El personaje de la vampira y la situación de la mujer en “Las vampiras” de Clemente Palma
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El personaje de la vampira y la situación de la mujer en “Las
vampiras” de Clemente Palma
Nehemías Vega Mendieta
Naturaleza del vampiro
El vampiro es un personaje recurrente en la actualidad, tanto en la literatura
como en el cine y la televisión. Se han publicado muchas novelas, cuentos, cómics y
han estrenado películas y series donde aparecen estos seres ansiosos de sangre y se
puede observar que se han operado cambios con respecto al vampiro tradicional, que
reflejan, de alguna manera, los cambios que se han dado en nuestra sociedad. En la
literatura peruana, el primer autor que incorporó al vampiro fue Clemente Palma, ya que
en 1906 escribe su relato “Las vampiras”, en el cual se aprecia algunos cambios con
respecto al vampiro europeo y en el que es posible analizar el tema de la situación de la
mujer.
El vampiro como personaje literario surgió en el Romanticismo, aunque su
estela de miedo ha recorrido a la humanidad desde tiempos inmemoriales a través de
leyendas y mitos populares de seres hematófagos que acechan a la humanidad. Este
monstruo ha sido un personaje constante dentro de la literatura fantástica y a lo largo de
los años ha sufrido, como ya se mencionó, una evolución tanto en la literatura como en
el cine.
El vampiro es un personaje que presenta varias aristas desde las cuales puede ser
analizado, ya que en él se manifiesta una múltiple naturaleza, ya que es un muerto
viviente, un monstruo y, a la vez, un doble. Su naturaleza de muerto viviente se vincula
con el tema de la ruptura de la frontera entre la vida y la muerte, pues el vampiro es un
ser que ha transgredido las barreras de la muerte, lo cual se relaciona con el deseo de
1
inmortalidad del hombre. Su naturaleza de monstruo y de doble se relaciona con el tema
de la ruptura de la identidad. Es un monstruo porque es un ser sobrenatural, cuya
presencia constituye una amenaza a las leyes de nuestro mundo y a la seguridad del
hombre. Este ser es el producto de una metamorfosis sobrenatural, aunque su cuerpo es
semejante al de un hombre cualquiera, la función de sus órganos es distinta y le
permiten solo sobrevivir con sangre; además, como monstruo es capaz de transformarse
en un murciélago, un lobo u otros entes, tal como menciona Bram Stoker en Drácula.
David Roas menciona que el vampiro es un monstruo por dos motivos: “1) en un
sentido físico, porque mata a los humanos para alimentarse de ellos, de ahí sus
amenazadores colmillos y otros rasgos vinculados a su identidad de depredador; y 2) en
un sentido metafísico, porque es un ser imposible, alguien que ha regresado de la tumba
en otra forma de existencia” (2012: 442).
Además el vampiro es un doble, pues ha dejado su condición de humano para
convertirse en una prolongación perversa o negativa de sí mismo. Molina Moix señala
que el vampiro es
[a]nte todo un doble. Ha sufrido una lenta y progresiva metamorfosis, de naturaleza no física,
sino moral, psicológica, social. Su cambio no es mutación, únicamente conlleva ‘la destrucción
de su personalidad, con la exclusiva subsistencia a-normal’ (Lenne 1974: 103) del que ahora es
reflejo o sombra (por eso le es imposible proyectar sombra o reflejarse en los espejos) (2008: 21-
22).
Esto ligaría al vampiro con la idea de otredad: el vampiro es el otro que está
dentro de nosotros y que espera aflorar para transgredir las barreras morales vinculadas
al erotismo y la muerte, temas que se funden en su esencia. Por lo tanto, en el tema del
vampiro se halla temas recurrentes como la transgresión de la muerte, el erotismo
desbordado y la identidad en la alusión al doble. Gabriela Mora, al hablar del gótico,
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menciona estos temas que confluyen en la figura vampírica y que se relacionan con la
modernidad:
Tras las historias de fantasmas, persecuciones de inocentes doncellas por pérfidos villanos,
muertes violentas en ruinosos castillos, los estudiosos de hoy en día, sin embargo, ven dos
fenómenos característicos de la emergencia de la modernidad: la intuición de la fragmentación
del yo, y la importancia de la sexualidad […], que se hallan en la obra de Palma. (Mora 2000:
121)
Genealogía de la vampira
Antes que el médico inglés John W. Polidori1 publicara su cuento “El vampiro”
en 1819, basado en la figura de Lord Byron, ya dos vampiras habían surgido en el
género lírico; una fue creada por Johann Wolfgang Goethe en su balada “La novia de
Corinto” (1797) en la cual se insertaba el erotismo y las referencias al cristianismo
primitivo, que luego seguirán desarrollando autores posteriores. En 1801, Robert
Southey publica Thalaba, el destructor, un poema que también presenta a una vampira
como personaje, en un ambiente oriental.
En narrativa, la primera vampira fue creada por el alemán E. T. A. Hoffmann en
el cuento “Vampirismo” (1821), narración insertada en el diálogo de seis amigos y que
forma parte del grupo de relatos Los hermanos de San Serapión (1819-1821). Otro
alemán, Ernst Raupach, crea a la vampira Brunhilda, en el cuento “Dejad a los muertos
en paz” (1823), que durante cierto tiempo fue atribuido a Johann Ludwig Tieck. Otro
escritor de origen germánico, Karl Spindler, compone “El vampiro y su novia”. El
francés Théophile Gautier relata las relaciones amorosas de un clérigo con una vampira
en “La muerta enamorada” (1836). Alexandre Dumas, seducido por la figura vampírica,
1 Polidori basó su vampiro Lord Ruthven en la figura de Lord Byron; Bram Stoker utilizó el personaje histórico de Vlad Draculea (Vlad Tepes) para su famosa novela. También hubo una figura histórica que sirvió de modelo para la vampira y esa fue Erzsébet (Elizabeth) Báthory, conocida como la Condesa Sangrienta, una aristócrata húngara que se bañaba con la sangre de jóvenes incautas para mantener su belleza.
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publica “La dama pálida” (1849). Pocos años después, Paul Féval saca a la luz “La
vampira” (1865). En 1871, el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu publica Carmilla, una
hematófaga que presenta una sangrienta pasión lésbica por la joven Laura; esta novela
sería una de las influencias evidentes en Bram Stoker y Carmilla sería el arquetipo de la
vampira. Julian Hawthorne, hijo de Nataniel, traslada la historia de la vampira a Irlanda
en su relato “El misterio de Ken” (1883). En 1896, Mary Elizabeth Braddon escribe “La
buena Lady Ducayne”. Francis Marion Crawford publica “Porque la sangre es la vida”
(1905). Y la lista sobre relatos de vampiras se extiende hasta la actualidad dejando una
estela de sangre en la imaginación de los febriles lectores.
En nuestro continente, el personaje del vampiro fue asimilado por el
Modernismo. Fue Rubén Darío quien escribió el primer cuento sobre vampiros, titulado
“Thanatopía” en 1893. Le seguiría la posta Clemente Palma, quien en 1906 escribe el
cuento “Vampiras”, aunque lo publica en 1913, en la segunda edición de sus Cuentos
malévolos. Horacio Quiroga, en 1927, saca a la luz el cuento “El vampiro”. En estos tres
cuentos modernistas, aparece la vampira como el monstruo hambriento de sangre, en la
cual se han operado pequeños cambios con respecto al vampiro tradicional.
Reelaboración del vampiro
El vampiro ha sufrido, a través del tiempo, una serie de reelaboraciones que se
relacionan con los cambios sobre las concepciones del erotismo y la muerte. Solo se
mencionará cuatro casos puntuales, vinculados a los orígenes literarios del vampiro. En
“La novia de Corinto”, la vampira es una mujer bella que provoca inmediatamente el
deseo de su prometido, aunque debido a la brevedad del poema no hay muchas
referencias a los rasgos físicos y sobrenaturales de la muchacha. Polidori, en su relato,
describe al vampiro como un aristócrata, respetuoso de las convenciones sociales y que
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actúa de manera solitaria para saciar su sed de sangre. Este origen aristocrático y el
carácter solitario son características que serán continuadas luego en Carmilla de Le
Fanu y Drácula de Bram Stoker. El vampiro de Polidori es apuesto y tiene la tez
cadavérica y los ojos grises, a pesar de ello, provoca la atracción del género femenino.
Carmilla es una vampira de casi doscientos años, aunque tiene el aspecto de una joven
de dieciocho. Ella posee un rostro hermoso y una larga cabellera castaña; es delgada y
alta. El objetivo de su sed de sangre solo se concentra en jóvenes muchachas. Drácula,
en cambio, presenta una figura más siniestra, pues su rostro tiene una extrema palidez,
su nariz es aguileña y sus dientes afilados; además posee poderes sobrenaturales: tiene
la fuerza de veinte hombres; puede gobernar sobre la tormenta, la niebla, el trueno; es
capaz de transformarse en murciélago o lobo; y tiene el poder de dominar a algunos
animales. Estos tres vampiros arquetípicos comparten la condición de ser muertos
vivientes.
Clemente Palma reelabora en su cuento la figura del vampiro, pues sus vampiras
no son muertos vivientes, sino que son desdoblamientos nocturnos de mujeres
apasionadas. Esta es una diferencia sustancial con la tradicional imagen vampírica.
Además, las vampiras de Palma presentan formas distintas y las describe de la siguiente
manera:
De pronto oí lejanas voces de mujeres mezcladas con aullidos: levanté sigilosamente la cabeza
hacia la ventanilla. Vi una nube informe que se agitaba entre las rejas, una especie de remolino
de líneas tenues, de formas vagas y deshechas, de cuerpos aéreos indecisos; poco a poco todo fue
definiéndose, los ruidos se convirtieron en cuchicheos y las formas vagas fueron condensándose
en cuerpos de mujeres. Como aves carniceras se dejaron caer sobre los armarios y muebles. Eran
mujeres blancas de formas nerviosas y cínicas; tenían los ojos amarillos y fosforescentes como el
de los búhos; los labios, de un rojo sangriento, eran carnosos y detrás de ellos, contraídos en
pequeñas sonrisas, se veían unos dientecillos agudos y blancos como los de los ratones, Los
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cuerpos de estas mujeres tenían el brillo oleoso de superficies barnizadas y la transparencia
lechosa del ópalo. (Palma 2006: 338-9)
Líneas abajo, el narrador brinda una explicación del origen y la naturaleza de
estas vampiras, cuando el doctor Bing habla sobre Natalia.
Son sus deseos, sus curiosidades de novia, su pensamiento intenso sobre ti, los que han ido a
buscarte a noche. Los pensamientos, en ciertos casos, pueden exteriorizarse, personalizarse, es
decir, vivir y obrar, por cierta energía latente e inconsciente que los acompaña, como seres
activos, como entidades sustantivas, como personas. Todo ello es obra de la fuerza psíquica que
tiene un radio de acción infinito y cuyas leyes son aún misteriosas. Si preguntas a tu prometida
qué hacía anoche, a la hora que en que tuviste la visión, te responderá que pensaba en ti, que
soñaba contigo. Quizá nada de esto, porque el fenómeno misterioso se verifica también en la más
absoluta inconsciencia, y acaso con más fuerza. (Palma 2006: 342)
Esta es una diferencia notoria con la figura clásica del vampiro, pues aparte de
que las vampiras del hijo del tradicionista no son muertos vivientes, tampoco tienen una
corporeidad material, sino que solo son prolongaciones corporeizadas del deseo sexual
femenino. Así Palma configura una nueva especie de vampira, pues estas entidades
maléficas son concretizaciones de los pensamientos reprimidos de la mujer hacia el
amado, que no pueden ser realizados en la vigilia, debido a la sociedad burguesa
patriarcal que constriñe el componente erótico de la mujer. Gabriela Mora señala que
Palma en el cuento introduce el tema de la presencia del deseo sexual en la mujer, por
ello, se aprecia una fuerte carga erótica en el relato (2000. 136).
Historia y discurso de “Las vampiras”
“Las vampiras” es un cuento relatado por un narrador protagonista, cuyo nombre
es Stanislas; este tipo de narrador es utilizado para darle mayor verosimilitud al relato.
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El ambiente en el que se desarrolla la historia parece ser un país nórdico de Europa, esto
se deduce a partir de la mención de algunos lugares europeos como Niza, Suiza y el
Adriático; también los nombres Stanislas, Hansen, Natalia y Max Bing sugieren el
espacio nórdico, al igual que la alusión a los lobos. Stanislas, un joven aristócrata, relata
que repentinamente ha adelgazado, debido a ello su madre y su novia, la hermosa
Natalia, se preocupan y le piden que vea al doctor. El protagonista visita a su amigo, el
médico Max Bing, quien se sorprende al verlo en una extremada delgadez. Luego de
realizarle algunas pruebas, le dice que tal vez tenga la misma enfermedad de un paciente
llamado Hansen, quien murió tras presentar los mismos síntomas. El doctor Bing
descubre en el cuello de Stanislas algunas marcas de mordeduras, por lo que le dice que
está siendo atacado por un vampiro. Le aconseja que, para contrarrestar su mal, se case
con Natalia lo más pronto posible y que tengan hijos. Stanislas se queda esa noche en el
consultorio para ser cuidado por el galeno, este le relata al joven enfermo la historia de
Hansen; aquí se inserta una historia dentro de la historia. Max Bing le cuenta que fue a
visitar a Hansen, luego del aviso de su hermano. Tras auscultar al enfermo, descubre
que tenía marcas de mordeduras en el cuello y en el pecho. Al ser interrogada la madre
sobre las relaciones de su hijo con las mujeres, esta menciona que Hansen está
comprometido con Alicia. Tras los cuidados, el paciente amanece recuperado; a pesar
de ello, el doctor se queda a vigilar a su paciente también esa noche, durante la cual
pudo observar que varias vampiras succionaban la sangre de Hansen. Al indagar sobre
el pasado del enfermo, se entera de que este había cortejado a varias aldeanas, a las
cuales desdeñaba para estar con Alicia, estas fueron las causantes de que el joven muera
dos días después. Luego de oír la historia, Stanislas regresa a su casa, pero no puede
dormir bien, ya que se quedó preocupado. A las tres de la mañana, percibe la presencia
de un ser extraño que se inclina para morderle el cuello, luego de decirle palabras
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amorosas. Stanislas logra defenderse mordiendo a la vampira en el brazo y sospecha de
que Natalia es la atacante, lo cual comprueba en la mañana cuando descubre que ella
tiene una herida en el brazo. Tras contarle esto al doctor, este le explica que no piense
mal de su novia, pues el ser que lo visitó la noche anterior, la vampira, es la
exteriorización de los deseos pasionales de Natalia, por ello, el doctor le recomienda
que se case. Stanislas obedece a su médico. Aunque el título sugiere un cuento de terror,
el final es feliz e incluso burlesco2, pues el narrador protagonista se dirige al lector para
darle una recomendación: “El doctor Max Bing es indudablemente un sabio. ¡Y cuán
hermosa e inofensiva mi vampira! Os deseo cordialmente una igual.” (2006: 343).
La vampira y la situación de la mujer
Antes de la publicación de Drácula (1897), la mayoría de vampiros eran
femeninos, es decir, que, en la mayoría de narraciones, aparecían más vampiras que sus
pares masculinos. Este predominio de la representación de la mujer como el monstruo
muestra la amenaza que significa la mujer a la sociedad patriarcal, debido a su inclusión
cada vez mayor en el aparato productivo y al surgimiento del movimiento feminista; por
lo tanto, la evolución del personaje de la vampira ha estado ligada a la situación de la
mujer en la sociedad. La mujer asume un rol económico y social que antes no tenía, por
ello, es representada como el monstruo que amenaza al varón para causar su perdición.
También, la vampira servía para representar el deseo sexual de la mujer, tema que era
considerado tabú en la época. Gabriela Mora plantea lo siguiente:
Los estudios sobre el vampirismo. Realizados desde una perspectiva feminista, se han detenido
especialmente en la representación de la mujer metaforizada en la vampira, que en las versiones
más conocidas, quiere castigar a la insaciable sexual, que derrocha el dinero y las energías del
hombre (Dijkstra 1986: 334; Senf 1988: 60). Recordemos que antes del siglo XIX, el vampiro
2 Este tipo de final que “arruina” el tono serio y terrorífico del relato, también se observa esto en “Los ojos de Lina”.
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con escasas excepciones era masculino, por lo que la creación de vampiras es signo de la
magnitud del cambio ideológico que iba ocurriendo vis à vis la mujer. Lo destacable en el uso
del tópico es que en el caso de ambos sexos, el empleo del vampirismo va acompañado de una
carga erótica de gran fuerza. (2000: 134)
Esta evolución de la vampira y la situación de la mujer incluyen el erotismo con
que ya se configura a la mujer. En “La novia de Corinto”, la vampira regresa de la
tumba para cumplir la promesa de casarse con su prometido, para ello utiliza la
seducción para convertirlo en su víctima-presa, tras matarlo buscará otros hombres para
saciar su apetito. Curiosamente, la novia regresa para casarse, esto quiere decir que su
vida no ha sido completamente realizada, ya que no pudo contraer matrimonio en su
existencia terrenal. En Drácula, el conde bebe preferentemente la sangre de las mujeres,
a las que luego convierte en sus subordinadas, tal como ocurre con las tres vampiras en
Transilvania, y ese era el camino que les esperaba a las dos jóvenes inglesas, Lucy y
Mina. En la novela, Drácula mata a Lucy Westenra y la convierte en vampira; este
hecho es interpretado como un castigo a la mujer coqueta que pone en peligro la
decencia o respetabilidad burguesa, ya que Lucy es el objeto del deseo de tres hombres,
con los cuales juguetea. Luego, el vampiro va tras Mina Harker, una mujer de carácter
fuerte e independiente que será vista como una amenaza a la sociedad patriarcal inglesa
del siglo XIX (Quirarte 1995: 26). Por otro lado, Carmilla, la vampira de Le Fanu, se
conduce de manera independiente, aunque debe respetar, en apariencia, las
convenciones sociales, ya que el objeto de su deseo no es el varón, sino otra mujer. Esto
manifiesta un tema tabú para la época como es el lesbianismo y que el escritor irlandés
aborda de manera sugerente para evitar la censura.
En “Las vampiras” de Clemente Palma, también se puede analizar la situación
de la mujer a partir del personaje de la vampira. Con respecto a la representación de la
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mujer, los estudios críticos han señalado que el personaje femenino durante el siglo XIX
fue abordado bajo dos estereotipos: una como ángel del hogar y otra como mujer
demonio o femme fatale. Esta doble imagen de la mujer se puede encontrar en el
romanticismo, el realismo y también en el modernismo, tal como se puede observar en
la narrativa de Clemente Palma y específicamente en el cuento “Las vampiras”, centro
del presente análisis. Adriana Gordillo señala sobre este punto:
La reescritura y apropiación del vampiro […] invita a pensar en el problema del género, en las
dicotomías con las que se expresaba el temor por y el deseo del ser femenino desde dos
perspectivas encontradas: De una parte, la mujer ideal descrita como el ángel del hogar,
encumbrada con atributos asociados a la blancura, la pureza y la pasividad; una mujer
domesticada cuya existencia tiene sentido siempre y cuando sea útil a la sociedad en términos
productivos. Esta mujer existe por y para el deleite y la observación del hombre. De otra parte,
los escritores decimonónicos dan cuenta de una mujer monstruosa, de la femme fatale, una mujer
que ya desde la Europa de fines del siglo XVIII empieza a rechazar su rol doméstico. El
estereotipo más común con que se dibuja este nuevo “tipo” de mujer es la “vampiresa” (…)
(2012: 90)
En el cuento de Palma, el personaje femenino de Natalia, la novia de Stanislas,
es caracterizado desde ambas perspectivas, tanto como el ángel del hogar, así como la
mujer demonio o femme fatale. Por un lado, Natalia encarna los valores que busca el
hombre burgués en la mujer, tales como la juventud, la belleza, la pureza, el cuidado del
hogar, de los hijos y del esposo; esta faceta se manifiesta en la vigilia. Por otro lado,
durante el sueño, Natalia es una mujer demonio, pues está acabando lentamente con la
vida de su novio al beberle la sangre por las noches para saciar su ardor sexual, aunque
esta faceta se manifiesta de manera inconsciente, pues se opera durante el sueño. Esta
doble condición de la mujer se asocia con las fases del día y la noche; en el día Natalia
es el ángel del hogar, preocupada por su novio, a quien cuida; mientras que por la noche
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es la mujer demonio, que satisface sus deseos bebiendo la sangre y energías de
Stanislas. La joven debe reprimir la búsqueda de satisfacción sexual en el día, pues no
puede consumarla debido a que no está casada, es decir, que solo podrá saciar este
deseo dentro del matrimonio, lo cual demuestra claramente las convenciones sociales de
una sociedad conservadora que constriñe la libertad de la mujer.
En el relato, este desdoblamiento se vincula con el tema del doble, pues se
presenta a una Natalia diurna, un ángel que se preocupa y cuida a Stanislas, pero
también está la Natalia nocturna, que presa de su deseo sexual depreda la sangre de su
amado. Este doble refleja la escisión de la mujer en una sociedad patriarcal que la ha
relegado a un rol sumiso y recatado de esposa y madre abnegada, que niega y reprime la
naturaleza pasional propia de todo ser humano. Esta representación del carácter doble
de Natalia plantea el conflicto de una época frente a la condición femenina y sugiere,
como propuesta, que la mujer no debe ser encasillada en uno de los estereotipos del
siglo XIX, como era representada en la literatura, sino que la mujer presenta
características de ambos tipos, tanto de ángel del hogar como de mujer demonio. El
narrador propone una aceptación de esta nueva visión de la mujer cuando el doctor Bing
le dice a Stanislas su opinión sobre Natalia cuando este último ha descubierto que es
una vampira:
−Lo que me has referido comprueba algo que me ha preocupado constantemente…No debes
tener ninguna idea depresiva sobre tu novia, la cual merece tu amor y respeto, porque es pura
como los ángeles: lo que hay es que no porque sea pura, inocente y buena, deja de ser mujer, y
como tal tiene imaginación, deseos, ensueños y cálculo de felicidad; tiene nervios, tiene ardores
y vehemencias naturales, y, sobre todo, te ama con ese amor equilibrado de las naturalezas sanas.
(2006: 342)
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A pesar de esta idea de la aceptación de que la mujer tiene también deseo sexual
al igual que el varón, es importante recordar que en el relato se plantea que la mujer está
obligada a casarse para mantener vigente la sociedad burguesa y es dentro de la
institución del matrimonio donde podrá satisfacer su deseo sexual, además de que
cumplirá su papel reproductivo, a través de los hijos que procree, esto se aprecia en el
texto a través del consejo del doctor Bing al convaleciente Stanislas:
¿Continúas amando a Natalia? Sí, ya lo veo en tus ojos. Cásate con ella lo más pronto posible.
Créeme que ello contribuirá notablemente a nuestra victoria. No te asombres ni me mires con ese
aire de incredulidad. Yo sé lo que te digo. Las viejas refieren que para espantar y alejar los
fantasmas y aparecidos no hay nada mejor que el llanto de un niño: tengo para mí que para alejar
las vampiras y súcubas nada mejor que un pilluelo de seis meses con sangre de nuestras venas.
(Palma 2000: 333)
Es a través del matrimonio y de la procreación de hijos que el varón, de alguna
manera, estará protegido de otras vampiras ansiosas de sangre, es decir, de otras mujeres
que buscan satisfacer sus deseos sexuales y económicos. A partir de ello, en este cuento
se puede extraer el subtexto moral que manifiesta una ideología conservadora y
patriarcal, pues el narrador implícito sugiere la preservación y respeto a la institución
social del matrimonio, ya que es la base de la sociedad burguesa.
El cuento también plantea la idea de la sanción frente a la promiscuidad, a través
del caso de Hansen, pues se sugiere que si un varón establece relaciones fugaces y no
serias que prorrogan el matrimonio, este corre el peligro de ser sancionado, tal como le
ocurre al joven que muere como producto de la mordedura de varias vampiras, las
cuales eran realmente prolongaciones de las ardores pasionales de las otras jóvenes que
había cortejado antes de su novia Alicia, es decir, que Hansen fue castigado por ser un
donjuán, por ello fue víctima de la venganza de las mujeres desdeñadas.
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A través de lo explicado, se observa que el narrador condena la promiscuidad y
las relaciones prematrimoniales, ya que estás ponen en peligro la institución del
matrimonio; por otro lado, plantea que, si bien reconoce la presencia del deseo sexual en
la mujer, esta podrá satisfacerlo solo dentro del matrimonio, lo cual manifiesta una
postura conservadora propia de una sociedad patriarcal que no acepta los cambios que
se vienen operando con respecto a la condición femenina a inicios del siglo XX; y la
vampira es una metáfora para representar el peligro o la amenaza que supone la mujer a
esta sociedad burguesa patriarcal.
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