FILÓN DE ALEJANDRÍA: “DE OPIFICIO MUNDI”
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LAS OBRAS DE FILÓN DE ALEJANDRÍA
Publicadas bajo la dirección de la Universidad de Lyon
Por: Roger Arnaldez, Jean Pouilloux, Profesores de la Universidad de
Lyon y Claude Mondésert director de “Sources Chrétiennes”
FILÓN DE ALEJANDRÍA: “DE OPIFICIO MUNDI”
ÉDITIONS DU CERF, 29, bd de la Tour- Maubourg, Paris 7º, 1961.
La creación del hombre (sexto día) (página 187 – 201)
[69] Después de todos los otros seres, como ha sido dicho, Moisés declara que el
hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios (cf. Gen. 1, 26). Todo ello
está bien dicho, pues no hay nada salido de la tierra que se asemeje más a Dios
que el hombre. Pero esta semejanza, no se la debe representar por las facciones
del cuerpo: Dios no tiene la figura humana, y el cuerpo humano no tiene la forma
de Dios. La imagen se aplica aquí al intelecto, la guía del alma1
. Es, sin dudas, el
modelo de este único y universal intelecto que ha sido copiado, en el alma de
cada hombre particular como a partir de un arquetipo, dios para quienes lo llevan
y lo tienen como una imagen divina. El rol que juega la guía suprema en el mundo
entero, se asemeja al que el intelecto humano juega en el hombre. Él mismo es
invisible, aunque ve todo; tiene una esencia incognoscible, aunque comprende la
esencia de los otros seres. Por las artes, por las numerosas ciencias, abre en
múltiples direcciones todas las grandes rutas, y camina a través de las tierras y
los mares, escrutando lo que encierran uno y otro elemento. [70] Después que, de
un aletazo2
se eleva de la tierra, observa la atmósfera y sus diferentes estados,
después se dirige más alto a un lado del éter y de las revoluciones celestes,
evoluciona, se transforma con el corazón de los planetas y de las [estrellas] fijas
según las leyes de una música perfecta, animado por el amor a la sabiduría que
conduce su curso; desde lo alto domina toda la sustancia sensible3
, y, llegados a
este punto, ansía el inteligible. [71] De las cosas sensibles que conocía aquí
abajo, contempla en esta sustancia los ejemplares y las ideas, bellezas
incomparables, y transportado por una embriaguez sin vino4
, es saciado como los
Coribantes por la inspiración divina, lleno de un deseo de amor y de una pasión
superior a quien el impulso lo transporta al sueño de la bóveda de los inteligibles
y parece hacerlo regresar en presencia misma del gran rey. Ávido como está de
ver, he aquí que los rayos puros y sin mezcla de una luz concentrada se derraman
en él como en torrentes, hasta colmar de vértigo, bajo el efecto de su esplendor,
los ojos de la inteligencia. Ahora bien, como toda imagen no es fiel al ejemplar
arquetípico, y en mucho es diferente, ya que ha precisado el sentido agregando a
la palabra “imagen” la palabra “semejanza”, para significar una réplica exacta que
se presenta como un grabado preciso.
[72] Uno podrá ser interrumpido, y no sin razón, por la cuestión de saber por qué
Moisés ha atribuido solamente la creación del hombre no a un artesano único
como a aquel de las otras cosas, sino aparentemente a muchos. Efectivamente,
Moisés introduce al Padre del universo presentándolo con estas palabras:
1 Esta expresión, vulgarizada por el estoicismo ya se encuentra en Platón, Leyes XII, 963 a. 2 Platón en el Teeteto 173 e “el pensamiento vuela por todos lados”. 3 Todo este pasaje recuerda al Fedro 249 c. 4 Vocabulario ritual del culto a las Musas y las Euménides. Plutarco.
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«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» ¿Habrá tenido aquél a quien
todo obedece, por azar la necesidad, si lo puedo decir, de algún otro? ¿O, todavía,
cuando hacía el cielo, la tierra y el mar, no había necesitado ningún colaborador, y
al hacer el hombre, pobre animal con los días calculados, no ha sido capaz de
ponerlo él mismo y desde sí mismo5
sobre los pies, sin que concurran otros
ayudantes? La causa absolutamente verdadera, es necesario que sólo Dios sea
quien la conozca; pero la causa que parece persuasiva y verosímil para la
aparición de una conjetura, no debe ser ocultada. Hela aquí. [73] En medio de los
seres, unos no participan ni de la virtud ni del vicio, por ejemplo los vegetales y
las bestias brutas, los primeros porque son inanimados y regidos por una
naturaleza desprovista de representaciones; los segundos, porque ellos no
poseen6
el intelecto y la razón. Ahora bien, el intelecto y la razón son como el
domicilio del vicio y de la virtud que habita en ellos naturalmente. En cuanto a
otros seres, cada uno en su momento, no tienen comunión más que con la virtud
y no participan de ningún vicio, este es el caso de los astros; decimos,
efectivamente, que de éstos también son los animales; pero los animales dotados
de intelecto7
, o mejor todavía, aquellos que son en sí mismos un intelecto entero
y, entre todos virtuosos, incapaces de cargarse de algún mal cualquiera que sea.
Otros son de una naturaleza mixta, como por ejemplo el hombre, lugar de
contrarios: prudencia e imprudencia, temperancia e incontinencia, coraje y
cobardía, justicia e injusticia, brevemente, bien y mal, bellas acciones y acciones
deshonestas, virtud y vicio. [74] Ahora bien, todo estaba hecho convenientemente
por Dios, Padre de todas las cosas, de hacer sólo al hombre entre todos los seres,
virtuoso, a causa de su afinidad con él; para los seres indiferentes, esto no era
incompatible, puesto que no habían tenido parte en el vicio que odian. Pero para
los mixtos, era en parte conveniente, en parte fuera de lugar; conveniente en la
consideración de la mejor idea que es una mezcla, fuera de lugar en la
consideración de la idea opuesta y más perjudicial. [75] También es sólo a
propósito de la creación del hombre que, según Moisés, Dios pronuncia esta
palabra: “Hagamos”, lo que indica que él se alía a otros artesanos para ayudarse, a
fin que las voluntades y las acciones irreprochables del hombre de bien sean
imputadas a Dios, guía del universo, y aquellas contrarias, a otros de sus
subordinados. Porque es necesario que el Padre no sea responsable del mal hacia
sus hijos. El mal, es el vicio y las acciones inspiradas por el vicio. [76] Por otro
lado, él ha hecho muy bien, al haberle dado al género el nombre de hombre, y de
distinguir las especies diciendo que Dios las había creado macho y hembra,
siendo que los singulares todavía no habían tomado forma, puesto que las
especies más próximas están contenidas en el género y que ellas se manifiestan
como en un espejo a aquellos que son capaces de una visión aguda8
.
[77] Uno podría buscar la causa por la cual el hombre es el último término de la
creación del mundo, dado que es el que le sigue a todos los otros seres que el
Creador y Padre ha producido, como lo indican las Escrituras. Así pues, aquellos
que, por un estudio más profundo de las leyes cierran lo más posible su
contenido sin permitir ninguna búsqueda, dicen que después de haber hecho al
5 La preposición άπό muestra bien que Dios es causa total y suficiente. En todo, todo viene de Él. 6 A menos de traducir “son carentes de”, lo que va mal con el contexto gramatical, esta forma parece preferible, pues
ella excluye la idea de una privación que no conviene aquí a los brutos. 7 Zenon llama así al cosmos. Esta idea será corriente en Plotino y Proclo. Viene del Timeo 38 e. El modelo ejemplar de
los astros. 8 Este pasaje confirma que se debate aquí la creación de los géneros, no de los individuos sensibles. Dejando de lado la
interpretación rabínica según la cual se cuestiona la creación de un andrógino, Filón hace de los sexos, contra la opinión
de Aristóteles, las especies de un género.
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hombre su semejante por la razón, la que era la más excelente de las donaciones,
Dios no fue avaro con los otros, pero él prepara todo en el mundo como para el
ser viviente más familiar y más querido, procurando que una vez nacido, no le
falte nada de lo que es indispensable para vivir y para vivir bien. De estos fines,
uno está asegurado por la riqueza y la abundancia de aquello que al hombre le
produce goce, el otro por la contemplación de los fenómenos celestes que,
generando (acuñando, marcando) el pensamiento, le hace amar y desear la ciencia
de estos objetos. De esto nacería la filosofía, gracias a la cual el hombre, en tanto
que mortal, adquiere la inmortalidad. [78] Quienes dan un festín no invitan a la
mesa antes de haber arreglado todo para que uno tenga una buena comida;
quienes organizan las competencias de gimnasia o juegos escénicos, antes de
reunir a los espectadores en el teatro o el estadio, disponen del conjunto de los
atletas, de los espectáculos y de las audiciones; de la misma forma también, el
guía del universo, tal como un organizador de juegos y festines, teniendo la
intención de invitar al hombre a un festín y a un espectáculo, ordena de antemano
lo que podría proveer para sus dos fines, para que entrando en este mundo, él
encuentre enseguida el banquete y el teatro más santo, uno repleto de todas las
producciones que la tierra, los ríos, el mar y los aires suministren para que lo
usen y lo gocen; el otro pleno de toda suerte de espectáculos, presentando las
realidades más asombrosas, las cualidades más marcadas, los movimientos y los
coros más admirables, en las combinaciones más armoniosas, las proporciones de
números y de acuerdos de períodos, todas cosas donde uno podría decir sin
equivocarse, que reside la música arquetípica, verdadera y ejemplar; es aquí
donde los hombres que han llegado primero, han tomado las imágenes que han
grabado en su alma, y es así como ellos han transmitido el arte más necesario y
más útil para la vida.
[79] Tal es la primera causa por la cual, parece que el hombre ha sido creado
después de todo lo demás. En cuanto a la segunda, no está fuera de propósito
decirlo. En el mismo momento que comenzaba a existir, el hombre encuentra
todo preparado para la vida, y para la enseñanza de aquellos que nacerán más
tarde, la naturaleza clamando frente a la cara de todos que esto es imitando al
jefe de hilera de su raza, que pasarán su vida sin pena y sin dificultad, en la más
grande abundancia de todo lo que les es necesario. Todo esto tendría lugar, si los
placeres brutales no dominaran al alma después de haberse fortalecido la
glotonería y la ambición, si la codicia de la gloria, de las riquezas y del poder, no
usurparan el imperio de la vida, si las aflicciones no cerraran ni se introdujeran en
el pensamiento, si el temor, mal consejero9
, no paralizara los impulsos hacia las
obras virtuosas, si la locura, la cobardía, la injusticia y la masa innumerable de
otros vicios no hicieran irrupción en el alma. [80] Pues, ahora que todos estos
vicios que hemos nombrado han tomado lo más bajo y que los hombres se dejan
llevar sin contener a las pasiones y a los apetitos pusilánimes y culpables que uno
no puede nombrar sin pecar, un castigo es instituido para punir las conductas
impías. Este castigo es la penuria de las mercancías necesarias10
. En Efecto, los
hombres abren penosamente la superficie de la tierra, modifican el curso de los
arroyos y los ríos, siembran y plantan, resisten sin fin de día y de noche, la fatiga
de los trabajos de la tierra, y recolectan así a lo largo de todo el año su
subsistencia; además llegan a que esto sea magro e insuficiente, deteriorado por
9 Platón, Timeo 69 d. “Y todavía el atrevimiento y el temor, consejeros estúpidos”. 10 “Aquellos que están cargados de injusticia han tenido en castigo la falta de lo necesario”. Esta lección parece ser una
corrección destinada a dar un sentido equivocado a una mala lectura de un término en lugar de otro por la adición de un
término.
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múltiples causas. Tanto la caída de lluvias continuas causan estragos, como la
caída densa de pesados granizos destrozan todas las plantaciones, como la nieve
las congela, como los huracanes las vuelcan hasta las raíces. Pues las revoluciones
del agua y del aire acarrean factores de mala recolección. [81] Pero si uno pudiera
moderar por la templanza los impulsos exagerados de las pasiones; por la
justicia, el ardor a cometer la iniquidad y el amor de los honores; en una palabra
por las virtudes, y por los actos que ellas inspiran, los vicios y las prácticas vanas
que le siguen; lograremos, una vez abolida la guerra en el interior del alma, todas
las guerras, hasta las más penosas y las más graves, bajo el reino de la paz que
en la calma y el dulzor proclame el hombre a las fuerzas que están en nosotros un
régimen bien reglado, entonces podríamos esperar que Dios, amigo de la virtud,
amigo de la honestidad y también amigo de los hombres, suministre al género
humano, por una producción espontánea, todos los bienes que le había
preparado. Pues está claro que es más fácil prodigar sin el arte de la agricultura
una abundancia a partir de lo que existe, que llevar el no ser al ser.
[82] Hasta aquí es suficiente sobre la segunda causa. He aquí la tercera. Habiendo
meditado Dios para armonizar el principio y el fin de la creatura, porque estimaba
que ellas eran en todo sentido semejantes y muy ligadas en la amistad, hace del
cielo el principio y del hombre el final; uno el más perfecto de los incorruptibles
en las cosas sensibles, y el otro, el mejor de los seres corruptibles nacidos de la
tierra y, siendo necesario decir la verdad, una especie de cielo reducido, llevando
en él numerosas naturalezas semejantes a las estrellas, representadas por las
artes, las ciencias y los teoremas famosos que gobiernan cada virtud. Puesto que
en efecto lo corruptible y lo incorruptible son contrarios por naturaleza, lo que es
más hermoso en los dos géneros, lo atribuye al principio y al final: al principio
que es el cielo, como hemos dicho; y al final que es el hombre.
[83] Por otro lado, he aquí lo que diremos todavía para dar cuenta de la causa
necesaria. Era necesario que el hombre fuera producido al final de todos los seres
creados, de manera que, apareciendo al final y súbitamente, frente a los otros
animales, los colmara de estupor. Yendo, de hecho, desde que ellos los vieran, a
ser invadidos por el asombro y a venerarlos como su guía y maestro por
naturaleza. También, apenas ellos [hombres] los hubieran mirado como fueron
todos universalmente provistos; los de naturaleza más salvaje, aparecerían, en un
golpe de ojo, como muy familiares; mientras que habrían mostrado entre ellos su
fiereza salvaje, en cambio el hombre, sólo él, se ha dulcificado. [84] Igualmente
por esta razón, el Padre habiendo creado al hombre animal soberano por
naturaleza, no solamente a través de la acción sino por una designación verbal, lo
hubo establecido rey de todo el mundo sublunar, de los animales terrestres,
acuáticos y aéreos. Pues todo lo que hay de mortales en los tres elementos, tierra,
agua y aire, él lo tiene bajo su imperio, sin hacer ninguna excepción más que para
los cuerpos celestes, porque ellos han recibido en el reparto un destino más
divino. La garantía más manifiesta de este poder, es la que salta a la vista: sucede
que las bestias en masas enormes son conducidas bajo el cuidado de un solo
hombre, el primero llegado, sin armas, sin hierro, sin ningún medio de defensa,
no teniendo más que una tienda de piel por todo abrigo y un bastón para dar la
señal y para apoyarse en su marcha si está cansado. [85] Así pues, los numerosos
rebaños de carneros, de cabras, de bueyes, son llevados por un pastor, un
cabrero, un boyero, que no son hombres de cuerpos robustos y vigorosos,
quienes por su fuerte complexión puedan llenar de espanto a aquellos que los
miran. Y tanta fuerza y poder de un tan gran número de animales bien armados,
pues están equipados por la naturaleza para defenderse, no hacen más que
5
5
temblar como esclavos delante de su señor, y ejecutar sus órdenes. Los toros son
puestos al yugo para labrar la tierra y, cavando profundos surcos todo a lo largo
del día, y a veces durante la noche, prosiguen su marcha a través de largas y
grandes distancias, supervisados por un labriego. Los carneros agobiados por la
lana que llevan, cuando viene la época de la primavera, bajo el peso de los
vellones, dóciles a la conducción del pastor, se tiran a reposar, o bien se acuestan
tranquilamente y se dejan cortar la lana, habituados, como las ciudades a pagar el
tributo anual a aquel que es su rey por derecho natural. [86] Aún más, el caballo,
el animal más vigoroso, se lleva fácilmente cuando uno le ha pasado el bocado,
para que no se rebele saltando. Y, con la espalda perfectamente corvada para que
uno esté cómodamente sentado, recibe a su caballero y sosteniéndolo en el aire,
galopa a toda velocidad, lleno de ardor para llegar y esperar en los lugares donde
el hombre tiene la necesidad de quedarse. Aquel que lo monta sin fatiga y con
toda tranquilidad, realiza su viaje gracias al cuerpo y a los pies de otro.
[87] Queda mucho todavía por decir si uno quisiera extender la exposición, para
mostrar que el animal puede despreocuparse después de ser sometido al imperio
del hombre. Pero esto que ha sido dicho es suficiente para la demostración. Es
necesario no ignorar esto: que el hombre en tanto que ha sido creado el último de
todos, no ha sido puesto en este rango en estado de inferioridad. [88] Testigos de
esto, los cocheros y los pilotos. Unos, ubicados al lado de su enganche en el
coche, y viniendo a seguirlo, los llevan por donde quieren tomando en las manos
las riendas, luego lanzándolos para acelerar el ritmo. En cuanto a los pilotos, se
colocan en una extremidad retrasada del navío, la popa, pero ellos son, por así
decir, de todos los pasajeros, los mejores, puesto que tienen en sus manos la
salud del navío y de aquellos que llevan. Pues el Creador crea al hombre cochero y
piloto después de todos los otros seres, para que guíe y gobierne, haciéndose
cargo de ellos, a título de procurador del primer y gran Rey, los animales y las
plantas que están sobre la tierra.
La falta del primer hombre (Páginas: 243 – 255)
[151] Pero puesto que nada está clausurado en lo que está sometido al devenir, y
que los seres mortales están necesariamente sujetos al cambio y a las variaciones,
es necesario que el primer hombre, también él, experimente algunas desgracias.
El origen de su vida pecadora [culpable] fue para él la mujer. Pues en tanto que
era uno, era semejante por su unicidad, al mundo y a Dios, y llevaba, impresa en
su alma los caracteres de las dos naturalezas, no todas, sino aquellas que son
posibles, que una constitución mortal admita. En cuanto la mujer ha sido hecha
en su momento, el hombre vio una figura hermana y una forma semejante; se
regocijó de esta visión y adelantándose, la recibió con ternura. [152] No
percibiendo a ningún animal que le fuera más semejante, la mujer se regocijó y le
dio, con pudor, su saludo. El amor sobrevino y, reuniéndose, por decirlo así, los
dos segmentos separados de un mismo animal, se unieron en uno solo, después
de haber aparecido en cada uno el deseo de una unión con el otro, en vistas de
procrear a un semejante. Pero este deseo engendra también el placer físico,
principio de las iniquidades y de las prevaricaciones, por las cuales los hombres
cambian una vida inmortal y bienaventurada por una vida mortal y miserable.11
11 Es de notar que el amor no es un mal, no más que la sensibilidad. Pero la dualidad del hombre y de la mujer no hace
más que materializar una dualidad que cada individuo lleva en sí. El placer no es el principio del mal más que en la
medida en que el hombre lo elige en lugar de los verdaderos bienes. La alegoría aparece: Adan = el intelecto, guía del
alma; Eva = la sensación.
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[153] Pero se dice que en la época en que el hombre aún vivía una vida solitaria, y
la mujer no había sido formada todavía, Dios planta el jardín del paraíso, que no
se asemeja en nada a los jardines de nuestro tiempo. (cf. Gen.2, 8 s) Pues, según
nosotros, los bosques son inanimados, repletos de toda suerte de árboles, unos
siempre verdes para el placer permanente de la vista, los otros que renacen y
proliferan en la estación primaveral; unos le dan al hombre frutos cultivados, no
solamente para servir en las necesidades de la alimentación, sino aún más para el
aumento de deleites de una vida delicada; otros que tienen un fruto diferente
necesariamente reservado a los animales. Pero en el paraíso divino, se ha
encontrado que todas las plantas eran animadas y razonables, llevando como
frutos la virtud y también el conocimiento incorruptible y la sabiduría por la que
uno conocía el bien y el mal, llevando en fin, la salud y la incorruptibilidad y todo
lo que puede ser del mismo género. [154] Pero esto, me parece, es filosofar por
símbolos12
más aún que por el sentido propio de las palabras. Pues no había
tampoco árboles parecidos sobre la tierra en el pasado, y verdaderamente no
aparecerán en el porvenir, aquellos que sean árboles de vida o de conocimiento.
Pero parece que Moisés hace alusión por la palabra paraíso, a la parte directriz del
alma, de alguna manera repleta de tantos millares de plantas como hay en ellas
opiniones; por la palabra árbol de vida, tiene la más grande de las virtudes; la
piedad hacia Dios que hace al alma inmortal, y por las palabras árbol de
conocimiento del bien y del mal, tiene a la prudencia, medida que permite juzgar
las naturalezas contrarias13
[155] Habiendo tenido lugar estos dos límites en el alma, mira como un juez hacia
qué lado se inclinará. Viendo que el alma se inclinaba hacia el engaño, que
descuidaba la piedad y la santidad que eran necesarias para alcanzar la vida
eterna, él la rechaza con cólera, como es natural, y la echa del paraíso, sin dejarle
a esta alma, cargada de una falta incurable e insoportable, la esperanza de
retornar, puesto que la causa del error, que no se puede dejar pasar nos silencia,
estaba censurada más allá de toda medida. [156] Se ha dicho antiguamente que el
reptil venenoso, nacido de la tierra, hablaba la lengua del hombre, y que
acercándose un día hacia la mujer del primer hombre, le hizo un reproche de su
lentitud de espíritu y de su excesiva timidez, porque ella retrasaba y tardaba en
cosechar el fruto más bello a la vista, el más agradable en su sabor y además el
más útil, puesto que, gracias a él, podría conocer el bien y el mal. La mujer sin
más reflexión y seguida de un juicio inestable y superficial hubo consentido en
comer del fruto y convidarle al hombre, lo que les hizo pasar enseguida a los dos
12 El sentido propio sería una pura fábula. Cf. Infra §164, la langosta es símbolo de la lucha contra el mal, el mismo
cielo, símbolo del intelecto (Leg. I, 1 y 21); el río Gehon, símbolo del coraje (Leg. 68), el Éufrates de la justicia, (íbid.
72) etc. Leisegang (Index) señala 47 empleos de la palabra, de los cuales 8 están en las Legum Allegoriae. 13 Filón parece querer decir que el Paraíso está formado por los límites que Dios había establecido en el alma; después,
que el hombre, saboreando el fruto del árbol del conocimiento, se inclina del lado por dónde él se aleja y se separa de
Dios, para evadirse de estos límites. Pero ¿qué es lo que la prudencia, como medida posibilita, qué es lo que simboliza
éste árbol? Los estoicos definieron la prudencia como “la ciencia de lo que es necesario hacer y no hacer” (Estoic. Vet.
Frag. III, nº 65). Esta fórmula se aplica bien a la expresión bíblica. Pero ¿por qué no comer del fruto de la prudencia?
Porque es una virtud mediocre, es decir, no es esta phronesis que, según Aristóteles, está toda ella enteramente girada
hacia el bien (Aristóteles, Retórica A 9, 1366 b 20; Ética a Nicómaco 25, 1140 b 20) pero aquella que se encuentra
limítrofe del bien y del mal, que oscila entre las dos, aquella de la que habla en la Ëtica a Eutidemo (Aristóteles, b 37,
1121 a 12) en estos términos: “la prudencia es un medio entre la perversión y la inocencia”. Pues nosotros tenemos en el
texto del parágrafo 156 la palabra πανουργία los términos equivalentes άκακίά καί άπλότης : la inocencia y la
simplicidad de las costumbres. Si pues el árbol de la vida, la piedad hacia Dios de un corazón simple y sin fraude, está
plantado en el centro del Paraíso, ¿no es necesario ver en el árbol del conocimiento, medida y pasaje de la inocencia a la
perversión, el límite extremo que está prohibido franquear , y así mismo simplemente de pisar? Esto que nosotros
llamamos virtud, en nuestra vida despojada, se encuentra bien alejada de la absoluta pureza de un corazón unido a
Dios.
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del estado de inocencia y de simplicidad de sus hábitos, al engaño. El Padre se
irrita; la acción fue bien digna de su cólera, en cuanto él deja de lado el árbol de
la vida eterna, la integridad de la virtud por la que ellos podían gozar de una
existencia duradera y bienaventurada, por elegir, efímero y mortal, no una vida,
sino un tiempo pleno de miserias: el Padre, también había fijado los castigos que
ellos habían merecido.
[157] Éstas no son ficciones de las fábulas a las que son afectos los poetas y los
sofistas, sino muestras de figuras que llaman a la interpretación alegórica,
seguidas de explicaciones por un sentido subyacente. Uniéndose a una conjetura
verosímil, uno dirá convenientemente que la serpiente en cuestión es el símbolo
del placer, puesto que ella es, desde el primer momento, un animal sin patas,
hundida en toda su extensión sobre el vientre; además, porque se nutre de
palabras terrestres; en tercer lugar, porque transmite su veneno por los dientes y
por él mata a aquellos que ha mordido. [158] El hombre que ama el placer no es
extraño a ninguno de los elementos que acabo de enumerar: es un sufrimiento si
puede levantar la cabeza, tanto más agravado cuando es llevada su mirada hacia
el sol, pues la corrupción le hace caer y rodar en la tierra; no se nutre de
alimentos celestes que la sabiduría procura por las palabras y los pensamientos a
los amigos de la contemplación, sino que come éstos que la tierra distribuye en
cada estación del año; de ella viene la borrachera, la gula, la glotonería que
haciéndola saltar y excitándola a la voracidad, la codicia del vientre (y haciendo al
hombre esclavo) aumentan e irritan los deseos carnales. Degusta el producto del
trabajo de los panaderos y los cocineros; invita, girando la cabeza a su alrededor,
a tomar parte en el aroma que se eleva del condimento, y cuando ve una mesa
bien provista, se tira de una vez sobre los platos que uno ha depositado, y se deja
conducir al goce, apresurándose a impregnarse en toda esta abundancia, pues su
blanco no es el de hartarse, sino el de no dejar nada de tan buen servicio. [159]
En consecuencia, él no tiene menos que la serpiente, el veneno en los dientes; los
dientes son efectivamente, los obreros y sirvientes de la codicia, puesto que ellos
rompen y trituran todo lo que es nutritivo pasándolo por la lengua, juzgan su
sabor, para la degustación, luego lo pasan por la garganta. Pero el exceso de
comidas es de alguna manera mortal y venenoso por naturaleza, por el hecho de
que no pueden ser digeridos cuando uno los introduce de nuevo antes que los
precedentes sean evacuados. [160] Por otro lado, se ha dicho que la serpiente
emitía un lenguaje humano, porque el placer utiliza miles y miles de defensores y
paladines que se encargan de cuidarlo y de protegerlo de quienes osan enseñar
que su imperio se extiende a todos, grandes y pequeños, sin excepción alguna.
[161] Pero las primeras relaciones del macho y la hembra tuvieron por guía el
placer14
; por él se realizan la fecundación y la procreación, y los seres
engendrados no tienen una inmediata afinidad con otros más que con él. Aman el
placer; repudian su contrario, el sufrimiento. He aquí por qué el niño pega un
grito viniendo al mundo; sufre naturalmente el enfriamiento; al salir de un lugar
tan caluroso y ardiente como es la matriz, donde ha habitado por tanto tiempo,
pasando inmediatamente al aire, lugar frío e inhabitual, sus llantos son la prueba
más contundente de su dolor y de su impaciencia al sufrimiento. [162] Todo
animal, decimos15
, busca con ardor el placer como su fin más necesario y más
14 El término griego indica “guía de los extranjeros”, empleado en sentido propio por Platón, Fedro 230 c; en el sentido
de hospitalidad. 15 Φασί: φύσει conj. Creuzer. Sin embargo el placer es natural. Es la tesis de Epicuro; Platón la hubo admitido en el
Philebo 37 b y en las Leyes 732 e. Eudoxo, su alumno, con el testimonio de Aristóteles (Ëtica a Nicómaco X, 1172 b 9),
sostiene la misma idea. De una manera general Filón no reniega del cuerpo y sabe reservarle su lugar.
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constitutivo, particularmente el hombre. En efecto, los animales no son
portadores del placer más que por la acción y las funciones genitales, pero el
hombre lo es también por otras sensaciones, persiguiendo todos los objetos de la
vista y el oído que puedan ofrecer un agregado a las orejas y a los ojos. [163] Se
habla abundantemente en el lenguaje de la pasión y decimos que él es esto que
hay más propio y más parecido a la naturaleza de los animales.
Es suficiente lo que acabamos de decir para explicar por qué la serpiente parece
haber proferido un lenguaje humano. Esto es desde mi punto de vista, lo que hace
que, en el detalle de las leyes que ha redactado sobre los animales, nos digan lo
que es necesario comer o no; Moisés ha recomendado, para que nos lo diga, en
particular el animal que uno llama langosta “ophiomaque” (cf. Lév. 11, 22)16
. Este
es un insecto que tiene sus piernas debajo de las patas, para saltar sobre la tierra
y elevarse en el aire, como el género de los (acridiens). [164] Porque la
“ophiomaque” me parece no ser nada más que el símbolo de la maestría de sí que
lleva una lucha inagotable y una guerra implacable contra la intemperancia y el
placer. En efecto, una, ama eminentemente a la simplicidad y la frugalidad, así
como todo lo que es necesario para una vida austera y santa; la otra, la afectación
a la suntuosidad, causas para el alma y para el cuerpo de desidia y de
nerviosismo, de donde resulta a los ojos de los sabios una vida culpable y más
penosa que la muerte.
[165] Ahora bien, estas imposturas y estos errores, el placer no osa presentarlos
al hombre, pero sí a la mujer, y por ella, a él. De haber seguido bien la naturaleza
de las cosas, se hubiese ido derecho al blanco. Pues en nosotros el intelecto juega
el rol del hombre; la sensación, aquel de la mujer. El placer aborda y frecuenta en
primer lugar las sensaciones; es por ellas que abusa del intelecto director, pues,
dado que cada una está excitada por sus encantos, en la alegría que provoca lo
que le es ofrecido: la vista, de la variedad de los colores y de las figuras; el oído,
de las melodías de los sonidos; el gusto, de los sabores agradables; el olfato, del
buen olor de los perfumes que se exhalan. Las sensaciones, habiendo recibido
estos dones, tales como bellos sirvientes, los llevan, por así decir, delante del
maestro que es el juicio razonable, con la seguridad de que al ponerlas por
delante, lo persuadirán para que no descansen en absoluto, y él, inmediatamente
seducido, de jefe que era, deviene sujeto; de maestro, esclavo; de ciudadano,
desterrado; de inmortal, mortal. [166] En una palabra, no es necesario ignorar que
la voluntad17
que es como una cortesana y una prostituta, desesperada por
encontrar un amante y a los mediadores y a los proxenetas que le hacen de
arpón. Pues las sensaciones la llevan al amante, como los mediadores a los
proxenetas. Una vez que la voluntad las ha atrapado, ella ha sometido
rápidamente al intelecto; las sensaciones han hecho penetrar al interior las
apariencias exteriores, las anuncian y las presentan, imprimiendo las marcas de
cada una de ellas, suscitando la afección correspondiente. Semejante a una cera,
el intelecto recibe las imágenes que le vienen por los sentidos y es por ellos que
complacen al cuerpo, puesto que él es incapaz por sí mismo de realizarlo, como
ya ha sido dicho.
[167] El costo del placer, es inmediato que lo encuentren los primeros que lo
hicieron caer en la esclavitud de una pasión dura e incurable. La mujer recibe por
16 Formado de όφις “serpiente” y de μάχομαι “combate”. La langosta es entonces, el símbolo de la lucha contra la
serpiente. Ella no se arrastra sobre el vientre, sino que salta sobre la tierra. También Levítico 12, 20 – 23, no la coloca
en el medio de los animales impuros. 17 Teniendo la necesidad de un sustantivo femenino, reemplazamos en este pasaje la palabra placer por la palabra
voluntad.
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su parte vivos sufrimientos, aquellos del alumbramiento, y las pesadumbres que
se suceden durante el resto de su vida, sobre todo aquellas que se relacionan con
los hijos, que aparecen desde ponerlos en el mundo, nutrirlos, atenderlos cuando
estén enfermos, estar bien cuidados, cuando estén felices o desdichados; y por
otro lado la pérdida de la libertad y la tiranía de una vida común con el hombre,
quien le hace aceptar sus órdenes; el hombre a su turno, conoce los trabajos, las
dificultades, los sudores continuos para procurarse lo necesario: privado de los
bienes espontáneos que la tierra hubiera podido producir sin el arte de la
agricultura, él tuvo su parte de interminables fatigas en la búsqueda de los
medios de vida y de la nutrición para no morir de inanición. [168] Pues según mi
interpretación, así como el sol y la luna continúan siempre brillando después de
haber recibido una sola vez el orden en el principio de la creación del universo,
así como ellos guardan el comando divino únicamente porque el mal se ha
desterrado lejos de los límites del cielo, de la misma manera las partes fértiles y
productoras de la tierra continuarían aportando, sin el seguro del arte de los
cultivadores, una gran abundancia en el curso de las estaciones del año. Pero en
efecto, las fuentes inagotables de las bondades divinas han sido detenidas cuando
el mal ha comenzado a superar las virtudes, a fin de no colmar a los indignos.
[169] Él ha tenido pues la necesidad que el género humano recibiera
repentinamente el castigo justo, así fue aniquilado por su ingratitud hacia el Dios
benefactor y salvador. Pero Dios que es misericordioso por naturaleza, tuvo
piedad y atemperó el castigo: dejó subsistir a la especie sin otorgarle como
anteriormente había hecho, un alimento inmediato, por temor a que, dedicándose
a los dos vicios que son la ociosidad y la saciedad, los hombres no cometieran
faltas y excesos.
Observación: Traducción del texto original realizada por: Susana B. Violante. Profesora en Filosofía. J. T. P. Historia de la Filosofía Medieval. Facultad de Filosofía. Universidad Nac. de Mar del Plata.