El Ramayana_Parte 1

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de Valmiki Libro I - Balakanda Libro II - Ayodhyakanda Libro III - Aranyakanda Libro IV - Kishkindhakanda El Ramayana de Valmiki

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de Valmiki

Libro I - Balakanda

Libro II - Ayodhyakanda

Libro III - Aranyakanda

Libro IV - Kishkindhakanda

El Ramayanade Valmiki

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BALAKANDA

SARGA I

RESUMEN DEL RAMAYANA

El asceta Valmiki interrogó a Narada, el sabio asceta versado la ciencia de los Vedas, príncipe de los oradores y fuerte entre los munis:

¿Cuál es en realidad, en este mundo, el hombre virtuoso, el hombre fuerte, justo, agradecido, veraz, firme en sus promesas?

¿Cuál es el hombre de conducta noble? ¿Cuál el que se hace útil a todos los seres? ¿Cuál el sabio, el hábil, el que a todos agra-da en su trato?

¿Cuál es aquel que sabe dominarse a sí mismo, el que doma su cólera, el pleno de gloria, el ajeno a la envidia y temible, en su enojo, hasta a los mismos dioses en el campo de batalla?

Deseo aprenderlo; lo deseo en sumo grado. Y tú, ¡oh, gran asceta!, puedes hacerme conocer ese hombre.

Narada, el que conocía los tres mundos, dijo al oír este len-guaje de Valmiki: Escucha. Y contento comenzó a instruirle, en-tonces dijo:

Las numerosas y difícilmente accesibles cualidades que aca-bas de enumerar, ¡oh, muni!, te diré qué hombre las posee, por-que lo sé. Escucha:

Ese hombre es un hijo de la estirpe de Ikshvaku, llamado Rama, ilustre entre los hombres. Es dueño de sí mismo, dotado de una gran energía, magnífico, grande en firmeza y voluntad,

Instruído, de costumbres refinadas, elocuente, afortunado,

destructor de sus enemigos, corpulento y recio, de brazos pode-rosos, de garganta sonora, de mandíbulas fuertes,

Tiene el pecho ancho, muy saliente y las clavículas promi-nentes, y es vencedor de sus enemigos, con brazos que le llegan a las rodillas, heroico de cabeza hermosa, de frente soberbia, de porte elegante,

Bien proporcionado, bien conformado de miembros, de lu-ciente color, de talante majestuoso, de pecho musculoso, de ojos grandes; hermoso, de aspecto afortunado,

Instruido en la ley, sincero, amante de servir a la gente; carga-do de gloria, dotado de ciencia, puro, dócil, de espíritu atento,

Parecido a Prajapati, próspero como otro Dhatar, azote de sus enemigos, protector del mundo de los seres, escudo de la ley,

Guardián de su deber, protector de su raza, versado en la ciencia de los Vedas y los Vedangas, conocedor a fondo del Dhanurveda,

Instruído en el sentido y substancia de todos los Zastras, po-seedor del Smriti, dotado de discernimiento, amigo de todos los hombres, lleno de mansedumbre y generosidad, discreto,

Acogedor de todas las gentes de bien, como el océano de las olas, equitativo con todos y desde el principio siempre previsor,

Dotado de todas las cualidades, ser en el que la alegría de Kauusalya encuentra su acrecimiento, igual al mar en profun-didad y al Himavat en firmeza,

Parecido a Visnú en la energía, con aspecto seductor como Soma, su ira es como el fuego de Kala y su longevidad semejante a la de la Tierra,

Iguala a Dhanada en liberalidades; en cuanto a la equidad es otro Dharma, el hombre dotado de estas cualidades es Rama, héroe verdadero.

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El rey Dazaratha, queriendo agradar a sus súbditos, concedió a su querido primogénito, provisto de las eminentes cualidades que aseguran la felicidad de los pueblos, el trono.

Viendo los preparativos de la coronación, su esposa Kaikeyi, Reina a quien precedentemente el rey había prometido ha-

cerle dos favores, a elegir por ella misma, pidió el destierro de Rama y la entronización de Bharata.

Fiel a su palabra, ligado por su compromiso, el rey Dazaratha desterró a Rama, su muy amado hijo.

El héroe partió hacia el bosque, a fin de dejar que su padre cumpliera su palabra, acogió la orden que el rey dictó por su amor a Kaikeyi.

Cuando se alejaba hacia el exilio, su querido hermano Lakshmana siguió sus pasos, movido por su afecto por él, este hermano, lleno de sabiduría poseedor de la alegría de Sumitra,

Querido de su hermano, le testimonió así su ternura frater-nal. También la esposa bien amada de Rama, preciosa como la existencia, colmada de abnegación,

Descendiente de Janaka, formada a la imagen de la Maya di-vina, dotada de todos los signos de la hermosura, esposa con-sumada más que todas las mujeres, llamada Sita,

Acompañó también a Rama, como Rohini a Zazin. Los habi-tantes de la ciudad le siguieron hasta gran distancia, así como su padre Dazaratha.

En la ciudad de Zriñgavera, al borde del Ganges, Rama des-pidió a su escudero. El magnánimo héroe iba a buscar a Guha, soberano de los Nishadas, amigo suyo.

Guha, Lakshmana y Sita se unieron a los pasos de Rama. Iban de selva en selva, atravesando ríos de profundas aguas.

Al llegar al Citrakuta, por orden de Bharadvaja, los tres, llenos de alegría, construyeron en el bosque un agradable refugio.

Como los devas y los gandharvas, habitaron allí felices. Después de haberse retirado Rama al Citrakuta, su padre enfer-mó de disgusto a causa de la ausencia de su hijo.

El rey Dazaratha ascendió al cielo, llorando a su hijo, y cuan-do murió, los Dos Veces Nacidos, con Vasishstha a la cabeza,

Solicitaron a Baratha que ejerciese el imperio. Mas el Valinente héroe no quiso y partió hacia el bosque, para rendir homenaje a los pies de Rama.

Habiendo ido en busca del magnánimo Rama, el pleno de leal-tad y valor, el príncipe de noble carácter habló así a su hermano:

¡Eres tú el rey, instruído en los deberes! Pero Rama, el de na-turaleza excelsa, el de bella fisonomía, el de gloria inmensa,

Rehusó la corona por respeto a la voluntad paterna. Y el po-deroso héroe, después de haber sido rogado muchas veces, le devolvió sus sandalias que como prenda de la autoridad real le entregara su hermano.

Despidió así a Baratha. Éste, no pudiendo obtener lo que de-seaba, tocó los pies de Rama, su hermano mayor.

Y estableció en Nandigrama la sede de su gobierno esperan-do el retorno de Rama, cuyas sandalias depositó sobre el tro-no. Y cuando Baratha hubo partido, el venerable Rama, lleno de lealtad, dueño de sus sentidos,

Reflexionando sobre las incesantes visitas que no dejaban de hacerle los habitantes de la ciudad y su hermano, se adentró profundamente en los bosques de Dandaka.

Habiendo penetrado así en las vastas selvas, Rama, el de los ojos de loto, mató al Rakshasa Viradha, y después visitó a Carabhañga,

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Sutikshna, Agastya y su hermano. Por consejo de Agastya se proveyó del arco de Indra,

De una espada y de dos carcajes inagotables. Estaba en el colmo de la alegría. Y mientras así andaba Rama por la selva, en medio de las fieras

Acudieron todos los rishis a pedirIe que los librara de los rakshasas. Y prometió limpiar el bosque de aquellos demonios.

Rama ofreció a los ascetas, semejantes a Agni, que habitaban la selva de Dandaka, combatir y matar los rakshasas.

Durante su estancia en aquella selva la rakshasi Zurpanakhal, que habitaba el Janasthana y cambiaba de forma a voluntad, que-dó maltrecha a manos de Lakshmana.

A la voz de Zurpanakha, todos los rakshasas se reunieron en son de guerra. A Khara, Triziras y Dushana,

Rama los mató en combate, así como a sus tropas. Mientras habitó aquella selva, los rakshasas que se habían retirado a Janasthana

Fueron exterminados en número de catorce mil. Y Ravana, sabedor de la muerte de sus parientes, se arrebató de furor.

Así se asoció al rakshasa Maricha, quien multiplicó sus es-fuerzos para disuadirle, diciendo:

¡No podrás luchar contra ese poderoso héroe, Ravana! Sin atender estas palabras, Ravana estimulado por Kala,

Partió, seguido de Maricha, hacia el retiro de Rama. Tras ale-jar, con ayuda de Maricha y de su disfraz mágico, a los dos hi-jos del rey,

Raptó a la esposa de Rama e hirió mortalmente al buitre Jatayus. Encontró Raghava al buitre herido y moribundo, éste le relató el rapto de la Maithili y luego expiró.

Rama, inflamado de cólera, estalló en lamentos, con los sentidos turbados. Lleno de dolor cremó el cadáver del buitre Jatayus.

Mientras corría a la selva en busca de Sita, distinguió a un raks-hasa llamado Kabandha, de forma extraña y espantoso aspecto.

El héroe de los grandes brazos le mató y cremó su cuerpo. Kabandha, remontado al cielo gracias a Rama, le habló de la re-ligiosa Zabari, diciendo:

Busca a esa Zramana colmada de méritos, ¡oh, Raghava! Y el héroe de la gloria radiante, destructor de sus enemigos, fue a encontrar a Zabari.

Fue acogido con honor, y aconsejado por ella, Rama, el hijo de Dazaratha, acudió a orillas del Pampa, con el mono Hanumat.

Hanumat le presentó a Sugriva, a quien el poderoso Rama relató

Desde el principio lo que le había ocurrido, y especialmente lo que a Sita concernía. Y Sugriva, habiendo oído toda la histo-ria de Rama,

Se alió con él de todo corazón, en presencia de Agni, y le contó su enemistad con el rey de los monos.

Rama, de todo informado, por afecto al infeliz Sugriva, le ofreció matar a Valin.

El vanara Sugriva mostró la fuerza de Valin a Raghava, du-dando de que la suya la igualase.

Para probar a Raghava, Sugriva le mostró el colosal cadáver de Dundubhi, que era como el de una alta montaña,

Sonriendo al ver el esqueleto, el valeroso y potente héroe, só-lo con el dedo del pie le lanzó a una distancia de diez yojanas.

Luego atravesó con una sola saeta siete zhalas de dimensio-

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Acercándose al héroe de alma grande, giró en torno a él, de-jándole a su derecha. Y Hanumat, el de valor sin límites, anun-ció: He visto a Sita en persona.

Rama, acompañado de Sugriva, se dirigió al borde del in-menso océano, cuyas olas hostigó con sus dardos, brillantes co-mo el sol.

El océano, esposo de los ríos, aconsejó que Nala construyese un puente.

Rama se dirigió a la ciudad de Lanka y mató a Ravana en com-bate. Mas al reunirse con Sita experimentó gran perplejidad.

Habló duramente a Sita en presencia de todos. No pudiendo soportar tal afrenta, la virtuosa Sita se lanzó a una hoguera.

Entonces conoció él, por testimonio de Agni, la inocencia de su esposa. Y aquella proeza del magnánimo Raghava regocijó a los tres mundos, con todos los seres que en ellos se mueven y los inmóviles,

Y a las tropas de los dioses y de los rishis. Rama se sintió lleno de júbilo y fue colmado de honores por todas las divinidades.

Vibhisbana al ser coronado rey de los rakshasas en Lanka se sintió lleno de alegría, y Rama cumplió así su deber quedando libre de inquietud,

Ya objeto del favor de las divinidades, Rama, protector de los monos, volvió al lado de éstos, escoltado por sus amigos, en el carro Pushpaka, hacia Ayodhya.

Llegando al retiro de Bharadvaja, Rama, aquel cuya esencia era el heroísmo, envió a Hanumat a ver a Bharata.

Contó Hanumat la historia y Rama, acompañado de Sugriva, montó en el carro Pushpaka y se encaminó a Nandigrama.

En Nandigrama se desanudó la trenza. Y, rodeado de sus

nes parejas a las de una montaña y el Rasatala juntos. Así inspi-ró a Sugriva plena confianza.

Lleno de alegría y esperanza, el gran Kapi, acompañado de Rama, se dirigió a la caverna Kishkindha.

Sugriva, el mejor de los haris, el de color amarillo dorado, lanzó un rugido. Ante este gran grito salió Valin, el rey de los monos,

Con el discenso de Tara, para combatir a Sugriva. Pero Raghava le mató con un solo dardo.

Habiendo así vencido a Valin en el combate, Raghava esta-bleció a Sugriva en su trono.

Entonces, convocando a todos los monos, Sugriva los envió en todas direcciones para descubrir el lugar donde estaba se-cuestrada la hija de Janaka.

Por consejo del buitre Sampati, el pujante Hanumat atravesó el estrecho de Lanka de cien yojanas de anchura.

Encaminándose a Lanka, ciudad gobernada por Ravana, dis-tinguió a Sita, pensativa, sentada en un bosquecillo de azokas.

Hanumat le presentó un signo de reconocimiento y le contó cuanto había pasado. Tras esto se ganó la confianza de Vaidehi.

Luego comenzó a incendiar la ciudad, mató a cinco caudillos de ejército y a siete hijos de ministro, pulverizó los miembros del ejército Aksba y luego, adrede, se dejó atrapar.

Sabiendo que el Antiguo le liberaría debido a un acto de gra-cia, el héroe soportó, de entero grado, las brutalidades de los rakshasas.

E incendió la ciudad de Lanka, con excepción de la morada de Sita, la princesa Mithila. El gran Kapi fue luego a informar a Rama de lo que éste ansiaba saber.

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Tal es, en el venerable Ramayana, primero entre los poemas, obra de Valmiki, el rishi,

la Primera sarga del Balakanda.

hermanos y habiendo ya recuperado a Sita, recobró su reino. Su pueblo compartía su dicha y contento, vivía en la abun-

dancia, era muy religioso, estaba exento de enfermedades y no tenía que temer la penuria.

Nadie veía ya morir a sus hijos, las mujeres no conocían la viudez y eran siempre fieles a sus esposos.

Ninguno tenía que temer el fuego, ni las inundaciones, ni los vientos, ni siquiera la fiebre.

No había hambre, ni ladrones, y ciudades y reinos rebosaban oro y grano.

Todos vivían en felicidad perpetua, como en el Kritayuga y el glorioso Rama, después de ofrendar centenares de Azvamedhas, acompañados de mucho oro,

Dio miríadas de Kotis de vacas, a los sabios, según las reglas, e hizo liberalidades inconmensurables a los brahmanes.

Raghava fundó dinastías reales, dotadas de cien cualida-des y afirmó a las cuatro castas, cada una en su deber, en este mundo.

Tras reinar diez mil años y diez siglos más, Rama se dirigió al Brahmaloka.

Esta edificante historia borra los pecados y es santa y seme-jante a los Vedas, por lo cual quien la recita queda limpio de to-dos sus pecados.

Esta saludable leyenda del Ramayana tiene la virtud de que quien la lee vive colmado, rodeado de sus hijos, sus nietos y nu-merosos amigos, y a su muerte es enaltecido en el cielo.

El brahmán que la recite adquiere el imperio de la elocuen-cia; el kshatriya la dominación sobre el mundo; el vaisya ve prosperar su comercio; y hasta el sudra, si la oye recitar consi-gue una situación superior.

Continuará...