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Ciencia UANL Universidad Autónoma de Nuevo León [email protected] ISSN (Versión impresa): 1405-9177 MÉXICO 2005 Daniel Sifuentes Espinoza ORIGEN DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO EN NUEVO LEÓN. INNOVACIONES PREHISTÓRICAS Ciencia UANL, abril-junio, año/vol. VIII, número 002 Universidad Autónoma de Nuevo León Monterrey, México pp. 172-178

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Ciencia UANLUniversidad Autónoma de Nuevo Leó[email protected] ISSN (Versión impresa): 1405-9177MÉXICO

2005 Daniel Sifuentes Espinoza

ORIGEN DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO EN NUEVO LEÓN. INNOVACIONES PREHISTÓRICAS

Ciencia UANL, abril-junio, año/vol. VIII, número 002 Universidad Autónoma de Nuevo León

Monterrey, México pp. 172-178

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LÍNEA DEL TIEMPO

Origen del conocimiento científico en Nuevo León.Innovaciones prehistóricas

DANIEL SIFUENTES ESPINOZA

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Cuando nos adentramos en el estudio del origen delconocimiento científico surge la dificultad de saberlo que realmente ocurrió en los períodos críticos, esdecir, cuando se hicieron las innovaciones básicas,ya que tal proceso cognoscitivo no aparece en unprincipio como forma reconocible, sino que se fuedistinguiendo gradualmente de los aspectos másgeneralizados de la vida cultural.

Aquí asentamos la idea de que el interés en efec-tuar manipulaciones y transformaciones efectivas de

la materia, práctica que heredamos del hombre pri-mitivo, constituye el carácter esencial de la ciencia.En este sentido, podemos considerar que nuestra ci-vilización surge, con sus propias características, deesta tradición milenaria que en algunos lugares delplaneta se desarrolló con mayor rapidez que en otros.1

El relativo aislamiento de las poblaciones ameri-canas no permitió –como en el caso de Asia Menor ydespués en la Europa Oriental– que se lograse unmayor intercambio de experiencias. A pesar de esta

Cuando nos adentramos en el estudio del origen delconocimiento científico surge la dificultad de saberlo que realmente ocurrió en los períodos críticos, esdecir, cuando se hicieron las innovaciones básicas,ya que tal proceso cognoscitivo no aparece en unprincipio como forma reconocible, sino que se fuedistinguiendo gradualmente de los aspectos másgeneralizados de la vida cultural.

Aquí asentamos la idea de que el interés en efec-tuar manipulaciones y transformaciones efectivas de

la materia, práctica que heredamos del hombre pri-mitivo, constituye el carácter esencial de la ciencia.En este sentido, podemos considerar que nuestra ci-vilización surge, con sus propias características, deesta tradición milenaria que en algunos lugares delplaneta se desarrolló con mayor rapidez que en otros.1

El relativo aislamiento de las poblaciones ameri-canas no permitió –como en el caso de Asia Menor ydespués en la Europa Oriental– que se lograse unmayor intercambio de experiencias. A pesar de esta

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limitante, la región central de nues-tro país llegó a un nivel de conoci-mientos que en algunos aspectossuperaba al europeo y, de no presen-tarse la conquista, por sí mismo estedesarrollo autónomo quizá hubieselogrado el avance y progreso de otrasnaciones.

No sucedió así con la región nor-te-noreste, donde nos ubicamos. Eldesarrollo fue más lento que en otroslugares, situación explicable por di-versos motivos; aunque posiblementeel más importante sean los asenta-mientos tardíos, que no tuvieron eltiempo suficiente para lograr elsedentarismo en función de la agri-cultura.

La figura del indígena prehispá-nico en Nuevo León, y en general enla región noreste, se sigue conside-rando como algo marginal y de pocaimportancia histórica. Sin embargo–más allá de consideraciones de tiporomántico–, los antiguos pobladoresde este territorio llegaron a poseerelementos culturales que trascendie-ron el tiempo y que bien pueden en-tenderse como una aportación origi-nal al bagaje de conocimientos quese ampliarían y enriquecerían con lallegada de los españoles.

Es obvio que las tribus nómadasy seminómadas, apostadas aquí des-de miles de años atrás, no alcanza-rían el nivel de conocimientos logra-dos por las culturas mesoamericanas,aunque hay que precisar que gran

parte de los pueblos que crearíanaquel tipo de civilización, transitaríanpor estas tierras en su camino haciael sur.

Se estima que de algún punto delsureste de Estados Unidos, se inicióel peregrinaje que colonizó el territo-rio mexicano. De este tronco comúnse escinden tres ramas: la primera,desprendida tempranamente, ocupóla península de California y evolucio-nó muy poco; otra parte del contin-gente alcanzó el actual estado de So-nora; la última fracción se internó enel altiplano mexicano, guiada por elatractivo que implicaba la cacería, lacual, a su vez, se condicionaba a laexistencia de pastizales.2 Durante sutrayectoria hacia el sur, esta fraccióncontó primero con mesquites y unpoco más tarde con nopales y ma-guey. Al devenir el tiempo, los des-cendientes de esta rama originaríanla agricultura, precisamente por eseenfoque particular que se veían obli-gados a dispensar a unos pocos re-cursos vegetales.3

El ciclo que se inicia con el viajea áreas meridionales hasta la faseprotoagrícola recibe el nombre de eta-pa lítica, cuya periodización va de los22,000 años a. C., hasta los 7,000de la misma era. Esta cuantificaciónse basa en la presencia de un largolapso cultural, representado en sumayoría por artefactos de piedra, que,además, tiene como fundamento elcriterio tecnológico, ya que los aspec-

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Roca con grabado.

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Al final del período(9,000-7,000 a. C.),

la proliferación de puntasde proyectil se debe a quela cacería se vuelve una

actividad tan especializadaque virtualmente serequería de puntas

diseñadas para cada pieza.

tos económicos y sociales son pocoperceptibles.4

Durante los años iniciales, losartefactos eran grandes, obtenidosmediante la técnica de la talla de pie-dra; aunque también se han encon-trado piezas de menor tamaño, pre-sentando bordes cincelados en alter-nancia de golpes de un lado a otro,mostrando un bifacialismo incipien-te. Igualmente, se han encontradolascas y navajas de piedra, las cua-les sirvieron como instrumentos decorte y raído. No poseían puntas depiedra y en general el conjunto líticode que disponían era muy reducido.5

En los años subsiguientes apare-cieron las puntas de proyectil, tantocon acanaladuras como de formafoliácea. Para obtener un mejor en-mangado se empezó a desbastar elborde inferior de la pieza, obtenién-dose formas pedunculadas pero sinaletas. Se poseen claras huellas del

empleo de percutores blandos comomadera, hueso y asta. Durante eseperiodo aparece la técnica por pre-sión, en la cual se emplea un astade venado o hueso previamente pre-parado. Estas mejoras –hoy les lla-maríamos innovaciones– en la talladan como resultado una ampliaciónde las herramientas líticas.6

Asimismo, en esa época se pre-senta la técnica de desgaste, en susfases de abrasión y pulido, que per-mite elaborar objetos punzantes o decorte con acabado superior. Esteavance tecnológico puso en servicioun creciente número de medios desubsistencia, entre éstos la creaciónde los primeros utensilios de molien-da, como muelas y morteros. Encuanto a la organización social, launidad básica sigue siendo la fami-lia, aunque ya existen bases para laagrupación en bandas y tribus.

Al final del período (9,000-7,000a. C.), la proliferación de puntas deproyectil se debe a que la cacería sevuelve una actividad tan especializa-da que virtualmente se requería depuntas diseñadas para cada pieza.La materia prima empleada seguíasiendo el sílex y el pedernal y, en ge-neral, todo tipo de roca que se en-contraba en la localidad.7

John Desmond Bernal señala queel hombre primitivo fue capaz de te-ner a su disposición un conjunto deutensilios reproducibles que fuerancomunes en regiones muy extensas.

Este hábito de reproducción ha sidoel factor principal en la preservacióny continuidad de la cultura técnicaque llega hasta nuestro tiempo; estosignificó también la presencia de laidea de un utensilio en la mente delconstructor. Esta experiencia de pre-visión consciente que se transformaen práctica constituye una caracte-rística de la ciencia: el método expe-rimental, que, como todos sabemos,consiste en el procedimiento de en-sayar varias maneras de construir unobjeto. El proceso de fabricar herra-mientas, primero astillando la piedrapara después pulirla y moldearla,constituye la base de todas nuestrastécnicas modernas para el tratamien-to físico de objetos materiales.8

La presencia de muelas y morte-ros ha llevado a algunos investiga-dores a considerar la posibilidad deuna incipiente agricultura, aunqueexisten grupos que, como sucedió enla región noreste, por diversas razo-nes nunca llegaron a poseer una agri-cultura plenamente desarrollada. Loque sí podría implicar la presenciade instrumentos de molienda seríauna cierta fijación territorial que, sinllegar al sedentarismo, refleja unamayor estabilidad, con movimientosestacionales organizados y la posibi-lidad de que pudieran iniciarse rela-ciones con otros grupos humanos.9

Las sociedades cazadoras-reco-lectoras no solían tener, pues, la exis-tencia ociosa que les atribuye la le-

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Fogón de superficie.

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yenda, porque su visión del mundoera diferente a la de las sociedadesagrarias. Evolucionaron en un tiem-po y un espacio percibidos y organi-zados en forma distinta. Algunos aná-lisis antropológicos ponen de relieveque los pueblos nómadas poseíanuna visión dinámica del mundo, re-flejo de su espacio itinerante, de labúsqueda de la caza o de plantascomestibles llegadas a su madurez,y la traducían en una expresión grá-fica de composición lineal y ordena-da en la repetición, a diferencia delagricultor sedentario, que tiene unavisión estática, que ordena su uni-verso en círculos concéntricos.10

Esta nueva actitud pone a prue-ba su cerebro. Un hacha o una lanzaque se han de utilizar con velocidady potencia responden a exigenciastécnicas muy diferentes de los ins-trumentos destinados a raspar y ex-cavar. Aquí el hombre empieza a per-filarse como tecnólogo.

Se llega a un proceso de especia-lización donde se distingue el armadel utensilio, las operaciones se co-ordinan y se encadenan en la fabri-cación de instrumentos compuestos:se hacen muescas en las puntas parafijarlas, se ponen mangos a las ha-chas y se lanzan piedras y flechascon propulsores.12

El hombre primitivo tuvo queaprender, por experiencia, que laspiedras son más adecuadas para lafabricación de instrumentos, lo mis-

mo que el modo de tallarlas correc-tamente. En este trayecto, las comu-nidades primitivas tuvieron que edi-ficar una tradición científica, anotan-do y transmitiendo cuáles eran lasmejores piedras, en dónde se les po-dría encontrar y cómo debían sermanipuladas. Sólo después de haberdominado la técnica de fabricaciónpudo empezar a elaborar, con éxito,herramientas específicas para cadaoperación.13

De los continuos flujos migrato-rios, diversos remanentes pulularonentre las llanuras, mesetas y monta-ñas, adoptándolas como hábitat.Eran grupúsculos que al desvincular-se del contingente de peregrinos con-servaron su organización tribal. Mu-chos parajes del estado de NuevoLeón poseen vestigios que constitu-yen un testimonio de la presencia degrupos humanos y de su paso porestas tierras. Se trata de algunas pin-turas rupestres y petroglifos hastaahora indescifrables, pero que mani-fiestan elementos culturales de lospueblos hoy desaparecidos que ha-bitaron, o al menos transitaron, elterritorio nuevoleonés.14

En Nuevo León habitaron gruposde cazadores-recolectores nómadasportadores de una cultura propia, lallamada Cultura Arcaica del Desier-to, que en el curso de siglos y mile-nios ensayó formas sencillas y exito-sas de supervivencia y adaptación asu entorno natural.

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Esquema del funcionamiento de un fogón.

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En la actualidad, el Instituto Na-cional de Antropología e Historia tie-ne registrados más de 350 sitios ar-queológicos, aunque muchos de és-tos aún no han sido estudiados.15

La zona arqueológica denomina-da Boca de Potrerillos, localizada a14 kilómetros de la cabecera muni-cipal de Mina, N. L., y a 60 kilóme-tros de Monterrey, cubre una exten-sión aproximada de 6 Km2 y ha sidode las áreas investigadas con méto-dos modernos. Aquí se encontraronvestigios arqueológicos como fogonesy fogatas, artefactos de talla y mo-lienda, puntas de proyectil, raspado-res, raederas y restos de cerámica,16

rocas con grabados y lo más intere-sante es que se puede hablar de laexistencia de un sistema de numera-ción que se refiere a secuencias lu-nares, fenómeno natural de ciclo fijo,independientemente del lugar, tiem-po o contexto cultural desde dondese observe, y al establecimiento depatrones de un sistema de numera-ción y los motivos específicos deconteo que permitieron identificarotros grabados del mismo tipo, yasean del tiempo lunar o no.17

Por su parte, el cronista Alonsode León señala que las tribusavecindadas en Nuevo León habla-ban diversos dialectos y construíansus viviendas de carrizo o zacate, for-mando una ranchería. Sus alimen-tos eran los animales y frutos silves-tres, además de alimentos prepara-

dos como el mezcale (corazón de le-chuguilla cocida en barbacoa) y elmezquite, que cuando estaba secolo molían, formando mezquitamal.Eran afectos a los mitotes o fiestas,a los bailes y la música, cuyos ins-trumentos elaboraban ellos mismos.

Sus armas de combate eran elarco y la flecha, cuchillos de piedracon mango de madera; elaborabanlos arcos con raíz de mezquite, tanresistente como flexible; las cuerdascon fibra de lechuguilla y las flechascon carrizo y pedernal en la punta.

No combatían al azar, sino contáctica, ya que al atacar lo hacían conmucha cautela y siempre de nochepara no ser sentidos ni vistos. Teníansus propios curanderos y tambiéncelebraban entierros y casamientosentre ellos. A los muertos los ente-rraban sin ceremonia, y sembrabannopales sobre las sepulturas, a sualrededor.18

Todo ello nos habla del importantedesarrollo alcanzado por los gruposindígenas locales, a los que las cró-nicas y la historiografía se habíanencargado de definir con el términode “bárbaros” o salvajes sin cultura.19

Los fogones encontrados en Bocade Potrerillos son concentraciones opequeños montículos de rocas frag-mentadas con evidencia de exposi-ción al fuego. Hoy sabemos que elcontrol del fuego fue el primer granpaso en la emancipación del hom-bre respecto a la servidumbre a su

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Roca usada como mortero.Fo

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medio ambiente.Al principio el hombre aprovechó

y mantuvo el fuego que ya encontra-ba encendido, producido por el rayoo por otros agentes naturales. Estosupone cierto nivel científico de ob-servación y comparación de experien-cias. También tuvo que aprender cuá-les eran los efectos del fuego, guar-dando y preservando las llamas hizoacopio de conocimientos: calentadopor las ascuas pudo soportar las no-ches frías, le dio luz a las noches y ala exploración de lugares recónditosen las cavernas que le servían deabrigo. Asimismo, por el cocimientose hicieron comestibles sustanciasque no lo eran, en fin, ya no tuvoque limitar sus movimientos a un tiporestringido de clima.20

El dominio del fuego tuvo tantasrepercusiones sobre el desarrollo fí-sico del hombre como sobre el pro-greso de su cultura, pues al mismotiempo que el alimento cocido reem-plaza a un régimen de carne y vege-tales crudos, toda la economía de lamasticación, de la digestión y de lanutrición se transforma.21

“El animal que emplea herramien-tas y utiliza el fuego se encuentraadelantado ya -dice Bernal- en el ca-mino para llegar a la humanidad cien-tífica”. Al igual que la herramienta esla base de la ciencia física y mecáni-ca, el fuego es la base de la cienciaquímica. De este modo, el conoci-miento adquirido sobre las costum-

bres de los animales y ciertas pro-piedades de las plantas constituye labase de las actuales ciencias bioló-gicas.22

Según los vestigios arqueológicosy el testimonio histórico, los indíge-nas de Nuevo León, a la llegada delos españoles, habían alcanzado ysobrepasado el nivel de conocimien-to previamente reseñado.

En otras latitudes, incluso, se haconsiderado que el hombre primitivoera más inteligente, más genial queel de hoy, ya que las adquisicionesesenciales han sido más numerosasy difíciles. El hombre primitivo hadesplegado todos los atributos de lahumanidad en creencias. Ha institui-do la guerra, el intercambio y el jue-go; ha compuesto adornos y obrasde arte; ha creado la familia, la tribuy el poblado. Sus preacciones hanmultiplicado el poder humano.

Por eso se dice que el presentees deudor del más lejano pasado.

Referencias

1. John D. Bernal. La ciencia en lahistoria. Ed. UNAM-Nueva Ima-gen, México, 1979.

2. L. González Quintero. Origen dela domesticación de vegetales enMéxico, en “Historia de México”,Ed. Salvat T. I, México, 1979.

3. Idem.4. Lorena Mirambell. La etapa lítica,

en “Historia de México”, Ed. Foto

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Muela o piedra de molienda. Foto

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Salvat T. I México, 19795. Idem.6. Idem.7. Idem.8. John D. Bernal, Op. cit.9. Idem.10. Cristina Niederberger. Inicios de

la vida aldeana en América me-dia, en “Historia de México” Ed.Salvat, T. I México, 1979.

11. Elaine Morgan. Eva al desnudo.Ed. Pomaire, Barcelona, 1973.

12. Félix Sartiaux. La civilización. Ed.Pleamar, Buenos Aires, 1946.

13. V. Gordon Childe. Orígenes de lacivilización. FCE, México, 1976.

14. J.R. Fortson. Los gobernantes deNuevo León. México, 1990.

15. Moisés Valadez, et al. Boca dePotrerillos. UANL, Monterrey,1998.

16. Idem.17. William Breen Murria. Conteo del

cielo en Boca de Potrerillos: hue-

llas de una antigua tradición, en“Boca de Potrerillos”, op. cit.

18. Santiago Roel. Nuevo León:apuntes históricos. Ed. Castillo,Monterrey, 1997.

19. Moisés Valadez et al. Boca dePotrerillos. Op. cit.

20. V. Gordon Childe. Op. cit.21. K.P. Oakley. La utilización del

fuego por el hombre, en “Los pro-cesos de hominización”. Ed.Grijalbo, México, 1969.

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Boca de Potrerillos.

Petroglifos localizadosen Boca de Potrerillos.