Espejismos de la modernidad Objetos yartefactos modernos ... · nidad es el mundo en que vivimos,...

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MIRADAS Espejismos de la modernidad Objetos y artefactos modernos en la vida cotidiana de los años cincuenta Tania Carrefto ((jng O 1 La modernidad es un territorio sin Ií- mires diRcil de reconocer. Hubo un tiempo en que este concepto tuvO un significado único: el de pertenecer a lo que actualmente denominarnos civilización occidental y que, en tiempos remaras, estrechamente rdacio- ltIda oon obras oomo la industrialización, los ban:os de vapor, las constituciones o la publicación de la obra maesrra de Darwin, sobre el origen de las especies. No sólo es diRcil definir la moderni- dad, sino fechar sus orígenes (ya sea 1492, la Ilustración, la inven- ción del motor a vapor Ocualquier otro acontecimiento fundacional). Sin embargo, lo que si es posible afirmar es que l. modernidad ha sido (al me- nos para el mundo occidental) una as- pilaci6n que no termina por alcanzarse. La definición de lo moderno es, por un lado, una cuestión de temporalidad; es decir, lo moderno es algo nuevo con rapeao a lo que le precedió y, por lo ta/llO, sefiala una ruprura con el pasa- do. Por otro lado, el concepto de mo- dernidad sugiere un movimiento hacia adelante, es decir, un movimiento ha- cia el progmo. Sin embargo, existe un acuerdo OOto según el cual la moder- nidad es el mundo en que vivimos, el mundo del posrenacimiento, de la posUuatración, el mundo "occidenral" y contemporáneo de la ciencia y la tec- noIogIa. /uS pues, Mbico nació al siglo xx con una aspiración que no dejó de acom- paftar\o despub: ser un paIs moderno. El concq>tO de la modernidad se usa- ba ya cIesdc el siglo XIX, peto fue después HfltOÑdof. ••• 7' •• $<1'1 .1oo.::2002 .. 0.U.N.IV.E.'S.IO.A_O_O_E_M_tXICO de la Revolución mexicana cuando pasó a ser parte (más allá de las coono- taciones ideológicas o poliricas que podla tener) de la vida diaria de algu- nos mexicanos -sobre rodo de las cla- ses medias habitantes de la ciudad de M6tico. En la intimidad de la vida cotidiana y privada, incluso en lo que se ha llama- do el "imaginario colectivo" de las cla- ses medias capitalinas, que comenzaron a crecer después de los afias veinte, se encuentra la presencia de un "'querer ser moderno", de una búsqueda de la modernidad, relacionada con la idea de progreso, entendido como cambio y perfeccionamiento. Reduciendo, arbitrariamente esta idea a su mínima expresión, es mostrar CÓmo los medios de comuni- cació.n masiva (prensa, tadio y cine) oftecleron durante la primera mirad del siglo XX una serie de espejismos de una modernidad alcanzable gracias a la ob- rención y al uso de objetos materiales. Esro limitó el concepto mismo de mo- dernidad a una idea de "progreso" cuya referencia concreta era la posibilidad de adquirir: desde una casa propia, un coche o diversos aparatos electrodo-- mésticos, hasta los artículos para la belleza, unas medias de nylon o, induso, la nueva comida procesada, enlatada o en polvo. Es decir, rodos aquellos objetos (la mayoría provenienres de la tecnología yel avance industrial que ven/an de los Estados Unidos y Europa) cuya pene- nencia traía consigo la sensación de in· gresar a la vida moderna. II Que el presidente Miguel Alemán deseara que "'todos los mexicanos tu- vieran un Cadillac, un puro y un bole- ro para los toros", puede sonar elemental y limitado si lo lomamoS como una estrategia de gobierno o mo una plataforma pol/tica, sin embar- go, no sería exagerado decir que, en esencia, ésre pareda ser un deseo que podían compartir muchos de sus con- temporáneos. Cuando Miguel Alemán llegó a la Presidencia ya habían pasado casi treinta años del fin de la lucha armada revolucionaria. El país, para entonces, había cambiado sustancialmente, sobre todo la ciudad de México. A partir de la llamada "reconstrucción" del país en los años veinte -que promovió un empuje particular a la industrialización y al crecimiento económico, en detri- mento y deterioro del campo-, la capital del país se volvió albergue de cientos de miles de migrantes prove- nientes de toda la República. En 1921

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MIRADAS

Espejismos de la modernidadObjetos y artefactos modernos en la vida cotidiana de los años cincuenta

Tania Carrefto ((jngO

1La modernidad es un territorio sin Ií­mires diRcil de reconocer. Hubo untiempo en que este concepto tuvOun significado único: el de pertenecera lo que actualmente denominarnoscivilización occidental yque, en tiemposremaras, ~tuvO estrechamente rdacio­ltIda oon obras oomo la industrialización,los ban:os de vapor, las constitucioneso la publicación de la obra maesrra deDarwin, sobre el origen de las especies.

No sólo es diRcil definir la moderni­dad, sino tarnbi~n fechar sus orígenes(ya sea 1492, la Ilustración, la inven­ción del motor avapor Ocualquier otroacontecimiento fundacional). Sinembargo, lo que si es posible afirmares que l. modernidad ha sido (al me­nos para el mundo occidental) una as­pilaci6n que no termina por alcanzarse.

La definición de lo moderno es, porun lado, una cuestión de temporalidad;es decir, lo moderno es algo nuevo conrapeao a lo que le precedió y, por lota/llO, sefiala una ruprura con el pasa­do. Por otro lado, el concepto de mo­dernidad sugiere un movimiento haciaadelante, es decir, un movimiento ha­cia el progmo. Sin embargo, existe unacuerdo OOto según el cual la moder­nidad es el mundo en que vivimos, elmundo del posrenacimiento, de laposUuatración, el mundo "occidenral"ycontemporáneo de la ciencia y la tec-noIogIa.

/uS pues, Mbico nació al siglo xx conuna aspiración que no dejó de acom­paftar\o despub: ser un paIs moderno.El concq>tO de la modernidad se usa­ba ya cIesdc el siglo XIX, peto fue después

• HfltOÑdof.

~•••7'••$<1'1.1oo.::2002..0.U.N.IV.E.'S.IO.A_O_O_E_M_tXICO

de la Revolución mexicana cuandopasó a ser parte (más allá de las coono­taciones ideológicas o poliricas quepodla tener) de la vida diaria de algu­nos mexicanos -sobre rodo de las cla­ses medias habitantes de la ciudad deM6tico.

En la intimidad de la vida cotidianay privada, incluso en lo que se ha llama­do el "imaginario colectivo" de las cla­ses medias capitalinas, que comenzarona crecer después de los afias veinte, seencuentra la presencia de un "'quererser moderno", de una búsqueda de lamodernidad, relacionada con la idea deprogreso, entendido como cambio yperfeccionamiento.

Reduciendo, arbitrariamente estaidea a su mínima expresión, es p~siblemostrar CÓmo los medios de comuni­cació.n masiva (prensa, tadio y cine)oftecleron durante la primera mirad delsiglo XX una serie de espejismos de una

modernidad alcanzable gracias a la ob­rención y al uso de objetos materiales.Esro limitó el concepto mismo de mo­dernidad a una idea de "progreso" cuyareferencia concreta era la posibilidad deadquirir: desde una casa propia, uncoche o diversos aparatos electrodo-­mésticos, hasta los artículos para labelleza, unas medias de nylon o, induso,la nueva comida procesada, enlatada oenpolvo. Es decir, rodos aquellos objetos(la mayoría provenienres de la tecnologíayel avance industrial que ven/an de losEstados Unidos y Europa) cuya pene­nencia traía consigo la sensación de in·gresar a la vida moderna.

IIQue el presidente Miguel Alemán

deseara que "'todos los mexicanos tu­

vieran un Cadillac, un puro y un bole­ro para los toros", puede sonarelemental y limitado si lo lomamoScomo una estrategia de gobierno o~mo una plataforma pol/tica, sin embar­go, no sería exagerado decir que, enesencia, ésre pareda ser un deseo quepodían compartir muchos de sus con­temporáneos.

Cuando Miguel Alemán llegó a laPresidencia ya habían pasado casitreinta años del fin de la lucha armadarevolucionaria. El país, para entonces,había cambiado sustancialmente, sobretodo la ciudad de México. A partir dela llamada "reconstrucción" del paísen los años veinte -que promovió unempuje particular a la industrializacióny al crecimiento económico, en detri­mento y deterioro del campo-, lacapital del país se volvió albergue decientos de miles de migrantes prove­nientes de toda la República. En 1921

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la población urbana de la ciudad nollegaba al millón de personas, pero en1930, bajo el reflujo social de la paci­ficación del país, llegó a un millón 200mil y, sólo una década más tarde, yaera de un millón 700 mil. Su peculiarcrecimiento y conformación, convirtióa la ciudad de México, por un lado,en el espejo de la diversidad culturaldel pais y, por otro lado, en el epicen­tro de una cultura urbana moderna.

Para mediados de los años cincuentala ciudad de México había perdido suaspecto rural o provinciano, la pobla­ción casi se había triplicado, se habíanpavimentado calles, se había introdu~

cido la electricidad, el agua potable yel drenaje a gran parte de las viviendasde los sectores medios y alros y loscamiones y automóviles ya eran partecotidiana del paisaje urbano. Por otrolado, se habían extendido en el vallede México nuevas colonias "exclusivas"para las familias de clase media, lasprincipales avenidas de la ciudad se ilu­minaban en la noche con grandes es­pectaculares y marquesinas de luces deneón y muchos capitalinos se asom­braban con la aparición de los primeros"rascacielos". con los grandes almacenescomerciales como Sears y Woolworthy con la llegada de los primeros su­permercados. tiendas de autoservicio,cafeterías o restaurantes de comidarápida al estilo norteamericano y conla afena novedosa de los centros noc­turnos y cabarets que daban un roquecosmopolita a la metrópoli.

Si materialmente la ciudad había cam­biado, lo mismo había sucedido con sushabitantes. El crecimiento verciginosode las clases medias de los años veinte alos afias cincuenta no fue evidentementeresultado de una decisión poI/rica nadamás, también fue reforzada por unmodelo de desarrollo económico queprivilegió los intereses del capiral frenteaJ trabajo, de la industria respecto ala agricultura, de las ciudades anteel campo, del mercado de bienesduraderos contra los de consumo ín-

mediaro y popular. Este fenómenoprovocó que las dases medias se colo­caran en la cúspide de la pirámidedel presrigio social, adoptando un papelprotagónico en la construcción de unagran empresa: la modernidad; y éstacomenzó a vivirse, al menos simbóli­camente, desde los hogares.

IIISi bien desde principios del siglo xx co­

menzaron a aparecer aparatos y utensi­lios modernos, para el consumo ybeneficio de las "familias mexicanas",como los artículos imporcados de laMexican General Electric Company,diseñados para "calentar y cocinar pormedio de la corriente eléctrica" --ca­lentadores de agua, cafeteras, estufas,sartenes y planchas-, o como los refri­geradores Grand Rapids, provistOS condivisiones movibles y un tubo para sacarel agua, fue hasta los afias cuarentacuando estos objetos comenzaron aformar parte indispensable de los hogaresde las clases medias YaltaS.

Hacia los años cincuenta, el uso delrefrigerador eléctrico era un símbolode cocina moderna, así como lo eran losnuevos aparatos electrodomésticoscomo la licuadora con cuchillas inoxi-

'Uf

dables y dos velocidades, los O!tDCtO""de jugos, los tOstadores de pan y lohornos eléctricos "ld...tI" cuyo anunciodemandaba "EstO es lo que toda buenaama de casa... Exige...!". Contar oncorriente eléctrica dentro del hogarpermitió el uso cotidiano de eseos in·ventos, los cuajes, efectivamente. mo·dificaron la manera de prep¡¡rar losalimentos ylas mismas rurinas f.uniliorcs.Por ejemplo, con el refrigerador ya noera necesario ir al mercado cada di. ycon los electrodomésticos el tiempo detrabajo en la cocina se reducía nota·blemente. También, la corrieme e1c!arieapermirió el uso cotidiano de Otros ob­jeros alrededor de los cuales, no e.exagerado decir. giraban los ritmosfamiliares: el tocadiscos, la radio y, alfinal, la televisión.

Sin embargo, más allá de los cambiosen la vida coridiana que podían pl'OVOCU'los nuevos objeros por sí mismos. seencuentra el significado que traía consigosu posesión. Este significado lo enconotrarnos, precisamente. en la represen­tación de la vida coridiana que generabanydifundían los medios de comunicación,los cuales se convirtieron en una especiede reflejo ampliado (estereotipado) de lasaspiraciones. valores o normas de con·ducta que podía tener determinadogrupo social.

TantO la publicidad que enconrramosen revistaS y diarios -apoyada en foto­graBas en sepia o a colores que hadansoñar y suscitar la idemificación-. comolos mensajes difundidos en programas deradio. como los estilos de vida represen·tados en el cine y más adelante en la rele­visión, mostraban transpatentee. induso.burdamente, cuál era el camino hacia lavida moderna. Los artefuctos modernosprometían simplicidad, elegancia y di·cacia y, en este sentido. cumplí~ unafunción primordial pues su finalidad erasiempre la de efectuar una tare;¡ en dmínimo de tiempo, ganarle tiempo altiempo. De esta manera, el hombremoderno debía vivir el presente P"""yectándose siempre hacia el porv<:nir.

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La publicidad insistirá conmnle­melllC en esta virtud de la vida mod(r~

na: "Has'" h. e pocos afios el lr:lb.jode la cocina (ca una verdadera es­cl.virud", -.firm.b. el .nuncio de lasoUas de pn:sión Ecko; "iQué diferencia!Ayer y hoy", dedo el cartel de!._estuF..Priu: yAce, -l. es(UF.. moderna; .R.PI­da y F..cilid.d", rezaba l. publICidadde l. Nation.1 Presto. Yl. imagen del-hogar ide.l", compuesto por ardculosmodernos y una mujer sonriente. ele·ganle y eficiente se imponía en cadauno los anuncios.

ujos de esra imagen estereotipada,las amas de casa -<:omo lo recuelda JoséEmilio Pacheco en Las battllfas <n eld"itrto- vivían -arreglando lo quedejíbamos li",do, cocinando, lavandoropa; ansiosa (s) de comp"'llavadora,aspiradora, licuadora, olla express) re­frigerador eléctrico..." Poco apoco. lasviviendas de las crecientes clases me­dias comenzaron emonees a poblarsede baterías Pyrex de vidrio refractariopa", fuego directo y para hornos. hor­nos po""riles Lamex. moldes MilaglOde aluminio, tostadores herméticospa", hacer sandwiches que aparecielOncon el nombre de Toas Tíle (los cualesquedaron en la memoria popular conel nombre de platillos voladores. a pe­sar de que la publicidad insistió en quedebla de pronunciare "lOS rair"). plan­chas. licuadoras. lavadoras. aspiradorasy demís objeloS portadores de un es­pejismo moderniudor que proponíanuevas formas de consumo, nuevosvalores y necesidades cotidianas.

Una velll.na abierta al mundo delos aIIe» cuarenta y cincuenta son losnoticieros cinematográficos que seproyectaban anles de cada pelkula.R.c2Iizados con el fin específico de me»­crar una "'actualidad" que se queda, ~sentl. y se veía "modern.". Así pues.se presenClban reportajes sobre l. cons­lTUcci6n de presas y carreleras. sobrelos nuevos b.iles que causaban furolenlre los jóvenes. sobre las modas Ue­pelas del exlr.tnjelO o sobre las impor-

71lopooooln 2002· UNIVERSIOAO OE M!xICO

tallles actividades realizadas por el pre­sidente en turno. Lo que subyacía enéstos, también llamados "cOrtosn

, erala intención de mostrar que, a todasluces. el país se diligía sin llopiezoshacia el progreso. En este espacio dedifusión no falló tampoco l. publici­dad de los nuevos plOduCIOS que seintroducían al mercado mexicanoofreciendo l. posibilidad -a llavés desu consumo- de alcanzalla identifica­ción con los estereotipos impuestosde antemano. De esta manera se com­paraban los .tributos de Supelmáncon los del celeal Corn Flakes y se ase­guraba que las eSlleUas de HoUywoodusaban sólo jabón Lux; mientlas quelos anuncios de los nuevos detergentesen polvo para ropa Ajax y Fab ase­gurab.n su calidad adviniendo queeran fabricados especialmente "bajofórmula americana".

POI olla parte. los anuncios de len­cería. produclOs de belleza y modas engeneral -dirigidos n'luralmenle alpúblico femenino- desempefiaron unpapel fundamental en l. llansfonna­ción no sólo de la moda sino de los rmsmoscuerpos e. incluso. de la sexualidad.pues fuelOn imponiendo. a llavés deeslereotipos de belleza ligados al, po­rárnello hoUywoodense, la neceSIdadde incorporar a la vida diaria una se~e deobjetos (cremas, cosméticos, ropatnte-­rior, vestidos, etc.) necesarios para al·canzal la identificación.

Así, hacia los años cincuenta, la pu·blicidad de calzones y brasieres. demedias de nylon y de bikinis nos hablaya de ciena liberación del cuerpo quepermite un anuncio que muestra la fu.toglafía de una mujer con lentes os-

. 1 concuros, sentada en una motOCLC etala leyenda de "La mujer moderna usa

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Tampax"j o el anuncio (un tanto fa,n­tástico para la época) del polvo faCIal"La flor de Sharon" con fotografías demujeres esquiando, practicando equi­tación y lucha libre.

Si bien la publicidad tuvO un papelimportame en la imposición de este­reotipos, quizá la mayor influencia lalogró el cine. Primero, el cine nacionalque había logrado su "época de oro"gracias ala distracción que vivieron laspotencias de esta industria mientrasdutó la Segunda Guerra Mundial y,después, con el fin del conflicto, laimposición avasalladora de Hollywoody sus estereotipos.

La idea de relacionar lo moderno conlo urbano y lo tradicional con lo ruralencuentra en el cine una de sus mayoresrepresentaciones, creándose así una delas dicotomías fundamentales de lasociedad mexicana de la primera mi­tad del siglo xx. No es casual, enton­ces, que mientras en el cine de los añostreima y cuarenta se dio un predomi­nio de los temas rurales, a partir de losaños cincuenta predominó la temáticaurbana.

Ahora bien, si por un lado el cinemexicano se engolosinaba retratandolas vistas de la "gran ciudad" (avenidascon automóviles, marquesinas. anun­cios de neón, edificios, tiendas, caba­rets, salones de baile, etc.) para mostrarsu aspecto "moderno y cosmopolita",

por otro lado el discurso que predomi­naba en la mayoría de las películasde temática fumiliar urbana no dejó demasna! su resistencia ante los cambiosque implicaba "la vida moderna". Eneste semido, podía permitirse el asom­bro ante la presencia de nuevos obje­tos (los multifamiliares Miguel Alemánen la cinta de El Indio Férnandez, Labien amada (1951) o una aspiradoraen la película de Alejandro Galindo,Una familia de tantas (1948), por po­ner sólo dos ejemplos) pero los cambiosen la moral y los choques generacio­nales eran tratados a través del dramafamiliar cuyos ingredientes eran elsentimentalismo, la sumisión de lamadre y el autoritarismo del padre.

Así pues, es posible decir que duran­re esta primera mitad del siglo xx laaspiración de Ja modernidad (dentrodel ámbito cotidiano) estuvo siempreacompañada del problema de la tradi­ción y la moral. Y, si bien es cierro quepara los años cincuenta el estereotipodel american way oflije había encon­trado referentes concretos en la vidadiaria -no s610 con los electrodomés­ticos, también con la aceptación de laCoca-Cola, el cereal Corn Flakes, loshot dogs y hamburguesas, las comidasenlatadas y una buena cantidad de pro­ducros que llegaron a los hogares mexi­canos en el intermedio que ofrecieronlas dos guerras mundiales- también es

cierto que la posesión deestos objetos materialesno era más que un espe­jismo de una "moderni­dad alcanzada" .

El llamado "milagromexicano", efectivamen­te, promovió el creci­miento de una clasemedia y alta integradapor ciertos sectores profe­sionistas y burócratas, co­merciantes, industriales,empresarios, políticos ypolíticos-empresarios. Apartir de entonces fueron

estos sectores quienes encarnaron tiMéxico moderno: urbano, progresista,induserial, que gozaba de las ventaj:lSde la expansión de las comunicacionesy de los servicios educativos. Fueronellos quienes gozaron, en su mamen.to, de la posibilidad de adquirir casapropia, coche, e1ectrodom~sricos y unaserie de objetos domésticos que con­firmaron y simbolizaron su ascensosocial. La famosa frase del periodistaCarlos Denegri: "La revolución se habajado del caballo y se ha subido alCadillac" se volvió entonces una me­ráfora exacta.

Sin embargo, esa metrópoli moder­na se quedó enmarcada en unas cuantascolonias como la Anzures, Chapul­tepec, Morales, Polanco y las nuevascolonias que se construían al estilo deJardines del Pedregal o en la apro­piación, por parte de los nuevos ricos,de antiguos barrios como Coyoacán,Mixcoac y San Ángel. Sin embargo,para los miles de emigrantes que lle­gaban a la capital en busca de opor­tunidades aparecieron las vecindades-al estilo de Ja Casa Grande descritaen 1950 por Oscar Lewis en Los hijosde Sánchez- en colonias como la20 de Noviembre, Bondojito, Ger­trudis Sánchez, Petrolera o los distri·toS industriales y suburbanos comoTlalnepanrla, en el noroeste de la ca·pital--en donde se instaló, en los añoscincuenta, una gran planta para alma·cenamiento de gas de Pemex, atrayendohordas de ocupantes ilegales que aJ­zaron sus casuchas a los alrededores desu centro de trabajo.

Así pues, el modelo de país moder­no que se había elegido para los añoscincuenta y con el cual soñaba elpresidente Miguel Alemán, estabamuy lejos de la realidad. IOsta, másbien, se caracrerizaba por los pro·fundos desequilibrios entre las ciuda­des y el campo, entre las distintasregiones del pa(s, enue los grupossociales y entre la ciudad de Mbico yel resto del país.•

UNIVERSIDAD DE MÉXICO· Seprlembr. 2002 79