EL TRABAJO PERIODÍSTICO · 2019. 4. 22. · EL TRABAJO PERIODÍSTICO Y LA PUESTA EN ANTENA (13) En...
Transcript of EL TRABAJO PERIODÍSTICO · 2019. 4. 22. · EL TRABAJO PERIODÍSTICO Y LA PUESTA EN ANTENA (13) En...
268
EL TRABAJO PERIODÍSTICO
Y LA PUESTA EN ANTENA (13)
En un ámbito de la comunicación tan competitivo como el radiofónico, con
centenares de emisoras y miles de programas, es básico marcar un territorio
propio, unas señas de identidad que permitan a la audiencia diferenciar
producto propio del resto. En este esquema los servicios informativos, la
redacción, es la columna vertebral de la programación de toda emisora que
aspire a tener una presencia y peso importantes en la sociedad a la que se
dirige. Los informativos, al ser el hilo conductor de toda la programación, son
los que dan carácter y credibilidad al medio: de ahí que se les conceptúe como
el elemento de prestigio de toda emisión radiofónica..
Al ser la radio un medio abierto las veinticuatro horas, la principal
característica de la redacción radiofónica es la permanente continuidad en el
seguimiento de la actualidad: siempre está en funcionamiento. A cualquier
hora del día hay un equipo de edición atento a la última hora, dedicado a
elaborar los boletines horarios y las noticias e informaciones para el siguiente
informativo. Esta actividad constante hace necesario un buen organigrama de
funcionamiento no sólo con respecto a la distribución del trabajo, sino
también, y de manera fundamental, en cuanto a los criterios periodísticos
relativos al tratamiento y seguimiento de las informaciones en los distintos
programas informativos.
Para conseguir ser ese elemento de prestigio, es imprescindible que exista
desde la dirección de los informativos una clara y definida línea de actuación
para el conjunto de redactores, relativa al criterio periodístico en la selección,
enfoque y tratamiento de las informaciones; y en cuanto al tono y manera de
hacer y contar las cosas al oyente. El mantenimiento de unos criterios estables
y una manera de contar propia, es lo que termina por definir una coherencia
de conjunto entre los distintos programas informativos que se emiten a lo
largo del día, y lo que permite a la audiencia establecer diferencias entre unas
emisoras y otras. Un criterio periodístico claro aplicado de manera sostenida,
y un esquema definido de distribución de responsabilidades aporta seguridad a
los redactores a la hora de abordar su labor periodística, además de facilitar el
trabajo diario en la redacción.
269
LA VALORACIÓN DE LA INFORMACIÓN (13.1)
La definición de un criterio aplicable para valorar, para elegir, qué se cuenta
al oyente de entre la abundante información que llega a diario a una redacción
radiofónica, es fundamental para marcar una pauta de actuación para toda la
redacción. Dado que – por regla general y en primera instancia - cada tipo de
noticia va a ser recibida o conocida por las secciones, los criterios valorativos
tendrán que ser claros y estar argumentados periodísticamente, para que cada
uno de los componentes de la redacción pueda asumirlos y ponerlos en
práctica a la hora de seleccionar las noticias que persigue y el tratamiento que
debe dar a cada una de ellas en su elaboración.
Aunque siempre es la actualidad de cada jornada la que determina la primera
valoración periodística respecto de los temas que podrían tener entrada en los
informativos, la redacción debe tener claros unos criterios mínimos respecto
a: la selección de temas (más política y menos internacional, más temas
sociales y menos política, más o menos sucesos, economía, etc...), a la puesta
en antena de los programas (música si o no, efectos, indicativos, etc...), en
cuanto al sonido (requisitos de claridad y nitidez de los mismos, duración,
etc...), tono de los informativos (más o menos formal o desenfadado, pausado,
irónico, agresivo, acelerado, etc...); y en cuanto al tratamiento y enfoque de las
informaciones (lenguaje más o menos coloquial u oficialista, uso de la primera
y tercera persona en los desarrollos narrativos, relaciones y tratamiento con el
poder político e institucional, exigencia de rigor en las informaciones, etc...).
Junto a estos criterios mínimos - comunes, en esencia, a la gran mayoría de
las redacciones de los distintos medios de comunicación -, las características
propias de la radio (inmediatez y relación directa con la audiencia), hacen que
esta pueda realizar coberturas informativas en directo de hechos y noticias
que pueden resultar inabordables para otros medios como la prensa y la
televisión, con los que aportar nuevos enfoques y tratamientos de la
información. Apostar por los recursos que ofrece el propio medio (primar el
directo frente al grabado en las realización de los programas, las
retransmisiones de eventos de carácter informativo, las conexiones y
entrevistas en vivo, etc...), debe ser un elemento fundamental en el criterio
periodístico y valorativo de la información a aplicar por toda redacción
radiofónica que quiera exprimir el potencial comunicativo y especial relación
que la radio mantiene con la sociedad a través de la audiencia..
270
¿Qué convierte a un hecho en noticia radiofónica? (13.1.1)
Dado que cada medio de comunicación es un mundo en sí mismo (también
en el ámbito radiofónico), no tiene sentido entrar aquí en valoraciones e
interpretaciones sobre las implicaciones de cada medio con los contenidos de
las noticias que ofrece, por lo que este epígrafe se centrará en aquellos
criterios específicos que impone el medio radiofónico a la hora de establecer
la selección y jerarquía de las noticias.
Junto al criterio clásico de que un hecho se convierte en noticia periodística
en función de su repercusión, proximidad, sorpresa, novedad, interés general,
utilidad, etc...; en la radio siempre será más noticia aquello que se pueda
contar de primera mano, en directo, a través de los propios protagonistas del
hecho. Esta circunstancia determina que hechos sociales, nuevos datos o
enfoques de noticias ya conocidas que podrían carecer de interés o pasar
desapercibidos para la prensa escrita y la televisión por los condicionantes de
ambos medios, pueden convertirse en noticias radiofónicas y adquirir así otra
magnitud - en la mayoría de los casos -, más próxima y cercana al oyente: al
ciudadano.
Primar el directo, sobre todo en aquellas informaciones de interés suficiente
que se producen en el momento de la emisión de los programas de noticias
(en caliente), debe ser el primer criterio a aplicar en la selección de lo que se
va a contar a la audiencia. Ello permitirá poner en juego toda la potencialidad
que ofrece el medio, acrecentar la fiabilidad y credibilidad de las
informaciones que se ofrecen, y estimular la sensación de cercanía y
proximidad con la realidad inmediata y cotidiana: cualidad periodística que el
ciudadano identifica con el medio radio. Esto exige que los integrantes de la
redacción <<piensen en radio>>, en la manera de hacer que impone el medio,
a la hora de establecer el valor periodístico - radiofónico que se puede extraer
de las informaciones que pone por delante la actualidad. El ejemplo más
evidente en España del valor del directo radiofónico y su repercusión social
remite a la tarde-noche-madrugada del 23 al 24 de febrero de 1981, día del
fallido intento del golpe de Estado mediante el asalto al Congreso de los
Diputados; hechos en los que la radio jugó un papel fundamental, no sólo
como medio de información directa de lo que fue sucediendo paso a paso, sino
que se convirtió - a través de sus informaciones y seguimiento continuo -, en
el aglutinante de una sociedad opuesta a la impostura y vuelta a la caverna que
proponían los sublevados.
271
A la hora de seleccionar las noticias que formarán parte de un informativo, la
radio no puede ni debe convertirse en un simple relato de locuciones de
noticias, aun por medio de la puesta en juego distintas voces. Lo deseable es
que ninguna información se presente al oyente sin apoyo sonoro alguno en
cuanto a testimonios de los protagonistas o sonidos del hecho que se expone.
Por ejemplo, ante el dato mensual de las cifras del paro, en la radio, la
relación fría de los datos puede y debe complementarse: con una conexión
con un reportero en la cola de una oficina del INEM, una entrevista con un
responsable sindical, empresarial, de la administración, experto, con un
montaje sonoro de opiniones, con una rueda de corresponsales para que nos
expliquen la situación del desempleo en los países de la UE., o con
testimonios del pasado, de la fonoteca, que puedan ser significativos.
Ante cualquier noticia de actualidad que se presente, el criterio periodístico
en la radio obliga a inclinarse, a dar preferencia, a aquella noticia que pueda
ser ofrecida a la audiencia con mayor riqueza de sonidos, y si fuera posible, en
directo. Así, ante dos hechos de similares características o valor periodístico,
por ejemplo, ante dos terremotos en puntos distintos del globo, se dará
preferencia (sin dejar de reseñar los dos), a aquel del que se puedan obtener
testimonios directos del suceso: corresponsal, entrevistas, etc...
Por ser una redacción en permanente funcionamiento (suministradora de
información de manera continua), en la valoración periodística que la radio
hace de la actualidad, cobra un papel nada desdeñable, la posibilidad que
ofrece de mantener vivos hechos y noticias - generalmente de calado social -,
que de otro modo quedarían en el olvido. Casos, por ejemplo, como la
protesta de los trabajadores de empresa <<Sintel>>, donde el seguimiento
diario que hicieron las radios de los seis meses de acampada en el Paseo de la
Castellana de Madrid, contribuyó a mantener vivo un conflicto de amplia
repercusión social, culminado con un acuerdo satisfactorio para las partes
implicadas en el mismo.
El avance social y la complejidad de la vida moderna ha permitido a la radio
desarrollar y situar en lugar preferente, dentro del conjunto de informaciones
que ofrece, a aquellas que aun con orígenes distintos, han venido en
denominarse de manera genérica como: <<informaciones de servicio
público>>. Este tipo de informaciones (tiempo, tráfico y transportes) que
algunos profesionales del medio parecen haber descubierto ahora y que
califican como nuevo valor de la radio – que en realidad es intrínseco al
272
propio medio, ya que ha estado siempre ahí -, ha cobrado en la última década
un desarrollo enorme, hasta el punto de que hoy es una pieza esencial no sólo
de los contenidos que se ofrecen en los programas de noticias, sino en el
enfoque y planteamiento con el que se aborda la actualidad en general. Hoy,
todos los programas de noticias de las numerosas cadenas radiofónicas y
emisoras incorporan en sus distintas ediciones, ya sean de cobertura local,
autonómica o nacional, informaciones de servicio público. Ese concepto, la
idea de ofrecer informaciones de utilidad concreta para el oyente o, incluso,
enfoques que destaquen los aspectos prácticos que para la vida cotidiana
tienen numerosas informaciones, es en la radio de hoy uno de los criterios
valorativos fundamentales a la hora de seleccionar el resumen de las noticias
de actualidad que se ofrecerán a la audiencia. Buena prueba de ello, es el
tremendo auge que han tomado dentro de los informativos las noticias
relacionadas con temas de consumo, salud pública o medio ambiente, temas
que hace menos de una década eran considerados de segundo orden.
Precisamente, son este tipo de informaciones de servicio -de utilidad pública -,
las que van a tener un peso fundamental en los contenidos a desarrollar en las
programaciones de la radio digital en un futuro que ya se presente como
inmediato.
El tratamiento de la información en la Radio (13.1.2)
El tratamiento de la información en la radio tiene como único objetivo
sintetizar lo más reseñable de la noticia, de la actualidad, y ofrecerlo a la
audiencia de la manera más directa y comprensible, de modo que el oyente
capte a la primera el contenido sustancial y significativo de la información. En
la radio, al igual que en el resto de medios de comunicación, el proceso de
elaboración de las noticias y programas, el tratamiento que se da a la
información, implica una valoración y, por tanto, una intencionalidad que no
escapa a la percepción del oyente. En el caso de la radio, las características
propias del medio establecen de salida unos condicionantes en el tratamiento
de la información que, a su vez, determinan una valoración y una
intencionalidad. Junto a ellas, la manera de organizar y presentar ante la
audiencia la información entrañan, así mismo, una intencionalidad valorativa
que queda ya bajo la responsabilidad de los autores de cada información y de
cada programa.
273
En la radio la información, el contenido, llega al oyente en forma de sonidos
emitidos en un periodo de tiempo concreto y a una velocidad de locución y
exposición determinada; de ahí que el tratamiento sonoro, el tiempo asignado
a cada noticia, y la locución que se aplique a cada información, serán un
elemento de valoración implícita que se realiza con respecto al resto de
informaciones que se pueden contar a la audiencia dentro de un informativo.
El tratamiento sonoro que puede recibir cada noticia debe ser el primer
planteamiento a la hora de abordar la edición de una información o programa
radiofónico. Si bien el mínimo inexcusable establece que todo sonido tiene
que ser audible e inteligible para el oyente, al igual que todo programa debe
mantener una armonía sonora de conjunto; es el redactor de cada información
o el editor de cada informativo o programa quienes deciden el grado de
enriquecimiento expresivo que se aplica a cada sonido, sin más límite que su
propia capacidad creativa. Eso sí, siempre bajo el principio de que a mayor
tratamiento sonoro, más importancia, más relieve, se estará dando al contenido
la información de que se trate ante el oyente.
El tiempo asignado a cada noticia es, por tanto, elemento fundamental de
valoración periodística en la radio. Al ser finito (los programas tienen una
duración determinada, salvo sucesos extraordinarios), la asignación de
tiempos a cada una de las informaciones implica necesariamente valorar la
importancia de unas sobre otras ante la audiencia. No obstante, la atribución
de tiempos entre las distintas noticias no siempre obedece en la radio al
contenido intrínseco de la información, sino que puede depender del
despliegue sonoro, del enriquecimiento que se pueda aportar desde la
redacción. Como ha quedado apuntado en capítulos anteriores, si la síntesis
de lo importante de una noticia es la esencia de la exposición informativa que
ofrece la radio y, como esta tiene que realizarse por medio de sonidos; muy
poco sentido tiene suministrar informaciones largas sin ningún apoyo sonoro:
por importantes que sean.
En la radio, un buen planteamiento previo de la información, bien surtido de
apoyos sonoros, dependerá en su exposición final ante la audiencia de la
locución que se realice del contenido, con lo que esta se convierte en otro
elemento básico en el tratamiento final de la noticia y, por tanto, en la
valoración que percibe el oyente. Como también ha quedado expuesto en los
capítulos VII y VIII, al ser la voz el elemento fundamental del discurso
radiofónico, su actitud y disposición en el momento de poner en antena la
información, implica la valoración de los contenidos que más rápidamente
274
percibe el oyente. La desgana, el desinterés, el enfado, la euforia, en resumen,
el estado de ánimo reflejado a través de la voz, puede ensalzar o anular por
completo el interés y valor informativo de cualquier noticia.
Además de estos tres criterios valorativos que impone las características del
medio (calidad el sonido, tiempo asignado y locución y exposición acorde al
contenido), existen otros elementos en el tratamiento informativo radiofónico
que también implican una intencionalidad en la exposición de la noticia a la
audiencia; y cuya aplicación recae en la esfera del criterio personal del
redactor o editor del informativo (dentro de las directrices generales marcadas
desde la jefatura de informativos). El enfoque de los temas que se cuentan, la
jerarquía que se establezca entre los datos de una misma noticia, entre las que
figuran en el guión del informativo o la utilización de unos u otros formatos
en la presentación de las noticias, suponen también un ejercicio de valoración
periodística.
Al desarrollar su trabajo bajo la premisa de que lo más importante se cuenta
en primer lugar y de la manera más directa posible, el planteamiento y orden
que se de a las noticias dentro de un informativo radiofónico implicará una
intencionalidad de cara a la audiencia. No es lo mismo, no denota la misma
intención, iniciar el informativo con el caso <<Gescartera>>, que con el juicio
por el supuesto uso indebido de los fondos reservados o con el cuarto día de
bombardeos sobre Afganistán. De ahí que la elección del tema de apertura de
cada programa informativo sea motivo de debate y de cuidada elección, de la
misma manera que en un periódico lo son los temas que figurarán en portada.
Junto a la jerarquía que se establece entre las informaciones hasta completar
el tiempo asignado a cada informativo, otro proceso que incorpora
intencionalidad es el enfoque que se elija en la presentación de las
informaciones ante la audiencia. En este sentido, no es lo mismo ofrecer una
única pieza informativa sobre el hecho más relevante del día, que realizar lo
que se denomina un despiece; esto es, exponer ante el oyente los distintos
aspectos y matices que ofrece la información por medio de distintos formatos
radiofónicos (informe, reportaje, entrevista, directo, etc...). De este modo, si se
realiza esta despiece de la información, no sólo se estará dando un mayor
relieve a la noticia ante el oyente, sino que además este agradecerá el esfuerzo
por hacer más digerible el contenido cuyo significado y trascendencia quedará
más claramente expuesto mediante tratamientos específicos de cada uno de
sus matices más destacados. En el caso del conflicto en Afganistán, ofrecer
una sola información resumen de los últimos acontecimientos, no sólo puede
275
resultar confuso y farragoso para el oyente por la cantidad de datos y matices
de origen distinto que hay que incluir, sino que significará un
empobrecimiento ante la audiencia con respecto al alcance real de un hecho
tan cargado de connotaciones y repercusiones concretas para las sociedades
directamente implicadas, y de planteamientos de carácter simbólico y
distribución de poder para el resto de la aldea global. Por el contrario, realizar
un despiece que delimite claramente los distintos aspectos sustanciales de la
noticia (última hora del enfrentamiento bélico, sobre la búsqueda de Ben
Laden y Mohamed Omar, sobre las negociaciones políticas para la
prolongación o no de la guerra, etc ...), no sólo contribuye a facilitar la
comprensión del oyente, sino que denotará ante este un afán de claridad y
rigor informativo. Si a la hora de realizar ese despiece informativo se buscan
enfoques originales, propios; por ejemplo, una pieza sobre la reanudación de
la actividad escolar en Kabul tras la guerra, cómo llega y quién distribuye la
ayuda humanitaria, etc..., no sólo se enriquecerá la información, sino que
también se facilitará al oyente una mejor descripción de una realidad en la que
más fácilmente se puede situar mentalmente, y sobre la que puede formarse
una opinión más precisa. Ello supone un estímulo para su imaginación, y hace
realidad una de las principales virtudes del medio radio.
Siempre que la noticia tenga entidad suficiente, y se disponga de los medios y
la capacidad creativa suficiente para hacer un despiece de informaciones
complejas, será mejor que describir esos aspectos con una o dos líneas dentro
de una información más amplia y genérica. La audiencia, el oyente, siempre
agradece, busca, que ese objetivo de concreción, claridad y descripción de la
realidad esté presente en el tratamiento de la información que se le cuenta; de
lo contrario, no sólo perderá interés, sino que al no encontrar la
intencionalidad comunicativa el medio, no tardará mucho tiempo en buscar
otra emisora que se lo ofrezca.
FORMATOS INFORMATIVOS RADIOFÓNICOS
(13.2)
La radio ofrece múltiples formatos para el tratamiento y exposición de la
información, cada uno de los cuales tiene unas especificidades que los hacen
más o menos apropiados para según que situaciones plantee la actualidad y el
tipo de programa de que se trate. El objetivo a cubrir por cada uno de ellos
siempre será el mismo: sintetizar lo más importante de la noticia y situar al
oyente en el contexto en el que se ha producido, por medio de una descripción
276
lo más gráfica y certera posible de esa realidad. Además de la noticia
radiofónica (formato básico tratado en el apartado <<edición de la noticia>>
dentro de este mismo capítulo), los formatos informativos más habituales en la
radio son:
Los titulares (13.2.1)
Los titulares son un elemento fundamental de todo programa de noticias, ya
que son los que más rápidamente – en menos tiempo-, y con mayor claridad
pueden situar al oyente sobre lo más importante de la actualidad de la mañana,
tarde o noche. Todo ello siempre y cuando cumplan unos requisitos mínimos
que aseguren a la vez su comprensión e impacto ante la audiencia. Los
titulares son un reclamo, una llamada de atención al oyente, un avance de lo
que posteriormente se va a contar y, por lo tanto, deben tener el atractivo y la
garra suficiente para enganchar a la escucha por la contundencia y nitidez de
la idea o noticia expuesta. Alcanzar ese punto de equilibrio no es nada
sencillo. Titular en la radio, como en la prensa o la televisión, es de las tareas
más difíciles por la imperiosa necesidad de sintetizar no sólo la idea o dato
fundamental de la noticia, sino de hacer una exposición con el menor número
de palabras posible y que estas sean las más impactantes y precisas para cada
caso concreto. Un buen resumen en titulares debe permitir que un oyente
medio, que no pueda escuchar todo el programa, quede suficientemente
informado de lo más importante de la actualidad simplemente con los
escucharlos.
Si en la redacción de un texto radiofónico se debe dejar a un lado la retórica
vacía, huera; en el momento de titular la retórica está fuera de lugar por
completo. Todo titular debe exponer una sola idea o noticia. Unir más de un
dato o concepto diluye el impacto de ambos y puede inducir a confusión. Por
regla general, y aunque hay varios modelos de titulares, cada idea o concepto
no debe ser expresado en más de una línea y media de texto. De no ser así,
siempre será mejor delimitar los conceptos y realizar dos titulares en lugar de
uno para, de este modo, asegurar el impacto de ambos. Los titulares no deben
ser un avance de la totalidad de los temas que se incluyen en el informativo, ni
mucho menos del total de la actualidad posible. Si, como ya se ha apuntado,
la capacidad del oído para captar información es limitada, el exceso de
titulares no sólo puede llegar a abrumar al oyente, sino que disuelve la
importancia de las propias noticias, puesto que el sentido de los titulares es
destacar lo más importante: no todo.
277
El número razonable de noticias que se pueden ofrecer en titulares no debe
pasar de las siete o nueve, aunque también dependerá del modelo que utilice.
Los tipos de titulares más empleados en los programas informativos son los
siguientes:
Simples
Son los más utilizados en el inicio de los informativos por el
ritmo que aportan al programa, aunque también se pueden
emplear en el desarrollo de una información compleja, en la que
pueda ser conveniente enumerar de manera concreta y directa los
puntos esenciales que el oyente debería retener. También suelen
usarse para resumir de manera rápida lo más reseñable de áreas
genéricas de la actualidad si no hay un hecho especialmente
destacable (internacional, consumo, sucesos, etc...), o para ajustar
los tiempos del informativo durante la emisión en directo. Otro
uso de los titulares en los informativos de larga duración, es su
repetición cada quince minutos o media hora, para recordar lo
más importante de la actualidad a aquellos que progresivamente
se van incorporando a la escucha: como es el caso de los
informativos matinales.
De una extensión que no debería ser superior a una línea y media
para la exposición de cada concepto o noticia, los titulares
simples suelen remitir a un total de entre siete y diez noticias. Los
titulares incorporan a los programas de noticias agilidad y
dinamismo, además de poner en situación no sólo al oyente, sino
también a los redactores que se encuentran en el estudio
preparados para intervenir a lo largo del programa.
Los titulares simples no incorporan sonido y pueden ser leídos a
una o dos voces, aunque es más recomendable esta segunda
opción, ya que denota mayor riqueza de sonidos y evita que
puedan hacerse demasiado largos a la audiencia. Si son dos, las
voces que intervengan deben hacerlo en el mismo tono y ritmo de
locución, ya que de lo contrario se producirá justo el efecto
contrario al deseado; esto es, confundirán al oyente que se
perderá respecto de la información que se le ofrece , al quedar
atrapado por esa falta de conjunción y ritmo que percibe y que le
llamará más la atención que el contenido de lo que escucha. El
278
resultado será una pérdida de ritmo y tensión en el desarrollo del
programa, que deberá recuperar el conductor del informativo a
partir del siguiente asunto.
Con sonido
En esta opción, el titular sirve para destacar el interés del
contenido del sonido que le sucede, normalmente la declaración o
el exabrupto del protagonista; o el estruendo, polémica, etc...,
relativos al ambiente del hecho que se describe. En este sentido,
el titular tiene por objetivo reforzar lo que de novedoso,
sorprendente, concluyente o descriptivo ofrece cada sonido.
Los titulares con sonido suelen ser presentados a una sola voz, ya
que la sucesión de sonidos distintos precisa de un único hilo
conductor que asegure su comprensión, que evite que el oyente
pueda despistarse y, también, para que se mantenga el efecto de
sorprender y atraer a la audiencia.
Para elaborar unos titulares con sonido es imprescindible la
materia prima, sonidos que realmente tengan un alto valor
periodístico, lo cual no sucede con frecuencia; aunque cuando se
da el caso, no conviene desaprovechar la oportunidad, ya que
permiten elaborar unos titulares auténticamente radiofónicos y
plenamente informativos, muy del gusto de la audiencia. El
secreto de unos buenos titulares con sonido está en la elección
que se haga de los que ofrece la actualidad. Es fundamental que
sean breves, entre cinco y quince segundos por sonido, y que
aporten originalidad, sorpresa, descripción o contundencia
declarativa, ya que rebajar ese listón y abusar de su utilización
con sonidos largos y comunes puede producir el efecto contrario:
cercena el impacto que se persigue en la presentación de la
información, ya que alarga en exceso los contenidos y el conjunto
de titulares. El resultado será un oyente abrumado y perdido entre
tanta voz y contenido diferente. Se trata pues de un recurso del
que es mejor no abusar y recurrir a él cuando la propia actualidad
lo permita; lo cual no significa que no se puedan incluir uno o dos
buenos sonidos en unos titulares simples. En estos casos, lo
normal es que sea el editor quién haga uso de esos sonidos para
hilar una crónica original en el arranque del informativo.
279
Datados
En este modelo de titulares al objetivo de compendiar
brevemente la actualidad más importante, se une la ventaja de
que se ubica perfectamente al oyente con respecto al contenido
que se le ofrece a continuación. Todo depende del dato que se
utilice para dar paso al titular. La data puede ser el lugar físico
donde se ha producido la noticia (bien sea por ciudades o países,
Paris, Buenos Aires, Bogota, Bélgica, Alemania, etc...), también
el ámbito informativo donde se ha originado la noticia
(tribunales, congreso, senado, gobierno vasco, sindicatos,
empresarios, etc...); también puede emplearse como data del
titular el nombre por el que el hecho informativo es comúnmente
conocido (Gescartera, fondos reservados, vacas locas, etc...), por
medio de un sustantivo (envenenamiento, asesinato, estafa,
atentado, acusación, fuga, asalto, acuerdo, pacto, etc....) o, si se
quiere ser más punzante, a través de un calificativo (abuso,
escarnio, sorpresa, golpe de autoridad, prevaricación, etc...).
Normalmente la data es de una sola palabra, aunque pueden
emplearse dos si esa denominación es suficientemente conocida.
Los titulares datados suelen emplearse como complemento de los
titulares simples de inicio del programa, para recordar la
actualidad más destacada en los informativos largos. También
para que esas mismas noticias suenen diferentes a los oyentes que
siguen el programa desde el principio y, lógicamente, para
informar a los recién incorporados. Además de aportar agilidad y
ritmo al programa, su uso garantiza una buena ubicación del
oyente respecto de lo que se cuenta y, en función de la data que
se utilice, pueden reforzar la intencionalidad del propio titular.
Breves
Los breves son unos titulares simples más largos, leídos a dos
voces. Se trata de informaciones muy breves, sin apoyo sonoro,
pero con el interés suficiente como para ser contadas a la
audiencia. Se componen de un titular de línea y media, seguido
de no más de un párrafo de cuatro o cinco líneas máximo, con un
sucinto desarrollo de la información de que se trate. Una voz lee
el titular y la otra el pequeño texto.
280
Al igual que sucede con los titulares simples, el tono y ritmo de
ambas voces debe ser el mismo, deben estar acompasadas, y sin
dejar tiempos muertos entre la intervención de una y otra. Dan
agilidad al programa, siempre y cuando no se abuse de ellos y el
número de noticias no pase de cuatro o cinco, pues de lo contrario
desorienta al oyente ante el cúmulo de información que recibe. Se
utilizan para resumir las noticias más destacadas de un ámbito
determinado de la información: internacional, nacional, deportes,
etc..., cuando la actualidad hace que un sólo tema ocupe la gran
parte del informativo, también para ajustar los tiempos durante la
emisión o como recordatorio de lo más reseñable de la actualidad
en momentos concretos de los informativos de larga duración.
El Informe (13.2.2)
El informe radiofónico es una información de apoyo que se realiza para
centrar el meollo del asunto, en el desarrollo de un tema más amplio. Por regla
general, el informe expone un aspecto concreto de la noticia para recordar los
antecedentes o destacar la repercusión o el impacto de la misma, a través de
sus datos, testimonios o efectos más significativos. Su objetivo es evitar que el
oyente se desoriente respecto de los datos esenciales del tema que se le
expone; luego, por lo tanto, su utilización también implica la intencionalidad
que se desprende de poner el acento en uno u otro aspecto de la noticia. Por
ejemplo, en el caso de unas elecciones generales, no es lo mismo elaborar un
informe sobre las propuestas programáticas de un candidato, que elaborarlo
sobre las promesas realizadas en elecciones anteriores y su cumplimiento
posterior.
Los informes son casi imprescindibles en la exposición a la audiencia de las
noticias cuya actualidad de prolonga en el tiempo (caso de los conflictos
bélicos), o que aparecen y desaparecen del primer plano de la actualidad, de
acuerdo a la propia evolución del tema; por ejemplo: en los procesos
judiciales. En estos supuestos el informe cumple la función de recapitular los
datos fundamentales de la noticia, para volver a situar al oyente en el valor
informativo del hecho.
281
La duración de los informes radiofónicos, sobre todo si contienen cifras o
varios conceptos, debe oscilar en torno a los veinte o treinta segundos. En todo
caso no se debe abusar de las cifras para cuantificar los efectos del hecho y
sustituirlos por el significado que entrañan por medio; por ejemplo, de la
comparación o la equivalencia con referentes conocidos popularmente y
evaluables por el oyente. Hacer lo contrario, elaborar una retahíla de datos,
porcentajes, siglas, referencias temporales, etc..., diluirá su interés del oyente
que se perderá al no saber valorar lo realmente importante de lo que se le
cuenta.
El montaje sonoro (13.2.3)
Si bien todo programa es un montaje sonoro (capítulo X), en su utilización
como formato específico de los informativos, sirve para aportar dinamismo y
ritmo, además de contribuir a centrar el contenido de la información que se
expone o a aligerarlo - dosificarlo-, cuando se trata de temas densos y
prolijos. En su tratamiento informativo, el montaje es un encadenado de
sonidos en el que se alternan fragmentos de voz (<<cortes>> en argot
radiofónico) con declaraciones o testimonios del o los protagonistas de un
mismo hecho o entrevista de actualidad, y la locución de textos breves y,
ocasionalmente, con un fondo musical; aunque tampoco están descartados los
montajes en los que la música es la protagonista fundamental, por ser en sí
misma la noticia: por ejemplo, un reportaje sobre la entrega de los premios
<<Grammy>>
Para aportar dinamismo al programa, el montaje debe ser una información
breve, ya que el oyente puede despistarse ante una larga batería de voces
distintas que no conoce. En el caso de un encadenado de voces sin locución
alguna entre ellas; por ejemplo: una encuesta callejera con opiniones de
ciudadanos sobre un tema determinado, el efecto de impacto, de llamada de
atención para el oyente, se diluye si la secuencia de voces supera las cuatro
intervenciones y, sobre todo, si cada una de ellas tiene una duración superior
a los diez segundos. Los tipos de montajes sonoros más utilizados en los
informativos son los encadenados de declaraciones de distintos protagonistas
de un mismo hecho, como resumen de lo más destacado de una entrevista más
amplia, como elemento descriptivo del contexto en el que se produce una
noticia, para desarrollar un aspecto concreto o resumir los antecedentes de una
noticia, o la biografía y trayectoria profesional de un entrevistado o
protagonista de la actualidad.
282
La conexión en directo (13.2.4)
Es el formato que aporta mayor dinamismo a los programas de noticias: es su
esencia; de ahí, que todo informativo deba incluir varias conexiones en directo
a lo largo de su desarrollo. Su valor radiofónico y periodístico es el de
trasladar a la audiencia la principal virtud del medio: la inmediatez, lo que
aporta veracidad y credibilidad a las informaciones que se ofrecen y, por
extensión, al conjunto del programa. Y todo ello, porque la conexión en
directo permite que los protagonistas de los hechos de la actualidad expresen
de manera directa –sin intermediarios-, sus opiniones, argumentos o
impresiones sobre lo sucedido.
Además de aportar credibilidad, la conexión en directo tiene el efecto de
situar al oyente en el lugar de los hechos en el momento en que se producen,
lo que estimula su imaginación (otra característica fundamental del medio),
sobre todo, si los periodistas desplazados al lugar realizan una buena
descripción en cuanto a datos y ambiente que rodea a la noticia. Pero la
conexión en directo no sólo entraña un enriquecimiento de los contenidos de
las informaciones, sino que supone un despliegue de medios y
aprovechamiento de recursos que - sin duda- percibe el oyente, quien atribuirá
más fortaleza y peso específico a aquella emisora que disponga y utilice de
una red de corresponsales propia y que tenga una buena capacidad de reacción
para la cobertura de noticias imprevistas.
En el caso de noticias <<en caliente>> el interés que la conexión en directo
despierta en la audiencia se verá reforzado si se mantiene la <<tensión
informativa>> con varias conexiones con el lugar de los hechos, dosificadas a
lo largo de todo el informativo: siempre y cuando la noticia tenga la relevancia
y valor periodístico suficiente. Afirmar ante la audiencia que la conexión, que
la línea de comunicación con el lugar de los hechos, queda abierta ante
cualquier eventualidad informativa, estimula el interés del oyente que se verá
impelido a prestar una mayor atención a la escucha, ante la expectativa de
nuevas informaciones de interés inmediato. Cada vez que se vuelva a
establecer la conexión con el lugar los hechos, el conductor del programa
deberá volver a situar a la audiencia sobre lo sucedido, por medio de una
recapitulación breve de los datos fundamentales de la noticia aportados por los
redactores desplazados al lugar.
283
Aunque pueda parecer simple, obtener un resultado óptimo de una conexión
en directo no es nada sencillo, ya que durante su desarrollo se pueden
presentar numerosos imponderables que exigen del conductor del programa
unas ciertas tablas ante el micrófono para salir de situaciones comprometidas,
y un buen sentido - criterio radiofónico-, en cuanto a duración y valoración
inmediata de la importancia de la información que se está ofreciendo a la
audiencia. Los problemas más frecuentes que se plantean en las conexiones en
directo – y de los que todo profesional de radio con unos pocos años de
experiencia tiene alguna anécdota que contar: no siempre agradable -, se
pueden resumir en los siguientes aspectos:
Presentación y saludo
Lo más sencillo y directo siempre queda mejor, es más efectivo,
también a la hora de establecer una conexión, de dar entrada en
antena al redactor o redactores desplazados al lugar de la noticia.
La retórica, la ampulosidad para destacar el despliegue de medios
empleados para efectuar la cobertura o el esfuerzo realizado por
los periodistas, están demás en ese momento en el que lo que
interesa es la noticia. Los juegos de artificio verbal en los que
suelen incurrir no pocos presentadores, no sólo demoran
innecesariamente la exposición de la información ante el oyente,
sino que pueden provocar en este nerviosismo, cuando no una
cierta irritación, ante el auto-bombo gratuito.
Un resumen breve y conciso que denote la importancia de la
noticia, y señalar el punto con el que conecta y la hora precisa en
la que se establece, es la mejor manera de iniciar una conexión
con el exterior. Una vez puesto el oyente en situación con
respecto a lo que va a escuchar, llega el momento de la
presentación, del saludo en antena, al periodista que se encuentra
en el lugar de los hechos; situación que provoca no pocas
confusiones. Por regla general – y aunque siempre dependerá de
la intensidad del momento en el que se vaya a conectar-, deben
rechazarse todas las fórmulas excesivamente coloquiales o con
mucha prosopopeya, para utilizar tan sólo un simple y sencillo
buenos días / tardes / noches. Si es la primera conexión, se debe
saludar con un buenos dias/tardes/noches, el nombre del redactor
y la formulación una pregunta concreta y directa. En las
siguientes conexiones, si se producen, ya no será necesario
284
volver a la norma de cortesía, y bastará con el nombre del
periodista y una nueva pregunta.
Formular una pregunta precisa y sencilla como; por ejemplo:
¿cuáles son los datos de última hora?, evitará que el redactor
incurra en el frecuentísimo error de comenzar su intervención con
una muletilla o latiguillo verbal - tan frecuentes y manidos todos
ellos-, del tipo: <<así es>>, <<efectivamente>>, <<como muy
bien dices>>, etc... Un error cuya responsabilidad es compartida,
ya que es en muchas ocasiones el presentador quién fuerza al
redactor a caer en la retórica vacía, al darle paso con una
enumeración muy prolija en datos de la noticia, lo que deja a este
último sin apenas información original que aportar a la audiencia;
lo que puede provocar que esa conexión pierda sentido para el
oyente: ¡si ya me lo cuenta uno, para que me lo cuentan los dos!.
El presentador no debe olvidar que su misión es destacar el
significado, el alcance y valor informativo de la noticia objeto de
la conexión - recapitular lo contado hasta el momento en el caso
de segundas y sucesivas conexiones -; y dejar que sea el redactor
desplazado al lugar de los hechos quién aporte la última hora y
los datos más reseñables del hecho. Por su parte, el redactor
desplazado al lugar de los hechos no debe olvidar que sólo se
saluda si previamente ha sido saludado al darle entrada en antena;
y que se debe huir de la retórica hueca o redundante e iniciar la
información directamente por el dato más significativo y reciente.
Alargamiento innecesario
Uno de los principales problemas que plantea la conexión en
directo es el de su duración. Con frecuencia, sobre todo si se trata
de sucesos escabrosos de última hora (atentados, accidentes,
incendios o desastres naturales), la magnitud del hecho provoca
que la conexión se alargue innecesariamente, aunque ya no se
esté aportando información novedosa y original al oyente. En
estos casos, tanto el presentador como el redactor, imbuidos por
la trascendencia o emotividad del hecho, se olvidan de que están
haciendo radio, y se enmarañan en un diálogo redundante en el
que de manera continúa se repiten los mismos datos con las
mismas o similares palabras, en la creencia de que es mejor
285
mantener la comunicación aunque, en ese momento, no se esté
aportando información. La redundancia en los datos termina por
saturar y aburrir al oyente, además de diluir el impacto de la
noticia. Peor es el caso - ni mucho menos infrecuente - en el que
se alarga la conexión con el único objetivo de rellenar minutos,
situación que termina por denotar la pobreza de contenidos del
programa de que se trate y que, sin duda, no pasará inadvertida
para el oyente. Alargar una conexión cuando ya no se ofrece
información, puntos de vista o testimonios novedosos, suele
derivar en un diálogo tedioso entre el conductor del programa y el
periodista o periodistas desplazados que, en muchas ocasiones, da
pié a errores de locución o confusión en los datos que se
exponen; y que puede poner en evidencia la pobreza discursiva
de ambos profesionales, lo que a oídos del oyente no beneficia a
la imagen que este se forja de la emisora.. Sucede lo que en argot
radiofónico se denomina <<meterse en un jardín>>; esto es, que
conforme uno y otro van dialogando se van cerrando las salidas al
propio discurso, hasta llegar a un punto absurdo en el que, no
sólo se es redundante en la información, sino que se puede llegar
a decir cualquier cosa , con tal de salir del paso.
En estas situaciones, siempre es mejor que la duración de la
conexión se ajuste a la cantidad de información nueva que se
pueda ofrecer en ese momento, unido a una breve recapitulación
de los datos fundamentales. Se corta la conexión
momentáneamente (se advierte a la audiencia de que la línea
sigue abierta), se retoma el hilo previsto del programa, y se
vuelve a conectar con el lugar de los hechos las veces que sea
necesario, en función de los datos nuevos que se vayan
conociendo. De esta manera se mantiene mejor la atención y el
interés de la audiencia, y además se evita caer en el error,
también frecuente, de magnificar los hechos, la noticia, por la
mera razón de que se está allí para contarla. Cuanto más se
prologue la conexión con el lugar de la noticia más relevancia se
le estará dando a ese hecho, de ahí que no sea sencillo calibrar en
cada momento el valor informativo del hecho y de lo que se está
contando; responsabilidad que recae en la capacidad y criterio
profesional del conductor del programa.
286
La conexión en directo sólo debe adquirir el carácter de
permanente, ante sucesos de última hora de una gran
trascendencia e impacto social que obliguen a alterar la
programación, aunque ello tampoco signifique que haya que estar
en permanente diálogo con los periodistas desplazados hasta el
lugar de los hechos. En estas circunstancias, la información que
ellos aporten debe complementarse desde la redacción con otras
serie de alternativas: entrevistas en directo con protagonistas,
afectados o expertos, informes de recapitulación de datos y
efectos directos del hecho, posibles antecedentes o repercusiones,
sectores o personas afectados indirectamente, etc... Es con estos
elementos aportados desde la redacción, y en diálogo alternativo
con los periodistas desplazados al lugar (dos como mínimo), con
los que una conexión puede convertirse en un programa de
actualidad típicamente radiofónico.
Controlar los nervios y no dejarse llevar por la intensidad o
emotividad del hecho, es fundamental tanto para el presentador o
director del programa, como para los redactores que van a
intervenir. En el momento en el que todo se acelera, es cuando
hay que mantener la cabeza fría para organizar la tarea de los
distintos redactores y evitar que cada uno comience a funcionar
por su cuenta. En este tipo de situaciones es fácil confundir a la
audiencia con datos y cifras contradictorias, al ser varias la
fuentes de información que llegan a la vez y por distintos canales:
desde lo que cuentan los periodistas desplazados al lugar de la
noticia (cada uno desde un punto de observación), lo que llega a
través de las agencias o lo que pueden aportar los entrevistados o
testigos directos. Centrar ese tipo de datos a través de una sola
voz, de un único redactor, que sea quién recapitule los que llegan
de las distintas fuentes, contribuye a reforzar el rigor de la
información que se ofrece, reseña la importancia del hecho y
evita confusiones en la audiencia.
Exagerar
Aunque valorar la importancia de una noticia en un momento
determinado – sobre todo en un ambiente de excitación o nervios
por el dramatismo de los primeros momentos en un hecho
287
violento o escabroso -, es una capacidad que se adquiere con el
tiempo y la profesionalidad; ello no implica que haya que dejarse
llevar por la intensidad del momento. Los hechos son dramáticos,
emotivos, violentos, sentimentales, alegres, etc... por sí mismos,
por lo que el periodista no tiene por qué convertirse en un
protagonista más del hecho con tonos y locuciones exageradas
que generalmente resultan poco naturales y fingidas. La manera
de situar al oyente en el lugar y el ambiente que rodea al suceso,
es realizar una buena descripción por medio de un lenguaje rico y
preciso, y con la obtención de información original y testimonios
de los directamente implicados o afectados. Elevar el tono en
exceso, gritar, realizar inflexiones de voz demasiado altisonantes,
acelerar la locución, etc..., son acciones que pueden aportar a la
información que se facilita unos tintes de dramatismo o
emotividad que pueden desvirtuar el valor informativo del hecho.
De igual manera que se puede caer en el error de exagerar, se
puede pecar de lo contrario: de excesiva laxitud o desinterés
respecto de la noticia objeto de la conexión, bien sea por
cansancio o por aburrimiento. En todas las circunstancias hay que
adaptar el tono a la situación de que se trate, y encontrar ese
punto de equilibrio que sitúa el valor informativo de la noticia en
sus justos términos.
Formular preguntas concretas
Además de evitar que la información del periodista comience por
una muletilla o una repetición de los mismos datos, formular una
pregunta cuando se da paso desde el estudio, permite focalizar la
atención sobre los aspectos fundamentales de la noticia. Eso,
siempre que la pregunta que se plantee sea concreta, directa y
corta. Las preguntas largas y complicadas dilatan el inicio de la
conexión, pueden enmarañar el contenido y dar pié a que el
periodista que tiene que intervenir a continuación, no tenga más
salida que responder con un simple monosílabo.
Si el tema requiere que la conexión sea un poco más larga, es
conveniente que desde el estudio se plantee un diálogo con el
periodista desplazado al lugar de los hechos. Esto evitará que sus
intervenciones sean demasiado largas, sobre todo si se tiene en
288
cuenta que en muchas situaciones, estas intervenciones se
improvisan en directo ante la falta de tiempo material para
redactar una crónica de urgencia; lo que puede dar lugar a
equivocaciones, titubeos en antena y tiempos muertos: de
silencio. El diálogo permite también que el director del programa
pueda orientar la acción del periodista en el lugar de la noticia, en
función del interés del momento y el desarrollo del programa.
Establecer ese diálogo con el reportero no quiere decir
asaetearle a preguntas, abrumarle y, mucho menos, reconvenirle
en antena por su actuación periodística. Aunque es evidente el
mal gusto que denotan este tipo de acciones, abroncar en directo
al redactor no dejan de ser frecuentes en numerosos programas,
especialmente en los de carácter deportivo en los que se pueden
encontrar numerosos ejemplos que han quedado ya en el
anecdotario de la historia de la radio española: <<...., no me
mientas, no me mientas, que no te veo ....>>, “don ... más
información y menos deporte de cuchillo y tenedor>>, etc... A
parte del mal tono y la prepotencia que entrañan a oídos de la
audiencia, estas actitudes dicen poco a favor de quién las
pronuncia y de la credibilidad de las informaciones que se
facilitan en el programa.
Cuando y cómo cortar y despedir la conexión
Una conexión debe cortarse cuando comienza a ser redundante
la información que se ofrece a la audiencia o cuando la calidad
del sonido se degrada, hasta hacer inaudible o incomprensible el
contenido del mensaje que se expone. Y la mejor manera para
hacerlo es la más simple, directa y brevemente educada. En el
caso de que la intervención del reportero, testigo o entrevistado
no haya finalizado, pero tenga que cortarse por razones de
tiempo o por que comienza a ser repetitiva, el presentador debe
hacer una indicación al técnico de control para que baje un poco
el volumen de la señal que llega desde el punto de conexión, y
superponer su voz para despedir con un simple gracias (y el
nombre del redactor o entrevistado), y la advertencia de que se
volverá a conectar: si la noticia tiene interés suficiente para ello.
289
La brevedad y la sencillez también son aplicables para que el
reportero ponga el punto final a su intervención. En condiciones
normales, cuando se trata de ofrecer la información de un hecho
que ya ha finalizado (rueda de prensa, presentación, etc...), no es
necesario efectuar despedida alguna o, en todo caso, se acaba con
un dato de cierre o recapitulación; como ubicar de nuevo el lugar
desde el que se efectúa la conexión: <<es todo desde la sede del
....>>, <<... desde el hotel ...>>)
En el supuesto de noticias en caliente, la despedida no debería
caer en retóricas manoseadas del tipo: <<aquí seguiremos para
informar>> – el oyente ya sabe que se está para informar y no
para otra cosa -, o <<seguiremos atentos a lo que suceda>> que
resultan obvias, ya que el objetivo de la presencia del periodista
en el lugar de los hechos es obtener información, estar atento a lo
que suceda. <<Esto es todo, por el momento desde ...>>, o
<<estos son los datos confirmados que hay por momento
desde...>>, son despedidas sencillas que dejan la puerta abierta
para una conexión subsiguiente, y que evitan familiaridades con
el presentador, también bastante frecuentes, como: <<volveremos
a conectar, Paco, cuando tengamos más información>>.
Por último, una conexión debe cortarse cuando se produce una
usurpación de la antena en el punto de conexión por personas
ajenas a la emisora; como ha sucedido en más de una ocasión en
manifestaciones y algaradas callejeras, en las que un grupo
violento ataca las unidades móviles o intenta arrebatar el
micrófono a los periodistas, al objeto de lanzar su mensaje.
También debe cortarse la conexión cuando se produzcan
exabruptos o improperios subidos de tono por parte de los
asistentes a cualquier tipo de evento, con el objetivo de hacerse
oír a través de la emisora.
Cómo cubrir los tiempos muertos
Aportar información es a mejor manera de cubrir los tiempos
muertos que se pueden producir al inicio o durante el desarrollo
de una conexión. Ante la interrupción inesperada de una
comunicación, lo mejor es recapitular los datos fundamentales de
la noticia que justifican la conexión que se quiere establecer o
290
reseñar el alcance y repercusión de la misma. Los tiempos
muertos se pueden producir por múltiples circunstancias: por que
se quede en blanco el reportero, testigo o entrevistado al tener
que improvisar la crónica o hilar un discurso coherente sobre la
marcha, porque en el momento de establecer la conexión el
reportero no está donde se espera, porque la intervención desde el
punto de conexión termina inesperadamente mientras el
conductor dialoga con el técnico de la pecera para reordenar el
resto del informativo, etc... En todas estas circunstancias es mejor
aportar datos, aunque puedan resultar reiterativos, que lanzarse a
improvisar un discurso que, con mucha facilidad, puede derivar
en un callejón sin salida. Si en el momento en el que se produce
el tiempo muerto está en el estudio un redactor que domina el
tema, también se puede establecer un breve diálogo con él
entorno a la noticia, mientras se recupera la conexión.
Cómo reaccionar ante un fracaso en la conexión
La premisa fundamental para no fracasar es no dar nunca paso a
una conexión, sin la garantía de que está previamente establecida
y confirmada. Si aún así el fallo se produce, la regla de oro es la
de no poner en evidencia a los demás compañeros (técnicos o
periodistas), para justificar ante la audiencia los múltiples
problemas que se pueden plantear durante una conexión en
directo y hacerla fracasar: que no se conecta a la primera, ni a la
segunda, que se produce una caída o degradación del sonido, una
pérdida de la señal, interferencias, corte brusco de la
comunicación, etc... Mantener la calma es fundamental, para no
recurrir a la búsqueda de un culpable para justificar el fallo en la
comunicación, cuestión que al oyente no le interesa; y que de
existir, será un problema a resolver internamente. Los nervios que
se desatan ante una interrupción inesperada de la conexión, el que
pueda coger distraído u ocupado al técnico de control o al
presentador del programa en ese momento, o la reiteración en el
paso a una conexión que no termina de establecerse, suelen ser
saldados por los conductores de los programas – sobre todo si no
tienen unas ciertas tablas ante el micrófono -, descargando la
responsabilidad del fallo producido en los técnicos o en los
redactores desplazados al lugar de los hechos. Cualquier oyente
habitual de radio habrá escuchado en innumerables ocasiones
291
frases del estilo: <<disculpen los fallos técnicos>>, <<perdonen,
pero tenemos problemas técnicos>>, estas frases y otras similares
– obviamente-, no agradan nada a los técnicos de sonido, sobre
todo, cuando los problemas que se pueden plantear no siempre, ni
necesariamente, tienen su origen en razones técnicas. En todo
caso, la mejor salida es siempre la más natural. Si se ha
producido un fallo en la conexión no hay que remarcarlo, y
abordar la situación con naturalidad, sin buscar
responsabilidades: el oyente tiene asumido, por las propia
inmediatez de la radio, que este tipo de situaciones pueden
producirse, de ahí que no haya que magnificar su importancia con
la insistencia en el error, mediante la búsqueda de culpables. De
cara al oyente, el programa se percibe como un conjunto, por lo
que todo aquello que se resalte en negativo, repercutirá en la
valoración final que establecerá con respecto al programa en su
totalidad. Por tanto, el fallo en una conexión en directo no tiene
porqué tener un responsable, un culpable señalado ante la
audiencia, sino que obedece a, por ejemplo: <<dificultades,
problemas, para establecer o mantener la comunicación con...>>,
<<la calidad del sonido que llega no permite, por el momento,
mantener la conexión con...>>, <<vamos a establecer de nuevo la
comunicación, haber si podemos escuchar con mayor nitidez los
comentarios de ...>>.
Otro de los problemas frecuentes que se plantean, se produce
cuando se da paso a una conexión que no termina de establecerse,
de entrar en antena. En esta circunstancia, lo mejor es intentarlo
una segunda vez, y no insistir más; salvo que tengamos una total
garantía desde el control de que, efectivamente, a la tercera va la
vencida y se podrá escuchar al interlocutor. Insistir más de dos
veces, sin la seguridad de que se va a obtener una respuesta desde
el otro lado, puede desatar los nervios tanto en el presentador
como en el técnico de control, además de dar lugar a tiempos
muertos y situaciones embarazosas e incluso ridículas que, en
todo caso, rompen el ritmo del programa: <<atención, D...., me
escucha...>>, <<D. ..., buenas tardes ..., me oye...>>. <<D. ...,
buenas tardes..., me recibe ...>>. Cuanto más se insista en dar
paso y se fracase, más se estará denotando el error ante la
audiencia.
292
Lo mismo sucede cuando al dar paso a una conexión el
interlocutor apenas oye al presentador o este no le oye a él. En
este caso, al menor atisbo de que la comunicación no es buena en
cuanto a la claridad y nitidez del sonido que se recibe, lo mejor
es no continuar y remitir a una próxima comunicación. Mantener
una conexión con un sonido de mala calidad no sólo puede hacer
ininteligible el contenido de la noticia, sino que al exigir un
mayor esfuerzo de atención, se convierte en una invitación al
oyente para que cambie de emisora.
La Información dialogada (13.2.5)
Aunque no se puede considerar un formato periodístico en sentido estricto,
es un modo de tratamiento y exposición de la información utilizado tanto en la
radio como en la televisión, con el objetivo de facilitar la comprensión del
oyente en aquellas informaciones prolijas en datos o densas en cuanto a
conceptos.
En el caso de los informativos radiofónicos, el diálogo con el redactor que
ha elaborado la información se utiliza para hacer más comprensible y digerible
el contenido de aquellas informaciones que precisan de la exposición de
distintos aspectos del hecho, dada la magnitud del mismo. El diálogo -
siempre circunscrito a la información y no la opinión -, entre el presentador y
el redactor, permite centrar los distintos aspectos importantes que incorpora la
noticia. Por ejemplo, en el caso del ataque a las torres gemelas de Nueva
York, la magnitud de los efectos de la acción terrorista en la propia ciudad
serán más fácilmente asimilables por el oyente, si la exposición se realiza por
medio de preguntas concretas que el presentador va formulando al redactor, en
lugar de que este se lance a <<piñón fijo>> a la locución de un texto que,
necesariamente, va incorporar demasiados datos y aspectos de análisis del
hecho. En la banda opuesta, abusar del diálogo con los redactores a lo largo
del informativo puede ser contraproducente, ya que fácilmente deriva en un
tono de charla entre amigos, impropio para los programas de noticias.
293
La reiteración de un sonido o un testimonio (13.2.6)
La intencionalidad y ritmo que aportan al informativo, es el principal valor
significativo de este recurso radiofónico, que tampoco se puede considerar
como un formato en sentido estricto. En lo fundamental, porque su utilización
no depende de la labor de un redactor, sino de que la propia actualidad ofrezca
el testimonio de un protagonista con un valor informativo y simbólico lo
suficientemente relevante y trascendente, como para darle este tipo de
tratamiento radiofónico. Tratamiento que consiste en convertir ese testimonio
en un referente argumental de la actualidad que se relata, mediante la
reiteración de su emisión a lo largo de todo el programa. Es el caso, por
ejemplo, del ya popularizado <<manda huevos>> del político del Partido
Popular, Federico Trillo, en su etapa como presidente del Congreso de los
Diputados. Frase que en los días siguientes fue utilizada, y aún hoy, como hilo
argumental, como carga de intencionalidad por los editores, en este caso, no
sólo de programas informativos. Es también el famoso <<¡Yo te pego,
leche!>>, pronunciado por José María Ruiz Mateos, el día en que agredió
físicamente al ex ministro de economía del primer Gobierno socialista, Miguel
Boyer, o también, la famosa en su día (aunque hoy ya algo olvidada) frase
del <<bichito que si se cae de la mesa se mata>> pronunciada por otro
político, José Manuel Otero Novas, cuando en su etapa como ministro de
Sanidad, se refirió con esa afirmación lapidaria al virus que originó el
envenenamiento por aceite de colza.
Para conseguir el efecto de impacto que se persigue, el sonido, el <<corte>>
de voz del protagonista debe ser breve, rotundo y expresar un solo concepto,
idea o exclamación de hartazgo o saturación. No serviría, por su duración, la
ya famosa afirmación ministra Celia Villalobos, cuando se extendió por
Europa la denominada enfermedad de las <<vacas locas>>: el famoso caldo
con hueso del espinazo. El popular refrán de que <<lo poco gusta y lo mucho
cansa>> es aplicable a la utilización de este recurso radiofónico, ya que la
evidente intencionalidad que incorpora es fácil de detectar por el oyente que,
terminará por restar credibilidad al conjunto del programa, si se abusa de este
tipo de tratamiento informativo. Aunque se trata de un recurso muy efectista
de cara al oyente, es necesario mantener el equilibrio y no cargar las tintas, so
pena de provocar el efecto contrario: el de rechazo.
294
El “Colorín” (13.2.7)
El <<colorín>> es el término común empleado en las redacciones
radiofónicas, para referirse a la información de cierre del informativo, con la
que se pretende romper el ritmo y rebajar el tono de los contenidos. El
<<colorín>> suele ser una noticia curiosa o del mundo del espectáculo, cine o
deporte, el resultado de una encuesta de carácter sociológico, etc... Una
información que pueda endulzar, dar un tinte optimista o arrancar una sonrisa
a los oyentes, tras los sinsabores de la actualidad. Montaje que tiene un
tratamiento radiofónico más abierto, ya que se busca la originalidad, y un
cierto sello personal por parte de quién lo elabora. En función del contenido
de que se trate en cada caso, podrá llevar música, efectos sonoros, etc...
LOS GÉNEROS PERIODÍSTICOS EN LA RADIO
(13.3)
Los géneros periodísticos clásicos no sólo tienen una traslación y un hueco
propio en el medio radiofónico, sino que es en la radio donde algunos de ellos
alcanzan su máxima expresión: como es el caso de la entrevista, el debate o la
tertulia. En la historia de la radio – y al igual que en el resto de medios de
comunicación - los distintos géneros periodísticos siempre han estado
presentes, si bien con momentos de mayor y menor presencia y brillo dentro
de las programaciones. Así, por ejemplo, resulta muy significativo el hecho de
que en la radio que se hace ahora en España, sean precisamente algunos
géneros periodísticos clásicos, los que ostentan la vitola de ser las grandes
estrellas de la programación; entre ellos, la tertulia social y política, la crítica,
la crónica social y el comentario. Justo los géneros periodísticos que
estuvieron vetados en la radio española durante los años de la dictadura
franquista. Años en los que fueron sustituidos por otros formatos
radiofónicos, muy alejados del mundo de la información, y que ejercieron de
puntales de las programaciones del momento: concursos, consultorios
sentimentales, música dedicada y radionovelas.
En cuanto a la traslación de los géneros del periodismo clásico al mundo
radiofónico, lo más reseñable es la riqueza expresiva y el sesgo personal que
se incorpora al mensaje que se ofrece, como consecuencia carácter sonoro del
discurso que emite la radio. Siempre resulta más comunicativo y significativo
un comentario o artículo de opinión expuesto, leído, por el propio autor a
295
través del micrófono de estudio de radio, que la lectura del mismo comentario
en las páginas de un periódico. No obstante, y al igual que sucede con el resto
de formatos que produce y emite la radio, los géneros periodísticos también
están sujetos a las exigencias del medio: esto es, cuanto más concisos, claros y
directos sean en la exposición de los contenidos, mayor efecto de atracción
producirán sobre la audiencia.
El Reportaje (13.3.1)
El reportaje es, junto con la conexión en directo, el formato más empleado en
radio para facilitar al oyente de digestión de informaciones densas en cuanto a
su contenido y efectos, prolongadas en el tiempo o de gran impacto social.
Respecto de la información radiofónica, el reportaje permite una mayor
libertad en su desarrollo narrativo en cuanto a la combinación de los
elementos del código radiofónico (voz, locución, sonidos, música y silencio).
En el ámbito de los programas informativos, el reportaje radiofónico cumple,
de manera genérica, cuatro tipos de funciones significativas: testimonial,
coreográfica, divulgativa u original. Es testimonial cuando recoge y expone la
opinión de las partes implicadas en el hecho o las de un colectivo o grupo
social, más o menos amplio, afectado directa o indirectamente por la noticia
que se relata. Es coreográfica, cuando su contenido refleja el ambiente y la
circunstancia en la que se ha producido la noticia, lo que le convierte en
elemento de referencia contextual del hecho. El reportaje cumple una función
divulgativa cuando ofrece en detalle un aspecto concreto de una información,
que sirve para que el oyente pueda evaluar o cuantificar la importancia o
trascendencia del hecho que se le expone de manera más directa y fácil. La
originalidad se cumple cuando el contenido del reportaje es fruto de una
investigación propia o de un enfoque diferente del hecho que se cuenta. En
ambos casos, como en los anteriores, el reportaje contribuye a reforzar ante el
oyente el valor informativo de la noticia.
A diferencia de la información radiofónica pura, el reportaje tiene una
mayor duración y puede utilizar más recursos expresivos a la hora de su
elaboración, no sólo en cuanto a músicas, sonidos o efectos, sino también en
relación al desarrollo narrativo y al ritmo discursivo de la locución. La
utilización de esos recursos dependerá del tipo de programa de que se trate. En
el caso de los informativos, y como regla general, el reportaje debe seguir el
desarrollo narrativo propio de la información (de lo más a lo menos
importante, de lo próximo a lo cercano, etc...), para garantizar la comprensión
296
de la noticia por parte del oyente. Ello no implica la renuncia a la utilización
de música y efectos sonoros en los reportajes que emiten los informativos,
especialmente en los de cierre de los programas de noticias, aunque no
obstante, no se debe abusar de su utilización, ya que puede diluir el sentido de
conjunto que debe tener un programa de noticias: informar.
En cuanto al ritmo de la locución -distinto en cada tipo de programa-, el
reportaje en los informativos debe ajustarse (sin necesariamente seguirlo de
manera mimética), al contexto general marcado por el presentador del
programa. Mientras que en otro tipo de programas la locución del reportaje
puede llegar a ejercer de contrapunto con el ritmo marcado por el presentador
(como parte del desarrollo narrativo del programa); en los informativos
cualquier disonancia reseñable o muy marcada entre el ritmo de locución del
reportero y el resto de redactores y presentador, puede contribuir a desorientar
o despistar al oyente respecto del contenido que se le transmite.
Por último, y a diferencia de la información pura, el reportaje permite aplicar
un cierto sello personal de quién lo elabora, más evidente en programas no
informativos, ya que en estos últimos, ese estilo personal debe centrarse en la
manera de organizar y contar las cosas (tono, recursos verbales y de
vocabulario, etc...), más que en las impresiones personales – y mucho menos
opiniones -, del redactor que lo pone en antena.
La Crónica (13.3.2)
Aunque en el día a día de una redacción las diferencias entre los distintos
formatos radiofónicos tiende a diluirse, eso no significa que no existan
diferencias importantes entre unos y otros. En el caso de la crónica, su
principal rasgo de identidad es el carácter de información de autor que, en
principio, se le atribuye. Como regla general, son informaciones que se
encargan a redactores especializados en la materia de que se trate, quienes
aportan a la información sus conocimientos, estilo propio y, ocasionalmente,
sus propias impresiones sobre el hecho que relata apoyadas en su propia
credibilidad, experiencia, y en el dominio que se les atribuye sobre la materia.
La crónica suele ser empleada en los grandes acontecimientos informativos,
tanto previsibles como imprevistos. Buen ejemplo de ello son los viajes
oficiales de las máximas autoridades de una nación, donde son enviados
especiales los que cubren informativamente los acontecimientos a desarrollar,
en virtud de su especialización, conocimientos, experiencia, estilo propio,
297
etc... Es el mismo caso de las cumbres internacionales, acontecimientos
deportivos o sucesos de gran magnitud o repercusión. La crónica en los
programas de noticias, tiene como objetivo reforzar la importancia o valor
informativo del hecho que se relata para, además de ofrecer información,
facilitar al oyente una visión más pormenorizada, original en el enfoque, e
incluso bajo el prisma personal que puede aportar un especialista en el tema,
conocedor de los personajes y de la trastienda que pueda existir tras lo
evidente del hecho. Se trata de un valor añadido que se aporta a la información
básica que se ofrece sobre la noticia.
Frente al reportaje, y especialmente con respecto a la información pura, la
crónica incorpora una mayor libertad expresiva en la locución, así como un
cierto grado de improvisación en la exposición de los contenidos al oyente.
Por regla general, la crónica no incorpora música, aunque si sonidos
testimoniales o ambientales del hecho. No obstante, todo queda a la capacidad
creativa del autor. En cuanto a la duración, la crónica puede superar en unos
cuantos segundos el tiempo de una información pura sin sonido (30”/40”), sin
llegar a la duración de un reportaje (50”/1’,10”). En todo caso, no más de un
folio.
La Crítica (13.3.3)
Es la expresión de la opinión personal de un periodista, normalmente un
especialista, sobre un hecho concreto de la actualidad de interés e importancia
suficientes, con el objetivo de destacar lo más reseñable del hecho y sus
protagonistas: bien sea en negativo o en positivo. Frente a la crónica, en la que
no se suele pasar de las impresiones o interrogantes personales del autor, en la
crítica se opina directamente sobre el hecho o cuestión de la que se informa.
Se trata de un formato apenas utilizado en los programas de noticias, los
informativos, aunque sí en los programas de actualidad y variedades o
especializados. No es frecuente que en un informativo se de paso a una crítica
como tal, porque aunque se trata de un formato periodístico, no deja de ser una
opinión personal la que se expresa y –ya se sabe-, en los informativos no se
opina: se informa. Ante el oyente, quién ejerce la crítica forma parte y es un
integrante más del equipo de redacción que elabora y pone en antena el
programa, de ahí que no sea conveniente asociar de manera tan directa una
opinión personal con la línea editorial de un programa de noticias que debe
pretender la objetividad y ecuanimidad en la exposición de las noticias.
298
Otra de las razones que determina la escasa presencia de este género en los
informativos, está referida al hecho de que históricamente la crítica ha
quedado reservada para los aspectos creativos del hacer humano (literatura,
cine, teatro, música, etc...), y no para los quehaceres rutinarios de la vida
cotidiana, que es de donde salen las noticias de apertura. Así, no existe el
crítico político, económico o social, sino el cronista o el comentarista político,
económico o social.
Fuera de los informativos, la crítica si es ampliamente utilizada en todo tipo
de programas, especialmente en los de actualidad y variedades, donde
abundan los críticos cinematográficos, teatrales, musicales, literarios y,
también, personajes que ejercen la crítica política, aunque esta - como
veremos más adelante -, suele quedar reservada en la radio para las tertulias y
los debates. Normalmente cada programa -en función de su presupuesto-,
dispone de un grupo propio, más o menos amplio, de críticos que puede o no
compartir con otros programas. Lo normal es que se trate de especialistas con
cierto prestigio y experiencia dilatada en un determinado ámbito de
información o profesional, que no suelen formar parte del equipo del
programa, y que participan a modo de colaboradores con mayor o menor
presencia en antena.
El Comentario (13.3.4)
A diferencia de la crítica, donde se trata de valorar lo mejor y lo peor de un
hecho, en el comentario se trata de la toma de posición del comentarista
respecto de una noticia o asunto de actualidad. Una opinión personal que en
absoluto refleja la opinión del medio, ni siquiera del programa, de cuyo equipo
de edición el comentarista no forma parte. Generalmente son personas
destacadas por su actividad profesional, no necesariamente han de ser
periodistas, y con un cierto grado de popularidad. Por esta circunstancia, el
comentario es un género con muy poco predicamento dentro de los programas
informativos, pero que resulta fundamental en otro tipo de programas; por
ejemplo, los de actualidad, entretenimiento o las tertulias.
Antena 3 Radio fue la primera cadena de radio española que, desde l982,
comenzó a emitir opiniones de comentaristas sobre temas de actualidad
política en sus programas informativos de la mañana, mediodía y noche; lo
que sirvió para abrir la brecha para el desarrollo posterior, y actual
efervescencia, de los programas de opinión en la radio: inexistentes de manera
abierta hasta ese momento. Eran comentarios políticos presentados en antena -
299
dentro de los informativos -, de manera clara y directa como: <<ahora la
opinión de...>>, <<el comentario de ...>>, para marcar ante el oyente, que lo
que iban a escuchar a continuación no era información. Se trataba de
comentarios de contenido político o social, que progresivamente se fueron
haciendo hueco en los programas, hasta transformarse en tertulias
radiofónicas. La actual existencia en todas las emisoras de programas
específicos de opinión o apartados dentro de los propios informativos, hace
que el comentario, en la práctica, no sea utilizado dentro de los programas de
noticias.
El comentario debe ser necesariamente breve, entre 20 y 30 segundos, ya que
cuanto más se alargue y más conceptos mezcle, más se dificultará la
comprensión para el oyente. Exige del comentarista coherencia argumental en
la exposición de los conceptos e ideas de manera directa y sencilla, y una
cierta riqueza verbal; cualidades no muy frecuentes entre los abundantes
comentaristas radiofónicos del momento, en los que los titubeos y la continua
redundancia son moneda habitual. Con respecto al lenguaje, y como siempre
en la radio, debe situarse a medio camino entre el culto y el excesivamente
popular o chabacano, a pesar del relativo éxito del tono vulgar y hasta procaz
del algunos y, también, de la tentación de manifestar el carácter docto de la
opinión expresada, por medio de la reiteración en las citas y <<latinajos>>.
El Editorial (13.3.5)
Se trata de un formato muy raramente utilizado en la radio, reservado para
acontecimientos de una muy amplia repercusión social. Supone la toma de
posición del medio con respecto a un hecho de actualidad, cosa que sucede a
diario con los periódicos, pero no así en la radio donde, como regla general,
no se adopta postura sobre ningún hecho de la actualidad. En la reciente
historia de la radio española, A-3 Radio fue de las pocas emisoras que
editorializo desde sus micrófonos con respecto a la Ley de Televisiones
Privadas que el Gobierno socialista de la época tenía en elaboración. Otro
momento en el que algunas emisoras de radio hicieron público un editorial, en
este caso a favor de la democracia, fue con motivo del fallido golpe de Estado
del 23 de febrero de 1981. En el caso de hacer público un editorial, este suele
emitirse en los programas informativos o boletines horarios, normalmente
leído por un locutor profesional y no por un periodista.
300
Distinto a un editorial, es la toma de posición que con respecto a un tema de
la actualidad puede adoptar, en un momento determinado, el director-
conductor de un programa en concreto. En este caso, se tratará de la opinión y
criterio personal del director del programa respecto de un asunto específico, y
no de la postura de la emisora o cadena de emisoras por donde se emite. En
todo caso, y de llevarse a la práctica, el editorial radiofónico debe ser diáfano
en el contenido, contundente y breve.
La Entrevista (13.3.6)
Es el formato más utilizado en la radio, junto con la conexión en directo, la
información pura y el reportaje. La entrevista tiene cabida en todo tipo de
programas, especialmente en los informativos, como elemento que aporta
credibilidad a la información que se ofrece y, por extensión, al propio medio.
Al igual que en prensa y televisión, en la radio también se dan todos los
formatos de entrevistas posibles: actualidad, personalidad, profundidad,
humorística, psicológica, testimonio, etc...; a los que aporta los recursos
expresivos que ofrece el medio: música, sonidos, efectos sonoros y silencios.
La entrevista existe en la radio desde sus orígenes y hoy es la esencia de su
programación diaria, en la que son entrevistados decenas de protagonistas
sobre los temas más variados y con las puestas en antena más diversas.
Aunque a priori puede parecer el formato más sencillo de llevar a la práctica,
la realidad demuestra que la entrevista en radio es, probablemente, lo más
complicado de presentar y exponer a la audiencia. Exige de quién la realiza
una buena percepción del sentido del tiempo radiofónico, claridad de ideas,
buena exposición verbal y concreción en las preguntas, cierto grado de
psicología para entender al personaje y su circunstancia, agilidad mental para
salir de situaciones comprometidas; y personalidad suficiente para llevar las
riendas de la conversación -sin desviaciones ni divagaciones-, hacia el
objetivo informativo que se persigue.
Problemas más frecuentes
Las mayores complicaciones de la entrevista radiofónica se
concretan en el momento de la presentación, en la formulación de
las preguntas, en la conducción de las interrupciones y
desviaciones que se pueden producir durante la misma, y en la
manera de poner el punto final a la conversación. Aunque la
manera de abordar y soslayar estos retos siempre dependerá del
301
contexto sonoro y tipo de programa, como criterio general válido
para todos los casos: lo mejor es ser directo en la presentación y
finalización, concreto en el contenido de las preguntas, y
contenido en el uso del tiempo. Junto a estas, la que sin duda es
regla de oro no sólo ya para la radio, sino para todos los medios
de comunicación: escuchar lo que el entrevistado responde a la
pregunta que se le acaba de formular. Sin duda, uno de los errores
que con más frecuencia se produce en los medios audiovisuales
es la reiteración en un mismo y único argumento o idea a lo largo
de toda la conversación.
Una presentación directa del personaje evitará desperdiciar
tiempo (y así formular más preguntas), circunloquios que
desorienten o abrumen al oyente, y posibles errores en los datos
(cuanto más se habla más se yerra) Más de una vez se oyen en la
radio parrafadas larguísimas - normalmente laudatorias -, para dar
paso a una entrevista, lo que resta interés a lo que en verdad
importa: lo que pueda decir el propio protagonista en ese
momento, ya que para eso se le entrevista.
Las divagaciones e incluso verborrea en la que pueden incurrir
los entrevistados plantea uno de los mayores retos para el
profesional del medio: ¿cómo cortar la disertación?. Sobre todo:
¡con decisión!. No hay error más patético que el de un
entrevistador que intenta con reiteración y timidez en el tono,
poner fin al discurso de un entrevistado que se está yendo por las
ramas. El <<por favor, d...>>, <<sr. d.... le pido que...>>, <<D...,
le ruego que...>>, son algunos de los latiguillos más empleados.
En estos casos hay que demostrar decisión y una cierta autoridad
por parte del entrevistador. Si se interviene para cortar, hay que
seguir hasta el final, y no hacer un apunte y dejar que el
entrevistado siga adelante con la perorata. Con la cortesía
necesaria en las formas, la voz del entrevistador debe
superponerse a la del entrevistado con una ligera elevación del
tono (indicando al técnico que baje el volumen del micrófono del
entrevistado, si llega a ser necesario), y debe ser más directo en la
interpelación: <<se acabó el tiempo>> o un <<no está
respondiendo a la pregunta>>, son afirmaciones ante las que
todo entrevistado reacciona.
302
Si el discurso prolijo y embarullado crea problemas, no son
menores los que plantea al entrevistador un personaje parco en
palabras, cuyas respuestas se limitan a monosílabos y poco más.
En estos casos, lo mejor es renunciar a la entrevista, si esta no es
de una importancia capital para la información. Si es así, lo mejor
es formular el menor número posible de preguntas y ser rápido en
el planteamiento de las mismas para evitar los tiempos muertos,
de silencio, que provocan este tipo de situaciones.
La manera de plantear las preguntas es otro de los quebraderos
de cabeza de todo entrevistador radiofónico, especialmente si el
entrevistado está versado en el trato con los medios de
comunicación o no está muy interesado en colaborar con el
objetivo informativo del periodista. Es un quebradero de cabeza,
sobre todo para los profesionales que olvidan que lo importante
son las respuestas y no quien formula las preguntas. Cuantas
veces se oyen por radio preguntas largas, que perece que no se
acaban nunca o alardes de erudición y conocimiento por parte del
que pregunta, cuando al oyente lo que le interesa es lo que diga el
invitado. De nuevo volver a lo que es la esencia del medio da la
clave: las preguntas deben ser cortas y concretas.
El mayor error en la radio es formular preguntas genéricas o
abiertas a los entrevistados, porque es la manera de dar manga
ancha al entrevistado para que tome el camino que quiera, lo que
le da pié para enrollarse. Una presentación breve y directa y unas
preguntas concretas permitirán un mejor control del desarrollo de
la entrevista y de su duración, además de evitar el agobio que a
muchos les supone ver como pasa el tiempo y que hay que
despedir al invitado. Y para despedir lo mismo que para
presentar: breve y directo, lo que implica obviar la retórica barata
y la reiteración en el agradecimiento al invitado que, fácilmente,
puede llevar al error tonto – y bastante frecuente -, de no saber
como finalizar el propio discurso.
303
Modelos de puesta en antena
De manera genérica en la radio se pueden plantear tres
situaciones distintas de entrevista y de puesta en antena: la que se
produce en el momento - <<in situ>> - al hilo de la noticia que se
acaba de producir, las previstas en el guión del programa
pactadas con anterioridad, y las entrevistas grabadas (enlatadas) .
En el primer caso no hay preparación posible, todo queda a la
agilidad mental, conocimiento del medio y datos previos que
pueda tener el redactor en ese momento sobre el hecho que tiene
que contar a la audiencia. En estas situaciones (los testigos de un
suceso, los protagonistas de la noticia que acaba de suceder, los
asistentes a un acto cultural, etc...), las entrevistas tienen que ser
breves ya que se trata de obtener de cada uno de ellos un dato
puntual y concreto, un a impresión, que contribuya a enriquecer la
descripción del hecho o matizar la noticia. La presentación del
entrevistado debe ser directa, sin retórica alguna.
En la entrevista concertada de antemano la asignación de tiempo
que se establece para la misma en el guión, no sólo permite una
labor de preparación y documentación, sino que marca los límites
con respecto al contenido que se puede abordar, y el modo y
manera en que se deben plantear las preguntas: a más tiempo
asignado más asuntos se pueden tratar, y menos a la inversa. A la
hora de la puesta en antena de la entrevista pactada, no existe un
patrón concreto a seguir ya que cada profesional, cada
presentador, suele tener el suyo propio. En todo caso, la manera
de presentar al invitado y la primera pregunta que se formula, son
las que van a dar el tono del resto de la conversación, de ahí que
las posibilidades sean infinitas, tantas como personalidades
diferentes tienen los presentadores de los innumerables
programas radiofónicos que existen. No obstante, se pueden
definir algunos esquemas de actuación que suelen ser los más
frecuentes. Hay quién comienza por intentar ganarse al personaje
con una primera pregunta en tono amable, sobre alguna cuestión
o dato que no espera, con el objetivo de que el entrevistado relaje
su posible estado de nervios, prevención o desconcierto ante lo
que le espera. En la banda opuesta, otros profesionales se inclinan
por un tono más directo, con una presentación breve del invitado,
y con una primera pregunta que entra de lleno en el meollo de la
304
cuestión que tiene al entrevistado como protagonista. En este
caso, se trata de hacer ver al interpelado que la entrevista que se
plantea no va a dar pié a paños calientes, retórica o circunloquios
y que, por lo tanto, sus respuestas deben ser breves y concretas.
La puesta en antena de entrevistas grabadas previamente tiene la
gran ventaja de poder ajustar su duración y contenido al objetivo
informativo que se persigue. En el otro lado de la balanza, su
emisión puede romper el ritmo del programa hasta ese momento,
además de exigir de un ajuste en cuanto a su presentación a la
audiencia. A este respecto existen, básicamente, dos opciones: el
falso directo o su presentación como fragmento de un diálogo
mantenido con anterioridad con el entrevistado. En la radio, la
emisión de un falso directo (plantear la grabación de la entrevista
como si se estuviera emitiendo en ese momento), es más
frecuente en los programas de variedades y entretenimiento que
en los informativos, donde prima la información en directo y en
caliente, y en los que el mantenimiento de un ritmo sostenido es
un elemento básico para retener la atención del oyente,
El desarrollo de la conversación
En cuanto al desarrollo de la conversación, hay profesionales
que se decantan por seguir - sin apartarse un milímetro -, lo
escrito en el guión y las preguntas previstas en el mismo. Otros,
por el contrario, lo dejan todo a la improvisación del momento de
acuerdo a una idea o concepto base. A medio camino de ambos se
sitúan los que alternan las preguntas escritas en el guión con las
que pueden surgir al hilo de la conversación o los que van
formulando las preguntas, en función de las respuestas y lo
escrito por ellos mismos en un papel, donde figuran apuntadas las
ideas o temas sobre los que no se puede dejar de preguntar. El
gusto y la capacidad personal de cada cual, es lo que define la
adscripción a un modo u otro de hacer las cosas. Aunque existen
otros, los tres supuestos descritos son los más comunes, cada uno
de ellos con sus ventajas y sus inconvenientes.
305
El editor que sigue de <<p a pa>> lo escrito en el guión, tiene la
ventaja de jugar con mayor seguridad (control de la entrevista,
ajuste del tiempo, etc...), siempre y cuando lo escrito no contenga
errores de bulto, en cuyo caso el entrevistador que no domine el
tema del que habla o el medio radio, se quedará bloqueado, en
blanco, al haber fiado todo a lo escrito en el guión. En la banda
opuesta, esta manera de hacer las cosas puede, por su propio
encorsetamiento, resultar poco natural, fría - incluso de
compromiso -, de cara a la audiencia; además de relajar al
entrevistador que puede restar atención a las respuestas del
invitado, lo que le puede llevar a perder la posibilidad de dar un
giro de mayor interés a la conversación.
Dejar todo a la improvisación tiene la ventaja de la frescura del
directo, de lo que se va forjando sobre la marcha, pero exige del
profesional un gran dominio del lenguaje y el medio, además de
unos conocimientos más que genéricos sobre los temas a tratar
con el entrevistado. El riesgo que se corre no es ya meter la pata (
por ejemplo, con el dato recordado en ese momento que resulta
erróneo), sino que el entrevistado pueda tener mucha más
información que el entrevistador y pueda intentar desbordarle
para salir de una situación que puede interpretar como un acoso
a su persona o a su actuación en un hecho concreto de la
actualidad. Quedarse en blanco, el bloqueo mental momentáneo,
es otro de los riesgos propios de este tipo de planteamientos. Una
inesperada y rápida respuesta del entrevistado o una interrupción
inopinada de su discurso, pueden dejar en blanco al entrevistador
para poder continuar con la conversación. De ahí que sólo los
profesionales con muchos años de experiencia a la espalda sean
los que se lancen a este tipo de entrevista de riesgos indudables,
aunque mucho más natural, fresca y directa. Sin la necesidad de
llegar a tanto, la naturalidad y la frescura también están presentes
en una conversación en la que el entrevistador alterna el
cuestionario previsto en el guión, con las preguntas surgidas
durante la conversación o de las notas apuntadas en un papel con
los temas que es necesario tratar.
306
Durante el desarrollo en directo de la conversación se pueden
producir situaciones inesperadas, interrupciones de diverso tipo:
pérdida de la señal de nuestro interlocutor, corte de la línea de
comunicación, voces que se cuelan durante la conversación, etc ...
Cuando sucede uno de estos supuestos, la reacción natural en la
que suelen incurrir la gran mayoría de los presentadores -la
primera salida que se les ocurre -, es la de descargar la
responsabilidad del supuesto fallo. Se produce la misma situación
que la ya descrita en el epígrafe relativo a la conexión directo.
Así, en el caso de una entrevista en directo que se interrumpe
inopinadamente, la salida que debe buscar el presentador debe ser
la más natural: son <<los imponderables del directo>>.
Tampoco existe un esquema ni modelo a aplicar en cuanto a la
coreografía radiofónica que puede emplearse en la puesta en
antena de una entrevista. Existen tantas como tipos de programas
y profesionales: la creatividad de cada uno y la capacidad de
maniobra dentro de un contexto sonoro, de un programa, son los
que determinan el número posible de modelos a seguir. Dar
entrada en antena al invitado con una música previa o efecto
sonoro, recuperar su propia voz de entrevistas ya pasadas,
introducir efectos sonoros en determinados momentos,
conexiones en directo, etc..., son algunas de las múltiples
posibilidades que ofrece el medio. Es pues el contexto sonoro en
el que se integre la entrevista, el que determinará el tratamiento
sonoro y el planteamiento discursivo de la conversación.
La entrevista en los programas informativos
En los informativos, la necesidad de ajustarse a guión muy
definido obliga a que las entrevistas sean breves y concisas: se
busca la noticia, opinión o precisión del invitado de manera
rápida y directa. No se trata de entrar en profundidad sobre el
tema. No hay tiempo para ello, puesto que la duración de la
entrevista vendrá determinada por el resto de temas de actualidad
que vayan a incluirse en el informativo; y por el resto de
entrevistas o conexiones en directo que estas otras noticias
puedan incorporar.
307
Esta circunstancia es la que determina que los circunloquios o las
presentaciones prolijas y retóricas estén demás en las entrevistas
en los informativos. De igual modo, es en este tipo de espacios es
donde hay que ser más concreto y directo en el planteamiento de
la conversación y formulación de las preguntas, ya que de lo
contrario el entrevistado tardará más en centrarse y prolongará el
tiempo de respuesta. En este sentido, el conductor de la entrevista
deberá estar atento para evitar cualquier divagación que aleje al
entrevistado de una respuesta concreta, por lo que se hace
necesario interrumpirle para no perder el tiempo, y volver a
situarle en el tema por el que se le pregunta. Preguntas que
deberán ser más cortas que en ningún otro tipo de programa,
especialmente ante un entrevistado escurridizo. En este caso, la
formulación breve permitirá reiterar más veces y con distintas
palabras la cuestión central que se plantea al entrevistado, hasta
conseguir el objetivo informativo que se persigue o que el
interrogado, opte por declarar de manera manifiesta que sobre el
asunto que le planteamos no se va a pronunciar.
La despedida también debe ser breve y concisa. En todo caso, y
esto es muy frecuente, no está demás recordar el dato sustancial
de lo declarado por el invitado y agradecer brevemente su
participación en el programa.
La entrevista en los Programas no informativos
La enorme variedad de planteamientos sonoros y temas que se
abordan en forma de programas específicos sobre un área
temática determinada o como programas <<vagón>> de
actualidad y variedades (“magazine”), no permite definir un
patrón con respecto a cómo abordar y plantear las entrevistas en
los programas no informativos. En principio, será el contexto
sonoro de cada programa, el tono del mismo, el que definirá en
cada caso la realización de las entrevistas. De todos modos,
también en programas sigue siendo válido aquello de que: <<lo
bueno si breve, dos veces bueno>>.
308
Si bien es evidente que no es lo mismo el tratamiento y
desarrollo de una conversación con un invitado en un programa
de tono intimista o de humor, que en uno de informática o
cultural; sí se pueden diferenciar distintos modelos de entrevistas
en función del grado de participación del invitado en el programa.
En este sentido, un invitado que es entrevistado de manera
puntual por teléfono para hablar, por ejemplo, de su último
estreno; no tiene el mismo tratamiento en antena que el invitado
que acude al estudio y que acompaña al presentador del programa
durante una gran parte del mismo, a lo largo de la cual se van
alternando preguntas con, por ejemplo, llamadas de oyentes,
conexiones en directo, concursos, etc... Este tipo de entrevistas
son propias de los programas de actualidad y variedades de media
mañana y de la tarde. En ellos son frecuentes las entrevistas en las
que se indaga sobre la personalidad del entrevistado, a través de
su actividad profesional y de sus gustos y opiniones personales
sobre todo tipo de aspectos de la actualidad y la vida cotidiana.
Generalmente, este tipo de entrevistas arrancan de un rápido
repaso a la biografía del protagonista o con el resultado de su
último trabajo profesional, con el objeto de situar al oyente.
Conversaciones en las que se llega a traspasar (especialmente en
los programas de humor o de puro entretenimiento), la distancia
que separa al entrevistador del entrevistado en cuanto a
mantenimiento del tratamiento de usted, para propiciar así su
complicidad y participación directa en la realización del propio
programa.
La Tertulia (13.3.7)
Entre los distintos géneros periodísticos, la tertulia es el más genuinamente
radiofónico, ya que el juego de opiniones y distintos puntos de vista que en
ella se exponen - el diálogo y la contraposición de ideas -, define la propia
esencia de la radio: ofrecer a la audiencia la riqueza de matices de la sociedad
a la que se dirige.
La tertulia radiofónica vive un momento floreciente en la radio española,
aunque no siempre ha sido así. Su vuelta a la programación de las emisoras
arrancó tímidamente con la creación de las cadenas privadas en los primeros
años ochenta, después de décadas en las que la tertulia radiofónica estuvo
vetada como expresión libre de las opiniones de los ciudadanos y
309
protagonistas de la actualidad o, en todo caso, con un papel residual o de mero
reforzamiento del orden social impuesto por el sistema político imperante: la
dictadura. Uno de los ejemplos más significativo del tipo de programas de la
época, en los que oyentes sólo intervenían o participaban por medio de cartas,
es el famoso consultorio sentimental de <<Elena Francis>>, personaje ficticio
que a través de sus consejos y recomendaciones propalaba sin pudor la
mojigatería social, y la docilidad y sumisión de la mujer ante al hombre.
Antena 3 Radio y unos meses antes Radio 80, fueron las primeras cadenas de
radio privada que de manera abierta introdujeron la tertulia en sus
programaciones. El referente anterior fue el programa <<H-25>> de la Cadena
Ser, que ya a finales de los años setenta introducía tímidamente opiniones y
valoraciones sobre hechos de la actualidad, aunque <<controlando>> el
contenido político de las mismas por motivo de la censura. Estas primeras
tertulias, a principios de los años ochenta, comenzaron por tratar temas de la
vida cotidiana, noticias de calado social y cultural, sin lanzarse abiertamente a
la tertulia de contenido político. Eso vendría con el tiempo y, especialmente, a
raíz del fallido golpe de Estado del 23 de febrero de l981, en el que la radio
tuvo un protagonismo especial. A partir de ese momento, las tertulias, que
hasta entonces habían sido acogidas con recelo y prevención por las cadenas
radiofónicas ya consolidadas (SER, COPE, RNE), comenzaron a extenderse a
todas ellas, pero ya abiertamente centradas en la valoración y opinión sobre
temas de claro contenido político. A comienzos del siglo XXI las tertulias, y
especialmente las de análisis de la circunstancia política del momento, son las
estrellas en las programaciones de las distintas cadenas radiofónicas, hasta el
punto de haber trasladado el modelo a las televisiones. Las últimas grandes
cadenas de radio en incorporar la tertulia de contenido político a su
programación fueron la Cadena SER y RNE, a mediados de los años noventa.
Hoy, todas las cadenas radiofónicas incluyen en sus programas estelares
tertulias de todo tipo, con especial despegue en los últimos años para las que
se centran en el genéricamente denominado <<mundo del corazón>> o
<<prensa rosa>>. Con todo, la verdadera fuerza de la tertulia radiofónica
actual radica en aquellas que centran su contenido en los temas políticos y
sociales. Con el paso de los años, las tertulias han venido a desarrollar y a
poner en evidencia una de las capacidades del medio radio que
tradicionalmente no ha sido valorada en su verdadero papel: su capacidad para
crear y generar estados de opinión en la sociedad, papel que históricamente se
ha reservado para sí la prensa escrita y posteriormente la televisión, y que
situaba a la radio en un segundo plano, como medio limitado a la exposición
310
de los hechos, pero no a generar opinión en torno a ellos. Hoy, la Radio y lo
que se dice en ella, es objeto de un seguimiento continuo desde las esferas y
ámbitos de decisión políticos y sociales, en pié de igualdad con la prensa
escrita o la televisión.
Buena muestra de que la tertulia es un género genuinamente radiofónico,
radica en que tiene encaje en todo tipo de programas, en unos de manera fija
como parte integrante del mismo y, en otros, de manera periódica o en función
de la actualidad del momento. En el ámbito de los informativos, la tertulia se
ha convertido en la parte sustancial de los informativos nocturnos de todas las
grandes cadenas, en los que tras un breve resumen de la actualidad del día que
termina, la mayor parte del programa se destina al análisis y valoración de la
información. Los informativos matinales también incorporan la tertulia como
elemento esencial, al que llegan a destinar una hora completa - e incluso más
en numerosas ocasiones -, del total de la duración del programa. Aún en el
ámbito de los informativos, la tertulia suele estar presente en los programas
especiales realizados con motivo de acontecimientos de importante calado
social; por ejemplo, el congreso nacional de una formación política, la
celebración de elecciones, el campeonato mundial de fútbol, etc...
En los programas vagón o <<magazine>> de la mañana y de la tarde es muy
frecuente que se ofrezcan al oyente no una, sino varias tertulias de temas
distintos. Así, por ejemplo, en los de mañana, tras la tertulia política de
primera hora del día, posteriormente se ofrece una tertulia sobre temas
culturales y sociales, para terminar a media mañana con tertulias sobre moda y
crónica social. En los <<magazine>> de tarde también se plantean al oyente
distintas tertulias, normalmente agrupadas por temas en días distintos de la
semana. Los asuntos que en ellas se abordan suelen centrarse - de manera
genérica y al hilo de la actualidad -, en las eternas cuestiones de las relaciones
humanas o en retomar noticias ya pasadas pero de amplia repercusión social,
para observar los aspectos humanos y circunstancias que dieron lugar al hecho
noticioso.
El papel del presentador en la tertulia
Si difícil es realizar una buena entrevista radiofónica, bastante
más complicado es coordinar y dirigir una tertulia, por la sencilla
razón de que el interlocutor no es uno, sino varios. Esta cuestión
del número no es baladí en radio, ya que como se ha expuesto en
capítulos anteriores, no hay que excederse en el número de
311
sonidos –de voces en este caso -, que se obliga a retener a la vez
al oyente. Pero no sólo la capacidad de atención del que escucha
la radio es importante, sino también el hecho de que un número
excesivo de opiniones y puntos de vista tiende a diluir el
contenido del asunto que originó la discusión y contraposición de
ideas. La experiencia avala en este sentido, que el número de
participantes en una tertulia no debería exceder de tres o cuatro
invitados, más el presentador del programa. Con un número
superior se corre el peligro de que los oyentes puedan confundir
las voces de unos con otros, sobre todo cuando se entra en
diálogo directo entre los invitados, y mucho más si ese diálogo
sube de tono y se calienta, momento en el que las voces de unos y
otros se amontonan en el oído de quién permanece a la escucha.
Lo primero que se debe tener presente a la hora de dirigir una
tertulia – y que con mucha frecuencia olvidan los presentadores -,
es que el objetivo informativo que se persigue es simplemente el
de exponer distintos puntos de vista sobre un mismo asunto; y no,
extraer conclusiones sobre nada. La tertulia no tiene nunca una
conclusión. Eso, la interpretación, debe quedar siempre para
quién la escucha, para el oyente, al que muchos tertulianos
parecen empeñados en tratar como un niño pequeño al que hay
que guiar y mostrar el camino. El papel del presentador debe ser
el de dar juego a todos los participantes, temas para la
conversación, y propiciar una circulación fluida de opiniones e
ideas. Se trata de encarrilar el diálogo, lo que supone estar atento
a cuando un tema está agotado – por la reiteración en los
argumentos -, y cuando hay que cambiar y dar un giro. Depende
ya de la valentía y arrojo de cada presentador, el intervenir o no
con opiniones propias en pié de igualdad con el resto de
tertulianos: una cosa es proponer a los compañeros de tertulia
dudas, interrogantes o posibles interpretaciones de un hecho, que
podría realizar cualquier ciudadano; y otra muy distinta entrar a
opinar abiertamente.
Cambiar el argumento de la tertulia y cuando debe hacerse, no es
cosa sencilla. La mayor duda que asalta al profesional, es decidir
en el momento en que la conversación se calienta entre los
invitados, si es bueno permitir el acaloramiento, el ataque directo
entre ellos, o si es mejor cambiar de tema; cuestión que da lugar a
312
nuevos interrogantes. ¿Se debe buscar el enfrentamiento entre los
tertulianos?, ¿es bueno que la conversación sea acalorada?, ¿se
debe ir más allá y, de manera deliberada, buscar el espectáculo
que supone que dos o más participantes se enzarcen en una
discusión de alusiones personales? La respuesta a estos
interrogantes siempre será motivo de opiniones encontradas y
apasionadas entre los profesionales del medio, por lo que será el
criterio y concepción de la ética profesional que tenga cada uno,
la que defina la manera de actuar en estas situaciones. En todo
caso, y en líneas generales; en cuanto al primer interrogante, no
es lo mismo estimular e incentivar la controversia, que propiciar
el enfrentamiento. Si se debe o no mantener en antena una
conversación acalorada, siempre dependerá del grado de calor
que se alcance y cuanto se prologue la disputa. Una conversación
muy acalorada mantenida durante unos cuantos minutos (de tres
a cinco, a lo sumo), termina por perder interés y convertirse en un
griterío para el oyente, ya que no se argumenta y se propicia el
insulto. Buscar deliberadamente el espectáculo del
enfrentamiento entre invitados, supone caer en un recurso
demasiado burdo y fácil, que se aleja bastante de un básico
equilibrio ético en el ejercicio de la profesión. No obstante,
siempre deberán prevalecer las normas que dicta el buen gusto y
el respeto que merecen tanto los invitados, como los oyentes.
Nunca es bueno acorralar hasta el acoso a ningún invitado o
tertuliano, ni permitir las invectivas personales entre los mismos.
Eso tampoco quiere decir que la tertulia tenga que ser plana o
excesivamente formalista. La pericia y conocimiento profesional
del presentador se pondrá de manifiesto si consigue llevar la
conversación a un grado de implicación e incluso apasionamiento
estimulante entre los tertulianos, pero sin que se supere la barrera
de la agresión verbal y las actitudes chulescas y barriobajeras.
Lo que también es labor primordial del conductor de una tertulia,
es evitar que la misma se adentre por la senda del <<cultismo>>
y el lenguaje que complique o dificulte la comprensión del oyente
medio. Es frecuente que los tertulianos aprovechen sus
intervenciones para hacer alardes de conocimientos, datos y
terminología, con el objetivo de demostrar su erudición y basta
cultura; hecho este que el oyente terminar por aborrecer y que se
vuelve, a la postre, en contra de quién incurre de manera reiterada
313
en tamaña patochada . De igual modo, el presentador deberá estar
atento ante los excesos de verborrea (que también los hay, y de
manera abundante), y las divagaciones de los invitados, que
muchas veces sólo buscan protagonismo personal y restar tiempo
a las intervenciones y opiniones de los demás contertulios
Los “tertulianos”
Si bien la figura del comentarista radiofónico o la del
colaborador experto en una determinada materia es un clásico en
la radio, no ocurre lo mismo con el personaje del <<tertuliano>>,
término que fue puesto de moda, de actualidad, por el periodista
Miguel Ángel García Juez, en las primeras tertulias radiofónicas
que comenzó a emitir A-3 Radio allá por los años 1984/85, en la
tertulia que se ofrecía a la audiencia todos los días a las cuatro y
media de la tarde. Término, el de <<tertuliano>>, que tuvo una
feliz – aunque lenta -, propagación en el mundo radiofónico, hasta
el punto de que hoy son así denominados todos los participantes
de las muchas tertulias que se radian en las distintas cadenas y
emisoras. Término que por decantación ha dado lugar a la
utilización del plural <<tertulianos>>, lo que ha dejado en el
olvido al tradicional de contertulio y contertulios: hoy
prácticamente en desuso. Quizá la derivación y éxito de los
términos <<tertuliano>> y <<tertulianos>> obedezca a que
definen con mayor precisión las características propias y la
función que desarrolla en la radio de hoy este nuevo modelo de
personaje radiofónico, distinto del clásico especialista o
comentarista especializado en un área de la información concreta,
cuyo concurso en las tertulias radiofónicas se limitaba a expresar
sus opiniones, exclusivamente, en asuntos relacionados con su
especialización.
Hoy en las tertulias de la radio – y esa es la principal diferencia
respecto del contertulio de hace unos pocos años -, los tertulianos
opinan libremente de todo, de cualquier materia informativa, sea
o no su especialización o el área informativa o social en la que
puedan estar más versados. Para llegar a esta situación hubieron
de producirse en los últimos quince años una serie de cambios –
no menores -, dentro del concepto que la propia empresa
radiofónica tenía históricamente, con respecto a lo que es la
314
expresión libre de las ideas a través de sus micrófonos; cambio de
concepto directamente relacionado con la progresiva influencia
social del medio radio, como generador de estados de opinión.
Para entender ese cambio de concepto hay que acudir al propio
origen de la radio (considerada como un mero elemento de
entretenimiento), y a su posterior transformación en el medio
informativo por excelencia (por su inmediata capacidad de
reacción ante la noticia); sin olvidar las cuatro décadas de censura
a las que se vio sometida la radio española por imposición de la
dictadura franquista. Por todas estas razones, la empresa
radiofónica en España ha sido tradicionalmente renuente no sólo
a manifestar su opinión o tomar posición como tal empresa-medio
ante cualquier hecho relevante o trascendente de la actualidad (la
última con motivo del fallido golpe de Estado del 23 de febrero
de 1981); sino también a la expresión a través de sus micrófonos
de las opiniones particulares de los profesionales del medio, por
miedo a que pudieran ser interpretadas por la audiencia, como
una toma de posición por parte de la propia empresa radiofónica.
Es por ello que las empresas siempre han tomado una gran
cantidad de cautelas a la hora de decidir qué profesionales podían
o no emplear sus micrófonos para exponer sus opiniones o
disponían de capacidad suficiente para elegir libremente a los
integrantes de las tertulias de sus respectivos programas, en
especial, las de contenido político.
Hoy esos temores de las empresas radiofónicas no es que hayan
desaparecido, aunque si se ha abierto mucho más la mano y se ha
perdido el miedo de decantarse – como un agente social más -,
ante la contundencia de los hechos: el propio éxito de audiencia
de las tertulias (el oyente de hoy no sólo quiere información, sino
que demanda opinión), y la necesaria adecuación del medio a una
nueva realidad social, en la que los ciudadanos demandan un
cierto grado de controversia y de puntos de vista diferentes e
incluso encontrados, para poder forjarse un criterio propio sobre
la actualidad que se le cuenta. Y ese es el papel que cumplen hoy
los <<tertulianos>>, mientras que el de las empresas radiofónicas
se concreta en procurar que sus tertulias sean lo más equilibradas
que sea posible, en cuanto a las distintas posiciones que a través
de los tertulianos se puedan expresar; aunque esto –como sucede
315
con la objetividad -, no deja de ser un ideal utópico a perseguir al
confrontar la realidad cotidiana de las tertulias.
Aunque en un principio las tertulias de contenido político se
formaron en torno a periodistas (generalmente de prensa escrita y
la televisión), especializados en información política a los que se
pedía que aportaran información propia y diferenciada a la
tertulia; pronto se vio que la valoración y la opinión cobraban
todo el protagonismo, y que quedaba en un discreto segundo
plano la información diferenciada solicitada a los expertos. El
transcurrir de los años ha ido decantando la situación, al dar
entrada en las tertulias a otro tipo de profesionales, ajenos incluso
al mundo del periodismo (políticos, catedráticos, sociólogos,
economistas, escritores, empresarios, etc ...); hasta llegar a la
situación actual, en la que los periodistas especializados en
información política son sólo un grupo minoritario, dentro del
conjunto de <<tertulianos>> de las distintas cadenas y emisoras.
Hoy el integrante de las tertulias, el tertuliano, es un profesional
que no necesariamente tiene que ser periodista o proceder del
denominado genéricamente <<mundo de la cultura>>, que desde
el ejercicio de su actividad laboral ha adquirido un
reconocimiento a su trayectoria; y que interviene en la tertulia en
calidad de analista u observador social en función de sus
conocimientos y experiencia. Al tertuliano no se le exige que
aporte información diferenciada, sino que se defina, que tome
postura, sobre los distintos asuntos que la actualidad ofrece cada
día, bien sean estos de carácter político (nacional e internacional),
económico, sindical, social, cultural, etc... Ello obliga al
tertuliano, con su sucesiva presencia en las tertulias, a definir su
personalidad e ideología ante la audiencia que es, al fin y al cabo,
por lo que se les paga; ya que lo que se busca es precisamente el
contraste de pareceres y personalidades con los que el oyente
pueda extraer su propia opinión, bien sea por que comparte o
rechaza lo expuesto por los distintos tertulianos. En resumen, ese
opinar y aparente saber de todo que tantas críticas les acarrea, es
lo que precisamente justifica la presencia del tertuliano en las
tertulias y su misma razón de ser.
316
El Debate (13.3.8)
El debate es otro género periodístico de amplía trayectoria en el mundo
radiofónico, sometido a los mismos avatares que todos aquellos géneros que
entrañan la confrontación y libre expresión de ideas. Al igual que las tertulias,
los debates volvieron a las programaciones radiofónicas con la llegada de la
democracia. Los temas de contenido social fueron los primeros en ser objeto
de debates radiofónicos, en especial los de ámbito local, con el objetivo de
acercar la radio a los problemas cotidianos de la audiencia. Los primeros
debates de contenido político comenzaron a emitirse en Antena 3 Radio, con
motivo de las elecciones municipales de 1984 y las elecciones generales de
1986. Debates realizados en directo y cara al público (generales del 86), desde
los salones de Mayte Comodore en Madrid, con gran éxito de asistencia. Hoy
los debates no tienen un gran predicamento dentro de las programaciones
radiofónicas, en las que no suele haber programas específicos de debate como
tal. La programación de un debate responde en la radio de hoy a lo que ofrezca
la actualidad del momento, que es la que determinará el interés o no en la
realización de un debate radiofónico. La llegada de las campañas electorales
es el momento en el que las grandes cadenas suelen programar debates entre
representantes de las principales formaciones políticas, para exponer el
contraste entre los distintos programas electorales, con respecto a uno o varios
temas concretos. En el ámbito de la información local es donde el debate tiene
una mayor presencia, aunque con una variante del formato tradicional que
consiste en someter al invitado, generalmente un responsable municipal, a las
preguntas que en directo quieran formular los oyentes.
En cuanto a la puesta en antena de un debate, lo aconsejable para conseguir el
objetivo de exponer con claridad a la audiencia los argumentos de las partes
confrontadas en torno a un asunto concreto, es que la posiciones representadas
en el programa no sean más de tres, si bien el ideal es que sólo sean dos. La
presencia en un debate de cuatro o más posturas divergentes en torno a un
mismo asunto tiene como efectos negativos: el de prolongar en exceso la
exposición de los argumentos de las distintas partes, lo resta capacidad de
intervención a todos los participantes; además de que se corre el peligro de
que se produzca una gran desproporción en el uso de la palabra entre unos y
otros participantes, lo que generalmente da lugar al malestar y enfado de los
que se sienten maltratados. Todo ello unido al hecho de que más de tres voces
en una discusión algo acalorada, son difíciles de diferenciar por el oyente que
tenderá a perder interés, si tiene que hacer un esfuerzo especial por identificar
en cada momento a quién está en el uso de la palabra.
317
Aunque lo normal al término de un debate es que los distintos participantes
no queden del todo satisfechos con el tiempo que se les ha asignado y se lo
recuerden al moderador por medio del recurrente y reiterativo argumento de:
<<no he tenido tiempo para exponer con claridad nuestra propuesta>>; la
cuestión del control de los tiempos es el principal reto que debe afrontar el
conductor de todo debate radiofónico y, también, televisivo. Para mantener un
buen control del tiempo del programa y el equilibrio en los tiempos asignados
a cada participante, son necesarios al igual que para la entrevista y tertulia:
una buen planteamiento de los temas que se van a tratar, no hacer preguntas
genéricas dirigidas de manera común a todos y, por último, ser tajante a la
hora de cortar las intervenciones de los invitados, cuando estos se excedan
clara e intencionadamente en su exposición. En este sentido no está de más
recordar, sobre todo si se trata de debates de contenido político, que la
experiencia de muchos invitados en este tipo de programas les lleva de manera
deliberada a utilizar un retórica prolija en sus intervenciones, con el único
objetivo de restar tiempo a sus contrincantes del momento.
En cuanto a la planificación y siempre que sea posible, será mejor elegir
como portavoces o representantes de las posturas a exponer, a aquellos que
tengan una buena y ágil expresión verbal, ya que un invitado premioso o
dubitativo en sus respuestas dará un carácter plúmbeo a la discusión. En todo
debate, y para dar oportunidad a la exposición de los matices de las distintas
posturas, no se deben plantear más de dos o tres asuntos de discusión, ya que
de lo contrario el tiempo se consumirá en una inicial exposición por cada una
de las partes de su postura con respecto a cada uno de los temas planteados
por el moderador. El resultado es que no se habrá profundizado en nada y se
habrá anulado el sentido del programa: conocer los argumentos de cada parte
para defender la posición que cada uno tiene sobre un tema concreto.
Si bien es válido todo lo expuesto en los epígrafes anteriores sobre la
conexión en directo y la entrevista en cuanto a la formulación de las
preguntas, cómo cortar a los participantes y cómo encarrilar la discusión, no
está demás mencionar un error bastante frecuente que se produce a la hora el
inicio del debate; momento en el que para romper el fuego y tras la
presentación a la audiencia de los participantes, el moderador lanza al aire la
primera pregunta – grave error - sin dirigirla a ningún invitado en concreto. Lo
normal en estos casos es que la prudencia y el buen gusto de todos ellos les
haga mantener unos segundos de silencio en los que ninguno se atreve a tomar
la palabra, lo que obliga al presentador a dirigirse directamente a uno de ellos,
con la consiguiente pérdida de ritmo y tiempo. En otras ocasiones sucede que
318
aquel invitado con más experiencia radiofónica decide tomar posesión del
micrófono, lo que luego plateará el subsiguiente problema de ¿cómo cortarle?
Sea uno u otro el resultado, en todo debate las preguntas del moderador
siempre deben ir dirigidas a uno de los invitados en concreto, lo que de paso
facilitará su identificación ante el oyente que seguirá así más fácilmente la
discusión.