Ensayos bonsai (Fabián Casas)

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Fabián Casas

Ensayos bonsai

hemecécruz del sur

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© 2007, Fabián Casas

Derechos exclusivos de edición en castellanoreservados para todo el mundo© 2007, Emecé Editores S.A.Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires, Argentinawww.editorialplaneta.com.ar

Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Editorial Planeta1ª edición: octubre de 2007Impreso en Artesud,Concepción Arenal 4562, Capital Federal,en el mes de octubre de 2007.

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titularesdel “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducciónparcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidosla reprografía y el tratamiento informático.

IMPRESO EN LA ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINAQueda hecho el depósito que previene la ley 11.723ISBN: 978-950-04-2963-4

Casas, FabiánEnsayos Bonsai.- 1ª ed. – Buenos Aires : Emecé Editores, 2007.232 p. ; 23x14 cm.

ISBN 978-950-04-2963-4

1. Ensayos Argentinos I. TítuloCDD A864

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Para Helderlin, Master of the Universe

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Lo que yo busco en la performance de cadaactor es el Hamartia, un término de arqueríaque se refiere a la forma en que se yerra, no ala forma en que se acierta.

DAVID DUCHOVNY

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Tarde en la noche,viendo a Cortázar

Antes que nada, tengo que avisar que soy unsentimental. En el cine, cualquier escena mediolacrimógena ––aunque sea malísima–– me hacellorar. Por eso, resulta extraño que a veces en losvelatorios de seres queridos no llore. Tal vez por-que son precisamente para llorar. Soy ––con elllanto–– como esos tipos que se excitan para te-ner sexo en los lugares dónde es más difícil tenersexo (debajo de la mesa de un bar concurrido, enel pasillo de la oficina, etc.). La otra noche estabatirado en mi cama viendo tele y de golpe apare-ció Cortázar, entrevistado por un gallego letal.Era una entrevista de fines de los setenta, imagi-no. Lo primero que me vino a la mente fue el re-cuerdo de estar volviendo del centro a mi casa, enel subte línea E, con el ladrillo negro de Rayuelarecién comprado. Tenía once años y pasaba lasmanos por el lomo del libro con la excitación enel pecho propia de los enamorados. Leía en lacontratapa cosas como: «Rayuela, exasperantecontranovela, libro total, denuncia de la inauten-ticidad de la vida humana». Lo abría, lo hojeaba.Tenía un tablero de dirección con ordenación delos capítulos para leerlos de diferentes maneras.

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La primera línea de la novela decía: «¿Encontra-ría a la Maga?», la puta madre. Todo era críptico,prometedor, maravilloso. Me acuerdo que pen-sé: si me leo este libro, si lo diseco y lo metaboli-zo en mi porvenir, voy a ser un genio inalcanza-ble. Después, pasaron las lecturas múltiples deRayuela, después pasaron los años y el libro meempezó a parecer ingenuo, esnob e insoportable,aunque jamás me pude desprender de él y ahoramora en mi biblioteca medio hecho mierda porel paso del tiempo. Hasta que finalmente llegó eldía en que negué a Cortázar tres veces mientrascantaba el Gallo Airano. Listo. Pasemos a otra co-sa: primero publicar, después escribir. Sin embar-go, esta noche Cortázar habla con su inconfundi-ble acento gangoso, francés, como el zorrinitoenamoradizo de la Warner. Cortázar habla de susprimeros pasos, desprecia a los escritores que nopiensan hacer la revolución, defiende a los escri-tores de la garcha del boom, critica su 62 modelopara armar y destroza su Libro de Manuel. Yoasiento. Habla de la urgencia de escribir mientrasel mundo tiene que cambiar drásticamente. Nohay pasión por la indiferencia: hay ingenuidad ynobleza. Me doy cuenta de que le creo todo lo quedice. Entonces, tapado por la frazada escocesa,solo con mi perra Rita a los pies, me doy cuentade que estoy llorando. Sí, sí, digo, mientras em-pino el quinto whisky, Cortázar tiene razón.Quiero que vuelva. Que volvamos a tener escri-tores como él: certeros, comprometidos, hermo-

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sos, siempre jóvenes, cultos, generosos, bocones.No esta vulgar indiferencia, esta pasión por la ba-nalidad, esta ficcionalización con todos los ticsde la peor TV de la tarde, los talk shows de Mo-ria, y toda esa mierda. Al octavo whisky lo llamoa mi amigo Santiago y le digo, medio llorando,medio exaltado: Che, Aira nos cagó, la literaturaargentina cayó en la trampa de Aira, ¡es un agen-te de la CIA! Los escritores serios, los grandes gi-gantes, son mirados de soslayo: ¡reina el viva lapepa! Aira le hizo mucho mal a la literatura, lapartió en dos, antes y después de él. De Opera-ción Masacre a Operación Ja já.

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Rumble Fish: la cantinelaeterna de los mitos

para mis hermanos

Teníamos un rito con mis viejos. Cuando meempecé a poner grande y ya no festejaba micumpleaños en casa, salíamos los tres juntos ysolos (sin mis hermanos, sin nadie) a algún lu-gar que yo eligiera. El último cumpleaños quefestejamos de esta manera fue el de mis 23. Yohabía vuelto de un viaje de dos años y estabacontento de estar con ellos otra vez. Me empe-ciné en que fuéramos a ver Rumble Fish, la pe-lícula de Coppola que en ese entonces daban enun cine de la calle Esmeralda y que era promo-cionada como una de aventuras juveniles conlos galancitos yanquis del momento. La ley dela calle era el subtítulo en español. La había vis-to a la semana exacta de mi regreso sin gloria. Ysabía que no era una película simple de aventu-ras juveniles. De hecho, creo que nunca anteshabía salido del cine tan perturbado. RumbleFish contaba una historia lineal, de cabo a raboy sin complicaciones. Pero también respiraba defondo un arsenal misterioso (como en los gran-des relatos de H. P. Lovecraft) que, de algunamanera, Coppola había logrado sintetizar en so-

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nido, imagen y texto. Cada fotograma de Rum-ble Fish tenía una ontología que lo verticaliza-ba. Trabajaba, para decirlo en términos de bru-jería, sobre el nagual y no tanto sobre el tonal.*

Desde entonces volví a ver este largo y oscuropoema un montón de veces.

Mi papá se durmió por la mitad del filme. Mimamá se angustió y me recriminó que la llevaraa ver cosas donde terminaba todo mal. Lo ciertoes que durante su corta vida ella y yo pocas vecesllegamos a entendernos.

¿Por qué quería que mis viejos vieran esa di-chosa película?

Creo que porque Rumble Fish surge del terri-torio de los sueños (donde ahora mora mi ma-dre). Creo también que, si se tratara sólo de unapelícula, la cosa no pasaría de un comentario almargen. Pero Rumble Fish es un poema que in-fecta el cuerpo de una película para traernos no-ticias del mundo sumergido. El mundo del queestamos hechos tanto los padres como los hijos(del que no se puede escapar), pero al que, en al-gún momento de nuestra educación, perdemosde vista. La religión se institucionalizó mientrasestábamos despiertos, pero se creó mientras so-ñábamos.

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* Véase Carlos Castaneda, Relatos de poder: La explicación de losbrujos.

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Como todo gran poema, Rumble Fish no estáterminada. Está siempre por hacerse cada vez quealguien se le acerca (a este tipo de películas uno nose las pone a ver, se les acerca como si se tratara deun animal numinoso). Ya dije que la vi a lo largo delos años, en diferentes momentos (años buenos,años malos, años insípidos) y siempre me produ-jo algo diferente. Tal vez por eso sea un clásico, esdecir, una obra que de alguna manera establece ellamisma los parámetros sobre los que va a ser perci-bida. No depende de ninguna coyuntura y su ma-teria esencial no tiene fecha de vencimiento. Co-mo le replicó Eugenio Montale a Pasolini cuandoeste lo acusó de burgués porque le cantaba al pasodel tiempo en vez de reflejar las injusticias socia-les: «Querido Malvolio, no hay que cambiar loesencial por lo transitorio». Sin duda hay injusti-cias sociales. Pero también hay injusticias esencia-les. En un momento central del filme, Rusty James(Matt Dillon), después de recibir una golpiza, le di-ce a su hermano (Mickey Rourke) con tono de la-mento: «Quiero volver a casa». Pedido que losgnósticos antiguos hicieron hace millones de añosy por el cual, entre otras cosas, fueron perseguidoshasta el exterminio.

Lo cierto es que el camino a casa nunca estu-vo bien señalizado. Para encontrarlo, pareceríadecir Rumble Fish, hay que desprenderse de losafectos y no dejarse atrapar por el mundo con-vencional de la vida ordinaria (el hermano mayordebe abandonar al menor sacrificándose para que

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este reviva, según la cantinela eterna de los mi-tos). Aunque volverse inaccesible y nómade, co-mo el chico de la moto que encarna Rourke, esuna tarea de impecabilidad titánica.

Dijo el padrino Francis: «Rumble Fish es una es-pecie de novela existencial para jóvenes. Su temadice que es necesario abandonar a las personas quese ama si se quiere sobrevivir. Y su héroe es un mu-chacho que idolatra a su hermano mayor. Mi ideafue hacer un film de vanguardia para adolescentes,cosa que prácticamente no existe. En música sepuede hacer, se sabe que los jóvenes tienen un oí-do que acepta la innovación y la complejidad. Perono se intenta hacerlo nunca en cine».

Coppola venía de fundirse la cabeza y el bol-sillo con Apocalypse Now y entonces prefiriótrabajar estilísticamente sobre una película de ba-jo presupuesto y con actores jóvenes (Rourke,Dillon, Chris Penn, Nicolas Cage, Diana Lane,Larry Fishburne). De la patriada de Vietnam só-lo trajo a Dennis Hopper,* quien interpretaba alpadre borrachín de los hermanos. Tom Waits**

tenía un papel corto pero inolvidable y SofíaCoppola hacía de una nenita molesta (aún hoy si-

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* Coppola parece decir que si a Hoper no lo mataban en el final deBusco mi destino, el destino que iba a encontrar era el de un aboga-do borracho que vive del seguro social. Fin de la contracultura.** Esta película también tiene la particularidad de que Tom Waitsno hace de Tom Waits, como en muchas otras películas malísimas.

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gue haciendo el mismo papel). Fue filmada enTulsa ––donde simultáneamente también se ro-dó The Outsiders–– y cuando finalmente se es-trenó, los críticos la molieron a palos. Gran partedel público se durmió como mi viejo en las salasy fue un fracaso comercial para Zoetrope.

Para contar de qué va Rumble Fish es necesa-rio poner por delante de los enunciados la pala-bra «parece». La película de Coppola parece unapelícula sobre pandillas similar a las de JamesDean. Parece un homenaje del director de El Pa-drino a este subgénero conocido como melodra-ma juvenil. También parece la historia de inicia-ción de un adolescente tratando de recorrer loscaminos del héroe según los trazó Joseph Camp-bell. La novela juvenil de Susan Eloise Hinton so-bre la que está basada la película es sencilla y depoco vuelo. Pero bajo la relectura de Coppola sevuelve algo serio. Como suele suceder con la obrade Kafka, al filme se lo puede interpretar desdediferentes ángulos. El psicoanalítico, marxista,estructuralista, etc., Slavoj Zizek también se po-dría hacer una panzada lacaniana con RumbleFish. Sin embargo, creo que el valor esencial delpoema de Coppola está en su zona de ininterpre-tabilidad. Para empezar, a pesar de estar cruzadatodo el tiempo por relojes y de que uno de suspersonajes (Benny) reflexiona sobre el paso deaquel, la época en que transcurre la historia no es

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fechable. Sólo Rusty James hace alusión en unmomento a los Beach Boys. Cada escena está uni-da por imágenes aceleradas de la ciudad o del pa-so de las nubes en un cielo extraño. Las sombrasde las escaleras se acortan o se alargan en un alar-de impresionista cuya partitura extraordinaria esla música de Stewart Copeland. Las siluetas delos personajes también aparecen en sombras pre-cediéndolos, como si se tratara de una gran ale-goría de las cavernas. Y todo está rodeado por unhumo blanco de origen desconocido. Pero es cla-ro que no es el humo de hielo seco que antecedela salida de las bandas de rock, más bien es la nie-bla de Amarcord, donde los hombres y las bestiasse pierden.

Hace poco leí una reflexión de Bergman sobreAndrei Tarkovski: «Cuando el cine no es docu-mento, es sueño. Por eso Tarkovski es el más gran-de de todos: se mueve con libertad absoluta en elmundo de los sueños». Es verdad. Voy a cometerla estupidez de enunciar una ley estrictamentepersonal: el cine que me impacta es ese que, en unmovimiento mental spinoziano, intenta salirse delcine porque ahí sólo se puede aspirar a ganar algúnfestival y ocupar un lugar como jurado en otra fu-tura fecha de otro bendito evento cinematográfi-co. Eso no tiene nada que ver con filmar poemas.En este sentido, Solaris, El sacrificio, Stalker o lagrandiosa La noche del cazador de Charles Laugh-

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ton trabajan en terrenos oníricos y son hermanasde Rumble Fish. Cuando se hace de día, trabajan-do, dale que dale, está el ruido metalúrgico de lasasociaciones de los críticos, las fotocopiadoras dela cultura y el sistema de puntaje deportivo. Ya escomún que un crítico cinematográfico vea una pe-lícula en privado y después tenga que correr parapublicar su reflexión contrarreembolso. Tambiénles pasa a los críticos de libros y de música. ¿Cómopuede ser que uno tenga lista en unas horas unacrítica que tal vez deba llevar unos veinte años ensedimentarse en el espíritu para saber qué fue loque vimos? Sabemos que existen estas demandasy que uno tiene que ganarse la vida, pero por lomenos podríamos dejar de tomarnos tan en serio.A veces escuché a críticos puntuando una pelícu-la o largando la muletilla «escribí a favor» o «escri-bí en contra». Lo mismo pasa con los festivales:surge una irrefrenable ansiedad por tratar de con-sumir todo lo que nos ponen en el plato. Esto es laretórica de la industria, como la Feria del Libro y elCongreso de la Lengua. Pero filmar o percibir unpoema no tiene nada que ver con esto.

Rumble Fish es una película de bajo presu-puesto de Francis Ford Coppola. Es, probable-mente, el punto más alto de este director y tam-bién del protagonista central: Mickey Rourke.Habla sobre la relación de dos hermanos encerra-dos en un barrio periférico, sin salida. Uno es ca-si un mito, tanto que no tiene nombre y su nom-bre es su función: el Motociclista. El otro quiere

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ser como él. La película está cargada de significa-ción, con símbolos a granel. Pero igual ––y esto lahace fascinante–– termina siendo inasible. Lasparedes de las calles tienen tallados grafittis quedicen: The motorcicle boy reigns. Los que tuvi-mos la desgracia o la suerte de crecer en un barrio,sabemos qué significa eso.

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