Estetica
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Colegio Universitario de la Santa Cruz Licenciatura en FilosofíaEstética Mtro. Juan Granados José Antonio Martínez Pacheco
Querétaro, Qro., 21 de octubre de 2015
Lo estético y lo religioso.Cotejo de experiencias y expresiones1
El Padre Antonio Blanch miembro de la Compañía de Jesús ha publicado un ensayo que
aborda los universos de las experiencias y símbolos artísticos y religiosos, estableciendo la
labor de reflexión comparativa entre ellos.
Blanch comienza introduciendo a su ensayo describiendo que el hecho religioso y el hecho
como temas de reflexión muy antiguos, aunque actualmente parece haberse olvidado por
completo, existiendo como factor principal el agnosticismo o la indiferencia religiosa, que
se da en la vida del arte y en la experiencia estética; por ello propone un análisis de las
experiencias y expresiones religiosas y compararlas con las de la experiencia estética.
Después de que nuestro autor enmarco el objetivo que pretende analizar, introduce con
una pregunta ¿de qué experiencia hablamos? y dice que la experiencia es una acción
interior, que lleva consigo una intencionalidad y que repercute en el individuo de forma
vital, actuando no solo en la inteligencia y la imaginación sino también a la sensibilidad; la
cual se da en varios grados de intensidad, cuanto más fuerte sea mayor podrá reconocerse
y describirse en sus principales elementos, resaltando principalmente la entidad psíquica y
personal.
Toda experiencia está relacionada con la vivencia o viceversa, la cual se vive de manera
singular y de forma subjetiva, pero ante toda experiencia se encuentra la experiencia de
1 BLANCH Antonio, Lo estético y lo religioso; cotejo de experiencias y expresiones, México, Cuadernos de fe y cultura, 1998.
ese algo distinto al yo que actúa desde fuera y que es percibido como un objeto de
conciencia, que trasciende la misma conciencia; existiendo así estos dos elementos
importantes en toda experiencia, lo subjetivo y lo objetivo, no como dos realidades
separadas, sino dos aspectos complementarios y compenetrados. Donde el objeto
consiste solamente en aparecer a la conciencia y el sujeto se vivencia a sí mismo gracias a
este aparecer y sólo mientras él dura.
Después de que Blach ha hecho un análisis de lo que es la experiencia ahora aborda como
temas concretos la experiencia religiosa y la experiencia estética de las cuales dice lo
siguiente: de la experiencia religiosa dice que sería un error reducirlo a un mero fenómeno
subjetivo, sino que es aquella toma de conciencia por la que el ser humano se capta
estando en relación existencial con algo extraordinario, que se le impone desde afuera.
Esta realidad es vista desde dos planos; el primero es el plano objetivo la cual se refiere a
toda experiencia religiosa con diferentes nombres: algo indefinible, infinito o innombrable
y por lo tanto ninguno de ellos satisfactorio, y segundo la estructura subjetiva que
envuelve al propio sujeto para alcanzar tal experiencia. Pero aparte de estas dos
realidades existen dos rasgos determinantes en toda experiencia religiosa; lo primero es la
gran fuerza integradora que actúa en ellas y la segunda la dimensión propiamente
personal del encuentro con los sagrado, una síntesis vital del yo con el Otro.
Por otra parte pondrá en la experiencia estética lo bello como su objeto de estudio,
remontándose a los diálogos de platón donde describe lo bello como algo absoluto y
metafísico; de igual manera que hizo en el análisis de experiencia religiosa para la
experiencia estética seguirá el método fenomenológico dejando a un lado las
interpretaciones psicológicas y axiológicas; para ello Blach se sirve de los estudios de
filósofo francés Mikel Dufreene, el cual dice que el objeto artístico de la experiencia
estética puede ser natural o artificial, señalando también la experiencia de lo bello en el
artista y en el receptos del arte.
Consecuentemente lo bello es algo sensible y material, el cual nos resulta grato y
deseable, pero también revelador, lo cual puede explicarse por sus efectos de orden y
armonía, reaccionando en la conciencia una sorpresa admirativa y una intensidad de
complacencia. Por lo tanto la experiencia estética es una movilización integradora de las
facultades humanas, cuando se da gracias a la predisposición del sujeto o a la intensidad
del objeto, o por ambas causas a la vez, es lo que ocasiona esas extraordinarias
experiencias estéticas, realmente comparables a las experiencias religiosas.
Las cuales se dan sobre todo en el aspecto subjetivo o psicológico, pues en ambos casos el
sujeto humano se siente estremecido ante al algo nuevo y maravilloso, cautivando a la
persona aunque sea momentáneamente, lo cual indica que tanto la experiencia estética
como la religiosa llegan a confundirse y no hay distinción entre una y otra; las diferencias
comienzan a aparecer cuando se estudia ambos fenómenos más profundamente y si se
compra ambas experiencias desde su objeto específico es aún más amplia la diferencia, ya
que en la experiencia estética de ambas es absoluto, pero en la experiencia estética esté
es natural mientras que en la experiencia religiosa es algo que sobrepasa los límites
naturales; y por otra parte está el sentimiento de lo sagrado mientras que en lo estético
está de forma representativa en lo sagrado se encuentra como presencia desbordante.
Prosiguiendo con el ensayo, Blach señala la importancia del lenguaje simbólico el cual nos
ha vuelto interesar por los estudios de antropología, psicología profunda y fenomenología,
y sobre todo porque el símbolo es una forma de la vida mental que refleja, de algún
modo, la síntesis vital del mundo y del espíritu, en dónde el yo busca un sentido o como
configuración de algo percibido como muy superior al proyectarse por medio del símbolo,
mostrando también la actividad integradora del sujeto.
Resumiendo así el proceso del símbolo entre significante y significado, siendo una realidad
mental compleja, dinámica e interesante; Mircea Eliade dice que los grandes símbolos son
los estéticos y religiosos, los cuales no se captan fácilmente al primer encuentro, sino
establecer con ellos una relación duradera para que puedan actuar otras capacidades del
espíritu humano como es la simpatía y la connaturalidad.
Estos dos grandes símbolos el religioso y el estético, nuestro los pone ahora en un nivel
literario, comenzando por definir el símbolo religioso como aquello por lo que se vale el
hombre para referirse a lo supra-mundano y que por consiguiente utiliza lo intramundano
para referirse a ello, y también actúa como una mediación viva y sustantiva; todos estos
signos viven dentro de una acción y dentro de una comunidad. Estos signos religiosos que
podemos denominar mayores están acompañados de otros signos menores que sugieren
realidades intermedias o mediaciones, así la simbólica religiosa suele aparecer como una
constelación de signos y figuras de diverso tamaño y valor.
Finalmente en comparación al símbolo religioso tenemos el estético, el cual sugestivo con
un cierto poder de encantamiento y de evocación; que se traduce también a la acción
imaginativa , de una visión gozosa , pero no comprometedora, imagen que traduce una
poderosa actividad imaginativa y sentimental. En ambos símbolos hay una trascendencia,
la primera es la de desbordar la autoconciencia del propio sujeto, dándose también el
efecto transfigurador de la realidad externa que nos resulta placentero y que se magnifica
o sublima con todas las notas de la perfección natural.
Comentario
Al leer este ensayo del jesuita Antonio Blach y al tocar todos estos temas sobre lo estético
y lo religioso traigo a colación aquel discurso que pronunció el papa Benedicto XVI a los
artistas: este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la
desesperanza. La belleza, como la verdad, es lo que pone la alegría en el corazón de los
hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une las generaciones y
las hace comunicarse en la admiración. Y es que en verdad los artistas son los custodios de
la belleza y ellos son los que nos comunican a nosotros receptores esa belleza; pero como
dice el Jesuita Blach vivimos en una época de secularismo donde pareciera no importar
esta trascendencia de la belleza y menos la religiosa.
Y ante esta problemática me surge la pregunta si en verdad la mayoría de los artistas
actuales cultivan en sus obras la belleza, quizás una respuesta que me viene de momento
es decir que no hay un verdadero esfuerzo por mostrar la belleza, sino que muchas obras
parecen simples caprichos que muestran una belleza, como lo dice el papa Benedicto,
ilusoria y falaz. Finalmente creo que lo estético con lo religioso deben mostrarnos ese
misterio que es la belleza pero este misterio a su vez debe trascendernos a Dios