El Plagio en La Era de Internet
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El plagio en la era de Internet Por Rebecca Moore Howard y Laura J. Davies
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El plagio en la era de Internet
Por Rebecca Moore Howard y Laura J. Davies
en Educational Leadership Marzo de 2009, Vol. 66 ( 6), pp. 64-67.
Muchos docentes ven al plagio como una cuestión simple y en blanco y negro. Los docentes a
menudo tratan el tema al inicio de una investigación, lo discuten en una clase y nunca dicen la
palabra “plagio” nuevamente a menos que se pesque a los alumnos copiando; cuando este
término aparece nuevamente es para acusar y castigar la culpabilidad. Los docentes les
advierten a los alumnos que no se copien y/o les presentan guías sobre citado y la trinidad de
las técnicas para escribir usando la investigación de otra persona sin plagiar: citar,
parafrasear y resumir. La responsabilidad entonces recae en los alumnos, de quienes se
espera que usen bien esas técnicas, asumiendo que ellos saben cómo hacerlo. En una época
en la que los alumnos se sienten atraídos por las fuentes para investigación en línea- y en la
que enorme cantidad de información de buena reputación y cuestionable está disponible en
línea, muchos han llegado a considerar a Internet en sí misma como la culpable del plagio de
los alumnos. Algunos docentes han llegado hasta a prohibir a los alumnos investigar en línea,
bajo el erróneo supuesto que si los alumnos están trabajando con fuentes en papel, el
problema desaparecerá.
Nosotros creemos que se justifica elegir un enfoque muy diferente de las advertencias y los
castigos o los intentos por limitar la investigación en línea. Los docentes que deseen prevenir
el plagio deberían dedicarse ampliamente a la enseñanza de las tareas que componen la
escritura a partir de fuentes. Esta enseñanza debería focalizarse en la supuestamente simple
técnica de resumir fuentes, que en verdad no es simple. Muchos alumnos están muy lejos de
ser competentes al resumir un argumento y los alumnos que no pueden resumir constituyen
la mayoría que plagian. Nuestro argumento puede parecer inocuo, pero contradice
profundamente actitudes ampliamente compartidas. La mayoría de los enfoques para hacer
frente al plagio comienzan con la premisa de que es algo para prevenir ofreciendo
información y siendo “duro”. Vimos recientemente un libro didáctico para niños y el manual
para el docente que lo acompaña que ejemplifica esta premisa. El libro cuenta la historia de
un joven estudiante que sin saberlo plagia al copiar información de una fuente en línea en su
informe sobre la revolución estadounidense. El docente en este relato utiliza el incidente para
enseñar a los alumnos a emplear las palabras de otras personas sin cometer un crimen grave.
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Él entonces pone énfasis en la importancia del citado y las técnicas para integración de
fuentes y consigue la ayuda del bibliotecario de la escuela para que modelice cómo citar
trabajos externos empleados en un escrito. Los materiales didácticos como esos insinúan que
los docentes pueden detener el uso inapropiado de fuentes a través de tres estrategias:
1) enseñar a alumnos de los primeros años los aspectos fundamentales de dar crédito a todas
las fuentes que usan,
2) diseñar tareas a prueba de plagio que expliquen en detalle cómo deben ser citados los
trabajos y que incluyan reflexiones personales y proyectos finales alternativos como por
ejemplo, crear un folleto, y
3) comunicar a los alumnos que se apoyan en la ley del plagio (“yo voy a estar buscando esto
en sus trabajos, como ustedes ya saben”).
Sin embargo, la buena escritura a partir de fuentes implica más que el citado competente de
fuentes. Es una actividad complicada, que se vuelve aún más compleja por el fácil acceso a
aparentemente ilimitado número de fuentes en línea.
Una guía valiosa para prevenir el plagio debería:
- Discutir la propiedad intelectual y qué significa “ser propietario” de un texto.
-Discutir cómo evaluar tanto fuentes en línea como impresas (por ejemplo: comparar la
calidad y confiabilidad de un sitio web creado por un aficionado con la confiabilidad de un
artículo académico revisado por pares).
-Guiar a los alumnos a través del arduo trabajo de involucrarse y comprender sus fuentes, de
modo tal que los alumnos no lleguen a la conclusión que crear una bibliografía técnicamente
perfecta es suficiente.
- Reconocer que enseñar a los alumnos cómo escribir a partir de fuentes implica más que
decirle a los alumnos que copiar es un crimen y llenarlo de una pila de tarjetas de citado de
fuentes.
Los alumnos no necesitan amenazas, los alumnos necesitan pedagogía. Esa pedagogía debería
enseñar habilidades de lectura de fuentes y a tomar en consideración nuestro mundo
conectado. Y debería comunicar que el plagio es incorrecto en términos de lo que la sociedad
valora sobre las escuelas y el aprendizaje, no sólo en términos de reglas arbitrarias.
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El juego de culpar a Internet
Muchos comentaristas apuntan al fácil acceso a una plétora de información en la web como la
principal causa del plagio de los alumnos. La investigadora Sue Carter Simmons (1999)
rápidamente disipa ese mito: los alumnos han plagiado sistemáticamente desde, al menos, el
siglo diecinueve. La encuesta que realizó Doris Dant en 1986 con estudiantes de nivel
secundario, realizada antes que Internet se transformara en un fenómeno cultural, confirma
este hallazgo: el ochenta por ciento de los alumnos de nivel secundario que Dant encuestó
dijeron haber copiado de algunos a la mayoría de sus informes”, aunque el 94 % dijo que
había recibido enseñanza sobre atribución de fuentes.
Internet es a lo sumo una complicación a una antigua dinámica. Sin embargo, ciertas
características de la investigación en línea pueden afectar cómo plagio se cuela en la escritura
y sorprende poco que los educadores estén alarmados por el potencial de Internet para
fomentar la copia ilegal. Internet ofrece numerosos textos descargables tanto para los viles
tramposos como para los desesperados morosos. Dado que un texto puede ser fácilmente
apropiado a través del “corte y pegue”, es fácil para estudiantes bien intencionados pasar por
alto las fronteras entre lo que ellos por sí mismos han producido y lo que han deslizado desde
una pantalla (su navegador en Internet) a otra (su documento elaborado en el procesador de
textos). A medida que el escritor avanza, realizando creativos torbellinos de ideas y leyendo
varias fuente en línea, él o ella podrían no hacer una pausa para insertar comillas y citas, con
la intención plena de hacerlo más tarde. Y “más tarde” nunca llega. No es de extrañar tampoco
que los educadores estén optando por una combinación de castigos severos para las
infracciones y por servicios automatizados de detección de plagio como Turnitin.com para
desalentar la copia improcedente de las tentaciones en línea. Pero tratar de legislar el mundo
conectado, simplemente no funciona.
Qué funcionará
Comenzar con los valores
Los docentes necesitan prestar atención al conjunto completo de actividades involucradas en
el empleo de fuentes externas en la escritura. Revisar con los alumnos los valores y preceptos
que todavía son válidos en la era de la alfabetización 2.0. Uno de los preceptos es que a través
de la educación formal, la gente aprende habilidades que puede aplicar en otros sitios, pero
tomar atajos debilita ese aprendizaje. Los educadores deberían también comunicar por qué
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escribir es importante. A través de la escritura, la gente aprende, se comunica entre sí y
descubre y establece su propia autoridad e identidad. Aún los alumnos que se sienten
cómodos con la colaboración y se inquietan con la autoría individual necesitan darse cuenta
que reconocer la colaboración- como la co-autoría de un artículo como este- es muy diferente
de no reconocer el uso del trabajo de otra persona. La línea entre ambos no es siempre
luminosa, pero sí existe. Esos valores y preceptos están en riesgo cuando los escritores
alumnos plagian. Un alumno que plagia está socavando la ética de la comunidad, poniendo en
peligro su autoridad y borrando su identidad. Ese estudiante está perdiendo la oportunidad
de convertirse en un mejor investigador y escritor y probablemente no esté aprendiendo lo
que estaba diseñado para ser enseñado en la tarea.
Guiar a los alumnos en la investigación en línea
Muchos de nosotros debemos primero aprender métodos de investigación en línea por nuestra
cuenta. Conocemos los principios de la buena investigación, pero tal vez no seamos
experimentados en aplicar esos principios a un entorno en línea y no podemos asumir que los
estudiantes tampoco lo están. ¿Cuánto de la copia no revelada de fuentes en línea, por ejemplo,
deriva de una selección pobre de fuentes? Si los alumnos no saben cómo encontrar buenas fuentes
en líneas ingresarán un término de búsqueda en Google y mirarán sólo a las pocas primeras
fuentes que aparezcan. Al consultar sólo fuentes generales, y por lo tanto no profundizar y
quedarse con una comprensión general del tópico, os alumnos “no pueden pensar en ninguna otra
manera de decirlo”, por lo tanto, ellos copian.
Los docentes deberían también enfatizar en cómo usar Wikipedia como fuente en lugar de
prohibirla. Aún si es prohibida como fuente, muchos alumnos consultarán Wikipedia porque
provee un punto de partida para la investigación sobre un tema desconocido. Los alumnos que no
saben cómo “cavar” profundamente tienen sus manos atadas porque no pueden citar una fuente
significativa de su investigación y entonces se los acusa de plagiar de Wikipedia. Podría ser más
útil asignar un proyecto de investigación para el cual se les diga a los alumnos que comiencen con
Wikipedia y entonces guiarlos sobre cómo encontrar fuentes más variadas y profundas de
información usando bases de datos de bibliotecas como EBSCO, LexisNexis o ProQuest para
verificar las afirmaciones de Wikipedia. Podría hacerse más entretenido este proyecto
comenzando con una entrada de Wikipedia elegida por sus fallas o por información incorrecta.
Por ejemplo: de acuerdo con el diario The New York Times, el actor y director de cine Clint
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Eastwood, un feliz omnívoro, se impresionó al descubrir que la entrada en Wikipedia sobre él
decía que llevaba una dieta vegana. (Headlam, 2008).
Enseñar a resumir
Los docentes desde el nivel inicial hasta los primeros años de la universidad deberían dedicar
más tiempo enseñando a los alumnos cómo leer críticamente y cómo escribir sobre sus
fuentes. Rodrigue, Serviss y Howard (2007) estudiaron trabajos escritos por 18 alumnos del
segundo año de la universidad en una investigación de un curso sobre escritura y leyeron no sólo
los 18 trabajos sino también todas las fuentes citadas en ellos. Los investigadores descubrieron
que todos los trabajos incluían mal manejo de fuentes: ausencia de citas, ausencia de comillas,
paráfrasis demasiado cercanas al lenguaje de la fuente, y también cuantioso mal manejo. Más
significativamente, ellos encontraron que ninguno de los 18 trabajos contenía ningún resumen del
argumento general de una fuente. Muchos alumnos escritores parafraseaban adecuadamente,
restableciendo un pasaje en su propio lenguaje en aproximadamente el mismo número de
palabras, pero ninguno empleaba un lenguaje fresco para condensar, al menos el cincuenta por
ciento, un pasaje de un texto fuente a un parágrafo o más de extensión. Cuando estos estudiantes
usaron un pasaje más extenso lo hicieron copiando el párrafo entero con o sin cita. Estos alumnos
de una universidad reconocida trabajaron al nivel de la oración únicamente, seleccionando un
replicando oraciones aisladas y articulándolas en sus argumentos. Esto pone al escritor en gran
riesgo de copia inapropiada. Un escritor que trabaja solo en el nivel de la oración debe siempre
citar o parafrasear. El parafraseo en ocasiones torcerá el lenguaje de la fuente y las citas pueden
acumularse en tal cantidad que el escritor sentirá que necesita ocultar algunas, por miedo a que el
trabajo suene demasiado a un tejido de citas (lo que ciertamente es). Los docentes a menudo
olvidan qué difícil es resumir el argumento de otro escritor. Miguel Roig (2001) demostró que aún
los profesores que son expertos escritores tienen dificultades para resumir textos sobre temas
desconocidos. ¿Qué tan vasta será entonces la tarea que tienen que hacer frente nuestros
estudiantes que regularmente leen textos sobre temas desconocidos? Podríamos asignar sólo
textos conocidos y fáciles pero eso perjudicaría al proyecto educativo. Nuestra tarea, en cambio,
es enseñar a los alumnos estrategias para ingresar y participar de esos temas y textos desafiantes
que les asignamos. Una enseñanza de este tipo podría comenzar con técnicas de parafraseo. Sue
Shirley (2004) ha diseñado series de pasos a través de los cuales conduce a los estudiantes de la
universidad.
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Ella comienza explicando que insertar sinónimos no es parafrasear. Entonces guía a los
alumnos en el estudio de un fragmento e identifica sus palabras claves y las ideas principales
que deben ser retenidas para parafrasear el fragmento. Shirley les muestra a los estudiantes
paráfrasis pobres del fragmento para que las critiquen. Finalmente, les pide que escriban su
propio paráfrasis de una fuente de 50 a 100 palabras que ellos mismos eligen. Mediante el
desarrollo de habilidades de parafraseo, los alumnos están listos para trabajar sobre el
resumen. La misma pedagogía puede ser usada para este ejercicio. Qué tan extenso y
desafiante el texto fuente será, dependerá del nivel de educación de los alumnos; pero los
alumnos deben ser guiados a través de la identificación de términos claves e ideas principales,
con la meta de ser capaces no sólo de restablecer una idea sino también de comprender un
texto tan bien, que pueda ser comprimido en un cincuenta por ciento. Esas prácticas son
esenciales para la investigación escrita y también son excelentes técnicas para la lectura
crítica. Si fracasamos al enseñar esas habilidades, nuestros alumnos estarán siempre en riesgo
de plagiar, a pesar del caro software para detectar plagio que empleemos y de todas las
amenazas que hagamos.
Referencias
Dant, D. (1986). Plagiarism in high school: A survey. English Journal, 75(2), 81–84.
Headlam, B. (2008, December 14). The Films Are For Him. Got That? The New York Times, p. AR1.
Rodrigue, T., Serviss, P., & Howard, R. (2007, November). Plagiarism isn’t the issue: Understanding
students’ source use. Paper presented at the annual meeting of the National Council of Teachers of
English, New York.
Roig, M. (2001). Plagiarism and paraphrasing criteria of college and university professors. Ethics and
Behavior, 11(3), 307–324.
Shirley, S. (2004). The art of paraphrase. Teaching English in the two-year college 22(2), 186–189.
Simmons, S. (1999). Competing notions of authorship: A historical look at students and textbooks on
plagiarism and cheating. In L. Buranen & A. Roy (Eds), Perspectives on plagiarism and intellectual
property in a postmodern world (pp. 41–54). Albany, NY: SUNY Press.