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El paso de Las Termópilas 2.500 años (y algunas ficciones) después * EdUArdO SánCHEz-MOrEnO Universidad Autónoma de Madrid Junto al monte Parnaso o al Olimpo, si en la Hélade hay un accidente físico notorio en fama éste es el estrecho de las Termópilas. Y ello por varias razones. no sólo por su eco en la historiografía dado el determinante papel desempe- ñado en el enfrentamiento greco-persa del 480 a.C., sino también por haberse proyectado en la literatura de ficción, el discurso patriótico, la pintura o el cine como escenario épico 1 . Sin detenernos ahora en ello, bastará un ejemplo sobre los virajes en la percepción del episodio según tiempos y modas (con buenas dosis de anacronismo se quiere entender ahora como preámbulo del choque Oriente-Occidente): la representación pictórica. Así, lejos queda el he- roico neoclasicismo del “Léonidas aux Thermopyles” de J.-L. david (1814) (fig. 1), del expresionismo de la Guerra Fría reflejado en el crudo “die Ther- mopylen” de O. Kokoscha (1954) (fig. 2) (Weidinger, 1998). Por supuesto, el cine y la novela histórica son responsables de la popularización de la batalla de las Termópilas en nuestros días. La exitosa película 300 de z. Snyder (2007), adaptación del cómic homónimo de F. Miller (1998) (fig. 3), con no pocas concesiones efectistas y un discurso neoimperialista cuajado de prejui- cios antipersas (Alvar, 2007; Fandiño, 2008), ha extendido la fama de los gue- rreros de Esparta entre los más jóvenes. Algo ensayado décadas antes por la * El presente trabajo se integra en el Proyecto de Investigación HUM2005-06323 financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia. La realización del mismo se ha visto favorecida por una Ayuda del Programa José Castillejo-2007 del Ministerio de Educación y Ciencia, que me permitió trabajar en la Universidad de Oxford (Febrero-Junio 2008) adscrito al Institute of Ar- chaeology y al Wolfson College. Mi agradecimiento a ambas instituciones por su acogida y las facilidades prestadas. 1 Sobre la fama de las Termópilas y su reelaboración moderna vide las sugestivas panorámicas de Macgregor Morris, 2000; Cartledge, 2006: 153-213; y Bridges et alii, 2007.

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El paso de Las Termópilas 2.500 años

(y algunas ficciones) después*

EdUArdO SánCHEz-MOrEnO

Universidad Autónoma de Madrid

Junto al monte Parnaso o al Olimpo, si en la Hélade hay un accidente físiconotorio en fama éste es el estrecho de las Termópilas. Y ello por varias razones.no sólo por su eco en la historiografía dado el determinante papel desempe-ñado en el enfrentamiento greco-persa del 480 a.C., sino también por haberseproyectado en la literatura de ficción, el discurso patriótico, la pintura o elcine como escenario épico1. Sin detenernos ahora en ello, bastará un ejemplosobre los virajes en la percepción del episodio según tiempos y modas (conbuenas dosis de anacronismo se quiere entender ahora como preámbulo delchoque Oriente-Occidente): la representación pictórica. Así, lejos queda el he-roico neoclasicismo del “Léonidas aux Thermopyles” de J.-L. david (1814)(fig. 1), del expresionismo de la Guerra Fría reflejado en el crudo “die Ther-mopylen” de O. Kokoscha (1954) (fig. 2) (Weidinger, 1998). Por supuesto, elcine y la novela histórica son responsables de la popularización de la batallade las Termópilas en nuestros días. La exitosa película 300 de z. Snyder(2007), adaptación del cómic homónimo de F. Miller (1998) (fig. 3), con nopocas concesiones efectistas y un discurso neoimperialista cuajado de prejui-cios antipersas (Alvar, 2007; Fandiño, 2008), ha extendido la fama de los gue-rreros de Esparta entre los más jóvenes. Algo ensayado décadas antes por la

* El presente trabajo se integra en el Proyecto de Investigación HUM2005-06323 financiadopor el Ministerio de Educación y Ciencia. La realización del mismo se ha visto favorecida poruna Ayuda del Programa José Castillejo-2007 del Ministerio de Educación y Ciencia, que mepermitió trabajar en la Universidad de Oxford (Febrero-Junio 2008) adscrito al Institute of Ar-chaeology y al Wolfson College. Mi agradecimiento a ambas instituciones por su acogida y lasfacilidades prestadas.

1 Sobre la fama de las Termópilas y su reelaboración moderna vide las sugestivas panorámicasde Macgregor Morris, 2000; Cartledge, 2006: 153-213; y Bridges et alii, 2007.

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más modesta producción The 300 Spartans, dirigida por r. Muté (1962) y di-fundida en español como El león de Esparta, con richard Egan en el papel delrey Leónidas (Levene, 2007). En el terreno editorial, Gates of fire: an epic novelof the battle of Thermopylae de S. Pressfield (1998; traducida un año después anuestra lengua) ha sido un éxito de ventas al que también han sonreído críticosliterarios e historiadores (Bridges, 2007).

Teatro de todas estas recreaciones pasadas y presentes subyace un dramáticodesfiladero modelador de una gesta heroica, la del sacrificio de Leónidas y sustrescientos frenando el avance de fuerzas invasoras. Lectura alternativa de unapágina militar escrita al dictado de la geografía: un pasadizo entre el mar y lasmontañas que ha de franquearse y protegerse a un tiempo. Según se prefiera.

El objetivo de esta contribución no es la batalla del 480 a.C. en las Termó-pilas2 sino el emplazamiento que la determina. La importancia geoestratégicadel lugar y los cambios operados sobre el paisaje, su mitificación como campo

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Fig. 1. “Léonidas aux Thermopyles” de J.-L. david (1814), en el Museo del Louvre.

2 de la prolija bibliografía sobre la batalla de las Termópilas en el contexto de las campañasde Jerjes contra Grecia conviene retener: Grundy, 1901: 257-317; 1925; Munro, 1902; 1926: 291-

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301; Stählin, 1934; Bequignon, 1937: 43-49, 235-243; Burn, 1951; 1977: 98-103; 1984; Pritchett,1958: 211-213; 1982b: 176-201; 1985: 190-216; 1991: 190-205; 2002: 113-120; Hignett, 1963:105-148, 371-378; Green, 1984: 406-422; Kraft et alii, 1987; Hammond, 1988; 1996; Lazenby,1993: 117-159; Szemler et alii, 1996; Brian, 1996: 545-566; Cherf, 2001; de Souza, 2003: 40-74; Cawkwell, 2005: 274-276; Holland, 2005: 260-306; Cartledge, 2006; Matthews, 2006; Fields,2007. Adviértase la profusión de títulos en los últimos años coincidente con el protagonismo dela batalla en el cine, el cómic, la novela histórica y el documental televisivo (vide supra).

3 HELADE: sociedades, territorios y estructuras políticas en la Grecia antigua, del que for-man parte A.J. domínguez, J. Pascual, G. Mora, E. Sánchez-Moreno, S. Milán y M. Arjona. Los

Fig. 2. “die Thermopylen, II: der Kampf” de O. Kokoscha (1954), en la Universidadde Hamburgo.

de batalla, así como recientes revisiones que cuestionan la existencia de un paso,justifican esta aproximación a las Termópilas 2.500 años (y algunas ficciones)después del enfrentamiento entre Jerjes y Leónidas. nos conformaremos, pues,con restituir la topografía antigua del desfiladero y subrayar su significaciónviaria en la articulación territorial de la Grecia central; esto último al hilo de lostrabajos que viene desarrollando un equipo de investigación de la UniversidadAutónoma de Madrid3.

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Como bien explici-tan nuestras fuentes, ellugar debe su nombre alos manantiales de aguacaliente que brotabanjunto a las pylai o puer-tas4. Pero ¿qué hace delpaso de las Termópilas,por igual, una meta deexpediciones bélicas yuna posición de de-fensa? Sin duda su geo-estrategia. Situado su

punto central unos 4 km al este de la antigua desembocadura del río Esper-queo, constituía un alargado e irregular pasillo dispuesto entre el golfo Malíacoy el monte Calídromo, entre el mar y la montaña, en la costa norte del abruptoistmo que dibuja la Grecia central. Aun así un pasillo vital, pues permitía lacomunicación entre el norte y sur de la Hélade, sucesivamente, a través de lasregiones de Tesalia, Mélide y Lócride oriental. Las Termópilas representaronuna de las pocas opciones para, sorteando su compleja orografía, avanzar pe-rimetralmente por el istmo, de ahí la calificación herodotea de puerta de accesoa la Hélade (Hdt. 7.201). Su trascendencia fue la de constituir un eslabón me-dular en la ruta a larga distancia establecida territorial y marítimamente entreTracia, el ática y el Peloponeso (Hdt. 7.175; Strab. 9.4.15).

Sin embargo el paisaje actual dista mucho de parecerse al antiguo. Lo ad-vierte cualquier persona que se desplace a las Termópilas (en el distrito dePhthiotis, a caballo entre las antiguas regiones de Mélide y Lócride) (fig.4):el paraje, muy transformado, es el resultado de la progresión aluvial del delta

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trabajos de campo se inician en 2004 y han contado con la colaboración de la 14ª Eforía del Ser-vicio de Arqueología del Ministerio de Cultura Griego. Entre otros proyectos sobre territorialidady etnicidad en la Grecia central, se ha acometido el estudio de la Lócride oriental, la región a laque abren paso las Termópilas por su puerta oriental (AAVV, e.p.).

4 “En el paso propiamente dicho hay unas fuentes de aguas termales, que los lugareños de-nominan Quitros [los recipientes], y, en sus inmediaciones, hay erigido un altar consagrado aHeracles” (Hdt. 7.176). “Y por cierto que ese paraje es conocido por la mayor parte de los griegoscon el nombre de Termópilas [las Puertas (de las aguas) calientes], si bien entre los lugareños ylas gentes de los alrededores se lo denomina Pilas [las Puertas]” (Hdt. 7.201; la misma idea enStrab. 9.4.13). Traducción de C. Schrader (1985: 239-240 y 266).

Fig. 3. Portada del cómic 300 de F. Miller (1998).

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del Esperqueo, un fenómeno de sedimentación paulatina repetido en otras des-embocaduras sobre el golfo Malíaco (González et alii, e.p.). de esta manerase ha ido formando una superficie aluvial de hasta 12 km de extensión, condepósitos detríticos de varias decenas de metros en algunos puntos. dicho deotra forma, la línea de costa llegaba en la Antigüedad bastante más adentro ya una cota considerablemente superior de lo que lo hace la actual, y lo quehoy ocupan llanuras aluviales y marismas no era antaño sino mar (fig. 5). Elloha transformado poderosamente la fisonomía del entorno, y lo que es más cer-tero para el análisis histórico, la percepción del paisaje antiguo. El emplaza-miento más afectado por estos cambios son las Termópilas. Hoy constituyenuna dilatada planicie con cerca de 5 km ganados al mar, sobreelevada en sutramo central en unos 20 m. con relación a la cota de suelo del 480 a.C. (Kraft

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Fig. 4. Paraje actual de las Termópilas entre el monte Calídromo (izquierda) y la auto-vía Atenas-Lamía (derecha) que viene a coincidir con la antigua línea de costa. En pri-mer término cabría imaginar la puerta central y el muro focidio, mientras que lasconstrucciones del fondo corresponden a los baños termales de Loutra en torno a loscuales se hallaba el santuario anfictiónico de Antela y la puerta occidental de las Ter-mópilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).

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et alii, 1987; Kase et alii, 1991: 6-8, figs.1-9, 1-13, 8-2; Szemler et alii, 1996:14-19). En poco recuerda, por tanto, el dramático desfiladero que en sus ex-tremos apenas si superaba la anchura de un carro como nos hace saber Heró-doto (7.176). A diferencia de otros tiempos, tal configuración hace inviableen nuestros días cualquier atisbo de defensa por heroica que ésta sea.

debemos acudir a los historiadores antiguos para hacernos una idea de larealidad del desfiladero en tiempos de las Guerras Médicas. Heródoto, que vi-sita el lugar e incorpora numerosos datos locales, ofrece la descripción máscompleta de la topografía de las Termópilas (Hdt. 7.175-176). Y en particularde los hitos que albergaban sus tres puertas o estrechamientos (Hdt. 7.198-201): fuentes termales, confluencias de arroyos y grutas, altares consagradosa Heracles, el santuario de deméter junto a la aldea de Antela, complejos de-fensivos, túmulos y pilares conmemorando a los guerreros caídos… Sin dudaun paisaje complejo, articulado y sacralizado, muy lejos de la generalizadaidea de las Termópilas como mero desfiladero. La narración de Heródoto sirvede base a la descripción de autores posteriores como Estrabón (9.4.13-16),Pausanias (1.4.1-3, 10.20.6-21.40) o Tito Livio (36.15.6-12). En los relatosde los dos últimos5, las Termópilas habían dejado de ser un angosto desfiladerodado el progresivo ensanchamiento de la costa por efecto de la colmataciónaluvial. desde el siglo III a.C. el lugar fue, cada vez más, un entorno portuariosalpicado de arenas, marismas y barrizales (Paus. 1.4.3, 10.21.4; Liv. 36.18.4).En cualquier caso, como apunta Estrabón (9.4.14), estos parajes seguíansiendo de difícil acceso a causa de la aspereza del terreno y la abundancia decorrientes de agua que abrían barrancos en busca de una salida. desde antiguose fueron formando los característicos depósitos travertínicos, aún visibles envarios puntos, por ejemplo junto al monumento de Leónidas, resultado de lacarbonatización de aguas termales subterráneas originadas en el monte Calí-dromo.

Conviene insistir en una idea. Las Termópilas no eran una simple y únicaembocadura. Por el contrario, se trataba de un corredor (diodos) que superabalos 6 km de extensión (35 estadios) y que contaba con tres estrangulamientos(pylai) ciertamente estrechos si hemos de creer a Heródoto6. Su realidad era

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5 Particularmente en el del Patavino (Liv. 36.15.1-25.12), que historia el enfrentamiento en191 a.C. entre el cónsul T.Q. Flaminino y el rey seléucida Antíoco III, secundado por etolios ymacedonios; la lucha tuvo lugar en las Pylai y en la vecina ciudadela de Traquis, donde se habíanguarecido los etolios (Pritchett, 1965: 71-82).

6 “Por su parte, la vía de acceso a Grecia por el territorio de Traquis posee, en su punto másangosto, medio pletro de anchura [algo menos de 15 m]. Sin embargo, no es precisamente en ese

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la de un desfiladero mayor cobijando una sucesión de pasos7. Todo él consti-tuía un sector viario —tan vital como complejo— integrado en un sistema decomunicación más amplio: el dispuesto entre el valle del Esperqueo, los mon-tes Eta y Calídromo y el río Cefiso al sur. Específicamente, las Termópilasvertebraban por el litoral de la Mélide la conexión entre el norte y sur de laHélade, como ya dijimos. Y lo hacían dando acceso a los caminos interioresde la Lócride, que a su vez complementaban la red viaria del Istmo central,en particular el corredor dóride-Fócide y la vía que seguía el valle del Cefisohasta Beocia (Kase et alii, 1991; McInerney, 1999: 47-57; Typaldou-Fakiris,2004: 308-316) (fig. 6). En diversos puntos de sus recorridos ambos ejes —elcorredor dóride-Fócide y el Cefiso— conectaban con los ramales que, deriva-dos en última instancia de las Termópilas, surcaban longitudinalmente la Ló-cride oriental y atravesaban los pasos de montaña del Calídromo, en especiallos de Fontana y Vassiliká, los más destacados en el tráfico regional (Pritchett,1982a; Sánchez-Moreno, e.p.).

Llegado es el momento de revisitar las tres pylai. Comenzando por eloeste, la primera de las puertas se emplazaba en el entonces accidentado bordecostero de Mélide. Exactamente en la confluencia del arroyuelo Fénix con elAsopo, en las inmediaciones del santuario anfictiónico de Antela, que se en-contraba dentro del desfiladero (Hdt. 7.176, 200; Strab. 9.4.17). Aproxima-damente 10 estadios (menos de 2 km) separaban por la costa la pyla occidentalde la boca del Esperqueo (Strab. 9.5.13).

El santuario de deméter que existía en este lugar era la sede de la célebreAnfictionía de las Pylai (Hdt. 7. 200; Strab. 9.3.7 y 9.4.17). Estaba integradapor distintos ethne de la Grecia central —hasta doce8— con el objeto de esta-

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lugar donde se encuentra el paraje más angosto de toda la región, sino delante [corresponde enrealidad al oeste] y detrás [al este] de las Termópilas; a la altura de Alpeno, detrás [al este] de lasTermópilas, el camino sólo permite el paso de un carro, y delante, a la altura del río Fénix –cercade la ciudad de Antela-, el camino vuelve a permitir únicamente el paso de un carro. Al oeste [enrealidad al sur] de las Termópilas se alza una cadena montañosa inaccesible, escarpada y alta,que se extiende hasta el Eta; mientras que al este [al norte], el mar y unas marismas flanquean elcamino” (Hdt. 7.176). Traducción de C. Schrader (1985: 238-239).

7 Los autores antiguos se refieren a estos corredores naturales con distintos términos; los másempleados son stenopos o stena, entendido como paso de montaña más o menos sinuoso; pyla,como “puerta” o estrangulamiento en un desfiladero; y diodos, que alude a un cañón o travesíasobre una posición no necesariamente elevada. A los que habría que sumar exodos con la acepciónde salida o cierre de un paso. desfiladeros y pasos de montaña son elementos estructurales en elpaisaje de Grecia central, particularmente en la Lócride oriental, donde ejercen de vectores decomunicación en tanto puertas de entrada y salida hacia otros territorios (Sánchez-Moreno, e.p.).

8 Tesalios, beocios, dorios, jonios, perrhaebios, magnetes, dolopios, locrios, eteos, phtiótidas,melios y focidios, contando cada uno de estos ethne con dos representantes en el consejo de los

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blecer una estrategia común en asuntos religiosos, políticos y jurídicos; si biensus cometidos iniciales se limitaban a la protección del santuario y organiza-ción de sus actividades. Se trata de una de las confederaciones más antiguassi, tal como piensa J. McInerney (1999: 163-165), estaba ya en funcionamientoen el siglo VIII a.C. Posteriormente, ampliadas sus competencias e integrantes,la Anfictionía trasladó su sede a delfos en un momento no determinado avan-zado el siglo VI a.C. (Lefèvre, 1998; Sánchez, 2001; Giovannini, 2007: 369-373). Localizada por Y. Bequignon (1937: 181-187) al oeste de las fuentestermales de Loutra, en la margen derecha del Asopo, Antela9 —el occidentede las Termópilas en definitiva— era un punto neurálgico en la estructura te-rritorial de Grecia central; geoestratégicamente cabe tenerla por la más ope-rativa de las tres puertas. Además de representar la entrada a las “Puertascalientes” para aquellos que las atravesaran desde Poniente (y su cierre paralos que lo hicieran desde Levante), el lugar daba arranque a los caminos guia-dos por los arroyos Asopo y Melas al sur del Esperqueo. Estos caminos, endirección suroeste y oeste respectivamente, llevaban por tierras de melios,enianes y eteos hasta la dóride, donde finalmente convergían con las dos gran-des arterias de comunicación de la Grecia central ya señaladas, el corredordóride-Fócide y el valle del Cefiso (fig. 6).

Especialmente interesante es la conexión entre Antela y Traquis, la ciudadmás importante de la Mélide (Hansen/nielsen, 2004: 710-713). Las separabauna distancia de aproximadamente 7 kms (40 estadios: Tuc. 3.92.6; Strab.9.4.17) que coincidía con el camino y garganta del Asopo10. Con base en estaligazón espacial cabe entender que Traquis, con prominente ciudadela en unparedón sobre el Asopo11, controlara el sector occidental de las Termópilas(Tuc. 3.92.4-6); de igual forma que Alpono y el Paliokastro Anavra guardaban

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hieromnemones (Esq., Legat., 2.116; Paus., 10.8.2). Sobre la composición original de la anfictio-nía y su evolución posterior, vide Lefèvre, 1998: 21-123 y Sánchez, 2001: 37-51.

9 Aunque en algún momento es calificada como polis (Hdt. 7.176; también como kome: Hdt.7.200), no está claro que se tratara de una ciudad-estado (Hansen/nielsen, 2004: 709).

10 En la Antigüedad el Asopo desembocaba directamente en el golfo Malíaco (Hdt. 7.200;Strab. 9.4.14). Hoy sin embargo, debido a la progradación aluvial del litoral, lo hace en el Esper-queo a la altura del puente Alamana, unos 5 km. al interior, donde también confluye el arroyoXerias (antiguo Melas).

11 En 426 a.C. los lacedemonios (re)fundan Heraclea Traquinia junto a Traquis (Tuc. 3.92.1-6; Strab. 9.4.13; diod. 12.59.3-5; Paus. 10.22.1). Sobre la identificación del lugar, con cierta con-troversia historiográfica, vide Bequignon, 1937: 243-260; Hignett, 1963: 356-360; Kase et alii,1991: 8-9, 26-27, 48, 78-81; Szemler et alii, 1996: 33-40, 101-104; Pritchett, 2002: 113-120;Buckler, 2003: 20-21; decourt et alii, 2004: 710-713. Sobre el destacado papel de Heraclea Tra-quinia en la primera fase de la Guerra del Peloponeso y luego en el conflicto romano-macedonio:Pritchett, 1965: 71-82; Kase et alii, 1991: 118-119, 128-130.

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el paso oriental (vide infra). Por lo mismo se hace lógico pensar en cierta he-gemonía de Traquis-Heraclea sobre el complejo de Antela, al menos desdeuna consideración territorial12. Por si ello no bastara, Antela disponía ademásde su propio puerto (Strab. 9.4.17); aunque modesto y con un tráfico supedi-tado a los cambios de corriente del golfo Malíaco, constantes en el delta delEsperqueo (Hdt. 7.198), este fondeadero ofrecía una ventajosa conexión ma-rítima al poniente de las “Puertas calientes”.

En suma, Antela era un santuario suprarregional emplazado en un verda-dero cruce de caminos. Entre el corredor de las Termópilas, el Asopo y elMelas, controlando el arranque de varias rutas terrestres y disponiendo de supropio puerto, la estratégica posición de Antela enfatiza su dimensión comer-cial. La circulación de peregrinos y mercaderes13 en los festivales anfictiónicosdel santuario de deméter fue especialmente notable en época arcaica (Sán-chez, 2001: 50-57). Pero la impronta caminera del lugar se mantiene hastaépoca romana, a pesar de que para entonces hacía varios siglos que la Anfic-tionía se había trasladado a delfos. Así, las Termópilas se señalan como man-sio de la vía Larisa-Elatea-Atenas representada en la Tabula Peutingeriana(Miller, 1964: 576-577; Bosio, 1983: seg.VI-VII); a buen juicio de W.K. Prit-chett (1980: 221-222) parece lógico asumir que, con vistas al cálculo de millasentre estaciones, el punto de las Termópilas lo marcaría precisamente el san-tuario de deméter en Antela.

Una densa espesura de maquis al recodo de la colina Paliokastro-Litharitsa,último repliegue noroccidental del Calídromo, es el paisaje que brinda hoy alviajero la pyla occidental (fig. 4). Cuesta creer que esta irregular planicie,coincidente por el sur con el km 201 de la autovía Atenas-Lamía y distante 7km de la actual línea de costa, fuera antaño la angosta entrada a las Termópilas(Hdt. 7.216). Por lo demás, poco se conoce de su antigua configuración. Entre1933 y 1934 Y. Bequignon explora la zona e identifica una serie de estructurasque asocia con Antela, en concreto cimientos que cree pertenecientes a unastoa y al estadio del santuario anfictiónico (Bequignon, 1937: 181-192; cfr.

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12 Las fuentes nada dicen de la (eventual) ascendencia de los melios/traquinios, ni de ningúnotro ethnos componente, sobre la Anfictionía en tiempos de su sede en Antela. En opinión de P.Sánchez (2001: 54), “l’Amphictionie avait autorité non seulement sur le sanctuaire d’Anthéla,mais également sur tout le secteur des Thermopyles, y compris les défilés et le détroit maritime:ce territoire pourrait avoir constitué, au même titre que delphes et sa terre sacrée, une sorte de‘no man’s land’, dont le Conseil assuirait la gestion et la protection”. Vide complementariamenteMcInerney, 1999: 162-165.

13 Curiosamente, la afluencia de feriantes en las Pylai explicaría la popularización del término“pylaista” con la connotación de charlatán o mentiroso (Sánchez, 2001: 53).

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Thalmann, 1980). Qué duda cabe que Antela es una de las asignaturas pen-dientes en la arqueología de las Termópilas. Y si de un plan de estudios se tra-tara, una asignatura nuclear.

En nuestro particular deambular llegamos a la pyla central. Separada de lapuerta occidental por algo menos de 3 km, constituye el eje vertebrador deldesfiladero. Por ello suele referirse propiamente como el paso de las Termópi-las. de las tres bocas era la de mayor holgura, estando dotada de diversas co-linas y recodos (Hdt. 7.223, 225). En cualquier caso su fama deviene de habersido la posición final de los griegos en la batalla de 480 a.C., el celebre kolonos(Hdt. 7.223-225) (Cartledge, 2006: 139-151; Matthews, 2006: 189-199; Fields,2007: 80-89) (fig. 7). Y asimismo el lugar donde, conmemorando a los caídos,se erige el célebre túmulo funerario14 (Hdt. 7.225, 228) (fig. 8).

Esta parte central estaba salpicada de fuentes y corrientes de agua calienteque daban nombre a las “Puertas”. Su carácter curativo (se trata de aguas ricasen calcio, hierro y bicarbonato) convierten el lugar en un espacio termal visi-tado por peregrinos y enfermos desde la Antigüedad. Y también un ámbitosacro como pone de manifiesto la dedicación de altares a Heracles (Hdt. 7.176;Strab. 9.4.13). Aún en nuestros días Termópilas es un conocido balneario na-tural, y en particular los baños de Loutra atraen a no pocos visitantes en verano.Esta estación reumatológica se sitúa 1 km al suroeste del monumento de Leó-nidas, que se alza en el km 199 de la autovía Atenas-Lamía15. El monumentoes hoy un hito en el circuito turístico de las Termópilas16 (figs. 9-10), desde el

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14 Años después, coincidiendo con el traslado de los restos de Leónidas a Esparta, se levantaen el lugar una columna con los nombres y filiación de los 300 espartiatas que hallaron la muertejunto a su rey (Paus. 3.14.1). Existían otras inscripciones (Hdt. 7.228), y un león de piedra querememoraba a Leónidas (Hdt. 7.225). En concreto, “quienes honraron a los caídos con epitafiosy estelas —salvedad hecha del epitafio en honor del adivino [el acarnanio Megistias, que predijola negra suerte de los griegos en Termópilas]— fueron, concretamente, los Anfictiones, mientrasque el del adivino Megistias fue Simónides, hijo de Leóprepes, quien mandó grabarlo, por losvínculos de hospitalidad que con él le unían” (Hdt. 7.228; traducción de C. Schrader, 1985: 295-296). no hay dudas, se trataba de un paisaje heroico.

15 El monumento, financiado por empresarios grecoamericanos, fue inaugurado en 1955 porel rey Pablo I de Grecia. La colosal estatua de bronce toma como modelo el torso de mármol apa-recido en la acrópolis de Esparta (identificado erróneamente con Leónidas); el escudo, con la ima-gen de la Gorgona, se inspira en representaciones de escudos clásicos de Esparta y Olimpia(Cartledge, 2006: fig. 6) (fig. 10). En 1997 se erige a su lado el mucho más discreto monumentodedicado a los tespios.

16 En el momento de escribir estas líneas se construye en el lugar, muy cerca del kolonos, uncentro de interpretación sobre la batalla de las Termópilas. El tirón popular de la hazaña de Leó-nidas, el turismo arqueohistórico y su cómodo emplazamiento en la autovía, sostienen la puestaen valor del paraje de las Pylai (Antón, 2007) (fig. 9).

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cual se accede al kolonos, al muro focidio y a los baños de Loutra. Téngase encuenta que este punto —y en parte de su trayecto la autovía— venían a coin-cidir en la Antigüedad con el litoral marítimo, hoy distante 6 km del monu-mento de Leónidas. Volviendo a la componente termal, los de Loutra no sonlos únicos manantiales en la zona de las Termópilas. Existen otros en planosde falla próximos a la costa, como Psoroneria, en la entrada de la puerta occi-dental, o varios kilómetros al este en la moderna población de Kamena Vourla,el antiguo puerto de Tronio, hoy balneario turístico.

regresemos al kolonos, la colina donde, reagrupados, luchan los últimosgriegos en el acto final de 480 a.C. (figs. 7-8). Y luego el heroon que acoge sutumba. Éste y otros puntos de los alrededores han sido objeto de contadas in-tervenciones arqueológicas17 (Leekley/Efstratiou, 1980: 127; Thalmann, 1980).

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Fig. 7. Cresta del monte Calídromo vista desde la colina del kolonos (posición final delos griegos) en la puerta central de las Termópilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).

17 Junto a los sondeos realizados por Y. Bequignon en Antela (cfr. Thalmann, 1980), se tratade las únicas actuaciones acometidas en el área de las Termópilas, al menos publicadas. Otra cosason los mucho más recurrentes trabajos de prospección que arrancan con las exploraciones topo-gráficas de W.M. Leake y W. Gell a principios del siglo XIX (Macgregor Morris, 2007: 249-253).

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Fig. 8. reconstrucción del túmulo funerario de los 300 en el kolonos (Foto: EduardoSánchez-Moreno).

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Fig. 9. Monumento a Leónidas en las Termópilas, km 199 de la autovía Atenas-Lamía.Todo el terreno aluvial que se extiende detrás era mar en la Antigüedad (Foto: EduardoSánchez-Moreno).

Aunque con datos de relieve, los resultados de estas excavaciones son insufi-cientes para obtener una idea global de la caracterización histórica del lugar.no hay que olvidar que esta zona presenta un profundo nivel de sedimentosque la elevan cerca de 20 m con relación al suelo del siglo del V a.C. (Kraftet alii, 1987), lo que hace muy difícil la consecución de una estratigrafía ar-queológica. La primera intervención la lleva a cabo Y. Bequignon en 1934.Al oeste de los baños de Loutra el arqueólogo francés pone al descubierto res-tos de una estructura defensiva de incierta datación, que erróneamente iden-tifica con el túmulo de los espartiatas (Bequignon, 1937: 46, 181-183,235-238). Pocos años después, en 1938, S. Marinatos reanuda los trabajos eneste sector central con resultados más concluyentes. no sólo identifica —a loque parece convincentemente— y excava el kolonos, sino también el murofocidio (Marinatos, 1940; 1951: 61-69) (fig. 11). Se trata de la célebre barreradefensiva que los focidios habían construido para protegerse de sus enemigostesalios, y que años después reocupa Leónidas como posición frente a los per-sas (Hdt. 176, 215). Volviendo a los sondeos de S. Marinatos, los hallazgos

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Fig. 10. detalle de la escultura de bronce de Leónidas en el monumento de las Termó-pilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).

más interesantes son un conjunto de puntas de flecha y lanza en bronce y hie-rro que el arqueólogo griego relaciona con los hechos de 480 a.C., y restos defortificaciones. El hecho de que éstos correspondan a diversos períodos, desdeel Arcaísmo hasta el dominio otomano, recalca la importancia estratégica yviaria del lugar. no en vano las fuentes clásicas, y luego escritores bizantinoscomo Procopio (De bellis, 2.4.10; De Aed., 4.2.7-8), se refieren a sucesivasconstrucciones, reutilizaciones o ampliaciones de defensas (fortines, muros,torres, puertas) en diversos puntos de las Termópilas. no sólo dentro del des-filadero, también en los pasos adyacentes del Calídromo, pudiéndose relacio-nar alguno de ellos con la célebre ruta Anopea, a través de la cual los persasenvolvieron a Leónidas (Pritchett, 1958: 210-211; MacKay, 1963). En lo querespecta al muro focidio, la intervención de S. Marinatos —no siempre bieninterpretado por la moderna historiografía— pone al descubierto un lienzo deaproximadamente 200 m de extensión, dispuesto de E a W —por tanto, para-lelo al paso— y encarado al mediodía (fig. 11); respecto a la cronología y aun

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sin poder asegurarse, el tipo de aparejo empleado señalaría una fecha anterioral siglo V a.C. (Marinatos, 1951: 59; Pritchett, 1958: 212).

Independientemente de cuándo y contra quién fuera utilizado el llamadomuro focidio18, lo que parece claro y ahora nos interesa es que en época arcaicalas Termópilas eran un punto de control y defensa. Ello adquiere sentido en-

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18 En opinión de A.J. domínguez (e.p.) el muro focidio no protegía de un ataque provenientedel norte cuanto del sur, como advierte su disposición. Y en lugar de ser un arma (focidia) contralos tesalios, sería más bien lo contrario: un freno que tesalios -¿y locrios?- pondrían a las incur-siones de sus enemigos focidios. El caldo de cultivo no es otro que la rivalidad de tesalios y fo-cidios ejemplificada en la Primera Guerra Sagrada (595-585 a.C.) (McInerney, 1999:165-172);pugna que acabaría provocando la entrada en juego, en uno u otro bando, de las poblaciones ve-cinas al valle del Esperqueo y a los pasos sobre los montes Calídromo, Eta y Parnaso. A nuestromodo de ver la definitiva determinación del muro focidio depende de dos premisas: 1) saber si laestructura excavada por S. Marinatos se corresponde o no con el muro del que habla Heródoto,y 2) concretar su morfología: ¿es una barrera independiente o un elemento integrado en un sistemadefensivo mayor? (fig. 11).

Fig. 11. Muro focidio excavado por S. Marinatos, junto al kolonos, en la puerta centralde las Termópilas (Foto: Eduardo Sánchez-Moreno).

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tendiéndolas como un paso —qué duda cabe— vadeable; presupuesto que sinembargo algunas voces niegan.

En este sentido discrepamos de la opinión de E.W. Kase y W.J. Cherf segúnla cual las Termópilas, en concreto su sector oriental, estaría cerrado al tráficomilitar antes del siglo V a.C. (Szemler et alii, 1996: 9-19; Cherf, 2001: 358;avanzado en Kraft et alii, 1987). Esta tesis (fundamentada en cuatro sondeosgeológicos que indicarían que las aguas cubrían el paso más allá de la puertacentral) choca con no pocas evidencias que sugieren, claman, lo contrario. In-dependientemente de las reservas sobre los puntos sondeados, si no existieraun paso, ¿cómo se entiende la construcción del muro focidio y su reutilizaciónposterior por Leónidas? ¿Y la función de Alpono en el umbral oriental de lasPylai (vide infra) como base de los griegos en 480 a.C.? ¿Y tiempo antes lascorrerías de tesalios contra focidios a través de la Lócride? ¿Y el tráfico deAntela como santuario suprarregional en época arcaica?... Todo ello careceríade sentido en el supuesto de que las Termópilas fueran un paso condenado.Como cáusticamente sentencia J.F. Lazenby (1998: 522) referiéndose al de-safío de E.W. Kase y W.J. Cherf: “It will take far better arguments than theseto convince me that Leonidas died fighting in a pass that did not exist”. Subes-timando el valor estratégico de las Termópilas, en contrapartida estos autoressobredimensionan el paso de Vardates-dhema (emplazado unos kilómetros aloeste, entre el monte Eta y el Calídromo), hasta el punto de situar en él el “ver-dadero” muro focidio (Kase et alii, 1991: 107-108; Szemler et alii, 1996: 53).Tal propuesta ha recibido un rechazo mayoritario. A las tempranas apelaciones“in defense of the Thermopylai” de K.W. Pritchett (1985: 190-216; 1989: 118-122; 1991: 191-205; 2002: 81-87, 103, 112) se suman las observaciones igual-mente críticas de J.F. Lazenby (1993: 134 n.20, 151 n.1; 1998), J. Marcotte(1996), J. McInerney (1999: 333-339), J. Buckler (2003: 453-454) y G.L.Cawkwell (2005: 274-275). nos parece en efecto que existen puntos débilesy desequilibrios en la tesis de E.W. Kase y W.J. Szemler. El uso complemen-tario del paso de Vardates-dhema y del corredor dóride-Fócide (cuyo sectorseptentrional conforma con el Esperqueo y las “Puertas calientes” una estruc-tura de comunicación; así lo subrayan Kase et alii, 1991: 63) no anulan, menosaún excluyen, la operatividad de las Termópilas y otros pasos a través de laLócride utilizados también por los persas (vide infra). respecto a la transita-bilidad de las Pylai, su legado en la historiografía antigua como escenario demúltiples batallas y posición de paso y defensa habla por sí solo (Grundy,1901: 262-264; Stählin, 1934; Pritchett, 1965: 71-82; 1985: 191-193; 1991:191-192, n.3).

Finalmente llegamos a la pyla oriental. Se hallaba aproximadamente 2 kmsal este del kolonos. Un punto que hoy identificamos varios metros al sur del

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km 197 de la autovía Atenas-Lamía. Se distinguen aquí restos de una fortifi-cación al parecer helenística, y en concreto un lienzo murario que asciendevarios centenares de metros por los repliegues de la colina zastanos (Grundy,1901: 291; Hignett, 1963: 131). El lugar era ciertamente angosto, con una an-chura poco mayor a la de un carro como algo exageradamente comenta He-ródoto (7.216). Esta topografía lo convierte en excelente posición defensiva,lo que entre otros supo ver Antíoco III en 191 a.C. cuando se acantona aquífrente al cónsul T.Q. Flaminino (Liv.36.18.3) (Pritchett, 1965: 71-82). Aunqueentonces la puerta oriental aún reunía buenas condiciones logísticas, la pro-gradación del golfo iba convirtiendo el resto de las Termópilas en una honda-nada.

A menos de un kilómetro de la pyla oriental se alcanzaba Alpono, la pri-mera de las ciudades locrias por Poniente (Hdt. 7.216) (nielsen, 2004: 667).Su localización en la loma de Psylopyrgos (km 196,5 de la autovía) no ofrecedudas. Este hábitat fue utilizado por los aliados griegos como arsenal y hos-pital de campaña en 480 a.C. (Hdt. 7.176, 7.229), por lo que forzosamente lasTermópilas eran entonces un paso franqueable (contra Kraft et alii, 1987;Szemler et alii, 1996: 9-19). dado que Alpono pertenecía a la Lócride oriental,parece factible que la frontera entre locrios y melios se situara en las pylai ex-teriores, entendiendo que la oriental daba inicio a la Lócride y la occidental ala Mélide. Por su parte el diodos o desfiladero propiamente dicho, y medular-mente su paso central, cabría entenderlos como un espacio neutral, liminal,sin adscripción territorial o jurídica a una polis o ethnos concretos19. En teo-ría… La praxis histórica demuestra en cambio que fue un hito tan disputadocomo consensuado por locales y foráneos según circunstancias y tiempos. Encualquier caso es evidente que el control del sector oriental de las Termópilascorrespondía a los locrios.

Junto al inmediato Alpono, el segundo bastión en el sostenimiento del pasoen su boca oriental era el estratégico enclave del Paliokastro de Anavra. desdesu privilegiada atalaya en la ladera occidental de Anavra (675 m), este enclave,que cuenta con las defensas más espectaculares de toda la Lócride (Pritchett,1982a: 165-166; 1992: 149-150; 2002: 95, n.15; AAVV, e.p.), controlaba vi-

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19 Se ha pensado sin embargo que perteneciera a la Lócride, y que la puerta central se integraraen la chora de Alpono (Pritchett, 2002: 96-98; cfr. Hignett, 1963: 132). no habría que descartarel dominio del paso por la Anfictionía, al menos desde un plano ritual o ideológico (Sánchez,2001: 52-55). recuérdese que son los Anfictiones quienes erigen inscripciones y pilares a los hé-roes en el kolonos (Hdt. 7.228), y probablemente quienes se encargan del mantenimiento de lasfuentes sacras y otros monumentos de las Pylai.

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sualmente el desfiladero, de cuya entrada oriental le separaban 3,5 kms. Sinembargo su función centinela no se limitaba a las Termópilas; en realidad elPaliokastro guardaba hacia el este la conexión de la costa con los caminos quesubían a la polis establecida en la moderna Mendenitsa, dominando in extensotodo el valle del Ladzorema, otra de las vías para acceder desde el interior allitoral. Igualmente, ahora sobre su vertiente occidental, el Paliokastro de Anavraera un punto conectado con la regulación y vigilancia de los itinerarios que porel Calídromo llegaban a las Pylai. de ellos, la Anopea, la senda utilizada porlos persas para bloquear a Leónidas en el centro de las Termópilas, ha cose-chado la mayor fama (Hdt. 7.216-218) (Sánchez-Moreno, 2009) (fig. 12).

Geomorfológicamente el desfiladero de las Termópilas concluía en Alpono.Sin embargo, desde el punto de vista viario, el vector costero que ahí se abríarumbo a las ciudades locrias de nicea, Escarfea y Tronio no era otra cosa quela prolongación de las Pylai. Así pues, tras el paso, el “corredor de las Termó-pilas” en oportuno enunciado de J. Buckler, quien valora su importancia estra-tégica en los conflictos político-militares del siglo IV a.C. (Buckler, 1989:92-93; 2003: 425, 453). Este eje litoral conectaba transversalmente con lasrutas que al este de las Termópilas, en la Lócride oriental, bajaban por los pie-demontes del Calídromo al abrigo de sucesivos valles: el Ladzorema, el Pota-mia, el Afamio y el Boagrio (Sánchez-Moreno, e.p.). de esta forma cabeconsiderar las “Puertas calientes” como el ángulo de proyección de una red decaminos que atravesando la Lócride llegaban hasta Fócide, Beocia y el ática.

Como a Heródoto, permítasenos un excurso final en este punto a propósitode la marcha de Jerjes en 480 a.C. Consideramos probable que, superado elfreno de las Termópilas (fig. 12), parte del ejército persa atravesara la Lócridey alcanzara la Fócide por los pasos del Calídromo20. Una marcha complemen-taria a la de otras unidades del ejército que avanzarían por caminos alternativoscomo los de los arroyos Melas y Asopo (Hdt. 8.31-32; cfr. Hdt. 8.34-35), reu-nificándose las diversas columnas después en el valle del Cefiso21. Pocos au-

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20 El desplazamiento persa por el interior de la Lócride —remontando probablemente el ríoBoagrio hasta Aniftsa y Vassiliká— es más factible que el de una imaginada ruta costera hastaOpunte, en realidad inexistente en la Antigüedad (Sánchez-Moreno, e.p.).

21 no fue infrecuente el desdoblamiento de las fuerzas persas en su avance terrestre por Grecia(Hignett, 1963: 111, 134, 196; Lazenby, 1993: 151). Así lo hacen, por ejemplo, después de arrasarFócide, cuando el grueso del ejército —con Jerjes a la cabeza—se dirige al ática por Beocia,mientras otra parte pone rumbo a delfos (Hdt. 8.34-35). Véanse las opiniones recogidas enKase/Szemler, 1982: 359, n.18.

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Fig.

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tores han contemplado la posibilidad del paso de los persas por la Lócride(Pritchett, 1982c: 211-215; 1985: 209, n.29; Green, 1996: 155); lo más explí-cito ha sido negarla, defendiendo una marcha unitaria de los persas por el in-terior de dóride (Kase/Szemler, 1982). Sin embargo, carece de sentido elretroceso en bloque de los persas desde la puerta central de las Termópilas,retornando en dirección oeste (hacia la dóride) como si de un boomerang setratara; precisamente cuando, vencido Leónidas, a los persas se les abrían porfin las “puertas” y con ellas, rumbo este, el corredor costero hasta la ciudadde Tronio. Adicionalmente, el paso terrestre por la Lócride oriental ofreceríaa Jerjes tres ventajas: 1) el avance en paralelo con la flota estacionada en Ar-temisio, al menos su control visual hasta cruzar el Calídromo; 2) neutralizarlos pasos de Fontana y Vassiliká sobre el Calídromo22 —como las Pylai, clavesen la articulación viaria de Grecia central— cayendo desde ellos sobre las ciu-dades focidias del valle del Cefiso; y 3) asegurar el suministro y apoyo de loslocrios, de aquellos que aún no hubieran hecho defección de la causa griega23.Las fuentes nada señalan —sólo el arrasamiento que los persas hacen de laFócide procedentes de dóride y la región de Traquis (Hdt. 8.31-32)—, por loque nuestra hipótesis habrá de calibrarse en un futuro24.

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22 Por estos corredores de montaña habrían huido los desertores griegos cuando Leónidas seve envuelto por los Inmortales (Hdt. 7.219 y 222), y en ellos se refugiaban grupos hostiles a lospersas.

23 Como la de sus vecinos dorios y melios, la actitud de los locrios en el conflicto greco-persa parece oscilar entre un vacilante apoyo a la causa griega y un rápido medismo fracasada ladefensa de las Termópilas. Su implicación sería más, da la impresión, implícita (sobre la coyunturade habitar las inmediaciones del famoso desfiladero) que explícita. Vide las referencias a los ti-tubeantes comportamientos de los aliados griegos contenidas con cierta opacidad en Hdt. 7.132,203, 207, 219-222; diod. 11.3.2, 11.4.6-7; Paus. 10.20.1-2.

24 Sobre la marcha de los persas tras Termópilas véanse, además, Grundy, 1901: 345-346;Munro, 1902: 319; 1926: 301; Hignett, 1963: 195-197; Green, 1984: 423-425; Lazenby, 1993:151; Szemler et alii, 1996: 79-99; y Cherf, 2001: 360.

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