Engánchate a la independencia financiera a la... · el dinero para que lo aproveches a tu favor....

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Engánchate a la independencia financiera

© 2017 Luis C. Álvarez

Todos los derechos reservados.

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A Ester y Diego, lo mejor que me ha pasado.

A mis padres y abuelos, por haber estado siempre ahí.

A todos ellos, por saber y querer entenderme, que no es fácil…

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Índice

Capítulo 1. ¿Por qué la independencia financera? ............................ 4

Mi padre ................................................................................................ 4

Mi madre ............................................................................................... 5

Mi abuela ............................................................................................... 6

El dinero y el trabajo ............................................................................ 7

¿Para qué necesitamos el dinero? ........................................................ 8

No es imposible, sólo es difícil ............................................................. 9

Capítulo 2. ¿Es posible la independencia financiara?..................... 11

Capítulo 3. Los enemigos de la independencia financiera ............. 13

No renuncio a nada ............................................................................. 14

Gasto más de lo que gano ................................................................... 15

No ahorro ............................................................................................ 16

No invierto .......................................................................................... 17

Capítulo 4. ¿Cómo alcanzar la independencia financiera? ............ 18

Ahorrar ................................................................................................ 18

Reducir los gastos ........................................................................... 18

Incrementar los ingresos ................................................................ 21

Construir un plan alternativo ............................................................. 22

Invertir ................................................................................................ 25

Capítulo 5. Conclusiones .................................................................... 27

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Capítulo 1. ¿Por qué la

independencia financera?

Esta es una historia de sentido común. No esperes encontrar un gran

descubrimiento en estas líneas. No lo encontrarás.

Tampoco será un texto técnico ni te explicaré cómo escoger buenas

inversiones. Sólo de pensarlo me aburro. Y peor aún, igual te aburriría a ti.

Este es un libro para ayudar a la gente. Mi idea es que interiorices dos o

tres ideas muy sencillas y que las apliques el resto de tu vida.

Es más, si eres lector de los cazadividendos no creo que aprendas nada

nuevo. Todo lo que explicaré aquí ha aparecido mil veces en el blog.

Pero, aun así, creo que vale la pena que lo leas. Lo he escrito con la idea

de convencer al escéptico, pensando en cómo convencería a mi madre, a

mi mujer o a mi hijo de que este es el camino correcto.

Si cuando acabes de leerlo crees que el libro cumple este objetivo,

siéntete libre de regalárselo a quien quieras. Esa es la idea precisamente.

Este es un libro escrito para personas normales, sin conocimientos de

inversión o finanzas. Los conceptos que en él aparecen son muy sencillos.

Muchos provienen de mis padres y de mi abuela, tres personas que me

han marcado profundamente y que me transmitieron, sin saberlo, muchas

de mis ideas sobre el dinero.

Mi padre

De él heredé una curiosidad casi enfermiza y una serie de lemas que

resuenan en mi cabeza a diario. Uno de los mejores, por lo simple y

contundente a partes iguales, es “mientras haya burros, viven bien los

listos”. O dicho de otra manera, el sistema (sea el sistema que sea) es de

los que lo entienden y se preocupan de utilizarlo de la manera más

beneficiosa para ellos, mientras que la fiesta lo pagan los que no lo

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entienden. Eso es lo que buscamos con este libro, explicar cómo funciona

el dinero para que lo aproveches a tu favor. Si sigues a la mayoría y no lo

utilizas adecuadamente acabarás dependiendo de tu entorno en vez de

que sea un pilar más de tu felicidad.

Él intentaba entender el sistema y utilizarlo. Vaya sí lo hacía. Y, como era

curioso hasta la saciedad y estaba convencido de que es mejor parecer

tonto que serlo (otra de sus frases), preguntaba y preguntaba hasta que

entendía perfectamente la situación y podía decidir cuál era la mejor

opción para resolverla con éxito.

Mi padre trabajó mucho, pero tuvo la suerte de poder estudiar y labrarse

un futuro. Siempre tuvo claro que estudiar fue un privilegio para él y lo

aprovechó todo lo que pudo. Llegó hasta donde le permitieron las becas,

su capacidad y su esfuerzo. Y exprimió las tres a partes iguales hasta las

últimas consecuencias.

Él me enseñó la importancia del trabajo y la determinación para conseguir

tus objetivos, y que “imposible” es una palabra frecuentemente mal

usada y que en su lugar debería usarse “difícil”.

Mi madre

Es la persona con más sentido común que conozco. Capaz como nadie de

escuchar atentamente, de guardar un secreto hasta sus últimas

consecuencias y de intentar entender antes de juzgar.

Hoy en día me mira en busca de consejo y apoyo, pero no sabe que su

aprobación es uno de los factores que influyen de manera más

determinante en mis decisiones.

De ella me quedo con su prudencia con el dinero y con alguna frase que

tengo marcada a fuego, como “el dinero no es importante hasta que no

lo tienes”, "pouco das, e menos levas" (“lo barato sale caro”) o “hay que

aprovechar las ofertas”.

Supongo que mi manera de comprar, pensando en consumo y mi fijación

por el consumo responsable es en gran parte mérito suyo. Mis amigos

siguen sin entender por qué compro aceite o conservas en grandes

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cantidades aprovechando las ofertas. Esgrimen razones como que no se

ahorra tanto o que no tienen espacio en casa para almacenar tanto atún o

suavizante. Yo lo he visto toda la vida en casa y creo que es una de las

bases de una economía familiar saludable.

Mi abuela

A mi abuela la tengo en un pedestal. A sus 95 años tengo la suerte de

poder disfrutar de su sabiduría, su cariño y su papel de abuela: según ella,

no hay nadie más guapo, más listo, más bueno y más cariñoso que yo. Y es

la única que lo piensa. ¿Cómo no voy a sentir pasión por ella?

Ella no tuvo la suerte de estudiar y casi no sabe hablar otra cosa que no

sea gallego, pero el que la escucha con atención aprenderá valiosas

lecciones de vida.

Como muchas personas de su generación, tiene refranes para todo. Y la

mayoría, por supuesto, en gallego:

“Polo pan baila o can” (por el pan baila el perro) o dicho de otra manera:

el dinero (el pan) mueve el mundo o necesitas dinero para no depender de

los demás.

“Se queres que a muller te queira, afloxa a carteira” (si quieres que la

mujer te quiera, afloja la cartera). Vale, este es un poco machista, pero

sed benévolos con mi abuela, que en su época el concepto de machismo

no estaba muy desarrollado. Podemos hacer una traducción libre y decir

que es necesario tener dinero para controlar la situación.

“O amor é lume, pero nel non ferve o caldo” (el amor es fuego, pero en él

no hierve la comida). O dicho de otra manera, el amor está muy bien,

pero, como no haya dinero suficiente para vivir bien, acabará habiendo

problemas que ni el amor podrá superar.

“Quen de novo non traballa de vello dorme en palla” (el que de joven no

trabaja, de viejo duerme en paja). Está claro: hay que trabajar de joven

para tener el futuro cubierto. Frase para enmarcar, aunque creo que no

todo el mundo la interpretará igual. Muchos pensarán en trabajo,

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cotización y pensión, pero hay que abrir la mente y pensar en construirte

tu futuro sin tener en cuenta al Estado. Luego incidiremos en este punto.

El dinero y el trabajo

No deja de ser curioso que haya tantos refranes sobre dinero, ¿verdad?

Sobretodo porque el dinero es un tema tabú en España. Supongo que esa

es precisamente la razón de que haya tantos refranes: sabemos que el

dinero es importante pero las buenas costumbres nos prohíben hacerlo,

así que lo hacemos con frases hechas.

No hay duda: en España hablar de dinero es de mala educación. Y

recomendar a alguien lo que tiene que hacer con su dinero entra de lleno

en el terreno de la impertinencia y la grosería. Y si eres de los que haces

con tu dinero algo diferente al resto enseguida te tacharán de tacaño,

ambicioso o manirroto.

Abandonar la manada no está bien visto, aunque la manada vaya directa a

una emboscada. Salirse de lo estándar siempre ha sido motivo de

discriminación. Se señala al que piensa diferente por esa mezcla de

envidia por ser capaz de buscar nuevos caminos y miedo a que le salga

bien.

Por eso, todos coinciden en que hay que trabajar. El trabajo dignifica,

dicen. Y aunque todas hacemos bromas con esta frase, en el fondo todos

la tenemos muy interiorizada. Dignifica, pero sobretodo nos hace a todos

iguales. A todos menos a los ricos, que pueden permitirse el lujo de no

trabajar.

Todo el mundo tiene que trabajar hasta que se jubile. Esa es una verdad

inamovible. Y si se te ocurre insinuarle a alguien que no hay por qué

trabajar hasta los 67 o que lo que te den de pensión a esa edad no cubrirá

nuestras necesidades, notarás que se revuelve inquieto en la silla.

Da igual que a medida que pasa el tiempo se vaya retrasando la edad de

jubilación o que las perspectivas de que la pensión nos permita mantener

un nivel de vida digno sean cada vez menos probables.

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Hay que trabajar, dicen. Trabajar y cotizar.

Miramos con desconfianza al que no trabaja porque ha conseguido dinero

suficiente como para ganarse ese derecho. Seguro que ha hecho alguna

triquiñuela. No es trigo limpio. Algún muerto tendrá en el armario…

Al que llega a una cierta edad y no trabaja por decisión propia, porque

sigue estudiando, porque se queda en casa para hacerse cargo de los

niños o porque tiene alguna prestación por alguna enfermedad difícil de

entender lo tratamos de vago o vivalavida.

Y el que no trabaja porque no encuentra trabajo desde hace meses

seguro que es un comodón: que se forme, que busque más o que baje el

sueldo que pide. Hay que trabajar…

¿Para qué necesitamos el dinero?

La mayoría de gente cree que necesita el dinero para comprar cosas.

Yo prefiero pensar que necesito el dinero para comprar tiempo. Si lo

piensas así, con una perspectiva tan diferente, seguro que te replantearás

tu manera de utilizar el dinero.

No ganas dinero con el trabajo, ganas tiempo, el tiempo que no tendrás

que trabajar en el futuro para ganarlo.

Y al revés, no gastas dinero cuando consumes o cuando compras cosas,

gastas tiempo: el tiempo que tendrás que dedicar en el futuro para

conseguir ese dinero.

¿Qué pasaría si pudiésemos conseguir ese dinero (ese tiempo) sin

trabajar?

¿Qué pasaría si no tuviéramos que vender nuestro tiempo para conseguir

ese dinero?

Simple, que tendríamos todo nuestro tiempo para hacer con él lo que

quisiéramos.

Pues eso es la independencia financiera: ser dueños de nuestro tiempo.

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Y cuando le digo a alguien que quiero tener suficiente dinero para no

tener que vender mi tiempo nunca más, la respuesta suele ser: Lo

entiendo, pero ¡es imposible!

No es imposible, sólo es difícil

Cuando me dicen que es imposible alcanzar la independencia financiera,

me acuerdo de mi padre y les digo lo que él hubiese dicho: no es

imposible, sólo es difícil.

Y ese es el objetivo de este libro: convencer al escéptico, explicarle de

manera sencilla cómo tomar las riendas financieras de su vida y

desmontar las creencias limitantes que le permite hacerlo.

Como decíamos al principio, si eres lector de los cazadividendos nada de lo

que expliquemos será nuevo para ti. Léelo de todas maneras, pero lo más

probable es que tengas asimilado todo lo que explicaré.

Pero seguro que tienes a tu lado a alguien que te importa mucho y al que

has intentado explicar muchas veces todo este rollo de la independencia

financiera sin éxito.

Este libro está dirigido a ese alguien que te importa. Si conseguimos que lo

lea con actitud abierta, el libro habrá valido la pena.

En este libro NO explicaremos un método para alcanzar la independencia

financiera ni hablaremos de inversiones. Sólo queremos convencer a esa

persona que te importa de que otra vida es posible y lo haremos

intentando hacerle ver la importancia del consumo responsable, el ahorro

y la inversión.

Será complicado. La mayoría de personas tienen muchas creencias

limitantes sobre el trabajo y el dinero que no les dejarán creer lo que

están leyendo.

Por lo tanto, el objetivo estará cumplido si esa persona que te importa

hace un click mental, supera todas esas creencias y se atreve a pensar

diferente.

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Y si tú eres la persona a la que le han regalado este libro, piensa que hay

alguien a quien le importas mucho que está preocupado por tu bienestar

futuro.

Yo creo que lo mínimo que tendrías que hacer para agradecérselo es

leerlo sin prejuicios. Valdrá la pena. De verdad.

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Capítulo 2. ¿Es posible la

independencia financiara?

En el capítulo anterior decíamos que la independencia financiera consiste

en tener suficiente dinero para no tener que vender nuestro tiempo para

conseguirlo.

Y decíamos que era difícil. Pero tengo que matizar un poco esto. No te voy

a engañar. Conseguir la independencia financiera no es difícil: es muy

difícil.

Requiere esfuerzo, constancia y tiempo. Mucho tiempo. Y requiere

fortaleza mental y no dejarse llevar.

Pero es posible.

Eso sí, no busques una fórmula milagrosa. No la hay. O por lo menos yo no

la conozco.

Por eso, salvo situaciones con ingresos muy superiores a los gastos o con

un ahorro inicial alto, el objetivo inicial debe ser mejorar nuestra salud

financiera y obtener una renta complementaria que nos permita ser un

poco más dueños de nuestro tiempo.

Ya miraremos a la independencia financiera después. Lo primero es

conseguir una situación cómoda y adquirir hábitos saludables. A partir de

ahí ya buscaremos objetivos más ambiciosos.

“No llego a fin de mes”. Supongo que la frase te suena. O igual hasta eres

de los que la dices a partir del día 15. ¿Sabes que en épocas de crisis el uso

del coche cae drásticamente a partir de ese día? Justo cuando el dinero

empieza a escasear… No deja de ser curioso que, aun sabiendo que te

quedarás sin dinero seguro, no cambies tu manera de actuar.

Evidentemente hay muchos casos en los que no se llega a fin de mes

porque hay un problema real de ingresos. Si no se gana suficiente para

hacer frente a los gastos básicos para sobrevivir, entonces la única

solución es incrementar los ingresos como sea.

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Aun así, y aunque es duro decirlo, salvo casos de verdadera mala suerte la

mayoría de veces esa situación se podía haber evitado con más educación

financiera.

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Capítulo 3. Los enemigos de la

independencia financiera

Podemos definir la educación financiera como la capacidad de entender

cómo funciona el dinero o el conjunto de habilidades y conocimientos que

permiten a una persona tomar decisiones sobre él dinero.

La educación financiera es algo que brilla por su ausencia en nuestro

sistema educativo.

Es muy curioso, porque debería ser una materia obligatoria en una

sociedad tan centrada en el dinero como la nuestra, pero lo cierto es que

no se enseña.

Y, cuando se ha intentado enseñar, ha fracasado porque los partidos

políticos de la oposición veían tintes ideológicos afines al gobierno en la

orientación de esas asignaturas y no tuvieron continuidad.

La educación financiera nos enseña a gastar menos de lo que ingresamos,

evita que nos endeudemos y, en definitiva, nos permite entender mejor el

dinero.

Con educación financiera no compraríamos un piso que es posible que no

podamos pagar. Con educación financiera hubiéramos eliminado los

gastos innecesarios. Y con educación financiera hubiéramos ahorrado

dinero en las épocas de bonanza para cuando llegasen las vacas flacas.

Explicado así parece sentido común sin más. Y lo es. Las frases de mis

padres y mi abuela que ponía en el prólogo son educación financiera en

estado puro.

Es más, estoy seguro de que habrás oído frases parecidas en tu entorno.

Y si todo el mundo lo sabe, ¿cuál es el problema entonces?

Simple: que estamos convencidos de que la felicidad está en el consumo y

no aplicamos ni un ápice de sentido común. Por eso seguimos comprando

más allá de nuestras posibilidades, sin ahorrar nada, sin invertir pensando

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en nuestro futuro e incluso endeudándonos para mantener un estilo de

vida marcado por el consumismo.

En el fondo no es nada nuevo: gente que vive al límite de sus ingresos la

ha habido toda la vida. Pero sí hay algo nuevo en la forma, y es que, de

ser algo poco frecuente, se ha convertido en algo más habitual.

No renuncio a nada

Mi padre contaba muchas historias de lo mal que lo pasó cuando estudió

solo en Lugo o cuando tuvo que venir a Barcelona en busca de una vida

mejor:

“Mis amigos se iban a tomar algo a un bar. Yo no tenía dinero,

así que sólo me compraba un bollo en una panadería y me iba a

dar una vuelta por la muralla para comérmelo. Era el mejor

momento del día”.

“Cuando empecé a trabajar ganaba más de horas extras que de

sueldo fijo”.

Mi madre se reía mucho cuando yo le decía a mi padre que parecía el

abuelo Cebolleta explicando batallitas, pero inmediatamente ella también

entraba en el juego:

“Cuando compramos el piso estuvimos varios meses sin nevera y

no nos compramos la lavadora hasta que tuvimos la hipoteca

casi pagada”

“Cuando tu padre traía el sueldo a casa, lo primero era apartar el

dinero de la hipoteca, la luz, el agua y la comunidad. Ese dinero

era intocable”

Estas historias me parecían aburridísimas. Tanto, que solía mirar al techo,

resoplando, mientras mascullaba “ya estamos otra vez con lo mismo”.

Curiosamente ahora las recuerdo con nostalgia y entiendo que me

estaban enseñando, de manera completamente consciente, lecciones

valiosísimas de educación financiera: es necesario controlar el gasto, no se

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puede comprar lo que no puedes permitirte o hay que esforzarte para

conseguir lo que quieres.

Hoy en día es muy raro ver a alguien renunciar a lo que no se puede

permitir.

Es más, estamos en la época de la democratización del lujo y tenemos a

nuestro alcance mil opciones que antes ni nos plateábamos por lo que

costaban (masajes, móviles de última generación, comidas en

restaurantes con una estrella Michelin, un coche de gama alta) y que

ahora nos ofrecen en formatos que nos parecen económicamente

aceptables.

La realidad, a poco que analizas la oferta, es que te acaban costando lo

mismo que antes o incluso más, si en el formato va incluida financiación.

Se ha pasado de una cultura del deber a una cultura del derecho. Si

aplicamos esto al consumo, cada vez cala más la idea de que nos

merecemos tener todos los productos y servicios que el mercado nos

ofrece y de que la felicidad está precisamente en poder disfrutar de ellos.

Si no ¿para qué trabajamos?

Gasto más de lo que gano

Relacionar la felicidad con el consumo o con las posesiones tiene un

efecto inmediato: para ser feliz hay que gastar más.

Esto no sería un problema si nuestros ingresos fuesen suficientes para

“comprar” toda esa felicidad, pero la realidad se empeña en demostrarnos

machaconamente que no hay suficiente dinero para tanta oferta.

En los últimos años los salarios se han reducido o, como mucho, se han

mantenido. Por supuesto, los precios han subido. Y para postre, los

principales impuestos (el impuesto sobre la renta y el IVA) también han

subido. Es decir, menos sueldo, más gastos y más impuestos.

Ante esta realidad, ¿qué podemos hacer?

Pues básicamente dos cosas:

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Dejarnos llevar y gastar más de lo que ganamos, cosa que nos

llevará irremediablemente a endeudarnos para mantener el

ritmo o, peor aún, a renunciar a productos básicos cuando no

nos llegue el dinero.

Moderar el gasto y comprar sólo aquellas cosas necesarias y

aquellas que realmente nos aportan felicidad.

Hay una tercera opción, que es incrementar los ingresos, pero es más

complicada y no todo el mundo está en disposición de conseguirlo. Aun

así, trataremos esta tercera posibilidad más adelante, porque, como decía

mi padre, muchas veces nos convencemos de que algo es imposible

cuando realmente podemos conseguirlo.

No ahorro

El caso anterior, gastar más de lo que se gana, es el peor caso y lleva al

desastre financiero de manera irremediable.

Pero también hay muchas familias que viven completamente sumergidas

en la dinámica del no ahorro. O dicho de otra manera, gastan hasta donde

les permiten sus ingresos y luego paran de gastar. Ahorro cero. Es lo que

popularmente se llama “vivir al día”.

Para mi abuela es una aberración. “Hay que ter un rinconcín”, dice ella,

unos ahorrillos por lo que pueda pasar… Lo mínimo es tener dinero por si

se estropea el coche o la lavadora o por si hay una reparación en casa que

no cubre el seguro, por ejemplo.

Como ya he comentado anteriormente, habrá gente que no podrá

ahorrar, seguro. Pero normalmente es más un problema de actitud ante el

dinero que de capacidad real para ahorrar. La mayoría de gente puede

ahorrar 100 € al mes y eso son 1200 € al año, que ya es el rinconcín que

decía mi abuela. Y 1200 € al años son 12.000 € en diez años.

Y eso ya da para parar algún que otro imprevisto. Es más, 12.000 € de

imprevistos me parece demasiada mala suerte, así que de esos 100 € al

mes ya estaríamos dedicando una parte a cuidar nuestro futuro.

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El problema es que a las primeras de cambio nos gastemos el dinero de los

imprevistos en algún lujo que nos merecemos, porque entonces hay que

volver a empezar.

La mayoría de gente cuando ve una cantidad así de dinero empieza a

pensar en dónde gastarlo: cambiar de coche, unas vacaciones algo

mejores, ese caprichito que siempre he querido, etc…

No invierto

El siguiente nivel deseable sería invertir parte del ahorro para que el

dinero trabajase para nosotros. Por supuesto, esto es casi ciencia-ficción

para la mayoría de familias.

Todos hemos oído la frase “el dinero llama al dinero". Mi interpretación

particular a esta frase es que, si tienes dinero, tienes a tu alcance

mecanismos para generar más dinero. Y debes aprovecharlos.

Imaginemos que ganamos 800 € al mes trabajando ocho horas al día. Si

ahorramos durante un tiempo e invertimos ese dinero ahorrado en algo

que nos proporcione 100 € al mes, sólo necesitaremos ganar 700 € para

mantener nuestro nivel de vida.

Eso ingresos que ganamos sin hacer nada, sin tener que trabajar o realizar

actividad alguna para conseguirlos, se llaman ingresos pasivos.

Y esos 100 € de ingresos pasivos, el equivalente a una hora de trabajo al

día, nos permitirán trabajar siete horas en vez de ocho y dedicar la octava

hora a lo que queramos. Es decir, habremos comprado una hora de

nuestra vida con esos ingresos pasivos.

Otra vez el concepto de comprar tiempo con dinero. Empiezo a

entenderlo…

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Capítulo 4. ¿Cómo alcanzar la

independencia financiera?

Ya tenemos identificados los problemas, ahora toca buscar soluciones.

Pero te recuerdo que no debes esperar una solución mágica. No la hay.

Todo lo que explicaremos a continuación es puro sentido común.

Ahorrar

Si queremos unas finanzas personales robustas no puede ser que el primer

imprevisto económico nos afecte y tengamos que cambiar nuestras

rutinas. Y la única manera para conseguir eso es tener dinero disponible

para capear ese imprevisto. Y para eso sólo hay una receta: el ahorro.

Pero ¿Cómo conseguimos eso con un salario bajo o con unos gastos altos?

¿Cómo ahorrar dinero en vez de comprarle a tu hijo el mejor móvil del

mercado si el resto de padres lo hacen? ¿Cómo vas a ser el único de todos

los cuñados que no se ha ido de vacaciones a un lugar exótico?

¿Aguantarás la presión para cambiarte ese coche de 10 años que tú sigues

viendo bien pero que todo el mundo se empeña en que te cambies?

Ahorrar es complicado. Primero, porque tenemos mil vicios que nos hacen

gastar dinero innecesariamente y segundo, porque la sociedad nos

empuja a consumir.

Es complicado, pero es posible. Veamos cómo hacerlo.

Reducir los gastos

La primera manera de ahorrar es reducir los gastos. Para ello habrá que

revisar en qué estamos gastando nuestro dinero, ver qué partidas son

prescindibles y reducir al máximo las que no podemos evitar. Ahí van unos

cuantos ejemplos de cambios que nos permitirán reducir los gastos.

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Reducir las partidas que se pueden mejorar negociando la tarifa o cambiando de proveedor, pero sin cambiar el servicio contratado: suministros de electricidad, gas, telefonía, seguros, etc… En estos casos se puede reducir la factura sin que haya una reducción de los servicios o coberturas.

Eliminar gastos recurrentes que no nos aportan nada. El ejemplo típico sería ese gimnasio al que no vamos nunca, pero en esta categoría se incluye cualquier servicio que no utilicemos, como el antivirus del proveedor de internet que las compañías te incluyen al contratar (suele ser un euro o dos al mes), si tenemos antivirus en todos nuestros dispositivos, o el servicio de reparaciones de las compañías de gas o luz si ya las tenemos cubiertas con el seguro de hogar.

Eliminar los gastos tontos. El “sólo son dos euros” que tanto daño hace. Cómo sólo son dos euros lo compro, y al final de mes he gastado treinta euros en cosas que no necesito.

Hay mucha gente que denomina “gastos hormiga” a los gastos que hemos comentado hasta ahora, porque son muy pequeños, pero acaban minando la economía familiar poco a poco. Abordar estos gastos debería ser el primer paso. El segundo debería ser cambiar una serie de rutinas que nos permitirán reducir los gastos:

Aprovechar las ofertas por volumen. Si tienes dinero disponible, por ejemplo si has ahorrado con las propuestas anteriores, puedes comprar grandes cantidades aprovechando las ofertas. La mayoría de supermercados ofrecen periódicamente promociones del tipo 3x2, segunda unidad a mitad de precio o 70% en la segunda unidad. La idea es aprovecharlas para los productos no perecederos o perecederos a largo plazo, como el aceite, las conservas, los productos de alimentación empaquetados, productos de limpieza, de cuidado personal, bebidas, etc… Puedes comprar perfectamente 4 garrafas de aceite, un retráctil de tres paquetes de papel higiénico o tres suavizantes. Son productos que se conservan bien mucho tiempo y que más adelante no podrás comprar tan baratos.

También puedes aprovechar las promociones puntuales de las tiendas

para incentivar la compra de algunos productos. Es habitual que haya por

ejemplo ofertas de pan, leche, yogures, o ciertos productos de limpieza e

higiene personal. Suelen ser productos más perecederos y en estos casos

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se trata de comprar para varios días, siempre que puedas mantener el

producto en buenas condiciones, y aprovechar ese bajo precio.

Reutilizar. Este es un punto polémico y no apto para todo el mundo.

No todos los productos se tienen que comprar. Muchos se pueden

reutilizar y eso puede suponer un considerable ahorro,

especialmente si se trata de productos que usarás poco tiempo. El

ejemplo típico es todo el equipamiento que se tiene que comprar

cuando llega un niño a la familia, pero se puede aplicar a casi

cualquier cosa.

En la misma línea, se pueden vender los productos una vez han

dejado de ser útiles para nosotros, en vez de acumularlos. Sí, ya sé

que nos costaron mucho más de lo que obtendremos en la venta,

pero si no los puedes dejar a alguien para que los reaproveche, igual

mejor sacar el 10% de su valor y liberar espacio en casa.

Ya hemos eliminado y optimizado los gastos que NO nos afectan a nuestra

vida personal. Hemos reducido las facturas sin perder servicios, hemos

eliminados servicios que no usábamos realmente y hemos adquirido

rutinas para comprar más barato.

El siguiente paso es eliminar las cosas que no nos hacen felices. No hablo

de dejar de hacer o consumir cosas que nos hacen felices, sino los gastos

en ocio o lujos que no nos hacen felices y hacemos porque todo el mundo

hace o por prestigio social.

En este punto es necesario un análisis profundo y meditado de qué cosas

nos hace felices: ¿necesito comprar el último móvil, estar suscrito a

Netflix, tener un coche de gama alta o irme de vacaciones cada año a un

país lejano? Si la respuesta es sí, entonces no podremos ahorrar en esto.

Pero la respuesta tiene que ser una respuesta meditada. No vale decir que

todo nos hace feliz.

¿Vas de vacaciones porque quieres ir y porque te lo pasas muy bien, o

influye lo que dirá tu vecino o tu cuñado?

¿Realmente necesitas ese coche de gama alta? Pero si vas a trabajar en

transporte público y sólo lo utilizas para las vacaciones…

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¿Y el móvil? Yo es que lo utilizo mucho, responderá uno. Perfecto,

entonces no puedes recortar de ahí.

Pero si puedes recortar alguno de estos gastos sin que tu bienestar se

resienta habrás ahorrado una cantidad importante. ¡Ojo! Soy consciente

de que todo el mundo prefiere hablar por un iPhone 7, conducir un Audi

A8 e irse de vacaciones a Nueva Zelanda cada año, pero igual no tiene

sentido (o no puedo permitirme) hacerlo todo. Es cuestión de analizar qué

me aporta más, hacer una lista ordenada y decidir hasta donde llegamos.

Muy relacionado con este punto está el tema de la deuda. Una de las

principales lacras de una economía familiar es la deuda. Si no eres capaz

de elegir y no llegas con tus ingresos a cubrir todas estas necesidades

acabarás endeudándote, y esa deuda (devolver esa deuda) se convertirá

en un gasto mensual más a sumar a la lista de gastos.

Incrementar los ingresos

La otra manera de ahorrar más es aumentar los ingresos. Y cuando

hablamos de ingresos normalmente nos referimos a los salarios.

Todo el mundo se queja de que su sueldo es bajo, pero muy pocos están

dispuestos a hacer lo necesario para conseguir un aumento:

¿Cuántos están dispuestos a formarse con su dinero para poder

acceder a un puesto mejor?

¿Cuántos se atreven a salir de la zona de confort y dejar la

seguridad de su actual trabajo por la posibilidad de uno con un

sueldo mayor en otra empresa?

¿Cuántos están dispuestos a asumir más responsabilidades de las

estipuladas para ganarse un puesto mejor pagado?

En el fondo hay dos posibles actitudes: cuando me paguen más haré más

(me formaré, trabajaré más horas, asumiré más responsabilidades) o haré

más para que me paguen más.

Engánchate a la independencia financiera | Página 22

Siempre he pensado que la vida te suele dar en función de lo que das.

Esperar un acto de generosidad del resto del mundo sin dar nada a cambio

es bastante optimista, así que hay que coger el toro por los cuernos y, si

queremos realmente un aumento de sueldo, lo más inteligente es

intentarlo con todos los medios a nuestro alcance.

Todo el mundo se queja de su sueldo. La diferencia está en si realmente

estás dispuesto a esforzarte para conseguirlo. ¿Has probado en hablar con

tu jefe para preguntarle qué tienes que hacer para que te suba el sueldo?

¿Asumir más responsabilidad? ¿Formarte en un área? ¿Hacer mejor

alguna tarea que tienes asignada? Por supuesto, puedes encontrarte con

una respuesta negativa, pero un jefe inteligente verá las posibilidades que

le ofrece una persona dispuesta a mejorar y sabrá premiarlo.

Está claro que esta es una vía mucho menos inmediata que la de la

reducción de gastos, porque en el caso del salario necesitamos que

alguien reconozca nuestra progresión. En cambio, si queremos reducir

nuestros gastos podemos empezar a actuar ahora mismo, sin depender de

terceros.

Construir un plan alternativo

Hay una tercera manera de aumentar el ahorro y es tener una fuente de

ingresos que no sea nuestro trabajo.

Podría incluir este punto, por tanto, como una manera más de

incrementar el ahorro, pero he preferido ponerlo aparte y ahora explicaré

los motivos.

Los seguidores de los cazadividendos habréis leído este concepto una y

otra vez. Tener un plan alternativo (o un plan B) es fundamental para

asegurar el futuro de nuestra economía familiar.

¡Pues yo no lo tengo! Tranquilos, no es urgente tenerlo, pero hay que ir

trabajando en esa línea poco a poco.

No puede ser que nuestro bienestar dependa únicamente de nuestro

trabajo. Salen noticias constantemente sobre que el auge de los robots

Engánchate a la independencia financiera | Página 23

reducirá los puestos de trabajo y estos se reservarán para las personas

más capacitadas. Parece lógico.

Y también parece lógico pensar que los trabajos de hoy vemos igual no

tendrán sentido en diez o veinte años. Piensa en la cantidad de trabajos

que existían hace años y ya no son necesarios.

No pienses que a ti no te va a pasar. ¿Por qué no? ¿Tan especial eres?

El primer paso para protegerse de esta evolución del mundo laboral es

seguir aprendiendo y preparándote para seguir siendo empleable. Lo peor

que puede pasarte es perder un trabajo para el que ya no hay demanda y

no tengas capacitación en otras áreas. O perder tu trabajo y que para

volver a trabajar en ese sector tengas que formarte porque te has

quedado obsoleto.

Y el segundo paso es romper ataduras mentales. Los ingresos no tienen

por qué ser únicamente de tu trabajo “estándar”. Mucha gente piensa que

la única manera de incrementar las entradas de dinero a la economía

familiar es mejorar nuestra capacitación para promocionar en nuestra

empresa o buscar otro trabajo mejor remunerado.

Sí, esa es una manera (y de hecho la hemos comentado antes) pero hay

otras. Puedes tener otras fuentes de ingresos alternativas. Sólo hay que

mirar alrededor, ver qué falta, analizar si te gustaría hacer eso y, si te

gustaría, empezar a hacerlo. Y si esas necesidades encajan con cosas que

te gustan, mejor que mejor.

Además, capacitarte en otras áreas te servirá de red de seguridad en caso

de que pierdas tu trabajo principal. Personalmente siempre pongo los

mismos ejemplos. Mi profesión está centrada en el área de las tecnologías

de la información aplicadas a la banca, pero me gusta mucho la

enseñanza, escribir y los proyectos web.

Y he ido dando pasitos los últimos años en esa dirección. Estudié para

poder dar clases en secundaria y he ido aprendiendo los entresijos de un

proyecto web aprovechando los cazadividendos. Y cuando quiera o lo

necesite podré empezar a intentar rentabilizar todo ese conocimiento.

Podré dar clases, por ejemplo. Si no es en un instituto seguro que podré

hacerlo en una academia o ayudar directamente a niños que necesiten

Engánchate a la independencia financiera | Página 24

refuerzo. Seguro que valorarán que tenga formación en ese área para

decidirse por mí en vez de por otro candidato. O podría intentar monetizar

los cazadividendos. O podría lanzar un proyecto web orientado a ganar

dinero. O ayudar a otras personas a hacerlo. O hacerme redactor para

otros blogs…

En cualquier caso, lo inteligente es intentar diversificar las fuentes de

ingresos y estar preparado (o irse preparando) para obtener dinero por

vías alternativas es una actitud muy sana.

Engánchate a la independencia financiera | Página 25

Invertir

Ya hemos puesto en orden nuestros gastos, hemos buscado vías para

mejorar nuestro salario y nos estamos capacitando para no depender sólo

de nuestro trabajo.

El siguiente paso es empezar a hacer trabajar el dinero para nosotros. Y

para eso hay que invertirlo.

Pero antes de empezar a invertir, lo mejor es reservar un colchón de

seguridad, un dinero que no tocaremos y que tendremos preparado para

imprevistos.

Este dinero nos servirá para no tener que “recuperar” el dinero que

tengamos invertido en el peor momento. La bolsa, los inmuebles o los

negocios en los que invirtamos pueden pasar por malos momentos y hay

que tener dinero disponible por si tienes una necesidad urgente de

efectivo y en ese momento tu inversión está en números rojos o, peor

aún, si tu inversión tiene mucho potencial y no puedes mantenerla por

causas externas.

Dedicaremos, por tanto, el dinero que no necesitemos y que, en caso de

perderlo, no afectaría a nuestro estilo de vida.

¿En qué invertiremos ese dinero? Pues lo cierto es que podemos invertir

en muchas cosas, pero nos centraremos en inversiones tranquilas, seguras

y mirando el largo plazo. Inversiones que nos garanticen unos ingresos

cada vez mayores.

No se trata de hacerse rico sino de ir cubriendo poco a poco nuestros

gastos con los ingresos pasivos que vienen de nuestras inversiones.

Nuestra elección, como ya sabes, es la inversión en bolsa pensando en el

largo plazo. También es posible invertir en inmuebles (pisos,

aparcamientos, locales, terrenos, etc) o en otros bienes que puedan

revalorizarse.

De todo ello hablaremos en próximas entregas.

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Si no quieres esperar, en los cazadividendos tienes muchos artículos de

inversión que explican las estrategias más populares y maneras sencillas

de llevarlas a la práctica.

Engánchate a la independencia financiera | Página 27

Capítulo 5. Conclusiones

Entender el dinero es muy importante. Y adquirir buenos hábitos hacia el

dinero y el consumo es fundamental.

El objetivo de este libro es mostrar a los escépticos que se puede mejorar

sustancialmente nuestra salud financiera sin demasiado esfuerzo.

Para ello hay que interiorizar tres conceptos:

El primero y más importantes es consumo responsable, que se

materializa en muchas pequeñas acciones, entre las que destacan

eliminar los gastos superfluos, optimizar los necesarios y valorar del

resto de gastos cuáles no me aportan felicidad para poderlos

eliminar.

El segundo es construir un colchón para gastos imprevistos. Este

colchón nos permitirá no tener que cambiar nuestro plan cuando

nos ocurra algún contratiempo económico.

Finalmente, el ahorro restante lo dedicaremos a invertir con el

objetivo de empezar a cubrir nuestros gastos con ingresos pasivos.

Si consigues asimilar estos conceptos y empiezas a ponerlos en práctica tu

situación financiera mejorará seguro.

Si eres constante y sigues estos consejos de manera sistemática durante

muchos años, tus ingresos pasivos irán creciendo, empezarán a ser

significativos y podrás plantearte cosas como reducir tu jornada, tomarte

un permiso sin sueldo cada año o dejar de trabajar antes de la edad de

jubilación. Y si no quieres hacer eso y prefieres seguir trabajando, tendrás

un jugoso complemento para tus ingresos del trabajo o tu pensión.

Vale la pena, ¿no?