El Vizconde Vagabundo-Loretta Chase

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    El Vizconde Vagabundo, Loretta Chase

    Traducido por hjjunila. Corregido por Morganachi.

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    El Vizconde Vagabundo, Loretta Chase

    Loretta ChaseCaptulo 1Catherine Pelliston no haba visto nunca antes a un hombre desnudo. De hecho, ni

    siquiera haba observado jams a un hombre en estado de semidesnudez, a menos que contaranlas figuras semicubiertas de la coleccin de estatuas griegas clsicas de la Ta abuela Eustacia.Estas, sin embargo, haban sido esculpidas en piedra, nada que ver con el enorme y un tantoachispado varn que destilaba vapores etlicos en la sofocante habitacin. Incluso el aptico

    padre de la seorita Pelliston, tan descuidado para todo lo dems cuando estaba borracho comouna cuba, permaneca vestido, si no con esmero, si con correccin, en su presencia.

    La figura que forcejeaba cerca de la puerta, por otra parte, ya se haba arrancado elabrigo y el corbatn y los haba arrojado al suelo. Y en este momento, pareca tratar deestrangularse a si mismo con la camisa.

    La seorita Pelliston era duea de una mente inquisitiva. Eso deba explicar por qu, apesar de la extrema gravedad de su presente situacin y su natural modestia de mujergentilmente criada, permaneca fascinadamente boquiabierta ante los amplios y musculososhombros y un pecho igualmente musculoso ahora expuestos a su vista. Su mente analticacomenz automticamente a plantearse algunas cuestiones biolgicas. Era habitual que el

    pecho masculino estuviera cubierto de un fino y espeso vello? Y de ser habitual cual podra ser

    el posible objetivo para el que tal crecimiento sirviera?Mientras se planteaba estas preguntas a si misma, el objeto de su anlisis se arranc, porfin, la camisa por encima de la cabeza y la tir a un rincn.

    -Caramba, qu maldito trabajo,- refunfu l. -Hace que un hombre lamente no ser unpiel roja. Solo hay que quitarse un taparrabos de cuero y ni rastro de estos infernales botones.

    Aparentemente en busca de los botones, se inclin para escudriar como un bho lacinturilla de sus pantalones, derribndose a si mismo en el proceso. Cay de bruces con sordoestrpito.

    -El demonio se los lleve!En absoluto desconcertado, el extrao luch torpemente para ponerse en pie otra vez.

    Bizque a travs de las vacilantes sombras de la habitacin, su mirada revoloteando confusa de

    un objeto a otro antes de posarse finalmente en ella.-Ah, all ests,- dijo, tambalendose por el esfuerzo de mantener la vista enfocada en unpunto. chale una mano al tipo, vale?

    El traer de regreso a su mente de la teora abstracta a la desagradable realidad le llev unmomento a ella. En ese breve tiempo el hombre tuvo xito encontrando los botones de sus

    pantalones y comenz una denodada batalla con ellos. Las implicaciones de esta competicinno pasaron desapercibidas para la atnita seorita Pelliston, quien de inmediato recuper la voz.

    -Ayudarlo,- repiti ella, en tono un poco ms agudo de lo normal. Me temo que no. Dehecho, estoy segura de que sera lo mejor para todos los implicados que usted no prosiguieracon con su actual actividad. Me temo, seor, que acta bajo un flagrante malentendido ysin duda bajo una fuerte borrachera,- finaliz remilgadamente.

    -Qu demonios he dicho?Para su alivio, l ces en lo que estaba haciendo para mirarla.

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    El alivio rpidamente dio paso a la aprehensin cuando comprendi que l estaba en lainopia. La espantosa vieja bruja que la haba secuestrado se haba llevado la ropa de Catherine,dndole a cambio un chabacano y casi transparente vestido color azafrn con un escote cuya

    amplitud rebasaba todos los lmites de lo que se consideraba apropiado. Con las mejillasruborizadas, Catherine apresuradamente tir del srdido edredn hasta su barbilla.Para su consternacin, la enorme y borracha criatura se ech a rer. Su risa era profunda

    y resonante, y en otras circunstancias Catherine podra haber apreciado sus tonales cualidades.En el presente caso, el sonido hizo que se le helara la sangre. Su risa pareca llenar toda lahabitacin.lpareca ocupar toda la habitacin. Se vea tan grande y abrumador, tan masculino

    y tan borracho.Dios me ayude, pens. Entonces record que la Providencia ayudaba a quienes se

    ayudaban a si mismos.Envolviendo el edredn con ms fuerza a su alrededor como si este fuera el coraje que

    senta abandonndola a toda velocidad, habl. -En su actual estado de intoxicacin, una gran

    cantidad de temas deben parecerle indescriptiblemente divertidos. Sin embargo, le aseguro austed, seor, que sus carcajadas son a duras penas apropiadas en la presente situacin. No soyloloque parezco ser. Estoy aqu en contra de mi voluntad.

    Muchas personas poseen tics nerviosos que se vuelven ms pronunciados en momentosde agitacin. La seorita Pelliston tenda a volverse pedante y sermoneadora cuando estabaalterada. Su padre encontraba esta caracterstica tan poco atractiva que era famoso por arrojarespordicamente botellas o copas en su direccin. Ya que, por lo general, en estos casos suactuacin era en gran parte simulada, nunca le acert. No era su deseo golpearla. Slo queraque ella se marchara.

    Catherine se agach, esperando a medias que algo le fuera lanzado tan pronto como laspalabras salieron de su boca. Cuando ningn objeto lleg volando, ech un vistazo.

    El hombre sonrea- una torcida y etlica sonrisa que dejaba al descubierto un juego dedientes blancos y perfectos dndole aspecto de lobo luntico y avanz hacia ella. Durante unmomento se balance desequilibrado sobre la cama en la cual ella pareca haber quedadoclavada. Entonces cay pesadamente encima, levantando una nube de lo que ella esper quefuera simplemente polvo, y que hizo que el armazn crujiera de modo alarmante.

    -Por supuesto que lo ests, querida. Ellas estn siempre aqu en contra de su voluntad, opara alimentar a sus pobres nios que pasan hambre o para comprar medicinas para sus ancianasabuelas enfermas o alguna tragedia por el estilo. Pero ya basta de ese juego. T ests aqu encontra de tu voluntad y yo no tengo ninguna, lo cual nos deja a la par y en trminosamistosos, espero.

    l se estir para hacerla separar los dedos del edredn. Ella se apart y salt de la cama.Desafortunadamente, l estaba en ese momento sentado sobre una esquina del mismo. Ella tansolo poda retroceder unos pocos centmetros a menos que decidiera renunciar a su improvisadacapa.

    -Bueno, dnde crees que vas?- pregunt l, habiendo contemplado el ejercicio condiversin. -Qu bicho te ha picado, para salir disparada de tal forma que a un pobre y cansadotipo le d vueltas la cabeza? Ven, corazn.- l palme el colchn. Vamos a ponernoscmodos.

    -Demonios! Es que no lo entiende?-No,- fue la jovial respuesta. -No vine aqu a entender o a hablar. Me haces sentir

    impaciente, y no soy nada paciente para empezar. Oh, bueno. Te perseguir si es lo que

    quieres.- Comenz a levantarse, cambi de opinin, y cay hacia atrs contra la almohada enuna posicin semi recostada. Es slo que esto es una lata.

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    La seorita Pelliston comprendi que tratar de hacer que esta borracha criaturaentendiera su apuro y le proporcionara ayuda era un esfuerzo muy poco prometedor. Por otra

    parte, no poda permitirse esperar a otro potencial rescatador. Incluso si consiguiera librarse de

    este, lo cual era ms que probable, ya que era de los impacientes, qu otras srdidas especiesde la humanidad podra esperar que aguardaran al otro lado de la puerta?Catherine respir hondo y habl. He sido trada aqu en contra de mi voluntad. Fui

    engaada y secuestrada de la forma ms ignominiosa.-Ah, un rapto,- dijo el hombre asintiendo, con voz soolienta.-Es la pura verdad. Poco despus de que me bajara en la parada del coche correo, un

    ladrn se march con mi ridculo. La seora Grendle, la cual estaba cerca, parecicompadecerse de m. Tena un aspecto tan amable y maternal cuando se ofreci a acompaarmea mi destino que tontamente acept. Nos paramos para tomar un t. No recuerdo nada despusde eso, hasta que despert en este mismo cuarto para encontrarme con que todas mis

    pertenencias haban desaparecido y con esa odiosa mujer dicindome cmo pensaba

    emplearme.-Oh, s.- Tena los ojos cerrados.-Me ayudar usted?- pregunt Catherine.-Qu quieres que haga yo, dulzura?Ella se acerc un poco a la cama. -Slo aydeme a salir de este lugar. No puedo hacerlo

    yo sola. El cielo sabe que lo he intentado, pero han mantenido la puerta cerrada con llave, y yapuede ver que no hay ninguna ventana. Adems, antes de que usted llegara ella me amenazcon sufrir desagradables consecuencias si armaba algn escndalo.

    Las desagradables consecuencias eran un tipo corpulento llamado Cholly, quien laseora Grendle le haba asegurado que estaba impaciente por ensear a Catherine su nuevo

    oficio si la seorita no se senta inclinada a aprender practicando por si misma. La seoritaPelliston prefiri no hablar de eso. En cambio, mir la cara de su visitante. Se pregunt si sehaba quedado dormido, porque no contest, ni siquiera abri los ojos durante bastante tiempo.

    Un tiempo tan largo que ella comenz a preguntarse si se estaba volviendo loca. Quizsnunca haba dicho una palabra y slo se lo haba imaginado hablando, como tan a menudo

    pasaba en las pesadillas. Quizs, pens, sintiendo que se le hunda el corazn, l crey queestaba loca. Un sollozo ahogado brot de su garganta. Al segundo siguiente jade de sorpresacuando se encontr contemplando los ojos ms azules que haba visto nunca.

    Eran profundamente azules, del color de un cielo de verano casi al anochecer, yenmarcados por unas largas y espesas pestaas. Una vez ms su mente analtica se lanz a lacarrera mientras se preguntaba qu demonios estara haciendo un tipo tan bien parecido en unsitio tan inmundo. Evidentemente no tena ninguna necesidad de pagarpor su diversin. En elinstante en que lo pens, se sonroj.

    -Slo escoltarla hasta la salida, eso es todo?- pregunt l.Catherine asinti.-Puede un tipo preguntarle dnde se propone ir, sin ropa y, presumo, sin ningn

    dinero?Oh, cielos l realmente podra ayudarla! Las palabras brotaron a borbotones.

    -Pues pues, podra prestarme su abrigo, ya sabe, y llevarme a las autoridades, entoncespodramos informar de este espantoso negocio. Estoy segura de que harn justicia, y al menosme sern devueltas mis pertenencias y podr continuar con mi intencin de de encontrar a

    mi mi amigo, ya sabe, a quien iba a visitar.

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    Su sensato plan de actuacin no pareci dejarlo muy impresionado o quizs es queestaba ms all de su limitada capacidad intelectualya que mantena una expresin en blanco.Justo cuando ella estaba a punto de repetir la informacin en trminos ms sencillos, l habl.

    -Lo dice en serio, verdad?- pregunt.-Oh, s. Por supuesto que lo hago.- Advirtiendo un sospechoso tic en la comisura de laboca de l, ella se irgui y prosigui con ms dignidad. Esto no es para tomrselo a broma.

    La penetrante mirada azul viaj desde la punta de la enmaraada mata de rizos castaoclaro que formaban una esponjosa nube sobre su cabeza hasta los desnudos dedos de los piesque asomaban bajo el rado borde del cubrecama. Despus de otro interminable silencio, elhombre se levant de la cama, bostez, se desperez, y bostez de nuevo.

    -Oh, muy bien,- dijo.

    La seora Grendle era una mujer rechoncha de edad incierta y de estatura por debajo de

    la media. Los centmetros que La Naturaleza le haba negado estaban compensados en parte poruna enorme masa de tiesos rizos, teidos aparentemente con betn para zapatos y amontonadossobre su cabeza como un montn de poco apetitosas salchichas. Sus labios y mejillas estabanresaltados con carmn, y cuando sonrea, como haca en ese momento, esforzndose porentender lo que su cliente le propona, la pintura de su cara se agrietaba, convirtindose enescamas de polvo blanco que revoloteaban hacia abajo cayendo sobre su enorme, arrugado, ytambin profusamente maquillado escote. Cuando finalmente entendi la peticin de su cliente,la sonrisa se transform en un ceo feroz, adornando con ms escamas la blanca y erosionada

    pendiente.-Cholly!- grit.- Jos!Dos corpulentos adlteres llegaron a la carrera ante la convocatoria.

    -Echenlo,- orden la encargada del burdel. -Est loco. Quiere robar a una de lasmuchachas.

    Cholly y Jos obedientemente posaron sus mugrientas manos en las mangas de la camisadel cliente. Este baj la mirada con aspecto perplejo primero hacia una de las asquerosas patas,y despus hacia la otra. Cuando su mirada se elev hacia las caras de sus atacantes, su puo lohizo tambin. Golpe a Cholly en la nariz, y ste retrocedi asombrado. El cliente agarrentonces a Jos por el cuello, lo levant del suelo, y lo lanz contra una de las enormes piezas dela obscena galera de estatuas. Jos y la estatua se estrellaron contra la pared. La estatua sedeshizo en fragmentos y Jos se hundi en la inconsciencia sobre el suelo. Cholly, con la narizsangrando, avanz una vez ms. El puo del forastero sali despedido de nuevo con la fuerzasuficiente como para enviar a Cholly contra el marco de una puerta. Se escuch un desagradablecrujido, y Cholly qued tambin tumbado en el suelo.

    La seora Grendle no haba sobrevivido en un mundo duro batallando contra causasperdidas. Examin los destrozos brevemente, y como cualquier comandante con experiencia,debi decidir que se requera un cambio de tctica porque, cuando se volvi hacia su invitado,la expresin de su maquillado rostro era afligida.

    -Mire qu espantoso desastre ha montado, seor, y yo, una pobre e indefensa hembraque solo trata de ganarse el pan. Y con una madre enferma que tengo tambin. Ahora habr que

    pagar los honorarios del matasanos para estos dos, y esa excelente estatua que mi ltimo maridotrajo de Italia, no puede reemplazarse con dinero.- Sacudi la cabeza, haciendo que lassalchichas temblequearan. -Y cuando pienso en el tiempo y el dinero que he gastado en esta

    desagradecida jovencita, podra ponerme a llorar.

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    -S, s,- convino el encumbrado cliente con impaciencia. -Cunto costar cubrir susprdidas y sus sentimientos heridos?- l sac su monedero.

    Pareca pesado.

    -Doscientas libras,- dijo la alcahueta, con voz enrgica otra vez. -Cien por la muchachay lo mismo por los gastos.Catherine, que se haba acurrucado en una esquina para evitar los cuerpos que salan

    despedidos, corri entonces desde su rincn para agarrar el brazo de su salvador. -Oh, no. Por elamor de Dios pagarle? Recompensarla por lo que ha hecho? Eso es es obsceno.

    -No me ria, querida,- le contest, empujndola tras de s antes de devolver su atencina la seora Grendle. -Doscientas libras es correr demasiado, seora. Ese feo pedazo de yesodebe haber ahuyentado a un montn de clientes. Seguramente a mi me asustara a la luz del da.Y esos tipos necesitaran de un empresario de pompas fnebres si yo no estuviera de tan buenhumor, as que otra molestia que le he ahorrado. En cuanto a la muchacha

    -Una lozana y hermosa muchacha,- lo interrumpi la proxeneta.

    El hombre ech un vistazo a Catherine, quien se ruboriz y se cerr con ms fuerza elabrigo.-No la veo tan lozana,- dijo l. -Est terriblemente flaca y sospecho que magullada

    tambin.-Si deseaba un modelo ms mullidito, por qu no lo dijo?-Veinte libras, seora.-Cmo se atreve! Me ha costado un dineral tan solo en comida y bebida. Sin mencionar

    su vestido. Y sin mencionar que no ha ganado ni un cuarto de penique.-Por lo tanto supongo que se alegrar de deshacerse de ella. Treinta libras, entonces.-Doscientas.-Por otra parte,- dijo el cliente como si no la hubiera odo, - podra simplemente

    llevrmela sin todo este aburrido regateo. Me figuro que no le gustara molestar a la polica conesto.

    La seora Grendle acept la suma con una vvida descripcin de las carencias de sucliente en cuanto a sentimientos humanos y de sus mltiples ineptitudes anatmicas. l selimit a sonrer ampliamente mientras depositaba el dinero en su mano.

    La muy puesta a prueba paciencia de la madame fue de nuevo probada cuando Catherinede modo estridente exigi la devolucin de sus dos bolsas.

    Esto necesit de otras veinte libras para dar un ligero empujn a la memoria de la seoraGrendle al respecto, pero tan pronto como todo el dinero le fue pagado, las bolsas aparecieron,y Catherine, embutiendo a toda prisa sus pies desnudos en sus botines, sigui a su salvadorhacia afuera en la noche.

    -Dnde vamos?- pregunt Catherine, mientras se apresuraba tras su galante caballero,quien zigzagueaba notoriamente bajando por la inmunda calle.

    -A mis alojamientos.- le contest este, por encima del hombro.Ella se par en seco. -Pero las autoridades cre que bamos a denunciar a esa odiosa

    mujer.-Es demasiado tarde. Las autoridades se enfadan siempre si los molestan en medio de la

    noche. Adems, recuper sus cosas, verdad?- l se par para echarle un vistazo, impaciente.-Viene o no?

    -Es evidente que no puedo ir a sus alojamientos. No es apropiado.

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    El hombre se mantuvo derecho y la contempl durante un momento. Una sonrisa torcidaapareci en su cara. -Tontainas. Dnde ms supone que puede ir vestida con mi abrigo y pocoms?

    Una lgrima rod a lo largo de la fina nariz de la damita.-Oh, maldicin!- refunfu l.Otra lgrima se desliz por su mejilla.l dej escapar un suspiro. Entonces dio un par de zancadas en su direccin, la tom en

    brazos, se la arroj sobre el hombro, y sigui su camino.

    -Aqu est,- anunci l cuando la deposit en una silla. Rescatada.-S,- contest Catherine apenas en un susurro. -Gracias.Mir a su alrededor. El cuarto estaba muy sucio, ms sucio que el otro del que ella haba

    escapado recientemente y muchsimo ms desordenado. Su salvador aument el desorden

    mientras buscaba una bebida. La bsqueda por lo visto requera de una gran cantidad derevolver cosas, de arrojar inocentes objetos al suelo, y de la estruendosa apertura y cierre de loque sonaron como docenas de puertas de armaritos y cajones.

    Por fin l encontr la botella que buscaba. Con ms porrazos, golpes, y juramentos, tuvoxito abrindola, y slo rompi un vaso durante el complicado proceso de verter el vino.Despus de llenar otrono demasiado limpio vaso para Catherine, se sent en el extremoopuesto de la desordenada mesa y procedi a contemplar fijamente el semblante de ellamientras beba.

    -Usted pareca casi sobrio hace muy poco tiempo,- logr decir finalmente, Catherine.-Deseara que tratara de permanecer as, porque necesito su ayuda.

    -Tuve que mantenerme sobrio entonces. Negocios, ya sabe. No fue fcil, por otro lado,

    discutiendo con lo que pareca una docena de viejas putas a la vez. Esas repugnantes cosasnegras en su cabeza. Maldito sea, si no pens que me haba llegado el momento de rendircuentas.

    -Lo que debera indicarle que ya ha tenido suficiente de bebidas embriagadoras, espero,-replic Catherine con desaprobacin.

    Tan pronto como habl, se estremeci, esperando una andanada. No le lleg nada. Losojos azules tan slo se abrieron an ms, aturdidos.

    -Vaya forma de regaar que tiene, seoritaseorita, caramba, que me ahorquen sihemos sido siquiera presentados.

    l se puso en pie de un salto y efectu una enrgica reverencia que casi lo envi a l y ala mesa a estrellarse contra el suelo. En el ltimo instante recobr el equilibrio.

    -Maldito suelo, no se quedar quieto,- refunfu l. -Por dnde iba? Ah, s.Presentaciones. Max, ya sabe. Max Demowery, a su servicio.- Esta vez l efectu la reverenciacon ms gracia. -Y usted, seora?

    -Catherine. Pe-Pettigrew, - tartamude ella.-Catherine, -repiti l.-Cat. Agradable. Se parece un poco a un gato que tuvo una vez mi

    hermanams bien a cuando era cachorro. Todo pelo y enormes ojos. Slo que los ojos de lapequea bestia eran verdes y los suyos -l se inclin hacia delante clavando la mirada en sucara, y haciendo que el corazn de Catherine se desbocara. -Avellana!- grit triunfante. Unextrao color, pero no importa. Es hora de irnos a la cama.

    -A-a la cama?- repiti ella casi sin voz.

    -S-si,- la imit l. -Acomodarnos, ya sabe.

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    Ella mir de nuevo a su alrededor. Por lo que pudo determinar, su lamentablealojamiento comprenda dos habitaciones. No haba ninguna cama en sta. Se le encendi elrostro. -Bien, entonces, buenas noches,- dijo educadamente.

    El seor Demowery se tom un momento para considerarlo. Estoy perplejo, querida,quizs no he odo bienpero eso son casi como una despedida.-Usted expres su intencin de retirarse.-Y usted no se retira conmigo?-Cielos!, claro que no. En primer lugar ni debera estar en sus alojamientos. Es de lo

    ms inapropiado.-Cario, no consigo decidir,- comenz l despacio, despus de haber reflexionado

    tambin sobre esa observacin, -si ests loca o slo eres espantosamente desagradecida. Noacabo de pagar cincuenta libras por ti?

    Su cara enrojeci, esta vez de indignacin. -Usted me ha salvado de un destino peor quela muerte. Le rogu que lo hiciera. Es completamente ilgico que deba expresar mi gratitud por

    ello haciendo exactamente lo que deseaba evitar en primer lugar.Mientras se quedaba mirndola fijamente, su expresin perpleja dio paso a una sonrisapesarosa. Un razonamiento muy complicado, amor. Demasiado complicado para m.- Lalevant de la silla, y, ajeno a sus asustadas protestas o a los dos pequeos puos que golpeabansu pecho, la llev al dormitorio y la dej caer sobre la cama.

    -No cooperar,- jade ella.-No, por supuesto que no lo har. Ese parece ser mi sino, no?, esta noche.- Dio media

    vuelta y abandon la habitacin.Catherine permaneci tumbada sobre el colchn, congelada de aprehensin. Menos de

    una hora antes, su principal preocupacin era escapar de un lugar que bien podra haber sidouno de los Crculos del Infierno de Dante. Ahora, era evidente, que haba saltado de la sartn a

    las brasas. Se haba marchado de casa por excelentes razones y con un plan lgico. Ahora nopoda creerse que hubiera sido tan ingenua, tan espantosamente engaada. Haba escapado de loque prometa ser una vida de miseria y se precipit de cabeza en lo que rpidamente se habanconvertidos en los dos o tres o cuatro, ya no lo saba- ms aterradores das de su existencia.

    A pesar de su embriaguez y de su aparente inclinacin hacia la sordidez crey que subenefactor no estaba completamente hundido en las profundidades de la depravacin. Y contodo, en vez de llevarla directamente a las autoridades, la haba transportado al hombro como sifuera un saco de patatas hasta sus alojamientos y haba expresado con toda claridad su intencinde acostarse con ella.

    Quizs tambin pensaba drogarla. Puede que incluso en ese mismo momento estuvierapreparando alguna mezcla asquerosa y fuera a regresar para obligarla a tragrsela. Catherinesalt fuera de la cama y corri a abrir la ventana. Estaba atrancada. Adems, haba tres plantasentre ella y el suelo y ningn medio visible de descender.

    Su mirada llena de pnico recorri la habitacin. Se lanz a agarrar la palangana dellavabo. Qu lo intentara, se dijo a si misma. Qu se atreviera a intentarlo.

    Y si realmente lograba de alguna milagrosa manera reducir a un hombre de casi dosveces su tamao, entonces qu? Dnde ira, sola, en medio de la noche en esta desconocida yhostil ciudad? Las crisis de una en una, se aconsej a si misma, mientras se deslizaba hacia la

    puerta. Trat de cerrarla silenciosamente, pero no cerraba del todo. Frustrada, busc unaposicin desde la que pudiera pillar a su atacante desprevenido.

    En aquel momento escucho, provenientes del cuarto adyacente, los aterradores sonidos

    por medio de los cuales una vez el hombre primitivo adverta a las criaturas salvajes que

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    rondaban cerca de su cueva por la noche que se mantuvieran alejadas. Se acerc ms a la puertay escuch. Era cierto. El seor Demowery roncaba.

    Pese a la utilidad que el sonido pudo tener en das pasados espantando a las bestias

    salvajes la seorita Pelliston lo encontr tranquilizador. Esperara otro cuarto hora para estarabsolutamente segura de que realmente se haba dormido. Se saba que Pap caa en lainconsciencia mientras cenaba, aparentemente muerto para el mundo, y de repente estaba enmarcha de nuevo minutos ms tarde, peleando con ella como si hubiera estado despierto todo eltiempo.

    Catherine estaba muy cansada, y el ritmo constante de aquellos ronquidos la hizo sentirsomnolienta. Mir ansiosamente la cama. Se acostara slo unos minutos y pensara en quhacer despus. Los pocos minutos se convirtieron en media hora, al final de la cual, la seoritaPelliston tambin cay velozmente dormida.

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    Captulo 2El sol, que haba salido muchas horas antes, se esforzaba en vano por penetrar a travs

    de la mugrienta ventana cuando Clarence Arthur Maximilian Demowery despert. No sesorprendi en absoluto por la enorme palpitacin y estruendo en el interior de su cabeza, ya quehaba despertado en este estado casi cada da durante los seis ltimos meses. S se sinti muysorprendido, sin embargo, de encontrarse tumbado boca abajo sobre uno de los andrajososextremos de la alfombra cubierta de holln frente a la chimenea. Cautelosamente, se gir delado. Un par de lamentables bolsas de viaje bloquearon su vista.

    -Bueno, de dnde diablos habis salido?- pregunt. Aunque haba hablado en voz alta,se sorprendi al or un dbil gemido en respuesta. Haba gemido l? Desde lo que pareci una

    gran distancia oy una tos. Entonces record.Haba ido a donde Granny Grendle para disfrutar de una noche de libertinaje. All haba

    encontrado algo inslito y se lo la, mejor dicho, haba trado con l. Aunque en estemomento no estuviera seguro de por qu haba hecho algo as, apenas estaba sorprendido.Desde nio haba llevado con regularidad a casa curiosidades de varias clases: insectos, reptilesy roedores, principalmente. Se pregunt cmo reaccionara su padre ante este trofeo en

    particular. A los veintiocho aos, Max era demasiado mayor y demasiado corpulento para serzurrado. De todos modos, no haba ninguna razn para ilustrar a su padre en cuanto a sta oninguna de sus otras aventuras de los seis ltimos meses.

    Un segundo gemido apenas audible desde el dormitorio hizo que el seor Demowery sepusiera en pie. No slo la cabeza sino todos los msculos le dolan, refrescando su memoria en

    cuanto a varios otros detalles.Se haba metido en una reyerta en un burdel de segunda, despus de lo cual, adems, se

    haba desprendido de cincuenta libras por el privilegio de escuchar cmo ese retazo de muselinale demostraba su gratitud negndole con suma cortesa los favores por los que tanextravagantemente haba pagado.

    Arrastr su cansado cuerpo hasta la puerta del dormitorio parcialmente abierta y fulmincon la mirada el ligero bulto enredado en la ropa de cama. Una nube de cabello castao claro seondulaba sobre la almohada, velando lo que pareca ser un diminuto rostro, del cual sobresalauna pequea, recta y fina nariz. Puetas, pens repentinamente enfadado consigo mismo,apenas es una chiquilla.

    En ese mismo momento el objeto de su escrutinio abri los ojos, y su corazn dio unvuelco. Eran unos ojos color avellana enormes e inocentes cuya expresin se transform deinocente a atemorizada en el segundo que le llev recordar dnde se encontraba.

    -Qu edad tiene?- pregunt l con brusquedad, sintindose inexplicablemente asustadode si mismo y como consecuencia ms enojado,

    -Veintiuno,- jade ella.-Ah!- l se alej de la puerta y se dej caer en una silla.Resueltamente ignor los sonidos que procedan del dormitorio el roce de la ropa de

    cama, el chapoteo del agua, ms roces de ropa, y algunos golpes. Fingi no verla salir paracoger sus bolsas de viaje y apresurarse de vuelta a la habitacin, empujando la obstinada puertaentreabierta tras de si.

    Cuando finalmente emergi, l pas por delante de ella entrando en el dormitorio y setom un anormalmente largo tiempo en su propio aseo. Era eso lo que haba trado a casa?

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    Vestida con un sobrio traje gris, con toda aquella gloriosa mata de pelo recogida atrs en unpequeo y tirante moo, no pareca, ni el interesante objeto por el que la haba tomado durantela pasada noche, ni la chiquilla que l haba credo que estaba envuelta en sus sbanas esa

    maana.Con todo, el vestido y el apretado moo hacan juego con lo que l recordaba de suconversacin. Ella haba sonado como una maestra, la noche anterior, y eso en combinacin conlos encantos personales que l haba vislumbrado brevemente apelaron a su sentido del humor

    o tal vez a su sentido del absurdo ms bien. Semejante criatura no era en absoluto lo que unoesperaba encontrar en un establecimiento como el de Granny Grendle.

    Max Demowery no era ningn ingenuo pipiolo. Haba tenido una considerableexperiencia con la hermandad de mujeres indefensas en Inglaterra y en el extranjero, en el cursode la cual haba escuchado todo tipo de patticos cuentos. Realmente no se haba credo suhistoria, pero se la haba llevado porque le divirti. Comprrsela a la vieja alcahueta le haba

    parecido la apropiada conclusin a su disipada orga de seis meses de duracin.

    No fue, sin embargo, hasta que la joven se neg a recompensarlo como l habaesperado que lo hiciera, y a pesar de lo borracho que estaba, que comenz a preguntarse si suhistoria era verdadera. Adems, l nunca haba forzado a una mujer.

    Eso era lo ms lejos que haba sido capaz de llegar a razonar entonces. Hoy, a la clara, ydemasiado brillante luz de la primera hora de la tarde, se encontr con que el trato lo dejaba ms

    bien perplejo y apenado. A una vulgar ramera podra echarla a la calle sin remordimiento,asumiendo con seguridad que era capaz de sobrevivir en ella o nunca habra alcanzado laavanzada edad de veintiuno. Supongamos, sin embargo, que ella no fuera un elementocallejero?

    Nada de supongamos, se dijo mientras se refregaba salvajemente la cara con la toalla. Sitena una sensacin de inminente desastre, era porque estaba hambriento y un poco indispuesto.

    Le dara algo de dinero y la mandara de vuelta.Se debata entre afeitarse ya o despus del desayuno cuando oy crujir la puerta.

    Tirando a un lado la toalla, se apresur a salir de la habitacin para encontrarse a la joventratando de cerrar la puerta tras de si sin dejar caer sus bolsas.

    Debera haber exhalado un suspiro de alivio y haber gritado vete con viento fresco,pero vislumbr su cara y se encontr preguntando en cambio, -Qu demonios te crees queests haciendo?

    La sensacin de culpabilidad hizo que ella dejara caer una de sus bolsas. -Oh. Memarchaba. Es decir, nunca debera haber abusado de su hospitalidad en primer lugar. Quierodecir, nunca debera haberme quedado dormida

    -Oh, pensaba escabullirse en medio de la noche.-S. No- Ella empuj bajo su desaliado bonete un fino rizo que se haba escapado de su

    sujecin.Una parte de su cerebro se preguntaba por qu ella se haba vestido as, tan

    condenadamente poco atractiva, mientras la otra parte contemplaba, fascinada, como luchabapor no parecer asustada. Cada paso en el proceso de recomponerse a si misma era evidente ensu rostro, y sobre todo en sus grandes y expresivos ojos.

    -Lo que quiero decir es que esta es una situacin muy incomoda. Adems, le hemolestado terriblemente, y por lo tanto me pareci lo mejor marcharme y dejarlo en paz. Estoysegura de que debe tener mucho que hacer.

    -Podra haber dicho hasta luego primero. Por lo general es lo ms educado.

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    -Oh, s. Lo siento mucho. No quise ser grosera. -Recogi la bolsa. -Hasta la vista,entonces,- dijo. -No, eso no es todo. Gracias por todo lo que ha hecho. Se lo reembolsarlascincuenta libras, quiero decir. Las enviar aqu, le parece?

    Aunque el seor Demowery no saba qu esperaba, estaba seguro de que no era esto.Tambin estaba seguro de que, aunque no era ninguna chiquilla, bien podra serlo, de tan frgilcomo era y tan completamente ingenua y tan perdida como pareca como una especie de sermgico que hubiera vagado demasiado lejos de su hogar en el bosque.

    Esa fantasiosa nocin lo irrit, hacindolo hablar ms severamente de lo que quera. -Nohar semejante cosa. Lo que va a hacer es dejar en el suelo esas ridculas bolsas, sentarse ydesayunar algo.

    -Sintese, - repiti l, cuando ella comenz a girarse hacia la escalera. -Si no lo haceusted, yo la ayudar.

    Ella se mordi el labio. -Gracias, pero no har falta.- Entr de nuevo, dej caer lasbolsas, camin hasta una silla, y se sent. Ya he sido lanzada de un lado a otro lo suficiente,-

    aadi en voz baja, con una expresin de rebelda en su menudo rostro.-Le pido perdn, seoritaseorita Pettigrew, si recuerdo bien, pero escogi a un tiposumamente desconsiderado e impaciente como salvador. Ahora mismo estoy impaciente por midesayuno. Eso llevar un rato, me temo, porque mi casera es la pjara ms lenta y estpida de latierra. Mientras estoy fuera, espero que no tenga ms locas ideas sobre marcharse. Est enmedio de Saint Giles. Si no sabe lo que eso significa, le sugiero que piense en Cholly y en Jos eimagine a varios cientos de sus ms ntimos conocidos en las calles. Eso debera darle unanocin, aunque bastante poco atractiva, de la vecindad.

    El anfitrin de Catherine volvi aproximadamente veinte minutos despus sosteniendo

    una bandeja que contena una cafetera y una pila de platos con trozos de pan, mantequilla, yqueso.

    Comieron en silencio principalmente porque el seor Demowery pareca preocupado poraplacar su hambre voraz, y la seorita Pettigrew (antes conocida como Pelliston) se sentaincapaz de formular una frase coherente a causa del mar de preocupaciones que la inundaban.Slo cuando estuvo seguro de que hasta la ltima miga haba desaparecido Max volvi denuevo su atencin a su invitada.

    Ahora que su estmago estaba lleno y su cabeza relativamente despejada, se pregunt denuevo qu se haba apoderado de l la noche anterior. Ella no era para nada su estilo. l era unhombre alto, corpulento y prefera a mujeres que no parecieran en peligro de romperse si l lastocaba. Las Amazonas de generosas carnes eran su tipo de mujeres lozanas y complacientes aquienes no les importaba que la cabeza de un hombre estuviera nublada por el licor y si susmodales eran un tanto speros y agitados, en tanto que su monedero fuera grande y disponible.

    Le asombraba que, despus de echar un vistazo a esta chiquilla desamparada, no hubieraregresado a ver a Granny Grendle para exigir una imitacin ms razonable de una hembra. Laseorita Pettigrew pareca lamentablemente desnutrida, tanto que no era extrao que l lahubiera credo ms joven de lo que realmente era. De hecho, era tan flacucha que se preguntqu era lo que le haba parecido tan intrigante anoche. Esto, sin embargo, lo preocupaba menosque el comprender lo cerca que haba estado de forzar su enorme y pesada persona sobre esta

    joven esculida.Nunca haba sentido inclinacin por las menores que pululaban por las calles de Londres

    al anochecer y poblaban sus burdeles, aunque supiera de muchos tipos refinados que s lohacan. Haban conseguido los seis meses de revolcarse por todos los bajos fondos en una

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    ltima y desesperada tentativa de disfrutar de algo parecido a la libertad, pudrir su carcter ycorromper su mente finalmente?

    De todos modos, se record con tristeza, ya no habra ms de tales excursiones a los ms

    srdidos lugares de Londres. Si en el futuro buscara compaa femenina, se vera obligado ahacerlo de modo aceptable. Pasando por las aburridas negociaciones requeridas para establecera una de lasImpuras de moda como su amante. Incluso el aplacar las necesidades carnales ms

    bsicas se vea complicado por algn protocolo infernalmente enrevesado. Se neg a pensar enlas an mayores complicaciones que eran de esperar para cuando adquiriera una esposa y lacamada de herederos que su padre esperaba con impaciencia.

    El seor Demowery frunci el ceo en direccin al elfo o lo que quiera que ella fuera y se irrit an ms por el temor que irrumpi en sus ojos. -Oh, no voy a comrmela,- leespet. -Ya he desayunado.

    -S,- le contest ella, con rigidez. -Estoy asombrada de que haya tenido estmago paraello. Mi pbueno, algunas personas son completamente incapaces de tolerar alimento alguno

    despus de una noche de excesiva indulgencia.Ella se estremeci no, en realidad, se encogi. El recordaba vagamente haberla vistohacer ese mismo movimiento nervioso antes. Se pregunt si era un tic.

    -Oh, lo siento. Ha sido muy amable por su parte compartir su desayuno conmigo.Gracias.- Se levant. -No debera entretenerlo ms. Ya lo he molestado bastante, supongo.- Trasuna breve vacilacin, ella extendi la mano. -Adis, seor Demowery.

    Recordando sus modales, l se puso en pie para aceptar el apretn de manos que leofreca. Qu mano tan pequea y plida, pens mientras su propia zarpa, enorme y bronceada sela tragaba. Darse cuenta de ello tambin lo irrit, y a punto estuvo de meterle prisa para que semarchara cuando ech un vistazo a su cara. Sus expresivos ojos de color avellana desmentan largida calma de su semblante. Sus ojos decan claramente, "estoy completamente perdida,

    totalmente desesperada."La propia cara del seor Demowery asumi una expresin de resignacin. -Supongo

    que no tiene la menor idea de a dnde ir?-Por supuesto que s. Mi amiga la amiga a quien tena la intencin de visitar-No imagino qu clase de amiga deja a una joven ignorante encontrar su camino desde

    una parada de postas en una ciudad extraa, pero supongo que eso no es asunto mo. De todosmodos, no soy un inepto, y s que si fue lo bastante tonta para dejarse estafar por esa viejaramera, nunca encontrar a esa amiga suya por sus propios medios. Si me da unos minutos para

    ponerme algo con lo que no haya dormido, la acompaar.-Oh eso es muy amable de su parte, pero en absoluto necesario. Puedo encontrar el

    camino a pleno da, estoy segura.-No en esta vecindad, cielo. De noche o de da es lo mismo para los delincuentes de esta

    zona.Ella hizo una pausa. Obviamente, sopesaba los peligros de las callejuelas contra los

    peligros de aceptar su proteccin. Debi concluir que l era el menor de dos males, porquepronto emiti un chirriante gracias, y despus procedi a una intensa revisin de una de lasradas esquinas de la alfombra sobre la cual continuaba de pie.

    Max Demowery no se consideraba un Galn de Sociedad. El proceso de afeitado ycambio de ropa fue por lo tanto llevado a cabo con brevedad. Unos feroces golpes con el cepillofueron suficientes para someter los enredos de su dorado cabello, y con apenas un vistazo a simismo en el sucio espejo camin a zancadas para reunirse con su invitada.

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    No fue hasta que casi hubieron alcanzado su destino la Academia de la seoritaCollingwood para Jvenes Damasque la sensacin de inminente desastre regres para planearsobre la cabeza del seor Demowery. Una escuela?

    Mir de refiln a la joven que iba a su lado. Tena aspecto de maestra,ciertamentemente, y su comportamiento y modales, por no mencionar sus sermones,evidenciaban educacin y buena cuna. Era como haba temido: Ella era una joven respetable ysu historia haba sido cierta y a pesar de que todo ello ya era evidente para cuando abandonaronsus alojamientos, slo ahora se le pasaban por la mente las implicaciones. Cualquier mujerrespetable que hubiera pasado dos noches como ella acababa de hacer, estaba arruinada si esque alguien, esto es, se enteraba del asunto.

    l se detuvo repentinamente y agarr el brazo de la seorita Pettigrew. -Digo, que nodebera contarle a nadie dnde ha estado, ya sabe. Es decir- continu, ligeramente avergonzadocuando los ojos color avellana buscaron su cara, - puede que no haya considerado lasconsecuencias.

    -Demonios, de verdad cree que no lo he considerado? Tendr que decir una mentira yrezar para que no me pidan muchos detalles. Dir que fui retrasada y fingir que mi carta alrespecto debe haberse perdido. Debe ser algo sencillo,- explic ella, -porque no soy nadaexperta mintiendo.

    Siendo esta una conclusin perfectamente sensata, el seor Demowery no tena raznninguna para mostrarse spero con ella, pero le contest antes de pararse a pensar. Bueno-, leespet. Me siento aliviado de que no haya resentimiento. Despus de todo, me la llev a misalojamientos en contra de su expreso deseo. Cualquier otra mujer podra haber exigido unacompensacin.

    -Lo que deduzco significa que insistira que se casara con ella,- fue su pensativarespuesta. -Bueno, eso sera de lo ms injusto. En primer lugar, aunque usted lleg a

    conclusiones errneas sobre mi carcter, las pruebas en mi contra eran de lo ms convincentes.En segundo lugar, debi reconsiderarlo, puesto que estoy bastanteilesa. Y finalmente,-

    prosigui, como si le estuviera ayudando con un problema de geometra, -no beneficia enabsoluto a mis intereses casarme con un hombre al que conoc en una casa de mala reputacin,ni siquiera si tuviera la ms mnima nocin de cmo obligar a un hombre a casarse conmigo, lacual le aseguro, no tengo.

    -Ninguna nocin?- le pregunt, curioso a pesar de si.-No, y tampoco es esta una habilidad que desee cultivar. Un adulto no debera ser

    forzado al matrimonio como un nio es obligado a comerse los guisantes. Los guisantes sonslo parte de una comida. El matrimonio es un trabajo para toda la vida.

    -Me doy por reprendido, seorita Pettigrew, -contest l, con gravedad. -De hecho, mesiento como si debiera escribir sus palabras en mi pizarra cien veces.

    Ella se ruboriz. Le pido disculpas. Fue de lo ms amable el que se preocupara por misituacin, y no debera haberle dado un sermn.

    Cualquier irritacin que hubiera sentido fue borrada por un nuevo juego de emociones,demasiado revueltas para ser identificadas. l se deshizo de sus disculpas con un jocosocomentario sobre estar tan acostumbrado a los sermones que se senta solo cuando lo privabande ellos.

    Haban llegado a la manzana en la que estaba situada la Academia para seoritaCollingwood.

    -La espero?- le pregunt, con la esperanza de que declinara su oferta y al mismo

    tiempo inexplicablemente afligido ante la perspectiva de no volver a verla ms.

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    Tena al menos una docena de preguntas que deseaba que ella contestara, como por quy cmo haba venido a Londres y desde dnde y qu o quin era ella, de verdad. Aunque, eramejor no saber, porque el conocimiento tenda a complicar los asuntos.

    -Oh no! Esto, ya le que quitado demasiado tiempo, y no hay ninguna necesidad. Estarbien ahora.- Ella se hizo cargo de las bolsas que l haba estado llevando. -Gracias otra vez,-dijo. -Suena tan pobre, despus de todo lo que ha hecho por m, pero no puedo pensar comoms

    -No importa. Adis, seorita Pettigrew.l se inclin cortsmente y se alej. Un minuto ms tarde se detuvo y se dio la vuelta a

    tiempo para ver como era admitida en el edificio. l se sinti inquieto. -Oh, condenacin,-refunfu, y despus camin hacia abajo hasta la esquina de la calle y se apoy contra unafarola a esperar.

    -Oh, querida, dijo la seorita Collingwood. Esto es de lo ms embarazoso.- Surevoloteante mano, surcada de venitas, flot hasta ponerse a juguetear con el lazo de su cofia.-Envi su carta a la seorita Fletcherbueno, la seora Brown, ahora, por supuesto. No leescribi ella?

    Sin esperar respuesta, la seora mayor continu, -No, imagino que no. Estoy segura deque no tiene ningn pensamiento ahora excepto l, lo que es una pena. Ella era la profesora msesmerada que he tenido desde que fund esta escuela, y las muchachas la idolatraban.

    Naturalmente, me vi obligada a despedirlo. Nunca he estado de acuerdo con esas extraasconvicciones de que esto es siempre culpa de la mujer. Los hombres son unos malvadosseductores. Si incluso la seorita Fletcher pudo ser vencida, qu esperanza queda para buques

    ms dbiles, le pregunto? Desde luego l era un hombre de lo ms encantador. Diez aos connosotros y siempre de lo ms correcto en su comportamiento, aunque las muchachassiempre seencaprichan del profesor de msica.

    Catherine apenas oa a la directora. La seorita Fletcher, aquel modelo de propiedad, sehaba escapado con el profesor de msica? No era extrao que no hubiera contestado a la ltimacarta de Catherine. Para cuando la epstola lleg a la escuela, la antigua institutriz de la seoritaPelliston se haba convertido ya en la seora Brown y partido con su nuevo marido haciaIrlanda.

    -Siento tanto que haya venido para nada,- sigui seorita Collingwood. -Me sientoresponsable. Debera haber aconsejado a la seorita Fletcher: el que se casa deprisa, searrepiente despacio.

    -Estoy segura de que hizo todo que pudo,- fue la dbil respuesta. -debera haberesperado hasta recibir noticias suyas aunque era inconcebible que no fuera a estar aqu. Laltima vez que me escribi fue hace dos meses y slo mencion al seor Brown de pasada. Detodos modos, yo comet el error.

    Un enorme error, le record la conciencia de Catherine. Haba dejado que su odiosogenio la gobernara y ahora recoga la recompensa.

    -Sin duda,- continu Catherine, mostrando lo que esperaba fuera una convincentesonrisa en su cara, -la respuesta de seorita Fletcher me espera en casa.

    Despus de asegurar a la seorita Collingwood que el viaje no haba sido una prdidatotal, y urdiendo una plausible historia sobre hacer algunas compras, (lo que explicaba las

    bolsas) con la ta que supuestamente haba viajado con ella y estaba ahora visitando a unosamigos, Catherine se march.

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    Camin despacio calle abajo, no slo porque no saba donde ir, sino porque suconciencia la molestaba terriblemente y deba discutir con ella.

    No estara en este apuro si no se hubiera escapado de casa, pero no se habra escapado si

    su padre tan slo se hubiera parado de vez en cuando a pensar en lo que estaba haciendo. Sinembargo, nunca pensaba en ella no, al menos. Sus amigos, sus sabuesos, sus fulanas y labebida eran mucho ms importantes.

    Pap debera haber dispuesto que tuviera una Temporada. Incluso la seorita Fletcherhaba credo que lo hara, o nunca habra aceptado el puesto en Londres haca tres aos. Encambio, l haba enviado a Catherine a vivir con la ta abuela Eustacia. Si aquella anciana nohubiera muerto un ao y medio ms tarde, Catherine estara all an. Habra soportado aquellosinterminables monlogos sobre religin y genealoga da a da hasta convertirse en una solitariasolterona como la ta Deborah, quien haba sido la acompaante de la vieja seora duranteaproximadamente treinta aos, antes de que Catherine llegara.

    Ella no se haca ninguna ilusin sobre su atractivo. Sus nicos activos eran su linaje y la

    riqueza de su padre. Saba que no tena la menor posibilidad de atraer a un marido a menos queparticipara en un ambiente donde los solteros elegibles abundaran. Eso significaba el MercadoMatrimonial de Londres.

    Pero, incluso despus del periodo de luto familiar, se haba preocupado Pap por laTemporada de su hija? Por supuesto que no, pens, clavando malhumoradamente la mirada ensus pies que caminaban con dificultad. l solo pensaba en si mismo. Se march a Bath yencontr para si mismo una joven y hermosa viuda. A su vuelta, anunci simultneamente su

    propio matrimonio y los proyectos de boda para su hija.Lord Browdie, de entre todo el mundo, iba a ser su compaero. Era an ms desaliado,

    ordinario, y disoluto que Pap. El hombre era ignorante, malhumorado y repulsivo. Catherinenunca haba esperado a un Prncipe Encantador tampoco era ella misma un Diamante de

    primera pero vivir el resto de sus das con aquel palurdo de mediana edad! Ella habaaguantado mucho en nombre de la obediencia filial, pero Lord Browdie estaba ms all de loque poda soportar.

    Ahora era ms saba. Ahora saba lo que era sentirse completamente indefensa,completamente desprotegida, y prcticamente sin esperanza. No tena ni idea de cmo llegar acasa, a pesar de lo espantoso que sera el regreso. No tena ni un penique a su nombre, y elseor Demowery deba estar a millas de distancia ya.

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    Captulo 3

    Sus ojos se inundaron de lgrimas, y Catherine apenas not por dnde caminaba. Habrasido atropellada por un carro si una mano no hubiera salido disparada para agarrarla por el codoy arrastrarla de nuevo a la acera.

    -Maldicin, es usted un accidente andante,- dijo una voz familiar.Todava inmersa en su miseria, Catherine alz la mirada hacia un fino y hermoso rostro.

    Al igual que la noche anterior, contuvo la respiracin, como si el penetrante azul de sus ojos lahubiera apualado en el corazn.

    -Debera ser transportada en una bolsa, usted tambin.- l le quit el equipaje de lasmanos.

    -Seor Demowery, cmo qu hace usted aqu?-Protegiendo mi inversin. He estado a punto de ver cincuenta libras pisoteadas en un

    charco. Por no mencionar cmo eso ensuciara las calles, no lo sabe?- Con esto, camin azancadas rpidamente dando la vuelta a la manzana, y ella, no viendo otra alternativa, lo sigui.

    No se haban alejado muchos metros antes de que l localizara un carruaje. No hasta despus deque su equipaje fue guardado y la hubieran empujado dentro del mohoso vehculo se aventurCatherine a preguntar dnde iban.

    -Eso es lo que trato de entender,- fue la abstrada respuesta.-Oh, no. Quiero decir, no hay nada que entender. Tendr que regresar.-Regresar dnde? A dnde Granny Grendle?-Cielos, no! Tendr que regresar a c-casa.Aunque su voz se quebr al final, Catherine contuvo las lgrimas que aparecieron tan

    pronto como pens en que tena que regresar.-Tan mal estn las cosas como para afligirla as?La compasin que oy en su voz casi la desarm. De hecho, estaba tan poco

    acostumbrada a la compasin de cualquier tipo que la misma, de hecho, la asust. -Oh, no. Hecometido un terrible error. Ahora lo veo, y ha sido una leccin para m para no dejar que misemociones me gobiernen, quiero decir,- explic ella, justo como si l fuera la seorita Fletcher yle hubiera pedido que examinara su conciencia.

    -Qu emociones son esas, seorita Pettigrew?-Resentimiento, definitivamente. Y orgullo. Y oh, todas las que contravienen la razn

    y el sentido comn. Si me hubiese quedado y hubiese hecho lo que me dijeron, ninguna de estashorrorosas cosas me habra pasado

    -Qu le dijeron?-la interrumpi l.El subterfugio era ajeno al carcter de la seorita Pelliston. Era, como haba confesado,una mentirosa muy inepta. Las mentiras que le haba dicho a la seorita Collingwood le habancostado una agnica sensacin de culpabilidad a Catherine. Adems, no podra concebir unaretribucin ms indigna a su inesperada bondad que mentirle.

    Le cont la verdad, aunque eliminando los elementos ms sensibleros a fin de presentarla materia con concisa objetividad. No le aclar su verdadera identidad, ni tampoco ningn otronombre. Aunque esto no era exactamente objetivo, prefera mantener su desgracia tan en

    privado como fuera posible.-Entonces usted se escap porque no poda soportar casarse con el viejo que su padre

    haba elegido para usted?

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    -Nunca me detuve a considerar lo que yo podra soportar, seor Demowery. Me temoque no sopes el tema tan cuidadosamente como debera haber hecho, -dijo ella, mirando fija ymuy seria su hermosa cara. Slo me sent ofendida

    -Y se larg.- Sonri, no con la sonrisa torcida y borracha de la noche anterior, sino conuna amistosa y amplia sonrisa. -S, ya veo qu clase de criatura gobernada por sus pasiones esusted. Oh, no vaya a ponerse toda sonrojada delante ma. Es un color demasiado brillante ydebe pensar en mi pobre cabeza. No estoy totalmente recuperado, ya sabe.

    Ella se aplac. En realidad, rara vez me dejo gobernar por la emocin. Esta es laprimera vez, que yo recuerde, que me comporto as, insensatamente.

    -A mi me suena bastante sensato. Como dijo antes, la gente no debera ser obligada acasarse. Mi hermana sinti lo mismo. Se fug, cuando mi padre trat de encadenarla a unanciano y rico mojigato. Trataron de que los ayudara a traerla de vuelta, pero no lo hice. Ustedtampoco lo habra hecho, si conociera a la prima Agatha. Es a quin Louisa acudi. Eso es loque usted necesita, seorita Pettigrew; a una prima Agatha que aterrorice a su padre hasta

    someterlo.-Bien, lo nico que yo tena era a la seorita Fletcher quien no aterroriza a nadie, yahora se ha ido,- contest Catherine, con tristeza.

    -Cmo, no hay ningn viejo dragn en la familia que pueda chamuscarle las patillas asu padre?

    Catherine neg con la cabeza.-Entonces creo,- dijo el seor Demowery, girando su intensa mirada azul hacia la sucia

    ventana, -que debe conocer a Louisa.

    -Escapado?- exclam Lord Browdie. -Bueno, esto es el colmo.

    Se pas sus gruesos dedos sobre el spero y rojizo rastrojo de su barbilla. Probablementedebera haberse afeitado, pens, aunque le pareci tomarse demasiada molestia parasimplemente ir a ver a Catherine.

    La seorita Deborah Pelliston dej de sorber sobre su pauelo ribeteado de negro eltiempo justo para protestar dbilmente. -Oh, no diga eso,- gimi. -No puedo creer que Catherinehaya hecho tal cosa. Seguramente se trata de un malentendido. Puede que se haya encontradocon un accidente o, el cielo nos ayude, con algn crimen.

    -Y deja una nota? Eso no tiene lgica.La copa de Madeira junto a su codo s era, sin embargo, lgica para su seora. Por lo

    tanto, centr su atencin en ella asintiendo distradamente con la cabeza al flujo de incoherenteslamentos de su anfitriona.

    Debera haberse casado de inmediato con la pequea arpa, pens con amargura. Yaestara domada y con las riendas puestas ahora. En cambio lo que se avecinaban eran un montnde molestias y nadie, solo l, quedaba all para lidiar con ellas.

    Todo el asunto debera haber sido bastante simple. James Pelliston haba decididocasarse con una hermosa viuda de Bath. La viuda no crey que una casa necesitara de dosseoras y haba dejado caer un par de indirectas al respecto a su futuro marido. Pelliston, comode costumbre, haba confiado el problema a su compinche: qu deba hacer con Catherine?

    El compinche haba meditado el asunto ayudado por una botella de brandy. Consider lapropiedad que la ta abuela de Catherine le haba legado y que l haba encontrado muyagradable. Consider el aspecto de Catherine y decidi que los haba visto peores, sobre todo

    ahora que ella haba abandonado aquel horrible luto. Pens en que l mismo haca ya tiempoque necesitaba un heredero y por lo tanto una esposa, lo que en cualquier caso requerira de un

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    aburridsimo y largo cortejo. Si a Catherine l le gustaba o le disgustaba lo consider sinimportancia.

    -Yo me har cargo de ella,- le ofreci caritativamente.

    Para cuando los caballeros haban acabado con otra botella, la dote haba sido fijada y elacuerdo cerrado, a resultas de lo cual ambas residencias tendran que aguantar a la ta Deborahpor turno, hasta el momento en que ninguno pudiera soportar por ms tiempo sus gimoteos ypudiera ser enviada de vuelta a sus habitaciones en la cercana Bath.

    Los dos hombres haban brindado entre s en un estado de feliz inconsciencia despus dehaber arreglado sus asuntos a su satisfaccin. Desde entonces, haca ms de dos meses, LordBrowdie haba hablado con Catherine una vez, en la boda de su padre. Su conversacin habaconsistido en la alegre informacin por parte de Lord Browdie a su prometida de que estabademasiado flaca y plida y de que deba comer ms . Como el resto de los invitados de la boda,Lord Browdie procedi entonces a beber hasta casi la inconsciencia. Nunca se percat de ladesaparicin de su novia. Tena incluso problemas para recordar siquiera que exista.

    El anillo de compromiso que haba encargado en un arrebato de magnanimidad haballegado el da anterior. Haba acudido esa tarde para entregrselo a su prometida. El problemaera que ella haba huido haca tres das, durante el banquete de bodas, y la llorosa, quejosa ygimiente criatura sentada al otro lado de la habitacin haba estado demasiado ocupadasufriendo de jaqueca y palpitaciones para informarle del asunto de inmediato. Catherine podraestar ya en cualquier parte, su rastro tan fro que dudaba de que hasta sus sabuesos mejorentrenados pudieran detectarla.

    -Ojal me lo hubiera dicho de inmediato,- se quej su seora cuando hubo una pausa enel sorber de mocos y los sollozos.

    -Oh, querido, le aseguro que lo deseaba. Es decir no estaba segura de si deba hacerlo.No la ech de menos esa noche porque me haba acostado muy temprano, con un terrible dolor

    de cabeza. Y entonces, cuando encontr aquella espantosa nota al da siguiente, tuve talesestremecedoras palpitaciones y me senta tan enferma que no poda pensar en absoluto, y conJames lejos Bueno, una no puede confiar en los criados, porque ellos hablan y el escndalome matara, estoy segura. As que me qued en mi habitacin. Pero quin podra haberimaginado que ella hara algo tan vergonzoso? Una muchacha tan buena y obediente comohaba sido siempre.

    -Nunca pens que tuviera el valor,- dijo Lord Browdie, casi para s mismo. -De todosmodos, dnde est el escndalo?- pregunt a su anfitriona. -No hay ninguna delicada Sociedad

    por aqu para ser escandalizada. Diremos que est enferma.-Pero los criados-Mantendrn la lengua quieta si saben lo que les conviene. Yo hablar con ellos,- le

    asegur Lord Browdie mientras arrancaba su desproporcionado cuerpo de la silla.-Es usted demasiado amable. Me hace sentir completamente avergonzada por no haberle

    confiado este problema inmediatamente-S, s. Clmese, seora. Lo importante es comportarse como si no hubiese pasado nada

    fuera de lo normal.-Pero seguramente debera decirle a James-No tiene ningn sentido que interrumpa su viaje de novios. Para cuando est de vuelta

    tendremos a Cathy en casa, sana y salva, y nadie lo sabr.- No tena la menor dificultad enhablar con ms confianza de la que senta. Lord Browdie estaba acostumbrado a pavonearse.

    La seorita Deborah suspir. Es un enorme alivio tener a un hombre para hacerse

    cargo. No puedo decirle cun acorralada me he sentido, no sabiendo dnde ir o qu hacer.Vamos, que estoy medio muerta de miedo cada vez que llega el correo, no sabiendo qu

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    noticias traer aunque ella dijo que estara completamente a salvo. Aunque no sesorprendern sus amigos cuando no conteste a sus cartas?

    Por lo que Lord Browdie saba, Catherine no tena amigos. Y as se lo indic a su

    anfitriona.En respuesta, y con mucho alboroto y nerviosismo, la seora sac una carta de sucosturero. -Es de Irlanda,- explic, entregndosela a Lord Browdie. No quise dejarla en la

    bandeja del correo, porque los criados -Jade cuando l abri la carta. -Oh, Dios mNocreo es para ella, despus de todo.

    l ignor sus balbuceos mientras estudiaba la elegante y precisa escritura. Entoncesdobl la carta y se la guard en el bolsillo interior de su abrigo. -Suficiente,- dijo l. -No sernecesaria ninguna bsqueda intil despus de todo. Ha ido a Londres.

    -Dios del cielo!- La solterona se hundi en su asiento, buscando a tientas sus sales.-Vamos, vamos, no se preocupe,- dijo Lord Browdie, con irritacin. Slo hay un lugar

    al que haya podido ir, as que no ser ningn problema encontrarla. Nada por lo que

    preocuparse.

    La Academia para Seoritas Collingwood haba sido embutida en un pulcro recodo deuna vecindad que poda ser descrita como escasamente refinada. La seorita Collingwoodofreca sus servicios a familias burguesas que no podan aspirar al prestigio de alojar con ellas auna institutriz, pero deseaban mejorar las posibilidades de sus hijas de ascender socialmente pormedio de un no-demasiado-oneroso curso de cultura. Aunque el adiestramiento no hara de lahija de un carnicero una dama, s que podra disimular los ms ostensibles indicios de susorgenes.

    Las calles que el coche de alquiler atravesaba ahora pertenecan un nivel socialcompletamente diferente. Aqu los rboles estaban enclavados en ordenadas plazas sobre las

    cuales las brillantes ventanas de las elegantes residencias urbanas dirigan sus satisfechasmiradas. Estas calles eran ms amplias, ms limpias, y mucho ms tranquilas, la paz tan slorota por el estruendo de los elegantes carruajes y el sonido de los cascos de las monturas de puraraza. Un caballero permaneca en pie ante la entrada de una residencia ponindose sus guantesmientras su palafrenero calmaba a los agitados y nerviosos caballos que esperaban conimpaciencia. En la acera, una doncella ataviada con esmero se alejaba apresurada, cesta enmano.

    Catherine contempl el paisaje que pasaba a su lado confundida al principio, y despuscon creciente ansiedad cuando su compaero le contest que, s, que haban dejado haca muchoel centro en s y ahora estaban en Mayfair1. Ella se encogi an ms en su esquina del vehculoy dese haber tenido sitio en sus bolsas de viaje para algn enorme sombrero. Este eraexactamente la clase de vecindario en el cual podra esperar encontrarse con alguno de losamigos de Pap. Lord Pelliston nunca vena a la Ciudad, pero sus amigos s. Cmo explicarasu presencia aqu si uno de ellos la reconoca?

    El coche de alquiler finalmente se detuvo frente a una esplndida residencia deproporciones y diseo clsico. Catherine concluy que la hermana del seor Demowery debahaberse casado muy bien en efecto, an cuando hubiera rechazado "al viejo sapo rico" que sus

    padres haban elegido en principio para ella.Tan ocupada estaba la seorita Pelliston con su pensamientos y temores que apenas

    prest atencin a la conversacin de su compaero con el mayordomo. Slo cuando se le hizopasar al suntuoso saloncito y contempl a su anfitriona registr tardamente las palabras.

    1Zona residencial.

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    El mayordomo se haba dirigido al seor Demowery como "milord," y no fue corregido.Ahora Catherine pudo escuchar claramente el suspiro de exasperacin emitido por su benefactorcuando el mayordomo anunci, -Lord Rand desea verla, milady.- La cara de la seorita

    Pelliston se encendi y su corazn comenz a palpitar con tanta fuerza que crey que iba asalrsele del pecho.-Oh, Max,- dijo, la seora. -Soy la primera en contemplar el regreso del hijo prdigo?-

    Dio a su hermano un besito en la mejilla antes de dirigir una helada mirada de interrogacinhacia Catherine.

    -Louisa, permteme que te presente a la seorita Catherine Pettigrew. Seorita Pettigrew,Lady Andovero sea, mi hermana.

    La ficticia seorita Pettigrew se hundi en una elegante reverencia, y lament no poderdesaparecer a travs del suelo. La hermana de su benefactor era la Condesa de Andover! Sumismo benefactor era un noble. Demowery, claro

    Probablemente tena una docena de nombres ms. Cuando Catherine se incorpor se

    encontr a Lord Rand contemplndola de aquel modo perplejo en que lo haba hecho variasveces anteriormente. Ella le dirigi una mirada reprobadora, y despus la gir hacia su hermana,quien tena una expresin de ms que dudoso placer ante la presentacin mientras echaba un

    burln vistazo al vestido de la seorita Pettigrew.En el lugar de su anfitriona, Catherine tambin habra tenido dificultades para expresar

    cualquier clase de placer en absoluto. Qu deba pensar la condesa? Catherine tena aspecto decriada de bajo rango. Ella haba escogido con cuidado un guardarropa que diera esa impresin.Vestirse como corresponda a su status habra dado lugar a la especulacin y, probablemente, a

    problemas durante su viaje. Su actual vestimenta, sin embargo, estaba destinada a provocar otraclase de especulacin en estos alrededores.

    An as, y a pesar de ser Lord Pelliston un consumado bribn, su ttulo se remontaba al

    siglo once al menos, y su hija haba sido escrupulosamente educada. Devolvi el saludo a lacondesa con sus modales ms pulidos, se excus por la injerencia, hizo otra reverencia ydespus dio media vuelta para abandonar la habitacin.

    El no demasiado gentil apretn de Lord Rand en su codo lo impidi. -Demonios,seorita Pettigrew, no sea tan cobarde. Solo es Louisa, ya sabe. No le morder.

    -No, ciertamente, conocindonos tan poco,- observ Lady Andover. Ella hizo un gestohacia una silla. -No quiere sentarse? Pedir que nos traigan un refrigerio.

    La seorita Pettigrew murmur varios gracias y varias disculpas ms junto con la firmeexpresin de sus intenciones de marcharse.

    -Oh, sintese,- dijo su benefactor. No tiene dnde ir, lo sabe, y tampoco tiene la menoridea de cmo llegar all aunque tuviera. Adems de lo cual, Louisa est en ascuas por saber porqu est usted aqu y quin es, slo que es demasiado bien educada para demostrarlo. No esverdad, Louisa?

    -Siento curiosidad sobre por qu la seorita Pettigrew pareci tan atnita cuando Jefferste anunci, Max. Has estado correteando bajo falsa identidad todos estos meses?

    Sin esperar respuesta, orden a su hermano que llamara a un criado. Este apareciinstantneamente; para nada, pens Catherine, como los de casa, que hacan como si fueransordos, y entonces, si acudan a la llamada lo hacan con aspecto sumamente ofendido. steapareci, desapareci, y reapareci en minutos, como un fantasma escrupulosamente eficiente yeducado.

    En el nterin, la hermana de Lord Rand mantuvo una entretenida y ligera conversacin,

    sin ayuda de sus dos invitados y toda ella sobre el tiempo. El t lleg junto con caf para su

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    hermano, que lanz una ofendida mirada a la taza que le era ofrecida y se encamin hacia unamesa sobre la cual reposaban varios decantadores.

    -Max,- dijo la condesa. -Necesitas el caf, milord.

    -Demonios, Louisa,- refunfu l, soltando la botella, -es bien pasado el medioda.-Cierto. An as, sospecho que tienes bastante que explicar, no slo a m, sino tambin ala seorita Pettigrew, y eres bastante crptico cuando ests bebido.

    -No hay nada que explicar,- contest su seora mientras examinaba los relucientesdecantadores con melancola. Me encontr a la seorita Pettigrew metida en un pequeo apuroy no tuve tiempo para hablar de genealoga. Tampoco es como si ella hubiera sido muycomunicativa.

    La hermana devolvi su atencin a su curiosamente ataviada invitada. -Azcar seoritaPettigrew?

    Catherine, quien haba estado mirando con fijeza al vagabundo que tan abruptamente sehaba convertido en un miembro de la nobleza, traslad su mirada de vuelta a su anfitriona, y se

    pregunt cmo poda uno ignorar, ni siquiera por un instante, a esta majestuosa mujer.La Condesa de Andover era tan rubia como su hermano e igual de alta, pero losdelgados y cincelados rasgos de l encontraban un homlogo ms suavizado en su encantadorsemblante. Luciendo un vestido azul aguamarina que pareca haber sido vertido directamentesobre su perfecta estructura, Lady Andover era la mujer ms hermosa que Catherine hubieravisto nunca. A pesar de no estar au courant2 de lo que se llevaba, la seorita Pelliston estabasegura que el vestido de la condesa deba ser la ltima tendencia en moda, obra de la ms finade las couturieres.

    Casi cegada por la brillantez de su anfitriona, Catherine fue cada vez ms agnicamenteconsciente de su propio aspecto apagado. Una conciencia culpable, la cual en las ltimas horashaba desarrollado todos los desagradables atributos de un enjambre de avispas ultrajadas, no

    mejor su ecuanimidad. Apenas se las arregl para asentir.-Qu clase de apuro?Aunque el tono de Lady Andover fue bastante amable, el suspicaz vistazo que lanz en

    direccin a su hermano hizo aflorar dos brillantes manchas de color a las mejillas de Catherine.Por suerte, la seorita Pelliston no tuvo necesidad de contestar cuando Lord Rand premi a suhermana con una ceuda mirada interrogante.

    -No necesitas mirarme como siyo hubiera tenido algo que ver en ello, Louisa. A menos,no al principio.- Se despeg de la tentadora exposicin de licores y tom asiento junto a su

    pariente.Pareca, pens Catherine, muy incmodo de repente, aunque no poda estar segura de no

    estar invistindolo con sus propios sentimientos. Despus de todo, lamentaba fervorosamenteno poder derretirse discretamente sobre la alfombra Aubusson y verse as liberada de hacerfrente a su escandaloso comportamiento y las espantosas consecuencias del mismo, que habanllamado la atencin de esta seora.

    -Entonces qu has hecho, Max?-Oh, por favor,- interrumpi Catherine. El se-su seora ha sido todo amabilidad, y

    todo esto es completamente culpa ma.-Esto no es culpa suya, y no puedo ni imaginar qu maldito idiota ha llenado su cabeza

    de esas tonteras de que tiene que pedir perdn a todo el mundo por hacer lo que cualquiermujer con un poco de inteligencia hara. Demonios, Louisa, uno podra pensar que an estamosen la Edad Media en este maldito pas.

    2 Al corriente.

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    -Debo confesar que por ahora el asunto sigue bastante oscuro para m,- contest suhermana. Quizs la seorita Pettigrew pueda ser ms esclarecedora.

    La seorita Pettigrew haba logrado hasta el momento soportar toda clase de

    indignidades sin echarse a llorar. Pero ahora, vindose acusada de irracionalidad, no pudodetenerlo. Su pecho se estremeca, y las lgrimas que en vano luchaba por contener hicieronbastante difcil entender las avergonzadas palabras que balbuce.

    -Se escap?- repiti Lady Andover, despus de que su hermano se las hubieratraducido. -No lo entiendo. Seguramente la seorita Pettigrew no es una aprendiz.

    -Por supuesto que no. Qu estas pensando, Louisa?-Si no es una aprendiz fugitiva, por qu llora? Tendr que consultar a Edgar, por

    supuesto, pero por lo que s, son los aprendices fugitivos quienes estn sujetos a demandajudicial. Esto puede consistir en una multa o el encarcelamiento

    -Se escap de casa porque su padre haba concertado su matrimonio con algn viejodecrepito.- Lord Rand procedi a dar una explicacin acerca del monedero robado y la fuga de

    la seorita Fletcher. Catherine se sinti aliviada al darse cuenta (entre sollozos) de que ldiscretamente omita ciertas otras aventuras y describa los acontecimientos tal y como habanocurrido, pero como si hubieran ocurrido haca tan solo unas horas.

    Cuando hubo terminado su resumen y contestado una o dos de las preguntas de suhermana, la seora dirigi su inquisitiva mirada hacia su invitada, que haba recobrado unaapariencia de compostura.

    -Ya veo,- dijo la condesa, -Max la ha trado aqu a fin de que yo pueda interpretar elpapel de Prima Agatha.

    -Oh, no! Le dije que pensaba volver a casa. Es -el rubor de Catherine se intensific,pero se trag el orgullo y continu. Me temo que necesitar unos pocos chelines en prstamopara pagar la diligencia.

    -Bueno si no es lo ms cobarde-Max,- dijo Lady Andover muy tranquila.-Pero ella no puede-Si la seorita Pettigrew desea regresar, no puedo mantenerla prisionera, verdad?-Maldita sea, LouisaLa condesa volvi la espalda a su hermano. -A pesar de todo, seorita Pettigrew,- dijo,

    -ahora mismo est demasiado alterada para viajar. Disculpe que se lo diga, pero no tiene buencolor. Si le permitiera marcharse ahora, la conciencia me remordera tanto que no podrasoportarlo.

    -De verdad, estoy completamente bien,- protest Catherine. -Nunca he tenido buencolor.

    -Mi conciencia no me permite creerla. Le pido perdn, querida, pero la ma es unaconciencia muy insistente. Molly le acompaara a una de las habitaciones de invitados y lesubir una taza de t recin hecha; apenas ha tocado la suya y temo que ya est fro.- La voz deLady Andover se torn imperativa. -Esta noche permanecer aqu. Reservaremos la discusinadicional hasta maana cuando haya descansado.

    -Ms te vale hacer lo que dice, -sugiri Lord Rand, siguiendo su ejemplo. Mi hermanatiene una conciencia muy insistente. No admite discusin.

    En otras circunstancias, ni el engatusamiento ni los imperativos, conseguiran retener aCatherine en la residencia Andover. Continuaba en Londres, y cada paso que haba dado desdeque haba llegado a la ciudad la haba hundido ms en el desastre. Slo quera huir.

    Saba que debera insistir ms para conseguir el pequeo prstamo que le permitiramarcharse de vuelta a casa inmediatamente sin necesidad de contestar preguntas embarazosas.

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    Sin embargo, para cuando haba conocido a lady Andover, Catherine estaba al borde de lahisteria. La fuga de la seorita Fletcher haba sido la gota que colmaba el vaso de una cadena deaplastantes calamidades. Una cama limpia y cmoda, una criada que se ocupara de ella, y la

    posibilidad de tomar una taza de t caliente en privado era ms tentacin de la que Catherinepoda resistir.Hizo un dbil intento de protesta, ante el cual lady Andover hizo odos sordos.

    Momentos ms tarde, Molly conduca a la inesperada visita hacia la planta superior.

    Captulo 4

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    Ahora que su carga haba sido depositada en manos capaces, Max estaba impaciente porescapar. No se lo permitieron. A pesar de que lady Andover le orden quedarse,afortunadamente, tambin lo invit a probar el contenido de los decantadores. Despus de

    servirse una copa y tomrsela de un solo trago, Max se acerc sin prisa hasta la chimenea y sededic a contemplar el mrmol, absorto.Su hermana lo estudi unos instantes antes de hablar. -Bueno, querido, -dijo, -es un

    interesante presente de regreso a casa el que me has trado. Slo que pens que celebraramos tuvuelta con algn ternero cebado y eso aunque ella no est muy cebada, verdad?

    -No saba que ms hacer con ella, condenacin. No poda enviarla de vuelta en un cocheella sola, y yo no poda ir con ella haciendo que tuviera ms problemas con su maldito padre.

    -Quin es ella, Max? No es una maestra, a pesar de lo que dice su atuendo. Ni tuamante tampoco, apostara. A pesar de lo salvaje y poco convencional que quieres aparentar ser,hasta t tienes tus lmites. Adems, si esa muchacha ha tenido alguna vez en su vida un

    pensamiento depravado, me comer mi sombrero nuevo.

    -Qu cantidad de firmes opiniones te has formado sobre ella, considerando que apenas lahas dejado abrir la boca.-Observo.- La condesa se acomod sobre el sof. -No creo que la hubieras trado aqu si

    no hubieras sentido que ella es cmo podra decirlo? Fuera de lo comn? No ser lo queaparenta o quiere aparentar ser? Su reverencia fue bastante elegante. Sus modales sonrefinados aunque eso no sea extrao en una institutriz o una profesora. Sin embargo, ya queno percib la habitual actitud sumisa de los de esa clase, conclu que ha sido gentilmente criada.Puedo estar confundida, por supuesto. Puede ser una radical. No es imposible, aunque simprobable.

    Haba alivio en el semblante de Lord Rand cuando se gir hacia su hermana. -Entonceshice lo correcto?

    -Oh, Max, t nunca haces lo correcto. Slo t te haras cargo de una hembra perdidacomo si fuera uno de aquellos gatitos abandonados que siempre me traas. Esto es un pocodiferente, me temo. Uno no puede desterrarla a la cocina para hacerle la vida imposible a lacocinera.

    -No me digas que piensas enviarla de vuelta?-Nunca s lo que quiero decir hasta que Edgar me lo explica, querido, y l no regresar

    hasta la hora de comer. Admito que siento curiosidad sobre por qu te opones tanto a queregrese. No estars enamorado de la seorita Pettigrew, verdad?

    Su hermano la contempl horrorizado. -Caray, Louisade una chiquilla flacuchacomo esa que me echa un sermn cada vez que se dirige a m? Todava no la has odo. Supongoque se sinti intimidada por tu magnificencia, pero descudate un poco y estar amonestndote.Hice todo lo que pude para permanecer serio -Se calm, comprendiendo que no podarepetirle a su hermana los sermones que haba tenido que escuchar en el burdel o en susalojamientos.

    -Entonces que ms te da si regresa para casarse con la persona a la que su padre haelegido para ella?

    -Va contra mis principios, y no formar parte de ello, al igual que no lo hice cuando elviejo trat de encadenarte con aquel decrpito y amargado troll. Va en contra de sus principiostambin. Lo s, porque ella me dio una charla al respecto antes de admitir que este era su mismo

    problema.-Principios,- repiti su hermana. Ya veo. De todos modos, debo consultar con Edgar.

    Si cree que debemos devolverla a su familia, debemos hacerlo.-Venga, Louisa

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    -Seguramente no dudaras de su buen juicio? Fue o no Edgar quien persuadi a Papde concederte seis meses antes de ponerle fin a tus correras salvajes? Y no fue que accedi

    porque Edgar convenci a Pap de que eres mucho mejor jinete que Percy y por lo tanto menos

    propenso a romperte el cuello en el nterin? Por eso Pap no te ha molestado ni una sola una vezdurante estos seis meses ya que incordia a Edgar, puedo asegurrtelo. Entre atender cadamnima demanda de Prinny y mantener calmado a Pap, el pobre Edgar no ha tenido ni unmomento para l.

    -No trates de hacerme sentir culpable. Andover solo ha tenido que consentir al Viejoestos seis meses. A mi me tocar hacer eso y todo lo dems de ahora en adelante. Supongo queempezar a elegirme novia?

    -En realidad ya ha elegido media docena. Estoy segura de que no te gustar ninguna deellas, como Pap bien sabe, pero le gusta tener la sensacin de estar haciendo algo, pobrecito.

    Max gimi. -Media docena. Y la maldita casa?-Yo me he ocupado de eso. Ni rastro de Percy. Estoy segura de que te complacer.

    -Oh, no me preocupa que fuera su guarida, si es eso lo que has querido decir. El viejoPercy careca de sentido comn. No se habra matado si lo tuviera. Maldito sea, aquel caballopodra haber saltado el arroyo.

    -S, querido, y ya le habas dicho bastante a menudo que confiara ms en su montura.Pobre Percy nunca tuvo mucho espritu, verdad? Debera haber sido el hijo menor. Podrahaber ingresado tranquilamente en el clero entonces, y Pap lo habra aceptado.

    -Y yo seguira estando en el mismo maldito apuro. Oh, bueno.- Su seora se termin elvino y deposit la copa en la repisa de chimenea. Ms me vale ir acostumbrndome a ello. Ira ver al Viejo ms tarde hoy. Pero si Edgar quiere enviar de vuelta a la muchacha, debes

    prometerme que me lo dirs de inmediato.-Por qu?

    Lord Rand se inclin y dio un beso en la frente a su hermana. Cuando se enderez dijo,-Porque estoy medio decidido a regresar con ella de todos modos. Quizs intercambie una o dos

    palabras con su padre.

    Catherine dio vueltas con preocupacin a su dilema mientras tomaba su t. Estabasegura de que para la hora de comer sus anfitriones tendran un montn de desconcertantes

    preguntas. Qu demonios iba a decirles?Escaparse de casa y viajar sin acompaante ya era suficiente para empaar la reputacin

    de una seorita. Haber pasado una noche completa en un burdel y otra en la residencia de unsoltero era la ruina completa.

    De nada le valdra el haber conservado su virtud. Las apariencias por s solas laconvertiran en una paria, en una deshonra para su familia a menos que, como Lord Rand lehaba aconsejado, nadie se enterara de ello. Actualmente l era la nica otra persona que losaba. Ya que l la conoca tan slo como seorita Pettigrew, el nombre de Pelliston continuabainmaculado. Mejor mantena esa farsa. Su regreso ya sera bastante doloroso tal y como estabanlas cosas.

    Adems, si confesara su verdadera identidad, Lord y Lady Andover nunca la dejaranvolver a casa sola, y Catherine no tena la menor intencin de llevar consigo testigos a lahumillante escena con la que estaba segura iba a ser recibida, sobre todo si su padre haba sidollamado de vuelta a casa a mitad de su viaje de novios. l no posea el menor autocontrol, y siestaba bebido, cuando se viera obligado a oh, mejor no pensar en ello. Seguro que su padre

    se comportaba de la forma ms espantosa.

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    -Ya est, seorita,- dijo Molly, sacando a Catherine de su infeliz ensueo. -Slo tieneque acostarse y tomar una larga y agradable siesta, y no la molestar nadie hasta la hora decomer. Le limpiar el vestido y se lo planchar,- aadi la doncella, mientras miraraba con

    decepcin el vestido gris extendido sobre una silla. Se sentir reluciente como una moneda decinco peniques y descansada tambin.-Oh, no. No es apropiado para la comida,- fue la avergonzada respuesta. El de muselina

    color melocotn ser mejor.-Disculpe, seorita, pero no he encontrado ninguno de muselina color melocotn, y

    desempaqu todo lo que ha trado. Slo haba un vestido color marrn y ropa interior, nadams.- El redondo y rosado rostro de la criada, mostraba su evidente desconcierto ante estenfimo guardarropa.

    Catherine haba estado demasiado agitada por la maana para hacer inventario de suspertenencias. Ahora, con una ligera sensacin de enojo, comprendi que el matn del burdeldeba haberle robado su nico vestido bueno.

    -Oh, querida,- dijo rpidamente. -Hice las maletas tan aprisa que debo haberlo olvidado.Qu estpido por mi parte. S, supongo que el vestido gris tendr que valer.Molly sali sin hacer ruido de la habitacin mientras Catherine se meta lentamente en la

    cama. No esperaba poder dormir, no con la mente tan embrollada, pero descansar unas horas leayudara a pensar con ms claridad, como debera haber hecho dos semanas antes.

    No haba sido capaz de razonar porque el exaltado temperamento que haba heredado desu padre la haba hecho comportarse de forma obcecada e indmita. Aunque no lo hubierademostrado, se haba vuelto completamente irracional, al igual que l, incapaz de pensar en lasconsecuencias. Al menos debera haberse preparado para cualquier eventualidad. Haba tenidosemanas para reconsiderarlo, para planear el futuro.

    No era de extraar que Lord Rand la creyera una jovencita ignorante. Ahora deba

    pensar incluso peor de ella. La haba tildado de cobarde e insensata, lo cual no era sorprendenteconsiderando la repugnante demostracin de falta de carcter que ella le haba ofrecido. Dosveces al menos haba llorado delante de l ella que detestaba las lgrimas. No era el llorarun acto de sensiblera autoindulgencia cundo se haca en privado y una invitacin a lacompasin cuando se haca en pblico? La ta Deborah se echaba a llorar ante el ms mnimocontratiempo, lo que enfureca a Pap y llenaba a Catherine de exasperacin.

    Lord Rand deba haberse sentido enormemente aliviado de traspasarle a otro elproblema. Todos estos pensamientos desencadenaron oleadas de sufrimiento en su interior, ylos ojos comenzaron a escocerle. Oh, por el amor del cielo! De todos los excelentes motivosque tena para llorar, por qu deba ser el mero hecho de pensar en su salvador el que lodesencadenara?

    Desterr con firmeza la imagen de Lord Rand de su mente para concentrarse en la de suanfitriona. El nombre de Andover le era muy familiar. Estara relacionada esta familia con lasuya? No sera sorprendente, ya que casi toda la nobleza de Inglaterra, incluso de Europa,estaba relacionada entre s. Sin embargo, puede que la familia del conde hubiera sido tan solo eltema de una de las incoherentes disertaciones de la Ta Abuela Eustacia sobre genealoga. Lavieja dama se conoca su ejemplar del Debrett tan ntimamente como su Biblia. MientrasCatherine recordaba los inacabables monlogos en aquellas oscuras y abigarradas habitaciones,el agotamiento cay sobre ella.

    Genealoga. -No tengo tiempo para hablar de genealoga,- le haba dicho a su hermanade aquella forma tan abrupta suya. Realmente, era bastante gracioso, dadas las circunstancias.

    Qu hombre tan raro era, pens Catherine vagamente mientras sus prpados se volvandemasiado pesados para permanecer abiertos. Un disoluto, evidentemente, con sus licores y sus

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    rameras, como Pap, pero joven y hermoso y tan fuerte. La haba levantado en brazos tanfcilmente como si ella hubiera sido una de sus bolsas de viaje.

    Debi quedarse impresionado, cuando una vez recuperada la sobriedad, comprendiera lo

    que haba trado a casa con l. Quizs esto le enseara a practicar la moderacin en el futuro.Con este piadoso pensamiento, Catherine se qued dormida.

    -Quin diablos es usted?- exigi Lord Rand, contemplando al pequeo y flaco hombrefrente a l.

    Su seora haba sufrido ya dos desagradables sorpresas. La primera haba sido unmayordomo an ms alto que l, cuyo acento insinuaba un ntimo conocimiento de la zona deSt. Mary Le Bow: un mayordomo cockney de nombre Gideon, menuda cosa. La segunda fue unchef que no saba ni una palabra de ingls, obligando as a Lord Rand a rebuscar por entre losms recnditos rincones de su mente el francs que haba resuelto sepultar all para siempre

    junto con el griego y el latn.Frente a l ahora permaneca en pie a la triste criatura que haba estado siguiendo lospasos del vizconde a travs de su largo periplo hogareo.

    -Hill, milord, -dijo el hombrecito tristemente.-Hill,- repiti Lord Rand. -Y cul essu cargo?-Soy su secretario, milord.-Y para qu demonios quiero yo un secretario? No somos ya bastantes aqu? Este

    maldito lugar hierve de sirvientes. Apostara a que no ha habido tal muchedumbre en un lugardesde que Prinny se cas con la gorda de esa prima suya.

    -S, milord. Un trgico asunto, ese, - convino Hill, con pesimismo.-No sabe de la misa la mitad,- se quej su seora. Bien, qu es exactamente lo que

    hace?-Su seora Lady Andover indic que usted necesitaba ayuda con su

    correspondencia, milord. Ahora que reside aqu habr un suministro diario de invitaciones querequieren respuesta.

    -No pienso asistir a ninguna de esas mohosas reuniones sociales.-Muy bien, milord. Es consciente, espero, de que se ha comprometido para cenar esta

    noche con Lord y Lady St. Denys?-Esta noche? Ya? El demonio se lo lleve. El Viejo no me da ni un minuto para

    respirar. Cmo diablos se ha enterado de que he regresado?-Es un hecho deplorable, milord, que los chismes de los criados viajen a tan alarmante

    velocidad,- dijo el seor Hill en tono pesimista. La invitacin de su seora lleg hace unahora. Temo que sea, en efecto, para esta noche.

    -Por supuesto que lo es. No pueden esperar a clavarme las garras.- El vizconde murmuralgo ininteligible, y luego dijo con ms claridad, -Muy bien. Mejor acabamos de una vez.

    Considerando el tema zanjado, estaba a punto de seguir su camino, pero el secretariopareca estar a la melanclica espera de algo ms.

    -Es eso todo? - pregunt el seor con impaciencia.-Su seora, tambin mencion que habra numerosos asuntos que reclamaran su

    atencin, aunque apenas fueran dignos de la misma. Ella me indic que yo tena, en la medidade lo posible, que aligerarle de los ms triviales.

    Lord Rand suspir. -Cmo que?

    -Su ayuda de cmara, milord.-No deseo un ayuda de cmara. No quiero tener a cualquiera hurgando e