Febrero 2009

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Meditación Servicio Arte Educación Boletín Digital Escuela Claridad Una propuesta para la Síntesis planetaria: Una cultura del alma Saber Callar Amar Osar Carta Circular de Acuario El Sendero del Loto y la Rosa Centro Escuela Claridad Ravignani 1332 Departamento “B” Capital Federal - Buenos Aires, Argentina - Tel. 4774-1773 (5411 desde el exterior)

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Carta Circular de Acuario

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Meditación Servicio

ArteEducación

Boletín Digital Escuela ClaridadUna propuesta para la Síntesis planetaria: Una cultura del alma

Saber

CallarAmar

Osar

Carta Circular de AcuarioEl Sendero del Loto y la Rosa

Centro Escuela Claridad Ravignani 1332 Departamento “B”Capital Federal - Buenos Aires, Argentina - Tel. 4774-1773 (5411 desde el exterior)

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Publicación oficial del Centro Escuela Claridad ArgentinaRavignani 1332 Departamento “B” - Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1414) Argentina

E-mail: [email protected] Website:Diseño gráfico: Lucila Bembibre - ww

Carta Circular de Acuario | Centro Escuela Claridad 1

Facilitador: Juan Ángel Moliterni

Astrólogo Esotérico, Canalizador e Ins-tructor espiritual. Como uno de los recep-tores de la Gran Hermandad Blanca y los Pleyadianos-Arcturianos en Argentina, nos acerca la sabiduría de los Guardianes de la quinta dimensión y del Gran Triángu-lo Mágico. Los Pleyadianos han venido a inspirarnos, para que nos convirtamos en maestros del amor, ser “Los Sembradores de Semillas Estelares”, para facilitar la As-censión multidimensional y la Automaes-tría. Son los jardineros que buscan tierra fértil para plantar semillas galácticas. La Gran Hermandad Blanca, la jerarquía as-cendida, transfiere una antorcha, una luz, a aquéllos que deseen tomarla, que vayan a agarrarla con fuerza. La antorcha de la síntesis de oriente y occidente, de los va-lores apreciados, el conocimiento espiri-tual y la comprensión del cosmos.

La Reforma de las Naciones Unidas

Que Dios bendiga esta crisis

El movimiento de la vida

El Despertar de la Conciencia Colectiva

Área de Servicios

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HACIA UNA NUEVA HUMANIDAD

Contenidos

Volumen 2

www.escuelaclaridad.com.ar· www.imagenesdeluz.comw.lucilab.com

La Carta Circular de Acuario se emite en formato digital en forma mensual, en cada plenilunio. El objetivo es transmitir las Enseñanzas de Aquellos Grandes Seres, de Oriente y Occidente, para establecer en la Nueva Era de Acuario el Reino de Dios y Su Justicia sobre la Tierra. Todas las notas aquí descritas son elaboradas y editadas por Juan Ángel Moliterni, director y facilitador del “Centro Escuela Claridad” y Fundador de la Carta Circular.Que cada “pensamiento semilla” brote, florezca y dé fruto en nuestra vida diaria. “La enseñanza que perdura no se transfiere de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”. Howard G. Hendricks.

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«El siglo en el que entramos -siglo que surgirá de esta guerra– puede ser y será el siglo del ser humano en co-mún» -Henry A. Wallace

Nosotros, los que luchamos hoy por la li-bertad de nuestra tierra y para las gene-raciones futuras, estamos agrupados jun-tos bajo el nombre clamoroso de Naciones Unidas.

[..] Las Naciones Unidas, que ahora ha-cen sus armas en los campos de batalla y por lazos de solidaridad en las fábricas, pueden crecer para incluir al mundo en-tero. […] Las Naciones Unidas agrupadas ahora por un destino trágico deberían ser el núcleo de una Unión mundial, de la di-mensión del planeta, aquella que Thomas Jefferson había soñado cuando hablaba de «la Comunidad Universal del Ser Huma-no». Ellas deberían constituir este núcleo. ¿Está en su poder? ¿Existe en el seno de las Naciones Unidas tal como están consti-tuidas hoy, este poder misterioso que, en el corazón de la célula, es la vida - la vida creadora que nutre, que crece? En el seno de la colectividad humana, esta fuerza de vida es la fe. La fe es la que fue el estí-mulo de la propagación sorprendente del Islam, cuando un grupo Árabe dinamiza-do por la visión del Profeta conquistó una nación tras otra. La fe es la que permitió a los hombres casi sin armas de la Revo-lución Francesa y de la Revolución Rusa

triunfar de un enemigo organizado que los rodeaba y minaba desde el interior con los espías de la época. La fe es la que mostró el camino a los pioneros que formaron a América en sustancia, en su camino hacia el Oeste. Una fe con varias facetas - pero fe, sin embargo, en el poder creador del ser humano, el poder de construir un mun-do nuevo, un mundo mejor, un mundo a la gloria del Ser Humano.

Y nosotros, las Naciones Unidas, ¿tene-mos semejante fe hoy en día? ¿O bien no hacemos más que luchar por instinto de conservación y para mantener el statu quo? ¿Tenemos una fe que va más allá de la creencia optimista en nuestras grandes fábricas y en la suerte, más allá de la vaga impresión de que todo eso no es más que una pesadilla y que si nos agarramos a un rincón de la conciencia vamos a despertar-nos para ver brillar el sol de nuevo? ¿He-mos soñado nunca, o comprendido instin-tivamente, que sin la fe nos es imposible ganar la paz y la posguerra, incluso si ga-namos una pobre victoria técnica en nues-tro globo planetario? ¿Hemos pensado en la fe que debemos tener para trazar los contornos de un mundo nuevo y mejor?

Nuestros jefes de estado más progresistas nos han gratificado con bellas palabras y eslóganes. Conocemos el Pacto del Atlán-tico - poco diferente de los Catorce Puntos de Wilson y, siempre por las mismas razo-

LA REFORMA DE LAS NACIONES UNIDAS“LA FE QUE DA SENTIDO A LA VICTORIA”

por Dane Rudhyar

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Las Naciones unidas no pueden perdurar sin la Fe en la Humanidad Común de los seres humanos. Publicado en 1942, durante la Segunda Guerra Mun-dial, el mensaje es todavía tan de actualidad y tan fuerte en nuestros días como lo era en la época.

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nes, también limitado. Hemos oído hablar de las Cuatro Libertades y de la Revolución popular. La palabra «fe» ha sido vagamen-te repetida. Pero una fe ¡oh qué vaga e irrealista para la mayoría de la gente, que considera que arde en sus venas! No basta con tener fe en un mundo mejor. Debe-mos conocer, debemos comprender pre-cisamente, de todo corazón, la naturaleza misma de los cimientos del mundo que se nos pide construir. ¿La fe en qué? ¿En un viejo ideal reencontrado? ¿En un «modo de vida» político que un siglo de tecnología moderna ha modificado profunda e inevita-blemente? ¿En la «libertad» - esta palabra extraña que quiere decir un montón de co-sas para un montón de gente, y que cada una de nuestras Naciones Unidas interpre-ta de manera radicalmente diferente?

Es necesario que sea mucho más que un término multicolor, mucho más que un sis-tema político de cambio y más que la fe de una religión organizada para incitar a na-ciones tan diferentes como China, Rusia, Inglaterra, Yugoslavia, Francia, y las repú-blicas de América a penetrar en el corazón de la vida creadora de una «Comunidad Universal del Ser Humano». Debe repre-sentar una realidad profunda que cada ser humano en estas Naciones Unidas sea ca-

paz de experimentar, algún factor básico, de importancia vital, que sea evidente a ojos de todos. Debe ser una «verdad evi-dente», si, pero una verdad evidente, no sólo para el intelecto, una verdad que vie-ne de todo el organismo humano - de todo organismo humano en cualquier parte de la tierra. Debe ser lo más fundamental en la vida de todos y cada uno, hombres, mu-jeres y niños.

Debemos tocar el fondo. Hemos planeado tan alto durante siglos sobre las cimas de nobles teorías abstractas que hemos per-dido el sentido de los valores que tienen poder y significado en lo más profundo de la naturaleza de todo ser humano. M. Wa-llace nos dice en su discurso subversivo que los próximos cien años «podrían y de-berían ser el siglo del ser humano común». Sin embargo, esta frase «el ser humano común» está sujeta a diversas interpreta-ciones cargadas emocionalmente y parece implicar, a ojos de algunos, un ideal reba-jado con un rasgo de servilismo hacia las masas faltas de inteligencia y fácilmente influenciables.

Lo que en realidad está en juego no es el hecho de idealizar y glorificar al «ser hu-mano común» o «dejado a su cuenta»,

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sino una nueva comprensión del valor y el sentido de todos los factores que son co-munes y que se han dejado de lado en el ser humano. Tenemos que dar un nuevo valor, un valor básico y dinámico, a todas las cosas que cada ser humano tiene en común con todos los otros seres humanos. Tenemos que poner el acento en nuestra «humanidad común». Debemos utilizar esta humanidad común. Debemos utilizar-la, no como el ideal de una meta a la que se aspira, sino como una base para crecer. Realmente se trata de nuestras Raíces co-munes. No puede haber una «Comunidad Universal del Ser Humano» sin la confian-za en estas Raíces comunes. Sin raíces, no existe ningún crecimiento, ninguna flora-ción. Una humanidad mundial, organiza-da, debe tener raíces comunes. Mientras las Naciones Unidas no sean dinamizadas y sostenidas por la fe indestructible en el poder de estas Raíces, no habrá federa-ción de naciones a escala planetaria. El reconocimiento y la fe en la humanidad del ser humano común son las condicio-nes sine-qua-non para el mantenimiento de una Unión permanente de naciones que viven en los diversos continentes. Lucha-mos contra pueblos que han sido forzados a aceptar una ideología que niega la hu-manidad en común del ser humano. Sólo ganaremos si proclamamos en palabras y en actos, si creemos con fuerza, sin nin-guna reserva y sin temor alguno, en esta realidad-Raíz inclusiva que vivifica a todos los seres humanos. Esto debe ser la nor-ma. No puede haber ninguna otra, pues ninguna podría a fin de cuentas agrupar a Chinos, Hindúes, Malayos, Eslavos, Africa-nos, Europeos, Americanos – o aún a Ja-poneses, Alemanes e Italianos.

¿Qué es la Humanidad en común del Ser Humano?

Todo ser humano es un miembro de la es-pecie humana, del género homo sapiens. Como seres humanos - seres humanos ge-néricos - tenemos muchas características

comunes. Nuestra humanidad común ge-nérica radica en el hecho de que tenemos un tipo especial de esqueleto, que puede erguirse, que nos servimos de nuestras manos, de un cerebro para relacionarnos con las experiencias que nos confieren nuestros cinco sentidos específicamente humanos, y nuestras manos todavía más específicamente humanas. La sangre ca-liente y roja corre en nuestro corazón y en nuestras arterias. Fundamentalmen-te, todos digerimos el alimento de la mis-ma manera. Nuestra forma de amar y de procrear es fundamentalmente la misma. Respiramos el mismo aire con el mismo tipo de pulmones.

Esto no es todo. La psicología moderna ha demostrado de manera concluyente (so-bre todo después de los trabajos de C.G. Jung) que la psicología del ser humano se apoya en una base común. Hablamos aho-ra del inconsciente colectivo, y de las imá-genes o símbolos que operan, siempre de manera un poco misteriosa, en esta par-te de nuestra vida interna (o psique) que se aprende a conocer en los sueños, en la imaginación, en los momentos particula-res de inspiración creadora o de elevación mística. Este inconsciente colectivo no es nada desconcertante. En términos simbó-licos, representa, para la mente colectiva, lo que el suelo y las raíces (que extraen los elementos químicos de la tierra) son para las hojas y las flores de la planta por encima del suelo. Este campo por encima del suelo es el de la actividad conscien-te; por debajo del suelo, es el campo del inconsciente colectivo. La conciencia debe emerger del inconsciente colectivo.

La conciencia de la mente es un produc-to específico que evoluciona lentamente a través de las realidades fundamentales de la experiencia humana que todos los seres humanos tienen en común. Las sociedades y las culturas se desarrollan, y adquieren características particulares y muy especí-ficas; pero en la base del tipo de floración más particular surgida de las culturas más

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severamente controladas y más altivas, siempre habrá la experiencia que los seres humanos tienen en común - la humanidad común del ser humano. Así descubrimos que cada tipo de población o grupo cul-tural ha utilizado toda la vida y en todos los continentes un número incalculable de símbolos básicos comunes. Estos símbolos comunes en la raíz de todas las culturas (en especial en la época del llamado «arte primitivo») son la expresión de la humani-dad común del ser humano. Han nacido de la experiencia común del ser humano sobre el sexo, el sustento, la caza, los elemen-

tos, el sol y las estrellas y las necesidades fundamentales que impulsan a actividades que (bajo la etiqueta en sentido amplio de religión, filosofía y arte) son la verdadera firma de todas las sociedades humanas.

La firma de la humanidad común del ser humano - es la firma que se pide en los pactos que afirman la fe común y la meta de todas las Naciones Unidas. Sin ella, to-dos los pactos serían tan fútiles como los que los aliados firmaron en 1914-1918. Sin embargo, hace tiempo que hemos ol-vidado el sentido y el poder de esta firma. Los seres humanos han combatido contra seres humanos, las naciones contra las na-ciones, en su deseo de olvidar estas rea-lidades. Los seres humanos han elogiado

todo lo que marcaba sus diferencias y han concedido poco valor a todos estos facto-res que tienen en común. El lado inhuma-no del ser humano ha alcanzado las cum-bres del horror, a medida que el sentido de la humanidad común del ser humano se embotaba.

Era inevitable. El género humano ha vivi-do algunos millares de años durante los cuales la meta de la evolución del ser hu-mano era procurar poner de relieve todas las diferencias posibles e imaginables - di-ferencias de raza, de género, de cultura,

de sociedad, de casta y de clase, y para terminar, diferencias entre los individuos. Esto se ha traducido por conflictos perma-nentes, guerras entre etnias, entre religio-nes, y luchas entre los individuos, desde el duelo hasta la competencia en negocios. Nos hemos acostumbrado tanto a esta si-tuación de hecho que después de siglos durante los cuales la guerra ha conocido su hora de gloria, pensamos, algunos de nosotros por lo menos, que es absoluta-mente necesario sacar la gloria del lado despiadado de nuestro sistema de compe-tición y de nuestro «individualismo loco». Primero, los seres humanos estaban tan habituados a vivir en la jungla con la som-bra de la muerte que se cernía sobre ellos que les era imposible concebir la idea de

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que podrían vivir en ciudades, lejos de los peligros de la proximidad de los anima-les salvajes. Cuando, después de guerras durante eones entre los estados y las na-ciones, finalmente se presentó al género humano un ideal humanista de paz inter-nacional, en el mismo momento se llegó a considerar los conflictos incesantes debi-dos a un capitalismo y a un individualismo furioso como cayendo de su peso. El hecho de diferenciarse por el conflicto todavía se-guía siendo un objetivo.

Todavía lo es. Las naciones totalitarias han procurado una vez más glorificar las gue-

rras entre naciones. Pero se trate de un conflicto nacido de diferencias entre indi-viduos, entre clases o entre naciones, el objetivo que consiste en distinguirse por el conflicto todavía sigue siendo la norma en nuestros días. Debería seguir siendo el motor que impulsa a los seres humanos mientras no se produzca un cambio total de conciencia a largo plazo. Mientras los individuos saquen gloria de sus diferen-cias y se identifiquen únicamente con sus diferencias, no habrá paz en la tierra. La paz y la unión se instaurarán cuando los individuos se conozcan primero como se-res humanos, y después como individuos; cuando los individuos estén preparados

para consagrar sus dones y sus aptitudes particulares al servicio de la humanidad, cuando las personalidades egocéntricas de nuestra época comprendan, para emplear las maravillosas palabras de Saint-Exupery en su “Vuelo nocturno”, que «El individuo es un sendero. Sólo cuenta el ser humano que toma este sendero».

Esto no tiene nada que ver con el colecti-vismo. Sobre todo no quiere decir comu-nismo o culto emocional al «ser humano común». No quiere decir que las diferen-cias individuales no sean el producto más precioso de la evolución humana y social.

Significa que las energías y las facultades específicas adquiridas gracias a los propios esfuerzos de los “individuos” deben poner-se al servicio del Señor Todo el Mundo. Es una cuestión de utilidad, no de juicio de valor. El individuo único, el obrero altamen-te especializado, el especialista - incluso si esta especialización provoca neurosis rela-tivas y costumbres que salen de lo común - deben ser producto de la sociedad. Se necesitan mecanismos altamente diferen-ciados de mente y emociones, de múscu-los y tripas. Los Seres Humanos lo necesi-tan, y los Seres Humanos deben usarlos a través de los individuos que los cultivan.

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¿Parece esto injusto para un individuo? ¿Vamos a oír a opositores que exclaman: «por qué debería consagrar a la humani-dad, a mi grupo o a mi nación, las facul-tades que me ha costado cultivar durante años de dura labor? ¿No soy libre de uti-lizarlas como me parezca bien? El indivi-duo es solamente lo que importa y todo el resto, es únicamente para servir al indivi-duo. Lo que he adquirido es para mi uso personal y el grupo no tiene nada que ver en ello».

Ahí, es el individualismo loco el que se ex-presa. Pero una persona de este tipo da

muestras de falta de honradez intelectual. Olvida que esta individualidad tan querida no permanece en el vacío. Olvida que aun-que sea una flor, las raíces son las que la alimentan - sí, las raíces de la humanidad común; que tendría una vida muy efímera si no fuera fortalecida por las energías ge-néricas y colectivas que pertenecen al Ser Humano, y no al individuo. El individuo es un producto diferenciado de la respiración, de la circulación sanguínea, del metabo-lismo alimenticio, de la energía muscular, del sexo, etc., el ego de un individuo no durará más de un minuto sin estos facto-res biológicos comunes a todos los seres humanos. Normalmente, tampoco puede

aguantar mucho tiempo sin cualquier for-ma de apoyo moral colectivo - producto de las actividades sociales y culturales, fami-liares o de grupo. Sin apoyo psicológico, se roza la locura, en la mayoría de los casos.

Así el individuo está enraizado en la hu-manidad común del ser humano, lo quie-ra o no, le plazca o no. No puede escapar de sus raíces. Si quisiera escaparse, sería la muerte segura. El individuo está ligado al destino del género homo sapiens. Más arriba de su voluntad y de su poder, hay la gran marea de la evolución del ser huma-no que afluye para ir finalmente a alcanzar su propio objetivo - que sólo la voluntad individual del ser humano separatista ven-drá a modificar, retrasar o acelerar. Natu-ralmente, el individuo es la rara floración de la evolución del ser humano; natural-mente, el gran genio es un guía de luz y un creador. Pero este poder que está en él ¿qué es?

El ser humano moderno se ha propuesto creer ingenuamente que sus venerables acciones están condicionadas únicamente por el círculo limitado de su egoísmo cons-ciente. ¡Es la pura locura! El poder brota constantemente de las profundidades de la humanidad común y de las estructuras que comparte en común con todos los se-res humanos. Las energías específicas de su cerebro no son nada sin el soporte de las energías glandulares. Que su doctor le inyecte una hormona especial o una droga en las venas y he aquí que su inspiración se desvanece. Puede felicitarse por haber desapegado la mente del comportamiento físico. Pero en realidad lo que ha desape-gado - ¡y sólo de manera relativa! - es la capacidad de dar a sus ideas una forma individualizada. Sin embargo, el poder de vitalizar tales formas, artísticas u otras, le viene de sus raíces naturales. Este poder pertenece en su mayor parte al Ser Huma-no; el individuo simplemente tiene la cus-todia. A él le corresponde administrarlo. No le pertenece. Todo el poder pertenece al Todo, pues está arraigado esencialmen-

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te en el Todo, y es una función del conjun-to del organismo de este Todo.

Cuando un individuo comienza a apren-der esta lección, y a percibir este arraigo en la humanidad común del ser humano, se producen progresivamente formidables cambios en él. No se convierte en una in-dividualidad menor, sino en la cualidad de esta individualidad y ante todo se modifica por el uso que haga de ella. Sólo como in-dividuo, es parecido a una cuerda que se tensa y que resuena débilmente en el va-cío; como ser humano a través del cual la

humanidad común del ser humano se dota de un sentido y de una orientación indivi-dualizada, este individuo es parecido a la misma cuerda tensada en el interior de un mecanismo de un soberbio piano de cola Steinway. Resuena así, multiplicado por el poder prodigioso y el apoyo del teclado de la humanidad. Sus vibraciones se enrique-cen, ganan en poder y os cautivan.

Y no lo he dicho todo. Cuando un ser hu-mano se ha arraigado así en la humani-dad común del ser humano, descubre por primera vez en su vida en conciencia un trampolín que le permite encontrar a otros individuos que son como él. Entonces, y

solamente en ese momento, puede for-marse una unión de verdadera autentici-dad entre estos individuos. Ahora tienen un terreno común. Han encontrado sus Raíces comunes: el Ser Humano. De estas raíces, su unión puede adquirir poder y vi-talidad. Sin ellas, una unión entre los seres humanos o las naciones no tendrá ningún poder, ningún dinamismo permanente. La evolución del ser humano lleva hacia la unión y hacia la síntesis; pero sólo puede alcanzar este objetivo en la medida en que el poder que se encuentra en las Raíces originales del Ser Humano es cap-

tado y liberado en plena conciencia por to-dos los que participan de esta unión.Todo el resto no será más que pura teoría; grandes frases y maravillosas abstraccio-nes - y a fin de cuentas la decepción. La humanidad ha sido cruelmente decepcio-nada, no hace tanto tiempo, después de la Guerra que debía poner fin a todas las gue-rras. No se la debe decepcionar de nuevo. Las Naciones Unidas no pueden per-durar y no pueden construir el mundo nuevo y mejor del Ser Humano, a me-nos que estén animadas por una fe in-quebrantable en la humanidad común de los seres humanos, y que actúen en consecuencia.

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La Unión Creadora

Muchos de nosotros ya hemos asistido al espectáculo de un puñado de individuos de bien, idealistas y progresistas discutiendo en el salón o en la mesa temas concernien-tes al bienestar de la humanidad. Cada in-dividuo alimenta la discusión aportando no sólo su punto de vista particular, sino que se identifica también completamente con los mecanismos del intelecto (o los com-plejos psicológicos) que lo han inducido a tener este punto de vista. El resultado es catastrófico, o sin provecho alguno, o bien nulo. Esto es igualmente cierto en el caso de naciones que se reúnen a través de sus representantes en la mesa del consejo. Esto es cierto cada vez que se encuentran individuos, que están orgullosos de su ca-rácter único y de lo que han realizado como personas separadas.

Cuando personas de este tipo, muy indi-vidualistas, se reúnen, se pueden obtener algunos resultados constructivos que se obtienen colectivamente por necesidades suficientemente imperiosas; o resulta que experimentan un profundo sentimiento de respeto por una tradición o una costumbre ancestral. Sin embargo, el hecho es que ninguna decisión unánime no tendría un efecto duradero como energía creadora si en la base no hay el sentimiento que os hace reconocer conscientemente o com-prender instintivamente que el denomina-dor común prima sobre las diferencias in-dividuales. No hay gran cosa a esperar de una reunión de individuos diferen-tes si no tienen en común no sólo un vago ideal, sino, como telón de fondo de todas las discusiones, un profundo respeto por las Raíces comunes. Este respeto es el que dará toda su fuerza a las decisiones definitivas y a la unanimidad de acción. De tales raíces, tal flor. No puede haber unidad creadora sin una fuerza-raíz que sería la piedra angular de esta unión.

Si los representantes y los pueblos de las Naciones Unidas acometieran el problema

que es construir un mundo nuevo y mejor teniendo conciencia de este hecho, se po-drían realizar grandes cosas. Pero lo que se experimenta en nuestros días, es úni-camente un imperativo común. No se tie-nen presentes estas raíces comunes. Las naciones continúan estando celosas y or-gullosas de sus proezas individuales. Las cuales, insisten, deben ser memorizadas; no sólo memorizadas, sino que deben te-ner la exclusividad; no sólo tener la ex-clusividad, sino hacer alarde de ellas ante naciones o razas menos individualistas y más «primitivas». La fraternidad del Ser Humano, para la mayoría de naciones, no es más que una frase, en el mejor de los casos un ideal de abolición de las distan-cias. La humanidad común del Ser Huma-no no es una base sobre la que van a tra-tar de construir. La Unión es una cuestión de conveniencia, no de arraigo común en el Ser Humano.

Siempre vivimos a la sombra de la Torre de Babel simbólica, en el centro de los pro-blemas de lengua. Continuamos poniendo de relieve las diferencias de lengua, de cultura, de creencia, de color y de raza - diferencias de sangre. Mientras actuemos así, no estaremos exentos de las aberra-ciones de hombres que hacen su credo del culto a la «pureza de sangre», que matan o castran en nombre de la raza pura, y a la gloria de un sello especial de raíces ge-nealógicas y culturales. Somos de su espe-cie, en la medida en que continuamos pro-fundizando la zanja haciendo distinciones entre Asiáticos, Europeos, blancos y gente de color; y en la medida en que no con-seguimos fundamentar nuestros esfuerzos unánimes en la roca de la humanidad co-mún del ser humano.

Es verdaderamente sorprendente que no-sotros los que combatimos contra enemi-gos que reivindican la supremacía de la sangre y de la raza, o una descendencia única de antepasados divinos, todavía no hayamos comprendido que nuestra causa nunca parecerá creíble ni de primera ne-cesidad para millones de personas a las

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que les pedimos sacrificar su vida, mien-tras no afrontemos a nuestros adversarios bajo una bandera radicalmente opuesta a la suya. La exclusividad por la sangre es el grito de llamada de los Nazis. El nues-tro debería ser el rechazo a todas las dife-rencias fundamentales de sangre, color y raza; la proclamación de la gloria de la hu-manidad común del ser humano. Todos los demás objetivos son objetivos menores; todas las libertades de poco valor, ante el hecho de liberarnos del concepto de pure-za de raza y de la tiranía de la raza pura. No puede haber más que una sola carta válida. No puede ser ni una Carta del At-lántico ni una Carta del Pacífico. Debe ser una Carta Humanista; nuestro camino, el camino del ser humano.

¿Están preparadas las Naciones Unidas para proclamar la nueva cruzada? No pue-de ser una cruzada por la Democracia - pues Rusia y muchas otras naciones no creen en nuestras instituciones democrá-ticas, y nuestras propias vías políticas es-tán lejos de ser lo suficientemente puras y eficaces para que nos permitamos hacer de ellas ídolos ante los cuales los pueblos menos evolucionados van a prosternarse. No puede ser una cruzada por un mun-do Cristiano - pues muchos de los que se colocan bajo nuestra bandera no creen en el Cristianismo, y nuestra historia cristiana no es lo suficientemente inmaculada para arriesgarnos a proclamar que es la salva-ción del mundo.

No existe más que una sola y única rea-lidad por la cual se puede pedir a todos los hombres de las Naciones Unidas mo-rir y ofrecerse en sacrificio; esta realidad, es la humanidad común del ser humano. Son nuestras bases comunes, es nuestra fuente común de energía. Sólo llevaremos el combate como seres humanos unidos si reivindicamos la supremacía de la sangre humana sobre cualquier mezcla de razas; si proclamamos el final de una Era de raza pura y sus consecuencias - el imperialismo nacional. La «guerra para poner fin a todas las guerras» no puede hacerse en nombre

de hermosas frases, o de teorías políticas abstractas o de sistemas de empresas. Nuestra victoria tiene que anclarse en un denominador común del que son conscien-tes todos los que forman parte. Se debe insistir en esta realidad común en nues-tra vida y vanagloriarse de ella. Se debe cantar; no en términos de un humanismo emocional, no diluyendo las realidades hu-manas en la niebla de ideales puramente humanos, sino en términos convincentes y concretos.

Nuestro humanismo debe ser un humanismo pragmático, un

humanismo creativo.

Nuestro presente tanteo en el planeta es el de una confianza ciega en detalles de se-gundo orden y términos arcaicos, de una extraña incapacidad para llegar a proclamar el hecho esencial que sólo podría brindar la resistencia de las naciones allí donde el combate es más encarnizado. Realmente ya es hora que las Naciones Unidas beban en los cimientos de su poder, y durante las reuniones de sus representantes, que se pongan de acuerdo en el hecho de que cualesquiera que sean las divergencias de opiniones y las posturas comerciales que les dividen, tienen una confianza unánime en la humanidad común del ser humano.

Sólo esta confianza puede garantizar la victoria y un futuro portador para la hu-manidad. Sólo esta confianza pude mos-trarnos el final del túnel. Esta confianza debe subtender y fortalecer nuestra de-terminación y nuestros actos. Debe sonar como una campana que llama a las mul-titudes a celebrar una nueva humanidad, a glorificar este camino, esta verdad, esta vida, que son las del ser humano, de la pan humanidad, del todo inclusivo; que va a arrojar a las mazmorras las exclusiones, los prejuicios y las negaciones de una épo-ca guerrera y de bárbara civilización, en el extranjero y en nuestra casa.

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>Imágenes: www.freedigitalphotos.net www.woophy.com

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Como una glaciación que congeló la ex-pansión desordenada llegó, en la década de los años 30, la recesión de la economía mundial. En nuestros días el crecimiento artificial, jalonado por la invasividad de la competencia y de la guerra, se congela de nuevo, como diciéndonos que la contrac-ción es sólo aquello que sucede a la ex-pansión.

En las crisis despertamos, de las emergencias, emergemos.

Si no nos resistimos al cambio podemos en verdad crecer.

Y, ¿qué tal si no nos resistimos a contraer-nos? Tal vez así la crisis podría convertirse en una preciosa oportunidad para regresar a nosotros mismos y, a través de este oca-

so, reconocer la belleza de nuestra noche interna. Estamos a tiempo para concebir-nos de nuevo. Para reinventarnos. En esta contracción puede suceder lo que de veras vale para ser: una expansión interior, un encender el corazón, para que la tierra sea hogar y hoguera.

¿REGRESAMOS?

Si… de una vez por todas, sin resistencias, regresemos. Si después de cada expansión el corazón no se pudiera contraer, no sería posible nuestra vida. Si en la matriz del caos no se gestara el nuevo orden, la evo-lución no sería posible. Sin un camino de retorno la vida pierde su sentido. Regresar por los caminos recorridos, para encontrar adentro el lugar donde un día nos perdi-mos, es ahora necesario. Escuchemos la voz de la necesidad, para reconocer que no hay cosecha sin semilla.Perdimos el contacto con lo esencial cuan-do confundimos ser y tener, vivir y con-sumir, existir y cosechar. Perdimos la con-ciencia de la esencia cuando convertimos la existencia en una estrategia para cre-cer cuantitativamente. Perdimos el rumbo cuando nuestro intelecto se alejó de nues-tro centro y, así, sin corazón, nuestro creci-miento fue tan externo como peligroso. La macroeconomía iba muy bien, claro está, la apariencia era fantástica, pero no había un soporte interior, y como un castillo de naipes, una tras otra fueron cayendo las aparentemente invulnerables fortalezas. Porque no tenían corazón.

El corazón de la vida se expande y se contrae. Las expansiones indefinidas no son posibles, pues la misma vida se re-

Carta Circular de Acuario | Centro Escuela Claridad 11Carta Circular de Acuario | Centro Escuela Claridad

QUE DIOS BENDIGA ESTA CRISIS

Hemos ido de ida por la vida sin darnos cuenta que nos alejábamos peligrosamente de nosotros mismos. Esta crisis (crisis mundial del 2008) es una feliz oportunidad para regresar a lo que es de veras esencial: nuestra propia humanidad.

> por Jorge Carvajal Posada

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nueva por la muerte, y el devenir evoluti-vo hace que todos los caminos conduzcan de nuevo hasta nosotros mismos. En todo caso, más tarde o más temprano, regresa-mos sobre nuestros propios pasos. Cada paso es una huella, un surco en la tierra de la vida, donde sembramos las semillas de nuestras acciones. Y un día regresamos, para constatar que la calidad de la cosecha es el resultado de la siembra.

Y, ¿qué hemos sembrado? La ilusión de una libertad sin responsabilidad. El espe-jismo de la exclusividad. La confusa idea de ser para tener, que nos ha llevado a la ilusión de creer que es esencia la aparien-cia. Sembramos ya no el Dios universal del amor sino un pequeño Dios, a imagen y semejanza de nuestros pequeños intere-ses. Hemos sembrado la semilla de la com-petencia y nos hemos perdido la cosecha humana del compartir. Hemos sembrado la semilla de la posesividad y nos hemos perdido la cosecha de la fraternidad. Sem-bramos para saciar nuestros sentidos y cosechamos el vacío del sentido. Hemos sembrado la esperanza en los valores de la bolsa mientras se desvalorizaban las ac-ciones de nuestra propia humanidad. In-vertimos en seguros de vida que sólo nos podían asegurar la muerte.

Lo esencial no es el fruto de nuestras ac-ciones, lo verdaderamente sustancial son las semillas. Lo esencial no es producir, ni cosechar, ni mucho menos consumir. Lo esencial, esa siembra verdadera que determina la calidad de nuestras co-sechas, es lo que damos de todo cora-zón. En ello nos jugamos la felicidad.

Una cultura es un cultivo, y para cultivar la nueva tierra, hemos de cultivar nuestra propia tierra, la de nuestro cuerpo, la de nuestra energía. Hemos de cultivar la tie-rra de nuestras relaciones humanas, pues de ella nace toda economía. Hemos de cul-tivar la tierra de todas nuestras religiones para que todas sean religiones del amor y el amor sea nuestra verdadera religión.

Cuando, alrededor de sus cuarenta años de vida, las águilas maduras no pueden utilizar ya ni su pico ni sus garras retorci-das, destruyen el pico envejecido golpeán-dolo contra las rocas. Después de un largo ayuno crece un nuevo pico con el que se arrancan de raíz las plumas viejas y las in-servibles garras. Con su equipaje renova-do las águilas emprenden el vuelo de una nueva vida. ¿Qué tal si renunciáramos a nuestra desmedida ambición que es como la avidez envejecida del pico y de las ga-

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rras? Es tiempo de emprender el vuelo del alma humana para contemplar la unidad del plan del que somos parte. Es el tiem-po de revisar la economía, pero no sólo la de las relaciones entre los gobiernos y la banca, sino también nuestra economía cotidiana, para renunciar, para saber per-der sin perdernos, para desechar, también nosotros todos, la ilusión neoliberal de una expansión ilimitada.

Restauremos la economía dando nueva vida a las cosas humildes y sencillas. Ba-rrer, escarbar la tierra, recoger las hojas secas, garrapatear de nuevo el poema que había matado nuestra prisa. Mirarnos a los ojos sin temor. Cultivar en presente la confianza, para que en el horizonte de la vida se dibuje un nuevo amanecer. Cuando a nuestra vida vuelva la humildad sencilla de ser lo que somos, seguro habrá más tiempo, tendremos tiempo, seremos tiem-po. Seremos cultores de la nueva tierra y no simplemente cultos. No temamos, no nos caeremos de nosotros. A lo mejor to-quemos fondo, pero no hay nada más pe-ligroso que las olas superficiales, cuando no tenemos el ancla del ser en el fondo de nosotros. Más allá de la incertidumbre, en el reino de las profundidades, el tener

se disuelve en el propio ser, y ya nada se puede perder.

Caen las acciones. Ascienden sin un segun-do de retraso las mareas y el reloj cósmico marca nuestro tránsito por la constelación de Acuario. No se quedó la tierra en Piscis. Caen por enésima vez los indicadores de la bolsa de valores, pero aún la savia ascien-de en busca de la luz. Se alteran los ciclos de la economía pero la tierra gira sobre sí misma cada veinticuatro horas, y alrede-dor del sol, justamente en los trescientos sesenta cinco días del reloj solar. ¿Vemos oscuro el porvenir y queremos refugiarnos en el pasado? Entonces, hay una solución posible. Disolvernos en esa naturaleza que es la nuestra. Revolvernos. Resolvernos, para que comience el presente, ese tiempo interior indelegable en que podemos ser como nosotros. Y regresar a la madre, a la tierra, al surco, a la luz interior de nuestro recóndito fuego. Encontrar la belleza sen-cilla de lo esencial. Revelar de la aparien-cia su vanidad sin sustancia y sin sentido. Tal vez en esta crisis de sentido podamos cambiar de dirección, para volver por el camino de nosotros mismos. Se puede ga-nar perdiendo. Se puede perder ganando. Cuando no nos resistimos a perder el lastre del no ser, revelamos la siempre alegre y sencilla levedad del ser. Cuando la cosecha nos hace olvidar de las semillas perdemos la magia del sembrador. Si la abundancia nos hace olvidar que el dar es nuestra siembra, esa abundancia sólo será el primer paso a la miseria.

Que Dios bendiga esta crisis. Que en el surco de nuestra tierra herida sembremos ahora las mejores semillas. Las de la tole-rancia y la flexibilidad. Las de la humildad y la de la sencillez. Y, sobre todo, la se-milla de la autenticidad, para que seamos lo que somos de verdad, y nuestra eco-nomía, nuestras relaciones y nuestra vida no estén, ya nunca más, soportadas en la mentira.

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Si el Orden es intrínseco a la constitución de la vida, es fácil deducir que no puede existir nada fuera de la LEY y el ORDEN. Una Ley, según afirma el Maestro DK es el impulso espiritual, o el incentivo y manifestación de la vida de ese Ser en el cual uno vive y uno se mueve. Es la energía que nos impele hacia una gloriosa meta.

Existen tres grandes Leyes Cósmicas que rigen nuestro sistema solar. La Ley de Economía, la Ley de Atracción y la Ley de Síntesis. La Ley de Economía rige la materia, la de Atracción el Alma y la de Síntesis el Espíritu. Cada una de estas Leyes tiene un movimiento característico:

La Ley de Economía, movimiento de rotación.La Ley de Atracción, movimiento cíclico espiral.La Ley de Síntesis, progresión a través del espacio.

La Ley de Economía es la herramienta con la que el Gran Arquitecto del Universo modela la materia. Rige todas sus manifestaciones, es-pecíficamente en su distribución, la vibración de los átomos, la adaptación y el aspecto calor de la materia.

“Dios es el que sirve” dijo una vez Gabriela Mis-tral. La actividad de lo divino se expresa como servicio en todas sus manifestaciones. La na-turaleza lo expresa a cada instante. ¿Puedes imaginar servicio más grande que el que el Sol nos da? ... servicio que no tenemos que pa-gar... es gratis. Cada día la vida nos regala un día nuevo, no hay días usados; el aire que res-piramos también es gratis y si sigues en esta línea de pensamiento descubrirás que Dios es, sin lugar a dudas, El que sirve... Cuando el ser humano se salió de esta Ley Universal, y comenzó a buscar retribución y ganancia, esto es, recibir más de lo que se da... la Ley de

Economía lo condicionó al karma, lo amarró a la causa y el efecto. Y así, condicionados por la Ley de Economía nos movemos en círculos y, como el burro de la noria que da vueltas sin cesar en el mismo lugar, damos vueltas y vuel-tas por las mismas circunstancias, quien sabe con diferente apariencia, pero siempre el mis-mo drama, la misma historia. Para un electrón, dar vueltas alrededor del átomo es fantástico, de esta manera, se sostiene la creación, pero para un ser humano es terrible, es trágico... ¿Acaso la historia de la humanidad no es la re-petición de los mismos errores cometidos una y otra vez? Las mismas traiciones, los mismos rencores, las mismas pasiones... Después de la tormenta viene la calma, pero después de la cal-ma, nuevamente la tormenta. ¿Hasta cuándo?

Damos vueltas por el mismo lugar hasta que el Alma comienza a influir a la personalidad y el otro movimiento, el cíclico espiral de la Ley de Atracción se empieza a sentir en nuestras vidas. Entonces nos repetimos, pero cada vez, en una vuelta más alta de la espiral. Esta Ley rige nuestras vidas hasta el día en que em-pezamos a tener contacto con la Mónada. Su energía hace que el movimiento de progresión incida en el movimiento en espiral, aligerán-dolo, y cuando la Mónada, el Espíritu Divino impregne toda la personalidad y la convierta en eso que el Maestro DK llama “una persona-lidad monádica”, podremos ascender, sin dar vueltas, como un rayo de luz por el espacio.

Este proceso toma una serie de encarnaciones, pero la pregunta que nos tenemos que hacer tiene que ver con el momento histórico que vivimos. ¿Cómo romper el acondicionamiento de la Ley de Economía que nos amarra a la rueda del karma?

Y la respuesta es el SERVICIO realizado en

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EL MOVIMIENTO DE LA VIDA> por Carmen Santiago

El Universo es un conglomerado de energías que de acuerdo a los patrones de la Inteligencia Divina se ordenan para crear todo lo que vemos. La Crea-ción es la Madre Divina, su cualidad sobresaliente es la Actividad Inteligente y su poder de Adaptabilidad que va creando todas las formas que conoce-mos. Vivimos en un Océano Cósmico de contenido inteligente que se expresa como un Universo.

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pleno olvido de uno mismo.Cuando el servicio se hace en pleno olvido de uno mismo, pasamos del polo negativo, recep-tivo, al polo positivo, emisor. Invertimos la di-rección de la energía, y esta nueva dirección nos libera de la repetición.

Se ha dicho siempre que el triángulo del dis-cípulo espiritual es el estudio, la meditación y el servicio. De estos tres, el servicio es la herramienta perfecta para liberarnos del kar-ma. Porque aunque estudiemos las Escrituras, meditemos horas y horas pero no servimos a los demás, permanecemos en el mismo lugar condicionados por el movimiento de rotación, la Ley de Economía, el Karma, Saturno...

Servir hasta olvidarnos de nosotros mismos... ¿de quién en verdad nos olvidamos? De la pe-queña persona, que vive buscando retribución física, emocional y mental y cuando logramos borrar a la pequeña persona surge, de repen-te, la real Persona, el alma, la conciencia so-lar, y todo, todo, todo se torna distinto. Porque empezamos a ver la vida con los ojos del alma, y como lo igual atrae lo igual, nos conectamos con el alma de todas las cosas. Cuando mira-mos una rosa, por ejemplo, percibimos su alma y esa rosa se devela en mil formas, colores y aromas. Y así con todas las cosas; entonces la creación se hace más esplendorosa. Y cuando vemos a un ser humano y a través de sus ojos percibimos su alma, todo cambia porque cuan-do el alma se mira a sí misma en otro ser, el amor surge natural, como un manantial.

Tenemos que concentrar esfuerzos en cultivar la actitud del servicio. Preguntarnos constan-temente: ¿a quién sirvo? Si me estoy sirvien-do a mí mismo, reconozco que soy esclavo del peor tirano que el ser humano jamás encon-tró: su propio egoísmo.

Al trabajar, trabaja para ofrecer un servicio a la sociedad, no por la paga. La paga vendrá, pero si es tu móvil, te ata a la ley de la materia y al karma. Por lo tanto:

· Come para alimentar a los elementales de tu cuerpo.· Medita para llenar de luz el mundo.· Reza en bien de todos, no hagas oraciones personales.· No domines a nadie.· Coopera en todo lo que puedas.· Busca dar siempre más de lo que recibes.· No tengas deudas con nadie.· Honra a quienes te trajeron a esta encarna- ción, tus padres.· Cuida a las plantas que tanto te dan, lo mis- mo a los animales y al reino mineral. Si contaminas entras en deuda con el planeta.· Honra a tu Instructor Espiritual practicando su enseñanza.

Cuando hayas desarrollado en abundancia la energía del servicio en tu vida, esta mis-ma energía tocará las puertas del Ashram del Maestro que se abrirán por la energía del ser-vicio realizado.Entonces te regirá la ley de atracción, que es la Ley del Alma a través de la cual te llegarán las primeras influencias de la Ley de Síntesis, la Ley de Espíritu. La tendencia a la síntesis existe en toda la naturaleza, en toda concien-cia y en la vida misma. Es el trasfondo de la creación.Para que la vida en la materia sea armoniosa, hay que dejar que la Unidad penetre la diversi-dad y la ordene, le dé un norte, una dirección y la coloque bajo la influencia de la Ley de Atrac-ción. Cuando rige la Ley de Atracción, vamos as-cendiendo con cada vuelta. Repetimos circuns-tancias pero las vivimos a otro nivel y vamos ascendiendo. Cuando se interrumpe el flujo de la ley de síntesis, la vida es administrada por el egoísmo y la codicia y queda bajo la Ley de la materia con todo el karma correspondiente.

Pregúntate a cada instante: ¿Cuál es mi Ley?, hasta que descubras en ti la Ley del Alma. Y convertido en imán de amor y de luz te acer-ques al Espíritu que mora en ti y la Ley de Síntesis guíe tu vida y la dirija. Entonces como el Gran Imán, el Cristo viviente, puedas decir: “Mi Padre y Yo somos Uno”.

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Siempre hay algo nuevo que aprender, siempre hay esfuerzos a realizar; cum-pliendo esta condición nos mantene-mos jóvenes y vivos. En nuestra época, a pesar de los inmensos progresos de la medicina, en los países industriali-zados y prósperos aparecen enferme-dades que eran ignoradas antaño. ¿Por qué? ¿Y por qué tantas personas sufren depresiones, angustias y trastornos nervio-sos?... Porque, aunque trabajen, los huma-nos siempre tienen como ideal una vida de confort, de facilidades y de placeres. Pero sucede que en la naturaleza, el programa de una vida fácil no está inscrito en ningún lado. El confort, las facilidades, la búsque-da de placeres introducen en el hombre los gérmenes de la enfermedad y aniquilan la vida misma: las células se vuelven pe-rezosas, dejan de eliminar impurezas, se dejan envenenar y el organismo pierde su capacidad de resistencia. Desconfiad de las facilidades, del confort y de los placeres, alejad de vuestra cabeza este ideal que en realidad es portador de muerte.

Los humanos creen poseer un poder formidable sobre sí mismos: cometerán cualquier locura, pero eso no tendrá nin-guna consecuencia, les bastará con un es-fuerzo de la voluntad para vivir tranquilos. ¡Pobres, corren demasiado cuando miden el alcance de su poder! Si han obrado mal, hagan lo que hagan, algo en ellos cada vez va a oscurecerse más y a desmoronarse. Para avanzar por la vida con seguridad y sentiros seguros, debéis someter vuestros pensamientos, vuestros sentimientos y vuestros actos a las leyes de la rectitud, de la integridad y del desinterés. Cuando se viola una de estas leyes, perdéis vuestros poderes. Sólo los recuperáis si reparáis vuestros errores y reanudáis la dirección correcta. Lo que diferencia a los verdade-ros espiritualistas de los hombres ordina-rios, es que rápidamente toman conciencia de sus errores y se apresuran a repararlos. He aquí donde se halla su poder: en el he-cho de reconocer que se han equivocado y de tratar de reparar el error.

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EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA COLECTIVA

Namaskarams Master Om Ram

PARTE 2 - “Para enfrentarnos a las dificultades con las que nos encontramos, debemos conservar en nosotros la conciencia de la unidad.”

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PARTE 2 - “Para enfrentarnos a las dificultades con las que nos encontramos, debemos conservar en nosotros la conciencia de la unidad.”

El ser humano se define por el hecho de que posee una conciencia, pero esta conciencia sólo aparece verdaderamente cuando se despierta en él la sensibilidad a las nociones de colectividad y de univer-salidad. Esta facultad le permite entrar en el alma y el corazón de los demás hasta el punto de que cuando se les hace sufrir, su-fre él mismo los dolores que les son causa-dos. Comprende que todo lo que se hace a los demás, tanto el bien como el mal, se lo hace a sí mismo. En apariencia, evidente-mente, cada ser está aislado, separado de los otros; pero en realidad, una parte de él mismo está unida a la colectividad y vive en todas las criaturas, en todo el cosmos. Si esta conciencia colectiva está despierta en vosotros, en vuestras relaciones con los

demás, sentís que vuestros pensamientos, vuestros sentimientos, vuestras palabras, vuestros actos, todo regresa hasta vosotros como un eco, porque vuestro ser, que está esparcido por todo el universo, se ha con-vertido en una entidad colectiva. Y en eso consiste, verdaderamente, la fraternidad.

Parece que cada vez un mayor núme-ro de personas recurren a los viden-tes, médiums (canalizadores) y ma-gos, para resolver sus problemas de salud, amor, trabajo... o para que les exorcicen, o les quiten hechizos. Ellos mis-mos no hacen nada para reforzarse y es-capar a ellos, siempre son los demás los que deben hacerlo en su lugar. Pero aun-que admitamos que alguien logre quitar-les sus cargas, como son débiles, pronto serán aplastados de nuevo. Mientras sólo piensen en buscar a alguien que les deba curar, consolar y tranquilizarles, la gente continuará siendo ignorante, débil y vul-nerable. Aunque el más grande Maestro os cure y os proteja, sólo será por poco

tiempo, porque en realidad todo depende de vosotros. Debéis aprender a utilizar la luz y las llaves que os da, porque enton-ces seréis vosotros mismos, vuestra alma, vuestro espíritu quienes entran en acción, y sólo ahí los resultados son definitivos.

Es fácil engañar a los humanos: son tan crédulos y tienen tan poco juicio que cualquier advenedizo un poco hábil puede hacer de ellos casi todo lo que desee. Sí, es penoso, pero es así. A los humanos se les puede convencer, sobre todo con mentiras, porque tienden a preferir las mentiras. Si les decís la verdad, seguro que dudarán, pero con mentiras y astucia casi siempre lograréis vuestros fines. Sólo que el objeti-vo de nuestra vida en la tierra no consiste

en arreglar nuestros asuntos engañando con falsas apariencias. Un día deberemos rendir cuentas de nuestros actos ante las grandes leyes cósmicas, y ¡a ellas no se las engaña! Por tanto debemos pensar en estas leyes, en vez de hacer comedia ante ciegos. Sí, pensad que todos vuestros ac-tos son grabados, pesados y examinados, y que un día deberéis responder por ellos. Quizás ganéis algo engañando a ignoran-tes, pero ¿acaso vale la pena perder por ello todo un reino en lo alto?

No esperen que la vida les abando-ne para comprender lo que han perdido mientras corrían en busca de dinero, éxito, placeres y poder. Pidan al Cielo una sola cosa; que les dé la vida, no tanto una lar-ga vida, sino solamente esta sensación de pertenecer a la vida cósmica, a la vida del universo, de las estrellas. Aunque se halle también fuera de nosotros, la vida, la vida divina está en nosotros. E incluso, aunque sean poco numerosos, existen en la tierra unos seres que han comprendido la impor-

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tancia y la belleza de esta vida. ¿Por qué no decidirse a participar en su trabajo? A aquél que busca la vida verdadera, Dios indica dónde se encuentran los seres que la han hallado, con el fin de que puedan ayudarle y llevarle con ellos; y entonces, incluso en medio de las mayores dificulta-des, jamás se sentirá realmente aislado.

¿Por qué el ser humano siempre va a buscar al exterior lo que puede encon-trar en él mismo? Afuera sólo encuentra medios para actuar sobre la materia, pero no para actuar en su vida psíquica y vivir finalmente en la paz, la armonía y la luz. Para su salud física, como máximo, los me-dios externos pueden ser eficaces, pero para todo lo que concierne a su vida psíqui-ca, sólo hallará recursos en su interior, en su alma y en su espíritu. El discípulo de una Enseñanza Iniciática sabe que Dios creó al hombre colocando en él unos centros, unos órganos que son, en los planos sutiles, el equivalente a sus órganos físicos. Pero la mayor parte del tiempo, los utiliza tan poco, que son como unas máquinas que no se han hecho funcionar desde hace tiempo: bloqueadas, oxidadas, llenas de polvo y de telarañas. Todo su trabajo ahora consiste en ponerlas de nuevo en marcha, y para esto sirve la meditación, la oración y todos los ejercicios espirituales.

Desde la aparición del psicoanálisis se viene empleando mucho la palabra “inconsciente”, y esta palabra puede ser entendida en sentido amplio o en sentido estricto. En sentido amplio, el inconsciente abarca todo lo que no está en la conciencia, es decir esta pantallita en la que se refle-jan apenas algunos esbozos de imágenes y pensamientos; y estas imágenes y estos pensamientos se multiplican a medida que se amplía la pantalla y se ilumina. En este

sentido, el inconsciente contiene el bien y el mal, el cielo y el infierno, el pasado y el futuro... Comprendido en su sentido estric-to, el inconsciente representa únicamente el yo inferior, esta herencia de tendencias puramente instintivas y animales que se remontan a tiempos prehistóricos y que se transmiten al hombre con su nacimiento. La Ciencia Iniciática comprende el incons-ciente en el sentido amplio y por lo tanto lo divide en dos partes: una parte inferior que son las tinieblas y el abismo, y una parte superior que es la luz: Dentro de lo que se llama inconsciente, el subconscien-te (el yo inferior) y la supra-conciencia (el Yo superior) representan los dos polos.

Conocer una cosa significa saborearla. Cuando el primer hombre vivía todavía en el seno del Eterno en constante comunión con Él, nada le era ocultado; la vida divi-na en la que se hallaba sumergido era su fuente única y perfecta de conocimiento. Si quieren reencontrar algo de este conoci-miento primordial, deben comulgar con el universo, con el océano de la luz cósmica. Mientras no logremos elevarnos hasta este estado de conciencia llamado comunión, fusión, no podremos saborear la realidad, no podremos conocerla. Se hacen suposi-ciones, se tienen algunos destellos gracias a los cuales nos acercamos más o menos a ella, pero no es exactamente esto. “¿En-tonces, dirán, las explicaciones que Usted nos da no sirven de mucho?”. Sirven para estimular su curiosidad, para animarlos a realizar ciertos esfuerzos, ciertas expe-riencias, para que finalmente puedan vivir este estado de fusión que les dará el ver-dadero conocimiento.

“Me falta esto. Me deben aquello. No me quieren. No piensan en mí”. Esto es lo que se escucha por todas partes, pero con esta

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clase de quejas y exigencias los huma-nos no atraerán la felicidad, al contrario, se están fraguando una existencia llena de decepciones y de sufrimientos. Deben comenzar ocupándose un poco menos de ellos mismos y un poco más de los demás, y pronto todo mejorará. Es evidente que les faltan ciertas cosas, pero decir que les faltarán siempre…, y si perseveran en una actitud negativa, todavía les faltarán más. Así pues, olviden un poco lo que les falta y alégrense de lo que tienen. Cuando se tie-ne la posibilidad de abarcar el universo en-tero con el pensamiento, comulgar con to-das las criaturas luminosas que lo habitan, ¿qué más falta todavía para comprender que somos ricos, dichosos, y que podemos incluso ayudar a los demás?... Mientras no capten la idea de hacer felices a los demás, jamás serán feli-ces ustedes.

Encuentran a poca gente que no re-conozca que necesitan vivir en la ar-monía, en la luz. Pero cuando se les dice lo que deben hacer para ello, son mucho más reticentes: piensan que deben sabo-rear primero todos los placeres, todas las aventuras para, según parece, “conocer la vida”. Pobre gente, ¿cómo pueden imagi-narse que después de malgastar en estas experiencias sus energías físicas y psíqui-cas, estarán en condiciones de hacer ese trabajo interior para saborear esta armo-nía, esta paz, esta luz? Lo único de lo que serán aún capaces, es de leer algunos li-bros para poder dar citas: “Moisés dijo... Buda dijo... Jesús dijo”. Pero les será im-posible, evidentemente, realizar lo que los grandes Maestros han dicho. Y bien, yo les aconsejo vivir la enseñanza de los grandes Maestros, y respecto al resto, a las aven-turas pasionales, etc., contentarse con ci-tarlas. La literatura universal está ahí para que aprendan lo que son las pasiones hu-manas. No tienen más que leer, no es ne-cesario vivir experiencias costosas para conocerlas. Deben pues comprender que hay una vida que es deseable vivir, y otra, a propósito de la cual, ¡podemos conten-tarnos con citar!

Los humanos son extraordinarios: quieren ser libres, independientes, pero al mismo tiempo no cesan de reclamar que se piense en ellos, que se les ayude, o que se trabaje en su lugar. Pues no, si quieren verdaderamente ser libres, deben empezar sin contar demasiado con la ayuda de los demás. Cada uno tiene sus preocupacio-nes, sus problemas, y así un día piensan en ustedes y al día siguiente se olvidan, es normal. Y admitiendo que el mundo entero esté dispuesto a ayudarlos, continuarían sintiéndose insatisfechos. ¿Por qué? Por-que lo que de verdad necesitan, los demás no se lo pueden dar, son ustedes quienes deben trabajar para adquirirlo. De lo que verdaderamente tienen necesidad, es de volverse más razonables, más fuertes, más pacientes, más iluminados... ¡Así es cómo serán más libres!, y sólo ustedes, con su esfuerzo, pueden conseguirlo.

Son las experiencias, y sobre todo las ex-periencias desgraciadas, las que instruyen a los humanos. Nadie escapa. Así pues, he aquí el verdadero trabajo para ellos: es necesario que piensen en detenerse so-bre cada experiencia de la vida cotidiana y obtener lecciones, a fin de poder llegar mucho más allá en la vía de la sabiduría y del equilibrio. Pero, ¿cuántos son capaces de apreciar y aprovechar estas lecciones? Toda la vida tendrán las mismas expe-riencias desgraciadas, y se quejarán; no aprenderán nada, y no harán nada para salir del tumulto y del desorden interior en los que se encuentran sumergidos. Sufren, claro, no están orgullosos, claro... pero es-tán habituados a esta vida y se resignan a ella... Pues no, ha llegado el momento de que comprendan que deben salir de ahí. Y para hacerlo, hay que meditar cada día so-bre la armonía, amarla, desearla, introdu-cirla en uno mismo, en cada movimiento, en cada palabra, en cada mirada.

Si los humanos aceptaran desarrollar más sus posibilidades interiores, no sólo sentirían menos necesidad de saquear los recursos del planeta, sino que sentirían que, contrariamente a las riquezas mate-

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riales, sus riquezas interiores, las riquezas espirituales, son inagotables, infinitas. En todas partes se alzan voces que se quejan de que la gente cada vez es más grosera y materialista. Y lo que es extraordinario, es que ¡incluso se quejan los materialistas! ¿Por qué? Porque siempre son los demás los groseros, los egoístas, los codiciosos. Pues sí, es extraordinario, ¡cuánta gente no se da cuenta de que se hallan impregnados de estas mismas tendencias materialistas que critican en los demás! Y si estos que dicen ser espiritualistas se analizaran un poco mejor, descubrirían que, ellos tam-bién, esperan más satisfacciones del mun-do exterior que de su mundo interior.

Los humanos pueden ser comparados con árboles, con raíces, un tronco, ramas, hojas, flores y frutos. Pero si todos poseen raíces, un tronco y ramas, ¿cuán-tos entre ellos son visi-tados por la primavera? La mayoría son árboles desprovistos de frutos, de flores e incluso a ve-ces de hojas, árboles de invierno, tristes, negros y sin porte. Sin embargo, cada ser humano posee la facultad de florecer, pero debe trabajar mucho, poseer un gran saber y sacrificar mucho tiempo para que estas flores pue-dan desarrollarse, exhalar sus perfumes y producir frutos. ¿Y qué son estos frutos? Las manifestaciones de nuestras diferen-tes virtudes.

La mayoría de la gente no se da cuenta que en ellos no existen más que con-tradicciones, luchas y discordia; o si su-cede que se dan cuenta, lo aceptan como una fatalidad y no saben ni siquiera por qué es así. Sin embargo es muy simple: en ellos los tres poderes, del intelecto, del corazón y de la voluntad, no se hallan uni-dos para trabajar en la misma dirección. El intelecto está entusiasmado por las ideas

que se le presentan, pero el corazón, que también quiere satisfacerse, elige los pla-ceres olvidando por completo las decisio-nes del intelecto. En cuanto a la voluntad, obedece a veces a uno, a veces a otro, o bien abandonada a sí misma, hace lo que quiere... Para poner fin a estos desórde-nes, el hombre debe crearse un ideal divi-no, amarlo y alimentarlo, hasta que tome posesión de él, se encarne en él y forme una unidad con él.

Para enfrentarnos a las dificultades con las que nos encontramos, debe-mos conservar en nosotros la con-ciencia de la unidad. Ciertamente, en apariencia, la filosofía de la dualidad es la verídica: ¡el mundo nos ofrece un espec-

táculo permanente de tantas luchas, conflictos, enfrentamientos y anta-gonismos de todo tipo! Los humanos se oponen, pero en realidad son uno. Si se separan, es la muerte para unos y para otros. He aquí lo que no han visto. Por lo tanto, aunque aparentemente estén separados porque luchan entre sí, están unidos, están alimenta-

dos por la unidad. En este Árbol Cósmico de la unidad, existen muchas ramas, ho-jas y frutos que se empujan entre sí, pero nada pueden contra el hecho de que tienen el mismo tronco, las mismas raíces de las que dependen para su supervivencia.

En todas partes encontrarán a perso-nas que se quejan de que el mundo está mal hecho: ¡cuántos acontecimien-tos que se producen son prueba de ello! Pero ésta es sólo su opinión. Según la In-teligencia Cósmica todo es bueno, todo se halla en su lugar. Porque sabe servirse de todo. Observen el trabajo de un químico: en su laboratorio puede guardar venenos, virus o incluso explosivos, pero no se sirve de ellos para envenenar y destruir a los

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humanos, sino que los utiliza para hallar elementos útiles y curativos. Entonces, ¿cómo es posible que la Inteligencia Cós-mica no sea capaz de hacer lo que hace un químico? Ésta necesita todos estos mate-riales, todos estos elementos que nosotros consideramos malos; son útiles en la eco-nomía universal. Si los humanos no saben utilizarlos, es por su culpa, pero esto no significa que el mundo esté mal hecho.

Por todas partes vemos ardientes de-seos y pasiones en los humanos. Pero lo que es raro, casi imposible de encon-trar, es la inteligencia que sopesa, selec-ciona, compara y elige. Esta inteligencia que es la más preciosa, desgraciadamen-te los humanos no la quieren. Se dicen: “Si debemos siempre poner la inteligencia y la razón en primer lugar, nos veremos obligados a renunciar a ciertos placeres, a esforzarnos para estar siempre lúcidos y dominarnos, y no tenemos ganas de ello”. Decir una cosa semejante, equivale a re-conocer que se es ciego y limitado, por-que, por el contrario, uno sería más feliz si tuviera la suficiente lucidez para discernir sobre la naturaleza de sus deseos, de sus impulsos, y hacer una selección. ¿Cómo se puede preferir la ceguera a la lucidez? Cuando no se ve nada, no se prevé nada para protegerse, se está expuesto a todos los peligros.

¿De dónde procede el interés que sien-ten los humanos por los juegos depor-tivos? Debido a que sienten, vagamente, que estos juegos son una imagen de las dificultades que encuentran en la vida dia-ria: correr, saltar, luchar, nadar, escalar, lanzarse pelotas... Así pues, como estos juegos son una imagen de los problemas con los que deben enfrentarse todos los días, ¿por qué no invertir la situación to-mando los problemas como unos juegos? En vez de sentirse abrumados e irritados ante la menor dificultad, decir: “Se trata de una ocasión más para realizar una ha-zaña, veamos cómo puedo lograrlo”. Es-tudien bien cada vez la naturaleza de la

prueba con la que deben enfrentarse, y láncense desafíos a ustedes mismos. Por ejemplo: “No me detendré antes de haber llegado al final... Superaré este obstácu-lo...”. Efectivamente, desafíos como estos son los que deben lanzarse a ustedes mis-mos de vez en cuando, y verán que no sólo las pruebas les parecerán más fáciles de soportar, sino que con la victoria obtenida sobre estas pruebas extraerán una reno-vada confianza en ustedes.

No es malo que, durante el verano, la gente se tumbe casi desnuda en las playas para beneficiarse del aire y del sol. Pero estos beneficios serían mayores si conocieran la naturaleza de las influencias a las que se exponen, y si tuvieran algunos métodos de trabajo. Porque lo que reciben así desnudos depende de los pensamien-tos y de los sentimientos que alimentan. La piel por sí misma es neutra, puede cap-tarlo todo, tanto lo bueno como lo malo. Lo que orienta y determina el trabajo de la piel, es la conciencia, el pensamiento. Si sus pensamientos son puros, luminosos y unidos a Dios, es como si su piel recibiera una orden superior para ponerse a traba-jar con el fin de eliminar venenos y sólo atraer las partículas y las energías vivifi-cantes. Realizada en buenas condiciones, esta comunión con las fuerzas de la natu-raleza puede renovarlos y regenerarlos.

En el agua estancada de las ciénagas pulula toda clase de animalitos, y cada uno vierte allí sus desechos y sus excre-mentos que los demás se ven obligadas a absorber. Pues bien, estas ciénagas son comparables con la atmósfera de las ciuda-des donde tanta gente sin luz ni conciencia vierte su angustia, sus celos, sus odios y sus deseos insatisfechos. Un clarividente puede ver formas negras, pegajosas que salen de un gran número de criaturas para ir a acumularse en las capas de la atmósfe-ra. Pero aunque no se vea nada, ¿cómo no sentir a veces que en las ciudades hay algo espeso, pesado y oscuro? Cada cual debe tomar conciencia de la existencia de esta

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atmósfera psíquica, y esforzarse no sólo en producir menos miasmas, sino también en trabajar conscientemente para purifi-car sus pensamientos y sus sentimientos. Entonces, en forma de ondas luminosas, éstos se difundirán por el espacio y serán una bendición para toda la humanidad.

La materia no cesa de tender trampas a los humanos y lo logra tan bien, que no sólo éstos se alejan de toda práctica espiritual, sino que además encuentran ri-dículos aquellos que tienen necesidad de ella, e incluso tratan de hacerles pasar por personas anormales. Como no quie-ren renunciar a ninguna de sus satisfac-ciones materiales, se burlan de aquellos a quienes estas satisfacciones materiales no interesan, porque ellos mismos son in-capaces de percibir todas las ventajas de una concepción más desinteresada, y más pura de la vida. ¡Cuántas veces hemos po-dido observarlo! Las personas tienden a ridiculizar o a rebajar lo que no compren-den o les supera. Se encierran dentro de una existencia estrecha, apagada y pobre, porque el mundo de la materia, por muy rico que sea, es muy limitado y nuestras facultades para aprovecharnos de él aún lo son más. Pero aquellos que se esfuerzan en vivir la vida del espíritu descubren cada día, y cada vez más, tesoros indescripti-bles, sensaciones inauditas.

La gran diversidad de situaciones en las que se encuentran los humanos proviene del hecho de que no se hallan situados en las mismas condiciones de evolución. Algunos sólo han venido a la tierra para resolver problemas puramente materiales: deben luchar para alimentar-se, para vestirse, para tener una vivienda, dinero. Otros lo tienen todo solucionado en el plano material, pero tienen dificultades en el terreno de los sentimientos: sienten celos, sospechas, gustos depravados, y es en esto en lo que deben esforzarse. Otros a su vez tienen dificultades en el campo mental: les falta discernimiento, lucidez, y es necesario que aprendan a manejarse. Cada uno tiene por lo tanto la obligación

de perfeccionarse en un ámbito en parti-cular. También sucede que algunos deben trabajar en todos los ámbitos a la vez; este es el caso de los seres que todavía están muy abajo en la escala de la evolución, o por el contrario, de aquellos que están muy evolucionados, muy capacitados.

Muchos pesimistas se consideran grandes filósofos, y lo que es extraor-dinario, es que logran convencer a los de-más. En realidad, son unos grandes ambi-ciosos que desean cosas imposibles y que, no pudiendo realizarlas, caen en la triste-za y en la misantropía. De ahí extraen un concepto decepcionante de la vida y de los humanos, y la van exponiendo por todas partes imaginando que dan muestras de una gran profundidad y lucidez. En absolu-to, e incluso sucede lo contrario: su visión está completamente enturbiada por su hu-mor negro. Está permitido entristecerse, pero sólo debido a dificultades o desgra-cias de los demás, no a causa de deseos y ambiciones insatisfechos. Aquél que cae frecuentemente en este estado, debe sa-ber que no está muy evolucionado, porque este pesimismo generalmente le ha sido inspirado por su naturaleza inferior. Así pues, que haga el máximo esfuerzo para salir de él, porque sino jamás conocerá la vida verdadera.

Incluso frente a verdades que por lo menos deberían inducirles a reflexio-nar, mucha gente dice: “Ah no, yo no creo”. Y se pronuncian como si hubieran profundizado todos los secretos del uni-verso y resuelto todos sus problemas... mientras que, en realidad, ¡están tan des-orientados y son tan vulnerables! Un ser verdaderamente razonable jamás dice: “yo creo” o “yo no creo”. Reflexiona, com-prueba, experimenta las cosas durante mucho tiempo, y finalmente no dirá “yo creo” sino “yo sé”. Aferrarse siempre a la creencia prueba que no se sabe mucho. Se cree, se cree... y solamente Dios sabe los motivos por los que se tiene tal creencia y no tal otra. Aunque sólo sea por una vez, que cada uno se diga: “Pero, ¿quién soy yo

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para opinar? A partir de ahora estudiaré”. Aquél que quiere evolucionar, debe prime-ro renunciar a pronunciarse sobre todo lo que no conoce verdaderamente.

¿A qué se reducen las preocupacio-nes de la mayoría de los humanos? A asegurar su subsistencia y su vivien-da, a tener una familia y también encon-trar con qué alimentarla y donde alojarla. Pues bien, piensen lo que piensen, sólo están viviendo como viven los animales -en efecto ¡cualquier animal hace lo mis-mo! Entonces, ¿en qué son humanos? Su existencia escapa casi totalmente a su voluntad, a su conciencia: nacen, cre-cen, se reproducen, después se debilitan y se van, no controlan para nada todo lo que les ocurre, no hacen más que sopor-tarlo. La verdadera existencia humana comienza cuando con su conciencia, su inteligencia, un ser aprende a con-trolar su vida, a purificarla, a añadirle un elemento espiritual. Entonces sí, se convierte en el actor de su existencia ca-paz de dominar su destino.

En el fondo de un río, una clase de pe-cecitos escuchaba a su maestro cómo les explicaba acerca del peligro de los anzuelos. Y todos dibujaban anzue-los para ser capaces de reconocerlos. Pero uno de ellos, a quien esta lección le abu-rría, se escapó de la clase para ir de paseo. De repente, vio un gusanito que se agita-ba en el agua, y como empezaba a tener hambre, se lanzó a atraparlo. Entonces, sintió algo que penetraba violentamente en su garganta. Agitándose de un lado a otro consiguió escapar, pero ¡en qué es-tado! Y volvió a la escuela avergonzado, se acercó al maestro y prometió que en el futuro estaría más atento. “Oh, dirán, es una historia para niños”. Sí, pero ¡cuántos adultos no son más sensatos que este pez! Sólo hacen lo que les pasa por la cabeza creyendo que pueden ignorar las lecciones de los sabios. Con semejante mentalidad, corren el peligro de ser atrapados por toda clase de anzuelos, pero ¿tendrán también la suerte de poder escapar de ellos?

Los humanos en vez de tomar con-ciencia del inmenso papel que deben interpretar en la creación, en vez de participar en la obra del Creador, como los animales, se enfrentan y se destrozan. Sí, porque en realidad siempre existen ani-males en ellos en forma de instintos in-controlados: agresividad, posesividad, sensualidad, etc. No por el hecho de ha-ber aprendido a mostrarse bajo un aspecto más civilizado, el género humano se ha li-berado de sus impulsos animales. A veces, detrás del aspecto amable de alguien que les sonríe diciendo: “Buenos días, ¿cómo está Usted? ¡Es un placer verle!”, se es-conde una fiera que está esperando saltar sobre ustedes para devorarlos. Y ustedes mismos, ¿acaso a veces no se encuentran en un estado de ánimo semejante?... Los animales existen en los pensamientos, los sentimientos, los deseos, y nuestro trabajo consiste en domesticarlos hasta que con-sigamos que participen con nosotros en la armonía cósmica.

El ser humano salió del seno del Eter-no dónde vivía en la plenitud y la fe-licidad. Quiso ser independiente para actuar, crear, pero como todavía no ha lo-grado encontrar la mejor forma de realizar sus actos y sus creaciones, sufre. ¿Signifi-ca esto que no debe hacer nada? No, debe actuar. “¡Sí, pero sufrirá!”. Evidentemente, sufrirá, pero aprenderá, se perfecciona-rá; y cuando sepa cómo trabajar, dejará de sufrir. Los sufrimientos que debemos soportar en esta vida son la consecuencia de los errores que cometimos en nuestras existencias anteriores. Lo que los hindúes llaman el karma, sólo es la aplicación al destino humano de la ley de causas y con-secuencias. Aquél que no es ni lo bastante iluminado, ni lo bastante desinteresado, no puede tener una actividad verdadera-mente armoniosa: busca a tientas. Estos tanteos siempre van acompañados de gol-pes, de conflictos, pero aprende.

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Grupos GUIAR: Para más información visita el siguiente link: http://www.escuelaclaridad.com.ar/Grupos_Sintesis.html.

ÁREA DE SERVICIOSBuena Voluntad en Acción

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“El verdadero servicio es la emanación espontánea de un corazón amoroso y de una mente inteligente, el resulta-do de hallarse en un lugar correspondiente y permanecer en él; el producto de la inevitable afluencia de la fuerza espiritual y no de la intensa actividad en el plano físico, es el efecto del hombre cuando expresa lo que en realidad es, un divino Hijo de Dios, y no el efecto estudiado de sus palabras o actos” -Master DK.

7mo Encuentro Claridad México 2009Una Celebración de la Síntesis Viviente - Monterrey 2009 Abriendo los Códigos de la Ascensión y la Conciencia Multidimensional. La Alquimia de la Diosa y el Triángulo Sagrado

Sábado 30 y Domingo 31 de Mayo de 2009de 10:00 hs. a 18:30 hs.Facilitador: Juan Ángel Moliterni Link más info: www.escuelaclaridad.com.ar/Eventos/Mexico2009.html

Rutas Solidarias es una idea de Red Solidaria (Argenti-na) para fomentar el desarrollo de centros comunitarios (comedores, hogares, huertas y escuelas):

http://www.rutassolidarias.org.ar/site/index.html

Comedor infantil *San Francisco de Asis*Dragones 6994 - Gonzales Catán- Tel. 02202-432542 (Maria)

Comedor infantil Madre Teresa de CalcutaRosario 2111 esquina Asuncion - Don TorcuatoTel. 4741-7860 - Bs. As. - Argentina

Red Mundial de MeditadoresEnlace de Luces: suscribete gratuitamente en:http://www.eListas.net/lista/enlace_de_luces/alta

Fotos: http://picasaweb.google.es/IAM.solar

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Estos son los valores espirituales que inspiran la conciencia de todos aquellos que viven para crear un mundo mejor:

AMOR A LA VERDAD Esencial para una sociedad justa, incluyente y progresiva.

SENTIDO DE JUSTICIA Reconocimiento de los derechos y necesidades de todos.

ESPÍRITU DE COOPERACIÓN Basado en la buena voluntad activa y en el principio de las correctas relaciones humanas.

SENTIDO DE LA RESPONSABILIDAD PERSONAL Dirigido al grupo, a la comunidad y a los asuntos humanos.

SERVICIO AL BIEN COMÚN Mediante el sacrificio del egoísmo.

SOLAMENTE LO QUE ES BUENO PARA TODOS ES BUENO PARA CADA UNO.

EL DESTINO de los HOMBRES y las NACIONES está determinado por los VALORES que gobiernan sus DECISIONES.

La crisis humana y mundial de hoy día es básicamente espiritual; ella está probando el carácter y la intención de todos los hombres y mujeres. Esto permite la oportunidad de revalorizar los valores que captamos como una forma personal de conducta.

EL MUNDO DEL FUTURO DEPENDE DE LO QUE CADA UNO DE NOSOTROS ELIJA HACER HOY.

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Desde el punto de Luz en la Mente de Dios,

que afluya Luz a las mentes de los hombres,

Que la Luz descienda a la Tierra.

Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,

que afluya Amor a los corazones de los hombres,

Que Cristo retorne a la Tierra.

Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida

que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres,

el propósito que los Maestros conocen y sirven.

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres,

que se realice el Plan de Amor y de Luz,

y selle la puerta donde se halla el mal.

Desde el Avatar de Síntesis que está aquí

Que descienda Su energía a todos los Reinos,

Y eleve a la Tierra hasta los Reyes de la Belleza.

Que la Luz, el Amor y el Poder,

restablezcan el Plan en la Tierra.

Así sea. Amén.

La Gran Invocación de Luz

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Centro Escuela ClaridadUna Propuesta para la Síntesis planetaria: una cultura del alma

Ravignani 1332 - depto. “B”Ciudad Autónoma de Buenos AiresRepública Argentina

Tel. 4774-1773Contacto: [email protected]: www.escuelaclaridad.com.ar

Centro de Educación para el Crecimiento,Desarrollo e Integración Global del Ser Humano

CLARIDAD es una organización, creada por Juan Ángel Moliterni en Marzo de 1994 bajo la guía de Lord Maitreya (Rayo de Síntesis, de Amor-Sabiduría), destinada a la realización de actividades dirigidas al desarrollo humano en armonía con las Leyes de la Naturaleza, de la Conciencia y de la Humanidad. Difundiendo El Camino de la Síntesis. La misión es establecer un puente para la transmisión de energía entre la Jerarquía y la humanidad; constituir un canal para la distribución de luz; impartir herramien-tas a fin de que se conviertan en Maestros de sus Vidas y Artífices de su propio Destino, des-cubrir el propósito de la encarnación y hacer posible una nueva generación de seres huma-nos: la gran Fraternidad Universal. ¡CLARI-DAD es creadora de luz, y esta luz no puede tomar sino tres caminos, la belleza, la verdad y la bondad...!

Cursos, Talleres y Seminarios presenciales y a distancia:

· Astrología Esotérica· Reiki Ascensional (RA*C)· Lazos de Amor· Numerología Álmica· Ascensión y Triángulo Sagrado· Prosperidad y Abundancia Natural· Feng Shui Esencial· CanalizaciónY mucho más...

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