El Otro psi . nº150

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Durante las décadas de los años ‘50 y ‘60, una serie de experimentos au- daces y de gran envergadura llevados a cabo en Stamford por el profesor Alex Bavelas despertaron un notable interés por las consecuencias que de éstos se han podido extraer. “Cuanto más complicado, mejor” [«The more complicated, the better»] 2 , es el nombre de uno de esos estudios, el que precisamente expondremos al comienzo del presente trabajo para introducirnos en la temática del fantasma. Tan sólo agreguemos por ahora, que con el estudio de marras - pu- blicado por Paul Watzlawick en ¿Es real la realidad? 3 , Bavelas ha llegado a demostrar que la desinformación tiene una influencia de gran alcance en el sentido en que se configura la realidad para un ser humano. En un gabinete, dos sujetos, “A” y “B”, son ubicados frente a una pantalla de proyección, separados por una pared de modo que no haya comunicación entre ambos. A continuación se le presentan diapositivas médicas de células sanas y enfermas. El test con- siste en que los participantes deberán aprender a reconocer cuál es cuál por ensayo y error. Para emitir sus respuestas, cada uno de ellos cuenta con dos botones: uno para marcar sano y otro para marcar enfermo, realizando, así, su diagnóstico, al tiempo que en un tablero también situado al frente de los sujetos una luz se enciende con un color seña- lando si su respuesta es correcta y, con otro color, en el caso de que el diagnóstico sea incorrecto. Comienza el experimento. Las diapositivas son proyectadas de a una por vez. Pero hay cierto ardid instrumentado por el diseñador del experimento que los participantes desconocen: a ambos se les presen- tan las mismas diapositivas; pero, en tanto a “A”, quien dirige el ex- perimento le responde correctamente si su conjetura de hecho es correcta o incorrecta -, a “B”, en cambio, lo que se le responde es lo mismo que a “A” independientemente de que su respuesta sea correcta o inco- rrecta. Es decir que “B” recibe una respuesta totalmente “contingente”, en tanto no guarda relación alguna con su propio diagnóstico sino con las conjeturas de “A”. En el curso del experimento, la mayoría de los sujetos que ocupan puesto que todos los resultados son fallados; sin embargo, contingencia mediante, a “B” lo han conducido a creer que existe un orden; en otras palabras, “B” ha buscado un orden donde no hay ninguno, y a partir de allí ha podido construir sus propias conclusiones. Lo asombroso es que “A”, lejos de considerar como innecesariamente complicadas o absurdas las expli- caciones de “B”, no sólo se muestra fascinado por la “brillantez sofis- ticada” de las elaboraciones de su adversario; sino que además tiende a sentirse inferior y vulnerable de- bido a la simplicidad de sus propios argumentos. Antes de pasar a una segunda prueba, se les solicita que conje- turen quién habrá de progresar en esta ronda. Ambos coinciden en que “B” será quien lleve la ventaja, dado que su discurso es comparativamente mucho más profundo y sutil, que las obtusas explicaciones de “A”. El experimento de Bavelas tiene consecuencias de gran amplitud que son analizadas y desarolladas por Watzlawick. En primer lugar, afirma Watzlawick, partimos de un estado de desin- formación, “A” y “B” desconocen la información correspondiente, la tienen que elucubrar. El segundo paso, es que se llega, de algún modo, a una conclusión provi- soria; al ponerlos a discutir entre ellos, LA REALIDAD INVENTADA** el lugar “A” claramente son los que aprenden a distinguir, mediante el método de ensayo y error, las cé- lulas sanas de las células enfermas con un grado justo de corrección (cerca de 80 por ciento de los casos presentados). Como paso siguiente “A” y “B” son invitados a reunirse para discutir so- bre lo que han llegado a considerar las reglas o argumentaciones que los han llevado a distinguir entre células sanas y enfermas. Las explicaciones de “A” son simples y concretas. Los sujetos que han ocupado el lugar “B” en el experimento, en cambio, lejos de sentirse desanimados fren- te un desafío de imposible solución, arman una serie de elucubraciones muy sutiles y complicadas a partir de las cuales explican porqué al- gunos son correctos o incorrectos, después de todo, tuvieron que cons- truir sus hipótesis en base a datos sumamente contradictorios. Por su- “A” y “B” obtienen una información adicional. Ahora bien, esta segunda información, no da lugar a ninguna corrección sino, por el contrario, a una reelaboración y refinamiento de la conclusión primera, que pasa a ser una suposición que no admite refutaciones, es decir es una supo- sición auto-obturadora.’ Watzlawick lo dice en estos términos: “Los seres humanos tendemos a buscar un orden en el curso de los hechos, y una vez que hemos insertado ese orden, la visión de realidad que de aquí se deriva se va autoconfirmando mediante una atención selectiva.” 4 Y, una vez que se ha formado y consolidado una premisa, observa Watzlawick, el resto ‘del crecien- te delirio se produce en forma casi inevitable, a base de conclusiones, Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana. Si por una suerte extraña atravesamos la vida encontrándonos solamente con gente desdichada, no es accidental, no es porque pudiese ser de otro modo. Uno piensa que la gente feliz debe estar en algún lado. Pues bien, si no se quitan eso de la cabeza, es que no han entendido nada del psicoanálisis. Jacques Lacan. 1 “La Música no empieza a embelesar sino en el momento en que oímos resonar en ella la lengua de nuestro propio pasado”. Frederick Nietzsche ¿Cómo pensar el mítico encuentro de lo viviente recién adveni- do a la vida con lalangue? Intersección primordial entre Real y Simbólico, significancia previa al significado introducido por lo Imaginario. Pero entre Real y Simbólico no hay relación: am- bos refieren a distintos infinitos. Aleph 0, cardinal del infinito numerable accesible a los significantes, discontinuo, es de dife- rente potencia que Aleph 1, cardinal de los números reales, del continuo que satisface la estructura del goce: se da entre ellos un salto cualitativo. MÚSICA Y PSICOANÁLISIS sta heteronomía radical de das Ding con el campo simbólico, lo “infinitamente próximo inaccesible” - refiriendo a un límite - y la nostalgia por su pérdida irrevocable, llevan al sujeto hacia la repetición como hecho de estructura. Se repite porque la relación es imposible en- tre Simbólico y Real, entre discontinuo y continuo; el parlêtre no cesa en su búsqueda del objeto perdido. Poniendo el acento en esa nostalgia y en esa búsqueda pensé en la Música como una de las formas privilegiadas para evocarlas, ya que por la continuidad de su movimiento, por su fluir en el tiempo, ella puede rememorar el continuo del goce. El Psicoanálisis se interesa por ese resto de Real no simbolizable. Así la voz, portadora material de los fonemas antes que de las pa- labras, y que promovió en el infans el goce de la pulsión invocante, queda definida en los términos freudianos de la pulsión: fuente, pe- rentoriedad, objeto, fin. Pulsión invocante que es producto del cuerpo, luego evacuado, dis- tinto, separado, que adquiere valor como objeto parcial del deseo del Otro y luego reingresa, oído, definiendo un imaginario interno-externo que, como cinta de Moebius, postula el agujero como primero, ante- rior a la superficie y así da cuenta de cómo es lo Simbólico lo que la hace posible. La voz como sitio intermedio entre órgano y significante, entre cuerpo y lenguaje, tal vez cuente entre lo más arcaico de las expe- riencias del parlêtre, con su carga de goce que no se integra a la cadena significante. Según Roland Barthes:... “la voz se sitúa en la articulación entre el cuerpo y el discurso y en este intervalo entre cuerpo y discurso se ofrece al que escucha lo que el individuo que habla no dice: la trama inconsciente, su cuerpo como espacio de su discurso”. La voz conlleva las dos polaridades: “sentimiento oceánico” en la ver- tiente materna, borramiento de límites interno - externo: el continuo de la pulsión invocante; modo de goce fusional escandido por la ley simbólica paterna, voz de la nominación, discontinua, que introdu- ce al infans en el universo significante y le permite acceder al placer sublimado.

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El Otro psi . nº150 . Agosto 2008

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Page 1: El Otro psi .  nº150

Durante las décadas de los años ‘50 y ‘60, una serie de experimentos au-daces y de gran envergadura llevados a cabo en Stamford por el profesor Alex Bavelas despertaron un notable interés por las consecuencias que de éstos se han podido extraer.

“Cuanto más complicado, mejor” [«The more complicated, the better»]2, es el nombre de uno de esos estudios, el que precisamente expondremos al comienzo del presente trabajo para introducirnos en la temática del fantasma.

Tan sólo agreguemos por ahora, que con el estudio de marras - pu-blicado por Paul Watzlawick en ¿Es real la realidad?3, Bavelas ha llegado a demostrar que la desinformación tiene una influencia de gran alcance en el sentido en que se configura la realidad para un ser humano.

En un gabinete, dos sujetos, “A” y “B”, son ubicados frente a una pantalla de proyección, separados por una pared de modo que no haya comunicación entre ambos. A continuación se le presentan diapositivas médicas de células sanas y enfermas. El test con-siste en que los participantes deberán aprender a reconocer cuál es cuál por ensayo y error. Para emitir sus respuestas, cada uno de ellos cuenta con dos botones: uno para marcar sano y otro para marcar enfermo, realizando, así, su diagnóstico, al tiempo que en un tablero también situado al frente de los sujetos una luz se enciende con un color seña-lando si su respuesta es correcta y, con otro color, en el caso de que el diagnóstico sea incorrecto.

Comienza el experimento. Las diapositivas son proyectadas de a una por vez. Pero hay cierto ardid instrumentado por el diseñador del experimento que los participantes

desconocen: a ambos se les presen-tan las mismas diapositivas; pero, en tanto a “A”, quien dirige el ex-perimento le responde correctamente si su conjetura de hecho es correcta o incorrecta -, a “B”, en cambio, lo que se le responde es lo mismo que a “A” independientemente de que su respuesta sea correcta o inco-rrecta. Es decir que “B” recibe una respuesta totalmente “contingente”, en tanto no guarda relación alguna con su propio diagnóstico sino con las conjeturas de “A”.

En el curso del experimento, la mayoría de los sujetos que ocupan

puesto que todos los resultados son fallados; sin embargo, contingencia mediante, a “B” lo han conducido a creer que existe un orden; en otras palabras, “B” ha buscado un orden donde no hay ninguno, y a partir de allí ha podido construir sus propias conclusiones.

Lo asombroso es que “A”, lejos de considerar como innecesariamente complicadas o absurdas las expli-caciones de “B”, no sólo se muestra fascinado por la “brillantez sofis-ticada” de las elaboraciones de su adversario; sino que además tiende a sentirse inferior y vulnerable de-bido a la simplicidad de sus propios argumentos.

Antes de pasar a una segunda prueba, se les solicita que conje-turen quién habrá de progresar en esta ronda. Ambos coinciden en que “B” será quien lleve la ventaja, dado que su discurso es comparativamente mucho más profundo y sutil, que las obtusas explicaciones de “A”.

El experimento de Bavelas tiene consecuencias de gran amplitud que son analizadas y desarolladas por Watzlawick.

En primer lugar, afirma Watzlawick, partimos de un estado de desin-formación, “A” y “B” desconocen la información correspondiente, la tienen que elucubrar.

El segundo paso, es que se llega, de algún modo, a una conclusión provi-soria; al ponerlos a discutir entre ellos,

LA REALIDAD INVENTADA**

el lugar “A” claramente son los que aprenden a distinguir, mediante el método de ensayo y error, las cé-lulas sanas de las células enfermas con un grado justo de corrección (cerca de 80 por ciento de los casos presentados).

Como paso siguiente “A” y “B” son invitados a reunirse para discutir so-bre lo que han llegado a considerar las reglas o argumentaciones que los han llevado a distinguir entre células sanas y enfermas. Las explicaciones de “A” son simples y concretas. Los sujetos que han ocupado el lugar “B” en el experimento, en cambio, lejos de sentirse desanimados fren-te un desafío de imposible solución, arman una serie de elucubraciones muy sutiles y complicadas a partir de las cuales explican porqué al-gunos son correctos o incorrectos, después de todo, tuvieron que cons-truir sus hipótesis en base a datos sumamente contradictorios. Por su-

“A” y “B” obtienen una información adicional. Ahora bien, esta segunda información, no da lugar a ninguna corrección sino, por el contrario, a una reelaboración y refinamiento de la conclusión primera, que pasa a ser una suposición que no admite refutaciones, es decir es una supo-sición auto-obturadora.’ Watzlawick lo dice en estos términos:

“Los seres humanos tendemos a buscar un orden en el curso de los hechos, y una vez que hemos insertado ese orden, la visión de realidad que de aquí se deriva se va autoconfirmando mediante una atención selectiva.”4

Y, una vez que se ha formado y

consolidado una premisa, observa Watzlawick, el resto ‘del crecien-te delirio se produce en forma casi inevitable, a base de conclusiones,

Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia

de que nada es más disparatado que la realidad humana. Si por una

suerte extraña atravesamos la vida encontrándonos solamente con

gente desdichada, no es accidental, no es porque pudiese ser de otro

modo. Uno piensa que la gente feliz debe estar en algún lado. Pues

bien, si no se quitan eso de la cabeza, es que no han entendido nada

del psicoanálisis.

Jacques Lacan.1

“La Música no empieza a embelesar sino en el momento en que

oímos resonar en ella la lengua de nuestro propio pasado”.

Frederick Nietzsche

¿Cómo pensar el mítico encuentro de lo viviente recién adveni-

do a la vida con lalangue? Intersección primordial entre Real y

Simbólico, significancia previa al significado introducido por lo

Imaginario. Pero entre Real y Simbólico no hay relación: am-

bos refieren a distintos infinitos. Aleph 0, cardinal del infinito

numerable accesible a los significantes, discontinuo, es de dife-

rente potencia que Aleph 1, cardinal de los números reales, del

continuo que satisface la estructura del goce: se da entre ellos

un salto cualitativo.

MÚSICA Y PSICOANÁLISIS

sta heteronomía radical de das Ding con el campo simbólico, lo “infinitamente próximo inaccesible” - refiriendo a un límite - y la

nostalgia por su pérdida irrevocable, llevan al sujeto hacia la repetición como hecho de estructura. Se repite porque la relación es imposible en-tre Simbólico y Real, entre discontinuo y continuo; el parlêtre no cesa en su búsqueda del objeto perdido.

Poniendo el acento en esa nostalgia y en esa búsqueda pensé en la Música como una de las formas privilegiadas para evocarlas, ya que por la continuidad de su movimiento, por su fluir en el tiempo, ella puede rememorar el continuo del goce.

El Psicoanálisis se interesa por ese resto de Real no simbolizable.

Así la voz, portadora material de los fonemas antes que de las pa-labras, y que promovió en el infans el goce de la pulsión invocante, queda definida en los términos freudianos de la pulsión: fuente, pe-rentoriedad, objeto, fin.

Pulsión invocante que es producto del cuerpo, luego evacuado, dis-tinto, separado, que adquiere valor como objeto parcial del deseo del Otro y luego reingresa, oído, definiendo un imaginario interno-externo que, como cinta de Moebius, postula el agujero como primero, ante-rior a la superficie y así da cuenta de cómo es lo Simbólico lo que la hace posible.

La voz como sitio intermedio entre órgano y significante, entre cuerpo y lenguaje, tal vez cuente entre lo más arcaico de las expe-riencias del parlêtre, con su carga de goce que no se integra a la cadena significante.

Según Roland Barthes:... “la voz se sitúa en la articulación entre el cuerpo y el discurso y en este intervalo entre cuerpo y discurso se ofrece al que escucha lo que el individuo que habla no dice: la trama inconsciente, su cuerpo como espacio de su discurso”.

La voz conlleva las dos polaridades: “sentimiento oceánico” en la ver-tiente materna, borramiento de límites interno - externo: el continuo de la pulsión invocante; modo de goce fusional escandido por la ley simbólica paterna, voz de la nominación, discontinua, que introdu-ce al infans en el universo significante y le permite acceder al placer sublimado.

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LOS NUEVOS ATAQUES DEL AMO

Nuevamente, comienza otro intento de destituir la práctica psicoana-

lítica y regularla mediante ideas estatales de cognitivismo crónico. Los

vientos soplan desde Francia, ya aplicada a Inglaterra y, seguramente,

no tardará en soplar en Argentina o en estos lados de América.

ste intento regulatorio no es nuevo, sabemos quienes lo implementan:

los laboratorios internacionales; primera potencia financiera mundial. Desde hace ya bastante tiempo, y a través de distin-tos medios y regularmente, siempre se ocupan del psicoanálisis y el supuesto desprestigio de esta práctica, a favor de la “eficiencia y reducción de tiem-pos para curar”. El Amo (Laboratorios, ciencia, saber, discurso universitario, etc.) está haciendo sonar sus tambores, a través de sus tentáculos no tan co-nocidos y con maniobras impensadas, comienza otra vez el ataque a través de organismos de los distintos Estados con funcionarios políticos sin más vocación de obtener poder y ganancias persona-les en su gran mayoría. En Argentina a hubo intentos, con fines recaudatorios y regulatorios. (Ver nota del….)

A través de distintos colegas psicoa-nalistas de la Escuela de Orientación Lacaniana nos ha llegado este deno-minado ALERTA ROJA desde Francia de puño de Jacques-Alain Miller.

Este es el texto:Jacques-Alain MILLERCOMUNICADO DEL 11 DE JULIO DE

2008. PETICIÓN ALERTA ROJA-------Comunicado del 11 de julio de 2008 Luego de haberme consultado al

respecto, mi amigo Roland Gori tomó la iniciativa de redactar y hacer cir-cular la «Petición Alerta Roja». Es un

llamado general a unirse contra el proyecto de decreto que he criticado en mi tribuna de Le Point la semana pasada. He firmado esta petición, e invito a los adherentes y amigos del Campo freudiano a hacer lo mismo. No es un tiempo para las «pequeñas diferencias», sino para la unidad.

El texto incriminado apunta a someter al movimiento psicoanalí-

tico, creando subrepticiamente una nueva profesión de los así llamados “psicoterapeutas”, con una formación rebajada (y que será también mano de obra barata) sobre bases exclu-sivamente cognitivistas.

Esta política de degradación y des-calificación, que ya entró en vigencia en Gran Bretaña, hace correr riesgos manifiestos al público; ha conducido en ese país a la marginación de los psicoanalistas. La fuga de informa-ción que me permitió conocer este texto, y la alerta dada a los medios, ya permitieron desenmascarar la emboscada premeditada para el mes

de agosto. Se trata ahora de que seamos numerosos.

Preparo la aparición de un nú-mero especial de LNA para este verano. Será inmediatamente di-fundido a los medios y a la clase política, luego al público desde comienzos de septiembre. Antes de otras iniciativas.

Jacques-Alain MILLER

No a los documentos relativos a la formación en psicopatología clínica para el uso del título de psicoterapeuta

A continuación de la publica-ción del proyecto de decreto del documento relativo a la formación que da lugar al título de psico-terapeuta (Cf, le site Sauvons la clinique), la Asamblea general de «Sauvons la clinique » reunida el 5 de julio 2008 votó por unani-midad (300 personas), y llama a votar, la petición siguiente:

- No a un rebajamiento de la formación de los psicoterapeutas que amenaza el interés de los pacientes.

- No a teorías del psiquismo impuestas por el Estado.

- Pedimos que se retire este decreto y la apertura de nuevas negociaciones.

El riesgo de que este decreto sea promulgado en el mes de agosto es grande, por ello los llamamos a firmar esta petición y a hacerla circular rápidamente.

Para firmar la petición < h t t p : / / s a u v o n s - l a - c l i -

n i q u e . o r g / p e t i t i o n 2 / i n d e x .php?petition=3&amp;signe=oui>

Advertidos, tomamos nota, y cada uno de nosotros –los psicoa-nalistas– deberá comenzar a afinar sus percepciones del ambiente psi-coanalítico, el Estado no puede, ni debe regular la subjetividad más íntima de sus ciudadanos.

dían el primer tramo de lo que se llama la Orientación Vocacional. La Orientación Vocacional consis-te - o al menos consistía hace unos años - en otorgarles información de las diversas carreras a las que as-piraban los postulantes. Pero, dado que en gran parte, los sujetos arri-baban ya con la suposición de una ó dos carreras, cuando observaban el material que se les suministraba, lo único que hacían era convalidar que esas efectivamente eran las ca-rreras que deseaban seguir. Es decir que con la información se confir-maban sus premisas, aquellas que Watzlawick expone en términos de ‘creciente delirio’. Tal como los su-jetos “B” sometidos al experimento, y al cual inmediatamente - en tér-minos lacanianos- por una cuestión fantasmática de que a uno siempre le falta algo porque uno está castra-do, “A” acepta que “B” es realmente un ser dotado de sin igual brillantez

LA REALIDAD INVENTADA**

frente a la opacidad intelectual que el propio “A” se adjudica. Realidad, que desde luego, como deja entrever el experimento, “A” también termina plegándose.

¿Qué diferencia puede situarse entre la noción de realidad planteada por

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al parecer totalmente lógicas, ex-traídas de aquella única y absurda premisa.’5

Toda realidad según el constructi-vismo al que Watzlawick adhiere es entonces una construcción de aque-llos que se esfuerzan por descubrirla e investigarla. En “La realidad in-ventada” afirma lo siguiente:

“En un sentido puro y radical el constructivismo es incompatible con el pensamiento tradicional. Por diferentes que sean entre sí las más de las imágenes filosóficas del mundo, científicas, sociales e individuales, todas ellas tienen sin embargo algo en común: el supuesto de que no sólo existe una realidad real sino de que esa realidad se corresponde más claramente con ciertas teorías, ideologías o convicciones perso-nales con otras.”6

Hasta aquí podríamos decir que

constructivismo y psicoanálisis se condicen. Para esclarecer o internar-nos en el tema podemos imaginar un momento mítico, un punto inicial en donde uno supone un Otro, un Otro enigmático, sobre el que uno se po-dría preguntar ¿qué me quiere? en tanto no da muestra y efectivamente no dice qué quiere. Ante este enigma entonces se trata de determinar un orden; en ese orden de realidad uno concluye una primera premisa, y a partir de ella todas las informaciones posteriores van a seguir alimentando y justificando esa primera premisa. De allí que el sujeto desconcertado al comienzo, luego llegue a forjarse una hipótesis -que en lo sucesivo, y aún cuando no sean correctas, le parecen que son cada vez más confiables. Lo que este sujeto [“B”] no sabe - según ya anticipamos- es que entre las respuestas que da y las reacciones del experimentador no existe relación inmediata. El expe-rimentador crea así en el sujeto una concepción de la “realidad” que sirve de base para un cierto orden. Esto es, que ocasionalmente al menos, “B” hasta supone haber descubierto un orden o una regularidad que se le ha escapado al investigador.

Algo similar solía suceder con muchos adolescentes que empren-

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El parlêtre no sólo habla: también canta. Y usando su propio cuerpo como caja de resonancia – resonancia en el vacío del Otro - can-tando re-crea la música.

La Música es metáfora de la voz. El universo sonoro tiene un punto de Real sobre el que se establecen leyes. En el lugar de una abertura de la que nada se sabe la Música es, según François Perrier, “vibración de lo Real”, que permitiría una aprehensión de lo que escapa radicalmente, de lo no representable.

Colocada del lado de la pulsión invocante, sostiene como cualquier otra producción artística, una función reguladora de goce.

Al igual que la voz es flujo, temporalidad, sonido, intuición del con-tinuo por la experiencia del movimiento y del tiempo que pasa. Dice Oscar Aráiz, coreógrafo, refiriéndose a una de sus creaciones: “En “Ada-gietto” he plasmado una búsqueda personal del movimiento continuo, del movimiento ligado, que viaja orgánicamente entre las formas...es como “las bodas del Agua y del Aire””.

abandonado mucho tiempo atrás, y el “más allá” formal que permite en-contrar el placer sublimado: lo continuo y lo discontinuo, que en el material sonoro son indisociables: conjugando ritmo y melodía se entretejen un sis-tema digital de elementos discretos, como el del lenguaje, y otro analógico, de formas continuas, con organización de proceso primario. La conjunción de estas dos polaridades como constitutivas del material sonoro en sí hacen de la música una experiencia única.

Por su originalidad con respecto a la relación cuerpo - lenguaje, la Música ocupa un lugar particular entre las artes. En tanto sublimación de una pul-sión parcial – y esto lo comparte con las otras artes – promueve la creación de a’, a’... que buscan velar el agujero entre Simbólico y Real.

Pero la Música va más allá y se conjuga con el continuo del goce original. Desborda el dominio de la significación, tanto para el compositor como para el auditor, en cuyo espacio se adentra y evoca el continuo de su experiencia original, su primera vivencia del encuentro Real - Simbólico.

Según Alain Didier-Weill, “toda música que nos toca introduce la dimensión de lo ilimitado en el campo del lenguaje,...conjuga un estado de felicidad con un estado de nostalgia”. Esto puede hacer de la Música una experien-cia única, que, de producirse, alcanza potencia de arrobamiento cuando se acerca quizás a las huellas sensoriales que por primera vez, desde lalangue, tocaron al viviente.

Este efecto, contingente, es acontecimiento en el cuerpo: si se da, escapa a la composición musical, supera la intención del compositor, produce arro-bamiento, tanto en el compositor como en el auditor, divide al sujeto.

Marca al auditor como otro Nombre Propio, nombre de goce.

Su efecto es intraducible, devela las huellas del goce de un tiempo anterior al advenimiento del lenguaje, goce imposible de pensar y de decir: aquel que en la Música, irreductible a lo discontinuo de lo Simbólico aunque sir-viéndose de él, se evoca de ese continuo del goce original.

Watzlawick y la concebida por el psi-coanálisis? A simple vista sólo una, y es que el psicoanálisis sostendrá que esa construcción delirante de la realidad implica una recuperación de goce, una ganancia de una satisfacción. Uno de los puntos cruciales aquí es el de la fijación a aquellas premisas aún cuando, inicialmente, sean su-puestas o provisionales: No se trata aquí de un aparato exclusivamente simbólico considerado en términos de desinformación y recuperación de esa información, sino que allí donde hay un vacío, una falta de saber, el sujeto inventa -vía el síntoma o la fantasía- algo que le permite, a su vez, recuperar o ganar placer.

El fantasma tiene una función de consolación, que ya fue observada por Freud, pues introdujo al fantasma en psicoanálisis como una producción imaginaria que el sujeto tiene a su disposición para ciertas ocasiones más o menos frecuentes. Freud la llamó “ensueño diurno”, y bajo esa forma irrumpió el fantasma en el discurso analítico. Es en ‘El creador literario y el fantaseo’7, donde Freud observa que cuando el niño deja de jugar comienzan sus actividades de fantaseo. Y agrega que en el adulto, el fantaseo viene al lugar del juego, permitiéndole ante la realidad dura e insatisfactoria de la vida, asunto no fácil de soportar, recuperar una parte de la satisfacción perdida.8

En el Seminario 10, Lacan intro-duce insistentemente la noción de la realidad como marco fantasmático. Es decir, algo así como que a los seres humanos se nos presenta la realidad siempre enmarcada en un cierto contexto, que no es otro que el de nuestro fantasma; de allí que determinadas situaciones que hacen vacilar al fantasma llevan al sujeto a abruptas salidas fuera de dicho sostén como es el caso del pasaje al acto, pasaje a través de la ven-tana, del escenario que lo sostiene en el mundo.

Agreguemos que el fantasma en la neurosis explica qué me quiere el Otro en términos que incluyen la significación fálica traspolada al registro oral, anal, escópico, etc. Ante el ¿Qué me quiere?, es decir el “¿Che vuoi?”9 acuñado por Lacan, las respuestas pueden ser de las más variadas: me quiere una asquerosa rata hinchada, que es el equivalente del falo – la respuesta fantasmática que da el Hombre de las Ratas10 – Es curioso aquí - apuntaría Freud - cómo desde la dimensión fantasmática, el asco, lo repulsivo, o lo espantoso puedan equivaler a lo maravilloso, al falo requerido por el Otro. En el

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La Música es una experiencia efímera, que no podemos retener. Sólo puede repetirse y como ocurre con el significante, nunca la repetición será la misma, ni para el ejecutante ni para el auditor: la experiencia anterior modificó la presente y ésta la anterior, por après-coup.

El sonido musical conlleva su propia desaparición al entretejerse con el silencio, y como tal, es discontinuo; también lo es por ser la Música un poderoso sistema simbólico, aunque fuera de toda significación. “Su originalidad absoluta es ser intraducible” (Levy-Strauss). La escritura musical prescinde del sentido pero también, como el lenguaje, “se funda sobre la repetición: todo canto puede retomarse, toda musicalidad defi-nida sobre el continuo sonoro puede repetirse”. (Henri Lefebvre)

Están pues para el parlêtre, indisolublemente unidas en la Música, el “más acá” primitivo que favorece el reencuentro con un goce fusional

MÚSICA Y PSICOANÁLISIS

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Page 5: El Otro psi .  nº150

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caso Dora11, por ejemplo, el falo entra en relación con lo oral: la lengua, la boca. Dora entendía todo lo con-cerniente a lo más significativo de su vida, a su deseo, a su goce, en esos términos, tal como lo testimo-nia el historial.

¿Qué sucede en el neurótico cuando algo no entra cómodamente dentro de su matriz fantasmática? Desde su neurosis, suele descartarlo por ‘extraño’ o ‘anormal’. Es por esta razón que para constituir su clínica, el psicoanálisis introduce la necesi-dad ética de que todo psicoanalista se abstenga de considerar que lo que a él se le impone como ‘la’ realidad necesariamente deba ser la realidad del otro. El analista, en la medida que para acceder a su posición, ha debido en su propio análisis atrave-sar su fantasma, sabe que el sentido común no conduce a lo real, por el contrario, quien se ata él permane-ce en la realidad de “los fantasmas compartidos, los más comunes, ba-nales y estériles; como así tampoco se horroriza ante el infierno de la realidad cotidiana de la que los otros hacen su confort, “confort culpable, y siempre un poco deteriorado por el malestar de la civilización.”12

El experimento de Bavelas resulta interesante para pensar cómo se construyen ciertos sistemas ideoló-gicos, políticos, o ciertas creencias económicas, en función de premisas a las que luego toda información adicional habrá de ir insuflándolas en una creciente y exasperada ente-lequia. Tal es así que si observamos la historia del mundo, encontramos que las conjeturas ‘irrefutables’ han sido responsables de las peores atro-cidades. La inquisición, ideas de la superioridad racial, la demanda de ideologías totalitarias en su preten-sión de haber encontrado la última respuesta, o el de ciertas políticas, que como tales, bien sabemos con-sisten en negociar al por mayor, por paquetes, a los mismos sujetos, llamados ciudadanos, por cientos de miles.

Para abordar esta problemática recurriremos a alguno de los ejem-plos que ofrece Zizek al referirse al fantasma como soporte de la realidad llevada al plano de ciertas cons-trucciones ideológicas. La base de la argumentación zizekiana, es que es que la construcción ideológica siempre encuentra sus límites en el terreno de la experiencia diaria, ex-periencia que a su vez es incapaz de sacudir, reducir o aniquilar el nivel post-ideológico. En vías de eluci-dar esta cuestión, el autor propone imaginar a un individuo típico de la Alemania de fines de la década del treinta. Este sujeto - bombardeado por la propaganda antisemita que siempre ha descripto al judío como

uenas tardes. Agradezco a la EFA la invitación que me hiciera llegar

para participar de esta Jornada.Una pregunta abierta por J. Lacan es

la que convoca: la de plantear la cuestión de la autorización del analista, en rup-tura con los desarrollos establecidos por la institución internacional que fundara Freud, de las regulaciones ordinarias de la vida de grupo según el eje de las leyes de la competencia, sobre lo que hay sobra-da literatura y experiencia. No es que la cuestión de la formación de los analistas y su habilitación profesional fuera ajena a las preocupaciones de la IPA; hay un gran número de congresos, coloquios y publicaciones que trataron del análisis didáctico, del egreso de los candidatos de los institutos, de los problemas del reconocimiento de los analistas. Pero no en el sentido de la autorización, que es un asunto nuevo. Proponerlo revela un estado de cosas e instituye uno nuevo en el que la cuestión del analista queda sin sus soportes previamente admitidos. Ese gesto abre el camino a un trabajo por realizar, trabajo del que esta misma Jornada, es un testimonio, todo lo frag-mentario que se quiera, que resulta de plantear las dificultades de una prácti-ca en cuanto al estatuto del practicante mismo. El eje, el foco, no está puesto en una pretendida ortodoxia del encuadre, ni en las consecuencias y los efectos de un análisis, ni en las formulaciones de la doctrina, ni en los reparos institucio-nales que pretenden asegurar el lugar del analista.

Partiré de proponer que la autoriza-ción forma parte del concepto de acto analítico, concepto que precisa lo que es

la reencarnación del Mal el gran in-trigador político y demás-, regresa a su casa y encuentra al Sr. X, su vecino judío, un buen hombre con quien suele platicar a diario, cuyos hijos juegan con los suyos.

Sin embargo, esta experiencia co-tidiana de ningún modo ofrece una irreductible resistencia a la construc-ción ideológica. Pues si la ofreciera, la ideología antisemita todavía no se hubiera apoderado de nosotros. Una ideología se “apodera de nosotros” sólo cuando no sentimos ninguna oposi-ción entre ella y a realidad. ¿Cómo reaccionaría el individuo alemán, si fuera un buen antisemita, ante esta brecha entre la figura ideológica del judío (maquinador, intrigador, ex-plotador, etcétera) y la experiencia común de todos los días de su buen vecino, el Sr. X? Su respuesta sería la de convertir esta brecha – esta dis-crepancia – en una argumentación a favor del antisemistismo: “¿Ves cuán peligrosos son en realidad? Es difícil reconocer su verdadera naturaleza. Ellos la esconden tras la máscara de la apariencia cotidiana – y es exactamente este ocultamiento de la propia naturaleza, esta duplicidad, lo que constituye un rasgo básico de la naturaleza judía.”

“Una ideología -concluye Zizek- en realidad triunfa cuando incluso los hechos que a primera vista la contradicen comienzan a fun-cionar como argumentación en su favor.” 13

Los analistas tenemos la oportuni-dad de escuchar frases que denotan el goce de un castigo proferido a un lugar tercero y ejecutado por alguien que no está en principio referido al otro paterno. La dimensión gozosa en tanto goce del castigo, de la paliza, la deduce Freud de la construcción de la frase intermedia, inconsciente: “yo soy pegado por mi/el padre”. La frase del fantasma manifiesto es “pegan a un niño” o “un niño es siendo pegado” para expresarla con el movimiento y la actualidad con que se presenta. La asociación conduce sin grandes tropiezos a la rivalidad edípica: “el padre pega a un niño odiado por mi”. Y la frase inconsciente, que se deduce por construcción en análisis: “soy pegado por mi padre”. Mostraría por un lado como esa fraseología se deduce del tránsito por el Edipo y Castración y como es consecuencia de las operaciones que allí se dan. Mostrarían un punto de sometimiento al castigo paterno y también ciertas vías de solución.

La experiencia analítica nos enseña además que el paciente, a propósito de su síntoma, habla mucho. Es la razón por la que se analiza. En re-

LA REALIDAD INVENTADA**AUTORIZACIÓN DEL ANALISTA (O EL ANALISTA COMO TRAFICANTE)

“Creo que cada cual está dominado por preferencias hondamente

arraigadas en su Interioridad que, sin que se lo advierta, son las que

influyen cuando se especula. Habiendo razones tan buenas para la

desconfianza, no se puede adoptar sino una fría benevolencia hacia

los resultados del propio esfuerzo conceptual.”

S. Freud, “Más allá del principio del placer”

propio de la operación que hace eficaz un psicoanálisis. Para sostener esa operación J. Lacan propuso una función: deseo del analista. Es un programa que anuncia explícitamente en “La dirección de la cura…”: “Está por formularse una ética que integre las conquistas freudianas so-bre el deseo: para poner en su cúspide la cuestión del deseo del analista.” Propuesta que, además de tomar el sentido de un programa de desarrollo, o evolución, y revolución teóricos, indica que el deseo del analista se hará principio y soporte del descubrimiento freudiano, a la vez que fundamento de su práctica.

Al analista se le reserva un saber-hacer-con: con la castración, con la falta de objeto, con un goce imposible, con un saber en fracaso, con un real que re-sulta desprenderse de la experiencia del saber. Versiones que corresponden con referencias (saber referencial) a distintos desarrollos de la teoría, pero que man-tienen un eje: saber-hacer que difiera de aquél que resulte en nuevas formaciones sintomáticas como retornos de lo repri-mido. Hay no saber del acto del analista, acto que lo destituye de la suposición en que se hallaba propiciando el hacer analizante. Esto implica una afirmación de ex-sistencia sobre la falta, el aguje-ro, el vacío, que sostiene la ocurrencia contingente de la acción analítica. Un hacer que no se sostiene de, ni sostiene un saber, sino que se funda en un “pen-sar en”. En el Sem. XIII, “El objeto del psicoanálisis”, J. Lacan propone que la formación del psicoanalista trata no sólo de que haya sujetos que saben de su división, esto es de su condición de-seante, sino de que sean sujetos para los

que esa división sea algo “en lo que piensan”, que no puedan desconocer que cuando saben como psicoanalistas están en una posición dividida. Una distinción entre saber y pensar, en la que el saber está pronto a obturar un pensar que es causar la interven-ción significante. Es un sentido de la reflexión freudiana puesta como epígrafe, la que da ocasión para un tiempo de volver a fundar.

Que analista corresponda estricta-mente al nombre de la falta, conlleva que de él no haya representación, excepto que sea sintomática. Tro-pezamos con lo que no sería de la apariencia, lo que nos deja el recurso, o a la escritura formalizada (Discurso Analítico, Nudo Borromeo) o al rodeo poético (y sus particulares efectos de escritura).

Es por eso que analista se constituye como un lugar de máxima dificultad, en tanto que se intente hablar de él. Es lo que han tratado de resolver las sociedades analíticas, desconociendo el problema. Arista del asunto reto-mada por Lacan (cf. Sem. XXIII). “Es el psicoanalista, no el psicoanálisis, el que es un sinthoma”, en tanto que responde, que se hace responsable por lo real del inconciente.

Voy a volver sobre este aforismo, ya trabajado hoy en otras presentaciones. Que “el analista no se autoriza más que de sí/él mismo” no quiere decir auto-autorizarse. Si de esto se tratara vendría mejor un “por”, marcando una suerte de reflexividad. “De” es objeti-vo, indica procedencia, desde dónde, o quién, o qué. “Mismo” (él/sí) refiere al ser (esencia, identidad, quididad), que tratándose de analista no puede entenderse sino como falta-en-ser. En-tonces, parafraseando y con prisa, “el analista no se autoriza más que desde su falta”. La del analista no podría ser una autorización como otras, esas para las que se extiende un certificado de habilitación que posibilita el ejercicio de cualquier actividad, la que sería enseñable, con lo que podrían tomar pruebas del saber adquirido.

“Cuál seria el fin de una opera-ción que seguramente tiene que ver, al menos al principio, con la verdad, si la palabra “ser” no fuera evocable en su horizonte. ¿Lo es para el ana-lista? A saber aquel que es supuesto, recordémoslo, haber atravesado ese recorrido sobre los principios que su-pone y que son aportados por el acto del psicoanalista… ” … lo que hace el

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la histérica y el obsesivo, ella más o menos demandante y él respondiendo a las demandas de ella. ¿Por qué ésta es la pareja ‘habitual’? No alcanza con responder que estadísticamente las mujeres suelen quedar del lado histé-rico y los hombres del lado obsesivo, porque, aunque sea cierto en general, de hecho no siempre lo es; como así tampoco cualquier histérica forma dupla con cualquier obsesivo.

estatuto del analista es en efecto una vida que merece ser llamada vida privada, es decir el estatuto que se da es propiamen-te en el que mantendrá (está construido para eso) la autorización, la investidura del analista, su jerarquía, el ascenso de su gradus, de forma tal que al nivel en que, para él eso puede tener consecuencias, esta función la suya, la más escabrosa de todas que es la de ocupar el lugar de ese objeto (a), le permite conservar sin embargo estables y permanentes todas las ficciones más incompatibles con lo que resulta de su experiencia y del discurso fundamental que lo instituye como hacer.” (Sem. “El acto analítico”, 27-III)

Y sobre el “algunos otros”, desde el trabajo de Clelia de esta mañana, lo que escuché que se podía desprender de él, me permitió volver a pensar algo que tengo escrito sólo como indicación para abrir alguna discusión: esos “otros” bien podrían ser “algunos” analizantes que ha-gan soporte al punto de la autorización. Creo entender, a partir de lo que se dijo en otra mesa, que el que haya analizante es condición necesaria, no suficiente, para que ocurra esa autorización.

En su “Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI” (es de los tiempos del Sem. XXIII) Lacan insiste en preguntarse por la razón específica que sostendría “el estatuto de una profesión recién llegada a la hystoria”. Viene haciendo mención a la historia, a la fundación del psicoa-nálisis por un “solitario”, y que hoy “se practica de a dos”. El juego de sustitucio-nes que hace entre hystoria , hysteria y autorización , permite leer que hay que diferenciar entre el analista-profesional, el que “se instala para recibir unos ·pe-sos· y responder a las necesidades de quienes están a su cargo”, el analis-ta confirmado por una jerarquía, y el analista-sinthoma, el que trafica con la función llamada inconciente para quien “el espejismo de la verdad, del cual sólo puede esperarse la mentira (lo que cor-tésmente se denomina la resistencia) no tiene otro término que la satisfacción que marca el final del análisis.” Quie-ro destacar esta referencia a la histeria, no a la psiquiátrica, sino a la inventada por el psicoanálisis, al discurso histérico, cuando expresa que “el analista sólo se hystoriza de sí mismo”.

Bueno, voy a interrumpir aquí, es el tiempo. Dejo para después dos referencias que son historia e hystorización .

En una carta fechada en Viena Freud le escribe a W. Fliess. “Por lo demás, la vida en Bellevue es muy agradable para todos...Crees que en esta casa podrá algún día leerse una placa de mármol que diga

así?: Aquí, el 24 de julio de 1895, se le reveló al Dr. Sigmund Freud el enigma de los sueños. Por el momento parecen escasas las perspectivas de que ello ocurra.”

Freud se encuentra solo, aunque cuente con otros con los que estar y a los que escribir. Solo con su causa, la que se ha revelado con el análisis de los sueños. No hay, aunque fuera su anhelo y lo espere, el reconocimiento de algún Otro que lo invista. Por el contrario, le llega la condena silenciosa o la apreciación ofensiva (carta 138) como respuesta a la publicación del libro de los sueños. Pero ya ha decidido, con el “sueño de la inyección de Irma”, marcar lo que allí mismo produce, la puesta en forma del enigma de la sexualidad. Se sostiene en lo que ha causado su obra, y no de lo que resulta del ponerla en circulación, de su paso problemático la cultura.

Lacan en 1964, el 21 de junio. “Fun-do –tan solo como siempre lo estuve en relación con la causa psicoanalítica– la Escuela Francesa de Psicoanálisis…” También solo, y es bien claro que no se refiere a pocos o muchos otros, amigos o adversarios, que los habrá tenido.

Especifica claramente: en relación con la causa psicoanalítica. En el campo que Freud abrió se trata de restaurar “el filo cortante de la verdad”; “el filo cortante”, su modo de nombrar ahí la causa.

Para acentuar el paralelismo, dos mo-mentos privilegiados de fundación, en los que el sujeto se habrá encontrado dividido entre una verdad que lo ha alcanzado y un saber a construir, en la brecha en la que confronta con S de A-barrado, en la que no hay A que responda con su reconocimiento, y de donde “habré de advenir Yo” (si el Ich es entendido como la combinatoria significante). Es un lu-gar temporal marcado por el “casi” en la frase que profiere Lacan en el Sem. XI: “el arte de escuchar equivale casi al de bien decir”.

De ese instante puntual de división a franquear es de donde se autoriza el analista. Esto no es plantear un ideal de “espléndido aislamiento”. Pero de vez en cuando nos ocurre encontrarnos con la sorpresa del descubrimiento, y en ese punto nos encontramos solos.

Enseguida buscamos compañía; que-remos saber, escribimos, lo contamos a alguien. Por el hecho de poner en pala-bras se puede imaginar que se está en vías de colmar, o de suturar esa apertura, en lo que se desconoce que sólo se vuelve a recortarla en otra versión.

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lación al fantasma, en cambio, la situación es completamente dife-rente.- normalmente el paciente no se lamenta. Muy por el contrario, podemos decir que a través de él obtiene cierto placer. Se trata aquí de dos vertientes diferentes.

Podríamos decir entonces, que el fantasma repite en operacio-nes la metáfora paterna. Estas secuencias del fantasma tienen su inflexión en relación a un pun-to de imposibilidad que solemos nombrar como vacilaciones del fantasma, colapsos del fantasma, de ‘encuentros con lo real’. Para recapitular sobre este encuentro con lo real,y la función defensiva

del fantasma, cito unas frases de Eduardo Said: “El fantasma, por más de que sea sufrido, o de fla-gelación, suele resolver la angustia que produciría la radicalidad de un vacío absoluto, un efecto de derelicción, de desubjetivación.Las vacilaciones del fantasma en análisis son las que permiten un movimiento hacia su travesía, su construcción, su decantación y al aligeramiento de las formas de goce sintomáticas que a él se anudan.”

Si el encuentro con el enigma del deseo del Otro, es el punto de surgimiento de la angustia, tal como lo caracteriza Lacan. ¿Cuá-les son las estrategias defensivas para no caer en un estado perma-nente de angustia? Precisamente ese bagaje de frases construidas, listas, pret-a-porter, que en tanto forman parte de nuestro guión existencial detonan automática-mente ante el enigma de ¿Qué me quiere el Otro?. La señal más sutil será así interpretada a partir del axioma inicial que se confirma-rá una y otra vez mientras son sistemáticamente desoídas las

pruebas que lo contradicen. A partir de allí todas las elucubraciones serán tendenciosas y de este modo cada quien inventa su respuesta y arma una estrategia defensiva. De allí que el investigador “B” en el experimento de Bavelas lejos de caer en un estado de desasosiego y angustia, alcanza a armar sus propias elucubraciones. El fantasma limita, de algún modo, u otorga un marco de referencias, sig-nificaciones e interpretaciones a la enormidad de las respuestas posibles como significado del Otro. El Otro, en tanto Otro deseante, Otro barrado, caracterizado así por Lacan, que es precisamente el que le respondía a nuestro ‘mártir B’.

Uno de los destinos de mayor im-plicancia de los fantasmas es operar como condición de la vida amorosa. Que no es posible amar sin guión, lo sabemos; y enamorarse consiste en estar sujeto a un libreto escrito mucho antes de que tuviéramos la pretensión de una originalidad ab-soluta. Al guión de la existencia los griegos lo llamaron destino y no lo consideraron como una mera acotación escénica sobre la que podían intentar múltiples improvisaciones, sino como un libreto inapelable. Según ellos, nadie puede escapar de las garras de la fatalidad, aún cuando intente huir de lo que está escrito.

Que el fantasma sostiene el deseo es también otra de las proposiciones simples y de aceptación generalizada. A su vez, el deseo es búsqueda de goce, de ser, de plenitud. Así como el deseo es falta en ser, el goce - aún a riesgo de simplificar y esquematizar demasiado estas cuestiones - podría-mos considerarlo como el ser.

Desde la clínica psicoanalítica, es además muy conocida la pareja entre