Escritura Desde El Cuerpo. Gioconda Belli
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Iraida Casique
Prof. Carlos Raúl Narváez
Poesía Latinoamericana Contemporánea
8 Dic 1999
”Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía/ y te recorro entero,/ sendero tras sendero,/ descalzando mi amor, desnudando mi miedo “(Yo, la que te quiere, 89)
Escritura del cuerpo femenino: apuntes para una lectura de la poesía de Gioconda Belli
El acercamiento crítico a la producción literaria de Gioconda Belli pareciera
haber privilegiado su obra narrativa por sobre su creación poética, aún siendo ésta
anterior y más extensa (hasta ahora) al trabajo novelístico y ensayístico de la autora.
Por otra parte, los estudios que han abordado la revisión de sus primeras publicaciones
poéticas, -que es el corpus que intentaremos revisar en este trabajo- parecieran poner
el énfasis en la inserción de ese trabajo dentro de la llamada literatura de
“compromiso”. Sin embargo, el tono militante no existe en su primer poemario, Sobre la
grama (1970-1974), sino que surge en los poemas de su segundo libro: Línea de fuego
(1974-1978), para luego atenuarse en su tercer poemario, Truenos y arco iris (1979-
1982), buena parte de cuyos textos se producen después del triunfo de la Revolución
Sandinista.
Estas variaciones ilustran cómo el contexto histórico condiciona la producción
literaria y, sin embargo, no es suficiente para explicar los rasgos que hacen de cada
poética un proyecto particular. Obviamente el peso de un acontecimiento tan cercano
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como el de ese peculiar proceso político nicaragüense, -y conocida la posición
ideológica de la escritora-, no podía menos que invadir la interioridad de una creación
poética, que es además, particularmente difícil de separar de la biografía de la autora:
imágenes, nombres, hechos ...se reconocen como referentes de su propia vida. Y esto,
sumado a la permanente enunciación de la voz poética en primera persona y a la
frecuente nominalización de ella misma, “Gioconda”, no puede menos que crear en el
lector el efecto de una poesía intimista, personal, en ocasiones confesional.
Si hay un aspecto que creemos marca toda la creación poética de esta autora
es, justamente, la presencia de ese “yo“ que además tiene la particularidad de
pronunciarse orgánicamente, constituido su cuerpo como centro en el cual convergen
todas las experiencias y desde el cual se organiza la visión de mundo: la escritura
como expresión transita siempre ese cuerpo : “definir el misterio, el momento preciso/
del descubrimiento, el amor, esta sensación/ de aire comprimido dentro del cuerpo
curvo,/la explosiva felicidad que me saca las lágrimas / y me colorea los ojos, la piel,
los dientes,/ mientras voy volviéndome flor, enredadera, castillo, poema (Escribirte, 47)
Creemos que la escritura de Belli se inscribiría en ese modelo que, apunta Nelly
Richard, habrían formulado Cixous e Irigaray de asociación metafórica entre escritura y
genitalidad femenina: “(...) relación autoerótica que el cuerpo y la palabra de la mujer
establecen entre sí: los roces y frotaciones del sexo-labios se trasladarían al
significante verbal, mediante el “cuerpo-a-cuerpo” de un decir que se acaricia a sí
mismo.” (29)
Esta “corporización” abraza y define toda la producción poética y probablemente
literaria de Gioconda Belli y es el aspecto que queremos destacar en estas páginas, en
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tanto creemos registra un momento de cambios importantes en el imaginario femenino:
al interior de la poesia de Belli, el cuerpo se erige como símbolo de una “revolución”
inicialmente personal, en tanto sujeto marcado en primera instancia por la
particularidad de su género, y que luego de su re-conocimiento, podrá incorporar la
reflexión sobre la condición y el complicado panorama social desde el que escribe. El
cuerpo se proyecta como el espacio primario que configura la identidad y, en tanto son
sus pulsiones e instintos los que diseñan los rasgo de esa identidad, podríamos pensar
que en el proyecto poético de Belli el erotismo se propone como la experiencia
genésica. En este sentido, se estaría produciendo una inversión de valores
consagrados, una ruptura frente a la norma impuesta: consideremos que, si como
señala Octavio Paz , el erotismo es “la canalización” o “dominación social” del instinto,
Belli logra subvertir normas cuando pretende transgredir las mismas: dando rienda
suelta a los instintos femeninos y configurandose precisamente a partir de ellos (por el
erotismo) como sujeto:
El erotismo (...) es un disparo de la imaginación frente al mundo exterior.
El disparado es el hombre mismo, al alcance de su imagen, al alcance de
sí. Creación, invención: nada más real que este cuerpo que imagino; nada
menos real que este cuerpo que toco y se desmorona en un montón de
sal o se desvanece en una columna de humo. Con ese humo mi deseo
inventará otro cuerpo. (Paz, 189)
En la poesía de Gioconda Belli el reconocimiento y asunción del cuerpo son
condiciones que hacen posible la existencia de ese nuevo sujeto femenino que la
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nueva sociedad requiere. El cuerpo entendido como plataforma indispensable y no en
el sentido carcelario que señala Terry Eagleton:
(...)si sólo pudiera sacar mi cabeza podría comprobar si hay algo allá
afuera. Si sólo pudiera escapar de tras de los muros de mi cuerpo podría
encontrar directamente el mundo. (...) Pero un cuerpo, por supuesto, es
apenas una manera de actuar sobre el mundo, un modo de acceder sobre
él, un punto desde el cual el mundo resulta coherentemente organizado.
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Trataremos de establecer las principales variaciones de ese proceso que
creemos registran los poemas de Gioconda Belli, rastreando algunas imágenes claves
que den cuenta de ciertas mutaciones de la perspectiva “orgánica” que se va re-
formulando en su obra. Para este trabajo, nos limitamos a un revisión de conjunto de
sus primeros tres poemarios que hemos manejado en la edición del volumen que los
compendia bajo el título Amor insurrecto.
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La organización de los poemas que conforman Sobre la grama (primer
poemario) presenta lineas de continuidad, ejes temáticos que encadenan cada texto a
la totalidad del poemario, al tiempo que dibujan una linea secuencial progresiva en la
que la significación de esos temas recurrentes se va modificando. Inicialmente se
revela una voz que en tono optimista predica la armonía con el cuerpo, la naturaleza,
el hombre y Dios, y se asume una caracterizacion del sujeto femenino aparentemente
apegada a las convenciones sociales y religiosas, destacando repetidamente su
función reproductora: “Y Dios me hizo mujer,/ de pelo largo,/ ojos,/ nariz y boca de
mujer./ Con curvas/ y pliegues/ y suaves hondonadas/ y me cavó por dentro,/ me hizo
un taller de seres humanos”. (Y Dios me hizo mujer, 39)
Pareciera que la voz poética, que se identificará siempre desde la especificidad
genérica, se muestra en la parte inicial de este poemario fuertemente apegada a esa
visión idealizada de la femineidad como don divino: “Todo lo que creó suavemente/ a
martillazos de soplidos/ y taladrazos de amor/ las mil y una cosas que me hacen mujer
todos los días/ por las que me levanto orgullosa/ todas las mañanas/ y bendigo mi
sexo”. (Y Dios.., 39)
A lo largo del poemario, otras imágenes dibujarán lo que también parece una
perspectiva muy apegada a la tradición cultural que subordina la posición de la mujer
en la relación de pareja: “Dios te hizo hombre para mí.// Te admiro desde lo más
profundo de mi subconsciente,/ con una admiración extraña y desbordada/ que tiene un
dobladillo de ternura./ (...) Mi mente está covada para recibirte,/ para pensar tus ideas”
(De la mujer al hombre, 46); “(...) y luego voy a esperarte/ a que vengas de noche,/ a
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que vengas a posarte en mí como un pájaro/ y ondees tu cuerpo/ como bandera/ sobre
mi cuerpo.”(Esperándolo, 59)
En este mismo sentido “conservador” podría leerse la reiterada metáfora del
cuerpo femenino como instrumento, como vasija o contenedor utilitario del hombre, de
los hijos: “Mi vientre es un comal cálido para tu hombría” (Biblia, 50); “Yo soy tu cama,/
tu suelo./ soy tu guacal/ en el que te derramás sin perderte/ porque yo amo tu semilla/ y
la guardo”(Yo soy, 51); “Ya las planicies de mi vientre/ van cogiendo la forma/ de una
redonda colina palpitante,/ mientras por dentro,/ en quién sabe qué misterio/ de agua,
sangre y silencio/ va creciendo como un puño que se abre/ el hijo que sembraste/ en el
centro de mi fertilidad.”(Maternidad II, 61). Pero la convencionalidad de la imagen se
fractura por la relevancia que adquiere el cuerpo, destacado como sujeto del acontecer,
como eje central de una identidad femenina que se erige desde la corporeidad y desde
su condición animal y coloca a las propias necesidades sexuales en el centro de esa
naturaleza: “(...)cargada de energías/ como un animal joven y contento./ Imantada mi
sangre con la naturaleza/ sintiendo el llamado del monte.” (Soy llena de gozo, 40).
El deseo y el placer se empiezan a vislumbrar como ejes fundamentales de una
manera distinta de asumir y proyectar la femineidad: el cuerpo es el mapa desde donde
se trazan las nuevas coordenadas; el reconocimiento y estímulo personal –la
posibilidad de asumir naturalmente la masturbación- es un significativo paso: “Me
repasan mis dedos/ y su contacto es abono/ para mis ramitas que crecen/ y ya por fin, /
después de mucho resistir, / se han rendido las manos/ y están saliendo las puyitas/ de
las uñas (...) y estoy enredadera,/ metamorfoseada, / espinosa, / sola, / hecha
naturaleza.”(Metamorfosis, 43)
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El poemario desborda en metáforas que ilustran esta asunción del cuerpo en
integración a diferentes estadios, ciclos o expresiones de la naturaleza: de este modo
el yo-corporal puede ser gacela, tierra, río, mañana, noche. Pero probablemente la
imagen más recurrente y elaborada es la del árbol: naturaleza, fertilidad, vida, quedan
resumidas en él: “Mis ramas estorban en el cuarto (...) y mis piernas están rompiendo/
los ladrillos,/ buscando la tierra,/ enredándome. (...) Con mis dedos / me toco toda/ re-
conociéndome/ entre las hojas / y las ramitas/ y las flores que llenan mi boca/ y han
teñido mis dientes.”(Metamorfosis, 42-41)
Sin embargo, en tanto la admisión de los instintos sexuales va respaldada
siempre por el énfasis en la maternidad y el gozo se asocia con la procreación : “Estoy
deseando explotar/ como vaina de malinche/ para darle mis semillas al viento(...)
haciendo nacer árboles/ vida” (Estoy deseando, 41), lo que parece prevalecer en el
imaginario al que apela y reproduce este poemario, es un movimiento constante de
oscilación entre la imagen convencional de mujer, de una condición que históricamente
la coloca como derivación-complemento del hombre, asignándole la función de
preservar la especie, y la conciencia que esta voz femenina va asumiendo de sus
instintos y necesidades naturales: “(...) que Dios y el hombre me permitieran volver/ a
mi estado primitivo,/ al salvajismo delicioso y puro,/ sin malicia,/ al barro a la costilla,/ al
amor de la hoja de parra, del cuero,/ del cordero a tuto,/al instinto. (Soy llena de gozo,
40).
La dependencia se pone de manifiesto también en el rol que cumple el “otro”
para el descubrimiento del “yo”: es exclusivamente en la interrelación con el otro que el
yo descubre la propia identidad:”Yo soy tu cama,/ tu suelo, soy tu guacal”(Yo soy, 51);
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“(...) la explosiva felicidad que me saca las lágrimas/ y me colorea los ojos, la piel, los
dientes,/ mientras voy volviéndome flor, enredadera, castillo,/ poema, entre tus manos
que me acarician/ y me van deshojando, sacándome las palabras,/ volteándome de
adentro para afuera”(Escribirte, 47). En este sentido, en la teoría de Emmanuel
Levinas, el deseo sexual que expresa este yo poético , habría de ser considerado no
como deseo sino como necesidad:
Need opens upon a world that is for-me; it returns to the self. Even when
sublime, as the need for salvation, it is still nostalgia, homesickness. Need
is the return itself, the anxiety of an ego for itself, the original form of
identification which we have called egoism. It is an assimilation of the
world in view of coincidence with oneself, or happiness. (350)
Precisamente por las oscilaciones, pareciera obvio que este poemario
comprende un tiempo de cambios, de búsquedas y re-definiciones. Un primer estadio
en la construcción de una identidad:
“Siempre esta sensación de inquietud. De esperar más./ Hoy son las
mariposas y mañana será la tristeza/ inexplicable, el aburrimiento a la
actividad/ desenfrenada por arreglar este o aquel cuarto, por coser/ (...)
buscando absurdamente conformarme mientras mi cuerpo/ y mi mente se
abren, se extienden como poros infinitos/ donde anida una mujer que
hubiera deseado ser pájaro,/ mar, estrella (Siempre, 45)
Momento que se descubre e inscribe en un cuerpo de mujer. Tiempo en que se
elabora una doctrina religiosa del cuerpo: el poema titulado “Biblia” es una especie
de ,canto de alabanza en el que cada parte del cuerpo se asocia con un referente
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natural o elemento constitutivo del hogar: “Sean mis manos como ríos/ entre tus
cabellos/ Mis pechos como naranjas maduras/ (...) mis piernas y mis brazos sea como
puertas/(...) Todo mi cuerpo sea hamaca para el tuyo”(50). En este mismo tono
“sacramental” el segundo poema remeda con su título el modelo de mujer que impone
la religión católica y sustituye la gracia con que se apela a la Virgen (llena eres de
gracia) por el gozo, la “virtud” por el placer: “Soy llena de gozo, / llena de vida,/(...) que
Dios y el Hombre me permitieran volver/ a mi estado primitivo, / al salvajismo delicioso
y puro”(Soy llena de gozo, 40).
El penúltimo poema de este primer poemario plantea una interesantísma
correlación entre las páginas blancas, que esperan ser escritas y la mujer virgen que
desea dejar de serlo: con un lenguaje que sorprende por la violencia de alguna de sus
palabras, pareciera que la escritura permite a la mujer ejercer ahora el rol activo y
decisivo del hombre:
“Vamos./ Nos esperan las vírgenes blancas/ con sus caras desafiantes y
planas sobre las mesas./(...) Desenvainemos la imaginación,/ los sueños,/
los recuerdos/ las pestañas sombrías de la naturaleza,/ los que no existe
más que en ninguna parte/ y caminemos sobre estas vírgenes blancas,/
mudamente desafiantes,/ angustiosamente frustradas,/ con temor al
desperdicio./(...) no dejar de poner lo que pueda lastimarlas,/ porque estas
vírgenes/ están esperando que las desfloren (Poema a las hojas de papel,
67).
En este poema Belli aborda por primera vez desde la poesía la reflexión sobre
la escritura; espacio de acciones, de transformaciones: la hoja ansiosa por el
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desvirgamiento, el escritor como gestor del cambio. La idea de mujer pasiva,
expectante, frustrada, representada en la hoja virgen, es la posibilidad de cambio, de
un escribirse de nuevo empezando desde el blanco por llenar de la hoja, simplemente
el primer estadio de la insatisfacción que se desborda en otros poemas de este primer
libro: “Siento que me voy alejando, que voy saliéndome/ poco a poco de esta realidad
de las mañanas y las tardes/ y voy entrando a un mundo que estoy construyéndome/
con mis deseos y mis ansiedades y todas las cosas/ reprimidas que empiezan a querer
salírseme/ y que me empujan , casi sin darme cuenta,/ en la incertidumbre, alli donde
deberé quedarme sola,/donde me da miedo porque sé que tendré que asumir/ toda la
responsabilidad del haberme dado cuenta”. (Siento que voy alejándome, 44)
El segundo poemario de Belli, Línea de fuego, incorpora el conflicto de la lucha
armada y la Revolución, sin que el cuerpo deje de funcionar como el soporte
fundamental sobre el que se erige la voz poética: se incorporan una serie de términos
con marcada connotación política y/o bélica que se incorporan al abordaje de lo
corporal, sexual y erótico. De este modo, el encuentro sexual luce como una “batalla”
entre cuerpos, y las acciones revolucionarias constituyen otra expresión del “deseo” ,
del “amor” que lucha por imponerse: “Amarte en esta guerra que peleamos, amor,/ con
piernas y con brazos./ Amarte con el miedo colgado a la garganta./ amarte sin saber el
día del adiós o del encuentro”(La orquídea de acero, 88)
Los títulos de los poemas parecieran anunciar un universo temático muy distinto
al del primer poemario: huelgas, alzamientos, combates, manifiestos. Sin embargo, y
sin pretender disminuir la importancia de estos nuevos referentes en este segundo
momento de la poesía de Belli, no constituye una labor complicada el re-conocimiento
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también de las “obsesiones” que configuran desde el primer momento la columna
vertebral del universo que construyen los poemas de Belli: el cuerpo y sus pulsiones,
necesidades y productos, como el espacio que hace posible la identidad y el encuentro
de la mujer consigo misma, con el hombre y el mundo. La relación con el entorno se
realiza desde el cuerpo, reconociendo los otros cuerpos, reales o figurados.
Para dar cuenta de las emociones y conexiones que genera la patria, la voz
poética dibuja una relacion amorosa de tono erótico en que la que el país y ella se
relacionan cuerpo a cuerpo: “¡Ah, Nicaragua/ vos sos mi hombre/con nombre de mujer!/
(...)me gusta tu enorme pecho verde y erizado/ donde oigo tronar magma y
volcanes./(...) me gusta esa manera en que me has poseído,/ llenándome de grama, de
dolor y de risa/ de los pies hasta el pelo.”(Ah, Nicaragua, 78)
Cualquier acción personal o colectiva, inicia o remite al cuerpo:”Quiero una
huelga donde vayamos todos./ Una huelga de brazos, de piernas, de cabellos,/ una
huelga naciendo en cada cuerpo (...)una huelga donde nazca el silencio/ para oír los
pasos/ del tirano que se marcha”.(Huelga, 73)
El canto “revolucionario” a los trabajadores de ese pueblo, es así mismo un
canto que se proyecta desde una perspectiva de mujer hacia desempeños donde
siempre el cuerpo y la acción destacados posibilitan una lectura de tono erótico: “Amo
a los carpinteros/ que conocen a la madera como a su mujer/ y saben hacerla a su
modo/. Amo a los campesinos/ que no tienen más tractor que su brazo/ que rompen el
vientre de la tierra y la poseen”. ( Amo a los hombres y les canto, 84).
Pareciera que la incorporación en Línea de fuego de referentes, como el
conflicto nicaragüense, que señalan una obvia ampliación del mundo temático del que
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se nutren los poemas de Belli y un agigantado crecimiento del marco de aconteceres
sobre el que se posa su atención, en lugar de debilitar el peso que lo sensorial-corporal
cumple en la configuración de la perspectiva tan marcadamente orgánical que
observáramos en Sobre la grama, la redimensiona, la potencializa: así encontramos en
este segundo poemario imágenes que elaboran y explicitan mucho más el erotismo,
expresiones que abiertamente destacan el placer y el deseo como fuerzas vitales de
este sujeto femenino, ahora nada convencional y muy arriesgado, que no necesita
justificar sus impulsos con valoraciones religiosas o sociales y que ahora ejerce la
posión del cuerpo masculino:
“Quedarme allí un rato largo/ enredando mis manos / en ese bosquecito
de arbustos que te crece/ suave y negro bajo mi piel desnuda,/ seguir
después hacia tu ombligo/ hacia ese centro donde te empieza el
cosquilleo./ irte besando, mordiendo/ hasta llegar allí/ a ese lugarcito/ -
apretado y secreto-/ que se alegra ante mi presencia/ que se adelanta a
recibirme/ y viene a mí/ en toda su dureza de macho enardecido”.
(Recorriéndote, 93)
Las imágenes que van dando cuenta de esta “nueva” mujer que anuncia la voz
poética apelan ahora a un continuo movimiento, a una mutación permanente: la mujer
tinaja-receptora de los primeros poemas da paso en la mayoría de los casos a la mujer-
río caudoloso, guitarra, yegua...”Mi cuerpo, con todos/ sus resquicios impredecibles,
rasga la noche/ con su cantar de guitarra del monte y enciende/ la oscuridad con su
brillo de luciérnaga.” (Manuscrito, 104)
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La relación con la palabra escrita, también se formaliza en este poemario con
apelaciones al encuentro sexual libre y vivificador: “(...)los libros que tengo
desparramados en mi/ cama como hombres con los que me voy acostando, en/ una
orgía de piernas y de brazos que me levantan el / desgano de vivir y me arañan los
pezones , el sexo y me/ llenan de un semen especial hecho de letras que me/
fecundan”. (Vestidos de dinamita, 79) . En este poema en particular, el dinamismo de
las imágenes va respaldado por el ritmo sin pausas de lo que pareciera un único verso,
que se corta solo por razones de espacio en la página pero que a todas luces
representa un aliento sostenido, un movimiento que no se detiene.
El tercer poemario Truenos y arco iris, nos presenta un momento de crisis, de
dolor, de un sujeto femenino abandonado por su pareja, que empieza a temer el
fracaso de su revolución personal y a vislumbrar las insuficiencias del proyecto social
previsto por el sandinismo. En este sentido, y tal como lo sugiere el título, se recogen
en este libro poemas de tono muy variable: algunas veces optimistas, aferrados a los
sueños de libertad y amor. En otros momentos, la desilusión, la amargura, impregnan
la mirada de un yo, que quizás de manera hiperbólica, se muestra en esta etapa muy
enmarcada por lo autobiográfico.
El poema que abre es, a manera de dedicatoria, una consagración del yo
masculino, pareja, amante, como el destinatario básico-representado, de estas
producciones: “Pienso que juntaré mis poemas,/ agarrados como una fila de
huracanes/ y haré un libro desafiante y bello para vos./ (...) un libro que flote en el
tiempo de tu tiempo/ y que podrás enseñar a tus nietos/ y decirles:// “Miren como me
amo esta mujer”/ con orgullo de macho idolatrado”( Del qué hacer con estos poemas,
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109). Parecieran reaparecer las imágenes del hombre-macho y de la mujer satélite, que
veíamos en los primeros poemas. Y este “convencionalidad ” puede rastrearse no sólo
en el primer poema: “Te quiero como gata arriba,/ panza arriba te quiero, maullando a
través de tu mirada (..)te busco desperezándome en la alfombra,/ poniéndome los
anteojos para leer/ libros de educación del hogar/ y no andar chiflada y saber manejar
la casa/ poner la comida”(Como gata boca arriba, 110).
Sin embargo, se produce un nuevo cambio en los siguientes poemas, cuando la
voz poética empieza a dar cuenta de una ruptura, cuando el yo-femenino transita
desde la desolación a la esperanza, una nueva vía de configuración para un sujeto que
ahora surge de la soledad, del abandono, que se ve obligado a descubrir otros medios
de nutrirse diferentes al amor, cuando el otro que se creía fuente de energía para el yo,
desaparece :”Me veo y no me estoy viendo,/ es un espejo de vos el que se extiende
doliente/ sobre esta soledad de domingo,/ un espejo rosado,/ un molde hueco
buscando su otro hemisferio” .(En la doliente soledad del domingo,143)
El cuerpo luce ahora como un territorio debilitado, un instrumento abandonado..y
sin embargo desde el que se sigue pronunciado la voz. En él se concentra el dolor de
un deseo que no se puede aplacar: empleando una vez más las imágenes de la guerra,
se describe el campo de lo que ahora luce como una batalla perdida.
Momentáneamente el yo también se pierde: “Veo mis piernas,/ largas y lentas
conocedoras de tus caricias,/ que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes/ para
abrirte el sendero de la perdición/ hacia mi mismo centro,/ y la suave vegetación del
monte/ donde urdistes sordos combates/ coronados de gozo,/ anunciados por
descargas de fusilería/ y truenos primitivos/ Me veo y no me estoy viendo “.(En la
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doliente soledad del domingo,142-143) Ante la desintegración del otro, el yo pareciera
también anularse.
Es desde el cuerpo que surgen los reclamos, donde la ausencia castiga. Y en
este sentido no deja de ejercerse la perspectiva orgánica, pero se ve forzada a una re-
asignación de su funcionalidad. Creo que este poemario marca así el momento en que,
sin renunciar a la comprensión corporal de la realidad circundante, se produce una
importante modificación en el imaginario femenino que reproduce: el cuerpo deja de ser
sólo instrumento –noción en la que probablemente radican la persistencia de ciertas
convenciones que colocan a la mujer en posición complementaria respecto al hombre-
para presentarse como la objetivación del yo:
“Objetivamos nuestros propios cuerpos y los de los demás todo el tiempo,
como una dimensión necesaria de nuestro cuerpo; y el postmodernismo
está bastante equivocado al creer (...) que toda objetivación equivale a
alienación. (...) queda en pie el hecho de que los cuerpos humanos son
realmente obejtos materiales, y si no lo fueran, no podría haber relación
entre ellos. Que el cuerpo humano sea un objeto no es de ninguna
manera una de sus cualidades más distintivas, pero es la condición para
cualquier cosa más creativa que pueda llegar a alcanzar. A menos que
me puedas objetivar, no puede hablarse de reciprocidad entre nosotros.”
(Terry Eagleton, 116)
Esta objetivación permite asumir una posición no desprovista del dolor, pero si
de culpas; un reconocer que las necesidades sexuales persisten en el centro de la
identidad pero no la resumen, un proclamar que aún cuando el otro no lo mire, el yo
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sigue existiendo: “(...)pero , ay amor, cómo me duele/ que estando yo en tu espacio/
como estrella errabunda/ fieramente colgada por vos en tu universo, no me hayás
descubierto el resplandor,/ no me hayás habitado,/ tomado posesión de mi luz/ y sólo te
hayás atrevido/ a palparme/ -como un ciego-/ en la oscuridad. (Todo sea por el
amor,145)
Podríamos reconocer a este nivel, retomando la diferenciación que
mencionáramos en la primera parte de este trabajo establece Levinas en “The trace of
the other” entre necesidad y deseo, que el modo como formula ahora el hablante lírico
esas pulsiones sexuales, permite reconocer en ellas la expresión de un auténtico
deseo:
We oppose the desire for the other wich proceeds from a being already
replenished to overflowing and independent, and who does not desire for
himself. Desire is the need of him who has no more needs. We can
recognize it in the desire for an other who is another, neither my enemy
(...) not my complement. (350)
Al asumir el deseo, al rescatarlo como parte valiosa del sí, el yo asume también
su cuerpo y todas las pulsiones que el produce, se reconcilia y rescata así misma: “me
harán fertilizar con todo el llanto/ evaporado desde mis ojos/ y también con mi sudor,
mis heces,/ todo lo que segrego porque vivo y funciono/ y lo que mi cuerpo hace o
destruye,/ tiene razón de ser y es hermoso.”(Soñar para despertar soñando, 136-137)
En este sentido, el diálogo con el otro puede producirse de una manera
equilibrada, en términos de igualdad y no ya de dependencia: “Tantas cosas he hecho
por vos/ que tengo que cuidar/ que su recuento no te suene a reclamo/ (...)porque todo
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![Page 17: Escritura Desde El Cuerpo. Gioconda Belli](https://reader031.fdocumento.com/reader031/viewer/2022022401/55cf941f550346f57b9fc6d8/html5/thumbnails/17.jpg)
ha sido hecho en virtud del amor/ y los relámpagos y ciclones que solté/ (..) han sido mi
propia, soberana decisión/ mi perdición, mi gozo,/ por los que me he conocido más
mujer/(...) No quiero pues , equivocarme con reclamos;/ me hago responsable del sol y
de la sombra/’(Todo sea por el amor, 144)
Este poemario de Belli desborda en reflexiones, cuestionamientos, expresiones
de dudas, de búsquedas, que ilustran cómo el proceso de redefinición del sujeto
femenino continúa, al tiempo que modifica el imaginario donde se habita:
“Me veo en el espejo, desleída figura,/ incierta mujer desaliñada.// Estoy
en el filo de la construcción de mí misma,/ ansiosa de cimientos,
estructuras, sólidas paredes/ para proteger el bagaje de sueños que ando
a acuestas (...) He acumulado tiempos como infantiles cubos de colores/
y ya los días piden estructurar el ritmo/ (...) todos los días nacen nuevos
retos exigiendo respuestas,/ ruidos de edificios/ de trochas que abren
brecha en tierra de pájaros.(Nueva construcción del presente, 139)
La escritura luce como el espacio privilegiado para dar cuenta de ese proceso,
de esa búsqueda, lugar para colocar las incertidumbres y temores:”Sé que estoy
escribiendo/ para exorcisarme/ y sacarme de adentro/ la andanada de angustias/
persiguiéndome./Aún no sé muy bien/ quién es esta nueva mujer que soy/- como no se
conoce la ciudad después del cataclismo,/ perdidos los puntos de referencia de tal o
cual edificio-.”(Exorcismo, 151)
El destinatario de ese proceso–el de las palabras y el del sujeto- es ahora el
propio yo: las preguntas y cuestionamientos qué se formulan en este tercer poemario
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![Page 18: Escritura Desde El Cuerpo. Gioconda Belli](https://reader031.fdocumento.com/reader031/viewer/2022022401/55cf941f550346f57b9fc6d8/html5/thumbnails/18.jpg)
contrastan con el estado de idílica felicidad del sujeto enunciativo del primero;en tanto
auto-crítico,el yo luce ahora obviamente más maduro.
Apenas hemos intentado poner en evidencia algunas de los movimientos que, en
los tres primeros poemarios de Gioconda Belli, traza el yo poético en relación a la
definición de sí mismo y a sus posibles insercciones con el mundo que le rodea, en
las que el cuerpo es siempre clave sigificativa. Creemos que estos cambios señalan un
interesantímo periplo del sujeto femenino proyectado en estos trabajos por la voz
poética. Estamos conscientes que estos “apuntes” necesitan madurarse y calibrarse en
un necesario diálogo con el resto de la producción poética y literaria de la autora.
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![Page 19: Escritura Desde El Cuerpo. Gioconda Belli](https://reader031.fdocumento.com/reader031/viewer/2022022401/55cf941f550346f57b9fc6d8/html5/thumbnails/19.jpg)
Trabajos citados
Belli, Gioconda. Amor insurrecto. Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1984.
Eagleton, Terry. Las ilusiones del Posmodernismo. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1997.
Levinas, Emmanuel. “The trace of the other”. Deconstruction in Context: Literature and Philosophy. Ed. Mark C. Taylor. Chicago and London: The University of Chicago, 1986.
Paz, Octavio. Los signos en rotación y otros ensayos. Madrid: Alianza Editorial, 1986.
Richard, Nelly. “De la literatura de mujeres a la textualidad femenina”. Escribir en losbordes. Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana 1987.Editorial Cuarto Propio: Santiago de Chile, 1990.
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