En Defensa Del Socialismo Científico. Otra Vez Sobre Pablo Rieznik y La Inutilidad Del Conocimiento...

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En defensa del socialismo científico Otra vez sobre Pablo Rieznik y la inutilidad del conocimiento científico. Juan Kornblitth Invitado a la presentación de mi libro Crítica del marxismo liberal, Pablo Rieznik aprovechó para hacer una diatriba en contra de la investigación empírica en general y contra RyR en particular, acusándonos de ser “una gangrena que quiere darnos clases de ciencia a la izquierda bruta”. En lugar de responder a mi crítica hacia su postura sobre el monopolio, montó una parodia de debate con lamentables apelaciones a su autoridad (por viejo, profesor y economista) para descalificarme (por joven y no saber nada de economía). Prefirió evitar todo comentario a cuestiones obvias, como la contradicción lógica en la que cae al afirmar, simultáneamente, que la decadencia del capital es fruto de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y que la etapa monopolista anula dicha igualación y, por lo tanto, los mecanismos que provocan su caída. El eje de su exposición consistió en defender la absurda idea de que el capital está en decadencia desde principios del siglo XX. Como consecuencia, tendría razón una supuesta “tradición marxista” que divide la historia del capitalismo en dos fases, una premonopolista y otra monopolista. Como toda prueba, realizó una descripción puramente fenomenológica, señalando que la existencia de guerras y crisis demostraba mi error. Exposición abundantemente acompañada con loas a Lenin y Trotsky, acusaciones de “abandonar la tradición revolucionaria” y otros improperios por el estilo. Su intervención no hizo referencia alguna a la existencia o no de monopolios que dominen la acumulación de capital. Mucho menos intentó justificar empíricamente un cambio cualitativo en la producción de mercancías, eje de cualquier discusión materialista sobre la economía capitalista. Es más, se abstrajo por completo de la acumulación de capital, llegando a señalar que la “política domina la economía” a partir de la fase imperialista. Su enojo se acentuó cuando marcamos que estaba escapando al debate, a la vez que nos daba la razón al mostrar una mirada politicista del capitalismo, fruto de una mala comprensión de la economía. Leímos citas textuales de su libro donde abandona la descripción de Marx del capitalismo y en las cuales, de la mano de autores morenistas como Víctor Testa y o el sweezista Harry Braverman, realiza una lectura de la competencia en los mismos términos que la economía a neoclásica. Es decir, construyendo una idílica etapa histórica de librecambio armonioso, donde todos los capitales son iguales y su acción es puramente benéfica y pacífica. Un paraíso del que habríamos sido expulsados por una distorsión externa, política, del libre juego del mercado. Por lo visto, Rieznik ha retrocedido a Proudhon. Según se desprende de su posición, que se confirma con su elogio a la idea de “feudalidad capitalista” de Lafargue, lo específico del capitalismo dejó de ser la explotación económica. Ahora se trata de un modo de producción regido por relaciones de fuerza extraeconómicas. Cuando quisimos reorientar el debate hacia el contenido del libro, en lugar de discutir, comenzó a gritar y a manifestar que él no estaba dispuesto a debatir sobre precios. Es más: dijo textualmente que “me chupan un huevo los precios”. El enojo y el ataque de Rieznik lejos están de ser un exabrupto. Lo que reflejan sus palabras es algo que ya habíamos señalado en otra oportunidad: su desprecio por el trabajo intelectual. A lo largo de toda su exposición, como dijimos, se limitó a transitar la superficie de los problemas, hacia los

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Invitado a la presentación de mi libro Crítica del marxismo liberal, Pablo Rieznikaprovechó para hacer una diatriba en contra de la investigación empírica en general ycontra RyR en particular, acusándonos de ser “una gangrena que quiere darnos clases deciencia a la izquierda bruta”. En lugar de responder a mi crítica hacia su postura sobre elmonopolio, montó una parodia de debate con lamentables apelaciones a su autoridad (porviejo, profesor y economista) para descalificarme (por joven y no saber nada de economía).Prefirió evitar todo comentario a cuestiones obvias, como la contradicción lógica en la quecae al afirmar, simultáneamente, que la decadencia del capital es fruto de la ley de latendencia decreciente de la tasa de ganancia y que la etapa monopolista anula dichaigualación y, por lo tanto, los mecanismos que provocan su caída.

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En defensa del socialismo científicoOtra vez sobre Pablo Rieznik y la inutilidad del conocimiento científico. Juan Kornblitth

Invitado a la presentación de mi libro Crítica del marxismo liberal, Pablo Rieznikaprovechó para hacer una diatriba en contra de la investigación empírica en general ycontra RyR en particular, acusándonos de ser “una gangrena que quiere darnos clases deciencia a la izquierda bruta”. En lugar de responder a mi crítica hacia su postura sobre elmonopolio, montó una parodia de debate con lamentables apelaciones a su autoridad (porviejo, profesor y economista) para descalificarme (por joven y no saber nada de economía).Prefirió evitar todo comentario a cuestiones obvias, como la contradicción lógica en la quecae al afirmar, simultáneamente, que la decadencia del capital es fruto de la ley de latendencia decreciente de la tasa de ganancia y que la etapa monopolista anula dichaigualación y, por lo tanto, los mecanismos que provocan su caída.El eje de su exposición consistió en defender la absurda idea de que el capital está endecadencia desde principios del siglo XX. Como consecuencia, tendría razón una supuesta“tradición marxista” que divide la historia del capitalismo en dos fases, una premonopolistay otra monopolista. Como toda prueba, realizó una descripción puramentefenomenológica, señalando que la existencia de guerras y crisis demostraba mi error.Exposición abundantemente acompañada con loas a Lenin y Trotsky, acusaciones de“abandonar la tradición revolucionaria” y otros improperios por el estilo. Su intervenciónno hizo referencia alguna a la existencia o no de monopolios que dominen la acumulaciónde capital. Mucho menos intentó justificar empíricamente un cambio cualitativo en laproducción de mercancías, eje de cualquier discusión materialista sobre la economíacapitalista. Es más, se abstrajo por completo de la acumulación de capital, llegando aseñalar que la “política domina la economía” a partir de la fase imperialista.Su enojo se acentuó cuando marcamos que estaba escapando al debate, a la vez que nosdaba la razón al mostrar una mirada politicista del capitalismo, fruto de una malacomprensión de la economía. Leímos citas textuales de su libro donde abandona ladescripción de Marx del capitalismo y en las cuales, de la mano de autores morenistas comoVíctor Testa y o el sweezista Harry Braverman, realiza una lectura de la competencia en losmismos términos que la economía a neoclásica. Es decir, construyendo una idílica etapahistórica de librecambio armonioso, donde todos los capitales son iguales y su acción espuramente benéfica y pacífica. Un paraíso del que habríamos sido expulsados por unadistorsión externa, política, del libre juego del mercado. Por lo visto, Rieznik ha retrocedidoa Proudhon. Según se desprende de su posición, que se confirma con su elogio a la idea de“feudalidad capitalista” de Lafargue, lo específico del capitalismo dejó de ser la explotacióneconómica. Ahora se trata de un modo de producción regido por relaciones de fuerzaextraeconómicas.Cuando quisimos reorientar el debate hacia el contenido del libro, en lugar de discutir,comenzó a gritar y a manifestar que él no estaba dispuesto a debatir sobre precios. Es más:dijo textualmente que “me chupan un huevo los precios”. El enojo y el ataque de Riezniklejos están de ser un exabrupto. Lo que reflejan sus palabras es algo que ya habíamosseñalado en otra oportunidad: su desprecio por el trabajo intelectual. A lo largo de toda suexposición, como dijimos, se limitó a transitar la superficie de los problemas, hacia los

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epifenómenos del capital. La esencia de los procesos aparecía en forma externa, a partir delmarco teórico. Con citas a los clásicos buscó sustituir su falta de conocimiento del procesohistórico concreto: los hechos van por un lado, la “teoría” por otro. Y tal contradicción noparece preocuparle en lo más mínimo. Su razonamiento básico es: como Lenin dijo que elimperialismo es la etapa del superior del capitalismo, ergo me basta describir crisis y guerraspara mostrar que tiene razón.Al rechazar enfáticamente cualquier debate sobre precios, es decir, a zanjar empíricamentela cuestión en lugar de elucubrar razonamientos fantásticos, Rieznik no hace más quedarme la razón. Se niega a discutir los cuestionamientos concretos a la teoría monopolistaque están en mi libro y que pondrían en la picota su método de análisis. ¿Existe o no undominio de los monopolios sobre el conjunto de la vida económica? ¿Esos entesfantasmáticos niegan la igualación de la tasa de ganancia mediante el control de los precios?¿La falta de competencia es lo que bloquea el desarrollo nacional, como dicen los liberalescuando critican al peronismo? El debate podría haber sido muy fructífero, razón por la cuallo habíamos invitado. Sin embargo, Rieznik coloca la discusión en el terreno que le interesaa él (o tal vez en el único que puede confrontar, a pesar de su edad y su conocimiento sobrela economía): la hagiografía y el comentario talmúdico en lugar de la confrontacióncientífica. ¿Por qué? Porque de esa forma se evade de un problema aun más profundo queel de los monopolios: el del lugar de la ciencia en la lucha del proletariado (y, por ende, laresponsabilidad del partido en la producción de ese conocimiento). Se evade porque es suopinión públicamente expuesta que no tiene sentido producir conocimiento. Repetidasveces dijo que estudiar Siderca, Arcor o la producción petrolera argentina no sirve paranada, en referencia a las investigaciones del CEICS-RyR. Si lo sumamos a expresiones en elmismo sentido cuando se presentó Patrones en la ruta, nuestro libro sobre el conflicto delcampo, la conclusión es obvia: el viejo especialista en economía Pablo Rieznik pretendehablar de todo sin saber nada.En el fondo, su negación a discutir sobre precios y sobre las críticas concretas que aparecenen mi libro a la “teoría” del capital monopolista, revelan una forma de hacer políticavoluntarista que se abstrae del momento histórico y las determinaciones materiales de suacción. Curiosamente, este viejo economista, al considerar que lo único que importa es lapolítica, se abstrae de las necesidades de estudiar la economía mundial y nacional.Recordemos que esta posición lo llevó, en aquel debate de Patrones…, a colocarse del ladodel campo, en el caso hipotético en que los chacareros defendieran el no pago de la deudaexterna. No importa el contenido concreto de clase de los “chacareros” sino “lo quedicen”.Frente a esta posición dogmática que busca bloquear cualquier debate serio convirtiéndoloen un show, llamamos al viejo y experimentado profesor y economista a que nos expliquequé entiende por socialismo científico. No se trata de recitar supuestas “tradiciones”marxistas, que excluyen al propio Marx, sino de usar el legado teórico de la clase obrerapara conocer el terreno de la lucha de clases. Así lo hizo Lenin y así lo hizo Marx. Pero parapoder debatir hay que estudiar la realidad. A aquel que hace rato que no lo hace, si es que lohizo alguna vez, sólo le queda la apelación a las autoridades o, peor aún, al sentido común.Rieznik, que cita todo el tiempo a Lenin y Trotsky, lamentablemente, ha elegido moverseen compañía de Santo Tomás y Perogrullo: como toda prueba de que el latifundio es lacausa del atraso argentino y que el precio del petróleo está regulado por los monopolios,

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afirmó que “todo el mundo lo dice”. Con esta guía “científica”, pobre de aquel que se désemejante conductor.