El Solar de Los Tamarindos

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El solar de los tamarindos

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  • EL SOLAR DE LOS TAMARINDOS

    Omayra Bolvar

  • Tiempos de Inquisicin,

    donde la religin y la supersticin imperan,

    constituyndose en obstculos infranqueables

    para un Amor imposible,

    que sin embargo logra trascender

    el tiempo y la distancia.

  • EL SOLAR DE LOS TAMARINDOS

    Omayra Bolvar

  • INDICE PRIMERA PARTE6 SEGUNDA PARTE.20 TERCERA PARTE..27 El Manuscrito de la Visin....... 27

    EPILOGO..44

  • En las palabras y hechos del pasado se esconde un tesoro que puede ser utilizado para transformar el presente en un camino hacia una vida trascendente

  • PRIMERA PARTE

    I

    Hay que buscar el camino entre los hechos.

    Baltazar

    El autobs serpenteaba por la carretera adentrndose cada vez ms hacia la montaa y

    Mariana se preguntaba silenciosamente al ver el paisaje con sus impresionantes y extraas

    formas:

    - Qu vengo a encontrar aqu ?.-

    A su lado, Francisco, Franco como ella le deca, la haba invitado a viajar hacia aquel pequeo

    pueblo enclavado en la roca de una montaa, con la intencin de que lo acompaase para la

    celebracin de la Semana Santa, pues, un antiguo amigo de la infancia, el sacerdote del lugar, le

    haba pedido que se acercara para que le diese una mano y efectuase los ritos correspondientes a

    esa conmemoracin, en algunas aldeas, ya que l no se daba abasto con las cuarenta y tres que la

    curia le tena adjudicadas bajo su responsabilidad religiosa.

    Ella se sonrea sola dicindose calladamente.- Yo metida entre curas y en Semana Santa.-

    Mariana haba sido criada en medio de una dura formacin religiosa. Muy severa. Monjas

    en todo momento de su infancia, pero con la incongruencia de nacer en un pueblo donde cada

    sacerdote recin egresado, abandonaba los hbitos, porque segn decan, las muchachas mas

    hermosas del pas se concentraban en aquel lugar. En sus cuentas recordaba seis, entre ellos un

    joven sacerdote que result ser su primer profesor de piano. Ah y un monseor, extraordinario

    hombre de ideas adelantadas a su poca quien lleg aquel pueblo de reclusin, acompaado de

    un muchacho a quien que todos lo pueblerinos le adjudicaban a ciencia cierta el hecho de que

    fuese su hijo por el gran parecido fsico entre los dos.

    Luego, al ingresar a la universidad, en la casa de residencia para seoritas estudiantes

    casi en sus primeros das de llegada, fue partcipe de una revuelta en la que se protest contra las

    monjas rectoras del lugar por la conducta no compasiva de stas, al echar a la calle en horas de la

    noche a una de las residentes que no haba podido llegar a tiempo antes del cierre del portn

    principal de dicho albergue. La trifulca desemboc en el retiro de las religiosas de la direccin del

    lugar esa misma noche, pero con la consecuente maldicin de exterminio celestial, por el verbo

    impronunciable de una de ellas hacia el nutrido grupo de jvenes universitarias.

    Todas aquellas vivencias, mas su espritu de libertad, le haban hecho tener una visin de

    la religin como la de un club social donde no se senta muy a gusto y no se ajustaba a su modo

    de ser y pensar.

  • Mientras el autobs ajustaba sus velocidad para tomar fuerza y proseguir montaa arriba,

    la joven hacia memoria, aos atrs, cuando siendo casi adolescente se neg a confesarse y al

    atravesar la plaza principal de su pueblo en fila escolar, con la obligacin de llegar hasta la iglesia,

    se escondi en medio del trayecto detrs de unos rboles, lo que le vali la expulsin del colegio

    catlico y el consiguiente cambio al otro mundo de una escuela pblica.

    Sus ideas de vanguardia, podan causar molestia en algunas personas, pero dentro de s,

    no le importaba, porque haba aprendido, que hasta ahora, lo que ella vea, en la distancia, se

    cumpla, aunque generalmente no se encontraba en el sitio al cumplirse su intuicin analtica.

    Tena muchas amistades de las ms variadas tendencias y condiciones. La amistad para ella era

    algo hermoso donde el ser humano puede aprender amar sin condiciones. Pero tambin saba que

    su condicin uraniana en medio cielo astrolgico, le hacia llevar movimiento donde estuviese. No

    era lder, era motivadora.

    -Hola Mariana, cual es el misterio que te vez tan callada- le pregunt Franco.

    Estoy en una de recuerdo. Hace aproximadamente como diez aos que no vena por estos

    lares, aunque nunca llegu hasta el pueblo hacia donde nos dirigimos.-

    - Juguemos un rato- prosigui.

    - Mira al chofer, sus zapatos indican que es una persona conservadora.

    - T otra vez.- contest franco.

    - Claro, el observar los zapatos de una persona, te dice mucho.-

    - Pero, mira, la msica que coloca es rock duro, extrao verdad, su sentir se qued en un

    momento de su juventud, que l quiso tener, pero lo atraparon los convencionalismo

    sociales.

    - Tu y tus cosas.- deca Franco, incrdulo.

    - Mira al joven a tu izquierda, fue demente, es incoherente.- prosegua Mariana.

    - No lo creo. Tienes en sus manos unos libros de la universidad.

    - AY! Dios.- dijo de repente Franco dirigiendo su mirada a los pies del citado personaje.

    - Pero por Dios, verdad, no tiene medias, ni cordones, su aspecto no concuerda con sus

    zapatos sucios. Su mirada es perdida, como la de un demente.- responda Franco

    sorprendido.

    - Vez lo que te digo, amigo mo. Todos llevamos dentro la informacin de lo que somos o

    hemos sido. Somos unos ignorantes de nosotros mismos, pero cuando dejamos que

    nuestras compuertas se abran, el universo no tiene misterios, todo tiene su por y para

    qu.

    - Que ideas.- contesto Franco pensativo.

    - No sigo jugando, vuelvo a mis pensamientos. Deca Mariana, en la bsqueda del acomodo

    en su asiento.

  • Apreciaba mucho a su amigo, y por ello se cuidaba de no molestarlo mucho porque era

    muy conservador en sus pensamientos y eso poda acarrear roces entre ellos. Temas como la

    homosexualidad, eran puntos donde sus ideas no coincidan y ella lo molestaba diciendo que

    si ella fuese gay lo gritara a los cuatro vientos porque consideraba que eso era una

    condicin pasajera, producto de.... El deca que la sociedad no perdona.

    -Media hora de parada.- oy la voz del chofer rockero sacndola de sus cavilaciones.

    II

    En medio de una imponente tecnologa en que las aguas represadas de un grandioso ro

    hacan contraste con el atardecer multicolor y dinmico dndole al paisaje un calificativo de

    majestuoso. Se vislumbraba el final del trayecto porque a lo lejos un estrecho puente metlico

    daba acceso a un pueblecito donde la montaa acoga las calles contorneadas como surcos

    labrados en sus laderas.

    - Que hermoso lugar.- pero que Uf Que encierro Las montaas parece que apresaran la

    aldea- Llegamos y se me pas el tiempo volando, y eso que casi no hablamos- murmur

    Mariana.

    El autobs se detuvo al llegar a una pequea estacin donde se notaba un ligero

    movimiento de viajeros.

    - Y ahora qu ?.- preguntaba Mariana con un aire infantil que la envolva a pesar de su

    edad.

    - Bueno, recojamos las maletas.- suspir Franco.

    - Y por donde le llegamos a Ia iglesia de tu amigo?.- pregunt Mariana.

    - De mi amigo no, del padre....- reprocho Franco, pero interrumpido por la joven.

    - Aa!! No!. No, es tu amigo ? Que acartonamiento, por favor.-

    - Mira es esa, caminemos a la derecha.- seal Franco indicando el camino.

    Una cspide afilada sobresala en medio de las casitas que se apilaban como si quisiesen

    darse un poco de calor en aquel lugar donde la brisa saludaba con su traje de suave

    neblina, haciendo estremecer a los recin llegados.

    Caminaron estirando las piernas entumecidas por el largo trayecto.

    - Hemos llegado. Esta es la casa cural.-afirm Franco.

    El frente de la casa estaba rodeada de un jardn que denotaba un diario y especial

    cuidado.

    -Qu hermosura de rosas! Qu colores - exclam Mariana sorprendida.

    -Son del padre Rodrigo, l mismo las cuida. El me ense en el seminario, que se les debe

    hablar y cuidar todos los das.

    - Uauu Tiene mano verde, Cierto?.- Igualita a la ma que ni los cactus me retoan-

    dijo burlndose de s misma.

  • Los dos viajeros se fueron aproximando a la puerta principal cuya confeccin estaba realizada

    en madera tallada donde la figura de un Cristo reflejaba el del dolor de la Crucifixin.

    - Esta puerta no me gusta, me parece que lastimo a Cristo cada vez que la golpeo -

    protestaba Franco desde sus conocimientos de armona y decoracin, actividad en que se

    desenvolva, despus de tomar la decisin de no ordenarse como sacerdote.

    Hecho que ocurri hace casi veinte aos y algunas veces pareca que deseaba reconsiderar su

    decisin, que por cierto, si lo quisiese, entrara casi de inmediato a formar parte del clero, pues

    tena todos los requisitos aprobados, pero l deca, que otras religiones se ajustaban mas a

    su manera de pensar y actuar. Mas sin embargo, nunca abandonaba su vocacin de servicio,

    la que demostraba en cada momento de su diario vivir.

    - Hola! . Buenos das.- salud la faz de un sacerdote, ms bien anciano, asomado por la

    rendija de la sufrida puerta.

    -El padre Rodrigo ?- pregunt Franco.

    - Est muy ocupado en este momento. Pero, pasen, pasen los estn esperando.

    Al entrar, se encontraron con los corredores internos y con un pequeo patio en cuyo centro se

    ubicaba una gruta vaca, pero rodeada con flores y orqudeas.

    -Franco mira !.- seal Mariana un hermoso gato que merodeaba junto a una jaula que

    albergaba pjaros de diversos colores.

    -Ay Mujer tu debilidad, un animal.- se rea.

    -Que hermosos pajaritos .-

    En ese momento se sinti como si entrase un fuerte viento y apareci un hombre como de unos

    cuarenta y tantos aos.

    -Hola Franco-

    -Hola padre Rodrigo-

    Diciendo esto los dos hombres se abrazaron con estudiada formalidad.

    Mariana pens: -Tan amigos y cuanta prosopopeya.

    - Le presento a mi amiga Mariana- prosigui Franco.

    La mirada del sacerdote, vestido de paisano, concentraba una vitalidad que rodeaba toda su

    contextura. Su energa era muy fuerte, pero en su entrecejo pareca que la niez se haba negado

    a retirarse aportando a sus cejas una expresin de suavidad y ternura de beb recin nacido.

    - Coloquen sus cosas en mi cuarto mientras se ubican.- indic.

    Mariana tom sus maletas y al entrar a la pequea habitacin sinti una energa mucho mas fuerte,

    vio unos hbitos colgados a destiempo sin el toque de una mano femenina. En ese momento el

    sacerdote se le adelant y pas algo que no pudo explicar, que la movi del sitio, y cuando se dio cuenta se

    encontraba fuera, en medio del pasillo, como si el tiempo se hubiese acelerado. Su maleta todava

    permaneca dentro de la habitacin sacerdotal junto a los dos amigos que seguan dialogando.

  • Se acerc a las jaulas donde se encontraban los pajaritos y se dijo a si misma: ... Este cura

    se las trae.-

    Y como un molino de viento, el sacerdote pas a su lado, impartiendo rdenes a diestra y

    siniestra, en medio de flores, floristas, msicos, pintores, todos avocados a los preparativos de

    la celebracin de la Semana Mayor.

    - Pasen por aqu- indic mientras se mova como un pez en el agua.

    Recorrieron un pequeo pasadizo entre la sacrista y el recinto de la iglesia como tal, y de

    repente, una puerta abri un movimiento mayor, similar a la antesala de un anfiteatro. La nave

    mayor se vea atestada de gente, dedicadas al montaje de imgenes alegricas a la milenaria

    conmemoracin.

    - Este ao ser memorable- sealaba el sacerdote, mientras caminaba y segua con su

    vista los detalle de los acontecimientos.

    - Pero bueno, ustedes deben irse.- dijo cayendo en cuenta de que se le haba abierto otra

    base de operaciones con la llegada de los invitados.

    Mariana observaba, el altar desocupado de los ornamentos e iconos acostumbrados, con

    las pinturas en el piso, las telas, las maderas, las personas movindose como hormigas, bajo

    la rigurosa mira del rector de aquel sitio, cuya presencia impregnaba todo aquel lugar.

    - Enviar por el chofer para que los suba hasta la aldea. Pero primero deben ir por el

    Sagrario.- el sacerdote hablaba sin dejar de moverse.

    Los preparativos para proseguir el viaje se hicieron efectivos y Mariana se vio sentada dentro

    de un auto como custodia de la caja dorada, protegindola de los baches del riesgoso trayecto.

    Segua repitindose:

    -Qu vengo yo a encontrar aqu ?.-

    El camino de piedras, golpeaba al vehculo de traccin y al trmino del trayecto, sus muslos

    estaban adoloridos.

    El sitio era hermoso, dejando atrs una majestuosa cadena montaosa dando paso a un

    altiplano donde el fro calaba los huesos. Comenzaron a parecer en el horizonte cultivos de

    legumbres que rodeaban unas humildes viviendas. En una de ellas el chofer detuvo el vehculo.

    No haban terminado de bajarse del auto, cuando se oyeron varias voces:

    - Y el padre ?- eran algunos lugareos percatndose de la ausencia del padre Rodrigo.

    - El viene a darles la misa en esta semana, mientras, yo les ayudar en lo que corresponda-

    les contest Franco sorprendido.

    -Usted quin es ?- pregunt una mujer joven, de contextura fuerte que pareca ser la duea

    de la casa donde les indicaron deban ubicarse, que con una mirada inquisidora y antes de que

    Franco pudiese responder, prosigui:

    - Es sacerdote?-

  • -No, pero puedo realizar algunos preparativos, mientras esperamos la llegada del padre.-

    - Y ella, es mdico o monja ?. Porque nos haban dicho que vena una doctora.

    - No ella es psicloga y otras cosas.- segua Franco tratando de satisfacer curiosidades.

    - Ah . Pero el padre viene, no se preocupen prosigui con tonalidad de promesa.

    La desilusin se pintaba en medio de las caras de los montaeses al no ver el representante

    de su fe en medio de ellos.

    Mariana, pensaba,- Ver como puedo vencer este muro de piedra, aunque no soy mdico y

    menos monja, algo tendr que hacer aqu. -

    Los ubicaron en la misma habitacin pues, pensaban que eran una pareja. Por momentos se

    sentan espiados por miradas y risas infantiles.

    III

    La promesa de la prxima llegada del padre Rodrigo, hizo que las rdenes y correras por parte

    de Franco comenzaran de inmediato. Flores, sillas, adornos por doquier ocupaban los espacios de

    la casa para y todos los aldeanos opinaban en cual sera el lugar apropiado para la ubicacin del

    Sagrario.

    Franco se dirigi a su habitacin y se recogi en sus oraciones comenzando un ordenamiento

    interior para iniciar las actividades que le correspondera realizar, seguido de Mariana como aclita.

    - Franco T puedes confesar ?- preguntaba Mariana con un tono de misterio en su voz .

    -En caso extremo si, pero el que da la Absolucin es el sacerdote, puedo repartir la Comunin,

    mas no consagrar.

    - AH - respondi Mariana pensativa.

    -Y que voy hacer yo aqu?-

    - Bueno, me ayudas. En los cantos, a leer.-

    - Claro, de adorno,-

    - No, no lo tomes as.-

    - Bueno, ese es el papelito de las mujeres hasta ahora en la iglesia.- contest burlona.

    La creatividad de Franco y su gran vocacin de servicio se vio manifiesta en su actuacin de

    clrigo sustituto. Poco a poco se fue ganando la voluntad de los lugareos. Entre tantas cosas,

    organiz a los nios integrndolos a las lecturas rituales y hasta ense a leer algunos en muy

    poco tiempo. Mientras Mariana con la guitarra trataba de adornar los cnticos

    -Quiero dejarles algo a esta gente, que no se quede solo en Homila.- expresa Franco.

    -Cules son los problemas bsicos sociales de la comunidad ?- pregunt Mariana.- Metete

    por all- asinti. Podra ser el no compartir. Mira a tu alrededor, algunos lo tienen todo, otros no

    tienen casi nada.

    -Ya ver como les lleg.- concluy Franco.

  • Los das trascurran y el padre Rodrigo no apareca.

    Mariana, muy sutilmente pareca un radar en detectar las necesidades sanitarias, psicolgicas,

    familiares y ya comenzaban acercrsele con confianza, mas que todo las mujeres en busca de

    consejo.

    Lleg el da de realizar el Va Crucis y Franco organiz los aldeanos para la sealizacin del

    trayecto a campo abierto, en medio de los caminos que bordeaban los cultivos.

    - Por all no podemos pasar porque eso es territorio de los evanglicos, ellos son bastantes

    y se pueden molestar.- seal una joven madre.

    Atravesando trochas y sembrados se construy el camino de remembranza y tambin se tall

    una enorme cruz de madera.

    Todo estaba listo para el da siguiente.

    Era muy difcil que el padre Rodrigo apareciese para ese da, porque la feligresa del pueblo

    pesaba mucho mas que las aspiraciones religiosas de lo habitantes de aquella pequea aldea.

    La maana fue preludio de un caluroso da y los rayos del sol fustigaban la comitiva de madres

    con sus pequeos hijos en brazos. Los nios con caritas de responsabilidad prematura y los

    hombres junto a sus familias se turnaban la pesada carga de la cruz .

    La integracin era total, todos se hicieron partcipes de la fe.

    Al terminar la ltima estacin con cronometrada precisin, Mariana se acerc a su amigo y le

    pregunt. -Crees que maana aparecer el padre Rodrigo ?.-

    -Quien sabe, l siempre est demasiado ocupado y mas en estos tiempos.- y sabes,

    Marianita, algo mas... el padre me hizo un encargo que consiste en motivar a los feligreses para la

    construccin de una capilla.

    -Que bueno, - contest alborozada- ese sitio servira tambin de lugar de reunin para talleres,

    vacunaciones y .. siendo interrumpida.

    - Ya le estas dando otra vuelta a las cosas- rezongaba Franco

    - Dios es todo, esta en todo, en el diario vivir. Por qu separar una cosa de la otra ?.-

    replicaba la joven.

    - Eso me suena a comunismo segua protestando Franco mientras descansaba sobre una

    piedra.

    - Por favor, que conceptos tan cerrados. Todo lo etiquetas.- Imagnate que en ese sitio sea de

    utilidad para instruirlos mejor y de esa manera logren beneficios en sus cultivos. Fjate como

    viven aislados, sin un sitio de reunin mas que la improvisada gallera.

    -Ya. Bueno, bueno, primero tengo que organizar el comit para cuando venga el padre, me

    imagino ser maana, comiencen los preparativos de las actividades para el logro de la

    construccin de la capilla. -

    -Total, no tengo apuro.- dijo Mariana.

  • IV

    A la maana siguiente, Domingo muy temprano, se oy una voz lejana que deca:

    - All viene el padre.-

    - Adonde?- era la voz inconfundible de Franco.

    - En aquel punto, es su carro, Mire .-

    A los pocos minutos se oy la voz del tan esperado sacerdote.

    - Buenos das a todos.- se oy modular las palabras con la forma caracterstica de un

    religioso.

    Los sonidos naturales de la maana se vieron interrumpidos por un inusitado movimiento.

    Mariana todava dormitando entre pesadas cobijas, se dijo:

    - Este como buen seminarista se le qued pegado el hbito de levantarse temprano. - Y

    saltando de la cama , se visti con disciplina militar y casi de inmediato sali de la habitacin a

    saludar.

    Se encontr con el mismo un sacerdote pero vestido con la usual sotana negra y cuya

    energa anteriormente percibida, la senta cuadruplicada. Le costaba mucho mantenerle la mirada,

    mientras entablaba una conversacin junto a l.

    La misa estuvo muy concurrida dando punto final a os oficios religiosos en el lugar.

    Franco mostraba una cara de felicidad al ver cumplida su promesa a los aldeanos.

    Mariana recogi sus cosas para regresar a la ciudad y se embarc, ya no con la custodia

    del Sagrario sino en compaa del sacerdote como conductor del vehculo.

    El viaje de vuelta era largo y en una de las paradas de descanso, al llegar a una pequea

    estancia, oy la voz del sacerdote que pidi al empleado del establecimiento:

    - Por favor, me da un refresco de tamarindo.-

    Ella, sinti como si algo le recorriese el cuerpo.

    Se dijo:

    - Que extrao, por estos sitios no es comn, el tamarindo.

    A ella le fascinaba porque era muy comn en su pueblo natal.

    Al llegar a la ciudad, segua recordando la fe de aquellos lugareos cargada de dolor y

    sacrificio.

    - Se quedaron en la Crucifixin.- pensaba.

    Se despidi del padre Rodrigo y de su amigo Franco con la promesa de regresar pronto para

    las participar en las actividades con motivo de recaudar fondos para la construccin de la

    capilla.

    Que extrao, no deseaba quedarse en la ciudad.

  • V

    Trascurrieron unos meses cuando Mariana, de nuevo, se encontraba en un autobs, rumbo

    a la montaa y al lado de su inseparable amigo, invitados por el padre Rodrigo para continuar con

    las actividades tendientes a la construccin de una capilla.

    - Franco tengo una angustia muy grande y no es ma, me siento muy inquieta, percibo que

    viene del padre Rodrigo, lo siento como encerrado.

    - Ya vas a empezar con tus cosas.- replicaba l.

    Al llegar a la casa cural, se notaba otro ambiente. El ajetreo de la Semana Santa haba

    desaparecido, solo se oa el suave trinar de los pjaros en sus jaulas y los gatos merodeaban

    la gruta virginal.

    La premonicin de Mariana fue confirmada al enterarse que el Padre Rodrigo haba tenido

    un accidente das atrs y se encontraba de reposo.

    Al pasar por la Sacrista vio como todas imgenes que antes estaban ubicadas en sitios

    estratgicos de la iglesia para la celebracin de la Semana Santa, como el Cristo, la Magdalena,

    todas, estaban volteadas mirando hacia la pared pero .. Rotas .

    Luego se enter que todas se haban venido abajo, al piso, apenas el Padre Rodrigo haba

    terminado un sermn durante la Semana Mayor. Encontrndose en esa posicin en vas de

    restauracin.

    Se haba pensado que lo ocurrido, poda haber sido ocasionado por un micro sismo.

    - Sigo sosteniendo que ste se las trae.- A l le est pasando algo muy serio interiormente.

    Esta moviendo su energa sin darse cuenta, l tiene mucha fuerza, pero est desubicado-

    pensaba.

    - Algo serio le ocurre.-

    Mariana descans en la habitacin asignada hasta que se hizo evidente el llamado a

    cenar.

    La sencilla comida que se vea venir junto a una reunin silenciosa, de repente se

    trasform en una animada velada por la presencia de dos jvenes sacerdotes, adems de

    Franco, ella y presidida por el padre Rodrigo.

    Parezco una tonta se deca, siento una sensacin de no poder acercrmele, no puedo

    mirarlo a los ojos, aunque siento que me mira todo el tiempo, a pesar de estar a su diestra.

    La comida concluy , pero la sobremesa comenz a tomar otro giro.

    Un ambiente de confianza giraba en el aire. nica mujer, como pareca ser su costumbre

    en las tertulias, asumi la conversacin.

    -A ustedes como que les gusta jugar con fuego - dijo dirigindose a los comensales al ver

    una botella de condimento picante. -Por qu lo usan con tanta frecuencia?.-

    -Qu tiene de malo ?. Interrog el mas joven de lo sacerdotes.

  • -Bueno, eso incrementa la libido y debido la condicin en que ustedes se manejan, -No s..

    -No lo saba.- contestaron por separado, pero al unsono con cara de sorpresa.

    El hielo fue roto y un inusitado alboroto llen el silencio nocturno al comenzar un inusitado

    torrente de preguntas no muy comunes en ese ambiente.

    -Es difcil, pero no importa, coment Franco-

    - Cmo es eso ?- explcate mejor No te entiendo, Franco- Mariana le dirigi una mirada

    retadora.

    - Se sufre solo, pero se goza.- dijo sin ms explicacin.

    Al ver la prdida de poder sobre el auditrium el padre Rodrigo abandon el sitio.

    La sobremesa se alarg hasta mediada la madrugada y entre risas e improvisadas

    terapias psicolgicas cada quin se retir a sus respectivas habitaciones.

    La de Mariana quedaba al frente del padre Rodrigo y se senta inquieta, no durmi en toda

    la noche. Se tropez con una imagen virtual. Alguien saba proyectarse, estaba casi segura

    quien poda ser.

    En ese momento entr por la ventana la gata Angelina como la haba bautizado ella y

    quien result una agradable compaa para su ausente sueo. A travs de la cortina de su

    ventana vea la pequea luz proveniente del patio central, la gruta del patio ya no estaba sola,

    ese da, ella haba colocado una Virgen de los Milagros, que se encontraba arrinconada en el

    jardn. Era un recuerdo agradable que guardaba de su severa formacin religiosa. El hermoso

    mes de Mayo, donde se renda homenaje al sentimiento femenino, la dulzura, la recepcin, la

    aceptacin, el no juzgar. Esa es Maria, la Seora como ella le deca cuando le hablaba.

    A la maana siguiente, al recibir el saludo del sacerdote, se sinti envuelta por una serie de

    imgenes que llegaban y se iban, como fragmentos delante de sus ojos.

    - Padre, ella ve mas de lo que Ud. cree.- dijo Franco.

    - Dgame que ve en m.- pregunt el sacerdote con un dejo burln en su sonrisa.

    Los zapatos del sacerdote eran como un imn para Mariana, adems de su forma de

    sentarse.

    - Usted, fue bueno,. no s si cree lo que le digo como indecisa, cegada por un color

    prpura presente en su pelcula visual.

    - Siempre ha estado en la iglesia, fue, obispo. Siempre arriba.

    - Tambin siento en Ud. una gran, gran angustia. Una gran soledad. Como... un gran deseo

    de que lo cuiden, no s... su madre.- prosigui.

    - Eso ltimo que dice es muy cierto, pero, no es mi madre. Es ser cuidado por una mujer,

    una esposa. Pero Ud... sabe las leyes de la iglesia, no lo permiten y uno debe evitar

    tentaciones, para no pecar.- aclar el hombre.

  • - Que sufrimiento tan intil causado por ideas prehistricas.- pensaba Mariana en su rol de

    visionaria. Grave, porque por all va el represamiento de la vitalidad de este hombre, que

    es mas psquico que Uri Geller. Este se mand los santos encima y luego atrajo el

    accidente. Grave la cosa- segua pensando Mariana. Este le queda poco tiempo dentro de

    este sistema, pero mejor me callo eso. El ya aprendi lo que le corresponde aqu, ahora

    debe salir al mundo y ser un humano mas. Ser l, sin tanto orgullo. El es de iniciativas, no

    de repeticiones como este ambiente. -segua dicindose en su silencioso monlogo.-

    - Bueno, le vienen tiempos difciles.., muy difciles.- se atrevi a decir en voz alta, pues no

    contaba con una precisin con relacin a los diferente cuadros visuales que persistan, por

    su desarrollo extrasensorial.

    - Qu mas ve?- preguntaba el sacerdote con una sonrisa de nio atendido.

    - No, no nada ms. concluy la muchacha, pero con imgenes que seguan corriendo por

    sus ojos sin parar.

    - Por qu decidi volver para ac?-

    Mariana fue sorprendida con la pregunta lanzada a quemarropa. Ahora la interpelada por

    el sacerdote era ella.

    - Por usted.- se oy respondiendo con una firmeza sin darse cuenta como salieron esas

    palabras, pues se senta suspendida en el aire.

    De repente aterriz en el mundo de los sonidos, rdenes y actividad, una llamada

    telefnica alej al sacerdote del banquillo de atencin.

    Ella pas por el frente de la jaula de los pajaritos cada uno ubicados... en pareja.

    Se fue a su cuarto y algo en su corazn se par.... como indicndole con un gran letrero

    algo que no deseaba ver.

    - No otra vez no Me estoy enamorando de ese hombre .

    - No El amor duele.- recordando algunas de sus incursiones dentro de ese mundo emocional.

    Sinti de nuevo la molestia en medio de su pecho.

    Era una sensacin lacerante. Eran aos sintindola, algunas veces se le agotaba el aire.

    No le hacia caso, pero esta vez se intensific.Sera la altura a la cual se encontraba el lugar?.

    Oy la voz de Franco que la llamaba, para afinar los preparativos para la vendimia del da

    siguiente con motivo de recaudar fondos para la capilla, pero a su vez, oa la voz del padre

    Rodrigo que por el tono de voz, pareca que haban surgido serios problemas de ltima hora

    relacionados con el viaje a la aldea.

    Ya era tarde, decidi dormir.

  • VI

    Temprano en medio de preocupantes dilogos, parti la comitiva, con la incertidumbre

    pesando sobre sus cabezas si sera posible llevar a cabo tan esperado evento.

    Al llegar a la aldea fueron recibidos por sus habitantes con una alegre y calurosa

    bienvenida.

    La hermosa cruz de madera que se haba construido para el trayecto del Va Crucis fue

    ubicada en el sitio que se tena destinado para la futura capilla.

    De repente se oyeron voces alteradas y discusiones dentro de la casa principal.

    - Franco qu pasa ?-

    - Han surgido diferencias entre los aldeanos y el padre Rodrigo con relacin a la forma

    como se realizaran las actividades de recoleccin de fondos.- deca Franco pensativo.

    - Mralo como sta.- Est furioso, lo que pasa es que l se controla muy bien sus

    emociones.-

    El sacerdote silencioso y solitario se encontraba apoyado en la pared cerca de una salita

    de la casa.

    Se senta una gran tensin en el ambiente al quebrarse la unidad debido a los problemas

    surgidos. Se haba decidido adelantar la misa en aquel ambiente tan caldeado en que la paz

    brillaba por su ausencia.

    - Mariana trata de hablar con l, para luego mediar con los aldeanos.- le dijo Franco.-

    Mariana en realidad no saba el motivo de la ruptura, pero se acerc al sacerdote, turbada

    por el aura de aquella persona y con la mayor dulzura posible le pidi una tregua.

    El sacerdote la tom suavemente por un hombro y la alej del sitio donde l se encontraba,

    dicindole:

    - Los feligreses se acercan a la iglesia. La iglesia, no va hacia ellos.- le respondi.

    - Pero Padre.. alcanz a decirle.

    Era intil, los feligreses se vean cabizbajos. La energa de aquel hombre, dominaba el

    ambiente, pero esta vez no era precisamente de paz, sino de orgullo. Si se lograba cambiar el

    estado de nimo del sacerdote eso podra conllevar a un ambiente mas favorable.

    Al dejar al sacerdote en actitud silenciosa Mariana comenz a buscar ideas que pudiesen

    llevar a una solucin para bajar la tensin de la situacin reinante.

    Se dirigi hacia un cobertizo donde se encontraba el improvisado altar, que consista en

    una mesa adornada con dos envases que contenan unas flores rojas

    Pero de repente, tambin Vi .

    Un copn dorado Que estaba vaco.

    - Aqu, esta la solucin!- pens con alegra.

  • Busc en su botiqun de emergencia unas gotas de Remedios Florales utilizadas para

    equilibrar emocionalmente a las personas en pocos segundos.

    - Esto va ayudar. Estoy segura.- deca para s.

    Alcanz a colocar unas gotas medicinales dentro del dorado recipiente y...

    Justo En ese momento sinti que las personas se acercaban para la celebracin de la

    Santa Misa.

    El ambiente se mantuvo fro y silencioso, mientras que Mariana esperaba con impaciencia,

    casi reteniendo la respiracin el momento de la conclusin ritual.

    El llamado para una recepcin en el comedor de la casa la coloc de nuevo a la diestra del

    sacerdote.

    Se atrevi a mirarlo a los ojos y la dulzura le haba cambiado su faz. Una gran ternura se

    encontraba recogida en ellos.

    - Si el supiera el bien que le ha hecho mi travesura.- pens Mariana.

    Cuando de repente, sinti su mano bajo la de l, cuando de forma impulsiva, le jug una

    inesperada broma.

    Mariana sinti que su cara se encenda, tena mucho tiempo que no se sonrojaba.

    La tensin en el lugar haba desaparecido y aunque se despidieron sin solucionar del todo

    algunas pequeas diferencias, el viaje de retorno en el auto, se vio salpicado de risas y bromas

    como viejos mosqueteros.

    VII

    De regreso en el pueblo, en la Sacrista, momentos antes de la celebracin de la misa

    correspondiente al horario de la tarde, ella se acerc al sacerdote y le pregunt:

    -Descans ?- levantando su mirada.

    - Algo respondi l.

    En ese momento, el ornamento y la posicin asumida por el sacerdote le impact como un

    flash a todo color, delante de sus ojos, al verlo trasformado, con toda nitidez, en un Templario

    que esgrima una reluciente espada.

    Todo el cuerpo de Mariana se estremeci y sinti que se agudizaba la molestia lacerante

    de su pecho.

    La voz de Franco la sac de sus pensamientos.

    - Dele paso para que salga- dijo tomndola por los hombros.

    La rapidez del paso del padre Rodrigo hacia la nave central, la hizo presenciar la salida de

    un guerrero religioso partiendo hacia una batalla en el tiempo de las Cruzadas

    Ella, estuvo en la misa con la imagen revoloteando sobre su visin.

    -Qu habr detrs de todo esto?- se repeta.

  • A la maana siguiente, antes de despedirse, sus miradas se encontraron sintindole un

    inusitado brillo encegecedor.

    La molestia en su pecho se haba intensificado, tornndose ya, en un dolor.

    Cuando estaba a la espera del autobs comenz a llorar.

    -Qu te pasa Mariana?- pregunt preocupado su amigo.

    -Creo,.. Que me he enamorado del padre Rodrigo.-

    - Ay Dios. Eso si est grave.

    -No, no volveremos mas para ac. No quiero que mi amiga sufra.- deca Franco

    acogindola en sus brazos con su acostumbrada y calurosa actitud maternal.

    Al llegar a su casa, en la ciudad, Mariana, comenz a tener una visin tras otra,

    sucedindose una secuencia total de los acontecimientos que estuvo percibiendo en forma

    fraccionada durante los contados momentos en que se mantuvo cerca del sacerdote, por lo

    que decidi sentarse a escribir lo que vea tan claramente, como eran lugares, personas, sin

    saber a donde le conducira toda aquella informacin.

    Al terminar de recopilar y escribir la secuencia de las visiones la denomin EL SOLAR DE

    LOS TAMARINDOS y al mismo tiempo comenz a darse cuenta que su molestia del pecho

    estaba desapareciendo.

    Adems del reconocimiento de la procedencia ancestral de su dolor fsico dentro del

    pecho, identific en la secuencia visual la figura de Carmen Mara, una amiga actual de

    nombre Celena y cuyos abuelos maternos son de estirpe y tradicin gitana.

    De inmediato tom el telfono, la llam y le relat en forma muy somera lo relacionado con

    la visin. Celena le coment:

    - En mi casa paterna existe un cuadro, que es un regalo de un sacerdote amigo de mis

    padres, que fue trado desde Espaa y cuya pintura describe un sitio como el que me

    comentas.- Tambin podramos buscar en Internet informacin para haber si el sitio,

    geogrficamente, realmente, existe.-

    Casi de inmediato fueron confirmadas, fechas, lugares y hasta... el mrtir.

    Decidi esperar y no comentarle todava nada a Franco, porque era muy escptico.

    A ella todo esto, hasta ahora, le haba servido para conocer el temperamento del padre

    Rodrigo, como la de un hombre entregado a su fe desde tiempo atrs y que haba arriesgado

    y dedicado su vida a defender a Dios, como l lo conceba, como un guerrero, a la defensiva.

    El amor para l, esta representado en accin.

    Guardara el escrito.

    Esto debe tener un objetivo.

  • SEGUNDA PARTE

    VIII

    El espejo ve al hombre hermoso,

    el espejo ama al hombre.

    Otro espejo ve al hombre horrible y lo odia,

    pero es siempre,

    el mismo ser el que produce las impresiones.

    Justine

    Das despus de su regreso, Mariana recibi la llamada de una mujer solicitando una cita

    para la atencin de un paciente.

    - En que puedo ayudarla?- le pregunt.

    - Mire la consulta no es para m, quisiera resumirle el caso para su conocimiento y si es

    posible que brinde su ayuda profesional.- le contest la voz del otro lado del telfono.

    - Es un poco extrao, no soy familiar sino amiga de la familia. Es una madre que muri

    hace poco y dej a un hijo de unos diez aos.

    - Y el padre del nio ?-

    - Bueno eso es parte del problema.- respondi la mujer.

    - Bueno, me imagino como en este pas es tan comn, debe ser un caso de paternidad no

    responsable.

    - Ojal fuese solo eso. El nio no tiene mas familiares cerca y su padre ... es un sacerdote y

    pienso que se le debe preparar para los prximos acontecimientos.

    A medida que la mujer iba dando mas detalles, Mariana ataba cabos y se daba cuenta que el

    nio era hijo..... del padre Rodrigo, lo adivin antes de que la visitante le confirmase su nombre.

    Eso no la impresionaba, le preocupaba el entramado legal que se estaba tejiendo con una

    carga emotiva muy negativa en contra del padre de la criatura por el hecho de su condicin

    sacerdotal.

    Una verdadera bomba de tiempo.

    Termin de or cada detalle y prefiri remitirlo a otro colega, para la entrevista con el nio.

    No se senta neutral.

    Su capacidad de ver las circunstancias de ambas caras de la moneda se haba conjugado

    con este sincrodestino.

  • En la tarde decidi hablar con Franco, sin darle detalles de cmo se haba enterado de

    aquella situacin, pero de nuevo recibi otra sorpresa al encontrarse con una severa actitud

    inquisidora por parte de su amigo.

    - Lo saba. -

    - El se lo busc No quiero saber mas. No me hables de ello.- repeta Franco molesto.

    - Por favor t eres su nico amigo. Le queda poco tiempo para que el mundo se le venga

    abajo, entre eso est su ocupacin, lo que ha representado toda su vida y me imagino la

    actitud que tomar su familia ultra conservadora, ante esta bomba, cuando se sepa a nivel

    social. Por lo menos, reitrale tu amistad para que tenga un apoyo en los momentos que

    se avecinan.

    - El se lo busc, que lo asuma.-

    - Me preocupa es la parte legal que se est manejando, con persona muy influyentes y en

    donde se litigarn bienes abiertamente. Eso no pasar desapercibido y menos con el

    ensaamiento que siento tienen hacia l. Pues ven todo esto como un error mayor por

    estar dentro de la iglesia. Si fuese una persona sin ese cargo, no pasara nada.- aclaraba

    Mariana, esperando suavizar a Franco a favor de su amigo.-

    - La madre ha dejado todos sus bienes a nombre de l , como padre del nio. Me imagino

    que es para dejar al nio protegido.-

    - Eso es una trampa.- seal de repente Franco.

    - Por qu ?. respondi Mariana sorprendida.

    - Franco, t siempre viendo a las mujeres como una amenaza.-

    - Una madre siempre piensa en el bienestar de su hijo, antes que nada.- Y le doy gracias a

    la vida que pude captar el lado humano de ese hombre y su conducta y as, de esa manera

    pude dar otra visin a esta persona, sin que supiera que yo lo conozco. Por algo estoy en

    medio de todo esto, tratando de suavizar un poco la situacin.- diciendo y pensando en su

    hasta ahora oculta informacin proveniente de la visin.

    - Mira esto! - deca Franco se acercndose a la biblioteca, con gesto de disgusto y

    extrayendo un pequeo lbum de fotos.

    La fotografa era de un grupo de jvenes, vestidos con sotanas negras.

    - Mira bien- repeta muy molesto. - Ellos eran nueve.- .... Se han salido ocho.-

    Y sealaba con su dedo inquisidor a cada uno de los integrantes del grupo con su

    respectiva historia.

    -Ve al que se ubica en el centro, sealando a un joven de unos veinte aos.

    - El es nico que queda del grupo.- concluy.

    Mariana reconoci de inmediato al padre Rodrigo.

  • Todos se han ido retirando de la institucin religiosa por el mismo aspecto y razn:

    -Sexo.- dijo Mariana muy suavemente.

    -Me Imagino, un hombre fuego / fuego, astrolgicamente, con esa energa que le fluye por

    los poros y con venus en Aries. Est en el sitio menos adecuado a su temperamento. Es como

    querer entrenar a un tigre para que realice una meditacin diaria.- pens Mariana.

    -Yo no hablo con l, a menos que me lo pida.- deca Franco acalorado.

    -Tienes ideas muy marcadas. Juzgas como si estuvieras en la Inquisicin, sin ver el otro

    lado, el humano.- deca tratando de ser comprensiva ante la situacin planteada.

    -Clmate, Franco, veamos que caminos existen para manejar esta situacin de la mejor

    manera en caso de que se tenga que ayudarlo. Acurdate que hay un nio en medio y toda

    una vida y mas... dentro de una institucin, es un hombre solo, sin amigos.

    -Solo t, y no lo olvides. Oste!.

    - Mira- prosigui Mariana. Tal como se maneja este tipo de problema dentro de esta

    institucin religiosa, veo por los momentos, solo dos caminos. O se queda adentro ocultando al

    nio, como lo ha hecho hasta ahora o asume abiertamente su responsabilidad acarreando las

    consecuencias de un cambio de vida.

    - La primera opcin me parece que no es conveniente para el nio por las circunstancias,

    ya que su madre muri.. dijo Mariana.

    - Sigo pensando que l debera ir pensando en pedir un permiso indefinido y as asumira

    las circunstancias poco a poco, desde una posicin civil.-prosigui diciendo.

    - Ahora dime t: De adentro hacia fuera. Cul es la manera como la institucin religiosa

    maneja estos casos?.- interpel Mariana.

    - Bueno, eso depende si tu tienes una posicin influyente dentro de la sociedad actan

    desde la Rota, en el Vaticano. Pero si tu eres un sacerdote de por all en un pueblo perdido el

    siguiente cuento te ilustrar mejor:

    Una vez un obispo fue a visitar a un sacerdote al cual que lo haban enviado muy lejos, en

    un rinconcito del mundo. Lleg a la casa cural y el obispo comenz a interrogarlo.

    - Y como hace usted, padre para estar en este lugar tan solitario y arreglar tanto

    problemas.-

    - - Bueno Monseor con mi caf y mi rosarito.

    - Y como hace usted para luchar con sus problemas internos, soledad, angustia, me

    entiende. -

    - Segua el sacerdote contestando:

    - Con mi caf y mi rosarito, monseor.

    - Y as sucesivamente, todo lo contestaba con la misma respuesta: Con mi caf y mi

    rosarito.

  • - De repente, el sacerdote se dirigi al obispo y le pregunto:

    - Le provoca un caf?

    - Bueno, si con gusto.- contest la eminencia.

    - El sacerdote se dirigi a la puerta de la cocina exclamando.

    - Rosarito trigale un caf al seor obispo! .-

    - Te das cuenta.....- termin diciendo Franco.

    De todas maneras, te repito: - El se lo busc.-

    -Yo no se como puedes ser tan severo con una realidad en la cual no se le da una solucin

    coherente y humana. Se vive dentro de una mentira o se toma una decisin drstica. Pero

    corren otros tiempos.-

    -Amiga, me hiciste recordar al libro aquel llamado el Pjaro Espino , cuando en el seminario

    todos hicimos caso omiso a la prohibicin de su lectura.- acot Franco.

    -En la iglesia se vive para la tradicin, amiga ma, solo, para y por la tradicin.- El hecho de no

    permitir las mujeres en posiciones de poder, es por defender la tradicin.-

    -A Dios no se le defiende para tenerlo de nuestro lado, se le comparte, es de todos.- respondi

    Mariana y prosigui.

    - El ao pasado conoc un prroco, tena dos hijos ya adultos, su esposa acaba de morir, y por

    ello a su ordenacin la llamaron... vocacin tarda. Entonces lo que molesta es la mujer, porque

    lo que privaba para la ordenacin era la presencia de la esposa, no la de los hijos.

    - Tengo entendido que tu amigo y t ingresaron, alrededor de los diez aos de edad , casi

    dejando la niez.- - Franco, tu que has estado dentro del seminario,- Cmo se maneja el

    tema de la sexualidad a nivel de los jvenes? Les proporcionan tcnicas, como en las

    corrientes de pensamiento oriental?

    -Tcnicas?- Por favor...

    -Todo lo que te cause placer se ve desde el punto de vista del pecado.-

    - Pero una visin, instruccin desde tus procesos biolgicos?-

    - Nada, nada, orar, orar y orar.- deca Franco.

    - Es ir contra la corriente, y mas en una edad tan conflictiva como es la adolescencia.- Fjate

    lo que nos decan los sacerdotes jvenes, aquella noche en la sobremesa, cada da son

    menos las vocaciones, porque se sienten encerrados.- recordaba Mariana.

    - La iglesia, como institucin no toma en cuenta nada de eso.-

    - Recuerda lo que te dije, el celibato, el no permitir abiertamente el divorcio, la anulacin del

    matrimonio, la presencia de los seglares o personas de las comunidades civiles dentro del

    ritual de la misa, el hecho de que las mujeres no tengan una posicin de primera lnea dentro

    de la iglesia, se resume en mantener la tradicin eso es todo - suspir largamente.

  • - Estamos en una poca de expansin y se piensa es en contraerse mucho mas. Mira las

    dems religiones, se confunden con sus feligreses, forman parte de sus mismas culturas. En

    cambio la catlica no. Fjate lo que pas en la aldea donde estuvimos.-

    -Nuestra naturaleza, nuestro planeta, nuestra estructura fsica, es polar, izquierdo,

    derecho, positivo, negativo, da, noche, masculino y femenino. Y la iglesia se est

    aferrando cada da mas al polo masculino solamente y as no se hace fuerte. Ya se est

    filtrando informacin de la manera como se ha tratado de ocultar la ingerencia de lo

    femenino, de esa contraparte a travs de los tiempos dentro de esa institucin. Como es el

    caso de este libro El Cdigo de Da Vinci- deca Mariana sin parar en su retrica.-

    - Estos sacerdotes que ingresan tan jvenes, a un medio netamente masculinizado,

    revientan por algn lado y los que se quedan, viven en una eterna lucha para alcanzar su

    complementacin. Lo femenino es la dulzura, la recepcin, la atencin, la comprensin. Lo

    tienen en la imagen de Mara, pero Cmo lo manifiestan , sino se les ensea a llevarlo a

    la prctica, a la vida ?.- Y menos como lo reciben como necesidad humana.

    - Volvamos al punto.- Mira a t amigo Rodrigo, buscando equilibrarse, expresarse por medio

    de su gran sensibilidad a travs de las hermosas plantas y flores que cultiva.. y por ello el

    lo en que se meti.

    -Otro punto dentro de esta situacin es, que hacer, despus de tantos aos dentro de una

    institucin que no los forma para la ganarse la vida sino solamente con la instruccin del

    conocimiento religioso. Son pocos los que alcanzan una carrera profesional que los ubique

    en esta sociedad materialista.- Adems, su identidad sacerdotal de Escogidos entre los

    hombres para servir a Dios y no a los humanos, les dificulta su adaptacin. deca

    Mariana.

    - Bueno, l es muy activo.- deca Franco.

    - Activo Para qu ?. Para dar misas a todas horas y recorrer las cuarenta mil aldeas.... y

    despus, dnde tienen cabida esas actividades si decide cambiar el rumbo de su vida?

    -Bueno qu podemos hacer para encontrarle la mejor solucin a todo esto?

    -Visitmoslo de nuevo y all veremos.-Tal vez se encuentre el camino del medio- concluy

    Franco.

    En la noche al preparar su pequeo equipaje, Mariana se acord del manuscrito donde

    estaba plasmada su visin de aquel pasado, que comenzaba a vislumbrar razones y verdades

    del presente.

    - Hasta ahora nadie lo conoce, solo yo.-

  • IX

    Quiero llevar paz al Hijo de Dios de parte de su Padre...

    Un Curso de Milagros.

    La llegada al pueblecito ocurri entrada ya avanzada la tarde. Mariana y Franco se

    dirigieron a la iglesia ubicndose en los bancos para ser oyentes de la misa final del da y

    all..... estaba l, en el confesionario.

    Ella no lo pens dos veces. -No se que har, pero voy para all.-

    Caminando los pocos metros que la separaban del confesionario se arrodill y comenz

    diciendo:

    -Ave Mara Pursima-

    -Sin pecado original concebida- respondi la voz del sacerdote.

    - Soy yo, Mariana, solo quera decirle, que no est slo, que por las maanas apenas me

    despierto con el trinar de los pjaros mi pensamiento est siempre con usted.- No necesito

    absolucin, porque siempre he credo que el pecado no existe.- termin diciendo y sin esperar

    respuesta se levant para dirigirse al sitio donde se encontraba Franco.

    - T confesndote ?- Eso ?.- Qu estars inventando?-

    La mirada burlona de su amigo la irrit.

    Tampoco coincidieron con el sacerdote en la cena. Sera en la maana que podran hablar

    con l.

    Ya era tarde pero Mariana decidi buscar el libro de un Coello A Orillas.., que por

    casualidad lo llevaba en su equipaje el cual tocaba un tema religioso actual. Podra servir

    como un instrumento para suavizar los duros conceptos morales de Franco. Y con esa

    intencin se lo facilit.

    Al poco rato se despidieron y cada uno se encamin a sus habitaciones.

    Mariana se senta inquieta y no conciliaba el sueo, quiso leer algo, pero se acord de que

    sus lentes se haban quedado en la salita contigua.

    Decidi salir y al abrir la puerta vi que el padre Rodrigo venia en la misma direccin

    encontrndoselo frente, justo frente a ella.

    Se miraron y l la tom por los hombros atrayndola y abrazndola suavemente hacia su

    pecho.

    Ella senta el sonido de sus corazones al unsono, pero esa eternidad dur solo unos

    segundos, cuando ella sinti que l se alejaba, girando en direccin contraria, de donde

    provena. De nuevo hacia su habitacin y cerrando la puerta.

    Ella se qued quieta como suspendida en el tiempo....

  • A maana siguiente, el sacerdote les dej una nota donde se disculpaba explicndoles

    que tena que viajar y estara ausente por varios das.

    - Ni modo, amiga, como dicen los mexicanos. Aqu ya no hay nada que hacer por los

    momentos- dijo Franco.-

    - Mariana nos vamos.- Has estado muy callada, algo te pasa.-

    - Eso no es comn en ti.- deca franco.

    - Espera un momento tengo que hacer algo.-

    Mariana se dirigi al escritorio del padre Rodrigo y le dej una copia del manuscrito de El

    Solar de Los tamarindos.

    Ella decidi aprovechar el trayecto del viaje de regreso a la ciudad, para releer el escrito

    de su visin y sacar conclusiones de lo sucedido, bajo la severa mirada de interrogacin

    de su compaero de viaje, quien no tena la menor idea del contenido de la lectura de su

    amiga.

  • TERCERA PARTE

    El MANUSCRITO DE LA VISION

    EL SOLAR DE LOS TAMARINDOS

    La tradicin de la Semana Santa en 1512, era considerada un ritual de envergadura en

    aquella ciudad de Torrejn, donde la estirpe catlica acentuaba su poder ms y ms cada ao y

    donde cualquier vestigio de peligro hacia ese poder, era destruido de inmediato con todo el vigor.

    La imagen religiosa central de la Procesin, con vestidura prpura, casi se confunda con

    el squito arzobispal que preceda la conmemoracin sobre sus sillas de madera, ms bien de

    manos, porque eran sostenidas por decenas de feligreses que ponan su alma para disputarse los

    sitios de relevancia en las diferentes cofradas. Un bullicio silencioso producido por miles de pasos

    acompasados, arrastraba el dolor de mujeres y hombres que conjugaban su corazn con el

    sacrificio y el dolor de El Nazareno.

    Una de aquellas sillas episcopales sostenida por el fervor popular la presida Don Rodrigo

    de Henares, un joven obispo, cuyo linaje y reciente pasado guerrero lo acredit para escalar

    rpidamente uno de los mas cercanos cargos al arzobispado de la ciudad, pero que, solo para la

    celebracin de los Pasos de la Semana Santa dejaba, en reposo, su espada, la cual empu en

    las guerras junto a su implacable fe, ajustada a las mas rancias creencias religiosas catlicas de la

    poca.

    Sintindose en apogeo de su ardorosa juventud, la multitud hacia que el joven obispo

    rememorara emocionado los sitios de batalla donde haba trascurrido su abandonada niez. Su

    espada ya conoca el despeje de caminos, apartando toda maleza humana para defender lo que el

    consideraba su vida: la Iglesia. Su sentir y vivir era un Dios guerrero, ajusticiador. Eso era la pasin

    y centro de su vida.

    El rtmico bamboleo de su silla, lo mantena inmerso en sus cavilaciones, hasta que en un

    momento, una brusca oscilacin hizo que abriera sus ojos y como por un extrao magnetismo los

    desvi hacia la multitud, donde una muchacha, le hizo detener la mirada. Su pelo rizado, largo,

    abundante, casi tapaba su faz, donde dos grandes ojos, despuntaban en medio de aquella

    arbolada color caf, con visos dorados. Su vestimenta, su piel .. era gitana !.

    No quera pensar en los recuerdos de sus interludios guerreros, en que desataba su

    pasin, en varias ocasiones con una que otra mujer y que haban quedado segn crea, sepultados

    despus de unas duras y severas flagelaciones. No deseaba aflorar la conexin ms bien pasional

    y no amorosa de sus furtivas experiencias.

  • Pero la mirada de la muchacha lo segua, l no poda alejar esa imagen cuando de

    repente, reaccion e hizo una seal a uno de sus servidores ms cercanos, para que diera lugar al

    cumplimiento inmediato de una orden.

    II

    A la maana siguiente, muy temprano, sentado en su silla episcopal, con su acostumbrada

    manera de colocarse, atrs su rodilla derecha y adelante la izquierda, siempre al lado de su

    inseparable espada, tena ante l, la presencia fsica de la muchacha que el haba visto durante la

    Procesin del da anterior.

    Su gran dominio emocional pareca estarle fallando pues, no surta los efectos de siempre. Se

    senta descentrado, agitado, inseguro. Pero sin embargo asumi el papel que haba tramado la

    noche anterior, sabia el para qu, mas no el por qu. Estaba claro que deseaba ver aquella criatura

    de nuevo.

    La muchacha de aspecto frgil, asomaba fuera de su escote unos hombros redondeados, que

    junto a sus senos impresionaba su sentir, pero a su vez un sentimiento de ternura y proteccin se

    enfrentaba con una inexplicable pasin.

    Desde su altivez, vindola arrodillada, le extendi su mano, pero ella, con su mirada fija en el

    piso, pareca ignorar el ofrecimiento con humilde rebelda.

    - Levntate - le orden.

    - Cul es tu nombre?-

    - Mariana de lo Milagros- contest la muchacha.

    - Desde maana me vas a traer un cntaro de agua, apenas claree el da y luego te puedes ir.

    Eso era lo que su mente haba elucubrado dentro del marasmo de sentimientos encontrados

    en que se hallaba.

    -Seor , yo no pue..- alcanz a decir la muchacha.

    -Por qu me replicas?- contest sorprendido.

    - En la maana tengo que acompaar a Carmen Mara y realizar tareas en mi tribu, somos de

    Fuente Real y vivimos en el Solar de los Tamarindos.

    -Quin es Carmen Mara?-

    -Es una gitana mayor que yo, y debo permanecer con ella.-

    -No importa, traes el cntaro, y te vas.- Maana estars aqu .- orden-

    Dio la orden de retiro, pero que sin que sus ojos se despejasen de la gitana. En segundos

    recorri su cuerpo, y vio que era de ascendente tribal no muy comn.

    El sinti un alivio al pensar que su orden sera cumplida y que la volvera a ver.

    Los das se sucedan y la Orden del Cntaro era religiosamente cumplida, estuviese o no el

    obispo Rodrigo, cuyos continuos viajes lo mantenan alejado de la ciudad.

  • III

    Los tamarindos eran unos rboles ajenos, no propios de aquel lugar.

    Se deca que unos gitanos haban trado unas cuantas semillas del frica y al crecer, el

    lugar tom el nombre del Solar de los Tamarindos. Con ellos se elaboraba un vino agridulce.

    Los cuatro rboles brindaban una tmida sombra a unas rocas que con el paso del tiempo

    poco a poco fueron esculpindose como bancas, por la estada de los cansados viajeros, que en

    la antigedad utilizaban el sitio como parte de una ruta comercial. En el mismo sector, un aljibe

    casi seco y una gruta aportaban un aire de abandono en medio de un paisaje casi amurallado de

    piedras por doquier.

    En esos momentos, el sitio era agradable cobijo de Mariana, quien se encontraba

    entretenida con su amiga Carmen Mara que teja de manera laboriosa.

    -Ya vas a terminar eso?- preguntaba la muchacha con cara de nia cuyos ojos estaban

    vidos de ver lo que la mujer de unos 24 aos, manejaba silenciosamente entre sus manos y

    quien no le respondi la inquieta pregunta.

    Era una mujer considerada mayor, soltera, que estaba comprometida con Jos Eduardo,

    otro gitano, que no tena el linaje como ella, pero que su amor lo haba hecho aventurarse al

    frica, en busca de fortuna en las minas de esmeraldas para tener la opcin de alcanzar a

    Carmen Mara como esposa.

    Haba trascurrido tres aos, y no se saba nada de l. Pero ella fiel a su recuerdo, con su

    innata sobriedad y seriedad se haba ganado el respeto de su comunidad gitana, y por ello era el

    recipiente de la sapiencia ancestral, depositando en ella cada da la ciencia del manejo del

    universo. Su vida tena sabor de tamarindo el dulce recuerdo de su amor y la acidez de la

    distancia

    Ella pasaba los das confeccionando el ajuar para que estuviese listo cuando llegase su

    prometido. A su vez sigilosamente la Gitana mayor, la mas anciana de la tribu, le comunicaba

    mensajes y enseanzas que solo podan ser trasmitidos en forma oral a travs de los siglos.

    Recibira instrucciones hasta tanto viviese la anciana, luego ella asumira el control de esa

    sapiencia milenaria. Esto inclua el conocimiento del destino grabado en cualquier cosa, memorias

    silentes pero activas, que para el vulgo pasan desapercibidas y que servan de instrumento de

    supervivencia para una raza socialmente rechazada, ms por el miedo al misterio que la envuelve,

    que por otro motivo.

    Por ser hurfana, Mariana de los Milagros, era como la acolita de Carmen Mara. La vea

    como su madre ausente y a su vez como un padre protector, porque eran ms que amigas. La

    muchacha se senta protegida por la sapiencia y la seriedad con que proyectaba su

    responsabilidad. El estar cerca de Carmen M le resultaba una aventura ante la vida.

  • Los ojos inquietos de Mariana siempre estaban vidos de saber, aunque no entenda

    porque las personas, todo lo consideraban un misterio, si todo era natural. Ella no vea secretos,

    era como si todo estuviese silencioso y se le revelase el contenido en las figuras geomtricas, en

    las flores, en los cristales como la gran bola donde la luz semejaba situaciones, personas. Todo

    ello formaba parte de una adolescencia que todava se aferraba a una niez arrancada

    tempranamente por la prematura muerte de sus padres. El tiempo disponible le permita asumir

    la responsabilidad de acompaante, ms no de aprendiz oficial.

    IV

    Los meses trascurran y la muchacha llevaba el cntaro todos los das, segn la orden

    impartida, pero ya su corazn comenzaba a acelerarse cuando presenta cualquier indicio que le

    sealase de que Don Rodrigo estuviese en la ciudad y que pudiese coincidir con su llegada al

    palacio. Cuando eso se haca realidad, sin mediar palabras, sus miradas se unan con sus

    corazones.

    En ella, la alegra, hacia que su corazn se abriera, provocndole abrazarlo. Pero l con

    su presencia, altivez, contextura y su rango era una muralla ms fuerte que las que circundaban la

    ciudad.

    El por su parte luchaba con la pasin despertada por ella, y tratando de ignorarla, daba

    cuantas rdenes se le ocurran en el momento. Luego la retirada de la muchacha lo dejaba en un

    vaco, que trataba de llenar entre las incontables actividades diarias que su alto cargo siempre le

    proporcionaba. Muchas veces la hacia llevar el agua del cntaro a sus aposentos y se baaba con

    ella, al dejar volar su imaginacin, creyndola cerca.

    Mariana, tambin tena sus actividades, pero siempre al lado de Carmen Mara, y hoy, les

    corresponda ir a comprar unas hierbas en el mercado, para luego dirigirse a la gruta del Solar

    del los Tamarindos, lugar de encuentro con la Gitana mayor.

    El mercado era un sitio cerrado, amurallado, con ventanas altas casi rozando al cielo.

    En aquel momento presentaba un movimiento de carretas y ventorrillos donde el humo se

    mezclaba con los vivos colores de las frutas y flores tradas de la sierra que se encontraba

    cercana a la ciudad.

    Las dos mujeres recorran los puestos de ventas y cuando escogieron las flores que les

    parecieron mas hermosas, salieron presurosas hacia el sitio acostumbrado fuera de la ciudad, el

    Solar de los Tamarindos, cuya gruta, vieja fortaleza amurallada, en ruinas y abandonada estara

    desierta a esa hora, ya nadie se acercaba a ella.

    Carmen Mara, con su paso casi flotando en el aire para no hacer ruido sobre las piedras del

    camino, vio entre las murallas, a la mujer gitana, cuya cara era un cruce de arrugas, junto a una

    expresin de seriedad y dulzura.

  • Al acercarse, la anciana revis una a una las flores compradas en el mercado y asinti

    diciendo:

    -Hoy ser otro da y otra leccin en que el universo nos regala parte de sus secretos. Pero

    su seriedad se recrudeci y dijo:

    - Es mejor que no traigas a Mariana. Los tiempos se estn poniendo difciles. La Iglesia ha

    endurecido su lnea. Cualquier persona que se maneje algn conocimiento fuera de sus

    rituales es severamente castigada.- prosigui.

    - Se sabe de dos gitanos franceses que bailaban a la luz de la luna, fueron detenidos y se

    encuentran en las mazmorras episcopales para un juicio pblico, no se sabe cuando.- asinti.

    - Nuestra tribu est desapareciendo, fjate en las muertes inesperadas de los padres de

    Mariana. Si nuestra tradicin no se recoge en ti, se perder.- Tu eres la custodia, porque a mi

    ya no me queda mucho tiempo. Luego ser Mariana, si rene las condiciones, pero ella

    todava est muy joven.-

    - A prisa, vamos adentro - concluy.

    Mientras adentro en las murallas las dos mujeres intercambiaban impresiones

    ancestrales, afuera, Mariana, vea caer la tarde. Con su mente lejos, pero cerca de aquel

    hombre que llenaba su corazn de mujer cuya presencia la atemorizaba, por ello pensaba que

    en cualquier momento, l la iba a rechazar en forma violenta, aunque en sus ojos, ella vea

    una gran ternura, mas all de aquel incesante fuego,

    En aquellos momentos a la cada de la tarde, los dbiles destellos del sol, daban paso a

    una hermosa luna, que serva de faro a unos extraos caminantes ubicados pocos kilmetros

    al Sur del sitio donde Mariana se encontraba sumergida en el mar de sus sueos.

    V

    La noche, ya en su mitad, reuna en la ruinas de Vieira, una docena de hombres que

    ataviados con tnicas color gris plomizo y capucha similar, separaban su cintura con un cordn

    rojo de color muy vivo.

    Ellos eran miembros de una sociedad secreta fundada despus de la llamada Guerra

    Santa. Todos se conocan entre s, a pesar de estar encapuchados y todos estaban unidos en

    un solo sentir:

    Mantener una reverencia al mrtir cuya cripta comenzaran a venerar en pocos minutos y

    a su vez a conservar la tradicin de Honor, Sacrificio y Pureza ante el pecado.

    All se iba a expiar los sentimientos ms profundos, sin comunicarlos. Solos ante el dolor.

  • Se colocaban ante la cripta y comenzaban su flagelo con cualquier objeto que

    consideraban despertase el mayor dolor fsico.

    El Joven Obispo, Don Rodrigo de Henares, apretaba los dientes, de la misma forma que

    apretaba su cilicio, tratando de luchar contra sus pensamientos. La muerte de los hombres en

    los campos de batalla no le haba remordido su conciencia, prcticamente nada delante de los

    pensamientos que generaba su pasin....por aquella gitana.

    Al lado de este incontrolable sentimiento, se encontraba el miedo, mas bien el terror al

    embrujo, a la inseguridad de caer en algn maleficio, por medio de las pcimas y trucos, que

    segn l, esa raza traa entre sus manos. Si pudiese sacarme esos pjaros negros de mi

    mente- se repeta. Como l llamaba a esas dos perturbaciones, que ahora se encontraban

    unidas en una sola circunstancia.

    Nunca la haba tocado y no se permita tenerla sino a distantes pasos lejos de l.

    Solo su cntaro tena el sabor de sus huellas.

    El ritual se intensific y pronto comenzara la flagelacin grupal.

    Sin quitarse la capucha, la toga era abierta para dejar el cuerpo al descubierto y sin

    abandonar la espada que era siempre su acompaante, la cual se encontraba unida al cilicio..

    El vuelo de las lechuzas sealaba ms de la media noche.

    El cuerpo era el punto de purificacin. Alguien deba representarlos a todos. Por ello el

    joven obispo se entreg como voluntario para pasar descalzo sobre brasas de fuego, el ltimo

    ritual de aquella noche

    El pensamiento unitario del grupo: Solo ellos eran puros, los dems eran .. Infieles.

    La maana era aurora de purificacin y alivio, para algunas personas, pero para otros,

    como para Carmen Mara, le resultaba un peso, una carga, sobre su corazn, el pasar frente

    a la Casa Mayor del Arzobispado. Su corazn se encoga, porque ya le haban advertido del

    peligro que representaba ser gitano. Tambin el recuerdo de su amado Jos Eduardo, la

    entristeca, pues, desde que parti al frica no saba absolutamente nada de l. Su ajuar lo

    elaboraba con esmero y solo la alegra que le daba la compaa de la inquieta Mariana, haca

    que el tiempo se le hiciese mas corto.

    El ir al Solar de los Tamarindos, con su pequea placita de rocas blancas, bajo la sombra

    de aquellos paternales rboles, le hacia olvidar a ratos, las graves responsabilidades

    asumidas en las lecciones impartidas en el sitio contiguo amurallado, en la gruta, donde se

    encontraba da a da con la vieja gitana.

    Extraaba la presencia de Mariana, quien siempre junto a ella, se entretena recolectando

    los frutos de los rboles de tamarindo para llevarlos a su carreta y elaborar refrescos que

  • aliviaban el fuerte calor del verano o comrselos all mismo, lo que representaba para la

    muchacha, casi nia, su gran delicia.

    Hoy se le hizo raro que ella no estuviese, ya que por la maana era seguro que hubiese

    llevado el cntaro al joven obispo.

    - Ese hombre es extrao.- deca para s.- Que orden tan absurda-

    Pero al recordar la cara de alegra de su amiga, cuando deba ir al palacio a llevar el cntaro,

    comprendi que esa excusa largamente extendida, estaba dando frutos en ambos corazones.

    - Qu les deparar el destino a estos dos seres, enfrentados en diferentes razas y credos ?.

    -Un da de estos le preguntar a las estrellas que destino tienen escrito para estos dos

    seres.-

    Era media tarde y Mariana no apareca. Terminara su bordado y regresara a su carreta.

    VI

    Mientras tanto Mariana, haba sido retenida, por su condicin de gitana, y por orden del

    Arzobispado para hacerle unas algunas preguntas. Fue escogida al azar cuando lleg a dejar su

    cntaro, siendo interrogada y hacindola jurar ante una Biblia de credo catlico. Ella no saba que

    hacer, ni que decir, pero senta que el joven obispo no se encontraba en la ciudad.

    La dejaron libre al caer la tarde y hambrienta y sudorosa sali corriendo a buscar a Carmen

    Mara a relatarle lo que le haba sucedido.

    Al contarle lo sucedido, la mujer se qued pensativa y para sus adentros dijo:

    - Los tiempos son difciles.- Le preguntar hoy a las estrellas y a la Gitana mayor que debo

    hacer-

    Esa noche Carmen Mara. no pudo hablar con las estrellas, el campamento de los gitanos fue

    rodeado por hombres encapuchados que amedrentaron a sus residentes con antorchas

    encendidas.

    Pero no pas de all.

    A la maana siguiente la Gitana mayor le dijo a su discpula que redoblara la vigilancia y que

    viniese sola, pero en la noche.

    VII

    Los meses pasaban y la rutina entre las dos mujeres se mantena con sus acostumbradas

    actividades, hasta que lleg el da en que la Orden del Cntaro .. se rompi.

    El joven obispo le dijo a Mariana: Que no poda entrar mas al palacio, pero sin embargo,

    ahora, el cntaro deba dejrselo donde quedaba el viejo aljibe del Solar de los Tamarindos, y que

    lo hiciese de la misma forma como se haba realizado, que l estara pendiente de constatar si

    ella estaba cumpliendo su ordenamiento.-

  • As fue, cuando l estaba en la ciudad la miraba de lejos, montado en su caballo. La lejana

    acentuaba sus sentimientos.

    Hasta que un da se acerc a ella y le pidi que le diese agua a su caballo. Obediente,

    Mariana de los Milagros, as lo hizo, pero al inclinarse roz con su larga cabellera la pierna del

    jinete quien no pudo detener su mano que llev hasta ella, tocndole suavemente su cabeza.

    Los dos se miraron por minutos y l desapareci velozmente en su caballo.

    El joven clrigo intensific sus viajes, tratando de contener su insaciable deseo de verla. Pero

    sin embargo un da, pasando su comitiva por el mercado principal, la vio cargada con flores en

    compaa de otra gitana.

    Su mirada se encontr con la de Mariana, pero tambin con la de Carmen Mara.

    El se haba enterado que su institucin religiosa estaba tras la pista de una joven mujer, que

    corresponda exactamente con las caractersticas de la acompaante de Mariana.

    Preocupado se dirigi al Arzobispado, confirmando la noticia que presenta:

    Si se lograba apresar a la mujer buscada, junto a los dos gitanos franceses, todos seran

    juzgados en la plaza mayor, pero con una nueva modalidad en que la fuerza religiosa acentuara

    su poder: Seran decapitados.

    El no poda hacer nada por la mujer, amiga de su amada porque eso era Ley y Justicia Divina.

    Tres das mas tarde lo temido se cumpli.

    Carmen Mara, fue detenida en el mercado junto a Mariana, pero uno de los soldados la

    reconoci como la muchacha del cntaro y pens que era protegida del joven obispo y al no sentir

    que representase peligro, la dej en libertad.

    Mariana de los Milagros, no saba que hacer, se qued muda, esttica, como quien est

    acostumbrado a los golpes sin sentido que da la vida. Solo pens en ir donde la Gitana mayor,

    aunque representaba un peligro, ira all.

    Se dirigi a la gruta en ruinas del Solar de Lo Tamarindos, pero all no haba nadie. Solo

    quedaban algunas cosas desordenadas, como quien las deja al salir en forma apresurada.

    Pens que volvera mas tarde a recoger las cosas que perteneciesen a su amiga Carmen

    Mara, no saba para qu. Ya nada vala la pena.

    Se dirigi a su carreta, pero la tribu de gitanos estaba conmocionada, el juicio pblico estaba a

    punto de comenzar. Unos corran recogiendo sus cosas y parecan a punto de irse o esconderse.

    Fueron pocos los que se decidieron a ir a la plaza mayor.

  • VIII

    Mariana se meti en medi de la multitud, aunque con el miedo de ser reconocida, pero no le

    import. Nadie la tom en cuenta, todos lo presentes estaban pendientes del juicio que se

    aproximaba. Si aquello poda llamarse juicio.

    Sinti un sobresalt cuando All, en la tarima se encontraba l, el joven obispo, formando

    parte del jurado que presidira el acto! .

    Los reos estaban a punto de salir.

    Para Mariana el juicio y los cargos sonaban en sus odos como palabras huecas y en su

    temprana juventud no alcanzaba a recoger tantas emociones encontradas. Sus ojos no podan

    despegarse de l, mientras por el lado derecho del presidio los tres reos eran empujados a salir de

    su sitio de reclusin y forcejeaban al tratar de colocarles las respectivas capuchas.

    No quera que Carmen Mara, la viera para no aumentarle su dolor en este trgico momento.

    Cuando al or la voz de su amiga se sinti obligada a mirar al centro del cadalso, Carmen

    Mara que se alzaba en medio del extrao silencio de una forma que nunca le haba odo.

    Ella siempre tan sobria, comenz con un grito en un lenguaje extrao, lo que parecan ser un

    decreto por la forma en que lo pronunciaba.

    La ejecucin fue rpida, mas bien violenta. Como en un circo, la plana mayor religiosa se

    retir, dejando abandonados los cuerpos desarticulados de los tres reos sobre la improvisada

    tarima de madera.

    Esa calculada desidia, era una forma de sealamiento para que los ejecutados fuesen

    recogidos por las personas de su misma raza y los enterrasen en otro sitio que no fuese la Iglesia,

    como se acostumbraban cuando los dems pobladores del lugar fallecan. Segn la tradicin no

    eran dignos de descansar en tan sagrado lugar.

    Dos valientes mujeres y un hombre hicieron las mortajas y Mariana de los Milagros, se debata

    entre mirar la espalda prpura del joven obispo y el cuerpo de su gran amiga,

    Como autmata, sigui a los mortalejos quienes decidieron enterrar a Carmen Mara debajo de

    un rbol en el Solar de los Tamarindos, sitio donde esper sus ltimos aos, a su amado ausente.

    Mariana vel toda la noche sentada al lado de la tumba de Carmen Mara y al clarear el sol,

    por primera vez, desobedeci la Orden del Cntaro y se dirigi a la gruta del Solar de los

    Tamarindos, donde Carmen Mara sola reunirse con la Gitana mayor.

    No saba que hacer.

  • IX

    Ya dentro de la gruta vio flores, brebajes, plantas, piedras, tal como supona haba quedado

    todo el da anterior, momentos antes de la captura de Carmen Mara. Solo a ella, porque a la

    Gitana mayor la haban dejado en libertad, pensando que no representaba peligro alguno.

    De pronto sinti un ruido y al voltear... Lo vio all .

    Al joven obispo con su impresionante espada que sobresala de su indumentaria religiosa.

    Por primera vez lo tena tan cerca que senta el calor su agitado aliento.

    La mente de l era una confusin total.

    El encontrarla a ella all, entre esos maleficios, le confirmaba, que la angustia que senta en

    su pecho era producto de algn brebaje que le haba hecho tomar en alguna oportunidad.

    - Pero no, se deca, el nunca la tuvo cerca. Tal vez el agua del cntaro ?

    Para l era cada momento era mas confuso.

    Sin embargo su boca no pronunci ninguna palabra.

    Ella, en cambio, en medio de la felicidad de tenerlo tan cerca por primera vez, no senta sino

    un gran amor que brotaba de su pecho. Ya no le tena miedo.

    - Lo tengo cerca de mi - era lo que pensaba.

    Pero para l, su miedo se acrecentaba cada segundo mas y mas, e iba convirtindose en

    terror, ganado terreno a lo largo de todo su cuerpo, llegando el momento que fue mayor que la

    pasin que senta por ella.

    Y tomando su espada: ! La impuls en medio del pecho de Mariana de los Milagros !.

    Ella solo alcanz a decir:

    -Yo te Amo.- y la mirada dulce de sus ojos, se fue cerrando acompaada de una gran paz.

    El joven obispo, como fiera despus de cazar una presa, estaba mas agitado que antes, cuando

    vio que del pecho de Mariana sobresala un trocito de su corazn cortado por la espada, junto a

    unas hebras de su abundante cabellera.

    Tom parte de su cabellera y el trocito del corazn entre sus manos y una antorcha

    macilenta que conservaba algo de su luz sirvi para encender una pira y salir del lugar sin recoger

    su espada que qued en medio del pecho de la muchacha como si ella quisiese llevarse una parte

    de l.

    A los pocos minutos el lugar arda en llamas y un veloz caballo llevaba sobre s a un

    temeroso guerrero.

  • Lleg por la parte de atrs de la Iglesia Mayor y se dirigi a los stanos, donde baj las

    escaleras en una alocada carrera y en plena oscuridad busc incesante entre las cosas

    resguardadas all, algo, que ni el mismo saba que era.

    Lo encontr ! Eso era lo que deseaba.

    All se encontraban dos Custodias que resplandecan dentro de aquella semioscuridad.

    Coloc en una de ellas, parte de la cabellera y en la otra, parte del corazn de Mariana.

    Algo le deca que aquella era la forma de resguardarse del embrujo, del cual el estaba

    seguro haba sido vctima por parte de la muchacha y que esa era la causa del fuerte sentimiento

    que lo trastornaba da y noche.

    Pero los das pasaban y su pasin por ella y su intranquilidad no se calmaba.

    En sus pocos sueos la vea con su sonrisa inocente que no compaginaba con lo que l

    pensaba de ella.

    La extraaba mucho, cada da el dolor de la ausencia era mayor.

    Pens que tal vez, debera hablar de su accin con su predecesor el Arzobispo Don Rafael

    Sartori.

    Se dirigi a l y ste le dijo:

    - Hijo, tu no necesitas absolucin, t no has cometido ningn pecado, hiciste justicia en nombre

    de nuestra madre Iglesia.

    - - No te preocupes te enviar a un sitio fro. Los sitios fros calman las pasiones, te enviar al

    Pirreo, donde descansars y te envir a un hermano franciscano que te acompaar.

    El viaje a las montaas lo hizo sentir peor porque se alejaba de los sitios que haba

    compartido con ella.

    Senta una gran soledad que aliviaba con la presencia de un ruiseor en su ventana.

    Cada da senta que la pasin se sosegaba y le llegaba un sentimiento de calma al recordar el

    rostro de Mariana, que a pesar de su dureza y violencia, no alter ese amor que le profes hasta

    morir.

    Su corazn haba comenzado abrirse al Amor, pero no l no quiso aceptarlo, no lo comparti,

    mas pudo su miedo originado por ideas dentro de su ignorancia y sus propios fundamentos.

    Ella muri en paz, porque acepto el amor que senta vena de l, as l la rechazara.

    Los aos pasaron y su retiro se hizo efectivo, sin encontrar la total paz y sosiego. Solo

    la amistad con el franciscano, le alivi el paso del tiempo.

  • X

    En el umbral de los nuevos tiempos, se junta uno con los suyos.. es tiempo de transicin. Antes bien es necesario cultivar en uno mismo la fuerza que pueda capacitar para el avance.

    I Ching 64

    Mariana, termin la lectura del Manuscrito de la Visin, hacindose la misma pregunta de

    meses atrs cuando inici su primera travesa hacia aquel pueblito tan recndito, pero con la

    diferencia que ahora la interrogante pareca contener algunas respuestas:

    -Qu vine a buscar y que encontr en este hermoso lugar? -se dijo comenzando a

    reflexionar. Ya me llegaran las respuestas- Ya me llegaran.- murmuraba, mientras el

    autobs se acercaba a la ciudad y su amigo Franco, descansaba placidamente.

    Un viaje sin dilogo.

    Al llegar a la ciudad, ya en su casa, Mariana se dio cuenta que tena guardado un mensaje en

    la contestadora de su amiga Celena, la cual le solicitaba se comunicase con ella.

    Procedi a realizar la llamada.

    - Hola Celena.- Estoy arribando a la ciudad y encontr tu mensaje.

    - Si, Mariana, es que quera comentarte, que desde que hablamos de la Visin, me he

    sentido muy inquieta, inclusive algo mal de salud. Se me ha acentuado un dolor en el

    cuello y me siento abrumada por una gran responsabilidad.

    - Y eso?- pregunt Mariana intrigada.

    -Todo lo ocurrido se ajusta mucho a ciertas etapas de mi vida actual- declaraba Celena.

    - Mira, Celena, yo pienso que sera conveniente que leyeses todo el Manuscrito de la Visin.

    Ya complet la secuencia. Te lo facilito maana, luego hablamos -

    - Bueno est bien.- contest Celena con una voz bastante apagada.

    Trascurridos unos das Mariana se encontraba en la residencia de Celena.

    -Cuntame Qu te ocurre Celena?- pregunt a su amiga.

    - En las escenas que se desarrollan en el momento de mi ejecucin, yo vocifero un decreto.

    Te acuerdas?- inici Celena.

    -Bueno, me imagino que era como lo que se llama... un decreto con rabia, un conjuro, algo as

    dirigido hacia tus opresores.-

    - No! , all est la gravedad del asunto, no fue contra la Inquisicin, fue en contra... de los

    gitanos. De mi propia raza . -deca Celena angustiada, algo inusual en ella.-

    - Pero, Por qu?- la interrogaba Mariana extraada.

    - PORQUE ME SENTI ABANDONADA POR TODOS- exclam Celena-

  • - Asum una responsabilidad de ser depositaria de esos conocimientos, y que en parte no lo

    deseaba y para colmo, todos huyeron. Nadie me defendi. Y MUERO POR ESO !

    - Es cierto, hasta yo, no hice nada por ti.- dijo Mariana trayendo a su memoria las imgenes.

    - Mira, Mariana, como sabes mis abuelos actuales son gitanos y precisamente su lnea de

    origen es de all, de ese sitio, y para colmo reconstruyendo ciertos hechos desde ese

    momento, los gitanos se hicieron mas errantes por el mundo. -

    - Con todo esto, he comenzado a recordar, recordar, que desde pequea mis tas me

    sealaban y decan:- Es ella.-

    - Se que tengo capacidades o facultades extrasensoriales desarrolladas, entre esas puedo

    sanar a distancia a las personas. Pero nunca he querido asumir todo eso. No quiero

    hacerle dao a nadie. Y no s si lo har bien.- continuaba hablando Celena con su cara

    llena de preocupacin.

    - Este es mi tercer aviso, en que se me recuerda que debo asumir la responsabilidad que

    traigo desde la poca de tu visin.-

    - Bueno, amiga- pienso que sino quieres asumir esa lnea de conocimientos, digmoslo as,

    por lo menos debes anular ese momento de odio, al utilizar mal el verbo y convertirlo en

    un momento de... amor y perdn. Somos humanos aqu y all y el miedo puede ms que

    muchas otras cosas y nos domina.- deca Mariana.

    - Adems, el conocimiento del manejo de la energa, lo tenan o lo tienen los gitanos, para

    sobrevivir contra la opresin a travs de los tiempos, como los judos preservan su poder

    econmico con igual intencin. Si los conocimientos se usan por miedo es para tener

    tambin una forma de poder. Y fjate que a pesar de tener esos conocimientos, no te

    sientes en paz. Yo pienso, que deberas romper con esa cadena de utilizacin de energa

    mal calificada y ponerla al servicio de los dems.- tomando una respiracin Mariana,

    suspir y prosigui.

    - Para mi fue mas fcil, asumir el aprendizaje de este pasado, porque el sentimiento de amor

    hacia Rodrigo, no dej que entrase el odio en mi. Comprend en aquel momento terrible, su

    conducta irracional y comprendo ahora, su temperamento emocional y humano. Su

    presencia me perturba todava un poco, por la fuerza que proyecta, pero nada mas.

    -No se que hacer- replicaba Celena, con su cara muy seria que expresaba molestia.

    - Bueno, hagamos un Cierre de ese Ciclo con perdn.

    En ese momento comenz una fuerte lluvia y Mariana desvi su mirada hacia el pasillo

    que llevaba a una habitacin, sintiendo una presencia.

    - - Mira aqu nos est visitando alguien- dijo Mariana muy tranquila.

    - Conctate, amiga y has uso de tus capacidades, para ver quin es. Me parece un gitano.

    Celena, con su seriedad caracterstica dijo: Si es un gitano y dice...

  • En ese momento comenz a llorar y su pecho se agitaba con sollozos.

    - Son muchos- deca.

    - Muchos qu?- preguntaba Mariana.

    - - Son muchos gitanos-

    - Veo el sitio perfectamente-

    - Estn vivos o ... - preguntaba Mariana.

    - Vivos deca mientras segua llorando. Estn esperando por m. Me recuerdan la imagen

    que yo tena de pequea de lo que significaba para mi el infierno.- Tienen sus manos

    extendidas, como pidiendo salir de ese sitio.

    Qu te dice la presencia virtual , como la llamo yo, de ese gitano ?. Qu debes hacer ?

    Dice: Qu recuerde lo que debo recordar.- Ya se fue.- concluy Celena.

    Mira . Ahora que recuerdo, ese decreto yo lo tengo escrito en la actualidad en una agenda.

    Me lo dio una persona hace algunos aos y me dijo.. - se qued pensativa. Ahora

    entiendo.... las palabras dichas en aquella oportunidad.

    - Siento mucha curiosidad por saber, pero eso es suyo. No mo.-

    - Tendrs que pensar en estos das, cual va hacer tu decisin, si asumes o no, la trayectoria

    de que eres depositaria.- Irs donde tu ta, la Gitana Mayor o a Europa?-

    - La decisin est tomada, falta saber que debo hacer para cumplir con lo que me

    corresponde en este presente.-

    - Bueno amiga- hagamos una meditacin. Ve a ese momento y trasmtalo para sanar lo que

    haya que sanar.

    Las dos amigas asumieron una actitud de recogimiento para el logro de lo planeado en

    medio del sonido de una gran tormenta, ya casi a la media noche.

    Mariana, sali de la casa de su amiga con los pensamientos persistiendo en su mente

    buscando alguna respuesta.

    Antes de irse a la cama escribi:

    -Qu fui a buscar y que encontr en aquel hermoso pueblecito?

  • Que...

    ..... el tiempo no existe, es irrelevante.

    .... siempre estamos unidos a un sonido, a un aroma, a una idea.

    ... nuestros miedos semeja