Enrique Angelelli, corazón de pastor poeta y mártir (2001)
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ENRIQUE ANGELELLI , CORAZÓN DE PASTOR, POETA Y MÁRTIR1
Oscar Campana
“Hay que ir limpiando la sombra para desenterrarle la luz”2
Hablar del panorama y el contexto teológico que enmarcaron la última década de Enrique
Angelelli supone hacer inevitable referencia a una serie de acontecimientos que tuvieron a Angelelli
no sólo como receptor pasivo sino también como protagonista.
Desde el punto de vista eclesial-magisterial, la referencia al Concilio Vaticano IIº (1962-
1965), a la IIª Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín, 1968) y a la Decla-
ración del Episcopado Argentino (San Miguel, 1969) parece ineludible.
Desde el punto de vista de los movimientos eclesiales, de cuyo acompañamiento hizo el jo-
ven sacerdote Angelelli uno de los ejes de su ministerio, estos años lo encontrarán cercano a las
instancias más dinámicas de la renovación pastoral en Argentina.
En la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL), creada en 1966 por el episcopado argentino
para poner en marcha un plan nacional de pastoral a la luz del Vaticano IIº, Angelelli ocupará un
lugar clave, no sólo en su conducción sino también por su integración al equipo de peritos.3.
Es fundamentalmente en este terreno donde podemos indagar acerca de cuáles criterios y ca-
tegorías teológicas obraban en el contexto de la vida y acción pastoral y social de Enrique Angelelli.
Me referiré, fundamentalmente, a la cuestión fe e historia.
Una categoría central: fe e historia4
La recuperación del carácter histórico de la salvación o de la dimensión salvífica de la histo-
ria operada por el Concilio Vaticano IIº, resonó en América Latina de una forma muy concreta: el
proceso histórico de liberación de nuestros pueblos pasa a convertirse, más allá de los diferentes
discursos, en la preocupación central de un sector cada vez más importante del pensar teológico y
de la praxis eclesial.
Y en forma análoga, si el diálogo que el Concilio instauró con el mundo moderno significó
para las iglesias de los países centrales una llamada al encuentro y al mutuo entendimiento con la
1 Ponencia presentada en las IVª Jornadas “Justicia y esperanza en la opción por los pobres”, Buenos Aires, 5 de agosto de 2000. Publicada en Nueva Tierra 45 (2001) 14-15. 2 E. A. ANGELELLI, Encuentro y mensaje, Buenos Aires 31984, 7. 3 Ver O. CAMPANA, “Angelelli está en nuestro futuro”, en Nueva Tierra 31 (1996) 19-21, y las referencias allí indica-das. 4 Para esta cuestión continúa siendo imprescindible la lectura de la obra de S. POLITI, Teología del pueblo. Una pro-puesta argentina para Latinoamérica, Buenos Aires 1992, especialmente 269-298.
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cultura contemporánea, en América Latina este diálogo tuvo que ver, fundamentalmente, con el
reconocimiento de un interlocutor: el pueblo y/o los pobres.
El profetismo manifestado en una historia leída a la luz de la fe y el reconocimiento de un
sujeto, portador, a su manera, de esa misma fe, pero que a la vez es un sujeto oprimido y marginado
política, económica y culturalmente, están en la base de las principales intuiciones teológicas e ini-
ciativas pastorales de la época. La “irrupción de los pobres en la Iglesia y en la teología”, como se
ha dado en llamar, parece ser el hilo conductor que transita desde la teología de la liberación hasta
la inculturación del evangelio, desde la pastoral popular hasta las comunidades de base, desde el
compromiso socio-político de amplios sectores de la Iglesia hasta la vida religiosa inserta, desde las
nuevas formas de expresión litúrgica y catequística hasta el martirologio latinoamericano.
En mi opinión, no ha habido en la Iglesia de América Latina nada radicalmente nuevo desde
entonces. Las más fecundas iniciativas, las más audaces categorías y los más interesantes debates se
reconocen en este subsuelo cuya expresión privilegiada sigue siendo, sin dudas, la opción por los
pobres.
Aquel reencuentro con el Evangelio operado, en última instancia, en la espiritualidad y en la
teología, encontraron en Angelelli y en su corazón de poeta-pastor, expresiones simples y profundas
como la conocida “con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”. O aquella otra “el Evangelio
del pobre”. O esa frase que parece una traducción de tierra adentro de la lectura de los signos de los
tiempos: “desovillando a mi pueblo”.
A mitad de camino entre el teólogo que habla y el místico que calla, Enrique Angelelli se
nos revela como el poeta-pastor que habla sin decir del todo y que calla haciendo oír su silencio.
Oración y acción pastoral eran en él las dos caras de una misma moneda. “Cantar y liberar”, como
dijera Gustavo Gutiérrez. “Los pobres y Dios”, en palabras de Pedro Casaldáliga.
Hay mucho silencio en sus palabras. Mucha paciencia en su aparente impaciencia. Mucho
des-ovillar. La crítica y la autocrítica de los años sesenta y setenta hizo de muchos de sus protago-
nistas hombres y mujeres exaltados que sólo veían la pronta concreción del cambio social que ellos
mismos anunciaban. Hombres y mujeres aferrados a un éxito cercano, en términos sociales y políti-
cos, que parecía llevarlos a no percatarse de la realidad que los rodeaba. No es esto lo que se perci-
be en las palabras de Angelelli. Hay mucho dolor en sus palabras. Pero no desesperanza. Pero él
sabía, y lo repetía muchas veces, que los caminos de Dios no son los de los hombres. Quizás nos
falte mucho, aún, para terminar de des-ovillar aquellos años, aquella Iglesia y aquella Argentina.
Enrique Angelelli selló su palabra-silencio con su martirio. En una homilía de febrero de
1976, contaba que había estado releyendo los padres apostólicos y las actas de los mártires. Intuyó,
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como muchos, los tiempos que venían. Como allí por 1970 en su último escrito lo intuyera, a su
estilo, Leopoldo Marechal:
Ante nuestra mirada tenemos un escenario (una geografía), los actores listos (un pueblo) y la noción
del drama o la comedia que ha de representarse allí (el suceder nacional). ¡De pronto una gran floje-
ra, un olvido total de las consignas, un abandono del escenario, los actores y el drama! ¿Qué sucedió
aquí? ¿Un aborto del suceder?5.
Los abortistas del suceder ya estaban al acecho de hombres, mujeres, pueblo, ideas y aconte-
cer. Los mismos que, en su cinismo, pocos días antes de su martirio le enviaron a Angelelli tele-
gramas de condolencias por Carlos y Gabriel, los dos sacerdotes asesinados.
Como lo vuelven a mostrar en nuestro país y en América Latina los acontecimientos de las
últimas semanas, hay mucho dolor, aún, por des-ovillar.
Algunas claves de futuro
Finalizo con una breve referencia al presente. Los creyentes parecemos vivir anunciando
algo, pero lo que después llega es otra cosa. Debo decir, en esta ocasión que nos hace arrojar una
mirada sobre aquellos años, que aún percibo demasiada certidumbre en nuestros discursos.
¿No habremos comprado muy pronto el “paquete” de los ’90? Y no pregunto esto movido
por una nostalgia setentista de teoría y praxis. Pero temo que detrás de la dispersión hermenéutica
en la que nos hemos sumergido, nos hayamos quedado con el gesto setentista más que con su sus-
tancia.
Es verdad que la opción por los pobres se ha ido des-ovillando cada vez con mayor detalle y
sutileza: ong’s, movimientos sociales, ciudadanía, perspectiva de género, vida cotidiana, tercer sec-
tor, redes alternativas, interculturalidad, ecología, holística. Pero a veces me asusta un poco la com-
placencia y hasta el financiamiento del sistema hacia muchas de estas iniciativas. No quiero instau-
rar una crítica hacia ellas: de una o de otra manera todos estamos vinculados a alguna de estas alter-
nativas. Sólo constato que hoy nos falta algo que nos embargue el corazón.
El corazón de Angelelli, corazón de poeta, de pastor y de mártir, sigue siendo, en estas cir-
cunstancias, un corazón que nos ayuda a “limpiar la sombra para desenterrar la luz”. Y si la Iglesia
del preconcilio fue capaz de parir a un creyente de la estatura de Enrique Angelelli, ¡¿qué no parirá
la Iglesia y la sociedad qué él ayudó a engendrar?!
5 L. MARECHAL, Megafón, o la guerra, Buenos Aires 31999, 150.