El Voto Femenino Palique LXXII

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Nemesio R. Canales El voto femenino Palique LXXII

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Paliques Palique LXXII El voto femenino Voy a darme un bombo. Lo merezco, y no es cosa de dejarle a otro el trabajo de drmelo. En el caso, seores,que yo tuve, hace algn tiempo, la imperdonable debilidad de hacerme nombrar delegado a la Cmara. He dicho me hice nombrar y no dije me nombraron, porque ya no es un secreto para nadie: aqu- como en todas partes- no son nuestros conciudadanos los que nombran a uno, sino uno el que hace le nombren los conciudadanos, lo que es naturalmente, cosa muy distinta. En este asunto de los delegados, como en otros muchos, por no decir como en todos, el pueblo es tan dueo de si eleccin, esto es, de la facultad que en teora se le concede de designar a este o al otro candidato, como lo soy yo de las decisiones del Zar de Rusia. Pero, disgreciones aparte, el hecho es que yo fui delegado. Y no bien me hube arrellanado, con la comodidad de un viejo cannigo, en mi butaca de padre de la patria, empez a preocuparme y a inquietarme mas de la cuenta la idea de que, una de dos: o yo haba ido all con la respetable y tradicin misin de no hacer nada y dejar las cosas como estaban, o haba ido con el compromiso de emprender la tonta tarea de corregir abusos, remediar injusticias y desempear las dems funciones de un celoso, entendido y pazguato legislador. Aunque lo primero, esto es, lo que de no hacer nada, me gustaba mas, consecuente con mi vieja costumbre de llevarme la contraria a mis mismo, me resolv por lo segundo, esto es, ponerme a hacer algo. Y ya resuelto a hacer algo, me puse a buscar ansiosamente abusos que corregir e injusticias que remediar en el cuerpo de nuestras leyes. Madre ma!, las cosas que vi!, que de pstulas, chichones, canceres y jorobas descubrieron mis ojos en el augusto cuerpo de nuestras leyes!, que de innobles rapias toleradas y hasta santificadas en el Cdigo Civil!, que de bajas infamias perpetradas framente en casa pagina, en cada articulo y hasta en cada letra del Cdigo Penal! Temblando de pies a cabeza, ya iba a apartar para siempre mi horrorizada vista de aquel sombro cuadro, cuando me acorde de que en el no haban puesto jamas sus pequeitas manos pecadoras las mujeres, a quienes, desde tiempo inmemorial, se les haba usurpado todo derecho a intervenir en los asuntos polticos. Dios sabe, me dije, si gran parte de las atrocidades jurdicas que se llaman leyes no se habran perpetrado a no ser por esta secular usurpacin! Del anterior pensamiento naci el proyecto de ley que presente a pocopara la emancipacin legal de la mujer. Todos los hombres serios de la Cmara miraron mi proyecto con esa cargante risita de desden que los tales hombres serios tienen para todos aquello que no entienden. Y, puesto a discusin, salto mi elocuente amigo De Diego a la palestra, y sus periodos relampagueantes convencieron a todo el mundo de que yo estaba loco y que nuestras castas y angelicales mujeres estaban muy bien como estaban y para nada necesitaban mas derechos de los que ya tenan. As quedo la cosas, y ya nadie, ni yo mismo, se volvi a acordar de los asendereados y maltrechos derechos de la mujer, cuando no hace muchos das, me tropiezo en La Democracia con un manifiesto de Mundo Rivera en que, despus de conocer que ya en los Estados Unidos van quedando muy pocos estados que no hayan implantado el voto femenino, abogaba porque aqu en Puerto Rico nos dispusiramos tambin a realizar tan notable acto de justicia. A m no me sorprende que el seor Muoz Rivera, hombre inteligente y progresista, se haya convertido en abogado del sufragio femenino; pero me sorprende y me hasta me aflige que ni el, ni los que comentaron y ensalzaron las declaraciones de su manifiesto, hayan dicho una palabra en recuerdo de mi labor, buena o mala, en pro de dicha idea, cuando tuve la desdicha de ser delegado. Y ya que pasa el tiempo nadie me da el bombo a que tengo tanto, tantsimo derecho por haber sido el primer paladn

de la causa feminista en Puerto Rico, all voy yo mismo a recordar mi hazaa y a rendirme a mi mismo el sincero homenaje de mi mas entusiasta admiracin. Ya que esta perra admiracin incurable que es tengo a las malditas mujeres me hizo soportar durante mas de dos semanas la risita necia de los hombres cargantes mal llamados serios que me tenan por loco, djeseme ahora el infantil placer de darme tono, aplaudiendo en Muoz lo que Muoz se olvido de aplaudir en mi. Si uno se roba a si mismo estas satisfacciones infantiles de la vanidad que derriten de gusto por ah a tanto mentecato, con que otros elementos vamos a contar para llenas este espantable vaco de la vida? Seor Munoz Rivera: este pequeo hombre de cara gorda, irregular y aburrida, nacido en Jayuya, a quien usted sin duda recuerda y admira en silencio por su pasada campaa en pro de la mujer puertorriquea, le sale al paso a usted en este luminoso da de hoy para gritarle su entusistica adhesin y sincera admiracin por sus hermosos propsitos en beneficio de la noble causa de la noble mujer puertorriquea (cuyos menudos y graciosos pies, bien lavaditos, no me cansara nunca de besar). Canales, Nemesio R. Paliques.