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ESPÍRITU SANTO MAESTRO DE AMOR
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Primera Edición
ENERO 2017
5,000 Ejemplares
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EL ESPÍRITU SANTO, MAESTRO DEL AMOR
Es formidable la
religión en la que se
nos pide amar.
Jesús habla del gozo
que es ir a su Padre, a
gozar la vida eterna y,
Jesucristo nos dijo: “cuando Yo me vaya, yo les
enviaré al Consolador, el Espíritu Santo”.
El Espíritu Santo los llevará a la verdad completa, Él
va a dar testimonio de Mí.
El Espíritu Santo va a decirles quién soy Yo, para que
gocen su fe y nos va a llenar de amor.
Para algunos de nosotros, el Espíritu Santo es un
desconocido, que nos sale sobrando para lo que
quiero. Es que, sin Espíritu Santo, no podemos
entender a Jesús, sin Espíritu Santo, no podemos
amar, sin Espíritu Santo, no podemos conocer a
Jesús, como al único Señor, al único Salvador. El
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Espíritu Santo lo hace
todo y lo hace
magistralmente.
Para conocer a una
persona, no basta
con examinarla con la
vista, como si fuera
un objeto, a las personas las conocemos, amándolas
y dejándonos amar por ellas.
Para conocer a Cristo, necesitamos la mirada del
corazón, la mirada que nos da la fe, se trata de
cambiar la mirada, en lugar de mirar con los ojos
corporales, se trata de mirar con los ojos del Espíritu
Santo y, entonces vamos a penetrar en ese universo
maravilloso de Dios, entonces vamos a gozar de ese
misterio fascinante que nos cautiva y nos hace
plenamente felices.
No es posible cambiar la esencia de la fe, hay
realidades que no pueden cambiarse: como el
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aborto, el divorcio,
el amor libre, la
eutanasia, la
libertad. Y el que
cada quien haga lo
que quiera.
De ahí, la
importancia y que la
Iglesia de este
misterio de la
Resurrección de
Cristo y de que es una verdadera Iglesia fundada por
Cristo.
Sobre la roca de Pedro, Él le dijo: Tú eres Pedro,
sobre ti edificaré mí Iglesia.
Veamos la necesidad que tenemos del Espíritu
Santo, esperemos con gozo a ese Espíritu que viene
a darnos la experiencia de la Palabra, la experiencia
del Amor y la experiencia de la Iglesia.
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El Espíritu Santo es el que nos repite la palabra, pero
por dentro la hace sonar en el corazón y nos hace
vibrar, nos entusiasma, nos enamora de ella y nos
hace gozar del don de la fe.
Sin el espíritu santo vivimos en el aburrimiento y en
la tristeza.
Los dos mil años que nos separan de Cristo, no son
los que apagan nuestra fe, sino nuestra
superficialidad y tibieza en la mediocridad en la que
algunos vivimos.
El matrimonio puede tener dos personas que se
amaron profundamente cincuenta años de casados,
ya que el tiempo no es enemigo del amor.
Supliquemos al Espíritu Santo que nos haga gozar
nuestras eucaristías, que tengamos hambre de Él,
que tengamos la mirada fija en Él, la mirada del
corazón que nos da el Espíritu Santo.
EL PADRE AMA AL HIJO Y GOZA INFINITAMENTE EN ESTE
AMOR.
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Desde toda la
eternidad el
Padre
engendra a su
Hijo como una
manifestación
de su infinito amor. Y este amor del Padre por su
Hijo, causan el gozo más excelso que puede existir.
El Padre ama a su Hijo y lo ha constituido Rey
Supremo de toda la creación, ante el cual todas las
criaturas le rinden una alabanza y gloria igual al que
se le tributa al Padre.
El Padre ama a su Hijo, porque el Hijo siempre busca
la gloria del Padre y se esmera en cumplir todos sus
mandatos, “aquello que le agrada al Padre” así tenga
que ofrecer su vida en una amorosa oblación.
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El Padre ama al Hijo y lo ha
colmado en su condición de
Verbo Encarnado de todos los
privilegios, gracias y dones
que pudiéramos imaginar,
porque el Hijo es la imagen
perfecta del Padre y por eso ha
dicho Jesús: “quien me ve a
mí, ve a mi Padre”
El Hijo vino al mundo para enseñar a los hombres
cómo debe ser el amor al Padre.
Ese Padre todo misericordia y bondad, que hace
brillar su sol sobre justos y pecadores. Un Padre que
tiene cuidado para que a las aves del campo no les
falte su alimento y que cuida de las flores que brotan
en la mañana y se marchitan al salir de los luceros.
Un Padre todo amor, que nos envió a su Hijo para
comunicarnos un mensaje de salvación, y
participarnos de su vida divina.
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Y ha sido tan
inmensa la
bondad y
misericordia de
este Padre
inigualable, que
ha querido
hacernos sus
hijos adoptivos y también colmarnos de sus riquezas
divinas.
EL HIJO AMA AL PADRE Y GOZA DE ESTE AMOR.
Aun los cielos no existían, ni los mares se poblaban
de sus océanos, y ya el Hijo se deleitaba en amar a
Dios su Padre.
Y ese Hijo vino al mundo a revelar el amor del Padre
por ellos y a colmarnos de vida eterna. Y el Padre,
desde toda la eternidad, ama a su Hijo y se deleita en
este único y singular amor. Un amor como existe
únicamente en Dios, perfectísimo, total. Lo más
excelente que se pueda imaginar.
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El Hijo ama al Padre y
siempre se ha esforzado
por cumplir con toda
atención y esmero su
Voluntad, así tenga que
ofrecer su propia vida y
entregarla en medio de los sufrimientos más
dolorosos de su insuperable acto redentor. Y de
alabanza perfecta en honor de Dios Padre.
El Hijo ama a su Padre y proclama que todo lo que
tiene el Padre, al Hijo le pertenece. Y claramente
afirma que: “quien ve al Hijo, ve también al Padre.
De tal manera, que el Hijo y el Padre son una misma
cosa, y que, así como trabaja el Padre, así también
trabaja el Hijo.
¡Qué alegría para el Hijo poder afirmar que el
siempre hace aquello que le agrada a su Padre ¡Ya
que ésta es la forma concreta de manifestar a su
Padre la autenticidad de su amor. Y así ante la hora
suprema en la que el Hijo debe de cumplir el misterio
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de la Redención,
Cristo les dice a
sus discípulos para
que vean que amo
al Padre.
levantémonos y
vayamos a
Jerusalén, ahí
donde el Hijo del
Hombre será entregado en manos de sus enemigos
que lo condenarán a muerte y lo crucificarán.
Es el Hijo, quien, con plena confianza, en la Ultima
Cena, ruega a su Padre celestial por todos aquellos
que su misericordia le había confiado.
Y en una oración el Hijo le dice a su Padre. “Cuídalos,
líbralos de todo mal. Van a estar en el mundo, pero
el mundo no podrá dañarlos”
Y es tal la caridad que Cristo experimenta por sus
discípulos que le pide a su Padre que lo mantenga en
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la Verdad y en aquella inefable unidad en que viven
el Padre y el Hijo.
EL PADRE Y EL HIJO SE AMAN EN EL AMOR DEL
ESPÍRITU SANTO
Cristo antes de su
partida a los cielos les
dijo a sus discípulos
que no los
abandonaría, que no
los dejaría huérfanos,
sino que iría a la casa
del Padre y juntamente
con el Padre les
enviaría Otro
consolador: el Espíritu
Santo, que les explicaría el mensaje que él ya les
había comunicado de parte de Dios Padre, pero que
ahora tocaba al Espíritu Santo, comunicarles toda la
Verdad, fortalecerlos ante las dificultades de la
misión que la Providencia de Dios les había confiado
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y ungirlos para el apostolado que tenían que
realizar.
El Padre y el Hijo han rescatado al hombre de las
cadenas a donde lo habían aprisionado sus pecados.
San hablo es consciente de esta liberación y de la
misericordia que ha tenido la Augusta Trinidad con
este hombre rescatado del poder de la tiniebla y
sufrimiento sin fin, y por eso escribe: Tanto amó Dios
al hombre que le dio su Unigénito Y ha sido tan
inmenso el amor de Dios, que ha derramado en
nuestros corazones el Don del Espíritu Santo, para
que amemos a Dios con el mismo amor con El que Él
nos ama. Y como prueba de esta profunda verdad,
san Pablo echa mano de esa íntima experiencia, que
causa en la vida del cristiano la acción transformante
de la omnipotencia del Espíritu Santo, infundiendo
los mismos sentimientos de Cristo, el Unigénito de
Dios Padre.
Obra de transformante amor, en donde la
omnipotencia del Espíritu Santo destruye las
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tinieblas humanas
con la claridad
invencible de su
presencia,
borrando nuestros
pecados, haciendo
que broten en
nuestro corazón frutos de vida eterna.
Es la presencia de su divina caridad la que enciende
el fervor, la que mitiga nuestros egoísmos, la que
pacifica nuestra soberbia y nuestra ira, e infunde en
nosotros anhelos y acciones de paz y armonía.
Todo esto se comprende, si tenemos en cuenta que
el Espíritu Santo es el mismo Amor de Dios, viviendo
y actuando desde el Templo vivo de nuestro corazón.
Con toda razón repetía el Siervo de Dios Luis María
Martínez: “Sean dóciles a las mociones del Espíritu
Santo al menos por tres días y yo les prometo que
veréis las maravillas que su omnipotencia realizará
en ustedes.”
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Y el Papa San Juan Pablo II tanto en sus encíclicas,
homilías y cartas no cesaba de repetir que Dios
Espíritu Santo es la Fuente de la Santidad que brota
abundantemente para todos aquellos que quieran
beber de sus maravillosas aguas.
EL AMOR DEL ESPIRITU SANTO TRANSFORMANDO
LA EXISTENCIA DE LOS HOMBRES.
Carlos de Foucault no hubiera resistido vivir en esos
tórridos desiertos de Tamanrraset, si el Fuego del
Espíritu santo no hubiera encendido la hoguera de la
divina caridad y lo hubiera sostenido en aquella
pequeña capilla dedicado a la oración,
contemplación y atención espiritual de todos
aquellos que acudían a pedirle una ayuda espiritual.
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Prolongadas horas en comunicación con Dios, unos
cuántos dátiles y la lectura asidua de la Sagrada
Escritura eran las ocupaciones cotidianas que
colmaban su vida.
Carlos era feliz, pues tenía a Dios y su divino Amor
colmaba su existencia.
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Era admirable el trabajo apostólico que Santa Teresa
de Calcuta realizaba por amor a Dios, descubriendo
a Cristo presente en aquellos enfermos, moribundos,
miserables, despreciados de la sociedad en los más
pobres de todos los pobres.
Era el Amor de Dios, que se había instalado en su
corazón y lo había invadido de aquella abnegación
que tiene ojos limpios para descubrir a Cristo
sufriente en el más necesitado y brindarle una
sonrisa amable, curar la llaga que sangra, limpiar la
fétida podredumbre de un miembro gangrenoso,
ofrecerle un poco de sopa caliente al hambriento, y
un techo en donde pudiera morir con decoro aquel
que abandonado en un rincón de la calle aguardaba
el momento de su muerte.
Criticada, perseguida por las autoridades, y por otras
sectas religiosas, Teresa de Calcuta vivía en paz, era
feliz, porque el Espíritu Santo la poseía y le colmaba
su vida con el don inestimable de su divino Amor.
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Hablar de Molona, era asociar ese nombre con el
lugar a donde iban a terminar los leprosos su
pestilente existencia.
Pero, al Padre Damián el fuego del Amor de Dios
Espíritu Santo lo había incendiado y como bosque en
llamas quería consagrar su ministerio sacerdotal a
favor de aquellos enfermos que día tras día veían
cómo se les iba pudriendo su cuerpo maloliente,
sangrante, sin que pudiera en ese tiempo,
medicamentos apropiados para una eficaz curación.
Con el permiso de sus superiores el Padre Damián
consiguió el permiso para servir como capellán,
asistiendo espiritualmente a los leprosos de Molona.
Sabía a qué se exponía y los sufrimientos que le
costaría convivir con aquellos leprosos.
Pasados siete meses en esta isla, le escribía a su
superior los síntomas que la lepra comenzaba a
manifestar en su cuerpo: los dedos de las manos y de
los pies estaban ya deformes, inflamados,
pestilentes.
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Damián sentía que el final de su vida se acercaba en
forma inexorable. Pero no temía a la muerte, ya que
sería el momento de su encuentro con Dios Espíritu
Santo que lo había asistido tan misericordiosamente
con la presencia de su divino amor haciendo de su
existencia una flama que propagaba luz, consuelo y
amor.
Arz. es aún una población que económicamente no
presenta gran importancia.
Sin embargo, ahí vivió un párroco inflamado por el
Amor de Dios Espíritu Santo al que acudían de
muchas partes de Francia para escuchar la palabra
personal y adecuada que Dios quería comunicarles
por los labios de este mensajero de la misericordia
de Dios.
Sacerdote de vida austera, de largos momentos de
oración ante el Santísimo Sacramento, de una
caridad exquisita, siempre dispuesto a escuchar las
confesiones que aún a las altas horas de la noche se
prolongaban.
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Mandaron al Padre Acordare para que lo examinara
y diera cuenta de su conducta y el juicio del Padre
Acordare sobre el párroco de Arz., fue éste: Yo no
puedo afirmar lo que la gente dice del Cura de Arz.,
que es un santo. Lo que sí puedo asegurar que es un
sacerdote inflamado por el Fuego del Espíritu Santo
y que se esfuerza en propagar esa divina flama del
Amor de Dios.
Fatigado, con los brazos cansados por todos los
bautismos que impartía todos los días iba Francisco
Javier recorriendo los caminos de Oriente. Mucho
había sufrido: persecuciones, dificultades con la
lengua, enfermedades propias de aquellas regiones
y muchas intrigas por parte de sus enemigos. Sin
embargo, Francisco Javier que en medio de tantas
tribulaciones y obstáculos había sido en tal
abundancia el consuelo con el que el amor del
Espíritu Santo lo había colmado que lo único que
tenía que decir era: Gracias Dios mío por el Amor con
el que confortas y me regocijas espiritualmente. Y
terminaba su correspondencia, pidiéndole a san
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Ignacio le pidiera la gracia a la misericordia de Dios
para que lo siguiera asistiendo con su divina caridad:
la presencia omnipotente el Espíritu Santo.
Encarcelado, en un cuarto que había sido utilizado en
otro tiempo, como letrina del convento, ahí habían
encarcelado a Juan Yepes, para que expiara sus faltas
contra la obediencia religiosa y se sometiera a los
actuales superiores y no anduviera buscando
ilusorias reformas.
Y ahí en ese cuartucho el Espíritu Santo lo colmó con
su sabiduría celestial y lo inundó del Fuego de su
divina caridad, tal como lo muestras sus poemas
Mayores, como: La Subida al Monte. El Cántico
Espiritual y otros más, en donde descubrimos la
acción transformante que el Amor del Espíritu Santo
causa en las almas. Basta que ellas lo invoquen y sean
dóciles a sus inspiraciones. Por los bosques de la
Umbría como un ebrio bajo los efectos del divino
Amor, recorría los caminos, visitaba las aldeas
proclamando el amor de Dios con el que le había
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herido profundamente
el corazón. Quisiera
Francisco de Asís que no
únicamente todos los
hombres, sino los
animales y toda la
creación gozaran de ese
santo júbilo que produce el Santo Espíritu,
comunicando los torrentes inagotables de su divino
amor.
Francisco había sido un muchacho alegre, entusiasta,
lleno de vitalidad, hasta el día en que todas esas
cualidades Dios las elevó, inflamándolas en el fuego
de su divina caridad y elevándolas a la experiencia de
un gozo superior.
Fue tan auténtico y sorprendente el cambio de su
vida a partir de aquella invasión del amor del Espíritu
Santo, que pudo reunir a sus amigos y parientes a
que vivieran esta experiencia del Amor del Espíritu
Santo.
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ORACIÓN.
Tu estas Señor más cerca de nosotros en todo
momento de nuestra vida. Danos tu espíritu
para descubrirte más vivo que nunca, más
cercano que nunca para que podamos verte
en medio de este mundo ateo amargado triste
en el que el hombre no encuentra sentido a la
vida en la que vive un vacío tremendo.
Necesitamos tu Espíritu porque Tú quieres
que te llevemos a nuestros hermanos.