FICHA Educar La Voz (2)

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Educar la voz A la hora de expresarse oralmente, los comunicadores y los profesionales de la voz deben cumplir con ciertas obligaciones, que se derivan directamente de los derechos del oyente. Es decir, tienen que hablar de manera tal que se los oiga y se los entienda claramente. 1. Reconocer nuestra propia voz Hay personas dotadas para hablar, del mismo modo que las hay dotadas para escribir o para pintar. Convendría que un comunicador de radio y televisión estuviera dotado para las dos primeras actividades, pero la verdad es que puede estarlo sólo para una de ellas. Hay gente que sabe escribir pero no hablar. Y viceversa. (Profesionalmente, se entiende.) Y no se trata del buen uso de las palabras y las construcciones, sino, del buen uso físico, técnico, de la voz. Incluso las personas naturalmente dotadas con una buena voz harían bien educándola. En principio, podría afirmarse que la mayoría de las voces sirven. La educación de la voz para un comunicador se trata, básicamente, de impedir que resulte demasiado baja o apagada, o de que se lo oiga con dificultad o con molestia porque su voz es demasiado aguda o chillona. Sugerencias prácticas Para experimentar con la propia voz, lo mejor es grabarse al leer o decir algo, escucharse y autocorregirse lo que haga falta. (También sirve pedir opiniones a otras personas.) Hablar con naturalidad. Quiere decir que hay que hablar bien, pero sin que se note, sin que parezca que uno está nervioso por decir correctamente lo que quiere decir. Vocalizar bien. O sea, articular con claridad cada una de las palabras. Una voz limpia, bien modulada, es la que se entiende y no aburre. Hay que pronunciar bien todos los fonemas, sin comerse parte de ellos. Regular la rapidez y la lentitud al hablar. Sirve para marcar la importancia de lo que se dice. Por ejemplo, lo que se quiere destacar se pronuncia más lentamente y lo que se desea que pase desapercibido, se precipita.

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Educar la voz

A la hora de expresarse oralmente, los comunicadores y los profesionales de la voz deben cumplir con ciertas obligaciones, que se derivan directamente de los derechos del oyente. Es decir, tienen que hablar de manera tal que se los oiga y se los entienda claramente.

1. Reconocer nuestra propia voz

Hay personas dotadas para hablar, del mismo modo que las hay dotadas para escribir o para pintar. Convendría que un comunicador de radio y televisión estuviera dotado para las dos primeras actividades, pero la verdad es que puede estarlo sólo para una de ellas.

Hay gente que sabe escribir pero no hablar. Y viceversa. (Profesionalmente, se entiende.) Y no se trata del buen uso de las palabras y las construcciones, sino, del buen uso físico, técnico, de la voz.

Incluso las personas naturalmente dotadas con una buena voz harían bien educándola. En principio, podría afirmarse que la mayoría de las voces sirven.

La educación de la voz para un comunicador se trata, básicamente, de impedir que resulte demasiado baja o apagada, o de que se lo oiga con dificultad o con molestia porque su voz es demasiado aguda o chillona.

Sugerencias prácticas

Para experimentar con la propia voz, lo mejor es grabarse al leer o decir algo, escucharse y autocorregirse lo que haga falta. (También sirve pedir opiniones a otras personas.)

Hablar con naturalidad. Quiere decir que hay que hablar bien, pero sin que se note, sin que parezca que uno está nervioso por decir correctamente lo que quiere decir.

Vocalizar bien. O sea, articular con claridad cada una de las palabras. Una voz limpia, bien modulada, es la que se entiende y no aburre. Hay que pronunciar bien todos los fonemas, sin comerse parte de ellos.

Regular la rapidez y la lentitud al hablar. Sirve para marcar la importancia de lo que se dice. Por ejemplo, lo que se quiere destacar se pronuncia más lentamente y lo que se desea que pase desapercibido, se precipita.

2. Leer para los demás

Sabemos que… ¡no es nada fácil leer un texto en voz alta frente a un grupo de personas!. Por eso, antes de leer algo en voz alta, conviene:

Haberlo leído previamente, para uno mismo, al menos en silencio.

Aclarar todas las dudas respecto a la pronunciación de las palabras.

Entender lo que se va a leer. En efecto, para poder comprender el sentido de lo que se lee, lo primero es entenderlo. Sólo así se puede dar sentido a lo que se dice. Dar sentido es

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entender lo que se lee, pensar en el significado de lo que se está diciendo, y procurar que quede bien claro para el que lo oye.

En el momento de “actuar”, es decir, de hablar frente al micrófono o de leer como si se hablara, hay que olvidarse de todo y ocuparse sólo de hacerlo del modo más natural posible.

Cuidar las pausas. Por ejemplo, se puede elegir entre: “aceite // (pausa) de oliva // virgen” y “aceite de oliva” // “virgen”, pero nunca debemos decir: “aceite // de oliva virgen”. Palabras extranjeras. Hay que tratar de pronunciar las palabras y los nombres extranjeros tal como se pronuncian en sus lenguas originarias, por lo menos en lo que se refiere a las más conocidas y frecuentes: inglés, francés, alemán, italiano, portugués.

Fuente:

TUBAU, Iván. (1998). Periodismo oral. Hablar y Escribir para radio y televisión. Buenos Aires: Paidós.

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