Ensayos Entre Pobreza y Locura

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Entre Indigencia y Locura. Subjetividad y Nuda Vida. (Freddy Castillo Osorio) 1.-Cómo surge la pregunta por el presente trabajo de investigación. En el año 2005, a partir de la visita académico-pedagógica - efectuada por alumnos de la Licenciatura en Psicología, quienes, en ese momento, cursábamos el octavo módulo de la carrera y que es denominado Conflicto Psíquico, Salud Mental y Sociedad- al Centro de Asistencia e Integración Social Cuemanco (con la cual se esperaba, diéramos cuenta, de las características y “naturaleza” de las enfermedades mentales, particularmente, de las psicosis), se produjo la inquietud de investigar, para el trabajo final –ya en el año 2006-, las condiciones socioculturales e históricas que, en el presente y en este sitio, articularon -de manera categórica- indigencia y psicosis. Pues, la experiencia didáctica causó un enorme desconcierto y expectación porque, a partir de la lectura de la Historia de la Locura en la Época Clásica, el lugar parecía tener ciertos aires de “familiaridad” con el dispositivo de segregación, descrito allí por Foucault, como el Gran Encierro. Heterotopía de desviación, en la cual, se encerraba in-discriminadamente a vagos, borrachos, prostitutas, mendigos, enfermos venéreos, locos, inadaptados, etc. En esa investigación, se buscó analizar la singularidad de la relación local entre poder y saber, que en el CAIS Cuemanco, fabricó ciertos regímenes de veridicción que operaron en la configuración del indigente psicótico, y, además, la estrecha y “evidente” relación, y co-sustancialidad, que se considera existe entre la enfermedad mental y la indigencia. Del cual se derivó, en el 2008, el protocolo de investigación -con el cual ingresé a la Maestría en Psicología de Grupos e Instituciones- y, en el cual, el interés ahora se centraba en investigar las condiciones históricas generales que, probablemente, habían configurado, en la actualidad, el “inconsciente” y la `sensibilidad` social de nuestra experiencia “moderna” sobre la locura y, que, de algún modo, constituía la matriz del conocimiento posible sobre la naturaleza de la enfermedad mental y que, a su vez, orientaba el

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Entre Indigencia y Locura. Subjetividad y Nuda Vida.

(Freddy Castillo Osorio)

1.-Cómo surge la pregunta por el presente trabajo de investigación.

En el año 2005, a partir de la visita académico-pedagógica -efectuada por alumnos de la Licenciatura en Psicología, quienes, en ese momento, cursábamos el octavo módulo de la carrera y que es denominado Conflicto Psíquico, Salud Mental y Sociedad- al Centro de Asistencia e Integración Social Cuemanco (con la cual se esperaba, diéramos cuenta, de las características y “naturaleza” de las enfermedades mentales, particularmente, de las psicosis), se produjo la inquietud de investigar, para el trabajo final –ya en el año 2006-, las condiciones socioculturales e históricas que, en el presente y en este sitio, articularon -de manera categórica- indigencia y psicosis. Pues, la experiencia didáctica causó un enorme desconcierto y expectación porque, a partir de la lectura de la Historia de la Locura en la Época Clásica, el lugar parecía tener ciertos aires de “familiaridad” con el dispositivo de segregación, descrito allí por Foucault, como el Gran Encierro. Heterotopía de desviación, en la cual, se encerraba in-discriminadamente a vagos, borrachos, prostitutas, mendigos, enfermos venéreos, locos, inadaptados, etc.

En esa investigación, se buscó analizar la singularidad de la relación local entre poder y saber, que en el CAIS Cuemanco, fabricó ciertos regímenes de veridicción que operaron en la configuración del indigente psicótico, y, además, la estrecha y “evidente” relación, y co-sustancialidad, que se considera existe entre la enfermedad mental y la indigencia. Del cual se derivó, en el 2008, el protocolo de investigación -con el cual ingresé a la Maestría en Psicología de Grupos e Instituciones- y, en el cual, el interés ahora se centraba en investigar las condiciones históricas generales que, probablemente, habían configurado, en la actualidad, el “inconsciente” y la `sensibilidad` social de nuestra experiencia “moderna” sobre la locura y, que, de algún modo, constituía la matriz del conocimiento posible sobre la naturaleza de la enfermedad mental y que, a su vez, orientaba el juego de lo verdadero y lo falso en las prácticas discursivas a las que, con anterioridad, nos habíamos aproximado.

Por ello, decidimos hacer otro desplazamiento, para problematizar críticamente, y, así, explorar una arista más de la investigación precedente, decidimos examinar los archivos de la Secretaria de Salud (particularmente, los fondos Beneficencia Pública y Manicomio General), pues, consideramos que era necesaria una mirada genealógica, por una parte, con el propósito de pensar, más a fondo, algunas de las condiciones históricas de posibilidad que, a partir de la supuesta “entrada” de México en la Modernidad, probablemente, habían in-diferenciado, en el “aquí” y el “ahora”, el binomio indigencia-locura, constituyéndole, en unidad. La intervención en el Fondo Histórico de la Secretaria de Salud presentó serias dificultades teóricas y metodológicas, por lo que, de nueva cuenta, y, reformulando algunas cuestiones, re-tornamos al “punto de partida”, es decir, el CAIS Cuemanco. Fue así que, desde otro emplazamiento, intentamos llevar al límite la pregunta por el proceso de indiferenciación del indigente y el psicótico, de la relación confusa entre indigencia y psicosis. Por lo cual, incorporamos algunas otras herramientas, teóricas y prácticas, para poder orientar la presente investigación, es decir, la dimensión biopolítica del problema. Es decir, las practicas políticas gubernamentales modernas, por las cuales, la vida pasa a ser el epicentro de las acciones, objetivos, prácticas, estrategias del poder, las que, además, implican la regulación e instrumentalización general de los procesos vitales de las poblaciones humanas. El Estado moderno se transforma para hacer de la vida humana la categoría política por excelencia. Es así que, el poder

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sobre la vida, biopoder, politiza la vida para intervenir sus procesos, para producirla y hacerla productiva. En este contexto, el poder soberano transforma la máxima “premoderna” hacer morir y dejar vivir por una lógica poblacional que implica hacer vivir y dejar morir, la cual, a su vez, implica una doble producción: la de la vida politizada, considerada vida digna de ser vivida, y, además la nuda vida, de vidas indignas y desechables. Las sociedades occidentales modernas, desde la perspectiva biopolítica, producen la nuda vida, la vida “humana” que se incluye en la polis a través de la exclusión, lo cual constituye, además, los espacios de exclusión-inclusiva de esa nuda vida, que es situada al margen del orden jurídico, en un estado de excepción que va coincidiendo de manera progresiva con el espacio político. De modo que exclusión e inclusión, externo e interno, bíos y zoé, derecho y hecho, el hombre y el animal, lo humano y lo inhumano entran en una zona de irreductible indiferenciación.

2.-Estado de la cuestión.

Por una parte, y, en lo que respecta a las investigaciones realizadas sobre el Manicomio General La Castañeda, y en particular, para los fines del presente texto, nos referiremos, particularmente, a los análisis efectuados por el antropólogo e historiador colombiano Carlos Andrés Ríos Molina, quien, en su tesis doctoral, La Locura en la Revolución Mexicana. Los primeros Años del Manicomio General, señala, en lo que respecta a la teoría del control social, que es necesario cuestionar el uso indiscriminado de tal posición pues, desde su perspectiva, y de manera generalizada, en las investigaciones disciplinarias de las Ciencias Sociales sobre las instituciones psiquiátricas se asume –por la gran influencia en estas del pensamiento de Foucault y Goffman, principalmente- que estas instituciones, han sido vistas como el “brazo científico del Estado [utilizado] para controlar y castigar todas aquellas conductas que transgrediesen el orden social”. Considerando que tal enfoque debe ser interrogado, y tomado con cautela, pues, a partir de su dispositivo de interpretación señala: “en los expedientes de La Castañeda” –y, ésta es la hipótesis a demostrar-, se puede ver que, en realidad, “fueron las familias”, de quienes fueron internados, quienes “se apropiaron de la institución manicomial” para hacer uso de ésta -claro está, por mediación de las autoridades, es decir, los médicos de la institución-, para poder, lícitamente, lograr el “encierro terapéutico” de sus “enfermos mentales”. Por lo que concluye, particularmente, en referencia a La Castañeda, y, de manera general, en lo que respecta a lo que él llama el “caso mexicano”, que “la teoría del control social no tiene sustento”.

Posición con la cual no estamos de acuerdo ya que, desde otra perspectiva, y, en oposición al argumento de Ríos Molina, la historiadora Betzabé Arreola expresa en el trabajo ¿Locura o Disidencia? Un Estudio sobre la Locura Femenina desde la Ciencia Psiquiátrica a finales del Siglo XIX y principios del XX que, “la fundación del Manicomio General” fue “un claro ejemplo de la manera en que el régimen porfirista buscó establecer las fronteras que separaran a los “buenos y los aptos” de los “débiles y degenerados”. Esto “ante la preocupación del gobierno por el peligro que representaban los pobres, las prostitutas, los delincuentes, los indios perezosos y los borrachos”, así, pues, el manicomio “fungió como un lugar de asilo y reformatorio”. Inquietud que, además, prevaleció en el pensamiento y las políticas de los gobiernos posrevolucionarios. Situación a la que volveremos más adelante.

Por otra parte, aunque Ríos Molina reconoce que de la documentación a la que hace referencia -los certificados de ingreso-, es posible considerar la “existencia” material de una cantidad parcial de evidencia empírica, la cual da cuenta, estadísticamente hablando, solamente del 24 % del total de los ingresos -por esta vía- de la población que fue internada en los diez primeros años del

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Manicomio General - procedimiento metodológico por el cual, considera, es posible comprender la “mecánica” de la relación médico-familia, estructurante de la condición de posibilidad de la admisión de los sujetos por la institución, y que, de acuerdo a él, es necesario tomar muy en cuenta porque, tales certificados, eran el requisito imprescindible que las autoridades demandaban para justificar la internación. Del mismo modo, y, a pesar de no haberse hallado la “evidencia” o soporte material para, de algún modo, darle fuerza de ley a su argumento, indica la posibilidad, “a partir de una lectura cuidadosa de los expedientes clínicos”, de afirmar, que “las familias estaban detrás del encierro del 75.2 % restante”.1

Por otro lado, el colombiano, señala que la diferencia que a principios del siglo XX se estableció en el Manicomio General -la cual dividía a la población, de manera general, en pensionistas e indigentes, a los cuales también se les llamaba no pensionistas-, respondía a la posibilidad o imposibilidad de pagar la pensión que, antes de ingresar, le era solicitada a los familiares para ubicarlos en las zonas establecidas al interior del lugar. Así que, de acuerdo a él, no es posible considerar que la institución fuera utilizada con el fin de albergar, y excluir necesariamente, como parte del control estatal, a una gran variedad de poblaciones marginales.

Además de su afán de objetar, por una parte, los supuestos de la teoría del control social, en el mismo texto nos señala que, frente “a estos diagnósticos, no podemos estar seguros de que los sujetos observados en verdad tuvieran los padecimientos imputados. ¿Qué nos podía decir la psiquiatría a inicios del siglo XX sobre la dinámica del cerebro sin saber la existencia de los neurotransmisores?” Y, aunque, también menciona, el “hecho de que se diagnosticara determinada enfermedad no quiere decir que el paciente efectivamente la padeciese.” Es así que, en el fondo, el conflicto social al que fueron expuestos, en el caso de los indigentes asilados en La Castañeda, sólo fue un detonante para que emergiera la disposición psíquica estructural que secretamente habitaba en los sujetos de la enfermedad mental.

El mismo autor, en el artículo denominado Indigencia, Migración y Locura en el México Posrevolucionario, establece, “los factores que incidieron en el aumento de la población psiquiátrica a partir de de 1929 y hasta 1944”. De lo cuales, distingue, principalmente dos: la migración y la carencia de redes familiares sólidas. En referencia al primero, argumenta -a partir de la lectura que hace de Castles y Miller (The Age of Migration. International Population Movement in the Modern World, 1988)- que el incremento de enfermos mentales en la Ciudad de México fue el resultado de los desplazamientos masivos que efectuaron los habitantes de las periferias hacia el centro, lo cual, fue consecuencia directa de la crisis generalizada producida por la guerra interna que tuvo lugar en nuestro país. En segundo lugar, y, aunque reconoce que el aumento también obedeció a las “campañas contra la indigencia llevadas a cabo por el gobierno de la capital” -en particular en la década de los treinta-, también, establece que las dificultades que los enfermos mentales presentaron a las familias durante el desplazamiento, implicó que durante el proceso migratorio se abandonara en la ciudad a dichos sujetos.

De algún modo, y lo que queremos rescatar de todos estos planteamientos, derivados de la revisión de esta producción historiográfica, en el rastreo de formas singulares, históricas, discontinuas de vinculación de los indigentes con la sinrazón, consideramos: ¿cómo podemos tomar distancia de los condicionamientos interpretativos que están implicados por las máquinas de captura, de visibilidad y enunciación efectuadas por los dispositivos disciplinarios de las ciencias sociales, los cuales,

1Pues, como ya se mencionó, argumenta que no era posible el ingreso al manicomio sin el documento en cuestión. Lo cual nos hace considerar que, a pesar de su posición “culturalista” sobre la construcción social de la realidad, y en relación a las prácticas sociales, en este sentido, se ven reducidas a las normatizaciones formalizadas de “las instituciones”, es decir, los reglamentos.

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operan en la “lectura” de los fenómenos estudiados por los científicos sociales en las “realidades” sociales intervenidas?, ¿cuál es la importancia del reconocimiento que deberíamos darle al posicionamiento teórico que actúa en la producción interpretativa y que, a su vez, inevitablemente, está modulada por dispositivos que producen ciertos regímenes de veridicción que, a su vez, se constituye el “fundamento último” de nuestras aseveraciones?, ¿cuál es el sentido, no solamente “epistemológico,” sino político, de los usos que hacemos del pasado?, ¿desde que posición(es) interrogamos la realidad, por qué, para qué? y, en lo que respecta a nuestro problema de investigación, de una manera muy singular, ¿cuales son las complicidades que ciertos dispositivos historiográficos, de indagación metafísica, ejercen “inconscientemente” en la “lectura” que da sustento a la continuidad atemporal y, que, de diversas formas, ha anudado el par indigencia y enfermedad mental, al grado, de con-fundir y, naturalizar, el vínculo que, sociohistóricamente, se construido entre el Uno y lo Otro?

Por otro lado, y en lo que se refiere a los ensayos historiográficos que, entre otros, Beatriz Urías Horcasitas ha abordado sobre como, en la primera mitad del siglo XX, en diferentes partes de Europa circuló una “nueva” versión de la figura del “Hombre nuevo” de corte antiliberal, la cual estuvo asociada con un proceso de depuración racial, que tenía como finalidad: “modelar” la sustancia de una sociedad que sería conformada por “hombres masa”, no por individuos. En efecto, la puesta en marcha del modelo de la sociedad de masas, entrañó el referente de una “revolución antropológica” mediante la cual se realizaría un trabajo de homogeneización racial, que idealmente generaría una nación integrada por seres “regenerados”, idénticos y no diferenciados. Fue así que, en 1931 un grupo de médicos interesados inicialmente en la puericultura y la salud maternoinfantil fundaron la Sociedad Eugénica Mexicana para el Mejoramiento de la Raza, con la finalidad de “estudiar las condiciones biológicas y sociales que influyen en la degeneración de la especie humana, y para procurar que se pongan en práctica los métodos que la ciencia y las leyes sociales indican para el mejoramiento de la humanidad”.2

Por otra parte, Martha Saade Granados señala, en su tesis doctoral (El Mestizo No es de Color, Ciencia y Política Pública Mestizófilas. México 1920-1940) que las sociedades de Eugenesia invadieron con sus numerosos miembros “el terreno de las ciencias sociales” y que, además, parte de sus preocupaciones era el “elucidar” las causas biológicas que originaban la decadencia racial. Para esta generación de médicos, aproximadamente en 1933, la nueva nación que se pretendía constituir debía escribirse “con la gramática de la revolución sanitaria”. Este grupo se había formado con las herramientas de la medicina preventiva, como la higiene y la eugenesia, y serían “los soldados de la batalla nacional contra las enfermedades infecciosas y hereditarias” que deterioraban el cuerpo social. El reto era asumir las exigencias de los nuevos tiempos, esto es, “asumir las preocupaciones médicas y eugenésicas al lenguaje de lo social.” De acuerdo con esta visión, no sólo la epilepsia, la lepra, la sífilis, la tisis requerían acción médica preventiva, sino también, aquellas “patologías sociales” que afectaban la salud de la población. Es decir, el alcoholismo, la prostitución, la criminalidad, las toxicomanías y la vagancia, entre otras, eran los 2 En el ámbito de la psiquiatría, la “higiene mental” hizo sentir su influencia en los años treinta. Al igual que la eugenesia, fue una corriente del pensamiento médico que, al inicio del siglo XX, hizo de la herencia la piedra angular de la transformación de las sociedades humanas. En México, la higiene mental fue impulsada por un grupo de médicos vinculados al Departamento de Prevención Social de la Secretaría de Gobernación, al Departamento de Psicopedagogía e Higiene de la Secretaría de Educación Pública y al Manicomio de La Castañeda. En 1936, los médicos Samuel Ramírez Moreno, Saúl González Enríquez y Alfonso Millán crearon la Sociedad de Estudios de Criminología, Psicopatología e Higiene Mental, así como la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría, en donde se discutieron temas como el de la relación entre el delito y la enfermedad mental en tanto que manifestaciones de un mismo proceso degenerativo, la situación legal de los alienados, el papel del peritaje psiquiátrico en materia penal, el vínculo entre delincuencia y alcoholismo, y, finalmente, la esterilización de los enfermos mentales.

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problemas de salud pública que los agentes del progreso debían erradicar, por lo que se puso en marcha un programa general de profilaxis social.3

¿Cuáles son las implicaciones que la idea decimonónica de degeneración racial jugaron en la relación establecida entre indigencia y degeneración, entre mendicidad y locura?, ¿esta circunstancia puede considerarse como una resonancia que organiza la trama urdida, en el presente, entre le indigente y el psicótico?, ¿en este sentido, qué testimonia la mendicidad degenerada -o en proceso de deterioro como ahora lo llaman- al respecto de la racionalidad y política públicas que tienden a la tan anhelada “modernidad”?, y, por último, ¿cuál fue el papel que jugó, o que juega, el deseo eugenista en la constitución “real” del, aparentemente “olvidado”, proyecto mexicano de Estado-Nación?, ¿Cuáles son las particularidades que la teoría del control social debería reformular al respecto de las instituciones de asistencia, los hospicios, las correccionales, los manicomios?, ¿aun tiene sentido hablar o no –en lo que respecta a las instituciones de “asistencia” a “enfermos mentales”- de control social?

De acuerdo a la normatividad del Instituto de Asistencia e integración Social –el IASIS, es la instancia gubernamental que coordina, supervisa y evalúa los servicios de asistencia social destinados a las poblaciones marginales que habitan en el Distrito Federal, principalmente, indigentes. Es así que, particularmente, el CAIS Cuemanco, “proporciona asistencia a personas de más de 18 años con problemas severos de salud mental en situación de abandono social”.

3.-Historia de la Institución.

En este apartado, pretendemos abordar, problematizar, la historia singular de la institución. De la cual, nos interesa reconstruir, históricamente, las prácticas y discursos que han producido la con-fusión entre indigencia y enfermedad mental. Pues, al indagar sobre el proceso de producción de los regímenes de verdad es necesario distanciarnos del dominio de acción en el cual hemos intervenido para que devenga dudoso. Particularmente, en lo que respecta a la relación indigencia-psicosis, los archivos del CAIS Cuemanco, así como los diferentes discursos que circulan como saberes de la naturaleza de la indigencia la vinculan, estrechamente, con la psicosis, como la institución ha transitado de un lugar de asistencia a poblaciones marginales (indigentes) a un espacio psiquiatrizado. De cómo la problematización del sentido y esencia de la locura dio como resultado la correspondencia entre uno y otro fenómenos. Analizar la contradicción inherente a la normatividad del origen de la institución –la asistencia e integración de los miserables- y las prácticas sociales. Cómo a partir de las reflexiones del sujeto-objeto de la locura y las concepciones sobre estos consiguen fusionar indigencia y psicosis a través de términos como herencia, medio social, deterioro, etc. Y, cómo, desde su creación, en el CAIS Cuemanco las nociones de indigencia y psicosis caen en un espacio de indeterminación y cosustancialidad.

4.-Justificación teórica del acercamiento etnográfico.

3La moral de la eugenesia se fundaba en procurar la formación de individuos sanos, y en desechar los elementos somática y, germinalmente, indeseables. El problema se hizo médico, profiláctico, pero no por ello dejaba de ser una tarea moral y social. “Tísicos, sifilíticos, epilépticos, débiles mentales, locos, indios, negros o miserables, daba igual. Los eugenistas pretendieron posicionarse en el vasto campo de la política pública con un discurso cientificista para dotarla de un contenido pretendidamente legítimo: el de la ciencia moderna.” Fue así que la tiranía de la higiene y el racismo entró en las instituciones y en las proyecciones, regulaciones, del gobierno sobre la población. Los hospitales, albergues, orfanatos, así como las cárceles y manicomios sostenidos por el erario público estaban en aumento, esto, para los espíritus biologicistas, significó el incremento de la degeneración racial en la sociedad, pero, primordialmente, el deterioro de la vida y de la raza. Lo cual, el Estado debía evitar. Por lo que creó políticas de “bienestar”, con la finalidad de potenciar y regular la tan invocada selección “natural”.

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Pretendemos, a través de la reflexión metodológica de las herramientas de intervención, el reconocimiento de los dispositivos de enunciación y visibilidad que implican la aproximación empírica a los fenómenos sociales. Pues, es necesario el cuestionamiento de los recursos y vías metodológicas (teóricas y prácticas) utilizadas por los investigadores para la transformación de nuestra mirada, la cual interviene y es intervenida por las formas legitimadas del quehacer y la investigación social. Trabajo de campo, observación participante, entrevista son vías que, empíricamente, parecen fundamentar el acercamiento etnográfico y que, de algún modo, deben ser interrogadas pues, las relaciones que establecemos con los sujetos investigados implican, también, la imposición de categorías, relaciones y términos que subsumen lo “escuchado” en el campo a tendencias universalizadas de sujeto, historia, cultura, etc. El presente apartado pretende ser una reflexión del cómo y porqués del proceso de registro de los acontecimientos a través de la escritura, del carácter narrativo de la teoría sobre lo social, de los marcos teóricos de referencia con los cuales pretendemos establecer una especie de realismo textual que condiciona nuestra interpretación sobre la cultura y el sujeto. Las intenciones del “autor” de un texto académico no deben ser ajenas al proceso de producción del mismo. La pregunta por lo metodológico pone en perspectiva que es lo que hacemos, desde que hipótesis, con que objetivos y, de algun modo, con qué resultados. La reflexión metodológica es también una reflexión sobre el carácter político y la construcción epistemológica del texto.

5.-Prácticas y discursos institucionales.

En este apartado pretendemos analizar la mezcla de dos registros del biopoder, de dos modelos políticos de control social (el modelo político de la peste y el modelo político de la lepra), para reflexionar al respecto de la yuxtaposición del modelo disciplinario y el biopolítico, con la finalidad de establecer la discusión para poder comprender la “estructura” de la inclusión exclusiva de la nuda vida en el espacio de excepcionalidad constituido por el biopoder en las dimensiones disciplinaria y biopolítica. Así, pretendemos establecer un hilo conductor que exponga las aporías inherentes al campo intervenido al mostrar como, en este espacio, el modelo de regulación biopolítico no necesariamente se excluyen sino que operan, mutuamente, en diferentes niveles. Asimismo, como, a partir de tales prácticas y discursos, se pueden establecer ecos, no presencias, entre los discursos eugenistas modernos y las concepciones actuales que articulan indigencia y enfermedad mental.

6.-Reflexión (desde la perspectiva biopolítica –Foucault, Agamben y Esposito-)

Aquí, queremos poner en juego nociones como homo sacer y nuda vida, exclusión inclusiva, campo de concentración y estado de excepción, biopolítica y tanatopolítica, con el propósito de construir un dispositivo de inteligibilidad que de cuenta de la indiferenciación que se gesta, a partir del poder soberano sobre la vida, vinculada a su vez a ciertas nociones antropológicas que constituyen los linderos entre lo normal y lo patológico, el sujeto y el no sujeto, de lo humano y lo inhumano. En general, el papel que las ciencias humanas vinculadas al poder sobre la vida, en la modernidad, organizan y constituyen la producción de vidas nudas que, probablemente, estructuren, en el problema referido, la matriz del proceso de indiferenciación entre indigencia y locura.