado interiormente y se serena.

Nuestra fe nunca puede convertirse en carga agobiante, en el yugo que nos cause

heridas con el roce. Entonces se apreciaría la fe de una forma falsa. Si se procura

realmente cumplir los mandamientos de Dios, entonces el yugo de Jesús nunca es una

fuente menguante de consuelo y de apacible serenidad. En esto tendría que ser posible

conocer al discípulo de Jesús.

3. OBSERVANCIA DEL SÁBADO (12,1-21).

La polémica continúa. En los dos pasajes siguientes se trata de la manera adecuada de

entender el sábado, desarrollada por Jesús para justificarse. En primer lugar se nos dice

que los discípulos arrancaron espigas en un día de sábado (12,1-8), luego se nos habla de

la curación de un hombre en un día de sábado (12,9-14). Una sección sintética concluye

esta parte (12,15-21).

a) Los discípulos arrancan espigas (Mt/12/01-08).

1 En aquella ocasión, atravesó Jesús, en un día de sábado, por un campo de

mieses; sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a

comérselas. 2 Los fariseos, al verlo, le dijeron: Oye, tus discípulos hacen lo que

no está permitido hacer en sábado. 3 Pero él les contestó: ¿No habéis leído lo

que hizo David, cuando sintió hambre él y los suyos: 4 que entró en la casa de

Dios y comió los panes ofrecidos a Dios, a pesar de que ni a él ni a sus

compañeros les era lícito comerlos, sino sólo a los sacerdotes?

Page 127: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Jesús da a los adversarios nuevo motivo para sus acusaciones. Un día de sábado los

discípulos, caminando, para saciar su hambre, cogen espigas del campo y comen los

granos, lo cual estaba expresamente permitido en la ley y sancionado por el derecho

consuetudinario; no se consideraba como hurto. «Si entras en el sembrado de tu amigo,

podrás cortar espigas y desgranarlas con la mano, mas no echar en ellas la hoz» (Dt

23,25). Los fariseos sólo inculpaban a Jesús de que lo consintiese y no lo impidiese en día

de sábado. Según su estricta interpretación incluso actividades insignificantes quedaban

afectadas por el precepto del reposo sabático. Sólo se podía correr un trayecto

determinado, hacer los trabajos necesarios para la vida. El arranque y trituración de los

granos ya eran considerados como trabajo prohibido.

Jesús se defiende en un discurso, en que procede escalonadamente, argumento tras

argumento. Hay cuatro pensamientos independientes, que primero deben mostrar que

Jesús está en su derecho y no quebranta el precepto divino. Las tres primeras razones

también tienen que convencer a un judío, ya que están tomadas de la Escritura. Pero la

última y también decisiva prueba contra los fariseos ya supone la fe en el poder de Jesús:

Porque el Hijo del hombre es señor del sábado. De una forma parecida como antes en

la cuestión del ayuno aquí Jesús habla de su misión única. En las bodas mesiánicas no hay

motivo para ayunar, ni tan sólo el sábado. La interpretación del precepto sabático y la

manera de observarlo están sometidas a Jesús, como Señor.

Apoyándose en estas palabras los antiguos cristianos pudieron atreverse a celebrar la

fiesta del sábado a su manera, y finalmente incluso a sustituirla con la celebración del

primer día de la semana. Esta sustitución se funda en el poder del Señor, que fue

transferido a los apóstoles.

En la Escritura hay ejemplos, en los cuales se quebrantó el sábado. E1 primer ejemplo

versa sobre David, el rey ejemplar, a cuya manera de proceder se podía apelar. Cuando

David huía de Saúl, hizo que el sacerdote Aquimelec le diera los panes santos ofrecidos a

Dios, que se guardaban en la tienda santa de Nob (ISam 21,1-7). Estos panes sólo los

podían comer los sacerdotes. David no hizo caso de esta disposición, porque el

mandamiento del culto no lo consideraba tan importante como la obligación de sustentar la

vida. Las prescripciones sabáticas para Jesús tienen la categoría de esta disposición sobre

los panes ofrecidos a Dios. Lo que hizo David, no sucedió un día de sábado. La

comparación se basa en la infracción de lo que disponía la ley; en un caso extraordinario

puede contravenirse un precepto de esta naturaleza.

5 ¿O no habéis leído en la ley que, en los sábados, los sacerdotes quebrantan,

en el templo, el reposo del sábado, sin pecar por ello? 6 Pues bien, yo os digo

que aquí hay uno más grande que el templo.

Todavía es más fuerte el segundo ejemplo. Los sacerdotes que prestan sus

servicios en el templo, hacen el sábado diversos trabajos corporales en los preparativos e

inmolación de las víctimas, en la colecta de los dones y en la purificación de las vasijas.

Todo eso no sólo está permitido por excepción, sino que está mandado expresamente en la

ley. Los sacerdotes lo hacen y no incurren en ninguna culpa. ¡Cuánto más tiene que estar

ahora en vigor esta libertad, ya que aquí hay uno más grande que el templo! Es una

frase vigorosa. Israel no conoce ningún santuario mayor que el templo, que garantiza la

presencia de Dios. Unas palabras contra la santidad del templo desempeñan un papel

importante en el proceso incoado contra Jesús (26,61; cf. Act 7,47-50). En el templo

Page 128: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

solamente está garantizada la proximidad de Dios. Pero en Jesús Dios está presente de

una forma visible. Mora con nosotros. Dios se ha hecho hombre. Esta dignidad es

inmensamente mayor que la dignidad de la casa construida de piedra y madera.

7 Si hubierais comprendido qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio, no

habríais condenado a estos inocentes. 8 Porque el Hijo del hombre es señor del

sábado.

El tercer argumento ya lo hemos encontrado antes: son las palabras del profeta Oseas:

Misericordia quiero y no sacrificio (9,13). Jesús hace valer de nuevo el adecuado orden

de valores, como hicieron infatigablemente los profetas anteriores a él. Dios quiere el

corazón, la obediencia y la confianza, la bondad y la verdadera justicia. Si el hombre los

ofrece, también son agradables a Dios los sacrificios. Pero nunca podemos exonerarnos de

la misericordia observando escrupulosamente las prescripciones rituales, cumpliendo de

una forma minuciosa las disposiciones del culto divino. Si sólo se da a Dios una cosa sin la

otra, nos desviamos de su voluntad. Las pruebas de Jesús conducen mucho más allá de lo

que era motivo de la queja. Se trata de la adecuada comprensión de la ley de Dios y

especialmente de sus prescripciones del culto. Jesús no dice que se hayan suprimido las

leyes del sábado, pero son interpretadas de un modo nuevo. Hay obligaciones que están

en un nivel superior y que son intimadas por Dios con más insistencia. Sobre todo se ha

producido una nueva situación desde que se presentó Jesús. En él hay uno más grande

que el templo y su culto. Es la aurora de un nuevo tiempo, en el que los verdaderos

adoradores de Dios no le adorarán en el templo, sino «en espíritu y en verdad» (Jn 4,23).

También para nosotros sigue siendo válido el orden de valores establecido por Jesús:

primero la obediencia y la misericordia, luego el cumplimiento de las prescripciones del

culto. El culto divino en la nueva alianza tiene una dignidad incomparable, ya que es

ofrecido por el sumo sacerdote Jesucristo, pero en todas partes está al acecho el peligro de

la angostura legal y de la proliferación de ritos y prescripciones sobre el servicio viviente del

corazón.

b) La curación de una mano seca (Mt/12/09-14). MIGRO/MANO-SECA

9 De allí se fue a la sinagoga de ellos. 10 y había un hombre que tenía una

mano seca; y para poder acusar a Jesús, le preguntaron: ¿Es lícito curar en

sábado? 11 Pero él les contestó: Y si a uno de vosotros, en día de sábado, se le

cae en un hoyo la única oveja que tiene, ¿no le echa mano y la saca? 12 Pues

¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por lo tanto, es lícito hacer bien en

día de sábado. 13 Entonces le dice a aquel hombre: Extiende fu mano. Él la

extendió, y se le quedó sana como la otra. 14 Pero los fariseos salieron, y en un

consejo contra Jesús, acordaron la manera de acabar con él.

Un segundo suceso en día de sábado, y además en una sinagoga. Esta vez los

adversarios atacan preguntando si está permitido curar en día de sábado. Los escribas

sostuvieron en este punto diferentes opiniones, unas más amplias y otras más estrechas.

Aquí no se pregunta por ellas, sino si en general está permitido.

El Señor contesta primero con un ejemplo. El caso de la oveja, expuesto por Jesús en

ciertas circunstancias lo habrían designado como permitido muchas opiniones de escuela.

Page 129: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Pero Jesús no cuenta el ejemplo para adoptar y defender tal o cual opinión, sino para

proceder según sano entendimiento humano. En efecto, cualquier hombre razonable

procedería como este campesino. A nadie se le ocurre dejar perecer lastimosamente la

oveja por causa del sábado, sobre todo si es la única que posee su dueño, y por tanto

representa para él un alto valor.

Pero ahora viene la conclusión. El hombre es mucho más digno de

aprecio que una oveja. Si le acontece algo, se le ayudará en seguida. aunque sea en día

de sábado. Ahora el hombre no ha caído con la mano seca en el hoyo, no está en peligro

inmediato de muerte. Jesús también podría curarlo al día siguiente. Pero él quiere

responder la pregunta según los principios, así como también ha sido preguntado según

ellos. Jesús contesta haciendo un cambio significativo. Los adversarios le preguntan si se

puede curar. Jesús contesta que se puede hacer una buena obra. De esto, pues, se

trata. La norma de si esto o aquello está permitido, no se mide tan sólo por la índole del

trabajo, sino por la intención de este trabajo. Aquí se intenta algo bueno, provechoso y por

eso muy agradable a Dios desde un principio. También aquí tiene que cambiarse la manera

de pensar. La rigidez en la manera legal de pensar debe quitarse con una manera humana

de pensar, determinada por el sentido y valor morales. El bien siempre tiene su sentido en

sí mismo. Sin cesar lo debemos hacer, espontánea y sinceramente, sin reflexionar con

angustia o asegurarnos con prudencia.

El enfermo es curado. Pero según la manera de ver de los adversarios Jesús quebranta

la ley. Y no solamente la quebranta, sino que defiende una nueva doctrina y por eso se

coloca fuera de la tradición. Esta actitud de Jesús les irrita tanto que ya ahora resuelven

matarlo. Como el estallido de un trueno en un día de verano -así resuena la frase que nos

da a conocer que los enemigos de Jesús han tramado un plan para darle muerte-. Es

evidente que aquí ya no se trata de una u otra manera de ver, de una interpretación más

estricta o más amplia de la Escritura, sino de una enemistad sistemática. Para los enemigos

las novedades que enseña Jesús, no se enlazan con lo antiguo. Es una revolución que

tiene que ser sofocada, para que no se estremezcan los fundamentos de su fe. Así pueden

ellos pensar y creer de veras que tienen razón. A pesar de que todo el derecho de Dios

está de parte de Jesús. Pero ellos no lo pueden ver por su rígida visión legalista.

(Págs. 255-268)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 20

c) El siervo de Dios (Mt. 12/15-21).

15 Al saberlo Jesús, se alejó de allí. Muchos los siguieron; y

él a todos los curó, 16 pero severamente les encargó que no lo descubrieran.

San Mateo hace suyo un pensamiento con frecuencia manifestado en san Marcos, a

saber, que el Señor mandó guardar silencio sobre sus milagros y el misterio de su persona

(Cf. Mt 9,30). Este mandamiento de callar aquí adquiere un carácter especial por el plan

homicida, del que se acaba de hablar (12,14). Jesús parece que se aparte de los

adversarios y que se retire. Por consiguiente tampoco es conveniente darlo a conocer.

Page 130: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Jesús continúa sus curaciones, pero no para que se hable en una extensa zona de los

alrededores. Parece haber pasado el tiempo en que sus obras hablan por sí mismas, es

decir en favor de él. La enemistad ya ha ido en aumento como un torrente impetuoso, de tal

forma que tiene que esconderse. ¿Debemos ya ver en ello una señal del fracaso, una

resignación ante la fuerza apremiante de la contradicción? San Mateo prosigue esta

cuestión con el texto del profeta Isaías.

17 Para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías cuando dijo:

18 Mirad a mi siervo, a quien yo elegí;

a mi predilecto, en quien se ha complacido mi alma.

Sobre él pondré mi espíritu,

y él anunciará el derecho a las naciones.

19 No porfiará ni gritará,

y nadie oirá su voz en las plazas.

20 La caña cascada no la quebrará,

y la mecha humeante no la apagará,

hasta que haga triunfar el derecho.

21 ¡Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza!

Pocas citas del Antiguo Testamento aduce san Mateo tan detalladamente. Con esta cita

se nos ofrece una llave para comprender al Mesías. Al retirarse Jesús obligado por los

demás, se trasluce en él la imagen del siervo de Yahveh que se encuentra en Isaías. Dios

no anula nada de lo que ha dotado a su siervo desde el principio. Dios le ha elegido para

que sea el Emmanuel («Dios con nosotros») y para salvar «a su pueblo de sus pecados»

(1,21.23). Jesús es su «hijo amado», en quien el alma de Dios se complace, cuando se

revela en el bautismo del Jordán. Allí el Espíritu se puso sobre él. Empezó a obrar

poderosamente en él, comenzando por la lucha con Satán en el desierto. Sus primeras

palabras fueron las del reino, con las que se anunció el «derecho» divino; «a las naciones»,

se dice en Isaías, por tanto no sólo a Israel. El profeta dice que las palabras del Mesías

tienen validez para todos y van dirigidas a todas las naciones del mundo, todo lo cual ha

sido presentado a nuestros ojos mediante diversas imágenes.

El profeta no sólo tiene conocimiento de aquella vocación y de su radiante principio.

Contempla en el tiempo futuro que el siervo de Yahveh no marcha como un jefe de ejército

o un reformador, que vuelve lo de abajo hacia arriba. El profeta tiene conocimiento de una

actividad profundamente interna, que cura de raíz y alienta.

El siervo no porfía ni grita, ni llena las plazas con un diluvio de palabras. Su vocación

es consolar al abatido delicada y misericordiosamente, curar las heridas, alentar el ánimo

quebrantado, inclinarse hacia el pecador.

No hay ninguna porfía, como las tenemos los hombres, ni tampoco ninguna discusión

para encontrar en común la verdad. Incluso frente a los adversarios Jesús no hace otra

cosa que «anunciar el derecho (de Dios)». Los adversarios tienen que oír y aceptar lo que

Dios dice por medio de Jesús.

No podemos discutir sobre el Evangelio. Solamente podemos obedecerlo. Ésta es la

finalidad de cada una de las conversaciones sobre el mensaje de Dios: estimularnos unos a

otros a una obediencia mejor.

En el retiro, en esta actuación salvífica apenas perceptible y poco llamativa, Jesús realiza

la vocación de Dios. Pero de este modo se lleva a cabo el plan de hacer triunfar el

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derecho. No el derecho en que los hombres insistimos, o el derecho del que mana la ley,

sino el derecho de Dios, lo que él reclama inalienablemente: el reconocimiento de su

soberanía. En su nombre esperan las naciones, más aún, todas las naciones, Israel inclusive.

El camino del Mesías conduce de la humillación al ensalzamiento, del retiro a la luz, como

ya se dijo a los apóstoles: «Lo que os digo en la obscuridad, decidlo a plena luz; lo que

escucháis al oído, proclamadlo desde las terrazas» (10,27).

Este camino también lo describe en el Evangelio san Juan, aunque de una forma

ampliada en torno al primer movimiento de arriba abajo, de la Palabra preexistente de Dios

a la humillación de la carne, y de nuevo arriba al Padre, cuando Jesús fue exaltado: «Salí

del Padre y he venido al mundo; ahora dejo el mundo y me voy al Padre» (Jn 16,28).

4. DIOS O SATÁN (12,22-45).

La crisis llega a su punto culminante en los siguientes pasajes, en los que se manifiesta

la acritud de las divergencias de forma semejante como en el relato de las tentaciones

(4,1). Pero aquí ya no se manifiesta en la secreta lucha invisible entre Dios y Satán, sino en

la notoria lucha entre la oposición judía y el Mesías de Dios. Al principio se reprocha una

vez más a Jesús que está aliado con el demonio, y a continuación Jesús habla en defensa

propia (12,22-37). Siguen una llamada a la penitencia y unos párrafos judiciales sobre la

generación hostil (12,38-42). El párrafo de la reincidencia concluye el discurso con tono

amenazador (12,43-45).

a) Reino de Dios o reino de Satán (Mt. 12/22-37).

22 Entonces le presentaron un endemoniado ciego y mudo,

y lo curó, de manera que el mudo podía hablar y ver. 23 Toda

la multitud estaba asombrada y se decía: ¿No será éste el Hijo

de David? 24 Cuando lo oyeron los fariseos, replicaron: Este

no arroja los demonios sino por arte de Beelzebul, príncipe de los demonios.

Ya hemos leído antes una escena semejante (9,32-34). De nuevo se trata de un

endemoniado, otra vez el pueblo aclama a Jesús con entusiasmo. En la escena citada la

gente hace constar con asombro que nunca se ha visto en Israel algo semejante, aquí

incluso pregunta: ¿No será éste el Hijo de David? Este es un grado superior, un paso

adelante. Al Mesías se le llama Hijo de David. ¡Cuán cerca parece que se está de la

verdad! Pero solamente lo parece a medias. Porque con una oposición mucho más

endurecida se levanta la acusación de que Jesús arroja los demonios con la ayuda del

príncipe de los demonios. El mismo acontecimiento y un juicio tan diferente. Lo que para

unos es la única esperanza, a otros les parece un insolente engaño del pueblo.

¿Es obra de Dios o prestidigitación de Satán? Siempre se exige esta decisión incluso en

el gobierno de la Iglesia por parte de Dios; solamente la fe dócil y obediente conoce que en

estos hechos no se da testimonio de seducción humana, sino de amor divino...

25 Pero él, penetrando sus pensamientos, les dijo: Todo

reino dividido en bandos queda devastado, y toda ciudad o

casa dividida en bandos no podrá subsistir. 26 Y si Satán

arroja a Satán, está dividido contra sí mismo; ¿cómo, pues,

Page 132: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

subsistirá su reino? 27 Y si yo arrojo los demonios por arte de

Beelzebul, ¿por arte de quién los arrojan vuestros discípulos?

Por eso serán ellos mismos vuestros jueces.

La defensa del Señor está estructurada con estricta lógica. Este rigor en el orden de las

ideas es una expresión del antagonismo irreconciliable entre el reino de Dios y el reino de

Satán. En la tentación el espíritu maligno solamente habló de los reinos del mundo, que él

creyó que podía adjudicar a su libre elección (4,8s). Aquí Jesús habla de su propio reino.

Se puede comparar su dominio con un Estado, o también con una ciudad o una casa, en

las cuales reina el orden bajo una autoridad. Cuando una familia se divide por dentro, los

hijos se rebelan contra los padres (10,34-36). Una guerra civil puede arruinar todo un reino;

entonces está perdida la integridad de aquel orden. La capacidad de subsistir estriba en la

unidad de los miembros aunados en su pluralidad mediante la comunidad de fines. Cuando

uno se subleva contra otro, se desploman los pilares del orden y ha ]legado el fin. El reino

de Satán parece hecho según el molde del reino de Dios, más aún, calcado. Satán ha

fundado un gobierno rival, un reino rival. En el reino de Satán no hay unidad en la plenitud,

como la hay en Dios, sino solamente una imagen deformada de unidad: todo tiene que

servir al espíritu maligno, todo tiene que ser destruido, lastimado, dividido. En esto están de

acuerdo todos los miembros de este «reino». ¿Cómo puede trabajar en él uno contra otro?

¿Cómo puede Satán, como quien dice, suicidarse?

Jesús esgrime un segundo argumento en la polémica: vuestros propios hijos, es decir

vuestros discípulos también actúan de exorcistas, que arrojan demonios. Vosotros mismos

los habéis instruido para este oficio. Ellos serán vuestros jueces, porque testifican en favor

mío y en favor de mi actividad que el espíritu maligno solamente retrocede ante el vigor de

Dios. También ellos solamente pueden alcanzar algo, si topan con el poder demoníaco en

el nombre del Señor.

28 Pero si yo arrojo los demonios en virtud del Espíritu de

Dios, es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.

Todo lo antedicho constituye un argumento tajante. Ahora viene la proclamación que

habla con autoridad, el testimonio que da sobre su obra. Hasta ahora tenia que doblegarse

el entendimiento, pero, en adelante, será la fe la que llegue a comprender. En mí no actúa

el espíritu maligno, sino el Espíritu de Dios. Mediante su virtud, con la que fui ungido, se

vence a los demonios. Y cuando se consigue esta victoria, ya llega el reinado de Dios.

Si se expulsa el poder maligno, puede establecerse el dominio de Dios. El espacio libre

para este dominio es obtenido paso a paso y con fatiga. Pero entonces realmente triunfa la

gloria de Dios. El reino de Satán no se quebrará por los desacuerdos que haya en sí

mismo, sino por el poder mayor del reino de Dios. Es una de las frases más vigorosas del

Evangelio. Esta fuerza tiene que revelarse donde actúa el Espíritu de Dios, no sólo

expulsando un espíritu maligno como aquí, sino también en nuestras sencillas obras, si se

hacen «con el Espíritu de Dios»: con la oración esforzada, con el servicio humilde o

solamente con un buen recuerdo o deseo para uno de nuestros prójimos.

29 ¿O cómo puede uno entrar en la casa de un hombre

fuerte y saquearla, si primero no logra atarlo? Sólo entonces

le saqueará la casa.

Page 133: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Es una corta parábola. Está tomada de la guerra, y es dura y realista. El que quiere

despojar una casa ajena, y saquear lo que en ella haya, primero tiene que maniatar al

dueño de la casa, de lo contrario no conseguirá su intento. Causa extrañeza que se llame

«hombre fuerte» al dueño de la casa. En la parábola es comprensible, porque solamente

así se entiende el riesgo que da quehacer al asaltante. Pero Jesús hablaba de Satán, y la

parábola debe proseguir lo precedente. Satán es fuerte, porque está al frente de un

«reino». Sólo uno más fuerte que él puede vencerle y encadenarle, si quiere despojarle de

sus bienes. ¿Quién ha de ser el más fuerte, sino aquel a quien Juan el Bautista anunció

con estas palabras: «Pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo» (3,11)?

También es más fuerte que Satán, y sólo Jesús logrará hacer que la nocividad de aquél

pierda su eficacia. Los demonios huyen ante la decisión soberana de Jesús. Satán sufre

una derrota tras otra.

Somos impotentes si contamos con nuestras propias fuerzas. Sólo el poder de Jesús, el

más fuerte, puede reprimir en nosotros el mal: el odio, la mentira, la enemistad contra Dios.

30 Quien no está conmigo, está contra mí, y quien conmigo no recoge, desparrama.

Dios contra Satán y el Mesías contra Satán es exactamente lo mismo. El que se vuelve

contra Jesús, también se vuelve contra Dios. Sólo él puede hacer frente a los poderes del

maligno, porque está fatalmente en Dios, y Dios está totalmente con él. Con referencia a él

se decide la suerte del hombre. Más aún, quien no trabaja activamente con Jesús, tal como

hicieron los discípulos durante la vida mortal de él, trabaja contra Jesús, desparrama. La

imagen presenta que la obra de Jesús según la idea de reunir «las ovejas perdidas de la

casa de Israel» (10,6). De nuevo resplandece la imagen del pastor y del rebaño.

Desparrama el lobo que irrumpe en el rebaño.

No solamente establecemos en alguna parte un criterio; no solamente se trata de la

decisión antes tomada. Esta decisión tiene que realizarse constantemente, tiene que

adquirir forma en la acción. No se queda en la teoría, en una orientación espiritual. Esta

decisión sólo es verdadera donde las ocupaciones cotidianas son sustentadas por ella, y

esto significa recoger con Jesús, servirle como pastor de almas, trabajar por él...

31 Por eso os digo: cualquier pecado y blasfemia se

perdonará a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu

no se les perdonará. 32 Y si uno dice una palabra en contra

del Hijo del hombre, se le perdonará; pero el que la diga en

contra del Espíritu Santo, no tendrá perdón ni en este mundo ni en el futuro.

Se habla de un pecado: la blasfemia. Este pecado siempre va dirigido

contra lo santo y divino, a diferencia de otros pecados que se dirigen a los hombres y a los

valores humanos. Jesús distingue entre la blasfemia contra el Espíritu Santo y la blasfemia

contra el Hijo del hombre. Es difícil entender cómo puede perdonarse este pecado contra el

Hijo del hombre, y no puede perdonarse el otro pecado.

Jesús emplea el título de Hijo del hombre para sí como un seudónimo. Puede significar

simplemente «persona humana», pero también puede significar las más excelsas

dignidades: el poder para perdonar los pecados, el cargo de juez al fin de los tiempos. En

cualquier caso exteriormente es un hombre como todos los demás. Como aquí se muestra,

Page 134: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

podemos incurrir en error respecto a él. Se pueden interpretar sus milagros con mala

voluntad, como antes sucedió (12,24). Como hombre entre los hombres es objeto de un

antagonismo, la fe en él puede ser hallada, pero también rehusada. Este encubrimiento de

la plenitud divina con el vestido humano, el ocultamiento de la divinidad en la endeblez

puede ser imputada al hombre como «circunstancia atenuante». Aquí queda esperanza de

perdón.

Pero el que blasfema contra el Espíritu de Dios, sabe muy bien de quién se trata. Su

ataque se dirige inmediatamente a Dios. El hombre no puede ver a Dios ni tampoco a su

Espíritu, pero sabe quién es Dios. Si alguien blasfema contra Dios, en realidad siempre

hace referencia al mismo Dios. En esta blasfemia no hay ningún claroscuro de duda o de

inseguridad y, por eso, tampoco hay ninguna excusa.

Jesús confiesa solemnemente que expulsa a los demonios con el Espíritu de Dios. La

blasfemia contra Dios en realidad es una blasfemia contra el Espíritu. Y este pecado no

puede perdonarse, porque el blasfemo en cierto modo se excluye a sí mismo del perdón.

No obtendrá perdón ni aquí en el tiempo del mundo actual ni en el tiempo futuro. Se ha

separado de Dios.

33 O tenéis por bueno el árbol y por bueno su fruto, o tenéis

por podrido el árbol y por podrido su fruto; pues por el fruto se

conoce el árbol. 34 ¡Raza de víboras! ¿Cómo podréis decir

cosas buenas, siendo malos? Porque del rebosar del corazón

habla la boca. 35 El hombre bueno, de su buen tesoro saca lo

bueno, y el hombre malo, de su mal tesoro saca lo malo.

Aquí se emplea de nuevo la imagen de los árboles y de su fruto. No puede tener buen

corazón, quien dice cosas malas, aquel cuyas palabras están llenas de maldad y odio.

Todo el hombre está ofuscado (cf. 6,22s). El exterior refleja sin hipocresía la situación

interna del hombre. La maldad del corazón se da a conocer en el lenguaje blasfemo. Este

lenguaje testifica que estáis enteramente perdidos y que Dios no está en vosotros. Así

como se conoce el árbol putrefacto y podrido por su fruto inservible, así se conoce vuestra

perversidad por vuestro lenguaje.

También Jesús emplea a su vez, como ya hizo el Bautista. el duro tratamiento: «¡Raza de

víboras!» (Cf. 3,7 y una vez más 23,33). Con frecuencia no se conoce al instante aquella

perversidad, tampoco tiene que darse a conocer exteriormente como maldad. Está

encubierta bajo el manto de la piedad y se escuda con la intención de servir a Dios. Aquella

perversidad es hipocresía, que Jesús ya ha echado en cara a los fariseos en el sermón de

la montaña (6,8) y de la que más tarde se trata de una forma más sistemática en el gran

discurso de las invectivas (capítulo 23). Con la imagen de los árboles se junta la sabiduría

proverbial de la experiencia humana: «Porque del rebosar del corazón habla la boca.» El

puro sentimiento y la diafanidad en la manera de ser se expresa también en el lenguaje.

Sólo percibe este sentimiento en el lenguaje quien tiene en sí suficiente pureza para

percibir a través de las palabras la verdadera pureza de intención.

Por tanto el hombre en su corazón posee un tesoro que es bueno y valioso, o malo y

vacío. ¡Cuán estrecha es la relación entre el lenguaje y el ser,. entre las palabras

pronunciadas con labios humanos y la disposición del ser! Es una verdad que también se

confirma en nuestra experiencia cotidiana. A la larga conocerá uno a otra persona por la

veracidad interna de su lenguaje, pero también él será conocido por los otros. La palabra

Page 135: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

revela nuestra persona. Viene del centro del ser y busca el camino para llegar al prójimo.

Cuanto mayor es la unidad entre nuestro sentir y la palabra, tanto más profundamente

estamos configurados por la verdad de Dios. Entonces de nuevo tiene validez la

bienaventuranza: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios»

(5,8).

36 Pero yo os aseguro que de toda palabra sin hechos que

hayan proferido los hombres, tendrán que dar cuenta en el día

del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por

tus palabras serás condenado.

La palabra tiene que ser administrada con esmero. Tiene una alta dignidad y saca del fondo de

nosotros lo más valioso que tenemos. Por eso nos debemos precaver de emplear palabras sin

hechos. De cada una de ellas tenemos que dar cuenta el día del juicio.

Es un pensamiento estremecedor. Nuestras palabras se pesarán y medirán, como se

pesan y miden nuestras acciones. Puesto que Jesús habla de ellas con tanta seriedad, no

pueden ser solamente las palabras cotidianas, sin las que sería inconcebible nuestra vida,

la conversación sobre los acontecimientos del día, sobre las alegrías y preocupaciones en

la familia, las consideraciones sobre las compras y la comida, y sobre todo lo que nuestras

palabras tienen que conseguir sin cesar y hasta necesariamente. Palabras sin hechos

tienen que ser las que no proceden de aquella verdad interior, las que son impuras y

ambiguas, fingidas oculta o conscientemente, y aisladas del amor: todo lo que se dice sobre

el prójimo, si es murmuración; todo lo que se diga sobre la situación y estos malos tiempos,

si son tan sólo inútiles y desenfrenadas habladurías. Dios ponderará estas palabras.

Deberíamos esforzarnos porque toda nuestra manera de hablar se identifique cada vez más

con nuestro sentir, con nuestro corazón, impulsado con el latido del amor.

(Págs. 268-279)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 21

b) Petición de una señal (Mt. 12/38-42).

38 Entonces se dirigieron a él algunos escribas y fariseos

con estas palabras: Maestro, quisiéramos ver alguna señal

tuya. 39 Él les contestó: Esta generación perversa y adúltera

reclama una señal, pero no le dará más señal que la del

profeta Jonás. 40 Porque así como estuvo Jonás en el vientre

del monstruo marino tres días y tres noches, así estará el Hijo

del hombre en las entrañas de la tierra tres días y tres noches.

Los escribas y fariseos se acercan a Jesús para hacerle una

petición. Le tratan respetuosamente como maestro: querrían ver alguna señal suya. ¿Qué

clase de señal debe ser? ¿No ha dado señales continuamente, sobre todo en sus milagros?

¿No ha hablado el mismo Dios desde un principio y ha dado una señal en el bautismo del

Jordán? Los escribas y fariseos quieren todavía algo más, su pregunta podría estar

Page 136: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

pensada honradamente, así como la pregunta de Juan el Bautista (11,2s). Este preguntó si

Jesús era realmente el Mesías. Los adversarios aquí podrían aludir a lo mismo:

una señal confirmatoria, un prodigio innegable y seguro.

La respuesta del Señor también es similar a la que dio a Juan. No dijo al Bautista

explícitamente que él era el Mesías, sino que le mostró el camino de la fe: juzgar su

persona por las obras. Los adversarios aquí tampoco reciben una respuesta directa. Pero

la recusación es mucho más áspera. Jesús ve en la petición como tal un agravio, una

protesta contra el plan de Dios. A sus antepasados los profetas con frecuencia les han

reprochado que eran una generación perversa, incapaces de hacer el bien, y por

consiguiente una generación adúltera, que quebranta sin vacilar el pacto de amor que Dios

había concertado. Así también es esta generación de los contemporáneos de Jesús. Pide

una señal propia, porque no acepta las que ya han sido dadas por Dios. Intenta forzar bajo

su voluntad a Dios, en vez de someterse a la voluntad de Dios. Por eso no se dará a esta

generación ninguna señal. Satán en el desierto tampoco había tenido éxito en sus

exigencias de señales prodigiosas. En último término Satán está metido tras las exigencias

de esta generación.

A veces se oye decir: si Dios obrara un milagro, entonces creería. Están puestas todas

las señales que nos muestran el camino. La voluntad sediciosa pide otras y nuevas

señales, de las que nosotros mismos querríamos juzgar si también son suficientes para dar

testimonio de Dios...

No obstante dará una señal, designada de modo impreciso como señal del profeta Jonás.

No enseguida, porque la piden los escribas, sino cuando sea del agrado de Dios. Es la

señal de la muerte y de la resurrección. Jonás fue retenido en el vientre del monstruo

marino durante tres días, como castigo de Dios por su desobediencia. Pero luego es

liberado milagrosamente y es enviado a Nínive para predicar. El Hijo del hombre estará tres

días en el seno de la tierra (es decir, en el mundo subterráneo) para que se lleve a término

su obediencia. Él muere con la muerte de los profetas, pero es resucitado y gloriosamente

ensalzado por Dios. Es la señal que dará Dios -escándalo para los judíos, necedad para

los gentiles-, señal de contradicción. Ha sido del agrado de aquel que ha convertido en

necedad la sabiduría del mundo, salvar a los fieles mediante la necedad de la predicación

de la cruz. Así ve el Apóstol la señal de la salvación, que Dios establece (1 Cor 1,20-23). La

tentación de pedir una señal a Dios se ha dado con frecuencia en la historia de la Iglesia. A

todos los que piden especiales revelaciones, nuevos milagros, secretas informaciones

sobre acontecimientos y fechas, sobre guerras y catástrofes o el fin del mundo, se dice lo

mismo que aquí a los adversarios: no se dará otra señal que la señal del profeta Jonás...

Todo lo demás es falta de fe o superstición.

41 Los habitantes de Nínive comparecerán en el juicio con

esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron

ante la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es mayor

que Jonás. 42 La reina del sur comparecerá en el juicio con

esta generación y la condenará; porque ella vino desde los

confines de la tierra para oir la sabiduría de Salomón, y aquí

hay uno que es mayor que Salomón.

Dos ejemplos de la Sagrada Escritura corroboran la respuesta de Jesús: Esta generación

ya se ha pronunciado la sentencia, ya no tiene que esperar ninguna señal. El profeta Jonás

Page 137: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

fue enviado a los gentiles de una ciudad proverbialmente arrogante, frívola y degenerada.

Nínive, la capital del reino asirio. Bastó un profeta para convertirles. Aquí hay uno que es

mayor que Jonás. Se ha perdido el llamamiento a la penitencia sin que se haya oído, esta

generación no se ha convertido. Al centurión pagano ya le dijo Jesús que no había

encontrado una fe igual en Israel. Los paganos que vienen de los cuatro puntos cardinales

de la tierra para reunirse. se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob cn vez de los

herederos propios de éstos (8,12). Aquí Jesús todavía da un paso adelante: los paganos no

solamente reemplazarán a los hijos de Israel, sino que incluso pronunciarán sentencia

contra esta generación en un proceso ante el tribunal divino.

El segundo ejemplo habla de una gentil, aquella reina de Saba, el rico país de oro de

Arabia, que vino a ver a Salomón con ricos presentes para oír su sabiduría (Cf.1R 10,3;2

Cro 9,2). También ella actuará de acusadora en aquel día. Porque por más esclarecido y

sabio que fuera Salomón, aquí hay uno que es más que él.

Estas palabras también proyectan una luz sobre Jesús. Es un predicador de la penitencia

como Jonás y los otros profetas, y es el maestro del camino de Dios como Salomón y todos

los maestros sapienciales posteriores a él.

Jesús desempeña las dos funciones juntas, es decir, de profeta y maestro, y sin embargo

es más que las dos.

Muchas personas que están fuera de la Iglesia la miran con profundo respeto y con

ansia. Muchos aceptan su mensaje, si habla de la dignidad del hombre, de la paz y de la

unidad de las naciones. Muchos ven el «estandarte entre las naciones» (Is 11,12), si

tampoco consiguen el pleno conocimiento de la verdad. ¿Actuarán también muchos de ellos

el día del juicio contra los miembros de la Iglesia que poseyeron la verdad y, con todo, en el

fondo, fueron incrédulos; pidieron señales y procuraron forzar a Dios, pero no se

convirtieron?

c) Peligro de recaída (Mt. 12/43-45).

43 Cuando el espíritu impuro sale del hombre, vaga por los

desiertos buscando reposo, pero no lo encuentra. 44 Entonces

se dice: Me volveré a la casa de donde salí. Y al llegar a ella,

la encuentra desocupada, barrida y arreglada. 45 Entonces va,

toma consigo otros siete espíritus peores que él, entran en la

casa y se instalan allí; y resulta que la situación final de aquel

hombre es peor que la de antes. Así le sucederá también a

esta generación perversa.

De nuevo se evoca el escenario del desierto. La etapa inculta, la monotonía desecada,

inerte, es lúgubre para el habitante de la tierra fértil de cultivo; le rodea como si fuera un

peligroso país extranjero. Es el lugar de residencia de los demonios. Jesús también ha

combatido allí con Satán. Desde el desierto los demonios avanzan hasta meterse en el

reino de los hombres e intentan aclimatarse en él. Si se les echa fuera -como

constantemente sucedía por el poder de la palabra de Jesús-, entonces no les queda otra

solución que regresar a su patria inculta, que no es la patria de ningún hombre.

También es posible que por la fuerza se haya arrojado del hombre al espíritu maligno, sin

que este hombre se emancipe interiormente de dicho espíritu. Por el contrario la potencia

ocupante del espíritu tenebroso le resultaba agradable. Pero ahora se ha quedado vacío,

Page 138: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

porque la plenitud de Dios no ha llenado el recinto desocupado. Todavía está interiormente

dispuesto para el espíritu malvado, más aún, siente verdadera nostalgia de él y le atrae.

Cuando el demonio vagando por los alrededores se aproxima, encuentra la casa

«desocupada, barrida y arreglada». Esto tiene que estimularle de nuevo y le ha de llenar de

una alegría verdaderamente satánica. Reúne compañeros y con ellos vuelve a instalarse en

la casa, en el corazón de aquel hombre. Allí pueden desbravarse y hacer de las suyas, y

hacen al hombre todavía más desdichado de lo que era antes.

Este pasaje nos traslada a un mundo extraño, concebido por las ideas de los

contemporáneos de Jesús. Pero con las ideas chocantes se hace patente lo que en el

fondo interesa: la decisión en favor o en contra de Dios, la cual se toma en el corazón (en

«la casa»). Esto corresponde a lo que cualquiera puede imaginarse como ejemplo

espantoso. El que se ha emancipado una vez del espíritu maligno, es mucho peor, si recae

por segunda vez.

Es un ejemplo. Lo que el Señor propiamente quiere decir, está en la última frase: Así le

sucederá también a esta generación perversa. Jesús considera a la masa de sus

adversarios como reincidentes. No se hace patente en particular si los adversarios en parte

han creído inicialmente en la palabra de Jesús, si por lo menos se han abierto a él con

prontitud o si ya han empezado la vida nueva. Quizás la mirada tiene que volverse todavía

más a la historia del pueblo, que era una historia de conversiones y de incesantes caídas.

Los adversarios dejaron que el espíritu maligno adquiriera poder muy a menudo sobre ellos,

a pesar de todos los fervientes esfuerzos de Dios; por eso son pecadores reincidentes, una

generación realmente pervertida.

Así como el hombre de quien aquí se habla, enseguida volvió a pactar con el espíritu

maligno, así también en esta generación no ha habido ninguna conversión real. Les irá peor

que a otras generaciones precedentes, ya que aquí hay uno que es «mayor que Jonás» y

«mayor que Salomón».

d) Los verdaderos parientes de Jesús (Mt. 12/46-50).

Con este fragmento concluye la gran polémica con los adversarios, lo cual es muy

significativo. Las últimas palabras no conminan a esta «generación perversa», sino que

indican lo que se opone a ella, una nueva generación dedicada de veras a Dios.

46 Todavía estaba él hablando al pueblo, cuando su madre

y sus hermanos, que se habían quedado fuera, intentaban

hablar con él. 47 Y le dijo uno: Mira que tu madre y tus

hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo (1). 48

Pero Jesús le contestó al que le hablaba ¿Quién es mi madre

y quiénes son mis hermanos? 49 Y extendiendo la mano hacia

sus discípulos, dijo: He aquí a mi madre y mis hermanos. 50

Porque todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está

en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

.............................

(1). El v. 47 falta en muchos manuscritos importantes; probablemente no es original de san

Mateo, sino que procede de Mc 3,32, y se ha infiltrado en el primer Evangelio. Sin este

versículo el texto de san Mateo es más escueto y rígido.

.............................

Page 139: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Jesús habla con brusquedad al que le comunica la noticia de que sus

parientes querían hablar con él, haciéndole primero una pregunta extraña: «¿Quién es mi

madre y quiénes son mis hermanos?» Esta pregunta muestra que Jesús tiene la intención

de decir algo concreto. Porque todos saben quiénes son su madre y sus hermanos. Jesús

tampoco quiere manifestar que se distancia de su madre María y de los demás parientes, ni

que no los conoce ni estima como parientes, ni que reconoce que está separado de ellos.

Lo que interesa es otra cosa.

El evangelista dice solemnemente que Jesús extiende la mano hacia sus discípulos. Es el

ademán de la toma de posesión, la señal para expresar la pertenencia y también la

bendición. El texto no dice «sus apóstoles», sino sus discípulos. No se hace referencia al

grupo de los doce, sino a los que en su interior mantienen las relaciones del discípulo con

el maestro, a los que imitan el ejemplo de Jesús. De éstos dice el Señor: «He aquí a mi

madre y mis hermanos».

Hay una señal característica del discípulo de Jesús: el cumplimiento efectivo de la

voluntad de Dios. El que lleva este distintivo, también es inmediatamente un pariente

espiritual de Jesús, es su hermano, hermana y madre. El vínculo de la sangre, el

parentesco de la familia y estirpe naturales, la asociación del pueblo no son decisivos para

el reino de Dios. A través de todos estos lazos, por muy fuertes que sean, va la exigente

llamada del Dios viviente. Por ella se separan parientes y extraños, los allegados y los de

fuera. Ya habíamos oído que la palabra de Jesús puede también penetrar como una

espada en el íntimo ámbito de la familia, y en él enfrenta a los padres con sus hijos, a la hija

con su madre, al hijo con su padre (/Mt. 10/34-36), y también hemos oído que la unión con

Jesús ha de tener primacía sobre la unión con el padre y la madre (10,37).

Es muy significativo para el mensaje de Jesús que la voluntad de Dios sea la suprema

ley, que también en los discípulos decide la verdadera adhesión a Dios. Eso es

trascendental para el judío. No puede apelar a Dios ni a la voluntad de Dios contra la

doctrina de Jesús. Lo mismo puede aplicarse al cristiano. Éste, mediante la confesión de

Cristo, no puede exonerarse del cumplimiento activo de la voluntad de Dios.

Hemos oído decir que el discípulo no está sobre el maestro, y que la relación discípulo y

maestro nunca queda desposeída de superioridad y subordinación (10,24s). A esto se

añade ahora algo nuevo: el discípulo es un pariente de Jesús en sentido espiritual. El

calor y la intimidad, la inmediación familiar imprime también su cuño en esta relación. No se

reduce a la obediencia, a la subordinación y al seguimiento incondicional. Antes bien, el

que se unió sin reserva a Cristo, por así decir es acogido en su familia. Se le aproxima,

intima con él, a la manera de las relaciones que en casa tienen entre sí los hermanos y las

hermanas, los padres y los hijos. Eso da felicidad y es hermoso. ¡Cuántos experimentan

que la intimidad, el profundo acuerdo y el intercambio de corazones entre los hermanos de

Jesús puede ser mucho más interno y rico que en el parentesco terrenal! El calor y el

acuerdo entre los discípulos y su maestro también se transmiten a las relaciones entre sí. El

reino de Dios establece un nuevo orden, una compenetración espiritual (que puede

experimentarse con la fe), que sobrepasa mucho los vínculos terrenos, sin que disminuya el

valor de la familia, de la estirpe y del pueblo. Con todo, en el nuevo parentesco, en la

categoría espiritual de miembros de la Iglesia ya tenemos un gusto anticipado de la última

perfección. En cada comunidad se puede experimentar este gusto dichoso, especialmente

entre los que incluso en el sentido literal lo han dejado todo y han seguido a Jesús.

(Págs. 279-288)

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BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 22

Parte segunda

ACTIVIDAD DEL MESÍAS EN GALILEA

Continuación

VI. LAS PARÁBOLAS (13,1-52).PARAS/MATEO

Conocemos ya dos grandes discursos en el Evangelio de san Mateo, a saber, el sermón

de la montaña (capítulo 5-7), y la «instrucción de los discípulos» (capítulo 10). Ahora

llegamos al tercer gran discurso, al capítulo 13, que refiere las parábolas. San Marcos ya

ofrece una pequeña compilación de parábolas que él mismo había preparado o acaso

adoptado de otra (Mc 4,1-34). San Mateo acoge esta pequeña compilación y la amplía. Este

precioso capítulo está construido y ordenado tan artificiosamente como las otras secciones

de discursos. Sin violentar el texto se divide en tres partes. La sección primera contiene la

parábola del sembrador, un fragmento intermedio sobre el sentido del lenguaje de las

parábolas y la explicación de la parábola (13,3). La sección segunda empieza con la

parábola de la cizaña, a continuación siguen las dos parábolas del grano de mostaza y de

la levadura, unas frases de carácter general con una cita del profeta, y finalmente la

explicación de la parábola de la cizaña (13,24-43). La sección tercera contiene tres

parábolas más breves, la del tesoro, la de la perla y de la red barredera (13,44-50). La

instrucción se concluye con una parte que redondea y que al mismo tiempo coloca todo el

capítulo a la luz que intentaba dar el evangelista (13,51s). En este discurso se han reunido

en total siete parábolas y dos explicaciones de parábolas, además un número de

importantes textos intermedios que se refieren por regla general al modo de hablar usado

en las parábolas. Mediante dichos textos intermedios el capítulo viene más bien a ser como

una compilación de textos instructivos semejantes, también se convierte en una pequeña

teoría sobre el lenguaje de Jesús en las parábolas y su importancia para la Iglesia.

El reino de Dios es el gran tema que enlaza entre sí todas las parábolas. Antes ya

hemos oído hablar de este tema fundamental del mensaje de Jesús. Ahora lo encontramos

expresado en forma de parábola, lo cual es característico de Jesús. Todavía hay muchas

otras parábolas, que han sido transmitidas en los Evangelios. Todas las aquí reunidas se

refieren en sentido más estricto al misterio del reino de Dios. Esto se dice algunas veces

con claridad en la introducción («el reino de los cielos se parece...» 13,24. y así en otros

pasajes. Estamos acostumbrados a esta traducción literal. Pero detrás de esta fórmula hay

un arraigado modismo rabínico, que siempre expresa con una forma abreviada la

comparaci6n entre dos cosas y siempre quiere decir: «en el reino de los cielos ocurre como

en...»).

El lenguaje de las parábolas puede muy bien esclarecer el carácter del reino, futuro y, sin

embargo, también presente, oculto en los designios salvíficos de Dios y, sin embargo,

manifiesto en el tiempo presente. En efecto, la parábola emplea la manera de hablar de la

comparación, no la directa inmediatez. Toma los modos de ver de algún sector de la

realidad, las parábolas de Jesús los toman principalmente de la vida y de los trabajos de la

Page 141: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

gente sencilla en el campo o en la ciudad. Pero la realidad aludida siempre es el reino de

Dios. Está en el oyente descubrir esta relación, reconocer lo que propiamente se alude. El

oyente no sólo tiene que oír bien, sino que ha de ser capaz de captar el sentido propuesto.

Debe aplicarse a meditar y, sobre todo, ha de encontrar el ámbito de la fe. Sólo puede

entender íntegramente lo que quieren decir las parábolas el que escucha con fe, por tanto

el que se abre a Jesús y pone su confianza en las palabras de Jesús. Sólo eso ya distingue

las parábolas de las visiones apocalípticas del tiempo futuro, en las que se dan pormenores

precisos sobre la vida en el infierno o en el reino de los cielos, sobre el tiempo del fin del

mundo y los acontecimientos que entonces tendrán lugar. Pero Jesús quiere que el hombre

sea afectado por la realidad de Dios y crea, y con la fe recorra el camino de la conversión y

de la nueva vida. Ésta es su doctrina del reino de Dios.

La parábola es una forma de enseñar antiquísima y corriente en muchas literaturas.

Jesús enlaza esta forma instructiva con los profetas y con las enseñanzas de la sabiduría

en Israel, pero también con los rabinos que han expuesto especialmente el reino de Dios

con bellas y profundas parábolas. Se conserva gran número de estas parábolas rabínicas.

Se puede aclarar lo común y lo distintivo entre ellas y las parábolas de Jesús. Las

parábolas de Jesús sobresalen por su gran sencillez y concisión, por su aspecto simple y

por su profundo significado. Para entender una parábola no se requiere haber estudiado ni

tener mucha ciencia. La parábola es sencilla y fácilmente accesible a cualquier hombre. El

que se orienta en la forma debida, comprende el sentido de la parábola, tanto si es persona

culta como si tiene una manera sencilla de pensar.

1. SECCIÓN PRIMERA (13,3).

a) Parábola del sembrador (Mt. 13/01-09).

1 Aquel día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla

del mar. 2 Un gran gentío se reunió en torno a él, de forma

que tuvo que subirse a una barca y sentarse en ella, mientras

todo el pueblo permanecía de pie en la orilla. 3a y les habló

de muchas cosas por medio de parábolas, diciendo:...

Al principio el evangelista traza un cuadro escénico que ha de

aplicarse a todo el discurso: Jesús sale de la casa y se sienta a la orilla del lago de

Genesaret, mientras confluyen las multitudes para oírle. «La casa» se concibe con

frecuencia en el Evangelio como el ambiente de la intimidad familiar o también de la

instrucción especial para los discípulos o para un grupo todavía más reducido de los

apóstoles. Hay enseñanzas especiales para un pequeño grupo y la proclamación dirigida a

todos. A todos hay que aplicar lo que ahora sigue.

La aglomeración es tan grande que Jesús sube a una barca, para poder hablar a todos.

¡Qué escena! Jesús está sentado en la barca, a suficiente distancia de la orilla, para

poderlos ver a todos. Allí se coloca el pueblo formando una mezcla abigarrada; todos están

pendientes de los labios de Jesús, para que nada se les escape. ¡Qué hambre de la

palabra! ¡Qué interés por la salvación! ¡Qué fuerza de atracción debía de tener Jesús! Los

hombres acuden donde realmente puede oírse la voz de Dios, donde su Espíritu da

testimonio eficaz de sí mismo, aunque tenga que servirse de palabras humanas...

Page 142: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

En el sermón de la montaña Jesús estuvo sentado como maestro enaltecido sobre el

pueblo y por lo mismo sacado de su medio ambiente (5,1s). El mensaje de Jesús procedió

de arriba. Ahora está sentado frente al pueblo, pero separado por la barca y el agua. Habla

a los hombres desde la otra orilla.

Jesús habla por medio de parábolas. Con esta locución el evangelista dice en seguida

de qué manera de enseñar se sirve Jesús en lo que sigue y cómo se establece la unidad de

toda la composición del discurso. Con esta locución también se indica el otro tema -junto al

tema del reino de Dios-, que también debe tratarse objetivamente en las próximas

secciones: qué sentido tiene en general el lenguaje parabólico de Jesús. Desde el principio

hemos de prestar atención a ello y aceptar la instrucción que contiene este capítulo sobre

las parábolas de Jesús. Es una instrucción que recibimos de labios del evangelista y por

tanto del corazón y pensamiento de la antigua Iglesia.

3b Salió el sembrador a sembrar. 4 Y según iba sembrando,

parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los

pájaros y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno

pedregoso, donde había poca tierra; brotó en seguida, porque

la tierra no tenía profundidad; 6 pero, en cuanto salió el sol, se

quemó; y como no había echado raíces, se secó. 7 Otra parte

cayó entre zarzas, y como las zarzas también crecieron, la

ahogaron. 8 Otra parte cayó en tierra buena y dio fruto: una al

ciento por uno, otra al sesenta, otra al treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.

La narración empieza con sencillez: «Salió el sembrador a sembrar.» Lo que llegará a ser

la semilla, no se decide por su calidad o cantidad, sino por el suelo en que cae. Porque la

semilla de nada es capaz sin este suelo. Sólo lleva fruto, cuando puede echar raíces y

lograr el suficiente alimento.

Para comprender la parábola se tienen que conocer las circunstancias de Palestina. Allí

el labrador con un saco, en que está la simiente, va al campo que todavía está yermo

desde la última cosecha. No ha sido labrado para recibir la nueva simiente. La labranza se

hace después de la siembra. Así se explica más fácilmente por qué muchas semillas caen

en el camino, otras entre zarzales, otras en un suelo pedregoso, privado de tierra a causa

de la lluvia. Después de la labranza queda decidido definitivamente lo que llegará a ser la

semilla. La que cayó al borde del camino no dará fruto, porque los granos después de algún

tiempo son comidos a picotazos por los pájaros sobre el suelo endurecido por las pisadas.

Lo que cayó entre zarzas (es decir, en medio de la maleza), no puede desarrollarse, porque

la simiente de la mala hierba crece con mayor rapidez y ahoga el tallo tierno. Lo que cayó

en suelo pedregoso hace ya tiempo que se secó. Pero también hay semillas que cayeron

en terreno bueno.

Estas semillas son las que fructifican: al treinta, al sesenta, al ciento por uno. La semilla

se ha multiplicado de una manera maravillosa. Es pequeña y contiene en apariencia exigua

virtud, pero de ella procede el tronco robusto con sus espigas y granos. No todos los

troncos dan el mismo fruto, las tierras de pan llevar especialmente fértiles dan también

abundante rendimiento. En otros parajes, que son pedregosos o están mal abonados, el

rendimiento resulta más exiguo. Eso lo sabe cualquier campesino de Palestina.

¿Qué significado debe tener esta narración? No se nos ha dado ninguna ayuda. ¿Quizás

esta ayuda nos la debería dar la breve frase final: «El que tenga oídos, que oiga»?

Page 143: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Entonces la historia sólo trataría de la conveniente audición y describiría la esterilidad o el

éxito de la adecuada audición.

Pero esta breve frase sólo hay que entenderla como exhortación a escuchar bien y hacer

reflexionar sobre lo que se ha oído. Al principio de la parábola nunca se dice que se trate

de una comparación con el reino de Dios. Tampoco llegamos a conocer quién puede ser el

sembrador y qué es la semilla. Pero el evangelista ha insertado la narración en la gran serie

de las parábolas del reino de Dios. Evidentemente ha de darse algún conocimiento sobre

este tema.

Preguntémonos qué debe llamar la atención en la historia y qué debe hacer reflexionar a

los oyentes. Podría ser el diferente destino de la semilla, la distinta calidad de la tierra de

labranza o también la actividad del sembrador. Nada de eso es el punto esencial. Antes

bien lo esencial es lo que acontece en la siembra. Debe mostrarse cómo se efectúa la

siembra y cómo se dan juntos el fracaso y el éxito. Hay que notar un triple fracaso que va

en aumento: primeramente ya se consume el grano, luego se destruye la nueva simiente,

finalmente la planta. Tres veces no se consigue éxito. Hasta aquí podría parecer que el

esfuerzo del campesino haya sido en balde.

Pero entonces viene la otra parte: el éxito sorprendente. El fracaso se compensa con el

abundante fruto. Contra toda apariencia y, a pesar de las circunstancias adversas, se

manifiesta ahora finalmente el verdadero sentido de la siembra. La simiente germina y da

un beneficio ubérrimo. Debemos entender: aunque el fracaso podría aparecer como regla,

al fin triunfa el éxito. La obra cunde. El sembrador en último término no se siente

defraudado.

¿Qué clase de obra es la que cunde? La realización del reino de Dios. Ahora en el

tiempo decisivo de Jesús, penetran las fuerzas del reino. Pero es muy poco lo que puede

percibirse del dominio y la majestad divinas. La respuesta son los oídos sordos y la

resistencia de corazones duros. No obstante, dice Jesús, el éxito decisivo es seguro. La

obra y la palabra de Dios no pueden resultar estériles. Eso no lo dice una fe optimista, sino

el conocimiento del ser divino de Dios y la llegada inapelable de su reino. Debemos

llenarnos de esta confianza, cuando leemos este relato.

Todavía resuena otra idea. Si se habla del sembrador, de la semilla, del campo labrantío,

del definitivo fruto y, por tanto, también de la cosecha, entonces el hombre de antaño

percibía al mismo tiempo, lo que es el último objetivo de la historia, el juicio de Dios.

Simiente, fruto y cosecha son imágenes corrientes de la acción de Dios con el género

humano y de la separación del juicio final, al fin de los tiempos. El fruto que debe producirse

es propiamente el de nuestra vida, lo que nuestra existencia terrena llegue a rendir, con la

posibilidad de almacenar este fruto en los graneros eternos. En la explicación de la

parábola (13,18-23) se insiste de forma especial en que es el hombre mismo quien ha de

producir el fruto válido ante Dios. La misma parábola ya insinúa esta aplicación monitoria.

Por tanto no sólo oímos el mensaje alentador de que el plan de Dios consigue con

seguridad su objetivo, sino simultáneamente la advertencia a procurar no encontrarnos sin

el fruto el día de la cosecha...

b) Finalidad de las parábolas (Mt. 13/10-17).

10 Y acercándose a él los discípulos le dijeron: ¿Por qué les

hablas por medio de parábolas? 11 Y él les respondió: A

vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino

Page 144: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de los cielos, pero a ellos, no. 12 Porque, al que tiene, se le

dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará.

PARAS/FINALIDAD Difícilmente podemos imaginar cómo los discípulos se acercan a

Jesús en el lago, y pueden dirigirle sus preguntas. El evangelista ya no presta atención al

cuadro que antes ha delineado (13,1-3a). Le interesa referir por separado la doctrina

enseñada al pueblo y la instrucción dada a los discípulos. Lo que ahora sigue son palabras

dirigidas al grupo íntimo, a los entendidos e iniciados que están a distancia del pueblo.

Los discípulos empiezan preguntando por qué les habla en parábolas. Este pronombre se

refiere, sin duda, a las multitudes (13,2). Con este pronombre se indica que el lenguaje

parabólico es considerado como una especie de lenguaje secreto, no como abierta

instrucción sobre el reino de Dios. Es una pregunta que solamente podía originarse cuando

la proclamación de Jesús no daba los frutos que debía dar. ¿Quizás la recusación, la

actitud cerrada y la incredulidad se debían a que Jesús no hablaba abiertamente y con

bastante claridad, sino que envolvía su mensaje con parábolas?

Jesús contesta con la frase difícilmente inteligible de que «a vosotros se os ha concedido

conocer los misterios del reino de los cielos», pero a ellos no. Se habla de los misterios. No

se manifiesta espontáneamente lo que es en realidad el reino de Dios, no se impone ni

supera al hombre. Es un misterio, que solamente lo conoce el oyente solícito y por él es

reconocido. Jesús llama a todos y no olvida a nadie, su palabra va dirigida a todos los

grupos de hombres sin distinción. Pero allí, en diferentes campos de labranza, se decide si

se acepta o se rechaza la palabra de Jesús, si puede echar raíces y dar fruto, o si se pierde

en seguida o en el curso del tiempo.

Pero todavía queda un residuo. No se dice qué son los misterios del reino de Dios. En

nuestro contexto se suscita en primer lugar el pensamiento de que con la palabra misterios

se hace alusión a las explicaciones de las parábolas. El capítulo contiene dos explicaciones

circunstanciadas (13,18-23; 13,36-43). Estos textos evidentemente desempeñan un gran

papel para san Mateo y para su manera de entender el capítulo. Dos veces se dice que la

explicación sólo se confía a los discípulos: «Escuchad, pues, el sentido de la parábola del

sembrador» (13,18), y también: «Entonces dejó las muchedumbres y se fue a casa» (13,

36a). En estas explicaciones debe exponerse el verdadero contenido de los relatos, la

realidad aludida. Ésta sólo se da a conocer a los que no solamente se han abierto al

mensaje de Jesús, sino que ya son «discípulos». La relación entre la parábola y la

explicación de la misma aparece como la relación entre la catequesis preparatoria y la

propiamente dicha. En la frase final del capítulo también se dice del verdadero escriba que

está instruido sobre el reino de los cielos y como tal se asemeja al dueño de una casa

(13,52). El iniciado e instruido, el discípulo de Jesús, conoce el reino de Dios, es decir sus

misterios, su verdadera realidad.

Los v. 16 y 17 todavía llevan algo más lejos. Se alaba a los discípulos como

bienaventurados, porque ven y oyen, es decir, aquí ven y oyen tal como conviene. Pero lo

que ven y oyen es la persona y la palabra de Jesús. En su palabra y en su persona está

el misterio más profundo del reino de Dios. Ya no hay que formularlo con ninguna frase

instructiva, ni tampoco con ninguna explicación de parábolas. Pero este misterio central ha

resplandecido ante los ojos de los discípulos y sus oídos lo han percibido. Por consiguiente

pueden y tienen que ser «discípulos», porque el reino de Dios se les ha abierto en la

persona del maestro. La separación pasa también necesariamente por entre los discípulos

(los que están dentro y entienden) y las muchedumbres, o sea, los que están fuera y son

Page 145: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

sordos.

Suena con dureza en nuestros oídos que aquí se diga: A vosotros se os ha concedido,

pero a ellos no se les ha concedido. Hay en esta distinción un supremo misterio, que

tampoco es aclarado por esta frase, un misterio de la vocación y de la elección sobre el

cual el hombre en último término no puede dar informes. Este misterio está encerrado sólo

en Dios y en su soberana voluntad dominadora, y no le conviene al hombre preguntar a

Dios sobre este particular ni pedirle cuentas (Cf. Rom 9,19ss.). Lo que es cierto es que el

camino para dar fruto sólo está abierto al oyente bien dispuesto. Pero eso no puede ser mal

entendido como una relación entre una condición necesaria y una consecuencia, de tal

modo que el hombre por sí mismo pudiera calcular o incluso exigir, si cumple la condición.

Entonces el conocimiento del reino de Dios y la admisión entre los discípulos sigue siendo

un misterio de Dios. Entonces también siguen siendo elección y gracia, puro obsequio. «Yo

usaré de misericordia con quien quiera, y haré gracia a quien me plazca» (Ex 33,19)...

Aquí el evangelista añade acertadamente la frase porque, al que tiene, se le dará y

tendrá de sobra... Esta frase recuerda la conclusión de la parábola con su gradación del

fruto, según que éste sea del ciento, del sesenta o del treinta por uno (13,8). Esta frase

muestra que Dios tiene amplias miras y espera otorgar sus dones profusamente. Recibimos

«gracia sobre gracia» hasta conseguir el tesoro exuberante de la vida eterna, el cual es

superior a toda ponderación.

No tiene nada que esperar el que no tiene nada, quien nada trae consigo, es decir,

según el v. 11, aquel a quien Dios no ha dado nada, y según el v. 13 aquel que no se abre

con el oído ni con la vista. Por el contrario, así como al otro se le añade, a él se le quita

incluso lo poco que tiene. Más aún, por fin se le quitará todo, cuando llegue el día del

juicio. Entonces su vida se encogerá, y será vaciada hasta llegar a carecer por completo de

sentido. Este es el destino del infierno que Jesús describe muy a menudo poniéndolo ante

nuestra mirada. Este destino aquí relampaguea desde lejos. Con todo cualquiera entiende

que se trata de una decisión radical y que esta decisión queda en manos de Jesús.

13 Por eso les hablo por medio de parábolas: porque viendo

no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 Y en ellos se

cumple aquella profecía de Isaías que dice: «Con vuestros

oídos oiréis, pero no entenderéis; y viendo veréis, pero no

percibiréis. 15 Porque el corazón de este pueblo se ha

endurecido y con sus oídos pesadamente oyeron, y cerraron

sus ojos; no sea que perciban con sus ojos y oigan con sus

oídos y entiendan con su corazón y se conviertan, y que yo los sane» (Is. 06/09s).

Ahora Jesús contesta directamente a la pregunta de por qué les habla por medio de

parábolas. Lo hace refiriéndose a las palabras del profeta Isaías, que se citan

inmediatamente con bastante extensión (13,14s). El profeta había recibido directamente de

Dios el encargo de endurecer el corazón de este pueblo. Este corazón está maduro para la

completa aniquilación, porque es obstinado, nunca siguió realmente el llamamiento de Dios

ni obedeció al Señor de la alianza. La aniquilación empieza con el endurecimiento del

corazón, que ya no puede oír ni entender, y por consiguiente no puede capacitarse para la

curación. Dios encarga al profeta que anuncie el juicio sobre el pueblo, juicio que ya tiene

lugar con sus palabras. Se tiene que conocer este punto de partida para comprender la

respuesta de Jesús. Sólo un desengaño que perduró a través de los siglos, y una

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desobediencia que se había ido acumulando, hacen que llegue a ser comprensible este

juicio de Dios, pronunciado por el profeta contra el pueblo.

Jesús había empezado de nuevo y acababa de proclamar el mensaje de la gracia.

Cualquiera podía acercarse y nadie estaba excluido. Pero también aparece en la

generación de Jesús el misterio de la obstinación. Sólo un pequeño grupo se le había

unido y había creído en él. Pero los demás han visto y, sin embargo, no han visto; han oído

y, sin embargo, no han entendido. Así pues, ya está dictada la sentencia contra ellos, así

como antes contra la generación de los profetas. No se les anuncia abiertamente el

misterio, sino con un encubierto lenguaje en parábolas, porque han permanecido estériles y

han desperdiciado la oportunidad (El texto de san Marcos (/Mc/04/11s) todavía es más

duro, cuando dice que Jesús habla en parábolas «para que viendo, vean, pero no

perciban...» Aquí no se designa la obstinación como motivo, sino como finalidad del

lenguaje parabólico. Sobre este particular, cf. sobre todo J. Schmid. El Evangelio según

san Mateo, Herder, Barcelona 1967, p.316s).

Así se vieron las cosas más tarde: Las comunidades creyentes, que habían conocido el

misterio real de Jesús después de su resurrección, volvieron sus ojos a los tiempos de

Cristo. Pero el conocimiento pleno propio de aquellas comunidades no es adecuado para

medir aquella predicación en parábolas, que, naturalmente, se limita a insinuar y envuelve

su contenido en imágenes. Los judíos de aquel tiempo no eran dignos de este

conocimiento, porque no habían creído. De aquí conocen los fieles (y ello puede servirles

de ejemplo) que la misma Palabra que trae la vida, puede convertirse en perdición. La

ocasión desperdiciada puede tener consecuencias irreparables para la vida. La decisión ya

se abre camino al primer momento en que uno se abre con prontitud o se cierra con dureza

de corazón...

16 Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros

oídos, porque oyen. 17 Porque os lo aseguro: muchos

profetas y justos desearon ver lo que vosotros estáis viendo y

no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron.

En estos versículos tenemos la llave para todo este pasaje, a partir del v. 10. Jesús dirige

la palabra directamente a los discípulos, y los alaba llamándolos dichosos. Sus ojos son

felices, porque ven, y sus oídos lo son, porque oyen. Hay una doble acción de ver y oír. Es

una percepción y acogida meramente óptica y acústica y una concepción de la realidad,

que se da a conocer con imágenes y palabras. Muchos profetas y justos han deseado ver

lo que véis, y oir lo que oís.

¿Qué es lo que vemos y oímos? En primer lugar lo que ocurrió cuando vino Jesús. La

actuación preparatoria del Bautista con su enorme amplitud. Y luego el mismo Jesús con la

proclamación de su mensaje, la afluencia de la multitud, las señales prodigiosas y las

palabras llenas de Espíritu.

Se dice con prudencia «lo que vosotros estáis viendo», sin que se den pormenores.

Antes hemos oído hablar de los «misterios del reino de los cielos» (13,11). En el fondo se

alude a lo mismo: a Jesús. La realidad del reino de Dios, de su venida misericordiosa y de

su manifestación en Jesús, el Mesías. Eso se podía ver y oir. Los unos permanecieron

ciegos y sordos, los otros llegaron a ver y entender.

Jesús les llama dichosos. Salvación para vosotros, los que habéis encontrado el camino

y las huellas. Habéis encontrado el propio, el verdadero objetivo, no solamente para

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vuestra vida personal y para su última consumación, sino el objeto final del mundo y de la

historia. Los profetas y los justos han vivido siglos antes que vosotros y han esperado con

ansia esta manifestación de Dios, de la cual ellos no fueron testigos, sino que

permanecieron en el adviento. Ahora el adviento se ha trocado en la verdadera «venida».

Hay pocas palabras de Jesús que irradien y resplandezcan como éstas. Es el tiempo de

la consumación, tiempo decisivo y tiempo de gracia, tiempo de la visitación de Dios, única e

irrepetible. En la plenitud y fuerza de esta conciencia se hace presente el Señor. Y

podemos decir que es cierto que quien se ha hecho cargo de esto y, en consecuencia,

puede aplicarse a sí mismo estas palabras, es también dichoso: el que ve y conoce, el que

oye y entiende. Dichoso el que cree y ha experimentado en Jesús el misterio de Dios. Es el

misterio fundamental del mundo, que estaba escondido y ahora se ha manifestado en Cristo

Jesús (cf. Col 1,24ss).

(Págs. 11-25)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 23

c) Explicación de la parábola del sembrador (Mt. 13/18-23).

18 Escuchad, pues, el sentido de la parábola del sembrador.

19 Cuando uno oye la palabra del reino sin profundizarla, viene

el malo y arrebata lo sembrado en su corazón; éste es lo

sembrado al borde del camino. 20 Lo sembrado en terreno

pedregoso representa al que oye la palabra y de momento la

recibe con alegría; 21 pero no echa raíces en él, porque es

hombre de un primer impulso, y apenas sobreviene la

tribulación o la persecución por causa de la palabra, al

momento falla. 22 Lo sembrado entre zarzas figura al que oye

la palabra; pero las preocupaciones del mundo y la seducción

de las riquezas ahogan la palabra, y no da fruto. 23 Lo

sembrado en tierra buena representa al que oye la palabra y la

entiende y da fruto y llega al ciento por uno, al sesenta o al treinta.

Después de todo lo dicho, resulta evidente que la explicación sólo

se da a los que entienden. Ellos llegarán a conocer el verdadero sentido de la parábola.

Aunque no estuviera aquí está exposición o se diera de una forma algo distinta, en el fondo

entenderíamos así la parábola basándonos en la fe. Pero la explicación es un ejemplo de

cómo es acogido el discurso de Jesús por el creyente, la Iglesia y su proclamación

apostólica, y cómo es aplicado a la situación propia de ellos. Es una disertación para los

que están dentro, y no para los que están fuera. Es una especie de declaración de sí

mismo y un resultado de la experiencia misional, tal como pudo inferirse de la práctica de la

Iglesia.

Sorprende el rigor con que la explicación se adapta a la estructura de la parábola. En

conjunto ambas discurren paralelas. Según san Marcos al principio de la exposición estaba

la frase lacónica: «El sembrador va sembrando la palabra» (/Mc/04/14). Con esta frase se

interpretó exactamente la importancia de la semilla en el sentido de la parábola. Se trata de

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la palabra, del mensaje del reino, de la nueva de la venida de la salvación. San Mateo pasa

en seguida a describir los sucesos y en ellos hace recaer dos acentos importantes: se trata

del oyente («cuando uno oye...») y de «la palabra del reino» (13,19). Con las dos

expresiones Jesús ya establece la dirección de lo que ha explicado. Deben presentarse

diferentes clases de oyentes del mensaje de salvación del reino de Dios. Esta dirección

no coincide exactamente con la de la parábola. En ésta se encuentra en primer término lo

que sucede en la siembra, es decir la obra de Dios en la proclamación de Jesús. En la

explicación está en primer término la recepción subjetiva y la diferente respuesta que se da

a la palabra. En la parábola hay que robustecerse con la esperanza del éxito otorgado con

seguridad. En la explicación hay que precaverse del riesgo que amenaza, de la completa

destrucción de la semilla. Así pues, el peso fuerte de un estímulo confiado en vista del

menguado éxito se cambia en una exhortación a dar buena acogida al mensaje.

Escucharemos, pues, esta explicación, y nos daremos por aludidos con ella. De este modo

los dos textos -parábola y explicación- se complementan ventajosamente.

El camino, al que ha sido echada la semilla, y del que ha sido quitada a picotazos por los

pájaros, es comparado con una persona, que ha escuchado, pero no ha entendido. Sólo las

palabras llegaron a su oído, pero el sentido de las palabras no penetró en su corazón. Ha

percibido exteriormente el sonido, pero no ha abierto de veras su manera de pensar al

contenido de la palabra, y por tanto al mismo Dios. Satán se acerca rápido y arrebata lo

que se ha oído superficialmente. Un segundo grupo de hombres lo forman, los que al

principio escuchan y reciben con entusiasmo, pero no se mantienen firmes. El terreno es

demasiado tenue, la semilla no puede echar raíces. Vienen las tribulaciones y la

persecución. Se cansan, se escandalizan y recusan. Así como el grano se seca por los

rayos del sol, así también perece su fe, que todavía no se ha fortalecido. Un tercer grupo

también escucha la palabra y la acepta, pero no puede defenderla contra las exigencias y

los demás ofrecimientos seductores de la vida. Las preocupaciones y las riquezas

impiden el crecimiento de la palabra, y permanece estéril. También aquí había una fe

auténtica, pero ni pudo imponerse ni tomar a su servicio toda la vida. Pero el Evangelio

exige la completa disposición y el primer derecho. «No podéis servir a Dios y a Mammón»

(6,24c). «No os afanéis por vuestra vida: qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo: con qué

lo vais a vestir...» (6,25).

Por fin el último grupo, del que todo depende y que debe ser

expuesto principalmente en la parábola, son los que oyen y entienden. Estos entienden

bien, no sólo al principio e imperfectamente, ni tan sólo por algún tiempo o mientras resulte

fácil y dé alegría creer, sino en las tribulaciones e indigencias, en la dura polémica con las

otras fuerzas que quieren dominar nuestra vida. Entender en estas condiciones es entender

plenamente, es una comprensión de que Dios quiere ser Señor por completo, siempre y en

todas partes, es comprender que el hecho de ser discípulo importa un compromiso para

toda la vida en su altura y amplitud. Al que así ha «entendido» se le da constantemente, se

le provee ubérrimamente con dones de Dios, lleva mucho fruto. A cada cual según la

medida de su conocimiento se le da el ciento por uno, el sesenta o el treinta.

La Iglesia apostólica sabe que hay diferencias en la manera de entender. No

consiguen la plena madurez del conocimiento todos los que se han adherido a la fe. La fe

da en germen el conocimiento y la sabiduría de Dios. Pero, con la medida de amor y

renuncia aportada por el individuo, se decide cuán profundamente es introducido él en el

conocimiento de Dios. San Pablo fue uno de los que Dios obsequió con un conocimiento

inusitado. La carta a los Hebreos también distingue entre la fe incipiente una verdad

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primordial (la «leche»), y una sabiduría más elevada (la «comida sólida») para los perfectos

(/Hb/05/11ss). La misma manera de ver encontramos también en la parábola de los

talentos (25,14-30). Son diferentes los dones que el Señor de la casa reparte antes de

partir de viaje. También es proporcionalmente distinta la ganancia que obtienen los criados.

A los que han tenido éxito según la medida de sus dones, se les añaden nuevos dones en

la rendición de cuentas. Pero el criado perezoso que había enterrado su talento, no sólo es

arrojado a las tinieblas exteriores, sino que se le quita lo poco que tenía y se añade al que

ya poseía la mayor parte: «Quitadle ese talento, y dádselo al que tiene los diez. Porque a

todo el que tiene, se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le

quitará» (25,28s). Los dones de Dios son diferentes, y el hombre no tiene derecho a

interrogar a Dios sobre ellos o a quejarse de él. La comunidad debe admirar y recibir

agradecido la riqueza de Dios y la variedad de sus dones. Se alegra de todos los que no

sólo dan fruto al treinta por uno, sino al sesenta o al ciento por uno, como los santos de

entre ellos.

2. SECCIÓN SEGUNDA (13,24-43).

a) Parábola de la cizaña (Mt. 13/24-30).

Sigue otra parábola basada en la vida del campo. Es similar a la del

sembrador por pertenecer al mismo ámbito de vida, por la contemplación del campo, de la

sementera y de la cosecha. También está estrechamente ligada con la parábola de la red

barredera (13,47s). Las dos constituyen como una doble parábola. No son raros tales

ejemplos (Cf. el grano de mostaza y la levadura en 13,31-33; el tesoro y la perla en

31,44-46, la oveja perdida y la dracma perdida en 15,4-10, etc.).

24 Les propuso esta otra parábola: El reino de los cielos se

parece a un hombre que siembra buena semilla en su campo.

25 Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo, sembró

cizaña en medio del trigo y se fue. 26 Luego cuando brotó la

planta y se formó la espiga, entonces apareció también la

cizaña. 27 Los criados del padre de familia fueron a avisarle:

Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es

que tiene cizaña? 28 El les respondió: Esto lo ha hecho algún

enemigo. Los criados le dicen: ¿Quieres que vayamos a

recogerla? 29 Pero él les contesta: No; no sea que, al querer

recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. 30 Dejad crecer

los dos juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los

segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas

para quemarla, y el trigo, almacenadlo en mi granero.

Tenemos que representarnos, en forma viva, lo que aquí se nos narra. Un campesino ha

estado durante el día en el campo, para sembrarlo. Un vecino que le odia mortalmente, lo

ha observado. Se le ocurre un pensamiento abominable y lo realiza aquella misma noche.

Pasa disimuladamente y sin ser visto por el mismo campo y esparce la semilla de cizaña. El

vecino duerme tranquilo y, al principio, no se nota nada, pero cuando el trigo germina,

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aparece también la cizaña, en cantidad tan grande que sorprende. El hecho de que no

fuera notada antes, puede ser debido a que una determinada cizaña, el joyo, al comienzo

tiene un parecido sorprendente con el trigo. Pero ahora por primera vez se puede ver todo

el infortunio. Los criados proponen al campesino la cuestión en sí razonable de si no se

tiene que arrancar la cizaña. Pero quizás ya es demasiado tarde para ello, dado que ya «se

forma la espiga» (13,26). No obstante sorprende que el campesino rechace la propuesta.

Quiere que ambos crezcan juntos, para que el trigo no sufra ningún perjuicio, escardando el

terreno. No tiene ningún sentido que se escarde ahora. En lugar de esto habrá pronto la

siega, y entonces los segadores cumplirán el encargo del campesino de poner aparte la

cizaña y atarla en gavillas para quemarla. En Palestina la madera es escasa, por eso se

desea tener material suplementario de combustión. Pero el trigo se guardará en el granero.

La conducta del campesino es extraña de suyo. Cualquier hombre razonable, primero se

ocupará en quitar la cizaña para que el grano tenga más aire. ¿No ha de temer el agricultor

que la cizaña crezca más aprisa y más alta que el trigo, y lo ahogue, como se describe en la

parábola precedente? (13,7). Esta sorpresa ya indica la dirección, en que hay que buscar la

declaración, el sentido de la parábola. Lo que se quiere declarar, lo transparenta más esta

parábola de la cizaña que la del sembrador. Se nota más claramente a quién se alude,

cuando se habla del padre de familia (13,27). El vocablo es característico de san Mateo y

se emplea con frecuencia de tal modo que el oyente haya de pensar en Dios o en Jesús, el

padre de la familia de los discípulos (Cf. 10,25; 20,1.11; 21.33). Pero además hay otro

sembrador, un «enemigo» (13,25.28). De las condiciones existentes en el campo no es

responsable solamente el padre de familia. Si cuando se habla de él se señala a Dios, al

hablar del enemigo se señala a su gran antagonista y rival, el malo y enemigo por

antonomasia (cf. 13,19.38). Aquí se hace resaltar la siega con más fuerza que en la primera

parábola. Al fin el juicio está en perspectiva.

Pero lo principal consiste en otra cosa. Es la decisión del padre de familia. Se rechaza la

propuesta de los criados, que es reemplazada por la decisión del señor de la casa. Esta

decisión ha de respetarse, es decir, la cizaña y el trigo han de permanecer juntos hasta la

siega. Toda separación y juicio antes de tiempo es una intromisión en el plan del señor de

la casa. Él se ha reservado el juicio. Soporta la cizaña y también el perjuicio que causa al

trigo. Cuanto más lejos del hombre esté esta manera de pensar, tanto más ha de aceptarla.

Esta decisión no se revoca...

Para el discípulo del reino la situación del mundo es difícilmente soportable, es una

constante tentación de su confianza o de su propia voluntad de poner orden antes de

tiempo. El día de la siega se quitará el tormento de los corazones de los buenos, y a los

malos les sobrevendrá el destino que les corresponde. Dios tiene los hilos sujetos en la

mano. Sabe que todo es llevado a la finalidad que él y ningún otro ha establecido. Dios

sabe que el trigo no se perderá, sino que se conserva para ser recogido en el granero

divino. Deben observar una actitud como la de Dios los que se han subordinado al dominio

de la voluntad divina.

Se requiere una gran fe y mucha bondad y madura sabiduría para poder pensar así. Dios

se ha reservado el juicio para sí solo, «a mí me corresponde la venganza; yo daré el pago

merecido, dice el Señor» (Rom 12,19). Cuando los discípulos quisieron hacer bajar fuego

sobre una aldea samaritana que rehusó alojar a Jesús y a los suyos, Jesús se lo prohibió

(Lc 9,54s). «No juzguéis y no seréis juzgados» (7,1).

b) Parábola del grano de mostaza (Mt. 13/31-32).

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31 Les propuso esta otra parábola: El reino de los cielos se

parece a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró

en su campo. 32 Con ser ésta la más pequeña de todas las

semillas, cuando crece es la mayor de las hortalizas y se

convierte en árbol, de modo que los pájaros del cielo pueden

venir y anidar en sus ramas.

PARA/GRANO-MOSTAZA: La pregunta de la que proviene la parábola, puede haber

sido semejante a la pregunta de la parábola del sembrador. ¿Cómo debe representarse el

poderoso reino de Dios en unos principios tan raquíticos? ¿Qué debemos conservar en

este pequeño número, en la exigua eficacia del apostolado de Jesús, en el tenue eco del

llamamiento de Jesús? ¿Es todo eso digno de Dios y del tiempo incipiente de la salvación?

En Palestina es proverbial que el grano de mostaza es la más pequeña de todas las

semillas. Pero el arbusto desarrollado de la mostaza crece rápidamente hasta una altura de

dos o tres metros, y es visible desde lejos. Es verdad que no se convierte en un «árbol»,

como se dice en la parábola. Aquí se introduce otra imagen, que es familiar al Antiguo

Testamento, la imagen del árbol universal: «Así dice el Señor Dios: Yo mismo tomaré de la

cumbre del cedro, de sus ramas más altas yo arrancaré un tierno ramo. Lo plantaré sobre

una montaña muy elevada. Sobre un monte elevado de Israel lo plantaré. Echará ramas y

dará frutos. Se convertirá en un magnífico cedro. Todos los pájaros habitarán a la sombra

de sus ramas» (Ez 17,22s). El profeta menciona la antigua imagen del árbol universal, el

vetusto símbolo de la fertilidad, de la vida y de la estabilidad. El mismo Dios plantará de

nuevo el árbol en el tiempo futuro. Jesús hace aparecer la imagen y habla del árbol, al que

vuelan los pájaros del cielo y anidan en sus ramas. Así sucederá al fin con la obra de Dios,

que empieza humildemente como una insignificante semilla.

Poniendo la mirada en este tiempo futuro el discípulo soporta con alegría el tiempo

presente. Sabe que los pequeños principios actuales y las sencillas señales no pueden

compararse con la obra consumada. El discípulo confía en Dios enteramente y sin

reserva, confía en que Dios puede hacer grande una cosa tan exigua. Dios puede sacar de

estas piedras hijos de Abraham, es decir, puede formarse un pueblo de la nada (cf. 3,9).

Dios tiene normas distintas de las que tenemos los hombres. Lo exiguo ante él es grande, y

lo grande que tienen los hombres, ante él es horrible.

En la parábola todavía resuena otro pensamiento, el del crecimiento. No sólo debe

aparecer gráficamente la relación entre la pequeña semilla y el gran árbol, sino también la

índole dinámica del reino de Dios, en constante crecimiento y progreso, siempre

encaminado a su objetivo. El reino prosigue y adelanta, Dios conduce los acontecimientos

hacia su glorioso objetivo. El creyente está seguro de esta meta y de la acción de Dios,

eficaz e impulsora de la historia, a pesar de que con frecuencia no aparezca como tal, sino

que, por el contrario, dé la impresión de deterioro y no de mejora, y aun cuando otras veces

el hombre se crea envuelto en el eterno girar del retorno de lo idéntico.

c) Parábola de la levadura (Mt. 13/33).

33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos se parece a

un poco de levadura que una mujer tomó y mezcló con tres

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medidas de harina hasta que fermentó toda la masa.

Esta parábola se cuenta con mucha llaneza y concisión en un

versículo. Una mujer quiere cocer pan. A la gran cantidad de harina se añade una porción

insignificante de levadura, la mujer mezcla las dos, las cubre con un paño y las deja.

Después de algún tiempo ha ocurrido algo admirable: toda la harina ha fermentado. La

pequeña cantidad hizo un gran efecto. Como en la parábola del grano de mostaza también

aquí se trata, en primer lugar, de lo sorprendente, del cambio brusco, de la comparación

asombrosa entre el principio y el fin. Así sucede con el reino de Dios. Por sus humildes

indicios no se puede juzgar su pleno poder, desarrollo y grandeza.

Pero aquí todavía es más importante el pensamiento de la eficacia. La pequeña parte de

levadura tiene en sí una vigorosa fuerza vital. La levadura puede hacer fermentar una gran

masa de harina, de forma que pueda cocerse y producir pan. Es, por así decir, el principio

vital del conjunto.

El pequeño número y la cantidad minúscula no pueden engañar. Ante Dios no sólo tiene

validez otra medida en la relación entre lo grande y lo pequeño, sino también entre lo eficaz

y lo débil. Interiormente está lleno de fuerza vital lo que exteriormente puede parecer débil e

indigente. Con la debilidad externa del mensajero se desarrolla la fuerza interna del

mensaje (Cf. Gál 4,13; 1Co 1, 25.27; 2,3; 2Cor 12,8s). Son realmente divinos el nuevo

corazón y el nuevo espíritu, que Dios ha prometido y que ahora quiere formar en la plenitud

del tiempo.

La persona que se subordinó por completo al dominio de Dios y se dejó transformar por

él es como una levadura para su ambiente. La efectiva fuerza vital, que fluye y palpita en

esta persona, comprende todo lo que está alrededor de ella y se le confía. No sólo los

grandes acontecimientos, sino nuestra pequeña vida cotidiana nos muestran esta fuerza

vital, si está incorporada en personas vivientes. También nos muestran su eficacia y su

capacidad de irradiación sobre los demás.

Jesús ha dicho al pequeño grupo de sus discípulos: «Vosotros sois la luz del mundo...,

vosotros sois la sal de la tierra..., no puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un

monte» (cf. 5,14-16). ¿Conocemos el tesoro que Dios ha insertado en nuestra vida?

¿Creemos que estamos llamados para dedicarnos a nuestro ambiente con esta fuerza, para

hacerlo fermentar con la vida de Dios, aunque lo hagamos con tentativas muy humildes,

poco vistosas y quebradas por nuestras debilidades y fragilidad? Esta es la vida de Dios.

d) La enseñanza por medio de parábolas (Mt. 13/34-35).

34 Todo esto lo dijo Jesús a las muchedumbres por medio

de parábolas, y sin parábolas no les decía nada. 35 Para que

se cumpliera lo anunciado por el profeta: En parábolas abriré

mi boca, declararé lo que desde la creación está oculto.

PARAS/SENTIDO A continuación siguen dos versículos sobre el sentido del lenguaje de

Jesús en las parábolas. Estos versículos concluyen esta sección de enseñanza del pueblo,

que se contrapone a la parte siguiente, que sólo se dirige a los discípulos. Con relación al

pasaje anterior (13,10-15) estos dos versículos tienen otra dirección. Deben mostrar que el

modo de hablar de Jesús en las parábolas corresponde a la Escritura. Las palabras del

Antiguo Testamento no están en ningún profeta, sino en el libro de los salmos, aunque de

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una forma algo distinta: «Yo abriré a las parábolas mi boca. Expondré los arcanos de los

tiempos idos... » (Sal 77,2). Jesús sólo habla al pueblo con parábolas, porque el pueblo no

presta atención al mensaje y no cree. Las parábolas sólo pueden ser aclaradas a los que

les gusta escuchar y ya han entendido. Aquí el evangelista sigue utilizando este

pensamiento de 13,10-15. El embotamiento de Israel no se debe a Dios ni a Jesús, su

causa no es la manera enigmática de la proclamación del Señor. Este posible error está

excluido por la palabra de la Escritura, según la cual el elegido de Dios ha de hablar con

parábolas. Eso quiere decir el evangelista, así lo pudieron entonces entender los judíos, a

quienes era familiar esta manera de expresarse de la Escritura.

Se reconoce claramente que estos versículos (como también 13,10-15) incluyen la

experiencia del tiempo posterior. La misión entre los judíos en conjunto había fracasado.

Israel no sólo había rechazado al Mesías, sino también a los misioneros después de

pentecostés. Se vuelve la mirada a los acontecimientos y se procura dilucidar la

recusación, que difícilmente se puede comprender. Un medio para entender es la

explicación del lenguaje parabólico del Señor. Aquí se introduce la separación entre

oyentes solícitos y embotados. A los primeros se les hace comprender las parábolas

añadiéndoles la explicación de las mismas (cf. Ias explicaciones de las parábolas del

sembrador y de la cizaña). Pero los demás, los que están fuera, sólo llegan a conocer las

parábolas sin la clave, es decir sin la explicación, porque se han colocado fuera.

Tenemos que esforzarnos por separar entre sí las dos cosas: la parábola primitiva, tal

como Jesús la ha contado y nos la transmite inmediatamente, y por otra parte la

explicación de las parábolas en general, que son un fragmento de la teología cristiana

primitiva y que debían ayudar a poner en claro el endurecimiento de Israel para la Iglesia de

aquel tiempo. Dios ofrece el pleno sentido y la verdadera comprensión de sus misterios sólo

a los que han abierto su espíritu y su corazón para entenderlos. Así sucedía en Israel, así

sucede en la Iglesia.

(Págs. 26-38)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 24

e) Explicación de la parábola de la cizaña (Mt. 13/36-43).

36 Entonces dejó a las muchedumbres y se fue a casa. Y se

le acercaron sus discípulos para decirle: Explícanos la

parábola de la cizaña del campo. 37 Él les respondió: El que

siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38 el campo

es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña

son los hijos del malo; 39 el enemigo que la siembra es el

diablo; la siega es el final de los tiempos; los segadores son los ángeles.

Jesús regresa a la casa de donde (13,1) había salido. La predicación

oficial a todos está separada de la instrucción especial a los discípulos. Ahora los discípulos

piden expresamente una explicación: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Luego

sigue una explicación, que en esta forma está una sola vez en toda la tradición evangélica.

En primer lugar casi todas las personas y acciones del relato son

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transferidas a la realidad religiosa, y son enumeradas como en una lista (*). El Hijo del

hombre es el sembrador; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la

cizaña son los hijos del malo; el enemigo es el diablo; la siega es el final de los tiempos; los

segadores son los ángeles. En esta enumeración ya se ve que en la explicación se

pretende algo esencialmente distinto de lo que se pretendía en la parábola. En ésta se

trataba de la decisión del padre de familia de dejar crecer ahora la cizaña y el trigo, aquí se

trata de la siega futura, de la muerte definitiva de la cizaña y del trigo.

..............

(*) Hoy día se reconoce casi generalmente que esta explicación de la parábola de la cizaña no

procede de labios de Jesús, sino que reproduce la predicación de la antigua Iglesia, que, sin

embargo, no sólo tiene que considerarse como palabra inspirada, sino que también tiene

derecho por sí misma a una alta consideración. Un conjunto de observaciones lingüísticas hacen

incluso probable que sea una explicación original del evangelista san Mateo.

..............

Por la parábola se descubre el drama del juicio final. Este drama debió realmente inducir

a explicar y nombrar las distintas figuras. Pero la explicación manifiesta un profundo deseo

de la antigua Iglesia. Los predicadores tenían interés en impugnar una temeraria seguridad

que podía difundirse entre los llamados a la salvación. Al mismo tiempo se puso ante la

mirada la gravedad y el terror del juicio, hacia el que también se dirigen los que se han

salvado, con la esperanza de ser también salvados le segunda vez.

Se revela el drama del fin del mundo. Quien domina el mundo y en todas partes arroja su

semilla es el Hijo del hombre. No el humilde peregrino de Galilea, ni el supuesto

revolucionario fracasado y condenado a muerte, ni tampoco el rey del tiempo final, que

venía sobre las nubes del cielo y fue contemplado por el profeta como «uno que parecía el

Hijo del hombre» (Dan 7,13); sino el Señor del tiempo actual del mundo, computado desde

la presentación de Jesús hasta su segunda venida para el juicio, el Señor de las

comunidades y de todas las naciones.

El campo puede significar simplemente el mundo. No se hace ninguna diferencia entre el

terreno laborable primitivo, el pueblo de la alianza del Antiguo Testamento (el pueblo

primeramente destinado a la salvación), y los pueblos paganos que se agregan. Todos

ellos son ahora sin distinción terreno laborable para la semilla del divino sembrador. De él

procede la buena semilla, éstos son los hijos del reino. Reino aquí es una dicción

abreviada de la forma más completa «reino de los cielos» o «reino de Dios». Los hijos del

reino son los que a él están llamados y han seguido este llamamiento por propia decisión.

Ahora ya forman parte del reino, pero conseguirán un día la plena filiación, si de su actual

vocación también dimana la definitiva elección (Sobre la diferencia entre vocación y

elección, cf. Io que se dice a propósito de 22,14; sobre la filiación al fin de los tiempos, cf. Io

que se dice a propósito de 5.9). Así pues, los hijos del reino son los aspirantes a poseerlo

definitivamente. Aunque no tengan ninguna garantía, tienen una esperanza justificada de

conseguir esta posesión, porque han sido llamados y han seguido este llamamiento. Es un

honroso título ser hijo del reino de Dios.

Se oponen con violencia los hijos del malo, que el demonio ha diseminado y de él

proceden. Aquí no se distingue entre los que sólo están comprometidos en parte con el

malo, y otros que están enteramente a merced de él. Sin embargo, hay que tener en cuenta

que los hijos del reino también son tentados y pueden caer, es decir, están constantemente

amenazados por el malo. La mirada se dirige al fin, en el que cada uno ha obtenido su

Page 155: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

«forma» definitiva y su decisión ha madurado plenamente para una cosa o la otra.

Incluso entre los miembros de la comunidad los hay propiamente malos. Hay quienes

han pretendido destruir, sembrar discordia, causar confusión, seducir y atraer a la

apostasía. Aquí no se ha de preguntar si dichos miembros son enteramente malos y ya no

son capaces de conversión o si sólo se han convertido temporalmente en el instrumento del

malo. En cualquier caso cooperan con el malo y contra Dios y su obra. Los que tienen el

nombre y la dignidad de hijos del reino, pueden ser interiormente hijos del malo. Esto se

hace patente al fin. La segunda parte de la explicación cuenta cómo se llevará a cabo la

separación.

40 Pues lo mismo que se recoge la cizaña y se quema en el

fuego, así sucederá al final de los tiempos: 41 el Hijo del

hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a

todos los escandalosos y a todos los que cometen la maldad,

42 y los arrojarán al horno del fuego; allí será el llanto y el

rechinar de dientes. 43 Entonces los justos, en el reino de su

Padre, resplandecerán como el sol. El que tenga oídos, que oiga.

Lo que sucede en el campo, cuando se recoge la cizaña y se quema en el fuego, eso

también ocurrirá al fin del mundo. El Hijo del hombre es el que juzga. En esta segunda parte

de la parábola se habla sobre todo del destino de los malos. Se los debe prevenir.

Solamente al final se les opondrán los justos: brillarán como el sol, en el reino del Padre

(13,43a). Los malos ya no tendrán ninguna esperanza, sino que serán arrojados muy lejos

de Dios. Las expresiones corresponden al tiempo y son corrientes para los rabinos como

para todos los contemporáneos de Jesús. Allí está el «horno del fuego», y reina el «llanto y

el rechinar de dientes». Estas expresiones tienen que ser explicadas para que las

comprendamos. Porque no se trata de tormentos físicos, sino de la exclusión definitiva de la

gloria y de la vida de Dios. Por esta exclusión los condenados se sumergen en la

desesperación y en la rabia impotente.

En este pasaje llegamos a conocer mejor la índole de estos hijos del malo. Se nombran

dos grupos, los «escandalosos» y los que «cometen la maldad».

En san Mateo se habla con frecuencia de los escándalos y de los que los provocan.

Esta expresión no debe ser privada de su fuerza. El escándalo afecta siempre a la

totalidad de la persona y principalmente a la fe. El que se escandaliza, pierde la fe, se aleja

de Dios y de su llamamiento, quizás por un motivo insignificante. Dar escándalo a un

tercero significa ser motivo de caída para el otro, que deja de cumplir con su dignidad de

cristiano. Tales escandalosos son los peores seductores, contra los que se previene con

las más graves amenazas (cf. 18,6s). En este pasaje pueden entenderse los escándalos en

sentido personal u objetivo. Cabe suponer que se ha incluido en ellos todo lo que la

comunidad cristiana consideraba como tal: los que se escandalizan y caen, y por este

motivo se convierten, a su vez, en ocasión de tropiezo para sus propios hermanos en la fe y

para los extraños, y los que, como escándalos vivientes, merodean por la comunidad y,

mediante sus doctrinas erróneas y sus graves extravíos, seducen a otros. Una fuerza

realmente inquietante.

El segundo grupo lo forman los que cometen la maldad. ¿Qué clase de gente es ésta?

En el sentido del evangelista son personas sin ley, porque ellos mismos se constituyen en

ley: son sus propios legisladores. La verdadera ley del nuevo pueblo de Dios es la perfecta

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ley del amor (22,40) cumplida por Jesús (cf. 5,17), «la perfecta ley de la libertad» (Sant

1,25). En esta ley se ha perfeccionado la ley del Antiguo Testamento. Esta ley ahora ha

venido a ser la norma competente para los discípulos de Jesús. Se puede contravenir a

esta ley, si se recae en el servicio de la ley del Antiguo Testamento y cada uno por su parte

procura cumplir puntualmente los mandamientos que allí se dan, y quiere obligar a los

demás a cumplirlos. Este era el peligro de una dirección que procedía de la Iglesia madre

de Jerusalén y contra la cual san Pablo se resistió apasionadamente. Pero también se

puede contravenir a esta ley, rechazándola en general y si uno se llena de ilusiones y se

entrega a una falsa libertad y, con ello, al desenfreno y a la disolución (cf. Gál 6,13s).

Ambos grupos son culpables. Ambos hacen traición a lo propio de la obra de Jesús, a la

nueva vida del amor en la perfección de la nueva ley. No tienen esperanza de ser liberados,

si han conducido a la comunidad por caminos erróneos y se colocaron fuera de la

salvación, que Jesús también a ellos les había traído.

Se puede desacertar en la Iglesia la voluntad de Dios y el orden de vida establecido por

Jesús, si se recae en la manera legal de pensar del Antiguo Testamento o si se rechaza por

principio la manera de pensar perfeccionada por Jesús, la «ley de Cristo» (Gál 6,2).

También hoy día se dan las dos tentaciones, también hay portavoces y seductores para

una u otra de las dos clases de corrupción.

Estos dos grupos ya muestran que se piensa sobre todo, aunque

no exclusivamente, en las relaciones dentro de la Iglesia. La cizaña también crece en las

propias filas. En ellas hay traidores, embusteros, personas insensibles, pecadores de toda

clase, herejes y seductores. ¿Cómo es esto posible, si la Iglesia es el pueblo santo de Dios,

y los creyentes son discípulos de tal maestro? El espanto debido a esta causa fue al

principio mucho más intenso del que hoy día sentimos, aunque agobie gravemente a todos

los que adoptan una actitud seria. Los creyentes de todos los tiempos lo han experimentado

como carga y prueba, a menudo como una prueba mayor y más molesta que las

tribulaciones provenientes de un poder estatal corrompido o de artes de seducir en tiempos

de inmoralidad. ¡Cuántas veces se intentó salir de esta sociedad poco selecta, y fundar una

Iglesia de los limpios y santos! Estas palabras aquí nos dicen que también el otro

sembrador está constantemente actuando, y que no es de la incumbencia de los hombres

el juicio ni la separación por la violencia; se nos dice que el hombre debe esperar

ansiosamente el gran juicio que lleva a cabo el Hijo del hombre por encargo de Dios.

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se

sentará en su trono de gloria. Todas las naciones serán congregadas ante él, que separará

a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos» (25,31s).

3. SECCIÓN TERCERA (13,44-52).

a) Parábola del tesoro (Mt. 13/44).

44 El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en

el campo; un hombre lo encontró y lo escondió, y se va lleno

de alegría, vende cuanto tiene y compra el campo aquel.

El vocablo tesoro suscita imágenes misteriosas. Leyendas y fábulas

giran alrededor de tesoros que desde hace milenios de años yacen en alguna parte, y

azuzan la curiosidad y el deseo de aventuras. Los hombres dejan su casa, lo abandonan

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todo y se ponen a buscar la gran fortuna, se imponen toda clase de privaciones, solamente

tienen ante su vista un único objetivo: encontrar el gran tesoro, la mina de oro, el diamante

fabuloso, en la esperanza de que entonces toda su vida discurrirá por otros cauces, en la

esperanza de liberarse de todas las preocupaciones y molestias que atosigan a los

mortales. El gran descubrimiento habrá de cambiar el rumbo de la vida.

Jesús habla de este tesoro. Alguien lo halla casualmente, cava más, reconoce el valor.

Entonces hace algo que los demás observan meneando la cabeza. Vende cuanto tiene, y

adquiere aquel campo. El precio de compra es tan alto, que tiene que arriesgarse todo lo

que se posee, por modesto que sea. Se ha de vender todo, hay que entregarlo todo por

causa de este valioso objeto. Este tesoro requiere una inversión alta, más aún, una

inversión total.

Todavía se añade otro pensamiento. Es la alegría inmensa de haber encontrado el

tesoro. Esta alegría induce a la inversión inusitada. Ya no se calcula con sobriedad ni se

sopesa en frío. En comparación con este tesoro todo lo demás que se posee es escaso, su

valor no tiene proporción con el tesoro. Las cosas que se tienen, por muchas que sean, se

vuelven insignificantes ante el verdadero valor por cuya causa vale la pena vivir.

Este tesoro es el reino de Dios, y por tanto el mismo Dios. El que ha encontrado a Dios

mediante el mensaje de Jesús, renuncia con alegría a todo lo demás. Ha encontrado la

verdad y la vida.

El que tiene a Dios, lo tiene todo. Sólo Dios basta. Esta verdad únicamente puede

aprenderse en la vida real. Nuestra mentalidad mundana, el temor de perder o desatender

algo y el programa que nos fijamos para nuestra propia vida tropiezan una y otra vez con

esta verdad.

b) Parábola de la perla (Mt. 13/45-46).

45 También se parece el reino de los cielos a un

comerciante en perlas finas; 46 encontró una de mucho valor,

fue a vender cuanto tenía y la compró.

Esta breve parábola juntamente con la anterior forma una doble parábola

y versa sobre el mismo tema. La palabra perla no sólo suscita la idea de un altísimo valor,

sino también de la belleza inmaculada. El reino de Dios no solamente es el más excelso

valor, sino también el bien más bello y perfecto que se puede conseguir.

Con respecto a la parábola del tesoro hay una novedad y es que se trata de un hombre

que se dedica a buscar perlas finas. En el tesoro del campo se podía pensar en una

persona que lo halla casualmente y luego saca las consecuencias. Así también muchos

pueden haber encontrado a Jesús sin tener el afán ni la intención de encontrar el tesoro.

Pero fueron dominados por él. Aquí se podría pensar en alguien que busca la verdad, como

Nicodemo, que viene a Jesús de noche (Jn 3,1ss). Aquí se habla de un gran comerciante

que trafica en joyas. Nunca ha encontrado una perla tan preciosa y fina. Sin reflexionar va a

vender cuanto tiene, todo el inventario de su negocio para adquirir esta perla. Por su

experiencia sabe que la perla recompensará la inversión.

El corazón del hombre se queda intranquilo, hasta que la ha encontrado. Pero cuando la

ha encontrado, está dispuesto a entregarlo todo por causa de este único objeto valioso.

¡Qué inversión se exige, qué exigencia tan profunda! Jesús no la suaviza en nada, pero

también muestra el atractivo y la alegría que produce el hallazgo de la valiosa salvación.

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Cuando lo hemos encontrado, hemos de procurar permanecer con la fascinadora alegría

inicial del descubrimiento. Cuando nos dedicamos a la búsqueda, no podemos descansar

hasta haber encontrado lo que buscábamos.

c) Parábola de la red barredera (Mt. 13/47-50).

47 También se parece el reino de los cielos a una red

barredera que fue echada al mar para recoger de todo; 48

cuando estuvo llena, los pescadores la sacaron a la orilla, se

sentaron y recogieron lo bueno en canastos, y echaron afuera lo malo.

Las dos últimas parábolas hablaban del tiempo presente, de la

oferta que ahora obtiene el hombre, y de la puesta que ahora debe hacer. Esta parábola de

la red habla del tiempo futuro. Se echa al lago una red barredera y recoge muchos peces

de diferente clase y calidad. La red tiene que ser extendida entre dos barcas y arrastrada

sobre el lago. Cuando los pescadores están en tierra, sacan despacio la red con el

hervidero multicolor, ponen los peces en la orilla y los clasifican. Sólo se clasifican en dos

grupos, buenos y malos, aprovechables y sin valor. Los buenos se recogen en cubos, y los

malos se echan afuera.

Antes se empleó la metáfora de la siega, en la que se separan el trigo y la cizaña. Aquí es

una pesca de peces, en la que se recoge sin distinción todo lo que la red barre, y luego es

clasificado. Al fin, tiene lugar la verdadera separación. Aquí ahora no están separados, sino

juntos, y la mirada del hombre está oscurecida para llevar a cabo la separación; sobre todo

no tiene derecho ni poder para efectuarla. La separación sólo es de la incumbencia de

Dios, él es el gran pescador, que ha echado la red y nadie se escapa de ella. Entonces se

hará justicia, de acuerdo con el valor de cada uno.

La parábola habla de Dios como del Señor del juicio. San Mateo también conoce que

Dios ha traspasado el juicio al Hijo: «Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su

Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno conforme a su conducta» (16,27). El

Hijo del hombre ejercerá el juicio de Dios, «su gloria» (cf. 25,31) será la gloria del Padre...

49 Así sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles,

separarán a los malos de entre los justos 50 y los echarán al

horno del fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

La aplicación está estrechamente ligada con la anterior explicación de la parábola de la

cizaña. La doctrina es la misma, también se describen los mismos sucesos, aunque con una

forma mucho más breve y primitiva. Al fin del mundo los ángeles saldrán y separarán a los

malos de entre los justos y serán echados al horno del fuego, al infierno. Nada más se dice

de la suerte de los «justos» (cf. 13,43: «resplandecerán como el sol»). Las palabras deben

hacer resaltar el juicio, suscitar el temor de la reprobación. Aunque en la vida de un hombre

en el mundo no salga a luz lo malo cuando tiene éxito y prestigio, cuando es estimado,

cuando exteriormente aparece intachable y excelente, sin embargo no perdamos de vista

que el día del juicio sacará a luz la verdadera calidad. Todos debemos pensar en eso,

especialmente los cristianos que un día han encontrado la perla preciosa y el tesoro en el

campo. También ellos pueden encubrir su propia vida bajo la máscara de la piedad.

Interiormente pueden ser «malos», cuando no buscan a Dios, sino a sí mismos.

Page 159: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

d) Conclusión del discurso de las parábolas (Mt. 13/51-52).

51 ¿Habéis entendido todo esto? Ellos le responden: Sí. 52

Entonces les dijo: Por eso todo escriba convertido en

discípulo del reino de los cielos se parece a un padre de

familia que saca de su almacén lo nuevo y lo viejo.

No solamente importa oír, sino entender. La pregunta del Señor se refiere a si los

discípulos han entendido el verdadero tema y sentido de las parábolas. Esta comprensión

es lo que importa. Los discípulos obtienen la ayuda de las explicaciones circunstanciadas,

que deben traducir un lenguaje metafórico al sentido que se intentaba. La acción depende

de la adecuada inteligencia. Sólo quien interiormente acepta lo que se ha proclamado,

puede proceder debidamente guiándose por este conocimiento. Puedo oír la parábola del

tesoro en el campo, y no quedar afectado por ella, a lo sumo considerarla como saludable o

necesaria para otros. Si me esfuerzo por entender esta parábola, entonces noto que se

refiere a mí y que no puedo desviarme de lo que ella reclama. El hecho de entender lo que

aprovecha a mi persona, deja libre el camino para la acción conforme con la palabra.

La respuesta de los discípulos no solamente es importante para su salvación personal,

sino también para su posterior tarea en la Iglesia. Deben aprender lo que han oído. Sólo

pueden enseñar con el mismo derecho que Jesús, si han entendido, si se han identificado

con lo que oyeron, si han creído.

El capítulo de las parábolas también es una parte didáctica. El evangelista lo ha

concebido así, y al final lo dice claramente una vez más (13,52). El que quiere enseñar,

tiene que estar bien instruido. El que quiere anunciar el reino de Dios, tiene que haber

aprendido la verdad sobre este reino. El capítulo de las parábolas también debe servir para

aprender esta verdad. Dice a los predicadores y catequistas cómo debe expresarse la

verdad del reino de Dios y cómo se puede mostrar el camino que conduce a la auténtica

comprensión. Es un modelo para la enseñanza de la Iglesia.

En el seno del nuevo pueblo de Dios se forma una nueva categoría de escribas. En Israel

hay escribas a los que está confiada la palabra de Dios, para que la expongan y hagan

aplicaciones. Pero no han acertado el verdadero sentido y no han conocido la verdadera

voluntad de Dios. Ahora habrá verdaderos escribas, a quienes se concede la conveniente

comprensión. También habrá una nueva «Sagrada Escritura», la recopilación de las

palabras y acciones de Jesús, que ponen por escrito los primeros heraldos. Se debe

aprender y estudiar, exponer y aplicar esta Escritura. Cada uno de los teólogos es

primeramente y en el fondo intérprete de la Escritura, cada uno de los teólogos instruidos

debe ser un escriba. Aquí hay que descubrir -en medio del Evangelio- una de las fuentes de

la teología y de su configuración científica.

El maestro de la Iglesia debe estar en la comunidad, como padre de familia, así como un

padre de familia cuida de los suyos, da a los que viven en la casa lo que necesitan, y lo da

en la medida y de la manera como lo necesitan. Saca lo nuevo y lo viejo del arca de su

tesoro. No solamente lo nuevo, lo atractivo y actual, lo moderno y chocante sino también lo

viejo, lo transmitido y acreditado, que debe unirse con lo nuevo. Jesús no ha suprimido la

ley del Antiguo Testamento ni en su lugar ha colocado una ley nueva. Ha conservado lo

viejo con profundo respeto, pero lo ha perfeccionado con lo nuevo (Cf. el comentario a

5,17-19). Así también en el capítulo de las parábolas están aunados lo viejo y lo nuevo. Lo

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antiguo es el gran tema del reino de Dios, desde que Dios empezó la historia con Israel. Lo

nuevo es la última perfección de lo viejo mediante la venida y el mensaje de Jesús. Dios no

quiere la ruptura radical con el tiempo pasado, sino la unidad del tiempo pasado, presente y

futuro. Así debe enseñarse en la Iglesia, así se debe proceder en ella. Lo viejo siempre es

actual en la tradición a través de las generaciones, pero siempre ha pretendido una

comprensión más profunda, un conocimiento de causa más perfecto, una realización

mejor.

(Págs. 38-51)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 25

VII. EL MISTERIO DEL MESÍAS (13,53-17,27).

1. REVELACIÓN GRADUAL (13,53-16,12).

Desde aquí en adelante san Mateo sigue exactamente el curso de los acontecimientos en

san Marcos. En la gran sección de 13,53-17,22 (= Mc 6,1-9,32) solamente faltan en san

Mateo unas breves palabras sobre la misión (Mc 6,6-13), que san Mateo ya había

transmitido en su discurso a los discípulos (10,1-42), y el relato de la curación de un ciego

(Mc 8,22-26), que san Mateo omite en este pasaje. En cambio el primer evangelista tiene

dos relatos, cada uno de los cuales narra la curación de dos ciegos (9,27-31; 20,29-34).

Con los puntos esenciales de las distribuciones milagrosas de alimentos, de la confesión

mesiánica de Pedro, de la transfiguración en el monte, de los anuncios de la pasión del

Mesías, se puede designar esta sección como gradual revelaci6n mesiánica. Siempre

aparece con mayor fuerza la creciente separación entre la gran masa del pueblo, que

continúa en la incredulidad, y el grupo de discípulos que es conducido a una inteligencia

más profunda. Así pues, las revelaciones del Mesías tienen un efecto que al mismo tiempo

separa y guía.

a) Incredulidad en Nazaret (Mt/13/53-58).

53 Cuando Jesús terminó todas estas parábolas, se fue de allí. 54 Y, llegando

a su patria, les enseñaba en la sinagoga, de modo que quedaban sorprendidos y

decían: ¿Pero de dónde le vienen a éste esa sabiduría y esos prodigios? 55 ¿No

es éste el hijo del carpintero? ¿Y no se llama su madre María, y sus hermanos

Santiago y José y Simón y Judas? 56 ¿Y no viven entre nosotros todas sus

hermanas? ¿De dónde, pues, le viene a éste todo eso?

Jesús va a Nazaret, a la que se llama «su patria». Allí se

había establecido y domiciliado José con María y el niño después de regresar de Egipto.

Esta manera de proceder estaba de acuerdo con la voluntad de Dios, como lo demuestra lo

que dice la Escritura (2,23). Jesús también propone allí su mensaje durante la normal

asamblea del sábado en la sinagoga. La gente queda sorprendida, como también se

informó después del sermón de la montaña (cf. 7,28s). Pero aquí no es la sorpresa por la

propia insuficiencia, no es la consternación por la alta reivindicación de Dios, sino la

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sorpresa de la irritación, de la protesta y de verse heridos en la propia estimación. Existen

las dos posibilidades, las dos respuestas en cierto modo instintivas, que pueden darse a la

proclamación del mensaje. Los unos están conmovidos hasta el fondo de su alma y

perciben el llamamiento a cambiar la vida; los otros se sienten amenazados y se colocan a

la defensiva por el orgullo ofendido.

Sus paisanos preguntan: ¿Pero de dónde le vienen a éste esa sabiduría y esos

prodigios? Reconocen la sabiduría, pero como algo ajeno y más excelso, que cae fuera de

su horizonte de comprensión o no puede ser proclamado con obligatoriedad, ya que Jesús

es uno de los suyos y no puede evadirse de esta solidaridad. Las acciones vigorosas de

Jesús les producen la sensación de desafío y no de señal propicia. La razón de su altiva

pregunta es el hecho de que le conocen. Por lo menos saben «de dónde» procede. No

puede haber traído nada extraordinario, ya que su familia pertenece a la clase pobre del

lugar, su madre, sus hermanos y hermanas son muy conocidos y todavía viven allí. Quizás

hayan evitado intencionadamente decir «el hijo de José», para expresar la relación que le

unía a él, y así han dicho «el hijo del carpintero». Tal vez José sea el único carpintero del

lugar, pero en todo caso ésta es una profesión normal, socialmente incorporada a la

colectividad del pueblo. ¿Qué hace por iniciativa propia este «hijo», que procede de

condiciones normales, de una casa sencilla y de una profesión honorable?

Además dan algunos nombres de hermanos y también mencionan a sus

hermanas, todos los cuales viven entre ellos y todavía están con ellos (Acerca de la

cuestión de las personas a quienes se llama «hermanos de Jesús» (la cual, por desgracia,

siempre grava el diálogo confesional entre católicos y protestantes), cf. Hermanos de

Jesús, en H. HAAG - A. VAN Den BORN - S. DE Ausejo, Diccionario de la Biblia, Herder,

Barcelona 4, 1967, col 829-831). Semejantemente subrayan también que «están entre

nosotros». No han salido del marco en que se les había puesto, no han abandonado el

medio de vida ni la comunidad del pueblo, sino que han permanecido en el lugar y en el

redil gozando de simpatía. Pero ¿qué pensar de éste?

Tras esta sensación de que sea un extraño un hijo del pueblo que ha salido de la

comunidad, y ahora también es rechazado de la comunidad, se advierte también otra cosa.

El problema fundamental es éste: ¿De dónde le viene a éste todo eso? Solamente el lector

del evangelio sabe la respuesta, a saber, que Jesús estaba engendrado «por obra del

Espíritu Santo» (cf. 1,18) y que «el Espíritu de Dios» había descendido sobre él (3,16).

Pero los habitantes de Nazaret se cierran el acceso a Jesús, porque hacen la segunda

pregunta antes de la primera. La primera pregunta se formula así: ¿Qué se dice aquí?, y

no: ¿De dónde viene eso? Sólo si se ha escuchado y entendido de la forma debida, se

puede preguntar por el origen. La pregunta por la procedencia «¿de dónde?» ya muestra

que no quieren oír y que en la sinagoga en realidad no han oído.

57 Y estaban escandalizados de él. Pero Jesús les dijo: A un profeta sólo lo

desprecian en su tierra y en su casa. 58 Y por aquella incredulidad no hizo allí

muchos milagros.

Para la actitud de los hombres ante Jesús sólo

existen dos posibilidades: abrirse con la fe o cerrarse por el escándalo. Los paisanos

estaban escandalizados de él. Eso es exactamente lo contrario de la actitud de la fe. El

escándalo procede de abajo, del hombre y del malo, destruye la fe y no la deja medrar. El

mismo Jesús se convierte en motivo de escándalo, sin que él haya contribuido en nada al

Page 162: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

mismo. Sólo se decide en el hombre qué camino y qué dirección toma su vida.

La pregunta por la procedencia «¿de dónde?» para muchas personas, incluso modernas,

se convierte en motivo de escándalo. Especialmente para los que han estudiado y conocen

la historia. Ellos también piensan «que saben». Entonces Jesús pasa a ser el fundador de

una religión como Buda o Mahoma. La doctrina de Jesús se interpreta como un sistema

doctrinal religioso o solamente como la experiencia originaria de un corazón genial; se ve a

sus discípulos como un círculo de entusiastas adeptos, semejante al que se forma siempre

en torno a la personalidad de promotores religiosos. Pero nada más. Se piensa que se

puede contestar la pregunta sobre la procedencia, «¿de dónde?», por el Antiguo

Testamento, por la tradición religiosa de los pueblos circundantes, por el movimiento

resurgente de la comunidad de Qumrán, por el apocalipsis del judaísmo posterior y por la

tradición escolar rabínica. Pero nada más. No se puede hacer la segunda pregunta antes

de la primera, antes que se haya realmente oído lo que se dice.

El mismo Jesús cita un proverbio, según el cual ningún profeta vale nada en su tierra ni

en su familia. Parece ser como una ley que se inicie el escándalo donde menos se le debía

esperar. En el propio ambiente es donde será más fácil al hombre recusar, porque

difícilmente distingue entre lo que viene de abajo, de la tradición de la familia y del pueblo, y

de la virtud de la sangre, y lo que se dice desde arriba y penetra en el mundo. Esta

disposición defectuosa ya es incredulidad por la raíz de donde proviene. La incredulidad

-no la propia impotencia- hace que sea imposible que Jesús pueda efectuar acciones

milagrosas. Porque el milagro se enlaza con la franqueza y la confianza del hombre. Sólo se

da por añadidura todo lo demás a quien ha dado el primer paso, y ha cumplido la condición

fundamental de escuchar con el ánimo dispuesto. Hará «obras... aún mayores» que las del

maestro (Jn 14,12).

b) Degollación del Bautista (Mt/14/01-12).

1 En aquel tiempo llegó a oídos del tetrarca Herodes la fama de Jesús, 2 y dijo

a sus cortesanos: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y

de aquí que por él se realizan esos milagros.

Con escasa conexión se menciona una observación del príncipe

reinante, Herodes-Antipas. Ha oído hablar del movimiento que había surgido en torno a

Jesús y le da una notable explicación. Debe haber resucitado Juan el Bautista y debe haber

reanudado sus actividades en Jesús. Las energías de Juan actúan en Jesús. Estas

afirmaciones atestiguan el gran prestigio que entonces tenía Juan en general, y en

particular en la opinión de Herodes. Al mismo tiempo se da a entender aquí el temor ante el

juicio de Dios, que experimenta el que hizo dar muerte a Juan. Herodes se había

apoderado del hombre de Dios, y ¿Dios ahora triunfaba sobre la malicia y violencia

humanas mediante la resurrección de los muertos? ¿Le amenazará también a él algún mal?

Herodes da una opinión, que puede haber sido compartida por otros (Cf. 16,14; Mc 8,28; Lc

9,19; cf.también Mc 9,9-13 y Mt 17,9-13). Aún se conservaba un recuerdo demasiado

fresco de la actuación enérgica de Juan, la semejanza entre la proclamación de Juan y la

de Jesús podía llevar a esta confusión. En Juan y en Jesús se perciben fuerzas prodigiosas

de arriba, pruebas de poder divino. Ni siquiera Herodes puede hacerse sordo ante ellas.

Aquí Herodes está más cerca de Jesús que los mismos paisanos de Nazaret, que no

perciben nada divino, sino solamente lo humano.

Page 163: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

3 Efectivamente, Herodes había arrestado a Juan y lo había encadenado y

metido en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Filipo; 4 pues

Juan le decía: ¡No te es lícito tenerla! 5 Y aunque quería matarlo, tuvo miedo al

pueblo, porque lo tenían por profeta. 6 Pero en el cumpleaños de Herodes, salió

a bailar la hija de Herodías delante de todos, y le agradó tanto a Herodes, 7 que

le prometió bajo juramento darle cuanto le pidiera. 8 Ella, instigada por su madre,

le dijo: Dame aquí, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. 9 El rey se

puso muy triste; pero, por los juramentos y por los comensales, ordenó que se la

dieran, 10 y envió a decapitar a Juan en la cárcel. 11 Trajeron su cabeza en una

bandeja y se la entregaron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre. 12

Acudieron luego sus discípulos a recoger el cadáver y lo enterraron. Después

fueron a contárselo a Jesús.

En este pasaje el evangelista inserta el relato sobre el fin del Bautista, como también lo

había hecho san Marcos (Mc 6, 17-29). Este relato en ambos evangelistas está preparado

por la referencia del juicio de Herodes sobre Jesús (14,1s = Mc 6,14-16). El fin del Bautista

y la primera actuación de Jesús ya los enlazó san Marcos con una mutua relación al

principio del Evangelio. Jesús empezó a proclamar su mensaje, después que había oído la

noticia del fin del Bautista (Mc 1,14). El más fuerte releva al que no se creyó digno de

desatarle la correa de las sandalias (cf. Mc 1,7). Aquí se añade cómo se dio muerte a Juan.

El relato es mucho más corto que el de san Marcos. Sólo se informa lo esencial en un

compendio conciso. En san Mateo este compendio se incorpora a la tesis del evangelista

de que Israel había rechazado a todos los profetas sin excepción, y de este modo se había

puesto contra Dios y sus mensajeros.

Herodes creyó justificado que el Bautista no se metiese en sus asuntos privados.

Ofendido en su orgullo reaccionó contra el reproche de Juan y le hizo encarcelar. Así se

redujo al silencio al inoportuno amonestador. Como ocurre frecuentemente con los tiranos,

Herodes se arredra ante el último recurso por temor ante el pueblo. En cambio el pueblo

lo tuvo por profeta, como más tarde también se dice de Jesús (cf. 21,46). Tal es la índole

de los tiranos. Fácilmente maltratan al individuo, pero se arredran ante las medidas

antipopulares. Lo único que temen es perder el favor del pueblo.

Con motivo de un banquete para celebrar el cumpleaños baila la hija de Herodías y

causa la complacencia del rey. Entusiasmado por el espectáculo del baile, Herodes hace

un juramento imprudente. Herodías, la madre, lo aprovecha con astucia, llena de odio

mortal contra Juan. No solamente hace pedir la muerte del Bautista, sino la horrible

ceremonia de traer en una bandeja al salón de fiestas la cabeza cercenada de Juan. Por

causa del juramento y por temor a los huéspedes Herodes manda ejecutar la orden.

¡Otra vez ha sucumbido un profeta en Israel! Pero esta vez no fue porque el pueblo no

creyera a Juan o no soportara su mensaje, sino por el antojo de un rey altanero y al mismo

tiempo débil. Los miembros de la familia de Herodes siguen pareciéndose. Herodes, el

padre, había atentado contra la vida de Jesús y había matado a los niños de Belén (2,16).

Su hijo asesina al Bautista. ¿Cómo debe establecerse el reino de Dios, si los reyes de la

nación se convierten en el enemigo mortal de los mensajeros de Dios?

Los discípulos del Bautista logran sepultar decorosamente el cadáver. Hicieron causa

común con su maestro, incluso en la muerte. Luego fueron a contárselo a Jesús

(14,12).

Page 164: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Cronológicamente es difícil explicar este dato, puesto que según 14,2 ya ha ocurrido la

muerte del Bautista, y en 14,3-12 aparece como trasladada. San Mateo ya no dirige

ninguna otra mirada retrospectiva, porque pretende otra finalidad. Quiere indicar la íntima

unión entre las dos personas y su obra. Los dos hombres no concurren juntos, sino que su

actividad se funda en el mismo plan de Dios. Jesús debe ser informado para que note la

señal y adapte a ella su propia conducta. Y así oímos decir inmediatamente después

(14,13) que Jesús huyó. Es, pues, evidente que abandonó el territorio de la jurisdicción de

Herodes Antipas para no exponerse al peligro antes que llegara su hora. Están profunda y

mutuamente relacionadas la vida y actividad de Jesús y las del Bautista. Sólo Dios tiene los

hilos en la mano, su sabiduría se atestigua en las obras de ambos (cf. 11,l9c).

La muerte del Bautista también debe ser significativa para Jesús a manera de una señal.

Jesús recorre el mismo sendero y es entregado al mismo destino de muerte de los profetas.

No se rompen los hilos de la historia de Dios. Lo que el Bautista ha empezado, Jesús lo

acogerá y lo conducirá a la última perfección. Sobre la muerte y la tumba de Juan reposa

esta esperanza de la última perfección. Una esperanza mucho mayor reposará sobre la

tumba de Jesús.

c) Primera multiplicación de panes (Mt/14/13-21).

13 Cuando Jesús recibió esta noticia, se alejó de allí a solas en una barca a un

lugar desierto. Pero, al enterarse la gente, lo siguieron por tierra desde las

ciudades. 14 Al desembarcar y ver a tanta gente, sintió gran compasión por ellos

y curó a sus enfermos.

Jesús sube a una barca en el lago de Genesaret y se dirige solo a un

lugar solitario. No permanece mucho tiempo así, porque la gente se entera y le siguen a pie

por la orilla del lago. Vienen juntos de todas las poblaciones circundantes, por tanto

también de los pueblos situados a la orilla del lago. Cuando Jesús baja de la barca, ve la

gran multitud. ¡Qué escena! Jesús siente gran compasión por ellos y cura a sus enfermos.

Lo que impulsa así a la gente hacia Jesús no es sólo el afecto humano, el entusiasmo que

suscita un gran orador, los sentimientos de gratitud por los beneficios logrados. Lo que

impulsa a la gente es la percepción de lo sobrehumano, que faltó a los paisanos de

Nazaret, el anhelo oculto del bien y de la rectitud, de la verdadera vida. Jesús no puede

responder de otra manera, contestó como hizo Dios a través de los siglos, a saber con su

misericordia. Dios se compadece del hombre. El estado del hombre afecta su corazón, la

indigencia le conmueve.

15 Llegada la tarde, se le acercaron los discípulos, y le dijeron: Esto es un

despoblado, y la hora ya avanzó; despide, pues, a la gente, que vayan a las

aldeas a comprarse alimentos. 16 Pero Jesús les dijo: No tienen por qué irse;

dadles vosotros de comer. 17 Ellos le replican: No tenemos aquí más que cinco

panes y dos peces. 18 Él contestó: Traédmelos aquí.

Entre tanto llega la tarde, y los discípulos lo indican al Maestro. La hora es avanzada y el

lugar es solitario. Sobre todo aquí no se puede comprar nada para comer. La conversación

entre Jesús y los discípulos resulta algo artificiosa. Desde el principio Jesús sabe lo que

quiere hacer, y el lector lo nota. Pero los discípulos deben aprender algo, sus pensamientos

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dirigidos a las cosas terrenas deben ampliarse y crecer en el conocimiento del Maestro. Ha

pasado ya mucho tiempo y todavía no saben a quién tienen consigo.

Desorientados, hacen la observación de que solamente hay cinco panes y dos peces

para comer. Eso resulta muy infantil. ¿Qué significa la ridícula cantidad ante el poder que

tiene Jesús? Naturalmente los discípulos no pueden saciar al pueblo, como les encarga

Jesús: «Dadles vosotros de comer.» Muy poco es lo que pueden hacer los discípulos, de

una forma semejante a lo que más tarde se dice de la fe, en la curación del muchacho

lunático (cf. 17,16ss). La mirada debe dirigirse a Jesús. Los discípulos están ante el pueblo

con las manos vacías, pero Jesús puede alimentar a la multitud. Así también están los

maestros y pastores delante del pueblo con las manos vacías, sólo pueden entregar el pan

que Jesús les ofrece.

19 Y mandando a la gente sentarse sobre la hierba, tomó los cinco panes y los

dos peces, levantó los ojos al cielo, dijo la bendición, partió los panes y se los dio

a sus discípulos, y los discípulos al pueblo. 20 Todos comieron hasta quedar

saciados; y recogieron, de los pedazos sobrantes, doce canastos llenos. 21 Los

que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

El pueblo se coloca sobre el césped. Ahora Jesús está en el centro, todos los ojos

parecen estar dirigidos a él. En el círculo más reducido alrededor de él están los discípulos,

que han traído los panes y los peces, a continuación el pueblo se ha colocado por doquier.

Jesús toma los alimentos, mira al Padre que está en el cielo y le alaba. Así como el padre

de una familia judía antes de la comida da la bendición sobre los manjares y da gracias a

Dios por sus dones, así hace aquí Jesús como padre de todo el pueblo: «Alabado seas,

Yahveh, nuestro Dios, rey del mundo, que haces que el pan se forme de la tierra.» Jesús

parte el pan y los peces, y los da a los discípulos para que los repartan. Los discípulos a su

vez lo entregan a las multitudes. Todos comen y quedan saciados, más aún, incluso se

reúne una gran cantidad de restos, que muestra que se ha distribuido con

superabundancia, y que en realidad todos quedaron saciados. Esto es una bendición

realmente divina.

Ha resultado más bien fortuito que Jesús hiciera este gran signo. Se trata, en efecto, de

un gran signo. Jesús no ha eliminado la necesidad del hambre ni ha quitado a los hombres

la preocupación por el pan cotidiano. Pero una vez tuvo lugar: todos quedaron saciados,

más aún, tuvieron superabundantemente. Cuando Jesús estaba entre ellos, no les faltaba

nada y todos estaban contentos. La misericordia de Dios descendió sobre ellos, y todos

eran uno en sus comidas en común y no sufrían penuria. Pero este signo no fue dado para

aturdir o subyugar a los hombres a manera de los prodigios espectaculares que el espíritu

maligno había reclamado a Jesús (cf. 4,1ss). Fue resultado de la situación. Así como Jesús

concede su misericordia al individuo que se adhiere a él con fidelidad, así también a la gran

muchedumbre que está necesitada. Así procede Dios siempre con el hombre.

En el desierto Dios había alimentado al pueblo de una manera prodigiosa y los había

preservado de perecer. «Llegada, pues, la tarde, vinieron codornices, que cubrieron todo el

campamento, y por la mañana se halló esparcido también un rocío alrededor de él, y

cuando el rocío se evaporó, había sobre la superficie de la tierra una cosa fina, como

granos, fina como la escarcha en el suelo. Lo que visto por los hijos de Israel, se dijeron

unos a otros: ¿Qué es esto? Porque no sabían lo que era. A los cuales dijo Moisés: Éste es

el pan que el Señor os ha dado para comer» (Ex 16,13-15). Las proezas que hizo Dios en el

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tiempo glorioso de Israel ¿resurgen ahora en la primavera del pueblo? ¿Está Dios de nuevo

cerca de su pueblo como en el gran tiempo pasado? ¡Qué sensación de dicha y nueva

confianza tienen que haber sentido aquellos hombres!

Este acontecimiento también es una imagen de la Iglesia y así debe ser considerado.

Jesús está en el centro como el dador de todos los dones buenos, el dador del pan y de la

palabra. Luego viene el grupo de los discípulos. Están muy cerca de él y entregan sus

dones, son su brazo extendido. El pueblo está situado alrededor de él y puede disfrutar de

su presencia. Jesús alza la vista al cielo, cuando da la bendición. Jesús hace «las obras

que el Padre le ha encomendado» (Jn 5,36). Ya no es el mediador, como era Moisés. Él

mismo es el dador y fuente de la vida. Tal es la experiencia de sí misma que tiene la Iglesia,

cuando se reúne para celebrar la eucaristía. Así vivirán solidariamente con Dios y no

tendrán penuria todos los que están elegidos para las bodas regias en el reino de Dios. En

Dios está la superabundancia y la plenitud de la misericordia. Solamente en él se sacia

todo el hambre que pueda sentir el hombre.

(Págs. 52-64)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 26

d) Jesús camina sobre las aguas (Mt. 14/22-33).

Pedro por primera vez desempeña en este pasaje un papel

independiente (14,28-31). De forma semejante, ocupará el primer plano en la confesión de

la mesianidad de Jesús (16,17-19) y al final de toda esta sección se encuentra un pasaje

que evoca una conversación entre él y Jesús (17,24-27). Estos tres pasajes sólo se hallan

en san Mateo y demuestran que este evangelista puede inspirarse en una más amplia

tradición petrina. Se descubren análogos reflejos en otros pasajes del mismo Evangelio, por

ejemplo, en 10,2, donde se designa a Pedro como «primero», y sobre todo en varios

pasajes, donde actúa como portavoz de los apóstoles (15,15; 17,4; 18,21; 19,27). A pesar

de que el Evangelio de san Mateo imprime su acento en el apóstol, no cabe afirmar que su

figura quede idealizada o indebidamente enaltecida. En la conversación entre Jesús y Pedro

después de la confesión de la mesianidad, san Mateo más subrayó lo menos grato para el

apóstol (16,22s), y no disimula tampoco el papel desairado de Pedro durante el proceso de

Jesús (26,69-75).

22 Mandó a sus discípulos que subieran a la barca y

pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía al

pueblo. 23 Después de despedirlo, subió al monte para orar a

solas. Al anochecer, estaba él allí solo.

J/ORACION: Jesús manda a los discípulos subir a la barca. ¿Por qué se usa esta

enérgica frase? ¿Necesitaban este apremio, porque querían permanecer cerca de Jesús o

no le querían dejar solo? Les da el encargo de partir antes que él a la orilla opuesta, de

recorrer el trayecto que ya habían recorrido de día (14,13). Quiere quedarse solo con la

gente y «despedirla». Pero además busca una mayor soledad. En cuanto la muchedumbre

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se ha dispersado, se va al monte, para orar solo. En un lugar elevado, en el monte se

experimenta la proximidad de Dios, de forma más inmediata. Jesús busca la quietud de la

oración, de aquella oración que sólo puede fluir entre él y el Padre. Ningún ser humano

puede entrometerse en ella ni tampoco ser testigo de ella. Es una oración distinta de la que

Jesús había pronunciado antes sobre los panes y los peces. Aquella fue la bendición oficial

de la mesa y la oración usada para bendecir que tiene que rezar el padre de familia para el

pueblo y en su nombre. En esta oración solitaria, se efectuaría un trueque vital inefable.

Jesús es impulsado a la soledad, tiene que forzar a los discípulos a subir a la barca.

Basta quedarse absorto en esta escena: Jesús unido con Dios en la obscuridad de la

noche, en el monte, en la soledad. Allí está el puente entre Dios y los hombres. El mediador

es «Cristo Jesús hombre» (lTim 2,5).

24 Entretanto, la barca se había alejado ya muchos estadios

de la costa y se encontraba combatida por las olas, pues el

viento era contrario. 25 A la cuarta vigilia de la noche, fue

hacia ellos caminando sobre el mar. 26 Los discípulos, al

verlo caminar sobre el mar, se sobresaltaron y dijeron: ¡Es un

fantasma! Y se pusieron a gritar por el miedo. 27 Pero Jesús

les habló en seguida: ¡Animo! ¡Soy yo! ¡No tengáis miedo!

Entretanto la barca en que van los discípulos, va siguiendo su rumbo, pero el viento que

sopla en dirección contraria, dificulta su navegación y por eso adelantan penosamente.

Notan cuán escasas son sus fuerzas y cuán difícilmente pueden luchar con la fuerte

tormenta que se avecina. Es una tortura fatigosa. Entonces sucede que Jesús va al

encuentro de ellos sobre las aguas hacia el amanecer. Los discípulos son presa de espanto

y creen ver un fantasma. Aunque son hombres duros y han soportado muchas horas

difíciles en el lago, echan a gritar. El evangelista no teme decirlo abiertamente.

Jesús les da voces: «¡Animo! ¡Soy yo! ¡No tengáis miedo!» Siempre sucede lo mismo. El

hombre siente su debilidad, cuando se encuentra con Dios o con las cosas divinas. El

ánimo decae y el temor hace que el corazón quede oprimido. Jesús no da ninguna señal

para ser reconocido ni menciona ningún nombre. Sólo dice llanamente: Soy yo. Con estas

dos palabras está todo dicho, porque sólo hay un hombre que pueda hablar así, de modo

tan incondicional y absoluto, sin identificar su personalidad ni presentarse con pormenores.

Los discípulos no debían conocerle ni por su voz ni por su figura ni por un ademán. Sólo

deben saber que quien puede decir: «Soy yo», tiene que ser él. Entonces el hombre no

pide una legitimación, no pide señales ni prodigios que lo atestigüen, no pregunta por el

nombre, identidad y origen («Sabemos de dónde es éste»). Todos esos detalles se vuelven

accesorios ya que Jesús sabe que ante él solamente existe la confianza sin reservas y la

entrega total, que desvanecen el temor...

28 Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti

sobre las aguas. 29 Ven, le respondió. Pedro entonces saltó

de la barca y, caminando sobre las aguas, fue hacia Jesús. 30

Pero, viendo el viento que había, tuvo miedo, y al comenzar a

hundirse, lanzó un grito: ¡Señor, sálvame! 31 Inmediatamente

Jesús extendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía

¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?

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Este pasaje, que sólo trata de Pedro y de Jesús, únicamente está en san Mateo. Pedro

dirige la palabra a Jesús con el título soberano dei Señor. Pedro ha entendido. Si eres tú,

mándame ir hacia ti sobre las aguas. «Nada será imposible» al que cree (17,20b). Si es

Jesús, no sólo carece de peligro el abismo del mar, sino que también se despierta el ansia

de ir a Jesús. Pedro se deja llevar por este anhelo. El Señor le contesta lacónicamente:

«Ven». La confianza audaz perdura, Pedro salta de la barca, corre con una efectiva

seguridad sobre el agua y va hasta Jesús. Entonces Pedro nota de repente el fuerte viento

y se estremece. Su corazón de nuevo se atemoriza, y al instante empieza a hundirse.

Invoca por segunda vez a Jesús: «¡Señor, sálvame!» Jesús le alza y le pregunta en son de

reproche: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?» Cuando se está próximo a Jesús,

no se puede perder la firmeza ni dudar. El conocimiento de la presencia de Jesús sostiene

sobre el agua y refrena la fuerza del viento.

32 Y cuando subieron los dos a la barca, el viento se calmó.

33 Los que estaban en la barca se postraron ante él,

exclamando: Realmente, eres Hijo de Dios.

Jesús sube a la barca y en el acto el viento se calma. No se requiere una orden peculiar

como antes (cf. 8,26). La presencia sola de Jesús sosiega y reprime los elementos

excitados. Los discípulos quedan subyugados y postrándose rinden homenaje al Maestro

con la siguiente confesión: Realmente, eres Hijo de Dios. Son unas palabras gran diosas.

Así pues, ¿han entendido los discípulos el misterioso milagro de los panes en un lugar

solitario, el poder de Jesús para caminar sin riesgo sobre el lago, sus palabras excelsas:

«soy yo» y la fácil salvación de Pedro, cuando empezaba a hundirse? Aquí se ha llegado a

un punto culminante. En la noche sobre la superficie del lago reconocen repentinamente a

quién tienen ante sí. Vino a ser como una iluminación del conocimiento, la esplendorosa

figura del maestro brillando súbitamente ante ellos en la obscuridad. Más allá de las

reflexiones de la inteligencia, de la ponderación de los argumentos, de la interrogación

crítica y de la confianza irresoluta, brota lo más profundo que los discípulos pueden llegar a

experimentar: el Hijo de Dios está entre ellos.

Aquí los sucesos se concentran por completo en Pedro. Es el primer

apóstol (cf. 10,2), habla y procede en representación de los demás (Cf. 15, 15; 16,16;

17,24; 18,21s.). Aquí Pedro todavía es más, a saber el primero de los creyentes y el

modelo de todos ellos. En esta escena se hace patente de una manera dramática lo que

significa creer. La percepción de la frase soberana: «Soy yo», llama al hombre y lo atrae.

Luego el ansia de ir a él y estar con él. Los pasos sin riesgo, sostenidos por la confianza y

el amor, sobre los abismos. También el desfallecimiento de la confianza y el decaimiento

momentáneo de la fuerza. Si desfallece la confianza, aunque solamente sea un poco, el

hombre tiene súbitamente la sensación del peligro de fuera. También se puede decir a la

inversa: si el hombre se deja impresionar por los peligros, inmediatamente se desmorona la

confianza. Se convierte en presa de fuerzas que amenazan, si no recurre a la única mano

salvadora, la del maestro. Aquí hay confianza y fe, pero todavía son «pequeñas». No

puede quedar ni reservarse ningún residuo, sólo sostiene la fe incondicional. Así pues, lo

que aconteció a Pedro es un modelo para los creyentes. Pedro representa la Iglesia, más

tarde se le constituye en piedra fundamental de la misma (cf. 16,18).

Así está toda la Iglesia ante su maestro. Sabe que en último término está sustraída a todo

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peligro y preservada del total hundimiento en la historia, si tiene esta fe. «Si no creéis, no

subsistiréis» (Is 7,9b). Esto puede aplicarse tanto al pueblo de la antigua alianza como al de

la nueva. Pero el pueblo de la nueva alianza tiene a Jesús en el centro, y a él puede

decirle: «Realmente, eres Hijo de Dios.» Oye la voz alentadora de Jesús: ¡Animo! ¡Soy yo!

¡No tengáis miedo!

e) Curaciones en Genesaret (Mt. 14/34-36).

34 Terminada la travesía, arribaron a la costa de Genesaret.

35 Apenas lo reconocieron los hombres de aquel lugar,

divulgaron la noticia por toda aquella comarca, y le

presentaron todos los enfermos, 36 y le rogaban que les

permitiera tocar siquiera el borde de su manto. Y todos los

que tocaron, quedaron completamente sanos.

Una vez concluido el viaje, los discípulos desembarcan con Jesús en la

costa. Aquí sucede lo mismo que antes. Se acude en masa, se difunde la noticia a todos los

pueblos circundantes, se trae a los enfermos y la multitud se apiña en torno a él. El lector

sabe los sucesos misteriosos de la noche. Ha oído la confesión: Realmente, eres Hijo de

Dios. No le llama la atención que la gente procure tocarle, aunque sólo sea el ribete de su

vestido. Tampoco le sorprende que crean recibir algo de la corriente de fuerza y de vida por

el contacto. También ellos son curados. Su fe puede ser infantil y sencilla, pero la

misericordia de Jesús tampoco retrocede ante ella. Esta fe para Jesús no es demasiado

exigua ni falta de iluminación, para que no sea obsequiada con el mismo regalo. Esta fe no

se manifiesta en la súplica explícita de ser curado, ni en una confesión de la confianza en el

poder prodigioso de Jesús. Es una fe sencilla y sin palabras. Le gusta el ademán externo,

el contacto con el vestido, y en ellos esta fe expresa todo lo que siente el corazón. Jesús no

ha censurado a la gente y tampoco reprendió a la mujer que padecía flujo de sangre (cf.

9,20-22). Jesús puede oir y entender el lenguaje del corazón.

No debemos pensar ni juzgar con altivez los ademanes de la fe sencilla, con tal que no

sean supersticiosos, sino veraces y sinceros.

(Págs. 64-70)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 27

f) Controversia sobre la pureza (Mt. 15/01-20).

En el versículo segundo se emplea una expresión técnica, que usaba la

teología rabínica, el concepto de la tradición de los antepasados. Los rabinos habían

desarrollado una teología dogmática en que había firmes tradiciones didácticas. Una

creencia fundamental en esta enseñanza era que la Escritura y la tradición forman una

unidad. Dios había dado la ley a Moisés en el Sinaí. Luego la ley había sido escrita y había

permanecido en vigor a través de los siglos como la expresión obligada de la voluntad de

Dios con respecto a su pueblo de la alianza. Pero en cada tiempo tuvo que ser expuesta y

aplicada de nuevo. Este trabajo se efectuó desde el siglo quinto antes de Cristo mediante

Page 170: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

maestros de la ley, que constituían un estado social distinguido. Los escribas del tiempo de

Jesús son sus sucesores. Así se desarrolló en el curso del tiempo hasta llegar a la vida de

Jesús una interpretación (transmitida, pero aplicada constantemente y, en la práctica,

también aumentada) de la ley. Esta interpretación se llamó «tradición». Se consideró que

era tan santa y obligatoria como la misma ley escrita; con todo fue entendida como servicio a

esta ley. Un incumplimiento de la tradición de los antepasados era considerado como un

incumplimiento de la ley y por tanto como una transgresión contra Dios. Un menosprecio de

una prescripción tradicional era un menosprecio de la ley oficialmente válida en Israel, como

fue enseñada y aplicada en Israel. En cualquier caso éste fue el modo de ver del partido de

los fariseos y de los escribas que pertenecían a él. Sabemos que el partido de los saduceos

rechazaba esta tradición oral.

1 Entonces se acercan a Jesús unos fariseos y escribas de

Jerusalén para preguntarle: 2 ¿Por qué tus discípulos

quebrantan la tradición de los antepasados? Porque no se

lavan las manos cuando van a comer. 3 Pero él les replicó: ¿Y

por qué vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por esa tradición vuestra?

Puede tratarse de una delegación oficial de Jerusalén, quizás incluso del sanedrín, que

ahora viene a hablar con Jesús. Quieren hacerle una pregunta especial, tras la que está la

solicitud por la conveniente instrucción y práctica en Israel. La pregunta no se dirige a un

caso particular, a un acontecimiento escandaloso o a una sentencia chocante pronunciada

por labios de Jesús, como en casos precedentes. Tampoco está formulada desde un

principio de un modo hostil, sino como auténtica pregunta. Sólo en segundo lugar se

nombra un caso concreto, que causa escándalo y que sea como fuere debe ser explicado:

Tus discípulos no se lavan las manos antes de comer. Efectiva y centralmente la primera

parte está contenida en la pregunta: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de

los antepasados?

Jesús no ha exhortado a sus discípulos a someterse a las abluciones del culto

prescritas por tendencias severas. En el Antiguo Testamento sólo se habla de estas

abluciones a propósito de los sacerdotes que han de cuidar de las ofrendas (Ex 30,17s).

Es típico de la interpretación farisaica de la ley que tales prescripciones dadas a un

pequeño grupo de personas sean ampliadas a todos (sacerdotes y laicos) y a todas las

situaciones de la vida (en el culto y en la vida doméstica), y que todo sea organizado con

una multitud de prescripciones particulares (*). Jesús no es impugnado directamente, pero

se le pregunta, en cierto modo se le pide cuenta. Se sabe que Jesús es el maestro de sus

discípulos y por consiguiente es responsable de su conducta. Si Jesús defiende una

tradición didáctica discrepante, no puede actuar más como maestro en Israel. Hay que

retirarle la licencia (**). Es una de las preguntas objetivamente más cortantes que

conocemos por el Evangelio, al mismo tiempo es el preludio de una polémica fundada sobre

principios y de una delimitación de frentes que pone al descubierto la diferencia entre Jesús

y la doctrina oficial farisaica. ¿Cómo contestará Jesús?

No contesta con una explicación ni con una excusa, ni tampoco con silencio

condenatorio, sino haciendo a su vez una pregunta. Al mismo tiempo es un contraataque,

que apunta todavía más lejos que la pregunta dirigida a él. ¿Y por qué vosotros quebrantáis

el mandamiento de Dios por esa tradición vuestra? Entonces se despedaza la afirmada

unidad de la ley y de la tradición. En un lado está el mandamiento de Dios, en el otro está

Page 171: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

vuestra tradición. Ésta ya no puede ser considerada como explicación legítima del

mandamiento de Dios, sino que está en oposición a él. Porque mediante la tradición, lo

desviado y lo que tiene menos valor, se deroga lo primitivo y más excelso, a saber el

mandamiento propio de Dios. Así lo hace vuestra tradición en vez de someterse con la

obediencia al mandamiento de Dios. Con las palabras vuestra tradición aquí ya se anticipa

lo que más tarde se llama, de forma todavía más severa, preceptos humanos (en la cita

de Isaías 15,9). Para Jesús el mandamiento de Dios tiene una calidad y una autoridad

distintas de las que tienen los preceptos de los rabinos. Jesús no los considera como

obligatorios, y enseña o permite que estos preceptos sean quebrantados, como aquí en el

caso de las abluciones de las manos.

..............

(*) En la Mishná, el compendio más antiguo de la tradición didáctica rabínica, y que data de

unos 200 años después de Cristo, las leyes de la pureza incluyen toda la sexta «ordenación»,

que comprende doce tratados.

(**) Jesús no había sido «ordenado» de rabino, aunque a menudo se le trata respetuosamente

con este título. Con todo Jesús tuvo que ser considerado en cierto sentido como «maestro» en

Israel (cf. Mc 12,14; Mt 22,16) y también tuvo muchas cosas comunes con los rabinos, por

ejemplo el grupo de discípulos.

..........

4 Porque Dios mandó: Honra al padre y a la madre, y

también: El que maldiga al padre o a la madre, que muera sin

remisión. 5 Pero vosotros afirmáis: Si uno dice al padre o a la

madre: Aquello con que yo pudiera ayudarte lo declaro

ofrenda sagrada, 6 ya no tiene que honrar a su padre o a su

madre. Y así habéis anulado la palabra de Dios por esa tradición vuestra.

¿Cómo se demuestra esta tesis? Jesús da un ejemplo evidente. El cuarto mandamiento

ordena honrar al padre y a la madre. El que maldiga al padre o a la madre, que muera sin

remisión. Pero los rabinos conocen una posibilidad según la cual la parte de la propia

fortuna y de los propios bienes destinada al mantenimiento de los padres puede sustraerse

de la obligación prescrita. Para lograrlo, basta declararla «ofrenda sagrada», con lo cual se

la retira del ámbito profano, y, desde luego, se arrebata a los padres -como se declara

expresamente- los medios que hubiesen necesitado para su sustento. Aquí solamente se

nombra la expresión escueta «ofrenda sagrada», que los adversarios podían entender sin

la menor dificultad. Sabían también todo el reglamento de aplicación previsto. Una ofrenda

sagrada iba destinada al templo y ya no podía emplearse para ninguna otra finalidad. De

ello resultaba el espantoso contrasentido de que, cumpliendo un acto piadoso, uno se

liberaba de su obligación filial mandada por Dios, mientras lo de la «ofrenda sagrada» era

un precepto introducido por los hombres. Así pues, quien interpreta según vuestro precepto

aquel mandamiento, anula la palabra de Dios. Jesús elige una expresión dura: anular,

derogar, quitarle toda fuerza legal.

Aquí se aclara por qué Jesús responde con tanta severidad. La «tradición de los

antepasados» para él solamente tiene el valor de disposiciones humanas. Se pueden

observar o no observar, pero en ningún caso proclamar con autoridad divina. Pueden ser

costumbres y aplicaciones tradicionales de la ley, pero no tienen la autoridad de la validez

divina. ¿Cómo podéis hacerme este reproche, siendo así que hacéis lo que es mucho peor,

Page 172: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

a saber, anular el mandamiento de Dios?

7 ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo:

8 Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está

muy lejos de mí; 9 vano es, pues, el culto que me rinden,

cuando enseñan doctrinas que sólo son preceptos humanos (Is 29,13).

Sois hipócritas, porque defendéis vuestros propios pensamientos detrás de la

reclamación divina. Inducís directamente al pueblo a menospreciar el mandamiento de Dios

y a seguir vuestros propios preceptos. El profeta Isaías ya ha dicho a sus contemporáneos

que todo este servicio es inútil y en balde. Son preceptos humanos, con los cuales no se

llega a Dios (*). Todo va en una dirección falsa, es una confesión con los labios en vez de

ser una obediencia nacida del corazón. Puede ser que se desacierte tan profundamente

la verdadera voluntad de Dios, incluso con la intención sincera de acertarla. Jesús echa en

cara de los adversarios el oráculo del profeta y de este modo concluye su respuesta con la

mayor dureza.

Aquí se entiende un poco cuán insuperable tiene que ser la oposición entre Jesús y los

partidos hostiles. Pero Jesús no tiene otro camino, ha de enfrentarse en esta polémica y

fracasar en ella. Ante el tribunal se le conjurará por el «Dios viviente» (26,13).

..............

(*) El texto de Isaias dice así: «Porque este pueblo se me acerca de palabra y me honra con los

labios; pero su corazón está lejos de mí, de suerte que su temor se reduce a simples

formulaciones y lecciones aprendidas...». En la segunda parte, el texto de los Setenta, que se lee

en san Mateo 15,9, se apoya en un defecto de traducción. El texto de los Setenta «enseñan

doctrinas que sólo son preceptos humanos» se ajusta exactamente a la demostración de Jesús,

ya que se trata de doctrinas. Pero el texto original expresa la misma actitud, que luego pudo

formularse en la doctrina. Puesto que el temor a Dios se reduce simplemente a formulaciones

de hombres, que se habían aprendido, también el cumplimiento de la voluntad concreta de Dios,

en su ley podía llegar a convertirse en una de estas formulaciones.

..............

10 Y llamando junto a sí al pueblo, les dijo: Oíd y entended:

11 No lo que entra por la boca contamina al hombre; sino lo

que sale de la boca, eso contamina al hombre.

Jesús aprovecha la ocasión de la controversia para dirigir unas palabras al pueblo.

Empieza con la significativa amonestación: Oíd y entended. Aquí se hace este

requerimiento, porque no se trata de una interpretación discrepante de la ley, de una

aplicación diferente con respecto a los rabinos, sino de algo fundamentalmente nuevo. Se

rechaza toda la manera de pensar que se oculta tras las prescripciones de los rabinos

sobre la pureza (*). En sustitución de estas prescripciones se exige un nuevo modo de

pensar que no se orienta formalmente en la letra de la ley, sino en los sentimientos del

corazón. Es necesario oír y entender de nuevo, si hemos de ajustar nuestra conducta a

esta orientación.

No lo que entra por la boca contamina al hombre. Se alude a una materia, a un caso

externo, que aquí es el alimento, el cual se come sin haberse lavado las manos, o se

consume sin haberse purificado. Todo eso no lo ha de temer el hombre, no le hace indigno

Page 173: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de Dios ni le separa de la comunidad de los hombres. Antes bien, lo que sale de la boca,

hace impuro al hombre. Aquí todavía no se dice aquello a lo que Jesús alude (cf. 15,17-20).

La oposición se aguza por causa de la alusión: No lo que entra, sino lo que sale. En primer

término se tendría que pensar en las palabras que salen de la boca. El hombre no se

vuelve impuro desde fuera, sino desde dentro.

Éste es un nuevo modo de pensar; más aún, una nueva ley. Aquí no solamente se

rechaza la «tradición de los antepasados», sino toda una parte del modo de obrar según la

ley, lo cual tuvo que surtir un efecto revolucionario.

¿De qué clase de pureza e impureza se trata aquí? En contraste con la pureza o impureza de los

sentimientos del corazón, por tanto, de una actitud moral, con la expresión de impureza ritual se

entiende una mancha externa, que puede eliminarse con determinadas ceremonias. El que según

los ritos es impuro, es inepto para el culto divino, por ejemplo un sacerdote para ofrecer un

sacrificio. Mediante determinadas abluciones el sacerdote puede restablecer su capacidad para

el culto. La impureza cultual también repercute en la convivencia de los hombres. El que toca a

un leproso, a un muerto

o incluso un sepulcro, el que está sentado a la mesa con pecadores públicos, se volvía impuro y

tenía que evitar la comunidad hasta que había desaparecido su mácula. Una mujer en las

semanas del nacimiento de su hijo también pasaba por impura. Esta manera de entender la

pureza predominaba en tiempo de Jesús y se hacía patente en una multitud increíble de

prescripciones particulares. Las profetas habían intentado exigir la pureza interior de los

sentimientos como mucho más importante, pero estos pensamientos estaban desvanecidos y

sofocados desde hacía mucho tiempo. Jesús no solamente designa los sentimientos del corazón

como más importantes frente a la pureza ritual, sino que en general rechaza esta pureza.

12 Entonces se le acercan sus discípulos y le dicen: ¿Sabes

que los fariseos, al oír tus palabras, se han escandalizado? 13

Pero él les replicó: Toda planta que mi Padre celestial no

plantó, será arrancada de raíz. 14 Dejadlos. Son ciegos que

guían a otros ciegos; pero si un ciego guía a otro ciego, los

dos caerán en el hoyo.

Los discípulos hacen observar al Señor que los fariseos se

escandalizan por las palabras que él ha pronunciado. Estas palabras son todo lo que Jesús

ha dicho, pero también son directamente las últimas palabras que expresaban de una forma

aforística el nuevo modo de pensar (15,11). Desde hacía por lo menos un siglo los escribas

y fariseos habían contraído un matrimonio íntimo. El partido de los fariseos se había unido

casi exclusivamente a los representantes de la ley y a los oficiales doctores de la ley, y

había adoptado sus interpretaciones y enseñanzas. La mayor parte de los escribas había

pasado al partido de los fariseos o estaba espiritualmente próximo a él. Así pues, desde un

punto de vista histórico casi se identifican los escribas y los fariseos, y en el Evangelio de

san Mateo incluso es igual que se hable de los unos o de los otros. En ambos casos se

hace alusión al mismo frente de un fariseísmo petrificado en el legalismo de los escribas. Se

escandalizan, como antes se escandalizó la gente de Nazaret (13,57). Forman un frente

firme y endurecido, y no están dispuestos a oír y aprender de nuevo. Se habla a distintos

niveles, y la palabra de Jesús no penetra hasta su pensamiento y voluntad. Se produce,

pues, el escándalo, porque no se llega a entender.

Page 174: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Jesús contesta con unas frases metafóricas. Israel se parece a un jardín plantado por

Dios. Dios ha conducido a su pueblo a la tierra bendita y le ha prometido prosperidad en el

tiempo futuro. Dios ha protegido esta su plantación y la ha cuidado como un buen jardinero,

pero también ha intervenido siempre con mano dura y ha arrancado la mala yerba prolífera.

Las misericordias y los juicios de Dios descendieron sobre la nación y el pueblo. Más aún,

Dios incluso pudo permitirse desarraigar toda la plantación en la conquista e inmigración,

por medio del poder babilónico. El Bautista de nuevo ha evocado este juicio, en que todo

árbol infructuoso debe ser arrancado y arrojado al fuego (cf. 3,10).

¿Qué quiere decir aquí planta? No se refiere a una persona particular o a todo el pueblo,

que Isaías también compara con una viña (Is 5,1-7). Tiene que ser algo que de acuerdo con

su grandeza e importancia está entre los dos. Por el contexto se podría pensar en el

fariseísmo. Es una planta exótica, como una maleza prolífera, que se ha metido en el jardín

de Dios. Dios no la ha plantado. Es una plantación de hombres y no una plantación de

Dios. Los fariseos creían que formaban la comunidad pura e ideal de Israel, pero Jesús dice

que están maduros para el castigo. Se escandalizan, en vez de convertirse.

Son ciegos guías de ciegos. No pueden ver ni conocer, porque con sus pensamientos

humanos ofuscan los pensamientos de Dios. Un ciego no puede guiar a otro ciego. El

pueblo tiene que quedarse ciego, porque solamente tiene guías que han perdido la vista. El

pueblo se cansa sirviendo a la ley de un modo formal y molesto, recibe sobre los hombros

un yugo que es tosco y áspero (cf. 11,28), se le impone una carga que nadie puede

soportar, y que los escribas y fariseos ni siquiera tocan (cf. 23,4). ¿Cómo puede haber en el

país fidelidad, amor y conocimiento de Dios? (Os 4,1). Tanto los dirigentes como los

dirigidos tienen que caer en el abismo. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que

cerráis a los hombres el reino de los cielos! Pues vosotros no entráis, ni dejáis que entren

los que están para entrar» (23,13).

El pueblo carece de culpa, porque no puede prescindir de sus maestros y pastores.

Sobre éstos recae toda la responsabilidad, son los que representan a todo el pueblo. «¡Ay

de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso no son los rebaños los

que deben ser apacentados por los pastores? Vosotros os alimentáis de su leche, y os

vestís de su lana, y matáis las reses más gordas, mas no apacentáis mi grey. No

fortalecisteis las ovejas débiles, no curasteis las enfermas, ni bizmasteis las

perniquebradas, ni recogisteis las descarriadas, ni fuisteis en busca de las perdidas, sino

que dominabais sobre ellas con aspereza y con prepotencia» (Ez 34,2b-4).

15 Pedro tomó la palabra y le dijo: Explícanos esta parábola.

16 Él le contestó: ¿Pero también vosotros estáis todavía sin

entender? 17 ¿No comprendéis que todo lo que entra por la

boca pasa al vientre y luego se arroja en la cloaca? 18 Pero lo

que sale de la boca, del corazón procede: y esto sí que

contamina al hombre. 19 Porque del corazón salen las malas

intenciones, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos,

falsos testimonios, injurias. 20 Estas son las cosas que

contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no

contamina al hombre.

Pedro vuelve a actuar como portavoz de los discípulos. Pide una aclaración de la

parábola, es decir, de las palabras enigmáticas. Con ello se alude a lo que se dice en un

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versículo precedente (15,11), que todavía tiene que ser explicado. Primero pregunta el

Señor en son de reproche, cómo es posible que estén todavía sin entender. No se han

escandalizado, pero tampoco han comprendido la verdad interna y el sentido de las

palabras de Jesús. Todo depende de esta comprensión. Están en camino de conseguirla,

pero todavía no lo han logrado, tal como Pedro había confiado, porque aún no poseían la

plena fe (cf.14,31). Sólo he entendido, si con toda mi alma he aceptado la palabra y le he

dado una respuesta afirmativa.

Lo que procede de la boca, viene del corazón, del centro y de la sede del pensamiento,

de la sensibilidad y de la volición humanas. Contamina al hombre todo lo maligno que

proviene del corazón, como malos pensamientos, palabras crueles y acciones perniciosas.

Se trata de pensar y hacer de una manera moral en su raíz, dirigida a lo bueno y por tanto a

Dios. De nuevo encontramos la ideología del sermón de la montaña. Ante esta ideología

¿qué importancia tiene comer sin haberse lavado las manos? Lo malo incapacita al hombre

para las cosas divinas y le hace indigno de la comunidad. La falta de amor en la forma que

sea, separa de Dios y de los hombres.

g) La mujer-cananea (/Mt. 15/28).

21 Cuando Jesús salió de allí, se retiró a la región de Tiro y

Sidón. 22 Y en esto, una mujer cananea, salida de aquellos

contornos, le decía a gritos: ¡Ten compasión de mí, Señor,

Hijo de David! Mi hija está atrozmente atormentada por un

demonio. 23 Pero él no le respondió palabra. Y sus discípulos,

acercándose a él, le suplicaban: Despídela; que viene gritando

detrás de nosotros.

Jesús siempre ha permanecido en el territorio de Israel y sólo raras veces ha penetrado

en territorio de los gentiles. Aquí el evangelista san Mateo menciona una de estas

pequeñas correrías, en este caso en dirección norte, en el territorio de las dos poderosas

ciudades comerciales de Tiro y Sidón.

En el camino le sale al encuentro una mujer cananea. Esta expresión se emplea para

caracterizarla como gentil (cf. en Mc 7,26: sirofenicia). San Mateo no designa su

nacionalidad civil, sino la religión a la que pertenece. Así prepara la siguiente conversación,

que es importante. La mujer conoce lo que permanecía oculto a los hijos de Israel en

conjunto, y le invoca con el título mesiánico de hijo de David. Le pide ayuda para su hija.

Los discípulos se molestan y ruegan al Maestro que la despida. ¿Solamente tienen la

sensación de fastidio o les resulta impertinente la importunidad de una mujer pagana?

Evidentemente Jesús había proseguido la marcha sin prestarle atención. Pero ella no cesa

de caminar detrás del pequeño grupo.

¿Qué hará Jesús? Lo que haga será importante no sólo para la mujer y para el grupo de

los discípulos, sino para el tiempo futuro de su obra.

24 Pero él respondió: No he sido enviado sino a las ovejas

perdidas de la casa de Israel. 25 Sin embargo, ella se acercó

y se postró ante él, diciéndole: ¡Señor, socórreme! 26 Él le

contestó: No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo

a los perrillos. 27 Ella replicó: Es verdad, Señor; pero también

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los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.

Jesús habla a los discípulos. De suyo, la respuesta sólo se ajusta a la mujer como

explicación de la conducta de Jesús y como recusación indirecta de la súplica de la mujer.

Pero aquí la respuesta va dirigida a los discípulos que han rogado al Maestro que la

despache. Las palabras de Jesús en este pasaje parece que sean una confirmación de lo

que pensaban los discípulos, a saber que Jesús no le puede ayudar y que ella debe

regresar a su casa sin haber logrado su propósito. Pero los discípulos primero deben oír la

frase que les hace comprender mejor a Jesús.

«No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Dios le ha enviado,

él no se ha encargado nada a sí mismo. Dios también le ha señalado el campo de la

actividad. Su misión está limitada a Israel, por medio del cual los pueblos deben participar

en la salvación. Este es el orden establecido, así rezan las promesas de los profetas. Pero

Israel es un rebaño sin pastor que se ha dispersado por las montañas y está destinado a

la destrucción. Sólo se conserva el rebaño, si está reunido y el pastor lo vigila y lo conduce.

Ahora los hijos de Israel tienen como pastores a ciegos guías de ciegos (15,14), son como

«ovejas sin pastor» (9,36). Dios había anunciado por el profeta Ezequiel que destituiría a

los falsos profetas y que él mismo ejercería el cargo de pastor (Ez 34). Ahora llega el tiempo

de cumplir lo anunciado. El Mesías está enviado para reunir en un rebaño las ovejas

extraviadas, para impedir que desfallezcan y para conducirlas a los terrenos de fértiles

pastos. Sólo cuando Israel se haya vuelto a juntar, y siga de buen grado a su verdadero

pastor, Dios, pueden también los pueblos del mundo congregarse al lado del único Dios

verdadero. Tal es el encargo que ha recibido el Mesías.

Luego continúa la conversación con la mujer. Se acerca y pide ayuda. Jesús le contesta

que no está bien quitar el pan a los hijos y darlo a los perrillos. Jesús no quiere pronunciar

una sentencia despectiva sobre los gentiles ni compararlos con los perros. Es una frase

metafórica que expresa de nuevo el pensamiento del v. 24: el pan es para aquellos hijos,

así como el pastor es para aquel rebaño. Los hijos son los hijos de Israel, a quienes ahora

se dedica la misericordia de Dios. No se dice lo que quizá tiene aplicación al tiempo futuro.

La mujer acoge con osadía la palabra de Dios. Los perrillos también reciben algo de lo que

cae de la mesa de su señor. Casi parece humorística la manera como la mujer (que sabe

contestar) se vale de la imagen y la invierte en su favor. Pero Jesús está vinculado a su

misión. Se ha subordinado a ella, sin reserva, y desde un principio rehúsa cualquier

desviación en la lucha con Satán en el desierto. ¿Cómo procederá Jesús?

28 Entonces le dijo Jesús: ¡Mujer, qué grande es tu fe! Que

te suceda como deseas. Y desde aquel momento quedó sana su hija.

A pesar de todo Jesús socorre. Todo lo precedente hablaba en contra. Pero ahora se

indica el motivo: tu fe es grande. Dios ayuda a quien cree así, con perseverancia y

tenacidad, sin desfallecer ni darse por vencido precipitadamente, con la firme convicción de

que sólo hay uno que pueda ayudar. El ruego de la mujer es atendido y la hija queda

curada desde esta hora. Jesús no socorre a la mujer porque sea pagana, sino porque tiene

una gran fe. Se mantiene el orden, no se sobrepasan los límites del encargo. Pero ha

brillado una esperanza. En ella ya aparece un nuevo Israel, cuyo fundamento es esta fe. Así

sucedió con el centurión (8,10.13), así sucede aquí con esta mujer. Así como Dios puede

sacar de las piedras hijos de Abraham, así formará con estos creyentes un nuevo Israel. La

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salvación todavía no llega a los gentiles. Jesús permanece y actúa en Israel, y parte a sus

hijos el pan. Pero acá y allá, en casos particulares se hace patente algo nuevo, el tiempo

futuro, en el cual Dios perfeccionará el orden de la salvación, que ha estado en vigor hasta

ahora. Todos los pueblos de la tierra deben recibir toda la salvación, incólume y

pródigamente.

(Págs. 70-84)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 28

h) Curación de muchos enfermos (Mt/15/29-31).

29 Jesús partió de allí y se fue a las orillas del mar de Galilea, subió al monte y

se quedó sentado allí. 30 Y se acercaron a él grandes muchedumbres, llevando

consigo cojos, mancos, ciegos, mudos y otros muchos enfermos, y los tendieron a

sus pies. Y él los curó; 31 de suerte que el pueblo quedó asombrado cuando vio a

los mudos hablar, a los mancos sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y

glorificaron al Dios de Israel.

La ruta del viaje a pie apunta directamente a Galilea, al lago de

Genesaret; según san Mateo, se trata sólo de una breve excursión en territorio pagano.

Jesús se sienta en el monte. Se nos recuerda el otro monte en que se publicó la doctrina de

la nueva justicia (5,1). En el monte siempre suceden cosas trascendentales. El monte está

cerca de Dios, desde el monte habla y obra el Mesías, como en otro tiempo Moisés. Ahora

acuden a él las multitudes, todos los enfermos y achacosos, ciegos, cojos, mancos. Es una

escena de la gran misericordia que desciende sobre los hijos de Israel. Jesús en realidad

continúa partiendo el pan a «los hijos». Ellos también dan la respuesta esperada con la

glorificación: «Y glorificaron al Dios de Israel.» Parece el cumplimiento de la visión de

Ezequiel: el único pastor y el único rebaño, que estaba disperso, y se ha congregado y

unido en la confesión del Dios de Israel.

Esta breve escena sirve de introducción a la siguiente. Ya se informó de una prodigiosa

multiplicación de panes (14,13-21), ahora se cuenta una segunda mutiplicación. La

segunda será una manifestación todavía mayor del poder y de la misericordia de Dios.

Jesús está sentado en el monte, enaltecido sobre el pueblo. Ha curado a todos los

enfermos y por tanto ya ha repartido el primer don de Dios. Ha escuchado la glorificación

que brotó de corazones agradecidos. Todo parece que esté bien y pacificado, una alegría

festiva reina en la asamblea, cuyo centro es el verdadero pastor.

i) Segunda multiplicación de panes (Mt/15/32-39) (*).

32 Luego Jesús reunió junto a sí a sus discípulos y les dijo: Me da compasión del

pueblo, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer; pero no quiero

despedirlos sin que tomen algo, para que no desfallezcan en el camino.

33 Los discípulos le dicen: ¿Cómo procurarnos en un despoblado tantos panes para

saciar a todo este pueblo?

Page 178: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

34 Y Jesús les pregunta: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos contestaron: Siete, y unos

pocos peces. 35 Y mandó al pueblo sentarse en el suelo.

.............. (*) Sorprende que el evangelista informe sobre un segundo milagro de panes. San Mateo ya lo ha encontrado así

en san Marcos (Mc 6,30-44; 8,1-9). San Lucas sólo había retransmitido el primer milagro (Lc 9,10-17). Los

relatos reproducen, en lo esencial, los mismos sucesos, pero se diferencian entre sí en pormenores. El milagro

que en los dos primeros evangelistas se refiere en segundo lugar, es mas breve y tiene menos colorido, pero

encarece el carácter prodigioso. Es muy natural que se pregunte si aquí no hay dobles relatos del mismo

acontecimiento. Son muchas las razones en favor de esta solución. Entonces san Marcos también los habría

encontrado y no los hubiera interpretado como descripciones del mismo suceso, sino de dos sucesos distintos

.............

Esta vez la iniciativa procede únicamente de Jesús. Congrega a los

discípulos, no son los discípulos quienes se acercan a él. Luego les dice: «Me da

compasión del pueblo», no son los discípulos quienes le llaman la atención sobre la

necesidad, como ocurrió en el primer caso. Jesús pregunta qué hay para comer y manda al

pueblo sentarse. Ya hace tres días que la gente está con él sin cansarse. Nadie atiende al

tiempo, que parece estar inmóvil. El pastor y el pueblo están unidos y sólo tienen el deseo

de quedarse y simplemente estar allí. Los enfermos han sanado, y la glorificación ha

brotado del pueblo. Dios vuelve a habitar en el corazón de los suyos. El estado de ánimo en

la segunda multiplicación de los panes es distinto del que hubo en la primera. Se piensa en

las grandes promesas como ésta: «Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo» (Jer 31,33c).

36 Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los

iba dando a los discípulos, y los discípulos al pueblo. 37 Comieron todos hasta

quedar saciados, y de los trozos sobrantes recogieron siete cestos llenos. 38 Los

que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños. 39 Y cuando

despidió a las muchedumbres, subió a la barca y se fue a la región de Magadán.

Luego se sigue el mismo ceremonial que la primera vez. Jesús toma los panes y los

peces, dice la acción de gracias, los parte y los da a los discípulos para que los repartan

entre el pueblo. También esta vez se recogen los restos y se hace constar el número de los

que habían comido. La primera vez cinco mil hombres, la segunda vez cuatro mil, sin contar

las mujeres y los niños. En Israel se contaban los hombres como cabezas de familia. El

elevado número no sólo debe dar una idea de la magnitud del milagro, sino que también

debe decir que el pueblo aquí realmente estaba reunido y fue alimentado. Naturalmente no

todo Israel, pero sí una parte tan importante de él, que puede ser considerado como

representación de Israel.

Los israelitas fueron conducidos como «pueblo» a través del desierto a la tierra

anhelada. Este recuerdo, que brota en los corazones, se proyecta, al mismo tiempo, como

imagen del tiempo futuro. Así Dios cuidará de su pueblo, si éste vuelve a ser muy devoto de

Dios. En él no hay ninguna indigencia, sino superabundancia. Dios cura las enfermedades

y satisface el hambre. Es un Dios que es amigo de los hombres. Jesús ha triunfado sobre

las verdaderas enfermedades del cuerpo y ha satisfecho el hambre corporal.

No demos una interpretación espiritual a estos milagros. Dios también ve al hombre en su

indigencia corporal y con un dolor más intenso que el que sentimos unos por otros. Dios

Page 179: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

quiere que todos los hombres estén saciados y sanos. En el reino de Dios no se dirige

solamente la atención a los valores espirituales y a las actitudes internas. Eso no lo pueden

olvidar los discípulos, si de mil modos distintos ven la penuria de su prójimo, que pasa

hambre y frío y carece de lo necesario para vivir. Todo el hombre debe estar preparado

para la liberación y llegar al banquete celestial.

En la primera multiplicación de panes Jesús desembarcó, alimentó al pueblo y subió al

monte para orar. Ahora Jesús viene del monte, despide al pueblo después de la milagrosa

distribución y sube a la barca para pasar a la otra orilla. Aún no ha llegado el tiempo de la

estabilidad. También Jesús está entre los suyos como de paso. Hay horas sublimes, en las

que el simple hecho de estar juntos, la dichosa permanencia en la posesión ya es

mantenida como un gusto anticipado. Así fueron estos tres días. Pero ahora prosigue la

ruta, el Mesías ha recibido la orden de ir a todas partes, para que a todos se haga

extensivo c] mensaje. «Vámonos a otra parte, a las aldeas vecinas, para predicar también

en ellas, pues para eso he venido» (Mc 1,38). Jesús es un peregrino entre los peregrinos.

j) Los fariseos piden una señal (Mt/16/01-04) (*).

1 Luego se le acercaron los fariseos y saduceos, y, para tentarlo, le pidieron

que les hiciera ver alguna señal venida del cielo. 2 El les respondió: 4

¡Generación perversa y adúltera que reclama una señal! Pero no se le dará otra

señal que la de Jonás. Y volviéndoles la espalda, se fue.

.............. (*) Los versículos 2b-3 dicen así: «AI caer de la tarde, decís: Hará buen tiempo, porque el cielo está

arrebolado; 3 y por la mañana: Hoy habrá tormenta, porque el cielo está de un rojizo sombrío. ¿Conque sabéis

interpretar el aspecto del cielo y no podéis interpretar las señales de los tiempos?» Estos versículos faltan en

importantes manuscritos antiguos, pero representan un paralelismo algo cambiado con respecto a Lc 12,54b-56.

Sin la interpolación, el texto de san Mateo resulta más redondeado y vigoroso.

............

GENERACION/PERVERSA Esta vez son los fariseos los que se han aliado con los

saduceos y se acercan a Jesús. En realidad, son hostiles entre sí, pero están unidos en la

enemistad contra Jesús. Le piden una señal venida del cielo para confirmar la misión de

Jesús y su derecho. Dichas señales las da Dios por iniciativa propia para ayudar. Fueron

dadas a casi todos los grandes personajes del tiempo pasado. Los hombres, de quienes

aquí se habla, piden una señal para ellos personalmente, ya sea como un desafío, porque

no creen que Jesús pueda obrar por sí mismo una señal ni que la pueda solicitar «del

cielo» (es decir de Dios), ya sea como condición: sólo estarían dispuestos a creer, si se

otorgara la señal. El mismo Dios debe manifestarse y precisamente ahora en este momento

que ellos determinan y de un modo que les convenza. El hombre quiere dominar a Dios y

prescribirle lo que tiene que hacer. Como dice el evangelista, ésta es realmente una

«tentación» y puede compararse con las tentaciones llevadas a cabo por Satán en el

desierto. O determina y reina Dios o bien el hombre.

Son como sus padres una generación perversa y adúltera. La viña que Dios ha

plantado, en vez de las esperadas uvas de mesa. sólo da agraces (cf. Is 5,4). En vez de la

fidelidad al esposo Yahveh se vuelven infieles y corren tras los dioses extranjeros (cf. Os

2,2-13), más aún, tras sí mismos en sus «preceptos humanos» (15,9). A esta generación

sólo se le dará una señal, que se hace a la hora señalada por Dios, la señal de Jonás. Para

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la ciudad pagana de Nínive el profeta Jonás se convirtió en la señal del castigo de Dios.

Dios le envió allí para anunciar la destrucción (cf. Jon 3,1ss). Ésta será la última señal, y

después de ella no puede haber ninguna más. Para la nación incrédula de Israel el Mesías

se convierte en el castigo (*). En su muerte Dios pronunciará la sentencia, que estará en

vigor de forma inapelable.

Jesús los deja estar y prosigue. Ya no se continúa discutiendo ni se sostienen más

controversias, no se hacen indicaciones a la adecuada comprensión de las señales ni se

construye otro puente. Aquí ya hay claros frentes. Apartarse de Jesús ya es como una

expresión de la señal del castigo anunciado por él.

¡Con qué aspereza están contiguas las dos escenas! Inmediatamente antes, la

prodigiosa distribución de alimentos en su atmósfera de paz y de unidad; ahora, la radical

separación. Las dos pertenecen a la vocación, al destino del Mesías de ser causa de la

misericordia de Dios y del castigo de Dios. Mientras perdure el poder del malo y trabaje

contra la unión de los hombres con Dios, también está presente sin cesar el castigo de

Dios, pero la verdadera finalidad es el reinado del amor.

.............. (*) Ya en 12,38-42 había informado san Mateo sobre la petición de una señal. Allí se explicó la «señal de

Jonás» como la única señal que debe darse, de tal forma que en ella se debía reconocer la muerte y

resurrección de Jesús. Aquí en 16,4 no se da ninguna explicación de la «señal de Jonás». Se puede entender

este pasaje en el sentido de 12,38-42. Pero también se da la otra posibilidad, tal como se declara en el párrafo

que corresponde a esta nota. Así como Jonás se convirtió para Nínive en señal de castigo, así Jesús se

convertirá para «esta generación» en la señal de castigo. Cf. lo que se dice a propósito de 12, 38-42.

.............

k) Prevención contra la doctrina de los fariseos (Mt/16/05-12).

5 Al pasar a la otra orilla, los discípulos se olvidaron de llevar panes. 6 Jesús

les dijo: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. 7

Ellos comentaban entre si: Eso es porque no hemos traído pan.

Ha terminado la travesía. A la llegada los discípulos notan que se han olvidado de tomar

pan consigo. A continuación está la frase del Señor colocada de una forma que en

apariencia es incoherente: «Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y

saduceos». ¿Cómo ha de entenderse esta yuxtaposición? La explicación se infiere de lo

que sigue, pero aquí ya puede decirse que se trata de la dirección con la que los discípulos

deben tener solicitud, de una manera semejante como en el pasaje del sermón de la

montaña sobre los afanes (6,25-34). Su preocupación no debe ser que no tengan nada

para comer, sino que no sean víctimas de la levadura de los fariseos y saduceos. Triste es

el verdadero afán, el afán por el reino de Dios y su justicia.

De lo precedente aquí se siguen sacando dos hilos. Por una parte la experiencia que los

discípulos tenían que adquirir en la doble distribución de panes, a cuya más profunda

comprensión ahora son llevados. Por otra parte la petición de una señal, petición que

hicieron los fariseos y saduceos, y que se ve en relación con su «doctrina» (16,12), es decir

con la levadura. Es un breve pasaje didáctico, que trata de estos dos acontecimientos y los

aplica a la comprensión de la fe. Sigamos esta catequesis de los discípulos.

8 Al darse cuenta de ello Jesús, dijo: ¡Hombres de poca fe! ¿Por qué estáis

comentando entre vosotros que no tenéis pan? 9 ¿Todavía no entendéis ni os

Page 181: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres y de cuántos canastos

recogisteis? 10 ¿Ni de los siete panes para cuatro mil hombres y de cuántas

cestas recogisteis? 11 ¿Cómo no entendéis que no os hablé de panes?

Guardaos, pues, de la levadura de los fariseos y saduceos. 12 Entonces

comprendieron que no les había dicho que se guardaran de la levadura de pan,

sino de la doctrina de los fariseos y saduceos.

Ahora se ve claramente que los discípulos están preocupados por la falta de comida.

Quizás incluso unos han reprochado a otros no haber pensado en ello. En todo caso, es

una preocupación que les atañe. No es preciso que Jesús sea preguntado ni que él mismo

pregunte. Jesús conoce dónde se detienen sus pensamientos. Se repiten las palabras

características de Jesús: Hombres de poca fe. La fe es todavía escasa, porque los

discípulos no han entendido plenamente. ¿No estaban presentes cuando Jesús les partió el

pan la primera y la segunda vez? ¿No han ido buscando los panes y los peces y se los han

traído? ¿No lo han repartido y han recogido los restos? ¿Cómo pueden temer que hayan de

pasar hambre cerca de quien puede saciar a tan grandes multitudes? Ésta es una

inteligencia insuficiente y. por tanto, son hombres de poca fe. Los discípulos hubiesen

entendido de veras, si hubiesen aplicado a sí mismos la experiencia que entonces tenían.

Saben que no han de temer ninguna necesidad, si permanecen en la pura confianza. Así

pues, el afán tiene dormido el corazón de los discípulos y ha hecho menguar la fe, como en

san Pedro, que se sobresalta ante la fuerza del viento (14,30).

La catequesis todavía recorre otra etapa. Se trata además de la adecuada inteligencia,

que es una condición para la fe. Al oír hablar de la levadura de los fariseos y saduceos, los

discípulos quizás habían pensado que Jesús también habla de cómo se podría ir a buscar

pan. Pero no debían comprar a los fariseos. Es un pensamiento infantil pensar que no

pueden comer el pan cocido por los fariseos y saduceos, pensar que hay que guardarse de

este pan. Ellos usan una mala levadura para cocer. Jesús quiere decir que el hecho de que

no le hayan entendido muestra que todavía tienen que aprender como niños. Lo que es

realmente peligroso y es motivo para tener precaución y cuidado, es la doctrina de los

fariseos y saduceos. Esta doctrina echa a perder la harina, inhabilita al pueblo para Dios. El

que es ciego, no puede conducir a otro ciego (15,14). La buena levadura son las fuerzas

del reino de Dios, es el mensaje del Evangelio, que debe hacer fermentar a la humanidad.

Vuestra alma debe estar dirigida a este mensaje. Entonces se vuelve accesoria la solicitud

por el pan terrenal. Porque todo lo demás se dará por añadidura a quien hace lo primero

(cf. 6,33).

Es una preciosa catequesis. A quienes están dispuestos a oír y aprender Jesús les abre

con prontitud el camino a la inteligencia, tanto en las explicaciones de las parábolas

(capítulo 13) como también en los acontecimientos de su propia actividad. Pero a quienes

no oyen ni entienden, se les quita lo que tienen, sólo les queda la señal de Jonás.

(Págs. 84-93)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 29

2. ANUNCIOS DE LA PASIÓN (16,13-17,27).

Page 182: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

a) Profesión de fe de Pedro (Mt. 16/13-20).

13 Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo,

preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es

el Hijo del hombre? 14 Ellos respondieron: Unos, que Juan el

Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o uno de los

profetas.

Ahora llega un momento importante en la vida de Jesús. Los evangelistas

pueden indicar el lugar en que ocurrió la siguiente escena, es decir, Cesarea-de-Filipo.

Filipo, un hijo de Herodes, hizo construir esta Cesarea en el monte Hermón, al norte de

Palestina. A esta ciudad se la llamó Cesarea de Filipo para distinguirla de la más antigua

Cesarea, que estaba junto al mar. Jesús pregunta a los discípulos quién opina la gente que

es él. El Hijo del hombre también se emplea en arameo como circunlocución para expresar la

idea de «hombre», por tanto aquí sustituye el pronombre

«yo». Naturalmente la pregunta en labios de Jesús no es una encuesta efectuada por

interés. La pregunta pretende lograr que respondan los discípulos; según la intención del

evangelista pretende, sobre todo, destacar de las falsas apreciaciones esta acertada

comprensión de la persona de Jesús. La gente son todavía de los que están «fuera» (Mc

4,11), los discípulos deberían haber «comprendido» (16,12).

Ya hemos oído de labios de Herodes que Jesús era tenido por Juan el Bautista

resucitado (cf. 14,2). Elías era muy venerado en el pueblo, se esperaba su regreso como

precursor del Mesías (cf. Mal 4,5s), ya que fue arrebatado de una manera prodigiosa para ir

a Dios. El profeta Jeremías también gozó de gran reputación; se formó una corona de

leyendas alrededor de su figura y de su vida. O uno de los profetas. Esta enumeración

muestra en qué categoría se incluía a Jesús. Casi es la categoría más excelsa que se

podía tener según la manera de pensar de Israel. Sólo era posible una elevación, a saber la

persona y la llegada del mismo Mesías de Dios. Todas las personas nombradas son

premesiánicas y submesiánicas. Incluso Juan el Bautista, que pertenece al tiempo

presente, fue considerado como profeta (cf. 14,5; 21,26). Los tres primeros evangelios no

dejan reconocer que se haya tenido a Juan por el Mesías.

Los discípulos sólo deben decir la opinión de la gente, no lo que piensan los enemigos

declarados de Jesús. Ya hemos oído lo que éstos pensaban: «Éste no arroja los demonios

sino por arte de Beelzebul, príncipe de los demonios» (12,24s). En la pregunta ya no se

trata de comprender una señal, una frase o parábola. En esta pregunta sobre quién es él,

recae la decisión en favor o en contra del reino de Dios. Es una pregunta decisiva de

extrema gravedad.

15 Díceles él: Y vosotros, ¿quién decís que soy? 16

Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente.

No es una novedad que Pedro actúe como portavoz. Aquí se pregunta a todos los

discípulos, pero sólo uno responde. En esta contestación no debe manifestarse el

conocimiento personal y la confesión propia de Pedro (a pesar de 16,17), sino la opinión de

los discípulos en total. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías. Eso es lo propio y decisivo,

y es lo único que se dice en san Marcos (c£ /Mc/08/29b). El Mesías es el plenipotenciario

Page 183: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de Dios, el último enviado después de todos los profetas. Después de él no puede venir

nadie más que le supere. Su palabra es la última palabra de Dios, el Mesías según la fe de

los rabinos trae la válida interpretación de la torah. La presentación del Mesías determina

el tiempo de empezar el último tiempo. Es la gran y concluyente señal que Dios pone en el

mundo.

A la confesión se añade: el Hijo del Dios viviente. Eso también lo hemos oído antes

(14,33), no nos sorprende en el Evangelio de san Mateo. Lo que allí resplandeció

súbitamente durante la noche y lo que se dijo a propósito de la sujeción de los elementos,

ahora es de dominio público y viene a ser como una confesión oficial de los discípulos. Por

esta profundidad de las relaciones con el Padre, Jesús ya había dicho: «Nadie conoce al

Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera

revelárselo» (11,27). Ahora se da la respuesta desde fuera: Tú eres el Hijo del Dios viviente.

17 Jesús le respondió: Bienaventurado eres, Simón, hijo de

Jonás; porque ni la carne ni la sangre te lo han revelado, sino

mi Padre que está en los cielos. 18 Pero yo también te digo

que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi lglesia, y

las puertas del reino de la muerte no podrán contra ella.

Aunque Pedro ha hablado en nombre de los discípulos, Jesús ahora dirige la palabra a él

personalmente. Su confesión podía aplicarse a todos, la siguiente distinción sólo puede

aplicarse a él. Jesús empieza con una bienaventuranza. Ya hemos oído decir:

«Bienaventurados los pobres en el espíritu» (5,3); «bienaventurado aquel que en mí no

encuentre ocasión de tropiezo» (11,6); «dichosos vuestros ojos, porque ven» (13,16).

Ahora Jesús llama bienaventurado a uno solo, al primero de los apóstoles, por las palabras

que acaba de pronunciar. El conocimiento de la verdadera dignidad de Jesús y del misterio

de su persona no procede de abajo, sino de lo alto. «La carne y la sangre», es decir la

capacidad terrena del hombre débil no ha dado origen a este conocimiento (1). El mismo

Dios se lo ha inspirado desde lo alto. A quien tiene, aún se le añade más (d. 13,12). Pedro

había dado el paso desde la audición a la fe, se había atrevido a ir sobre las aguas.

Aunque su fe fuera «pequeña», estaba en el camino que lleva a la plenitud de la fe. A quien

se encuentra en este camino, se le añade el pleno conocimiento y la verdadera ciencia. Es

realmente bienaventurado quien anda por este sendero, porque conoce el misterio más

íntimo del reino de Dios (cf. 13,11).

La bienaventuranza también es una glorificación de Dios, que ha dado a conocer sus

misterios a la gente sencilla, y los ha ocultado a sabios y entendidos (cf. 11,25). Así es

como Dios quiso hacerlo, como se prueba en esta ocasión.

Jesús llama Pedro a Simón. Petros es la traducción griega de la voz aramea Cefas y

significa «piedra», «roca». En otros pasajes del Nuevo Testamento también se encuentra

este nombre arameo Cefas, que hace referencia al cargo que desempeñó Pedro (2). San

Mateo prefiere usar el vocablo Pedro, a menudo también se encuentra la doble forma

Simón Pedro, un enlace del nombre personal con la designación de su función, como el

nombre «Jesucristo».

«Tú eres Pedro» no significa en primer término que Pedro adquiera

este nombre, sino que él es o debe ser piedra; esta frase significa que la función de Pedro,

el encargo que se le confió es ser piedra. Al Antiguo Testamento, especialmente al libro de

los salmos (3), le gusta llamar roca al mismo Dios. Dios es la roca de Israel, su castillo

Page 184: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

roquero, el apoyo seguro, el fundamento permanente, garantía de fidelidad y firmeza. Nos

podemos refugiar en la roca, cuando irrumpe súbitamente la tormenta y el agua se precipita

en el valle, o cuando el enemigo ha ocupado los valles y sólo queda la posibilidad de huir al

castillo roquero situado en la cumbre. Roca es una expresión corriente, como «pastor y

rebaño», «cosecha» y «alianza». La seguridad y consistencia de un fundamento rocoso

deben ser representadas por este hombre Simón. La próxima frase dice para qué Símón

debe ser una roca. Jesús quiere edificar su Iglesia sobre esta roca o sobre esta piedra.

También está transmitida la metáfora de construir y edificar. En efecto, Dios promete por

medio del profeta que restaurará la cabaña de David que está por tierra (Am 9,11); el

salmista confiesa que los albañiles trabajarán en vano, si el Señor no edifica la casa (Sal

126,1). Ante todo había elegido Dios una roca y un edificio para residir allí y estar cerca del

pueblo: el monte de Sión y sobre éste el santo templo. Así como Dios se hizo construir en

este monte una santa casa, así también Jesús quiere edificar en el tiempo futuro sobre la

roca de Simón la casa de su Iglesia. No será una casa de piedras y vigas, sino de hombres

vivos (4).

La voz Ekklesia (Iglesia) dice que se trata de hombres vivos. Ekklesia es traducción del

vocablo hebreo kahal, que en primer lugar significa «asamblea», luego en particular la

comunidad reunida para el culto divino y, en general, la comunidad de Dios. Jesús quiere

construir esta comunidad. Las imágenes no coinciden, ya que con el verbo «edificar» hace

juego otro complemento, como «casa» o «torre» o «templo». Y viceversa: con el sustantivo

ekklesia (=asamblea) enlaza mejor un verbo como «juntar», «reunir» u otros semejantes. La

palabra ekklesia quiere decir que se trata de una comunidad, se trata de seres humanos,

quiere decir que se debe edificar la comunidad de Dios en Israel, aunque de una forma

completamente nueva (5).

Este nuevo modo de edificar se expresa con el posesivo mi. No será la antigua

comunidad de Yahveh, sino la nueva comunidad del Mesías. La diferencia entre la nueva y

la antigua ha de consistir en que la comunidad nueva hace profesión de fe en Jesús el

Mesías y mediante esta confesión está unida. En él y en su persona, en su dignidad como

Hijo de Dios recaerá la decisión de quién pertenece y quién no pertenece a esta

comunidad. Jesús también es y sigue siendo el Mesías de Israel y no revoca la antigua ley,

sin embargo su obra mesiánica será la fundación de algo nuevo, que se diferencia

claramente de la antigua comunidad. No obstante no se coloca lo nuevo al lado de lo

antiguo dejando entre los dos una separación radical, sino que en la nueva fundación se

perfecciona la antigua alianza de Dios. Porque en la Iglesia vive y gobierna el Dios de Israel

y de todos los pueblos, que es «Dios con nosotros» (cf. 1,23). Jesús es la verdadera

habitación de Dios en su pueblo, mucho más próxima y real que la que antes había tenido

Dios incluso en los momentos más propicios.

A esta fundación Jesús le promete una duración estable. Las puertas del reino de la

muerte (6) están abiertas de par en par para los que son devorados por la muerte, están

cerradas con cerrojo y definitivamente para los que ya están en el reino de la muerte y no

pueden salir. Por tanto las puertas son la imagen más vigorosa del poder invencible de la

muerte, del que todos son víctimas. Pero el poder de la muerte no tendrá ningún dominio

sobre la institución de Jesús. Así como la «muerte ya no tiene dominio sobre él» (Rom 6,9),

tampoco lo tiene sobre la comunidad. La muerte es una consecuencia del pecado (Rom

5,12), pero Jesús vencerá el pecado, dará su sangre como rescate del género humano

para perdón de los pecados (cf. 20,28; 26,28). El fundamento rocoso sobrevivirá a la

muerte, las energías vitales del resucitado ya no pueden ser superadas por la muerte.

Page 185: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Son unas palabras victoriosas de Jesús. No son las únicas palabras de Jesús en el

Evangelio, pero también están en él. En esta promesa la Iglesia no tienen ningún motivo

para hacer ostentación de una supremacía triunfalista, pero en cambio tiene motivo para

sentir una confianza ilimitada en Dios, la roca fiel y acreditada de Israel, y en su Cristo

«primicias de los que están muertos» (1Cor 15,20)...

..............

1. Es un modismo estereotipado, Cf. «la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios»

(1Co 15,50).

Después que san Pablo recibió la vocación de apóstol, no acudió en seguida a «la carne y la

sangre», es decir «a los apóstoles, mis predecesores» (Gál 1,16s). Se necesita la armadura de

Dios, porque no es una lucha contra «carne y sangre», es decir, contra hombres, sino contra

potestades celestes (Ef 6,12).

2. Especialmente importante es aquí el testimonio del apóstol san Pablo, sobre todo en sus

primeras cartas:

Gál 1,18; 2,9.11.14; 1Cor 1,12; 3,22, etc.

3. Por ejemplo Sal 18,3; 31,4; 71,3.

4. Cf. Am 9,11; Sal 127,1; 68,17, etc.

5. La imagen de la construcción se extiende por todo el Nuevo Testamento; cf. un «sagrado

templo» (Ef 2,21). una «casa espiritual» (1Pe 2,5); en la última perfección «la ciudad santa,

Jerusalén» (Ap 21,10), el templo que Jesús quiere levantar de nuevo en tres días en lugar del

antiguo (Jn 2,19).

6. Las «puertas del reino de la muerte» también es una expresión corriente en la Biblia: cf. Is

38,10; Job 38, 17; Sal 9a(9) 14.

............

19 Te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que

ates en la tierra, atado será en los cielos; y todo lo que

desates en la tierra, desatado será en los cielos.

La segunda parte de la promesa que Jesús hizo a Pedro, habla de

las «llaves del reino de los cielos» y de «atar y desatar». Con ello acude a nuestra

consideración el tema principal del mensaje de Jesús, el reino de Dios. Aquí parece que se

lo compare con una ciudad, que se cierra por medio de portones, o con una casa, en la que

se tiene que entrar por las puertas. Se necesita una llave para abrir o para cerrar. Un

portero o mayordomo es quien se encarga de la llave. Este mayordomo debe ser Pedro.

Dios o el Mesías ¿pueden desprenderse de este cargo? Y si Dios o el Mesías así lo

hacen, ¡qué poder se confiere a un hombre! Empezamos a estremecernos ante estas

palabras. Ha de ser un profundo misterio el que hace hablar así a Jesús, un nuevo orden

de la salvación que toma al hombre todavía mucho más en serio.

Las expresiones atar y desatar provienen de la terminología rabínica

(*). Con ellas se entendía que alguien tiene el poder de declarar verdadera o falsa una

doctrina. Un segundo significado alude al poder de excluir a alguien de la comunidad de

Israel (de excomulgar) o de acogerlo en la misma. La excomunión podría ser fulminada

como medida disciplinar por algún tiempo o como exclusión total para siempre. Los dos

significados guardan una relación interna entre sí, porque este poder está derivado de la

Sagrada Escritura, que es proclamada con autoridad y se emplea con valor discriminatorio.

Con tales palabras se abría o se cerraba a la comunidad de Israel el acceso al reino de

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Dios. Es de suponer que en las palabras de Jesús también tienen validez los dos

significados en su relación interna. Pedro debe tener el poder de decidir qué ha de estar en

vigor como verdadera doctrina y quién puede participar en la salvación del reino de Dios

siendo recibido en la Iglesia de Cristo. Hay, pues, que concebir la facultad de atar y desatar

como amplia facultad para comunicar la salvación en sus más distintas modalidades.

Este veredicto de Pedro tiene ahora validez en el cielo, es decir, ante Dios. Esta

sentencia es confirmada por Dios, más aún, está en vigor ante él desde el momento en que

se dicta, exactamente igual como si él mismo la hubiese dictado. Se confía a Pedro una

tarea realmente divina. Su veredicto tiene esta fuerza y validez divinas.

Entonces ¿qué son las llaves del reino de los cielos? Tienen que ser una imagen de este

santo poder judicial del apóstol, que se ejerce aquí en este mundo, pero que está en vigor

ante Dios «en los cielos». Al juez del tiempo final está reservada la última y definitiva

decisión de quién entra en este reino de Dios. Este juez ha de separar los cabritos de las

ovejas (25,32). Pero durante el tiempo anterior al juicio final hay decisiones previas en

virtud de un poder judicial ejercido en la Iglesia. Permanece oculto en los decretos de Dios

quién pertenece al número de los predestinados para el reino consumado de Dios. Pero se

deja en manos de Pedro quién pertenece ahora o no pertenece a la comunidad de

salvación que se prepara para este reino de Dios y a él se dirige.

Esta sentencia se repite más tarde casi con las mismas palabras (18,18). Allí se confiere

el poder de atar y desatar a los apóstoles en conjunto. Hemos observado reiteradas veces

que Pedro no está ni habla como particular, sino como miembro y portavoz de los doce.

Ciertamente es el primero, pero es el primero entre los otros. Es apóstol elegido por Jesús

como también todos los demás, pero por ser el «primero» (10,2) recibe la promesa. Y así la

carta a los Efesios no dice que la Iglesia esté fundada sobre Pedro como fundamento, sino

que los cristianos están «edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas» (Ef.

2,20). El poder de atar y desatar es transferido a todos, así como también personalmente a

Pedro, como primero de los apóstoles.

Si el cargo apostólico sigue ejerciéndose en la Iglesia, también tiene que seguir

ejerciéndose en ella el cargo de Pedro. De lo contrario la Iglesia no hubiese permanecido

fiel al orden que Jesús dio a la Iglesia. Hasta la parusía del Señor no caducará la Iglesia,

que entre tanto ejercer el oficio de los apóstoles de atar y desatar y el oficio de Pedro.

Ninguno de los dos es institución humana proveniente de aquí abajo, sino fundación divina

procedente de lo alto. Ambos oficios forman parte de los dones salvíficos de la nueva alianza...

..............

* Acerca de los dos verbos, cf. J.B. BAUER, Atar y desatar, en Diccionario de teología

bíblica, Herder, Barcelona 1967, col. 120-121, con bibliografía.

...........

20 Entonces advirtió severamente a sus discípulos que a

nadie dijeran que él era el Mesías.

Los discípulos deben mantener oculto el misterio de la mesianidad de Jesús. Este

misterio les fue revelado sólo como creyentes; así también tiene que suceder en todos los

demás. Es el objetivo y el fin del camino de la fe, no es su principio. Primero es preciso

entender las señales del tiempo, oír con prontitud la palabra, luego se da como fruto el

misterio de Jesús. Eso también tiene validez hoy día...

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b) Primer anuncio de la pasión (Mt. 16/21-23).

21 Desde entonces comenzó Jesucristo a declarar a sus

discípulos que tenía que ir a Jerusalén, que había de padecer

mucho de parte de los ancianos y de los sumos sacerdotes y

de los escribas, que sería llevado a la muerte, pero que al

tercer día había de resucitar.

Aquí están en un lugar destacado las palabras desde entonces. Ahora ha

llegado el tiempo y la madurez para algo nuevo, para el misterio de la pasión. Hasta este

momento no se ha hablado de ella. Jesús ha dejado entrever a los apóstoles persecuciones

y ha remitido a su ejemplo. A ellos no les irá de otra manera que a él mismo (10,24s). Pero

estas palabras podían permanecer obscuras, en ningún caso no tenían un contenido

concreto. Ahora cambia la situación. Jesús habla con claridad y abiertamente de los

acontecimientos que se aproximan. Al principio está el verbo tenía. Todo eso tiene que

suceder así, porque está establecido en el orden de la salvación. El término «tenía»

procede de Dios. Por así decir, no tiene Dios otro camino, ni siquiera puede dejar de

exponer a su propio Hijo, sino que tiene que entregarlo. Es un «tener» divino, es una

presión del amor, la cual nos infunde profundo respeto y nos impone un silencio admirativo.

Se enumeran brevemente los acontecimientos más importantes. El lugar de la pasión

será Jerusalén, porque no cabe que un profeta pierda la vida fuera de Jerusalén (cf. Lc

13,33). Jerusalén es la notoria asesina de los profetas, y está madura para el castigo (cf.

23,29ss). Los ejecutores serán los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, los que

forman el sanedrín, el supremo tribunal en Israel. El Mesías tendrá que sufrir mucho de

parte de ellos, incluso la muerte.

Pero Jesús resucitará al tercer día. Nos quedamos sorprendidos de que aquí se

mencione la resurrección. El principio suena como una introducción cautelosa en el

misterio de la pasión: «Comenzó Jesucristo a declarar a sus discípulos...», es decir, a

hacerles advertencias e indicaciones. En esta primera introducción y sin hacer pausa

alguna ¿les habló de su resurrección? Lo mismo da, porque la historia siguiente muestra

que los discípulos oyeron las palabras, pero no las entendieron.

Desde aquí empieza en el Evangelio una nueva sección, y al mismo tiempo una nueva

tarea de la inteligencia. En estas palabras sobre la pasión se reconoce por primera vez el

terror que causan y su contrasentido, si se tiene conocimiento de la mesianidad y de la

filiación divina. ¿Cómo concuerdan las dos cosas? Ya era difícil la tarea realizada hasta el

presente: reconocer en las señales, palabras y acciones la actuación divina y mesiánica;

todavía será más difícil la tarea futura. Así lo muestra inmediatamente después la reacción

de Pedro.

22 Pedro, llevándoselo aparte, se puso a reprenderlo,

diciéndole: ¡Dios te libre, Señor! No te sucederá tal cosa. 23

Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: Quítate de mi presencia,

Satán; eres un escándalo para mí, porque no piensas a lo

divino, sino a lo humano.

No contradice a lo precedente que Pedro aquí proteste tan

enérgicamente y que sea reprendido todavía con más energía. Se trata de este nuevo

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grado de inteligencia, en el que se tiene que volver a empezar completamente por abajo y

desde el principio. Eso debe expresarse por medio de la brusquedad de las expresiones.

¡Jamás, por ningún precio debe suceder algo semejante!, dice Pedro. Es el Mesías y el Hijo

del Dios viviente, y ¿le ha de matar el sanedrín? Eso es inconcebible y no puede suceder.

Así pensamos todos nosotros, si somos sinceros. Aquí está el escándalo, la necedad de la

cruz, como dice san Pablo (1Cor 1,23).

Jesús tiene que volverse contra Pedro. Es un pequeño pormenor, quizás intencionado.

No es una conversación cara a cara ni frente a frente sino que ambos se dan mutuamente

las espaldas. La pregunta y la contestación muestran esta distancia, los interlocutores

están separados y piensan en distintos planos. Las palabras de Jesús suenan con una

dureza increíble. Quítate de mi presencia, Satán; eres un tropiezo para mí. El tropiezo

ocurre siempre en los límites, allí donde lo divino hace irrupción en lo humano. Si el hombre

no se aparta de sí mismo y se queda en sus pensamientos, está separado de los

pensamientos de Dios. Si el hombre se abre al malo, a Satán, el abismo se vuelve

insuperable. Apártate de mí, ha dicho Jesús al seductor (cf. 4,10). Es la misma impugnación

pero en un plano superior. Así como la tentación en el desierto está al principio de la

actividad mesiánica, así esta conversación está al comienzo del camino de la pasión. No es

fortuito, sino intencionado que Pedro sea el portavoz. No puede mostrarse con más vigor

cómo los pensamientos de Dios están muy por encima de los pensamientos de los

hombres, así como el cielo se aboveda muy por en cima de la tierra. «Mis pensamientos no

son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos» (Is 55,8). Pedro y todos

nosotros tenemos que empezar desde el principio y totalmente por abajo, para comprender

fatigosamente algo de los pensamientos de Dios. Pero el Señor también es el guía para

lograr esta comprensión, desde ahora en adelante somos instruidos y se nos introduce

gradualmente en el misterio. Ya las próximas palabras hablan de él.

(Págs. 93-106)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 30

c) El seguimiento de Cristo (Mt/16/24-28).

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir en pos de mí,

niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame.

Jesús había llamado en particular a los discípulos con la orden: «Sígueme.» En esta

palabras se fundó la solidaridad, la unión personal de los discípulos con él. En el sentido

literal los discípulos le habían seguido a donde él iba, y habían compartido su vida. Este

seguimiento exterior, la acción de ir literalmente en pos de él tiene que convertirse en

seguimiento interior. El seguimiento interior requiere otras condiciones distintas del

abandono de casa y hogar, familia y profesión. Es el estado del alma dispuesta para sufrir

la pasión. Sólo entonces el seguimiento pasa a ser seguimiento en sentido propio, y se

llega a ser verdadero discípulo.

Negarse a sí mismo significa no conocerse ya en

cierto modo a sí mismo, renunciar a sí mismo. No es una renuncia con resignación,

cansancio de vivir o con indiferencia, dado que en la propia vida ya no se encuentra ningún

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sentido, sino como libre acción dirigida hacia un objetivo, como renuncia de algo que tiene

menos valor para lograr una cosa más elevada, tal como Jesús ha renunciado a sí mismo.

Porque él «siendo de condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios, sino que se

despojó a sí mismo, tomando condición de esclavo... se humilló a sí mismo, haciéndose

obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,6-8).

La segunda condición es cargar con la cruz. Esta es una expresión para

indicar que se está dispuesto a morir. El condenado tenía que llevar su cruz hasta el sitio

de la ejecución. El que coge el madero y lo pone sobre sus hombros, ha aceptado su

destino. Sabe que está condenado y que terminará en este madero. En esta expresión el

tono principal está en la decisión, en la acción resuelta de coger el madero. El verdadero

discípulo tiene que estar dispuesto a esta acción, si quiere seguir a su Maestro. Dado que

es un modismo, no tiene que aludirse necesariamente a la disposición para sufrir la muerte

física. La verdadera decisión que importa tomar, es la misma que en la negación de sí

mismo. Las dos expresiones se complementan mutuamente y se refieren a lo mismo: la

firme voluntad y resolución de renunciar a sí mismo y desasirse de sí, posiblemente -si tal

fuera la voluntad de Dios- hasta la muerte real, hasta la renuncia de la vida corporal ¡Qué

norma para seguir a Jesús!

25 Pues quien quiera poner a salvo su vida, la perderá; pero quien pierda su

vida por mí, la encontrará.

Se eligen dos nuevos vocablos opuestos entre sí, para expresar el mismo pensamiento:

poner a salvo y perder. En último término se trata de las dos acciones, o de conservar,

recoger y asegurar definitivamente la vida, o de perder; de la completa destrucción, de la

vaciedad y falta de sentido. El hombre tiene ante sí las dos posibilidades. Uno de los

caminos es el que conduce a la vida, y el otro el que conduce a la perdición (cf. 7,13s).

Las palabras de Jesús suenan a modo de paradoja y difícilmente calan en nuestra vida.

Aquí se habla desde un plano distinto y con una lógica distinta de la humana. Todos

aspiran a poner a salvo su vida, a conservarla. Quien así procede, dice Jesús, en

realidad la perderá. Consigue lo contrario de lo que quiere. Y viceversa, consigue la vida el

que la había perdido, es decir el que había renunciado a ella. ¿Es un trueque misterioso?

La verdad de estas palabras se muestra solamente a quien intenta vivir de ellas. Los

discípulos ya las han oído antes en la gran instrucción dirigida a ellos (10,39). Aquí, en la

nueva situación del camino de Jesús, se exige un nuevo grado de ejecución. Lo que allí

estaba en el fragmento didáctico acerca de los discípulos, tiene que hacerse aquí en el

camino hacia Jerusalén.

La vida de todo discípulo conoce estos diferentes grados. A un conocimiento más

profundo corresponde una exigencia superior en la vida, así como a la inversa una

realización más profunda ofrece nueva comprensión.

26 Porque ¿qué provecho sacará un hombre con ganar el mundo entero, si

malogra su vida? ¿O qué dará un hombre a cambio de su vida?

¿Qué es lo que propiamente interesa? Tener la verdadera vida y no ser víctimas de la

muerte, salvarse y no ser castigado eternamente. En relación con este objetivo de la vida

humana todos los demás objetivos son de segundo orden. Más aún, si alguien pudiera

llamar suyo al «mundo entero», no sacaría ningún provecho, si su vida quedara perdida.

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En la sentencia del juicio el hombre no puede sustituir la vida con nada como contrapeso

ni pagar nada como precio de ella.

No se trata del «alma» en oposición al cuerpo. El Antiguo Testamento y los

contemporáneos de Jesús ven juntos el alma y el cuerpo. Hacen distinción entre el ser

humano vivo o muerto. Lo que otorga valor al hombre, lo que le hace hombre, es la vida.

Pero al concepto de vida contradice la realidad de la muerte. El hombre anhela tener

siempre la vida, vivir eternamente. Eso ocurre por el poder y la misericordia de Dios. Dios

puede asegurar la vida del hombre, incluso más allá de la muerte, otorgándosela de nuevo.

Este versículo apunta a esta vida eterna, que procede de Dios y es revelación de su amor.

Si el hombre se ha hecho indigno de esta vida, de ningún modo la puede conseguir. Es el

bien más excelso, no se puede contrapesar con nada. Nuestro anhelo debe estar dirigido a

conseguir esta verdadera vida. Jesús ha desechado todos los reinos del mundo «con su

esplendor» (cf. 4,8), obedeciendo a Dios hasta la renuncia de su vida terrena.

27 Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles,

y entonces dará a cada uno conforme a su conducta. 28 Os lo aseguro: Hay

algunos de los aquí presentes que no experimentarán la muerte sin que vean al

Hijo del hombre venir en su reino.

En el juicio se decide acerca de cada cual si obtiene la vida. El Hijo del hombre vendrá a

juzgar en la gloria de su Padre. Sólo el creyente sabe que Jesús habla de sí mismo. ¿No

podría ser otro el Hijo del hombre? ¿Cómo se debe pensar en su venida, cuando él ya está

presente, y por cierto, como se dice a menudo con la misma expresión, «ha venido» (por

ejemplo 9,13b)? La plenitud del tiempo ¿no sería aún la plenitud total que contiene la obra

del Mesías, la definitiva manifestación de Dios en el mundo?

Jesús habla con deliberación de una manera velada. Toca un ulterior misterio del orden

de la salvación. Aquí es poco lo que llegamos a conocer sobre este misterio y tenemos que

esperar hasta el capítulo 24. En este pasaje las palabras deben ayudar a comprender la

pasión del discípulo. Recuerdan el juicio del cuaI tienen conocimiento todos los judíos

creyentes. Allí se recompensa según el valor de cada uno. Se da la sentencia según como

se haya vivido. Los unos alcanzan la vida, los otros incurren en la perdición. La obra o el

hecho que puede llevarse a cabo con la mayor seguridad de la vida es la renuncia a la

propia vida por amor de Jesús (cf. 16,25)...

Es especialmente difícil de entender la segunda afirmación de Jesús. Dice que algunos

de los que están aquí, es decir, de los presentes, no morirán hasta que vean venir al Hijo

del hombre en su reino. La comprensión nos resultaría más fácil, si no se dijera que el Hijo

del hombre viene. Entonces podríamos traducir «en su gloria real», y podríamos pensar en

el tiempo posterior a la resurrección, cuando Jesús estará revestido de la gloria de Dios.

Pero la venida se refiere a una única venida, la misma de la que se acaba de hablar, o sea

la venida para el juicio (16,27). Estas palabras no logramos descifrarlas. Como 10,23

contienen la idea de que la conclusión de la historia está cerca y hay que esperarla pronto.

Algunos contemporáneos la presenciarán, así como san Pablo al principio también pensaba

que podría presenciar personalmente la segunda venida de Cristo (Cf. 1Tes 4,15; 1Cor

15,51; etc.).

El Evangelio contiene misterios que no comprendemos. San Mateo respeta las palabras

en su tenor, porque habían sido transmitidas. Es tan leal y fiel que no suprime nada ni da

ninguna interpretación nueva. ¿O es que acaso contiene realmente el recuerdo de un

Page 191: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

tiempo en que el mismo Jesús creía que el reino consumado de Dios sobrevendría en

breve, sería implantado por él en su calidad de Hijo del hombre? «En cuanto al día aquel y

la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre sólo» (24,36).

Incluso estas palabras del Evangelio han de tomarse en serio. No podemos decir con

seguridad si el mismo Jesús pensaba tal como indican las palabras de la llegada del Hijo

del hombre (16,28). ¿Habría, pues, Dios llevado al Mesías despacio y gradualmente al

conocimiento de su plan por medio del gran modelo del siervo paciente de Dios en el libro

de Isaías, por medio de la creciente hostilidad de los jefes del pueblo y por medio de la

exigua fe del pueblo? Jesús como verdadero hombre también tuvo que aprender de una

manera humana y le tuvo que ser posible crecer en «sabiduría y estatura» (Lc 2,52).

¿Quizás para él sólo más tarde ha resplandecido la cruz como «poder de Dios y sabiduría

de Dios» (lCor 1,24)?

d) Transfiguración de Jesús (Mt/17/01-09).

1 Seis días después, toma Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y

los conduce a un monte alto, aparte. 2 Y allí se transfiguró delante de ellos: su

rostro resplandeció como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

3 En aquel momento se les aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él.

4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ¡Señor, qué bueno sería quedarnos

aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

De nuevo en la vida de Jesús se habla de un monte, el lugar de

la proximidad de Dios y del encuentro con Dios. Jesús toma consigo a tres de los primeros

apóstoles que fueron llamados. Esta vez quiere tener testigos, a diferencia del coloquio

nocturno entre el Padre y el Hijo (14,23). En la obscuridad de la noche se transfigura ante

ellos. La palabra griega (metamorphei) designa una transformación, un cambio de la

apariencia visible. Los apóstoles perciben otra figura de su Maestro, de una forma

semejante como sucederá más tarde después de la resurrección. Su rostro brilla como el

sol y los vestidos son blancos como ]a luz. La gloria de Dios resplandece en él y luce a

través de él. «Porque es Dios que dijo: De entre las tinieblas brille la luz, él es quien hizo

brillar la luz en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de

Dios en la faz de Cristo» (2Cor 4,6). La gloria refulgente de Dios que dio origen a la luz de

la creación, irradia en el rostro de Jesucristo. En él se reconoce la gloria de Dios.

Cuando Moisés después del encuentro con Dios bajó de la montaña, brillaba su

semblante, de tal forma que los hijos de Israel no lo podían mirar, no podían soportar el

fulgor luminoso y tenían miedo (Éx 34,29s). El semblante de Moisés reflejaba la gloria de

Dios. Aquí la gloria de Dios es sumamente intensa y brillante, ya que en ninguna parte Dios

está tan próximo, más aún, corporalmente presente como en Jesús. La gloria de Dios no

solamente hace que el rostro resplandezcas sino que atraviesa con sus rayos todo el

cuerpo, de tal forma que éste aparece sumergido en la gloria de Dios y absorbido por ella.

¿No es una respuesta a la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios

viviente» (16,16)? «La gloria que me has dado, yo se la he dado a ellos» (Jn 17,22a). En el

reino del Padre los justos también «resplandecerán como el sol» (13,43) y los rayos de la

gloria se transparentarán en ellos como en Jesús en este monte.

Además se hacen visibles Moisés y Elías, el primer legislador y el primer profeta. Están al

lado de Jesús como dos testigos. Moisés ha dado la ley que el Mesías ha llevado a la

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última perfección. Elías ha renovado la verdadera adoración de Dios, que Jesús

perfecciona. Los dos «conversan» con Jesús. No hay ninguna grieta entre la antigua

alianza y la nueva, no hay solución de continuidad con el gran tiempo pasado.

5 Todavía estaba él hablando, cuando una nube luminosa los envolvió y de la

nube salió una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me he

complacido; escuchadle. 6 Al oír esto los discípulos, cayeron rostro en tierra y

quedaron sobrecogidos de espanto. 7 Entonces se acercó Jesús, los tocó y les

dijo: Levantáos y no tengáis miedo 8 y cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a

nadie, sino a él, a Jesús solo. 9 Y mientras iban bajando del monte, les mandó

Jesús: No digáis a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya

resucitado de entre los muertos.

Sobre el monte desciende una nube luminosa, la nube de la presencia divina. Se puso

sobre el Sinaí, como se dice en el libro del Éxodo: cuando «Moisés subió al monte, lo cubrió

luego una nube. Y la gloria del Señor se manifestó en el Sinaí, cubriéndolo con la nube por

seis días...» (Ex 24,15s). La gloria de Dios llena el templo: «Al salir los sacerdotes del

santuario, una niebla llenó la casa del Señor; de manera que los sacerdotes no podían

estar allí para ejercer su ministerio por causa de la niebla; porque la gloria del Señor

llenaba la casa del Señor» (1Re 8,10s). La nube indica y al mismo tiempo encubre. Dios

permanece en escondido y encubierto.

Desde la nube resuena una voz que dice lo mismo que en el bautismo del Jordán: Este

es mi Hijo amado, en quien me he complacido. Ahora el mismo Padre testifica lo que

Pedro había confesado por divina revelación (16,17). El camino hacia Jerusalén ya está

tomado y el objetivo de la muerte ya está ante la mirada. Sobre este camino resuena la voz

del Padre. Al Hijo ha dado el Padre su gloria, que no se destruye ni extingue en la muerte.

Irradiará con el más intenso fulgor en la más profunda obscuridad. Y así Jesús puede decir

en el Evangelio de san Juan que «tiene que ser levantado» (Jn 3,14). La más profunda

humillación en realidad será el más alto ensalzamiento. Los enemigos injurian a Jesús y

blasfeman contra él incluso en las horas de la pasión, en las que se le golpea, se hace

burla de él y se le humilla. En toda circunstancia descansará sobre él la complacencia de

Dios. Jesús es el siervo obediente, que recorre el camino de la pasión y de la expiación

vicaria. Esta obediencia y esta humillación voluntaria son muy agradables a Dios. La unidad

y el amor entre el Padre y el Hijo no se alteran, sino que se profundizan.

Como conclusión, la voz exhorta: Escuchadle. Cuando Jesús anunció la pasión,

encontró oídos sordos y corazones embotados (16,23). Los pensamientos de Dios todavía

son extraños y están cerrados para los pensamientos de los hombres, ¿Logrará Jesús

formar a los hombres y hacerles penetrar en los pensamientos divinos? La voz del cielo

confirma la doctrina del Mesías, sobre todo la necesidad de padecer la pasión (16,21), e

invita a rechazar la tentación satánica salida de labios de Pedro (16,23). Lo que dirá Jesús,

otra vez lleva el sello de la confirmación divina. Jesús había exhortado a «oir» (13,9) y

«escuchar» (13,18); ahora Dios interviene, y manda escuchar con autoridad todavía

superior.

Los discípulos caen atemorizados rostro en tierra y tienen que ser alentados por Jesús:

«Levantáos y no tengáis miedo.» Cuando se ponen en pie, solamente está Jesús. Han

desaparecido los dos testigos, la nube y el fulgor luminoso de la figura de Jesús. Parece

haber sido un sueño y sin embargo fue una realidad. El velo del mundo de Dios se dejó por

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un momento a un lado, y los testigos contemplaron la gloria descubierta. Dios se revela por

medio de la palabra y de la figura. Da testimonio de sí a nuestros principales sentidos, el

oído y la vista. El camino normal de Dios es el camino que conduce a nuestro oído y,

mediante el oído, a la obediencia del corazón. Pero a algunos elegidos Dios también se

ofrece por medio de la visión. En el reino consumado la visión cabrá en suerte a todos: «Y

nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejando como en un espejo la gloria del Señor,

su imagen misma, nos vamos transfigurando de gloria en gloria...» (2Cor 3,18). «Sabemos

que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como es» (1Jn

3,2)...

Al descender del monte Jesús ordena a los testigos que a nadie digan nada de la visión,

antes que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos (17,9). Así como deben

mantener oculta la mesianidad de Jesús (16,20), así también han de mantener oculto lo que

acaban de ver. La razón es la misma. Los hombres deben obtener la salvación escuchando

y obedeciendo, por medio del conocimiento de las señales y de la inteligencia creyente, y

no por medio de noticias sensacionales. Sólo cuando Dios haya hablado definitiva y

públicamente, y la mesianidad haya triunfado, en la resurrección de entre los muertos, se

puede hablar de estos acontecimientos.

Entonces la obra de Jesús queda concluida, y el alma creyente podrá descubrir y

clasificar en Jesús los caminos de Dios. Así lo han hecho para nuestra fe los evangelistas

en sus libros.

e) El retorno de Elías (Mt/17/10-13).

10 Y le preguntaron los discípulos: ¿Pues cómo es que dicen los escribas que

primero tiene que venir Elías? 11 Él respondió: Sí, Elías vendrá y lo restablecerá

todo. 12 Pero yo os aseguro que Elías ya vino y no lo reconocieron sino que

hicieron con él cuanto se les antojó; así también el Hijo del hombre padecerá de

parte de ellos. 13 Entonces comprendieron los discípulos que les había hablado

de Juan el Bautista.

Desde 16,15 los discípulos ya pueden hablar abiertamente de la

mesianidad de Jesús. Pero para la fe judía existe un problema. Según la convicción

general, antes del Mesías, Dios debe enviar a Elías. Éste debe ser precursor y mensajero,

el heraldo de la venida del Mesías. Así se decía en las últimas palabras del último profeta

de Israel, Malaquías: «He aquí que yo os enviaré el profeta Elías, antes que venga el día

grande y tremendo del Señor. Y él reunirá el corazón de los padres con el de los hijos, y el

de los hijos con el de los padres; a fin de que yo en viniendo no hiera la tierra con

anatema» (Mal 4,5s). La fe de los contemporáneos se apoya en este texto. ¿Cómo ha de

basarse ahora en él, si no se cumple la promesa de Dios? ¿No es un argumento contra la

afirmación de Jesús de que él es el Mesías? Quizás para los discípulos que han visto

pruebas más convincentes este argumento tiene menos fuerza que para los adversarios

que ahora y más tarde pueden esgrimir este argumento contra lo que se exige. Jesús

confirma que Elías vendrá y «lo restablecerá todo», pero entonces Jesús hace la

declaración asombrosa de que Elías ya vino y no lo reconocieron. A Elías le ocurrió como a

él mismo, o sea que permaneció desconocido, y su misterio quedó oculto a los hombres.

Procedieron con Elías de acuerdo con su petulancia. No de acuerdo con la voluntad de

Dios, sino de acuerdo con su propia voluntad, «como se les antojó». Estaban obcecados y

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procedieron mal. Hubiesen tenido que reconocer a Elías en sus acciones y en sus

palabras. ¿No lo ha «restablecido todo», no ha allanado los caminos, rellenado los valles y

rebajado los montes? ¿No estaban sobre el umbral de su vida las siguientes palabras: «Irá

delante de él con el espíritu y poder de Elías...» (Lc 1,17)? ¿No ha anunciado Juan el

último tiempo y sobre todo al más fuerte, que ya está dispuesto con el bieldo en la mano

para limpiar el grano en la era, quemar la paja en el fuego y recoger el trigo en el granero

de Dios (cf. 3,12)? Su nombre no era Elías, pero cumplió el encargo de Elías, o sea ser

profeta de ultima hora y preparar el pueblo para el reino de Dios. Si no habían ya

reconocido esta «señal del tiempo», ¡cuánto menos reconocerán las señales del Mesías!

Por eso el Hijo del hombre también tiene que sufrir la pasión, y por cierto ante ellos. Es la

misma generación desobediente y obstinada, que se opone a los caminos de Dios y recorre

sus propios caminos. Hemos leído que Herodes había sido la causa inmediata de la muerte

del Bautista (14,3-12). Pero la culpa alcanza a todos, porque no siguieron la llamada de

Juan y no se convirtieron. «Se presentó Juan ante vosotros por el camino de la justicia, y

no creísteis en él» (21,32a). El Mesías también tiene que recorrer el mismo camino. Así la

muerte del Bautista es iluminada con una nueva luz. No solamente es una consecuencia de

un humor no dominado y del juramento irreflexivo de un príncipe. Juan no sólo es víctima

del odio de Herodías, no es un profeta trágicamente fracasado, sino que es precursor de la

salvación mesiánica en su muerte.

En esto Juan llega a tener la más profunda semejanza con Jesús, Juan también, tuvo que

morir como el grano que se echa al suelo, y sólo entonces produce fruto (cf. Jn 12,24).

Los discípulos entienden esta instrucción. Se les ha solucionado otro enigma. Por medio

de la palabra se les interpreta la figura del Bautista. Así se juntan -muy despacio, pero

sólidamente- los anillos de la cadena. También se entenderán mejor a sí mismos, paso a

paso. Sobre todo tienen que reconocer que, como testigos de Jesús, de su humillación y de

su gloria, tampoco pueden evitar el camino de la pasión. Porque la vida viene de la

muerte.

f) Curación de un lunático (Mt/17/14-21).

14 Cuando llegaron a donde estaba la multitud, se le acercó un hombre, se

arrodilló ante él, 15 y le dijo: Señor, ten compasión de mi hijo, que está lunático y

se encuentra muy mal, y muchas veces cae al fuego y otras al agua. 16 Lo he

llevado a tus discípulos, pero no han sido capaces de curarlo.

Así como el centurión había rogado por su criado, y la mujer

cananea por su hija, así ahora un hombre ruega por su joven hijo. Es lunático, y se lastima

de diversos modos por esta enfermedad(*). El hombre quizás no quería molestar a Jesús,

como el centurión, que no se consideraba digno de recibir a Jesús en su casa (8,8). Por

eso intenta lograr primero la curación de su hijo por medio de los discípulos, y les ruega

que liberen al muchacho de la enfermedad. Los discípulos no consiguieron curarlo. El

interés del evangelista se ha concentrado en esta observación del hombre. Al evangelista

no le interesa tanto la curación del muchacho como la instrucción de los discípulos sobre la

fe. Lo que sucede en la curación se convierte en una catequesis sobre la fe.

Puesto que los discípulos no le pudieron ayudar, el hombre tiene que volverse a Jesús.

Se le aproxima, se postra de rodillas, y le suplica que tenga compasión de su hijo. ¿Qué

hará Jesús? ¿Recompensará la confianza, como siempre ha hecho hasta ahora, y

socorrerá al enfermo sin decir nada?

Page 195: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

.............. * Entonces era tenida por una forma de posesión demoníaca. Cf. el relato circunstanciado de Mc 9,14-29,

en que se describe la enfermedad como epilepsia.

.........

17 Jesús respondió: ¡Oh generación incrédula y pervertida! ¿Hasta cuándo

tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo

acá. 18 Jesús le increpó, el demonio salió del muchacho y éste quedó curado

desde aquel momento.

La respuesta de Jesús al ruego del hombre hace temblar.

Con un gemido lastimero exclama: «¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta

cuándo tendré que soportaros?» Hacía ya mucho tiempo que había empezado la pasión del

Mesías, sin que lo notaran los hombres, ni siquiera los discípulos. Son dolores que no

podemos imaginarnos y que no podemos padecer. Tan graves dolores del alma no están

causados por sufrimientos corporales ni tampoco por decepciones humanas, sino por el

hecho de soportar la incredulidad, la experiencia de la esterilidad, de la aridez del campo

y de la ineficacia del trabajo. Jesús abrió su alma «con gritos y lágrimas» en los días de su

vida mortal (Heb 5,7). No sólo conmueve su alma la muerte, sino desde ya mucho tiempo

antes la incredulidad. Jesús abrió su alma sólo a Dios, en el silencio de la noche, en la

soledad del monte. Aquí la queja y el dolor brotan de él en público y sin reservas.

Y por si fuera poco, también los discípulos pertenecen a la generación incrédula y

pervertida. Aunque en otras ocasiones estén separados del pueblo y de los adversarios,

aunque se les llame dichosos, porque ven y oyen (13,16s), aquí parece que se haya

olvidado todo. Es la fría muralla de la incredulidad la que está enfrente de Jesús.

Este rasgo profundamente humano, que aquí sale a la luz, para nosotros es conmovedor

y al mismo tiempo consolador. Conmovedor, porque llegamos a ser testigos de cómo sufre

el Mesías, a pesar de que solamente nos trae bienes. Consolador, porque Jesús se

muestra como verdadero hombre, para quien no es extraño ningún movimiento de las

facultades sensitivas ni ninguna conmoción del alma. que también nos afecte a nosotros.

Jesús manda que le traigan el joven y lo cura. Bastan unas palabras imperativas: Jesús

le mandó. Entonces desaparece la enfermedad que había hecho presa en él. Jesús estaba

enteramente de parte de Dios, y para él nada es imposible. Por eso Jesús posee un poder

único, porque su propia confianza y su entrega a Dios son tan perfectas.

19 Entonces, acercándose los discípulos a Jesús, le preguntaron aparte: ¿Por

qué nosotros no hemos podido arrojarlo? 20 Él les contesta. Por vuestra poca fe.

Porque os aseguro que, si tuvierais una fe del tamaño de un granito de mostaza,

diríais a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría; y nada os sería

imposible (*).

Inmediatamente después sigue una conversación entre Jesús y los discípulos, a la cual

estaba dirigida la narración de san Mateo. De nuevo se retiran y son instruidos

separadamente. Los discípulos preguntan por qué no podían curar al muchacho. Jesús

contesta concisa y atinadamente: Por vuestra poca fe. Aquí se hace una distinción. Ellos

no pertenecen en el sentido estricto de la frase a la «generación incrédula». Su defecto no

es la incredulidad, sino la poca fe, la fe insuficiente, todavía no desarrollada, que ha llegado

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a la plena comprensión y vigor, y que domina a todo el hombre. La fe existe, pero es

mediocre, pusilánime, endeble.

Si estuviera plenamente desarrollada, «diríais a este monte: Trasládate de aquí allá y se

trasladaría». Es un ejemplo muy gráfico. Se dice en serio. Naturalmente en la vida de los

discípulos y de la Iglesia no se trata de cambiar de lugar las montañas. La fe tiene que

conseguir otra cosa, ha de transformar a los hombres y hacerlos aptos para Dios. Como

el ojo de la aguja en lo que dijo el Señor sobre la riqueza (19,24), aquí el monte ha sido

también escogido como ejemplo gráfico. La fe íntegra lo puede todo. Es audaz y arrojada, y

se atreve a lo que en apariencia es imposible, como acontece con Pedro cuando salta de la

barca para andar sobre el agua. La fe deja a Dios la solicitud por la comida y la bebida y

por las demás necesidades de la vida, cuando ha comprendido la única cosa necesaria (cf.

6,33). Sobre todo no se debilita ni se equivoca en la prueba, en el sufrimiento, en la

enfermedad, en la persecución, maledicencia, ultraje, incluso en la obscuridad de la

muerte.

El que en todo eso logra no agarrarse a su vida, sino dejarla en manos de Dios, hace

algo mayor que mover un monte de un lugar a otro.

..............

* El versículo 21 dice así: «Y, además, que esta casta de demonios no se expulsa mediante la oración y el

ayuno». El versículo falta aproximadamente en la mitad de los manuscritos antiguos y es probable que se haya

introducido aquí a causa del pasaje paralelo de Marcos 9,29.

(Págs. 106-122)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 31

B) Segundo anuncio de la pasión (Mt. 17/22-23).

22 Mientras andaban juntos por Galilea, les dijo Jesús: El

Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los

hombres, 23 y le darán muerte; pero al tercer día resucitará. Y

ellos quedaron consternados.

Por segunda vez Jesús habla abiertamente de la pasión del

Mesías. Esta vez habla de una forma algo más breve, y en parte con otras expresiones. Es

significativo lo que se dice al comienzo: que ha de ser entregado en manos de los

hombres. El que pertenece por completo a Dios, llegará a ser presa de los hombres. Podrán

hacer con él, y de hecho lo harán, «cuanto se les antoje» cf. ]7,12). Manos de hombre le

cogerán y atarán, le darán golpes, le oprimirán la cabeza con una corona de espinas, lo

arrastrarán al monte y lo clavarán en la cruz. Realmente será puesto en manos de hombres,

que vendrán a ser el instrumento de la arbitrariedad y de la violencia humanas. El mismo

Dios deja de la mano a su Mesías, lo entrega. Lo da a la impotencia, sin liberarle de ella.

Al primer anuncio Pedro había reaccionado con su apasionada protesta (16,22). Después

del segundo anuncio solamente se dice que quedaron consternados. Ésta es otra manera

de responder a las palabras de la pasión: tristeza y resignación, que son también, a su

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manera, un modo de dejarse caer. La tristeza puede ser una simpatía y compasión

humanas y ardientes, o también la gran tristeza por el estado del mundo (d. 5,4). Aquí la

tristeza más bien es un desaliento de la voluntad humana de vivir, porque el sentido del

mensaje todavía no se ha entendido.

h) Jesús y la contribución para el templo (Mt. 17/24-27).

24 Cuando entraron en Cafarnaúm, se acercaron a Pedro

los que cobraban el impuesto de las dos dracmas y le

preguntaron: ¿Vuestro maestro no paga el impuesto? 25 El

contesta: Claro que sí. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús

se anticipó a decirle: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes

reciben impuestos o tributos los reyes de la tierra: de sus hijos o de los extraños?

En el recorrido por la Galilea (17,22) Jesús llega otra vez a «su

ciudad», Cafarnaúm. Entonces vienen unos cobradores de impuestos y preguntan a Pedro

si su Maestro paga el impuesto prescrito del templo. No era el impuesto que era recaudado

para el imperio romano por medio del gobernador, sino un impuesto personal propio de los

israelitas, Cualquier varón israelita adulto había de contribuir a conservar el templo y a

mantener el ofrecimiento de sacrificios. Por abreviar aquí se dice solamente «el impuesto

de las dos dracmas»; todos sabían a qué se hacía referencia con esta expresión (*). Es

sintomático que aquí de nuevo se haga la pregunta a Pedro. Éste contesta con naturalidad

diciendo que sí. Jesús es un israelita con todos los derechos y obligaciones. Habla del

templo con profundo respeto, aunque conoce el carácter provisional del templo (12,6);

Jesús tiene el ofrecimiento de los sacrificios por una evidente obligación (cf. 5,23s).

..............

* El impuesto personal, que se pagaba todos los años, fue introducido por Nehemías

(Neh 10,32s). Se recaudaba el mes de adar antes de la fiesta de la pascua y ascendía a medio

siclo por persona. Medio siclo corresponde a dos dracmas, de aquí el nombre de didracma o

dracma doble. Es la unidad básica griega como medio de pago. Al siclo israelita correspondía el

estáter, que vale cuatro dracmas. El estáter que Pedro ha de sacar del pez, equivale al impuesto

de dos personas: un estáter = 4 dracmas = un siclo. Cf. H. HAAG, Diccionario de la Biblia,

Herder, Barcelona, 4, 1967. col.1965s.

............

26 Al contestar él que de los extraños, le dijo Jesús: Por

consiguiente, exentos están los hijos. 27 Sin embargo, para no

darles motivo de escándalo, vete al mar, echa el anzuelo, y al

primer pez que pique, sácalo; luego le abres la boca, y

encontrarás un estáter; tómalo y dáselo a ellos por ti y por mí.

Antes que Pedro pueda informar o pueda desembolsar lo que exige el cobrador de

impuestos, se le anticipa Jesús con una pregunta. El diálogo a solas vuelve a tener lugar

«en casa». Jesús aduce una comparación para ilustrar el caso. Los reyes de los reinos

terrenales recaudan sus impuestos de los extraños, pero no de los que pertenecen al

propio pueblo, por no hablar de los miembros de su propia familia. ¿Qué significa la

comparación? Los hijos están exentos, sobre todo lo está el Hijo por antonomasia.

Page 198: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Mediante la filiación de Jesús los discípulos participan en esta libertad, forman parte de la

familia del Mesías (cf. 12, 46-50). Jesús no tiene necesidad de pagar ningún impuesto del

templo, porque es el Hijo del Padre. En él hay uno «más grande que el templo» (12,6).

Son palabras sublimes que, como aquellas otras: «Aquí hay uno que es más que

Salomón» (12,42b), ponen de manifiesto quién es Jesús. Pedro lo había confesado (16,16),

pero no lo había examinado minuciosamente en sus repercusiones prácticas. ¿Quién

llegaría también a este pensamiento? Los caminos de la fe son extensos y ramificados. La

fe penetra despacio y paulatinamente en todos los ámbitos de la vida, de tal forma que la

más pequeña cuestión, por trivial y práctica que sea, ha de ser vista y solucionada a la luz

de la fe.

De nuevo surge la posibilidad del escándalo. Jesús la toma tan en serio, que en esta

cuestión incluso procede de una manera distinta de la que piensa según los principios.

Pero procede de un modo soberano. No se sacan las dos dracmas de la caja común, sino

que hay que encontrarlas. Por medio del pequeño milagro debe patentizarse que el mismo

Dios cuida de este asunto. Así se echa de ver la exención del Mesías, se honra a Dios y no

se da escándalo a los hombres.

En la vida de la Iglesia también hay situaciones, en las que tiene que ser tenido en

cuenta el escándalo de los demás. A menudo no se puede hablar con una claridad total o

no se puede proceder con una consecuencia radical para no derribar más que construir. No

es fácil encontrar estos caminos. Y junto a ellos están al acecho los peligros de ilusión, del

temor a los hombres o de táctica. Sólo la fe íntegra, capaz de trasladar montañas, puede

recorrer estos caminos con seguridad.

VIII. EL DISCURSO SOBRE LA FRATERNIDAD (18,1-35).

Este discurso, el cuarto de los grandes discursos del Evangelio de san Mateo, trata de la

fraternidad que debe reinar en la comunidad cristiana. Este discurso está más adaptado

que los otros a la situación de la comunidad y a las cuestiones de su vida interna. Como

composición es asimismo una obra del evangelista sacada por él de las palabras del Señor

transmitidas por tradición. La base de este fragmento instructivo lo forman los versículos

18,1-5 con la pregunta sobre la verdadera grandeza en el reino de los cielos y la respuesta

que le dio Jesús. Todas las partes siguientes y las distintas instrucciones han de ser

juzgadas sobre esta base. En todas ellas repercute esta ley fundamental de la verdadera

grandeza.

1. LA VERDADERA GRANDEZA (Mt. 18/01-05).

a) El mayor en el reino de los cielos (18,1).

1 En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús

para preguntarle: ¿Quién es mayor en el reino de los cielos?

RD/EL-MAYOR: El discurso empieza así: «En aquel momento». Esta expresión indica un

nuevo principio y al mismo tiempo la trascendencia de lo que se va a decir. Los discípulos

se acercan al maestro y le proponen una pregunta, tal como los discípulos de los rabinos

hacen ante su maestro. La pregunta parece muy sencilla, pero inmediatamente plantea un

Page 199: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

problema: ¿Se debe entender la expresión «en el reino de los cielos» como alusiva a la

futura configuración del reino de Dios (esperada al fin del tiempo) o como alusiva a su

realización actual? ¿Significa la pregunta: quién será un día el mayor en el reino

consumado de Dios? o ¿quién es aquí y ahora el mayor entre los discípulos? En nuestra

pregunta no se habla de atribuir, de prometer el reino de Dios a determinados grupos de

hombres, como por ejemplo en las bienaventuranzas (5,3-12), sino de un orden en el reino

de los cielos. Mateo en otro lugar también habla del «cielo» simplemente, como sustituto del

nombre de Dios (5,34; 16,19). La pregunta, pues, apunta a los órdenes de grandeza que

están en vigor aquí y ahora, entre nosotros, con respecto a Dios.

San Mateo leyó en el texto de san Marcos una breve escena, que se designa como

disputa sobre la precedencia: «Llegaron a Cafarnaúm. Y estando él en la casa, les

preguntaba: ¿De qué veníais discutiendo en el camino? Pero ellos guardaban silencio;

porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién era el mayor» (Mc 9,33s). Este

incidente humillante no lo ha adaptado Mateo, sino que solamente ha hecho destacar el

núcleo, la pregunta sobre el mayor. De este modo esta pregunta está desconectada de la

situación histórica y se ha hecho de ella un problema fundamental. La pregunta se refiere al

orden interno del reino de Dios, proclamado y traído por Jesús, con absoluta independencia

del sentido en que esta pregunta es actual y del grado en que ha sido realizada. En el

fondo esta pregunta quiere decir: ¿Quién es el mayor ante Dios?, ¿quién es apreciado en

general por él?

b) Respuesta de Jesús (18,2-5).

2 Y llamando junto a sí a un niño, lo puso delante de ellos

y les dijo: Os aseguro que si no os convertís y os hacéis como

niños, no entraréis en el reino de los cielos.

La respuesta del Señor tiene una doble forma: se da con el signo y con la

palabra. Ambos se explican mutuamente. El signo es lo que acontece con el niño, las

palabras en primer lugar abarcan el versículo tercero, al que se añade el versículo cuarto

como explicación. El signo fija el sentido de las palabras: en medio de los hombres altos,

adultos, fornidos, está el niño. Se toma la figura niño como prototipo. Hay que procurar

representarse la escena en forma viva, para captar el contraste y significado de este signo:

de un lado, el grupo de hombres prudentes y seguros de sí mismos, y de otro, perdido en

medio de ellos y, tal vez, mirando en torno con angustia, la pequeña criatura de la calle; el

grupo de los elegidos, que se dan muy bien cuenta de su rango, y entre ellos el diminuto

ser que nada dice.

El signo no está destinado a confundir a los que habían preguntado. Más bien es un

anuncio real. La escena representa el orden en el reino de Dios. Esta relación entre la

imagen y la palabra responde a una tradición profética. El signo efectuado aquí por Jesús

con la máxima sencillez es un signo profético. Las palabras empiezan con énfasis profético:

«Os aseguro». Además se dice con tono profético, en la conclusión de estos dos

versículos: «... no entraréis en el reino de los cielos». La parte intermedia la condición a la

que se vincula la entrada, consta de dos miembros y nombra dos sucesos «convertirse» y

«hacerse como niño».

Convertirse designa un acontecimiento revolucionario.

Toda la marcha de la vida debe interrumpirse y cambiar de dirección como una persona

Page 200: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

que durante mucho tiempo ha adelantado por un camino, y que se detiene y se vuelve

atrás. En conexión con la señal profética el signo todavía dice más. El hombre debe

volverse y en cierto modo desandar el trayecto ya recorrido del sendero, debe retroceder.

El objetivo de este sendero es hacerse niño. Así como el niño resulta pequeño e

insignificante entre los adultos, también designa el punto final de la conversión. Este

cambio no quiere decir que hayamos de hacernos niños en sentido literal, no significa una

regresión del ser adulto a la edad infantil. Se menciona un hecho de la vida espiritual

representado en el niño entre los adultos. No está ante Dios como un hombre prudente,

superior, consolidado en la autonomía, maduro, sino como un hombre deficiente y

necesitado de ayuda, que se ha puesto bajo el amparo y dirección de Dios.

Con esto queda indicado lo que significa hacerse como niños. No es que el niño sea

modesto, por naturaleza, humilde o sin pretensiones. En las palabras de Jesús el punto de

comparación no son estos sentimientos, sino la relación entre grande y pequeño, adulto y

no desarrollado. Lo más típico en el niño es su actitud receptiva. EL niño depende de la

ayuda ajena, por eso también la recibe. EL Señor reclama del discípulo esta manera de ser

del niño cuando el discípulo está delante de Dios y pregunta por su relación con él. La

conversión está necesariamente antepuesta a este cambio ulterior. Las exigencias están

colocadas una después de la otra con estricta lógica: la primera es la conversión, el cambio

radical; la segunda el objetivo de hacerse como niños. Ambas son condiciones

indispensables para entrar en el reino de Dios.

4 Por consiguiente, quien se haga pequeño como este niño,

ése es el mayor en el reino de los cielos.

Este versículo está en otro plano. Se suaviza el rigor áspero del signo y de la palabra

proféticos. Se prosigue la comunicación profética por medio de una llamada, de orden ético,

a los sentimientos. Es similar a la sentencia: «El que se ensalza será humillado, y el que se

humilla será ensalzado» (23,12). Estas dos frases están unidas por la misma idea de un

cambio de valores. Sólo recibirá la recompensa escatológica de ser ensalzado el que antes

se haya hecho pequeño y se haya humillado. Este humillarse explica lo anterior, o sea

hacerse como niños. El v. 3 indica que a la decisión espiritual debe añadirse la reforma del

corazón y de la manera de pensar. El acto de la conversión debe concretarse en el

pensamiento y en la voluntad. Quien así lo hace, verdaderamente es bajo, pequeño y, por

tanto, humilde.

Éste es, pues, el mayor en el reino de los cielos. En el orden del reino de Dios está en

vigor esta ley: el grande es pequeño. y el pequeño es grande. El Señor Jesús es el ideal en

que esta ley ha tomado forma corporalmente. Jesús ha proclamado y explicado el reino de

Dios. Este peculiar cambio en la manera natural de pensar ha sido introducido por el hecho

de la existencia de Jesús, que dice de sí mismo que es «humilde de corazón», es decir

humilde en el ámbito de sus más íntimos sentimientos (11,29). A partir de esta

representación ideal ya no queda posibilidad de invertir aquel orden, que se ha implantado

en oposición al orden humano «normal». Esta ley puede ser comprobada en el mismo

Jesús, y este orden debe ser vivido en los sentimientos y en la vida de sus discípulos.

Con lo dicho está también contestada la pregunta de quién es el mayor entre ellos y no

solamente delante de Dios. Sólo puede ser mayor que otro el que se hace inferior. Sólo el

ínfimo de todos puede ser absolutamente el mayor. San Mateo no ha aducido aquí las

palabras del Señor, que expresan esta norma de los discípulos. Pero las presenta en otros

Page 201: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

textos destacados, por ejemplo: «El que quiera entre vosotros ser grande, sea vuestro

servidor, y el que quiera entre vosotros ser primero, sea vuestro esclavo» (20,26s). Y «el

mayor de vosotros sea servidor vuestro. Pues el que se ensalza será humillado, y el que se

humilla será ensalzado» (23,11s).

5 Y quien acoge en mi nombre a un niño como éste, es a mí a quien acoge.

El último versículo sobre este tema no está estrictamente concadenado con la anterior

serie de pensamientos. Habla de la acogida hospitalaria y afectuosa de los niños. Están

desamparados y por tanto expuestos a especiales peligros y necesitados de asistencia,

sobre todo si se piensa en los huérfanos. El que recibe en su casa o adopta uno de estos

niños faltos de protección y guía, no sólo hace una buena obra, como ya la alababan y

recomendaban los rabinos; si se procede en nombre de Jesús, es decir por el espíritu

propio de los discípulos y por el espíritu de fraternidad, entonces el que acoge al niño,

verdaderamente acoge al mismo Jesús. Porque este niño representa al inferior y pequeño.

Acoge al niño como señal, como representación simbólica del orden de Dios. Porque «lo

que para el mundo es débil, lo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte» (1Cor 1,27). El

niño es santo en su desamparo; atrae la bondad y misericordia de Dios. Al mismo tiempo en

estas palabras resuena el pensamiento que se acaba de manifestar (18,3s): lo diminuto es

lo grande; el hecho en apariencia insignificante es, en realidad, lo que importa; muestra el

espíritu de conversión y seguimiento el que así se inclina hacia el niño. El mismo Jesús se

oculta en el más pequeño, y en él hay que encontrarlo. Dice Jesús: «Porque ¿quién es

mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿Acaso no lo es el que está a la mesa? Sin

embargo, yo estoy entre vosotros como quien sirve» (Lc 22,27).

Al evangelista le interesa especialmente esta ley fundamental del reino de Dios. Dios y

su Iglesia tienen ante sí un frente judío consolidado en el fariseísmo y en el rabinato. Allí los

títulos y los tratamientos honoríficos ocupan un sitio importante, ya que había una

ambiciosa aspiración de dignidad y rango, se disputaba con viveza sobre la relación entre

grandes y pequeños. «Por eso ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto; les

gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las

sinagogas, acaparar los saludos en las plazas, y que la gente los llame rabí» (23,5b-7). A

este modo de proceder se contrapone la nueva manera de pensar. Los responsables, los

dirigentes y los que ejercen cargos en la comunidad, son los primeros que han de cumplir

esta ley: «Pero vosotros no dejéis que os llamen rabí; porque uno solo es vuestro maestro,

mientras todos vosotros sois hermanos. A nadie en la tierra llaméis padre vuestro; porque

uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni dejéis que os llamen consejeros; que uno solo es

vuestro consejero: Cristo. El mayor de vosotros sea servidor vuestro» (23,8-11). La ley

permanece en vigor hasta la decisión definitiva en el gran juicio. Los ínfimos y más

insignificantes entre los hombres pasan a ser el motivo determinante de la sentencia del

tribunal. Han representado al maestro como el niño. El bien que se haya obrado con uno de

éstos, se obró con Cristo (cf. 25,40-45).

Por tanto se trata de una ley fundamental de la Iglesia de Cristo, que la Iglesia nunca

puede borrar de la conciencia. En la comunidad los diminutos son los grandes. Hacerse

como niños es lo que se ha puesto ante nosotros como objetivo y como norma

imponiéndonos una obligación y al mismo tiempo causando escándalo. La única posibilidad

es que este objetivo solamente sea alcanzado por el amargo camino de la conversión, un

cambio que constantemente debe ser pretendido y llevado a término. Cuando así sucede,

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la comunidad de Jesucristo puede ser presentada como pura y genuina. Entonces también

se establece la relación del individuo con Dios y con el hermano en el sentido de Cristo.

Puede entrar en el reino de Dios el que se hace como niño ante Dios y como servidor ante

el hermano.

(Págs. 122-133)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 32

2. LA SOLICITUD POR LOS «PEQUEÑOS» (18,6-14).

a) Prevención contra el escándalo (Mt. 18/06-09).

6 Si uno escandaliza a cualquiera de estos pequeños que

cree en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una rueda

de molino de las que mueven los asnos, y lo sumergieran en el fondo del mar.

¿Quiénes son los pequeños? Por lo

precedente se podría intentar ver también en ellos a los niños. Pero las palabras griegas

son diferentes, el concepto de los «pequeños» está particularmente caracterizado. Ya en

san Marcos está la adición explicatoria «que creen» (Mc 9,42). Así pues, son personas que

han cumplido la principal reclamación del Señor, o sea, creer. Sólo san Mateo dice

claramente que se trata de la fe estricta en Cristo: que creen en mí. Por consiguiente son

discípulos que tienen la fe en común con todos, pero que son diferentes de algunos por ser

pequeños. ¿Son personas que tienen una fe «pequeña», los hombres de «poca fe»,

concepto que sólo se encuentra a menudo en el Evangelio de san Mateo? (Mt 6.30; 8,26;

14,31; 16, 8). ¿O bien son los que en la relación con sus hermanos son insignificantes y

están menos dotados, y los que están a la sombra de los mayores? Nada de esto parece

que dé en el blanco con precisión.

Las primeras palabras de la predicación, las bienaventuranzas del sermón de la montaña,

iban dirigidas a los pobres, a los hambrientos e indigentes, a los desposeídos de los

bienes, a los pequeños despreciados (Cf. 5,3s; Lc 6,20s.). Esta capa social del pueblo fue

para la actividad de Jesús la primera tierra laborable para la semilla celestial, y así ha

permanecido hasta el fin. Los pobres e insignificantes han sido buscados y amados

fervientemente por Jesús. Son los pretendientes del reino por excelencia. Este pueblo

sencillo, pero dispuesto para oír y creer, parece que haya sido designado ya en una de las

primeras etapas con el nombre colectivo de los «pequeños». Si éstos se abren paso hasta

llegar a la fe en Jesús, entonces el reino de Dios echa firmes raíces. Su fe es el comienzo

cierto de la gran obra. Pero esta fe tiene también un sentido simbólico en cuanto está

realizada precisamente por los que, al parecer, son los menos llamados a ello. Únicamente

a partir de esto se ve la dureza de las palabras sobre el escándalo.

La fe de los pequeños puede perderse por culpa de los discípulos. El medio para esta

pérdida es el escándalo que tiene un aliento diabólico. Se experimenta la sensación de que

el escándalo es como un poder personal que sale del fondo del abismo de lo demoníaco.

Cuando uno de los hermanos viene a ser un escándalo para otro, hay algo demoníaco en

acción. Las traducciones castellanas «escandalizar», «inducir a pecado», «causar

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escándalo» apenas están en condiciones de reproducir este sentido precisa y

acertadamente. A la obscura introducción del tema corresponde la amenaza del castigo.

Éste sólo es nombrado como posibilidad («más le valdría»); sin embargo, esta posibilidad

deja que la mirada penetre en la profundidad del misterio. El seductor debería ser

sumergido en el fondo del mar con una rueda de molino al cuello. Lo que se sumerge en la

profundidad del océano, para los antiguos desaparece para siempre, sin que pueda

salvarse. El abismo es negro y sin fondo.

7 ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque es inevitable

que los haya; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el escándalo!

El «ay» pertenece al lenguaje profético. Amenaza con la desventura a todo el mundo, o

sea el mundo de los hombres vivos, el orbe habitado. El cosmos humano está perturbado

por los escándalos. Infestan la tierra y estropean el primitivo orden de Dios. Es una

necesidad interna inevitable que haya escándalos y que siempre actúen destruyendo.

Mientras Satán ejerza su dominio, el mal tiene fuerza y poder. Se prepara el fin de este

poder para el tiempo en que termine el mundo. Entonces «enviará el Hijo del hombre a sus

ángeles, y quitarán de su reino todos los escándalos y a cuantos obran la maldad. Y los

arrojarán en el horno del fuego» (13,41s). Los escándalos, que proceden del espíritu

maligno, serán exterminados con los hombres que se han entregado al demonio y «obran la

maldad». Hasta que llegue este día perdura la eficiencia de los escándalos y por eso son

necesarios.

El «ay» dirigido a todo el mundo, adquiere mayor precisión cuando se dice: ¡Ay de aquel

hombre que se abre al escándalo y se convierte en su instrumento! Los poderes del espíritu

que actúan de una forma invisible, necesitan del medio visible de un hombre que deje

seducir su espíritu. Por tanto el castigo que se anuncia contra los escándalos, también

alcanza a los hombres que se han entregado a ellos. Desde lejos resuenan las sombrías

palabras dirigidas a Judas: El Hijo del hombre se va, conforme está escrito de él; pero ¡ay

de ese hombre por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a tal hombre

no haber nacido» (26,24).

8 Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtatelo y arrójalo lejos

de ti; mejor es para ti entrar manco o cojo en la vida, que no

ser arrojado al fuego eterno, conservando las dos manos o los

dos pies. 9 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti;

mejor es para ti entrar tuerto en la vida que, conservando los

dos ojos, ser arrojado a la «gehenna» del fuego.

(Mateo ya había presentado esta doble sentencia en el sermón de la montaña con una

redacción algo distinta: 5,29s.).

Se prosigue el tema que antes se ha iniciado. Una vez más se reduce la zona de acción

del escándalo. Éste se sirve de los miembros del propio cuerpo, de la mano, del pie, de los

ojos para confundir al discípulo y para hacerle descender a la baja esfera del escándalo.

Aquí no se trata del escándalo que los hermanos dan a otros hermanos suyos, sino del

escándalo que, para uno mismo, puede provenir de los miembros del cuerpo. Como en el

primer caso, también aquí se manifiesta el peligro mortal de esta tentación. Aquí como allí

Page 204: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

se trata de la vida y la muerte, de la gloria eterna o de la perdición permanente.

Los escándalos revelan así el gran riesgo que amenaza a los discípulos. Contienen toda

la maldad enemiga de Dios, la cual se opone a la voluntad de Dios. La raíz siempre es la

misma, las formas son variadas. Lo que está en peligro es la fe. Éste es el fundamento de

la nueva vida fundada en Cristo. Además de la aparición de falsos profetas, de la traición y

el odio mutuos, de la seducción y del enfriamiento del amor forma parte de los indicios del

fin el escándalo (24,10-12). Es significativo que aquí se nombre el escándalo como primera

señal, de la que parecen derivar todas las demás. Por eso la comunidad ahora tiene que

hacer lo posible por precaver el escándalo de otros (cf. 17,27), sobre todo entre los

creyentes (18,6).

b) Dios tiene en gran aprecio a los pequeños (Mt. 18/10)

(El versículo 11 dice así: «Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que se había

perdido.» Este versículo falta en la mayor parte de los manuscritos más antiguos y podría

haberse introducido aquí a partir de Lc 19,10, por razón de la semejanza con la siguiente

parábola).

10 Cuidado con despreciar a uno solo de estos pequeños;

porque os aseguro que sus ángeles en los cielos están viendo

constantemente el rostro de mi Padre celestial.

La primera frase es una advertencia, la segunda apoya la advertencia precedente con un

profundo pensamiento, que Jesús manifiesta sólo aquí. Estos pequeños no deben ser

despreciados. Están expuestos al desdén, precisamente porque son insignificantes y valen

poco según el criterio de los hombres. Ni siquiera uno de ellos debe ser olvidado ni

desatendido. Cada uno es portador del magnífico tesoro de la fe, y por esta razón ya es un

«grande».

Como motivo de este gran aprecio de los pequeños, Jesús menciona el hecho de que

sus ángeles están viendo constantemente el rostro de Dios. Tienen mensajeros

divinos, que están dedicados a cada uno de ellos. Sólo por esta causa los pequeños están

tratados con distinción y son muy estimados por Dios. Y eso no es todo. Sus ángeles

cuidan continuamente del servicio del trono ante la divina majestad: éste es el sentido de la

expresión «están viendo el rostro». La más excelsa prestación de servicio ante Dios es

contemplar su rostro. Servir y contemplar forman una unidad, la visión inspira el espíritu de

servir, y el servicio se cumple en la visión. Así lo ha vislumbrado el Antiguo Testamento (Cf.

Tob 12,15), y así lo revela de nuevo Jesús, el Mesías. Los ángeles contemplan temblando

el rostro del Padre. No es el rostro de un ser inquietante y lejano, sino el rostro del que

sabe cuándo cae un gorrión del tejado y tiene contados los cabellos de nuestra cabeza.

Los mensajeros representan a los pequeños ante la faz del Padre. En los mensajeros

están siempre presentes los pequeños. La fe de los pequeños ahora ya participa en la

visión beatífica mediante el servicio de los ángeles. La vida terrena y la consumación

celestial ya están de acuerdo, aunque los portadores todavía estén separados. Con la

mirada de gloria y de amor, con la que el Padre contempla al mensajero, también ve al que

está representado por el ángel. Tal es el valor de los pequeños a los ojos de Dios, tan

grande es la estima que Dios tiene de ellos. ¿Cómo pueden los hermanos atreverse a

despreciarlos?

Page 205: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

c) La salvación de los extraviados (Mt. 18/12-14).

17 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le

extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en los

montes, para irse a buscar la extraviada? 13 Y cuando llega a

encontrarla, os aseguro que se alegra por ella más que por

las noventa y nueve que no se extraviaron. 14 De la misma

manera, no quiere vuestro Padre que está en los cielos que se

pierda uno solo de estos pequeños.

(Un lugar paralelo a la parábola se encuentra en /Lc/15/03-07).

En esta corta parábola se distingue entre «estar perdido» y «estar extraviado». En los

escritos del Antiguo Testamento y del Nuevo no es fácil distinguir si se habla de una oveja

del rebaño en realidad o con lenguaje figurado. Piérdase la oveja o se extravíe es indistinto.

Otro caso es el de los discípulos, porque se puede distinguir entre un miembro que se ha

extraviado, pero que se le puede ir a buscar por el interés de los hermanos, y otro

miembro, que está en peligro de perderse, quizás para siempre. En la narración siempre se

dice «extraviada», y en cambio en la aplicación siempre se dice «se pierda» (18,14). El que

se extravía, está en peligro de perderse por completo. El texto está ya configurado con

vistas al quehacer de los pastores de almas.

El pastor apacienta un rebaño numeroso, que no le pertenece, pero que le ha sido

confiado; tiene que dar cuenta de cada una de las ovejas. Si una de ellas ha ido a pastar a

suelos rocosos o se ha encaramado al saliente de una roca, el pastor se siente llamado por

su honradez profesional. Se marcha y va en busca de la oveja, hasta que es puesta

felizmente a salvo. Entonces la alegría del pastor es inmensa. Con esta oveja recuperada

se familiariza con una intimidad creciente, mayor que la que tiene con las otras ovejas. El

pastor ha salvado la vida de esta oveja. Todas las demás también pueden tener mucho

valor para él como buen pastor, pero con todo la oveja recuperada se convierte en motivo

de alegría especial. Por consiguiente en este caso concreto su alegría es mayor que en

todos los demás.

Esta escena cotidiana que se contempla en la vida se convierte en ocasión para hacer

una advertencia. Dios también piensa como este pastor. Su mirada también está dirigida a

todos, no se ha olvidado de nadie y se cuida de cada uno. Cuando alguien se aparta de la

comunidad, esta desviación a Dios no le es indiferente. Dios quiere la salvación de cada

uno con voluntad fuerte y sana. El más insignificante para él no lo es en grado suficiente

para no ofrecerle el obsequio de su amor.

Todo el pasaje es una invitación a los discípulos para que tengan esta solicitud. No se

indica si el «extravío» se debe al propio descuido, negligencia o a culpa ajena, por ejemplo

un escándalo. Basta el hecho solo. Con todo en el último versículo (18,14) se dice

claramente que también aquí se trata de los «pequeños». A ellos debe dirigirse la solicitud

del pastor. No ha de parecer que los pequeños sean demasiado insignificantes para no

justificar este interés. Dios, para quien tanto valen los pequeños, quiere expresamente que

ni siquiera uno solo de ellos sea desatendido. Por su misma sencillez, podrían estar quizás

en un especial peligro. El pastor podría perderlos de vista y olvidarlos, porque están en la

sombra y en segundo plano. Dios se compromete especialmente con ellos y espera lo

mismo de los hermanos.

El Evangelio de san Mateo contiene otro texto que desarrolla más el tema de los

Page 206: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

pequeños: «Quien recibe a un profeta como profeta, recompensa de profeta tendrá, y quien

recibe a un justo como justo, recompensa de justo tendrá. Y quien da de beber un vaso de

agua fresca a uno de estos pequeños, sólo por ser discípulo, os aseguro que no se

quedará sin recompensa» (10,41s). Aquí los pequeños están coordinados con dos muy

apreciados grupos de «grandes», y en cierto modo están equiparados a ellos: los profetas y

los justos. No se olvida ni siquiera la ínfima acción de amor dedicada a estos hombres. Las

dos palabras «os aseguro» dan peso al versículo, deben grabarse profundamente en la

comunidad.

¿Que se ha prescrito en nuestras comunidades acerca de los «pequeños»? Con

respecto a ellos ¿tenemos la delicadeza de sentimientos y la conciencia despierta para

evitar el escándalo? ¿Nos esforzamos por tener el alto aprecio que Dios les muestra? ¿Se

dirige todo nuestro interés al único que yerra, o sólo a las otras noventa y nueve?

Ciertamente, no se trata ante todo de reglas pastorales prácticas, sino de una manera

general de pensar. Pero la manera de pensar del discípulo (que está contenida en la

exigencia fundamental de 18,1-5), en ninguna parte se expresa de una forma tan pura como

en la forma de tratar a los «pequeños» dentro de la comunidad. No sólo los pastores

designados, sino toda la comunidad debería estar animada por estos sentimientos y

proceder de acuerdo con ellos.

(Págs. 133-141)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 33

3. LA CORRECCION-FRATERNA (Mt. 18/15-20)

15 Si tu hermano comete un pecado, ve y repréndelo a solas

tú con él. Si te escucha, ya ganaste a tu hermano; 16 pero, si

no te escucha, toma todavía contigo a uno o dos, para que todo

asunto se decida a base de dos o tres testigos, 17 y si no les

hace caso, dilo a la Iglesia, y si tampoco a la Iglesia hace caso,

sea para ti como un gentil o un publicano.

El tercer tema del discurso podría titularse el pecado en la comunidad. Ya se habló de

este tema al tratar de la solicitud por los pequeños. Con todo no se fija la mirada en este

caso de una manera accesoria, sino directa. No parece que se diga que el hermano haya

faltado contra mí, como dicen algunas traducciones («si pecare tu hermano contra ti») (*).

En primer lugar se trata del hecho del pecado como tal. Puede atemorizar que se cuente con

esta posibilidad. ¿No debería bastar para siempre la conversión que se ha efectuado y ha

conducido a la fe? Aquí se fijan los ojos de una manera realista en la posibilidad del pecado.

La Iglesia no es una comunidad de puros y santos.

El hermano que se da cuenta de la caída del prójimo debe dar el primer paso. Tiene

que «acercarse» y reprender al pecador. En la ley del Antiguo Testamento se da la

siguiente orden: «No aborrezcas en tu corazón a tu hermano, sino corrígele abiertamente,

para no caer en pecado por su causa. No procures la venganza, ni conserves la memoria

de la injuria de tus conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor»

Page 207: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

(Lev 19,17s). En este texto como en el de san Mateo debe nombrarse sin rodeos la culpa.

El pecador debe llegar a comprender. El derecho de corregir es propio del hermano, porque

es hermano. En la antigua alianza era el prójimo, que estaba ligado con los lazos de la

sangre y de la patria común; ahora es el hermano, que está unido con la misma fe y

religión. El primer paso debe darse a solas, para que la culpa permanezca lo más

escondida posible y, así, se proteja el honor del prójimo.

Sería magnífico que este primer paso ya condujera al éxito. Si el prójimo abre su oído, no

rehúsa comprender y acepta el servicio de su hermano, entonces se ha logrado todo lo que

se pretendía. Ha sido ganado. Se dice del que se ha corregido que su acción fue el

fundamento del éxito. Se ha recuperado al que había caído en pecado, está de nuevo en

la comunidad y es hermano como antes. A la inversa se puede concluir que el pecador

antes se había colocado al margen de la comunidad. La falta tiene que haber sido grave, ya

que un extravío insignificante no hubiese causado esta separación.

Pero si el prójimo cierra su oído, debe hacerse una segunda tentativa. Según una

antigua disposición de la ley, sólo se considera como válido un testimonio que es

confirmado por dos o tres de la misma manera. «No bastará para nadie un solo testigo,

cualquiera que sea el pecado y el crimen, sino que todo caso se decidirá por deposición de

dos o tres testigos» (Dt 19,15). Aquí se aplica esta disposición del procedimiento judicial

para vigorizar la advertencia y evitar el último paso. Dos o tres juntos deben testificar las

circunstancias del delito y hacer regresar al que yerra.

Si esta tentativa tampoco tiene éxito, el caso debe presentarse a la Iglesia. Aquí la

palabra ekklesia designa la comunidad de los fieles congregada en el lugar. La comunidad

debe repetir la advertencia con todo el peso de su autoridad. Ante ella, el caso se hace

ahora público. La comunidad ofrece el último retorno posible, después ya no habría otra

oportunidad. Por otra parte, es difícil decir de qué manera hay que hablar con la comunidad

y de qué modo ésta puede ser efectiva. ¿Es el presidente (¿el obispo?) o un colegio de

ancianos (presbíteros) el que decide convocar una asamblea plenaria de toda la comunidad

o una comisión determinada, prevista para tales casos? Estas preguntas han de quedar en

suspenso, ya que el texto no ofrece ningún punto de apoyo para contestarlas. Lo único que

puede decirse con seguridad es que el veredicto que se pronuncia de una u otra forma,

contiene el dictamen de toda la Iglesia (local). La misma Iglesia decide, y aquí lo hace como

suprema y última instancia.

Aquí también se tiene en cuenta la posibilidad de que el pecador rechace la advertencia.

La actitud que entonces adopta, se reviste con una expresión proverbial. Sea para ti

como un gentil o un publicano. Aquí todavía no se dice que la Iglesia pronuncie y ponga

en ejecución una sentencia formal (sin embargo, cf. 18,18). La idea más bien parece ser

que sin este requisito ya sólo por ser pecador está fuera de la fraternidad y ahora se le

considera y designa expresamente como tal. Lo que primero ha efectuado por delito propio

personal, ahora también vale por parte de la colectividad. Se ha desmembrado, y luego la

comunidad confirma este estado del pecador por la sola causa de que ha repelido la mano

que se le ofrecía para la conversión.

Según la manera de pensar del Antiguo Testamento el gentil no pertenece al pueblo

escogido de Dios. El publicano está fuera de la colectividad de hijos honorables de Israel,

ya que según la apreciación general ejerce un oficio inmundo y vive del pacto con el poder

pagano de ocupación. Ninguno de los dos es, en sentido pleno, hijo del pueblo santo. Los

judíos los consideran como personas que están fuera. Así como la comunidad de Israel

mira a estos dos grupos de hombres, así también debe suceder en la Iglesia.

Page 208: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Esta relegación del hermano pecador resulta dura. Pero la dureza queda justificada en

cierto modo si se considera la solicitud pastoral que alienta en esta medida. Estas palabras

dan a entender la magnitud de la exigencia y la elevada conciencia de sí misma habida por

la comunidad cristiana. El miembro que se entrega al pecado y persevera en esta sujeción,

ha roto el puente y ha salido de la familia. Sólo cuando los hermanos han hecho todo lo que

está en su poder, puede cortarse el vínculo. Únicamente teniendo en cuenta el versículo

siguiente puede contestarse si la sentencia debe estar en vigor perpetuamente o sólo hasta

un retorno que se espera en un tiempo posterior. En este pasaje, se expresa con cuánta

severidad se enjuicia el pecado...

..............

* En muchos manuscritos importantes se dice «contra ti», expresión que no se encuentra en

otra serie de manuscritos. A la luz de la crítica textual, no hay dificultades en admitirla como

perteneciente al texto original.

La otra lectura es más difícil; este aditamento pudo haberse deslizado por paralelismo con Mt

18,21 y Lc 17,4. Si se prescinde de esta añadidura, el texto resulta más radical.

............

18 Os lo aseguro: todo lo que atéis en la tierra, atado será

en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra, desatado será en el cielo.

Estas palabras hacen que lo precedente aparezca a una nueva luz.

Apoyándose en ellas, cabe afirmar que la Iglesia como tal puede dictar sentencia en virtud

de la que el pecador queda privado de su comunidad con ella. La coherencia con lo

precedente es tan estrecha y la conexión de la sentencia (18,18) tan íntima, que resulta

forzoso admitir una transposici6n a este lugar para dar remate a los v. 15-17. Sin ella

hubiese quedado aislada la sentencia y difícilmente conectable.

Estas palabras tienen su paralelo en las de la promesa dirigidas a Pedro. «Te daré las

llaves del reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra, atado será en los cielos, y todo

lo que desates en la tierra, desatado será en los cielos» (Mt 16,19). La diferencia entre los

dos textos consiste en que la facultad de atar y desatar aquí se otorga a Pedro y allí a la

Iglesia. Detrás está la unidad en la materia tratada. Las dos facultades proceden de

Jesucristo. La Iglesia, incluso la «comunidad» reunida en el lugar, está autorizada para

decidir sobre la vinculación de sus miembros. Esta decisión es de suma eficacia. La toman

los hombres «en la tierra» y produce un efecto inmediato «en el cielo». La sentencia terrena

es completamente igual a la del cielo, la humana es enteramente igual a la divina. No sólo

de forma que una sentencia dictada por la Iglesia, posteriormente sea puesta en vigor por

Dios, sino de un modo todavía mucho más inmediato: en la sentencia terrena se cumple la

sentencia divina. La decisión de la Iglesia tiene autoridad divina, lo cual vale para los dos

actos: declarar la vinculación de los miembros y la pérdida de la categoría de miembro.

No sólo hay que atar (excomulgar) sino también desatar. De aquí se puede concluir que

la exclusión del pecador no ha de ser definitiva, sino que ha de dejar abierta la posibilidad

de convertirse y de reanudar las relaciones precedentes. Así, incluso en la forma más dura

de la corrección, se percibe la solicitud por la salvación del hermano y el anhelo de que se

convierta.

¡Cuán estrechamente enlazadas entre sí están en este texto el delito personal del

individuo y la vida de toda la comunidad! El delito no queda supeditado solamente a la

Iglesia «oficial», es decir, al actual sacramento de la penitencia, sino a la responsabilidad

Page 209: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de todos los miembros. Esta responsabilidad está en primer lugar dividida y se expresa en

una actividad distribuida. Primero se obliga al individuo a la corrección fraterna, luego otros

deben prestar ayuda y sólo al fin se debe apelar a la última instancia. La actuación

extrasacramental y la sacramental están, pues, relacionadas entre sí, pero las dos juntas se

encaminan a la salvación del pecador. Para reavivar la práctica del sacramento de la

penitencia se habría ganado mucho, si esta diversidad coordinada penetrara con más vigor

en nuestra conciencia.

19 Os aseguro que si dos de vosotros unen sus voces en la

tierra para pedir cualquier cosa, la conseguirán de mi Padre

que está en los cielos.

Aquí propiamente no se habla de la oración en el nombre de Jesús. El peso recae en lo

comunitario. Los hermanos deben convenir entre sí y llegar a un acuerdo sobre lo que

deben pedir. El número más reducido de la comunidad, o sea dos hermanos solos ya

bastan para garantizar la promesa. Entre el cielo y la tierra existe una inmediata acción

recíproca. Lo que aquí se resuelve y es sostenido en común delante de Dios, podemos

estar seguros de que será escuchado. Con ello no se dice que la oración privada del

individuo no tenga esta seguridad, sino solamente que hay una garantía absoluta de que el

Padre celestial atiende el ruego común. El que así ruega, conoce y desempeña su papel

como «niño». No confía en sí, sino en la inteligencia de los hermanos en la elección de lo

que piden, y en la virtud del ruego común, y juntamente con ellos confía en el poder de Dios.

No se nombra lo que se pide en la oración. «Cualquier cosa» es una expresión general.

Ciertamente se supone que sólo puede pedirse lo que, con espíritu de fe y de solidaridad

con Dios y con Jesucristo, se conoce como importante y como digno de ser escuchado.

Mediante esta práctica comunitaria resulta mayor la garantía de que se trata de una cosa

digna de ser atendida. Pero aquí hay que fijarse en la conexión entre el procedimiento

correccional y la oración de la comunidad. Están mutuamente conectadas la solicitud por el

pecador y la oración. Las súplicas de la Iglesia por el hermano que se aparta del camino,

también forman parte de lo que pide la Iglesia en la oración. Están sostenidos por la oración

común todos los actos de corregir y amonestar, de hacer venir los testigos y de pronunciar

la sentencia, de excluir de la comunidad y de readmitir en la misma.

20 Porque donde están dos o tres congregados por razón de

mi nombre, allí estoy yo entre ellos.

El pequeño grupo que se reúne para orar, está asistido por la presencia del Señor. Jesús

está presente entre ellos, si están juntos por razón de su nombre. Eso quiere decir que la

comunidad entre ellos se funda en la común confesión de Jesús, el Mesías. Este es el

plano en que ellos están, la fuerza aglutinante que los junta. Con el nombre se alude a toda

la existencia y ser del que se nombra. Si están congregados por razón del nombre, la

efectividad y el poder del Señor, entonces Jesús está presente de una forma verdadera y

real. La confesión común, en cierto modo le fuerza a estar presente. Aquí también se piensa

en el grupo más pequeño posible, bastan «dos o tres» para hacer patente aquí y en este

momento la gloria del Señor.

SEKINA/QUE-ES: En la recopilación de los proverbios de los padres, que es una parte

notable de la tradición rabínica, hay una frase que manifiesta el mismo pensamiento

Page 210: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

aplicado a la ley del pueblo de Dios: «Pero si dos están sentados juntos y se ocupan de las

palabras de la torah, la shekina está entre ellos (Abot 3,2). Shekina significa «la

habitación», «la presencia». En la literatura rabínica, shekina es la denominación de Dios

en cuanto habita en medio de su pueblo» (H. HAAG, Diccionario de la Biblia. Herder,

Barcelona, 4, 1967 col. 1812).

La meditación comunitaria de las palabras de la ley, que contienen la voluntad de Dios,

hacen que esté presente el mismo Dios. Ahora es el mismo Señor glorificado el que está

entre los discípulos. Jesús a quien se llama la «imagen del Dios invisible» (cf. Col 1,15),

que vino por mandato del Padre, de cuya voluntad dio perfecto testimonio y que «puso su

morada» (cf. Jn 1,14) mucho más cerca de Yahveh que ningún otro, puede ser llamado en

un sentido muy profundo shekina, la habitación de Dios en la tierra. En él está Dios

presente por completo. Vive como Señor glorificado en medio de su grupo fiel, vive tan

cerca, como antes vivía siendo un hombre entre los hombres.

Si se mira todo el texto en conjunto (18,15-20), resplandece en él una profunda imagen

de la Iglesia. Ésta tiene su firmeza en la común confesión del nombre de Jesús, del nombre

sólo por medio del cual tenemos la salvación (cf. Act 4,12). En esta confesión el mismo

Jesús se hace presente. Con él Dios mora entre los hombres, él es la habitación de Dios.

Mediante la presencia de Jesús se encauza la oración comunitaria y se le da seguridad de

ser atendida. Mediante esta presencia un veredicto de la comunidad logra también la

garantía de la validez divina.

Esta promesa es el motivo de la inquebrantable conciencia que la Iglesia tiene de sí

misma, y de su indestructible gozo aquí en la tierra.

4. EL PERDÓN DE LAS OFENSAS (Mt. 18/21-35).

a) Regla del perdón (18,22).

21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas

veces tendré que perdonar a mi hermano, si peca contra mí?

¿Hasta siete veces? 22 Respóndele Jesús: No te digo que

hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Al principio del capítulo los discípulos preguntan juntos (18,1), al

fin sólo pregunta Pedro. Él es el apóstol que ha sido tratado con distinción sobre todos

mediante la transmisión del poder de las llaves para el reino de los cielos y del poder de

atar y desatar (16,18s). En otros pasajes del Evangelio de san Mateo, Pedro habla y obra

en nombre de los discípulos (Mt 14,28; 15,15; 17,4.24; 19,27). Además es el apóstol que

cayó y fue perdonado por el Señor (26,69ss). De una forma significativa Pedro dirige la

palabra a Jesús llamándole Señor. El que está ante él no sólo es el instructor y Maestro,

sino también el Señor dotado de poder y lleno de la gloria de Dios, el Señor que ordena.

Este pasaje está enlazado can el precedente (18,15-20) por el hecho del pecado. Pero

aquí se dice claramente que se trata de un delito contra el propio hermano, lo cual hasta

entonces no se había dicho. No se indica la clase y gravedad del delito, pero parece natural

pensar en la amplia zona de las infracciones del mandamiento del amor.

La pregunta se dirige a la medida del perdón. ¿Se puede esperar de un discípulo que se

ejercite siempre en perdonar sin ninguna compensación? ¿Hay una norma con que se

pueda medir la obligación de reconciliarse? El número siete que nombra Pedro, se dice de

Page 211: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

una forma tan típica como el siguiente número setenta veces siete. Siete es un número

sagrado y ya alude a algo perfecto y total. Hasta siete veces significaría que estoy

dispuesto a seguir también perdonando más allá de la única vez que ciertamente exige la

obligación del amor. Aunque se repita regularmente la falta, estoy dispuesto a perdonar.

Siete veces ya se dice como tope máximo.

La respuesta de Jesús aún es más asombrosa que la medida por la que ya se ha

preguntado. Pedro no sólo debe perdonar hasta siete veces, sino hasta setenta veces

siete. Este es un número, que alude a una ilimitada disposición para perdonar. Aquí no

se da la medida que Pedro deseaba conocer. La parábola siguiente explica el porqué del

trastorno de los principios de una conducta «razonable». Aunque el hermano no mejore en

modo alguno y siempre recaiga en el pecado, el otro nunca debe desistir de ejercitarse en

el perdón. Ni siquiera se dice, como en san Lucas, que el hermano se convierta, que lo diga

expresamente y con ello solicite el perdón (Lc 17,4). Aunque no se llegue al acto externo de

reconciliarse, a la declaración oral de arrepentimiento, en el interior nunca deben tolerarse

los sentimientos de enemistad y endurecimiento. El ofendido en principio con respecto al

ofensor está en una situación semejante a la del deudor con respecto a su acreedor. Esto

es tan sorprendente y pasmoso que se requiere necesariamente la parábola como

explicación. En el libro del Génesis se transmite un antiguo canto, que Lamec, uno de los

descendientes de Caín, cantó antiguamente ante sus mujeres:

Ada y Sela, oíd mi voz;

mujeres de Lamec dad oídos a mis palabras:

Por una herida mataré a un hombre,

y a un joven, por un cardenal.

Caín será vengado siete veces,

pero Lamec lo será setenta veces siete (Gén 4,23s).

Aquí están los dos números. Caín disfrutó de la especial protección de Yahveh, obtuvo

una señal para que no pudiera matarle nadie que le encontrase (/Gn/04/15). Pero si

sucediera que alguien lo matara, entonces Caín sería vengado siete veces, es decir con un

castigo muchísimo más grave. En su arrogante canto triunfal Lamec intenta sobrepujar a

Caín. Si a Caín le corresponde una represalia séptuple, entonces a él, a Lamec, hay que

vengarle de un modo feroz y desmedido. Dios se había reservado la venganza de Caín,

pero ahora el mismo Lamec la reclama. Este texto está al principio del gran desorden en la

creación. Poco después que la primera pareja humana fue expulsada del paraíso, Caín

mató a su hermano Abel. Unas líneas más abajo, leemos aquella perversión que lo inunda

todo, consistente en la desmesura en la venganza y en la sangre. El mal se reproduce de

mil formas y un pecado siempre origina otros.

Jesús da su orden contra esta temible destrucción del mundo de Dios. Fundándose en

este texto de Lamec se da la primera explicación del ilimitado deber de reconciliarse.

Puesto que el pecado en el mundo presenta mil maneras diferentes, sólo puede ser

detenido, si se le contrapone una medida igualmente grande en el bien. Puesto que el

perdón siempre debe seguir siendo la última palabra, que nunca debe pronunciar el

ofensor, en todos los casos el bien alcanza la victoria. Solamente así parece posible

detener la marea ascendente del pecado y superarla mediante el amor libremente

dispensado. San Pablo dirá: «No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien»

(Rom 12,21).

Page 212: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

b) Parábola del siervo despiadado (18,23-35).

23 A propósito de esto: el reino de los cielos se parece a un

rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Cuando

comenzó a ajustarlas, le presentaron a uno que le debía diez

mil talentos. 25 Pero, como éste no tenía con qué pagar,

mandó el señor que lo vendieran, con su mujer y sus hijos y

todo cuanto tenía, y que así se liquidara la deuda. 26 El siervo

se echó entonces a sus pies y, postrado ante él, le suplicaba

¡Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo! 27 Movido a

compasión el señor de aquel siervo, lo dejó en libertad, y

además le perdonó la deuda. 28 Al salir, aquel siervo se

encontró con uno de sus compañeros que le debía cien

denarios; y, agarrándolo por el cuello, casi lo ahogaba

mientras le decía: ¡Paga lo que debes! 29 El compañero se

echó a sus pies y le suplicaba: ¡Ten paciencia conmigo, que

te pagaré! 30 Pero él no consintió, sino que fue y lo metió en

la cárcel, hasta que pagara lo que debía. 31 Al ver, pues, sus

compañeros lo que había sucedido, se disgustaron mucho y

fueron a contárselo todo a su señor. 32 El señor, entonces, lo

mandó llamar a su presencia y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda

aquella deuda te la perdoné, porque me lo suplicaste. 33. ¿No

debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo

la tuve de ti? 34 Y el señor, enfurecido, lo entregó a los

torturadores, hasta que pagara todo lo que le debía. 35. Así

también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis

de corazón cada uno a vuestro hermano.

Toda la historia parece muy inverosímil. Aunque no se cuente

entre los siervos a ningún sirviente bajo, sino a altos funcionarios, resulta difícil de concebir

que uno de ellos pudiera haber acumulado una deuda tan enorme (10000 talentos = unos

10 millones de dólares). Aunque se hubiese vendido al funcionario derrochador con su

mujer y sus hijos, difícilmente se podría esperar que esta venta hubiese aportado tan

ingente suma. El siervo, movido por la angustia, pide su libertad, y promete la devolución de

la deuda. El rey por esta mera súplica se deja inducir a condonarle simplemente toda la

deuda. Ni siquiera le exige una insignificante señal de buena voluntad. Además, cuando el

siervo se enfrenta sin piedad con su compañero, hace que lo encierren inmediatamente en

la cárcel hasta que haya reunido su exigua deuda (100 denarios = 17,5 dólares). Y

finalmente el rey enojado entrega al siervo a los torturadores «hasta que pague todo lo que

le debe», lo cual también excede todo lo que nos podamos imaginar.

La historia ya contiene en su diseño la declaración de su sentido interno. Toda la

parábola es transparente y hace que se trasluzca la majestad y misericordia de Dios.

Todo lo que se cuenta, sólo puede decirse razonablemente de Dios. No se puede decir que

a todos los pormenores de la narración resulte posible atribuirles en seguida un significado

religioso, pero sí puede afirmarse que, a lo largo de toda la historia, la mirada está dirigida a

Dios y a su modo de proceder. En la Sagrada Escritura se tiende a representar la relación

entre Dios y el hombre con la metáfora del Señor y del siervo. Sólo Dios puede perdonar

Page 213: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

una deuda tan colosal, sólo él puede pronunciar una sentencia tan terrible. El siervo que es

entregado a los torturadores, tiene que pagar toda su deuda. Puesto que la deuda era

inmensa y había alcanzado cifras enormes, el siervo tendrá que expiar para siempre. El

pánico de la eterna reprobación relampaguea tras las palabras que nos indican el castigo.

La primera enseñanza de la parábola es la advertencia contra la dureza de corazón.

Si los hermanos no se perdonan mutuamente, está en peligro su eterno destino. El Padre

que está en los cielos procederá como el rey de la parábola, si alguien no perdona de todo

corazón (18,35). El cuarto tema de nuestro capítulo y todo el discurso concluyen con estas

palabras amenazadoras. En ellas recae la definitiva decisión sobre la vida humana. Sólo

tiene perspectiva de que sea condonada su deuda el que antes hizo lo mismo con sus

hermanos (cf. 6,15).

Tan grande como la medida del castigo es la medida del perdón de Dios. Él es el rey

que perdona la enorme deuda sólo por la simple súplica. Su clemencia es sin medida, el

perdón de la culpa sobrepasa todo limite humano. Dios demuestra su omnipotencia y

majestad en la grandeza de la misericordia. Pero no es esto sólo. Cada uno de los

hermanos sabe que él también está obligado a tenerla si quiere subsistir ante Dios. Cada

uno va acumulando pecados y se parece de algún modo al primer siervo. Si Dios le

condona la deuda, está de nuevo ante Dios como siervo que vive enteramente de la

munificencia y de la misericordia de su Señor.

Solamente así resulta inteligible que la obligación con el hermano haya de tener validez

sin limitaciones. El que recibe la misericordia con exceso, no puede encerrarla y endurecer

su corazón. Para quien desempeña el papel de deudor, no hay nadie más que también

pueda ser deudor con respecto a él. La medida con que Dios nos mide es la misma

con que nosotros debemos medir. La relación con los demás hermanos se regula con

nuestra relación con Dios. De aquí nace la orden de estar dispuestos sin restricciones a

reconciliarnos. Solamente así se mantiene la perspectiva de ser salvado al rendir cuentas

en el juicio.

De este modo se ha elevado a un nuevo plano la relación de los hermanos entre sí.

Todos ellos están relacionados como personas que viven de la misericordia del mismo

Señor. Lo que se les ha encargado es obsequiarse también entre sí con esta misericordia,

que se les ha concedido con exceso. En la historia se revela la conducta de Dios con el

hombre con la misma profundidad que la conducta de los hombres entre sí. El que no busca

su propia gloria, sino que constantemente se da poca importancia y perdona

desinteresadamente, éste es el mayor en el reino de los cielos.

(Págs. 141-156)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 34

Parte tercera

EL MESÍAS EN JUDEA

Capítulos 19-25

El evangelista san Marcos había dispuesto en dos grandes grupos toda la materia

transmitida. El primer grupo contenía la actuación de Jesús en Galilea, sobre todo alrededor

del lago de Genesaret, el segundo grupo se centraba en Jerusalén y culminaba en el relato

Page 214: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesús. San Mateo permanece fiel a este

diseño. Configura con mayor amplitud sobre todo la parte de Judea y Jerusalén, que en san

Marcos es breve, y así equilibra mejor las dos partes, incluso exteriormente. En san Marcos

la divisoria estaba en 10,1; en san Mateo está en 19,1. Incluso en la gran sección que ahora

sigue, san Mateo se atiene a la línea directriz del predecesor, san Marcos. San Mateo aporta

varias partes sacadas de la propia tradición, y vuelve a ordenar la materia de una manera

más fácil de comprender y más temática. Forma una vez más un gran discurso contra los

«escribas y fariseos» en el capítulo 23, del que se pasa inmediatamente al discurso sobre el

fin del mundo (24,5,46). En estos dos discursos, mejor dicho, en este único discurso doble

(cf. el texto y comentario de 26,1), se muestra una vez

más la grandiosa capacidad creativa en la composición de nuestro Evangelio.

La primera sección de esta parte comprende los capítulos 19,2,46. San Mateo ha

insertado adicionalmente en el orden seguido por san Marcos los siguientes fragmentos: la

parábola de los obreros de la viña (20,1-16), la parábola de los dos hijos (21,28-32), la

parábola de las bodas reales (22,1-14). Así pues, son tres parábolas no incluidas en el

capítulo de las parábolas, sino colocadas muy ventajosamente en los nuevos contextos.

1. EN CAMINO HACIA JERUSALÉN (19,0,34).

1. MATRIMONIO Y CELIBATO (Mt. 19/01-12).

La parte principal corresponde a Mc 10,1-12. La

estructura del pasaje didáctico sobre el divorcio está más conforme con la realidad en san

Mateo, aunque el texto de este evangelista también depende do san Marcos. San Mateo

aprovecha la ocasión para añadir un párrafo más sobre el celibato (19,10-12). Así pues,

esta parte de Mateo se centra en dos puntos, el uno expone la ordenación nueva del

matrimonio, el otro, el camino especial del celibato, para los discípulos «que puedan

entender» (19,12).

1 Cuando Jesús acabó estos discursos, partió de Galilea y

se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán. 2 Le

siguieron grandes multitudes y realizó curaciones allí.

Por cuarta vez el evangelista concluye uno de los grandes discursos de Jesús con las

mismas palabras. Al mismo tiempo Mateo designa aquí una nueva sección en la obra del

Mesías. Galilea y Judea se excluyen entre sí. La precedente actividad de Jesús se efectuó

según el modo de ver que el evangelista adoptó en su relato, en el ámbito de Galilea con

muy pocos cruces de frontera. Aquí un nuevo ámbito entra en el campo visual del lector.

Inicialmente parecen las palabras a la región de Judea algo indeterminadas.

Paulatinamente aparece con mayor claridad la dirección en que se mueve la comitiva del

maestro. Pero con el nombre de Judea resuena lo crítico y decisivo. Ya hace tiempo

sabemos lo que sucederá en Judea, sobre todo en Jerusalén, y lo que de allí hay que

esperar (cf. 2,3; 15,1). Estamos preparados especialmente por medio de vaticinios de la

pasión (16,21s; 17,22s). Pronto seguirá un nuevo vaticinio (20,17-19). Desde la confesión

mesiánica de Pedro se sabe adónde se va. La inestable vida errante es relevada por el

camino resuelto hacia Jerusalén. Jesús llega a Judea, que ya no abandonará hasta su

muerte. Judea es el recinto de la crisis, Galilea fue el recinto del comienzo primaveral, y

Page 215: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

será el recinto de la revelación de Jesús resucitado (28,16).

«Al otro lado del Jordán» es una expresión que aquí solamente indica que Jesús no tomó

el camino directo a través de Samaría, sino que dio un rodeo por oriente del Jordán,

pasando por la ciudad de Jericó situada en el camino hacia Jerusalén (20,29). De nuevo le

sigue mucha gente, como ya se dijo con frecuencia de una forma sumaria. Y de nuevo se

invoca la piedad del Mesías para que cure a los enfermos. Ahora Jesús tampoco cesa de

obrar curaciones. Aunque el camino se dirige hacia Jerusalén, las curaciones forman parte

de su apostolado y de la prueba de su misión mesiánica. La instrucción del pueblo desde

hace mucho tiempo se pospuso a la enseñanza de los discípulos, pero Jesús continúa

haciendo el bien y prodigando favores. Así ocurrirá incluso en medio de la ciudad santa, en

el templo (21,14). Sigue siendo inalterablemente fiel a su misión a las «ovejas perdidas de

la casa de Israel» (15,24).

3 Se le acercaron unos fariseos para tentarlo y le

preguntaron: ¿Puede uno despedir a su mujer por un motivo

cualquiera? 4 Él respondió: ¿No habéis leído que el que los

creó, desde el principio, varón y hembra los hizo? (Gén 1,27). 5

Y añadió: Por eso mismo, dejará el hombre al padre y a la

madre para unirse a su mujer, y serán los dos una sola carne

(Gen 2,24). 6 De manera que ya no son dos, sino una sola

carne. Por consiguiente lo que Dios unió, no lo separe el hombre.

La pregunta de los fariseos aquí no se refiere a si en general está permitido disolver un

matrimonio. Según el derecho vigente este permiso era evidente por razón de la ley del

Antiguo Testamento. La pregunta más bien inquiere si está permitido el divorcio por un

motivo cualquiera. Detrás de la pregunta está la diferencia de dos tesis que eran

sostenidas en tiempo de Jesús. Una tesis procedía del famoso rabino Hilel, según la cual

prácticamente un divorcio podía ocurrir por cualquier motivo, por insignificante que fuera. La

opinión más severa la sostenía el rabino Samay, quien sólo consideraba como motivo

suficiente los delitos morales, sobre todo los pecados de lascivia. (La diferencia entre estas

opiniones dogmáticas se funda en la vaga formulación de Dt 24.1, según la cual el divorcio

puede tener lugar, si el hombre ha visto en ella una tara imputable). Jesús debe adoptar

una actitud en esta cuestión discutida. Se le quiere «tentar» con esta cuestión. Según la

respuesta que Jesús diese, se le podría tachar de laxismo o de rigor en la interpretación de

la ley.

Jesús en primer lugar no aborda la pregunta especial, sino el fondo de la cuestión. En la

ley no solamente se contiene la disposición sobre el divorcio tomada de la ley mosaica (Dt

24,1), sino también la ordenación del matrimonio según el relato de la creación. Lo primitivo

tiene una primacía jurídica sobre lo tardío. Lo que era al principio, no se invalida por lo que

le siga. El Creador es anterior a Moisés (19,7). Al principio, Dios establece una ordenación

que excluye la posibilidad del divorcio. Este es un pensamiento al que nos hemos

acostumbrado demasiado y cuya grandeza ya no experimentamos plenamente.

El ser humano no es creado por Dios como ser único, sino con dos formas, a saber

hombre y mujer. Pero las dos formas están tan mutuamente relacionadas y tan ordenadas

la una a la otra, que tienden a constituir de los dos una sola entidad. La fuerza del sexo y el

ansia del complemento personal es tan intenso que sobrepujan el vínculo de la sangre. Se

deja al padre y a la madre para buscar la nueva unidad de vida con el otro consorte. Los

Page 216: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

que se han encontrado, se convierten en una sola carne. Esta es la expresión más fuerte

que puede concebirse. Con esta expresión el hebreo no solamente piensa en la unión

sexual de los cuerpos, sino en la fusión de todo el ser humano terreno con el otro. Ya

conocemos la expresión «la carne y la sangre» como designación del modo terreno de vivir

del hombre, a diferencia del modo de vivir dado por Dios, lo cual se descubrirá en último

término como «vida eterna».

Según el relato del Gn 02, 24, el Creador no ha pronunciado por sí mismo las palabras:

«Por eso mismo, dejará el hombre al padre y a la madre.» Pero el evangelista quiere decir

que la ordenación de la naturaleza que aquí manifiesta el autor sagrado, es institución

divina. Así brota en las palabras de Jesús el concepto de principio en su pura originalidad.

Lo que Dios hizo y dijo al principio, vale para siempre, nunca puede ser derogado ni puede

mudarse por un precepto adicional o por una disposición suplementaria. Dios ha

establecido la unidad mediante su voluntad creadora, que puso en los hombres este anhelo

natural y su satisfacción. Pero la unidad no estriba solamente en la satisfacción del impulso

corporal, sino en toda la vida. Por eso Jesús puede decir que Dios es quien unió. Lo que

así fue unido, no puede ser separado por el hombre, porque el hombre es criatura y se le

llama para que obedezca. El matrimonio es más que una unificación corporal; comprende

toda la altura y profundidad, la anchura y longitud de la vida. En toda la vida ha de hacerse

de dos uno. Ésta es la voluntad de Dios y la ordenación primitiva de Dios.

El hombre interviene arbitrariamente y se evade de esta voluntad y ordenación del

Creador. Jesús no solamente cita el Antiguo Testamento, sino que consolida de nuevo y

con autoridad propia la ordenación primitiva del matrimonio. La frase «lo que Dios unió, no

lo separe el hombre» es la interpretación del texto del Antiguo Testamento y el nuevo

mandato propio de Jesús. Este precepto tiene aplicación al pueblo de Dios en el Nuevo

Testamento, o sea la Iglesia, y a cada miembro de la misma. Pero los que no son discípulos

de Jesús, también tendrán que dejarse guiar por este alto concepto, si realmente tienen

interés en la persona humana. A la larga sólo la más alta reivindicación puede bastar al ser

humano. Todos los compromisos entre la debilidad humana y la flexibilidad jurídica en

último término redundan en perjuicio del hombre.

7 Ellos le replican: ¿Por qué, entonces, Moisés mando darle

el acta de divorcio para despedirla? 8 El les contesta: Moisés,

mirando a la dureza de vuestro corazón, os permitió despedir

a vuestras mujeres. Pero no fue así desde el principio. 9 Por

eso yo os digo: El que despide a su mujer -no en caso de

fornicación- y se casa con otra, comete adulterio.

Jesús ha dicho lo fundamental, ahora lo formula una vez más en una «ley» (19,9). Queda

por contestar la pregunta de los fariseos si está permitido disolver el matrimonio por un

motivo cualquiera. Vuelve a conducir a esta pregunta la objeción, según la cual en la ley

también se da la posibilidad del divorcio. Jesús contesta: No lo ha mandado Dios, sino

Moisés. Para nosotros eso es tan difícil de entender como para los judíos de aquel tiempo.

Puesto que Dios nos habla por medio de Moisés, el mandamiento de Moisés ¿no es

mandamiento de Dios? Ciertamente lo es, pero tiene menor autoridad. Primero porque lo

anterior mantiene la primacía con respecto a lo posterior; segundo, porque el mandamiento

de Moisés fue dado por él de modo indirecto (Cf. Ga 3,19s.), mientras que el orden de la

creación fue establecido directamente por Dios.

Page 217: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Todo eso, desde luego, no se expresa en la respuesta de Jesús; son argumentos

teológicos que van implícitos en el diálogo.

Lo que Jesús dice para explicar este mandamiento de divorcio, es algo muy distinto, que

impresionará a sus oyentes. Existe ya una diferencia en el mismo hecho de que Moisés no

ha mandado, sino permitido. No se trata de un mandamiento, que debe estimular y conducir

a la vida, sino de una concesión que se hace a la debilidad del hombre. Moisés lo ha

permitido mirando a la dureza de vuestro corazón. Esta imagen designa la sordera y

apatía de corazón de Israel ante la orden de Dios. La hallaremos asociada a la

«incredulidad» (Mc 16,14). Un tono profético penetra en el diálogo jurídico. Moisés os dio

esta libertad, porque conocía vuestra condición y preveía que seríais negligentes e

indóciles ante la voluntad de Dios. El hecho de que todavía se practique el divorcio, no es

señal de que se cumpla fielmente el mandamiento, sino, todo lo contrario: atestigua la

obstinación de Israel.

La explicación que Jesús da a lo que dispone la ley mosaica, no es una

explicación histórica o jurídica. Antes bien es una llamada profética, que también ahora

tiene un alcance profundo. El hombre sólo es capaz de cumplir en particular el

mandamiento divino, si se confía totalmente a la voluntad de Dios. Quien se obstina frente a

ella y es indolente, o persevera arbitrariamente en su propia voluntad, llegado el caso

fallará y, por consiguiente, se verá obligado a invocar la libertad de divorciarse.

Esto se afirma, de forma inequívoca, en las últimas palabras. El hombre que despide a su

mujer, no ha anulado el matrimonio que existía entre ambos. Continúa existiendo, y si el

hombre vuelve a casarse, comete adulterio. Para la mujer tiene aplicación lo inverso, que

sólo san Marcos dice explícitamente (Mc 10,12). Incluso la añadidura discutida «no en caso

de fornicación» no puede cambiar nada en el principio dado por Jesús. Si se entiende esta

adición en el sentido que de algún modo se pueda disolver el vínculo del matrimonio como

tal, entonces se desplomaría toda la doctrina de Jesús expuesta en 19,3-9. La Iglesia, por

encargo de su Señor, se mantiene aferrada hasta el día de hoy en esta firme resolución.

Porque la Iglesia también observa la misma obediencia que ha de exigir a cada uno de sus

miembros.

Por eso es tan importante este diálogo, porque muestra la posición de Jesús ante la ley.

Aquí Jesús deroga formalmente una disposición de la ley del Antiguo Testamento, así como

antes ha anulado la legislación del Antiguo Testamento sobre la pureza (15,0). Sigue

estando en vigor que Jesús no ha venido para abolir «la ley o los profetas», sino para

«darle cumplimiento» (5.17). Pero también puede formar parte del cumplimiento de la ley

que una disposición particular sea derogada o sustituida por una nueva orden. Esto aquí no

ocurre por la propia plenitud de poderes, sino por el recurso a la primitiva voluntad del

Creador. Se hacen valer de nuevo la pureza y la genuina intención de la voluntad de Dios,

tal como han sido expresadas al principio. Pero el hecho de que el orden de la creación y el

mandamiento de Moisés se puedan contraponer mutuamente y el hecho de que el orden

inicial se ponga de nuevo en vigor sólo pueden explicarse por la pretensión de Jesús de ser

el definitivo revelador de la voluntad de Dios. Sólo puede hacerlo el Mesías. En cualquier

otro sería una presunci6n blasfema. Aquí aparece de nuevo el estilo que ya conocemos:

«Pero yo os digo» (5,22)...

10 Los discípulos le dicen: Si tal es la situación del hombre

con respecto a la mujer, no conviene casarse. 11 Él les

respondió: No todos entienden esta doctrina, sino aquellos a

Page 218: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

quienes se ha concedido. 12 Porque hay incapacitados para el

matrimonio que nacieron así del seno materno, y hay

incapacitados a quienes así los hicieron los hombres, y hay

incapacitados que ellos mismos se hicieron así por el reino de

los cielos. Quien pueda entender, entienda.

Si hay que ligarse mutua e indisolublemente para toda la vida, entonces resulta gravoso

casarse. Así puede entenderse la réplica aterrada de los discípulos. La libertad del hombre

¿no está entonces coartada de un modo insoportable? ¿Sólo tiene el hombre ante sí el

camino del matrimonio, y además con este vínculo, que aquí se tiene la sensación de que

es una carga y una tortura? Esta réplica dada con la primitiva manera de pensar del hombre

vulgar, hace que Jesús añada otras palabras, que abren un segundo camino.

Estas palabras se introducen de un modo significativo con la observación de que no

todos son capaces de entender lo que se dice a continuación. Sólo son capaces de

entender aquellos a quienes se ha concedido. Esto también es un misterio del reino de

los cielos, cuya comprensión se concede desde arriba. El hombre no la tiene por sus

propias fuerzas, sino por don de Dios (cf. 13,11). Nos podemos disponer para esta

comprensión, pero no nos la podemos dar. Se puede estar agradecido por ella, si alguien la

obtuvo, pero no se puede reprochar a nadie que no la tenga.

De lo que se trata se nos aclara en la última parte de la respuesta (que consta de tres

grados): hay incapacitados para el matrimonio que ellos mismos se hicieron así por el

reino de los cielos. El reino de Dios reclama todo el interés del hombre. También puede

reclamar la renuncia al matrimonio y a la familia, más aún, como se dice en estos

versículos, la renuncia voluntaria y permanente a la satisfacción del apetito sexual.

Entonces todo el vigor íntegro del hombre puede emplearse para el servicio del reino de

Dios. Toca a todos los discípulos emprender la aventura de buscar primero el reino de

Dios y su justicia (6,33); pero sólo a algunos de ellos realizarla y aplicar su persona a ello

con tal amplitud, que incluso abandonen la tendencia innata en el hombre de dar

satisfacción a su vida sexual. Los capaces de entender son aquellos a quienes se les ha

concedido. Aquí probablemente no sólo se piensa en la comprensión, sino también en el

seguimiento de esta otra vocación. Para dicho seguimiento en primer lugar se requiere la

inteligencia, pero además la renuncia magnánima. Puesto que la palabra de Jesús queda

así vibrando y postula consciente apertura en el oyente, preferimos también dejarla con

esta apertura. En la vida de la Iglesia a través de los siglos se testifica que esta aventura

magnánima se emprende en forma duradera, y también se testifican los frutos para el reino

de Dios, que se originan de esta renuncia.

2. JESÚS Y LOS NIÑOS (Mt. 19/13-15).

13 Entonces le presentaron unos niños para que les

impusiera las manos y orara por ellos; pero los discípulos los

reprendieron. 14 Y Jesús dijo: Dejad a los niños y no les

impidáis venir a mí, porque el reino de los cielos es de los

que son como ellos. 15 Y después de imponerles las manos, se fue de allí.

No sólo llevan los enfermos a Jesús para que los cure, sino también le llevan

los niños para que los bendiga. Es un gesto conmovedor de confianza. La fuerza de la

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bendición que con frecuencia se había experimentado, también se comunicará a los niños.

Necesitan especialmente la protección de los mayores y sobre todo el amparo de quien es

el mayor entre los mayores: Dios. Jesús debe poner sus manos sobre ellos y orar por ellos,

es decir invocar en favor de ellos la protección y la gracia de Dios. A los discípulos les

parece ridículo importunar al Maestro con tales niñerías. No conocen la confianza que con

razón empuja a la gente hacia Jesús, ni el gran concepto del niño que Jesús ha dado a los

discípulos (cf. 18,3).

Jesús no sólo exige que los niños le puedan ser traídos, sino que dice algo fundamental

a este respecto. El reino de los cielos es de los que son como ellos. ¿Cómo deben

entenderse estas palabras? En primer lugar en sentido literal. Los niños tampoco están

excluidos de la llamada y de la promesa magnífica del Padre. No es preciso que ellos se

queden fuera, aunque todavía sean pequeños y entiendan poco. Los escribas creen que

los niños tienen poca capacidad, y en general los menosprecian, como también hacían con

las mujeres. La tesis de los escribas es que la religión es cosa de hombres. Jesús ha

exaltado a la mujer, así hace ahora con el niño. Esta división de los hombres en adultos y

menores de edad tampoco vale ante el reino de Dios. El niño también puede entender y

hacer aquello de lo que propiamente se trata, a saber que Dios debe reinar, y su voluntad

debe llevarse a término. Así pues, los niños pueden colocarse libremente al lado del que

trae este reino, y esta voluntad. No les impidáis venir a mí... Ellos quizás entienden a Dios

mejor que los adultos. Dios ha ocultado a sabios y entendidos lo que ha revelado a la gente

sencilla (11,25).

Ni siquiera en la Iglesia nadie tiene el derecho de escatimar a los niños los dones de

Dios. Desde el tiempo más antiguo se les ha administrado el bautismo, aunque no pudieran

hacer ninguna profesión personal de su fe. Hoy día se les ofrece el cuerpo del Señor tan

pronto como pueden distinguirlo del pan ordinario. Porque el reino de los cielos es de los

que son como ellos, y así lo ha querido el Padre que está en el cielo (11,26). No sólo

debemos apreciar y amar a los niños por inclinaci6n natural, sino porque Dios tiene tan

gran concepto de ellos.

(Págs. 157-168)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 35

3. EL RICO Y LAS RIQUEZAS

(Mt. 19/16-30) RIQUEZAS

a) La pregunta del joven-rico (19,16-22).

16 Luego se le acercó uno y le preguntó: Maestro, ¿qué haría

yo de bueno para poseer vida eterna? 17 Él le contestó: ¿Por

qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno.

Pero, si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos.

18 Dícele aquél: ¿Cuáles? Jesús respondió: Aquello de no

matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás

falso testimonio, 19 honra al padre y a la madre, y amarás a tu

prójimo como a ti mismo. 20 El joven le replica: Todas esas

cosas las he cumplido. ¿Qué me falta todavía?

Page 220: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

En el camino un hombre se acerca a Jesús, como otros hicieron antes que él (cf. 8,19.21).

Su pregunta no se refiere a lo que debe hacer para seguir al Maestro ni a las condiciones

que le serán impuestas, sino al fin perseguido con este seguimiento, que es la

vida eterna. Nuestro hombre conoce el fin, pero pregunta por el camino. A este camino

tiene que conducir algo bueno. La bondad de la vida humana aquí en la tierra, y de la vida

eterna (donada por Dios) allí en el cielo, se corresponden mutuamente.

Además el que pregunta sabe que se tiene que hacer algo. El don de Dios no se logrará con

independencia del esfuerzo del hombre, aunque nunca se puede merecer en el sentido propio.

Ya es muchísimo saber estas dos cosas y poder preguntar tan atinadamente.

La respuesta en primer lugar, y sin atenerse a la pregunta estricta, se refiere

al concepto de lo «bueno». La respuesta sólo llega a ser plenamente inteligible con e] texto

de san Marcos, en el que el joven rico había dado a Jesús el tratamiento de «Maestro

bueno», y Jesús le había contestado: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino

uno, Dios» (Mc 10,18). San Mateo enfoca la pregunta de otra manera y coloca lo bueno en

sentido objetivo ante lo bueno en sentido personal. Sólo Dios es bueno, y por tanto

también es el dechado de todo lo bueno que hay. Así pues, cuando se pregunta a Jesús

por lo bueno, se le pregunta por Dios. Sólo por Dios se mide todo lo bueno que el hombre

puede conocer y anhelar como valor. Es la plenitud de lo bueno, y cada una de las cosas

buenas que se ven y hacen participa en el bien absoluto, que es el mismo Dios.

Prosigue la respuesta propiamente dicha, a saber guardar los

mandamientos, que son los mandamientos de Dios. Jesús no los nombra todos, sino

algunos de los diez mandamientos, que tienen más importancia, y además se añade -y así

se hace resaltar- el mandamiento del amor al prójimo. No se nombran los tres primeros

mandamientos de la tabla del decálogo, que se refieren a Dios y a su servicio, sino que

solamente se nombran los que se refieren al hombre y a su servicio. Como complemento no

se añade el mandamiento de amar a Dios, sino el de amar al prójimo. Así se indica la

dirección de la respuesta de Jesús: Importa hacer lo bueno en favor del hombre si se

quiere alcanzar la vida eterna. El que pregunta en general por la vida eterna, ya sabe que

se tiene que obedecer a Dios, honrarle y amarle. Pero lo otro se le tiene que decir de una

forma que se grabe.

El punto central e importante del diálogo radica en la segunda pregunta: ¿Qué me falta

todavía? La primera contestación que dio Jesús, está en el Antiguo Testamento. Se la

podía dar el piadoso judío, y los escribas también lo han hecho alguna que otra vez. El

camino de la salvación ya está contenido en el Antiguo Testamento si se entiende en la

forma debida y no se ahogan sus exigencias capitales con innumerables prescripciones

particulares. No obstante, el joven puede declarar sin reservas que ha cumplido todo lo que

Jesús menciona. Difícilmente podrá salir airosa esta confianza ante un criterio estricto. Pero

la respuesta también quiere indicar que todo eso le es bien conocido y no contiene ninguna

novedad. Sin embargo, hay que poder decir algo nuevo, porque la persona y la actividad de

Jesús para él tienen una apariencia nueva. El joven desde el principio debió de esperar que

Jesús le diera una orden especial que excediera lo ordinario. Ya que el Señor en primer

lugar le da una respuesta tradicional que expresa la unidad con lo que se ha ido

transmitiendo en Israel, el joven ahora tiene que preguntar expresamente por lo nuevo:

¿Qué me falta todavía?

21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende todos

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tus bienes y dáselos a los pobres, que así tendrás un tesoro

en los cielos; luego ven y sígueme. 22 Pero, cuando el joven

oyó estas palabras, se fue lleno de tristeza, pues poseía muchos bienes.

¿Cómo responderá Jesús? ¿Añadirá un undécimo mandamiento a los diez que ya

existen, o explicará, como hizo más tarde, el único mandamiento del amor como resumen de

toda la ley? (22,34-40). En primer lugar está la palabra «perfecto». Ya la oímos en el

sermón de la montaña (5,48). Como en aquel sermón, esta palabra aquí también sirve para

expresar el objetivo sintético de lo que Dios reclama. La frase si quieres ser perfecto no

se dice como pregunta, que deje esta volición al arbitrio del individuo (un consejo), así

como tampoco se dijo como pregunta la locución de la primera parte del diálogo: «Si

quieres entrar en la vida» (19,17). Es lo que vale para todos los que quieren ser discípulos,

porque para todos vale la misma finalidad de la vida eterna. Todos deben ser perfectos

como su Padre celestial. No basta solamente conocer los distintos mandamientos y

cumplirlos puntualmente, sólo basta la perfección. La justicia de los discípulos debe superar

la de los escribas y fariseos (5,20). El mismo Dios debe ser la medida de las acciones del

hombre. El cristianismo no consiste en cumplir los mandamientos, sino en entregarse

perfectamente y en amar sin limitaciones.

Pero Jesús además dice que el joven debe vender lo que posee, desprenderse del

producto de la venta, y luego debe seguirle. Estas palabras del Maestro hay que

entenderlas como llamada personal, que sólo puede aplicarse a este joven y a su

situación. Tiene muchos bienes, y su corazón está pendiente de ellos, aunque haya

cumplido los mandamientos. Por eso no es «perfecto», porque su corazón no está indiviso

en Dios, sino que está dividido, porque también ama lo que posee. Aún no sabe nada de la

nueva resolución firme que Jesús ha traído: «No podéis servir a Dios y a Mammón» (6,24c).

El joven aún no puede distinguir entre el tesoro en la tierra, que destruyen la polilla y el

orín, y que roban los ladrones, y el tesoro en Dios (cf. 6,19-21). Por eso el joven es invitado

a emplear su tesoro en la tierra como tesoro en el cielo. Si así lo hace, entonces se verá

que a él primero le interesa Dios y por tanto en realidad también le interesa la vida eterna.

Lo que aquí se dice de la perfección en general (junto con 5,48), puede aplicarse a todos

los discípulos y los une sin hacer diferencias. Lo que se dice sobre la venta de lo que se

posee, en primer lugar tiene aplicación al que preguntó. Pero cualquier discípulo de Jesús

reconoce a manera de ejemplo lo que importa. Primeramente escuchará el llamamiento a la

perfección. Pero este llamamiento para el discípulo quizás contiene una reclamación

concreta distinta de la de desprenderse de lo que posee. No se trata de liberarse de los

bienes como tales, sino de la libertad para Dios. Pero esta libertad sólo se puede obtener

en el seguimiento de Jesús. Por eso tiene validez que cuando hayas hecho todo lo que te

hace libre, entonces tienes que seguirme. Y también es verdad que sólo puede conservarse

la plena libertad para Dios en el seguimiento de Jesús. La ley vital de Jesús: Dios solo y en

primer término, también puede aplicarse a sus discípulos. El discípulo sabe que en el

Evangelio al usar el verbo «seguir» de ordinario se piensa en la disposición para el

sufrimiento y en participar en la pasión de Jesús...

b) Peligro de las riquezas (19,23-26).

23 Jesús dijo a sus discípulos: Os lo aseguro: un rico

difícilmente entrará en el reino de los cielos. 24 Os lo vuelvo a

Page 222: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

decir: Más fácil es que un camello entre por el ojo de una

aguja, que un rico en el reino de Dios. 25 Cuando lo oyeron

los discípulos, se quedaron hondamente sorprendidos y

dijeron: Pero entonces, ¿quién podrá salvarse? 26 Fijando en

ellos su mirada, díjoles Jesús: Para los hombres, esto es

imposible; pero para Dios, todo es posible.

Son unas palabras difíciles que empalman con el sermón de la montaña (cf. 6,24-34). No

pueden ser paliadas ni cambiadas de sentido. Para los ricos es difícil, dice Jesús

categóricamente, alcanzar el reino de Dios. Al hablar de «un rico» no debemos fijarnos en

la cantidad de sus posesiones, como si fuera posible distinguir, de acuerdo con ella, lo que

es justo o injusto; tampoco hay que pensar en un rico dominado por sus riquezas, que con

avidez y codicia ha hecho de sus bienes un dios. El «rico» es una persona que tiene

muchas posesiones, y para cuya vida estas posesiones significan mucho. Las dos cosas

son inseparables. Un rico de esta clase, dice Jesús, está en sumo peligro.

Jesús sabe que los bienes no son una magnitud neutral, una acumulación de dinero, o

de casas, o de acciones, o de joyas, o de lo que sea. Los bienes tienen un poder seductor

que procura subyugar al hombre. Así habla Jesús de Mammón, que incluso entra en

competencia con Dios (6,24c). Nadie puede sustraerse a esta resaca seductora, si no se

aparta por completo de ella, y no se adhiere a Dios.

Una imagen drástica expresa lo antedicho. Exagera consciente y desmedidamente, y con

todo quiere ser tomada como una imagen. Un camello no pasa nunca por el ojo minúsculo

de una aguja. ¿Quiere esto decir que ningún rico conseguirá su objetivo por principio? esta

interpretación contradiría la primera frase, que se limita a decir que un rico difícilmente

entra en el reino de los cielos. La imagen no dice que nadie lo logre, sino que las

probabilidades son sumamente exiguas. Estas palabras quieren agitar, sacudir, hacer que

caigamos en la cuenta de la gravedad de la situación. El joven ha encallado en este

escollo, a pesar de hacer una pregunta tan radical y de estar dispuesto para una orden muy

exigente del Maestro. Su apego a los bienes lo ha desvalorizado todo y le ha impedido

recorrer el camino que conduce a la vida eterna. Este ejemplo y las graves palabras del

Señor sobre los ricos tienen que ser como un estímulo en la carne para todos los que se

encuentran en una situación semejante a la del joven rico...

La sentencia de Jesús aterroriza a los discípulos. Nos vienen a

la memoria las palabras sombrías de la puerta estrecha y del camino angosto (7,13s). ¿Son

quizás muy pocos los que se salvan (cf. Lc 13,23) o quizás no hay nadie que se salve?

Es preciso experimentar en sí mismo este temor. El salvarse no es algo natural y evidente;

el hombre no puede invocar en favor suyo ningún derecho ni abrigar esperanza alguna.

Muchas almas escogidas experimentaron dolorosamente tan terrible incertidumbre.

La respuesta del Maestro no da ningún consuelo humano ni sosiega la cuestión

discutida. No obstante, libera al hombre de la angustia y del temor. Siempre es lo mismo:

hay que confiar enteramente en Dios. Así como quien realmente tiene fe, confía

enteramente en Dios, así también el que teme seriamente por su vida. En Dios todo es

posible. El destino del hombre sólo está en manos de Dios. El conocimiento de esta verdad

no conduce a una angustia servil, o a una cruel mutilación de sí mismo, sino a la libertad de

los hijos de Dios. Dios no es un maestro de escuela, ni un tirano, sino un padre.

c) Recompensa por renunciar a todo (19,27-30).

Page 223: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

27 Entonces tomó la palabra Pedro y le dijo: Pues mira:

nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué

habrá, pues, para nosotros? 28 Jesús les contestó: Os lo

aseguro: cuando el Hijo del hombre se siente en su trono

glorioso, en la regeneración, vosotros los que me habéis

seguido, también os sentaréis en doce tronos, para juzgar a

las doce tribus de Israel.

La pregunta de Pedro no es tan dura como la de los hijos de Zebedeo (Mc 10,37), pero

también proviene de «abajo». En esta pregunta no se nombra la recompensa, pero se hace

alusión a ella. Ellos lo han dejado todo y han seguido el llamamiento de Jesús; el joven rico

no supo desprenderse de sí mismo y por eso se negó a seguir el llamamiento. Esta vez

Jesús no rechaza bruscamente la pregunta, como lo hizo con Pedro hablando del tema de

la pasión (16,23) y como lo hará con los hijos de Zebedeo (20,20-24). El que ha dejado,

recibirá (19,29). El que ha seguido a Jesús en la humillación, compartirá su gloria (19,28).

Esta es la doble respuesta a la pregunta de Pedro (*).

Para el fin del tiempo en este mundo y para el paso al mundo nuevo san Mateo emplea

en la mayoría de los casos la palabra parusía (por ejemplo 24,3.37). Aquí encontramos la

extraña palabra regeneración. El primero de estos dos vocablos alude sobre todo al

acontecimiento único, que inicia la transformación del mundo, este segundo vocablo se

refiere a la restauración del mundo según su estado primitivo. El mundo es engendrado por

segunda vez, después que estén dominadas las fuerzas caóticas, como la primera vez fue

engendrado del caos con una belleza inmaculada y con un orden armónico. La segunda

creación será como la primera, es decir la producción del mundo al principio sólo puede

compararse con la acción revolucionaria de Dios, la cual abarca todo el cosmos (Gén

1,,4a). Pero la gloria del mundo nuevo será todavía mayor que la del antiguo, del que ya se

pudo decir: «Y vio Dios todas las cosas que había hecho y eran buenas en gran manera»

(Gén 1,31a). Porque el mundo nuevo debe subsistir con una duración eterna.

La regeneración se inicia con la venida del Hijo del hombre y se pone en vigor con su

juicio. El Hijo del hombre estará sentado en su trono de gloria (25,31) y pronunciará la

sentencia. Los doce se sentarán junto a él como asistentes y pronunciarán con el juez la

sentencia. Antes se ha dicho: «Quién a vosotros recibe, a mí me recibe; y quien a mí me

recibe, recibe a aquel que me envió» (10, 40). Esta unidad entre el Padre que envía, el

Mesías enviado y los apóstoles vale en la humillación y valdrá luego en la gloria. El Mesías

se ha declarado en favor de ellos y se les ha identificado con su actuación de un modo tan

íntimo que ahora pueden declararse ellos en favor de él en el juicio e identificarse con su

sentencia. Esto en realidad es recompensa del seguimiento: seguimiento hasta lo profundo

de la pasión, del desprecio, e incluso hasta la impotencia de la muerte, luego hasta la altura

de la gloria y del poderío en el trono del Mesías al fin de los tiempos.

El pueblo de Dios constaba de doce tribus, tal como tuvo su origen en el padre Jacob,

según testimonio de la Escritura. Las doce tribus tienen que ser reunidas al final de los

tiempos, en ellas se presentará el pueblo de Dios en la gloria. Pero las doce tribus, de las

que aquí habla Jesús, son las tribus del nuevo Israel, engendrado por Dios y redimido por

Jesús. Es una gran imagen que se ofrece a Pedro. También es una imagen que la Iglesia

peregrina edificada sobre el cimiento de los apóstoles y profetas (Ef 2,20), tiene ante los

ojos, ya que marcha hacia el juicio de su Señor y de sus apóstoles...

Page 224: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

..............

* El v. 28 ha sido insertado por san Mateo en el orden de san Marcos y así convierte la

respuesta de Jesús en

una respuesta doble. La sentencia no habla de cualquiera que haya dejado casas y hermanos,

etc. (19,29), sino solamente de los doce. Tampoco habla de la recompensa personal, cuando

termine el tiempo, sino del cargo de juzgar con el Hijo del hombre en su segunda venida. Así se

abre una grieta entre las dos respuestas, por una parte el versículo 28, por otra parte el versículo

29s. Una variante que se desvía mucho de 19,28 se encuentra en Lc 22,28 30, cf. lo que en ella

se dice.

...........

29 Y todo aquel que por mi nombre haya dejado casas, o

hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o campos,

recibirá mucho más y heredará vida eterna. 30 Pues muchos

primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.

La segunda respuesta habla en primer lugar de lo que se ha dejado por amor de Jesús;

es decir por causa de la íntima solidaridad con él y del servicio a su palabra (Cf. la

distinción que se hace entre ambas cosan en Mc 10,29). Se nombran sin interrupción

vínculos familiares y bienes terrenales. Que los hijos se separen de los padres o que el

campesino abandone su casa y sus tierras es lo mismo para el caso. La enumeración

podría ser más larga. Lo que importa no es lo que se deja, sino por qué se deja, importa la

relación con el Mesías y el empleo de la propia persona en su seguimiento. Distinto es lo

que se reclama y cuánto se reclama; pero en ningún caso se da sin que se reciba, en

cambio, el céntuplo. No para que el discípulo trabaje por esta recompensa, sino para que

siempre crea más en la riqueza mayor y en la magnanimidad de Dios, que constantemente

aventaja al hombre. No trabajamos por la recompensa. Pero trabajamos por Dios, que

también es nuestra recompensa.

Esta recompensa no se divide en una recompensa terrenal y otra eterna (como en

/Mc/10/30). San Mateo solamente nombra la única amplia recompensa de la vida

verdadera, de la vida eternal. Esta vida es mucho más de lo que aquí ahora se podría dejar.

La pregunta del joven rico versaba sobre el camino hacia la vida eterna (19,16). La orden

de Jesús prescribía al joven que dejara lo que poseía y le siguiera. Los discípulos lo han

hecho y no sólo han dejado los bienes terrenales. Obtienen la promesa de alcanzar el

verdadero objetivo. ¡Qué esperanza se contiene en esta promesa para todos los que están

seriamente preocupados por su salvación!

El hombre no tiene una última seguridad sobre si se salva y logra la solidaridad con Dios.

Siempre perdura una tensión entre la esperanza de conseguir estos fines y la experiencia

de ser insuficiente ante la pretensión que implica esta esperanza. A pesar de esta

inseguridad general que perdura, estas palabras también dan una seguridad libertadora.

Estas palabras de la recompensa puede referirlas a sí mismo el que pueda decir de si como

Pedro que realmente lo ha dejado todo por amor de Jesús. Dios no olvida ni siquiera las

múltiples acciones ínfimas. ¡Cuánto menos olvidará la única gran acción de la renuncia en

el seguimiento!

Esto se manifestará en la regeneración del mundo. Entonces tendrá lugar una gran

revalorización. Muchos que aquí eran los primeros, allí serán últimos, es decir los que serán

arrojados fuera. Y muchos que eran los últimos, serán primeros, es decir los coherederos

Page 225: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de Cristo en el reino de Dios. Lo ganará todo el que todo lo dejó, perderá su vida el que la

buscó, la encontrará el que la perdió.

4. PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA (MT. 20/01-16).

1. El reino de los cielos se parece a un propietario que salió

muy de mañana a contratar obreros para su viña. 2 Y

habiendo convenido con ellos a denario la jornada, los envió a

su viña. 3 Salió luego hacia la hora tercia y, al ver a otros que

estaban en la plaza desocupados, 4 les dijo igualmente: Id

también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. 5 Y

ellos fueron. Nuevamente salió hacia la hora sexta y a la

nona, e hizo exactamente igual. 6 Salió aún hacia la hora

undécima y encontró a otros que estaban allí, y les pregunta:

¿Cómo estáis aquí todo el día sin trabajar? 7 Ellos le

responden: Es que nadie nos ha contratado. El les dice: Id

también vosotros a la viña. 8 Al atardecer, dice el señor de la

viña a su administrador: Llama a los obreros y págales el

jornal, comenzando por los últimos y acabando por los

primeros. 9 Llegaron, pues, los de la hora undécima y

recibieron cada uno un denario. 10 Cuando llegaron los

primeros, pensaron que recibirían más; pero también ellos

recibieron cada uno un denario. 11 Después de haberlo

recibido, protestaban contra el propietario, 12 diciendo: Estos

últimos trabajaron una sola hora, y los has igualado a

nosotros, que hemos aguantado el peso de la jornada y el

calor. 13 Él le contestó a uno de ellos: Amigo, yo no te hago

ninguna injusticia. ¿Acaso no conviniste conmigo en un

denario? 14 Pues toma lo tuyo y vete. Yo quiero darle a este

último lo mismo que a ti. 15 ¿Es que yo no puedo hacer en

mis asuntos lo que quiera? ¿O es tu ojo malo, porque yo soy

bueno? 16 De esta suerte, los últimos serán primeros, y los

primeros últimos.

(En algunos manuscritos a continuación del v. 16 siguen las siguientes palabras: «Porque

muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.» Esta frase ciertamente no forma parte del

versículo 16, sino que procede de Mt 22,1).

El pasaje anterior concluyó con la frase: «Muchos primeros

serán últimos, y muchos últimos primeros» (19,30). Quizás fue únicamente esta frase la que

indujo al evangelista a insertar la parábola en este pasaje. En la parábola se paga el jornal

primero a los últimos y en postrer lugar a los primeros. Ésta es también la única

coincidencia, que se da entre la sentencia y la narración. El evangelista concluye la

parábola con la misma frase (20,16), luego probablemente ha empleado esta frase como

idea directriz y así ha remachado los versículos sobre el seguimiento con la parábola de los

obreros. Pero la importancia de esta parábola está orientada en otra dirección. Para

entenderla tenemos que prescindir de esta frase final; por tanto tenemos que procurar

explicarla sin el versículo 16.

Page 226: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

No obstante hemos de preguntarnos si el lugar actual está elegido con mucha

oportunidad. En la pregunta de Pedro se trató de la recompensa (19,27), en la parábola

también se trata de lo mismo. Allí Jesús en su respuesta habló de una recompensa muy

superior, que es la vida eterna (19,29). Aquí al último se le da un jornal que es mucho

mayor del que puede esperar la justicia. Allí en la frase final (19,30) se invirtió la norma

humana mediante la decisión divina, aquí sucede lo mismo. Así pues, el relato está

interiormente enlazado con lo precedente por medio de varios hilos. Escucharemos la

parábola tal como nos la da a entender el evangelista, es decir como ulterior instrucción

sobre la recompensa de Dios para los discípulos, y también sobre nuestra recompensa,

que esperamos conseguir.

El suceso que Jesús describe está tomado de la vida real, como en la mayoría de las

parábolas. En efecto, hay hombres que en el mercado aguardan que alguien les contrate

como jornaleros. Un denario corresponde al salario medio de un día de trabajo. Se puede

comprender que el dueño de la viña contrate obreros varias veces, porque la necesidad

eventual de trabajo es muy grande, si se piensa en el tiempo de la vendimia. Suena algo

raro que el dueño de la viña contrate obreros hacia la hora nona, más aún hacia la hora

undécima. No es probable que poco antes de terminar el trabajo, todavía haya hombres

que esperen ganar algo aquel día. Tampoco es probable que el dueño de la viña recorra

por cuarta vez el camino del mercado. Con todo se fundan estos rasgos en la disposición

del relato. Explican el suceso sin hacerlo inverosímil.

Sólo con los primeros trabajadores se concierta el jornal; de los segundos sólo se dice

sin precisar que recibirán lo que sea justo. También esto prepara la liquidación del salario

tal como debe efectuarse al final del relato, que se narra minuciosamente y de un modo

diáfano en conjunto, pero sólo como preparación para el punto principal. El pago de los

jornales al atardecer nos indica el objeto de la parábola. El dueño encarga a su

administrador que después de terminar el trabajo pague el jornal comenzando por los

últimos y acabando por los primeros. Tiene que seguirse este orden, para que los primeros

vean cómo se paga a los últimos, cuando aquellos aún no se hayan ido con su sueldo.

Mientras se les paga, se advierte en seguida la indignación de los obreros y también

nuestro asombro. Los últimos cobran el mismo jornal que se concertó con los primeros, un

denario por el corto tiempo de trabajo. Es muy comprensible que se levante una

murmuración. Los siguientes esperan cobrar más, puesto que a los últimos ya se les ha

pagado un denario. Pero todos cobran lo mismo. La conducta del dueño de la viña se

puede llamar arbitrariedad extravagante, enorme despreocupación o injusticia directamente

social. Así piensan aquí los obreros, así piensa el hombre en general. ¿Cómo se justificará

el dueño? Nuestra conciencia social sumamente sensible está intranquila.

En la respuesta en primer lugar se trata de la cuestión de la

justicia. A los primeros no se les hace ningún agravio por el hecho de que se les pagara el

jornal que se había concertado, o sea un denario por la jornada. Aunque los otros

recibieran lo mismo, no por eso se perjudica a los primeros. El propietario también ha

conocido y manifestado que los murmuradores en fin de cuentas no protestaban por ver

que se quebrantaba la justicia, sino por envidia personal. ¿O es tu ojo malo...? El ojo-malo

revela una mala manera de pensar o un corazón ofuscado. «Pero si tu ojo está enfermo,

todo tu cuerpo quedará en tinieblas» (6,23a). La indignación no la ha causado el celo por el

debido orden sino la rivalidad y la malicia. Pero eso sólo es una parte de la respuesta.

La parte principal está en el contraste entre los dos miembros siguientes: ¿O es tu ojo

malo, porque yo soy bueno? El propietario no procedió por un capricho inconsiderado o por

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una injusticia consciente, sino por bondad. Eso es lo que propiamente importa. El

propietario no quiso dañar a los primeros, sino que quiso ser generoso con los demás. Su

manera de pensar ya no se revela como la manera de pensar de un propietario rural

terreno, sino como la manera de pensar del Padre divino. El propietario rural no podría

decir de sí tranquilamente: «¿Es que yo no puedo hacer en mis asuntos lo que quiera?»

Pero Dios sí puede hacer lo que quiera. Porque la recompensa que él tiene que dar, no hay

que conseguirla por causa de la justicia, sino por razón de la gracia. No se puede merecer

la vida eterna, sino que se adjudica al hombre como don libre. En la vida eterna dejan de

existir la lógica humana y la inteligencia calculadora, más aún, deben ser superadas

directamente en esta pregunta del propietario. En Dios están vigentes otras reglas. porque

Dios piensa de otra manera. Y tiene que pensar de otra manera, porque su recompensa es

distinta del jornal pagado por el rendimiento del trabajo del hombre.

El Dios propietario puede regalar libremente lo que quiera. Y el hombre no le puede

impedir que dé a quien quiera y cuanto quiera. Lo único que debemos saber es que Dios da

por bondad. Sólo podemos fiarnos de la bondad de Dios y contar sólo con ella. Nunca se

puede contar con el rendimiento del propio trabajo, con el supuesto titulo jurídico, con la

correspondencia entre rendimiento y jornal. Estas cosas son muy importantes para el orden

de nuestra vida entre los hombres, pero tienen muy poco valor y son inválidas en el orden

divino de la gracia, y nuestra parábola sólo habla de este orden. Contiene una de las

grandes revelaciones de Dios y de su modo de pensar como la contiene la parábola del

deudor despiadado (18,22-35), aunque sea de una forma distinta. Los rabinos calculaban la

recompensa y establecían para cada obra buena un correspondiente sueldo divino.

Mediante la parábola se suprime este modo de pensar sobre la recompensa.

¿Qué podríamos esperar, si se pagara la recompensa según nuestro rendimiento? ¡Qué

esperanza puede tener ahora quien crea que Dios también puede proceder con él por

bondad y que no tiene que proceder por justicia!

(Págs. 169-184)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 36

6. LA AMBICIÓN DE LOS Discípulos

Y EL PRECEPTO DE SERVIR (20,20-28).

a) Los hijos de Zebedeo (Mt/20/20-23).

En san Marcos vienen los dos hermanos, Santiago y Juan, a Jesús y le

exponen su petición. En san Mateo es la madre de los dos hijos la que ruega por ellos. El

texto de san Marcos es más original, y sólo se puede entender bien el cambio propio del

evangelista san Mateo en el sentido que no quiere hacer quedar mal a los dos discípulos.

Eso también puede observarse claramente en otros pasajes.

20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se

postró ante él para pedirle algo. 21 Él le preguntó: ¿Qué es lo que quieres? Ella

le dice: Di que estos dos hijos míos se sienten en tu reino el uno a tu derecha y el

otro a tu izquierda. 22 Pero Jesús contestó: No sabéis lo que pedís. ¿Sois

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capaces de beber el cáliz que yo tengo que beber? Ellos le responden: Sí que lo

somos. 23 Él les replica: Cierto; beberéis mi cáliz. Pero el sentarse a mi derecha

y a mi izquierda no es cosa mía el concederlo; eso es para aquellos a quienes se

lo ha reservado mi Padre.

Tres veces anuncia Jesús su pasión, y tres veces no es comprendido. Al primer

anuncio sigue la enérgica objeción de Pedro, que Jesús rechaza tan bruscamente (16,22s).

En san Marcos al segundo anuncio siguió el vergonzoso diálogo de los discípulos entre sí

sobre quién es el mayor, y la enseñanza de Jesús (Mc 9,33-35). San Mateo ha aflojado un

poco esta conexión intercalando el diálogo sobre la contribución del templo (17,24-27). El

tercer anuncio es contestado con la petición de los hijos de Zebedeo. ¡Qué mala

inteligencia! Jesús piensa en el oprobio, ellos piensan en su honor. Él va al encuentro del

madero de la cruz, ellos esperan ocupar los sitios del trono de la gloria. No han entendido

nada ni entenderán nada hasta que se les aparezca Jesús resucitado. Ellos piensan desde

abajo, Jesús desde arriba. Lo que para ellos es objetivo de su ambición, para Jesús es

recompensa libremente otorgada a la obediencia: estar sentado en el trono.

El camino hacia la gloria va por el valle sombrío de la humillación. No sabéis lo que

pedís. Antes se tiene que vaciar el cáliz. Jesús está a punto de beberlo. Pedirá angustiado

que pase de él «este cáliz» (26,29). Tan difícil le resulta coger la copa. Pero los dos

hermanos dicen con audacia: Podemos beberlo. Quizás con la ufanía con que habló Pedro

en el lago: Mándame ir a ti sobre el agua (14,28). Pero quizás también porque no saben lo

que contiene este cáliz: la bebida preparada por la ira de Dios.

Ni siquiera quien se identificó con Jesús en la muerte, tiene derecho a determinados

sitios en la gloria. Éstos sólo los concede el Padre. Él está de un modo soberano por

encima de todo, por encima de la marcha hacia Jerusalén y de los acontecimientos que allí

tendrán lugar, también está por encima del orden del tiempo en el mundo nuevo. Jesús

sabe que entrará en la gloria. Lo sabe con la misma seguridad con que predice su

resurrección (20,19). Así como será resucitado por el Padre, así también será entronizado

por él como Señor y juez. Eso también puede aplicarse a los suyos, especialmente a los

doce, a quienes ya se les ha prometido que se sentarán con él en su trono y juzgarán a las

doce tribus de Israel (19,28). El Padre está por encima de todo. En la humillación y en el

ensalzamiento, sólo su voluntad prevalece.

b) El precepto de servir (Mt/20/24-28).

24 Cuando lo oyeron los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. 25

Pero Jesús los llamó junto a sí y les dijo: Ya sabéis que los jefes de las naciones

las rigen con despotismo, y que los grandes abusan de su autoridad sobre ellas.

26 Pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera entre vosotros

ser grande, sea vuestro servidor, 27 y el que quiera entre vosotros ser primero,

sea vuestro esclavo.

Los otros diez apóstoles se enojan. Tienen la petición por

temeraria. ¿Acaso ya habían «entendido»? ¿O es que consideran la manera de proceder

de los dos como competencia y todavía no se ha extinguido la controversia entre ellos

sobre quién es el mayor (Mc 9,33s)? El Maestro añade una instrucción, que constituye una

de las mayores enseñanzas que le debemos. Se descubre la ley fundamental de los

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discípulos, la nueva manera de pensar de los creyentes, la nueva ordenación del pueblo de

Dios, que es la Iglesia. Se evoca un impresionante contraste: a un lado, la imagen más

contundente de la corrompida autoridad humana; a otro, la imagen del esclavo servidor. Se

ejerce la autoridad humana mediante la opresión, el poder del dominador se lleva a cabo

por la impotencia de los dominados. Cuanto más grande es la privación de poder de los

súbditos, tanto más ilimitado es el ejercicio de la autoridad del dominador. ¡Cuántos

ejemplos en la historia!

Aquí se dice con energía: Pero no ha de ser así entre vosotros. Lo contrario es lo que

aquí vale. El que quiere ser poderoso debe despojarse del poder, el que quiere ser grande

debe hacerse pequeño, el que quiere pasar por primero debe hacerse el último. El nuevo

espíritu es el espíritu de servicio. La nueva ley es la ley de la entrega a los demás. La

verdadera grandeza es la pequeñez. El verdadero dominio consiste en servir.

Todo eso parece paradójico y lo es, en efecto. El hombre natural se rebela contra esta

concepción, y con ello muestra que todavía no se ha encontrado a sí mismo ni a su

vocación humana. Porque el que pierde su vida, la encontrará (16,25). El discípulo se

encuentra al desasirse de sí mismo. Se libera de sí esclavizándose al servicio del prójimo

(cf. Gál 6,13).

28 De la misma manera que el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a

servir y a dar la vida en rescate de muchos.

Las palabras del Maestro a los discípulos podrían resultar vacías e ineficaces, si para

ellas no hubiera un ejemplo vivido de un modo convincente. Se podrían tener estas

palabras por deliberadas exageraciones, destinadas sólo a sacudir los ánimos, si no se

hubiesen cumplido al pie de la letra. La doctrina no exige un ideal inasequible, sino que

puede ser comprobado en la vida de un hombre. El mismo Jesús es quien vive según esta

ley. Vive como prototipo y modelo de la Iglesia. No ha venido para ser señor, sino siervo. Su

misión está dirigida a servir. La voluntad que gobierna en él y por la que él «vino» es una

voluntad pronta para el servicio. La vocación de Jesús es servir. En el cenáculo él, que es

el Señor y Maestro, prestará el servicio del esclavo y lavará los pies a los doce

(/Jn/13/01-15). El primero pasa a ser el último, el Señor de todos viene a ser el servidor de

todos. «Porque ejemplo os he dado, para que, como yo he hecho con vosotros, también

vosotros lo hagáis. De verdad os lo aseguro: el esclavo no es mayor que su señor, ni el

enviado mayor que el que lo envía. Si entendéis esto, dichosos seréis practicándolo» (Jn

13,15-17).

Este servicio llega hasta la última posibilidad, a saber, la muerte. De estas palabras se

deduce con claridad lo que propiamente animaba a Jesús: no lo impulsaba por el camino

del Gólgota una necesidad ciega, aceptada por pura obediencia; era la necesidad del amor

que ha salido del Padre y ha entrado en el Hijo. El Hijo también recorre el camino por

propia decisión, porque ama como ama el Padre. No se le despoja de la propia vida por la

fuerza, sino que él la da como don de amor. El Hijo del hombre vino a dar su vida...

Ningún hombre tiene posibilidad de pagar como rescate algo que tenga el mismo valor

que su propia vida, la cual, cuando se ha perdido no puede volver a compararse; sino que

sigue en la muerte. Cuando esto tiene lugar en forma definitiva, es decir, cuando está

corrompido por la culpa y el egoísmo, no podrá conseguir la auténtica vida eterna (cf. 16,

26). Necesita que otro pague el rescate. Éste otro es el único que puede hacerlo, el Hijo del

hombre. El amor le impulsa al servicio, y el servicio le impele hasta la entrega de la vida,

Page 230: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

pero la entrega de la vida como rescate para los demás.

El Nuevo Testamento, ofrece diferentes imágenes que ilustran la obra de Cristo. En él

encontramos la expresión de desatar o soltar, que se aplicaba a la redención de un esclavo

o de una persona privada de libertad. Se compraba la libertad por una suma determinada,

el rescate. Aquí se paga el precio de una vida, y con él se compra la inmunidad de la

muerte.

En el texto se dice: en rescate de muchos. Con estas palabras se contrapone el único

a los otros muchos. Sabemos que estos muchos son todos, porque nadie puede procurarse

el precio del rescate para su vida malograda. Pero a esta acción sustituta, desinteresada,

de Jesús corresponde abundante fruto. Lo que ocurrió en los sentimientos por el amor a

todos, también en el efecto redunda en provecho de todos. Así se expresa el libro de Isaías

hablando del «siervo de Yahveh». Con esta figura, el mismo Jesús y la Iglesia posterior a él

conocen que existe un trueque misterioso entre la acción del único y su eficacia para

muchos. Una magnífica herencia y un rico botín son el fruto de la entrega de la vida: «Por

tanto, le daré como porción suya una gran muchedumbre, y recibirá innumerables gentes

por botín; pues que ha entregado su vida a la muerte, y ha sido confundido con los

facinerosos, y ha tomado sobre sí los pecados de todos, y ha rogado por los

transgresores» (Is 53,12).

El apóstol san Pablo dirige una mirada a la figura de Adán, más lejana aún que la del

siervo de Yahveh. Desde Adán se le presenta en forma nueva la acción de Cristo, en la que

reconoce la contrapartida de la acción de Adán: «Así pues, como por la falta de uno solo

recayó sobre todos los hombres la condenación, así también por la acción justa de uno solo

recae sobre todos los hombres la justificación que da vida. Pues, al igual que por la

desobediencia de un solo hombre la humanidad quedó constituida pecadora, así también

por la obediencia de uno solo la humanidad quedará constituida justa» (Rom 5,18s). Si el

discípulo tiene esta figura ante los ojos, ya no tendrá la ley fundamental del cristiano por

exageración retórica, sino por regla de su propia vida. Se propone al discípulo el modelo de

su Señor, al lado del cual tienen que palidecer todos los demás modelos e ideales. Lo que

decimos del discípulo vale también de la Iglesia, que debe presentarse al mundo como un

don del amor.

7. CURACIÓN DE DOS CIEGOS (Mt/20/29-34).

29 Al salir ellos de Jericó, lo siguió mucha gente. 30 Y en esto, dos ciegos que

estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que pasaba Jesús, se pusieron

a gritar: ¡Señor! ¡Hijo de David! ¡Ten compasión de nosotros! 31 El pueblo los

reprendió para que callaran; pero ellos gritaban más fuerte: ¡Señor! Hijo de

David! ¡Ten compasión de nosotros! 32 Jesús se detuvo, los mandó llamar y les

dijo: ¿Qué queréis que os haga? 33 Ellos le contestan: ¡Señor, que se nos abran

los ojos! 34 Jesús, movido a compasión, les tocó los ojos, y al momento

recobraron la vista y lo siguieron.

Jericó está en el fondo del valle del Jordán. Es una de las

ciudades más antiguas de Palestina, que durante la conquista de la tierra prometida cayó

en manos de Josué (Jos 2,1ss; 6,7). ¡Cuán distintas las circunstancias del paso del

Maestro con su pequeña y pacífica comitiva!

A partir de Jericó se sube por una cuesta a través de montes agrestes, escarpados y sin

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árboles hacia Jerusalén. Se deja la depresión del Jordán (19,1) y la primera ciudad que se

encuentra es Jerusalén, construida en lo alto, en la que Jesús entrará triunfalmente (21,1).

Este milagro de Jericó parece que se haya grabado profundamente en la tradición. San

Marcos incluso puede transmitir un nombre: Bartimeo, es decir el hijo de Timeo (Mc 10,46)

(*).

La gente ordenaron a los dos ciegos que guardaran silencio para no molestar al Maestro

ni llamar la atención. Los dos ciegos no hacen caso del mandato, sino que gritan todavía

con mayor fuerza. Aumenta la indignación. De repente cambia la escena, ya que Jesús se

detiene y los manda llamar. Primero la indignación concentrada de la multitud, ahora la

benevolencia de uno solo. Ahora no hay nada más importante que ayudarlos, ni la prisa del

camino, ni la consideración a la gente, ni el formalismo con los hombres torpes.

Su fe en el Hijo de David, el Mesías, les ha hecho pedir misericordia sin cansarse. Esta

fe es recompensada. Jesús les toca ligeramente los ojos, y recobran su vista. Gozando de

la facultad de ver se unen a la comitiva y siguen a Jesús. Siendo ciegos entendieron,

porque reconocieron en Jesús al hijo de David. Gozando de la facultad de ver le siguen en

el camino hacia Jerusalén. Ahora no solamente ven al Mesías de Israel con la luz de sus

ojos recuperada, sino que se ponen a seguir al Maestro, que es lo mismo que seguir la

cruz.

.............. * San Mateo informa de la curación de dos ciegos, en san Marcos sólo se habla de uno. En la precedente

curación de ciegos (9,27-31) también eran dos los ciegos. Puesto que en la curación de endemoniados de

Gádara también eran dos los posesos, se tiene que suponer que san Mateo cada vez lo ha delineado así

conscientemente, sin duda a causa de la regla del Antiguo Testamento según la cual un estado de cosas sólo

puede ser corroborado legalmente por la declaración de dos testigos (Dt 19,15).

.........

Il. ENTRADA EN JERUSALÉN (21,2).

1. LLEGADA DE JESÚS A LA CIUDAD SANTA (Mt 21, 01-17).

En el Evangelio de san Mateo, el relato de la entrada corresponde a Mc 11,1-11. San

Mateo amplió el pasaje con distintas adiciones realzando sobre todo con más vigor su

trascendencia. A diferencia de san Marcos (Mc 11,15-19), inmediatamente añade la

purificación del templo, después de la entrada de Jesús en la ciudad (21,12s). Mientras que

san Marcos solamente dice que Jesús entra en la ciudad y en el templo y que «lo observó

todo» (Mc 11,1), san Mateo da mayor realce a la estancia en el templo, haciendo de ella

una parte propia e importante. Jesús, después de presentarse, no sólo toma posesión de la

ciudad, sino también del templo como Mesías, restablece su pureza, cura enfermos en él,

recibe el homenaje mesiánico de labios de los niños (21,14-16). Así pues, el fin propio del

relato de Mateo es el templo y la revelaci6n mesiánica realizada en él.

Concluye la sección con un hecho del día siguiente, la maldici6n de la higuera y el

diálogo sobre la fe, que san Mateo compendia (21,18-22), mientras que en san Marcos

estaba separada por medio de la purificaci6n del templo (cf. Mc 11,12-25). Así la

descripción de san Mateo resulta más cerrada y efectiva.

a) La entrada del Mesías (Mt/21/01-11).

Page 232: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

1 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los

Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a esa aldea que

está frente a vosotros, y en seguida encontraréis una burra atada y un pollino con

ella; desatadla y traédmelos. 3 Y si alguien os dice algo, responderéis: El Señor

los necesita, pero enseguida los devolverá. 4 Esto sucedió para que se cumpliera

lo anunciado por el profeta cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sión: Mira que tu rey

viene a ti, lleno de mansedumbre y montado en un asna y en un pollino, hijo de

una bestia de carga (Zac 9,9).

Según el relato de los tres primeros evangelistas Jesús aún no

habría estado en Jerusalén durante su vida pública. (El Evangelio de san Juan informa de

cuatro visitas diferentes a la ciudad santa: Jn 2,13; 5,1; 6,4; 11,55). Así resulta más

significativa esta hora. La pequeña comitiva se acerca a la ciudad por el camino habitual de

los viajeros y de los peregrinos que iban a celebrar la fiesta de la pascua. Después de la

ruta rocosa, solitaria y montañosa, se llega a la altura del monte de los Olivos y se ve

enfrente la ciudad única en su género, separada por la profunda grieta del valle del Cedrón.

Jesús antes de disponerse para la entrada, manda a dos discípulos que vayan a buscar

una cabalgadura para este fin. Eso es muy inusitado, porque de ordinario los peregrinos.

que se reúnen en la ciudad para la fiesta de la pascua, van a pie. La entrada será

desacostumbrada.

Los discípulos deben ir a buscar una burra y un pollino. Podemos ver lo que eso significa

por un texto del profeta Zacarías, que san Mateo cita literalmente (21,5). Los escribas

también veían en estas palabras un vaticinio del Mesías. El Mesías no vendrá a la hija de

Sión ufano sobre un corcel, después de una batalla victoriosa, sino humilde y apacible,

sobre una burra. Hasta ahora Jesús nunca ha dicho en público que él es el Mesías y sólo

de los discípulos ha aceptado la explícita confesión, pero ahora prepara conscientemente

una pública manifestación mesiánica. En la figura del rabino de Galilea montado en la burra

deben reconocer los peregrinos al rey por las palabras del profeta (*).

¿Se concede, pues, a Israel y a la ciudad de Jerusalén una señal, que antes Jesús, por

dos veces (12,38ss; 16,1-4), había rehusado dar? Antes Jesús sólo había anunciado la

señal de Jonás, que era la única que podía esperar esta generación. De este modo se

hacía alusión al juicio del Hijo del hombre, que ya tendrá lugar en la crucifixión de Jesús y

después en su segunda venida. Esta señal que aquí se da solamente está destinada a los

creyentes, no a los incrédulos. Esta generación se ha negado a creer y tampoco quedará

convencida con esta señal. Pero los que ya pertenecían a él y le habían reconocido, más

tarde sabrán con absoluta claridad que realmente era el Mesías el que entró en Jerusalén.

También es desacostumbrado el modo con que Jesús se ha procurado el animal. En

virtud de su dignidad ve cerca lo que está lejos y recurre a la facultad de disponer del

animal. Si se presentan objeciones, los discípulos deben decir que el Señor necesita los

animales. Jesús hasta ahora nunca había usado para sí este nombre de soberanía Kyrios,

Señor. Pero ahora también ha llegado la hora de usarlo.

Un nuevo rasgo resplandece en la figura del Mesías. Desde un principio aquí todo está

determinado, rebosante de soberanía, todo es significativo. Aunque Jesús viene montado

en la humilde cabalgadura, él es el Señor. Esta generación ahora no lo reconoce, sino que

se enterará el día del juicio de que era el que vino «en el nombre del Señor» y, por tanto,

también como el Kyrios.

Page 233: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

..............

* El profeta habla con el paralelismo de un asna y de un animal joven, el pollino. Desde luego no quiere decir

dos cabalgaduras, sino una. Pero en san Mateo son dos, «una burra atada, y un pollino con ella». Apenas nos lo

podemos imaginar y no corresponde al acontecimiento histórico que se emplearan dos cabalgaduras. Pero se

redactó así para indicar el cumplimiento de lo que dice el profeta del modo más literal posible.

...........

6 Fueron, pues, los discípulos e hicieron conforme les había mandado Jesús: 7

trajeron la burra y el pollino, pusieron sobre ellos los mantos, y Jesús se montó

encima. 8 El pueblo, en su gran mayoría, extendió por el camino sus mantos,

mientras otros cortaban ramas de los árboles para alfombrar el camino. 9 La

gente que iba delante, igual que la que iba detrás, gritaba diciendo: ¡Hosanna al

Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

En vez de una silla de montar, los discípulos ponen vestidos sobre los animales, y Jesús

se sienta encima de los vestidos. Una numerosa multitud, sobre todo peregrinos de Galilea,

que vienen a celebrar la fiesta por el mismo camino y con la misma finalidad, extienden

vestidos en el camino, y otros lo cubren con ramas de árboles. Sin palabras ya denotan la

importancia de esta entrada. A pesar de la sencillez de las circunstancias parece que

comprendan la magnitud del acontecimiento. El que está sentado humildemente en una

burra es más que un jefe del ejército que regresa a su casa después del victorioso

combate, y es más que un rey que toma posesión de la capital del país subyugado. A éstos

en la antigüedad se les preparaba triunfales recibimientos. Pero ¿quién es éste, que por

primera vez entra en la ciudad? Las voces de los peregrinos lo hacen saber.

Se da la bienvenida al Hijo de David. El Hijo de David es el Mesías, es su título

inconfundible. Así lo han llamado los dos ciegos delante de los que veían (9,27; 20,30s), así

lo reconoció aquella mujer en país pagano delante de los hijos, las ovejas perdidas de la

casa de Israel (15,22), sólo una vez se formuló la pregunta de si lo es o no (12,23). En esta

ocasión se pregona en voz alta (*).

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Con este clamor saludaba la ciudad

los grupos de peregrinos que iban llegando. Cada uno venía en el nombre de Yahveh, a

quien quería adorar en Jerusalén. Pero este peregrino montado en la cabalgadura es

bendito sobre todos. Ningún otro ha de ser recibido como Hijo de David con tal expectación

y esperanza, porque ningún otro viene como él en el nombre del Señor. En esta hora sonó

por primera vez como homenaje tributado a Jesús lo que la comunidad celebrante clama

cuando va al encuentro de su Señor, después del prefacio de la celebración eucarística.

Pero en cierto modo por medio del que llega, la bendición vuelve a Dios, en cuyo nombre

viene Jesús. Por eso se dice: ¡Hosanna en las alturas! «En las alturas» como «en el

cielo» es una alusión a Dios (**). Loado sea Dios en el cielo, donde ya cumplen su voluntad

(6,10s) las multitudes de los espíritus celestiales. Ante el trono de Dios deben resonar las

voces de bienvenida de aquí abajo. Por todos sea Dios alabado por causa de esta hora.

El lector está desconcertado ante este acontecimiento. Después de todo lo precedente

nunca se podría haber esperado tal cosa. A lo que es posible y probable en el terreno de la

historia, le prestamos menos atención que a lo que quiere mostrar el evangelista. En lo que

sigue aún aparece con mayor claridad que el Mesías de Dios toma posesión en el nombre

de Dios de la ciudad santa y del templo. Tanto si la gente entonces llamaba así a todos,

tanto si eran muchos o pocos, tanto si eran entusiastas galileos o fanáticos judíos (que

Page 234: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

quizás vieron venir la gran subversión), tanto si en general reconocieron como si no

reconocieron la importancia de la señal y de la hora, el evangelista sabe que el Mesías vino

en el nombre de Dios y se reveló como Hijo de David. El evangelista lo ve correctamente,

porque lo ve con la fe. Sólo con la fe puede comprenderse la importancia de una parábola

tan poco vistosa como la del grano de mostaza o la de la perla. Lo mismo pasa con los

sucesos de la vida de Jesús. En ella los pequeños acontecimientos también adquieren una

gran importancia por medio de la persona en que ocurren, y por medio de la hora en que

ocurren.

10 Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se puso en movimiento y se

preguntaban: ¿Pero quién es éste? 11 Y la gente respondía: Éste es el profeta

Jesús, el de Nazaret de Galilea.

Jerusalén no permanece en silencio. La manifestación era bastante llamativa para poner

en pie a toda la ciudad. Surge la gran pregunta: ¿Pero quién es éste? La respuesta

quizás la dan los peregrinos de Galilea que acompañan a Jesús. Parece tan exacta como el

texto de un documento de identidad. En ninguna otra parte de todos los Evangelios se

encuentra una definición semejante de Jesús. Hace poco fue aclamado como Hijo de

David, ahora se le designa como profeta; todavía resonaban los altos títulos, cuando se

indica con sobriedad su origen: «Jesús, el de Nazaret». Y finalmente se dice: de Galilea. Un

galileo estaba en medio de la metrópoli judía.

Esta definición de Jesús es la más sobria que conocemos de los Evangelios. Está en vivo

contraste con las solemnes aclamaciones de los que iban entrando. ¿Por qué se da así la

respuesta? Los fieles creyentes pueden reconocer y alabar al Mesías, pero la Jerusalén

incrédula sólo se entera de unos escuetos datos biográficos. Para Jerusalén, Jesús es

profeta, y por cierto profeta de la condenación y ruina de la ciudad (capítulos 23 y 24). Para

ésta, Jesús es una persona insignificante que viene del pueblecito de Nazaret y llega a la

ciudadela judía de Jerusalén. Jesús es un galileo desconocido.

San Mateo antes ya había dado a entender, con una larga cita del profeta Isaías, que el

Mesías no era oriundo de Jerusalén, sino de Nazaret; con ello trataba de atenuar lo

chocante que tal circunstancia pudiera resultar a oídos de los judíos (4,1 Ss). Ahora la

reiterada declaración al pueblo de Jerusalén, de la procedencia del Mesías, producirá

escándalo. El Mesías, a quien se saluda como Hijo de David, es el «profeta de Nazaret»,

ante quien Jerusalén deberá decidir.

..............

* Todavía es más largo el texto de la exclamación en san Marcos (Mc 11,9b.10), mientras que san Lucas lo

ha asimilado al mensaje de los ángeles en los campos de Belén (Lc 2,14; 19,38). Pero san Mateo habla de la

persona que viene, con más claridad que san Marcos, que usa la expresión peculiar y dificultosa del reino que ya

llega, de nuestro padre David.

** Hosanna propiamente significa: Dios es propicio. Pero también puede entenderse como exclamación de

alegría y de homenaje

(Págs. 185-199)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 37

Page 235: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

b) Jesús en el templo (Mt. 21/12-17).

12 Entró Jesús en el templo y expulsó a todos los que

vendían y compraban en él; también volcó las mesas de los

cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, 13

mientras decía: Escrito está: Mi casa ha de llamarse casa de

oración, pero vosotros la estáis convirtiendo en guarida de ladrones.

En el gran atrio de los gentiles la administración del templo había permitido recaudar la

contribución del mismo (cf.17.14-27), y colocar puestos de venta para lo que se necesitaba

en los sacrificios. Allí surgió el trajín comercial con todo el ruido y ostentosidad orientales en

las compras y ventas. El templo es la casa de Dios, no es un sitio de comerciantes duchos

en los negocios. Ante todo debe ser casa de silencio y de oración, no solamente para los

piadosos visitantes de Israel, sino también «para todos los pueblos» del futuro. Así lo había

contemplado el profeta: «Y a los extranjeros que se unen al Señor para honrarle, y amar su

nombre... Yo los conduciré a mi santo monte, y en mi casa de oración los llenaré de alegría:

me serán agradables los holocaustos y víctimas que ofrezcan sobre mi altar; porque mi

casa será llamada casa de oración para todos los pueblos» (Is 56,6s). Aquel ruido y el

diligente regateo ¿cómo podía atraer a los pueblos gentiles a adorar allí al Dios verdadero?

San Mateo omite el aditamento para todos los pueblos (Mc 11,17). Esto es digno de

notarse. ¿Cuenta ya san Mateo con que el templo no pueda seguir cumpliendo esta

predicción, ya que se convertirá en escombros y cenizas (24,2)? ¿Piensa Jesús que el

templo ya está relevado por el que ahora lo purifica, ya que en él «hay uno más grande que

el templo» (12,6)? No solamente viene el Señor del templo, sino el que lo reconstruirá

espiritualmente después de tres días (26,61; Jn 2,19-22). Todos los pueblos para adorar a

Dios ya no confluirán en el templo de piedra, sino en sus discípulos, puesto que «todos los

pueblos» deben ser hechos discípulos (28,19).

Jesús expulsa del atrio a los cambistas y comerciantes. Se emplean expresiones duras.

Jesús echa al suelo las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores. «Porque

me ha devorado el celo de tu casa» (Sal 68,10; Jn 2,17). El derecho de los hombres a

efectuar sus negocios, es un agravio ejercerlo ante Dios, una profanación de su casa. El

lugar de su graciosa presencia lo han convertido en una guarida de ladrones. Ya lo dijo

antiguamente el profeta Jeremías, cuando puso al descubierto la escisión estridente entre

la manera de vivir fuera y el servicio de Dios dentro. La casa de Dios se convierte en una

guarida de ladrones, si no coinciden la vida y la fe, si se mata, se hurta, se cometen

adulterios y luego se elevan las manos a Dios (cf. Jer 7,1-15). Así también ha sucedido

ahora y Jesús sigue las huellas de Jeremías. No solamente acusa como el profeta, sino que

obra. No invoca el juicio, sino que lo lleva a término. Porque Jesús procede con el poder y

en el nombre del dueño de la casa, y como quien es más que el templo...

14 Luego se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los

curó. 15 Cuando los sumos sacerdotes y los escribas vieron

los milagros que acababa de hacer, y a los niños gritando en

el templo: ¡Hosanna al Hijo de David!, se indignaron, 16 y le

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dijeron: ¿Estás oyendo lo que dicen éstos? Pero Jesús les

responde: Sí. ¿No habéis leído nunca que «de la boca de

párvulos y niños de pecho te has procurado alabanza»? (Sal

8,3). 17 Y volviéndoles la espalda, salió fuera de la ciudad, a

Betania, donde pasó la noche.

«Los ciegos ven, los cojos andan.» En esto debe reconocer Juan si Jesús es o no es el

que ha de venir (11,5). Ahora en el santuario los ciegos y cojos son curados, y allí se debe

reconocer quién es el que lo hace. También a Jerusalén se conceden milagros mesiánicos.

No sólo la entrada sobre una cabalgadura, anunciada por el profeta, no solamente ]a

purificación de la casa de Dios profanada, sino también las curaciones milagrosas. Los

sumos sacerdotes y los escribas vienen para acusar, los ciegos y cojos vienen para ser

curados. Los que son guías de ciegos y están espiritualmente ciegos caerán en el foso

(15,4); los ciegos obtendrán la vista.

Cuando el rey David subió a Jerusalén para rescatarla de los jebuseos y tomarla en

posesión, se mencionó a los ciegos y a los cojos para hacer mofa de él. Como castigo

mandó el rey que ningún ciego ni cojo entrara en el templo (cf. 2Sam 5,6-8). Ahora viene el

«Hijo de David», los ciegos y los cojos no se burlan de él, sino que en él buscan

misericordia. No son excluidos, sino aceptados.

El pueblo de Jerusalén no sabía quién era el que entraba (21,10). Pero

los niños lo saben. Como los ciegos y los cojos forman parte de la gente sencilla, a quienes

Dios lo ha revelado (11,25). De nuevo aclaman al Hijo de David, como lo hicieron en la

entrada las multitudes que le acompañaban. Con el poder de su dignidad mesiánica ha

limpiado Jesús el templo. Se le confirma este poder de boca de los niños. Dios se procura

alabanza no de boca de los sabios y entendidos, sino de boca de los párvulos y niños de

pecho. Así lo ha experimentado el salmista; ante la grandeza del cielo y el prodigio de la

creación, cualquier alabanza sólo es tartamudeo de un párvulo y niño de pecho. Pero

mediante este tartamudeo se hace enmudecer a los enemigos de Dios (cf. Sal 8,2s). Sólo

se escogen párvulos para elogiar la grandeza del Mesías, con el fin de hacer que

enmudezcan sus enemigos. En todas las partes del Evangelio encontramos el mismo

pensamiento. Dios elige lo bajo para confundir lo grande. Dios levanta al pequeño del polvo

y derriba a los grandes del trono. Abre la boca de los pequeños y cierra la de los grandes.

Jesús acepta a los pobres, enfermos y niños, pero deja estar a los prudentes escribas. Sólo

puede recibirse el reino de Dios con la actitud del niño.

2. MALDICIÓN DE LA HIGUERA ESTÉRIL (Mt. 21/18-22).

18 Por la mañana, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre.

19 Y al ver junto al camino una higuera, se acercó a ella; pero

no encontró en ella sino hojas solamente. Y le dice: ¡Nunca

jamás brote en ti fruto alguno! Y al punto se secó la higuera.

20 Cuando los discípulos lo vieron, quedaron asombrados, y

decían: ¿Cómo es que se ha secado al punto la higuera? 21

Jesús les contestó: Os aseguro que, si tenéis fe y no titubeáis,

no sólo haréis lo de la higuera, sino que, si decís a este

monte: «Quítate de ahí y échate al mar», así se hará. 22 Y

todo cuanto pidáis en la oración con fe, lo obtendréis.

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Al día siguiente por la mañana el pequeño grupo vuelve a la ciudad,

y Jesús busca en una higuera algo para comer. Pero la higuera sólo tiene hojas y en

cambio no ha producido ningún fruto. Jesús la maldice, después de lo cual se seca al

instante. En todo el Evangelio no hay ningún pasaje paralelo a este suceso. Hay que

compararlo con los prodigios con que se castigaba según las narraciones del Antiguo

Testamento, como en el caso de Moisés y Aarón ante el faraón. Pero ¿cómo se explica que

se castigue así a un árbol, máxime cuando es concluyente lo que sólo san Marcos observa,

es decir que «no era tiempo de higos» (Mc 11,13)? Para nosotros el conjunto no es muy

diáfano ni inteligible. ¿Había que dar a los discípulos una señal de que se arranca el árbol

de Israel, porque permanecía estéril (cf. 3,10)? Más tarde se dice en la parábola que se

quitará la viña a los arrendatarios que no entregaron ningún fruto, y ellos serán

exterminados (21,41). Pero son extremos que no se avienen mutuamente, ya que Jesús

buscó higos, porque tenía hambre. La escena misteriosa tenemos que dejarla en su

obscuridad, No todo lo que se narra en el Evangelio tiene para nosotros claridad

meridiana.

El evangelista san Mateo toma el acontecimiento como ocasión para instruir a sus

discípulos y para ofrecerles una visión intuitiva. Como anteriormente en otra ocasión

(17,20) se trata aquí de la fe. La fe no solamente puede conseguir algo semejante a lo que

acaban de ver, sino que puede trasladar montañas. Sólo es tan poderosa una fe en que no

haya mezcla de duda. Sólo tiene perspectivas de ser escuchada una súplica a Dios, que

esté soportada por una fe así. Más aún, incluso puede decirse que se accede con

seguridad a cualquier ruego que se haga con esta fe. Así se comprende y explica

medianamente la notable maldición del árbol. En él se representa el poder de la fe.

Cualquier discípulo tiene este poder mediante su oración. No por la propia capacidad, sino

por condescendencia de Dios.

III

ULTIMAS CONFRONTACIONES CON LOS ADVERSARIOS (21,23-23,39).

I . POLÉMICAS (21,23-22,46).

a) Pregunta sobre la autoridad de Jesús (Mt. 21/23-27).

23 Entró en el templo, y, mientras estaba enseñando, los

sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a

preguntarle: ¿Con qué autoridad haces tú esas cosas y quién

te dio esa autoridad? 24 Jesús les respondió: Yo también os

voy a hacer una pregunta; si me la contestáis, también yo os

diré con qué autoridad hago estas cosas. 25 El bautismo de

Juan ¿de dónde era: del cielo o de los hombres? Pero ellos

deliberaban entre sí diciendo: Si respondemos: Del cielo, nos

dirá: ¿Por qué, pues, no creisteis en él? 26 Pero, si

respondemos: De los hombres, tenemos miedo al pueblo,

porque todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondiendo a

Jesús, le dijeron: No lo sabemos. Contestóles también él:

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Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esas cosas.

Después de regresar a la ciudad Jesús va enseguida al templo. El día anterior había

purificado enérgicamente el atrio y había curado enfermos, hoy empieza a enseñar en el

templo. Se efectuó una señal mesiánica, o sea los milagros; ahora se añade la otra señal,

que es la enseñanza autoritativa. No se dice adrede que enseñara con autoridad, pero el

lector lo sabe desde 7,29: «Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como

sus escribas.»

Con esta potestad Jesús había enseñado en Galilea, lo mismo tiene que ocurrir también

en la ciudad de Jerusalén.

La delegación oficial del sanedrín, «los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo»,

pide a Jesús una prueba de esta autoridad. Con esta petición no se puede aludir en

general al hecho de enseñar, puesto que esta actividad era de la incumbencia de cualquier

israelita varón adulto. La pregunta apunta a la autoridad especial a que Jesús tiene

derecho. ¿La reclama Jesús por sí mismo en virtud de un nombramiento oficial de rabino o

en virtud de qué? Aquí habría ocasión para confesar abiertamente al Mesías. ¿Caerá Jesús

en el lazo? Jesús podría ofrecer un motivo oportuno para ser denunciado como seductor

mesiánico a la potencia ocupante. Jesús podría dar a la autoridad religiosa un pretexto para

que se le hiciera un proceso, ya que seguramente se encontraría en él una teoría que no

coincidiera con la doctrina oficial.

La respuesta de Jesús se da con otra pregunta. Si ésta es contestada, Jesús está

dispuesto a informar. La pregunta va dirigida al bautismo de Juan. La posición de los que

preguntan sobre el bautismo del profeta pasa a ser el fiel de la balanza. ¿El bautismo de

Juan era una orden de arriba o una presunción de abajo? ¿Procedía de Dios o del hombre?

Jesús conoce de antemano la confusión en que su pregunta pondrá a los adversarios. El

evangelista la describe detenidamente. Al mismo tiempo Jesús sabe que en la actitud que

se adopte con Juan también decide la actitud con respecto a él mismo y a su autoridad. Los

sumos sacerdotes y los ancianos no creían en él porque no han creído en Juan, debido a

que son una generación perversa y adúltera (12,39). «Porque llegó Juan, que ni come ni

bebe, y dicen: Está endemoniado. Llegó el Hijo del hombre, que come y que bebe, y dicen:

Este es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores» (11,18-19a). Juan ya

había enseñado la llegada del reino de Dios (3,2), y Jesús había continuado su enseñanza

con las mismas palabras (4,17). La autoridad del Bautista para administrar un bautismo de

penitencia en el nombre de Dios, se fundaba en su grandioso mensaje. La autoridad de

Jesús para enseñar en el templo en el nombre de Dios, se funda en el mismo mensaje del

reino de Dios. Los adversarios han recusado al profeta Juan, así lo hacen también con el

profeta Jesús.

Por la misma razón que en el caso de Juan, también en el de Jesús temen los enemigos

al pueblo. La gente tiene gran aprecio de ambos y los considera profetas. Poco después,

se dice con respecto a Jesús: «Y aunque intentaban arrestarlo, tuvieron miedo a las

multitudes, porque lo tenían por profeta» (21,46). Así, pues, Jesús no se escuda con el

Bautista. No se libra hábilmente del peligro con la pregunta sobre la autoridad de Juan.

Antes bien con la pregunta acerca de Juan indirectamente se pone de manifiesto la actitud

que adopta de frente a Jesús. Porque en las obras de ambos se reconocía la sabiduría de

Dios (cf. 11,19b).

Los adversarios no callan porque no sean capaces de hacer frente a la pregunta, sino

porque están obstinados. «No lo sabemos» es una solemne mentira. Y con este espíritu

Page 239: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

mentiroso acusarán a Jesús. Pero Jesús los deja estar y rehúsa dar razón. Porque

solamente recibe el obsequio de la verdad el que la busca con solicitud.

b) Parábola de los dos hijos (Mt. 21/28-32).

En san Marcos, la parábola de los viñadores homicidas había seguido a la discusión

sobre la autoridad. San Mateo interpone la parábola de los dos hijos, con su aplicación

(21,31b-32). A la parábola de los viñadores san Mateo junta la parábola del banquete de

las bodas reales (22,1-14) y reúne así una tríada de parábolas. Estas tres parábolas van

dirigidas a los adversarios y contienen un severo ajuste de cuentas. En su distinta dirección

se complementan recíprocamente. También puede notarse una gradación. La primera

parábola habla de la raíz de la recusación, la incredulidad. La segunda anuncia que los

viñadores serán castigados y que se les quitará la viña (sobre todo 21,41). La tercera habla

de la reprobación que ya se ha efectuado y del castigo que se llevó a cabo (sobre todo

22,7). En estas parábolas de un modo a duras penas velado se anticipa lo que en el

capítulo 23 dice explícitamente el discurso antifarisaico.

28 ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos.

Acercándose al primero, le dijo: Hijo, vete hoy a trabajar en la

viña. 29 Él le respondió: Voy, señor; pero no fue. 39 Se

acercó luego al segundo y le dijo lo mismo. Este respondió:

No quiero; pero después se arrepintió y fue. 31 ¿Cuál de los

dos cumplió las voluntad del padre? Responden: El último.

Esta parábola no es una historia desarrollada, sino que propiamente consiste en una

doble pregunta. Se contrapone a dos hijos de un padre, de una manera parecida como en

la narración del hijo pródigo y del hijo que se había quedado en casa (Lc 15,11-32). Los

dos hijos son invitados a ir a trabajar a la viña del padre. El primero se declara dispuesto,

pero luego no va. El segundo al principio rehúsa, pero muda de parecer y va a trabajar. Se

deja al descubierto el contraste entre lo que se dice y lo que se hace. Lo que importa es

«cumplir la voluntad del padre». No deciden las palabras, sino las acciones. Aunque el

segundo al principio se negó, con todo ha cumplido la voluntad de su padre. Eso los

adversarios también tienen que reconocerlo a Jesús.

Por otra parte, san Mateo hace resplandecer en la figura de este padre terreno la del

Padre celestial. Dios encarga el trabajo y llama a los hombres para que le sirvan (cf.

20,1-16). Exige que realmente se cumpla su voluntad, con lo cual no se dispensa la

confesión con los labios: «No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los

cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (7,21). El que

oye y no hace, ha construido su casa sobre la arena. Cae la lluvia, los torrentes se

precipitan y soplan los vientos y derriban la casa. Ha edificado la casa sobre la roca el que

oye y hace, y así está firme en la tempestad del juicio (cf. 7,24-27). Poco después Jesús

descubrirá la llaga de la doctrina y de la piedad farisaicas en la desavenencia entre lo que

se dice y lo que se obra: «Pero no los imitéis en sus obras; porque dicen y no hacen»

(23,3b). En esto se incluye el mayor peligro para servir cordialmente a Dios y a los

hombres.

31b Díceles Jesús: Os aseguro que los publicanos y las

meretrices llegan antes que vosotros al reino de Dios. 32

Page 240: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Porque se presentó Juan ante vosotros por el camino de la

justicia, y no creisteis en él; pero los publicanos y las

meretrices en él creyeron. Vosotros, en cambio, aun habiendo

visto esto, no os habéis arrepentido para, finalmente, creer en él.

Jesús aplica la breve parábola a los adversarios en un ataque de aspereza inaudita. Los

publicanos y las meretrices entrarán en el reino de Dios antes que ellos. Todos ellos oyeron

el mismo llamamiento a la conversión y se les ha mostrado el camino de la verdadera

justicia. Juan vino a todo el pueblo para llevarlo al Mesías. Pero lo han recusado, no se han

convertido y no se han abierto a la fe. En cambio los publicanos lo hicieron (Lc 3,12). Estos

no sólo han oído, sino que han preguntado por las obras: «¿Qué tenemos que hacer?» (cf.

Lc 3,10-14). Son los mismos que también se abren a Jesús. Como Leví, que siguiendo la

mera llamada de Jesús lo deja todo (9,9), como la pecadora en la casa de Simón, la cual se

pone a los pies de Jesús con arrepentimiento y amor exuberantes (Lc 7,36-50). Y así se

dijo que Jesús era «amigo de publicanos y pecadores» (11,19a).

Los adversarios lo han visto, pero no lo han reconocido como una señal para ellos. Han

percibido la voz, pero no en su calidad de llamada. Se quedaron como espectadores

indiferentes. Aunque sus ojos veían, estaban tan ofuscados que no entendían nada (13,13).

El camino acertado hubiese sido ver, convertirse, creer, bautizarse. «Vosotros, en cambio,

aun habiendo visto esto, no os habéis arrepentido para, finalmente, creer en él» (21,32b).

Así también lo ha descrito el evangelista san Lucas: «Y al oírlo, todo el pueblo, incluso los

publicanos, reconocieron los designios de Dios, recibiendo el bautismo de Juan. Pero los

fariseos y los doctores de la ley frustraron el plan de Dios respecto de ellos mismos no

recibiendo el bautismo de aquél» (Lc 7,29s). Los pequeños han entendido, los grandes se

han negado...

Juan vino por el camino de la justicia, puesto que él pregonaba el reino de Dios (3,2).

Esta fue la señal de la verdadera justicia futura, que Jesús trae en su plenitud. El sermón

de la montaña es la doctrina de esta verdadera justicia (capítulos 5-7). Este sermón desde

un punto de vista humano es el verdadero camino hacia el reino de Dios. Y desde el punto

de vista divino es la revelación de este reino como la revelación de la verdadera justicia. Así

lo dice Jesús en la frase: «Buscad primero el reino y (= a saber) su justicia...» (6,33). Juan

y Jesús no han enseñado dos caminos diversos, sino el mismo camino. En la actividad del

Bautista y en la de Jesús se ha testificado la misma sabiduría divina (11,19b). El que no

cree en Juan, tampoco creerá en el Mesías. El bautismo con que Jesús tiene que ser

bautizado en su pasión (cf. Mc 10,38), no lo querrá recibir para llegar a la vida el que no

tomó sobre sí su bautismo como corroboración de su voluntad de convertirse. Para él está

interceptado el acceso al reino de Dios, porque no anduvo por el camino de la justicia.

Porque solamente hay este único camino, fuera del cual ningún otro conduce al término.

Con frecuencia nos sorprendemos de sólo recorrer un trecho, de este camino o de

desviarnos por caminos laterales. No podemos aceptar el mensaje del amor y negarnos al

mensaje de la pasión. No se puede alabar el amor al enemigo como la senda de la

verdadera humanidad sin tener en cuenta la hostilidad a Satán y todo el mal que de él

emana.

(Págs. 199-211)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 38

Page 241: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

c) Parábola de los viñadores homicidas (Mt. 21/33-46).

33 Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una

viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y construyó

una torre; luego la arrendó a unos viñadores y se fue lejos de

su tierra. 34 Cuando se acercó el tiempo de la vendimia, envió

sus criados a los viñadores, para percibir los frutos que le

correspondían. 35 Pero los viñadores echaron mano a los

criados, y al uno lo apalearon, al otro lo mataron, y al otro lo

apedrearon. 36 Nuevamente envió otros criados más

numerosos que los primeros, y con ellos hicieron lo mismo. 37

Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: A mi hijo lo

respetarán. 38 Pero los viñadores, cuando vieron al hijo, se

dijeron entre sí: Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos

quedamos con su heredad. 39 Y, echándole mano, lo arrojaron

fuera de la viña y lo mataron. 40 Cuando vuelva,

pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?

41 Y le responden: Exterminará a esos malvados y arrendará

la viña a otros viñadores que le paguen a su tiempo los frutos

correspondientes. 42 Díceles Jesús: ¿Nunca habéis leído en

las Escrituras: «La piedra que desecharon los constructores,

ésa vino a ser piedra angular; esto es obra del Señor, y

admirable a nuestros ojos»? (Sal 118,22s). 43 Por eso os

digo: Os quitarán el reino de Dios, y lo darán a un pueblo que

produzca los frutos del reino. 45 Cuando los sumos

sacerdotes y los fariseos oyeron estas parábolas de Jesús, se

dieron cuenta de que se refería a ellos. 46 Y aunque

intentaban arrestarlo, tuvieron miedo a las multitudes, porque

lo tenían por profeta.

(El v. 44 dice así: «El que caiga sobre esta piedra, se estrellará; y aquel sobre quien

ella caiga, quedará aplastado». El texto se halla originariamente en Lc 20,18, y falta en

una serie de importantes manuscritos del Evangelio de san Mateo. Difícilmente podría

estar en este lugar, ya que cabría esperar este texto a continuación de la cita de 21,42;

y el versículo 21,43 no admite en sí ninguna prosecución).

Esta segunda parábola tiene una fuerza insuperable. Sólo a duras penas puede

verificarse el marco externo de una narración que sirve de ejemplo. El epílogo que está en

el v. 43 saca explícitamente la consecuencia. No sólo pide cuentas de su actuación al

incrédulo judaísmo contemporáneo, sino que, extendiéndose mucho más anuncia la

sustitución del pueblo de la antigua alianza por un nuevo pueblo de Dios.

En un cántico conmovedor, Isaías había comparado a Israel con la viña, que Dios había

plantado y cuidado cariñosamente con la esperanza de obtener una buena y rica cosecha.

«Y esperó hasta que diese uvas, y las dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén, y

vosotros, ¡oh varones de Judá!, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué es lo que debí hacer, y

que no haya hecho por mi viña?... Pues ahora os diré claramente lo que voy a hacer con mi

Page 242: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

viña: le quitaré su cerca, y será talada; derribaré su tapia, y será hollada» (Is 5,2b.3.4a.5).

Las primeras palabras de la parábola están configuradas de acuerdo con el cántico de la

viña del profeta. Todos los oyentes fueron inmediatamente trasladados a la sombría

atmósfera de este cántico. Pero éste es sólo un punto de partida, y la historia de Jesús

transcurre en otra dirección. No se altera el pensamiento fundamental de ambos textos:

Israel es la viña; no ha dado ningún fruto y está maduro para el juicio. Con todo se patentiza

la nueva dirección del relato de Jesús en que se arrienda la viña. En Isaías el dueño de la

viña (Dios) y la viña (Israel) están fuerte y mutuamente enlazados. Dios planta la viña, se

desengaña y amenaza con su destrucción. En esta parábola la viña ya no es Israel, sino el

reino de Dios, lo cual se dice claramente en el último versículo: «Por eso os digo: Os

quitarán el reino de Dios, y lo darán a un pueblo que produzca los frutos del reino» (21,43).

El reino de Dios fue confiado a los arrendatarios, así ha concebido san Mateo la parábola.

Ahora empieza una cruel tragedia entre el dueño y los arrendatarios. En tiempo de la

cosecha el señor de la viña envía a sus criados para ir a buscar el rendimiento. Pero los

viñadores se portan cínica e indignamente. Se veja a los criados, más aún, se les da

muerte. La próxima vez el dueño envía un número mayor para dar más peso a su voluntad e

infundir mayor respeto a los arrendatarios. Pero eso tampoco hace ninguna impresión, se

les maltrata y asesina del mismo modo. Por fin el señor se decide a mandar a su propio hijo

con este encargo, esperando que los viñadores le respetarán. Ahora la malicia de los

viñadores alcanza el punto culminante. Cuentan con el futuro, con que el hijo tome

posesión de la herencia. Pero eso lo quieren impedir para ser ellos los que disfruten de la

finca. Echan mano del hijo, lo arrojan fuera de su heredad y lo matan. Se cuenta una

terrible historia de maldad humana, que ya no se puede exceder. Casi es superfluo

preguntar lo que hará el dueño con estos arrendatarios. Jesús hace sacar la consecuencia

a los adversarios. Un doble castigo tiene que recaer sobre ellos: el dueño los matará y dará

la viña a otros arrendatarios de confianza.

La parábola es tan diáfana, que sólo la podemos entender aplicándola al pueblo desleal

de Israel. No han obedecido a los mensajeros de Dios, sino que se han obstinado en su

corazón. «Pero ellos no me escucharon, ni pusieron atención; sino que se abandonaron a

sus apetitos, y a la depravación de su maleado ánimo; y volviéronme la espalda y no el

rostro. Desde el día en que salieron sus padres de la tierra de Egipto hasta el día de hoy,

yo os envié a vosotros todos mis siervos los profetas: cada día me daba prisa a enviarlos;

mas no me escucharon, sino que se hicieron sordos y endurecieron su cerviz, y se portaron

peor que sus padres», así es como se queja Dios nuestro Señor al profeta (Jer 7,24-26).

Jesús continuará la letanía de la desobediencia (23,34-36). No han hecho caso de los

profetas, tampoco harán caso del Hijo de Dios. Más aún, con él la malicia se vuelve

especialmente grande, ya que no solamente echan mano de él y le matan como antes a los

criados, sino que le arrojan fuera de la viña como prueba de especial oprobio. Así se trata

al «hijo». Pero la sentencia que ellos llevan a término, reincide en ellos (cf. 27,25).

La viña fue entregada a los viñadores, para que produzca los frutos. Las imágenes aquí

empiezan a confluir. La expresión de la parábola «pagar los frutos» viene a ser equivalente

de «producir los frutos» en la vida. Las uvas de las cepas en la narración son los frutos del

reino de Dios en el tema aludido. Los viñadores del relato corresponden al «pueblo» en la

aplicaci6n (21,43). Un pueblo ha rehusado, no ha entregado ningún fruto e incluso ha

defraudado de mil modos las esperanzas del propietario. Ha sido traspasada la viña, es

decir el reino de Dios, al otro pueblo, que no defraudará los deseos de Dios, sino que

producirá los frutos de este reino. Pero los frutos son la justicia que debe superar la de los

Page 243: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

escribas y fariseos (5,20)...

Así pues, la parábola sugiere un castigo y una promesa. Los primeros poseedores serán

despojados de su cargo y sustituidos por otros. La recusaci6n del antiguo pueblo de la

alianza llega a su punto culminante en el asesinato del Hijo. El nuevo pueblo será fundado

en la sangre de la alianza de Jesús (26,28). Allí se efectúa el prodigio inconcebible de que

la piedra desechada como inútil pasa a ser piedra angular, que mantiene junto el edificio

(Sal 118,22s). En tiempos del Nuevo Testamento apreció la Iglesia de forma especial estas

palabras del salmo. En ellas la Iglesia vio prefigurado el gran prodigio de que el Mesías

desechado fuera enaltecido como Señor mediante la resurrecci6n (Cf. Act 4,11; 1Pe 2,7.).

Así pues, ya resplandece sobre el fondo sombrío la luz de la promesa. El plan de Dios de

recibir el fruto que le ofrezca el género humano, no se frustra definitivamente por la

recusación de Israel. Surgirá un nuevo pueblo, al que se confiará el reino y que producirá

los frutos del mismo. Pero este fruto será «fruto del Espíritu» (Gál 5,22)...

d) Parábola del banquete de las bodas reales (Mt. 22/01-14).

Esta parábola ha sido transmitida también por san Lucas de forma

semejante, pero que difiere mucho en los pormenores (/Lc/14/16-24). En san Lucas, sólo

se habla de un banquete que prepara un hombre. En san Mateo, se cuenta que un rey

proyecta la celebración de las bodas de su hijo. Las dos redacciones tienen su origen en la

misma parábola de Jesús, pero no la conservamos en su texto original. Se puede mostrar

que los dos evangelistas configuraron independientemente la materia y la encauzaron

según determinadas intenciones.

En san Mateo se añade un problema particular, por cuanto toda la historia tiene dos

partes y dos puntos culminantes. La primera parte concluye con la invitaci6n de los nuevos

huéspedes en lugar de los que fueron invitados en primer lugar (22,10). La segunda parte

tiene como punto culminante la separación de un huésped sin traje de boda (22,13). Hasta

hoy día aún no se ha contestado de una manera armoniosa la pregunta de cómo se

relacionan mutuamente estas dos partes. Muchos opinan que san Mateo en 22,11-14 ha

enlazado una corta parábola, que originalmente era independiente, con la parábola más

larga. Según otra apreciación el texto de 22,11-14 sólo es una ampliación, un suplemento

circunstanciado de la historia original, configurado así por san Mateo. En la explicación

procuraremos hacer resaltar los dos puntos difíciles, que se muestran claramente en el

contexto actual de san Mateo: el pensamiento del castigo, que se expresa en la primera

parte y especialmente en 22,7, y el pensamiento exhortatorio que quiere advertir a la

comunidad que tenga dispuesto el traje de ceremonia.

1 Nuevamente se puso Jesús a hablarles en parábolas,

diciendo: 2 El reino de los cielos se parece a un rey que

preparó el banquete de bodas para su hijo. 3 Envió sus

criados a llamar a los convidados al banquete, pero éstos no

querían venir. 4 Nuevamente envió a otros criados con este

encargo: Decid a los convidados: Ya tengo preparado el

banquete; he sacrificado mis terneros y reses cebadas; todo

está a punto. Venid al banquete. 5 Pero ellos no hicieron caso

y se fueron: el uno a su campo, el otro a sus negocios; 6 y los

demás echaron mano a los criados del rey, los ultrajaron y los mataron.

Page 244: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Salta a la vista la semejanza de esta narración con la precedente. Allí actúa un

propietario y dueño de la viña, aquí un rey. El propietario por dos veces envía mensajeros

para reclamar el beneficio que le correspondía, el rey envía criados dos veces para ir a

buscar a los invitados. Los comisionados no consiguieron su objetivo ninguna de las dos

veces por la maldad de aquellos a quienes fueron enviados. Las dos veces se presenta el

«hijo». Allí como el último de los delegados, aquí como la persona a quien se dedica la

fiesta. Las dos veces se maltrata a los criados y se les da muerte. Mediante estos múltiples

puntos de contacto nuestra inteligencia se orienta en la dirección intentada por el

evangelista. El propietario y el rey hacen alusión al mismo Padre que está en el cielo, y el

hijo se refiere al que se había designado como el «Hijo» por excelencia (11,27). Cuando se

nos habla de los criados también debemos pensar en los similares mensajeros de Dios,

sobre todo en los profetas, y cuando se nos habla de los invitados hay que pensar en el

pueblo infiel, que había administrado tal mal la viña.

Pero en la disposición del relato hay además otra cosa. En la parábola de la viña se

trataba de una reclamación justa, aquí se cursa una invitación honrosa. Allí está el

propietario severo, que insiste en su derecho; aquí el rey magnánimo, que quiere que sean

muchos los que participen en la alegría de su hijo. Así pues, en la parábola del banquete de

bodas los colores son más vivos. Gravedad tanto mayor reviste el desinterés de los

invitados. No se trata de una infracción del derecho, sino de una grave injuria al honor. El

trabajo cotidiano en el campo y en el negocio es preferido a la invitación a la brillante fiesta.

Esta falta de interés se convierte en enemistad de forma inexplicable. La gente incluso se

siente molesta con los mensajeros y sin reflexionar les da muerte. En este pasaje surge la

misma pregunta que Jesús antes hizo a los adversarios: Si ahora viene el Señor de la viña,

¿qué hará con estos viñadores? (21,40). Aquí ya no se da la respuesta con palabras

amenazadoras, sino con una acción punitiva. En el orden de las parábolas hay una gradación.

7 Entonces el rey se enfureció y, enviando sus tropas,

acabó con aquellos asesinos y les incendió la ciudad. 8 Luego

dice a sus criados: El banquete de bodas está preparado, pero

los convidados no se lo merecían. 9 Salid, pues, a las

encrucijadas de los caminos, y a todos cuantos encontréis,

convidadlos al banquete. 10 Salieron los criados a los

caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y

buenos, y la sala del banquete se llenó de comensales.

La respuesta del rey es una devastadora expedición de castigo. Al instante, se movilizan

grupos armados y se ponen en marcha. Tienen el encargo de matar a los asesinos y pegar

fuego a su ciudad. Este giro de la narración resulta difícilmente comprensible para un lector

atento. ¿No se tenía que pensar hasta ahora en una misma ciudad en que viven el rey y los

invitados? ¿Es devastada toda la ciudad con todos sus habitantes, incluso los inocentes,

aunque sólo los homicidas han merecido esta represalia? ¿No son los asesinos solamente

algunos de los invitados indignos, de tal modo que ningún castigo debe recaer sobre los

desinteresados, que van al campo y a los negocios? Tales preguntas muestran que en el

versículo séptimo la historia se corta interiormente. Aquí se tiene que haber hecho alusión a

una cosa distinta de la que se tendría que esperar de la parábola (cf. también Lc 14,

16-24). Se continuó la historia en linea recta con la invitación de los nuevos huéspedes en

Page 245: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

vez de los antiguos. Pero la represalia produce el efecto de un cuerpo extraño en el curso

de la narración.

Es muy probable que el evangelista piense en la destrucción de Jerusalén, que ya había

ocurrido cuando redactó su libro. Esto sólo explicaría la enorme envergadura de la

expedición militar y la totalidad del exterminio. De hecho Jerusalén, el año 70 después de

Cristo, fue entregada enteramente a las llamas y arrasada hasta los cimientos. Y los

asesinos no solamente son los pocos que pueden hacer comprensible la parábola, sino los

viñadores en total, que han matado al hijo en virtud de un común acuerdo (cf. 21,38s). Una

actual interpretaci6n del evangelista se mete aquí en una historia transmitida por tradición.

San Mateo de este modo creyó exponer acertadamente y dilucidar las palabras de Jesús.

De san Mateo no sólo recibimos el fiel testimonio de las palabras tradicionales de Jesús,

sino también la manera como las entendía la Iglesia primitiva. Ambas cosas están

indisoluble y recíprocamente unidas. Sólo las palabras del Señor acertadamente

entendidas e interpretadas en la Iglesia apostólica son las inspiradas por el Espíritu Santo y

las competentes para nosotros.

Se concibe la destrucción de Jerusalén como castigo de Dios por la obstinación de

Israel y por el homicidio del Mesías. Aquí había obrado la ira de Dios, como ya

antiguamente, cuando Dios hizo que los ejércitos babilónicos asaltaran y conquistasen la

ciudad santa. Entonces el mejor núcleo del pueblo se había convertido durante el destierro.

¿Ocurrirá lo mismo esta vez? Los acontecimientos de la historia son susceptibles de

muchas interpretaciones. Los profetas han interpretado la historia a luz de la fe, y los

autores sagrados solamente así han relatado la historia. Así lo hacen también los autores

del Nuevo Testamento. Con todo así como pueden coexistir varias interpretaciones en el

Antiguo Testamento -según la manera de entender de un escritor y de su tiempo y según el

especial propósito de su libro-, así también en el Nuevo Testamento. Porque la verdad de

la historia siempre es mayor y más amplia que el éxito que podría tener una tentativa de

expresarla. Es una interpretación verdadera, pero sólo es una interpretación dentro del

Nuevo Testamento decir que la destrucción de la ciudad santa es un castigo de Dios por

haber dado muerte al Mesías.

Los criados deben invitar a nuevos huéspedes sin hacer distinciones. Al que hallen en el

camino, le deben traer a la sala del banquete. Se cumple la orden, y la sala pronto se llena

de una multitud abigarrada. Allí ha concurrido un pueblo entremezclado, no por causa de

sus diferencias en el vestido, en el estado o en la posición social, sino por causa de su

cualidad externa. Allí están juntos malos y buenos. Eso es digno de notarse, y para

explicarlo también se requiere pensar en la realidad a la que alude el evangelista. En vez

de Israel, que no mereció la invitación, ahora entra en su posesión el nuevo pueblo. Pero

no es un pueblo de puros y santos, sino una sociedad mixta de malos y buenos. Las dos

clases se encuentran en la Iglesia, así como en el campo la cizaña no está separada del

trigo. La sala se ha llenado, la invitación ha logrado su objetivo. Había libre acceso para

todos los que se había hallado. Pero es inminente una separación definitiva. Con la

invitación no se ha celebrado ya la boda, para mantenernos en el lenguaje de la parábola.

Antes de celebrarla se colocan unos aparte de otros, como la cizaña aparte del trigo y los

machos cabríos aparte de las ovejas. Así nos lo dice la segunda parte de la historia.

11 Cuando entró el rey a ver a los convidados, descubrió allí

a uno que no estaba vestido con traje de ceremonia, 12 y le

dice: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin traje de ceremonia?

Page 246: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Pero él se quedó callado. 13 Entonces el rey dijo a los

sirvientes: Atadlo de pies y manos y arrojadlo a la obscuridad,

allá afuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. 14

Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

A cualquiera se le puede ocurrir preguntar cómo el hombre debe tener su vestido de

fiesta, si se le va a buscar a la calle, para que asista a la celebración. ¿No es eso una

injusticia espantosa? La dificultad que todos nosotros experimentamos, sólo pone en claro

que el vestido de boda tiene que designar una cosa distinta de una vestidura de tela.

Estamos preparados para esta solución observando que en la sala hay malos y buenos. El

que no está vestido con traje de fiesta, evidentemente forma parte de los malos. Sólo

entonces resulta inteligible que se trate así al huésped. No solamente se le saca de la sala

de fiestas profusamente iluminada y se le arroja al sombrío jardín, sino a la obscuridad en

general, donde hay llanto y rechinar de dientes. Es echado a la perdición.

En la Iglesia se multiplica rápidamente la cizaña entre el trigo, incluso los fieles van hacia

la separación definitiva. Aunque están invitados, es decir aunque fueron llamados, aún no

están definitivamente salvados. El número de los llamados es grande, es decir, a muchos

se les hace entrar indistintamente, sin cumplir las condiciones previas. No necesitan

guardar la ley de Moisés ni se hacen circuncidar, sino que tienen libre acceso. Pero no

tienen ninguna garantía de que con su admisión en la Iglesia también se les haya

asegurado la elección para el reino de Dios al fin de los tiempos. Hay una esperanza

confiada y una temeraria seguridad de la salvación. Se debe aspirar a la esperanza y

precaverse de la seguridad.

La oposición entre muchos y pocos se refiere en primer lugar a que el número de los

definitivamente salvados no es igual al número de los que fueron invitados al principio. Pero

esta oposición no dice que sólo sean pocos los que consiguen el fin y que se pierda la gran

masa de los llamados. En esta sentencia también hay que pensar en el contexto en que

está, y en el acento exhortativo que domina la segunda mitad de la parábola, Esta

sentencia no contiene ninguna relación entre llamados y escogidos, sino el serio

llamamiento de ser cuidadosos en este particular y de tener la aspiración de formar parte

del segundo grupo. Por lo demás la frase «para Dios todo es posible» (19,26) también

puede aplicarse a la salvación del que quizás aporta pocos requisitos para la misma. El

misterio de la predestinación de Dios no se revela, se sustrae a cualquier cavilación. No

debemos derrochar nuestros pensamientos sobre este problema, sino vivir de modo que

nos salvemos.

¿Qué es el vestido de ceremonia? Sólo puede ser lo mismo, a lo que antes se aludía con

los frutos del reino en la parábola de los viñadores. Es la justicia del reino, y por cierto la

justicia realizada en la vida y en las obras. Sólo puede esperar ser uno de los

predestinados el que ha cumplido la voluntad del Padre celestial. El que la ha cumplido,

aporta lo que le dispone a participar en la festividad eterna. Ante todos, está amenazador el

destino del que no dio fruto y, en consecuencia, fue arrancado como árbol estéril y

arrojado al fuego.

(.Págs. 2123)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 39

Page 247: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

e) Cuestión del pago de tributos (Mt. 22/15-22).

Ahora siguen sin interrupción, como en san Marcos, las cuatro controversias del período

de Jerusalén, después que había precedido la primera sobre la cuestión de la autoridad,

que quedó separada por medio de las tres parábolas (21,23-27). Según las apariencias san

Marcos había adoptado dos conjuntos de controversias: uno de ellos tenía lugar en Galilea

(Mc 2,1-3,6), y el otro en Jerusalén, al cual se había juntado adicionalmente la parábola de

los viñadores homicidas (Mc 11,27-12,37). Estos dos conjuntos se diferencian por las

cuestiones y la atmósfera. En el primer grupo sobre todo se tratan cuestiones sobre la

práctica de la religión, en la segunda sobre todo se tratan cuestiones de la fe. En Jerusalén

la atmósfera es hostil y tensa. Entran en escena sucesivamente distintos grupos de

adversarios: delegados del sanedrín (21,23), discípulos de los fariseos y herodianos

(22,15s), saduceos (22,23), fariseos y saduceos (22,34), finalmente los fariseos solos (22,41).

1 Entonces los fariseos se fueron y acordaron en consejo

ponerle una trampa para sorprenderle en alguna palabra. 16 Y

le envían unos discípulos suyos, con los herodianos, para

decirle: Maestro, sabemos que eres sincero, que enseñas

realmente el camino de Dios, y que nada te importa de nadie,

porque no te fijas en las apariencias de las personas. 17

Dinos, por consiguiente: ¿Qué te parece? ¿Es lícito pagar

tributo al César: sí o no? 18 Pero Jesús, conociendo su

malicia, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19

Enseñadme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un

denario. 20 Y él les pregunta: ¿De quién es esta figura y esta

inscripción? 21 Y contestan. Del César. Entonces Ies dice:

Pues pagad lo del César al César, y lo de Dios a Dios. 22 Al

oírlo quedaron admirados, y, dejándolo en paz, se fueron.

Los adversarios en apariencia dan un testimonio honorífico de Jesús,

diciendo que no se fija en el aspecto de la persona, sino que enseña recta y realmente el

camino de Dios, que es el camino de la justicia, por el que ya vino Juan (21,32). ¿Habían

reconocido y creído los adversarios que en la doctrina del Maestro se les ofrecía la verdad?

Eso es inconcebible después de todo lo que hemos leído hasta ahora. Esta introducción

aduladora es hipocresía, como dice Jesús en el tratamiento que da a los adversarios. No

vienen para enterarse de la verdad, sino para cogerle en un lazo urdido sutilmente. «Alguna

palabra» debe hacerle caer. Ellos se han figurado que esta palabra tiene que significar sí o

no. Si dice que sí, se opone a la masa del pueblo piadoso; si dice que no, puede ser

entregado a la potencia ocupante como sedicioso.

La cuestión de la licitud del tributo romano era discutida entre los judíos. Los

saduceos, como políticos realistas, se habían resignado a pagar el tributo y no veían en ello

ningún motivo para adoptar una actitud hostil. Los fariseos, en cambio, admitían la licitud a

regañadientes. Pero la licitud era radicalmente rechazada por los zelotas, que veían en el

impuesto una disminución del dominio de Dios sobre su pueblo. No obstante, en amplios

sectores del pueblo se sentía vivamente indignación contra el tributo personal, porque

recordaba constantemente la dominación extranjera. Con demasiada facilidad, se cedió a

cualquier conato de rebelión, como demuestran en aquel tiempo los numerosos secuaces

Page 248: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de los patriotas más celosos. La pregunta contenía materia inflamable y resultaba peligrosa

por su contenido político.

Jesús hace que le muestren la moneda del tributo y que le digan de quién es la figura y la

inscripción. Esta moneda es el medio de pago que aquí tiene validez. Ella sola demuestra

que en este país tiene validez el dominio de aquel, cuya imagen está estampada en la

moneda. Esta pertenece al César, no por razón de su riqueza personal, sino por ser el

representante del imperio romano. Así pues, en la imagen de la moneda se denota que en

este país de hecho es válida la soberanía del César y del imperio. Jesús con su respuesta

salomónica se refiere a este hecho incontrovertible. Lo que pertenece al César -como

tenían que confesarlo los adversarios con sus propios labios-, se le tiene que devolver. Es

evidente que Jesús no ve en ello ningún problema, sino que solamente hace constar lo que

es un hecho. Pero tampoco indica que en la dominación extranjera haya surgido ninguna

competencia a la soberanía de Dios sobre su pueblo. Es el orden que actualmente está en

vigor, y que así es aceptado incluso por los zelotas sediciosos.

Pero lo que en último término interesa, resulta posible incluso bajo dominación extranjera,

a saber, pagar a Dios lo que le pertenece. Jesús sobre este punto se pronuncia con

imperturbable firmeza y todo el evangelio reitera que debe buscarse primero a Dios y su

reino. En tal caso, pasan a ser de segundo orden todas las demás cuestiones, las que

versan sobre el alimento y el vestido, la justicia terrena (cf. 5,39-42) y también la legitimidad

de pagar el tributo. Las palabras del Señor no quieren establecer dos órdenes, cada uno de

los cuales tendría su propio derecho soberano -el Estado y la Iglesia- y tampoco quieren

exhortar a una actitud resignada ante la legitimidad del César. Estas palabras colocan los

intereses del César en el lugar que les corresponde para el discípulo del reino, es decir

muy por debajo de los intereses de Dios.

Se preguntó a Jesús por el pago del impuesto y no por las exigencias de Dios. No

obstante, Jesús no se ha desviado de la respuesta porque ésta le hubiese podido resultar

peligrosa.

Cada cosa ha sido colocada en su lugar, de tal forma que los adversarios ya no quieren

continuar el diálogo. No se viola el derecho del César, pero sobre todo se hace valer el

derecho de Dios. También se puede cumplir en un grado suficiente esta primera, y

preeminente pretensión legal sobre el hombre, si se pagan impuestos al César. Pues el

hombre sólo debe amar a Dios con todas sus fuerzas (cf. 22,37).

f) Pregunta sobre la resurreción (Mt. 22/23-33).

23 Aquel mismo día se le acercaron unos saduceos -que

afirman que no hay resurrección- y le preguntaron: 24

Maestro, Moisés dijo: Si uno muere sin tener hijos, su

hermano se casará con la mujer de aquél, para dar sucesión

al hermano difunto. 25 Pues bien, había entre nosotros siete

hermanos. El primero, ya casado, se murió, y como no tenía

descendencia, le dejó la mujer a su hermano. 26 Igualmente,

el segundo y el tercero, y así hasta los siete. 27 Después de

todos ellos, se murió la mujer. 28 Ahora bien, en la

resurrección, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque todos la tuvieron.

Los saduceos sólo admiten la Escritura y no

Page 249: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

reconocen la tradición «de los antepasados». Pero en la Escritura no se expresa

claramente la doctrina de la resurrección de los muertos. No obstante, los fariseos la

defendían, y en tiempo de Jesús la resurrección era en líneas generales un bien común de

los creyentes. Fundándose en la Escritura los saduceos declaran absurda esta fe; por la

Escritura les demuestra Jesús lo contrario. La ley indicaba que el hombre, cuyo hermano

había muerto sin hijos, debía contraer matrimonio con la mujer de su hermano para

conseguir la descendencia (matrimonio de dos cuñados, cf. Dt 25,5s). Los saduceos

argumentan ingeniosamente: si la ley da esta orden, es evidente que no espera la

resurrección de los muertos, porque ¿qué debe suceder en este caso grotesco, en que

siete hermanos tomaron sucesivamente por esposa a la misma mujer?

29 Jesús les respondió: Estáis en un error, por desconocer

las Escrituras y el poder de Dios. 30 Porque, en la

resurrección, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán

dadas en matrimonio, sino que serán como ángeles en el

cielo. 31 Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no

habéis leído lo que Dios os ha declarado al decir: 32 Yo soy el

Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Él no

es Dios de muertos, sino de vivos. 33 Y al oír esto la gente,

quedó asombrada de su doctrina.

Jesús contesta con un doble razonamiento. Con el primero, les demuestra que no

conocen la Escritura, en cuyo testimonio tratan de apoyar su punto de vista. Porque la

Escritura dice que Dios se ha revelado a Moisés como Dios de los patriarcas Abraham,

Isaac y Jacob (Ex 3,6). Hacía mucho tiempo que habían muerto los patriarcas, y con todo

Dios se dio a conocer a Moisés (que vivió mucho más tarde) como el Dios de los patriarcas.

Su ser divino no puede ser eficaz sobre los muertos, sino solamente sobre los vivos. «No te

alaban los muertos, Señor» (Sal 115,17). Está profundamente impreso en la mente del

israelita que ha sido creado para alabar a Dios. Por consiguiente se arredra ante la muerte,

que le despoja de esta posibilidad. Así hablan los salmos antiguos (Cf. sobre todo el salmo

88). Pero ahora Jesús dice de nuevo que Dios quiere ser y tiene que ser Dios sobre los

vivos, si su ser divino debe tener un sentido.

El segundo razonamiento concierne el poder de Dios. Dios puede mover al hombre a

una nueva vida, crearle por segunda vez para un nuevo ser humano. La vida después de la

resurrección no puede ser la mera prolongación de la vida terrena. Allí están en vigor otras

leyes, que todavía están ocultas en el poder de Dios. De una forma alusiva Jesús

solamente dice que allí «serán como ángeles en el cielo». En esta frase hay que fijarse en

la conjunción como. Los resucitados serán semejantes a los ángeles en que ni se casarán

ni serán tomados en matrimonio. Aquí no llegamos a conocer todo lo demás sobre el cuerpo

después de la resurrección y la manera como viven los resucitados. San Pablo escribe de

una forma profunda sobre este particular, pero tiene que servirse de muchas imágenes para

acercarse prudentemente a lo que quiere decir (sobre todo en 1Cor 15,35-49).

Para nosotros es más importante la imagen del Señor, como se describe en los relatos de

sus apariciones después de la resurrección. Porque él es «primicias de los que están

muertos» (1Cor 15,20), a quien todos deben seguir. «Porque si por un hombre vino la

muerte, también por un hombre ha venido la resurrección de los muertos: pues, como en

Adán todos mueren, así también en Cristo serán todos vueltos a la vida» (1Cor 15,21s). Los

Page 250: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

que fueron injertados a una nueva vida, están destinados a configurarse de un modo

semejante a la imagen del Señor. En la imagen del Señor resucitado no solamente se

puede reconocer que hay una resurrección de los muertos, sino también que la nueva vida

será una vida de gloria, que no puede compararse con la actual.

g) El mandamiento (Mt. 22/34-40).

34 Cuando los fariseos oyeron que había hecho callar a los

saduceos, se reunieron en el mismo lugar, 35 y uno de ellos,

doctor de la ley, para tentarlo, le preguntó, 36 Maestro, ¿cuál

es el mandamiento mayor en la ley? 37 Él le respondió:

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu

alma y con toda tu mente. 38 Éste es el mandamiento mayor y

primero. 39 El segundo es semejante a él: Amarás a tu

prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos

pende toda la ley y los profetas.

Para los escribas, todos los mandamientos tienen en sí el mismo valor.

Tienen la misma dignidad y la misma fuerza obligatoria, porque proceden de Dios y de

Moisés. No obstante se distinguía entre los mandamientos graves y los leves, por cuanto

algunos exigían un esfuerzo mayor y otros un esfuerzo menor. También se intentó

compendiar el contenido de los distintos mandamientos. En este sentido la pregunta del

doctor de la ley es legítima y se ha formulado con seriedad. Es probable que se la hubiesen

planteado ya en círculos especializados.

Se pregunta a Jesús por el mandamiento mayor en la ley. De este modo ya está

determinado que Jesús sólo puede dar citas de la ley escrita. No era desacostumbrado

responder a esta pregunta con el mandamiento del amor a Dios ni tampoco con el

mandamiento del amor al prójimo. Lo desacostumbrado era relacionarlos y equipararlos

entre sí. Ambos mandamientos están en el Antiguo Testamento, en dos pasajes distintos; el

mandamiento del amor al prójimo incluso aparece en un lugar donde casi pasa

desapercibido: «No procures la venganza, ni conserves la memoria de la injuria de tus

conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor» (Lev 19,18). En

cambio el mandamiento del amor a Dios fue puesto por escrito en un texto de mayor

alcance. Es la respuesta amorosa del pueblo que Dios escogió con preferencia sobre todos

los demás y condujo al país de los padres: «Escucha, ¡Israel!: El Señor, nuestro Dios, es el

único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas

tus fuerzas. Y estos mandamientos, que yo te doy en este día, estarán estampados en tu

corazón, y los enseñarás a tus hijos, y en ellos meditarás sentado en tu casa, y andando de

viaje» (Dt 6,4-7a). Muchos doctores de la ley hubiesen podido mencionar esta respuesta

sola como la de mayor entidad. Jesús, en cambio, cita ambos mandamientos unidos como

«el mandamiento mayor».

Eso se corrobora con una formulación claramente teológica: De estos dos

mandamientos pende toda la ley y los profetas. ¿Qué significa esta frase? «La ley y

los profetas» es una expresi6n permanente y alude a la voluntad viviente de Dios, como

está consignada en toda la Escritura. Esta voluntad de Dios, que se ha dado a conocer en

tantos libros y prescripciones particulares y en tan diferentes tiempos, ¿puede ser

expresada con una fórmula breve? ¿Hay una declaración, una manifestación de la voluntad

Page 251: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

de Dios que abarque en sí todas las demás? O si se pregunta teniendo en cuenta al

hombre: ¿Existe la posibilidad de cumplir todas las distintas manifestaciones de la voluntad

de Dios, si solamente se sigue una de ellas? Estas palabras de Jesús lo afirman y lo

establecen como una nueva ley. En el mandamiento doble del amor a Dios y del amor al

prójimo están contenidos todos los demás mandamientos. Y también puede decirse a la

inversa, que todos los demás mandamientos pueden ser reducidos a estos dos. Es una

nueva doctrina. Aquí no solamente se dice lo que es el mayor mandamiento, sino que en él

también están incluidos todos los demás. ¡Qué liberación para el hombre! Ya no necesita

fijarse con angustia en observar 248 mandamientos y 365 prohibiciones, como los contaban

los rabinos, sino solamente en dos. El que los guarda, cumple toda la ley, y por tanto la

verdadera voluntad de Dios (Cf. las formulaciones paralelas de esta enseñanza de Jesús

en Mt 7,12; Gál 6,14; Rom 13,8-10).

Aquí se nos dice una vez más con toda claridad lo que ya sabemos por el sermón de la

montaña. Toda la aspiración moral del hombre debe tener su origen en una raíz, y estar

dirigida a un objetivo, que es el amor. El hombre no solamente está creado para obedecer a

Dios como su señor, sino también para amarle como su padre. La obediencia se lleva a

cabo por medio del amor a Dios. Dios no quiere esclavos miedosos, sino hijos libres. El

amor a Dios debe ser el núcleo de toda piedad.

El amor a los hombres también debe proceder de la misma raíz. Hemos leído que «el

prójimo» no solamente es el miembro del mismo pueblo y el habitante del mismo país,

como lo entendían los judíos en conjunto en tiempo de Jesús. El prójimo puede ser

cualquier persona humana. El amor del discípulo en ningún sitio puede encontrar barreras.

Su modelo es el amor del Padre, que hace brillar su sol sobre malos y buenos y hace llover

sobre justos e injustos (5,45). También para la conducta con respecto al hombre puede

afirmarse que el amor debe ser la médula, aquella fuerza que vivifica y junta todas las

posibilidades de contacto recíproco.

Eso da por resultado un concepto grande y unitario para la vida del hombre. Por medio

del amor la vida debe formarse y conseguir una unidad inconsútil. Nadie necesita malgastar

ni destruir sus fuerzas ante las múltiples exigencias que se nos imponen. Para el discípulo

del Señor, sólo hace al caso la misma conducta, ya sea ante Dios o ante el hombre. Si

alguien dudara de lo que tiene que hacer en el caso particular y dónde hay que encontrar la

voluntad de Dios, esta respuesta nunca le fallará...

Jesús aquí no dice de qué manera se han de cumplir conjuntamente en la práctica los

dos mandamientos: si son dos direcciones distintas que se señalan al hombre -por una

parte, amar a Dios y por otra al prójimo- o si el amor es distinto en cada uno de los dos

mandamientos. Pero por la vida del hombre llegamos a conocer cómo se relacionan entre sí

los dos mandamientos. En ella se unifican el cumplimiento de la voluntad de Dios y el amor

que está al servicio del hombre. La obra de la redención de Jesús se lleva a cabo por amor

al hombre, y por entrega amorosa a Dios, que así lo ha dispuesto (cf. 20, 28). Eso se dice

más tarde de una forma sin par en una carta apostólica: «Si alguno dice: yo amo a Dios, y

odia a su hermano, es mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede

amar a Dios, a quien no ve. Y este mandamiento tenemos de él: que quien ama a Dios, ame

también a su hermano» (/1Jn/04/20s).

h) De quién es hijo el Mesías (Mt. 22/41-46).

Page 252: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

41 En una reunión de los fariseos, Jesús les dirigió esta

pregunta: 42 ¿Qué pensáis acerca del Mesías? ¿De quién es

hijo? Ellos le responden: de David. 4 Él les dice: ¿Cómo,

entonces, David, inspirado por el Espíritu, lo llama «Señor», al

decir: 44 «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies» (Sal

109,1)? 45 Pues si David lo llama «Señor», ¿cómo puede ser

hijo suyo? 46 Y nadie podía responderle una palabra, ni desde

aquel día se atrevió ya nadie a preguntarle más.

Esta vez la iniciativa parte de Jesús, lo cual no ocurre en ninguna otra ocasión. La

marcha del diálogo es difícil de entender. Porque para el mismo Jesús como para el

evangelista la expresión «hijo de David» era un título del Mesías. Con este título san Mateo

ha dado comienzo a su evangelio (1,1), y toda la sección 1,5 está orientada a demostrar la

filiación de David. Con la exclamación «hijo de David» le han invocado los ciegos, sin que

Jesús les contradijera. Para el lector judío éste es el titulo más claro del Evangelio para la

dignidad mesiánica de Jesús. Parece que aquí este titulo sea rechazado para Jesús... ¿o

se pregunta por otra cosa?

Jesús no trata del título, sino de la persona; no trata de ordenar una serie de

generaciones, sino de la dignidad. El Mesías es hijo de David por la parte de abajo

mediante el nombre y procedencia, pero es Kyrios, es decir Señor, por la parte de arriba

mediante el origen y misión divinas. Pero las dos cosas ya están mutuamente enlazadas en

el relato del nacimiento de Jesús (1,18-25).

El mismo David ya lo confiesa en su oración, en la que habla del Mesías según el modo

de ver entonces vigente (Sal 110,1). Allí David llama su Señor al Mesías, a quien Dios

entroniza a su derecha. ¿Cómo puede el Mesías ser solamente hijo de David, si David le

llama su Señor? Esta aguda pregunta debe hacer reflexionar. Al Mesías no solamente

pertenece su procedencia de la casa de David, sino todavía más. Ahora Jesús se ha metido

en arduas controversias y está en el camino de la muerte ignominiosa. Pero pronto será

Kyrios. Entonces resplandecerá ante la mirada de los creyentes, cuando lean el salmo,

como sucede hasta el día de hoy.

Págs. 223-234)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 40

2. GRAN DISCURSO CONTRA ESCRIBAS Y FARISEOS

(Mt 23, 01-39).

En este pasaje el evangelista san Marcos había insertado un discurso muy conciso contra

los escribas (Mc 12,38-40). Pero el estilo de los «ayes» o conminaciones no procede de él,

aunque también se encuentran en san Mateo y en san Lucas conminaciones que hallamos

en san Marcos. Los «ayes» proceden de la fuente común de los discursos de san Mateo y

de san Lucas. Probablemente san Lucas ha conservado la redacción más primitiva de este

pasaje, ya que refiere tres ayes contra los fariseos y tres contra los escribas o doctores de

la.ley, lo cual también corresponde al contenido de los ayes en conjunto (Lc 11, 39-52). San

Mateo adopta la materia global, la llena con la tradición propia, también redacta algunas

Page 253: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

formulaciones con absoluta independencia y con todo ello forma un gran discurso. En la

estructura del evangelio este discurso puede concebirse como un equivalente del sermón de

la montaña, que empieza con las bienaventuranzas (capítulos 5-7). Allí se proclama la

doctrina de la verdadera justicia, aquí se pone al descubierto la falsa justicia del fariseísmo y

de los rabinos. El discurso es de una severidad y vigor insuperables. El reproche central que

se repite muchas veces, es el de la hipocresía. De este modo se

descubre la llaga de la doctrina deteriorada y de la práctica religiosa.

a) Acusación fundada en principios (/Mt. 23/01-07).

1 Entonces Jesús habló al pueblo y a sus discípulos: 2 En la

cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.

3 Seguid, pues, practicando y observando todo lo que os

digan, pero no los imitéis en sus obras; porque dicen y no

hacen. 4 Atan cargas pesadas y las echan sobre los hombros

de los demás, pero ellos no quieren moverlas siquiera con el

dedo. 5 Hacen todas sus obras para que los hombres los

vean: por eso ensanchan sus filacterias y alargan los flecos

del manto; 6 les gusta ocupar los primeros puestos en los

banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7

acaparar los saludos en las plazas, y que la gente los llame «rabí».

Moisés es el primer legislador de Israel. Después de él sólo hay la

«tradición de los antepasados». En el tiempo de Jesús es de la incumbencia de los

escribas o doctores de la ley proteger y proclamar la ley de Moisés junto con la tradición

que se desarrolló de esta ley. Así pues, se puede decir que los escribas están sentados en

la cátedra de Moisés. Administran la ley y con ella la voluntad de Dios, que encontró su

expresión en la ley. Aquí eso se hace constar sin críticas. Desde el principio están juntos

los escribas y fariseos, porque Jesús y el evangelista los consideran como grupo unitario.

De hecho la secta de los escribas estaba desde antiguo influida por la manera farisaica de

pensar y la mayor parte de los escribas procedía del partido de los fariseos. En lo sucesivo

-eso ya se aclara por esta introducción- se trata, pues, de la doctrina, de una polémica de

principios con la teología rabínica, no solamente de una agresión contra su sola práctica

religiosa, como en 6,1-18. La doctrina debe llegar hasta la medula.

La segunda frase (23,3) nombra el segundo objetivo del discurso, o sea dejar al

descubierto la falta de unidad entre la enseñanza y las obras. Esta falta de unidad se

llama hipocresía. Se debe hacer lo que enseñan, pero no hay que dirigirse por sus propias

acciones. Sus instrucciones tienen validez, pero se recusa su ejemplo, ya que está en

contradicción con lo que dicen. ¿No se declara aquí válida la doctrina de los fariseos y

escribas, y solamente se censura su conducta personal? El desarrollo del discurso

sobrepasa ampliamente esta frase y de hecho se dirige contra la doctrina. El contenido del

v. 3 ya no se compagina enteramente con el contenido del resto del discurso (*). Pero con

todo se tiene que ver que el peso principal de la frase no radica en apoyar la autoridad de

los escribas para enseñar, sino en descubrir la discrepancia en su conducta. Con una

imagen gráfica se muestra cómo oprimen a los hombres, pero sin vivir previamente lo que

exigen. Se parecen a los traficantes que imponen enormes cargas a sus acémilas o

camellos. Pero ellos no hacen el menor esfuerzo para hacerlos adelantar. Hay también en

Page 254: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

aquéllos este contraste entre lo que reclaman a los demás y lo que se exigen a sí mismos:

no hay que guiarse por sus propias acciones, porque no están de acuerdo con su doctrina.

La próxima frase (23,5) nombra como ulterior motivo para esta advertencia que todas sus

obras son fingidas, porque no las hacen por Dios, que conoce lo oculto, sino por los

hombres, a quienes obceca la apariencia de una seria piedad.

El reproche de ostentar ante los hombres toda acción piadosa, ya fue antes explicado

en tres ejemplos. Cuando dan limosnas, lo publican en las sinagogas y en las calles (6,2).

Les gusta orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse

ante la gente (6,5). Cuando ayunan, ponen cara triste y desfiguran el rostro (6,16). Aquí se

aportan dos pormenores especialmente ridículos. Ensanchan de una forma peculiar y

vistosa las filacterias, en las que se sujetaban pequeñas cápsulas con textos de la ley. En

parte se llevaban las filacterias en el brazo, en parte en la frente. Los flecos que se debían

llevar en los cuatro extremos de la túnica, los alargan de un modo peculiar, para hacer

impresión. Ellos también quieren ser honrados del modo que sea y estar en primer término,

ya sea privadamente en la comida, ya sea en el culto divino de la sinagoga o públicamente

en las calles y en las plazas. En todas partes sucede lo mismo: se hace una ridícula

exhibición, que solamente es fachada huera y descubre un vano afán de prestigio.

En la parte introductoria ya se dice como advertencia «al pueblo y a sus discípulos»

(23,1) todo lo que se enumera en particular como directa acusación a partir de 23,13. Se

trata de la doctrina teorética y de la realización práctica de la voluntad de Dios, tal como las

exponen los escribas y fariseos. Sobre todo, hay que precaverse de su ejemplo. Su vida

contradice a su doctrina (23,3). No hacen lo que exigen a los demás (23,4). Y lo que hacen,

tiene su origen en la vanidad y en la ambición, y por tanto carece de valor delante de Dios

(23,5-7).

La introducción, pues, ya delinea una sentencia demoledora, en la que ya está contenido

todo lo siguiente. Jesús pone al descubierto toda la vanidad de una «justicia» casi sin

límites, presentada de palabra y de obra. No se conserva ningún hilo bueno, todo está

trastornado, todo es vanidoso y enfático, engañoso e hipócrita. La contrafigura repudiada

de la verdadera «justicia», descrita por Jesús (5,20ss) y a la que todos nosotros estamos

obligados. Esta contrafigura también tiene que servir a los cristianos para control saludable

y como advertencia llamada a suscitar un sano temor.

..............

* El v. 3 procede de la tradición judeocristiana, asequible al Evangelio de san

Mateo y está formulado de modo que, por principio, se reconoce la autoridad docente

del rabinato. San Mateo ha conservado estas palabras, aunque desde un punto de

vista global tiene otra opinión, porque ellas hacen patente la discrepancia entre

palabras y acciones y porque el v. 3 pertenecía probablemente a una forma mas

antigua del discurso retransmitido por san Mateo. También en otros casos san Mateo

refiere palabras sueltas que se habían fusionado con la materia transmitida, pero que

ya no corresponden a la manera de ver propia de san Mateo hecha efectiva en otras

ocasiones de un modo consecuente: cf. por ejemplo 10,5.23; 16.28.

..............

b) Reglas para los discípulos (Mt. 23/08-12).

8 Pero vosotros no dejéis que os llamen «rabí»; porque uno

solo es vuestro maestro, mientras todos vosotros sois

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hermanos. 9 A nadie en la tierra llaméis padre vuestro; porque

uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 10 No dejéis que os

llamen consejeros; que uno sólo es vuestro consejero: Cristo.

10 El mayor de vosotros sea servidor vuestro.

En este pasaje se intercala en el discurso -una advertencia especial a los discípulos.

Ellos también forman parte de los oyentes (23,1). Los tres casos en que se dice cómo nadie

debe denominarse en la comunidad cristiana, no son ejemplos tomados sin orden ni

concierto, sino que representan un fragmento de la ordenación de la primitiva

comunidad. En el ambiente judío los discípulos tenían que evitar todo lo que podía ser

confundido con los ejemplares hombres piadosos del otro lado. Estos se hacen llamar

respetuosamente rabí (es decir «mi maestro»), pero los discípulos renunciarán

conscientemente a este título. Entre aquellos hombres, a los piadosos maestros

especialmente conspicuos y venerables se los llama «padre», pero los discípulos evitarán

darse este tratamiento. Lo mismo se puede aplicar al título de «consejero». Pero no deben

hacerlo por táctica para hacer resaltar su independencia con respecto al judaísmo, sino por

el nuevo conocimiento de las verdaderas proporciones. No es el primero, el principal, el

superior el que así es considerado en la estima de los hombres. En el grupo de los

discípulos el mayor es el que se hace menor y como un niño. El que verdaderamente

domina es el que sirve, y es grande ante Dios el que se vuelve pequeño ante los hombres.

Pero aquí aún se dice más. Si los discípulos no abrigan la ambición de recibir dignidades

y de usar entre sí los títulos aparejados a ellas muestran que no sólo entendieron la

doctrina de Cristo por lo que respecta al orden auténtico de grandezas sino que, por

añadidura, captaron rectamente su relación con Dios y con Cristo. Ningún hombre puede

llevar el título de padre para expresar su dignidad religiosa, porque sólo hay un Padre, que

lo es en un sentido tan incomparable y profundo. En la comunidad, no puede usarse el

título de consejero ni maestro, porque solamente hay un consejero incomparable, maestro

de los discípulos. Todos se limitan a dar lo que reciben. Nadie tiene nada por sí mismo.

Nadie puede defender una tesis propia como un rabino de los judíos, ni puede adherirse a

una escuela o fundar una nueva. Cada cristiano está enseñado ante todo por Cristo. Cada

dirigente es guiado principalmente por él.

Aunque uno no se encariñe con los títulos y dignidades, los versículos en cuestión invitan

a reflexionar constantemente en el seno de la Iglesia. El título de rabino en una comunidad

judeocristiana sonaría de modo distinto que hoy; lo mismo una «viuda» en las primitivas

comunidades de las cartas pastorales sería algo muy distinto de una viuda en nuestra

sociedad. Pero el pensamiento que se contiene en estos versículos ¿está realmente vivo

en los discípulos de la Iglesia actual? ¿Dejamos que estas frases nos inquieten y nos

empujen a una conversión? Pues no se trataba tan sólo, en su origen, de suprimir títulos

honoríficos superfluos o ridículos, sino de ahogar la insensata ambición de poseerlos o

exhibirlos...

12 Pues el que se ensalza será humillado, y el que se

humille será ensalzado.

Los que se habían ensalzado, como los escribas y fariseos, son humillados en este

capítulo por las sentencias de Jesús. Pero son ensalzados todos los que se han hecho

servidores de los demás. Eso ya está en vigor ahora, pero sobre todo en el futuro de Dios.

Page 256: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

El veredicto mira hacia el fin. El tiempo futuro, que aquí se usa, habla del juicio. Entonces

para todos quedará al descubierto si han vivido con el espíritu del mundo o con el espíritu

de Jesús. Eso saldrá a la luz para los adversarios en tiempo de Jesús y para los fieles en el

tiempo de la Iglesia.

c) Las siete conminaciones (Mt. 23/13-31).

13 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que

cerráis a los hombres el reino de los cielos! Pues vosotros no

entráis, ni dejáis que entren los que están para entrar.

(El v. 14 dice así: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis las

casas de las viudas, mientras fingís entregaros a largos rezos! Por eso recibiréis

condenación más severa». El texto corresponde a Mc 12,40 y no pertenece al texto

original de san Mateo. Un punto de apoyo de esta opini6n consiste en que el número

de los «ayes» del evangelista estaba conscientemente limitado a siete)

Los escribas tienen la llave del reino de los

cielos o como se dice en san Lucas, «la llave del saber» (Lc 11,52), porque los escribas

están sentados en la cátedra de Moisés. Su oficio es enseñar el camino de la verdad. Esta

llave es la llave de la adecuada ciencia y del verdadero conocimiento. Pero en vez de abrir,

vosotros cerráis con llave. Vuestra doctrina es falsa y conduce al abismo. Sois guías

ciegos, como se dirá dentro de poco (23,16). No os basta que no podáis tener esperanzas

de llegar al reino, ya que ni siquiera dejáis llegar a los que lo desean y a los que no pueden

prescindir de vuestra llave. ¿Por quiénes sino por vosotros debe el pueblo sencillo saber lo

que la ley exige para su vida y por dónde discurre el recto camino? De todos los reproches

del discurso éste es el más duro y el más tremendo. Se recusa y condena la doctrina como

falsa. Y para sus maestros se cierra el reino para el cual les ha sido confiada la llave...

Al mal administrador de la llave se le ha de quitar el cargo y se tiene que dar a otro, que

lo ejerza mejor. Jesús dice a Pedro: «Te daré las llaves del reino de los cielos...» (16,19).

Así como los arrendatarios de la viña son despojados de su oficio y la viña es confiada a

otro pueblo (21,43), así también se tiene que proveer de nuevo el cargo de guardar la

llave. Este ministerio tiene la promesa de la validez incondicionada «en el cielo» y la

seguridad de que perdurará, porque en último término aquí también sólo es Cristo el que

enseña y guía, el que «ata y desata». E1 ministerio no será ya sustraído ni tampoco caerá

bajo la conminación de un «ay», como el que aquí profiere Jesús.

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que

recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando

ya lo es, hacéis de él un hijo de la gehenna dos veces peor que vosotros!

Era proverbial el celo que los fariseos tenían por las almas. En la presente conminación,

no solamente se caricaturiza este celo. sino que se fustiga gravemente. Un prosélito es un

adepto ganado personalmente para la propia fe. El resabio de impureza que percibimos es

ajeno a estas frases, por lo demás tan usuales en aquella época. Los fariseos cazan al

individuo yendo tras él para traerlo a su propia convicción religiosa. En cuanto encuentran a

uno, caen sobre él y lo hacen aún más fanático de lo que son ellos mismos. Más aún,

Page 257: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

hacen de él un hijo de la gehenna, ya que su camino es enteramente opuesto al camino

de Dios, y no conduce a la vida, sino a la perdición. Así acusa Jesús a los fariseos.

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: El que jure por

el santuario, a nada está obligado; pero el que jure por el oro

del santuario, obligado queda! 17 ¡Insensatos y ciegos! ¿Pues

qué es más importante, el oro, o el santuario que da al oro

carácter sagrado? 18 Como también decís: El que jure por el

altar, a nada está obligado; pero el que jure por la ofrenda

puesta sobre el altar, obligado queda. 19 ¡Ciegos! ¿Pues qué

es más importante la ofrenda o el altar que da a la ofrenda

carácter sagrado? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él y

por todo lo que hay encima, 21 y el que jura por el santuario,

jura por él y por quien habita en él, 22 y el que jura por el

cielo, jura por el trono de Dios y por quien está sentado en él.

No sólo es falsa la piedad farisaica, sino también su doctrina. Así lo dice también este

«ay». Ellos creen que pueden distinguir entre fórmulas de jurar obligatorias y no

obligatorias, e incurren en un formalismo igual al que Jesús ya había impugnado en el

sermón de la montaña (5,34-36). Hacen pasar como única fórmula válida jurar por el oro del

santuario; pero el juramento por el santuario es ineficaz. Algo parecido sucede en los otros

ejemplos. Truecan lo mayor con lo menor. El santuario es el que santifica el oro incrustado

en él, y el altar es el que santifica la ofrenda presentada en él. Este «ay» no nos parece

que sea muy contundente. Es una crítica de una distinción sutil, que en todo caso ha de ser

valorada de otra manera, por lo cual la cuestión básica del juramento queda en suspenso.

Hasta el 20 Jesús no toma posición en este particular. Eso nos sorprende en vista de la

objeción que apunta mucho más lejos y que está en el sermón de la montaña. Allí Jesús no

solamente censura el juramento irreflexivo, sino que en general prohíbe jurar

(5,33.34a.37).

Los dos últimos ejemplos pasan adelante. El que jura por el santuario, jura por Dios, e

igualmente el que jura por el cielo (23,21s). Los judíos tenían la costumbre de sustituir el

nombre de Dios por otros circunloquios. En este sentido se hace alusión a las fórmulas de

juramento «por el santuario» y «por el cielo». Mediante el circunloquio se creía poder

debilitar o eludir la inmediata invocación de Dios como testigo. Pero Jesús dice que tales

fórmulas también se refieren a Dios personalmente. Son juramentos por Dios perfectamente

válidos. No hay que precaverse de usar con ligereza estos juramentos, puesto que Jesús

ha prohibido en general el juramento; se debe hablar con franqueza y veracidad, el sí debe

ser sí, y el no debe ser no (cf. 5,33-37).

Pero la larga conminación sirve aquí para ilustrar la hipocresía, aunque en este caso y

sólo en él no aparezca esta expresión. Hay algo que aquí no concuerda.

En este pasaje se descubre la discrepancia entre una adoración viviente y personal de

Dios, y la práctica formalizada, rígida de la religión. El hombre siempre tiene que tratar con

el Dios viviente, con el Padre, a quien no se puede esquivar con sutiles distinciones

jurídicas o rituales. Todo servicio ante Dios tiene que ser sincero y fluir de un amor cordial.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os

Page 258: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

preocupáis por el diezmo de la menta, del hinojo y del comino,

mientras habéis descuidado lo de más peso en la ley: la

justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que había que

practicar y aquello no dejarlo. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el

mosquito y os tragáis el camello!

En la ley está ordenado que se cumpla el mandamiento del diezmo. Debe entregarse la

décima parte del producto de los cereales, mosto y aceite para el sostenimiento del templo

y para el servicio del culto. Los fariseos recargan asimismo esta obligación haciéndola

rigurosa y desatinada, al extenderla también a las hortalizas más corrientes. Por una parte

tanta minuciosidad, y por otra, tanta laxitud. Hacen la vista gorda en las cosas que

propiamente importan.

Resuenan las antiguas exigencias de los profetas respecto a la justicia, misericordia, y

fidelidad. Para los profetas los deberes de la justicia social y del amor eran más importantes

que los deberes del culto. Apoyar a los oprimidos y débiles, no explotar a los pobres,

mantener limpio el matrimonio y la familia, ejercitar la justicia social en el trabajo y en los

sueldos que se pagan lo recomendaron encarecida e incesantemente. (Entre un número

enorme de testimonios, cf. por ejemplo ls 5,8ss; Jer 9,23s; 22,3; Ez 18,1.32). El profeta

Oseas dijo: «Escuchad la palabra del Señor, ¡oh vosotros hijos de Israel!, pues el Señor

viene a juzgar a los moradores de esta tierra, porque no hay verdad, ni hay misericordia, no

hay conocimiento de Dios en el país. La maldición, la mentira, el homicidio, el robo y el

adulterio lo han inundado todo, y un crimen alcanza a otro» (Os 4,1s). Veamos todavía otro

ejemplo: «Esto es lo que manda el Señor de los ejércitos: Juzgad según la verdad y la

justicia, y haced cada uno de vosotros repetidas obras de misericordia para con vuestros

hermanos. Guardaos de agraviar a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre, y en su

corazón nadie piense mal contra el prójimo. Mas ellos no quisieron escuchar, y rebeldes

volvieron la espalda, y se taparon sus oídos, para no oir» (Zac 7,9-11). Los fariseos son

fieles descendientes de sus antepasados.

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que

limpiáis por fuera la copa y el plato, mas por dentro quedan

llenos de rapacidad y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego! Limpia

primero por dentro la copa que así quedará limpio también lo de fuera.

Con estas imágenes se trata una vez más del concepto y de la doctrina de la pureza. Se

mantienen con gran esmero y se recomiendan encarecidamente las prescripciones sobre la

pureza exterior. Pero lo que importa no es el ceremonial externo (la limpieza de copas y

platos), sino los sentimientos interiores. Sólo un corazón puro verá a Dios (cf. 5,8). No lo

que entra por la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, esto sí que

contamina al hombre (15,11.15-20).

En el fariseo no cuadran entre sí lo interno y lo externo, la manera interna de pensar y el

comportamiento exterior. Y así exponen a la vista su piedad. Pero esta piedad está

interiormente hueca, porque no es ejercitada para Dios, sino para el hombre. Son «hijos de

la gehennas (23,15) y malos de cabo a rabo (12,34). Si se purificara primero su interior, si

se convirtiera su manera de pensar y querer, entonces también sería puro y eficaz el

exterior, su actuación y su actitud entre los hombres. Entonces también serían superfluas

todas las prescripciones externas de limpieza para su vajilla. Pero así se oculta

Page 259: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

hipócritamente la maldad con el comportamiento, bienes mal adquiridos e inmoderada

ambición.

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas. que

parecéis sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen

vistosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y

de todo lo impuro! 28 Así también vosotros: por fuera parecéis

justos delante de los hombres, mas por dentro estáis llenos de

hipocresía y de maldad.

Esta conminación está orientada en el mismo sentido que la precedente: descubrir la

discrepancia entre la realidad y la apariencia. De nuevo se ilustra el pensamiento con una

comparación de intenso contraste. Los sepulcros de Palestina tenían que ser blanqueados,

para que nadie los tocase y viniera a contraer una impureza según los ritos. Podían estar

adornados y tener muy buen aspecto, pero todos sabían su contenido. Así sois vosotros. La

apariencia de la justicia desde lejos engaña ocultando la maldad que realmente existe. Se

finge todo lo que exteriormente se hace patente.

En un profundo sentido reina la maldad en los que tienen que administrar la ley. Porque

no han reconocido ni han hecho lo que importa en la ley. Mediante un sinnúmero de

ocupaciones externas se han exonerado de sus grandes reclamaciones del derecho, de la

misericordia y de la fidelidad (23,23). Esta maldad también queda reprobada en la

sentencia del juez: «Apartaos de mí, ejecutores de maldad» (7,23). Tan profundamente se

puede desacertar la voluntad de Dios, si se procura cumplirla según la letra y no según el

espíritu.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que

edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas

de los justos, 30 y decís: Si hubiéramos vivido en los tiempos

de nuestros padres, no habríamos sido cómplices de la

sangre de los profetas! 31 Y con esto, os estáis declarando a

vosotros mismos hijos de aquellos que mataron a los profetas.

Dios ha suscitado en su pueblo un gran número de profetas y justos, y los ha enviado de

nuevo a él como mensajeros (cf. 21,33-36; 22,3-6). No fueron oídos, sino rechazados. Los

descendientes se glorían de ellos, les erigen tumbas caras y suntuosas. Pero esto no

basta. El corazón obstinado es lo que hace que los hijos se parezcan a los padres. A los

hijos les parece que son mejores, más juiciosos y justos que los padres, y precisamente

son todavía más ciegos y obstinados que ellos. No deberían venerar los sepulcros de los

profetas, sino hacer lo que ellos dijeron. Con esta obstinación matan una vez más

espiritualmente a los profetas, a quienes sus padres han dado muerte. Aquí de nuevo se

descubre la hipocresía. Con la creencia temeraria de ser mejores que los ascendientes, de

estar de parte de los justos (23,28), cuyas tumbas son adornadas por ellos.

¡Qué espantoso engaño sobre la verdadera situación! ¿No hay también una ilusión

semejante entre los cristianos que miran presuntuosamente los aspectos sombríos de la

historia de la Iglesia, y les parece que son mejores que sus padres? La crítica auténtica

procede siempre del conocimiento de la propia culpa y del propio pecado.

Page 260: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

(.Págs. 234-247)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 41

Mt. 23/32-36

32 ¡Y ahora vosotros, colmad la medida de vuestros padres!

33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis a la

condenación de la gehenna? 34 Por eso, yo os voy a enviar

profetas, sabios y escribas: a unos los mataréis y crucificaréis,

y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis

de ciudad en ciudad, 35 para que así caiga sobre vosotros toda

la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre

del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a

quien matasteis entre el santuario y el altar. 36 Os lo aseguro:

todo esto ha de venir sobre la generación presente.

El discurso en la conclusión va subiendo de tono de modo extraordinario. La parte final

empieza invitando a colmar la medida de los padres. Falta muy poco para ello y pronto

rebosará. La medida quedará colmada con la muerte del último profeta, con la muerte de

Jesús. Como hizo antes Juan, Jesús los trata de serpientes y ralea de víboras, que no tienen

esperanza de eludir el castigo (cf. 3, 7). Pero aquí se dice ya cuál será el castigo: la

condenación al fuego eterno (la gehenna).

Dios antes había enviado mensajeros para exhortar a la conversión. Ya ahora, y sobre

todo después de su resurrección, Jesús les envía una vez más mensajeros para llamarlos a

la fe en él. Estos mensajeros también serán profetas, sabios y escribas. Sólo se

distinguirán de sus predecesores por sus exigencias más altas, ya que anuncian al Mesías

y así dan, de una manera irrevocable y única en su género, la ocasión para convertirse y

creer. El que crea y se bautice, se salvará (Mc 16,16a). Sólo eso estará ahora en vigor.

Pero también sigue siendo válida la ley según la cual los mensajeros han sido llamados: Os

perseguirán a vosotros, como también han perseguido a los profetas anteriores a vosotros

(cf. 5,11s). Ahora ya es claro lo que sucederá a los enviados del Señor: persecución,

flagelación, crucifixión como tuvo que sufrir su Maestro.

Los profetas y los justos fueron perseguidos por su propio pueblo. Se derramó sangre

inocente que clama venganza, como la de Abel, que humedeció la tierra (Gén 4,10). Éste

fue el primer asesinato, del que tuvo que dar noticia la Escritura. El del sacerdote Zacarías

es el último que nos da a conocer la Biblia. «Por último revistió Dios de su espíritu al sumo

sacerdote Zacarías, hijo de Joyada; y presentándose delante del pueblo, les habló de esta

manera: Así habla Dios: ¿por que traspasáis los mandamientos del Señor? Nada ganaréis.

Habéis abandonado al Señor y él os abandonará también. Mas ellos, aunados contra

Zacarías, lo apedrearon por orden del rey, en el atrio del templo del Señor. Y no se acordó

el rey Joás de los beneficios que le había hecho Joyada, padre de Zacarías, sino que mató

a este hijo suyo; el cual dijo al morir: Véalo el Señor y haga justicia» (2Cro 24,20-22). La

sangre inocente en cierto modo se ha congestionado. Con ella se ha llenado casi hasta el

borde la medida de los padres, la cual llegará a estar totalmente llena con los atroces

crímenes de sus hijos. Y así el castigo vendrá sobre «la generación presente», que es

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albacea de todas las generaciones precedentes (*).

..............

* El texto de las persecuciones del v. 34b está claramente armonizado con los otros que están

en eI discurso dirigido a los discípulos (10,17-22). El texto de san Mateo recurre a las

persecuciones de los mensajeros de la fe cristiana y argumenta apoyándose en este amargo

conocimiento. De este modo se da una indicación terminante de que el pronombre «yo» en

23,34 se refiere a Jesús, cuyos mensajeros han experimentado estos destinos, con independencia

de que, en una anterior redacción de estas palabras, el pronombre «yo» hiciera alusión a Dios (o

a la sabiduría divina). San Mateo a Zacarías le llama «hijo de Baraquias», pero según 2Cro

24,20, era «hijo de Joyada». La divergencia se debe a una confusión con el penúltimo de los

llamados «profetas menores», Zacarías, que era hijo de Baraquías (Zac 1,17).

..............

d) Apóstrofe a Jerusalén (Mt. 23/37-39).

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y

apedrea a los que fueron enviados a ella! ¡Cuántas veces

quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne sus polluelos

bajo sus alas! Pero vosotros no quisisteis. 38 Mirad que

vuestra casa se quedará para vosotros. 39 Porque yo os digo:

Ya no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene

en nombre del Señor! (Sal 118,26).

El discurso conminatorio contra los escribas y fariseos se concluye con un gemido

lastimero. Ahora se dirige la palabra a Jerusalén, pero con ella también a todo el pueblo,

que tiene su centro en la ciudad santa. El Mesías fue enviado para reunir las ovejas

perdidas de la casa de Israel (15,24). Jesús se había esforzado por ellas día tras día como

una madre amorosa, como un pastor solícito y -en la imagen presente- como una gallina

reúne a sus polluelos bajo sus alas. Nada quedó por intentar, ni en milagros, ni en

palabras, con severidad amenazante y con indulgente compasión, en la oración solitaria y

en la afluencia sofocante de la multitud, en la ciudad y en el campo, en Galilea y en Judea,

con la gente sencilla y con los doctos teólogos. Jesús ha intentado serlo todo para todos.

Ha solicitado el corazón de este pueblo como Oseas y ha sufrido por la fe de su pueblo

como Jeremías. Pero todo fue en balde. Sólo esta queja puede hacer inteligible la

severidad inexorable de las precedentes invectivas.

Pero ambas cosas -las palabras conminatorias y el apóstrofe lastimero- para nosotros

quedan envueltas en un misterio. ¡Cuán difícil es para nosotros comprender que el Mesías

-desde un punto de vista humano- ha fracasado en su misión con la «generación

presente»! Es el mismo misterio que reina entre el Padre y él en las horas nocturnas de

oración en el monte, y que no se descubre al hombre. El misterio que solamente de vez en

cuando centellea, como en el suspiro por la incredulidad de esta generación (17,17), o en

las palabras sobre la entrega de la vida en rescate de muchos (20,28). Pero el misterio

permanece y estas palabras sólo son capaces de declarar veladamente lo que sucede en el

corazón del Redentor.

Cuando se habla de la «casa», se hace referencia a la ciudad de Jerusalén. Vuestra

casa se quedará para vosotros. Ahora dependéis de vosotros y también sois responsables

de vosotros mismos. Dios no se esforzará ya más y el Mesías tampoco. Dios se retira de su

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pueblo, por el cual ha luchado a través de los siglos, por último y con el máximo riesgo en

su Hijo (cf. 21,37). He aquí que vuestra casa se quedará para vosotros. Ésta era la idea de

Dios, cuyo nombre está oculto mediante el verbo. Dios deja sola la ciudad, en la que hizo

benignamente que habitara su nombre, y se aleja de ella. Ya no me veréis más, dice de

sí mismo el Mesías. Ha concluido su actividad pública y se retira. Ya no se les mostrará

más, a no ser en el juicio final. Un día las multitudes clamaron: «¡Bendito el que viene en el

nombre del Señor!» (21,9b). La próxima vez resonará este clamor, cuando venga a separar

las ovejas de los cabritos. Cuando Jesús entró en Jerusalén, aún se podía preguntar quién

era éste (21,10), entonces esto lo sabrán todos. Ahora Jerusalén ha rehusado aceptarle,

cuando entraba como Mesías, entonces esta aceptación será inevitable. Ahora sólo

algunos partidarios entusiastas le han aclamado, entonces serán todos los hombres. Estas

palabras son también una sentencia definitiva, porque ahora el Mesías tiene que

abandonar a su propio pueblo. Pera ¿no tienen estas palabras un reverso misericordioso?

La «generación presente» aún tiene que comparecer un día ante el tribunal. Entonces se

decidirá para siempre y para cada individuo si entra en la vida o en la perdición (*).

....................

* En el v. 23,28. se ha querido ver con frecuencia una indicación de la conversión final de los

judíos. Eso no parece probable, porque en todo el discurso del capítulo 23 y, en general, en el

Evangelio de san Mateo, sólo se tiene en cuenta «esta generación», o bien, en sentido más

amplio, la generación de Jesús y de los primeros mensajeros de la fe. En suma, pues, no cabe

hablar de «los judíos». Además, según el tenor de los v. 38s es inverosímil pensar en una

declaración positiva. Por eso, en la salutación «Bendito el que viene», difícilmente se puede

rastrear la profecía de que los judíos posteriormente reconocerán al Mesías, si bien podría

parecer que se insinúe un aspecto positivo, apuntando al juicio final. De este modo, la parte

final del discurso, con su amenaza de castigo (especialmente 23,29-36), adquiere más el

carácter de una profecía conminatoria que de una sentencia judicial. El juicio queda tan

reservado como lo queda para la Iglesia en 13,40-43 y en 22,12-14. De manera diferente debe

juzgarse el importante pasaje de Rm 9, 11.

..............

IV

INSTRUCCIÓN SOBRE EL FlN DEL MUNDO

(24,5,46).

1. LAS SEÑALES DEL FIN (Mt 24, 01-36).

El capitulo 13 del Evangelio de san Marcos forma la base de este discurso. San Mateo

ha adoptado casi sin variaciones el texto de san Marcos, salvo algunos intercalados. Es

nueva la sección comprendida entre los v. 26 y 28 del capítulo 24. En el discurso sobre la

misión de los apóstoles (10,17-21) san Mateo ya había empleado el texto de las

persecuciones de Mc 13,9-13. Aquí san Mateo no lo repite por completo, sino solamente en

dos frases (24,9.1 3s). En sustitución de lo que omite, ha intercalado la sección 24,10-12.

En la introducción san Mateo dice con más claridad que san Marcos que los discípulos

preguntan a Jesús por la «señal de tu parusía y del final de los tiempos». En Mc 13,4

permanece confuso el verdadero objeto de la pregunta.

La gran importancia del discurso de san Mateo está en que este evangelista lo configura

de una forma todavía mucho más resuelta que san Marcos en una advertencia a la

Page 263: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

vigilancia. Ha añadido un número mayor de textos de la colección de discursos que

expresan este pensamiento (24,37-2S,13). A la parábola de las vírgenes (25,1-13) añade la

de los talentos (25,14-30) y una detenida descripción del juicio final, en que dictará la

sentencia el Hijo del hombre (25,31-49. Mediante estas ampliaciones se ha formado un

gran discurso sobre el fin del mundo y la actitud de los discípulos ante el juicio. San Mateo

probablemente ha concebido como una unidad de composición los ataques contra los

escribas y fariseos en el capitulo 23 y el discurso sobre el fin de los tiempos en los

capítulos 24 y 25. Este doble discurso entonces sería el quinto dentro del evangelio. De

aquí también resulta que la usual formulación conclusiva (que siempre permanece igual) no

está después del capitulo 23, sino del 25 (26, 1).

Es muy difícil explicar especialmente la primera parte que procede de san Marcos 13, y

que en la interpretación todavía es objeto de controversia. No podemos abordar todas las

cuestiones particulares y tampoco necesitamos hacerlo, porque san Mateo dice claramente

que el discurso versa sobre la señal de la parusía y del final de los tiempos (24,3b).

Así, para él recae desde el principio la interpretación del discurso en la destrucción de

Jerusalén y en aquella manera de pensar, que en la destrucción de Jerusalén en cierto

modo querría ver prefigurados (perspectiva profética) los acontecimientos del fin del mundo.

Para él y para el tiempo en que escribió, la destrucción de la ciudad santa ya pertenece al

tiempo pasado y es entendida como castigo sobre la generación incrédula (cf. 22,7).

Pero ahora la mirada del evangelista se dirige hacia adelante. Aunque Mateo conserve

muchos pasajes sueltos de san Marcos, que están adaptados al estrecho horizonte de la

ciudad de Jerusalén y del país de Judea (por ejemplo 24,15s), sin embargo no tienen

ningún peso decisivo ni por la resuelta dirección de la mirada de 24,3b, ni sobre todo por la

gran cantidad de material nuevo que aporta.

a) La destrucción del templo (Mt. 24/01-02).

1 Salió Jesús del templo, y, según iba caminando, se le

acercaron sus discípulos para hacerle notar las

construcciones del templo. 2 Él les dijo: ¿No véis todo esto?

Pues os aseguro que no quedará aquí piedra sobre piedra;

todo será demolido.

Aquí de nuevo se nos recuerda que Jesús, según la

descripción del evangelista, estuvo todo el tiempo en el templo (21,23). Allí siguieron una

tras otra las controversias, con las tres parábolas y el gran discurso contra los escribas y

fariseos. Ha entrado en el templo con autoridad y allí le han saludado los niños como

Mesías (21,15s). En el templo ha enseñado. En el corazón del mundo judío lanza su

acusación demoledora contra los intérpretes de la ley. Ahora sale del sagrado recinto,

después que ya lo ha dicho todo a la masa del pueblo y a sus dirigentes.

Los discípulos son quienes, al abandonar el santuario, le hacen notar los suntuosos

edificios. El templo de Herodes, en cuya edificación se trabajó durante varias décadas

(aproximadamente, entre el año 20 ó 19 a.C. y el 63 d.C.) era el radiante centro de

atracción de la religión judía y, además, ejercía su influjo en los pueblos circunvecinos.

Muchos lo contaban entre las siete maravillas del mundo. En aquel tiempo, su fábrica debía

de brillar con vivos y resplandecientes colores. Aunque lo había levantado con tanta

magnificencia, no un judío creyente, sino un extranjero de Idumea, Herodes I, todos los

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judíos estaban orgullosos de su fabulosa suntuosidad. Durante muchos siglos se habían

tenido que contentar con la modesta construcción, erigida provisionalmente después del

destierro de Babilonia por orden de Zorobabel. Si bien no quedaba rastro de palacio real,

de reino independiente y de autoridad política alguna, el santuario brindaba un centro de

unión y constituía motivo de renovada alegría.

Con una sola frase, Jesús anuncia que este esplendor será destruido hasta los

cimientos. No quedará aquí piedra sobre piedra. No se dice en qué circunstancias, con

qué motivo, en qué tiempo ni por medio de quién ocurrirá tal destrucción. Pero para Jesús

el hecho es cierto por clarividencia profética. Así también Amós había predicho la

destrucción de Samaría, y Jeremías la devastación de Jerusalén. La desintegración interna

del pueblo, el definitivo apartamiento de Dios que se alejará de su pueblo (23,38), le

incapacitan para tener un templo y celebrar en él los actos de culto. Casi es una necesidad

histórica que el templo haya de ser arrebatado a Israel. Solamente un pueblo entregado a

Dios con corazón indiviso puede presentarse ante él y ofrecer allí sus dones en sacrificio.

Para Jesús, la destrucción del santuario es la consecuencia externa de la obstinación

interior.

También está latente el misterioso gobierno de Dios, aunque no se indique en la breve

frase citada. Ya una vez Dios había pegado fuego con su propia mano al santuario, como lo

había contemplado el profeta Ezequiel en una visión inaudita (Ez 9-11). Dios es tan

soberano, que incluso puede permitirse algo tan terrible como destruir su propia casa, si por

parte de los hombres ya no se cumplen las condiciones que hacen que el templo sea el

recinto del verdadero culto ante le divina presencia. El año 70 d.C. el templo fue reducido a

escombros por un soldado romano que había arrojado un tizón a una ventana del ala norte

del edificio, con lo que el fuego se propagó a toda la construcción de madera.

Para entender las partes siguientes hay que añadir todavía unas palabras. El tema y la

verdadera declaración de los versículos son la llegada del Mesías al fin de los tiempos y los

signos que preceden esta llegada. Esta declaración se describe parcialmente con

expresiones e imágenes que están tomadas de un ambiente espiritual debido al tiempo.

Suponen el concepto del mundo de la antigüedad y muchas ideas particulares de la

literatura apocalíptica que entonces florecía. Tenemos que hacer la tentativa de separar

entre sí la verdad aludida y la manera de declararla, de una forma parecida como nos

resulta necesario hacerlo en el relato de la creación del primer capítulo del Génesis. En lo

que se declara sobre el fin de los tiempos, todavía es más difícil que en las declaraciones

sobre el tiempo primitivo encontrar los correspondientes medios de expresión, ya que en el

fondo tienen que anunciarse cosas inefables con palabras e imágenes humanas contenidas

dentro de ciertos límites. Pero estas palabras e imágenes que aquí se emplean, hay que

concebirlas más como indicación del tema aludido que como su descripción. No nos

atasquemos en ellas, sino intentemos comprender por medio de ellas el mensaje que se

anuncia.

b) Los comienzos de las tribulaciones (Mt. 24/03-08).

3 Mientras él estaba sentado en el monte de los Olivos, se

le acercaron los discípulos para preguntarle a solas: Dinos:

¿Cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu parusía y

del final de los tiempos? 4 Y Jesús les contestó: Mirad que

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nadie os engañe. 5 Porque muchos vendrán amparándose en

mi nombre y dirán: Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos.

6 Habéis de oír fragores de guerras y noticias de guerras.

¡Cuidado! No os alarméis. Porque eso tiene que suceder, pero

todavía no es el fin. 7 Efectivamente, se levantará nación

contra nación, y reino contra reino, y habrá hambres y

terremotos en diversos lugares. 8 Todo esto será comienzo

del doloroso alumbramiento.

También aquí, todo este discurso está dirigido solamente a los discípulos. Sólo está

pronunciado para los fieles que han logrado «conocer los misterios del reino de los cielos»

(13,11). Los discípulos primero preguntan por la hora y la señal del fin. Jesús no da

ninguna respuesta a la pregunta sobre la hora, y más tarde dice expresamente en un

pasaje decisivo que nadie la conoce, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solamente el

Padre (24,36). La pregunta muy enigmática, que siempre surge en tiempos agitados,

también preocupaba entonces a los discípulos.

La misma importancia tiene para ellos la señal del fin. En aquel tiempo había toda una

literatura sobre este particular. La teología de los escribas también se había dedicado a

este punto y había recopilado muchos textos de los libros más antiguos de la Sagrada

Escritura. Especialmente el libro de Daniel produjo gran efecto. Es el primer libro

apocalíptico que fue recibido en la Sagrada Escritura. SITEM/DISCERNIRLOS: Si el

hombre no obtiene ninguna seguridad sobre la hora, de forma que pueda calcular el

término, sin embargo pregunta por las señales, con las que puede orientarse. ¿Existen

estas señales que indican que ha llegado la hora? Jesús exhorta expresamente a

reconocer las «señales del tiempo» y vitupera a los que están como ciegos y no las ven

(/Lc/12/54-56). Forma parte de las tareas del discípulo de Jesús estar atento a estas

señales con oído sutil. Dios no sólo habla privadamente a cada alma y oficialmente

mediante el mensaje de la Iglesia, sino también por medio del tiempo y de los vaivenes de

la historia. Con todo, los discípulos tienen que precaverse de igual modo, tanto de la apatía

indolente, como del nerviosismo angustioso. En lo que sigue, Jesús da instrucciones para

guardar la debida actitud ante las «señales».

En la antigüedad se llamaba parusía a la venida de un monarca o a la prodigiosa

aparición de un Dios. Junto con los demás escritos de la Iglesia primitiva, san Mateo

emplea esta expresión para designar la segunda venida del Mes+as. Será una venida, de

la cual sólo son débiles indicaciones la recepción de un emperador en una ciudad con

pomposa ostentación y la fe en la manifestación de un Dios entre sus seguidores. Será la

venida por antonomasia, después de la cual no hay que esperar ninguna más. Juan el

Bautista pregunta desde la cárcel: ¿Eres tú el que tiene que venir? (11,3). Jesús sólo le

indica las señales por medio de las cuales hallará el camino para lograr una respuesta a su

pregunta. La primera venida del que debía venir, estaba en la señal de la ocultación de la

divinidad y tenía que ser buscada y reconocida con la fe. La segunda venida será puro

descubrimiento; en lugar de la fe que inquiere, se pondrá la visión imponente.

Coinciden la parusía del Hijo. del hombre y el fin del mundo. La venida de Cristo es la

introducción de este fin, su primer acto. Con la idea del fin, como con la idea del comienzo,

se da un dictamen en la manera de entender la historia y el hombre. Solamente hay historia

en el tiempo. El tiempo procede de un comienzo e impulsa a una conclusión. Estamos en la

corriente del tiempo y, por tanto, estamos en la historia, por eso nuestra vida está

Page 266: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

constantemente orientada hacia una decisión que está determinada de parte del comienzo

y del fin. El cristiano puede comprenderse a sí mismo y a su encargo por el comienzo, por el

origen, al que tiene que agradecer su propia existencia. Sólo puede encontrar la dirección

de su proceder en la mirada a un fin, que para él es personalmente el fin de su propia vida.

Y así el hombre y la historia están mutuamente enlazados. En la decisión ante el fin de la

propia vida se lleva a cabo simultáneamente la decisión ante el fin del mundo. La

preparación para el fin y la orientación de la propia vida en vista de este fin ya significa para

el cristiano un ejercitarse para la parusía de su Señor...

Falsas señales que han de ofuscar y seducir, son las afirmaciones de personas que

digan que son el Mesías. Se proveerán de este nombre y engañarán a muchos. Con este

nombre se alude a la pretensión de ser el definitivo Salvador que precede a la última

perfección del mundo y que al mismo tiempo la introduce. Hubo personas que suscitaron

las esperanzas de mostrar el camino de la dicha, bienestar y salvación definitivas; hubo

otros que eligiendo distintos miembros de la Iglesia reunieron una comunidad de «puros y

santos» para disponerlos para la última perfección; hubo otros que creyeron que podían

indicar la hora exacta del fin, y se sintieron sus últimos mensajeros. ¡Con cuánta frecuencia

ha sucedido ya así, y cuántos han sido engañados! Estas señales forman parte del «último

tiempo», que transcurre desde la resurrección de Cristo en adelante. Jesús dice: «Mirad

que nadie os engañe.»

La segunda señal, contra la que previene Jesús, son guerras

espantosas con sus devastaciones. Tendrán una envergadura mayor que las guerras

entonces conocidas entre tropas enemigas. Se levantarán naciones y reinos enteros unos

contra otros. Añádanse finalmente catástrofes de la naturaleza, como hambres y

terremotos, que sobrevendrán en muchos lugares y perturbarán a los hombres. En todo eso

no se debe ver el anuncio del fin, sino solamente el principio de su «doloroso

alumbramiento».

Así pues, éstas no son señales del fin anunciado como inmediato, según se afirman con

frecuencia en alguna secta. Aquí no se califican las guerras y catástrofes como males

absolutamente necesarios, que simplemente forman parte de la historia y de la naturaleza y

han de tomarse tal cual son. Nuestro discurso más bien ve en ellas señales pavorosas, con

las cuales se anuNcia el nacimiento de la nueva era. Estos temibles azotes del género

humano pertenecen a este tiempo del mundo que está expirando. Solamente en este

sentIdo son necesarios, por lo cual se dice: «Porque eso tiene que suceder.» En este

pasaje tampoco se habla de c_mo los hombres deben reprimir el efecto destructor de las

catástrofes e impedir las guerras. Eso resulta de la misi_n universal del hombre y de los

sentimientos de amor que Dios reclama. Pero aquí solamente se contraponen las dos

edades del tiempo del mundo. El nuevo mundo de Dios no conocerá nada de todo esto...

(.Págs. 247-260)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 42

c) Exhortación a la perseverancia (Mt. 24/09-14).

9 Entonces os entregarán al tormento y os matarán, y seréis

odiados por todos los pueblos a causa de mi nombre. 10 Y

Page 267: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

entonces muchos fallarán, y se traicionarán unos a otros y se

odiarán mutuamente, 11 y surgirán muchos falsos profetas y

engañarán a muchos, 12 y con el crecer de la maldad, se

enfriará el amor en muchos. 13 Pero quien se mantenga firme

hasta el final, éste se salvará.

Es curioso que siempre se vuelva a hablar de persecuciones. En

la gran sección sobre la instrucción a los discípulos había hablado Jesús de ellas con

insistencia (sobre todo 10,17.21). En el discurso contra los fariseos ya anticipa lo que

amenazará al mensajero cristiano de la fe por parte de los adversarios judíos. Se les azotará

en las sinagogas y se les dará muerte (23,34s). En ambos casos se evoca hostilidad por

parte de los judíos. El mismo Jesús la experimenta y sus propios discípulos no podrán

tampoco evitarla. «Un discípulo no está por encima del maestro, ni un esclavo

por encima de su señor» (10.24). Dios es extranjero en el mundo, a Jesús «los suyos no lo

recibieron» (Jn 1,11).

Mientras d mundo está descuidado y el espíritu maligno tiene poder, perdurará este

extrañamiento, que a menudo degenera en hostilidad. ¿Debe, pues, sorprender que la

hostilidad aumente con mayor fuerza en los últimos tiempos, cuando el mundo antiguo,

abandonado a la muerte, debe ser vencido por el mundo nuevo de la vida gloriosa? Los

discípulos serán «entregados», como fue entregado Jesús y se le dio muerte. Jesús fue

puesto en manos de los hombres, en manos de judíos y gentiles (20,18s). En el último

tiempo las persecuciones no sólo las promoverán los judíos, sino también los gentiles.

«Seréis odiados por todos los pueblos a causa de mi nombre». La tribulación de los

discípulos se extenderá con la amplitud con que se difunda el mensaje. Se experimentará el

escándalo de este nombre en todas partes en que vivan verdaderos discípulos que se

reúnan en nombre de Jesús (cf. 18,20). Porque Jesús no ha venido a traer la paz entre el

bien y el mal, sino la espada de la separación (cf. 10,34).

Pero la tribulación no sólo procede de fuera, sino también de dentro, de las mismas

comunidades cristianas. Y estas aflicciones y calamidades quizás todavía sean peores.

Muchos fallarán, es decir, su fe perderá su fuerza y se dejará seducir. La consecuencia es

que también entre ellos estalla el odio que les alcanza desde fuera. Más aún, incluso «se

traicionarán» unos a otros, como lo hacen los poderes enemigos. Aquí el escándalo revela

su más profunda malicia, porque se ha abierto camino en medio de los discípulos, cuyas

fuerzas ha minado. Los discípulos debían precaverse del escándalo, y haca lo posible por

impedirlo. Eso tenía validez con respecto a los «pequeños» en las propias filas (18,6) y con

respecto a los conciudadanos judíos (17,27). Pero los escándalos ya están firmemente

instalados en la comunidad y no pueden ser extirpados antes de la separación definitiva.

Sólo cuando el Hijo del hombre venga a juzgar, recogerá de su reino a todos los que

suscitaron escándalo y los enviará al eterno castigo (13,41s). Este es un hecho amargo

para la Iglesia y para su testimonio en el mundo. El testimonio de Dios se presenta mutilado

a los creyentes, porque debiendo ser un solo corazón y una sola alma, reina en ellos la

desunión, e incluso el odio... Para nosotros los hombres es difícil comprender por qué Dios

tolera tamaño desorden. ¿Excedemos el límite de lo que nos dice la parábola de la cizaña y

su explicación? También aquí en último término debe tratarse de la insensatez «de la cruz»,

que, en realidad, es poder de Dios y sabiduría de Dios (cf. 1Cor 1,24). La debilidad que la

Iglesia y nosotros mismos experimentamos con tales escándalos, ¿no tiene más fuerza para

desencadenar el poder de Dios que el «vigor» aparente de una orgullosa conciencia de

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superioridad por parte nuestra?

También aparecerán falsos profetas en las propias filas y confundirán a muchos.

Asimismo es sensato calcular que no todos los que llevan el nombre de Jesús en los labios

y hablan del cristianismo, son verdaderos profetas del Mesías, que él ha enviado (23,34).

Los falsos profetas se encubren mañosamente con piel de oveja, aunque sean lobos

rapaces (7,15). Aparentan que son piadosas ovejas del rebaño como las demás. En

realidad son sus mortales enemigos, en cuanto se cae su piel de oveja. Sólo hay una

posibilidad, o sea conocerlas en su verdadero modo de ser, es decir. observar cómo se han

formado sus frutos, o sea sus obras. ¿Son obras de la «ley» bien entendida y del amor, o

bien son obras de la «maldad» y de la dureza de corazón? La comunidad debe partir de

este criterio e intentar la separación, aunque sin juzgar precipitadamente (7,1). Pero no

deben ser victimas de los seductores ni ser engañados por ellos.

Prevalecerá el desenfreno. Será este un rasgo típico que caracteriza terriblemente a los

falsos cristianos, a quienes Jesús también trajo la verdadera ley. Como los demás

cristianos, abandonaron la antigua ley de Moisés, pero no han abrazado la nueva ley del

amor. Se han colocado en una tierra de nadie, sin sujetarse a ninguna ley. Eso tiene que

degenerar en anarquía y desenfreno totales, que ahora se disimulan con la capa de la

libertad cristiana. Lo cual no sólo es contrario a lo que dice el Evangelio, sino que entraña

un trastrueque total. Una frase sola bastará para expresar esta degeneraci6n: Se enfriará

el amor en muchos. Se traiciona la verdadera misión y la única vocación del discípulo: a

saber la misión y vocación de amar.

Cuadro aterrador, que abarca desde el tiempo intermedio presente hasta el fin de los

tiempos y que al evocarlo no está ausente la propia experiencia del evangelista y de su

Iglesia, condensada en estas palabras (24, 10-12). En pleno discurso sobre el fin del

mundo, se percibe de nuevo una conmovedora exposición de lo que interesa a los

discípulos de Jesús.

A pesar de los peligros de fuera y de dentro es posible salvarse. Para conseguirlo sólo se

requiere perseverancia y paciente firmeza. Pero quien se mantenga firme hasta el final,

éste se salvará. La salvación del individuo es obra de Dios, en él debemos abandonarnos

con pura confianza, porque para Dios todo es posible (cf. 19,26).

Ya hubo tiempos en la historia de la Iglesia que estuvieron colmados de tal obscuridad e

incluso los mejores se sintieron asaltados por la duda. Pero también ellos perseveraron y, a

pesar del desamparo en que se hallaban y el fracaso de lo que intentaron hacer, se

mantuvieron firmes y no vacilaron.

14 Y este Evangelio del reino será predicado en toda la

tierra como testimonio para todos los pueblos. Y entonces llegará el final.

Todo esto puede parecer difícil y sombrío, pero la confianza irradia en este versículo con

resplandores de victoria. Porque el mensaje que Jesús trajo, no resultará estéril. Lo que

ocurre con la semilla, también sucede con la palabra, que en muchos sitios perece, pero en

algunos produce un fruto ubérrimo (23,8). El evangelio vivirá, aunque muchos, a quienes

está confiado, mueran interiormente y ya no estén a la altura de lo que requiere el

Evangelio. El mensaje se difunde por el mundo y hablará a todos los pueblos del amor del

Padre Dios. El Evangelio sigue apremiando sin detenerse hasta que haya alcanzado este

objetivo, porque la obra de Dios no puede fracasar, aunque tenga que propagarse a

pequeños pasos y con éxitos modestos. Sólo puede llegar el fin, cuando haya ocurrido que

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se haya proclamado «el evangelio del reino en todo el orbe». Con este versículo tampoco

es posible calcular la hora del fin del mundo. Porque puede ser muy diferente el modo con

que se predique el Evangelio y llegue a los oídos de los hombres. Tampoco se dice que

cada uno de los hombres tenga que tomar la decisión personal de si acepta o no acepta la

palabra. Sólo se puede concluir que se establecerá definitivamente el reino de Dios,

cuando se haya pregonado en toda la tierra y haya sido dado a conocer a los hombres.

d) La gran tribulación de Jerusalén (Mt. 24/15-22).

15 Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, la

anunciada por el profeta Daniel instalada en el lugar santo

-entiéndalo bien el que lee-, 16 entonces, los que estén en

Judea huyan a los montes, 17 y el que esté en la terraza no

baje a recoger lo que hay en su casa, 18 y el que esté en el

campo no vuelva atrás para recoger su manto. 19 ¡Ay de las

que estén encintas y de las que estén criando en aquellos

días! 20 Rogad para que vuestra huida no sea en invierno ni

en sábado. 21 Porque entonces será la tribulación tan grande,

como no la ha habido desde el principio del mundo hasta

ahora, ni la habrá jamás. 22 Y si no se abreviaran aquellos

días, nadie se salvaría: pero en atención a los elegidos se

abreviarán los días aquellos.

Esta sección es muy digna de notarse. Contrasta vivamente con la anterior. En aquélla se habló

de la difusión universal del mensaje y de la amplitud del riesgo, aquí solamente se piensa en

Judea. Allí estaban en primer término los peligros internos, aquí los externos. Pero los peligros

no sólo están causados por los perseguidores del cristianismo, sino por la gran tribulación. En

primer término hay que pensar en terrores históricos y cósmicos, como ya fueron indicados en

las guerras, terremotos y hambres (24,7). Aquí todavía resulta más claro que predomina un

sonido extranjero. Para nosotros no es fácil deducir, de este extraño lenguaje metafórico

apocalíptico, el pensamiento de Jesús. Pero éste no puede ser otro que lo que se dijo antes

en la exhortación a perseverancia (24,9-14): en cualquier aflicción es necesaria la

perseverancia y la paciencia; el que persevere hasta el fin, se salvará (24,13). Aquí también

tenemos que intentar descubrir la misma advertencia.

En el libro del profeta Daniel se habla muchas veces de una abominación de la

desolación, con lo cual en el tiempo en que tuvo su origen el libro de Daniel, se aludía a un

pequeño altar pagano para sacrificios, erigido por el rey de Siria Antioco IV el año 168 antes

de Cristo, y -en esto consistió la espantosa abominación- sobre el gran altar de los

holocaustos en el templo (*). Este altar de los holocaustos es el «lugar santo», no fue

destruido por la acción del rey enemigo de los judíos; pero fue profanado idolátricamente.

La profanación del santuario es lo especialmente alarmante que enardeció a los judíos de

aquel tiempo para la lucha apasionada en favor de sus cosas sagradas y de su

independencia nacional. Ocurrirá de nuevo una profanación semejante y será una de las

señales del fin que sobreviene.

Actualmente nadie está en condiciones de decir con seguridad a qué se hace referencia

con este acontecimiento. Esta observación probablemente procede de una manera de

pensar, que aún tenía a Jerusalén por el centro del mundo, y al templo como el lugar más

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santo del mundo, ya que allí se adora al verdadero Dios. Si se repite una vez más lo que

hizo el rey de Siria -pero con una medida mayor y de un modo más significativo para todas

las naciones-, ésta es una señal clara de los últimos días. Pero sobre todo es importante

estar alerta y prestar atención a las señales de Dios en el tiempo.

La magnitud de la tribulación se muestra en que sólo queda la posibilidad de la huida. Se

describen las prisas y el agobio de la huida con indicaciones particulares plásticas. Nadie

debe volver atrás, porque está mandado apresurarse lo más posible. Será especialmente

duro para las madres embarazadas y las que estén criando. En invierno también se añaden

penas complementarias. Si la huida tuviera lugar un sábado, se tendría que infringir la

prescripción sabática de los escribas, dando más de mil pasos. La expresión «ni en

sábado» muestra con la máxima claridad el limitado horizonte judeojudaico e indica la

influencia de una mano ajena. La huida siempre ha sido un trance y una prueba especiales,

incluso en nuestros días, en que casi constantemente se hallan desplazados varios

millones de personas. Pero el hombre quiere ser caminante y no fugitivo. El viandante

conoce el término y lo busca con alegría, el fugitivo corre hacia lo incierto y vive con temor.

En cualquier huida puede percibirse algo de la tribulación del tiempo final, como en

cualquier guerra, en cualquier hambre y en cualquier terremoto...

Pero los discípulos deben saber que nunca se prueba su paciencia con exceso. La

deben sostener la esperanza y la confianza. Si los poderes del espíritu maligno fuesen

desencadenados, quedaran sin estorbos y pudieran desfogarse, entonces nadie se

salvaría. Pero siempre hay un límite, porque Dios sostiene con vigor en la mano las riendas

de la historia. No deja destruir su plan y tiene poder para reprimir el infortunio. Dios

abreviará los días y la fuerza del mal. Los elegidos que han perseverado con paciencia y

con fe, deben ser reunidos y «resplandecerán como el sol en el reino de su Padre»

(13,43).

..............

* Se describe el hecho en 1Mac 1.54.59; se menciona «la abominación de la desolación» en

Dan 9,27; 11,31; 12,11.

..............

e) La parusía del Hijo del hombre (Mt. 24/23-31).

23 Entonces, si alguien os dice: Mirad aquí al Mesías, o allí,

no lo creáis, 24 porque surgirán falsos profetas que harán

grandes señales y prodigios, para engañar, si fuera posible,

aun a los mismos elegidos. 25 Mirad que de antemano os lo he dicho.

Ya fueron anunciados los falsos profetas. Son una verdadera

plaga de los últimos tiempos (24,11; 7,15). Pero todavía es peor que se presenten los que

afirman que son el Mesías. Para la gran masa del pueblo permanecía Jesús desconocido

durante su actividad pública como Mesías. Esta dignidad de Jesús solamente se hizo

ostensible desde arriba al grupo de los doce (16,17), y a muchas personas particulares que

le aclamaron como Hijo de David.

La gran entrada mesiánica en la ciudad de Jerusalén también tenía que ser interpretada

y entendida debidamente con la fe (21,1-11). Así sucederá también después de la

resurrección, en la que el Padre confirmó a su Hijo como Mesías, pero también concedió

esta seguridad sólo a los creyentes. De lo contrario no hubiese podido ocurrir que fueran

Page 271: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

perseguidos los profetas, sabios y escribas enviados por él (23,34). Así pues, la mesianidad

de Jesús está oculta de un modo peculiar antes y después de su resurrección. El mismo ha

dicho que al fin podrá ser conocida con plena claridad y con inequívoca seguridad (cf.

23,39; 26,64). Ahora solamente existe el camino de la fe. Por eso ciertos individuos pueden

jactarse de ser el Salvador, y otros incluso pueden esperar en él. Y así es posible que los

judíos creyentes aguarden hasta el día de hoy la llegada del Mesías. A través de la

obscuridad de la fe es posible cambiarla y mantenerse firme en favor de ella engañándose

a sí mismo.

Su poder de seducción puede ser tan grande que incluso obren señales y prodigios que

causen asombro en los hombres. Los falsos profetas ya son un peligro para los elegidos, y

mucho más lo son los falsos Mesías. Si Dios lo permitiese, los elegidos podrían ser víctimas

de estos Mesías y podrían ser seducidos El Apocalipsis de san Juan traza una imagen

plástica de los dos tipos -el pseudomesías y el pseudoprofeta- en los dos animales que

suben del mar y de la tierra (Ap 13,1-8). Los falsos profetas y los falsos Mesías publican

que vienen en nombre de Dios y de la religión, y con ello disimulan su diabó1ico arte de

seducción. Los efectos grandiosos, que son recibidos como «prodigios», no son, sin

embargo, señal del espíritu del bien que se testifique en ellos. Incluso curaciones y milagros

asombrosos, que no pueden clasificarse entre las leyes de la naturaleza que conocemos,

por sí solas todavía no demuestran que son obradas por la virtud de Dios.

Tampoco es éste el caso, si se trata de obras que son llevadas a cabo en nombre de la

religión. En todas partes está al acecho el peligro de desorientar y confundir al verdadero

Mesías, que sólo busca la gloria de Dios, con los falsos Mesías, que buscan su propia gloria.

26 Si os dicen, pues: Mirad que está en el desierto, no

salgáis; mirad que está en la habitación secreta, no lo creáis.

27 Porque, como el relámpago sale de oriente y se deja ver

hasta occidente, así será la parusía del Hijo del hombre. 28

Donde esté la carroña, allí se juntarán los buitres.

Cuando venga el verdadero Mesas, el Hijo del hombre, entonces cualquiera lo notará. No

será preciso buscarlo. Nadie tiene que correr al desierto, de donde se esperaba al Mesías

según muchas opiniones judías. El desierto era el gran tiempo en que el pueblo estaba

unido con su Dios y lo conducía Moisés a su primavera. Así como la salvaci6n empezó en el

desierto, así también terminará en el desierto (cf. Os 12,10). Allí el Mesías reunirá a su

pueblo y lo unirá con Dios. ¿Aparecerá el Mesías en el desierto? El desierto es la zona de

la soledad, pero el día del Hijo del hombre será una revelación. El desierto es la zona del

silencio, pero la llegada del verdadero Mesías ocurrirá con un sonido intenso que no se

puede dejar de oír.

Tampoco es preciso ir a buscar al Mesías en las habitaciones secretas. Si surgen voces

de que está aquí o allí, desde el principio no se les debe dar fe, porque será de una forma

totalmente distinta. Se ha de ver en todas partes el relámpago, que cruza el cielo nocturno.

Desde el oriente hasta el occidente resplandece su fulgor, no es preciso buscarlo. Todavía

más diáfana es la otra imagen. La carroña del campo atrae los buitres, que la encuentran

con la seguridad certera de sus sentidos. No es preciso que nadie la señale. Así también se

encuentra al Hijo del hombre por sí mismo, sin que se le tenga que indagar su paradero. Su

venida será vista por todos, su presencia los atraerá irresistiblemente. Es una venida

rebosante de poder.

Page 272: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

29 Inmediatamente, después de la tribulación de aquellos

días, el sol se obscurecerá y la luna no dará su brillo, las

estrellas caerán del cielo y el mundo de los astros se

desquiciará. 30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del

Hijo del hombre, y se golpearán el pecho todas las tribus de la

tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del

cielo con gran poder y gloria. 31 Y enviarán a sus ángeles con

potente trompeta, para que reúnan a sus elegidos desde los

cuatro vientos, de un extremo a otro de los cielos.

Todos los acontecimientos que hasta aquí han sido descritos, hay que imaginárselos

yuxtapuestos. Todos hablan de los últimos tiempos, pero no hay que fecharlos en años,

meses o días. Todos tienen un especial punto de vista y un sector propio del mundo, en

que pueden percibirse las señales: las destrucciones y guerras entre los pueblos, la

confusión en la Iglesia, la aparición de seductores. Ahora todavía se añade un nuevo

sector: el universo. Desde que Dios creó el mundo, están íntimamente entrelazadas la

naturaleza inanimada y el destino del hombre. Según el relato de la creación el hombre fue

creado como última obra de Dios y como coronamiento de toda criatura (Gén 1,26s). Según

el relato que sigue a continuación sobre el pecado de los dos primeros seres humanos, la

naturaleza como la persona humana quedan afectados por las consecuencias del pecado.

La vida del hombre está inseparable y estrechamente unida con su trabajo en la tierra

laborable. Pero si el hombre quebranta el orden establecido, la tierra laborable también

producirá cardos y espinas en vez de fruto alimenticio. La cosecha lleva una maldición, la

maldición causada por el pecado del hombre (Gén 3,17-19).

El hombre debe ser sacado de su vida mortal y debe renovarse con una vida perdurable.

Toda la creación también tiene que ser redimida. Esta es la bíblica convicción de las

primeras líneas del libro del Génesis hasta las últimas líneas de la revelación de san Juan,

según las cuales el hombre redimido solamente puede subsistir en un «cielo nuevo y una

tierra nueva» (Ap 21,1). «Porque la creación, en anhelante espera, aguarda con ansiedad

la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, no por propia voluntad, sino a

causa del que la sometió, queda sometida a frustración, pero con una esperanza: que esta

creación misma se verá liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad

gloriosa de los hijos de Dios. Pues lo sabemos bien: la creación entera, hasta ahora, está

toda ella gimiendo y sufriendo dolores de parto» (/Rm/08/19-22).

Cada uno de los autores bíblicos ha expresado esta verdad con imágenes que eran

usuales en su tiempo. Todas quieren decir lo mismo, pero se expresan de distintos modos.

Cuando aquí se dice que caen las estrellas del cielo y que se desquiciará el poderío de los

astros, sirve de base la misma concepción de la estructura del mundo que en el relato de la

creación del primer capítulo del Génesis. Se ve la tierra en el centro del universo, encima

se arquea el firmamento del cielo, en el que están fijas las estrellas, y la bóveda celeste se

apoya en enormes pilares, que se levantan en los bordes de la tierra. Esta imagen del

mundo es un producto de su tiempo. Pero la verdad sigue siendo la misma: todo nuestro

mundo con el hombre que en él vive, pasará a tener unas nuevas condiciones creadas por

Dios por segunda vez. Porque el reino de Dios tiene que estar sin pecado y por tanto

también sin todas las consecuencias del pecado. El hombre fue creado y constituido como

señor de la tierra (Gén 1, 26.28), como redimido debc participar en el reino de Dios sobre

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un mundo restablecido e imperecedero...

Los profetas hablaban del gran «día de Yahveh», en que debía tener lugar el temible

juicio, pero al mismo tiempo también debía manifestarse de una manera luminosa la

salvación de Dios. Este día también tiene que incluir la conmoción y renovación de todo el

mundo, si realmente debe mencionarse el total dominio de Dios. Y así encontramos

descripciones, según las cuales el universo experimenta las consecuencias de la

penetración del poder divino: «Porque esto dice el Señor de los ejércitos: Todavía una vez

haré temblar el cielo y la tierra, el mar y toda la tierra firme. Y pondré en movimiento las

gentes todas...» (Ag 2,7s). Las imágenes de las conmociones cósmicas también aquí sirven

a lo que principalmente importa: aparecerá el Hijo del hombre. Dará origen al paso desde el

mundo antiguo al nuevo.

Jesús se hace patente en la gloria de Dios, que le envolvía desde el comienzo, antes que

el mundo existiera (Jn 17,5). Ante la gloria de Dios se vuelven tinieblas la luz del sol, de la

luna y de las estrellas. Y viene con el poder de Dios, que en otro tiempo creó el universo.

Lo que Jesús aquí confía sólo a los discípulos, más tarde lo confesará abiertamente ante el

tribunal: «Además, os lo aseguro: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la

diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo» (26,64).

Aparecerá con gran poder y gloria el que ahora va a la impotencia y a las tinieblas de la

muerte. Jesús se presenta ahora ante sus jueces, cuya sentencia pronunciará luego. Ahora

está en la tierra en la figura de siervo, entonces vendrá sobre las nubes del cielo en la

figura de la gloria. Ahora es un desconocido, entonces todos le verán. Antes había

rehusado hacer una señal que le acreditaría de una forma inequívoca ante los adversarios

(16, 1.4), entonces su señal resplandecerá y será contemplada por todos. La única señal

que se da, como había anunciado el Señor, es la señal de Jonás: el Hijo del hombre

aparece para juzgar (16,4).

Jesús no viene solo, sino con los ejércitos celestiales de sus ángeles. Después que ha

sonado la trompeta del juicio, sus ángeles son enviados para congregar a los elegidos por

Jesús. Antes se dijo de los mensajeros celestes: «EI Hijo del hombre enviará a sus ángeles,

y recogerán de su reino a todos los escandalosos y a todos los que cometen la maldad, y

los arrojarán al horno del fuego» (13,41.42a). Aquí tienen los ángeles la tarea de llevar a

cabo la separación en el reino del Hijo del hombre, por tanto entre los fieles. Más adelante

leímos. «Saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán al

horno del fuego» (13,49.50a). Concierne a la tarea de los ángeles el hacer efectiva en

general y en toda la humanidad la separación de buenos y malos. En nuestro texto se dice

que se reúne a los elegidos, o sea a los que permanecieron fieles a la vocación y de ese

modo se hicieron dignos de la elección (cf. 22,14). .

Es diferente lo que se expone, son distintas las funciones, pero en todas ellas hay una

cosa común, que participan espíritus celestes en la venida del Mesías y en la obra del

juicio. Las características del día del Hijo del hombre serán que tanto los ángeles como el

mismo Hijo del hombre saldrán del retiro. Ellos también se harán visibles y harán que

aparezca radiante el invisible «reino de los cielos», que el discípulo siempre conoció por la

fe (6,10). Los «pequeños» siempre tuvieron ante la faz de Dios a sus ángeles, que atendían

al servicio del trono en favor de los pequeños (18,10). Sus protectores espíritus celestiales

los juntarán especialmente como elegidos. Pero Dios ha traspasado el juicio al Hijo, que

estará sentado «en su trono de gloria» (25,31).

(Págs. 260-274)

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BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 43

f) Parábola de la higuera (Mt. 24/32-36).

32 Aprended de la higuera esta parábola: Cuando sus ramas

se ponen ya tiernas y comienzan a brotar las hojas, os dais

cuenta de que está cerca el verano. 33 Igualmente vosotros,

cuando veáis todas estas cosas, daos cuenta de que él está cerca, a las puertas.

Todavía es preciso estar atento a las señales, que surten efecto en el

tiempo. El campesino está ejercitado en sacar sus conclusiones de las pequeñas señales de

la naturaleza. Sabe cuándo se anuncia el verano, así como también puede juzgar el tiempo

que se espera, por el aspecto del cielo (Cf. Lc 12,54-56; Mt 16,2-3). Los discípulos deben

vivir atentos en el mundo y prestar atención a lo que en él ocurre. La luz de la fe les ofrecerá

la debida interpretación y discernimiento. Aquí no se ha dicho expresamente qué son «todas

estas cosas», pero por lo que antecede se sabe que siempre se pueden observar muchas

señales que inducen a la conversión y a la vigilancia. Así se ha llenado con las señales del

tiempo final todo el tiempo que transcurre entre la resurrección del Señor y su parusía.

Sólo una cosa será tan terminante, que pueda reconocerse con seguridad la proximidad

inmediata del fin. Los discípulos en su juicio obtendrán la misma seguridad que tiene el

campesino, que ha contemplado la higuera. Sólo una señal tiene esta índole, a saber, la

aparición del Hijo del hombre. Todas las demás señales admiten varias interpretaciones, y

sólo pueden ser reconocidas debidamente por el sentido de la fe; en cambio la imponente

aparición del Señor será susceptible de una sola interpretación.

34 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo

esto suceda. 35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras

jamás pasarán. 36 En cuanto al día aquel y la hora, nadie lo

sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre solo.

Jesús acusó y condenó esta generación y le cargó con la culpa de toda la sangre

derramada en la historia del pueblo de Dios (23,35). Esta es la generación de Jesús, éstos

son sus contemporáneos incrédulos, a quienes se hizo en el Mesías la promesa (única en

su género) de Dios. ¿Presenciará todavía esta generación todas las predicciones que

hemos leído desde 24,4? ¿Jesús, pues, habría visto que el fin del mundo estaba tan

cercano y era tan inminente que sus mismos contemporáneos lo llegaran a presenciar? Ya

hemos leído la extraña frase de que «hay algunos de los aquí presentes que no

experimentarán la muerte sin que vean al Hijo del hombre venir en su reino» (16,28).

Jesús conoce su muerte y su resurrección por medio del Padre. Sabe que la muerte no

destruirá su vocación de Mesías, sino que le dará su última perfección. ¿Ha esperado

Jesús que poco después de su propia glorificación se efectuaría también toda la

renovación? ¿Ha esperado que el Evangelio no sólo se difundiría rápidamente por el

mundo, sino que el mundo también esté pronto dispuesto para la siega como un campo

maduro para la recolección? El mismo Jesús confiesa que solamente el Padre sabe la hora

exacta. Jesús es el Hijo, pero ahora tiene la figura de siervo. Su ciencia humana está

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limitada. También en esto Jesús se ha enajenado y ha venido a ser igual que los hombres.

Este texto no nos plantea cuestiones fáciles. No hay una solución terminante para todos los

problemas. Pero las soluciones sencillas (en las que se deshace fácilmente lo que es difícil

de comprender) no pueden estar conformes con la verdad de Dios. Hay enigmas y misterios

que no podemos resolver.

«El cielo y la tierra» en su forma actual pasarán, como hemos oído. Pero las palabras del

Mesías permanecerán. Los judíos así lo han creído de la torah, la ley de Moisés. La torah

ha sido creada antes que el mundo y sobrevivirá a la desaparición del mundo. Esta fe ha

encontrado en Jesús su verdadero objetivo, porque Jesús es la Palabra de Dios

pronunciada desde la eternidad antes de la creación (cf. Jn 1,1s), vino al tiempo como la

Palabra que el Padre habló a los hombres (Heb 1,2), y sigue siendo la Palabra que dura

más allá de todo tiempo. Sus palabras son verdad eterna y divina en su contenido interno,

aunque para nosotros tengan que ser revestidas con el ropaje del lenguaje humano. La

dificultad para nuestra inteligencia no radica en que nuestro espíritu humano no comprende

la verdad de sus palabras, sino en que la verdad tiene que hacerse oir con un deficiente

lenguaje humano.

2. INCERTIDUMBRE DEL TIEMPO (24,37-25,13).

a) El último día vendrá inesperadamente (MT. 24/37-42).

37 Pues como sucedió en los días de Noé, así sucederá en

la parusía del Hijo del hombre. 38 Porque igual que en

aquellos días anteriores al diluvio seguían comiendo y

bebiendo, casándose ellos y dando en matrimonio a ellas

hasta el día en que Noé entró en el arca, 39 y no se dieron

cuenta hasta que llegó el diluvio que los barrió a todos, así

será también la parusía del Hijo del hombre.

Vino el diluvio, porque todo el género humano estaba

corrompido. Pero aquí no se habla de la corrupción, sino de la vida humana normal que

se llevaba entonces como hoy día. Nos preocupamos por las necesidades de la vida, por la

comida y la bebida. Todo eso ocurre sin recelo y sin temor. La vida sigue su curso normal.

Aquí se debe hacer resaltar la conducta normal, y no la conducta viciada y atea. No se

debe pensar en el castigo, sino en la sorpresa con que súbitamente se quiebra la «vida

normal».

Los contemporáneos de Noé no sabían nada de la desventura que los amenazaba y ni

llegaron a sentir temor. Sólo él la conocía y preparaba la liberación de su familia,

probablemente entre la burla y las risotadas de sus contemporáneos. El terrible despertar

vino cuando era demasiado tarde: los que creían estar seguros, fueron arrebatados. Tan

repentinamente puede cambiarse por completo nuestra vida. El modo humano de pensar

resulta ser una necedad, y la necedad de Noé resulta ser sabiduría de Dios.

En el transcurso de la vida humana se experimenta con frecuencia, de una u otra

manera, cómo el propio edificio, dotado de un fundamento seguro, se desploma como un

castillo de naipes. E1 discípulo siempre debe contar con lo desconocido y no creerse

seguro. Sobre todo, si el hombre tiene ante sus ojos la venida de su Señor y la aguarda

ejerciendo la virtud de la esperanza. La vida segura de sí misma es perezosa y pesada, la

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vida del hombre vigilante es fácil y está llena de viva tensión.

40 Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el

otro dejado. 41 Estarán dos mujeres moliendo en un molino:

una será tomada y la otra dejada. 42 Velad, pues, porque no

sabéis en qué día va a llegar vuestro Señor.

Exteriormente hacen lo mismo los dos campesinos que están en la tierra laborable, y las

dos mujeres que están en el molino. En su actividad no hay nada que las distinga. La

diferencia está en su actitud. El uno forma parte de los desprevenidos, el otro de los

conocedores. De ellos, uno cuenta consigo y su plan de vida; el otro, con Dios y su venida.

Uno sólo está en su trabajo; el otro cuando trabaja también está con Dios. Uno de ellos

interiormente está durmiendo, el otro está despierto. ¡Qué luz desprenden estos dos

ejemplos sobre la vida cotidiana! Lo que importa no es lo que se hace, sino cómo se hace.

b) El dueño vigilante de la casa (Mt. 24/43-44).

43 Entendedlo bien: si el dueño de la casa supiera a qué

hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría en vela y no

dejaría perforar su casa. 44 Por eso mismo, estad también

vosotros preparados, que a la hora en que menos lo penséis

llegará el Hijo del hombre.

Esta es otra parábola corta. Naturalmente el dueño de una casa no

puede velar cada noche, si tiene que contar con una irrupción. Pero si supiera el tiempo

exacto, entonces se quedaría despierto en esta hora precisa. A vosotros os sucede que no

sabéis el tiempo. Y por eso es preciso andar siempre prevenido y estar preparados.

Pero esta comparación sola todavía no basta. Para agravar la advertencia Jesús dice

que el Hijo del hombre vendrá cuando menos se piensa. No se requiere, pues, solamente

una vigilancia general, sino una muy particular, para no descuidar esta hora. La apariencia

y la propia conjetura engañarán, los cálculos resultarán inconsistentes, las señales serán

mal interpretadas. Cuando nadie lo espere, de una forma sorprendente y repentina, tendrá

lugar la venida.

Para la mayor parte de los hombres esta advertencia no fue referida ni se refiere al día

de la segunda venida de Cristo, sino al día de su propia muerte. Nadie conoce este día, y

nadie lo puede calcular. También puede venir de una forma súbita y sorprendente, en

medio del trabajo, durante el sueño o en un alegre juego. Ejercitarse para la muerte es

ejercitarse para la parusía: contar serenamente con la muerte y estar preparado para ella

es equivalente a la actitud que el cristiano debe tener ante el Señor que viene.

c) El criado fiel y sensato (Mt. 24/45-51).

45 ¿Quién es, pues, el criado fiel y sensato, a quien el

señor puso al frente de su servidumbre, para darles el

alimento a su debido tiempo? 46 Dichoso aquel criado a quien

su señor, al volver, lo encuentre haciéndolo así. 47 Os lo

aseguro: lo pondrá al frente de todos sus bienes. 48 Pero, si

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aquel criado fuera malo y dijera para sí: Mi señor está

tardando, 49 y se pusiera a pegarles a sus compañeros, y

además comiera y bebiera con borrachos, 50 llegará el señor

de ese criado el día en que menos lo espera y a la hora en

que menos lo piensa, 51 lo castigará duramente y le asignará

la misma suerte que a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

En este segundo ejemplo lo que interesa no es estar en vela, sino servir

con fidelidad por encargo del Señor. Antes de partir de viaje el Señor encomienda al jefe

de los criados que cuide de los que moran en la casa. Debe cuidarse fielmente de ellos y

darles puntualmente lo que necesitan en cada ocasión. El criado es fiel, si lo hace así y su

señor puede fiarse de él. Pero es sensato, porque sabe que cuando regrese el señor, le

alabará y le dará una recompensa. Dichoso el criado a quien el señor encuentre en el fiel

ejercicio de su misión. La actitud ante el señor que vuelve también está determinada por

esta fidelidad a lo que quiere el señor.

Aquí en primer lugar se piensa en los que han logrado un cargo administrativo en la

comunidad. Deben transmitir a los fieles los bienes que los fieles necesitan del Señor

celestial de la casa. Con esta confianza y fidelidad muestran la disposición que espera el

Señor celestial que les ha dado el encargo. Su vigilancia se manifiesta en su fiel servicio.

Porque este servicio no les deja ninguna posibilidad de pensar en sí, sino que los conduce

todos los días a cuidarse de las personas que les han sido confiadas. Este es un ejercicio

ininterrumpido que dispone para la parusía.

Un destino espantoso amenaza al que pasa el tiempo con ligereza, descuida su cargo,

emprende una vida licenciosa e incluso maltrata a sus compañeros. Abusa de su cargo y a

la vuelta de su señor tiene que abandonarlo. Se había convencido ilusoriamente de que su

señor tardaría mucho en regresar y que él podría despilfarrar durante mucho tiempo, pero

quedará súbitamente sorprendido. A una hora imprevista, en un día ignorado le cogerá

desprevenido la desventura. Se le aplicará, sin misericordia, el castigo más espantoso.

Pero en la misma frase el discurso de Jesús pasa de una comparación metafórica a la

realidad: el criado es equiparado a los hipócritas y se le castiga como ellos. Una vez más

surge esta idea que penetra en todo el capítulo 23. También aquí la hipocresía es la

desavenencia entre la fe y la acción. Sólo la vida que posee las dos y de ellas forma una

unidad, puede tener consistencia ante Dios. La vida ya está juzgada en sí, si se desdobla

en palabras y acciones, en apariencia exterior y en realidad interna.

d) Las diez vírgenes (Mt. 25/01-13).

1 El reino de los cielos será entonces semejante a diez

vírgenes, las cuales tomaron sus lámparas y salieron al

encuentro del esposo. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco

sensatas. 3 Porque las necias, al tomar sus lámparas, no se

proveyeron de aceite; 4 en cambio, las sensatas, junto con sus

lámparas llevaron aceite en las vasijas. 5 Como el esposo

tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 6 A media

noche se levantó un clamoreo: Ya llega el esposo; ¡salid a su

encuentro! 7 Entonces, todas aquellas vírgenes se levantaron

y arreglaron sus lámparas. 8 Las necias dijeron a las

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sensatas: Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se

apagan. 9 Pero las sensatas contestaron: No sea que no

alcance para nosotras y vosotras; mejor es que vayáis a los

que lo venden y os lo compréis. 10 Pero, mientras iban a

comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas

entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 11

Finalmente, llegan también las otras vírgenes, llamando:

¡Señor, señor, ábrenos! 12 Pero él les respondió: Os lo

aseguro: No os conozco. 13 Velad, pues; porque no sabéis el

día ni la hora.

Al fin del sermón de la montaña Jesús había contrapuesto un hombre necio y otro sensato. El

primero había edificado su casa sobre un movedizo suelo arenoso, el segundo sobre la firme

roca. La casa del primero fue demolida en el juicio, la otra casa le hizo frente (cf. 7, 24-27).

Aquí de nuevo se da la oposición entre necio y sensato. Son sensatos los que oyen y ponen por

obra las palabras del Evangelio, son necios los que oyen las palabras, pero no proceden de

acuerdo con ellas. Unas vírgenes traen consigo el aceite, las otras sólo traen vasijas vacías. El

aceite es el Evangelio realizado en la vida. El que no tiene aceite, no aporta obras; solamente,

las palabras de la confesión «Señor, Señor» (Kyrie, Kyrie), pero no la vida conforme con esta

confesión. Las vírgenes exclaman: ¡Señor, señor, ábrenos!, como muchos exclamarán en

aquel día: «¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre arrojamos

demonios, y en tu nombre hicimos muchos prodigios? Pero entonces yo les diré

abiertamente: Jamás os conocí; apartaos de mí, ejecutores de maldad» (7,22s).

El juez solamente reconoce a los que antes, a lo largo de su vida, lo habían reconocido.

Los demás no le pertenecen, el juez no los conoce. El que conoce a otro, según la

concepción bíblica le dice «sí» y le ama. Le acepta como suyo y como si le perteneciera.

Así ha conocido el Hijo al Padre, y el Padre al Hijo (11,27). Así el Señor conocerá a los

suyos y los aceptará definitivamente en su reino, o no los conocerá y los recusará para siempre.

Las vírgenes según el relato estaban encargadas, como una comitiva de honor, de ir al

encuentro del esposo desde la casa de la boda, para regresar con él a la casa donde se

celebraba la fiesta. Ante la casa del esposo tiene lugar la tardanza. Ya han consumido el

aceite en el camino, y también ahora mientras esperan delante de la puerta, de tal forma

que ya no es suficiente para el regreso, y las vasijas tienen que ser llenadas de nuevo.

Algunas vírgenes se habían provisto abundantemente para cumplir su cometido, las otras

habían dejado de hacer estas provisiones. Lo peculiar solamente es que mientras

aguardan, se duermen y tienen que ser despertadas por el clamoreo. Quizás en este rasgo

particular de la historia se debe reconocer lo que antes se dijo muchas veces, o sea que la

llegada ocurre repentina e inesperadamente. Pero por lo demás la parábola está

bellamente concluida en sí misma y no puede transferirse en cada rasgo particular a la

realidad aludida. Pero en el contexto que le da el evangelista, muchas cosas aparecen con

mayor claridad por la comprensión de la fe. Cualquier cristiano sabe quién es este esposo,

que también puede hacerse esperar, quiénes son las vírgenes sensatas y quiénes necias,

qué significa la fiesta de la boda y qué espanto producen sobre todo las puertas cerradas

(cf. 22,11-13). Siempre se hace referencia a lo mismo, tanto si Jesús habla del aceite en los

jarros, del traje festivo del invitado a las bodas o de la construcción de la casa sobre el

suelo rocoso. Sólo será aceptada por el juez la vida realizada con la fe...

San Mateo termina la parábola y toda la sección exhortando a la vigilancia (25,13). El día

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y la hora son muy inciertos tanto para el criado, a quien el señor había constituido

administrador, como para las vírgenes, a quienes de repente despierta del sueño el clamor

que se levanta a media noche.

3. EL JUICIO DEL HlJO DEL HOMBRE (25,14-46).

a) Parábola de los talentos (Mt. 25/14-30).

14 Es como un hombre, que, al irse de viaje, llamó a sus

criados y les entregó su fortuna: 15 a uno le dejó cinco

talentos, al otro dos, y al tercero uno, a cada cual según su

capacidad, y se fue. Inmediatamente, 16 el que había recibido

cinco talentos, se fue a negociarlos y ganó otros cinco; 17

igualmente, el que había recibido dos, ganó otros dos; 18 pero

el que había recibido uno solo, se fue, hizo un hoyo en tierra y

escondió el dinero de su señor. 19 Al cabo de mucho tiempo,

vuelve el amo de aquellos criados y se pone a ajustar cuentas

con ellos. 20 Se acercó el que había recibido los cinco

talentos y presentó otros cinco, diciendo: Señor, cinco talentos

me entregaste; mira, he ganado otros cinco. 21 Díjole su

señor: ¡Muy bien, criado bueno y fiel! Fuiste fiel, en lo poco, te

pondré a cargo de lo mucho: entra en el festín de tu señor. 22

Se le acercó también el de los dos talentos y dijo: Señor, dos

talentos me entregaste; mira, he ganado otros dos. 23 Díjole

su señor: ¡Muy bien, criado bueno y fiel! Fuiste fiel en lo poco,

te pondré a cargo de lo mucho: entra en el festín de tu señor.

24 Se acercó también el que había recibido un solo talento y

dijo: Señor, sé que eres hombre duro, que cosechas donde no

sembraste, y recoges donde no esparciste. 25 y como tuve

miedo, fui y escondí en la tierra tu talento. Aquí tienes lo tuyo.

26 Pero su señor le contestó: ¡Criado malo y perezoso!

¿Conque sabías que cosecho donde no sembré, y recojo

donde no esparcí? 27 Pues por eso tenías que haber llevado

mi dinero a los banqueros, para que, a mi vuelta, yo

recuperara lo mío con sus intereses. 28 Quitadle ese talento, y

dádselo al que tiene los diez. 29 Porque a todo el que tiene,

se le dará y tendrá de sobra; pero al que no tiene, aun lo que

tiene se le quitará. 30 Y a ese criado inútil, arrojadlo a la

obscuridad, allá afuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Esta parábola coincide en parte con la del criado fiel y sensato que

hemos leído hace poco (24,45-51). Allí como aquí confía el señor a sus criados

determinados encargos para el tiempo de su ausencia. Lo que importa es que cumplan

fielmente la voluntad de su señor. Pero aquí se añade algo nuevo. No sólo se deben

llevar a cabo terminantes encargos, sino que los criados deben trabajar con independencia

de acuerdo con el deseo de su señor. Las grandes sumas de dinero no son repartidas para

ser conservadas, para preservarlas del robo o de otros daños, sino para que sean

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empleadas con el fin de obtener una ganancia. En esto la parábola de los talentos

sobrepasa la del criado fiel. No basta llevar a término un encargo de trazos muy concretos,

sino que es preciso estar deseoso de aumentar los bienes con la iniciativa y el riesgo personal.

La magnitud de la suma entregada es diferente en cada caso y se mide según la

capacidad de los distintos criados. Recibe más el que ya se había acreditado y ha sido

hasta ahora fiel y diligente en el servicio de su señor. El dueño se promete el mayor éxito

posible de esta gradación. Cada uno recibe según la aptitud, uno de ellos cinco talentos,

otro dos, el tercero uno (un talento es una suma enorme de capital, unos 10.000 dólares,

pero el poder adquisitivo aún es cuatro veces mayor). En este reparto el dueño tampoco se

ha engañado, porque los dos primeros obtienen tanta ganancia cuanto fue el dinero que se

les confió, el primero cinco talentos, el segundo dos. Sólo el tercero le decepciona y

esconde el dinero en el jardín para tenerlo en lugar seguro, pero no hace el menor esfuerzo

por aumentarlo.

Se recalca que el señor regresa al cabo de mucho tiempo. Aquí también resuena lo

que sorprende en esta venida. Los criados se hubiesen podido simplificar el trabajo cuanto

más tiempo transcurriese, o también olvidarse del regreso. Aunque sea después de mucho

tiempo, el señor parece venir de forma imprevista (cf. antes, 24,50; 25,6.13).

Ahora se ajustan las cuentas. Cada uno tiene que decir dónde se encuentra el dinero

que se le había confiado, e indicar la ganancia obtenida. El primero y el segundo pueden

hacerlo con la conciencia tranquila, porque se han esforzado con diligencia. Sólo el tercero

ha de confesar que no ha hecho ningún trabajo. Más aún, insulta al señor con insolente

osadía diciendo que se hubiese enriquecido injustamente, si ahora le restituyera el talento

con ganancia. Ha interpretado mal la manera de proceder de su señor, no tomándola como

expresi6n de su confianza, sino como indecorosa codicia. No solamente le faltaba el celo en

la acción, sino que ya antes le faltaba comprender bien a su señor. Pero el señor no acepta

los reproches, ya que el criado por lo menos hubiese podido tomarse la molestia de llevar el

dinero al banco, para que allí produjera intereses. Los dos primeros son recompensados

ubérrimamente, el tercero es castigado con una gravedad espantosa.

Notamos que el relato que sirve de base a esta parábola está fuertemente orientado de

acuerdo con la enseñanza religiosa que el evangelista cree que de él se desprende.

Propiamente se habla sólo de que los criados deben restituir, con la ganancia obtenida, lo

que se les ha confiado. Y en la reprimenda del tercero se dice que se dé su único talento al

que ya posee diez. Así pues ¿los talentos han pasado a ser propiedad de los criados? Así

es. El hombre recibe de su señor el talento como don que debe hacer fructificar en su vida.

Al que tiene mucho, se le exige mucho; al que tiene poco, se le pide poco. Pero el señor

espera que cada uno trabaje con lo suyo, que no solamente lo administre fielmente, sino

que lo aumente.

El relato se interrumpe de la forma más sorprendente con la remuneración y el castigo.

Primero sólo se puede deducir de un modo indirecto quién es el que se presenta

súbitamente y de qué se trata en el ajuste de cuentas. Pero luego se dice directamente que

los dos primeros deben entrar en el festín de su señor. De acuerdo con la parábola se

esperaría que estos dos criados «fueran puestos a cargo de lo mucho», es decir, recibieran

empleos más responsables, después de haberse acreditado. Pero esta recompensa del

festín es la verdadera recompensa de la vida, es la recompensa que ya no se hace

depender de que sea nuevamente confirmado en una posición más elevada. El festín del

señor es la participación de su soberanía en el reino de Dios. El castigo del criado perezoso

tampoco consiste solamente en que se le quite lo que se le había cedido, sino en que sea

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arrojado «a la obscuridad, allá afuera». Éste también es un destino inapelable, que ya no

se hace depender de una nueva ocasión.

Así pues, el contenido religioso de la parábola se aclara de modo que vemos expuesto en

el relato el hecho del juicio. Debemos examinar la parábola y referirla a la propia vida.

Cuando Jesús habla del juicio, se yuxtaponen dos series de pensamientos. Una de ellas ve

el juicio por parte de la libertad ilimitada y de la misericordia de Dios, que sobrepasa toda

medida humana. Así se ve el juicio, porque se confía absolutamente en Dios, para quien

todo es posible, incluso la salvación de una vida que de suyo estaba perdida (19,26). Por

otra parte, en san Mateo se insiste con el máximo vigor en cuánto importa el propio obrar,

sobre todo el amor. Es preciso poner en obra la justicia en el amplio sentido que hemos

encontrado. El Hijo del hombre vendrá en la gloria de su padre y dará a cada uno

«conforme a su conducta» (16,27). Sólo puede ser aceptada por Dios la fe vivida y

realizada, no la confesión de los labios. Sólo puede tener esperanza de entrar en el reino

de Dios el que ejercita con fidelidad su cargo de administrador, el que lleva consigo aceite

en abundancia para las lámparas y el que está vestido con el traje de boda. En esta

segunda serie de pensamientos está nuestra parábola, así como la siguiente descripción

del juicio final.

La declaración peculiar que se añade a los otros textos a partir de 24,37 es que Dios

espera que fructifiquemos de acuerdo con la capacidad que ha sido asignada a cada uno.

No solamente es preciso en general producir frutos de justicia, hacer «buenas obras»,

ejercitar el amor, sino que cada uno tiene que esforzarse en obrar según las aptitudes que

le han sido concedidas. Claro está que esta exigencia siempre excede ampliamente aquello

para lo que se estaba dispuesto y de lo que se era capaz. Pero aquí tampoco hay

correspondencia exacta entre las obras y el premio, sino una exigencia que en el fondo es

inmensa, como sucede con el amor (cf. 5,43-48). Por eso el premio no es mezquino

tampoco, ni guarda proporción con las obras, sino que es sobreabundante y mucho mayor

en todos los conceptos: Te pondré a cargo de lo mucho; entra en el festín de tu señor.

(Págs. 275-289)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 44

b) Doctrina sobre el juicio de las naciones (Mt. 25/31-46).

31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria y todos los

ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria. 32

Todas las naciones serán congregadas ante él, y él separará a

unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.

33 Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda.

Ahora viene la conclusión del gran discurso sobre el fin del mundo.

No es una parábola, ni tampoco una exhortación profética a convertirse, ni una amenaza

profética de castigo, no es una descripción horripilante de lo que sucederá en la renovación

del mundo. Antes bien este fragmento es un compendio de la doctrina y de la reclamación

de todo el Evangelio en vista del juicio. Habla del juez y de los que son juzgados. En la figura

de Jesús, el Mesías juez, culmina la confesión que la Iglesia hace de su fe en Cristo. Aquí se

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manifiesta de una forma terminante por quién hay que tenerle. Su persona y su mensaje

obtienen en esta hora su confirmación inapelable. Los que son juzgados también

llegan a conocer por esta escena la verdad auténtica sobre sí mismos. Lo que el Evangelio

dijo hasta ahora acerca de los hombres y lo que de ellos reclamó, aquí se sella de modo

definitivo.

Jesús no sólo era el Mesías de Israel sino el redentor de todas las naciones. No viene

como Mesías glorioso para los judíos, como ellos creían, ni para los cristianos, de acuerdo

con su expectativa, sino como aquel a quien han esperado todas las naciones y que las

reunirá a todas. Dos imágenes del Mesías se transfunden una en la otra: la del Hijo del

hombre que aparece revestido de poder y la del pastor. Antes se dijo con lenguaje

paradójico que el Hijo del hombre tiene que ser entregado y muerto (17,22s; 20,18). Ahora

viene el Hijo del hombre en su gloria con todos los ángeles y se sienta en el trono.

Como pastor, ha ido a buscar a todas partes las ovejas perdidas de la casa de Israel,

pero en vano: ellas no han querido (23,37). Ahora bien, se trata de un pastor rebosante de

poder. Ya no es el buscador humilde que sigue, incansable, la oveja perdida, hasta que la

tenga puesta a salvo, el que se hace cargo de los pecadores, de los pobres y de los que

gimen bajo el peso de la vida. Ahora es el pastor regio, como se dijo de los grandes reyes

orientales y como ha contemplado el vidente de Patmos: «Ha de regir a todas las naciones

con vara de hierro» (Ap 12,5). Esto es lo que ocurre ahora. Con una larga vara de pastor,

que tiene la punta de hierro, el pastor divide el rebaño en cabritos y ovejas.

El Hijo del hombre como pastor regio ejerce este cargo que Dios le transmitió. Porque el

Padre le ha «dado todo poder en el cielo y en la tierra» (28,18).

34 Entonces dirá el rey a los de su derecha: Venid, benditos

de mi Padre; tomad en herencia el reino que para vosotros

está preparado desde la creación del mundo. 35 Porque tuve

hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de

beber; era forastero, y me hospedasteis; 36 estaba desnudo, y

me vestisteis; caí enfermo, y me visitasteis; estaba en la

cárcel, y fuisteis a verme. 37 Entonces le responderán los

justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de

comer, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos

forastero, y te hospedamos, o desnudo, y te vestimos? 39

¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?

40 Y respondiendo el rey les dirá: Os lo aseguro: todo lo que

hicisteis con uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.

A la imagen del Hijo del hombre y del pastor se añade como tercera la del rey. Jesús

respondió afirmativamente la pregunta de si era el rey de los judíos (27,11). Pero este reino

permanecía oculto. Sólo fue dado a conocer públicamente por medio de la inscripción de la

cruz (27,37). Esta inscripción no indujo a los que la leyeron a doblar su rodilla como

homenaje, sino a burlarse de él (27,42). Se le colocó como manto real un raído manto de

púrpura, como cetro se le puso en la mano una caña, como diadema se le ciñó una corona

de espinas (27,27-31). Pero ahora se manifiesta este reino del Mesías: «Y sobre el manto y

sobre el muslo lleva escrito un nombre: Rey de reyes y Señor de señores» (Ap 19,16).

Desde el principio del mundo el reino de Dios está preparado. Este gran objetivo de

Dios fue frustrado por toda la culpa del hombre y por todo el desconcierto de la historia. El

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reino de Dios siempre estuvo dispuesto. Los perfectos deben participar del festín de su

señor (25,21). Deben tomar este reino en posesi6n como herencia propia que les ha sido

confiada. Uno ya se hizo cargo de esta herencia en el punto central de la historia, cuando

fue resucitado de la muerte y constituido heredero universal. No sólo para alegrarse y

disfrutar de la herencia, sino como primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29). Éste

vino a ser nuestro hermano con la forma terrena de la vida humana, y también quiere serlo

con la forma celestial de la vida divina. Y si somos «hijos, también herederos: herederos de

Dios, y coherederos de Cristo» (Rom 8,17)...

Entre los discípulos ya estaba en vigor la regla que Jesús había establecido: «Quien a

vosotros recibe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me envió»

(10,40), y «quien acoge en mi nombre a un niño como éste, es a mí a quien acoge» (18,5).

Lo que uno ha hecho a otro, especialmente a un pobre o necesitado de ayuda -como un

niño- por amor de Jesús, lo ha hecho a él mismo. Cada uno ha sido hermano de Cristo. Ya

no tiene importancia conocer si lo sabía o no lo sabía, si quería o no quería servir en él a

Cristo. Al fin se manifiesta que todo servicio del amor fue servicio al gran hermano Cristo.

Las obras que el juez enumera, son obras corrientes de misericordia. Los escribas judíos

han tenido un gran aprecio de ellas y son ejercitadas en todos los pueblos. Pero los

cristianos saben especialmente que su excelsa fe tiene que repercutir en estas obras

sencillas. En la práctica esta sencillez está con bastante frecuencia en oposición a las

excelsas palabras de la fe. La fe excelsa está vacía y es reprobada, si no puede hacerse

tan pequeña, que entienda que está al servicio de los más pequeños.

41 Entonces dirá también el rey a los de la izquierda:

Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno que está

preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve

hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis

de beber; 43 era forastero, y no me hospedasteis; estuve

desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me

visitasteis. 44 Entonces también éstos replicarán: Señor,

¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o

desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45

Entonces él les responderá: Os lo aseguro: todo lo que

dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, conmigo

lo dejasteis de hacer. 46 Y aquéllos irán a un castigo eterno,

pero los justos a una vida eterna.

El mismo diálogo de antes se repite entre los que están a la izquierda y el rey juez. Ellos

también han visto, pero no han obrado. La indigencia de los hombres no les ha conmovido,

no les ha impulsado a ayudarlos. Pero ahora solamente vale lo que cada uno realmente ha

hecho y no lo que ha pensado. No bastan la queja, el sentimiento ni la compasión por los

que padecen indigencia, sino que es preciso poner manos a la obra y ayudar. Asombrados

preguntan cuándo ha ocurrido que le hayan visto. En esta pregunta asombrada resuena el

pensamiento de que seguramente le hubiesen servido al instante, si le hubiesen

reconocido, así como Leví le agasajó en su casa o como hicieron María y Marta. No sabían

que Jesús se oculta en los más pequeños, no sabían que hay que encontrarle y «verle»

efectivamente en ellos. Creían que el amor a Cristo y el amor a los hombres son dos cosas

distintas, y no una misma cosa. Han contemplado a su Señor, quizás eran piadosos y han

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rezado mucho, pero han hecho caso omiso del hombre que tenían a su lado. Ahora se

descubre esta perniciosa bifurcación de su pensamiento. Por desgracia es demasiado

tarde, porque ya no puede repararse nada de este servicio. Lo que fue rehusado a los

hombres, también fue rehusado a Jesús. Sólo basta hacer de veras la voluntad del Padre

(7,21).

Parte cuarta

MUERTE Y RESURRECCIÓN DEL MESÍAS

Capítulos 26-28

I. EN VÍSPERAS DE LA MUERTE (26,1-56).

1. ACUERDO DE MATAR A JESÚS (Mt. 26/01-05).

1 Cuando Jesús acabó todos estos discursos, dijo a sus

discípulos: 2 Ya sabéis que dentro de dos días es la pascua, y

el Hijo del Hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen.

3 Se reunieron entonces los sumos sacerdotes y los ancianos

del pueblo en el palacio del sumo sacerdote llamado Caifás, 4

y acordaron arrestar a Jesús con astucia y darle muerte. 5

Pero se decían: Durante la fiesta, no; para que no haya algún

motín en el pueblo.

El último discurso del Maestro toca a su fin; ya no hablará más, y solamente obrará.

Resumiendo, dice el evangelista que Jesús terminó todos estos discursos y, con esta

expresión, echa una mirada retrospectiva a toda la obra del Mesías, caracterizada por los

grandes discursos. «Tiempo de callar, y tiempo de hablar», dice el libro del Eclesiastés (Ecl

3,7). Ha pasado el tiempo de hablar. Ante los jueces Jesús callará (26,63; 27,14). El

mensaje ya ha sido comunicado. Ahora viene el tiempo en que tiene que ser perfeccionado

mediante la propia vida. Para ser fructuosa la semilla tiene que caer al suelo y morir (cf. Jn

12,24).

El plan de los enemigos no coge desprevenido a Jesús. Anteriormente ya había instruido

tres veces a sus discípulos diciéndoles que el Mesías tenía que sufrir, así ocurre aquí de

nuevo. Antes que se tome el acuerdo formal, Jesús lo da a conocer a los discípulos. Con

una clara presciencia espera lo venidero. Las primeras palabras no las pronuncian los

enemigos con su acuerdo de matarle, sino Jesús, que va a la muerte dándose cuenta de

ello. Será entregado. Eso antes pudo decirse de los hombres (17,22), de los judíos y

gentiles (20,18s), en cuyo poder será puesto. Ahora está la Palabra sola y hace pensar en

el que se deja arrebatar al Hijo. Lo ha enviado y ahora lo hace pasar de sus manos a las

manos de hombres pecadores.

Los sumos sacerdotes toman un acuerdo formal de matar a Jesús, que solamente está

ligado a una condici6n: Jesús debe ser arrestado con astucia, para que no haya ningún

tumulto en el pueblo. Aunque solamente quedan pocos días antes de la gran fiesta, se tiene

que llevar a cabo el acuerdo, porque hay que darse prisa. Los que le habían impugnado

abiertamente y con sus «tentaciones» y preguntas sutiles, y como autoridad oficial judía

habían tenido muchas posibilidades de cogerle, ahora tienen que prenderle por astucia.

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Una alta autoridad consciente de sí misma, y un bajo procedimiento malicioso. En estos

acontecimientos todo sucederá sin nitidez ni grandeza humanas, sino solamente estará

dictado por bajos instintos. Ya desde el primer momento se puede percibir la mala

conciencia. De lo contrario ¿cómo hubiesen podido temer un tumulto en el pueblo?

2. UNCIÓN EN BETANIA (Mt. 26/06-13).

6 Mientras estaba Jesús en Betania, en casa de Simón el

leproso, 7 se le acercó una mujer con un frasco de alabastro,

lleno de perfume de mucho valor, y se lo derramó en la

cabeza, mientras él estaba a la mesa. 8 Cuando los discípulos

lo vieron, decían indignados: ¿A qué viene este derroche? 9

Esto podía haberse vendido a mucho precio y haberse dado a

los pobres. 10 Pero, cuando Jesús se dio cuenta de ello, les

dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho en mi favor

una obra buena. 11 Porque a los pobres siempre los tenéis

con vosotros; pero a mí no me tenéis siempre. 12 Pues, al

derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho con

miras a mi sepultura. 13 Os lo aseguro: Dondequiera que se

predique este Evangelio, en todo el mundo, se hablará

también, para recuerdo suyo, de lo que ella ha hecho.

Lo que hace la mujer, proviene de una profunda veneración al

Maestro, por más que en realidad fuera un gran derroche. Pero en la hora en que se

efectúa esta unción, adquiere una importancia única. La muerte está cercana, y con ella la

sepultura. También está muy cerca el tiempo de despedirse de las personas con quienes

Jesús estaba unido humana y amistosamente. Entonces ya no habrá ninguna posibilidad de

colmarle de bondades y bienes.

El mismo Jesús interpreta la acción de la mujer en un sentido, que ella misma no podía

haber adivinado. Su cuerpo está dedicado a la muerte y pronto será puesto en la cámara

del sepulcro. Pronto le agarrarán y golpearán manos duras. Antes de que esto ocurra, una

mano delicada puede hacer un obsequio a su cuerpo. El cuerpo sin vida pronto lo tomarán

manos amigas y lo colocarán en el sepulcro. Esta mujer ha empezado ya de antemano lo

que José de Arimatea y las mujeres amigas harán después.

Es una pequeña señal, si la comparamos con el gran crimen. Es un sencillo ademán en el

ambiente familiar de la pequeña casa, si lo comparamos con el alboroto del pueblo y la

publicidad de la crucifixión. Pero esta señal vale tanto, porque procede del amor. Y por eso

siempre se hablará de la pequeña señal cuando se proclame en el mundo el gran Evangelio

del Padre. Entonces la sencillez del signo será levantada hasta llegar a la grandeza, su

índole oculta pasará a la publicidad. Ni siquiera se olvida lo más diminuto, si se ejercita con

estos sentimientos, y menos aún se olvida en este caso, porque ocurrió en esta hora. Los

discípulos huirán, y Pedro negará que conozca al Maestro. En la cruz estará solo, pero esta

mujer y su acción son como una pequeña luz en esta obscuridad.

3. LA TRAICIÓN DE JUDAS (Mt. 26/14-16).

14 Entonces, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue

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a ver a los sumos sacerdotes, 15 Y les dijo: ¿Cuánto me

queréis dar, y yo os lo entregaré? Ellos le fijaron treinta

monedas de plata. 16 Y desde entonces, él andaba buscando

una ocasión oportuna para entregarlo.

Con doloroso acento se presenta al traidor como uno de los doce.

En el grupo más íntimo de Jesús se encuentra el que le entregará en manos de los

enemigos por unas miserables monedas. Se percibe el horror que habrán sentido los

apóstoles, al verse en el caso de presentar así a Judas. Las mentes humanas no pueden

comprender que eso sea posible. Según la exposición del evangelista, todo lo ha obtenido

este grupo de los doce. Fueron admitidos en la más íntima comunidad de vida con el

maestro, y sólo ellos iniciados en muchos misterios de Dios. La magnitud del fracaso se

expresa por el hecho de que la traición tiene lugar por dinero, por treinta denarios de plata.

Viene a ser el más bajo móvil que nos podamos imaginar, y un precio ínfimo para la

persona de que se trata. Nada de ello no hubiese podido ser más vulgar e ignominioso. De

nuevo aparece el verbo entregar. Gradualmente ocupan la escena otras personas que

participaron en la entrega. El vocablo es como la clave para la historia de la pasión. En ella

se consuma esta entrega a la impotencia de todo cuanto con anterioridad se había

expuesto pormenorizado.

4. ULTIMA CENA DE JESÚS (26, 17-29).

a) Preparativos para la cena pascual (Mt. 26/17-19).

17 El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a

Jesús para preguntarle: ¿Dónde quieres que te preparemos

para comer la pascua? 18 El respondió: Id a la ciudad, a casa

de fulano, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en

tu casa voy a celebrar la pascua con mis discípulos. 19 Los

discípulos hicieron como les había mandado Jesús, y

prepararon la pascua.

Es la víspera de la fiesta. La pregunta acerca del lugar emana de los discípulos. Notan la

responsabilidad de proveer un recinto donde pueda celebrarse la pascua, según lo que

prescribe la ley. Jesús forma con ellos una familia, y es preguntado como jefe de los suyos.

Así, pues, Jesús también cenará con ellos, como cualquier padre de familia en Israel cena

con su familia y con los criados y doncellas de la casa. Pero es una familia congregada por

libre elección.

No se determina quién es el hombre que debe poner su sala a disposición del Señor (con

todo, cf. Mc 14,13). A san Mateo no le interesa cómo se llama este hombre ni todas las

circunstancias externas en que se consigue que este hombre deje a Jesús la habitación.

Sin embargo, la orden de Jesús es categórica y soberana de una manera parecida como

antes de entrar en Jerusalén, cuando mandó ir a buscar cabalgaduras (21,1-3). Eso

aparece con una especial claridad en la breve frase: Mi tiempo está cerca. No el tiempo de

la cena pascual, sino su tiempo. La cena pascual reúne en sus casas a todas las familias

israelitas. Pero esta cena sólo debe tenerla Jesús y el grupo de los doce, en casa ajena y

sin la familia dueña de la misma. Porque «mi tiempo» no siempre está presente, sino

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solamente ahora. Es el tiempo en que ocurre por primera vez algo que es único en su

género. El Padre ha determinado el tiempo, pero Jesús sabe que se acerca. El Mesías de

antemano se acomoda a la ley de esta hora.

Así se encuentra el lugar y se hacen todos los preparativos, como comprar el cordero, los

diferentes manjares y bebidas, preparar las vasijas. Jesús había encargado a los discípulos

que hicieran sentarse al pueblo, cuando lo alimentó en el yermo, y luego mandó repartir el

pan y los peces; así también ahora Jesús da el encargo de disponerlo todo. La instrucción

de los discípulos prosigue hasta el final, si bien en todo momento Él es el maestro y señor,

a quien todos obedecen.

b) Designación del traidor (Mt. 26/20-25).

20 Al atardecer, estaba a la mesa con los doce discípuloS.

21 Y mientras estaba comiendo, les dijo: Os aseguro que uno

de vosotros me entregará. 22 Profundamente entristecidos

comenzaron a preguntarle uno por uno: ¿Acaso soy yo,

Señor? 23 Pero él contestó: Uno que ha mojado la mano

conmigo en el plato, ése me va a entregar. 24 El Hijo del

hombre se va, conforme está escrito de él; pero ¡ay de ese

hombre por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más

le valiera a tal hombre no haber nacido. 25 También Judas, el

que lo iba a entregar, preguntó: ¿Acaso soy yo, rabí? Él le

contesta. Tú lo has dicho.

La víspera de la fiesta se come el cordero pascual. Las últimas horas de la tarde se

transforman en la noche en que Dios liberó a su pueblo de la servidumbre de Egipto.

Entonces se fundó Israel como pueblo, es el fundamental acto de salvación, que debe

perdurar en un recuerdo imperecedero. Esta cena es la cena conmemorativa y cada año

actualiza de nuevo la acción salvífica de Dios en su pueblo (Ex 13,3ss). La cena

correspondía en general a la manera como se celebraban las otras cenas judías. Se comía

el cordero como manjar principal, y en conjunto se le daba una mayor solemnidad. Una

serie de platos seguía sucesivamente, interrumpida por una alocución del padre de familia y

por oraciones. Jesús, pues, y los doce se colocan alrededor de la mesa para cenar a loor

de Dios nuestro Señor.

El alegre estado de ánimo se enturbia por unas palabras sombrías de Jesús: Uno de

vosotros me entregará. Para los antiguos la participación en la misma mesa expresa la

amistad y la paz, es señal de confianza mutua. El que es comensal, también es amigo. El

grupo de los discípulos constituye una comunidad de comensales que rodea a Jesús. Una

especial gravedad del delito consiste en que el traidor está sentado en este grupo íntimo. El

traidor moja la mano en la fuente común, de la que cada uno que tomaba salsa con un

pedazo de pan. Forma parte de la comunidad de comensales y ya la ha traicionado

interiormente.

Jesús lo sabe y designa al traidor, que le pregunta cara a cara si es él. Sobre el camino

de Jesús impera el decreto del Padre contenido en la Escritura. Pero no se borra la culpa

del hombre que se convierte en instrumento del mal. Para este hombre sería mejor que

nunca hubiese visto la luz del mundo. Tan insondable es su pecado y tan grave es su

castigo. Para Jesús no se erigió en guía por el camino de la justicia, sino que se convirtió

Page 288: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

en escándalo. «Porque si bien es forzoso que haya escándalo, sin embargo, ¡ay de aquel

hombre que causa el escándalo!» (18,7b). ¡Cuán misteriosa e indisolublemente están aquí

entretejidos la culpa humana y el decreto divino! Se ve uno de los dos y se piensa que ya

no se entiende el otro, y viceversa. Los pensamientos de Dios siempre son mayores que los

de los hombres, y el misterio del hombre y de sus acciones siempre es mayor que de lo que

él puede comprender.

(Págs. 290-302)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 45

c) Institución de la eucaristía (Mt. 26/26-29).

26 Mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan y, recitando

la bendición, lo partió, se lo dio a los discípulos y dijo: Tomad,

comed; esto es mi cuerpo. 27 Tomó luego una copa y,

recitando la acción de gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos

de ella; 28 porque esto es mi sangre, la de la alianza, que es

derramada para muchos, para perdón de los pecados.

El evangelista no reseña el transcurso de la cena pascual. Solamente

habla de dos sucesos especiales durante la comida, y aun éstos los narra con suma

concisión. Durante la cena al principio se distribuye pan, y cada uno coge algo para sí.

Ahora Jesús toma el pan, recita la bendición sobre él, lo parte en pedazos y lo da a los

discípulos invitándolos a comerlo. Es un pan especial, su propio cuerpo. Para la

interpretación estas palabras suenan con un acento muy extraño y misterioso, cuando se

escuchan por primera vez, y para la inteligencia también resulta muy difícil comprenderlas,

aunque se reflexione mucho sobre ellas, y durante toda la vida. La inteligencia de los

sabios y entendidos fracasa ante ellas, pero son también reveladas a la gente sencilla.

Ellos entienden que aquí se ofrece un don que es superior a todos los demás manjares,

entienden que Jesús les ofrece participar de sí mismo de manera muy profunda. No puede

concebirse una participación más íntima. En el hombre se da una tendencia a posesionarse

de la energía vital de Dios y asimilarla corporalmente. Jesús ha dado satisfacción a este

anhelo.

En el duelo con Satán en el desierto había dicho Jesús que el hombre no sólo vive de

pan, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios (4,4). La palabra de Dios era el

manjar espiritual del pueblo de la antigua alianza, también es el manjar espiritual del pueblo

de la nueva alianza. Pero los padres de Israel que fueron sacados de Egipto, no sólo fueron

obsequiados con el manjar de la palabra, sino también con dones prodigiosos -las

codornices, el pan del maná y el agua que brotaba de la roca- para conservar su vida

corporal. Y así ellos fueron alimentados doblemente por Dios, todos comieron el mismo

manjar espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual. En ello san Pablo ya ve una

interpretación previa de la fuente que está abierta para el nuevo pueblo de la alianza en

Cristo (cf. 1Cor 10,1-4). Ahora el Redentor del nuevo pueblo de la alianza también ofrece

un segundo manjar, como hizo Dios antiguamente con el pueblo de Israel. Dos mesas

estarán siempre preparadas para este pueblo, la mesa de la palabra y la mesa del sagrado pan.

No debe haber ninguna pobreza en su pueblo, constantemente debe participar en la

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fuerza vital exuberante que tiene Dios. Lo que sólo ocurrió dos veces en las prodigiosas

multiplicaciones de pan es instituido ahora para un tiempo durable. El pan no solamente se

ofrece al individuo, para que obtenga fuerza y vida para sí. El pan se da al pueblo para que

experimente de nuevo su unión íntima espiritual y la solidaridad con su Señor. Ya que

reciben el mismo don, deben ser unos con otros, una sola cosa.

En otro momento de la cena coge Jesús una copa, la «copa de bendición», que le fue

pasada. Esta vez reza la prescrita acción de gracias sobre la copa y la da para que beban.

También es ésta, según sus propias palabras, una bebida única: al beber el vino de la

copa, gustamos en realidad su sangre, que es llamada por Jesús, con gran propiedad, la

sangre de la alianza. Eso solamente lo entendemos, si volvemos la mirada a la primera

alianza que Dios concertó con Israel. Al pie del monte Sinaí y por medio de Moisés fueron

sacrificadas las víctimas, y con su sangre se selló la alianza. Con la mitad de la sangre

roció el altar, con la otra mitad el pueblo (cf. Éx 24). La alianza fue concertada por medio de

la propicia voluntad de Dios y la voluntaria aceptación del pueblo. Lo que estaba

confirmado en la voluntad, fue sellado con la sangre de las víctimas.

La sangre de Jesús también es sangre de la alianza. Sólo puede pensarse en otra nueva

alianza, que Dios quiere concertar, no solamente con Israel, como en el Sinaí, sino con

muchos, en favor de los cuales es derramada su sangre. «De la misma manera que el Hijo

del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate de muchos»

(20,28). Uno solo por muchos, es decir, como ya vimos: el único que podía pagar el rescate

en sustituci6n de todos los que no pueden recuperar su vida. Tiene que establecerse la

alianza entre Dios y todos, porque la sangre de la alianza es derramada por todos. Debe

establecerse un nuevo orden de la salvación. La antigua alianza es relevada por la nueva

alianza. Ésta es la última alianza del fin de los tiempos, de la cual anunció el profeta

Jeremías: «He aquí que viene el tiempo, dice el Señor, en que yo haré una nueva alianza

con la casa de Israel, y con la casa de Judá; alianza, no como aquella que contraje con sus

padres el día que los cogí por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; fueron ellos

quienes rompieron la alianza -¡mi alianza!-, y entonces les hice sentir mi dominio, dice el

Señor» (Jer 31,31-32). Por principio la nueva alianza ya no puede quebrantarse, porque

está establecida en el Hijo propio de Dios. Dios no rechazará más a su pueblo, como

rechazó a su antiguo pueblo de Israel, porque el nuevo pueblo de Dios vive en Jesús el

Mesías.

Pero la nueva alianza en el fondo es la última y no puede abolirse, porque en ella se

perdona el pecado. El pecado separa de Dios y ha arriesgado y destruido las relaciones de

la precedente alianza. Ahora se extirpa de raíz el pecado, y se hace justo a todo el hombre.

Nace un pueblo verdaderamente «santo». Por eso Jesús dice que su sangre de la alianza

es derramada para perdón de los pecados. La sangre es el precio de rescate que tiene que

pagarse por todos. Pero cuando se paga, entonces todos pueden acercarse y redimirse de

la esclavitud del poder del pecado. La sangre de un solo justo basta para purificar a

innumerables injustos. Todos pueden acercarse, pero sólo se acoge en la comunidad de la

alianza al que así se redime y purifica. Eso sucederá en el tiempo futuro, cuando el pecador

se inmerge en el baño de regeneración, en el bautismo. Éste es el nuevo orden de la

salvación que Dios ha establecido en su Hijo, de una forma tanto más admirable y

asombrosa cuanto más uno lo considera...

Aquí no se dice que los discípulos deben seguir haciendo lo que acaba de tener lugar

entre ellos. San Lucas y san Pablo han consignado esta orden: «Haced esto en memoria

mía» (Lc 22,19; lCor 11,24s). San Mateo sólo mira lo que ocurrió únicamente en esta hora.

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Pero esto que sucedió una sola vez se actualiza muchas veces, cuando los discípulos se

reúnen para el ágape eucarístico. Allí no solamente están como comensales en la

comunidad de su Señor, y descubren la virtud y vida de su Señor en el pan y en el vino,

sino que también celebran cada vez la renovación de esta alianza. La celebración del

ágape y la alimentación se identifican con la entrega a la muerte y con la institución de la

alianza.

29 Pues os digo que desde ahora ya no beberé más de este producto de la vid

hasta aquel día en que lo beba con vosotros en el reino de mi Padre.

«Ya no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»

(23,39). Con estas palabras Jesús se había anunciado como el juez de la generación

incrédula. Ya no actuará entre ellos como el pastor que los busca, sino que aparecerá ante

ellos solamente como el pastor, que los apacentará con vara de hierro. De nuevo dice

Jesús desde ahora, pero esta vez hacia dentro, o sea dirigiéndose al grupo de los

creyentes. Son unas palabras que también designan una situación definitiva. Solamente

hoy se puede presenciar así la comunidad de comensales formada con los discípulos. Será

suprimida esta forma de comunidad. Pero será restablecida en «aquel día» en el reino de Dios.

Se elucida con frecuencia el reino de Dios como banquete festivo y amistoso. Este

banquete tendrá lugar, y por cierto en comunidad con ellos, cuando el Hijo del hombre haya

pronunciado la sentencia y haya congregado a los suyos consigo. Entre la cena actual y el

banquete celeste está el tiempo de su presencia espiritual como Kyrios. Entonces y

después Jesús está corporalmente entre los suyos, pero en el tiempo intermedio está

espiritualmente, en el Espíritu Santo, más aún como el Pneuma (2Cor 3,17). Se constituye

la comunidad para participar de la mesa de Jesús, vuelve la mirada a esta cena de la

institución, y mira hacia adelante al banquete en el reino del Padre. La celebración

eucarística es recuerdo de la cena en el tiempo pasado e interpretación previa del

banquete futuro al fin de los tiempos.

5. JESÚS EN GETSEMANÍ (26,30-46).

a) Predicción de las negaciones de Pedro (Mt. 26/30-35).

30 Y cantados los salmos, salieron hacia el monte de los

Olivos. 31 Entonces les dice Jesús: Todos vosotros quedaréis

escandalizados por causa mía durante esta noche; porque

escrito está: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del

rebaño (Zac 13,7) 32 Pero, después que yo resucite, iré antes

que vosotros a Galilea. 33 Pedro, tomando la palabra, le dijo:

Si todos se van a escandalizar por causa tuya, yo jamás me

escandalizaré. 34 Díjole Jesús: Yo te lo aseguro: Esta misma

noche, antes que el gallo cante, tres veces me habrás negado

tú. 35 Pedro le dice: Pues aunque tenga que morir contigo,

jamás te negaré. Otro tanto dijeron también todos los discípulos.

Después de la cena se entona el gran canto de los salmos, que

según la costumbre concluía la solemne hora vespertina de la comida pascual. La pequeña

Page 291: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

comitiva sale hacia el monte de los Olivos. Por el camino Jesús predice a los discípulos que

todos ellos caerán esta noche. Jesús ha sabido de antemano dónde se había de encontrar

la burra para su entrada en Jerusalén (21,2), ha sabido que sus enemigos tomarían el

acuerdo de matarlo (26,2), dónde estaría la habitación para los preparativos de la cena

pascual (26,18) y quién sería el que le entregaría (26,25). Ahora también sabe y dice que

todos le abandonarán. La claridad de su ciencia y el conocimiento incluso de lo escondido

se vuelve tanto mayor cuanto más entra en el cumplimiento del divino deber.

El escándalo se ha abierto camino hasta llegar al grupo más íntimo de los discípulos. Es

como el poder personal del espíritu del maligno, que ahora tiene su máxima eficiencia,

cuando se concluye la obra del Mesías. El escándalo es en el fondo una falta de fe y da

ocasión a ejercer el cometido de la fe. Así sucederá ahora. En la suprema confirmación de

la fe se manifestará que la fe de los discípulos no solamente es «pequeña», sino que se

derrumba por completo. Por primera vez suena la frase «escándalo de la cruz», que san

Pablo empleó en su predicación misional (lCor 1,23). La muralla de la incredulidad en torno

de Jesús se vuelve cada vez más compacta, ya que en ella también se incluye el grupo más

íntimo. Estará completamente solo. Este abandono del Mesías forma parte de su

enajenación.

El profeta ha dicho que el rebaño se dispersará, cuando se hiera al pastor. A Jesús no

sólo se le había encargado que fuera pastor de Israel; también ha sido el pastor de los

suyos, a quienes él debía introducir a la verdadera esencia de la obra mesiánica. Se separa

del «pequeño rebaño» al pastor (Lc 12,32). Se quebrará la unidad entre ellos. El fracaso

externo de la obra de Jesús no solamente se mostrará en su ejecución, sino también al

separarse de los suyos. Y con todo habrá una nueva reunión, cuando Jesús «vaya antes

que ellos a Galilea». La esperanza irradia a través de la obscuridad de la predicción. Para

ellos será otra vez el pastor que los preceda, y ellos seguirán su voz y en Galilea estarán

nuevamente unidos con él (cf. 28,16).

Pedro afirma solemne y presurosamente delante de todos los demás que él nunca caerá.

Cree estar seguro de si mismo y caerá en lo más profundo. Ha olvidado que no le

puede sostener la confianza propia, sino solamente la fe en el poder de Jesús (cf.

14,28-31). «Eres un escándalo para mi», le había dicho Jesús, cuando después de

anunciar la pasión le hizo enérgicos reproches (16,23). ¡Cuánto mayor será el escándalo

que Pedro toma ahora de Jesús y cuánto mayor el que le prepara! Caerá a lo más profundo

el que recibió la más excelsa promesa. Le traicionará de la manera más horrenda el que

estaba elegido ante todos los demás y se sentía especialmente familiarizado con el Maestro.

Todos los demás discípulos también afirman solemnemente que prefieren morir con él

antes que negarle. ¡Qué contrastes aparecen! Aquí la manera de pensar de los hombres,

allí la manera de pensar de Dios (cf. 16,23). Los pensamientos humanos se fundan en la

seguridad propia, en la solidaridad humana y en que sea fiel la comunidad; pero los

pensamientos de Dios, tal como Jesús los manifiesta se fundan en la plena disposición

incluso para el aislamiento y el abandono.

b) Oración de Jesús en su agonía (Mt. 26/36-46).

36 Entonces Jesús llega con ellos a una finca llamada

Getsemaní y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras yo

voy allá para orar. 37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos

hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. 38

Page 292: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Entonces les dice: Siento tristezas de muerte: quedaos aquí y

velad conmigo. 39 Y adelantándose un poco, se postró en

tierra y oraba. ¡Padre mío: si es posible, que pase de mí este

cáliz! Sin embargo, no sea como yo quiero sino como quieres tú.

Todavía están juntos los discípulos y Jesús, el rebaño con el pastor. Pero Jesús deja

espontáneamente el grupo, ya que sabe que no le pueden seguir en su camino. Por otra

parte, lo hace de modo distinto que antes, cuando había enviado por delante a los

discípulos en la barca, mientras él quería orar solo en el monte (14,22s). Ahora Jesús los

deja atrás, pero encuentra un consuelo en que estén cerca. Eso también puede decirse de

los tres elegidos que fueron con él testigos de la transfiguración en el monte (17,1).

Todavía pueden acompañarle un trecho, pero con su conducta muestran que no

comprenden ni la hora ni al Maestro.

Esta hora y la oración de Jesús forman parte de lo más conmovedor de que nos informan

los evangelistas. Jesús en la pasión inminente estará silencioso ante sus jueces y sufrirá la

muerte en silencio, pero aquí manifiesta lo más íntimo de su alma. Sabe con antelaci6n que

tiene que recorrer este camino y lo ha dicho con frecuencia. También sabe que la muerte

no le detendrá. Va con la clara conciencia de dar su vida como necesario precio de rescate

de muchos (20,28). Acaba de decir en la comida que su sangre es derramada para muchos,

para perd6n de los pecados, como sangre de la alianza (26,28). Y no obstante esta tristeza

y conmoci6n penetran hasta sus ideas y sentimientos más íntimos. Era una conmoción que

le impulsa a pedir que le sea evitada la pasión.

Puesto que para el Padre todo es posible (cf. 19,26), ¿será también posible que pase de

él este cáliz? Dios ha llenado la copa y la ha presentado para que se beba toda. Es la copa

de la ira, que en el Antiguo Testamento tiene que ser preparada por Dios, y ha de beberse

como bebida del castigo (Is 51,17.22), el cáliz de la amargura y de la bebida mortal. Ante

este cáliz se estremece Jesús, como solamente un hombre puede estremecerse ante la muerte.

Aunque la necesidad aprieta y las aguas le han llegado hasta el cuello (cf. Sal 68,2s), la

oración tiene como desenlace la pura sumisión. Sin embargo, no sea como yo quiero, sino

como quieres tú. Lo que enseñó Jesús a los discípulos a pedir en el padrenuestro (6,10),

eso es lo que pide él ahora. La voluntad del Padre está por encima de todo. Nada puede

serle contrario. Es una voluntad de amor, porque el reino de Dios es un dominio de amor. Si

no se cumple su voluntad, se ponen estorbos a su dominio y se reduce el poder del amor

(cf. 6,10). Y en esta hora debe manifestarse el amor, con la máxima pureza, en el abandono

del Hijo por el Padre y en la entrega del Hijo a los hombres. En la carta a los Hebreos se

nos habla de la obediencia del Hijo en los días de su vida terrena: «El que en los días de su

vida mortal presentó, con gritos y lágrimas, oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la

muerte, y fue escuchado en atención a su piedad reverencial. Y aun siendo Hijo, aprendió,

por lo que padeció, la obediencia, y llevado a la consumación, se convirtió, para los que le

obedecen, en causa de salvación eterna» (Heb 5,7-9). ¿De qué hora se afirmarían estas

«oraciones y súplicas con gritos y lágrimas» con mayor razón que de ésta?

40 Vuelve luego a los discípulos y los encuentra durmiendo;

y dice a Pedro: ¿De modo que no habéis podido velar una

sola hará conmigo? 41 Velad y orad para que no entréis en

tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil. 42

Se alejó por segunda vez y de nuevo estuvo orando; ¡Padre

Page 293: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

mío: si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase

tu voluntad! 43 Cuando volvió, otra vez los encontró

durmiendo, pues sus ojos estaban cargados de sueño. 44 De

nuevo se alejó y estuvo orando por tercera vez, repitiendo

nuevamente las mismas palabras. 45 Entonces vuelve a los

discípulos y les dice: Ya podéis dormir y descansar. Está

cerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en

manos de pecadores. 46 Levantaos, vamos; ya está cerca el

que me va a entregar.

El sueño no sólo ha dominado a los discípulos, que habían sido dejados atrás, más

abajo, sino también a los tres discípulos que Jesús había tomado consigo. Para Jesús, la

presencia de los tres discípulos no es un consuelo confortante, sino una decepción. Antes

sólo habían entendido poco, pero ahora ya no entienden absolutamente nada. Jesús está

mirando al Padre con intensa vigilancia; ellos, en su inercia, son vencidos por el sueño. Sus

fuerzas no alcanzan para una hora de vela. Eso ya era el principio de la tentación del

escándalo. Bajo la cruz, la tentación habrá conseguido su objetivo: allí ya no habrá ningún

discípulo. Jesús también había enseñado a los discípulos a orar para preservarlos de la

tentación (6,13). Esta oración ahora aún podría liberarlos para que no sucumbieran por

completo a la tentaci6n. Con esta tentación se alude a lo mismo que con el gran escándalo:

la pérdida de la confianza y la ruptura de la unión con Dios. Jesús no viene a ser víctima de

esta tentación, debido a que la oración de Jesús, a pesar del ruego suplicante, apunta a la

unión con la voluntad del Padre. Al principio de su actividad, Jesús ha recusado las

tentaciones de Satán. Este combate todavía es más arduo. Jesús vela y ora, y así sale

airoso del temible combate.

Después de la lucha con Dios va Jesús conscientemente al encuentro de su hora y del

que lo va a entregar. Está cerca la hora. Antes de la cena Jesús había dicho que su tiempo

estaba cerca (26,18), ya que quiso obsequiar a los suyos con su carne y su sangre como

fruto de su muerte y como don de su amor. En este momento la hora está cerca, ya que

sucede lo mismo no bajo los dones simbó1icos del pan y del vino, sino con la realidad

sangrienta de su muerte corporal. Aquí también puede encontrarse esta oposición

difícilmente superable, como en la designación de Judas como traidor (26,24). Por parte de

Dios la hora está fijada y ahora llega como la hora del amor más excelso; por parte de los

hombres es la hora del más grave pecado. Porque Jesús es entregado en «manos de

pecadores»...

6. PRENDIMIENTO DE JESÚS (Mt. 26/47-56).

47 Todavía estaba él hablando, cuando llegó Judas, uno de

los doce, acompañado de gran tropel de gente con espadas y

palos, de parte de los sumos sacerdotes y de los ancianos del

pueblo. 48 EI que lo iba a entregar les había dado una señal:

Aquel a quien yo bese, ése es; arrestadlo. 49 Y en seguida,

acercándose a Jesús, le dijo: ¡Salve, rabí! Y lo besó. 50 Y

Jesús le dijo: Amigo, ¡a lo que has venido! Entonces, ellos se

acercaron, echaron mano a Jesús y lo arrestaron.

Page 294: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Judas era uno de los comensales que formaban una comunidad con

Jesús. Con una señal de solidaridad y de confianza amistosa lleva a término su obra

infame. Había mojado la mano con Jesús en la fuente y había comido en la misma cena.

Ahora solamente necesita el saludo de amigo, para entregarle a los enemigos (*). Es una

escena verdaderamente fantasmagórica. La gente armada que viene por encargo de la

autoridad; Judas que se adelanta separándose de la multitud, y en la obscuridad reconoce

y designa al Maestro; el inocente es atado.

..............

* La salutación «¡Amigo, ¡a lo que has venido!» es discutida en la interpretación. La forma

mas probable no es la interrogativa (¿A que has venido?), sino el sentido siguiente: Haz aquello

para lo que has venido. Con estas palabras de Jesús también se expresaría su libertad en el

prendimiento, lo cual se ajusta bien al estilo de la historia de la pasión de san Mateo.

..............

51 Y uno de los que estaban con Jesús, alargó la mano,

sacó su espada, hirió al criado del sumo sacerdote y le quitó

la oreja. 52 Entonces le dice Jesús: Vuelve tu espada a su

sitio, porque todos los que empuñan espada, a espada

morirán. 53 ¿O crees tú que no puedo acudir a mi Padre, que

inmediatamente me enviaría más de doce legiones de

ángeles? 54 Pero ¿cómo se cumplirían entonces las

Escrituras de que así tiene que suceder?

Parece que por lo menos uno de los discípulos ha despertado de la somnolencia. Intenta

intervenir, pero con un medio inapropiado: una pobre tentativa de enfrentarse a la multitud y

a su armamento con una sola espada. Con todo, un criado del sumo sacerdote tiene que

sufrir las consecuencias. Jesús prohíbe a1 discípulo este modo de defensa. Él mismo pone

en práctica lo dicho en el sermón de la montaña: «Si alguien te pega en la mejilla derecha,

preséntale también la otra, y al que quiera llevarte a juicio por quitarte la túnica, déjale

también el manto, y si alguien te fuerza a caminar una milla, anda con él dos» (5,39b-41). El

Evangelio enseña el camino de la no violencia, y Jesús toma en él la delantera.

Jesús ha venido para traer la espada y no la paz (10,34). Pero es una espada espiritual,

la de la separación entre Dios y Satán. Se tiene que empuñar esta espada y dejar la

espada de acero en la vaina. Los que la empuñan, serán ejecutados por ella, porque no

trae la paz, sino la destrucción. La espada del espíritu es la palabra del Evangelio, que

exige el amor y condena la guerra (cf. Ef 6,17).

Dios había enviado ángeles al Mesías en el desierto para servirle, después que Jesús

había rehusado servir a Satán (4,11). ¡Y cuántos más ángeles no podría enviarle el Padre,

si fuera su voluntad en esta hora! Allí acudieron los ángeles como premio a la obediencia

del Hijo, ahora no tienen que comparecer, para que se concluya la obediencia del Hijo.

55 En aquella hora dijo Jesús a las turbas: ¿Como para un

ladrón habéis salido con espadas y palos a prenderme? Día

tras día estaba yo sentado en el templo enseñando y no me

arrestasteis. 56 Pero todo esto ha sucedido para que se

cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces, todos los

discípulos, abandonándolo, huyeron.

Page 295: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Los judíos habían convertido en guarida de ladrones la casa de Dios, que debía ser una

casa de oración (21,13). Jesús había restablecido su pureza, y allí había enseñado. Ahora

vienen como para un ladrón para llevarle preso. Han temido la publicidad, y han recurrido a

la protección de la noche. No pudieron oponerse a la enseñanza de Jesús en el templo y no

le hicieron caer con ninguna palabra. Ahora le cogen, cuando calla, y le hacen caer, cuando

está solo. Pero en esto también se atestigua la sabiduría de Dios, que antes han anunciado

los profetas. El Evangelio de la no violencia tiene que configurarse en Jesús.

Cuando Jesús es atado, le abandonan los discípulos, sin que hubiera ninguna excepción.

En el huerto de Getsemaní, por lo menos, estaban cerca, aunque durmieran. En el

encuentro con la turba un discípulo se atreve a dar un golpe valeroso, aunque sea con la

espada de hierro, que aquí ya no puede conseguir nada. Ahora Jesús está completamente

solo y abandonado. La huida de los discípulos es la dispersión de las ovejas vaticinada

(26,31). Puesto que Jesús les ha sido arrebatado de en medio de ellos, también ellos se

quedan solos entre sí...

(Págs. 302-316)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 46

II

CONDENA DE JESUS

(26,57-27,31).

1. JESUS ANTE EL SANEDRIN (Mt. 26/57-68).

57 Los que arrestaron a Jesús lo condujeron a casa del sumo

sacerdote Caifás, donde los escribas y los ancianos estaban

reunidos. 58 Pedro lo iba siguiendo de lejos hasta el patio del

sumo sacerdote, entró allí dentro y estaba sentado con los

criados, para ver en qué terminaba aquello. 59 Entretanto los

sumos sacerdotes y todo el senedrín andaban buscando algún

falso testimonio contra Jesús para darle muerte; 9 pero no lo

encontraron, a pesar de los muchos falsos testigos que

comparecían. Finalmente, comparecieron dos, 61 que dijeron:

Este ha dicho: Yo puedo destruir el

templo de Dios, y en tres días reconstruirlo. 62 Entonces se

levantó el sumo sacerdote y le preguntó: ¿Nada respondes?

¿Qué es lo que éstos testifican contra ti? 63a Pero Jesús callaba.

El Maestro no estaba completamente solo, porque Pedro le

sigue. ¿Habrá por lo menos un testigo del grupo de los discípulos, y uno que mantenga la

fidelidad hasta el fin? Precisamente Pedro le abandonará de la manera más ignominiosa, a

pesar de haber sido distinguido con la más honrosa vocación...

Durante la noche se ha reunido el gran sanedrín, el alto consejo, la autoridad religiosa

Page 296: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

oficial de los judíos y el tribunal supremo. Hay que apresurarse, pues el temor de un tumulto

en el pueblo determina su manera de proceder (26,5). Caifás, que ejercía el cargo de sumo

sacerdote aquel año, ocupa la presidencia. Por lo demás forman parte del consejo peritos

en la ley, es decir escribas, ancianos, o sea representantes de la aristocracia seglar, y los

sumos sacerdotes de los años precedentes y otros representantes del sacerdocio.

Forman parte de cualquier juicio auténtico las declaraciones de los testigos. Según el

derecho vigente tenían que coincidir exactamente por lo menos las declaraciones de dos

testigos. Se convoca a muchos testigos, evidentemente ya habían sido aprestados para

venir rápidamente para la sentencia que se debía pronunciar. San Marcos dice que estas

declaraciones no concordaban (Mc 14,56). Es raro que sólo se cite textualmente una

acusación y que sea presentada por dos testigos. San Mateo sin duda quiere decir que

estas dos declaraciones coincidían, por tanto, pueden ser consideradas como fundamento

de la sentencia. La declaración contiene las palabras difíciles de entender sobre el templo.

En el Evangelio de san Juan, las había dicho Jesús de modo semejante al expulsar del

templo a los vendedores, y el evangdista las había referido al templo de su cuerpo, que

después de tres días resucitaría (Jn 2,19).

Una declaración tan exagerada sobre el templo quizás pudo ser motivo suficiente para

condenarlo. Pero hay que tener en cuenta que Jesús no dice que él destruirá este templo

(Mc 14,58), sino que él tiene poder para destruirlo. No se dice que Jesús haya afirmado

que él hará uso de este poder. Además en san Mateo no se habla de la oposición entre un

templo «hecho por mano» y otro templo «no hecho por manos» (Mc 14,58). Al hablar del

«templo de Dios» se piensa en el templo real de piedra, y por tanto en la nueva

construcción también hay que pensar en el mismo templo de Dios, construido de piedra.

¿No llega a ser enteramente inteligible esta formulación, si se reflexiona en que al tiempo

en que el evangelista san Mateo escribió su libro, estaba destruido el templo herodiano?

Después del año 70 incluso los judíos esperaban que el Mesías reedificaría el templo.

Mediante los testigos se confirma indirectamente la reivindicación de Jesús de que puede

llevar a cabo esta reconstrucción, y por tanto la reivindicación de que realmente es el

Mesías. El creyente sabe que el nuevo templo de Dios ya no ha sido levantado con piedras,

puesto que Jesús es «más grande que el templo» (12,6). El nuevo templo será la

comunidad de todos los que confiesan a Jesús y entre los cuales mora Jesús (18,20).

Dos testigos confirman la declaración de Jesús. Pero Jesús calla al oir la acusación,

aunque se le exige formalmente que se pronuncie al respecto. ¿No se debe ver en este

silencio una confirmación de la declaración de Jesús y de lo que con ella reivindica? ¿No lo

entendió también así el sumo sacerdote, cuando inmediatamente después pregunta si

Jesús es realmente el Mesías? Así pues, de la declaración que los testigos confirman, el

sumo sacerdote deduce la reivindicación mesiánica.

63b Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios

viviente que nos digas si tú eres el Mesias, el Hijo de Dios. 64

Jesús le responde: Tú lo has dicho. Además, os lo aseguro:

desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del

Poder y viniendo sobre las nubes del cielo.

Con solemnes palabras introductorias, el sumo sacerdote exige una confesión terminante

de si Jesús es el Mesías. Invoca el santo nombre de Dios y conjura al acusado ante el Dios

viviente que diga la verdad: El Mesías fue tenido por Hijo de Dios, aunque el judío en esta

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expresión no pudo entender lo que sabe el cristiano. El rey de Israel, que habia sido elegido

por Dios, se tenía por hijo de Dios: «Hijo mio eres tú, yo te he engendrado hoy» (Sal 2,7).

Así habló Dios al rey el día en que le fue otorgado el trono y la soberanía. El vástago de

David que debía ser el Mesías, tenía que ser hijo de Dios, como lo fueron los grandes reyes

antes que él. Así pues, el sumo sacerdote no pregunta por dos diferentes reivindicaciones

de Jesús-Mesías e Hijo de Dios-, sino por una sola.

La respuesta de Jesús hay que entenderla en un sentido terminante, aunque en el texto

esté expresada de una forma peculiar: Tú lo has dicho, es decir: Sí. Anteriormente Jesús

nunca ha dicho en público quién era. Sobre todo en las controversias con los teólogos y los

representantes de la autoridad se ha precavido recelosamente de descubrir por completo

su misterio (cf. especialmente 21,23ss). Sólo ahora, cuando la decisión ya está tomada

hablará abiertamente. De este modo la plena responsabilidad recae en los que le

condenan. La indagación toca a su fin. La persona de Jesús ya no puede juzgarse por las

señales ni por su mensaje, puesto que ya no se obra ninguna otra señal ni se anuncia ya

ningún otro mensaje para Israel. Por esta causa, Jesús puede hablar claramente y hacer

entrega de lo que hasta entonces tenía que seguir siendo su misterio. Hay aquí también,

por parte de Jesús, un gesto de entrega espontánea. El Señor no se revela a los que

indagan y afanosamente preguntan, sino a sus maliciosos jueces cuyo odio le envuelve con

su gélida frialdad...

A Jesús no le basta una simple afirmación. Agrega una larga cita, tomada de dos pasajes

de la Escritura (Sal 109,1; Dan 7,13). A partir de ambos, es forzoso reconocer que su

condición de Mesías abarca mucho más de lo que contenían las ideas prevalentes al

respecto entre los judíos. El Hijo del hombre estará sentado a la diestra del Poder. Así

sucederá cuando aparezca como Mesías del fin de los tiempos en el nombre de Dios.

Poder es un vocablo que se emplea para designar a Dios. Vendrá como juez sobre las

nubes del cielo, como se decía del Hijo del hombre en el libro de Daniel. «Yo estaba, pues,

observando durante la visión nocturna, y he aquí que venía entre las nubes del cielo uno

que parecía un hijo de hombre; quien se adelantó hacia el anciano de días, y le

presentaron ante él. Y diole éste la potestad, el honor y el reino; y todos los pueblos, tribus

y lenguas le servirán: la potestad suya es potestad eterna que no le será quitada, y su reino

es indestructible» (Dan 7,13s).

El que conocía el libro de Daniel y la promesa de un misterioso hijo de hombre, sabía que

Jesús aquí una vez más presenta una reivindicación que manifiesta plenamente su dignidad

como Mesías. Pero desde el gran fragmento instructivo del juicio universal el creyente ya

sabe que el Hijo del hombre que ha de venir al fin del tiempo con poder y gloria, también

será el que administre la justicia de Dios (25,31-46).

Tendrán que reconocerlo como juez, los que ahora lo juzgan. Por eso, se hace resaltar

la expresión desde ahora. Ahora tenéis poder sobre mí, pero por única y última vez, porque

del tiempo futuro sólo puede decirse que vengo como vuestro juez. Así pues, la respuesta

de Jesús no solamente es una manifestación de su modo de ser, sino que en esta hora

también tiene un sentido amenazador.

65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y

exclamó: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de

testigos? Ahora mismo acabáis de oír la blasfemia. 66 ¿Qué

os parece? Ellos contestaron: Es reo de muerte. 67 Entonces

le escupieron a la cara y le dieron puñetazos, y otros lo

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abofeteaban, 68 mientras le decían: Profetízanos, Mesías:

¿quién es el que te ha pegado?

Lo que hasta aquí habían dicho los testigos y el mismo Jesús, podía interpretarse como

blasfemia. En ambos casos hubiera sido necesaria una indagación exacta de las

declaraciones, si se piensa en un proceso legal. Sobre todo no leemos que se hubiera

examinado lo que Jesús reivindica, a saber, que es el Mesías. La descripción de san Mateo

transcurre en linea recta en el sentido de que Jesús ha testificado abiertamente su dignidad

y el sanedrín le ha condenado a muerte como Mesías. Sin ninguna ulterior comprobación

se estima como blasfemia el testimonio del acusado. Una blasfemia contra Dios tenía que

ser contestada con la rasgadura de los vestidos. Sólo esta clase de blasfemias pasaba por

delito digno de muerte, sin tener que convocar otros testigos para comprobarla. Así pues, el

sumo sacerdote aquí dictamina sobre la situación y pregunta cuál es el castigo que el

sanedrín tiene por adecuado. «Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? Los miembros

del sanedrín dan la sentencia, por la que condenan a Jesús a pena de muerte.

La condenación solamente fue posible, porque ya antes estaba sentenciada desde el

momento en que habían rechazado a Jesús. Porque ¿qué habría ocurrido desde el punto

de vista histórico, si un tribunal del pueblo judío con plena conciencia de que realmente se

trataba de su Mesías, hubiese pronunciado, tal veredicto? ¿Era siquiera posible que aquel

a quien se dirigía la esperanza de todos, fuera condenado a muerte precisamente por la

suprema autoridad? Estas preguntas muestran que no se trata en modo alguno de un

proceso en el sentido usual, ni tampoco de un proceso que pudiéramos llamar simplemente

religioso. Aquí chocan entre sí otros mundos. En último término, el mundo de Dios y el

mundo de Satán. Sólo por la enemistad mortal de Satán contra Dios, puede vislumbrarse a

qué fuerzas en realidad se entregó a Jesús. Los que le condenan se convierten en

instrumento del mal y son culpables de ello. Pero en el fondo de los sucesos no había

ningún error jurídico, sino la plena erupción del pecado que Jesús quería llevar en su

cuerpo al Gólgota. «Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que en él

llegáramos nosotros a ser justicia de Dios» (2Cor 5,21)...

Una vez dada la sentencia, los instintos de la plebe se desbordan. Jesús dijo que era el

Mesías. Ahora debe demostrarlo. ¿Quién es el que te ha pegado, Mesías? Este escarnio

acompañará a Jesús durante las próximas horas, ya sea por parte de los servidores judíos,

ya sea por parte de los soldados romanos. Todos hacen escarnio de él. No puede tomar

sobre sí su castigo ni sufrirlo en conformidad con las leyes, como un condenado según la

justicia. Está desamparado por la ley y entregado incluso a brutales puñetazos. A Jesús le

está preparado el destino del siervo de Dios: «Entregué mis espaldas a los que me

azotaban, y mis mejillas a los que mesaban mi barba: no retiré mi rostro de los que me

escarnecían y escupían» (Is 50,6).

2. LAS NEGACIONES DE PEDRO (Mt. 26/69-75).

69 Pedro estaba sentado fuera, en el patio, y se le acercó

una criada, que le dijo: También tú andabas con Jesús el

Galileo. 70 Pero él lo negó delante de todos: No sé lo que

estás diciendo. 71 Cuando salía hacia el pórtico, lo vio otra

criada, que dice a los que había allí: Ése estaba con Jesús el

Nazareno. 72 Y él de nuevo negó con juramento: ¡No conozco

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a ese hombre! 73 Poco después, los que allí estaban se

acercaron a Pedro y le dijeron: Realmente, tú también eres de

ellos; pues tu manera de hablar te delata. 74 Entonces él se

puso a echar maldiciones y a jurar: ¡No conozco a ese

hombre! Y en aquel momento cantó un gallo. 75 Y se acordó

Pedro de aquello que Jesús le había dicho: Antes que el gallo

cante, me habrás negado tú tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Lo que aquí sucede no es sólo una renuncia puramente

humana, la total conversión de un temperamento apasionadísimo que va de la más

enérgica y solemne afirmación de fidelidad hasta la muerte a la más humillante negación de

sí mismo. No es únicamente una escena humanamente trágica y conmovedora, sino

expresión de la verdad de la fe. Pedro que había sido exaltado hasta lo más alto, cae en lo

más profundo. El que está llamado a ser fundamento pétreo de la nueva construcción del

Mesías, se trueca ahora y resulta ser suelo de arena, sobre el que nada puede levantarse.

El que en virtud de la revelación divina había confesado a Jesús como el Mesías, ahora

incluso niega que lo conozca como hombre. ¿Qué significa esta contradicción difícilmente

comprensible? Es, desde luego, fundamento pétreo, pero apoyado en el fundamento

inamovible, que es Cristo. «Por lo que se refiere al fundamento, nadie puede poner otro

sino el que ya está puesto: Jesucristo» (1Cor 3,11). Sobre este fundamento se edifica la

nueva comunidad y también Pedro en ella. Sin la piedra básica de Cristo la comunidad está

edificada sobre lo que carece de base. La misión divina de administrar las llaves es

transferida a un hombre que puede caer y ha caído. Aquí ya se vislumbra que la entrega de

Jesús no cesa en su muerte, sino que prosige después de ella, hasta que venga sobre las

nubes del cielo, sentado a la diestra del Poder...

3. JESUS ENTREGADO A PILATO (Mt. 27/01-02).

1 Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los

ancianos del pueblo, en consejo contra Jesús, tomaron el

acuerdo de hacerle morir; 2 lo ataron, y lo llevaron y

entregaron al procurador Pilato.

La sesión del sanedrín ha durado hasta el amanecer. La autoridad judía estaba

capacitada para dictar una sentencia de muerte, pero no para hacerla ejecutar (Jn 18,31).

La sentencia de muerte está confirmada, ahora el procurador romano tiene que ser inducido

a ejecutar la sentencia. Jesús es atado y conducido a la residencia del procurador. Aunque

Pilato es procurador de toda la provincia de Siria y normalmente residía en Cesarea de

Palestina (junto al mar), ahora se encuentra en Jerusalén. Esto no era de extrañar en la

fiesta de pascua, por el gran número de peregrinos que con frecuencia era causa de

inquietud para la potencia ocupante. Judíos y gentiles están envueltos en este proceso. No

solamente se mostrará cuán mal administra Pilato la acreditada justicia romana, sino

también cómo falla Pilato como hombre.

4. FIN DE JUDAS (Mt. 27/03-10).

3 Entonces, Judas, el que lo había entregado, al ver que lo

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habían condenado, presa de remordimientos, devolvió a los

sumos sacerdotes y a los ancianos las treinta monedas de

plata, 4 diciendo: He pecado entregando sangre inocente.

Pero ellos contestaron: Y a nosotros ¿qué? ¡Allá tú! 5 Y

arrojando en el templo las monedas de plata, se retiró; luego

fue y se ahorcó. 6 Los sumos sacerdotes recogieron las

monedas de plata y dijeron. No se deben echar en el tesoro

del templo, porque son precio de sangre. 7 Pero, después de

acordarlo en consejo, compraron con ellas el campo del

alfarero, para sepultura de los forasteros. 8 Por eso aquel

campo se llamó, y se llama hasta hoy, campo de sangre. 9

Entonces se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías

cuando dijo: Y tomaron las treinta monedas de plata, precio en

que fue tasado aquel a quien tasaron los hijos de Israel, 10 y

las dieron por el campo del alfarero, tal como me lo ordenó el Señor.

Después de la detención de Jesús es evidente que Judas no ha encontrado

ningún sosiego. Tenía que enterarse de lo que le acontecía a Jesús. Cuando se entera de

la condena, hacen presa de él los remordimientos. Sabe que ha entregado «sangre

inocente» por una miserable recompensa. Con la misma expresión protestará después

Pilato de su inocencia: «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!» (27,24). Lo mismo

dicen los sacerdotes con cínica frialdad: ¡Allá tú! En el pecado no hay solidaridad, ya que

cada uno está solo. Judas se queda solo, como Jesús está abandonado por todos sus

seguidores. Judas está en el aislamiento del pecado, Jesús está en el desamparo del

amor.

Esta soledad sólo encuentra el camino que conduce a la muerte escogida por sí mismo.

Judas se ahorca. Es el primer difunto de esta historia de la pasión y la última victima del

gran poder del pecado antes de que este poder sea superado por Jesús. En esta muerte se

muestra una vez más que la muerte es consecuencia y confirmación del pecado (cf. Rom

5,12). La muerte de Jesús será el precio de la vida «A fin de que, así como el pecado reinó

para la muerte, así también la gracia, mediante la justicia, reine para vida eterna por

Jesucristo nuestro Señor» (Rom 5,21).

Judas arroja el dinero al templo. Pero los sacerdotes, que lo encuentran allí, no lo

pueden dejar en el templo. El dinero no es apto para el servicio de Dios, porque fue

empleado para dar muerte a un hombre. Con él se compra un campo como sitio para

sepultar a los forasteros, que en Jerusalén no tienen ninguna tumba propia familiar. En todo

esto el evangelista ve una alusión a lo que aconteció al profetu Zacarías (*)99. Fue

contratado como pastor por unos malos pastores (traficantes de ganado) y fracasó en su

misión. Harto de hacer advertencias infructuosas y de la obstinación de estos pastores, dijo

lo que sigue: «No quiero ser más vuestro pastor: lo que muriere, muérase; y lo que

mataren, mátenlo...» (Zac ll,9). El profeta hace una última prueba exhortando a pagarle

como pastor su salario para examinar así cómo le han evaluado a él y a su trabajo: «Yo,

empero, les dije a ellos: Si os parece justo, dadme mi salario, y si no, dejadlo estar. Y ellos

me pesaron treinta siclos de plata por el salario mío. Y díjome el Señor: Entrega al tesoro

ese magnífico precio en que te han apreciado. Tomé, pues, los treinta siclos de plata, y los

eché en la casa del Señor, en el tesoro» (Zac 11,12s). El profeta Zacarías y su trabajo son

pagados con el precio que tenía que pagarse como indemnización de un esclavo o de una

Page 301: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

esclava muertas por un buey (cf. Ex 21,32). Jesús es vendido por el mismo «magnífico»

precio. Este es el salario que paga Jerusalén por la vida de un esclavo.

..............

* En el texto se cita el nombre de Jeremías, pero se reproduce libremente un texto del profeta

Zacarías 11,12s. El nombre de Jeremías hace aquí al caso en cuanto que en su vida también

desempeñan un papel el taller de un alfarero (Jer 18,1ss) y la compra del campo de su primo

hermano (Jer 32,1ss). Puesto que en Mt se habla del campo del alfarero, pero no en Zacarías, se

ha expresado solamente la relación con Jeremías. El texto original de Zacarías dice así: «Tomé,

pues, los treinta siclos de plata, y los eché en la casa del Señor, en el tesoro» (Zac 11,13b). Hay

antiguas traducciones que en vez de «en la casa del Señor, en el tesoro» dicen «al alfarero».

(Págs. 316-327)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 47

5. JUICIO ANTE PILATO (Mt. 27/11-26).

11 Jesús, pues, compareció ante el procurador, y el

procurador lo interrogó diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús respondió: Tú lo has dicho. 12 Pero, por más que lo

acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, él nada

respondía. 13 Entonces le dice Pilato: ¿No oyes cuántas cosas

testifican contra ti? 14 Pero él no le contestó ni una sola

palabra, de forma que el procurador se quedó muy maravillado.

También en el juicio ante Pilato es la narración muy breve. El lector tiene que

complementar la mayoría de los pormenores, porque sólo se dan a conocer los detalles más

importantes. En primer lugar, la pregunta directa que formula el romano de si es el rey de los

judíos. Jesús nunca se ha designado como Mesías, y mucho menos como rey. También

tiene que saber que el romano enlaza con este título una idea política, y además peligrosa

para Roma. No obstante Jesús contesta afirmativamente. Ante los judíos, Jesús

había dicho abiertamente que era el Mesías. Ante el procurador también reconoce que es el

rey de los judíos. Su condición de Mesías, sin embargo, es de índole distinta de la que el

sanedrín conoce y puede comprender. Análogamente su realeza es de índole distinta de la

que puede el procurador conocer. En ambos casos chocan entre sí la manera de pensar de

arriba y la de abajo. En el Evangelio de san Juan, el mismo Jesús afirma: «Mi reino no es

de este mundo» (Jn 18,36). No obstante Jesús contesta afirmativamente la pregunta,

porque el título de rey de los judíos también anuncia al Mesías, al regio hijo de David.

Después de esta declaración Jesús ya no dará ninguna respuesta. No se defiende ni

tampoco acusa. No busca testigos para su descargo y deja libre curso a los testigos que

cita la parte contraria. Los miembros del sanedrín no se cansan de hacerle cargos ante el

procurador. Incluido a éste le causa sorpresa el silencio de Jesús. «No abrió su boca, como

un cordero conducido al matadero, como una oveja, muda ante el que la esquila» (Is 53,7).

15 En cada fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la

libertad de un preso, el que ellos quisieran. 16 Tenían

Page 302: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

entonces un preso famoso, llamado Barrabás. 17 Cuando ya

estaban reunidos, les preguntó Pilato: ¿A quién queréis que os

suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman el Mesías? 18

Pues bien sabía él que se lo habían entregado por envidia. 19

Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a

decir: No te metas con ese justo; que hoy, en sueños, he

sufrido mucho por causa suya. 20 Los sumos sacerdotes y los

ancianos persuadieron a las turbas para que reclamaran a

Barrabás y se diera muerte a Jesús. 21 Tomó la palabra el

procurador y les preguntó: ¿A cual de los dos queréis que os

suelte? Ellos respondieron: A Barrabás. 22 Pilato les dice:

¿Pues qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías?

Responden todos: ¡Que sea crucificado! 23 Él insistía. ¿Pues

qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

¡Qué sea crucificado! 24 Viendo Pilato que todo era inútil, sino

que, al contrario, iba aumentando el tumulto, mandó traer

agua y se lavó las manos ante el pueblo diciendo: Soy

inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! 25 y todo el pueblo

respondió: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros

hijos! 26 Entonces les soltó a Barrabás y entregó a Jesús,

después de mandarlo azotar, para que lo crucificaran.

La escena que se desarrolla ante Pilato constituye, según el relato de san Mateo, la parte

principal del proceso. Esta escena no tiene lugar tras los muros del edificio oficial, sino

públicamente delante del pueblo. Llega a su culminación dramática, al quedar enfrentado

un agitador de mala fama con Jesús y entablar Pilato su diálogo con la multitud. Aunque

aquí no se relata propiamente el curso del proceso según lo prescrito por la ley, el

evangelista interpreta como sentencia condenatoria el clamor del pueblo cuando exclama:

«¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» (27,25). De este modo se

ensancha el círculo, formando un segundo anillo. Primero el sanedrín condena a Jesús;

ahora le condena el pueblo judío. Así pues, el proceso ante Pilato es la continuación lógica

del juicio nocturno ante el sanedrín.

Poco destaca la figura de Pilato. Hablando con propiedad, desde el principio solamente

desempeña el papel de comparsa. Tiene que considerarse como poco hábil la primera

pregunta de cuál de los dos ha de dejar libre para complacer al pueblo. Con ella, Pilato sólo

consigue que los miembros del sanedrín solivianten con más facilidad a las masas. No es

menos inhábil la otra pregunta acerca de lo que debe hacer con Jesús, lo cual contribuye a

excitar el deseo de dar muerte a Jesús. Finalmente, la acción de lavarse las manos delante

de la muchedumbre sólo puede ser designada como un ademán huero. Cabe, desde luego,

aplicar estas observaciones al curso de los acontecimientos, tal como aquí se describen.

Pero, al mismo tiempo, muestran que el relato tiene una finalidad distinta de la de registrar

históricamente unos hechos. La culpa de los judíos en la muerte de Jesús se debe hacer

evidente, de modo que no deje lugar a dudas (*). Por ello también Mateo apostilla

expresamente dos veces el nombre de Jesús, añadiendo «al que llaman el Mesías»

(27,17.22). La sentencia condenatoria se dicta con claro conocimiento y plena conciencia.

Pilato protesta que es inocente de esta sangre. Recusa la responsabilidad por la

sentencia de muerte y se absuelve de ella. El clamor del pueblo forma contraste con las

Page 303: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

palabras del procurador romano. Mateo recalca que clamó todo el pueblo. No sólo los

dirigentes, el sanedrín, los escribas y fariseos, sino también el pueblo en su totalidad lo

rechaza. Todos pronuncian la sentencia cuando se halla en poder de ellos.

El clamor: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! no tiene la

resonancia terrible, con que de ordinario suena en nuestros oídos. Deriva de una expresión

en el Antiguo Testamento, usada para expresar la responsabilidad por un hecho culpable y

sus consecuencias. La expresión no indica que la sangre derramada inocentemente, deba

ser vengada sobre ellos y sobre su descendencia, sino que el pueblo asume plena

responsabilidad para sí mismo y sus descendientes. No es, por tanto, un grito alocado de

una masa instigada que pierde los estribos, ni tampoco una maldición que la multitud

profiere sobre sí misma, sino una simple sentencia condenatoria cuya responsabilidad

alcanza a los descendientes en cuanto cada uno de ellos individualmente la reitere

(condenando a Jesús y sus testigos de descargo), y no en tanto colectivamente pudieran

quedar afectados por las consecuencias de un tremendo error judicial, cometido por sus

antepasados. En las primeras persecuciones de los cristianos promovidas por el judaísmo

farisaico los cristianos lo experimentaron en su propia carne. Pero el rescate satisfecho en

favor del género humano también lo ha sido en favor de los judíos. La sangre de la nueva

alianza no fue derramada para la venganza, sino para el perdón de los pecados (cf.

26,28)...

..............

* No hay duda de que el relato del proceso en san Mateo tiene esta tendencia de modo

unilateral. Hay otros relatos en los Evangelios y otras voces en el Nuevo Testamento que

colocan los acentos de otra manera y también emiten juicios distintos. Solo abarcando el

conjunto, se puede intentar acercarse a la verdad histórica. El relato de san Mateo representa

una actitud extrema, que se ha de explicar por la situación hostil,

en que después del año 70 d.C. se encontraba la Iglesia de san Mateo ante el judaísmo.

..............

6. ESCARNIO DEL REY DE LOS JUDíOS (Mt. 27/27-31).

27 Entonces los soldados del procurador se llevaron a Jesús

al pretorio y reunieron en torno a él toda la cohorte. 28 Lo

desnudaron, y le pusieron un manto de púrpura; 29 luego, le

pusieron en la cabeza una corona que habían entretejido con

espinas, y en la mano derecha, una caña, y doblando ante él

la rodilla, se burlaban, diciendo: ¡Salve, rey de los judíos! 30

Y escupiéndole encima, le quitaron la caña y le golpeaban con

ella en la cabeza. 31 Cuando acabaron de burlarse de él, le

quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos, y se lo

llevaron a crucificarlo.

Ante el sanedrín Jesús había confirmado en forma solemne que era el

Mesías. Los servidores hicieron mofa de él como Mesías. Ante Pilato, Jesús contesta

afirmativamente la pregunta de si era el rey de los judíos. Los soldados del procurador se

burlan de él como rey. Se reúne toda la cohorte para disfrutar con esta diversión. Se le

envuelve con un viejo manto a modo de púrpura regia. Su corona es una diadema de

espinas puntiagudas, y como cetro le dan una caña, con la que en otras ocasiones solía

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castigarse a los desobedientes. Como ante la majestad del César, se hincan de rodillas

ante Jesús y con cínico descaro le rinden homenaje como a un rey. En esta escena se

descubre la maldad del corazón humano, pero también el verdadero carácter del reino de

Jesús, que no es un reino de este mundo. Jesús experimenta en su persona la caricatura

de un reino de este mundo. En realidad Jesús es rey, porque también soporta esta

humillación en silencio y ejerce su soberanía sirviendo. Su deseo de servir es tan radical

que llega a tomar sobre sí las humillantes burlas de que le hacen objeto.

Por nuestro amor soporta Jesús el escarnio y todas las afrentas. Para «muchos» sufre

el dolor causado por las heridas de la corona de espinas y el tormento de la flagelación. El

pecado de todos se manifiesta en su cuerpo. «Ha crecido ante nosotros como una humilde

planta, como una raíz en tierra árida; no tiene apariencia ni belleza; le hemos visto, y nada

hay que atraiga nuestros ojos; despreciado y el desecho de los hombres, varón de dolores,

y que sabe lo que es padecer; como a un hombre ante quien nos cubrimos el rostro lo

desestimamos y no hicimos ningún caso de él. Pero él mismo tomó sobre sí nuestras

penalidades; aunque nosotros le reputamos como un leproso, y como un hombre herido por

Dios y humillado. Por causa de nuestras iniquidades fue él llagado, y despedazado por

nuestras maldades; el castigo de que debía nacer nuestra paz descargó sobre él, y con sus

cardenales fuimos nosotros curados. Como ovejas descarriadas éramos todos nosotros:

cada cual se desvió para seguir su propio camino, y a él, el Señor le ha cargado sobre las

espaldas la iniquidad de todos nosotros, Fue maltratado, pero él se humilló, y no abrió su

boca, como un cordero conducido al matadero, como una oveja, muda ante el que la

esquila» (Is 53,2-7). El destino del siervo de Dios de que habla Isaias, ahora pasa a ser

realidad, y puede ser contemplado en él, que es rey de los judíos.

III. MUERTE Y SEPULTURA DE JESÚS (27,32-66).

1. LA CRUCIFIXIÓN (Mt. 27/32-38).

32 Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, que se

llamaba Simón, a quien obligaron a llevarle la cruz. 33

Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, es decir, lugar

de la Calavera, 34 le dieron a beber vino mezclado con hiel; él

lo probó, pero no lo quiso beber. 35 Después de crucificarlo,

se repartieron sus vestidos echando suertes; 36 Y. sentados,

lo custodiaban allí. 37 Encima de su cabeza pusieron escrita

su causa: éste es Jesús, rey de los judíos. 38 Al mismo

tiempo fueron crucificados con él dos ladrones: uno a la

derecha y otro a la izquierda.

Evidentemente Jesús está demasiado débil para llevar por sí mismo la cruz. Los soldados

son demasiado holgazanes para resignarse a llevarla. Un hombre que cruza por el camino,

es forzado a cargar con la cruz. Se ha conservado su nombre en la tradición; al parecer,

sus hijos, Alejandro y Rufo, son conocidos en la comunidad cristiana posterior, según

informa san Marcos (Mc 15,21). No está presente ningún discípulo ni uno de los doce.

Jesús les había dicho que seguirle a él era un seguimiento con la cruz: «El que quiera venir

en pos de mí... cargue con su cruz» (16,24). Todos ellos habían afirmado solemnemente

que estaban dispuestos a ir con él a la muerte (26,35). Ahora ni siquiera hay uno para llevar

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el madero al monte. Lo tiene que hacer un extraño.

Antes de la ejecución se acostumbraba a dar una bebida para refrescar y fortalecer al

que estaba agotado. San Marcos menciona esta bebida aromatizada, que Jesús no acepta

(15,23). No quiere mitigar los dolores artificialmente con una poción amortiguante; quiere

apurar hasta las heces el cáliz que le presenta el Padre (26,39b). San Mateo tiene ante la

vista lo que dice uno de los salmos: «El corazón quebróme tanto ultraje y desfallezco,

esperé quien de mí tuviera lástima y no le hubo, quienes me consolaran, sin hallarlos. Y

mezcláronme hiel en la comida, y en mi sed me abrevaron con vinagre» (Sal 69,21s). Para

él la bebida es otro ultraje y un acrecentamiento de la tortura. La bebida que se le ofrece,

está mezclada con hiel, con veneno.

Se describe la crucifixión con una exactitud propia casi de un protocolo notarial. Los

soldados llevan a cabo su obra habitual de modo expeditivo y sin alterarse, reparten entre

sí los escasos bienes del ejecutado -sólo son un par de vestidos-, después del trabajo se

sientan y vigilan. Tuvo que fijarse en el madero un rótulo con el nombre y la causa de la

ejecución. Al mismo tiempo son ejecutados dos delincuentes, a la derecha y a la izquierda

de Jesús. Aunque Pilato no encontró nada malo en Jesús y tampoco había admitido la

acusación de los judíos, con todo había tomado muy en serio la afirmación de que Jesús

era rey de los judíos, y ahora este título está en la cruz como causa de su muerte. De la

confusa información judicial ante el juez romano se podía sacar un solo título que incluso

desde el punto de vista de la potencia ocupante pudiera tener validez como causa digna de

muerte. Aquí el relato estricto, llano y de una concisión difícilmente superable solamente

menciona los hechos.

El dictamen del incrédulo se separa del dictamen del creyente al determinar lo que

significan estos hechos. La crucifixión era la manera más cruel y afrentosa de ejecutar, que

conoció la antigüedad. No podía aplicarse a los ciudadanos romanos. Ser crucificado era lo

más ignominioso que podía ocurrir a un hombre. Los seguidores de Jesús ¿deben anunciar

a un crucificado como Mesías? En esto consiste el mayor escándalo, una provocación para

todos los que deben creer en Jesús. Así lo ha experimentado san Pablo en sí mismo y lo ha

expresado de un modo insuperable, cuando habían reconocido la sabiduría de Dios en la

necedad de la cruz: «Realmente, la palabra de la cruz es una necedad para los que están

en vías de perdición; mas para los que están en vías de salvación, para nosotros, es poder

de Dios. Porque escrito está: Destruiré la sabiduría de los sabios, y anularé la inteligencia

de los inteligentes (Is 29,14). ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el filósofo

de las cosas de este mundo? ¿No convirtió Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y

porque el mundo, mediante su sabiduría, no conoció a Dios en la sabiduría de Dios, quiso

Dios, por la necedad del mensaje de la predicación, salvar a los que tienen fe. Ahí están,

por una parte, los judíos pidiendo señales, y los griegos, por otra, buscando sabiduría; pero

nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos; necedad para los

gentiles; mas, para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder

de Dios y sabiduría de Dios» (1Cor 1,18-24).

2. BURLAS CONTRA EL CRUCIFICADO (Mt. 27/39-44).

39 Los que pasaban por allí lo insultaban, moviendo la

cabeza 40 y diciendo: Tú, que destruyes el templo y en tres

días lo reconstruyes: sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios,

y baja de la cruz. 41 Igualmente también, los sumos

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sacerdotes se burlaban de él, juntamente con los escribas y

los ancianos, diciendo: 42 Ha salvado a otros y no puede

salvarse a sí mismo. Es rey de Israel: que baje ahora mismo

de la cruz, y creeremos en él. 43 Tiene puesta su confianza

en Dios: que Dios lo libre ahora, si tanto lo quiere, puesto que

dijo: Soy Hijo de Dios. 44 De la misma manera, también los

ladrones que habían sido crucificados con él lo insultaban.

La solidaridad del mal aquí acumulada se patentiza también en que Jesús, en su

desamparo, no oye ninguna palabra buena. No hubo nadie que sufriera con él ni que

procurara aliviar su suerte, ya fuese con un pequeño ademán, ya con una palabra

compasiva. En vez de ello, surge el escarnio colectivo. Participan todos los que de algún

modo son testigos inmediatos o casualmente pasan cerca. Los soldados romanos ya

habían satisfecho su deseo de burlarse (27,27-31). Ahora se nombran otros tres grupos: los

que van de paso por allí, los miembros del sanedrín, los delincuentes que estaban

crucificados con Jesús. Incluso los que recibieron idéntico destino que Jesús, le dejan solo

y se adhieren a las voces insultantes. Puesto que ellos son malos, no saben sacar ventaja

de la unión con el otro que es bueno.

Las acusaciones que fueron proferidas en el proceso, ahora reaparecen como denuestos

malignos. El testimonio dado libremente de ser el Mesías y por tanto el Hijo de Dios y el rey

de los judíos, ahora resulta ser -así ellos podrían haber pensado- huera presunción. Si

todos estos títulos fueran verdaderos, Jesús no podría terminar impotentemente en esta

deplorable situación. Serían palabras vacías y una pretensión petulante.

Si viéramos únicamente estos motivos de escarnio, nuestro modo de pensar se basaría

sólo en la psicología humana. Las verdaderas razones son más profundas.

Los adversarios ya quisieron antes ver señales, según su deseo, y de la manera y en la

hora que ellos quisieran determinar. Así también sucede ahora, pero sin seriedad y de un

modo desfigurado por burlas llenas de odio. No han hecho caso de Moisés, tampoco harán

caso de uno que regrese después de la muerte (cf. Lc 16,31). Los adversarios no han

creído en las señales de Jesús, tampoco creerán si Jesús desciende de la cruz. La señal

que les sorprenderá, es la señal de Jonás con la doble significación que el evangelista ha

conservado: como Jonás estuvo tres días en el vientre del monstruo marino, así también el

Mesías estará solamente tres días y tres noches en el seno de la tierra (cf. 12,40). Y como

Jonás fue enviado a la ciudad de Nínive como señal de su destrucción, así también el Hijo

del hombre aparecerá para esta generación como señal del juicio (cf. 16,4; 24,30).

3. MUERTE DE JESÚS (Mt. 27/45-56).

45 Desde la hora sexta quedó en tinieblas toda aquella tierra

hasta la hora nona. 46 Hacia la hora nona, exclamó Jesús con

voz potente: Elí, Eli, lemà sabakhthaní? Esto es: ¡Dios mío,

Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? 47 Algunos de los

que estaban allí, decían al oírlo: Éste está llamando a Elías.

48 Y uno de ellos corrió en seguida a tomar una esponja, la

empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le

daba de beber. 49 Pero los demás dijeron: ¡Déjalo! Vamos a

ver si viene Elías a salvarlo. 50 Entonces Jesús, gritando de

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nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

Jesús ha sido dejado solo por los hombres y entregado a la burla de

todos. Pero ha permanecido la unidad con el Padre. De ella ha vivido Jesús y por ella ha

efectuado su obra. Jesús ha renovado esta unidad en las horas nocturnas de la oración. Le

ha conducido la voluntad del Padre. Jesús ha abrazado esta voluntad con amor y la ha

convertido en su voluntad. Con estos conocimientos y con esta voluntad Jesús fue a la

pasión. Ahora también parece que se rompa esta unidad entre el Padre y el Hijo. ¿Le ha

abandonado el Padre en manos de los hombres y le ha retirado su amor? La obscuridad

que invade la tierra durante tres horas, ¿ha envuelto también el alma de Jesús? De esta

obscuridad surge en alta voz el grito de la doliente plegaria: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por

qué me has desamparado? (/Sal/021/02). En las palabras del salmo tenemos una idea

del aislamiento de un hombre de quien Dios se retira de repente. El hombre creyente puede

soportar toda indigencia y enfermedad, desprecio y separación, con tal que tenga a Dios.

Así se expresan muchas oraciones en el libro de los salmos. Pero si Dios se oculta, sólo

queda la pura nada. Jesús fue herido por esta dolorosísima experiencia de la vida humana

en su límite inferior...

Y, sin embargo, esta plegaria es una oración de confianza y no de desesperación. En el

trance más extremo el orante del salmo 22 pide el único consuelo y apoyo: «Mas yo soy un

gusano y no un hombre, el baldón de los hombres y desecho de la plebe, todos los que me

ven de mí se mofan, hacen muecas con los labios y menean la cabeza. Confía en el Señor,

pues que él lo libre: que él lo salve, si es cierto que lo ama... No estés lejos de mí, que

estoy atribulado; no te alejes de mí, pues no tengo quien me ayude» (Sal 22,7-9.12). Ha

llegado la tribulación, que se expresa en un gemido angustioso. Pero en un gemido que

sabe a quién se dirige y que sólo en Dios se puede encontrar ayuda: «Oh Dios mío, yo te

llamo de día y no me oyes, de noche y no me atiendes. Pero tú habitas en el santuario, tú,

gloria de Israel. En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste. A ti clamaron

y se vieron salvos, en ti esperaron y no fueron confundidos» (Sal 22,3-6).

Jesús muere dando un grito con voz potente. Para esta última voz de su boca no hay

otras palabras que le sean adecuadas. ¿Es el clamor de la más profunda necesidad, el cual

se dirige a Dios, que puede salvarle (cf. Heb 5,7)? ¿Es el grito de horror de la criatura

triturada, que solamente puede manifestarse con este medio y ya no es capaz de proferir

palabras? ¿O es el grito del vencedor, que ha concluido su obra, que le había sido

encomendada? ¿Es un clamor que quiere decir que esta vida no se va extinguiendo

apaciblemente ni fluye despacio, sino que una vez más se concentra y consuma en un grito

tremendo? Los evangelistas sólo nos han informado del hecho. Según san Lucas Jesús

con voz potente pronunció las siguientes palabras de súplica: «Padre, en tus manos

encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Y el evangelista san Juan: «¡Todo se ha cumplido!»

(Jn 19,30). No sabemos nada más sobre los hechos. Pero también conviene que esta

muerte quede así envuelta por el misterio. Por medios humanos es muy poco lo que se

puede comprender de la muerte, así como de la resurrección de Jesús para la vida. Ambos

acontecimientos están sumergidos en el misterio de Dios y sólo pueden ser aceptados con

obediencia silenciosa.

51 Y al momento, el velo del templo se rasgó en dos de

arriba abajo; la tierra tembló y las rocas se hendieron; 52 los

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sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de los santos ya

muertos resucitaron; 53 y saliendo de los sepulcros después

que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a

muchos. 54 Cuando el centurión y los que con él estaban

custodiando a Jesús sintieron el terremoto y lo que pasaba,

quedaron sobrecogidos de espanto y decían: Realmente éste

era Hijo de Dios.

El velo del templo separaba del santuario el lugar santísimo. El lugar

del encuentro con Dios se deja abierto a las miradas de todos. El velo se rasga en dos. El

antiguo orden se quiebra, puesto que en la muerte de Jesús se fundó la nueva alianza

(26,28). El que es más que el templo, lo ha relevado. La rasgadura del velo es una señal de

que, de hecho, se derribó el templo y su orden de salvación. Las piedras todavía están una

encima de la otra, pero el papel decisivo de aquella mansión se ha desvanecido. Ahora

todos tienen libre acceso a Dios y a su reconciliación en la sangre de Jesús (cf. Heb

10,l9s).

Con una audaz previsión el evangelista aún ve más. Esta muerte será el portal de la

vida. El fin carece de gloria, pero el nuevo principio es muy glorioso. Así como la muerte fue

en beneficio de los hombres, así también se obtendrá la vida en la resurrecci6n para los

hombres. Algunos difuntos salen de las tumbas y se aparecen en la ciudad santa. Testifican

que ya han sido alcanzados por la nueva vida y trasladados al tiempo nuevo. La

resurrección de los muertos es como un signo de que empieza el tiempo final.

«El día del Señor será día de tinieblas y no de luz» (Am 5,18). Así tuvo que anunciarlo el

profeta de la antigua alianza. Estas tinieblas ahora invaden la tierra, y la luz de los astros se

va extinguiendo (Lc 23,45). El enojo de Dios se manifiesta, tiene lugar el juicio sobre el gran

poder del pecado: «A su llegada se estremece la tierra, tiemblan los cielos, se obscurecen

el sol y la luna, y las estrellas retiran su resplandor» (Jl 2,10). Estas son las tinieblas del día

de la ira, que aquí ya es equivalente al día del juicio. En este día el profeta solamente vio

tinieblas, en cambio el evangelista también ve luz. Aquí también se tiene el juicio, pero

simultáneamente se proclama la sentencia absolutoria que deja libre acceso a la vida.

Algunos difuntos salen de los sepulcros. Son los testigos visibles del tiempo final como

tiempo de salvación. De la desventura de la muerte, brota la salvación de la vida.

Lo que sin palabras acontece, se manifiesta en lo que confiesa el centurión.

Anteriormente un centurión había encontrado la fe en Jesús ante los hijos de Israel. Este

centurión pudo oír las notables palabras: «Os lo aseguro: En Israel, en nadie encontré una

fe tan grande» (8,10). De nuevo es un centurión y un gentil el que pronuncia las palabras

de la fe. Todos los demás han blasfemado, él sólo da gloria a Dios. Su confesión procede

del temor, pero contiene la verdad. Así resplandece la luz de la esperanza sobre el fracaso,

la promesa para los gentiles sobre la condena de Israel, condena que Israel se ha dictado

hasta la última hora. Se convoca a los gentiles para formar un nuevo pueblo, a ellos se les

confía el reino de Dios (cf. 21, 34).

55 Había también allí muchas mujeres que miraban desde

lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea para

servirle. 56 Entre ellas estaba María Magdalena, y María la

madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Page 309: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Ahora se mencionan algunas de las que acompañaban a Jesús, después de narrar su

fallecimiento. Estaban lejos y desde allí miraban. Al Maestro no le han dado el consuelo de

su cercanía (*). Le han servido durante su vida de viajero y así formaron parte de los que

querían imitar a Jesús. Pero este servicio terminó ante la cruz, allí también le dejaron solo.

Se mencionan nominalmente algunas a quienes después se pudo invocar como testigos.

Llama la atención que se enumere la madre de los hijos de Zebedeo. Ella había hecho en

favor de sus dos hijos la pregunta por los sitios de honor, en el reino del Mesías. A la

derecha y a la izquierda de Jesús fueron ejecutados dos delincuentes. Estos eran entonces

los sitios de honor. Los hijos habían afirmado solemnemente que podían beber el cáliz que

el mismo Jesús tenía que beber (20,22s). No sabían lo que entonces decían. Porque en su

lugar a la hora de la humillación se podía ver a los dos ladrones. Solamente se otorga la

recompensa de la gloria a los que han compartido la bajeza de Jesús.

..............

* El evangelio de san Juan conoce la tradición según la cual María y el apóstol Juan estaban al

pie de la cruz (Jn 19,Z5-27). Los tres Evangelios sinópticos, en cambio, no aluden a esta

tradición; las dos tradiciones coexistieron sin llegar a fundirse. Cada evangelista adoptó la que

mejor conviniere a la finalidad teológica que perseguía.

(.Págs. 327-343)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 49

4. SEPULTURA DE JESÚS (Mt. 27/57-66).

a) El entierro (27,57-61).

57 Llegada la tarde, vino un hombre rico, de Arimatea,

llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús.

58 Éste se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

Entonces Pilato mandó que se lo entregaran. 59 Y José tomó

el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 60 y lo puso en un

sepulcro nuevo, de su propiedad, que había excavado en la

roca; y después que hizo rodar una gran piedra a la puerta del

sepulcro, se fue. 61 Pero María Magdalena y la otra María

estaban allí sentadas frente al sepulcro.

Ni siquiera después de la muerte se puede ver a alguno de los doce.

Como antes se mencionan mujeres que formaban parte de la comitiva de Jesús y un cierto

José, que también le había seguido. Ahora sale de su escondrijo y hace una obra

importante. El cadáver de Jesús no debe quedar expuesto, sino que debe ser sepultado

debidamente. José pone a disposición su propio sepulcro. En este acto se muestra que

había llegado a ser un verdadero discípulo de Jesús. En el pequeño servicio se ha

evidenciado un gran amor, como en la mujer que había ungido de antemano el cuerpo de

Jesús para su sepultura (26,12). Aquí el amor ya no pudo encontrar otro camino, sólo

Page 310: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

quedaba el servicio al cuerpo sin vida. Pero el espíritu de discípulo se ha hecho patente en

encontrar y recorrer este camino.

Se informa por extenso de cuán esmeradamente se pone en lugar seguro y se entierra el

precioso cuerpo. El Mesías debe recibir una sepultura digna. La tumba está excavada en la

roca, como otras muchas que pertenecían a gente rica en los alrededores de Jerusalén.

Una gran piedra tiene que colocarse delante de la entrada, para que la tumba esté

asegurada contra animales o ladrones. Aún no había nadie en la cámara sepulcral, que se

había dispuesto para varios enterramientos. En esta cámara se hace descansar el cadáver

de Jesús como primicias de los que están muertos. La tumba es nueva, y nueva será la luz

que brote de ella.

b) Los centinelas del sepulcro (27,62-66).

62 Al día siguiente, el que viene después de la parasceve,

se reunieron los sumos sacerdotes y los fariseos ante Pilato,

63 y le dijeron: Señor, nos hemos acordado de que aquel

impostor, cuando todavía vivía, dijo: A los tres días resucitaré.

64 Manda, pues, que el sepulcro quede bien asegurado hasta

el día tercero, no sea que vayan los discípulos a robarlo y

luego digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos, y

este último engaño sería peor que el primero. 65 Pilato les

respondió: Aquí tenéis una guardia; id y aseguradlo bien,

como ya sabéis. 66 Ellos fueron y, después de sellar la

piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia.

La hostilidad de los pontífices y fariseos llega más allá de la muerte. Ya se ha logrado la

finalidad de haberle vencido, pero hay que asegurar esta victoria. Se han enterado dónde

se ha sepultado el cadáver de Jesús y temen que sus partidarios con su celo obcecado

hagan una tentativa fraudulenta. ¡Qué pensamiento tan infantil! Los que sin excepción le

han abandonado y se han dispersado como las ovejas de un rebaño, ahora, cuando Jesús

ha muerto, creen de repente en él. Y no solamente eso. Se les cree capaces de robar

sigilosamente el cadáver y de contar al pueblo la mentira de que Jesús ha regresado de la

muerte. Por más infantil que pueda parecer esta consideración, Pilato la acepta, y concede

la guardia que se había solicitado.

Solamente así puede explicarse la calumnia que pronto se divulgó, es decir, que los

discípulos habían robado el cadáver. Así se hubiese tenido una razón evidente para hacer

creíble su resurrección. ¡Los discípulos debieron arriesgar su vida por esta maniobra

fraudulenta! Aquí ya se fundamenta la enemistad contra los misioneros, cuando se

transfiere de Jesús a ellos...

IV. GLORIFICACIÓN DEL MESÍAS (Mt 28, 00).

1. RESURRECCIÓN DE JESÚS (Mt. 28/01-10).

1 Pasado ya el sábado, cuando despuntaba el alba del

primer día de la semana, María Magdalena y la otra María

fueron a mirar el sepulcro. 2 De pronto se produjo un gran

Page 311: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

terremoto; porque un ángel del Señor bajó del cielo, se

acercó, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. 3 Su

aspecto era como el de un relámpago; y su vestido, blanco

como la nieve. 4 Los centinelas temblaron de miedo ante él y

quedaron como muertos. 5 Pero el ángel, dirigiéndose a las

mujeres, les dijo: Vosotras no tengáis ya miedo; pues bien sé

que buscáis a Jesús, el crucificado. 6 No está aquí, porque ha

resucitado, como dijo. Venid y ved el sitio donde yacía. 7

Ahora id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de

entre los muertos, y mirad que va antes que vosotros a

Galilea; allí le veréis. Ya os lo he dicho. 8 Ellas se alejaron de

prisa del sepulcro, con miedo, pero con gran alegría, y fueron

corriendo a llevar la noticia a sus discípulos.

Después del día del sábado, en que debía guardarse descanso general, se ponen de

nuevo en camino las mismas mujeres que estuvieron presentes en la sepultura. Solamente

se hace la indicación general de que querían mirar el sepulcro. En cambio san Marcos dice

que querían ungir el cadáver (Mc 16,1). A primera hora de la mañana, encuentran en el

sepulcro al mensajero divino y escuchan su mensaje.

Antes se describe la bajada de este ángel. Simultáneamente, con un sacudimiento de la

tierra, irrumpe el ángel desde el mundo de Dios y hace rodar la piedra hacia un lado. Su

aspecto es glorioso y refulgente, como el aspecto de Jesús transfigurado en el monte.

Nadie pudo ser testigo de la bajada del ángel, ni siquiera los centinelas, ya que se

estremecieron de temor y quedaron reducidos a la impotencia. Menos aún hubo nadie que

fuera testigo de la resurrección. El acontecimiento forma parte de los actos ocultos de Dios,

que no se concede contemplar a ningún hombre. Nuestro relato tampoco dice nada sobre

este particular, sino que solamente menciona que se hizo rodar la piedra. Basta que la fe de

los discípulos y del evangelista sepa que también participaron los mensajeros celestes en

el grandioso acontecimiento. Fueron ángeles los que dieron a José la noticia del Mesías

niño, y el Hijo del hombre, cuando venga como juez, será acompañado por ángeles.

Fueron ángeles los que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto, y los

que intervinieron en la salida gloriosa del sepulcro.

En su arresto Jesús no ha solicitado ayuda de espíritus celestiales, ahora éstos son

enviados después de la obediencia perfecta...

El ángel anuncia a las mujeres lo que dice sin palabras el sepulcro vacío con la piedra

que se ha hecho rodar. Es un lenguaje y una promesa divinas. A los hombres se dice de

parte de Dios: Ha resucitado. Buscáis al crucificado, pero ya no se puede encontrar a un

crucificado. La muerte fue devorada por la victoria. Dios no ha dejado que su santo

contemplara la putrefacción. En la muerte de Jesús las señales ya han dicho que ha

empezado el tiempo final. Así lo hacen estos signos con voz todavía más alta en la

madrugada del primer día. La tierra se estremece, y se abre la cámara de la muerte. Allí un

centurión de este mundo ha confesado que Jesús realmente era el Hijo de Dios. Ahora el

ángel de arriba anuncia y confirma con seguridad que Jesús dijo la verdad. El nuevo tiempo

ha despuntado como último tiempo. La noche se vuelve luminosa como el día, alumbrada

por la gloria celestial. La sentencia que Dios hizo caer sobre el pecado en la muerte de

Jesús, se convierte en sentencia liberadora de gracia y de vida para todos los que creen...

La segunda parte del mensaje del ángel contiene la orden que se da a los discípulos.

Page 312: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Éstos están dispersos y se deben congregar. Su fe está quebrantada. Debe ser

restablecida con la gran noticia: Ha resucitado de entre los muertos. Otra vez deben

peregrinar a la región de donde habían marchado, a Galilea. Jesús ha sido muerto en

Jerusalén, en Galilea se aparecerá glorificado a los discípulos. Los que no le vieron muerto,

porque habían huido, le contemplarán vivo, cuando hayan regresado a él.

Las mujeres escuchan las palabras y se apresuran. Se ha apoderado de ellas el miedo

por la aparición del poderoso ángel, el miedo por la irrupción de la divina majestad. Pero

además las llena una gran alegría, ya que todo ha tomado otro rumbo. El sepulcro para

ellas no vino a ser el paraje de la tristeza y del llanto fúnebre, sino de la alegría y la

glorificación jubilosa.

9 Y de pronto, Jesús les salió al encuentro y las saludó:

¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo

adoraron. 10 Entonces les dice Jesús: No tengáis ya miedo. Id

a llevar la noticia a mis hermanos, para que vayan a Galilea; allí me verán.

Después del encuentro con el ángel, Jesús sale al encuentro de las mujeres. En el

camino de regreso del sepulcro, Jesús se les presenta. Las tradiciones de los Evangelios

sobre las apariciones de Cristo resucitado son extraordinariamente múltiples y muy

variadas. San Mateo halló esta breve escena y le dio cabida en su Evangelio. El saludo de

Jesús es la sencilla salutación cotidiana y no es una solemne bendición. Pero ellas le

reconocen y se echan a sus pies para adorarle. Así hicieron ya los sabios ante el niño en

Belén. Jesús dice una vez más lo mismo que había encargado el ángel como mensaje para

los discípulos. Debían ir a Galilea para contemplarle allí. Jesús habla de sus hermanos con

un tono más confidencial que el ángel, que habló de «sus discípulos». Jesús considera de

nuevo a los discípulos como hermanos, a pesar del escándalo que habían sufrido por

causa suya. La peregrinación a Galilea también los juntará interiormente y luego los unirá

por completo con él. Jesús estará entre ellos como Señor viviente, aunque sólo se

congreguen dos o tres en su nombre (18,20).

2. LOS CENTINELAS SOBORNADOS (Mt. 28/11-15).

11 Mientras ellas se iban, algunos de la guardia llegaron a

la ciudad y refirieron a los sumos sacerdotes todo lo sucedido.

12 Pero éstos, en unión con los ancianos, después de

acordado en consejo, dieron a los soldados bastante dinero,

13 con esta consigna: Decid: Mientras nosotros dormíamos,

vinieron de noche sus discípulos y lo robaron. 14 Y si esto

llega a oídos del procurador, nosotros lo convenceremos y

conseguiremos que no os pase nada. 15 Ellos recibieron el

dinero y procedieron de acuerdo con estas instrucciones. Y

esta versión ha corrido entre los judíos hasta el día de hoy.

Este relato resulta todavía más confuso que el de la disposici6n de la guardia (27,62-66).

Todo parece estar pensado y calculado con suma prudencia. Apenas el acontecimiento ha

cundido y ya lo desautorizan con mentiras. Pero ¡cuántas inconsistencias apuntan! En

efecto ¿cómo van a confesar los centinelas que se habían quedado dormidos? Y si Pilato

Page 313: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

llega a tener noticia de lo ocurrido, ¿cómo podía pasar simplemente por alto esta falta de

los centinelas? Además ¿qué interés podían tener los soldados en difundir toda esta

historia urdida con tanto esmero? Sin embargo, el infundio persistió durante décadas entre

los judíos.

¿Cómo puede producir fruto una semilla que se siembra en un terreno previamente

apisonado? El mensaje de los apóstoles sobre lo que ellos mismos habían visto y oído

¿cómo pudo encontrar corazones dispuestos, si antes ya quedaron endurecidos hasta el

extremo? Es cierto que se habla en primer término de los jefes del pueblo; los que habían

desencadenado el proceso, y han enhebrado y organizado todas las acciones hasta llegar

a ésta. Pero la mentira se difunde y envenena al pueblo. ¡Cuán difícil será dar fe a la noticia

de la resurrección del Mesías! Satán puede seguir actuando, aunque despunta el tiempo

nuevo de Dios.

3. MISIÓN DE LOS DISCÍPULOS (Mt. 28/16-20).

16 Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que

Jesús les había señalado. 17 Y cuando lo vieron, lo adoraron,

aunque algunos quedaron indecisos. 18 Y acercándose Jesús

a ellos, les habló así: Se me ha dado todo poder en el cielo y

en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todos los

pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del

Espíritu Santo, 20 enseñándoles a observar todo cuanto yo os

he mandado. Y mirad: yo estoy con vosotros todos los días

hasta el final de los tiempos.

En Galilea el encuentro otra vez ocurre en un monte. Está tan indeterminado como todos

los montes de que antes se habló. En un monte se había proclamado la doctrina de la

verdadera justicia (5,1). Por otra parte, desde un monte se publica la orden de Jesús

resucitado para el tiempo que ha de durar hasta el fin del mundo. Como Jesús lo ha

predicho, están otra vez reunidos todos (26,32), menos el que le entregó. Los once

discípulos se hallan alrededor del Maestro, están de nuevo reunidos el pastor y el pequeño

rebaño. Miran y se postran en actitud de adorar. En otra ocasi6n ya lo habían hecho,

cuando por la noche en el lago se les había manifestado Jesús como Señor de los

elementos. Se habían postrado en la barca y habían confesado. «¡Realmente, eres Hijo de

Dios!» (14,33). Ahora saben con precisión a quién vieron entonces, y saben que Jesús

recibió legalmente su confesión. El que ahora está entre ellos, no sólo es el Señor de los

elementos, sino también su Señor y el Señor del universo.

Se le ha transmitido todo poder en el ciclo y en la tierra. El Padre ha recompensado

ubérrimamente la obediencia del Hijo. No sólo le han sido confiados distintos poderes,

como el de perdonar pecados (9,6), el de enseñar (21,23), poder sobre las enfermedades y

demonios, sino toda clase de poder y todo el poder en el sentido ilimitado. En este poder

también se incluye su cargo como Hijo del hombre que regresa, y como juez del fin de los

tiempos. Esta es la gloriosa confirmación del mesianismo de Jesús, mesianismo que Dios le

otorgó y que el mismo Dios puede manifestar.

Lo fundamental de lo que dice Jesús es el encargo que confía a los discípulos de hacer

asimismo discípulos a todos los pueblos. Ahora debe estar abierto a todos aquello para

lo que fueron elegidos. No se exceptúa ningún pueblo, ni siquiera el obstinado pueblo de

Page 314: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Israel. Eso debe suceder de una doble manera, por medio del bautismo y de la enseñanza.

Es raro que no se nombren a la inversa estas dos maneras. Para poder bautizarse primero

se tiene que creer. Pero aquí debe decirse que el bautismo solo no basta, aunque sea

fundamental para la vida del discípulo. El bautismo tiene que acreditarse en la vida según la

enseñanza del Maestro. Las dos cosas juntas producirán discípulos que merezcan este

nombre...

El bautismo debe efectuarse en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. No

será un bautismo penitencial para perdón de los pecados, como el de Juan el Bautista

(3,6.11). Tampoco será el bautismo de muerte, al que Jesús tenía que someterse en

representación de la humanidad (Mc 10,38s). Este bautismo será un bautismo para la vida

con Dios.

Se invoca sobre el bautizado el nombre del Padre y por consiguiente este nombre ya

realiza de antemano aquello de lo que se hace definitiva donación al fin del mundo, es

decir, el obsequio de la filiación de Dios: «Bienaventurados los pacificadores, porque serán

llamados hijos de Dios» (5,9). En el bautismo deben llegar a ser hijos del Padre, y deben

vivir como hijos, tal como lo quiere el Padre. «Así seréis hijos de vuestro Padre que está en

los cielos, el cual hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e

injustos» (5,45). Y resumiendo: «Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre

celestial» (5,48).

Sobre el bautizado se invoca el nombre del Hijo y se establece la unidad de vida con el

Hijo. Desde este día en adelante tendrá validez que el que hace una obra buena a uno de

sus hermanos más pequeños, lo hace al mismo Jesús. Porque el más pequeño también es

hermano entre los hermanos en el mismo Hijo Jesucristo. Especialmente de los apóstoles

se podrá decir: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien a mí me recibe, recibe a

aquel que me envió» (10,40). En el juicio Jesús se declarará en favor de los que se han

declarado en favor de él, y negará a los que le han negado (cf. 10,32s). El que por amor ha

alimentado a un hambriento, ha dado de beber a un sediento, ha vestido a un desnudo, ha

visitado a un enfermo o preso, en el juicio experimentará que todo eso fue hecho a Jesús

(25,40). Porque Jesús se hizo hermano de todos, y todos han participado en su filiaci6n...

(cf. Ga 4, 6s).

Sobre el bautizado se invoca el nombre del Espíritu Santo y se establece la unidad de

vida con él. Con el Espíritu de Dios el Mesías empezó su obra, ya que este Espíritu le

condujo al desierto (4,1). Con el Espíritu de Dios expulsó a los demonios y así hizo venir el

reino de Dios (12,28). Si los discípulos están ante el tribunal por causa del Evangelio, no

tendrán que hablar guiándose por la propia prudencia, sino que será «el Espíritu de vuestro

Padre quien hablará en vosotros» (10,20). Pero con este Espíritu de Dios podrán recorrer

el camino de la imitación, aunque conduzca a la verificación de la entrega de la vida.

Entonces ante sus ojos estará Cristo que se ha ofrecido a sí mismo como sacrificio

expiatorio en el Espíritu Santo (cf. Heb 9,14).

La instrucción de los bautizados debe contener todo lo que les ha encargado Jesús. Está

escrito en este Evangelio, especialmente en los grandes discursos. Son indicaciones del

Maestro, enseñanza acerca de los verdaderos discípulos y camino que conduce a la

voluntad real de Dios. Contienen el «camino de la justicia» (21,32). Nada de todo eso

puede suprimirse, nada se puede añadir ni interpretar en otro sentido, nada puede ser

debilitado. El Kyrios resucitado lo confirma solemnemente.

La gigantesca obra de llevar la luz a todos los pueblos, no será efecto humano. Sobre

todo los discípulos no están abandonados a su propia capacidad ni dependen de sus

Page 315: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

débiles fuerzas. Muchas veces se mostró en el Evangelio cuán poco pueden hacer los

discípulos, cuando se necesita «un poco de fe».

Los discípulos tienen en Jesús un poderoso protector. Yo estoy con vosotros todos

los días hasta el final de los tiempos. La mirada está dirigida a la amplitud y lejanía de

un largo tiempo. Solamente tiene su horizonte allí donde la era actual queda relevada por la

venidera. Antes que el Hijo del hombre se manifieste como juez, estará con sus discípulos y

sostendrá su actuación. Jesús está presente entre ellos de un modo espiritual y eficiente.

No solamente cuando están reunidos alrededor de la mesa y piensan en la muerte de

Jesús y comen el santo manjar, sino siempre y en todas partes. La nueva comunidad de la

salvación no solamente se declara por doquier partidaria del único Señor, sino que lo tiene

en medio de ella.

Págs. 343-354)

BIBLIA NT EVANGELIOS MATEO 49

1. El evangelista Mateo y su obra.

Es probable que Mateo escribiera su evangelio en el decenio que va del 70 al 80 después

de Cristo. La tradición habla también de un Mateo aramaico más antiguo; pero no tenemos

vestigios de él. Las características literarias de su relato, sus temas preferidos, y, por tanto,

los problemas de su comunidad, irán apareciendo conforme se avance en su lectura. Por

ahora bastan algunas indicaciones sucintas y preliminares.

Incluso un lector superficial cae en la cuenta de que el evangelista muestra gran interés

por las palabras de Jesús; digamos, por su doctrina. Los discursos son más numerosos y

extensos que en los otros evangelios. La misma disposición de la materia parece seguir un

orden didáctico, que se apoya en cinco grandes discursos: el discurso de la montaña, el

discurso misionero, el discurso en parábolas, el discurso eclesial y el discurso escatológico.

En esto el evangelio de Mateo difiere mucho del evangelio de Marcos, que refiere pocos

discursos y prefiere los hechos.

Con todo, a pesar de este innegable interés por la doctrina de Jesús, Mateo no pretende

en absoluto reducir el evangelio a una doctrina. Es perfectamente consciente de que el

evangelio es ante todo una persona y una historia. Por eso, detrás de la estructura literaria

que descansa en los cinco discursos, es perfectamente manifiesta la historia de Jesús,

idéntica al relato de Marcos: desde Galilea a Judea, desde el bautismo en el Jordán a la

pasión y resurrección. Mateo une sabiamente relato y catequesis, historia y doctrina; la

doctrina nace de la historia de Jesús, la ilustra y la comenta.

Decir que la catequesis de Mateo explica una historia significa afirmar que su evangelio

es en primer lugar cristológico. No puede ser de otra manera. El único protagonista es

Jesús y la primera intención del evangelista es mostrarnos el significado salvífico de su

persona, de su palabra y de sus actos. Con un énfasis particular: Jesús es el maestro, el

nuevo Moisés, superior al antiguo, el profeta portador de la palabra última y definitiva de

Dios. Con ello se invita al judaísmo a superarse por el convencimiento del evangelista de

que la verdadera fidelidad al judaísmo es la adhesión al evangelio. Porque el judaísmo es

camino y preparación, no meta final; la palabra última no es la de Moisés, ni la tradición de

los padres, sino la palabra de Jesús.

Pero el evangelio de Mateo es también particularmente sensible a la Iglesia. Podemos

Page 316: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

decir que es un evangelio eclesial. El tema de la Iglesia es objeto explícito de diversos

textos importantes, y Mateo es el único entre los evangelistas que pone en labios de Jesús

la palabra "ecclesia" (16,18 y 18,17).

Más tarde sobre todo es eclesial porque los temas que trata se han escogido de acuerdo

con las exigencias de la comunidad.

Nos encontramos en una gran comunidad judeo-cristiana, que probable- mente vive en

los alrededores de Palestina. Un primer problema importante es la continuidad con el

Antiguo Testamento. Continuidad que parecía discutida por el rechazo que el pueblo judío

opuso a Cristo. ¿Significa acaso este rechazo que en el plan de Dios se ha introducido una

ruptura? ¿Que la elección de Israel ha quedado desmentida? Atento a estos interrogantes

(y, obviamente, a otros menores), Mateo se dedica constantemente a mostrar que la

historia de Jesús y la de su comunidad (el camino de la cruz, el rechazo de Israel, el paso a

los gentiles) está profundamente de acuerdo con las Escrituras siempre que se las lea

correctamente. Por esta razón el evangelista cita a menudo el Antiguo Testamento.

Estamos en una comunidad judeo-cristiana de los años 80, rodeada de un judaísmo que,

perdida su consistencia política después de la catástrofe del año 70, cierra filas alrededor

de la ley y de una renovada ortodoxia. El evangelista se preocupa de indicar -frente a la

piedad judía y a las cuestiones de los fariseos y lo escribas- la originalidad cristiana y las

características de la justicia evangélica. Por esta razón Mateo desarrolla su evangelio a

través de un debate y una confrontación constantes con la doctrina de los escribas y de los

fariseos.

(BRUNO ·MAGGIONI-A.Pág. 6)

........................................................................

2. EVS/CLASES:

El evangelio de San Mateo, que puede llamarse "Evangelio del catequista" y "Evangelio

eclesial".

La denominación de "Evangelio del catequista" me parece apropiada, porque,

comparándolo con los otros Evangelios, se ve cómo él se sitúa muy bien en el segundo

grado de la iniciación cristiana. Primero viene Marcos, como Evangelio del catecúmeno.

Después del Bautismo, el Evangelio de Mateo sirve para enseñar cómo se vive en la

Iglesia. En él encontramos gran cantidad de material que le puede servir al catequista para

cualquier instrucción, cosas antiguas y nuevas, para formar al neo-bautizado en todos los

aspectos de la vida eclesial. Después sigue Lucas, como Evangelio de la reflexión teológica

respecto de la relación Iglesia-mundo e historia de la salvación-historia profana. Finalmente,

el Evangelio de Juan nos presenta la simplificación contemplativa propia del "presbítero" o

del cristiano iluminado, llegado ya al término de la iniciación y entrado en la "gnosis".

El evangelio de Mateo se puede también llamar con razón Evangelio eclesial. En él

Jesús, nuevo Moisés, da las normas para la vida interna del Reino. Pensando en Mateo

como Evangelio eclesial, se encuentran referencias a discursos como el del capítulo 18, o a

otros episodios relativos a Pedro (cfr. 14, 28; 16, 18). En sentido más amplio todavía hay

que pensar en el aspecto eclesial de Mateo como Evangelio del "Dios con nosotros" que,

como veremos, se convierte al final del Evangelio en el "Jesús con nosotros" hasta el fin de

los tiempos. El Evangelio de Mateo nos hace comprender cómo del poder universal de

Cristo se deriva la misión de la Iglesia para con el mundo.

(·MARTINI-2.Pág. 5)

........................................................................

Page 317: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

3. Mt. CICLO-A:

MATEO, EL EVANGELISTA DEL CICLO A

Al iniciar la lectura continuada de un evangelio en la celebración dominical, vale la pena

que tengamos en cuenta sus rasgos más importantes, así como sus peculiaridades mas

destacadas. Este es el servicio que se proponen hacer estas líneas, teniendo siempre

delante los textos de Mateo que se leerán este ciclo litúrgico, especialmente en los

domingos del tiempo ordinario.

UN EVANGELIO PARA UNA IGLESIA

Los estudiosos de la Sagrada Escritura coinciden en señalar que Mateo es el evangelio

que tiene una referencia mayor a la vida de la Comunidad Cristiana en el interior de la cual

fue elaborado. Por tanto, leyendo el primer evangelio no nos hallamos tanto ante la voz de

un autor personal como ante la voz de una comunidad con la que Mateo se identifica. Esta

comunidad nos aparece en actitud de discípula siempre atenta a mirar a Jesús como

Maestro y Señor.

Eso hace que las palabras y las acciones de Jesús sean presentadas no simplemente

como objetos de una historia pasada, sino que se trata de saber ver la presencia de Cristo

vivo en la vida diaria de los que le siguen ("Allí donde están dos o tres reunidos en mi

nombre..." Domingo 23). Más aún, el mismo Jesús se identifica con su comunidad ("Quien a

vosotros acoge, a mi me acoge" D.13).

Pero esta comunidad tiene sus problemas, tensiones y dudas. Por eso Mateo se esfuerza

para decir a sus hermanos cristianos cómo deben hacer para ser discípulos de Cristo en un

ambiente en el que crece la oposición y el conflicto con la "sinagoga" y ante la perspectiva

de la conversión de los paganos y su entrada en la Iglesia al lado de los de origen judío. Así

entendemos -explica León Dufour- cómo en este evangelio se actualiza para los cristianos

lo que Jesús dijo para sus contemporáneos. Se insiste en la repercusión práctica de las

sentencias de Jesús hasta el punto de que las críticas dirigidas a los escribas y fariseos

podrían convenir, si fuera necesario, a los cristianos de la Iglesia viva.

JESÚS, EL MESÍAS HIJO DE DIOS

La intención fundamental del evangelio es demostrar que Jesús es el Mesías,

preanunciado en los evangelios de la infancia, declarado solemnemente Hijo de Dios en la

cristofanía del Jordán (D. del Bautismo del Señor), reconocido como tal por Pedro (D.21) y

por los otros discípulos ("Realmente eres el Hijo de Dios" D.19).

Mesías que su pueblo debería haber acogido pero que va mostrando una distancia y un

rechazo crecientes hacia Jesús (en la Epifanía ya se entrevé todo este drama) y que

culmina con las palabras que leeremos el D.27: «Se os quitará a vosotros el reino de Dios y

se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Los milagros o manifestaciones de poder de Jesús tienen como motivo principal

presentárnoslo claramente como Mesías. Por eso aquellos rasgos humanos que Marcos

guardó con tanta espontaneidad son suavizados y podríamos decir que nos hallamos ante

una presentación mas hierática de Jesús que deja transparentar su mesianidad y que nos

viene a decir que sólo una incredulidad voluntaria es capaz de esconder. En la

presentación que de Jesús hace el primer evangelio se proyecta le fe de la Iglesia

apostólica.

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MATEO, PEDAGOGO

El Cristo de Mateo es un Cristo que enseña. Eso no quiere decir que adopte una forma

discursiva clásica o moderna, sino que lo hace a través de una sucesión de repeticiones y

profundizaciones de su doctrina. El evangelista nos presenta a menudo la enseñanza de

Jesús en contraste con el de los escribas y fariseos, como una manera de decir que es el

Mesías: Jesús es el nuevo Moisés o nuevo Israel que viene a dar todo su cumplimiento y

toda su perfección a la Ley antigua, que trae la nueva y definitiva revelación de parte de

Dios.

Como buen pedagogo, el autor del primer evangelio ha sabido organizar las palabras de

Jesús. Nos las presenta de forma condensada, a fin de que causen impacto y mantengan

su fuerza. Las hallamos agrupadas en lo que los exegetas coinciden en llamar los cinco

grandes discursos, y que constituyen una parte muy importante de las lecturas dominicales

del ciclo A. Veámoslo:

a)Instrucciones sobre la justicia del Reino o sermón de la montaña, en los cc. 5-7, que

leeremos los D. 4 a 9.

b)Instrucciones a los mensajeros del Reino, o discurso de la misión, en el c.10, que

hallaremos los D. 11 a 13.

c)Instrucción sobre el misterio del Reino, o sermón de las parábolas, en el c. 13,

proclamado en las misas de los D . 15 a 17.

d)Instrucción sobre los hijos del Reino, o discurso comunitario, en el c. 18 (D. 23 y 24).

e)Instrucción sobre el paso del Reino actual al Reino del final de los tiempos, o sermón

escatológico, cc 24 y 25, previsto para los tres últimos domingos del año litúrgico.

EL EVANGELIO DEL REINO

El tema del Reino tiene en Mateo un peso específico muy fuerte.

Lo hallamos nada más iniciar la lectura continua de este evangelio ("Convertíos, porque

está cerca el reino de los cielos": D.3) y nos acompaña hasta el último domingo ("Tomad

posesión del reino": Cristo Rey). Se trata del Reino mesiánico que se establece en tres

momentos: se inaugura con la venida de Jesucristo; se irá desarrollando en la tierra

después de la muerte-resurreccion de Jesús y, finalmente, llegará a su plenitud al final de

los tiempos.

Mateo nos deja entrever que el Reino se inaugura con Jesús, por ejemplo, por medio de

las numerosas referencias al Antiguo Testamento. "Para que se cumpliera..." es una frase

muy familiar en el primer evangelio, e indica que las promesas y esperanzas despertadas

en el pueblo de Dios se han ido desarrollando hasta alcanzar su plenitud: en Jesús se

cumplen toda la Ley y los Profetas, él es el verdadero Israel alrededor del cual se van

reuniendo los hijos del Reino (cf. el discurso de las parábolas) que tienen como Ley el

sermón de la montaña.

Es importante para Mateo y su Iglesia demostrar que Jesús, el Mesías, es superior a

Moisés y que la Ley que ahora es promulgada lleva la antigua a la perfección.

Porque en Jesús Dios se ha acercado definitivamente a los hombres. Por eso la "justicia"

del Reino no se obtiene como resultado del esfuerzo puramente humano (actitud criticada

en los escribas y fariseos), sino que es fruto del don de Dios.

Mateo nos muestra cómo entendía Jesús que los primeros del Reino tenían que ser los

miembros del pueblo judío, en actitud de apertura a todo el mundo. Pero no todos

entienden los "secretos" o "misterios" del Reino ni se quieren someter a ia voluntad

soberana del Padre que quiere salvar gratuitamente a todos los hombres.

Page 319: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

Por eso veremos como -a partir del c.14 especialmente- va aumentando la distancia entre

Jesús y los dirigentes religiosos judíos. El drama de Israel que rechaza a Jesús y al Reino

lo veremos con toda su crudeza los D. 25 a 31 (censura de los doctores de la Ley que dicen

y no hacen, parábolas de ios trabajadores de la viña, de los dos hijos, de los viñadores

homicidas, de la boda del hijo del rey, etc) .

Pero si los primeros llamados son excluidos del Reino, va naciendo un nuevo pueblo, el

pueblo mesiánico o comunidad de los discípulos de Jesús, formado por el resto fiel de Israel

que ha aceptado al Mesías y por los que provienen del paganismo. Todos ellos han

encontrado en Jesús y su Reino la "perla" o el "tesoro" que ha dado un vuelco total a sus

vidas.

(·ROCA-J._MI-DO/93/02)

........................................................................

4. ANTE EL EVANGELIO DE MATEO

En aquella residencia religiosa la costumbre era retirarse pronto después de cenar. No

era éste el hábito de Passolini, que allí había sido cordialmente acogido. Quizá por ello,

cogió los evangelios de la mesilla de noche y empezó a leer el texto de Mateo. Pasó la

noche leyéndolo y releyéndolo. Y de aquella lectura -nocturna y seguida- surgió la que es

probablemente la mejor película sobre Jesús. Obra de un no creyente, hombre apasionado

y radical, que una noche leyó seguido el evangelio de Mateo.

He querido recordar esto que me contaron en Asís -donde sucedió- porque pienso que

para todos -predicadores y oidores- puede ser muy útil leerse entero y seguido el evangelio

de Mateo ahora que iniciamos el ciclo que le corresponde. Y quizá repetir la experiencia

después de Pentecostés, cuando se reanude su lectura. Así se evitaría más el peligro de

encararnos fragmentariamente, domingo a domingo, con textos sacados de su contexto. Sin

duda será también conveniente leer alguna introducción a Mt.

Palabras vivas para hoy

Como se sabe, Mt es el evangelista más de las palabras que de los hechos de Jesús (y

la selección del leccionario lo acentúa: omite narración de hechos en Mt que ya se leen en

los años de Marcos o Lucas). Palabras que hallamos agrupadas por el evangelista en los

cinco -mal llamados- "discursos" de Jesús. He aquí los capítulos del evangelio y los

domingos del tiempo ordinario en que los leeremos:

- Sobre la justicia del Reino o sermón de la montaña: cc. 5-7; domingos 4 a 7

(lamentablemente, por el inicio de la Cuaresma se omiten los textos correspondientes a los

d. 8 y 9).

- A los mensajeros del Reino o discurso de la misión: c. 10; d. 11, 12 y 13 (en junio).

- Sobre el misterio del Reino o agrupación de parábolas: c. 13, d. 15,16 y 17 (julio).

- Sobre los hijos del Reino o exhortación comunitaria: c. 18; d. 23 y 24 (setiembre).

- El paso del Reino actual al Reino del final de los tiempos o sermón escatológico: cc. 24

y 25; últimos tres domingos del año litúrgico.

Sería un error considerar estas palabras como "lecciones" de Jesús que Mt nos

conserva. No es esta la intención del evangelista. No son palabras "conservadas" sino

palabras vivas que el Señor Jesús dirige ahora a su comunidad. Jesús, que para Mt es el

Dios-con-nosotros, siempre presente en la comunidad ("allí donde dos o tres están

Page 320: EL N. T. Y SU MENSAJE: EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO

reunidos..."), habla, interpela, consuela o avisa..., a los discípulos que ahora le escuchan.

Evidentemente, la tarea de la homilía -la dificultad y la gracia- será no trasladar, como

"enlatadas", estas palabras de Jesús, sino ayudar a que también ahora lleguen vivas a la

comunidad cristiana como dichas hoy para ella. Porque así es. El homileta es "evangelista"

en el sentido de que ayuda a que la palabra de Jesús llegue como buena noticia hoy para

cada uno de los creyentes en Jesús que asisten a la eucaristía dominical.

Por ejemplo

En ningún evangelio como el de Mt salen tanto los escribas y fariseos (incluso algo

caricaturizados respecto a los del tiempo de Jesús). Ello parece responder a una situación

histórica (se escribe después de la destrucción del Templo y el pueblo judío procura

reorganizarse bajo la direcci6n de los fariseos que intentan estructurarlo en torno a la

Torah, a la Ley muy absolutizada). Pero hay más: la crítica a los fariseos, original en Jesús,

acentuada en Mt. se dirige también a la tentación farisaica presente siempre entre los

cristianos (por eso el constante: si os contentáis con..., si os quedáis con..., si no vais más

allá de...). De ahí que también ahora sean palabras que hemos de escuchar no dirigidas al

"otro=fariseo" sino al pequeño fariseo que todos llevamos dentro.

Otro ejemplo. El evangelio de Mt es el del anuncio del Reino que se empieza a realizar ya

en la Iglesia. La valoraci6n máxima es para el Reino; la Iglesia/comunidad querida por

Jesús, es servidora del Reino. Por ello, precisamente, es querida por Jesús, y Él está en

ella: para que iniciando -en el amor, con el amor- el Reino, prosiga la tarea/misi6n del

Señor. De ahí que la predicación actual deba valorar al mismo tiempo el hecho de ser

nosotros esta Iglesia -presencia de Jesús por su Espíritu- e impulsar a la fidelidad, a la

misión, a las obras según el Reino ("No el que dice Señor, Señor, sino...").

Un último ejemplo. Mt es también el evangelio que más cita y acude al Antiguo

Testamento (aunque probablemente su comunidad era mayoritariamente pagano-cristiana,

incluía una minoría judeo-cristiana). No son tanto textos para "probar" la mesianidad de

Jesús, como el "cumplimiento" de aquella larga expectativa que es la historia del pueblo

judío. Cumplimiento significa plena realización de un anhelo/esperanza. ¿Tienen hoy

sentido estos textos? Diría que sí, en la misma línea del "cumplimiento", es decir, de hallar

en Jesús (su persona, sus hechos, su palabra) la respuesta a las más profundas

expectativas/anhelos del hombre. Para ello, sin duda, aunque no siempre sea fácil

(conocemos y apreciamos poco el A.T. en lo que tiene de experiencia religiosa honda del

hombre) deberíamos revalorizar las grandes figuras y hechos del A.T. como signo de esta

profunda expectativa humana. Por lo menos, recordar siempre que, sin honda expectativa

en cada hombre y cada mujer, la palabra de Jesús se trivializa, resbala.

Una sugerencia

Una posibilidad para facilitar este acercamiento al evangelio de Mt. sería convocar a la

comunidad cristiana del lugar a una especie de "retiro". Puede ser un sábado por la tarde (o

sábado por la tarde y mañana del domingo). Cuando parezca mejor tiempo (quizá no ahora

sino antes de la Cuaresma). Y centrar estas horas de reflexión y oración en el Sermón de la

Montaña. En primer lugar, hacer de él una lectura pública, bien hecha. Luego algún

comentario. Y dejar espacio también para la oración/reflexión personal. El librito recién

editado por el CPL en la colección Emaús, de H. Raguer, precisamente como guía para la

lectura de "El Sermón de la Montaña", podría ser una buena ayuda.

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(JOAQUÍN ·GOMIS-J. _MI-DO/95/15)