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Revista Contaduría y Administració n, No. 205, abril-junio 20 02 ¿Qué es eso de ética profesional? C A 5  ¿Qué es eso de ética profesional? *  Juan Manuel Silva Camarena Investigador de la División de Investigación de la Facultad de Contaduría y Administración, UNAM En nuestros días la expresión curriculum vitae parece poseer una significación enteramente com- prensible de suyo. Y sin embargo, no debemos entenderla muy bien, porque ahora ese enunciado no se refiere (como quisieran decirlo sus propios términos) al curso que ha tomado nuestra vida según lo logrado por nuestro ser y nuestro queha- cer 1 , sino a la comunicación (a menudo magnifica- da, cuando menos realizada ostentosamente) de lo que hemos hecho en nuestro oficio o nuestra pro- fesión, reducida casi a un mero registro cronológi - co de habilidades, aprendizajes y puestos desem- peñados. Pero sin tener a la vista la relación entre lo que se es y lo que se hace, los curricula de las personas sólo presentan lo que ellas han hecho para atender “las necesidades” (sin que cuente, desde luego, la autenticidad de una vocación o del amor por el propio trabajo), bajo el régimen laboral de una administración cuyos mecanismos natural- mente deshumanizados la han vuelto ciega para significa “declarar o enseñar en público‟‟, y deriva del latín culto profiteri (cuyo participio es profesus), que quiere decir “declarar abiertamente‟‟, „„hacer profesión‟‟,  „„confesar‟‟ 2 . Del mismo origen provie- nen las palabras “profesor” y “profesión”, que sirven para hablar de „„quien hace profesión de algo‟‟. Así decimos que alguien “hizo profesión de fe...”, que “profesó en la universidad de...”, etcétera. Por un lado, pues, el que declara públicamente, el que es un profesor, quien profesa una convicción; y por el otro, por la vía de la profesión, el profesional. El que es “un profesional” renuncia a sus intereses perso- nales, cualesquiera que éstos sean, y “en cuerpo y alma” se pone al servicio de los intereses de su profesión, cuyo fundamento ético (ethos, o forma peculiar de ser, ontológicamente 3 hablando), asen- tado en la dignidad humana, impide tomar al hom- bre como un medio. Esa dignidad ética hace decir a Kant que al ser humano jamás se le debe tomar como un medio sino como un fin en sí mismo 4 . todo aquello que no sea susceptible de ser juzgado con el criterio, impersonal y despersonalizador, de la eficiencia pragmática. ¿Qué es lo que todos, o casi todos hacemos? Trabajar. Llevar a cabo un oficio, un empleo, una profesión. Pero en el trabajo hay algo más impor- tante que la eficiencia, porque se trata de un factor que precisamente la hace posible. Este algo, de carácter ético, es lo único que funci ona como razón de ser de una genuina eficiencia en el quehacer de las profesiones y los oficios. La palabra profesar * Ponencia presentada en el VI Foro de Investigación, organizado por la División de Investigación de la Facultad de Contaduría y Adminis- tración, UNAM, el 5 de octubre de 2001 1 Véase nuestro escrito “Ser y hacer”, en Juan Manuel Silva Camarena (coordinador) Meditaciones sobre el trabajo, Facultad de Contadu- ría y Administración, Universidad Nacional Autónoma de México, 2001. Esta nota y las siguientes han sido agregadas en la revisión de la versión original que presentamos en el VI Foro de Investigación. 2 Cfr. Joan Corominas, Diccionario etimológico de la lengua caste- llana, Gredos, Madrid, 1963. 3 En filosofía, lo relacionado con el ser del ente o la cosa de que se habla. 4 Cfr. Manuel Kant, Die Metaphysik der Sitten, Philipp Reclam jun. GmbH & Co, Stuttgart, 1997 (versión castellana: Metafísica de las costumbres, en Espasa-Calpe, Colección Au stral, México, 1963).

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¿Qué es eso de ética profesional? CA 

¿Qué es eso de ética profesional?* 

Juan Manuel Silva CamarenaInvestigador de la División de Investigación de laFacultad de Contaduría y Administración, UNAM

En nuestros días la expresión curriculum vitaeparece poseer una significación enteramente com-

prensible de suyo. Y sin embargo, no debemosentenderla muy bien, porque ahora ese enunciadono se refiere (como quisieran decirlo sus propiostérminos) al curso que ha tomado nuestra vidasegún lo logrado por nuestro ser y nuestro queha-cer1 , sino a la comunicación (a menudo magnifica-da, cuando menos realizada ostentosamente) de loque hemos hecho en nuestro oficio o nuestra pro-fesión, reducida casi a un mero registro cronológi-co de habilidades, aprendizajes y puestos desem-peñados. Pero sin tener a la vista la relación entre

lo que se es y lo que se hace, los curricula de laspersonas sólo presentan lo que ellas han hechopara atender “las necesidades” (sin que cuente,desde luego, la autenticidad de una vocación o delamor por el propio trabajo), bajo el régimen laboralde una administración cuyos mecanismos natural-mente deshumanizados la han vuelto ciega para

significa “declarar o enseñar en público‟‟, y derivadel latín culto profiteri (cuyo participio es profesus),

que quiere decir “declarar abiertamente‟‟, „„hacer profesión‟‟, „„confesar‟‟2 . Del mismo origen provie-nen las palabras “profesor”y “profesión”,que sirvenpara hablar de „„quien hace profesión de algo‟‟. Asídecimos que alguien “hizo profesión de fe...”, que“profesó en la universidad de...”, etcétera. Por unlado, pues, el que declara públicamente, el que esun profesor, quien profesa una convicción; y por elotro, por la vía de la profesión, el profesional. El quees “un profesional” renuncia a sus intereses perso-nales, cualesquiera que éstos sean, y “en cuerpo y

alma” se pone al servicio de los intereses de suprofesión, cuyo fundamento ético (ethos, o formapeculiar de ser, ontológicamente3 hablando), asen-tado en la dignidad humana, impide tomar al hom-bre como un medio. Esa dignidad ética hace decira Kant que al ser humano jamás se le debe tomarcomo un medio sino como un fin en sí mismo4 .

todo aquello que no sea susceptible de ser juzgadocon el criterio, impersonal y despersonalizador, dela eficiencia pragmática.

¿Qué es lo que todos, o casi todos hacemos?

Trabajar. Llevar a cabo un oficio, un empleo, unaprofesión. Pero en el trabajo hay algo más impor-tante que la eficiencia, porque se trata de un factorque precisamente la hace posible. Este algo, decarácter ético, es lo único que funciona como razónde ser de una genuina eficiencia en el quehacer delas profesiones y los oficios. La palabra profesar

* Ponencia presentada en el VI Foro de Investigación, organizado porla División de Investigación de la Facultad de Contaduría y Adminis-tración, UNAM, el 5 de octubre de 2001

1 Véase nuestro escrito “Ser y hacer”, en Juan Manuel Silva Camarena(coordinador) Meditaciones sobre el trabajo, Facultad de Contadu-ría y Administración, Universidad Nacional Autónoma de México,2001. Esta nota y las siguientes han sido agregadas en la revisiónde la versión original que presentamos en el VI Foro de Investigación.

2 Cfr. Joan Corominas, Diccionario etimológico de la lengua caste-llana, Gredos, Madrid, 1963.

3 En filosofía, lo relacionado con el ser del ente o la cosa de que sehabla.

4 Cfr. Manuel Kant, Die Metaphysik der Sitten, Philipp Reclam jun.GmbH & Co, Stuttgart, 1997 (versión castellana: Metafísica de lascostumbres, en Espasa-Calpe, Colección Austral, México, 1963).

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Todo el sentido ético del trabajo tiene su fundamen-

to en la conexión de esa dignidad suya con supropio ser, con lo que esencialmente es como ser-obrero (o ente que trabaja).El requerimiento prag-mático de eficiencia usa a la persona como mediopara conseguir beneficios o utilidades; en cambio,la exigencia ética de eficiencia, generada por elsentido ético del trabajo, toma al hombre respetán-dolo como un fin en sí mismo, y a su labor, comoalgo digno del mismo respeto que lo humano. Eltrabajo tiene un sentido ético, porque puede hacer-se bien o mal; el sentido ético de la vida es posibleporque puede vivirse bien o mal (y desde Aristóte-

les, en su Ética nicomaquea5 , se ha visto la relaciónestrecha entre vivir bien, obrar bien y ser feliz).

Ahora bien, si no perdemos de vista el sentidooriginal de “profesar” y de “ser  profesional”, queda-mos en mejores condiciones para entender lo quequiere decir ética profesional, pues será más omenos evidente que se trata de la fuerza moral enla cual se apoya lo que profesamos, nuestra profe-sión. En otras palabras, estamos hablando delfundamento ético de nuestro quehacer; en primerlugar, públicamente declarado (como en la protes-ta que se rinde cuando alguien en una institucióneducativa queda autorizado académica y moral-mente para ejercer una profesión6 ); en segundo,públicamente reconocido (cuando en ese mismoacto la sociedad simbólicamente avala la autoriza-

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desde lo que llamamos conciencia moral (y que

consiste en darse cuenta de lo que está bien y loque está mal, por nuestra incapacidad constitutivapara ser moralmente indiferentes7 ) hasta nuestros

 juicios y valores morales, pasando obviamente,entre muchos otros temas8 , por el examen cuida-doso de lo que significa la libertad y la responsabi-lidad del acto moral. Sin embargo, el término deética puede emplearse tan libremente que las con-fusiones se vuelven inevitables9 . Por ejemplo, pue-de hablarse de “ética de los negocios”, y entoncesya no sabemos bien cuáles son las razones que

 justifican el empleo de semejante expresión. Pare-

ciera que se trata de aprender cómo hacer buenosnegocios, sin ser muy malos. Y así se produce unmalentendido inaceptable: por un lado, se crea laidea equivocada de que hay la ética de esto y lo otro;y por otro, que la naturaleza de los negocios estáligada necesariamente a la falta de ética (comocuando se establece una espontánea aunque erró-nea asociación entre política y corrupción). De estemodo se hace a un lado la excepcionalidad de losmalos negocios (en sentido moral) o de los nego-cios “sucios”. De suerte que el amoralismo de

nuestro tiempo10

establece una asociación “natu-ral” entre negocio e inmoralidad, que se suma a laasociación que suele hacerse, en nombre de unsupuesto pensamiento de izquierda, entre la mal-dad inherente a la ambición también supuestamen-

ción), y en tercer lugar, públicamente retirado(cuando la comunidad, a través de una figura deautoridad retira, en una especie de degradación, elmencionado reconocimiento por una falla profesio-nal o una infidelidad a su compromiso ético).

Todos sabemos que el vocablo “ética” se presta amalos entendidos. Estrictamente hablando la ética(también llamada filosofía moral, o filosofía prácti-ca, o incluso ciencia política en la antigüedad clási-ca) es una disciplina filosófica cuyo objeto de estu-dio es el comportamiento moral de los hombres.Este campo de la investigación filosófica incluye

5 Aristóteles, Ética nicomaquea, tr. de Antonio Gómez Robledo,Universidad Nacional Autónoma de México, 1983 (Col. BibliotecaScriptorvm Graecorvm et Romanorvn Mexicana, lib. I, IV).

6 Acerca de la insuficiencia de los juramentos profesionales cuandono van acompañados de una formación académica, véase JulianaGonzález Valenzuela, “Sobre ética profesional”, en su libro El ethos,destino del hombre, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.

7 Cfr. E. Nicol, Metafísica de la expresión, Fondo de Cultura Econó-mica, México, 1974.

8 Véase, por ejemplo, la compilación de W. Trejo: Antología de ética,Universidad Nacional Autónoma de México, 1975.

9 La confusión común entre ética y moral no es tan grave porquenormalmente queda aclarado el significado del término utilizado porel contexto mismo en que aparece.

10 Cfr. E. Nicol, “Notas sobre la educación moral”, en su libro Ideas devario linaje, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990.

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te ilimitada de los patrones y la explotación “capita-

lista” del trabajador. Es cierto que el descubrimien-to de Marx de la conexión entre el ser del hombre yel trabajo no puede ser ignorada en una considera-ción ética de éste último, mas una improvisada11

“ética de la empresa” o “ética de los negocios” no

puede ni suponer que todo negocio es inmoral(como si el empresario dijera siempre: “a Dios

rogando, pero con la calculadora funcionando”) nicreer que con ciertas normas o recomendacionesse puede enseñar a evitar la maldad dentro de laempresa. Se puede ser honesto, y al mismo tiempoobtener utilidades. Pero no basta contar con bue-

nos deseos y con buenas normas morales (comolas de los códigos de ética de contadores y admi-nistradores) para que ahí, en el acto que está porrealizarse (en términos morales, conflictivamente),cualquiera sepa, en cualquier circunstancia, quéhacer para obrar moralmente bien. No sabemoscuántas cosas puedan imaginarse a partir del enun-ciado de ética profesional; pero debemos apelar alrigor del análisis filosófico para aspirar a algunaclaridad mediante su quehacer cuestionador, quees el único que garantiza una búsqueda de la

verdad y de esa manera en todo momento salvanuestra libertad.

¿Qué es eso de „„ética profesional‟‟?Todos, tarde otemprano, nos dedicamos a un oficio, un trabajo,un quehacer profesional... Entonces, es importanteque podamos entender bien en qué sentido precisonuestro quehacer puede ser, efectivamente, ético opuede dejar de serlo. Y por la naturaleza de este tipode trabajo académico12 , sólo plantearemos algu-nas cuestiones esenciales para promover, con éti-ca profesional, perplejidades e inquietudes que re-

sulten fértiles para comprender lo que es la éticaprofesional.

La ética profesional no depende directamente deciertas normas o códigos “de ética” de distintosgremios profesionales. Ella no trata sencillamentede ponernos en el dilema de cumplir o no determi-

nadas reglas morales. Eso sucede naturalmente.

Si se es hombre, es necesario elegir entre una cosay otra (una acción u otra). Vivir es elegir. No haysalida. Estamos condenados a decidir, porque so-mos libres, y somos libres por la insuficiencia denuestro ser13 , mencionada por primera vez en Elbanquete de Platón. El comportamiento moral, ypor tanto el de ética profesional, es por esencialibre, consciente y responsable de las consecuen-cias, independientemente de las buenas intencio-nes. Los códigos morales (sean de carácter social,religioso o profesional) sólo orientan, de la mejormanera que pueden hacerlo, nuestras decisiones.

Éstas son las que después de haber sido tomadassufrirán nuestra aprobación y la ajena, o nuestrorechazo y el de los demás. Como es bien sabido,muchos quehaceres tienen sus propios códigos,reglas o normas, explícita o implícitamente expre-sados. Pareciera que fuera suficiente con hacer loque ellos mandan para estar con la concienciatranquila. Pero no. No se trata de eso. La concienciamoral nunca está tranquila frente a los conflictosmorales que nos ofrece siempre el repertorio denuestras posibilidades vitales (de nuestras posi-

bles opciones o elecciones).La ética, en el sentido profesional, tiene que veríntimamente con nosotros. ¿Cómo es esto? Ellaestá directamente vinculada con la calidad moralde nuestro trabajo. Está implicada en el modo dellevar a cabo nuestro quehacer, e implica entregavocacional, responsabilidad, honestidad intelectualy práctica (relativa a lo que sabemos y lo quehacemos). La ética profesional es fundamental-mente un compromiso con lo que ustedes hacen,con lo que yo hago, con lo que cada ser humano

11 Es decir, no elaborada filosóficamente.12 Ya mencionamos que la primera versión del presente texto fue el deuna ponencia para el VI Foro de Investigación de la División deInvestigación de la Facultad de Contaduría y Administración.

13 Cfr. E. Nicol, “Vocación y libertad”, en su libro Ideas de vario linaje,ed. cit.

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hace. Este compromiso es tan profundo que en él,

como dice Aristóteles respecto a las virtudes, “pocoo nada” tiene que ver el saber, pues para la moralvalen más los actos de justicia, templanza y laresponsabilidad, y especialmente la autenticidad14 .Yo mismo puedo ser un buen filósofo de la ética ouno malo; todo depende de que haga bien o mal mitrabajo. Si lo hago mal, procedo inmoralmente. Esdecir, sin ética profesional. En otras palabras, hesido incapaz de ponerme, como dijimos, al serviciode los intereses de mi profesión. Pero una fallaprofesional, es decir, una falla de ética profesional,es algo muy grave, porque en realidad el ethos

profesional no permite infidelidades o violaciones:el que las comete no es un profesional en falta;simple y radicalmente ya no lo es más. Un científicoque miente, no es un hombre mentiroso, sinoalguien que ya no es un científico; un médico que sepone al servicio de la muerte, deja de ser unmédico, aunque siga teniendo su título en una delas paredes de su consultorio.

Hay algunas ejemplos de la vida cotidiana que nospueden servir para entendernos mejor. Por ejem-plo, el japonés que ustedes han visto en el cine (oen Japón) que puede pasar una vida entera dedica-do a producir un producto perfecto, como el talladode una espada o una lente. Lo mismo hace unebanista, un escritor, un pensador. Cualquiera.Toda su vida la puede “gastar” haciendo bien lo quehace. La ética del trabajo le obliga a desear sólo quequede bien hecho lo que hace.

Por otra parte, seguramente conocen la expresiónde que „„la función tiene que continuar‟‟. Con éticaprofesional, con ética del trabajo en todos los cam-

pos, no sólo en el teatro, „„la función tiene quecontinuar‟‟. ¿Y qué quiere decir eso? Normalmentecuando hablamos de que la función tiene que seguiradelante, hablamos de que independientementedel estado de ánimo, de lo que nos sucede interna-mente, de nuestra situación económica, de lo queestá sucediendo en el mundo en ese momento

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(que inclusive puede ser algo muy grave), la res-

ponsabilidad profesional nos obliga a hacer nuestrotrabajo como siempre, de una manera tan bienhecha como la tenemos que hacer en cualquierocasión, pase lo que pase.

Entonces, en pocas palabras, y definiéndola riguro-samente, la expresión „„ética del trabajo‟‟ significa,dentro de cualquier forma de praxis, un compromi-so ineludible con nosotros mismos de hacer bienlas cosas, un compromiso que no se puede dejarde cumplir, porque tiene que ver con un compromi-so con nuestro propio ser, que nos hace más o nos

hace menos, nos hace mejores o nos empeora,nos enriquece o nos empobrece en nuestro propianaturaleza.

Queda claro. La ética del trabajo es un compromisoineludible, un principio que no se puede violar, unalealtad que no se puede abandonar, que no sepuede defraudar. ¿Y por qué no? Si algún día estoyde muy mal humor, o sufro el dolor del abandono demi pareja, o el del duelo de la ausencia de un serquerido, o me siento físicamente mal, podría decir:

ahora no trabajo, o si lo hago, lo haré como pueda,como sea. Pero la ética del trabajo, con su poderontológico sobre nuestro propio ser, nos lo impide.No se puede, por razones éticas, hacer mal lo quese hace. Y damos por supuesto que en el mejor delos casos siempre se hace lo que se puede. Perodentro de “lo que se puede” hay, en todo caso, unespacio de posibilidad para hacer bien lo que sehace. ¿Qué quiere decir eso? Significa que no hayrazón para violar ese compromiso, esa lealtad, quees una lealtad con mi propio ser y con el ser del otro,ese prójimo (que pertenece a la mitad de lo que yo

quisiera ser y no soy, de lo que me falta para ser)que siempre completa el sentido de mi acción,como destinatario de ella, beneficiario, testigo,

 juez...

14 Cfr. Ética nicomaquea, ed. cit., lib. II, IV.

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Hacer bien las cosas tiene que ver, para tocar lo

esencial, con vivir bien mi vida. De ahí que la éticadel trabajo forme un imperativo ético de mi existen-cia. La gran enseñanza de nuestro querido paradig-ma del magisterio, Sócrates, es la de que corremás veloz el mal que la muerte. En otras palabras:que bajo cualquier circunstancia es preferible vivirbien, que evitar o huir temerosos de la muerte.Cuando yo actúo con la ética del trabajo, es que helogrado integrar ya mi quehacer con mi propia vida,y por tanto, con la de los demás, en un profundo ynatural sentido comunitario (de tal manera que yano son cosas distintas).

La ética profesional tienen que ver con todo mi ser,de noche y de día, por decirlo así. Por ejemplo, yono soy filósofo de las nueve a las seis de la tarde:el actor tampoco, el pintor no es pintor de siete adoce de la noche. Estoy seguro de que ustedesentienden la cuestión. Todos lo sabemos, aunqueno hayamos reflexionado mucho sobre el asunto.

Hablamos de un compromiso con nuestro trabajoque lo adquirimos porque nació como una lealtad

con nuestro propio llamado vocacional. En una solapalabra: es el fundamento ético de mi ser y miquehacer. La ética profesional se llama precisa-mente así porque es el fundamento ético de lo queprofesionalmente hago y de lo que soy, en eldesarrollo de una determinada forma de vida. Sunombre viene de lo profesado y de lo ético, que engriego alude a nuestra segunda naturaleza (no a laprimera, la física, la natural, que es physis) sino a laque tiene que ver con nuestra libertad de ser comoqueremos ser, o como tenemos vocacionalmentenecesidad de ser para que nuestra vida valga la

pena de ser vivida. Sin ética del trabajo y éticaprofesional, lo que se hace queda reducido sólo auna chamba, o una talacha, a un modo de obtenerdinero, pero no tenemos propiamente trabajo15 . Yentonces dejamos de ser obreros, seres de la

ser por medio de nuestro trabajo. No se trabaja en

verdad. En condiciones normales de existencia,que no son las nuestras, el trabajo no busca prima-riamente el sueldo, la ganancia o la remuneración,sino la necesidad de cumplir con ese compromisocon nosotros mismos para hacer algo que nospermita ser. La vida, sin duda, nos da muchoquehacer. Lo sabemos bien: es mucha nuestrainsuficiencia. Si uno falla moralmente, en ciertomodo dejamos de ser un poco lo que somos. Sifallamos en los términos de la ética profesional,dejamos de ser lo que éramos, somos menos, delmismo modo como el soldado queda degradado

por un acto de deshonor. Degradado para siempre.Para siempre. La ética profesional, como nuestrosotros actos morales, nos hace honorables. Ynadie, con salud mental suficiente, puede soportadejar de ser lo que es.

¿Por qué nuestra profesión es (o debiera ser) unacuestión vocacional? Porque es un llamado queviene de nuestro propio ser, y que me dice: “tú

tienes que ser así, hacer esto, y vivir de este modo,pues de lo contrario es muy probable que tu vida

sea infeliz o desdichada”. Y si bien es cierto que denuestra muerte normalmente no somos realmenteresponsables, de nuestra desdicha o nuestro bien-estar sí lo somos. Aunque parece un peso difícil decargar, la ética profesional nos garantiza la sereni-dad y la tranquilidad de ánimo por haber hecho loque creímos sinceramente que teníamos que ha-cer; y eso aumenta lo que somos, incrementanuestra alma, como diría Heráclito. En la falla, haydisminución y empobrecimiento de lo que somos.Dénse cuenta de que hay millones de seres huma-nos que viven así, haciendo sólo lo que pueden

hacer, y no lo que quieren hacer y ser, muy víctimasde la necesidad, muy disminuidos en su libertad. Yesto es deshumanización, que deja como resulta-do un malestar existencial, espiritual, psíquico, que

praxis, de la acción, de la creación, de la póiesislaboral, que es la construcción de nuestro propio 15 Cfr. Nuestro trabajo “Ser y quehacer”, ed. cit.

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llega a ser tan habitual y de todos los días, que en

ese caso la vida del hombre lo oculta para poderseguir subsistiendo. Él ya no se da cuenta cabal delo que le pasa, pero siente en el fondo que quisiera—y la merece— una segunda oportunidad paravivir una vida bien vivida.

Cuando hay ética profesional, hay responsabilidadprofesional: profesionalismo. No sabemos comodecirlo a veces, pero sólo entonces somos trabaja-dores, obreros, profesionistas profesionales. Esoquiere decir, como quedó indicado, que a pesar deque alguien se enfermó, a pesar de que se le cayósu casa, a pesar de que se le vino el mundo encima,a pesar de todos los pesares, alguien queda in-capacitado para utilizar el recurso del pretexto,para decir que no pudo hacer lo que tenía que hacerpor tal o cual razón. La responsabilidad es la impo-sibilidad de apelar a un pretexto, por bueno quepudiera ser, para justificar el hecho de que nohicimos lo que vital y profesionalmente teníamosque hacer.

La ética del trabajo y la ética profesional son lo único

que tiene que ver cabalmente con la calidad delproducto de nuestro quehacer. Cuando alguien nosentrega algo que está bien hecho, experimenta laextraordinaria vivencia de haber cumplido. Ya sa-bemos que si lo hicimos mal, vamos contranosotros mismos. En nuestros cabales, no hayposibilidad de engañarnos a nosotros mismos. Laética profesional nos permite vivir la experiencia deldesinterés. Cumplimos por el interés de estar biencon nosotros mismos. Pero en una especie derecompensa bien ganada, ese interés nos da la

posibilidad de ser desinteresados con los demás.Si yo hago bien el traje, soy de veras un sastre. Sienseño por vocación, soy de veras un maestro, siinvestigo por amor a la verdad, soy de veras unfilósofo o un científico, si curo por amor a la vida, soyde veras un médico, etcétera, etcétera. Y lo hagobien sin una conexión directa con lo que se me

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paga, con lo que cobro. El ethos de nuestra profe-

sión nos exige actuar sin esperar nada a cambio,más que la satisfacción de haber cumplido. Mepueden pagar muy mal, me pueden pagar muybien. En realidad, a pesar de que hoy sea comúnpensar lo contrario, eso no tiene que ver con lanecesidad de hacer bien las cosas. La ética deltrabajo, y la profesional son, en suma, un mediopara estar bien con uno mismo, que hace posibleque uno quiera hacer las cosas bien sin ningunaotra razón, y sobre todo, sin segundas intenciones;no para que me aplaudan, para que los demás mehalaguen o para que admiren mi responsabilidad, opara que me paguen más. Todas esas cosas, si yolas antepongo a mi quehacer, lo falsean. Y así,necesariamente, viene la degradación ética y pro-fesional de mi trabajo, que mis colegas y yo mismotenemos inevitablemente que censurar.

Y la vida es cambio. La vida cambia mucho; haymomentos que uno se la pasa muy bien, haymomentos en que se la pasa muy mal, hay ocasio-nes en que puede haber mucho dinero, hay mo-mentos en que no lo hay. Pero la satisfacción de

hacer bien lo que uno hace, siempre se convertiráen una permanente fuerza interior, propia, para viviry tolerar las dificultades de la vida; por otro lado, nosproporciona la sensibilidad, paz y tranquilidad paradisfrutar de lo que somos y hacemos, de lo buenode la vida. Ella está presente siempre y nos sostie-ne en lo que somos. Puede uno perder amigos,puede uno perder personas que uno ama, puedeuno perder parientes, podemos perder empleos,pero a pesar de todo, hay una base que nossostiene con una firmeza peculiar: lo que somos y

lo que hacemos, y con esto tiene que ver nuestrotrabajo. Ahora bien, la base del trabajo es la éticadel trabajo y la ética profesional.

Por otro lado, no hay que perder de vista que la éticadel trabajo y la ética profesional tiene una vincula-ción directa con la educación moral del ser huma-

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no: es preciso aprender que hay cosas que están

mal y cosas que están bien. Es necesario advertirque no todo se vale. Es menester estar convenci-dos de que hay cosas que no se hacen16 .

Para terminar, es preciso distinguir entre ser profe-sional y ser profesionista o tener una profesión (queen nuestros días casi siempre corresponde a po-seer títulos y grados).La diferencia la establece,como hemos tratado de mostrarlo, distintas formasde compromiso del trabajador. Tener una profesiónes mantener un compromiso con un determinadosaber teórico y práctico y con los demás. Estecompromiso con los demás es manifiestamentede carácter social, y se puede cumplir con elservicio social que ofrece la profesión. En cambio,ser profesional es algo que no sólo tiene que ver conhabilidades o conocimientos y estudios realizados,sino también con una peculiar forma de responsa-bilidad: ser profesional en la realización de untrabajo significa que uno es capaz de mantener uncompromiso más fuerte y firme con lo que hace,

con la manera en que lo hace, que con cualquierotra cosa (relacionada con nuestra propia subjetivi-

dad o la de alguien más). En este compromisotoma cuerpo el sentido ético del trabajo. El carácterético del trabajo es lo que debe quedar en el primerplano de estas aclaraciones. La ética del trabajo, decualquier forma de trabajo (un quehacer, una tarea,un oficio, el desempeño de una profesión...), con-siste simple y llanamente en hacer bien lo que se

hace (independientemente de sueldos y ganan-cias, de premios y recompensas).

No está de más insistir: La ética profesional, por

supuesto, incluye este sentido ético del trabajo,pero implica un mayor compromiso ético o moral17 ,ya que el profesionista, al adoptar como su profe-sión (o sea, como su forma de vida) un determinadotrabajo, adopta libre y conscientemente el ethos deeste quehacer, es decir, el fundamento ético quehace posible una específica forma de praxis huma-

na. El saber científico o filosófico, por ejemplo,

requieren del principio vocacional18

que exige unaactitud desinteresada (amorosa19 ) por la verdad.Este principio representa el ethos de esta profe-sión. El médico no puede ser médico sin fundar susconocimientos en el amor incondicional e insobor-nable por la vida humana. Esta forma de amor porel otro constituye el ethos de la medicina. El cientí-fico renuncia por siempre a la falsedad y a lamentira; mientras que al médico le repugna todo loque está relacionado con la muerte o la destrucciónde lo humano. Estas formas de compromiso ético,de ética profesional, no las consigue y las sostieneun título o unos grados académicos, sino una formade ser, una decisión de ética profesional, la adop-ción de un ethos, que no puede abandonarse sindejar de ser lo que se era20 . Esto mismo vale paracualquier profesión que, como tal, encuentra surazón de ser última en un ethos vocacional, quenaturalmente exige una ética profesional: una res-ponsabilidad moral21 inherente al ser y el hacer, osea, a lo que se es y a lo que se hace.

16 Cfr. E. Nicol, “Notas sobre la educación moral”, ed. cit.17 Aquí también podemos tomar los términos como equivalentes ensu significado.

18 Cfr. E. Nicol, Crítica de la razón simbólica, Fondo de CulturaEconómica, México, 1982 (véase el cap. VI: “El principio vocacionaly el ethos de las ciencia”). 

19 Los griegos dirían de philía por la sophía.20 Cfr. Eduardo Nicol, Crítica de la razón simbólica, Fondo de CulturaEconómica, México, 1982.

21 Comportamiento moral profesional que suele ser orientado por loscódigos de ética profesional.