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EL OASIS DE ÁRSAHA

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Page 1: EL OASIS DE ÁRSAHA. Cuando el tiempo aún era joven, hubo una vez en el ardiente desierto un gran oasis gobernado con justicia y serenidad por el rey Dadilám.

EL OASIS DE ÁRSAHA

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Cuando el tiempo aún era joven, hubo una vez en el ardiente desierto un gran oasis gobernadocon justicia y serenidad por el rey Dadilám.Reinaba la felicidad a lo largo y ancho de sus tierras.

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Dadilám tenía una hija llamada Legna, que había nacido con una marca en la planta del pie izquierdo, en forma de luna menguante, color púrpura. El rey cuidaba y amaba a su hija más que a nada.

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Cuando Legna aún era una niña, los Bere-Beres del desierto del Mar de Fuego, capitaneados por el malvado Eukerim, saquearon el Oasis de Ársaha y la secuestraron.

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El rey Dadilám envió a todos sus hombres a buscar a la niña, pero nunca la encontraron. Cruzaron los desiertos hasta más allá del Mar de Fuego y muchos de ellos no volvieron.El rey se gastó toda la riqueza en la búsqueda, y los hombres buenos se fueron.

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Dadilám fue hundiéndose en la tristeza y el reino fue cambiando hasta convertirse en un lugar seco, desprotegido, invadido por la pobreza y oprimido por los saqueadores y bandidos.

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La tierra de Ársaha fue gobernada por hombres que no la amaban y el rey parecía no existir. Su dolor lo hizo envejecer y volverse malvado y cruel.Con el tiempo, aparecieron pequeños grupos de bere-beres que saqueaban los poblados y a los comerciantes.

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Pasaron dos décadas y un día Dadilám descubrió en su ruinoso palacio, custodiado por canallas bandidos que le eran leales, que dos bere-beres estaban entrando a robarle.A la caída del sol luchó contra ellos y los encarceló. Cuando les quitó sus turbantes descubrió que uno de ellos era una mujer.

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El rey no se atrevió a matarlos por miedo a que el ejército de Eukerim volviera para vengarse. Pero le pareció extraño que una mujer vistiera de bere-bere, así que envió mensajeros para informarle.

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Al día siguiente, el malvado Eukerim se presentó en Ársaha y fue, sin que le vieran, a la cárcel donde estaban los dos bere-beres.Descubrió que el chico era Luar, un niño que Eukerim había secuestrado de pequeño y educado como bere-bere.

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La chica era la princesa Legna, que no se acordaba de dónde había nacido ni quién era su padre. Había crecido con Luar, educada por Eukerim.Hacía años, Legna y Luar se habían escapado al desierto de Nuharba y se habían enamorado.

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Al descubrir quiénes eran los presos, Eukerim quiso matarlos,

pero Dadilám llegó a la cárcel y, al ver a Eukerim allí, pensó que

intentaba rescatarlos, así que lo encerró en la torre del palacio.

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Después de un día y una noche, Dadilám fue a ver a Eukerim a la torre, pero éste no le dijo quién era aquella mujer.

El rey pensó que su enemigo quería salvarla, así que le dijo que la había matado.

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La sorpresa fue que a Eukerim le daba igual la mujer, pero quería herir al rey, así que le contó la verdad sobre su hija:

-¡Intentabas arrebatármela y has matado a tu propia hija!- reía Eukerim

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Sin decir nada, Dadilám fue a la cárcel a ver a la joven, que estaba descalza. ¡Cuán fue la sorpresa cuando vio la luna menguante color púrpura en la planta de su pie izquierdo!Pero aquella ya no era su hija, porque se había convertido en su enemiga.

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Dadilám se había vuelto malvado y no podía perdonar a Legna por aquellos años de soledad que habían arruinado el Oasis de Ársaha. Tampoco podía perdonar a Luar, por haberse enamorado de su hija y habérsela llevado al desierto de Nuharba tantos años.

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No podía matarlos, así que los castigó a estar separados para siempre.

Encerró a Legna en la isla de Filae, que estaba en el centro de un río, de donde no podía salir de ninguna manera.

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Luar fue condenado a navegar toda su vida por el río, transportando mercancías de una orilla a otra y dejándolas en la isla de Filae. Cada noche, salía del río y viajaba por todas las tierras buscando a Legna, recorriendo el mundo.

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Legna no sabía que era Luar el que la mantenía con vida llevándole suministros a la isla. Pensaba que su amado estaría encerrado en alguna parte, como ella, y aguardaba a que fuera a buscarla.

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Luar viajaría toda su vida a través del río que lo apresaba, pensando que perdía cada día una oportunidad de encontrar a Legna, y sin saber que estaba en la isla por la que pasaría eternamente.