Experiencia de la adopción
-
Upload
guillermo-perez-prats -
Category
Documents
-
view
219 -
download
3
description
Transcript of Experiencia de la adopción
EXPERIENCIAENLAADOPCION(Perspectiva desde el padre)
guillermo perez prats16/07/2011
LA PRIMERA EXPERIENCIA
Un matrimonio a los cincuenta años y la idea de crear una familia. Posibilidades
biológicas muy pocas de crearla. La adopción: un recurso.
Después de dos años tratando de enfrentarnos a una burocracia rígida que entre sus
objetivos estaba latente la NO ADOPCION, la batalla fue vencida. Ahora tocaba el turno
a la selección. Pero, ¿cuál selección? O acaso de tener un hijo biológico, ¿tendríamos el
derecho de seleccionarlo? Comenzó la decantación por la segunda burocracia: los
requisitos que cada país exigía: que si la edad de los padres debía ser... que si eran
católicos.... que si los años de matrimonio debían ser más de...Teníamos en nuestras
manos un puñado de países donde potencialmente podíamos iniciar los trámites.
La transparencia y la honestidad de una asociación nos hizo dirigirnos a ella; primero
por la experiencia de otros padres y segundo porque el tema económico era mucho
más justo. Nos preguntan por el sexo. ¿Tenía importancia después de todo este tiempo
decir varón o hembra? En menos de seis meses nos avisan de un chico de cinco años y
medio ‐ teóricamente, pues en la práctica se demostró que tenia menos; sano y cuya
historia se limitaba a dos líneas de una carta de apenas un párrafo.
Preparación del viaje, encuentro con los demás padres que también lucharon como
nosotros y casi sin conocernos nos unimos en una familia extendida. La llegada, la
espera, el encuentro con nuestro primer hijo. Su nombre resumía todo el trabajo
realizado: El que llegó de improviso. Su sonrisa: limpia, amplia y su corazón en
nuestras manos desde el primer momento. Lágrimas, abrazos....
Hoy hace de ello dos años y es como el hijo que engendramos y vino a esta vida a
través de un parto natural. La felicidad nos sonrió; me sonrió personalmente desde
hacia mucho tiempo.
UNA SEGUNDA EXPERIENCIA
A nuestra llegada del primer viaje a Etiopia, el deseo de seguir adoptando y de que las demás
personas se motivaran a hacerlo era muy intenso. La experiencia vivida en África, sobre todo
en el África urbana fue dura, más aun, cuando el país aun conservaba reminiscencias del
antiguo gobierno "socialista" que dirigió algunos años Mengistu Hayle Marian y las nuevas
tendencias neocapitalistas que no tienen ni pies ni cabeza.
Un primer freno nos lo dio el Instituto Catalán para la Adopción y Acogimiento: debíamos
esperar al menos un año de tener a nuestro primer hijo para hacer la segunda solicitud. ¿Por
qué? Miles de respuestas eran posibles, lógicas, pero el deseo interno nuestro era mucho más
fuerte. Casi a los ocho meses presentamos la segunda solicitud y volvimos a pasar las
entrevistas, las dudas de si podíamos o no volver a adoptar por nuestra edad, las respuestas.
Finalmente: SI, éramos idóneos nuevamente para volver a adoptar.
¡Qué desilusión cuando fuimos por segunda vez a la entidad que se ocupaba de los asuntos de
Etiopía! Hasta dentro de tres años no podíamos firmar un contrato dada la demanda que se
había incrementado por las características de esta oficina. Teníamos sólo una opción: volver a
seleccionar otros países descartando las exigencias que nos hacía cada uno. De esta selección
quedaron unos pocos y fuimos a ellos. En uno, que debíamos estar casados al menos diez
años, en otro, que requeríamos cartas del Alcalde de Barcelona y del Párroco (nosotros, que no
éramos personas conocidas, qué alcalde nos daría una carta de Honorable Ciudadano,
nosotros, que jamás hemos pisado una iglesia, a no ser para contemplar su arquitectura, qué
párroco nos daría una carta de buenos feligreses).... Se nos vino encima el mundo.
Desilusiones, depresiones, nuestra edad avanzaba cada día más y el tiempo del Informe de
Idoneidad también.
Decidido por tener un segundo hijo, volvimos a la oficina que atiende Etiopía. Explicamos
nuestra situación y pusimos por delante la necesidad de que nuestro primer hijo tuviera un
hermano. Era imprescindible que tuviera a otro ser en quien apoyarse en un futuro cuando
nosotros no estuviéramos. La respuesta no se hizo esperar. En menos de tres meses firmamos
el contrato y casi a los seis meses llegó la respuesta: varón de cinco años, con un poco más de
historia que el primero y esperando a unos padres que sólo conocía a través de un par de
fotos.
La realidad es dura. Ya cuando todo estaba prácticamente preparado para buscar al segundo
hijo se desencadena una revuelta militar en la capital de Etiopia: los pasajes cancelados hasta
nuevo aviso, en un segundo momento, nuestro primer hijo sugieren de que no vaya pues
podía acarrear problemas, la decisión entre mi esposa y yo de quién iría. Decidimos que fuera
ella pues los deseos maternos se acentuaron con toda esta problemática. La partida.
Nuevos cambios en el proceso de adopción en Etiopía. España no los inscribía en el Libro de
Familia como anteriormente se hiciera con nuestro primer hijo. Saldría con pasaporte Etíope y
llegaría a España como inmigrante. En fin, la burocracia seguía golpeando bajo. A pesar de ello,
se produjo el encuentro. Otra cara feliz, otra sonrisa sonora, inteligente y vivaz. Su nombre
provenía de una familia católica, por lo que su significado más cercano era Jesús o Dios. Que
importaba... Ahora ya volvía a tener padres y dejaba atrás todo un camino de incertidumbres,
guerras, hambruna.
La llegada, nuestro encuentro, el encuentro con su hermano, todo indicaba que nos
conocíamos desde siempre. Hoy, ahora, nuestra familia aumentada ansia seguir adoptando
pero lamentablemente el coste no está a nuestro alcance. Incitamos a amigos a que lo hagan,
dudan, existe la duda: eso puede ser positivo. Nosotros esperamos algún día sacarnos la lotería
y entonces amigos, tengan por seguro que cuatro hijos más, al menos, incrementarían nuestro
grupo familiar.
DOS AÑOS COMO PADRES ADOPTANTES.
La magia del tiempo supera toda estratagema que pueda jugarte la vida.
Después de dos años junto a nuestro primer hijo y de apenas unos meses con el segundo, es
difícil sostener que haya ocurrido algo así. Nunca había sido padre, siempre hay una primera
vez, pero en este caso el aprendizaje ha venido solo, tal vez con la experiencia acumulada a
través de mis padres, de mis abuelos y que traspaso, sin proponérmelo, a mis hijos.
Cuando comenzamos todo este proceso maquiavélico (para entendernos: preeminencia del
poder estatal sobre cualquier otra de carácter moral) de la adopción, nos dedicamos a leer
algunos libros, artículos, experiencias escritas de otros padres adoptantes sobre la educación
de los hijos. Mientras más leíamos, mas complicada se nos hacía la tarea. Decidimos no leer
más, no intercambiar con otros padres adoptantes de sus experiencias, pues bien sabíamos
que nosotros tendríamos nuestra propia experiencia y que nuestros hijos no serían los otros
hijos de los otros padres adoptantes, sino los nuestros. Tal vez resulte un poco autosuficiente
nuestra posición, pero, ¿acaso no es necesaria?
Recuerdo que cuando nos encontramos con nuestro primer hijo, salimos ese mismo día a
comprarle ropa a un centro comercial no lejos del hotel donde estábamos. La que le habíamos
llevado podría muy bien utilizarla en un par de años. El deslumbramiento de los escaparates,
los colores, los olores, la limpieza que había en aquel centro comercial no tenía nada que ver
con la realidad de la calle, de su realidad. Impulsado por todo esto, comenzó a tocar las
mercancías que estaban colocadas en las estanterías. Por mi cabeza pasaron imágenes de mi
niñez y entre ellas una muy parecida cuando mi madre me dio en la mano y me dijo: "Eso no se
toca". Mi reacción fue la misma, casi intuitiva. Al niño se le asomaron un par de lágrimas en sus
ojitos, pero creo que en aquel momento comenzó nuestro proceso de educación hacia él.
Comenzamos a enseñarle el respeto hacia los demás y hacia las cosas.
Pensé que con aquella acción, comenzaría una separación entre él y yo pero fue todo lo
contrario. Aceptó que había hecho "algo mal" y que por ello había recibido un castigo. Desde
entonces, es decir, desde el primer día en que nos conocimos hasta hoy, nuestra relación se
basa en la explicación de los hechos y si se han realizado mal existirá un castigo detrás pero si
se han realizado bien, se acepta como algo normal, cotidiano, sin necesidad de premiarlo. El
premio es otra cosa, para otro momento, para determinadas circunstancias que lo justifiquen.
No se puede premiar lo que hay que hacer bien todos los días. Sería la locura.
Mi abuela, una catalana que imponía respeto por su corpulencia decía: "Es mejor poner a la
gente una vez roja que no quince veces rosada". Con el paso del tiempo fui entendiendo
aquello.
A los pocos meses de haber llegado a casa, nos reunimos con algunos padres del grupo que
fuimos a Etiopía para que nuestros hijos siguieran viéndose y, algo irreal que pretendíamos
todos, que siguieran o mantuvieran su lengua. Nada de aquella lengua quedó en su memoria.
Fue como si le hubieran arrancado todo lo malo de su historia y comenzaran una vida desde
cero.
La incipiente educación que le estábamos dando ya empezaba a dar sus frutos. El amor, sin
límite, es la base de todo este proceso. El intercambio de sensaciones, el saber escucharlo
cuando lo reclama, el saber decirle una palabra de afecto cuando sólo te mira y sabes que
quiere eso. El enseñarle lo bueno de la vida y también lo malo. A la gente se le enseña muy
poco sobre las cosas malas. Por lo general somos cada uno de nosotros quienes las
descubrimos. ¿Por qué no educar también a partir de "lo malo”? La vida es extremadamente
compleja y si escondemos a nuestros hijos lo que ocurre en ella estamos limitando una parte
de su educación para la vida.
Al final de este tiempo, me siento orgulloso de mis hijos, incluso del segundo que en tan poco
tiempo ha asimilado algunas cosas buenas y otras malas de esta vida que nos cuesta cada día.
Espero no terminar aquí este proceso. La educación va más allá de nuestras propias fronteras.
DESPUES DE UN TIEMPO MÁS
Mirando un poco hacia atrás, hoy, ya el mayor ha comenzado 4º y el pequeño 2º. El tiempo
transcurre muy de prisa, al menos para nosotros, los que ya tenemos algunos años. Para ellos,
todavía es distante el periodo que separa las navidades de las navidades y aun ven grande lo
que hoy para nosotros ya es pequeño. Este tiempo, y me pregunto, ¿ha sido difícil?
Con ellos y de mano a mano la vida va fluyendo, lenta pero segura. Dos caracteres bien
diferentes, dos puntos de ver la vida también distintos. Lo común: la risa, la alegría, las peleas
inherentes a los hermanos. El otro día una señora me pregunta: ¿son gemelos? Realmente no
tienen parecido entre sí, pero la huella de nuestra presencia en sus conciencias han hecho que
se parezcan. La educación comienza a dar sus frutos.
Sin embargo, no todo es de color rosa. Problemas que aun permanecían ocultos salen a la luz
de cuando en vez, sobretodo en el mayor. El, que no tuvo historia, trata de reconstruirla con
imágenes que le da su hermano de su propia vivencia y quiere hacerla suya; con lo que le
contamos de su país, con su propia fantasía que lo puede todo. Su pago por haberle adoptado
se revierte en un exceso de responsabilidad y de auto exigencia no propia de su edad. Hubo
momentos de dudas y ayuda de especialistas. El tiempo dirá el resto.
La vida en común es como la de todos, al menos aquí, en un país del primer mundo. Cada
salida de vacaciones conlleva su preparación, no obstante el arraigo ya a su mundo que es en
definitivas, nuestro mundo, se hace latente una vez ya en algún otro sitio. Para los dos, no
existe algo mejor que Mataró. Por esa parte nos alegramos que así sea, pues algo ya van
teniendo propio, al menos un lugar de donde hablar, que decir, que hacer y como hacer.
También la vida en común nos plantea el cuidado a las plantas y a los animales. Nuestra perra,
que mas que irracional a veces se convierte en otro crio jugando a la par que ellos también es
parte de esta familia, del entorno de ambos. Es intocable y ellos lo han asumido así.
¿Se pudiera pedir algo mas a esta vida que nos acaba de comenzar a las puertas de medio siglo
de múltiples vivencias, buenas y malas y que tratamos de hacérselas llegar de la mejor forma
para que también sepan que la vida tiene cosas buenas, malas y aun peores? A veces ni hace
falta explicar un hecho: ellos mismos nos los explican, con sus palabras, medio en castellano,
medio en catalán, con un corto vocabulario que van enriqueciendo día a día, con las pocas
lecturas que hacen, con los que nos escuchan, con lo que oyen y lo que no deben oír.
Así y todo tenemos miedo. Miedo de que les vuelva a pasar algo en sus vidas y no puedan
afrontarlos, miedo de no estar cuando todavía le podamos hacer falta, miedo a estar y no
saber que hacer. Creo que estamos a la altura de cualquier padre. Pienso que nos estamos
haciendo padres cada momento.
UN NUEVO MOMENTO
Han pasado algunos meses desde nuestro último encuentro. A decir verdad, un par de años.
Sin embargo, nuestra experiencia como padres se ha ido enriqueciendo día a día porque ya
aquellos pequeños de quienes hablamos hace algún tiempo se están convirtiendo poco a poco
en seres más responsables ante sus actos y ante los demás.
Es probable que todo no haya sido color de rosa pero el resultado de quiénes son lo tenemos
frente a nosotros en cada momento: cuando hablamos sobre algún tema, cuando fallamos uno
de nosotros, cuando hay que tomar decisiones que afectan a todos, en fin, que cada día que
pasa participan mas activamente de este pequeño núcleo llamado familia tan importante para
los dos.
En este tiempo pasado las diferencias entre los dos, si las hubo algún día, ha quedado sellada
en un pacto de secretismo y confidencialidad que sólo ellos lo saben. Hablan más de lo que
suponemos y a veces llegan a plantearnos algunas ideas bastante elaboradas y muy bien
pensadas. En tono de broma a veces pensamos que tenemos en casa dos enanos disfrazados
de niños.
Claro, hay diferencias de caracteres y por supuesto de personalidades: uno, más sensible ante
cualquier asunto; otro, mas relajado ante los aconteceres y sin muchos miramientos ante lo
que debe o no hacer. Sin embargo, el sentido del humor esta presente en los dos y la alegría
cada día inunda nuestra casa.
Han aprendido a querernos, a respetarnos y sobre todo a saber quiénes somos. Las historias
van saliendo en cualquier momento y conversamos, nos preguntan, les respondemos y cuando
surgen esas preguntas de doble sentido que todo niño alberga muy dentro, les explicamos, sin
tapujos y sin asombro, como son las cosas en verdad: lo bueno y lo malo, lo raro o lo extraño,
lo asombroso o lo oculto. Para ellos no hay secretos, para nosotros tampoco. Lo que existe
estará siempre presente y por tanto no podemos ocultarlo o rediseñárselos.
Conflictos: algunos; castigos: pocos; reprimendas: muchas. La comprensión siempre ha estado
presente entre nosotros y cuando uno de nosotros, cualquiera, levanta la voz sin razón o pone
mala cara sin alguna causa, recapacitamos, nos disculpamos y la vida sigue su curso.
¿Habremos logrado, al menos, los primeros objetivos? La vida nos irá comentando poco a
poco.
MIS HIJOS CRECEN
Ya comienza una nueva etapa, quizá la más dura para ambas partes. Para ellos se impone la
necesidad de ser más libres, tener más independencia, de tomar decisiones sin contar con
nuestro punto de vista. Para nosotros, aun con temor, el saber que en esta etapa aparecerán
contradicciones, el temor a sentirse observados, los miedos de no saber qué hacer en un
momento, las ansias de hacer mucho y sentirse dueños del mundo. También surgirá el primer
amor, el comenzar a quererse y amarse como personas y también querer y amar a los que le
rodean.
Hoy el mayor me pidió que lo dejáramos ir como el resto de sus compañeros a otro lugar para
jugar, un poco más lejos de casa, donde no lo podemos ver. Me preguntó si nosotros creíamos
que aún tenía 6 años.
Le dije, tratando de explicarle, que no era el momento para que él se fuera a ese lugar
teniendo, cerca de casa, mucho más espacio que a donde el deseaba ir. Le hablé de que aun no
creía que fuera lo suficiente maduro como para dar ese salto y que todo llegaría poco a poco.
Le comenté que me gustaría que sus compañeros también fueran por la casa a compartir y a
jugar y que no era imprescindible que lo hicieran en la calle o en un parque.
Sentí que comenzaba la lucha de contrarios entre él y nosotros. Me remontó a mi
adolescencia, donde también les planteé a mis padres la misma pregunta y donde no me
dieron explicación alguna. Sólo me impusieron una orden. No quise hacer lo mismo. Y no lo
hice, pero comprendí que necesita sentirse libre. Supongo que en este periodo entienda un
poco el sentido de esta palabra y su contradictoria definición. El tiempo entre nuestras
adolescencias ha sido muy intenso. Aun, estando más cerca de él que mis padres de mí
comprendo que este tiempo requiere de otras pautas. He de aprenderlas rápidamente.
Con mi hijo menor la relación es más difícil. Ha madurado psíquica y físicamente más rápido
que el mayor con lo que que se siente más lejos de su hermano, de nosotros y de él mismo.
De hecho sus emociones por lo general se reflejan con el rechazo a las normas del día a día. A
veces me indigno y se lo hago notar. La contradicción se agudiza más. Llega la discusión y
también llegan límites más estrictos. El rescatar el respeto hacia los demás y hacia su entorno
es mi objetivo. Después de la tempestad llega la calma nuevamente y todo aquello
aparentemente se olvidó o quedó grabado en su memoria como una experiencia secuencial.
Si alguna vez decidí no revisar literatura de cómo educar a los hijos, ahora me veo obligado a
confrontar algunos episodios entre adolescentes y sus padres y buscar elementos comunes.
Sin embargo, no veo solución y mi propuesta no se distancia mucho de las propuestas teóricas.
Creo que se ha escrito mucho. Quizá los que escribieron sobre estos temas tengan hijos, otros
tal vez no, pero como dicen en mi tierra: “En casa del herrero cuchillo de palo”. La experiencia
y las soluciones hay que buscarlas en la práctica, con golpes y lágrimas en ocasiones.
Espero y sé que ellos entenderán nuestra actitud.
EL ORGULLO DE SER PADRE
Ha pasado algún tiempo y no por ello han dejado de pasar cosas importantes en las vidas de
mis hijos. Como tampoco en la nuestra.
Estamos viéndolos crecer limpia y sanamente. Siempre con el cuidado de con quienes se
reúnen y que influencias pueden ejercer sobre ellos. Sin embargo, el 21 de octubre superé una
nueva prueba al verlos a mi lado, manifestándose por la no violencia machista y contra el
maltrato entre las parejas. Me enorgullecí al verlos, haciendo una rueda en la Plaza Sant Jaume
en Barcelona, tomados de las manos con gente que estaban allí por la misma causa y que no
conocían. Me enorgullecí cuando a la mañana siguiente un compañero de la Asociación de
Homes Igualitaris nos agradeció, a mí y a mis hijos, el trabajo que hicimos preparando el
escenario para esta rueda.
No ha sido fácil. Creo que lo he dicho muchas veces. Pero la constancia, el tesón y sobre todo
el amor que le damos día a día ha sido capaz de ser el abono justo y necesario para que
crezcan como personas dignas y honradas.
¿Problemas? A diario se nos presentan muchos y tratamos de salir de ellos de la mejor forma.
Explicando y volviendo a explicar. A dar razones convincentes y sobre todo que sigan creyendo
en nosotros.
Este tiempo ha sido también algo confuso en lo que a las relaciones afectivas entre nuestro
grupo de conocidos se ha producido. Le hemos explicado que desgraciadamente la amistad no
es cosa de comprar en una tienda. Es de fomentarla con el tiempo y que en nuestro grupo
algunos que creíamos amigos nos han dejado solos cuando hubo momentos en que
necesitábamos una mano en quien apoyarnos. El mayor tiene intenciones, o al menos así nos
lo ha demostrado, de ser una suerte de intermediario entre nosotros y los conocidos que se
han alejado. No le decimos que no. Le dejamos hacer. El aun siente cariño por ellos y se que
una ausencia de cariño por estas razones tan difíciles a veces de entender podría ser fatal en la
consolidación del respeto hacia los demás. Quizá comprenda que arar en el mar es difícil, pero
si no se intenta no lo sabrá nunca. El menor parece que si comprende la situación y se
mantiene al margen. No emite opinión pero asienta la actitud tomada por nosotros respecto a
este hecho. Tampoco le hemos pedido la suya. La intuimos y es mejor no escarbar en las
heridas frescas.
Hoy día, hacemos una diferencia, entre sonrisas y bromas del hijo artista y el hijo deportista. El
menor, que ha ido desarrollando aptitudes hacia la plástica autodidácticamente, le
propiciamos los materiales que necesita cuando tiene alguna idea en su cabeza. Así, de la
colección de dibujos hemos pasado a tener otra de paper marche. Espero que no de le por la
escultura monumentaria pues no tenemos espacio suficiente para albergar tales obras.
El mayor sigue sus prácticas de foot ball y las disfruta. Nos lamentamos que haya dejado la
natación pues también fue bueno y tuvo su público en las competiciones a las que asistía.
Todavía muchos padres nos preguntan el por qué de esa decisión y sólo podemos decirle que
la respetamos y no tratamos, como otros padres, de que sean lo que ellos no llegaron a ser.
Creo que hoy comienza una nueva etapa en sus crecimientos. La seguiremos de cerca pues ya
la llegada a sus vidas de la inocencia arrebatada por el amor y el desamor esta a punto de
tocarles la puerta y será una etapa verdaderamente compleja. ¿Estaremos preparados?
Ya les diremos.
UN NUEVO DIA
Hay días más fáciles que otros y hoy, precisamente, no es de esos días.
Mi suegro, Salvador, acaba de morir después de largos días, semanas, meses que quería
hacerlo y la tecnología y algunos sentimientos que aun nos quedan se lo impedían.
Decidí que mis hijos no fueran a la escuela hoy de tarde pues creo que debían pasar por esta
experiencia, desagradable pero parte de nuestro curriculum por la vida. Se que para el mayor
pudo haber sido más traumático que para el otro pues Zewale tuvo a la muerte muy de cerca,
la acarició con sus manitas y se acurrucó junto a ella. El otro, Yohanes, con un mutismo que lo
caracteriza, pienso que piensa que la muerte es un hecho más cotidiano que debemos pasar y
que por tanto, lo asume con su entereza de hombre maduro, tranquilo.
Los dos, mirando a su abuelo por adopción desde lejos, con temor a decir o hacer algo que
perturbara su tranquilidad eterna o a su abuela, que no se separaba de la cara de su marido
besándolo, acariciándolo, sabiendo que su encuentro sería muy pronto pero en otro contexto.
Mañana será la ceremonia que intentaremos sea lo más humana y corta posible. Ellos volverán
a enfrentarse a un hecho que por primera vez lo presencian, al menos desde nuestra visión
occidental. Haremos de esta despedida algo normal, con la música que le gustaba oír y
tararear al abuelo: el swing, lo cual me lleva a creer que será una muerte adoptada que les
abrirá un nuevo concepto de la vida.