El poder de la meditación para renovar la iglesia

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Entrevista a Laurence Freeman, monje benedictino EL PODER DE LA MEDITACIÓN PARA RENOVAR LA IGLESIA Lala Franco.- ALANDAR 307, abril 2014-04-17 Laurence Freeman impartió recientemente un retiro en La Cova de Manresa. Laurence Freeman es un monje benedictino que vive actualmente en el monasterio Christ the King en Cockfosters, a las afueras de Londres, pero viaja por todo el mundo como responsable del Movimiento Mundial para la Meditación Cristiana, que agrupa a más de 2.000 grupos en 114 países. Freeman ha estado recientemente en Manresa (Barcelona), impartiendo un retiro sobre meditación. En medio de un programa apretado, encontró amablemente tiempo y calma para una breve charla. ¿Qué es la meditación?

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Entrevista a Laurence Freeman, monje benedictino

EL PODER DE LA MEDITACIÓN PARA RENOVAR LA IGLESIA

Lala Franco.- ALANDAR 307, abril 2014-04-17

Laurence Freeman impartió recientemente un retiro en La Cova de Manresa.

Laurence Freeman es un monje benedictino que vive actualmente en el monasterio Christ the King en Cockfosters, a las afueras de Londres, pero viaja por todo el mundo como responsable del Movimiento Mundial para la Meditación Cristiana, que agrupa a más de 2.000 grupos en 114 países. Freeman ha estado recientemente en Manresa (Barcelona), impartiendo un retiro sobre meditación. En medio de un programa apretado, encontró amablemente tiempo y calma para una breve charla.

¿Qué es la meditación?

La meditación es una manera de ser uno con nosotros mismos y con Dios, en el centro mismo de nuestro ser. La meditación es un camino hacia la pobreza de espíritu, que implica dejar de lado todos nuestros intereses, deseos y decepciones; es un camino a la pureza de corazón, lo que significa reducir todos nuestros deseos a uno solo: el deseo de Dios. La podemos definir como la oración del corazón, como

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una forma de oración contemplativa. O, también, podemos decir que la meditación es el viaje que hacemos desde nuestra mente a nuestro corazón.

¿Cuáles son los frutos de la meditación?

Los frutos de la meditación son los que San Pablo, en la Epístola a los Gálatas, define como los frutos del espíritu: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de uno mismo. En el mundo de hoy, mucha gente medita por sus beneficios físicos y psicológicos sobre la ansiedad, la depresión, el colesterol o la tensión arterial. Pero su beneficio esencial es espiritual: la meditación nos humaniza, nos dice –o nos ayuda- a experimentar lo que es ser humano. Y ser humano es estar abierto a Dios y saber que nuestro destino es ser divinizados, compartir la vida de Dios. Los frutos del espíritu van apareciendo en nuestra vida cotidiana, en nuestras relaciones, como signos de que esa divinización, ese participar de la vida de Dios, ha comenzado ya aquí y ahora.

Si la meditación es tan buena en todos los órdenes ¿por qué no meditamos?

La gente no medita porque, afirma, no tiene tiempo para ello. O porque encuentran que todo lo que se refiere a la meditación es demasiado simple: sentarse, mantenerse quieto, cerrar los ojos, dejar a un lado tus pensamientos, tus planes y tus recuerdos y repetir tu palabra o jaculatoria, tu mantra -confiada y constantemente- y hacerlo dos veces al día, entre 20 y 30 minutos. Esto, a muchos, les parece demasiado sencillo… o demasiado exigente. Yo creo que todo el mundo encuentra demasiado difícil el ser sencillo pero, a la vez, todos sentimos la necesidad de serlo. La gente muy ocupada del mundo de la política o las finanzas son los que más sienten la necesidad de la meditación. Tenemos una lista de vídeos de un minuto en Youtube en los que gente de este tipo explica por qué medita, dan una respuesta sencilla en tan solo un minuto. Si alguien se pregunta sobre la meditación, le consejo que las escuche.

Le he escuchado decir que hoy es más fácil que un psiquiatra o una escuela de negocios aconsejen la meditación que lo haga un cura católico. ¿Por qué no meditamos más en la Iglesia?

Algunas veces lo cristianos no conocemos nuestra propia tradición de meditación, asociamos la meditación al budismo o a oriente; por eso, parte del trabajo de nuestra comunidad ha sido, a lo largo de los últimos 30 años, ayudar a la gente a recordar que nosotros tenemos nuestra propia tradición de meditación como forma de oración. Hoy hay responsables eclesiales que están apoyando la introducción de la meditación en la formación de los sacerdotes. Porque hay muchos curas, preocupados por su propia vida espiritual y su oración, que sienten que no es suficientemente profunda y fuerte. Otra causa es que no hay formación hoy en día para la oración contemplativa en los seminarios. Tal vez hay una visión de tipo teórico, pero debería haber una formación real en la práctica de la oración contemplativa durante los años de formación.

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Laurence Freeman impartió recientemente un retiro en La Cova de Manresa. Foto. Lala Franco

¿No es la meditación una manera de fomentar el individualismo, en lugar de dirigirnos hacia las demás personas y hacia el mundo?

Hay más de dos mil grupos de meditación cristiana en todo el mundo. Somos una comunidad mundial que ha nacido a través de la práctica de la meditación y que existe para enseñar y compartir esta práctica. Cualquiera de los meditadores de esta gran comunidad diríamos que uno de los frutos de nuestra práctica ha sido el sentido de comunidad y una nueva visión de lo que realmente significa la Iglesia. La meditación como practica espiritual, como una forma de oración, conduce hacia la comunidad y es capaz de trascender el problema cultural del individualismo, que es muy serio. Si la meditación se piensa como una práctica puramente secular, puramente orientada hacia el yo, refuerza el individualismo. Pero yo creo en la gracia y creo que la gracia de Dios está presente incluso cuando uno empieza a meditar por sus propias razones. Incluso cuando se hace por razones que podemos pensar inadecuadas, la gracia de Dios está esperado por nosotros.

¿Cómo ayuda a la Iglesia el Movimiento Mundial para la Meditación Cristiana?

La meditación ayuda a la Iglesia porque nos lleva de vuelta al corazón de nuestra fe, que es la experiencia de Cristo en nuestro interior. Creo que es un camino que aporta un sentido sacramental de la realidad y por tanto enriquece la realidad sacramental de la Iglesia y las otras formas de oración. Hoy, la Iglesia enfrenta tres tentaciones: una es pensar que el Evangelio es una ideología, la otra es gestionar la Iglesia como si fuera una compañía multinacional y la tercera es el clericalismo. La mejor manera de afrontar estos peligros internos es profundizar en la vida espiritual, reforzar la vida contemplativa en todos los niveles y ver la meditación no tanto como una especialización para algunos frailes o monjas sino como una parte de la vida cristiana para todos, desde los niños a los adultos: para todos. Aparte de eso, una espiritualidad contemplativa más profunda traerá un nuevo poder: el poder del amor, para encontrar a Cristo en el pobre, el marginado, el sin hogar, el adicto y una nueva

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manera de hablar a favor de la justicia. Este lado activo y compasivo de la Iglesia mana de ella desde la experiencia interior de Cristo.

Me ha sorprendido oírle hablar de presos que meditan o de gentes sin hogar que meditan o decir que los niños meditan…

Ahora estamos enseñando meditación a los niños en escuelas católicas de 25 países. En Gran Bretaña hay 250 escuelas donde se medita a diario. Los niños adoran meditar, se lo piden al profesor y un 70% de ellos afirma que medita por su cuenta en casa. Un niño pequeño me dijo que le gustaba la meditación porque era su único momento tranquilo del día. También la gente que se está recuperando de una adicción responde muy bien a la meditación. Hay momentos, personas y circunstancias en la vida más abiertos al reino de Dios y sus realidades. Y, entre ellos, los niños -que son naturalmente contemplativos-, los adictos en rehabilitación -que han tocado la desesperación- y los que están aislados y solos, ansiosos por una auténtica conexión con el mundo y con los demás y que encuentran a Dios dentro de ellos mismos. Por tanto, la verdad cristiana central es la de que el poder de Dios se manifiesta en la debilidad humana y no en la fuerza humana.

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