Espacios Publicos

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1 Espacios públicos Salvador Schelotto Patricia Roland Marcelo Roux Espacios públicos

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Patricia RolandArquitecta de la Intendencia de Montevideo. Ha trabajado y coordinado diferentes proyectos de rehabilitación urbana, desarrollolocal y planificación territorial. Ha desarrollado tareas de consultoría a nivel nacional e internacional. Actualmentees Directora de la División Espacios Públicos y Edificaciones de esa Intendencia.Marcelo RouxArquitecto y docente universitario. Trabaja en el desarrollo de proyectos de espacios públicos para la División EspaciosPúblicos y Edificaciones de la Intendencia de Montevideo. Ha participado en varios concursos vinculados al espacio público,en los que obtuvo premios y distinciones.Salvador SchelottoArquitecto y docente universitario, con trabajos publicados en el país y el exterior. Integra la Comisión del PatrimonioCultural de la Nación y el Colegio de Jurados de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay. Es Coordinador dePrograma en la OPP. Fue Decano de la Facultad de Arquitectura y Director de Planificación de la Intendencia deMontevideo. Es consultor y proyectista en la escala urbana y territorial, habiendo recibido premios y distincionesnacionales e internacionales integrando equipos interdisciplinarios.

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    Salvador Schelotto Patricia Roland Marcelo Roux

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    Patricia RolandArquitecta de la Intendencia de Montevideo. Ha trabajado y coordinado diferentes proyectos de rehabilitacin urbana, de-sarrollo local y planificacin territorial. Ha desarrollado tareas de consultora a nivel nacional e internacional. Actualmente es Directora de la Divisin Espacios Pblicos y Edificaciones de esa Intendencia.

    Marcelo RouxArquitecto y docente universitario. Trabaja en el desarrollo de proyectos de espacios pblicos para la Divisin Espacios Pblicos y Edificaciones de la Intendencia de Montevideo. Ha participado en varios concursos vinculados al espacio p-blico, en los que obtuvo premios y distinciones.

    Salvador SchelottoArquitecto y docente universitario, con trabajos publicados en el pas y el exterior. Integra la Comisin del Patri-monio Cultural de la Nacin y el Colegio de Jurados de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay. Es Coordinador de Programa en la OPP. Fue Decano de la Facultad de Arquitectura y Director de Planificacin de la Intendencia de Montevideo. Es consultor y proyectista en la escala urbana y territorial, habiendo recibido premios y distinciones nacionales e internacionales integrando equipos interdisciplinarios.

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    Espacios pblicos inclusivosSalvador Schelotto/Patricia Roland/ Marcelo Roux

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  • Marca de la Memoria. Recuerda el Acto del Obelisco del 27 de noviembre de 1983. Parque Batlle y Ordez, Montevideo

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    icosIntroduccin

    1. IntroduccinLa espuma de lo pblico

    Sin espacio pblico no hay ciudad 1

    La afirmacin resulta tan absoluta como indis-cutible. El cuestionamiento que surge sobre muchas ciudades, metrpolis y megalpolis es inmediato, en la medida en que en las ltimas dcadas han ido dis-minuyendo drsticamente los espacios de encuentro, de relacin, de friccin y de intercambio interperso-nal. Muchas de las grandes ciudades contemporneas, ya se trate de las urbes norteamericanas, las nuevas megalpolis de Medio Oriente o los conglomerados urbanos de Asia, estn sustentadas mayoritariamente en esquemas de flujos vehiculares, en reas especia-lizadas de residencia, en superficies exclusivas para la produccin y el trabajo y en equipamientos dise-ados para el consumo. El Espacio Pblico en estas ciudades es prcticamente inexistente hoy en da o no tiene la relevancia que las ciudades occidentales le ha-

    1 Afirmacin del Arq. Conrado Pintos, en el captulo El Escenario Ur-bano en Transformacin del documental Espacios Pblicos de Mon-tevideo (2014).

    ban otorgado a lo largo de la historia, principalmente aquellas de matriz europea. Estas reas pobladas exis-ten y han sido el resultado radical y perturbador de un sistema de produccin y consumo que prepara y ordena el territorio para sus fines.

    Sin espacio pblico no hay ciudad. No la ciudad que queremos y cmo la queremos. No la ciudad que somos y queremos ser. Cabe entonces plantear la inte-rrogante de cmo definimos en esta, nuestra contem-poraneidad, el Espacio Pblico.

    El tiempo presente encuentra difcil demarcar al concepto de Espacio Pblico. Como seala crticamen-te el historiador argentino Adrin Gorelik2, el Espacio Pblico es omniexplicativo: todo parece advertirse con y desde l. Es posible que haya dejado de ser categora para transformarse en campo, en sistema o en espu-

    2 As lo expresa en El romance del espacio pblico, disponible en http://www.scielo.org.mx/

    La espuma de lo pblicoSin espacio pblico no hay ciudad

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  • 6ma. Estos tres registros3 son trabajados en momentos diferentes desde la arquitectura, las matemticas y la filosofa por varios pensadores. Pero los tres encuentran un punto de conexin: en la realidad que analizan se vuelven ms importantes las relaciones que se estable-cen entre las partes de un todo que el resultado final.

    El Espacio Pblico comprende entonces un uni-verso fluido, diverso y que esquiva las definiciones. Por un lado se compone por las reas reconocidas como tales, aunque no todo lo pblico corresponde al uso pblico y no todo lo privado es totalmente privado en la ciudad. Por otro, implica a veces reas vacas y abiertas, y en otras situaciones reas cubiertas; im-plica la calle, la plaza, el parque, el borde costero, la playa; incluye las fachadas de las construcciones que lo delimitan; se reconoce en espacios marginales, perdi-dos u olvidados. Se explica como espacio y como prc-ticas que sobre l ocurren: prcticas contemplativas, festivas o resistentes; reconoce factores y valoraciones patrimoniales; forma parte de un sistema de normas; se entiende como un sujeto de planificacin, de diseo y de gestin. Es el espacio que incluye las infraestruc-turas que posibilitan la vida colectiva en la ciudad; es el arbolado que en l se ubica; es permanencia y es objeto de mutacin en el tiempo; es el mbito de todos y por momentos el menos cuidado; es lugar y no lugar; es historia, es presente y es maana; es lo previsto y es lo inesperado.

    En la actualidad, la idea de Espacio Pblico nos resulta escurridiza, cambiante y simultnea, en tanto

    3 Los tres conceptos pertenecen a autores diferentes, pudiendo aso-ciarse: las condiciones de campo al arquitecto norteamericano Stan Al-len, el concepto de sistemas a varios autores se cita al matemtico francs Ren Thom y el concepto de espuma al filsofo alemn Peter Sloterdijk.

    plantea la relacin entre el ser y el estar, entre el tiempo y el espacio, entre el querer y el desear.

    El Espacio Pblico como entidad de sentido ha re-corrido una trayectoria dialctica o de relaciones su-perpuestas, desde el gora griega o el Foro romano hasta el presente. En sustancia es igual y a la vez ha cambiado en forma evidente. Nadie discute su rol de espacio de libertad poltico en contraposicin al rol econmico del mundo privado, como se comprende desde las pocas clsicas.4 Pero por otro lado el mer-cado se ha filtrado en lo pblico y ha abierto modos diferentes de comprenderlo.5

    En Uruguay, el espacio pblico ha marcado en for-ma estructural el devenir de sus reas pobladas: un pas urbano, cartografiado desde la pauta de las Leyes de Indias, donde la plaza y las calles, plazas y manzanas iniciaron un devenir al que se incorporaron parques, ramblas y bulevares, que prefiguraron sus desarrollos, mutaciones y crecimientos.

    No slo su conformacin fsica es causa del lugar que ocupa el espacio pblico en la conciencia colectiva de los uruguayos. La propia conformacin poblacional del pas compuso un colectivo vido por relacionarse, un colectivo reclamante de ciudades modernas y pre-paradas para la convivencia.

    Esa estructura conceptual del espacio pblico ha tenido una peripecia diversa a lo largo de nuestra bre-ve historia como nacin, no muy diferente de las ten-siones y debates que este concepto registra en Argen-

    4 En tal sentido trabaja Hannah Arendt en su libro de 1993, La condicin humana.

    5 En tal sentido puede interpretarse el trabajo de Jrgen Habermas, Historia y crtica de la opinin pblica. La transformacin estructural de la vida pblica, 1981.

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    tina, Brasil y en otros pases latinoamericanos. Pero la acotada condicin poblacional del Uruguay, las carac-tersticas de la forma de sus ciudades y sus particulares calidades territoriales y ambientales, lo hacen contar con valores elevados en trminos de relacin cuan-titativa de espacio pblico por habitante.6 Esta con-dicin estructural de alta dotacin cuantitativa no ha sido obstculo para identificar y sealar importantes dficit urbanos y desear ms y mejor Espacio Pblico. El reclamo se da tanto en las reas centrales como en las reas perifricas de las ciudades del Uruguay. Es posible que en estas ltimas, por estar frecuentemente signadas por la pobreza y la precariedad, y por poseer formatos inditos para la historia de las ciudades oc-

    6 Si consideramos a la ciudad de Montevideo, por ejemplo, sta cuenta actualmente con una dotacin de Espacio Pblico en el en-torno de 10 a 12 m por habitante. La Organizacin Mundial de la Salud sugiere entre 10 y 15 m.

    cidentales, se constate un desafo mayor. En las reas perifricas las relaciones entre el ser y el estar, el tiem-po y el espacio, el querer y el desear, plantean desafos y reclaman soluciones que las ciudades del Uruguay han venido ensayando, poniendo en prctica alter-nativas donde el Espacio Pblico parece tener un rol indispensable para alentar los niveles de convivencia e inclusin entre sus habitantes.

    Los textos que siguen a continuacin escudrian en la espuma de lo pblico en el Uruguay de los lti-mos sesenta aos y se detienen en el anlisis de siete registros que se intuyen como relevantes en la actua-lidad. Registros que recuperan y ponen en evidencia la vitalidad y el optimismo de ese espacio diverso y difcil de definir, pero a la vez fundamental e inevitable para la existencia de la ciudad que queremos, para el logro de la ciudad que somos.

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    Rambla Sur de Montevideo, en construccin. Circa 1930.

  • Maratn de Montevideo, Rambla de Pocitos, mayo de 2014.

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    Las espacialidades, las configuraciones formales, los usos y las condiciones contextuales de los espacios pblicos, as como las construcciones conceptuales re-lacionadas con ellos, han registrado una fuerte trans-formacin en los ltimos cincuenta aos.

    En este captulo abordamos algunas de las prin-cipales transformaciones y caractersticas de la evo-lucin de los espacios pblicos en las ciudades y el territorio uruguayos en las cuatro ltimas dcadas del siglo xx y la primera del siglo xxi.

    Derivas del siglo xxLas ciudades del Uruguay se desarrollaron con un

    importante sistema de espacios pblicos. Esto se vio reflejado tanto en el proyecto como en la materiali-zacin, en las ideas y en las realizaciones a todo lo largo del siglo xx, pero muy particularmente en sus

    primeras dcadas. Se trata de algunos reflejos de una sociedad urbana hiperintegrada, de cercanas, que con-taba con la ciudad como expresin simblica y ma-terial de la democracia, y dispositivos integradores como la fbrica, el barrio y la escuela. Estos valores se expresaban en espacios pblicos ordenados, limpios y bastante uniformes. La dotacin en calidad y cantidad de los espacios pblicos abiertos fue una preocupacin tanto del urbanismo higienista como del diseo urba-no pintoresquista, as como de las expresiones de las vanguardias modernas del siglo xx.

    La ciudad de Montevideo es un ejemplo de esta concepcin, pero esta realidad tambin alcanz a ml-tiples mbitos urbanos a lo largo y ancho del pas, de la mano tanto de la obra pblica (departamental o nacio-nal) como de la accin de los particulares.

    La ciudad pblica se manifest no solamente en espacios adaptados para el paseo, el ocio y el intercambio social, sino tambin y por sobre todo en la generosa trama viaria

    1Un trayecto de cincuenta aos

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    Parque Batlle y Ordez, Montevideo; circa 1940.

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    icosjerarquizada que tuvo al bulevar, la avenida, el paseo

    costanero y la calle como espacios urbanos de calidad y sentido colectivo.

    La accin de la Seccin de Embellecimiento de Pueblos y Ciudades del Ministerio de Obras Pblicas y de la Direccin de Paseos de la Intendencia de Mon-tevideo, entre otras reparticiones estatales, fue res-ponsable de la definicin de dotaciones y estndares de calidad, as como de proyectos y realizaciones que calificaron los mbitos urbanos de todo el pas. Estas y otras acciones, sumadas a las trazas originarias de nuestros contextos urbanos han ido conformando una poderosa matriz espacial que an permanece a modo de sustrato conformador del espacio de lo pblico.

    Esta matriz primigenia sobrevivi a los avatares de dcadas de expansin urbana, de crecimiento demo-grfico y productivo y tambin a dcadas de estanca-miento y retrocesos. Atraves crisis, conflictos sociales y polticos y se mantuvo inclume frente a los drsti-cos cambios sociales y culturales.

    Existe coincidencia en diversos autores en cuan-to a la convergencia del estancamiento tecnolgico y productivo del sector primario en el pas, con la crisis econmica y posteriores crisis polticas e instituciona-les. Desde mediados de los aos 50 del siglo xx y con mayor dramatismo en los 60, la dinmica urbana y las transformaciones territoriales parecieron enlentecer-se y luego casi detenerse, acompaando al desempeo del conjunto de la economa y la produccin. Se sus-pendieron o cancelaron grandes proyectos, se redujo al mnimo la inversin pblica en infraestructuras y construcciones, la inversin privada qued acotada a ciertos mbitos (Punta del Este, algunos barrios coste-ros de Montevideo) y a efmeros perodos de los deno-minados booms de la construccin.

    Por otro lado, se hacen cada vez ms evidentes los signos de la pobreza urbana concentrada, que primero se haba implantado en el margen de la ciudad y aho-ra comienza a colonizar nuevos espacios.

    En ese contexto, el valor estructural de los trazados urbanos, la generosidad espacial de ramblas, avenidas, parques y plazas, la generosa dotacin y calidad de fac-tura de la infraestructura y de la obra pblica junto a la calidad del stock edificado en general, permitieron sos-tener ciertos rasgos fundamentales de la ciudad pblica, aun en un largo proceso caracterizado por la ausencia de inversin y el retroceso sociocultural.

    Obelisco a los Constituyentes y Parque Batlle y Ordez, Montevideo; circa 1940.

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  • Estadio Centenario, Montevideo.

    Recital de Paul McCartney,

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    Los aos 70 y la ciudad represivaComo se vio, la ausencia de inversin pblica en

    general particularmente en desarrollo urbano de-riv en un congelamiento de las condiciones previas, pero a la vez en la ausencia de mantenimiento y re-novacin en los ambientes urbanos.

    Como sealaron oportunamente Arana y Garabelli, la arquitectura nacional registr el dramtico trnsito de la libertad creativa propia de los aos luminosos de la arquitectura y el urbanismo renovadores, a las con-diciones autoritarias y represivas con fuerte impacto en la poblacin.7

    En efecto, el proceso autoritario desde fines de los aos 60, con el gradualismo golpista primero y poste-riormente la instalacin de la dictadura cvico- mili-tar en 1973, tuvieron su correlato en un radical em-pobrecimiento de la vida colectiva, limitaciones ab-solutas a los derechos de organizacin y de reunin y, obviamente, fuertes restricciones al uso pblico de los espacios urbanos.

    Paradojal excepcin fueron la aprobacin y puesta en prctica de la Ley Nacional de Vivienda N. 13.728, algunas de cuyas realizaciones, como los conjuntos cooperativos, constituyen episodios destacados no splo de vivienda colectiva de inters social, sino adems de autntica arquitectura y urbanismo pblicos.

    Sin embargo, el discurso oficial de los regmenes autoritarios pas por una restriccin absoluta a toda forma de accin colectiva, incluyendo cualquier mo-dalidad de participacin social en la gestin del h-bitat. Este clima de represin y fuerte desconfianza

    7 Arana y Garabelli: De la libertad creativa a la ciudad represiva en: Dossier Uruguay, Spazio e Societ N. 35.

    hacia toda forma de organizacin social, y una nega-cin absoluta de las formas democrticas se tradujo no solamente a nivel nacional sino tambin a nivel departamental y local, implantndose un rgimen de control absoluto de toda forma de expresin colectiva.

    Excepcionalmente, el rgimen militar quiso dejar su impronta visible en el espacio pblico. Lo intent a travs de sus propias efemrides (como lo fue en 1975 el Ao de la Orientalidad o la repatriacin de los restos del coronel Lorenzo Latorre), la resignifica-cin de algunos lugares del nomencltor ciudadano y la implantacin de cierta escultrica de exaltacin pa-tritica, implantada en espacios ceremoniales. Ejem-plo de ello son la actualmente llamada Plaza de la De-mocracia en Tres Cruces, mejor conocida como Plaza de la Bandera, la Plaza y monumento del Ejrcito en el rond point de la Av. General Flores y Bvar. Jos Ba-tlle y Ordez o el Mausoleo del Soldado Oriental en el Parque Artigas de Las Piedras, hoy reconvertido en Pabelln del Bicentenario.

    Por cierto, ms all de la represin poltica y las di-ficultades econmicas, la poblacin en general result fuertemente afectada por las acciones del rgimen. Desde la poltica de erradicacin de cantegriles con la creacin de barrios de emergencia, pasando por el desalojo de casas e inquilinatos en los barrios Cordn, Sur y Palermo de Montevideo con las demoliciones de los emblemticos conventillo del Mediomundo y Barrio Reus al Sur hasta la desafectacin masiva de edificios declarados monumentos histricos naciona-les, (muchos de los cuales fueron destruidos), el patri-monio edificado y el patrimonio social y poblacional del pas fueron drsticamente menoscabados.

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    Plaza de la Democracia, Montevideo, vista de principios de la dcada de los 90.

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    Los aos 80 y la recuperacin del discurso urbanstico

    Ser en plena dictadura, casi finalizando los aos 70, el momento en que se comience a revertir esta situacin, gracias a la accin militante de grupos, co-lectivos y personalidades preocupados por la ciudad y su patrimonio. El caso paradigmtico de Mariano Arana y el Grupo de Estudios Urbanos (geu) consti-tuye una expresin, entre otras el canto popular, el teatro independiente, la prensa alternativa, etctera de la resistencia cultural a la dictadura, que busc ca-nales de expresin y logr una amplia convocatoria en Montevideo y otros puntos del pas.

    Estas experiencias ambientaron la reflexin y la praxis urbanstica posterior, particularmente a par-tir de la apertura democrtica y la transicin hacia una institucionalidad plena en 1985. En ese marco, la redemocratizacin de la Universidad y la movili-zacin de organizaciones populares de base urbana y territorial, como lo fueron fucvam, movide (Movi-miento Pro Vida Decorosa, integrado por habitantes de asentamientos precarios), junto con organizacio-nes sindicales y estudiantiles, encuadraron nuevas reivindicaciones y propuestas en relacin al espacio urbano y la vivienda.

    Algunos autores relacionaron esta inflexin no splo con las crecientes preocupaciones vinculadas a la resistencia a la dictadura, la emergencia de nue-vos movimientos sociales, algunos de ellos de base territorial (urbana o vecinal) sino adems a las ten-dencias internacionales en la materia, que transita-ban por la reivindicacin de un urbanismo urbano.

    Entre los ejemplos internacionales que operaron como referentes de la sensi-bilidad del momento se puede citar la experiencia urbanstica italiana de los aos 70 y 80 del siglo xx (con el para-digma de la gestin urbana en Bolonia) y el movimiento de los ayuntamientos democrticos generado a partir de la transicin espaola, adems de las co-rrientes hegemnicas del pensamiento arquitectnico internacional y en parti-cular latinoamericano.

    En estos aos emergen y vuelven a ser manejados conceptos y valores como la importancia de la participacin social en la gestin urbanstica, e in-tenciones como la revitalizacin de los centros histricos. En este contexto, se verifica una revalorizacin del espacio pblico como escenario para la expre-sin colectiva y la vida democrtica, todo lo cual gener las condiciones para los cambios que se habran de procesar en las dcadas siguientes.

    Son de este perodo, las primeras normativas urbansticas particula-rizadas de proteccin patrimonial y los primeros reciclajes de cons-trucciones existentes con destino a viviendas y otros usos as como al-gunas acotadas intervenciones en espacios pblicos.

  • Croquis. Propuesta para Ciudad Vieja del Grupo de Estudios Urbanos. Imagen del audiovisual Una ciudad sin memoria, 1980.

  • Acto de los trabajadores, 1 de mayo de 1983. Plaza 1 de mayo- Mrtires de Chicago, Montevideo.

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    icosInflexiones y cambios en los 90 y despus

    En los aos 90 y al influjo de ciertas corrientes de pensamiento a nivel internacional, se incremen-taron la reflexin y la prctica en relacin a los es-pacios pblicos, as como a propuestas innovadoras. Entre otros ejemplos, el concurso convocado por la Intendencia de Montevideo para la Plaza 1 de ma-yo-Mrtires de Chicago mostr, a travs del proyecto premiado y efectivamente construido,8 una mirada atenta al discurso internacional en la materia, apos-tando al espacio pblico como factor de regeneracin urbana y la relevancia del modelo Barcelona en la cultura arquitectnica internacional.9

    Pero la ciudad pblica estaba seriamente ame-nazada por diversas tensiones y condicionantes, al-gunos de origen global, otros derivados de las secue-las de los procesos de apertura econmica y recon-versin productiva.

    Mientras en el pas, y sobre todo en la regin metropolitana, se incrementaban los asentamien-tos precarios y se aceleraba la expansin perifrica, tambin aparecan los primeros signos globales en nuestras ciudades y el territorio.

    Algunos de ellos son los nuevos asentamientos precarios, los guetos de oro,10 barrios o urbaniza-ciones privadas, las zonas francas, las nuevas formas

    8 De autora del Arq. Francesco Comerci

    9 En la literatura urbanstica se ha dado en llamar Modelo Barcelona al conjunto de actuaciones urbansticas y arquitectnicas realizadas fundamentalmente en la dcada de los 80 del siglo XX en la capital catalana. Autores como Josep Ma. Montaner o Joan Busquets se han referido a las mismas en trminos de modelo de intervencin ur-bana.

    10 Esta denominacin pertenece a la Dra. Ma. Jos lvarez Rivadulla.

    de urbanismo turstico (chacras martimas y simi-lares), los parques temticos, los cementerios privados y los grandes centros comerciales o shopping centers.11

    Estos signos globales marcan parte de la inflexin y el final de lo que Filgueira y Errandonea denominan el ciclo pblico de la ciudad12 dando lugar a la actual ciudad fragmentada. Esa ciudad fragmentada que emerge de la dcada de los 90, se corresponde con una nueva economa y una nueva estructura social y cul-tural que, en general, propende a una privatizacin de lo pblico, en particular del espacio. Los mismos au-tores citados ms arriba afirman que esta nueva fase, que denominan ciclo privado, se caracteriza por un proceso de destruccin ciudadana, sobre todo en Montevideo. Su trasfondo y explicacin est en el pro-fundo cambio verificado en el empleo, determinndo-se una fuerte segmentacin laboral y residencial de la poblacin, que tiene como expresin la inexistencia o el debilitamiento de los puntos de encuentro de los diferentes. La consecuencia son nuevas tensiones y nuevos desafos para el espacio pblico.

    Esta realidad no es ms que una versin local de procesos latinoamericanos y mundiales. Remedi sos-tiene que esa tensin propia de los aos 90 est dada por la apropiacin privada de lo pblico, la trans-formacin de espacios existentes y la generacin de espacialidades inditas. El asalto al espacio pblico tradicional se traduce en el desplazamiento de las prcticas espaciales que favorecen las relaciones so-

    11 Si bien el primer shopping center en el pas se inaugur en Monte-video, en la segunda mitad de los aos 80, el modelo se consolida y despliega plenamente en la dcada siguiente.

    12 Fernando Filgueira y Fernando Errandonea, Sociedad urbana, Nuestro Tiempo No. 23, pp. 23-26.

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    ciales y en un nuevo modelo cultural emergente en toda Amrica Latina. En ese modelo se destacan caractersticas tales como el impacto del vehculo particular en la ciudad; la militarizacin de espacios pblicos; la emergencia de seudo espacios pblicos; la formacin de zonas especializadas para la residen-cia y otras actividades, y la reorganizacin espacial y simblica de los espacios urbanos.

    En Montevideo y en otras reas urbanizadas del pas se visualizan los efectos e impactos territoriales de algunas de esas tendencias.

    Pero la tendencia dominante hacia la privati-zacin, la desregulacin, el enclaustramiento y el abandono del espacio pblico tambin encontr sus contrapesos. Por ejemplo, a partir de 1990, el gobier-no departamental de Montevideo comienza a imple-mentar un modelo de gestin descentralizada con participacin ciudadana. Este modelo contrahegem-nico tuvo un cierto desarrollo institucional as como un significativo impacto poltico y cultural, marcan-

    do uno de los trminos ms claros de las contradic-ciones del perodo. Esa accin descentralizadora se acompa de ciertas iniciativas de revitalizacin de espacios pblicos centrales (y de la propia Avenida 18 de Julio, afectada por el cambio del modelo de consu-mo y comercializacin), intervenciones en la Ciudad Vieja y las primeras experiencias de peatonalizacin de calles.

    Otra contribucin significativa de la dcada de los 90 a la revalorizacin y resignificacin de lo pblico en general y del espacio pblico en particular es la celebracin del Da del Patrimonio a partir de 1994, celebracin que ha adquirido un carcter nacional, involucrando eventos y locaciones en la mayora de las ciudades, centros poblados y localidades de todo el pas. La Comisin Nacional del Patrimonio Cultural de la Nacin es la instancia convocante de una ver-dadera fiesta popular que ha desbordado y enriqueci-do sus objetivos iniciales, que convoca anualmente a cientos de miles de personas en un fin de semana en que la poblacin se vuelca a recorrer calles, edificios y espacios pblicos. Esta actividad cumpli veinte aos consecutivos de realizacin en 2014.

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    icosMontevideo desde los 90: planificacin,

    gestin del patrimonio y construccin del espacio pblico

    Los conceptos de patrimonio y de Espacio P-blico estn fuertemente ligados, se interpenetran y se funden, si aceptamos que el patrimonio es la ciu-dad y que la ciudad es, al decir del arquitecto dans Jan Gehl,13 un gran espacio pblico peatonal.

    El concepto actual de Patrimonio arquitectnico y urbanstico no solo refiere a edificios y lugares em-blemticos de la ciudad, con calidad extraordinaria desde el punto de vista de su estilo, de su poca y del valor de su enclave, sino tambin a los elementos que enmarcan y producen el crecimiento y la conforma-cin de la ciudad: amanzanamiento, parcelario, tipo arquitectnico, fachada, el paisaje urbano y las rela-ciones sociales que hacen a la ciudad que conocemos y transitamos a diario. Entre estos elementos tiene una peculiar importancia el Espacio Pblico. Que es producido por y produce a la vez los mismos elementos, que conforma el ncleo (o fuente) y el margen (el intersticio y el borde) desde el que pode-mos apreciar (el patrimonio) y desde donde podemos ser apreciados.

    13 Jan Gehl es un arquitecto dans, director de la oficina Gehl Ar-chitects, con sede en Copenhague, y cuya carrera se ha centrado en mejorar la calidad de la vida urbana buscando reorientar el diseo de la ciudad hacia el peatn y el ciclista.

    Un ejemplo de marco planificador aplicado: El Plan Montevideo y los espacios pblicos

    Tomaremos un ejemplo de un proceso plani-ficado y de gestin con implicancias en la ejecu-cin y renovacin de espacios pblicos. El Plan Montevideo. Plan de Ordenamiento Territorial 1998-2005 (pot), se plantea como instrumento para la recalificacin urbana. El pot otorga una importancia relevante a los espacios de uso p-blico y los clasifica atendiendo a su configuracin, tamao y papel en el territorio departamental. As define (e interpreta) un sistema de espacios verdes integrado en primer lugar por espacios naturales: cursos de agua, costa, ros y arroyos, el Cerro y la baha. Siguen en importancia: los parques urba-nos y departamentales de gran tamao ms de 40 ha otros parques de menor tamao y la tra-ma verde superficial: calles, plazas, plazuelas. Su importancia se destaca en el pot como vocacin democrtica y de elevacin de la calidad de vida de los habitantes:

    Su mantenimiento y mejoramiento per-mitir el disfrute democrtico de la mayora de los montevideanos y un mejoramiento significativo en su calidad de vida. El carc-ter masivo de sus usuarios los transforma en parte esencial del sistema de equipamientos para la recreacin y el disfrute del tiempo libre de los montevideanos. Actuar sobre el sistema significa desplegar acciones que se irradian a un amplio universo social.

    En tal sentido, el pot define:

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    La defensa del patrimonio edificado y na-tural, (), significa una defensa del conjunto de la ciudad y del territorio. Se trata de hacer frente al deterioro como un todo, mediante una concepcin del derecho a la ciudad y al te-rritorio, en tanto patrimonio para ser utiliza-do socialmente por los montevideanos por las generaciones presentes y las futuras y por cuantas personas visiten temporalmente el departamento. La riqueza patrimonial del territorio es un legado natural e histrico, para apropiarlo en funcin de los intereses mayoritarios de la poblacin, con contenidos ticos, estticos, culturales y socio-culturales.

    Son componentes importantes del POT aquellas reas con valor estratgico que siendo parte del con-junto como por ejemplo, una pieza urbana defini-da pueden inducir procesos virtuosos a un terri-torio ms amplio. Estas reas clave del territorio in-cluyen zonas de alto valor patrimonial o ambiental, en las cuales se requerir una importante inversin en el mantenimiento, recuperacin y potenciacin de los valores originales, y en el acondicionamiento del espacio pblico.

    El del arroyo Miguelete es uno de los Planes Es-peciales con valor estratgico. El enfoque integral de la recuperacin de su cuenca, a partir de su de-sarrollo como una estructura territorial con valor metropolitano, contribuye al objetivo propuesto de recuperacin, dinamizacin y calificacin de barrios adyacentes en toda su extensin, y a la afirmacin de su carcter vertebrador y de soporte de nuevos usos.

    Espacio pblico, patrimonio y Centro histricoEl centro histrico de la ciudad ha sido y es sm-

    bolo y lugar de encuentro ciudadano; mbito de ex-presin de los sentimientos colectivos de pertenencia a una comunidad mayor. El desarrollo de los progra-mas de recuperacin del espacio pblico y la puesta en valor de los elementos fundamentales que cons-tituyen la escena urbana, apuntan a fortalecer la re-lacin y la apropiacin por parte de los habitantes de la ciudad en general.

    Un ejemplo de espacio pblico heredado como el de la Ciudad Vieja de Montevideo evidencia que toda propuesta de recalificacin pasa por atender el desarrollo de las nuevas actividades que se instalan, conjugando el cuidado del valor patrimonial y la vo-luntad de aportar mayor calidad a travs de la inter-vencin y el uso de reas anteriormente descaecidas o deterioradas.

    El caso del Plan de la Ciudad Vieja La Ciudad Vieja de Montevideo es el casco hist-

    rico, el lugar donde comenz la ciudad. Su actual es-tructura edilicia proviene fundamentalmente de los siglos xix y xx, lo que le ha dado, de acuerdo a usos y tipos arquitectnicos diferentes, el carcter de pie-za singular. Los cambios recientes tienen un fuerte acento en proyectos e intervenciones del espacio y buscan dotarlo de nueva funcionalidad, considerando al Centro histrico, en su conjunto, como un patri-monio destacado a preservar y poner en valor.

    En el ao 2000 se inici la redaccin del Plan Especial de Ordenacin, Proteccin y Mejora de la

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    icosCiudad Vieja (peopm cv) en el marco de la planifi-

    cacin derivada de las zonas patrimoniales. El Plan parte de reconocer que el casco histrico de toda ciu-dad es una referencia insoslayable para entender su desarrollo, una referencia evocada por el colectivo de los ciudadanos, el mbito donde se producen inter-cambios colectivos que tienen como soporte fsico sus espacios pblicos.

    El peopm cv adopta un enfoque que integra los espacios pblicos del rea como un sistema y plantea tres escalas de trabajo:

    dentro del tejido consolidado, a travs del mejo-ramiento de la red de circulacin peatonal, la re-calificacin de las plazas existentes o la creacin de nuevas;

    la recuperacin de los bordes urbanos, en tan-to espacios destinados al uso ciudadano, creando parques lineales sobre las ramblas; y

    en las reas de los Proyectos de Detalle a tra-vs de la sutura de la trama urbana, devolviendo continuidad, escala y sentido de uso a los espacios pblicos.

    El Plan del MigueleteEl Plan Especial Arroyo Miguelete (peam) reco-

    noce una pieza urbana y territorial con valor estra-tgico, con el propsito de mejora social, ambiental y arquitectnica de escala metropolitana.

    El arroyo Miguelete es el principal curso de agua que atraviesa la ciudad de Montevideo. Su cuenca tie-ne una longitud aproximada de 21,5 km y 113,6 km2 de superficie y abarca una importante rea rural pri-mero y urbana despus para desembocar en la baha de Montevideo. En el territorio de esta cuenca reside aproximadamente la cuarta parte de la poblacin de-partamental. El 52% del total corresponde al rea ru-ral, de uso fundamentalmente hortcola y frutcola. Pero los montevideanos lo perciben principalmente como un curso de agua urbano por ser un elemento clave de la estructura de la ciudad.

    Los objetivos especficos del Plan son:Habilitar el paseo pblico, parquizando y equi-

    pando los mrgenes del arroyo en toda su longi-tud, entre la baha y el rea rural, con senderos peatonales jerarquizados, ciclovas y eventual-mente pasajes vehiculares.

    Recuperar la calidad ambiental y el paisaje ur-bano en las mrgenes, mediante intervenciones urbansticas de reestructuracin y recalificacin, complementando la infraestructura de sanea-miento.

    El realojo, en locaciones cercanas, de los habitan-tes de los asentamientos precarios de sus mrge-nes.

    Realizar estas intervenciones aplicando un con-cepto urbano unitario, con un equipamiento de valor metropolitano, al servicio de los barrios y zonas adyacentes.

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    El espacio pblico en el peamPara establecer los criterios que ordenen el es-

    pacio pblico, se identifican las siguientes unidades espaciales: tramos y nodos. Los tramos son definidos por la forma en que el tejido urbano se relaciona con el curso de agua y sus mrgenes, generando reas caracterizadas con identidad comn aunque con di-ferentes grados de consolidacin. Los nodos se cons-tituyen en los cruces del arroyo con los estructura-dores viales. En estos existe la potencialidad de una concentracin de usos diferentes que puede promo-ver la reactivacin urbana.

    Se identificaron cuatro tramos y cuatro nodos principales a lo largo del arroyo, claramente dife-renciados en su relacin actual con el curso de agua y sus mrgenes. Para cada uno de ellos se definieron propuestas que comprenden el uso residencial, el no residencial, la preservacin patrimonial, aspectos ambientales, obras hidrulicas y realojo de asenta-mientos precarios.

    El peam concibe al arroyo Miguelete y a su Par-que Lineal como una estructura unitaria, con grado de equipamiento metropolitano y tambin al servicio de barrios y zonas adyacentes. Es, por lo tanto, una intervencin urbana de alta complejidad que implica proyecto y gestin, actuaciones sobre el medio fsico, biolgico y social.

    Iniciado hace casi dos dcadas, el proceso de re-cuperacin del arroyo Miguelete en tanto pieza terri-torial de valor estratgico, est en pleno desarrollo, conformndose en una experiencia de planificacin-gestin.

    En el momento de la redaccin del peam, el rea presentaba graves problemas de contaminacin cu-yas tres principales fuentes se identificaban en la in-dustria, la red de saneamiento y los residuos slidos. En todas ellas se ha actuado: algunas han sido solu-cionadas en forma definitiva y otras estn en vas de solucin.

    Se estableci, como uno de los objetivos prin-cipales del Plan, habilitar recorridos pblicos par-quizados y equipados en las mrgenes del arroyo en toda su longitud, entre la baha y el suelo rural, con ramblas costaneras, ciclovas y sendas peatonales. Se propone para ello la creacin de un Parque Lineal que promueva la recalificacin urbana del espacio pblico asociado al curso del agua. En este marco es que se han proyectado y ejecutado algunos tramos del Parque Lineal, como el "Paseo de los Migueletes", como parte de la implementacin y gestin del Plan Especial, y el "Parque Andaluca.

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    icosCuatro ejemplos de intervenciones

    realizadas

    A continuacin se presentan cuatro ejemplos: tres de ellos responden a una forma de entender, pro-yectar y actuar en el espacio pblico de la Ciudad Vieja de Montevideo y el cuarto es una intervencin clave en la construccin del Parque Lineal de arroyo Miguelete

    Peatonal Sarand (tramo entre las calles Ituzaing y Alzibar)

    El proceso de intervenciones para la implementa-cin de calles peatonales en la Ciudad Vieja si bien existe un antecedente de 1984 en la calle Prez Cas-tellano se identifica en general a partir del sistema Sarand-Bacacay-Polica Vieja. La fuerte resistencia inicial de los comerciantes y vecinos, en contraposi-cin al xito casi inmediato que tuvo esta interven-cin, ayuda a entender la complejidad de estos pro-cesos y promueven una larga reflexin sobre cmo se debe actuar en estas reas de carcter patrimonial.

    Frente a este hecho, el peopm cv, recoge la ex-periencia, la analiza y propone como estrategia a seguir en funcin de las diversas alternativas de or-ganizacin fsica y de trfico en los espacios pblicos de Ciudad Vieja tres categoras: calles peatonales, calles con coexistencia de trficos y calles con am-pliacin de veredas.

    En el ao 2004 la im decidi realizar la peatona-

    lizacin de un nuevo tramo de la calle Sarand, entre

    Ituzaing y Alzibar. Esta era una demanda de los residentes, adems de la existencia de condiciones urbanas adecuadas. Para ello se llam a un concurso de proyectos en el que result ganadora la propues-ta14 que plantea como intervencin fsica la cons-truccin de una alfombra, que habilita y promueve acciones de diferente carcter tanto a nivel temporal como espacial: la libre apropiacin del espacio ur-bano por parte de mltiples actores: la animacin y democratizacin del espacio pblico, acompaando las dinmicas metropolitanas del nuevo siglo. m-bito e instrumento definen un sistema complejo y abierto capaz de accionar dispositivos que actan como nueva oferta del espacio urbano, sostienen los autores en la memoria del proyecto. Profundizando este concepto, afirman: Reconociendo una suerte de imprevisibilidad e indeterminacin en la evolucin de las ciudades, inclusive en sus espacios pblicos, la idea principal es promover la consolidacin de un espacio pblico donde los posibles movimientos de la ciudad y sus actividades puedan desarrollarse, no ya definidos por los objetos materiales que posan sobre el suelo, sino por las posibles situaciones que el espa-cio pueda sugerir y en su capacidad de elaborar unas formas de relacin social, basadas en la dinmica asociativa del evento, y sus posibles combinaciones: cultura-produccin-consumo-ocio.

    Esta interesante propuesta, en absoluta concor-dancia con la visin de la Intendencia de Montevideo sobre el rol de los espacios pblicos en los centros histricos, se materializa proyectando en el plano las lneas divisorias de padrones a ambos lados de

    14 Autores del Proyecto: arquitectos Elizalde, Espasandn, Gomensoro, Grisi, Prieto, Rodrguez, Surez.

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    la peatonal, a travs de una sucesin de pavimen-tos de diferentes texturas y colores que va pautan-do las lneas que traspasan el plano definido por las fachadas edificadas y que atravesando el ancho de la calle, impactan en el plano edificado opuesto. Se ex-terioriza as uno de los valores a veces ocultos pero determinantes en la morfologa de la ciudad: su par-celamiento, factor que condiciona las caractersticas externas que todos apreciamos y la evolucin de la ciudad llegando a nuestros das.

    Muralla Abierta

    Este Proyecto15 se desarrolla en predios cuyo usu-fructo detenta la Intendencia de Montevideo, como resultado de un convenio con el Banco de Seguros del Estado.

    Se elabor en el marco del llamado a concurso al Premio Santiago de Compostela de Cooperacin Ur-bana 2009 que pretende reconocer y estimular ini-ciativas pblicas de creacin y recuperacin de mbi-tos de cohesin en las ciudades histricas de Amrica Latina a travs de la transformacin y mejora de los espacios urbanos.

    Esta intervencin pone en valor un importante sector de la vieja muralla colonial y de la contraes-carpa, genera espacios de carcter pblico y un com-plejo cultural, interviniendo en un rea degradada de la Ciudad Vieja. Este tipo de operaciones estimula el acceso a este lugar de una parte importante de la poblacin, habla del rescate integral y disfrute de va-lores patrimoniales hasta ahora escondidos.

    15 Autores del Proyecto: arquitectos Marcelo Bednariky Ulises Torrado

    Como fundamentacin del proyecto se seala por parte de los autores:

    1. Crecer en la formacin cultural de la pobla-cin, transformndose en un catalizador social de la poblacin del lugar, llevando actividades que recrean identidad ciudadana a la Ciudad Vieja.

    2. Rescatar testigos vivos y no musesticos de la conformacin urbana de la Colonia espaola, me-diante una intervencin estratgica, que califique el sitio, que a su vez integre el plan de movili-dad y transporte como una nueva forma de acce-der al casco histrico, marcando hitos relevantes de visita obligatoria, por su valor intrnseco.

    3. Incorporar este centro en el circuito turstico de Montevideo de la Ciudad Vieja, Puerto de Mon-tevideo; como una estructura flexible, creadora de encuentros e intercambios efmeros y permanen-tes adaptable a diferentes expresiones de la cul-tura y el arte.

    Teniendo como teln de fondo la presencia de tra-mos existentes de muralla, el Proyecto deja al des-cubierto aspectos histricos tangibles e intangibles, que muestran las trazas territoriales de la ciudad, y genera un escenario de acciones culturales, pblicas y masivas.

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  • Complejo Cultural Muralla Abierta y Museo de las Migraciones, Montevideo.

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    Rambla 25 de Agosto

    Con el objetivo de promover una adecuacin de los espacios pblicos adyacentes a la Rambla Portuaria se realiz un llamado a concurso para el tratamiento pai-sajstico del espacio en cuanto a superficies pavimen-tadas, ornato, iluminacin, enjardinado y mobiliario urbano, teniendo en cuenta los valores patrimoniales preexistentes, tales como la presencia de los vestigios de las fortificaciones denominados Las Bvedas.

    Se procuraba afirmar el carcter de paseo urba-no, facilitando la apropiacin de sus bordes, como espacios de recreacin e interaccin social. El rea donde se inserta este paseo es un sector de la Ciudad Vieja donde se ubica el ncleo fundacional de la ciu-dad. La zona posee en su registro un extenso perodo temporal desde el punto de vista arqueolgico.

    La propuesta ganadora16 busca implantar un pro-yectoproceso incorporando el tiempo como par-metro programtico, de modo de operar en etapas/sectores, transformando la naturaleza ausente en un parque: el parque portuario. Una operacin de rescate de la memoria y del espacio urbano. El proyecto ofre-ce una solucin para reformular la interfase Ciudad Vieja-Puerto, destacndose el planteo de espacios ver-desl que le otorga al mbito riqueza visual y calidad espacial, mediante la utilizacin de recursos sencillos. El carcter unitario de la intervencin y la adecuada incorporacin de la dimensin arqueolgica, generan un atractivo paseo urbano, que acta adecuadamente como borde norte de la Ciudad Vieja

    16 Autores del Proyecto: arquitectos Marcelo Bednarik, Ulises Torrado y Federico Mirabal.

    El Parque Andaluca

    El Parque Andaluca, denominado as en home-naje al trabajo conjunto desarrollado por la Inten-dencia de Montevideo con la Junta de Andaluca por un lapso de 20 aos se propuso crear espacios flexi-bles con diversas capacidades de uso y un mnimo de intervenciones que valorizaran las caractersticas propias del lugar, preservando los espacios verdes y la configuracin topogrfica existentes.

    La concrecin de este parque tuvo dos etapas previas: la relocalizacin en reas prximas de la poblacin del asentamiento precario 25 de Agosto y luego la implementacin de un con-curso de proyectos teniendo en cuenta el peam.17 El referido asentamiento se ubicaba en las mr-genes del arroyo Miguelete, con un alto grado de precariedad en lo fsico y en lo social. A partir de este diagnstico, se realiz un proyecto que con-templaba las posibilidades de subsistencia de las familias, buscando dignificar su actividad laboral y mejorando sustancialmente las condiciones de su entorno.

    El concurso de proyectos para el tratamiento pai-sajstico del espacio de acuerdo a las pautas estable-cidas en el peam puso a consideracin los siguientes aspectos: reconocer y establecer el espacio propio del parque, jerarquizar la presencia del arroyo como vertebrador, donde se puedan reconocer lmites y bordes, de modo de respetar los criterios del Plan: concebir esta intervencin como una estructura ur-bana unitaria, con valor de equipamiento metropo-litano, y a la vez al servicio de los barrios y zonas

    17 Equipo ganador: Arq. Viginia Davies, Arq. Pablo Hakas, Jaime Hakas.

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    adyacentes, en procura de un reequilibrio socio- ur-bano, global y zonal.

    El proyecto ganador propone una intervencin mnima que valoriza las caractersticas del lugar, preservando los espacios verdes y la configuracin

    topogrfica existente. Se procur, con un mnimo de intervenciones, crear espacios flexibles con diversas posibilidades de uso, que permitan una interaccin directa entre el parque y la ciudad.

    Parque Andaluca y mrgenes del Arroyo Miguelete, Montevideo, imagen de 2008.

  • Plaza de Casavalle, Montevideo, en construccin, 2013.

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    2Siete registros para nuevos desafos

    Los espacios pblicos inclusivos admiten ml-tiples miradas. Cada una de ellas es capaz de con-formar un registro en el que se puede consignar, a modo de catlogo abierto, los principales trazos que los definen y caracterizan.

    En este captulo se desarrollan algunas cuestiones centrales en materia de espacios pblicos e inclusin social que se manifiestan en el Uruguay actual tan-to a travs de iniciativas pblicas como sociales. Las mismas pueden ser disparadoras del debate y de la reflexin, en un tiempo en el que la accesibilidad a los bienes y a los servicios pblicos est fuertemen-te mediada por la escena pblica y los atributos del territorio.

    En el espacio pblico se reconoce la complejidad contradictoria de la vida urbana, por tanto es el m-bito donde se devela cierta condicin identitaria de las ciudades. Es el lugar donde la esencia de una so-ciedad se vuelve transparente; no hay posibilidad de ocultamiento ni camuflaje en la friccin que impone practicar el espacio pblico. Supone as una cons-truccin afectiva y por tanto cambiante: es silencio cuando se vaca o cuando impone congoja y es llanto

    cuando se celebra o cuando se reivindica. La accin sobre lo pblico requiere una dosis im-

    portante de anticipacin, una disposicin alerta a las demandas y a los deseos y una mirada atenta a los cambios locales, regionales y mundiales.

    En la ltima dcada Uruguay ha experimentado un importante desarrollo econmico. Despus de una de las peores crisis de los ltimos cincuenta aos, sucedida en el ao 2002, el pas se encuentra hoy con altos niveles de crecimiento y con indicadores favorables de disminucin de la pobreza. Las pol-ticas pblicas a nivel nacional y departamental han apostado a fortalecer y fomentar los espacios para la convivencia ciudadana. El espacio pblico ha ido acrecentando en los ltimos aos un lugar impor-tante en las agendas de los gobiernos del Uruguay. Es posible que varias experiencias regionales hayan posicionado al proyecto sobre el mbito de lo pblico como una variable ptima y necesaria en contextos de alta precariedad.18 En estas experiencias las es-

    18 Es el caso de experiencias como las intervenciones del Plan Favela Bairro en Ro de Janeiro, los proyectos de Parques Biblioteca en Me-delln o las investigaciones de Elemental en Chile.

  • trategias se basan en la generacin de nuevo espa-cio pblico, con altas inversiones econmicas y con niveles de diseo destacables, como un mecanismo capaz de operar favorablemente en reas de la ciudad de extrema pobreza y alta conflictividad, promovien-do la inclusin y la convivencia entre los habitantes.

    El caso Uruguay, si nos permitimos llamarlo as, seguramente plantea sus diferenciales y sus aportes desde las mltiples maneras de abordar en el tiempo presente al Espacio Pblico. Se presentan as Siete registros para nuevos desafos, siete recortes, siete mi-radas de escalas y de nfasis diferentes. Siete regis-tros que pudieron ser otros, que no deben entenderse como autnomos ni estancos, sino capaces de cons-truir un sistema abierto de posibilidades, que surgen de lo producido y lo generado en el ltimo tiempo y se muestran capaces de abrir alternativas al futuro.

    Plaza Lber Seregni, Montevideo.

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    1. Plazas inesperadasLas plazas son recintos, espacios contenidos por

    la ciudad que han servido como organizadores de la estructura urbana y mbitos donde se desarrolla la vida pblica. La historia de las plazas podra llevar-nos hasta el nacimiento de la cultura occidental en el gora griega o el foro romano; podra tambin remi-tirnos a la cultura oriental y sus grandes plazas fren-te a los edificios referenciales del poder o, incluso, al modo de organizacin en las culturas primitivas, con las habitaciones en torno a un espacio comn.

    La plaza y la calle son los espacios pblicos urba-nos por excelencia. En cada ciudad o en cada pueblo del Uruguay, la plaza es un sitio cargado de sentido, asociado a los tiempos fundacionales, desde donde ha crecido la urbanizacin. Cargada con valores insti-tucionales, sociales y culturales, la plaza es ante todo una pausa/vaco en la trama de la ciudad, destinada a ser un lugar de contencin en los tiempos de ocio, de representacin, de manifestacin o de celebracin. La evolucin de las ciudades ha hecho aparecer al es-pacio pblico en otros formatos: plazoletas, parques, ramblas, as como tambin reas de propiedad priva-da y de uso pblico. Las agendas de los gobiernos de-partamentales se han centrado mayoritariamente en los ltimos aos en el mantenimiento y reforma de las plazas centrales y de los parques de las ciudades; en la generacin de nuevos espacios pblicos prin-cipalmente asociados a la recuperacin de las mr-genes de los cauces de agua y a la peatonalizacin de sus cascos histricos o sus calles principales.

    El tiempo presente parece haber encontrado para la plaza un nuevo formato capaz de operar a favor de la inclusin y estimular la convivencia. La preocupa-

    cin por enfrentar y revertir las dinmicas de segre-gacin socio-territorial y de expulsin poblacional que se registran en las ciudades del Uruguay, parece haber encontrado en la generacin de nuevas plazas urbanas una herramienta de proyecto eficaz.

    En particular, tanto el Plan Montevideo como sus revisiones posteriores, identifican con claridad el problema y postulan algunos criterios para revertir los procesos antes mencionados. Entre ellos, la ca-lificacin y mejoramiento del sistema de espacios pblicos. La generacin de nuevas plazas, tanto en mbitos centrales como perifricos, parece sealar un patrn de intervencin que alienta con fuerza y eficacia el encuentro y la convivencia entre per-sonas que pertenecen a diferentes grupos sociales, culturales y etarios. Aun desde una visin cauta, es posible afirmar que estas iniciativas han provocado fenmenos inesperados por la cantidad de personas que convocan, por la disminucin de los niveles de conflictividad y violencia que se han constatado en sus entornos y por la posibilidad que generan como dispositivo de intervencin.

    Los casos de la Plaza Lber Seregni y de la Pla-za Casavalle, en Montevideo, son dos ejemplos cla-ros de esta modalidad. Ambas fueron impulsadas y concretadas por la Intendencia, que comparti las principales definiciones junto a los vecinos de los barrios, a los municipios y concejos vecinales corres-pondientes. La primera de ellas, con una superficie de 16.000m se emplaza en un sector deprimido del barrio Cordn, en el corazn de una trama urbana densa originaria de las primeras dcadas del siglo xx, en un predio anteriormente ocupado por los galpo-nes de una antigua estacin de tranvas. Este espacio

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    icosse vaci en 2009 para habilitar la emergencia de

    una nueva plaza urbana. La segunda, con una su-perficie de 9.000m, se ubica en el corazn de uno de los barrios con los mayores ndices de pobreza y exclusin del pas. La intervencin se enmarca en un plan integral para la zona de la Cuenca de Ca-savalle que comprende una superficie aproximada de 140 hectreas. Su concrecin marca el puntapi inicial de una serie de actuaciones estratgicas que apuntan a la recuperacin integral del mbito. Am-bas plazas se caracterizan por contener un programa variado que permite el desarrollo de mltiples acti-vidades en simultneo. Se han definido zonas para canchas polifuncionales de uso deportivo; rincones con juegos para nios, juegos integradores, juegos saludables, juegos de mesa, pistas de skate y muros de graffiti; sectores con fuentes de agua y espacios para el descanso y la contemplacin. Es posible que las estrategias de proyecto en ambas plazas atiendan a tres aspectos fundamentales: la definicin de un suelo equipado, que acompaa la topografa natural del terreno, la generacin de un rea de iluminacin artificial, con luminarias de gran altura y la incor-poracin de variadas especies vegetales, que cambian su follaje y su color a lo largo del ao. Se trata de dos plazas que se colman de gente a toda hora y bajo to-dos los climas, que han demostrado un camino para elevar las calidades fsicas y ambientales de los sec-tores donde se implantan y que han habilitado un esquema de intervencin que podra ser replicado en otras reas de Montevideo.

    Entre otras iniciativas, el denominado Plan siete zonas,19 promovido desde el gobierno nacional como

    19 El llamado Plan 7 Zonas tiene tres pilares fundamentales: la focal-

    parte de un paquete de medidas para disminuir los niveles de conflictividad en las reas ms complejas de Montevideo y de Canelones, se estn desarrollando plazas similares en los barrios Marconi, Tres Ombes y Chacarita de los Padres, tres barrios de la periferia montevideana donde el espacio pblico en el formato de plaza, aparece con la fuerte impronta de habilitar el encuentro, de promover sincrnicamente la con-vivencia de nios, jvenes y ancianos y, en general, personas con diferentes orgenes e identidades socio-culturales.

    Se debe sealar que tambin los aspectos vincu-lados a la accesibilidad universal y a los espacios in-tegradores recorren las acciones de los gobiernos de-partamentales del Uruguay y reflejan las inquietudes y los cambios en la sociedad, visibilizando algunos factores antes reservados al espacio domstico. Al-gunos han llamado a la incorporacin del sistema de rampas en las esquinas y los lmites de cada cuadra de la ciudad o a la incorporacin de pavimento tctil en las aceras, as como los requerimientos de mejora de la caminabilidad, como una revolucin silen-ciosa, que permite que personas con restricciones o discapacidades motrices o visuales puedan circular sin mayores inconvenientes por la ciudad.

    Un caso particular de expresin de estos nfasis y preocupaciones es el proyecto del Parque de la Amis-tad, un proyecto actualmente en construccin ubica-do en el barrio Villa Dolores de Montevideo, en un

    izacin de los programas sociales, el apoyo a la seguridad ciudadana y el mejoramiento de la infraestructura. El Plan comprende a una poblacin de aproximadamente 31.500 personas ubicadas en cuatro zonas de Montevideo: Marconi, Cantera del Zorro, Chacarita de los Padres y Santa Teresa, y Barrio Ituzaing; dos en la ciudad de Las Pie-dras: Vista Linda y Obelisco, y Villa Manuela en Barros Blancos.

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    espacio cercano al Planetario Municipal. El Parque, de aproximadamente 2.000 m supone uno de los primeros parques inclusivos de la regin y combina una concepcin de accesibilidad fsica con activida-des de accesibilidad social, posibilitando el encuen-tro vivencial entre nios y nias sin ningn tipo de barreras. Apela a un diseo particular que capitaliza la pendiente existente en el lugar, generando un re-cinto horizontal y soterrado con respecto a las calles perimetrales. Lo hace a travs de un muro de con-tencin que recorre libremente el rea y que contiene juegos de tipo tctil, sonoro y motor. El espacio entre el recinto y los lmites del predio se acondiciona con un jardn y huerta con especies vegetales aromticas, lo que completa la activacin ldica de los sentidos de los usuarios.

    2. Aguas vivas / Bordes costeros, urbanizados y agrestes

    La frontera del agua es quizs el gran espacio/territorio pblico del Uruguay. Los bordes costeros, urbanizados o agrestes, equipados o no, martimos o fluviales, constituyen uno de los mayores atractivos del pas y a la vez un espacio de encuentro de los habitantes, una referencia comn. Desde la concu-rrencia a las ramblas o paseos costaneros, pasando por la utilizacin de las playas arenosas en la tem-porada veraniega o fuera de ella, hasta la prctica de deportes y actividades al aire libre, toda la franja litoral es un espacio mayormente de acceso pblico. Cuenta con reas equipadas y no equipadas, sectores urbanizados (incluyendo reas urbanas y urbaniza-

    ciones balnearias) y algunos escasos tramos de costa agreste. La proyectada directriz del espacio cos-tero permitir al pas gestionar adecuadamente estos espacios tan demandados y sometidos a presiones. Es posible que la franja de costas y riberas construya la mayor cantidad de espacio pblico del pas. En un alto porcentaje, el acceso al borde costero es pblico en Uruguay y debera tender a serlo cada vez ms.

    Todo el permetro del Uruguay, salvo algunos tra-mos al noreste en su frontera de cuchillas con Brasil, est rodeado por agua. Al norte por el ro Cuareim, al oeste por el ro Uruguay, al sur por el estuario del ro la Plata, al suroeste por el ocano Atlntico y al oeste por la laguna Mern. A su vez, es seccionado al medio por el ro Negro, cuyo embalse se dibu-ja prcticamente en el centro del pas. Ro, estuario, ocano, laguna: una gran diversidad de aguas para un territorio pequeo.

    Las ciudades ms densamente pobladas se en-cuentran en contacto directo con los cauces de ros o arroyos.20 La historia del Uruguay es posible contarla desde y con el agua y sus territorios cercanos: las fundaciones de sus pueblos y ciudades, la impronta productiva e infraestructural, la construccin cultu-ral de sus habitantes, las relaciones con los pases vecinos. El Uruguay y sus reas urbanas no se expli-can sin su relacin con el agua.

    Las playas de ros y arroyos son unos de los ms disfrutables y requeridos mbitos de encuentro en

    20 Esta condicin se observa a nivel mundial, el 50% de la poblacin vive en reas costeras. Ver Costas, Nuestro Tiempo N. 9.

  • El Muelle Negro en el puerto de la ciudad de Salto, antes de la intervencin.

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  • Paseo en el Muelle Negro, ciudad de Salto, imagen de 2014.

    Escultura del Sapo Ruperto, Arroyo Sols Chico, Parque del Plata, departamento de Canelones.

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    icoslos meses de verano. Sus riberas han sido a

    lo largo de la joven historia de sus ciudades, territorios de proyecto. Adems de sus puer-tos, represas, puentes y terminales de infraes-tructura sanitaria, las mrgenes se han cali-ficado para el uso pblico con costaneras de borde, conviviendo con alucinantes espesuras de vegetacin autctona o extica, superficies deportivas, centros de espectculos diurnos y nocturnos y artefactos culturales.

    En los bordes de los cauces de agua, los veranos se colman de pelotas de ftbol y de vley, de paseantes en bicicleta y en auto, de jvenes maquillados camino a las pistas de baile, de abuelos que encuentran el fresco de la tardecita en sus sillas playeras y de familias que se renen junto al fuego del asado. Los inviernos no son menos agradables y el clima, a veces desafiante, se pondera como un aditivo seductor para la contemplacin.

    Los gobiernos departamentales posicio-nan a los espacios pblicos al borde entre la tierra y el agua como mbitos prioritarios en sus agendas, sea por el constante manteni-miento, por su recalificacin o por la gene-racin de nuevos soportes de actividades. Es el caso, entre otros, de las ciudades de Salto, Paysand, Ro Negro y Colonia, que frente al ro Uruguay se disputan constantemente el mejor balcn para aplaudir la cada del sol. De igual manera sucede en Mercedes al bor-de del ro Negro o en Santiago Vzquez y su margen remodelada sobre el ro Santa Luca.

    Una intervencin pblica de mediana escala en la costa de la ciudad de Salto resulta reveladora del nfa-sis que se ha puesto en la relacin entre la tierra y el agua como mbito de lo pblico, en clave de proyecto. Fue pensada desde la administracin, sostenida y re-clamada por los ciudadanos y por la cultura del agua que ha cultivado la sociedad saltea. Una operacin ingeniosa abri en esa ciudad un espacio alternativo a los tradicionales recorridos costeros, recuperando una vieja infraestructura vinculada al puerto. Se la cono-ce como el Muelle negro, un antiguo artefacto que continuaba la traza de la calle 19 de Abril hacia el ro, utilizado anteriormente por el ferrocarril para el tra-siego de la produccin desde y hacia las embarcaciones portuarias. Un muelle viejo, una frgil lnea antro-pizada sobre el agua, obsoleto hace casi dos dcadas, expuesto a su paulatina destruccin por las frecuentes y tpicas oscilaciones del nivel de las aguas en pocas de inundaciones. El proyecto implic la recuperacin completa del muelle, apelando a un nuevo suelo de madera y metal perforado sobre el agua, reas semi cubiertas y una potente iluminacin. El desafo del espacio pblico emergente recae as en la capacidad de habilitar la accesibilidad a territorios vedados. El mayor logro de la intervencin seguramente se aparte de sus resoluciones tcnicas, demasiado estables qui-zs para una zona que se cubre de agua iterativamente cuando las compuertas de la represa expresan su fu-ria. Su diferencial recae en la seductora posibilidad de encontrarse caminando sobre el agua, en xodo hacia el ro y descubrir intempestivamente al volver la vista atrs una nueva ciudad, un nuevo y extico punto de vista desde donde mirar; un modo de intuir el envi-diable privilegio que la margen argentina tiene desde la ribera de enfrente.

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    Parque de Punta Yeguas, Montevideo.

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    Paisaje y patrimonio asociado a los bordes costeros

    Tambin las instituciones de alcance nacional, como la Comisin de Patrimonio Cultural de la Na-cin dependiente del Ministerio de Educacin y Cul-tura o el Ministerio de Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente a travs del Sistema Nacional de reas Protegidas, han puesto en sus debates instala-ciones cuyas funciones iniciales o sus contingencias naturales son pasibles de leerse en clave pblica en relacin con las costas. Tal es el caso de las instala-ciones de los frigorficos Casablanca en Paysand o Anglo en Fray Bentos, el casco antiguo de Colonia y un registro natural en las canteras al morte de la ciudad de Salto, donde el agua oscura del ro se filtra cristalina en un hueco azul producto de las excava-ciones en pocas de la construccin de la represa de Salto Grande y empleado en el tiempo presente como un lugar para los baos veraniegos.

    Captulo aparte podra merecer la Rambla de Montevideo, una obra de imagen de ciudad y a la vez de carcter estructura, posiblemente una apologa admirable de los procesos de generacin de espacio pblico de las primeras dcadas del siglo xx. Tan osada como sus implicancias ingenieriles y arqui-tectnicas que enfrentaron a un ciclotmico ro ver-de amarronado, que oscila entre un apacible plano y un enfurecido monstruo colonizador en tiempos de sudestada. Promovida por la ciudad como Patrimo-nio de la Humanidad, sus cerca de 20 km de cinta calificada desde el puerto al Este, en constante man-tenimiento y redefinicin, han pautado la matriz de Montevideo y gran parte de su crecimiento urbano.

    El espacio pblico en su relacin con el agua podra acuarse como paisaje pblico. No hay palabras suficientes para describir en detalle sus valores, para indagar en sus complejidades y para alentar alternativas de proyecto. Podran caber en este registro los parques de borde, como la intervencin a iniciativa popular para generar y gestionar un nuevo parque pblico en el oeste de Montevideo, o la creacin del parque Andaluca en la margen del arroyo Mi-guelete, tambin en Montevideo, recuperado para el uso pblico hace siete aos a partir del realojo de uno de los ms antiguos asentamien-tos precarios. Podran caber las prcticas en las riberas de los ros y arroyos en muchos pue-blos y ciudades del Interior. Como la fenomenal erupcin en pocas de semana de turismo en la margen del ro Cebollat en la Charqueada o sobre el ro Olimar, ambos en Treinta y Tres, o la pictrica San Gregorio de Polanco en Tacua-remb a orillas del ro Negro, o las atmsferas termales en el norte del pas. Podran caber los cientos de kilmetros de costa ocenica, de dunas de arena blanca que se cubren de som-brillas de turistas en las tardes de verano y que se acallan en el invierno y recuperan sus din-micas naturales de gran belleza.

    Podra observarse a todo el sistema hdrico del Uruguay como tctica para un ms y mejor espacio pblico, desde su generacin, mejora-miento o cuidado. Sus condiciones inherentes lo hacen un lugar abierto y democrtico, capaz de promover naturalmente el encuentro e in-tercambio entre personas y colectivos.

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  • Costa del Ro Negro. Ciudad de Mercedes.

    Salto de Agua, piscinas pblicas de Cerro Chato. Localidad de Cerro Chato, departamentos de Durazno, Florida y Treinta y Tres.

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    3. Objetos pblicos - Otros programasEl campo de anlisis de lo pblico en las socie-

    dades contemporneas no puede ser restringido a los espacios abiertos y de acceso pblico, como tampoco lo fueron en el pasado (ya en 1748, el plano de Roma de Nolli graficaba con la misma codificacin a plazas, calles, iglesias, palacios, mercados y teatros). Con esa mirada, podemos considerar a un conjunto de ob-jetos en un sentido amplio, que forman parte de la esfera pblica y tienen la potencialidad de aportar a una convivencia ms libre, diversa e inclusiva.

    Una primera categora de estos objetos pblicos resignificados es el edificio educativo. En el Uruguay actual se est desarrollando una importante expe-riencia de desarrollo de la infraestructura educati-va. No solo en edificaciones para educacin primaria sino tambin para las otras reas de la enseanza, incluyendo la universitaria.

    Son ejemplos de alto inters los proyectos de nue-vas escuelas, en particular su consideracin como una dimensin de espacio pblico y como una di-mensin de espacio pblico inclusivo.

    Las nuevas escuelas de tiempo completo construi-das recientemente muestran, entre otros ejemplos, la importancia urbanstica y social de la institucin educativa, su potencial de articulacin a escala del barrio y la comunidad, y jerarquizan simblicamen-te contextos urbanos no consolidados (una suerte de nueva versin de la idea de monumentalizar la peri-feria de Oriol Bohigas).21 Esta interaccin se resuel-

    21 Aludimos a una expresin del arquitecto cataln quien a media-dos de los aos 80 postul la idea de monumentalizar la periferia de Barcelona mediante intervenciones urbanas y arte pblico, idea que ha sido retomada en forma recurrente por arquitectos y urbanistas

    ve, entre otros dispositivos, por la plaza de acceso, interfase entre escuela y ciudad. Esta importancia se refuerza por la generalizacin de conectividad digi-tal (debida entre otros factores al desarrollo del Plan Ceibal) y su incidencia en las formas del aprendizaje y la interaccin social fuertemente mediadas por las nuevas tecnologas.

    Los equipamientos sociales y entre ellos los centros de barrio constituyen tambin objetos pblicos de renovada significacin. Es posible citar como un antecedente y una referencia distante en el tiempo a los paradigmticos centros de barrio de los aos 50 en Tacuaremb (de Goyenola y Domin-go), que marcaron un diferencial identitario de esa ciudad. Ya en pleno siglo xxi estos equipamientos, como el de Pueblo Bolvar o los que se generan en torno a las acciones del Programa de Mejoramiento de Barrios (ex piai) muestran posibilidades de apor-tacin a dinmicas de inclusin social y construccin de ciudadanas.

    desde entonces.

    Centro Cvico. Pueblo Bolvar, departamento de Canelones.

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    Escuela de Tiempo Completo. Cerro Ejido, ciudad de Artigas.

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    4. Tiempo metropolitano y territorioLa escala mayor, que trasciende a las ciudades y

    ncleos urbanizados, forma aglomeraciones comple-jas y genera mbitos de inequvoca caracterizacin metropolitana.22 Estos mbitos incluyen reas ur-banas de diverso carcter, suelo suburbano y reas rurales, conformando sistemas caracterizados por la heterogeneidad discontinua, hbridos y diversos. En esos espacios, los grandes equipamientos de ran-go metropolitano estn llamados a cumplir nuevos roles. Parques, centros logsticos y de distribucin, reas industriales, nudos infraestructurales son, entre otros, los conformadores de ese nuevo paisa-je emergente, as como tambin los componentes naturales asociados al sistema hdrico y los bordes costeros.

    Una propuesta que ejemplifica la complejidad de estos nuevos objetivos y desafos es el Plan Maes-tro para el Parque Nacional de La Costa Franklin D. Roosevelt Parque de los Derechos de los Nios. Desarrollado a iniciativa de la Intendencia de Cane-lones el Plan posee una clara vocacin metropoli-tana.23 Esta iniciativa, en curso de implementacin, fue aprobada como Plan Sectorial en el marco del

    22 En el Uruguay identificamos al menos dos espacios que cumplen esta condicin: la Regin Metropolitana (que incluye al departamen-to de Montevideo y territorios de los de San Jos y Canelones) y la Aglomeracin Central de Maldonado (que rene a Maldonado, Punta del Este y San Carlos).

    23 El proyecto que impulsa la Intendencia fue desarrollado por un equipo tcnico interdisciplinario liderado por los arquitectos lvaro Cayn, Juan Daniel Christoff, Fernando de Sierra, Roberto Villarmarzo y Manuel Gonzlez Fustegueras,

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    Plan Maestro del Parque Roosevelt, ciudad de la Costa, departamento de Canelones. Planta general de la propuesta; 2013.

  • Parque Nacional Cabo Polonio, departamento de Rocha. Area Natural Protegida.

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    icosPlan Local vigente en el rea (CostaPlan), procurando

    fortalecer la accesibilidad territorial al parque, los usos sociales y la apropiacin pblica del lugar, as como aspectos de sustentabilidad ambiental. Constituye una de las ms ambiciosas propuestas de intervencin en el espacio pblico a escala metropolitana.

    El proyecto de las infraestructurasEl proyecto de las infraestructuras es clave en un

    pas en crecimiento, en el que los diferentes sistemas y estructuras territoriales estn fuertemente tensio-nados por la demanda de extraccin y transporte de la produccin primaria, as como por el transporte de pasajeros. El sistema vial, el sistema ferroviario, los aeropuertos y el sistema de puertos son algunos de los componentes infraestructurales que el pas se propone desarrollar.

    El proyecto de las infraestructuras genera un nue-vo paisaje, pblico por apreciacin visual, asociado a la velocidad y el traslado, a la movilidad y la conecti-vidad. No est suficientemente valorada su potenciali-dad para operar como factor de inclusin e integracin social.

    En ese contexto, un proyecto polmico es el del puente sobre la Laguna Garzn, que permitir la co-nexin vial costera entre los departamentos de Maldo-nado y Rocha, dando continuidad a dos tramos de la ruta 10. Se trata de una propuesta del Arq. Rafael Violy, quien adems es el responsable del proyecto de la ter-minal de pasajeros del Aeropuerto Nacional de Carrasco.

    Escenarios territoriales no urbanosPor ltimo, es necesario hacer referencia a aque-

    llos territorios no urbanos que tambin constituyen piezas del sistema de espacios pblicos y poseen el potencial de favorecer o estimular dinmicas inclu-sivas, diversas, integradoras.

    Las reas Naturales Protegidas, integradas o en proceso de integracin al snap constituyen una nueva dimensin de lo pblico, aun en suelo de propiedad privada. La constitucin del snap (Sistema Nacional de reas naturales Protegidas) implica un avance significativo en materia de proteccin ambiental y en particular de paisajes y ecosistemas significativos. El avance de la implementacin del snap, que se realiza mayormente en predios que son de propiedad priva-da, implica un desafo en trminos de compatibilizar los objetivos de conservacin con la posibilidad de acceder y disfrutar esas reas por parte del pblico, obviamente bajo condiciones previamente evaluadas y restringidas en funcin de una evaluacin de la capacidad de carga.

    Si bien las reas Protegidas en su mayora no integran el patrimonio pblico s hay algunas, como parte del Cabo Polonio, el Cerro Verde, el Potrerillo de Santa Teresa y otras, que son de propiedad estatal.

    Recientemente se han difundido directrices que permitirn orientar y canalizar las demandas y nue-vas actividades que se procura desarrollar en estos mbitos, facilitando nuevas prcticas acordes a los estndares de cuidado ambiental.

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    Memorial en recordacin de los Detenidos-desaparecidos, Parque Vaz Ferreira, Cerro de Montevideo.

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    5. Persistencia de la memoria

    El tiempo como categora de trabajo atraviesa todas las disciplinas y saberes, y es a su vez un registro ata-do a la experiencia cultural de las diferentes socieda-des. En el Uruguay, uno de los pases ms jvenes en uno de los territorios ms jvenes, como es Amrica Latina, casi la totalidad de las ciudades y pueblos se construyeron sobre la impronta de las Leyes de In-dias, donde la plaza ocupaba el lugar de representa-cin por excelencia. No solo su polgono particular, sino sobre todo su entorno, donde se asientan los mbitos del poder religioso, poltico-institucional y cultural. Las plazas se han cargado de monumentos que permiten su reconocimiento, lo mismo con el nomencltor de las calles y las avenidas que encie-rran el lenguaje cotidiano en el vagabundeo urbano.

    Los espacios pblicos de las ciudades y pueblos del Uruguay, principalmente las plazas, plazoletas, par-ques y calles, estn atados en su gran mayora, al re-cuerdo u homenaje de un hecho o una accin pasada, no necesariamente propia ni necesariamente ajena. La manera cmo los nombramos, cmo los investi-mos o los practicamos, cmo los formalizamos, es re-ferencia directa a momentos del pasado, a hechos que marcaron su historia o la historia de los colectivos que habitan las ciudades. Los mbitos de lo pblico han sido el soporte para la representacin, por tanto para la expresin material o intangible de lo que, a gritos, para algunos o para todos, debe permanecer.

    Como los derretidos relojes de Salvador Dal, la memoria parece obstinarse en ser y en construir presente. Esta actitud parece ser una condicin in-disociable del hecho urbano. Los espacios pblicos de las ciudades son el correlato fsico de sus hechos polticos, sociales y culturales; las estructuras ins-titucionales o los colectivos sociales se encargan de consolidar los hechos, personajes y sucesos que en-tienden deben anclarse en el relato urbano. Muchas veces con el mismo mpetu y ms o menos sincr-nicamente otros colectivos organizados o individuos pueden tender a ejercer fuerzas a favor o en contra de lo que en el espacio pblico se va escribiendo.

    Al igual que en el mtodo onrico del pintor ca-taln, la forma en que ejercemos la memoria es un modo de contar la historia. Las ciudades son una quimera de sus recorridos pasados, los que van que-dando escritos con relativa intensidad y relativa co-herencia. Eso de que las ciudades son un palimpsesto, que se escriben y reescriben constantemente,24 pa-rece adquirir un nuevo valor en el tiempo presente.

    Las referencias al pasado inmediato son un caso paradigmtico. El tiempo de la dictadura, el que ms desgarros ha causado a la sociedad en los ltimos cuarenta aos, necesit visibilizar sus relatos, forjar sus marcas y perpetuar sus resistencias. El espacio pblico es la fuente natural de equidad social, por tanto tambin de equidad histrica. El espacio p-blico ensea constantemente, posee un soterrado y

    24 Ver Andr Corboz, El territorio como palimpsesto, 1983.

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    icosconmovedor rol docente. Ese estado de equidad solo

    es posible si el mbito que lo promueve atestigua es-tas rupturas, tan luctuosas como imborrables.

    Desde la recuperacin democrtica, con una di-nmica creciente, se han ido creando y recalificando espacios pblicos y se han modificado aquellos pro-ducidos en tiempos de dictadura. Se ha hecho con referencias y gestualidades que tienden a expresar el rechazo a lo sucedido, el recuerdo de quienes lucha-ron por su superacin, y como una forma de repara-cin de las vctimas.

    Varias ciudades vienen marcando este tiempo pa-sado en sus espacios pblicos, ejemplo de ello son los memoriales de los desaparecidos en la ciudades de Mercedes,25 Las Piedras26 y Montevideo (el primero de todos). Todos ellos surgidos de procesos que im-plicaron llamados pblicos a concurso de proyecto.

    El Memorial de los Detenidos Desaparecidos de Montevideo,27 ubicado en el Parque Carlos Vaz Fe-rreira en la falda suroeste del cerro de Montevideo es

    25 Para levantar este memorial se convoc a un concurso que fue ganado por un equipo liderado por el Arq. Carlos Sity.

    26 El Memorial en homenaje a los Desaparecidos Pedrenses es una iniciativa que cuenta con un proyecto producto de un llamado a con-curso ganado recientemente por el equipo integrado por los Arqs. Marcelo Viola e Ins Snchez.

    27 El Memorial de los Detenidos Desaparecidos, se origin en 1998 como proyecto conjunto de la Intendencia de Montevideo y Madres y Familiares de detenidos desaparecidos. Al ao siguiente, se real-iz el llamado a concurso en el que obtuvieron el primer premio los arquitectos Martha Kohen y Ruben Otero. Fue inaugurado en 2001.

    una apuesta temprana y de altsimos valores paisajs-ticos y arquitectnicos.28 No opera solamente como objeto de contemplacin en la lgica clsica del mo-numento, sino que reclama ser practicado. Es en s mismo un espacio pblico. La sinuosa procesin des-emboca en un recorte cuadrado que descarna el suelo natural y descubre el sustrato rocoso del lugar. En l se alzan dos planos paralelos de vidrio donde se leen los nombres de los desaparecidos: un pasaje que vela la geomtrica lnea del horizonte sobre el agua junto a la intimidante y robusta vegetacin circundante.

    No es posible soslayar el antecedente del Memo-rial del Holocausto del Pueblo Judo, concursado en 1993 y que tambin fuera declarado Monumento His-trico Nacional.29

    En un registro similar operan las Marcas de la Memoria, iniciativa que viene siendo implementada en Montevideo desde el ao 2013, despus de un largo proceso que comenz en el ao 2006.30 La interven-cin consiste en la instalacin de elementos identi-

    28 La obra ha obtenido distinciones en Bienales de Arquitectura como las de Quito y So Paulo. La Comisin de Patrimonio Cultural de la Nacin lo ha declarado Monumento Histrico Nacional en 2014, resultando uno de las primeras obras contemporneas del pas en recibir tal distincin.

    29 Obra de los Arqs. Gastn Boero, Fernando Fabiano y Sylvia Perossio.

    30 Las Marcas de la Memoria es una iniciativa surgida de la Aso-ciacin Memoria de la Resistencia 1973-1985, aprobada por unanimi-dad por la Junta Departamental de Montevideo. Es llevada adelante conjuntamente por la referida Asociacin, la Intendencia, la Facul-tad de Arquitectura de la Udelar, el Ministerio de Transporte y Obras Pblicas y el PIT-CNT.

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    ficadores en puntos de la ciudad donde se sucedieron hechos vinculados al proceso de resistencia a la dic-tadura cvico-militar. Las marcas ensean un mapa de sitios dispersos, una original y sugerente manera de cartografiar sobre el territorio una sucesin de hechos, con sabores y valores dismiles, unidos por la misma causa. Se materializan junto a una placa explicativa como objetos esfricos, que el caminan-te comn descubre imprevistamente y se apropia de forma fugaz: algunos las observan respetuosos, otros las entienden como parte del mobiliario urbano y construyen una nueva escena cotidiana. Entre estos dos comportamientos se eleva una atmsfera para el recuerdo, para el nunca ms, que cimenta el objetivo de la propuesta.

    El espacio pblico y el tiempo como variable de construccin de sentido, permiten a su vez nuevas lecturas de grandes superficies urbanas de dominio pblico, que fueron concebidas como ciudades en s mismas. Cargados de valores afectivos, religiosos y simblicos, los cementerios urbanos resultan espa-cios pblicos de imponente vegetacin, con piezas de destacado valor arquitectnico y escultrico.31 Una lectura en clave de espacio pblico podra encontrar

    31 Es posible encontrar estos valores en varios casos a largo del pas, vinculados principalmente a los construidos desde mediados del si-glo XIX. Del mismo modo, se encuentran obras de destacado valor en tiempo contemporneo, tal es el caso, entre otros, del Urnario proyectado por el Arq. Nelson Bayardo en 1960 (recientemente de-clarado Monumento Histrico Nacional) y del Panten Bancario proyectado en 1990 por los arquitectos Martha Barreira, Francesco Comerci y Gustavo Scheps, ambos en el Cementerio del Norte en Montevideo.

    a muchas de las necrpolis de las ciudades del Uru-guay, al igual que en la vieja Europa,32 como partes de un sistema accesible, entendible y admirable.

    Pero a su vez, la consideracin del espacio pbli-co en su relacin con un determinado arco tempo-ral, puede evidenciar historias que trascienden los tiempos de la nacin, de sus sociedades y del lugar que ocupa como civilizacin. Tal es el caso de al-gunos sitios arqueolgicos o geolgicos del Uruguay que trazan nuevos relatos territoriales. Son ejemplos elocuentes Las Grutas del Palacio en Paraje Marin-cho o las locaciones rupestres de Chamang, ubicadas ambas en el departamento de Flores e integradas al Sistema Nacional de reas Protegidas. Las primeras consisten en formaciones rocosas que conforman laberintos cavernosos de hace setenta millones de aos y las segundas implican un rea de pinturas rupestres atpicas por encontrarse en espacios abier-tos, a diferencia de las existentes en otras partes del mundo.

    32 En Europa existe la Ruta de Cementerios, que consiste en una inici-ativa de la Asociacin de Cementerios Significativos de Europa (ASCE), que fue aprobada en 2012 por el Consejo Europeo para el programa de Itinerarios culturales.

    Grutas del Palacio, paraje Marincho, departamento de Flores.

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    6. Miradas desde afuera

    Uruguay es un producto hbrido; la mezcla es parte de su esencia cultural. Sus ciudades y pueblos reconocen en sus generatrices territoriales urbanas, en sus espacios pblicos y en su arquitectura, matri-ces europeas. Hasta pasada la mitad del siglo xx, el pas se mantuvo a la vanguardia en trminos de pro-duccin de arquitectura y de ciudad. Una avant garde que oper en una doble condicin: el pas mir y absorbi casi al unsono los cambios que la moder-nidad europea produjo; a su vez esta encontr una tierra vida fermental laboratorio donde testear su experimentacin. Los arquitectos e ingenieros uruguayos, producto de un efervescente desarrollo econmico, social y cultural materializaron ideas de ciudad que pautaron su devenir urbano. En trminos de espacio pblico son ejemplos nicos, la Rambla, los parques urbanos y el estadio Centenario en Mon-tevideo.

    Un pas construido por uruguayos pero con miradas fundantes desde afuera

    Desde los ltimos diecisis aos, Uruguay y es-pecialmente su capital, ha sido objeto de miradas de destacados arquitectos y paisajistas extranjeros en clave de proyectos de ciudad. Desde la Facultad de Arquitectura de la Udelar, con el apoyo de la Inten-

    dencia de Montevideo, la Junta de Andaluca y los ministerios de Transporte y Obras Pblicas y de Vi-vienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, desde 1998 se desarrollan anualmente los seminarios Montevideo-Talleres de Proyecto Urbano. Estos en-cuentros consisten en talleres de proyecto dirigidos por arquitectos extranjeros, que ms all de la te-mtica particular de cada ao, apelan al necesario desprejuicio de pensar la ciudad con ojos externos, con ideas frescas y propuestas valientes.

    A lo largo de estos aos muchos han sido los pro-yectos que apoyndose en la mirada externa, gene-raron propuestas para la creacin de nuevo espacio pblico como estrategia de transformacin estructu-ral de ciudades y territorios.

    El proyecto para la baha de Montevideo del ar-quitecto paulista Paulo Mendes da Rocha, produci-do en el Seminario de 1998, es representativo de las mltiples reflexiones sobre la ciudad y conforma un

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    momento crucial en las conferencias que el propio arquitecto contina dictando.33 La propuesta de Mendes da Rocha apuesta al aprovechamiento de ese gran cuenco de agua que permanece intil, a excepcin del lado del puerto, para la generacin de lo que el arquitecto llama una plaza. Ignora el paseo perimetral de la baha en pro de un uso interno, cercano al agua y a los nuevos bordes. Le brinda a su vez un foco especial a la isla de Ratas, a la Venecia dir, como plano cultural, buclico y solo accesible desde el agua. La propuesta de Mendes da Rocha se muestra desde el aire y como ha explicado, apuesta a entenderse como algo que no es naturaleza en estado puro, una obra del hombre, una pla-za cuadrada de agua.34

    Casi 15 aos despus, otro proyecto, surgido de un joven ar-quitecto tambin paulista en el Seminario del ao 2010, propone la generacin de un imponente parque urbano que conecte la vieja terminal de trenes, un edificio eclctico de fines del siglo xix del ingeniero italiano Luigi Andreoni y el shopping/termi-nal de mnibus de Tres Cruces. Cerca de 60 manzanas resignifi-cadas, cedidas al espacio pblico, conformando un n