¿Existe Un Discurso Capitalista_Icertidumbre y Responsabilidad - Imago Agenda
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12/10/2015 ¿Existe un discurso capitalista?Icertidumbre y responsabilidad Imago Agenda
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Discurso capitalista y psicoanálisis
¿Existe un discurso capitalista? Icertidumbre y responsabilidad
Por Germán García
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“La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad, no es menos absurda que la idea de undesarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí”.Marx, 1857
Los que frecuentan la enseñanza de Jacques Lacan reconocen en la designación “cuatro discursos” la articulaciónpermutativa de la fantasía y el lenguaje, en una estructura cuaternaria al estilo del grupo de Klein.El discurso analítico (uno de los cuatro) explicitaría la producción de la fantasía como el lugar del analista, en tantopor la transferencia es parte del “concepto” de inconsciente.Jacques Lacan, después de afirmar que sólo existen cuatro discursos, un día introdujo una joroba en su elegantepermutación: le llamó discurso capitalista. Esta quinta pata del gato resulta de la cola del llamado “discurso amo”,causa eficiente de los otros. La petición de principio de Hegel, en lo que hace al siervo y al señor –convertida porKojéve en amo y esclavo– tiene aquí una función “performativa”.La dinámica de los discursos es una producción de cualidad (plus de goce) que varía en tanto resto (a) de un gocesupuesto, que en Sigmund Freud era una cantidad llamada libido.Dice Jacques Lacan que el discurso capitalista es una variación del discurso del amo, al que Marx habría dadoconsistencia al descubrir el plusvalor como su resorte esencial. Una provocación evidente.
Capitalismo y plusvalor: El sustantivo capitalista fue usado por Arthur Young en 1792. Coleridge lo usó en 1823, yen 1825 Thomas Hodgskin escribió: “Todos los capitalistas de Europa, con todo su capital circulante, no se puedenproporcionar por sí mismos la comida y la ropa necesaria para una sola semana (…) entre quien produce alimentos yquien produce vestimenta, entre quien hace instrumentos y quien los utiliza, se mete el capitalista que ni los hace nilos usa y se apropia del producto de ambos”.Es decir, a comienzo del siglo XIX se entendía que la “mediación” del capitalista generaba un plusvalor separado deltrabajo de la producción y del valor de uso del producto. Esa función de mediación del capitalista es equivalente a lafunción del lenguaje en la ciudad griega. Cada uno sabe hacer algo particular (es artesano o músico), pero algunossaben decir lo necesario para regular la actividad del conjunto: la retórica es una técnica de dominio, por eso elaristócrata Platón denuncia el uso que hacen los sofistas. De la misma manera que el Estado moderno tiene elmonopolio de la fuerza, los dueños de la ciudad antigua querían el monopolio de la palabra. El capitalista, por suparte, quiere el capital (palabra cuyo sentido económico es conocido desde el siglo XVII y es plenamente desarrolladoen el siglo XVIII, por ejemplo, en Adam Smith [1776]). El capitales, del latín caput (cabeza) hace bastante que está ala cabeza como capital circulante (por eso Marx, en nuestro acápite, lo compara con la circulación del lenguaje).Cuando pasamos del capital al capitalismo, como un modo de producción particular, el capitalista como intermediarioinútil entre productores se convierte en el propietario de los medios de producción. Para Marx hay que distinguir entreel capital como categoría económica formal y el capitalismo como forma particular de propiedad centralizada de losmedios de producción.En este sentido “la era capitalista”, como la burguesía que la acompaña, puede fecharse en el siglo XVI. Lasconfusiones y superposiciones entre capitalista y burgués, entre un modo de producción y un tipo de sociedad, se hanconvertido en moneda corriente.¿Dónde ubicar un supuesto discurso capitalista? El plusvalor es un término que nombra en Marx una parte de lajornada de trabajo de un asalariado. Es lo que queda de la diferencia entre el capital constante (tiempo de trabajodedicado a la reconstrucción de los instrumentos y materiales que se pierden en el proceso de producción) y el capitalvariable (el tiempo que sirve para medir el salario). Esta medida se realiza en dinero, lo que arroja un excedente quesurge de la diferencia entre la ganancia y el salario.A partir de aquí las cosas se complican, se convierten en problemas.
Volviendo a casa: En la analogía propuesta por Jacques Lacan el plusvalor se convierte en plusgozar. ¿Se trata deuna diferencia entre el capital constante del lenguaje y el capital variable de la fantasía, que le hace decir a JacquesLacan que no hay justicia distributiva… del goce? En El saber del analista, en referencia a la hipótesis de Max Weber sobre la congruencia entre protestantismo ycapitalismo, dice: “El deslizamiento calvinista que en los últimos siglos introduce el capitalismo, se caracteriza pordistinguir al discurso capitalista por el rechazo de la castración. Todo orden, todo discurso que se entronca en elcapitalismo deja de lado la castración”. En Sigmund Freud tanto el “complejo” como la “fantasía” de castración eran laconsecuencia de un rechazo de la diferencia sexual que, al final, llamó el enigma del rechazo de la feminidad (tantopor los hombres como por las mujeres). Si no podemos mostrar que el capitalismo rechaza por estructura la feminidad,ni hacer de la castración algo positivo en vez de un síntoma, estamos en un problema.
JacquesAlain Miller ha mostrado la analogía entre la circularidad que establece Freud entre pulsión/superyó y lacircularidad del llamado “discurso capitalista”. En el primer caso la renuncia a la pulsión alimenta la culpa que pideuna mayor renuncia, en el segundo hay una exigencia de goce que se alimenta de su propia satisfacción (por ejemplo:las adicciones).Los descendientes de Jacques Lacan se alinean sobre una vertiente o bien sobre la apuesta: los que añoran el buendiscurso del amo que hace del psicoanálisis su envés, y los que fuerzan el consumo para extremar su lógica en laproliferación de los goces “esquizos”.
¿Pero existe un discurso capitalista, un discurso sin ninguna barrera al goce, si aceptamos que el lenguaje supone unrechazo de lo real?Para volver a la clínica, digamos que ninguna especulación puede sustituir lo que está en juego tanto en Marx como enFreud: la realización de cada sujeto particular (“a cada uno según sus posibilidades”). De lo contrario, hablar de“discurso capitalista” va acompañado de un gesto de “bella alma” que escamotea la incertidumbre y la responsabilidadde cada uno en relación al goce, del que no puede sacarse una justicia distributiva.Jon Elster ha marcado la necesidad de rechazar en la metodología marxista algo que vale para las concepciones (en el
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sentido que Freud le da a la palabra) del psicoanálisis. A saber: 1) El holismo metodológico (la vida social comototalidad irreductible a quienes la componen), 2) La explicación funcional que explica los fenómenos según lasconsecuencias, sin tener en cuanta la “intención” (deseo del agente), 3) La deducción dialéctica que excluye lo real alhomologarlo a lo racional (discursivo).
Ni holismo de los discursos, ni explicación funcional de las consecuencias (si tuvo un accidente quería morir), nigeneralización dialéctica de la singularidad clínica.Sin nostalgia de los ideales perdidos (es decir, de antiguos amos), y sin fascinación por las “novedades” que, comodecía Valery, son siempre la realización de un deseo antiguo.
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