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FIRMA INVITADAPágina 3

MIRADASPágina 5

BIBLIOTECA CLÁSICAPágina 10

INÉDITOSPágina 17

RESEÑASPágina 20

VOCESPágina 66

ARTÍCULOSPágina 74

COMITÉ DE REDACCIÓNFernando Larraz

Cristina somoLinos

ainhoa rodríguez

PatriCia Pizarroso

soFía gonzáLez

aLexandra ChereChes

Yara Pérez

noeLia izquierdo

raqueL LóPez

Javier i. aLCarCón

veróniCa enamorado

gema Cuesta

aLeJandro rivero

míriam rodríguez

Cristina ruiz

Javier heLgueta

PauLa maYo

Cristina suárez

soLedad abad

Colaboran en este número:

Alberto Lázaro Lafuernte, Sonia de An-

drés, Pablo Domínguez, Nacho Sán-

chez, Óscar Humberto Mejía Blanco,

Elvira Sastre, Alba Sanz, Pedro Mármol

Ávila, María Luisa Suárez Martín, Pablo

Palencia.

Firma invitadaLa importancia de la censura en los estudios de recepción

Allá por los años sesenta del siglo pasado, los estudios de recepción literaria empezaron a cobrar auge,

fundamentalmente de la mano de Wolfgang Iser y Hans Robert Jauss, quienes formularon una corriente crítica que tenía muy en cuenta la relación entre la obra literaria y el público lector en el análisis de la historia y de la metodología literarias. Posteriormente, muchos otros vinieron a proponer modelos para analizar la respuesta del lector ante los textos literarios, ya fuera desde perspectivas semióticas, psicoanalíticas, posestructuralistas o ideológicas. Particularmente, uno de los enfoques que más me han interesado en los últimos años es el que ofrece Jauss, que plantea una dimensión histórica en el análisis de la recepción de un texto, atendiendo a los diferentes determinantes históricos —de orden social, político o artístico— que condicionan las diferentes experiencias estéticas de los lectores a través del tiempo.

Como desde mi época de estudiante de Filología Inglesa me interesó la narrativa escrita por autores británicos e irlandeses, fue sencillo combinar este interés personal con la estética de la recepción y empezar a investigar sobre la recepción de la novelística inglesa en España, país cuya lengua, historia y cultura conozco bien. Pensaba que aquí podría ofrecer resultados de interés para el ámbito de los estudios ingleses, ya que me encontraba en una situación de ventaja frente a otros investigadores de origen británico o americano. No solo tengo a mano los fondos de la Biblioteca Nacional, donde puedo encontrar fácilmente las ediciones españolas de estos novelistas ingleses, sino que a pocos pasos de mi Facultad se encuentra el Archivo General de la Administración, donde se guardan los expedientes de censura de la época de Franco.

Sin duda, uno de los elementos más importantes que repercuten en la recepción de un texto literario es la censura, ya sea de carácter moral,

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político o religioso, que sufre esa obra, tanto en su país de origen, en este caso el Reino Unido, como en el de destino, España. Desde la aparición de la novela inglesa, allá por el siglo xviii, por razones de censura se han suprimido o alterado infinidad de novelas, condicionando la producción literaria de autores y el horizonte del público lector. Cuando estas obras se traducen al español y vienen a nuestro país vuelven a pasar por el filtro de una nueva censura que, en muchas ocasiones, condiciona la recepción de esas obras en la nueva sociedad. Es interesante analizar cómo una novela o un autor se ha enfrentado al aparato censorio de su Inglaterra natal, ya sea en el siglo xviii, en la época victoriana o a principios del siglo xx, para luego comparar ese proceso con lo que ocurre en España cuando se traduce y se quiere trasladar al lector español. Es un proceso en el que participan varios agentes, como son las editoriales, los traductores, los críticos y, por supuesto, los censores. Todos ellos requieren la atención del investigador para obtener una fotografía completa de la recepción de esa obra.

En los últimos años, desde diferentes universidades españolas, varios grupos de investigación han trabajado en la recepción de la literatura

inglesa en España. En la Universidad de León y en la del País Vasco constituyeron el proyecto que se conoce como TRACE (Traducciones censuradas), que se centra en el estudio de la traducción y la censura de textos, procedentes de diversos géneros literarios, durante el régimen de Franco. En la Universidad de Murcia se han desarrollado también diversos proyectos de investigación sobre la recepción de Shakespeare en España. Asimismo, en la Universidad de Barcelona, la profesora Jacqueline Hurtley, ya en 1992, publicó un libro sobre la labor del editor José Janés en relación con la difusión de la literatura inglesa en nuestro país; posteriormente, también ha realizado otros estudios sobre la recepción de autores ingleses en España. Mis publicaciones en este campo se han centrado en la recepción de grandes plumas de la narrativa inglesa, como Oscar Wilde, H. G. Wells, James Joyce, Virginia Woolf, D. H. Lawrence, George Orwell y Doris Lessing, entre otros. En todos los casos, son estudios que ponen de manifiesto, no sólo el interés de las editoriales y del lector español por estos novelistas, sino multitud de paradojas y contradicciones propias de los procesos de censura.

Alberto Lázaro Lafuente

Miradas“Tocar y luchar”

El Sistema es como comúnmente se denomina al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Fue

concebido y fundado por el músico y economista venezolano José Antonio Abreu en 1975, siendo el proyecto inicial el de la creación de un organismo social y cultural que trascendiera al de la mera enseñanza musical. Su propósito era y sigue siendo sistematizar la instrucción y la práctica colectiva e individual de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, que actúan como instrumentos de desarrollo social y humanístico. Desde sus inicios tuvo un marcado carácter nacionalista; así, desde febrero de 1979, año en el que aparece de forma explícita en la Gaceta Oficial, está apoyado tanto económica como institucionalmente por el estado venezolano. El nombre que recibe la institución gubernamental encargada de gestionar el Sistema es el de Fundación Musical Bolívar, desde la que se han venido financiando los distintos proyectos pedagógicos y sociales que han distinguido al Sistema como un proyecto metodológico único en el mundo. Sus claves pedagógicas parten de un enfoque que se caracteriza por la práctica musical colectiva desde temprana edad, lo que difiere enormemente de los clásicos sistemas metodológicos europeos, centrados en su mayor parte en la práctica individual, siendo las actividades grupales

una consecuencia de los logros conseguidos de manera autónoma, y no parte integrante del crecimiento musical del estudiante. Tanto el éxito social que, como veremos, se deriva de esta forma colectiva de entender y hacer música, como los resultados obtenidos han recibido reconocimiento en multitud de países. Uno de los muchos galardones con el que se ha distinguido el proyecto fue la obtención del Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2008, en cuya ceremonia de entrega se presentaba a la Fundación con estas palabras: “…por haber combinado, en un mismo proyecto, la máxima calidad artística y una profunda convicción ética aplicada a la mejora de la realidad social. En colaboración con primeras figuras de alcance universal, el sistema creado por el maestro Abreu ha formado directores e intérpretes del más alto nivel, a partir de una confianza audaz en el valor educativo de la música para la dignidad del ser humano”.

Desde sus inicios, el Sistema ha sido concebido con una doble función: por una parte, la formación de cara a un futuro profesional de niños y jóvenes que sienten inclinación hacia las disciplinas musicales; por otro lado, dicho objetivo, común a todos los países en los que se ofrece educación musical, resultaba insuficiente en un territorio como el venezolano, donde los niveles de delincuencia juvenil no han hecho sino aumentar. Esto, unido a la dramática situación

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que vive el país, en el que más de la mitad de la población vive bajo el umbral de la pobreza, fueron responsables del enfoque social que caracteriza al Sistema, cuyas estructuras ofrecen ayudas y programas destinados a la integración de muchos jóvenes sin recursos, que de otro modo se encontrarían abocados a un futuro de delincuencia y abandono. Es por esto por lo que la tan renombrada metodología que les distingue consiste en una formación integral del individuo, dando comienzo a su enseñanza musical en su más tierna infancia. Para poder iniciarla cuanto antes se creó el pionero programa de Nuevos Integrantes del Sistema, que ofrece la posibilidad de que los bebés participen en conciertos y actividades en compañía de sus familiares, con cuya cooperación se intenta contar para la educación del futuro estudiante. Así, además de realizarse juegos de estimulación e iniciación musical para niños de entre 2 y 6 años de edad, se impulsan actividades que fomentan sus valores sociales y de convivencia, como por ejemplo la formación de agrupaciones musicales adecuadas a su edad. Cuando acaba esta fase de contacto y asimilación de la música por el niño, que poco a poco va haciendo de ella parte de su entorno, comienza su etapa de aprendizaje propiamente dicha, que abarca la

enseñanza individual de instrumento con la participación en grupos instrumentales. Una de las claves de este proceso de enseñanza es la visión musical en conjunto, es decir, la concepción de la música como forma de comunicación y de vida en común. Para que esto sea posible, el Sistema cuenta con agrupaciones que se van adaptando al progreso del alumno, tanto en su faceta musical (dado que sus conocimientos y experiencia se ven enriquecidos con el paso del tiempo), como en su desarrollo técnico e instrumental. La red de orquestas, diseminadas por todo el país, cuenta con orquestas pre-infantiles, infantiles y juveniles, esta última para jóvenes de entre 12 y 18 años de edad. Además de la práctica musical como intérpretes instrumentales, con estas mismas premisas se creó el Sistema Nacional de Coros, en cuyas agrupaciones y centros de enseñanza se trata de formar a los futuros directores corales y estudiantes de canto lírico.

La creación de los núcleos orquestales por todos los rincones del país ha supuesto una auténtica revolución en la enseñanza musical de Venezuela, donde antes de la fundación del Sistema la educación en dicho campo artístico estaba en poder de unas pocas minorías. Sin embargo, hoy en día la

red de agrupaciones musicales ha alcanzado todas las regiones, pues la concepción social del proyecto tiene como máxima poder llegar al mayor número de niños y jóvenes. Como ya hemos comentado, varios de los componentes de dichas orquestas se encuentran en una situación de pobreza y desamparo, principal motivo de exclusión de la enseñanza musical en la mayoría de los países, pues no es barata —como cualquier estudiante español de música sabe— la compra de un instrumento. Por eso mismo, el Sistema venezolano ofrece la posibilidad de la obtención de un instrumento de forma gratuita. La clave del éxito del proyecto, como muy bien sabían sus fundadores (no debemos olvidar que el maestro Abreu, además de músico, es economista), debía contar con la posibilidad del préstamo y la donación a aquellos para los que, si no fuera por esto, resultaría imposible el acceso al mundo musical. Con este propósito, además de la ayuda estatal, se reciben donaciones a lo largo y ancho del mundo, pues muchas instituciones colaboran con el proyecto social que conforma el Sistema. Todo esto ha permitido que en el año 2014, la red orquestal esté compuesta por aproximadamente 371 núcleos, diseminados por todo el territorio nacional, a los que se suman 1182 módulos, o lo que es lo mismo, estructuras que permiten llegar a los lugares más recónditos del país. Toda esta infraestructura surge con la idea de que la experiencia y el disfrute personal que la música lleva consigo no deben estar restringidos a una élite social, ya que aporta una serie de valores y experiencias, pero también de autodisciplina y respeto por el trabajo de uno mismo y el de los demás que, sin duda, deberían ser universales. Es este mismo pensamiento el que llevó a la creación de la red de orquestas, pues en un país tan castigado por la violencia en todas sus formas como Venezuela, son estos valores los que

podrían cambiar el curso de su historia. La idea la resumió su creador, José Antonio Abreu, durante un homenaje al Sistema que tuvo lugar el año 2009, en la sede de la Organización de Estados Americanos: “En su esencia misma, la orquesta y el coro son mucho más que estructuras artísticas. Son modelos y escuelas insuperables para la vida social”.

Debido a su vocación social, además de las agrupaciones típicamente musicales como la red de orquestas de todos los niveles repartidos por las distintas regiones de Venezuela, entre los que se encuentran orquestas sinfónicas, ensembles y bandas de música, el Sistema ha creado agrupaciones cuyo fin es el de la integración de personas cuyas características hacían muy difícil su acceso al mundo musical. Los dos proyectos más ambiciosos, creación directa de los educadores del Sistema, son el Programa de Educación Especial, cuyos beneficiarios son niños y jóvenes discapacitados, tanto física como psíquicamente, y el Programa de Orquestas Penitenciarias, que trata de introducir la práctica musical en las cárceles del país, apoyando de este modo la inserción de aquellas personas que se encuentran en cumplimiento de una condena. En cuanto al primero de los proyectos mencionados, destaca su Coro de Manos Blancas, creado en 1999 por los profesores Jhonny Gómez y Naybeth García, que está compuesto en la actualidad por 120 niños y jóvenes. La particularidad de esta agrupación es que no se limita a la unión coral de sus miembros, sino que divide el trabajo en dos grupos: uno de ellos, dirigido por el profesor Luis Chinchilla, está integrado por niños y jóvenes con déficit visual, cognitivo, dificultades motoras, dificultades en su aprendizaje y autismo, así como de adolescentes que no sufren discapacidad alguna, pero que

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deciden participar con su voz en la música que de este encuentro se deriva; el segundo grupo, a cargo de la profesora Naybeth García, conforma la parte gestual, que es el modo con el que se comprenden la música sus integrantes, que padecen problemas auditivos severos, en muchos casos de sordera total, y dificultades en su oralidad. Así pues, el resultado derivado del trabajo de ambas agrupaciones que se funden en una sola voz (sonido entendido en su forma explícita, pero también comprendido como gesto, como sentimiento expresado a través del cuerpo) supone un nuevo paradigma en la educación de los niños y los jóvenes con necesidades especiales, pues los resultados que el experimento está mostrando reflejan que esta práctica es un avance en la evolución cognitiva y social en los niños, difícilmente alcanzable con otras actividades. Esto ha supuesto un merecido reconocimiento internacional, como se refleja a raíz de las alabanzas de las grandes figuras del panorama musical actual, como Simon Rattle, director de la Orquesta Filarmónica de Berlín, el cantante lírico español Plácido Domingo, o Gerald Wirth, director de los Niños Cantores de Viena, entre otros.

El segundo gran proyecto llevado a cabo por el Sistema venezolano es la ya mencionada red de orquestas y coros penitenciarios. La iniciativa data del año 2007, como forma de minimizar los terribles niveles de violencia que se alcanzan en las cárceles venezolanas. Como ya hemos adelantado, la situación social que se vive en el país es crítica, siendo la extrema pobreza y la violencia parte de la vida de sus habitantes, muchos de ellos residentes en zonas deprimidas, y cuya única salida es la de lanzarse a las calles y unirse a grupos marginales. Una proporción notable de estas personas acaban siendo condenadas por actos delictivos,

con lo que acaban en las cárceles, junto a opositores al régimen o presos relacionados con el narcotráfico, estigma en muchos países latinoamericanos. La introducción de agrupaciones orquestales y corales en el seno de los centros penitenciarios tiene la difícil misión de organizar actividades que incluyan en las vidas de estas personas la práctica musical y todo lo que ello conlleva, como es el esfuerzo diario y la disciplina, además de la responsabilidad de llevar a cabo un proyecto común, por lo que se hace indispensable el respeto mutuo entre los componentes de dichas agrupaciones. Además de estas obligaciones, la música ofrece al ejecutante una sensación única de autoestima, y genera una sensibilidad inefable, que no se puede expresar con palabras y que solo se comprende al hacer y compartir la música que uno es capaz de producir. Todo ello hace de la práctica musical el método idóneo de inserción social, pues no se limita al mero aprendizaje de conocimientos, sino que genera una nueva forma de entender la vida y sus vicisitudes, ofreciendo una herramienta que entiende el trabajo como una forma de enriquecimiento personal, inherente al aprendizaje musical. El encargado de organizar y primero en llevar a cabo esta difícil tarea es Kleiberth Lenin Mora, trompista de la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela y que, al mismo tiempo que realizaba sus estudios superiores en música, se diplomó en Derecho Internacional Humanitario. Una vez formado, este inquieto músico se dedicó a recorrer las cárceles de Venezuela para conocer de primera mano las necesidades y realidades de sus internos. Los resultados son inmejorables, habiéndose literalmente transformado muchas mentalidades de aquellos a quienes las circunstancias les habían negado un lugar pacífico en una sociedad tan convulsa como la venezolana.

En definitiva, el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela se ha ganado a fuerza de trabajo y dedicación un puesto a nivel internacional. Muchas entidades han alabado el modelo pedagógico, artístico y social que se lleva desempeñando desde su misma creación, siendo imitado, por ejemplo, en Estados Unidos, con la creación de Los Angeles Philharmonic YOLA, institución a imitación del Sistema. Otros países con graves problemas internos ha creado a su vez núcleos orquestales, como la Fundación Batuta en Colombia o el programa Neojiba en Brasil, fundado en 2007 y que dedica sus esfuerzos a llevar la educación musical a las favelas que se encuentran en sus núcleos urbanos. En total, son ya veinte los países que se han inspirado en el Sistema venezolano para crear grupos de enseñanza e integración sociales a través de la música. Sin embargo, pese a la valía de todo lo que aquí se ha expuesto, la realidad es que en Venezuela la delincuencia y la violencia no ha hecho más que aumentar. Las cifras de asesinados por muertes violentas continúa en su sangriento ascenso hacia el vacío, llegando a la categoría de debacle en 2013, con 24.763 muertos. La crisis económica que azota al mundo globalizado ha empeorado aún más la situación, con lo que el Sistema se ha visto desbordado en su propio lugar de origen.

El problema es que los altos mandatarios gubernamentales se sirven del éxito de una iniciativa que, efectivamente, es brillante y necesaria, para camuflar con ello la vergüenza de un país donde impera la violencia, a veces con el beneplácito del gobierno. La reflexión final que de ello se deriva es que no debemos caer en el error de confundir Sistema con gobierno ni, por desgracia, paz con Venezuela. Iniciativas como esta son un paliativo, pero no la solución en un país cuyas infraestructuras se ven muy mermadas y donde el acceso a los bienes de consumo básico resulta complejo para un tanto por ciento muy importante de su población. Algunos de ellos, finalmente, se ven en la obligación de exiliarse, con el trauma derivado del abandono involuntario de su familia y amigos. Esperemos que el futuro para Venezuela, un país capaz de crear y desarrollar un proyecto que ha devuelto la humanidad y el compañerismo al mundo de la pedagogía musical, logre que esta se encuentre a sí misma entre la corrupción y la violencia, y que con ello recupere una forma de convivencia pacífica, algo difícil de apreciar hoy en día.

Raquel López

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Biblioteca ClásicaUtopías imperfectas en universos hainitas

Al hablar de literatura de ciencia ficción no son pocos los que apartan la vista en busca de otra

“literatura de verdad”. Y es que este género lleva consigo el estigma de lo que Orwell definiría como good bad books, libros que uno no puede parar de leer pero carentes de todo espíritu de transformación social. En muchos casos no les falta razón a estos lectores hambrientos de “buena literatura”, sea lo que sea lo que signifique eso, ya que es por todos conocido que las grandes librerías están pobladas de naves espaciales, espadas láser y androides con ganas de desintegrar humanos sin ninguna motivación en particular. No obstante, no debemos achacar el problema al género, pues no todo son apuestos y varoniles jedis blancos salvando violentamente a princesas (o a la democracia) en galaxias muy lejanas. Existe también una vertiente social de este género, una corriente que encuentra en los universos futuristas una posibilidad de representar indirectamente nuestra realidad social

para así criticarla amparándose en el “oiga, que esto es solo un mundo fantástico”. Una buena estrategia desde luego para todo aquel que quiera desligar su crítica de los movimientos políticos de su época —que los dioses se amparen en todo aquel escritor que decida hacer sangre del sistema democrático español ambientando la acción en Lavapiés, muchos le darían al autor el carnet oficial de Podemos—. Por desgracia para esos amantes de “la literatura de verdad”, la ciencia ficción también tiene apetitosos productos para ellos, y ya desde hace algunos muchos años.

Si podemos determinar una edad dorada de la ciencia ficción social, tenemos que dirigir nuestras miradas a finales de los 60/principios de los 70 del siglo xx. Y es que, por una parte, en Estados Unidos estos años supusieron el auge de importantes movimientos sociales tales como la Segunda Ola feminista, un periodo de activismo en el que se luchó por la liberación social de la mujer, así como otras iniciativas enfocadas en la protección

medioambiental, estas surgidas a raíz de la crisis petrolífera. A esto se le unen el punto álgido al que la Guerra Fría había conducido y la fe en el futuro desarrollo tecnológico, prometedor de utopías, que se hizo un lugar en el imaginario colectivo de muchos occidentales gracias a la victoria estadounidense en la carrera espacial. En una época tan agitada socialmente por un lado y tan esperanzadora por el otro se hace inevitable encontrarnos con un incalculable material literario en el que se ven reflejadas las cuestiones políticas y epistemológicas que atormentaban a la sociedad de ese tiempo. Esta idiosincrasia fue sin duda el germen de numerosas novelas que ahora forman parte de los clásicos de la ciencia ficción contemporánea, obras como Tritón de Samuel R. Delany, Houston, Houston, ¿me recibe? de James Triptree Jr. (AKA Alice B. Sheldon) e indudablemente y quizás como paradigma de todas ellas, Los desposeídos (1974) de Ursula K. Le Guin (Berkeley, 1929), novela ganadora de innumerables premios, incluidos un Nébula, un Hugo y un National Book Award.

Le Guin nos traslada en Los desposeídos al planeta Urras y a su luna Anarres, dos cuerpos celestes en los que reinan sistemas políticos completamente distintos. Por un lado, Le Guin hace de Urras la perfecta sátira de La Tierra durante la guerra fría; un mundo dividido

en dos grandes superpotencias: A-Io, representando el bloque neocapitalista y patriarcal, y Thu, un sistema autoritario que clama encarnar los intereses del proletariado. Estos se enfrentan entre sí indirectamente aunque se necesitan el uno al otro para poder mantener su statu quo interno. Contraponiendo a Urras, Le Guin nos presenta la sociedad de la luna de Anarres, un lugar donde se ha conseguido poner en práctica una sociedad anarcosindicalista y cuya política exterior se basa en un auto-aislamiento que impida cualquier tipo de influencia venida del planeta vecino. Como descubrimos a lo largo de la novela, el experimento Anarresti es a primera vista perfecto: no es necesario un sistema de mercado para el mantenimiento del sistema, existe una plena igualdad de géneros, cada individuo puede elegir su trabajo y los niveles de contaminación son inexistentes debido a las políticas ecológicas. Todo esto no impide sin embargo que Shevek, un físico y filósofo de prestigio en Anarres, comience la novela escapando de la luna con destino a Urras. Frustrado por la falta de apoyo a sus proyectos, Shevek busca en Urras su tierra prometida. Allí es donde, en pro del bien común, podrá desarrollar una teoría física revolucionaria que agilizaría las comunicaciones espaciales. Sin embargo, en manos de un gobierno, esta otorgaría a uno de los bandos una superioridad tecnológica que conllevaría el potencial dominio político sobre los

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sistemas políticos vecinos. Así, Shevek, buscando el sistema que le permita alcanzar sus fines sin para ello sacrificar su voluntad como individuo, recorre y experimenta las bondades y delirios de las tres sociedades que pueblan el sistema de Tau Ceti, unas sociedades que, lejos de llenarle de frustración, alimentan su ímpetu de subversión y cambio, su espíritu por llevar a la humanidad a un estado de inmejorable bienestar. Los desposeídos es, al fin y al cabo, la perfecta alegoría de nuestra eterna búsqueda de una utopía humana.

La obra magna de Le Guin nos proporciona material suficiente para cientos de libros dedicados íntegramente a las teorías políticas, filosóficas o de género imbuidas en el texto, ideas que muchas veces, lejos de darnos respuestas, nos hacen plantearnos

muchas más preguntas. La autora no solo consigue hacer una sátira ácida de la sociedad de su época, revelando la extrema inhumanidad y principios de autodestrucción de las sociedades participes en la Guerra Fría, sino que también propone modelos alternativos a las economías capitalista o comunista; modelos que lejos de ser perfectos se adaptan mucho mejor a las teorías éticas que los poderes hegemónicos presumen de promover. Sin embargo, Le Guin, siendo una digna heredera de Swift, Huxley u Orwell, no se queda ahí. En la novela profundiza en aspectos tales como nuestras nociones de historia y verdad, la importancia del lenguaje en el desarrollo de los constructos culturales que asumimos sin cuestionarnos el porqué de la creación de conceptos como la privacidad, la comunidad o la libertad. Mediante los pensamientos de

Shevek, Le Guin nos hace participes de los dilemas que acechan al individuo posmoderno (si es que existe tal cosa) y aún hoy en día nos hace replantearnos cuáles son los patrones con los que evaluamos nuestra realidad política y social.

¿Significa la utopía el fin de la historia? ¿Qué hace a una utopía verdaderamente humana? ¿Acaso puede llegar a ser humana una utopía? Preguntas a las que la norteamericana no puede dar respuesta pero que nos dejan pensativos e inquietos al final de la novela. Los desposeídos: una utopía ambigua (como reza el subtítulo en su versión original) es, sin lugar a dudas, un texto que se ha ganado un lugar de prestigio en la historia de la ciencia ficción, un lugar que debido a su mensaje subversivo y anti-hegemónico no será

reconocido en ningún libro de texto escolar; y qué decir de lo poco que se le nombra y nombrará en las facultades de Filología inglesa españolas, la de la Universidad de Alcalá la primera. Y es que esta es una de tantas novelas que de seguro jamás entrará en el canon, en las entrevistas de algún no muy informado reportero de El País o en la sección de Biblioteca Clásica de las revistas de crítica literaria.

Alejandro Rivero

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Edgar Allan Poe, toda una vida reflejada en sus cuentos

Si se tuviera que definir la vida del escritor americano con una sola palabra, quizás podría recurrirse al falso amigo que

constituye la expresión inglesa terrific. Esta, cuyo significado real es “intenso, descomunal, tremendo”, conduce, inevitablemente, a pensar en el término español terrorífico. Pese a la disparidad de estas dos acepciones, bajo ellas es posible condensar los cuarenta años de los que dispuso Poe para consagrarse como uno de los padres universales del relato corto, en especial, de los cuentos de terror. Precisamente, sería su reconocido talento en la narrativa breve lo que motivó la congregación de sesenta y nueve escritores españoles y latinoamericanos en el año 2009 para homenajear a Edgar Allan Poe en el bicentenario de su nacimiento mediante la publicación regenerada y comentada de sus cuentos completos.

Renovador de la novela gótica, sin lugar a dudas, Edgar Allan Poe es uno de los autores que mejor encarna el ideal romántico que prodigaba en sus obras. De un modo semejante a Mariano José de Larra en la literatura española, el bostoniano Poe fue romántico hasta sus últimas consecuencias, siendo su muerte una auténtica leyenda de misterio en la que se contemplan la epilepsia, el delírium tremens, el ataque cardíaco e incluso el asesinato. Su vida estuvo marcada por la tragedia desde su nacimiento hasta sus últimos días, y puede que sea dicha desgracia, que queda recogida en su obra, la que convierta a esta en una morbosa atracción para el lector. Y es que, cuando uno se aventura a leer, por ejemplo, el archiconocido cuento “El gato negro”, desde el principio intuye que la macabra historia no va a resolverse felizmente. Sin embargo, el lector, lejos

de abandonar, se deja envolver por el ambiente de terror que inunda el relato y acompaña al protagonista en el emparedamiento de su mujer y el posterior desenlace. Lo mismo ocurre con otros cuentos tan terroríficos como “El corazón delator” o “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”. Todos ellos, sangrientos, psicodélicos y violentos, parecen estar sacados de la mente de un verdadero psicópata y no de un hombre torturado y sufridor como lo era en realidad Poe. Quedó huérfano de padres a la tierna edad de tres años y mientras que su hermano mayor William Henry fue acogido por sus abuelos, Edgar y su hermana menor Rosalie fueron amparados por las familias Allan y Mackenzie, respectivamente. Lo único que Edgar conservó de sus padres fue un viejo retrato de su madre que años más tarde originaría el inquietante relato de “El retrato oval”. Pero, si bien parece que la calma había llegado tras la tormenta, la tormenta solo acababa de comenzar. Cierto es que el escritor no tuvo una mala infancia ni una mala

adolescencia, pero pronto empezó a darse cuenta de que él no pertenecía al hogar de la familia Allan. Este sentimiento se hizo más acusado tras la muerte de Frances, su madre adoptiva hacia la que sentía un profundo cariño. Fue entonces cuando John Allan, su padrastro, dejó de sufragarle de forma definitiva sus gastos. Edgar, abrumado por la falta de recursos, se trasladó a casa de su tía María Clemm y se inscribió en la academia militar West Point. A partir de ese momento, el viaje de Poe se convertiría en un inquietante recorrido sin rumbo fijo similar al que experimenta el protagonista de su cuento “Manuscrito hallado en una botella”. Viajes a Nueva York, publicaciones fallidas y alcohol, mucho alcohol. Baudelaire escribió de él: “Bebía como un salvaje, con una energía totalmente americana... como si asesinara”. El alcohol y el opio se convirtieron en sus aliados ante el desconcertante mundo al que tuvo que hacer frente y aunque su vocación literaria era la poesía, se vio obligado a escribir cuentos, ya

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que, en aquella época (y también en la actualidad) era un género más fácil de vender. Gracias a esa decisión, hoy forman parte de la literatura universal narraciones como “La caída de la casa Usher”, “El pozo y el péndulo” o “El escarabajo de oro”. Tras pasarse a la prosa, comenzó a trabajar como redactor para diversos periódicos, como el Saturday Courier de Philadelphia, donde publicó “Metzengerstein”, y más tarde el Southern Literary Messenger. Pero el acontecimiento más estudiado en la vida del escritor norteamericano ha sido sin duda su matrimonio con su prima carnal Virginia Elizia Clemn. Ambos contrajeron nupcias en 1835, bajo el consentimiento de su tía María, cuando ella apenas contaba con trece años de edad y él tenía veinticinco. Al respecto, Cortázar afirma el cariño que Poe profesó a Virginia y que es visible en cuentos como “Eleonora” y en poemas como “Annabelle Lee”, pero duda de la consumación carnal y de la existencia de un amor verdadero. De hecho, plantea la hipótesis de que Poe se hubiera casado con Virginia para protegerse de su relación con otras mujeres. Para probarla, remite al carácter apasionado y tormentoso que adquirieron sus relaciones amorosas después de la muerte de su esposa. En cualquier caso, es imposible negar la influencia que la joven ejerció en la obra y en la vida de Poe, pues fue a partir de que le detectaran tuberculosis cuando

el escritor se abandonó por completo la bebida y se truncó el período creador en el que estaba sumido.

Como se ha afirmado al principio, Edgar Allan Poe es la personificación del ideal del Romanticismo. La personalidad del escritor se identifica a través de los protagonistas de sus cuentos, la mayoría de ellos narradores en primera persona, con la naturaleza gótica, ese mundo oscuro, lúgubre y tormentoso que termina convirtiéndose en su refugio, su verdadero hogar. El fascinante complejo de ideas que Poe tenía se manifiesta en los relatos de terror antes mencionados, pero también en otros de carácter detectivesco como “Los crímenes de la calle Morgue” y en otros no tan conocidos como el filosófico “El poder de las palabras”. Sin embargo, quizás sea en “William Wilson” donde la lucha interna del autor entre ficción y realidad se haga más evidente. “Has vencido, y me entrego. Pero también tú estás muerto desde ahora... muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza. ¡En mí existías... y al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya, cómo te has asesinado a ti mismo!”. Podría decirse que los fantasmas y demonios interiores de Poe convivieron con él a lo largo de toda su vida y cobraron tanta fuerza en su obra que acabaron por salir de ella. Existieron. Y Poe dejó de vivir en el momento en que ellos lo hicieron.

Sonia de Andrés

Inéditos

Peleando a la contra

Tú te vas, pero ella vuelve. La observo desde el

Balcón de mi alma, apoyado en la repisa de mi

Corazón.

Parece un odio lejano, esta actitud estoica que va y

Viene en mi vida, esa actitud que me da coraje en

Los momentos de flaqueza, como esos tintineos en La

Patética, esa luz que me arroja al pozo de la

Oscuridad.

Siempre habrá un murmullo de fondo, da igual donde

Estés, pero ella siempre estará ahí, sobrevolándome,

Dándome aliento en esta pelea a la contra,

En esta batalla que es la vida.

Luces y sombras, Poemario 8. º, Pablo Domínguez

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Gélido

Te enamoraste del escritor y te decepcionó el que escribía. Dos personas diferentes en el exilio permanente. Como agua y aceite. Sin posibilidad de disolverse, de disolvernos en saliva de regaliz deshuesado. 

El escritor es Jagger sobre el escenario. El que escribe es un viejo yonki que te mira el culo cuando no miras, y cuando miras también. Es el poeta Morrison, borracho que te llama de madrugada con hálito de sexo. Es el esbelto Robert Plant y el genuino Hendrix, penes de exposición de Cinthia Plaster Caster.

Yo tengo un poco de aquellos cuatro, seguramente lo peor sin llegar a sus excesos meteóricos. Como resultado soy un soñador más. Un viejo verde mentiroso. 

Me creí capaz  de transformar el mundo, mi mundo, nuestro mundo desde una celda de este gran panel que comienza a congelarse.

El frío nos ha tocado y nos hemos convertido en preciosos muñecos de nieve exiliados por una guerra que nunca comenzó. 

Uno  

 en cada

polo.

Ahora no existimos por intentar rozarnos, por intentar rozarte. Ahora somos parte de un aparte olvidado.

No importa, este Viernes de Venus saldré a emborracharme como siempre he hecho, saldré a ser el que escribe porque el escritor siempre duerme...

Hasta que lo despiertas.

Nacho Sánchez

Baruch González, una introducción

Baruch González habita la misma casa con muchos baruchs. Del primero al último se hacen llamar así y se han repartido los espacios según el carácter de cada uno. Debo aclarar que la división de la casa es proporcional, con el detalle de que cada uno ha asumido allí una tarea diferente.

En esos lugares fijados por acuerdo cada uno de los baruch vive.

O se imaginan el uno al otro, desarrollando la triste vida en órdenes aleatorios o concatenados.

Lo cierto es que por las noches se les escucha gritarse de un aposento a otro la cena ya está lista u otro desde el baño la cañería ya funciona u otro desde el patio la maya anti-insectos ha sido reparada. Creo que se sospechan el uno al otro, y nunca se han visto. Y puedo dar fe de ello, yo que soy uno de los que vive en esta casa, en el estudio de arriba, y tengo acceso a la computadora estacionaria.

Enviar.

Óscar Humberto Mejía Blanco

A una termina por no importarle tanto que le rompan el corazón porque de todo lo que se destruye

nace algo

nuevo. Como un poema.

Terrible.

Elvira Sastre

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Diálogo con las ArtesSuperando las barreras del espacio-tiempo

Stephen Hawking es un importante cosmólogo famoso por sus aportaciones en el marco de la relatividad

general. James Marsh, director de Man on Wire o Shadow Dancer, narra en La teoría del todo la intensa relación que mantuvo Hawking con su primera esposa, Jane Hawking, desde que ambos se conocieron a comienzos de los años sesenta hasta su separación en la década de los noventa. Esta es la extraordinaria historia de un matrimonio que luchó contra la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) con decisión y valentía desde que fue diagnosticada al investigador en su etapa universitaria. Esta enfermedad, cuyo pronóstico es mortal, se origina cuando unas células del sistema nervioso dejan de funcionar, lo que provoca una parálisis muscular progresiva. Pese a que el primer pronóstico determinó que Hawking tenía apenas dos años de vida, el físico continúa viviendo en la actualidad, aunque tiene una gran parálisis muscular que lo ha forzado a comunicarse a través de un generador de voz y a moverse en silla de ruedas.

El film está inspirado en las memorias Travelling to Infinity: My Life with Stephen escritas por la propia Jane Hawking. Por esta razón, el punto de vista de la narración viene marcado por la mirada de Jane, lo que explica que la película no llegue a profundizar en algunos de los detalles de la vida profesional de Stephen. La teoría del todo refleja a la perfección cómo Stephen Hawking sufrió un gran deterioro físico durante su juventud, pero también cómo una mujer consiguió sobreponerse ante todas las dificultades que conllevaba la enfermedad de su marido.

La pareja protagonista está interpretada en la gran pantalla por Eddie Redmayne y Felicity Jones, quienes mantienen una gran complicidad durante el transcurso del film. La joven actriz interpreta a una mujer llena de comprensión y de coraje que consigue convertirse en el motor vital de un genio que ya no podía valerse por sí mismo. Gracias a la película se muestra que la figura de Jane ha sido imprescindible para este investigador y para su carrera científica, aunque esta tampoco estaba

dispuesta a perder su identidad y sus ambiciones personales.

Eddie Redmayne consigue sobrecoger al espectador y realizar una interpretación casi perfecta de Stephen Hawking. Sus movimientos y expresiones faciales son tan reales que consiguieron emocionar al propio Hawking. Según cuenta el propio actor, lo más importante para él era la opinión del cosmólogo británico y de su familia. Para preparar el personaje, Redmayne asistió a una clínica de ELA durante cuatro meses, donde trabajó con una especialista. Junto con un grupo de especialistas y un coreógrafo, el actor pudo conocer cómo evolucionó la enfermedad en el cuerpo del investigador para alcanzar una interpretación muy cercana a la realidad. Desde que finalizó el rodaje de la película, Redmayne no ha vuelto a trabajar ya que le ha sido muy difícil deshacerse del personaje. El actor británico ha declarado que “la gran recompensa después de ver esta película es entender que todos tenemos obstáculos en nuestras vidas, pero todos podemos aprender a disfrutarla intensamente”.

Tanto la iluminación como la fotografía de La teoría del todo, donde destacan los tonos pastel y una multitud de planos que ayudan a reforzar la expresividad de toda la historia, configuran un melodrama

elegante y sincero. Los últimos minutos son visualmente muy expresivos y emocionantes. La banda sonora, compuesta por Johann Johannsson, es muy colorista y cautiva fácilmente al espectador.

La teoría del todo ha ganado en tan solo unos meses numerosos galardones, entre los que destacan un Óscar (Mejor actor), dos Globos de Oro (Mejor actor de drama y Mejor banda sonora) y tres BAFTA (Mejor película británica, Mejor actor y Mejor guion adaptado). Esta historia muestra que pese a todas las dificultades el ser humano siempre puede superarse a sí mismo gracias al apoyo y a la ayuda de aquellos a los que ama. Como afirma el personaje de Stephen Hawking en la película, “no deberían existir fronteras para el esfuerzo humano. Por muy dura que nos parezca la vida, mientras haya vida hay esperanza”.

Paula Mayo

La teoría del todo

Año: 2014

País: Estados Unidos

Dirección: James Marsh

Guion: Anthony McCarten

Reparto: Eddie Redmayne, Felicity Jones

Duración: 123 min.

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Pasaje de ida y vuelta: un viaje al Nuevo Mundo

El Centro de exposiciones arte Canal presenta cada año una monumental exposición, con la que ha acercado al

público madrileño algunas de las más importantes e influyentes civilizaciones del pasado. El sello personal que dichas exposiciones muestran año tras año es el de la espectacularidad; así, desde su apertura con los impresionantes Guerreros de Xian, hemos podido adentrarnos en el Antiguo Egipto o en la Ruta de la Seda tras la figura de Alejandro Magno, siendo este encuentro con el pasado un itinerario en el que la escenografía y ambientación se cuidan tanto como la elección de los objetos que se muestran.

La cita anual está inspirada en esta ocasión en la figura de Hernán Cortés, controvertido personaje histórico al que nunca antes se había dedicado una exposición. Gran conquistador para unos, villano para otros, su papel en la conquista del actual México está aún por definir, cerniéndose alrededor de su figura multitud de interrogantes. La muestra madrileña lo enfoca desde una perspectiva que pretende conciliar los dos puntos de vista; con este propósito, el recorrido está organizado en siete espacios, que comienzan con una curiosa selección de piezas españolas

de diferentes épocas, como un busto romano o una pieza de oro de la remota Tartessos, entre otros. Se sitúa así la conquista de América como parte del impulso colonizador del hombre, tan antiguo como el hombre mismo. El segundo espacio lleva por título “La forja del conquistador”, clara muestra de la épica que desprende todo el recorrido en torno a la figura del extremeño.

El itinerario continúa situando al visitante ante el esplendor del Imperio Azteca y su capital, Tenochtitlán. Se trata sin duda del espacio estrella de la exposición, con valiosas piezas procedentes de museos mexicanos. En los dos siguientes ámbitos, sin embargo, es donde más claramente se percibe la orientación de la muestra, ya que se ofrece una visión de la colonización del territorio de México, fuente de la controversia que aún hoy existe en torno a la figura de Hernán Cortés, enfocada en su imagen como conquistador. Se pasa de este modo de puntillas por las atrocidades cometidas durante todo el proceso colonizador, siendo una de las pocas muestras la queja del padre Fray Bartolomé de las Casas, principal apoyo del pueblo mesoamericano, con un ejemplar de su Brevísima relación de la destrucción de las Indias. La duda que dicho testimonio podría suscitar

desaparece con la lectura de un cartel: “Italia, Francia, Holanda, Alemania e Inglaterra fomentaron una campaña en contra del imperio español en la que se incluyó la conquista de América. El éxito de esta campaña fue muy significativo y ha tenido y aún tiene repercusiones a ambos lados del Atlántico”. Pero esto no es nada en comparación con el espacio más impactante de todo el itinerario, denominado Tecoaque. Fue este el lugar en el que se sacrificó una caravana de europeos por parte del pueblo azteca, que pretendía con este acto restaurar el orden anterior. Resulta escalofriante la presencia de cráneos en estacas y esqueletos reales. De alguna manera, se pretende situar en igualdad de condiciones la matanza del pueblo americano con la de los conquistadores y sus familias, pero resulta más que cuestionable dicha postura, pues no parece equiparable el sacrificio azteca, que formaba parte de sus ritos religiosos, con la desaparición de toda una civilización. El desdichado fin azteca se comenta como de pasada, configurando las últimas salas una selección de objetos que presentan la tierra mexicana como producto del mestizaje, algo que la enriqueció, y a la que se considera uno de los prolegómenos del mundo globalizado en el que hoy vivimos.

La exposición del Canal presenta tintes claroscuros, como la figura en la que se inspira. Por un lado, resulta

evidente la postura de los organizadores que, bajo una aparente actitud conciliadora, no muestran los detalles más polémicos de Cortés; sin embargo, el valor de muchas de las piezas allí presentadas, como la espada de Hernán Cortés, la cabeza del Guerrero del Águila o el primer mapa europeo en el que aparece América hacen de la muestra una oportunidad única para el visitante que desee un primer contacto con el pueblo azteca. Aunque en cierto modo condicionado, el encuentro con una de las culturas mesoamericanas más brillantes hace de la exposición una oportunidad única en Madrid de ver de cerca objetos traídos desde su mismo origen, el lejano y mestizo México.

Raquel López

Itinerario de Hernán Cortés

Centro de exposiciones arte Canal

Paseo de la Castellana, 214

03.12.14 al 03.05.15

Entrada general: 7 euros

Entrada reducida: 3,50 euros

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La perfección de la contención

El poder de creer en una idea. Ese poder. Esa fe que hace al ser humano mover cielo y tierra solo porque sabe que

es capaz. Este es el sentimiento que articula la trama de The imitation game (Descifrando el enigma), una película que hace de la contención, tanto argumental como emocional, su principal fuente de valor. No es una película más sobre la II Guerra Mundial. Es un espléndido ejercicio de saber contar y expresar sin que se rompa la cuerda de la que tanto apetece tirar. Porque una guerra da para mucho ante una cámara y un director ansioso por narrar, pero muy pocos saben exprimir la historia hasta su punto justo, sin amargar, sin endulzar, únicamente sabiendo equilibrar.

Es complicado, además, recuperar a un personaje real para llevarlo a la gran pantalla sin olvidarse de que lo que se está haciendo es cine. Es muy complicado tanto para el director como para los guionistas y el actor encargado de reencarnarlo. Resulta admirable la perfección y la naturalidad que consigue todo el equipo para que Alan Turing sea rescatado tan dignamente del olvido histórico. Un personaje invisible con una historia personal que traspasa la bélica y que fue clave en el devenir de la II Guerra

Mundial. Esa tendencia a retratar la guerra solo en los campos de batalla deja apartados a personajes como Alan, que, encerrado en una nave, consiguió descifrar los mensajes del bando contrario y facilitar el camino a la victoria de los Aliados. Difícil era creer también que un matemático universitario iba a conseguir semejante hazaña y mucho menos que lo lograría con la ayuda de la única mujer lo suficientemente valiente como para presentarse a la prueba y lo suficientemente inteligente como para superarla por encima de sus expectativas. Un héroe repudiado durante años por la sociedad a la que salvó simplemente por su condición de homosexual. Emociona ver el compañerismo de esos hombres que lo vieron como enemigo hasta que se vio amenazado y creyeron como él en aquel proyecto imposible. Es un baile entre el éxito y la frustración que engancha al espectador en cada fotograma. Es importante resaltar el fantástico trabajo realizado por la dirección artística y fotográfica de la película, que llega a su punto máximo en una hoguera final en la que todo se quema, todo se olvida, en la que los planos consiguen entrar dentro de las emociones de cada uno de los personajes.

El reparto de la película está rozando la línea de la perfección pero sus dos protagonistas, Benedict Cumberbatch y Keira Knightley, la sobrepasan inesperadamente para un espectador que no espera nada más allá de la típica historia de espías de la II Guerra Mundial. Es sobradamente conocido por el público y la crítica el talento Knightley, quizá por la gran cantidad de buenos trabajos que acumula desde su juventud, pero el trabajo de Cumberbatch es la sorpresa de la película. Es un continuo esfuerzo de contención, armonizado con la línea de la película, que regula las emociones del personaje guiando al espectador por la mente de aquel matemático incapaz de dejar de creer en su proyecto a pesar

de ser repudiado por el resto del mundo.

Sin duda, es una delicia de película para aquellos amantes del cine histórico, para aquellos apasionados por descubrir las pequeñas historias dentro la Historia con mayúscula sin olvidarse de que es cine, de que es ficción a la que supera la realidad. Es trabajo en el que es el espectador el que consigue contenerse ante una historia equilibrada que sube y baja y que acelera y se ralentiza en los momentos oportunos. Un enorme ejercicio de contención que lleva a la película a la casi perfección cinematográfica, casi. Una película que no pasará a la historia aunque haya sabido ponerla delante de la cámara sin aditivos, la historia dentro de la historia.

Míriam Rodríguez Torres

The imitation game (Descifrando el

enigma)

Reino Unido

Morten Tyldum

Guion: Graham Moore (adaptación

del libro de Adrew Hodges)

Reparto: Benedict

Cumberbatch, Keira Knightley, Mark

Strong. 

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El arte de olvidar

Basada en la novela homónima de la autora Lisa Genova, llegaba tímidamente a las salas españolas el pasado 16

de enero Siempre Alice. Ahora con un Óscar, Globo de Oro, Bafta y demás premios de crítica y sindicato para su actriz principal, Julianne Moore, quizá se pueda recuperar esta pequeña joya en nuestros cines.

Una pareja de directores, un presupuesto de 4 millones y solo un mes de rodaje han dado vida en la pantalla a esta novela que protagoniza Alice, una prestigiosa profesora de lingüística de la Universidad de Columbia, a la que poco a poco, como ella misma expresa, las palabras se le escapan de su mente. Este dramático retrato del progresivo deterioro y devorar de la mente y persona de Alice que provoca el Alzheimer es llevado a cabo con total maestría por Julianne Moore, quien según afirma en entrevistas no había tenido previa relación con la enfermedad y para prepararse para el papel visitó centros y se entrevistó con enfermos en diferentes estadios de la misma, además de enfermeros y médicos.

Aunque la cinta se centra en la persona de Alice, no se olvida de

reflejar a su familia, marido e hijos, que afrontan con ella el descubrimiento y la progresión de su enfermedad con diferentes actitudes. Acompañando a Julianne Moore se encuentran y destacan Alec Baldwin como su marido y Kristen Stewart, que da vida a la más joven de sus hijas y que afronta con mayor humanidad la enfermedad de su madre, la escena final protagonizada por ambas quizá sea de las más delicadas y emotivas de toda la cinta.

La narración es muy importante en una historia como esta. Así pues, se nos presenta de forma lineal y progresiva, muy acorde con el tema principal. No obstante, se empiezan a introducir flashbacks de la infancia de Alice, ejemplo de cómo sus recuerdos más antiguos perduran sobre los más inmediatos. También cabe mencionar que en algunos momentos en los que la protagonista empieza a no reconocer lo que la rodea y el fondo se difumina de forma que el espectador es consciente más aún de aquello que ocurre frente a sus ojos en la pantalla.

No debemos olvidar mencionar que la lucha y convivencia con una enfermedad se hizo presente fuera de guion y en la persona de uno de sus

directores Richard Glatzer, quien padece ELA y ayudado de un iPad dirigía junto a Wash Westmoreland. Esta ayuda de las nuevas tecnologías también se refleja en el film, ya que vemos cómo Alice se crea unas preguntas de seguridad en su iPhone a las que contesta cada día.

Es importante destacar que el papel protagonista es una mujer y una mujer madura, de 50 años, un perfil poco explorado. Si se leen estadísticas publicadas por la Universidad de San Diego de 2013 o simplemente si se va al cine con frecuencia, es frecuente advertir que la mayoría de personajes protagonistas son masculinos frente a los femeninos, además del dicho común, y probado por los datos también, de que una actriz de más de cuarenta años no encontrará papeles atractivos e interesantes y menos protagonistas. Es un hecho, un hecho que se está empezando a reivindicar con fuerza y en voz de actrices reconocidas, como se ha ido oyendo a varias galardonadas esta temporada de premios, más allá de Julianne, Maggie Gyllenhaal y también Patricia Arquette, quien además denunció en su discurso al recoger el Óscar la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres.

El cine es industria y vive de los espectadores que acuden a las salas, pero viendo la recaudación de

taquilla de esta película Siempre Alice, una pequeña película, quizá sí que sea rentable arriesgar y contar una historia sobre una brillante mujer cuya mente poco a poco se apaga por la enfermedad.

Alba Sanz Álvarez

Still Alice

2014

País: Estados Unidos

Director: Richard Glatzer, Wash

Westmoreland

Música: Ilan Eshkeri

Fotografía: Denis Lenoir

Reparto: Julianne Moore, Alec

Baldwin, Kristen Stewart.

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Presentes sucesiones de difunto

Desde que el hombre es hombre, su preocupación y sus preguntas en torno a lo desconocido y el

sentido de la existencia han tenido respuestas diversas y complejas. Una de ellas, la relacionada con el fenómeno religioso, es un elemento significativo de nuestra historia cultural occidental, pues, por lo que respecta al cristianismo, este ha empapado campos como la literatura o el arte, sin los que sería muy difícil comprendernos hoy. Tal y como señala Manuel Fraijó, “si las religiones perviven es debido a la fuerza de sus relatos originarios”; precisamente, la importancia del elemento narrativo es fundamental en el arte, algo de lo que da buena cuenta la exposición A Su imagen. Arte, cultura y religión, que rescata cerca de un centenar de obras pictóricas y escultóricas de autores fundamentales como Alonso Cano, Berruguete, El Greco, Zurbarán o Van Dyck, entre muchos otros. Las distintas secciones que componen la muestra recorren episodios bíblicos capitales como los de Adán y Eva, el Apocalipsis, las vidas de los santos y profetas o la propia biografía de Jesús. En este sentido, son trascendentales las obras relacionadas con la creación del hombre y su posterior caída; el pecado explicaría, en

cierta manera, la libertad humana y el surgimiento de la angustia ante el bien y el mal. En este orden de cosas, las vidas de los santos, a pesar de ser ejemplares, también pueden venir plagadas de dudas muy humanas o de tentaciones externas, como sucede en la Tentación de Santo Tomás de Aquino, de Velázquez. Otra existencia paradigmática en el arte sacro sería la del propio Jesús, ese perfecto hombre en cuyos avatares y sucesos vitales podemos ver reflejadas todas las pasiones humanas, como se comprueba en la Oración en el huerto de los olivos, de Goya, donde la asunción del destino fatal es notoria, con un Cristo plenamente sumido en la oscuridad de la noche, con los brazos alzados tal y como estarán después en la cruz, e iluminado tan solo por los rayos de un ángel.

Gracias a la enorme cantidad de obras expuestas (entre las que destacan, por ejemplo, Susana y los viejos, de Ribera, Sansón y el león, de Rubens o San Isidoro de Sevilla, de Murillo), el espectador comprueba igualmente cómo el arte trabaja por lo general en el terreno de lo inefable, puesto que no podríamos referirnos a lo grandioso de una forma directa. El arte sería, por tanto, la mejor vía para acceder a lo divino o sublime, a lo oculto y misterioso, a los ángeles y a los seres infernales que nos aleccionan

sobre lo bueno y lo pernicioso. Es esta una búsqueda en la que el ser humano no solo trata de hallar a Dios, sino de encontrarse a sí mismo y de relatarse, en esa misma línea a la que se refería San Agustín: “si me conozco, te conozco”. La última parte de la exhibición, Polvo eres y al polvo volverás, es probablemente la sección más sorprendente de la muestra, ya que cuadros como In ictu oculi, de Valdés Leal, revelan no solo las principales características de la vanitas vanitatis, sino la obsesión barroca por el terrible paso del tiempo, reflejada en macabras imágenes de calaveras, huesos, relojes de arena, libros y otros objetos inservibles una vez fenecidos sus dueños. Varios de los cuadros expuestos nos evocan los claroscuros de la literatura de los Siglos de Oro, en tanto en cuanto la carga de la muerte pesa indefectiblemente sobre el hombre, que será solo “presentes sucesiones de difunto”, como subrayaría Quevedo en un célebre poema. Ante este panorama desalentador, desde el punto de vista cristiano, el amparo divino sería la única esperanza posible, con la promesa de una vida ultraterrena que se manifiesta en diversas pinturas.

En suma, la exposición en su conjunto ofrece una perspectiva bastante amplia a todos los públicos acerca del peso del arte cristiano y su evolución a lo largo de varios siglos. El hecho de que se hayan reunido piezas

procedentes de toda España representa además una gran oportunidad para conocer un poco más a fondo este tema básico en nuestra cultura.

Alexandra Chereches

A Su imagen. Arte, cultura y religión

Fernán Gómez Centro Cultural

de la Villa

19.11.14 al 12.04.15

Organización: Fundación

Madrid Vivo

Entrada general: 7 euros

Entrada reducida: 5 euros

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”Los duros hechos de esta guerra”

La interesante exposición Octavio Paz: guerra, censura y libertad supone una recuperación del escritor

mexicano. A través de ella, nos podemos aproximar a aspectos de su figura de una manera distinta a la que habitualmente presentan los manuales de literatura. Está organizada por el Archivo General de la Administración (AGA), la Universidad de Alcalá, la Embajada de México en España y el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Se trata de una invitación al recuerdo, posible, principalmente, por dos factores. Por un lado, debemos considerar que los fondos documentales pertenecen al Archivo General de la Administración, el tercero más grande del mundo. Desde su fundación en el año 1972, permanece a la disposición de los investigadores y, en general, está al alcance de cualquier persona interesada en conocer la historia reciente de España. Sus fondos, no únicamente textuales, tienen como origen diferentes organismos administrativos, entre los que se encuentran las instituciones de la dictadura franquista. Por otro lado, es necesario considerar la titánica —y, frecuentemente, silenciada— labor de los archiveros, que deben trabajar con el material documental en bruto

y organizarlo para que muestras como esta puedan realizarse.

La exposición está dividida en tres secciones claramente diferenciadas que dan muestra de una mínima pero valiosa parte de los ingentes fondos que contiene el AGA. Para comenzar, se exhiben fotografías y documentos concernientes a la Junta Delegada de Defensa de Madrid y los Medios de Comunicación del Estado, dos fuentes documentales básicas para el archivo. Gracias a ello, podemos contemplar el esbozo de la España que conoció Paz, la cual visitó en múltiples ocasiones tras su primera llegada en 1937, cuando decidió participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. En aquella ocasión, llegó con una expedición junto a otros autores mexicanos, la cual es incomparable en cantidad con la que lo siguió en su viaje a España en 1982, cuando recogió el Premio Cervantes, que le fue concedido el año anterior. De esta célebre venida de Paz a España, se hace eco la tercera de las secciones de la exposición; entre las fotografías que en esta hallamos, se encuentra una especialmente importante para el escritor: el momento en que dialoga con Dámaso Alonso, personalidad clave para su formación. Volviendo atrás, no

podemos olvidar la parte que nos resta para completar el tríptico que constituye la exposición: la segunda, dedicada a la censura y a los estragos que produjo en los textos de Octavio Paz.

Durante el franquismo, todos los creadores debían someterse a los llamados “informes de lectura”. La Dirección General de Propaganda y la Dirección General de Cultura Popular del Ministerio de Información, Cultura y Turismo eran los encargados de señalar en qué páginas se atentaba, como se muestra en los informes expuestos, contra el buen gusto, la moral, el dogma, el régimen, sus instituciones y sus colaboradores o contra la Iglesia. Entre los censores, hubo escritores tan conocidos como Leopoldo Panero o el académico y traductor Valentín García Yebra.

Las obras de Octavio Paz, autor antifranquista, que sufrieron el filtro de la censura —de modo que se evitara la importación desde México— expuestas en el AGA son Las Peras del Olmo (1957), donde en origen aparecía el nombre de Miguel Hernández, mención que debió suprimirse; Libertad bajo palabra (1960), libro calificado como “engendro” por el correspondiente censor (“Versos oscuros y estúpidos con algunas expresiones equívocas. Creo sin embargo que puede autorizarse por el escaso número de lectores que leerán

este engendro”); La Centena (1969), poemario del que se suprimieron dos poemas y cuyos versos fueron tildados de “obscenos” y “promarxistas”; Solo a dos voces (1973), donde se advierte de la presencia de Octavio Paz en el II Congreso de Escritores Antifascistas; y Teatro de signos (1974), cuya portada se consideró demasiado erótica; así como el texto “Aniversario español”, que en 1979 Octavio Paz incluyó en El ogro filantrópico (1979).

En definitiva, como expresaba Octavio Paz en su “Oda a España”, “Sí. Los hechos hablan. / Calladamente hablan / los duros hechos de esta guerra”. Pero el AGA y el resto de instituciones elevan la voz con muestras como esta, que tratan de matizar el silencio impuesto por la censura, y en la medida de lo posible acabar con él.

Sofía González Gómez

Pedro Mármol Ávila

Octavio Paz: guerra, censura y

libertad

Archivo General de la

Administración (AGA)

Del 17 de febrero al 20 de marzo

De lunes a viernes, de 10’00 a 14’00

Entrada gratuita

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De aquí y de alláLas mascotas del mundo transparente,

más allá de los cuentos infantiles

Irlanda José María Merino nace en La Coruña en 1941. Residió durante muchos años en León, aunque actualmente vive en

Madrid. Comenzó escribiendo poesía y, con la publicación en 1976 de La novela de Andrés Choz, con la que obtuvo el premio Novelas y Cuentos, empezó a ser algo más que un simple escritor de versos. En total ha publicado más de cuarenta libros de narrativa (novelas y relatos), memorias, artículos, ensayo, poesía y antologías. Entre los muchos premios que ha recibido destacan algunos como el Nacional de la Crítica (1986), el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (1993), el Miguel Delibes (1996), el NH de relatos (2002), el Torrente Ballester (2006) y, recientemente, el Nacional de Narrativa (2013). Además, es miembro de la Real Academia Española. La literatura de Merino refleja tradición y fantasía, magia y realidad. Historias que sobreviven a través de la ficción de un mundo no tan inventado.

Las mascotas del mundo transparente es la historia de un

joven llamado Ismael que sufre las repercusiones de cantar “pimpineja”, una cancioncilla aparentemente inofensiva, pero que traerá consigo numerosas consecuencias. Nuestro protagonista viajará a otro mundo geométrico y lleno de enigmas dentro de una jaula, en la que convivirá con una chica llamada Sofía, un profesor e incluso una araña parlante con una gran afición por las matemáticas. Para lograr salir de allí y resolver el misterio de ese lugar, deberán superar sus diferencias y colaborar los unos con los otros para hacer entender a sus captores que no son animales o mascotas, sino seres inteligentes que deberían vivir en libertad. “Pimpineja” es la puerta a un mundo desconocido, lleno de magia, de sueños de niños y no tan niños, de diversión y aprendizaje, pues “¿Por qué no otorgarle la capacidad de pensar a un objeto inmaterial?”. Así son los mundos de Merino, dotados de una capacidad innata para desdoblar su personalidad en mil pedazos, a cual más sorprendente y emocionante.

El estilo de Merino es rítmico y organizado, pues así lo refleja la estructura de la propia novela. La realidad que se describe, aun fantástica, remota e impensable se vuelve verosímil, puesto que las palabras revelan los secretos que encierran y convierten lo inimaginable en algo real, sólido, verdadero. Las alteraciones temporales y los viajes a mundos paralelos hacen que las anécdotas se entretejan y nazcan otras nuevas, en las que las unas dependan de las otras. El desarrollo de los personajes comienza en el momento en el que estos se ven forzados a resolver conflictos, pues afloran en ellos pensamientos y sensaciones que dejan al descubierto el intrépido universo de nuestro autor y la “rareza de las cosas”, tal y como apunta Rosa Montero. Las ilustraciones de Júlia Sardà son el complemento

esencial de esta historia, invadiendo el espacio de las palabras con una evidente comodidad, provocando la sonrisa en el lector y haciendo que esta historia sea algo más que una simple narración infantil. Es más que evidente que en la novela aparecen reflejados los referentes que marcaron la infancia de Merino, así como Oscar Wilde y el propio Kafka, mezclando lo misterioso con los cambios y las transformaciones de un mundo que aparentemente no es.

En definitiva, un ejercicio de reflexión y de humanidad que consigue hacer soñar a todos los públicos, tanto pequeños como adultos. Una vez más, Merino nos enseña qué es la literatura, lo que encierra y lo que se encuentra. Una historia de encuentros, de hazañas y de memoria en la que se coleccionan momentos. En la que los versos y los números de estos encuentran una relación inexplicable que permite relatar una asombrosa historia de coincidencias. Lee, relee y sigue leyendo. Ojalá que las transparencias consigan narrar aquello que, como adultos, solíamos hacer cuando éramos niños.

Cristina Ruiz Moro

José María Merino, Las mascotas

del mundo transparente

Madrid, Noctura

116 páginas, 10 euros

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El crimen no descansa, la policía tampoco

En la última novela de Alicia Giménez Bartlett (Almansa, 1951), titulada Crímenes que no olvidaré, regresan sus más

emblemáticos personajes: la inspectora Petra Delicado y el subinspector Fermín Garzón, su inseparable compañero. Hace apenas dos meses, esta obra recibió en la semana de la novela negra de Barcelona (BCNegra 2015) el Premio Pepe Carvalho 2015 por, según palabras del propio jurado, “haber renovado la novela policiaca española, aportando una perspectiva femenina y feminista que ha sido pionera en este ámbito”. Además, esta autora ha ganado otros prestigiosos premios literarios, como el Premio Nadal de Novela 2011, el Premio Grinzane Cavour 2006 (Italia) o el Premio Raymond Chandler 2008 (Suiza). Por tanto, Alicia Giménez Bartlett ha cosechado un éxito internacional, especialmente en Italia, gracias a otras novelas de la saga Petra Delicado como Ritos de muerte (1996), Día de perros (1997), El silencio de los claustros (2009) o Nadie quiere saber (2013). Asimismo, la autora ha escrito otros títulos alejados de la famosa inspectora de policía como Pájaros de oro (1987), La última copa del verano (1995) o Donde nadie te encuentre (2011).

Según la propia Alicia Giménez Bartlett, ella “quería un personaje que fuera mujer y que tuviera protagonismo. Porque la mujer en la novela negra o es la víctima, que aparece muerta en la primera página, o es la ayudante de alguien”. Es por ello por lo que la protagonista de esta historia, Petra Delicado, es una mujer independiente, honesta y trabajadora que no duda en sacrificar su vida familiar a la hora de resolver un crimen. De esta manera, el nombre de la protagonista alude a las dos características, aunque antagónicas, propias de sí misma: ser dura como una piedra y, a su vez, sensible con aquellos que están sufriendo. Asimismo, su fiel compañero, el subinspector Garzón, es un policía perspicaz y servicial que acostumbra a sacar de quicio a Petra gracias a su fina ironía en los momentos menos adecuados. Así pues, en Crímenes que no olvidaré, ambos personajes resolverán nueve casos diferentes que los llevarán a descubrir verdades insospechadas inmersas en una serie de delitos muy variados. Una muerte en la sauna de un gimnasio, secretos en un burdel de alta categoría, el asesinato de un paciente de un hospital o el de una quinceañera en un instituto son algunos de los casos a los que deberán poner punto y final estos dos policías.

Pero ¿descansa realmente un policía en vacaciones? ¿Pueden agentes como Petra Delicado o Fermín Garzón dejar de lado su instinto policial durante la Navidad, los carnavales o las vacaciones de verano? Esta es una pregunta que se formularán los lectores de Crímenes que no olvidaré tras ver cómo Petra y su inseparable compañero Fermín se ven obligados a abandonar sus cenas de Navidad o sus vacaciones en la playa para investigar distintos delitos. Desgraciadamente, resolver un crimen de manera rápida y precisa no es una tarea sencilla, como señala la inspectora barcelonesa mediante las palabras “Me pedía justicia como si eso se llevara enla cartera”. No obstante, las frecuentes

visitas a los bares de Barcelona y sus cervezas le harán más llevadero su trabajo a esta pareja de policías, una de las más exitosas del género negro.

De este modo, Petra Delicado y Fermín Garzón resuelven, no sin cierta dificultad, en Crímenes que no olvidaré nueve casos a través de los que se pueden apreciar la mezquindad, la codicia y el egoísmo de los seres humanos. Teniendo en cuenta el valor literario de la obra narrativa de esta autora, se debe señalar que esta nueva novela negra se caracteriza por una brevedad y una frescura que la alejan de algunas de sus obras anteriores. Así pues, Alicia Giménez Bartlett, que lleva más de treinta años en el panorama de las letras españolas, logra de nuevo captar la atención de sus lectores de principio a fin en Crímenes que no olvidaré porque, aunque los casos que la componen resultan demasiado breves, todos están perfectamente elaborados y dotados de una gran maestría literaria.

Cristina Suárez

Alicia Giménez Bartlett,

Crímenes que no olvidaré

Barcelona, Destino

368 páginas, 18,50 euros

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Nuevos amores ridículos o tragicomedia del sentimiento contemporáneo

Hace seis años y medio, David Trueba (Madrid, 1969) publicó su anterior novela, Saber perder, que

fue, en general, muy bien recibida por los lectores y obtuvo el Premio de la Crítica. En aquella historia de perdedores se quintaesenciaban los rasgos y virtudes de su escritura narrativa: el gusto por contar historias de personajes muy reales atrapados en dramáticos (y, a menudo, risibles) laberintos psicológicos, una lengua depurada y acertadamente contenida y una descripción realista y precisa del medio contemporáneo, cuyos objetos de deseo, valores y contradicciones desgranaba con una mirada al mismo tiempo moral y comprensiva. A menor escala, cambiando aquel protagonista colectivo de Saber perder por uno individual, se perciben estas mismas características en Blitz. La nueva novela de Trueba es una historia sucesiva de desamor y amor y, más concretamente, una incursión en los territorios más inexplicables de las relaciones afectivas según las coordenadas de la contemporaneidad. Narra las vicisitudes de un arquitecto diseñador de jardines y parques que, inopinadamente, se queda varado en una ciudad extranjera tras haber roto

una relación sentimental tan arraigada en sí mismo que su finalización abrupta lo sume en un desconcierto absoluto. Al desarraigo existencial, agudizado por su desarraigo espacial ―y en este sentido, es muy interesante el modo en que el narrador acentúa mediante las barreras lingüísticas su sensación de aislamiento― le sigue el descubrimiento inesperado y gozoso de una nueva relación basada en la comprensión y la solidaridad. En el tratamiento de sus personajes ―y esto es otra de las constantes que identifican la narrativa de Trueba―, se demuestra la simpatía del autor por sus criaturas y la profunda comprensión que le suscitan sus poquedades, de las que nunca hace escarnio por muy ridículas que sean sus consecuencias. La narración de Blizt, enunciada desde la perspectiva sinceramente confesional del protagonista, obliga al lector a compadecerse de él y de los demás personajes, a los que no abandona en su desgracia. Pero también lo acompaña en una historia de amor singular, en la que el vacilante arquitecto acaba por reivindicar heroicamente su propia voluntad sobreponiéndose a los prejuicios y valorando su propia libertad. Y es que si por algo se singulariza Trueba es por su interés en el sujeto perdido ―y

aquí podemos recordar el título de su anterior novela― en medio de sus crisis personales, que se resuelven a través de la dialéctica entre acción e inacción. La novela no obvia, a la manera realista, el contexto social y económico y cuánto influye este en la conciencia del personaje. Lo hace de una manera sutil, apreciable en detalles significativos.

Al igual que a su protagonista, a Trueba parece molestarle la petulancia y eso se percibe en la sobriedad de su lenguaje, limpio de todo preciosismo vacuo, pero también de colocaciones fáciles, de tópicos y de imprecisiones léxicas. Al contrario, el castellano de Trueba es fluido, ágil como el ritmo de sus historias, exacto y directo. Solo recurre ocasionalmente a la metáfora

cuando esta es útil para caracterizar a sus personajes. En el juego con el tiempo del discurso hallamos otro acierto. El libro se estructura en los doce meses que transcurren desde “Enero”, que es el título del primer capítulo, hasta “Diciembre”, que es el del último. Pero no se trata de un tiempo equivalente al tiempo real de la historia, pues la densidad del primero, en el que ocurren los acontecimientos centrales, ocupa más de tres cuartas partes de la novela, dejando a la elipsis el resto de ese año central en la vida del personaje, incluido su desenlace. La inserción de elementos gráficos intercalados con el texto, si bien casi siempre prescindibles, incrementa el tono menor que Trueba ha querido dar a la novela, que va adquiriendo tonalidades tragicómicas que se asemejan a una buena parte de su producción cinematográfica y a sus novelas anteriores a Saber perder.

Blitz es, en definitiva, una novela muy notable que permite mantener a su autor en ese modelo de realismo que no pone su foco en las contradicciones sociales y políticas de su tiempo ―aunque tampoco las elude― sino en los interiores y, más en concreto, en las búsquedas personales de salidas a los aprietos de toda biografía.

Fernando Larraz

David Trueba, Blitz

Barcelona, Anagrama

170 páginas, 16,90 euros

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Una lucha por sobrevivir

Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949) presenta en Fuerzas especiales su décima novela publicada,

un estilo único, descarnado, y puesto a disposición de la crítica al poder dominante. Esta concepción militante de la literatura es fiel reflejo de la trayectoria vital de la autora, contraria a la dictadura del general Pinochet, que padeció y que la llevó a formar parte del prestigioso colectivo artístico CADA. El rechazo a la violencia que muestra en su vida se aprecia con claridad en la novela, donde se sirve de la sucesión de elementos encarnizadamente violentos, en ocasiones obscenos, para poner de manifiesto el clima nocivo en el que se desenvuelven sus personajes, que sufren las consecuencias del poder gubernamental descontrolado y deshumanizado.

El argumento de la novela narra el día a día de una mujer que reside en un barrio marginal de algún país latinoamericano, y que sobrevive prostituyéndose en un cibercafé. El bloque en el que vive se encuentra rodeado por policías y fuerzas de seguridad que vigilan los movimientos de sus habitantes. Las desgracias familiares se suceden como un goteo que no cesa

y que lleva a los vecinos a permanecer en alerta constante, controlados a cada momento y ahogándose en un mundo que no para de avanzar en su carrera por fabricar armas cada vez más potentes. El clima de sospecha en el que viven afecta a sus relaciones, que acaban siendo una lucha atroz contra el tiempo en un mundo deshumanizado, como se deduce de las palabras de la protagonista: “Voy al cíber a buscar en las pantallas mi comida. Todos se comen. Me comen a mí también”. El desgarro de estos seres humanos, para los que el peor castigo no son las marcas físicas que dejan una huella profunda en sus carnes como advertencia de lo que les espera, sino que se encuentra sumergido en su misma realidad cotidiana, adopta formas que rozan la repulsión en las secuelas del quehacer de la protagonista en el cibercafé. El acto sexual ininterrumpido va destrozando sus entrañas y su interior paulatinamente, tanto en un plano físico como moral. El tratamiento de lo obsceno por parte de la autora resulta terrorífico, y más debido al hecho de que la joven no tiene escapatoria. Lo espeluznante de este castigo es que la protagonista lo concibe como una forma de huir del miedo que se respira en el bloque, lo que resulta

aún más duro de asumir para el lector, que observa impotente cómo las vidas se van enrareciendo y los personajes van consumiéndose y desapareciendo en un ambiente hostil, donde incluso la misma idea de huida momentánea se convierte en parte de la destrucción del ser.

Es este libro una visión apocalíptica del excesivo control de los gobiernos sobre los ciudadanos, que se mueven como autómatas en un ambiente opresivo que no les deja ni un respiro. Así pues, el objetivo de las clases dominantes es seguir en su carrera armamentística, sin importarles la deshumanización que sufren en sus propias carnes los desheredados, víctimas de esta carrera hacia ninguna

parte que sufre la sociedad. Es este un libro intenso y crudo, que presenta una realidad literaria desgarrada, difícil de asumir por el lector. Sin embargo, el tratamiento de los personajes los humaniza ya que, pese al clima desesperantemente hostil en el que viven, la lucha por la supervivencia de estos seres humanos olvidados les dota de una dignidad que el poder trata de arrebatarles a través del miedo, sin conseguirlo. De este modo, conforme se van sucediendo los capítulos se puede apreciar la inteligencia y sentimientos de la protagonista, que muestra una fuerza y una pasión por la vida que surge como el único rayo de esperanza en un mundo que parece haber perdido todos los porqués.

Raquel López

Diamela Eltit, Fuerzas especiales

Cáceres, Periférica

176 páginas, 16,50 euros

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En el país de los pícaros, el rey puede ser cualquiera

“Todos los reyes son un tío listo que ha dicho ‘yo soy el rey’, y la gente

se lo ha creído. No sé por qué somos así de idiotas” ha comentado Jordi Soler (Veracruz, 1963) a propósito de su última novela Ese príncipe que fui. Con esto, nuestros lectores pueden adivinar ya uno de los puntos clave de su historia: la picaresca, o mejor, la picaresca en las grandes esferas. El escritor a menudo parte de la realidad para construir una ficción de límites difusos en los que poder perderse. Ya empleó este recurso en otras de sus novelas, como por ejemplo en la trilogía compilada en La guerra perdida (2012). Ahora, su nuevo libro publicado por la editorial Alfaguara desgrana la historia de Francisco de Grau Moctezuma (o Kiko Grau, como es conocido), que se cuela entre los estratos más altos de la aristocracia catalana aprovechándose de todos aquellos que querían un título nobiliario en los tiempos de la dictadura de Franco, a pesar de la poca legitimidad que este pudiera tener realmente y consigue abrir hasta las puertas más inesperadas usando su apellido como llave.

Sin embargo, para contextualizar la historia de esta novela debemos realizar varios viajes en el tiempo: primero hacia nuestra actualidad, en la que encontraremos al narrador de la ficción, un señor jubilado que decide buscar el tesoro de Moctezuma que, según la leyenda, está enterrado en el Pirineo. En su escrutinio encontrará, no obstante, una historia y no un tesoro. Con su descubrimiento nos retrotraernos hasta el xvi, siglo en el que el capitán Juan de Grau llega a un territorio americano y se casa con la hija del emperador azteca Moctezuma. Volverá con ella a su localidad de origen, donde nacerán, generación tras generación, los descendientes apellidados de Grau Moctezuma. Tiempo después, bien entrado el siglo xx, el último descendiente de esta noble familia mestiza, Kiko Grau, verá en su genealogía la oportunidad para ascender socioeconómicamente.

Jordi Soler mantiene al lector en un vaivén entre la realidad y la ficción en el que, como no podía ser de otro modo, no se sabe dónde empieza una y acaba la otra. Igualmente alterna otros componentes aparentemente contradictorios de la forma más natural, consigue que encajen y no extrañen al

lector en una primera lectura. Hablamos de, por ejemplo, la intermitencia de cierto sentido del humor refinado, excéntrico, absurdo e irónico, casi de tipo inglés, con elementos propios de la picaresca hispánica y una baja malicia casi idiosincrásica. La propia narración destaca estos contrastes sobre los que se levanta la novela: el propio narrador no dejará de llamar al protagonista Su Alteza al tiempo que expone sus efugios de bribón, sus trampas y algunos de sus malos hábitos. Junto con él se encontrará Crispín, su Sancho Panza particular, con el que mantendrá una relación de inspiración claramente quijotesca. Y vale con mencionar la escena en la que denominan palacio a lo que en realidad

es una choza mientras beben vino de envase de cartón para ilustrarlo. A través de sus personajes, Soler aborda temas tan variados como el franquismo y su impudicia, el sinsentido del origen de las estructuras del poder aristocrático y la naturaleza intrínsecamente capciosa de las jerarquías sociales, así como las relaciones entre España y la América hispana, el proceder inmoral de las altas instancias, donde todo se reviste de un tono falsamente elegante.

El autor consigue aunar todos estos elementos en un juego de contrastes en el que, sin embargo, todo se conjuga de forma natural. Jordi Soler escribe de forma sencilla, consiguiendo que la obra sea de ritmo ligero y fácil de seguir. Tanto es así que a veces se llega a extrañar que se profundice ahondando en todas las reflexiones abiertas a lo largo de la historia. En cualquier caso, Ese príncipe que fui es una pieza más que digna y que seguramente no defraudará a aquellos a los que este tipo de trama pseudomítica haya llamado la atención.

Gema Cuesta

Jordi Soler, Ese príncipe que fui

Madrid, Alfaguara

240 páginas, 17,90 euros

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AlrededoresLa huida

¿Qué podemos controlar? o ¿hasta dónde podemos llegar?

Pueden ser dos de las preguntas que surjan al leer esta historia presentada por la editorial Anagrama. Los dos hoteles Francfort es la última novela del escritor estadounidense David Leavitt (Pensilvania, 1961), que ya ha publicado numerosas obras con títulos como Baile en familia, Amores iguales, Un lugar en el que nunca he estado, Junto al pianista o El edredón de mármol, entre otros. Bien conocido ya en el contexto de la narrativa contemporánea, en este último libro Leavitt nos presenta un melodrama que se construye partiendo de un importante hecho histórico: la Segunda Guerra Mundial. Basándose en este acontecimiento y en cómo los nazis se han ido extendiendo por la Alemania, y buena parte de Francia, de aquellos años cuarenta se nos presenta la dificultad que a menudo se establece entre las relaciones humanas.

Desde la primera persona narrativa tomada por la figura del protagonista, Pete Winter, se relata la historia de unos personajes de muy diversas características y procedencias, que se encuentran en la ciudad de Lisboa en el verano de 1940 con el objetivo de embarcar en el Manhattan, barco que los llevará a Estados Unidos, lugar en el que pueden tener un futuro feliz después de huir de la invasión nazi en Europa. Aprovechando la neutralidad de Portugal y escapando de París, Pete y su mujer (de origen judío) huyen a Lisboa, donde entablan una relación con otra pareja americana, Edward e Iris, los Freleng. Entre ellos surge una relación improvisada y especial que irá complicándose según vayan ocurriendo los distintos acontecimientos, pues aunque estos cuatro personajes dan la impresión de ser dos simples parejas que salen juntas por la ciudad, la realidad es muy diferente, pues cada uno de ellos interpreta una pantomima, una ficción, asumiendo constantemente un papel en el que funcionan como agentes dobles que engañan y mienten. Sin embargo,

una cosa tienen en común: todos ellos están sometidos a las duras condiciones que supone la guerra, por lo que todos quieren huir de ella. Esta situación va a hacer que el sufrimiento, el pánico y la desesperación sean elementos frecuentes, al igual que lo es el tiempo, que también es constante en la historia debido a la situación tan dura en la que están inmersos todos los individuos que con la intención de escapar de la guerra, llegan a Portugal para huir hacia un lugar mejor. Son personajes, por tanto, que dependen de la suerte, el azar y de otros factores externos a ellos que no pueden controlar.

Con esta novela histórica de apenas trescientas páginas, David Leavitt consigue que el interés del lector no cese en ningún momento, ya que continuamente incrementa la intriga a medida que se van desarrollando cada uno de los acontecimientos. La Segunda Guerra Mundial que se nos presenta en la historia simplemente es un hecho que sirve como marco para justificar la actitud y el comportamiento extremo que presentan estos personajes que, situados en la punta más meridional de Europa y acosados por el fin del mundo tal y como lo conocían, eligen dar rienda suelta a sus pasiones en esta ciudad, lugar que tiene por tanto un rol principal en la obra, pues se considera a Lisboa como un personaje principal de la historia. No pueden faltar, además, temas como el amor, la heroicidad, la sexualidad o el engaño. Así, la historia de unos personajes que huyen de los nazis y que, paradójicamente, se alojan en un hotel alemán ha originado muchas opiniones, siendo ya muy numerosas las buenas críticas que esta historia ha causado.

Noelia Izquierdo

David Leavitt, Los dos hoteles Francfort

Barcelona, Anagrama

Traducción de Jesús Zulaika

304 páginas, 19,90 euros

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Carthage o El Nuevo Prometeo

Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938), desde la primera frase de la novela, revela ese modo de escribir tan peculiar, tan arraigado

en la naturaleza que obliga a ser leída con los cinco sentidos, oliendo la tierra de los Adirondacks o notando el agua fría que arrastra a Cressida Mayfield, la protagonista, cuya desaparición constituye el centro de la historia. La obra dosifica cuidadosamente la información dependiendo del personaje que habla, con un análisis minucioso de los protagonistas. Veremos cómo afronta la pérdida el padre, Zeno Mayfield; la hermana de la desaparecida Juliet; la madre, Arlette; y el prometido de Juliet, Brett Kincaid. La novela está impregnada de un aire sofocante. La sucesión de voces narrativas en largos capítulos permite que cada personaje se justifique con prolijidad y que el lector, apoyado además en descripciones afiladas y certeras, consiga comprender las actitudes y motivaciones de cada uno. El misterio, la incertidumbre y la sospecha continua de que nada ni nadie es lo que parece urden los acontecimientos de la novela, a pesar de servir en bandeja al asesino desde el comienzo. Y es que Brett Kincaid era un joven atleta, honesto y con un futuro prometedor hasta que su vida se

truncó cuando doce días después de los atentados del 11-S se ofreció voluntario para ir a combatir en Iraq. Allí es testigo de todo tipo de atrocidades de las que Oates no ahorra ningún detalle. Su conciencia no lo resiste y delata los actos brutales de sus compañeros. Una granada que no se sabe muy bien de qué bando procede lo desfigura y destroza por dentro y así se convierte en un “muerto”. Para él ya no hay redención posible, su vida se ha acabado, su inocencia ha desaparecido, se ha convertido en el nuevo Frankenstein, hecho de retales, alguien en el que ya nadie confía y al que todo el mundo teme por su miserable aspecto y sus ataques de irascibilidad, provocados por sus problemas neuronales. De esta manera, el libro se convierte en una dura crítica de las incursiones estadounidenses en Iraq, de las torturas, violaciones y asesinatos contra la población civil en la vorágine de los primeros días de la guerra. El perfecto culpable está servido, el héroe de guerra convertido en un guiñapo y abocado a la desesperación, olvidado de todos, repudiado por un gobierno al que ya no sirve: “Ahora que las guerras de Afganistán y de Iraq estaban terminando, los excombatientes regresaban a la vida civil, desechos sobre la playa después de retirarse la marea”.

De algún modo, la autora experimenta con los sentimientos del lector, incluso con los de quienes se creían librepensadores. Quizás algunos deseen la pena capital para Brett Kincaid después de lo que ha confesado. Oates sitúa al lector en el mismo vórtice de la discusión sobre la pena de muerte en EE.  UU. ¿Qué pensaríamos en el lugar de la familia Mayfield? ¿Nos plantearíamos la pena de muerte como algo legítimo? La duda es un personaje más de Carthage. ¿Es el Estado el que debe decidir por nosotros? ¿Son las cárceles el mejor lugar para rehabilitar? ¿Quién es la verdadera víctima en la novela? La autora no escatima las descripciones de las situaciones

horrendas que se viven dentro del corredor de la muerte, sin ventanas, sin aire, sin esperanzas. Pormenoriza sobre aspectos sórdidos como la última cena del condenado o sobre el hecho de que es el propio interno el que debe escoger entre las diferentes formas de ser ejecutado según el Estado en el que se encuentre, eximiendo a las autoridades de semejante decisión. Un teniente, salido de una pesadilla, es el maestro de ceremonias de un viaje al infierno por uno de los penales de máxima seguridad de EE.  UU. Este encarna a la perfección la visión apasionada de los defensores de la pena capital.

La novela también bucea por los vericuetos de la adolescencia, la familia, la identidad, el papel que desempeña cada persona en el microcosmos familiar y, al fin y al cabo, el lugar que ocupa cada persona en el mundo y cómo la desaparición de una de las piezas del engranaje puede desestabilizar a la maquinaria entera y producir daños irreparables. La original construcción de la novela está encaminada a mantener el desconcierto en el lector, ansioso de llegar a verdades firmes en un mundo en el que no existen.

María Luisa Suárez Marín

Joyce Carol Oates, Carthage

Alfaguara, Madrid

Traducción de José Luis López Muñoz

530 páginas, 19,50 euros

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Talk show filosófico

Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, 1929) es uno de los intelectuales alemanes más reconocidos

mundialmente. Su prolífica obra abarca distintos géneros; principalmente, ha cultivado el ensayo y la poesía, ambos marcados por una preocupación sociopolítica alejada de dogmatismos. Entre sus obras, destacan El laberinto de la inteligencia (Anagrama, 2005), un ensayo muy ameno en el que estudia el papel del intelectual, y El perdedor radical (Anagrama, 2007), en la que analiza la psicología de un terrorista suicida.

En Reflexiones del señor Z. o migajas que dejaba caer recogidas por sus oyentes, Enzensberger parte de una idea expuesta en El laberinto…: el rechazo a la autoridad y al intelectual entendidos como seres superiores. Así, nos encontramos con un personaje apócrifo, el señor Z., un simpático y mordaz señor (“De figura robusta y rolliza, lo único que en él llama la atención del observador es su serenidad y lo derrochador que se muestra con su tiempo”), que organizó un talk show particular durante un año en un parque, en el que habla y debate con los que pasan por allí, muchos de ellos convertidos ya en fieles seguidores.

La novela está contada por tres de aquellos oyentes, que se limitan a registrar las palabras del señor Zeta, aunque de vez en cuando se interpola

alguna opinión. Es poco verosímil el inventario de textos de otros autores que el señor Zeta citó, pero es evidente que el hecho de tratarse de una novela contada por los alumnos, a lo que hay que sumar el carácter fragmentario, puesto que la obra se compone de breves textos numerados (“Literatur ist das Fragment der Fragmente”, decía su compatriota Goethe), son dos elementos que contribuyen a aportar cierto distanciamiento con el autor como figura omnipotente y a situarnos en el lugar de esos paseantes que escuchaban sorprendidos al filósofo del parque. Afortunadamente para el señor Zeta, los oyentes han logrado una antología concisa: “quien no pueda evitar escribir libros, podría al menos tener la deferencia de hacerlos breves. Por desgracia, a juzgar por los escaparates de las librerías, parece que eso es la excepción”.

Para el señor Z., “las definiciones son estériles”, de modo que, partiendo de esa premisa, nos encontramos con observaciones vertidas con un fin no tanto absoluto como divulgador. Ante todo, el señor Z. es un hombre escéptico e irónico, que establece un diálogo con los oyentes, a los que plantea reflexiones y múltiples puntos de vista, en un intento por romper con la idea de que “el entendimiento […] solo se concede a personas individuales, ¡nunca a la sociedad humana!”.

Los temas abordados son diversos, pero todos repercuten de un modo u otro en nuestro papel como ciudadanos. Destacan críticas como la que hace a la desaparición de la democracia (“Hace tiempo que nos gobiernan siglas que no aparecen en ninguna constitución del mundo: el MEDE, el MEEF; el FMI, el BCE… y por una Comisión que no hemos elegido, y por un Eurogrupo que se reúne en la trastienda”), a la función de las reseñas (“No poco a menudo se encuentra uno conjuros bajo la apariencia de reseñas. […] A los reseñadores se les nota que quieren reducir, o incluso hacer desaparecer del todo, cualquier protuberancia que les molesta. Que funcione o no el hechizo de la reseña-ensalmo es algo que todavía está por

ver”) y a la actitud de los españoles (“¡Que no haya novedad! Con este deseo se despedía la gente en la antigua España. Z. se preguntaba, y nos preguntaba, si es que los españoles siempre preveían alguna desgracia o si lo único que querían era que los dejaran tranquilos”).

La alternativa a la filosofía académica puede ser la ironía, de la que el señor Z. se sirve hasta el final de sus actuaciones. Así, el libro termina de forma magnífica: Enzensberger, a través de su álter ego, no ha escatimado en críticas al común de los mortales; sin embargo, sus oyentes parecían inmunes a ellas, hasta que, al final, da su opinión desfavorable sobre los animales: solo en ese momento resulta antipático. Recordemos, por cierto, que en España hace poco tuvo lugar un gran revuelo por el censurable sacrificio de un perro; por el contrario, parece que las miles de personas que han fallecido a causa de ébola no provocan una respuesta tan alarmante.

Reflexiones del señor Z. combina entretenimiento y reflexión. De la mano de un simpático señor, podemos recorrer con humor los rincones más sucios de la sociedad contemporánea. Imprescindible.

Sofía González Gómez

H. M. Enzensberger, Reflexiones

del señor Z

Barcelona, Anagrama

Traducción de Francesc Rovira

152 páginas, 14,90 euros

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La búsqueda y la memoria

Son muchas las formas de narrar una historia, pero pocos los resultados que se corresponden con universos literarios tan

personales que se distinguen de manera inequívoca. En este selecto grupo, se ubica por méritos propios la literatura de Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945), premiado con el Nobel de Literatura 2014. Como suele ser costumbre, el galardón ha favorecido la publicación de obras suyas aún inéditas en lengua española, además de la reedición de otras ya traducidas hace algún tiempo. En la primera de las alternativas, se inscribe Accidente nocturno, una novela que bien podría servir para introducir al lector en el universo modianesco, tan complejo como sugerente.

La novela está narrada por un personaje que se centra en un episodio muy específico de su pasado: el que comenzó cuando fue atropellado por una extraña mujer en París. Al principio del libro, se trazan las circunstancias del suceso con una notable maestría: “Entrada la noche, en un día ya lejano en que estaba a punto de cumplir la mayoría de edad, cruzaba la plaza de Les Pyramides en dirección a la plaza de La Concorde cuando salió un coche de entre las sombras. Primero pensé que me había rozado; luego noté un dolor agudo del tobillo a la rodilla. Había

caído desplomado en la acera. Pero conseguí levantarme. El coche dio un bandazo y chocó contra uno de los arcos de los soportales de la plaza con ruido de cristales rotos. Se abrió la puerta y salió tambaleándose una mujer”. Pasado el periodo de recuperación en la clínica, el protagonista acomete la difícil tarea de encontrar a la misteriosa mujer con los únicos datos de un nombre, Jacqueline Beausergent, y una dirección, la glorieta de L’Alboni.

Sin embargo, Accidente nocturno es mucho más que una novela de rasgos policiacos; en ella desempeña un papel fundamental la rememoración del pasado. Ya el suceso inicial evoca en el personaje una desagradable situación en la que se vio involucrado cuando aún era un niño, en la cual participó una mujer que se relacionaría con Jacqueline Beausergent. Es llamativo que el recuerdo surja a raíz del contacto con una sustancia: “Sólo el olor del éter me lo recordaba a veces, ese olor negro y blanco que lo arrastra a uno hasta un punto de equilibrio frágil entre la vida y la muerte”. Y es que resulta fundamental la remembranza como articuladora del inagotable discurso del protagonista. Todo es contado años después de que ocurriera con un excelente manejo del fragmentarismo, según el cual se seleccionan ciertos extractos del mundo narrado para describirlos con

mayor o menos minuciosidad. Este principio vincula a Modiano con las técnicas características del nouveau roman, movimiento literario de especial esplendor en la década de los cincuenta, el cual fue clave para que la narrativa se renovase en Francia; no obstante, nuestro autor ha estado siempre muy alejado de esta corriente, que jamás ha tenido en cuenta la problemática social. El protagonista parte frecuentemente del valor connotativo asociado a los objetos para narrar, lo que explica que se detenga en los detalles, que abundan en la búsqueda de Jacqueline Beausergent. No es casual que la novela se ubique en un París donde la realidad y la ficción se confunden, donde cada esquina, cada calle o cada

glorieta despiertan recuerdos que estaban dormidos. En efecto, desde lo onírico se puede entender mejor lo real.

Así pues, es básica la insinuación, con la cual Patrick Modiano genera amplios vacíos que debemos completar con nuestra lectura; aunque Accidente nocturno representa una guerra declarada contra el olvido, calla mucho más de lo que dice. Ahora que la literatura del escritor francés se reafirma en nuestras librerías, ¿qué mejor momento para tratar de entender los silencios y llenar las oquedades de una obra que necesita al lector mucho más de lo habitual? Julio Cortázar ya redactó que una de las posibilidades de los novelistas es “la de hacer un cómplice, un camarada de camino”, palabras desde las cuales podemos aproximarnos a Accidente nocturno. Ese cómplice, ese camarada de camino, está representado por todo aquel que se acerque a la lectura con la pretensión de sentirse implicado en ella y de encontrarse a sí mismo entre el entramado de las letras, como el protagonista de la historia rememorada, quien sabe que, a la vez que busca a Jacqueline Beausergent, le está dando un sentido a su propia existencia.

Pedro Mármol Ávila

Patrick Modiano, Accidente nocturno

Barcelona, Anagrama

Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

144 páginas, 14,90 euros

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El viaje como símbolo de experiencia vital

¿Qué es la vida? ¿Es inexplicable? ¿Depende de nuestras

relaciones? ¿Es un mándala? La pregunta acerca de qué es la vida y qué es lo que nos mueve como seres humanos es la que domina este libro, una obra de gran sencillez en su forma pero a la vez de un profundo simbolismo y magnetismo.

En esta novela, Antonio Tabucchi (Pisa, 1943 - Lisboa, 2012) nos cuenta el viaje de un hombre, Tadeus, que busca a una mujer portuguesa de nombre Isabel. La búsqueda la hace como un auténtico detective, hablando con las personas que la conocían. Estas personas le irán dando pistas acerca de cómo encontrarla, llevándole por medio mundo, desde Portugal, que es de donde proviene Isabel, pasando por China y llegando finalmente a Nápoles, donde el protagonista se reencuentra con Isabel. Los personajes con los que va hablando el protagonista nos ofrecen un retrato de la mujer y de su experiencia vital.

La reflexión acerca de la vida y de la naturaleza humana no es una pregunta nueva para casi ningún autor que sea o no intelectual. Y es la idea que vertebra todo este relato. En

la obra, el autor reflexiona acerca de su propio oficio como escritor pero también reflexiona sobre lo que es propiamente la experiencia vital y su posible representación. En esta novela, la búsqueda que realiza el protagonista, Tadeus, se ve representada a través de un mándala. Un mándala es un concepto que proviene del sánscrito que representa de forma simbólica y espiritual el macro y el microcosmos; es decir, es un término mediante el cual los hablantes de sánscrito determinaban lo que eran el mundo y la vida. Los mándalas se representan mediante círculos concéntricos que en el centro tienen su esencia o personaje principal (en el hinduismo se representan los distintos dioses de su religión y en el budismo se representa a Buda). El protagonista dice que en el centro de su mándala está Isabel y que, hablando con las personas que la conocían, iba introduciéndose cada vez más en el mándala, hasta intentar llegar hasta la propia Isabel. En esta novela, se propone la tesis de que al conocimiento de uno mismo y el del ser humano se llega tras un viaje laberíntico que se puede identificar con los círculos concéntricos del mándala. En resumen, se plantea la vida y el conocimiento de uno mismo como un viaje en el que hay que pasar

a través de varias capas. En este viaje, aunque Tadeus haya intentado conocer y llegar a Isabel, se termina dando cuenta que ese viaje a través del mándala era, en realidad, un viaje para conocerse a sí mismo. Aunque esta sea la idea principal del libro, en la obra se nos plantea también la importancia y oposición entre la historia externa e interna y una reflexión acerca de cómo el trabajo refleja una filosofía más profunda, es decir, el autor nos presenta el trabajo como un elemento importante para que cada uno llegue al centro de su propio mándala.

El libro es atrapante, conciso y, sin embargo, nos dibuja unos personajes increíbles y memorables. También es un

libro de gran sentimiento ya que detrás de su aparente frivolidad se observa una vena de emoción soterrada que nos indica el gran simbolismo que esconde en su interior. La falta de fronteras entre lo real y lo irreal en la novela nos presenta también la falta de límites que puede tener el mándala de nuestra vida pues siempre se pueden ampliar los límites de lo que es nuestra realidad. La falta de fronteras entre la realidad y la irrealidad también nos indica la labor paradójica del escritor que, aun cuando se base siempre en una realidad para escribir, también inventa, crea. Parece que en este libro, Antonio Tabucchi reflexiona sobre la vida y lo hace mezclando lo filosófico y lo lúdico (el personaje principal se dedica principalmente a pasear e ir a lugares de entretenimiento). En resumen, Antonio Tabucchi nos ha legado una novela filosófica, profunda y que vale la pena leer.

Fabiola Stoian

Antonio Tabucchi, Para Isabel. Un mandala

Barcelona, Anagrama

Traducción de Carlos Gumpert

154 páginas, 14,95 euros

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Por qué los prejuicios nos hacen desconfiar

Tras leer en la contraportada del libro que se había encontrado el cuerpo sin vida de una joven en un

condado poco poblado, donde todo el mundo se conoce y que del caso se encargaría un sheriff rápidamente pensé en la serie de David Lynch Twin Peaks, aunque las coincidencias no llegan más allá de la joven, el sheriff con aspecto de vaquero y la aparición de gigantes, aunque estos no lo hagan en las mismas circunstancias.

Estamos ante la cuarta novela que trata sobre Walt Longmire, pero no es necesario conocer los casos de las anteriores novelas, pues Craig Johnson ha sabido dotarle de identidad propia y quedan bastante definidas las pocas reminiscencias que hay de las anteriores. El autor sabe jugar con el presente, el caso de asesinato de la joven asiática, y el pasado pues son continuos los episodios que de primera mano nos relata el protagonista sobre sus años de servicio en la guerra de Vietnam. Estos episodios empiezan a sucederse cuando en el bolso de la víctima aparece una vieja foto del ahora sheriff tocando el piano en Vietnam cuando era investigador del Cuerpo de Marines. Junto a él, una muchacha vietnamita dedicada al entretenimiento

de los soldados que desgraciadamente encontrará también la muerte, pero gracias a la investigación que iniciará en busca del culpable logrará desentrañar el caso que le fue asignado.

Estas reminiscencias al pasado nos hacen entender mejor la personalidad de Longmire en el presente y esa extraña relación con los muertos, a los que parece tener más estima que a los vivos. Poco a poco nos vamos adentrando en las extrañas circunstancias que rodean el asesinato, hasta que por fin aparece el abuelo de la joven, que intentará ayudar en todo lo posible y que se preocupa profundamente por las pertenencias de su nieta, así como del gigantesco indio que ocupa el papel de principal sospechoso. La intriga crece a medida que avanza la novela y vamos descubriendo que el pasado de la muchacha no dista tanto del de la pérdida en Vietnam y nos hace ver cómo las cosas no cambian a pesar de los años y cómo las mujeres son trasladadas desde sus países de origen por mafias que les obligan a la prostitución a cambio de una deuda que nunca terminarán de saldar. El autor muestra su repudio ante este hecho, siempre desde el punto de vista del narrador protagonista que nos presenta la misma.

No podemos dejar de lado el cruce cultural del que se hace también eco y de cómo las culturas chocan en muchas ocasiones. Por un lado, tenemos el pasado en Vietnam, lugar en el que los americanos conviven con los vietnamitas, del lado de unos y frente a otros, pero siempre con una actitud de superioridad ante ellos, al menos eso nos muestra la visión de Longmire. En el presente, esta relación se establece ya en Estados Unidos, que, como hemos visto, se convierte en puerto de llegada para las mujeres vietnamitas, que son traídas por miembros de su propia comunidad. También tenemos representantes de los pueblos nativos americanos, que nos transmiten algunas

de sus tradiciones e historias. También hay representantes de nuestra propia cultura, pues encontramos un personaje de origen vasco apodado Sancho, ya que el ser español parece que está unido a la peineta y al Quijote, aunque no podemos olvidar que los prejuicios nunca nos llevan demasiado lejos y que podemos estar confundiendo al malo con el bueno tan solo por dejar que sean ellos los que actúen.

El asesinato es solo una excusa que permite al autor hacer diferentes reflexiones sobre el pasado de su país y su papel en la guerra de Vietnam y también sobre su presente y las diferencias culturales que en un pequeño condado de Wyoming pueden llegarse a unir.

Soledad Abad

Craig Johnson, Los mocasines de otro hombre

Madrid, Siruela

Traducción de María Porras Sánchez

300 páginas, 21,95 euros

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Un poni después de la guerra

“Harriet dijo: ‘Ni se te ocurra: tú camina’ ”. La primera novela de Beryl Bainbridge

(Liverpool, 1932-2010) ofrece un retrato estremecedor acerca de la adolescencia, a través de las confesiones de una narradora sin nombre. Esta mantiene una relación con Harriet que, a veces, parece ir más allá de una simple amistad, lo que se comprueba en el transcurso de la historia. El mismo comienzo del relato (“Harriet dijo”) da cuenta de la autoridad de la bella Harriet sobre los demás; fuerte y valerosa, es ella quien sabe manejar todas las situaciones y manipular a su antojo a los adultos, frente a su retraída compañera, que se ve “dominada e inútil”. Ambas construyen para sí mismas un universo cerrado, con reglas y conductas que nadie más conoce, y todo lo que comparten se torna misterioso y apasionante en comparación con las vidas anodinas de los adultos que las rodean. Esa es, precisamente, la imagen que nos dan del Zar, un señor de avanzada edad que crea un vínculo demasiado peligroso con la narradora, cuyo progreso ya no podrá controlar cuando ambas chicas decidan entrometerse totalmente en su vida. Así, el Zar será para ellas solo una distracción más durante el verano, después de sus encuentros sexuales con unos prisioneros italianos a los doce

años de edad: “un año antes, el hecho de que me llamaran ‘sucio angelito’ había constituido un aliciente más que suficiente para espolearnos durante meses. Ahora ya no nos bastaba, necesitábamos escuchar cosas más elaboradas. Cada nueva experiencia debía urdir una tracería más intrincada de sensaciones. A fin de que nos satisficiera, cada recuerdo debía ser más desesperado que el anterior”. Por ello, “adoptamos la costumbre de dar largos paseos por la orilla buscando a gente que, por haber escogido la soledad, a la fuerza tenía que tener algo que ocultar. Aprendimos enseguida que las personas más dulcemente resignadas eran las que más tenían que contar. Las personas volubles y frenéticas no nos servían para nada”.

La inteligencia de Harriet y su poder para manipular a su entorno son rasgos de los que la narradora es plenamente consciente, de ahí la potencia de la novela: a veces Harriet y la desconocida protagonista parecen un personaje doble, intercambiable, con unos objetivos claros y definidos, aunque, en otras ocasiones, la anónima informante no puede evitar sentir celos o indignación (“yo hablaba educadamente a todo el mundo, pero era Harriet quien de verdad gustaba a todos”; “mi mente podía inundarse de sueños de lidia contra la estupidez y la

inquina, pero sería Harriet quien los pusiera en práctica”). De este modo, Harriet dicta un diario que la narradora debe escribir, donde ambas describen sus pequeñas aventuras y satirizan las vidas banales y asépticas de los adultos, siempre solos e incapaces de ser felices. Bainbridge acierta sobre todo en la elección de esta narradora frágil y en la estampa de la adolescencia como ese período capital para la conformación del individuo, donde el bien y el mal tienen aún fronteras borrosas. Además, la estructura circular de la novela, que comienza por el final y, a través de flashbacks, nos adentra en la relación de las protagonistas, es un muy buen mecanismo que plasma ese sofocante cerco que Harriet construye

en torno a su amiga. Asimismo, contrasta, frente al descaro y la malicia de las dos muchachas, la figura de la hermana pequeña, Frances, con toda su inconsciencia e inocencia infantiles, de quien la narradora dice que “no quería que fuera como nosotras”.

La ruptura con lo ingenuo y candoroso es, en el caso de Harriet, una señal de alarma: maltratada por un padre frío y severo, ella actúa, sin saberlo, del mismo modo que lo hace su progenitor. Los adultos, supuestamente maduros, seguros de sí mismos, aparecen aquí como seres ridículos y vacilantes que tejen para sus hijos un velo de promesas y garantías solo para creerse su propia mediocridad: “Durante la guerra nuestros padres nos habían dicho: ‘Después de la guerra te compraré un poni’. La guerra se había acabado hacía ya mucho tiempo y nunca más volvieron a mencionarse los ponis. Nuestros padres querían creer que todo iría bien, y por eso nos habían prometido semejante cosa. Y ahora, siempre que deseábamos, medio incrédulas, lo inalcanzable, bromeábamos y utilizábamos el mítico poni como un símbolo de todas las cosas imposibles”.

Alexandra Chereches

Beryl Bainbridge, Lo que dijo Harriet

Madrid, Impedimenta

Traducción de Alicia Frieyro

240 páginas, 19,95 euros

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PolifoníasIntranerso, y las mil maneras de ser, contigo, universo

Carlos Miguel Cortés nace en Béjar (Salamanca) en 1987. Ha recorrido la península viviendo en Madrid,

Barcelona, Logroño, A Coruña, hasta que aterriza en Mallorca, la isla que le acoge desde hace aproximadamente cinco años. Turista en tu pelo es su marca de identidad en Twitter y en su blog personal, en los que moviliza alrededor de diez mil lectores al mes. Fotografía, casi al mismo tiempo que escribe, sobre la cotidianidad de las cosas y las historias que se resumen en una imagen. Carlos pertenece al grupo de poetas jóvenes que están revolucionando el panorama literario del momento e Intranerso es el primero de sus poemarios, aunque no el último. Un hombre a la que la palabra “poeta” le viene grande, que recoge sus miedos en versos y los instantes en imágenes. Un mundo de emociones capaz de plasmar coincidencias ajenas.

Intranerso es el poemario inspirado en la ChicaLibélula, en ella. Ella es el centro y el punto de partida de cada poema. En estos se observan las dudas compartidas, esas que necesitan

buscar respuesta en otras personas: “Quizás en ella podría reencontrarme contigo. Con la contigo de antes de tener que pensar que habría más contigo y más canciones”, los sueños que perduran desde la infancia más cercana: “Una página en blanco y un pilot negro. / Algo de los Beatles. / un sofá con mis dos gatos, uno dormido a cada lado. / Refugio. (…) Refugio es sentirse en casa. / Es dejarse llevar sin pensar en nada”, y las noches en las que todo lo has construido se tambalea, porque tiemblas, porque echas de menos; y todo ello se concentra en un recuerdo, en una imagen: “Aún recuerdo la primera vez que te vi después de dejar de ser nosotros”; “Hoy él y ella se han tropezado por la calle. / Entonces, se han mirado a los ojos, y por una vez, han hecho algo incorrecto”. También, Intranerso, es un libro de nostalgias que se apuran con sexo: “Su piel sabe a comienzos de primavera. / Y mi otoño es como una bestia salvaje / corriendo a través del incendio de sus ganas”, y las muchas maneras de querer olvidándose de la cordura, poniendo al corazón al

frente con todas sus consecuencias: “Quizás / quiero a ratos / estar lejos de ti / porque necesito que / me eches de menos / o por miedo a que / me eches de más.”; “Y te quedarás dormida en mi hombro / mientras yo te cuento cómo murió Cortázar. / Y sonreirás en sueños”. Entre sus versos destaca la intolerancia a las convicciones sociales: “Ni el sexo es lo de menos. / Ni la belleza está solo en el interior. / Ni el amor puede con todo. / Afortunadamente”. Habla, también, sobre los desacuerdos y las opiniones, y del valor que les damos según sea: “Por eso tampoco se puede tener en cuenta la opinión de la Iglesia sobre temas amorosos. Ni sobre el matrimonio homosexual, ni sobre lo que puede hacer

una mujer o no con su cuerpo, ni sobre el matrimonio heterosexual, siquiera, ya que es algo que a ellos, adalides de la moralidad, ni les va ni les viene”. Aquí, se pierde la noción del tiempo, pues no se sabe si está dentro o fuera, “en la cabeza o en el corazón”. La poesía de Carlos Miguel Cortés es directa y armónica. Tiene garra, es fuerte y sencilla. Apuesta por el verso libre y la calidad y complejidad que esta merece. No hay patrones cerrados en sus poemas, ni palabras rebuscadas. La transparencia y la calidez que desprenden sus poemas facilitan la conexión con el lector. Por eso, las palabras son imágenes y todo se concentra en un tú que se describe al milímetro; sin faltas, sin espacios: “Él inventaba palabras. / Ella curaba el mundo. / Un día se conocieron. / Nadie les ha visto desde entonces”.

En definitiva, poesía que cuenta poesía y narra historias comunes en la distancia. Historias de amor, de pérdidas, de impulsos e instantes. Poesía para valientes dispuestos a navegar, sin rumbo, en busca de casualidades.

Cristina Ruiz Moro

Carlos Miguel Cortés, Intranerso

Madrid, Noviembre Poesía

161 páginas, 11,40 euros

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Amistades poco recomendables

La versión inglesa de este libro llevaba un subtítulo muy explicativo de su contenido: Cómo la inteligencia británica

ayudó a Franco a llegar al poder en España. Efectivamente, Los amigos de Franco es el resultado de una investigación en varios archivos emprendida por Peter Day (Norfolk, 1949) para dar cuenta de la ayuda prestada por los servicios de espionaje, el MI6, y particulares británicos a la rebelión militar en España del 18 de julio de 1936. El autor va desgranando las vicisitudes de algunos de los protagonistas de esta historia: aventureros ingleses, españoles expatriados en Gran Bretaña, forofos pronazis, diplomáticos y otros individuos que colaboraron en la financiación del golpe, en el traslado de Franco desde las Canarias a África en el Dragon Rapide, en la coordinación con otros militares o en el mantenimiento de una neutralidad —militar, que no ideológica— de España durante la guerra mundial. Entre estos nombres, están los de españoles poco recomendables como Juan March, a quien el novelista Manuel Domingo Benavides biografió con no poca razón bajo el título de El último pirata del Mediterráneo, calificación que queda aquí más que corroborada, a la que se une la del banquero del franquismo; Luis Antonio Bolín, artífice de las negociaciones; o el

peso que el inventor Juan de la Cierva tuvo en esta historia. Pero hay también menciones a numerosos personajes ingleses desconocidos pero que jugaron un papel de relevancia en nuestra historia: Hugh Pollard, quien alquiló el avión y que puso en riesgo a su propia hija en la aventura española, Arthur Loveday, Allan Hillgarth o Douglas Jerrold. Todos ellos católicos de clase media alta y biempensante, lejanos en su flema inglesa de la exaltación y el aparataje de los fascistas alemanes, italianos o españoles, pero que demostraron actitudes marcadamente antidemocráticas, al menos para todo lo que ocurría extramuros de su amada Gran Bretaña. El equilibrio que se describe aquí, de hecho, entre el apoyo al orden contrarrevolucionario que representaba Franco, deseable estado fascista en España, y la necesidad de que una vez acabada la guerra en España, se mantuviera la neutralidad durante la Segunda Guerra Mundial, pone el dedo en la llaga de las muchas contradicciones en los principios a las que la estrategia ha llevado a Inglaterra y que se singularizan en la figura del Primer Ministro Winston Churchill. Manifestación del reiterado pragmatismo inglés, que en la encrucijada que vivió primero España y luego el resto de Europa queda muy mal parado.

El libro adolece de una narración confusa, poco articulada, que hace que lo que en un principio fuera una historia de espionaje de tintes novelescos se torne a menudo farragoso por su falta de estructuración. Además —esto puede ser problema de la traducción— el estilo es a menudo pedestre, con molestas repeticiones y estancamientos. Hay escasez de análisis histórico que parece deberse tanto a un conocimiento muy escaso del contexto político español como a un desinterés por el autor en penetrar en las claves de lo que se está poniendo al descubierto, más allá de una fácil acusación implícita a la falta de criterios ideológicos en el comportamiento de los ingleses. El tono pretendidamente periodístico ignora fuentes historiográficas importantes:

Day ha querido trabajar solo con sus fuentes primarias sin cotejarlo con otros hallazgos de importantes historiadores actuales —el recuento que hace en la bibliografía final es suficientemente elocuente de esto—, lo que resta abundante capacidad explicativa a su relato. Es valioso el aporte de información, pero todas sus fuentes proceden de archivos británicos, cuando habría sido necesario complementarlo con los hallazgos en archivos españoles. La coartada del estilo ensayístico y ligero no resulta aceptable, pues constantemente tenemos la impresión de que faltan elementos para elaborar un juicio. Pese a ello, Peter Day ha proporcionado algunas piezas que ayudan a comprender la complejidad de un momento de la historia que no puede ser despachado sencillamente como una lucha entre el bien y el mal, entre la democracia y el totalitarismo, entre el humanismo liberal y la deshumanización nazi-fascista. Las dobles caras y veleidades inglesas, que podrían también ser aplicables a otros estados, son denunciadas sin vacilación: chantajes, sobornos y grandes sumas de dinero que sintetizan el funcionamiento del espionaje británico.

Fernando Larraz

Peter Day, Los amigos de Franco

Barcelona, Tusquets

Traducción de Jordi Beltrán Ferrer

278 páginas, 20 euros

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¡Yo, demasiado impaciente, me voy antes que ellos!

“Nachdem die Welt meiner eigenen Sprache für mich untergangen ist

und meine geistige Heimat Europa sich selbst vernichtet […] Ich grüße alle meine Freunde! Mögen sie die Morgenröte noch sehen nach der langen Nacht. Ich, allzu Ungeduldiger, gehe ihnen voraus!” (Después de que el mundo de mi propia lengua se haya hundido para mí y mi patria intelectual, Europa, se haya destruido […] ¡Saludo a todos mis amigos! Espero que todavía puedan ver la luz después de la larga noche. ¡Yo, demasiado impaciente, me voy antes que ellos!). Estas son las últimas palabras de la carta escrita por Stefan Zweig el 22 de febrero de 1942 en Petrópolis antes de suicidarse. Pero, ¿qué fue lo que realmente le llevó a tomar esa decisión?

El exilio imposible. Stefan Zweig en el fin del mundo es más que una mera biografía del autor austriaco Stefan Zweig. En este ensayo, George Prochnik, impulsado por conocer más sobre el exilio de su familia, retrata la vida de Zweig desde comienzos del siglo XX hasta su muerte para intentar determinar qué motivos fueron los que le impulsaron a Zweig a quitarse la vida y a que su segunda mujer, Lotte, decidiera

seguirle. A través de la introducción, los doce capítulos y el epílogo que conforman El exilio imposible, Prochnik, presenta la vida de Zweig antes del auge del Tercer Reich y, después, en el exilio. La narración de los acontecimientos no se hace de forma lineal. De manera que en cada capítulo, Prochnik empieza en una época y lugar determinado y luego vuelve hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, y, en ocasiones, a la par que cuenta la historia de Zweig introduce retazos de su propia historia familiar. Por otra parte, Prochnik esboza la personalidad de Zweig a través de sus escritos (ya sean obras literarias o cartas personales), entrevistas, artículos, correspondencia, conversaciones con amigos y conocidos… La combinación de estos elementos hace de El exilio imposible una obra documentada, además de entrañable. Prochnik nos presenta a Stefan Zweig no solo como escritor, sino también como persona de carne y hueso. Así, nos describe las reflexiones del austriaco sobre la función del arte y sobre su propia obra, al mismo tiempo que conocemos a un hombre con una personalidad llena de registros, que acabaría apagándose en el exilio.

El ascenso de Hitler al poder supuso un antes y un después en la

vida de Zweig, pues será en 1934 cuando comience su exilio. De su época en Austria, Prochnik realiza un retrato del clima prebélico a la Primera Guerra Mundial, la opinión de la intelectualidad sobre la sociedad y la política, la situación de los judíos en aquel tiempo, el origen del sionismo… Para crear una imagen más viva de aquella época, Prochnik emplea dichos, bromas o chistes de aquel entonces, que hacen que el lector tenga la sensación de estar viviendo en aquella época. Ya en el exilio (primero en Gran Bretaña, después en EE.  UU. y, por último, en Brasil), Prochnik expone los problemas a los que tuvieron que enfrentarse los exiliados, si bien centrándose más desde la perspectiva de los escritores. Así, estos

debían replantearse, en primer lugar, su carrera, pues habían perdido la lengua con la que creaban sus obras y el público al que se las dirigían; y, en segundo lugar, su papel como intelectuales dentro de aquel gran conflicto.

El exilio imposible. Stefan Zweig en el fin del mundo es una interesante obra que, sin perder la objetividad de los hechos, se acerca al “mundo de ayer” de Zweig desde una perspectiva más humana. Esta aproximación no solo se queda en el círculo familiar y de amistades de Zweig, sino que también traza el contexto histórico, social y cultural de Europa y, en menor medida, el de América. Así pues, el lector no solo encontrará en el libro los posibles motivos por los que el escritor austriaco se suicidara sino que además podrá disfrutar de las descripciones de anécdotas, lugares y otros hechos que Stefan Zweig vivió.

Patricia Pizarroso Acedo

George Prochnik, El exilio imposible. Stefan Zweig en el fin del

mundo

Barcelona, Ariel

Traducción de Ana Herrera Ferrer

413 páginas, 24,90 euros

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Poesía y amor: partida sin tablero

C ontramantes es un libro de poemas empare(j/nt)ados que nos compele a recuperar la reflexión sobre la inocencia

de la poesía. Pensar la poesía como algo incólume todavía en nuestro tiempo solo puede hacerse desde la consideración, no de objeto, sino de juego.

Parece que sea esta una de las principales intenciones, y desde luego la mayor aportación, de sus dos —y de ahí que los defina como poemas emparejados o emparentados— creadores: Sonia Betancort (1977), desde el mundo de las letras y Rubén Tejerina (1979), desde el territorio de las artes, ambos con una importante experiencia literaria a sus espaldas, no dudan en ponerse a jugar con los versos a una edad en donde otros esperarían una académica madurez expresiva. Y ello porque seguimos malinterpretando el hecho mismo de jugar, asignándole tan solo una función purgativa a una edad muy precisa, cuando debería constituir uno de los principales derechos del hombre. Recuerda Betancort, al respecto, la opinión de ese gran jugador que fue Julio Cortázar: “parece una broma, pero [al jugar] somos inmortales” (p. 8). Del mismo modo, señala Rafael Núñez, en su disquisición sobre la poesía como juego (La poesía, 1992), que cuando “la

meta del juego es [simplemente] jugar”, lo alcanzado será la libertad pura.

En Contramantes, la primera parte del juego consiste en sumar los cantos, recuperar la condición colectiva del ejercicio poético, aunque no al modo de ciertas barrabasadas vanguardistas. Lo que se pretende es fusionar dos voces con los ojos vendados —entregando un poeta al otro tan solo tres primeros versos desde los que partir— de manera que se construya no un cadáver sino un cuerpo exquisito. Los mismos autores subrayan lo difícil que les ha resultado distinguir, una vez escritos completamente, su intervención en los poemas. Con todo ello, se pone en tela de juicio la idea romántica de la voz individualizada, y se aboga por otros razonamientos más naturales: 1. En cada hombre laten múltiples voces; 2. Todos los cantos se aúnan borgianamente en uno solo, el del Gran Libro de la Literatura.

La segunda parte del juego supone rendirse al ajedrez como marco de acción. Los antecedentes, tan grandes como Pessoa, Cavafis o Borges se limitaron a usar el ajedrez en cuanto tema. Sin embargo, para Betancort y Tejerina, quizás en la estela de Duchamp o Zweig, el ajedrez debe ser modus vivendi. Si el experimento resulta fallido,

es culpa de la condición humana, ya que la libertad del juego se interrumpe cada vez que nos recordamos hombres.

Contramantes, al menos, exhibe una mejor estrategia, al tomar prestada la jerga ajedrecística para describir el mundo y al descubrir la “lencería del tablero” (“Erótica y blanca sobre piano”, v. 15), blanco y negro de los escaques y de los poemas, clave de interpretación cósmica: el yin y el yang, en definitiva. ¿Quién no recuerda la cita de Einstein? “Dios no juega a los dados con el universo”. Pero, más allá del azar, la historia bélico-erótica de la vida, como bien nos enseñan en cada poema Betancort y Tejerina, se parece mucho a una partida de ajedrez en la que se han borrado los rastros del tablero y no nos queda otra que soñarnos nuevas piezas: “Te escribí desde lejos de mí, / firmaba

como el invisible arquero, / el elefante dormido, el domador de camellos, / el durmiente, el francotirador, el minero de agua, / el tahúr, el loco que te esperaría…” (“La debilidad del alfil”, vv. 25-30).

O quizás sus poemas alertan de que nadie puede decidir su papel y todo es un “Movimiento sin ensayo”, en donde al menos el amante debe atreverse a reivindicar su condición de pieza en una partida perdida de antemano. Cantaba Gerardo Diego (1896-1967) en “Ajedrez” (1921):

“La muerte y la vida

me están

jugando al ajedrez”

Sonia Betancort y Rubén Tejerina consiguen rellenar ese abismo intermedio con ese otro juego que, aunque sabe a muerte, se llama amor.

Javier Helgueta Manso

Sonia Betancort y Rubén Tejerina, Contramantes (o la soledad del

alfil)

Madrid, Amargord

82 páginas, 10 euros

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Ningún trabajo es decente

A Charles Bukowski (Andernach, Alemania, 1920  -  Los Ángeles, 1994) se le considera como uno

de los padres del realismo sucio, por mucho que sea más divertido referirse a él como el hijo bastardo de este movimiento. Con influencia de J.  D. Salinger —o mejor dicho, de Holden Cauldfield— y de la Generación Beat encabezada por Kerouac, Ginsberg y Burroughs —aunque sin llegar a formar parte de ella— Bukowski reedifica las ciudades norteamericanas, con una especial atención a la ciudad de Los Ángeles, bajo su corrupta —o realista— perspectiva. Sin duda sabe recoger lo visceral, lo desastrado y lo untuoso de las calles estadounidenses de un ya adulto siglo xx y convertirlo en testimonio escrito. Sus textos abarcan tanto la narrativa (La senda del perdedor, Pulp, Factotum) como el ensayo y el cuento (La máquina de follar; Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones) y la poesía, donde se encuadra esta Los días corren como caballos salvajes por las montañas —versos dedicados a uno de sus primeros amores conocida como Jane Cooney Baker, muerta por chupar demasiado de la botella— que la editorial Visor ha tenido el detalle de reeditar.

El realismo sucio —una de las tantas ovejas negras de la prolífica familia de los ismos del siglo xx— está caracterizado por la precisión a la hora de describir el contexto que suele rodear a estos antihéroes urbanos: “permanecimos en la cama y / bebimos vino, champaña, fumamos y tragamos / pastillas / por docenas / mientras yo (que me sentía asqueado y deprimido) / trataba de superar los malos recuerdos de mi / relación pasada”. Bukowski no se queda corto y escribe acerca de un sinnúmero de putas, de drogatas, vagabundos y proxenetas que intentan sobrevivir en las junglas de asfalto que conforman los pilares del sueño americano y que, en adelante, elevarán a este escritor a la categoría de clásico; pues, la literatura norteamericana se ha

apropiado con orgullo —y con razón— de estas ilustraciones pesimistas que tienen por protagonistas al conjunto de estos individuos, moradores de tugurios, pernoctantes sin moral —o con exceso de ella— que el bueno e incomprendido de Bukowski tuvo el acierto de retratar: “oh, hermanos, somos lo más asqueroso y lo / más bajo de la creación”.

A menudo criticado —según los más sensibles— por emplear un lenguaje extremadamente ordinario,

rozando incluso la afectación, uno no espera encontrar la faceta elegante y seductora del arte en sus textos. El tecleo de Bukowski nace de las entrañas de los arrabales menos tenidos en cuenta y de las tascas yanquis donde uno siempre amanecía con la cara cosida a golpes o entre las piernas de una señorita que buscaba consuelo junto a un buen vaso de whiskey: “tienes los huevos más grandes / que he visto en mi vida disparas esperma como / una ballena arroja agua / del orificio de su espalda / luego me besó / “¿qué quieres de / desayunar?”.

Del mismo modo, Bukowski, a menudo eclipsado por su álter ego Henry Hank Chinaski —en el que, por cierto, se basa Hank Moody, protagonista de la serie Californication— también escribe

acerca de su relación con su progenitor. Los grandes hombres siempre se llevarán mal con sus propios padres y, de alguna manera, este escritor nos lo intenta demostrar: “Henry, Henry, no / entres… te/ matará… ha leído / tus relatos…”.

Así que, con todo lo anterior, confieso que me importa poco si leen o no este cuaderno de poesías. Pero si quieren distraerse un poco, o apartar la vista —aunque sea un momento— de las ya tediosas noveluchas que la tradición española se ha encargado de vomitar durante los anteriores cuarenta años, entonces lean a un autor como Bukowski y comprobarán que no son muy distintos los distritos americanos de mitad del siglo xx a los barrios matritenses de nuestro marginado siglo xxi —eso sí, sin jazz—. Les aseguro que hay realismo que nada tiene que ver con la política, que es precisamente el interesante: “Significa que quiero pagar el precio que usted pone a su hija”.

Pablo Palencia

Charles Bukowski, Los días corren

como caballos salvajes por las

montañas

Madrid, Visor

Traducción de Alberto Manzano

240 páginas, 14 euros

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VocesEspacios de cultura y libertad

En su opinión, ¿qué distingue a un librero profesional de un mero vendedor de libros? Y, en consecuencia, ¿cuál es la función del librero en el campo literario?

Jesús Casals, La Central.- La profesionalización del sector librero es muy relativa porque no existe una formación específica. Partiendo de esto, para un vendedor de libros su tarea puede resultar gratificante porque no tiene ese objetivo ideal de “ser librero”: tal vez vendiendo libros, como pudiera

estar vendiendo discos o alcachofas, ya es feliz.

En cambio, el término librero se entiende que corresponde a una intención cultural complementaria a la comercial, con un bagaje lector amplio y un criterio claro. De ahí que el término se asocie desde siempre a quien construye un catálogo de lecturas que puede compartir con sus clientes. Es una imagen muy potente porque, en tiempos de escasa lectura, bajo nivel cultural y desinterés por lo escrito en papel, que exista una

La librería es un elemento clave en la cadena de producción literaria. Se encuentra en una posición estratégica que es determinante a la hora de que un libro se venda o no: en un punto intermedio entre el lector y las editoriales, se mueve en un terreno en el que inciden factores que oscilan entre lo económico y lo literario. Sin embargo,

la dimensión cultural de las librerías está siendo gravemente dañada con la irrupción de grandes almacenes, situados en el lado más mercantil. En esta entrevista, dialogamos con dos libreros, de La Central, fundada en 1995 y referencia cultural en Madrid y en Barcelona, y de la Librería Arriero, de Torrejón de Ardoz, “un espacio de cultura y libertad”, como se define en su propia página web. Los contrastes entre ambas dan una muestra de las posibilidades en que se debate la posición de la librería y del librero/a en el contexto actual: mientras La Central es un gran proyecto cultural ambicioso que se extiende en varias ciudades sin ceder al márketing —no se encontrarán en sus mesas los best-sellers de usar y tirar—, Arriero es una librería pequeña que desempeña el papel de incitadora cultural en un entorno limitado y concreto. Agradecemos muy cordialmente a Paco Arriero y a Jesús Casals sus respuestas a nuestro cuestionario.

profesión tan a contracorriente que reivindica la lectura casi como forma de vida produce tanto placer como estupor entre el público ajeno al lector.

En el campo literario, un librero tiene el poder de recomendar o boicotear un buen libro, una mala traducción, una excelente cubierta, una novela sobrevalorada, etc. La interlocución con los editores y autores es permanente, de hecho muchos autores u obras olvidadas han vuelto a reeditarse gracias a libreros que, además de recomendar a sus clientes, exigen a los editores cubrir lagunas en la producción editorial, independientemente de la salida comercial que pueda tener.

Paco Arriero, Librería Arriero.- Pienso que la dicotomía no es tanto la que se establece entre el librero profesional y el vendedor de libros como la que se da entre los modelos de negocio de las grandes superficies y las cadenas de librerías, por un lado, y las pequeñas y medianas librerías, por otro. Frente

al poder y la agresividad comercial de las primeras, en las que el libro es tratado como un producto más, la única herramienta de la pequeña librería y del librero o librera (me resisto a utilizar la palabra “tradicional”) es la de actuar como mediador entre ese “objeto” tan especial que es el libro y el lector. En este sentido, como me recuerda mi compañera Lola, los libreros y libreras actuamos como críticos a pie de calle. Aunque parezca una perogrullada, los libreros leemos no solo porque nos gusta, sino porque lo consideramos una parte de nuestro trabajo: el de recomendar de la manera más profesional a nuestros clientes.

El librero o la librera selecciona los libros que pone a la venta en su tienda: ¿con qué criterios? ¿Hay, en su caso, una política de librería que otorgue una identidad a esta? ¿Reciben presiones de distribuidores y editores para dar mayor visibilidad a determinados libros?

“La tarea del librero es la de conformar un catálogo vivo que perdure en el tiempo y en las estanterías”.

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J. C., La Central.- La selección de una librería no corresponde tanto a un patrón establecido como a una intuición basada en un histórico. Es decir, ciertas editoriales han conseguido tener un sello de calidad que nos facilita mucho el trabajo porque nos fiamos de antemano de su criterio. Luego nos puede gustar más o menos un libro en cuestión, pero detrás de dichas editoriales hay un trabajo serio y una propuesta personal de un editor. En cambio, otras editoriales regidas por criterios exclusivamente comerciales o circunstanciales suelen presentar novedades que pueden tener repercusión en el momento pero que al cabo del tiempo desaparecen del circuito. Porque, en definitiva, la tarea del librero es la de conformar un catálogo vivo que perdure en el tiempo y en las estanterías.

En el caso de La Central, tanto sus responsables de compras como los libreros que gestionan el fondo tienen en común una formación lectora y universitaria que, dentro de las Humanidades, nos permite conocer muchas materias y compartir internamente lecturas y afinidades lectoras. Estas personas seleccionan a diario los libros que creen más idóneos, aunque por supuesto hay hueco para las novedades más comerciales que tienen su público y que sería un error menospreciar.

En nuestro caso no alquilamos escaparates ni espacios de mucho

tránsito: los recomendados y la exposición de las mesas corre a cargo de los libreros. Por supuesto hay editores y comerciales que intentan presionar, pero las apuestas, recomendaciones y escaparates se construyen con total libertad.

P. A., Librería Arriero.- Seleccionamos de acuerdo con nuestros gustos, evidentemente, pero también teniendo en cuenta las preferencias de nuestros clientes, que son muy diversos. Queremos y necesitamos vender, esto es obvio. Y vendemos todo tipo de libros, pero la experiencia nos dice que nuestros lectores confían en nuestro criterio y que los libros que más vendemos son aquellos que nos han gustado. En este sentido, lo que identifica a nuestra librería es ese esfuerzo por tratar de ofrecer al cliente el producto que mejor encaja con sus preferencias. En cuanto a si recibimos presiones de los distribuidores y editores, diría que sí, aunque de forma indirecta. Mediante el envío de publicidad y, sobre todo, mediante la recepción de muchos ejemplares de determinados títulos en los servicios de novedad.

El libro es uno de los sectores que se ha enfrentado a cambios más radicales en los últimos años, tanto en sus formas de producción como de distribución y venta. ¿Con qué perspectivas afronta una librería independiente estos cambios en los usos de los lectores?

“Las librerías modernas deben convertirse en una segunda casa para el lector, un lugar que le ofrezca algo más que el simple espacio de venta”.

J. C., La Central.- Algunas librerías que han cerrado no han sabido modernizarse porque se han quedado obsoletas en todos los sentidos. Y es que no basta con un librero muy lector y buen recomendador (que también): las librerías modernas deben convertirse en una segunda casa para el lector, un lugar que le ofrezca algo más que el simple espacio de venta. En La Central esto se ha traducido en una amplia oferta formativa humanística (cursos, talleres, clubs de lectura) y cultural (presentaciones, debates, conciertos); en una interacción constante mediante las nuevas tecnologías (redes sociales, web); en habilitar espacios de ocio añadido (cafetería, bar musical, espacios infantiles); y, muy importante, conseguir una imagen de marca muy bien definida y diseñada (las propias tiendas y su comunicación corporativa).

P. A., Librería Arriero.- Una librería pequeña y generalista como Librería Arriero afronta el futuro con preocupación. Evidentemente son muchas las dificultades a las que estamos haciendo frente. En mi opinión, las que más impacto ha tenido en nuestras ventas han sido dos: la recesión económica, en primer lugar; y, en el caso de la Comunidad de Madrid, el fin de las ayudas públicas a la compra de libros de texto. Con la crisis económica ha caído mucho el consumo, sobre todo de productos como el libro que, evidentemente, no es un artículo de primera necesidad. El empobrecimiento al que nos han llevado las políticas neoliberales ha tenido un impacto enorme en el mundo de la cultura. La supresión de las becas para libros de texto ha sido un duro golpe para las pequeñas librerías que facturábamos en esa campaña un parte importante de las ventas anuales. Desde luego también es importante la irrupción del libro electrónico y la piratería. Respecto a esta última, resulta curioso que, en una sociedad de consumo como la nuestra, en la que todo se compra y se vende, se haya generalizado la idea de que el libro, junto a otros productos culturales como la música y el cine, se puede consumir sin pagar.

¿Cómo han visto en la librería la irrupción de pequeños sellos independientes en los últimos años? ¿Cómo hacen convivir, en el ecosistema

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de la librería, títulos dotados de una gran inversión en promoción y, por tanto, con mejores perspectivas de ventas, con otros quizá excelentes pero destinados a una difusión más restringida?

J. C., La Central.- Comentaba en la segunda pregunta que precisamente hay que encontrar el equilibrio entre esos dos ámbitos. En librerías de tamaño medio como la nuestra conviven lectores muy diferentes, desde el ocasional que busca algo previsible hasta el cliente habitual que quiere descubrir o tiene un gusto lector definido (que en ocasiones significa minoritario, pero no necesariamente elitista). La convivencia no es imposible; para ello hay recursos como las recomendaciones, las propuestas temáticas o las reseñas que hacemos los libreros en nuestra revista y blog y que van dirigidas a ese público menos previsible y que suele encontrar en las pequeñas y

medianas editoriales independientes las lecturas que necesitan (sepan o no cuáles antes de entrar en la librería). Cuando un libro aparentemente poco comercial, o poco interesante o complicado, encuentra la complicidad de librero y lector, el entusiasmo compartido puede darle una fuerza que ninguna campaña de marketing puede conseguir a golpe de talonario. Dicho en otras palabras: un best-seller, un libro muy vendido, sea el que sea, nos permite amortizar el espacio para otras propuestas diferentes que tendrán menos lectores, pero tal vez de ahí surja la complicidad con lectores de largo recorrido que comparten las lecturas de los libreros.

P. A., Librería Arriero.- Los pequeños sellos independientes han llevado a la librerías una diversidad que estaba comenzando a quedar amenazada por la concentración editorial en grandes grupos. Frente a los best-seller, algunos

títulos de estas pequeñas editoriales se han abierto un hueco entre los lectores. Y eso ha sido posible, en buena medida, gracias al apoyo que les hemos prestado las pequeñas librerías. En nuestra librería conviven los grandes lanzamientos con los que editan las pequeñas editoriales, pero tratando de promocionar a esos pequeños sellos que están ofreciendo un producto de calidad.

Pero hay que reconocer que pequeñas librerías y pequeños editores somos especies en peligro de extinción. En nuestro caso, pertenecemos a ambas especies, ya que hace dos años pusimos en marcha un pequeño sello editorial, “Cuadernos de Sildavia”, en el que hemos editado cinco títulos.

¿Qué factores inciden más en la decisión de un lector por un libro u otro? ¿Podría decirnos brevemente qué incidencia tienen hoy ―y, a ser posible, en relación con la que tuvieron en el pasado― estos factores: el consejo del librero o de la librera, la publicidad en los medios, la crítica en prensa, el boca a boca y las redes sociales?

J. C., La Central.- La decisión por un libro u otro a menudo escapa a todas las previsiones. Algunas recomendaciones funcionan bien, pero otras no, sin que sepamos exactamente el motivo. Lo mismo ocurre con la publicidad y las críticas; de hecho, hace años una buena campaña de medios o una buena reseña en un suplemento como Babelia o El

Cultural suponían unas ventas mínimas de 4 o 5 mil ejemplares que ahora ya no se producen, tanto por la caída del consumo como por la diversificación de la oferta editorial.

En el ámbito de las redes sociales suele funcionar más por edades y géneros: los libros juveniles, la novela negra, la ciencia ficción y a veces el cómic cuentan con prescriptores muy influyentes en blogs, foros y otras redes sociales. En cambio, el lector habitual de novela y ensayo se fía más de los libreros y los suplementos especializados.

Por lo general, para que un libro tenga cierto éxito comercial y/o cultural, deben conjugarse muchos factores: que los libreros lo destaquen, que aparezca bien reseñado en los suplementos, que tenga eco en las páginas culturales de la prensa y en la radio, que el autor tenga un prestigio acumulado y, sobre todo, que guste a los primeros lectores que accedan al texto, porque las recomendaciones a los amigos, a la pareja, a la familia, etc., tienen un poder tremendo. Y, a veces, ni así el éxito está asegurado. Es algo muy imprevisible que no podemos controlar desde dentro del sector, porque muchas veces los lectores de a pie provocan grandes ventas de un libro sin que haya participado alguna de las partes de la cadena (libreros, medios o suplementos). Un ejemplo: hace años, con el éxito de El código Da Vinci, ni libreros ni suplementos destacaron el libro, pero los medios de comunicación

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y los propios lectores hicieron posible el boom.

P. A., Librería Arriero.- Los factores que inciden en la elección de un libro son muchos y dependen del tipo de lectores. Todavía la crítica literaria que realizan determinados periódicos de referencia influye en ciertos lectores y lectoras. La televisión juega un papel importante, sobre todo entre un determinado tipo de libros de “personalidades” del mundo de la política, el espectáculo o la comunicación. Pero, desde luego, la gran novedad viene de la mano de internet y las redes sociales (el boca a boca de hoy en día, como me vuelve a recordar mi compañera Lola), capaces de convertir un libro que podía haber pasado desapercibido en un fenómeno editorial. Evidentemente, ese fenómeno ha debilitado el papel del librero como “mediador” entre el editor y el lector. Aun así, seguimos creyendo que cumplimos un papel y que todavía quedan lectores y lectoras que confían en nuestras recomendaciones y en nuestro criterio. En esta cuestión pienso que estamos ante un cambio generacional. El reto es cómo

hacer que los más jóvenes confíen en el librero o en la librera. Para ello debemos hacer el esfuerzo de estar en las redes sociales, tratar de llegar a los y las jóvenes de nuestro entorno. Un reto difícil, ya que en ese campo tenemos que competir con grandes grupos como Amazon que llevan a cabo una campaña agresiva de precios y de comunicación y que, además, se benefician de grandes ventajas fiscales. En nuestro caso tenemos página web y mantenemos un blog y un perfil de Facebook.

¿Qué importancia tienen los encuentros y presentaciones que se celebran en su librería en relación con el fomento de la lectura? A la vista de ello, ¿cómo cree que ha cambiado la percepción del lector respecto del escritor?

J. C., La Central.- En los últimos años, los encuentros y presentaciones se han tenido que reinventar. Hasta hace poco se publicaba más que nunca, surgieron más escritores que lectores y todas las editoriales querían organizar actividades con sus autores para promocionar sus libros. La caída del consumo cultural ha

colapsado este modelo y muchas librerías y editoriales han frenado esta vía porque suponía una inversión económica a cambio de pocas ventas y escasa asistencia de público. Únicamente tiene sentido con autores de mucho renombre o extranjeros en visitas ocasionales a España.

Actualmente las librerías buscamos otros formatos para que el encuentro entre lector y autor sea más especial y en dicha actividad se ofrezca un contenido añadido a la simple presentación de la última novela del escritor. De ahí han surgido clubes de lectura, lecturas dramatizadas, debates y otras actividades con música, comida o arte de por medio, para que el lector acceda a la obra del artista de forma interactiva, es decir, evitando la típica presentación en la que el autor y el presentador cuentan, durante una hora, el contenido del libro como si se tratara de una clase magistral. Los lectores están muy interesados en conocer el proceso creativo del escritor, sus lecturas, sus influencias culturales, sus opiniones sobre otros muchos temas, etc.

P. A., Librería Arriero.- En nuestra librería organizamos presentaciones de libros, recitales poéticos y participamos en La noche de los libros. También tenemos un Club de lectura en colaboración de con una cafetería de la localidad en donde nos reunimos una vez al mes. Al club de lectura invitamos a los autores de los libros que leemos para buscar el acercamiento entre el lector y el escritor. Ese contacto personal aporta un valor añadido a la lectura que ningún soporte digital puede ofrecer. En definitiva, pienso que las pequeñas librerías llevamos a cabo una labor de difusión del libro y la lectura que no está suficientemente reconocida.

Soledad Abad

Sofía González Gómez

Fernando Larraz

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ArtículosLa casta de los Metabarones, un mañana que no dista de hoy

Soledad Abad

Introducción

Los filólogos somos, etimológicamente, amigos de las palabras, especialmente de las que están escritas y es por ello que nos dedicamos a la investigación de, entre otras cosas, obras literarias. Lo que no es demasiado común es que dirijamos esas investigaciones a otro tipo de obras en las que también está presente el texto pero que poseen otro componente fundamental: la imagen. Me estoy refiriendo a las novelas gráficas y que una de ellas será el fundamento para la elaboración de este trabajo, en concreto la obra del chileno Alejandro Jodorowsky La casta de los Metabarones (2007), basada en la historia de una familia, los Castaka.

El objetivo principal de este trabajo es tratar de desmembrar la familia y los elementos clave que posibilitan describir la casta de los Castaka. Además veremos cómo el autor es capaz de introducir entre sus temas muchos que nos resultan familiares por el parecido que adquiere con nuestra contemporaneidad a pesar de tratarse de una obra de ciencia ficción, basada en un futuro lleno de robots, alta tecnología y saltos espacio-temporales.

También resulta de interés atender un poco a las peculiaridades de este autor que es, además de escritor, director de cine, ha participado del movimiento surrealista y ha mantenido relaciones con figuras de la talla de Salvador Dalí, Luis Buñuel o Julio Cortázar. Es, por otro lado, psicomago y una persona especialmente activa en las redes sociales, para hacerse cargo de este hecho no es necesario más que mirar en su perfil de Twitter.

Orígenes de la familia Castaka

Estamos ante una familia que pertenece a un pueblo obrero. Este pueblo en concreto se encargaba de cortar piedras en una cantera a mano, quedan definidos como un paleo pueblo, pues no gustan de los elementos robóticos, trabajan con poleas y sierras, tal como se haría actualmente, pero no podemos olvidar que estamos en un futuro en el que la tecnología ha evolucionado sobremanera. Su posición de obreros no condiciona su poder ya que son los barones de su tierra, aquellos que ostentan el puesto de mayor importancia

en su pueblo.

A ellos se acerca Othon Von Salza, primer Metabarón, que no es Castaka de sangre pero que se pasa a formar parte de la casta con pleno derecho al demostrarle a su suegro (el Barón Bérard de Castaka) ser verdadero merecedor de ese nombre valorando más el secreto de la familia que su propia vida. Este secreto es fundamental para poder llevar a cabo su trabajo pues poseen epifita, un aceite que es capaz de levantar toneladas con solo derramar una gota. El Barón Bérard sabe que cuando ese secreto se descubra llegará la guerra, el poder que controla a los pequeños barones como él querrá hacerse con su planeta para la extracción del material y no quiere vivir para verlo.

Con la muerte del Barón Bérard por lo tanto no termina la casta Castaka, pues antes de morir la marca de los Castaka pasa de su cuerpo al de Othon, perpetuando así la casta, aunque ya no pertenecerá a la misma sangre. Lo que sí se garantiza es la permanencia del apellido gracias al matrimonio que se había realizado entre la hija de Barón, Edna, y Othon y del fruto del mismo, Bari, aunque desgraciadamente este morirá por accidente a manos de su padre y se perderá completamente con él la sangre Castaka.

La Casta de los Metabarones

El origen de esta nueva casta está en Othon pues ha recibido el título de barón tras la muerte de su suegro y que funda la nueva casta gracias a la gran cantidad de dinero que

ha recibido tras la venta del planeta que había heredado para posibilitar así la extracción de epifita. Esta casta ya no tiene el espíritu conservador y obrero que poseía en su anterior generación sino que se convierte en una saga de nobles guerreros, que terminarán convirtiéndose en meros mercenarios con el paso de los siglos.

El título de Metabarón le es otorgado a Othon tras su primera gran victoria como guerrero: el rescate del feto que le es robado a los emperadores, un ser hermafrodita creado con alta tecnología y destinado a gobernar a la muerte de sus padres. La construcción y continuidad de la casta están basados en los principios del Bushitaka: un estricto código de honor influido profundamente por el bushido. Se demandan a sí mismos la victoria a toda costa, es la única alternativa que contemplan junto a la muerte, tal es así que justifican el sacrificio de su propia familia si se va a conseguir la victoria total.

“Solo aprendiendo a perder se gana” (Jodorowski y Giménez 2007: 30).

Este podríamos señalarlo como primer punto de estas enseñanzas morales. Es la frase que anuncia la muerte del Barón Castaka a manos de su yerno Otho tras un combate cuerpo a cuerpo, hecho por el cual se dignificará la casta. A partir de ese momento se establecerá una norma para que pueda heredarse el título de Metabarón: el hijo deberá matar a su progenitor. Eso sí, el método del combate

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no puede ser cualquiera, ha de ser un combate a espada, donde los dos guerreros más poderosos del momento lucharán hasta la muerte. El Bushitaka define muchas de las normas que limitan estos combates pero en ningún momento menciona los poderes mentales, ni de la posibilidad de que no exista carne en el cuerpo de uno de los guerreros, lo que ocasionará discusiones filosóficas en algunos momentos de la novela.

Así nació la más importante tradición de los Castaka: “cada Metabarón se considera iniciado cuando es capaz de matar a su padre” (Jodorowski y Giménez 2007: 166). De modo que, a los dieciséis años, todos los

Metabarones deben pasar la última prueba de su iniciación: la batalla a muerte con su padre. Esta iniciación no se verá realizada siempre en el mismo momento pues en el caso de Cabeza de hierro por haber sido repudiado por su padre no puede hacerlo con esa edad, ni tampoco Aghora, incapaz de vencer el cuerpo casi totalmente robótico de su padre con una espada, siguiendo el rito Bushitaka. De este modo las tradiciones se ven profundamente afectadas, a pesar de que finalmente se cumple el asesinato del progenitor.

“¡Defiéndete mejor… y ataca mejor!” (Jodorowski y Giménez 2007: 117).

La educación de los hijos del Metabarón es fundamental, deben de ser entrenados como los mejores guerreros y para ello se les adiestra física y mentalmente.

Con el fin de garantizar la falta de sentimientos y moral para que puedan enfrentarse a todos sus enemigos, no se les da apenas muestras de cariño, ni por parte de la madre ni mucho menos del padre, esto les permite luchar con todas sus fuerzas para lograr la victoria a toda costa. El único hijo de Metabarón que recibe amor de sus progenitores es Bari, primer hijo de Othon, y es la pérdida de este lo que hace al Metabarón duro ante el dolor y desde ese momento no mostrará nunca amor hacia Agnar, su segundo hijo, al que desprecia desde el momento en que nace por carecer de peso, lo que impedirá, según él, ser un buen guerrero.

Entre los Metabarones se considera tan importante la resistencia al dolor físico como al dolor sentimental por lo que, aparte de no darles muestras de cariño, deja que los niños se encariñen con alguna criatura animal que convierten en mascotas y únicos amigos y, llegado el momento, el entrenador les exige que maten a sangre fría a esas criaturas que amaban. A la mínima muestra de flaqueza reciben un castigo físico, como en el caso de Agnar, que mata a su sapo peludo y derrama una única lágrima silenciada con un latigazo que le deja una cicatriz marcada para siempre.

“¡Sin una queja, sin derramar una lágrima, y querías seguir!” (Jodorowski y Giménez 2007: 117).

Enlazando con la resistencia al dolor físico todos los hijos de los Metabarones deben soportar una prueba alrededor de los siete años: sufren la amputación de alguno de sus miembros que posteriormente será reemplazado por algún elemento robótico. Este rito pertenece a su iniciación.

Esta tradición comienza tras el accidente de Othon, que sufre fuertes daños en la pelvis al ser aplastado por una enorme piedra y se implanta una pelvis multiprotónica. Tras esta primera prótesis robótica todos los Metabarones deberán poseer una parte de esa clase en su cuerpo y para implantarla han de sufrir primero la mutilación del miembro por parte de su padre. Es el momento en el que demuestran que el entrenamiento al que han sido sometidos desde su nacimiento les ha hecho fuertes frente al dolor.

Cada Metabarón sufre una mutilación diferente: Agnar sufre la amputación de sus pies con una máquina tras la que se le implantan pies metálicos que le proporcionaran el peso del que carece; Cabeza de hierro, como su propio nombre indica, pierde la cabeza, aunque en este caso no ocurre durante la prueba de dolor sino que su padre, Agnar, le decapita nada más nacer al comprender que es fruto de una relación incestuosa; Aghora recibe un brazo robótico tras cortárselo su padre con una corta fiambres; Sin Nombre recibe un oído robótico. Aunque este es el

Árbol genealógico

Barón Bérard de Castaka

Edna Othon Von Salza Honorata

Bari Agnar Oda

Agnar Oda-Honorata

Doña Vicenta Gabriela de Rokha Cabeza de Hierro – Melmoth

Aghora

Sin Nombre

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último Metabarón es el primer caso que se nos presenta en la novela y se hace apenas sin diálogo, lo transmite a través de las imágenes y termina del siguiente modo:

- ¡No lloras!

- Y tú, padre… ¿lloraste durante tu Iniciación?

- Permanecí impasible, como tú… pero

no pude contener una lágrima de dolor…

(Jodorowski y Giménez, 2007: 14)

“¡No necesito ningún ejército, Excelentísimo Emperoratriz, me basto solo! ¡Pero cuesto millones de millones de kublars!” (Jodorowski y Giménez 2007: 409).

Los Castaka, como ya hemos adelantado, eran los dueños del planeta Marmolia y obtenían su riqueza de la venta de este material. Era un pueblo obrero, que utilizaba los recursos humanos para extraer la piedra que luego cargaba con su aceite secreto (la epifita) en los buques de los compradores, estos mientras tanto estaban celebrando una fiesta en palacio, es la estrategia seguida para que nadie se hiciera con el poder que siempre en secreto intentaron mantener.

Pero a pesar de que la ascendencia Castaka sea noble y obrera no quiere decir que la ascendencia de los Metabarones fuera también así. Othon Von Salza es un pirata espacial que se encapricha de la hija del Barón Castaka (o de su posición) y se adapta a las formas de vida del planeta. Como podemos ver no es casual que los Castaka pasen de obreros a mercenarios, pues por la casta deja de correr sangre Castaka, ya que el fundador de la casta

de los Metabarones es Von Salza, aunque se mantenga el noble apellido marmóreo.

Los Metabarones son ricos desde el inicio, pues con la venta del planeta Marmolia adquieren millones de Kublars y además un nuevo planeta artificial. Pero su espíritu guerrero les impulsa a luchar y lo hacen vendiéndose al mejor postor, carecen de principios morales que les haga luchar por una buena causa, lo único que importa es el dinero.

Algunos de los niños son mandados a cárceles de alta seguridad a trabajar como verdugos de diferentes monstruos como entrenamiento. No juzgan su inocencia o culpabilidad, ejecutan la condena. De este modo se introducen en las más diversas batallas, sin atender a amigos o enemigos, solo por dinero, se llega incluso a subastar su colaboración, pues al ser los más poderosos guerreros, casi invencibles, todos quieren tenerlos de su parte.

Es en una de estas batallas en donde se produce el final de la iniciación de Cabeza de Hierro que, al ser repudiado por su padre, es entrenado por su madre y ella le ofrece como guerrero al imperio para defenderlos de los Pthaguros, que quieren conquistar todos los planetas del imperio, llevando a cabo el exterminio de todas las criaturas que habiten en ellos. Se produce una batalla épica que abre incluso una brecha espacio-temporal, al no declararse vencedor Cabeza de Hierro demuestra ser el Metabarón supremo: frío, impersonal y sin honra. Llega a chantajear

a su padre con la muerte de su madre y este decide rendirse, dejar que lo mate y Oda-Honorata se marcha con él.

“No dejes que tu instinto maternal oscurezca tu espíritu guerrero. Aplica la enseñanza: ‘en la cabeza no tengas confusión, en el corazón no tengas ansiedades, en el vientre no tengas miedo’…” (Jodorowski y Giménez 2007: 142).

La historia de Oda-Honorata y Agnar nos hacen encaminarnos hacia otra parte fundamental de la casta: las mujeres y su papel.

Las mujeres son fundamentales en la vida de la casta. En primer lugar son imprescindibles para crear la vida, incluso Othon que tras la pérdida de la pelvis pierde su virilidad es capaz de concebir un hijo, hecho que solo es posible gracias a los poderes Shabada-oud que posee Honorata, que con una sola gota de sangre consigue quedarse embarazada.

Pero no solo son madres, también son amantes y en este término se convierten en la perdición de los Metabarones, hombres fuertes, poderosos, sin sentimientos, que se enamoran locamente de ellas y, en ocasiones, son las causantes de sus escasos momentos de flaqueza.

Agnar decide morir antes de seguir viendo sufrir a Oda-Honorata, sufre desesperadamente cuando ve que Oda puede ser violada por un supuesto dios y también cuando esta pierde su alma tras debilitar mentalmente a su agresor.

Cabeza de Hierro pierde el control cuando su hijo saca de su criogénesis a Doña Vicenta Gabriela de Rokha y es congelado y lanzado al espacio donde vaga durante siglos.

Son muchas de estas mujeres las encargadas de la educación de sus hijos, pues a los siete años deben de presentarlos ante sus padres como auténticos guerreros, valedores del título de Metabarón. Son también el desencadenante de venganzas por parte de estos.

Ellas son siempre exuberantes mujeres, de grandes contornos, dignas de un Metabarón, con la misma fuerza mental que ellos y perseguidoras en muchos casos de la continuación de la casta. De hecho solo Oda está de acuerdo con finalizar la casta, pero tras la pérdida de su alma se ve atrapada por el espíritu de Honorata, que sigue firmemente enamorada de Othon y quiere seguir su legado.

Pero sin lugar a dudas la mujer más importante de la casta es a su vez un Metabarón, Aghora. Nacida fruto de la relación de Melmoth (Cabeza de Hierro) y Doña Vicenta Gabriela de Rokha es la que sobrevive tras complicarse el parto de los mellizos. Su madre quiere cuidar de su hija y promete sobrevivir para educarla si se salva la niña en lugar del varón. Así ocurre, pero Doña Vicenta está gravemente enferma y ha de ser criogenizada para que no muera. Aghora por tanto es una niña y tiene cuerpo de mujer, pero el cerebro es el de su hermano, pues se trata de siameses y su cabeza no está completamente formada. Se trata del andrógino perfecto según las

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creencias Shabda-oud que ven en este sujeto un salvador.

Cabeza de Hierro le entrena como un verdadero Metabarón, incluso evita que su cuerpo se desarrolle. Su importancia radica en que, además de un Metabarón que es capaz de demostrar su valía ante el imperio, se convierte en madre y lo hace sola, sin necesidad de varón, a partir de células extraídas de su propio cerebro masculino. Es fundamental en la casta porque es la madre de Sin Nombre, el último Metabarón, el hombre con el que se pondrá fin a la casta, pues no tendrá mujer ni hijos:

Paz a tu alma, Aghora. Que tu gota de vida

se disuelva en el océano divino. No es mi

espada, sino la tradición la que te ha vencido.

Pero yo, el nuevo Metabarón, no seré jamás

vencido… porque nunca engendraré un

hijo. ¡Lo juro ante tu cadáver! (Jodorowski

y Jiménez 2007: 455).

Imágenes críticas con la realidad actual

Y es que La Casta de los Metabarones no es simplemente una novela de entretenimiento basada en un futuro muy lejano. Su autor, Alejandro Jodorowsky, va a plantear en ella problemas que afectan a la sociedad actual como son el poder, la economía y algunos temas tabú, como el incesto o la ingeniería genética.

Es muy relevante la representación que tiene el poder en esta novela. Se basa en un complejo imperio que abarca numerosos

planetas y que está gobernado por una pareja de emperadores incapaces de tener hijos. Parece que el fin del imperio reside en ellos, por ello recurren a la ciencia y “crean” un hijo, unos gemelos siameses unidos por la espalda, hombre y mujer, que finalmente se harán con el poder, serán nombrados emperoratriz del imperio.

Pero, como era de esperar, no gobiernan solos, existe una cúpula de tres poderes: político, religioso y militar que se encuentra alojada en el mismo planeta, el Planeta de Oro. La metáfora es bastante clara: el poder conlleva riqueza y esta lleva a la ostentación. La protección del planeta es inquebrantable, excepto para los Metabarones que consiguen franquearla siempre que se lo proponen y penetrar hasta la sala del trono, normalmente de manera bastante cruenta.

A pesar de contar con un numeroso ejército el imperio siempre recurrirá a la figura del Metabarón cuando una verdadera amenaza les aceche. En un principio el Metabarón será una parte del imperio pero llega un momento en el que decide venderse al mejor postor, convertirse en mercenario y recurrir a él se hace verdaderamente costoso, por ello solo se hace en casos de verdadera necesidad.

También hay una fuerte crítica a la iglesia. Por un lado se presentan las monjas-putas, sociedad de mujeres que adoran a un dios monstruoso cuyo objetivo es engendrar el andrógino perfecto que destruya el poder del emperoratriz, son seguidoras del Shabda-oud. Estas mujeres son grandes controladoras

del poder mental y con él consiguen muchos avances, aunque Agnar logra destruir su planeta. Algunas de ellas van a sobrevivir y volverán a intentar su propósito para resurgir de las sombras.

Por otro lado está el poder sacerdotal, capaz de destruir un planeta por conseguir un mineral con el que es posible crear epifita artificial. El poder y el dinero siempre quedan por encima de la moralidad, del bien y del mal, incluso cuando se trata de los representantes del poder eclesiástico.

Esto nos lleva al peso del poder económico, tan fundamental es el dinero que, no haciéndoles falta, los Metabarones se vuelven mercenarios. No es su espíritu guerrero lo que les empuja, pues podrían luchar por causas justas, pero no les preocupa el fin de la batalla sino los kublans de la recompensa.

En cuanto a los temas tabú que se tratan el fundamental es el del incesto. Agnar, sin ser consciente de lo ocurrido, tiene un hijo con su madre Honorata, que ha traspasado su espíritu al de su amada Oda, que cae desfallecida tras luchar con el dios de las monjas-putas. Cuando Agnar descubre esta acción rechaza a su hijo, le corta la cabeza y se marcha. Perdonará a su madre tras la batalla antes descrita y se realizará con la muerte de ambos fundidos en un abrazo.

Otro episodio en el que ocurre un pseudo-incesto es el marcado por el deseo de Aghora de tener un hijo. Para ello busca en primer lugar células masculinas en el cadáver de

su hermano gemelo, pero al desenterrarlo el cuerpo se descompone y decide autofecundarse con las células de su cerebro que, no olvidemos, pertenecía a su hermano y no a ella misma.

Son cuestiones escabrosas que pocos autores se atreven a tratar y que no suelen hacerse desde esta perspectiva, se orienta más al complejo entramado de tragedias mitológicas como la de Edipo.

El último tema fundamental tiene que ver con los avances científicos que se nos relatan en la obra pues está basada en un futuro donde los robots y los mutantes están a la orden del día. Es un complejo sistema interplanetario en los que en ocasiones se abren incluso brechas a otros universos. Es posible que se nos pueda hacer extraño un universo repleto de robots y naves espaciales pero en realidad ya no es ninguna fantasía el hecho de que existan implantes mecánicos que sustituyan miembro que se han perdido por diversos motivos, incluso es una realidad la existencia de inteligencia artificial. Lo que sí nos choca es quizá el motivo por el que se realizan estos implantes en la obra, tras una mutilación por parte del progenitor, pero no podemos dejar de lado los diferentes ritos que se llevan a cabo en las tribus hoy en día, ni olvidar mutilaciones tan salvajes como la ablación que sigue afectando a muchas niñas incluso en países desarrollados.

Sin embargo, lo más chocante son los juegos genéticos. Honorata poseyendo el cuerpo vacío de Oda, la creación de un hijo para

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los emperadores, la fecundación de Aghora, incluso hay un episodio de clonación, pues Cabeza de Hierro crea un clon del padre de su mujer para hacerla feliz, aunque ésta tiene que perder los ojos para mostrarle su alma y que comprenda que es su padre, pues hay partes de la memoria que están trastocadas. Y cómo no mencionar la fusión de Cabeza de Hierro con el poeta Zarankreta apareciendo así Melmoth, que posee la cabeza del poeta, el cuerpo de Cabeza de Hierro y una personalidad combinada de ambos, sensible y guerrera a la vez. La investigación genética, los clones, los productos transgénicos son parte de nuestro día a día y Jodorowsky se ha hecho eco de ellos a través de los diversos episodios antes mencionados así como de otros como la creación de un planeta completamente artificial.

Pero hay otros temas que son tratados también en la obra aunque con menos profundidad, pero son temas que han preocupado y preocupan a los seres humanos. Entre estos temas encontramos la esclavitud, las diferencias sociales, las diferencias étnicas y el racismo, la ecología, etc.

Alejandro Jodorowsky: novelista, poeta, cineasta, psicomago y tuitero.

No podíamos terminar este artículo sin hacer ninguna referencia al autor del texto escrito de esta obra1. Alejandro Jodorowsky nace en Tocopila, Chile, el 17 de febrero de 1929, hijo

1 Las imágenes corren a cargo de Juan Giménez.

de emigrantes rusos. Entre sus numerosas facetas destaca la de novelista, poeta, cineasta, compositor de bandas sonoras, escultor, pintor, etc.

Durante los años 40 y 50 se produje en Chile un movimiento cultural impulsado por jóvenes creadores del que Alejandro participó creando el teatro de mimos y realizando obras en el Teatro Experimental de la Universidad de Chile. Junto con Fernando Arrabal y Roland Topor funda en 1962 el “Movimiento Pánico”2, en alusión al dios Pan.

Es en México donde comienza su carrera cinematográfica. Su cine es impactante, transgresor, extraño, con elementos esotéricos y cargado de surrealismo. Se las llega a tildar de incomprensibles. Tras la proyección de su primera película Fando y Lis en el festival de México, Jodorowsky tuvo que salir del teatro para evitar ser linchado. Con su segunda película El topo, 1971, consigue reconocimiento internacional.

Escribe sus libros indistintamente en español y en francés pues a los veinticuatro años se marcha a París, si bien reside unos años en México y Estados Unidos, se instala definitivamente en Francia en 1974 donde adquiere la ciudadanía en 1980. Es, por tanto, chileno-francés.

La primera faceta que desarrolla es la poesía, trabajando junto a poetas como Nicanor Parra y Enrique Lihn, a esta le sigue el teatro

2 Para saber más ver: http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/jodorowsky/operas.htm

hasta que se interesa por temas psicológicos (aunque había empezado la carrera de psicología la abandona) y místicos.

Su primer cómic se crea en México a mediados de 1966 con ilustraciones de Manuel Moro. Al año siguiente publica Fábulas Pánicas, aunque su gran obra gráfica podría ser El Incal, creada en colaboración con Jean Guiraud, además de la adaptación de Dune, montaje en el que coincidiría con Dalí, aunque nunca llegara a la pantalla.

Posee cinco novelas traducidas a numerosos idiomas, pero no cuentan con gran prestigio crítico en el ámbito hispano.

Sin duda su faceta más controvertida es la de psicomago, una técnica que conjuga los ritos chamánicos, el teatro y el psicoanálisis que provocan en el paciente la curación. En Francia da clases de tarot y conferencias sobre sus técnicas, entre las que se incluye la psicogenealogía, por lo que podemos entender algo sobre el tratamiento de la familia en esta novela. Él mismo tiene una curiosa ascendencia pues es nieto de judíos ucranianos que huyen de Europa hacia Hispanoamérica poco después de finalizar la Primera Guerra Mundial. Por parte materna su ascendencia es polaca.

Hoy en día reside en París y mantiene una actividad frenética: escribe cómics, poemas, novelas, ensayos, obras de teatro… Puede considerarse como un autor único.

Por último no podemos olvidar su faceta de tuitero, fiel a la red social Twitter ilustra

a sus seguidores con, al menos, quince tuits diarios siempre cargados de conocimientos filosóficos. A través de ellos invita a la reflexión, aunque en ocasiones propone juegos que se acercan más a la psicomagia. De este hecho se ha hecho recientemente eco el periódico ABC, en relación con la publicación de su último libro 365 tuits de amor3.

Es un autor que ha sabido sumarse a las nuevas tecnologías, que mantiene el contacto de sus fans a través de ellas. Es un hombre adaptado a su tiempo. Siempre rebelde, en muchas ocasiones toca temas complicados como la religión lo que conlleva la crítica de muchos.

Para finalizar con el autor propongo la lectura de algunos de su tuits:

Lo imposible puede suceder.

Hay un solo amor verdadero entre mil

imitaciones.

Aléjate de lo que consuela. Las heridas

cicatrizan por sí solas, acepta el dolor. Si

no lo aceptas la herida, infectada, supura

sufrimiento.

Cambia cada día mi amor por ti, pero

nunca cesa.

En este mundo de rosas de plástico,

los poetas se alimentan de mariposas

desesperadas.

3 Artículo completo en: http://www.abc.es/cultura/cultural/20150214/abci-alejandro-jodorowsky-tuits-valentin-201502131129.html

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Habría que inventar un espejo que no

refleje nuestro cuerpo sino nuestra alma.

El miedo aparece bajo formas tan diversas

como la vergüenza, los celos, la cólera,

la insolencia, la arrogancia, la falta de

confianza.

No te permitas suponer que algo hubiera

podido ser de otra manera. El universo

entero estaba confabulado para que eso

sucediera.

Cuidado, te regalan pequeñas verdades

para venderte grandes mentiras.

La meta es el obstáculo, avancemos sin

finalidad.

¿Cuál es la mentira más útil? // Es hacerle

creer a alguien que te miente, que le crees.

Estos profesores cuando saben lo que

saben creen también saber lo que no saben.

Llegan a la cima de la montaña, no conocen

el fondo del mar.

Si te retan a duelo dándote a elegir o la

espada o la pistola a 30 metros, tú elige la

espada a 30 metros.

Conclusiones

Jodorowsky ha creado en esta novela gráfica una especial unión entre el presente y el futuro, tratando preocupaciones presentes y pasadas a través de un tema principal: la genealogía de una familia.

Cuando nos acercamos algo más al autor comprendemos su obsesión por narrarnos la historia del último Metabarón a través de la

historia de su familia, pues para Alejandro es tan importante para conocerse a uno mismo su persona como la propia ascendencia.

Este proyecto nace a partir de la decisión de profundizar más en un personaje de su gran novela gráfica El Incal y es junto a Juan Giménez (el ilustrador) como surge la idea de que sería interesante remontarse en la casta.

Las implicaciones mitológicas, con seres extraños, profecías y dioses impregnan el argumento, que tiene además tintes medievales y de samuráis en las luchas con espadas, así como en la filosofía que rige el modo de actuación de la familia.

El término de casta, con lo positivo y negativo que conlleva, el establecimiento de un orden social, así como los avances tecnológicos, forman un logrado entramado perfectamente guionizado por el escritor y plasmado por el dibujante.

Considero que es una obra que, además de entretener, invita al lector a pensar y que refleja la personalidad de su autor.

Bibliografía

Jodorowsky, Alejandro y Giménez, Juan (2007). La casta de los Metabarones. Barcelona: Random House Mondadori.

Página web de Alejando Jodorowsky. En línea. Disponible en: http://planosinfin.com/ (Útima visita 20.03.2014)

Portal cultural de la FNAC. En línea. Disponible en: http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/jodorowsky/ (Última vistita: 15.02.2015)

ABC, versión online: http://www.abc.es/cultura/cultural/20150214/abci-alejandro-jodorowsky-tuits-valentin-201502131129.html (Última vistita: 15.02.2015)

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