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Sobre la gestión cultural en Uruguay

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Cultura? No, gracias, recin tir Carlos Rehermann

Deriva semnticaEn el prrafo dedicado a la cultura dentro de su discurso del da de su asuncin en el cargo, el presidente Vzquez dijo:

En sexto lugar: la cultura, sin duda, es un territorio de libertad, un lugar de encuentro democrtico, un espacio para la creacin colectiva y permanente de valores, de principios y de identidad de una sociedad. Dentro de esta vasta definicin, y sin desmerecer otras manifestaciones de la cultura, quiero referirme a la cultura del trabajo para el desarrollo. Una cultura donde el trabajo, el trabajo, no slo es una forma de ganarse la vida, sino tambin un valor de vida [] Todos nosotros somos trabajadores, todos nosotros tenemos que defender nuestros derechos. Pero todos nosotros debemos asumir nuestras responsabilidades. En sptimo lugar

En algn momento del siglo XIX, en Europa se empez a hablar de la metfora agrcola cultura para referirse al mejoramiento personal a travs de la instruccin y la formacin personal mediante el contacto con las artes. El espritu se poda cultivar. Cuando los antroplogos comenzaron a hacer sus investigaciones, es decir, cuando se empez a inventar su disciplina, a fines de aquel siglo, cultura comenz a abarcar todo el conjunto de saberes, cualidades y construcciones simblicas de un grupo social o tnico. La historia del arte incluy en sus ndices el estudio del arte prehistrico europeo y el de comunidades originarias americanas y orientales, de modo que se prepar el terreno para que, a mediados del siglo XX, arte y cultura se convirtieran en sinnimos. El problema es que a los socilogos y antroplogos no les interesa el arte en tanto manifestacin esttica, sino la cultura en tanto construccin simblica, y le da lo mismo una pintura de Tiziano que el smbolo que en Francia seala un local de venta de tabaco. Exactamente lo mismo le sirve a la industria, especialmente cuando el arte se hace tcnicamente reproducible. A la industria le conviene la desacralizacin del arte, de manera que desdibujar el trmino, convertirlo incluso en algo esnob, identificarlo luego con una simple produccin simblica, terminar con el valor artstico y reducir el juicio esttico a una eleccin basada en un derecho al gusto o a la identidad de una minora, manipulando de paso el concepto de estilo para que deje de identificar un perodo y pase a ser una serie de estilemas personales o tribales. Todo el universo simblico se reduce a marcas de identidad, representaciones de lugares efectivamente ocupados o a los que aspiran las masas, y todo eso es comercializable, todo es transable e intercambiable, con la condicin de que sea inaplicable un juicio de valor artstico.A los gobiernos tambin esa confusin les viene de perillas, porque sirve de escudo para cualquier decisin que se tome. El seudosilogismo es:

arte es cultura; cultura es todo; todo es arte

Para evitar esta destruccin, este aplanamiento de la realidad, sera mejor no hablar de cultura, sino de arte. Por cierto, habra que explicar al gobierno que cocinar no es un arte, ni lo es romperle la crisma a un congnere, aunque en un caso se hable de arte culinario y en el otro de arte marcial.La brusca deriva de cultura a trabajo en el discurso presidencial es muy rara. Si uno fuera un pusilnime que se siente culpable por ser artista, interpretara que le estn diciendo que arranque para las ocho horas, en vez de darle tanto a la poesa y al vino, ya se sabe cmo son los poetas. Bueno, lo del vino ya explic el presidente que vamos a resolverlo por otro lado[footnoteRef:1]. Y lo de la poesa bueno, identidad, valores, democracia, creacin colectiva, diversidad, responsabilidad en el trabajo. [1: En otra parte de su discurso anunci que el gobierno har campaa para enfrentar el consumo abusivo de alcohol.]

Salvo excepciones personales de algunos funcionarios y gobernantes, nunca en la historia del pas, hasta ahora, hubo preocupacin institucional por la cultura. De alguna manera es comprensible: el pas era un pramo tan desalentador que Jos Batlle y Ordez tuvo que promulgar una ley por la cual se obliga a las instituciones pblicas a que suministren una silla a cada funcionario para que pueda realizar su trabajo. Si tan desesperantemente pobres ramos, es lgico pensar que las artes fueran por completo prescindibles.

Utilidad y xitoEl estado parece obsesionado con aplicaciones prcticas del arte: el arte debe servir a la educacin, a la integracin de los presos, a la salud, a pasar mejor la vejez, a consolar a los enfermos terminales; los escassimos fondos concursables se otorgan a proyectos con impacto (es la terminologa que se emplea desde esferas oficiales), lo que obliga a los artistas a disear espectculos o eventos basados en una respuesta de pblico, y no en una necesidad esttica. Una necesidad esttica es interna a la obra, al artista y a la sociedad, y no a problemas prcticos que deberan resolver ciertas reas de la administracin. Los tristes espectculos que dan los contadores subidos a un estrado a proferir dislates sobre cultura ponen de manifiesto que el estado busca con desesperacin una justificacin de los dineros que destina a la cultura. Eso no est mal, salvo que la bsqueda se hace en el lugar equivocado. La obsesin por los nmeros hace que cada ao las salas de espectculos pertenecientes al estado publiquen las cifras de pblico que concurri durante el ao, festejando nuevos records. Pero, es responsable un estado que se empea en complacer a mayoras a toda costa, en vez de disear y promover algo que sea bueno? Qu es mejor, que se llene una sala con un circo europeo o que se estrene una sinfona de un compositor uruguayo con una sala medio vaca? El gobernante (o sus delegados, los gestores o gerentes), que nunca es tonto, responde: las dos cosas, porque l mismo est programado para complacer, pero lo cierto es que en las salas pblicas slo hay circo y ninguna sinfona uruguaya. Y nadie ha explicado por qu no es cierto que incluso una mala sinfona uruguaya es muchsimo mejor que un excelente circo suizo. Bueno, en el sentido en que el estado debe ocuparse de las cosas, es poner en escena una psima sinfona uruguaya, una y otra vez, hasta que los buenos compositores uruguayos sepan que sus esfuerzos van a ser atendidos, y entonces se abra una competencia constructiva y en algn momento haya buenas sinfonas uruguayas. Se podr decir que existe lo bueno que al mismo tiempo es exitoso, pero ante esa probable objecin antepondr los dichos del recientemente expelido director de cultura del ministerio de cultura: el estado no puede juzgar. Lo deca siempre, tanto cuando se ninguneaba a un evidente genio a favor de un mequetrefe leal, como cuando nadie se lo preguntaba, con la insistencia propia del obseso. En cambio, el estado puede medir impactos. Pero entonces el estado se parece demasiado a una fbrica de refrescos. Algo eficiente, productivo e idiota.

Juicio y castigoNo slo el estado puede juzgar, sino que hacerlo es su obligacin. Pero hay vacilaciones del estado a la hora de juzgar incluso a esos delincuentes revestidos de bigotes escasos y uniformes deshonrados, que dieron rienda suelta a su bestialidad en los setenta. Juzgar, evaluar y apoyar lo valioso y no apoyar lo invlido es justamente el rol del estado. O acaso ANCAP debera comprar petrleo mirndolo de lejos, dejando el juicio de su calidad a la Historia? Y si resulta ser barro negro incombustible, bueno, son los riesgos que debemos correr para garantizar la independencia de criterios! Quiz ANTEL debiera comprar tres millones de mdems sin hacer un juicio de su calidad, con tal de proteger la necesaria diversidad. Que el eyectado director de cultura tuviera miedo de equivocarse o fuera, no lo quiera el Seor, incapaz de separar lo bueno de lo malo, oblig al estado a instaurar una poltica cultural irresponsable. Porque como no hay una poltica institucional, hay apenas idoneidades personales. Y sin embargo, el estado juzga el arte, y su juicio es: no vale nada.Los montos de los premios nacionales de literatura, por ejemplo, que ascienden a un mximo de 1800 dlares (1200 en el caso de los libros inditos), ponen en evidencia el valor que le da el estado a los libros producidos en el pas. Un razonamiento bsico permite ver lo ofensivamente bajo de esos montos. Digamos que una novela de 150 pginas fue escrita por un individuo con una gran capacidad de produccin, algo as como una pgina por da. Seis meses de trabajo. Lo mnimo respetable sera pagarle al tipo, si es que gana el premio a la mejor obra del pas, seis sueldos ms o menos decorosos, ms o menos unos 18.000 dlares., algo as como una retribucin por el trabajo realizado. El estado considera que debe pagarle diez o quince veces menos. El estado puede juzgar, como se ve, y lo hace, pero no tiene confianza en su juicio, o en los artistas. No se sabe. Tampoco importa.

Impctame, gatopardoLas colas del socilogo y el contador se enredan en la cultura, porque la cultura es todo, y entonces cuando se apoya un proyecto artstico mediante fondos pblicos, en caso de haber un concurso, se le pide al artista que dedique casi todo el dinero a complacer a determinados pblicos, con lo cual evidentemente una porcin importante de las propuestas no tendr apoyo, ya que no tendr impacto. En los viejos tiempos en que no haba nada y los artistas vagaban a la intemperie, quejndose amargamente de la inaccin del estado, tenan la esperanza de que las cosas cambiaran. Vendra un tiempo de amaneceres y arcoris, nacera el hombre nuevo y los artistas seran los que gobernaran la sociedad, con libertad, democracia y todas esas cosas colectivas e igualitarias, es decir verdaderas y justas. Pero ya no hay esperanza.No hay esperanza de que la izquierda llegue al poder: ya lleg. Ahora que hay fondos, premios y centros MEC, nos damos cuenta de que el viejo Tomasi di Lampedusa tena razn cuando haca decir a su Tancredi: Si queremos que todo siga como est, necesitamos que todo cambie.