El Soldado de mi Patria cartilla...
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EL SOLDADODE MI PATRIA
Monseñor Fabio Suescún Mutis
CARTA PASTORAL EN OCASIÓN DELBICENTENARIO DE LA BATALLA DE BOYACÁ
De Boyacá en los campos, el genio de la gloria
Con cada espiga un héroe invicto coronó
Soldados sin coraza ganaron la victoria
Su varonil aliento de escudo les sirvió.
Mas no es completa gloria vencer en la batalla
Que el brazo que combate lo anima la verdad
La independencia sola, el gran clamor no acalla,
Si el sol alumbra a todos, justicia es libertad.
(Himno de la República de Colombia)
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EL SOLDADODE MI PATRIA
Monseñor Fabio Suescún Mutis
CARTA PASTORAL EN OCASIÓN DELBICENTENARIO DE LA BATALLA DE BOYACÁ
1.
El Bicentenario de la Batalla de Boyacá es una
experiencia privilegiada para que cada uno de
nosotros, los colombianos, y particularmente los
miembros de la Institución Castrense, tomemos
conciencia de nuestra historia y nos dispongamos
a asumir con esperanza renovada nuestro
compromiso con el futuro. Lanzar una mirada
sobre el proceso que nos ha traído hasta hoy como
nación, impone necesariamente una óptica
nueva para continuar con la construcción de
nuestra patria en aras a favorecer una nación que
progrese en va lores y en just ic ia , con
posibilidades para todos.
2.
La Campaña Libertadora realizada por las tropas
acaudilladas por Bolívar realizó un paso
definitivo hacia la conformación entonces de la
Gran Colombia y más tarde de nuestra república
y de las naciones hermanas. Esta realidad fue
preparada por la consolidación de las ideas de
l ibertad de los pensadores que fueron
compartidas luego por el pueblo, por el
compromiso de distintos campos sociales como la
Iglesia y la cultura, por las circunstancias políticas
vividas por España, por el crecimiento de los
movimientos emancipadores en el continente,
por las angustias económicas crecientes. Fue una
tarea de muchos, todos comprometidos en la
misma causa desde distintos campos. Pero el
protagonismo definitivo fue del soldado
granadino que unido al libertador libró las
batallas que condujeron como desenlace a la
conformación de la nueva nación.
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"Yo soy el buen pastor.
El buen pastor da la vida por sus ovejas"
(Jn 10,11).
3.
Admitir la Independencia como obra de muchas
fuerzas no desmerece la acción de la campaña
libertadora que las tropas realizaron hasta
alcanzar la victoria. Al contrario, es reconocer la
comunión del soldado con la sociedad, con el
tiempo y con las circunstancias. Por ello, es
imposible hoy para el soldado cerrar los ojos a
todo grupo humano, a sus ideas, a sus propósitos,
a sus necesidades, a sus anhelos. El soldado, cuya
tarea es la defensa de la vida y de los derechos de
todos y cada uno de los ciudadanos, necesita la
participación en el diálogo con la sociedad
presente para poder avanzar en su misión de
forma irrestricta. El soldado pues pertenece a su
pueblo, se esfuerza en conocerlo y amarlo,
camina a su lado para ofrecer seguridad y
tranquilidad a las personas y a la convivencia
ciudadana. Muchos fueron los actos heroicos de
l o s s o l d a d o s , t a n t o i n d i v i d u a l c o m o
grupalmente, que definieron la victoria en
distintos momentos, y todo ello como fruto de su
amor patrio y sus ideales de libertad.
4.
El soldado de hoy necesita persistir en su lucha
por una Colombia grande, segura, justa,
verdadera, solidaria, libre. Su ideal es la salud
para la patria. La celebración Bicentenaria tiene
que llevar a los ciudadanos sin distingos a la
pregunta sobre la administración a través de estos
dos siglos de la libertad recibida. No ha sido fácil
vivir en libertad y hacer de ella fuente de bien
para todos y de unidad en la búsqueda del bien
común, dentro de un marco de orden y
democracia. San Pablo nos recuerda que nuestra
vocación es a la libertad y que la verdadera
libertad consiste en el amor por el que nos
hacemos esclavos unos a otros y advierte: “pero si
os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no
vayáis mutuamente a destruiros!" (Ga 5,15).
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5.
La construcción nacional que contemplamos en
este Bicentenario, nos hace reconocer lo
cambiante de nuestra historia. Detrás del
presente se acumulan episodios que en
determinados momentos trastocaron el rumbo
del camino nacional. Cuántas luchas en estos
doscientos años, cuantos cambios, desde el
disolverse de la Gran Colombia en distintas
naciones hasta los rumbos nuevos que se han
abierto camino en los últimos lustros y que han
transformado los modos de relacionarnos entre
los colombianos. No podemos cerrar los ojos
hacia la realidad presente que supone una nueva
lectura de la sociedad y la búsqueda de
modalidades de trato que faciliten una verdadera
paz en la nación.
6.
Abrirse al cambio es tarea también del soldado,
entender que facilitar la inclusión de quienes antes
estaban fuera de la democracia, hace posible la
configuración de una patria más solidaria, más humana
y más promotora de los derechos de todos los hijos de
esta nación. No hay que temer al cambio; hay que dar el
paso para que todos nos sintamos seguros en nuestro
territorio. Ha sido siempre una gran satisfacción para
todos los que promovemos una verdadera vida al
interior de las filas, el reconocer que la institución
castrense ha mantenido su respeto a la democracia y la
ha defendido, en los momentos más críticos del país y
que se ha hecho un gran esfuerzo para asimilar el
respeto a los derechos humanos y al derecho
internacional humanitario. Abrirse hoy al cambio, aun
sacrificando los criterios individuales, habla de la
grandeza del alma de nuestros soldados que los ha de
i d e n t i f i c a r c o m o s e r v i d o r e s d e t o d o s l o s
conciudadanos. En Colombia no podemos dejar de
hablar de la paz, de la necesidad que todos tenemos de
ella y de sus exigencias de justicia, reconciliación y
perdón. Los primeros que quieren la paz y luchan por
ella son los soldados, primeras víctimas de las guerras.
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7.
Algo que está siempre vivo en el corazón del soldado es “el
espíritu de cuerpo”. La conciencia de unidad institucional
es palpable entre la tropa y a lo largo de la historia se ha
mantenido, con pobres excepciones. Un ejemplo de ello son
"los cursos" que permanecen en sus lazos de colegas aún
mucho tiempo después del retiro. La unidad en la
obediencia ha permitido que todo el cuerpo responda
cabalmente a las exigencias de la misión bajo las órdenes de
los comandantes. Lo hemos aprendido y lo valoramos. Pero
esta unidad y esta obediencia progresan en su concepción y
aplicación. Hoy sabemos que la obediencia siempre debe
ser consciente y que las órdenes deben ser comprendidas y
valoradas en sus consecuencias para poder ser obedecidas.
Ello hace que la verdad sea cada vez más evidente y la
justicia más alcanzable. Tanto el soldado que da la orden
como aquel que la obedece, cada uno en su espacio de
acción, debe conocer el qué, el por qué y el para qué de las
misiones a realizar, de modo que haya plena comprensión
de lo que ha de hacerse y de las consecuencias que se
pueden acarrear. Así la unidad es más real, más veraz, más
justa, y “el espíritu de cuerpo” favorecerá ampliamente la
irreprochabilidad de las tareas del soldado y no será
pretexto para mantener en silencio acciones indebidas. La
unidad institucional debe ser cada día mayor y más clara,
como garantía de bien común y de justicia.
8.
En ésta efemérides, dado el protagonismo de los
soldados patriotas en la causa de la libertad, la
nación ha de dirigir su mirada a la persona y a la
labor del soldado de la patria. El soldado que hizo
posible el sueño de un país autónomo, el soldado
que durante 200 años ha mantenido la
democracia. El soldado que cuida el territorio, y
defiende las instituciones, el infante y el marino
que protegen las aguas de los ríos y océanos, el
soldado que se remonta a las alturas para tutelar
desde los aires la geografía del país, el policía que
vigila la convivencia ciudadana en paz y defiende
la vida y los bienes de todos. Ese soldado que hoy
nos protege, necesita también de nuestra
protección, comprensión y ayuda. Sin soldados
no hay ejército, sin ejército no hay libertad ni
democracia.
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9.
Acerquémonos al soldado, no importa su grado,
condición o Fuerza. A todos los soldados les
identifica más allá de su uniforme, su voluntad de
servicio a Colombia, hasta llegar en su amor hasta
asumir el riesgo de la ofrenda de su propia vida.
Ahí está su esencia, su identidad profunda, su
vocación de entrega por el bien del ciudadano
anónimo. La vocación del soldado es vocación de
amor y para el amor. Ahí está su grandeza y
honor. Por esto lo admiramos y lo honramos y
cuando lleva las heridas en su cuerpo o ha muerto
por cumplir su misión, se le honra en el ayer y en
el hoy de la historia, con el título de “Héroe de la
Patria”. Cuando las tropas del libertador
recorrieron con innumerables dificultades y
sacrificios el territorio de la nación, en épocas y
situaciones muy diferentes a las actuales, lo
hicieron con la convicción de que su tarea era
justa y que la obligación para con su pueblo exigía
una entrega ilimitada en la causa de la libertad.
Tenían "fe en la causa" como la tienen hoy
nuestros militares y policías colombianos. Esa
convicción, que llamamos vocación, fue la que les
permitió realizar acciones tan heroicas y difíciles
como las que nos alcanzaron la libertad por su
victoria en las distintas batallas. Fueron hombres
con vocación, con claridad de su misión y con
esperanza en un mundo mejor. Para el soldado
vivir su vocación es comprometerse realmente en
un nuevo futuro de vida. No podemos quedarnos
con la imagen del soldado uniformado con el
camuflado y el arma sobre su hombro. El soldado
no sólo es un hombre preparado para la guerra,
sino garante de una seguridad integral. Lucha
contra el secuestro y contra el narcotráfico, sigue
arriesgando su vida en el trabajo desminado, está
presente ofreciendo su ayuda a las víctimas de las
calamidades y catástrofes naturales. Nos saluda
en las carreteras para decirnos que él está ahí para
hacer seguros los caminos. El soldado también ha
tomado la bandera como garante del cuidado de
la "casa común".
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10.
Hay que acortar la distancia entre el soldado y la
ciudadanía para conocerlo de verdad y descubrir
el hombre y la mujer que ofrendan su
tranquilidad y arriesgan su vida en beneficio del
bienestar de todas las gentes. Acerquémonos al
soldado para descubrir que debajo del uniforme
habita una persona humana como cualquiera de
nosotros, con ilusiones, sentimientos, ideales,
dolores y preocupaciones. Digna de respeto en su
persona, en sus derechos y en la autoridad que
representa. Hay que reconocer que ellos, los
militares y policías están revestidos de autoridad
para ejercer su servicio y son los legítimos
depositarios de las armas del Estado para y
disuadir a los delicuentes y defender a las
personas de bien.
11.
El soldado tiene su propia familia, como tú y
como yo. Como en los hogares del mundo, esas
familias transmiten amor, principios, cultura y no
están exentas de graves problemas. Son familias
que entregan sus hijos a la patria, en su mayoría
provienen del campo y viven difíciles situaciones
económicas. Hay anécdotas de la campaña
libertadora que nos presentan la generosidad de
padres y madres de familia que llevaban hasta los
próceres que comandaban las filas a sus hijos para
que como soldados sirvieran a la causa. El
soldado constituye su propia familia, quiere tener
su propio hogar, el cual pasa por dificultades, por
el estilo propio de la vida militar o policial que los
hace vivir distante de sus seres más queridos. Se
requiere una atención especial de parte de las
Fuerzas a la situación de las familias militares y
policiales. De la calidad de los lazos familiares
dependerá la calidad humana de las futuras
generaciones. De familias sanas surgirá una
patria digna y justa.
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12.
La mujer ocupa un lugar fundamental en el
corazón del soldado. La madre y la esposa que
sufren ante la presencia de los peligros a los que Él
está expuesto. Algún día ha de darse el
reconocimiento justo a la mujer que acompaña,
que padece angustia y soledad, que suple al
padre en las ausencias exigidas por el servicio.
Hoy también la mujer forma parte de las Fuerzas
y le da toda la riqueza que la mujer está llamada a
transmitir con su presencia en la vida social.
Honor a las grandes heroínas de nuestra patria.
Sus nombres están grabados en la historia heroica
del país, por su ardor y convicción en las causas
revolucionarias, por la ayuda logística a los
ejércitos libertadores, por su desprendimiento
generoso aun de sus hijos para el éxito de la gesta
de la emancipación. Hoy desde las propias filas
n u e s t r a s m u j e r e s c o n s u h o n e s t i d a d ,
comprensión y cercanía al pueblo cumplen una
labor que enriquece el servicio de las tropas.
13.
Los soldados son humanos con virtudes admirables y
debilidades dolorosas. No podemos quedarnos solo con una
visión épica y gloriosa de nuestras instituciones armadas, pues
han vivido momentos duros, no solo en los campos de batalla,
sino también a causa del mal comportamiento de algunos de
sus miembros. Son episodios que nos entristecen y preocupan
ya que nublan el horizonte de la alta vocación del soldado. El
soldado es visto con respeto y su imagen debe enseñar la
integridad del buen ciudadano. Con su comportamiento
ejemplar debe respaldar la confianza que en él deposita la
ciudadanía ya que debe combatir también contra los poderes
del mal pues le estorba al malvado que quiere quitarlo de en
medio por la seducción o por la muerte. El soldado hoy más que
nunca ha de ser formado para librar un combate espiritual, ya
que está expuesto a ser cautivado por promesas que lo llevan a
traicionar su honor y su responsabilidad. El soldado tiene que
ser valiente y fuerte para no caer en la tentación y esto exige que
las Fuerzas se preocupen más por su formación integral ética. El
soldado Pedro Pascasio Martínez Rojas que resistió los
ofrecimientos de Barreiro para conseguir su libertad en medio
de la batalla del Puente de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, debe
constituirse en paradigma de militares y policías. La formación
humanista y moral ha de intensificarse de manera muy notoria,
puesto que la conducta recta y transparente del soldado, es una
imperiosa necesidad para la humanización de la sociedad y de
manera particular para las Fuerzas militares y de policía.
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14.
El soldado cree en Dios, lo ha conocido desde su
hogar y lo reconoce como el Señor de su
existencia. La exigencia de una vida virtuosa, la
presencia continua del peligro y la cercanía de la
muerte lo llevan a poner su confianza en Dios y
en la Virgen María. Muchas veces su fe no es
perfecta, como nos pasa a muchos, pero es clara la
apertura de su espíritu a recibir la compañía y la
guía del Señor; se procura que en cada batallón el
sacerdote realice el ministerio de líder en la fe y de
ayuda espiritual a los comandantes y soldados de
cada unidad. El capellán ha estado desde la
campaña libertadora en medio de las tropas para
realizar su encargo de cuidar pastoralmente a
quienes luchan por el bien de Colombia. El
párroco castrense convive con los soldados, los
asiste y fortalece en su fe, está dispuesto a
escucharlos y animarlos, para que Dios esté
presente en todas sus actuaciones, ejerce con ellos
su paternidad y es el pastor que cuida este rebaño
que vive en condiciones especiales de vida. Como
decía un comandante: "no es lo mismo un
batallón con capellán que un batallón que carece
de él". Jesús admiró la fe del centurión romano
(Mt 8,5-1). El soldado del imperio después de la
m u e r t e d e J e s ú s e n l a c r u z c o n f e s ó :
"verdaderamente este es hijo de Dios" (Mt 27,54).
Un oficial romano fue el primer gentil llamado a
ser bautizado y elegido para anunciar que la
salvación que viene de Dios es para todos (Cf Hch
1 0 , 1 s s ) . H o y p e d i m o s a l S e ñ o r D i o s
Todopoderoso que acreciente en los soldados de
la patria la fe en Él y en la humanidad para que fiel
a su vocación y a sus sueños, se abra a un futuro
nuevo donde por su acción castrense, cada
ciudadano colombiano se sienta seguro, donde
prime el bien común sobre los intereses
individuales y se camine de acuerdo con la
verdad y la justicia.
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Quiero concluir esta carta pastoral con un
sentido agradecimiento a todos los militares y
policías del país a quienes como su padre y pastor
en la fe agradezco de corazón su entrega
generosa por el bien de todos. Los pongo junto
con sus familias en las manos de Dios para que
sean leales, hoy como ayer, a su misión
protectora. Resalto de manera particular el
trabajo abnegado y muchas veces silencioso de
los queridos párrocos castrenses. Ellos son
presencia de Dios en medio de los cuarteles y
campamentos. Agarrados de la mano de Dios
continuemos luchando contra el mal para que
cada día resplandezca más la obra salvadora de
Cristo el Señor, a través del servicio de los
soldados de nuestro glorioso Ejército Nacional,
de nuestros soldados de tierra, mar y aire y de
nuestra Policía Nacional.
El Señor de los Ejércitos, Dios de la vida y del
amor, corone en su gloria a quienes durante
doscientos años de vida republicana han
derramado su sangre como Cristo el Señor para la
salvación de los colombianos y aliente con su
Espíritu el heroísmo y generosidad de nuestras
tropas. Reconocemos el honor de los soldados de
la patria, los queremos y les prometemos estar
siempre con ellos.
+ FABIO SUESCÚN MUTIS
OBISPO CASTRENSE DE COLOMBIA
Bogotá D.C. 7 de agosto de 2019, en el
Bicentenario de la Batalla de Boyacá.