En la bella ciudad de Kamakura, una mujer que oculta una ...

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EnlabellaciudaddeKamakura,unamujerqueocultaunamanchaenunodelospechosmanipularálospreciososobjetosdeunritoquetransvasarán,como fantasmas,el pesodelerotismodeunageneraciónaotra.Yasí, unjovenheredalasobsesionesamorosasdesupadre,expertoenlaceremoniadel té.Mil grullas en vuelo aparecen a lo largo del relato comomisteriosoauspicio.YasunariKawabata,unode losmayoresescritores japonesesdel sigloXX,explora en esta novela la fuerza del deseo y del remordimiento, y lasensualidadde lanostalgia,enunabellísimahistoriaendondecadagestotieneunsignificado,einclusohastaelmásleveroceosuspirotieneelpoderde iluminar vidas enteras, a veces en el preciso instante en que sondestruidas. Una historia brillante acerca del deseo, el arrepentimiento y lasensualidad.

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YasunariKawabata

Milgrullas

ePUBv1.1jugaor07.07.12

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Títulooriginal:(Senbazuru)YasunariKawabata,1952.Traducción:MaríaMartocciaPrólogo:AmaliaSato

Editororiginal:jugaorePubbasev2.0

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Milgrullas:Laceremoniadeltéysustazonesfantasma

Figura emblemática, miembro de la Escuela de las Nuevas Sensibilidades(ShinkankakuSchool), guionista de un clásico del cine experimental de 1926 (Unapáginadelocura,dirigidaporKinugasaTeinosuke),KawabataYasunaridesdemuyjovenseinstalaactivamenteenelmedioartístico.Suvidasehabíainiciadoconunapresencia de muerte que sólo «el inútil esfuerzo», sobre el que permanentementevuelve, podía mitigar en parte: inútil esfuerzo por acceder a la belleza, a losconocimientosdeunOccidentetraspasado,inútilesfuerzodelaescritura.Perseguidoporlaspérdidas,ladesupadrecuandoeraunacriaturadedieciochomeses,sumadreunañomástarde,sunodrizaalosseis,suhermanaalosdiez,aloscatorcesuúltimofamiliar,elabuelo,enesasucesiónleyeronlosestudiososjaponesesuna«disposicióndehuérfano»,quesóloencontrórefugioenunmundoliterario.

En una conferencia que dictó en Hawaii en 1969, titulada «La existencia y eldescubrimiento de la belleza»,Kawabata cuenta cómo, sentado en un lujoso hotel,tieneunamañanalavisióndemesasdispuestasenunaterraza,concientosdevasoscolocadosbocaabajobrillandocomodiamantesbajoelsoltropical.Algoquenuncahabíavistoyquelodeleita.Sentenciaentoncesquelaliteraturanohacesinoregistrartalesencuentrosconlabelleza.

Para Kawabata, los mejores calificados para descubrir la pura belleza son losniños pequeños, las mujeres jóvenes y los hombres moribundos. Así, las mejoressorpresas de estilo las deparan los textos escolares; así, toda su obra refleja sufascinaciónconuntipodeinmaculadamujeridealizada.Yporesosuensayoclavesetitula«Losojosdeunhombremoribundo».

La trama de Mil grullas (Senbazuru) gira alrededor de uno de los ritosconsagradosdelaculturajaponesa,laceremoniadelté,encuentroquedesdeelsigloXIIIpacificabaalosguerreros.Paraimaginarlasescenasconlosobjetosapropiadosse justificaría laconsultaaunaenciclopediadearte: lasgrullasdelpañuelosonunauspicioso símbolo de longevidad; los tazones ceremoniales de cerámicasrenombradas; el Oribe oscuro con toques de blanco y diseño de helechos de laprimera ceremonia; la jarra Shino de esmalte blanco y tenue rojo para la ofrendafloral fúnebre;elpardeRaku,negroy rojo—tazoneshombre/esposa—;el terribleShinocilíndricoconlahuellaimborrabledeunlápizdelabios,queserálanzadoenuna suerte de exorcismo pero cuyos pedazos habrá que enterrar con respeto; elKaratsuverduzcocontoquesdeazafránycarmesí,deasimétricafacturacoreanaque

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conformará con el anterior otra bella pareja de objetos-fantasma; las acuarelas deSotatsu y las caligrafías del poeta Muneyuki que decoran el altar estético. Es elrefinadomundodelaciudaddeKamakura,sonlosentornosdeltemplozenEngakuji.

El recuerdo de una muchacha hermosa reaparecerá a lo largo del relato en laimagendelasmilgrullasdesupañuelo,encontrasteconlapresenciadelamadreyla hija, que serán amantes del protagonista. Desde el principio ya se dibuja untriángulo de mujeres que el protagonista ve de espaldas al ingresar en el recintoceremonial.Sesucederánsinfin:lamadredeljovenKikuji,desdibujada;Chikako,lamujerde lamanchaenelpecho, amantedelpadredeKikuji,manipuladoraque seapropiadelaceremoniaydelosobjetosquehanpasadodemanoenmano;laseñoraOta,frágilcarnalidadqueenlazadosgeneracionesdehombres;Fumiko,evanescenteyenquiensecontinúaelkharmaamorosodelamadre,yYukiko,lajovendequiensólo se dice que es bella pues su gusto exquisito—la elección del diseño de supañueloyunbordadode lirios en sucinto— la califican sinnecesidaddeningunadescripción.Todasseránvérticesdesucesivascombinaciones.

EnlanocióndeestructuranovelísticaqueKawabatatrabajaba,losincidenteseranmás importantes que las conclusiones, y por eso lomás rico de la novela son losdiálogos.Muchoscompararonsusdesarrollosconlosdelentasobrasdeteatronoh:pues suplacereran los tiemposmorososque losplazosdeentregaa las revistas lepermitían; como en los versos encadenados, era la serie lo que le interesaba. Susfinales suelen ser vertiginosos, como en ésta, donde Fumiko desaparece y Kikujisospechaquesehasuicidadoigualquesumadre,laseñoraOta.

LaprácticanovelísticadeKawabatano coincide con sus teorizaciones sobre laestructuraen trespasos.Susnovelaspodrían terminarencualquierpuntoysediríaquenuncahayunfinal.Sepercibeuncrecimientosinunplanpreconcebido,influidopor la técnica del fluir de la conciencia que admiraba en la narrativa de Joyce yProust,ylatradiciónjaponesadeunacontinuidadporadición,comoenelGenjioEllibro de la almohada. No hacía caso del concepto de argumento, una supersticiónheredada de la aplicación de conceptos dramáticos, que no aplicaba a sus novelas,que se iban conformando, como las redacciones infantiles, con oracionesimpredecibles, libres, iluminadas. Kawabata, que dejó muchísimos escritosinconclusos,tambiénsolíapracticarotrocuriosoejercicio:reducíalostextosextensosaloquellamaba«relatosdeltamañodelapalmadeunamano»,operaciónenlaqueloconsiderabanmaestro.

Al recibir en 1968 el Premio Nobel, para el que mucho colaboraron lasespléndidas traducciones al inglés de Edward Seidensticker, Kawabata invocó elbelloJapón,elJapónestéticoquedesdeelsigloXIXintrigaaOccidente.UnJapóntradicional,«quesehaido»,peroqueélencontrabaenespaciosnaturalesalejadosde

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lourbanooenloslugaresdondesecumplíanlosviejosritos:«elotromundo»ajenoalacotidianeidad,dondehayunaregresiónalomaternalaldejarsedominarelhombrepor el sentimiento de amae (tomar provecho de la benignidad de otro, mostrarsecomounniñoconsentido).Aquí,lacasitadeljardín,dondesepracticalaceremoniadelté,espaciopreservadodondelostazonessecargandeunaemotividadquedesafíael tiempo y en el cual el rito convoca a un Eros que se vierte en cada gesto,contaminandoasucesivasgeneracionesdeamantes.Pero laexperienciaespiritualyestéticaseconvierte,enmanosdeChikako,enunejerciciode laperversión,enunmomentodegrantensión,enunaexhibicióndepoder,comoenelsigloXVIIlohacíaToyotomi Hideyoshi, el jefe militar, al desplegar los objetos ceremoniales de suspredecesores.

Comoesas«islasenunmardistante»que leatraían, trabajaKawabatasuestiloelusivotaninfluidoporsuclásicofavorito,elRomancedeGenji.Parapercibirloenbruma hay que sostener la ilusión de una lengua donde hay un modo para loshombres y otro para las mujeres, con una entonación, desinencias verbales yvocabularios diversos, donde los adjetivos declinan con indicaciones temporales,dondehayinfinidadderecursosparaexpresarladuda,lasuposición,loincompleto.ElprimerepisodiodeMilgrullassepublicóen1949;en1951ladapor terminada.Enunhaikudelmesdeenerode1953,prometía:

EnelcielodeAñoNuevomilgrullasvuelanoasímeparece.

Pero la breve historia que inicia entonces, con el mismo protagonista, quedainconclusa.

AMALIASATO

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Milgrullas

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Auncuandohabíaalcanzadoa llegaraKamakurayalTemploEngakuji,Kikujinosabíasiacudiríaalaceremoniadelté.Yallegabatarde.

SiemprequeKurimotoChikakooficiabalaceremoniadeltéenlamoradainteriordelEngakuji,élrecibíaunanota.Sinembargo,nohabíaasistidonisiquieraunavezdesde la muerte de su padre. Consideraba las notas tan sólo gestos formales enmemoriadesupadre.

Estavezhabíaunaposdata:ellaqueríaqueélconocieraauna jovenaquien leestabadandoclasesparalaceremoniadelté.

Mientrasleía,KikujipensóenlamanchadenacimientodeChikako.¿Teníaocho,quizá,nueveaños?SupadrelohabíallevadoavisitaraChikakoyla

habían encontrado en la sala del desayuno. Tenía el kimono abierto. Estabacortándoseelpelode lamanchaconunpequeñoparde tijeras.Lamancha,grandecomolapalmadeunamano,lecubríalamitaddelpechoizquierdoysedesplazabaporelhuecoentreambospechos.Parecíaestarcreciendopelosobrelamanchanegro-morada,yChikakoestabaenelprocesodecortarlo.

—¿Trajistealmuchachocontigo?Sorprendida,seacomodóelcuellodelkimono.Luego,quizáporqueapresurarse

sólo había complicado sus esfuerzos por cubrirse, se volvió ligeramente y, concuidado,metióelkimonodentrodelobi.

Su sorpresa debió de haber sido causada menos por la aparición del padre deKikuji que por Kikuji. Puesto que una doncella los había recibido en la puerta,Chikakodebíasaber,porlomenos,queelpadredeKikujihabíallegado.

ElpadredeKikujinoentróen la saladeldesayuno.Encambio, se sentóen lahabitacióncontigua,lahabitacióndondeChikakodabasuslecciones.

—¿Podría tomar una taza de té? —preguntó el padre de Kikuji de maneraausente.Mirólalámparadelnicho.

En el periódico que estaba sobre su rodilla, Kikuji había visto pelos que erancomolosdeunabarba.

Aunquehabíaplenaluzdedía,lasratascorreteabanporelespaciovacíodelcieloraso.Habíaundurazneroenflorjuntoalaveranda.

Cuandoalfinocupósulugarjuntoalbraserodelté,Chikakoparecíapreocupada.

Unosdiezdíasdespués,Kikujihabíaoídoasumadredecirlealpadre,comosifueraunsecretoextraordinario,queélnopodíadesconocerqueChikakonosehabíacasado a causa de la mancha de nacimiento. Había compasión en los ojos de sumadre.

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—¿Ah,sí?—ElpadredeKikujicabeceó,aparentementesorprendido—.Peronoimportaríasisuesposoloviese,¿verdad?Enespecial,sisabíadesuexistenciaantesdecasarse…

—Eso es exactamente lo que le dije. Pero, después de todo, unamujer es unamujer. No creo que yo hubiera sido capaz de decirle a un hombre que tenía unamanchaenormeenmipecho.

—Peroyanoesjoven.—Aun así, no sería fácil. Es probable que un hombre con una mancha pueda

casarseysimplementereírsecuandoselodescubren.—¿Túhasvistoesamancha?—Noseastonto.Claroqueno.—¿Sólohablarondeél?—Ella vino para mi lección y hablamos de toda clase de cosas. Supongo que

sintiódeseosdeconfesarse.ElpadredeKikujipermanecíaensilencio.—Imaginaqueellaestuvieraporcasarse.¿Quépensaríaelhombre?—Casisegurosentiríarechazo.Peropuedequeencontraraalgoatractivoenél,al

tenerlo como algo secreto. Por otra parte, el defecto puede realzar aspectosinteresantes.Detodasformas,noesunproblemadelcualvalgalapenahablar.

—Ledijequenoeraunproblemaenabsoluto.«Peroestásobreelpecho»,dijoella.

—¿Ah,sí?—Lomásdifícil sería tenerunniñoqueamamantar.Elesposopodría tolerarlo,

peroelniño…—¿Lamanchaimpediríaquesalieralaleche?—Noeseso.No,elproblemaseríateneralniñomirandolamanchamientraslo

amamanta.Misconsideracionesnohabíanllegadoatanto,perounapersonaqueenrealidad tiene unamancha piensa en esas cosas.Desde el día de su nacimiento sealimentaríaallíy,desdeeldíaquecomenzaraaver,veríaesahorriblemanchaenelpecho de sumadre. Su primera impresión delmundo, la primera impresión de sumadre,seríaesahorriblemancha,yallíquedaríaesaimpresión,alolargodetodalavidadelniño.

—Ah,pero¿noesesoinventarsepreocupaciones?—Unopodríaalimentarloconlechedevaca,supongo,ocontrataraunanodriza.—Paramíloimportanteessihaylecheono,nosihayunamanchaono.—Me temo que no. Yo en verdad sollocé cuando lo escuché. No quisiera que

nuestrohijoseamamantaradeunpechoconunamanchadenacimiento.—¿Ah,sí?Anteestamuestrade ingenuidad,unaoleadade indignaciónhabíaembargadoa

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Kikuji, una oleada de resentimiento hacia su padre, quien podía pasarlo por alto,aunquetambiénélhabíavistolamancha.

Ahora, sin embargo, casi veinte años más tarde, Kikuji podía sonreír ante elrecuerdodelaconfusióndesupadre.

Desde laépocaenque teníadiezaños,másomenos,pensabaamenudoen laspalabrasdesumadreysesobresaltabaincómodoantelaideadeunmediohermanoomediahermanaquemamaraenlamancha.

Noeraelsimpletemoratenerunhermanoohermanalejosdelhogar,unextrañoparaél.Eramásbieneltemordeesehermanoohermanaenparticular.Kikujiestabaobsesionadoconlaideadequeunniñoquemamaradeesepecho,conlamanchadenacimientoylospelos,seríaunmonstruo.

Aparentemente, Chikako no había tenido hijos. Uno podía, si lo deseaba,sospecharquesupadrenoselohabíapermitido.Laasociaciónentrelamanchayunbebéquehabríaentristecidoa lamadrepodríahabersidoelardiddesupadreparaconvencer a Chikako de que ella no quería niños. En todo caso, Chikako no tuvoninguno,yafueracuandosupadrevivíaodespuésdesumuerte.

QuizáChikakohabíarealizadosuconfesiónpocotiempodespuésdequeKikujivieralamancha,porquetemíaqueKikujihablaradelasunto.

Chikakonosehabíacasado.Entonces,¿lamanchahabíaregidotodasuvida?

Kikuji nunca se olvidó de lamancha. A veces incluso podía imaginar que susdestinosestabanenmarañadosenella.

Cuandorecibiólanotaqueleavisabaqueellaseproponíarealizarlaceremoniadeltécomoexcusaparapresentarleaunajoven,lamanchaflotóanteélunavezmásy,puestoquelapresentaciónlarealizaríaChikako,sepreguntósilajoventendríalapielperfecta,unapiellibredelamáslevemarca.

¿Había su padre ocasionalmente apretado lamancha con los dedos? ¿La habíamordidoincluso?TaleseranlasfantasíasdeKikuji.

Aunahora,mientrascaminabaporlosjardinesdeltemployescuchabaelgorjeodelospájaros,éstaseranlasfantasíasqueleveníanalamente.

Unosdoso tresañosdespuésdel incidente,poralguna razónChikakosehabíavueltomasculinaensusmodales.Ahoraerabastanteasexuada.

En laceremoniadehoy,ella trajinaríadeun ladoaotroconenergía.Quizáselpecho con lamancha se habíamarchitado.Kikuji sintió que una sonrisa de alivioaflorabaasuslabios.Justoentonces,dosmujeresjóvenesseapresurarondetrásdeél.

Sedetuvoparadejarlaspasar.—¿Saben ustedes si la casa que ocupa la señorita Kurimoto queda en esta

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dirección?—Sí,asíes—respondieronalunísono.Kikuji ya lo sabía y era evidente, por la vestimenta, que se dirigían a una

ceremoniadelté.Habíapreguntadoporquequeríadejarenclaroparasímismoqueasistiría.

Unadelasmuchachaserahermosa.Llevabaunbultoenvueltoenunpañueloconundiseñoblancodemilgrullassobreunfondorosadodecrespón.

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CuandoKikujillegó,lasdosmuchachasseestabancambiandolostabi[1].Miróelcuartodesdedetrásdeellas.Lahabitaciónprincipaleragrande,unasocho

esterillas de extensión. Aun así, los invitados presentaban una sólida hilera derodillas.Parecíahabersólomujeres,mujeresenbrillanteskimonos.

Chikakoloviodeinmediato.Comosiestuvierasorprendida,sepusodepieparasaludarlo.

—Entra,entra.¡Quéfortuna!Porfavor,estarábienentrardesdeallí.—Señalólapuertacorredizaenelextremosuperiordelahabitación,antesdelnicho.

Kikujiseruborizó.Sintiólosojosdetodaslasmujeres.—Sólomujeres.—Más tempranoestuvouncaballero,perosemarchó.Túereselúnico rayode

solfulgurante.—Apenasfulgurante,diría.—Oh,notepreocupes,reúnestodoslosrequisitos.Elúnicorayoescarlata.Kikujiagitólamanoparaindicarquepreferíaunapuertamenosllamativa.Lajovenenvolvíalasmediasusadasenelpañueloconlasmilgrullas.Sehizoa

unladoparadejarlopasar.Laantesalaestabaabarrotadaconcajasdedulces,utensiliosparaeltéquehabía

traídoChikakoy bultos quepertenecían a los invitados.Enun rincón alejado, unamucamalavabaalgo.

Chikakoentró.—Bueno,¿quépiensasdeella?Unamuchachabonita,¿no?—¿Laquetieneelpañueloconlasmilgrullas?—¿Pañuelo?¿Quépuedosaberyosobrepañuelos?Laqueestabaaquí,labonita.

EslajovenInamura.Kikujiasintióvagamente.—Pañuelo.En qué cosas extrañas te fijas.Unodebe tenermuchísimo cuidado.

Penséquehabíanllegadojuntos.Mesentíencantada.—¿Dequéhablas?—Seencontraronenelcamino.Esunaseñaldeuniónentreustedes.Ytupadre

conocíaalseñorInamura.—¿Sí?—LafamiliateníaunnegociodesedaenYokohama.Ellanosabenadasobrelo

planeadoparahoy.Puedesexaminarlaagusto.LavozdeChikakonoerasuaveyKikujisesentíaangustiadoportemoraquela

oyeran a través de la puerta con paneles de papel que los separaba del grupoprincipal.Depronto,ellaacercósurostroaldeél.

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—Peroexisteunacomplicación.—Bajólavoz—.LaseñoraOtaestáaquí,ysuhijaconella.—EstudiólaexpresióndeKikuji—.Yonola invité,perolanormaesquecualquieraquesehalleenelvecindariopuedevenir.Elotrodíainclusorecibíaunosnorteamericanos.Losientopero¿quépuedohacersiellahueleunromance?Porsupuesto,nosabenadadetiylamuchachaInamura.

—¿ConrespectoamíylamuchachaInamura?Peroyo…Kikuji quería decir que no había venido preparado para unmiai, un encuentro

cuyo propósito anunciado era considerar una posible boda. Por alguna razón laspalabrasnosalíandesuboca.Sintiólosmúsculosdelagargantaponerserígidos.

—PerolaseñoraOtaesquiendeberíasentirseincómoda.Túpuedessimularquenadaandamal.

LamaneraenqueChikakodesechabaelasuntolofastidió.Sibienlaintimidadconsupadrehabíatenidocortaduración,duranteelrestode

lavidadesupadre,Chikakohabíasidodeutilidadenlacasa.Ellahabíaasistidoparaayudar en la cocina cuando se realizaba una ceremonia del té e incluso cuandoesperabanainvitadoscorrientes.

La idea de que la madre de Kikuji comenzara a sentir celos de la asexuadaChikakoparecíaalgodivertido,merecedorasólodeunarisairónica.Nohabíadudasdequesumadresabíaqueelpadrehabíavistolamancha,perolatormentayahabíapasado y Chikako, como si ella también lo hubiera olvidado, se convirtió en laacompañantedesumadre.

Con el correr del tiempo, Kikuji también llegó a tratarla con naturalidad. Amedidaquedirigíasuscaprichosinfantileshaciaella,laasfixianterepugnanciadesuniñezpareciódesvanecerse.

EraquizásunavidaapropiadaparaChikakohaberpermanecidoenloasexuadoyhaberseconvertidoenunelementoútil.ConlafamiliadeKikujicomosubase,teníaunmodestoéxitosiendoinstructoraenlaceremoniadelté.

Kikuji incluso sintió una leve compasión por ella cuando, con lamuerte de supadre,seleocurrióqueChikakohabíareprimidoalamujerdentrodeelladespuésdeeseromancebreveyfugaz.

La hostilidad de la madre de Kikuji, por otra parte, estaba refrenada por lacuestióndelaseñoraOta.

Después de la muerte de Ota, que había sido su compañero en la actividadreferidaalté,elpadredeKikujisehabíaencargadodedisponerdelosutensiliosdetédeOtay,deestamanera,sehabíaacercadoalaviuda.

ChikakoseapresuróainformarlealamadredeKikuji.

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Chikako, por supuesto, se convirtió en la aliada de su madre. Una aliada porcierto demasiado empeñosa. Acechaba al padre y con frecuencia amenazaba a laseñoraOta.Suslatentescelospersonalesparecieronestallar.

La introspectiva y tranquila madre de Kikuji, desconcertada por esa fogosaintervención,sepreocupóporaquelloquelagentepudierapensar.

Aun delante de Kikuji, Chikako regañaba con vehemencia a la señora Ota y,cuandosumadredabaseñalesdedesagrado,ChikakodecíaqueaKikujinoleharíadañoescuchar.

—Ylavezanteriortambién,cuandofuiparaponerlascosasenclaro,allíestabalaniña,escuchándolotodo.Imagínese,¿noesciertoqueoíderepenteunlloriqueoenlahabitacióncontigua?

—¿Unaniña?—LamadredeKikujifruncióelceño.—Sí.Onceaños,creoquedijolaseñoraOta.Realmente,algonofuncionabien

conesamujer.Yopenséqueregañaríaalaniñaporestarescuchandoaescondidasyloquehizofuelevantarseytraerlaysentarseabrazándola,bienfrenteamí.Supongoquenecesitabaunaactrizquelaacompañaraconlossollozos.

—Pero¿nocreesqueesunpocotristeparalaniña?—Espor esoquedeberíamosutilizar a laniñaparavengarnosde ella.Laniña

sabetodo.Aunquedebodecirqueesunaniñabonita.Unpequeñorostroredondo.—ChikakomiróaKikuji—.YsiorganizamosparaqueKikujihableconsupadre…

—Intentanoderramardemasiadoelveneno,sinote importa.—Hasta lamadredeKikujituvoqueprotestar.

—Túmantieneselcondenadovenenodentrodeti,éseeselproblema.Recóbrate,lárgalodeunavez.Miralodelgadaqueestás,yellatodaregordetayresplandeciente.Hay algo en ella que realmente no funciona: cree que si solloza de manerasuficientementepatética,todoelmundocomprenderá.Yallímismo,enlahabitaciónenlaqueellarecibealseñorMitani,tumarido,tieneenexhibiciónuncuadrodesupropiomarido.MesorprendequeelseñorMitaninolehayahabladodelasunto.

Y,despuésdelamuertedelpadredeKikuji,lamismaseñoraOtaaparecióenlaceremoniadeltédeChikakoeinclusoconsuhija.

Kikujituvolasensacióndequealgofríolotocaba.Chikako dijo que no había invitado a la señora Ota ese día. Aun así era

asombroso: las dosmujeres se habían estado viendo desde lamuerte de su padre.Quizásinclusivelahijaestuvierarecibiendoleccionesparalaceremoniadelté.

—Sitemolesta,puedopedirlequesemarche.—Chikakolomiróalosojos.—Paramí,eslomismo.Porsupuesto,siellaquieremarcharse…—Si fuera una persona que tomara en cuenta ese tipo de cosas, no les hubiera

causadotantainfelicidadatupadreyatumadre.

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—¿Lahijaestáconella?—Kikujinuncahabíavistoalahija.LeparecíamalconoceralamuchachadelasmilgrullasantesquealaseñoraOta.

Ysentíaaunmásrechazoantelaideadeconoceralahijaesedía.PerolavozdeChikakolerasgólosoídosycrispósusnervios.—Bueno,sabráqueestoyaquí.Nopuedohuirahora.—Sepusodepie.Élentróporlapuertajuntoalnichoyocupóunlugarenelextremosuperiordela

habitación.Chikakolosiguiómuydecerca.—ÉleselseñorMitani.ElhijodelancianoseñorMitani.—Sutonodevozera

formalenextremo.Kikujihizounareverenciay,mientraslevantabalacabeza,tuvounaclaravisión

delahija.Algoturbado,enunprincipionohabíadistinguidoaunadamadelaotraenmedio de la brillante correntada de kimonos.Ahora veía que la señoraOta estabajustofrenteaél.

—Kikuji.—EralaseñoraOta.Suvoz,quesepodíaoírentodalahabitación,erafrancamente cariñosa—.Hace tanto tiempoqueno te escribo.Yhace tanto tiempoquenoteveo.—Lediountirónalamangadesuhija,instándolaaqueseapresuraraconlossaludos.Lahijaseruborizóymiróelpiso.

ParaKikujiestoera,porcierto,extraño.NopodíadetectarlamáslevesugerenciadehostilidadenelcomportamientodelaseñoraOta.Ellaparecíatotalmentecordial,tierna, rendidadeplaceranteel inesperadoencuentro.Unosólopodíaconcluirquedesconocíaporcompletosulugarenlareunión.

Lahijasesentóceremoniosamente,conlacabezainclinada.Al fin, al percibirlo, la señoraOta también se ruborizó. Sin embargo, continuó

mirandoaKikujicomosiquisieracorrerasuladoocomosihubieracosasquedebíadecirle.

—Entonces,estásestudiandoparalaceremoniadelté,¿no?—Nosénadaenabsolutoalrespecto.—¿Deverdad?Perolollevasenlasangre.—Lasemocionesquesentíaparecían

serdemasiadoparaella.Teníalosojoshúmedos.

Kikujino laveíadesdeel funeralde supadre.Apenashabíacambiadoenesoscuatro años. El cuello blanco, un poco largo, era como siempre había sido, y loshombros regordetescombinabandeunamaneraextrañaconelcuelloesbelto: teníaunafigurajovenparasusaños.Labocaylanarizeranpequeñasenproporciónalosojos.Lapequeñanariz,siunosemolestabaenobservar,estabamodeladaconnitidezy era sumamente atractiva. Cuando hablaba, su labio superior sobresalía un pocohaciaadelante,comosiestuvierahaciendopucheros.

Lahijahabíaheredadoelcuellolargoyloshombrosregordetes.Sinembargo,su

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bocaeramásgrandeylamanteníaapretadamentecerrada.Habíaalgocasidivertidoen losdelgados labiosde lamadre juntoa losde suhija.La tristezaempañaba losojosdelamuchacha,másoscurosquelosdelamadre.

Chikakoremoviólasbrasasdelbrasero.—Señorita Inamura, haga té para el señorMitani.No creo que le haya tocado

todavía.Lamuchachadelasmilgrullassepusodepie.Kikuji la había observado junto a la señora Ota. Sin embargo, había evitado

mirarlaunavezquevioalaseñoraOtayasuhija.Chikako, por supuesto, estaba exhibiendo a la muchacha para que él la

inspeccionara.Unavezqueocupósulugarjuntoalbrasero,sevolvióaChikako.—¿Quétazónusaré?—Déjamever.ElOribe[2]seríaapropiado—respondióChikako—.Pertenecióal

padredelseñorMitani.Leteníamuchocariñoymeloregaló.KikujirecordóeltazóndetéqueChikakohabíacolocadofrentealamuchacha.

Enverdadhabíapertenecidoasupadre,ysupadrelohabíarecibidodelaseñoraOta.¿YquérespectodelaseñoraOta,queenlaceremoniadehoyveíauntazónque

había sido atesorado por su difunto esposo y había pasado del padre de Kikuji aChikako?

KikujisesentíaconsternadoantelafaltadetactodeChikako.PerounonopodíaevitarconcluirquetambiénlaseñoraOtahabíamostradociertafaltadetacto.

Aquí,preparandotéparaél,claramentealmargendelasenconadashistoriasdelasmujeresdeedadmadura,lajovenInamuraleparecióhermosa.

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Sinconcienciadequeestabaenexhibición,ejecutólaceremoniasinvacilaryellamismacolocóeltédelantedeKikuji.

Despuésdebeber,Kikujimiróeltazón.EraunOribenegro,salpicadodeblancoenuncostadoydecoradoallítambiéndenegro,conunosbrotesdehelechoenformadegancho.

—Debesrecordarlo—dijoChikakodelotroladodelahabitación.Kikujirespondiódemaneraevasivaybajóeltazón.—Eldiseñodalasensacióndelasmontañasenél—dijoChikako—.Unodelos

mejorestazonesqueconozcoparacomienzosdelaprimavera.Tupadreloutilizabacon frecuencia. Estamos un poco fuera de estación, pero entonces pensé que paraKikuji…

—Pero ¿qué diferencia hace que mi padre lo haya tenido durante un tiempo?Despuésdetodo,tienecuatrocientosaños.SuhistoriaseremontaaMomoyamayalmismoRikyu[3]. Lo han cuidadomaestros del té y ha ido pasando a través de lossiglos.Mipadrenoestanimportante.—AsíKikuji intentóolvidarlasasociacionesqueeltazónevocaba.

HabíapasadodeOtaasuesposa,de laesposaalpadredeKikuji,delpadredeKikujiaChikako.Losdoshombres,OtayelpadredeKikuji,estabanmuertos,yaquíestabanlasdosmujeres.Habíaalgocasifantasmagóricoenlahistoriadeltazón.

Aquí,otravez, laviudadeOtay lahija,yChikakoy la joven Inamurayotrasmuchachastambién,tomabanelviejotazóndetéentresusmanosyselollevabanaloslabios.

—¿PodríatambiényobebertédelOribe?—preguntóderepentelaseñoraOta—.Medisteunodiferentelaúltimavez.

Kikujisesobresaltódenuevo.¿Lamujereratontaodesvergonzada?Sesintióinundadodecompasiónporlahija,todavíasentadaconlacabezabaja.LajovenInamurarealizólaceremoniaunavezmásparalaseñoraOta.Todosla

observaban.Ellaprobablementenoconocía lahistoriadelOribenegro.Realizó losensayadosmovimientos.

Fueundesempeñodirecto,desprovistoporenterode singularidadespersonales.Su porte, desde los hombros hasta las rodillas, sugería buenos modales yrefinamiento.

La sombra de las hojas jóvenes caía sobre la puerta de papel. Uno percibía el

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suavereflejoqueemanabadeloshombrosydelaslargasmangasdelalegrekimono.Elcabelloparecíaluminoso.

La luz era en verdad demasiado brillante para una casa de té, pero hacíaresplandecerlajuventuddelamuchacha.Laservilletadeté,atonoconlamuchacha,era roja e impresionabamenos por su suavidad que por su lozanía, como si de lamanodelamuchachaflorecieraunaflorroja.

Yunoveíamilgrullas,pequeñasyblancas,comenzandoavolarasualrededor.LaseñoraOtatomóelOribenegroenlapalmadesumano.—El té verde contra el negro, como las señales del verde a comienzos de la

primavera.Peronisiquieraentoncesmencionóqueel tazónhabíapertenecidoasuesposo.

Después, hubo una inspección mecánica de los utensilios de té. Las muchachassabíanpocosobreellosylamayoríaestuvosatisfechaconlaexplicacióndeChikako.LajarraparaelaguayelmedidordetéhabíanpertenecidoalpadredeKikuji.NiélniChikakomencionaronelhecho.

MientrasKikujiobservabaalasmuchachasmarcharse,laseñoraOtaseleacercó.—Temohabersidomuydescortés.Debodehabertefastidiado,perocuandotevi

meparecióquelosviejostiemposeranlomásimportante…—¿Sí?—Pero mira el caballero en que te has convertido.—Parecía como si fuera a

llorar—.Oh,sí.Tumadre.Tuveintencionesdeasistiralfuneraly,luego,poralgunarazón,nopude.

Kikujisesentíaincómodo.—Tupadreyluegotumadre.Debesdeestarmuysolo.—Sí,quizáloestoy.—¿Notemarchastodavía?—Bueno,enrealidad…—Haytantascosassobrelascualesalgunavezdeberíamoshablar.—Kikuji—llamóChikakodesdelahabitacióncontigua.LaseñoraOtasepusodepieconpesar.Suhijasehabíaidoyestabaesperandoen

eljardín.Las dos se marcharon después de haberse despedido de Kikuji con una leve

inclinacióndelacabeza.Habíaunairedesúplicaenlosojosdelamuchacha.Chikako, con una doncella y dos o tres de sus discípulas preferidas, estaba

limpiandolaotrahabitación.—¿YquéteníaparadecirlaseñoraOta?—Nadaenparticular.Nadaenabsoluto.—Debes tener cuidadoconella.Tandócil y suave, siempre se las ingeniapara

parecercomosinopudierahacerelmenordaño.Perounonuncapuedesaberloque

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estápensando.—Supongoquevieneamenudoatuscelebraciones,¿no?—preguntóKikujicon

untoquedesarcasmo—.¿Cuándocomenzó?Para escapar del veneno de Chikako, se encaminó hacia el jardín. Chikako lo

siguió.—¿Tegustaella?Unamuchachabonita,¿nocrees?—Una muchacha muy bonita. Y hubiera parecido más bonita si la hubiera

conocidosintodosustedesrevoloteandoalrededor,túylaseñoraOtayelfantasmademipadre.

—¿Porquédeberíamolestarteeso?LaseñoraOtanadatienequeverconlajovenInamura.

—Essóloquenomeparecióapropiadoparalamuchacha.—¿Porqué?SitemolestóquelaseñoraOtahayaestadoaquí,medisculpo,pero

debesrecordarqueyonolainvité.YdebespensarenlajovenInamuraporseparado.—Temoquedebomarcharme.—Sedetuvo.SisalíacaminandoconChikako,no

habíaformadesabercuándoellalodejaría.

Solootravez,notóquelasazaleasdela laderadelamontañateníanpimpollos.Lanzóunprofundosuspiro.

Estaba disgustado consigo mismo por haberse dejado seducir por la nota deChikako;perolaimagendelamuchachaconelpañuelodelasmilgrullasseimponía,lozanaynítida.

Quizáseraporellaquelareunióncondosdelasmujeresdesupadrenolohabíacontrariado aún más. Las dos mujeres todavía hablaban de su padre, y su madreestaba muerta. Sintió una oleada de algo parecido al enojo. Volvió a recordar lahorriblemancha.

Unabrisavespertinahacíacrujir lashojasnuevas.Kikuji caminaba lentamente,sombrero enmano.Desde lejosvio a la señoraOta, depie a la sombradel portónprincipal.Buscóunamaneradeevitarla.Sioptabaporladerechaoporlaizquierda,era probable que pudiera abandonar el templo por otra salida. No obstante, seencaminóhaciaelportón.Unaleveinsinuacióndeseveridadleinundóelrostro.

LaseñoraOtalovioyseacercóaél.Teníalasmejillasencendidas.—Te esperé. Quería verte de nuevo. Puedo parecer desvergonzada, pero tengo

que decir algomás. Si nos hubiéramos despedido allí, no habría tenidomanera desabercuándoteveríaotravez.

—¿Quésucediócontuhija?Fumikosiguiócaminando.—Estabaconunaamiga.—¿Entoncessabíaquetúestaríasesperándome?

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—Sí.—Lomiróalosojos.—Dudodequeloapruebe.Alláenlacasasentípenaporella.Eraobvioqueno

queríaverme.Puede que las palabras hayan sido bruscas y, por otra parte, quizá fueron

prudentes;perolarespuestadeellafuemuyfranca.—VertefueunapruebaparaFumiko.—Puestoquemipadrelecausóunenormedolor.—Kikujiqueríasugerirquela

señoraOtalehabíacausadounenormedolor.—Enabsoluto.Tupadrefuemuybuenoconella.Algunavezdebocontarte.Al

principio,ellanoeraamistosa,sinimportarloamablequefueraél;pero,luego,haciafinesdelaguerra,cuandolosataquesaéreoseranespantosos,cambió.Notengoideade por qué.A sumanera, hizo todo lo que pudopor él.Lomejor que pudo, digo,aunqueerasólounaniña.Lomejorerasalirparacomprarpolloypescadoycosassemejantes para él. Tenía mucha determinación y no le importaba correr riesgos.Salía al campo para conseguir arroz, aun durante los ataques. Tu padre estabaasombrado, el cambio fue tan repentino. Yo, por mi parte, lo hallaba muyconmovedor, tan conmovedor que casi dolía. Al mismo tiempo, sentía que meregañaban.

Kikuji se preguntó si él y su madre también habían recibido favores de lamuchachaOta. ¿Losnotablespresentesque supadre llevabade tanto en tanto a lacasaeranpartedesusadquisiciones?

—No sé por qué cambió Fumiko. Quizá fue porque no sabíamos si al díasiguienteestaríamosconvida.Supongoqueellasentíapenapormíyfueatrabajartambiénparatupadre.

En la confusión de la derrota, la muchacha debió advertir con cuántadesesperación sumadre se aferraba al padre de Kikuji. En la violenta realidad deaquellos días, debedehaber dejado en el pasado a supropiopadrey sólovería larealidadpresentedesumadre.

—¿NotasteelanilloqueteníapuestoFumiko?—No.—Tupadreseloregaló.Auncuandoestabaconmigo,tupadrevolvíaalhogarsi

avisaban que habría un ataque aéreo. Fumiko lo acompañaba a casa y nadie podíaconvencerladelocontrario.Nohabíamaneradesaberloquelepasaríasiibasolo,decía ella. Una noche Fumiko no regresó. Yo tenía esperanzas de que se hubieraquedado en tu casa, pero temía que los hubieran matado a ambos. Luego, por lamañana, ella regresó y dijo que lo había acompañado hasta el portón de tu casa yhabíapasadoelrestodelanocheenunrefugio.Lasiguientevezquevino,élse loagradecióyleregalóeseanillo.Estoyseguradequesesintióavergonzadadequelovieras.

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Kikuji estaba muy incómodo. Y era extraño que la mujer, como la cosa máscorriente, pareciese esperar compasión. Sin embargo, su estado de ánimo nodistinguíaconclaridadsieradisgustoodesconfianza.Ella teníaunacalidezque lehacía bajar la guardia. Cuando la muchacha hacía desesperadamente todo lo quepodía por su padre, ¿había estado cuidando a su madre y, al mismo tiempo,mostrándose incapaz de cuidarla? Kikuji pensó que la señora Ota, al hablar de lamuchacha,estabahablandodesupropioamor.Contodaesapasiónellaparecíaestarsuplicando algo y, en su implicación final, el ruego parecía no distinguir entre elpadre de Kikuji y el mismo Kikuji. Había en el ruego una nostalgia profunda yafectuosa,comosiellaestuvierahablandoconelpadredeKikuji.

La hostilidad que Kikuji, igual que su madre, sentía por la señora Ota habíaperdido algode fuerza, aunque sin desaparecer por completo. Incluso temióque, amenosquefueracuidadoso,podíaencontrarensupropiapersonaalpadrequehabíaamadolaseñoraOta.Lotentóimaginarquehacíamuchotiempohabíaconocidoelcuerpodeesamujer.

SupadreprontohabíaabandonadoaChikako,Kikujilosabía,perohabíaestadoconlaseñoraOtahastasumuerte.Aunasí,eraprobablequeChikakohubieratratadoburlonamentea laseñoraOta.Kikujivioensupropiapersonaseñalesde lamismacrueldadyhallóalgoseductorenlaideadequepodíahacerledañoconciertaalegría.

—¿AsistesamenudoalasreunionesdeKurimoto?—preguntó—.¿Notuvisteyabastantedeellaenlosviejostiempos?

—Recibí una carta suya después de la muerte de tu padre. Yo extrañabamuchísimoatupadre.Mesentíamuysola.—Hablabaconlacabezainclinada.

—¿Yasistetambiéntuhija?—¿Fumiko?Fumikosólomehacecompañía.

HabíancruzadolasvíasyhabíandejadoatráslaestaciónKamakuraNorte.AhoratrepabanporlacolinasituadafrentealEngakuji.

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LaseñoraOtateníaalmenoscuarentaycincoaños,unosveintemásqueKikuji,pero logróqueélolvidarasuedadcuandohicieronelamor.Kikujisentíaque teníaentresusbrazosaunamujermásjovenqueélmismo.Alcompartirunafelicidadqueprovenía de la experiencia de la mujer, Kikuji no sentía nada de la reticenciabochornosade la inexperiencia.Sentía como si fuera laprimeravezque conocía aunamujerycomosiporprimeravezseconocieraasímismocomohombre.Eraunextraordinario despertar. Nunca había imaginado que una mujer podía ser tanenteramentedócilyreceptiva,unaparejaqueloacompañabay,almismotiempo,loinducíaasumirseenunafraganciatibia.

Kikuji, el solterón, a menudo se había sentido mancillado después de talesencuentros; pero ahora, cuando la sensación de contaminación debía resultar másaguda,sóloeraconscientedel tibioreposo.Casisiemprequeríahacerdesupartidaun momento brusco, pero hoy era como si por primera vez alguien estuvieracálidamenteasuladoyélsedejabaarrastrardebuenagana.Hastaentoncesnohabíavisto cómo podía acompañar la oleada femenina. Al entregar su cuerpo a esa ola,sintió incluso una satisfacción que era como adormecerse en la victoria, elconquistadoraquienunesclavolelavalospies.

Yhabíaunsentimientomaternalenella.

—Kurimototieneunamanchadenacimientoenorme.¿Losabías?—Élmeneólacabeza al hablar. Sin pensarlo de antemano, había introducido lo desagradable.Posiblementeporquelasfibrasdesuconcienciasehabíanrelajado,aunquenosintióqueagraviabaaChikako.Extendiólamano—.Aquí,enelpecho,así.

Algohabíabrotadodentrodesíparahacerledecireso.AlgourticantequequeríasurgircontraelmismoKikujiyherira lamujer.Oquizátansóloocultabaladulcetimidezdequererversucuerpo,deverdóndeseubicabalamancha.

—¡Quérepugnante!—Ellaseacomodóelkimonoconrapidez.Peroallíparecíahaberalgoquenopodíaaceptarporcompleto—.Nolosabía—dijososegadamente—.Nopuedesverlabajoelkimono,¿no?

—No,esimposible.—¡No!¿Cómopuedes?—Seríavisiblesiestuvieseacá,meimagino.—Detente. ¿Estás mirando para ver si yo también tengo una mancha de

nacimiento?—No.Peromepreguntocómotesentiríasenunmomentocomoéstesituvieras

unamanchaasí.

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—¿Aquí?—LaseñoraOtasemiróelpecho—.Pero¿porquétienesquehablardeeso? ¿Qué importa?—Apesar de la protesta, susmodales erandóciles.El venenodiseminadoporKikujiparecíanosurtirefecto.RegresabaaraudalesalpropioKikuji.

—Pero sí importa.Yo la vi unavez, cuando tenía ochoo nueve años, y puedoverlainclusohoy.

—¿Porqué?—Tú también estuviste bajo el hechizo de esa mancha. ¿No es cierto que

Kurimototeatacócomosiestuvierapeleandopormimadreypormí?LaseñoraOtaasintióyseapartó.Kikujileimprimiófuerzaasuabrazo.—Ellasiemprefueconscientedeesamancha.Lahizocadavezmásrencorosa.—Quéideatanaterradora.—Yquizátambiénquisovengarsedemipadre.—¿Porqué?—Pensó que él la menospreciaba por la mancha. Incluso puede que se haya

convencidodequeéllaabandonóacausadeeso.—Nohablemosdeuna cosa tan repugnante.—Pero ella estabahaciéndoseuna

ideaclaradelamanchaensucabeza—.SupongoquelaseñoritaKurimotoyanosepreocupamásporeso.Hacemuchotiempoqueeldolordebedehabersedisipado.

—¿Entonceseldolorsedisipaynodejarastros?—Unoaveceshasta sepone sentimentalpor sucausa.—Hablabacomosi aún

estuvieramediodormida.LuegoKikujidijoaquelloqueatodacostateníaintencionesdenodecir:—¿Recuerdasalamuchachaatuizquierda,hoyporlatarde?—Sí.Yukiko.LajovenInamura.—Kurimotomeinvitóhoyparaquepudieraverla.—¡No!—Ellalomiróconlosojosmuyabiertos,sinpestañear—.¿Eraunmiai?

Nuncalohubierasospechado.—Nounmiai,realmente.—Esoera.Caminoa casadespuésdeunmiai.—Una lágrimadibujóuna línea

desde el ojo hasta la almohada. Los hombros le temblaban—. Fue incorrecto.Incorrecto.¿Porquénomelodijiste?

Apretabaelrostrocontralaalmohada.Kikujinoesperabaunarespuestatanviolenta.—Siesincorrectoesincorrecto,yaseaqueregresoacasadeunmiaiono.—Él

fuebastantefrancoalrespecto—.Noveolarelaciónentrelasdoscosas.PerolafiguradelamuchachaInamurajuntoalbraserodetéseleantepuso.Podía

verelpañuelorosadoylasmilgrullas.Lafiguradelamujersollozandosehabíavueltofea.—Oh,fueincorrecto.¿Cómopudehacerlo?Lascosasdelasquesoyculpable.—

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Sushombrosregordetestemblaban.SiKikuji se hubiera arrepentido del encuentro, habría sentido la acostumbrada

sensacióndecontaminación.Almargende lacuestióndelmiai, era lamujerde supadre.Pero,hastaahora,nosentíaarrepentimientoniaversión.Nocomprendíacómohabía sucedido, con tanta naturalidad había ocurrido. Quizás, ella se estuvieradisculpando por haberlo seducido y, aun así, ella probablemente no había tenidointencionesdeseducirloniKikujisentíaquehabíasidoseducido.Nohabíaexistido,de parte de la mujer, el menor atisbo de resistencia. No había habido escrúpulos,podríahaberdicho.

HabíanidoaunaposadaenlacolinasituadafrentealEngakujiyhabíancenado,porque ella aún continuaba hablando del padre deKikuji. Kikuji no tenía por quéescuchar.Enefecto,enciertamedidaeraextrañoquehubieraescuchadotancalmo,pero la señora Ota, evidentemente sin la menor sensación de extrañeza, parecióexcusarse por sus anhelos del pasado.Al escucharla,Kikuji se sintió intensamentebenévolo.Uncariñoapacibleloembargó.

Seleocurrióquesupadrehabíasidofeliz.

Aquí,quizá, residíaelorigendelerror.Elmomentodedecirlequesemarcharahabía pasado y, en la dulce flojera de su corazón, Kikuji se rindió. Pero en loprofundodesucorazónquedóunasombraoscura.Conmalicia,hablódeChikakoydelajovenInamura.Elvenenofuedemasiadoeficaz.Conelarrepentimientollególaideadecontaminacióny repugnancia,y lo inundóunaviolentaoleadadeodioa símismo,queloforzóadeciralgotodavíamáscruel.

—Olvidémonos.Nofuenada—dijoella—.Nofuenadaenabsoluto.—¿Recordabasamipadre?—¡Qué! —Ella levantó la mirada sorprendida. Había sollozado y tenía los

párpadosenrojecidos.Losojosestabanempañadosy,enlaspupilasdilatadas,Kikujivio la habitual languidez femenina—. Ante eso no tengo respuesta. Pero soy unapersonamuydesdichada.

—Nonecesitasmentirme.—Kikujileabrióelkimonoconbrusquedad—.Siallíhubiera una mancha de nacimiento, nunca lo olvidarías. El recuerdo… —Estabadesconcertadoporsuspropiaspalabras.

—Nodebesmirarmefijamente.Yanosoyjoven.Kikujiseleacercócomosifueraamorderla.Laoleadaanteriorregresó,laoleada

femenina.Sequedódormidosintiéndoseseguro.

Medio dormido, oyó el gorjeo de los pájaros. Era como si por primera vezdespertaraconelcantodelospájaros.Unanieblamatinalhumedecíalosárbolesdela

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veranda.Kikujisintiócomosihubieranlavadolaspartesmásrecónditasdesumente.Nopensabaennada.LaseñoraOtadormíadándolelaespalda.Sepreguntócuándosehabíadadovuelta.Apoyadoenuncodo,lemiróelrostroenlaoscuridad.

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Unas dos semanas más tarde, la joven Ota visitó a Kikuji. Él hizo que unadoncellalacondujerahastaelrecibidor.Enunesfuerzoporaplacarloslatidosdesucorazón,abrióelaparadordeltéysacóalgunosdulces.¿Lamuchachahabíavenidosolaoestabalamadreesperandoafuera,incapazdeentrar?Cuandoabriólapuerta,lamuchachasepusodepie.TeníalacabezainclinadayKikujivioelsobresalientelabioinferiorfirmementecerrado.

—Te hice esperar. —Kikuji abrió las puertas de cristal que daban al jardín.Cuandopasódetrásdelamuchacha,sintióeltenueperfumedelapeoníablancaenelflorero.Sushombrosregordetesestabanapenasinclinadoshaciaadelante.

—Por favor, siéntate.—Kikuji tomó asiento. Se sentía extrañamente sosegadoviendolaimagendelamadreenlahija.

—Enrealidad,deberíahaber llamadopor teléfonoantes.—Aún tenía lacabezainclinada.

—Enabsoluto.Peromesorprendequehayaspodidohallarellugar.Ellamoviólacabeza.Entonces,Kikujirecordó:durantelosataquesaéreos,ellahabíaacompañadoasu

padrehastaelportón.ÉlhabíaescuchadolahistoriadebocadelaseñoraOtaenelEngakuji.Apuntodemencionarlo,sedetuvo.Miróalamuchacha.

LacordialidaddelaseñoraOtalopersuadiócomounaduchatibia.Ella,recordóKikuji, había renunciado a todomansamente y él se había sentido a resguardo. Acausadeeseresguardo,ahorasintióquesufatigasedesvanecía.Lamuchachanoledevolviólamirada.

—Yo…—Sedetuvoylevantólavista—.Tengounpedidoquehacerle.Acercademimadre.

Kikujiretuvoelaliento.—Quieroquelaperdone.—¿Que la perdone?—Kikuji percibió que lamadre le había contado a la hija

sobreél—.Yosoyquiendebeserperdonado,siesquehayalguienquedebeserlo.—Megustaríaquelaperdonaraennombredesupadretambién.—¿Ynoesélquiendebeserperdonado?Pero,detodosmodos,mimadreyano

vive.Entonces,¿quiénimpartiríaelperdón?—Esculpademimadrequesupadrehayamuertotanpronto.Ysumadre.Asíse

lodijeamimadre.—Estásimaginandocosas.Nodebessercruelconella.—Mi madre debió haber muerto primero. —Hablaba como si sintiera que la

vergüenzaeraintolerable.Kikujisediocuentadequeellahablabadelarelacióndeélconsumadre.¡Cuán

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profundamentedebierondehaberlaheridoyavergonzado!—Quiero que la perdone —dijo una vez más la muchacha con un ruego

apremianteenlavoz.—Noescuestióndeperdonaronoperdonar.—Kikujihablóconprecisión—.Le

estoyagradecidoatumadre.—Ellaesmala.Noesbuenayustednodebetenernadamásqueverconella.No

tienequepreocuparseporella.—Laspalabrasmanabandesubocayletemblabalavoz—.Porfavor.

Kikuji comprendió lo que ella quería decir cuando hablaba de perdonar. EllaincluíaelpedidodequenovieramásalaseñoraOta.

—No le hable por teléfono.—Lamuchacha se ruborizó al decirlo. Levantó lacabeza y lomiró, como si estuviera haciendo un esfuerzo por dominar la timidez.Habíalágrimasensusojosabiertos,casinegros,yningúnrastrodemalicia.Losojosexponíanunpedidodesesperado.

—Entiendo—dijoKikuji—.Losiento.—Porfavor,seloruego.—Amedidaquelavergüenzaseprofundizaba,elrubor

se desparramó por su largo, níveo cuello. Vestía ropa estilo europeo y un collarresaltaba la belleza de su garganta—. Ella concertó una cita por teléfono y nocumplió. Yo la detuve. Cuando intentó salir, me aferré a ella y no le permitímarcharse.—Lavozahoratransmitíaundejodealivio.

Altercerdíadelencuentro,KikujihabíatelefoneadoalaseñoraOta.Elladiolaimpresión de sentirse rebosante de júbilo, aunque no había acudido al salón de téseñalado.Almargendeesallamadatelefónica,Kikujinohabíavueltoacomunicarseconella.

—Después sentí pena por ella, pero en el momento era algo tan despreciable,estaba desesperada por impedir que fuera.Entonces,me dijo queme negara en sunombreylleguéhastaelteléfonoynopudedecirnada.Mimadremirabafijamenteelteléfonoylaslágrimaslecorríanporelrostro.Losentíaallí,enelteléfono.Séquelohacía.Ésaeslaclasedepersonaquees.

Losdossequedaronensilencioduranteunrato.Luego,hablóKikuji:—¿PorquéabandonasteatumadredespuésdelafiestadeKurimotomientrasme

esperaba?—Porquequeríaquesupieraquenoeratanmalacomopodríahaberpensado.Ella

estodolocontrariodemalay…Lamuchachabajó lamirada.Bajo lanarizbiendelineadapodíaver lapequeña

bocayellabioinferior,quesobresalíacomosiestuvierahaciendopucheros.Elrostrosuavementeredondeadolerecordabaaldesumadre.

—Yo sabía que la señora Ota tenía una hija y deseaba poder hablar con esamuchachaacercademipadre.

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Ellaasintió.—Yodeseabamásomenoslomismo.Kikuji pensó lobuenoque sería hablar con libertadde supadreyno tomar en

cuenta a la señoraOta.Pero era porqueya nopodía «tomarlamás en cuenta»quepudo perdonarla y, al mismo tiempo, sentir que perdonaba lo que ella y su padrehabíansido.¿Debíahallarextrañoelhecho?

Quizá, sospechando que se había quedado demasiado tiempo, la muchacha sepusodepieprecipitadamente.Kikujilaacompañóhastaelportón.

—Esperoquealgunaveztengamoslaoportunidaddehablardemipadre.Ydetumadreydetodalabellezaquehayenella.—Kikujitemió,dealgunamanera,haberelegidounaformaexageradadeexpresarse.Sinembargo,sentíaloquehabíadicho.

—Peroprontosecasará.—¿Sí?—Sí.Mimadremelodijo.EraunmiaiconlajovenInamura,dijo.—Noeraeso.Una pendiente comenzaba al salir del portón y, a mitad de camino, la calle

realizaba una curva. Al mirar hacia atrás, uno sólo veía los árboles del jardín deKikuji.Recordólaimagendelamuchachaconelpañuelodelasmilgrullas.Fumikosedetuvoysedespidió.

Kikujiseencaminóderegresoalacasa.

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Árbolesenelsoldelatarde

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ChikakollamóporteléfonoalaoficinadeKikuji.—¿Regresarásdirectamenteacasa?Élibadirectamenteasucasa,perofruncióelceño.—Bueno…—Vederechoacasa.Porrespetoatupadre.Hoyeseldíadesuceremoniadelté.

Yo,pensandoeneso,apenaspodíaquedarmequieta.Kikujinodijonada.—Lacasaeneljardín…¿Hola?Estabalimpiandolacasitadeljardínyderepente

quisecocinaralgo.—¿Dedóndellamas?—Detucasa.Estoyentucasa.Disculpa,debíhabértelodicho.Kikujisesentíaalarmado.—Simplemente no podía quedarme quieta. Pensé queme sentiría mejor si me

dejabas limpiar la casita del jardín.Debería haber telefoneado primero, lo sé, peroseguroquetútehabríasnegado.

Kikujinohabíautilizadolacasitadeljardíndesdelamuertedesupadre.Enlosmesespreviosasumuerte,sumadrehabíasalidodevezencuandoparasentarseenlacasita.Sinembargo,nohabíacolocadocarbónenelbraseronihabíallevadoaguacalienteconella.Kikujiesperabainquietosuregreso.Loafligíaimaginarloqueellaestaríapensando,solaenlaquietud.Aveceshabíaqueridovisitarladepaso,peroalfinalhabíamantenidoladistancia.Chikakosehabíaocupadodelacasitamásquesumadremientrassupadrevivía.Sumadreraravezentraba.

Desdelamuertedesumadrehabíapermanecidocerrada.Unamucamaquehabíaestadoconlafamiliadesdelaépocadesupadrelaaireabavariasvecesalaño.

—¿Cuándo fue la última vez que limpiaste el lugar?No importa lo fuerte quefrote,nopuedosacarelmoho.—Suvozeraestridente—.Ycuandoestabalimpiando,sentíganasdecocinar.Semeocurrióesaidea.Notengotodoloquenecesito,peroesperoquevengasderechoacasa.

—¿Nocreesqueestássiendounpocoimpertinente?—Estarássolo.¿Porquéquenotraesalgunosamigosdelaoficina?—Pocoprobable.Ningunodeellosestáinteresadoenelté.—Muchomejor.Noesperarándemasiado,lospreparativoshansidoinsuficientes.

Todospodemosdistendernos.—Nilamásmínimaprobabilidad.—Kikujilanzólaspalabrasalteléfono.—Una lástima. ¿Qué haremos? ¿Crees que podríamos llamar a alguien que

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compartía el pasatiempo con tu padre?Pero nopodemos, a esta hora. ¿Llamo a lajovenInamura?

—Estásbromeando.—¿Porquénollamarla?LasInamuraestánmuyinteresadasentiyéstaseríala

oportunidadparaquevierasa lamuchachaotravez, la examinarasbienyhablarasconella.Yosimplementelallamaréporteléfono.Siviene,serálaseñaldeque,enloqueaellarespecta,todoestáenorden.

—La idea no me gusta para nada.—Kikuji sintió que el pecho se le oprimíadolorosamente—.Ydetodasformas,noregresaréacasa.

—Ésano es la clase de temaque se resuelvepor teléfono.Hablaremosde ellomástarde.Bueno,asísonlascosas.Venacasayamismo.

—¿Cómosonlascosas…?¿Dequéhablas?—Oh, no te preocupes. Sólo estaba siendo impertinente. —La maliciosa

persistencialellegóatravésdelcabledelteléfono.

Kikujipensóenlamanchadenacimientoquelecubríamediopecho.Elsonidodesuescobaseconvirtióenunaescobaque lebarría loscontenidosde lamente,yelpañoquelustrabalaveranda,enunpañoquelefrotabalamente.Laaversiónllegóprimero.Perodirigirsealacasacuandoeldueñoestabaafuerayhacersecargodelacocina era una historia notable. Hubiera sido más fácil perdonarla si se hubieralimitadoalimpiarlacasitadeljardínyhubieracolocadoalgunasfloresenmemoriadesupadre.Dentrode laaversiónquesentía, titiló la imagende la jovenInamura,unavetadeluz.

Despuésdelamuertedesupadre,Chikakosehabíaalejado.¿TeníaintencionesdeutilizaralajovenInamuracomounaespeciedecarnadaparaacercarlootravez?¿Ibaaenredarseconellanuevamente?

Como siempre, ella había logrado volverse interesante: uno sonreía condesconsueloylaspropiasdefensascaían;aunquesuobstinaciónparecíacontenerunaamenaza.

Kikuji temió que la amenaza tuviera origen en su propia debilidad. Débil ytemblando,realmentenopodíaenojarseconlainsistentemujer.¿Ellahabíapercibidoladebilidadyseapresurabaparasacarventaja?

KikujifueaGinzayentróenunbarpequeñoymugriento.Chikakoteníarazón:éldeberíaregresaracasa.Peroladebilidaderaunacargapesadadellevar.Eradifícilque Chikako pudiera saber que Kikuji había pasado la noche en la posada deKamakura,¿ohabíavistodespuésalaseñoraOta?LeparecióqueenlapersistenciadeChikakonohabíanadamásquelaacostumbradadesfachatez.Sinembargo,dela

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maneramásnaturalparaella,estabapromoviendoelgalanteoalajovenInamura.Duranteunratoseentretuvoinquietoenelbar.Luegoseencaminóhacialacasa.

Mientrasel trenseacercabaa laEstaciónCentraldeTokio,observó laavenidabordeada de árboles. Corría de este a oeste, casi en ángulo recto con las vías delferrocarril.Elsollabañabadesdeeloesteylacalleresplandecíacomounaláminademetal.Losárboles,conelsoldetrás,estabanoscurecidos,casinegros.Lassombraseranfrías;lasramas,anchas;lashojas,voluminosas.Unosedificiossólidosdeestilooccidental flanqueaban la calle. Cosa extraña, había poca gente. La calle estabatranquilayvacía a lo largode todoel caminoque llegabaal fosodelPalacio.Losfarosdeloscoches,brillantesyenceguecedores,tambiénestabancalmos.

Mirando desde el tren abarrotado, sintió que la avenida flotaba sola en esepeculiarmomentodelatarde,comosiunpaísextranjerolahubieradejadocaerallí.Tuvo la ilusión de que la joven Inamura caminaba en la sombra de los árboles, elpañuelorosaysusmilgrullasblancasbajoelbrazo.Podíaverlasgrullasyelpañueloconnitidez.

Percibióalgo frescoy limpio.Se lehinchóelpecho.Lamuchachaahorapodíaestar llegandoasupuerta.Pero¿quéhabía tenidoChikakoenmentealdecirlequellevara amigos y, cuando él se negó, al sugerirle que llamara a la joven Inamura?¿Habíaquerido,desdeunprincipio,llamaralamuchacha?Kikujinolosabía.

Chikakollegócorriendoalapuerta.—¿Estássolo?Kikujiasintió.—Esmejorasí.Ellaestáaquí.—Chikakotomósusombreroyelmaletín—.Te

detuvistecaminoacasa,yaveo.—Kikujisepreguntósisualientoolíaaalcohol—.¿En dónde te detuviste? Llamé otra vez a la oficina y me dijeron que te habíasmarchado.Yosabíacuántotiempotellevaríallegaracasa.

—Nadadeloquehagasdeberíasorprenderme,supongo.Ellanosedisculpóporhabervenidosinquelainvitaranniporhacersecargode

la casa. Era evidente que tenía intenciones de acompañarlo a su habitación y deayudarlo a cambiarse la ropa por el kimono que la mucama había colocado enexhibición.

—Notemolestes.Puedoarreglármelassolo.—Enmangasdecamisa,Kikujiseretiróasuhabitación.

PeroChikakotodavíaloestabaesperandocuandosalió.—Lossolterossonincreíbles.—Mucho.—Peronoesunabuenamaneradevivir.Realicemosuncambio.—Aprendílalecciónviendoamipadre.

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Ellalelanzóunamiradacomounrelámpago.Había tomado prestado un delantal de la mucama y tenía las mangas

arremangadas.EldelantalhabíapertenecidoalamadredeKikuji.La carne de sus brazos era desproporcionadamente blanca y regordeta, y el

músculodentrodelcodoeracomounacuerda.Muyraro,pensóKikuji.Lacarnelehabíaparecidoduraydensa.

—Supongoquelacasadeljardínserámejor.—Sumodosevolviómáspráctico—.Ahoraestáenlacasaprincipal.

—¿Hayluzallí?Norecuerdohabervistoninguna.—Podríamoscomeralaluzdelasvelas.Esoseríamásinteresante.—Noparamí.Chikakopareciórecordaralgo.—Cuandohablépor teléfonoconlaseñoritaInamura,mepreguntósiyoquería

quelamadretambiénviniera.Yoledijequeseríamejorsipodíanvenirambas,perohabía razones por las cuales la madre no podía venir y sólo conseguimos a lamuchacha.

—«Conseguimos»dices,perotúlohicistetodo.¿Nosuponesqueellapensóqueeraunpocogroseroserconvocadaasí,sinprevioaviso?

—Sinduda.Peroaquíestá.Ellaestáaquí¿yesonoanulamigrosería?—¿Porquédebería?—Oh, sí. Está aquí y eso significa que, en lo que a ella respecta, las cosas

marchanalasmilmaravillas.Amí,sienelcursodelosacontecimientosparezcounpocoextraña,mepuedenperdonar.Cuando todoestéenorden,ustedesdospuedenreírse de la extraña persona que es Kurimoto. Las conversaciones que van aconsolidarsesevanaconsolidar,másalládeloqueunohagaenelproceso.Ésaesmiexperiencia.

AsíChikako arrojó luz sobre su comportamiento. Era como si hubiera leído elpensamientodeKikuji.

—Entonces,¿lohasdebatidoconella?—Porsupuesto.—«Ynoevadaseltema»,parecíandecirsusgestos.

Kikujicaminóporlaverandahaciaelrecibidor.Ungranárboldegranadascrecíaenpartebajoel alero.Kikuji luchópor controlarse.Nodebíamostrardesagradoalrecibira la jovenInamura.Mientrasmiraba laprofundasombradelgranado,pensóunavezmásenlamanchadenacimientodeChikako.Agitólacabeza.Laúltimaluzdelatardebrillabaenlaspiedrasdeljardínqueseveíandesdeelrecibidor.

Laspuertasestabanabiertasylamuchachaestabacercadelaveranda.Su resplandor parecía iluminar los rincones más alejados y oscuros de la

habitación.Habíaliriosjaponesesenelnicho.Habíaliriossiberianosenelobidela

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muchacha.Quizáseraunacoincidencia.Peroloslirioseranlasfloresmáscomunesdelaestacióny,quizás,ellahabíaplaneadolacombinación.

Los lirios japoneses recortaban suspimpollosy sushojas en el aire.Uno sabíaqueChikakoloshabíaarregladohacíapocotiempo.

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Al día siguiente, domingo, llovía. Por la tarde, Kikuji fue solo a la casita deljardín, para guardar los utensilios que habían usado. Y fue también en busca delperfumedelajovenInamura.

Hizoquelamucamallevaraunparaguasy,albajaraljardín,notóquehabíaunafiltraciónenlacanaletadelalero.Unchorrodeaguacaíajustofrentealárboldelasgranadas.

—Tenemosquehacerreparareso—dijoalamucama.—Sí,señor.Kikuji recordóquehacía tiempoque en las noches lluviosas el sonidode agua

quecaíalomolestaba.—Perounavezqueempecemosahacerreparaciones,nohabráfin.Debovender

ellugarantesdequesedesmorone.—Laspersonasconcasasgrandesparecendecirtodaslomismo.Ayerlajovense

sorprendióanteeltamañodelacasa.Hablabacomosialgúndíafueraavivirenella.Lamucamaleestabadiciendoquenolavendiera.—¿LaseñoritaKurimotomencionólaposibilidad?—Sí,señor.Ycuandollególajoven,parecequelaseñoritaKurimotolemostróla

casa.—¡Quéserálopróximoquehaga!LamuchachanolehabíadichonadaaKikujisobrehabervistolacasa.Élpensó

queellahabíapasadodelasalaalacasitadeljardínyahoraélmismoqueríairdelasalaalacasita.Lanocheanteriornohabíadormido.Habíasentidoqueelperfumedelamuchachaaúnpermanecíaenlacasitayhabíaqueridosalirenmediodelanoche.Ella siempre estará lejos, había pensado, mientras intentaba dormirse. No habíasospechadoqueChikako lehabíahecho recorrer la casa.Ordenóa lamucamaquetrajerabrasasdecarbónysalióporlosescalonesdepiedra.

Chikako, quevivía enKamakura, se habíamarchado con la joven Inamura.Lamucamahabíalimpiadolacasita.LaúnicatareadeKikujieraguardarlosutensiliosapiladosenunrincón.Peroélnoestabasegurodequélugarlecorrespondíaacadauno.

—Kurimoto lo sabría—murmurópara símismo,mirando la pintura del nicho.Era una pequeña acuarela Sotatsu[4], suaves trazos de tinta, coloreados condelicadeza.

—¿Quiéneselpoeta?—habíapreguntadolanocheanteriorlajovenInamura,yKikujinolehabíapodidoresponder.

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—Metemoquenosabríadecirlosinunpoema.Enestaclasederetratos, todoslospoetasseparecen—respondióél.

—Será Muneyuki[5] —dijo Chikako—. «Por siempre verdes, los pinos, sinembargo, sonmásverdes en laprimavera».Lapinturaya estáunpoco fuerade laestación,perotupadreleteníamuchocariño.Lasacabaenlaprimavera.

—Pero por el cuadro podría ser tanto Tsurayuki[6] como Muneyuki —objetóKikuji.

Nisiquierahoypodíahallaralgúnrasgodistintivoenlavagafigura.Perohabíafuerza,unasugerenciadevolumenypesoenlostrazosescasosyrápidos.Almirarloduranteunrato,parecióatraparunleveperfume,algolimpioynítido.LapinturaylosliriosenlasalalerecordaronalajovenInamura.

—Sientohaberdemoradotanto.Penséqueseríamejordejarqueelaguahirvieraunrato.—Lamucamallegóconcarbónyunatetera.

Debido a que la casa era húmeda, Kikuji había querido caldearla. No habíapensadoenhacerté.

Lamucama,sinembargo,habíautilizadosupropiaimaginación.Kikuji, distraídamente, dispuso el carbóny colocó la tetera sobre el brasero.A

menudo,haciéndolecompañíaasupadre,habíaasistidoalaceremoniadelté.Nuncalohabíatentado,sinembargo,adoptarélmismoesepasatiempoysupadretampocolohabíapresionado.

Cuandoelaguahirvió,sólocorrióunpoquitolatapadelateteraysesentóconlavistafijaenelbrasero.

Habíaoloramoho.Lasesterillastambiénparecíanhúmedas.ElcolorprofundoydiscretodelasparedeshabíadestacadolafiguradelajovenInamurahastalograrunefectomejorqueelhabitual;perohoyestabansimplementeoscuras.Habíaexistidociertaincongruencia,comocuandoalguienqueviveenunacasadeestiloeuropeousaunkimono.Kikujilehabíadichoalamuchacha:

—Debe de haberte enfadado que Kurimoto te haya llamado. Fue idea deKurimototraernoshastaaquí.

—La señorita Kurimoto dice que hoy es el día que tu padre realizaba laceremoniadelté.

—Asíparece.Yomehabíaolvidado.—¿Suponesquesecomportademodoextrañoalinvitaraalguiencomoyoenun

díacomoéste?Metemonohaberestadopracticando.—PerotengoentendidoquelamismaKurimotolorecordóhoyporlamañanay

vinoalimpiarellugar.¿Hueleselmoho?—Setragóamediaslassiguientespalabras—:Sivamosaseramigos,nopuedodejardepensarquehubierasidomejorquenos

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presentaraotrapersonaquenofueraKurimoto.Deberíadisculparmeantetiporeso.Ellalomiróconsuspicacia.—¿Porqué?SinohubierasidoporlaseñoritaKurimoto,¿quiénpodríahabernos

presentado?Eraunaprotestasimpley,sinembargo,dabaenla tecla.Sinohubierasidopor

Chikako,ellosdosnosehabríanencontradoenestemundo.

Kikuji sintió como si un látigo centellante lo hubiera azotado. La manera dehablardelamuchachasugeríaquesupropuestaeraaceptada.AsíleparecióaKikuji.Por lo tanto, la extraña suspicacia de sus ojos se transformó para él en algodeslumbrante.

¿CómohabíainterpretadoellacuandoéldespidióaChikakocomo«Kurimoto»?¿SabíaqueChikakohabíasido,aunqueporcortotiempo,lamujerdesupadre?

—YotengomalosrecuerdosdeKurimoto.—LavozdeKikujicasi temblaba—.Noquieroqueelhadodeesamujertoquebajoningúnaspectoelmío.Esdifícilcreerqueellanoshayapresentado.

Habiendoservidoalosdemás,Chikakoaparecióconunabandejaqueretuvoparasímisma.Laconversaciónseviointerrumpida.

—Espero que no les importe que me una a ustedes. —Chikako se sentó.Inclinándose un poco hacia adelante, como si estuviera recuperando el aliento porhaberestadotrabajandodepie,miróelrostrodelamuchacha—.Esunpocosolitarioser laúnicainvitada.PeroestoyseguradequeelpadredeKikuji tambiénsesientefeliz.

Sinafectación,lamuchachamiróelpiso.—De ninguna manera estoy capacitada para estar en la casa de té del señor

Mitani.Chikakoignorólaacotaciónycontinuóhablando,amedidaquelosrecuerdosdel

padredeKikuji y de la casita del jardín le venían a lamente.Aparentemente, ellacreíaqueelmatrimonioyaestabaarreglado.

—Kikuji,algunavezvisitaráslacasadelaseñoritaInamura—dijoella,mientrassemarchaban—.Veremosdeconcertarunacita.

Lamuchacha sólomiraba el piso. Era evidente que quería decir algo, pero laspalabrasnolesalían.Unaespeciedetimidezprimarialasobrecogió.Latimidezfueuna sorpresa para Kikuji. Lo inundó como si fuera la tibieza del cuerpo de lamuchacha.Yaunasí sintióqueestabaenvueltoenunacortinaoscura,mugrientaysofocante.Nisiquierahoypodíaarrancársela.

La suciedad no estaba sólo en Chikako, que los había presentado. Estaba enKikuji también. Podía ver a su padre mordiéndole la mancha de nacimiento condientesmugrientos.LafiguradesupadreseconvirtióenlafiguradelmismoKikuji.

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Lamuchachano compartía con él sudesconfianzaporChikako.Éstano era laúnicarazónparasufaltaderesolución,peroparecíaserunarazón.CuandoKikujileindicaba su desagrado por Chikako, había hecho que pareciera que ésta estabaforzando el matrimonio. Era una mujer que podía prestarse a estos fines.Preguntándosesilamuchachahabíapercibidotodoeso,Kikujisintiónuevamenteelcentellear de ese látigo. Se vio a sí mismo como la figura que golpeaba y sintiórepulsión.

Cuandoterminarondecenar,Chikakofueaprepararlosutensiliosparaelté.—Ésteesnuestrodestino.TeneraKurimotocontrolándonos—dijoKikuji—.Tú

y yo no parecemos tener la misma opinión de ese destino. —La acotación, sinembargo,sonabacomounintentoporjustificarse.

Despuésdelamuertedesupadre,aKikujinolegustabaquesumadrefuerasolaa la casa del jardín. Su padre, sumadre y elmismoKikuji, veía él ahora, habíantenidosuspropiasideasporseparadoeneselugar.

Lalluviasalpicabalashojas.Conlalluviaenlashojasllegóelsonidodelalluviasobreunparaguas.Lamucamagritóatravésdelapuertacerrada.KikujidedujoquealguienllamadoOtahabíallegado.

—¿Lajovenseñorita?—No,señor, lamadre.Está terriblementedelgada.Mepreguntosihabráestado

enferma.Kikujirápidamentesepusodepie.Sinembargo,sequedóallí,sinmoverse.—¿Adóndelallevo?—Lacasadeljardínestarábien.—Sí,señor.LaseñoraOtano teníaparaguas.Quizá lohabíadejadoen lacasaprincipal.Él

pensó que la lluvia le había azotado el rostro, pero eran lágrimas. Supo que eranlágrimasporelcaudalconstantequecorríasobresusmejillas.Yélhabíapensadoqueerangotasdelluvia;ésaeralamedidadesufaltadeatención.

—¿Quésucede?—casigritóalacercarseaella.LaseñoraOtasearrodillóenlaverandaconambasmanossobreelpisoydelante

deella.Seacomodósuavemente,decaraaKikuji.Gotaagotalaverandacercadelumbral estaba húmeda. Las lágrimas caían con regularidad y Kikuji de nuevo sepreguntó si serían gotas de lluvia. La señora Ota no dejó de mirarlo. Su miradaparecíaimpedirlecaerse.Kikuji tambiénsintióqueellacorreríapeligrosi lesacabalos ojos de encima.Tenía hundidos los ojos y había pequeñas arrugas alrededor, yojerasdebajo.Elplieguedelospárpadosestabaenfatizadodeunamaneraextrañay

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malsana, y los ojos suplicantes resplandecían de lágrimas. Él sintió una ternuraindescriptibleenellos.

—Losiento.Queríaverteynopudemantenermealejada—dijoconcalma.Había cierta ternura también en su figura. Estaba tan delgada que él apenas

hubiera soportado mirarla si no hubiera sido por la ternura. Su sufrimiento loatravesó.Aunque él era la causa de ese sufrimiento, tuvo la fantasía de que en laternurasupropiosufrimientosealigeraba.

—Temojarás.Entra.Derepente,Kikujilarodeóconunabrazoprofundo,casicruel,desdelaespalda

alpecho,ylalevantóenelaire.Ellaintentóincorporarse.—Suéltame,suéltame.¿Veslolivianaquesoy?—Muyliviana.—Soytanliviana.Heperdidopeso.Kikujiestabaunpocosorprendidoconsigomismo,porlamaneraabruptaenque

habíatomadoalamujerensusbrazos.—¿Nosepreocuparátuhija?—¿Fumiko?—¿Ellaestácontigo?—dijocomosilamuchachaestuvieracerca.—Noledijequevenía.—Laspalabraseranpequeñossollozos—.Nomesacalos

ojos de encima. Por las noches se despierta si hago el menor movimiento.Últimamente ellamisma se ha comportado demanera extraña, pormi culpa.—LaseñoraOtaestabaahoraderodillasyerguida—.Mepreguntóporquéyohabíatenidosólounhijo.DijoqueyodeberíahabertenidounhijoconelseñorMitani.Dijocosasespantosas.

Kikujipercibió,porlaspalabrasdelaseñoraOta,cuánprofundadebíadeserlatristeza de lamuchacha. Él no podía sentirla como la tristeza de lamadre. Era latristezadeFumiko.ElhechodequeFumikohubierahabladodeunhijodesupadreloatravesócomounalanza.LaseñoraOtacontinuabamirándolo.

—Quizávengahoy,despuésdemí.Yomeescabullícuandoellanoestaba.Estálloviendoyellapensóqueyonomemarcharía.

—¿Debidoalalluvia?—Ellaparecepensarqueahoraestoydemasiadodébilcomoparasaliralalluvia.Kikujisóloasintió.—¿Fumikovinoaverteelotrodía?—Lavi.Elladijoquedebíaperdonarteynopudepensarenunarespuesta.—Sécómosesiente.¿Porquéhevenido,entonces?¡Lascosasquehago!—Peroyoteestoyagradecido.—Es bueno oírte decir eso. Con eso basta. Me he estado sintiendo muy

desdichada.Debesperdonarme.

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—¿Quéhayquetehacesentirculpable?Nadaenabsoluto,pensaríayo.Oquizáselfantasmademipadre.

Laexpresióndelamujernocambió.Kikujisintiócomosihubieraintentadoasirelaire.

—Olvidemos todo —dijo la señora Ota—. Me siento avergonzada. ¿Por quédeberíahabermesentidotanmalanteelllamadodelaseñoritaKurimoto?

—¿Kurimototetelefoneó?—Sí.Estamañana.DijoqueestabatododispuestoentretúylaseñoritaYukiko

Inamura.Mepreguntoporquéteníaquecontármelo.Teníalosojoshumedecidos,peroderepentesonreía.Noeralasonrisadequien

llora.Eraunasonrisasimple,natural.—Nadaestádispuestoenabsoluto—respondióél—.¿ImaginasqueKurimotoha

adivinadosobrenosotros?¿Lahasvistodesdeentonces?—No. Pero ella es una persona con la que uno debe tener cuidado, y puede

saberlo.Debodehabersonadoextrañaestamañanacuandollamó.Nosoybuenaparadisimular.Casimedesmayéysupongoquelegrité.Ellapodíadarsecuenta,séquepodía,aunporteléfono.Meordenóquenointerfiriera.

Kikujifruncióelceño.Noteníanadaquedecir.—No interferir. Por qué, yo sólo pensé en el daño que le hice aYukiko. Pero

desde estamañaname he sentido atemorizada por la señoritaKurimoto.No podíaquedarmeenlacasa.—Loshombrosletemblabancomosiestuvieraposeída.Teníalabocatorcidahaciaunlado,yunafuerzaexteriorparecíamantenerlaerguida.Todalafealdaddeañosparecíaafloraralasuperficie.

Kikujisepusodepieylecolocóunamanosobreelhombro.Ellaasiólamano.—Estoy atemorizada, atemorizada. —Echó una mirada alrededor de la

habitación,seestremecióy,derepente,lafuerzalaabandonó.—¿Enestacasa?Confundido,Kikujisepreguntóquépodíahaberqueridodecir.—Sí—respondióconvaguedad.—Esunacasamuybonita.¿Ellarecordabaquesudifuntoesposohabíatomadoeltéallíocasionalmente?¿O

recordabaalpadredeKikuji?—¿Eséstalaprimeravezqueestásaquí?—preguntóél.—Sí.—¿Quémiras?—Nada.Nomironada.—LapinturaesunSotatsu.Ellaasintióy,alhacerlo,dejólacabezainclinada.—¿Ynuncahasestadoenlacasaprincipal?

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—Nunca.—Mepreguntosipuedeserverdad.—Estuveallíunavez.Enelfuneraldetupadre.—Suvozseapagó.—Elaguahierve.¿Tomamosté?Despuéstesentirásmejory,enrealidad,amíme

gustaríatambiénuntazón.—¿Estásbien?—Comenzóaincorporarseysetambaleóligeramente.Kikuji sacó los tazones y otros utensilios para el té de unas cajas del rincón.

RecordóquelanocheanteriorlajovenInamuraloshabíautilizado,perolossacódetodasmaneras.

LasmanosdelaseñoraOtatemblaban.Latapatintineósobrelatetera.Ellaseinclinóparalevantarelmedidordetédebambúyunalágrimahumedeció

elbordedelatetera.—Tupadrefuebastantebuenocomoparacomprarmeestatetera.—¿Deverdad?Nolosabía.Kikuji no halló nada desagradable en el hecho de que la tetera hubiera

pertenecidoalesposode lamujer.Ynopensabaquesuspalabras fueranalgo raro;sólolashabíadicho.

—Nopuedoacercártelo.—Ellahabíaterminadodehacerelté—.Venabuscarlo.Kikujiseacercóalbraseroytomóeltéallí.Lamujersecayóensuregazocomo

si se desmayara. Él le rodeó el hombro con el brazo. El hombro temblaba y surespiraciónsevolvíacadavezmástenue.Ensusbrazos,ellaeratantiernacomounniñopequeño.

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Kikujilasacudióconfuerza.Comosilafueraaestrangular,colocóambasmanosentrelagargantaylaclavícula.Laclavículasobresalió,pronunciándose.

—¿Nopuedesverladiferenciaentremipadreyyo?—Nodebesdecireso.Tenía losojoscerradosysuvozeraapacible.Todavíanoestabapreparadapara

regresardelotromundo.Kikuji lehabíahabladomenosaellaqueasudesosegadocorazón.Élhabíasidoconducidoconfacilidadaeseotromundo.Sólopodíapensaren eso como en otro mundo donde no había distinción entre su padre y él. Lasensacióndeeseotromundoera tan fuerteque lo invadióeldesasosiego.Élpodíapreguntarsesiellaerahumana,sierapre-humanao,porotraparte,laúltimamujerdelarazahumana.Élpodíaimaginarlaeneseotromundo,sindistinguirentresudifuntoesposo,elpadredeKikujiyelmismoKikuji.

—Piensas en mi padre, ¿no? Y mi padre y yo nos convertimos en una solapersona…

—Perdóname.Lascosasquehehecho.Lascosasdelascualessoyculpable.—Una lágrima se derramó desde una comisura del ojo—. Quiero morir. Sería tanagradablemorirahora.Estabasapuntodeestrangularme.¿Porquénolohiciste?

—Nodebesbromearconeso.Perosientociertasganasdeestrangularaalguien.—Ah, ¿sí? Gracias. —Arqueó su largo cuello—. Es delgado. No tendrías

problemas.—¿Podríasmorirydejaratuhija?—Noimporta.Detodasformas,medesgastaréymorirépronto.CuidaaFumiko.—Siescomotú…Derepente,ellaabriólosojos.Kikuji se asombró de sus propias palabras. Habían sido involuntarias por

completo.¿Cómohabíanresonadoenoídosdelamujer?—¿Ves?¿Vescómolatemicorazón?Nopasarámuchotiempoahora.—Tomóla

mano de Kikuji y se la llevó al pecho. Quizá su corazón se había sobresaltado,sorprendidoantelaspalabrasdeKikuji—.¿Cuántosañostienes?

Kikujinorespondió.—¿Todavíaveinte?Estámal.Soymuydesgraciada.Nomeentiendoamímisma.Haciendopresiónenelpisoconunamano,seirguió.Teníalaspiernascruzadas.

Kikujisesentó.—Nohevenidoaquíparaarruinar lascosaspara tiyparaYukiko.Peroyaestá

hecho.—Nohedecididocasarmeconella.Perolapuraverdadesquetúhasdesvanecido

todoelpasadoparamí,oasíparececuandodiceseso.

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—¿Enverdad?—Kurimototambiénfuemujerdemipadreyeslamediadora.Todalamaliciade

losviejostiemposestáenesamujer.Mipadretuvosuertedetenertealfinal.—DebesapresurarteycasarteconYukiko.—Ésaesunacuestiónquedebodecidir.Lomiróconfijeza,sinlamenorexpresión.Lasangreabandonósusmejillasyse

colocóunamanoenlafrente.—Lahabitacióndavueltas.Debíairasucasa,dijo.Kikujillamóuntaxiysubióconella.Ellasereclinóenun

rincón, los ojos cerrados, una figura indefensa por completo. Las últimas brasascorríanpeligrodeapagarse.

Kikuji no la acompañó hasta la casa.Al bajarse del taxi, los dedos fríos de laseñoraOtaabandonaronlossuyos.

Alasdosdelamañana,recibióunllamadodeFumiko.—Hola, ¿el señorMitani?Mimadre recién…—La voz se interrumpió por un

instante,luegocontinuóconfirmeza—.Reciénhamuerto.—¿¡Qué!?¿Quésucedió?—Madre está muerta. Sufrió un ataque al corazón. Últimamente, ha estado

tomandounagrancantidaddepastillasparadormir.Kikujinorespondió.—Metemoque…Debopedirleunfavor,señorMitani.—¿Sí?—Sihayunmédicoqueustedconozcabieny,silepareceposible,¿puedetraerlo

hastaaquí?—¿Unmédico?¿Necesitasunmédico?Deberéapresurarme.Kikuji estaba asombrado de que todavía no hubiera llamado a un médico.

Entonces,de repente, comprendió.La señoraOta sehabía suicidado.Lamuchachaestabapidiéndolequelaayudaraaocultarelhecho.

—Comprendo.—Porfavor.Antesdellamarlo,ellalohabíapensadoconcuidado,éllosabíay,porlotanto,

había sido capaz de enunciar lo indispensable del asunto con algo parecido a laprecisiónformal.Kikujisequedósentadojuntoalteléfonoconlosojoscerrados.VioelsoldelatardecomolohabíavistodespuésdelanocheconlaseñoraOta:elsoldelatardeatravésdelaventanadeltren,detrásdelaarboledadeltemploHommonji.Elrojosolparecíaderramarsesobrelasramas.Laarboledaserecortabaoscura.Elsolderramándoseporlasramasseintrodujoensusojoscansados.Loscerró.Lasgrullasblancasdel pañuelode la joven Inamuravolaron en el sol de la tarde, que todavía

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estabaensusojos.

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Shino[7]decorado

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Eldíadespuésdelasceremoniasfúnebres,realizadasalséptimodíadelamuerte,Kikuji realizó la visita. Habría sido de noche si, según su cronograma habitual,hubierarealizadolavisitaalvolveracasadesdelaoficina.Habíatenidointencionesderetirarsedeltrabajotemprano,peroyahabíaconcluidoeldíacuandopudoreunirfuerzasparaemprenderlatarea.

Fumikollegóhastalapuerta.—¡Oh!Searrodilló en el umbral en relievey lomiró.Tenía lasmanos apoyadas en el

piso,comosiestuvieraestabilizandoloshombros.—Graciasporlasfloresdeayer.—Pornada.—Penséquenolovería.—¿Porquéno?Lagenteavecesenvía floresporadelantadoy realiza lavisita

después.—Aunasí,noloesperaba.—Lasenviédeunafloreríaqueestámuycercadeaquí.Fumikoasintió.—Nohabíanombre,peroyosupedeinmediato.Kikuji recordó cómo rodeado por las flores había pensado en la señora Ota.

Recordóqueelperfumedelasfloreshabíasuavizadolaculpa.Yahora,gentilmente,Fumiko lo recibía.Ella vestía tan sólo un vestido liso de algodón.Excepto por untoquedelápizdelabiosensuslabiossecos,noestabamaquillada.

—Penséqueayereramejormantenermealejado—dijoKikuji.Fumiko se inclinó un poco hacia un lado, invitándolo a pasar. Quizá porque

estabadecididaanosollozar,selimitóalossaludosmáscorrientes;peroparecíaquedetodasformasibaallorar,amenosquesemovieraopermanecieracallada.

—Nopuedodecirlelofelizquemesentíalrecibirlasflores.Perousteddeberíahabervenido.—Seincorporóylosiguió.

—No quise incomodar a tus parientes—respondió él, esperando que fuera demaneramesurada.

—Esaclasedecosasyanomepreocupamás.—Laspalabraseranfirmesyclaras.En la sala, había una fotografía delante de la urna. Sólo estaban las flores que

Kikujihabíaenviadoeldíaanterior.Pensóqueesoeraextraño.¿Fumikohabíadejadosólo las suyas y se había llevado el resto? ¿O había sido una ceremonia solitaria?Sospechóqueasíhabíasido.

—Unajarradeagua,yaveo.Élmirabaelfloreroenelcualhabíadispuestosusflores.Eralajarraparaelagua

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delaceremoniadelté.—Sí.Penséqueseríaloapropiado.—Una delicada pieza Shino.—Para ser una jarra de ceremonias, era un poco

pequeña.Élhabíaenviadorosasblancasyclavelespálidos.Combinabanbienconlajarra

cilíndrica.—Madreaveceslautilizabaparalasflores.Poresonosevendió.Kikujisearrodillódelantedelaurnaparaencenderincienso.Enlazólasmanosy

cerró los ojos. Pedía disculpas. Pero el amor inundó la disculpa, para consentir yapaciguarlaculpabilidad.

¿LaseñoraOtahabíamuertosinpoderescapardelaculpaquelaacechaba?¿O,acechadaporelamor,habíahalladoqueeraincapazdecontrolarlo?¿Eraelamorolaculpa lo que la había matado? Durante una semana Kikuji había debatido elproblema. Ahora, mientras estaba arrodillado delante de las cenizas, con los ojoscerrados, su imagen senegaba a surgir, pero la calidezde su contacto lo envolvió,embriagándoloconsufragancia.Eraunhechoextrañoperoque,debidoalamujer,no parecía para nada sobrenatural. Y aunque sentía su contacto, la sensación eramenostáctilqueauditiva,musical.

Incapaz de dormir desde sumuerte,Kikuji había estado tomando sedantes consake.Sin embargo,habíapodidodespertarse rápidoyhabía tenidomuchos sueños.Nohabíansidopesadillas.En lavigilia, sehabía sentidoadormecidoydulcementeembriagado.Que unamujermuerta pudiera hacer sentir su abrazo en los sueños aKikuji le parecía algo misterioso. Él era joven y no estaba preparado para unaexperienciatal.

«¡Lascosasquehehecho!»,habíadichoelladosveces,cuandopasólanocheconélenKamakuraycuandofuealacasitaeneljardín.Laspalabrashabíantraídocomoconsecuencia eldelicioso temblory los entrecortados sollozosy ahora,mientras searrodillabadelantede suscenizasy sepreguntabaqué lahabíahechomorir,pensóqueporelmomentodebíaadmitirquehabíasidoculpable.Laadmisiónsólotrajodevuelta suvoz, hablandode su culpa.Kikuji abrió los ojos.Detrás, oyóun sollozo.Fumikoparecíaestarconteniendolaslágrimas;unsollozoselehabíaescapado,sólouno.Kikujinosemovió.

—¿Cuándotomaronlafotografía?—preguntó.—Hacecincooseisaños.Yohiceampliarunainstantánea.—¿Latomaronenunaceremoniadelté?—¿Cómolosupo?Lafotografíahabíasidocortadaalaalturadelagarganta,mostrabaasíunpoco

delkimonoynadadeloshombros.—¿Cómosupoquefuetomadaenunaceremoniadelté?

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—Daesasensación.Tienelosojosbajosypareceestarocupadaenalgo.Nosepuedenverloshombros,porsupuesto,perounosienteunaespeciedeconcentraciónensugesto.

—Mepreguntésiserviría.Fuetomadaunpocodecostado.Peroesunafotoalacualmimadreleteníacariño.

—Esunafotografíamuyapacible.Unamuybuenafotografía.—Aunqueahoramedoycuentadequefueunerror.Nosemiraaunocuandose

leofreceelincienso.—Esverdad,supongo.—Estámirandoaotraparte,yhaciaabajo.

Kikujipensóenlamujerhaciendotéeldíaantesdesumuerte.Mientrasmedíalacantidaddeté,unalágrimahabíacaídosobrelatetera.Élhabíaidoabuscareltazón,ellanoselohabíatraído.Cuandoélterminóelté,lalágrimayasehabíasecado.Ellahabíacaídoensuregazoenelinstanteenquedejóeltazón.

—Madre pesaba más cuando le sacaron la fotografía. —Se apresuró con lassiguientespalabras—:Ymehubieraavergonzadocolocaruna fotografíademasiadoparecidaamí.

Kikuji se dio vuelta para mirarla. La mirada, ahora en el piso, había estadoclavadaensuespalda.Teníaquedejarlaurnaylafotografía,yenfrentarla.¿Cómopodía disculparse? Encontró el modo en la jarra Shino para el agua. Se arrodillódelante de la jarra y lamiró evaluándola, como semiran los recipientes de té.Untenue rojo se traslucía en el esmalte blanco. Kikuji estiró la mano para tocar lasuperficievoluptuosa,cálidaycalma.

—Suave, como un sueño. Incluso cuando uno sabe tan poco como yo, puedeapreciarunabuenapiezaShino.

Comoel sueñoconunamujer,habíapensado,perohabíaeliminado lasúltimaspalabras.

—¿Legusta?Permítamequeselaentregueenmemoriademimadre.—Oh,no.Porfavor.—Kikujilevantólavista,consternado.—¿Legusta?Madreestaríafeliztambién.Séqueasísería.Noesunapiezamala,

meimagino.—Esunapiezaespléndida.—Asídecíamimadre.Poresocoloquésusfloresallí.Kikujisintióqueleasomabanunaslágrimastibiasalosojos.—Laaceptaré,entonces,simepermite.—Madreestaríacontenta.—Pero no me parece probable que la utilice para el té. La convertiré en un

florero.

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—Porfavor,hágalo.Madretambiénlautilizabaparalasflores.—Metemoquenoquierodecirfloresparalaceremoniadelté.Parecealgotriste

queunrecipientedetéabandonelaceremoniadelté.—Yoestoypensandoendejarderealizarlaceremoniadelté.Kikuji se diomedia vuelta para enfrentarla y se puso de pie al hacerlo.Había

almohadonescercadelaspuertasqueconducíanalasaladeldesayuno.Empujóunohacia la veranda y se sentó. Ella había permanecido arrodillada respetuosamentesobrelaesterilladesnudadepaja.SóloKikujisemovió.Fumikoquedóenmediodelahabitación.Susmanosenlazadascondulzuraen las rodillasparecíanapuntodetemblar.Lasasióconfuerza.

—SeñorMitani,debeperdonaramimadre.—Lacabezaselehundióenelpecho.Kikujiseincorporó,temerosodequeenelmovimientoellasecayera.—¿Quédices?Soyyoquiendebepedirperdón.Heintentadopensarlaspalabras

apropiadas, pero no hay manera de disculparse y siento vergüenza de estar aquícontigo.

—Somosnosotrasquienesdeberíamossentirvergüenza.—Lavergüenzalellegóalrostro—.Ojalápudieradesaparecer.

El rubor se desparramódesde lasmejillas sin polvo al cuello blanco, y todo eldesgasteylaansiedadafloraronalasuperficie.Eltenuecolordelasangrehizoquelapalidezfueraaúnmásllamativa.UnmoderadodolorrecorrióelpechodeKikuji.

—Pensécuántodebesodiarme.—¿Odiarlo?¿Creequemadreloodiaba?—No.Pero¿nofuiyoquienlahizomorir?—Ellamurióporellamisma.Esoesloquepienso.Meatormentétodalasemana

poresto.—¿Hasestadosolaaquítodoeltiempo?—Sí.Peroasíestábamosmadreyyo.—Yolahicemorir.—Nadielahizomorir.Siusteddicequefueustedquienlahizomorir,entonces,

yoaúnmás.Sihayqueculparaalguien,deberíaseramí.Pero,cuandocomenzamosasentirresponsabilidadyremordimientos,sólohacemosquelamuerteparezcaalgosucio.Losremordimientosylasdudassólohacenquelacargaseamáspesadaparaquienhamuerto…

—Puedequeseaverdad,perosinolahubieraconocido…—Kikujinopudodecirnadamás.

—Creoqueessuficientesisepuedeperdonaralapersonamuerta.Quizámadremuriópidiendoserperdonada.¿Puedeustedperdonarla?—Fumikosepusodepie.

Ante las palabras de Fumiko, una cortina en la cabeza de Kikuji pareciódesaparecer. ¿Allí también había un aligeramiento de la carga para el muerto?, se

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preguntó.Preocuparseporlosmuertos,¿noeraenlamayoríadeloscasosunerror,algosimilaraenfadarseconellos?

Losmuertos no importunaban con consideracionesmorales a los vivos. KikujimirónuevamentelafotografíadelaseñoraOta.

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Fumikollevódostazonessobreunabandeja.Erandeformacilíndrica,unRakurojo y unRaku negro.Colocó el negro delante deKikuji. En él había té común ycorriente.Kikujilevantóeltazónymirólamarcadelceramista.

—¿Quiénes?—preguntóbruscamente.—Ryonyu[8],creo.—¿Yelrojo?—Ryonyutambién.—Parecenunapareja.—Kikujimiróeltazónrojo,quepermanecíadelantedelas

rodillasdeellasinquelotocara.Aunqueeran tazonesceremoniales,noparecíanfuerade lugarcomotazasde té

corrientes, pero una imagen desagradable relampagueó en la cabeza de Kikuji. ElpadredeFumikohabíamuertoyelpadredeKikujihabíaseguidovivo.¿EstepardetazonesRakunohabíaservidocomo tazasde técuandoelpadredeKikujiveníaavisitar a la madre de Fumiko? ¿No había sido utilizado como las tazas «marido-esposa»,lanegraparaelpadredeKikuji, larojaparalamadredeFumiko?Sieranhechos por Ryonyu, uno no podía ser un poco descuidado con ellos. ¿No habíantambién sido llevados en los viajes? Fumiko, quién sabía, quizás estaba jugándoleunabromacruel.

Pero él no percibió malicia ni cálculos, por cierto, en que ella trajera los dostazones. Sólo percibió un aniñado sentimentalismo que también lo embargó. Él yFumiko, acechados por la muerte de la madre, eran incapaces de contener estegrotescosentimentalismo.ElpardetazonesRakuprofundizabalapenaqueteníanencomún. Fumiko también sabía todo: el padre de Kikuji y su madre, su madre yKikuji,lamuertedesumadre.Yhabíancompartidoeldelitodeocultarelsuicidio.

Era evidente que Fumiko había sollozado al hacer el té. Sus ojos estabanligeramenteenrojecidos.

—Mealegrahabervenidohoy—dijoKikuji—.Puedoaceptarloquedijistehaceunos minutos que entre los vivos y los muertos no puede haber perdón ni laimposibilidaddelperdónpero,encambio,¿puedopensarquehesidoperdonadoportumadre?

Fumikoasintió.—Deotraforma,madrenopuedeserperdonada.Noesqueellapuedaperdonar.—Dealgunamaneraesterriblequeyoestéaquícontigo.—¿Porqué?—Ellalomiró—.¿Quieredecirqueestuvomalqueellamuriera?Yo

mismame sentí muy decepcionada. Pensé que no importaba cuánmalinterpretada

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hubierasidoella, lamuertenopodíaser larespuesta.Lamuertesólo interrumpelacomprensión.Posiblementenadiepuedeperdonareso.

Kikujisequedócallado.SepreguntósitambiénFumikosehabíaesforzadohastauna confrontación final con el secreto de la muerte. Era extraño escuchar que lamuerteinterrumpelacomprensión.LaseñoraOtaqueKikujiconocíaahoraerabiendiferentedelamadrequeFumikoconoció.Fumikonoteníamaneradeconoceralamadrecomomujer.

Perdonar o ser perdonado era para Kikuji como ser acunado en esa ola, lalanguidezdelcuerpodelamujer.Parecíaquelalanguidezestabaaquítambién,enelpardetazonesRaku.Fumikonohabíaconocidoalamadredeesemodo.Elhechodeque la hija no conociera el cuerpo del cual provenía era extraño y sutil. Sutil, elcuerpomismohabíasidotraspasadoalahija.

Desde el precisomomento en que ella lo había saludado en el umbral, Kikujihabíasentidoalgosuaveygentil.EnelrostroredondoysuavedeFumikoélvioalamadre.Si la señoraOta había cometidoun error cuandovio al padre deKikuji enKikuji,entonceshabíaalgoatemorizador,unlazocomounmaleficioenelhechodeque,paraKikuji,Fumikoseparecieraalamadre;peroKikuji,sinprotestar,sedejóarrastrarporlacorriente.

Alverlapequeñabocadescuidada,ellabioinferiorsobresaliendohaciaadelantecomo si estuviera haciendo pucheros, sintió que era imposible luchar. ¿Qué podíahacerunoparahacerqueellaresistiera?EsapreguntadeberíahabersidohechaacercadelmismoKikuji.

—Tumadreerademasiadobondadosacomoparavivir.Yo fuicruelconella,ysospechoqueyolaalterabaconmidebilidadmoral.Soyuncobarde.

—Madreestabaequivocada.Madreestabatanequivocada.Supadre,luegousted;pero debo pensar que la verdadera naturaleza demimadre era distinta.—Hablabacon vacilación y se ruborizaba. El color de la sangre era más cálido que la vezanterior.

EvitandolamiradadeKikuji,seinclinóysealejólevemente.—Pero desde el día siguiente al que madre murió, comenzó a parecer más

hermosa.¿Essóloenmimenteoesrealmentemáshermosa?—Lasdossonlomismo,supongo,conlamuerte.—Quizámimadremuriópornosercapazdesoportarsupropiafealdad.—Nopareceprobable.—Era demasiado, no pudo soportarlo.—Las lágrimas asomaron a los ojos de

Fumiko.QuizásellaqueríahablardelamordesumadreporKikuji.—Losmuertosson,dealgunamanera,nuestrapropiedad.Debemoscuidarlos—

dijoKikuji—.Perotodosmurierontanpronto.

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Ellapareciócomprender:élqueríadecirlospadresdeellaylossuyospropios.—Ahoratúereshuérfanayyotambién.—Suspropiaspalabraslehicierontomar

conciencia de que si la señoraOta no hubiera tenido a su hija, Fumiko, él habríaalbergadopensamientosmásoscurosyperversossobreella.

—Túfuistemuybuenaconmipadre.Tumadremelocontó—dijoesoyesperóquesuspalabrasparecierangenuinas.

Élnovionadamaloenhablardeaquellosdíasenloscualessupadrehabíaidoaesa casa como el amante de la madre de Fumiko. De pronto, Fumiko se inclinóprofundamente.

—Perdónela. Madre en realidad estaba demasiado triste. Después de eso, yoapenas podía distinguir en qué minuto moriría. —Aún tenía la cabeza inclinada.Inmóvil,comenzóasollozarylafuerzaabandonósushombros.

Debido a que no esperaba visitas, estaba descalza. Tenía los pies escondidos amediaspor la faldaypresentabauna figura completamente reducida, indefensa.EltazónRakurojocasi le tocabaelcabello.Sucabelloera tan largoquecaíahasta laesterilla del piso, al cual casi tocaba. Ella abandonó la habitación cubriéndose elrostroconambasmanos.

Pasaronunosminutosynoregresó.—Creo,entonces,quememarcharé—dijoKikuji.Ellaaparecióenlapuertaconunpaquete.—Metemoqueserápesado,perotratedenodarledemasiadaimportancia.—¿Eh?—ElShino.Kikujiestabaasombradoporsurapidez:habíavaciadolajarra, lahabíasecado,

encontradounacajaparacolocarla,ylahabíaenvueltoenunpañuelo.—¿Lallevoya?Peroteníaflores.—Porfavor,llévela.—Si me permites, entonces —dijo Kikuji. La rapidez, percibió, se había

originadoporunexcesodepena.—Peronoiréavercómolautiliza.—¿Porquéno?Fumikonorespondió.—Bueno,cuídate.—Kikujisalió.—Gracias.Fuebuenoquehayavenido.Ynosepreocupepormadre.Apresúrese

ycásese.—¿Quédijiste?Élsevolvióhaciaella,peroellanolevantólamirada.

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Kikuji probó colocar rosas blancas y claveles en la jarra Shino. Estabaobsesionadoconlaideadeque,ahoraqueestabamuerta,élseestabaenamorandodelaseñoraOta.Ysentíaqueeseamorsehacíaconoceratravésdelahija,Fumiko.

Eldomingo,lallamóporteléfono.—¿Estássolaencasa?—Sí.Mesientounpocosola,porsupuesto.—Nodeberíasestarsola.—Supongoqueno.—Casipuedosentirlaquietud.Fumikoserióconsuavidad.—Imaginaqueunamigotevisita.—Peronodejodepensarquequienquieraquevengadescubrirálodemimadre.Kikujinopudopensarunarespuesta.—Debe de ser un inconveniente. No tienes a nadie que vigile la casa cuando

quieressalir.—Oh,siemprepuedocerrarconllave.—Imagina,entonces,quevienesavisitarme.—Gracias.Unodeestosdías.—¿Tehassentidobien?—Perdíalgodepeso.—¿Ypuedesdormir?—Casinada.—Esoesmuymalo.—Estoypensandoencerrarprontolacasayenalquilarunahabitaciónencasade

unaamiga.—¿Pronto?¿Cuándosería?—Tanprontocomopuedavenderlacasa.—¿Lacasa?—Sí.—¿Quieresdecirvenderla?—¿Nocreequedebería?—Melopregunto.Dehecho,yoestoypensandoenvenderlamía.Fumikonorespondió.—¿Hola? Es inútil hablar de estas cosas por teléfono. Es domingo y estoy en

casa.¿Puedesvenir?—Sí.—Hay flores en la jarra Shino, pero si tú vienes puedo probar usarla para el

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propósitoquefuediseñada.—¿Unaceremoniadelté?—No una verdadera ceremonia. Pero es un desperdicio enorme no utilizar una

piezaShinoparaelté.Unonopuedesacararelucirlaverdaderabellezadeunapiezadetéamenosquelacoloqueconlasdesumismaclase.

—Perotengopeoraspectoqueelqueteníacuandoustedestuvoaquí.Nopuedoverlo.

—Nohabráotrosinvitados.—Aunasí.—¿Noloconsiderarás?—Adiós.—Cuídate. Perdona, parece que hay alguien en la puerta. Llamaré en otro

momento.

EraKurimotoChikako.ElrostrodeKikujisevolviósombrío.¿Habríaoídoalgo?—Ha estado tan deprimente. Lluvia, lluvia. Estoy aprovechando el primer día

buenoentantotiempo.—YaestabamirandoelShino—.Desdeahorahastaelveranotengomás tiempo libre de clases y pensé queme gustaría venir y quedarme en lacasitadeljardínporunrato.

Sacósusofrendas,dulcesyunabanicoplegable.—Supongoquelacasitaestarátodaenmohecidadenuevo.—Asísupongo.—¿El Shino de la señora Ota? ¿Podría mirarlo? —Hablaba con aire

despreocupadoysevolvióparaexaminarlo.A medida que se inclinaba, acercándose a la pieza, los hombros de huesos

pesadosretrocedían.Parecíaexudarmalicia.—¿Locompraste?—Esunregalo.—Qué regalo. ¿Un recuerdo?—Levantó la cabeza y se volvió hacia él—. En

realidad,¿nodeberíashaberpagadoporunapiezaasí?Estoybastantehorrorizadadequelohayasaceptadodelamuchacha.

—Considerarélacuestión.—Hazlo. Tienes todo tipo de piezas para el té que pertenecieron al señorOta,

perotupadrepagóporcadaunadeellas.InclusocuandoseocupabadelaseñoraOta.—Noesunasuntoquequieradiscutircontigo.—Yaveo,yaveo—dijoChikakoalaligera,ysepusodepie.

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Kikujioyóquehablabaconlamucama.Volvióvestidaconundelantal.—Entonces, la señora Ota se suicidó. —No había duda de que su actitud

despreocupadaestabaplanificadaparaatraparloconlaguardiabaja.—No.—¿Ah,no?Yolosupedeinmediato.Siemprehuboalgoextrañoenesamujer.—

Lomiró—. Tu padre solía decir que no la entendería nunca. Para otramujer, porsupuesto, el problema era un poco diferente, pero había algo infantil en ella, sinimportarloviejaquesevolvía.Bueno,noeramitipo.Dealgunamanera,pegajosa,aferrándosesiempre.

—¿Podríapedirtequedejesdecalumniaralamuerta?—Oh,porfavor,hazlo.¿Peroestapersonamuertaenparticularnoestáintentando

arruinartumatrimonio?Tupadresufriómuchoenmanosdeesamujer.EraChikakoquienhabíasufrido,pensóKikuji.Chikakohabíasidoeljuguetedesupadreduranteuntiempomuybreve.Notenía

razónparaacusara laseñoraOta.Peroaunasí,unopodía imaginarsecuántohabíaodiadoalamujerquehabíaestadoconsupadrehastaelfinal.

—Túeresdemasiadojovencomoparaentenderapersonasasí.Portupropiobien,fuebuenoqueellamuriera.Ésaeslaverdad.

Kikujilediolaespalda.—¿Cómo enfrentaríamos que ella estuviera interfiriendo en tus planes de

matrimonio?Murióporquenopodíacontenereldemonioquehabíaenellacuandosupoque estaba equivocada.Ésa también es la verdad.Y siendo lamujer que era,pensóquemoriríayseiríaaencontrarcontupadre.

Kikujisintiófrío.Chikakosalióaljardín.—Voyalacasita,acalmarmisnervios.Élsequedósentadounbuenratomirando las flores.Elblancoyelpálidorosa

parecíanfundirseenunabrumaconelShino.LafiguradeFumiko,sollozandosolaensucasa,levinoalamente.

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Ellápizdelabiosdelamadre

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Deregresoensuhabitación,despuésdehabersecepilladolosdientes,Kikujivioque la mucama había colocado en el nicho un cuenco hecho de una calabaza.Conteníaunaúnicacampanilla.

—Hoymelevantaré—dijo,aunquesemetióenlacamadenuevo.Echólacabezahaciaatrásymirólaflor.

—Habíaunacampanillaflorecida—dijolamucamadesdelahabitacióncontigua—.¿Entoncesestaráencasahoynuevamente,señor?

—Un día más. Pero me levantaré. —Kikuji había estado alejado del trabajodurantevariosdías,condolordecabezayresfriado—.¿Dóndeestabalacampanilla?

—Habíatrepadoporeljengibreenelextremomásalejadodeljardín.Eraunacampanillacolorañil,probablementesilvestre,ydel tipomáscomúny

corriente. Los tallos de la enredadera eran delgados y las hojas y el capullo muypequeños. Pero el verde y el azul profundo eran tranquilizadores; caían sobre elcuencodelacarojaoscurecidaporeltiempo.

Ladoncella,quehabíaestadoconlafamiliadesdelaépocadesupadre,era,asumanera, imaginativa.En lacalabazaestabaestampadoel sellocon la firmaen lacadesteñiday,sobrelacajadeaspectoantiguo,lamarcadelprimerdueño,Sotan,que,sieraauténtica,hacíaqueelcuencotuvieraunostrescientosañosdeantigüedad.

Kikuji no sabía nada acerca de las flores para acompañar el té; tampoco eraprobable que la mucama estuviera bien informada. Para el té de la mañana, sinembargo,leparecióquelacampanillaeraapropiada.

La observó un buen rato: en un cuenco que había pasado de mano en manodurante tres siglos, una flor que se marchitaría durante la mañana. ¿Era másapropiadaqueesasfloresoccidentalesenelShinodetrescientosañosdeantigüedad?Perohabíaalgoinquietanteenlaideadeunacampanillacortada.

—Uno creería que semarchitaría ante sus propios ojos—le dijo a lamucamaduranteeldesayuno.

RecordóquehabíaqueridocolocarpeoníasenelShino.YahabíapasadolaépocadelaspeoníascuandoFumikolediolajarra,peropodríahaberlasencontradosilashubierabuscado.

—Yoinclusomehabíaolvidadodequeteníamosesacalabaza.Fuisteinteligentealpensarenella.

Lamucamasólomoviólacabeza.—¿Hasvistoamipadrecolocarcampanillasallí?—No.Perolascampanillasylascalabazassonambasenredaderasypensé…—¡Ambas enredaderas!—Kikuji resopló. La poesía se había desvanecido por

completo.

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Comenzóasentirlacabezapesadamientrasleíaeldiarioyserecostóenlasaladeldesayuno.

—Notemolestesenhacerlacama.La mucama, que había estado lavando la ropa, apareció secándose las manos.

Limpiaríasuhabitación,dijo.Cuandoregresóalacama,nohabíaunacampanillaenelnicho.Tampocohabíaunacalabazacolgandodelacolumna.

—Bueno.—Quizásellanohabíaqueridoquevieralaflormarchita.Había resoplado ante la asociación de las dos enredaderas y, sin embargo, la

maneradevivirdesupadreparecíasobreviviren lamentede lamucama.La jarraShinoyacíadesnudaenmediodelnicho.SilahubieravistoFumiko,nohabríadudasdequehubierapensadoqueesetratoeracruel.Alrecibirla,élhabíacolocadorosasblancasypálidosclavelesporqueellahabíahecho lomismoante lascenizasdesumadre.LasrosasylosclaveleseranfloresqueelmismoKikujihabíaenviadoparalas ceremonias fúnebres del séptimo día. Él se había detenido y había compradofloresenelnegocioenelqueeldíaanteriorhabíaencargadoqueleenviaranfloresaFumiko.Sucorazónseinflamaríainclusoalmenorcontactoconlajarra,ynohabíacolocadomásfloresenella.

A veces, en la calle, se sentía atraído por unamujermadura. Al darse cuenta,fruncíaelceñoymurmuraba:

—Meestoycomportandocomouncriminal.Mirabadenuevoyveíaque,despuésdetodo,lamujernoseparecíaenabsolutoa

la señoraOta. Eran tan sólo esas caderas amplias. Enmomentos tales el deseo lohacíacasitemblar;y,sinembargo,laexcitaciónyeltemorseencontrabancomoenelmomentodedespertardespuésdedelinquir.

—¿Y qué me ha vuelto un criminal? —La pregunta tendría que haberloconmocionado y almismo tiempo liberado del sentimiento; pero, en lugar de unarespuesta,sóloaparecíaunanhelomásintenso.

Sentía que no podía salvarse amenos que esquivara esosmomentos cuando lasensacióndelapieldelamuertallegabahastaéltibiaydesnuda.Avecestambiénsepreguntaba si las dudas morales no habían agudizado sus sentidos al punto de lamorbidez.ColocóelShinoensucajaysefuealacama.

Mientrasmiraba hacia el jardín, oyó un trueno.Distante pero fuerte y en cadaestampido más cerca. Los rayos atravesaron los árboles del jardín. Pero cuandocomenzólalluvia,lostruenosparecieronretirarse.

Eraunalluviaviolenta.Unvaporblancoseelevabadelatierradeljardín.KikujiselevantóyllamóporteléfonoaFumiko.

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—LaseñoritaOtasehamudado.—¿Disculpe?—Se sobresaltó—.Disculpe pero ¿podría yo…?—Ella debía de

habervendidolacasa—.Mepreguntosipodríadecirmedóndevive.—Unmomento,porfavor.—Parecíaunamucama.Regresódeinmediatoyledioladirecciónque,evidentemente,leíadeunalibreta.—EstáalcuidadodelseñorTozaki.—Lediounnúmerodeteléfono.

LavozdeFumikoeravivaz.—Hola.Sientohaberlohechoesperar.—¿Fumiko?SoyMitani.Llaméatucasa.—Losiento.—Suvozsequebró,ysonócomoladesumadre.—¿Cuándotemudaste?—Yo…—Ynomelodijiste.—Yahacedíasquemeestoyquedandoconunaamiga.Vendílacasa.—Ah,¿sí?—No sabía si debía decírselo o no. Al principio pensé que no debía, pero

últimamentecomencéasentirmeculpable.—Deberías.—¿Deverdad?¿Estanamablecomoparapensareso?Amedida que conversaban, Kikuji se sintió fresco y renovado, limpio. ¿Podía

estasensaciónresultardeunaconversacióntelefónica?—ElShinoquemediste.Cuandolomiro,quieroverte.—Ah,¿sí?Tengootropequeñotazóncilíndricoparael té.Penséenregalárselo,

pero madre lo utilizaba todos los días como taza de té. Tiene su lápiz de labiosmarcado.

—Ah,¿sí?—Sí.Oesosolíadecirmadre.—¿Ellápizdelabiossimplementequedóallí?—«Simplemente quedó allí», no. Para empezar, el Shino era rojo, pero madre

solíadecirquenopodíasacarellápizdelabiosdelborde,noimportabalomuchoquelo intentase.Ahoraqueestámuerta,aveces lomiroyparecehaberunaespeciededestelloenunlugar.

¿Erasólounavanaconversación?Kikujiapenassoportabaescuchar.—Tenemosunaverdaderatormenta.¿Cómoestá?—Terrible.Meaterroricéconlostruenos.—Perodeberíaestaragradabledespués.Hacevariosdíasquenovoyaltrabajo,y

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estoyahoraencasa.Sinotienesotracosaquehacer,¿porquénovienes?—Gracias. He tenido la intención de pasar a visitarlo, pero sólo cuando haya

encontrado trabajo. Estoy pensando en ir a trabajar. —Antes de que él pudieracontestar, ella continuó—:Mealegra tantoquehaya llamado.Loveré.Nodeberíaverlonuevamente,porsupuesto.

Kikujisaliódelacamacuandoelchaparrónyahabíapasado.Estabasorprendidoanteelefectodelaconversacióntelefónica.

YeraextrañoquesuculpaconrespectoalasuntoOtaparecíadesaparecercuandoescuchabalavozdelahija.¿Lohacíasentirquelamadreaúnestabaconvida?

Pasólabrochadeafeitarporlashojasquehabíaenlaveranda,mojándolaconelaguadelalluvia.

El timbre sonó poco después del almuerzo. Debía de ser Fumiko, pero eraKurimotoChikako.

—Oh,tú.—Quécalorquehace.Teheabandonadoypenséquedebíavisitarte.—Noheestadodeltodobien.—Notienesbuencolor—expresóconelceñofruncido.Había sido una tontería, pensó, asociar el sonido de los zuecos demadera con

Fumiko.Fumikoestaríavestidaalamaneraeuropea.—¿Tehasmandadohacerdientesnuevos?—preguntóél—.Parecesmásjoven.—Tengo tiempo libre durante la época de las lluvias. Al principio estaban

demasiadoblancos,perosevolvieronamarillosconrapidez.Quedaránbien.Lacondujoalasala,quetambiénservíacomosudormitorio.Ellamiróelnicho.—Siempre he hallado agradables los nichos vacíos —dijo Kikuji—. Nada

colgandoqueaunoloabrume.—Muyagradable,contodaestalluvia.Peroquizásunasflores,porlomenos.—

Ellasevolvió—.¿QuéhicisteconelShinodelaseñoritaOta?Kikujinorespondió.—¿Nodeberíasdevolverlo?—Esocreoquemecorrespondedecidirloamí.—Metemoqueno.—Túnoestásenposicióndeimpartirórdenes.—Eso tampoco es totalmenteverdad.—Se rióymostró susblancosdientes—.

Hevenidohoyparadecirteloquepienso.—Enunrápidogestollevólasmanoshaciaadelante y luego las abrió, como si ahuyentara algo—. Si no te deshaces de esabruja…

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—Suenasmuyamenazadora.—Peroyosoylamediadorayvoyatenerlaúltimapalabra.—SiestáshablandodelajovenInamura,sientohaberrechazadotupropuesta.—Esmuymiserable de tu parte rechazar a lamuchacha porque no te gusta la

mediadora.Lamediadoraesunpuente.Adelántate,pisaelpuente.Tupadretambiénlohacía.

Kikuji noocultó sudesagrado.CuandoChikako se ponía a discutir, echaba loshombroshaciaatrás.

—Te estoy diciendo la verdad. Soy diferente de la señoraOta. En cuanto a tupadre,yofuiuncasodepocaimportancia.Noveorazónparaocultarlaverdad:yo,pordesgracia,noerasupasatiempofavorito.Apenascomenzó,estabaconcluido.—Miró hacia abajo—. Pero no me arrepiento. Él fue bastante bueno como parautilizarme después, cuando le convenía.Como lamayoría de los hombres, hallabamásfácilutilizaraunamujerconlacualhabíatenidounromance.Yasí,graciasaél,desarrolléunasanaybuenadisposiciónalsentidocomún.

—Yaveo.—Deberíashacerusodemisaludablesentidocomún.Kikujicasisesintiótentadodeconfiarenella.Habíaalgoenloquehabíadicho.

Ellasacóunabanicodelobi.—Cuandounapersonaesdemasiadohombreodemasiadomujer,engeneral,el

sentidocomúnnoestáallí.—Ah,¿sí?¿Elsentidocomúnacompañaalosneutros,entonces?—Noseassarcástico.Perolosneutros,comotúlosllamas,notienenproblemaen

comprenderaloshombresyalasmujerestambién.¿Haspensadocuánextraordinarioes que la señora Ota haya sido capaz de morir teniendo una única hija? Parecebastante posible que haya tenido alguien a quien recurrir. Si muriese, ¿no podríaKikujicuidaralahija?

—¿Dequéhablas?—Pensé y pensé y, de pronto, me enfrenté con una sospecha: ella murió para

interferirentumatrimonio.Ellanomuriósimplemente.Habíamáseneso.—Tus fantasías a veces pueden ser monstruosas. —Pero incluso mientras

hablaba,sequedóboquiabiertoantelafuerzadelafantasía.Seleapareciócomoeldestellodeunrelámpago.—TúlecontastealaseñoraOtasobrelajovenInamura,¿no?Kikujilorecordaba,perosimulóignorarlo.—Fuistetú,¿no?,quienledijoquetodoyaestabadispuesto…—Asíes.Ledijequenointerfiriera.Fuelanochequemurió.Kikujisequedócallado.—¿Cómo sabes que telefoneé? ¿Vino ella a verte sollozando? —Lo había

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atrapado.—Claroquesí.Puedoadivinarporlamaneraquemegritabaporelteléfono.—Entonces,escasicomositúlahubierasmatado,¿no?—Supongoque esa conclusiónhace las cosasmás fácilespara ti.Bueno, estoy

acostumbrada a ser la villana. Cuando tu padre necesitaba una villana,me hallabacasiperfecta.Noesexactoqueestédevolviendounviejofavor,perohoyestoyaquíparadesempeñarelpapeldelavillana.

Kikujisabíaqueellaestabadandoriendasueltaasusviejosyprofundoscelos.—Peronotepreocupesporloqueocurreentrebambalinas—dijocondesprecio

—.Nome importa en lomásmínimo si te quedas allímirando encolerizado a laespantosaviejaquehacealboroto.Prontomedesembarazarédelabrujaylograréunbuenmatrimonioparati.

—Debopedirtequedejesdehablardeesebuenmatrimonioqueestáshaciendoparamí.

—Porcierto,yonoquierohablardelaseñoraOtamásquetú.—Suavizólavoz—.Noquierodecirqueellafueramala.Ellatansóloesperabaque,almorir,lahijafuerademaneranaturalparati.

—Otravezesedisparate.—¿Peronoesverdad?¿Enverdadcreesquecuandovivíanopensóniunasola

vez en casar a la hija contigo? Es estar muy distraído de tu parte. Despierta ydormida,cerniéndosesobre tupadre,casiembrujándolo,solíapensaryo.Siquieresllamarpurosasussentimientos,supongoqueloeran.Estabamediodesquiciadayselasingenióparainvolucrartambiénalahijay,alfinal,ofreciósuvida.Puedehabersidopurapero,paraelrestodenosotros,todoestosuenacomounaterriblemaldición,comosiunahechiceranostendieraunared.

LosojosdeKikujiencontraronlossuyos.Lospequeñosojosdeellaseenfocaronenél.Incapaz de deshacerse de ellos, Kikuji desvió lamirada. Se retrajo y dejó que

continuarahablando.Suposiciónhabía sidodébildesdeunprincipioyesaextrañaacotaciónlohabíaconmocionado.¿Lamuertahabíapensadorealmenteencasarasuhijaconél?Kikujinoqueríadetenerseenesaposibilidad.Eraunafantasía,productodeloscelosponzoñosos.Dehorriblessospechasqueanidabanensupechocomolahorriblemanchadenacimiento.Sesentíasumamenteincómodo.

¿Nohabíaélanheladolomismo?Porciertoelcorazóndeunopodíatrasladarsedelamadrealahija;perosi,aúnembriagadoporelabrazodelamadre,élnohabíapercibidoqueestabasiendotransferidoalahija,¿nohabíasido,dehecho,presadeunhechizo?

¿YsuenteranaturalezanohabíacambiadodespuésdeconoceralaseñoraOta?Sesintióaturdido.

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Lamucamaentró.—LaseñoritaOtadijoquepasaríamástardesiustedestáocupado.—¿Yasemarchó,entonces?—Kikujisepusodepie.

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2

—Fue bueno que telefoneara hoy por lamañana.—Fumiko levantó lamirada,mostrando la completa curva de su largo y níveo cuello. Había una sombraamarillentaenelhuecoentreelcuelloyelpecho.Yafueraeljuegodelaluzounaseñaldecansancio,dealgunamaneralediounrespiro.

—Kurimotoestáaquí.Pudohablarconcalma.Habíasalidosintiéndosetensoeincómodo,peroalvera

Fumikolatensiónloabandonódemanerasingular.Ellaasintióconlacabeza.—VielparaguasdelaseñoritaKurimoto.—Oh,¿ése?Habíaunparaguasgrisdemangolargojuntoalapuerta.—¿Por qué no esperas en la casita del jardín? La vieja Kurimoto semarchará

pronto.Él se preguntó por qué, sabiendo que Fumiko llegaría, no había despedido a

Chikako.—Enloqueamírespecta,noimporta.—Entonces,entra.

Unavezquelahicieronpasaralasala,saludóaChikakocomosinosospecharaningunahostilidad.Leagradeciólascondolencias.

Chikakoencorvóelhombroizquierdoyechólacabezahaciaatrás,comocuandoobservabaaunadiscípuladelaceremoniadelté.

—Tumadre era una persona tan noble. Siempre que veo a alguien como ellasiento que estoy observando caer las últimas flores. Éste no es unmundo para lagentegentil.

—Madrenoeratangentil.—Debedehaberlaangustiadomorirydejarasuúnicahija.Fumikomirólapuerta.Labocaconellabioinferiorsobresalidoestabaapretada

confirmeza.—Debesdesentirtesola.¿Porquénoempiezasconlasclasesdeténuevamente?—Pero…—Tedaráalgoenquépensar.—Perometemoquenopuedoafrontartaleslujos.—Vamos,noesparatanto.—Chikakodesdeñólaacotaciónconungestodelas

manos,quehabíamantenidoentrelazadassobrelasrodillas—.Dehecho,estoyaquíparaventilarlacasita.Lalluviaparecehaberterminado.—MiróaKikuji—.Fumikoestáaquítambién.¿Lohacemos?

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—Disculpa…—Pensé que se me podría permitir utilizar la pieza Shino que tienes como

recuerdodelamadredeFumiko.Fumikolevantólamirada.—Ytodospodemosintercambiarrecuerdos.—Peroyotansólosollozarésivoyalacasitadeljardín.—Lloremos.Todosdaremosriendasueltaaunbuenllanto.Yonodispondrédela

casita del jardín una vez que Kikuji se haya casado. Está llena de recuerdos, porsupuesto, pero entonces…—Chikako se rió brevementey luego se puso seria otravez—.UnavezquehayamosconcertadotodoconlaseñoritaYukikoInamura,sabes.

Fumikoasintió.Surostronodemostrabalamenorexpresión.Había,sinembargo,señalesdefatigaenelrostroredondeado,quetantoseparecíaaldesumadre.

—TúsóloabochornasalosInamuraalhablardeplanesquenoestándefinidos—dijoKikuji.

—Yohablodeunposiblecompromiso.Pero tienes razón.Son lascosasbuenaslasqueatraenalosvillanos.Debessimularquenohasoídonada,Fumiko.

—Porsupuesto.—Fumikoasintiónuevamenteconlacabeza.Chikakollamóaladoncellaysalióparalimpiarlacasitadeljardín.—Tengacuidado—gritóelladesdeeljardín—.Lashojasaúnestánhúmedasaquí

enlasombra.

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3

—Estaballoviendotanfuerteaquíquedebistehaberlooídoporelteléfono.—¿Puedesoírlalluviaporelteléfono?Yonoestabaescuchando.¿Puedesoírla

lluviaenmijardín?Fumikomiróafuera,hacia losarbustos,detrásde loscualesseoía laescobade

Chikako.Kikujitambiénmiróhaciaafuera.—No lo pensé en el momento, pero después comencé a preguntarme. Fue un

verdaderoaguacero.—Meaterrorizaronlostruenos.—Asídijisteporteléfono.—Soyigualquemimadreenunaseriedeasuntostriviales.Cuandoerapequeñay

había truenos, madre solía cubrirme la cabeza con las mangas de su kimono. Ycuandosalíaenépocadeverano, levantabalavistaalcieloypreguntabasialguiencreíaquehabría truenos. Inclusohoydía,aveces,quierocubrirme lacabeza.—Latimidezpareciódeslizarsedesdesushombrosalpecho—.TrajeeltazónShino.—Sepusodepie.

Colocóeltazón,todavíaenvueltoenelpañuelo,antelasrodillasdeKikuji.Kikuji,sinembargo,vacilóyentonceslamismaFumikolodesató.—¿UtilizabatumadreelRakucomotazadetodoslosdías?¿EraunRyonyu?—Sí. Pero madre pensaba que el té común y corriente no quedaba

apropiadamente ni en el Raku rojo ni en el negro. En su lugar ella utilizaba estetazón.

—UnonopuededistinguirelcolordeltéeneltazónRakunegro.KikujinorealizóningúnmovimientoparatomarelShinoqueteníadelante.—Dudodequeseaunamuybuenapieza.—Estoy seguro de que por cierto esmuy buena.—Pero todavía no estiraba la

manoparatomarlo.Era como Fumiko lo había descrito. El esmalte blanco transportaba una tenue

sugerenciaderojo.Amedidaqueunolomiraba,elrojoparecíaemergerdesdelomásprofundodelcolorblanco.Elbordeeralevementemarrón.Enunlugarelmarróneramásoscuro.¿Eraallídondeunobebía?Elbordepodíahabersemanchadoporeltéypodíahabersemanchadoconloslabios.

Kikujimiróel tenuemarrónysintióqueallíhabíauntoquederojo.¿Dóndesehabíaestampadoellápizdelabiosdelamadre?Habíatambiénuncolorrojoynegroen la rajadura. El color desteñido del lápiz de labios, el color rojo de una rosamarchita,elcolordesangreviejayseca.Kikujicomenzóasentirseintranquilo.Unasensación de náusea y de suciedad y una abrumadora fascinación surgieronsimultáneamente.

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Con un esmalte negro salpicado de verde y algún que otro toque de bermejo,voluminosashojasdehierbarodeabanelbordedel tazón.Limpiasysaludables, lashojas fueron suficientes para disipar sus mórbidas fantasías. Las proporciones deltazóneranfuertesydignas.

—Esunapiezamagnífica.—Kikujiporfinlatomóensusmanos.—Realmentenosé,peroamadrelegustaba.—Hayalgomuyseductorenlostazonesparatédelasmujeres.Lamujer que había en lamadre deFumiko se le apareció nuevamente, tibia y

desnuda.¿PorquéFumikohabía traídoeste tazónmanchadoconel lápizde labiosde la

madre? ¿Ella era ingenua, tenía falta de tacto o era insensible? Kikuji no podíadeterminarlo. Pero la falta de resistencia de Fumiko parecía haber pasado a supersona.Diovueltalatazaunayotravezsobrelarodilla.Evitó,sinembargo,tocarelborde.

—Guárdala.HabráproblemassilaviejaKurimotolave.—Sí.—Ellalacolocóenlacajaylaenvolvió.

Era evidente que había tenido intenciones de dársela, pero había perdido laoportunidad de decirlo. Quizás ella había sacado la conclusión de que a él no legustaba.Ella volvió a llevar el paquete al vestíbulo.Con los hombros encorvados,Chikakollegódeljardín.

—¿TeimportaríasacarlajarradelaseñoraOtaparaelagua?—¿Nopodríasutilizarunadelasnuestras,yaqueFumikoestáaquí?—No comprendo. ¿No puedes ver que quiero utilizarla porque ella está aquí?

Tendremosesteregalosuyomientrasintercambiamosrecuerdosdesumadre.—PerotúodiabasalaseñoraOta.—Enabsoluto.Simplementenoestábamoshechaslaunaparalaotra.¿Cómose

puedeodiaraunapersonamuerta?Noestábamoshechaslaunaparalaotrayyonopodíaentenderla.Yenalgunosaspectoslaentendíademasiadobien.

—Túsiemprehassidoaficionadaacomprenderalagentedemasiadobien.—Deberíandisponerlascosasparaquenoselesentendieracontantafacilidad.Fumikoaparecióenlaverandaysesentódentrodelahabitación.Encorvando el hombro izquierdo, Chikako se volvió para enfrentar a la

muchacha.—Fumiko,¿podríamosutilizarelShinodetumadre?—Porfavor,hágalo.KikujisacólajarraShinodeuncajón.Chikakodeslizóelabanicodentrodelobi,

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secolocólacajabajoelbrazoyregresóalacasitadeljardín.—Fuealgobastanteconmocionanteoírquetehabíasmudado.—Kikujisedirigió

tambiénhacialaveranda—.¿Vendistelacasatúsola?—Sí.Perofuemuysimple.Yoconocíaalagentequelacompró.VivíanenOiso

mientrasbuscabanalgopermanenteyofrecieronintercambiarlascasas.Lasuyaeramuypequeña,justoparamí,dijeron.Peronopuedovivirsola,noimportalopequeñaquesealacasay,sivoyatrabajar,serámásfácilvivirenuncuartoalquilado.Decidívivirenlacasadeunconocido.

—¿Hasencontradotrabajo?—No.Cuandosoyfrancaconmigomisma,deboadmitirquenohaynadaparalo

cualestécapacitada.—Fumikosonrió—.Teníaintencionesdevisitarlo,unavezquehubieraencontradotrabajo.Odiabalaideadehablarconustedmientrasaúnestabaaladeriva,sincasa,sintrabajo,sinnada.

Enmomentoscomoésedeberíashablarconmigo,queríadecirKikuji.PensóenFumikosola.Noeraunafigurasolitarialaqueveía.

—Yo también estoy pensando en vender esta casa, pero lo pospongo y lopospongo.Porquerervenderhedejadosinatenderlosaleros,ytúpuedesvercuántohacequenorenuevolasesterillas.

—Se casará aquí, supongo —dijo ella sin afectación—. Puede renovarlosentonces.

Kikujilamiró.—¿LahistoriadeKurimoto?¿Creesquepuedocasarmeahora?—¿Pormadre?Madre lo ha hecho sufrir suficiente.Debe pensar en ella como

algoqueterminóhacemuchotiempo.

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4

LimpiarlacasitalellevóalaexperimentadaChikakomuypocotiempo.—¿LesagradalacompañíaenlacualcoloquélajarraShino?—preguntó.Kikuji

nolosabía.Fumikotambiénpermaneciócallada.AmbosmiraronlajarraShino.Frentealas

cenizasdelaseñoraOtahabíasidounflorero,yahoraestabadevueltaensuantiguooficio:unajarradeaguaenlaceremoniadelté.UnajarraquehabíapertenecidoalaseñoraOtaeraahorautilizadaporChikako.

DespuésdelamuertedelaseñoraOta,habíapasadoasuhija,ydeFumikohabíapasado a Kikuji. Había tenido un extraño destino. Pero quizá la rareza era algonaturalenlosrecipientesdeté.EnlostrescientosocuatrocientosañosantesdequeseconvirtieraenpropiedaddelaseñoraOta,habíapasadoporlasmanosdepersonas…¿Conquéextrañosdestinos?

—Juntoalateteradehierro,lajarraShinoselucemásaúncomounabellamujer—dijo Kikuji a Fumiko—. Pero es lo bastante fuerte como para mantener supresenciajuntoalhierro.

El lustre resplandecía serenamente desde las profundidades del blanco. KikujihabíadichoporteléfonoquecuandomirabalajarraShinoqueríaveraFumiko¿Enlablancapieldesumadrehabíapercibidolaintensidadfemenina?

Era un día cálido. Kikuji abrió las puertas corredizas de la casita. Los arcesreverdecíanenlaventanadetrásdeFumiko.Lasombradelashojasdeunarce,capatrascapa,caíasobreelcabellodeFumiko.Sucabezayellargocuelloestabanenlaluz de la ventana y sus brazos, bajo las mangas cortas de un vestido queaparentementellevabaporprimeravez,eranblancosconuntoquedeverde.Aunqueno era regordeta, había en sus hombros cierta redondez, y había redondez en susbrazostambién.

Chikakoobservabalajarra.—Unonopuededarlevidaaunajarradeaguaamenosquelautiliceparaelté.

Esungrandesperdicioatestarlaconfloresextrañas.—Madrelautilizabaparaflorestambién—dijoFumiko.—Escomounsueño,sentarseaquíconesterecuerdodetumadre.Estoysegura

dequeellasesientefelizdevernosaquícomoestamos.¿Erasarcástica?Fumiko,sinembargo,nopareciónotarlo.—DeduzcoqueelseñorMitaniquiereutilizarlacomoflorero;yo,pormiparte,he

dejadolaceremoniadelté.—Oh,nodebesdecireso.—Chikakoechóunamiradaalrededordelacasita—.

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Mesientototalmenteenpazcuandosemepermiteestaraquí.Yovoyatodaclasedecasas como ésta, por supuesto.—Miró aKikuji—. El año próximo será el quintoaniversariodelamuertedetupadre.Debemosrealizarlaceremoniadelté.

—Supongoquesí.Serádivertidoinvitaratodotipodeexpertosyutilizarpiezasdeimitacióndesdeelcomienzoalfinal.

—Oh, vamos. No hay una sola pieza de imitación en toda la colección de tupadre.

—Ah,¿sí?¿Peronocreesque seríadivertido?—lepreguntóaFumiko—.Estacasitasiemprehueleaunvenenoanticuado,yunaverdaderaceremoniafalsapuedeahuyentar el veneno. Hagámosla en memoria de mi padre y que sea también midespedidadelaceremoniadelté.Porsupuesto,hacemuchoquehepuestoapruebamiconexiónconelmundodelté.

—¿Estásdiciendoqueunaviejaentrometidavieneaairearel lugar?—Chikakorevolvíaeltéconunbatidordebambú.

—Quizáloestoydiciendo.—Nodebes.Pero,porotraparte,supongoqueestábienponerapruebalasviejas

relaciones cuando has empezado a entablar nuevas.—Trajo té comouna camareraquecumplíaunpedido.

—Escucha sus bromas, Fumiko. Tú debes preguntarte si este recuerdo de tumadrenohallegadoallugarinadecuado.Yocasipuedoverelrostrodetumadreenél.

Kikujibebió,colocóeltazónenelpisoyobservólajarraShino.QuizáFumikopodíaver la figuradeChikakoen la tapanegra laqueada.PeroFumikopermanecíasentadaconaireausente.

Kikujino sabía si ella estaba resistiendoaChikakoo ignorándola.Parecía raroque ella pudiera estar aquí en la casita del jardín con Chikako y no mostrarresentimiento.Habíapermanecido impasiblecuandoChikakohablódelmatrimoniodeKikuji.

AcausadelalargahostilidadhaciaFumikoysumadre,Chikakohacíaquecadaacotación fuera un insulto. ¿La pena de Fumiko era tan profunda que los insultosondulabanporlasuperficie?¿Lamuertedesumadrelahabíacolocadomásalládeellos?¿Ohabíaheredado lanaturalezadesumadre,allíestabaenella también,unextraño infantilismo que la dejaba incapaz de resistir, ya fuera que la amenazasurgieraenellaoenotro?

KikujinoparecíadispuestoaprotegerladelvenenodeChikako.Élnotóelhechoy leparecióqueactuabade formaextraña.YChikako,ahoraprestandoservicio, lepareciótambiénunafiguraextraña.

Ellasacóunrelojdelobi.

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—Estospequeñosrelojesnosirvensiunaescortadevista.¿Porquénomedaselrelojdebolsillodetupadre?

—Élnoteníarelojdebolsillo.—Oh,sí, tenía.Amenudo llevabaunoconél.Cuando ibaa lacasadeFumiko

también,estoysegura.—Chikakoobservó,conojossaltones,supropioreloj.Fumikobajólavista.—Dosydiez,¿no?Lasmanecillascorrenjuntasyformanunsoloborrón.—Sus

gestossevolvieronenérgicosyprácticos—.LaseñoritaInamurahasidotanamablecomoparaorganizarungrupode téypractican a las tres.Penséquemedetendríaaquíenesperadeturespuestaantesdeir.

—Dilemuyclaramentequetendréquerechazarla.—Ya veo. Se lo diré muy claramente.—Chikako enfrentó el momento crítico

riéndose—.Algunavezdeboreunirelgrupodeprácticaenestelugar.—Quizápodamoshacerque laseñorita Inamuracompre lacasa.Lavenderéde

todosmodos.Chikakoloignoróysevolvió,encambio,aFumiko.—Fumiko,¿porquénovamosalmenospartedelcaminojuntas?—Sí.—Demoraréunosminutosenguardarlascosas.—Permítameayudarla.—Meayudarás,¿no?—PeroChikakoseapresuróhacialaalacenasinesperarla.Seoyóelruidodeagua.—Aúntienestiempo—dijoKikujienvozbaja—.Notemarchesconella.Fumikosacudiólacabeza.—Tengomiedo.—Nohaynadaquetemer.—Tengomiedo.—¿Porquénotemarchasyregresascuandotelahayassacadodeencima?Pero Fumiko nuevamente sacudió la cabeza. Alisó la falda de su vestido de

verano, arrugadoporhaber estadode rodillas.Kikuji, todavía arrodillado, estuvo apunto de estirar la mano. Él pensó que ella se caería. Ella se ruborizó. Habíaenrojecidolevementeantelamencióndelrelojdebolsilloyahoratodalavergüenzaparecíaestarensumáximoesplendor.EllallevólajarraShinoalaalacena.

—Así que trajiste la jarra Shino de tu madre, ¿no?—se oyó la voz ronca deChikako.

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Estrelladoble

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1

KurimotoChikakovisitóaKikujiparadecirlequeFumikoylajovenInamurasehabían casado. Con el cambio de hora, el cielo aún estaba brillante a las ocho ymedia.Despuésde lacena,Kikuji estaba tendidoen laveranda;observaba la jaulacon luciérnagas que había comprado lamucama. La luz blanca de las luciérnagasadquiríauntinteamarilloamedidaquelatardeseconvertíaennoche.Sinembargo,noselevantóparaencenderlaluz.

Habíaestadodevacacionesunosdías,enlavilladeunamigoenelLagoNojiri,yhabíaregresadoesamismatarde.

Elamigoestabacasadoyteníaunbebé.Noacostumbradoalosbebés,Kikujinosuposieragrandeparasuedadosiquieracuántotiempotenía.

—Unbebébiendesarrollado—dijofinalmente.—En realidad no—respondió la esposa—.Era diminuto cuando nació.Ahora,

porsupuesto,estárecuperándose.Kikujipasóunamanodelantedelrostrodelbebé.—Nopestañea.—Puedever,peropestañearvieneunpocodespués.Élhabíapensadoquequizátendríaunosseismeses,peroenrealidadteníaapenas

unosciendíasdevida.Comprendióporquéelcabellodelajovenesposaparecíatanfino,porquéelcoloreramalo;aúnseestabarecuperandodelparto.

Lavida de la pareja se centraba en el bebé.Parecían tener tiempo sólo para elbebé y Kikuji sintió que lo dejaban un poco de lado. Pero, en el tren, cuandoregresaba,ladelgadafiguradelaesposa,cansadaydealgúnmodoconsumidaporlavida, sosteniendodemaneraausentealbebéensusbrazos—una joven tranquilaydócil,unosedabacuentadeinmediato—,lafiguraestabaconélynoloabandonaba.Elamigovivíaconsufamiliayquizálaesposa,deestemodo,solaconsuesposoenuna villa a orillas de un lago después del nacimiento de su primer hijo, sintió laseguridadquelepermitíaelsoñadorrespirodenopensar.

Encasa,ahora,recostadoenlaveranda,Kikujirecordóalaesposaconuncariñointenso,casireverente.

Chikakocayóporsorpresa.Avanzóporlahabitación.—Bueno.Oscurocomobocadelobo.Searrodillóenlaveranda,alospiesdeKikuji.—Esdurosersoltero.Tienesqueyacerenlaoscuridadynadieenciendelasluces

parati.Kikujicruzólaspiernas.Permanecióasíunratoyseincorporódisgustado.—No, por favor. Quédate como estabas. —Ella extendió la mano como para

bajarlo, luego realizó una formal reverencia. Había estado en Kioto y se había

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detenidoenHakoneensucaminoderegreso.EnKioto,enlacasadesumaestrodeté,habíaconocidoauntalOizumi,uncomerciantedeutensiliosparaelté.

—Hablamos y hablamos de tu padre. Realmente, fue la primera buenaconversaciónenmuchotiempo.Oizumidijoquememostraríalaposadaquetupadreutilizabaparasusencuentrossecretos,yfuimosaunapequeñaposadaenKiyamachi.SupongoquetupadresequedabaallíconlaseñoraOta.¿YquésugirióOizumisinoqueyomequedaraallí?Muypocosensibledesuparte.ContupadreylaseñoraOtamuertos,inclusoalguiencomoyosesentiríaunpocoextrañaeneselugarenmediodelanoche.

Kikuji no dijo nada. Chikako estaba apenas mostrando su propia sensibilidad,pensó.

—¿Has estado en el lago Nojiri? —Ella ya sabía la respuesta. Era su estiloaveriguardelamucamalafechadellegadayaparecersinquelaanunciaran.

—Regreséhaceunosminutos—respondióKikujiconmalhumor.—Yo hace días que regresé. —La respuesta de Chikako también fue brusca.

Abruptamente,encorvóelhombroizquierdo—.Yalregresarencontréquealgomuydesgraciado había sucedido. Me horroricé. Algo terrible, no sé cómo hacer paraenfrentarte.

LedijoquelajovenInamurasehabíacasado.Enlaoscuridad,Kikujinotuvoqueocultarsusorpresa.Pudoresponderconfrialdad.—Ah,¿sí?¿Cuándo?—Hablascomosinoteconcerniera.—Peroyodiminegativamásdeunavez.—Almenos en la superficie lo hiciste. Así querías que pareciera. Querías que

parecieraquenoestabasinteresado,yunaviejaentrometidaaparecióalborotando,yapremiabayapremiaba.Muymolesto.Perolamuchachaensímismaestababien.

—¿Dequéhablas?—Kikujiserióburlonamente.—Meimaginoquelajoventegustababastante.—Unajovenmuyagradable.—Yovitodo.—Elhechodequeyopienseque esunamuchachamuyagradableno significa

quequieracasarme.Sin embargo, había sentido un puñal en el corazón y, como si tuviera una sed

violenta,luchabapordibujarelrostrodelajovenensumente.Lahabíavistosólodosveces.Para exhibirla, Chikako la habíamandado hacer té en el Templo Engakuji. Su

desempeño había sido simple y elegante, y la imagen de sus hombros y las largasmangas del kimono aún estaba vívida; y la del cabello también, radiante de luz a

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travésdelaspuertasdepapel.Lassombrasdelashojassobreelpapel, laservilletarojo brillante, el pañuelo rosa de crespón bajo su brazomientras caminaba por losjardinesdeltemplohacialacasitadeljardín,lasmilgrullasblancas:todoesoflotabavivamenteensucabeza.

La segunda vez, ella había aparecido aquí y Chikako había hecho té. Al díasiguiente,Kikujihabíasentidoqueelperfumedelamuchachapersistía.Inclusohoypodíaversuobiconliriossiberianos,perosurostroloeludía.

Élnopodíarecordar losrostrosdesumadrenidesupadre,quehabíanmuertohacíatresocuatroaños.Élmirabauncuadroyallíestaban.Quizálaspersonaseranprogresivamentemásdifícilesderepresentaren lamentecuantomáscercanas,másamadaseran.Quizálosrecuerdosnítidosllegabanmásfácilmenteenproporciónasufealdad.

LasmejillasylosojosdeYukikoeranrecuerdosabstractos,comoefectosdeluz,yelrecuerdodelamanchadenacimientodeChikakoensupechoeraalgoconcretocomounsapo.

Aunquelaverandaahoraestabaaoscuras,KikujipodíaverqueChikakollevabapuestaunacamisetadecrespónblancabajoelkimono.Aunquehubierasidodedíanohubierapodidoverlamancha;peroestabaallí,frenteaél;aquelloeramásvisibleenlaoscuridad.

—Bueno, la mayoría de los hombres no dejarían que una muchacha se lesescaparamientrasestánpensandoquémuchachaagradableera.DespuésdetodohayunasolaYukikoenestemundo.Nolaencontrarásotravezaunque tepases lavidaentera buscando. Es la cosa más simple que tú no entiendes. —Su gesto erafrancamenteregañón—.Eresinexpertoyengreído.Bueno,estohacambiadosuvidayhacambiadolatuya.Ellaestabamuyinteresada.Nopodemosnegar,¿no?,queeresresponsablesisumatrimonionoesfeliz…

Kikujinorespondió.—Lamirastebien,supongo.¿Notemolestapensarqueenlosañosvenideros,a

partirdeahora,unamuchachacomoellaterecordaráypensarácuántomejorhubierasidohabersecasadocontigo?

Habíamaliciaensuvoz.Perosilamuchachayaestabacasada,¿porquéeranecesariotodoesto?—¿Luciérnagas?¿Enestaépocadelaño?—Echólacabezahaciaadelante—.Es

casiotoño.¿Hayluciérnagastodavíaporaquí?Comofantasmas.—Lamucamalastrajo.—Es la clase de cosa quehacen lasmucamas.Si estuvieras estudiandopara la

ceremoniadel té,nolotolerarías.Puedequenolosepas,peroenelJapóntenemosmuchaconcienciadelasestaciones.

Había por cierto algo fantasmal en las luciérnagas. Kikuji recordó los insectos

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otoñalesquehabíanestadozumbandoenlasorillasdellagoNojiri.Luciérnagasmuyextrañas,vivasaunahora.

—Situvierasesposa,notedeprimiríasconcosasdelfindelasestaciones.—Depronto su tono era suave e íntimo—. Pensé en hacer los preparativos para tumatrimoniocomounservicioatupadre.

—¿Unservicio?—Sí. ¿Y qué más sucede mientras tú yaces en la oscuridad mirando las

luciérnagas?LamuchachaOtatambiénsecasa.—¿Cuándo?—Kikujisesintióaúnmásperplejo.Su muestra de compostura le pareció notable, pero algo en su voz debió de

haberlodelatado.—YomeconmocionétantocomotúalregresardeKiotoyenterarme.Ambasse

escapanysecasan,comosi lohubierandebatidodeantemano.Losjóvenesnodanaviso, ¿no? Allí estaba yo, complacida de que Fumiko amablemente se hubieraapartado,¿ynosecasatambiénlajovenInamura?Ylamaneraenquelohizo.Podríahabermecacheteadotambién.Bueno,todoesportuindecisión.

KikujiteníaproblemasencreerqueFumikotambiénsehabíacasado.—Después de todo, la señora Ota tuvo éxito en arruinar tu matrimonio, aun

cuando tuvo quemorir para hacerlo. Pero quizá la bruja nos abandone, ahora queFumiko está casada.—Chikako miró hacia el jardín—. ¿Por qué no te serenas ypodas los árboles? Incluso en la oscuridad puedo ver cómo los dejaste crecer. Eljardínmástenebrosoenelquealgunavezestuve.

Kikuji no había llamado a un jardinero en los cuatro años que habían pasadodesde la muerte de su padre. Por cierto había dejado que el jardín creciera. Undesagradableolorahumedadqueproveníadeallílerecordóelplenocalordeldía.

—Y supongo que la mucama no sabe nada acerca de riego. Podríasmencionárselo,almenos.

—Noestoysegurodequeseaasuntotuyo.Peroaunquefruncíaelceñoferozmenteantecadaacotación,ladejabacontinuar

hablando.Asísucedíacadavezquelaveía.Incluso cuando ella lo fastidiaba, buscaba congraciarse y sondeaba. Él estaba

acostumbradoa la treta.Mostrabaabiertamentesudisgustoyestabaa ladefensiva.Chikakosabía todoesoy lamayoríadel tiemposimulaba ignorancia.Cada tanto lepermitíavercuántosabía.

Hasta cuando ella lo fastidiaba, él rara vez decía cosas que asombraran por suincongruencia.TodosedesarrollabaconesaautoaversiónquesehabíaconvertidoenpartedelanaturalezadeKikuji.

Esta noche ella estaba sondeando para ver cómo había reaccionado ante lasnuevas. Él estaba en guardia. ¿Cuál podía ser la razón de Chikako? Ella buscaba

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casarloconYukikoyalejaraFumikoy,aunquenoestabaenposicióndepreguntarlecómosepodíasentirahora,continuabaescarbandoenlassombras.

Kikujipensóenencenderlaslucesdelahabitaciónylaveranda.Eraextrañoestarallí en las sombras con Chikako. No eran para nada tan íntimos. Ella le dio unconsejosobreeljardínyéllodesdeñócomoaunadelastantascosasqueelladecía.Y,sinembargo,parecíaunatonteríaponersedepieyencenderlasluces.

YChikako,aunquehabíahabladodelaoscuridadenelmismomomentoenqueentró, no hizo ningún movimiento para incorporarse. Estar al servicio era sucostumbrey,porcierto,suarte,peroKikujipodíaverquesuardorporservirlohabíadisminuido.Quizásellaestabaenvejeciendo.Quizás,ellarecuperaríanuevamentesudignidadcomoexpertaenlaceremoniadelté.

—Yosólo transmitounmensajedeOizumienKioto—dijocon indiferencia—,pero si alguna vez te decides a vender la colección de tu padre, a él le gustaríaorganizarlaventa.Sitienesintencionesdehacerunesfuerzoycomenzarunanuevavida,ahoraqueYukikohahuido,nocreoqueestésdehumorparaelté.Meponeunpocotristeabandonareltrabajoqueteníacuandotupadreestabavivo,perosupongoquelacasitadeljardínsólorecibelaventilaciónqueyoledoy.

—Bueno,bueno.—Kikujiloveíatodo.Sus objetivos eran demasiado claros. Habiendo fracasado en disponer el

matrimonio con Yukiko, no vería más a Kikuji y, como despedida, formaría unasociedad con Oizumi para apoderarse de la colección. Había discutido lascondicionesenKioto.

Kikujisesintiómenosenfadadoquealiviado.—Estoypensandotambiénenvenderlacasa.Quizásunosdeestosdíastellame.—Podemossentirnossegurosconalguienquehavisitado lacasaconasiduidad

desdelaépocadetupadre.Kikuji sospechó que ella sabía mejor que él lo que había en la colección.

Posiblementeyahabíacalculadolasganancias.Kikujimiróhacialacasitadeljardín.Frenteaellahabíaungranlaurelrepletode

flores,unvagoborrónblanco.Encuantoalresto, lanocheeratanoscuraqueteníadificultadesenseguirlalíneaentrelosárbolesyelcielo.

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2

Una tarde, a punto de abandonar la oficina, Kikuji recibió una llamada porteléfono.

—SoyFumiko—oyóunavozmuypequeña.—Hola.—SoyFumiko.—Oh,sí.Tereconocí.—Penséenverloenpersona,perohayalgopor loquedebodisculparme.Sino

telefoneoserádemasiadotarde.—¿Disculpa?—Echéunacartaayerenelcorreoycreoquemeolvidélaestampilla.—Ah,¿sí?Nohallegadotodavía.—Cuandofuiaecharlacomprédiezestampillasyaúnteníadiezcuandoregreséa

casa.Debodehaberestadopensandoenalgunaotracosa.Queríadisculparmeantesdequeustedrecibalacarta.

—¿Esoes todo?Realmente,nodeberíaspreocuparte.—Kikujisepreguntósi lacartaeraparacomunicarlesucasamiento.

—Siemprehablamosporteléfonoyéstaeslaprimeravezqueleheescrito.Debodehabermeolvidadolaestampillamientrasmepreguntabasienviarlaono.

—¿Desdedóndellamas?—Unteléfonopúblico.LaEstaciónCentraldeTokio.Alguienesperalacabina.—¿Un teléfono público? —Kikuji no estaba demasiado satisfecho—.

Felicitaciones.—¿Qué?Gracias.Finalmentelologré,pero¿cómolosabe?—Kurimotomelocontó.—¿LaseñoritaKurimoto?¿Cómolosabe?Quépersonatanaterradora.—SupongoqueyanovesmásalaseñoritaKurimoto.Laúltimavezoílalluvia

porelteléfono,¿recuerdas?…—Asídijo.Reciénmehabíamudadoymepreguntabasidecírselo.Estavezeslo

mismo.—Deberíashabérmelodicho.DesdequemeenteréporKurimotomehe estado

preguntandosidebíafelicitarte.—Yyosimplementedesaparecí…Esun tanto triste,¿no?Quiendesapareció…

—Suvozsedesvanecía,igualqueladesumadre.Kikujisequedócallado.—Peroyotengoqueserquiendesaparece.—Hubounapausa—.Esunpequeño

cuartuchomugriento.Loencontrécuandoencontrétrabajo.—¿Disculpa?

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—Nofuefácilcomenzaratrabajarenlaépocamáscalurosadelaño.—Imaginoqueno.Yreciéncasada,además.—¿Casada?¿Dijo«casada»?—Felicitaciones.—¿Yo?¿Casada?—Estáscasada,¿no?—¿Yo?—¿Notecasaste?—¡No,no!¿Cómopodría?Conlarecientemuertedemimadre…—Yaveo.—¿LaseñoritaKurimotodijoquemecasé?—Lohizo.—¿Porqué?¿Porquélodijo?¿Yustedlocreyó?—Lapreguntaparecíadirigirse

amediasalamismaFumiko.—Noesbuenohablarestoporteléfono—dijoKikujicondecisión—.¿Nopuedo

verte?—Sí.—IréalaCentraldeTokio.Espérameallí.—Pero…—¿Hayotrolugarendondepreferiríasencontrarme?—Medisgustaencontrarmecongenteenlugaresextraños.Iréasucasa.—¿Vamosjuntos?—Esosignificaríaencontrarnosenalgúnlugar.—¿Nopuedesveniraquí?—No.Iréasucasayosola.—Ah,¿sí?Bueno,memarchoahora.Sillegasprimero,entra.AltomaruntrendelaCentraldeTokio,ellallegaríaantesqueél.Sinembargo,se

preguntósinoestaríanenelmismotren.Kikujilabuscóentrelamuchedumbre.Ellahabía,porcierto,llegadoantes.Estabaeneljardín,dijolamucama.Kikujidiovueltaalacasaylaviosentadaen

unapiedraalasombradellaurelblanco.DesdelavisitadeChikakohacíaunosdías,lamucamahabíatenidoelesmerode

rociarlosarbustosantesdequeKikujillegaraalacasa.Utilizabaunaviejacanilladeljardín.

LapiedraendondeapoyabalasmanosFumikoparecíahúmeda.Cuandounlaurelrojoseinundadeflores,elrojocontralasgruesashojasverdes

escomolallamaradadelcielodeverano;perocuandolasfloressonblancaselefectoesopulentoyrefrescante.LosramilletesblancosseinclinabanlevementeyrodeabanaFumiko.Llevabapuestounvestidodealgodónblanco,ribeteadoenlosbolsillosy

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enelcuellovolcadoconcintasfinasdecolorazulprofundo.La luz del sol, que venía del oeste y pasaba por encima del laurel, caía sobre

Kikuji.—Esbuenoverte.—Habíanostalgiaensuvozmientrasseacercabaaella.Ellahabíaestadoapuntodehablar.—Porteléfono,haceunosminutos…Al ponerse de pie pareció rehuirle. Quizás había sentido que, a menos que lo

detuviera,élletomaríalamano.—Usteddijoeso,yhevenidoanegarlo.—¿Queestáscasada?Mesorprendímucho.—¿Sorprendidodequeestabaodequenoestaba?—Miróelpiso.—Bueno,ambascosas.Cuandooíqueestabascasaday,nuevamente,cuandooí

quenoloestabas.—¿Lasdosveces?—¿Nodeberíahaberlosentido?—Kikujicaminóporlaspiedras—.Vamoshacia

adentro.Túpodríashaberesperadoadentro, sabes.—Sesentóen laveranda—.Yohabíaregresadodeunviajeyestabaechadoaquí.Kurimotoentródeimproviso.Eradenoche.

La mucama llamó a Kikuji para que entrara en la casa, probablemente paraconfirmarlasinstruccionesparalacenaqueéllehabíaimpartidoporteléfonodesdelaoficina.Cuandoestabadentro,secambiólaropaporunkimonoblancodelino.

Fumikoparecíahaberseempolvadoelrostro.Loesperóparasentarsedenuevo.—¿QuédijoexactamentelaseñoritaKurimoto?—Sóloqueestabascasada.—¿Locreyó?—Bueno,fuelaclasedementirasquenopuedocreerquealguiendiga.—¿Ni siquiera dudó? —Los ojos casi negros estaban húmedos—. ¿Podría

casarmeahora,seríaposible?¿Creequepodría?Madreyyosufrimosjuntas,yconeldolor todavía aquí…—Era como si su madre aún estuviera viva—. Madre y yoabusamosdemasiadodelagente,peroesperamosquenosentiendan.¿Esimposible?¿Estamosviendonuestrosreflejosennuestrospropioscorazones?—Suvozoscilóalbordedelllanto.

Kikujisequedócalladounrato.—Nohacemuchotiempodijelomismo.Preguntésipensabasquepodíacasarme.

Eldíadelatormenta,¿no?—¿Eldíadelostruenos?—Yahoramelodicesamí.—Peroesdiferente.—Túdijistevariasvecesquemecasaría.

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—Pero su caso es tan distinto. —Lo miró con los ojos llenos de lágrimas—.Ustedesdiferentedemí.

—¿Cómo?—Suposición,sulugar.—¿Miposición?—Su posición es distinta. ¿No debería decir «posición»? Diré el grado de

oscuridad,entonces.—Enunapalabra,¿laculpa?Lamíaesmásprofunda.—No.—Ella sacudió la cabeza con violencia y se le escapó una lágrima que

dibujóunaextrañalíneadesdeelextremodelojoizquierdohastalaoreja—.Laculpafuedemadreyellamurió,siesquetenemosquehablardeculpa.Peronocreoquehayasidoculpa.Sólopena.

Kikujisequedósentadoconlacabezagacha.—Sihubierasidoculpa—continuóella—,esposiblequenuncapasara.Perola

penasí.—Cuandohablasdeoscuridad,¿noestáshaciendoquelamuertedetumadresea

másoscuradelonecesario?—Deberíahaberdichoelgradodepena.Eselgradodeamor,queríaañadirél,perosecontuvo.—Yestá el asunto de usted yYukiko.Eso lo hace diferente demí.—Hablaba

comosiquisieraquelaconversaciónregresaraalarealidad—.LaseñoritaKurimotopensóquemadreintentabainterferirypensóqueyomeinterponíatambién.Yporesodijoqueestabacasada.Nopuedopensarenningunaotraexplicación.

—PeroelladijoquelajovenInamuratambiénsehabíacasado.Poruninstanteparecióquesurostroibaadesintegrarse.Nuevamentesacudióla

cabezaconviolencia.—Unamentira,unamentira.Estambiénmentira.¿Cuándo?—¿Cuándosecasó?Recientemente,supongo.—Seguroqueesunamentira.—Cuandooíqueambassehabíancasado,penséqueeraposibleentucaso—dijo

élenvozbaja—.Peroenelotrocasotienequeserverdad.—Es mentira. Nadie se casa con este calor. Con un kimono de verano,

despidiendosudor,¿seloimagina?—¿Noexisteunabodaenelverano?—Sólomuydevezencuando.Lagenteposponelasbodasparaelotoño,o…—

Poralgunarazónlaslágrimasasomaronasusojosnuevamente,ycayeronsobresusrodillas.Observólamanchahúmeda—.Pero¿porquélaseñoritaKurimotodiríaesasmentiras?

—Me engañó astutamente, ¿no?—Kikuji reflexionó por un rato. Pero ¿qué la

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habíahechollorar?Eraciertoque,almenos,lainformaciónsobreFumikoeraunamentira.¿Chikako había dicho que Fumiko estaba casada para alejarlo, cuando, en

realidad,estabacasadalajovenInamura?Considerólasposibilidades.Sin embargo, había algo en eso que nopodía aceptar.Él comenzó a sentir que

tambiénellahabíamentido.—Bueno,mientrasnosepamossiesmentiraoverdad,nosabremoselalcancede

latravesuradeKurimoto.—¿Travesura?—Podemosllamarlaasí.—Perosiyonohubieratelefoneadohoy,habríapensadoqueestabacasada.Una

buenatravesura.LamucamallamódenuevoaKikuji.Élregresóconunacartaenlamano.—Tucarta,ysinestampilla.—Ladiovueltaconligereza.—No,no.Nodebemirarla.—Seacercó,todavíaarrodillada,eintentósacársela

delasmanos—.Démela.Conunrápidomovimiento,Kikujiescondiólasmanosdetrásdesí.Lamano izquierda de Fumiko cayó sobre la rodilla deKikuji, y la derecha se

estiró para tomar la carta. Con la mano izquierda y la mano derecha realizandocontradictoriosmovimientos,perdióelequilibrio.Teníalamanoizquierdadetrásparaimpedir caer contra Kikuji, la derecha sostenía la carta, ahora detrás de Kikuji.Inclinándosea laderecha,estabaapuntodecaerse.Uncostadodesu rostrocaeríacontra el pecho de Kikuji, pero se alejó con flexibilidad. El peso de su manoizquierdasobrelarodilladeKikujieraincreíblementeliviano.Élnopodíaentendercómohabíamantenidolapartesuperiordesucuerpo,retorcidoyapuntodecaerse.

Élsehabíapuestorígidoamedidaqueellaselelanzabaencima,yahoraqueríagritarantelaextraordinariaflexibilidad.Eraintensamenteconscientedelamujer.EraconscientedelamadredeFumiko,laseñoraOta.

¿En qué instante ella se había recuperado y alejado? ¿Dónde había perdido sufuerza? Era una flexibilidad imposible. Era como el instintomás profundo de unamujer.Justocuandoesperabaqueellacayerapesadamenteencimadeél,estabacerca,unatibiafragancia.Esofuetodo.

Lafraganciaerafuerte.Llegóconintensidad:lafraganciadeunamujerquehabíaestadotrabajandoenundíadeverano.SintióelolordeFumiko,yeldesumadre.ElolordelabrazodelaseñoraOta.

—Devuélvemela.—Kikujinomostróresistencia—.Voyaromperla.Ellasediomediavueltayrompiólacartaenpequeñospedacitos.Elcuelloylos

brazosdesnudosestabanhúmedosdetranspiración.

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Había empalidecidocuandocaía en sudireccióny sehabía recuperado.Luego,arrodilladaotravez,habíaenrojecidoy,enesetiempo,parecióquelatranspiraciónsehabíaevaporado.

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3

La cena, de un proveedor cercano, no fue interesante, exactamente lo que unopodíaesperar.

LatazadetédeKikujieraelcilíndricotazónShino.Lamucamaselotrajo,comodecostumbre.

Éllonotó,ylosojosdeFumikoestabanfijoseneltazón.—¿Haestadoutilizandoesetazón?—Sí.—No debería.—Él percibió que ella no estaba tan incómoda como él—. Me

arrepentídespuésdehabérselodado.Lomencionéenlacarta.—¿Quédecías?—Que…Bueno,medisculpabaporhaberledadounamalapiezaShino.—Noesunamalapiezaenabsoluto.—No puede ser un buen Shino. Madre lo utilizaba como taza de té común y

corriente.—Enverdadyonosé,peromeimaginoqueesunmuybuenShino.—Tomóel

tazónensusmanosyloobservó.—HaypiezasShinomuchomejores.Eltazónlerecuerdaaotraylaotraesmejor.—Noparecehaberningunaotrapiezapequeñaenlacoleccióndemipadre.—Auncuandoustednolatengaaquí,lasve.Otrostazonesaparecenensumente

cuandobebedeésteypiensacuántomejoresqueésteson.Meponemuytriste,yamadretambién.—Kikujirespiróhondo.

—Pero yo me estoy alejando cada vez más del té. No tengo ocasión de vertazonesdeté.

—Nosabecuándopuedeveruno.Usteddebedehabervistopiezasmuchomásfinas.

—¿Estásdiciendoqueunapersonasólopuededarlamásfina?—Sí.—Fumiko lomiró abiertamente, con afirmación en sus ojos—.Eso es lo

quepienso.Lepedíaenmicartaquelorompierayarrojaralospedazosalabasura.—¿Romperlo? ¿Romper esto? —Kikuji procuró desviar la embestida que lo

abrumaba—. Es del antiguo horno Shino, debe de tener unos trescientos ocuatrocientos años de antigüedad. Al principio, es probable que fuera una piezacomún para la mesa, pero ha pasadomucho tiempo desde que se convirtió en untazónparaté.Hubopersonasquelocuidaronylopasaron,algunasdeellaspuedenhaberlollevadodurantelargastravesíasconellas.Nopuedoromperlosóloporquemedicesquelohaga.

Enelbordedeltazón,habíadichoella,habíaunamanchadellápizdelabiosdelamadre.Sumadre,aparentemente, lehabíadichoqueunavezqueel lápizde labios

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estabaallínoseborraría,sin importar lo fuertequeella frotaray,porcierto,desdequeKikujihabíatenidoeltazónlohabíalavadosinlograrquitaresamanchaoscuradelborde.Eramarrónclaro,muydistintadelcolordellápizdelabiosy,sinembargo,había una leve tonalidad roja no imposible de interpretar comounviejo, desteñidolápizdelabios.PodíaserelrojodelmismoShinoo,puestoquelapartedelanteradeltazón era de donde se bebía, una mancha podía haber quedado de los labios dedueñosanterioresa laseñoraOta.LaseñoraOta,sinembargo,era,probablemente,quienmáslohabíautilizado.Habíasidosutazadetédetodoslosdías.

¿Habíasido laseñoraOta laprimeraenpensarutilizarlo?¿O lohabíahechoelpadredeKikuji?,sepreguntóél.

ÉltambiénhabíasospechadoquelaseñoraOta,consupadre,habíanutilizadolosdostazonescilíndricosRaku,comolatazadeté«marido-esposa»detodoslosdías.

Entonces,¿supadrehabíahechoqueellaconvirtieralajarradeaguaShinoenunflorero?¿Habíahechoqueellacolocararosasyclavelesenella?¿Yhabíahechoqueella utilizara el pequeño tazón Shino como taza de té? ¿Había pensado, en esosmomentos,queellaerahermosa?

Ahoraqueellosdosestabanmuertos,lajarradeaguayeltazónhabíanllegadoaKikuji.YFumikohabíallegadotambién.

—Noesuncaprichoinfantil.Realmentedesearíaquelorompiera.Legustabalajarrapara el aguaque lediy recordéelotroShinoypenséquecombinaría con lajarra.Perodespuésmesentíavergonzada.

—Nodeberíautilizarsecomotazadeté.Esdemasiadobueno.—Perohaytantaspiezasmejores…Beberádeésteypensaráenellas.Mesentiré

muydesgraciada.—¿Pero tú de verdad crees que solamente puedes regalar las piezas más

exquisitas?—Dependedelapersonaydelascircunstancias.Laspalabrastransmitíansignificativasalusiones.¿Fumiko era tan amable como para pensar que un recuerdo de su madre, un

recuerdo de la misma Fumiko—quizás algo más íntimo que un recuerdo—, sólopodíaexistirsilapiezaeralamásfina?

El deseo, el ruego de que sólo la más fina quedara para recordar a su madreinvadióaKikuji.Llegócomolamásexquisitade lasemociones,y la jarradeaguaerasutestigo.

LamismasuperficiedelShinoresplandeciendo,cálidamentefría, lehizopensarenlaseñoraOta.Talvezporquelapiezaeratanfina,elrecuerdoestabadesprovistodelaoscuridadydelafealdaddelaculpa.

Mientrasmiraba lapiezamaestraqueera, sintiódemaneramuy fuerte lapiezamaestraquehabíasidolaseñoraOta.Enunapiezamaestranadaesimpuro.

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Élmirabala jarrayqueríaveraFumiko,se lohabíadichopor teléfonoesedíatormentoso.Habíapodidodecirlosóloporqueelteléfonoseinterponíaentreambos.

FumikohabíarespondidoqueteníaotrapiezaShinoylehabíallevadoeltazón.Probablementeeraverdadqueeltazóneramásdébilquelajarra.—Meparece recordar quemi padre tenía un cofre portátil de té. Solía llevarlo

cuandoviajaba—reflexionóKikuji—.Eltazónqueguardabaallídebedesermuchopeorqueéste.

—¿Quéclasedetazónes?—Nuncalohevisto.—Muéstremelo.Seguroqueesmejor.Ysiloes,¿podríaromperelShino?—Unjuegopeligroso.Despuésdelacena,mientrasconhabilidadseparabasemillasdelmelón,Fumiko

lopresionódenuevoparaquelemostraraeltazón.Kikujienvióalamucamaparaqueabrieralacasitaysalióaljardín.Habíatenido

intencionesdetraerconsigoelcofreperoFumikofueconél.—No tengo idea de dónde puede estar—gritó—.Kurimoto sabemuchomejor

queyo.Fumiko estaba a la sombra del laurel cargado de flores. Él podía ver, bajo las

ramasblancasdemenoraltura,lospiesconmediasenzuecosdejardín.Elcofredetéestabaenunarmarioalcostadodelaalacena.Kikuji lo llevó a la habitación principal y lo colocó delante de ella. Ella se

arrodilló con respeto, como si esperara que él desenvolviera el envoltorio pero,despuésdeunrato,seestiróparahacerloella.

—Simepermitemirar,entonces.—Tieneunpocodepolvo.—Kikujitomóelcofreporelenvoltorioylequitóel

polvo sobre el jardín—. La alacena está repleta de insectos; había una chicharramuertaenelarmario.

—Perolahabitaciónestálimpia.—KurimotolalimpiócuandovinoacontarmequetúylajovenInamuraestaban

casadas.Eradenocheydebedehaberencerradoalachicharraenelarmario.Alsacarloqueaparentabaseruntazónparaté,Fumikoseinclinóprofundamente

paradesenvolverelpapel.Susdedostemblabanligeramente.Losredondeadoshombrosestabanechadoshaciaadelantey,aKikuji,almirarla

deperfil,ellargocuelloleparecióaúnmáslargo.Había algo cautivante en su labio inferior sobresalido, que se adelantaba

proporcionalmentealabocaquecerrabaconseriedad,yenlaformadeloslóbulosdelasorejas.

Ellalomiró.—EsunKaratsu[9].

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Kikujiseacercó.—Esuntazónmuybueno.—Ellalocolocósobrelaesterilladelpiso.Era un tazón Karatsu cilíndrico y pequeño, el cual, como el Shino, podía ser

utilizadotodoslosdías.—Esfuerte.Digno,muchomejorqueelShino.—Pero¿sepuedecompararunShinoconunKaratsu?—Unopuedesilosvejuntos.AtraídoporelpoderdelKaratsu,Kikujiloacercóasurodillayloobservó.—¿TraigoelShino,entonces?—Yoloharé.—Fumikosepusodepie.ColocaronelShinoyelKaratsuunoalladodelotro.Susmiradasseencontraron

yvolvieronarecaerenlostazones.—De un hombre y de una mujer. —Kikuji hablaba un tanto confundido—.

Cuandounolosveunoalladodelotro.Fumikoasintió,comosifueraincapazdehablar.ParaKikujitambiénlaspalabrasteníanuntonoextraño.El tazónKaratsu no estaba decorado.Era verduzco, conun toque azafrány un

toquecarmesítambién.Sehinchabapoderosamentehacialabase.—Ésteeraelpreferido;supadrelollevabaconélenlosviajes.Esmuyparecidoa

supadre.Kikujipareciónopercibirelpeligroenlaacotación.KikujinopudorecomponerseparadecirqueeltazónShinoeracomosumadre.

PerolosdostazonesanteelloserancomolasalmasdelpadredeKikujiydelamadredeFumiko.

Los tazones de té, de trescientos o cuatrocientos años de antigüedad, estabanenterosysanosynoevocabanpensamientosmórbidos.Lavida,sinembargo,parecíaextendersetensaporencimadeellos,deunamaneracasisensual.

AlverasupadreyalamadredeFumikoenlostazones,Kikujisintióquehabíanreunidodosbellosfantasmasyloshabíancolocadounoalladodelotro.

Los tazones de té estaban aquí, presentes, y la realidad presente de Kikuji yFumiko,enfrentadosatravésdelostazones,parecíainmaculadatambién.

Kikujilehabíadicho,eldíadespuésdelasceremoniasrealizadasalséptimodíadelamuertedesumadre,queexistíaalgoterribleenestarconella,mirándola.¿Sehabíandesvanecidolaculpayeltemorporelcontactoconlostazones?

—Hermoso—dijo Kikuji, como si hablara para sí mismo—. No estaba en lanaturalezademipadrejugarconlostazonesdetéy,sinembargo,lohizo.Yquizásamortiguaronsusensacióndeculpa.

—¿Cómodice?—Cuandounoveeltazón,seolvidadelosdefectosdelantiguodueño.Lavidade

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mipadrefuesólounapequeñapartedelavidadeuntazóndeté.—Muerte, a los pies de una. Me atemoriza. He intentado tantas cosas. He

intentadopensarqueconlamuertecercanopuedoestarporsiempreabsorbidaporlamuertedemimadre.

—Cuandounoestáabsorbidoporlamuerte,comienzaasentirqueyanoestámásenestemundo.

Lamucamaaparecióconlateterayotrosutensiliosparaelté.Evidentemente ella había concluido que, después de tanto tiempo en la casita,

necesitabanaguaparaelté.Kikuji le sugirió a Fumiko que utilizaran el Shino y el Karatsu como si ellos

mismosestuvieranrealizandounviaje.Fumikosimplementeasintió.—¿PodríautilizarelShinoporúltimavezantesderomperlo?—Tomóelbatidor

detédelacajayfuealavarlo.Ellargodíadeveranoeraaúnbrillante.—Como en un viaje —dijo Fumiko, haciendo girar el pequeño batidor en el

pequeñotazón.—Deviajey,¿estamosenunaposada?—No tiene por qué ser una posada. A orillas de un río o en la cima de una

montaña.Quizásaguafríahubierasidomejorparahacernospensarenlasmontañas.—Mientraslevantabaelbatidordeté,susojoscasinegrosseelevaronyduranteuninstanteseposaronenKikuji.Luego,bajólavistaalKaratsu,alcualhizogirarenlapalmadeunadesusmanos.

Losojossemovíanhaciaadelanteconeltazón,delantedelarodilladeKikuji.Élsintióqueellapodíafluirhaciaél.CuandocomenzóahacereltéenelShinodesumadre,elbatidorcrujiócontrael

tazón.Sedetuvo.—Esmuydifícil.—Debedeserdifícilenuntazóntanpequeño—dijoKikuji.Peroelproblemaera

quelasmanosdeFumikotemblaban.Unavezquesehubodetenidoyanohizomoverelbatidornuevamente.Fumikosequedósentadaconlacabezainclinada,losojosenlatensamuñeca.—Madrenomelopermite.—¡¿Qué?!—Kikujiseincorporóylatomóporloshombros,comosilearrancara

lasredesdeunhechizo.Nohuboresistencia.

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4

Sin poder dormir, Kikuji esperó que la luz se filtrara por las rajaduras de laspersianas,ysalióalacasitadeljardín.

ElShinorotoyacíaenlosescalonesdepiedradelantedelcuencodepiedra.Reunió cuatro pedazos para formar un tazón.Una pieza del borde, lo bastante

grandecomoparapermitirqueentrarasudedoíndice,sehabíaperdido.Preguntándosesiestaríaenalgunaparteenelsuelo,comenzóabuscarentrelas

piedras.Deinmediato,sedetuvo.Levantólosojos.Unagranestrellabrillabaatravésdelosárboleshaciaeleste.Hacíaañosquehabíavistoporúltimavezellucerodelalba.Sequedómirándolo

yelcielocomenzóanublarse.Laestrellaeraaúnmásgrande,brillandoatravésdelaneblina.Laluzeracomosi

estuvieraempañadaporelagua.Parecía deprimente, en contraste con el vigoroso vacilar de la estrella, estar

buscandountazónrotoeintentararmarlo.Arrojólaspiezasalsuelonuevamente.Lanocheanterior,FumikohabíalanzadoelShinocontralapiedraantesdequeél

hubierapodidodetenerla.Élhabíaprotestado.Pero no había buscado los fragmentos en la sombras, entre las piedras. Había

preferido colocar su brazo alrededor de Fumiko, sosteniéndola. Cuando se habíaechadohaciaadelanteenelactodearrojarelShino,parecióqueellamismaibaacaercontralaspiedras.

—HaypiezasShinomuchomejores—murmuró.¿AúnsesentíatristeantelaideadequeKikujipudieracompararloconunapieza

Shinoquefueramejor?Yacíasinpoderdormiryelecodesuspalabrasllegabahastaél,másintensamente

nítidas en el recuerdo. Esperando que llegara la luz del día, salió a buscar losfragmentos.Luego,alverellucero,losarrojóalsuelodenuevo.Yallevantarlavistaalcielo,lanzóunaprotesta.

Nohabíalucero.Enelbrevemomentoquesusojosestabansobrelosfragmentosdeshechos,ellucerodelalbahabíadesaparecidoentrelasnubes.

Observóelcieloalorienteduranteunrato,comopararecuperaralgorobado.Lasnubesnoerandensas,peronopodíadecirdóndeestabaellucero.Lasnubes

se dispersaron cerca del horizonte. El tenue rojo se hizo más profundo en dondetocabanlostejadosdelascasas.

—Nopuedosimplementedejarlos—dijoenvozalta.Recogiólosfragmentosdenuevo,yloscolocóenlamangadesukimonodenoche.

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Seríatristedejarlosallí.Y,además,KurimotoChikakopodíaaparecerdevisita.Pensó en enterrar el tazón detrás del cuenco de piedra, puesto que Fumiko lo

había roto allí en un momento de obvia desesperación. En cambio, envolvió losfragmentosenpapel,loscolocóenuncajónyregresóalacama.

¿ConquéhabíaellatemidotantoqueélcompararaelShino?¿Yporquéesaposibilidadlapreocupabatanto?Kikujinopodíapensarenrazón

alguna.Ahora,másquelatardeanterior,nopodíapensarennadieconquiencompararlaa

ella.Sehabíavueltoabsoluta,másalládetodacomparación.Sehabíavueltodecisióny destino. Siempre, antes, había sido la hija de la señora Ota. Ahora, él habíaolvidado—la idea casi lo había abandonado— que el cuerpo de la madre era dealgunamanerasutiltransferidoalahijaparatentarloconextrañasfantasías.

Porfinsehabíaabiertocaminoyhabíatraspasadolaoscurayespantosacortina.¿Labrechadesupurezalohabíarescatado?No había habido resistencia por parte de Fumiko, sólo por parte de la misma

pureza.Esehecho,unopodíapensar,decíacuánprofundoélsehabíahundidoenlatrama

delhechizo,cuáncompletaeralaparálisis.PeroKikujisentíalocontrario,quehabíaescapadoalhechizoyalaparálisis.Eracomosiunadictohubieraquedadolibredesuadiccióntomandolaúltimadosisdeunadroga.

Kikuji llamó a Fumiko por teléfono desde la oficina. Ella trabajaba para unmayoristadelanasenKanda.

Noestabaeneltrabajo.Kikujisehabíamarchadoinsomnedesucasa.¿Fumikohabía caído en un profundo sueño quizás al amanecer? ¿O, avergonzada, se habíaencerradoporeldía?

Porlatarde,tampocoestabaeneltrabajoyélpreguntóendóndevivía.Su nueva dirección estaba en la carta del día anterior, pero Fumiko había

desgarradoel sobreyhabíacolocado todos lospedacitosen subolsillo.Durante lacenahabíanhabladodeltrabajoyélrecordabaelnombredelaempresa.Nolehabíapreguntadoendóndevivía.EracomosisuresidenciafueraelmismoKikuji.

Deregresoacasa,buscólapensión.SehallabadetrásdelparqueUeno.Fumikonoestabaallí.Unaniñadedoceotreceañosquereciénregresabadelaescuela,ajuzgarporsu

uniformeescolar,aparecióenlapuertayentrónuevamente.—LaseñoritaOtanoestá.Dijoquesemarchabaconunaamiga.—¿Semarchaba?¿Sefuedeviaje?¿Yadóndedijoqueiba?Laniñaentródenuevoyestaveznoaparecióenlapuerta.—Realmenteno losé.Mimadrenoestá.—Parecía temeraKikuji.Teníacejas

delgadas.

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Kikujisediovueltaparamirarmientrassalíaporelportón,peronopodíadarsecuenta de cuál era la habitación de Fumiko. Era una casa bastante decente de dosplantasconunpequeñojardín.

Ellahabíadichoque lamuerteestabaa suspies.LospropiospiesdeKikuji sepusieronfríosderepente.

Se limpió la cara con un pañuelo. La sangre parecía desvanecerse al pasar elpañuelo y lo pasó conmás fuerza. El pañuelo estaba húmedo y oscuro. Sintió unsudorfríoenlaespalda.

—Noteníarazónparamorir—murmuró.NohabíarazónparaqueFumikomuriera.Fumiko,quelohabíavueltoalavida.¿Perohabíasidosumanerasimpleyfrancadelanocheanteriorlamanerafranca

delamuerte?¿Ella, igualque sumadre,había sidoatravesadapor laculpayhabía temido la

franqueza?—SóloquedaKurimoto.Ycomosiescupieratodoelvenenoacumuladoencontradelamujerqueerasu

enemiga,Kikujiseapresuróenlassombrasdelparque.

*

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YASUNARIKAWABATA (Osaka, 1899-1972).Novelista japonés, graduado por laUniversidad Imperial deTokio.En ladécadade los añosveinte formópartedeungrupoliterariodejóvenesescritoresconocidocomoShinkankakuHa (Escuelade laNueva Sensibilidad), partidarios del lirismo y del impresionismo en lugar delrealismosocialimperante.

Poco a poco fue desarrollando un estilo propio, minucioso y episódico. Confrecuenciasepreocupóporlaexploracióndelasoledadylosaspectosquebordeanlasexualidadhumana.SusobrasmásreconocidassonPaísdenieve(1947),Milgrullas(1952),El sonidode lamontaña (1954),ElmaestrodeGo (1954),La casa de lasbellas durmientes (1961), Kioto (1962), y Lo bello y lo triste (1964). En 1968,KawabataseconvirtióenelprimerjaponésenganarelpremioNobeldeLiteratura,porsumaestríanarrativaqueexpresacongransensibilidadelespíritunipón.

En1972,enfermoydeprimido,dolidosindudaporlamuertedesuamigoYukioMishima,quienlohabíadefinidocomoun«viajeroperpetuo»,Kawabatasesuicidóenunpequeñoapartamentoaorillasdelmar.

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Notas

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[1]Tabi:mediastradicionalesconeldedopulgarseparado.<<

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[2]Oribe:porcelanatradicional,iniciadaafinalesdelsigloXVI.TomósunombredelmaestrodetéFurutaOribe(1544-1615).<<

www.lectulandia.com-Página97

[3]SenRikyu(1521-1591),unodelosprimerosmaestrosdelaceremoniadelté.<<

www.lectulandia.com-Página98

[4]TawarayaSotatsu (?-1643) fundó, junto aHonamiKôetsu, laEscuelaRimpadepintura.<<

www.lectulandia.com-Página99

[5]MinamotonoMuneyuki(?-983)fueundestacadopoetawakadelperiodoHeian(794-1185).<<

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[6]KinoTsurayuki(872-945).SelemencionaenelRomancedeGenjicomounodelosgrandesmaestrosdelapoesíawaka.<<

www.lectulandia.com-Página101

[7] Shino: porcelana tradicional, desarrolladadurante el periodoMomoyama (1568-1600)yreemplazadaposteriormenteporlaOribe.<<

www.lectulandia.com-Página102

[8] Raku: porcelana deKioto, producida por primera vez en el sigloXVI. Ryonyu(1756-1834)fueelnovenomaestrodeloshornosRaku.<<

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[9]Karatsu:porcelanaKyushudeprobableorigencoreano.<<

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