Ensayo

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INSTITUTO TECNOLÓGICO SUPERIOR “GUAYAQUIL” UNIDAD DE NIVELACIÓN AÑO: 2015-2016 UNIVERSIDAD Y BUEN VIVIR ENSAYO: MARIA, MADRE Y MODELO RESPONSABLE: Christian Hidalgo PARALELO: B

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INSTITUTO TECNOLÓGICO SUPERIOR

“GUAYAQUIL”

UNIDAD DE NIVELACIÓN

AÑO: 2015-2016

UNIVERSIDAD Y BUEN VIVIR

ENSAYO: MARIA, MADRE Y MODELO

RESPONSABLE: Christian Hidalgo

PARALELO: B

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MARIA, MADRE Y MODELO

TEMA: María, Madre y Modelo

INTRODUCCION

María es la Madre de Jesús y por tanto es la Madre de Dios, porque Jesús es Dios, como

ya veremos más adelante. María es la Reina del Universo, porque Jesús es el Rey del

Universo, y la madre de todo rey es también reina. María intercede ante su hijo por

nosotros, como lo hizo en las Bodas de Caná, y como también demostraremos, lo

pueden hacer las personas santas que ya viven en presencia de Dios. María es modelo de

los cristianos por sus virtudes. María es nuestra madre, pues como dice el libro del

Apocalipsis, son hijos de la Mujer (Ap. 12), los que siguen los mandamientos de Dios.

Si nosotros nos consideramos realmente cristianos y cumplidores de los mandatos del

Señor, tenemos que aceptar que María es nuestra Madre, es la Madre de la Iglesia. Por

otro lado, ya Jesús nos la dejó como Madre en la persona de su apóstol Juan, mientras

agonizaba en la cruz, y así como aquél la recibió en su casa desde aquel día, nosotros

también debemos recibirla en nuestras vidas si es que realmente nos llamamos

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cristianos. Todo verdadero cristiano tiene que amar y venerar a María, pues es la Madre

de nuestro Salvador, la llena de gracia, la bienaventurada, llena del Espíritu Santo.

Ya desde el principio, Dios anuncia enemistad entre Satanás y entre la Mujer. María es

la nueva Eva, así como Jesucristo es el nuevo Adán. Es una nueva creación:

Gn 3.15 ‘Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya.

Ella te pisará la cabeza …’

María es la Madre de Dios, no porque se le haya ocurrido a la Iglesia Católica, como

dicen muchos hermanos protestantes, sino porque la misma Palabra de Dios, el Espíritu

Santo a través de los labios de Isabel, así lo proclama. Cuando la llama Madre de mi

Señor, le está diciendo la Madre de mi Dios. Recordemos que Isabel era esposa de

Zacarías, sacerdote de Dios y por lo tanto, no era ignorante sobre el sentido de sus

palabras; además, lo dijo estando llena del Espíritu:

Lc 1.43,45 ‘¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? ¡Dichosa tú

por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!’.

Decir que María es solamente madre de la naturaleza humana de Jesús, como dicen los

hermanos separados, es una completa herejía, puesto que Jesús es Dios-Hombre, es una

persona con dos naturalezas indivisibles. Justamente en eso consiste el misterio de la

Encarnación: en que Dios tomó la naturaleza humana, se hizo hombre. Una madre lo es

de la persona y no de la naturaleza. Para aclarar el tema, veamos como ejemplo nuestra

propia vida: nuestro espíritu no procede de nuestra madre, sino de Dios. No por eso se

nos ocurriría la barbaridad de decir que nuestra mamá es sólo madre de nuestro cuerpo

pero no de nuestro espíritu. Nuestra madre lo es de nuestra persona. Así igual, la

naturaleza divina de Cristo no procede de María, pues Jesús es Dios increado, eterno;

pero su humanidad si procede de ella, por eso es su hijo. Como el Hijo es Dios, su

madre: María, es madre de Dios.

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DESARROLLO

María, madre y modelo

La Virgen es el medio para profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en la fe, la

esperanza y la caridad.

¿Quién es María?

María nació en Nazaret, Galilea, 15 ó 20 años antes del nacimiento de Cristo. Sus

padres, según la tradición, fueron Joaquín y Ana. María era judía. Fue educada en la

lectura de los libros santos y en la obediencia a la ley de Dios. Hizo voto de virginidad.

Se desposó con José estando ambos de acuerdo en permanecer vírgenes por amor a

Dios. Un ángel del Señor se le apareció y le comunicó que el Espíritu Santo descendería

sobre ella, y que de ella nacería el Hijo de Dios (Lc. 1, 35). María aceptó tan

maravilloso destino con estas palabras: «Hágase en mí según tu Palabra», y en aquel

instante Jesús fue concebido en su seno. El nacimiento del Niño fue en Belén de Judea y

fue acompañado de diversas circunstancias, que refieren los Evangelios de Mateo y de

Lucas.

Cooperación de María a la obra de la Redención

«Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de

la Redención…; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la

Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo,

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cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los

redimidos». (Credo de Pablo VI, n. 15)

Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres porque El solo, con su muerte,

logró la reconciliación perfecta con Dios, pero dice Santo Tomás que «también a otros

podemos llamarlos mediadores por cuanto cooperan a la unión de los hombres con

Dios».

A María se la llama Medianera o Mediadora desde muy antiguo. Este título se le

reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia,

introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias.

«María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo

descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese mismo

Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa

recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del

futuro» (Juan Pablo II en España).

María es Corredentora

Trajo al mundo al Redentor, fuente de todas las gracias. María dio su consentimiento

libre para que viniese el Salvador al mundo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en

mí según tu palabra» (Lc. 1, 38). Dice Santo Tomás que representaba a toda la

naturaleza humana.

Se le suele contraponer a Eva y así como ésta fue causa de la perdición, María por su

obediencia lo es de la salvación. Y si aquélla era «madre de los vivientes», la «Nueva

Eva» es madre de los que viven por la fe y la gracia.

Desde el siglo XV se llama a la Virgen CORREDENTORA y la Iglesia lo usa en

algunos documentos oficiales. No debe entenderse como una equiparación con Cristo,

único Redentor, ya que ella también fue redimida. La suya es una cooperación indirecta

por cuanto puso voluntariamente toda su vida al servicio del Redentor, padeciendo y

ofreciéndose con Él al pie de la Cruz, pero sin corresponderle el título de Sacerdote,

exclusivo de Cristo (cfr. Vat. li, LG, 60).

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Medianera de todas las gracias

Después de su Asunción a los cielos las gracias se conceden a los hombres por medio de

su intercesión. Desde el cielo participa en la difusión de las gracias con su intercesión

maternal. Esta intercesión es inferior a la de Cristo, pero superior a la de todos los otros

santos. Los últimos Papas han enseñado la doctrina ya antigua de que todas las gracias

se conceden por medio de la Santísima Virgen.

Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de

Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. (LG, 62)

Madre de los hombres

Compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava

del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándole, alimentándolo, presentándolo al Padre

en el Templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la Cruz, cooperó en forma

enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la

ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es

nuestra madre en el orden de la gracia. (LG, 61)

Esta doctrina se apoya en la tradición antiquísima de considerar a María como madre

espiritual de todos los cristianos. Parece natural que la que cooperó por la Encarnación a

darnos a Cristo, fuente de todas las gracias, y la que estuvo presente junto a la Cruz,

interceda sin cesar y cuide de sus hijos, como madre espiritual.

¿Qué se sabe acerca de María después del nacimiento de Jesús?

Al cabo de algún tiempo, vemos a María, a José y al Niño instalados en Nazaret. Allí

hay un solo episodio notorio: la pérdida y hallazgo del Niño, a los 12 años, en Jerusalén.

Fue el tiempo que llamamos de la «vida oculta» de Jesús, su vida de hogar, de familia,

de trabajo. Jesús empieza su vida «pública», su vida apostólica y misionera, hacia los 30

años. María lo acompaña, a veces de cerca, a veces más lejos. El Evangelio nos la

muestra en Cana asistiendo a un matrimonio, y al pie de la cruz en que Jesús está

muriendo. También en varias otras oportunidades. El libro de los Hechos la menciona

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en el Cenáculo junto a los apóstoles, después de la Resurrección del Señor. La Tradición

sugiere que murió en Éfeso -en el Asia Menor- en casa de Juan el Evangelista.

¿Cómo era María?

Del Evangelio se desprende que María era humilde y pura; que era decidida y valiente

para enfrentar la vida; que era capaz de callar cuando no entendía y de reflexionar y

meditar; que se preocupaba de los demás y que era servicial y caritativa; que tenía

fortaleza moral; que era franca y sincera; que era leal y fiel. María es, como mujer, un

modelo para las mujeres. Es también para los hombres el tipo ideal de mujer.

¿En qué consiste principalmente la grandeza de María?

En ser madre de Dios. Algunos han dicho que María es madre de Jesús «en cuanto

hombre», pero no de Jesús «en cuanto Dios». Esta distinción es artificial y, de hecho,

nunca la hacemos. Una madre es madre de su hijo tal cual es o llega a ser. No decimos

que la madre de un presidente, por ejemplo, ha sido la madre de él como niño pero no

como presidente o que nuestra mamá sea madre de nuestro cuerpo solamente, pero no

de nuestra alma que es infundida por Dios. Nunca hacemos esta distinción; decimos

simplemente que es nuestra madre. María es Madre de Jesús. Jesús es Dios. Luego,

podemos decir que María es Madre de Dios y en eso consiste fundamentalmente su

grandeza.

¿Tiene María alguna relación especial con la Santísima Trinidad?

Sin duda. Es la hija predilecta del Padre. Se lo dice el ángel el día de la Anunciación:

«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc. 1, 28). Tiene también con el

Espíritu Santo una relación que se ha comparado a la de la esposa con el esposo. Lo dice

el ángel: «El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño que nacerá de ti

será llamado Santo e Hijo de Dios» (Lc. 1, 35). «No temas María porque has encontrado

gracia delante de Dios» (Lc. 1, 30).

¿Qué dice la Biblia?

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Vamos por parte: Es cierto que esos privilegios no están contenidos «explícitamente» en

la Biblia. La Biblia, por ejemplo, no habla de la Inmaculada Concepción ni de la

Asunción. Pero están contenidos implícitamente en la Biblia. Por ejemplo, en una

semilla de rosal no está la rosa. No se ve la rosa, pero ahí está en germen y poco a poco

con la savia que viene de la tierra húmeda y con el calor del sol brotará el rosal y en él

florecerá la rosa.

Así también todo lo que la Iglesia enseña de María ha brotado de la semilla del

Evangelio, al calor del Espíritu Santo, que sigue iluminando al Pueblo de Dios y lo lleva

a descubrir de a poco toda la riqueza que El mismo ha colocado, como en un germen, en

la Escritura inspirada por El.

Todo lo que la Iglesia enseña acerca de María es coherente con la imagen de María que

nos formamos al leer el Evangelio, con humildad y con espíritu de fe.

¿Qué dicen los evangelios acerca de las hermanas y hermanos de Jesús?

El idioma que usaba Jesús y sus discípulos no tiene muchas palabras para distinguir los

distintos grados de parentesco. Para todo se usaba la palabra «hermano» y así lo vemos

en Génesis 13, 8 y en Mt. 13, 55. Las palabras originales que traducimos en castellano

por «hermanos» y «hermanas» significan no sólo los hermanos carnales sino también

los primos y otros parientes cercanos. La Virgen María no tuvo otros hijos. Jesús es el

«único hijo» de María. Esto se muestra claramente por el hecho de que al morir, Jesús

entregó su madre a Juan (Jn. 19, 27).

San Pablo dice que Jesucristo es el único Redentor y ¿por qué dice la Iglesia

católica que María es corredentora?

Así es. Jesús es el único Redentor, pero San Pablo enseña también que nosotros

colaboramos a la redención uniendo nuestros sufrimientos a los de Cristo. «Me alegro

por lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando en mi propio

cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo por la Iglesia, que es su cuerpo» (Col. 1,

24). María sufrió durante la pasión de su Hijo como nadie jamás ha sufrido, porque

tenía, más que nadie, horror al pecado, porque amaba a su Hijo más que nadie; porque

amaba a los hombres por quienes su Hijo sufría y moría. Por eso ha participado tan

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íntimamente en la redención. No es ella la redentora; hay un solo Redentor, Jesucristo.

Pero se la puede llamar corredentora con toda propiedad explicando bien el alcance de

este término.

Algunos dicen que los católicos adoran a María como si fuera Dios, o creen en

María más que en Dios ¿es cierto esto?

Adorar a María sería una idolatría, un pecado contra el primer mandamiento de la Ley

de Dios. «Sólo a Dios adorarás» (Lc. 4, 8). Jamás la Iglesia ha enseñado cosa semejante.

María es una mujer, una creatura, la más santa de todas las creaturas, pero solamente

una creatura.

A María la queremos, la veneramos, conversamos con ella en la oración, le damos culto

no de adoración que está reservado sólo a Dios, sino un culto de veneración como se lo

damos a los santos que, como ella, son seres humanos, simples creaturas; y le pedimos

que nos haga conocer, amar y seguir a Jesús como ella lo conoció, lo amó y lo siguió.

¿No será que el culto a María distrae del culto a Cristo?

No distrae de él, sino que conduce a él. María presintió el culto que le sería dado a lo

largo de los siglos, cuando exclamó: «Desde ahora me proclamarán bienaventurada

todas las generaciones» (Lc. 1, 42). Ya Isabel, su prima, se lo había anunciado:

«Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» (Lc. 1, 48). Los

millares de iglesias dedicadas a María, las multitudes de personas que acuden a sus

santuarios, los millones de Avemarías que se rezan diariamente en el mundo, han

confirmado ese presentimiento y ese anuncio. El que conoce a María la ama, y se

esfuerza por darla a conocer y por conocer y amar a Cristo. Se alimenta de su Palabra.

Se integra en la vida de la Iglesia, cumple los mandamientos y participa de los

sacramentos, especialmente de la Eucaristía.

¿Cuál será la relación de María con Cristo?

María es madre. Es también discípula, su más perfecta discípula, su primera y fidelísima

seguidora y su inseparable colaboradora. María es un reflejo de la santidad de su Hijo

Jesús. Se la ha comparado a la luna que nos ilumina de noche con una luz más suave

que la del día y que no es sino un reflejo de la luz deslumbrante del sol.

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11. ¿Cuál es la relación de María con la Iglesia?

Siendo madre «de Cristo» y, siendo nosotros por adopción, hermanos de Cristo, María

es también Madre «nuestra». Así lo dijo también expresamente Cristo en la cruz cuando

le dijo a Juan: «He ahí a tu madre» (Jn. 19, 27). María, siendo discípula y seguidora de

Cristo, es nuestro modelo, la que va delante en nuestra peregrinación hacia Cristo, la

que nos muestra el camino y nos anima a seguirlo: modelo de fe, de esperanza y de

amor. Estando María ahora en el cielo, intercediendo por nosotros, nos encomendamos

a ella para que nos ayude a vivir aquí en la tierra como cristianos y alcanzar nuestro

destino final que es el cielo.

Los títulos de la Virgen

¿Por qué hablan algunos de la Virgen «del Carmen» y otros de la Virgen «de la

Tirana» o de «Lourdes»? ¿Por qué hay tantas imágenes y advocaciones distintas

de la Virgen? ¿Son acaso muchas las Vírgenes?

La Virgen María es una sola. La que conocemos en el Evangelio, con la fe de la Iglesia,

es María de Nazaret, la Madre de Jesús. Los diversos nombres y las distintas imágenes

aluden a las circunstancias o misterios de su vida. La Mater Dolorosa al pie de la cruz es

una mujer madura, traspasada de dolor. La Virgen del Tránsito o de la Asunción es una

mujer transfigurada, entrando en la gloria.

Otros nombres se refieren a los distintos lugares en que se celebra su culto: Virgen de

Lourdes, de Guadalupe... Pero la Santísima Virgen es una sola. Los miles de artistas que

han querido pintarla y esculpirla se la han imaginado cada cual a su manera, buscando,

sin embargo, su inspiración en el Evangelio y en la fe de la Iglesia.

¿Qué se debe entender por apariciones de la Virgen?

La Santísima Virgen puede, si quiere, intervenir desde el cielo en asuntos humanos por

amor a los hombres. Puede «aparecerse» a tal o cual persona, habitualmente a niños o

personas humildes, y entregarles un mensaje para que los hombres se conviertan y

vuelvan a Dios.

María es Madre de la Iglesia

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«María es la Madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el Pueblo de Dios, una madre

de todos los que creyeron en su Hijo. Ha colaborado y sigue colaborando en la obra de

la Salvación y se preocupa constantemente de los hermanos de su Hijo que están aún

peregrinando por el mundo» (C.v.e., P. 460)

Prototipo de la Iglesia

También hay que recordar que María es «prototipo de la Iglesia» y que toda la gracia se

comunica por medio de la Iglesia.

Pues en el misterio, de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen,

precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como

modelo tanto de la Virgen como de la Madre. (LG, 63)

La Virgen es para la Iglesia medio de profundizar en el misterio de Cristo, de progresar

en la fe, la esperanza y la caridad. La Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la

perfección.

El amor maternal de María es también el modelo con que en la Iglesia han de actuar

todos aquellos que tienen la responsabilidad de llevar a Dios a los hombres (cfr. LG,

65).

¿Cree la Iglesia, así no más, a cualquiera que dice que se le apareció la Virgen?

La Iglesia tiene mucha prudencia y sabiduría y es muy lenta en reconocer una aparición.

Primero estudia, averigua y comprueba, a fin de no inducir a nadie a engaño. Y hechas

las averiguaciones y después de varios años se pronuncia y reconoce con su autoridad si

la aparición es real o ficticia. En algún caso la Iglesia se ha convencido de la

autenticidad de una aparición por la santidad de vida del vidente, por la pureza del

mensaje entregado o por los hechos ocurridos en el lugar de la aparición: curaciones,

conversiones, etc. Esto es lo que ocurrió en Lourdes, Francia, en 1858 y en Fátima,

Portugal, en el año 1917. En otros casos la Iglesia ha rechazado las supuestas

apariciones o simplemente no se pronuncia esperando que el tiempo establezca la

verdad.

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¿Cuál es la mejor manera de orar a la Santísima Virgen?

La oración principal es la del Ave María que consta de dos partes: la primera parte está

tomada del Evangelio, del relato de la Anunciación y de la Visitación: «Dios te salve

María, llena eres de gracia, el Señor está contigo» (Lc. 1, 28). «Bendita tú eres entre

todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» (Lc. 1, 42).

La segunda parte ha sido agregada por la Iglesia: «Santa María, Madre de Dios, ruega

por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

¿Qué es el santo rosario?

Es una manera de unirnos a la Santísima Virgen María rezando cinco veces un Padre

nuestro, diez Avemarías y un gloria, y recordando cada vez un misterio de la vida del

Señor. Hay 5 misterios gozosos, que se rezan los lunes y sábado, 5 misterios dolorosos,

que se rezan los martes y viernes, 5 misterios luminosos que se rezan los jueves y 5

misterios gloriosos que se rezan los miércoles y domingos. Otras hermosas oraciones a

la Virgen son la «Dios te salve Reina y Madre»; el «Bendita sea tu pureza», etc.

CONCLUSION

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Toda vida humana es una llamada no solamente a la existencia, sino que encierra en sí

misma una misión determinada, aunque a veces escondida para nosotros. María es el

ejemplo más noble de una criatura que recibe una misión de Dios y la lleva a término de

modo acabado y perfecto.

Al nacer se nos da una misión. Nuestra vida comienza más auténticamente cuando

recibimos la gracia del bautismo. ¿De qué nos hubiera valido nacer -dice S. Agustín- si

no hubiéramos sido redimidos? Con el nacimiento de María quedó marcado, de modo

singular, en la historia el plan de Dios, el misterio escondido desde todos los siglos.

Ella, como todos nosotros, fue elegida antes de la creación del mundo para ser santa en

el amor. Pero María tiene una misión muy particular y única: La de hacer posible la

presencia del Verbo entre nosotros. Gracias a que María aceptó la misión de ser Madre

del Salvador, pudo realizarse la redención del género humano.

Dios elige nuestra misión. No somos nosotros los que hemos decidido vivir, ni tampoco

quienes escogimos las circunstancias de nuestro nacimiento. No nos define, por tanto,

en primer lugar, la libertad, sino la dependencia de Dios. “El mundo y el hombre -nos

dice el Catecismo de la Iglesia católica, n.34- atestiguan que no tienen en ellos mismos

ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí,

sin origen y sin fin”. Hemos sido elegidos en Cristo y “destinados de antemano según el

designio de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad” (Ef. 1,11). Esta es la

elección general. Dios providente nos presenta a cada cual el modo como tenemos que

llevar adelante esa elección. En María se manifiesta de una forma muy patente: Dios

envió a su ángel, a una ciudad de Nazaret, en el sexto mes, a una doncella llamada

María. Dios sabe el cuándo de cada una de nuestras vidas y de un modo u otro nos

descubre la forma de llevar adelante nuestra vocación: Amarle en esta vida y gozar de

El eternamente en el cielo.

Responsabilidad en el cumplimiento de la misión. Este plan de salvación de Dios para

cada uno de nosotros exige una respuesta responsable y madura. En ella nos jugamos el

destino de nuestras vidas. No es, por tanto, una cuestión de poco más o menos. Es la

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cuestión fundamental de la vida. “El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su

nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado

siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad, si no reconoce libremente

aquel amor y se entrega a su creador” (Gaudium et Spes, n. 19). María escucha con

atención el plan que el Señor le propone en el mensaje del ángel y con plena conciencia,

confiando en la palabra de Dios, responde: “Aquí está la esclava del Señor, que me

suceda según dices”.

Pedirle a María que nos conceda la fuerza para saber responder a Dios cada día con

mayor autenticidad y responsabilidad.

BIBLIOGRAFIA

http://www.es.catholic.net/.com