El pequeño héroe de Harlem

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EL PEQUEÑO HÉROE DE HAARLEM. -¡Hola! Me llamo Antoine y, como vosotros ya sabéis, nací en un país que está muy lejos de aquí que se llama Holanda. En mi país pasa una cosa que no sucede en ningún otro y es que la tierra está más abajo del mar. Si, si, los holandeses tenemos un país muy pequeño y por eso nos hemos tenido que inventar la manera de construir una especie de murallas, unas paredes muy altas y gruesas por todas partes donde las oleadas podían cubrir la tierra; y estas murallas paran el mar y así tenemos el país algo más grande porque hemos tomado tierra al mar. Estas grandes murallas se denominan diques y son tan anchos como una carretera. Ya podéis comprender que estas paredes tienen que ser muy fuertes porque ellas dependen los sembrados, las masías y las vidas de los habitantes de Holanda.

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EL PEQUEÑO HÉROE DE HAARLEM.

-¡Hola! Me llamo Antoine y, como vosotros ya sabéis, nací en un país que está muy lejos de aquí que se llama Holanda.En mi país pasa una cosa que no sucede en ningún otro y es que la tierra está más abajo del mar.Si, si, los holandeses tenemos un país muy pequeño y por eso nos hemos tenido que inventar la manera de construir una especie de murallas, unas paredes muy altas y gruesas por todas partes donde las oleadas podían cubrir la tierra; y estas murallas paran el mar y así tenemos el país algo más grande porque hemos tomado tierra al mar. Estas grandes murallas se denominan diques y son tan anchos como una carretera.Ya podéis comprender que estas paredes tienen que ser muy fuertes porque ellas dependen los sembrados, las masías y las vidas de los habitantes de Holanda.

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Hasta las criaturas más pequeñas saben que una grieta a los diques sería una cosa horrible. Cerca de la villa da Haarlem, tan conocida por sus tulipanes, vive un niño que se llama Hans. Un día, con su hermano se fueron a pasear por los diques. Llegaron muy lejos, muy lejos, tan lejos que ya no se veían casas ni masías, sólo campos de cebada y flores campesinas. Hans estaba cansado. Se ensartó arriba del dique y se sentó, mientras su hermano se quedaba abajo cosechando violetas. Todo de una, el hermano llamó:-¡Hans, ven! Mira que agujero más pequeño! Salen unas burbujas como si fueran de jabón.- ¿Un agujero? ¿Dónde? - Preguntó Hans.

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-¡Aquí mismo, en el dique! - dijo el pequeño. El agua pasa.- ¡A ver!- ¡Y ahora! - llamó Hans. Y dejándose resbalar abajo lo miró.Era un agujero, un agujero muy pequeño que dejaba salir una gota de agua como una burbuja.-¡Un agujero en el dique!- dijo Hans sobrecogido-. ¿Cómo nos lo haremos?Miró hacia la derecha: nadie; hacia la izquierda: nadie; por todas las partes, tan lejos como le alcanzaba la vista: no había ni una alma en ninguna parte.Y la villa estaba lejos , tan lejos...Hans volvió a mirar el agujero; todo lleno de gotas que iban saliendo: ¡glo, glo, glo!

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Hans sabia que el agua agrandaría bien pronto el agujero si no lo tapaban rápidamente.¿ Que debía hacer? ¿ Correría hacia la villa ? Y mientras tanto¿ Que ? Ahora las gotas ya eran como un filete de agua que manaba sin pararse y, alrededor del agujero, el cemento se iba humedeciendo. Todo de una, Hans tubo una idea. Metió el índice y lo tapo del todo. Entonces, dijo a su hermano:Corre, corre, deprisa. Dile a la gente que hay un agujero en el dique. Di que se den prisa, que yo lo tendré tapado mientras no lleguen.El pequeño, por la mirada del hermano comprendió que la cosa era grave, y hecho a correr tanto como podía. Hans arrodillado ante el muro, y con el dedo apretando dentro del agujero, miraba como corría su hermano y se iba haciendo cada vez mas pequeño

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Bien pronto no era mayor que un pollito; después, pareció un punto oscuro; después, nada; Hans se encontró solo tapando el agujero con el dedo.De la otra banda, sentía el ¡glo!¡glo! del agua, y, de vez en cuando, una oleada más fuerte lanzaba unas gotas de espuma que le salpicaban los cabellos.Poco a poco, su mano se iba atenazando; probó de rozársela con la otra, pero a cada momento se quedaba más fría. Miró el largo camino que dirigía a la villa: y ni una alma! El frío iba montando por el brazo hasta el hombro. Después, unas dolorosas punzadas y unos fuertes temblores le empezaron por el dedo y le llegaban al codo.Le parecía que hacia horas y horas que su hermano había marchado. Se encontraba tan solo y tan cansado... apoyó la cabeza contra el dique para coger un poco de fuerza y le pareció que, a la otra parte, el mar murmuraba:

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Yo soy el océano. Nadie puede luchar contra mí. ¿Quién eres tú, chispa de muchacho, para privarme de pasar? Vale más que huyas.El corazón de Hans latía con grandes latidos. ¡Tardaban mucho en venir! ¿No llegarían nunca?Y el agua golpeaba contra el dique:- ¡Pasaré, pasaré, pasaré! ¡Quedarás ahogado, ahogado, ahogado! ¡Huye, mientras puedas!Hans estuvo tentado de sacar el dedo. ¡Tenía tanto miedo! Pero si lo retiraba, ¿qué? El agujero se agrandaría y tumbaría el muro. Estrechó los dientes y empujó con el dedo todavía más fuerte.- ¡No huiré, no huiré – llamó -.¡Y no te dejaré pasar!

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En aquel momento se sintieron voces. Lejos, muy lejos del camino, se veía una polvareda de gente que corría. Eran los hombres de la villa. Muy pronto reconoció a su padre lo tomo en brazos, le rozo los miembros entumecidos y los hombres le dijeron que era un verdadero héroe y que había sal vado el pueblo.Cuando el dique quedo muy afianzado, volvieron a Haarlem llevando a Hans en triunfo encima los hombros de todos. I tenéis que saber que esta historia yo os la he podido explicar porque vivo Haarlem y Hans es amigo mío.

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