En la casa de mi padre hay muchas moradas

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Luciano Tornassini LA POLÍTICA INTERNACIONAL DESPUÉS DEL MURO "En la casa de mi padre hay muchas moradas", Juan, 14,2 "Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que las que puede concebir tu filosofía", Hamlet "Gracias quiero dar al divino Laberinto de los efectos y las causas Por la diversidad de las criaturas Que forman este singular universo" J. L. Borges La necesidad de nuevos mapas cognitivos En un artículo periodístico preparado en respuesta a otras publicaciones sobre el tema yo sostenía que lo que necesitába- mos para comprender la última parte del siglo XX es un nuevo mapa cognitivo e incluso un nuevo método para dibujarlo.1 En el estudio de las relaciones internacionales la reflexión teórica tiende a ser estimada redundante, pues todo analista que se considera bien formado cree tener claras las premisas que guían la investigación empírica, o bien simplemente irrelevante pues en definitiva el conocimiento de la realidad internacional dependería sólo de esta última. El hecho de que cuando este tipo de reflexión se da, suela ser controversial, es otro motivo para no incurrir en ella.. Esas motivaciones son erróneas pues tales premisas no siempre son claras o, lo que es peor, pueden estar equivocadas y, por lo tanto, distorsionar la visión del observador. El papel de dicha reflexión consiste en cuestionar y clarificar esas premisas, lo cual da lugar por definición al surgimiento de distintas perspectivas teóricas, por lo que en este campo el temor a la controversia es improce- dente. El avance del conocimiento o de la ciencia no depende El Mercurio, Santiago, 5 de Diciembre de 1989. [281]

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Luciano Tornassini

LA POLÍTICA INTERNACIONALDESPUÉS DEL MURO

"En la casa de mi padre hay muchas moradas",Juan, 14,2

"Hay más cosas en el cielo y en la tierra,Horacio, que las que puede concebir tu filosofía",Hamlet

"Gracias quiero dar al divinoLaberinto de los efectos y las causasPor la diversidad de las criaturasQue forman este singular universo"J. L. Borges

La necesidad de nuevos mapas cognitivos

En un artículo periodístico preparado en respuesta a otraspublicaciones sobre el tema yo sostenía que lo que necesitába-mos para comprender la última parte del siglo XX es un nuevomapa cognitivo e incluso un nuevo método para dibujarlo.1

En el estudio de las relaciones internacionales la reflexiónteórica tiende a ser estimada redundante, pues todo analistaque se considera bien formado cree tener claras las premisasque guían la investigación empírica, o bien simplementeirrelevante pues en definitiva el conocimiento de la realidadinternacional dependería sólo de esta última. El hecho de quecuando este tipo de reflexión se da, suela ser controversial, esotro motivo para no incurrir en ella.. Esas motivaciones sonerróneas pues tales premisas no siempre son claras o, lo quees peor, pueden estar equivocadas y, por lo tanto, distorsionarla visión del observador. El papel de dicha reflexión consisteen cuestionar y clarificar esas premisas, lo cual da lugar pordefinición al surgimiento de distintas perspectivas teóricas, porlo que en este campo el temor a la controversia es improce-dente. El avance del conocimiento o de la ciencia no depende

El Mercurio, Santiago, 5 de Diciembre de 1989.

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de la mera acumulación de hechos, sino de una interpretaciónadecuada de los mismos, y ésta a su vez depende de laelección de una perspectiva epistemológica correcta. Dada lainextricable relación que en los asuntos vinculados con elcomportamiento humano se da entre la subjetividad del analistay la realidad objetiva que éste observa, esas perspectivasdependen fuertemente de las circunstancias culturales ehistóricas desde las cuales el observador interpreta la realidadque lo rodea, por lo que la formulación de las mismas y laelección de una de ellas es generalmente materia de competen-cia o controversia. Este ensayo pretende, precisamente,controvertir la corriente neorrealista considerada como laescuela predominante en el estudio de las relaciones inter-nacionales.2

Lord Keynes decía que detrás de todo hombre práctico hayun pensador difunto. Mario Bunge notaba que "aquellos quetratan de ignorar la filosofía sólo han logrado volver ainventarla".3 Otros autores consideran que este tipo dereflexión "es demasiado importante para darlo por garantizadoy forma parte demasiado estrecha de nuestros proyectos deinvestigación para dejar que sólo los filósofos se ocupen deella".4 En la introducción al libro anteriormente mencionado,yo mismo señalaba que teoría y práctica "son inseparables: laprimera no es sino una forma racional de comprender yorientar la acción", la cual a su vez necesita ser dirigida porla teoría. Más adelante agregaba que, por constituir unadisciplina nueva dentro del campo de las ciencias sociales, losestudios internacionales se han visto con frecuencia afectadospor "la ausencia de teoría, esto es, de una visión lo suficien-temente general acerca de la estructura de los fenómenos quecomprende la política internacional como para poder analizarsus diversas concatenaciones, aunque para ello fuere necesarioechar mano de distintas perspectivas". Y otro autor declaraque los especialistas en relaciones internacionales "demuestran

2Este ensayo pretende profundizar esta problemática a partir del punto en

que la dejó el capítulo segundo de mi libro Teoría y Práctica de la PolíticaInternacional, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1989.

M. Bunge, Epistemology and Metodology: Understanding the World,Boston, Reidel Publishing Co., 1983.

4D. W. Fiske y R. A. Schweder (Ed.) Metatheory in Social Sciences,Chicago, University of Chicago Press, 1986, p. 3.

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cierto orgullo frente a su inmunidad a las reflexiones teóricasy filosóficas".5

Sostenemos que en el período más reciente el análisis delas relaciones internacionales ha estado enmarcado dentro deuna camisa de fuerza teórica confeccionada con diferentesmateriales, cuyo común denominador radica en una corrienteneorrealista definida en términos más o menos vagos, perodotada de contornos, restricciones y énfasis bastante definidos.Que esa corriente no ha sido capaz de incorporar los cuestio-namientos e ideas aportados a las ciencias sociales -ya conalgún retraso en comparación con otros ámbitos de la culturacontemporánea- por las perspectivas epistemológicas postmo-dernistas y postestructuralistas. Que la corriente neorrealistaincluso revela una lectura reduccionista y rígida del realismoclásico, que pretende prolongar, basada en un reforzamientoantihistórico de la "jaula de hierro" racionalista a que condujouna de las vertientes de la modernidad según Max Weber. Yque esta camisa de fuerza teórica ha hecho cada vez másdifícil captar la cambiante realidad internacional contempo-ránea, que ha producido esquemas interpretativos cada vez másdesfasados de la experiencia histórica,que por 'eso no ha sidocapaz de anticipar los principales acontecimientos actuales, yque para volver a capturarla será necesario cuestionar odesconstruir las premisas en que se basa ese modelo.

Sin embargo, poniendo una nota de optimismo, sostenemostambién que ese cuestionamiento se ha iniciado y que inclusoestá implícito en varias de las vertientes que integran lacorriente neorrealista, particularmente a través de lo que seha dado en llamar "el tercer debate". Se refiere esta expresiónal hecho de que al debate explícitamente político entrerealistas e idealistas después de la primera guerra mundial, y ala enconada controversia académica entre tradicionalistas ycientíficos después de la segunda, a partir de los años setentase inició un tercer debate entre los continuadores del realismotradicionalista y los que trataban de reflejar en sus análisis elsurgimiento de un sistema internacional más complejo, fluido,interdependiente, transnacional y pluralista.

Ver L. Tomassini, op. cit., pp. 21 y 57-58, así como también R. B. J.Walker, "The Prince & The Pauper", en J. Der Derian y M. J. Shappiro (edito-res) , International/Intertextual Relations: Poatmodern Readings óf WorldPolitics, Lexington Books, 1989, p. 28.

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Para cuestionar seriamente el monismo Estado-céntrico queinspiró durante los últimos decenios la visión del sistemainternacional como consecuencia del exagerado racionalismo enque cayeron los continuadores de la escuela clásica, y sobretodo para proponer alternativas teóricas que hicieran posibleuna comprensión más adecuada de la actual realidad inter-nacional contemporánea, las distintas posiciones vagamenteagrupadas dentro de la corriente neorrealista hubieran debidoposeer una mayor claridad y coherencia epistemológica. Porcarecer de ella, el neorrealismo combina en forma contradicto-ria percepciones que tratan de dar cuenta de la amplitud ycomplejidad de los factores no tradicionales que actualmenteintervienen en el escenario internacional, con la tradicionaldeferencia frente a los poderes establecidos, al Estado comoúnico actor en la vida internacional y a la necesidad de queuno de ellos ejerza un rol hegemónico como condición necesa-ria para la estabilidad del sistema; apela a la autoridad de losgrandes analistas clásicos de quienes dice ser heredero; y seesfuerza por vestir el pensamiento de esas figuras con unropaje a la moda de corte científico y estructuralista, sincomprender ni aplicar todas las implicaciones de este enfoqueepistemológico, y limitándose a exagerar su reduccionismoracionalista y antihistórico. Por eso este ensayo se centra enel compromiso epistemológico, heterogéneo y oportunista,insuficientemente explicitado por la corriente neorrealista, paraenjuiciarlo a la luz de los enfoques postmodernistas, postes-tructuralistas y pluralistas que han ganado tanta influencia enla cultura actual, están modificando las bases científicas delconocimiento, y comienzan a hacerse presente en otros camposde las ciencias sociales.6

Considerando que la inscripción de América Latina en elmundo moderno occidental a través de la cultura hispánica fuepor definición marginal, incompleta y ecléctica, y que tuvolugar dentro de un cuadro muy marcado de diferenciacióngeográfica y mestizaje cultural, el cuestionamiento de esavisión racionalista y esquemática para apreciar su entornointernacional, heredada de una de las vertientes de la moder-nidad, dentro de la región resulta particularmente necesario.

Esta problemática está esbozada al final del capítulo II de la obra citada,Teoría y Práctica de la Política Internacional.

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La postmodernidad como realidad y como idea

El contrapunto entre el discurso de la modernidad y de lapostmodernidad, fruto del encuentro entre el curso adoptado apartir de la ilustración por la primera de las corrientesmencionadas con una reacción o contracorriente culturalmarcadamente crítica, constituye el marco dentro del cual seinscriben -y es posible identificar y hacer explícitas- laspremisas que inspiran la visión clásica, y más aún la neorrea-lista, en el campo de los estudios internacionales. Proporcionatambién la perspectiva desde la cual se pueden definir lasposiciones epistemológicas a través de las cuales sería posibledesconstruir y modificar esas premisas para acce.der a unavisión más amplia, menos racionalista y más histórica delacontecer internacional contemporáneo. Sin embargo, describireste contrapunto, clarificarlo y reducirlo a sus coordenadasesenciales es muy difícil, debido al carácter complejo ymultifacético de las corrientes en conflicto y al estado defluidez que éste presenta. Con todo, aunque tal clasificacióndesbordaría los objetivos de este ensayo, es necesaria unaaproximación al tema para comprender las premisas, confusio-nes y alternativas que hoy es necesario considerar para hacerteoría de las relaciones internacionales.

Las dificultades mencionadas se deben a múltiples factores.Desde luego es discutible el origen, el contenido y la direcciónde la modernidad como proceso histórico, pudiendo buscarseestos elementos alternativamente en los comienzos del mundomoderno a partir del renacimiento y la reforma, en la formaque este mundo adopta con la ilustración y su tormentosatrayectoria, o en la posterior consolidación de la sociedadesindustriales, tecnológicas y burocráticas que surgen en lasegunda mitad del siglo XIX, no sin que cada opción impliquediferencias en cuanto al contenido mismo del concepto. Desdeeste punto de vista incluso se podría distinguir entre lamodernidad considerada como un concepto apto para caracte-rizar los valores que han inspirado al mundo moderno desde elrenacimiento por contraposición con el mundo medieval; elmodernismo entendido como el ethos o programa estético,filosófico y cultural que predominó en los grupos de vanguar-dia a partir de la segunda mitad del siglo pasado, y el concep-to de modernización concebido como un proyecto de transfor-mación social basado en la transferencia o profundización delmodelo de las sociedades industriales avanzadas que dominó el

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desarrollo de las ciencias sociales, las estrategias políticas ylas experiencias económicas a partir de la segunda postguerra.7A esto se agregan las confusiones creadas por el espejismo deuna querella entre antiguos y modernos reiterada en el tiempo,no sólo cuando adquirió notoriedad literaria en el siglo XVII,sino desde que el cristianismo propagó la novedad del Evange-lio a través del mundo antiguo hasta cuando los jóvenesrepresentantes de la contracultura se levantaron contra lasautoridades intelectuales y políticas de su tiempo en los añossesenta.8 Naturalmente la forma que adopte la reacciónpostmodernista dependerá de la idea de la modernidad con quese enfrente y de la etapa escogida como reflejo de esa idea.

A este respecto, para buscar un hilo conductor dentro deesta confusa trayectoria, sugiero que la modernidad inauguradapor el renacimiento constituye, a la vez, el impulso y el moldedentro del cual se inscriben las distintas etapas anteriormenteseñaladas, caracterizadas por la diversidad de sus circunstan-cias históricas y por los énfasis adoptados por cada una de lasrespuestas respectivas, y que el proyecto iluminista representaun quiebre en esa trayectoria, en desmedro de la amplia gamade posibilidades abiertas para la realización del individuo o lapersona que contenía la propuesta inicial renacentista. Unaobra muy sugerente en este aspecto, refiriéndose al tránsitodel mundo medieval hacia- la edad moderna, -dice que "en últimainstancia siempre existirá una línea divisoria decisiva: ladesempeñada por la crítica de la razón frente a un mundo deautoridades admitidas". Lo que pasó con la idea de la moder-

Ver entre otros a M. Berman, "Brindis por la Modernidad", en N. Casullo(editor), El Debate Modernidad-Postmodernidad, Buenos Aires, Puntosúr, 1989.Esta esquemática periodización anticipa la idea de que el proceso de la moder-nidad, por lo menos en una de sus vertientes principales, fue adquiriendo unrumbo crecientemente reduccionista, rígido y uniforme, inspirado en el impulsohacia la racionalización de la sociedad y la cultura, contra el cual reacciona elpostmodernismo, contrapunto que constituye el tema central de este ensayo.

Q

Sobre la trayectoria de la idea de la modernidad en general, y de pasosobre la reiterada querella entre antiguos y modernos, ver el libro de J.Habermas, El Discurso Filosófico de la Modernidad, Madrid, Taurus, 1989, asícomo también la introducción y algunas contribuciones al libro de Josep Picó(editor), Modernidad y Postmodernidad, Madrid, Alianza Editorial, 1988, y laobra compilada por N. Casullo ya citada.

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nidad en la trayectoria señalada es que a partir de algúnpunto del camino la razón -el sujeto pensante convertido enautor soberano de la historia- terminó construyendo una jaulade hierro destinada a aprisionar a la sociedad y al individuo, yrelegando a un segundo plano los peligrosos impulsos brotadosde la crítica, la diversidad y el cambio inseparable de lahistoria.9

Si las visiones de .la modernidad siguen una cadenciahistórica, cambian con el tiempo o incluso son objetivamentedivergentes, mayores son las divergencias, o simplementeincoherencias, observables en el seno de la reacción postmo-dernista, dependiendo en parte de la visión acerca de lamodernidad a que cada una se refiere y en parte mayor alpunto de partida o al campo de especialización de cada crítico.Haciendo un esfuerzo de simplificación heroico, de aquellosque se requieren en casos de confusión extrema, podría decirseque el común denominador fundamental del postmodernismo esun proceso a la razón, cuya liberación frente a un mundo deautoridades constituidas se inició con la modernidad, y cuyapretensión totalitaria desvirtuó la potencialidad liberadora deesa idea dando lugar a la regimentación, la uniformidad y ladeshumanización de las sociedades industriales avanzadas.10

Una razón cuya exacerbación se inició con la ilustración y seencarnó en las sociedades a que ese proceso dio lugar, ya seaa través de sus tendencias centrales hacia la creación de unorden tecno-industrial disciplinario o de las utopías revolucio-narias que éste generó como' respuesta, con su base comúnuniversalista, uniformadora y burocrática que tan clarividente-mente vislumbró Max Weber, por- una parte, y el Marx maduroy sus continuadores por la otra.

Si hay un rasgo central en las distintas versiones de lareacción postmodernista es el rechazo al discurso logocéntrico,al papel central de la razón y del sujeto pensante comoautores soberanos de la historia, a la capacidad de los grandes

Ver L. Vicens Vives, Historia General Moderna, Tomo I, Barcelona,Montaner y Simón, p. 15. Ver también las aportaciones de F. Braudel enCivilization and Capitalism. 15th to 18th Centuries, 3 volúmenes, Londres, 1981a 1984 (original en francés), y Ph. Aris y G. Duby (directores), Historia de laVida Privada: del Renacimiento a la Ilustración, Tomo III, Madrid, Taurus, 1989(original en francés).

10J. Picó, "Proceso a la Razón", en Debates, N2 14. 1986.

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paradigmas, ideologías o relatos para moldear o explicar en unsentido unidireccional ese proceso, y a la noción de que ellugar del hombre es la razón y no la historia. Aunque en estaetapa germinal esas reacciones contienen más críticas queproposiciones, sobre todo en el plano intelectual (ya que encambio la realidad social contemporánea está fuertementeimpregnada de manifestaciones postmodernas extremadamentellamativas), es posible correr el riesgo de esbozar la direcciónhacia la cual apuntan en lo esencial dichas reacciones. Apartir de los rechazos anteriormente mencionados, todas ellassubrayan la historicidad de los asuntos sociales; buscan unmejor equilibrio entre la idea y la experiencia, entre la razóny la práctica; privilegian la diferenciación sobre la uniformidaddel racionalismo moderno. Todas ellas procuran trascender eltriple sometimiento de la realidad a su representación, de lavida a un modelo, de la sociedad a las instituciones burocrá-ticas. Todas ellas tratan de percibir lo general, lo permanentey necesario de las cosas a través de lo particular, lo transito-rio y lo fortuito. Esto indicaría que la postmodernidad intentarecuperar los impulsos originales del movimiento modernista,una de las interpretaciones que en este ensayo se propondráentre las más probables, oponiéndose a la hegemonía de losgrandes proyectos sociales racionalistas, regimentadores yhomogéneos, y a los epígonos autoritarios o anarquistas de lailustración, con su subordinación del sujeto al pensamiento, ladisolución del mismo en una ideología o un relato, y eldesplazamiento del individuo como autor libre y creativo de lahistoria en favor de una visión de la misma como un procesounilineal y programado mediante un proyecto del cual el sujetoes el privilegiado pero inescapable ejecutor.

Este proceso a la razón no implica necesariamente descar-tarla sino tan sólo rechazar sus formas más dogmáticas.Umberto Eco distingue cinco acepciones a este respecto.Conforme a una de ellas consistiría en la facultad de conocerlo absoluto, la esencia de las cosas, por medio de una especiede visión directa. Según otra constituiría un conjunto decategorías universales e innatas que preceden y orientan lacapacidad de abstracción del hombre y, por lo tanto, moldeansu conocimiento de la realidad o la construyen. Según unatercera la razón sería la facultad de juzgar el bien y el mal.Mientras que estas tres acepciones han perdido toda acepta-ción en el siglo XX, hay una cuarta que es la que estárealmente en crisis, según la cual la razón representaría la

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forma natural de conocimiento del hombre por contraposicióncon el conocimiento no discursivo, como el que proviene de laexperiencia subjetiva, la intuición o la fe, y que se caracterizapor ser universal o unívoco. De allí una quinta definición dealcance crítico, según la cual la racionalidad se ejercita por elsimple hecho de expresar proposiciones sobre el mundo comu-nicables a otros, en donde lo importante no es que seanverdaderas sino que intenten dar interpretaciones de larealidad sobre las cuales se pueda actuar y susceptibles de sercomprendidas por los otros. Esta visión implica que "no seanecesario que cuando hablamos debamos decir siempre unamisma cosa y que existan también discursos que quieren decirmás de una cosa a un tiempo, contradictorias entre sí".11

Esta última acepción abre la posibilidad de ejercer la razón enforma abierta y de acceder a una visión pluralista de larealidad como la que caracterizó la modernidad en sus oríge-nes.

De esta manera el postmodernismo aparece, por una parte,como una reacción contra la forma que adoptó predominante-mente el desarrollo de la modernidad a partir de la ilustracióny que alcanzó su madurez en el mundo racional, burocrático eindustrial surgido a fines del siglo XIX y, por la otra, comoun intento por rescatar las fuentes que originalmente inspira-ron la modernidad frente al proyecto modernizador anterior-mente señalado. Esa ambivalencia inicial explica muchas de lasambigüedades con que uno tropieza en el pensamiento postmo-derno. En efecto, la modernidad comenzó como un movimientode liberación frente al orden establecido, de crítica frente alas autoridades admitidas y de reivindicación de la capacidadcreadora del hombre en todas las esferas, pero terminóconvirtiéndose en una especie de jaula de hierro colectivacreada por el discurso logocéntrico en que se fueron encerran-do los herederos del pensamiento ilustrado. La percepción deque los tiempos modernos se iniciaron con la separación entrelo público y lo privado, por contraste con la indiferenciaciónentre esas dos esferas, la falta de individualidad y el peso delos estamentos colectivos, la promiscuidad y el anonimatoatemperados por la jerarquía feudal en que vivió el hombremedioeval, explica mucho acerca de la contradictoria evolución

U. Eco, "¿Crisis de la Razón?", en el libro organizado por el mismoautor La Estrategia de la Ilusión, Editorial Lumen, Buenos Aires, 1986.

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de la modernidad que acabo de esbozar, de su descubrimientoy acentuación inicial de lo privado, y de su sometimiento finala una racionalidad pública, colectiva y burocrática. El proble-ma "está en saber cómo se pasa de un tipo de sociabilidad enla que lo privado y lo público se confunden, a una sociabilidaden que lo privado se separa de lo público" e incluso posterior-mente lo absorbe o lo somete, y en que luego ocurre nueva-mente lo contrario.12 Veamos primero cómo se manifiesta lareacción contra esta última tendencia en la realidad contempo-ránea y luego cómo se expresa en las ideas.

La reacción se inicia como un rechazo a la sociedadideológica, uniformizadora, dirigista y tecnocrática, y como sufragmentación a través de un proceso de personalización enque predominan la expresión individual, la libertad de eleccióny la diferenciación. Hay que destacar, contrariando prejuicioshasta hace poco comunmente aceptados, que esta reacción sedirige tanto contra los esquemas disciplinarios de origenconservador o neoconservador como contra las utopías revolu-cionarias cuya crisis se manifiesta con claridad a fines de losaños sesenta. La cultura actual rechaza los textos, programasy códigos conclusos y omnicomprensivos: representa la crisisdel relato y la liberación del sujeto. Es heterogénea, multidi-reccional y policéntrica. Por ser personalista, es tambiéncontradictoria: es a la vez vanguardista y nostálgica, indife-rente y selectiva, insatisfecha y saciada, solidaria y.anárquica,ecológica y consumista, materialista y sicológica, sofisticada yespontánea, seductora y discreta, aficionada a la cultura a lacarta pero también a los grandes espectáculos. Con frecuenciase han empleado los términos de narcisismo o hedonismo paradescribir aquel proceso "que conduce a los individuos a reducirla carga emocional invertida en el espacio público y en lasesferas trascendentales de la vida y correlativamente a aumen-tar la prioridad de la esfera privada".13

Si es difícil describir sumariamente los signos de esacultura postmoderna que emerge en la realidad contemporánea-aunque estos signos puedan ser minoritarios pues toda nueva

-i n

Phillipe Aries, "Para una Historia de la Vida Privada", Introducción aPh. Aries y G. Duby, (directores), Historia de la Vida Privada, Tomo III, p. 16.

13G, Lipovetsky, La Era del Vacío: Ensayo sobre el Individualismo Con-temporáneo, Barcelona, Anagrama, 1986, p. 13. Ver también J. S. Lyotard, LaCondición Postmoderna, Cátedra, Madrid, 1986.

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etapa histórica nace de una contracorriente cultural, esto es,de una minoría- más difícil aún es presentar el reflejo con-ceptual de la misma. Y aquí se habla de reflejos pues elpostmodernismo no sólo es por definición fragmentado ycentrífugo, sino también acrónico, en el sentido de que a lolargo de los últimos cien años no es posible distinguir entresus precursores y exponentes plenos. J. Baudelaire decía,desdé el ángulo estético, que "la modernidad es lo transitorio,lo contingente y fugitivo, la mitad del arte, cuya otra mitades inmutable y -eterno". Y agregaba que el observador, elfilósofo, el pintor de las cosas exteriores, y no sólo de lascosas efímeras sino también de las duraderas, "es el pintor delmomento que pasa y de todas las sugerencias de eternidad queéste contiene". Mientras que desde un punto de vista socioló-gico Simmel afirmaba que "la esencia de la modernidad es elsicologismo, la experiencia y la interpretación del mundo entérminos de las reacciones de nuestra vida interior, la disolu-ción de sus contenidos fijos en los elementos fluidos delalma, en la cual todo lo que es sustantivo se diluye, y loscuales son meramente formas en movimiento" y que, por lotanto, no estaba tan interesado en la estructura global de lasociedad y en sus instituciones como en el flujo de acciones einteracciones en que ella se basa, en los fragmentos y situa-ciones transitorias que la tejen y la integran.14 Este estambién el mensaje de algunos autores contemporáneos, comoBerman, que destaca los rostros en la multitud y las voces dela calle como expresiones privilegiadas de la cultura actual; lasensación de Relia de que no vivimos dentro de un proyectodotado de motivaciones, fundamentos y metas absolutas sino enun tiempo de espera, un espacio intermedio, y la defensa de ladiferenciación que hace Vattimo contra la uniformidad impues-ta por la soberanía de la razón en la vida moderna.15 Creo

Charles Baudelaire, "El Pintor de la Vida Moderna", reproducida mástarde como The Painter of Modern Life and Other Essavs. Thaidon, 1964, yGeorge Simmel, Filosofía del Dinero, Instituto de Estudios Políticos, Madrid,1976.

Marshall Berman, "Brindis por la Modernidad", en N. Casullo, (editor),op., cit., y All that is Solid Melts into Air: An Bxplanation of Modernity, NewYork, Simón <fc Schuster, 1982; D. Frisby, Fragmenta of Modernity, Policy Press,Londres, 1985 p, 15; Franco Relia, "La Arqueología de lo Inmediato", en N.Casullo (editor), op. cit., y Giani Vattimo, Las Aventuras de la Diferencia:

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que la realidad que he tratado de reseñar anteriormente, y susignificado, está muy bien expresada en las siguientes reflexio-nes.

"El concepto de postmodernidad o postmodernismo se haconvertido en uno de los conceptos más esquivos en ladiscusión estética, literaria y sociológica de la últimaépoca. El término postmodernidad pertenece a una redde conceptos y pensamientos "post" -sociedad post-in-dustrial, post-estructuralismo, post-empiricismo ypost-racionalismo- en los que, según parece, trata dearticularse a sí misma la conciencia de un cambio deépoca, consciencia cuyos contornos son aún imprecisos,confusos y ambivalentes, pero cuya experiencia central,la de la muerte de la razón, parece anunciar el fin deun proyecto histórico".16

Todo cambio de época es anunciado por una transformaciónde las categorías epistemológicas, de las formas del pensa-miento, de la percepción del mundo colectiva. El tránsito a laedad moderna fue precedido por el cuestionamiento a lateología escolástica efectuado desde una perspectiva nominalis-ta como la de Ockham o Scoto, por renovadores filosóficoscomo Della Mirándola o Erasmo, o por estetas críticos osubversivos como Vasari o Alberti. El reflejo intelectual de loscambios señalados, el surgimiento de lo que se ha llamado unaera postmoderna, se ha expresado hasta ahora en una plurali-dad de reflexiones críticas sobre las categorías actuales delconocimiento, nuestra forma de ver el mundo y de compren-dernos a nosotros mismos, es decir, en un cambio epistemoló-gico.

Entre las dificultades existentes para expresar el reflejoconceptual de las nuevas corrientes cabe señalar, en primerlugar, los contradictorios orígenes y caminos de la reacciónpostmodernista frente a las expresiones filosóficas, históricas•y cotidianas de una modernidad cuya resistencia al ser apresa-da en definiciones unívocas ha hecho difícil definir al enemigoy presentar una alternativa unívoca. Algunas de estas contra-

Penaar después de Nietsche y Heidegger, Anagrama, Madrid, 1987.A. Wellmer, "La Dialéctica de Modernidad y Postmodernidad", ei

Modernidad y Postmodernidad, Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 103.

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dicciones se refieren a los orígenes y motivaciones de lareacción postmodernista: ¿se trata en realidad de un intentode negar o de recuperar los valores de la modernidad en suexpresión primera? Pero otras tienen que ver con la ambiva-lencia misma del fenómeno contra el cual se reacciona: "Unode los usos más antiguos del concepto de modernidad es aquelque se relaciona con el significado de la decadencia", afirmaun autor que demuestra cómo esta sensación acompaña todatransición entre dos épocas, para señalar a continuación que lacomprensión de esos momentos "permite articular el conceptode decadencia con aquel de recuperación" y que, desde estepunto de vista, la modernidad puede presentar imágenes muydistintas: la restauración de un modelo clásico, la innovación,el progreso y la completa renovación del paradigma vigente.17

Otra contradicción o dicotomía, como ya se ha indicado, radicaen el reconocimiento de que la pretensión hegemónica deldiscurso logocéntrico de la modernidad puede darse tanto ensus versiones conservadoras y disciplinarias como en losproyectos encaminados a imponer esa hegemonía por víasutópicas y revolucionarias. Una contradicción más consiste enque mientras por una parte se considera que el discurso de lamodernidad tiene un sesgo monístico y globalizador, otrasexplicaciones -cuyo principal exponente fue Max Weber-proponen que el desarrollo y la crisis de la modernidad radicaen la progresiva desvinculación entre la esfera filosófica,estética y moral (que, probablemente, incluye la política), enla separación entre cultura y vida, o en el creciente desarrai-go entre las distintas formas de expresión social con respectoa sus orígenes culturales (como en el papel del consumo, larecreación o la tecnología en la sociedad moderna).18 Hayotras contradicciones que se refieren a las reacciones desper-tadas por la postmodernidad: hay aquí reacciones negativas omelancólicas y otras positivas y celebratorias, mientras desdeotro punto de vista el surgimiento de la cultura postmoderna

T rr

C. A. Viano, "Los Paradigmas de la Modernidad", en N. Casullo, op.,cit., pp. 176 y 179. Sobre la idea de la modernidad como un proyecto incon-cluso, ver también J. Habermas, El Discurso Filosófico de la Modernidad,Madrid, Taurus, 1985.

1 RVer J. Picó, op., cit., p. 24. Ver también, sobre la separación entrecultura y vida, J. Habermas, "Modernidad: un Proyecto Incompleto", en N.Casullo (editor), op., cit., p. 136/137.

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deja en algunos casos como saldo una actitud nihilista dedesilusión, indiferencia y desencanto, en tanto que en otrosprovoca una sensación de vitalidad, de aventura, de libertad yde una mayor capacidad de elección y experimentación que enel pasado.19 Por último, si se consideran los ensayos interpre-tativos o críticos escritos en torno a esta tendencia, puededecirse que ellos se escalonan desde versiones neoconserva-doras como las de Daniel Bell, reformistas como la de Haber-mas, y radicales como las de Lyotard.

Los supuestos epistemológicos del postmodernismo

Ya he señalado cuan difícil es mostrar los comunes deno-minadores y las direcciones centrales del pensamiento postmoderno. La síntesis que propondré en esta sección, más queheroica, es temeraria. En ella se procurará agrupar esasdirecciones en tres grandes categorías referentes, respectiva-mente, a la crítica a los grandes relatos que procuraronexplicar la historia durante la época moderna, a la negacióndel sujeto como autor de esos relatos o a su liberación de lacondición de mero producto de los mismos, y al énfasis en lahistoricidad sobre la hegemonía de la razón, en la diferencia-ción sobre la uniformidad, y en la desconstrucción como elmétodo a través del cual es posible desarticular el discursologocéntrico de la modernidad en su etapa madura y abrirlo ala diferencia, la creatividad y el pluralismo. Todas estasdirecciones son relevantes si se desea evaluar la teoría quehoy predomina en las relaciones internacionales, es decir, elneorrealismo, con su visión obsesivamente Estado-céntrica yreduccionista: las mismas limitaciones que, como decíamos alcomienzo, le impiden comprender adecuadamente la complejidady el dinamismo de la realidad internacional de fines del sigloXX.

La primera dirección hacia la cual apunta el pensamientopostmoderno pasa por el rechazo a los grandes relatoshistóricos, a los paradigmas sociales, a las formas de represen-

Para este último tipo de reacción, ver J. Lyotard, La Condición Postmo-derna. op., cit., así como también del mismo autor "¿Qué es la Postmoderni-dad?", en N. Casullo, op., cit., pp. 165 y siguientes. Hasta cierto punto ésta esla interpretación propuesta en G, Lipovetsky, op., cit.

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tación y a los códigos del lenguaje que procuran hacernos verla realidad a través de un prisma determinado. Un rechazo altriple sometimiento de la realidad a su representación, de lavida a los grandes modelos colectivos, de la sociedad a lasinstituciones burocráticas. Se trata fundamentalmente de unareivindicación de la historicidad frente a la hegemonía de larazón, que hunde sus raíces en la compleja propuesta formula-da originalmente por Hegel y reformulada más tarde por unheterogéneo conjunto de pensadores, entre los cuales destacanNietzsche y Heidegger. Señalaba en otro lugar que la tesiscentral de Hegel, según la cual lo que es racional es tambiénreal y lo que es real es racional, no apunta en última instan-cia a la subordinación de lo fenomenológico a la idea sino a laexistencia de una profunda identidad entre ambos términos,que no privilegia las ideas universales y absolutas, indiferentesa las particularidades históricas, sino que reconoce que larealidad es racional con toda sus diferencias específicas.20

De allí el énfasis del pensamiento postmoderno en lofragmentario, fortuito y transitorio, como expresión de louniversal y permanente. De allí también el interés de Simmel,que probablemente fue el primer sociólogo de la modernidadcomo Baudelaire lo fue en el arte, en lo intercambiable ycontingente, como el dinero, y su escaso interés por estudiarla estructura de la sociedad en su conjunto en comparacióncon su énfasis en las formas y relaciones sociales específicas."El punto de partida de su análisis es aparentemente mássuperficial e insustancial. La unidad de su estudio descansaen la posibilidad de encontrar en cada uno de los detalles dela vida la totalidad de su significado. En este sentido sigue elmismo método del arte -en contraste con el interés filosóficoen la totalidad del ser- que se plantea a sí misma un problemaúnico y estrechamente definido como una persona o un paisa-

9OVer L. Tomassini, Teoría y Práctica de la Política Internacional, op.,cit., p. 124. Se concluye allí que "la filosofía de Hegel, proyectada después enuna rica tradición que va de Nietzsche a Heidegger, propone una síntesis entreser y actuar, saber y hacer, acontecimientos y sentido, y otorga carta delegitimidad a la diferenciación y al cambio, sin los cuales la realidad sesupeditaría a la tiranía de la idea". Ver también la opinión según la cual "lacrítica de los errores de la metafísica ha conducido a Nietzsche a desconfiarde las visiones globales del mundo y a negar la existencia de una racionalidadhistórica", contenida en J. Picó, op., cit., p. 18.

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je".21 Se sostiene aquí la posibilidad de captar lo universal ensus fragmentos, lo permanente en lo efímero, y lo necesarioen lo contingente y lo fortuito. De ahí el rechazo a losrelatos globales y conclusos, el énfasis en los fragmentos deexperiencia, en lo indiciario y lo simbólico, en todo lo quesiendo parcial contiene algún indicio de la totalidad o delconjunto. De ahí también el rechazo a la separación entreidea y vida, a los esquemas que mediatizan la realidad ennombre de la representación y el conocimiento, y la percep-ción de que éste debe basarse en la mayor simultaneidadposible entre la representación y el acontecimiento.22

Se trata, en suma, de la visión de una sociedad sin funda-mentos, parámetros, paradigmas, proyectos, metas ni certezasabsolutas. Sin referencias fijas ni oposiciones tajantes, en quepueden coexistir múltiples puntos de vistas y conceptoscontrapuestos, cuyo centro y fronteras no están bien definidos.De una visión de la vida como de algo capaz de incluir másvariables que las previsibles, de seguir múltiples direcciones,de ser comprendida desde diversas perspectivas. Todo estodesafía profundamente las categorías tradicionales del conoci-miento y, por lo tanto, al intelectual moderno. Un autorsostiene que éste "sólo tiene ojos para las revolucioneshistóricas e internacionales y las obras maestras de nivelmundial en la cultura; reclama las alturas de la perfecciónmetafísica y no se digna fijarse en algo de menor categoría".A su juicio, "podría ser más fructífero que, en vez de pregun-tarnos si la modernidad es todavía capaz de producir obrasmaestras y revoluciones, nos preguntásemos si puede generarfuentes y espacios de significado, de libertad, dignidad,belleza, solidaridad y gozo: entonces tendríamos que confron-tar la desordenada actualidad en que viven los hombre,mujeres y niños modernos". En su opinión "este es un riesgoocupacional de los intelectuales, con independencia de suposición personal, consistente en la pérdida de contacto con la

J. Picó, op,, cit., p. 21 y 22. Ver también especialmente B. Frisby,"George Simmel, Primer Sociólogo de la Modernidad", en J. Picó, op., cit., pp.51 y siguientes.

o o

F. Relia, "La Arqueología de lo Inmediato", en N. Casullo, op., cit., pp.239 y siguientes.

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sustancia y el flujo de la vida cotidiana".23

La referencia al intelectual que observa a partir de deter-minados cánones, desde una cómoda torre de marfil, el fenó-meno postmoderno, nos lleva al segundo aspecto central de laepistemología involucrada en esta corriente: el tema del sujeto.Este es tal vez el tema más importante del pensamientopostmoderno, pero es también el tema frente al cual ésteenfrenta su contradicción más profunda: el postmodernismo¿representa la negación o lo liberación del mismo? Distintasversiones oscilan entre dos corrientes: la que representa laliberación del sujeto frente a los grandes paradigmas raciona-les o relatos históricos, y la que lo disuelve en el texto, esdecir, la que considera que sólo se puede aprehender larealidad a través del lenguaje, sus combinaciones y sus juegos,y que el sujeto es el mero producto de un texto del cual,lejos de ser autor, es una creación ficticia.24 El hecho es que

ooM. Berman, "Las Señales en la Calle", op., cit., polemizando con Perry

Anderson, "Modernidad y Revolución", en N. Casullo, op., cit., cita tomada de' las páginas 129 y 130 de esa misma obra. Esta posición cognitiva está viva-mente captada, en un estilo más criollo, en los personajes imaginados por H.Bustos Domecq. Sus poco comunes investigadores prefieren una línea de análisis"que no es la filigrana de un bizantino encerrado en una torre de marfil, sinola voz de un contemporáneo, atento a los latidos humanos", en que "las contra-dicciones no importan: lo que importa es volcar en el papel toda esta confusiónque es lo humano", y en donde se destaca al investigador que "rehusa docu-mentarse en su infalible memoria de artista, no contaminada con la visióndirecta del espectáculo, siempre ambigua y falaz". Tomado de J. L. Borges y A.Bioy Casares, Cuentos de H. Bustos Domecq. Buenos Aires, 1942.

ni

No privilegiaremos aquí esta última corriente, que proviene principal-mente de la crítica literaria y estética, y cuyos más influyentes expositores sonJacques Derrida y Roland Barthes. El más sugerente de todos sus inspiradoreses probablemente Michel Foucault, a través de obras tales como Las Palabras ylas Cosas, Arqueología del Saber o El Orden de las Cosas, si bien su obra esdemasiado rica y compleja como para adscribirla a una estrategia encaminada ala destrucción del sujeto y busca más bien comprenderlo en su inserciónhistórica. Algunos han tratado de explicar su posición como un intento porjustificar el fracaso de las utopías liberadoras y revolucionarias en los años 60,proponiendo la impotencia o subordinación del sujeto frente a la historia, y porconsiguiente la imposibilidad de encuadrarla en un modelo o de cambiarla porla vía revolucionaria. Otra opción que se diferencia de estas corrientes serefiere a la versión creativa, libertaria y vitalista del postmodernismo versus

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el postmodernismo y el postestructuralismo, que constituye elelemento central de su aproximación epistemológica, incluyenalgo de ambas cosas.

Resulta ilustrativa a este respecto la comparación entreMichel Foucault y Noam Chomsky que hace Paul Rabinow.25

Para Chomsky hay una naturaleza humana. El se pregunta porqué a partir de un conjunto de experiencias individuales yfragmentarias cada cultura es capaz de asignar un sentidounívoco a las cosas, desarrollar un lenguaje y comunicarse, ysostiene que debe haber una estructura bio-física que capacitaa los hombres para deducir de la multiplicidad de sus expe-riencias individuales un conjunto de significados y un lenguajeunificados, es decir, debe haber una naturaleza humana.Foucault rechaza ese punto de vista, pero en forma caracte-rística no se pregunta si existe una naturaleza humana sinomás bien cómo ha funcionado en cada sociedad y en cadaépoca, centrando su atención en la función social que eseconcepto ha desempeñado en el contexto de las prácticaseconómicas, tecnológicas, sociológicas y políticas de cadaperíodo. Para Foucault no hay un paradigma permanente, unafuente externa de significados, un standard universal decomprensión que esté más allá de la sociedad y de la historia.Su propósito es avanzar en el conocimiento lo más posible sinrecurrir a ideas universales. Más específicamente, su objetivoha sido "recrear la historia de los diferentes modos mediantelos cuales, en' nuestra cultura, los seres humanos han sidoconvertidos en sujetos".26 Según Foucault esto se logramediante la combinación entre dos tipos de prácticas; encami-nadas unas a dividir y clasificar a los individuos en ciertascategorías sociales específicas susceptibles de ser regimentadasy definidas en torno a elementos tales como la pobreza, laenfermedad, los trastornos mentales o el delito, y otras aconvertir al individuo en un sujeto mediante la toma deconciencia de sí mismo. Foucault ilustra estos procesos a

sus expresiones desilusionadas y nihilistas. Estas dos vertientes son, a nuestrojuicio, la línea divisoria de las aguas en lo que respecta a la significación delpostmodernismo para la sociedad contemporánea.

or°P. Rabinow, The Foucault Reader, Penguin Books, 1984, Introducción.M. Foucault, "The Subject and Power", en Michel Foucault: Beyond

Structuralism and Hermeneutics, por H. Dreyfus y P. Robinow, University ofChicago Press, 1980, p. 208.

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través de ciertas prácticas históricas escogidas por su carácterextremo, atípico o conspicuo.27

En todo caso, por una parte ambas corrientes plantean laruptura de la cadena que eslabona lógicamente el sujeto a larepresentación y ésta a la realidad, y que hace posible laatribución de significados unívocos a las cosas, el estableci-miento de contraposiciones conceptuales, la jerarquizaciónentre ellas, la legitimación de unos conceptos y la descalifica-ción de otros, y la consiguiente hegemonía de un discursoideológico. En tal sentido, toda forma de postmodernismotiende a reducir la importancia del sujeto como autor soberanoy racional de la historia, a subordinarlo más a las diversassituaciones o eventos, a volver a considerarlo desde la pers-pectiva orteguiana de que uno es yo y su circunstancia, amostrarlo como una especie de combinación entre autor,espectador y consumidor dé la historia. Sin embargo, por otraparte y en forma paradójica, el postmodernismo requiereafirmar la soberanía del sujeto sobre la historia como condi-ción necesaria para negar la validez de los grandes relatos através de los cuales éste procura aprisionarla dentro de lasideologías o estrategias del pensamiento logocéntrico. En elcentro de la emergente cultura postmoderna está un fuerteproceso de personalización. Este "remite negativamente a lafractura de la socialización disciplinaria; positivamente corres-ponde a la elaboración de una sociedad flexible, basada en lainformación y en el estímulo a las necesidades". Hasta hacepoco, "la lógica de la vida política, productiva, moral y escolarconsistía en sumergir al individuo en reglas uniformes, elimi-nar en lo posible sus formas de preferencia y sus expresionessingulares, ahogar las particularidades ideosincráticas en unaley homogénea y universal... El ideal moderno de subordinaciónde lo individual a las reglas racionales colectivas ha sidopulverizado, y el proceso de personalización ha promovido yencarnado masivamente un valor fundamental, el de la realiza-ción personal y el respeto a la singularidad subjetiva".28

97Foucault ha explorado el primer camino en sus obras, traducidas alinglés, Madness and Civilization, The Birth of the Clinic y Discipline andPunish y la segunda, en esta última obra, así como también en The History ofSexuality.

28G. Lipovetsky, op., cit., pp. 6 y 7.

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Este es, a nuestro juicio, el planteamiento central delpostmodernismo con relación con el sujeto. "Muchos de losplanteos teóricos contemporáneos que apuntan en dirección aun fin de la subjetividad suelen confundir el agotamiento deun modo tradicional de concebir al sujeto (el modo cartesiano,para entenderlo bien) con la desaparición completa del sujeto.Podemos incluir entre tales planteos aquellos que considerannegativamente la afirmación de la sociedad tecnológica y demasas, como un proceso fatal, en el cual cada identidadindividual está destinada a perderse". Sin embargo, aún cuandoestos planteamientos no sólo pretendan poner término aldominio de las grandes narraciones sobre la historia sinotambién al del sujetó, ellos envuelven una contradicciónbásica. Porque ¿quién describe el proceso de despersonalizaciónsino la conciencia crítica del sujeto?; "¿quién habla del fin delsujeto sino el sujeto mismo?".29

Para promover reflexiones adicionales sobre estas contra-dicciones resulta útil recordar la distinción formulada porWellner entre tres tipos de críticas formuladas en contra delsujeto: la crítica sicológica dirigida a reducir la autonomíadel ego frente a las presiones del super ego y de otrosfactores que el análisis de origen freudiano distingue en lapersonalidad; la crítica efectuada en términos de la teoría dellenguaje sobre la autosuficiencia creadora del texto y elcarácter ficticio de su autor, y la crítica efectuada desde elpunto de vista de la filosofía social a la razón instrumental,que pretende aprisionar al sujeto en esquemas preestablecidos,en la cual se fundan principalmente las corrientes postmoder-nistas aquí consideradas.30

El tercer elemento central que hemos privilegiado dentrodel abigarrado panorama de la visión postmoderna es elpostestructuralismo considerado como la posición hermenéutica,la perspectiva epistemológica o la forma de conocimiento másadecuada para comprender la cultura de fines del siglo XX.Mucho de lo que podría decirse a este respecto ya ha sidoanticipado en relación con los dos temas precedentes. Elpunto de partida del postestructuralismo es el rechazo del

29Cítaa tomadas de F. Crespi, "Modernidad: La Etica en Una Edad sin

Certeza", en N. Casullo, op., cit., pp. 234 y 235.nri

A. Wellner, "La Dialéctica de Modernidad y Postmodernidad", en J. Picó,op.,cit., pp. 116 y siguientes.

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discurso logocéntrico y la reivindicación de la historicidad delo social, la desconfianza frente a la tendencia natural de esetipo de discurso a estructurar la realidad de acuerdo con ideaso representaciones preconcebidas, la objeción a su reduccio-nismo monístico y la defensa de una visión de la realidaddiferenciada y pluralista. La epistomología postestructuralistadebería ser equidistante del idealismo y del nihilismo, rechazarpor igual la sublimación y la negación de la realidad, subrayarsu historicidad y su relatividad, su básica indeterminación,categoría fundamental sobre la cual se volverá más tarde. Seha dicho también que la auténtica modernidad -que elpostmodernismo procuraría restaurar- comienza con eldescubrimiento de "lo poco de realidad" que tiene laexistencia, descubrimiento asociado con la comprensión de quehay otras realidades, esto es, del pluralismo. Y ese poco derealidad, su diferenciación y relatividad, se resiste a sercaptado a través de esquemas racionales, siendo más bienproducto de la historia.31

Se ha dicho que el reconocimiento de esta forma de ser dela realidad, y el descubrimiento de las formas de conocimientoadecuadas para capturarla, implican la aceptación de cuatrocondiciones: la ausencia de fundamentos absolutos, el caráctercambiante de los parámetros, condicionamientos o límites delconocimiento, la desaparición de los grandes proyectos o metasde la historia, y la aceptación de la posibilidad de que hayadiscrepancia entre la vida individual y los sistemas sociales."Los cuatro aspectos citados, hoy ampliamente debatidos,aparecen tan íntimamente ligados entre sí que conforman enrealidad un sólo componente básico: la experiencia de lamodernidad".32 Esto conduce a una epistemología que postulala flexibilidad, la indeterminación y la ambigüedad de larealidad, que desconfía de las síntesis y de las servidumbres,que busca la flexibilización de los principios, estatutos y rolesque rigen la cultura. Por encima de todo, que rechaza lasinterpretaciones unívocas de los acontecimientos y las cosas,que cree en la coexistencia de los contrarios, que cuestionapermanentemente las representaciones o interpretacionesadmitidas para abrir paso a otras posibilidades. Por ello, que

o-tJ. F. Lyotard, "¿Qué es la Postmodernidad?", en N. Casullo, op., cit.

pp. 162 y 163.32F. Crespi, op., cit., pp. 230-232.

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prefiere a la racionalidad cartesiana la hermenéutica, pero nouna hermenéutica cerrada sino abierta.

Rozamos aquí otra contradicción fundamental del postmo-dernismo: la desconfianza de algunos de sus exponentes frentea la interpretación, pero a aquella forma de interpretación queutilizan preferentemente los semiólogos y los críticos litera-rios, los que siempre pretenden trascender la cosa en sí, elacontecimiento o el texto, para demostrar que éstos tienen unasignificación diferente o son el reflejo de una realidad másprofunda, y para definir su contenido de acuerdo con reglas eimágenes culturales que determinan inconscientemente al autoro al sujeto.

"Naturalmente -dice uno de estos exponentes- no merefiero a la interpretación en el sentido más amplio, enel sentido que Nietzsche adopta adecuadamente cuandodice: no hay hechos, sólo hay interpretaciones. Porinterpretación entiendo aquí un acto consciente de lamente que aplica un cierto código, unas ciertas reglasde interpretación a las cosas."•"

De estas premisas surge la aproximación postestructuralistaal conocimiento de la realidad. Los postestructuralistas sostie-nen que nuestro conocimiento de la realidad social no actúacomo una fotografía o un espejo, sino que se encuentramediatizado por una serie de conceptos culturales incorporadosal discurso o a los textos (las palabras), mediante los cualesatribuimos significado, legitimidad, valor y jerarquía a losdistintos elementos que la integran (las cosas), conceptos quese generan a través de la historia y de la interacción social, yque nosotros compartimos y heredamos. De ser ello así, laforma como describimos la estructura del sistema social, susprincipales actores y los intereses que éstos ponen en juegoen sus relaciones recíprocas, dependen de estas nociones.Ahora bien, la forma en que éstas se acuñan no es nuncatransparente o neutra. El acerbo de imágenes a través de lascuales clasificamos las situaciones y las cosas, así comotambién a los demás, está constituido por un repertorio designos socialmente aceptados, después de un proceso deselección darwiniano, a expensas de otros. La forma como se

ooS. Sontag, Contra la Interpretación, Barcelonaj Seix Barral, 1984, p. 17.

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seleccionan las imágenes se revela mediante la operación dedesconstruirlas, lo cual equivale a desideologizarlas, en lamedida en que, como se ha dicho, nuestra visión de la realidaddepende de las imágenes previas que tenemos acerca de lascosas, imágenes que constituyen una selección o jerarquíalograda mediante un proceso ideológico de desplazamiento osubordinación de otras imágenes que podrían haber servidopara construir una visión de la realidad alternativa. Es preci-samente ese proceso de desconstrucción el que sirve pararestar validez interpretativa a los grandes proyectos, relatos outopías que inspiraron las distintas etapas de la modernidad,sobre todo en su curso tardío, y valorizar aquellos elementosfragmentarios, transitorios y contingentes de que la tramasocial está hecha realmente.34

Algunos ejemplos podrían servir para ilustrar las perspec-tivas epistemológicas en que se resuelve el curso de la post-modernidad al cual hemos dedicado estas reflexiones. Frisbyrescata de los análisis de Simmel, considerado como unprecursor de la sociología postmoderna, sus estudios sobre laneurastenia, la metrópoli, el dinero y la moda.35 La evolucióndel arte ilustra con singular fuerza, en la teoría y en lapráctica, el proceso de desconstrucción a que me refiero. Losimpresionistas arremeten contra modelos heroicos y los contor-nos nítidos de David y de los clásicos; Cézanne y Van Gogh lohacen contra la noción del espacio de los impresionistas;Picasso y Braque contra la desleída representación figurativade estos últimos; Duchamp contra la noción de que la obra dearte debe ser el producto deliberado de un artista, y logrademostrar que las cosas más sencillas, si son presentadas comotal, pueden ser una "objeto de arte", y Burén descarta inclusola necesidad de que para ser tal la obra de arte deba singu-larizarse y mostrarse en una presentación o en un espacio.36

Además de los aportes generales de Foucault, Derrida y Barthes, verespecíficamente a R. K. Ashley, "Living on Border Lines: Man, Poststructura-lism, and War", op., cit., p. 95.

35D. Frisby, op., cit., p. 61-82. Ver, entre lo poco que hay traducido dela obra original de Simmel, Filosofía del Dinero, Madrid, Instituto de EstudiosPolíticos, 1977, y los dos volúmenes de su Sociología, Madrid, Revista deOccidente, 1977. Para ampliar estos conceptos ver también D. Frisby, Fragmentsof Modernity, The MIT Press. 1986.

El nuevo Museo de Orsay es una típica invención postmodernista, en lamedida en que rompe y combina los géneros artísticos, las escuelas estéticas,sus lugares de origen y sus jerarquías, al exhibir las obras en una sucesión de

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Una crítica postmodernista al neorrealismo

Las perspectivas epistemológicas de la postmodernidad,representadas principalmente por el postestructuralismo, hanjugado hasta ahora un papel limitado en las ciencias socialesy, muy particularmente, en los estudios internacionales. Sinembargo, ya están comenzando a ejercer su influencia en ellos,la cual tiende a disolver las categorías racionalistas, universa-les y unívocas en que se basan sus análisis, y a relativizarlasy fragmentarlas en una pluralidad de fenómenos en que todoes válido o, como dice Paul Feyerabend, "cualquier cosafunciona". Cualquier tentativa de resumir el cuestionamiento deesas categorías desde un punto de vista postestructuralista, osimplemente crítico, desbordaría los límites impuestos a esteensayo, que sólo pretende esbozar el impacto de esta perspec-tiva sobre el estudio de las relaciones internacionales. Sinembargo, ese impacto se explica por el surgimiento de posicio-nes críticas respecto de la ciencia, especialmente de aquellasque se han desarrollado dentro del ámbito de. la cienciassociales.37

Ante todo cabe reiterar que el impacto de esas posicionescríticas en el campo de las relaciones internacionales seintroduce a través del llamado "tercer debate", que sucedió ala controversia entre idealistas y realistas después de laprimera guerra mundial y a la polémica entre tradicionalistas ycientíficos durante la segunda postguerra, un debate al cual se

períodos históricos en que cada gran artista es presentado dentro de unconjunto en que figuran todos sus coetáneos, de distinta importancia y variadosorígenes, y en donde su obra aparece una y otra vez sucesivos períodos,acusando mutaciones que serían imperceptibles en una retrospectiva aislada desu entorno histórico.

rtrj

Ver, particularmente, I. Laicatos y A. Musgrave (editores) Criticism andtrie Growth of Knowledge, Cambridge University Press, 1970; R. Inglehart, TheSilent Revolution: Changing Valúes and Political Styles Among Western Publics,Princeton University Press, 1977; A. Giddens, Central Problems in SocialTheory. Londres, McMillan, 1979, y Social Theory and Modem Sociology,Londres, Polity Press, 1987, así como también, desde un punto de vista másecléctico, K. J. Holsti, The Dividing Discipline, Hegemony and Diversity inInternatinal Theory. Boston, Unwin Hyman, 1985.

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ha hecho referencia más arriba.38 Llama la atención lo difícilque resulta definir la naturaleza del tercer debate y señalar elfoco de esa controversia a diferencia de los anteriores. Ellose debe a que este debate se originó en la percepción denuevas realidades que no podían ser reconocidas ni explicadasdentro de los moldes del esquema clásico, pero se contentócon incorporar estas realidades tratando de minimizar losajustes que para ello era necesario efectuar en ese esquema,pretendiendo que se trataba de una cuestión de énfasis, enlugar de reemplazarlo por un esquema nuevo, para lo cual notenía suficientes fundamentos epistemológicos. En efecto, lapreocupación por cuestionar o, más bien dicho, ensanchar losparámetros de la escuela clásica, se originó en la necesidad dehacer lugar a los factores económicos en la política interna-cional, a los actores de carácter no gubernamental, a lacreciente interdependencia entre los Estados o a la emergenciade regímenes internacionales que regulan el comportamiento deéstos, considerados anteriormente autónomos, para poner sólounos cuantos ejemplos.39

Defendiendo a algunos representantes del neorrealismofrente a un artículo de uno de sus más devastadores críticos,Robert Gilpin se pregunta ¿qué tienen en común autores comoRobert Keohane, Stephen Krasner, él mismo y otros especialis-tas clasificados por dicho crítico dentro de la misma escuela?

OO

Ver L. Tornassini, Teoría y Práctica de la Política Internacional, op.,cit., capítulo II. Ver también R. Maghroori y B. Ramberg (editores), GlobalismYS. Realism: International Relations' Third Debate, Westview, 1982, así como M.Smith, R. Little y M. Schackleton, Perspectives on World Politics, Londres, TheOpen University Press, 1981.

OQ

Con respecto a los factores económicos, ver por ejemplo la obra deGilpin, desde War and Change in World Politics, New York, Cambridge Univer-sity Press, 1981 hasta The Political Economy of International Relation, Prince-ton University Press, 1987; con respecto a los actores transnacionales, ver lalínea iniciada por R. O. Keohane y J. S. Nye (editores) con TransnationalRelations and World Politics, Harvard University Press, 1972; sobre el tema dela interdependencia, el libro de esos mismos autores Power and Interdepen-dence: World Politics in Transition, Boston, Little, Brown, 1967, así comotambién de R. O. Keohane, After Hegemony: Cooperation and Discord in theWorld Political Economy, Princeton University Press, 1984, y sobre el tema delos regímenes políticos ver S. P. Krasner (editor), International Regimes,Cornell University Press, 1983.

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"Muy poco, se diría, excepto tal vez que todos ellos hanescrito sobre relaciones internacionales desde un conjuntobastante divergente de perspectivas profesionales y políti-cas".40 Y sin embargo, a mi juicio, todos ellos comparten unadoble característica fundamental: la tentativa de ampliar losparámetros de la teoría -clásica para acomodar allí las nuevasrealidades, pero sin renegar de ella y sin atacar las autorida-des admitidas, sino tratando de participar de su prestigio, paralo cual se esfuerzan por injertar en el viejo tronco teóricoalgunos elementos de racionalidad, estructurales o sistémicos,que permitan desarrollar una visión "moderna" de las relacio-nes internacionales. De allí que el tercer debate gire en tornoal dilema de explicar -las nuevas condiciones de la realidadinternacional mediante simples retoques a la teoría clásica ode abrir nuevas perspectivas teóricas, revelando en sus distin-tas versiones una clara tendencia a lo primero, y sin podertrascender las limitaciones que esto impone en un mundoprofundamente transformado, debido a sus limitaciones episte-mológicas. Esto ha llevado a los representantes de una co-rriente ecléctica, como la neorrealista, a "reificar" los proble-mas incorporados a su nuevo horizonte perceptivo, lo cual laobliga a trabajar con un mosaico temático cada vez más ampliopero heterogéneo, conservando categorías de análisis quereintroducen representaciones, jerarquías y restricciones queno corresponden a la problemática internacional contemporá-nea, retrasando la percepción de temas emergentes, impidiendocaptar la conexión que existe entre ellos así como su perma-nente fluidez, y dilatando la construcción de una nueva visióndel sistema internacional que permita percibirlo tal como en laactualidad éste es y funciona realmente. De allí que losconceptos de turbulencia, incertidumbre e imprevisibilidadhayan pasado a ocupar un lugar tan destacado en el análisisinternacional durante los últimos veinte años y que hayacostado tanto anticipar o digerir siquiera las grandes transfor-maciones experimentadas por la sociedad mundial en ese lapso,no importando que hayan sido lentas o abruptas, como lagradual declinación del papel de los Estados Unidos en el

40R. G. Gilpin, "The Richness of the Tradition of Political Realism",respuesta al complejo trabajo de R. K. Ashley, "The Poverty of Neorealism",ambos publicados en International Organization, yol. 38, N£ 2, 1984.

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mundo o el súbito derrumbe del imperio soviético, respectiva-mente.41

Lo anterior plantea la pregunta de si el tercer debaterepresenta "un desorden o una restructuración teórica".42 Elautor de este planteamiento cita a observadores que "deploranel asombroso ritmo con el cual se introducen en forma super-ficial nuevas ideas en la teoría de las relaciones internaciona-les sólo para descartarlas subsecuentemente con inexplicableurgencia", aumentando la confusión dentro de la disciplina,como hacen Der Derian o Morgan, hasta otros que creen queeste proceso constituye un verdadero diálogo capaz de trans-formar la disciplina como, por ejemplo, Holsti. Concluye esteautor que "por lo menos se advierte un reconocimiento com-partido de que el tercer debate marca claramente el fin delconsenso epistemológico positivista que apenas alcanzara a serrozado en el curso de la controversia entre "historia versusciencia": mientras el segundo debate se concentró en querellassobre metodologías estrechamente definidas, típicamente seespera del tercero que facilite el surgimiento de ideas sobre lanaturaleza y el progreso del conocimiento en el campo de lasrelaciones internacionales".43 Y, ampliando el marco en que sedesarrolla este debate, otro autor concluye que éste se en-cuentra "directamente vinculado a un conjunto similar dediscusiones que tienen lugar en la teoría política y socialcontemporánea".44

El neorrealismo, con toda la heterogeneidad anteriormentemencionada, ocupa un lugar central dentro del tercer debate.Su intención es hacer posible la comprensión de nuevasrealidades dentro de la herencia clásica. Para ello trata de

A ilustrar este punto está consagrada la última sección de este ensayo.

Pregunta planteada en parte de una de las más lúcidas síntesis publica-

das sobre el tema. Ver Y. Lapid, "The Third Debate: On the Prospects of

International Theory in a Post-Positivist Era", en International Studies Quar-

terly, vol. 33, N- 3, 1989. Lo que sigue de este párrafo está tomado de la

sección mencionada.jn

Y, Lapid, op.,cit., p, 238. Las obras aludidas por éste son las de J. DerDerian, On Diplomacy, Nueva York, Basil Blackwell, 1987, P. M. Morgan,Theories and Approaches to International Politics, New Brunwick, TransactionBooks, 1987, y K. J. Holsti, The Dividing Discipline, op., cit.

M. Hoffman, "Conversations on Critical International Relations Theory",en Millennium, vol. 17, N2 1, 1988, p. 91.

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vestirla de un ropaje nuevo, más estructuralista o más sisté-mico, como ya anteriormente mencionaba. Al hacerlo cometeuna serie de errores que a continuación se señalan.45 Deacuerdo con esta línea de pensamiento el neorrealismo intenta,fundamentalmente, promover la recuperación científica de latradición realista para adecuarla a la comprensión de lasnuevas circunstancias. Los neorrealistas reconocen que esatradición tuvo, entre otras, cinco fallas. Primero, representóuna línea de pensamiento demasiado escurridiza y vaga,intuitiva e histórica, demasiado dependiente del arte delanalista como para poder suministrar una visión sistemática dela realidad internacional o inspirar programas de investigaciónrealmente operacionales. Segundo, no distinguió suficientementeentre los aspectos subjetivos y objetivos de la política inter-nacional, atribuyendo a las percepciones y acciones de losactores un papel desmedido en la construcción y reproduccióndel sistema. Tercero, debido a su tendencia historicista y pocosistemática, tuvo una visión atomística del sistema inter-nacional, como un conjunto de unidades autónomas cuyocomportamiento no se sujeta a reglas ni estructura algunas,dependiendo solamente del equilibrio de fuerzas o de lahabilidad del estadista. Cuarto, trabajó sobre el supuesto de laautonomía de la esfera política, concentrando su análisis en elámbito político-militar, y descuidando o ignorando otrosfactores que han pasado a tener cada vez más importancia enla realidad internacional. Por último, como lo revelan todasestas fallas, la tradición clásica no estaba debidamente funda-mentada en la teoría social. Los neorrealistas trataron deremediar esta situación reconstruyendo el pensamiento clásico

Se sigue de cerca aquí la crítica de Ashley, "The Poverty of Neorea-lism", op., cit., quien ve en el neorrealismo un "orrery of errors", imagentomada de un planetario inventado por el Earl of Orrery para mostrar laposición y los movimientos de los cuerpos celeste. Una imagen, como veremos,extraordinariamente apropiada para ilustrar el sesgo mecanicista o físico de lateoría neorrealista. También se han tomado en cuenta los trabajos del mismoautor "Untying the Sovereign States: a Reading of the Anarchic Problematic"en Millenium, vol. 17, N£ 2, 1988 y "Living on Border Lines: Man, Poststructu-ralism, and War", en J. Der Derian y M. J. Shapiro, International/IntertextualRelations: Postmodern Readings of World Politics, Lexington Books, 1989, asícomo también los trabajos de M. Hoffman y P, M. Morgan ya citados, entreotros.

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sobre una base científica, con las limitaciones que se señala-rán más adelante, sobre todo en relación con las dos últimascríticas.

La búsqueda de un fundamento científico puso de particularrelieve la gravedad de una de las fallas anteriormente mencio-nadas: la percepción atomística de la escuela realista. Inclusopodría aventurarse aquí la hipótesis de que dicho punto seconvirtió en la preocupación central de los restauradores deesa escuela debido a la contradicción entre el hecho de queesa percepción se acomodaba a su visión del mundo, de lo queen éste es realmente importante, y al mismo tiempo resultabaincompatible con su intención de dar una base científica a losestudios internacionales que les permitieran comprenderalgunos temas emergentes que hasta entonces habían sidodescuidados. De allí que los neorrealistas comenzaran acriticar el "reduccionismo"- de las visiones que explican unsistema por la interacción entre sus partes y a incorporar,para superarlo, las perspectivas científicas -estructuralistas osistémicas- que se encontraban en boga.

La expresión más lograda de este intento se encuentra enKenneth Waltz, para quien el principio ordenador de unsistema caracterizado por el desarrollo de relaciones políticasentre sus distintas unidades sin la existencia de una autoridadcentral, no es otro que las relaciones de predominio o subor-dinación existentes entre ellos. La función de cada una deestas unidades dentro del conjunto depende de su posicióndentro de una jerarquía estructurada de acuerdo con elpoderío relativo de cada una de las partes. El sistema no esdefinido en función de los atributos específicos de cada unade ellas, sino a un nivel de abstracción más alto, en dondeéstas sólo se diferencian entre sí por la cuota de poder deque disponen, esto es, por la distribución de capacidadesobservables entre ellas.46 La lectura de su obra muestra cómola contradicción vital de los continuadores científicos de latradición clásica se resuelve mediante la atribución formal deUn carácter sistémico a la realidad internacional, sin disminuirde hecho la importancia y la autonomía de los Estados comoactores de dicho sistema, ni del poder y su distribución comoelementos determinantes de las relaciones entre los Estados,

j cK. Waltz, Theory oí International Política, Massachusetts, Addison-Wes-

ley, 1979, especialmente su capítulo V.

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esto es, convirtiendo un conjunto atomístico de unidadesautónomas en un pretendido sistema en forma casi tautológica.

Estos factores llevaron a los renovadores de la escuelaclásica a acudir al estructuralismo, a fin de darle una basecientífica, aunque con frecuencia lo hicieran en forma, incons-ciente o incompleta. Como señala un autor, la promesa delneorrealismo, como también la de la perspectiva de los siste-mas mundiales, se debe en gran medida a sus aspectos estruc-turalistas.47 El estructuralismo, en primer lugar, se planteabacomo una reacción tanto contra el conocimiento puramente'histórico, fenomenológico o empírico como contra la reflexiónespeculativa, incapaces de elevarse o descender de sus respec-tivos niveles para reconstruir las estructuras en función de lascuales se explica el papel y el comportamiento de sus distintasunidades. Por lo tanto, en segundo término, los estructuralistasprocuran construir los principios o reglas objetivos quedeterminan las prácticas cotidiana en la esfera lingüística,social, política o económica, prácticas que constituyen laexpresión superficial de una estructura más profunda. Unejemplo de lo anterior se encuentra en la distinción entre lapalabra y el lenguaje en Ferdinand de Saussure. El estructura-lismo supone la prioridad de la estructura sobre la práctica ydel todo sobre las partes. Y lo hace a un nivel muy profundo,"postulando un inconsciente más Kantiano que Freudiano,basado en imperativos estructurales que constituyen la geogra-fía lógica de la mente".48 Al mismo tiempo, los estructuralistastambién dan prioridad a los elementos sincrónicos o estáticosdel sistema internacional, que constituyen la condición mismade su existencia, sobre sus elementos diacrónicos o dinámicos,cuya ocurrencia no lo afectaría, lo cual hace tan difícil paralos estructuralistas -y los neorrealistas- comprender el cambio.De esta manera es fácil reconocer el rechazo a todo tipo deconocimiento puramente historicista o empírico, la primacíaotorgada al sistema sobre las partes integrantes, y la dificul-tad para captar el cambio como elemento normal de la vidainternacional (a menos que se trate de un cambio de estruc-

J. G. Ruggie, "Continuity and Transformation in World Polity: Toward aNeorrealist Synthesis", en World Política, Na 35, enero de 1983. La referenciaa la visión de los sistemas mundiales alude a la obra de Immanuel Wallarstein.

P. Ricoeur, Conflict of Interpretations: Essays in Hermeneutics, Evans-ton, Northwestern University Press, 1974, p. 79.

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tura: de allí la preocupación por los ciclos largos), como otrostantos rasgos del pensamiento neorrealista. Se ha señalado, sinembargo, que éste contiene, al mismo tiempo, más y menoselementos que el estructuralismo.49

El neorrealismo tiene tres sesgos que el estructuralismo nocontiene. El primero es el estatismo. La teoría neorrealista esEstado-céntrica.50 Ofrece un modelo del sistema internacionalbasado en el "Estado-como-actor". Ello implica no sólo que elEstado tiende a ser considerado como el único actor de la vidainternacional, sino que además es definido como una entidadunívoca y no problemática, dotada de intereses coherentes,unidad de miras para implementarlos y una clara visión de lasalternativas conducentes a ello. La mayoría de los represen-tantes de esta escuela reconocen que hay abundantes excepcio-nes, como la presencia de actores no gubernamentales en lavida internacional, o el hecho de que los Estados no siemprese comporten como unidades coherentes o actores unitarios.Pero, hechas estas excepciones, no hay duda de que en mayoro menor medida sus exponentes consideran que el Estado es elactor por antonomasia de la vida internacional.51 El segundoelemento adicional -que contiene el neorrealismo es su tenden-cia utilitarista. El utilitarismo es considerado aquí comoaquella perspectiva iniciada por Hobbes, incorporada moderada-mente a la ciencias sociales por autores que van desde Durk-heim hasta Parsons, y acentuada posteriormente por Yon Misesy Hayek, que se caracteriza por sus postulados individualistasy racionalistas en desmedro de lo colectivo y lo histórico. Deacuerdo con esta perspectiva, la realidad social está compuestapor una multiplicidad de actores individuales que buscansatisfacer sus intereses interactuando en el mercado, en unmundo caracterizado por la escasez, mediante la competencia,la aplicación de una racionalidad instrumental y la adopción dedecisiones racionales. La aplicación de categorías microeconó-

49Ver R. Ashley, "The Poverty of Neorrealiam", op., cit., pp. 237 .ysiguientes.

Posición defendida, entre otros, por S. D. Krasner, en Defending theNational Interest: Raw Materials, Investments and U. S. Foreign Policies,Princeton University Press, 1978.

Esto se ve claramente en la obra clasica de K. Waltz así como en la deS. Krasner, ya citadas, o en R. Gilpin, War and Change in World Politics, op.cit., 1981.

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micas al análisis político, la teoría de los juegos, y la de lasespectativas y opciones racionales, forman parte de la influen-cia del utilitarismo en las ciencias sociales. Para ciertosfilósofos de la ciencia el estatismo utilitarista sería el núcleocentral del programa científico del neorrealismo.52 El tercerelemento es su sesgo positivista. Es difícil resumir el conteni-do de esta importante corriente en el desarrollo de la cienciamoderna. En general, el positivismo se caracteriza por sucreencia en la posibilidad de captar la realidad mediante eldescubrimiento de ciertas reglas o relaciones causales indepen-dientes de la subjetividad, de quien lo observa, consistentescon la estructura misma de la real; se caracteriza también porla pretensión de que la ciencia tiene por objeto generarconocimientos técnicamente útiles para formular previsiones,orientar la acción, y promover la manipulación, el control y latransformación de la sociedad; este tipo de conocimiento sería,además, libre de valores. Estos tres rasgos permiten que elneorrealismo nos presente una visión de la sociedad inter-nacional basada en el "Estado-como-actor", en donde noimpera otra regla que la búsqueda del interés nacional pormedios racionales, entre los cuales la acumulación de recursosde poder es el más importante. Esto es, un mundo de actorese intereses congelados, en donde no hay lugar para el cambioni para otras realidades y en donde la política no está taninteresada en interpretarlo como en resolver problemas especí-ficos.

Esta última conclusión lleva a reconocer que el neorrealis-mo, junto con heredar de la tradición clásica ciertos .elementosadicionales al pensamiento estructuralista, contiene tambiénmenos elementos que éste, en el sentido de que carece de unaperspectiva realmente sistémica como la que permite al estruc-turalismo apreciar la compleja trama de la realidad cuyoconjunto desea interpretar o reconstruir. Ello se debe engran parte a la imagen física o mecánica que subyace detrásdel neorrealismo, a su visión del sistema internacional como sif\iera un planetario, que es en el fondo el origen de "orreryof errors" anteriormente señalado.53

I. Lakatos y A. Musgrave (editores), Criticism and the Growth ofKnowledge, op., cit.

53En otra parte he sugerido que el pensamiento atomístico en que se basóla escuela clasica se funda en la idea de que para comprender la realidad esnecesario descomponer cualquier conjunto en sus diversas partes integrantes.

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Hacia una visión postestructuralista de las relacionesinternacionales

Para trascender los errores del neorrealismo, y esbozar lasperspectivas que podría abrir una visión postestructuralista delas relaciones internacionales, conviene comenzar declarandoque los neorrealistas han hecho una lectura incompleta de suspredecesores clásicos. "Los neorrealistas plantearon a losfantasmas clásicos unas cuantas preguntas muy seleccionadas¿es el Estado el actor más importante: si o no?; ¿es verdadque vuestro punto central fue el concepto del "interés nacional.definido como poder": si o no? Y usaron su testimonio paraatribuir al neorrealismo el status de legítimo heredero de latradición clásica. Entonces, mientras esos fantasmas eranconducidos fuera del tribunal a toda prisa, los neorrealistasnos explicaron por qué su interrogatorio había sido tan breve:los realistas clásicos, al parecer, tenían pocas ideas buenasque valiera la pena conservar".54 De acuerdo con los neorrea-listas sus maestros, los clásicos, exageraron su creencia en laautonomía de la esfera política, no dieron cabida en susesquemas a los factores económicos, y emplearon una suerte de"pensamiento circular" para privilegiar determinados elementoso actores y excluir otros en forma tautológica, restringiendoinnecesariamente la agenda internacional.55 Esta escépticaposición llevó a los neorrealistas, paradojalmente, a descartar

"Este enfoque está basado en una epistemología traída de la física, e implicauna visión mecánica del mundo, considerado como un conjunto de piezas queinteractúan de acuerdo con un esquema fijo de la misma manera que losengranajes de una máquina o los flujos de energía en una relación termodiná-mica, sin sujetarse a principios, valores o propósitos más amplios y sin sercapaces de adaptarse a un contexto externo o a una cierta teleología. Elavance de las ciencias biológicas generó un enfoque epistemológico que coloca-ba en el centro de la interpretación de la realidad la capacidad de sus distintoselementos para cumplir un propósito, adaptarse a un contexto o desarrollar unafunción dentro de un conjunto más amplio". Ver L. Tomassini, Teoría y Prácti-ca de la Política Internacional, op., cit., p. 126.

54R. Ashley, "The Poverty of Neorrealism", op., cit., pp 264-265.Apreciaciones de K. Waltz en Theory of International Politics, op., cit.,

refiriéndose específicamente a Aron, Morgenthau y Kissinger. Ver, particular-mente, pp. 62-63.

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aspectos valiosos de la herencia clásica y a construir unesquema de análisis más cerrado que ésta.

En primer lugar, los realistas clásicos no empleaban unesquema racional sino más bien histórico, tenían un interés enel conocimiento más práctico que teórico. Su forma de pensa-miento estaba orientada hacia la práctica, tendía a reproducirel tipo de análisis que debe hacer el estadista y, por lo tanto,incluía un fuerte elemento hermenéutico, así como tambiénevaluativo. Ello los alejó de la adhesión a categorías universa-les fundadas en la .razón, la ética, el derecho, el mercado o,simplemente, la ciencia en su versión positivista, y los llevó areconocer, dentro de ciertos límites convencionales, la histori-cidad de la política internacional, con su tendencia a lafragmentación y el pluralismo, ejerciendo su oficio más comoun arte que como una ciencia. Es que para ellos el arte delestadista, a su vez, no consistía en la aplicación de unparadigma, en la respuesta a una necesidad o en la ejecuciónde una regla, sino que se asemejaba más al'oficio del virtuosoque pone en juego "todos los recursos inherentes a la ambi-güedad e incertidumbre de una situación y una conducta paradesarrollar las acciones apropiadas para que la gente puedadecir que no había nada más que hacer en ese caso".56 Ensegundo término, el carácter práctico del pensamiento clásicose expresó en el hecho de que éste girara en torno al concep-to del "balance del poder", no entendido fundamentalmentecomo un planetario, de acuerdo con la visión física o atomís-tica de la sociedad internacional según los neorrealistas, sinomás bien desde una perspectiva histórica, que privilegiaba lacompetencia y el diálogo entre las naciones, fuertementebasada en circunstancias de tiempo, lugar e idiosincrasianacional. En tercer lugar, los clásicos tenían una concepciónconcreta y no abstracta de los conceptos políticos. "Si losrealistas clásicos muchas veces parecían resbaladizos en suutilización de los conceptos, ello no se debió siempre a faltade disciplina, a un prejuicio inductivo, o a la incapacidad parapensar en términos sistémicos. Los neorrealistas interpretaronequivocadamente de esta manera a sus antecesores clásicosporque no comprendieron la tradición que ellos intentabandesarrollar. No entendieron que, para los realistas clásicos, los

P. Bourdieu, Outline of a Theory of Practice. Cambridge UniversityPress, 1977, p. 8.

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frutos de la labor intelectual no están mas inmunes a la lógicadel esquema del balance del poder -a la vez subjetivo yobjetivo- que las instituciones y prácticas que ellos estudia-ban".57 Por eso, si bien la visión clásica construida a partir dela experiencia histórica de los últimos siglos, con su énfasis enel papel del Estado, el interés nacional y el balance del poder,resultó en definitiva insuficiente para comprender la complejarealidad internacional contemporánea, los neorrealistas, al darun carácter estructural y abstracto a esta perspectiva, laclausuraron todavía más con respecto a la comprensión de lasnuevas realidades. En todo caso, la herencia clásica tampoconos habría permitido comprenderla. Al otorgar "prioridad a lapráctica sobre la teoría", -se hizo acreedora a la crítica dedesarrollar un "pensamiento circular" formulada por los neo-rrealista. En verdad, a partir de un método de análisis consis-tente en "mirar sobre la espalda de los estadistas mientraséstos escriben sus instrucciones", los clásicos no podrían irmás lejos que éstos en su descripción de la realidad inter-nacional.58 Y esto equivale renunciar al papel de la teoría,que consiste en abrir paso a la comprensión de las realidades

.emergentes y, de esta manera, hacer posible respuestasadecuadas.

• Se necesita, pues, una nueva perspectiva. Una perspectivaque, en primer lugar, no considere que el sistema internacionales el mero resultado de la interacción entre distintas unidadesa partir de un modelo del "Estado-como-actor", entendidodesde una perspectiva histórica o desde otra atomística tomadade la física, sino que es una trama que posee una realidadper se, fruto de una constante interacción entre diferentesprácticas y fuerzas, y que constituye la condición misma parala existencia y el accionar de los Estados. En segundo término,una visión que cuestione la subordinación de la práctica a lateoría y valorice la interacción entre ambos términos, permi-tiendo la expansión de la agenda internacional y su apertura alcambio, cerrada por la subordinación de los procesos concretosa una pretendida estructura. Tercero, una visión que, comoconsecuencia de lo anterior, amplíe la descripción del sistemainternacional y permita enriquecer su agenda y reconocer sudinámica, desdibujando las fronteras trazadas por la teoría

57R. Ashley, op., cit., pp. 270.

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H. Morgenthau, Politics Among Nations, op., cit., p. 5.

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clásica entre el ámbito interno e internacional, entre la "alta"y la "baja" política exterior, así como también entre el de lopúblico y privado, dejando de considerar que este últimoámbito constituye una esfera sustraída a la política inter-nacional debido a que, en un mundo dominado por Estadosnacionales, éstos tienden' a subordinar los factores económicos,sociales y culturales al poder político. Cuarto, una visión que,como ya se ha adelantado, permita no sólo comprender a lalarga los procesos de cambio y las situaciones de crisis en elsistema internacional, sino que haga de ellos un elementocentral de ese sistema. Quinto, una visión que junto conrepudiar el modelo del "Estado-como-actor" como una descrip-ción acuciosa del sistema internacional contemporáneo, rechacetambién la pretendida necesidad de una presencia hegemónicaglobal como garantía de funcionamiento de un sistema que, enrealidad, es creado, reproducido y transformado por unapluralidad de prácticas históricas provenientes de las másdiversas fuentes.59

Para ello es necesario reestructurar el sistema cognitivoheredado de los clásicos y reformulado por los neorrealistas,replantear el papel que ocupan la razón y la historia -lateoría y la práctica- en el estudio de las relaciones inter-nacionales, y adoptar una perspectiva que permita reconocerque lo cambiante, lo marginal y lo emergente es parte integralde la realidad bajo estudio y expandir la agenda que guía elanálisis de la misma. "Es posible entender la manera en la cualel postestructuralismo expande la agenda de la teoría social ypolítica -planteando cuestiones acerca de la historicidad deestos temas sobre los cuales la teoría social moderna guardasilencio -mediante la utilización de una terminología tomada enpréstamo de la teoría literaria contemporánea". La corrienteneorrealista, con su sesgo estructuralista, explica la realidadinternacional a la luz de un modelo monológico, que es previoa la historia y que permite interpretarla en forma inequívoca,

59Ver R. Ashley, "The Poverty of Neorrealism", op., cit., pp. 273 ysiguientes. Estas ideas fueron profundizadas posteriormente por el mismo autor,como señalará más adelante. La necesidad de un estado hegemónico paraasegurar los public goods requeridos para el funcionamiento de un ordeninternacional es examinada críticamente en S. Gilí y D. Law, The GlobalPolitical Economy: Perspectives, Problems and Policies, The John Hopkins U. P.,1989, pp. 46 y ss y 76 y ss.

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el cual ocupa el lugar del "texto legible" de que hablabaBarthes, en lugar de un "texto escribible", o sea el de untexto o relato unívoco escrito por un autor racional "que sóloespera ser leído desde el punto de vista de un consumidorpasivo de su significado".60 Por contra-posición a esa visión,el postestructuralismo permite apreciar la historicidad de lasrelaciones internacionales, con su esencial pluralismo, como untexto inconcluso, integrado por múltiples relatos y escrito pormuchos autores, como "le téxte genérale", que. abarca todasesas historias, según Barthes.61 Se trata de un texto esencial-mente amplio, cambiante y ambiguo, que no es susceptible deuna sola lectura, porque se debe a una multiplicidad de autorespreocupados por una vasta pluralidad de temas y que escribendesde distintas perspectivas, y porque está siendo escrito denuevo en forma permanente. En el estudio de las relacionesinternacionales, ello da lugar una agenda sustancialmenteampliada, fluida e integrada, en el sentido de que no obedecea un esquema racional que determina cuales son los actores ytemas relevantes y cuales son los aspectos marginales quedeben descartarse, sino que permite incorporar al análisis todoproceso que realmente ocurre en el escenario internacional einterconectarlo con los otros. Esto implica, naturalmente, unaprofunda revisión de la jerarquía propuesta por los neorrealis-tas entre teoría y práctica, paradigma e historia, en eldominio de las relaciones internacionales.

La tendencia de la ciencia moderna -y del pensamientoestructural- apunta a subordinar la práctica a la teoría, lahistoria a un modelo, que define y delimita un determinadosector de la realidad, determinando lo que es relevante yposible y excluyendo lo que no lo es. Por eso la teoría socialmoderna se niega a ejercer una función hermenéutica, esproblem-solving, en el sentido de que contribuye a plantear,analizar y resolver un número de problemas definidos comorelevantes a la luz de un modelo previo, más que a identificarlos nuevos temas planteados por la evolución de la realidad

R. Ashley, "Living on Bordar Lines: Man, Poststructuralism, and War",en J. Der Derian y M. J. Schapiro, op., cit., p. 280.

61Ver R. Barthes, S/Z, Nueva York, Hill and Wang, 1974 y, sobre todo, suentrevista con J. Derrida en L, Finas et, al. Escartes: Quatre Essais á Proposde Jacques Derrida, Paris, Fayard, 1973.

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social o internacional: para ella no hay "nada que descifrar".62

Toda perspectiva postestructuralista o crítica tiende, por elcontrario, a reconocer la diversidad y- fluidez de los asuntossociales e internacionales y a "ampliar el rango de alternativasposibles enmascarado detrás del orden existente".63 Lasperspectivas postestructuralistas invierten la jerarquía entre lapráctica y la teoría, entre la historia y los modelos, privile-giando las primeras. Ellas hacen de la historia, la experienciay la práctica la fuerza central en la vida social e internacio-nal, controvertiendo o desestabilizando la legitimidad de unmodelo- racional y concluso que establece los límites de lo quees importante y posible en esos campos, e incorporandoaquellos elementos aportados por el cambio que se encontrabanen los márgenes de dicho modelo. En tal sentido, esta perspec-.tiva sigue una sensibilidad que privilegia lo particular, loefímero o fortuito, los procesos o eventos específicos y susagentes o autores y no el sistema en su conjunto, que loshechos particulares pueden iluminar mejor y en forma másflexible que un modelo global, sistémico y concluso. En elmismo sentido el postestructuralismo privilegia el caráctervoluntario, histórico y político de los procesos que constituyenla trama de la vida social e internacional en cada etapa encomparación a la importancia asignada a los conceptos genera-dos por los paradigmas racionales.

"La tarea de la teoría social postestructuralista no consisteen imponer una interpretación general, un modelo basadoen la soberanía del hombre racional, como guía de latransformación de la vida a escala- global. En contrastecon la teoría social moderna, el postestructuralismo descar-ta los grandes diseños, los fundamentos trascendentales, olos proyectos universales de la humanidad. Su tarea crítica,en lugar de eso, es exponer la historicidad -la arbitrarie-dad, el contenido político, y la dependencia con respecto ala práctica- de los límites que la teoría procura imponer ala historia, inscritos en los paradigmas basados en lasoberanía del hombre racional. Más aún, su tarea es llegar

Pedro Lastra, Noticias del Extranjero, México, Libros del Bicho, 1969.

63R. W. Cox, "Social Forces, States and World Orders: Beyond Interna-

tional Relations' Theory", en R. O. Keohane, Neorrealism and its Critics,

Columbia University Press, 1976, p. 268.

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a comprender las prácticas cognitivas mediante las cualesse imponen esos límites y se' inscriben en tales paradigmas,haciendo así posible la resistencia a esas prácticas, latransgresión de esos límites y, con dichas transgresiones,nuevas interconecciones culturales y nuevos modos de ver,interpretar y ser en términos políticos".64

El neorrealismo, sobre todo en su versión estructuralista,implica un esfuerzo por contener o delimitar la tendenciahacia la diversificación, la especificidad y el cambio, al cualconcibe como el dominio de la anarquía frente al orden osimplemente de la "guerra". Ese es el argumento de la obraoriginal de Kenneth Waltz, Man, the State and War.65 En esaobra el autor compara las teorías basadas en la "primeraimagen", que privilegia al hombre como la fuente de racionali-dad en la política internacional, con aquellas basadas en la"segunda imagen" que subrayan el -papel de la sociedad nacio-nal y del Estado, y con las que se basan en la "terceraimagen", cuya suposición es que la comunidad internacional esesencialmente anárquica y así abre paso a la competencia, al.conflicto y a la "guerra". En este argumento se supone que elhombre proporciona una presencia o identidad racional previa,la única capaz de poner orden a los asuntos humanos ysociales, más allá de lo cual se extiende el reino de la impre-visión, el conflicto y la anarquía. En medio de estos dosextremos está el Estado, instituido precisamente por loshombres. para poner el monopolio de la fuerza al servicio desus proyectos racionales, y para relegar todo lo que noencuadra dentro de esos paradigmas a una zona residualcaracterizada por la historicidad, la indeterminación y laanarquía, el "dominio recalcitrante de lo diferente, lo fragmen-tario y lo fortuito", que debe ser ignorado si no es posiblesujetarlo al dominio de un modelo racional con la ayuda delEstado. De esta manera la "tercera imagen" de Waltz es unaventana abierta hacia la nada, o hacia aquellos fenómenos alos cuales, por su falta de sujeción a una racionalidad paradig-mática, no se reconoce existencia o no se otorga status en lapolítica internacional, un "sistema internacional anárquico

65K. N. Walt?, Man, State and War: A Theoretical Analysis, New York,R. Aahley, "Living on Bordar Linea... ", op., cit., p, 284.

65K. N. Walt?, Man, StateGolumbia University Press, 1959.

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situado más allá de las fronteras de los distintos Estados":todo agente que no esté representado por un Estado nacional,todo comportamiento que no obedezca a la decisión de unEstado racional-unitario, todo asunto que no figure en unaagenda internacional estrechamente definida de conformidadcon ciertos moldes clásicos, toda influencia que no emane delos poderes o alianzas establecidos, o toda vía de comunicacióno representación que no transite por los canales diplomáticosformales. Un sistema en que es necesario mantener separacio-nes tajantes entre la política internacional y la políticadoméstica, entre la "alta" y la "baja" política exterior, entrelas relaciones formales e informales entre las distintas socie-dades nacionales, con el objeto de relegar las segundas partesde estas ecuaciones al dominio de lo marginal, de lo irrelevan-te y de lo anárquico. Categorías y separaciones que una visiónpostestructuralista de las relaciones internacionales tiende adesdibujar para que se aprecie mejor la historicidad de lasrelaciones internacionales, la pluralidad de situaciones queéstas presentan, su sujeción al cambio y la relevancia de lostemas emergentes.66

Un sistema que se concentró en las rivalidades políticas ymilitares surgidas a lo largo de la historia y descuidó lasrelaciones de competencia o cooperación en el plano económi-co, industrial y tecnológico, que tanto han contribuido adefinir las características de los distintos períodos y a deter-minar el auge -y decadencia de los protagonistas de cada unode ellos, como lo recordara una vez más recientemente ladifundida obra de Paul Kennedy.67 Stephen Gilí y David Lawen una obra citada anteriormente han comparado el determi-nismo implícito en el modelo reduccionista de Kenneth Waltz,al negarse a abrir la "caja negra" del Estado, al ignorar lainfluencia que sus características internas tienen sobre sucomportamiento internacional, y al considerarlo constreñidoúnicamente por la interacción con otros Estados, con la visiónmarxista según la cual la estructura del capitalismo globaldetermina en última instancia la naturaleza de los Estados, lasclases sociales y sus relaciones recíprocas. En ambos casos

fifi Las frases entre comillas están tomadas de R. Ashley, op,, cit., pp.

fi7° P. Kennedy, The Raise and Fall of the Great Powera, Nueva York,176-177.

67p

Vintage Books, 1987.

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los actores o agentes de la vida internacional son reducidos ala condición de portadores o ejecutores de rasgos o de leyessistémicas. "Por contraste con estas formas de determinismoestructural (sean Waltzianas o Althusserianas), el propósito deeste libro -señalan sus autores- apunta a desarrollar una formade análisis estructural que abra un espacio para el papel delas agencias, las acciones, la conciencia y la adopción deopciones. Incluso si presumimos que los actores están constre-ñidos por su ubicación estructural (como quiera que ésta seadefinida), en todo caso tomarán decisiones, generalmentedentro de un amplio margen de alternativas. En nuestroanálisis, la formación de las percepciones y espectativas deestos actores acerca del rango de alternativas disponibles y loscosto y beneficios de cada una de ellas es de gran impor-tancia. En último término e,l problema planteado por la distin-ción entre la estructura y los agentes de la vida internacionales un problema más práctico que teórico, es decir, un proble-ma que inherentemente supone una análisis histórico". Este esel fondo de la argumentación presentada por estos autorespara destacar la importancia de los factores económicos osimplemente no tradicionales en la política mundial. El recono-cimiento de la importancia de estos factores o, más biendicho, de su indisoluble entrelazamiento con los más tradicio-nales, de la existencia de un verdadero continuo entre unos yotros, constituye tal vez el principal potencial de la visiónpostmodernista de las relaciones internacionales.68

Resulta curioso que este potencial de apertura, de diferen-ciación y pluralismo que posee una perspectiva postmodernistade las relaciones internacionales, particularmente en lo querespecta a la incorporación de las variables socio-económicasanteriormente mencionadas, haya sido identificada por losbuscadores del último grito de la moda con el ensayo deFukuyama sobre el fin de la historia. Este publicista, lejos dedesestructurar o cuestionar siquiera las categorías de análisisheredadas del pasado que impiden apreciar la cambianterealidad internacional contemporánea, inscribe el modelo de lasgrandes democracias industriales en una monumental visiónpropagandística en que el triunfo del capitalismo liberal,conquistado sobre las ruinas de los proyectos nacionalistas,socialistas, tercer mundistas y otros, certificaría la muerte de

S. Gilí y D. Law, op., cit., pp. 21 y 22.

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las ideologías, garantizaría la perdurabilidad de ese modelo yclausuraría definitivamente la historia. Esa aseveración ignoraque la crisis y marginalización del tercer mundo primero, y elderrumbe y la transformación de los sistemas socialistasdespués, en último término fueron el producto de la profundatransformación de las sociedades democráticas e industrializa^das, de sus éxitos y de sus fracasos, y de sus sucesivasrectificaciones, en virtud de las cuales su infraestructuraeconómica, tecnológica y política, sus valores y sus formas deconvivencia social, han experimentado cambios tan profundosque han permitido, pensar en el surgimiento de una era post-rnoderna, y que ciertamente no han concluido todavía.69

Al respecto comparto más la opinión de uno de los mediosque acompañaron desde más cerca el desarrollo del capitalismomoderno, y no la de un representante de los recién llegados oconversos, cuyo fanatismo es conocido.70 "Aunque los informessobre la muerte del comunismo pueden ser exagerados, nadieduda de que el monstruo está muriendo. ¿Pero que pasa con elcapitalismo, ese hijo del siglo XVIII occidental, que parece aúnlleno de vida? Como el único sistema económico y social quehoy se nos ofrece su salud puede determinar el futuro denuestra civilización". Después de enumerar los logros delcapitalismo dicho análisis señala sus limitaciones. Ante todo, lainsuficiencia de la mano invisible • del mercado. "Crear lascondiciones macroeconómicas para un progreso materialsostenido es tarea de los gobiernos. Incluso a nivel de la firmaindividual algunos tipos de capitalismo funcionan mejor queotros. La calidad de la gestión importa; también la calidad delos equipos, la capacidad de innovación y las características dela propiedad, aunque con frecuencia esto último se ignore.Todos estos factores ayudan a explicar por qué en el capita-lismo el liderazgo cambia tanto: por qué el Japón llegó a

Francia Fukuyama, ex analista de la Rand Corporation y actualmenteSubdirector de Planificación de Política Exterior del Departamento de Estadode los Estados Unidos, publicó un artículo sobre este tema en The NationalInterest, verano de 1988. La crítica a la clausura de la historia en Fukuyama,aaí como una ampliación sustancial de las perspectivas abiertas por el post-estructuralismo en el análisis de relaciones internacionales, se incluirá en unaobra más extensa de próxima aparición sobre esta problemática.

70Ver The Economist, "Capitalism's Visible Hand", 19 de mayo 1990, dedonde están tomadas las citas que siguen.

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convertirse de un basurero nuclear en una meca manufactureraen sólo dos generaciones mientras que la Argentina pasó deser la quinta economía más rica del mundo en 1900 a lanúmero 36 hoy día". Pero el capitalismo presenta además una"mano visible" que produce graves externalidades específicas:una es el deterioro del medio ambiente y de los recursosnaturales; otra está representada por -los crecientes grupos deparias o intocables que generan las sociedades avanzadas; latercera se refiere al crecimiento del Estado y del gastopúblico, que en las siete mayores economías de la OECD pasódel 29% del PIB en 1960 al 39% hoy día, con el consiguienterecalentamiento económico y social inducido por las altas tasasde endeudamiento, interés, impuestos e inflación y con elsurgimiento de una sociedad corporativa compuesta por múlti-ples grupos de presión que compiten por los privilegios osubsidios del Estado, dando' lugar a una pugna distributiva quetermina por interrumpir el crecimiento de los países líderes.71

Hace casi veinte años Umberto Eco, un humanista sumer-gido a la vez en la prospectiva y en la historia, y no unfabricante de futuros mandados hacer por sus promotores,anticipó estas externalidades en forma más amplia e imagina-tiva al predecir que la crisis de la edad moderna conduciría aun nuevo medioevo. Entre los síntomas de esta tendencia, ylas analogías entre esas dos épocas, el autor señala la feudali-zación o fragmentación de la sociedad civil, la vietnamizaciónpolítica o comercial del territorio, el deterioro ecológico, elnomadismo o las migraciones, la insecuritas, el terrorismo y laviolencia, los vagantes o multitudes marginales, el arte como"bricolage" o creación espontánea y colectiva, y los monaste-rios, agrupaciones y corrientes espirituales liberadoras yprivadas. Una visión que difiere de las de Fukuyama en todoslos sentidos y que en muchos se parece más a los hechos querealmente presenciamos.72

71Sobre esta crítica lúcida, equidistante de la visión propagandísticamencionada más arriba, ver las obras de Mancur Olson, The Logic of CollectiveAction, Harvard University Press, 1965 y The Raise and Decline of Nations:Economic Growth, Taxation and Social Rigidities, Yale "Univiersity Press, 1982;Lester C. Thurow, The Zero-Sum Societv: Distribution and the Posibilities forEconomic Changes, Basic Books, 1980, y The Zero-Sum Solution, Simón andSchuster, 1985; y Paul Kennedy, The Raise and Fall of the Great Powers, op.,cit., 1987.

72Ver U. Eco, II Medioevo Prossimo Futuro y, con otros autores, Docu-menti su il Nuovo Medioevo, Milán, Ed. Valentino Bionpianti, 1973.

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Y más recientemente un grupo de empresarios, que supues-tamente están más interesados en vender esa profecía, rechazóla tesis del fin de la historia de Francis Fukuyama. "Lo queha terminado es una fase de la historia pero comienza otra. Yla que ahora empieza es precisamente una en que el símboloes el management". Se trataría de una época en que cobraránprimacía los acontecimientos humanos. En que se podráconjugar técnica y humanismo, cultura y eficiencia, los logroseconómicos y la realización humana. Para ellos captar ese"humanismo empresarial significa comprender el mundo en quevivimos. La época que ahora concluye es la era industrial omoderna y la que comienza es otra postindustrial o postmo-derna: un regreso a ese mundo de la vida corriente que hastaahora había quedado sumergido. El mundo de lo radicalmentehumano, de la solidaridad primaria, el cañamazo de las relacio-nes vitales. Allí donde el hombre es sólo hombre, no mercan-cía ni subdito, no objeto de compra-venta ni de reglamenta-ción, el lugar de lo insustituible y lo entrañable" que es de laesencia del sujeto como creador libre de la historia.73

El proceso de desconstrucción de categorías anticuadaspropiciado por la epistemología del postmodernismo tiende,contrariamente a las visiones apologéticas y escatológicas comolas de Fukuyama, a rescatar el fundamento humano y aenfatizar la historicidad de los asuntos internacionales, aampliar su agenda y a subrayar la diversidad de actores,problemas y elementos que intervienen en dicho escenario.

"Emergen en él nuevos centros de poder mundial. ElEstado asume un número cada vez mayor de compromisoscuya satisfacción, en muchos casos, depende de susrelaciones internas. Se crecienta la inter-penetraciónentre las diversas sociedades nacionales. La agendainternacional se vuelve menos jerarquizada y máscompleja. El Estado deja de monopolizar el manejo delas relaciones internas y nuevos agentes comienzan aponer en juego recursos de poder no tradicionales,actuando en una variedad de arenas mucho más numero-sas, cambiantes y entrelazadas que antes. Estos elemen-

73Tomado de la ponencia de Alejandro Llano, Vicepresidente del SeminarioPermanente sobre Empresa y Humanismo, de España, según El Mercurio, 17 dejunio de 1990.

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tos permiten reconstruir la estructura y el funciona-miento de numerosos "ámbitos", "juegos" o "circuitos",que operan en torno a la agenda, los agentes, losrecursos y las arenas señaladas más arriba, y quevinculan de múltiples maneras a las distintas sociedadesnacionales en función de intereses específicos. Desdeesta perspectiva, sería posible posturar el surgimiento deámbitos transnacionalizados en el campo energético,alimentario, industrial, tecnológico, financiero, estraté-gico, ideológico y cultural dotados de un consideradolibrado de especificidad propia".74

Esta tendencia hacia la fragmentación de la políticamundial, la diversificación de la agenda internacional y laincorporación a ella de numerosos temas dotados de unagravitación propia, que antes no formaban parte de la "altapolítica", implican el fin del mundo jerarquizado de Estadosmonolíticos exclusivamente ocupados de garantizar su seguridadmediante la acumulación y el uso de recursos de poder quedefendió la teoría clásica.

La política internacional después del muro

"Entre todos los lugares, fue en el dividido Berlín de unaAlemania dividida, dentro de una Europa igualmente dividida,donde comenzó la guerra fría y la contienda entre el Este yel Oeste. Cautelosamente en Polonia y en Hungría, y despuésen forma jubilosa en Europa del Este (en Checoslovaquia,Bulgaria y Rumania), el poder del pueblo ha reemplazado al delos comunistas y ha conquistado victorias memorables, entrelas cuales ciertamente no es pequeña la ruptura del muro deBerlín, ese temido símbolo de la división de Europa. Si larevolución europea de 1989 continua su marcha pacífica,reformará algo más que el derruido edificio comunista de laEuropa del Este, hasta transformar toda la estructura deEuropa (y del mundo) en la postguerra".75 La ruptura del

L, Tomassini (editor). Transnacionalización Y Desarrollo Nacional enAmérica Latina, Buenos Aires, GEL, 1984, p. 27.

75"Beyond the Wall", The Economist, 18 de noviembre de 1989 (las frasesentre paréntesis son mías).

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muro de Berlín simboliza el final de la guerra fría. Pero ésteentraña a su vez la disolución del "principio ordenador" quepresidió la estructura internacional de la postguerra,76 lo cualrevela un realineamiento de los principales actores que confi-guraron aquella estructura y protagonizaron el juego de lasrelaciones internacionales dentro de ella, realineamiento queno se debió a un cambio en la distribución de los recursos depoder entre dichos actores, como supone la teoría clásica,sino a la emergencia de otros factores a los que ésta noasignó suficiente peso en la política internacional.

"Durante más de cuarenta años la política exterior delos Estados Unidos ha estado dominada por su conflictocon la Unión Soviética -señala un influyente analista deestos temas-. La estrategia de contención diseñada porGeorge F. Kennan en 1946-1947 y aplicada por todaslas administraciones norteamericanas desde entonces, deuna manera que muchas veces hubieran disgustado aKennan, puede no haber representado un marco adecuadotodo el tiempo. La Unión Soviética encontró en ocasio-nes la manera de traspasar las barreras que trataron deconstruir los Estados Unidos alrededor del imperiosoviético mediante alianzas y bases militares. Más aún,la política de contención no fue capaz de suministraruna guía clara para abordar un conjunto de conflictosregionales o internacionales que surgieron durante eseperíodo, especialmente en el mundo en desarrollo. Sinembargo, la contención probó ser un concepto extraor-dinariamente persistente. Fue suficientemente flexiblepara inspirar políticas tan diversas como la estrategiaoriginal de confrontación y construcción de alianzas, lapolítica de la detente de comienzos de los años 1970, yalgunos intentos ocasionales para hacer retroceder lasposiciones soviéticas, incluyendo la doctrina Reagan. Losportentosos cambios de los últimos tres años han hechomás que ninguna otra tendencia o evento desde 1947para privar a la política exterior de los Estados Unidosde su abrumador fundamento. A pesar de la defecciónde China, Moscú continuó siendo el centro de un

7fiPara usar el concepto empleado por K. Waltí, Theory of InternationalRelations, op., cit., especialmente en el capítulo V-

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poderoso imperio. Hoy día ese imperio está en profundasdificultades, China parece el más represivo y cruel delos dos gigantes comunistas-, y Mijail Gorbachov haavanzado asombrosamente hacia el cumplimiento de laprofecía de Gyorgy Arbatov, el'Director del Instituto deAsuntos Norteamericanos y Canadienses de Moscú, quiénpredijo que el nuevo liderazgo soviético privaría a losEstados Unidos de su principal enemigo".77

Conviene invocar por último otro testimonio proveniente deuna fuente muy autorizada. "El período de postguerra entró encolapso en 1989. Al iniciarse ese año, las relaciones entre lospaíses eran esencialmente similares a lo que habían sidodurante los cuarenta años anteriores: una Europa dividida, unaUnión Soviética que mantenía un imperio en la Europa delEste por medio de la fuerza, y unos Estados Unidos quehabían asumido las responsabilidades de un super podervis-á-vis sus aliados en la OTAN y en Asia. Al final de eseaño los países de Europa del Este parecían haberse liberado dela presión de la doctrina Breszhnev (aunque las tropas soviéti-cas aún permanecían allí). Los gobiernos comunistas estableci-dos en ellos y mantenidos por la fuerza se habían derrumbado.La división de Europa había sido simbólicamente superada porel colapso del muro de Berlín y, literalmente, por la progre-siva apertura de las fronteras de Hungría y Checoslovaquiacon Austria y de Polonia y Alemania del Este con AlemaniaOccidental. Entre tanto, la declinación relativa del poderíoeconómico de los Estados Unidos, la creciente presión de susdéficit comerciales y fiscales, y la aparente atenuación de laamenaza militar soviética, habían determinado que las respon-sabilidades de los Estados Unidos como super potencia y sugasto militar para la defensa de Europa parecieran menosnecesarios y más difíciles de justificar o financiar. La guerrafría se encuentra superada, o casi. La era de postguerra haterminado, absolutamente. Las estructuras a través ' de lascuales los asuntos internacionales se han manejado durante losúltimos cuarenta años han sido sacudidas hasta sus cimientos.Ha llegado una época de reconstrucción".78

77Stanley Hoffmann, "What Should We Do in the World?", en The AtlanticMonthly, octubre de 1989, pp. 84 y 85.

7RJane J. Kirkpatrick, "Beyond the Cold War", en Foreign Affairs, Americaand the World, 1989-90, pp. 1 y 2.

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Pero el fin de la guerra fría y del mundo de postguerra nose generaron por casualidad o por desgaste, y ni siquiera comoconsecuencia de políticas, negociaciones o procesos quetuvieran directamente que ver con el conflicto Este-Oeste,sino como consecuencia de importantísimos procesos paralelos,que condujeron indirectamente a ese resultado, entre loscuales se cuenta la gradual declinación del poderío de losEstados Unidos frente a sus socios y aliados, las reformas alinterior de la Unión Soviética y el proceso de democratizaciónen los países de Europa del Este, el programa tendiente alperfeccionamiento de la integración económica y política deEuropa Occidental, y la incontenible tendencia hacia launificación de las dos Alemanias. Probablemente entre estosprocesos el que ha tenido un mayor impacto causal en lasdemás transformaciones señaladas es la evolución, logros ycrisis de las grandes democracias industriales a través delefecto de demostración que este proceso tuvo en los países deleje destruidos por la guerra, en un comienzo, y en los de laesfera socialista, finalmente, pasando por su impacto sobre eltercer mundo entre los años 60 y 80. El hecho de que eseimpacto no está ligado al triunfo de un sistema capitalistaidealizado y convertido en un paradigma definitivo construidosobre las ruinas de todos los modelos opcionales, que cancelala historia, sino más bien a su transformación, crisis y alter-nativas, ya fue planteado anteriormente al comentar la difun-dida propuesta apologética de Francis Fukuyama.79

Las referencias anteriores, tomadas respectivamente de unainfluyente publicación periódica, de uno de los más agudosentre los analistas clásicos de las relaciones internacionales yde una de las personas que ha tenido un rol más activo en lapolítica global norteamericana en los últimos diez años, tienenpor objeto introducirnos a los cambios que ha ocurrido en elmundo real de la política internacional durante ese período ycalibrar su importancia, apelando al criterio de observadoresextremadamente autorizados, a fin de ilustrar en qué medida lacomprensión de estas nuevas realidades exigen nuevos mapascognitivos. Estas nuevas realidades incluyen una sustancialatenuación del conflicto Este-Oeste y, por ende, de la gravita-

Ver F. Fukuyama, op.,cit. y las obras de M. Olson, L. Brown y P.Kennedy, también citadas, como exponentes de una crítica interna al desarrollode las democracias industriales.

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ción de los problema estratégicos mundiales, de la presenciamilitar de las grandes potencias y del gasto global en arma-mentos; profundas transformaciones al interior de los princi-pales polos de la política mundial y, por lo tanto, en susrelaciones recíprocas, como en el caso de los Estados Unidos,de la Comunidad Europea, de la Unión Soviética y su antiguaesfera de influencia, en el Japón, su papel global y su campode irradiación asiática, e incluso en la posición del TercerMundo; la consolidación de un sistema internacional másfragmentado, fluido e interdependiente, integrado por unapluralidad de temas, actores y ámbitos de interacción muchomás numerosos y profundamente diferentes de aquellos quedominaron el escenario internacional en el pasado y, sobretodo, el ascenso a una posición protagónica de un conjuntode factores económicos, tecnológicos, intelectuales, sociales osimplemente humanos que prácticamente no habían sidoconsiderados por la teoría clásica como otros tantos factoresde poder.80

Lo que interesa desde el punto de vista de la cuestiónplanteada en este ensayo -la insuficiencia de la escuelarealista o neorrealista para explicar la realidad internacionalcontemporánea o mutatis mutandi la necesidad de nuevosmapas cognitivos para comprenderla- es darse cuenta de quelos cuatro niveles propuestos más arriba han tenido unaimportancia no solamente explicativa sino aún causal diame-tralmente opuesta a la que le asignaría la escuela clásica.

80Esta sección final de un ensayo esencialmente teórico no pretende

resumir acuciosamente los principales cambios ocurridos en el mundo real de la

política internacional que explican la necesidad de contar con nuevos mapas

cognitivos, sino solamente ilustrar la existencia de esos cambios, los que serán

abordados en forma más precisa en una obra más extensa, de próxima apari-

ción, a que se hacía referencia más arriba. Un importante análisis de los

cambios ocurridos en el escenario internacional, principalmente en los grandes

centros de poder mundial, efectuada desde una perspectiva latinoamericana, se

encuentra en C. Portales, (editor), Un Mundo en Transición y América Latina,

Buenos Aires, GEL, 1989, que constituyó el informe anual del RIAL correspon-

diente a ese período. Para un resumen, ver L. Tomassini, Teoría y Práctica de

la Política Internacional, op., cit., 1989, Capítulo I. Otra visión de conjunto,

que sintetiza los resultados de algunos de los trabajos organizados por el RIAL,

está contenida en la revista Pensamiento Iberoamericano, número 13, enero-ju-

nío de 1988, edición preparada conjuntamente por el ICI, la CEP AL y el RIAL.

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Estos niveles consistían, en primer lugar, en el conflicto depoder Este-Oeste; segundo, en la posición relativa de losgrandes centros de poder mundial; tercero, en el surgimientode un mundo más fragmentado e interdependiente que tiende,si no a diluir, por los menos a restringir la capacidad de esasgrandes potencias al involucrarlas en un creciente número dejuegos internacionales de inciertos resultados y, por último, enel paso a primera fila de un conjunto de factores humanos queanteriormente no había sido considerado dentro del repertorioclásico de los recursos de poder. Ningún estudioso de lasrelaciones internacionales podría dejar de percibir la jerarqui-zación que la escuela clásica habría establecido entre esoscuatro planos, y tampoco dejar de reconocer la jerarquía quede hecho .se estableció entre ellos en el mundo de postguerra,ya sea clasificando temáticamente los volúmenes que ocupanlas bibliotecas dedicadas a esta disciplina o contabilizando laspolíticas y acciones emprendidas por los Estados bajo lainspiración de esa doctrina. Sin embargo, desde un punto devista pos.testructuralista, más pluralista y más abierto, lagravitación o influencia relativa de esos cuatro planos escompletamente inversa: los factores fragmentarios, fortuitos ode base que han emergido tan poderosamente en la políticainternacional han determinado el surgimiento de un mundo másfluido e interdependiente, lo que a su vez ha dado origen a unrealineamiento de fuerzas entre las grandes potencias, reali-neamiento que.afectó profundamente el conflicto EsteOeste, ypuso fin tanto a la guerra fría como al mundo de postguerra,final simbolizado por la apertura del muro de Berlín.

"La teoría tradicional de las relaciones internacionales. que los profesores han enseñado a sus estudiantes, y :

que los estadistas han puesto en práctica, trata lapolítica internacional como si fuera un juego exclusiva-mente estratégico y diplomático entre los Estados comoel que se jugaba en los tiempos de Tucídides o en elsiglo XVIII. Pero la realidad fundamental del períodoposterior -a 1945 es que los Estados interactúan en dosarenas diferentes. La primera es la arena estratégica ydiplomática tradicional, en donde no existe .un amplioconsenso internacional, y en la cual el poder tiende aser utilizado en la forma en que siempre lo ha sido, esdecir, como una confrontación en que las ganancias deuno implican necesariamente pérdidas para otros. La

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segunda es la arena económica, en que se desarrolla unagran variedad de juegos -sobre comercio, finanzas,energía, materias primas, el medio ambiente, (tecnología,narcotráfico, migraciones) y otros temas- y en que lamayoría de los países, pero no todos ellos al mismotiempo, están estrechamente vinculados; en estos ámbitosdichos países son interdependientes, en el sentido deque incluso los más poderosos y menos vulnerables estánafectados por lo que ocurre en algunos de esos jue-gos".81

Naturalmente, este segundo plano descubierto por Hoffmannenvuelve mucho más que los intereses económicos, expresiónque desde un punto de vista postestructuralista es empleadapor ese autor en forma simbólica para indicar todo un conjun-to de factores no vinculados con el interés nacional de losEstados, definido desde una visión tradicional, con la "alta"política internacional, o con la política del poder y la seguri-dad en torno a los cuales pretendió girar durante tanto tiempola política mundial.

Parecería apropiado avalar esta afirmación, y concluir estasección puramente ilustrativa de cómo los acontecimientosmundiales más recientes no pueden ser explicados ni encuen-tran lugar dentro de la teoría clásica y, por lo tanto, para sercomprendidos necesitan nuevos mapas cognitivos, con unareferencia a los sucesos que probablemente más han conmovidoal mundo desde 1947 o 1917: el inicio y el-arduo, porfiado ysorprendente avance de la Perestroika, los súbitos movimientosde democratización en la Europa del Este, y el comienzo de ladesintegración del imperio soviético .y de la reunificación delas dos Alemanias. Y conviene poner este, ejemplo porque en labreve exposición precedente estos eventos estelares fueroninterpretados, en forma más o menos explícita o implícita, nocomo acontecimientos sorpresivos y autónomos sino comoconsecuencia de las transformaciones de largo plazo registra-das en los grandes centros del poder mundial, en su basesocial, tecnológica y cultural, y en el plano de sus relacionesrecíprocas, así como también de la irradiación de esas trans-formaciones hacia sociedades o segmentos situados en las

81Stanley Hoffmann, "What Should We Do in the World?", op., cit., p. 86.La frase entre paréntesis es mía.

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fronteras, el margen o la periferia de la política mundial (alos cuales debe prestarse especial atención dentro de unavisión postmodernista). Una confirmación más del corolario aque conduce el análisis postestructuralista, que tiende a negarla aguda diferenciación entre la "alta" y "baja" políticainternacional así como también entre la política doméstica y lapolítica mundial, establecida por la escuela clásica.

Y se justifica también concluir con este ejemplo pues, asícomo estos cambios estelares son la consecuencia de factoresmás profundos y de más largo plazo, son a su vez parte yserán causa de ajustes estructurales más amplios en el sistemainternacional contemporáneo, ajustes que afectan no sólo a la"base" del sistema, que es lo que en este ensayo se consideralo más importante, sino también a sus coordenadas clásicas: ladisolución del imperio soviético, y la atenuación de la líneadura de su principal adversario, incluyendo su rol de potenciahegemónica; el consiguiente debilitamiento o término de laguerra fría; el posible renacimiento de una Europa unida,basada en el nuevo anhelo soviético de contribuir a la cons-trucción de una "casa común europea", y en la inexorableperspectiva de una reunificación alemana; el inevitable decliniode la posición de los Estados Unidos en Europa, el escenarioinicial desde el cual este gran país se vio obligado a asumirun papel global después de la segunda guerra mundial, y sutrinchera natural dentro de una política de contención alexpansionismo .soviético; y la revisión, en fin, de la posiciónrelativa de los demás actores, grandes y pequeños, de lapolítica internacional, como el Japón y su creciente esfera deinfluencia en el ámbito global y regional; los países de desa-rrollo intermedio o en reciente pero acelerado proceso deindustrialización (los NIC's), o el Tercer Mundo en general,como resultado, por una parte, de la creciente concentracióndel dinamismo internacional en los grandes países industriali-zados y, por la otra, de la intensa transferencia de intereses,vinculaciones y recursos hacia el nuevo polo de atenciónmundial -Europa del Este- constituido por el deshielo delimperio soviético y el resurgimiento de una gran Europa aque estos eventos estelares están dando lugar.

En relación con uno de los postulados centrales de lavisión postestructuralista, en el sentido de que las principalesfuentes de la política internacional no están situadas en lacúpula Estado-céntrica del sistema, actuando como ejecutora ygarante del desarrollo de un paradigma racional en la historia,

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sino en la cambiante y pluralista corriente de inspiraciones,acontecimientos y decisiones que brota de la base, un histo-riador inglés comparaba recientemente este último procesocon la revolución francesa y las revoluciones europeas de 1848.La comparación es valedera en dos sentidos: no sólo en elsentido de que esos movimientos se originaron en la base-sobre todo en el caso de la revolución francesa en la medidaen que ésta iba sobrepasando etapas- sino también, y muyespecialmente, en el de que ellos representaron una revueltatriunfante de los elementos de transformación de la sociedad yde las ideas contra los poderes establecidos. "La historiainterna de estas revoluciones es la de un conjunto de ideascuya hora había llegado y la de otras cuya hora había pasado".Lo sorprendente es que las verdaderas fuentes de los cambiosrecientes, hasta hace muy poco tiempo inconcebibles, fueronorganizaciones de base no reconocidas por los sistemas políti-cos vigentes, como el movimiento sindical de Solidaridad enPolonia, los agentes que promovieron la renovación económicaen Hungría, las visitas del Papa a su país natal y su encuen-tro reciente con el líder soviético, o la labor de intelectualescomo el dramaturgo Havel en Checoslovaquia, el editor católicoMazowiecki o el pintor Bohley en Berlín, los filósofos Milkos-tamas y Hanoskis en Budapest, o el profesor Román y el poetaDinescu en Bucarest. Las multitudes reunidas en la PlazaWenceslao avivaban a los estudiantes, los intelectuales y losactores, y la inspiración sociológica y cultural de los candida-tos, partidos y foros alternativos de los países de Europa delEste (el Nuevo Foro, el Foro Democrático, el Foro Cívico)eran intelectualmente comparables a la del Parlamento deFrankfurt o a la del Congreso Eslavo de Praga en 1948.82

"El hombre no es Dios. Si aspira a su trono serácruelmente castigado. Ha abolido el horizonte infinitocon el que se relacionaba y ha rechazado su experienciapersonal del mundo, ha relegado tanto su concienciasicológica como su conciencia moral al fuero de suintimidad, como valores puramente privados que noconciernen a nadie. Se ha sustraído su responsabilidad

82Ver el análisis del historiador inglés Timothy G. Ash, ganador del

Premio Europeo del Ensayo 1989 titulado "Europa Central: el Año de la Ver-

dad", y reproducido en El Mercurio, Santiago, 8 de abril de 1990.

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calificándola de ilusión de la subjetividad, y todo eso loha sustituido por lo que hoy parece la ilusión máspeligrosa, la ilusión de una objetividad separada de lahumanidad concreta, la hipótesis de que es posible unacomprensión racional del universo, la visión abstracta deuna pretendida necesidad histórica... El sistema, laideología y el aparato han expropiado a gobernantes ygobernados. Han despojado a los hombres de su concien- 'cia, de su comprensión y de su lenguaje'natural y, enconsecuencia, de su humanidad concreta, transformándo-los.en conjuntos estadísticos de directores, de producto-res, de consumidores, de enfermos, de turistas o demilitares"83

Resulta útil un comentario adicional que ilustra muy bienuna de las alternativas deliberadamente no resueltas o abiertasdentro de una visión postestructuralista de las relacionesinternacionales: el papel de los grandes proyectos o paradigmas'vis-á-vis el de las personalidades, eventos o situacionesconcretas en la vida internacional. Dentro de un mismo númerode Foreign Affairs una autora sostiene que los cambiosdesatados en Europa' del Este se deben exclusivamente a lainiciativa de una sola persona, y que "contrariando las leyeshistóricas, la Unión Soviética fue fundada sobre la decisión deun hombre individual, y está siendo reestructurada por ladecisión de otro", mientras que otro colaborador destaca lastendencias y situaciones globales que hicieron necesarioemprender esas reformas declarando que "por ello Gorbachovno fue un fortuito deus ex machina"?* Una demostración másde que en las ciencias sociales, y muy particularmente en elestudio de las relaciones internacionales, las explicacionesexcesivamente racionales, dicotómicas o reduccionistas propiasdel pensamiento logocéntrico moderno son insuficientes, y deque es necesario desarrollar perspectivas epistemológicas que

8 Tomados del discurso de V^aclav Havel con ocasión de la recepción deltitulo de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad de Tblouse leMirail.

84Opiniones de J. Kirkpatrick, "Beyond the Cold War", op., cit., y de N.Howard, "The Springtime oí Nations", respectivamente, en Foreign Affairs.America and the World 1989-1990, pp. 3 y 19.

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permitan explicar una variedad de situaciones, comprender elcambio y conciliar contradicciones.

La cuestión relativa al papel del liderazgo frente a lascircunstancias en la historia, y particularmente en las relacio-nes internacionales, va asociado a la percepción del heroísmo,los proyectos mesiánicos y las grandes utopías desde unaperspectiva postmoderna. "Cuando se plantea la cuestión delsentido de la ética en una sociedad pluralista parece entender-se que entre las convicciones y las libertades existe una ciertaincompatibilidad. Dicho de otra manera: sociedad abierta yheroismo son dos enemigos irreconciliables. Este es el casocuando por heroísmo se entiende aquella resolución extraordi-naria que la vida exige en contadas ocasiones, un pathosrayano en el fanatismo, .o las tragedias de las que afortunada-mente nos protege la civilización contemporánea".85 En laprimera sección señalábamos que el cuestionamiento de lavisión racionalista de la modernidad es particularmenteimportante dentro de América Latina. Las restricciones im-puestas por el carácter sintético y preliminar de estas re-flexiones, frente a un tema tan vasto como es el del cuestio-namiento de la teoría social y de las visiones de las relacionesinternacionales de carácter convencional desde una perspectivapostmoderna, excluyen la posibilidad de ahondar la pertinaciade este cuestionamiento para la realidad latinoamericana. Sinembargo, en los últimos años se han generado numerososaportes al respecto. "¿Desde dónde nos toca reflexionar a loslatinoamericanos sobre esta crisis de la modernidad y lasofertas postmodernas?; ¿cómo participamos en esa discusión ycómo nos afecta?; ¿cómo planteamos nosotros (si podemos)nuestras propias preguntas y respuestas?".86 Según uno de losautores de la obra de cuya introducción proviene esta cita,entre las propuestas o percepciones que intentan buscar salidasa la crisis del paradigma de la modernización en AméricaLatina cabría mencionar la revalorización de la democracia,tanto por su valor intrínseco como porque constituye el marcoindispensable para conjugar dinámicamente la pluralidad de

QC

. D. Innerarity, "La Nueva Tarea del Héroe", El Mercurio, 24 deseptiembre de 1989.

Tomado de la introducción a la interesante recopilación de S. Calderóna Imágenes Desconocidas: La modernidad en la Encrucijada Postmoderna, BuenosAires, FLACSO, 1Ú89.

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intereses y demandas sociales que han emergido en nuestrospaíses; la reorientación de la planificación para adecuarla apercepciones más acordes con los nuevos escenarios de crisis,complejidad y cambio social, relativizando los paradigmasmecanicistas del pasado y trabajando con niveles crecientes deindeterminación respectó del futuro, metas abiertas, mayoresgrados de incertidumbre, interacciones múltiples y nuevasformas de coordinación entre los diversos agentes e iniciativassociales; la revalorización de los movimientos sociales porsobre los partidos políticos en cuanto actores protagónicos enla rearticulación entre la sociedad civil y el Estado, y laconsiguiente emergencia de nuevos movimientos sociales,organizaciones de base o iniciativas populares, a lo cual debeagregarse el énfasis en los aspectos culturales del desarrollo yla confianza en la creatividad a nivel de base.87

Entre los signos recientes del abandono de los grandesmitos del pasado y de la búsqueda de un mayor pragmatismo,moderación y pluralismo en América Latina cabe señalar eldebilitamiento de las imágenes vinculadas con el sistemainteramericano, la integración latinoamericana o el diálogoNorte-Sur, y su reemplazo por soluciones nacionales o localesy por una mayor fragmentación del escenario regional; elretorno a la democracia en los países sudamericanos que hastahace poco vivieron bajo regímenes autoritarios; elreconocimiento de la importancia de recuperar y mantener losequilibrios macroeconómicos en Bolivia, Chile, México y otrospaíses de la región en los últimos años; la revalorización de laestabilidad y de la convergencia, tanto en el planq políticocomo en el económico, frente a la tradicional preferencia porlos grandes proyectos de ingeniería social, el enfrentamientoideológico o las soluciones unidireccionales e inclusorevolucionarias; la importancia asignada a los organismos queintegran la sociedad civil, el sector informal y las iniciativasde dimensiones pequeñas o medianas; el énfasis de los últimosestudios de la CEP AL en la transformación productiva y elcambio tecnológico, en reemplazo de los temas que hasta ahorahabían dominado el análisis de las relaciones Norte-Sur, y su

87Síntesis casi textual de una parte del trabajo de M. Hopenhayrn, El

Debate Postmoderno y la Dimensión Cultural del Desarrollo, en Imágenes

Desconocidas, op., cit,, pp. 66 y 67.

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acogida por parte de sus gobiernos miembros;88 el carácterpolítico y económicamente atípico del liderazgo ejercido en laactualidad por los presidentes de Argentina y Brasil, y elhecho de que la última contienda electoral en el Perú se hayaresuelto entre un escritor y un profesor universitario deespaldas a los liderazgos políticos tradicionales, y el triunfo-contra un horizonte no exento de nubes- de Violeta Chamorroen Nicaragua, junto a otros cuyo enunciado podríamultiplicarse si no fuera por los límites impuestos a esteensayo.

Un fenómeno que por su heroico anacronismo sirve parasubrayar por contraste esta tendencia es el de Cuba. Parajustificar el aislamiento en que quedó la isla después de latransformación del socialismo en el resto del mundo FidelCastro, en sus últimos discursos, ha reivindicado el sentidoheroico de la política. "Algunos tontuelos se han llenado laboca de basura -no voy a decir de aire- para declarar que yapasó la etapa heroica... La bandera del heroísmo es nuestraarma. ¡Eso es lo que hace temblar a todo el mundo!". Paraaislarse de los cambios, las demandas y las voces generadas enla base el dirigente cubano trata de restaurar la magia de losgrandes proyectos del pasado. "El líder fracasado -señalarecientemente un analista- apela a las grandes ideas, a laconfusión entre retórica y política, y al sentimiento religioso.Mientras más arrinconado está más mesiánico se vuelve. Deesta forma han nacido los grandes credos espirituales y deesta forma, también, se hunden las doctrinas sociales extre-mistas. Lo que sirve para fortalecer el alma no ayuda alelemental deber de alimentar al pueblo. Concebir el gobiernocivil como una batalla heroica, como una misión redentora,suena bien pero termina mal".89

Y generalizando más este sentimiento, desde ese punto deobservación equidistante de los grandes proyectos petrolerosde los últimos decenios y de la alucinante irrupción delterrorismo y el narcotráfico en la política mundial, un colum-nista venezolano da la bienvenida al advenimiento de una

Ver CEP AL, Transformación Productiva con Equidad, documento presen-tado al XXIII Periodo de Sesiones de la Comisión en Caracas, Venezuela, enmayo de 1990,

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H. Balic, "Fidel: El Sentido Heroico de la Política", Santiago, Mundo,mayo de 1990.

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época mediocre. "Hay signos que parecen indicar que lahumanidad se encamina poco a poco hacia una etapa depacífica mediocridad, en cierto modo, de reposo. Ya la genteno quiere ni gobernantes geniales, audaces caudillos llenos deimaginación, ni soñadores apresurados. Lo que desea es que ladejen en paz. Todo las encuestas hechas entre los jóvenes enpaíses desarrollados muestran su indiferencia ante las ideolo-gías, los partidos, las grandes empresas de la misión humana,el sacrificio de la vida en aras de una trascendente concepcióndel mundo. Aunque sea paradójico, incluso los habitantes delos países del tercer mundo, tan lejanos de las más mínimassatisfacciones, están demostrando-también el deseo de caminaren paz y de ir resolviendo los problemas que los agobian sintener que recurrir al derramamiento de sangre y de lágrimasque ha caracterizado su lucha por avanzar y . que, por lodemás, tan inútil ha sido".90 Contrapunto entre heroísmo ymediocridad, entre los grandes relatos y las circunstanciasfortuitas y fragmentarias de la vida, entre los proyectosuniversales y la aceptación del pluralismo. Este es el contra-punto que enmarca la evolución actual de las relacionesinternacionales.

P. Berroeta, "Los Felices Tiempos Mediocres", en El Nacional, Caracas,6 de mayo de 1990.

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