ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

64
ENTREVISTA A ROBERTO RAMIREZ EL CONSULTOR EN UN MUNDO CAÓTICO Vol1No.1 Julio-Sep. Revista trimestral de divulgación de ciencia y tecnología Fotografía por José Luis Cruz Ramírez

description

Revista Trimestral de Divulgación de Ciencia y Tecnología.

Transcript of ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Page 1: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

ENTREVISTA A

ROBERTO RAMIREZ

EL CONSULTOR EN UN MUNDO CAÓTICO

Vol1No.1Julio-Sep.

Revista trimestralde divulgación de

ciencia y tecnología

Fotografía por José Luis Cruz Ramírez

Page 2: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1
Page 3: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

REVISTA TRIMESTRAL PUBLICADA POR La Universidad del Valle de México

RECTOR INSTITUCIONAL UVM Dr. Bernardo González-Aréchiga Ramírez-Wiella

DIRECTOR INSTITUCIONAL UVM DE INVESTIGACIÓNDr. Gerardo Arturo Dubcovsky Rabinovich

UVM Campus Guadalajara Sur

RECTOR DEL CAMPUS GUADALAJARA SURMtro. Miguel Victoria Espina

DIRECTOR ACADÉMICO CAMPUS GUADALAJARA SURDr. José Antonio Cabello Gil

Revista ExpresionEsUVM

DIRECTOR Dr. Emmanuel López Neri

EDITOR Ing. Rodolfo Guillermo Ramos

EDITORES ASOCIADOSDra. Isabel Baños MejíaDr. Nein Farrera Vázquez

Mtra. Teresa Ramos LópezMtra. Noemi Valvidia Flores

DISEÑO Y DIAGRAMADO DE TEXTOSDaniela Fernandez MoguelOscar de la Fuente Monroy

ILUSTRADORRamón Kasten

FOTOGRAFÍAJosé Luis Cruz Ramírez

Daniela Fernández Moguel

REPORTAJES Daniela Bourguetts Ramírez

Haniel Alejandra de la Mora Contreras

EDITOR DE TEXTOSLic. José de Jesús Padilla Reyes

Page 4: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

ExpresionEsUVM, volumen 1 No. 1, julio-septiembre 2013, es una publicación trimestral editada por la Universidad del Valle de México S.C. campus Guadalajara Sur, Periférico Sur, No. 8100 colonia Santa María Tequepexpan, Tlaquepaque, Jalisco, C.P. 45601, Tel: (33) 3669 – 8400, www.uvmnet.edu , [email protected] Editor responsable: Dr. Emmanuel López Neri. Reserva de Derechos al uso exclusivo No. 04 – 2014 – 041110224900 – 102, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de autor. Responsable de la última actualización de este Número, Centro de Innovación y Desarrollo Tecnológico (CIDETEC – UVM), Dr. Emmanuel López Neri, Periférico Sur, No. 8100 colonia Santa María Tequepexpan, Tlaquepaque, Jalisco, C.P. 45601, fecha de última modificación, 18 de junio de 2014.Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación.Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Universidad del Valle de México, S.C.

Page 5: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Carta del editor

Estimado lector, llega a mí en estos momentos la necesidad de compartir la siguiente reflexión.

En los últimos días me ha dado mucho gusto observar el proce-so de edición de esta revista tan joven, pues solo llevamos hasta hoy dos números. El motivo de la dicha recae en darme cuenta de la cantidad de personas que forman parte del proceso de redacción de los artículos, aque-llas que forman parte del sistema administrativo de la universidad, que nos permite hacer realidad su publicación y de todo el equipo editorial que mostrando su talento y la calidad de su trabajo hace de una idea una realidad.

Este número será el último en el que Oscar de la Torre Monroy nos ayuda con su habilidad en diseño. No cabe duda que sin su ayuda no podríamos haber iniciado este proyecto.

Invito a todos aquellos que cono-cen mentes creativas en investiga-ción, redacción, diseño o edición, a sumarse a este proyecto que es de todos y que pretende ofrecer un medio para que aporten al estado del arte actual.

Page 6: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1
Page 7: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

ÍNDICEÍNDICEALUMNOS DE 3 Y 4 SEMESTRE DE ARQUITECTURA SAN MARTIN DE LAS FLORES

ALUMNOS DE NABA RECIBEN BECA

FESTO, EL FESTEJO DE LA TECNOLOGÍA

DOS NUEVAS CARRERAS EN LA FAMILIA DE LAS INGENIERÍAS EN CAMPUS GUADALAJARA SUR

INGENIO UVM, UNA MIRADA AL DEPARTAMENTO DE INGENIERÍAS

INVESTIGANDO PARA CRECER

INVASIÓN CREATIVA 2013

WORLD INNOVATION EXPOSITION

VIAJE ACADÉMICO:CONOCIENDO LA PRESA HIDROELÉCTRICA EL CHICOASÉN

ENTREVISTA A ROBERTO RAMIREZ

LA REGIÓN DE GUADALAJARA: SU CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA

EL CONSULTOR EN UN MUNDO CAÓTICO

RESEÑA LIBRO INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN LA OBESIDAD

CENTRO DE OPINIÓN PÚBLICA UVM

ACTIVACIÓN FÍSICA

EMPRENDEDORES

NUEVO GOBIERNO

AUTOMEDICACIÓN

01

03

04

06

07

09

11

13

14

15

19

35

38

40

43

48

52

55

Centro de OpiniónCentro de Opinión

Page 8: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1
Page 9: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

01

El día 20 de mayo a las 8:00 hrs. en el auditorio de bachille-rato de UVM Campus Guada-lajara Sur, se �rmó un convenio entre la universidad y Jalisco Construye, institución que une en proyectos a la sociedad, a la universidad y al gobierno.

En la �rma estuvieron presen-tes el maestro Alejandro Ortega Ruiz Esparza, Rector de UVM Campus Guadalajara Sur, la Arq. Andria Minero, el Lic. Héctor Ricardo Gutiérrez Cosío, Director de Vinculación de la Secretaría de Desarrollo e Integración Social en Jalisco, Óscar Reyes Rivera, Repre-sentante de la delegación San Martín de las Flores, y como testigos de la �rma estuvieron el Lic. Fausto Velasco Romero, quien asistió en representa-ción del Lic. Gabriel González Delgadillo, Dir. General del Instituto Jalisciense de Asis-tencia Social, además de Rodolfo Armando Casanova Valle, Director General de la Comisión Estatal de los dere-chos humanos en Jalisco, diversos alumnos de las carre-ras de arquitectura y derecho de 3ro y 4to semestre coordi-nados por la Arq. Andria Minero, maestra de nuestra institución quien, a su vez, es la directora y fundadora de Jalisco Construye A.C.

El Lic. Héctor Ricardo Gutié-rrez, de Vinculación Social, dijo

que se va a trabajar con el área académica y las asociaciones civiles mediante programas de apoyo y capacitación para la transformación de Jalisco, ya que se quieren rescatar tradi-ciones que se han perdido. Es una �rma de convenio que

apoyará también en el futuro a otros 124 municipios.Los alumnos de nuestra casa de estudios, fueron los respon-sables de dirigir los proyectos que hicieron posibles la �rma de este convenio. Jóvenes de las carreras de Arquitectura,

Diseño, Derecho, Comercio y Administración, se unieron para desarrollar, dirigir e implementar mejoras en la comunidad de San Martín de las Flores.

Entre los proyectos presentados se pudo apreciar la maqueta de un centro comuni-tario cultural que servirá de lugar recreati-vo y de promoción de la cultura y tradi-ciones de la región, tal como la danza de los Tastoanes y el desarrollo de sus máscaras que utilizan como una indumentaria ceremonial. Los alum-nos de Derecho indagaron sobre las políticas públicas y las legisla-ciones con respecto a los apoyos que el gobierno municipal, estatal y federal puede aportar a proyec-tos de desarrollo social como el que se puso en marcha, propo-niendo nuevas modi�caciones a la ley. Se dio paso a la �rma del conve-nio, en donde todos los miembros del presidium atestiguaron con su rúbrica el lazo que favorecerá a comunidades de la región, por medio de labores sociales que realizarán los alumnos, apoyados por académicos y directivos de la universidad.

La Arq. Andria se mostró emocio-nada con la �rma del convenio y comprometió a los representan-

tes del gobierno para que, a través de Jalisco Construye se pueda

formar un vínculo de verdadera ayuda y dar solución a los diversos proble-

mas que aquejan a los municipios mar-ginados de nuestro estado; a lo que

todos respondieron favorablemente, aceptando el compromiso.

El rector agradeció a Óscar Reyes su empeño,

pasión y amor comprometiéndose a que los proyectos de responsabilidad social por parte de

la universidad sean desarrollados en bene�cio de San Martín de las Flores.

Page 10: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

02

El día 20 de mayo a las 8:00 hrs. en el auditorio de bachille-rato de UVM Campus Guada-lajara Sur, se �rmó un convenio entre la universidad y Jalisco Construye, institución que une en proyectos a la sociedad, a la universidad y al gobierno.

En la �rma estuvieron presen-tes el maestro Alejandro Ortega Ruiz Esparza, Rector de UVM Campus Guadalajara Sur, la Arq. Andria Minero, el Lic. Héctor Ricardo Gutiérrez Cosío, Director de Vinculación de la Secretaría de Desarrollo e Integración Social en Jalisco, Óscar Reyes Rivera, Repre-sentante de la delegación San Martín de las Flores, y como testigos de la �rma estuvieron el Lic. Fausto Velasco Romero, quien asistió en representa-ción del Lic. Gabriel González Delgadillo, Dir. General del Instituto Jalisciense de Asis-tencia Social, además de Rodolfo Armando Casanova Valle, Director General de la Comisión Estatal de los dere-chos humanos en Jalisco, diversos alumnos de las carre-ras de arquitectura y derecho de 3ro y 4to semestre coordi-nados por la Arq. Andria Minero, maestra de nuestra institución quien, a su vez, es la directora y fundadora de Jalisco Construye A.C.

El Lic. Héctor Ricardo Gutié-rrez, de Vinculación Social, dijo

que se va a trabajar con el área académica y las asociaciones civiles mediante programas de apoyo y capacitación para la transformación de Jalisco, ya que se quieren rescatar tradi-ciones que se han perdido. Es una �rma de convenio que

apoyará también en el futuro a otros 124 municipios.Los alumnos de nuestra casa de estudios, fueron los respon-sables de dirigir los proyectos que hicieron posibles la �rma de este convenio. Jóvenes de las carreras de Arquitectura,

Diseño, Derecho, Comercio y Administración, se unieron para desarrollar, dirigir e implementar mejoras en la comunidad de San Martín de las Flores.

Entre los proyectos presentados se pudo apreciar la maqueta de un centro comuni-tario cultural que servirá de lugar recreati-vo y de promoción de la cultura y tradi-ciones de la región, tal como la danza de los Tastoanes y el desarrollo de sus máscaras que utilizan como una indumentaria ceremonial. Los alum-nos de Derecho indagaron sobre las políticas públicas y las legisla-ciones con respecto a los apoyos que el gobierno municipal, estatal y federal puede aportar a proyec-tos de desarrollo social como el que se puso en marcha, propo-niendo nuevas modi�caciones a la ley. Se dio paso a la �rma del conve-nio, en donde todos los miembros del presidium atestiguaron con su rúbrica el lazo que favorecerá a comunidades de la región, por medio de labores sociales que realizarán los alumnos, apoyados por académicos y directivos de la universidad.

La Arq. Andria se mostró emocio-nada con la �rma del convenio y comprometió a los representan-

tes del gobierno para que, a través de Jalisco Construye se pueda

formar un vínculo de verdadera ayuda y dar solución a los diversos proble-

mas que aquejan a los municipios mar-ginados de nuestro estado; a lo que

todos respondieron favorablemente, aceptando el compromiso.

El rector agradeció a Óscar Reyes su empeño,

pasión y amor comprometiéndose a que los proyectos de responsabilidad social por parte de

la universidad sean desarrollados en bene�cio de San Martín de las Flores.

Page 11: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Las ingenierías de UVM Campus Guadalajara Sur se mantienen siempre a la vanguardia en las nuevas tecnologías y a partir del ciclo escolar de otoño 2013 se abrirán dos nuevas ingenierías en el campus: Negocios y tecnología en la manufactura y Tecnología interactiva en animación.

El lanzamiento de dichos programas académicos se

3102 led ozram ne ózilaeren el auditorio de la uni-versidad y estuvieron pre-sentes importantes repre-sentantes de la industria

de la animación digital y de la manufactura de clase mundial, quienes expresa-ron la necesidad que hay en las empresas de con-tar con egresados de es-tas innovadoras carreras.

Ambas carreras ofrecen un amplio panorama de oportu-nidades y UVM Guadalajara Sur se encargará de desa-rrollar en ellas a profesiona-les altamente competitivos con calidad internacional.

03

Page 12: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

La universidad italiana NABA (Nuova Accademia di Belle Arti Milano) premió con becas para cursar una materia de verano en Milán a los proyec-tos de tres diseñadores de la UVM Campus Guadalajara Sur.

La NABA realizó un concurso a nivel nacional donde cada campus podía ingresar cinco propuestas de sus estudian-tes. Los premios eran diez becas que cubrían una mate-ria de verano en la universidad italiana y de estas diez becas, tres fueron ganadas por jóve-nes diseñadores de la UVM Guadalajara Sur.

NABA premia con 3 becas a estudiantes de Diseño en UVM Guadalajara Sur

El reconocimiento a los gana-dores se realizó el diez de abril en el auditorio de bachillerato. Fue presentado por el rector, el Mtro. Alejandro Ortega Ruiz Esparza, el Lic. Enrique Estra-da Reynoso y la Mtra. Martha Reyes Valdez, coordinadora de arquitectura y diseño. En sus discursos, expresaron orgullo y admiración hacia los diseñadores que se han ganado la oportunidad de estudiar en Italia.

Los ganadores de la becas son: Ana Laura Romero estu-diante de diseño gráfico cuyo proyecto ganador es un caligrama de México con sus artistas más representativos en los distintos periodos del arte; Bruno Ruiz quien cursa

la carrera de diseño industrial y realizó un asiento de madera que representa la figura feme-nina; y Gabriel Toledo Rojas alumno de diseño gráfico quien hizo cuatro carteles, cada uno con un vestido icóni-co del diseñador de moda Valentino promocionando al museo del mismo diseñador. Cada uno recibió en la cere-monia un reconocimiento por parte de NABA y de la UVM.

El auditorio lució abarrotado de alumnos de las carreras de diseño gráfico y diseño indus-trial, quienes apoyaron a sus compañeros, dando al final un fuerte aplauso para ellos y sus proyectos ganadores.

04

Page 13: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

La universidad italiana NABA (Nuova Accademia di Belle Arti Milano) premió con becas para cursar una materia de verano en Milán a los proyec-tos de tres diseñadores de la UVM Campus Guadalajara Sur.

La NABA realizó un concurso a nivel nacional donde cada campus podía ingresar cinco propuestas de sus estudian-tes. Los premios eran diez becas que cubrían una mate-ria de verano en la universidad italiana y de estas diez becas, tres fueron ganadas por jóve-nes diseñadores de la UVM Guadalajara Sur.

El reconocimiento a los gana-dores se realizó el diez de abril en el auditorio de bachillerato. Fue presentado por el rector, el Mtro. Alejandro Ortega Ruiz Esparza, el Lic. Enrique Estra-da Reynoso y la Mtra. Martha Reyes Valdez, coordinadora de arquitectura y diseño. En sus discursos, expresaron orgullo y admiración hacia los diseñadores que se han ganado la oportunidad de estudiar en Italia.

Los ganadores de la becas son: Ana Laura Romero estu-diante de diseño gráfico cuyo proyecto ganador es un caligrama de México con sus artistas más representativos en los distintos periodos del arte; Bruno Ruiz quien cursa

la carrera de diseño industrial y realizó un asiento de madera que representa la figura feme-nina; y Gabriel Toledo Rojas alumno de diseño gráfico quien hizo cuatro carteles, cada uno con un vestido icóni-co del diseñador de moda Valentino promocionando al museo del mismo diseñador. Cada uno recibió en la cere-monia un reconocimiento por parte de NABA y de la UVM.

El auditorio lució abarrotado de alumnos de las carreras de diseño gráfico y diseño indus-trial, quienes apoyaron a sus compañeros, dando al final un fuerte aplauso para ellos y sus proyectos ganadores.

05

Page 14: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Se llevó a cabo la Feria Tecnoló-gica Festo: Nuevas tendencias en la automatización Industrial, organizada por la empresa FESTO, líder internacional en la automatización industrial y aliado estratégico de la UVM.La feria se realizó el 16 de mayo en las instalaciones de UVM Campus Guadalajara sur, en la

cual se dieron a conocer las nuevas tecnologías de automati-zación en las que la empresa está trabajando.

Por la mañana se impartieron seis talleres para los estudiantes sobre la automatización de procesos y robótica, los cuales fueron “Sensores y Cámaras de Visión”, “Automatización en la Industria de Procesos”, “Contro-les Lógicos Programables”, “Sistemas Mecatrónicos de Manipulación”, “Soluciones Elec-tromecánicas y Robótica” Y “Robótica Móvil”.

A mediodía tuvo lugar en el audi-torio la magna conferencia “Nuevas Tendencias en la Auto-matización Industrial” impartida por el Ing. Javier Eguía, represen-tante de FESTO en la zona Occi-dente. Por la tarde se duplicó el mismo esquema, pero dirigido a los egresados y profesores, que disfrutaron de los talleres y las demostraciones que realizó la compañía en el campus.

06

Page 15: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Una mirada al departamento de ingenierías

Actualmente en campus Guadalajara Sur existen la Ingeniería en Negocios y tecnología de manufactu-ra; Ingeniería en tecnología interactiva y animación digital; Ingeniería Industrial y de sistemas; Ingeniería en telecomunicaciones y electrónica e ingeniería mecatrónica.

El coordinador Juan Carlos Figueroa nos da la bienve-nida al vasto departamen-to de ingeniera en UVM campus Guadalajara Sur, reconocido por sus varios premios en concursos de robótica. En este año, el Campus participó en la

novena edición del Con-curso institucional de Mi-nirobótica MR9, llevado a cabo en la Cd. de Villaher-mosa, Tabasco los días 17,

18 y 19 de abril, campus Guadalajara Sur tiene la tradición de destacar entre los mejores lugares en las categorías de Mini

07

Actualmente en campus Guadalajara Sur existen la Ingeniería en Negocios y tecnología de manufactura; Ingeniería en tecnología inte-ractiva y animación digital; Ingeniería Industrial y de sistemas; Ingeniería en tele-comunicaciones y electróni-ca e ingeniería mecatrónica.

El coordinador Juan Carlos Figueroa nos da la bienveni-da al vasto departamento de ingeniera en UVM campus Guadalajara Sur, reconocido por sus varios premios en concursos de robótica. En este año, el Campus partici-pó en la novena edición del Concurso institucional de Minirobótica MR9, llevado a

cabo en la Cd. de Villahermo-sa, Tabasco los días 17, 18 y 19 de abril, campus Guadala-jara Sur tiene la tradición de destacar entre los mejores

lugares en las categorías de Minisumo, Sumo, Seguidor de Línea y Exhibición. En esta edición del MR9 se par-ticipó en Sumo, Minisumo y

Page 16: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

de energía eléctrica a través de movimien- profesionales altamente competitivos.

sumo, Sumo, Seguidor de Línea y Exhibición. En esta edición del MR9 se participó en Sumo, Minisumo y Brazo Manipulador con una enérgi-ca colaboración de alumnos de primero a noveno semes-tres de Ingeniería Mecatróni-ca, Ingeniería Industrial y de Sistemas e Ingeniería en Te-lecomunicaciones y Electró-nica. Como ejemplo de que en la UVM se forman ingenie-ros de calidad mundial pre-

,zehcnáS náirdA a somatnesestudiante de octavo semes-

acinórtacem aíreinegni ed erten el campus Guadalajara Sur, quién fue acreedor de la beca Santander Top China 2013 para realizar activida-des académicas y culturales en el Instituto Tecnológico de Beijing, en Beijing China del 8 al 28 de julio del 2013. Esta beca es otorgada a po-cos estudiantes en todas las universidades del país y Adrián fue el único selec-

cionado de la red UVM. Fe-licitamos a Adrián Sánchez Cano por este logro, fruto de su esfuerzo y dedicación. El reconocido departamen-to de ingenierías en la UVM Guadalajara Sur seguirá cre-ciendo con el propósito de brindar a los alumnos una educación completa, con el conocimiento y manejo de las últimas tecnologías que forman profesionales alta-mente competitivos.

08

Brazo Manipulador con unaenérgica colaboración de alumnos de primero a noveno semestres de Inge-niería Mecatrónica, Ingenie-ría Industrial y de Sistemas e Ingeniería en Telecomunica-ciones y Electrónica.

Como ejemplo de que en la UVM se forman ingenieros de calidad mundial presen-tamos a Adrián Sánchez, estudiante de octavo

semestre de ingeniería meca-trónica en el campus Gua-dalajara Sur, quién fue acreedor de la beca Santan-der Top China 2013 para realizar actividades acadé-micas y culturales en el Insti-tuto Tecnológico de Beijing, en Beijing China del 8 al 28 de julio del 2013. Esta beca es otorgada a pocos estudian-tes en todas las universidades del país y Adrián fue el único seleccionado de la red UVM.

Felicitamos a Adrián Sánchez Cano por este logro, fruto de su esfuerzo y dedicación.

El reconocido departamento de ingenierías en la UVM Guadalajara Sur seguirá creciendo con el propósito de brindar a los alumnos una educación completa, con el conocimiento y manejo de las últimas tecnologías que forman profesionales alta-mente competitivos.

Page 17: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

09

Page 18: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

10

Universidad al Padrón Nacional de Posgrado.

La junta concluyó con el compromiso de una nueva reunión y el envío de artículos o investigaciones a las revistas especializadas para darle seguimiento a la investigación en la Universidad del Valle de México .

Page 19: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Para terminar las clases con broche de oro, en la UVM Campus Guadala-jara Sur se realizó Invasión creativa, evento donde se exhiben por todo el campus las propuestas creativas realizadas a lo largo del semestre por estudiantes de diseño gráfico, diseño industrial y arquitectura; exposición tras la cual se organiza una subasta de artículos seleccionados.

El talento de los diseñadores y arquitectos inunda a la UVM Campus Guadalajara Sur.

11

Page 20: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Creando expectativa desde días antes, Invasión creativa comenzó el 22 de mayo y aunque las expresiones artís-ticas de los estudiantes estu-vieron presentes alrededor del campus, los adhesivos promocionales guiaban a las salas donde se concentraba la mayor parte de los traba-jos: la plazoleta de diseño y arquitectura y el auditorio principal. Ambos se vistieron de coloridas y originales creaciones, proyecciones de la imaginación de los estu-diantes, que a través de sus proyectos, nos permitieron adentrarnos un poco al bur-bujeante mundo del arte, diseño y arquitectura.

La exhibición de proyectos culminó el 23 de mayo con la subasta de piezas selec-tas como muebles hechos por los estudiantes de diseño industrial y composi-ciones realizadas por los alumnos de diseño gráfico.

12

Page 21: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

13

Page 22: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

La coordinación de ingenierías se preocupa por brindar a los estu-diantes una formación integral y ecológicamente responsable con la utilización de las nuevas tecnologías para crear fuentes de energía limpias y renovables. Con el fin de aprender sobre

estas tecnologías, los estudian-tes de esta área, realizaron en abril un viaje académico a la presa hidroeléctrica Manuel Moreno Torres, mejor conocida como Chicoasén, ubicada en el cauce del río Grijalva, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Es una de las más importantes del país por la cantidad de ener-gía que genera con una capaci-dad de 2,400 MW, además cuenta con una capacidad de almacenamiento total de 1,376 hectómetros cúbicos de agua y 261 metros de altura, convirtién-dola en una de las diez presas más altas del mundo.

Durante la visita, los jóvenes conocieron el cuarto de máqui-nas donde se encuentran las turbinas que hacen posible la generación de energía eléctrica a través de movimientos mecáni-cos que produce la circulación del agua, las compuertas en donde se toma el agua para posteriormente pasarla a las turbina y conocieron también el centro de control en donde se observa la cantidad de energía que produce cada turbina.

14

Page 23: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Entre bromas, Roberto Ramírez Espítia deja ver su amable sonrisa con la que comparte su pasión por la ecología y el bienestar de la vida en todas sus formas. Roberto es profe-sor de biología a nivel bachillerato en UVM Campus Guadalajara Sur y cada día intenta sembrar en las mentes y el corazón de sus estu-diantes el respeto a la vida en el planeta. El profesor ha coordinado con apoyo de la universidad varios proyectos con esta finalidad, promo-viendo el cuidado de la biodiversi-dad, como lo son las excursiones a los campamentos tortugueros en las costas de Jalisco y Nayarit ó el apoyo a comunidades Wixrárikas en

la sierra del norte de Jalisco. El profesor Roberto Ramírez y los estudiantes de bachillerato realiza-rán su próximo viaje a los campa-mentos tortugueros el primer fin de semana de agosto. Entre los pasillos de la universidad, el profesor Rober-to es bien conocido por su espíritu alegre y siempre considerado, pensando en el bienestar de los seres vivos y el ambiente. Roberto está comprometido con el planeta y seguirá trabajando para mejorarlo a través de sus estudiantes.

Expresiones UVM: ¿Cómo comenzó estos proyectos en la universidad?Roberto: Para mí es muy importante

que los alumnos tengan un aprendi-zaje práctico, es decir, que no sólo veamos lo teórico, que ellos usen sus habilidades y forme parte de su aprendizaje. Entonces formamos las prácticas dentro de la escuela, como aquí tenemos algunas planta-ciones dentro del campus y también otros proyectos en los que participa-mos con otras instituciones, en este caso con la Universidad de Guadala-jara, con ellos nosotros tenemos seis años trabajando en convenio para la conservación de la fauna silvestre de la tortuga marina en las costas de Nayarit y Jalisco.Ahí hacemos patr2ullajes nocturnos, colecta de huevo, siembra de nidos para la liberación de tortuguita bebé; también recolectamos basura de las playas, hacemos educación ambiental rural con las comunida-

electricidad, tenemos pocas o nulas comodidades, eso se le queda grabado a la comunidad estudiantil, estando sin electricidad, ni agua potable. Hubo una vez que sólo contábamos con media cubeta de agua cada una de las personas en el campamento y los alumnos tenían que decidir si se bañaban un día con una cubeta o dos con media; es algo que aprenden a valorar lo estu-diantes, el agua y la energía eléctri-ca. A las costas de Jalisco llega la tortuga más grande, la laúd, es mexicana y nadie lo sabía.

E. UVM: ¿Han visto esta tortuga en los campamentos?Roberto: Desafortunadamente no, como está en peligro de extinción no es tan común que se vea. Hemos podido ver la golfina que es la más común, la prieta, lora y la carey. Al final, en Nayarit, también visitamos el cocodrilario que tiene la SEMAR-NAT junto con algunos ejidatarios: La Tovara, un parque natural de manglares. Les explicamos cuál es la función de los manglares, en el mundo hay cuatro tipos de mangle, en México existen tres, éste es un país mega diverso, es el quinto lugar en biodiversidad y es algo que casi no se sabe. Es algo recreativo pero también creamos conciencia de la conservación de la naturaleza.

E. UVM: ¿Qué hay de su lucha contra los platos y vasos de unicel en campus?

Roberto: El unicel tarda mucho en degradarse y hacemos consumo de unicel todos los días y es muy grave, desafortunadamente no hemos podido erradicarlo de las cafeterías, ojalá se presione un poco para que desaparezca. Ya hay otras universidades en la ciudad que han logrado ya no usar unicel, por lo contaminante que es y que también termina en las costas. Hay que crear alternativas, de que se puede se puede.

E. UVM: ¿Cómo es su proyecto en la sierra huichola?Roberto: El programa de desarrollo rural en la sierra huichola se lleva a cabo en el norte de Jalisco y al norte de Nayarit, también se trabaja en las comunidades de Jamaetzie y Jacaratizie, en el vocáblo Wixrárika. Ahí la Universidad de Guadalajara tiene trabajando doce años y noso-tros apoyándola seis. Nuestro apoyo consiste en proveer insumos que se necesitan para realizar las investigaciones, para apoyar a los voluntarios que van a hacer trabajo de campo. Nosotros hemos conse-guido donar material didáctico, ropa, despensa, medicamento y también dinero para combustibles, para que las camionetas lleguen hasta allá. En estas comunidades había un grado de desnutrición altísimo, hay mucha sequía, había muy poco

consumo de proteína animal y se estaba desertificando el suelo por las actividades típicas de agricultura, entonces la UDG y nosotros estamos implementando estas estrategias donde hay huertos orgánicos, granjas de gallinas ponedoras, granjas cunicultorias, es decir, de carne de conejo que en comparación a la carne de res, se produce proteína animal en menor tiempo. No es lo mismo poner una vaca y darle de comer dos años para tener un kilo de carne a un conejo que a lo mejor en dos meses ya está listo para ser sacrificado y en poco espacio, menos gasto energéti-co y alimento. Así estamos garanti-zando que la desnutrición se erradi-que de esta zona. Hemos también atacado la parte de higiene básica, donando material para la higiene bucal. Hay problemas en la piel por el frío tan extremo que hay, hemos donado crema para humectar a las personas de la comunidad, hay proyectos de captación de agua de lluvia y de reforestación. Me siento muy orgulloso de decir que ya tenemos seis años colaborando con ellos y espero seguirlo haciendo en conjunto con los estudiante de la universidad que para mí son un aliciente, es muy motivador ver cuando a los chavos les expones el tema, se emocionan y logran ayudar-nos también de forma desinteresada, eso también es fundamental de la forma de educar a mis estudiantes,

no solo haciéndolos buenos estudian-tes, también personas con valores ecológicos. Creo que este tipo de estrategias nos sensibilizan como sociedad, nos educan como personas y nos permi-ten edificarnos más allá de lo que enseñamos en las aulas. Este semestre apoyamos también a la asociación Wixrábicla donde esta-mos atacando el problema de la deserción escolar por falta de trans-porte. Allá para llegar a la escuela hay que caminar quince kilómetros en la sierra, entonces muchos niños de educación básica no asisten a la escuela por este motivo. Se está apoyando para conseguir bicicletas para que los niños tengan un trans-porte seguro, rápido, no contami-nante y puedan con esto subsanar la falta de transporte con algo tan

sencillo como poner una bicicleta. Se está capacitando a la gente para ser mecánicos de bicicleta, se brindan insumos y todo a través de esta asociación Wixrábicla.

E. UVM: Para este apoyo ¿Ustedes van o mandan los materiales?Roberto: Los mandamos, para llegar a las comunidades de las que hablo se tienen que invertir doce, catorce horas de camino en la sierra, entonces por otras ocupacio-nes no hemos tenido la oportunidad de ir para allá y también por la violencia en el norte de Jalisco que ha ido agravándose. Podríamos tratarlo como servicio social si es que se quiere ir físicamente por parte de la universidad. Quiero agra-decerles por la difusión y el interés.

des locales, y bueno, esto incide en que tenemos ya unos porcentajes de mejoramiento en las especies de tortuga marina. En el mundo existen ocho tipos de tortuga marina, a las costas de México llegan siete. Este tipo de conceptos son muy poco difundidos y tenemos la fortuna de contar con estos convenios para hacer que los chavos conozcan esta información y participen en la conservación de nuestro patrimonio natural y no sólo de nosotros, también del mundo y las tortugas que son organismos migratorios.Comenzamos porque quería ir a los campamentos tortugueros, les platique a mis alumnos, les pareció buena la idea, se hizo el enlace con la maestra Blanca Bojorquez, mujer que tiene todo mi respeto y admiración; ella trabaja en la unidad de vincula-ción del CUCBA (Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecua-rias) y ahí empezó todo. Primero fuimos al campamento en playa Xhila, luego trabajamos en San Blas, en Campamento Tortuguero Mayto y por último en Campamento Tortu-guero de la Mataiza. Hemos trabaja-do en esos cuatro lugares y hemos tenido ya datos de que la población de tortugas se está recuperando, es decir que nuestros esfuerzos están dando frutos. Así comenzó y ahora se puede decir que es “una tradi-ción” y esperemos continuarla. Llevamos seis años y hacemos dos o tres campamentos al año. Cabe señalar que nos encontramos en situaciones muy adversas, no hay

15

Page 24: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Entre bromas, Roberto Ramírez Espítia deja ver su amable sonrisa con la que comparte su pasión por la ecología y el bienestar de la vida en todas sus formas. Roberto es profe-sor de biología a nivel bachillerato en UVM Campus Guadalajara Sur y cada día intenta sembrar en las mentes y el corazón de sus estu-diantes el respeto a la vida en el planeta. El profesor ha coordinado con apoyo de la universidad varios proyectos con esta finalidad, promo-viendo el cuidado de la biodiversi-dad, como lo son las excursiones a los campamentos tortugueros en las costas de Jalisco y Nayarit ó el apoyo a comunidades Wixrárikas en

la sierra del norte de Jalisco. El profesor Roberto Ramírez y los estudiantes de bachillerato realiza-rán su próximo viaje a los campa-mentos tortugueros el primer fin de semana de agosto. Entre los pasillos de la universidad, el profesor Rober-to es bien conocido por su espíritu alegre y siempre considerado, pensando en el bienestar de los seres vivos y el ambiente. Roberto está comprometido con el planeta y seguirá trabajando para mejorarlo a través de sus estudiantes.

Expresiones UVM: ¿Cómo comenzó estos proyectos en la universidad?Roberto: Para mí es muy importante

que los alumnos tengan un aprendi-zaje práctico, es decir, que no sólo veamos lo teórico, que ellos usen sus habilidades y forme parte de su aprendizaje. Entonces formamos las prácticas dentro de la escuela, como aquí tenemos algunas planta-ciones dentro del campus y también otros proyectos en los que participa-mos con otras instituciones, en este caso con la Universidad de Guadala-jara, con ellos nosotros tenemos seis años trabajando en convenio para la conservación de la fauna silvestre de la tortuga marina en las costas de Nayarit y Jalisco.Ahí hacemos patr2ullajes nocturnos, colecta de huevo, siembra de nidos para la liberación de tortuguita bebé; también recolectamos basura de las playas, hacemos educación ambiental rural con las comunida-

electricidad, tenemos pocas o nulas comodidades, eso se le queda grabado a la comunidad estudiantil, estando sin electricidad, ni agua potable. Hubo una vez que sólo contábamos con media cubeta de agua cada una de las personas en el campamento y los alumnos tenían que decidir si se bañaban un día con una cubeta o dos con media; es algo que aprenden a valorar lo estu-diantes, el agua y la energía eléctri-ca. A las costas de Jalisco llega la tortuga más grande, la laúd, es mexicana y nadie lo sabía.

E. UVM: ¿Han visto esta tortuga en los campamentos?Roberto: Desafortunadamente no, como está en peligro de extinción no es tan común que se vea. Hemos podido ver la golfina que es la más común, la prieta, lora y la carey. Al final, en Nayarit, también visitamos el cocodrilario que tiene la SEMAR-NAT junto con algunos ejidatarios: La Tovara, un parque natural de manglares. Les explicamos cuál es la función de los manglares, en el mundo hay cuatro tipos de mangle, en México existen tres, éste es un país mega diverso, es el quinto lugar en biodiversidad y es algo que casi no se sabe. Es algo recreativo pero también creamos conciencia de la conservación de la naturaleza.

E. UVM: ¿Qué hay de su lucha contra los platos y vasos de unicel en campus?

Roberto: El unicel tarda mucho en degradarse y hacemos consumo de unicel todos los días y es muy grave, desafortunadamente no hemos podido erradicarlo de las cafeterías, ojalá se presione un poco para que desaparezca. Ya hay otras universidades en la ciudad que han logrado ya no usar unicel, por lo contaminante que es y que también termina en las costas. Hay que crear alternativas, de que se puede se puede.

E. UVM: ¿Cómo es su proyecto en la sierra huichola?Roberto: El programa de desarrollo rural en la sierra huichola se lleva a cabo en el norte de Jalisco y al norte de Nayarit, también se trabaja en las comunidades de Jamaetzie y Jacaratizie, en el vocáblo Wixrárika. Ahí la Universidad de Guadalajara tiene trabajando doce años y noso-tros apoyándola seis. Nuestro apoyo consiste en proveer insumos que se necesitan para realizar las investigaciones, para apoyar a los voluntarios que van a hacer trabajo de campo. Nosotros hemos conse-guido donar material didáctico, ropa, despensa, medicamento y también dinero para combustibles, para que las camionetas lleguen hasta allá. En estas comunidades había un grado de desnutrición altísimo, hay mucha sequía, había muy poco

consumo de proteína animal y se estaba desertificando el suelo por las actividades típicas de agricultura, entonces la UDG y nosotros estamos implementando estas estrategias donde hay huertos orgánicos, granjas de gallinas ponedoras, granjas cunicultorias, es decir, de carne de conejo que en comparación a la carne de res, se produce proteína animal en menor tiempo. No es lo mismo poner una vaca y darle de comer dos años para tener un kilo de carne a un conejo que a lo mejor en dos meses ya está listo para ser sacrificado y en poco espacio, menos gasto energéti-co y alimento. Así estamos garanti-zando que la desnutrición se erradi-que de esta zona. Hemos también atacado la parte de higiene básica, donando material para la higiene bucal. Hay problemas en la piel por el frío tan extremo que hay, hemos donado crema para humectar a las personas de la comunidad, hay proyectos de captación de agua de lluvia y de reforestación. Me siento muy orgulloso de decir que ya tenemos seis años colaborando con ellos y espero seguirlo haciendo en conjunto con los estudiante de la universidad que para mí son un aliciente, es muy motivador ver cuando a los chavos les expones el tema, se emocionan y logran ayudar-nos también de forma desinteresada, eso también es fundamental de la forma de educar a mis estudiantes,

no solo haciéndolos buenos estudian-tes, también personas con valores ecológicos. Creo que este tipo de estrategias nos sensibilizan como sociedad, nos educan como personas y nos permi-ten edificarnos más allá de lo que enseñamos en las aulas. Este semestre apoyamos también a la asociación Wixrábicla donde esta-mos atacando el problema de la deserción escolar por falta de trans-porte. Allá para llegar a la escuela hay que caminar quince kilómetros en la sierra, entonces muchos niños de educación básica no asisten a la escuela por este motivo. Se está apoyando para conseguir bicicletas para que los niños tengan un trans-porte seguro, rápido, no contami-nante y puedan con esto subsanar la falta de transporte con algo tan

sencillo como poner una bicicleta. Se está capacitando a la gente para ser mecánicos de bicicleta, se brindan insumos y todo a través de esta asociación Wixrábicla.

E. UVM: Para este apoyo ¿Ustedes van o mandan los materiales?Roberto: Los mandamos, para llegar a las comunidades de las que hablo se tienen que invertir doce, catorce horas de camino en la sierra, entonces por otras ocupacio-nes no hemos tenido la oportunidad de ir para allá y también por la violencia en el norte de Jalisco que ha ido agravándose. Podríamos tratarlo como servicio social si es que se quiere ir físicamente por parte de la universidad. Quiero agra-decerles por la difusión y el interés.

des locales, y bueno, esto incide en que tenemos ya unos porcentajes de mejoramiento en las especies de tortuga marina. En el mundo existen ocho tipos de tortuga marina, a las costas de México llegan siete. Este tipo de conceptos son muy poco difundidos y tenemos la fortuna de contar con estos convenios para hacer que los chavos conozcan esta información y participen en la conservación de nuestro patrimonio natural y no sólo de nosotros, también del mundo y las tortugas que son organismos migratorios.Comenzamos porque quería ir a los campamentos tortugueros, les platique a mis alumnos, les pareció buena la idea, se hizo el enlace con la maestra Blanca Bojorquez, mujer que tiene todo mi respeto y admiración; ella trabaja en la unidad de vincula-ción del CUCBA (Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecua-rias) y ahí empezó todo. Primero fuimos al campamento en playa Xhila, luego trabajamos en San Blas, en Campamento Tortuguero Mayto y por último en Campamento Tortu-guero de la Mataiza. Hemos trabaja-do en esos cuatro lugares y hemos tenido ya datos de que la población de tortugas se está recuperando, es decir que nuestros esfuerzos están dando frutos. Así comenzó y ahora se puede decir que es “una tradi-ción” y esperemos continuarla. Llevamos seis años y hacemos dos o tres campamentos al año. Cabe señalar que nos encontramos en situaciones muy adversas, no hay

16

Page 25: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Entre bromas, Roberto Ramírez Espítia deja ver su amable sonrisa con la que comparte su pasión por la ecología y el bienestar de la vida en todas sus formas. Roberto es profe-sor de biología a nivel bachillerato en UVM Campus Guadalajara Sur y cada día intenta sembrar en las mentes y el corazón de sus estu-diantes el respeto a la vida en el planeta. El profesor ha coordinado con apoyo de la universidad varios proyectos con esta finalidad, promo-viendo el cuidado de la biodiversi-dad, como lo son las excursiones a los campamentos tortugueros en las costas de Jalisco y Nayarit ó el apoyo a comunidades Wixrárikas en

la sierra del norte de Jalisco. El profesor Roberto Ramírez y los estudiantes de bachillerato realiza-rán su próximo viaje a los campa-mentos tortugueros el primer fin de semana de agosto. Entre los pasillos de la universidad, el profesor Rober-to es bien conocido por su espíritu alegre y siempre considerado, pensando en el bienestar de los seres vivos y el ambiente. Roberto está comprometido con el planeta y seguirá trabajando para mejorarlo a través de sus estudiantes.

Expresiones UVM: ¿Cómo comenzó estos proyectos en la universidad?Roberto: Para mí es muy importante

que los alumnos tengan un aprendi-zaje práctico, es decir, que no sólo veamos lo teórico, que ellos usen sus habilidades y forme parte de su aprendizaje. Entonces formamos las prácticas dentro de la escuela, como aquí tenemos algunas planta-ciones dentro del campus y también otros proyectos en los que participa-mos con otras instituciones, en este caso con la Universidad de Guadala-jara, con ellos nosotros tenemos seis años trabajando en convenio para la conservación de la fauna silvestre de la tortuga marina en las costas de Nayarit y Jalisco.Ahí hacemos patr2ullajes nocturnos, colecta de huevo, siembra de nidos para la liberación de tortuguita bebé; también recolectamos basura de las playas, hacemos educación ambiental rural con las comunida-

electricidad, tenemos pocas o nulas comodidades, eso se le queda grabado a la comunidad estudiantil, estando sin electricidad, ni agua potable. Hubo una vez que sólo contábamos con media cubeta de agua cada una de las personas en el campamento y los alumnos tenían que decidir si se bañaban un día con una cubeta o dos con media; es algo que aprenden a valorar lo estu-diantes, el agua y la energía eléctri-ca. A las costas de Jalisco llega la tortuga más grande, la laúd, es mexicana y nadie lo sabía.

E. UVM: ¿Han visto esta tortuga en los campamentos?Roberto: Desafortunadamente no, como está en peligro de extinción no es tan común que se vea. Hemos podido ver la golfina que es la más común, la prieta, lora y la carey. Al final, en Nayarit, también visitamos el cocodrilario que tiene la SEMAR-NAT junto con algunos ejidatarios: La Tovara, un parque natural de manglares. Les explicamos cuál es la función de los manglares, en el mundo hay cuatro tipos de mangle, en México existen tres, éste es un país mega diverso, es el quinto lugar en biodiversidad y es algo que casi no se sabe. Es algo recreativo pero también creamos conciencia de la conservación de la naturaleza.

E. UVM: ¿Qué hay de su lucha contra los platos y vasos de unicel en campus?

Roberto: El unicel tarda mucho en degradarse y hacemos consumo de unicel todos los días y es muy grave, desafortunadamente no hemos podido erradicarlo de las cafeterías, ojalá se presione un poco para que desaparezca. Ya hay otras universidades en la ciudad que han logrado ya no usar unicel, por lo contaminante que es y que también termina en las costas. Hay que crear alternativas, de que se puede se puede.

E. UVM: ¿Cómo es su proyecto en la sierra huichola?Roberto: El programa de desarrollo rural en la sierra huichola se lleva a cabo en el norte de Jalisco y al norte de Nayarit, también se trabaja en las comunidades de Jamaetzie y Jacaratizie, en el vocáblo Wixrárika. Ahí la Universidad de Guadalajara tiene trabajando doce años y noso-tros apoyándola seis. Nuestro apoyo consiste en proveer insumos que se necesitan para realizar las investigaciones, para apoyar a los voluntarios que van a hacer trabajo de campo. Nosotros hemos conse-guido donar material didáctico, ropa, despensa, medicamento y también dinero para combustibles, para que las camionetas lleguen hasta allá. En estas comunidades había un grado de desnutrición altísimo, hay mucha sequía, había muy poco

consumo de proteína animal y se estaba desertificando el suelo por las actividades típicas de agricultura, entonces la UDG y nosotros estamos implementando estas estrategias donde hay huertos orgánicos, granjas de gallinas ponedoras, granjas cunicultorias, es decir, de carne de conejo que en comparación a la carne de res, se produce proteína animal en menor tiempo. No es lo mismo poner una vaca y darle de comer dos años para tener un kilo de carne a un conejo que a lo mejor en dos meses ya está listo para ser sacrificado y en poco espacio, menos gasto energéti-co y alimento. Así estamos garanti-zando que la desnutrición se erradi-que de esta zona. Hemos también atacado la parte de higiene básica, donando material para la higiene bucal. Hay problemas en la piel por el frío tan extremo que hay, hemos donado crema para humectar a las personas de la comunidad, hay proyectos de captación de agua de lluvia y de reforestación. Me siento muy orgulloso de decir que ya tenemos seis años colaborando con ellos y espero seguirlo haciendo en conjunto con los estudiante de la universidad que para mí son un aliciente, es muy motivador ver cuando a los chavos les expones el tema, se emocionan y logran ayudar-nos también de forma desinteresada, eso también es fundamental de la forma de educar a mis estudiantes,

no solo haciéndolos buenos estudian-tes, también personas con valores ecológicos. Creo que este tipo de estrategias nos sensibilizan como sociedad, nos educan como personas y nos permi-ten edificarnos más allá de lo que enseñamos en las aulas. Este semestre apoyamos también a la asociación Wixrábicla donde esta-mos atacando el problema de la deserción escolar por falta de trans-porte. Allá para llegar a la escuela hay que caminar quince kilómetros en la sierra, entonces muchos niños de educación básica no asisten a la escuela por este motivo. Se está apoyando para conseguir bicicletas para que los niños tengan un trans-porte seguro, rápido, no contami-nante y puedan con esto subsanar la falta de transporte con algo tan

sencillo como poner una bicicleta. Se está capacitando a la gente para ser mecánicos de bicicleta, se brindan insumos y todo a través de esta asociación Wixrábicla.

E. UVM: Para este apoyo ¿Ustedes van o mandan los materiales?Roberto: Los mandamos, para llegar a las comunidades de las que hablo se tienen que invertir doce, catorce horas de camino en la sierra, entonces por otras ocupacio-nes no hemos tenido la oportunidad de ir para allá y también por la violencia en el norte de Jalisco que ha ido agravándose. Podríamos tratarlo como servicio social si es que se quiere ir físicamente por parte de la universidad. Quiero agra-decerles por la difusión y el interés.

des locales, y bueno, esto incide en que tenemos ya unos porcentajes de mejoramiento en las especies de tortuga marina. En el mundo existen ocho tipos de tortuga marina, a las costas de México llegan siete. Este tipo de conceptos son muy poco difundidos y tenemos la fortuna de contar con estos convenios para hacer que los chavos conozcan esta información y participen en la conservación de nuestro patrimonio natural y no sólo de nosotros, también del mundo y las tortugas que son organismos migratorios.Comenzamos porque quería ir a los campamentos tortugueros, les platique a mis alumnos, les pareció buena la idea, se hizo el enlace con la maestra Blanca Bojorquez, mujer que tiene todo mi respeto y admiración; ella trabaja en la unidad de vincula-ción del CUCBA (Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecua-rias) y ahí empezó todo. Primero fuimos al campamento en playa Xhila, luego trabajamos en San Blas, en Campamento Tortuguero Mayto y por último en Campamento Tortu-guero de la Mataiza. Hemos trabaja-do en esos cuatro lugares y hemos tenido ya datos de que la población de tortugas se está recuperando, es decir que nuestros esfuerzos están dando frutos. Así comenzó y ahora se puede decir que es “una tradi-ción” y esperemos continuarla. Llevamos seis años y hacemos dos o tres campamentos al año. Cabe señalar que nos encontramos en situaciones muy adversas, no hay

17

Page 26: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

18

Page 27: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

Dr. Domingo Coss y Leó[email protected]

1-Se considera occidente de México, desde el punto de vista histórico, a los Estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Aguascalientes y el sur de Zacatecas y Sinaloa. Se aduce que tanto Michoacán como Guanajuato quedaron desde el siglo XVI más vinculados con el centro de México, pues entraron dentro de la jurisdicción de la Nueva España y no de la Nueva Galicia. Jaime Olveda. “El occidente de México en el siglo XIX: ¿Integración o desintegración?” En Ávila Palafox, Ricardo (coordinador), El occidente de México en el tiempo. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1994, pp. 127-128. Sin embargo, el occidente ha tenido diferentes extensiones a través de la historia, dependiendo del estudio desde el cual se le aborde, su territorialidad e influencia varían. 2-La territorialidad entendida como “acción que opera sobre actividades físicas, sociales y psicológicas”. Robert D. Sack. “El significado de la territoriali-dad”. En: Pérez, Pedro (compilador), Región e Historia en México. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto Mora, 1991, p. 198.3-José Lameiras. “El ritmo de la historia y la región”. En: Revista Secuencia no. 25. México: Instituto Mora, abril de 1993, p. 111. 4-Ibid. p. 114.5-Región considerada en términos generales como “área territorial de homogeneidad relativa, ya sea de las relaciones entre agentes y medios o de ciertos atributos de los mismos”. José Luis Coraggio. Territorios en transición. Quito: Centro de Investigaciones, 1987, p. 50.6-Daniel N. Hiernaux. “El concepto de espacio y el análisis regional”. En: Revista Secuencia no. 25. México: Instituto Mora, abril de 1993.7-Para los antropólogos, y adoptado por otros científicos sociales, un área cultural “es un espacio en el interior del cual predomina la asociación de ciertos rasgos culturales”. Fernand Braudel. Las civilizaciones actuales. Madrid: Editorial Tecnos, 1975, p. 26. Con base en la geografía histórica, Carl Sauer nos dice que “El área cultural, la comunidad con forma de vida, es un desarrollo en un terreno o hábitat, con manifestación histórica y geográfica”. Carl Sauer. “Introducción a la geografía histórica”. En: Cortéz, Claude (compilador), Geografía histórica. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto Mora, 1991, p. 38.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

1

2

3

4

5

6

7

19

Page 28: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

8-Hélén Riviére D’Arc. Guadalajara y su región. México: Secretaría de Educación Pública, Colección Sep-Setentas no. 106. 1973, pp. 11-13. 9-Existen dos tendencias en la interpretación de los grupos culturales del occidente prehispánico (con excepción de los tarascos del postclásico): una, es la propuesta por Phil Weigand, quien postula la existencia de unidades políticas fuertes (estados con estructuras sociales complejas) y otra, la propuesta por Otto Schondube, quien no acepta la existencia de ciudades para la época prehispánica, pero si cree que existieron sociedades complejas, aunque diseminadas en todo el área cultural del occidente, pero sin unidades políticas fuertes. Otto Schondube. “Una visión global del occidente de México antes del contacto” En: Ávila Palafox, Ricardo (coordinador), El occidente de México en el tiempo. México: Universidad de Guadalajara, 1994, p. 112.10-El único estado militar poderoso del occidente, los tarascos, sirvió de escudo a la expansión de grupos poderosos del centro de México, como los mexicas; sin embargo, los primeros estaban en plena expansión hacia el oeste (la zona de los lagos) al momento de la conquista española.11Desde el punto de vista arqueológico, el occidente prehispánico se extiende por una amplia zona que incluye los actuales Estados de Guerrero, Michoa-cán, Colima, Jalisco, Guanajuato, Nayarit y partes de Zacatecas y Sinaloa.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

8

9

10

11

20

Page 29: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

12-José María Muriá. Breve Historia de Jalisco. Guadalajara: Secretaría de Educación Pública / Universidad de Guadalajara, 1988, pp. 31-32. 13-Christian Duverger. “El occidente de México y la mitología del Mixtón”. En: Ávila Palafox, Ricardo. Transformaciones mayores en el occidente de México. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1994, p. 91.14-“Descubrir siempre implica, de alguna manera, nombrar” nos dicen en su texto Alain Musset y Carmen Val Julián, en el sentido de imponer visiones ya adquiridas de antemano en el acto de nombrar y de apropiarse del territorio, con una acción que implica la posesión tanto física como ideológica. Alain Musset y Carmen Val Julián. “De la nueva España a México: nacimiento de una geopolítica”. En: Revista Relaciones vol. XIX, no. 75, Zamora: El Colegio de Michoacán, verano de 1988, p. 113.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

12

13

14

21

Page 30: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

15-Muriá, op cit., p. 52.16-Estas poblaciones fueron dispuestas de tal manera que cubrían de manera equidistante los territorios sometidos por la conquista de Nuño y sus capitanes: Purificación al sur, Compostela al centro cerca de la costa, San Miguel de Culiacán en el noroeste y Guadalajara tierra adentro en la zona cazcana. 17-Duverger, op cit., p. 95.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

15

16

17

22

Page 31: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

18-Muriá, op cit., p. 65.19-Aunque la Audiencia de México tuvo preeminencia sobre la de Guadalajara, ésta última siempre fue celosa de sus prerrogativas y mantuvo una relación de igualdad (no exenta de conflictos) con la de México en los aspectos jurídicos. En lo militar estuvo sujeta a la capital del virreinato por disposición real.20-“El poder es indispensable para la solución de un gran número de problemas. Para sacarle partido plenamente al medio, la acción debe ser concertada y organizada”, nos dice Paul Claval en el sentido de que “la aceptación de las reglas comunes alivia la vida social”. Paul Claval. Espacio y poder. México: Fondo de Cultura económica, 1982, p. 17.21-La articulación del espacio, en el nuevo esquema de dominación, se fue dando a partir de la apropiación de los recursos contenidos en el espacio tanto físicos como humanos, dando por resultado un nuevo espacio social. Jean-Eugení Sánchez. Espacio, economía y sociedad. Madrid: Siglo XXI Editores, 1991, pp. 73-75. 22-Muriá, op cit., p. 77.23-“Un lugar central es un asentamiento o conglomerado de funciones económicas que es el eje de un sistema jerárquico, incluye otros asentamientos o comunidades relacionadas con él de modo permanente. Un lugar central se convierte en eje de una región porque las mercancías, la gente y la informa-ción fluyen principalmente entre el centro y su poco diferenciado hinterland”. Carol A. Smith. “Sistemas económicos regionales: modelos geográficos y problemas socioeconómicos combinados”. En: Pérez, Pedro (compilador), Región e Historia en México. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto Mora, 1991, p. 41.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

18

19

20

22

21

23

23

Page 32: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

24

Page 33: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

24-Antonio Ibarra. La organización regional del mercado interno novohispano. La economía colonial de Guadalajara 1770-1804. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla / Universidad Nacional Autónoma de México, 2000, p. 78.25-Muriá, op cit., p. 125.26-Riviére D’Arc, op cit., p. 41. Antonio Ibarra propone también que Guadalajara creció en el siglo XVIII gracias a haber creado en torno suyo “un área de abastecimiento mercantil integrada”, es decir, gracias a su función comercial. Ibarra, op cit., p. 79.27-Alejandra Moreno Toscano y Enrique Florescano. El sector externo y la organización social espacial y regional de México (1521-1919). México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 1977, p. 25. 28-Horst Prietschmann. Las reformas borbónicas y el sistema de Intendencias en Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 130.29-Daniel Cosío villegas (coordinador). Historia General de México. Tomo I, México: El Colegio de México, 1987, pp. 547-548.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

24

25

26

27

28 29

25

Page 34: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

30-Las elites locales se vieron favorecidas con la política reformista de la corona pero siempre con la intención de una mayor sujeción política hacia la metrópoli. La creación de la Universidad en 1792 en Guadalajara, la llegada de la imprenta a la ciudad en ese mismo año y la creación del Consulado de comerciantes en 1795, responden a una misma intención de equilibrar el poder en la colonia, en el afán de un mayor control burocrático dependiente del gobierno español. En otras palabras, se permitió cierta autonomía en materia económica pero no en la esfera de lo político, lo que traería fuertes conflictos entre grupos sociales.31-Riviére D’Arc, op cit., p. 43.32-Jaime Olveda. La oligarquía de Guadalajara. México: Consejo Nacional para la cultura y las Artes, 1991, p. 79.33-Muriá, op cit., p. 131.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

30

31

32

33

26

Page 35: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

34-Con la creación de la Intendencias, Guadalajara asumió indiscutiblemente la centralidad política de su Intendencia, pero además, siguió teniendo jurisdicción por parte de la Audiencia sobre una amplia zona del occidente-norte del virreinato. Desde el punto de vista económico, la región dominada por Guadalajara se extendía al occidente y noroeste. 35-Olveda. “La oligarquía...” op cit, p. 105.36-Moreno Toscano y Enrique Florescano, op cit., pp. 29-30.37-Ibid., p. 29.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

34

35

36

37

27

Page 36: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

38-Nos dice Luis González que ya para el siglo XVIII existían expresiones de orgullo en la elite regional que se manifestaban en frases referentes a estas tierras tales como “emporio ilustre de apetecidas riquezas”, “el mejor país de todos cuantos circunda el sol” , y otros de la misma índole que eran utiliza-dos para manifestar el orgullo regional, así como la animadversión hacia la metrópoli española y novohispana. Luis González. La querencia. México: Secre-taría de Educación Pública, 1982, pp. 23-24.39-Jaime Olveda. “El desacuerdo sobre el ejercicio de la soberanía, 1808-1834”. Mecanuscrito, 2003.40-Michael Costeloe. La primera república federal de México (1824-1835). México: Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 448.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

38

39

40

28

Page 37: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

41-Jaime Olveda. “El pronunciamiento federalista de la provincia de Guadalajara”. Mecanuscrito, 2003, p. 12.42-Ibid., p. 35. 43-Jaime Olveda. “La oligarquía...” op cit., p. 209.

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

41

42

43

29

Page 38: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

44-Araceli Ibarra Bellon. El comercio y el poder en México, 1821-1864. Fondo de Cultura Económica / Universidad de Guadalajara, 1998, p. 388. 45-5Ibid., p. 368.

44 45

30

Page 39: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

46-Ibid., p. 422. 47-Ibid., p. 424. 48-Ibid., pp. 431-434. 49-Moreno Toscano y Enrique Florescano, op cit., pp. 56-57.

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

46

47

48

49

31

Page 40: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

32

Page 41: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

33

Page 42: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Lo que es ahora considerado México occidental es un cons-tructor histórico modificado a través del tiempo cuyos territo-rios son variados a causa de diferentes factores. México occidental contiene un territorio donde la interacción del hombre con la naturaleza ha producido un gran mosaico de culturas dentro de lo que se conoce como Mesoamérica. Una geografía compleja y diver-sa donde diferentes cadenas montañosas se entrelazan y una diversidad de climas han determinado las diferentes culturas que se desarrollaron en esta región. Grupos seminóma-das al norte del río Santiago y pequeños grupos sedentarios a lo largo de la costa y sur del río Santiago. Estos grupos seden-tarios prehispánicos compar-ten una estructura social en común. Ellos viven en villas

pequeñas con una simple estra-tificación social sustentada por una agricultura insipiente y suple-mentada por caza y cosecha. Palabras clave: Región, Occi-dente de México, historia, geo-grafía y cultura

Adscripción:El Dr. Domingo Coss y León es Doctor en Ciencias Sociales y Maestro en Estudios sobre la Región por El Colegio de Jalis-co; cuenta además con la Licenciatura en Historia por la Universidad de Guadalajara. Actualmente se desempeña como Profesor de Cátedra en el área de Historia y Sociología en varios institutos educativos de nivel superior.

I.- Algunas consideraciones. Lo que consideramos hoy día como el occidente de México1 ha sido el resultado de una construcción histórica que ha sufrido diferentes transforma-ciones a través del tiempo y en

el transcurso de los cuales ha visto cambiar por distintos facto-res su territorialidad. Tanto el espacio geográfico como la acción del hombre, han hecho factible la producción cultural que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos, pero esta interacción con el espacio se da a través del tiempo, siempre de manera dinámica, aunque con distintos ritmos. En este sentido, podemos decir que la construcción de una región es el resultado dinámico del tiempo, del espacio y de la cultura, y bajo este enfoque resulta también imprescindible la interdisciplina-riedad en los estudios regionales en el afán de un mayor conoci-miento, desde distintos ángulos, de la complejidad regional y de los rasgos que conforman una región , si bien, siempre el con-cepto de región estará supedita-do al interés particular del objeto de estudio del investigador y no como una concepción predeter-minada. En el caso que nos ocupa, el occidente, en su espacio natural, concebido como soporte y conte-nido , se fue conformando sobre un territorio donde hombre y naturaleza, en interacción, forma-ron un área cultural7 distintiva

dentro del gran mosaico de culturas que significó la zona de civilización que hoy deno-minamos Mesoamérica. Fac-tores tales como la geografía compleja y diversificada de esta parte del continente, donde se juntan y entrecruzan varias cordilleras montañosas y donde también existe una gran diversidad de climas , dieron el sello distintivo para la conformación de una cultura semi-nómada, principalmente hacia el norte del río Santiago, y una gran cantidad de pequeños grupos sedenta-rios, principalmente en la zona de la costa y hacia el sur del río Santiago, en la zona de los

lagos. Estos grupos humanos prehispánicos sedentarios tenían en común una vida social en pequeñas aldeas con una estratificación social sencilla, cuyo sustento princi-pal provenía de una agricultu-ra incipiente que complemen-taban con la caza y la recolec-ción.

II.- El occidente prehispánico. Desde el punto de vista geo-gráfico, el occidente de México se puede dividir en dos: una zona oriental como parte de la gran meseta cen-tral y otra que declina en distintos valles y sierras hasta terminar en la costa del Pacífi-co. La gran cantidad de ríos, lagos y valles hicieron de la zona occidental un espacio

favorable para la sedentariza-ción del hombre y la satisfac-ción de sus necesidades primarias, sin embargo, la intrincada orografía no favore-ció la formación de grandes estados o imperios que domi-naran una amplia zona . Esta complejidad condicionó en gran medida el parcial aisla-miento de esta zona, que aún con los contactos comercia-les con otras zonas de Mesoamérica, le permitieron permanecer fuera de las con-quistas militares de grupos culturales más poderosos del centro de México.10 La arqueología nos ha permitido conocer algunos rasgos distintivos del occiden te prehispánico11 tales como la cerámica policroma de Capa-cha y El Opeño, los famosos “perritos” de colima y las graciosas figurillas que recrean la vida social de los

habitantes de esta área cultu-ral. Otro rasgo distintivo del occidente lo marcan las tumbas de tiro12, caracterís-ticas sólo del occidente mesoamericano y de las cuales se tiene noticia de algunas parecidas en Suda-mérica. Los grupos indígenas que habitaban el occidente mesoamericano mantuvieron su singularidad pero compar-tieron elementos culturales con el resto de grupos huma-nos de Mesoamérica. Aspec-tos tales como la religión, la arquitectura y la cosmovisión les identificaban más dentro del área de civilización del centro-sur de México que

dentro de la extensa zona de grupos nómadas del norte, en lo que ahora llamamos Aridoamérica, de la cual eran vecinos, constituyendo hacia el norte del río Santiago una zona de transición cultural13 . III.- La llegada de los españoles. En un prime e la conquista militar iniciada desde el centro de México en la tercera década del siglo XVI. Fue “el occidente” a partir de la con-quista iniciada por Nuño de Guzmán desde la ciudad de México, y aunque se habían dado algunas incursiones desde principios de los años veinte del siglo XVI, no fue sino hasta 1529 que Nuño

emprendió lo que sería la con-quista definitiva del territorio. En la mente del conquistador ya estaba prefigurado lo que con el tiempo constituiría una región aparte, pues desde el comienzo, esta conquista venía marcada por la oposi-ción y competencia con las conquistas realizadas por Hernán Cortés y sus capita-nes en lo que el primero deno-minó la Nueva España. El acto de nombrar por parte de los conquistadores impli-caba la apropiación, mental y posteriormente física, de los territorios que se iban descu-briendo14 . En la conquista de Nuño, que éste denominó “Reino de la Mayor España”, la ambición de superar las conquistas realizadas por Cortés le llevaron a imaginar un territorio mayor que se extendería por el occidente y norte hasta unirse con la gobernación del Pánuco, en el Golfo de México, la cual tenía a su cargo. Este extenso territorio aseguraría su pree-minencia dándole poder y riquezas y asegurándole puer-tos en “la mar del sur” para el comercio con las islas de la especiería. De esta forma, una primera conceptualización regional se establece a partir de los proyectos de conquista de Nuño de Guzmán y sus capi-tanes. La empresa la inició a finales de 1529 con cerca de

trescientos españoles y alre-dedor de ocho mil indios aliados.15 Después de someter al cacique tarasco en Tzintzuntzan se encaminó hacia el noroeste en dirección del río Santiago, que él llamó “Espíritu Santo”, hacia la zona de los cazcanes, donde tras varios encuentros violentos con los naturales, prosiguió hacia la costa. La penetración del territorio requirió de funda-ciones de villas para el asegu-ramiento de la conquista por parte de los españoles. Las fundaciones ordenadas por Nuño de Guzmán fueron Compostela, Purificación, San Miguel de Culiacán y Guada-lajara.16 Finalmente, al terri-torio conquistado por Nuño se le llamó “Nueva Galicia” por órdenes de la corona, designándose a Compostela como su capital. Esto significó un freno a las ambiciones de Nuño, quien posteriormente fue enviado a España para enfrentar un juicio en su contra y tras el cual ya no regresaría a América. Con el mandato de la corona se reproducía en América la geo-grafía política española, pues al estar las conquistas de Nuño al noroeste de la ciudad de México, centro de la colo-nización, se reproducía el esquema español de la posi-ción del Reino de Galicia con respecto a Madrid, capital del imperio. Muchos problemas surgie-ron en la conquista emprendi-da por Nuño en el occidente,

pues aunado al conflicto con Cortés, la belicosidad de los indios, así como varios desas-tres naturales y la geografía misma del territorio, dificulta-ron la conquista y coloniza-ción de los espacios naturales y sus pobladores, así como también la permanencia de las nuevas villas de españo-les. El caso de Guadalajara ilustra lo anterior. Fundada en 1532 por Juan de Oñate en las cercanías de Nochistlán, no permaneció mucho tiempo ahí, pues la feracidad del terreno y el conflicto con los indígenas cazcanes, obligó a los españoles a cambiar el asiento de la villa muchos kilómetros al sur, en Tonalá, donde mejores tierras y la cercanía de un poblado indí-gena pacificado, aseguraban la supervivencia de los espa-ñoles. Posteriormente Nuño ordenó que la villa de Guada-lajara regresara a la zona caz-cana, al norte del río Santiago, estableciéndose esta vez en Tlacotán, al norte de la

barranca que forma el río, pero su permanencia nuevamente se vio interrumpida por el alza-miento indígena general que se dio en 1540 y que conoce-mos como la rebelión del Mixtón. Este conflicto obligó a los españoles a reforzar sus posiciones en el occidente pero con la ayuda, y posterior sujeción militar y preeminencia en el orden colonial, del centro de México.

IV.- La rebelión del Mixtón y el asiento definitivo de Guadala-jara. El alzamiento cazcán de 1540 evidenció la débil presencia de los españoles en el occidente. En 1541 fue atacada la villa de Guadalajara en Tlacotán y ésta se vio obli-gada a cambiarse al Valle de Atemajac, cruzando la barran-ca del río Santiago hacia el sur. En la década que había transcurrido desde las incur-siones de Nuño de Guzmán y la rebelión cazcana no se había logrado la conquista definitiva del territorio y este era más un proyecto de colo-nización y explotación que una realidad. Tras varias incursiones infructuosas, se preparó el asalto final al Peñón del Mixtón. Un ejército muy numeroso de españoles e indígenas aliados, traídos desde el centro de México y dirigidos por el virrey Antonio de Mendoza, enfrentó a los rebeldes consiguiendo la derrota de éstos y el asegura-miento de la conquista en la zona. La derrota indígena a finales de 1541 a manos de Mendoza, significó la sujeción

del territorio y sus habitantes al poder del virrey y la preemi-nencia del centro de México con respecto al occidente. Por otro lado, la fundación definitiva de Guadalajara, el 14 de febrero de 1542, permi-tió el establecimiento y conti-nuidad de las instituciones españolas y el ejercicio del poder20 por parte de los colonizadores, todo bajo las leyes y la potestad de la corona de Castilla. La nueva realidad de domi-nación se plasmó en la articu-lación espacial21 que se fue construyendo en el occidente. El reino de Nueva Galicia defi-nió sus limites con la Nueva España y pretendió continuar su expansión hacía el norte, de límites imprecisos, dándo-se además el conflicto con el centro, pues esto se hizo evidente al patrocinar el virrey expediciones de conquista y colonización que dieron por resultado un freno a la expan-sión novogalaica.2 Sin embar-go, el establecimiento de un obispado en 1543 y de una Real Audiencia en 1548 en Compostela mostraba la intención de la corona de restar poder al centro de

México con la idea de equili-brar el juego político en el nuevo virreinato de la Nueva España. La intención real de mante-ner a Compostela como capi-tal del reino de Nueva Galicia no prosperó. A instancias del obispo Pedro Gómez de Maraver Guadalajara fue designada nueva capital al ordenarse, por real cédula de Felipe II, se cambiara la sede de la Audiencia y el obispado en 1560. Esta situación favo-reció en gran medida a Gua-dalajara asegurándole su preeminencia y capitalidad en un extenso territorio bajo su jurisdicción. El lugar central23 que asumió Guadalajara al ser sede de los poderes civiles y religiosos le permitió tener el control político y económico en el occidente. La Real Audiencia extendía su juris-dicción sobre todo el occiden-te y norte del virreinato, y el obispado sólo se vio limitado en su jurisdicción hacia el norte con la creación del obis-pado de Guadiana (Durango) en el siglo XVII. Con este hecho, la mitra de Guadalaja-ra vio mermada su influencia y la recaudación de diezmos,

pero su poder se concentró en el occidente. La centralidad de Guadala-jara con respecto al occidente se dio además por la función política y económica que ejer-ció. Por un lado como sede del poder político y religioso, y por el otro, como centro distri-buidor de mercancías en una dinámica actividad comercial. Por lo demás, el orden colo-nial impuesto se mantuvo sin mayores alteraciones (aunque no exento de múltiples con-flictos menores entre indivi-duos e instituciones) en cuanto

al equilibrio de poderes propugnado por la corona durante buena parte del periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XVIII.

V.- Las reformas borbónicas y la crisis del orden colonial. Con la llegada al trono espa-ñol de Felipe V en 1701 se inauguró la dinastía de los Borbones en España, y con ellos, llegaron a la península nuevas ideas y formas de concebir la administración política de los reinos de ultra-mar. La decadencia política y

económica del imperio espa-ñol para estos años hacía urgente una nueva estructura-ción de la política económica de la metrópoli con respecto de sus ahora llamadas colo-nias de América. Éstas habían crecido en población (des-pués de los descensos demo-gráficos de finales del siglo XVI y todo el siglo XVII), y en el caso de la Nueva España, varias poblaciones habían aumentado su traza urbana hasta convertirse en próspe-ras ciudades con gran activi-dad comercial.

En el caso de Guadalajara, ésta tenía dos mil vecinos en 1713, y para 1800 ya contaba con más de treinta mil habi-tantes, por lo tanto, “la pobla-ción se duplicó a lo largo del siglo XVII, pero un siglo más tarde se quintuplicó”. Este extraordinario crecimiento se vio acompañado de una mayor fuerza política y econó-mica de Guadalajara. La cual reforzó su centralidad permi-tiéndole expandir su influencia hacia el noroeste, coincidien-do además con la política de la corona de acrecentar y consolidar su presencia en los confines septentrionales del imperio, sobre todo a partir de la amenaza que constituían los avances de Ingleses, fran-ceses y rusos en Norteaméri-ca. Pero, ¿cómo fue que Gua-dalajara experimentó un creci-miento tan importante duran-te el siglo XVIII?, Algunos autores coinciden en que “la función comercial de Guada-lajara fue el factor más impor-tante y característico del crecimiento de la ciudad” , es decir, fue el elemento motor y estimulante para la formación de la región. Por otro lado, el crecimiento natural

de la población de la ciudad se vio acrecentado por algu-nas migraciones del campo, y de otras poblaciones meno-res circundantes, que veían a Guadalajara como un centro proveedor de servicios. Las reformas borbónicas implementadas por la corona en la segunda mitad del siglo XVIII buscaron "reformar la estructura política, adminis-trativa y económica" de la colonia, con el objetivo "reco-ger para el Estado todos los atributos y funciones que los Habsburgo habían delegado en corporaciones y personas privadas". El nuevo orden que se pretendió establecer desde el gobierno, trajo un fuerte desajuste que derivó en protestas y descontento en algunos sectores de la socie-dad colonial que se vieron amenazados en sus privile-gios y en el orden que habían construido hasta ese momen-to. Entre las acciones que fueron más trascendentes en el afán reformador de los Bor-bones se pueden mencionar el establecimiento de las Intendencias a partir de 1786. Con esta medida fueron aboli-dos los antiguos reinos y se crearon doce unidades admi-nistrativas centralizadas al mando de un Intendente, nombrado directamente por la corona.28 El objetivo era

fragmentar la antigua estruc-tura de poder (virrey, Audien-cia y corporaciones) y crear nuevos centros alternos a la ciudad de México pero bajo la vigilancia de la metrópoli. Entre las corporaciones más afectadas por estas reformas estuvo la Iglesia, antigua aliada de la corona y quien ahora resentía las políticas ilustradas que, entre otras cosas, se distinguían por su anticlericalismo fundamenta-das en la filosofía racionalista de la época. La expulsión de los jesuitas en 1767 y la apli-cación de la real cédula de consolidación de vales en 1804 fueron fuertes golpes contra la institución más rica e influyente de la colonia. Otro grupo afectado por las refor-mas fue el de los comercian-tes del Consulado de la ciudad de México, quienes vieron como se terminaba su monopolio sobre el comercio al entrar en franca competen-cia con los comerciantes de otras ciudades del virreinato. La creación del Consulado de Guadalajara en 1795 permitió a la elite local manejarse de manera independiente y esta-blecer directamente tratos comerciales con el resto del imperio. A esto último contri-buyó también el estableci-miento del libre comercio de los puertos españoles por orden de Carlos III en 1778.29

Todos estos reajustes políti-cos y administrativos deses-tructuraron el antiguo orden colonial y pretendieron esta-blecer otro con criterios más modernos para la época. Se establecieron nuevas centrali-dades y se dieron fuertes cambios en la distribución del poder, todo con el afán de hacer más productiva a la colonia, reasumiendo las funciones de gobierno por parte de la burocracia, que en otros tiempos se había dele-gado en algunas corporacio-nes e individuos. Se debilitó a la elite tradicional, y a la vez, se alentó la consolidación de algunas al interior del virreina-to. En el caso de Guadalajara, la creación del Consulado de comerciantes permitió a los empresarios locales realizar obras que permitieron la dina-mización del comercio, mejo-rando caminos y puentes, y estableciendo planes que permitieran el desarrollo eco-nómico de la región, siempre en el espíritu del fortalecimien-to de la elite local y como insti-tución integradora de la región.31 De esta manera, a partir de 1795, “los comer-ciantes de Guadalajara aten-dieron sus propios negocios y pusieron fin a dos siglos de dependencia”32 con respec-to de la ciudad de México. Por otro lado, la apertura del puerto de San Blas en 176833

en la lógica del capitalismo moderno, que para ese tiempo se encontraba en plena expansión por parte de los países industrializados. La apertura de algunos puertos en el Pacífico y la dinamización comercial en San Blas permitió la entrada de capitales extranjeros (prin-cipalmente de origen inglés) que se complementaron con los capitales locales para el establecimiento de compa-ñías que se dedicaron a intro-ducir mercancías, tratando de eludir el pago de impuestos, en gran medida por medio del contrabando44 . En este sen-

tido, el contrabando por el Pacífico se practicó tanto en la entrada como en la salida de productos:

El Pacífico ofrecía grandes facilidades al contrabando por la deficiente vigilancia de los puertos y la corrupción de los empleados aduanales; de ahí que la salida anual de plata acuñada y sin acuñar por esas costas fuera de conside-rable importancia: se estima-ba en unos tres millones de pesos, de los cuales medio millón tenía a China como destino, y el resto iba a Ingla-terra.

Tanto en San Blas como en otros puertos autorizados para el comercio, como Mazatlán, Guaymas y Manza-nillo, se practicó el contraban-do y las casas comerciales establecidas en estos puntos alcanzaron grandes niveles de poder económico, influyendo en los acontecimientos políti-cos de la época. El caso de la Barrón & Forbes, establecida en Tepic, ilustra el poder e influencia que podían alcanzar algunas compañías comercia-les. Esta casa en especial, mostró una gran capacidad de adaptación a las caracte-rísticas del país y logró

amplio de la soberanía por parte de los estados particu-lares en detrimento de la con-solidación de un Estado-na-ción fuerte. Las consecuen-cias de esta realidad política no se harían esperar a lo largo del turbulento siglo XIX. La fuerte presencia de Gua-dalajara y el recién constituido Estado de Jalisco en el con-texto nacional, se vio reflejado en su influencia hacia otras regiones del país y en la gran cantidad de pensadores y

políticos jaliscienses que participaron en las discusio-nes políticas e ideológicas de la época. De esta manera, políticos como Prisciliano Sánchez y Luis Quintanar se convirtieron en verdaderos caudillos regionales defen-diendo la autonomía local frente al centro del país. Por otro lado, la cuestión de la recaudación de impuestos enfrentó también los intereses de la elite regional con las intenciones de la ciudad de México. La situación de precariedad económica deri-vada de la pugna por el cobro de los impuestos debilitó al país en sus conflictos internos y frente a las agresiones del exterior, lo que finalmente llevó a mantener una posición de dependencia económica en el contexto mundial. Con todo, el establecimiento del federalismo mantuvo la unidad nacional, fuertemente

amenazada tras la caída de Iturbide. Ya la separación de Centroamérica establecía un peligroso antecedente, sí bien por razones históricas parti-culares. En este sentido podemos decir que:

El pacto federal suscrito en 1824 no resultó lo suficiente-mente sólido para dar naci-miento a un Estado nacional fuerte, ni pudo evitar las tensiones entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la nación.

VII.- La región de Guadalajara en el siglo XIX. Con la independencia del país se fueron destruyendo varios de los circuitos comer-ciales que se habían construi-do durante la época colonial y se empezaron a establecer otros bajo la nueva situación política. En el caso del eje comercial San Blas-Tepic-Guadalajara, este sufrió una alteración, la susti-tución del comercio hispano por el inglés que benefició a productores y comerciantes que no habían podido pros-perar durante la época ante-rior, “dándose una redistribu-ción lucrativa que favoreció particularmente a los merca-deres de Tepic, Lagos y Zapotlán el Grande”.43 Tam-bién el establecimiento de casas comerciales extranjeras en los puertos y principales ciudades, cambió en gran medida las prácticas mercan-tiles que empezaron a despla-zar a las antiguas formas coloniales para entrar de lleno

Real Audiencia que le había permitido dirimir localmente la mayoría de sus asuntos jurídi-cos y políticos; además era sede de un obispado y conta-ba con instituciones de edu-cación superior e imprenta que le daban prestigio en una amplia zona del país. Por otro lado, la difusión de una nueva cultura política se había dado a partir de los graves aconte-cimientos derivados de la invasión napoleónica a España, y las consecuencias que esto tuvo tanto en la península como en América, habían dado como resultado una elite bastante politizada y con una gran conciencia regional.38Por lo demás, la elite local era bastante fuerte en comparación con otras provincias y mantenía una

activa función comercial, administrativa y de servicios que la enfrentaba directamen-te a las pretensiones del gobierno general en su afán centralizador. Los nuevos conceptos polí-ticos asimilados al final de la colonia, sirvieron de base de discusión ante la problemáti-ca de constituir a la nueva nación mexicana. Tras el fracaso de la monarquía en 1823, el sistema que se adoptó fue el republicanismo, pero ¿cuál debía ser el tipo de república que se establecería y cómo deberían definirse las relaciones entre sus partes?

Había dos tendencias encon-tradas: algunas provincias como Guadalajara proponían una especie de confederalis-mo bajo un discurso federalis-ta en el que se guardaban para sí el ejercicio de la sobe-ranía, con el resultado de un centro político nacional débil. Por el contrario, la ciudad de México pugnaba por el ejerci-cio de una soberanía compar-tida en el pacto federal con preeminencia del centro sobre las provincias. Este conflicto por la sobera-nía manifestó el poder de articulación regional alcanza-do por la elite de Guadalajara en su región. La pugna se prolongó por algunos años hasta la constitución de la primera república federal en 1824, con el establecimiento de un federalismo en el que se mantenía un congreso fuerte y un ejecutivo bastante debilita-do40 , lo que permitió el ejer-cicio de un margen bastante

permitió el establecimiento de un eje comercial entre Guada-lajara y el puerto, pasando por Tepic, que favoreció el inter-cambio comercial, ya sin la intermediación de la ciudad de México, y con la llegada de mercancías de otras regiones del imperio (y del contrabando inglés), Guadalajara fortaleció su papel de centro distribui-dor en una amplia zona del occidente de México. Tam-bién las exploraciones colo-niales en el extenso noroeste a partir de San Blas reafirma-ron la centralidad de Guadala-jara, al extender su influencia hasta la Alta California y Nuevo México, teniendo con-tacto comercial también con grupos de comerciantes desde lugares tan distintos como Panamá, Perú y las Filipinas. La apertura del puerto de San Blas permitió el crecimiento económico de Guadalajara y ayudó a estruc-turar y consolidar a la región de la cual ésta era el centro34 . De esta forma, podemos decir que “el desarrollo comercial de la región, la mul-tiplicación de las compañías comerciales y el fortalecimien-to del grupo mercantil de Guadalajara fueron posibles gracias, entre otros factores, al puerto de San Blas” . Por otro lado, el “extraordi-nario auge económico” que acompañó a las reformas bor-bónicas convirtió a la Nueva España en el primer productor

de plata a un nivel mundial, vinculando a la colonia al mer-cado internacional por medio de este producto y en un nivel de dependencia con la metró-poli, quedando ésta última a su vez, supeditada al capita-lismo emergente. Este hecho desencadenó en las depen-dencias americanas una serie de consecuencias internas que afectaron el destino de la colonia.

En el terreno político, la división de la oligarquía colo-nial fue uno de ellos. Las oligarquías atacaron a las corporaciones más podero-sas como la Iglesia y el Con-sulado de Comerciantes (de la ciudad de México) y éstas a su vez, buscaron la coyuntura política con los grupos margi-nados. Así también, la impor-tación de funcionarios espa-ñoles para dirigir el gobierno y la administración no fue bien vista por los criollos quienes también fueron afectados al disminuir el poder de los miembros de las corporacio-nes tradicionales.

Finalmente, el fortalecimien-to de las nuevas unidades políticas y la soberanía que ejercieron en su interior, permitieron el auge económi-co, que fue aprovechado por grupos medios que se vieron favorecidos en sus expectati-vas económicas pero que no gozaron de representatividad

política. Todo esto “agudizó las contradicciones internas de la colonia y desembocó finalmente en la lucha por la independencia, que fue una guerra de los nuevos grupos en ascenso y de los criollos contra los representantes de las antiguas corporaciones que habían acaparado la riqueza y el poder” .

VI.- La independencia y la pugna por la soberanía. Tras las guerras de indepen-dencia y durante el siglo XIX, la historia de Guadalajara y de su región estuvo fuertemente ligada a los acontecimientos políticos que se sucedieron durante este siglo. Un primer conflicto se dio al discutirse el aspecto de la soberanía en la nueva unidad política creada a partir de la independencia. El país requería de un Estado consolidado, y la constitución del Estado-nación fue la cues-tión política más urgente a resolver en los primeros años de la vida independiente. La autonomía alcanzada por las provincias en los últimos años de la época colonial había debilitado la función centralizadora de la ciudad de México, pero ésta seguía siendo reconocida como vínculo de unidad en la nueva realidad política. En el caso de Guadalajara, ésta ya tenía una amplia experiencia de autogo-bierno, pues había sido sede, desde el siglo XVI, de una

amasar una gran fortuna que diversificó en varios rublos de la actividad mercantil.

Barron, como muchos otros empresarios en México, mostró gran capacidad de adaptación al país en la difícil etapa de definición. Su fuerza para sobrevivir a condiciones diversas derivó del apoyo de los representantes diplomáti-cos de gran Bretaña en México, los que en caso de dificultad extrema acudían en auxilio de sus compatriotas presionando al gobierno mexicano, amenazándolo con la suspensión de préstamos, la ruptura de relaciones o el bloqueo.

Frente a los obstáculos que se le presentaban, la firma inglesa utilizaría una serie de estrategias que poco a poco le permitirían obtener el con-trol de la región:

Frente a las altas tarifas impo-sitivas, Barron y Forbes opta-ron por controlar las aduanas a través de fianzas a los emplea-dos aduanales. En un periodo de diez años, entre 1840 y 1850, se encuentran registra-dos once otorgamientos de fianzas, que oscilan entre quinientos y mil pesos, a dife-rentes categorías de emplea-dos aduanales: administrador de rentas, subreceptor de la administración de alcabalas y contribuciones, y oficiales y contadores de la aduana marí-tima de la ciudad.

Además de sus actividades comerciales, la Barron & Forbes estuvo relacionada también con las rivalidades regionales de la época entre Nayarit y Jalisco, pues apoyó el movimiento rebelde de Manuel Lozada en su pugna contra el gobierno de Jalisco y echó mano de todos sus recursos diplomáticos para doblegar al gobernador Santos Degollado.48 Final-mente, la Barron y Forbes decayó a finales del siglo XIX, cuando por fin llegaba la esta-bilidad política al país. Después de múltiples des-calabros, la nación arribaba a una etapa de consolidación con el triunfo liberal en 1867 que restablecía el sistema republicano. Por su parte, Guadalajara experimentó un gran desarrollo a finales del siglo XIX con la llegada del ferrocarril en 188849 y el establecimiento del telégrafo y la luz eléctrica unos años des-pués. Estos adelantos tecno-lógicos le permitieron tener un mayor control sobre su región fortaleciendo su centralidad en el occidente del país. La industrialización que experi-mentó la ciudad también se vio reflejada en un mayor movimiento mercantil con la llegada constante de empre-sarios extranjeros, muchos de los cuales se quedaron a vivir aquí, uniéndose a los capita-les ya establecidos. La consolidación del merca-do interno en la región siguió la lógica de proveedor de

materias primas y consumidor de manufacturas dentro del contexto internacional, esta-bleciendo una articulación regional en función de este papel. Los principales cami-nos se establecieron para los objetivos industriales y de exportación apoyando el desarrollo económico de algunas localidades y dejando fuera de esta posibilidad a otras. De esta manera, a fina-les del siglo XIX el mercado nacional se encontraba más integrado, existiendo una mayor vinculación de las regiones entre sí y al interior de las mismas.

VIII.- Consideraciones finales. Con la llegada de los espa-ñoles en el siglo XVI, el occi-dente dejó de ser un área cultural dentro de la civiliza-ción mesoamericana para integrarse en un complejo imperio colonial de una forma dependiente; sin embargo, con la capitalidad de Guada-lajara a partir de 1560, se fue conformando una región en torno de la ciudad, hasta lograr consolidar una elite local orgullosa de sus prerro-gativas dentro del orden colo-nial establecido, permitiéndo-le una gran participación en la toma de decisiones locales y en el ejercicio del poder, tanto político como económico. Las reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII destruyeron el orden anterior basado en el poder de corporaciones e individuos

para pretender establecer un mayor control a partir de una burocracia especializada y fiel a la corona, en contra, muchas veces, de los intere-ses locales. Estos desequili-brios rompieron las antiguas alianzas corporativas y traje-ron una confrontación de inte-reses. Por un lado, hubo un reforzamiento de la elite local en su pugna con la ciudad de México, pero a costa de una mayor polarización social que desembocó en las luchas libertarias a principios del siglo XIX. Varias instituciones como la Iglesia, la Audiencia y el virrey, se vieron afectados por las medidas politico-adminis-trativas de los borbones, en el sentido de que vieron dismi-nuida su influencia y capaci-dad de decisión dentro del contexto colonial. Además, la creación de las Intendencias en 1786 favore-ció la aparición y fortaleci-miento de las centralidades locales, que serían la semilla de los conflictos regionales en el México independiente. Ya en 1823, la pugna entre Gua-dalajara y la ciudad de México reflejaba el antagonismo de intereses entre la búsqueda de establecer un Estado nacional fuerte y la permanen-cia del control regional por las elites locales. Por otro lado, la articulación y consolidación regional respondió desde la conquista y colonización, y después de la independencia, a la lógica del capitalismo mundial, primero mercantilista y des-pués industrial y financiero, pero siempre en un lugar de dependencia. Durante los

siglos coloniales como expor-tador de materias primas, principalmente la plata, y a partir del siglo XIX, además del metal precioso, con una gran variedad de productos agrícolas y artesanales. A la par de esta vinculación con el exterior, la región de Guadalajara fue consolidando un mercado interno a partir de las actividades mineras, agrí-colas y ganaderas, sobre todo con relación al norte minero y al Bajío agrícola y ganadero. Las ricas haciendas de la región fueron creando algu-nas fortunas familiares que se utilizaron para el comercio y la distribución de productos, reforzando el papel central de Guadalajara en el comercio, como centro burocrático y de servicios; cosa notable con el gran crecimiento experimen-tado por la ciudad a finales del siglo XVIII. Los diferentes cambios territoriales y la complicada geografía del occidente con-dicionaron en buena medida la configuración regional durante la colonia, pero los cambios políticos experimen-tados a finales del siglo XVIII y durante el XIX establecieron en gran parte la fisonomía, tanto física como social, de lo que hoy conocemos como el occidente de México y cuyo centro indiscutible sigue siendo la ciudad de Guadala-jara.

Domingo Coss y León

Braudel, Fernand. Las civilizaciones actuales. Madrid: Editorial Tecnos, 1975.Claval, Paul. Espacio y poder. México: Fondo de Cultura Económica, 1982.Coraggio, José Luis. Territorios en transición. Quito: Centro de Investigaciones, 1987.Cosío Villegas, Daniel. Historia General de México. Tomo I, México, El Colegio de México, 1987.Costeloe, Michael. La primera república federal en México (1824-1835). México: Fondo de Cultura Econó-mica, 1983.Duverger, Christian. “El occidente de México y la mitología del Mixtón”. En: Ávila Palafox, Ricardo (coordi-nador), Transformaciones mayores en el occidente de México. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1994.González, Luis. La querencia. México: Secretaría de Educación Pública, 1982.Hiernaux N., Daniel. “El concepto de espacio y el análisis regional”. En: Revista Secuencia no. 25. México: Instituto Mora, abril de 1993.Ibarra, Antonio. La organización regional del mercado interno novohispano. La economía colonial de Gua-dalajara, 1770-1804. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla / Universidad Nacional Autó-noma de México, 2000.Ibarra Bellon, Araceli. El comercio y el poder en México, 1821-1864. México: Fondo de Cultura Económica / Universidad de Guadalajara, 1998.Lameiras, José. “El ritmo de la historia y la región”. En: Revista Secuencia no. 25. México: Instituto Mora, abril de 1993.Moreno Toscano, Alejandra y Enrique Florescano. El sector externo y la organización espacial y regional de México (1521-1910). México: Benemérita Universidad Autónoma de puebla, 1977.Muriá, José María. Breve Historia de Jalisco. Guadalajara: Secretaría de Educación Pública / Universidad de Guadalajara, 1988.Musset, Alain y Carmen Val Julián. “De la Nueva España a México: nacimiento de una geopolítica. En: Revista Relaciones vol. XIX, No. 75. Zamora, El Colegio de Michoacán, verano de 1998. Olveda Jaime. “El occidente de México en el siglo XIX: ¿integración o desintegración? En: Ávila Palafox, Ricardo (coordinador), El occidente de México en el tiempo. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1994.----------. La oligarquía de Guadalajara. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991.----------. “El desacuerdo sobre el ejercicio de la soberanía, 1808-1834”. Mecanuscrito, 2003.----------. “El pronunciamiento federalista de la provincia de Guadalajara”. Mecanuscrito, 2003.Prietschmann, Horst. Las reformas borbónicas y el sistema de Intendencias en Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica, 1996.Riviére D’Arc, Héléne. Guadalajara y su región. México: Secretaría de Educación Pública, Colección Sep-Setentas no. 106, 1973. Sack, Robert. “El significado de la territorialidad”. En: Pérez, Pedro (compilador), Región e Historia en México. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto Mora, 1991.Sánchez, Jean-Eugení. Espacio, economía y sociedad. Madrid: Siglo XXI, 1991. Sauer, Carl. “Introducción a la geografía histórica”. En: Cortéz, Claude (compilador), Geografía histórica. México: Universidad Autónoma Metropolitana / Instituto Mora, 1991.Schondube, Otto. “Una visión global del occidente de México antes del contacto”. En: Ávila Palafox, Ricar-do (coordinador), El occidente de México en el tiempo. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1994.Smith, Carol A. “Sistemas económicos regionales: modelos geográficos y problemas socioeconómicos combinados”. En: Pérez, Pedro (compilador), Región e Historia en México. México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto Mora, 1991.

Referencias

34

Page 43: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

En el presente ensayo de divulga-ción se presenta una revisión reflexiva sobre la situación del consultor en las empresas desde la óptica del caos sistémico. Se vincu-la la labor del consultor con la incer-tidumbre que implica existir en el mundo posmoderno en el que nos encontramos, criticando directa-mente la visión de los consultores irreflexivos que buscan cosificar los procesos radicalizando su positivis-mo y ahogando con ello su sentido. Se realiza constantemente la com-paración entre el trabajo del consul-tor con la empresa y la que realiza un psicólogo con su paciente.

El ensayo se divide en tres partes. La primera de ellas se centra en el aspecto positivista que sustenta la labor del consul-tor; la segunda es un acerca-miento al concepto del cambio y la realidad caótica en que las empresas están inmersas; la tercera parte tratará sobre la vida de las empresas y el efecto del consultor en las empresas pequeñas.

El positivismo como punto de partida de la actividad del consultor. Se ha mencionado que el consultor trabaja desde un modelo positivista (Quijano, 2006) en el sentido que supone que

puede cambiar la realidad que observa, que además se le supone univoca y unilateral. En ese sentido, la parte subjetivista de la cuestión queda fuera de contexto en el traba-jo del consultor, puesto que para el positivista la realidad no es “cons-truida socialmente” (Berger y Luckh-man, 2001) sino que la realidad es una y además palpable e incluso medible.

Todos los problemas que el consul-tor trata de solucionar en una empresa tienen, en la visión positi-vista, un origen claro que puede ser conocido. Es decir, su labor consisti-ría en conocer las causas de las cosas en la idea de que esas causas existen claramente y son lineales. Desde esta óptica, el mundo del consultor es claramente causal, todo podría tener una explicación. Las exploraciones del consultor le permitirán tener una clarificación de las causas del problema. Sin embargo, las factores son siempre multicausales y existe más de una explicación posible ante la pregunta ¿por qué las cosas son como son? Para empezar habría una respuesta desde cada disciplina de conoci-miento. Está claro, a pesar de todo, que no le interesa al empresario conocer todas esas explicaciones sino sólo tener los elementos para

cambiar (volvemos al positivismo) lo que no le gusta de lo que esta pasando en su empresa.

Sin embargo, para el consultor experto “la realidad es objetiva e independiente de él mismo como sujeto observador” (Quijano, 2006: 83) y se trata de resolver los proble-mas para los que contrata el jefe de la empresa.

Aunque a primera vista, no tiene nada de criticable, he de matizar que la realidad nunca puede ser concebida sino es por medio de la subjetividad. El positivismo en el sentido estricto ha dejado de ser, por mucho, el modelo más aplicado para referentes epistémicos. Queda claro que el mundo del consultor positivis-ta y de algunas de las empresas actuales no es en definitiva, el mundo de las abstracciones, no es el mundo de las ideas, al menos no de las ideas teleológicas, es decir, las que buscan el sentido primigenio de las cuestiones, la verdad más última.

La anterior aclaración salva a cualquier humanista abstracto de caer en comparaciones entre su campo de conocimiento y el que le es propio al consultor puesto que, tal como aprecia Bourdieu (2008),

queda claro que la visión en lo que respecta al mundo económico no es una visión que busque desmembrar el sentido, puesto que este ya está delimitado: el sentido es generar mayor riqueza. No es una búsqueda del por qué sino del cómo, el por qué ya esta descrito por la empresa. Las críticas al sentido positivista del trabajo del consultor no se dejan esperar. Algunas de ellas están centradas en las cuestiones meto-dológicas del trabajo del consultor, otras más se centran en el aspecto ético de las conclusiones. Otros más se centran en la falacia de la signifi-cación, así como la validez del método de la experimentación.

Así como en la ciencia o en el terre-no académico se puede caer en la presión de publicar a como de lugar aunque no se tenga nada que decir, en las empresas se puede caer en el peligro de generar ganancias a como de lugar aunque no se aporte algo a la sociedad. El “efecto marti-llo” (Quijano, 2006: 92) se constitu-ye en una perdida del sentido para dar más importancia al modo de hacerlo y no en el motivo por el que había de hacerlo. El positivismo busca ordenar, aclarar, ser objetivos. Si a esto agre-gamos la consideración de la posibilidad del desorden y del caos, el positivismo puede equilibrarse y en su caso ser más benéfico.

El consultor y el caos en el mundo empresarial. Más allá de intentar descubrir o esbozar el sentido filosófico del trabajo del consultor, debe quedar claro que, para el empresario, la única intención es que el consultor dé respuestas que a él le satisfagan en la intención de resolver problemáticas que, de hecho,

se estén presentando en la empresa. Uno de los principales retos que tiene el consultor, en ese sentido, es el de ganarse la confianza de sus propios clientes pues se maneja en un contexto en el que se supone (abierta o no abiertamente) que es el consultor el que sabe y no el cliente, es decir, el empresario. No serían pocos los que en esta categoría les supere la soberbia antes que la necesidad. Sucede algo parecido a lo que acontece en una sesión terapéutica en la que se antecede que el terapeuta tiene más expe-riencia que el cliente, lo cual es cierto en lo que respecta a herra-mientas terapéuticas pero no a las vivencias del paciente. Por lo mismo, de manera análoga, es importante que el consultor también escuche al empresario. Tanto en el caso de la terapia como en la consultoría, en realidad no es el terapeuta el que sabe más, sino que tiene la garantía de ver las cosas desde fuera, “sin lodo” se podría decir, la selva se ve distinta desde arriba que entre los matorrales. La misma ventaja tiene, en su caso el consultor. No está inmerso en los vaivenes propios de la empresa, en la cotidianidad que la constituye, en las presiones internas que supone y en los juegos de poder que segura-mente existen. Por ello, estar desprovisto de todos estos elemen-tos le puede permitir generar un comentario diferente a los que se escuchan a diario en las membra-nas empresariales.

Además, si al consultor y al cliente les queda claro que no será el primero el que tome las decisiones del segundo, sino que facilitará los procesos de decisión del segundo por medio de información clara y contundente, entonces, tendrán una disminución de los problemas poten-

ciales de entendimiento entre sí.El cambio tiene muchas caras y una de ellas es que no es exactamente como lo planeamos, existen muchas interpretaciones y modos de obser-varle (Lee, 2007: 12), por lo que el positivismo pleno del que hablaba antes puede tener su punto de inflexión o su tendón de Aquiles.

Lee (2007) menciona claramente que la necesidad imperante en una empresa es entender que el cambio es un asunto irremediable y que nada se puede hacer para evitarlo. Tal como decía Heráclito hace más de 2400 años al afirmar que “lo único que permanece es el cambio”. En ese plano es que el consultor no debe asumirse como el que tomará las decisiones de las empresas sino que sólo mostrará una manera de concebir la realidad, la que él se plantea consigo mismo.

Nuevamente Lee (2007:17) afirma que no se puede predecir el futuro, sólo se pueden prever algunas cosas pero no se pueden asumir las conductas, actitudes y modos de actuar de los empleados de las empresas a las que se ha asesorado. Por ello, nuevamente, debe quedar claro para todos que lo que se hace es intentar que las cosas sean mejo-res para la empresa pero que siem-pre existirán variables que condicio-nan que todo sea como se supuso en un principio. Esto es lo que yo llama-ría “asesorar desde el caos”, un caos que es inevitable. Podemos hacer consultoría sin considerar el caos pero eso no supone que el mismo no esté ahí.

El consultor en las empre-sas pequeñas. Uno de los mitos más comunes de los pequeños empresarios es suponer que los

consultores son un lujo de las gran-des empresas. Algo similar sucede a las personas de nivel medio cuando se habla de psicólogos, suponen que las terapias son un lujo de ricos, cuando en realidad se trata de nece-sidades que todos los humanos pueden tener. Las necesidades no tienen que ver con las esferas económicas y tanto puede necesitar un obrero de un psicólogo como puede una pequeña empresa reque-rir de un consultor.

En ese sentido vale más pagar unas cuantas asesorías psicológicas que pagar los costos del desconocimien-to de sí. Vale más la asesoría empre-sarial de un consultor antes que aumentar las posibilidades de la quiebra.

El consultor debe trabajar poniendo atención a algunos aspectos que cambian cuando se trabaja con este tipo de clientes. Primeramente, el cliente hace notar al consultor el nivel con el que él mismo hablará. Si es un empresario que tiene poco o nulo conocimiento sobre los aspec-tos básicos de la teoría administrati-va, el consultor no tendría que molestarse con complejos concep-tos académicos, tiene que explicar-se desde el mundo de quién le escu-cha. Para Kubr (2000), la falta de datos es el principal problema con el que se enfrenta el consultor en una mediana empresa.

Otro de los problemas de las empre-sas pequeñas, que enlista Kubr, es la imposibilidad de contratarse a los empleados más calificados. Por ello, el consultor no puede aplicar las mismas sugerencias que haría con una empresa de primer nivel. Exigir más con menos preparación, menos motivación y menos salario del personal no es muy inteligente a

menos que se generan métodos coercitivos que tampoco por sí mismos generan capacidad en los empleados.

Siendo así, no se puede esperar una alta productividad, debido a que las empresas pequeñas no tienen las condiciones de competición que tienen los grandes monopolios.

Relaciono esto a la labor de un capacitador en un curso para profe-sores de educación primaria. Será difícil que el capacitador se dé a entender si habla del mismo modo a estos profesores que como lo hace cuando está frente a un grupo de académicos de un programa docto-ral. No se trabaja con los mismos destinatarios y por tanto hay que contextualizarse, no sólo en el senti-do de informarse de cómo está y qué piensa la gente a la que se la habla, sino de interactuar desde sus patrones de conducta, sus vocablos comunes, su ideario y su concep-ción del mundo.

El carácter positivista de la labor del consultor no debe cegarle ante los elementos caóticos de la realidad que no pueden ser previstos. Algu-nos de ellos se encuentran principal-mente en las pequeñas empresas en las que no se cuenta con las seguri-dades financieras ni humanas que pueden valorarse en las grandes empresas aunque tampoco estás estén desprovistas de imprevisibili-dad. Al igual que el trabajo del psicó-logo con un paciente, lo esencial en el consultor es que aprenda las construcciones simbólicas presentes al interior de la empresa para que, a partir de ahí, pueda proponer un camino a seguir para el bienestar de la organización social a la que sirve.

Introducción

RESUMEN

1. Es Doctor en Filosofía por la Universidad Iberoamericana; Doctor en Ciencias del Desarrollo Humano por la UNIVA; Maestro en Desarrollo Humano por el ITESO; Miem-bro del Sistema Nacional de Investigadores (Nível C) y de la Asociación Filosófica de México. Es profesor de tiempo completo en el área de posgrados de la Universidad del Valle de México, Campus Guadalajara Sur

1

1

35

Page 44: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

En el presente ensayo de divulga-ción se presenta una revisión reflexiva sobre la situación del consultor en las empresas desde la óptica del caos sistémico. Se vincu-la la labor del consultor con la incer-tidumbre que implica existir en el mundo posmoderno en el que nos encontramos, criticando directa-mente la visión de los consultores irreflexivos que buscan cosificar los procesos radicalizando su positivis-mo y ahogando con ello su sentido. Se realiza constantemente la com-paración entre el trabajo del consul-tor con la empresa y la que realiza un psicólogo con su paciente.

El ensayo se divide en tres partes. La primera de ellas se centra en el aspecto positivista que sustenta la labor del consul-tor; la segunda es un acerca-miento al concepto del cambio y la realidad caótica en que las empresas están inmersas; la tercera parte tratará sobre la vida de las empresas y el efecto del consultor en las empresas pequeñas.

El positivismo como punto de partida de la actividad del consultor. Se ha mencionado que el consultor trabaja desde un modelo positivista (Quijano, 2006) en el sentido que supone que

puede cambiar la realidad que observa, que además se le supone univoca y unilateral. En ese sentido, la parte subjetivista de la cuestión queda fuera de contexto en el traba-jo del consultor, puesto que para el positivista la realidad no es “cons-truida socialmente” (Berger y Luckh-man, 2001) sino que la realidad es una y además palpable e incluso medible.

Todos los problemas que el consul-tor trata de solucionar en una empresa tienen, en la visión positi-vista, un origen claro que puede ser conocido. Es decir, su labor consisti-ría en conocer las causas de las cosas en la idea de que esas causas existen claramente y son lineales. Desde esta óptica, el mundo del consultor es claramente causal, todo podría tener una explicación. Las exploraciones del consultor le permitirán tener una clarificación de las causas del problema. Sin embargo, las factores son siempre multicausales y existe más de una explicación posible ante la pregunta ¿por qué las cosas son como son? Para empezar habría una respuesta desde cada disciplina de conoci-miento. Está claro, a pesar de todo, que no le interesa al empresario conocer todas esas explicaciones sino sólo tener los elementos para

cambiar (volvemos al positivismo) lo que no le gusta de lo que esta pasando en su empresa.

Sin embargo, para el consultor experto “la realidad es objetiva e independiente de él mismo como sujeto observador” (Quijano, 2006: 83) y se trata de resolver los proble-mas para los que contrata el jefe de la empresa.

Aunque a primera vista, no tiene nada de criticable, he de matizar que la realidad nunca puede ser concebida sino es por medio de la subjetividad. El positivismo en el sentido estricto ha dejado de ser, por mucho, el modelo más aplicado para referentes epistémicos. Queda claro que el mundo del consultor positivis-ta y de algunas de las empresas actuales no es en definitiva, el mundo de las abstracciones, no es el mundo de las ideas, al menos no de las ideas teleológicas, es decir, las que buscan el sentido primigenio de las cuestiones, la verdad más última.

La anterior aclaración salva a cualquier humanista abstracto de caer en comparaciones entre su campo de conocimiento y el que le es propio al consultor puesto que, tal como aprecia Bourdieu (2008),

queda claro que la visión en lo que respecta al mundo económico no es una visión que busque desmembrar el sentido, puesto que este ya está delimitado: el sentido es generar mayor riqueza. No es una búsqueda del por qué sino del cómo, el por qué ya esta descrito por la empresa. Las críticas al sentido positivista del trabajo del consultor no se dejan esperar. Algunas de ellas están centradas en las cuestiones meto-dológicas del trabajo del consultor, otras más se centran en el aspecto ético de las conclusiones. Otros más se centran en la falacia de la signifi-cación, así como la validez del método de la experimentación.

Así como en la ciencia o en el terre-no académico se puede caer en la presión de publicar a como de lugar aunque no se tenga nada que decir, en las empresas se puede caer en el peligro de generar ganancias a como de lugar aunque no se aporte algo a la sociedad. El “efecto marti-llo” (Quijano, 2006: 92) se constitu-ye en una perdida del sentido para dar más importancia al modo de hacerlo y no en el motivo por el que había de hacerlo. El positivismo busca ordenar, aclarar, ser objetivos. Si a esto agre-gamos la consideración de la posibilidad del desorden y del caos, el positivismo puede equilibrarse y en su caso ser más benéfico.

El consultor y el caos en el mundo empresarial. Más allá de intentar descubrir o esbozar el sentido filosófico del trabajo del consultor, debe quedar claro que, para el empresario, la única intención es que el consultor dé respuestas que a él le satisfagan en la intención de resolver problemáticas que, de hecho,

se estén presentando en la empresa. Uno de los principales retos que tiene el consultor, en ese sentido, es el de ganarse la confianza de sus propios clientes pues se maneja en un contexto en el que se supone (abierta o no abiertamente) que es el consultor el que sabe y no el cliente, es decir, el empresario. No serían pocos los que en esta categoría les supere la soberbia antes que la necesidad. Sucede algo parecido a lo que acontece en una sesión terapéutica en la que se antecede que el terapeuta tiene más expe-riencia que el cliente, lo cual es cierto en lo que respecta a herra-mientas terapéuticas pero no a las vivencias del paciente. Por lo mismo, de manera análoga, es importante que el consultor también escuche al empresario. Tanto en el caso de la terapia como en la consultoría, en realidad no es el terapeuta el que sabe más, sino que tiene la garantía de ver las cosas desde fuera, “sin lodo” se podría decir, la selva se ve distinta desde arriba que entre los matorrales. La misma ventaja tiene, en su caso el consultor. No está inmerso en los vaivenes propios de la empresa, en la cotidianidad que la constituye, en las presiones internas que supone y en los juegos de poder que segura-mente existen. Por ello, estar desprovisto de todos estos elemen-tos le puede permitir generar un comentario diferente a los que se escuchan a diario en las membra-nas empresariales.

Además, si al consultor y al cliente les queda claro que no será el primero el que tome las decisiones del segundo, sino que facilitará los procesos de decisión del segundo por medio de información clara y contundente, entonces, tendrán una disminución de los problemas poten-

ciales de entendimiento entre sí.El cambio tiene muchas caras y una de ellas es que no es exactamente como lo planeamos, existen muchas interpretaciones y modos de obser-varle (Lee, 2007: 12), por lo que el positivismo pleno del que hablaba antes puede tener su punto de inflexión o su tendón de Aquiles.

Lee (2007) menciona claramente que la necesidad imperante en una empresa es entender que el cambio es un asunto irremediable y que nada se puede hacer para evitarlo. Tal como decía Heráclito hace más de 2400 años al afirmar que “lo único que permanece es el cambio”. En ese plano es que el consultor no debe asumirse como el que tomará las decisiones de las empresas sino que sólo mostrará una manera de concebir la realidad, la que él se plantea consigo mismo.

Nuevamente Lee (2007:17) afirma que no se puede predecir el futuro, sólo se pueden prever algunas cosas pero no se pueden asumir las conductas, actitudes y modos de actuar de los empleados de las empresas a las que se ha asesorado. Por ello, nuevamente, debe quedar claro para todos que lo que se hace es intentar que las cosas sean mejo-res para la empresa pero que siem-pre existirán variables que condicio-nan que todo sea como se supuso en un principio. Esto es lo que yo llama-ría “asesorar desde el caos”, un caos que es inevitable. Podemos hacer consultoría sin considerar el caos pero eso no supone que el mismo no esté ahí.

El consultor en las empre-sas pequeñas. Uno de los mitos más comunes de los pequeños empresarios es suponer que los

consultores son un lujo de las gran-des empresas. Algo similar sucede a las personas de nivel medio cuando se habla de psicólogos, suponen que las terapias son un lujo de ricos, cuando en realidad se trata de nece-sidades que todos los humanos pueden tener. Las necesidades no tienen que ver con las esferas económicas y tanto puede necesitar un obrero de un psicólogo como puede una pequeña empresa reque-rir de un consultor.

En ese sentido vale más pagar unas cuantas asesorías psicológicas que pagar los costos del desconocimien-to de sí. Vale más la asesoría empre-sarial de un consultor antes que aumentar las posibilidades de la quiebra.

El consultor debe trabajar poniendo atención a algunos aspectos que cambian cuando se trabaja con este tipo de clientes. Primeramente, el cliente hace notar al consultor el nivel con el que él mismo hablará. Si es un empresario que tiene poco o nulo conocimiento sobre los aspec-tos básicos de la teoría administrati-va, el consultor no tendría que molestarse con complejos concep-tos académicos, tiene que explicar-se desde el mundo de quién le escu-cha. Para Kubr (2000), la falta de datos es el principal problema con el que se enfrenta el consultor en una mediana empresa.

Otro de los problemas de las empre-sas pequeñas, que enlista Kubr, es la imposibilidad de contratarse a los empleados más calificados. Por ello, el consultor no puede aplicar las mismas sugerencias que haría con una empresa de primer nivel. Exigir más con menos preparación, menos motivación y menos salario del personal no es muy inteligente a

menos que se generan métodos coercitivos que tampoco por sí mismos generan capacidad en los empleados.

Siendo así, no se puede esperar una alta productividad, debido a que las empresas pequeñas no tienen las condiciones de competición que tienen los grandes monopolios.

Relaciono esto a la labor de un capacitador en un curso para profe-sores de educación primaria. Será difícil que el capacitador se dé a entender si habla del mismo modo a estos profesores que como lo hace cuando está frente a un grupo de académicos de un programa docto-ral. No se trabaja con los mismos destinatarios y por tanto hay que contextualizarse, no sólo en el senti-do de informarse de cómo está y qué piensa la gente a la que se la habla, sino de interactuar desde sus patrones de conducta, sus vocablos comunes, su ideario y su concep-ción del mundo.

El carácter positivista de la labor del consultor no debe cegarle ante los elementos caóticos de la realidad que no pueden ser previstos. Algu-nos de ellos se encuentran principal-mente en las pequeñas empresas en las que no se cuenta con las seguri-dades financieras ni humanas que pueden valorarse en las grandes empresas aunque tampoco estás estén desprovistas de imprevisibili-dad. Al igual que el trabajo del psicó-logo con un paciente, lo esencial en el consultor es que aprenda las construcciones simbólicas presentes al interior de la empresa para que, a partir de ahí, pueda proponer un camino a seguir para el bienestar de la organización social a la que sirve.

2.

3.

36

Page 45: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

En el presente ensayo de divulga-ción se presenta una revisión reflexiva sobre la situación del consultor en las empresas desde la óptica del caos sistémico. Se vincu-la la labor del consultor con la incer-tidumbre que implica existir en el mundo posmoderno en el que nos encontramos, criticando directa-mente la visión de los consultores irreflexivos que buscan cosificar los procesos radicalizando su positivis-mo y ahogando con ello su sentido. Se realiza constantemente la com-paración entre el trabajo del consul-tor con la empresa y la que realiza un psicólogo con su paciente.

El ensayo se divide en tres partes. La primera de ellas se centra en el aspecto positivista que sustenta la labor del consul-tor; la segunda es un acerca-miento al concepto del cambio y la realidad caótica en que las empresas están inmersas; la tercera parte tratará sobre la vida de las empresas y el efecto del consultor en las empresas pequeñas.

El positivismo como punto de partida de la actividad del consultor. Se ha mencionado que el consultor trabaja desde un modelo positivista (Quijano, 2006) en el sentido que supone que

puede cambiar la realidad que observa, que además se le supone univoca y unilateral. En ese sentido, la parte subjetivista de la cuestión queda fuera de contexto en el traba-jo del consultor, puesto que para el positivista la realidad no es “cons-truida socialmente” (Berger y Luckh-man, 2001) sino que la realidad es una y además palpable e incluso medible.

Todos los problemas que el consul-tor trata de solucionar en una empresa tienen, en la visión positi-vista, un origen claro que puede ser conocido. Es decir, su labor consisti-ría en conocer las causas de las cosas en la idea de que esas causas existen claramente y son lineales. Desde esta óptica, el mundo del consultor es claramente causal, todo podría tener una explicación. Las exploraciones del consultor le permitirán tener una clarificación de las causas del problema. Sin embargo, las factores son siempre multicausales y existe más de una explicación posible ante la pregunta ¿por qué las cosas son como son? Para empezar habría una respuesta desde cada disciplina de conoci-miento. Está claro, a pesar de todo, que no le interesa al empresario conocer todas esas explicaciones sino sólo tener los elementos para

cambiar (volvemos al positivismo) lo que no le gusta de lo que esta pasando en su empresa.

Sin embargo, para el consultor experto “la realidad es objetiva e independiente de él mismo como sujeto observador” (Quijano, 2006: 83) y se trata de resolver los proble-mas para los que contrata el jefe de la empresa.

Aunque a primera vista, no tiene nada de criticable, he de matizar que la realidad nunca puede ser concebida sino es por medio de la subjetividad. El positivismo en el sentido estricto ha dejado de ser, por mucho, el modelo más aplicado para referentes epistémicos. Queda claro que el mundo del consultor positivis-ta y de algunas de las empresas actuales no es en definitiva, el mundo de las abstracciones, no es el mundo de las ideas, al menos no de las ideas teleológicas, es decir, las que buscan el sentido primigenio de las cuestiones, la verdad más última.

La anterior aclaración salva a cualquier humanista abstracto de caer en comparaciones entre su campo de conocimiento y el que le es propio al consultor puesto que, tal como aprecia Bourdieu (2008),

queda claro que la visión en lo que respecta al mundo económico no es una visión que busque desmembrar el sentido, puesto que este ya está delimitado: el sentido es generar mayor riqueza. No es una búsqueda del por qué sino del cómo, el por qué ya esta descrito por la empresa. Las críticas al sentido positivista del trabajo del consultor no se dejan esperar. Algunas de ellas están centradas en las cuestiones meto-dológicas del trabajo del consultor, otras más se centran en el aspecto ético de las conclusiones. Otros más se centran en la falacia de la signifi-cación, así como la validez del método de la experimentación.

Así como en la ciencia o en el terre-no académico se puede caer en la presión de publicar a como de lugar aunque no se tenga nada que decir, en las empresas se puede caer en el peligro de generar ganancias a como de lugar aunque no se aporte algo a la sociedad. El “efecto marti-llo” (Quijano, 2006: 92) se constitu-ye en una perdida del sentido para dar más importancia al modo de hacerlo y no en el motivo por el que había de hacerlo. El positivismo busca ordenar, aclarar, ser objetivos. Si a esto agre-gamos la consideración de la posibilidad del desorden y del caos, el positivismo puede equilibrarse y en su caso ser más benéfico.

El consultor y el caos en el mundo empresarial. Más allá de intentar descubrir o esbozar el sentido filosófico del trabajo del consultor, debe quedar claro que, para el empresario, la única intención es que el consultor dé respuestas que a él le satisfagan en la intención de resolver problemáticas que, de hecho,

se estén presentando en la empresa. Uno de los principales retos que tiene el consultor, en ese sentido, es el de ganarse la confianza de sus propios clientes pues se maneja en un contexto en el que se supone (abierta o no abiertamente) que es el consultor el que sabe y no el cliente, es decir, el empresario. No serían pocos los que en esta categoría les supere la soberbia antes que la necesidad. Sucede algo parecido a lo que acontece en una sesión terapéutica en la que se antecede que el terapeuta tiene más expe-riencia que el cliente, lo cual es cierto en lo que respecta a herra-mientas terapéuticas pero no a las vivencias del paciente. Por lo mismo, de manera análoga, es importante que el consultor también escuche al empresario. Tanto en el caso de la terapia como en la consultoría, en realidad no es el terapeuta el que sabe más, sino que tiene la garantía de ver las cosas desde fuera, “sin lodo” se podría decir, la selva se ve distinta desde arriba que entre los matorrales. La misma ventaja tiene, en su caso el consultor. No está inmerso en los vaivenes propios de la empresa, en la cotidianidad que la constituye, en las presiones internas que supone y en los juegos de poder que segura-mente existen. Por ello, estar desprovisto de todos estos elemen-tos le puede permitir generar un comentario diferente a los que se escuchan a diario en las membra-nas empresariales.

Además, si al consultor y al cliente les queda claro que no será el primero el que tome las decisiones del segundo, sino que facilitará los procesos de decisión del segundo por medio de información clara y contundente, entonces, tendrán una disminución de los problemas poten-

ciales de entendimiento entre sí.El cambio tiene muchas caras y una de ellas es que no es exactamente como lo planeamos, existen muchas interpretaciones y modos de obser-varle (Lee, 2007: 12), por lo que el positivismo pleno del que hablaba antes puede tener su punto de inflexión o su tendón de Aquiles.

Lee (2007) menciona claramente que la necesidad imperante en una empresa es entender que el cambio es un asunto irremediable y que nada se puede hacer para evitarlo. Tal como decía Heráclito hace más de 2400 años al afirmar que “lo único que permanece es el cambio”. En ese plano es que el consultor no debe asumirse como el que tomará las decisiones de las empresas sino que sólo mostrará una manera de concebir la realidad, la que él se plantea consigo mismo.

Nuevamente Lee (2007:17) afirma que no se puede predecir el futuro, sólo se pueden prever algunas cosas pero no se pueden asumir las conductas, actitudes y modos de actuar de los empleados de las empresas a las que se ha asesorado. Por ello, nuevamente, debe quedar claro para todos que lo que se hace es intentar que las cosas sean mejo-res para la empresa pero que siem-pre existirán variables que condicio-nan que todo sea como se supuso en un principio. Esto es lo que yo llama-ría “asesorar desde el caos”, un caos que es inevitable. Podemos hacer consultoría sin considerar el caos pero eso no supone que el mismo no esté ahí.

El consultor en las empre-sas pequeñas. Uno de los mitos más comunes de los pequeños empresarios es suponer que los

consultores son un lujo de las gran-des empresas. Algo similar sucede a las personas de nivel medio cuando se habla de psicólogos, suponen que las terapias son un lujo de ricos, cuando en realidad se trata de nece-sidades que todos los humanos pueden tener. Las necesidades no tienen que ver con las esferas económicas y tanto puede necesitar un obrero de un psicólogo como puede una pequeña empresa reque-rir de un consultor.

En ese sentido vale más pagar unas cuantas asesorías psicológicas que pagar los costos del desconocimien-to de sí. Vale más la asesoría empre-sarial de un consultor antes que aumentar las posibilidades de la quiebra.

El consultor debe trabajar poniendo atención a algunos aspectos que cambian cuando se trabaja con este tipo de clientes. Primeramente, el cliente hace notar al consultor el nivel con el que él mismo hablará. Si es un empresario que tiene poco o nulo conocimiento sobre los aspec-tos básicos de la teoría administrati-va, el consultor no tendría que molestarse con complejos concep-tos académicos, tiene que explicar-se desde el mundo de quién le escu-cha. Para Kubr (2000), la falta de datos es el principal problema con el que se enfrenta el consultor en una mediana empresa.

Otro de los problemas de las empre-sas pequeñas, que enlista Kubr, es la imposibilidad de contratarse a los empleados más calificados. Por ello, el consultor no puede aplicar las mismas sugerencias que haría con una empresa de primer nivel. Exigir más con menos preparación, menos motivación y menos salario del personal no es muy inteligente a

menos que se generan métodos coercitivos que tampoco por sí mismos generan capacidad en los empleados.

Siendo así, no se puede esperar una alta productividad, debido a que las empresas pequeñas no tienen las condiciones de competición que tienen los grandes monopolios.

Relaciono esto a la labor de un capacitador en un curso para profe-sores de educación primaria. Será difícil que el capacitador se dé a entender si habla del mismo modo a estos profesores que como lo hace cuando está frente a un grupo de académicos de un programa docto-ral. No se trabaja con los mismos destinatarios y por tanto hay que contextualizarse, no sólo en el senti-do de informarse de cómo está y qué piensa la gente a la que se la habla, sino de interactuar desde sus patrones de conducta, sus vocablos comunes, su ideario y su concep-ción del mundo.

El carácter positivista de la labor del consultor no debe cegarle ante los elementos caóticos de la realidad que no pueden ser previstos. Algu-nos de ellos se encuentran principal-mente en las pequeñas empresas en las que no se cuenta con las seguri-dades financieras ni humanas que pueden valorarse en las grandes empresas aunque tampoco estás estén desprovistas de imprevisibili-dad. Al igual que el trabajo del psicó-logo con un paciente, lo esencial en el consultor es que aprenda las construcciones simbólicas presentes al interior de la empresa para que, a partir de ahí, pueda proponer un camino a seguir para el bienestar de la organización social a la que sirve.

CONCLUSIÓN

Bourdieu, Pierre (2008). Cuestiones de sociología, Madrid, Akal. Lee, K.., (2007). Consulting into the future, Hodder and Stoughton, EUA.

Quijano, (2006). Dirección de recursos humanos y consultoría de las organizaciones, Icaria, España.

Kubr M., (2000) Consultoria de empresas, Limusa, México.

REFERENCIAS

37

Page 46: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Reseñamos aquí uno de los primeros libros escritos por psicólogos para el tratamiento de la obesidad.

La obesidad, según la Organización Mundial de la Salud, es la gran epidemia y problema de salud del siglo XXI. Todos los profesionales de la salud están llamados a realizar un esfuerzo en las tareas explicativas, preventivas y de tratamiento de este trastorno de salud.

La psicología se ha acercado a menudo a la obesidad para tratar los problemas psicológicos concomitantes, y no tanto para ser la disciplina nuclear en su tratamiento, que es lo que proponen los autores en este libro. Si la obesidad es un problema de hábitos alimentarios y de actividad física, es la disciplina psico-lógica la crucial en saber cómo modificar dichos hábitos.

Los dos autores son doctores en Psico-logía, con larga trayectoria en docencia e investigación en su área, con numero-sas publicaciones, tanto artículos como libros en el campo del comportamiento alimentario. En la actualidad son docen-tes en la Universidad a Distancia de Madrid en el Grado de Psicología.

A continuación se realiza un breve repaso al contenido del libro. El prólogo está escrito por uno de los más connotados catedráticos de psico-logía de la universidad española, el Dr. D.

Helio Carpintero Capell, quien pone el libro en el contexto sociocultural actual donde el estudio de la obesidad tiene tanta importancia, pero también realiza unas breves referencias históricas a otros investigadores españoles del tema.

El primer capítulo se dedica a la obesi-dad como problema de salud, en él se considera que la obesidad es un efecto secundario no deseado de un buen mecanismo evolutivo que ha proporcio-nado a ciertos animales la capacidad de acumular energía en forma de grasa,

para atender periodos de carestía. Se analizan las importantes influencias que la sociedad actual realiza sobre los indivi-duos favoreciendo el sobrepeso y la obesidad, como son el impulso a comer alimentos calóricos o el sedentarismo. En este capítulo también se estudian el impacto en la salud, física, psicológica y social, de la obesidad.

El segundo capítulo se trabaja la perspectiva psicológica en la explicación de la obesidad. Si bien se conocen algunas de las causas básicas biológicas

de la obesidad, incluso la existencia de tendencias genéticas, a la hora de traba-jar la prevención y el tratamiento de este problema de salud, el análisis de la interacción de factores sociales y perso-nales es clave. Por ello, en este capítulo se revisan diferentes factores explicativos que existen tras muchos casos de obesi-dad, por ejemplo, los efectos de retroali-mentación que tienen, reforzando las conductas alteradas, algunas de las consecuencias de la propia obesidad.

El tercer capítulo versa sobre la definición operativa de la obesidad y sus diferentes enfoques educativos, en él además de matizar el concepto de obesidad desde la perspectiva médica y psicosocial, se proponen y explican diversa técnicas para su evaluación y clasificación. Se proponen algunas de las técnicas más novedosas que, incluso vienen, a superar al clásico índice de masa corporal.

El cuarto capítulo, sobre la evaluación psicológica de la obesidad, analiza las diferentes áreas psicológicas que deben

incluirse en una evaluación de este campo. Así se estudian, y se ponen numerosos ejemplos, los autorregistros, los test y cuestionarios, la observación, etc.

El quinto capítulo revisa las diferentes modalidades de intervención psicológica en obesidad: la perspectiva preventiva previa, el tratamiento individualizado, el tratamiento grupal. Se comentan los enfoques psicológicos más efectivos en este campo, dedicando especial atención al cognitivo-conductual, que ha sido el que más aval científico ha obtenido en las investigaciones.

A las estrategias preventivas de la obesi-dad se dedica el capítulo sexto. Se estudian los diferentes enfoques preven-tivos tanto en adultos como en niños, analizando cuáles son los componentes habituales de las acciones preventivas, los métodos clásicos para ponerlas en marcha y si realmente son efectivas o no, valorando las aportaciones de diversas investigaciones al respecto.

El capítulo más largo y extenso, el séptimo, es el que recoge un programa de intervención psicológica individual para el tratamiento de la obesidad. En dicho capítulo se plantea un plan exhaus-tivo de tratamiento cognitivo-conductual de la obesidad, a través de varias fases, que básicamente son: la valoración del caso, la evaluación, el tratamiento y la prevención de recaídas. Se proponen técnicas concretas de evaluación y tratamiento para: realizar psicoeducación nutricional, modificar los hábitos alimen-tarios y de actividad física, romper cade-nas conductuales, realizar control estimu-lar, promover las relaciones sociales y gratificantes, la resolución de problemas, etc. El capítulo está plagado de ejemplos prácticos.

El capítulo octavo versa sobre la interven-ción psicológica en otros tratamientos de

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN OBESIDAD.Por Dra. Clelia María García Silva Herrera Libro: Baile, J.I. y González, M.J. (2013).Intervención psicológica en obesidad.Madrid: Editorial Pirámide. (312 páginas).

RESEÑA LIBROINTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN LA OBESIDAD

obesidad. Existen otros dos tratamientos de la obesidad, además del psicológico, que han demostrado importante eficacia, el farmacológico y el quirúrgico. En ambos, el tratamiento psicológico, puede ser necesario en su vertiente comple-mentaria o coadyuvante. El capítulo valora en qué aspectos debe trabajarse psicoló-gicamente cuando existe un tratamiento farmacológico o quirúrgico, y cuáles son las estrategias más comunes que suelen ponerse en marcha.

El capitulo nueve es un recopilatorio práctico de materiales prácticos para la intervención. Dos decenas de documen-tos son incluidos en este apartado: guías de clasificación, ejemplos de entrevistas de evaluación, test y cuestionarios, árboles de decisión, escalas de figuras para la evaluación, etc. Todas las técnicas de evaluación tienen explicado su sistema valoración y corrección, siendo ello muy útil para el profesional o investigador que quiera utilizarlas.

El último capítulo, el décimo, está dedica-do a recomendaciones documentales, ya sean libros o webs, y a las referencias bibliográficas. Más de 250 referencias bibliográficas actuales y de los más desta-cados investigadores en este campo, sirven de aval a lo explicado a lo largo de todo el libro, pero también una rica fuente a la que puede recurrir el lector interesa-do en ampliar sus conocimientos sobre la intervención psicológica en la obesidad.

En resumen, considero que este libro puede convertirse en un referente de los profesionales de la salud para el tratamiento psicológico de la obesidad. Su rigor científico, y su formato práctico, lo hacen muy útil para trabajar terapéuti-camente con la obesidad.

38

Page 47: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Reseñamos aquí uno de los primeros libros escritos por psicólogos para el tratamiento de la obesidad.

La obesidad, según la Organización Mundial de la Salud, es la gran epidemia y problema de salud del siglo XXI. Todos los profesionales de la salud están llamados a realizar un esfuerzo en las tareas explicativas, preventivas y de tratamiento de este trastorno de salud.

La psicología se ha acercado a menudo a la obesidad para tratar los problemas psicológicos concomitantes, y no tanto para ser la disciplina nuclear en su tratamiento, que es lo que proponen los autores en este libro. Si la obesidad es un problema de hábitos alimentarios y de actividad física, es la disciplina psico-lógica la crucial en saber cómo modificar dichos hábitos.

Los dos autores son doctores en Psico-logía, con larga trayectoria en docencia e investigación en su área, con numero-sas publicaciones, tanto artículos como libros en el campo del comportamiento alimentario. En la actualidad son docen-tes en la Universidad a Distancia de Madrid en el Grado de Psicología.

A continuación se realiza un breve repaso al contenido del libro. El prólogo está escrito por uno de los más connotados catedráticos de psico-logía de la universidad española, el Dr. D.

Helio Carpintero Capell, quien pone el libro en el contexto sociocultural actual donde el estudio de la obesidad tiene tanta importancia, pero también realiza unas breves referencias históricas a otros investigadores españoles del tema.

El primer capítulo se dedica a la obesi-dad como problema de salud, en él se considera que la obesidad es un efecto secundario no deseado de un buen mecanismo evolutivo que ha proporcio-nado a ciertos animales la capacidad de acumular energía en forma de grasa,

para atender periodos de carestía. Se analizan las importantes influencias que la sociedad actual realiza sobre los indivi-duos favoreciendo el sobrepeso y la obesidad, como son el impulso a comer alimentos calóricos o el sedentarismo. En este capítulo también se estudian el impacto en la salud, física, psicológica y social, de la obesidad.

El segundo capítulo se trabaja la perspectiva psicológica en la explicación de la obesidad. Si bien se conocen algunas de las causas básicas biológicas

de la obesidad, incluso la existencia de tendencias genéticas, a la hora de traba-jar la prevención y el tratamiento de este problema de salud, el análisis de la interacción de factores sociales y perso-nales es clave. Por ello, en este capítulo se revisan diferentes factores explicativos que existen tras muchos casos de obesi-dad, por ejemplo, los efectos de retroali-mentación que tienen, reforzando las conductas alteradas, algunas de las consecuencias de la propia obesidad.

El tercer capítulo versa sobre la definición operativa de la obesidad y sus diferentes enfoques educativos, en él además de matizar el concepto de obesidad desde la perspectiva médica y psicosocial, se proponen y explican diversa técnicas para su evaluación y clasificación. Se proponen algunas de las técnicas más novedosas que, incluso vienen, a superar al clásico índice de masa corporal.

El cuarto capítulo, sobre la evaluación psicológica de la obesidad, analiza las diferentes áreas psicológicas que deben

incluirse en una evaluación de este campo. Así se estudian, y se ponen numerosos ejemplos, los autorregistros, los test y cuestionarios, la observación, etc.

El quinto capítulo revisa las diferentes modalidades de intervención psicológica en obesidad: la perspectiva preventiva previa, el tratamiento individualizado, el tratamiento grupal. Se comentan los enfoques psicológicos más efectivos en este campo, dedicando especial atención al cognitivo-conductual, que ha sido el que más aval científico ha obtenido en las investigaciones.

A las estrategias preventivas de la obesi-dad se dedica el capítulo sexto. Se estudian los diferentes enfoques preven-tivos tanto en adultos como en niños, analizando cuáles son los componentes habituales de las acciones preventivas, los métodos clásicos para ponerlas en marcha y si realmente son efectivas o no, valorando las aportaciones de diversas investigaciones al respecto.

El capítulo más largo y extenso, el séptimo, es el que recoge un programa de intervención psicológica individual para el tratamiento de la obesidad. En dicho capítulo se plantea un plan exhaus-tivo de tratamiento cognitivo-conductual de la obesidad, a través de varias fases, que básicamente son: la valoración del caso, la evaluación, el tratamiento y la prevención de recaídas. Se proponen técnicas concretas de evaluación y tratamiento para: realizar psicoeducación nutricional, modificar los hábitos alimen-tarios y de actividad física, romper cade-nas conductuales, realizar control estimu-lar, promover las relaciones sociales y gratificantes, la resolución de problemas, etc. El capítulo está plagado de ejemplos prácticos.

El capítulo octavo versa sobre la interven-ción psicológica en otros tratamientos de

obesidad. Existen otros dos tratamientos de la obesidad, además del psicológico, que han demostrado importante eficacia, el farmacológico y el quirúrgico. En ambos, el tratamiento psicológico, puede ser necesario en su vertiente comple-mentaria o coadyuvante. El capítulo valora en qué aspectos debe trabajarse psicoló-gicamente cuando existe un tratamiento farmacológico o quirúrgico, y cuáles son las estrategias más comunes que suelen ponerse en marcha.

El capitulo nueve es un recopilatorio práctico de materiales prácticos para la intervención. Dos decenas de documen-tos son incluidos en este apartado: guías de clasificación, ejemplos de entrevistas de evaluación, test y cuestionarios, árboles de decisión, escalas de figuras para la evaluación, etc. Todas las técnicas de evaluación tienen explicado su sistema valoración y corrección, siendo ello muy útil para el profesional o investigador que quiera utilizarlas.

El último capítulo, el décimo, está dedica-do a recomendaciones documentales, ya sean libros o webs, y a las referencias bibliográficas. Más de 250 referencias bibliográficas actuales y de los más desta-cados investigadores en este campo, sirven de aval a lo explicado a lo largo de todo el libro, pero también una rica fuente a la que puede recurrir el lector interesa-do en ampliar sus conocimientos sobre la intervención psicológica en la obesidad.

En resumen, considero que este libro puede convertirse en un referente de los profesionales de la salud para el tratamiento psicológico de la obesidad. Su rigor científico, y su formato práctico, lo hacen muy útil para trabajar terapéuti-camente con la obesidad.

39

Page 48: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

El Centro de Opinión Pública fue creado en febrero del 2012 como un área de la Universidad del Valle de México, cuya misión es desarrollar proyec-tos de investigación aplica-da que permitan ofrecer a la sociedad información interesante, relevante y oportuna sobre los temas y disciplinas que forman parte del ADN institucional.A través de la colaboración con maestros y alumnos y buscando enriquecer los proyectos académicos de las diferentes disciplinas que se imparten en la Uni-

versidad, ha realizado a la fecha once estudios, de los cuales ha publicado ocho y tres más serán publicados en los próxi-mos meses.

El Centro de Opinión Pública utiliza, para la real-ización de sus estudios, metodologías cuantitati-vas y cualitativas de todo tipo y busca dar a los proyectos de investi-gación un enfoque nove-doso, fresco y diferente. Dado que los criterios principales en que se basa el Centro de Opinión

Pública para definir los estudios que llevará a cabo son que el tema esté alineado con alguno de los programas académi-cos de la UVM y que sea de interés público y aporte elementos para generar discusión y debate útiles para el desarrollo del país, se han abordado temáti-cas muy diversas.

40

Page 49: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Los estudios que hemos realizado y publicado son:

Estudio Fecha Metodología Alcance Estudio político electoral

Abril 2012 Cuantitativa

Encuesta en casa habitación

3,847 casos en 18 ciudades de la República Mexicana

Estudio sobre Gestión Deportiva

Junio 2012 Cualitativa.- Entrevistas a profundidad

Cuantitativa.- Encuesta en casa habitación

14 entrevistas con informantes calificados

1344 encuestas en 5 ciudades de la República Mexicana

¿Adicto a las redes sociales?

Julio 2012 Cualitativa.- Sesiones de grupo con jóvenes

Cuantitativa.- Encuesta entre internautas en México y Brasil

Chat virtual con maestros

5 sesiones de grupo en la Ciudad de México, el Estado de México y Guadalajara

2844 encuestas

2 chats virtuales con la participación de más de 40 maestros en total

Tendencias culinarias Septiembre 2012

Cualitativo.- Entrevistas a profundidad

13 entrevistas con chefs de la Red Laureate

Expectativas frente al nuevo gobierno

Noviembre 2012

Cuantitativo.- Encuesta telefónica nacional

1315 encuestas

El perfil de los emprendedores sociales exitosos

Febrero 2013 Cuantitativo.- Encuesta por internet

Aplicación de pruebas psicométricas

Encuesta con 84 emprendedores sociales exitosos

Aplicación de pruebas a los

41

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

Page 50: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Estudios realizados en proceso de publicación:

Estudio Fecha Metodología Alcance La formación de calidad en los médicos del futuro

Septiembre 2013

Cualitativo: entrevistas a profundidad

8 entrevistas con autoridades médicas

Bullying en redes sociales

Septiembre 2013

Cuantitativo: monitoreo de twitter

Cualitativo: sesiones de grupo con jóvenes estudiantes de tercero de preparatoria

Monitoreo de más de 1200 twits con el hashtag #laUNAMapestaapobreza

4 sesiones de grupo en el Distrito Federal

Estudio sobre educación

Septiembre 2013

Cualitativo

Entrevistas a profundidad con maestros y directivos

Sesiones de grupo con padres de familia de todos los niveles de educación pública y privada

8 entrevistas a profundidad

8 sesiones de grupo (2 en cada una de las siguientes plazas: Ciudad de México, Guadalajara, Reynosa, Tuxtla Gutiérrez)

Se tiene proyectado realizar al menos tres estudios más durante el 2013:

1)Estudio para conocer las necesidades y expectativas en materia de información entre jóvenes2)Estudio sobre percepción de justicia y legalidad en México3)Estudio sobre hábitos de uso y preferencia de “gadgets” entre jóvenes

En los próximos números iremos dando a conocer los hallazgos más relevantes de cada uno de estos proyectos.

42

Page 51: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

43

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

Page 52: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

44

Page 53: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

45

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

Page 54: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

46

Page 55: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

47

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

Page 56: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

48

Page 57: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

49

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

Page 58: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

50

Page 59: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

51

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

Page 60: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

52

Page 61: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

53

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

Page 62: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

54

Page 63: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1

Cent

ro d

e op

inió

nCe

ntro

de

opin

ión

55

Page 64: ExpresionEsUVM Vol. 1 No. 1