EL SOBRINO DEL CURA

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EL SOBRINO DEL CURA Alfredo E. Fuertes

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Extracto de "El sobrino del cura" de Alfredo E. Fuertes

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Alfredo E. Fuertes

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Alfredo E. Fuertes, nació en Abelgas,

León en 1953.

Cursó estudios de derecho, dedicándose

profesionalmente al mundo empresarial

en el que ocupó diversos cargos ejecu-

tivos. Un buen día se decidió a escribir,

de un modo creativo, comenzando en

el mismo aeropuerto, como respuesta a

los continuos retrasos de una compañía

de bandera española, con la que viajaba

todas las semanas. Es autor de la novela

La piel del Molino, 2015.

Félix, un joven e inexperto maestro de escuela,

revoluciona Los Ancares berciano-leoneses, en la

mitad de la década de los setenta, con su peculiar

comportamiento y un modo de enseñanza que

choca con las viejas, caducas y trasnochadas

estructuras del régimen, además de verse inmerso

en diversas tramas e intrigas.

*

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EL SOBRINO DEL CURA

©ALFREDO E. FUERTES

INSCRITA EN EL REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL,

ASIENTO Nº: 03/2015/1327

EDITA

DIRECTOR EDITORIAL

RAÚL SÁNCHEZ DÍEZ

I.S.B.N. 978-84-16613-32-8

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ELSOBRINO

DELCURA

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In memoriamDra. Dña. Mari-Luz Blanco Rodríguez

Maestra de Primera EnseñanzaProfesora titular de Derecho Romano

Universidad de Valladolid

A todas las maestras y maestros de escuela primaria, rural o urbana.

A Elia & Ana, mis niñas

Mención especial, con mi agradecimientoDña. Mónica Diez Aguilar

AgradecimientosDra. Dña. María Dolores Montiel Carracedo

Dña. Ángeles Sanchidrian ChapinalDña. Sonia Gueimunde GonzálezDña. Susana Fernández-HerreroDr. Don Eduardo Morán García

A todos los mechenderos, omañeses, ancareses,lacianiegos, bercianos, luniegos, babianos,…

leoneses, gallegos y allegados.

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A todos mis amigos en Facebook

Además de los grupos y páginasAbelgas (Paraíso de los mechenderos)

ancaresAncares/CervantesAmigos de la Lomba

Astorga - LeónBabia Comarca

Campa Da Braña AncaresCastillo de Benal (Omaña)

Club de montaña BabiaConcejo de reporteros por León…

El BierzoFasgar - OmañaMe presta León

MontrondoMurias de Paredes

Parque natural de Babia y LunaPepe Moriscal

Por todo León!!!Picos Blancos - La Cueta

Soy del BierzoTú no eres babian@ si no…Tú no eres de León si no…

Valle de FornelaVillamor de Riello

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Apreciado y desconocido amigo/lector que ahora empieza estas páginas:

Entre sus manos se cobija una novela, la segunda, de alguien que se acerca al género con el lógico temor de no acertar con lo que el lector espera encontrar. Usted, que ha decidido hacerse con el texto, ya ha hecho más de lo previsible y si, como es de es-perar, además va a invertir tiempo en leerla espero no defraudarle y deseo que pase buenos e intensos momentos en compañía de El sobrino del cura.

Es esta una empresa narrativa que nace con la clara y confesada vocación de entretener y con la esperanza añadida de mover el pensamiento, a lo largo de la obra, hacia la reflexión en torno a ciertos problemas que tienen mucho que ver con nuestra forma de enfrentarnos con los considerados «diferentes». La novela da cuenta de situaciones problemáticas que atañen a personas que vi-ven, han vivido y, probablemente vivirán, entre nosotros. Personas que por su especial forma de pensar, amar, relacionarse o incluso por su particular orden o desorden cromosómico, hacen que los consideremos distintos respecto de lo que se tiene por norma.

PRÓLOGO

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Sin duda, la situación actual es muy diferente de la de aquel tiempo, mediados los años setenta, en los que se sitúa la novela. Muchos de esos problemas se van solucionando o alcanzando vías civilizadas de solución. Cuando a día de hoy vemos con normali-dad, natural o fingida, a personas con diferentes opciones sexuales, distinto desarrollo profesional, intelectual o emocional, actuar de cara y frente al público sin tener que pedir perdón por ello, no hay más que observar lo que ocurre en los medios de comunicación de masas, como la televisión, resulta patente que algo bueno ha brotado en el seno de esta sociedad. Esos brotes que facilitan el entendimiento de los unos con los otros y de estos últimos con los primeros solo crecen, como el acebo en Los Ancares, a la umbría del respeto e impregnado por ese bálsamo de humanidad llamado tolerancia, valores ambos que deberían ser guías fundamentales de la necesaria convivencia, pues no debemos olvidar que los hielos de la discriminación, del menosprecio, o de la marginación han afectado y aún afectan a seres humanos congéneres nuestros pese a su diferencia que los han padecido, o los padecen, como autén-ticos mordiscos de lobo en sus huidizas almas corzunas.

Mucho hemos cambiado hasta hoy y sin duda para bien, res-pecto de este primer pilar narrativo sobre el que se asienta la no-vela, pero… con gran desasosiego y preocupación, ya que con más frecuencia de lo deseable, se lee, se escucha el relato lamentable de actos vandálicos y, lo peor, hechos criminales cometidos contra el propio profesorado: poniendo en peligro hasta su integridad física, algo que se hace al amparo de una dejación general de responsa-bilidades o tal vez de una excesiva relajación frente a las mismas.

Aparentemente somos más tolerantes, pero ello nos hace pagar el alto precio del sacrificio de algunos valores básicos para que la vida en sociedad tenga rostro humano, la educación, la urbanidad o las buenas costumbres que sin duda deben desarrollarse, obliga-toriamente, dentro de la propia familia ya que con más frecuencia de lo deseable se nos olvida el principio clásico:«La escuela ense-ña, la familia educa».

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Siempre he tenido para mí que la palabra «maestro» resulta par-ticularmente entrañable, podríamos decir que maestro es «quien tiene algo que enseñar»; alguien que está en disposición de trans-mitir a los demás sus conocimientos, sus inquietudes y hasta, si se me permite, educación, en el más amplio y noble sentido de la palabra. La Real Academia de la Lengua española define la palabra maestro como «Dicho de una persona o de una obra de mérito re-levante entre los de su clase». Con el paso de los años y el adveni-miento de las diferentes y sucesivas leyes educativas fruto del cam-peonato consciente o, lo que sería peor aún, inconscientemente desatado entre los ministros del ramo por tener o bautizar una nueva ley de educación, o su afán de permanente modificación, en vez de procurar una con consenso y duradera, la palabra maes-tro fue sustituida por otras como profesor, por ejemplo, que no es que esté mal, que está bien, muy bien, pero que tal vez carecía de arraigo popular necesario. Este cambio aparentemente inofensivo en las palabras encerraba uno mucho mayor en las costumbres.

La educación, en la época por la que discurren los persona-jes de la novela, no era ajena a la convulsa y difícil situación a la que se enfrentaba una España meneada por los nuevos tiempos políticos con el final intuido, temido o deseado del franquismo; las transformaciones sociales crecientes, reivindicaciones obreras, estudiantiles, feministas, liberación sexual, con el fin del ciclo eco-nómico del llamado milagro español y el estrangulamiento de una economía acorralada entre el paro, la inflación y el endeudamien-to externo. Con esos movimientos pendulares tan propios de los períodos de mutación, las relaciones entre maestros y alumnos pasaron de aquella lejanía, patriarcal y autoritaria, enmarcada en-tre el miedo y el respeto, a una cercanía quizás excesiva. De esta forma se ve comprometido el necesario funcionamiento de una institución clave que no puede cumplir su cometido sin guardar los estatus propios de cada uno. Una liquidación ficticia de aquel manido «cada cual en su sitio», que bien podría ser una, que no todas, ni mucho menos, de las causas y de los graves aconteci-mientos que hoy acontecen en nuestras aulas abochornando a una

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sociedad que debería considerar que si bien mucho de lo logrado es positivo, también hay que apuntar en el «debe» esa pérdida de respeto en un ámbito como la escuela y sobre todo al maestro. Se trata de una institución y un actor imprescindible y clave de un largo y complejo proceso educativo humano y, como tal debería ser protegido y considerado, especialmente en los primeros años de enseñanza infantil y de primaria.

Se podrá decir y no le faltará razón a quien lo haga, que la socie-dad en su conjunto ha abandonado unos valores para adoptar otros, sin duda propios de toda sociedad avanzada y garantes de la convi-vencia en paz, como son la tolerancia y la participación democrática. Nada que objetar. Pero cuidado con relativizar las figuras institucio-nales intercambiando los roles que corresponden a cada uno. Los padres y educadores deben asumir su responsabilidad y ejercer como tales, no como amigos o «colegas», ya que sin referentes familiares y educativos claros la energía explosiva del cachorro humano queda desprovista de cauces apropiados para su canalización y eso, creo yo, hace un flaco servicio a la sociedad en su conjunto y representa un paso atrás en la educación y valores de nuestros hijos. La figura del maestro debe ocupar el nivel que le corresponde en la sociedad y su dignificación es tarea harto necesaria en la que debemos estar todos unidos, haciendo honor a nuestra responsabilidad individual y colectiva en pos de un objetivo común: el interés superior de la institución y sobre todo del menor.

Ojalá esta humilde novela sirva como homenaje y reconoci-miento a la abnegada labor de tantos y tantos maestros, rurales y urbanos, hombres y mujeres, jóvenes y experimentados. Es obvio que, al hablar de un tiempo indefinido y de un colectivo tan am-plio, podrían también denunciarse conductas o actitudes repro-chables por parte de alguno de sus miembros, pero estoy total y absolutamente convencido de que son situaciones claramente residuales que para nada merman ni enturbian el saldo positivo de la gran figura del maestro, profesión en la mayoría de las veces vo-cacional, cuyo prestigio debe ser continuamente impulsado por las autoridades educativas y defendido de la inacción o de la acción

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errada de éstas por el conjunto de los que convivimos en sociedad. Aunque es imposible acordarse de todos, e imperdonable olvidar a uno solo, me gustaría poner nombre propio a grandes maestros que han dejado su impronta y su ejemplo en muchas generaciones de alumnos: los hermanos don Victorino y don Paulino Álvarez, don Bonifacio Álvarez (fallecidos) y a los ya jubilados, los her-manos don José María y doña María del Pilar Álvarez Suárez; y a doña Ana Méndez Fernández.

Para terminar, ya sé que pocas cosas son inmutables, que los nuevos planes de estudio, Bolonia y el nuevo y apasionante ho-rizonte europeo, en cuanto al estudio internacional que se abre ante nuestra juventud, están cambiando no solo el nombre, sino también las exigencias y cometidos de los profesionales de la en-señanza. Mas, por fortuna, entre tanto cambio, aún queda algún «maestro» de infantil o de primaria cuyos títulos dependen de las diferentes facultades de educación.

Maestro/a, nombre que reivindicamos en positivo ya que nos gustaría que los nuevos enseñantes continúen la saga de tantos y tan buenos predecesores que han dejado parte de su vida reco-rriendo y pateando aquellos caminos rurales y barriadas suburbia-les de la década de los setenta. De hacerlo así honraran la memoria de los que les precedieron, de lo contrario que su entrañable y justo recuerdo, así como la sociedad, se lo demanden.

A partir de ahora, amigo/lector, no pretendo más que entre-tenerle, pero en cualquier caso espero también haber comenzado a pagar siquiera los intereses de la enorme deuda de gratitud que todos tenemos contraída con nuestros maestros y maestras de es-cuela. En su nombre y en el mío, GRACIAS

Santiago de Compostela, /2016Alfredo E. Fuertes

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Alfredo E. Fuertes, nació en Abelgas,

León en 1953.

Cursó estudios de derecho, dedicándose

profesionalmente al mundo empresarial

en el que ocupó diversos cargos ejecu-

tivos. Un buen día se decidió a escribir,

de un modo creativo, comenzando en

el mismo aeropuerto, como respuesta a

los continuos retrasos de una compañía

de bandera española, con la que viajaba

todas las semanas. Es autor de la novela

La piel del Molino, 2015.

Félix, un joven e inexperto maestro de escuela,

revoluciona Los Ancares berciano-leoneses, en la

mitad de la década de los setenta, con su peculiar

comportamiento y un modo de enseñanza que

choca con las viejas, caducas y trasnochadas

estructuras del régimen, además de verse inmerso

en diversas tramas e intrigas.

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