Equidad Marta Lamas

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Equidad de género en la UNAM. Marta Lamas 1 ¿Qué es la equidad de género? Equidad es una palabra que se incorporó hace poco al vocabulario de la democracia, pero que tiene orígenes muy antiguos. Proviene del latín aequus, que quiere decir igual, y su acepción está vinculada totalmente al ámbito de la justicia: equidad es la cualidad de los fallos, juicios o repartos en que se da a cada persona según corresponda a sus méritos o deméritos. O sea, es la cualidad por la cual ninguna de las partes es favorecida de manera injusta en perjuicio de otra. Género es un término que se ha constituido en “La Explicación” sobre la desigualdad entre los sexos, e implica un salto conceptual: reconocer que los comportamientos masculinos y femeninos no dependen de manera esencial de los hechos biológicos, sino que tienen mucho de construcción social. Con el término género se alude al conjunto de creencias, prescripciones y atribuciones que se construyen socialmente tomando a la diferencia sexual como base. Todas las sociedades clasifican qué es “lo propio” de las mujeres y “lo propio” de los hombres, y desde esas ideas culturales se establecen las obligaciones sociales de cada sexo, acompañadas de una serie de prohibiciones simbólicas. El género funciona como una especie de "filtro" cultural con el cual se interpreta al mundo, y también como una especie de armadura con la que se constriñen las decisiones y oportunidades de las personas dependiendo de si tienen cuerpo de mujer o cuerpo de hombre. Así, una política de equidad de género intenta restituirles a mujeres y hombres su derecho a la igualdad de trato y de oportunidades. Si bien nadie en sus cinco sentidos 1 En caso de citar: Lamas, Marta. “Equidad de Género en la UNAM”. Ponencia presentada en el foro “Democratización de las instituciones de educación superior en el siglo XXI: Equidad de Género en la UNAM”, 18 de octubre de 2007. 1

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Equidad de género en la UNAM.

Marta Lamas1

¿Qué es la equidad de género? Equidad es una palabra que se incorporó hace poco al

vocabulario de la democracia, pero que tiene orígenes muy antiguos. Proviene del latín

aequus, que quiere decir igual, y su acepción está vinculada totalmente al ámbito de la

justicia: equidad es la cualidad de los fallos, juicios o repartos en que se da a cada

persona según corresponda a sus méritos o deméritos. O sea, es la cualidad por la cual

ninguna de las partes es favorecida de manera injusta en perjuicio de otra.

Género es un término que se ha constituido en “La Explicación” sobre la desigualdad

entre los sexos, e implica un salto conceptual: reconocer que los comportamientos

masculinos y femeninos no dependen de manera esencial de los hechos biológicos, sino

que tienen mucho de construcción social. Con el término género se alude al conjunto de

creencias, prescripciones y atribuciones que se construyen socialmente tomando a la

diferencia sexual como base. Todas las sociedades clasifican qué es “lo propio” de las

mujeres y “lo propio” de los hombres, y desde esas ideas culturales se establecen las

obligaciones sociales de cada sexo, acompañadas de una serie de prohibiciones

simbólicas. El género funciona como una especie de "filtro" cultural con el cual se

interpreta al mundo, y también como una especie de armadura con la que se constriñen

las decisiones y oportunidades de las personas dependiendo de si tienen cuerpo de mujer

o cuerpo de hombre.

Así, una política de equidad de género intenta restituirles a mujeres y hombres su

derecho a la igualdad de trato y de oportunidades. Si bien nadie en sus cinco sentidos

1 En caso de citar: Lamas, Marta. “Equidad de Género en la UNAM”. Ponencia presentada en el foro“Democratización de las instituciones de educación superior en el siglo XXI: Equidad de Género en laUNAM”, 18 de octubre de 2007.

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niega la validez de que mujeres y hombres tengan los mismos derechos y las mismas

responsabilidades, ciertas estructuras, especialmente las mentales, dificultan la puesta

en práctica de tal aspiración. Como ya lo dijo Bourdieu, el orden patriarcal está tan

profundamente arraigado en nuestra cultura que no requiere justificación: se impone a sí

mismo como autoevidente, y es tomado como "natural"; existe una gran dificultad para

analizar su lógica cultural, ya que la red de privilegios masculinos está totalmente

introyectada, y ha estado inscrita por milenios en la objetividad de las estructuras

sociales y en la subjetividad de las estructuras mentales. Por ello, todo el orden social, y

por lo tanto también el universitario, está teñido de ideas y prácticas que persisten en

avalar la desigualdad sexista con una relativa naturalidad. Alentar la igualdad entre

mujeres y hombres requiere impulsar una redistribución distinta del tiempo y de los

recursos, o sea, del poder.

En la construcción de utopías, hoy se dice de imaginarios, es necesario reformular los

horizontes de llegada. Las comunidades interpretativas van construyendo un nuevo

orden social en la medida en que comparten ciertas aspiraciones. Para ello es necesario

contar con nuevos significados. Un saber avanza cuando su terminología y sus

contenidos se difunden y consolidan. Asumir el giro conceptual que introduce la

equidad de género nos ofrece una perspectiva para actuar mejor ante los retos que vive

la UNAM, y que vivirá en el futuro, y para crear mecanismos temporales que abatan la

desigualdad, como las acciones afirmativas.

El feminismo es la lucha por que la diferencia sexual no se traduzca en desigualdad

social. Como el feminismo anhela un reparto equitativo de las oportunidades y las

posiciones del poder, resulta una perspectiva incómoda para muchos hombres y

también para muchas mujeres. Pero avanzar en igualdad social, sin exclusiones y sin

privilegios, enriquece a todas las personas, por eso la equidad no es un asunto de las

mujeres sino de todos. El feminismo no es mujerismo y quiere algo más que paridad en

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los espacios de toma de decisiones: desea imponer un sentido normativo y simbólico

distinto. Mover a los hombres y las mujeres de los lugares que la tradición les ha

asignado, y abrirles oportunidades a todos para que desarrollen sus capacidades

humanas más plenamente requiere crear nuevos esquemas de vida que concilien el

trabajo y la familia. Si la estructura laboral está en clave de privilegios masculinos y la

estructura familiar en clave de responsabilidad femenina, hay que reformularlas pues

mientras no exista una redistribución distinta, más corresponsable, entre las

responsabilidades familiares y las laborales, no habrá verdadera igualdad social entre

mujeres y hombres.

En la UNAM hay capacidad de sobra para innovar y establecer una regulación de las

relaciones universitarias que no se asiente sobre costumbres y prácticas sexistas sino

sobre modelos igualitarios Al establecer un pacto por la equidad, la UNAM podría

aprovechar su capital social para consolidar un proyecto político fundamental: la

construcción de sujetos verdaderamente democráticos.

En democracia toda injusticia se vuelve dolorosa, pues la democracia conlleva una

promesa fundacional de igualdad. Por eso la equidad de género contribuye al proceso

democrático. Hace unos días, en España, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la

Vega dijo, hablando del proyecto del PSOE, que de lo que trata su partido es de bajar el

umbral de tolerancia ante la desigualdad, o sea, que la capacidad de la ciudadanía para

convivir con la desigualdad sea cada vez menor. Lo que se propuso el PSOE en España,

en México lo intenta un grupo universitario: que en la UNAM no se sufra la desigualdad

entre mujeres y hombres. Por eso el compromiso del PUEG y de todas las personas que

colaboramos con él, es garantizar mecanismos y condiciones que hagan posible y real la

igualdad de oportunidades y de trato. Así como poco a poco ha ido calando la idea de

una cultura de la legalidad, de la misma manera lo tiene que ir haciendo el

convencimiento de la importancia de una cultura de la equidad. No podemos transitar

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por la vía de la democracia sin asumir lealmente las aspiraciones que acompañan la

búsqueda de una mejor vida política. Para que la democracia sea vigente como un

ejercicio igualitario de las libertades, hay que eliminar las prácticas, creencias y reglas

sociales que favorecen la desigualdad entre mujeres y hombres. Por eso, la equidad de

género se convierte en una condición que posibilita la profunda renovación del pacto

social que requiere México.

Por último, un amplio sector de la sociedad mexicana tiene enormes expectativas

respecto al papel fundamental que la UNAM deberá jugar en los próximos años. Es

difícil prever las transformaciones del mundo en que vivimos. Nadie tiene dotes de

profeta, sin embargo se perfila un panorama complicado: nuestra máxima casa de

estudios, que ha ido escalando en las valoraciones de calidad educativa mundial, está en

la mira de quienes no la ven con buenos ojos y desean privatizar la educación pública a

nivel superior. Ante esta amenaza conservadora varios y variados sectores de la

sociedad expresan gran preocupación e interés por proteger a la UNAM. Una manera de

fortalecerla frente al proyecto derechista radica, precisamente, en potenciar su

dimensión igualitaria y justa. Esto requiere algo indispensable: abocarse a la difícil

construcción de una voluntad colectiva, capaz de expresar su indignación en acciones

concretas. En la UNAM esa voluntad existe y juntos, mujeres y hombres, podemos

construir un país más justo tomando a la UNAM como punto de apoyo.

Muchas gracias

Ciudad Universitaria, 18 de octubre del 2007

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