El Niño y El Unicornio

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El niño y el unicornio. Autor:Sir Helder Amos Había una vez un grupo de niños que siempre jugaban soccer junto al borde del bosque y un día, uno de esos niños pateó la pelota tan fuerte que ésta se salió de la cancha y se metió en el bosque; el niño, antes de que sus amigos se enojaran o empezaran a quejarse, salió corriendo detrás de ella para buscarla y se adentró al bosque. Tras un par de minutos de seguir el rastro de la pelota y de adentrarse más en el bosque, el niño se encontró con que el balón había rodado hasta un pequeño claro un poco más allá de los árboles. Cuando el niño llegó al claro para recoger la pelota, quedó petrificado, porque justo frente a él, había un pequeño unicornio tan blanco como la nieve acostado en el pasto; y el unicornio se percató del niño, quien lo veía absorto en su belleza. El niño, tras notar que el unicornio se había percatado de su presencia, intento dar un paso para acercársele, pero el bello animal mitológico se puso de pie de un salto al verlo moverse; entonces, el niño haciendo señas con las manos y mirando al animal y a la pelota intercaladamente le hizo entender al unicornio que sólo estaba allí para recoger el balón. El unicornio, al entender las señas del pequeño, se acercó a la pelota e intento golpearla con sus cascos muy torpemente en dirección al niño, para pasársela, y al no obtener resultados, intentó, luego, golpearla con su cabeza; pero tan pronto el afilado y brillante cuerno del unicornio tocó la bola, ésta se explotó haciendo un ruidoso ¡Boom! que asustó al animal e hizo que éste saliera corriendo rápidamente y se perdiera de vista entre los árboles del bosque. El niño, después de salir de su asombro por todo lo que había presenciado, recogió la pelota espichada y regresó a donde estaban sus amigos esperándolo, quienes, cuando lo vieron regresar con el balón desinflado, le preguntaron,

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Page 1: El Niño y El Unicornio

El niño y el unicornio. 

   Autor:Sir Helder Amos 

Había una vez un grupo de niños que siempre jugaban soccer junto al borde del bosque y

un día, uno de esos niños pateó la pelota tan fuerte que ésta se salió de la cancha y se

metió en el bosque; el niño, antes de que sus amigos se enojaran o empezaran a quejarse,

salió corriendo detrás de ella para buscarla y se adentró al bosque.

Tras un par de minutos de seguir el rastro de la pelota y de adentrarse más en el bosque, el

niño se encontró con que el balón había rodado hasta un pequeño claro un poco más allá de

los árboles. Cuando el niño llegó al claro para recoger la pelota, quedó petrificado, porque

justo frente a él, había un pequeño unicornio tan blanco como la nieve acostado en el

pasto; y el unicornio se percató del niño, quien lo veía absorto en su belleza.

El niño, tras notar que el unicornio se había percatado de su presencia, intento dar un paso

para acercársele, pero el bello animal mitológico se puso de pie de un salto al verlo

moverse; entonces, el niño haciendo señas con las manos y mirando al animal y a la pelota

intercaladamente le hizo entender al unicornio que sólo estaba allí para recoger el balón.

El unicornio, al entender las señas del pequeño, se acercó a la pelota e intento golpearla

con sus cascos muy torpemente en dirección al niño, para pasársela, y al no obtener

resultados, intentó, luego, golpearla con su cabeza; pero tan pronto el afilado y brillante

cuerno del unicornio tocó la bola, ésta se explotó haciendo un ruidoso ¡Boom! que asustó al

animal e hizo que éste saliera corriendo rápidamente y se perdiera de vista entre los

árboles del bosque.

El niño, después de salir de su asombro por todo lo que había presenciado, recogió la pelota

espichada y regresó a donde estaban sus amigos esperándolo, quienes, cuando lo vieron

regresar con el balón desinflado, le  preguntaron, consternados:"¡¿Qué le pasó a la

pelota?!", a lo que el niño  solo respondió: "Un puercoespín, malvado, la explotó."

Fin.-

Page 2: El Niño y El Unicornio

La estatua de hierro.

Cuando salí de la escuela, vi que uno de mis alumnos más debiles, estaba sentado en frente

de la estatua de hierro del fundador de la escuela, observándola con una mirada triste y

vacia, así que me acerqué a él, preocupado.

- ¿Observando la estatua, eh? - le pregunté amistosamente.

- Sí -  me respondió con un suspiro.

- ¿Pasa algo?

- No, nada, es solo que a veces me gustaría ser de hierro como esta estatua - me dijo con

un tóno meláncolico.

- ¿Para qué?

- Para que nadie pueda doblegarme, y yo pueda mantenerme siempre de pie, rígido y

fuerte.

- Ah, pero hasta esta estatua puede ser doblegada.

- ¿Cómo? -  me preguntó consternado.

- Mira -  le dije, sacando de mi bolsillo mis llaves con un llavero de aluminio de la estatua

del fundador en miniatura y mi encendedor; luego, coloqué el llavero sobre el piso en la

misma forma en que estaba la estatua, encendí el encendedor y lo acerque a sus rodillas.

- No entiendo.

- Mira - le repetí, y después de unos instanstes, el fuego del encendedor empezó a cumplir

su función y derritió poco a poco las rodillas de mi llavero, haciendo que la miniatura de la

estatua del fundador se doblegara y cayera desplomado en el piso; mi alumno me miró

sorprendido - ¿Entendiste? -  le pregunté, creyendo que había demostrado tan bien lo que

quería decirle al pequeño que no necesitaba explicación.

- ¡Si, si, si! ¡Muchas gracias! -  me respondió con una sonrisa en sus ojos, al mismo tiempo

que agarraba sus cosas y salia corriendo de la escuela.

Al día siguiente, no se imaginan cuanto me arrepentí de no haberle explicado mi punto al

pequeño, cuando sonó la alarma de incendios en la escuela, porque él había encerrado a

todos los demás alumnos que se habían burlado de él en el gimnasio y les había prendido

fuego vivos.

Fin.

Page 3: El Niño y El Unicornio

La máscara.

Ese día estaba muy cansado, así que no sé si esta historia que les voy a contar es cierta o si

solo fue una jugarreta sucia de mi imaginación; pero el otro día, cuando estaba en la sala

de estar de una bruja, mientras esperaba a que le leyera las cartas a mi mejor amiga, entre

todas las imágenes de santos, bolas de cristal y atrapa-sueños que guindaban en las

paredes, la que llamó mi atención fue una máscara hecha de piel marrón, que tenía

incrustaciones de pelo largo y negro, dos huecos redondos  donde debían ir los ojos,

mejillas pronunciadas y una fina línea roja que representaba la boca sonriendo.

Al ver la máscara, yo me quedé anonado con ella y pasé toda espera sin quitarle los ojos de

encima, en el silencio de la sala de estar, donde solo se escuchaba el toc, toc, de la aguja

del reloj cada vez que pasaba un segundo; y no sé imaginan cual fue mi sorpresa cuando de

pronto, la fina línea roja de la máscara se despegó en dos finas líneas y dijo con una voz fria

y apagada  "Hola" pero justo en ese momento, antes de que pudiera reaccionar a lo que

acababa de ver y oir, mi mejor amiga salió enojada de la habitación donde la bruja le

estaba leyendo la cartas y nos fuimos en seguida del lugar.

Luego, más tarde, cuando le conté lo que  había sucedido a mi amiga, ella me aseguró que

no había visto ninguna máscara como la que yo le describí en la sala de estar de la bruja;

pero también me dijo que no me preocupara ni me asustara por ello, porque quizás sólo era

un truco barato de aquella bruja farsante y mentirosa.

Fin.