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El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia

aquellas regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las

publicaciones, cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines

de lucro, así que se le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su

esfuerzo, dedicación y admiración para con el libro original para sacar

adelante este proyecto.

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Índice

Índice ..................................................................................................................................... 3

Sinopsis ................................................................................................................................... 4

Capítulo 1 .............................................................................................................................. 6

Capítulo 2 ............................................................................................................................ 26

Capítulo 3 ............................................................................................................................ 44

Capítulo 4 ............................................................................................................................ 64

Capítulo 5 ............................................................................................................................ 82

Capítulo 6 ............................................................................................................................ 98

Capítulo 7 .......................................................................................................................... 110

Capítulo 8 .......................................................................................................................... 123

Capítulo 9 .......................................................................................................................... 136

Capítulo 10 ........................................................................................................................ 155

Capítulo 11 ........................................................................................................................ 172

Capítulo 12 ........................................................................................................................ 183

Capítulo 13 ........................................................................................................................ 199

Capítulo 14 ........................................................................................................................ 214

Capítulo 15 ........................................................................................................................ 231

Capítulo 16 ........................................................................................................................ 242

Capítulo 17 ........................................................................................................................ 255

Capítulo 18 ........................................................................................................................ 275

Capítulo 19 ........................................................................................................................ 289

Epílogo ............................................................................................................................... 299

Próximo libro: ..................................................................................................................... 303

Sobre la Autora: ............................................................................................................... 304

Staff de Fallen Angels ...................................................................................................... 305

Staff Bookzinga ................................................................................................................. 306

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Sinopsis

Soñar con muertos podría significar una mala noche para cualquiera, pero

para Nina Grey esto era una advertencia.

Aún recuperándose de su último encuentro con el Infierno, Nina lucha con

no sólo su vida como estudiante de la Universidad de Brown, sino también

como interna en Titan Shipping, la compañía de su padre. Las pesadillas

recurrentes sobre la muerte violenta de su padre se han convertido en un

evento nocturno, pero al estar abrumada por la culpa de la inesperada

partida de Ryan a las Fuerzas Armadas, y con el corazón roto por Claire

estando al otro lado del océano para protegerlo, Nina cree que sus noches

de insomnio son el menor de sus problemas… pero se equivoca.

Preocupado por el deterioro de la salud de Nina, Jared debe robar de

nuevo el libro de Shax en busca de respuestas. En la lucha contra los

nuevos enemigos y con la ayuda de nuevos amigos, el peor temor de Jared

llega a buen término. Desesperado, se enfrenta a una elección: Luchar con

el Infierno solo o iniciar una guerra con el Cielo.

Segundo libro de la serie Providence

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Para Eden y Hailey… mis pequeños faros de luz

Mi sol eterno

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Capítulo 1 Tres

Traducido por luisa

Corregido por Angeles Rangel

staba de regreso. Envueltos por la oscuridad, dos borrosas formas

estaban inclinadas delante de una caja fuerte abierta, escondida

detrás de un gran librero abisagrado. Respiraban fuertemente,

trabajando a un ritmo frenético por encontrar lo que habían estado

buscando durante los últimos meses. Uno de los hombres se congeló y

cesó cualquier movimiento. Se inclinó dentro de la caja fuerte, utilizando

ambas manos para sacar un grueso libro encuadernado en cuero.

—Éste es. Dios mío, éste es —susurró Jack.

Cada rincón de la habitación ocultaba una advertencia. Alumbrada sólo

por la luna filtrándose a través de la persiana de una única ventana,

espadas y hachas antiguas colgaban en las paredes, bordeando paisajes

pintados a mano sobre guerra y muerte. El aire estancado a falta de

pulmones humanos para hacerlo circular.

Muchas veces había estado en ese lugar y, aún así mis manos temblaban,

sabiendo que muy pronto me entraría el pánico. Estaba llegando pero no

podía pararlo. Se desplegaba ante mí una y otra vez como si estuviese

atrapada en el tiempo, en una pesadilla… o en el Infierno.

Los dedos de Jack recorrieron el sello lacrado en el centro, y miró a su

amigo.

—¿Jack, estás seguro que quieres hacer esto?

—¿Estás seguro de que es ella, Gabe? —respondió Jack. Gabe asintió

lentamente, y entonces Jack continuó, suspirando—. Entonces sabes la

respuesta.

Escuchando lo que los oídos humanos de Jack no podían, la cabeza de

Gabe se giró bruscamente a un lado.

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—Es demasiado tarde —dijo él, mientras escuchaba, sus ojos se movían

nerviosamente de un lado a otro—. Ya están aquí.

Volvieron a meter los documentos, las joyas y demás artefactos en la caja

fuerte, el hombre de cabello claro aplastó sin dificultad el pesado librero

contra la pared, en un intento de encubrir cualquier evidencia de sus

presencias.

—¡Gabe, no te preocupes ahora por ello! ¡Vayámonos! —gruñó Jack.

—¡Estoy intentando ganarnos algo de tiempo!

Mientras los hombres huían de la habitación, sus sombras se deslizaron

sobre el suelo entarimado; yo me hice a un lado, observándolos en silencio,

siendo conocedora de su destino.

Gabe corrió delante, pistola en mano, acostumbrado a que Jack se

quedase rezagado. Esperó a su amigo al final del pasillo, calculando una

vía de escape.

—El techo —susurré en su oído—. Tú siempre utilizas el techo.

Una larga y caliente mano salió disparada, y Jack fue empujado contra la

pared.

—¿Qué estás...? —empezó Jack.

Gabe levantó el dedo a su boca, y después señaló hacía el piso superior.

Jack asintió rápidamente, quitando su cansado cuerpo de la pared.

Corrieron por un pasillo, rodearon una esquina, y entonces se lanzaron

escaleras arriba. Ambos hombres subieron dos peldaños a la vez, sus

manos agarrando el pasamanos para ayudarse cada vez que daban un

salto.

—¡El techo! —gritó Gabe mientras una multitud de voces resonaban bajo

ellos, ninguna de ellas humana.

Los ojos de Jack se abrieron de par en par cuando un terrorífico chillido le

llegó desde abajo. Su pisada se alargó mientras pasaba por otra puerta,

subiendo un segundo trecho de escaleras. Expulsó un suspiro de alivio.

Las estrechas paredes de derruido hormigón predecían que el techo se

encontraba a escasos pasos.

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Ya en lo alto del tramo de escaleras, Gabe pasó por una puerta externa y

corrió a través del tejado, llegando al borde. Miró hacía abajo, cuatro pisos

hasta la calle, y después a su amigo.

—Jack, aún nos quedan dos minutos. ¿Estás seguro?

—¿Te parezco indeciso? —gritó él, agarrando con fuerza el libro contra su

pecho—. ¡Debo encontrar una manera para detenerlo!

Fruncí el ceño. En el pasado, había rogado a mi padre que dejara el libro

atrás. Una docena de visitas a este lugar me enseñaron que el aprieto de

Jack y Gabe se reproduciría de la misma manera. Cada vez que intentaba

cambiar el desenlace, sólo hacía el final más difícil de digerir.

Gabe suspiró sumiso, y entonces giró abruptamente la cabeza hacia el

norte, estimando la distancia de su huida.

—Entonces que comience.

Los chillidos se intensificaron, y Jack cerró los ojos.

—Tengo que salvarla —dijo con la voz suave y apenada.

El cuerpo de Jack se abalanzó hacía adelante. Su corbata chocó contra su

cuello, y el viento aulló a través de su oído mientras volaba cruzando el

firmamento negro. Parecía que al segundo en que despegó para volar,

había aterrizado ya en el otro tejado, cuatro edificios más allá. Con el

abrupto aterrizaje, Jack se tambaleó hacía adelante doblándose por la

cintura, emitiendo un fuerte gruñido cuando, por el súbito impacto, el aire

le fue forzosamente expulsado. Entonces, Gabe le soltó.

—Jamás me acostumbraré a eso. —Jack sonrió, alisando su chaqueta y

corbata.

—Podría haberte dejado tomar las escaleras de incendio, hermano, pero

con esas bestias pisándote los talones, sólo unos cuantos trozos tuyos

hubiesen conseguido llegar hasta la calle —dijo Gabe, sonriendo con

suficiencia. Al levantar la mirada, su sonrisa se congeló al instante—. Se

sienten atraídos a él. Necesitamos más distancia.

Jack asintió. A unos cuantos metros de ellos, se encontraba una puerta

idéntica de la cual escaparon. De un tirón abrió la puerta y Gabe le siguió

bajando la escalera. Después de tres tramos, Jack moderó el ritmo y su

pecho jadeaba.

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—¡Vamos! —gruñó Gabe.

—¡Ya voy! —espetó Jack, inhalando profundamente antes de descender los

últimos dos tramos.

Justo cuando la salida estaba a la vista, se elevaron los chillidos y

gruñidos. Jack miró por encima de su hombro y vio cómo Gabe se

quedaba atrás, su arma sujeta cerca de su cara.

—No vamos a conseguirlo. Están demasiado cerca —suspiró Gabe.

—¡GABRIEL! —un siseó brutal sonó por encima de ellos. Era una voz, pero

también eran muchas.

Gabe amartilló su arma y entrecerró los ojos.

—Vete Jack. Les contendré.

—Gabe…

—¡Sí quieres salvar a tu hija, entonces vete! —gritó Gabe.

Jack aferró el libro contra su pecho y se encaminó hacia el exterior.

Emergió de la puerta, y entonces se agarró las rodillas, incapaz de tomar

aire. Se apoyó contra la puerta y alzó el rostro al cielo, cerrando sus ojos.

—Dios me ayude —susurró.

Los chillidos cesaron momentáneamente antes de perforar de nuevo el

aire.

Por primera vez, Jack me miró a los ojos. Tenía miedo, cosa que nunca

antes había visto en él. Al principio me pareció extraño, como si no debiera

haberme visto. Vi una mirada familiar llena de decisión en su rostro.

—Voy a salvarte, Nina.

Como si no me hubiese hablado, los ojos de Jack se desplazaron en cada

dirección para determinar el mejor camino de escape.

Justo cuando tomaba su decisión para escapar, la madera estalló detrás

de él, y una docena de largas manos con garras atravesaron la puerta. Los

ojos de Jack se abrieron con pánico mientras los demonios agarraban su

pecho, sus piernas, su cuello y su cara. Las afiladas uñas le hicieron trizas

la camisa, y se hundieron en su piel; sangre brotando de sus heridas

abiertas.

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—¡Nina! —gritó. Su carne se desgarró bajo la presión de las enormes

garras. Sus brazos y piernas fueron empujados hacía adelante, después su

cuerpo se dobló en dos y desapareció, engullido al infierno que le esperaba

adentro.

—¡Papá! —grité en la oscuridad.

Manos agarraron mis brazos extendidos y las aparté, golpeándolas.

—¡No! ¡NO! ¡Papá! —lloré, intentando apartarlas. No era lo suficientemente

fuerte.

—¡Nina, para! ¡Soy yo!

Cuando me golpeó la realidad, dejé de luchar. Jared estaba sentado a mi

lado sobre nuestra cama, sujetando mis muñecas contra su pecho.

—¿Nina? —inquirió él, inclinándose para encender la lámpara.

Mis ojos se cerraron, rechazando la luz. El sudor empapaba mi camisón de

algodón, y mi cabello húmedo se apelmazaba contra mi frente. Con dedos

temblorosos, aparté de mi cara los mechones mojados. Siempre tardaba

algunos minutos en calmarme, pero en esta ocasión no era miedo. Estaba

enfadada.

—Están empeorando —dijo Jared, preocupado.

Tuve que aclarar mi garganta.

—Son tan reales —suspiré.

Aún podía oler la colonia de mi padre, y los chillidos seguían resonando en

mis oídos. Regresar cada noche al mismo lugar donde mi padre murió, era

una tortura. El resentimiento reemplazó al temor, y eso era una buena

cosa; estaba mejor preparada para manejar el miedo que la aplastante

impotencia con la cual me despertaba normalmente.

—¿Nina?

Lamí la sal de mis labios.

—Estoy bien.

—Es la tercera vez en esta semana. No creo que estés bien —dijo Jared, su

rostro tenso—. ¿La misma?

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Reacia, asentí. Jared se preocupaba cada vez más de forma obsesiva

cuando me despertaba de una pesadilla. Estaba atormentado por los

gritos, los temblores, y la imposibilidad de poder detenerlos. Me miró

fijamente durante un momento antes de atraerme a su regazo.

—Quizá deberías hablar con alguien.

—Jared, no necesito un loquero. Sólo son sueños —dije, más para mí

misma que para él.

Me empujó con él, apoyando la espalda contra el cabecero. Intenté

relajarme. Mis días sin él la primavera pasada me vinieron muy bien al no

querer preocuparle con mis ridículos miedos y sentimientos humanos.

Pero luchaba contra mis pesadillas, incluso luego de meses de intentar

perfeccionar mi talento.

Intenté pensar en cualquier otra cosa, en lugar de las terroríficas imágenes

de mi padre siendo desgarrado en jirones, para poder relajarme y

dormirme. El pecho afiebrado de Jared contra mi mejilla fue reconfortante,

e inhalé su increíble aroma. En cualquier otro momento me habría sentido

tranquila al instante, pero después de la tercera repetición de la peor

pesadilla de todos los tiempos, no funcionó.

—Voy a tomar una ducha —dije, deshaciéndome rápidamente de las

mantas que me envolvían.

—Nina, son las tres de la mañana. De todas formas tienes que levantarte

dentro de tres horas para ir a trabajar. ¿Por qué no intentas dormir?

Me moví al borde de la cama, y apoyé mis pies sobre el suelo, dándole la

espalda a Jared.

—¿Tú has dormido? —pregunté.

Después de una breve pausa, dejó escapar un exasperado suspiro.

—Sí.

—Entonces no hay ningún motivo para que me vuelva a dormir. Además,

no quiero dormir. Cada vez que cierro los ojos ocurre lo mismo. —Esperé

un instante, y cuando Jared no siguió discutiendo, me levanté de la cama

y me fui al baño.

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Las tuberías chirriaron cuando giré las manijas de la ducha, esperando

frente al lavabo a que el agua se calentara. Las visiones de mi sueño

emergieron en cortas y ruidosas escenas. Los chillidos, el sonido de los

zapatos de mi padre subiendo las escaleras corriendo; no paraban.

Cerrando los ojos, intentando enfocar, me froté la cara con las manos y

después me miré en el espejo.

Desde la primera vez que Jared y yo nos conocimos, mis rasgos habían

cambiado. Al pasar la mayor parte del verano en casa mientras se curaba

mi pierna, mi piel había quedado pálida y sin vida, y ahora mostraba unos

círculos morados bajo mis ojos.

Nuestra experiencia casi mortal en el restaurante parecía muy lejana.

Aparte de las ocasionales noticias sobre las excelentes reuniones en el

departamento de policía, inoportunamente acabadas en extraños

accidentes sin relación, nuestros días continuaron como si Grahm, Sax y

el libro nunca existieron.

Dejé caer mi camisón, y luego me metí en la ducha, suspirando cuando el

chorro de agua cayó sobre mi cara.

Jared entró, apoyándose contra el lavabo, cruzando los brazos sobre el

pecho.

—¿Está todo bien? —pregunté.

Jared se movió incómodo.

—Estoy preocupado por ti.

—El semestre de otoño está por empezar. Tengo clases extras, y con mi

período de prácticas, probablemente sólo es estrés.

—No lo entiendo —dijo Jared—. Han pasado meses desde que alguno de…

ellos se ha pasado por aquí. Son pocas las veces en que les he visto en

toda mi vida, y sin embargo tú... —Jared se frotó la nuca—. No tiene

sentido que ahora tengas estos sueños.

—Jared, la gente tiene pesadillas todo el tiempo sin que aparezcan

demonios. No significa nada —dije, restregando el champú en mi cabello.

—Eso es lo que tú piensas.

Puse los ojos en blanco.

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—Venga ya. Estás exagerando. Si prometo dejar de tener los sueños, ¿me

prometerás dejar de ponerte frenético sobre ello?

—Me prometerás dejar de tener esos sueños —repitió, su voz llena de

ironía.

Asomé la cabeza llena de espuma de entre las cortinas de la ducha, la

espuma chorreando por mi cara.

—Bien, no te lo puedo prometer, pero me estás acomplejando. A menos

que sepas algo que yo no sé, sólo son sueños.

Jared sonrió, limpiando la línea de jabón de mi frente, y de pronto besando

mis labios.

—Muy bien. Sólo son sueños.

Asentí en aprobación, y entonces cerré la cortina.

—Hoy me tengo que pasar por la oficina, ¿te importa? —pregunté, a

sabiendas que le importaría.

—Quieres decir, ¿más que cualquier otro día?

Escoltarme a Titan Shipping era como otro día de trabajo para Jared, pero

de tantas veces que le pedí entrar, se convirtió en una broma privada entre

nosotros. Todos los días preguntaba y cada día declinaba amablemente.

Durante años los pasillos de Titan Shipping fueron utilizados por el padre

de Jared, Gabe. Jared no hablaba sobre ello, pero asumí que su

declinación a enfrentarlo debía estar relacionada con sentimientos no

resueltos con respecto a su padre.

Las horas previas al alba pasaron con lentitud y, después de mi ducha,

Jared y yo pasamos los últimos momentos del crepúsculo en la mesa del

desayuno. Cuando por fin los rayos del sol se asomaron entre las

persianas, sonreí a la brillante luz dibujando rectángulos sobre la pared.

Pasé horas mirando fijamente a esa pared, esperando a que se curara mi

pierna. Beth me visitó ocasionalmente, ocupada en decorar su nuevo

apartamento. Kim pasó sus vacaciones veraniegas en la carretera, y Claire

eliminó incansablemente cualquier amenaza hacia nosotros. Jared pasó la

mayor parte de su tiempo manteniendo a raya la soledad, y

entreteniéndome. Empezamos a intimar, y la vida se normalizó más que

nunca. El único recuerdo sobre la noche que estuve a punto de morir, era

la cicatriz en mi muslo.

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Jared trabajando en la cocina captó mi atención, y escuché el chisporroteo

y salpicar en la sartén con nuestro desayuno. Puso una tortilla francesa

sobre la mesa junto con un pequeño montón de correo.

—¿Algo interesante? —pregunté mientras ojeaba los sobres.

Jared se quedó quieto, entrecerrando los ojos mientras leía la dirección

escrita a mano en un sobre.

—¿Qué?

—Es para ti —dijo, deslizándolo hacía mí.

La esquina superior izquierda explicaba la expresión de Jared. Era de

Ryan.

Por la expresión de Jared, supe que no contenía buenas noticias.

—Ya lo sabes, ¿verdad? —dije, extrayendo una simple hoja procedente de

un cuaderno de notas.

—Tengo una idea.

—Algo que deberías haberme contado antes —le acusé, leyendo

rápidamente la carta.

Querida Nigh,

Quería que lo escucharas de mi boca, pero no sé cómo explicarlo, por lo tanto lo escribiré.

No volveré a Brown. Lo he discutido con un reclutador del ejército y pienso que en estos

momentos es el mejor lugar para mí. Te conozco mejor de lo que crees, y en estos momentos

te sientes culpable. Bien, pues no lo sientas. Eres feliz y eso es lo más importante para mí,

y es la pura verdad. Siento que te tengas que enterar a través de esta estúpida carta, pero

todo se desarrolló muy rápido, y no tuve tiempo de llamar. Nigh, cuídate mucho. Pensaré

en ti todos los días.

Ryan

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La carta se deslizó de entre mis manos y cayó al suelo, lenta y

suavemente. El entumecimiento era inesperado pero bienvenido; sabía que

muy pronto la culpabilidad se apoderaría de mí y sería intolerable.

—Se ha ido.

Jared me tocó la mano.

—Claire llamó. Él está bien.

—¿Claire se ha ido? —gemí, levantándome de mi asiento. La ira era

siempre preferible que el dolor. Jared dio un paso hacia mí, pero yo

retrocedí—. ¡Ni siquiera me dejaste despedir de ella! ¡De ninguno de los

dos!

Las cejas de Jared se estrecharon.

—Nina, él quiso hacerlo de esta manera. De todas formas, no podrías

haberlo detenido.

—Pero tú sabías lo que estaba sucediendo —dije con suavidad—. Debiste

decírmelo. —La falta de sueño ya me estaba haciendo efecto, y mi cuerpo

se sentía pesado. No tenía la energía suficiente para estar enfadada.

Mis ojos se desviaron a la carta sobre el suelo.

—Esto es por mi culpa.

—Nina, no.

Asentí.

—Yo hice esto. Rompí su corazón y no pudo quedarse aquí —sacudí la

cabeza—. Debí dejarle en paz. Ahí afuera va a morir.

—Ryan tomó su decisión —dijo Jared.

Su tono seco no fue muy convincente. Tenía derecho en estar enfadado,

viendo cómo su prometida se angustiaba por el hombre con el que estaba

destinada a estar. Para Jared, el que Ryan fuese el Taleh de Claire

significaba que yo pertenecía a otro, y yo lo utilicé para mantener apartado

a Jared cuando pensaba que al estar conmigo ponía a su familia en

peligro. Mi brillante plan funcionó para enviar a Ryan a enlistarse en una

guerra al otro lado del mundo. Sin importar lo que Jared dijese, o lo

mucho que odiase verme disgustada, no lamentaba ver partir a Ryan.

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Tan enfadada como estaba, la única culpable era yo, y ambos lo sabíamos.

Moví la cabeza.

—Tengo que darme prisa. Debo mandar esos documentos por fax a más

tardar a las ocho.

Jared suspiró.

—¿Si te lo hubiese dicho, qué más hubieses hecho aparte de preocuparte?

Coloqué mi bolso sobre el hombro.

—No lo sé —dije, sacando mi teléfono móvil. Me desplacé por la agenda

hasta que encontré el número de Ryan, después acerqué el teléfono a mi

oído. Como esperaba, su buzón de voz saltó de inmediato.

El sonido de su voz hizo que mis entrañas se retorcieran, pero cuando el

bip me instó a hablar, se desató mi temperamento.

—Necesito que me llames. Llámame ahora mismo, lo digo en serio. Acabo

de recibir tu carta y no puedes hacer esto. Simplemente no puedes. Tienes

que llamarme para poder solucionarlo. Por favor.

Jared me arrebató el teléfono de la mano y lo cerró lentamente.

—Cariño, no va a recibir ese mensaje.

—Tenía que intentarlo —dije, abriendo mi bolso para que él pudiese

meterlo dentro—. Alguien tenía que hacerlo.

Jared tocó mi brazo.

—Nina, él es el recluta más seguro en el ejército. Tiene a Claire.

—¿Y cómo se supone que funcionará? ¿Clarie se unirá al ejército?

Jared sonrió.

—No. Ya hemos hablado sobre ello. Ella estará pendiente de Ryan de la

misma forma que nos permitieron entrenar. Tenemos conexiones.

—No se trata de eso.

—Lo sé —dijo Jared, abriendo la puerta.

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Cuando pasé por la puerta no lo besé, o cuando él me abrió la puerta de

pasajero como siempre hacía, o antes de dejarme para acomodarse en el

asiento del conductor. No intentó disculparse, lo cual hacía cuando

pensaba llevar la razón. Saber eso me enfurecía aún más.

—Siento que estés enfadada —dijo él.

Le miré furiosa.

—Es una pobre excusa y lo sabes. ¡En primer lugar no me contaste sobre

el reclutamiento de Ryan! ¡No me permitiste despedirme de Claire! Siento

estar enfadada… —musité las últimas palabras y crucé los brazos,

acomodándome en un estado inflexible de pésimo humor. Cuando Jared

no respondió, le miré de reojo. Él estaba intentando aguantar la risa.

—¡Jared, no es gracioso!

Su boca inmediatamente se convirtió en una línea delgada.

—No dije que lo fuese, sólo que tú —Movió la cabeza mientras tomaba la

curva antes de llegar a Titan Shipping—, estás intentando estar enfadada,

con tu preciosa cara con una serie de graciosas expresiones; es divertido,

lo siento.

—¡Deja de disculparte y empieza a ser… no sé! ¡Lo siento!

Un borde de la boca de Jared se rebeló y se alzó levemente para dejarlo

caer enseguida.

—Ten un buen día.

Cerré de golpe la puerta, pasando a tener una pelea con él. A veces

resultaba ser una locura lo enamorado que estaba de mí.

Tomé unos pasos hacía el edificio y después me paré. Volví al Escalade y

suspiré. Avergonzada, abrí la puerta.

—¿Vas a entrar?

—Hoy no. —Sonrió él.

De niño, Jared pasó interminables horas en Titan Shipping, y era el lugar

donde menos le gustaba ir con su padre. No ayudaba para nada que los

demás empleados se le quedaran mirando como si fuese un animal de

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zoológico. No podían entender nuestra relación, aunque la mayoría de ellos

sabían que Jared era hijo de Gabe, y mi guardaespaldas.

Ver a Gabe siendo la sombra de mi padre cuando caminaba por los

pasillos, era sólo otro día en la oficina; pero ahora cuando era aparente

que necesitaba protección, quien resultaba ser mi prometido, empezó más

de una sucesión de cotilleos sobre mi familia.

En particular mi compañera pasante, Sasha, quien tuvo un repentino

interés en Jared. No perdió el tiempo con azucaradas galanterías; todo lo

contrario, conmigo era bastante odiosa sobre el asunto.

—Así que… Jared… —empezó mientras caminábamos al despacho que

compartíamos. Mientras hablaba miraba el Escalade desde la ventana.

—Sasha, tengo mucho que hacer.

—¿Él te protege? —Cuando no respondí, ella se encaminó para situarse

delante de mi mesa, golpeándola hasta que levanté la vista—. ¿De qué? —

dijo ella, dudando.

Miré fijamente sus largas uñas golpeando contra la madera y luego a ella.

—Estoy ocupada.

—Pero es tu novio, ¿cierto?

—No.

—¿No? —dijo ella, su voz subiendo una octava.

—Estamos comprometidos.

—¿No es, ya sabes, un conflicto de intereses?

—En realidad, no —dije, hojeando una pila de papeles.

—No lo entiendo, quiero decir —Ella soltó una risita—, me doy cuenta que

eres la princesa de Titan Shipping, pero, ¿no te sientes un poco ridícula

cuando estás a su lado? Hacen una pareja tan extraña.

Dándome cuenta a lo que se refería, mi cabeza se alzó de golpe, y mis ojos

se entrecerraron.

—¿Disculpa?

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Entonces Sasha se encogió de hombros, recorriendo con el dedo el borde

de mi mesa, mientras se deslizaba alrededor de mí.

—¿No te sientes cohibida? Las mujeres deben de arrojarse a su cuello todo

el tiempo.

—En realidad, no —espeté mientras ella caminaba a la puerta.

Sasha sonrió con suficiencia, esquivando mi mirada fulminante.

—Hmm. Muy interesante. —Cuando giró en la esquina, movió su larga

coleta pelirroja, y sentí el calor irradiar de mi cara.

En el momento justo, sonó mi teléfono.

—¿Va todo bien? —preguntó Jared al otro lado de la línea.

Cubrí mis ojos con mi mano, intentando calmarme antes de responder.

—Todo bien. Es sólo… Sasha acaba de estar aquí.

—Oh, eso lo explica todo. ¿Está dejando de nuevo su taza de café sobre tus

papeles? —Jared se rió entre dientes. Fuera por lo que fuera, le divertía

que esta mujer se metiese bajo mi piel de una forma que me impedía

pensar con claridad.

Suspiré.

—No. Ella es… no puedo decir lo que me gustaría decir, por lo tanto no lo

haré.

—Sabes que la compañía te pertenece. No tienes por qué trabajar con ella.

—Jared, en estos momentos soy una pasante. Y… —Suspiré de nuevo,

viendo cómo ella coqueteaba con el Director de Recursos Humanos—, no

me tientes.

—¿Crees que podrás escabullirte un poco antes? —preguntó Jared.

—Posiblemente. ¿Por qué?

—Mañana es tu primer día de vuelta a Brown. Pensé que podríamos tomar

las bicis e irnos al árbol de roble, tener un almuerzo…

—¿El árbol de roble…?

—Aquél al que te he querido llevar… a donde mi padre llevaba a mi madre.

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Sonreí.

—Eso suena fantástico, pero primero tengo una reunión.

—Bien —dijo Jared, disimulando haberlo olvidado.

Enderecé la cinturilla de mi falda y después pulsé el botón al tercer piso.

Podría pasar mi último día de libertad entero con Jared, pero el Sr.

Patocka pidió a los pasantes acudir a una última reunión antes de

empezar la escuela. Algunos de ellos no volverían y él necesitaba

redistribuir responsabilidades. Llevaba toda la semana ansiosa a la espera

de esta reunión, sólo porque era el último día de Sasha. Era razón

suficiente para celebrarlo.

—Pasantes —empezó el Sr. Patocka, hojeando los papeles que sujetaba en

sus manos. Siempre pronunciaba “pasantes” como si le dejase un mal

sabor de boca.

—Anna, Brad y Evan nos dejarán, dejando a Shannon, John, Nina y Sasha

con nuevas responsabilidades. Me gustaría decir…

Cuando asimilé las palabras del Sr. Patocka, me di cuenta que puso a

Sasha en la categoría equivocada.

—¿Disculpe, Sr. Patocka?

—¿Sí, Señorita Grey? —dijo él, obviamente irritado. Estaba muy consciente

que si otro pasante lo hubiese interrumpido se le hubiese pedido

inmediatamente abandonar la reunión, pero todos sabían, incluso el Sr.

Patocka, que yo no era sólo una simple pasante.

—Creo que ha cometido un error. Sasha no se va a quedar —dije tan

profesionalmente como fui capaz.

—Sigues sin prestar atención a tus informes —dijo Sasha bruscamente—.

Me quedaré durante todo el año escolar.

—¿Qué? —dije, mi tono más disgustado de lo que pretendía. Miré al Sr.

Patocka, quien asintió mientras miraba increíblemente aburrido el giro que

tomaba la conversación.

—Yo… ella… —trastabillé sobre mis palabras, intentando pensar en

alguna forma de salvar mi dignidad después de dejar bien claro estar

conmocionada y consternada por la noticia.

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—Está bien, Nina. Vamos a seguir siendo compañeras —ronroneó Sasha.

Su sonrisa era la de un gato siendo amable con el pájaro justo antes de

comérselo.

—Continuando —prosiguió el Sr. Patocka—. Sasha, te harás cargo de las

funciones de Brad, Shannon tú te harás cargo de las funciones de Anna, y

John se hará cargo de las de Evan. Espero que los que se marchan dejen

instrucciones exactas a los que se quedan.

—¿Qué pasa con Nina? —dijo Sasha, mirándome fijamente por encima del

hombro.

El Sr. Patocka suspiró.

—Sasha, durante el año escolar, Nina se formará con Grant. Por favor, no

me hagas sentir como si estuviese haciendo de niñera más de lo debido.

—¿Con Grant? —se quejó Sasha.

Grant era el segundo al mando en Titan. Cuando murió Jack, él asumió

las responsabilidades de dirección hasta que yo estuviese preparada para

asumir el cargo. Trabajar con él no era algo que ansiara; pasé mis años de

adolescente viendo cómo Grant adulaba a mi padre sin cesar, y para

diversión de Jack, coquetear descaradamente conmigo.

Jack veía algo en Grant que yo no podía —o no quería— ver. No sólo le

concedió ascenso tras ascenso, sino que incansablemente intentaba

persuadirme en salir con su prometedor, e increíblemente inteligente,

empleado estrella.

Aún cuando estando a tres metros de Grant algunas veces me invadían

las náuseas, Sasha, desde el primer día estuvo intrigando para conseguir

ser su asistente. La decisión del Sr. Patocka en darme la misma posición

por la cual ella estuvo maquinando, sin duda, dispararía más aún su

irritación hacía mí.

Sonreí ante el pensamiento. Significaría una guerra abierta.

—¿Sasha, hay algún problema? —pregunté, intentando preservar un poco

de respeto de mis futuros empleados.

—¿Problema? Para nada —dijo Sasha, emitiendo esa nauseabunda risita,

con la cual, normalmente se libraba de situaciones incómodas creadas por

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ella misma—. Lo siento, Nina. No me había dado cuenta que fueras tan

sensible. —Sonrió ella.

Miré al Sr. Patocka.

—¿Hemos terminado ya?

—He acabado con la reunión, pero Nina, necesito que me acompañes al

despacho de Grant. Él necesita darte algunas instrucciones antes de tu

comienzo la semana que viene.

Los demás pasantes huyeron de la sala, estrechando manos y

despidiéndose. Asentí a cada uno de ellos mientras se iban zumbando al

ascensor, pero no antes de devolver la barata sonrisilla de Sasha con una

de las mías.

El Sr. Patocka me acompañó por el pasillo y dentro del ascensor, pulsando

el botón cuatro, en donde aún se encontraba el despacho de mi padre. El

despacho de Grant se encontraba al otro lado del pasillo, paralelo al de

Jack. La mitad de sus paredes estaban cubiertas de diplomas y fotos de

caballos de polo y, la otra mitad ocupada por un gran ventanal, con vistas

al Fleet Rink y permitiendo entrar el sol.

El Sr. Patocka llamó a la puerta media abierta de Grant.

—Eh… ¿Sr. Bristol? Nina está aquí para verle.

—Hágala pasar.

Entré en su despacho, me senté en una acolchada silla verde, por una vez,

sintiéndome amigable. Grant estuvo trabajando para mi padre durante

diez años, y como en cada cliché de ascensos, Grant empezó en un bajo

puesto. La única cosa que haría que su historia fuese aún más aburrida,

era el haber empezado en las trincheras clasificando el correo. Teníamos

una oficina de clasificación de correspondencia. Pero Grant no empezó en

Titan como chico de correo.

Él empezó como pasante.

—Nina —me saludó Grant por encima de sus finas gafas cuadradas.

—Grant —reconocí con un asentimiento de cabeza.

Grant miró al Sr. Patocka y sonrió educadamente.

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—Gracias, Eugene.

El Sr. Patocka se escabulló por la puerta y la cerró detrás de él. Aunque yo

veía a Grant como algún tipo de comadreja, el resto de los empleados le

consideraban como su salvador personal.

—¿Bien, Grant, de qué van toda estas formalidades? —dije, cruzando los

brazos.

—Dame un respiro, Cacahuate. —Sonrió él.

Se sentó en su silla, relajado, con los tobillos cruzados encima de la mesa.

Fruncí el ceño al ver sus ridículos calcetines de rombos. Ellos

representaban precisamente lo que odiaba de Grant Bristol. Era guapo de

una manera insoportable, exasperante. Su claro cabello castaño y su bien

afeitada cara de niño provocaban que la mayoría de las mujeres en

nuestra oficina se extasiaran.

Él vestía bien y era culto, y supongo que a veces incluso era gracioso. Todo

ello me provocaba querer estampar mi puño en su barbilla cuadrada. Me

recordaba a una simbólica estrella de telenovela. Sus palabras eran falsas,

su sonrisa era falsa, y su mera presencia me afectaba como uñas

arañando una pizarra.

—Ugh… sabes que odio cuando me llamas así —gemí—. Si vamos a

trabajar juntos deberás parar eso, Grant. Lo digo en serio.

—Lo que tú digas —sonrió con sus dientes demasiado rectos y blancos—.

Te quiero aquí cuando no estés en clase. Si yo lo pude hacer, tú también lo

puedes hacer. Sin excusas.

Intentando refrenar mi temperamento, me puse de pie y le ofrecí una leve

sonrisa.

—Te veo mañana.

—Una cosa más… —dijo Grant. Me di la vuelta y esperé—. Bonita falda,

Cacahuate.

Pisando fuerte, salí de la oficina de Grant, intentando no patear cualquier

cosa que encontrase a mi paso. Cuando salí por la puerta de entrada, vi el

Escalade de Jared, como siempre, estacionada en el bordillo al otro lado de

la calle, sólo que esta vez él se encontraba apoyado contra la puerta

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extremadamente incómodo, mientras Sasha estaba apoyada con su

hombro contra su auto, a una distancia inferior a tres metros de él.

Pude ver cómo Jared intentaba ser educado mientras mantenía los brazos

cruzados, siendo cauto para no reaccionar a su coqueteo, pero mis ojos

prestaron atención a las risitas de Sasha y la forma de tocar su camisa,

pecho y brazos con cada dos palabras que pronunciaba.

—¡Nina! Hola, cariño —dijo Jared, mi interrupción un alivio. Me tomó entre

sus brazos e hizo toda una exhibición al plantarme un beso sobre los

labios.

—Hola, Nina —dijo Sasha efusivamente—. Le estaba comentando a Jared

que alguna vez deberíamos tener una cita doble.

—No —espeté, mi paciencia estaba más allá de mis límites. Jared me

acompañó a la puerta de pasajero y la abrió—. Puedo entrar en el auto por

mí misma —dije áspera.

—Nina… —Jared sonrió, divertido por mi malhumor.

—Nada de “Nina” —dije, mirando fijamente hacía adelante.

—Bien —gritó Sasha desde el otro lado del todoterreno, elevando las

cejas—. Supongo que te veré el lunes. Jared, ha sido agradable tener la

oportunidad de hablar.

Ignorando la última tentativa de Sasha por atraer su atención, Jared me

miró durante un momento, intentando descifrar mis emociones.

Finalmente, rodeó la camioneta para llegar a su lado y se deslizó en el

asiento a mi lado. Observó a Sasha cruzar la calle y después sacudió la

cabeza.

—No creerás de verdad que yo…

—No. No creo que estuvieses flirteando con ella —refunfuñé.

Jared se alejó del bordillo y asintió.

—Bien, porque es totalmente ridículo. No sólo estoy locamente enamorado

de ti… ella es… —Jared sacudió su cabeza, produciendo una serie de

caras hastiadas mientras intentaba pensar cómo describirla

correctamente—. Ella es otra cosa.

—Esa es una buena palabra para ello —dije yo, cruzando los brazos.

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—¿Cómo fue tu reunión? —preguntó.

—¿Me quieres decir que no lo sabes?

—Estaba atento, pero con Sasha a cinco centímetros de mi cara, fue difícil

captar los detalles. ¿Grant sigue siendo un imbécil?

—Sí —asentí.

—¿Pasa algo? —Jared se quedó callado por un momento y entonces sus

cejas se alzaron—. Oh.

—¿Qué se supone significa eso?

—Nada. No quería dar a entender nada —dijo Jared, intentando no

sonreír.

Sacudí la cabeza, observando a través de la ventana como pasaban los

árboles. Un día Eli nos comentó que cuando nos comprometíamos de una

manera física, los sentidos de Jared hacía mí se agudizarían. Todavía no

podía asegurar lo que eso implicaba. Jared nunca dio a entender que algo

hubiese cambiado, pero cuando su acuciante curiosidad de antaño, sobre

los motivos concernientes a mi humor o sentimientos desaparecieron, supe

que algo era distinto. Le arrinconé en más de una ocasión para que me

explicara su nueva empatía, pero siempre lograba escaquearse de la

conversación con eficiente e irresistible diversión.

—¿Sigue en pie nuestra cita para el almuerzo? —pregunté, mi atención

aún puesta en el paisaje en el exterior de la ventana.

—Por supuesto. Tengo una sorpresa para ti —dijo Jared, tomando mi

mano, llevándosela a su boca.

Mi humor cambió enseguida cuando la tibieza de sus labios se disparó por

mi brazo.

—Me gustan las sorpresas.

—Lo sé —dijo él contra mi piel.

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Capítulo 2 Ido

Traducido por Puchurin

Corregido por francatemartu

alló tu nombre? ¿En un árbol? ¡Eso es tan dulce!

—chilló Beth.

—Sí, en una agotadora forma de lo he-hecho-

miles-de-veces —dijo Kim monótonamente, sin

estar impresionada.

Ignorándola, sonreí hacia Beth.

—Él me llevó a un campo que tiene un solitario roble en el centro.

Extendimos una manta para picnic que habíamos traído. Fue perfecto.

—Eres la siguiente —dijo Kim dándome con el codo.

—Oh —dije mirando rápidamente el menú que colgaba del techo—. Café

grande. Negro. —La chica detrás del mostrador asintió, y presionó los

botones en la caja registradora, esperando por mi tarjeta de débito. Le di

un codazo a Beth—. ¿Quieres algo?

—No, hoy no.

Puse los ojos en blanco.

—Para ella, un Mochachino grande descremado, por favor.

—Dije que no quería nada —dijo Beth fingiendo molestia—. ¿Y desde

cuándo tomas café negro?

—No vamos a tener nuestra conversación mañanera en el primer día de

clases sin café —dije—. Sé que las cosas entre Chad y tu están un poco

tensas en este momento. Mudarse es costoso. No es un problema.

—No soy de arrimarse.

—¿T

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—Hospitalidad sureña. ¿No es así como la llamas? —le guiñé un ojo.

—Tú eres una Yankee —murmuró Beth.

La chica se volteó para preparar nuestras bebidas, y Beth se inclinó.

—Y el árbol…

Sonreí.

—El tallado era increíble. Brillantemente detallado. Nunca había visto algo

como eso. Él me llevó al otro lado, y las iniciales de sus padres también

estaban talladas allí, como desde… hace años.

—¡No puede ser! —gritó Beth. Ella miró alrededor, calmándose antes de su

próxima pregunta—. ¿Ya han establecido una fecha? ¿Para la boda?

Bajé la mirada.

—Eh… no. Pero fue un buen almuerzo.

—¿Un buen almuerzo? —preguntó Kim.

—Él no lo mencionó —les dije.

—Bueno, es la primera vez —bromeó Beth.

No era difícil adivinar por qué las preguntas de Jared sobre la fecha de la

boda habían disminuido: él estaba preocupado por las pesadillas, y no

quería que empeoraran. Sé que Jared quería fijar una fecha. A medida que

pasaban las semanas y yo seguía renuente a discutirlo, él comenzó a

ponerse ansioso. Una vez que comenzaron las noches sin dormir, la boda

pasó a ser el asunto más lejano en su mente.

Nos ubicamos en nuestro lugar al lado de la ventana, y nos pusimos al día

sobre el verano de cada una. Beth y Chad habían reducido las horas en su

trabajo por el semestre de otoño. El dinero era escaso pero ellos se habían

divertido jugando a la casita. Kim había viajado a ver a su familia, pero

regresó antes.

—Mi dormitorio me extrañaba —dijo ella sonriendo.

—¿Cómo conseguiste que te dejaran entrar? —preguntó Beth.

—Tengo el poder de persuasión —dijo Kim, frotándose sus dedos.

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—Así que viajaste casi todo el verano, no trabajaste, y ¿tienes dinero

suficiente para sobornar a los poderes para estar en la Universidad de

Brown? —pregunté—. Seguro.

Kim se encogió de hombros.

—Robé dos bancos y una licorería de camino a Chicago.

—Genial —dije, tomando otro sorbo de mi café.

—Así que, ¿Ryan está en el Ejercito? —preguntó Kim.

—Jesús, Kim —dijo Beth, sacudiendo su cabeza.

Asentí.

—Me escribió una carta, y la dejó en el correo de camino a la guerra. Como

si no fuera nada. Como si fuera una maldita tarjeta de cumpleaños.

—O una postal —añadió Kim.

—Con soldados en ella —dijo Beth. Ella bajó la vista, tratando de no reír.

—En trajes de camuflaje, y grandes armas —Kim sonrió.

Beth esperó un momento, y luego habló de nuevo.

—En traje de baños camuflados.

—Tendido en una hamaca en la playa, con «Saludos desde la Guerra» en

grandes letras amarillas y burbujeantes —fruncí el ceño.

Beth se rió antes de hacer un pobre intento de poner su cara seria.

—No es tu culpa.

—Es completamente mi culpa. Debí haberlo detenido.

La sonrisa de Beth desapareció. Ella me tocó mi brazo.

—Nigh, ni siquiera sabías como para detenerlo.

—No, estoy segura que no —dije en voz baja sabiendo que Jared podía

oírlo.

Arrojamos nuestros vasos vacíos a la basura antes de ir al campus. El

paseo pareció más largo que en años anteriores. Recordé caminando el

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mismo sendero, preguntándome si podría encontrar a Jared, con la

esperanza de poder robar otro momento con él. Una sonrisa tocó mi cara

cuando miré detrás de nosotras. El Escalade estaba estacionado al otro

lado de la calle, a media manzana de distancia.

Muchas cosas habían cambiado desde que me había sentado en el banco

de parque. La vida había ido de mal a peor, de maravillosa a increíble, y

ahora mis días eran tan mundanos como cualquier otro estudiante de

segundo año. Si tan sólo pudiera cerrar mis ojos sin ver a mi padre, pero

eso era pedir demasiado.

Beth me echó un vistazo de vez en cuando. Finalmente mi curiosidad

superó mi aversión a sus largas explicaciones.

—Está bien, Beth. ¿Tengo algo en mi cara? —pregunté.

—Un moco —dijo Kim sin expresión señalando hacia mi nariz.

—¿Tengo un moco en mi nariz? —Di un grito ahogado, mi mano voló a

cubrirla.

—No —dijo Kim.

Beth sonrió.

—Se ve que no has podido dormir lo suficiente, es todo.

Mi mano no dejó mi rostro sin limpiarme la nariz varias veces, y entonces

le hice una mueca a Kim.

—No he podido, supongo.

—¿Supones? —insistió Beth.

—Pesadillas —dijo Kim.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté.

Kim se encogió de hombros.

—Sólo una suposición. ¿De qué se tratan?

—Mayormente de Jack.

La boca de Beth se deslizó a un lado, y entonces frunció el ceño a Kim con

desaprobación. Kim ni se inmutó.

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—¿Qué pasa con tu padre? —dijo Kim.

Me rasqué la cabeza y miré al tráfico… estancada, por supuesto, incómoda

por la dirección que había tomado la conversación.

—Sólo la manera en que murió. Pero es diferente.

—¿Cómo diferente? —presionó Kim.

Beth se detuvo a medio paso.

—¡Por Dios, Kim, déjalo ya!

—Nina, algunas veces hablar de ello te puede ayudar —dijo Kim ignorando

a Beth.

—Hoy no —dije, mirando hacia arriba al ladrillo envejecido del edificio de

Comercio—. Chicas, las veré en el almuerzo.

La clase fue interminable. Mi mente estaba llena con los pensamientos de

Sasha, Jared y Claire esperando bajo el inconcebible sol del desierto para

salvar a Ryan de sí mismo. Mientras el tiempo pasaba, me sentí más y más

enojada. La culpa me siguió por donde quiera que fuera, y la falta de

sueño me dejaba irritable. Cuando la clase finalizó, salí por la puerta, sin

hacerle caso a las miradas atónitas de los estudiantes mientras caminaba.

Kim me detuvo en seco.

—¡Oye!

Tomé unas pocas respiraciones necesarias antes de poder hablar.

—Disculpa… estaba… no lo sé.

—¿La clase fue tan mala, eh?

—No lo recuerdo —dije, frotándome la sien donde había chocado con el

huesudo hombro de Kim.

Kim miró hacia el corredor, y luego a mí.

—Está bien. ¿Qué está pasando contigo? No eres tú.

—Sólo estoy cansada —dije, deslizándome más allá de ella para escapar

por las escaleras.

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En el parque, el banco más cercano llevó la peor parte de mi ira cuando

tiré mi mochila contra él, antes de desplomarme allí. Mi próxima clase era

en diez minutos, y no tenía ninguna motivación para escuchar reglas y

monótonos itinerarios.

Los estudiantes pasaban riendo y hablando con la esperada energía del

primer día de escuela. El sol del verano estaba ya muy cálido para esta

hora temprana, y sin brisa, podía sentir las gotas de sudor formarse entre

mi ropa y la madera. El campus ya no se sentía como mi hogar, nunca

más. Sentí como si hubieran pasado muchos años de las risas que

compartí con mis amigas, sentadas en el almuerzo, en las cafeterías, y en

el pub. Mi estado de ánimo empeoró, y me negué a moverme de mi banco.

Y entonces él se sentó a mi lado.

—Un día cálido, ¿eh? —me preguntó sin mirar hacia mí.

—Supongo.

—¿Perdiste el autobús? —me preguntó, mirándome por el rabillo del ojo.

Suspiré.

—Lo dejé pasar para que el amor de mi vida pudiera salvarme tomando un

taxi.

Él sonrió.

—Voy hacer que esto mejore, cariño. Ryan… los sueños… vamos a salir de

esto. —Él me tomó bajo su brazo, y entonces presionó sus labios en mi

frente. Me dejé derretir contra su cuerpo, y gradualmente el enojo se fue.

Con mochila en mano, suavemente tiró de mis dedos—. ¿Puedo

acompañarte a clase?

Con una pequeña aceptación, me motivó a moverme a paso lento a través

del campus. Caminamos en silencio, pero él apretó mi mano

intermitentemente para darme valor. No se sentía bien estar aquí sin el

rostro sonriente de Ryan. Los pensamientos de las noches en el pub o el

grupo de estudio sólo eran un recordatorio de su ausencia para todos —y

el por qué se fue— era incómodo por decir lo menos.

El día fue largo, pero estuve desconectada de él. Jared me llevó a la oficina

después de clases, y tratar con Grant, montañas de papeleo, y las

prácticas apartó de mi mente los pensamientos oscuros.

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—Te vamos a mudar hoy —dijo Grant con su amplia sonrisa y profundos

hoyuelos.

—¿Mudarme a dónde? —dije, preguntándome para qué otra cosa me tenía

que preparar. He estado en cada departamento de la compañía, y había

comenzado el adiestramiento gerencial. A decir verdad, había dominado

todo lo que Grant podía hacer mucho antes de mi internado, y podía

hacerlo mejor. Tenía una excelente relación con los clientes, y por mi duro

trabajo en el verano, los empleados me habían aceptado. A excepción de

enviarme al extranjero, no había nada que no hubiera visto.

—Por allá —señaló Grant.

No me volteé. Sabía a dónde estaba señalando. Me estaban mudando a la

oficina de mi padre, el único espacio en el edificio entero al que le estaba

huyendo.

—Todavía no necesito eso —dije, tratando de ocultar mi malestar.

—Nina, tu eres la Directora Ejecutiva de esta compañía. Es tiempo de que

ocupes la oficina.

—¿Por qué la prisa Grant? ¿Quieres retirarte? —pregunté, arreglándome la

blusa.

—No te estoy pidiendo que manejes la compañía, pero no puedes ganarte

el respeto del personal estando con los pasantes. Solidifica tu posición con

los empleados antes de graduarte y toma el control.

El ascensor se abrió y apareció Sasha, deslizando un tubo de brillo labial

sobre su muy brillante lápiz labial.

—Grant, enviaron por error un paquete para ti a nuestra oficina —dijo

entregándole el gran sobre de papel—. Esta mañana vi a una vagabunda

con una camisa igual a esa —dijo señalándome con repugnancia—. Nina,

en realidad, hay mejores lugares para comprar que las tiendas de segunda

mano…

Miré hacia abajo y luego hacia ella de nuevo, de repente abierta a la idea

de cambiar de oficinas.

—Sasha, me alegra que estés aquí. Grant quiere que tome la oficina de mi

padre. Te dejaré a cargo de mudar mis cosas.

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—¿Vas a…? —Sasha miró a Grant en búsqueda de apoyo, pero él levantó

sus cejas expectante. Su expresión pasó por varias emociones desde

conmoción, coraje, a derrota, y entonces finalmente se volvió sobre sus

talones—. Me haré cargo de inmediato —dijo entre dientes.

Había dormido la noche anterior, mi ánimo había subido como la espuma,

pero simplemente miré la puerta de la oficina de mi padre y suspiré.

Grant me dio una palmada en mi hombro.

—Te lo has ganado, Cacahuate. Y si te hace sentir mejor… me gusta tu

camisa.

—Gracias —dije liberándome de su tacto.

Carl, de mantenimiento, salió del ascensor y pasó frente a nosotros con

una bolsa de herramientas, un cubo, y una escobilla de goma. Se detuvo

en la puerta de la oficina de mi padre y miró las letras negras en el cristal:

Jack Grey

Director Ejecutivo

Él sacó una navaja de su bolsillo, y comenzó a raspar las letras.

—¡No! —grité. Carl se congeló, y corrí hacia la puerta, suavizando la Y del

nombre de mi padre—. Déjalo —dije suavemente.

—Sí, señora —dijo Carl claramente preocupado. Él miró a Grant, y luego

se fue por donde vino.

—Lo siento. Asumí que querrías tu nombre en tu puerta. Pensé que te

gustaría —dijo Grant.

—Los dos pueden acomodarse —dije—. Sólo pon mi nombre debajo del de

él.

—Tú eres el jefe —dijo Grant, su expresión igualando su tono de voz.

Presioné el botón para el primer piso, y luego me incliné contra la pared

posterior del ascensor.

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—Demasiado para un día —murmuré.

Por encima de la puerta, el número uno brilló con un suave resplandor,

acompañado por un sonido relajante. La doble puerta se abrió y entrecerré

mis ojos por la luz solar que penetraba por las paredes del cristal del

vestíbulo. Para mi sorpresa, Jared estaba de pie en las puertas giratorias.

—Ha sido mucho para ti hoy. Vamos a casa.

Sonreí, recordando lo dicho en el ascensor.

Dejó que me inclinara contra él mientras caminábamos hacia el Escalade

tomados de la mano. Las gaviotas parecían particularmente ruidosas,

llamándose unas a otras en el muelle. La brisa trajo el dulce acre olor del

pescado y aceite de motor. Los sonidos y olores que rodeaban a Titan

siempre me recordaban a mi padre.

—No es de extrañar que esté teniendo los sueños —dije.

—¿Qué sueños? —bromeó Jared.

Sonreí.

—Viniendo aquí todos los días, estando cerca de todo lo que representa, lo

que recuerdo de Jack. No es ningún misterio sobrenatural. Simplemente

estoy rodeada por él.

Jared sólo respondió asintiendo. Él fue cuidadoso en evitar el tema

durante el viaje a casa, aferrándose al tiempo y los acontecimientos en

Brown. Cuando llegamos al apartamento, estaba ansioso por comenzar a

preparar la cena, por lo que lo dejé con sus pensamientos y corrí a

preparar la bañera.

Después de estar bajo el agua fría por mucho tiempo, me envolví en una

toalla y abrí la puerta, notando un solo plato de comida. Jared estaba en la

esquina, bañado en sudor.

—¿Comiste sin mí? —pregunté, sentándome en la mesa.

—No quería molestarte —dijo Jared gruñendo por la masiva cantidad de

peso sobre él.

Jared estaba escondiendo algo, y su conducta me decía que era algo que

probablemente yo no quería saber.

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Terminé mi cena y encendí el lavavajillas, luego subí las escaleras. Me

puse mi bata de noche y me metí en la cama junto a Jared. Él estaba

leyendo, y bajó su libro lo suficiente para darme un beso en mi frente. Me

relajé, tratando de pensar en cosas pacíficas. Me pregunté si levantarme

gritando no ayudaría a mantener a distancia los sueños, por lo que forcé

mi mente en el recuerdo de Jared y nuestro árbol de roble.

—¿No estudias hoy? —dijo Jared.

—El examen es el lunes. Esta noche estoy muy cansada.

Jared asintió.

—Mi madre llamó hoy. Bex regresa a casa mañana.

Un bostezo interrumpió mi respuesta, pero hablé a pesar de ello.

—¿Ah, sí?

—Lo invité a cenar. Pensé que podía hacer un asado de cerdo.

Sonreí, a la deriva.

—Suena bien.

Cuando Jared me dio un beso de buenas noches, caí varios miles de pies a

un piso polvoriento de madera. Aterricé boca abajo, con las palmas de mis

manos pegadas en el piso. Dudé en moverme hasta estar segura de los

alrededores. Estaba oscuro y calmado, excepto por la sutil interrupción del

crujido de papeles. Volteé mi cabeza, luchando para enfocar dos sombras

en el piso; dos figuras inclinadas buscando desesperadamente.

Cerré mis ojos.

—No me voy a mover —dije cerrando mis manos en puños—. No voy a ver.

Se detuvo el crujido de papeles, y Gabe susurró la advertencia a mi padre.

—Ya están aquí.

—No voy a verte morir esta noche —dije apretando mis dientes.

Jack y Gabe escaparon con su libro, y me senté sobre mis rodillas. El

chillido resonó en los pasillos, y mi corazón latió rápido. Me levanté,

determinada a permanecer de pie, enfocándome en el cuarto donde estaba,

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tratando de ignorar los ruidos infernales y aterradores que aumentaban

mientras se acercaban. Era mi sueño. Me quedaría donde estaba.

La habitación se tornó borrosa, y el tiempo me apartó. Mi estómago tiró, y

luego me había ido, empujada violentamente hacia el techo. Gabe tomó a

mi padre en sus brazos, y saltó con todas sus fuerzas al lugar del brutal

final de mi padre. Una vez más me negué a moverme, bloqueando mis

rodillas en el lugar. El tirón comenzó, pero mis pies se mantuvieron en su

lugar.

Justo entonces, un sinnúmero de sombras pasaron de largo, viajando con

tal impulso que mi cabello voló hacia delante, como si dos trenes pasaran

a velocidad máxima a cada lado. Los sonidos que venían de las sombras

eran indescriptibles, tan altos que automáticamente mis manos cubrieron

mis oídos. Grité alto tratando de ahogar el mal que me rodeaba. Luego

todo desapareció.

Esperé. Sonidos provenientes de la calle sustituyeron el ensordecedor

rugido de Shax y sus esbirros, y mis rodillas cedieron, dejándome caer al

suelo.

—Detente, por favor —murmuré, sabiendo que nadie me podría oír.

Mi respiración se aceleró. El aire pareció muy cargado, y el tirón comenzó

de nuevo.

—No —supliqué, justo cuando un agujero se abrió debajo de mí. Caí,

aterrizando en el cemento fresco del callejón.

Un familiar par de zapatos se detuvo frente a mí, y seguí con mis ojos el

traje de sastre para encontrar a mi asustado padre. Sus manos estaban

envolviendo el libro, sus nudillos estaban blancos. Cerré mis ojos,

esperando por lo que sucedería a continuación. El sonido de manos

explotando a través de la puerta, y el ruidoso sonido del destrozo de la

ropa y piel de Jack fueron más reales cuando me negué a ver. Los huesos

de su columna vertebral se quebraron mientras los demonios tiraban de él

a través del agujero en la puerta y hacia el edificio para una muerte brutal.

Grité. No como un grito, sino como un gemido bajo, llorando por mi padre.

El callejón tembló, como si la tierra por debajo temblara por la presencia

de tal maldad. La oscuridad se volvió una luz tenue, y me enfoqué

mientras las cálidas manos de Jared me sacudían para despertarme.

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—¿Nina? —dijo, sujetando mis mejillas en sus manos, esperando a que lo

mirara a los ojos.

Una vez más, empapada en mi propio sudor, me arranqué las uñas de las

palmas de mis manos, todavía apretadas tratando de permanecer en un

solo lugar. Jared miró hacia abajo, luego se fue por un momento, trayendo

dos trapos.

—Jesús, Nina —se ahogó al decir.

Las toallas blancas taparon cuatro pequeñas medias lunas en cada mano,

pero rápidamente revelaron el daño mientras se volvían rojas.

Jared colocó otro trapo, este frío y húmedo, en mi frente, limpiando el

sudor y las lágrimas. Mis ojos se sentían hinchados y tirantes. Aunque el

sueño había terminado, no podía parar de llorar. La expresión de Jared era

devastadora. Era la misma expresión que tenía cuando él soltó mi mano en

la sala de emergencias, como si yo estuviese muriendo frente a sus ojos.

—No puedo arreglar esto —dijo con voz entrecortada—. No sé qué hacer

para ayudarte.

—Me estás ayudando —dije, mi voz era ronca y débil. Dejé mi trapo con

sangre en la manta, y toqué su rostro con mi mano. Demasiado cansada

para sostener mí propio brazo, este cayó en el colchón. Vetas de sangre

mancharon las mejillas de Jared, provocando que volteara mis manos

hacia arriba para ver mi piel.

—Me encargaré de eso —dijo Jared, buscando bajo la cama el botiquín de

primeros auxilios.

Mi cabeza descansó contra la cabecera mientras él atendía mis heridas,

besando mis dedos cuando terminaba con cada mano.

—¿Jared?

—¿Sí, cariño? —dijo, con un rastro de agonía.

—¿Me harías un poco de café?

—Sí —dijo sencillamente.

Me dejó sola, bajando las escaleras rápidamente. Miré a mis manos

manchadas de rojo, y luego al reloj. Leía las 3:30 am. Frotándome los ojos,

me forcé en bloquear los gritos que aún resonaban en mis oídos.

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Jared regresó con una humeante taza de café amargo y oscuro. Él se sentó

en la cama junto a mí con una esperanza renovada.

—Está bien —dijo, pasándome la taza con cuidado—. Vamos hablar de

esto.

—No.

—¿No? —Mi respuesta lo tomó con la guardia baja. Le llevó un momento

recuperarse—. Nina, tiene que haber una razón para esto.

Tomé un trago y suspiré.

—Ya te lo dije. Estoy en Titan todos los días. Estoy rodeada por Jack y sus

recuerdos durante horas. Piensa en ello. Los sueños no comenzaron hasta

que comencé mi pasantía.

—Eso no cuadra, Nina. Deberías estar a gusto allí a estas alturas. Los

sueños deberían haber cesado, no empeorado.

Fue inútil el intentar pensar racionalmente. Mi mente estaba nublada por

la fatiga, y no pasó mucho tiempo en frustrarme y rendirme.

—No quiero pensar en eso, Jared.

—Debes estar exhausta. Pero, déjame intentarlo. Cuéntame sobre el

sueño. —Jared sonrió cuando cedí con un suspiro—. ¿Por favor?

—Fue diferente esta vez. Traté de controlarlo y dejar que ocurriera sin

estar allí para verlo, pero tiraba de mí.

—¿Qué tiraba de ti?

Me encogí de hombros.

—No sé. ¿El sueño? Me paré y me concentré en estar allí en un solo lugar,

y entonces fui empujada a otra escena. Pero una vez… me mantuve por un

rato. Vi algo que no había visto antes.

—¿Sí? —preguntó, ansioso por encontrar respuestas.

—El…

—Nina —dijo Jared, interrumpiéndome firmemente.

Asentí con entendimiento, y continué:

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—Me quedé atrás. Gabe y Jack saltaron al siguiente edificio como siempre

hacen, pero esta vez permanecí de pie en el techo, y los «Otros», me

rodearon. Docenas de ellos, cientos de ellos, no sé, ellos pasaron a través

de mí.

Jared asintió, esperando todavía por una epifanía.

—… y luego caí por un agujero, aterrizando en el callejón. No miré esta

vez. Mantuve mis ojos cerrados.

—¿Eso te ayudó?

—Los ruidos fueron igual de malos.

Él esperó a que algo llegara a él. Claramente los pensamientos corrían a

través de su mente como si verificara metódicamente cada escenario, cada

explicación posible, y luego seguía al próximo. La frustración se desplazó

por su rostro y se levantó, caminando hacia la barandilla que corría a lo

largo del borde de nuestro dormitorio. Miró hacia el piso inferior,

apretando el metal tan fuerte que resonó mientras él retorcía sus manos

adelante y atrás.

El café finalmente se abrió paso a través de mi cuerpo, corriendo por mis

venas. Pateé las sábanas a un lado y planté mis pies descalzos en el piso.

—¿Una película? —pregunté, pero él estaba perdido en sus pensamientos.

Bajo la tenue luz, pude ver su boca moviéndose, pero no hacía ningún

sonido—. ¿Jared?

Sus labios continuaron moviéndose, y el metal siguió quejándose bajo su

agarre.

—Vas a romper la barandilla —dije, caminando los pocos pasos hasta

alcanzarlo.

Se puso rígido bajo mi toque.

—Ellos no contestan.

—¿Quiénes?

—Eli. Samuel. Cualquiera.

—Quizás estén ocupados.

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—Exactamente —dijo él, sus hombros cayendo—. Nina, puedo sentir lo

exhausta que estás. No sé cómo puedes seguir funcionando. Puedo sentir

cómo tu cuerpo se tensa y entra en pánico cuando tienes estos sueños. No

quiero asustarte, pero esto es… si tú quieres creer que es Titan, está bien.

Pero necesito resolver esto.

—¿Qué quieres decir?

—Voy a llamar a Bex. Voy a pedirle que venga por unos días mientras trato

de encontrar algunas respuestas.

—¿Te vas?

—Sólo por unos días, cariño.

Agarré su camisa, el pánico apretando mi garganta. No nos habíamos

separado por mucho tiempo, el simple pensamiento de estar pocos días sin

él me aterraba. Me sentiría desnuda… vulnerable.

—Pero lo prometiste. Prometiste que nunca tendrías que irte.

—Lo hice. No me voy a ir —dijo, tocando mi mejilla—. Estaré a una

llamada de distancia.

—No. No… envía a Bex.

—Bex no tiene mis conexiones, Nina. Todavía no. Él no sabe dónde tiene

que buscar, él no sabe las preguntas que debe hacer. Tengo que hacerlo.

Cambié mi peso de una pierna a otra, tratando de relajarme y apagar mis

miedos.

—No puedes ir… no puedes.

Jared tocó con sus pulgares la delicada piel debajo de mis ojos, señalando

silenciosamente mis círculos oscuros. Sin más palabras, Jared sacó su

teléfono de su bolsillo trasero y marcó.

—Bex. Necesito que te quedes con Nina por un tiempo. —Cerró su teléfono,

con los ojos fijos en mí.

—No hagas esto.

Jared metió mi cabello detrás de mis orejas.

—Estás exagerando.

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—¿Por favor?

—Es sólo por unos pocos días.

Fruncí el ceño.

—No lo sabes.

—Si no encuentro nada, simplemente regresaré. Cuarenta y ocho horas, y

estaré de vuelta aquí. Lo prometo.

—Prometiste que nunca me dejarías.

Él se rió de mi terquedad.

—No te estoy dejando. Voy a trabajar.

Levanté un lado de mi boca y suspiré. Jared se inclinó, besando mi frente

con sus suaves y cálidos labios.

El motor de una motocicleta se elevó más cerca del apartamento,

deteniéndose justo afuera. En cuestión de segundos después del silencio,

un tranquilo golpe vino de la puerta. Mi sonrisa se desvaneció, y Jared

arrojó unas cuantas cosas en su bolsa de lona mientras Bex se estiraba en

el sofá de la planta baja.

—Mamá quiere que la llames —dijo Bex, sujetando el control remoto

delante de él mientras cambiaba canales en la televisión.

—Bájale el volumen, Bex. Nina está tratando de dormir.

Crucé mis brazos, molesta porque se negó a comprometerse.

—No puedo dormir sin ti. Si piensas que estoy exhausta ahora, en

cuarenta y ocho horas entraré en coma.

Sus brazos me rodearon, besándome una vez más.

—Por lo menos conseguirás dormir un poco.

Él estaba tratando de mantener el ánimo ligero con su partida. Jared no

disfrutaba dejarme más que yo, pero él sentía más que seguro de que era

necesario romper la promesa por mis recurrentes pesadillas. Esa realidad

simplemente me dejó más confundida.

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Suavemente, Jared sacó mis dedos de su camisa. Las impresiones de mis

dedos permanecieron en su camisa, por lo que me apresuré a alisarla con

la palma de mis manos.

—Regresa pronto a casa —susurré, tratando de evitar llorar.

Jared tocó mis labios con los suyos, y entonces miró a su hermano.

—¿Bex?

—Lo tengo —dijo levantando sus pulgares en el aire.

Antes de que mis ojos terminaran de parpadear, él había bajado las

escaleras y salía por la puerta.

No sentí nada por unos momentos, pero al segundo que el aire llenó mis

pulmones, una abrumadora sensación de tristeza cayó sobre mí. Jared no

había estado a más de una manzana de distancia de mí cuando recuperé

mis sentidos y le rogué que regresara el pasado mayo.

La cama parecía estar a kilómetros de distancia, pero lentamente caminé

hacia ella. En el momento que mi espalda tocó el colchón, oí un fuerte

pisoteo subiendo las escaleras. Bex corrió a toda prisa hacia mí, saltando y

tomando vuelo, aterrizando precisamente a unos centímetros de distancia.

No me estremecí.

—Oye —dijo Bex, dándome un codazo—. Están dando Death Jungle. Ven a

verla conmigo.

—¿A dónde fue Jared?

—No lo sé… ven —dijo él.

Su voz era más profunda, y era más alto que yo desde hacía varios meses.

Si no supiera que todavía él era un niño, habría pensado que era un colega

universitario. Pero todavía no se había desarrollado completamente… la

única cosa que lo delataba.

Tiró de mí para que lo siguiera abajo, y acepté de mala gana, descansando

mi cabeza en el brazo del sofá.

Una variedad de ridículas mutilaciones y caos llenó la pantalla. Bex la

miraba con un enfoque inquebrantable, pero mis ojos batallaban por

permanecer abiertos. Moviéndome para encontrar una posición más

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cómoda, me ubiqué y dejé que mi mente fuera a la deriva. En la oscuridad,

con los gritos de los vagabundos moribundos de la selva al fondo,

permanecí lejos de alguna manera del oscuro edificio y de mi padre.

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Capítulo 3 Más de un Metro

Traducido por erikayure

Corregido por Juli_Arg

or favor? —preguntó Bex, manteniendo abierta la

puerta del pasajero.

Puse mis ojos en blanco.

—Bien, no le digas a tu mamá.

—¡No lo haré! —dijo. Agarró mi mochila y la aventó en la parte de atrás

mientras yo me acomodaba en el asiento. En cuestión de segundos él

estaba a mi lado, encendiendo el motor.

—Eres tan genial —dijo, con una amplia sonrisa.

—La única razón por la que te estoy dejando manejar es porque

completaste tu curso de manejo en Cleet. Si pudiste evadir los policías,

asumo que no arruinaras la única cosa que me queda de Jack.

Bex frunció el ceño.

—Aguafiestas.

Él se apartó del departamento, usando la direccional y obedeciendo todas

las leyes de tránsito durante el camino. Miré pasar los árboles, los rojos y

naranjas señalando la llegada del otoño. El paradero de Jared se mantuvo

al frente en mi mente, pero la pared que había aprendido a formar

alrededor de mis sentimientos había sido por mucho tiempo una rutina.

No quería que Jared cometiera un error, o saliera lastimado porque

sintiera mi ansiedad.

—Cafetería, a las siete en punto —comentó Bex, estacionando detrás del

deteriorado Sentra de Kim.

Le di una mirada de incredulidad.

—¿P

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—¿En serio?

—Jared dijo que te ibas a reunir con tus amigas Kim y Beth aquí, ser

puntual, y vigilar una manzana al norte, con la puerta frontal a la vista.

—Soy yo, Bex. No actúes como un robot militar. Me saca de quicio.

Bex sonrió.

—Sólo quiero hacer esto bien.

Le devolví la sonrisa y le di un abrazo.

—Lo estás haciendo muy bien —le dije antes de salir a la acera.

Metiendo mis manos en los bolsillos para guardarlas del aire frío de la

mañana, caminé hacia la puerta frontal de nuestra cafetería favorita. La

puerta verde se abrió y cerró con clientes que entraban y salían varias

veces antes de que yo alcanzara la manija. Apenas entré, alguien corrió

hacia mí desde atrás, casi mandándome al suelo.

Una risita familiar provino detrás de mí.

—¡Cielos, lo siento! —dijo Beth, sin duda utilizando hasta el último

pedacito de su encanto sureño—. Estaba tratando de alcanzarte —respiró.

Mis cejas se alzaron.

—Está bien… ¿por qué?

Ella me pasó una hoja de cuaderno.

—Esto. Joshua recibió esto con el correo ayer, y se lo dio a Chad. Es de

Ryan.

Lo arranqué de su mano y le eché un vistazo. Todo parecía estar bien. Él

había completado el campo de entrenamiento, y ahora estaba en un

entrenamiento especializado; algo sobre explosivos y ser un experto en

armas.

—Grandioso —dije.

—¡Pero lo está haciendo bien! Parece estar bien, ¿cierto?

—Sí —le dije, regresándole el papel.

Kim me empujó por detrás.

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—¡Oye!

—¿Qué pasa con ustedes dos hoy? —dije.

—Vi a Beth hacerlo. Parecía divertido. ¿Te puedo patear más tarde? —dijo

Kim, con una expresión carente de humor.

—No, sin duda no puedes. —Me di la vuelta para ordenar, estirando mi

cuello una vez más hacia Kim para probarle que no estaba de humor para

sus travesuras.

Nos sentamos en nuestra mesa de siempre, quejándonos de los próximos

exámenes y trabajos. Beth compartió la carta de Ryan con Kim, y se quejó

del recorte de horas en el trabajo, dejando sus alacenas más desnudas que

lo usual. Mientras Kim y Beth discutían el mal humor de Chad debido a la

sensación de que su condición del hombre de la casa estaba en riesgo,

tuve una epifanía.

—¿Qué te están pagando ahora? —pregunté.

—Frijoles —dijo Beth.

—Bueno… soy la Directora Ejecutiva de Titan Mercantile. Necesito un

asistente.

Beth inmediatamente se animó.

—¿Cuántas horas? Mis clases tienen tiempo inestable, ya sabes.

—Lo sé. —Asentí—. Si puedes pasar al menos una hora al día, cada vez

que puedas ir, te igualaré el pago que estabas recibiendo este verano.

Tendrías tiempo para respirar un poco entonces, ¿cierto?

—¡Eso es un robo! —chilló Beth.

—Oh, cállate —replicó Kim—. Nina tiene dinero para quemar. A ella ni

siquiera le pagan por trabajar ahí.

—Aún —intercedí.

Kim continuó:

—Ella es tu amiga rica, Oklahoma, toma ventaja.

—Tienes pasantes para esas cosas… —dijo Beth, moviendo la cabeza con

desdén.

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—Ellos están ocupados.

Después de un breve momento de reflexión, la boca de Beth se extendió en

una amplia sonrisa.

—¿En serio?

—En serio.

Se arrojó sobre la mesa, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.

—¡No puedo esperar para contarle a Chad! Lo siento… ¡Tengo que irme! —

Recogió sus cosas, dio unos cuantos pasos, girando sobre sus talones—.

¿Cuándo empiezo?

Sonreí pacientemente.

—¿Cuándo puedes empezar?

—¿La próxima semana?

—Te veo el lunes.

La ya amplia sonrisa de Beth se extendió a su límite. Ella abrió la puerta,

caminando con renovada energía en su paso.

—Las demostraciones públicas de generosidad me marean un poquito —

dijo Kim sin expresión.

—¿Por qué crees que lo hice? —pregunté.

—Estás enferma —dijo, guiñando un ojo—. Así que, ¿qué piensas acerca

de la carta de Ryan?

—Él le escribió a Josh y no a mí, eso es lo que pienso —resoplé.

—Nigh…

—Ya sé —dije, mirando por la ventana.

—No lo sabes. Tú pensaste que él se quedaría alrededor, suspirando por ti

por años hasta que finalmente se fuera a las montañas, prometiendo ser

un ermitaño hasta morir de un corazón roto. Él estaba enamorado de ti;

hizo algo drástico. Déjalo ir.

—No quiero que él suspire por mí. ¡Tampoco quiero que muera porque lo

lastimé!

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Kim me miró por un momento, sin afectarse por mi enfado.

—No te ves tan cansada hoy. ¿Los sueños se fueron?

—No —espeté.

—¿Pero dormiste anoche?

—Sí. Jared se fue de la ciudad, y es como si hubiera caído en un coma o

algo.

—Interesante —dijo Kim. Me di la vuelta para mirarla, pero ella estaba

viendo fuera de la ventana como si estuviera buscando algo.

—¿Qué es? —le pregunté.

—Nada —dijo, girando la cara hacia mí.

—Estás actuando rara.

—¿Y? —dijo Kim sin arrepentimiento.

—Tienes razón, no es diferente de cualquier otro día.

Reunimos nuestras cosas, y después Kim se ofreció a llevarme al campus.

Asentí en dirección a Bex tan sutilmente como pude, y entonces tiré de la

puerta del pasajero del Sentra. Se abrió sólo un poco, y luego se quedó

atorada.

—¿En serio? —me quejé.

Kim pacientemente caminó alrededor de la parte delantera del auto,

apartándome del camino. Con un ligero tirón, abrió la puerta sin esfuerzo,

y luego regresó a su lugar. Ambas nos sentamos en nuestros asientos, y

esperé a que Kim fuera a través de su rutina de una falsa oración católica

antes de encender el motor.

—La manera en que sigue funcionando este auto me supera. ¿Cómo es que

sobrevivió al viaje de verano?

Kim se encogió de hombros.

—Lo dejé. Renté un auto.

—¿Ah, sí? ¿Tan lejos? Bastante caro. ¿Cómo lo costeaste? —pregunté.

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Kim redujo la velocidad ante un semáforo en rojo, y esperó antes de

contestar.

—Te lo dije, robé unas cuantas licorerías por el camino.

—La verdad esta vez.

—Te lo acabo de decir —dijo Kim, estoica.

—Robaste una licorería. Con un arma de fuego —dije dudosa.

—Y pantimedias.

La luz cambió a verde, y seguimos en silencio hasta que llegamos al

campus. Kim me ayudó con la puerta, y luego caminamos juntas, nuestra

primera clase era en el mismo edificio. Mientras caminábamos, sentí

burbujear dentro de mí una pregunta candente. La respuesta era

potencialmente algo que me lamentaría saber. A pesar de todo, tenía que

saber.

—No robaste una licorería realmente, ¿verdad, Kim? —dije, sintiéndome

ridícula por preguntar.

—No —dijo, volviéndose en dirección a su clase.

Esperé en el pasillo, mirándola alejarse. Había estado tan preocupada con

mis sueños, que no me di cuenta que las historias de Kim no habían

coincidido, y no entendí que ella estaba usando su sarcasmo para

esconder algo. ¿Pero esconder qué? Eso es todo lo que necesitaba: algo

nuevo con lo que obsesionarme.

Bex me esperaba cuando salí al estacionamiento, en el mismo lugar en que

usualmente estaba el Escalade. Yo aún estaba como a seis metros de

distancia cuando Bex me ayudó con mi mochila, y me acompañó el resto

del camino hacia el BMW. Me miró por un momento, con sus grandes ojos

azules.

—Sí —dije, abriendo la puerta del pasajero.

Una gran sonrisa infantil irradió de su boca de extremo a extremo, y

entusiasmadamente se apoderó del asiento del conductor una vez más.

—Jared llamó, pero tú estabas en clase.

—Conveniente.

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—Él quería que estuvieras actualizada en el momento en que terminaras.

No ha tenido mucha suerte. Unas cuantas pistas, las estará investigando

hoy mismo, y estará en casa mañana por la noche como prometió.

—¿Por qué no me llamó él mismo? —pregunté, incapaz de borrar el veneno

de mi voz. El enojo surgió del dolor de extrañarlo. Irónicamente, dejar que

un emoción se deslicé de vez en cuando la hace más fácil de controlar.

Bex suspiró.

—Él te extraña. Tenía miedo de que escuchar tu voz lo hiciera peor. No

quería que le convencieras de regresar a casa.

Una de las comisuras de mi boca se levantó, pero rápidamente la sometí.

—Tengo que parar por la oficina por un segundo.

—Sip —asintió Bex, girando en dirección hacia Titan.

La velada consistió en tareas y la cena. Bex demostró ser un consumado

cocinero, sin duda aprendió de Lillian como lo hizo Jared. Preparó una

increíble ensalada de pasta con pollo y guisantes, seguido por Camarones

Alfredo salteados con pimienta. Ya estaba tan llena para el momento en

que sirvió el postre, que no tuve suficiente espacio para apreciar

completamente el pequeño pedazo de pastel de queso que puso delante de

mí.

—Me estás consintiendo demasiado —dije, recostándome en el respaldo de

la silla.

—Sé que Jared cocina para ti todo el tiempo. Sólo estoy tratando de

continuar con el estilo de vida al cual has empezado a acostumbrarte.

—Si tú lo dices… —bromeé.

—Y me gusta cocinar. —Sonrió.

—Es una maravilla que no haya ganado veinte kilos viviendo con Jared —

dije, llevando mi plato al fregadero.

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—Yo lo hago, ve a descansar —dijo Bex, quitándome el plato de las manos.

—Déjalo. Es cincuenta-cincuenta aquí.

—Sí, pero yo lo puedo hacer mucho más rápido. —Sonrió con suficiencia.

—Es cierto —dije, bostezando.

Subí las escaleras. La gula, además de dos semanas sin una noche de

sueño adecuado, me dejó casi debilitada. Mis perezosos brazos batallaron

con la pijama rosa a rayas que me había ingeniado para sacar del cajón, y

una vez que mi cuerpo cayó sobre el colchón, fui incapaz de abrir los ojos.

Y luego ya era de mañana.

Nada de Jack, ni Gabe, ni Shax. Había dormido toda la noche sin un solo

sueño, mucho menos una pesadilla. No recordaba nada. Una noche

completa de sueño era menos que un recuerdo, y era extraño sentirse

descansada.

El olor a tocino llenó el aire. Salté fuera de la cama, y corrí hacia la

barandilla.

—¿Dormiste? —le pregunté a Bex, quien se movía al ritmo de una canción

en su cabeza.

—Sí —dijo en voz alta—. Estaba preparado desde temprano para atender

tus episodios psicóticos de los que Jared continúa hablando. Estoy

decepcionado.

—Bueno, yo no lo estoy —dije, retrocediendo hacia la ducha.

Una noche sin el sueño no tenía sentido. Habíamos estado por la oficina;

hasta había hablado brevemente con Kim acerca de los sueños, y… nada.

Lo que sea que fuera, tenía que creer que las pesadillas habían terminado.

Dormir toda la noche en los brazos de Jared sin despertar gritando y

mojando las sábanas con mi sudor era definitivamente algo a lo que

aspiraba. Estaba aún más emocionada de que él viniera a casa.

—¿Él llamó? —pregunté, abrochando mi cinturón mientras bajaba las

escaleras.

—No, pero Cynthia lo hizo.

—¿Ah, sí? ¿Dijo por qué?

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—No lo sé, Nina. ¿Tal vez porque no has hablado con ella en tres semanas?

Empezó a notarlo cuando se quedó sin eventos de caridad que la

mantuvieran ocupada.

—Está bien, está bien —dije, levantando el teléfono.

—Buenos días, querida —dijo Cynthia antes de que el primer timbrazo

terminara.

—¿Cómo estás?

—Ocupada, ocupada. ¿Por qué no vienes para la cena esta noche? No te he

visto en… ¿sabes que no recuerdo? Qué ridículo. Ven a cenar. Seis en

punto.

—Sí, madre.

—Te veo entonces, querida.

—Eso fue rápido —dijo Bex, deslizando dos huevos de la espátula a mi

plato.

—Gracias. Y siempre lo es. Ella no es de largas conversaciones telefónicas.

Bex contestó con un movimiento de cabeza. Él estaba empezando a

parecerse mucho a Jared, no era de muchas palabras, pero era obvio lo

que pensaba sólo por el mínimo cambio en sus ojos. No es que un hijo de

Lillian sería diferente, pero estaba muy orgullosa del hombre en el que Bex

estaba convirtiéndose. Me hacía sentir igual de segura como con Jared o

Claire, y era una de las personas más amables que conocía.

Bex era un constante recordatorio de la noche que los secuaces de Shax

trataron de capturarme en la casa de Lillian, y los meses posteriores que

pasé sin Jared. Cada vez que Bex estaba alrededor, cada vez que alguien

mencionaba su nombre, el sonido de las vértebras de Harry Crenshaw

quebrándose resonaba en mi mente. Bex matando a alguien parecía tan

imposible, pero yo más que nadie sabía que lo imposible no existía.

El viaje hasta Brown fue largo. Cada minuto que pasé en cada clase fue

una eternidad. Incluso el almuerzo pareció arrastrarse. El reloj demandaba

mi atención en minutos desde la última vez que lo había visto.

Normalmente la irritación que me rodeaba sería insoportable, pero ponerse

al día con el sueño perdido pareció ayudar.

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—¿Eso es un no? —preguntó Beth, empujándome.

—¿Qué? —dije, dándome cuenta que me había perdido una gran parte de

la conversación en la mesa. Nos sentábamos en nuestro lugar de siempre

en el comedor, con una silla vacía en honor a la ausencia de Ryan. Fue

entonces que noté que una segunda silla también estaba vacía.

—Dije, ¿has oído de Kim? Ella no estaba en la clase de Público Americano.

No está aquí. Traté llamar a su teléfono pero me mandó al correo de voz.

—No, no lo hecho —dije, mirando alrededor del comedor—. No desde esta

mañana.

Beth frunció el ceño, apoyándose contra Chad, como siempre lo hacía

cuando estaba inquieta.

—Ella nunca falta a clases.

Nuestra mesa del almuerzo estuvo relativamente en silencio después de

eso, haciendo que los minutos pasaran más lento, si eso fuera posible.

La tarde me pareció una eternidad, y para el momento en que Bex me dejó

frente a la entrada de Titan, quería escapar de mi propia piel.

Sasha pareció el blanco probable para sacar mi frustración, pero aún no

había entrado. Molesta, me metí al elevador hacia el tercer piso,

decidiéndome por Grant como segunda opción.

—Buenas tardes, Cacahuate —gritó Grant desde su oficia.

—Vete a la mierda.

Instantáneamente, me sentí mejor.

—Si no fueras dueña de la compañía, te despediría por insubordinación —

dijo con una sonrisa divertida.

—La insubordinación requiere hacer caso omiso a una orden. Simplemente

respondí a tu saludo —dije, deteniéndome abruptamente en la puerta de

mi oficina.

—¿Es eso lo que tenías en mente? —preguntó Grant, metiendo las manos

en sus bolsillos, rebosando de orgullo.

—Yo… —tropecé con las palabras, leyendo las letras una vez más.

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Nina Grey

Directora Ejecutiva Interina

Jack Grey

Director Ejecutivo

—Apenas se está secando —dijo Grant, balanceándose hacia atrás y

adelante.

Miré fuera de la ventana más cercana, y a cualquier otro lado que no fuera

la puerta para esconder mi expresión.

—Está bien —dije, empujando más allá de él, y cerrando la puerta antes

de que él pudiera hablar otra vez.

Respirando profundamente, dejé que mi cuerpo se fundiera contra la

puerta. La oficina aún olía a caoba, madera pulida y un ligero atisbo de

tabaco. Era como si la habitación se hubiera congelado al momento que él

murió. Casi podía escucharlo hablando fuerte y con autoridad en el

teléfono.

Caminé a través de la habitación lentamente, observando las fotos de él

con miembros del Congreso, placas, un escudo de armas y grados

adornaban las paredes. Para mi disgusto, la gran pintura de mi madre y yo

aún colgaba entre los dos grandes ventanales mirando sobre Fleet Rink.

—Eso se va a tener que ir —dije, dejándome caer en la enorme silla de

cuero negro de Jack.

El montón de sobres sin abrir era mi primera orden de negocio, y luego

leer los correos electrónicos de la compañía. Aburrida como estaba, al

menos mantenía mi mente lejos de Jared y del tiempo. Justo cuando el sol

empezaba a ponerse, mi teléfono sonó.

—Hola Bex —dije entre un bostezo—, ya casi termino.

—Bueno, esas son buenas noticias, cariño —dijo Jared.

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—¡Hola! —dije, mi voz demasiado alta para fingir otra cosa que euforia. En

reacción, me incliné para mirar fuera de la ventana hacia la calle. Ningún

Escalade negro.

—No vas a venir a casa esta noche, ¿verdad? —dije desanimada.

—Por el contrario. Estaré en casa a las diez. ¿Es muy tarde para cenar?

El ruido de la carretera debería haberlo delatado, pero yo había esperado

estar decepcionada.

—¿Dónde estás?

—En camino —dijo.

Suspiré.

—¿Necesito permiso de seguridad para esa respuesta?

Jared se rió.

—Te diré todo acerca de esto cuando llegue a casa. Bex me contó que

tuviste una buena noche de sueño. ¿Es eso cierto?

—Lo es. No hubo malos sueños.

—Estoy ansioso de verte dormir toda la noche entonces.

—Te veo pronto. —Sonreí.

Mis pasos fueron ligeros mientras salía del edificio, y no pude contener mi

sonrisa cuando me senté en el asiento del pasajero del BMW.

—Hablaste con Jared —dijo Bex con una sonrisa de reconocimiento.

—Está regresando a casa. —Sonreí.

—Mejor movamos sus cosas de lugar y escondamos su gimnasio de casa —

dijo Bex divertido, alejándose de la acera—. Él va a odiar eso.

Me reí.

—Tú estás a cargo del gimnasio. Yo mezclaré los tenedores y las cucharas.

—Lo tengo cubierto —dijo Bex con una sonrisa maliciosa—. Tú tienes

planes para cenar.

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—Oh, es cierto —dije, encogiéndome con un resoplido.

Bex aceleró hacia la casa de Cynthia más rápido y con más precisión que

en cualquier persecución por televisión que haya visto, mucho menos

tomado parte. Giró con brusquedad el volante, y dejó que el BMW

patinara, en sentido contrario, dentro del espacio paralelo del

estacionamiento.

—Uno de ustedes conseguirá ser detenido uno de estos días, y me voy a

reír —dije tratando de no perder el equilibrio una vez que toqué el

pavimento.

—Nuestro jefe tiene suficiente dinero para sacarnos del apuro —sonrió.

—Yo no pagaré la fianza para sacarte. Me burlaré.

—¿Aunque fuera Jared? —dijo Bex, acompañándome a subir los escalones

de hierro.

—Especialmente si fuera Jared.

—No te creo. Y si Clare se enterara de eso…

—Tienes razón. Te pagaría la fianza. —Asentí.

Me cambié de ropa rápidamente, y después seguí a Bex hacia el auto una

vez más, dejándolo manejar como un maníaco controlado hacia la casa de

mis padres.

Llegando en cuestión de minutos, Bex saltó fuera del lado del conductor

para abrir mi puerta. Intercambiamos una pequeña charla mientras él

caminaba conmigo por los peldaños de concreto. Ambos esperando que

esta fuera una de nuestras visitas más cortas. Al momento que alcancé la

manija, Cynthia abrió la puerta, sorprendiéndome.

—Madre…

—Agatha está enferma hoy. Casi no he sido capaz de atender la cena. De

todos los días para que ella se enfermara… —dijo Cynthia. Mirándose

inusualmente desaliñada. Sus ojos se dirigieron a Bex.

—Buenas tardes, Sra. Grey —dijo Bex.

Ella asintió educadamente.

—¿Te vas a unir a nosotras, Bex?

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—No, señora. Simplemente estoy cubriendo un cambio.

Los ojos fríos de Cynthia se entrecerraron hacia él cuando ella me ofreció

su brazo para introducirme en la casa.

—Esperaré aquí —susurró Bex.

—Probablemente es más seguro —le susurré de vuelta.

Ella no perdió el tiempo.

—¿Y dónde está Jared?

—Er… descansando —dije, encogiéndome ante mis palabras. Seguramente

para ahora debería ser mejor mintiendo.

—Hmm… —dijo ella, claramente poco convencida. No insistió sobre el

asunto, asumí que era por el hecho que estaba a salvo. Aparte de que no

se molestó en preguntar.

La mesa había sido puesta, pero yo ayudé trayendo la sopa, la ensalada, y

el plato principal.

—Siento que siempre tenga que preguntar —dije, esperando por su infame

mueca.

—Eres predecible —espetó. Su expresión pronto se suavizó mientras

revisaba la mesa—. Pensé que podría tratar algo diferente. Sopa de pollo y

coco, y guisado de setas sobre Polenta.

—Sea lo que sea eso —dije abrumada.

—Nina, en serio. Actúas como si hubieras sido alimentada con comida

para llevar toda tu vida. Siempre he disfrutado cocinar.

—Y tú nunca paras de sorprenderme —dije sonriendo.

Ella no preguntó acerca del paradero de Jared otra vez. Nos trabamos en

una pequeña charla, y educadamente discutimos sobre el tiempo. Cynthia

no ha mencionado a mi padre desde que regresé a casa desde el hospital.

Me pregunté si alguna vez lo haría. Los círculos residuales bajos mis ojos

fueron un breve tema de conversación, y después le ayudé a limpiar los

platos de la cena antes de despedirme.

—¿La cena estuvo sin incidentes? —preguntó Bex, manteniendo la puerta

del pasajero abierta.

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Entrecerré los ojos mirando a mi antigua casa.

—Ella está tramando algo. ¿Estás seguro de que no ha llamado o hablado

con Jared?

—No he escuchado una palabra. —Bex se encogió de hombros.

En el apartamento, me encontré luchando por mantenerme despierta para

ver la llegada de Jared a casa. Los programas de reality mantuvieron mi

atención por un rato, pero finalmente subí las escaleras con derrota.

—Aw… pero ellos iban a meterse en el jacuzzi en un segundo. ¡Las chicas

se meten en una pelea de gatas, es divertido!

—Despiertamente cuando él llegue a casa —dije.

—Sí, sí, Capitán —respondió.

—Sabes que no debes hablarme en idiomas extranjeros —me quejé,

cayendo sobre la cama con la ropa puesta. Mi voz no fue lo suficiente

fuerte para viajar hasta el primer piso, pero Bex podía escucharla,

independientemente.

—No estaba… olvídalo —dijo Bex, demasiado envuelto en la fiesta disco del

jacuzzi para discutir.

Tan pronto como cerré los ojos, se abrieron otra vez. La alarma del reloj del

lado de Jared decía 9:30.

—¿Estás bien, Nina? —Me despertó Bex—. ¿Malos sueños?

—No —susurré. Sólo ese pequeño esfuerzo fue todo lo que pude manejar.

No me había dado cuenta que estaba tan cansada, y era mucho más fácil

quedarme dormida sin el temor de gritar hasta despertarme.

Había hielo debajo de mí, y los dedos de mis pies desnudos se movían

contra la suave y brillante blancura debajo. Esa fue la única manera en

que fui consciente de que era un sueño; mis pies estaban calientes y

cómodos. La ventana de la oficina de mi padre apareció por encima de mí.

Yo estaba parada sola en medio de Fleet Rink. Pronto mis pies desnudos

estuvieron adornados con un par nuevo de patines de hielo, y Jack parado

en la ventana, me sonreía en lo alto. Una multitud, joven y vieja, rodeaban

el espacio donde yo estaba parada. Ostentando narices rojas a juego, sus

alientos brumosos salían con cada palabra o risa.

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Lo saludé, y él me devolvió el saludo. Empujando hacia adelante, pude

escuchar la cuchilla de mis patines arañando la superficie sobre el hielo.

Mirando hacia arriba de nuevo, noté que Jack ya no estaba sonriendo. En

su lugar se balanceaba dentro y fuera de la visibilidad, iba y venía en su

oficina, y entonces vi a Gabe.

Ellos estaban discutiendo.

Oh, no, pensé, sintiendo la sensación de tirar de nuevo. ¡No!

De vuelta en la polvorienta y rancia oficina, aterricé en cuatro patas otra

vez. La ira se apoderó de mí. Mis noches estaban regresando a la

normalidad. Yo quería dormir toda la noche en los brazos de Jared. Quería

que él viera que las cosas estaban mejorando, que yo estaba mejorando.

—¡No voy a hacer esto otra vez! —grité, sorprendiendo a Jack y Gabe.

Me ignoraron, repitiendo el mismo diálogo de antes.

—¡Alto! —dije—. ¡No quiero hacer esto nunca más!

—¿Estás seguro que quieres hacer esto, Jack? —preguntó Gabe.

Mi boca se formó alrededor de cada una de las palabras de Jack.

—¿Estás seguro que es ella, Gabe? —Se detuvo por la respuesta de Gabe,

y después continuó—: Entonces ya sabes la respuesta.

Negué moviendo la cabeza de lado a lado mientras hablaba junto con él,

copiándolo como un niño enojado y sarcástico.

Una feroz ira me abrumó, y agarré el libro de las manos de Jack.

El tiempo se detuvo. Varias veces antes, yo había intentado interrumpir

físicamente, y fallé. Jack, Gabe y el libro eran siempre muy reales, pero

cuando trataba de interferir, eran de la consistencia de un holograma.

Esta vez el libro estaba en mis manos.

La cabeza de Gabe se giró rápidamente hacia mí, sus ojos de un negro

sólido.

—Ars Notoria —susurró en una voz que no era la suya.

El cambio de los acontecimientos me asustó. Tropecé hacia atrás, lejos de

mi padre y su amigo. Estaban congelados en el tiempo como todo lo demás

en la habitación. Hasta las motas de polvo iluminadas por la luna

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colgaban inmóviles en el aire, pero podía escuchar los gritos de los

demonios mientras se acercaban.

Las dimensiones de la habitación se estiraron, y la madera gimió y crujió.

Mientras yo luchaba por mantener mis pies debajo de mí, agarré el libro

más fuerte en mis manos. La posibilidad de llevarlo conmigo cruzó por mi

mente. Esa era la única razón por la que sería capaz de tomarlo de Gabe.

Miré hacia el gran ventanal y cerré los ojos.

—Es sólo un sueño —dije suavemente, confiando en que la caída me

despertaría. Abrir los ojos con el Naissance de Demoniac en mis manos no

sería la cosa más imposible que alguna vez me haya pasado.

A toda carrera, con rumbo a la ventana, me preparé para saltar a través

del vidrio y a la noche, pero antes de que pudiera hacerlo, un dolor

punzante se extendió por mis manos. Abruptamente me detuve y arrojé el

libro al suelo. Aunque el cuero ya no tocaba mi piel, la parte de mis dedos

y las palmas que habían estado en contacto directo con la cubierta

estaban carbonizadas y humeantes. Mis manos temblaban violentamente

mientras las quemaduras viajaban por mis brazos, y gemí por el intenso

calor extendiéndose a través de mi cuerpo; era como si yo estuviera en

llamas. La sensación no se pareció a nada que hubiera experimentado

antes, pero no podría imaginar nada más insoportable.

El sonido emanando de mi garganta no sonaba como mío mientras

protestaba por la tortura que me consumía. En cualquier momento los

demonios vendrían, y yo les rogaría por la muerte.

Un agujero se abrió bajo mis pies y caí. En ese instante el dolor se había

ido, y un suave, y fresco colchón estaba debajo de mí. Sentándome con

alarma, mantuve los brazos frente a mí. Eran de color melocotón y sin

quemaduras.

Jared y Bex estaban junto a la cama con terror en sus ojos.

—¡Ella estaba a más de un metro de la cama! —dijo Bex, sus ojos

abiertos—. ¿Ha pasado eso antes?

—No —dijo Jared, su expresión más intensa que la mirada agonizante con

la que me había acostumbrado al despertar. Él tenía miedo.

—¿Por encima de la cama? —pregunté, confundida.

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Bex se sentó sobre la cama y me observó por un momento, luego tomó las

sábanas y me secó el sudor de la línea del cabello.

—¡Estabas suspendida realmente en el aire! ¡Era como algo sacado

directamente del Exorcista!

Tuve la esperanza por un momento de que Bex estuviera siendo Bex,

tratando de aligerar la situación. Calibrando la tormenta en los ojos de

Jared, supe que era verdad.

—¿Cómo es eso siquiera posible? ¿Qué significa? —dije, asustada.

Jared miró hacia otro lado.

Bex tiró suavemente de mi camisa.

—¿El mismo sueño?

—No —dije, sacudiendo la cabeza—. Yo estaba enojada… tan enojada que

les quité el libro. Estaba en mis manos.

—Habías tratado eso antes y tus manos pasaban a través de él —dijo

Jared, con sus ojos en el piso.

—No esta vez, estaba tan malditamente enojada que les grité y después

agarré el libro. Y entonces Gabe… él me miró.

Jared se arrodilló a mi lado, entonces. Toqué su rostro. Él estaba

desesperado por la orientación de su padre.

—No era él —le advertí—. Sus ojos eran de color negro sólido. Como los de

Shax.

Bex movió la cabeza negando.

—¿Cómo puede ser eso? Si eran… ellos lo hubiera sabido. Todo el tiempo

estuviste estirada… suspendida… no había ningún...

—Bex —le advirtió Jared.

—Ni uno solo —continuó Bex, perdido en sus pensamientos—. Ellos

atiborran la casa de mamá más que eso.

—¿Ninguno? —preguntó Jared. Bex asintió y Jared se puso de pie

nuevamente, y luego comenzó a caminar. Finalmente, habló—: Algo está

mal.

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—Pero tú puedes sentirlos también —le dije a Jared. Su pregunta a Bex

me desconcertó.

—Puedo. Bex está más sintonizado con sus presencias; más que cualquier

hibrido. Su sensibilidad a ellos rivaliza con la de Samuel.

—Algunas veces puedo decir cuando están pensando en venir —añadió

Bex.

El ceño de Bex se frunció alarmándome. Mi mente corrió cada segundo por

el sueño, tratando de pensar en algo que pudiera ayudar. No estaba

segura de por qué estaban tan perturbados, pero por Bex en particular, la

incertidumbre no era algo que manejaran bien.

—“Ars Notes” algo —dije.

El rostro de Jared pasó de la preocupación a la ira.

—¿Qué?

Busqué de nuevo en mis recuerdos.

—Gabe dijo “Ars Notary o Ars Notas…” algo parecido.

Bex miró a su hermano mayor.

—Ars Notoria.

—¡Eso es! —dije—. ¿Qué significa eso?

Jared se sentó en la orilla de la cama y tiernamente tocó los lados de mi

mandíbula, mirándome a los ojos.

—Significa que vamos a tener que conseguir el Naissance de Demoniac. Y

no sólo cualquier biblia. La de Shax. Mi padre está tratando de decirnos

algo.

Mis cejas se juntaron.

—¿Qué estás diciendo?

—No son los demonios que están haciendo esto —dijo Bex, pareciendo

irritado.

—Eso nos deja una cosa —dijo Jared.

—Ustedes creen que es Gabe —dije, horrorizada.

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Jared me atrajo más cerca, y luego apoyó su mejilla contra mi cabello.

—Necesitamos ese libro.

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Capítulo 4 Extenuación

Traducido por Marie finlay Corregido por lsgab38

os encuentros en las cafeterías se detuvieron. Dejé de asistir a los

juegos de pelota. Mi silla en el grupo de estudio había sido ocupada

debido a mis persistentes ausencias. El único amigo de la escuela

con el que seguía en contacto era Beth, y eso sólo porque era mi asistente

en Titan.

Soportar sus preguntas constantes sobre mi comportamiento era

exasperante, pero su ayuda había sido indispensable. Los sueños eran un

evento nocturno, y la privación de sueño me afectaba tanto que la mitad

del tiempo necesitaba a Beth para que me recordara qué día era.

Las pesadillas también afectaban a Jared, quien me dejaba todos los días

con Bex para poder irse a buscar la Biblia de Shax. A él no le tomó mucho

descubrir que en el segundo en el que cerraba los ojos mis pesadillas

comenzaban, y que minutos después los gritos se harían eco a través del

apartamento.

Un nuevo semestre comenzó, y mis sueños continuaron. En las vacaciones

de primavera, la desesperación de Jared aumentó. Todos los días buscaba

a Eli, le pidió a Samuel que lo ayudara, hasta amenazó a Gabriel para que

le diera una respuesta, y cada vez regresaba a casa frustrado y con las

manos vacías.

—¿Café? —preguntó Jared, sonaba cansado.

—Sí, por favor.

Una vez más, nuestro día comenzó a las 3:11 am. Yo estaba trabajando en

algunos papeles, y estudiando mientras el café mantenía mi cerebro en

funcionamiento. Cuando la pesadez se asentaba, Jared preparaba otra

taza.

L

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—En algún punto, esto se volverá malo para ti. —Jared frunció el ceño—.

Nadie me dice nada, no sé cómo nuestros padres descubrieron dónde tenía

Shax el libro en primer lugar. Las palabras corren. Ellos seguro saben lo

que estamos planeando. No me sorprendería si tuviera que viajar al

Infierno para poder conseguirlo.

Cansada de la misma conversación, me froté un ojo y asentí.

Jared suspiró.

—Lo siento. Es sólo que estoy frustrado, y con toda esa cafeína que te has

tomado, me hace sentir un poco inquieto.

—Ugh… olvidé eso —dije, poniendo mi taza sobre la mesa.

El sol de la mañana hacía que las paredes estuvieran de un color ámbar.

El verano estaba por llegar. Mis amigos de la escuela estaban discutiendo

sobre vacaciones tropicales y reuniones familiares, mientras que yo me

cansaba sólo de pensar en la próxima hora.

Mi teléfono comenzó a sonar y tuve que buscarlo dentro de mi bolso para

poder responder.

—Hola, Beth —suspiré—. ¿Cómo te va?

—Kim y yo iremos por café. Otra vez. Como hacemos cada mañana. Y

estás invitada. Otra vez. Como todas las mañanas. ¿Vas a inventar algo

para no venir? ¿Otra vez? ¿Cómo haces cada mañana?

—Lo siento. Ya tomé café. Nos vemos en clase.

Beth se detuvo, pude escuchar una apagada e irritada voz en el fondo.

Obviamente Beth estaba cubriendo el teléfono con su mano.

—Er… Kim dice… Quiere que vengas.

—Tengo un presentimiento de que eso no fue lo que ella dijo —dije,

frunciendo el ceño.

Después de escucharlas discutir, Kim habló al teléfono.

—Estaremos en la cafetería en treinta minutos. Y vas a estar allí también,

o yo y el Sentra te buscaremos, e irás todo el camino en el auto hasta el

café atada en el techo como un maldito árbol de navidad, ¿entendiste?

Puse el teléfono lejos de mi oreja mientras ella gritaba, y entonces,

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cautelosamente acerqué el teléfono a mi oreja.

—Entendido.

—Bien, entonces —dijo ella, satisfecha.

—Lo siento —susurró Beth antes de colgar.

—Parece que tus amigas te extrañan —dijo Jared, sonriendo.

—Probablemente sólo quieren gritarme y hacerme preguntas —dije,

metiendo los libros en mi mochila.

—Deberías decirles la verdad. Pensarán que estás loca y lo olvidarán.

Me reí.

—Tienes razón. Es la única vez que puedo ser honesta con ellas sin

preocuparme de que me crean.

—Como sea, no te creerían —dijo Jared, besando la cima de mi cabeza—.

Puedo llevarte hoy.

—Espero que no te estés rindiendo.

—No, todavía sigo trabajando —dijo, con las llaves en las manos.

Beth y Kim se sentaron conmigo en nuestra mesa habitual. Las dos me

miraron fijamente, hasta que me comencé a sentirme como un animal de

zoológico. Un interrogatorio estaba por venir. La expresión de Beth era

nerviosa e insegura; mientras que Kim parecía todo lo contrario. Estaba

lista para atacarme.

Beth miró a Kim antes de hablar.

—¿Cómo está Ryan?

Su pregunta me tomó con la guardia baja. Estaba esperando más

preguntas sobre los círculos oscuros debajo de mis ojos, o los litros de

cafeína que tomaba durante el día.

—Ya no me escribe mucho.

—Ya no nos hablas de él más seguido —dijo Beth, sin pausarse.

—¿Cómo está Jared? —preguntó Kim.

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—Él… está bien. ¿Por qué?

Kim se cruzó de brazos.

—¿Qué piensa sobre el hecho de que te has convertido en un zombie en

estos días?

Me encogí de hombros.

—Quiere arreglarlo.

—¿Cómo es eso? —preguntó Kim.

Demasiado cansada como para preguntas difíciles, mis palabras fueron

más duras de lo que pretendía.

—Es un chico, Kim. Los chicos quieren arreglarlo todo.

Beth asintió.

—Como si un martillo y clavos pudiera resolverlo todo…

—¿Qué es lo que está haciendo para arreglarlo? —insistió Kim.

—Está investigando —dije, parpadeando para alejar la urgencia de cerrar

mis ojos.

Beth frunció el ceño en reacción.

—Nina, te quedaste dormida encima de tu escritorio ayer. Grant me está

preguntando sobre qué es lo que está pasando contigo. Ni siquiera sé qué

es lo te pasa, no sé qué decirle.

—No se lo dirás ni por accidente, te lo prometo —me quejé mientras bebía

de mi taza de café.

—¿Es tan difícil decirnos la verdad? —preguntó Kim.

Mi estómago comenzó a quejarse por la gran cantidad de líquido caliente

en su interior, y el irritante apuro en el que estaba. Estar impaciente y

molesta todo el tiempo, más la falta de sueño me quitaba el apetito, y el

exceso de cafeína en mi sistema me hacía sentir aún peor.

Me puse de pie.

—Vamos a llegar tarde.

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—¿Estás enferma, Nina? —preguntó Beth.

—No —dije, sabía que no eran mis náuseas a lo que ella se refería.

—¿Tienes alguna enfermedad sobre la que no nos has contado?

—No, Beth.

—¿Jared te habrá envenenado? —espetó.

Me reí, sorprendida.

—¿Fue por eso que me trajeron las dos hasta aquí?

—¿Están metidos en algo que nosotras no sabemos? ¿Alguna mierda de

vudú, satanismo o brujería? —preguntó Kim.

—¿Qué te hace pensar siquiera eso? —dije, se me estaba acabando la

paciencia.

—Sólo responde la pregunta —dijo Kim.

—No. No he sido embrujada por los demonios si eso es lo que piensas,

Kim. —Una parte de mí se preguntó si en realidad eso era lo que ella creía.

Siempre parecía saber la verdad sobre todo, y siempre tenía el hábito de

hacer las preguntas correctas. Beth estando ahí era sólo una barrera. Ella

sabía algo.

—No te pregunté si lo fuiste —dijo Kim. Por primera vez desde que la

conocía, estaba incómoda. La observé por un momento antes de que se

pusiera su chaqueta y tomara sus llaves de la mesa—. Las clases

comienzan en diez minutos.

Beth y Kim me miraron con preocupación mientras me despedía con la

mano y me iba a clases. Mi clase estaba en el último piso, y cuando iba

por el segundo piso comencé a arrepentirme de haber tomado las

escaleras. Mi cuerpo se sentía diez años más viejo. Dormir sólo dos o tres

horas al día estaba comenzando a afectar mis músculos, mis

pensamientos y mi paciencia.

Mi reflejo en una vitrina de trofeos en el pasillo me llamó la atención, y me

quedé allí de pie, asombrada. Los círculos morados debajo de mis ojos

estaban más profundos, y mi piel se encontraba demasiado demacrada.

Las esquinas de mi boca colgaban flojamente, y el brillo en mis ojos había

desaparecido.

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Mi clase estaba a sólo unos pasos lejos, pero mi cuerpo se sentía

demasiado cansado como para llegar hasta allí. Me recosté de la pared. El

profesor ya había comenzado la clase, así que traté de escuchar lo más que

pude desde el pasillo. Su voz fue como un borrón mientras hablaba sobre

el examen de la semana pasada, y dio una conferencia por lo que pareció

una eternidad. Discutió un poco sobre la tarea y después dejó que la clase

saliera temprano.

Aún cuando los demás estudiantes pasaban, dejé que la pared soportara

mi peso. La caminata hasta el campus desde la cafetería, más la energía

que gasté subiendo las escaleras, tomaron todo de mí. Lo único de lo que

era capaz de hacer era pararme derecha.

Después de ver a las últimas personas de mi clase irse por otros lugares,

me enfoqué en el ascensor. Estaba bajando el pasillo a la mitad pero me

tomaría menos esfuerzo que usar las escaleras. Tomé una respiración

profunda y empujé mi cuerpo lejos de la pared. Mis pies se sentían como si

estuvieran llenos de cemento, y como si estuviera arrastrando bloques de

veinte kilos con cada paso. Mis rodillas empezaron a temblar, y pude

sentir las gotas de sudor formándose en mi frente. Pararme para

descansar no era una opción. Si me detenía siquiera por un segundo, me

desmayaría en el pasillo.

Finalmente llegué al ascensor, presioné el botón y tomé una profunda

respiración. Hasta respirar era difícil. Las puertas se abrieron, y Jared se

detuvo delante de mí.

Sabía que pretender que todo estaba normal no saldría bien, así que tomé

su brazo y dejé que él soportara mi peso mientras tomaba algunos pasos

para estar a su lado.

—Nina —dijo en voz baja en mi oído—. Creo que es tiempo de…

—Lo sé —dije—, tenemos que buscar a alguien.

Caminó conmigo por un rato, pero en el momento que llegamos al

estacionamiento, mis piernas no resistieron más. Jared me cargó en sus

brazos, y me llevó todo el camino restante hasta el Escalade. Mis ojos se

cerraron y no se volvieron a abrir.

No me desperté cuando Jared me llevó dentro del apartamento, ni tampoco

sentí el colchón debajo de mí cuando me recostó y me cubrió con mantas.

No fue hasta que el sol apareció entre las cortinas que me di cuenta de que

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había dormido dieciséis horas enteras.

—¿Jared? —llamé, mi voz un poco rasposa.

—Nop, sólo soy yo —dijo Bex. Se sentó en la cama, pareciendo cansado.

—¿Qué pasa? ¿Dónde está Jared?

—No ha estado aquí desde ayer por la tarde. Se tomó un receso.

—¿Por qué esa cara?

—Dormiste.

—¿Eso no es algo bueno? —pregunté, sentándome y apoyándome en la

cabecera de la cama.

—No para Jared. Ésta es la tercera vez que duermes bien cuando él no

está. No puede ser una coincidencia.

Me reí.

—¿Me estás diciendo que él es el que causa mis sueños?

—Lo que estoy diciendo es que hay una posibilidad de que tus sueños se

van cuando él no está aquí.

—Eso es ridículo —me mofé.

—Probablemente yo tenga razón —dijo Bex, su confianza adolecente

anulando su cortesía habitual. En ese momento se parecía más a Claire

que a Jared—. Y será duro para Jared.

—No. No lo será, porque no se lo vas a decir —dije firmemente.

—Nina… sabes que se lo tengo que decir.

—Mi sueño fue interrumpido por mi molesto e incesante grito a las tres de

la mañana, como todas las mañanas. Esa es la historia.

—¿No crees que él lo sabrá?

—Ha estado distraído. Puede funcionar.

—No funcionará.

—¡Bex! ¡Por lo menos inténtalo!

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Bex se paró y se cruzó de brazos.

—Él lo sabrá, y entonces no volverá a confiar nunca más en mí por haberte

ayudado a mentirle. ¿Sabes lo esencial que es la confianza entre nosotros?

De verdad te has vuelto loca.

Él bajó las escaleras en una rabieta, y yo soplé mi flequillo fuera de mi

cara, molesta. Aún molesto, Bex comenzó a hacer el desayuno, y después

de bañarme me uní a él en la mesa.

—Ayer llegó algo para ti —dijo Bex, lanzando un sobre a la mesa.

Era de Ryan.

Lo abrí y lo exploré buscando algún signo de tristeza o peligro, y luego lo

volví a leer lentamente. Ahora lo volví a leer con incredulidad.

—¿Qué? —preguntó Bex.

—Ha sido aceptado en las Fuerzas Especiales.

Bex se rió.

—¿En serio? ¿Ese cabeza hueca?

—¡No es divertido, Bex! Esto es… ¿lo sabías? ¿Claire ha llamado?

—No y no —dijo, con naturalidad.

—¿Jared no te dijo nada? —pregunté, agarrando mi teléfono.

—Nina —dijo Bex, agarrando mi muñeca suavemente—. Estoy seguro de

que es una falsa alarma. Ryan no ha estado en la armada el tiempo

suficiente como para entrar a las Fuerzas Especiales. Eso nunca ha

pasado. Y como sea, no creo que lo logre. Si mi hermana puede vencerlo,

supongo que es un debilucho.

—¡Claire es un híbrido, Bex! Esa es una forma muy injusta de

comparación y lo sabes.

Bex se comenzó a reír. Mostrando al pequeño niño en él.

—Eres más divertida cuando has dormido un poco. No puedo dejar pasar

la oportunidad de molestarte cuando estás consciente.

—No es un buen momento, Bex —dije, mirando mi plato. El único día que

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pude haber comido, y la carta de Ryan eliminó mi apetito—. ¿En serio

crees que es un error?

—Síp —dijo—. Eso no puede pasar de ninguna manera. Puede tomarle por

lo menos tres años a alguien como él… sin educación, sin conexiones.

Jared abrió la puerta con una sonrisa de disculpa.

—Hola, nena.

—¿Ni siquiera una nota? —dije, mostrándole la carta y lanzándola en su

dirección.

Se agachó juguetonamente, como si fuera posible para mí golpearlo con

ella.

—Bex estaba aquí. ¿Cómo te va? Sólo estoy a tres manzanas de distancia y

estoy recibiendo toda esta irritación de ti.

—¿Sabías lo de Ryan? —le pregunté.

—Sigue vivo, eso lo sé —dijo, quitándose la chaqueta. La puso en la

perchara, y entonces caminó hacia mí, arrodillándose a mi lado en el

suelo—. ¿Leíste la carta?

—Dice que entró en las Fuerzas Especiales.

Jared se quedó pensando por un momento, y después sacudió la cabeza.

—No, el menor tiempo que alguien ha tenido para ser aceptado han sido

ocho meses. Eso no puede ser cierto.

—Eso fue lo que dije, pero ella no me cree —dijo Bex, poniendo los ojos en

blanco. Caminó hasta la carta arrugada y la abrió, revisando las

palabras—. Pero eso es lo que dice. Quizá sólo está tratando de

impresionarla.

Inmediatamente Jared sacó su teléfono y marcó el número de Claire. Su

tono molesto llenó la habitación.

—¡Él es un maniático! —gritó Claire—. Tiene cero respeto a su limitada

vida e intenta arrojarse sobre granadas por sus amigos todo los días —

resopló.

—Claire… mantén la voz baja. —Jared rió nerviosamente. Notó mi

expresión horrorizada, y giró la cabeza—. ¿No estás hablando en serio?

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—Estoy exagerando, pero no mucho. La parte de las granadas es verdad,

pero sólo pasó una vez.

Envolví los brazos alrededor de mi cintura y caminé hacia Bex, esperando

más malas noticias. Bex puso los brazos alrededor de mí en un suave

abrazo.

—Él ha salvado a todos los hombres de su compañía de una manera u

otra. Camina con explosivos en su espalda mientras el enemigo nos

dispara. Pensaste que tus circunstancias eran malas, pero, ¡esto es

imposible!

—Genial —dije, arrojando mis brazos al aire y dejándolos caer a mis lados.

—Eso todavía no explica cómo se hizo sargento en tan poco tiempo, eso es

imposible —dijo Jared.

El otro extremo del teléfono se quedó n silencio y Jared asintió,

murmurando algo tan rápido que apenas pude notar que él respondió algo

en absoluto.

—Bien, cuídate —dijo, cerrando el teléfono. Me miró por un momento, y

después suspiró—. Él todavía tiene a Claire, Nina. La conoces… parece que

está en un día de cuidado militar.

—¿Cómo se hizo sargento tan rápido? —pregunté.

Jared observó a Bex por un momento antes de hablar.

—Parece que el Coronel Brand movió algunas cuerdas. Los chicos de las

Fuerzas Especiales están más familiarizados en como nosotros hacemos

las cosas, y eso hace que Claire lo pueda proteger fácilmente.

—Enviando a Ryan a más peligrosas misiones lo va a proteger —dije con

sarcasmo.

—Bueno, ya que todos tienen malas noticias… —dijo Bex.

—Bex, no —dije entre dientes, pero ya era muy tarde.

—¿Qué pasa? —preguntó Jared. Sus ojos moviéndose entre nosotros.

—Nina durmió toda la noche. No se movió hasta las siete de esta mañana.

Jared absorbió sus palabras. Pasaron unos momentos antes de que se

moviera, y entonces asintió. Buscó la silla más cercana y la acercó. Cayó

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en ella, y miró al suelo.

—Así que es eso.

—No significa nada, Jared —dije, buscando su mirada.

Él miró a su hermano menor.

—Ahora tenemos que ver qué tan lejos debo de estar para mantener sus

sueños alejados.

—¡Esto es ridículo! —dije—. Sólo pasó tres veces, ¡esas no son pruebas

definitivas para ningún estándar!

—Pues vamos a probar la teoría —dijo Jared—. Comenzando esta noche.

—No —dije, sacudiendo la cabeza—. Absolutamente no. No me mudé

contigo para dormir sola todas las noches.

—Es sólo hasta que resolvamos esto —dijo Jared.

—No.

—Sí —dijo Jared, con un tono definitivo.

Dejé escapar todo el aire. No podía creer lo que estaba diciendo, pero

estaba muy cansada como para protestar. Las lágrimas comenzaron a

llenar mis ojos, y miré a otro lugar que no fuera él.

—Nina…

—Lo entiendo… está bien.

—Sólo vamos a intentarlo. Veremos si funciona. Comenzaremos conmigo

estando fuera de la ciudad, y luego me comenzaré a acercar poco a poco

cada media hora. Si tienes el sueño, lo sabremos.

—¡Esto es ridículo! —dije—. ¿Cómo vas a encontrar el maldito libro si estás

experimentando con mis sueños?

—Ella tiene razón —dijo Bex.

Jared frunció el ceño.

—Buscaremos una manera.

Probamos la teoría. La primera noche, me acosté en la cama por lo que

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pareció una eternidad, esperando que me diera sueño. Estar sola en

nuestra cama se sentía muy frío y depresivo. Mis dedos trazaron las

arrugas de las sábanas, recordando la primera mañana que me desperté

en su cama. La mañana perfecta, después de la noche en la que me contó

quién y qué era en realidad, parecía como si hubiera sido hace años. Una

lágrima se formó en la esquina de mi ojo, y cayó pasando por mi nariz

hasta las sábanas blancas.

Jared comenzó en las afueras de Providence. Cuando sintió que me dormí,

se acercó más al apartamento, acercándose una manzana cada diez

minutos o algo así. Estaba sólo a dos manzanas de distancia cuando sintió

mi ansiedad. Estando en el edificio de Shax, fue evidente el momento en el

que Jared retrocedió, porque mi mirada se tornó borrosa, formándose en

fragmentos de mi antiguo instituto.

La alarma sonó, y mis ojos se abrieron. Dos noches completas de sueño.

Mi cuerpo se sintió más cerca a lo normal. Jared caminó por la puerta

delantera, subió las escaleras trotando, y se arrastró en la cama

acostándose a mi lado, colocando sus tibios brazos alrededor de mí

cariñosamente. No hablamos, sólo nos quedamos ahí, dejando que la

realidad nos absorbiera.

—¿Por qué papá haría esto? No parece justo —dijo Bex, desde el primer

piso.

Jared no respondió. Simplemente presionó su frente contra mi sien y

suspiró.

Noche tras noche, dormí sola. Jared usó ese tiempo para acosar a todas

las conexiones que tenía, y presionar todas las pistas que tenía para

encontrar la ubicación del libro. Segundos antes de que me despertara por

las mañanas, él ya estaba a mi lado.

Los días volvieron a la normalidad poco a poco. Empecé a tomar los

apuntes de mis clases, y mis horas en Titan fueron utilizadas para trabajar

en lugar de tomar siestas. Beth reduce alegremente el número de veces

que buscaba café, y las excusas a Grant.

Una tarde me trajo un archivo y se sentó en el rechoncho sillón de cuero

verde delante de mi escritorio. Ella se había comprado ropas nuevas, y su

cabello castaño tenía un nuevo corte. Aún corto, pero diferente.

Avergonzada por no tener ni idea de cuánto tiempo lo llevaba así, tomé el

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archivo que ella me había dado y me senté a su lado.

—Me gustan los zapatos —dije.

—Gracias —dijo ella, subiendo un pie para que pudiera ver sus tacones

amarillos. Tenían un gran lazo al lado, y el tacón, la suela y correa eran

negros—. Es más fácil vestirse para el trabajo cuando tienes dinero.

Gracias otra vez, Nina. Las cosas en casa han estado mucho mejor desde

que me contrataste.

Negué con la cabeza.

—Sabes que no fue un problema. Has sido de gran ayuda por aquí.

—Las cosas parecen haber mejorado para ti también.

—Me siento mejor.

—¿Has sabido de Ryan? Nadie ha sabido nada de él desde que se unió a

esa cosa especial.

Torcí mi boca. La mayor parte del tiempo intentaba no pensar en Ryan, en

la arena, o en las balas volando en su dirección mientras llevaba una

bomba en su mochila.

—No —dije.

Beth asintió. El teléfono que estaba en el escritorio sonó y ella se levantó,

presionó la línea uno y lo contestó sin dudarlo.

—Oficina de Nina Grey… no, ese archivo está en el… Oh, Dios mío, Sasha,

ya lo buscaré por ti. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?

Beth colgó el teléfono, y yo sonreí.

—No dejes que se aproveche de ti. ¿Quieres que le diga algo?

—No. Lo hago todo el tiempo —dijo Beth, guiñándome.

—Me voy a casa. ¿Cerrarías por mí? —pregunté.

—Siempre lo hago —dijo, despidiéndose de mí con la mano.

Jared estaba de pie al lado de su todoterreno con una sonrisa, y esperando

con los brazos abiertos. Me había dejado dormir en sus brazos las últimas

semanas y después de un tiempo se marchaba. Jake y Gabe se

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mantuvieron fuera de mi cabeza, por lo que dormía por las noches sin

darme cuenta de que Jared se hubiera ido. Se estaba volviendo bueno en

detectar cuando estaba a punto de despertar, de modo que siempre se

deslizaba a mi lado antes de despertarme. Una vez más, la vida era semi-

normal.

Se pasó la mano por la frente mientras se recostaba en la consola del

Escalade.

—Hoy llegó algo para ti.

—¿Una carta? —pregunté, nerviosa.

Jared soltó mi mano, sacando un sobre del bolsillo de su chaqueta. Ryan

finalmente me volvió a escribir.

Nigh,

Sigo pensando en ti todos los días. Algunas veces queriendo o no. Las cosas han estado

muy ocupadas. El nuevo pelotón en el que estoy está abarrotado de una nueva variedad de

soldados. Me gusta, pero te extraño. Cuando tengo oportunidad, me siento y miro el

atardecer, y pienso sobre nuestros juegos, y el pub, y tus estúpidas rabietas. Extraño todo.

Envíales mis saludos a todos.

Ryan

Doblé el papel de nuevo a su forma original.

—¿Te tengo que recordar que esto no es por tu culpa? —preguntó Jared.

La repentina ida de Ryan era demasiada coincidencia como para pensar

que no era por mi culpa, pero Jared, Kim y Beth me aseguraban con

bastante regularidad que sus razones eran puramente financieras.

No volvió a escribir después de eso, y me basé en las llamadas telefónicas

intermitentes de Jared con Claire para oír de su paradero, y que él estaba

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bien.

Claire todavía tenía que tirar de una multitud de cuerdas para mantener

una estrecha vigilancia sobre Ryan. Ella llamaba con frecuencia a la casa

quejándose de la falta de auto-preservación de Ryan, lo que en primer

lugar fue lo que ayudó a Ryan a entrar tan rápido en las Fuerzas

Especiales. Las llamadas telefónicas de Claire fueron razones para temer;

por ella y por Ryan. Me mordía las uñas cada vez que Jared contestaba el

teléfono, esperando a que me asegurara que el comportamiento de Ryan

todo comando no había consigo matarlo.

A medida que nuestro pequeño grupo de amigos se despedía de nosotros

en nuestro último día en Brown, Ryan llegó a mi mente.

—Él debería estar aquí —le dije a Beth.

Ella aferró mi brazo mientras caminábamos al estacionamiento.

—Lo sé.

—No, está en el medio de ningún lugar, acostado en una duna de arena,

tratando de que no le peguen un tiro, así no me tendría que ver con Jared.

No es justo. Debería estar aquí con nosotros.

Josh y Tucker iban a su dormitorio a empacar e irse a casa, y Kim

caminaba con ellos, dándole puñetazos a Josh en el brazo. El comienzo de

las vacaciones de verano era agridulce, y todos sabíamos por qué.

Beth caminó conmigo hacia el Escalade, y después de darme un caluroso

abrazo, se fue a buscar a Chad. Todos irían al Pub esta noche para

celebrarlo, y yo me quedaría en casa. No me parecía bien divertirme

mientras Ryan estaba peleando por su vida.

Jared no estaba feliz con mi humor. No me preguntó qué tenía, pero asumí

que lo sabía. No me gustaba hablar con él sobre Ryan. Eso no era justo

para él, y eso no me hacía sentir mejor, así que no había razón para

decírselo.

El apartamento estaba impecable, y el sol de verano iluminaba las paredes

de color beige, haciéndolas brillar hasta cada esquina. Había pasado casi

un año desde que Shax había estado en nuestra sala de estar, desde que

Jared le había arrojado ese libro que Gabe tan desesperadamente quería

que nosotros tuviéramos. Había pasado un año desde que me dispararon.

Me froté la pierna donde aún permanecía la cicatriz.

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Jared echó un vistazo desde el correo a la mesa de la cocina.

—¿Qué quieres cenar, cariño?

—Esto parece que no va a mejorar —dije, sacudiendo la cabeza—.

Podemos redecorar, llenar los hoyos de las paredes, y pretender que

nuestra vida es normal… pero tú te vas todas las noches, y no estamos ni

cerca de encontrar el libro, y Ryan se ha ido. Ha pasado un año y nada

parece mejorar. Estamos atascados.

Jared levantó una ceja.

—¿Mal día?

Me senté en el brazo del sofá.

—Va a hacer que lo maten. Todos los días que está ahí afuera, Claire está

en peligro. Tenemos que traerlo a casa.

—¿Estás sugiriendo que vayamos al Medio Oriente y que nos fuguemos

con un agente de las Fuerzas Especiales?

Resoplé.

—No está bien que no esté aquí.

—Estás dejando que la culpa te coma viva. Tienes que dejarlo ir, Nina.

Tienes que dejarle ir.

—Sé lo que estás pensando —dije—. Esto no se trata sobre mí teniendo

sentimientos por él. Tal vez se trate de culpa, pero ya no puedo

soportarlo… cómo me miran Josh, Turcker y todo el mundo. Es por eso

que ya no salgo más con ellos. Por eso es que ya no voy al grupo de

estudio. He estado durmiendo por las noches por meses, y no puedo

volver. Las miradas en sus caras… ellos me culpan.

—Tú te culpas a ti misma —dijo Jared—. Tengo una idea —dijo, sacando

su teléfono del bolsillo. Marcó algunos números, y a continuación se colocó

el teléfono en la oreja.

Después de unos momentos, se formó una sonrisa en su cara.

—Claire. ¿Cómo está todo? Ya veo. Tengo a alguien aquí que le gustaría

hablar contigo. ¿Tienes un minuto?

Jared me pasó el teléfono.

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—¿Hola? —dije, insegura de cómo ella podría reaccionar.

—Está caliente como el infiero aquí —espetó Claire—. Tengo arena en

lugares que una mujer no debería experimentar. Está en mi cabello, mis

ojos, en el asiento de mi jeep. No sé cómo deshacerme de ella, ni siquiera

desaparece cuando me tomo los ocasionales baños. Y mi cabello luce como

la mierda. Así que… ¿cómo van las cosas?

Me las arreglé para no reírme.

—Te extraño.

—También te extraño. —Suspiró ella—. No te preocupes, Nina. Estoy

cuidando de él. Es un vaquero, y le gusta pretender que es invencible, pero

a pesar de sus mejores esfuerzos, lo estoy manteniendo con vida.

—Gracias.

Pude escuchar la brisa a través del teléfono, y ella habló más alto para

compensarlo. Me la imaginé parada sola en el mar de arena, con unas

gafas grandes, y la ropa de camuflaje mezclándose con su cabello

platinado.

—Ryan no quiere que te sientas culpable. Quiere que seas feliz. Sólo está

tratando de seguir con su vida. Está feliz con su decisión. Se feliz con la

tuya.

—Lo estoy, por supuesto. Es sólo que… todo se siente mal aquí. Me siento

perdida.

Claire se rió.

—Trata de conducir con dunas de arenas idénticas como tu guía…

entonces me hablas sobre sentirse perdido. Tienes suerte que yo sepa

Farsi1, de lo contrario no sería capaz de mantenerme al día con él. ¿Cómo

está Jared?

Le eché un vistazo, sus ojos gris-azulados confirmando que su idea había

funcionado.

—Él es Jared. Está bien.

1Farsi: Es la lengua principal de Irán y conocidos por los que hablan persa como «farsi» o

«persi».

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—Necesito que cuides de él por mí, ¿de acuerdo? Yo estoy pateando

traseros por aquí, así que puedes descansar en paz. Sólo concéntrate en la

escuela, el trabajo, y en ser feliz, y yo llevaré al vaquero a salvo a casa,

¿trato?

El alivio se apoderó de mí.

—Trato. ¿Nos vemos pronto?

—Tan pronto como pueda. Me tengo que ir, ellos se están moviendo —dijo

ella. El teléfono se quedó en silencio, y se lo pasé a Jared.

—Él está bien —dije.

Jared asintió.

—¿Te sientes mejor?

—Un poco. Gracias.

Jared dio un paso hacia mí, y me envolvió entre sus brazos, tocando su

frente con la mía.

—Haría cualquier cosa, iría donde fuera, sufriría lo que sea sólo para

hacerte feliz. ¿Lo sabes, verdad? Eso es todo lo que quiero.

Levanté la barbilla para besarle los labios.

—Lo siento. No sé qué está mal conmigo.

—Estás exhausta. Te prepararé la bañera, te puedes bañar hasta que tus

manos estén todas arrugadas, y tendré la cena lista para ti cuando salgas.

Entonces podremos acostarnos temprano.

Enterré mi cabeza en su cálido pecho.

—Suena perfecto.

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Capítulo 5 Landstuhl

Traducido por Ingrid Corregido por Maniarbl

l primer día de las vacaciones de verano, tomé el día libre de Titan

y Jared y yo fuimos a nuestro árbol de roble. Perezosamente tracé

los detalles de nuestros nombres tallados, y dejé que el dulce aire

de verano barriera sobre mi piel. El almuerzo fue servido sobre la manta

que él me había dado como regalo de graduación —antes de que lo

conociera— y juguetonamente luchamos y nos perseguimos el uno al otro,

descalzos en la hierba.

Jared estaba trabajando horas extras para demostrarme que nuestras

vidas podrían ser tan normales como la de cualquier otra persona. Incluso

con las pesadillas manteniéndonos separados en la noche, él había

descubierto cómo sortearlas y aparentar que nada era diferente.

El aire olía a hierba fresca y sol, junto con el olor de Jared, se sentía un

poco como el cielo. El verano empapaba cada uno de mis poros, y podía

ver que Jared estaba disfrutando de mi estado de ánimo. Se sentó a mi

lado, esperando a que recuperara el aliento de haberlo perseguido.

—¿Pasando un buen día? —preguntó, pasando su dedo ligeramente a

través de mi muñeca.

—Exponencialmente —dije, hundiendo los pies en la hierba—. Me siento

como me sentía en Little Corn.

—Hablando de eso… ¿has pensado en regresar a la pequeña y perfecta

capilla que nos encontramos ahí? —dijo Jared, las palabras sonaron

casuales, pero estaba jugando con el dobladillo de sus pantalones

vaqueros.

E

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—La fecha de la boda —dije, asintiendo. Debería haber visto venir el tema.

Jared nunca abordaba nada importante a la ligera, y siempre se empeñaba

en el telón de fondo perfecto—. ¿Sabe Claire cuándo va a volver?

—No —dijo Jared, frunciendo el ceño. El dobladillo de sus pantalones

parecía estar molestándolo, pero yo sabía que era la dirección de nuestra

conversación.

—No podemos casarnos sin Claire. Voy a hacerla vestir algo horrible.

—¿Ya has elegido a tus damas de honor? —dijo con una sonrisa artificial.

—Beth, Kim y Claire. ¿Qué hay de tus padrinos? No puedes tener

exactamente a Samuel y Eli ahí parados.

—Por supuesto que podría. No creo que lo hagan, pero podría preguntar —

me reí, y su sonrisa se relajó—. Bex, obviamente. Tal vez podría

preguntarle a Ryan. Sería de gran ayuda para Claire.

—No es gracioso —dije, arrancando un puñado de hierba y luego

lanzándoselo.

Se encogió de hombros.

—Nada dice que tenga que tener tantos como tú.

Nunca había considerado que los pequeños detalles de una boda serían

tan difíciles para él. Tenía hermanos, y contactos dentro del sistema para

facilitar las cosas, pero ningún amigo. Apenas familia. Su lado de la iglesia

estaría lastimosamente vacío.

—Tal vez sólo tendré a Beth y Claire, y Bex puede escoltarlas a las dos —

dije, con la esperanza de aliviar parte de lo que él percibía como un

problema.

Yo había insistido durante tanto tiempo que nuestra vida fuera lo más

cerca posible a lo que un híbrido y su Taleh podrían conseguir como

normal, que Jared estaba rozando la obsesión de darme eso. Sabía que si

algo fuera tan importante para él, yo estaría igualmente decidida a hacer

que eso sucediera, pero no quería que nuestra boda fuera una fuente de

decepción, para ninguno de los dos.

Sus ojos se volvieron suaves.

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—Puedes tener tantos como quieras, cariño. Me las arreglaré —dijo,

inclinándose hacia mí. Sus labios tocaron ligeramente mi pómulo y luego

se deslizaron a lo largo del borde de la línea de mi mandíbula.

Su toque siempre había tenido un efecto inmediato en mí, pero estando

solos, a la sombra del sol de verano por nuestro árbol de roble, perdí todas

las inhibiciones. Tiré de su boca hacia la mía y le devolví el beso,

haciéndoselo saber por la forma en que mi lengua bailaba con impaciencia

con la de él. Me dejé caer poco a poco contra la manta, y sujeté sus

hombros, llevándolo conmigo.

Sus labios plantaron pequeños besos de mi oído a mi clavícula, y me

derretí contra el suelo, sintiéndome maravillosamente abrumada. Su boca

estaba tan caliente, y cada vez que sus labios se alejaban de mi piel, se me

ponía la piel de gallina como reacción al cambio brusco de temperatura.

Mis dedos llegaron hasta la parte inferior de su camisa, sintiendo los

músculos enjutos de su espalda debajo de su piel bronceada. Su atracción

hacia mí siempre me había confundido, pero nunca fui desagradecida. No

había duda de que tenía suerte. Jared, estando tan cerca, hacía ese hecho

muy real.

Levanté su camisa sobre su cabeza y vi cómo sus músculos se tensaban

con cada movimiento. Una sonrisa se dibujó en mi cara, y su expresión

reflejó la mía, sus sentidos sintonizando con mis emociones,

revelándomelos.

—¿Te he dicho hoy lo increíblemente hermosa que eres? —preguntó, su

nariz trazando una línea desde mi barbilla hasta mi nariz, donde se detuvo

para darme un beso—. Si no lo he hecho, me disculpo profundamente. Eso

es algo que debería ser reconocido a diario. —Desabrochó fácilmente el

primer botón de mi blusa, para pasar al segundo.

—Puedes decirlo tan a menudo como quieras, siempre y cuando estés

haciendo esto mientras lo dices. —Sonreí.

Su teléfono sonó, y ambos suspiramos.

—Por supuesto —dije.

Puso los ojos en blanco.

—Es Claire.

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—Los viejos hábitos tardan en morir.

Él lo abrió.

—Ryel.

Un torrente de palabras que no pude entender brotó en diferentes tonos.

La expresión de Jared me hizo entrar en pánico.

—Está bien. Nos dirigimos al aeropuerto, ahora.

—¿El aeropuerto? —dije, mirando a Jared marcar de nuevo.

—Necesito alquilar un jet a Ramstein. No, no Frankfurt-Hahn. Sí, la base

de la Fuerza Aérea. Es el aeropuerto más cercano a Landstuhl. Yo me

encargo de ello, Frank, sólo consíguelo.

—¿Vamos a Alemania? —dije con incredulidad—. ¿Qué está pasando?

Jared me ignoró, marcando de nuevo. Habló en alemán esta vez. Lo único

que entendí fue Landstuhl. Era el hospital militar más grande fuera de los

Estados Unidos, cerca de Ramstein, Alemania. El hospital era mencionado

en las noticias con frecuencia debido a que la mayoría de los soldados

heridos en Irak y Afganistán eran llevados allí.

En ese momento de comprensión, metí todas nuestras cosas en la mochila,

poniéndome frenéticamente mi casco. Jared inmediatamente se subió a su

moto y salté detrás de él, agarrando su chaqueta mientras salía a toda

velocidad.

Todo lo que había temido desde el momento en que me enteré de la

decisión de Ryan de unirse al ejército había sucedido: Ryan había sido

herido y Claire estaba sola, esperando la muerte.

Nos detuvimos en el apartamento el tiempo suficiente para tomar dinero y

los pasaportes, pero dejamos todo atrás. Jared estaba callado, y la forma

en que se apresuraba para llegar al aeropuerto me hizo temer lo peor. Me

llevó a través de la terminal tan rápido que tuve que correr para

mantenerme al ritmo de sus largas zancadas.

El avión ya estaba listo y esperando cuando entramos en la pista,

escoltado por sólo un puñado de empleados. Jared le dio instrucciones

rápidas al piloto, y luego nos apresuramos a subir las escaleras, apenas

saludando a la asistente de vuelo mientras pasábamos.

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Jared no habló durante el despegue. Sus dedos estaban sobre sus labios

mientras su mente procesaba la situación, y las consecuencias. Lo dejé

solo con sus pensamientos. Así de preocupado como estaba, me pregunté

acerca de llamar a Beth, o Kim, o incluso a Josh. Decirles lo que sabía iba

solo a generar preguntas, y explicar cómo lo supe antes que la madre de

Ryan o sus mejores amigos, estaría mucho más allá de mis capacidades

embusteras.

Dos horas de vuelo, luché con mis párpados para que permanecieran

abiertos. Después de la cuarta vez de sacudirme para despertarme,

finalmente rompí el silencio.

—Esto es ridículo. ¿Cómo es posible que tenga sueño en estos momentos?

—Tal vez deberías tratar de dormir —dijo Jared sin mirarme.

Asentí, acomodándome en el asiento. Mi pierna se sacudió, y mis ojos se

abrieron de nuevo.

—¿Soñando? —preguntó Jared con una sonrisa divertida.

—Creo que estaba montando una bicicleta para Alemania —murmuré,

apoyada en su hombro.

Hundiéndome en el olvido, mi respiración se hizo uniforme. No pasó

mucho tiempo para que el ruido del avión se desvaneciera en el fondo.

Las luces eran tenues en el fuselaje. Mis ojos estaban nublados y con la

poca luz, era difícil enfocar.

Jared había dejado su asiento. Me pregunté cuánto tiempo habíamos

estado en camino, y miré detrás de mí a los baños.

—¿Jared? —llamé.

Nada.

Trastabillé hasta la parte trasera del avión, y llamé a la puerta del lavabo.

Cuando no respondió, la abrí.

Vacío.

Mis ojos se esforzaron por ver en la oscuridad, pero podía distinguir

vagamente la parte superior de la cabeza de Jared. Estaba de nuevo en su

asiento, esperándome pacientemente.

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—Nueve mil kilómetros en el aire sin ningún lugar para esconderse y

todavía me tienes adivinando —dije, cayendo en mi silla.

Pero no era Jared. Sentado a mi lado estaba Gabe Ryel.

Retrocedí, el apoyabrazos se hundió en mi espalda mientras me inclinaba

lejos de él.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Ha pasado un tiempo, Nina.

—Estoy soñando, ¿verdad? —dije, perturbada. Saber que Gabe estaba

detrás de mis noches de insomnio, y la razón por la que Jared no podía

estar a menos de dos manzanas mientras yo dormía, reunió el

resentimiento reprimido, resultando en un poco más de agallas de las que

normalmente tenía.

—Habla con Jared para que den marcha atrás, Nina. No tenemos tiempo

para esto.

—¿Tiempo para qué? ¿Por qué insistes en ser tan teatral? Sólo dime lo que

tenemos que hacer y lo haremos.

Gabe no reaccionó.

—Den vuelta, Nina.

Sus ojos eran negros de nuevo. Me puso un poco más que incómoda. Sus

ojos azul hielo reemplazados por bolas de cristal en sus órbitas era

francamente perturbador.

—No. Claire nos necesita.

Gabe no reaccionó a mi insolencia. Se limitó a mirar hacia abajo a sus

dedos entrelazados colocados encima de su regazo. Llevaba un traje caro,

el mismo que recordaba cuando lo vi seguir a mi padre, pero sus dedos

estaban sucios y maltratados, como si hubiese estado cavando en el suelo.

—Encuentra el libro.

—¿Cómo? Jared ha hablado con Eli, Samuel… ¡nadie nos dirá nada!

—Esta pelea no es de Jared. Es tuya.

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—Genial. Más acertijos —dije, cruzando los brazos. Mis músculos

relajados, pensando en la situación actual. Miré a Gabe. Incluso con sus

ojos de tiburón, seguía siendo alguien de mi infancia que amaba—.

¿Claire va a morir?

El avión golpeó turbulencia, y un poco de rebote llevó a lo que parecía una

caída de varios cientos de metros. Mientras me aferraba al reposabrazos,

Gabe se volvió hacia mí una vez más.

—Escucha.

—¡No puedo escuchar si no hay nada que oír!

—Escucha —repitió.

El avión cayó de nuevo, haciendo que los compartimentos superiores

arrojara diversos artículos, y las luces ya oscuras parpadearon

violentamente hasta que capitularon y el fuselaje se oscureció.

Desperté de repente, y Jared estaba sentado donde Gabe había estado. Las

luces estaban encendidas y los pisos estaban libres de escombros.

—Eres tú —dije, aliviada.

—Sí —dijo con una sonrisa confusa—. ¿Quién crees que sería?

Tras una breve pausa, negué con la cabeza.

—Nadie. Sólo olvidé dónde estaba por un segundo.

Jared asintió, y luego apoyó su mano en mi rodilla.

—Estaremos allí en dos horas.

Pasó el resto de nuestro vuelo en su teléfono. Hizo los arreglos para que un

auto nos recogiera en el aeropuerto y para que un amigo, el Coronel Jason

Brand, se reuniera nosotros en Landstuhl con la identificación de

visitante.

Al arribar, el ritmo se aceleró. Al segundo que el avión se detuvo, Jared

tenía las pocas cosas que habíamos traído con nosotros en la mano, y me

tendía la chaqueta.

—Hace frío —dijo, ayudándome a entrar en las mangas.

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Al bajar las escaleras del avión, estuvo claro por qué Jared tuvo que hacer

tantas llamadas telefónicas. Pilotos salían hacia y desde sus aviones, jefes

de equipo estaban estacionando y guiando jets, mientras que otros

estaban ocupados con las inspecciones de vuelo. Los motores de los jets

chirriaban mientras se preparaban para despegar.

Habíamos aterrizado en la base aérea de Ramstein. Las conexiones de

Jared abarcaban más de lo que había imaginado.

Corrimos fuera de la pista hacia el auto esperando. El conductor era un

extraño para mí. Habló con fluidez en alemán a Jared, así que no estaba

segura si era sólo un local o alguien que Jared había conocido antes.

Parecía de la edad de Jared. Cabello rubio claro asomaba de su gorra de

béisbol color verde oscuro, pero sus ojos estaban ocultos detrás de gafas

de sol oscuras.

—¿Warum gehen Sie nach Landstuhl? —dijo el conductor.

—Taleh de Claire ist verletzt worden —dijo Jared.

Las cejas del conductor se levantaron. Era un amigo. Jared mencionó el

Taleh de Claire lo que podría incluso decir que él era un híbrido, y por las

características que pude ver, lo era.

—Gutes Glück zu Ihnen, Freund —dijo, sacudiendo la cabeza.

—Danke. —Jared frunció el ceño. Se inclinó hacia mí, entonces—. Estaba

preguntando por qué estamos aquí. Se lo dije, y nos deseó suerte —

susurró contra mi mejilla.

Asintiendo, me aferré al brazo de Jared. Landstuhl estaba a sólo cinco

kilómetros de la Puerta Oeste de la base. El soldado que custodiaba la

puerta parecía conocer al conductor, y después de comprobar su

identificación, nos dejó pasar rápidamente.

Un oficial en un condecorado uniforme azul esperaba ante la entrada

principal del hospital.

—Coronel —dijo Jared, estrechándole la mano. Definitivamente no era un

híbrido, con su cabello y ojos oscuros—. Nina, este es el Coronel Jason

Brand —dijo.

Le estreché la mano.

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—Gracias —le dije.

—No, en absoluto. Claire es bastante famosa por aquí. Todos hemos

entrenado con ella en algún momento —dijo Jason con una pequeña

sonrisa—. Jared, tenemos buenas noticias del cirujano —dijo mientras lo

seguíamos dentro. Su voz era firme y directa al grano. Me recordó a la

forma en que mi padre hablaba—. Claire está en la sala de espera del

tercer piso. Saben que vienes.

Jared asintió. Me mantuvo a su lado mientras caminábamos hacia el

ascensor. El espacio era tranquilo, y a pesar de los anteriores comentarios

positivos de Jason, Jared estaba nervioso. Frotaba su pulgar

compulsivamente contra la parte superior de mi mano mientras la sostenía

un poco demasiado apretada en la suya.

—¿Qué puedo hacer? —pregunté, tocándole el brazo con mi mano libre.

Una de las comisuras de la boca de Jared se levantó en una apreciativa

media sonrisa.

—Estás aquí conmigo. Eso es todo lo que necesito.

La puerta se abrió a un bullicioso pasillo. Las paredes estaban

desprovistas de cualquier cosa menos de pintura blanca, y los pasillos

estaban llenos de equipos y personas. El personal médico asistía a los

heridos ya sea vistiendo atuendo de servicios públicos o ropa quirúrgica

verde. Soldados pasaban en sillas de ruedas, acompañados de sus atentas

esposas o madres. Unos pocos estaban esforzándose sobre su nueva

prótesis y aprendiendo a caminar de nuevo.

Instantáneamente, mi estómago se sintió enfermo, preguntándome qué era

lo que estaba esperándonos en la habitación de Ryan.

Jared empujó a través de unas puertas dobles y se detuvo. Claire, pequeña

y sola, estaba situada al final del pasillo. Estaba mirando hacia abajo

hacia un pasillo adyacente, pero al instante que sintió la presencia de

Jared, poco a poco se volvió para enfrentarlo. Su carácter estoico se

deterioró mientras él miraba a los ojos de su hermana pequeña, y un

pequeño sonido escapó de su garganta.

Claire corrió por el pasillo a toda velocidad, y se estrelló contra Jared,

envolviendo sus brazos alrededor de él. Había corrido tan duro y lo golpeó

con tal fuerza, que hizo un sonido seco que resonó por los pasillos como si

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una puerta se hubiera cerrado de golpe. Incluso con la fuerza increíble de

Claire, Jared no se movió. La levantó del suelo, tomándola en sus largos

brazos y la estrechó con fuerza.

—¡No tenías que venir, estúpido! —dijo. Su voz estaba ahogada contra el

hombro de Jared. Cuando se echó para atrás para mirarlo, lágrimas le

nublaron sus ojos redondos, azul hielo—. Pero me alegro que lo hicieras.

Alargó la mano hacia mí, y enganchó su brazo alrededor de mi cuello,

incluyéndome en su abrazo. Nos quedamos allí en silencio durante un

largo rato, sabiendo que una vez que lo dejáramos ir, la realidad se

asentaría.

El tiempo no estaba de nuestro lado, y demasiado rápido la reunión había

terminado. Caminamos hasta la sala de espera, aturdidos y

emocionalmente agotados. Jared se sentó a mi lado en el sofá, y Claire se

sentó en una silla al lado de nosotros.

Jared se aclaró la garganta.

—Voy a pedir disculpas por adelantado, Claire. Esto es difícil para mí.

—¿Déjà vu? —dijo ella entendiendo.

—Algo así —dijo, frotándose el puente de la nariz con el dedo índice y el

pulgar.

—Te refieres a mí —dije en voz baja.

Jared no se encontró con mis ojos; se limitó a asentir mientras miraba al

suelo. Yo había tratado de imaginar muchas veces lo que él había pasado a

la espera de saber si yo viviría o moriría después del tiroteo en el

restaurante.

—Recuerdo —dijo Claire con una mirada lejana en sus ojos—. Mamá

estaba allí. Bex estaba atrapado en Dubai con Amir. —Hablaba bajo y

lento, mirando a Jared con ojos cansados—. Te sentaste en esa horrible

silla de cuero falso, hasta que no pudiste soportarlo, y luego paseaste a lo

largo de la habitación hasta que no pudimos soportarlo. Fue más difícil de

ver que cuando papá se fue. Luego Samuel llegó, y Eli…

—¿Estaban ahí? —pregunté, sorprendida.

Jared asintió.

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—Aparecieron después de que llamé por Gabriel. Le rogué que me llevaran

al segundo que… no quería saber lo que se sentiría cuando te hubieras

ido.

—¿Sería doloroso? —pregunté, tocándole el brazo.

Jared dejó escapar un profundo suspiro.

—Mi padre lo describió como debilidad, volviéndose tan debilitante que a la

larga cada sistema en nuestros cuerpos se detiene. —Me miró a los ojos—.

Literalmente, necesitamos a nuestro Taleh para respirar.

Claire nos miró por un momento antes de hablar.

—Tuve que contener a Jared varias veces. No podía soportar la idea de ti

yaciendo sobre una mesa sin él, dejando que extraños, humanos, trataran

de salvarte. Quería abrirse paso hacia el quirófano. Nunca lo había visto

tan irrazonable. —Los ojos de hielo de Claire se ablandaron cuando miró a

su hermano—. Ver a Jared sentirse tan impotente y desesperado… mamá

a la espera de saber si te perdería a ti y a su hijo, el dolor colectivo en esa

habitación arderá en mi memoria para siempre. Al igual que lo hará el día

de ayer.

Tomé su mano.

—Estoy bien. Al igual que Ryan lo estará.

Claire llevaba lo que solía ser una camiseta blanca, ahora más de un color

gris-marrón, y pantalones de color caqui de servicio con pesadas botas con

cordones. Un hijab manchado de sangre estaba amontonado en la silla a

su lado. Sus ojos húmedos y el rímel embarrado se habían mezclado con la

arena del desierto, pero sólo alrededor de sus ojos.

—¿Ryan te reconoció? —pregunté.

Claire negó.

—Debería habernos sacado antes. Él me miró, pero estaba bastante fuera

de sí. Y con el hijab… sólo podía ver mis ojos.

Jared puso la mano sobre la nuestra.

—No importa. Lo que importa es que los dos están vivos.

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—El pelotón de Ryan estaba llevando a cabo una incursión para sacar a

dos contratistas que habían estado perdidos durante unos días. Cometí un

montón de errores el día de hoy, Jared. Fueron emboscados. Debería

haberlo visto venir. Debería haber oído a los francotiradores poniéndose en

posición, pero mi mente estaba llena de quejas y resentimiento. —Ella

miró al suelo, sumida en sus pensamientos—. Siempre atacan por la

noche. Todo estaba raro, y fracasé.

Jared agarró la mandíbula de Claire en sus manos.

—Sabes que no debes castigarte por esto. ¿Qué me decías en la sala de

espera en Providence? Él está vivo, Claire. Nadie más podría haber

conseguido traerlo aquí con una oportunidad.

Ella se apartó de él, y miró por la ventana. En su mente, todavía estaba en

esa esquina de la calle, observando el exterminio del pelotón de Ryan en

tiempo real.

—Fue parecido a la conmoción y al pavor, una explosión tras otra —espetó

con los ojos cerrados. El recuerdo reproduciéndose en su mente—. Podía

oírlo, pero no podía ver. —Sus cejas se juntaron—. No podía ver.

Sus ojos se abrieron de repente, e inmediatamente limpió sus lágrimas.

—Mi primera visión de Ryan no me sorprendió: estaba corriendo a toda

velocidad de la nube de escombros con Tommy sobre su espalda. —

Sonrió—. Por supuesto que sería Tommy. Ryan ya ha salvado su pellejo

tres veces. —Su sonrisa se desvaneció—. Eran cercanos. Más cercanos que

los demás. Ryan se sentía responsable de él.

Jared se levantó, y caminó hacia el otro lado de la habitación.

Se frotó la parte posterior de su cuello; la preocupación y los recuerdos

claramente lo abrumaban.

—Fue entonces cuando decidí avanzar —explicó Claire—. Pero un

francotirador hizo clic en su punto de mira. —Claire rió una vez—. El

cabrón disparó después que corté su tronco cerebral con una sola bala,

Jared. Esa mierda sólo sucede en las películas.

—¿Así que Ryan fue alcanzado? —presioné. Mi mente corría de prisa hacia

dónde terminaría la historia. No tenía ni idea de qué lesiones había sufrido

Ryan, y con el vívido detalle de las bombas y las balas, la necesitaba a ella

para llegar al punto.

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—Dos veces. Una bala rebotó en una piedra, y cortó su pulmón derecho; la

otra voló directamente a través de su hombro. Fue el destino. Ambas

lesiones lo van a enviar a empacar.

Jared miró hacia mí, y luego regresó a su asiento. Se inclinó hacia delante

con los codos apoyados en las rodillas.

—¿Ahí fue cuando los evadiste?

Claire sorbió.

—Él no iba a dejar a Tommy solo. Tuve que abrir con palanca sus diez

dedos del chaleco antibalas del tipo.

—Imagínate —se quejó Jared.

—La unidad completa de Ryan fue barrida en tres segundos. Él necesitaba

salvar a uno de ellos. No importaba que Tommy hubiera muerto a diez

metros de las explosiones… Ryan lo iba a llevar a casa.

Las lágrimas brotaron de mis ojos y se desbordaron.

—¿Podemos verlo?

Jared me abrazó a su lado.

—No puede saber que estuviste alguna vez aquí. No podemos correr ese

riesgo.

El razonamiento de Jared tenía sentido. Explicar los recuerdos de Ryan de

mí a su lado en Landstuhl sería demasiado difícil de explicar a nuestros

amigos en Brown.

Claire miró sus manos sucias.

—Lo arrastré hacia una choza vacía fuera del camino, me quedé la noche

hasta la Oración de la Mañana, y luego de vuelta por el mismo camino al

este a mi Jeep.

El Coronel Brand llamó en la puerta. Jared y Claire se levantaron de

inmediato, y Jared me llevó con él.

—Coronel —dijeron Jared y Claire al unísono, ambos asintiendo.

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—Está fuera de peligro por el momento. El Doctor Vanhooser está

cerrando, y estará aquí para hablar contigo en breve. Ha sido informado

que al Sargento Scott se le mantenga ignorante de tu presencia.

—Gracias, Jason —dijo Claire, dejando escapar un gran suspiro de alivio.

—Hay algo que deberían saber —dijo el Coronel Brand—. Ryan va a

necesitar considerable terapia física, y después de perder toda su unidad,

su interrogatorio será sustancial.

—¿Qué significa eso para Ryan? —pregunté.

—Las posibilidades de que el Sargento Scott vuelva al servicio activo son

escasas —dijo el coronel Brand, con total naturalidad.

Me avergoncé por el alivio que las palabras del Coronel me trajeron. Ryan

estaría devastado, y sólo podía pensar en mí misma. Pensamientos de

Ryan regresando a Brown con el perfecto atractivo de los militares, y su

asiento vacío en el comedor siendo ocupado acribillaron mi mente, y tuve

que cubrir mi sonrisa con la mano.

Jared miró hacia mí. Sabía lo que la predicción del Coronel Brand me

había hecho sentir, y sus ojos se estrecharon. Me hundí de nuevo en mi

asiento, con un rojo oscuro salpicando mis mejillas.

Claire dio un paseo por el pasillo sin color, dando a Jared la oportunidad

perfecta para regañarme. Antes de que pudiera tener la oportunidad, mi

teléfono sonó en el bolsillo de mi chaqueta.

—¿Hola?

—Grant está enfermo, te fuiste, y la firma en Japón está en línea haciendo

preguntas de las que no sé las respuestas —ladró Bet con su acento

sureño—. No entiendo la mitad de lo que dicen, Nina. ¿Hay alguna manera

de que lo arregles?

Sonreí.

—Sólo diles que estoy fuera de la ciudad, y lo llamaré mañana.

—Dice que ha estado esperando una llamada telefónica de Grant por una

semana.

—Entonces puede esperar un día más —dije.

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—¿Dónde estás? Sólo tengo un billón de documentos para que firmes, y la

facturación de la cuenta Peterman está arruinada.

—Pregunta a un pasante. Conocen el software mejor que los contadores.

—Nigh —suspiró—. ¿Dónde estás?

—Viendo a un viejo amigo —dije—. Me tengo que ir, Beth. Oh, y… no le

pidas a Sasha ayuda. Le dará la errónea impresión de que es necesaria.

—El amigo no será Kim, ¿verdad?

—No. ¿Por qué?

—Ella también está perdida en acción. Otra vez —murmuró Beth.

—Puedes improvisar hasta que vuelva. Tengo fe en ti —dije, y colgué el

teléfono.

—¿Qué? —preguntó Jared.

—Bet dijo que Kim no ha estado por ahí. No sabe dónde está. Kim ha

estado haciendo eso últimamente —dije con el ceño fruncido.

Jared se retorció en su asiento, y luego miró hacia otro lado.

—¿Jared? —pregunté en un tono acusatorio. No me miró—. ¿Sabes algo

acerca de eso?

Jared no encontró mis ojos por unos momentos y finalmente, se volvió

hacia mí. Después de una larga bocanada de aire, respiró hondo, y luego

entrelazó los dedos. Su expresión era exactamente como la noche cuando

me dijo la verdad.

Lo miré por debajo de mis cejas.

—¿Es malo?

Jared negó.

—Es peligroso. No voy a mentirte, así que por favor déjalo estar.

—Estamos hablando de Kim, ¿verdad? ¿Larguirucha, torpe Kim?

—Déjalo ser, Nina.

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Mi rodilla brincó hacia arriba y hacia abajo mientras tomaba la decisión,

pero ya había sido tomada. Sólo estaba haciendo tiempo. Jared miró a lo

lejos de nuevo con un suspiro, sabiendo lo que sucedería después.

Cerró los ojos, y con un último esfuerzo rogó.

—No…

Mis nudillos se volvieron blancos mientras agarraba el borde de mi

asiento, preparándome para lo que él iba a decir. Jared me había dicho

más verdades increíbles de lo que yo pudiera creer en los últimos dos

años, y había visto la mayor parte con mis propios ojos. En cualquier caso,

Kim se había estado guardando algo de mí… algo que Jared sabía, y yo no.

Tenía que preguntar.

—¿Jared? —Se puso rígido en el momento que pronuncié su nombre. A

pesar de que conocer la verdad nunca antes había sido reconfortante, no

pude detenerme—. ¿Qué sabes acerca de Kim?

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Capítulo 6 Bruja

Traducido por MaryJane♥

Corregido por MaraD

se no es en realidad su secreto para contarlo —dijo Kim,

paseando en la sala de espera.

Me tomó un momento procesar que realmente estuviera

aquí, y que no la había conjurado de mi más salvaje imaginación.

Kim se detuvo un momento para reconocer a Jared. Cuando él asintió en

dirección a ella, se sentó junto a mí. Llevaba una camiseta blanca y

vaqueros, deportivas a cuadros negros y blancos, y olía a cigarrillos. Sus

grandes ojos marrones no vacilaron. Ella no parecía nerviosa o fuera de

lugar.

—¿Qué en la tierra estás haciendo aquí, Kim? —pregunté.

Ella se encogió de hombros.

—Podría hacerte la misma pregunta.

—Muy bien, adelante. Pareces saber todas las preguntas correctas que

hacer, de todos modos —dije, desafiante.

—Kim está aquí para ayudar —dijo Jared.

—¿Ayudar cómo? ¿Cómo lo sabía? —Miré a Kim, entonces—. ¿Cómo

sabías cómo venir?

—¿Cómo lo supiste tú? —preguntó. Estaba tonteando a propósito conmigo,

y por eso quería agarrarla, enrollar los dedos alrededor de su cuello largo y

sacudirla con el más apretado agarre que pudiera reunir.

—No eres graciosa —espeté.

Kim sonrió, disfrutando claramente del hecho de que ella me tenía como

un manojo de nervios.

—E

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—No, pero tú lo eres.

Me puse de pie, cruzando los brazos. Si ella no cooperaría, arrinconaría a

Jared. Señalé a Kim.

—¿Cómo sabía que Ryan estaba herido, Jared? ¿Cómo llegó aquí?

—Avión —contestó Kim rotundamente.

—¡Cállate! —gruñí.

Las comisuras de la boca de Jared se torcieron un poco, pero cuando

sintió mi temperamento elevarse, ajustó su expresión.

—Kim nos está ayudando. Finalmente —dijo, disparando una mirada

molesta en su dirección.

—Muérdeme —dijo Kim sin emoción, mordiéndose la uña del pulgar.

Sus mandíbulas temblaron bajo su piel.

—Ella ha estado echando un vistazo a nuestra situación… ¿qué? —dijo,

frunciendo el ceño.

Lo miré fijamente.

—Estoy esperando a que entres en razón.

Jared devolvió mi expresión, y Kim rió una vez.

—Bienvenida a mi mundo. Él es todo un gran enigma, ¿no? Sólo lo hace

para sentirse importante. Sólo quiere alargarlo.

Claire entró, y se detuvo en seco.

—¿Qué está haciendo la bruja aquí? —dijo con veneno en su voz.

Kim sonrió ligeramente, pero sus ojos estaban desprovistos de emoción.

—Bendita sea. He oído hablar de lo que pasó. Buen trabajo, G. I. Barbie.

—Hazte a un lado, Nina —dijo Claire en un aterrador bajo tono. Tenía

demasiado miedo de moverme, viendo que ella estaba a punto de saltar.

La tensión en la sala se había elevado a un nuevo nivel. La habitación en

la que estuvimos esperando estaba en un ala separada de la sala principal,

por lo que sería muy fácil para Claire desatar parte de su agresividad

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reprimida, en general, en dirección a Kim. Ella no parecía intimidada en lo

más mínimo.

Jared se levantó.

—Suficiente.

Claire miró a su hermano.

—¿Tiene que estar ella aquí?

Cuanto más hablaban como si supiera lo que estaba pasando, más me

enojaba.

—¿Qué demonios está pasando? —grité.

—¡Sssh! —siseó Claire.

—¿Eres humana? —le pregunté a Kim.

Kim se detuvo a pensar.

—Hay días en que no me siento como una, pero sí.

Jared se sentó en el sofá, tirando de mí con él. Claire se sentó en el asiento

de al lado, jugueteando con su hijab. Kim miró su reloj y, a continuación,

se instaló en su silla. De repente el aire estuvo muy relajado, todo lo

contrario a unos pocos momentos antes, pero era forzado y antinatural.

—Sabes que los que son conscientes de los demonios los atraen —dijo Kim

de manera casual, haciendo retorcer mi realidad. Jared me dijo unos

cuantos detalles específicos sobre los «Otros» durante la charla que

tuvimos en nuestra primera cita; la que apodamos cariñosamente: “La

Conversación Que Cambió Todo”. Kim era del otro lado; alguien que no lo

sabía. No había compartido nuestros secretos de esa noche con nadie, y

Kim repitiendo parte de ella literalmente me desconcertó.

—Mantén la calma, Nina —dijo Jared, calmada y suavemente. Él puso su

mano sobre la mía—. Se alimentan de agresión y miedo.

El lenguaje corporal de Kim era casual, pero de manera deliberada.

—De lo que estamos a punto de hablar va a atraerlos aquí, Nigh. Mientras

más molesta estés, más acceso tendrán a esta situación, así que asimílalo.

No trates de analizarlo, simplemente escucha y acepta.

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—Escuchar y aceptar —dije, tomando una respiración profunda. Miré a

Jared, quien me ofreció una pequeña y reconfortante sonrisa. Volví mi

atención a Kim—. Bien. Vamos a escucharlo.

La boca de Kim se torció en alto infinitamente.

—Cuando tenía dieciséis años fui poseída por un demonio.

Era difícil concentrarse. Meses de perfeccionar el arte de mantener mis

emociones bajo control era la única ventaja que tenía y estaba decidida a

mantenerme calmada.

—Estás bromeando.

Kim continuó:

—Voy a ser breve si no les importa.

Asentí y Kim puso los ojos en blanco.

—La historia me aburre, así que yendo al punto, los Pollock, mi

familia, desciende de la Cruzada de los Caballeros. Esta Cruzada de los

Caballeros usó el Santo Sepulcro como punto final de sus

peregrinaciones… ¿estás bien? —preguntó Kim, haciendo una pausa.

—Síp —dije casualmente—. ¡Porque no sé de qué diablos hablas! —grité.

Jared tomó mis manos en mi regazo, y bajó su barbilla, mirándome

directamente a los ojos.

—Tienes que mantener la calma. Es importante.

Miré de nuevo a Kim.

—Lo siento.

Kim rechazó mi disculpa.

—Lo que sea. ¿Recuerdas haber aprendido sobre las Cruzadas,

Nigh. Caballeros ingleses… Robin Hood… El Rey Ricardo? —Asentí—. No

tiene nada que ver con eso.

Suspiré, y Jared giró la cabeza hacia un lado con frustración.

—No estás ayudando.

Kim se echó a reír una vez, y bajó la mirada.

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—Lo siento. Simplemente no puedo describirte lo mucho que odio contar

esta historia.

—Inténtalo. —Jared estaba enojado.

Kim me miró.

—Los Caballeros Templarios llevaron su cruzada a un lugar muy sagrado

en Jerusalén. Es llamada la Iglesia del Santo Sepulcro. Alguna vez fue

el templo de Afrodita. Los cristianos se refieren a ella como Golgotha… el

lugar donde Cristo fue crucificado. La Primer Cruzada fue concebida como

un conflicto armado de peregrinación, y ningún soldado podía considerar

su viaje completo a menos que hubiese orado como peregrino en el

Santo Sepulcro. Aquí es donde se pone un poco feo. Durante mi

peregrinación mi tatarabuelo infinito, sacó algo debajo de la basílica del

Santo Sepulcro. Era un libro. Una Biblia.

—¿Así que eras protectora de la Biblia? —Miré a Jared con incredulidad—.

¿Genial? ¿Supongo?

—No estamos hablando de la Santa Biblia, aquí, Nigh —dijo Kim—. La has

visto.

—¿La Biblia de Shax? —pregunté.

Kim asintió.

—Se mantuvo escondida a buen recaudo en la cisterna bajo la basílica,

que es donde se rumoraba que la madre de Adriano encontró la verdadera

cruz y tumba de Cristo.

—¿No es eso más o menos sacrilegio? ¿La Biblia del Infierno siendo

mantenida oculta en lo que se cree que es la tumba de Jesucristo? —dije.

Kim se frotó las sienes. Había hecho claramente una pregunta que ella

había contestado mil veces.

—La Santa presencia impedía a Shax y sus legiones encontrarla. Mi abuelo

no sabía eso. Removió el libro, y después de enterarse de su importancia,

se comprometió a mantenerlo seguro. Ese voto, y el libro, han maldecido a

nuestra familia por generaciones.

—Las maldiciones parecen ser populares por aquí —gruñí.

Kim miró a Jared.

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—Lo siento —dije, riendo sin humor—, todo esto es un poco

exagerado. Incluso para mí, y he visto a Shax.

El ambiente se enfrió, Jared y Claire inmediatamente extendieron sus

cuellos, mirando al techo. Jared me acercó a él, y Claire se sentó a mi otro

lado, tocando ligeramente mi rodilla.

Las luces parpadearon, e incluso con los cuerpos calientes de Jared y

Claire a mi lado, me sacudí de frío. Las débiles luces fluorescentes crearon

un resplandor misterioso del aire que exhalábamos, ahora más caliente

que el aire en la habitación.

—¿Qué está pasando? —susurré.

—Por enésima vez, Nina, mantén la calma —dijo Claire, su voz serena—.

Nada te va a pasar mientras estamos aquí. Esto es lo que ocurre cuando

hay una mayor concentración de ellos de lo normal.

—¿Mayor concentración? —pregunté.

Kim miró por encima de ella.

—Oh, es probable que haya un ejército o dos alrededor… o sólo uno muy

fuerte.

Me estremecí.

—¿Qué es peor?

—Uno —susurró Claire, con los ojos desenfocados. Estaba confiando en

sus sentidos, creando una pensativa y confundida expresión en su cara.

Kim volvió su atención hacia mí. Su comportamiento

era desconcertante. Ella siempre había estado relajada, y en

ocasiones distante, pero era difícil de creer que pudiera permanecer de

esa manera con tantos “Otros” alrededor. Cada parte de mí quería salir

corriendo por el pasillo.

—Cualquier persona que ha hecho el viaje para devolver el libro al

Sepulcro nunca regresó. Pensamos que el hecho de que Jack y Gabe

robaran el libro de mi tío fue lo mejor que le pudo haber sucedido a

nuestra familia, hasta que Shax nos responsabilizó personalmente. Fue

entonces cuando me enfermé… o eso es lo que pensábamos que era.

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Incluso con el descenso de temperatura y el conocimiento de que un millón

de demonios podrían estar rondando sobre nosotros, me senté encorvada,

con la barbilla apoyada en mi puño, repentinamente no impresionada.

—Estuviste poseída. ¿Como sacerdotes y sopa de guisantes verdes,

poseída? Vamos, Kim.

—No recuerdo casi nada. Sólo sé que mi padre no escatimó en gastos para

traer lo mejor de lo mejor, y cuando el padre Gary y el padre Carmine

terminaron… yo era diferente.

Jared apretó mi mano.

—Cuando los humanos son superados de esa manera, a menudo quedan

débiles durante el resto de sus vidas. Kim mantuvo algo con ella cuando el

padre Carmine finalmente extrajo los demonios. Y ellos no habrían dejado

el poder atrás voluntariamente. Ella lo tomó de ellos, y por eso, le temen.

—¿Qué clase de poder? —pregunté.

—El de conocimiento, la comprensión de las lenguas muertas, bla, bla,

bla. También sé cuándo se mueven, cuándo se acercan, cuándo se van y

qué están haciendo. Y creo que puedo tomar su poder a mi antojo, pero

ninguno de ellos se ha acercado lo suficiente a mí para probar.

—Así que Kim es un recurso —dijo Claire, malhumorada—. Ella los

afecta en una forma que nadie entiende.

—Yo… tú… —Un millón de preguntas se arremolinaron en mi cabeza,

pero la más inquietante era que ahora nada estaba separado. Mi vida

normal acababa de entrar en colisión cara a cara con mi vida con Jared.

El aire a mí alrededor se sintió espeso y lleno de estática. Una mesa junto

al final de una de las sillas se sacudió por un momento, y luego se deslizó

por el suelo unos centímetros.

—¿Qué acaba de pasar? —dije.

La mesa vibró de nuevo, y luego saltó a la pared, las patas chillando

mientras rallaban en el azulejo.

—Cariño —advirtió Jared.

Mis dedos hicieron pequeños círculos sobre mi sien.

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—Muy bien —susurré. Trabajé para liberar cualquier negatividad que los

demonios podían utilizar para alimentar su poder—. ¿Ahora qué?

—Puedo ayudarte —dijo Kim, atípicamente simpática—. Puedo ayudarte a

encontrar el libro, Nigh. Ellos me lo dirán. Tienen que hacerlo.

Toda expresión cayó de mi cara.

—Así que eres como… como la encantadora de demonios. Mi loca amiga

Kim. Eso es simplemente genial.

Kim asintió, no afectada por mi pinchazo.

—Nunca dijiste por qué estás aquí —le dije.

—Quería ver a Ryan. También tengo noticias.

Las noticias solían ser el trabajo de Samuel, y me pregunté por qué Kim

había sido enviada en su lugar. Cuanto más sabía, menos de eso tenía

sentido… lo cual era molestamente típico.

Claire cruzó las piernas, acomodándose en su silla.

—¿Y bien? Dinos ya.

—Jared y su operación encubierta los alertó. Él hace demasiadas

preguntas, y saben lo que está buscando. El libro ha sido movido seis

veces en diferentes días. Tendremos mucho trabajo qué hacer cuando

lleguemos a casa.

Jared miró a Kim, molesto.

—Tengo que revisarlo antes de devolverlo. Hay cosas entre esas páginas

que podrían ayudar a Nina.

—Ese era el trato, ¿no? —respondió Kim.

Jared asintió, y luego miró a su hermana.

—Ahora que Ryan está estable, deberíamos regresar. ¿El Coronel dijo

cuánto tiempo estaría aquí?

Claire se encogió de hombros.

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—Al menos hasta que esté lo suficientemente estable como para enviarlo a

América, y luego probablemente vamos a estar en rehabilitación hasta que

esté funcional. Te mantendré informada.

Me quedé mirando la pequeña mesa que se había deslizado a través del

piso. Doscientos demonios o más estaban cerca, y ya estaban hablando de

otro tema. El aire había regresado a su temperatura normal, pero ver

un objeto inanimado deslizarse a través del cuarto me dejó inquieta; no es

que me hubiera sentido ni remotamente parecido a calmada desde

que Gabe se había infiltrado en mi sueño en el avión. La vida estaba fuera

de control, pero esta vez no había una vida normal de la cual escapar.

Una tercera parte de mi ancla a la normalidad yacía en una cama de

hospital, y otra estaba sentada a mi lado, hablando de cosas opuestas al

reino de lo común, era difícil recordar que ella era parte de mi otra vida en

absoluto.

La ira me consumió. Sentí que me habían mentido.

—¿De qué trato están hablando? —pregunté.

—Tu hombre va a ayudarme a devolver el libro al Sepulcro si yo lo ayudo a

recuperarlo de Shax —dijo Kim.

—¿Ibas a decirme algo de esto? —le dije a Jared.

Jared tomó mis manos entre las suyas.

—Ya hablamos de esto.

—Sí, que omitas cosas que no me afectan directamente, pero, ¿primero

Ryan, y ahora Kim? ¡Eran mis amigos, Jared!

—Aún lo somos —dijo Kim.

Ignoré a Kim.

—¿Estás segura de que no puedo ver a Ryan? —le pregunté a Claire. Ella

sacudió la cabeza con una expresión de disculpa—. Fue bueno verte de

nuevo —le dije a Claire, abrazándola—. Kim… —me interrumpí, incapaz

de encontrar nada bueno que decir.

Kim me había traicionado; escondido su mística mierda en la puerta de

atrás, y golpeándome con su triste historia de posesión-cruzadas-

basílica. Ahora se suponía que iba a ayudarnos a encontrar el libro debido

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a su Oh, tan espectrales poderes de Demonios. ¡No me importaba! Se

suponía que ella era mi normal, y lo había arrancado justo debajo de mí.

Gabe había querido que regresáramos, y yo no podía dejar de preguntarme

si tenía que saber acerca de Kim. ¿Podría la aparición de Gabe ser

mundana como una paternal necesidad de protegerme de nuevo, o era algo

diferente? ¿Tal vez no se suponía que Kim nos ayudara? Tal vez estaba

trabajando para el otro lado.

Casi había llegado al ascensor cuando Jared me llamó. Muy pronto, su

mano estaba en la mía. Me detuvo a medio paso, haciéndome retroceder.

—Tenemos que irnos —le dije, tirando de él por el pasillo.

Jared me detuvo de nuevo.

—¿Podrías decirme qué está pasando?

—No —dije bruscamente, golpeando el botón del ascensor—. Para ello

sería necesario decirte toda la verdad… y así no es cómo realmente

funciona nuestra relación.

La puerta se abrió, y tiré dentro a Jared. Estábamos solos, y por primera

vez sentí que podía respirar. Me apoyé en la pared y suspiré.

—Esto no está sucediendo.

—¿Qué no está sucediendo? Nina, habla conmigo —dijo Jared, poniendo

sus manos en la pared a cada lado de mi cabeza.

—¡Ella es mi amiga, Jared! Ella estaba en el otro lado, el lado que me

mantenía conectada a tierra… a veces me mantenía cuerda, ¡y ahora se ha

ido! ¡Todo se ha ido!

Jared acunó mi cara.

—Ella sigue siendo tu amiga. Tu vida en Brown no es diferente.

—¿No es diferente? ¡Ha desaparecido!

Frunció el ceño.

—Vamos a pensar en esto como algo positivo. Ahora tienes a alguien con

quien hablar de esto. Alguien en el otro lado que entiende.

Crucé los brazos.

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—Los necesitaba, Jared… así no me perdería en todo el fiasco

Cielo/Infierno.

—Ella es humana, Nina. Puede que maneje la situación de manera

diferente, pero sabe cómo te sientes. Sabe lo que se siente conocer las

cosas, y ser diferente a causa de ello. Acéptalo.

—Aceptarlo —murmuré—. Tú no entiendes.

Jared tomó mi mano y besó mis dedos.

—Esto es bueno. Con su ayuda, podremos encontrar el libro.

—¡Genial! —dije mientras las puertas se abrían a la planta principal—.

¡Vamos a encontrar la maldita cosa y deshacernos de él! ¡Regresarlo a la

iglesia, voy a dejar de tener los sueños, Kim puede ser Kim otra vez, y yo

puedo recuperar mi vida!

El Coronel Brand esperaba junto al auto que nos llevaría a la base. Jared y

yo permanecimos en silencio durante el viaje, pero una vez que el avión

despegó de la pista, comenzó de nuevo.

—Nina, no podemos simplemente regresar el libro. Tenemos que leerlo;

averiguar por qué Jack lo robó al tío de Kim en primer lugar.

—Porque Jack estaba loco, por eso —espeté.

Jared suspiró con frustración.

—Nos han estado diciendo por qué. En tus sueños.

Pensé por un momento, recordando las palabras de Jack en

el techo. Tenía que salvarla. Podía pensar en las dos únicas mujeres en el

mundo por las que mi padre arriesgaría su vida. La inscripción en mi

anillo que llevaba a una caja única a la que sólo Jared y yo podíamos

acceder… había robado el libro para sálvame.

Pero, ¿de qué?

Entrecerré los ojos.

—¿Estás insinuando que te estoy escondiendo algo? Porque eso

sería simplemente… absoluta y completamente hipócrita.

Jared frunció el ceño.

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—No. Pero tenemos que encontrar a alguien que pueda interpretar lo que

significan tus sueños.

—¿Quién lo sabría, Jared? Además de Eli y Samuel. Ellos no nos lo dirían,

de todos modos, ¿no? ¿Quién podría saber?

—Preguntarles otra vez no sería una buena idea. Kim dijo que ya están

sobre nosotros. Es imposible mantener un secreto en ese

reino. Necesitamos un humano.

—Un humano no va a ser capaz de dar sentido a mis sueños, Jared, a

menos que se trate de alguien que ya sepa. Uno de los hombres de

Graham, ¿Tal vez?

Jared negó, pensativo.

—Claire no dejó a ninguno de ellos con vida. Cualquier persona que

pudiera saber algo de eso se ha ido.

Una idea me vino a la cabeza, creando así una sensación de hundimiento

en mi estómago.

—¿Qué es? —preguntó Jared preocupado.

Mi mente inmediatamente buscó otras opciones. Estaba desesperada por

hacer que el nombre se quedara en mi garganta como último recurso, pero

ella era nuestra única opción.

—Mi madre —susurré—. Cynthia sabría.

Las cejas de Jared se fruncieron un momento.

—Jack la dejó en la oscuridad.

—En realidad no crees eso, ¿verdad? —pregunté, incrédula.

Él miró por encima de mí, y luego se relajó.

—Tienes razón. Cómo hacer que nos diga algo es la cuestión.

—Ella nos dirá —le dije, decidida.

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Capítulo 7 La Tormenta Perfecta

Traducido por puchurin Corregido por IngridShaik

o es esto una sorpresa —dijo Cynthia, quejándose con

su cabello—. Estoy de camino para la recaudación de

fondos Komen, querida Nina. Almorzaremos mañana.

Me moví hacia un lado, custodiando la puerta principal.

—Esto es importante.

Cynthia soltó una risa, no divertida.

—Te puedo asegurar que no más importante que el cáncer de mama. —

Cuando no me moví, ella ladeó la cabeza. La expresión que ella usaba para

intimidar inmediatamente iluminó su rostro—. Jovencita, me vas a dejar

pasar en este momento.

Obedecí, instintivamente. Viendo que ella no estaba de humor para

payasadas, decidí probar el enfoque de tomarla por sorpresa.

—Papá robó un libro de alguien hace unos cuantos años. ¿Lo recuerdas?

Ella parpadeó varias veces, claramente mis palabras la perturbaron.

—Tu padre estaba en el transporte marítimo, Nina. ¿Qué interés podría

tener él en un libro?

—Madre, él lo hizo. Yo misma he visto el libro. Jared lo sostuvo en sus

manos.

Los fríos ojos de Cynthia se fijaron en Jared, y luego se estrecharon.

—Debo preguntar a estas alturas, Jared. ¿Estás tratando de que maten a

Nina?

—N

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—No —dijo Jared enfáticamente, dando un paso hacia ella—. No, es por

eso que estamos aquí. Necesitamos saber por qué Jack tomó el libro.

¿Qué había dentro que esperaba encontrar?

Cynthia se relajó, levantando su barbilla.

—Nina, descubrirás que si ignoras las cosas… tienden a irse. Ahora,

realmente necesito irme…

La mandíbula de Jared se tensó, y luego dio un paso obstinado al frente de

la puerta.

—Lo siento, Sra. Grey, pero no puedo dejarla ir hasta que nos diga lo que

sabe.

Cynthia se detuvo inalterada, como si ella pudiese empujar a Jared si

quisiera, pero simplemente era toda un drama como para hacerlo.

—¿Qué les hace pensar que yo sé algo? —preguntó, con una pequeña

sonrisa en el rostro.

Crucé los brazos.

—Madre, porque tú lo sabes todo.

Una pequeña sonrisa de satisfacción se deslizó por el rostro de Cynthia.

—Tu padre subestimó ese particular talento de mí por años. Es bueno que

alguien lo note.

—Necesitamos su ayuda, Cynthia —dijo Jared—. ¿Por qué Jack pensó que

el libro de Shax podría salvar a Nina?

—La verdad sólo te va a lastimar, querida —dijo Cynthia. Sus palabras

fueron con la intención de ser empáticas, pero sus ojos estuvieron carentes

de emoción.

Presioné los labios hasta ponerlos como una dura línea, tomando muy en

serio su advertencia. Antes que pudiera tomar una decisión, Jared habló.

—Le voy a preguntar sólo una vez más, Cynthia. ¿Qué sabe de las razones

que tenía Jack para tomar ese libro?

Cynthia rió entre dientes.

—Rara vez, las amenazas vacías me obligan a cumplir.

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Jared se inclinó contra la puerta.

—Cynthia, tengo toda la noche. ¿Cuán importante es para usted esta

recaudación de fondos?

—Muy bien, entonces —dijo Cynthia. Ella cambió de peso de una pierna a

otra, claramente irritada—. Tu padre nunca quiso tener niños. Yo no era

exactamente… maternal… por lo que nunca le cuestioné. Pero cuando tú

llegaste, Nina, lo cambió. Él parecía cuidarte como si estuviese esperando

por algo. Le pregunté una vez, por qué te cuidaba de esa manera. Su

expresión fue de vergüenza y disgusto, pero no contestó. Simplemente se

alejó.

Sus palabras me hirieron tan profundamente que sentí dolor físico en mi

pecho, como si mil agujas estuviesen taladrando su paso hacia el centro.

Jared tomó mi mano.

—Jack adoraba a Nina. Él murió tratando de salvar su vida.

Cynthia se rió sin humor.

—Tú lo malinterpretaste. Desde la primera vez que Jack sostuvo a Nina en

sus brazos, nada más importó. No había nada más valioso ante sus ojos.

—Hizo una pausa—. Pero tenía miedo.

Luché para tragar el nudo que se había formado en mi garganta.

—¿De qué?

—De ti, supongo. —Cynthia se encogió de hombros. Sus ojos miraron

hacia Jared, resentidos y acusadores—. Cuando tu padre descubrió que tú

estabas enamorado de Nina, compartió una historia con Jack. Era una

historia que estaba en el último pasaje del libro que estaban desesperados

por conseguir. Sobre una mujer humana que daba a luz al hijo de Dios, y

que ese niño perturbaría El Balance.

Mi rostro se retorció.

—¿Quieres decir la historia de la Virgen María y Jesús? ¿Qué podría tener

eso que ver con Jared y yo?

Cynthia suspiró.

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—No, querida. Los hijos de Dios son los Ángeles. El Infierno cree que una

mujer humana dará a luz a un ángel; un poderoso ángel que amenazará

su poder aquí.

Jared frunció el ceño.

—Eso no tiene ningún sentido. ¿Por qué Nina, entonces? Mujeres

humanas han dado a luz mestizos por siglos. Y aunque Nina y yo

tuviésemos un hijo, el bebé sólo tendría una cuarta parte de sangre divina

en sus venas. Nada por lo que el Infierno deba estar preocupado.

—Jared, una mujer humana dio a luz a Jesucristo —replicó Cynthia.

—Él era humano —dije.

Cynthia levantó una ceja.

—¿Un mortal que hacía milagros y resucitaba a los muertos? Eso hace

algún humano… ahora si me disculpan…

Jared no se movió, insatisfecho.

—¿Gabe y Jack pensaban que Nina sería la mujer de la profecía, y robaron

el libro para buscar una manera de detenerlo?

—Lo robaron dos veces —corrigió Cynthia—. Primero, de una familia… los

Pollock. Ellos habían pasado sus vidas protegiéndolo. Shax y sus hombres

alertaron de alguna manera a los Pollock, y sus padres fueron

descubiertos. Mientras ellos y los hombres de Pollock estuvieron distraídos

los unos de los otros, Shax huyó con el libro. Pasaron varios meses antes

de que Gabe encontrara de nuevo el libro y fuese capaz de recuperarlo con

éxito. Ahí fue cuando todo comenzó.

—Madre —dije impaciente—. ¿Cuándo comenzó qué?

Sus ojos se abrieron un poco, y alzó sus manos, sus dedos brillaron.

—¡Esto, Nina! ¡Esto! Cuando comenzó hacerse difícil para los Ryel

protegerte a ti y a tu padre, cuando cosas oscuras comenzaron a rondar

nuestra casa a diario… su muerte. ¡Honestamente, Nina! ¿Qué más podría

significar? —dijo ella exasperada.

—Bien. Muy bien, lo siento —dije para calmarla.

Ella se relajó, y entonces suavizó su expresión.

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—Ahora, si me disculpan, debo irme —dijo ella, pasando junto a Jared.

La expresión de Jared se tensó, cambiando instantáneamente a enojo.

—Estoy tratando de salvar la vida de Nina, ¿y usted está preocupada por

llegar a tiempo a una fiesta?

Cynthia se volvió para mirarme con una expresión triste.

—Es el deber de una madre proteger a sus hijos. Pero algunas veces,

debemos dejarlos que se salven ellos mismos.

Sus palabras me lastimaron. Nuestra relación nunca había sido lo que se

pudiese llamar cercana, pero cuando la ocasión lo ameritaba, ella

brindaba alguna emoción. Ella nunca había sido cruel o poco amable, pero

en este momento, me sentí como una huérfana.

Mi madre caminó rápidamente al auto que la esperaba, desapareciendo

cuando Robert cerró la puerta tras ella.

Jared me tomó entre sus brazos, y dejé que mi mejilla ardiera contra su

pecho.

—No puedo imaginar cómo te sientes en este momento —murmuró Jared

contra la parte superior de mi cabello—. Pero quiero que recuerdes dos

cosas: Cynthia se siente impotente, y ese no es un sentimiento que ella

pueda manejar bien, y la segunda es que te amo, y ese amor no se parece

a nada que haya sentido antes. Si ella te hace sentir indigna o no deseada

de alguna manera… sabes que cada respiración tuya es lo más preciado

que tengo.

Asentí, incapaz de agradecerle por esas hermosas palabras que ni yo sabía

que necesitaba oírlas.

Caminamos hacia la larga escalera, y me senté en el primer escalón.

—No quiero… no puedo pensar más en ella.

Jared asintió sólo una vez.

—Entonces vamos a pensar en lo que ella dijo.

Se escapó una pequeña risa de mi garganta.

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—¿Qué soy la mujer de la profecía del Infierno? Me han dicho varias cosas

en las últimas veinticuatro horas, que francamente son, ridículas, y la

historia de Cynthia gana el premio.

Jared no sonrió.

—¿Y si es cierto? No es que Cynthia sea la persona más creativa del

planeta. ¿Por qué mentiría?

Estiré mi cuello, y lo miré con incredibilidad.

—¿Jared? ¡No puedo creer que estés creyendo esa tontería! ¿Mi padre no

quería tener hijos nunca? ¡Eso es absurdo! Jack fue el mejor padre que

cualquiera pudiera esperar alguna vez. Lo has dicho tú mismo… él me

adoraba.

—Cynthia no dijo que a él no le gustaba los niños. Lo entendí como si él

esperaba prevenir algo. Necesitamos indagar un poco sobre tus ancestros.

Puse los ojos en blanco.

—Corres detrás de gansos salvajes. Estás perdiendo el tiempo incluso

discutiendo esto.

—¿Qué sabes sobre tu familia? —preguntó él.

—¿Qué sabes sobre tu familia? —repliqué.

Las cejas de Jared se fruncieron.

—Tengo un tío en Dakota del Sur. Mis abuelos murieron, lo sabes.

—Igual que los míos. Mis padres eran hijos únicos, Jared. No tengo familia

de la cual hablar.

—Así que empezamos con los abuelos del lado de Jack —dijo él,

poniéndose de pie—. ¿Dónde guarda Cynthia cosas como esas?

—¿Cosas como qué?

—Álbumes de familia, recortes de periódico… ¿un árbol genealógico?

—Nunca he visto cosas como esas —dije, encogiéndome de hombros.

Jared suspiró.

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—Jack tiene un escudo de armas en su oficina. No puedes decirme que la

familia no era importante para él.

Ahuequé mi barbilla en mis manos y pensé por un momento. Las palabras

de Cynthia se repetían en mi cabeza. Ahora la historia de Kim y la de

Cynthia juntas encajaban: entrelazadas debido a la profecía, y del libro

que provenían. De alguna manera, la vida era aún menos normal que

cuando un demonio apareció en mi apartamento. Me sentí como un bicho

raro.

—La oficina de papá… —Mi voz se apagó.

—¿Pensaste en algo? —dijo Jared, levantándome.

Mis ojos se abrieron de par en par.

—El año pasado, cuando estuve en la oficina de Jack buscando el archivo

de Puerto de Providence, uno de los archiveros estaba cerrado. Nunca

encontré las llaves de él. Cuando encontré el archivo que buscaba, me

olvidé de eso.

Jared me puso de pie, subiendo rápidamente las escaleras. Tiré todos los

cajones del archivero hasta encontrar uno que no se movió.

—Es este —dije—. Las llaves en el escritorio no funcionan. Ya las probé.

Jared miró alrededor de la oficina, y casualmente tiró del cajón. Hizo un

ruido fuerte pero lo abrió con facilidad… para Jared.

—Bueno, eso es una manera de hacerlo. —Sonreí.

Jared removió cada uno de los papeles.

—Tú comienza con el cajón de abajo. Nos encontramos en el medio.

Me senté sobre mis rodillas, tirando para abrir el cajón designado. Fotos

viejas, cuentas de bancos en el extranjero, pero nada sobre la familia. La

familiar frustración de la última vez que estuve husmeando en su oficina

en busca de pistas me nubló la mente.

Jared pasó revisión por tres cajones antes de que yo terminara uno, pero

cuando llegó al cuarto, se detuvo. Él sostuvo un papel frente a su rostro, y

luego miró más allá de él, a la pared adyacente.

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—¿Qué es eso? —pregunté. Antes de que él pudiera contestar, noté que era

un dibujo de un escudo de armas, similar al que estaba colgando de la

pared.

—Nina, ¿los Frank significan algo para ti? —preguntó.

Negué, levantándome.

—No. ¿Debería?

—Eres irlandesa, ¿verdad?

—Sí, ¿y? —Algunas veces tengo paciencia para obtener la verdad con su

enfoque paso a paso. Este no era uno de esos días.

—Es un error común. Seguramente Jack no iba a demostrar algo que no le

pertenecía específicamente a él.

—Me perdí —dije, esperando que él llegara al punto.

—Los Escudos de Armas fueron diseñados para designar a caballeros

cuyos rostros habían sido cubiertos durante la batalla. Ellos lo heredaron

de padre a hijo, por lo que no tiene sentido tener un escudo de armas Grey

para una familia entera o apellido. Jack no era el tipo de persona que

aceptaba esos absurdos, por lo que este debe ser el original, heredado.

—Bien.

Jared miró el dibujo.

—Éste es similar, pero no es el mismo. Y no es como ninguno de los

escudos de armas que he visto jamás.

Jared me entregó el papel, y repasé la bestia deforme. Tenía el cuerpo de

un gran gato, quizás una pantera o leopardo, y garras grandes, supongo

que eran las garras de un oso. Siete cabezas ascendían de su cuerpo, con

cuernos, y coronas encima de esos cuernos. Era grotesco.

—¿Este es el escudo de armas de la familia? Qué enfermo —dije,

entregándole el dibujo a Jared—. No es de extrañar que Jack lo cambiara.

Él no podría colgar algo tan monstruoso como eso en la pared.

—Éste es muy similar a la criatura del Apocalipsis —dijo Jared, mirando

las retorcidas líneas negras en el papel—. Las cabezas, los cuernos, las

coronas…

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—¿Qué criatura? —dije, cautelosa.

Jared hizo una mueca, y luego estudió minuciosamente los demás cajones

en el archivero. Él se detuvo un momento, y luego se inclinó más cerca al

documento en el cual se había detenido. Sus hombros cayeron.

—Agh… no —susurró, su cabeza cayendo hacia el frente.

—¿Qué es? —dije, con miedo a lo que él pudiera decir.

Nerviosamente, él se frotó la parte posterior de su cuello, sacando los

papeles del cajón. Los miró una vez más, y cerró los ojos con fuerza.

Me inquietó.

—Es malo, ¿verdad?

Sus ojos se abrieron lentamente, y la doble tormenta en su iris hizo correr

el pánico por todo mi cuerpo. Miró el escudo de armas en la pared.

—Nina, te lo juro. No vas a querer saberlo.

—A este punto, creo que necesito saberlo —dije arrancando los papeles de

su mano.

Jared negó enérgicamente.

—Todavía puedo encontrar la manera de salvarte sin que tú sepas todo.

Hemos hablado de eso anteriormente. Confía en mí cuando digo que no

querrás saber esto.

Bajé los ojos al papel. Era un listado de nombres, similar al de un árbol

genealógico, pero sólo seguía una línea. Mi nombre estaba al final.

Superior en la lista, nombres como Dagoberto el tercero, y Clovis el

primero. El nombre en la parte superior, Merovius, tenía dos padres: Rey

Clodian; y el otro nombre causó que mis piernas desaparecieran, y dejé

caer el papel al piso.

Jared sujetó mi peso.

—¿Cariño? —dijo, levantando mi barbilla para que él pudiera ver mis ojos.

Él me levantó en sus brazos y me llevó hasta la silla de Jack,

arrodillándose frente a mí.

—¿Qué… qué significa eso? ¿Qué diablos es la Bestia del Mar? —gemí.

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Jared negó de nuevo.

—Es sólo una historia, Nina, nada más.

—Dime —susurré.

La mandíbula de Jared se tensó.

—No quiero.

—¿Qué soy?

Una pequeña sonrisa apareció en la boca de Jared.

—Eres humana. Sólo que tienes una sangre muy poderosa corriendo por

tus venas.

—Necesito saber —dije, tocando sus mejillas con mis dedos.

Jared se veía igual de horrorizado que yo. En el principio, él se había

torturado a sí mismo por traerme a su mundo, robando mi vida mundana

para siempre. Ahora era yo quien lamentaba su participación en mi vida;

ambos éramos espirales en una pesadilla que no parecía terminar.

Jared suspiró.

—Merovingios. Tú eres una Merovingian, Nina. Hace mucho tiempo, tu

familia gobernó con poder divino, bajo la creencia que ellos eran

descendientes directos de Jesucristo.

—Jesús no tuvo hijos —me burlé.

—Su mito era que Jesús y María Magdalena estuvieron casados, y sus

hijos son los ancestros de la línea de sangre Merovingios. Se conoce en

menos círculos humanos que la historia se perpetuó para mantener a los

Merovingios en el poder. Hay personas que todavía creen en eso.

—¿Estás diciendo que no es cierto? Eso es un alivio. Soy al menos de

alguna forma, menos que un monstruo.

Jared apartó la mirada, escogiendo con cautela sus próximas palabras.

—¿Nina has oído sobre los Nephilim?

Negué, temiendo a dónde se dirigía su historia.

—Bien —dijo él—. ¿Has oído la historia de David y Goliat?

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—Sí —aspiré—. El chico delgado que tiró una roca a la cabeza del gigante y

lo mató.

—Goliat no era uno en su clase. Él tenía familia, gente… los gigantes

antidiluvio. Algunos los llamaban Anakim, otros se refieren a ellos como

Nephilim. Ellos tenías muchas tribus, y se han encontrado sus restos, con

medidas desde dos metros ochenta hasta cuatro metros. Algunos tienen

dos filas de dientes. Ellos fueron diferentes; no completamente humanos.

La Santa Biblia reconoce sus orígenes en el Génesis:

“Los hijos de Dios vieron que las hijas del hombre eran hermosas, y ellos tomaron para sí

esposas de todos los que escogieron. Habían Nephilim en la tierra en esos días, y también

después, cuando los hijos de Dios llegaron hasta las hijas del hombre, y engendraron hijos

en ellas”.

—¿Hijos de Dios? ¿Cómo los que Cynthia estaba mencionando? —

pregunté.

—Sí. Ángeles.

—¿Te sabes toda la Biblia de memoria? —pregunté, tratando de desviar el

pensamiento aterrador que giraba en mi mente.

—La mayor parte —dijo él, una esquina de su boca se levantó ligeramente.

Desapareció tan rápido como apareció—. Dios eliminó a los Nephilim con

el diluvio porque su sangre estaba contaminada. Él necesitaba una línea

directa desde Adán hasta Abraham, porque esa es la línea de sangre que

había sido profetizada para traer al Mesías. Noé era su manera de

descontaminar la línea de sangre, y asegurar que la profecía sucediera.

—Me duele el cerebro —me quejé, frotándome la cabeza.

Jared besó mi cabello, envolviendo sus brazos alrededor de mí.

—¿Entiendes lo que te digo? —murmuró suavemente—. Jack no quería

tener hijos porque él sabía que llevaba la sangre de los Nephilim, y los

Merovingios son parte de la profecía del Nacimiento del Demonio. Él sabía

que cuando me enamorara de ti, ambos cumpliríamos con todos los

requisitos.

—¿Qué requisitos? —Mi voz surgió ahogada por empujar mi rostro hacia

su pecho.

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—Nina, una profecía requiere que ciertos elementos se unan para llegar a

buen término. Un híbrido procreando con un descendiente Nephilim… es

la tormenta perfecta. ¿Recuerdas cuando Eli nos dijo que sólo han

ocurrido otros siete casos de humanos/híbridos desde el comienzo de los

tiempos? ¿Cuántos de esos humanos piensas que fueron Merovingios?

Jack sabía que tú eras la mujer del libro porque él sabía qué era… y lo que

yo era. Una vez que él supo que yo estaba enamorado de ti, tomó la

decisión de robar el libro de Shax para tratar de encontrar una manera de

protegerte.

—¿De qué? —me quejé. Seguía haciendo preguntas de las que no quería

respuestas.

Él levantó mi barbilla para mirarme.

—Es por eso que necesitamos el libro. Necesito encontrar cuál es el interés

que ellos pueden tener en el hijo que pudiéramos tener. No sé si ellos

quieren que ocurra, o si están luchando para prevenirlo. Depende de qué

signifique para el Infierno.

—Espera… —dije, finalmente mi mente se enfocó lo suficiente para formar

pensamientos coherentes—, tú dijiste que los Nephilim habían sido

eliminados con el diluvio. Entonces, ¿cómo puedo estar relacionada con

ellos?

Jared levantó las cejas una vez más, y suspiró.

—Esa fue una táctica usada para mantener pura la línea de sangre de

Jesús. Eso no significa que los Ángeles Caídos no siguieran tomando a las

mujeres humanas después de eso.

—Oh —dije, desinflándome—. Yo mido un metro sesenta centímetros,

Jared. ¿Cómo es posible que pudiera tener un gramo de sangre gigante en

mí?

Jared sonrió.

—También eres irlandesa. Me pregunto cómo eres Merovingian. Ellos eran

líderes de los Frank… principios de alemanes y franceses.

—Bueno, ahora sé que Jack estaba equivocado. No puedo ser francesa. No

puedo con el idioma.

El rostro de Jared se volvió serio.

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—Nina, debemos tomar esto en serio. Estamos en medio de una guerra. Si

pudiera dejarte, eso sería una cosa, pero no puedo.

Mi boca cayó abierta.

—¿Por qué siquiera dices eso?

—Porque es lo correcto por hacer… desaparecer de tu vida para

mantenerte a salvo. Mientras estemos juntos, estás en peligro.

—No voy a dejarte —dije agarrándolo de su camisa. Me aterraba el solo

pensamiento de estar sin él—. Si no puedo estar contigo, no me importa lo

que me pase.

Jared tomó mis manos.

—Lo sé. Por eso no lo haré. Y ahora que sabemos qué eres, necesitamos

encontrar a quién amenazar. Y tan aterrador como sea… amenazar al

Infierno es nuestra mejor opción.

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Capítulo 8 Despedida

Traducido por kristel98 Corregido por Vickyra

n golpe inesperado en la puerta reveló a Bex de pie en el rellano,

sosteniendo una manzana a medio comer. Una mochila colgaba en

su hombro, indicando que él se quedaría esta noche.

—Tú lo llamaste, ¿no? —acusé a Jared, cruzando los brazos.

Jared se puso su chaqueta, preparándose para irse.

—Has tenido unas largas cuarenta y ocho horas. Necesitas dormir. —Él

me abrazó entonces, apretando un poco más fuerte.

Bex cambió de postura nerviosamente, manteniendo la puerta abierta con

una mano, sosteniendo su manzana con la otra.

—Vamos, Nina. Vas a acomplejarme —dijo Bex—. Traje pichones para

poner en el horno. —Una dulce sonrisa de esperanza iluminó su rostro, y

yo me relajé.

—Está bien —le dije con una media sonrisa.

Jared dio unas palmaditas en el brazo de Bex mientras pasaba, pero justo

cuando salió al rellano, agarré su chaqueta.

—Espera. ¿Y si es diferente? ¿Qué pasa si él necesita decirme algo?

—¿Quién? —preguntó Jared, su atención enfocada.

—Gabe. O Jack. Hemos aprendido mucho hoy, tal vez el sueño cambie.

Jared y Bex intercambiaron miradas, y luego Jared suspiró.

—Mañana.

—No creo que tengamos tiempo de sobra —repliqué.

U

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—No lo tenemos, pero…

—Estoy bien. Sabes que tengo razón. Así que quédate —le dije, tirando de

él en el apartamento.

Jared señaló a su hermano.

—No te muevas.

Bex sacudió la cabeza, y luego cerró la puerta detrás de nosotros.

—De ninguna manera… quiero ver esto.

—Genial, ahora soy un fenómeno de circo —dije, haciendo mi camino a la

mesa. Jared retiró mi silla y me senté, tomando su mano y besándola en

agradecimiento. Habíamos pasado los últimos dos días juntos, pero yo

sentía que no lo había visto en absoluto.

Jared se sentó frente a mí con una sonrisa.

—Tú estás lejos de ser un fenómeno de circo. Eres increíble. Hay una gran

diferencia.

—Verme flotar y gritar no es increíble —me quejé.

—Sólo flotaste una vez —señaló Bex, desenvolviendo los pichones y

condimentándolos antes de empujarlos en la fuente del horno.

Discutimos las posibilidades por más de una hora: cómo podría hacer las

cosas en mi sueño que no podía hacer en un estado consciente.

—No importa cómo. Lo que importa es el por qué —dijo Jared.

—Es importante para mí —dijo Bex.

—Vas a cocer demasiado tus pichones —dijo Jared, asintiendo hacia el

horno.

Bex se levantó de un salto, dirigiéndose hacia la cena. Puso en la mesa

nuestros platos de tierna carne humeante de pichón y verduras mixtas

frente a nosotros, y luego regresó rápidamente con el suyo.

—Tengo que encontrar la manera de hacer eso. Si ella puede hacerlo,

tenemos que ser capaces de hacerlo, ¿no? —le dijo a Jared, llevando la

carne a su boca.

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—Ella no lo va a hacer, Bex —dijo Jared. Sus ojos se movían de mí a Bex

en señal de advertencia. Estaba claro que no quería preocuparse por el

tema durante la cena.

—Oh. Bien —dijo Bex, masticando.

Después de terminar con los platos de la cena, me refugié en la bañera de

abajo, prolongado el tiempo suficiente para dejar que mis dedos se

transformasen en pasas, y luego me envolví en mi bata de baño favorita,

caminando hacia la cama. Jared me estaba esperando, su cabello todavía

mojado de la ducha. Me arrastré debajo de la sábana a su lado, relajando

mi mejilla contra su pecho desnudo.

Respiré, centrándome en el momento en que nos encontrábamos, bañados

con el don de la paz y la quietud. Nadie habló de los «Otros» o gigantes.

Sólo nosotros, en nuestro espacio tranquilo en el tiempo. Era en esos

momentos que encontraba el Cielo, y él estaba allí conmigo, me di cuenta,

a medida que me atraía más cerca.

—Estoy justo aquí —susurró—. Nada malo va a pasarte, te lo prometo.

—No prometas —le sonreí, mis ojos cada vez más pesados. Esa pesadez

descansaba en todo mi cuerpo, cálida y acogedora. La piel de Jared se

sentía como una manta eléctrica sedosa contra la mía, y me dejé atrapar

por ello. Cualquier luz que se filtrara a través de mis párpados se

extinguió, dejando que la oscuridad me tomase más en el olvido.

—Nina —dijo una voz en algún lugar de las sombras.

—Estoy aquí —le dije soñolienta.

—Realmente lo has hecho esta vez.

—¿Papá? —dije, sentándome. Estaba en mi antigua habitación. Jack se

sentaba a los pies de mi cama. Él era como yo lo recordaba, las canas

perfectamente en su lugar, sus ojos oscuros y sin sentido miraban

suavemente sobre mí, bien afeitado y con su traje gris favorito.

Él sonrió, pero sus ojos estaban tristes.

—Lo siento, te fallé. Ahora vas a tener que salvarte a ti misma.

Mi labio inferior tembló.

—¿Por qué no me lo dijiste?

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Jack posó su gruesa mano en mi tobillo, con una expresión de dolor.

—Lo intenté, muchas veces. No podía soportar ver esos dulces ojos tristes.

Yo quería que lo tuvieras todo, Nina; sobre todo una vida normal.

Sonreí.

—Espero que sea agradable dónde estás —le dije, mis ojos ardiendo por las

lágrimas saladas que recubrían mis pestañas inferiores.

—Lo único que me falta eres tú.

Me reí una vez, y miré hacia abajo a mis manos.

—Me gustaría que estuvieras realmente aquí. Te necesito.

—Encuentra el libro, Nina —dijo Jack. El cambio de su voz me hizo

levantar la mirada. Su mentón bajó, y él me miraba por debajo de su ceño;

como siempre había hecho cuando quería que lo escuchara.

—¿Papá? —dije, al ver el movimiento detrás de él, poco a poco acercándose

a nosotros desde la oscuridad.

Shax entró en la luz. Sus ojos negros no habían cambiado.

—Es hora de despertar, Nina —dijo Jack, con una expresión de disculpa.

Fulminé con la mirada a Shax.

—No —dije, la ira estallando por todos los poros de mi piel.

La cabeza de Shax se inclinó hacia un lado como un animal.

—¿Qué es ella para nosotros, Jack? ¿Por qué la proteges tanto?

—Porque es mi hija —dijo Jack con firmeza, de pie. Se acercó a la puerta

de la habitación, y luego se volvió hacia Shax, con la mano en el pomo—.

Has subestimado a mi familia muchas veces, Bestia. Ésta vez puede ser tu

última.

Shax lo despidió con un gesto, y un fuerte ruido me obligó a tapar mis

oídos. Brazos deformes explotaron a través de la puerta, lanzando astillas

de madera en el suelo y mis sábanas. Antes de que pudiera recuperarme

del ruido, Jack fue sacado por la puerta. Sólo quedaron los restos de su

sangre en la manija de la puerta y en la alfombra.

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—¡No! —grité, estirando mis brazos desde mi cama.

Shax dio un paso más cerca, y yo retrocedí.

—Aléjate de mí —le dije, mirando alrededor de la habitación por algo que

usar para defenderme.

Shax se abalanzó hacia delante, sus salvajes ojos negros, y rasgos

marcados a centímetros de mi cara. Me escabullí hacia atrás, primero en

contra de la cabecera de mi cama. Presa del pánico, seguí arrastrándome

hacia atrás, lejos de él, y me encontré a mitad de la pared.

Shax se puso de pie, mirándome. Él sonrió con su boca torcida y dientes

perfectamente blancos.

—Correr no te llevará a ninguna parte, preciosa. Sabemos lo que eres.

Saltó, aterrizando a cuatro patas en la pared. Mis brazos y piernas no

podían moverse lo suficientemente rápido cuando subí aún de espaldas

arriba por el resto de la pared. Los brazos y las piernas de Shax dieron

ágiles movimientos espasmódicos mientras él avanzaba lentamente hacia

mí. Su cuerpo parecía retorcido y poco natural.

Cuando me di cuenta que estaba en el techo, mirando hacia abajo a mi

cama, cerré los ojos.

—¡Despiértame, Jared! ¡Despiértame!

Abrí los ojos, y estaba de vuelta en el apartamento. Jared, Bex y la cama

estaban a unos tres metros por debajo de mí.

—¡Agh! —grité cuando caí boca abajo sobre la cama.

—¡Tengo que aprender a hacer eso! —dijo Bex, saltando una y otra vez con

emoción.

Jared inmediatamente me volvió a mi espalda.

—¿Nina? —dijo, peinando mi cabello lejos de mi cara.

—Estoy bien —le dije, enojada.

—Eso… fue espeluznante —dijo Jared, escudriñándome con sus ojos azul

oscuro.

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—¡Ella era como Spiderman! ¡Eso fue absolutamente increíble! —dijo Bex—

. Apuesto a que puedo hacerlo. Voy a intentarlo.

—No podemos flotar o subir por las paredes —dijo Jared a través de sus

dientes. La piel alrededor de sus ojos estaba tensa por la preocupación.

—¡Pero ella es humana! Incluso si está influenciada, si puede hacerlo,

¡nosotros debemos ser capaces también!

Las cejas de Jared se fruncieron.

—¿Qué pasó?

Tomé una respiración.

—Jack estaba allí.

—¿Y Gabe?

—No, pero llegó Shax. Él dijo que sabía lo que yo era. Jack dijo que Shax

había subestimado a nuestra familia antes. Él dijo que consigamos el libro.

Jared asintió.

—Ese es el plan.

—Creo que él quiso decir ahora —dije, sintiendo una sensación de

urgencia.

Jared miró a Bex, quien miraba alrededor del apartamento, escuchando.

—¿Bex? —dijo Jared.

Bex asintió.

—Todos tenemos que empacar algunas cosas —dijo Jared—. Vamos a

estar fuera durante un par de días. Quiero estar en el auto y listo para

salir en cinco minutos.

Las formas de Jared y de Bex se volvieron oscuras mientras corrían por la

habitación a una velocidad imposible, e inmediatamente me puse una

sudadera con capucha y pantalón, y luego metí los pies descalzos en mis

zapatillas. Jared abrió la puerta para mí mientras ponía mi cabello en una

coleta. Los peldaños de hierro resonaron sólo con mis pasos, aunque Bex

estaba frente a mí, con Jared siguiéndome detrás.

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Bex arrojó nuestros bolsos en la parte trasera del Escalade, y luego se

quedó inmóvil. Él lanzó una mirada al aire, esperando algo.

—¿Están viniendo? —le susurré.

Jared hizo una pausa, y luego dio un paso hacia el apartamento.

—No —susurró.

Bex sacudió la cabeza.

—Ellos están aquí.

Jared me dejó, entonces. Mis ojos apenas se mantuvieron al día con su

forma borrosa corriendo a toda velocidad en el apartamento.

—¿Qué…? —dije. Bex se puso delante de mí en una actitud protectora, y

luego se quedó sin aliento.

El edificio explotó. Múltiples bolas de fuego volaron por el cielo. Escombros

salieron disparados hacia Bex y hacia mí, y él dio la espalda a la explosión,

protegiendo mi cuerpo del impacto. Me arrastré por debajo de él, viendo el

brillo de color naranja del calor y humo que solía ser nuestra casa.

—¡No! —gemí, estirándome por encima de Bex. Sabía que tratar de escapar

de su agarre era inútil, pero la explosión había ocurrido menos de un

segundo después de que Jared hubiera llegado a las escaleras, y yo estaba

desesperada por llegar a él.

Alcé la vista para ver al hermano menor de Jared. Sus ojos estaban muy

abiertos. Era evidente que no sabía qué pensar. Esperamos allí, y a pesar

de que el fuego rugía ante nosotros, todo estaba en silencio.

Esperé a que Jared emergiera de los escombros. Cada segundo que pasaba

pareció una eternidad, y el pánico comenzó a abrumar cualquier

pensamiento racional que traté de tener.

—Vamos, Jared —dijo Bex, su agarre en mis brazos un poco más fuerte.

—Ve a buscarlo —inquirí, mi voz quebrada y temblorosa.

—Tengo que estar aquí contigo —dijo Bex. Él parecía confundido y

conmocionado.

Empujé a Bex.

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—¡Él está ahí en alguna parte! ¡Ve por él! —grité.

Bex tomó cada lado de mi cara, mirando fijamente en mis ojos.

—Ellos están aquí, Nina. Están a nuestro alrededor. No puedo dejarte.

—Buen chico —dijo Jared detrás de nosotros. Su cabello y su ropa estaban

chamuscados, su rostro cubierto de hollín, y la piel de su pómulo estaba

raspada y sangrando, pero estaba vivo.

Él levantó dos marcos de fotos polvorientas; una con mi foto en blanco y

negro que él tomó el día que se enamoró de mí, la otro de nosotros jugando

en la playa en Little Corn.

—¡No me hagas eso nunca más! —grité, empuñando mis manos, y

aterrizándolas directo en el pecho de Jared.

Él envolvió sus brazos alrededor de mí con fuerza.

—Lo siento. Me di cuenta lo que iba a suceder, y tuve que ir. Estas fotos

eran las únicas cosas en el apartamento que no podía perder.

Nos volvimos para ver nuestra casa caída en la derrota del fuego. Las vigas

crujían a medida que cedían y la ceniza incandescente seguía siendo

lanzada hacia el cielo, flotando a nuestro alrededor. Mis ojos derramaron

ríos de lágrimas. Nunca me había dado cuenta lo mucho que me

encantaba el apartamento hasta que lo presencié morir delante de mí. Los

recuerdos de nuestra primera cita, escuchar nuestra canción por primera

vez, cocinar juntos, riendo, mirando a Claire y Bex crecer un poco más

cada vez que entraban por la puerta principal. Todo se había ido; reducido

a cenizas.

Las sirenas sonaron a lo lejos.

—Tenemos que irnos —dijo Jared, escoltándome suavemente hacia el lado

del pasajero del Escalade.

Mientras se alejaba, vi las llamas y el humo brillar intensamente hasta que

no pude verlos nunca más, y luego volví a mirar hacia delante. Jared puso

su mano sobre la mía, y luego Bex puso su mano sobre las nuestras.

—Tuvo que ser Donovan —dijo Bex.

Yo negué.

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—No. Claire se encargó de todos los seres humanos que podrían ser una

amenaza para nosotros.

—Excepto Donovan —dijo Jared. Sus nudillos se tornaron blancos sobre el

volante.

Bex se recostó en el asiento.

—Él es el humano más cercano a Shax. Claire lo dejó con vida porque él es

el Taleh de un mestizo.

—¿Qué? —dije, mirando a Jared para confirmarlo.

Él asintió.

—Isaac. Muy rápido, muy fuerte, pero emocional. Él ha sido conocido por

cometer errores, pero sigue siendo peligroso.

Parpadeé, procesando lo que Jared había dicho.

—Entonces para matar a Donovan tendríamos que matar a un híbrido.

—No cualquier híbrido —dijo Bex—. El hijo de Michael. Un Ángel del

Ejército Sagrado. Un Guerrero de Dios. Ante Su palabra, ellos

exterminarían linajes, reinos enteros.

Me reí una vez.

—¿Es una broma?

—No —dijo Jared, girando el Escalade por un camino que nos llevaba

fuera de la ciudad—. Michael pertenece a una familia de ángeles que

encarna la Ira de Dios, y si el daño llega a su hijo, eso sería un acto de

guerra contra el Cielo. Esa es la única razón por la que Donovan sigue

vivo.

El Escalade rebotó sobre el camino de grava desigual, y Jared se detuvo a

las afueras de un cerco de malla familiar. Caminamos tomados de la mano

al almacén donde conocí a Eli. Jared apretó el botón y esperó. Nada.

—¿Creí que habías dicho que él no iba a hablar contigo? —le pregunté.

Jared permaneció en silencio, paciente y tranquilo. Pasaron veinte largos

minutos, y luego finalmente nos dejaron entrar. Jared liberó el aliento que

había contenido en silencio.

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—Gracias —susurró.

Bex abrió el camino a través de la polvorienta sala de cemento. Mis pasos

resonaban por toda la espaciosa habitación de la sala que se abrió,

encerrada por un centenar de ventanas sucias.

Como antes, esperamos en el centro.

Los rostros de Jared y Bex estaban marcados por el hollín del fuego. Sus

expresiones eran serenas, esperando a que Eli decidiera mostrarse a sí

mismo.

Pasó una hora, y todavía esperábamos. Jared se sacó su chaqueta y la

colgó en mis hombros. Yo ni siquiera había notado el frío, pero una vez que

el calor estuvo a mí alrededor, me estremecí.

—Paciencia —dijo Jared. Sus palabras podrían haberse dirigido a mí o a

Bex, no estaba segura.

Después de otra hora, las columnas de vidrio fueron destelladas por el sol

naciente. Los rayos blancos atravesaron, iluminando las motas de polvo

flotando con elegancia a su paso. Cuadrados amarillos brillaban

intensamente infringidos en las sombras, y pronto todo el piso brillaba

calentándose con la gloriosa gracia de la luz de la mañana.

—Nina —llamó una voz desde el otro lado de la habitación. Eli caminó

hacia nosotros, sus ojos enfocados sólo en mí. Estaba vestido con el

mismo traje que llevaba la última vez que nos vimos: La arrugada camisa

blanca, los pantalones y sandalias, y el cabello rubio puntiagudo. Él

chasqueó la lengua—. No estás descansando lo suficiente.

—Pero tú sabías eso —le sonreí adormilada.

Una esquina de su boca se elevó, pero no era del todo una sonrisa.

—Lo siento, Pastelito. No he sido de mucha ayuda.

—¿Nos puedes ayudar ahora? —preguntó Jared.

—Nos encantaría, Jared. Hemos recibido instrucciones de no hacerlo —

dijo Eli. La compasión estaba en sus ojos, pero no la disculpa.

—Pero… ¿por qué? —preguntó Bex, genuinamente confundido.

Jared miró a Eli por un momento, y luego frunció el ceño.

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—No van a intervenir a menos que se altere El Balance.

Eli extendió su mano hacia mí, y yo la tomé. Me atrajo hacia él

suavemente. Él se cernió sobre mí, y me sentí como un niño envuelto en

sus brazos. La emoción se apoderó de mí, y me dejé temblar y llorar

incondicionalmente en el tranquilo santuario de su abrazo. La mano de

Jared se apoyó en mi hombro; la mano más pequeña de Bex se apoyó en

mi espalda. Un sollozo que había sido escondido en algún lugar profundo

dentro de mí, encontró su camino a la superficie.

Se sentía bien llorar. Acababa de ver a mi padre por primera vez desde su

muerte. La presión y el horror de ser el centro de una historia del Infierno

me asestó muy en serio, y ahora al escuchar que el Cielo no estaba

dispuesto a ayudar, la esperanza estaba disminuyendo. Llorar era una

dulce liberación, y en los brazos de Eli, era natural, como un momento de

llantos en el regazo de mi padre cuando yo estaba herida o asustada.

Eli me liberó, y agarró tiernamente un mechón de mi cabello.

—Has llorado por tu vida anterior, Nina Grey. Es hora de levantarse como

la mujer que eres: Fuerte, decidida —Sonrió—, y obstinada. —Se alejó de

nosotros, mirando el cielo a través de las ventanas—. Los seres humanos

ven la vida como algo precioso cuando es fugaz. Añade los instintos

defensivos de una madre, y eres casi imparable, incluso en tu frágil

cáscara. Es más estimulante cada vez que lo veo.

—Sabes que no está embarazada —dijo Jared.

—Aún —dijo Eli, volviéndose con una sonrisa de complicidad—.

Permítannos visitarlos de nuevo cuando sea el momento adecuado. En el

momento en que tú no tengas más preguntas que hacer, sino una.

—¿Qué pregunta es esa? —inquirí, pero él ya se había ido—. Maldita sea.

—Tenemos que llevar Nina de vuelta —dijo Jared.

—¿De vuelta a dónde, Jared? ¿Has olvidado que tu casa está quemada? —

dijo Bex.

Negué, todavía con incredulidad. Jared me envolvió en sus brazos, más

cálido y más acogedor que los de Eli.

—Tiene tres opciones, Nina: la de Cynthia, Lillian, o Kim.

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—¿La de Kim? —me burlé—. Aún si todavía la considero mi amiga, no

tengo ganas de vivir en los dormitorios de nuevo.

Jared hizo una mueca.

—Ella es la opción más segura, Nina, y sí, ella sigue siendo tu amiga.

—¿Por qué es la más segura? —le pregunté.

Bex sonrió.

—Ellos no se meten con ella. Es como el repelente de insectos.

Sonreí.

—Odiaría eso si te escuchara.

Bex sacó una pistola de la parte trasera de sus pantalones, y se rascó la

cabeza con la culata.

—Está bien. ¿Entonces, dónde?

—Todavía tengo cosas en casa de Cynthia. Vamos hasta allí —dije,

tomando una respiración profunda. Por suerte, Cynthia estaba

constantemente ocupada con organizaciones benéficas, por lo que estaría

fuera de casa más a menudo.

—Tú vas a ir allí —dijo Jared.

Mi boca cayó abierta.

—Yo no voy a ninguna parte sin ti. Una vez me dijiste que no podías volver

a eso, otra vez. ¿Qué pasó con eso?

—No es mi primera opción, te lo aseguro —dijo, una incómoda sonrisa

torciendo su boca.

—Es mi casa, Jared. Tú vienes —le dije. Miré a Bex, luego—. Y hay un sitio

para ti, también.

—Tengo una habitación, gracias —dijo Bex.

—Nina —comenzó Jared.

Levanté mi mano.

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—Si me haces ir a esa casa sola, voy a pasar todo mi tiempo en la oficina

de Jack. Moveré mi cama allí. Lo juro por Dios.

Jared una vez me había dicho que la oficina de Jack era la única

habitación de la casa de mis padres que no estaba conectada con

micrófonos o cámaras. Jared todavía me podía oír, por supuesto, pero

tener que adivinar lo que estaba haciendo lo volvía loco.

Jared sonrió.

—No jures por Él. Lo necesitamos de nuestro lado.

Fruncí el ceño.

—Sabes lo que quiero decir.

Suspiró.

—Con Cynthia, entonces.

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Capítulo 9 Matando al Mensajero

Traducido por eloisa Corregido por Pilar wesc

ada va según lo previsto. La gente dice adiós. Los edificios arden, y

la imposibilidad de volver con Cynthia Grey después de haber

cumplido dieciocho años realmente puede suceder.

Mientras estoy de pie ante la casa colosal que mi padre me dejó después

de su muerte, me siento un poco mareada ante la posibilidad de caminar

por sus pasillos todos los días otra vez. Algunos de mis mejores y peores

recuerdos ocurrieron entre sus paredes: Jack persiguiéndome por los

pasillos, cocinar mi primera comida, mi padre muriendo ante mis ojos, y

todo lo que pensé que se le estaba escapando al leer un archivo oculto en

el segundo piso.

Pero seguía siendo mi hogar.

La grava crujió bajo mis pies mientras Jared me conducía hasta los

escalones de la puerta principal. El sol se había ocultado detrás de las

espesas nubes que se movían rápidamente, y el aire olía a una mezcla de

invierno y primavera.

Respiré profundamente y exhalé mientras el viento soplaba las hebras

rubias de mi cabello contra mi mejilla.

—Voy a desempacar y organizar. Tengo que ir a Titan antes de que piensen

que he desertado.

Jared lanzó las llaves a Bex.

—Infórmales a mamá y Claire. Te necesito aquí a las seis y media.

Bex asintió una vez.

—Dalo por hecho.

N

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137

El olor del café recién preparado llenó el aire mientras que entrábamos, y

los tacones de Cynthia señalaron su aproximación. Se detuvo de repente

en el vestíbulo.

—¡Oh! Me has asustado. De verdad, Nina, al menos podrías llamar si vas a

venir de visitas tan temprano.

—No estamos de visita. Nos estamos mudando —dije, abriéndome paso por

las escaleras.

Cynthia se precipitó al primer escalón, mirando hacia nosotros.

—¿De qué demonios estás hablando?

Jared se volvió hacia ella.

—Donovan colocó explosivos en el apartamento. Todo, excepto lo que está

en nuestros bolsos, se ha ido.

Cynthia hizo una pausa por un momento, una táctica común suya para

calmar su voz antes de hablar cuando estaba enfadada o tomada con la

guardia baja.

—Bueno. Me alegro de que Nina esté a salvo. ¿Cuánto tiempo se

quedarán?

—Indefinidamente —le dije.

Había llegado a la cima antes de que ella hablara de nuevo.

—Eres obscena —espetó, taconeando a la cocina.

Sonreí. Ella siempre era insolente cuando no quería mostrar emoción… del

tipo suave.

Tratar de encontrar un conjunto profesional en mi armario del instituto

era nada menos que frustrante. Fue entonces cuando me di cuenta que

todas mis pertenencias habían desaparecido. Todo lo que Jared y yo

habíamos comprado juntos, la cama que compartimos… la bañera de la

planta baja. Los diferentes artículos del apartamento destellaron por mi

mente. Era extraño cómo cada uno de ellos, por insignificantes que solían

parecer, estaban atados a un recuerdo.

Lágrimas se agruparon en mis ojos y escaparon por mi mejilla. Las limpié

y gemí.

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—¡No tengo nada que ponerme! ¿Qué estaba pensando comprando esta

mierda? —grité—. ¡Ni un sólo par de zapatos combina con algo en mi

armario!

Jared se sentó en el extremo de la cama, dejándome expresar mi enojo y

frustración con una expresión de comprensión. Después de la perorata

alimentada por la furia de encontrar el par de zapatos adecuados, conduje

con Jared a Titan Mercantile.

No hablamos en la mayor parte del viaje. Jared mantuvo sus ojos en el

camino, sin duda formulando un plan para el próximo paso en la

búsqueda del libro. Estaba demasiado cansada para iniciar una

conversación, o para tratar de averiguar pieza a pieza qué plan de acción

estaba considerando.

—Nos vemos pronto. —Sonrió Jared.

Le besé en la mejilla, y luego salí a la acera, mirando hacia atrás una vez

más antes de empujar y pasar través de las puertas de entrada.

Beth me esperaba en mi oficina, ya organizada mi lista de llamadas en

orden de importancia.

—Y no te olvides de la conferencia con la firma japonesa a las nueve —dijo

ella, con la cabeza baja.

—Te he dicho un millón de veces, Beth. Yawatahama. No es tan difícil si

practicas.

Bet levantó las manos en señal de frustración y luego las dejó caer,

dejando que los papeles en sus manos golpearan sus muslos.

—Sueno ridícula —dijo—. Sasha se ríe de mí cada vez que lo intento.

—¡Oh, al diablo con Sasha! Pídele que te diga algo en alemán. Suena como

una mula hinchada.

Bet se rió en voz alta, sorprendida de mi estado de ánimo.

—No has a dormido otra vez, ¿verdad?

Dos golpes rápidos, y después Grant abrió la puerta de mi oficina

ampliamente, manteniendo su mano en el pomo.

—¡La hija prodigio ha vuelto! ¿Qué tal el viaje?

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—Muy bien, Grant. Estoy ocupada, ¿qué necesitas? —le dije, poniendo el

teléfono en mi oreja.

Su expresión se enroscó, arrugando la nariz con disgusto.

—El grupo Bainbridge estará aquí dentro de veinte minutos, Nina. ¿Por

qué no simplemente usas pijama?

El ardor de mi irritación se encendió desde mi clavícula hasta cuero

cabello, iluminando mi cara en lo que estaba segura que era un hermoso

color rojo tomate. Con mi brazo extendido, y un dedo en punta rígida en el

extremo, le advertí en silencio a Grant que saliera.

—Aléjese lentamente, Sr. Bristol. No haga movimientos bruscos —dijo

Beth.

Grant asintió, retrocediendo hasta que estuvo fuera de vista.

Beth colocó una pequeña bolsa en mi escritorio.

—Base, rubor, rímel y brillo. Manos a la obra. Nos vemos abajo en quince.

Cerró la puerta suavemente detrás de ella, y yo respiré profundamente.

Sólo pasa el día, pensé.

Mi teléfono móvil sonó una vez.

—Ahora no, Jared —dije en voz alta, a sabiendas de que podía oír. El

segundo timbre se cortó—. Gracias —le susurré. Abrí la bolsa que Beth

trajo, y me miré en el espejo—. ¡Santa Banshee, Nina! ¡Concéntrate! —me

dije a mí misma.

Sasha estaba de pie al lado de la cafetera en la sala de reuniones.

—Srta. Grey —dijo dándome una humeante taza fresca.

—Gracias —le dije, con el ceño fruncido por la confusión a su contraria

disposición. Preguntarme lo que ella estaba tramando no estaba en mi

agenda para la mañana, por no hablar de que no tenía tiempo ni paciencia

para ello. Sin embargo, eso no me impediría averiguarlo.

La reunión se desarrolló sin contratiempos, y luego volví a mi oficina,

abriendo la puerta lo suficiente para que Beth me siguiera a través de ella.

Me giré para ver a Grant y Sasha justo detrás de ella, pero yo cerré la

puerta.

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—Ahora no —dije rotundamente.

—Está bien, Nina. Totalmente poco profesional —dijo Sasha, medio riendo,

medio sorprendida.

Beth observó la puerta por un momento en estado de shock, y luego se

volvió hacia mí.

—¿Qué diablos pasa contigo? —preguntó—. ¿Y qué es ese olor? ¿Has

estado… acampando? —dijo, olfateando una vez más.

Yo bufé, soplando mi flequillo fuera de mi cara.

—No. El apartamento se ha ido. Quemado hasta los cimientos.

—¿Qué? —gritó Beth.

—Baja la voz. No necesito un grupo de simpatizantes afines dentro y fuera

de mi oficina todo el día. ¿Me haces un favor?

—Claro, cariño, lo que sea.

Saqué una tarjeta negra de crédito de mi bolso y se la di.

—Ve de compras por mí. Necesito ropa de trabajo principalmente, y ropa

interior, y un nuevo maletín. Maquillaje. Ya sabes lo que uso. Y… —Bajé la

mirada—. Quiero un par de esos —dije, asintiendo a sus zapatos rasos de

color rosa. Ni siquiera en mi mal humor, pude dejar de admirar el cordón

de encaje negro y lazo en la punta.

Beth sonrió.

—Sí, señora. ¿Necesitas un lugar para quedarte?

—Estoy de vuelta en casa.

—Caramba —dijo Beth, su boca elevándose hacia un lado.

—Ni que lo digas. Y, ¿Beth? Si puedes encontrar cualquier cosa para que

el humo salga de mi cabello… consíguelo. No importa lo que cueste.

—Zumo de limón —dijo—. Después lávalo con champú. Eso es lo que hago

después de visitar a mi tío.

Asentí.

—Gracias.

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Beth cerró la puerta y entonces oí un forcejeo.

—¡Dije que no! —dijo Beth, tropezando contra la puerta.

Sasha se abrió paso a través de ella, y luego sonrió, alisándose la chaqueta

y el cabello.

—Nina. Tengo que hablar contigo.

Beth miró a Sasha como si se hubiera vuelto loca.

—Nina —dijo Sasha con una sonrisa, respirando con dificultad tras su

pelea con Beth—. Será sólo un minuto.

—Está bien, Beth —dije, haciendo un gesto para que Sasha se sentara.

Bet entrecerró los ojos.

—Tal vez para ti, pero si no estuviera en el trabajo le hubiera pateado su

pequeño culo huesudo —dijo entre dientes, cerrando la puerta de golpe.

—Bueno —dijo Sasha, instalándose en el asiento—. Muchos de los sureños

tienen mejores modales.

—Ten en cuenta que Beth guarda rencor —le dije, hojeando papeles en mi

escritorio.

—¿Qué quieres decir? Ella es… sureña —dijo la palabra con desdén. Pude

ver en sus ojos que, al menos cinco generaciones de la audacia del Este, le

habían cegado a lo hortera que sonaba.

Levanté la vista.

—Sí, bueno… ellos son educados. Eso no significa que no se puede hacer

un enemigo de ellos.

—¡Oh! —dijo Sasha, mirando hacia la puerta, nerviosa—. Yo… er… Grant

quería que te preguntara acerca de la fiesta de Navidad.

Levanté una ceja.

—¿Tengo faxes saliendo hasta por mis oídos, y estás metiéndote en mi

oficina para hablar de botanas? No me hagas perder el tiempo.

—No, no… —Se removió—. Quería tu permiso para presidir este año. Tenía

la esperanza de que pudiéramos convertirlo más en un baile.

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—Un baile —dije inexpresiva.

Sasha sonrió ampliamente.

—Sí.

La despedí con un gesto.

—Consulta con Jessica del segundo piso sobre el presupuesto. Mantente

dentro de los parámetros, y personalmente, Sasha, no podría importarme

menos.

La sonrisa forzada de Sasha apenas duró hasta que llegó al pasillo.

El resto del día transcurrió sin novedad, o tal vez fuera porque nadie se

atrevió a acercarse a mí con nada menos urgente que si estuviera en fuego

mi oficina. El mal humor consecuente a la falta de sueño me había

honrado con él mientras estaba trabajando. No había disfrutado mucho de

Titan desde que me mudé a la oficina de Jack.

En el momento en que dieron las cinco, me arrastré hasta el ascensor y le

di la bienvenida al brazo de Jared cuando lo ofreció. La lenta sensación de

pesadez de mi cuerpo era familiar. Estaba volviendo a mis antiguos días de

zombi.

—No, conseguirás dormir esta noche. Bex estará allí a las siete.

Me pregunté si yo había dicho algo en voz alta, pero no tenía la energía

suficiente para preguntar. Sólo sentarme en el asiento del pasajero,

mirando los árboles y los peatones pasar por delante de mi ventana era

agotador. Si fuera coherente, me sentiría ridícula por la expresión de

sorpresa permanente en mi rostro mientras trataba de mantener ambos

párpados superiores fuera de los inferiores, empujando mis cejas tan alto

como pudieran ir, pero no lo era.

Jared envolvió su brazo alrededor de mi cintura, y me llevó a la casa.

Cuando la vieja y pesada puerta se cerró detrás de nosotros, Jared se

detuvo.

—Nina —llamó Cynthia, apareciendo desde el pasillo—. Tienes un invitado

esperando en el salón principal.

Bufé.

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—Déjame tomar tus cosas, amor —dijo Agatha, tirando de mi maletín

improvisado de mi mano.

—Gracias —murmuré. Caminé por el pasillo principal, hacia el salón

principal, parpadeando para enfocar una vez que me di cuenta de que

estaba Kim sentada en nuestro enorme sofá verde. Se sentaba en el borde

de la silla; sus manos cerradas muy firmes sobre sus rodillas. Me senté

frente a ella en la silla italiana ocasionalmente favorita de mi madre.

Fue entonces cuando noté que Jared no se había unido a nosotros, sino

que en su lugar había subido a prepararse para una noche fuera de casa.

—Kim —dije, parpadeando lentamente.

—Parece que necesitas una siesta —dijo.

—Pesadillas.

Kim miró al suelo, asintiendo.

—Nigh, no tienes que odiarme. Entendería si las cosas demoníacas vudú te

pusieran los pelos de punta, pero estás enfadada porque piensas que te

mentí.

La irritación produjo un segundo aire.

—Me mentiste. Ni siquiera te conozco.

Su cabeza se alzó abruptamente.

—¿Y yo te conozco? Jared es medio ángel, y tú no eres exactamente una

común y corriente estudiante de Brown, Srta. Merovingia. ¿Te han dicho lo

que eso significa?

—Me dijeron —me quejé.

—Por lo tanto, sólo vine a decirte que seguimos siendo amigas. Y puede

gustarte, y dejarme molestarte como antes sin la preocupación de si estás

realmente enojada. ¿Entiendes?

—Lo que sea, estoy hecha polvo —le dije, empujándome de la silla.

—¿En serio? ¿Estamos bien? —preguntó.

Me volví y al ver sus ojos expectantes, sonreí.

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—Sí, Kim. Estamos bien.

Kim se puso de pie y luego extendió los dos brazos, sobresaliendo su labio.

—¿Abrazos?

—Déjalo.

Dejó caer las manos a sus muslos de golpe.

—Bueno, pensé intentarlo.

La acompañé hasta la puerta, y ella se acercó a mi oído.

—Iré esta noche con Jared. Trataré de no besarme con él mientras

estamos cazando tu libro.

—Eres una buena amiga —le dije.

—Besos ruidosos —dijo Kim, corriendo por el camino hasta su Sentra.

¿Cómo había pasado por alto esa cosa horrible? Estaba más cansada de lo

que pensaba.

Jared se encontró conmigo en la parte inferior de la escalera. Me tomó del

brazo por unos cuantos escalones, y luego me soltó, levantándome en sus

brazos, y cargándome por las escaleras.

—Ducha —dije.

Jared me bajó sobre el mullido colchón en mi habitación.

—Por la mañana. Bex está aquí. Duerme.

No estoy segura de cuándo me quedé dormida, o cuánto tiempo se quedó

Jared, porque estuve inconsciente al momento que mi cabeza tocó la

almohada. Las pesadillas se mantuvieron al margen, incluso después de

mi pesadilla previa de Shax estando en esa misma habitación. Estaba tan

cansada, y dormí tan profundo, que no soñé nada.

Despegué los ojos abriéndolos para ver a Bex de pie al final de la cama.

—Sólo para que sepas, eso es espeluznante —le dije, frotando el sueño de

mis ojos.

—No es tan aterrador como tu cabello. —Frunció el ceño.

—Vaya, estás de mal humor esta mañana.

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—Cynthia no confía en mí en la cocina.

Tres golpes en la puerta, y Cynthia entró en mi habitación, con una

bandeja en las manos.

—Buenos días. Pensé en traerte el desayuno.

—¿Agatha tiene el día libre? —le pregunté.

—No, ella está abajo. ¿Por qué? —preguntó Cynthia.

Vi a mi madre por un momento de incredulidad, y luego sacudí la cabeza.

—Por nada. Gracias.

Cynthia salió tan rápido como entró.

—Cuidado con el café, querida, está caliente —se volvió a decir mientras

sus tacones resonaban en el pasillo.

Las cejas de Bex estaban casi tocándose mientras su ceño se

profundizaba. Él nunca había estado en casa de mis padres, que yo sepa,

y no estaba disfrutándolo en absoluto.

—Ella es cálida —le dije.

—Eso no es lo que he escuchado —se quejó.

—Voy a saltar a la ducha. ¿Ha llamado Jared?

—No —dijo, tomando el mando a distancia, encendiendo la televisión—.

Pero él está en camino.

Pensé en eso por un momento y decidí que ya sabía la respuesta. Podían

percibirse entre sí, y Bex era quien más estaba en sintonía de los tres

hermanos híbridos.

Mi rutina de la mañana terminó sin novedad, incluido el retorno a casa de

Jared.

—Creí que habías dicho que iba a venir —dije, ciñendo mi bata.

—Lo hará —dijo Bex, con los ojos fijos en la pantalla.

—¿Nina, amor? —llamó Agatha desde el pasillo.

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—¿Sí? —dije abriendo la puerta. Agatha estaba sosteniendo varias bolsas,

y Beth estaba detrás de ella, con los brazos llenos de bolsas también.

—Dijiste que perdiste todo —dijo Beth, pasando junto a mí al armario.

Desapareció en mi armario de amplio espacio, colgando la ropa cubierta de

plástico sobre las varillas de hierro casi vacías.

Abrí la puerta, mirando sus cajas de zapatos tirando de una de las grandes

bolsas. Una vez hubo terminado, miró su reloj.

—¡Mierda! Me tengo que ir.

—Beth.

—¿Sí? —dijo, girando bruscamente.

—Gracias.

Ella sonrió.

—No me lo agradezcas. Eso fue muy divertido. Creo que me fui un poco

por la borda.

Se despidió y luego se apresuró a regresar por donde había venido, con las

piernas moviéndose a mil por hora. Cerré la puerta del armario detrás de

mí, y me puse el primer traje que tomé de la percha. Cuando llegué a la

habitación, me congelé en seco.

Jared estaba de pie en el centro de mi cuarto, cubierto de tierra, sangre y

su rostro estaba raspado y manchado.

—¡Oh Dios… oh, Dios mío! —grité, corriendo hacia él—. ¿Qué pasó?

Kim caminó detrás de Jared, intacta.

—Le dije que no fuera sin mí, pero él es más rápido que yo.

Toqué la cara de Jared.

—¿Qué has hecho?

Hizo una mueca.

—El libro estaba en mi mano. Lo tenía.

—¿Dónde estabas? —le dije, ayudándole a salir de su chaqueta. Él estaba

rígido, y se encogió de dolor.

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La expresión generalmente estoica de Kim se retorció mientras me

observaba tirando de su camiseta por encima de la cabeza.

—Warwick —dijo ella—. Conseguimos el libro, pero Donovan estaba allí.

Seis crudos agujeros de bala, sangrientos e hinchados salpicaban

diferentes áreas del torso de Jared, acompañados por una gran herida a lo

largo de su hombro.

—¡Jared! —grité.

Bex se fue sin decir una palabra.

—¿A dónde vas? —llamé detrás de él.

—Él va a buscar algo para sacar los fragmentos.

Lo ayudé a ir la cama, y luego tomé una respiración profunda. No sirvió de

nada. Lágrimas brotaron de mis ojos.

—Vas a estar bien, ¿verdad?

Jared consiguió esbozar una sonrisa.

—Sí. Voy a estar como nuevo para mañana a esta hora.

Bex regresó con una toalla llena de diferentes artículos.

—Isaac fue demasiado para ti, ¿no?

—Isaac. —Jared se burló, poniendo los ojos en blanco—. Donovan y su

Glock. Y que me abrí paso entre aproximadamente ochenta demonios

antes de llegar a ellos.

—Si hubieras esperado a que te alcanzara, no habrías tenido que perder el

tiempo con ellos —espetó Kim. Ella me miró—. Al segundo que supo la

ubicación del libro, salió corriendo. Estaba a veinte minutos por detrás de

él.

Miré a Jared fijamente.

—No es propio de ti ser tan impulsivo y temerario. ¿En qué estabas

pensando?

Jared suspiró.

—Que quiero que esto termine.

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Jared se estremeció, y luego escuché un plink detrás de él mientras Bex

dejaba restos de bala en un tazón.

—No puedo ver —dije, cubriéndome los ojos.

—No puedes ir a ninguna parte hasta que hayamos terminado aquí.

Después te llevaré a trabajar —dijo Bex, sacando otra bala.

—Vigila la sangre. No dejes nada en las sábanas —dijo Jared,

encogiéndose de nuevo.

—Pondré sábanas nuevas —gemí. Tomé la mano de Jared entre las mías.

—Está bien —dijo—. Lo intentaremos de nuevo.

—Y espero que no seas tan estúpido esta vez —dijo Kim desde la puerta.

—¿Crees que me importa eso? ¡No te quiero cerca de ese libro nunca más!

—dije, mi voz más alta con cada palabra.

—Está bien… está bien —dijo Jared—. No te enojes.

—¿Por qué iba a estar molesta? Mi novio llega a casa luciendo como si

acabara de escapar de una película de horror. —Tomé uno de los paños

mojados que Bex había traído y lo utilicé para limpiar un profundo corte

sobre su ojo—. Cuéntamelo todo.

—Los detalles no son importantes —dijo Kim.

—La conclusión es que fallé —dijo Jared, con los dientes apretados.

Kim se encogió de hombros.

—Sabemos quién lo custodia, de qué son capaces, y todos los ángulos de

su defensa, Jared. No lo llamaría un fracaso.

—Entonces, ¿cómo es Isaac? —dijo Bex, soltando más fragmentos en el

tazón.

—Él está altamente capacitado —respondió Jared.

—Y psicótico —dijo Kim—. Deberías haberlos visto. Era como una escena

de Rambo. Ninguno de ellos renunciaría, y los dos son híbridos, así que

era como una escena de lucha de nunca acabar. Un golpe aquí, herida de

cuchillo allá, codo, golpe a la cara, y luego uno de ellos sale volando por la

habitación. Espuma. Enjuague. Repetir.

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—Ya es suficiente —dijo Jared.

Mi estómago se retorció ante sus palabras.

—Por favor, no vuelvas. No hasta que Bex o Claire puedan ir contigo.

Jared miró hacia otro lado.

—No es como si no pudiera manejarlo por mi cuenta, Nina.

—Eso no es lo que quise decir —susurré.

Frunció el ceño, la disculpa en sus ojos.

—Lo sé. Lo siento —dijo con un suspiro—. Kim tiene razón. Aprendimos

mucho anoche. El problema es que Claire no está aquí, y Bex tiene que

estar contigo.

—¿Qué hay de alguien más? ¿Otro híbrido? —le pregunté.

Bex rió una vez.

—Si se llega a eso, tendremos que acabar con Donovan. Nadie nos va a

ayudar a acabar con otro híbrido sin una buena razón.

Miré las manos ensangrentadas de Jared, y luego de vuelta a sus

tormentosos ojos de color gris azulado.

—Y salvarme no es lo suficientemente bueno para ellos.

Jared asintió.

—Tenemos que convencerlos de que algo grande está llegando, y para ello

necesitamos el libro.

Kim llamó al marco de la puerta.

—Eso sí que es irónico. Vamos, Nigh. Te llevaré al trabajo.

—¿Está bien? —le pregunté a Jared.

—Prefiero que esperes —dijo.

—No seas ridículo —dijo Kim. Ella levantó su camisa, dejando al

descubierto una pistola rellena a mitad de camino en sus pantalones

vaqueros—. Estoy armada, los demonios corren cuando me ven llegar y

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como Donovan aprendió ayer por la noche… mi gancho derecho es

perversamente exacto.

La mirada que Jared y yo intercambiamos se convirtió en una sonrisa

involuntaria.

—Bex estará justo detrás de ti —dijo Jared.

Besé su mejilla.

—Tal vez debería quedarme en casa hoy.

—Esto no es nada. Deberías ver los otros sujetos —dijo Jared con un

guiño—. Adelante.

Kim levantó el maletín del suelo, y lo sostuvo en alto. Corrí al baño, lavé la

sangre de mis manos, y luego la seguí por las escaleras.

—Vamos a tomar mi auto —le dije.

Kim se encogió de hombros.

—Lo que sea.

Según lo prometido, el viaje al trabajo fue seguro y sin incidentes, y Bex se

detuvo en el estacionamiento en su apenas legal para conducir Ducati

Streetfighter justo cuando salía del auto. Kim se quedó atrás mientras yo

corría hacia Titan, agradecida que ser la Directora Ejecutiva en una

especie de entrenamiento me concediera un lugar en el ascensor.

—Buenos días —le dije a mis compañeros de trabajo a medida que las

puertas se cerraban.

Subir en las proximidades de muchos no resultó tan afortunado después

de todo. La idea de todo el mundo respirando en un espacio tan pequeño

me hizo sentir un poco claustrofóbica.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, me abrí paso hacia fuera,

respirando profundamente cuando mis tacones golpearon la alfombra.

—¡Oh, gracias a Dios!

La puerta de Grant estaba abierta, sus tobillos estaban cruzados en la

parte superior de su escritorio, y estaba perezosamente reclinado en su

silla. Mi alivio momentáneo del ascensor duró poco y mi cara se arrugó con

disgusto.

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Caminé en línea recta a mi oficina, esperando que Grant estuviera

demasiado cómodo como para salir de su silla.

—Hola, Cacahuate —dijo Grant justo cuando me senté.

—Nina —dijo Beth, entrando con la cabeza gacha. Ella mordía la punta de

su lápiz, concentrándose en su planificador—. El encuentro con Yawa…

Yawa… los japoneses es el jueves, pero los Wellington estarán en la

ciudad, y esperaba hacerle algún tiempo.

—Haz tiempo. Me encantaría robárselos a Donaldson —dije golpeando una

pluma contra mi escritorio.

—Parece ser un día mejor —dijo Grant, asintiendo. Y se retiró sin decir ni

una palabra más.

—Ahora lo es —dije, señalando con una sonrisa a Beth mientras ahogaba

una risita.

—Entonces —dijo ella, desapareciendo su sonrisa forzadamente—. Chad

ha estado preguntando. ¿Has oído hablar de Ryan últimamente? ¿O en

absoluto?

Ya no tenía que luchar con una sonrisa, mi cara de inmediato decayó.

—No. Nada.

Beth asintió.

—Espero que esté bien.

—Si no lo estuviera, tendríamos que enterarnos, ¿no? —le dije para

tranquilizarla.

Ella respiró profundamente y asintió.

—Cierto. Tengo que hacer algunas copias. ¿Quieres café?

—No, gracias.

Una vez que Beth estuvo fuera haciendo otras cosas, Grant regresó.

—En realidad tenía una razón para venir aquí. Necesitaba hablar contigo

sobre Beth.

—¿Ah, sí?

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Grant mostró su sonrisa del millón de dólares, y tuve que contenerme

físicamente de retroceder.

—Cacahuate, me doy cuenta que es tu amiga, pero no es exactamente

rentable mantenerla a bordo durante el año escolar.

—¿Estás sugiriendo que la despida? —dije, levantando una ceja.

Grant suspiró.

—No estás viendo esto objetivamente. Estás en la oficina, sí, pero

técnicamente aún eres una pasante hasta que te gradúes. ¿Por qué

pagaría a alguien para ayudar a un pasante?

—Porque yo te lo pedí.

Tras una breve pausa, Grant sonrió, más amplio que antes.

—Vas a estar muy bien aquí.

—Gracias, Grant. Eso será todo.

Negó, riendo para sus adentros mientras salía por donde vino.

Enterrada bajo varias pilas de documentos, Beth me trajo de vuelta a la

realidad con su voz alegre.

—Es hora de ir a casa, Nigh.

—Oh —miré mi reloj y luego sonreí—. Casa.

Guardé al azar algunos archivos en mi maletín antes de salir corriendo por

el pasillo, y luego pulsar el botón. Tan pronto como se abrieron las

puertas, me subí en el interior, jugueteando durante todo el viaje hasta el

primer piso. Las puertas se abrieron, revelando el brillante sol de la tarde

que brillaba a través del cristal del vestíbulo. Jared estaba esperando en el

Escalade, una sonrisa artificial en su rostro.

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—¿Qué pasa? —pregunté, después de saludarlo con un beso rápido. Mi

emoción al verlo fue infiltrada por una sensación de temor. Las dos no se

sentían bien, y al instante me dieron náuseas.

Levantó un par de mis zapatillas.

—Pensé que podríamos ver lo que queda del apartamento. Ver si quedó

algo.

Yo sólo pude asentir, temiendo la vista de nuestra casa reducida a un

montón de cenizas.

—Ponte estos —dijo—. Va a ser bastante difícil escudriñar a través de todo,

por no hablar en tacones.

Tomé los zapatos en mi mano, y luego me senté en la acera. Jared me dio

un par de calcetines, y me los puse de un tirón, seguidos por los zapatos.

Él me miró en silencio, con una sonrisa forzada en su rostro. No estaba a

la espera de las consecuencias más que yo.

El viaje pareció durar una eternidad, sin embargo, siguió sin ser tiempo

suficiente para prepararme. Cuando Jared estacionó, me bajé tambaleante

del Escalade, cada parte de mi cabello agrupado en mis puños.

—Oh, Dios mío —susurré.

Jared se arremolinó entre los restos carbonizados, agachándose de vez en

cuando para inspeccionar algo no del todo destruido.

—Hay unas cuantas cajas en la parte de atrás —dijo Jared—. ¿Quieres

agarrar una?

Tomé medidas del ancho y subí hasta que estuve libre de los escombros, y

luego fui al Escalade, abriendo la puerta de atrás. Volví con una caja

grande de cartón. Había dos más, pero era demasiado optimista para

molestarme con ellas, no podríamos llenar la primera. Platería, unas

cuantas fotos quemadas del borde, y el monitor de mi ordenador portátil se

encontraban entre los documentos parcialmente intactos, y un conjunto

de cuchillos arrojadizos. Cinta amarilla rodeaba la mayor parte de la

carnicería.

Mis manos se volvieron negras mientras cavaba lento pero seguro a través

del desordenado desastre negro bajo nuestros pies.

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—¿Qué estás buscando tan ambiciosamente? —preguntó Jared.

—Tenía la esperanza de encontrar al menos partes de tu diario, pero ni

siquiera he visto la unión. ¿Has venido a por él?

Sonrió.

—Lo tengo en el Escalade. Está sano y salvo.

—Bueno —le dije, abrumada por la montaña de escombros.

—Tenemos que irnos. El Jefe de Bomberos ya me ha entrevistado dos

veces. Si alguien nos ve hurgando, va a llamar la atención.

—Supongo. —Me levanté de mi posición en cuclillas, arrojando un pedazo

carbonizado del marco donde estaba la última imagen de mi padre.

—Siento eso —dijo Jared—. Debería haber tratado de sacarla, también.

—No es tu culpa. Ellos hicieron esto para obtener una reacción, para ver si

nos vengamos, o si fuera a causar disensión entre nosotros. Lo último que

voy a hacer es darles lo que quieren. Son sólo cosas.

Jared se acercó a mí, limpiando con ternura mi cara.

—Estás cubierta de hollín. Vamos a casa.

—Esa no es mi casa, Jared. Esta era nuestra casa, y se ha ido.

Me sorprendió cuando las lágrimas brotaron de mis ojos. Llorar no me

había pasado por la cabeza hasta ese momento.

—¿Tal vez deberíamos empezar a buscar un lugar? —Sonrió.

—¿Para que así puedan incendiarla de nuevo? No, gracias.

La expresión de Jared era dolida.

—No va a suceder otra vez.

—No sabes eso —dije, tirando de su mano, llevándolo al Escalade—. No

tenemos idea de lo que van a hacer a continuación.

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Capítulo 10 Nuevo

Traducido por dark juliet Corregido por Angeles Rangel

l verano acabó, y Beth y yo emprendimos el proceso de delegación.

Nuestro horario en Brown hacía imposible mantener las horas que

habíamos estado teniendo en Titan.

Jared llamó frecuentemente a Claire para verificar la recuperación de

Ryan, quien había mejorado progresivamente. A veces más rápido de lo

que a Claire le hubiera gustado. A todos nos asombró, Ryan no estaba

peleando la decisión de salir del servicio. Él se centró en su recuperación

para mejorar y regresar a los Estados Unidos; algo que ninguno de

nosotros había anticipado.

Según lo prometido, Jared no intentó otra emboscada contra Shax, o

Donovan e Isaac. En cambio, se obsesionó con la construcción de un plan

de autoprotección, uno que incluía un plan B, y ayuda. Se negó a que el

libro se alejara de él por segunda vez.

Bex creció cinco centímetros más, que era algo bueno. Su inflado ego

necesitaba todo el espacio que pudiera darle.

Jared y yo pasamos mi último día de vacaciones de verano en el roble. Nos

estiramos fuera en una manta que Jared había extendido sobre la hierba,

justo en la sombra del árbol. Mantuve los ojos cerrados, tranquila y

perezosa, escuchando el zumbido de los insectos y la hierba danzando con

el viento.

—Eres oficialmente una universitaria a partir de mañana —dijo con una

sonrisa de orgullo, deslizando los pétalos de una flor silvestre por la línea

de mi mandíbula.

—Lo soy —le dije—. Otro verano se ha ido. Sólo queda uno más antes de

que me gradúe.

E

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Jared me apretó la mano, girando su atención al tallado por encima de

nosotros.

—Hmmm… ¿dónde te ves dentro de un año?

Suspiré una carcajada.

—No tengo ni idea. ¿Por qué no hacemos de este un evento anual?

Pasaremos el día en nuestro roble el último día de las vacaciones de

verano el próximo año también. —Jared hizo una mueca, y mi expresión

imitó la suya—. ¿Qué?

Trabajó para suavizar la línea de profundización entre sus cejas.

—Nada.

—Jared —le advertí. Me impaciento rápidamente cuando me oculta cosas,

y él parecía estar haciéndolo con mayor frecuencia.

Suspiró.

—Tenía la esperanza de que tu respuesta fuera diferente, eso es todo.

—¿Cómo diferente? —le pregunté.

—Esperaba que dijeras que te veías casada el próximo año —dijo en voz

baja.

—Oh —dije, avergonzada.

—Estoy esforzándome por ser paciente acerca de esto —dijo, su voz

repentinamente tensa—. No entiendo por qué lo estás postergando. —Se

rió nerviosamente—. Pensé que estaríamos casados para ahora. —Sus ojos

estaban todavía brillantes, pero podía oír la preocupación en su voz.

—Hemos hablado de esto, Jared. Mucho. No tengo tiempo para planear

una boda en estos momentos. No es que lo esté postergando, sólo tengo

mucho en mi plato, es todo —le dije, girando mi anillo en mi dedo.

Jared apoyó su mano sobre la mía.

—Ya lo sé. Pero no tiene que ser un evento elaborado. Estamos

comprometidos, estamos viviendo juntos… ¿hay algo que deba tener en

cuenta?

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—Por supuesto que no. —Le sonreí—. Sólo necesito un poco más de

tiempo.

La sonrisa artificial de Jared no ocultó la fuerte decepción en sus ojos,

pero fingí no darme cuenta. Quería casarme con él más que nada, pero

quería hacerlo bien. Desde luego, no quiero sentir prisa por llegar a casa

después de nuestra luna de miel con capítulos para estudiar, trabajos que

escribir, o aprender cómo ejecutar otro departamento en la empresa de

Jack.

—Un año es un compromiso razonable. Dos años es… —se interrumpió,

claramente disgustado por la idea de esperar un año más.

—No vamos a tener un compromiso de dos años, Jared —le aseguré.

—¿Así que vas a establecer una fecha alguna vez este año? —preguntó,

esperanzado. La mirada en sus ojos hizo imposible decir nada excepto sí.

—Lo haré. Sólo tengo que encontrar el tiempo para planear una boda entre

veinte horas de escuela y Titan. —Sentí mi expresión comprimirse

mientras pensaba en las consecuencias de mi declaración.

Jared miró hacia adelante, con los ojos tensos con especial atención.

—Encontraré tiempo. Crearé el tiempo si tengo que hacerlo.

—Bueno, tú tienes conexiones Divinas. Estoy segura de que puedes hacer

que eso suceda —bromeé. Miré el árbol gigante, entrecerrando los ojos de

la luz del sol asomando entre las hojas. Las ramas se balanceaban con la

brisa, y yo sonreí—. Me encanta estar aquí.

—Bien. A mí también.

—Es tan increíble que Gabe trajera a Lillian a este sitio exactamente. —

Mis ojos se detuvieron en el corazón rudimentario y las iniciales de los

padres de Jared, y luego en los detalles elegantes de las vides y las hojas

en el interior del corazón con nuestras iniciales en el interior. Volví a mirar

a los ojos brillantes de color gris azulado de Jared—. ¿Hay algo que no

puedas hacer?

—Sólo hacer que mi prometida de hecho se case conmigo —dijo,

guiñándome un ojo.

Apreté los labios en una línea tensa.

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—Dije que iba a fijar una fecha.

—Lo creeré cuando lo vea —dijo Jared, levantando una ceja.

—¿Es eso un reto?

—Cualquier cosa que funcione. —Sonrió Jared.

—Te lo prometo. Voy a fijar una fecha.

—¿Dentro de los próximos diez años? —preguntó juguetonamente.

—Voy a poner una fecha para este año —le dije, levantando mi barbilla

obstinadamente.

—Este año —repitió Jared, dudoso.

—¿Pensaste que estaba bromeando cuando dije que sí?

—No. Simplemente no me di cuenta que cuando dijiste que sí quería decir

algún día. —Su tono era alegre, pero sentí una punzada de culpa en mi

pecho. Jared reaccionó de inmediato—. Estoy bromeando, cariño —dijo,

metiendo mi cabello detrás de mi oreja. En lugar de las puntas de mi

cabello envolverse alrededor del final de mi oreja como antes, este rozó mi

hombro.

Miré hacia abajo, jugueteando con mis uñas.

—Lo sé, pero es la verdad. No esperabas un compromiso tan largo.

—Bueno, asumí que tal vez un año como mucho pasaría rápido. Pero

cuando el año vino y se fue, y nunca lo mencionabas…

—Oh. Piensas que no es importante para mí —le dije, mi cara se sintió

caliente.

—Yo no he dicho eso. —Rápidamente dio marcha atrás.

Lo miré bajo mis pestañas.

—Pero eso es lo que estás pensando.

—Bueno —dudó—, tiendes a insinuar que hay otras cosas en las que

prefieres centrarte. Lo entiendo, pero no puedo evitar sentirme un poco

decepcionado. Fue mi idea después de todo —sonrió, besando mi frente.

Poco a poco me metí en su regazo.

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—Te amo, Jared Ryel. No hay nada que desee más que ser tu esposa. Me

comprometo a ponerme a trabajar en esa fecha, ¿de acuerdo?

Jared sonrió ampliamente.

—Gracias. —Sus labios viajaron a los míos, pero rápidamente se apartó—.

Es mejor mantener esto entre nosotros. Creo que mamá ha aceptado

finalmente que ningún tipo de estímulo por parte de ella va a producir una

boda. Probablemente es mejor hacerle pensar que tienes otras cosas en tu

mente.

—Buena idea —dije, él se recostó en la manta.

Sonrió.

—Hablando de Lillian… nos invitó a cenar. Al parecer, tiene una sorpresa.

—Una sorpresa… —Mi voz se apagó—. ¿Sabes lo que es?

Jared negó.

—No tengo ni idea.

Miré mi reloj.

—Será mejor que nos vayamos si queremos lavarnos y prepararnos para la

cena.

Jared se levantó y me llevó con él. Enrollamos la manta y la até a la parte

posterior de su motocicleta, y luego hicimos una parada rápida en el

apartamento, cambiando la motocicleta por el Escalade.

Después de una breve parada en casa de Cynthia, Jared nos llevó con su

madre. Habíamos estado con Lillian más que suficientes momentos para

hacerme olvidar la noche de la invasión, pero sin importar cuántas veces

hiciéramos una visita, una sensación de malestar abrumadora todavía se

apoderaba de mí cuando estacionábamos el auto en el camino de entrada.

—No hay necesidad de estar nerviosa —dijo Jared.

—No lo estoy. Estoy empezando a preguntarme si se trata de estrés post-

traumático —dije con una media sonrisa.

Jared no compartió mi sentido del humor sobre el tema.

—Es una posibilidad —dijo mientras abría la puerta del pasajero.

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Entramos a la casa, y Jared se detuvo abruptamente.

—¿Qué? —pregunté, escudriñando su rostro.

Él estaba trabajando demasiado duro por ocultar una emoción.

—Nada. Todo está bien.

—Jared —dije mientras caminábamos—. Algo está mal.

—No. No, todo está bien.

Cuanto más nos acercábamos a la puerta, más duro latía mi corazón

contra mi pecho. Jared extendió un dedo para pulsar el timbre.

La puerta se abrió, y yo me quedé sin aliento.

—No lo creo.

—Bueno, esa es una asquerosa bienvenida. Yo también te extrañé.

—¡Claire! —grité, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.

Ella no me devolvió el abrazo, se quedó con las manos en las caderas.

—Me confundes.

—¡Lo siento! —dije, sin aliento—. Yo… no te esperaba.

Lillian caminó al lado de Claire, cruzando los brazos casualmente.

—Sorpresa —dijo con su cálida y dulce sonrisa.

—Espera —dije, mis ojos lanzándose como dardos sobre todo el mundo—.

¿Significa eso que Ryan…?

Claire asintió.

—Está en el Hospital Providence VA, para terminar su recuperación.

Mis manos volaron hasta mi boca, y luego volví a abrazarla.

—Estoy tan contenta de que estés en casa —le susurré al oído.

—Yo también. —Sonrió Claire.

Nos sentamos en la mesa para la cena. La sinfonía de nuestra risa llenó

cada rincón de la casa. Limpié los platos de postre, y los escuché hablar y

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reír. Esperé en la cocina, sonriendo para mí mientras me empapaba con el

sonido del amor que Bex, Claire, Lillian y Jared intercambiaban, incluso

en sus burlas.

—¿Nina? —llamó Jared.

—Voy —le dije, iniciando el lavavajillas.

—Estoy segura de que Nina quiere saber más sobre su amigo —dijo Lillian.

La expresión de Jared cambió ligeramente, estaba segura de que nadie en

la mesa se dio cuenta más que yo. La piel alrededor de sus ojos se tensó

así como las comisuras de su boca; algo que siempre hacía cuando trataba

duramente de cubrir lo que estaba sintiendo. Tomé su mano en la mía y la

apreté. Él pareció relajarse una cantidad infinitesimal, y yo negué con la

cabeza.

—Esta noche se trata de Claire —dije.

Claire llevó la servilleta a su boca y puso los ojos en blanco.

—Él es una máquina. Ha estado trabajando como loco tratando de

mejorar. Su análisis psiquiátrico no fue exactamente… les habló de mí.

—¿Él te vio? —dijo Jared.

Un silencio incómodo tensó el aire.

—Él cree que lo hizo —dijo Claire—. Mi cara estaba cubierta con el hijab,

por lo que sólo se acuerda de mis ojos, pero están cuestionando cómo una

mujer con el pequeño cuerpo que él describió pudo sacarlo.

Bex rió.

—Qué idiota. ¿De verdad pensó que le iban a creer?

Claire se quedó mirando la mesa.

—Él les dijo que yo era americana. Le dijo al Coronel Brand que cree saber

quién soy.

—No es bueno —dijo Jared.

Claire levantó la mirada.

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—Pero él sólo le dijo el Coronel. A nadie más. Después que le dieran los

resultados de su evaluación psicológica, insistió en que lo colocaran en

Providence.

—Bien hecho, Claire. Arruinaste tu cubierta —sonrió Bex.

Jared apoyó los codos sobre la mesa.

—Esto es serio. Tienes que quedarte fuera de vista, Claire. A perfil bajo.

—Lo sé —gruñó Claire, sus ojos volvieron a un punto en el mantel—.

Podría decir lo mismo de ti, sabes. Nadie está quemando mi casa.

—¿Qué? —dijo Lillian, sus ojos clavándose en Jared.

Él miró a Claire por un momento, y luego miró a Lillian.

—Hubo un pequeño… fuego. Todo el mundo está bien.

—¿Un fuego? —dijo Bex—. Pusieron explosivos en el apartamento. Todo se

ha ido.

—¿Quiénes fueron? —preguntó Lillian. Estaba preocupada, pero no en la

forma en que una madre típica podría estar. Ella no parecía demasiado

preocupada por el bienestar de Jared. Era evidente que estaba años por

delante de mí en cuanto a experiencia con híbridos. Ella sabía

exactamente lo que sus hijos eran capaces de hacer, y me pregunté si yo

algún día tendría la misma tranquilidad.

—Donovan —dijo Jared.

—Interesante —dijo Lillian, pensativa—. ¿Cómo vas a resolver eso, hijo?

—Necesitaremos ayuda que no vendrá —respondió Jared, claramente

frustrado con sus propias palabras.

Los ojos de Claire se estrecharon.

—¿Has hablado con Samuel? —Jared asintió y ella continuó—: ¿Eli? —

Cuando Jared asintió de nuevo, ella sacudió la cabeza con disgusto—. ¿Es

tan malo?

—Eli habló de un equilibrio —le dije—. No van a participar.

—Sabes —dijo Claire, inclinándose hacia adelante en su asiento—. Si esto

llega a ese punto… podríamos obligarlos.

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—Mejor que sea un punto desesperadamente aterrador —dijo Bex—. Eso

significaría la guerra.

Lillian levantó la mano.

—Eso sería un último recurso. —Se puso de pie, abriéndose paso hacia

mí—. Nina, lo que voy a preguntarte va a ser muy difícil, pero necesito la

verdad.

—Está bien —tartamudeé, preocupada de lo que iba a preguntar.

Lillian bajó la barbilla.

—¿Qué te dijo Gabe en el avión?

Jared frunció el ceño.

—¿De qué estás hablando? Él no vino hasta ella en el avión.

—En realidad… —le dije, interrumpiéndome.

—¿Por qué no me lo dijiste? —dijo, visiblemente enojado. Antes de que

pudiera contestar, empezó de nuevo—: ¿No sabes que todo es importante,

ahora?

—Jared —dije, avergonzada—, habló de ir a casa. Dijo que no viera a

Claire. Sabía que no la dejarías sola hasta que no supieras que estaba

bien.

Jared miró a Claire, y luego a Lillian.

—¿Habla contigo?

Su madre sonrió.

—Por la noche. Sólo si es importante. ¿Ella ya sabe lo de Kim?

—Sí —respondió Jared.

La boca de Lillian tiró de un lado, decepcionada.

—Eso fue un error. Tu objetivo principal debe ser el libro. Es de vital

importancia que lo tengas a la mano.

—Kim y yo hicimos un trato —explicó Jared—. Ella nos ayudará a obtener

el libro si la ayudamos a regresarlo a Jerusalén, bajo el Sepulcro donde su

antepasado lo encontró. Ella quiere liberar a su familia de él.

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Los ojos de Lillian revolotearon mientras pensaba.

—Si te está ayudando, ¿por qué tu padre trata de mantener a Nina lejos de

ella?

—¿Lejos de Kim? —pregunté—. Ella es inofensiva.

—¿Lo es? —cortó Claire.

—Papá está equivocado esta vez. La necesitamos —dijo Jared, claramente

incómodo. Gabe era el fundamento de su familia, un Ángel Caído del Cielo,

un pura sangre. La idea de que cometiera un error era una píldora difícil

de tragar, e incluso Jared no estaba convencido de sus propias palabras.

Todos en la mesa permanecieron sentados en silencio, procesando la

situación. Por último, habló Bex:

—Estamos todos aquí. Vamos por él.

—Necesitamos un plan —dijo Jared—. Y no podemos dejar a Nina sin

protección.

—Entonces que Bex vigile a Ryan y Nina, y tú y yo vamos —dijo Claire.

Jared se frotó la parte posterior del cuello.

—Ya lo he intentado. Te lo estoy diciendo, necesitamos un plan.

—¿Fuiste allí y no saliste con el libro? —dijo Claire, levantando una ceja.

—Lo tuvo en sus manos —dijo Bex, riendo. Jared disparó a Bex una

mirada penetrante, y la expresión de suficiencia del chico inmediatamente

desapareció—. Lo siento —dijo, aclarándose la garganta.

—Estaba un poco superado en número —explicó Jared—. Por ochenta más

o menos.

—¿Y? —dijo Claire, sin impresionarse.

Jared resopló.

—Hablaremos de esto más tarde.

El viaje a casa fue largo, y el aire de la cabina del Escalade estuvo cargado

de tensión. No me atreví a hablar primero. La mandíbula de Jared estaba

apretada, y tenía los nudillos blancos mientras agarraba el volante.

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Condujo más cerca de la velocidad típica de Bex, impaciente con los

semáforos y el tráfico.

Jared estacionó en el camino de entrada, y luego apareció en la puerta del

pasajero. Sin decir una palabra, me ayudó a bajar. Puse mi brazo

alrededor de él, y caminamos en un comprendido silencio.

Después de una larga ducha, saqué la ropa para las clases de otoño del

día siguiente. Jared me esperaba, sentado en el borde de la cama.

—No vas a quedarte —dije, más una afirmación que una pregunta.

Él se puso de pie.

—Bex estará fuera. No voy a estar lejos. —Él apretó el cinturón de mi bata,

y luego me abarcó en sus brazos, inclinándose a pocos centímetros de mi

cara—. Te veré en la mañana —dijo, presionando sus labios cálidos

suavemente contra los míos.

Tenía la intención de que el beso de despedida fuera rápido, pero sus

labios se quedaron en los míos. Pasé las manos por la perfección de su

pecho y estómago, y luego me dirigí a la parte inferior de su camisa,

alcanzando debajo de la tela para tocar su piel suave, febril.

—Podrías quedarte —susurré, sonriendo contra su boca.

—Quiero —dijo con voz tensa.

—¿Sólo por un rato? No te retendré mucho tiempo. —Empecé a levantar su

camisa, pero me contuvo suavemente por las muñecas.

—Bex está abajo.

—Mierda —dije con una mueca. Mis manos cayeron a mis lados, y soplé

mi flequillo fuera de mi cara en una rabieta.

Jared me dejó sola, y me encaminé a la cama. Una vez con mi cabeza tocó

la almohada, me sorprendió que el anhelo por su cuerpo caliente a mi

lado, o los pensamientos de Ryan, o Jack, o los próximos días por venir de

bombardeos tediosos de planes de estudios introductorios nunca me

pasaron por la mente. La pesadez cayó sobre mí, y con mucho gusto

sucumbí.

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—¡Nina! —gritó Beth desde el fondo del pasillo. Ella se apresuró a

alcanzarme y, a continuación, me echó los brazos al cuello—. ¿Puedes

creer que estamos de vuelta ya? —Miró a su alrededor, escudriñando los

rostros de los alumnos que pasaban.

—No —dije, sonriéndole un entrañable entusiasmo por todo.

No me molesté en llevar mi ordenador portátil; cada clase sería lo mismo.

Beth me puso al corriente de los últimos detalles que había tomado en

cuenta de Titan, y discutimos la monstruosidad que era Sasha y el hecho

de que ella se quedaría.

—¿Hasta dónde se cree que va a ir en esa compañía, ahora que ella se ha

hecho tu enemiga? —preguntó ella, poniendo los ojos en blanco.

—Cometes el error de creer que ella piensa. Se va a encargar de la fiesta de

Navidad. Me hace preguntarme qué tiene bajo la manga.

—Esperemos espray para el aliento —dijo Beth, tapándose la boca—. No

puedo creer que haya dicho eso. —Beth rió y yo negué con la cabeza.

Mi atención se desvió a un grupo de chicos que entró por la puerta. Josh

dirigía el grupo. Como el mejor amigo de Ryan, no era un fan mío, y dejó

claro que prefería no estar cerca de mí. Chad admitió que Josh me acusó

de ser la razón por la que Ryan se fue. Beth salió en mi defensa, por

supuesto, pero eso no le hizo sentir mal.

Una vez que Josh alcanzó a verme, sus ojos se desenfocaron. Miró a través

de mí antes de pretender estar profundamente absorto en lo que sus

amigos estaban diciendo.

Beth lo fulminó con la mirada mientras él encontraba su asiento.

—Realmente tiene que superarlo.

—Sólo es el mismo tipo de amigo para Ryan que tú eres para mí —

murmuré, jugueteando con mi pluma.

—Supongo que no puedo culparlo por eso.

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Me encontré luchando contra el impulso de decirle que Ryan no sólo había

vuelto, sino que estaba a sólo unos minutos de distancia. No poder ser

capaz de verlo cuando estaba tan cerca era bastante malo; a pesar de

haber pensado en varios escenarios diferentes donde podría escurrir esa

información, no podría decirle a Beth hasta que Claire me diera luz verde.

—Buenos días —dijo el profesor, pasando paquetes para la clase.

Suspiré cuando Beth me dio un montón de papeles, y tomé los míos,

pasando el resto. No me molesté en hojear las páginas como los demás

estudiantes, pero me acomodé en mi asiento, haciendo un gran esfuerzo

por prestar atención. Las piezas mundanas de mi vida solían ser en lo que

yo estaba tan desesperada por aferrarme. En el último mes, era lo único

que podía hacer para esforzarme activamente en participar. El colegio

parecía trivial en comparación con la otra parte de mi vida.

Después de clases, sonreí al ver el Escalade de Jared esperando en su

lugar habitual. Él me había advertido esa mañana que yo no lo vería en el

almuerzo; dijo que me daría tiempo para ponerme al día con las chicas.

Algo sobre “aferrarse a una pizca de lo normal”… Estaba demasiado

ocupada para molestarme en escuchar.

Rápidamente abrió la puerta para mí, y yo envolví los brazos alrededor de

su cintura.

—Bueno, hola —dijo él, divertido ante mi afectuoso entusiasmo.

—Oh, como que no me extrañaste, también —dije, sonriéndole.

Él levantó una ceja.

—¿De verdad tienes que preguntar? —Me instaló en mi asiento, y luego

suspiró—: Pensé que debía decirte. Claire llamó. Ryan será dado de alta

pronto.

—¿Puedo verlo, ahora? —dije, un poco más entusiasta de lo que era

apropiado.

Jared trató de ocultar su decepción ante mis palabras.

—Él no ha dicho a nadie que está aquí. ¿Cómo explicarías tu visita?

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La tensión alrededor de sus ojos le delataba. Todavía estaba preocupado.

Ahora que Ryan había sido herido, e iba a casa después de tanto tiempo

lejos, me imaginaba que su preocupación estaba en un nuevo nivel.

—Ryan y yo somos personas diferentes, ahora. Todo ha cambiado —dije,

tocando la mejilla de Jared con la punta de mis dedos.

—Mientras Ryan esté enamorado de ti, siempre voy a tener motivos para

preocuparme.

Me incliné para darle un beso.

—¿Cómo puedo convencerte?

Jared se apartó de mí, moviéndose incómodo.

—¿Qué pasa? —le dije, frunciendo el ceño.

—No te enojes… —comenzó.

Crucé los brazos.

—¿Una confesión? Esto debe ser bueno.

Tomó una respiración profunda.

—Hasta que encontremos el libro, y averigüemos la manera de mantenerte

a salvo al cien por ciento, creo que la intimidad debe mantenerse al

mínimo.

—Oh, por el amor de Dios, otra vez no —le dije, poniendo mis ojos en

blanco.

—Sucede todo el tiempo, Nina. No podemos correr el riesgo —dijo,

cubriendo mi mano con la suya.

Sonreí.

—¿No puedes utilizar tu Abra Cadabra para averiguarlo? —Me incliné para

besar su cuello—. ¿No has oído hablar del método del ritmo? Vamos a usar

nuestra propia versión de él.

—Me consideraría una persona inteligente, pero no, no puedo decir que he

oído hablar de él.

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—Sólo se trata de averiguar cuándo estoy ovulando, y nos abstenemos

para esos pocos días. ¡Voila! Control de natalidad. Tenemos a los híbridos

al margen.

Jared frunció la nariz con desdén.

—Eso no parece ser una solución para mí. —Él se apartó de mis besos, y

yo me crucé de brazos en un puchero.

—Es mejor que tu propuesta. —Fruncí el ceño—. ¿Estás diciendo que no

puedes hacerlo?

—¿Qué te hace pensar que puedo?

Mis ojos se estrecharon.

—Eli dijo una vez que estuviéramos intimando, tus sentidos cambiarían.

Nunca has mencionado ni una sola vez cómo, o incluso si los tienes.

—Esa discusión es mejor dejarla en paz —dijo, maniobrando fuera de mi

abrazo. Él miró hacia delante, claramente reacio a dar detalles.

—Dime que estoy equivocada —le dije, levantando mi barbilla con desafío.

Jared rápidamente ajustó el asiento del conductor, empujó la palanca de

cambios del auto, y salió a la calle.

—Nina, no debería tener que decirte esto, pero lo haré: Te quiero más que

a nada en este mundo; más que nada en el universo. Te quiero más que la

vida, más que a mi familia y te quiero tanto que me encanta estar contigo

de esa manera. Tu seguridad es y siempre será mi principal prioridad. Este

no es el tipo de riesgo que tomé al sentarme a tu lado en el banco la noche

que nos conocimos, o al decirte lo que soy. Cometer un error relativo a un

embarazo accidental significaría una guerra total, porque eso es

exactamente lo que tiene que suceder para mantenerte con vida.

La sonrisa o guiño que esperaba nunca llegó. Él siempre había tenido

cuidado de protegerme de la verdad sin decir una mentira, pero la

gravedad de la situación justificaba la brusquedad que Jared solía

evitarse.

Pasó mucho tiempo para que yo respondiera. Mi reacción inicial fue

quejarme, pero las palabras de Eli se hicieron eco en mi mente. Él me

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había dicho que era hora de romper con ser la víctima. Estaba muy claro

que mi tiempo para sentir lástima de mí misma había terminado.

Eso me dio una idea.

Intenté una pequeña sonrisa.

—Entiendo que sabes mejor que yo lo que va a suceder. Sabes

exactamente cuáles son las consecuencias que debes esperar cuando

haces una elección; sobre todo si es la equivocada. Soy humana, Jared.

Pero eso no me convierte en frágil. Me tienes que dar más crédito que eso.

Es hora de que me enseñes algo de lo que sabes.

—¿Cómo qué? —dijo Jared, dudoso.

—Cómo disparar un arma de fuego, por ejemplo… y autodefensa básica no

estaría de más.

Jared se apretó el puente de la nariz.

—Un arma no va a ayudarte en esta situación particular, cariño, y mucho

menos una rodilla sólida en la ingle.

—No crees que pueda hacerlo.

—¿Por qué lo necesitarías cuando me tienes a mí?

—¿Qué pasa si estás ocupado?

Él arqueó una ceja.

—¿Quieres decir demasiado ocupado para hacer mi trabajo? ¿Aquel que

incluye la protección del amor de mi vida de una muerte segura?

Él estaba tratando de asustarme, pero me mantuve firme, decidida a

demostrar mi caso.

—¿Tengo que recordarte la noche en el restaurante? ¿Claire se quedó

atrás, mientras te encargabas de los negocios?

—Eso es diferente. Yo nunca te habría dejado si Claire no hubiera estado

allí.

—Si hubiera sabido cómo disparar un arma podría haber ayudado. Eso es

todo lo que digo.

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—Enseñarte sólo lo suficiente para hacerte peligrosa no está ayudando. Te

da la impresión de que eres capaz de más de lo que realmente eres.

Mi boca se abrió.

—Ahora, eso es insultante. ¿De verdad me ves tan impotente?

Jared rió divertido.

—No. Definitivamente no, pero ya no estamos tratando con Graham, Nina.

Los «Otros» son unos enemigo que no quisieras molestar por dispararles en

contra.

—Está bien —dije, con una sonrisa falsa tensando mi cara—. Voy a tener

que pedir a Bex o Claire que me enseñen. Ella se ha ofrecido antes.

Jared apretó los dientes.

—Ninguno de los dos va a hacerlo sin mi autorización, y si lo hacen, vas a

empezar algo que no podrás soportar.

—¡Eso no es justo! —le dije, reconociendo plenamente el quejido en mi

tono. Esperé hasta que mi voz sonara más tranquila, y luego volví a

hablar—: Me he enterado que hay un club de tiro en Cranston.

—No vas a dejar pasar esto, ¿verdad? —dijo Jared, frenando mientras

giraba en el camino de entrada.

—Probablemente no, no lo creo —dije. Jared resopló con frustración—. Es

sólo que… es sofocante estar a tu sombra. Según tú, mi vida está en

constante peligro, y tengo que esperar a que me salves. Sería bueno saber

que si por la razón que sea estoy sola, puedo hacer algo para protegerme.

Los ojos de Jared se encontraron con los míos, y luego asintió una sola

vez.

—Está bien. Empezaremos el sábado.

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Capítulo 11 Favorecer

Traducido por LizC y wicca_82 Corregido por flochi

as lecciones de Jared no fueron fáciles. Cuando tomaba un descanso

de él, Bex me empujaba más lejos. Cuando no estaba en la escuela o

en Titan, los tres estábamos en el campo cerca del árbol de roble,

apuntando, golpeando, bloqueando, agachándose, atacando y dominando.

Fue mencionado más de una vez que yo era una rápida aprendiza, y Bex

dijo que era innata con cualquier arma que pusieran en mis manos.

Jared no estaba de acuerdo. Él pensaba que yo era torpe, lenta, e

impaciente.

El sueño llegó con más facilidad que nunca. Cada noche, caía en la cama,

mis músculos gritando por el descanso. Los sueños de Jack fueron

reemplazados por movimientos calculados y pasos que tomaría para

obtener la ventaja en el combate cuerpo a cuerpo. Jared atendía a mis

puntos doloridos. A pesar de sus esfuerzos, el área se convertiría

inevitablemente en una serie de manchas púrpuras a la mañana siguiente.

Las semanas pasaron y una vez que los árboles soltaron sus hojas, el

invierno no perdió el tiempo en cubrir los restos del otoño con un manto

blanco. Haciendo caso omiso de las protestas de Cynthia, los chicos

movieron los muebles en el salón principal para transformarlo en un ring

de combate.

La práctica de tiro, entrenamiento con pesas y de combate eran casi un

ritual diario. Jared y Bex estaban siempre presentes. Una vez que Claire se

enteró de nuestra nueva afición, vino cuando pudo. Yo siempre ansiaba los

días en que ella se unía a nosotros.

Claire era más que capaz de hacer todo lo que sus hermanos podían, pero

sentía afinidad a ella sabiendo que tenía que trabajar mucho más duro

para demostrar su valía. Yo nunca sería tan rápida o tan fuerte como los

L

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híbridos, pero me había ganado su respeto con mi obstinada negativa a

renunciar o descansar. Claire comprendía mi resolución y cuando me

miraba, ella asumía fuerza cuando los chicos asumían debilidad.

El espejo era una prueba no sólo de mis errores gracias a los moretones,

sino a mi trabajo duro. Mis brazos no eran tan fuertes como los de Claire,

pero estaban tomando un aspecto tonificado del que estaba orgullosa.

El día antes de Acción de Gracias, Jared finalmente me ofreció su primera

palabra de aliento.

—Mejor —dijo con un gesto de emoción.

Esa simple palabra me dio la determinación para continuar. Sólo era un

ser humano, pero si podía mantener el ritmo de Jared, Claire y Bex, podría

defenderme de Donovan, o cualquiera de los otros secuaces humanos de

Shax. Al menos podría intentar.

El Día de Acción de Gracias llegó. Cynthia asistió al desfile del Día en

Macy’s en Nueva York con algunas de sus compinches de caridad y yo

ayudé a Claire y Lillian en la cocina mientras los chicos ponían la mesa y

limpiaban los platos.

Cada una de mis hierbas y especias favoritas impregnaba el aire. La risa

era la música de fondo a la atmósfera ocupada. Lillian notó una diferencia

en mí de inmediato y quiso hablar de mi entrenamiento. Ella tomó un gran

interés en ello, deseando haber pensado en eso también.

Bex colocó el pavo en la mesa y se sentó al lado de su madre. Claire tomó

una de mis manos, Jared tomó la otra.

—Por Nuestro Señor en el Cielo —comenzó Lillian—. Gracias por tantas

bendiciones. La maravillosa comida en la mesa, la salud y seguridad de

nuestra familia, y que todos estamos sentados juntos en este día de

gracias.

—Amén —dijo Jared, asintiendo.

—¡Aaamén! —dijo Bex, escarbando en los diversos platos en la mesa.

Durante la cena, noté que Claire estaba en silencio, masticando pensativa

y sonriendo en el momento apropiado en la conversación. Jared por

supuesto se dio cuenta cuando yo lo hice y observó a su hermana.

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—¿Claire?

Ella lo miró a los ojos, pero no dijo nada.

Lillian sonrió.

—Ella está bien. Déjala.

—Esto está muy bueno, señoras —dijo Bex, con la boca llena de comida.

—Gracias, hijo —dijo Lillian—. ¿Jared? ¿Sería un buen momento para

preguntarles cuánto tiempo más van a estar comprometidos?

—No —dijo Jared, sacudiendo la cabeza con una sonrisa—. Acabo de hacer

que ella acceda a fijar una fecha, mamá. No arruines mi trabajo duro.

Me eché a reír.

—Ella tiene razón.

—¿La tiene? —dijo Jared, sorprendido.

Le di unas palmaditas en la rodilla.

—El aniversario de mis padres es un sábado este año.

Los ojos de Lillian se iluminaron.

—¡Oh, lo es! ¡Qué maravilla! ¿Primero de junio, entonces?

Jared se volvió hacia mí, cauteloso.

—¿Primero de junio?

—Es una fecha fácil de recordar. —Me encogí de hombros.

—¿De este año? —preguntó Jared, cautelosamente optimista.

Lillian y yo compartimos la misma risa ruidosa.

—Sí, cariño. Siete meses a partir de ahora.

La sonrisa que se deslizó por el rostro de Jared fue lenta, pero se extendió

de un lado a otro.

—Primero de junio.

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La conversación fue monopolizada por los planes de la boda después de

eso, y la tarde se llenó de emoción y anticipación.

Nos despedimos con besos y abrazos a Bex, Claire y Lillian y luego Jared

me llevó al Escalade de la mano. Una vez dentro, se inclinó sobre la

consola, tomó mi rostro con cautela entre sus manos y apretó sus labios

contra los míos.

Cuando por fin se apartó, me sentí un poco mareada. Una pequeña

punzada de culpabilidad se instaló en mi interior. Era tan fácil hacerlo

feliz, y yo había demorado excesivamente algo tan simple.

Jared condujo lentamente a la casa, acariciando mi mano con su pulgar

mientras la sostenía. Una tormenta se había desatado y ésta alimentó la

nueva energía que casi crepitaba en el aire entre nosotros, como si él no

pudiera esperar para llegar a casa. Entrelazó sus dedos con los míos,

besando cada uno de mis dedos.

—Me siento como si hubieras dicho que sí de nuevo.

—Te dije que iba a fijar una fecha.

—Lo hiciste —dijo. Su boca se amplió a una enorme sonrisa—. ¡Hombre!

¡Siento como que quiero estar en una azotea y gritar! ¡Este es uno de los

mejores días de mi vida!

Me reí, casi maníaca del exuberante humor de Jared. Así como el momento

alcanzó su punto máximo, se esfumó.

—¿Qué estás haciendo? —dije. Frenó al Escalade hasta detenerse—. No

vas a realmente subir en un tejado, ¿verdad?

—No —dijo, su sonrisa desapareciendo rápidamente—. Hablé muy pronto.

Fue entonces cuando me di cuenta de las luces azules y rojas danzando

alrededor de nosotros.

—¿Estamos siendo arrastrados de nuevo? Pero, no ibas con exceso de

velocidad.

—Eso no es lo que él quiere.

Agarré la mano de Jared, al ver la silueta oscura del policía. Los

limpiaparabrisas golpeaban de un lado a otro mientras esperábamos a que

se acercara. Llamó a la ventana de Jared con la culata de su linterna.

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—Oficial —dijo Jared, pulsando el botón de la ventana. El cristal oscuro

resonó cuando bajó y luego desapareció, dejando al descubierto un rostro

que yo había deseado volver a ver.

—¡Ryan! —grité. Mi boca se abrió en absoluto shock.

—Buenas noches, Nina. Me temo que voy a tener que pedirte que salgas

del vehículo.

—No seas imbécil. Está lloviendo —dijo Jared.

Ryan asintió.

—Sólo acompáñeme a la patrulla, señora —dijo en tono muy profesional y

distante.

Asentí, mirando a Jared.

—Está bien. Ya regreso. —Le di un beso, y luego busqué abrir la puerta.

Traté de mantener la calma, para conservar los sentimientos de Jared,

pero Ryan estaba a sólo unos metros de distancia. Había estado tan

desesperada por verlo y esperado tanto tiempo, cualquier compostura falsa

en ese momento era imposible.

—Nina —llamó Jared, pero los neumáticos chapoteando a través del

pavimento mojado a medida que los autos pasaban ahogó las siguientes

palabras.

Fue un error, pero en mi prisa por hablar con Ryan de nuevo, ignoré a

Jared y corrí hacia el auto patrulla a toda velocidad, sin prestar atención a

la lluvia.

El aire era punzante y la lluvia al instante humedeció mi ropa. Abrí la

puerta del lado del pasajero, suponiendo que sería tan acogedor como el

Escalade.

No lo fue.

—¡Santo cielo! —dije, cruzando los brazos y doblándome por la cintura—.

¡Podrías colgar carne aquí!

—Lo siento —dijo Ryan, encendiendo la calefacción—. Lo mantengo fresco

para que pueda usar mi abrigo. Realmente no puedo perder el tiempo

poniéndomelo antes de hacer una parada.

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Me reí una vez.

—¿Un policía?

—Sí —sonrió y miró hacia abajo—. Sí.

—Supongo que esto quiere decir que no vas a volver a Brown.

—Eso parece —dijo sin humor.

Él estaba más fornido de lo que yo recordaba, pero su cara estaba delgada.

Demacrada era probablemente la mejor palabra. Una expresión más dura

reemplazó su dulce sonrisa. Parecía mayor; una larga y cansada línea de

decepción y experiencias horrendas que ningún hombre debería tener que

encontrarse jamás se reflejaba en sus brillantes y verdes ojos.

Por su vacilación sola, me di cuenta que el esfuerzo de abalanzarme no se

debía a la anticipación de una reunión feliz.

—Has dejado de escribir.

—Lo hice —admitió—. Solía sentarme en una duna y ver la puesta de sol,

pensando en ti… escribiendo la mitad de lo que quería decir. Esa fue mi

rutina nocturna por un tiempo.

—Mi cartero tiene algunas explicaciones que dar.

—Sólo mandé algunas de ellas. Estuve enamorado de ti por bastante

tiempo, Nina.

—Lo siento —dije, intentado tragarme el nudo que se había formado en mi

garganta. No tenía sentido pedir disculpas después de lo que le había

hecho, pero las palabras se escaparon de mi boca.

—¿Por qué? No soy el primer hombre que se va a la guerra después de que

me rompieran su corazón. La mitad de mis amigos escribía a casa a chicas

que no los aman. Algunos de ellos tenían chicas que no renunciaron. Yo

era uno de los afortunados, incluso aunque tu sonrisa me persiguiera por

mucho tiempo.

—¿Se supone que eso me hará sentir mejor? —dije, arrugando la nariz.

—No —dijo él, de manera casual—. Después de irme, al otro lado del

mundo, aún te echaba de menos. No sabía si alguna vez iba a desaparecer.

Pero algo cambió, Nina.

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—¿Ah, sí?

Ryan sonrió.

—Dejé de amarte.

Asentí, con mis sentimientos en conflicto. Una pequeña parte de mí estaba

herida, y quizás un poco celosa de que finalmente él pasara de mí. El resto

de mí estaba muy contento.

—Eso es… ¿bueno? ¿Supongo?

—No, eso está mal. Todavía te quiero. Siempre te querré como amiga. Pero

estoy enamorado de otra persona.

Una sonrisa cruzó mi cara por un momento fugaz.

—Eso es emocionante. ¿La conozco?

—De hecho… creo que sí. Y necesito tu ayuda.

—Lo que sea. En cierto modo te lo debo, ¿no?

Ryan suspiró, asintiendo.

—Ahí es donde quiero llegar. —Se detuvo por un momento—. ¿Alguna vez

has tenido la sensación de que nunca estás sola? Quiero decir, incluso

cuando lo estás.

Sus palabras hablaban de cada momento de mi vida, pero permanecí en

silencio.

Ryan ignoró mi silencio.

—¿Recuerdas la noche que Jared vino al bar? ¿Y la última noche que

estuvimos juntos?

Mi corazón empezó a palpitar más fuerte. No sabía hacia dónde se dirigía

la conversación, pero me sentí incómoda al instante.

—¿Qué pasa con eso?

—Recuerdo tres cosas acerca de esas noches: a la hermana de Jared, de lo

fuerte que era, y esos extravagantes ojos azules. Todo el mundo dice que

estoy loco, Nina… pero tú… tú, yo sé que me entenderás.

—No estés tan seguro —dije, fingiendo desconcierto.

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Ryan resopló, frustrado.

—La noche en la oficina de tu padre. Dijiste que no podía contarle a nadie

nada de nuestro plan porque Jared lo descubriría. Pensé que él estaba en

el F.B.I o algo así, pero es más grande que eso, ¿no?

Toqué su brazo.

—Estás viendo a un profesional, ¿verdad? ¿Por lo que te ha pasado a ti allí

fuera? —Las palabras tenían que ser dichas para proteger a aquellos a

quien yo amaba, pero la culpa me sobrepasaba. Ryan no se merecía eso de

mí; él había venido a mí por una razón: porque él confiaba en que yo le

creería. Si las consecuencias fueran diferentes, yo habría sido la amiga que

él siempre había sido conmigo, pero mi elección era clara.

Él se detuvo. La ira hizo que la piel alrededor de sus ojos se crispara.

—¿Qué te hace pensar que me ha ocurrido algo ahí fuera?

—Yo… eh… —Tragué—. Creo que debería irme —dije, llegando a la manija

de la puerta.

Ryan me agarró del brazo.

—Vi sus ojos. El día que ella me salvó la vida, la vi. Nadie tiene los ojos

como ella, y ninguna mujer de ese tamaño podría haberme cargado hasta

sacarme de allí. Dime dónde está Claire, Nina.

La puerta se abrió de golpe, y Jared me ayudó a ponerme en pie. Ryan

salió a gatas de su patrulla, desesperado.

—Sólo quiero hablar con ella —gritó por encima de la lluvia—. No necesito

saber cómo lo hizo. Yo sólo… necesito verla de nuevo.

Jared me miró fijamente, y después se volvió hacia Ryan.

—A menos que nos estés acusando de algo, nos vamos. Ha sido bueno

verte de nuevo, Ryan.

—¡No estoy loco! —dijo Ryan, desesperado. La lluvia era más que un

aguacero, pero él ni se inmutó.

Mis pasos fueron pequeños y rápidos, intentando mantenerme al lado de

Jared mientras él me llevaba del brazo hasta el Escalade. Una vez dentro,

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me giré, agarrándome al asiento con las dos manos mientras miraba el

enfrentamiento entre los dos hombres que amaba de manera tan opuesta.

Ryan, en su inflado abrigo edición estándar de policía, simplemente

mirando a Jared con el ceño fruncido. Era un lado nuevo de él, como

medio me esperaba un intercambio de palabras desagradables.

Jared cerró la puerta del auto de golpe después de meter la marcha del

auto. El velocímetro pasó el punto de aceleración antes de que

estuviéramos fuera del alcance del radar de Ryan, como si Jared le incitara

a que nos parara de nuevo.

—Está todo bien. ¿Jared? ¡Jared! —dije, buscando a tientas el cinturón de

seguridad.

—Él lo sabe.

—Eso es lo que parece —dije, preparándome mientras Jared se

incorporaba al tráfico—. Claire estará bajo perfil por un tiempo como

dijiste. Todo irá bien.

—Lo has oído, Nina. Ha estado aferrado a esto durante meses. No va a

dejarlo ir.

—Está bien… así que lo resolveremos. No es la peor cosa que podría pasar

ahora mismo. Tú me lo contaste, y el mundo no se acabó.

—El tuyo lo hizo.

Hice una mueca. Esos sentimientos de Jared nunca se me habían

ocurrido.

—Eso no es cierto —dije, sacudiendo la cabeza. Dejé descansar mi mano

sobre la suya—. Todo antes de esa noche era una fantasía. Esto es lo que

es real.

Jared detuvo el auto en la casa de mis padres, y luego esperó a que la

puerta del garaje se abriera.

—Tú no trabajas para el departamento de policía, Nina. El mismo que

Claire interceptó meticulosamente hace un año.

—Él sólo quería saber por qué la vio a ella en el desierto, Jared. No tiene

nada que ver con Graham.

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Jared cerró los ojos, desesperado.

—Quizá no para Ryan, pero para alguien que no puede pasar la evaluación

psicológica y que aún se encuentra en fisioterapia, él fue aceptado para el

Providencie P.D. sin ningún problema. No sería difícil para alguien

relacionarte a ti con Ryan, y alguien que puede causar problema sabe que

tú estás conectada directamente a mí, y Claire… y Graham. Esto no es

algo inocente, Nina. Esto es una amenaza potencial.

—Todo es una amenaza potencial para tu gente —me quejé.

—¿Para tu gente? ¿Desde cuándo no estamos en el mismo lado? —dijo

Jared, desconcertado. Negó, y luego se dirigió hacia la casa sin esperarme.

Le seguí en silencio, maldiciéndome a mí misma. Una hora antes,

habíamos fijado la fecha de nuestra boda. Ahora me estaba dando la

espalda.

Bex se sentaba en la parte superior de las escaleras, limpiándose las uñas

con un largo cuchillo, saludándonos con la cabeza mientras pasábamos.

Él era menos del chico que había conocido, y más como su hermana

mayor. Incluso la bondad inigualable de Lillian no pudo evitar que Bex

perdiera su inocencia.

Jared se frotó la parte posterior del cuello.

—Te, eh… te veré mañana por la mañana. Tengo cosas que hacer.

—¿Vas a buscar a Claire?

—Tenemos que hablar.

—Está bien. —Asentí, rodeándole con mis brazos. Él se revolvió, incómodo

en mi abrazo—. No quise decir eso. Supongo que sólo estoy sorprendida

por tu reacción. Él ya no está enamorado de mí. Pensé que estarías

aliviado.

Agarré su camiseta entre mis puños, preparándome para que él se

apartara. En vez de eso, se quedó quieto pensando, considerando mis

palabras.

—Eso significa que Ryan siendo el Taleh de Claire significa algo más, y no

sabemos qué es.

Suspiré, irritada con su negatividad.

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—Quizá sólo significa que están destinados a estar juntos. Como nosotros.

Un montón de emociones atravesaron el rostro de Jared, quedándose

finalmente una mezcla de alivio y alegría. Apretó los brazos alrededor de

mi espalda.

—¿Tú crees eso?

—¿Qué otra explicación hay?

Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.

—No importa. Me gusta esa.

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Capítulo 12 La Elegida

Traducido por Simoriah, flochi y nanami27

Corregido por July

e ninguna manera.

—Sí.

—¿Un policía? —dijo Beth su voz elevada una

octava.

—Uno de los mejores de Providence —contesté.

Ella tomó un sorbo de café, y luego sacudió la cabeza.

—No lo creo. Chad no ha dicho una palabra.

—Ryan no le ha contado a nadie.

—Te lo dijo.

Mis cejas se levantaron. Una explicación que consistía en Claire,

explosiones, y los ojos azul hielo en la memoria de Ryan llevaría la

conversación a un final desfavorable, así que la mantuve simple.

—Touché.

La campana sobre la puerta de la cafetería repicó, y ambas levantamos la

mirada, esperando a Kim.

—¿Dónde está? —preguntó Beth decepcionada.

—Tarde. —Sabía que ella estaba con Jared, pero no podía exactamente

compartir eso con Beth. Ella era la última porción de normalidad que me

quedaba, y no iba a compartirla con la parte loca de mi vida; incluso si eso

significara mentir.

—¿Jared estaba terriblemente enojado?

—D

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—Um… algo. Supongo. Pero no por eso.

—¿Sobre qué, entonces?

—Que nos detuvo sin razón, supongo —mentí una vez más. Por un

momento, conté silenciosamente cuántas no-verdades le había dicho en el

espacio de sólo unos pocos minutos, y me pregunté cuántas más tendría

que decir. Beth era mi mejor amiga, pero era para su propio bien. Si había

una lección a ser aprendida en el caos de mi vida, es que la ignorancia era

felicidad.

Beth y yo conversamos sobre los informes que se acercaban, reuniones en

el trabajo, la fiesta de Navidad que se acercaba por la que Saha había

estado obsesionada y, por supuesto, Ryan.

—Mejor nos vamos —dijo Beth mirando su reloj.

—El viento es terrible hoy —dije poniéndome el abrigo, el sombrero y la

bufanda. La nieve caía en grandes copos, y la calle ya se había convertido

en un desastre gris y resbaladizo.

—Lo sé, apesta —dijo Beth—. El otoño no existe aquí.

—Oh. Cierto. No tienen mucha nieve en Oklahoma, ¿verdad?

Beth rió una vez con incredulidad.

—Sí tenemos nieve. A veces treinta centímetros o algo así. Sólo que encima

de dos centímetros de hielo.

—Pero… es un estado sureño.

—¿Y? —dijo Beth esperando que más locuras salgan de mi boca.

—No importa.

Caminamos hacia el BMW juntas, intentando evadir los parches de nieve

que no habían sido limpiados.

—Hola —dijo una voz profunda saludándonos.

—¡Ryan! —dijo Beth lanzando los brazos alrededor de nuestro amigo.

Él vestía ropa común, apoyado contra mi auto despreocupadamente. Él no

parecía nervioso ni fuera de lugar en lo absoluto, hasta que Beth lo golpeó,

fuerte, en la parte trasera de la cabeza.

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—¡Oye! —dijo Ryan, defendiendo su cabeza de otros golpes con las manos.

—¿Qué sucede contigo? ¿Deshaciéndote de todos nosotros de ese modo,

yéndote a la guerra, y sin siquiera dejarnos saber que estás bien, o que

has regresado a la ciudad? ¡Todos hemos estados terriblemente

preocupados! ¡Chad va a estar furioso!

—¡De acuerdo, de acuerdo! —dijo Ryan, preparándose para otro ataque—.

Lo lamento.

Beth se relajó.

—Si no lo has llamado para cuando yo llegué a casa esta noche, se lo diré.

Y vas a recibir el castigo.

—Lo llamaré. Llamaré a todos, he estado algo… no sé qué decir.

—Di: estoy en casa. —Beth se cruzó de brazos, para nada impresionada

con su expresión herida.

—Tómalo con calma, Beth —dije—. Él sólo necesitaba regresar en sus

propios términos.

—Exactamente. —Ryan asintió agradecido por mi explicación—. Vine a

invitarte a cenar. Tenemos que hablar.

—De… de acuerdo —dije sorprendida.

—A Jared no le va a gustar eso —dijo Beth en tono cantarín.

—¿Dónde paso a recogerte? ¿A casa de Jared?

—Está algo quemada —dije, removiéndome.

Ryan ni se inmutó.

—De acuerdo, ¿dónde, entonces?

—Por ahora estamos en casa de Cynthia.

Los ojos de Ryan siempre fueron las ventanas a sus pensamientos. Ésa era

una cosa que sus experiencias no le habían quitado. Planeaba algo.

—¿A las siete? —preguntó.

—¿Qué tal si nos reunimos ahí?

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—¿Dónde?

—No lo sé. Donde sea que quieres comer.

—Todavía no lo he decidido. Te iré a buscar.

Suspiré con frustración.

—Te veo a las siete, entonces.

Ryan se alejó como un robot aceptando una orden. No ofreció sonrisa, o

ninguna otra expresión, demasiado preocupado por su siguiente

movimiento.

—Eso fue raro —dijo Beth tirando de la manilla—. ¡Abre, ya, está helado!

—Oh, esto no es tan malo —dije, poniendo los ojos en blanco, y haciendo

clic en la entrada sin llave.

A lo largo del día, esperé la llamada de Jared. Él no había venido a casa

esa mañana, enviando el mensaje vía Bex de que Kim y él estaban en

Woonsocket, justo al sur del límite de Massachusetts. Bex me aseguró que

era para hablar con los sacerdotes de St. Anne, y que no se enfrentaría con

el enemigo.

En el almuerzo, llamé a Bex.

—¿Por qué él no ha llamado?

—Lo hará —dijo Bex, aburrido.

—¿Por qué fue Kim si sólo iban a la iglesia?

—Es sólo una suposición, pero quizás ella conoce al contacto al que van a

interrogar.

Soplé el flequillo para alejarlo de mi rostro, frustrada.

—Ustedes dos están siendo muy misteriosos últimamente.

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Bex suspiró.

—Ve y se una universitaria, Nina. Te hablaré más tarde cuando me llames

para preguntarme si Jared ha vuelto a llamar.

Miré a Beth.

—Ese pequeño… él me colgó.

—Es un adolescente. ¿Recuerdas ser adolescente?

—Vagamente.

—Él tiene todos estos sentimientos y emociones… ¿y no dijiste que es

educado en casa?

—Sí, pero sólo tiene trece años. Apenas es un adolescente.

Beth me miró.

—Estás bromeando, ¿verdad?

—No, ¿por qué?

—¡No hay manera de que ese niño tenga trece años! ¡Es un mamut! ¡Luce

como si tuviera al menos dieciséis!

—Nop. Es hereditario.

—Vas a dar a luz a un niño de dos años. Piénsalo —dijo Beth riendo para

sí misma.

—No vamos a… —Mi voz perdió intensidad. Esperé, con la esperanza de

que Beth no lo llevara más allá. Todas mis esperanzas se perdieron cuando

sus ojos se agrandaron.

—¿No vas a qué? ¿No vas a tener niños?

Me encogí de hombros, intentando descartarlo.

—Todavía no hemos hablado realmente de eso, pero no es algo que

ninguno de nosotros se muera por experimentar. Soy hija única. Bebés…

niños… realmente no son lo mío.

—Bueno, no hay nada malo en eso. Sólo que no sabía que te sintieras así.

Apuesto a que Jared sería un padre increíble.

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—Lo sería —asentí. Sus palabras me tocaron, algo que no había esperado.

La tarde fue larga. Bex no había llamado con noticias de Jared, y la espera

estaba poniéndome de mal humor. Jared siempre llamaba, a menos que

estuviera en problemas y porque él sabía que yo lo sabía, debería llamar.

Mucho.

Luego de mi última clase, mis pies no podían moverse con la suficiente

rapidez hasta el BMW. Saqué mi teléfono y marqué, al mismo tiempo

buscando en mi cartera las llaves.

—No ha llamado —respondió Bex.

—Algo está mal. ¿Has hablado con Claire?

—Sí. Nada está mal; él simplemente está ocupado.

—¡Entonces habría llamado! —dije. Justo cuando cerré de golpe el

teléfono, el BMW y Bex entraron a mi vista.

—Entra, vamos a Woonsocket.

Bex rió sin humor.

—No, no vamos a ir. Jared dijo que te llevara a Titan, y luego a casa.

Vamos a esperarlo allí.

—Bueno, no trabajo para Jared, ni estoy intentando ganar la aprobación

del hermano mayor, así que entra al auto o muévete.

Bex no hizo ninguna de las dos cosas.

—Tengo órdenes, Nina.

No era tan fácil de convencerlo como a Jared, porque no estaba

preocupado de hacerme enojar. Tuve que intentar una aproximación

diferente. Podría parecer un hombre, pero seguía siendo un chico de trece

años.

—¡Bex Gabriel Ryel, si mueves un dedo para mantenerme aquí, que el cielo

me ayude, llamaré a tu madre y le diré que usaste tu hibridinés para

retenerme contra mi voluntad!

Su estoica expresión vaciló mientras consideraba las consecuencias.

—Bien —dijo, todo su cuerpo relajándose—. Entra al auto, yo conduzco.

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Me puse de puntillas para besarlo en la mejilla.

—¡Gracias, Bexster!

Su rostro se arrugó de disgusto a la vez que se limpiaba en el lugar donde

mis labios tocaron su mejilla.

—¡Puaj!

Con Bex conduciendo a su velocidad típica, el viaje tomó menos de veinte

minutos. Se sentó en silencio; con un mohín, y sin duda planeando las

excusas que le ofrecería a Jared.

Cuando llegamos, jadeé. St. Anne era una obra de arte, cerniéndose con

autoridad y elegancia sobre la tranquila ciudad. Tan hermoso como el

exterior, el interior era impresionante.

Murales meticulosamente detallados de ángeles y santos adornaban las

paredes y techos, con uno más grande como punto central. La pintura era

de Jesús, sus brazos extendidos, rodeados de luz, y filas de ángeles,

quienes disfrutaban de su gloria. Toda la sala era inspiradora, y una

extraña sensación me invadió cuando caminé por el pasillo central.

Fila tras fila de bancas de madera bordeaban nuestro camino hacia el altar

anclado en frente de la iglesia, donde Jared y Kim estaban de pie con un

sacerdote.

La expresión de Jared no era de sorpresa o confusión. Miró en mi

dirección, y luego prosiguió con su conversación. El claro desprecio de

Jared sólo sirvió para agravar mi impaciencia creciente con él.

—Disculpe, padre —dije interrumpiéndolo. Llevé a Jared a unos pocos

pasos de distancia, mirando a propósito a Kim mientras lo hacía.

—No puedo hacer esto ahora, Nina. Estoy trabajando.

—¿Pensaba que yo era tu trabajo? Sabes que me preocupa demasiado que

no me llames. ¿Lo haces a propósito?

—Nina, cálmate.

—No pude concentrarme durante mis clases, revisaba mi teléfono cada

cinco segundos, esperando que al menos enviaras una sola palabra…

¡algo! Sólo tomaría un momento dejarme tranquila. ¡Pasas la mitad de tu

vida protegiéndome de todo incesantemente y la otra volviéndome loca!

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—Hija… —empezó el padre. Las palabras del sacerdote tenían un acento

oculto detrás, posiblemente británico, diluido por años de servicio en

América. Su petición fue interrumpida cuando cada una de las cientos de

velas que brillaba incesantemente alrededor nuestro se extinguió en

sucesión, de un lado al otro de la plataforma.

El sacerdote me miró con recelo, y Jared tomó mi mano.

—Esta es ella, padre Francis. Es la elegida.

El sacerdote sostuvo sus temblorosas manos sobre su boca, y luego las

extendió hacia mí. Agarró mi mano libre con ambas manos, y la sostuvo

con firmeza.

—La Madre —susurró, sus ojos analizando mi rostro con adoración.

Bex levantó su barbilla. Sus ojos cerrados, pero no antes de que sus

pestañas parpadearan a la vez que ponía los ojos en blanco. Respiró

profundo, como si estuviera sintiendo el aire alrededor de nosotros,

alcanzándolo con tentáculos invisibles a un plano diferente.

—Jared —susurró.

Un golpe fuerte y repetitivo se hizo eco a través de la catedral, y el padre

Francis soltó mi mano, apresurándose hacia las largas puertas de la

entrada.

—Deberías detenerlo —le dijo Kim a Jared.

—Padre, espere —gritó Jared. Agarró mi mano, siguiendo rápidamente al

sacerdote.

Los golpes persistieron, con tanta fuerza que liberé la mano de Jared para

cubrirme los oídos. Las largas puertas vibraron con cada golpe.

—Haz que se detenga —dije, cerrando los ojos.

Kim y Bex estuvieron entonces a mi lado, y Kim tocó mi hombro antes de

dar unos pasos hacia adelante.

Los golpes se hicieron más fuertes, y la puerta amenazaron con darle paso

al martilleo del exterior.

—¡Haz que se detenga! —grité por encima del ruido.

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—Padre —dijo Kim, moviéndose suavemente a su lado. Extendió ambas

manos, depositando sus palmas contra cada puerta.

Agarré el brazo de Jared, luego una tranquilidad se depositó sobre

nosotros; pareciendo más ominosa que los golpes.

El padre Francis abrió las puertas, y todos nos quedamos de pie

horrorizados por lo que vimos delante de nosotros.

—Dios de los Cielos —dijo el padre Francis, haciendo una rápida señal de

la Cruz.

—Ellos… —empecé, incapaz de terminar.

—Cuervos. Lindo toque —dijo Kim.

Cientos de aves negras sin vida llenaban los escalones y la acera. Las

puertas estaban cubiertas de manchas de sangre.

—¡Mami! —gritó una pequeña niña y señaló a medida que su madre la

apresuraba hasta su auto estacionado al otro lado de la calle.

Los peatones se detenían y miraban la increíble visión, apuntando a la

iglesia, y al pequeño y asustado grupo que se asomaba por la puerta.

—Entremos —dijo el padre Francis empujándonos de nuevo hacia el

interior de la iglesia. Cerró las puertas, sacudiendo la cabeza—. Esto fue

una advertencia. Saben quién es ella, y no están contentos de que esté

aquí.

—¿Merovingian? —dije, una súbita sensación de desesperación evidente en

mi voz.

El rostro del sacerdote se retorció con disgusto.

—Merovingian. Bah —gruñó negando—. Nephilim —dijo él, su voz

regresando a su tono suave. Tocó cada lado de mi cara suavemente. Su

piel estaba tensa y marchita, haciendo casi imposible de ver la bondad en

sus ojos… pero allí estaba.

—Dígame —dije, una débil sonrisa rozando mis labios.

—Eres la mujer vestida con el sol —dijo el padre Francis, con temor.

Miré a Jared. Su expresión era dolida, pero no ofreció ninguna explicación.

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—¿Qué…? —Sacudí la cabeza—. Disculpe, padre, pero, ¿qué demonios

significa eso?

Tomó mi mano y me indicó que me sentara en la banca más cercana. Se

sentó conmigo, mi mano entre las de él. Kim, Bex y Jared también

tomaron asiento, dispersos alrededor de nosotros.

—En el Apocalipsis, la Biblia habla de una mujer. Vestida de sol, con la

luna a sus pies, y que está embarazada en tiempos arduos. Ella dará a luz

un hijo varón que ha de regir a todas las naciones. Habla de la Santa

Madre.

—Bien. Pero, ¿qué tiene que ver conmigo? —dije frustrada y confundida.

—Una mujer de la misma descripción es también el centro de una profecía

del Naissance de Demoniac. La principal profecía habla de una mujer,

vestida de sol, la luna a sus pies, la corona de diez estrellas sobre su

cabeza: una hija de los Nephilim. Ella da a luz un hijo de Dios.

—Lo sé. El niño perturba el balance, bla, bla, bla. —Miré a Jared—.

¿Tenías que venir a Woonsocket para escuchar algo que ya sabemos?

Jared apoyó los codos en el borde de la banca, tocando mi cabello con su

pulgar.

—El padre Francis es un erudito. Ha estudiado las Escrituras del

Naissance de Demoniac. Vine aquí por ayuda.

—Si sabe lo que dice, no necesitamos el libro —dije emocionada—. ¿No

puede simplemente decirnos lo que necesitamos saber?

El padre Francis apretó mi mano.

—Estas profecías no están en las estrellas, o en los sueños de los hombres.

Nuestro mundo es una historia que ya se ha escrito. El ángel nacido

humano alterará el delicado equilibrio del Cielo y el Infierno. Será un

nuevo ángel, no creado en los albores del tiempo como todos los demás. —

Sonrió, pero no me dio paz de la manera que seguro quería—. Los

demonios temen a lo desconocido al igual que los humanos. Posiblemente

incluso más, debido a la limitada verdad que no conocen.

—Así que no podemos detenerlo —dije.

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—Pero eso no va a detener al Infierno de tratar —dijo el sacerdote, su voz

grave.

—No puedo quedarme aquí. Me tengo que ir —dije, saltando a mis pies.

Corrí hacía la puerta principal, parando cuando sentí los cadáveres de las

aves debajo de mis pies. Mis manos volaron a mis ojos, abrumada.

—Está bien —me susurró Jared al oído, precipitándome en sus brazos. Él

me cargó al otro lado de la calle, y luego me puso cuidadosamente en el

asiento del pasajero del BMW. Su cálida mano apartó el flequillo de mi

rostro—. Llévala a casa, Bex.

Bex asintió, encendió el motor, y sacudió la palanca de cambios en

marcha. Nos tomó la mitad del tiempo de conducción llegar donde Cynthia

de lo que se tomó en llegar a St. Anne.

Bex estacionó en el garaje, y me ayudó a subir las escaleras hasta mi

habitación. Sus normalmente juguetones e inocentes ojos me ofrecieron

simpatía y preocupación más allá de sus años.

—Vamos a resolver esto, Nina. No vamos a dejar que te pase nada. Lo

sabes.

—No quiero que les pase nada a ustedes —dije en voz baja. Le di una

palmadita en el hombro, y luego entré al cuarto de baño, quitándome la

ropa lentamente, sintiéndome entumecida.

El vapor flotaba detrás de la cortina de la ducha y se extendía, llenando la

habitación con una gruesa y cálida nebulosa en cuestión de minutos. Me

puse de pie bajo el agua, tan caliente como podía soportarlo, y traté de

recordar lo que Eli había dicho acerca de ser fuerte. No podía llorar. Las

emociones frívolas no ayudarían en nada. Aún así, una pesada sensación

portentosa se apoderó de todo mi cuerpo, agobiándome tanto que las

baldosas bajo mis pies parecían clavarse en mi piel.

Cuanto más aprendíamos, peor era. La prevención de la profecía era inútil,

porque incluso si teníamos éxito, el Infierno no permitiría la posibilidad.

Las manillas de la ducha se quejaron cuando las cerré, estrangulando las

tuberías. Me sequé el cabello con la toalla, y luego envolví la bata a mi

alrededor. Cuando empujé la puerta para abrirla, una nube fantasmal de

vapor me siguió mientras caminaba a través del piso de mi habitación.

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Me senté en mi tocador, pasando un peine por mi cabello húmedo y

desordenado. El mar de pájaros negros en la iglesia acechó mis

pensamientos, y el sonido crujiente de sus cuerpos hechos trizas mientras

Jared me llevaba a través de la calle se repetía una y otra vez en mi mente.

—No te olvides de la cena con Ryan esta noche —dijo Bex.

—No va a estar aquí hasta las siete —dije mirando el reloj. Todavía tenía

una hora libre.

La puerta de la entrada principal se estrelló en la planta baja, y no

escuché uno, sino dos pares de pasos ligeros subiendo las escaleras.

Jared se detuvo en la puerta de mi dormitorio.

—Hola.

—Hola —dije. Me quedé de espaldas a él, pero me encontré con sus ojos en

el espejo.

Claire apareció a su lado.

—He oído.

El timbre de la puerta sonó excesivamente ceremonioso en toda la casa.

Momentos más tarde, Agatha se unió a Jared y Claire en la puerta de mi

habitación.

—Es un caballero, amor. Un señor Scott quiere verte.

Puse los ojos en blanco.

—Llega temprano. —Me puse de pie, apretando el cinturón de mi bata, y

luego pasé a través de la ruta que Claire y Jared hicieron para mí mientras

presionaban la espalda contra la pared.

Mis pies descalzos golpearon contra las escaleras mientras me dirigía

rápidamente al lugar donde Ryan estaba de pie.

—Llegas temprano —dije, cruzándome de brazos.

Ryan sonrió, sus ojos escaneando todos los rincones de la habitación.

—Lo siento. Voy a esperar.

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—¿Agatha? —llamé. Cuando ella no respondió, hice un gesto para que

Ryan me siguiera—. Te voy a mostrar el Gran Salón —le dije. Demasiado

tarde recordando que habíamos reorganizado los muebles para nuestros

encuentros de combate.

—¿Redecorando? —preguntó Ryan, metiendo las manos en sus bolsillos.

—Algo así —dije—. Sólo será un minuto.

Ryan asintió, y yo corrí escaleras arriba. Jared y sus hermanos estaban en

el centro de mi habitación cuando volví, pareciendo nerviosos y fuera de

lugar.

—Es sólo Ryan —dije. Una vez que las palabras salieron de mi boca, los

ojos de Claire se abrieron de par en par, y ella me empujó a un lado,

empujando la puerta del dormitorio para cerrarla.

Su dedo tocó sus labios, y ella esperó, manteniendo su mano contra la

puerta.

—¿Nina? —llamó Ryan, golpeando dos veces.

—¿Sí? —dije, librándome de Claire.

—No pude evitar notar el Lotus Exige que has estacionado en el frente.

¿Auto nuevo?

Los ojos de Claire se cerraron, y entonces me miró de nuevo, sacudiendo la

cabeza.

—Er… ¿no…? Creo que mi madre tiene compañía esta noche. Nos vemos

abajo, ¿de acuerdo?

Se quedó en silencio durante unos instantes, pero luego Ryan llamó a la

puerta de nuevo.

—¿Sí? —dije, sin poder ocultar la irritación en mi voz. Miré de vuelta a

Jared, esperando que diera una señal de lo que debía hacer.

—¿No es el mismo auto que Claire manejó la noche que la vimos por

primera vez en el pub?

Cuando Jared sostuvo sus brazos en alto y se encogió de hombros,

suspiré.

—Yo… no puedo recordar, Ryan. ¿Quieres que me aliste o no?

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—La cosa es que —dijo, su voz justo al otro lado de la puerta—, busqué la

placa, y está registrada a nombre de Claire Ryel.

Por primera vez, Claire pareció nerviosa. Se frotó la parte de atrás de su

cuello en la manera en que su hermano se frotaba el suyo cuando las

cosas estaban tensas entre nosotros. Lo que me pareció divertido, y una

sonrisa se abrió camino a la superficie.

—¡No es gracioso! —articuló Claire en silencio. Cuando me tapé la boca

con la mano, una sonrisa apareció en su cara también.

—Uh… —dije, volviendo de nuevo a Jared. Él puso los ojos en blanco,

haciéndonos un gesto para que arregláramos de alguna manera el desastre

que habíamos hecho—. Ella estuvo aquí. Estuvo aquí antes ayudándome…

eh… a escoger un vestido.

—Así que, ¿se fue caminando a casa? —dijo Ryan desde el pasillo.

—No. No, no lo hizo —le dije intentando ganar tiempo.

Claire señaló desesperadamente a Jared.

—¡Jared la llevó a su casa! —dije.

Ryan resopló.

—Está bien, pero el Escalade está estacionado detrás del Lotus.

—¡Mierda! —susurré, entrelazando los dedos en la parte superior de mi

cabeza—. Él… la llevó a casa en su moto.

Claire me enseñó un pulgar en alto, y me relajé un poco, con la esperanza

de que Ryan aceptara mi historia.

—Nina —dijo Ryan—. ¿Puedo hablar con Claire por un minuto? Sólo… sólo

por un minuto. —El picaporte se movió, y la mano de Claire

inmediatamente se aferró alrededor de ella, negándose a dejar que se

moviera un milímetro más.

—Ella no está aquí, Ryan. Te lo dije.

—Entonces abre la puerta.

—No estoy vestida.

—Te he visto así antes.

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Jared frunció el ceño, y yo me reí una vez.

—Es diferente ahora.

—¿Claire? —dijo Ryan—. ¿Puedo hablar contigo? ¿Por favor? No voy a

tomar mucho de tu tiempo, te lo juro. Sólo necesito, uh… guau —se rió

entre dientes—. Me siento realmente estúpido en este momento.

—Deberías, ya que ella no está aquí —dije.

—Claire. ¿Por favor? —preguntó él.

Claire apoyó la frente en silencio contra la puerta. Se mordió el labio y

suspiró.

—Vete, Ryan.

—¿Claire? —dijo Ryan, con voz emocionada—. Por favor, abre la puerta.

—Nina me dijo lo que dijiste. Es dulce, pero… —Ella se encogió—, estás

loco.

—Yo sé lo que vi —dijo Ryan, en un tono notablemente menos

entusiasmado que antes—. Sé que estuviste ahí.

—Claro. Estaba en Afganistán o donde sea, siendo francotiradora de Al

Qaeda, y llevándote sobre mi espalda por kilómetros. Suena como yo —

espetó ella.

—Sólo quiero verte —dijo Ryan—. Tengo que verte para estar seguro.

Jared negó, y la expresión de Claire se impacientó.

—Supéralo, Ryan —dijo.

Tras una breve pausa, Ryan golpeó la puerta con un lado de su puño.

—¡No me iré hasta que te vea!

—¿Qué vas a hacer? —gritó Claire dando un paso lejos de la puerta—.

¿Blandir tu insignia brillante por ahí e impresionarnos hasta la muerte?

—¡Abre la puerta! —exigió Ryan.

—¡No! —dijo Claire.

—Bien —contestó él—. Pero no voy a renunciar a ti.

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Bajó tempestuoso las escaleras y cerró la puerta de un golpe.

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Capítulo 13 Lección

Traducido por Anelynn* y leiiBach Corregido por Marce Doyle*

ecesito las llaves de tu moto —dijo Claire,

extendiéndole su mano a Bex.

Él frunció el ceño.

—¿Por qué?

—¡Porque tengo que seguirlo, y él conoce mi jodido auto! ¡Dame tus llaves!

—dijo, tirando su mano hacia Bex, impaciente.

En un movimiento rápido, Bex le entregó las llaves de su motocicleta a su

gran hermana pequeña. Ella se dio la vuelta con brusquedad, y bajó

corriendo las escaleras.

—¡No olvides el casco! —llamó él detrás de ella.

—¡Métetelo por donde quieras! —gritó ella antes de azotar la puerta.

Caminé hacia mi tocador, sentándome rígida sobre el delicado cojín rosa

del banco.

—Esto es malo.

Jared se acercó con lentos pasos hasta detenerse junto a mí.

—Ryan es la última de nuestras preocupaciones.

—Eso no me hace sentir mucho mejor —dije.

Bex nos dejó solos para sentarse en las escaleras, y Jared me haló del

banco para sentarme junto a él en la cama. No habló por un largo rato,

frotando ligeramente la piel de mi brazo, desde la muñeca hasta el codo,

con la punta de sus dedos.

—N

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200

—¿Entiendes qué podría pasar? —dijo suavemente, sus ojos todavía

enfocados en mi brazo.

Después de una corta pausa, tomé una respiración.

—Sí.

Él se refería a mi muerte. Morir a manos de los más inhumanos y crueles

seres en los tres planos no era tranquilo, en mi sueño como lo había

planeado, pero era un final. Me preguntaba qué pasaría en ese momento, y

en qué formas sufriría Jared en los días siguientes a mi muerte.

Sus ojos estaban oscuros, la piel alrededor de ellos tensa, pero cansada.

La sensación de impotencia a nuestro alrededor era sofocante.

—Sé lo que dijo el padre Francis —dijo Jared, su voz quebrándose—. Pero,

no puedo creer eso. Tengo que ver el libro por mí mismo para estar seguro.

Tiene que haber una razón para que nuestro padre haya querido eso tan

desesperadamente. Gabe debe haber sabido que había una manera de

detenerlo.

—Quédate conmigo —dije.

—No puedo —respondió.

—Sólo por un rato. ¿Sólo hasta que me quede dormida?

Jared encontró mis ojos, y pude ver que me dejaría ganar.

Permanecimos tumbados juntos sobre las sábanas, silenciosos y

tranquilos. Supuse que Jared estaba muy cuidadosamente maquinando

una manera de llegar a Donovan e Isaac en su mente, rezando por una

conclusión. Shax había permanecido a un paso por delante de Jared —

incluso de Kim, su arma secreta— y él estaba frustrado.

Los brazos de Jared se tensaron. Los ligeros pasos de Bex corrieron

escaleras abajo, y entonces la puerta se abrió. Después de unos

momentos, otro grupo más pesado de pasos regresó con él, y Kim apareció

en la entrada, sin aliento y con los ojos amplios.

Jared saltó de la cama, poniéndose su chaqueta.

—Quédate con ella, Bex.

—Debería ir —dijo Bex.

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Sabiendo que ellos iban a tratar de capturar el libro, brinqué de la cama,

poniéndome un par de zapatos deportivos.

—Él debería ir. Yo iré también, y si algo pasa, Bex puede ayudar.

Jared frunció el ceño mientras tomaba su decisión.

—Nina…

—No tenemos tiempo para un sermón —dije—. Sabes que tienes una mejor

oportunidad si Bex está ahí.

Asintió, claramente entrando en conflicto.

—Vámonos.

Las calles estaban asquerosas, llenas con montículos de sucia nieve. El

Escalade voló en tres ocasiones el límite de velocidad, corriendo

rápidamente contra el momento en que Shax se diera cuenta que lo

habíamos encontrado.

Jared pisó el freno en frente de un viejo edificio de apartamentos en las

afueras de la ciudad, y él y Kim entraron disparados. Bex permaneció

estoico, esperando pacientemente por una señal. Mis rodillas rebotaron

con nerviosismo mientras mordía la uña de mi pulgar.

—Ten —dijo Bex, sacando una pistola de la parte de atrás de sus

pantalones—. Si entro, mantén esto contigo. El seguro está puesto, así

que…

—Lo quito antes de disparar, lo sé.

Bex sonrió.

—Estarás bien. Simplemente, no entres.

La espera era insoportable. La noche era muy silenciosa; el edificio muy

oscuro. Había esperado inmediatamente destellos de disparos, y a Jared y

Kim salir corriendo, con bestias deformes gruñendo persiguiéndolos.

Bex estaba jugando con sus uñas, pareciendo aburrido, pero paciente.

Revisé mi pistola otra vez, asegurándome que estuviera cargada y lista.

—Realmente necesitamos a Claire aquí. Tenemos que resolver cómo entrar

los tres en la misma habitación con Shax y mantenerte protegida al mismo

tiempo.

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—Te estás muriendo de ganas por ponerle las manos encima, ¿verdad? —

Sonreí con suficiencia.

—¿En Shax? —dijo Bex—. Jared peleó con cientos de ellos. Ellos

reaccionan conmigo de la misma forma que con Kim. No se acercarán a

mí. Es irritante.

—¿Por qué?

—No lo sé, pero mejor que no sea por mi edad, o algo como eso. Estoy listo

—resopló.

—Lo estás —dije, mi voz ausente de sarcasmo.

Bex se volteó hacia mí con una pequeña sonrisa, recordándome su

inocencia.

—¿Sí?

—Absolutamente. ¿Cuánto tiempo hemos pasado junto, con Jared en

ningún lugar a la vista? Soy el más difícil caso de Taleh que hay: sucios

policías y demonios están detrás de mí día y noche, y no tengo ni un

raspón. ¿Tal vez se mantienen alejados porque están asustados?

Bex asintió, satisfecho.

—Sí. Probablemente es eso.

Repentinamente, Jared y Kim aparecieron, caminando lentamente desde la

parte trasera del edificio.

—¿No hay nada? —preguntó Bex mientras Jared dejaba caer su cuerpo

con brusquedad en el asiento del conductor.

—Ya se habían ido —dijo furioso, los músculos de su mandíbula

tensándose debajo de su piel.

—Shax está jugando con nosotros —dijo Kim—. Si no es que lo movió

fuera de la ciudad… o fuera del país. Quiere que dudes de tu decisión, y

me está usando para hacerte morder el anzuelo… agotándote.

—Tiene que haber otra forma —dijo Jared, golpeando la palanca de

velocidades en marcha—. Estamos cometiendo los mismos errores.

—¿Todos son iguales? —pregunté.

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Jared, Kim y Bex se voltearon en mi dirección.

—Los libros. ¿Todos son iguales? Dijiste que había otros. ¿Hay otro que

podamos conseguir? ¿Uno que pertenezca a un demonio que no sepa que

estamos yendo?

Jared y Kim intercambiaron miradas.

—No es una mala idea —dijo Kim.

—Es una pérdida de tiempo —replicó Bex.

—Nigh, el libro de Shax es el único que sabemos que ha sido traído a este

plano. Los otros… tendríamos que ir al Infierno para conseguirlos —explicó

Kim.

—Así que está descartado —dije.

—A menos… —comenzó Bex.

—No —dijo Jared, cortándolo.

—¿A menos, qué? —dije, tocando el brazo de Bex.

—Podríamos hablar con alguien con acceso de entrada para conseguir

uno.

Jared suspiró.

—Nadie va a hacer eso, Bex, comenzaría una guerra.

—Samuel lo haría. —Una pequeña sonrisa divertida tocó el rostro de Bex.

—Suficiente —dijo Jared, deteniéndose en la entrada de casa de Cynthia.

Kim se estiró y entonces, palmeó mi espalda.

—Te veo en clase. —Sacudí la cabeza con incredulidad. Ella estaba tan

inafectada con todo.

Los focos delanteros de la motocicleta de Bex se apagaron cuando Claire se

estacionó en la entrada. Estaba notablemente molesta.

—¿Qué pasa? —pregunté, observándola colocar la moto en su soporte.

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Se removió con nerviosismo, y entonces puso sus manos en las caderas,

mirando hacia abajo. Su largo flequillo cayó en sus ojos mientras

meditaba.

—Perdí a uno.

—¿Quién? —dijo Jared.

—Kit Anderson.

—Eso será un problema —respondió Jared.

Fruncí el ceño.

—¿Quién es Kit Anderson?

—El compañero de Ryan —dijo Claire, peinando su cabello hacia atrás con

sus dedos, frustrada.

—¿Estás segura? —preguntó Bex, sorprendido.

—Ryan fue a su casa esta noche —dijo Claire—. Donovan llamó cuando él

estaba ahí. Anderson sólo estuvo en el teléfono por un momento, pero era

Donovan.

—¿Qué vas a hacer? —pregunté.

Todos estiraron sus cuellos hacia mí.

Claire hizo una mueca.

—¿Qué crees, Nina? Tengo que deshacerme de él.

Mi boca cayó abierta.

—Pero es el socio de Ryan. Acaba de perder a toda su unidad. ¿Vas a

matar a su compañero?

—Mejor que a ti —dijo Bex, saltando en su moto.

—¿A dónde vas? —dijo Jared.

—A casa. Necesito comprobar a mamá, hacer algunas llamadas.

Jared asintió, y entonces me miró.

—Vamos a llevarte adentro. Estás helada.

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Bajé la mirada a mi conjunto: un abrigo sobre mi bata, y zapatos

deportivos. Había estado tan apurada para ir de excursión, que me fui

escasamente vestida.

—De acuerdo —dije, siguiéndolo adentro. Jared me había dicho hace más

de un año que podía sentir mis sentimientos, pero nunca me

acostumbraría a que los notara antes de que yo lo hiciera.

En mi habitación, me quité de una patada mis zapatos y me quité el

abrigo, cayendo en la cama. Jared trepó a la cama junto a mí, delineando

mi cuerpo con el suyo. El sueño vino rápidamente, a pesar de la emoción

de perseguir a Shax.

Se sintió como si en el momento en que cerré los ojos, me desperté

sobresaltada, cubierta en sudor, gritando por mi padre. Jared me sostuvo,

esta vez en silencio. No había nada que decir que no hubiera sido dicho ya.

Tranquilizarme de que sólo fue un mal sueño era inútil.

—¿Café? —dijo.

—No —dije, aferrándome a su camisa—. No me dejes. Sólo… quédate —

dije entre respiraciones.

Él besó mi frente, susurrando un dulce consuelo en francés en mi oído. No

sabía lo que significaban las palabras, pero eran tan suaves y

reconfortantes, que me relajé contra su pecho en cuestión de segundos.

Tomé una profunda respiración, inhalando su increíble aroma. Un

cosquilleo viajó a lo largo de mi cuerpo, y estiré mi cuello para besar el

lóbulo de su oreja.

—Nina —advirtió.

—Te extraño —dije, besando pequeñas secciones de su piel hasta que

alcancé sus labios.

—No es un buen momento para nosotros… —comenzó, pero lo besé,

cortándolo aún de otro sermón.

—No me importa —dije, lágrimas llenando mis ojos—. Necesito olvidar.

Sólo por un rato. Ayúdame a olvidar.

Jared regresó mi beso, con cautela rindiéndose. Sus suaves y llenos labios

trabajaron contra los míos, pero no de la forma que quería.

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Jalé su camisa sobre su cabeza, pero cuando tiré del cinturón de mi bata,

él suavemente sujetó mi muñeca.

—Cariño…

La frustración y miedo finalmente me superaron, y caí flácida contra su

cuerpo, boca abajo. Mis lágrimas encharcaron entre su pecho y mis

mejillas.

Jared se sentó, llevándome con él.

—No llores —dijo, frunciendo el ceño—. Por favor no… —Se fue apagando,

suspirando ante la visión del desastre que yo era. Finalmente me besó,

inclinándome tiernamente contra la cama.

Desvergonzadamente tomé ventaja de su momento de debilidad antes de

que pasara. Por primera vez en meses, nos perdimos el uno en el otro. Ni

un sólo momento me preocupé o arrepentí, y tampoco lo hizo Jared…

hasta que se terminó.

Tranquilamente contra su piel, mi cabeza se alzó y cayó con su profunda

respiración.

—No lo digas —dije con una sonrisa.

—Es un poco tarde para decir algo —dijo Jared, besando mi cabello.

—Sabes, la fiesta de navidad es el próximo fin de semana.

—Lo sé. —Sonrió, comenzando a relajarse.

Me estiré.

—Supongo que te has comprado un traje.

—Lo hice.

—Necesito un vestido —dije, frunciendo el ceño.

Jared rió, olvidando momentáneamente cualquier otra cosa que no fueran

los detalles triviales de nuestra vida normal.

Nos reímos y nos acurrucamos hasta que el sol se filtró por las cortinas, y

luego Jared caminó al otro lado de la habitación para vestirse. Me giré en

un costado para verlo, apoyando la cabeza en mi mano. Sabiendo cuántas

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balas y heridas había sufrido en los últimos años, y su piel era impecable.

Cada centímetro de ella.

—¿Qué estás tramando ahí? —preguntó Jared, sonriendo.

—Absolutamente nada, simplemente estoy apreciando tu silueta.

Se subió un par de ligeros bóxer de color azul por sus piernas y sobre su

trasero desnudo.

—¿Ah, sí?

Tiré de la sábana conmigo a través de la habitación, buscando algo casual

que usar para Brown.

—Eso no es justo en absoluto. Se me debería permitir apreciar tu silueta

también. —Él sonrió. Esa sonrisa se desvaneció rápidamente mientras me

empujaba detrás de él.

Bex tocó dos veces antes de entrar.

—¡Caray! ¿En serio? —gritó, cerrando la puerta.

—¡Llamar a la puerta no cuenta si entras de todas formas! —gruñó Jared.

Retrocedí en el armario, mortificada.

La puerta se abrió de nuevo, y Jared suspiró.

—Se nos permite privacidad —dijo, su voz baja y furiosa.

—Lo he visto todo antes —dijo Claire—. Hola. —Sonrió, asomando la

cabeza en el armario—. ¿Quieres pasar el rato hoy?

—Ni siquiera pienses en ello —advirtió Jared.

—Ella está aprendiendo, ¿no es así? —espetó Claire—. ¡Tiene que verlo en

algún momento!

—Ella no va a aprender eso —dijo Jared.

—Tienes negocios hoy, de todos modos —dijo Bex.

Kim entró, confundida por la cantidad de personas en la habitación junto

con nuestra falta de ropa.

—Sólo voy a esperar afuera.

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—Voy a ir también —dijo Bex.

Jared fulminó a Bex, y luego a Claire.

—Ella no está lista.

—La necesito para distracción en caso de que Ryan aparezca —dijo Claire,

irritada de tener que explicarse.

—¿Así que ahora ella es la carnada? —Jared hervía—. No.

—¿Por qué no me dicen lo que está pasando y me dejan tomar la decisión?

—dije. Ver como ellos hablaban de mí como si yo no estuviera en la

habitación se estaba convirtiendo en mi cosa menos favorita.

—Claire se va a encargar de Anderson —dijo Jared, frunciendo el ceño.

—¿Vas a matarlo? —le pregunté. Claire asintió—. ¿Ahora mismo?

Ella me miró, molesta.

—Pero, tengo clase —dije, completamente consciente de lo ridículo que las

palabras sonaban.

Jared empujó a Claire y a Bex hacia atrás.

—Eso es suficiente. Fuera.

Claire se agachó por debajo del brazo de su hermano.

—Si Ryan aparece, puedes ayudar. De lo contrario, las cosas podrían

empeorar. Él podría tratar de protegerlo.

—Espera —dije.

Jared se quedó inmóvil, y luego se volvió hacia mí.

—Esta es una mala idea. Podemos pensar en algo más.

—Kim tiene clase también —dijo Claire, su voz suave y persuasiva—. Jared

necesita su ayuda hoy.

—Ella no va a clases la mitad del tiempo, de todos modos, y aún tiene un

promedio sobresaliente —me quejé—. ¿Verte tomar la vida de un hombre?

—dije, insegura.

—Sí —dijo Claire—. Y ayudar si Ryan aparece.

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—Está bien. —Cerré la puerta del armario para vestirme.

Me puse unos vaqueros negros, un jersey negro cuello tortuga y tiré de mi

cabello en un moño bajo. Cuando salí, el rostro de Claire se iluminó.

—Tengo unas botas que se verían increíble con eso.

—No puedo llevar tacones de aguja en un asalto como este —dije,

sacudiendo la cabeza.

Claire arrugó la nariz.

—¿Por qué no? Lo hago todo el tiempo.

Con eso, todos bajamos las escaleras y salimos al camino de entrada.

Jared y Kim tomaron el Escalade, y Bex, Claire y yo nos amontonamos en

el Lotus.

Ella nos condujo a North Providence, y giró en la avenida Mineral Spring,

deteniéndose en un estacionamiento de McDonald, ni a una manzana del

edificio de ladrillo rojo.

—Estás bromeando. ¡Son las siete de la mañana! ¿Vas a balear a un

policía en plena luz del día? —dije con incredulidad.

—¿Vas a fingir que sé lo que estoy haciendo por dos segundos? —espetó

Claire. Se puso sus grandes lentes de sol y asintió a un oficial caminando

hacia una patrulla.

—¿Anderson? —dije.

—Síp —dijo Claire, esperando un segundo después de que Anderson

saliera a la calle antes de que ella girara el volante y apretara el acelerador

para seguirlo.

Se quedó tan atrás de la patrulla que unas pocas veces pensé que lo

habíamos perdido. Sin embargo, los ojos de Claire permanecieron

centrados, y lo que yo no podía ver, ella lo veía como si estuviera justo

frente a ella.

—Está bien —dijo, desacelerando en la acera—. Vamos a establecer un

perímetro —le dijo a su hermano.

Bex asintió una vez, sacando una bolsa de lona rosa desde el asiento

trasero.

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Miré la bolsa, y luego le sonreí a Bex.

Él puso los ojos en blanco.

—He tratado de hacer que traiga unas negras. O incluso cafés o verdes. No

lo hará.

—Puedo ser una asesina, pero sigo siendo una chica —dijo ella, haciendo

estallar un chicle en su boca.

Mantuvimos un bajo perfil; escalando vallas, esquivando perros con

cadenas y equipos de juego, y finalmente entrando furtivamente a un

edificio de dos pisos. Las escaleras eran inutilizables, la mitad inferior

estaba en el suelo, y la mitad superior colgaba por unas pocas tablas

debilitadas.

—¿Y ahora qué? —susurré.

Bex me tiró encima de su hombro, y luego saltó desde la pared, a una viga,

hasta el siguiente piso. Incluso desde mi punto de vista, se veía como

Spiderman. No podía imaginar por qué él pensaba que necesitaba flotar, si

podía subir por las paredes con bastante facilidad.

Claire dio un solo salto, agarrando el rellano donde la escalera se reunía

con el segundo piso, y luego se balanceó hasta nuestra posición.

—Ya puedes bajarme, Bex —le dije.

—Todavía no —dijo, dando un salto en carrera hasta la mitad de las vigas

expuestas—. Está bien —dijo él, ayudándome a equilibrarme. Estábamos

sentados en unas vigas forradas juntas que formaban lo que solía ser el

piso del ático.

Claire yacía sobre su estómago a mi lado, acoplando las piezas de su rifle.

—Van a reunirse aquí —susurró ella—. No hagan ruido. Anderson es muy

paranoico. Que es como ha logrado llegar hasta ahora. Si se da cuenta,

pasará un tiempo antes de que tengamos una oportunidad como esta.

Asentí, mirando a Bex sacar su propio rifle de la bolsa. No la puso delante

de él, en cambio, la puso delante de mí.

—Basta con mirar a través de la mirilla. No dispares, incluso si tienes la

oportunidad. Es sólo para practicar —dijo él en voz baja.

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Comencé a susurrar en afirmación, pero las voces más abajo me

sobresaltaron. Claire puso lentamente su mano en el cañón de mi rifle, y

luego lo dejo ir, situándose a sí misma para apuntar.

—Mira a través de tu mirilla —susurró ella. Así lo hice, y tres hombres de

traje aparecieron a la vista, junto con un hombre en uniforme—.

Cuéntalos. ¿Cuántos ves?

—Cuatro —le dije.

Bex se inclinó al lado de mi oreja.

—Busca en la entrada.

Lentamente moví el rifle en dirección a la que él se refirió, vi dos más. Para

mi sorpresa, los hombres no estaban en uniforme, sino en trajes. Sus

amplios hombros y sus estructuras extra-grandes me recordaron a las

viejas películas sobre la mafia.

—Guardaespaldas —dijo Bex—. Mira más de cerca a sus chaquetas. ¿Ves

el ligero abultamiento en cada lado?

—Están armados —suspiré.

Con un dedo, Claire concertó el pequeño ajuste en su rifle. El pequeño

sonido que hizo pareció tan fuerte como el motor de un jet para mí, pero el

sonido era tan insignificante, que fue inaudible para los hombres de abajo.

Bex me tocó el codo con el dorso de su dedo.

—Ella está contando con el viento cruzado y la distancia-al-objetivo, pero

este es un tiro fácil. Una vez que el disparo salga, trata de relajarte. Te

llevaré abajo y fuera de aquí, y en el momento en el que parpadees dos

veces, estaremos de camino a casa en el Lotus. —Su voz baja, incluso el

tono me recordó a un maestro de ceremonias para un torneo de golf por

televisión, o al narrador de un documental del león africano… menos el

acento.

Claire contuvo el aliento, mirando en la extensión. Se mordió el labio, y

empezó a apretar el gatillo.

—Maldita sea —susurró—. Ryan acaba de estacionar. Él está a un bloque

al norte. Entre Nina y tú intercéptenlo, los veré en veinte.

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—Espera… —empecé a decir, pero antes de que pudiera protestar, Bex me

levantó de las vigas de madera y bajó las tablillas rotas de un viejo

respiradero, cayendo a más de nueve de metros hacia abajo. Aterrizó sin

problemas, y me haló de la mano—. Vamos —dijo, manteniendo su voz en

un susurro.

Corrimos tan rápido como mis piernas me lo permitieron, frenando sólo

cuando llegamos a la siguiente calle.

—Por aquí —dijo Bex, guiándome por la mano a través de la calle, esta vez

a un ritmo razonable.

—¿Nina? —dijo una voz.

Me di la vuelta para ver a Ryan caminar hacia nosotros, confundido, pero

feliz de verme.

—Hola. —Forcé mi mejor sonrisa, tratando de controlar mi respiración—.

¿Ya te registraste en el trabajo?

—Sí. —Sonrió, sacudiendo su placa—. ¿Qué haces tan al norte?

—Uh…

—La hice conducir hasta la casa de mi novia —dijo Bex.

Ryan parpadeó y luego evaluó a Bex de arriba a abajo.

—Oh. Pensé que eras Jared.

—Bex —dijo él, ofreciendo su mano a Ryan—. El hermano menor de Jared.

—Increíble, ¿no es así? —Sonreí.

—Bueno, se supone que me debo reunir con mi compañero. Te llamaré

esta noche, Nina.

—¿Reunirte con tu compañero? —dije, sorprendida.

—Sí. Cosas del trabajo.

Bex y yo intercambiamos miradas, y luego Bex tiró de mi abrigo.

—Bueno… no quiero que Mandy siga esperando.

Ryan sonrió.

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—No hombre, probablemente no lo quieras. Nos vemos chicos.

Caminamos a un ritmo forzado hasta que Ryan se perdió de vista, y luego

Bex tiró de mí otra vez. Él apenas iba en un trote, mientras que yo estaba

corriendo a toda velocidad hasta llegar a la siguiente manzana, donde

Claire esperaba en el Lotus.

—Fue una trampa —le dije, sin aliento—. Estaban esperando a Ryan.

—Lo sé —dijo Claire, sus ojos enfocados y amenazadores.

Ella aceleró por la calle, entrando y saliendo del tráfico hasta llegar a la

Universidad de Brown.

—¿Qué hay de Ryan? —dije.

—Yo me ocuparé de ello. Bex va a esperar aquí hasta que Jared haya

terminado. Tengo algunas cosas por terminar.

Asentí, y luego miré desde la acera mientras ella se alejaba.

—Dime —dije, girándome hacia Bex.

—Sólo escuché un poco mientras reteníamos a Ryan, pero Donovan envió

a esos hombres a recogerlo. Fueron a ver lo que él sabía acerca de ti… y

nosotros. Principalmente de Claire.

—Así que ahora Ryan es un objetivo —dije, infeliz.

—Todos somos objetivos —dijo Bex.

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Capítulo 14 Es Tu Funeral

Traducido por rihano, wicca_82 y Simoriah Corregido por Lady Pandora

o tenía razón —dije, dejando que Jared tome mi abrigo—.

Parece que la navidad vomitó en la sala de conferencias.

—Tenías razón. Y tan ridículo, cuando tú eres decoración

suficiente —dijo Jared, besando mi mejilla.

Música alta y odiosa hacía necesario que habláramos en voz alta el uno al

otro. Oropel rojo, verde y oro cubría cada superficie de la habitación, y los

empleados, con sus citas, vagaban en una media luna perfecta alrededor

del DJ, con cuidado de no cruzar el límite de la pista de baile.

—Voy a decirle al DJ que baje el volumen un nivel o diez —dije.

Jared asintió, mirando con diversión mientras yo caminaba con

determinación cruzando el suelo de madera.

—Disculpa —dije. El DJ asintió, concentrándose en la pantalla de la

computadora en frente de él—. ¡Disculpa! —grité, tocándolo en el hombro.

—¿Qué puedo hacer por ti? —gritó en respuesta.

—¿Puedes bajarlo? Me gustaría que los invitados se escucharan entre sí.

El DJ frunció el ceño.

—La señorita Bankovic me pidió que lo mantuviera a un nivel de fiesta.

—¿Sasha? —confirmé—. Esta es una fiesta empresarial, no una fiesta de

fraternidad —le dije sobre la música—. Bájalo.

El DJ accedió a regañadientes, y me alejé completamente satisfecha. Esa

sensación cálida y difusa de mi pequeña victoria no duró mucho. Sasha

tenía a Jared acorralado a pocos metros del tazón de ponche. Él se veía

—Y

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aburrido e incómodo; ella se estaba riendo, haciendo un gesto hacia el

muérdago encima de ellos.

—Hola, nena —dijo Jared enfáticamente, empujándome a su lado.

—Nina —dijo Sasha, sorprendida—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Yo

levanté una ceja—. Quiero decir… ¿dónde has estado? —Pretendió

cubrirse.

—Con el DJ, insistiendo en que bajara la música a un decibel aceptable.

Ahora, si has terminado con el coqueteo, voy a quitar a mi prometido de

debajo del muérdago para que ya no tengas una razón para amenazarlo

con tu lápiz labial seco y grumoso.

La boca de Sasha cayó abierta, pero no le di tiempo suficiente para

devolver el fuego en respuesta. Una canción lenta se apoderó de los

altavoces, y jalé a Jared al centro de la pista de baile.

Sus dedos presionaron mi piel, deseosos y ansiosos.

—¿Sería redundante de mi parte decir que disfruto mucho cuando estás

celosa y eres mezquina?

—Sí, pero dilo de todos modos. —Sonreí, envolviendo mis brazos alrededor

de su cuello. En poco tiempo, más parejas se unieron a nosotros, y

estuvimos perdidos en un mar de enamorados moviéndose al compás de la

música.

Cuando la canción terminó, Jared se fue a la línea de ponche, y yo me

quedé atrás para saludar a los compañeros de trabajo e invitados. Algunos

eran jubilados, hombres y mujeres que habían estado con Titan desde el

principio. Verlos trajo de vuelta cientos de recuerdos, y pronto fue un alivio

darle la bienvenida a las nuevas caras de la empresa.

—No deberías estar parada allí cuando hay una canción lenta, Cacahuate

—dijo Grant. Él, sin duda, llevaba su sonrisa más encantadora.

—Estoy aquí con Jared, Grant —me burlé.

—Oh, vamos. —Sonrió Grant—. ¿Sólo un baile?

—No.

Él se rió y negó.

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—Te ves… —Me dio un vistazo—, increíble. El rojo es… vaya.

—Gracias —le dije, mirando en todas direcciones, menos la suya.

—¿Estás segura de que…? —dijo, callándose—. ¡Jared! Me alegro de verte.

La agradable expresión en el rostro de Jared mientras me entregaba el

pequeño vaso de plástico se desvaneció abruptamente cuando se volvió

hacia Grant.

—Me gustaría poder estar de acuerdo —dijo Jared, notablemente

contenido—. Podrías tener mejor suerte con las pasantes —Señaló con la

cabeza a un rincón oscuro de la sala—, quienes están echando licor en su

ponche y podrían ser más susceptibles a tu persistencia.

La sonrisa de Grant no cedió.

—Feliz Navidad a ambos.

—Feliz Navidad —dijo Jared.

La gente alrededor de nosotros estaba empezando a mirar, así que vi al

suelo, tratando de restarle importancia al espectáculo que Jared había

hecho.

—¿Qué pasa contigo? —dije, tratando de mantener la cabeza baja.

—Yo no quería que estuviera bajo la impresión de que me agradaba.

—Lograste tu punto. Ahora, ¿puedes por favor ser el reservado y

controlado Jared que conozco y amo? Tengo que ganar el respeto de esta

gente.

—Lo siento —dijo Jared, besando mi cabello.

—¿Nina? —gritó una voz desde el otro lado de la habitación. Hice una

mueca al oír el horrible sonido, y luego me volví para ver a Sasha

disparada hacia mí con alguien a cuestas.

—Practica lo que predicas —dijo Jared con una sonrisa artificial.

La sonrisa molesta de Sasha torció su cara de una manera que hacía que

sus rasgos ya afilados parecieran como de dibujos animados. Hizo un

gesto al hombre musculoso y de cabello oscuro detrás de ella.

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—Me gustaría que conocieras a mi cita, Ryan Scott. Ryan, esta es una

compañera pasante mía, Nina Grey.

No pude ocultar la inmediata conmoción y consternación que se apoderó

de mí.

Ryan tendió su mano.

—¿Pasante? ¿No maneja ella la empresa? —Él hizo un guiño.

Sasha se rió una vez, atrapada.

—Eh… no todavía.

Tomé la mano de Ryan.

—Creo que nos hemos conocido.

—¿Ah, sí? —dijo Sasha, realmente intrigada.

Ryan miró a Jared, y luego a mí.

—¿Podría… robarte por un minuto?

—No —dijo Jared sin detenerse.

Reí nerviosamente, y luego miré hacia Jared por debajo de mis pestañas.

—Cariño, sólo será un minuto.

Jared frunció el ceño, pero no discutió.

—Bueno —le dijo Sasha a Jared en su irritante y aguda voz—, supongo

que sólo somos tú y yo, entonces.

—Voy a estar de regreso pronto —dije, mirando directamente a Sasha.

Ryan me sostuvo por el brazo, deteniéndose rápidamente en un rincón

tranquilo.

—Pensé que teníamos un acuerdo.

—¿Un acuerdo? —susurré—. Estuve de acuerdo que te debía por

ayudarme a engañar a Jared. Yo no dije que te ayudaría a hablar con

Claire. Emboscarla no es una buena idea.

Él suspiró.

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—Bueno, tengo mucho en mi plato ahora mismo. Mi compañero fue

asesinado, y creo que tiene algo que ver con las otras muertes de policías

el año pasado. Creo que todas están conectadas. Tengo que hablar con ella

antes de que pueda lograr que mi cabeza esté lo suficientemente despejada

para investigar esto. Es importante, Nina. Realmente importante y no me

puedo concentrar en esto si mi mente está siempre en Claire.

—¿Estás investigando los asesinatos policiales?

Las facciones de Ryan fueron tan severas que de repente estaba nerviosa.

—No oficialmente. Anderson y yo estábamos en el caso antes de que fuera

asesinado. Yo no estaba seguro antes de que estuvieran conectados, pero

ahora que Kit está muerto… lo sé. Incluso ese que pareció ser un

accidente.

—Escucha… —comencé, pero Ryan me cortó.

—No, tú escucha. Estoy en un montón de problemas. Nadie más en la

estación sabe lo que estábamos haciendo, y si lo hicieran, no iban a dejar

que un novato tomara el caso. Ellos mataron a mi compañero, Nina. Es

personal. Pero, si no resuelvo esto pronto, puedes darle a mi culo un beso

de despedida. Esto es serio, y tengo que estar centrado, pero los ojos de

Claire por encima de mí en ese hoyo infernal es en todo lo que puedo

pensar.

—¿Terminaste? —le dije, irritada.

—No —dijo, frunciendo el ceño—. Y, para que lo sepas: Realmente,

realmente lo siento.

—¿Por qué? —dije, devolviéndole la expresión.

Ryan agarró cada lado de mi cara, y me besó. No cualquier beso; su lengua

estaba dentro de mi boca, y me besó tan apasionadamente, que fue más

allá de obsceno delante de todos con los que yo trabajaba, por no hablar

de mi prometido.

Antes de que la vergüenza rebasara, Ryan fue lanzado al otro lado de la

habitación, y se deslizó sobre su costado a lo largo de la pista de baile,

deteniéndose justo antes de que se estrellara en la estación de DJ.

La música se interrumpió bruscamente, despejando el aire para los gritos

y el pánico audible.

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—¡Jared, para! —grité, observándolo avanzar.

Corrí por el suelo de madera, con la esperanza de detener cualquier

derramamiento de sangre, pero antes de llegar a Ryan, Claire apareció

frente a él, en una postura protectora, frente a su hermano.

Jared se quedó inmóvil, respirando con dificultad, enojado por la

adrenalina corriendo por sus venas.

—Él lo hizo… a propósito —resopló Jared.

—Y tú caíste justo en su plan —dijo Claire, lívida. Se volvió hacia Ryan—.

¿Besar a mi hermana? ¿Así es como planeabas llamar mi atención? —dijo

ella, jalándolo por la corbata.

Ryan se atragantó un poco antes de aflojar el nudo alrededor de su cuello,

y luego sonrió.

—Hice lo que tenía que hacer —le dijo a Claire y luego miró a Jared—. Lo

siento.

—No me importa cuáles son tus razones, no vuelvas a tocar a Nina de esa

forma de nuevo. No puedo matarte, pero te haré desear estar muerto. —

Jared agarró mi mano, y luego me sacó de la fiesta, bajando de dos en dos

los tramos de escaleras, y saliendo a la plaza de estacionamiento.

Cuando llegamos al Escalade, me tapé la boca con una mano. Jared

todavía estaba enojado, pero cuando me miró, yo no pude dejar de sonreír.

—Él te atrapó —dije, tratando de no reírme a carcajadas.

Jared sonrió.

—Lo hizo, ¿no?

Los dos nos reímos en voz alta, sin control, más de lo que nunca lo

habíamos hecho antes. En el momento en que habíamos terminado, yo

estaba sin aliento, y los músculos de mi estómago estaban adoloridos y

tensos.

Nos dirigimos a casa, de la mano, sonriéndonos el uno al otro en cada

semáforo. Ryan finalmente confrontando a Claire cara a cara debería

haber sido un desastre, pero una sensación de alivio nos rodeaba, como si

nuestro grupo estuviera finalmente completo. No tenía ni idea de lo que

Claire le diría a Ryan —cuánta verdad ella realmente compartiría— pero

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220

Ryan siendo el Taleh de Claire, y el hecho de que él estaba ahora

enamorado de ella, era la prueba de que supuestamente debíamos estar en

la vida del otro. La predicción de Jared estaba lejos de ser real, pero él

nunca había estado tan feliz de estar equivocado desde que nos habíamos

conocido.

Al día siguiente, me desperté con grandes copos de nieve cayendo con

gracia del cielo. Cada copo blanco caía como si estuviera orquestando su

propia sinfonía. Mirando por la ventana, la tierra estaba completamente

cubierta por al menos medio metro de nieve, y las grises nubes de encima

predecían más de lo mismo.

—Ha estado así desde las 4:00 am —dijo Bex desde el pasillo.

Me apreté la bata, y abrí la puerta.

Bex estaba parado delante de mí, aburrido y sosteniendo una manzana a

medio comer. Le dio otro bocado, masticando ruidosamente.

—Él está trayendo el café.

—Bien —dije, dejándolo atrás para dirigirme al baño.

El vapor de la ducha me envolvió rápidamente, pero antes de que me

enjuagara el champú de mi cabello, escuché la puerta abrirse.

—¿Jared?

—Soy yo —dijo Claire, cerrando la puerta detrás de ella.

Miré a través del cristal borroso, sin apenas ser capaz de distinguir su

pequeño cuerpo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—He estado despierta con Ryan toda la noche. Hablamos un montón.

Discutimos más.

—¿Ah, sí? ¿Acerca de qué?

—Acerca de lo que vio en el desierto, y si yo estuve allí o no. Sabe que los

hombres que lo apuñalaron el año pasado eran policías. Sabe más de lo

que pensamos. Al final… —Suspiró—, finalmente se lo dije.

—¿Todo? ¿Le has confesado lo de los otros policías, y el comisario? De

Anderson, y… ¿y lo que eres?

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—No aún.

—¿Cómo se lo has explicado sin decirle todo?

—Le prometí que se lo explicaría más tarde. —Frunció el ceño—. No se

siente bien decírselo, Nina. Fuimos criados con la creencia de que este

secreto mantendría a salvo a nuestra familia.

—Entonces no le digas nada hasta que esté bien.

—¿Y qué pasa si nunca está todo bien?

—No lo sé —dije, cerrando el agua. Una toalla voló por encima de la puerta

de la ducha, aterrizando en mi cabeza—. Gracias.

—No digas nada —dijo Claire, cerrando la puerta tras ella.

Para el momento en que me vestí y preparé, Claire, Jared y Bex estaban

abajo en la cocina, discutiendo sobre Ryan. Justo cuando entré en la

habitación, fue obvio que no era una conversación constructiva.

—¡Tú eres un hipócrita! —gritó Claire.

Jared golpeó su puño contra la mesa.

—¿Estás enamorada de él?

—¡No!

—¡Entonces es un escenario diferente! —dijo Jared, mirando en mi

dirección, luego tomó una profunda respiración, intentando calmar su

tono—. Lo has dicho tú misma. No te sientes bien diciéndoselo.

Me senté, explorando a los hermanos con mis ojos antes de hablar.

Exteriormente, Claire estaba enfadada. Pero sus ojos imploraban

comprensión. Decirle a Ryan todo era un gran paso para ella, como el que

Jared dio dos años atrás, Claire estaba ahora enfrentándose a sus

conflictivos sentimientos. Ella necesitaba que sus hermanos la apoyaran.

Tomé asiento frente a Jared, y junto a Claire. La elección era significativa,

y esperaba que lo notaran.

—Quizá Claire está buscando tu bendición, Jared —dije.

—O quizá sólo algo de comprensión —se quejó ella.

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Bex se levantó, cruzó la cocina, tomando un plato, y luego lo puso frente a

mí. Era una tortilla, hecha con jamón, cebolla verde, champiñones y

queso.

—Gracias. —Sonreí.

Bex asintió, y luego toco el hombro de su hermana.

—Claire, te quiero. Pero si das un paso atrás y piensas sobre ello. Ryan es

policía. Está investigando asesinatos que tú cometiste. ¿Qué crees que va

a hacer cuando le cuentes que tú mataste a su compañero? ¿Piensas que

va a perdonarte porque vio tus ojos en el desierto?

—El compañero que orquestó su secuestro y desaparición definitiva —dijo

Claire—. Escucha —suspiró—. Sé cómo se ve sobre papel. Puede que no

esté enamorada de Ryan, pero él dice que está enamorado de mí. Si

escucha lo que tengo que decir, y me aproximo cuidadosamente, pienso

que podría ser una ventaja.

—No podemos correr ese riesgo —dijo Jared, con voz firme.

Claire se levantó, con las palmas de sus manos sobre la mesa.

—Tú tuviste la misma oportunidad cuando se lo contaste a Nina, ¡y ella ni

siquiera era una ventaja! Su vida estuvo fuera de control desde el mismo

segundo que te revelaste a ti mismo a ella, Jared. ¡Al menos déjame tomar

mis propias decisiones, como tú hiciste!

La nariz de Jared se arrugó en señal de disgusto.

—¡Estuviste detrás de mí durante meses por lo de Nina, Claire! Qué rápido

olvidas las horas que me pasé escuchando tus sermones de cómo hacer las

cosas bien. Guarda el secreto. ¡Guarda el secreto! ¡Ese ha sido tu mantra

durante años!

Las lágrimas llenaron los ojos de Claire y su cara se volvió roja.

—¡Viniendo de ti! —gritó ella—. Tú sabes lo que es no tener a nadie, y

sabes lo que es cuando finalmente eres libre de la carga de lo que somos;

¡tener a alguien más además de a tu madre, o tus hermanos en quién

confiar! ¡No tengo a nadie, Jared! Ustedes lo han vivido y, ¿aún así me

niegan la liberación en la que insisten?

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Jared se removió en su asiento, pero podía ver en sus ojos que no cedería.

Claire también lo vio.

—¡Vete al infierno! —chilló antes de salir de la casa. Cerró la puerta con

tanta fuerza que la pintura que la rodeaba y las fotografías de la pared se

cayeron de sus clavos y se estrellaron contra el suelo.

—Te estás equivocando —dije, encontrándome con la mirada obstinada de

Jared—. ¡Claire, espera! —grité, esperando que me escuchara antes de que

saliera corriendo.

Corrí afuera, parando en el Lotus.

Claire se secó los ojos.

—Lo siento. Lloro cuando me enfado.

—Yo también lo hago —le dije, ofreciéndole una sonrisa de disculpa.

—Me pidió que fuera al funeral de Anderson. —Claire enfocó los ojos hacia

delante, demasiado emocionada para hacer contacto visual.

—¿Vas a ir?

—No pude pensar en una buena razón cuando me lo preguntó, pero no

debería. Está mal.

—Yo iré contigo.

Los azules y helados ojos de Claire me miraron con sorpresa.

—¿Lo harás?

—Sí —dije—. ¿Cuándo?

—En una hora —dijo ella, tratando de ocultar su esperanzada expresión.

Miré mi reloj.

—Está bien. Dame cinco minutos para vestirme.

Jared frunció el ceño cuando me puse un vestido negro recatado. Me senté

en la cama para tirar de mis medias negras, y él se sentó a mi lado.

—Esto es inapropiado en muchos niveles —dijo.

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—¿Algo así como tú estando sentado al lado de la razón por la que tu

padre perdió la vida la noche en que murió? —dije, deslizándome mis

tacones. Jared me ayudó con el abrigo, y luego escogí unas perlas para

ponérmelas en cada una de mis orejas. Me volví, ahuecando su mandíbula

con mis manos—. Tu punto de vista es justificable, pero es su elección,

Jared, como fue la tuya. Confía en que Claire tome sus propias decisiones.

Ella no te ha decepcionado nunca antes.

—Ella nunca antes había querido contarlo.

—Entonces, esa es tu respuesta —dije, besando sus suaves y calientes

labios. Su boca permaneció sobre la mía, y luego lo empujé, sabiendo que

Claire estaba ansiosa esperando.

Volví sola hasta el Lotus, deslizándome en el asiento del pasajero. Claire se

puso sus gafas de sol grandes y oscuras, y luego metió primera,

acelerando y derrapando cuando se incorporó a la calle.

La catedral de San Pedro y San Pablo estaba rodeada de decenas de

patrullas de policía e incluso más vehículos de civiles. La línea de la

entrada ya estaba atascada por el siguiente bloque de dolientes sollozando.

—Deberíamos haber llegado antes —dije.

—No deberíamos haber venido en absoluto —dijo Claire en voz baja—.

Mierda.

Un golpe en la ventana obligó a Claire a bajar la ventanilla, mostrando a

Ryan en su traje azul.

—Lo hiciste —dijo con una sonrisa reservada. Abrió la puerta para Claire,

y luego corrió por la parte delantera del auto, abriendo la puerta para mí—

. Gracias por venir. Significa un montón.

Yo sólo asentí, caminando detrás de Ryan mientras escoltaba a Claire

hasta las escaleras principales, pasando la interminable línea de amigos y

familiares que lloraban. Mientras los pasábamos, alguien reconoció a Ryan

y le estrechó la mano. Verlo pareció entristecer a algunas de las mujeres, e

incluso algunos hombres luchaban por contener las lágrimas mientras

Ryan les decía algunas palabras en voz baja durante un corto abrazo. Una

vez que reconocieron a Ryan, sus expresiones cambiaron a curiosas,

evaluando a la pequeña joven mujer vestida de cuero negro con tacones de

aguja.

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Cada persona que pasábamos ofreció una expresión de dolor hacia Ryan, y

luego evaluaban a Claire con desconcierto. El vestido de Claire era de

manga larga, con un escote respetable. Su falda era corta, pero sólo dos

centímetros más por encima de la mitad del muslo. Tal vez era su belleza

lo que les molestó, o sus tacones de aguja negros que llamaban la atención

desde el suelo, gracias a una serpiente deslizándose con un ojo turquesa y

brillante en el tacón de acero inoxidable de su zapato.

El conjunto era algo que sólo Claire se atrevería a llevar a un funeral, pero

estaba hecho a su medida. A Ryan no parecía importarle. Antes de que

llegáramos a la entrada, Ryan tomó de la mano a Claire, y la guío por el

pasillo. Ella me miró, insegura de cómo reaccionar.

Caminamos hacia el frente del santuario, sentados detrás de la familia,

pero en la primera fila de policías que servían con Kit Anderson. Ryan se

sentó entre Claire y yo, haciendo la situación incluso más incómoda. El

pianista hizo trabajar las teclas, y una solemne melodía resonó a través de

la iglesia. Dos filas más adelante, en el centro del banco, dos pequeños

niños estaban sentados a cada lado de una mujer. Un hombre sentado

frente a Claire se inclinó hacia adelante para tocarle el hombro. Ella le dio

una palmadita en la mano, y luego acercó más a su hijo.

Me llevé los dedos a mis labios.

—Oh, Dios mío —susurré.

—Sí —dijo Ryan, inclinándose hacia mi oreja—. Esa es su esposa, y sus

dos pequeños hijos. Su pequeña niña tiene tres años. Su hijo tiene siete.

No pude ocultar el terror de mis ojos cuando miré a Claire. Ella estaba

inmune, bajando el mentón como un gesto para que yo mantuviera la

calma. Cada segundo después de ese momento fue una eternidad. El

elogio, el servicio, las canciones. Una vez que la oración comenzó, me puse

de pie torpemente, ignorando a aquellos a los que obligué a levantarse o a

mover las piernas mientras yo los esquivaba para escapar.

Las puertas se abrieron y el frío aire en mis pulmones se sintió como si

fuera la primera vez que respirara en más de una hora. La baranda fue lo

único que me mantuvo erguida mientras me esforzaba para recuperar el

aliento.

—¡Nina, Jesús! —dijo Claire. Ella me tomó el brazo, afirmando mis débiles

rodillas—. ¡Acabas de salir corriendo, no caminando, corriendo del funeral

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de un oficial de policía de Providence que fue asesinado! ¿Por qué no te

pegas un blanco a la espalda?

—¡Él tenía bebés! ¡Una familia! —exclamé.

—Tú también tienes una familia —dijo Claire—. Resulta que nosotros sólo

tenemos mejor puntería.

—Deberíamos haber hablado con él. Darle la oportunidad de hacer lo

correcto.

Claire me tomó por los hombros.

—Kit Anderson era padre y esposo, pero si no lo hubiera derribado, él

habría entregado a Ryan a los hombres de Donovan, y Ryan estaría muerto

en este momento.

—No tiene sentido. ¿Por qué necesitarían a Ryan? Donovan sabe todo lo

que hay que saber sobre los híbridos, de Isaac.

—Influencia —dijo Claire.

—¿Estás bien? —exclamó Ryan, bajando los escalones corriendo hacia la

acera. Levantó mi mentón—. ¿Qué sucedió ahí, Nigh? —Miró la iglesia, y

luego de nuevo a mí.

—Lo lamento —dije—. No he estado en un funeral desde Jack…

—Oh. Por supuesto, no me di cuenta —dijo Ryan, abrazándome por un

breve momento—. ¿Quizás un poco de comida te haría sentir mejor? ¿Has

comido?

—No, de hecho —dije, recién dándome cuenta de eso.

—Las esposas van a cocinar para los hombres en la estación… van a llevar

algo a la familia también. Paremos ahí antes de que ustedes dos se vayan a

casa.

—Nina tiene algunas cosas que hacer —dijo Claire, poniéndose las gafas

de sol.

Los ojos de Ryan encontraron los míos. Su expresión me dijo que éste era

el momento de compensación.

—Debería comer —dije.

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Incluso a través de las gafas oscuras, pude ver los grandes ojos de Claire

fijarse en los míos, una indicación de la retribución que recibiría una vez

que estuviéramos solas.

La sonrisa de Ryan iba de un lado al otro de su rostro.

—De acuerdo, entonces. ¿Quieren ir conmigo?

—Sí —dije sin pausa. Si tenía suerte, podría posponer mi castigo hasta

que Jared estuviera alrededor. Tanto como amaba a Claire, ella seguía

siendo intimidante.

El viaje a la estación de policía de North Providence estuvo lleno de

tensión, aunque Ryan balbuceaba como un adolescente nervioso en su

primera cita. Poca gente había dejado la iglesia para cuando llegamos, pero

en cuestión de media hora, el pequeño espacio rápidamente rebasó.

Ryan, Claire y yo retrocedimos a una habitación más pequeña donde los

oficiales de servicio estaban mirando televisión y jugando a las cartas, y

dos en una esquina estaban haciendo pulsos.

—¡Scotty Dog! —dijo uno de los oficiales—. ¿Cuál es la ex y cuál es tu cita?

—Guárdatelo, McCarty —dijo Ryan—. Claire, Nina… éste es Matt, y ese es

Pat. —Señaló hacia el oficial haciendo pulsos con Matt en la mesa.

Finalmente, Pat ganó.

—¡Estaba distraído! —dijo Matt.

Ryan rió.

—Eres un bebé, McCarty. Asume la derrota como un hombre.

Matt dio unos golpes en la mesa.

—Vamos, entonces, Scotty. Pon tu dinero donde está tu boca.

Ryan observó a Matt sacar un billete de cincuenta dólares, poniéndolo

sobre la mesa con un golpe. El lenguaje corporal de Claire era

notablemente diferente. Se llevó la mano a la boca, sutilmente intentando

cubrir la ligera sonrisa que tocaba las comisuras de su boca.

Ryan también vio la expresión de Claire, lo que lo llevó a sentarse, y luego

se arremangó.

—Hagámoslo.

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Sus manos y brazos temblaron mientras empujaban uno contra el otro. El

rostro de Matt estaba rojo, y una vena había saltado en su frente como un

gusano latiente deslizándose debajo de su piel.

—¿Vas a permitir que el novato te gane, McCarty? —dijo Pat, sonriendo

ante el espectáculo.

Unos pocos momentos después, Ryan golpeó la mano de Matt contra la

mesa.

—¡Sí! —gruñó, poniéndose de pie para celebrar.

—Oh, hermano —dijo Claire, poniendo los ojos en blanco—. Pensé que nos

habías invitado a almorzar, no a una discusión sin fin.

—¿Quieres probar? —preguntó Ryan, regresando a su asiento.

Claire se puso tensa. Era competitiva y verse forzada a perder con Ryan

para proteger su identidad no era algo que ella manejaría bien.

—No lo hagas —susurré.

—No seré suave contigo porque seas una chica —dijo Ryan.

Matt rió.

—No lo sé. Tiene unos cuantos músculos en sus brazos.

Por la expresión en su rostro, Ryan sabía exactamente lo que estaba

haciendo. Había experimentado la fuerza de ella antes, e iba a probar su

teoría.

—No quiero lastimarte —dijo ella, sin interés—. Todavía te estás curando.

Ryan se encogió de hombros.

—Entonces usaré el otro brazo. Aun así te ganaré.

Claire se sentó en la silla abierta.

—Claire, no —dije.

Ryan sostuvo su mano en alto, y Claire la tomó. Ella bajó el mentón,

fulminando a Ryan con la mirada.

—Es feroz —dijo Matt, intrigado.

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—Cállate, McCarty —dijo Pat.

—Di cuándo, Nina —dijo Claire.

—Esto es estúpido… —dije, intentando una última oportunidad de evitar

los dos únicos productos de su ridículo duelo; ninguno de ellos bueno.

—¡Ahora! —gritó Matt.

Sus brazos se pusieron rígidos, y luego sus manos comenzaron a temblar.

Sabía que el temblor era de parte de Ryan; Claire lucía aburrida. Después

de quince segundos, los oficiales alrededor de la mesa comenzaron a

molestar a Ryan.

—¿Pensé que habías dicho que serías suave con ella, Scotty Dog? —sonrió

McCarty.

—Vamos, Scotty. Deja de tontear —dijo Par.

El rostro de Ryan tomó varios tonos de rojo, y luego perlas de sudor se

formaron en su ceño.

Claire levantó una ceja, y luego empujó un poco, inclinando la mano de

Ryan más cerca de la mesa.

McCarty rió con fuerza.

—¡Va a ganarle! ¡Scotty va a ser vencido por una chica!

Ryan respiró hondo, y luego presionó los labios, conteniendo la respiración

y esforzándose tanto, que pensé que podría desmayarse.

Claire miró a Matt, y luego de vuelta a Ryan. Puso los ojos en blanco, y la

ligera tensión en su brazo se relajó. Ryan le golpeó la mano contra la mesa.

Todos los oficiales vitorearon, y Ryan se puso de pie, frotándose el brazo.

—No ibas en serio —dijo Matt, dudoso.

Claire le dio una palmada al espacio vacío en la mesa frente a ella y sonrió.

—Siéntate, cariño.

—Ésta es una mala, mala idea —dije—. Claire, es hora de que nos

vayamos.

Matt levantó la mano, y Claire la tomó.

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Me volví hacia Ryan.

—No dejes que hagas eso. Va a atraer atención.

—¿Hacia qué? —preguntó, enfocado en mis ojos.

Retrocedí ante su mirada.

—Nada.

—¡Ahora! —dijo Pat.

El brazo de Matt se tensó contra el de Claire. Antes de que pasara mucho,

su rostro estaba tan rojo como el de Ryan había estado sólo momentos

antes.

—¡Santo Dios, eres fuerte! —gruñó Matt.

—Claire, por favor —dije—. ¡Tenemos que irnos!

—De acuerdo —dijo ella, golpeando la mano de él contra la mesa,

inmediatamente regresándola a la posición de comienzo—. Oficiales… —

Asintió.

Fue difícil no correr hacia el auto. La reacción de Jared estaba por delante

en mi mente.

—¡Estúpido! ¡Eso fue tan…! —Me di vuelta rápidamente, deteniendo a

Claire de repente—. ¡Estúpido!

Claire me besó en la nariz.

—No, fue divertido. Vamos.

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Capítulo 15

La Verdad en Sesenta Segundos

Traducido por Kellylc, soñadora y Debs

Corregido por ☽♏єl

ared cerró las cortinas, permitiéndome relajarme un poco. El sol de

la mañana lastimaba mis ojos, y el dolor en mi cabeza palpitaba

cada vez que mi corazón latía. Le di vuelta a otra página de mi libro

de texto, intentando ponerme al día con las clases que me había perdido

los últimos dos días.

Presioné mis dedos cerca de la piel en medio de mis cejas.

—El chico de los ordenadores no sabía de lo que le estaba hablando —

dije—. Le dije que sencillo. Este portátil es imposible.

Jared frotó mi espalda.

—No es imposible. Sólo tienes que adaptarte al cambio.

Cerré mi libro de golpe.

—Eso es todo lo que hago, Jared: adaptarme al cambio. Lo único que es

constante es el hecho que todo se mantiene cambiando.

Jared sonrió, besando mi hombro.

—Te dejaré en paz para que termines tus trabajos, y luego vamos a salir de

la casa por un rato.

—Gracias —me quejé, abriendo mi libro de nuevo.

Mis ojos pasaron sobre las palabras, pero nada se me quedaba. Los planes

de la boda, los niños de Kit Anderson, Ryan estando en peligro, aves

muertas y el paradero del libro estaban dando vueltas en mi mente. Cada

pensamiento se quedaba sólo unos segundos y luego pasaba al siguiente

como los canales de la televisión nocturna. Cuando me sorprendía a mí

J

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misma no prestando atención a los temas de mi libro, forzaba mi atención

de vuelta a la realidad. Cada vez que pasaba, me frustraba más.

Dos horas y seis páginas más tarde, me puse las botas y me encontré con

Jared afuera. El aire fresco me rodeaba mientras caminaba por el camino

de entrada, y abroché mi abrigo para protegerme del frío.

La Escalade estaba encendida así que no tuve que temblar mientras la

cabina se calentaba a una temperatura tolerable. Jared me ayudó a entrar

con una sonrisa, besando mi nariz roja antes de cerrar la puerta, y luego

dejamos un nuevo rastro por la calle. Del cielo habían caído otros quince

centímetros de nieve en el suelo, pero sólo después de un par de horas de

llovizna se había formado una sólida cama para que la nieve se adhiriera.

Jared no tenía problemas para conducir a través del hielo y los copos, pero

luces rojas y azules iluminaron el interior de la cabina, y el auto se detuvo

al lado de veintidós centímetros de nieve amontonada.

—¿No pudo simplemente llamar? —dijo Jared, agarrando el volante

firmemente.

Ryan golpeó en la ventana, y Jared la bajó. Ryan empezó a hablar, pero

Jared quitó su dedo del botón para bajar, deteniéndose a mitad de la

ventana. Ryan esperó pacientemente, y entonces Jared bajó la ventana

nuevamente. Cuando estuvo al nivel de su barbilla, Ryan me saludó, pero

Jared, una vez más, quitó su dedo del botón.

—Qué divertido —dijo Ryan—. ¿Dónde está Claire? No he sabido nada de

ella el día de hoy.

—Es posible que no vaya a contestar el teléfono cada vez que le llames,

Ryan —dijo Jared divertido.

Los ojos de Ryan se concentraron en mí.

—¿La has visto?

—Hoy no. Si no ha respondido, entonces debe estar ocupada —dije.

Jared suspiró.

—Si me vas a detener cada vez que no puedas localizar a Claire por

teléfono, entonces nos vamos a estar viendo muy seguido.

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—Yo sólo… —negó—, sólo encontré algo de información que quería

compartir con ella. Acerca de la investigación.

—¿Cómo qué? —preguntó Jared, irritado, pero curioso.

Ryan entrecerró los ojos.

—Walter Grahm fue el hombre que trató de robarle a Nina fuera del bar.

Ronnie Studebaker, cuyos amigos llaman «Stu», fue el hombre que me

apuñaló. Robert Benson estaba con ellos. Ellos nunca fueron capturados,

o acusados.

—Sí, ¿y qué? —dijo Jared, impaciente.

—Todos eran detectives del departamento de policía en Providence. Ahora

están muertos. Grahm fue asesinado mientras contestaba una llamada de

robo, Benson dejó de respirar mientras dormía, y Stu está desaparecido.

Su cuerpo nunca fue encontrado. No puedo encontrar al cuarto hombre

que estuvo envuelto en el ataque.

—¿Tienes algún punto, Ryan? —dijo Jared.

—El comisionado Johnson y seis miembros del gobierno del estado, junto

con siete oficiales de policía han llegado a sus muertes prematuras en los

últimos dieciocho meses, incluyendo a Kit Anderson. Gram fue asesinado

la misma noche que veintitrés muertes fueron reportadas en Rhode Island

y Massachusetts. Todos fueron heridos con arma de fuego.

Jared rió una vez más.

—No me estás diciendo nada que no sepa, Ryan.

—Exactamente. ¿Cómo sabes ésta información a menos que tú seas el

responsable de las 41 muertes?

—¡Guau! Estás fuera de lugar, Ryan —dije, conmocionada por su

conclusión.

Ryan se inclinó en la ventana.

—¿Sabes qué pienso? Pienso que los policías estaban en algo sucio, y que

esos oficiales muertos son parte de algún tipo de organización criminal, y

Nina resultó involucrada con ellos de alguna manera. No hay forma de que

pudieras matar a veintitrés personas al mismo tiempo en dos estados

diferentes, pienso que mintieron acerca de lo que pasó. ¿Me entiendes?

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Jared sonrió, entretenido con la historia de Ryan.

—Te entiendo. Estás lleno de mierda, pero te entiendo.

—Creo que todos los que están muertos son una amenaza para ti de

alguna manera porque ellos saben demasiado de lo que sea que tú haces.

La pregunta es, ¿cuánto es demasiado? ¿Y cuánto más podrá Claire

decirme antes de que me elimines?

Jared se echó a reír en carcajadas.

—Deberías darte un descanso de los programas policíacos, Ryan. Ahora, si

no te importa, mi prometida y yo tenemos compras de boda que hacer.

—Espera —dijo Ryan—. ¿Aún no se han casado? —Me miró, con genuina

sorpresa en su mirada.

—Hemos estado ocupados —dije, avergonzada.

La mandíbula de Jared se tensó.

—La fecha ha sido estipulada. Primero de junio. Nos aseguraremos de

mandarte una invitación… eso si todavía no te he eliminado.

Las ruedas rodaron contra la nieve húmeda, pero el Escalade no se movió.

—Maldición —dijo Jared.

Abrió la puerta, forzando a Ryan a retroceder, y desapareció detrás del

vehículo. La nieve amontonada me impedía salir por mi lado, así que trepé

sobre el tablero, y Ryan me ayudó a llegar al suelo.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté a Jared.

—Excavando el camino. Sólo será un minuto, cariño —me aseguró.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Ryan.

—No —dijo Jared rápidamente.

Me giré hacia Ryan, cruzando los brazos.

—No crees realmente que Jared es responsable de la muerte de tu

compañero, ¿no?

—Si lo es, Kit no sería el primer policía al que ha matado. Hay sólo una

conexión uniendo cada una de esas muertes. Quizá podrías convencer a tu

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chico de que mantenga su arma enfundada hasta que lo averigüe. O quizá

podrías simplemente contármelo.

—No sé nada —dije, fingiendo sentirme ofendida.

—Vi de lo que Jared es capaz la noche que fui apuñalado. He

experimentado de primera mano lo que Claire puede hacer. Ellos no son…

normales. Sé que Grahm y los otros policías eran corruptos, pero

Anderson era un buen hombre. No merecía morir. Deja de tratarme como

si no pudiera guardar un secreto y sólo dímelo.

Miré detrás de Ryan para ver a Jared pararse, mirar alrededor y luego

reclinarse contra el Escalade, liberándolo de la nieve sin esfuerzo.

—De acuerdo, nena. Estamos listos. Vámonos.

Ryan caminó alrededor del Escalade, evaluando las marcas deslizadas que

las ruedas habían hecho. Giró su cuello hacia Jared.

—Voy a descubrir esto. Nos ahorraría un montón de tiempo y energía si

simplemente me lo dijeras.

—Vamos, Nina —dijo Jared.

Asentí, subiendo a la cabina.

—Quizá podría ayudarte. ¿Has pensado en eso? —dijo Ryan.

Jared arrancó, dejándole en la calle cubierta de nieve.

Apreté más mi abrigo a mí alrededor y metí las manos bajo mis brazos.

—No haría daño tener una conexión en el departamento de policías.

—No Ryan —dijo Jared.

—Bueno, ciertamente recriminas demasiado a Claire por pensar con sus

emociones. ¡No estás siendo objetivo en absoluto!

Jared me ignoró, y en cambio, estacionó cuando notó a una mujer

tratando de sacar la nieve debajo de sus ruedas enterradas.

Un paseo corto por la ciudad se convirtió en una misión de auxilio de tres

horas para liberar a los conductores que estaban atascados por el hielo y

la nieve. Yo pretendía ayudar, y Jared empujaba o tiraba autos y camiones

fuera de los amontonamientos y zanjas de nieve, y del costado de la ruta.

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Se sentía bien usar las habilidades de Jared para ayudar a otros, incluso

si era con algo pequeño.

Cuando volvimos a casa, el Lotus de Claire estaba en la entrada, junto con

una patrulla.

—No puedo creerlo —dijo Jared, ayudándome a salir del lado del pasajero.

Me cargó a través de la nieve a la entrada lateral, y luego se movió furioso

por la casa hasta que los encontró.

Estaban sentados en la cocina en la mesa del desayuno, riendo. Claire

parecía genuinamente feliz por primera vez y yo sonreí ante la vista.

—¿Por cuánto tiempo han estado aquí? —demandó Jared.

La sonrisa de Claire desapareció.

—No te preocupes, te esperé. Le dije a Ryan que le dirías lo que pensabas

que necesita saber.

—No haré preguntas —prometió Ryan.

Las manos de Jared se convirtieron en puños, y los tendones de su cuello

estaban tensos. Le tomó cada gramo de autocontrol que tenía para no

atacar.

—No voy a decirle nada —gruñó Jared—. Vete, antes de que haga algo de

lo que todos nos arrepentiremos.

Le dio la espalda a Claire, y ella saltó para detenerlo.

—Espera —dije, poniendo mis manos en el pecho de Jared—. Siéntate,

cálmate… sólo hablaremos —dije, asintiendo a Claire y Ryan—. Sólo

sentémonos a escucharlos, y si aún te sientes de la misma manera, nos

iremos.

Jared respiró profundamente, y luego asintió, sentándose frente a Claire.

Me senté a su lado, posando mi mano en su rodilla.

Claire imitó su suspiro, girándose a Ryan.

—Cualquier cosa que Jared te diga es información privilegiada, Ryan. Nina

te ha mentido a ti, a sus mejores amigos, a su familia. ¿Estás seguro de

que quieres saberlo?

Ryan me miró.

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Me incliné hacia delante.

—No es un conocimiento divertido de tener. En este caso, la ignorancia es

una bendición. Te recomiendo que te alejes, pero es tu decisión.

Ryan miró a Claire a los ojos.

—Estoy seguro.

—De acuerdo —dijo Claire—. Primero lo primero. —Tomó la camisa de

Ryan y la abrió de un tirón, haciendo que los botones saltaran.

—¡Oye! —dijo Ryan, levantando sus manos.

—Procedimiento reglamentario —dijo ella, levantando la camiseta blanca

que llevaba debajo, desnudándole. Pasó sus dedos por ambos lados de su

pecho y luego por su espalda.

—Vamos. ¿Crees que llevo un micrófono? —dijo Ryan, mirando a cada uno

de nosotros.

—Yo maté a tu compañero —dijo Claire sin expresión.

—¿Qué? —dijo Ryan. Sus cejas se levantaron y se removió nerviosamente

en su silla.

—Claire, siempre directa al grano —dijo Jared, moviendo con

desaprobación la cabeza.

—¿Por qué matarías a Kit? Era un buen hombre. Un buen pol… —dijo

Ryan, aplacándose.

—Te engañó. Pidió que te encontraras con él para que así hombres que

trabajan para alguien llamado Donovan pudieran raptarte, y finalmente

usarte como carnada.

Ryan sacudió su cabeza.

—No, Kit no haría eso.

—Entonces, se vio obligado. Tiene niños. Probablemente lo amenazaron

con matarlos si él no cooperaba.

Los hombros de Ryan cayeron.

—Así que estabas protegiéndome.

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—Ese es mi trabajo —dijo Claire.

La ya confundida expresión de Ryan, se transformó en una desconfiada.

—¿A… a qué te refieres con que es tu trabajo?

—Aquí vamos —dije, cubriéndome la boca con mis manos. Recordando el

momento en que Jared me contó la verdad de quién era, y supe que Ryan

no le creería.

Claire estaba estoica.

—Soy tu Ángel Guardián. Mi padre era un ángel, mi madre es humana.

Cuando mi padre se enamoró de mi madre y decidió estar con ella, fue

maldecido por el Cielo, para que así continuara protegiendo a su Taleh…

su humano.

—Mi padre —agregué.

Claire continuó:

—La maldición es transmitida a su descendencia por algunas

generaciones, por eso Jared, Bex y yo también tenemos Taleh. Hemos

entrenado toda nuestra vida para ser capaces de protegerlos, y contamos

con velocidad y fuerza sobrehumana. Nina es la de Jared… tú eres mío.

Maté a Anderson para protegerte. Maté al resto para proteger a Nina, así

Jared podía quedarse con ella, mientras ella se curaba. Te cuidé durante

toda tu carrera militar y sí, te saqué del desierto.

—Pensé que dijiste que me ibas a dejar decírselo —dijo Jared, disgustado.

—No tengo todo el día —respondió Claire.

Ryan se quedó en silencio.

—Te olvidaste la parte más importante —dije.

Claire puso sus ojos en blanco.

—Ah sí, y por culpa de la maldición, no puedo morir a menos que tú lo

hagas.

El cuarto quedó en silencio. Apreté la rodilla de Jared, agradecida que no

me soltara la verdad de la manera en que Claire recién lo hizo con Ryan.

Todos esperamos a que se derrumbara, gritara, o tratara de irse. Sólo se

quedó sentado en su silla, asimilándolo.

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Saqué las manos de mi boca y las deslicé por encima de la mesa.

—¿Estás bien? —pregunté, tocando su mano.

—Sí —pestañó—. Sólo estoy tratando de aclarar todo en mi cabeza.

—Si le cuentas a alguien, terminaré con tu vida —dijo Jared en voz baja y

aterradora.

—No es probable, ya que también estarías matando a tu hermana —dijo

Ryan.

—Estaba prestando atención —dijo Jared.

Un lado de los labios de Ryan se elevó.

—Así que literalmente recibirías una bala por mí.

—No —dijo Claire, sin emoción.

—¿No? —preguntó Ryan, sorprendido por su respuesta.

Claire puso los ojos en blanco, molesta de tener que responder.

—Si tengo tiempo de interponerme en el camino de una bala, tienes tiempo

de moverte.

—Verdad —dijo Ryan, asintiendo.

—Así que la pregunta es —dije—, ¿qué vas a hacer con la información

ahora que la tienes?

Ryan se tomó un momento para pensar, y luego se cerró los pocos botones

que quedaban de su camisa.

—Encontrar a Donovan.

—Bienvenido al club —dijo Bex, dejándose caer en una silla a mi lado—.

Recién hablé con Kim. Están en movimiento.

—Kim. ¿Nuestra Kim? —preguntó Ryan, lanzándome una mirada.

—Sí. Ella es algo así, como lo opuesto a un imán de demonios.

Ryan lo dejó pasar, girándose hacia Claire.

—Suena como que dejaste mucho afuera.

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Ella se puso de pie, jalando a Ryan con ella.

—Sí. Esto va a ser algo así como aprender durante el camino. ¿Puedes

manejarlo?

—Por ahora —dijo él.

—Ésa es la parte más difícil —dije, girándome hacia Bex—. ¿Dónde están

ellos ahora?

Bex intercambió miradas con Jared antes de hablar:

—Tenemos que movernos. Tienen un séquito, así que ocupamos ir los tres.

—Está bien —dijo Jared, asintiendo, perdiéndose en sus pensamientos—.

¿Dónde está Kim?

Bex tembló.

—Afuera.

Jared asintió.

—Kim, se queda con Nina.

—¡Jared! —protesté.

Claire se puso su abrigo.

—Nina, ¿escuchaste a Bex? Nosotros tres vamos. No necesitamos a Kim.

—Ryan —dijo Jared—. Voy a necesitar que te quedes con Nina, la única

cosa que no puedes manejar, va a ser protegerte de lo que estamos

persiguiendo.

Ryan asintió.

—No voy a perderla de vista.

—¿Tienes tu arma? —preguntó Claire.

Ryan palmeó su costado en confirmación.

Lancé mis brazos alrededor de Jared y lo abracé, cerrando fuertemente mis

ojos.

—No estés mucho tiempo fuera.

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—Entrar y salir, nena. Entrar y salir. —Sonrió.

—¡Y no vuelvas esta vez lleno de agujeros de bala! —grité tras él.

La puerta se cerró y el sonido del motor del Escalade fue desapareciendo

mientras todos a los que amo en el mundo se alejaban cada vez más.

—¿Agujeros de bala? —preguntó Ryan.

—Vamos —dije, llevándolo hacia el vestíbulo—. Busquemos sillas más

cómodas. Esto va a llevar un tiempo.

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Capítulo 16 Si Te Dijera Todo

Traducido por flochi y Nanami27 Corregido por Clau12345

a lluvia golpeó contra la ventana del aula, incitando a la Profesora

Sawyer a hablar más fuerte de lo que su pequeña voz podía manejar.

Las palabras chillaban saliendo de su garganta mientras luchaba

por sermonear a través de las risitas y murmullos de los estudiantes.

Sus palabras se tornaron borrosas mientras miraba la página en blanco

del monitor de mi laptop. Las pesadillas estuvieron ausentes anoche, pero

sólo porque el sueño nunca llegó. Los Ryel no regresaron a casa hasta

poco antes del amanecer, y aunque pude haber ignorado la preocupación

lo suficiente como para que mis ojos se cerraran por un momento, las

preguntas incesantes de Ryan me mantuvieron despierta.

Entonces… ¿qué pasa si ella recibe un tiro en la cabeza?

¿Si muero y luego muere Claire, ella va al Cielo?

¿Qué pasa si no muero pero me vuelvo un vegetal?

¿Puede ella quedar inconsciente?

Entonces, ¿su padre era un ángel? ¿Puede él verme ahora?

La curiosidad de él era insaciable. Finalmente perdí los estribos y le grité

para que se callara, pero él simplemente sonrió y se sentó tranquilamente

el tiempo suficiente como para pensar en más preguntas. Por primera vez,

me alegré de que Ryan no estuviera inscrito en Brown.

Giré al anillo de diamante alrededor de mi dedo, intentando bloquear las

imágenes de lo que Bex y Claire habían descrito más temprano esa

mañana. Su choque con Isaac y Donovan no duró mucho, pero si los Ryel

hubieran sido humanos, habría sido letal. La visión de Isaac era tan vívida

y aterradora en mi mente, que el pensamiento de llegar a estar cara a cara

L

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con él me aterraba. Él y Donovan habían sido los encargados de proteger

el Naissance de Demoniac, y dado que estaban enfrentados con los tres

hijos de Gabe Ryel, decidieron que la retirada era la opción prudente, pero

no antes de hundir cuatro balas en el pecho de Bex.

La cocina era un desastre sangriento para el amanecer, y aunque los ojos

de Bex estaban abiertos de par en par con emoción, ver a Claire sacar las

balas restantes de su carne me dejó… bueno… perturbada.

—Oh, al diablo con esto, clase cancelada —dijo la profesora en derrota.

Parpadeé, viendo a los otros estudiantes recoger sin pausa y abandonar el

aula. Una vez despejada la puerta, Kim se puso de pie con una sonrisa en

la cara.

—¿Por qué no volviste a casa con los demás? —pregunté.

Se encogió de hombros.

—Debo dos ensayos hoy. Todavía tengo que ir a clases, sabes.

—Entonces, ¿cómo te fue? —pregunté, siguiéndola por el pasillo. Mis pies

corretearon a lo largo de sus largas zancadas.

Sacudió la cabeza, claramente preocupada.

—No hagas eso, Kim. Eres la impenetrable.

—Abordar a Shaw, o Donovan e Isaac directamente no está funcionando.

Tenemos que pensar en otra manera de conseguir el Naissance de

Demoniac. Ellos saben cuándo vamos a ir. No podemos distraerlos porque

ellos no quieren nada más que ese libro.

Fruncí el ceño, recelosa del inusitado interés de Kim.

—Sigo diciendo que no lo necesitamos. Tu familia tuvo el libro todo este

tiempo. Tienes que saber lo que decía. ¿Lo abriste?

—No —dijo ella con firmeza—. Nunca tuve permitido abrirlo.

—¿Qué hay de tu tío? ¿Tu padre? Entre ellos y el padre Francis, ¿no

podemos conseguir suficiente información para que Jared trabaje?

Kim bajó la barbilla.

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—Supongo que no captaste la parte donde no teníamos permitido abrir el

libro.

—¡Tú misma lo dijiste! —Las palabras fueron más fuertes de lo que había

querido que fueran. Miré alrededor, y bajé la voz—. No podemos tomarlo

cuando saben que vamos por él.

Kim asintió, pero su sombría expresión se derritió cuando una idea

iluminó sus ojos.

—Hay una cosa que querrían más que el libro.

Sacudí la cabeza.

—No. De ninguna manera, Jared nunca aceptaría.

—Necesitamos que vengan a nosotros. Necesitamos un cebo.

—Piensa en ello. Él no va a arriesgar mi vida para salvarme, Kim. Y en

cierto modo odio que siquiera lo menciones.

—¡Hola chicas! —gritó Beth en su acento sureño—. Ew. Esa es una cara

horrible —dijo, imitando mi expresión.

Kim sacó un cigarro aparentemente de la nada, y lo metió entre sus labios.

—Estábamos discutiendo cómo usaríamos a Nina como carnada para

atraer a los demonios —dijo planamente.

La cara de Beth se trasformó en repulsión.

—¿Qué clase están tomando?

Las comisuras de mi boca se alzaron, y envolví un brazo alrededor de la

diminuta cintura de Beth.

—Vamos. No quiero perder nuestra mesa en el comedor.

Las tres llevamos nuestras bandejas al lugar de la esquina, y no pude

evitar sonreír cuando vi que la silla de Ryan había sido ocupada. Sus

amigos lo rodeaban con amplias sonrisas en sus caras. Todos hablaban y

reían, quedándose en completo silencio cuando nuestro acercamiento fue

mucho más que notable.

—¡Mira quién está en la ciudad, nena! —dijo Chad, parándose para

saludar a Beth.

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La bandeja de Beth se estrelló contra la mesa cuando la soltó para lanzar

sus brazos alrededor de Ryan.

—Hola, Bethy —dijo Ryan, dándole un apretón.

—¡Sííí! —Su sonrisa de concurso se extendió hasta sus límites,

mostrándole a todos sus dientes.

Para los demás, el almuerzo con Ryan fue una celebración, pero mientras

surgían las preguntas sobre los últimos días en la guerra, cómo resultó

herido, y por qué había esperado tanto tiempo para decirles que venía, me

fui poniendo nerviosa. Ryan también.

Se puso de pie.

—¡Bueno! Tengo que ir a casa… para ponerme el viejo uniforme.

—Apuesto a que te ves genial en él. —Sonrió Lisa—. Adoro a los hombres

en uniforme.

Kim puso sus ojos en blanco.

—También me voy. Vamos, Nina.

—¿Adónde vamos? —pregunté, mirándola.

—Sí. ¿Adónde van? —dijo Ryan.

Kim tiró de mi brazo hasta que me puse de pie.

—A clases, Detective —dijo Kim—. ¿Está bien?

Ryan me miró fijamente, y luego se encogió de hombros.

—Sólo preguntaba.

Kim me hizo señas de que la siguiera, y caminamos al estacionamiento.

Alzó la vista una vez más, pero no se detuvo a explicar por qué. Sus largas

piernas y rápidas zancadas me tuvieron luchando para seguirle el paso, y

estuve jadeando para cuando alcanzamos el Sentra.

La ligera llovizna que seguía cayendo suavemente de las nubes grises

formó un gran charco cerca del auto de Kim. Ella se lanzó a través de ella,

salpicando mis jeans con el agua sucia.

—¿Cuál es tu apuro? —pregunté, molesta.

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—Te llevaré a Quincy. Podemos hablar con mi padre para ver lo que sabe,

y si sabe lo que creo, o sea, nada, le presentamos mi idea a Jared.

—¡Pero, tengo clases! —protesté.

—Jared no lo demuestra cerca de ti, Nigh, pero está desesperado. Sabe que

algo está por pasar. Ellos están planeando algo, y nosotros no tenemos

nada. No tenemos idea de cómo protegerte cuando no sabemos de qué te

estamos protegiendo.

—Demonios —dijo Ryan—. ¿No es eso todo lo que necesitamos saber?

—No —dijo Kim—. Y no estás invitado.

—Bueno, eso está muy mal. Porque voy —dijo él. Abrió la puerta trasera

del auto del lado del pasajero, y la cerró detrás de él.

Kim me miró.

—Jared nos seguirá —advertí.

—¿Y? —dijo Kim—. Querrá saber lo que papá tiene que decir… si dice algo.

Miré alrededor; el Escalade estaba notablemente ausente.

—No he escuchado nada de ellos en todo el día.

—¿Estar en la oscuridad te hace sentir mejor? Deberías saber a estas

alturas por qué siguen ocultándote cosas.

—Es malo, ¿no? —dije, temerosa de la respuesta.

—Solamente entra al auto —dijo Kim, ubicándose frente al volante.

El viaje a Quincy fue silencioso, pero cuando redujimos la velocidad hasta

detenernos en frente de un gran portón, Ryan y yo compartimos un jadeo

colectivo.

—¿Esta es tu casa? —preguntó Ryan. Mirando con asombro la mansión

que se cernía adelante.

—Sí —dijo Kim, tecleando el código.

El portón se abrió lentamente, y luego Kim aceleró con lentitud. El camino

de grava crujió debajo de los neumáticos del Sentra.

—De ninguna manera —dijo Ryan, su boca colgando abierta.

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—Sí, de hecho —dijo Kim, apagando el motor.

Ryan y yo nos inclinamos contra nuestras ventanas, impresionados ante el

colosal edificio en frente de nosotros. No era una casa, era una fortaleza.

—Si eres tan rica, ¿por qué conduces este pedazo de mierd…? —empezó

Ryan.

—El Sentra cumple su propósito —interrumpió Kim.

Di un paso en el camino de grava. Serpenteaba todo el camino hacia el

grande y distante garaje. Su casa era más grande que la mía y mucho más

equipada con seguridad. Había cámaras montadas en cada esquina y la

valla de hierro negro bloqueaba al tráfico general de entrar al camino que

atravesaba toda la finca.

Dos grandes perros corrieron dando saltos, ladrando violentamente hasta

que llegaron a nosotros.

—¡Hola muchachos! —dijo Kim, dándoles a ambos, cariñosas y vigorosas

caricias. Cuando la reunión acabó, ella se volvió hacia nosotros—. Este es

Zeus, y la pequeña es Hera.

—Ninguno es pequeño —dijo Ryan.

Los perros fueron por delante de nosotros hasta la entrada principal,

moviendo sus colas con tal fervor que su espalda entera se medio mecía

con el movimiento.

Kim abrió la puerta, revelando un vasto salón de entrada. Una pequeña

mesa redonda se erguía en el centro de la habitación, jactándose con un

increíble jarrón que contenía hermosas flores de tallo largo.

—¡Charlie! —gritó Kim en el aire, causando que los perros ladraran—.

¡Charlie! —dijo otra vez. Su voz haciéndose eco a través de las baldosas de

mármol.

Dos hombres entraron en el salón, ambos de no menos de dos metros de

alto. Eran casi iguales en su enrome tamaño y tan intimidantes que me di

cuenta que inconscientemente me estaba escondiendo detrás de Ryan.

El más grande de los dos sujetos tenía una barba completa y marrón.

Cuando sus ojos se enfocaron en Kim, abrió sus brazos y una enorme

sonrisa cruzó su cara.

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—¡Boo Boo! —dijo, su retumbante voz reverberando por toda la casa.

Kim se dirigió rápidamente hacia él y tan alta como era, los enormes

brazos que la rodearon la hicieron parecer diminuta. Los pies de Kim se

levantaron del suelo cuando el hombre arqueó la espalda y luego ella

regresó al suelo luego de unos momentos dulces.

—Nigh... Ryan... este es mi padre, Charles Pollock. Y este es mi tío Bruce.

—Encantada de conocerlos —dije, viendo como mi mano desaparecía en la

de cada uno de ellos cuando se las estreché.

Ryan hizo lo mismo, pero él no parecía intimidado en absoluto.

—¿Cómo va la escuela, Kimmie? —preguntó Bruce.

—No estoy aquí para ponerte al día. Traje a Nina para conocerte.

—¿Ah, sí? —dijo Charles, de repente con sospecha.

Bruce llegó detrás de él, pero se detuvo, mirando más allá de mí.

—Vamos todos a relajarnos —dijo Jared detrás de mí. Me volví para ver

sus dos brazos extendidos frente a él, su Glock firmemente entre sus

manos.

Bruce miró a Charlie, a mí y luego a Kim, a regañadientes, sacando su

arma lenta y cuidadosamente de sus espaldas y colocándola en el suelo.

—Está bien, Bruce —dijo Kim.

Jared soltó el agarre que tenía en su arma, y luego se puso a mi lado,

poniéndola sobre la mesa junto a él.

Bruce sacó otra pistola de su espalda, apuntando a la cara de Jared, pero

luego dejó caer los hombros.

—¿Cuántos de ellos hay? —dijo.

—Tres —dijo Claire. Me volví para verla en la misma postura que Jared—.

Y si apuntas un arma sobre nosotros otra vez, te volaré la tapa de la

rodilla.

—Bruce —dijo Kim, moviendo la cabeza en señal de advertencia.

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Bruce bajó la segunda arma y luego se levantó la pernera del pantalón,

revelando otra arma. Colocó las tres una al lado de la otra en el suelo y

luego se levantó.

—¿Seguro que no quieres comprobar la otra pierna? —preguntó Claire, su

arma todavía estirada.

Bruce suspiró, y luego se agachó, sacando un cuchillo de caza muy grande

de una funda.

—Eso es todo.

—Kim —dijo Charles, rígido y nervioso—. ¿Qué está pasando, aquí?

Kim se acercó a su padre.

—Nina es mi amiga, papá. Y es importante. Esta gente está aquí para

protegerla. No están aquí para hacernos daño.

Charles asintió lentamente y, a continuación, tocó el brazo de su hermano.

—Tranquilo, Bruce.

Bruce se relajó, entonces, y Claire salió de su postura rígida, recolocando

su pistola en su funda.

Jared se volvió hacia mí.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

—No maldigas conmigo —le dije, inmediatamente a la defensiva.

La ira iluminó los ojos de Jared.

—Tú... no tienes idea de lo peligroso que esto es para ti en este momento.

—Tal vez lo sabría si sólo me lo dijeras.

—Si te dijera todo, no querrías salir de la casa. Y yo no quiero eso para ti

—dijo, sus ojos oscuros—. Pero no puedes hacer ciertas cosas, Nina, y

escaparte con dos humanos sin decirme a dónde vas es una de ellas.

—Lo siento —resoplé—. Pensé que simplemente me seguirías.

—Oh —dijo Jared, sorprendido—. ¿En serio?

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—Oh, Cristo, vamos a escuchar lo que Kim tiene que decir e irnos —espetó

Claire.

Eché un vistazo a nuestra audiencia, avergonzada por el arrebato.

—Lo siento —dije, aclarando mi garganta.

—El libro —le dijo Kim a Charles.

—¡Kim! —dijo Bruce. Charles tocó el brazo de su hermano, y Bruce fue

silenciado inmediatamente.

—Ellos saben —dijo Kim.

—Tú eres el hijo de Gabriel, ¿no es así? —dijo Charles, con asombro.

—Uno de ellos —contestó Jared.

El rostro de Bruce se puso rojo.

—Ladrón. Si él no hubiera tomado el libro nada de esto estaría sucediendo.

Claire dio un paso hacia adelante, y Jared la agarró del hombro.

—Llamas así a mi padre otra vez —Claire ardía—, y serán las últimas

palabras que saldrán de tu boca.

—Ellos me van a ayudar —intercedió Kim.

—¿Qué? —dijo Charles, confundido.

—Jared prometió ayudarme a devolver el Naissance de Demoniac al

Sepulcro en Jerusalén.

Los ojos de Charles se lanzaron a Jared.

—¿Eso es cierto?

—Sí —dijo Jared—. Necesito tiempo para estudiarlo, pero después de eso,

usted tiene mi palabra.

Charles dio un paso atrás, y luego caminó varios pasos con Bruce justo

detrás de él. Ellos conversaron en susurros, y luego regresaron.

—No podemos confiar en ellos —dijo Charles, con firmeza en su tono.

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—Nada de eso importa ahora —dijo Kim—. Todos tenemos algo de historia,

aquí, eso es evidente. Pero tenemos que centrarnos en el problema. Papá,

Nina es la mujer de la profecía en el Naissance de Demoniac. ¿Eso significa

algo para ti?

Los ojos de Charles cambiaron a los míos, y luego me miró desde el cabello

hasta mis zapatos.

—No —hizo una pausa—. ¿Quién es ella?

Kim se volvió hacia mí.

—Te lo dije. No se nos permite abrir el libro. Él no sabe nada.

—¿Por eso has venido aquí? —dijo Jared, lívido—. ¡Yo podría haberte dicho

eso! ¡Si Charles supiera algo, Gabe y Jack no lo habrían tomado en primer

lugar!

—Valió la pena intentarlo, porque nuestra siguiente opción era el último

recurso.

—¿De qué estás hablando? —dijo Jared.

Miré a la multitud de gente a mí alrededor, sintiendo la energía hostil y

negativa en el aire. Fue en ese momento que me di cuenta de que por fin

había llegado a la última etapa del viaje. Tener el libro de nuevo en

nuestras manos había sido siempre la única opción, la cual era la razón

por la que Gabe y Jack habían venido a mí con las respuestas en la noche.

—Tengo que distraer a Shax el tiempo suficiente para que consigas el libro

—dije en voz baja.

Jared se volvió hacia mí, con las cejas apretadas con fuerza.

—¿Hablas en serio?

—No, Jared, está tratando de ser graciosa. Por supuesto que es en serio —

dijo Kim.

—Mala idea —dijo Ryan.

Me acerqué a él, tocando su mejilla con mis dedos.

—Es la única manera en que vas a conseguir el libro.

Jared miró a Claire, y entonces de nuevo a mí.

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—Hemos estado tratando de conseguir el libro para salvarte. No tiene

sentido ponerte en peligro con el fin de poner nuestras manos sobre él.

—Esto es estúpido, vamos —dijo Claire.

Kim alzó las manos.

—Espera. Sólo espera. Todos sabemos que a ella no le queda mucho

tiempo.

Kim dijo en voz alta lo que todo el mundo sabía —y tenían la esperanza de

mantener en secreto de mí— y eso me hizo sentir como una liberación de

sabor agridulce, pero las expresiones de los hermanos eran avergonzadas.

Los ojos de Jared cayeron al suelo.

—¿Me he perdido algo? —dijo Ryan, cambiando su peso de una pierna a

otra. Por primera vez desde que llegamos, pareció inquieto.

Los ojos de Kim se encontraron con los míos.

—Ambas partes están hablando. Sabes demasiado, Shax quiere venganza,

y representas una amenaza para el Infierno sólo por estar viva. Podríamos

arrancarte el útero hoy y aún así ellos terminarían con tu vida para evitar

un milagro. Vas a morir de todos modos, Nina. Es hora de recurrir a

medidas desesperadas.

—Cristo Todopoderoso —susurró Charles.

El aire estaba ausente de sonido. Todos los ojos estaban puestos en mí,

pero yo no podía contestar. Apenas podía respirar.

—No voy a dejar que eso suceda, Nina —dijo Jared—. Podemos encontrar

otra manera.

—¿Es verdad? —le dije, mirándolo fijamente.

Sus ojos se apartaron de los míos, y supe la respuesta.

—¿Por qué está sucediendo esto? —lloré, alejándome de su agarre.

—Nina —dijo Claire cuando la pasé.

Salí corriendo bajo la lluvia. Desde el día en que Jack murió, mi vida había

girado tan fuera de control que era difícil recordar cómo era cuando

simplemente era como cualquier otra chica. No era justo. Eli me había

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instruido a ser fuerte, y no para llorar la vida normal que una vez tuve,

pero no quería morir… especialmente por una decisión que yo no tomé.

Jared estuvo inmediatamente detrás de mí, abarcándome en sus cálidos

brazos.

—Lo siento —susurró con voz dolida—. Voy a encontrar otra manera.

—No —dije, limpiándome la nariz—. Vamos a acabar con esto de una vez.

Unos momentos más tarde, el resto del grupo se unió a nosotros. Todos

esperaron pacientemente mi respuesta.

Charles se removió.

—Me gustaría que hubiera alguna forma de poder ayudarte.

Kim enganchó su brazo con el de su padre.

—Yo los voy a ayudar —dijo ella, sus ojos extrañamente suaves y tristes—.

No voy a irme de su lado hasta que esté terminado.

Charles asintió, apretando a su hija contra su costado.

—Está bien —dije, sacudiéndome el miedo—. ¿Cómo vamos a hacer esto?

—¡Esto es una locura! —dijo Ryan—. ¡Díselo, Jared! ¡No hay manera de

que la utilicemos como cebo para demonios!

Jared se estremeció, pero no dijo nada.

Claire agarró mi mano.

—Nosotros elegimos nuestro propio destino, ¿verdad, Nina? —dijo ella,

arreglándoselas con una sonrisa alentadora.

—Sí —dije—. Si esto va a pasar, quiero que sea a mi manera.

—¡Todos ustedes están locos! —dijo Ryan, horrorizado—. ¡Siento que estoy

viendo a todos ustedes condenarla a muerte!

Kim abrió la puerta del Sentra.

—Ahora todo lo que necesitamos es un plan —dijo.

Jared tiró de mi mano.

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—Sube conmigo.

Apreté sus dedos con los míos, sabiendo que se enfrentaba al mismo

destino que yo. El viaje a casa fue tranquilo; sin radio, sin charlas, sólo el

ruido de la carretera bajo los neumáticos, y la lluvia golpeando contra el

parabrisas.

Los limpiaparabrisas danzaban de un lado a otro, limpiando las gotas de

lluvia el tiempo suficiente como para que las próximas gotas ocuparan su

lugar. Los faros de los autos que se acercaban zumbaban al pasar, pero lo

hacían lentamente debido al clima. Jared era quien sobrepasaba el límite

de velocidad en por lo menos unos quince kilómetros por hora.

La decisión de utilizarme a mí misma como distracción era mía, pero el

plan era de Jared. Él se vería obligado a trazar todos nuestros

movimientos, con la esperanza de que fuera lo suficientemente perfecto

como para salvar nuestras vidas.

—Podemos hacer esto —dijo finalmente Jared, levantando mi mano hasta

sus labios—. Va a funcionar, y vamos a tener el libro, y entonces te

podremos salvar.

—Lo sé —dije con una pequeña sonrisa—. Confío en ti.

—Patatas fritas dulces —dijo, con los ojos nublados brillando.

—Patatas fritas dulces —le devolví la sonrisa.

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Capítulo 17 El Techo

Traducido por Anelynn*, LeiiBach y Rihano Corregido por flochi

ared caminó de un lado al otro, preocupado y de vez en cuando,

cuando sus pensamientos eran particularmente tormentosos, hacía

gestos de dolor. El color hace mucho había dejado su cara mientras

reproducía los diferentes escenarios en su mente. Caminaba de ida y

vuelta, tantas veces que observé el piso, preguntándome cuándo lo

desgastaría dejando un rastro. Su confusión interna podría prenderle

fuego a la habitación. Era insoportable de ver, no podía dejarlo; no cuando

estaba planeando mi muerte.

Claire se sentó junto a mí, sosteniendo mi mano, sufriendo la tortura de

Jared como yo. Jared era quien tenía más que perder, así que el plan era

sólo de él. Cada decisión, desde el momento en que dejáramos la casa

hasta que el libro estuviera seguro dentro de sus paredes, caía en los

hombros de Jared. Observar que esa responsabilidad lentamente lo

destrozaba era agonizante.

No envidiaba su posición. Sólo el pensamiento de hacer lo mismo me hacía

sentir enferma del estómago.

Jared se detuvo a medio paso.

—¿Ryan?

—¿Sí, hombre? —dijo Ryan, poniéndose de pie. Él nunca había sido fan de

Ryan, pero todos compartíamos una amenaza común. Ya sea que nos

gustara o no, si uno de nosotros resultaba herido, todos caeríamos. Una

pérdida nos afectaría a todos de manera distinta, pero cambiaría nuestras

vidas en la misma terrible forma.

—Ven conmigo —dijo Jared, dejando la habitación.

J

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Ryan le echó un vistazo a Claire, y entonces siguió a Jared por el pasillo.

El agarre de Claire en mi mano se apretó.

—Puedes escucharlos —dije.

Ella miró hacia abajo a nuestras manos, y entonces cerró sus ojos.

—No me pidas que te diga, Nina. Deja a Jared hacer esto a su manera.

—De acuerdo. —Asentí, confiando en su buen juicio.

Ryan regresó con una expresión solemne. Incómoda más bien, asustado

era una descripción más honesta. Dio unos pasos hacia Claire y hacía mí y

entonces extendió su mano.

—¿Te sientes con ganas de ir al pub? —me preguntó.

Mis ojos giraron bruscamente hacia Claire, y mi cabeza se inclinó

ligeramente sin intención.

—Um… supongo —dije, mirando de vuelta a Ryan.

—Bien. Préstale algo brillante, Claire —dijo, jalándome para ponerme de

pie.

Claire se estiró detrás de ella y me tendió su revólver.

—Tómalo. —Ella se encogió de hombros, tratando muy duro de parecer

indiferente—. Tengo siete más en casa.

Mi primer instinto fue hacer una docena de preguntas, pero algo me decía

que el tiempo era un problema. Jared quería que esto se terminara.

Tomé una profunda respiración.

—En el lado alegre, si muero, no me tengo que preocupar de no estudiar

para el examen que tengo en la mañana.

—No vas a morir —dijo Ryan—. Es sólo una prueba práctica.

—Una prueba práctica —dije, mirando el arma en mi mano—. De acuerdo.

Veamos qué es lo que tienen.

Seguí a Ryan al pasillo, pasando a Jared a lo largo del camino. Él no

encontró mi mirada, así que agarré la manga de su camisa.

—No exudas exactamente confianza. ¿Puedes sólo pretender?

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Forzó una sonrisa.

—Te veré pronto.

—Buen trabajo —dijo Ryan secamente, jalándome detrás de él.

En la camioneta de Ryan, tomamos el viaje corto al pub. Cada tope, cada

bache, cada calle iluminada parecía especialmente grande o brillante,

como si mi mente quisiera grabar cada segundo de mis últimos momentos

en la tierra.

La camioneta redujo su velocidad para detenerse en un estacionamiento

cruzando la calle, y miré fuera de la ventana hacia el pub. Universitarios

deambulaban en la acera, congregándose en pequeños grupos, riendo y

charlando sin ninguna preocupación en el mundo. Había visto a algunos

de ellos en los pasillos de Brown, y me pregunté qué dirían cuando oyeran

las noticias, y cómo serían incluso las noticias. ¿Los periódicos lo

llamarían un accidente? ¿Un asesinato? ¿Un suicidio? Silencié los

pensamientos cuando se dirigieron a mi autopsia. ¿Los demonios me

dejarían algo de dignidad o compasión en absoluto?

—¿Ryan? Si esto no funciona, no los dejes llevarme, ¿de acuerdo? No sé

qué cosas sean capaces de hacer algo tan malvado… pero no quiero… —

Batallé para decirlo en voz alta—. No me dejes sufrir, ¿de acuerdo? Hazte

cargo de eso. ¿Sabes a qué me refiero?

—¿Qué? —dijo él, su nariz arrugándose—. Te refieres a que quieres que

emita un disparo de compasión antes de que te saquen a rastras para

torturarte.

No recordaba a Ryan siendo tan directo antes. Quizás el desierto se había

llevado cada sensibilidad que todavía le quedaba.

—No quiero estar sola con esas cosas. Ni siquiera un minuto. Si me llevan,

te estoy dando mi permiso.

—Detente —dijo Ryan—. No dejaré que nada te pase, y sé que Jared, Claire

y Bex están vigilando. Actúas como si nunca hubieras sido la carnada

antes.

Suspiré.

—No puedo decir que sí. Acabemos con esto.

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Ryan saltó de la camioneta, y entonces dio la vuelta, abriéndome la puerta.

Entramos en el pub tomados de la mano, Ryan escudriñó una docena de

caras, escogiendo un lugar en el rincón del bar. Ordenó un trago y dos

cervezas, y entonces descansó los codos en la oscura madera frente a él.

La música estaba resonando muy fuerte, y el ruido, más variados tonos de

conversación se confundían entre sí.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunté sobre la música.

El barman puso nuestras bebidas en la barra, y Ryan le arrojó uno de

veinte.

—No lo sé. Sólo estoy siguiendo órdenes. Hasta ahora beber, pero no

mucho como para no poder disparar derecho, o afectar a Claire.

—Disparar no va a ayudar —gruñí—. ¿Por qué tú consigues un trago y yo

no? —pregunté, observándolo enderezar su espalda.

—Jared dijo que te consiguiera una cerveza.

—¿Sólo una? —critiqué el nivel de la botella—. Supongo que él bebe

cuando yo lo hago.

No nos molestamos en brindar por algo. Traté lo mejor que pude para

olvidar que estaba aterrorizada, y sorbí el amargo líquido oscuro hasta que

se terminó. Ryan ordenó otra ronda, pero cuando el barman colocó otra

botella completa enfrente de mí, Ryan la agarró con su otra mano,

bebiendo de ambas. Demasiado tiempo había pasado desde que tuve algo

de alcohol en absoluto, sólo la primera ronda ayudó a ahogar la carcajada

en el fondo que se volvía cada vez más irritante mientras pasaba el tiempo.

Cuando Ryan finalmente se puso de pie, no pude evitar exhalar un suspiro

de alivio.

—¿Eso es todo? ¿Hemos terminado? —pregunté.

Ryan sacudió la cabeza.

—No, sólo estamos empezando. Sube la cremallera de tu abrigo, vamos a ir

a caminar. Una vez que se abra esa puerta, necesito a una chica

universitaria ebria y risueña que se haga merecedora de un Oscar en la

acera conmigo, ¿de acuerdo?

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—Bueno, nunca me he sentido tan risueña en mi vida, así que debería ser

pan comido —dije sin expresión.

Ryan empujó la puerta abriéndola, y enganché mi brazo en el de él.

Caminamos una manzana, y entonces doblamos. Después de dos

manzanas, doblamos en una dirección diferente.

—Esto es obvio —dije, notando la calle oscura.

—Sshh, nos están siguiendo —susurró Ryan.

—Qué bien —dije, tratando de mantener mis pasos alineados con los

suyos.

Antes de que alcanzáramos la esquina, dos hombres dieron un paso en la

acera desde el callejón. Ryan paró, empujándome detrás de él.

—Hola, qué tal, chicos —dijo Ryan.

Uno de los hombres sonrió.

—Esa es una bonita chica la que tienes ahí.

Ryan estaba claramente irritado.

—Gracias. Dile a tu jefe que me siento insultado.

—¿Y por qué es eso? —dijo el otro hombre, divertido.

Ryan sonrió.

—Eres más pequeño de lo que esperaba —dijo, levantando la vista hacia el

siniestro hombre amenazante.

Sin advertencia, Ryan le propinó un cabezazo al primer imbécil. El hombre

miró a los ojos a Ryan, pasmado. La sangre repentinamente brotó de su

nariz, y entonces se derrumbó de espaldas, finalmente cayendo al suelo.

El segundo hombre sacó su arma. Su pequeña sonrisa de suficiencia se

desvaneció rápidamente cuando Ryan y yo intercambiábamos un vistazo, y

entonces sacamos las nuestras. Cada nervio en mi cuerpo estaba al borde.

En vez de miedo, estaba resistiendo una sonrisa. Apuntar un arma, y

siendo la ofensiva era tan fortalecedor que tenía que trabajar para evitar

soltar una risita con entusiasmo.

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—¡Nos tendió una trampa! —dijo el hombre, pateando a su compañero,

temblando mientras mantenía su arma apuntando en nuestra dirección.

—¡Levántate, Lenny! ¡Nos han tendido una trampa!

—¡Pon tu arma en el suelo! —gruñó Ryan. Su voz sonó diferente a la que

yo estaba acostumbrada. Sin duda resultado de su tour en Afganistán.

El hombre hizo lo que Ryan ordenó, y entonces salió corriendo, jalando a

su amigo con él. Puse el seguro en el revólver en mi mano, un hábito de

mis lecciones con Jared, y entonces la dejé en la parte trasera de mis

vaqueros.

—¿Ese era el plan? —pregunté.

Ryan puso sus manos en sus caderas, escupiendo al piso.

—No. Ese no era definitivamente el plan. Se suponía que te tenían que

llevar.

—¿Llevarme?

—Bueno… no llevarte, llevarte… tratar de llevarte, supongo. Realmente no

lo sé.

—¡Eso me hace sentir mucho mejor! —resoplé.

Ryan se congeló cuando sonó un clic en el callejón detrás de nosotros.

Donovan estaba parado a sólo unos centímetros de distancia, presionando

el cañón de su arma en la cabeza de Ryan.

—Entonces están confiando en humanos para vigilar a sus Taleh ahora,

¿verdad? No me importa si ahora eres alguna clase de héroe, no me lo creo

—dijo Donovan, mirando alrededor.

Traté de alcanzar mi arma, pero una cálida mano rodeó mi mano.

—Ella es una pequeña pistolera valiente, ¿no es cierto?

Si no fuera por la voz, habría esperado darme la vuelta para ver a Jared

parado detrás de mí. La misma piel cálida, el mismo olor, el cabello rubio

—pero sus ojos era más claros que los de Claire— casi blancos. Era tan

alto que tuve que retroceder un paso para conseguir un buen vistazo de él.

—¿Isaac? —susurré.

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Sonrió, y entonces le sonrió con suficiencia a Donovan.

—Soy famoso.

—Y muerto si no salimos rápido de aquí. No la dejarían sola.

—Claro que no —dijo Isaac con calma—. Pero jugaremos.

Isaac y Donovan nos guiaron callejón abajo hasta un auto esperando.

Isaac no era ni de cerca tan amable como los otros Seres Celestiales que

había conocido. No debería haberme sorprendido; un híbrido que protegía

a un hombre que trabajaba para los demonios tenía que haber sido hasta

ahora indiferente de sus orígenes y sus creencias centrales. No me atrevía

a intentar dejar que mi mente se entretuviera en lo que él era capaz.

Después de atarnos ambas manos detrás de nuestras espaldas, Donovan

golpeó a Ryan en la cabeza con la empuñadura de su arma y después de

un corto chasquido, Ryan cayó flácido. Isaac deslizó una capucha negra

por su cabeza, y luego lo arrojó en el asiento trasero del auto. La cabeza de

Ryan cayó contra la puerta del otro lado.

—¡No! —dije, retrocediendo.

Isaac sonrió, y luego empujó la misma capucha negra sobre mi cabeza,

llevándome con ternura a un lugar junto a Ryan.

—No tolero la violencia contra las mujeres —dijo Isaac.

Una parte de mí se sintió aliviada, pero sabiendo que tenían la intención

de matarme, me obsesioné con el significado detrás de las palabras de

Isaac durante todo el viaje a nuestro destino.

Todavía cegada por la tela sobre mi rostro, fui sacada del auto, y luego

escoltada por un corto tramo de escaleras. Hicimos una pausa por un

momento, pero continuamos rápidamente después del sonido chirriante de

una puerta.

—Más escaleras —dijo Isaac, esperándome pacientemente a que

encontrara mi equilibrio. Nuestros pasos resonaron contra un piso de

madera, y luego fui sentada.

La tela se levantó de mi cara. Instintivamente recorrí mi entorno. La

habitación era grande, y mientras mis ojos recorrían las hachas y las

espadas que colgaban de las paredes, me golpeó el horror absoluto.

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—Este es el edificio de Shax —dije jadeando.

—Sí —dijo Isaac—. El último lugar que alguna vez verás.

Tragué con fuerza. La voz de Isaac era tan agradable; casi maníaca. Su

tono de voz suave, junto con la ausencia de toda humanidad en sus ojos,

estaba más allá de lo aterrador.

—¿Nina?

Giré mi cuello hasta el límite para ver a Ryan sentado en una silla detrás

de mí, de espaldas a la mía.

—¿Estás bien, amigo? —dije.

La sangre saturaba la línea de su cabello justo por encima de la sien.

—¿Además de que mi cabeza palpita tan fuerte y que mis ojos se sienten

como si fueran a saltar? De maravilla.

Él entrecerró los ojos, obviamente dolorido.

—Tú no tenías que haber hecho eso —le gruñí a Donovan.

—Esa es la belleza de ello. —Sonrió Donovan.

—¿Dónde está Shax? —pregunté.

—Oye, espera allí, Pastelito. No tengas tanta prisa para morir —dijo

Donovan, escribiendo algo en un cuaderno asentado en el escritorio—. Él

estará aquí muy pronto.

Isaac se puso delante de mí, y luego se agachó a pocos centímetros de mi

cara.

—Conocí a Jared de niño. ¿Te dijo eso? Recuerdo la forma en que hablaba

de ti. Ahora que te veo —dijo, tocando suavemente mi mejilla—. No puedo

entender lo que vio en ti que es tan especial. Eres una cosa tan simple.

—¡Ay! —chillé, mirando hacia abajo.

Isaac clavó la uña de su pulgar en mi muñeca, y la sangre brotó de la

herida en forma de-media-luna.

—¡Déjala en paz! —dijo Ryan, retorciéndose en su asiento.

Isaac lamió el líquido carmesí de mi brazo.

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—Pensé que tal vez era algo que no podía ver. Merovingian, y nada que te

distinga del resto de ellos. Muy decepcionante.

Bajé la barbilla y lo fulminé con la mirada.

—Al igual que como debe ser tu padre. Con todos sus increíbles talentos y

habilidades, y eres un traicionero… un detractor para el otro lado.

Isaac alzó la mano y la dejó volar, golpeándome tan fuerte que me caí

sobre mi costado, estrellándome contra el suelo en la silla en la que estaba

atada.

—¡Tú, hijo de perra! —gritó Ryan, luchando violentamente por liberarse.

—Esto en cuanto a no tolerar la violencia —gemí.

—Eso fue sólo una advertencia —dijo Isaac, sentándome en posición

vertical—. Tengo menos tolerancia a la falta de respeto. —Se inclinó

lentamente, besando mi frente.

—Vamos —espetó Donovan—. Estarán aquí pronto.

Isaac asintió, y luego se fueron.

—¿Estás bien? —dijo Ryan, girando rápidamente su silla hasta que estuve

en su línea de visión.

—No voy a mentir. Eso dolió.

Ryan se inclinó, inspeccionando la protuberancia que se elevaba

rápidamente por encima de mi ceja.

—Jared va a estar muy enojado.

—Estoy segura de que ya lo está.

—Ellos deberían estar aquí ya. Algo está mal. Jared dijo que si no estaban

aquí en unos pocos minutos, yo debería sacarte.

Miré a mí alrededor.

—No podemos salir. Hay una caja fuerte detrás de ese escritorio, en la

pared. El libro está ahí.

—¿Cómo lo sabes?

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Las muñecas y los pies de Ryan estaban atados a la silla como los míos, y

él tiró y retorció los brazos, tratando inútilmente de escapar.

—Jack me lo dijo. Tenemos que abrir esa caja fuerte.

Ryan levantó una ceja.

—¿Acaso Jack te dijo cómo hacerlo si estás atado a una silla? Porque no

tengo nada.

Suspiré.

—¿En las Fuerzas Especiales no te enseñan nada?

Ryan sonrió.

—Sí: Mantén un cuchillo contigo en todo momento. —Movió su pierna

derecha—. En mi bota.

Las sillas se quejaron en contra de la madera mientras nos

posicionábamos para que yo pudiera alcanzar el cuchillo. Después de

varios minutos de gruñidos y gemidos, finalmente sentí el mango.

—Creo… —gruñí de nuevo, luchando contra las apretadas restricciones—.

¡Creo que ya lo tengo! —dije, agarrando el plástico duro entre mis dedos.

—No lo dejes… caer —dijo Ryan demasiado tarde, viendo caer el cuchillo

de mis dedos al suelo.

—Mierda —resoplé, soplando mi flequillo fuera de mi cara.

—Está bien —dijo Ryan, tomando una respiración profunda. Tiró a un lado

hasta que la silla se volcó, y luego maniobró su cuerpo hasta que su mano

estaba a pocos centímetros de la cuchilla—. Nada es fácil cuando estoy

cerca de ti, Grey.

—Cállate —le dije, aburrida.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —dijo Claire. Estaba de pie frente al

alféizar de la ventana entreabierta, los brazos cruzados, su bolsa de lona

de color rosa sobre su hombro.

Una amplia sonrisa estalló en el rostro de Ryan.

—Más vale tarde que nunca, hermosa.

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—Cállate —dijo Claire.

—Vaya, estoy recibiéndolo desde todos los ángulos —dijo Ryan, dejando

que todo su cuerpo se relajara y cayendo contra el suelo en señal de

protesta.

—¿Dónde está Jared? —pregunté.

—Detrás de mí. No tenemos mucho tiempo —explicó Claire, rasgando la

tela alrededor de mis muñecas y pies con un movimiento de su dedo.

—Estoy en el suelo, sangrando, ¿y la salvas primero a ella? Estoy herido —

le dijo Ryan a Claire.

Claire lo liberó, y luego levantó a Ryan a sus pies. Ella echó la cabeza

hacia atrás para inspeccionar su herida, demasiado áspera.

—Vivirás.

Ryan hizo una mueca.

—Gracias, cariño, yo también te amo.

Me acerqué a la ventana, buscando a través de la oscuridad a Jared.

—Pensé que habías dicho que estaba detrás de ti.

Claire estalló la gran bola de chicle en su boca.

—Tenía que calmarse. Cuando vea ese bulto en tu cabeza y esa impresión

de mano en tu mejilla, va a enloquecer de nuevo. Retrocede.

Di un paso atrás, y Bex apareció en la ventana, apenas haciendo un

esfuerzo mientras se impulsaba dentro.

—Hueles a cerveza. —Hizo una mueca.

—Me alegro de verte, también. —Fruncí el ceño.

—¿Dónde está la caja fuerte? —preguntó Bex.

—¿Dónde está Jared? —dije con un tono impaciente.

—Aquí mismo, nena —dijo Jared, metiéndose en la ventana detrás de

Bex—. Estoy aquí mismo. —No esperé a que se arrastrara hasta el final en

la sala antes de que lo agarrara. Después de unas torpes maniobras

mientras se quedaba encapsulado en mis brazos, me besó en la frente, y a

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continuación, inspeccionó los restos de mis roces con Isaac. Su mandíbula

se tensó bajo su piel—. Voy a disfrutar matándolo.

—¡La caja fuerte! —dijo Bex, intencionado.

—Detrás del escritorio —le dije, tirando a Jared conmigo—. Está ahí —

señalé.

—Pero —dijo Claire, inclinándose para tocar la pared—, es sólo pared.

Bex tembló, y luego cerró los ojos.

—Ya vienen.

Claire pasó las manos por la monótona pintura.

—No siento nada. —Ella golpeó—. No suena como si algo estuviera allí.

—¿Estás segura? ¿Tal vez estamos en la habitación equivocada? —dijo

Ryan.

Miré a mí alrededor, viendo los mismos cuadros en la pared.

—No, estoy segura. He visto esto un millón de veces, la caja fuerte está

justo ahí.

Bex miró a Jared.

—Tenemos dos minutos.

Jared suspiró.

—¿Claire? Muévete.

Claire obedeció, y Jared chocó la pared con el puño, tirando pedazos de

roca quebrada. Claire le ayudó, y en cuestión de segundos, todo el panel

estaba abierto, revelando la caja fuerte, casi un metro dentro de la pared.

Miles de motas de polvo se agitaron en el aire.

—Eso explica por qué siempre los veías inclinados en la pared —dijo

Jared.

Claire levantó la mano.

—Silencio. —Ella inclinó su oído cerca de la caja fuerte, y luego movió la

rueda hacia adelante y hacia atrás, asintiendo de manera intermitente. En

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unos momentos, la caja fuerte se abrió. Claire parecía aturdida—. Eso fue

demasiado fácil. Está cargada de explosivos o algo así.

Jared negó con la cabeza.

—No huelo nada, ¿tú sí?

—No —dijo ella.

—Shax es notoriamente pretencioso, Claire —dijo Jared—. No estoy

sorprendido.

Ella se levantó.

—Todo esto ha sido muy fácil. Toman nuestro cebo, sientan a Ryan y a

Nina en la habitación con la caja fuerte, sabiendo que vendríamos tras

ellos... ¿y luego se van?

Bex sacó el libro.

—¡Lo tengo!

—Asegúrate de que es la cosa real —le dije.

Bex hojeó a través de las páginas.

—Es real, está todo bien.

Jared agarró mi mano.

—Se fueron porque Shax está trayendo a sus Legiones para terminar con

nosotros, Claire. Querían que viniéramos aquí y darles una razón para

acabar con todos nosotros. El Cielo no puede intervenir si los provocamos.

Bex dio unos pasos hacia la puerta, su cabeza sacudiéndose en todas

direcciones.

—Legiones es correcto. Creo que todo el Infierno se acerca. Debemos irnos.

Ahora.

—¡El techo! —dije—. ¡Ellos siempre utilizan el techo!

—¿Quién lo hizo? —preguntó Ryan.

—No queremos repetir lo que Jack y Gabe hicieron, Nina. Eso nos lleva al

mismo fin —dijo Claire, mirando por la ventana, planificando una fuga.

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—Tal vez no —dijo Jared, mirando hacia arriba—. Tal vez ella tuvo los

sueños para mostrarnos cómo salir.

—Bien —dijo Claire, agarrando el libro de Bex.

Arañazos viniendo de abajo se hicieron eco a través de los pasillos,

tornando mi sangre fría.

Los ojos de Ryan se precipitaron en todas direcciones.

—¿Eso es...?

—Sí. Vamos —dijo Claire, empujando el libro en su bolso de lona rosa—.

¿Bex?

Bex asintió, corriendo por la habitación y saltando por la ventana.

La expresión de Ryan era una mezcla de disgusto y alarma.

—Suena como un animal moribundo... miles de animales muriendo.

Claire sacó su arma de su funda.

—Deberías escuchar a uno cuando lo envías de vuelta al Infierno. —Ella

hizo un gesto hacia mí—. Muéstranos el camino, Nina.

Los aullidos y gritos de los secuaces de Shax se hicieron más fuertes.

Jared se volvió hacia mí, ahuecando sus manos a cada lado de mi cara.

—Esto es todo, ¿no es así? —le dije.

Jared miró profundamente en mis ojos, como si quisiera pasar la verdad a

través de ellos en vez de decir las palabras. Pero las dijo, de todos modos.

—No voy a dejarlos que te toquen.

—Tengo miedo —le dije, temblando. El miedo era tan intenso que me sentí

impotente para controlar mi propio cuerpo. A medida que los chirridos se

oían más cerca, se volvió un esfuerzo físico evitar caer en un ataque de

pánico. Miré a Ryan, entonces—. ¿Recuerdas lo que hablamos?

Ryan asintió.

—Recuerdo.

Agarré la mano de Jared y huimos, subiendo las escaleras y luego

corriendo por el pasillo.

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—¡Por este lado! —grité. Me detuve frente a una puerta cerrada al final del

pasillo. No tenía sentido susurrar, con los gritos ensordecedores de los

demonios llenando el aire. Empujé el pomo, pero estaba cerrada con llave.

Jared me hizo a un lado y a continuación, dio un golpe letal con el pie. La

puerta se abrió, y golpeó el muro de cemento, piezas de madera

astillándose y luego cayendo al suelo.

—Vamos —dijo él, jalándome hacia arriba por la escalera en ruinas.

En el techo, el viento azotaba sin piedad a nuestro alrededor, y el cielo

nocturno llenó incluso las luces más brillantes por debajo.

Jared corrió hacia el borde.

—¿Qué edificio?

Levanté mi barbilla en la dirección correcta.

—Ese.

Ryan frunció el ceño a Claire, inseguro.

—¿Vas a saltar la longitud de un campo de fútbol?

Ella sonrió.

—Sí. Y tú vienes conmigo.

Ryan negó.

—Voy a tomar la escalera de incendios.

Agarré su abrigo, y luego lo empujé a los brazos de Claire.

—Miles de esas cosas van a pulular en este techo en unos siete segundos.

No vas a lograr aterrizar.

Jared envolvió los brazos alrededor de mi cintura, y luego dio tres

zancadas largas, gruñendo cuando saltó desde el borde. Mis dedos se

cerraron alrededor de su cuello. No me atrevía a mirar hacia abajo,

temiendo que al segundo que me diera cuenta de que estábamos haciendo

algo imposible, sus poderes se desvanecerían y caeríamos cinco pisos

hasta el suelo.

Él hizo el mismo gruñido para aterrizar como lo hizo cuando despegamos,

pero el aterrizaje no fue tan rudo como yo había previsto.

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Pude oír los gritos de Ryan en algún lugar entre nuestro edificio y el de

Shax. Su voz se hizo más fuerte a medida que se acercaban y cuando los

pies de Claire golpearon el piso a sólo tres metros de distancia, ella lo dejó

ir.

Él cayó al suelo, rodando sobre su espalda.

—Nunca… jamás vuelvas a hacer eso —resopló Ryan.

Claire agarró su mano y tiró de él para levantarlo.

—No seas un bebé. —Ella sonrió, jalándolo hacia el acceso al techo.

Después de dos tramos de escaleras mis pulmones pedían aire, pero la

adrenalina corriendo por mi cuerpo hizo que mis piernas sintieran que

podían seguir para siempre.

Jared se detuvo, miró por encima de nosotros, y ni un segundo más tarde,

un fuerte golpe sonó en el techo, seguido por los sonidos que sólo los

demonios a la caza podrían hacer.

—No vamos a lograrlo —dijo Jared, mirándome y luego a Claire—. Saca a

Nina y a Ryan.

—¡No! —dije, agarrando su brazo.

—¡Hay demasiados, Jared! —dijo Claire—. La mitad de ellos va a

superarte.

Ambos miraron a Ryan, y luego Jared agarró el abrigo de Ryan con ambos

puños.

—Saca a Nina de aquí. Llévala al callejón. —Ryan miró a Claire y Jared lo

sacudió otra vez, exigiendo su atención—. ¡Saca a Nina! Vamos a

mantenerlos a raya.

Jared lo empujó de nuevo, sacando dos Glock de sus fundas. Claire tiró la

bolsa de lona hacia mí.

—Asegúrate de que no consiga que lo maten, ¿de acuerdo?

—Está bien —le dije, tirando de la chaqueta de Ryan.

Bajamos por las escaleras, dejando a los Ryel atrás. Ryan no quitó los ojos

de Claire hasta que ella se perdió de vista, y luego se concentró, tomando

dos escalones a la vez.

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El chirrido se hizo más fuerte, más emocionado, y luego comenzaron los

disparos.

Ryan se detuvo, sostuvo la pistola a la altura del pecho, y luego golpeó su

espalda contra la pared.

—¡Mierda!

—¡No podemos quedarnos aquí! Tenemos que seguir, Ryan. ¡Tenemos...

que... seguir! —supliqué, tirando de él con cada palabra.

—No puedo dejarla —dijo, mirando hacia arriba.

—¡La única forma en que puedes ayudarla ahora es seguir con vida! —le

dije, haciendo hincapié en cada palabra.

Él cerró los ojos con fuerza, y luego me agarró del brazo, empujándome por

los dos últimos tramos de escaleras.

—¡Esta es la puerta del callejón! —le dije, señalando.

Ryan tiró de la palanca varias veces. Cuando no se abrió, apuntó su arma,

disparando unas cuantas rondas en el mango. Aparté la vista, protegiendo

mis ojos de las astillas que volaban en todas direcciones.

Ryan chocó su hombro contra la puerta, obligándola a abrirse. Salí

corriendo al callejón, luchando por respirar. La oscuridad exterior era tan

tranquila, como si hubiéramos entrado en un nuevo mundo. Los sonidos

normales de Providence estaban todos alrededor de nosotros: bocinas de

autos en la distancia, los motores de motocicletas acelerando mientras se

alejaban de un semáforo, la última parte del agua de lluvia cayendo en las

cunetas, era como si estuviera atrapada en uno de mis sueños.

—Despierta —susurré, cerrando los ojos. Me concentré en mi cama, y el

cuerpo cálido de Jared junto al mío. Abrí los ojos, pero la misma escena

estaba ante mí. Cerré los ojos con más fuerza esta vez—. ¡Despierta! —

grité.

Ryan agarró mis hombros, sorprendiéndome.

—No es un sueño esta vez, amiga. ¡Tenemos que irnos!

Capté algo oscuro y rápido por el rabillo del ojo. No era humo, ni una

sombra, sino más espeso que el aire de la noche.

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—¿Qué demonios es eso? —gritó Ryan, disparando una vez. La bala rebotó

en el ladrillo del edificio.

—¡Cuidado! —grité cuando la nube se elevó por encima de los dos,

posicionado para atacar.

Ryan me empujó fuera del camino, y aterricé con fuerza en las rodillas y

manos. Su cuerpo salió volando, golpeando el edificio al otro lado del

callejón, y luego cayó cuatro metros y medio hasta el suelo.

—¡Corre, Nina! —dijo Ryan, aturdido.

Me puse de pie tambaleante, pero antes de salir corriendo sola, dudé. Ryan

era un ser humano, y le prometí a Claire que lo mantendría a salvo. La

negrura se centró en mí, y Ryan disparó otra ronda para volver su

atención hacia él.

—¡CORRE! —gritó, disparando de nuevo. El enemigo invisible lo arrastró

de vuelta al edificio por un pie, y él mantuvo su arma delante, disparando

a lo que no podía ver.

Todo dentro de mí quería quedarse, para tratar de ayudar de alguna

manera, pero sostuve la bolsa de lona cerca y corrí por el callejón, hacia la

calle. Las lágrimas llenaron mis ojos, emborronando mi visión,

derramándose finalmente sobre mis mejillas frías.

Otro callejón estaba delante, oscuro y amenazador, pero parecía el camino

correcto a seguir, así que seguí corriendo.

Cuando mis pulmones no pudieron tomar el aire suficiente, me detuve,

encorvada y resoplando. Fuera lo que fuera que tenía a Ryan no podía

estar muy lejos, así que me incliné en contra de la entrada trasera de un

edificio, trabajando el valor suficiente para moverme. Una parada de

autobús estaba a sólo media manzana de distancia.

—Da un paso, Nina —me dije a mí misma, reuniendo el coraje para mover

los pies—. Está justo ahí. —Suspiré—. ¡Ve!

La puerta se abrió, haciéndome perder el equilibrio y caer de espalda. Algo

me agarró por detrás, jalándome al interior con tanta fuerza que mis

manos, piernas y cabeza, todo se quedó atrás, sobresaliendo hacia fuera

delante de mí.

—¡Ssshhh! —dijo Bex, cubriendo mis gritos con su mano.

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Más lágrimas corrieron por mi cara, y lancé mis brazos alrededor de su

cuello, sollozando con alivio descontrolado.

Me mantuvo a raya, buscando mis ojos.

—¿Dónde están todos los demás?

Negué.

—Yo no... no sé —me atraganté.

—¿El libro?

Levanté la bolsa de lona.

—Está bien —dijo él, abrazándome—. Bueno, vamos a sacarte de aquí.

Él me llevó hasta su Ducati que se encontraba estacionada en la esquina,

y salimos a toda velocidad, coleándonos por la calle. Mientras Bex tomaba

caminos que nos llevarían a Woonsocket, yo fantaseaba que Jared, Claire,

y Ryan estarían en St. Anne esperándonos.

Repetí lo que pasó una vez más en mi mente, preguntándome si podría

haber hecho algo diferente, o si debería haber tratado de ayudar a Ryan.

Arriesgar su vida y, finalmente, la vida de Claire, para robar un libro que

me salvaría era la personificación del egoísmo... hasta que recordé que esto

liberaría a Jared también. Aún sabiendo eso, no estaba segura haber

tomado la decisión correcta. Incluso si yo era parte de una especie de

profecía, nuestras vidas no eran más valiosas que las de Ryan y Claire.

El padre Francis mantuvo la puerta abierta, haciéndonos señas para que

entremos.

—¿Están ellos aquí? —le pregunté, sabiendo ya la respuesta.

El sacerdote cerró la puerta, y luego negó, triste.

—Todavía no. ¿Tú lo tienes?

—Sí. Está aquí —dije, abriendo la bolsa de lona. Le entregué el libro

encuadernado en cuero al padre Francis, y él lo sostuvo con cautela, como

si estuviera sosteniendo una bomba.

Se retiró a la parte frontal de la catedral, sentándose en el primer banco.

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—El Naissance de Demoniac de Shax el Duque —susurró. Se persignó, y

después rezó sobre el libro.

Bex cerró los ojos y luego sonrió.

—A ellos no les gusta eso.

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Capítulo 18 El Error

Traducido por LizC y Simoriah Corregido por July

ue mi turno de ir de un lado a otro.

El padre Francis y Bex se concentraron a lo largo de las páginas,

en busca de algo para presentar a Jared a su llegada. Pero había

pasado casi una hora y nosotros éramos todavía los únicos que

habíamos logrado llegar a la iglesia.

Cada devoto que entraba por la gran puerta de madera era despedido

cortésmente por el padre Francis. Era más difícil para mí ser cortés,

debido a que cada vez que la puerta se abría, mi corazón se detenía.

Después de que mis esperanzas hubieran sido aplastadas por sexta vez, la

ira se hizo cargo. Una anciana mujer se abrió pasó a través de la puerta,

sólo para ser sobresaltada por la vista de mí abalanzándome por el pasillo.

—¿No puede ver la señalización? ¡La iglesia está cerrada!

La mujer se tambaleó hasta llegar a la manija de la puerta para escapar.

—Necesitamos una señalización más grande —dije, cruzando los brazos.

—Paciencia, niña —dijo el padre Francis, acercándose a mí con una

mirada de comprensión—. Él vendrá.

—¿Cuándo? —dije con énfasis—. Él debería estar aquí a estas alturas.

Siento que me estoy volviendo loca.

Él padre Francis me guió con suavidad de nuevo a mi banco, dándole

palmaditas a mi hombro.

—Fe es lo que necesitas.

F

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—Solía tener fe. Es difícil cuando todo el mundo te dice que tu muerte es

inevitable.

—La muerte es inevitable para todos nosotros —dijo el sacerdote.

Bex alzó la vista, sus ojos estrechándose.

—¿Qué? —pregunté—. ¿Es Shax?

—No —dijo Bex, con los ojos revoloteando—. Nos han estado rodeando

desde que llegamos aquí, pero ellos… —Abrió los ojos de par en par—,

todos se han ido.

—Pero… ¿por qué? —dije, incrédula. El tema de la noche había sido que

Shax nos había dejado escapar con su precioso libro muy fácilmente. Su

retirada sólo me puso al borde, preguntándome cuándo él decidiría

plantear una verdadera pelea.

De repente, la puerta se abrió, estrellándose contra la pared. Bex se puso

de pie, tirando de mí con él, usando su cuerpo como un escudo.

—¿Tiene un baño, padre? —preguntó Kim.

El padre Francis se apresuró por el pasillo, cerrando la puerta detrás de

Kim.

—Por supuesto, niña. Justo a través de allí. —Él lo señaló.

—No es divertido —dijo Bex, frunciéndole el ceño cuando ella pasó frente a

él.

—¿Qué? —dijo Kim, ajena a todo—. ¿Sólo porque esté siendo perseguida

por cientos de demonios, una chica no puede hacer pis?

Bex se limitó a sacudir la cabeza, riendo una vez, ausente de humor.

Yo colapsé en el banco, exhausta.

—Algo está mal. Ellos deberían estar aquí a estas alturas.

Bex me echó un vistazo, y luego volvió a una página del libro, eligiendo

hacer caso omiso de mis palabras.

—Debería haberle ayudado. Ryan fue arrastrado hasta su muerte, y yo

sólo salí corriendo —dije, sintiendo el aguijón de las lágrimas saladas

inundar mis ojos.

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—Estoy tratando de leer —refunfuñó Bex.

Una puerta se cerró de golpe en el pasillo, y a continuación, los ruidosos

pasos de Kim anunciaron su llegada antes de que ella apareciera a la vista.

—Oh, cielos. ¿Estás llorando? —preguntó ella—. ¿Y dónde está todo el

mundo? ¿Se fueron por helados o qué?

Me sequé las mejillas manchadas de lágrimas con mi manga.

—Jared y Claire se quedaron atrás para darnos a mí y a Ryan tiempo de

salir. Cuando alcanzamos el callejón, algo atrapó a Ryan.

—¿Algo? —dijo Kim, su ceja se elevó—. ¿Cómo qué?

—No lo sé. No pude verlo. Era una especie de, como una sombra… pero

era más… —me detuve, incapaz de encontrar la palabra apropiada para

describirlo.

—¿Ensombrecido? —dijo Kim, para nada impresionada.

Puse los ojos en blanco.

—No todo es una broma, Kim. Ryan está muerto.

—No lo está —respondió ella, confiada.

Sus palabras llamaron mi atención.

—¿Por qué dices eso? ¿Has oído algo? ¿Sabes en dónde están?

Kim asintió hacía la puerta.

—Él se ve como una mierda, pero está justo allí.

Me di la vuelta, agarrando la parte superior del banco. Ryan, Claire y

Jared, todos estaban de pie cerca de la entrada, sucios, cubiertos de

sangre y muy golpeados. Antes de notar que me estaba moviendo, mis

piernas me estaban llevando por el pasillo a toda velocidad y me estrellé en

el pecho de Jared. Él envolvió sus brazos alrededor de mí firmemente, por

lo que suspiré con alivio.

—Calma. —Sonrió Jared, regresando mis repetidos besos lo mejor que

pudo. Mantuvo su peso sobre una pierna y sus pantalones estaban rotos.

—¿Qué pasó? —dije, agachándome para echarle un mejor vistazo.

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—Ganamos —dijo Claire con una sonrisa cansada.

Ryan llegó cojeando lentamente por el pasillo, su brazo alrededor de Claire.

La sangre goteaba desde el exterior de su ceja y estaba apoyando su

hombro lesionado. Ellos se sentaron en un banco detrás de Bex y el padre

Francis se alejó apresurado, haciéndoles señas.

—¡Voy por el kit de primeros auxilios! —les gritó a medida que desaparecía

bajo un vestíbulo oscuro.

Jared me sonrió.

—Lo logramos.

Me incliné sobre las puntas de mis pies para tocar sus labios con los míos.

Las palabras de Jared fueron vacías. Ganar esa pequeña batalla era sólo

una parte de la guerra que acabábamos de empezar. Jared me condujo por

el pasillo, sentándose junto a mí en el banco detrás de Ryan y Claire. Ryan

se inclinó hacia atrás, sosteniendo un pedazo de tela plegada en contra de

su ojo.

—La próxima vez nos entraremos a ello con el Infierno, apuesto por el Sr.

Puff.

Claire sonrió, lamiendo su labio partido.

—Tu esfuerzo fue impresionante, incluso si esa cosa te colgó en el aire por

tu tobillo… y te utilizó para abrir dos puertas… y te hizo gritar como una

chica.

—Yo no grité como una chica —protestó Ryan.

—Tal vez sólo tenía la esperanza que lo hicieras. —Ella sonrió

abiertamente.

—Gracias —dijo él, estirándose para tocar su sucio rostro. Su pulgar rozó

suavemente su mejilla—. Otra vez.

Los ojos de Claire encontraron los suyos por un momento y entonces ella

se alejó.

—Sólo acostúmbrate a eso. No necesitas darme las gracias cada vez que

salve tu estúpido trasero.

Ryan asintió, y a continuación, se relajó en contra del banco.

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Observé a Claire por un momento, mientras ella intentaba

desesperadamente fingir indiferencia. Podía recordar esa expresión muy

bien; Jared la utilizó muchas veces en un principio. Por desgracia para

Claire, Ryan era mucho más confiado de lo que yo era terca y él estaba

seguro de que ella entraría en razón.

Mis ojos se fijaron en el hermoso y sucio rostro de Jared. Sus ojos se veían

cansados, pero de un azul brillante, emocionado y asombrado ya que

teníamos el libro y nuestras vidas. Ver su expresión sólo hizo más real el

hecho de que él no esperaba que ninguno de nosotros lograra llegar a la

iglesia con vida. A decir verdad eso, para mí, era más inquietante que

tranquilizador.

—¿Encontraste algo? —le preguntó Jared a Bex.

Bex le entregó a Jared el libro.

—Todavía no. Se mantiene hablando del nacimiento, el nacimiento, una y

otra vez. De cómo perturba el equilibrio y de cómo el Infierno lo detendrá y

prevalecerá.

Jared revoloteó a través de las páginas, cada vez más frustrado con cada

una.

—Cada profecía tiene un bucle. Esa es la razón por la cual fueron creados

los Nephilim, para tratar de detener la línea de sangre desde el Rey David

hasta Jesús. —Cerró de golpe el libro—. ¿Qué ha dicho el padre Francis?

Los ojos de Bex se fijaron en mí por apenas un momento y luego él sacudió

la cabeza, mirando hacia abajo.

—Él no ve nada, tampoco. Pero sólo lo hemos visto una vez. Podríamos

habernos pasado algo por alto.

—Ya conoces mi voto —dijo Claire.

—¿Él cual es…? —dijo Ryan. Sus ojos permanecieron cerrados.

Kim se puso de pie y se estiró.

—Jared, sé que deseas encontrar algo, pero teníamos un trato.

—Lo sé —gruñó Jared.

Yo toqué su brazo.

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—¿Dé qué está hablando Kim?

Jared no levantó la vista de las páginas.

—De la promesa que le hice. Si ella nos ayudaba a recuperar el libro,

entonces nosotros volveríamos con ella a Jerusalén… para devolverlo al

Santo Sepulcro. Para liberar a su familia.

No podía discutir eso, pero Jared acababa de comenzar a mirar de vuelta.

Kim estaba siendo impaciente, algo poco característico de ella.

—¿Cuál es la prisa? —pregunté.

Kim esperó a que Jared contestara, pero cuando él permaneció enfocado

en el libro, ella suspiró.

—Shax asegura que mi familia es responsable. Él va a tomar represalias.

Claire se echó a reír una vez.

—Él va a hacer eso, de todos modos, cuando lo devuelvas y esté fuera de

su alcance. Tu familia lo ha mantenido a raya todo este tiempo. Puedes

esperar unas horas, Kim.

—No lo entiendes —dijo Kim.

—Simplemente deja que él lea el maldito libro —gimió Ryan.

Preguntas se formaron en mi mente, y tragué fuerte, siempre indecisa a

obtener la respuesta. Sin importar lo que ella pudiera decir, a ese punto no

podía darme el lujo de no entender nada. Los días de ocultarme las cosas

habían terminado.

—¿Qué es lo que Claire no entiende, Kim?

Después de una corta pausa, Kim tomó una respiración.

—No estoy allí —dijo ella en un tono bajo—. Siempre he estado a veinte

minutos de distancia; Shax sabe eso. Él podría haber enviado una legión

entera a la casa de mi padre y en cuestión de minutos yo estaría allí y ellos

tendrían que irse. Tenemos que conseguir un avión, devolver el libro y a

continuación, necesito llegar a casa antes de que Shax se dé cuenta de lo

que hemos hecho. En este momento él sólo piensa que estás buscando un

bucle para la profecía. Él no tiene ninguna idea de que está a punto de

perder el libro para siempre.

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Claire puso su codo sobre el borde en la parte posterior del banco y reposó

la cabeza sobre su mano.

—¿No crees que la búsqueda de Jared por un bucle para la profecía es

más preocupante para Shax que perder el libro?

—No —dijo Kim, con total naturalidad.

—¿Y eso es por qué…? —chasqueó Claire en respuesta.

El silencio se sobrepuso al grupo, hasta que Jared cerró el libro con un

sonoro golpe.

—Debido a que no hay ningún bucle.

Sonreí esperanzada.

—Detente, Jared. Ni siquiera has leído toda la cosa, todavía.

—Lo acabo de hacer —dijo él, sus ojos se centraron en el sello negro que

marcaba la cubierta—. Ellos no van a detenerse hasta que impidan el

nacimiento de nuestro hijo.

Kim se sentó a mi lado, bajando la barbilla.

—La totalidad de todo este asunto del gato y el ratón en el que Jared se ha

involucrado ha sido un juego para Shax. El hecho de que Ryan todavía

esté vivo debería decírtelo… él sólo está jugando con todos nosotros.

Negué.

—Si eso fuera cierto, ¿por qué los sueños? ¿Por qué Jack y Gabe nos han

empujado a conseguir el libro?

Jared se puso de pie.

—Debido a que ellos sabían que eso es exactamente lo que yo haría, y los

sueños fueron su forma de ayudarnos a completar la inútil misión vivos.

—No —dije, de pie al lado de él—. No creo eso. Si eso fuera cierto, ellos me

habrían dicho que me mantuviera alejada del libro, no cómo conseguirlo.

Gabe no habría ayudado a mi padre si eso no tuviera sentido.

—Tal vez tienes razón —dijo Jared—. Tal vez necesitamos un poco más de

tiempo con él.

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—¿Jared? —dijo Bex.

Kim sostuvo las manos en alto en frustración.

—Shax es un Duque del Infierno, Jared. Tú entraste en su casa y lo

abofeteaste, ¿y él te permitió salir? ¿Realmente crees que es así como

funciona?

Ryan sacó la tela de su ojo, revelando un corte profundo y sangriento.

—No salimos simplemente, Kim, confía en mí. Opusieron resistencia.

Nunca he visto algo así en mi vida, y espero nunca tener que hacerlo de

nuevo.

—Jared —dijo Bex de nuevo.

Jared le frunció el ceño a Bex, y luego devolvió su atención a Kim.

—Nina es tu amiga. ¿Estás diciéndome que no estás dispuesta a esperar

que descifremos esto antes de llevarlo a un lugar de donde nunca podamos

recuperarlo?

—Ella es mi amiga, pero estamos hablando de mi familia. Hemos estado

lidiando con esto por vidas enteras. Es hora de terminar. Es hora de que

los Pollock sean libres.

Jared bajó la mirada al libro en sus manos y luego la devolvió a Kim, su

expresión firme.

—Entiendo tu grave situación, pero no recuperarás esto hasta que esté

satisfecho de que no haya nada en él que pueda ayudar a Nina —dijo

Jared, metiéndoselo bajo el brazo.

Kim dio un paso adelante.

—Teníamos un trato.

—No lo he olvidado —respondió Jared.

Él padre Francis entró con un kit de primeros auxilios, dando rápidos

pasos.

—Me temo que no estaba donde creía que estaría… —dijo, su voz

perdiendo intensidad.

—¡Jared! —gritó Bex—. ¡Vienen!

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—Oh, Dios mío —susurró Kim, sus ojos lentamente elevándose hacía el

techo.

Una explosión ensordecedora rodeó St. Anne. Cada ventana explotó hacía

adentro, cubriendo el suelo con astillas de vidrios coloreados. Jared me

derribó al suelo, cubriéndome con su cuerpo.

Incluso después de la explosión, sonaba como si un tornado se cerniera

sobre la iglesia.

—¡Nada de eso, es la Casa del Señor! —gritó el padre Francis sobre el

ruido, los brazos extendidos hacía el Cielo.

El sacerdote fue elevado en el aire por un agresor invisible, las piernas

pateando hasta que fue lanzado hacia atrás, golpeando contra un hermoso

mural en lo alto sobre el escenario. Trozos de la pintura cayeron con él

cuando cayó al piso.

Bex rodó hacía el altar, y luego se lanzó hacía el sacerdote, tan rápido que

su cuerpo fue un borrón. Tomó el cuerpo flojo y sin vida del padre Francis

en sus brazos.

El viento soplando a través de las ventanas rotas hacía volar salvajemente

el cabello rubio platino de Bex mientras él buscaba el pulso en el cuello del

sacerdote.

—¡Está vivo! —exclamó Bex.

Otra explosión sacudió el edificio, y trozos del techo cayeron en grandes

pedazos sobre los bancos, lanzando rocas y yeso al aire.

—¡Tenemos que movernos! —gritó Jared, haciéndome poner de pie.

La gran puerta de madera se abrió de golpe, forzando otro fuerte retoque

de viento a través de la sala. Si Jared no hubiera mantenido sus brazos

alrededor de mí, me habría caído.

Me llevé la mano al rostro para escudarme de la explosión. Cuando la bajé,

Shaw estaba de pie en el umbral.

Vestía un traje negro, camisa y corbata, haciendo juego con sus fríos ojos

de obsidiana. Una pequeña sonrisa sarcástica cubría su rostro.

Finalmente estaba listo para pelear.

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284

Jared se mantuvo firme, posicionado frente a mí. Claire estaba de pie al

otro lado, cuidando su Taleh.

Shax miró a cada lado de la iglesia en forma dramática.

—¿Dónde está tu Samuel ahora, Jared?

—Por ahí —dijo Jared, su cuerpo rígido.

—Me temó que has cometido otro error, y el Cielo no intervendrá esta vez.

Dos sombras que habían estado acechando detrás de Shax se hicieron

visibles bajo la débil luz de la iglesia. Isaac y Donovan estaban de pie a

cada lado de su demoníaco amo, sus expresiones ansiosas y listas. Habían

venido a asesinarnos a todos.

Jared se removió.

—Isaac, escúchame. No tienes que hacer esto.

—Cállate —dijo Donovan.

—No quiero que mueras —continúo Jared—. Pero si él se acerca a ella, lo

mataré.

Isaac sonrió.

—No si yo la mato primero. Y lo haré.

—Están superados en número —dijo Claire, su pequeña y sin embargo

aterradora voz de alguna manera atravesando la habitación.

Shax sonrió, y las largas manos como garras y pies de la noche se filtraron

en la habitación, cubriendo las paredes y el techo. Miré hacia arriba,

viendo cuerpos grotescamente malformados de secuaces demoníacos

escalar las vigas que se derrumbaban.

El olor a carne quemada y sulfuro era apabullante, y pude sentir la bilis

elevarse en mi garganta. Los sirvientes de Shax no chillaban esta vez, pero

hacían extraños y excitados sonidos de arrullos y silbidos, esperando la

orden de atacar.

—Dame el libro —siseó Shax.

—No —dijo Jared, lanzando las páginas sujetadas en cuero hacía Kim.

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—Aunque te reto a que vengas a buscarlo. —Sonrió Kim.

Shax lentamente volvió la cabeza hacia Isaac, y luego la sonrisa de Isaac

se convirtió en una sonrisa satisfecha. Quitó el banco más lejano con

ambas manos, estrellándolo contra el banco frente a este, creando un

efecto dominó. Mientras los pesados bancos se derribaban y volaban hacia

adelante con la velocidad de un tren descontrolado, Jared y Claire

reaccionaron, saltando hacia al otro lado con Ryan y conmigo detrás.

Kim simplemente dio un paso al costado, hacía el pasillo central,

manteniéndose calmada mientras miles de kilos de madera por poco

evitaban su rostro.

—Vas a tener que hacerlo mejor que esto —dijo Kim.

Isaac saltó los cientos de metros hacia la posición de Kim, y luego envolvió

su garganta con la mano, levantándola del suelo.

—No soy un demonio. No puedes controlarme.

Con un gruñido, Isaac lanzó a Kim hacía atrás, pero Bex se movió

rápidamente, atrapándola antes de que chocara con el podio. Los

demonios que se concentraban en el área más cercana a Kim se

esparcieron, temiendo estar demasiado cerca.

Bex miró a Kim a los ojos, y después de que ella reconociera que estaba

bien, él se puso rápidamente de pie, lanzándose a velocidad completa,

golpeando contra Isaac. Cuando chocaron, un fuerte crujido se hizo eco a

través de la catedral.

Mis ojos humanos no podían ver quién golpeaba a quién, hasta que Bex

golpeó a Isaac con tanta fuerza que su cuerpo voló por el aire, y aterrizó en

el lugar exacto donde había comenzado, junto a Shax.

—Es como tenis de gente —dijo Ryan, sorprendido—. Todos siguen

volando al otro lado de la habitación.

Isaac no estaba a punto de renunciar. Se enfrentó a Bex una vez más, pero

esta vez Isaac tuvo la ventaja. Bex estaba en el suelo, y después de la

segunda vez que Isaac le dio un golpe que hubiera sido fatal para un

humano, el brazo de Jared se tensó.

—¡Haz algo! —dije.

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—No puedo dejarte —dijo él—. Si aparto mi atención de ti por un segundo,

atacarán.

Donovan caminó por el pasillo central con un propósito, evitando los

trozos que caían del techo. Claire sacó su arma de fuego, apuntándola

directo a su rostro. La atención de Isaac estuvo distraída, entonces, y Bex

golpeó a Isaac con la cabeza, y luego lo lanzó hacía Donovan. Ambos se

deslizaron sobre el suelo.

Isaac se puso de pie, sacó su arma, y la apuntó directamente a Ryan.

—¡No! —dijo Claire, lanzándose frente a él.

Ryan y Claire estaban cara a cara cuando el arma de Isaac se descargó. El

cuerpo de Claire se sacudió dos veces cuando fue golpeado, y la

horrorizada expresión de Ryan hizo juego con la suya.

Sorprendida, Claire bajó la mirada, y luego se volvió hacía Jared.

—Me atravesaron.

Claire y Ryan cayeron de rodillas al mismo tiempo, y Jared corrió hacía su

hermana. Me llevó con él, y yo caí de rodillas justo detrás de él.

La cabeza de Ryan cayó hacia atrás, y tosió, sangre saliendo y salpicando

su mejilla.

—¡Oh, Dios, no! —exclamó Jared, sacándose la camisa, enrollándola y

presionándola contra las heridas de Ryan.

La maníaca risa de Isaac parecía estar alrededor de todos nosotros.

—Siempre quise ver esa sonrisa arrogante borrada de tu rostro, Claire.

Bex echó un vistazo a la sangrienta escena, y luego se concentró en Isaac,

las manos formando puños a sus lados. Bajó el mentón luego, y su

expresión cambió hasta ser algo que alguien podría ver en un demonio

más que en un ángel.

Claire levantó la mirada hacía su hermano, sin expresión.

—Termina con esto.

Horrorizada, observé a Claire atender las heridas de Ryan, pero en algún

momento, Jared tiró de mí hasta ponerme de pie.

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Tomó mi mano en una de las suyas, y luego sacó su arma con la otra. La

apuntó directamente a Isaac, disparando una ronda tras otra, caminando

hacia él mientras disparaba, obligándome a seguirlo.

Isaac se sacudió con cada golpe, tropezando hacía atrás.

—¡Hijo de puta! —gritó Jared, sus cejas y labios apretados con tanta

fuerza, que la piel alrededor de ellos estaba blanca.

—¡Jared! —exclamó Bex, pero era demasiado tarde.

Donovan tenía su arma en la sien de Jared.

—Supongo que te tomará un tiempo curarte de ésta —dijo Donovan.

Una abrupta explosión resonó en la habitación, y Donovan cayó de

rodillas, finalmente derrumbándose, sucumbiendo al agujero de la bala

que yo acababa de dispararle al cerebro.

—¡Shawn! —dijo Isaac, esforzándose para llegar a su Taleh.

Era demasiado tarde para ambos. La vida de Shawn Donovan ya se había

derramado en el suelo.

Isaac cayó hacia atrás, sintiendo ya una debilidad en el cuerpo.

Los ojos de Jared estaban bien abiertos mientras procesaba lo que

acababa de suceder.

—Lo mataste —dijo suavemente, mirándome.

—Estaba apuntándote un arma a la cabeza —expliqué.

Jared rió una vez, momentáneamente olvidando que todavía estábamos

rodeados por el enemigo.

Un rápido viento pasó a nuestro lado, y Bex y Shax de repente estaban

peleando. Los sonidos que venían de su enfrentamiento eran horribles.

Distraído, Shax perdió su control sobre los demonios reunidos en los

muros y el techo, y ellos comenzaron a descender desde su posición,

rodeándonos.

—¡Corre hacía Kim! —dijo Jared, empujándome hacía ella.

Los cien metros por el pasillo hacia donde ella protegía el libro parecieron

un kilómetro, pero me lancé sin vacilar.

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Viendo que corría hacia ella, Kim se puso rápidamente de pie, corriendo

por el pasillo para reunirse conmigo. Me volví, viendo a Jared y a Bex

atacando a Shax y a sus secuaces rápidamente arrastrándose por el suelo

en números interminables. La adrenalina se activó, y mis pies se movieron

más rápido, desesperada por alcanzar a Kim antes de que los demonios me

alcanzaran.

—¡Corre, Nina! —gritó Kim, el horror en su rostro diciéndome que en

momentos yo sería aplastada y destrozada por el Infierno que tanto

perseguía mi carne.

Sus chillidos estaban casi sobre mí cuando los largos brazos de Kim se

extendieron, rodeando mi cuerpo mientras me llevaba hacia el suelo. Los

aullidos de los secuaces experimentando lo que Kim era capaz de hacer fue

ensordecedor, pero el aullido individual resonando más allá era

definitivamente el sonido de Shax perdiendo su pelea con Jared y Bex.

Y luego todo se quedó en silencio.

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Capítulo 19 La Espera

Traducción SOS por LizC

Corregido por Marce Doyle*

e asomé por debajo de los brazos de Kim, viendo a Jared y Bex

caminando lentamente por el pasillo. Kim ayudó a ponerme de

pie, y Jared no perdió el tiempo llevándome entre sus brazos. Le

temblaban las manos, y estaba extrañamente agitado.

—¿Estás bien? —preguntó Jared, evaluando cada centímetro de mí en

busca de signos de trauma.

—Estoy bien —dije, temblando a medida que la adrenalina empapaba de

nuevo mi sistema.

Bex llevó a Ryan en sus brazos, saltando y maniobrando alrededor de las

ruinas de St. Anne hasta la entrada.

Con el nivel excesivo de ruido de momentos antes, la noche parecía

extrañamente tranquila ahora. El concreto se desmoronaba, madera y

láminas de roca crujían entre sí bajo mis pies con cada paso. Esos sonidos

tan pequeños se hicieron eco por todo el lugar, a pesar de que la iglesia

parecía estar destrozada, abierta y vulnerable, en contraste con el silencio

exterior.

—Nos vamos —dijo Claire, su voz distante y carente de emoción.

—Justo detrás de ti —dijo Jared. Él me sacó rápidamente de St. Anne de la

mano.

Me di la vuelta para echar un último vistazo a los escombros y vi a Kim

ayudando al padre Francis a mantenerse de pie. Ella puso el brazo de él

sobre sus hombros y lo llevó cojeando a su lado mientras nos seguían al

Escalade.

El tiempo pasó en cámara lenta. Aunque todo el mundo estaba

desesperado por llevar a Ryan al hospital, la distancia a la camioneta de

M

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290

Jared parecían kilómetros y conseguir que todos, con moretones y

sangrando, se instalaran en sus asientos fue un proceso lento.

Claire iba con Ryan en la escotilla, con la cabeza en su regazo mientras él

estaba casi tumbado. Ella parecía perdida a medida que hacía presión

sobre sus heridas, observando su rostro con atención.

Bex se sentó en el asiento trasero con Kim y el sacerdote, pero su atención

se centraba en Claire. Se echó hacia atrás, agarrando el hombro de su

hermana. La expresión de Bex era desgarradora, mientras las

preocupaciones en su mente se manifestaban en su rostro.

—El hospital más cercano, padre —dijo Jared.

—Centro Médico de Landmark. Dos minutos de distancia. Siga por esta

calle y luego gire a la izquierda en Cass Avenue.

Jared voló a través de la luz de parada y luego entretejió dentro y fuera del

tráfico, haciendo un giro brusco a la derecha en la bahía de ambulancia

del hospital.

—¡Necesitamos ayuda por aquí! —gritó Jared, saltando fuera del lado del

conductor.

Corrí a la parte de atrás, mirando a Jared abrir la escotilla. Bex ayudó al

sacerdote a entrar en la sala de emergencias, y Claire dejó que Jared

colocara a Ryan en una camilla.

Jared estaba serio, como si se tratara de Claire a quien estuviera

sosteniendo. Un pequeño grito escapó de mi garganta, llamando la

atención de Jared por un momento. Sus ojos estaban oscuros y de repente

sentí una abrumadora sensación de déjà vu, pero más similar a una

experiencia extra corporal. Ver a Jared y Claire cernidos sobre el cuerpo

inerte de Ryan era como ver mi último viaje al hospital desde una

perspectiva diferente, más real. Era cruel para los dos tener que sufrir eso

de nuevo.

Ryan estaba pálido, pero había dejado de toser sangre. No estaba segura

de si eso era bueno o no.

Logró formar una débil sonrisa para Claire.

—¿Qué tal un beso… por si acaso?

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Claire tiernamente le tocó la frente.

—Te diré algo, Vaquero. Sales de esta con vida y yo te besaré.

—¿Me lo prometes? —dijo él.

—Lo prometo —dijo Claire, dejando ir su mano.

En la sala de espera del servicio de urgencias, Jared se sentó en el sofá

junto a mí, Kim se sentó por su lado, sola en una silla, y Claire se quedó

de pie con Bex en la esquina. Nadie habló, alguna otra discusión era

innecesaria. Estábamos esperando a que alguien nos dijera si habían

salvado a Ryan, o si Claire moriría.

Claire mantuvo los ojos cerrados, concentrándose en todo lo que sentía de

Ryan. Sus ropas estaban rotas y sucias, y su coleta platinada había

renunciado a sostener su cabello en su lugar hacía horas. De vez en

cuando ella temblaba y me preguntaba si podía sentir cuando utilizaban el

bisturí, o si era difícil mientras él estaba bajo anestesia sentir algo en

absoluto. Jared habría respondido a mis preguntas, pero no era el

momento.

La tensión en la sala era insoportable, pero la espera era peor.

Vi los rostros de las personas caminando por la sala. Algunos notaban

nuestro grupo variopinto, otros no. Echando un vistazo alrededor de la

habitación, los transeúntes se preguntarían sin duda, si habíamos estado

en una especie de gran accidente. La noticia de los restos del aluvión que

estaban en St. Anne pronto se extendería, y me preocupaba que el hospital

estuviese plagado de policías pronto.

Se me ocurrió el pensamiento al azar que aquellos que miraban no tenían

ni idea que la bonita rubia platinada podría estar muerta en las próximas

cuarenta y ocho horas. Claire era la mujer más fuerte, más increíble que

he conocido, y se veía tan indefensa en ese momento… tan desesperada.

Finalmente ella rompió el silencio.

—Eso es todo —espetó, pisoteando su camino a la puerta.

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292

Bex la detuvo.

—Oye… ¿a dónde crees que vas?

Claire empujó a su hermano, luchando por liberarse.

—Yo lo puedo ayudar. Tengo que hacer algo; ¡no puedo quedarme sentada

aquí!

Bex agarró su rostro, acunando sus mejillas angelicales entre sus manos.

—No te van a dejar entrar allí y si fuerzas tu entrada, sólo vas a distraerlos

en lo que deberían estar concentrados.

Claire golpeó el costado de su puño en el pecho de Bex.

—¡Déjame ir!

Bex maniobró sus manos para conseguir un mejor agarre en los brazos de

Claire, pero ella dejó de luchar. Sus ojos se abrieron como platos por el

miedo.

—Él se está desmayando. Lo están perdiendo —dijo ella, con voz triste y

asustada.

El cuerpo de Claire se inclinó hacia atrás, rígido y poco natural.

Me puse de pie, ahuecando las manos sobre mi boca.

—¿Qué está pasando? —chillé.

Jared estuvo a mi lado, deteniéndome con sus manos sobre mis hombros

mientras Bex acunaba a su hermana, y luego la ayudó a acostarse en el

piso.

Claire se relajó, y luego se puso rígida de nuevo.

—¡Ayúdenla! ¡Está teniendo un ataque! —dije.

Jared volvió mi cabeza, negándose a dejar que atestiguara el cuerpo de

Claire retorciéndose en el suelo.

—No, no lo está. Lo están descargando con un desfibrilador.

—¿Qué? —dije, apartándome de él.

Claire yacía en los brazos de Bex, lánguida.

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—Se está muriendo —susurró ella, una lágrima cayendo por el rabillo de

su ojo, bajando por su sien, en su oreja. Sus ojos estaban casi vacíos, fijos

en el techo.

—No —dijo Bex. Cerró los ojos—. No te la lleves —dijo en voz baja—. Por

favor, no te la lleves también.

Un sollozo escapó de mi garganta y hundí mi rostro en el pecho de Jared.

—No pueden hacernos esto —dije. Me aparté por completo de él y luego,

levantando los puños hacia el techo en una rabieta—. ¡No puedes hacernos

esto! ¿Somos los buenos y esto es lo que tenemos? ¡Cómo te atreves!

¡Cómo. Te. Atreves!

—Nina —dijo Jared.

—¡No es justo! —grité.

Jared me envolvió entre sus brazos y besó mi cabello. Sus dedos se

presionaron en mi piel y de repente me sentí culpable, sabiendo que Jared

estaba sufriendo la agonía de perder a su hermana menor y además

sintiendo mi dolor también.

—Lo siento —le dije, abrazándolo con fuerza. Tomé aire y me concentré en

adormecer todas mis emociones.

—No hagas eso —dijo Jared, sintiendo mis esfuerzos—. No tienes que

hacer eso —susurró.

—No quiero hacerte más daño del que ya tienes —dije, con lágrimas

derramándose por mis mejillas.

—¿Claire? —dijo Bex en un tono extraño.

Cerré los ojos, aterrorizada de mirar más allá de los brazos de Jared para

ver el cuerpo sin vida de Claire. Todavía había mucho que no sabía acerca

de los híbridos y la maldición. Jared había orado porque Gabriel se lo

llevara rápidamente; tal vez Samuel tuvo compasión de ella y no pudo

soportar verla sufrir.

—Nina —dijo Jared, empujándome—. Mira.

Claire se sentó erguida, mirándose a sí misma por encima, y luego a la

puerta. Ella no dijo nada, se limitó a esperar. Finalmente, una enfermera

entró, un poco confundida por el espectáculo en el suelo.

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—Eh… estabilizamos a Ryan. Tuvimos que quitarle el bazo para detener la

hemorragia, pero él es un luchador. Volveré cuando tengamos más

noticias.

Alcé la vista al techo, aturdida.

—Um… lo siento. G-Gracias.

Por el rabillo de mi ojo, una figura de negro apareció a mi lado. Di un salto

y retrocedí, agarrándome a Jared hasta que me di cuenta de quién era.

—Samuel —susurró Jared.

Fruncí el ceño, y Samuel sonrió en respuesta.

—No estás contenta conmigo, joven Grey.

—No has sido de mucha ayuda —le dije, demasiado enojada para

contenerme.

Él sonrió, sus dientes blancos poseían un fuerte contraste con su rica piel

oscura.

—Me parece que la situación está bajo control —dijo, abriéndose paso

hasta Claire. Se inclinó, tocando la parte superior de su cabeza con su

mano enorme—. Ryan va a estar bien, me han dicho.

Claire sonrió, una lágrima cayendo de su ojo.

—Gracias, Sam.

Bex y Claire se abrazaron con puro alivio. Por primera vez oí a Claire reír.

Sus ojos húmedos estaban brillando, y el sonido de su risa se escuchaba

en el aire, recordándome a Lillian. Bex rió con ella, secándose las lágrimas

de sus ojos mientras se abrazaban juntos.

Jared me apretó a su lado, y la boca de Kim se amplió en una gran

sonrisa. Era como si todos pudiéramos respirar de nuevo.

—¿Él lo va a lograr? —dije. La pregunta era redundante, pero tenía que

escucharlo de nuevo.

Samuel asintió.

—Sí —dijo, confiado.

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Él volvió a mi lado, y me pregunté si alguno de los transeúntes lo veían.

Nadie parecía darse cuenta del gigante medio desnudo en la habitación.

—Todavía necesitamos tu ayuda —le dije—. Hemos leído el libro. Todos

hemos estado cerca de la muerte más de una vez tratando de tener

nuestras manos en él para encontrar un bucle, una escapatoria. Jared no

encontró nada.

Samuel miró a Jared, quien negó con una expresión frustrada.

—Creo que ya sabes la respuesta —dijo Samuel.

Jared suspiró.

—Tenía en cierto modo la esperanza de que fuera un último recurso.

Samuel tocó el hombro de Jared.

—Es un medio para un fin, ¿no es así?

Con sus últimas palabras, Samuel se desvaneció desde el espacio que

antes había ocupado. Jared se sentó en la silla, empujándome en su

regazo, perdido en sus pensamientos.

Bex ayudó a Claire a ponerse en pie, y luego la acompañó hasta el sofá.

—Él tiene razón. Es lo que deberías haber hecho desde el principio.

—Detente —dijo Jared.

La enfermera regresó, esta vez con una sonrisa.

—Está en recuperación, ahora. Lo está haciendo bien.

—¿Cuándo puedo verlo? —preguntó Claire.

—Pronto —dijo la enfermera, ofreciéndole una sonrisa reconfortante antes

de salir por donde había venido.

Claire se desplomó contra el respaldo de su asiento.

—Eso estuvo cerca.

—Demasiado cerca —dijo Bex, abrazándola contra su costado.

—¿En qué tiene razón Samuel? —le pregunté.

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Bex miró a Jared, esperando a que su hermano respondiera. Cuando no lo

hizo, Bex comenzó:

—Acabamos de empezar una guerra. La única manera de ganar es

convencer a los Cielos para luchar con nosotros.

Negué lentamente.

—Pero lo hemos intentado. No van a ayudar.

Uno de los lados de la boca de Bex se elevó.

—Ellos lo harán si les das algo por lo que luchar. No van a dejar que el

Infierno destruya al bebé una vez que nazca. Sólo tenemos que protegerlo

hasta que llegue aquí.

—¿Qué bebé? —dije.

Jared me miró por debajo de sus pestañas.

—El bebé que llevas.

Todos en la sala se quedaron mirándome, esperando mi reacción.

—¿Yo? —dije, llevándome una mano a mi pecho—. Pero no estoy

embarazada. No hemos…

—Ew… ew… detente —dijo Claire, sacudiendo la cabeza.

—Sólo una vez —dijo Jared, mirándome tímidamente.

Recordé la noche en la que le rogué a Jared que me ayudara a olvidar el

caos que nos rodeaba; la noche que dijo que no era un buen momento

para tentar a la suerte. No me di cuenta en ese momento que había

hablado literalmente.

—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? —dije, sorprendida.

—A la mañana siguiente. Sabía que algo era diferente… me tomó una

semana o más para averiguar exactamente qué.

—Estoy…

—Embarazada —dijo Bex—. Esperando. Bollo en el horno. Preñada.

—Oye —dijo Jared, desaprobando la última elección de palabras de Bex.

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—Encinta —dijo Claire, con los ojos brillantes.

Kim suspiró.

—Acabas de arruinar por completo mis vacaciones de primavera. Sólo

digo.

Hice un balance interno de mi cuerpo, esperando sentir algo diferente,

pero eso nunca sucedió.

—No. Quiero decir… no me siento embarazada.

Kim levantó las manos, dejándolas caer con una palmada en sus muslos.

—En serio. ¿Cómo vamos a viajar a Jerusalén con Sra. Embarazo por

aquí?

—Ella va a ir —dijo Jared, dejando que una pequeña sonrisa pasara por

sus labios.

La enfermera llamó a la ventana, haciendo un gesto hacia la camilla que

estaba rodando por el pasillo. Era Ryan. Ella susurró en su oído, y él

levantó la mano, dándonos un pulgar en alto.

Claire se puso de pie y lo siguió, deteniéndose en el camino a la puerta.

—Todos vamos a ir.

—Parece que vamos a tener que esperar hasta que Ryan mejore antes de

partir en nuestro viaje —dijo Jared, llevando mi mano a sus labios—.

Podríamos atender algunas cosas mientras él sana.

—¿Como qué? —le pregunté, sintiéndome un poco abrumada.

—Hay una pequeña capilla bonita en una isla a la que me gustaría

llevarte.

No pude evitar sonreír.

—Creo que será mejor ponernos a trabajar.

—¿Qué haces el sábado? —preguntó.

—Tareas —dije rotundamente—. Montañas de tareas.

Jared frunció el ceño.

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—¿El domingo?

Reflejé su expresión.

—¿Supongo que estás ocupado esta noche?

Las cejas de Jared se dispararon.

—¿Quieres ir esta noche?

Asentí.

Él sacudió la cabeza con entusiasmo.

—Podemos ir esta noche, si quieres. Podemos ir ahora.

—Estoy lista —le dije.

Jared agarró cada lado de mi cara, presionando sus cálidos y maravillosos

labios en los míos.

—¿Cómo es posible que estuve a punto de perder todo lo que he amado,

para conseguir todo lo que siempre quise… todo en la misma noche?

—¿Crees en los Ángeles Guardianes? —le pregunté, besándolo de nuevo.

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Epílogo

Traducido por LizC Corregido por IngridShaik

n traje de baño, un vestido blanco y algunas prendas.

Eso es lo que he empacado para mí escapada de boda —

le dije, viendo cómo Jared sin esfuerzo cerraba la hebilla

de mi cinturón de seguridad.

—Eso es todo lo que necesitas, cariño. —Sonrió, comprobando la hebilla

por última vez.

La aeromoza pasó por su rutina, y luego el piloto resonó por el altavoz,

informándonos de nuestro lugar en la fila para el despegue y el tiempo

actual en Nicaragua.

—Debería ser un vuelo placentero, Señor y pronta-a-ser Señora Ryel —dijo

el piloto.

La sonrisa de Jared se extendió a lo ancho de su rostro.

—Podría haberle pagado un poco más por decir eso.

—Me lo imaginé —bromeé. Miré por la ventana al triste clima de

Providence. En tan sólo unas horas, estaría caminando por mi playa

favorita del Caribe con mi marido.

No parecía real.

El Jet alquilado rodó fuera de la pista y en unos instantes cobró impulso,

sacudiéndose hasta que las ruedas dejaron el suelo. Las luces de

Providence se hicieron más pequeñas, hasta que no fueron más que un

grupo, separado de otras ciudades en el paisaje oscuro.

Me relajé contra Jared, mis ojos pesados.

Jared me besó en el cabello.

—¿Crees que tendrás dulces sueños?

—U

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—Sí —le dije sin dudarlo—. Tal vez voy a soñar con nuestro bebé. Tal vez

vea cómo se va a ver ella.

—¿Ella?

—Sí, es una niña —le aseguré.

—¿Y si es un niño? —preguntó Jared, juguetonamente empujándome.

—No lo es. Es una niña.

—Rubia, por supuesto —dijo Jared.

—Con los ojos de color azul grisáceo. —Suspiré.

—No. Ella tendrá tus ojos —insistió Jared.

En poco tiempo, me quedé dormida, durmiendo más profundamente de lo

que había hecho en meses. No soñé con nuestro bebé, o con Jack o Gabe,

o nada en absoluto. Cerré los ojos y me perdí en una oscuridad pacífica

hasta que Jared me besó para despertarme cuando estábamos a punto de

aterrizar.

El piloto hizo sus anuncios en el altavoz, y Jared comprobó mi cinturón de

seguridad por última vez.

—Está bien sujeto —le dije, sonriendo.

—Sólo quiero asegurarme… —dijo entre risas para sí mismo.

Aterrizamos sin novedad y una vez que colocamos un pie en la acera, le

sonreí.

—No ha cambiado nada, salvo el número de personas que esperan por

nosotros esta vez.

—Sólo tenemos dos maletas y nada de cargas de alta tecnología. Ha sido

un viaje fácil para mí ésta vez.

—Yo diría que sí. —Me reí.

Jared subió nuestras maletas a un viejo y oxidado auto de recogida,

después de un corto trayecto en auto, nuestro chofer isleño desaceleró

hasta detenerse al lado del muelle. Cuando abordamos el bote pequeño

que Jared había alquilado para nosotros, se me ocurrió lo imposible que

habría sido para alguien más hacer arreglos con tan poco tiempo y tan

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temprano en la mañana. Jared, sin embargo, tenía suficientes conexiones

para hacer lo que sea que se propusiera.

—Es muy oscuro para estar deambulando en el mar, ¿no es así? —le dije,

insegura a medida que el capitán del bote se dirigía en dirección usual de

la isla. El bote fue tragado rápidamente por la noche y el aire frío fuera del

agua le ganó a la fina tela de mi chaqueta.

—¿Tienes frío? —dijo Jared, envolviendo sus brazos alrededor de mí.

—Ahora no. —Le sonreí.

—Él ha hecho este viaje suficientes veces, estoy seguro de que puede

hacerlo con los ojos vendados.

—Cuando se está así de oscuro, es más o menos igual —le dije, un poco

ansiosa.

Una media hora más tarde, el bote atracó en el pequeño muelle de Little

Corn y suspiré con alivio. Las olas acababan de empezar a mover el bote

un poco más de lo que me sentía cómoda, y los relámpagos empezaron a

despertar en el horizonte.

Nos encontramos con otra pequeña camioneta con nuestro equipaje y un

hombre pequeño somnoliento con el nombre de José nos condujo a la

misma casita en las que nos alojamos durante nuestro viaje anterior.

Conversando por encima de los truenos lejanos, Jared habló abiertamente

con José, en español, luego sacó las maletas de la parte trasera de la

camioneta, y abrió la puerta para mí. Apenas había comenzado a llover

cuando ubicó nuestras maletas en el suelo junto a la cama, y el olor de la

lluvia combinada con el sonido de las gotas chocando en el techo y

rebotando en las hojas de las palmeras me llevó de vuelta a un no tan

lejano pasado, cuando todo parecía inocente y emocionante.

Por dentro estaban las mismas habitaciones sencillas, con sólo dos

diferencias: cada superficie estaba adornada con velas resplandecientes y

un alto ventilador se situaba en el extremo de la cama. Estaba de pie, listo

para servir su propósito mientras durmiera junto al cuerpo ardiente de

Jared en el calor y la humedad del Caribe. Me tapé la boca con la mano

mientras bostezaba. Mi larga siesta tranquila en el avión me dejó atontada.

—¡Es hermoso! Mejor de lo que recuerdo —le dije, tratando de reunir el

entusiasmo apropiado en mi tono. Hablar a través de un bostezo empañó

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esa perspectiva, pero por suerte Jared pudo sentir lo que no pude expresar

adecuadamente.

Me levantó de mis pies y me cargó hasta la cama, con su cuerpo

delineando el mío. Se sentía como si nunca nos hubiéramos ido.

—Debería descansar, señorita Grey. Tenemos trabajo que hacer.

—¿Trabajo? —pregunté, con sueño—. ¿Qué clase de trabajo?

—Vamos a cambiar nuestros nombres mañana —susurró en mi oído.

Fin…

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Próximo libro:

Ella había visto lo indecible.

Había descubierto lo incognoscible.

Ahora, lucharía contra lo invencible.

En la tercera y última entrega de la serie Providence, Nina Grey se casará

con el hombre equivocado, llevará al niño que nunca debía de haber

nacido y luchará en una guerra que no puede ganar.

Frente a la imposible tarea de proteger a su nueva esposa y su hijo no

nacido contra la agonía del Infierno, Jared Ryel no se puede permitir

ningún error. Presionado para devolver el Naissance de Demoniac a

Jerusalén, vuelve a St. Anne para descubrir las respuestas que estuvieron

delante de él todo el tiempo. Juntos, deben sobrevivir el tiempo suficiente

para que su hijo los salve… y al mundo entero.

Tercer libro de la trilogía Providence

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Sobre la Autora:

Jamie MacGuire nació en Tulsa, OK. Fue criada por su madre Brenda en

Blackwell, OK, donde se graduó del instituto en 1977. Jamie asistió al

Northem Oklahoma College, la Universidad Central de Oklahoma y al

Autry Technology Center donde se graduó con una licenciatura en

radiografía.

Jamie vive ahora en Enid, OK, con sus tres hijos y su esposo Jeff, que es

un vaquero de verdad. Comparten sus 30 acres con cuatro caballos,

cuatro perros y su gallo-gato.

Sus cuatro libros publicados incluyen el Bestseller del New York Times

Beautiful Disaster, una novela contemporánea de alto auge; sumándose a

sus éxitos de la trilogía Providence.

Trilogía Providence

1.- Providence

2.- Requiem

3.- Eden

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Staff de Fallen Angels

Moderadora

Dara

Traductoras

Luisa

Puchurin

Erikayure

Marie finlay

Ingrid

MaryJane♥

Kristel98

Eloisa

Dark juliet

Correctoras

Angeles Rangel

Francamartu

Juli_Arg

Isgab38

Maniarbl

MaraD

Ingridsahik

Vickyra

Pilar wesc

Recopilación

Angeles Rangel

Revisión

Ivi04

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Staff Bookzinga

Moderadora

LizC

Traductoras

LizC

Wicca_82

Simoriah

Flochi

Nanami27

Anelynn*

LeiiBach

Rihano

Kellylc

Soñadora

Debs

Correctoras

Angeles Rangel

☽♏єl

Clau12345

Flochi

July

Marce Doyle*

Ladypandora

Recopilación

Angeles Rangel

Revisión

LizC

Diseño

PaulaMayfair

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