Escritos de Daniel Esteban Llano

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Escritos de Daniel Esteban Llano Recopilación de notas periodísticas y de opinión

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Recopilación de notas periodísticas y de opinión.

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Escritos de Daniel Esteban Llano

Recopilación de notas periodísticas y de opinión

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La Inflación como herramienta política

Por Daniel Llano

Son  diversos y numerosos en América Latina los ejemplos de democracias que naufragaron en el pasado debido a procesos inflacionarios descontrolados, desabastecimiento y pujas desbocadas por apropiarse de la riqueza nacional, donde los que detentaban las armas y el poder económico corrían siempre con ventaja. Todavía hoy, aunque sólo en Honduras, se expresa la sinrazón de la violencia por sobre la elección de un pueblo. En cuanto a la otra variable, el poder de mover precios y mercaderías, todavía queda mucho por hacer para que deje de ser una herramienta en manos de unos pocos. Por eso, hoy más que nunca toma vigencia el debate sobre el rol del Estado y la necesidad de transformar a la economía en una herramienta social por sobre su característica de lucro. Una propuesta de inclusión económico-social amplia constituye entonces un principio de solución para las crisis cíclicas de inflación.Así lo propuso alguna vez John Maynard Keynes ante la crisis gigantesca de los años 30, generada precisamente por el apetito desmedido y sobre todo descontrolado de los grupos de poder. Cualquier parecido con la crisis actual, por supuesto que NO es pura coincidencia. Después de todo, la historia de la humanidad versa sobre los intentos de la mayoría por domeñar la locura derrochona y figurante de las minorías. Por suerte vamos ganando.

Pero volvamos a Keynes. Hoy todos son keynesianos, aunque el 99,5 % nunca haya leído su Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. Pero así se forjan las famas hoy en día: alguien menciona un nombre, se pone de moda y todos comienzan a citarlo aunque no tengan la menor idea sobre lo que esa persona en realidad dijo. Lo que importa es que John aseguró que e Estado no puede estar ausente en los momentos en que la economía hace agua porque algunos gastaron a cuenta de otros y hay que arreglar el entuerto.

Bien nos vendría leer un poco más. Podríamos tal vez encontrar algunas perlas del conocimiento que nos permitan adecuar herramientas, actualizar conceptos y encontrar soluciones. Cuando se habla de la probable renuncia de un secretario de comercio a nivel nacional, sin que asome nadie dispuesto a tomar en sus manos esa sartén al rojo, leer Keynes plantea ciertas ventanitas. Por ejemplo, el esquema de creación de cadenas productivas de alto impacto en la generación de empleo y de salario (ingreso). Y tal vez analizar que la Argentina produce alimentos, que se exportan (se venden en dólares) y que tal vez sería conveniente contar con alimentos a precio nacional para evitar que esos precios impulsen a otros hacia arriba, en la famosa espiral inflacionaria.

Vamos a lo concreto. La creación de cadenas alternativas de producción de canasta básica de consumo -mediante federaciones de cooperativas en áreas de menor explotación agraria (no-sojera)- vía subsidios y apoyo técnico

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intensivo, sirve para reemplazar exportaciones y ayuda a romper la dependencia del consumo interno hacia los pooles definidores de precios.

Esto significa comenzar a ganar el mercado interno, que ha sido siempre la válvula de presión de los grupos concentrados de poder para evitar que los gobiernos populares redistribuyan con justicia. El ciclo es conocido: quieren exportar en dólares o euros, pero no quieren abrir (perder, en realidad) el mercado interno como colchón seguro ante modificaciones del panorama externo. Este esquema les permite manejar una alta capacidad de presión económica, que muchas veces se transforma en política cuando se intenta afectar lo que estos espacios consideran como derechos adquiridos. El esquema tiende entonces a transformarse en un círculo cerrado, más allá de los avances técnicos o de la ampliación de las fronteras agropecuarias. Sea por concentración de la producción o por exclusión laboral, las políticas de inclusión social han tropezado con este esquema como la principal barrera. El desabastecimiento o el encarecimiento artificial y su consecuencia inflacionaria han sido las herramientas históricas para frenar la justicia distributiva.

Fortalecer la productividad y competitividad de cadenas alternativas mediante políticas de desarrollo endógeno -con equidad e inclusión social, sustentabilidad ambiental y aplicación de tecnología en escala- permite analizar nichos progresivos orientados a suplir importaciones, pero por sobre todo exportaciones (especialmente aquellas que inciden en el costo de la canasta básica de consumo) y constituye un aspecto novedoso para superar el problema de exportar canasta básica (aspecto que pocos estudios consideran en su justa dimensión).

Estos nuevos sectores de producción implican una clara necesidad del Estado como aportante de apoyo logístico y de infraestructura básica, capacitación y generación de nichos que les permitan conformar cadenas en áreas críticas, con exclusiva orientación hacia el mercado interno vía habilitaciones. La producción con valor agregado localmente y mercado potencial determinado a través de la conformación de núcleos de economía social de escala, debe incorporar subsidios y tecnología para acceder al mejor precio, con aplicación de ingeniería empresarial de excelencia y con detección de nichos de mercado previos a la convocatoria del espacio social. O sea, un PLAN.

Silenciosa pero eficazmente, este tipo de encadenamiento tiende a subsanar la cartelización de la economía alimentaria, con el surgimiento de diversidad de marcas y productos y con un claro efecto de freno sobre la inflación.

Se recomienda además trabajar con grupos de entidades pequeñas (evitando crear nuevos pooles inmanejables), con la intención de federarlas para conformar cuencas de cooperativas y PyMEs, porque este esquema permite un mayor control social de gestión y facilita trabajar por sistema de integrados, uniendo producción con logística y comercialización en manos de los sectores de menores recursos que siempre resultan más justos a la hora de repartir ganancias.

Existen experiencias exitosas del sistema de integrados -con casi cero por

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ciento de desocupación- en diversos municipios de Santa Catarina (Brasil), y se ha iniciado en Misiones un proyecto de este tipo que puede resultar de interés como experiencia piloto que, en algunos aspectos incluso mejora el modelo brasileño (marca colectiva).

El corrimiento de las fronteras agrícolas, junto con la “especialización” de los grupos más poderosos en el cultivo de la soja, brinda una oportunidad más que ventajosa para redefinir el rol de las economías regionales como productoras de canasta básica, incluyendo a la población expulsada de las áreas sojizadas, y para revertir el tradicional flujo migratorio interno del país. Para ello, el círculo virtuoso de industrialización in situ y encadenamiento productivo a través de mecanismos de economía social de escala, debe incluir la eliminación de intermediaciones  espurias que encarecen el producto final y distorsionan la justicia distributiva.

Un último elemento ineludible es garantizar la seguridad de las cadenas conformadas, protegiéndolas del seguro accionar de diversas mafias que hoy controlan varios mercados de consumo básico. No otra explicación tiene la diferencia de precio del producto en su ingreso a los centros de acopio y distribución, con respecto al que alcanza en góndolas y mostradores. Tal el caso emblemático de la carne. 

(*) Presidente Arcentral - Jueves 15 abril 2010

Fuente: http://www.misionesonline.net/opinion/leer/1515

Una propuesta de inclusión social amplia contra las crisis cíclicas de inflación

Por Daniel Llano (*)

Una propuesta de inclusión social amplia puede constituir una solución parcial para las crisis cíclicas de inflación.

La creación de cadenas alternativas de producción de canasta básica de consumo mediante federaciones de cooperativas en áreas de menor explotación agraria (no-sojera) vía subsidios y apoyo técnico intensivo, sirve para reemplazar exportaciones y ayuda a romper la dependencia del consumo interno hacia los pools definidores de precios.

Esto significa comenzar a ganarles el mercado interno, que ha sido siempre la válvula de presión de los grupos concentrados de poder para evitar que los gobiernos populares redistribuyan con justicia. El ciclo es conocido: quieren exportar en dólares, pero no quieren abrir el mercado interno. El

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desabastecimiento y su consecuencia inflacionaria han sido las herramientas históricas para intentar frenar la justicia distributiva.

Fortalecer la productividad y competitividad de cadenas alternativas mediante políticas de desarrollo endógeno con equidad e inclusión social, sustentabilidad ambiental y aplicación de tecnología en escala, analizando nichos para suplir importaciones y exportaciones (especialmente aquellas que inciden en el costo de la canasta básica de consumo) constituiría un aspecto novedoso para superar el problema de exportar canasta básica.

Nuevos sectores de producción implican apoyo logístico y de infraestructura básica, para conformar cadenas en áreas críticas con exclusiva orientación hacia el mercado interno vía habilitaciones. La producción con valor agregado localmente y mercado potencial determinado, a través de la conformación de núcleos de economía social de escala, debe incorporar subsidios y tecnología para acceder al mejor precio, con aplicación de ingeniería empresarial de excelencia y con detección de nichos de mercado previas a la convocatoria del espacio social. Se propone trabajar con grupos de entidades, con la intención de federarlas para conformar cuencas, porque este esquema permite un mayor control social de gestión y facilita trabajar por sistema de integrados uniendo producción con logística y comercialización en manos de los sectores de menores recursos destinatarios del mismo.

Existen experiencias exitosas del sistema de integrados -con cero por ciento de desocupación- en diversos municipios de Santa Catarina (Brasil), y se ha iniciado en Misiones un proyecto de este tipo que puede resultar de interés como experiencia piloto.

Un último elemento es garantizar la seguridad de las cadenas conformadas, protegiéndolas del seguro accionar de diversas mafias que hoy controlan varios mercados de consumo básico.

(*) Presidente de la Agencia para el Desarrollo de la Región Central de Misiones Misiones (ARCentral).

La teoría del derrame no funciona

Escribe Daniel Llano - miércoles 16 septiembre 2009

“Promover el crecimiento y la modernización de las industrias y servicios de punta, así como la capacidad del Estado para generar obra pública, produce un derrame que beneficia a todas las capas de la sociedad” (Domingo Cavallo, ex funcionario de economía de la dictadura, el menemismo y el delaruismo). La teoría del derrame no conoce fronteras, pero tampoco barreras ideológicas. Se aplica a rajatabla en los Estados Unidos, y en la ex Unión Soviética fue un

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caballito de batalla con antifaz troyano. Lo cierto es que nunca se derramó nada debajo del festín en las mesas, sean éstas liberales o del aparato comunista. Y como la esencia de la política (y de la participación ciudadana) es cómo se reparte la torta, este asunto de quien come y cuánto y quien no es siempre el que termina decidiendo la longevidad de toda propuesta política. Hace pocos días asistimos a un verdadero análisis preciso y despojado sobre la movilidad social y de la inclusión económica de los segmentos más humildes de la sociedad en la Argentina, durante los últimos seis años. No la realizó Clarín, tampoco alguno de los gurúes del neoliberalismo (casi todos disfrazados hoy de neokeynesianos), ni siquiera lo hicieron los partidos que se ubican a la izquierda del gobierno nacional. No, fue la propia presidenta Cristina Fernández la que se encargó de informar que -en estos seis años- las clases más pudientes renunciaron a dos puntos porcentuales de la torta a favor de los segmentos medios, y que los más humildes mantuvieron su participación. Este transparentamiento (valga el neologismo) se concretó durante su discurso para lanzar el Plan de Ingreso Social con Trabajo, y le sirvió como base para respaldar la decisión de generar cientos de pequeñas cooperativas por municipio para que realicen obras públicas. Inmediatamente se desató el coro de sicofantes al que nos tienen acostumbrados los multimedios porteños. Todos critican, todos opinan, todos tienen una opción mejor nunca expresada del todo. El viejo pecado de tratar de NO ponerse de acuerdo que aqueja a nuestra nación, especialmente cuando ese NO debate se produce en la Capital. Todos se lanzaron, a favor o en contra, sobre el monto y la cantidad y calidad de las cooperativas a conformar. Nadie, pero nadie, prestó atención a otra frase de Cristina Fernández, cuando dijo que "tantos años de tragedia social crearon núcleos duros de pobreza que requieren un tratamiento integral". También informó que desde 2003 a la fecha el presupuesto del Ministerio de Desarrollo Social que conduce Alicia Kirchner "ha crecido más del 800 por ciento". "Recibimos un presupuesto de 183 millones de pesos y hoy estamos en 10.200 millones de pesos al año", precisó la jefa de Estado, y agregó que el Gobierno nacional distribuye asistencia social " a casi dos millones de personas". Hoy parece asomar un redireccionamiento más eficaz de esos fondos. Cuando se relaciona este análisis claro de cómo se repartió la torta y la falta de crecimiento de la participación de los pobres con respecto a la necesidad de “políticas integrales”, resulta evidente que la aplicación y resultados de ese presupuesto de más de 10 mil millones de pesos anuales debe constituir hoy el eje del debate hacia el interior del gobierno nacional, especialmente en las áreas dentro de las cuales se trabaja con emprendimientos de economía social. Una vez más, la teoría del derrame no funcionó. De nada sirvió que la economía argentina creciera a tasas chinas. Tampoco que aumentara la obra pública nacional y provincial. Probablemente, y se deduce de sus palabras, la primera mandataria sepa ya que tampoco este anuncio logrará modificar esos índices de manera contundente. Otra señal brindan, aunque todavía en crisálida, los cambios que se atisban hacia el interior de los programas que subsidian producción y servicios de economía social (cooperativas, asociaciones productivas, feriantes, microproductores, etc.), cambios casi todos tendientes hoy a federar instituciones para alcanzar escala y diseñar un Plan, donde el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social -INAES- aparece como abanderado. No sólo hay que derrotar a la teoría del derrame desenmascarando a sus gurúes, que prometen países

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idílicos donde la lógica del lucro (después de ciertas fantasías monetarias de corte populista) termina demostrando que a los ricos no se les cae ni una miga de pan. También hay que derrotar la pesada “mochila histórica” que impulsa a los gobiernos populares a aumentar el gasto sólo en obras públicas como herramienta para generar empleo, cuando el grueso del presupuesto de esas obras sigue cayendo en manos de los grupos concentrados. La mención fue clara, se trata de una medida de emergencia, pero el objetivo es buscar líneas de producción y servicios más sustentables. Cercanas están las experiencias donde un certificado de final de obra, o un cambio de los vientos políticos depositaron nuevamente en el desempleo a miles de compatriotas. El sinceramiento de la presidenta, informando que no se ha logrado mover la participación en la torta, está anunciando la preocupación por encontrar nuevas herramientas, mejores y más sostenibles resultados. No es fácil. La dinámica política con sus urgencias, el anquilosamiento burocrático encerrado en las “tradiciones administrativas”, los beneficiarios directos e indirectos de un asistencialismo que está demostrando sus limitaciones, evidentemente conformarán barreras para avanzar en el camino de una mayor eficacia en el gasto público para lograr inclusión socioeconómica sustentable. Pero Cristina Fernández ha abierto una ventana hacia otra dinámica. En sus propias palabras, hacia “un tratamiento integral” que nos direccione en el rumbo correcto. No faltan espacios ni inteligencia en las áreas de gobierno para enfrentar el desafío lanzado. Se trata de lograr formas de encadenamiento productivo que generen ocupación y empleo de forma sustentable, es decir que no estén sujetos a un certificado de finalización de obra, ni siquiera a un cambio en la impronta política. Se trata, finalmente, de nutrirse y fortalecerse a través de las raíces que alguna vez le dieron fortaleza al movimiento nacional y popular como para revolucionar la participación y la inclusión. Aquellas herramientas que permitieron el surgimiento de empresas nacionales, pero sobre todo cooperativas que cubrieron la demanda del consumo popular desde alimentos a electrodomésticos, sin dejar de lado vehículos, barcos y hasta aviones. Esa impronta que marcó varios retrocesos del proyecto antinacional, y que permitió, entre otros logros, los avances laborales y políticos del yrigoyenismo, o el regreso triunfante de Juan Domingo Perón después de 18 años de exilio. Fue la memoria histórica de esas políticas de inclusión, y su fortaleza a través del tiempo a pesar de los sablazos inmisericordes para destruirlas, la que enmarcó tales victorias. Quizás como nunca antes estamos parados ante la posibilidad concreta de relanzar una política social y nacional, no sólo por las “carencias golpistas” que padece hoy el espacio político que sólo piensa en sí mismo, sino y sobre todo por la fortaleza recuperada del movimiento asociativista argentino. Más de 16 mil cooperativas de producción y servicios responsables hoy del 10% del PBI, quieren ser el instrumento para sacar la torta del freezer. No es una utopía irrealizable. Algunas experiencias en otros puntos del planeta están señalando la efectividad de disputar espacios de mercado mediante redes. Mondragón en España, los Sin Tierra del Brasil, las cooperativas del Sur de Francia y la Lega dei Cooperativi del Norte de Italia son algunos paradigmas a tomar en cuenta. Una de las demostraciones más contundentes de la efectividad de esas redes, es precisamente su capacidad para generar productos de consumo básico que redistribuyen ingreso, por la alta participación social en sus procesos, pero además porque abaratan los precios, porque marcan un límite a la capacidad de manejar los índices

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inflacionarios que, sin declamarlo jamás, es siempre utilizada por los grupos concentrados para hacer política. Toda teoría del derrame, incluso en su denominación, encierra una interpretación peyorativa. Se nos dibuja en la mente un conglomerado de pobres aguardando que algún hueso con algo de carne caiga de la mesa del festín. Tal parece que, como en aquellas épocas en que se atrevieron a meter las patas en la fuente de la sacrosanta y burguesa Plaza de Mayo, algunos de ellos se están subiendo hoy a esa mesa para reclamar la porción que les corresponde, por lucha, permanencia y organización, de la tan mentada torta del ingreso nacional.

La teoría de los integrados sí funciona

Escribe Daniel Llano - miércoles 16 septiembre 2009

La nota “La receta del Brasil contra la pobreza” escrita por Mac Margolis para la revista Newsweek y publicada por Misiones On Line hace una semana, resume la manera en que el Brasil encontró una alternativa sumamente efectiva de inclusión social. Dicha nota remarca el papel del Estado para romper con el modelo concentrador que se había vivido durante la década de los 90. “Los recientes resultados económicos cariocas revelan que, gracias a un mercado interno sorprendentemente flexible y un agresivo gasto gubernamental para estímulos a procesos cooperativizados de producción y servicios encadenados, los brasileños pobres fueron menos golpeados por la recesión”.Margolis revela además los cambios producidos en la escala social. “En lo que va de la presente década, a través del encadenamiento productivo y de servicios el país consiguió que 27 millones de sus pobres "escalaran a la clase media". La cifra de habitantes que viven por debajo del nivel de pobreza se precipitó de casi 30 por ciento en 2002, a sólo 19 por ciento en la actualidad”.Tales resultados evidencias dos aspectos fundamentales. El primero, es que con las herramientas tradicionales de la ayuda social no se lograba romper el esquema por el cual los pobres seguían siendo pobres, aunque los ricos fuesen un poco menos ricos. El segundo y fundamental, que para lograr un cambio de raíz hacía falta un Plan. El plan consistió en lograr que miles de productos de micro emprendedores, pero sobre todo de cooperativas individuales o consorciadas, llegaran al mercado con marca propia. Al eliminar intermediaciones distorsivas, generaron mayor ingreso para los segmentos más humildes. Al colocar miles de productos nuevos a precios más convenientes (algo que resalta a la vista para quienes tuvieron oportunidad de observar las góndolas de supermercados brasileños ayer y hoy), se combatió de manera efectiva la inflación y sus dañinos efectos excluyentes. Nada de recetas intuitivas, nada de reformas. Innovación y Plan. El pensamiento mágico de los 90 quedó enterrado bajo un mar de realidades. Ese pensamiento mágico es uno de los grandes defectos argentinos. Pongamos por caso la selección nacional de fútbol: el pensamiento mágico indicó que había que desestimar técnicos con papiros y sabiduría demostrada, como Bianchi, Bielza o Cúper entro otros, ya que la mística maradoniana podría más que las tácticas y estrategias del buen jugar. Los

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resultados están a la vista, un dunda-dunga de 3 a 1 con el simple expediente de dejarnos hacer el gasto, y aprovechar los agujeros. ¿No hubiera sido otro el resultado, si esta estrategia la aplicábamos nosotros? En cuanto a la economía no nos fue mejor (ver resultados nacionales de combate a la pobreza y compararlo con los datos de la nota "La receta de Brasil contra la pobreza"), claro que en los 90 las malas intenciones escondidas eran mucho más graves que las que asoman detrás del fútbol. El pensamiento mágico del 1 x 1 nos convenció de que estábamos en el primer mundo, y compramos la misma fruta podrida en tres oportunidades, creyendo que el "deme dos" era eterno y gratuito. Martínez de Hoz, Sourrouille y Cavallo fueron los Aladinos de la lámpara mágica donde se quemaron nuestras esperanzas, al calor de las ganancias de los cuarenta ladrones. Durante todas esas administraciones económicas, primó en el país un modelito enlatado cuyo origen debe rastrearse en la biblioteca del Banco Mundial. La herramienta consistía en derramar ayuda social sobre los menesterosos, para aliviar las consecuencias políticas de medidas tan antipopulares como la desnacionalización de la industria. El problema fue que esa "ayuda balsámica" para dilatar en el tiempo las explosiones sociales -que nunca dejan de producir las políticas concentradoras-, se transformó en una poderosa herramienta de construcción política. Y se aplicó a mansalva, tal vez sin percibir que la "intermediación punteril" se había desnaturalizado por completo. Los punteros ya no son (salvo honrosas excepciones) genuinos representantes de espacios sociales, sino intermediadores del poder mediático que emana de candidatos o gobernantes con altos índices de popularidad. Si ese candidato o gobernante les baja el dedo, se diluyen sin pena ni gloria, y rápidamente otro corifeo ocupa el lugar abandonado, intentando apropiarse de una mayor y más prolongada cuota de la llamada "ayuda social".La reciente y descarnada exposición de la presidenta de la Nación, reconociendo las limitaciones de ese modelo -tanto para incluir a los pobres en un reparto más justo, como para lograr apoyo a la hora de los votos- señala quizás un punto de ruptura y crisis de este modelo. Pero no indica que las cosas vayan a cambiar rápidamente. Para eso hace falta no sólo elegir los jugadores adecuados, sino también establecer tácticas y estrategias eficaces. Como Dunga en el Gigante de Arroyito. No se trata de copiar, sino de interpretar. Si un sistema de economía social de escala con alta inclusión -vía cooperativización y nichos de comercialización garantizados- da resultados, tal vez haya que pensar en algo similar. Es decir, redes de cooperativas con marca propia y redes de comercios de "compre nacional" que, como en el vecino país, logren en menos de diez años bajar la pobreza. Allá descendieron del 30 al 19 por ciento, China, India y Rusia son los socios emergentes actuales del Brasil, vía modelos semejantes. Nosotros... ¿nos vamos a quedar afuera de ese mundial?

Misiones y el rescate de una identidad histórica

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A inicios del siglo XX comienza el poblamiento más acelerado de estas tierras, cuyas características selváticas habían dificultado la ocupación más allá de la línea de contacto entre el monte y los campos, a pesar de los intentos jesuíticos de Acaraguá y otros. Las corrientes migratorias desde Brasil, Paraguay y especialmente Corrientes en un primer momento, comenzaron a poblar la zona sur de la actual provincia de Misiones. Esta avanzada, con sus particularidades culturales, significó una impronta histórica que algunos observaron como un nuevo hiato en nuestra historia, visión que indudablemente fue profundizada luego por la llegada de inmigrantes europeos y eslavos. El fecundo pasado de esta tierra comienza a ser recuperado con seriedad, método y el concurso de un número interesante de investigadores, recién pasados los primeros cincuenta años de la última oleada migratoria, cuando los nuevos historiadores comenzaron a preocuparse por develar el misterio de las reducciones jesuíticas de guaraníes que todavía entonces, a pesar de su parcial destrucción, asombraban por su grandeza. Pero la conformación de una identidad histórica no es una tarea exclusiva de investigadores e historiadores, o algo que se pueda adquirir solamente mediante la lectura. Se trata de una tarea que debe ser asumida por toda una comunidad, para descubrir las raíces del lugar donde vive. Para aprender de ellas la particular forma de ocupación y desarrollo que han tenido estos antecesores, que debieron enfrentar situaciones complejas y peligrosas, planteándose respuestas que en algunos casos poseen una vigencia actual apasionante, y que debieron luchar y trabajar para delimitar el espacio donde hoy nosotros somos. Más allá de la sapiensa o el conocimiento histórico, en cada una de nuestras expresiones culturales hay, inevitablemente, un trozo de esa historia dándole sentido y significado. Ignorar esa impronta, asumir nuevos códigos culturales sin la fortaleza de asumir los propios como tales, encierra el riesgo de la pérdida de identidad. Y ya conocemos qué sucede con los pueblos que la pierden: son rápidamente colonizados por otros. La historiografía tradicional, afirma Snijur, incluso elaboró y difundió la idea de un "vacío poblacional" en Misiones entre 1830 y 1875, un planteo originado a fines del siglo XIX y principios del XX y que en su momento sirvió para la lucha que se había desatado entre los sectores que bergaban por la autonomía de Misiones como territorio nacional y luego como provincia, frente a los que pugnaban por la incorporación de este territorio a Corrientes. Aunque esos ánimos ya se calmaron, quedó como herencia un particular enfoque historiográfico del pasado misionero, con toda su carga conceptual. Aquel debate que repercutió en la prensa local y nacional, en la Legislatura de Corrientes, en el Congreso Nacional y en los círculos intelectuales, planteó precisamente el derecho a ser misioneros, reclamado por unos y negado por otros. En ese contexto, los conceptos de corte o compartimientos estancos en el pasado histórico misionero fueron diseñados precisamente para bloquear todo intento de plantear una "identidad" desde el discurso histórico. Así, San Martín hoy es correntino y no misionero, a pesar de que su padre era una especie de gobernador de las Misiones cuando José Francisco nació, y Yapeyú la capital administrativa de ese territorio Para rescatar una identidad misionera, debemos comenzar por desmitificar y repensar determinados aspectos de la historia de estas tierras, y en lugar de pensar en cortes, pensar en procesos de transformación y de adecuación a nuevos contextos históricos. Este es el

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desafío que se intenta enfrentar en estas notas, y es un desafío que deseamos sea asumido por toda la comunidad: descubrir nuestras raíces para enfrentar el futuro. En notas sucesivas analizaremos en particular los aspectos que interpretamos como sobresalientes e importantes para la construcción de una identidad, que nos permitan descubrir un protagonismo posible en lo porvenir y un marco que le otorgue vigencia, ya que a pesar de haber sido muchas veces repetido, no por eso el dicho deja de tener actualidad y acierto: el que no sabe de dónde viene, mal puede saber hacia dónde va. Las abruptas y continuas mudanzas que experimentó la gente pobladora de estas tierras en el pasado, además de las transformaciones causadas por corrientes de inmigración y su poca relación inicial con ese pasado, hacen que –en muchos de nuestros contemporáneos– la pertenencia a esta identidad sea más declamativa que real. Sin embargo, más allá de la diversidad de corrientes que en distintas épocas signaron nuestro pasado, al realizar un estudio exhaustivo de la impronta de cada una de ellas encontramos signos de identificación que las acercan, y que pueden servir para definir aquellos rasgos más importantes que establecen los cimientos de una identidad propia para nuestra comunidad. Sin esos signos, difícilmente se explique, por ejemplo, la convivencia pacífica que hoy disfrutamos a pesar de la diversidad de orígenes que nos conforman. Los jesuitas comenzaron su labor misional primero en el Guairá (en la confluencia de los ríos Paraná y Paranapanema, actual estado de Paraná en Brasil) y luego en la región con forma de triángulo cuyos vértices fueron Santa María de Fe en el Paraguay, cercana al Tebicuary, Santo Angel Custodio en el actual Rio Grande do Sul, y Yapeyú en Corrientes. Esta área, luego del éxodo obligado de las reducciones del Guairá por el ataque de los bandeirantes esclavistas, se vio así enriquecida por el aporte de los guaraníes que se trasladaron desde aquella región hacia aquí. Cabe preguntarse cómo hicieron estos misioneros jesuitas para conseguir que las tribus de guaraníes, dispersas en pequeños poblados semi sedentarios y muchas veces enfrentados belicosamente entre sí, se avinieran a formar poblados mayores y a convivir, produciendo la cultura de las reducciones que hasta hoy perdura a través de sus restos monumentales. Y además generar esa forma de asociativismo cooperato que se llamó Tupam-baé (lo que es de Dios, en guaraní, y que en realidad define un espacio de producción consorciada y participativa, con justra redistribución interna). Inmediatamente, para explicarlo, surge una impronta que signa el inicio y la continuidad de estos pueblos: la solidaridad. En primer lugar, la solidaridad de los jesuitas respecto de la situación bajo la que estaban siendo sometidos los pueblos guaraníes. La Encomienda estaba produciendo la desaparición de los guaraníes y otras etnias americanas, que eran aprovechadas como mano de obra servil por los terratenientes españoles y criollos. Este creciente desastre demográfico obligó a la Corona a plantearse, a partir de finales del siglo XVI, la creación de reducciones dirigidas por la Iglesia que pusieran coto a estos atropellos y resguardaran la mayoritaria población que representaban los pueblos indígenas. Así surgieron sistemas reduccionales bajo la conducción de la orden de los Franciscanos y otras, pero ninguno tan floreciente e impactante como el que desarrollaron los jesuitas en nuestras tierras a partir de 1609. Una de las razones que explican esta supremacía es que la Compañía de Jesús se propuso y logró transformar a los guaraníes en ciudadanos del reino, librándolos de la sumisión encomendera al establecer una economía que les permitió pagar su tributo a la Corona. Esta actitud les significó más de una

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decena de expulsiones parciales, previas a la definitiva de 1687-88, con pérdida de enseres y propiedades, especialmente en Asunción, cabecera política de la cual dependía la mayor parte del territorio de las misiones. Esta actitud de solidaridad, reafirmada y fortalecida a lo largo de las décadas, fue la impronta que dio identidad propia e irrepetible a la conformación del pueblo de las Misiones, y que señalamos como primer aspecto a destacar. Quienes administraban la cosa pública, demostraron mayor correspondencia con los intereses de la población local que con respecto a designios de intereses extra zonales o particulares. Otros aspectos que deben resaltarse dentro del marco de análisis que nos ocupa, son las innumerables muestras de solidaridad entre las comunidades guaraníes de las Misiones, que también explican su permanencia y desarrollo.

Escribe Daniel Llano (Segunda Parte)Lunes 22 septiembre 2008http://www.misionesonline.net/opinion/leer/1277

La Producción y el Mercado

Por Daniel Llano

Desde hace tiempo el pequeño productor de las colonias misioneras asiste a la depreciación de los productos símbolo de la provincia, lo cual se traduce en un descenso en los niveles de calidad de vida para las familias de la chacra. Evidentemente, el monocultivo, la falta de alternativas viables en el mercado o la propia inexistencia de mercado, suman factores que desembocan hoy en una verdad irrebatible: en nuestra provincia el problema del campo ha dejado de ser simplemente económico, para transformarse en un problema social.

Resulta claro también que las estrategias para encontrar alternativas productivas no han dado los resultados esperados, y que la diversificación avanza a pasos muy lentos como para paliar la crisis en la que se encuentra sumido este importante segmento de la población provincial. Tal vez, las tres “pros” que signaron sistemáticamente la búsqueda de soluciones (producción, productividad y producto), hayan soslayado el aspecto principal en todo esquema productivo. Pero hagamos un poco de historia.

En la Edad Media, las ciudades-estado se transformaron en naciones a partir del intercambio comercial. Este intercambio, sin embargo, comenzó a partir de la emergencia de mercados locales donde artesanos, agricultores y otros productores colocaron su oferta, acercándola al lugar donde ésta era demandada. Asimismo, la particular conformación de nuestra América Latina fue dándose en función de cómo los mercados del primer mundo monopolizaron primero y solicitaron después la producción local. Más cerca todavía, la producción misionera se fue conformando de acuerdo a cómo el

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mercado recibía nuestra oferta. Fue así que tung, té y tabaco se orientaron a la exportación, quedando sujetos a los precios internacionales que se les fijara. Su única elasticidad dependió de cuánto valor agregado se le pueda incorporar aquí, y si somos capaces luego de insertar ese nuevo producto en el mercado.

Asimismo, la yerba mate desde los tiempos de los jesuitas sigue los avatares del mercado, en este caso local y regional. Antes, por la inteligencia de la Orden de Jesús en acopiar el producto y manejar el precio desde el origen, y a la inversa, hoy en la astucia de los sectores que se quedan con el grueso del negocio, precisamente por la debilidad de las herramientas de defensa local.

Es bajo el influjo de los mercados que la caracterización de la antigua colonia misionera, casi autosuficiente, se fue transformando en semi-urbana (los colonos cada vez más tendieron a atender la chacra desde el pueblo, atraídos por los servicios allí existentes) y de tal manera perdiendo diversificación. El dinero de la yerba, del té, del tung o del tabaco servía para comprar los productos de primera necesidad que antes se producían y comerciaban localmente. Paulatinamente, el mercado de consumo básico interno se fue reorganizando en función de una demanda creciente, cuyos flujos eran atendidos por concentradores y distribuidores que aprovechaban en beneficio propio las herramientas generadas por los propios misioneros (pavimentos, mercado de concentración, parque vehicular de transporte medio, ciudades del interior con demanda creciente, diversificación local del mercado, etc.).

Todo estuvo muy bien, mientras el poder adquisitivo de la producción primaria soportó el esquema. Pero lamentablemente eso es lo que hoy (desde hace diez años en realidad) se derrumbó, y no se ven perspectivas de que pueda volverse atrás. Y con esto, volvemos al principio. ¿Por qué un mercado de un millón de personas, de las cuales más de un tercio es capaz de producir lo que consume en el segmento básico, y donde todas las políticas productivas del Estado estuvieron orientadas a alcanzar diversidad, continúa mandando más de 150 millones de pesos por año fuera de su circuito?

Sencillamente, por que los tres “pros” de los que hablamos al principio no sirven para nada si no somos capaces de generar el mercado que los reciba, del que hablamos también en el principio. Está demostrado que el Mercado Central de Posadas no admite a los pequeños productores, no sólo por la “mañas” de sus competidores, sino y principalmente porque solos no logran alcanzar la dinámica en flujo, volumen y calidad unitaria que esta modalidad exige. Está visto también que las Ferias Francas resultan un buen complemento para la economía familiar del colono, pero con un complemento no se levanta la capacidad adquisitiva o se soluciona un problema social grave.

Resulta irónico que la verdad quizás pueda encontrarse en un punto medio de las cadenas de comercialización que los misioneros nos hemos dado. Si pecamos por desmesura (mercado central) o reduccionismo (ferias francas), ¿por qué no pensar que la solución puede ser una estructura intermedia?

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La experiencia de algunos países centroamericanos y africanos (de los cuales en realidad estamos más cerca que de Buenos Aires, si tomamos en cuenta nuestro PBI per cápita) demuestran la viabilidad de mercados zonales o municipales de concentración, para la venta mayorista y minorista, al permitir economías de escala adaptadas a la capacidad de mercado local, sustituyendo importaciones (que no siempre vienen de afuera del país, es claro) y conformando una primera experiencia para alcanzar asociativismo, mayor diversidad y capacidad comercializadora. Estos mercados generaron además servicios anexos, como gastronomía, transporte y cadenas de frío, a partir de la capacidad operativa alcanzada individual y colectivamente por los participantes, pero a partir de una única inversión estatal: los predios y las instalaciones mínimas de funcionamiento.

El desafío es reemplazar más de 100 millones de pesos en carnes, y una cifra indeterminada pero que puede llegar a un 50 % de ese monto en otros productos frutihortigranjeros y derivados que hoy se traen desde fuera de una provincia que ya ha demostrado ser capaz de producir carnes, frutas, hortalizas y productos de granja, así como embutidos y derivados lácteos, pero no ha sido capaz de generar el mercado donde ubicarlas.

Es la vieja historia de: “si la montaña no viene a Mahoma...”, que en este caso podría experimentar una adaptación local: si los productos de la colonia no van al mercado. ... A buen entendedor pocas palabras.

http://ciudadaniaabierta.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=28&Itemid=9

No solo de yerba vivió “el hombre”

Por Daniel Llano (*)

La sociedad misionera, y en especial el sector relacionado con la explotación agrícola, se vio recientemente conmocionada ante un estudio que reveló que entre 1991 y 1999 se incrementó un 300% la apropiación de tierra para la producción de yerba mate por parte de los grandes productores (entre los que se encuentra el candidato Puerta). Vale decir que por cada hectárea que tenían en el 91, los grandes pasaron a tener tres en el 99, mientras que por el lado de los pequeños productores (la inmensa mayoría de nuestros postergados colonos) el incremento fue de menos del 2% (o sea que por cada metro cuadrado que tenían en el 91, en el 99 llegaron a tener 1 metro y 2 cm. cuadrados).Paralelamente, medidas “geniales” como la privatización de nuestro Banco Provincia (efectuada sin ningún tipo de justificativo coherente) dejaron sin posibilidad de progreso al pequeño productor al cortarle el crédito

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indispensable, teniendo éste que –en el mejor de los casos– malvender su propiedad y pasar a ser peón de los capangas yerbateros.

Estas cifras revelan el real abandono que sufrieron las políticas productivas que apuntaran a mejorar la calidad de vida de los pequeños plantadores. Un abandono que, más allá de los engañosos discursos que pretenda enarbolar en la actualidad el candidato Puerta, se pensó y ejecutó durante su gestión de los ’90, etapa cada vez más vergonzante para la memoria de Misiones.

Pero, para nuestro asombro a medida que profundizamos el análisis, no fue el sector yerbatero el único que corrió esa suerte que -justo es decirlo- fue un “abandono democrático” ya que perjudicó a todos los pequeños colonos por igual. A la luz de las cifras -claras y contundentes- observamos que también los plantadores de tabaco "cayeron en la volteada".

¿Quien no conoce el FET en Misiones? (Fondo Especial del Tabaco, que la Nación gira a la provincia para ser destinado a la recomposición del sector). En la reciente interpelación al ministro de Hacienda hubo varios puntos que “nuestros” diputados no quisieron escuchar. Así sucedió cuando se comenzó a hablar sobre la deuda provincial, tal vez porque “tarde piaron” de que este tema embarraba al Jefe Supremo. En cambio, apuntaron un supuesto desvío de dinero del FET por parte de la actual gestión en el año 2000. Esta afirmación es absolutamente falsa (“carne podrida” en la jerga popular) ya que en el 2000 el monto total desembolsado por la Provincia se corresponde con el 99.8% de lo enviado por Nación (por falta de espacio no se reproducen las cifras mensuales). La pequeña diferencia (menos del 0,2%) se debe a que el ajuste no es automático, y algunos pagos se difieren al primer mes del año siguiente (por ejemplo, en el 2002 se giraron al sector $ 215 mil más que lo enviado por Nación).

Pero, pero, pero... hete aquí que, si se hace el mismo análisis para el período 1995-1999, se observa que la Nación envió 201,65 millones de pesos para el FET, pero el gobierno provincial (de Puerta) solamente giró al Ministerio del Agro y la Producción $186,15 millones. Diferencia: 15,5 millones de pesos que “desaparecieron”. O sea 15 millones y medio de pesos que nunca llegaron a los casi 20.000 pequeños productores minifundistas tabacaleros. Y esto último, valga la aclaración, no es “carne podrida”. Nuestros diputados deberían saberlo, para poder avanzar en el loable afán esclarecedor que últimamente manifiestan. Aunque claro, tal vez la idea no sea esa. ¿Quién sabe...?

Con esta sencilla práctica de confrontar cifras reales y no truchas, hemos podido apreciar durante este tiempo electoral que existen hechos concretos y que también hay mucha “carne podrida”.

La “carne podrida” intenta, sin suerte, acusar al Gobierno de desmanejo y favoritismo. El HECHO CONCRETO es que a partir del lunes 22 de septiembre se dispuso el pago de 2.600.000 $ a 14.870 PRODUCTORES TABACALEROS, en concepto de reconocimiento por sobreprecio del tabaco

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(con pagos de hasta 12 centavos por kilo), para paliar de alguna manera la injusta “expropiación mercantil” que sufrieron.

Porque finalmente, como ya todos sabemos, SÓLO LOS HECHOS DAN FE A LAS PALABRAS.

(*) Artículo de Política 2003.

El señor de los yerbales

Por Daniel Llano. (*)

En el discurso de lanzamiento de su candidatura a gobernador de Misiones, hace ya bastante tiempo, el ingeniero Puerta hizo una breve mención al problema de la producción primaria en Misiones. Después, jamás volvió a mencionar este tema. La mayor parte de sus alocuciones estuvieron orientadas a argumentar sobre las realizaciones en obra pública que “se extendieron por todo el territorio de Misiones” durante su administración. Cabe meditar sobre este aspecto, porque la obra pública se utiliza como soporte para el desarrollo, siempre y cuando las condiciones para alcanzarlo se den en paralelo, porque de otra manera se transforman en una carga y no en una ayuda. De nada vale tener funcionarios de excelencia en infraestructura haciendo obras, si por otro lado se destruye la trama social y económica que debe utilizar es misma infraestructura.

Según estudios realizados por el arquitecto Oscar Thomas, es justamente en el sector primario -al que tan poca atención le presta Puerta en sus discursos- donde se verifica el grueso de los más afectados por esa situación de desequilibrio.

Si tomamos en cuenta que (salvo Tucumán)  Misiones es la única provincia del país en la cual más de un tercio de la población está ligada laboral o productivamente al sector primario, las propuestas de gobierno deberían estar orientados en la misma proporción a atender sus problemas. Ese discurso inicial del candidato Puerta definió ciertos esfuerzos de reconversión de su gestión, reconociendo (por única y solitaria vez) la insuficiencia de los mismos al no haber logrado dotarlos de escala. Pero la palabra “reconversión” en sí misma ya es una definición. Significa que los productores debieron buscar otros productos, porque el que antes colocaban en el mercado dejó de ser rentable para ellos.

¿Por qué debieron reconvertirse miles de pequeños productores, que en el pasado vivían -y muy cómodamente- de la venta de su producto? Porque la yerba mate, producción madre en Misiones, dejó de distribuir ingreso entre las capas sociales. Pero más que nada dejó de distribuir ingreso en todo el territorio. Esa producción se concentró empresarialmente en pocas manos.  Al desregular la actividad, Puerta logró un precio vil de la materia prima que sólo dio rentabilidad a quienes poseían grandes extensiones y capital de

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inversión. Los colonos, a pelear hoy por unos centavos más para su menguada producción, cada vez que logran un pequeño aumento brindan, gracias a la concentración, amplias ganancias a los grandes plantadores.

Esquema perverso, que fue transformando a algunos en potentados, mientras los colonos dejaban de comprar autos, de arreglar la casa, de mantener los yerbales. Pero por sobre todo dejaron de comprar tractores, quedando inermes y desconfiados ante las numerosas “opciones” que se le ofrecieron para “reconvertirse” a cambio de perder sus ingresos históricos. La economía de la provincia se vio así brutalmente afectada en su actividad madre.

Se privatizó por decreto la palanca financiera de desarrollo de Misiones, debido a la falta de pago de los grandes deudores. Los colonos tenían índices de devolución por encima del 70 %. No fueron ellos los causantes de la falencia del BPM, sino los señorones que no devolvieron sus créditos, Sin banco, sin plata por la concentración yerbatera, ¿cómo podían los colonos afrontar reconversión alguna? ¿Cómo podían siquiera pensar en construir un bañito y una parrilla para hacer turismo rural? ¿Cómo podían impedir que sus hijos vinieran a la ciudad a engrosar las villas de la periferia?

El argumento por excelencia para el proceso de desregulación (que debilitó a los pequeños y fortaleció a los grandes, con muy escasas y honrosas excepciones de cooperativas que resistieron) fue que el sector no resultaba competitivo con un mercado controlado. Se habló del crecimiento de la superficie plantada de yerba mate en Paraguay y Brasil, y del peligro de que nuestro mercado cayera en manos de extranjeros. Y por tanto, se insistió en la necesidad de modernizar y tornar competitivo al sector, eliminando la CRYM.

El primer presupuesto, la competencia externa, no se verificó como una amenaza. Y fue así por una sencilla razón de costos diferenciales entre los países y de las políticas agropecuarias de nuestros vecinos (por no hablar de procesos distintos), que no ven en la yerba un producto con el cual intentar competir con nosotros. Simplemente porque el mayor mercado consumidor está en la Argentina, país que -con un simple arancel aduanero- puede solucionar los problemas y defender al productor nacional. Argentina era y sigue siendo la primera productora y consumidora mundial de yerba mate, antes y después de la desregulación. Pero quienes la producen y la venden hoy son mayoritariamente otros, totalmente diferentes de quienes la producían hace quince años.

En cuanto a modernizar al sector, ciertamente se avanzó en este tema y algunas empresas han incorporado tecnología de punta. Pero esas empresas lo han hecho desde una óptica de mercado (hoy se quedan con el 51 % del lucro total del sector), donde el pequeño productor es la variable de ajuste. Y lo es porque a él -en muchos casos- en el precio que se le paga por la yerba se le descarga el costo de flete, seguros y estoqueo de las empresas concentradas. Pero, ¿qué sucederá cuando las empresas líderes lleguen a su máximo necesario de estoqueo y de tarefa, gracias a las nuevas tecnologías y a las

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superficies que se siguen implantando? El proceso de modernización habrá dejado entonces definitivamente afuera a todos los pequeños.

El candidato Puerta cerró ese breve párrafo de su discurso sobre el agro y la reconversión diciendo que asumía sus errores, y que si resultaba elegido los iba a enmendar inmediatamente. Hoy, por sus propias declaraciones al fisco, sabemos que Puerta es uno de los mayores propietarios de superficies implantadas con yerba mate en Misiones y el nordeste correntino. Enmendar el error resultará por lo tanto muy difícil., porque implicaría realizar una reforma agraria. O al menos, encontrar un producto que para la economía de los colonos tenga la misma importancia que la yerba mate en el pasado. Esta es la tarea encarada por el gobernador Rovira, al diseñar actuaciones estratégicas en derivados forestales, turismo, alimentos, edulcorantes naturales y energía, planes sobre los cuales el candidato Puerta sólo ha tenido palabras desdeñosas.

No ha contestado a nuestra propuesta de debate. Y no lo ha hecho por la sencilla razón de que no puede. ¿Cómo contestar a quienes, documentación en mano, demuestran que los grandes yerbateros crecieron un 300 % en los últimos 15 años, mientras los colonos lo hacía sólo el 2 %? (Y esto incluyendo a las pocas cooperativas a las que les fue bien. ¿Cómo contestar a los datos del INTA, que demuestran que en los últimos 15 años los colonos vienen perdiendo un cuarto de tonelada de hoja verde por hectárea y por año a manos de los grandes plantadores? ¿Cómo ocultar que en cada colonia hay un comprador de Puerta adquiriendo yerba al precio vil que las condiciones desatadas por el mismo Puerta la llevaron?

La impronta de toda una década, durante la cual los más débiles pagaron los sueños de grandeza de los más poderosos, resultó en un país poco solidario (por decirlo elegantemente) que con sólo  mirar los cuadros que acompañan esta nota deja en claro en beneficio de quién fue diseñado. Una estirpe casi aristocrática, que se enseñoreó del patrimonio de los argentinos, que pensó en sus negocios antes que en el bien común, y que en Misiones estuvo capitaneada por un verdadero “señor de los yerbales”.

(*) Artículo de Política 2003.

Los récords de Ramón

Por Daniel Llano. (*)

La actual campaña política para elegir gobernador se ha visto coloreada por numerosos adjetivos y alabanzas, muchos de ellos proferidos por la misma persona objeto de la lisonja. Ante esta oleada de autobombo, vanidad y propaganda vacía de contenido, resaltan la cautela y la austeridad del gobernador Rovira.

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Realmente, muchos candidatos todavía parecen no entender que la gente demanda otras actitudes. Ya no le interesan las siglas partidarias (la camiseta), ni la cara más o menos bonita de los candidatos (el presidente Kirchner es una demostración clara de esta afirmación). Tampoco interesa ya cuántos afiches o pasacalles coloque cada candidato, ni cuántos choripanes regale. Y menos todavía cuántos autos pone a la hora de las elecciones, porque la gente ya se avivó de que puede ahorrarse el pasaje de colectivo, hacerse llevar gratis y después votar por el que quiera. La prueba de ello es el aumento progresivo de boletas tiradas en el piso dentro del cuarto oscuro, algo que cualquiera pudo comprobar en las últimas compulsas. Esos bollitos de papel son fruto de la “boleta en el bolsillo para que no te equivoques”, que la gente después arroja en cualquier rincón.

Esta sana actitud de civismo y madurez política, que archivó en el recuerdo la raza del votante argentino arreado en majadas de obedientes corderos, se apoya en certezas y sospechas. La gente sabe que ha sido defraudada por una promesa de país diferente, y sospecha que ese fraude esconde balances algo más que tenebrosos. Quiere, más que nada y antes que nada, transparencia.

Quedan aún por esclarecer las cuentas de la década oscura, durante la cual nadie supo en qué ni por qué se gastó. Todavía falta mucho camino por recorrer antes de que las cuentas públicas sean tan claras y transparentes como la de esos clubes en los cuales la comisión directiva pega en el pizarrón de la entrada cuánto se gastó en ladrillos, o en nuevas pelotas de fútbol. Esto a pesar del sano ejercicio iniciado hace tres años en la provincia, por el cual todo ciudadano puede comprobar a través de un portal de Internet cuánto se gasta y en qué (igual que en los clubes bien administrados). Y esto es así porque todavía no se logra desentrañar del todo la maraña contable que heredamos. Por eso, cuando los legisladores intentan hoy interpelar al secretario de Hacienda, en realidad deberían interpelarse a sí mismo como convalidadores de la debacle que nos asoló.

Queremos saber para qué levantaron la mano en el pasado. Y algo se ha avanzado. Hace poco comenzaron a aparecer algunos datos en forma de números gruesos. Cabe aclarar, antes de entrar a analizar estas cifras, que no resultó fácil llegar a calcular acertadamente estos montos. Hubo que cruzar información de diversas fuentes, hubo que corregir e investigar, tachar y sumar. Un fárrago de documentos, una tortuosa contaduría, títulos engañosos y miles de senderos que se bifurcan ocultaban esta preciosa información. Todo un síntoma, absolutamente contrario a la actual búsqueda de transparencia.

Y vaya sorpresa, con sólo asomarse a esas primeras cifras saltaron a la vista una serie de récords alcanzados en la provincia. Luego de trabajosas jornadas, un investigador económico, el licenciado Gustavo Maffini, logró desentrañar el nudo gordiano de la economía provincial durante la década de los 90. En nota ya publicada en este mismo medio, nos explicó de qué manera se desempeñó (o despeñó) nuestra economía provincial desde 1990, con prácticas que la dejaron inerme ante los acreedores, sin caja propia y con amplios segmentos de la población excluidos de la economía. 

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(Ver nota artículo del licenciado Gustavo Maffini: http://www.oscarthomas.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=84&Itemid=35)

Pero antes de pasar a estos temas, y para que no se piense que esto es unilateral, caben ciertas aclaraciones. El período presidencial de Menem dejó una bomba de tiempo, y la Alianza le prendió la mecha. Este comentario al margen es sólo a efectos de que los oportunistas de siempre no terminen medrando con los conflictos internos del peronismo. No debemos perder la memoria, recordando la manera en que de la Rua, sin decir “esta boca es mía”, se coló por el resquicio que dejaba un peronismo en pleno debate sobre la viabilidad o no de un modelo. Hoy los tiempos han cambiado. Los modelos están claros, y resulta más complicado hacerse el distraído para ganar adeptos mediante una imagen de buena persona, después desmentida por los balazos de la policía contra la multitud inerme. Pero es mejor no distraerse. Y ahora sí, pasemos al análisis de los récords y marcas realmente imbatibles que dejó grabado el puertismo en la historia de Misiones.

Cuando un gobierno es bueno, se dice que es austero, que gasta bien y sobre todo que gasta menos de lo que ingresa. En cualquier casa de familia todos saben que sólo se puede gastar lo que los salarios permiten. En la Misiones del Puerta-Menemismo todo fue al revés. La provincia mostró así el triste récord en cantidad de tiempo con déficit fiscal de toda su historia (8 años consecutivos). Nunca nadie -durante tanto tiempo- había gastado tan por encima de sus posibilidades. Este aspecto terminó por establecer otra marca insuperable, la del récord provincial en déficit presupuestario (780 millones de dólares) entre 1990 y 1999. Porque está bien que por ahí uno gaste un poco por encima de sus posibilidades, porque Dios y la tarjeta proveerán. Pero no semejante cantidad.

Todo esto podría haber tenido una importancia relativa. Porque ya sabemos que en política todo es posible (o al menos eso nos hizo creer cierto presidente de largas patillas), si no tomásemos en cuenta otra cifra para el campeonato que nos dejó de herencia la administración Puerta. Resulta que este déficit, además, se verificó durante un lapso en el cual la provincia efectuó el gasto estatal más elevado de todos los tiempos (un aumento desde 350 en 1990, a 1000 millones anuales en 1999).

“Pero bueno -dirán algunos ingenuos- si se gastó tanto habrá sido en obras, y algo concreto les habrá quedado a los misioneros por lo que haya valido la pena afrontar semejantes erogaciones”.

Nada de eso. No fueron solamente el mayor gasto y el mayor déficit históricos sin que se verificara un volumen de obra muy superior al de Humada o Cacho Barrios, sino que además se alcanzaron marcas imbatibles en endeudamiento. Es decir que no sólo se gastó más de lo que ingresó, sino que además se recurrió a préstamos pagaderos a futuro para cubrir esa diferencia. Y estos créditos no fueron minucias ni se extendieron en el

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tiempo. La marca récord dice que Puerta obtuvo el mayor endeudamiento provincial de toda la historia de Misiones en el menor tiempo (5 años).

Así., no contento con romper todos los relojes en tiempo y forma, Puerta también lo hizo en cantidad. Nadie, en todo el pasado provincial de estos primeros cincuenta años de vida institucional, y menos todavía en épocas anteriores más tranquilas en lo económico, había logrado acumular tal monto de acreencias. En esos cortos cinco años (1993 – 1998) se las arregló para alcanzar la marca insuperable del mayor endeudamiento en la historia de la provincia (800 millones de dólares), hoy traducidos a 2400 millones de pesos. Todavía resta por explicar por qué nuestros legisladores, supuestos defensores y representantes de los ciudadanos, convalidaron semejantes récords. Y también con qué autoridad pretenden hoy interpelar a un funcionario encargado de las cuentas de un gobierno que -por primera vez en quince años- vuelve a mostrar superávit primario. Y esto a pesar de devolver el 13% y el IETE, hijos de una década de desaciertos en la conducción nacional y provincial.

En otras notas realizamos una comparación entre Menem y Puerta, para demostrar que respondían a un mismo modelo de aperturas indiscriminado, monetarismo insensible y desigualdad social. Pero la verdad es que, a la luz de estas cifras, hoy podemos decir que las cuentas nacionales en esa década fueron incluso más prolijas que las de Misiones. Simplemente lea las cifras, y saque usted sus conclusiones.

(*) Artículo de Política 2003 

Los que ganan y los que pierden

Por Daniel Llano (*)

En todo proceso económico o de poder político, hay sectores que ganan y hay sectores que pierden. No existe en este campo el perdón o el empate, como en los juegos infantiles. Durante una década, en Misiones unos ganaron y otros perdieron.

Un costado del análisis es el de la producción y el mercado. Ganaron los grandes productores en desmedro de los medianos y especialmente de los chicos, que fueron dejados fuera del mercado por “no competitivos”, por “faltos de escala” y por “carencias de gerenciamiento”. La economía se concentró, los colonos perdieron capacidad adquisitiva y el Estado no instrumentó nuevas modalidades de inserción productiva para ellos. Hasta el mercado de concentración de la provincia se rigió por las reglas del capital: hoy recibe más de 100 millones de pesos anuales en productos extra provinciales de fácil cultivo en Misiones. La desregulación y la apertura abrieron también nuestras fronteras, y el comercio y la industria sintieron aquí ese impacto quizás con

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mayor crudeza que en ningún otro punto del país, 80 millones de pesos anuales salían de aquí para reciclarse en Paraguay o Brasil, desactivando la cadena que multiplica por siete ese monto cuando circula dentro un circuito económico. Tampoco para esa realidad hubo paliativos.

El otro costado del análisis es el gasto y el endeudamiento público. El modelo menemista necesitaba que la gente tuviera dinero en el bolsillo, y que ese dinero incluso les diera acceso a una tarjeta de crédito, para que el mercado se dinamizara, creciera y derramara sus preces y bendiciones sobre el conjunto de la sociedad. Nunca se derramó, claro (el capital es egoísta por naturaleza), la gente quedó entrampada en cuentas y los estados emplearon sus recursos genuinos en pago de salarios, a la vez que se endeudaban también para hacer obra pública (porque está bien que dejemos todo en manos del mercado, pero dejar de cortar cintas es de tontos).

El caso de Misiones es sintomático. Después de 1991 se utilizaron los recursos provinciales para aumentar sueldos indiscriminadamente, mientras se recurría a préstamos para mantener un nivel de obra pública que, más allá de golpes publicitarios de efecto, se mantuvo constante desde 1983 hasta 1999. Es decir que se gastó más en sueldos y lo mismo en obras, sólo que estas últimas se financiaron con préstamos. Fue así que una provincia casi sin deuda hacia 1989, a partir de 1994 y sólo en cuatro años se transformó en la más endeudada per cápita del país, 1100 millones de dólares en rojo fue el saldo, pero además con créditos mayoritariamente de la banca privada y a tasas de interés muy por encima de las habituales.

La confianza desmedida -casi ingenua- en un crecimiento indefinido del producto bruto, del ingreso de capitales y de la estabilidad (algo que jamás se verificó en la complicada y enrevesada historia del capital) llevaron a una situación insostenible, que requería de cirugía mayor. Después de diez años de luz verde desde el poder central para gastar y adquirir deudas, vino el cimbronazo. Pocos salieron incólumes de esta debacle. Y uno de esos pocos fue el gobernador Rovira.

La pregunta central que debemos respondernos hoy como misioneros, es qué modelo queremos para nuestra provincia. Uno que derrocha y se endeuda, sin que por eso haga más inversiones en obras que sus antecesores. O uno que a pesar de la crisis, del desastre social y del ajuste indiscriminado, atendió las secuelas más dolorosas y recuperó la credibilidad a la vez que achicaba el gasto, reducía la deuda y lograba -finalmente- un superávit primario de las cuentas públicas que no se verificaba desde 1989.

Para decidir entre estas propuestas políticas, alcanza simplemente con definir quién gana y quien pierde con cada una de esas opciones. Sin hacer nombres ni crear falsas antinomias. Sencillamente comparando modelos y beneficiarios.

(*) Artículo de Política 2003

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Los vaivenes de la politica

Por Daniel Llano (*).

No debe existir una ocupación humana que tenga tantos vaivenes como la política. Es esa la causa del famoso dicho que afirma: “no existen los muertos políticos”. Y en la mayoría de los casos, claro, la sabiduría popular no se equivoca. Sobre todo en la Argentina, donde hemos visto durante 20 años entrar y salir del escenario político nacional a los mismos personajes, con los más diversos ropajes. Es cierto, no hay muertos políticos cuando los lineamientos son los mismos, cuando los acuerdos que se pueden contar y los que no se cuentan se realizan entre los mismos grupos, cuando la política pierde su condición más cristalina.

La dictadura produjo el vaciamiento de los gremios y de los partidos políticos, a la vez que se desactivaban las organizaciones con representatividad social y se expulsaba del país, encarcelaba, asesinaba o se hacía desaparecer a toda una generación que nada tenía que ver con la edad de sus integrantes, sino con lo que pensaban y sobre todo con lo que representaban. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, a través del libro Nunca Más, mostró que el grueso de los desaparecidos poco tenía que ver con las armas, pero sí mucho con la confianza de sus conciudadanos. La capacidad de convocatoria para apoyar y llevar adelante políticas populares fue el certificado de defunción para muchos compatriotas.

Esas personas eran poleas de transmisión entre el sentir popular y el poder, y figuras de recambio y renovación para la política nacional. La deuda externa en dinero queda empalidecida al lado de esta deuda de liderazgo que nos legó el Proceso. Los partidos se vaciaron. Aquella vieja mística se perdió. Antes se trataba de viejas casas, de garajes y hasta de toldos de lona llenos de vida, donde el candidato a lo que sea discutía a grito pelado con la gorda del quiosco de la esquina sobre soberanía e independencia, lugares donde los panfletos y las banderas se mezclaban con los libros y las cajas de pizza. A partir de 1983, pero sobre todo a partir de 1989, los partidos pasaron a ser construcciones lujosas pero vacías de contenido. Sin cuadros que se formen estudiando y analizando críticamente la realidad nacional y provincial. Sin grupos de opinión, fuera de espacios periféricos alejados del poder debido a sus limitaciones económicas. Con vigilancia no explicitada pero efectiva sobre expresiones que se alejaran del pensamiento único aceptado como dogma no escrito. La política fue así, durante 20 años, sólo para quien podía pagarla.

La falta de participación de la gente en las orientaciones partidarias, y en consecuencia en las decisiones de gobierno, permitió la formación de camarillas, de “entendidos” y “asesores”, de “especialistas” y de figuras que tanto servían para un barrido como para un fregado, siempre que sirvieran al mismo modelo. Gran parte de ellos, salvo honrosas excepciones, se lanzó como plaga de langosta sobre el erario público para solucionar definitivamente su situación personal. Mientras la declaración personal de bienes fuera el certificado de buena conducta, no importaba cuántas hectáreas de tierra,

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cuántos edificios, vehículos o vaquitas tuvieran algunos a nombre de cualquier pariente. ¿A quién se le podía ocurrir que se cambiaran las reglas, y que la buena administración del bien público se debiera explicar por la forma en que fueron utilizados esos recursos, como en cualquier empresa? “No hagan olas, muchachos, que perdemos todos” fue la consigna.

Ese vaciamiento político y esas maniobras de cúpula al fin explotaron, como explota todo lo que se arma de espaldas a la realidad de un pueblo. Demoró 20 años, y durante todo ese tiempo los corifeos del ocultamiento y de la politiquería pudieron saltar de acá para allá, como pelotitas de ping pong.

Hoy, cuando la realidad argentina está marcando con fuerza nuevos derroteros, cuando el pueblo participa, cuando los viejos partidos se dividen en opciones diferenciadas dentro de cada uno, desmintiendo “convivencias ideológicas”, cuando el voto en blanco y la abstinencia comienzan a ser un mal recuerdo, los transformistas de la política intentan un nuevo salto, otro rebote de ping pong, ahora caracterizados como demócratas aperturistas e “inclusivos” de la primera hora.

Lamentablemente para sus aspiraciones, la Argentina cambió, la memoria está fresca. Ellos perdieron credibilidad y -en definitiva- no tienen respuestas (y se nota) para los problemas que hoy plantea la sociedad. Quien hizo un negocio individualista de la política, mal puede ahora demostrar que su interés es el conjunto.

Las transiciones no son inmediatas, los cambios no son bruscos en la democracia. Esa lentitud a veces hace que algunos pierdan perspectiva y esperanzas, afirmando que no existen los muertos políticos. Es cierto, los políticos no se mueren. Los que fenecen son los modelos, y son entonces los hombres los que quedan descolocados por la insolencia de la historia.

(*) Daniel Llano estuvo exiliado en Nicaragua durante la dictadura. Regresó a la Argentina antes de que ésta finalizara para militar en derechos humanos. Fue delegado a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) por el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH), y participó en la redacción del libro Nunca Más. Desde 1983 a 1989 fue director del órgano nacional de la Juventud Peronista, la revista Jotapé. En 1997 fue asesor de Presidencia de la Nación sobre competitividad del Nordeste, cargo al que renunció por diferencias políticas, y desde el 2000 es director de Gestión Estratégica del gobierno provincial.

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¡Maldito Banco! (Parte uno)

Por Daniel Llano (*)

Para no perder la memoria, es necesario hacer un pequeño racconto de la legislación por la cual se abordó el tema de la privatización del Banco de la Provincia de Misiones (BPM).

Con la Ley 2.913 del 22 de abril de 1992, se facultó vender la participación del Estado provincial en el capital accionario del BPM y se estableció un programa de retiros voluntarios para los agentes y empleados de la administración pública. En agosto de l992, por Decreto 1.945 se emitieron bonos de consolidación de deuda pública provincial. Luego, el 27 de enero de 1993, el Poder Ejecutivo (Ramón PUERTA) dictó el Decreto 70 donde dice: "Dispónese la privatización del Banco de la Provincia de Misiones". O sea que se privatizó por Decreto, haciendo uso de una legislación de emergencia similar a la de MENEM. En el Artículo 2º de ese Decreto se hablaba del gerenciamiento y transferencias, solamente hasta del 49 por ciento del capital del Banco. Posteriormente, la Ley 3.036, promulgada el 20 de agosto de 1993, autorizó al Poder Ejecutivo la transformación del Banco de la Provincia de Misiones en una Sociedad Anónima. Esa ley ya encomendaba vender la totalidad de las acciones del Estado provincial, demostrando la complicidad de la mayoría de los legisladores de ese entonces. Un año después, la Ley 3.138 promulgada el 11 de junio de 1994, ya no habla de transformación sino de que la nueva sociedad Banco de Misiones S.A. va surgir de la escisión del BPM, y transfiere todos los activos y pasivos garantizados por coparticipación, estableciendo un 70% de la capacidad prestable para ser aplicado a préstamos a sociedades de Misiones.

El Artículo 3º habla del Impuesto Inmobiliario que tendrá título ejecutivo y que no habrá pago de tasas de justicia, todo lo cual cede el gobierno a la nueva sociedad, a los efectos de disminuir la deuda de la provincia con el banco. La ley, en su Artículo 4º, habla también del destino de los fondos obtenidos por privatización: el 50% para créditos y subsidios de fomento agrícola y regularización de las tierras, el 25% para compra de medicamentos y el 25% restante para acción social. El 7 de agosto de 1995, la Cámara aprobó que ese dinero se utilizara para pagar un préstamo fiduciario para la reconversión del banco. Toda esta perorata de que la plata se iba a usar para reconversión, fue un engaño. No sobró un solo peso de la privatización del banco, y en cambio se contrajo deuda para constituir un banco privado que manejara las finanzas provinciales.

En 1995, el Banco de la Provincia de Misiones reclamaba al gobierno como deuda $ 82.727.000. Ese compromiso fue cancelado con bocones y bonos de consolidación de deuda del Estado provincial, más la cesión de los créditos provinciales para el cobro del Impuesto Inmobiliario, que nunca se llevó a cabo.

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Es que ya el 16 de diciembre del 94 se había promulgado la Ley 3.162, que ratificaba el acuerdo entre el gobernador de la provincia, Ramón PUERTA, y el ministro de Economía de la Nación, Domingo CAVALLO, facilitando la privatización del BPM mediante el financiamiento de 80 millones de pesos de la Nación para reconvertir el pasivo del Banco. Eso se incorporó con afectación de la coparticipación provincial.

Como vimos, en agosto de 1995 todavía se seguían modificando leyes, todavía no se sabía cuánto iba a obtener el fisco, y lo que es más triste, se había dejado desamparados a los empleados del BPM. El Artículo 5º permitió echar a la calle al 45% del personal, cuando antes era el 30%, lo que significó que 440 empleados que aportaron su jubilación al Fondo Compensador vieran virtualmente perdidos todos sus derechos y tuvieran que salir a buscar trabajo.

Los cientos de desempleados, con sus secuelas de afectación familiar y de la salud, vieron definitivamente cerrada la posibilidad de recuperar su puesto cuando unos llamados “factores financieros exógenos” provocaron una corrida contra el Banco, ante la cual el gobierno de la provincia (Ramón PUERTA) no puso un peso para frenarla. A esta altura ni siquiera se podían transferir los inmuebles (que eran el grueso de los activos del BPM por más de 15 millones de pesos) ya que -por la mala conducción económica del banco- para esa fecha estaban todos embargados.

Es decir que, por todas estas maniobras, en 1995 no se podía componer el paquete de venta, y los inmuebles permanecían en la sociedad escindida, facultando al Ejecutivo a que los prestara con o sin percepción de una suma determinada.

La capacidad prestable del 70% que tenía que ser aplicada a créditos para la provincia, se redujo al 50%, en un banco beneficiado por los fondos de la provincia, que entre coparticipación, Rentas Provinciales y fondos no reintegrables representaban más de 41 millones de pesos. La explicación que dio PUERTA es que servirían para obtener plata y pagar los sueldos. Lo cual quería decir que PUERTA pensaba endeudarse con el nuevo banco, anunciando que no tendría fondos suficientes para respaldar los sueldos estatales.

La pregunta que hicieron varios legisladores de la oposición fue: “Entonces ¿para qué vamos a privatizar, si el gobierno va a volver a endeudarse con este banco?” Nadie les respondió, y sin embargo la Ley fue aprobada por mayoría.

Pero eso no era todo, mediante otro artículo se eliminaron los depósitos en caución de la sociedad escindida, para “evitar inconvenientes la sociedad licitante”, y se facultó al Poder Ejecutivo a otorgar mayores garantías todavía que las afectadas por coparticipación. Es decir, para que quienes vinieran a apropiarse del BPM aseguraran su rentabilidad. Por prestación de servicios, la provincia aseguró como mínimo 1.800.000 pesos, cuando el BPM nunca había cobrado un solo peso por comisión de servicios.

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¿Por qué no se le había garantizado al banco estatal lo que se le aseguraba al privatizado?

No caben ya las dudas. El BPM fue fundido a propósito, y el supuesto mal manejo estatal, en realidad fue una maniobra contra los intereses del pueblo de Misiones.

Si el BPM hubiese cobrado comisiones menores a las de cualquier banco de plaza, así como los intereses condonados a la provincia por la plata que ésta usó, no hubieran existido la cesación de pagos ni la quiebra.El gobierno de Ramón PUERTA fue el mayor causante del perjuicio económico que tuvo el BPM, y a la luz de estas pruebas, tal resultado no fue fruto de la impericia, sino de un designio claro e impiadoso. (*) Artículo de Política 2007 

¡Maldito Banco! (Parte Dos)

Por Daniel Llano (*)

Entre las secuelas dejadas por la privatización del Banco de la Provincia de Misiones, ejecutada por el gobierno de Ramón PUERTA, quizás una de las menos analizadas fue el impacto en una enorme cantidad de trabajadores bancarios y sus familias. Ese es el tema de esta segunda nota.

Mediante un supuesto “Convenio de Asistencia para la Privatización del Banco Provincia de Misiones”, que fuera aprobado por la Legislatura afín a Ramón PUERTA el 7 de agosto de 1995, refrendado por Ley, se destinarían los dos tercios restantes del fondo obtenido por la venta del Banco de la Provincia de Misiones al pago de los empleados. O sea que los empleados despedidos iban a tener derecho al reclamo del pago de la indemnización, excepto aquellos que optaron por aceptar o rechazar la cesión del contrato. El personal excluido debía optar dentro de los cinco días posteriores a la toma de conocimiento, entre percibir una indemnización o incorporarse al régimen de la administración pública provincial, centralizada, descentralizada o municipal.

Con esta medida, prácticamente se negó a los trabajadores del BPM el derecho a disponer de tiempo para reflexionar y decidir. En pocas palabras, se le dieron cinco días a empleados obligados a tomar una decisión por la que dejaban de lado hasta 20 años de actuación laboral en el banco. Y se los forzaba a optar por transformarse en empleados públicos, o arriesgarse a la aventura de percibir la indemnización un año después que se cobraran los dos tercios del fondo fiduciario. Por supuesto, de actualizaciones ni hablar. Era problema del trabajador ver qué podría hacer después con esa plata desvalorizada.

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En el Artículo 6º se garantizaba al personal excluido de la nómina el otorgamiento el empleo, pero sólo hasta un máximo de 24 meses. En ese lapso, podrían denunciar el contrato optando por incorporarse al régimen de la administración pública provincial, u optar por cobrar la indemnización en base al convenio colectivo sobre la base de antigüedad y remuneración. Claro que la fecha de esta indemnización era por lo menos oscura, ya que se hablaba de que correría "desde el momento de la transferencia efectiva de las acciones del Banco de la Provincia de Misiones". O sea que la indemnización que percibieron dos años después, no fue lo que ganaban en ese momento ni tomó en cuenta la antigüedad agregada. Un nuevo engaño.

Por supuesto, quienes se incorporaron a la administración pública lo hicieron con una categoría y un nivel de remuneración establecido en base a una categorización y una remuneración bajo estricta del Poder Ejecutivo.

El 3 de agosto de 1995 se firmó un acta acuerdo entre la Asociación Bancaria y el gobernador Ramón PUERTA, donde de hablaba del proceso de nominación de personal a cargo del adjudicatario y la participación de las entidades representativas del personal del BPM a efectos de proponer la conformación de las listas. O sea que se hablaba de que le concederían al gremio cierta participación en este tema. Esta acta acuerdo, una vez aprobada la ley tal cual se presentó ante la Legislatura en agosto de 1995, no tuvo ningún efecto. Una vez más, los trabajadores fueron estafados en su buena fe.

Esa Ley no estipulaba en qué condiciones se trasladarían los empleados a la administración pública, ni la equiparación de categorías, ni los montos para indemnizar al personal. Al decir del diputado Bertone, principal orador por la oposición para criticar la Ley, “esto es fundamental para que sepan ustedes (los trabajadores presentes en el recinto) cuánto van a percibir, y -el que se va- cuándo va a cobrar, para que no queden en el desamparo absoluto como está acostumbrado a hacer este gobierno (de Ramón PUERTA), como lo ha hecho en la Educación, en la Salud y en la Seguridad Pública. Ustedes van a ser desamparados laborales, porque esto le da plenas atribuciones al gobierno (de Ramón PUERTA) para hacer lo que le parezca y para que les pague cuando le plazca”.

El Banco de la Provincia de Misiones fue llevado al desastre -como demostramos en nota anterior- por un designio consciente. No se cobraron las deudas por casi 83 millones de dólares que la provincia tenía con el BPM, no se cobró tampoco a determinados sectores el cumplimiento de sus obligaciones, y -finalmente- jamás se abonó un peso por utilizar la estructura del BPM para el pago de sueldos estatales, cuando para privatizarlo se garantizar 1,8 millones de dólares al año.

El ministro de Economía de Ramón PUERTA tuvo el descaro de argumentar, delante de todos los medios misioneros de comunicación, que el BPM había llegado a ese estado calamitoso porque estuvo dando de comer a mil empleados de más. Y para reforzar esa postura, sin ponerse colorado aseguró que la cantidad de empleados era la principal causa de la quiebra del Banco, porque le costaban cinco millones de pesos y por eso el BPM daba pérdidas.

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Nada se dijo de la responsabilidad del gobierno de la provincia por los malos manejos, la desviación de fondos, el pago de comisiones y el ocultamiento de pasivos, ni sobre las compensaciones de deudas en las cuales estaban involucrados miembros del directorio del Banco Provincia de Misiones. La Ley aprobada en agosto de 1995 tampoco informó sobre cuál fue el arreglo por el que el BPM se hizo cargo del pasivo de las empresas deudoras. Demasiados secretos para que el asunto resultara transparente.

Los diputados jamás tuvieron acceso a esos acuerdos, pero la mayoría legislativa de Ramón PUERTA votó avalando los mismos, a pesar de las denuncias reiteradas de algunos legisladores respecto de que se estaba escondiendo información.

La Ley de transferencia de la mayoría del capital accionario del Banco Provincia de Misiones, no fue entonces más que un parche legal para terminar de regalar una entidad que fue fruto del trabajo y el esfuerzo de mucha gente durante muchos años, pero muy especialmente de los empleados que trabajaron en él.

Para cerrar este capítulo, vale la pena reproducir la parte final del alegato del diputado opositor Bertone, quien en agosto de 1995 decía que “la gente, el empleado público, el profesional que recién se inicia y la administración pública, han encontrado siempre el respaldo que necesitaban en este banco para el que, lamentablemente, esta Cámara firmó su partida de defunción. Nada más, señor presidente”.

- Aplausos.

Sr. Presidente (Caballero).- “Se va a votar en general el proyecto de ley”.- “Se vota y resulta afirmativa”.

Poco más de 440 empleados quedaron en la calle. Comenzaba así la reiterada costumbre de dejar desamparadas a las familias misioneras. Los bancarios del BPM eran apenas la punta de lanza de un proceso que incluiría a empleados públicos, trabajadores del Instituto del Seguro, productores yerbateros, tealeros e innumerables familias ligadas al castigado sector agrario, especialmente tareferos y peones de campo.

(*) Artículo de Política 2007.

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¡Maldito Banco! (Última Parte)

Por Daniel Llano (*)

La ley que el 7 de agosto de 1995 modificó las anteriores orientadas a privatizar el Banco de la Provincia de Misiones (BPM), ratificó el convenio de asistencia financiera y la forma de pago para avanzar con la enajenación, así como el tipo de oferta que deberían presentar los postulantes. De estos aspectos también se puede extraer jugo para terminar de comprender cuáles fueron los verdaderos e inconfesos motivos de Ramón PUERTA para regalar el BPM. Utilizando la teoría machaconamente reiterada por Neustadt y Mariano Grondona, de que la banca estatal siempre fue un agujero de recursos para los gobiernos, se disfrazó el vaciamiento patrimonial del BPM y se le echó la culpa a la supuesta ineficacia de los trabajadores.

La ley anterior establecía que el adjudicatario pagara un 40% al contado y el 60% financiado. El máximo establecido era de 36 meses, pero en agosto de 1995 la financiación se prolongó a 60 meses. No sólo se ablandaron las condiciones de pago financiado, sino que además el pago al contado se podría hacer con el canon por servicios al banco privatizado. En pocas palabras, quien se presentara a la licitación del banco obtendría un negocio rentable pagadero a 60 meses, con clientela cautiva, con un "spreed" asegurado por el manejo de los fondos de la provincia y encima con un canon garantizado de 1.800.000 dólares por mes, para brindar los mismos servicios por los cuales el BPM no cobraba nada. Así, es muy fácil que las empresas del Estado sean deficitarias.

Pero además, al traspasar el manejo de los sueldos, se dejaba de lado una práctica poco onerosa para el pago de los empleados estatales, y se entregaba a la empresa adjudicataria la administración de miles de cajas de ahorro, con todo lo que ello implica de débitos por saldo negativo, comisiones y todos los etcéteras habituales en este tipo de cuentas. Claro que, para distraer, todos esos extras se eliminaban durante cierto tiempo.

En el Anexo “Convenio de Asistencia Financiera para la Privatización del Banco de la Provincia de Misiones”, aprobado dentro de la ley votada el 7 de agosto de 1995, también se hablaba de préstamos para el financiamiento de programas de privatización, con recursos entregados al BPM por organismos internacionales. Esos fondos no se usaron en su totalidad, y se pagó un "spreed" por fondos no utilizados de tres cuartas partes del 1%, a determinar una vez concluido el proceso licitatorio, y dos tercios del 1% -a pagar trimestralmente- por los fondos sí utilizados. Lo que nunca se explicó es por qué no se tomaron créditos de organismos internacionales ahorrando los dos tercios del 1% de un impuesto que, para este crédito (180 millones de dólares), se estimaba en pagos trimestrales de tres millones de dólares.

Para la obtención del fondo fiduciario, uno de los requisitos señalaba que el estado contable debía estar certificado por auditores externos y que -con la primera parte del crédito- se debían pagar la cancelación de deuda con el Banco Central de la República Argentina, los redescuentos de pases y cualquier tipo de asistencia recibida por razones de iliquidez, así como

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devolución de créditos al Banco Nación y para abonar gastos por transformación del BPM. Finalmente, señalaba la forma de reembolsar los créditos y la afectación de la Coparticipación Federal.

Entre los actos que producirían la exigibilidad de este crédito, se hacía mención a que la provincia no pagase las cuotas e intereses. Y agregaba "si la provincia creara un nuevo banco público provincial o municipal, o adquiera el control de una entidad financiera".

En buen castellano, y para aclarar este embrollo tan confuso al que eran adictos funcionarios y legisladores de la época, lo que señala ese articulado es que la provincia de Misiones quedaba sujeta a levantar una deuda en el término de quince años, que refinanciada se transformaría en una suma considerable, para poder participar en algún banco provincial o municipal con dominio del capital accionario. Como la deuda era ilevantable, draconiana, de hecho el Gobierno de Ramón PUERTA estaba renunciando a abrir otro banco provincial o municipal con mayoría accionaria de la provincia, y garantizando que otros gobiernos posteriores honestos estuvieran impedidos de hacerlo. De hecho, con esa medida se estaban anulando los derechos establecidos en la Constitución de Misiones, que permiten a la provincia crear un banco provincial y obtener la participación mayoritaria.

Quedaba demostrado el contubernio con los organismos internacionales, victoriosos en su cometido de maniatar definitivamente a la Argentina. La falta de créditos para empresas y servicios estatales, se compensaba con la abundancia de créditos para enajenarlos.

Lo que se presentó al 31 de diciembre de 1994 como estado contable, era en realidad un estado patrimonial. El diputado Bertone, una de los pocas voces que se levantó en la Legislatura para denunciar esta calamidad, señalaba en agosto del 95 que ”para conocimiento del señor ministro de Economía, profesionalmente le voy a explicar que esto no es un balance como él manifiesta, porque no lo tiene auditado al 30 de junio ni terminado el del 94. Esto no es un balance, sino un estado patrimonial auditado con una cantidad enorme de salvedades. En este estado patrimonial al 31 de diciembre el Banco de la Provincia de Misiones tiene un patrimonio neto negativo de 120.110.000 pesos. Las deudas con otras entidades financieras eran de 167 millones de pesos, la deuda con el Banco Central de la República Argentina de 29 millones de pesos, y acreedores financieros por pase, por alquiler de bocones y demás, 22 millones de pesos. Lo que hace un total de obligaciones por intermediación financiera, de plata que tomó el Banco de la Provincia de Misiones para tapar los agujeros que le produjo el gobierno de la provincia, plata que asciende a 243 millones de pesos. Señor presidente: entre las distintas objeciones que tiene el informe de auditoría firmado por Delloit y Compañía con fecha 16 de mayo del 95, se habla de una serie de irregularidades detectadas. En dos años anteriores no hay registraciones contables, y sólo está rubricado a junio del 93 el Inventario y Balance. Entonces, no puede venir a decir el ministro que se encuentra auditado el Balance del 94, porque ningún auditor le pone el gancho si no están los libros contables rubricados al día”.

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Las observaciones de los auditores decían, además, que casi 36 millones de dólares que el gobierno provincial había entregado en pago de deuda por Transferencia del Impuesto Inmobiliario todavía no se había efectivizado, y que la deuda de incobrables podía aumentar en 10 millones de dólares. Se concretaba así el vaciamiento. Pero, sumando sorpresas a este entreguismo, en el informe también se mencionaban comisiones por intermediación financiera, pagadas por el BPM y avaladas por el gobierno de la provincia (gobernado por Ramón PUERTA), por una suma de 5.100.000 de pesos.

Una mano honesta acercó a la legislatura la fotocopia de facturas por intermediación financiera, pagada a la empresa ELG S.A., con domicilio en Av. Corrientes 880, 2º piso, Buenos Aires, y a la firma INFISA S.A., también con domicilio en Corrientes 880, 2º piso. Vaya coincidencia.

Y para agregar más datos a esta sospechosa maniobra (difícil de comprobar, claro), toda la plata que se pagó por intermediación financiera se realizó con fondos suministrados por ANSSAL, PAMI o la Caja Compensadora de Jubilaciones de los Docentes. Para analizar algunas cifras, el 13 de marzo del 95 se pagaron por intermediación financiera 130 mil pesos más IVA (153.400 pesos-dólar en total). Y por intereses a 60 días de un monto de 3 millones de pesos, se pagaron 123.287$. Al decir del diputado Bertone, en la mencionada sesión legislativa, “se pagó más de cometa -porque esto es una cometa, esto es un robo al banco- con un fondo proveniente del ANSSAL”.

Pero hay más todavía, el 27 de febrero del 95 se pagaron 325 mil pesos en Bonex a 70 días, sobre un monto de 6 millones. Por 70 días correspondían 60 mil pesos de interés, y se pagaron por comisión 222.800 pesos. El informe mencionaba numerosos casos de este tipo, pero para no abusar de la paciencia del lector, citaremos sólo uno más. Se menciona una operación del ANSSAL por un plazo fijo. Todas las operaciones a nivel nacional eran a plazo fijo, por lo cual no existió el riesgo financiero externo y fueron los organismos del Estado -como el ANSSAL- los que pusieron el dinero durante 15 o 20 días, y el Gobierno nacional no pagó un sólo peso de comisión. Pero en el caso de Misiones, utilizando fondos de ANSSAL o el PAMI para poner plata de resguardo, se pagaron comisiones e intereses siderales.

En esta operación con fecha 21 de noviembre de 1994, por 71 días se pagaron 105.000$ de intereses y 249.800$ de comisión, sobre 5.200.000 pesos de capital. Sin palabras.Pero volvamos a la deuda. En el estado de situación patrimonial al 31 de diciembre del 94 la provincia declara deber al BPM 129.000.076 pesos. Después de saldar al 30 de junio de 1994, entregando Bocones y emitiendo los Bonos de Consolidación de Deudas Provinciales por 82 millones de pesos, un año y medio después la provincia estaba debiendo nuevamente casi 130 millones de pesos.

Resulta claro que se le estaba mintiendo a la gente, que el gobierno de Ramón PUERTA no puso plata para salvar el banco, y por el contrario lo llevó a una situación financiera desastrosa. Para agosto del 95 ya le debía 142 millones de

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pesos, sin agregar demandas y embargos de bienes por 19 millones de pesos, más un 25% de costas no contabilizado.

Desde 1988 la entidad no había presentado en tiempo y forma la información requerida por el Banco Central de la República Argentina, sin que se le reclamara jamás. Queda claro que hubo corresponsabilidad de funcionarios del gobierno de Ramón PUERTA y del BCRA manejado por MENEM y CAVALLO, al permitir que el gobierno de la provincia ocultara información, escondiendo el camino hacia un desastre premeditado: la quiebra y enajenación espuria del BPM.

(*) Artículo de Política 2007 

El Hombre, el Arco y la Flecha

Por Oscar Thomas y Daniel Llano (*) Dice un antiguo proverbio chino que “deben ser correctos el hombre, el arco y la flecha, porque si alguno de ellos no es el adecuado, se errará el blanco”.

No sirve de nada un proyecto político, una estrategia que se proponga al conjunto de la ciudadanía, sin una conducción idónea para llevar esa propuesta adelante. Este es el hombre del proverbio chino.

Pero si el arco -el instrumento- no es el adecuado, de nada servirá una buena conducción. En este caso, el arco del proverbio chino es el equipo de trabajo que aplica el proyecto en el terreno, en el campo de la sociedad real. Un dirigente sin equipo es como un arquero sin arco, le meten goles de todos lados. Y finalmente, si la flecha está torcida o desbalanceada, tampoco se logrará el objetivo final, que es acertar el blanco. En este caso, se trata de las políticas que terminan afectando directamente la vida de la gente. Son las decisiones centrales en cuanto a salud, educación, seguridad, trabajo y servicios. Son las decisiones en infraestructura, en obra pública. Y también las de recaudación, ahorro e inversión.

En el caso de la flecha no hay lugar a discusiones: se acierta o yerra el blanco. No hay medias tintas. Se puede discutir sobre el color del mar, si es azul grisáceo o gris verdoso, pero lo que no se puede discutir es que el mar es salado. Es decir, se juzga por el resultado.

Hoy asistimos a la resurrección de figuras notorias de la década de los 90, bajo el sello de un Partido Justicialista fragmentado y en crisis, donde algunos de sus candidatos no saben (como en el caso del ingeniero Puerta) si van de gobernadores o de presidentes. Al verlos juntos de nuevo, no podemos menos que preguntarnos cuál ha sido el legado que dejaron al pueblo argentino esos

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dirigentes del pasado, hoy con ganas de reestrenarse. Es decir, los resultados concretos de sus políticas.

Para ser justos, podemos alegar en su favor que gracias a la apertura de nuestro mercado accedimos a determinadas tecnologías, antes lejanas para el poder adquisitivo argentino. También que se hicieron obras de infraestructura de gran tamaño. Y por supuesto, que fuimos, como nunca, reconocidos en el mundo con visitas e invitaciones extranjeras de todo tipo. Todos estos argumentos están siendo esgrimidos por esa dirigencia del pasado, como justificativo para lograr que la voluntad popular los elija de nuevo.

Pero reflexionemos un poco. Analicemos el costo que ha tenido para el pueblo argentino el acceso a cierta tecnología de punta, por ejemplo. Antes la tecnología quizás no era tan de punta, pero era nacional. Con la apertura cavallista, se terminaron de enterrar aquellos intentos de la década del 50, cuando un gobierno nacional (en serio nacional) pretendía fabricar autos, aviones, navíos, centrales atómicas, teléfonos y por qué no heladeras, cocinas y lavarropas también 100 % nacionales. En los 90 dimos un salto momentáneo, pero como el dinero con que comprábamos esa tecnología estaba artificialmente inflado, ese salto fue una fantasía. Hoy tenemos que comprar afuera hasta los cartuchos de la compu, y a precio dólar de verdad.

En cuanto a las grandes obras de infraestructura, cabe decir que éstas se hacen al servicio de la producción. Pero si un país no produce, ¿para qué quiere rutas, por ejemplo? ¿Tal vez para favorecer a empresas amigas? El recuerdo de nuestras vacías carreteras nacionales, con escasos camiones, alcanza para confirmar este aserto. Si la política económica no apunta al desarrollo, los productores no pueden pagar impuestos. Si no se pagan impuestos, las obras se hacen con deuda. Y esa deuda no la pagan los políticos que las contrajeron, sino los propios productores y el pueblo en general.

Ahora entendemos por qué fuimos tan bien recibidos en todo el mundo en aquella época. Fuimos, nada más y nada menos, un excelente negocio para quienes querían quedarse con el patrimonio acumulado de los argentinos. Para aquellos que, conociendo nuestra capacidad productiva y nuestra inteligencia en el trabajo, sabían que las deudas contraídas no desaparecen por un cambio de administración pública. Los políticos son contingentes, la Nación es pura permanencia. En definitiva, el pasado los condena. Ni el hombre, ni el arco ni la flecha eran los adecuados.

Pero hablemos en positivo. Porque si hablamos sólo del pasado, sin proponer opciones hacia el futuro, estaríamos cayendo en el mismo pecado de pretender unir voluntades a partir de dudosas premisas. La debacle de un modelo concentrador, aperturista y endeudador abrió nuevos rumbos en el país y en la provincia. El futuro comenzó a surgir como un tiempo digno de ser vivido, y no como la amenaza de ejecuciones prendarias a

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repetición. Esto no es simplemente haber dejado de lado prácticas políticas espurias. Significa -en lo profundo- que una nueva esperanza está anidando en el pueblo argentino.

Después de haber vivido (y sufrido) tres procesos de “plata dulce” (Martínez de Hoz-Videla, Sourruille-Alfonsín y Caballo-Menem) los argentinos aprendimos que los globos macrofinancieros no tienen nada que ver con nuestro espíritu creativo, trabajador y nacional. Pueden significar mucha pizza y champán en su momento, pero después, a la hora de pagar la provista, los que invitaron a la parranda se hicieron humo y hubo que ponerse.

Por eso, la estabilidad económica a partir de un signo monetario adecuado al tamaño de nuestro país no es un tema menor. Tampoco lo es haber recuperado la capacidad de financiar producción e inteligencia a partir de recursos genuinos y no con endeudamiento. Y mucho menos aún lo es haber establecido una estrategia de largo plazo, hoy defendida mayoritariamente por empresarios y productores. Porque todo eso significa futuro. Significa estabilidad y significa seguridad para invertir, para crecer, para formar una familia o elegir una profesión.

Nada de esto está incluido en la propuesta de la vieja dirigencia. No quieren hablar en serio del futuro, sólo aceptan hablar sobre supuestos logros del pasado, pero muy especialmente eligen declamar sobre el presente, señalando errores, denunciando supuestas corrupciones, colocándose como fiscales morales de la Nación. Cualquier ronda de amigo en una pizzería, con cerveza y sin champán, les diría a estos avivados: “está bien, vení, pero antes ponete porque siempre te rajás sin pagar”. Lo malo para este remozado frente político es que la deuda que dejaron es tan grande, que no les alcanza con todas sus amplias posesiones para responder el saldo. Y esto sólo si hablamos de lo material, porque la deuda espiritual es más grande.

(*) http://www.oscarthomas.com.ar - 2007