Eutanaisa: entre la autonomía y la resopnsabilidad

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Borges de Meneses, Ramiro Délio Eutanasia: entre la autonomía y la responsabilidad Vida y Ética Año 9, Nº 1, junio 2008 Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la Institución. La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea. Cómo citar el documento: Borges de Meneses, Ramiro D. “Eutanasia: entre la autonomía y la responsabilidad” [en línea]. Vida y Ética, 9.1 (2008). Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/eutanasia-autonomia-responsabilidad-borges- meneses.pdf [Fecha de consulta:.......]

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Borges de Meneses, Ramiro Délio

Eutanasia: entre la autonomía y la responsabilidad

Vida y Ética Año 9, Nº 1, junio 2008

Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la Institución.La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.

Cómo citar el documento:

Borges de Meneses, Ramiro D. “Eutanasia: entre la autonomía y la responsabilidad” [en línea]. Vida y Ética, 9.1 (2008). Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/eutanasia-autonomia-responsabilidad-borges-meneses.pdf [Fecha de consulta:.......]

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Ramiro Délio Borges de Meneses· Profesor Adjunto del Instituto Politécnico de

Salud del Norte, Gandra y Famalicão (Portugal)

· Investigador del Instituto de Bioética de la

Universidad Católica Portuguesa (Porto)

Palabras clave· Eutanasia· Decisión clínica· Autonomía· Heteronomía· Axiología y responsabilidad

INSTITUTO DE BIOÉTICA / UCA - VIDA Y ÉTICA AÑO 9 Nº 1 JUINO 2008

OPINIÓN Y COMENTARIOS

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EUTANASIA:ENTRE LA AUTONOMÍA Y LA RESPONSABILIDAD

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INTRODUCCIÓN

La discusión acerca de los valoressociales, culturales y religiosos, asociadosa la cuestión de la eutanasia, se remon-tan a la Grecia antigua. En Atenas, elSenado tenía el poder absoluto paradecidir sobre la eliminación de los ancia-nos y de los enfermos incurables, admi-nistrándoles conium maculatum, enceremonias especiales. Sócrates, Platón yEpicuro defendían la idea de que el“sufrimiento” que resultaba de una afec-ción dolorosa justificaba el suicidio o lamuerte. En Marsella, en ese tiempo,había un depósito público de “cicuta” adisposición de todos. Aristóteles, Pitá-goras e Hipócrates, por el contrario, con-denaban el suicidio. En el juramento deHipócrates consta: “Yo no daré cualquierdroga fatal a una persona, si me fuerasolicitada, ni sugeriré el uso de cualquie-ra de este tipo”. De este modo, la escuelade Cos ya se posicionaba contra lo quehoy se designa como eutanasia y comosuicidio técnicamente asistido.

Esas discusiones y prácticas no que-daron circunsriptas sólo a Grecia.Cleopatra VII (69 aC - 30 aC ) creó, enEgipto, una academia para estudiar lasformas de muerte menos dolorosas. Asíse refería Cicerón a la “buena muerte”:felici vel honesta morte mori. [1]

La discusión sobre este tema prosiguióa lo largo de la historia con la participa-ción de M. Lutero, Tomás Moro (Utopía),David Hume (On suicide), Karl Marx(Medical Euthanasia) y Schopenhauer.Pero su apogeo fue en 1895 en la enton-ces Prusia, cuando finalmente, durante ladiscusión del plan nacional de salud, sepropuso que el Estado debería proveer losmedios para la realización de la eutanasiaen personas que se consideraran incapacesde solicitarla.

En el siglo XX esta discusión tuvo susdos momentos más acalorados entre lasdécadas del ‘20 y del ‘40. Durante esteperíodo fue muy significativo el númerode relatos de situaciones caracterizadascomo eutanasia por la prensa laica. EnEuropa, especialmente, se habló mucho deeutanasia asociándola con “eugenesia”.Esta propuesta buscaba justificar la elimi-nación de personas con deficiencias,pacientes terminales y portadores depatologías crónicas. En esos casos, la euta-nasia era, en realidad, un instrumento dehigienización social, con la finalidad debuscar la “perfección” o el “perfecciona-miento” de una raza y no guardaba rela-ción con la compasión, la piedad o el dere-cho, para terminar con la propria vida. [2]

En 1931 se propuso en Inglaterra lalegalización de la eutanasia voluntaria

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[1] CICERON, M. T., Correspondance, texte établie et traduit, tome IV, Les Belles Lettres, París, Libre, 1965, IV, XVI, 7, 3.[2] URRACA MARTÍNEZ, S. (ed.), Eutanasia hoy: un debate abierto, Madrid, Editorial Noesis, 1996, pp. 316-318.

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que fue discutida hasta 1936, cuando larechazó la Cámara de los Lores. Esta pro-puesta sirvió de base, posteriormente,para el modelo holandés. A su vez,Uruguay incluyó en 1934 la posibilidad dela eutanasia en su Código Penal a travésde la posibilidad del “homicidio piadoso”.Esta legislación fue pionera y se encuen-tra en vigor hasta nuestros días. [3]

En octubre de 1939 se inició el pro-grama nazi bajo el código “Aktion T4”. Elobjetivo inicial era eliminar a las perso-nas que tenían una vida que no merecíaser vivida. Este programa materializó lapropuesta teórica de higienización social.

En 1968 la Asociación Mundial deMédicos adoptó una resolución contraria ala eutanasia. En 1987, en la Declaración deMadrid, se consideró a la eutanasia comoprocedimento éticamente inadecuado.

En 1973, en Holanda, una médica defamilia fue juzgada por practicar unaeutanasia en su madre, mediante unadosis letal de sulfato de morfina. Lamadre había reiterado el pedido de morir.La médica fue procesada y condenadapor homicidio con pena en suspenso.

En 1981, el tribunal de Rotterdamrevió y estableció los criterios para el

auxilio a la muerte. En 1990, la RealSociedad Médica de los Países Bajos y elMinisterio de Justicia establecieron unarutina de notificación para los casos deeutanasia, sin convertirla en legal, exi-miendo al profesional de los procedi-mientos criminales hasta la recienteaprobación parlamentaria.

Los territorios del norte de Australia,en 1966, aprobaron una ley que posibili-ta formalmente la eutanasia. Mesesdepués esta ley fue revocada, imposibili-tando la realización de la eutanasia endicho país. Del mismo modo, este año sereprobó en Brasil un proyecto de ley queposibilitaba la realización de procedi-mientos eutanásicos.

En mayo de 1997 el TribunalConstitucional de Colombia establecióque nadie puede ser responsabilizado cri-minalmente por quitar la vida de unpaciente terminal que haya dado libreconsentimento. Esta posición determinóun gran debate nacional entre las doscorrientes (favorables y contrarias).

En octubre de 1997, el estado deOregon, en los Estados Unidos, legalizó el“suicidio asistido” que fue erróneamenteinterpretado como que había sido auto-rizada la práctica de la eutanasia. [4]

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[3] BORMANN, F. J., “Töten oder Sterbenlassen”, en Theologie und Philosophie, 76, Frankfurt (2001), pp. 63-99; RACHLES, J., “Active and Passive Euthanasia”, en New England Journal of Medicine, 292, New York (1975), pp. 78-80.[4] SCHELER, M., Muerte e sobrevivência, tradução do alemão, Lisboa, Edições 70, 1993, pp. 19-51.

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No obstante el hecho de que estapráctica sea milenaria y cuente con unagran cantidad de obras escritas sobre eltema, sea a su favor, sea en contra, nuncase encontró una fórmula interpretativaconciliatoria en la comunidad jurídica.

Relegados durante algún tiempo a unplano secundario, los debates sobre laeutanasia parecen haber retomado suimportancia, especialmente, luego de lasdecisiones de aprobación holandesa, porlegislación, y de las decisiones de prohi-bición del Supremo Tribunal norteameri-cano.

En efecto, el término eutanasia pro-viene del griego y se traduce como“buena muerte” o “muerte apropiada”.Dicho término fue introducido por FrancisBacon (1623), en su obra Historia vitae etmortis, como el tratamiento adecuadopara enfermedades incurables. Como biendefine el mayor especialista portugés encuestiones de eutanasia, el Prof. Dr. DanielSerrão, el uso moderno del término desig-na la muerte de una persona (enfermo), apedido suyo, por parte de otra persona(médico), que acoje el pedido y practicaun acto intencional destinado a producirla muerte del paciente. Según este bioeti-cista, en una primera aproximación laeutanasia comprende tres elementosconstitutivos, a saber: pedido, aceptacióny acto directo. [5]

En términos generales, se entiendepor eutanasia, al hecho de que una per-sona (médico) cause, voluntaria y delibe-radamente, la muerte de otra persona(enfermo) que está frágil, debilitada osufriente. En este último caso, la eutana-sia sería utilizada para evitar la distana-sia, es decir, la agonía prolongada, hastala muerte con sufrimiento físico o psico-lógico del individuo. El término ortota-nasia ha sido utilizado para indicar estetipo de eutanasia. Esta palabra debe serempleada, en su real sentido, para refe-rirse a los medios adecuados, tratándosede una persona que está por morir.

El término eutanasia es muy amplio ypuede tener diferentes interpretaciones.Un ejemplo de utilización diferente de laque se dispone actualmente, es la pro-puesta de los teólogos Larrag y Claretque, en el siglo XIX, utilizaban el términopara caracterizar la muerte en estado degracia. Así y todo, existen elementosbásicos en la caracterización de la euta-nasia, que se distinguen por la termino-logía, es decir:

En cuanto al “tipo de acción”:• Eutanasia activa: el acto deliberado

para provocar la muerte, sin sufri-miento del paciente, con fines mise-ricordiosos;

• Eutanasia pasiva: la muerte delpaciente ocurre dentro de una situa-

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[5] ARCHER, L. L., et al., Novos Desafios à Bioética, Porto, Porto editora, 2001, p. 249.

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ción de terminalidad porque no seinicia una acción médica o por lainterrupción de una medida extraor-dinaria, con el objetivo de aminorarel sufrimiento. Consiste en la cesa-ción de actividades terapéuticas queprolonguen la vida en una enferme-dad terminal o irreversible;

• Eutanasia de doble-efecto (indirec-ta): cuando la muerte es aceleradacomo consecuencia indirecta de lasacciones médicas, que son ejecuta-das buscando el alivio del sufrimien-to del paciente terminal;

• Eutanasia directa: considerada comosinónimo de “eutanasia activa”. [6]

En cuanto al “consentimiento libre”del doliente:

• Eutanasia voluntaria: cuando lamuerte es provocada atendiendo a lavoluntad deliberada y libre (por peti-ción expresa) del paciente;

• Eutanasia involuntaria: cuando lamuerte es provocada contra lavoluntad del enfermo;

• Eutanasia no voluntaria: cuando lamuerte es determinada sin que elenfermo haya manifestado posiciónen relación a ella. [7]

Los que defienden esa práctica, sebasan en el argumento de que, en medi-

cina, existen cuadros clínicos irreversi-bles, en los cuales el enfemo muchasveces, atravesando terribles dolores ysufrimientos, anhela la “anticipación demuerte” como forma de librarse delpadecimiento en vida. La anticipación demuerte, según esta corriente, no sóloatendería los intereses del paciente paramorir con dignidad, sino que tambiéndaría expresión al principio de autode-terminación para decidir sobre la misma.

Los que se oponen a la práctica de laeutanasia sostienen que es deber delEstado preservar, a toda costa, la vidahumana que es un bien supremo. Elpoder público estaría obligado a fomen-tar el bienestar de los ciudadanos y evi-tar que éstos mueran o sean colocadosen situación de riesgo. Muchas veces, loseventuales derechos de los pacientesestán subordinados a los intereses delEstado, que obliga a la adopción de todaslas medidas, apuntando a la prolonga-ción de la vida del enfermo, incluso con-tra su voluntad. El médico, por su parte,por cuestiones éticas, cumpliendo eljuramento hipocrático, debe asistir alenfermo, brindándole todos los mediosnecesarios para la supervivencia. La tra-dición hipocrática promueve que losmédicos y otros profesionales de la saludse dediquen a proteger y a preservar la

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[6] URRACA MARTÍNEZ, S. (ed.), Eutanasia hoy: un debate abierto, op. cit., pp. 316-318.[7] BORMANN, F. J., “Töten oder Sterbenlassen”, op. cit., pp. 78-80.

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vida. Si la eutanasia se aceptase, comoacto médico, los médicos (y otros profe-sionales) tendrán, también, la tarea decausar la muerte. La participación en laeutanasia, no solamente alterará el obje-tivo de la atención de la salud, sino quepodrá influir negativamente en la con-fianza de los enfermos en el profesional.La Asociación Mundial de Medicina,desde 1987, considera éticamente inco-rrecta a la eutanasia.

Más aún, en esta línea de pensamien-to, se argumenta que, una vez reconoci-do el derecho a la eutanasia, éste podríaextenderse por direcciones imprevistas,dando lugar a graves abusos.

La prohibición de la eutanasia serviría,sobre todo, como escudo protector contrael problema del suicidio común entrejóvenes y adultos, en favor de los quesufren de males no tratados o enfermeda-des mentales. En tanto, dicha prohibicióngarantizaría la integridad de la profesiónmédica y de la ética clínica, fomentandola confianza en la relación médico-paciente. Además, protegería a los pobres,a los ancianos, a las personas con defi-ciencias, a los enfermos terminales y otraspersonas vulnerables, contra la indiferen-cia o el preconcepto y contra las presionespsicológicas y pecuniarias, para que pon-gan fin a sus vidas, porque la gran preo-cupación de la sociología y la filosofía devida radica en el axioma neoescolástico:primum vivere, deinceps philosophari.

Tal vez sería necesario describir acontinuación los neologismos, de origengriego, como sustitutos de la clasifica-ción clásica para la eutanasia, a saber:

• Distanasia: prolongación artificial dela vida biológica de un enfermo (conenfermedad irreversible o terminal),mediante diagnósticos y/o terapias.Así, los medios tecnológicos puedenser proporcionados, desproporciona-dos y, finalmente, un encarnizamien-to terapéutico;

• Adistanasia: suspensión de la pro-longación artificial de la vida, dejan-do que el proceso patológico termi-ne con la vida del paciente (eutana-sia pasiva voluntaria);

• Ortotanasia: buena muerte, en elsentido de morir en el momento bio-lógico adecuado. Se refiere al senti-do etimológico de la eutanasia;

• Cacotanasia: aceleración deliberadade la muerte de un enfermo, sin unadecisión voluntaria de éste (eutana-sia activa involuntaria).

A pesar de las deficiencias y proble-mas sobre la eutanasia, en cuanto a ter-minología e implicaciones éticas, deberámantenerse esta designación en vez de“tanatopraxis”, que es también de origengriego y tiene otras connotaciones, noaquellas que fueron introducidas porFrancis Bacon. Incluso porque, según ladefinición operativa, la eutanasia deberáser una intervención activa y voluntaria,

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tal como se analizará al tratar los aspec-tos axiológicos. [8]

Así, a se et ab alio, se trata de muer-te “intencional” de un enfermo, a pedidosuyo, por acción o por omisión. Esta con-ceptualización deja de lado distincionesentre la eutanasia activa o pasiva yvoluntaria o involuntaria. Habrá quiendefienda que se debe utilizar solamentela expresión de eutanasia, sin ningúncalificativo. [9]

La aceptación de la muerte por partedel enfermo es concebida como unaforma de evitar cargas inútiles para lasociedad y sus familias. Este argumentoeconómico continúa siendo ampliamentemencionado para tomar medidas enfavor de la eutanasia. La evolución de lassociedades humanas ha sido hecha en elsentido de preservar la vida humana,independentemente de las condicionesde su ser. Cada persona es única y tienesu propia dignidad y como tal debe serrespetada. En este sentido, a partir delsiglo XIX comenzaron a prohibirse diver-sas prácticas antes aceptadas o toleradas,como el aborto, la eutanasia y la eugene-sia. Los que defienden la eutanasia, afir-man que ésta será la única forma de pre-servar la dignidad del ser humano, cuan-do sólo le resta el sufrimiento y la depen-

dencia extrema, al mantener la vida encondiciones artificiales y prolongar elsufrimiento y la agonía de los enfermos.

Los que condenan la eutanasia afir-man que ésta será siempre el suicidio dealguien, aunque para morir tengan quepedir ayuda a otros. Quien presta ayudaestá por cometer un homicidio o asesina-to. Lo que está en juego, según esta pers-pectiva, es el valor de la vida humana,que bajo ninguna circunstancia debe serpuesto en juego. La eutanasia involunta-ria, por todas las razones, será un claroasesinato, porque no la disculpa el pedi-do de la víctima.

Uno de los temas recurrentes, entreaquellos que recusan la eutanasia, serefiere a la banalización del propio acto.Primero se comienza por eliminar a losenfermos en estado vegetativo. Depuésde banalizada esta práctica, se extiendela eutanasia a otros casos, en función delas conveniencias del momento. EnHolanda, el primer país en legalizar laeutanasia, ésta comenzó siendo sólovoluntaria, para luego pasar a la eutana-sia involuntaria, terminando por ser con-fiada a los médicos, para la cual carecende la autorización de las familias. Enprincipio, se estableció que los médicossólo podrían matar a los niños con más

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[8] Ídem.[9] SCHELER, M., Muerte e sobrevivência, op. cit., pp. 19-51.

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de 13 años sin autorización de los padresy, actualmente, se autoriza que lo haganluego del nacimiento, siempre que ten-gan formación. Los números que se pre-sentan son poco fiables dado que varíanmucho de autor a autor, pero, en todocaso, involucran millares de personas poraño. El pensamiento sobre la muerte sus-cita habitualmente miedo, terror ante elposible sufrimiento, la angustia no sólofrente a lo desconocido, sino principal-mente frente al sentimiento de vacío ode la nada. Es por eso que a nadie legusta evocar ni la muerte ni su aproxi-mación. La prueba indirecta de estasituación, a nivel de la filosofía, seencuentra en la cantidad relativamentereducida de trabajos dedicados a la com-prensión de la muerte y a los problemasvinculados con ella.

1. EUTANASIA: PARA LA LECTURAAXIOLÓGICA

Este fenómeno choca, axiológica-mente, con la “supervivencia”, quedandoentre un deseo de muerte anunciado porla degradación de la calidad de vida, pro-veniente de una enfermedad terminal oirreversible, tanto por la afirmación de ladignidad de la vida, como por la dignidad

en la muerte. La creencia en la supervi-vencia, según M. Scheler, tiene lugar,cuando la muerte, anormalmente repri-mida, reaparece. [10]

Según la fenomenología axiológicade M. Scheler, la dirección esencial decualquier vida, por oposición a la euta-nasia (activa), sigue el sentido de lamáxima libertad (autonomía) hasta lamáxima dependencia, identificándoseesta última con la muerte. Ésta surgecomo boni oppositio que será la salus.

La eutanasia, por el prisma axiológico,va de la máxima vinculación (Verbindung),impuesta por las condiciones de vida, a laentrega vital por el contenido de los valo-res y de las personas. [11]

Para la fenomenología de los valores,la eutanasia requiere de una “revisiónaxiológica”, como se expresa por tresverbos latinos:

• Videre: el enfermo percibe, en latemporalidad, que desapareció ladignidad de vida, ante la observaciónclínica, según la semiología y lasemiótica de las patologías crónicas.El “ver” es la primera dimensiónaxiológica;

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[10] SCHELER, M., Der Formalismus in der Ethik und die materiale Wertethik, Halle, Fromman-Verlag, 1921, p. 19.[11] Ibídem, pp. 20-21.

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• Judicare: hay, según el principo deautonomía, (procede como si lamáxima de tu acción se debiesetomar por tu voluntad, como leyuniversal de naturaleza racional) unpronunciamento categórico, porimperativo de la voluntad, de termi-nar con la vida biológica y la inten-ción de intentar una decisión;

• Agere: se refiere hic et nunc a reali-zar una acción, por medio de unaterapia farmacológica, con mayorfrecuencia, o por vía quirúrgica, paradeterminar la muerte, por acción opor omisión.

Estos momentos axiológicos de laeutanasia implican una “jerarquizaciónde valores”, que será diseñada por elenfermo y que varía de patología enpatología. Frente a la eutanasia, no todoslos enfermos poseen la misma pautacomportamental axiológica (interna oexterna), desde la religiosidad y creenciahasta el utilitarismo o positivismo en elvivir y en el morir.

La eutanasia implica, según M.Scheler, la experiencia de los valoresmorales. Es importante destacar que laestructura de esta experiencia estábasada en actos intencionales que,segun la perspectiva scheleriana, reve-

lan ser constitutivos de la ética en suesencia (Wesen). La experiencia axioló-gica es semejante a la experiencia detodos los otros valores en la percepcióndel mismo valor (Wert fühlen). Así, sóloen la percepción de los valores, cuales-quiera que sean, se comprenderá elvalor moral de la eutanasia y se anunciala esencia tanatológica. Según la axio-logía fenomenológica, los “valores” queson inherentes a la eutanasia son mate-riales u objetivamente intrínsecos. Elbien o el mal de la eutanasia son losvalores del sujeto (sub-jectum) de lapersona que tiene experiencia de ellos.Pero no son producidos por el sujeto.Los valores morales, en la eutanasia, serevelan en la auténtica percepción delvalor del ser humano como sujeto “aufdem Rücken”. Significa que los valoresmorales no son sólo experimentadoscomo objeto de la voluntas. [12]

En la evocación fenomenológica deM. Scheler, para experimentar los valoresse requiere algo secundario e implica unavolición condicionada, dirigida a valoresmateriales “materiale Werte”, que estánimplícitos en la eutanasia. Esta experien-cia se muestra condicionada por la jerar-quía de todos los valores materiales, osea, en la percepción del valere (serdigno), inherente al enfermo.

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[12] WOJTYLA, K., El hombre y su destino: ensayos de antropología, traducción de Pilar Ferrer, Madrid, Ediciones Palabra,1998, pp. 156-160.

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Para M. Scheler, el αγαπη (amor) es elgarante, ante una decisión eutanásica,del crecimiento de los valores y de suriqueza, donde se sitúa la vida. La jerar-quización de los valores, en la superiori-dad (dignidad de vida) o en la inferiori-dad (deseo de morir), se encuentra vin-culada al ápice del amor o del odio, comorealidades centrales e inherentes a todala persona.

El amor a la vida y el odio a la muer-te, donde se balancea la eutanasia, segúnM. Scheler, son la fuente del conocimien-to de los valores, de su experiencia cog-nitiva y, ante todo, el principio específicodel proceder emocional del sujeto en elmundo de los valores, como clara direc-ción del proceder: quae sursum suntquaerite et sapite. Gracias al amor a lavida o lo ínfimo, dado en la muerte (poracción o por omisión), la eutanasia sepresenta perceptiva y dual (entre elenfermo y el médico). Ante ésta, el granprincipio scheleriano, diferente del apriori formal y categórico de laMetafísica de las Costumbres de Kant,principio de autonomía, surge en laexperiencia concreta a priori de los valo-res una experiencia de esencia emocio-nal, fundamentada en el amor y en elodio. Toda la percepción de la esencia dela moralidad “Wesenshau” resulta, en lapráctica eutanásica, fundamentalmente

determinada por algunos elementos deeste apriorismo. M. Scheler establece,con evidencia, que el bonum se presentaen la vivencia del mundo del sujeto y enlos márgenes de la intencionalidad con-creta (auf dem Rücken) dirigida a unvalor: dignidad de la persona, que seconserva como calidad de vida y/o sani-dad de vida. Así, la eutanasia se sitúacomo apetencia para la muerte en eldominio de la intencionalidad real, por eldeseo material del enfermo, en la accióno en la omisión. [13]

La eutanasia es un acto intencional,por parte de un médico, dirigido a uncontra-valor material y particular, paraponer término a la vida de un enfermo.Según la axiología fenomenológica de M.Scheler, el conflicto, en la encrucijada dela eutanasia, según el punto de vista deun a priori emocional, no anula, en nin-gún caso, el hecho de que la obligaciónconcreta determine, de forma decisiva, eldrama de la voluntad, donde se formali-za toda la experiencia de los valoresmorales, donde se manifesta la verdade-ra realidad del bien y del mal sobre lamuerte.

Si se analiza en términos axiológicos,¿a quién pertenece la vida? Según la filo-sofía de la religión, pertenece a Dios,apareciendo como un derecho irrenun-

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[13] LEONE, S., Bioetica, Féde e Cultura, Roma, Armando Editore, 1995, p. 136.

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ciable. Pero, el principio de la eutanasiasignifica hacer depender la vida de unindividuo por voluntad de otro. Estáorientada a un “deseo axiológico” per seac per accidens (superación del sufri-miento - eutanasia pasiva), que en suactuación conlleva una decisión (positivay concreta) tomada por “otro”. Aceptareste principio, ante la eutanasia, signifi-ca introducir la idea de que la existenciaen la vida pueda depender de una seriede condiciones pertinentes. Nadie podráprivar legítimamente a un hombre de lavida, siendo así, el valere de la vidainalienable. Necesariamente el derecho ala vida es irrenunciable, porque ningúnenfermo o médico puede disponer deella. Es y tiene valere, porque tampoco sepuede disponer de ella.

Según la axiología de la eutanasia, elvalor de la vida se podrá sintetizar en lossiguientes adjetivos del a priori desidera-tivo de la voluntad (concreta y particu-lar).

• inalienable: no se puede hacerdepender de otra voluntad;

• irrenunciable: no se puede posponera valores que le están subordinados.[14]

La cuestión ética de la eutanasia,antes que una cuestión teleológica, es,

sobre todo, un problema axiológico queimplica una “jerarquizaión de valores”.Según la axiología, la ortotanasia es larealización del valor doble: del respetopor la vida humana y por el derecho demorir dignamente.

2. EUTANASIA: POR LA LECTURA TEOLÓGICA

2.1. Teología bíblica

Según la Revelación veterotestamen-taria, se narran acontecimientos tanato-prácticos que se encuadrarían, más omenos, en el ámbito de la eutanasia, talcomo la entendemos hoy. La muerte deAbimelech, rey de Sicehem, a manos deun soldado, es justificada porque sucabeza había sido partida por una piedra,arrojada por una mujer de Tebas (Jc 9,54).

A Saúl, primer rey de Israel, le diomuerte su escudero, para que no fueraasesinado por los filisteos no circuncida-dos (1 Sam 31, 3-5).

Zambri (Zimri), rey de Samaría duran-te siete días, murió en el palacio real queincendió, tal como hacían los reyesderrotados, mostrando que la sentenciade YHWH (Yahvé) sería negativa, en rela-

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[14] HUME, D., “On suicide”, en Hume’s Ethical Writings, Londres, Collier-Mac Millan, 1970, pp. 297-306.

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ción con el reino del norte de Israel(Reyes 16, 18).

Sansón, héroe de la tribu de Dan, hizoque el templo de Dios “Dagon” cayesesobre él mismo matándolo, con la inten-ción de afirmar la supremacía del Dios deIsrael (Jc 16, 30).

Asimismo, en las escrituras deutero-canónicas y nacionalistas de los relatosde los Macabeos, Eleazar (1 Mac 6, 43-46) y Razis (2 Mac 14, 37-46) se inmola-ron por la liberación de Israel en un actode “devoción”, revelando el abandono delos héroes en las manos de Dios, queofrecían la vida para salvación de loshermanos. Así, se refieren estos hechos,en sentido axiológico, con intenciónsoteriológica.

Según la revelación neotestamenta-ria, en Cristo Jesús se hacen carne suspalabras: maiorem dilectionem nemohabet, ut aninam suam quis ponat proamicis suis (Jo 15, 13), como la figura del“siervo que sufre”, cantada en el segundocántico de Isaías, porque Él le entregó suvida a la muerte y fue contado entre lospecadores (Is 53, 12). Cristo, por designiode Dios Padre, escogió el camino de lamuerte, porque, según refiere S. Pablo:Sicut et Christus dilexit nos et tradiditseipsum pro nobis oblationem et hos-tiam Deo in odorem suavitatis (Ef 5, 2;Rom 5, 6-8). Así, hay un sui occidere, quese presenta como abandono o como

entrega de la propia vida en manos deDios Padre, donde está el Señor de laVida, para que la transforme en sacrifíciode redención o en semilla soteriológica(Lc 23, 46). El único caso de suicidio,según el anuncio de salvación, seencuentra en Judas Iscariote (Mt 27, 5),que se aplica al comentario de D.Bonhoeffer, según el cual el “derecho alsuicidio” desaparece solamente en la pre-sencia de Dios. Según las dos revelacio-nes, el sacrificium (sacrum + facere) noes una destrucción, sino más bien unaoblación. Contrariamente a los griegosantiguos y a la cultura romana, queentendían a Biós como ritmo temporal,el Dios de Israel ofrece a su pueblo el donde la vida, con el encargo de realizarla yde perfeccionarla históricamente (1 Jo3,16).

Hay incluso quien afirma que el gestode los guardias, al dar a Jesús una espon-ja embebida en vinagre, lejos de haberconstituido un acto de burla y crueldad,habría sido una manera piadosa de ame-nizar su sufrimento. Pues, lo que le ofre-cieron, según algunas lecturas bíblicas,fue simplemente el vino de la muerte, enun acto de extrema compasión, según lajurisprudencia romana.

2.2. Teología fundamental

La gran novedad de la prédica deCristo tiene su centro en el “Sermón de la

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Montaña”, en la narrativa sinóptica (Mt5, 1-12). Jesús fue claro cuando dijo quevenía para perfeccionar el Decálogo (leyde Moisés).

El Sermón de la Montaña comienzacon el anuncio de un don y de una pro-mesa, de modo que la Ley (Torah),mediante una expresión sintética en elDecálogo, se inicia con la afirmación dela libertad ofrecida y prometida por elSeñor a su pueblo en la Alianza del Sinai(Mt 5, 17-48). Como el Decálogo contie-ne la expresión “no matarás”, Jesús supo-ne necesariamente el pleno cumplimien-to de la Torah, en orden a la perfecciónde los discípulos. Toda la temática sobrela eutanasia y el suicidio está, secundummoralitatis naturam, dependiendo de laley natural o del Decálogo, que llega a sucumplimiento en Cristo. Así, Jesus nonecesitaba hablar de una práctica comúnen su época y vivida por sus contempo-ráneos, incluso por los saduceos, que nocreían en la resurrección de la carne. Lacontinuidad de la ley del Monte Sinaí yde la nueva ley, por medio del Sermón dela Montaña, nos es ofrecida en elencuentro del joven rico con Cristo.

Con respecto a la Teología Funda-mental (que relaciona los dos kerigmas),sobre la cuestión de la eutanasia, el pri-mer escrito nos viene de la PatrologíaLatina, por la pluma de Lactancio, que serefirió a los enfermos terminales inútiles.Pero son útiles para Dios, que les conser-

va la vida, les da el espíritu y les concedela luz.

La cosmovisión religiosa, desde laTeología de la Iglesia primitiva, consideróla vida (Biós), como “gabe und aufgabe”,recibida de Dios y de la cual el hombre nopuede disponer, tal como se enseñabaclásicamente. Sin hablar todavía deeutanasia, la Teología Medieval (S. Tomásde Aquino y S. Buenaventura) dio su con-tribución, destacando que la vida es elfundamento de los valores y la afirma-ción de la inviolabilidad humana, basán-dose en un triple argumento: 1. apropia-ción de un derecho que corresponde aDios; 2. falta de amor a sí mismo; 3.declinar las responsabilidades sociales.

La contribución a la discusión sobre laeutanasia en la perspectiva de la TeologíaFundamental, a partir de los siglos XVI -XVII, se centró en la distinción entremedios ordinarios y extraordinarios.

Instalar la eutanasia será tomar el“lugar” de Dios Padre (Creador y Señor dela vida y de la muerte). Los bioeticistasamericanos se refieren regularmente a lametáfora “jugar a ser Dios”. Parece quererdecir que los seres humanos se otorgaronautorización para obrar sobre lo que noles pertenece, aquello que estaba reser-vado a Dios. La expresión parece remitir-se a la visión del lugar y del papel del serhumano en el mundo, así como al propiosentido de Dios. De aquí se pasa, argu-

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mentativamente, a una Teología de laCreación y de la Técnica. Considerar elorden natural de los acontecimientossería respetar el orden divino. [15]

Dios, según el Apocalipsis, no sienteplacer en jugar con la vida y con lamuerte. Según el teólogo Maguire, eldesarrollo de las ciencias biomédicaspodrá conducir, hoy, a tener que escogerla muerte (desde los diagnósticos hastalas terapias). Pero escogerla no será ircontra Dios, sino respetar el “movimien-to de la vida” como forma axiológica.[16] Así, Curran, comentando la expre-sión “jugar a ser Dios”, refiere que el pro-ceso que lleva a la muerte ya comenzó; laintervención activa del ser humano nopuede ser considerada como el gestoarrogante de alguien cualquiera, queusurparía el papel de Dios, sino como unaacción dual (entre enfermo y médico),que prosigue un movimiento iniciado enla persona. Por lo tanto, el rechazo argu-mentativo de la eutanasia, en su contri-bución teológica, no se ubicará a partirdel “jugar a ser Dios”. [17]

Un segundo argumento teológico,relativo a la eutanasia, la considera den-tro de la “sacralidad de la vida”, en opo-

sición a la “profanidad de la vida”, quesería, según la jerarquización axiológica,un contravalor. Esta sacralidad tiene susorígenes en el hinduísmo y en el judeo-cristianismo. Pero, el mejor fundamentoserá la experiencia misma de existir, talcomo describimos a lo largo de la feno-menología de los valores de Scheler, elprincipio del carácter sagrado (sacrumvita e) es particularmente interpretadodentro de una perspectiva vitalista. Peroesa interpretación rígida del dominiosagrado de la vida no corresponde a laverdadera tradición cristiana. Según elcristianismo y para la Teología Funda-mental, non sacra est vita secundumintocabile objectum. [18] Ella es obraSuya, según la patrología, tal como seexpresa en la narrativa de tradiciónyavista, la más antigua en AntropologíaTeológica. El Dios vivo es el Dios de todoslos vivientes. Según el Pentateuco, lavida es tan fundamental como la “per-fección de Dios”, en cuanto Él mismo.Dios es viviente y vivificante según lasimbología del “libro de la vida”(Apocalipsis). La santidad de la vida(sacrum vitam facere) significa que Diosfundamenta Él mismo esta vida en sucarácter concreto. Esta visión nos inducea un profundo respeto axiológico por la

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[15] MAGUIRE, D. C., Death by Choice, Nueva York, Image Books, 1984, p. 224.[16] CURRAN, C., Politics, Medicine and Christian Ethics, Nueva York, Fortress Press, 1973, pp. 161-162.[17] DUMAS, A., “Fondements bibliques d’une bioéthique”, en Supplément de la Revue d’éthique et de théologie morale, 142, París (1982), p. 357.[18] LÉVINAS, E., Totalidade e Infinito, traducción de J. Pinto Ribeiro, Lisboa, Edições 70, 1980, pp. 173-176.

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vida. El respeto por la vida, cuya bon-dad Dios celebra, es inseparable del re-spondere (responsabilidad) de lahumanidad para desarrollar la vida.

Un tercer y último argumento, destacala vida como “gabe von Got”. Aquí la dis-cusión sostiene que la práctica de la euta-nasia es inaceptable, porque la vida es undon de Dios, y, en este sentido, no nos per-tenece. La vida como don de Dios es unacreencia fundamental y fundante dediversas tradiciones cristianas. Con todo,para la discusión bioético-teológica sobrela eutanasia, será necesario aclarar lasemántica y la terminología del términodonum. En efecto, la vida como don deDios no se podrá separar de la responsabi-lidad, como e-ventum de Dios o comoconvertirse en rehén de Otro. Aquí surgendos conceptos fundamentales para unanueva lectura teológica sobre la eutana-sia, expresados en la revelación veterotes-tamentaria, que se caracterizan por lavalorización de la vida como alianza ycomo “relación”. [19] Por último, los argu-mentos teológicos, como contribuciónpara el debate sobre los actuales y cons-tantes desafíos sobre la eutanasia, nosinvitan, en el orden del a priori emocionalde M. Scheler, al respeto por la vida, quese revela en cada singularidad humanacomo existencial axiológico. Entretanto,

como reflexión epistemológica, estosargumentos secundum rationem no pare-cen decisivos para oponerse a cualquierforma de eutanasia, porque ésta requiere,en el orden bioético, una “revisión devida” a través de las fuentes o factores dela moralidad: intención (objectum), fin(operis, operantis et operationis) y cir-cunstancias.

2.3. Teología moral

La discusión de la eutanasia, en elámbito de la Teología Moral católica,comenzó bajo el pontificado de Pío XII,en un ambiente crispado por la legaliza-ción de muchas cuestiones del forobioético por el III Reich. Las cuestionessobre eutanasia (22/02/1941, 12/09/1947y 24/02/1957), recogidas por el papaPacelli, son analizadas en base a la leynatural (ius gentium et naturalis lex).Se trata, pues, de una reflexión jurídicay de filosofía moral sobre ésta y otrascuestiones. No existe una argumenta-ción axiológica ni se hace referencia amuchos aspectos de la hermenéutica yde la Teología Bíblica en los discursosdispersos del Papa, dado que en esetiempo, también la Bioética, debido alos desafíos de la medicina, era incipien-te. [20]

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[19] A. A. V. V., El Don de la Vida: documentos del Magisterio de la Iglesia sobre Bioética, Madrid, B. A. C., 1996, pp.737-738.[20] Ídem.

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Pero el pontificado de Juan Pablo IIha sido muy fecundo, desde los docu-mentos de la Sagrada Congregación parala Doctrina de la Fe Iura et Bona sobre laeutanasia (05/05/1980), hasta la encícli-ca Evangelium Vitae, sobre el valor invio-lable de la vida humana (25/03/1995),pasando por otros discursos de laAcademia Pro Vita, que están marcadosnítidamente por una lectura ontológicade este fenómeno.

El papa Wojtyla recoge muchos ele-mentos de la neoescolástica, sobre tododel pensamiento de S. Tomás de Aquino,tanto en el orden filosófico como en lalínea teológica.

En un tiempo el Papa fue, durante suactividad docente en la Universidad deLublin (Polonia), un representante delpersonalismo ontológico que hizoescuela, marcadamente influenciadopor el pensamento axiológico de lascorrientes fenomenológicas germánicas(Scheler, Hartmann, etc.).

Según las palabras de Juan Pablo II: lavida humana es sagrada, porque, desdesu inicio, comprende la acción creadorade Dios y permanece en una especialrelación con el Creador, su único fin. SóloDios es el Señor de la vida, desde el iniciohasta el fin. Nadie, bajo ninguna circuns-tancia, puede atribuirse el derecho dematar, de modo directo, a un ser huma-no. Con estas palabras, la instrucción

Donum Vitae expone el contenido cen-tral de la revelación de Dios sobre elcarácter sagrado e inviolable de la vidahumana (nº 53).

El papa Juan Pablo II, de forma indivi-sa en los números 53, 54 y 59 de laEvangelium Vitae, proclama que Dios seconstituye como Señor absoluto de lavida del hombre, creado a su imagen ysemejanza (Gen 1, 26-28). Pero, para laética “del fin de los tiempos”, deJesucristo, la vida es un valor fundamen-tal, pero no se cita como ab-solvere. Loúnico absoluto, para Jesús, es la causa delreino de Dios. Los gestos escatológicos deCristo, a través de parábolas y señales, serefieren en una ética y en una paranesissoteriológica.

Es fundamental, entre sus afirmacio-nes teológicas y filosóficas, la DeclaraciónIura et Bona que, en los números 15-16,menciona la eutanasia como violación dela ley divina, ofensa a la dignidad de lapersona, crimen contra la vida, atentadocontra la humanidad, y termina diciendoque no existe razón alguna que puedajustificar esta práctica tanatológica.

3. Eutanasia: entre la responsabilidad yla autonomía

Tampoco todas las acciones u omisio-nes que resultan en la muerte de unapersona son de interés central en el

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debate sobre la eutanasia. Este debate serefiere a acciones y omisiones intencio-nales, esto es, con muertes deliberada eintencionalmente provocadas en unasituación en que el agente podría haberactuado de otro modo.

Hay algunos problemas al distinguirentre matar y dejar morir o entre euta-nasia activa y pasiva. Si la distinciónentre matar y dejar morir se apoyasemeramente en la distinción entre accio-nes y omisiones, entonces el agente que,digamos, desconecta la máquina quemantiene la vida del otro, lo mata, mien-tras que el agente que se opone desde elvamos a colocar a alguien en una máqui-na de soporte de vida, permite apenasque alguien muera. Muchos autores noconsideraron esta distinción entre matary dejar morir plausible y se hicieronvarias tentativas de tratarla de otromodo. Una sugerencia plausible es consi-derar matar como dar inicio a un cursode acontecimientos que llevan a la muer-te y permitir morir como no intervenir enel transcurso de los acontecimientos quellevan a la muerte. Según este esquema,la administración de una inyección letalsería matar; mientras que no colocar aun paciente en un ventilador o sacarlo,sería dejar morir.

Matar a una persona será siempremoralmente peor que dejarla morir.Fueron propuestas varias razones paraque así sea. Una de las más plausibles es

que, un agente que mata, causa la muer-te, mientras que un agente que dejamorir, permite apenas que la naturezasiga su camino natural.

Hubo también quien defendió que ladistinción entre “hacer que suceda” y“dejar que suceda”, sería moralmenteimportante en la medida en que colocalímites a los deberes y responsabilidadesde un agente que tiene que salvar vidas.Aunque evitar matar a alguien exija pocoo ningún esfuerzo, normalmente salvar aalguien exige esfuerzo. Si matar y dejarmorir estuviesen moralmente al mismonivel, así continúa el argumento, enton-ces seríamos tan responsables por lamuerte de aquellos que no conseguimossalvar, como lo somos por la muerte deaquellos que matamos o ayudamos indi-rectamente a matar. Somos más respon-sables por la muerte de aquellos quematamos, que por las muertes de aquellosque no conseguimos salvar. Así, matar auna persona, manteniéndose el restoigual, sería peor que dejar a una personamorir. Pero aunque a veces se pueda tra-zar una distinción moralmente relevanteentre matar y dejar morir, está claro queeso no significa que la distinción se apli-que siempre. Por lo menos, a veces somostan responsables por nuestras omisionescomo por nuestras acciones.

Además de eso, el argumento acercadel significado moral de la distinciónentre matar y dejar morir, presentado en

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el contexto del debate de la eutanasia,tiene que considerarse un hecho adicio-nal. Matar a alguien, o dejar deliberada-mente que alguien muera, será una cosamala, porque priva a esa persona de suvida. En circunstancias normales, las per-sonas valorizan sus vidas y será de suinterés continuar viviendo.

Se manifestará, muchas veces, que unagente que mata, o un agente que dejamorir, no estará obrando mal, sino bene-ficiando a la persona a quien perteneceesa vida.

En la eutanasia, la responsabilidad deidentidad está presente como forma delenfermo de responder en función de lasnecesidades de su Yo. Naturalmente, elenfermo se compromete doblementeentre él mismo y el médico. La responsa-bilidad implica una acción decisiva, yasea por parte del enfermo, ya sea porparte del médico. Por esta razón, la euta-nasia requiere, para su fundamentaciónaxiológica, de la responsabilidad de alte-ridad: dar prioridad a la vida.

Una cultura de muerte determinaráuna responsabilidad tanatológica, quetiene que ver solamente con la identi-dad del sujeto y sus consecuencias y nocon los actos del mismo. La vida y sudefensa se afirman en una “responsabi-lidad de alteridad”, y la muerte, en ladecisión eutanásica, se representa fuerade la “responsabilidad agápica”, carac-

terizándose como responsabilidad eróti-ca o de identidad. La defensa de la vidano se busca a sí misma, se referencia enel recurso plesiológico, como formavivencial de la responsabilidad poiética,ya sea negativamente afirmada por lapráctica eutanásica, o por el lado posi-tivo, en la categorización de la vida, entodos los momentos y latitudes. Laexcelencia de la eutanasia se apoya enla “responsabilidad erótica” (en la vi-vencia inmediata y en la ausencia delsufrimento).

La eutanasia se representa en una res-ponsabilidad sufrológica, siguiendo elaforismo: sufer ergo sum. Normalmente,la responsabilidad sufrológica no escatártica, pero se menciona como unaresponsabilidad eleutérica, donde seacentúa el valor y las implicancias de laautonomía. En efecto, la responsabilidadmoral podrá considerarse como ladimensión relacional de la obligación. Laeutanasia conlleva una obligación axio-lógica y una dimensión relacional, entreenfermo y médico. Como la responsabili-dad no se identifica con el estar obliga-do a la necesidad moral, en la cual con-siste el sentido y el fundamento de laobligación, la responsabilidad moral, enla eutanasia, exige un “accountabilityprinciple”, permitiendo que, por la euta-nasia, se rindan cuentas entre el médicoy el enfermo, que solicite esta prácticatanatológica, en orden a la adecuadarevisión axiológica.

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El otro, implicado en la noción de laresponsabilidad, será aquel con quien elsujeto se compromete por cualquierafirmación, como en el caso de las deci-siones tanatológicas. En ésta siempreestán implícitas las responsabilidadessufrológicas, como un proprium de laeutanasia.

La eutanasia exige la presencia de laresponsabilidad poiética ante el hacertanatológico. Con todo, la eutanasiaaparece como implicada en la autono-mía, expresando el interés que el enfer-mo manifieste espontáneamente frentea las decisiones de la moralidad. Si laautonomía muestra aquello que hace,entonces estará inseparablemente liga-da a la conciencia de la libertad de lavoluntad. Así, la autonomía expresa unasumisión inmediata de la voluntad(Wille) a la ley moral. La eutanasiadepende de la voluntad del enfermo, alsometerse o vincularse a un dictamenaxiológico personal y a las característi-cas clínicas, en orden a la práctica y a lavivencia tanatológicas.

La eutanasia también profesa unaheteronomía ante las realidades tanato-lógicas, al punto de poderla modificar,dándole otra connotación.

Hay otra ley para la eutanasia, másallá de la autonomía de la razón prácti-ca, que se enuncia en la forma heteronó-mica de la afirmación de la vida.

La dependencia ética y axiológica quela heteronomía implica para el enfermo ypara el médico, corresponde a su depen-dencia de ser finito en relación con elCreador. La eutanasia, en su ejercicio,deberá ser dependiente de la afirmaciónde la vida y no de su negación, al para-frasear la expresión de Nicolás de Cusa:Nisi sim meiipsius, tu non es meus.Gracias a la heteronomía, el hombre vivi-rá y gozará de autonomía, aunque no ensentido absoluto.

La heteronomía eutanásica significaráque el enfermo recibe de otro la ley quegobierna la vida y le da verdadero senti-do. En verdad, la voz de la conciencia delenfermo es verdaderamente suya. Noviene de afuera, sino solamente delenfermo, dado que vendrá bajo la formadel consejo del médico, para despuésdeterminar el asentimiento del paciente.Según la eutanasia, la autonomía delenfermo no se presenta como sinónimode autosuficiencia, sino por su librevoluntad y por el bien en defensa de lavida.

La pura autonomía será imposible enel ámbito de la eutanasia, dado quenadie podrá estar verdaderamente sujetoa la propia ley.

La eutanasia, ya sea activa o pasiva,implica una autonomía relativa y se defi-ne como forma del enfermo de autode-terminarse en su conducta ante las deci-

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siones clínicas, para poner término a suvida. No obstante, en la eutanasia, debe-rá existir entre la autonomía y la respon-sabilidad una “pausa axiológica”, enorden a la decisión definitiva, tanto parala vida como para la muerte.

En una reflexión directa sobre la apli-cación de los principios a la eutanasia,deberemos decir que, en casos extremos,ésta podrá ser posible cuando los cuidadospaliativos ya no dieran respuesta, frente ala degradación de la calidad de vida delenfermo. Entre la responsabilidad y laautonomía, en la eutanasia existe formal-mente una “jerarquización axiológica”, enel ámbito poiético como práctico, ya seapor parte de los clínicos, ya sea por partede los enfermos. Habrá que hacer una ver-dadera Pedagogía Axiológica, para que sevuelvan más eficaces las decisiones para elbien del enfermo y de la enfermedad quelo afecta.

CONCLUSIÓN

El acto de provocar la muerte antesde lo esperable, por motivos de compa-sión y ante un sufrimiento penoso einsoportable, siempre fue motivo dereflexión por parte de la sociedad.Actualmente, dicha discusión se tornóaún más apremiante, al discutirse losderechos individuales, como resultado deuna amplia movilización del pensamien-to en los sectores organizados de la

sociedad y al exigir la ciudadanía másderechos por influencia de las “éticasnarrativas”. Además de eso, surgen cadavez más tratamientos y medios de diag-nóstico capaces de prolongar la vida delos pacientes descerebrados, lo quepuede llevar a un largo y penoso procesode muerte.

La medicina actual, a medida queavanza en la posibilidad de salvar másvidas, crea, inevitablemente, complejos“dilemas éticos” que ocasionan mayoresdificultades a un concepto más ajustadodel fin de la existencia humana. Por otraparte, el aumento de la eficacia y de laseguridad de las nuevas modalidadesterapéuticas motiva interrogantes encuanto a los aspectos económicos, éticosy legales, resultantes del empleo exage-rado de tales medidas y de posibles indi-caciones terapéuticas en su aplicación. Elescenario de muerte y la situación delenfermo terminal son las condicionesque determinan mayores conflictos, eneste contexto, teniendo en cuenta losprincipios, a veces antagónicos, de pre-servación de la vida y de alivio del sufri-mento.

De este modo, disfrazada, debilitada ydeshumanizada por los rigores de la tec-nología médica moderna, la muerte fuecambiando su rostro a lo largo del tiem-po. Cada día que pasa, aumenta la creen-cia de que es posible una “muerte digna”y las familias ya admiten el derecho de

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decidir sobre el destino de sus pacientessin salvación posible y torturados por unsufrimiento físico, que los medios tera-péuticos disponibles no consiguen ate-nuar. El médico es presionado a seguir lospasos de los moribundos y a actuar conmayor sensibilidad, orientado por unanueva ética basada en principios senti-mentales y preocupada por entender lasdificultades del final de la vida humana.Es posible que la medicina revea sus ideasy sus posibilidades, adquiriendo la humil-dad de no intentar vencer lo invencible,como serio argumento aretológico, res-pondiendo por la calidad de vida, comoarte y como ciencia.

A pesar del avance de la ciencia, siauscultamos la realidad sociológicaactual, en las comunidades de nuestraconvivencia cultural, ciertamente vamosa entender la complejidad y la profundi-dad del tema. Tiene que quedar asentadoque la realidad se presenta con una com-plejidad muy elevada, dificultando lavalorización de la oportunidad en ladecisión a tomar. Afirmaciones como“incurable”, “proximidad de muerte”,“perspectiva de curación”, “prolongaciónde la vida” son relativas y, en muchasocasiones, poco fiables. Por detrás delcomportamiento eutanásico se esconde,acaso, una ética utilitarista y/o pragmá-tica, que identifica lo bueno (bonum) conlo útil (utilis), reduciendo al hombre a un“juego de intereses”. La persona, según lafilosofía utilitarista, es digna de respeto

en la medida en que es una “pieza útil”para la sociedad y para el Estado, actuan-do según criterios y valores que ellamisma establece, corriéndose el riesgo deuna arbitrariedad por parte de los pode-rosos.

La práctica de la eutanasia podrábajar el nivel moral de la sociedad y de laconvivencia social, obteniéndose comoresultado que en una sociedad en que selegalice la eutanasia nadie se encuentre“seguro”. La condena de la eutanasia(muerte a pedido o por decisión unilate-ral del médico) radica en la ratio insita innatura quid ea facienda sunt proibetquecontraria, una ley no escrita, pero ins-cripta en el corazón (naturalis lex). Laeutanasia, argumentativamente, conti-nuará siendo un problema axiológico yético, manteniéndose como desafío ycomo “tarea abierta”, en virtud del prin-cipio de autonomía. Lamentablemente,este principio no es analizado por elMagisterio pontificio ni fundamentadoen la reflexión teológica in genere. Dehecho, tanto el pensamiento kantianocomo la filosofía anglosajona articulaeste principio en la eutanasia, porque la“autonomía” del enfermo será el auto -de - finire, que el médico deberá respe-tar, independientemente de su filosofíay/o religiosidad.

La ética, desde el punto de vista filo-sófico, no será por sí misma capaz deimponerse de modo autoritario. La única

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autoridad es la racionalidad de sus argu-mentos, lo cual exige de sus auditores ladecisión de dejarse guiar sólo por la fuer-za inherente al discurso racional, es decir,por el poder de convicción sobre las con-ciencias individuales.

Sobre todo, desde principios de estesiglo, la eutanasia significa el acto deprovocar la muerte de una persona dequien se juzga indigno el estado de salud.Para esta distinción, entre eutanasiacomo estado y como acto, aumenta lanecesidad de distinguir entre el acto deeutanasia como eugenesia (la elimina-ción compulsiva de los deficientes y mal-formados durante el período nazi) y laeutanasia como acto de anticipar lamuerte de quien, por motivos de salud,vislumbra el fin próximo. En tercer lugar,se distingue la eutanasia practicada apedido del paciente o contra su voluntad.Del mismo modo, el suicidio asistido noes, en términos rigurosos, un acto deeutanasia. En sentido estricto y correcto,la eutanasia reside en el acto de provocarla muerte, con o sin el consentimientodel paciente, cuya vida es consideradacomo habiendo alcanzado una situacióninsoportable.

El hecho de invocar la incapacidad delotro para tomar decisiones, en virtud desu eventual estado de inconciencia, noaltera las condiciones en las cuales operala relación de una libertad con otra liber-tad. La incapacidad de manifestar la pro-

pia voluntad, ya sea a causa de la pérdi-da de conciencia, ya sea bajo el impactodel sufrimiento, no confiere el derechode decisión sobre la muerte del enfermo.El respeto recíproco, que las personashumanas pueden y deben esperar una deotra, lleva a considerar como violación dela liberdad y de la persona del otro ladecisión de la eutanasia practicada sin elconocimiento de la persona, a quien dicerespetar. Esta tesis ética proviene de lacomprensión antropológica y constituyeuna fundamentación sólida contra el usode la eutanasia.

¿Cuál será la posición ética frente alpedido de eutanasia, proviniente del pro-pio enfermo? Será preciso distinguirentre las palabras explícitas del enfermo,que solicita un cóctel letal y la palabraque se esconde detrás de este pedido. Loque el moribundo pide es la disminuciónde sus sufrimientos, así como un acom-pañamiento que, al mismo tiempo, lehaga sentir que su vida todavía “vale lapena” a los ojos de los otros y a sus pro-pios ojos.

En el pedido de asistencia al suicidio,intervienen siempre el sufrimento delpersonal de la salud y de los familiaresque, muchas veces, no aguantan el pesodel sufrimento del paciente, peso del quela eutanasia o la asistencia al suicidio losliberaría. Existe una diferencia entreautonomía y “autarquía”. Si el ser huma-no dispone de la libertad para conducir

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su vida, la autonomía que reside en elfundamento de esta libertad no coincidecon la “autarquía”, según la cual el serhumano es dueño exclusivo y solitario desu identidad personal. Si la autonomía yla autarquía coincidiesen, el suicidio seríauna conducta ética legítima y positiva-mente valorizada. La red de dependen-cias hace que la finitud humana, aunquesea vivida en la libertad de construir uncamino personal autónomo, sea marcadapor los límites de la propia libertad. Esoslímites afectan tanto el principio de lavida como el fin de la misma. La libertadencuentra su límite en virtud de las pro-pias fronteras de la vida. El error teóricoconsiste en confundir la libertad dentrode la vida, esto es, la autonomía ética,con la libertad frente a la vida, siendo lavida entendida como totalidad temporal.

La eutanasia implica un acto que,equivocadamente, la libertad juzgó éti-camente correcto, porque se confundióla capacidad humana de realizar actoslibres y la condición de una libertadabsoluta, dispensada de cualquier exi-gencia de justificación. Sin autonomíano habría libertad. La libertad reside enla capacidad de asumir los actos practi-cados, de conferirles un sentido y deintegrarlos en el dinamismo de una vidaética. La autonomía implica la presenciade la razón en el ser humano. Sin larazón, el hombre es prisionero de susdeseos, de sus pasiones y del capricho,afectando sus aparentes decisiones

libres. El ser humano, siendo autónomo,no dispone de una libertad absolutasobre sí mismo. Habiendo recibido lavida, él es, lo quiera o no, responsablefrente a la misma vida. Esta responsabili-dad implica la capacidad de responderpor su vida ante los otros, sus prójimos,ante el propio misterio de la vida bioló-gica, así como frente al misterio del ori-gen de la vida.

Además de las razones ya invocadas,el pedido de eutanasia reviste, la mayoríade las veces, forma de grito o pedido desocorro. Concluimos, pues, que el suicidioes el acto de una libertad que se consi-deró equivocadamente “autarquía”, estoes, única dueña y propietaria de símisma. En este sentido, el suicidio asícomo la eutanasia no se pueden conciliarcon la ética de la condición humana.

Pero, además de una recusación sim-plista de la validez del acto con doble-efecto, se subraya la imposibilidad dedeterminar el criterio teórico, que separauna omisión no eutanásica de tratamien-tos y una omisión, por ejemplo, de hidra-tación y de alimentación de los enfermosterminales, que sería un acto de eutana-sia. Se sobreentiende así que la posiciónconservadora, estrictamente hablando,aceptaría la no hidratación de los enfer-mos terminales y que esta omisión nosería un acto de eutanasia. Las preferen-cias implícitas del autor de este artículovan en el sentido de la aceptación de la

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admisibilidad ética de la eutanasiavoluntaria, esto es, a pedido del enfermoterminal. La muerte es, a veces, el únicorecurso para preservar su humanidad envirtud de los procesos ciegos de la natu-raleza: existe por lo tanto un derecho a laeutanasia voluntaria.

Toda la decisión ética en torno a laeutanasia presupone una fundamenta-ción filosófica. A fin de cuentas se tratade saber cuáles son los límites de lalibertad humana en su autonomía. Laautonomía humana incluye los límitesinscriptos en su finitud radical. El serhumano fue “dado a sí mismo” y no se“hizo” a sí mismo. Del mismo modo, nole compete atribuirse la posibilidad éticade “deshacerse” de sí mismo, a cualquierprecio.

Una de las conclusiones fundamenta-les sobre la eutanasia, se refiere, natural-mente, a la importancia de los beneficiosy de los riesgos, en detrimento de laautonomía. Será mucho más relevante,para una decisión tanatológica, brindartodos los elementos para una adecuadarevisión axiológica.

Según Daniel Serrão, el punto princi-pal se centra en la decisión del médico,

para terminar con la vida del enfermo ypara ejecutar tal decisión. Un médicoque tome una decisión de esta naturale-za, estará convencido de que estarápracticando un acto beneficioso paracon el enfermo, encarando la eutanasiacomo el “último tratamiento”, ante unasituación desesperada, mucho más ven-cido el médico por la fuerza de la evolu-ción de la enfermedad, que la personaque sufre.

Los médicos actuales, al asistir aenfermos graves con tecnologías com-plejas, desde el diagnóstico a la terapéu-tica, pierden frecuentemente la relacióndialogal y diádica con el enfermo, y que-dan aferrados más a los números, a losgráficos diagnósticos que describen elcomportamiento y la evolución de susparámetros vitales, que a la propia per-sona enferma, que se aproxima al fin.[21]

Satisfacer un pedido de eutanasia yconstituir un “cóctel” letal podrá ser, enestas circunstancias, una decisión que noperturbará, en demasía, la concienciaaxiológica del médico, siempre que losgráficos y trazados indiquen una muertepróxima con el consecuente fracaso detodas las terapéuticas.

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VIDA Y ÉTICA

Año 9 / No 1 / Junio de 2008

[21] ARCHER, L. L., et al., Novos Desafios à Bioética, op. cit., p. 249.

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En efecto, no parecerá justo, conmu-tativa y distributivamente, discutir dere-chos y deberes de la eutanasia, sin que lapersona pueda escogerla, en compara-ción con otras soluciones que se puedandiseñar, como: cuidados paliativos en el

domicilio o internación en unidades ade-cuadas para el mismo fin. Incluso así, laeutanasia será siempre un problema deBioética, muy complejo y con diversasescalas de valores.

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