Fig. n.º 59. Fernández Ortiz, Celestino (2004): Oro y Sangre, … · 2018. 11. 16. · de ocupar...

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L a elección del título de este libro revela, pese a su breve- dad, la concepción que para el autor tiene el toreo de los cinco diestros biografiados. El oro lo identifica con Rafael El Gallo, Chicuelo y Pepe Luis Vázquez. La sangre, la repre- sentan Maera y Varelito. A Rafael lo apellida el Genio, a Pepe Luis, el Ángel, a Chicuelo, la Gracia, a Maera, el Drama, y a Varelito, la Tragedia. Cinco toreros sevillanos –aunque El Gallo naciera en Madrid– que entre 1950 y 1954 merecieron el honor de ocupar muchas páginas de la bien cortada pluma de Celestino Revista de Estudios Taurinos N.º 21, Sevilla, 2006, págs. 213-226 Fig. n.º 59.- Fernández Ortiz, Celestino (2004): Oro y Sangre, Edición de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Presentación del Conde de Luna, Prólogo de Nicolás Salas. Nota para El Lector de El Autor, 164 págs.

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  • La elección del título de este libro revela, pese a su breve-dad, la concepción que para el autor tiene el toreo de loscinco diestros biografiados. El oro lo identifica con RafaelEl Gallo, Chicuelo y Pepe Luis Vázquez. La sangre, la repre-sentan Maera y Varelito. A Rafael lo apellida el Genio, a PepeLuis, el Ángel, a Chicuelo, la Gracia, a Maera, el Drama, y aVarelito, la Tragedia. Cinco toreros sevillanos –aunque El Gallonaciera en Madrid– que entre 1950 y 1954 merecieron el honorde ocupar muchas páginas de la bien cortada pluma de Celestino

    Revista de Estudios TaurinosN.º 21, Sevilla, 2006, págs. 213-226

    Fig. n.º 59.- Fernández Ortiz, Celestino (2004): Oro y Sangre, Edición de laReal Maestranza de Caballería de Sevilla, Presentación del Conde de Luna,Prólogo de Nicolás Salas. Nota para El Lector de El Autor, 164 págs.

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    Fernández Ortiz, en el prestigioso semanario El Ruedo, firmadascon el seudónimo de Don Celes. Las páginas dedicadas a RafaelEl Gallo antes de la publicación que hoy nos ocupa tuvieron elprivilegio del libro en una colección titulada "La Sevilla de...",en el año 1982, bajo la edición de la Obra Social de la Caja RuralProvincial de Sevilla.

    El interés de esta obra es, sin duda, su amenidad. Semueve entre el reportaje, la biografía y la entrevista. Se puedeinscribir bien en la conocida obra de J. López Pinillos (Parmeno)"Lo que confiesan los toreros" o la no menos conocida "El librode los Toreros" de El Caballero Audaz. Pero si bien estamoshablando de un libro de toros no es sólo un libro de toros.Estamos en presencia, como dice el prologuista Nicolás Salas,de «un retrato en blanco y negro, con fidelidad notarial de laSevilla recién salida de la cartilla de racionamiento, y también dela ciudad de los años veinte y treinta, cuando la Alameda deHércules era el templo de la noche y las costumbres ciudadanasno estaban exentas de las raíces decimonónicas». FernándezOrtiz sitúa, con precisión, a cada personaje en su tiempo, conespléndida galanura literaria.

    RAFAEL EL GALLO

    Las páginas dedicadas aRafael El Gallo son quizás las másatractivas, sin duda por la fascinantepersonalidad del protagonista.Algunas actualizaciones ha tenido elretrato de Rafael, ya que habla conJuan Belmonte al día siguiente delentierro del Divino Calvo que, comotodo el mundo sabe, se produjo en

    Fig. n.º 60.- El Gallo ApudCossio (1943: III, 385).

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    1960, seis años después de finalizar los reportajes de El Ruedo.El autor describe aquel encuentro en estos términos: «se le habíadespoblado el mundo con aquella desaparición y la soledad,vieja compañera del Pasmo de Triana, se le hizo más punzante yabsoluta. Con Rafael se fue la referencia viva y entrañable a lascosas más importantes que había amado y vivido». Muy atracti-va la descripción de la relación entre ambos diestros después deretirados: «Los dos fueron un lujo insólito de la Fiesta, a la queadicionaron, con aportes de ingenio y humanidad, sus contribu-ciones de sangre y arte en los ruedos. Ya en Los Corales, ya enLa Española, ya en la barrera o en el palco de La Maestranza,Belmonte culto, profundo, irónico y con mucha retranca; Rafaelsencillo, espontáneo, angelical, melancólico». No es fácil definirla personalidad tan rica de esos dos hombres con la precisión yel donaire que lo hace Don Celes.

    Sería imposible tratar de reflejar el cúmulo de anécdotasque Fernández Ortiz nos relata de Rafael El Gallo, uno de losmayores atractivos de esta obra. Con un brindis al CapitánGeneral de Sevilla éste le concedió la absoluta, es decir la licen-cia que eximía por completo del servicio militar. «Con un brin-dis hice yo todo el servicio al Rey» cuenta Rafael. A ese mismoCapitán General le brindó un toro que después se negó a matar.Tampoco se debió de enterar de que habla estallado la GuerraCivil, pues cuando ya se llevaban más de cuatro meses de con-tienda, preguntó: «Oiga, amigo: ¿qué es lo que pasa con los sol-dados?» O relatando sus múltiples viajes al continenteamericano, exclamó: «América, la conozco de pitón a rabo». Ocuando llegó a Nueva York sólo con un duro: «Menos mal, diceel diestro, que el dueño del hotel era de Málaga y el jefe de coci-na de Algeciras». Ya es casualidad. «Nueva York es un cerebro»,dice en otra ocasión, sin que se sepa muy bien a que se refiere.«A mi me gustaba mucho ir al teatro en París aunque no me ente-raba. Cuando se apagaban las luces, las perlas (de las mujeres)

  • brillaban como los farolillos de las verbenas». O cuando DonAntonio Maura le dijo: «...la verdad que la profesión de ustedesrequiere mucho valor» y Rafael le contestó: «Pues anda que la deusted». También refleja su temperamento el que, después de quele pusieron una inyección, se negó a que le pusieran las siguien-tes con el siguiente argumento: «La otra noche, con el practican-te, me di cuenta de lo que yo hice sufrir a los animalitos esos».Cuando se impusieron los petos, Rafael protestó de la medida aldelegado de plaza don Carlos Caba: «Pero usted se cree que sepuede picar a los toros con los caballos disfrazados de Felipe II».En ocasión de haber toreado un festival benéfico, ya Maestranzale manifestó que estaba muy agradecida y quería hacerle un rega-lo de su gusto. «No se preocupen, no se gasten ustedes nada», lesrespondió, «Apúntenme a maestrante». Devora el libro, queridolector, porque hay muchas más anécdotas.

    MAERA

    Manuel García López Maera–el torero de la gloria difícil como loencasilla Fernández Ortiz– nació enel número 107 de la calle Pagés delCorro, Quinta Avenida de la gitane-ría de la Cava. Triana comparte conSan Bernardo la gloria de ser cunade los más grandes toreros de la his-toria. No se conoce muy bien elmotivo del apodo. El autor lo expli-ca pero no convence. Acudo al ter-cer tomo del Cossío y me encuentroque hay nueve toreros con el apodode Maera. Algunos le añaden un

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    Fig. n.º 61.- Maera ApudClaramunt (1989: II, 89).

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    ordinal o el calificativo de Chico. Hay un mexicano, otro arago-nés, otro de Alcázar de San Juan, dos sevillanos apellidadosSoriano, anteriores a éste que nos ocupa. En ningún caso se sabela motivación del apodo. Nuestro Maera estuvo en la cuadrillade Juan Belmonte. De banderillero pasó a matador. Aquello fueen Lima y lo cuenta así Don Celes: «Había actuado éste (JuanBelmonte) en unas doce corridas montadas por la empresa Botoy como final de temporada se pensó en organizar un espectácu-lo en beneficio de los auxiliares de los toreros. Se trocaron lospapeles y dos peones –Pepe Rodas y Manuel García Maera–asumieron la dirección de las cuadrillas. Los dos triunfaron peroel éxito de Maera fue tal que aseguró, entusiasmado y sorpren-dido: «En cuanto llegue a España empezaré a torear como mata-dor». Era el año 1918.

    Fernández Ortiz analiza la personalidad de Maera comomatador de toros: «La fe hace milagros. Y el caso de Maera fueun milagro de fe en si mismo. Claro que servida por un caudalinagotable de valor personal. En este sentido encaja perfecta-mente en la línea senequista. Sin pinturerías ni efectismos, suvalor no le falló jamás al tratar con el toro». Tomó la alternativaen El Puerto de Santa María el 28 de agosto de 1921 de manosde Rafael El Gallo. Pero la enfermedad que sufría desde la ado-lescencia y que tantos estragos hacia en la juventud de aquellosaños –la tuberculosis– contrastaba con la cara externa de un granlujo de facultades. No pudo vencerla y fue en Melilla donde defi-nitivamente dio la cara. Lo cuenta así Celestino: «El general(Sanjurjo) que quería y admiraba a Maera habla organizado enMelilla una corrida a beneficio de los legionarios del TercioExtranjero. Manuel prometió su concurso desinteresado y valio-so. Otro tanto hicieron Cañero y Sánchez Mejías, que comoMaera torearon gratuitamente. En verdad el diestro no debióhacer ese viaje. Su mal avanzaba deprisa, y tanto el médico decabecera como la familia intentaron oponérsele. Pero Maera

  • había dicho: Toreando gratis y para el Tercio aunque me muera enel camino. Maera toreó en Melilla y cortó orejas en los dos toros.Pero, por la noche, en el banquete con que el general Sanjurjo y lasautoridades militares obsequiaron a los toreros, hubo una sillavacía... Maera llevó a África la vitalidad necesaria para cumpliranchamente en el ruedo. Del ruedo, Maera pasó a la cama, sin otraesperanza que volver a Sevilla para el último adiós a su madre.Falleció el 14 de diciembre de 1924, en la misma casa donde hablanacido, a los 28 años de edad. Poco más de tres años de matador detoros. El día de su entierro, el crítico de El Correo de Andalucía,Triquitraque, aludiendo a la corrida benéfica de Melilla escribía:Ha muerto por la Patria y continúa por ditirambos tan pintorescoscomo estos: Si Maera hubiera vivido cuando Colón, hubiera sidoel trianero que gritara ¡Tierra! Si hubiera vivido cuandoMagallanes, le hubiera acompañado en la primera vuelta al mundo.Si hubiera vivido cuando Carlos V, hubiera estado en Méjico conCortés o en el Perú con Pizarro. Si finalmente, hubiese vivido enlos días del prudente Rey Felipe II hubiera combatido al lado deJuan de Austria en Lepanto».

    VARELITO

    Al iniciar el capitulo sobreManuel Varé Varelito, el autor loencasilla, con razón, en un torerosegundón, habida cuenta que en suetapa brillan los dos grandes astros dela Edad de Oro del Toreo: José y Juan.

    Y compara las personalidadesdistintas de Maera y Varelito. Aquéles la suprema palabra del toreo hechoaventura, esguince, gallardo, gesto...

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    Fig. n.º 62.- Varelito ApudClaramunt (1989: II, 83).

  • Varelito es la tenacidad sin brillo, la gota de agua que poco a pocose impone, el esfuerzo continuado y risueño, sin altibajos, sinemociones fuertes, sin leyenda. Manuel Varé García nació enSevilla el 29 de septiembre de 1893 y no logró actuar en el ruedodel Baratillo hasta el 16 de septiembre de 1912, dos semanas antesde cumplir los diecinueve años. Había actuado de becerrista for-mando una cuadrilla de niños sevillanos. Por cierto, mucho antes,en otra cuadrilla anunciada como de niños sevillanos estuvieronRafael El Gallo, de Madrid y Lagartijo y Machaquito, ambos deCórdoba.

    El fuerte de Varelito fue la espada: sin embargo, comoseñala Fernández Ortiz, «el estoque había sido relegado en aque-llos tiempos por maestros que habían llenado el toreo de otrosalicientes, y Varelito, centrando su actuación en la suerte supre-ma, resultaba casi un arcaísmo». La modestia de Manuel Varé secompaginaba con su falta de ambición. Cuenta Manuel PérezVito que un día le confesó: «¡Si yo consiguiera reunir con lostoros treinta mil pesetas...» «Chiquillo, le replicó Vito, tú puedesser figura del toreo. ¡Treinta mil pesetas! Estás loco?» Le falta-ba imaginación. Era su tara para el arte y para la vida, escribe elautor de este libro.

    Sin contar los años de becerrista, Varelito aguantó unaprendizaje de ocho años. Tomó la alternativa en Madrid el día 26de septiembre de 1918 de manos de Joselito el Gallo, al tiempoque la tomaba Domingo González Dominguín. Con las estocadasse fue abriendo paso poco a poco. Un critico madrileño en 1920escribe: «el público y la critica, con rara unanimidad, le ha con-sagrado como el más formidable matador de la tauromaquiamoderna». Gregorio Corrochano, después de verle un volapié enla plaza de Madrid, comenzó una crónica: «Ayer he visto matarun toro a Don Luis Mazzantini». José María de Cossío afirma:«Varelito fue, ante todo, un estoqueador sobresaliente»; pero másque un gran matador, seguro y eficaz, un estilista de la suerte.

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  • Pinchaba más de lo que convenía al diestro que en esa suertecimentaba su fama; pero sus pinchazos, justamente, se ovaciona-ban como si fueran estocadas.

    Y llegó la tarde de la tragedia. Estamos en la feria de Sevilla,el día 21 de abril de 1922. El toro de la gran cogida era de la gana-dería de Guadalest y atendía por Bombito. Don Celes relata elmomento trágico de la cogida: «El toro le hizo una terrible colada... hubo un amago de desarme, y los subalternos solícitos se preci-pitaron a intervenir. El público puso el grito de protesta en el cielo.Varelito encorajinado, los mandó retirar y tendió a igualar ... entróa matar, dando un pinchazo y saliendo perseguido hacia losmedios. La fiera se crece y el torero se achica, desconcertado. Nohay un solo capote que aguante al bicho alejados los subalternospor las iras del respetable. Varelito, perseguido vacila, y viéndosealcanzado, se tira al suelo. El toro embalado, pasa de largo pero sevuelve a los dos metros y busca al hombre... La res cornea aVarelito, levantándolo en alto y campaneándolo horriblemente». Elparte facultativo dice que sufre una herida en la región anoperinal,con rotura del esfínter y pared anterior del recto y con gran hemo-rragia por destrozo de los plexos hemorroidales. El herido sufre ungran colapso. El pronóstico es muy grave. El doctor Vilches requie-re la colaboración de otros conocidos cirujanos: Royo, VázquezElena, Crespo, Mozo... Para reanimar al herido se utilizan losmedios de entonces: aceite alcanforado, suero fisiológico, cafeína.Después lo operaron y vino la mejoría. Es cuando el diestro le dicea su apoderado don Antonio Soto: «Si me muero, le ruego que noabandone a mi familia». Al día siguiente fue trasladado a su domi-cilio. En una camilla de la Cruz Roja fue llevado en brazos de deu-dos y amigos. Se había suspendido una verbena y un bautizo. Elbautizo era de una hija del diestro que había de apadrinar RuanoLlopis. El estado del diestro obligó a descansar varias veces a lolargo del impresionante recorrido. Llegado a su domicilio, la callefue enarenada para que ningún ruido pudiese perturbar la lucha de

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  • veinte días entre la vida y la muerte. A las seis de la mañana del día13 de mayo, Varelito, todavía lúcido, dijo: «Me muero. Dios loquiere. Hágase su voluntad». Al día siguiente cuatro caballos de uncoche fúnebre, con servidores a la federica, encabezaban la granmultitud... Solo así, en la tumba, realizó el hombre y el artista elsupremo sueño de su vida: el del fervor popular. Es de justiciaresaltar la fuerza dramática de la narración de Fernández Ortiz deesta tragedia, ofrecida en estas líneas solo parcialmente.

    PEPE LUIS VÁZQUEZ

    Las páginas dedicadas a PepeLuis ponen de relieve que el autorde este libro es un gran aficionado,con fino paladar para degustar elbuen toreo. Y se nota que, así comoa los anteriores toreros no pudo ver-los por razones cronológicas, deltoreo del diestro de San Bernardo hadisfrutado en numerosas ocasiones.Dice que no era aficionado y eldebut de Pepe Luis fue su primeranoticia de los toros. Justifica el autorlas rabonas que hacia en la oficinadel Matadero, en la que Pepe Luisempezaba a trabajar, porque «era elarte, temblaba dentro como un mensaje que estaba pidiendoforma, y quería manifestarse sin demora». E insiste en ello, alrecordar que Pepe Luis «surgió torero como Costillares delMatadero pero que no se hizo allí, porque ya lo era». AunquePepe Luis nació en el número 10 de la calle Ancha de SanBernardo, pronto se trasladó al 21 de la calle Campamento, lla-

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    Fig. n.º 63.- Pepe Luis Váz-quez Apud Arauz de Robles(1988): Pepe Luis, Meditacio-nes sobre una Bibliografía,Colección La Tauromaquian.º 14, pág. 77.

  • mada así en recuerdo del que estableció Fernando III en el sitiode Sevilla. Su primera presentación en la Maestranza es en plenaguerra civil y en pleno verano, el 7 de agosto de 1937 y en unanocturna. Esta circunstancia y las que después nos va narrando,inducen al autor a juzgar de horrible política taurina la que a lolargo de su carrera le venían practicando sus administradores.Dice que el caso de Pepe Luis es el caso del torero no adminis-trado, lo que no fue óbice para que estuviera durante muchosaños a la cabeza de los matadores de toros. Forma pareja comobecerrista con Antonio Bienvenida en un festejo, pero esta cola-boración se frustra, seguramente por la malhadada política tauri-na. Seguro que ambos se hubieran enriquecido técnicamente,aprendiendo el uno del otro.

    Toreó en la Maestranza seis novilladas en la misma tem-porada, la de 1938. Tres sin picadores y otras tres con caballos.Pepe Luis ya era una figura en Sevilla. Terminada la guerra civil,debutó enseguida en Madrid, el 13 de julio de 1939. Aquellatarde fue testigo de la cornada mortal de Félix Almagro por unnovillo de Domingo Ortega. Repite a los pocos días en lasVentas y el presidente le concede una oreja antes de entrar amatar. En el toro anterior el público le obligó a dar tres vueltasal ruedo como desagravio por haberse negado el presidente aconcederle la oreja. Al toro siguiente, el usía, arrepentido, sepuso de pie en el palco y sacó el pañuelo antes de que se perfi-lara para matar.

    El 15 de agosto de 1940, festividad de la Virgen de losReyes, Sevilla no se va a la playa. Los trenes no van hacia lasplayas, sino que vienen llenos de aficionados hacia Sevilla. Va atomar esa tarde la alternativa Pepe Luis de manos de PepeBienvenida y como testigo Gitanillo de Triana. El toro,Sabihondo de nombre, muy adecuado para enfrentarse a unmaestro. No fue una gran tarde. Dio una vuelta al ruedo. Lostoros salieron broncos y mansurrones. Confirma la alternativa en

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  • Madrid el 20 de octubre del mismo año. El padrino es MarcialLalanda y el testigo Gallito. El toro de la confirmación atiende porCarmoneño y es de Bernardo Escudero. Tarde muy lluviosa y sólose pueden lidiar tres toros. No hay triunfos. El triunfo en Madridviene el día de la retirada de Marcial Lalanda. Ambos salen a hom-bros. En la vida de Pepe Luis una efemérides trágica es la corna-da de Santander, una cornada de las llamadas de espejo, que estarápresente en el rostro del diestro durante toda su vida y que, sesen-ta y tres años después, todavía está perjudicando la visión delmaestro. Fue el 25 de julio de 1943, al caer al suelo en el tercio dequites y ser corneado por un toro de Escobar.

    En contra de lo que se cree, que Pepe Luis era un malmatador, hay que recordar que si bien no era un estilista comoVarelito, era un matador eficaz. Nunca le echaron un toro alcorral y sólo recibió en su vida profesional un aviso, en Sevillacon un novillo de Pérez de la Concha. Pepe Luis torea sólo unacorrida en la temporada de 1952 y otra en 1953, anunciando suretirada. Hasta esta fecha llegan los comentarios de FernándezOrtiz. Pepe Luis reaparece en la temporada de 1959, participan-do en diecinueve corridas y cerrando con ellas, definitivamente,su vida profesional.

    CHICUELO

    Manuel Jiménez Chicuelonació en la calle Betis, no se le haconsiderado trianero. Se ha dichosiempre que era el torero de laAlameda, por haber vivido en laAlameda de Hércules muchos años.El ambiente de su infancia era total-mente taurino. Chicuelo nació torero

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    Fig. n.º 64.- Chicuelo ApudCossío (1943: III, 461).

  • y no pensó nunca en ser otra cosa. Cuando nació hacía ocho meses que su padre habla toma-

    do la alternativa de manos de Lagartijo. Pero no reinaba la ale-gría en esa casa, pues el padre ya estaba enfermo de tuberculosis,esa tremenda enfermedad que tantos estragos hizo en las prime-ras décadas del pasado siglo. Chicuelo quedarla huérfano depadre cuando sólo contaba cinco altos de edad. Como diceFernández Ortiz «eran tiempos de transición y revolución. Eltoreo estaba esperando su glorificación más alta: la del arte.Ahora el arte se iba a instalar en las entrarías del toreo, y man-dar en los toros o poder con los toros, no tendría sentido sinaliarse con una precisa y rigurosa concepción estética». La vin-culación de Chicuelo con Salamanca, ciudad tan taurina comouniversitaria, fue, según el autor, decisiva en su formación artís-tica y humana. Junto a su labor en la plaza hay que contar su vidaen el campo.

    Chicuelo se presentó como novillero en Sevilla el Sábadode Gloria de 1919 con ganado de Albaserrada. Se le otorgaronlas dos orejas y el rabo del primer novillo. Para poner de relievela importancia del premio, el autor recuerda que sólo hacia cua-tro años que en la Maestranza se le habla concedido a Joselito laprimera oreja en la historia de la plaza. No aceptó Chicuelo torearen Sevilla ese año menos de cinco novilladas. Entonces, lo inte-ligente en la administración de un torero –escribe FernándezOrtiz– eran muchas corridas. Hoy resulta que lo inteligente es locontrario. Lo cierto es que contrató cinco, pero en la prácticahubo de torear algunas más. Chicuelo tomó la alternativa en laMaestranza en la feria de San Miguel de 1919. Se anunciaron esealto en la feria de septiembre seis corridas de toros: tres en laplaza de El Arenal y otras tres en la Monumental. Ahora paracelebrar dos cuesta trabajo llenar la plaza. El mismo día –28 deseptiembre– tomaba la alternativa media hora después en lanueva plaza Juan Luis de la Rosa. Tanto en la alternativa –de

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  • manos de Juan Belmonte– como en la confirmación en Madrid–en junio de 1920– de manos de Rafael El Gallo toreó bien perono estuvo acertado con la espada. En las dos ocasiones escuchóun aviso. Parecía empezar a seguir la tradición paterna, que en laalternativa en Madrid escuchó los tres avisos, con tan grave dañoa su moral –nos relata Don Celes– que por la noche, en la sole-dad de un cuarto de hotel, intento suicidarse.

    Fernández Ortiz describe con galanura el momento delinvento de la chicuelina. Fue en una corrida de las Fallas deValencia del año 1921. Y describe el nuevo lance así: «El toro searranca... El torero no está quieto, ni da el paso atrás.Sencillamente gira mientras alza los brazos y se envuelve en laseda, en un gesto de gallarda elegancia. Y los cuernos siluetean lacintura –de azul y oro– que da vueltas sobre su propio eje». Hayunos cuantos toros que en su lidia se hicieron famosos y engran-decieron la Fiesta, bien por su comportamiento, bien por las inol-vidables faenas de sus lidiadores. Uno de ellos fue Corchaíto, deGraciliano Pérez Tabernero lidiado por Chicuelo en Madrid el 24de mayo de 1928. Se ha dicho que gracias a Corchaíto, Chicuelofue máxima figura aquella temporada y que un solo toro le pro-porcionó las ochenta y una corridas que lidió en 1928. No se trataen el libro que comentamos las actuaciones de Manuel Jiménezdespués de la guerra civil. Sabemos que en esos años cuarenta susactuaciones son muy dispersas, aunque en conjunto suman más decincuenta festejos. Su última corrida fue en la plaza de Utrera el 1de noviembre de 1951. Chicuelo falleció en Sevilla el 31 de octu-bre de 1967. Hemos procurado dar una panorámica resumida delo que este interesante libro de Celestino Fernández Ortiz contie-ne, editado bajo el patrocinio, siempre generoso, de la RealMaestranza de Caballería de Sevilla.

    Juan Manuel AlbendeaFundación de Estudios Taurinos

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